LA CELESTINA- Fernando de Rojas

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Obra , que forma parte de la colección CLASICOS AE, orientada principalmente a la lectura de alumnos de ESO, con ejercicios y propuestas didácticas complementarias.

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LA CELESTINA

Fernando de Rojas

[Adaptación y propuestas didácticas de Rosario Troncoso González]

[ Ilustraciones de Humberto de Río]

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ÍNDICE

I. Introducción

España en la época de La Celestina.

Las diferentes ediciones de La Celestina.

El género de La Celestina: la Comedia Humanista. El estilo y los personajes. El argumento.

Fernando de Rojas.

II. La Celestina

Carta del autor a un amigo

Prólogo

Actos del I al XXI

III. Actividades

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INTRODUCCIÓN

La Tragicomedia de Calisto y Melibea, conocida como La Celestina, es una de las obras cumbre de la literatura castellana. Aparece a finales del siglo XV y marca

de manera crucial el período de transición entre el fin de la Edad Media, el Prerrenaci-miento y el Renacimiento.

Podemos afirmar que hay un antes y un después de La Celestina, debido a su repercu-sión en toda la literatura posterior. Resulta pionera en las letras españolas y ha sido inspiración para obras teatrales y cinematográficas.

Sus fines didácticos y moralizantes la convierten en todo un ejemplo para generaciones de lectores apasionados, cuyos conflictos interiores se ven reflejados en el tratamiento de valores como el amor, la lealtad, la honra, etc., al mismo tiempo que se ponen de relieve aquellos vicios y comportamientos humanos que han de evitarse si no se quiere terminar trágicamente, como ocurre a los personajes principales de esta obra.

1.- España en la época de La Celestina.

Aunque La Celestina pertenece a un género típicamente medieval, del cual hablaremos más adelante, como es la comedia humanística o humanista, creado por Francisco Pe-trarca, autor italiano del siclo XIV, lo cierto es que surge en un momento de fricción entre dos épocas, entre dos momentos históricos, la Edad Media y el Renacimiento.

La acción transcurre en el tiempo en que fue escrita, concretamente a finales del siglo XV. El texto no fue prohibido por la Inquisición hasta finales del siglo XVIII, a pesar de los episodios amorosos de moralidad “dudosa” que se describen así como las blasfe-mias.

Para hacernos una idea de lo que acontecía en España en la época de La Celestina, debe-mos hacer referencia al reinado de los Reyes Católicos. Se trata de un reinado brillante,

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en el que la política exterior tuvo un importante impulso, debido al comercio con América y la vertiente Atlántica.

También la política matrimonial entre los personajes de las di-ferentes monarquías europeas propicio un desarrollo sin precedentes en

lo cultural y económico extraordinariamente enriquecedor.

La cultura en general en esta época experimentó un notable auge: el gusto por la lectura de los Clásicos, la inquietud por instruir al lector por parte de los autores de la época, etc.

En la época de La Celestina asistimos a un profundísimo proceso de cambio en la socie-dad: de las tinieblas de Edad Media a las primeras luces del Renacimiento.

¿Dónde vemos reflejados esos cambios? Enumeraremos una serie de características pro-pias de la nueva época, el Renacimiento y su contraste con la época inmediatamente anterior:

La presencia de una nueva clase social, la burguesía, es de capital importancia, no sólo en lo económico, sino como la definición de un nuevo tipo social.

En el Renacimiento las ciudades experimentan un importante desarrollo. Encon-tramos una nueva cultura urbana y un fuerte desarrollo económico y demográ-fico.

Se descubre al Hombre y a la Naturaleza. Se toma conciencia de avance, de pro-greso. Se adopta en el Renacimiento una postura antropocéntrica, frente a la teo-céntrica medieval.

Hay un renovado interés por los inventos técnicos, por la guerra, por el Estado, por el arte, la poesía y la filosofía.

Se tiende al individualismo.

Durante el Renacimiento se experimenta en España un importante auge cultural y eco-nómico, lo cual, frente al oscurantismo y las penurias de la Edad Media, supone siempre una buena noticia. Pero a su vez, el enriquecimiento de la nueva clase social burguesa, el individualismo imperante y la pérdida del “miedo” a lo que escapaba del control humano (en la Edad Media casi todo era considerado pecado, había que responder ante Dios, ahora esto no ocurre tanto), provoca el descontento de las clases desfavorecidas, y que el mundo de los suburbios de las ciudades se convierta en foco de actividades delictivas.

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El amor al trabajo por el trabajo desaparece, el servilismo innato también. Ahora es fuerte el afán de ocio, de placer y se aspira poseer las mismas riquezas que aquellos a los que se envidia.

La pillería se convierte en la tónica general de los criados hacia sus amos.

Este ambiente es que el que quiso reflejar, y así lo hizo de forma magistral, el autor de esta obra, Fernando de Rojas, a través del retrato de personajes muy reales de la época.

2.- Las diferentes ediciones de La Celestina. ¿A qué debe su título?

El proceso de génesis de La Celestina ha traído de cabeza a muchos estudiosos del tema. Su composición, edición y autoría ha generado controversia y ha sido eje te-

mático fundamental alrededor del cual han girado numerosas tesis doctorales e inves-tigaciones.

Aún hoy día continúa el debate acerca del origen real de la obra, y si se trata de una obra escrita a una o a dos manos ya que muchas hipótesis apuntan a que la primera compo-sición es obra de otro escritor,

Fue en 1499, en Burgos, cuando se publicó por primera vez La Celestina, y estaba di-vidida en dieciséis actos. Esta primera edición recibe el título de Comedia de Calisto y Melibea.

Ésta es la edición princeps, a la que le faltaban páginas.

En 1500, en Toledo y al año siguiente, en 1501, en Sevilla, se publican sendas ediciones con el titulo también de Comedia de Calisto y Melibea, ya con sus argumentos nuevamente añadidos.

Las versiones posteriores a las de Comedia, ya no tendrán dieciséis actos, sino ya vein-tiuno, y el título cambiará a Tragicomedia de Calisto y Melibea.

La versión definitiva de la obra se publicó en 1502 en Toledo, Sevilla y Salamanca, y es fundamental para entender la difusión que La Celestina tuvo en esta época tener en cuenta que ya existía la imprenta (siglo XVI).

El título que da el autor a la obra es el de Tragicomedia de Calisto y Melibea, aunque se conoce universalmente como La Celestina.

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El personaje de la alcahueta Celestina, personaje principal de la obra, muestra una personalidad tan marcadamente carismática y

de rasgos tan significativos, que dio nombre a toda una obra.

3.- El género de La Celestina: la Comedia Huma-nista. El estilo y los personajes. El argumento.

Cuando leemos La Celestina, sin tener en cuenta los títulos que se le han ido dando en las diferentes ediciones hasta llegar a la definitiva, observamos que no se trata de

una obra narrativa, sino dramática.

La trama se desarrolla a través de diálogos, y diferentes acotaciones, entre los perso-najes. En principio podemos calificar La Celestina como una obra teatral, una obra de género dramático.

Pero el fin de una obra teatral es ser representada, y sin duda, La Celestina no puede cumplir con ese cometido por tres razones de peso: su exagerada longitud, los diferen-tes escenarios y el tiempo. La Celestina no es una obra teatral tal y como concebimos las obras de este género hoy día, sino que se escribió para ser leída en voz alta, seguramen-te por una sola persona como solía hacerse en la época.

El género de La Celestina estaría a caballo entre la obra teatral y la novela dramática, pero la más correcto es afirmar que debido a una serie de marcados rasgos argumenta-les y de estructura, pertenece al género creado por Petrarca en el siglo XIV, la Comedia Humanista, y ésta presenta unas características propias y fundamentales:

Las intenciones didácticas.

El tema del amor prohibido (ilícito).

Esta obra surge para ser leída en un ambiente privado.

Presenta una estructura organizada en diferentes actos (en La Celestina, concreta-mente, en veintiuno).

En cuanto al estilo, toda la obra es un diálogo entre muy diferentes personajes que per-tenecen a mundos o realidades sociales distintas. A través del lenguaje se caracterizará a estos personajes.

El mundo de la burguesía, la nueva clase social, se presenta a través de unos personajes que se expresan en un lenguaje culto, refinado, cargado de retoricismo, como es el caso de los diálogos entre los jóvenes enamorados, Calisto y Melibea. Su mundo idealizado responde a los cánones imperantes en el Renacimiento, como la concepción caracterís-tica de la vida y la muerte, así como también rasgos propios del amor cortés.

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Cuando el autor da vida a los personajes de un estrato social más bajo, como los que pertenecen al mundo de los criados y sirvientes (Sempronio, Areúsa o la propia Celestina), emplea para los diálogos un lenguaje coloquial, incluso vulgar en ocasiones.

Con esto pretende reflejar también la mezquindad y la avaricia de los criados con respecto a sus amos, criticando así una realidad social en la época.

La maestría del autor reside en que éste emplea ambos estilos, culto y coloquial, incluso haciendo uso de expresiones propias del registro vulgar, para adaptarse a los diferentes usos de los interlocutores.

El argumento de La Celestina tiene como hilo conductor el caprichoso apasionamiento de Calisto hacia Melibea. El joven Calisto recurre a sucias y locas tretas para conseguir conquistar el corazón de Melibea, y acepta los servicios de la vieja bruja y alcahueta Celestina. Calisto encarna al joven burgués, caprichoso y engreído, que piensa que todo se ha de comprar con dinero, incluso el amor.

El autor a través de este argumento aparentemente simple, pretende avisar y aconsejar a los jóvenes sobre los peligros del loco amor�. Lo que suciamente comienza, de forma trágica termina.

4.- Fernando de Rojas.

El autor de la Tragicomedia de Calisto y Melibea, Fernando de Rojas, nació en La Puebla de Montalbán (Toledo), en �4�0, miembro de una familia de judíos conv ersos� que

reaparece en posteriores procesos inquisitoriales por mantener el judaísmo a escondi-das de la Inquisición.

Estudió leyes en la Universidad de Salamanca, según él mismo afirma en La carta del autor a un su amigo, que precede el texto de su obra. A finales del siglo XV obtuvo su grado de Bachiller en Leyes.

Hoy día no se duda de que sea el autor de La Celestina, que habría escrito con pocos más años que su protagonista, Calisto, que cuenta con veintitrés. Fernando de Rojas rondaría los veinticinco. Fue un conocedor de la lengua latina, a través de las obras de Petrarca, cuya impronta se deja ver en La Celestina.

Según algunas interpretaciones se dice que Rojas encontró el primer acto ya escrito, y sobre él creó todos los demás.

1 Vemos reminiscencias continuas de El Libro del Buen Amor, tanto en el argumento, como en el objetivo didáctico y moralizando. El personaje de Celestina también recuerda a la Trotamundos, de la misma obra.� Judíos conversos: judíos convertidos al catolicismo.

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TRAGICOMEDIA DE CALISTO Y MELIBEA

LA CELESTINA

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Carta del autor a un amigo

Los que están fuera de su tierra suelen pensar en las carencias de sus paisanos con el propósito de buscar un remedio. Por eso mismo, recogido en mi cámara� y dejando

volar mi fantasía, he pensado en muchas ocasiones que esta obra ha de ser necesaria para una ciudad como la nuestra, que tiene una muchedumbre de enamorados. Y tam-bién he pensado que podría serte de utilidad también a ti, amigo, debido a que el amor ha herido cruelmente tu juventud porque no sabíais defenderos de sus fuegos.

Contra el amor no sirven las armas defensivas que se fabrican en las grandes herrerías de Milán, pero sí sirven las que están grabadas entre estas páginas, escritas por sabios varones de Castilla.

Yo hallé el primer acto de esta obra y al tiempo admiré su ingenioso trabajo y la elegan-cia de su estilo, el cual nunca se vio ni oyó antes en nuestra lengua. Lo leí tres o cuatro veces, y cada vez me gustaba más. No sólo me agradaba su argumento, sino sus pasajes graciosos y sus sentencias, algunas filosóficas y otras como avisos y consejos contra sirvientes falsos y aduladores� y desleales y contra brujas engañosas. El primer acto no llevaba firma de un autor, que fue, según unos, Juan de Mena, y otros, Rodrigo Cota. Pero fuese quien fuese, ¡sin duda era un gran filósofo!

Y si él ocultó su nombre por miedo a las lenguas viperinas� que sólo saben reprochar, no os extrañe que yo también decida olcutar el mío, sobre todo i se tiene en cuenta que yo no soy más que un simple estudiante de Derecho y que, por tanto, esta obra es ajena a las materias que forman parte de mi estudio, por no hablar de que la escribí en tan sólo quince días de de vacaciones4.

1 Cámara: recámara, aposento, habitación.2 Adulador: el que alaba a alguien con exageración, falta de sinceridad o con propósito servil. Adular es “hacer la pelota” a alguien para conseguir algo, por norma general.� Viperina: dañina, cruel.4 En efecto, el autor no quiso que su nombre apareciese en la portada de La Celestina, pero sí lo hizo constar en unos versos que prologaron la obra, en el que Fernando de Rojas se describe a sí mismo como un humilde e inexperto escritor, para ser así disculpado en sus muchos errores.

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Digo todo esto para que me sirva de disculpa contigo y con todos los que lean lo he escrito.

Prólogo a la Tragicomedia

“Todo nace de la lucha”, escribió el gran sabio Heráclito, y el poeta admirado Francisco Petrarca� también afirmó, corroborándolo: “La naturaleza, madre de todo, no ha engendrado nada que no esté en permanente lucha y contienda”; y añade además: “los elementos de la naturaleza pugnan entre sí: tiemblan las tierras, se revuelven los mares, crepitan las llamas, los vientos se hacen la guerra perpetuamente y todos bata-llan contra nosotros”. Y es así, en verdad, pues el verano nos agobia con calor excesivo y el invierno con sus fríos desapacibles. Todo lo que nos sostiene nos hace la guerra, por lo cual hay que temer los grandes terremotos y torbellinos, los incendios y naufragios, las violentas inundaciones, el bramar de los truenos, el ímpetu de los rayos, en fin, todos los movimientos de la naturaleza. Y otro tanto ocurre entre los animales, pues no hay especie de fieras, peces, aves o serpientes que no estén en guerra con otra. El león persi-gue al lobo, el lobo a la cabra, el perro a la liebre, y así podría continuar hasta terminar la cuenta. El majestuoso elefante se espanta y huye ante la visión de un sucio y pequeño ratón�, y siente terror tan sólo de oírlo.

El basilisco�, que es la más mortífera y venenosa de las serpientes, mata con la vista. La víbora hembra, en el momento de aparearse, abre la boca para que el macho meta den-tro la cabeza, pero con el placer que siente, aprieta con fuerza las mandíbulas y lo termi-na matando; ella queda entonces preñada, y cuando llega la hora de nacer, la primera cría le desgarra el vientre, por donde van saliendo todos los demás hasta matarla, ven-gando así la muerte del padre. ¿Hay mayor guerra que engendrar en tu propio cuerpo a quien se ha de comer tus entrañas? Pues no es menor la lucha natural entre los peces. Aristóteles y Plinio cuentan las maravillas de un pez pequeño llamado echeneis, capaz de detener un gran navío empujado por toda la fuerza de los vientos. ¡Oh contienda natural, digna de admiración, que un pequeño pez pueda más que una nave!

Y si observamos las pequeñas peleas que se traen las aves, afirmaremos que todas y cada de las cosas están creadas para la lucha. Halcones, águilas y gavilanes viven de la rapiña. Los milanos atacan a los pollos domésticos y los cazan protegidos por las alas de sus madres.

5 Vemos aquí la influencia del poeta renacentista Francisco Petrarca, de cuyo libro Sobre los remedios contra próspera y adversa fortuna toma el autor las ideas que se expresan en este prólogo y también en el resto de la obra.� Son frecuentes las alusiones al temor de los elefantes a los ratones, y esto aparece a menudo en los bestiarios o libros de animales fabulosos y reales a lo largo de la Edad Media. � Animal fabuloso. En el siglo VIII, el basilisco era considerado una serpiente con unos cuernos en la cabeza y una mancha blanca en la frente en forma de corona. De hecho, “basilisco” significa “pequeño rey”. Más tarde, en la Edad Media, pasa a ser un gallo con cuatro patas, plumas amarillas, grandes alas espinosas y cola de serpiente, que podía terminar en garfio, cabeza de serpiente o en otra cabeza de gallo. Hay versiones de esta criatura mitológica con ocho patas y escamas en vez de plumas. Plinio el Viejo los describe como una culebrilla de escaso tamaño y pésimo genio ya que “su potente veneno hace marchitarse las plantas y su mirada es tan virulenta que mata a los hombres”. (Wikipedia).

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Se cuenta que en el océano Índico hay un ave enorme llamada ro-cho que no sólo puede levantar con el pico a diez hombres hasta las nubes, sino a todo un navío, con su aparejo y toda su tripulación. Luego se lleva el barco por los aires y con los vaivenes del vuelo se van cayendo al vacío los pobres marineros, que de este modo reciben una muy cruel muerte.

¿Y qué podemos decir de los hombres? ¿Quién podría explicar sus guerras, sus ene-mistades, envidias e insatisfacciones? ¿O el cambio de trajes, el construir o el derribar edificios, los diferentes afectos y mudanzas que provienen de nuestra débil condición humana? Es tan vieja esta discordia, que no me sorprende que este libro haya sido ins-trumento de lucha y disputa entre sus lectores�, de manera que a unos les ha parecido breve y a otros demasiado largo, a unos agradable y a otros siniestro. Sólo Dios acerta-ría a contarlo de modo que a todos gustara. Y más aún porque esta obra, como todas las cosas e este mundo, va bajo la bandera de esta notable sentencia: “La vida del “hombre desde la primera edad hasta que blanquean sus canas, es lucha”. Y en verdad que es así: los niños pelean con sus juegos, los mozos con las letras, los mancebos� con los placeres, los viejos con mil enfermedades, y genes de todas las edades han peleado con estas páginas. Los más pequeños las rompen, los niños no las entiende, los alegres mancebos no aceptan sus muchos consejos. En lugar de disfrutar del conjunto del libro, aprove-chándose de sus enseñanzas, recordando sus dichos filosóficos y riéndose de todo lo gracioso, hay quien se conforma con roer el esqueleto de la historia, sin apreciar su car-ne, como si se tratase de un cuento entretenido para viajeros chismosos; y también hay quien sólo repara en los dichos graciosos y refranes, pero pasa por alto enseñanzas que le sería útiles. En fin, que en cuanto se junten diez personas a oír esta comedia, ¿quien duda de que habrá diferencias en la interpretación de algunas cosas. Hasta el impresor está en desacuerdo con los dramaturgos antiguos, pues en esta edición ha añadido un resumen de los hechos al comienzo de cada acto, cosa que antes no se hacía.

Algunos han disputado también sobre el título, diciendo que se debía llamar tragedia, y no comedia, pues el final es triste. Pero fue el primer autor el que la llamó comedia por lo que hay de placer en la obra�0. Yo, visto lo visto, he tirado por la calle de en medio, y he titulado la obra tragicomedia. Y ante todos aquellos juicios enfrentados, he optado por el criterio de la mayoría, favorable a que alargase el relato de las placenteras relacio-nes de los amantes, sobre lo cual se me insistió una y otra vez. Así que, en contra de mi voluntad, he metido por segunda vez la pluma en un trabajo muy ajeno a mi dedicación de estudiante de leyes, a costa de robarle algunos al estudio y a la diversión… y a sa-biendas de que no me van a faltar detractores a los cinco actos que ahora se añaden.

� Observamos como ya desde el prólogo se deja clara la intencionalidad moralizante del autor para con los lectores.9 Mancebo: muchacho joven que no llega a los treinta años.10 He aquí el origen del debate acerca del origen y la autoría de la obra.

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ACTO I

El joven y noble Calisto se adentra en el huerto de Melibea, persiguiendo a su halcón y al verla queda prendado de la belleza de la joven. Cae perdidamente enamorado. Melibea lo desprecia y lo despide. Calisto vuelve a su casa lleno de angustia y sin ganas de vivir. Su criado Sempro-nio, al ver a su amo tan abatido le recomienda ver a una vieja hechicera y alcahueta a la que

llaman Celestina. Desesperado, Calisto acepta los consejos de su criado y envía a éste a buscar a Celestina.

Elicia, la enamorada de Sempronio, está en la cama con otro hombre, Crito, en casa de la Celes-tina. Al llegar el criado de Calisto Elicia oculta a su amante apresuradamente.

Celestina y Sempronio hablan del negocio que se traerán entre manos. Mientras, Calisto con-versa con otro de sus criados, Pármeno, a quien Celestina conoce desde pequeño.

PÁRMENO, CALISTO, MELIBEA, SEMPRONIO, CELESTINA, ELICIA, CRITO

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CALISTO.- Melibea, estoy viendo la grandeza de Dios.

MELIBEA.- ¿Dónde la ves Calisto?

CAL.- En la perfecta hermosura que te ha dado y al permitir que yo la presencie, des-cubriéndote en éste jardín, aunque no soy digno de esta suerte. Premiado soy al con-templarte y más afortunado que los propios santos, pues ellos están limitados a ver. Yo en cambio te puedo ver y te puedo tocar. Es mucho más grandiosa la recompensa de

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tenerte que la que podría jamás obtener haciendo obras buenas, en el cielo… ¿Qué mortal en este mundo tiene un premio más grande

que el mío?

MEL.- ¿Consideras el verme un gran premio?

CAL.- Desde luego, y si Dios en el cielo me ofreciera ser santo a cambio de la felicidad que siento, no lo aceptaría.

MEL.- (Con ironía) Bueno, pues si es verdad eso que dices puede que yo te recompense con otro “galardón” mayor…

CAL.- ¡Dichosos mis oídos que reciben esas gloriosas palabras!

MEL.- Pues no serás tan dichoso cuando oigas lo que te tengo que decir (Enfadada). ¡Vete de aquí desvergonzado, loco! No consentiré que mancilles� mi virtud e intentes arrebatar mi honra� con tus palabras que me arrastran al pecado que se desprende de tu placer. ¡Vete de aquí!

CAL.- Me iré, desgraciado de mí, como un hombre al que ha vuelto la espalda, cruel-mente, la Fortuna�.

[2]

Calisto, de vuelta a casa, entra en el establo.

CAL.- ¡Sempronio, Sempronio! ¿Dónde diablos estás?

SEMPRONIO.- Estoy aquí, señor, cuidando los caballos.

CAL.- ¿Y por qué no estabas en el establo?

SEMPRONIO.- (Disculpándose hipócritamente) Es el halcón, que se había caído y he vuel-to a ponerlo sobre la percha4.

CAL.- ¡Maldito, siempre inventando excusas! ¡Que el diablo te lleve! Pero ni la más ho-rrible de las muertes es comparable al inmenso dolor que ahora siento por todo lo que ha ocurrido. ¡Anda, prepárame la cama!

SEM.- Ahora mismo señor.

1 Mancillar: manchar. En este caso es ofender, faltar al honor de la dama y su virtud.2 Honra: honor. Solía referirse a la virginidad de las doncellas, todo un tesoro que no debía ser roba-do.� Fortuna: buena suerte, destino.4 Percha: Palo horizontal que se utiliza para que se posen en él las aves y descansen.

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CAL.- Cierra la ventana y déjame sólo con la oscuridad�. Que las tinieblas se apoderen de mi alma. Mi angustia no merece la luz. ¡Oh, que venga la muerte que alivia el dolor de los que sufren!�

SEM.- ¿Pero qué le aflige hasta el punto de desear morir, señor?

CAL.- ¡Nada que tú puedas entender ignorante Sempronio! ¡Sal de mi vista antes de que te mate a ti con mis propias manos en un acceso de locura, si la muerte se demora en llevarme!

SEM.- Está bien, quédese ahí con sus lamentos a solas.

CAL.- ¡Vete al diablo!

[3]

Sempronio sale de los aposentos de su señor, tras cerrar la puerta.

SEM.- Me pregunto qué es lo que le habrá pasado al señor en el huerto, que le ha robado la razón. ¿Qué de hacer? ¿Debo entrar? Si no entro se mata, y si entro, me mata. Mejor que se mate él, que yo tengo que ver mucho a mi Elicia… pero si se mata me harán a mi responsable de su muerte. Voy a entrar… aunque no quiera oír ni una palabra mía. Le dejaré llorar a solas mientras le vigilo y que se desahogue, porque no quiero que me acusen de una muerte sin tener yo la culpa. Entraré y le tranquilizaré…

CAL.- ¡Sempronio!

SEM.- ¿Señor?

CAL.- Tráeme el laúd.

SEM.- Aquí está.

CAL.- ¿Hay un dolor igual que el mío?

SEM.- Este laúd está desafinado.

CAL.- ¿Cómo afinar al desafinado? Tienes tantas ideas… paz, guerra, tregua, amor, amistad, enemistad, injurias, pecados, sospechas… ¿Cómo puedes hablar de todo eso? Canta la canción más triste que sepas.

5 Oscuridad: Aquí se refiere a la actitud de huída del mundo para la reflexión, por parte de Calisto, en su forma exagerada de encarar la realidad.� A los que sufren: Reiterándose en la teatralidad de su comportamiento, se refiere a él mismo, en una pose melodramática muy propia del personaje.

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SEM.- Mientras Nerón veía como Roma ardía, y niños y viejos sufrían, a él nada le dolía.

CAL.- No, yo siento algo más profundo.

SEM.- (Aparte) Mi señor está loco.

CAL.- ¿Qué murmuras, Sempronio?

SEM.- Nada, nada.

CAL.- Habla sin miedo.

SEM.- Digo que cómo puede haber algo más grave que una ciudad en llamas y un a sus habitantes muriendo.

CAL.- ¿Cómo? Pues yo te lo digo. Dura más el dolor ochenta años que en un solo día, y duele más matar una sola alma que cien. Si el purgatorio existe, me quedaré allí con los animales antes que con los santos.

SEM.- (Aparte) No sólo está loco, también es un hereje�.

CAL.- ¿No te he dicho que no murmures?

SEM.- Decía, señor, que tenga cuidado con esas cosas que dice. Puede caer en la herejía.

CAL.- ¿Por qué?

SEM.- Porque es muy feo lo que has dicho.

CAL.- ¿Y a mi qué?

SEM.- ¿No eres cristiano?

CAL.- No, yo soy Melibea, porque es Melibea a quien amo�.

SEM.- Vale, lo que quieras. O sea, que Melibea te llena tanto que te va a salir por la boca y las orejas. Tranquilo que yo te ayudaré a que salga de dentro.

CAL.- Eso que dices es imposible.

� Hereje: el que da la espalda a los dogmas religiosos.� Aquí se identifica a la dama, a la amada con Dios, tópico de la literatura trovadoresca.

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SEM.- Para curar hay que conocer primero la enfermedad.

CAL.- No hay medicina para lo incurable.

[4]

SEM.- (Aparte, murmurando para sí mismo) Ja, ja, ja, así que éste es el mal que tiene mi amo. ¡Se cree que es la única persona del mundo enamorada! ¡Dios, con Calisto te has cebado, como un toro al que le clavan la pica!

CAL.- ¡Sempronio!

SEM.- ¿Señor?

CAL.- No te vayas.

SEM.- (Aparte) Ya ha cambiado de opinión.

CAL.- ¿Qué opinas tú de mi mal?

SEM.- Pues que estás enamorado de Melibea

CAL.- ¿Y nada más?

SEM.- Y que te has obsesionado con ella

CAL.- No es obsesión, es certeza.

SEM.- En mi tierra se llama cabezonería, las víctimas de Cupido pueden llamarlo como quieran.

CAL.- No quieras engañarme, que tú amas a Elicia.

SEM.- Haz caso a lo que digo y no a lo que hago.

CAL.- ¿Entonces?

SEM.- Antepones a tu dignidad la imperfección de la mujer�.

CAL.- ¡Que grosería! ¡Dios, Dios!

9 Alude a la misoginia (antipatía hacia las mujeres) propia de algunos filósofos como Aristóteles. He aquí un rasgo indicativo más de la influencia de los clásicos grecolatinos en el autor de La Celestina.

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SEM.- ¿Ahora llamas a Dios?

CAL.- Es por Dios que Melibea existe, y se ha reencarnado en ella en la tierra. Melibea es Dios.

SEM.- (Riendo por lo bajo) Vaya forma de blasfemar…

CAL.- ¿De qué te ríes?

SEM.- Me río de que los sodomitas a tu lado se quedan cortos.

CAL.- ¿Cómo?

SEM.- Ellos se enamoraron de ángeles desconocidos, y tú pretendes poseer al mismo Dios.

CAL.- Maldito seas, me has hecho reír. Yo no quise decir eso.

SEM.- ¿Y qué te vas a pasar, toda la vida llorando?

CAL.- ¡Pues sí!

SEM.- ¿Pero por qué?

CAL.- Porque soy indigno de ella. No tengo posibilidad de conseguirla.

SEM.- (Aparte) ¡Era eso! ¡Qué hijo de mala madre!

CAL.- No te he oído, dilo otra vez.

SEM.- Que tú, que eres más bueno que Alejandro Magno, crees tener el amor inalcanza-ble cuando a él se le rendían las mujeres a sus pies.

CAL.- Eso es pura habladuría.

SEM.- ¿Y lo de tu abuela con el simio es habladuría? Pregúntaselo al cuchillo de tu abuelo.

CAL.- ¡Patán, vaya tonterías dices!

SEM.- ¿Te ha molestado? Pues lee los libros y a los poetas, y recuerda los males que han sufrido por lo mismo que te pasa a ti. Salomón dice que las mujeres y el vino son la perdición de los hombres. Lee a Aristóteles, a Séneca, a Bernardo, a los cristianos, a los judíos a los moros… todos coinciden en lo mismo. Hay mujeres notables y santas,

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¿pero quién te previene de sus osadías, sus cambios, sus mentiras, su olvido, su desamor, su ingratitud? Mira cómo Adán echó a Eva del Paraíso�0…

CAL.- Y si ese Adán, ese Aristóteles… cayeron ante la mujer, ¿por qué yo no puedo?

SEM.- Tienes que huir de sus engaños, porque todos los hombres con tal de estar con ellas caen luego en sus redes.

CAL.- ¿Ves? Cuanto más me cuentas, más la quiero.

SEM.- Veo que este discurso no sirve para un niño. No sé por qué quiero hacer de maes-tro cuando nunca he sido discípulo.

CAL.- ¿Y quién te ha enseñado todo lo que me has dicho?

SEM.- ¿Quién? Pues ellas, que me han demostrado todo eso. Tienes que ser digno.

CAL.- ¿Y quién soy yo para ganarme la dignidad?

SEM.- Eres un hombre. Un hombre a quien la naturaleza le ha dado ingenio, belleza, gracia, fuerza, y aparte de eso, una considerable fortuna. Además, todos los que te co-nocemos te queremos.

CAL.- Pero no me quiere Melibea, y todas esas cosas que has dicho de mí, ella las supe-ra… su linaje, su belleza… no tengo por qué mentirte en esto.

SEM.- (Aparte)¡Qué tonterías tengo que escuchar!

CAL.- ¿Cómo?

SEM.- Que tienes razón. (Aparte)A ver si me dejas en paz, por Dios

CAL.- ¿Qué?

SEM.- Que a ver si hallas la paz de Dios.

CAL.- Ojalá, Sempronio. Te diré como es ella.

SEM.- (Aparte) Vaya, es lo que me temía.

10 Se hace referencia a la misoginia, o aversión a la mujer, arraigada en la literatura antifemenina medieval. Sempronio atribuye a la condición de la mujer todas las maldades y vicios.

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CAL.- Lo primero sus cabellos. Son más dorados y largos que los hilos de Arabia, y su peinado como las crines de un caballo hace

que los hombres se conviertan en piedras.

SEM.- (Aparte) Yo diría que en burros…

CAL.- ¿Qué has dicho?

SEM.-Dije que no serían crines de burro.

CAL.- Que comparación más tonta.

SEM.- (Aparte) Mira quién habla.

CAL.- Sus ojos, verdes como esmeraldas, pestañas largas, cejas finas, nariz mediana, boca pequeñas, dientes menudos, labios rosados, cara delgada, pechos pequeños, piel tan blanca que a su lado oscurece la nieve…

SEM.- (Aparte) Está obsesionado.

CAL.- Manos pequeñas con dedos largos, uñas rojas como rubíes, y debajo de su espal-da se intuye una curva mejor que la que Paris juzgó de las Tres Diosas��.

SEM.- ¿Eso es todo?

CAL.- Brevemente.

SEM.- Si eso fuera verdad, tú por ser hombre sigues siendo más digno.

CAL.- ¿En qué?

SEM.- Aristóteles dice que la mujer es imperfecta “Así como la materia apetece a la forma, así la mujer al varón”

CAL.- Que pena, ¿y cuándo veré yo eso con Melibea?

SEM.- Cuando la veas con otros ojos.

CAL.- ¿Con qué ojos?

SEM.- Con ojos claros.

11 Referencias a la mitología y a la literatura de la Antigüedad Clásica. Esta influencia la vemos a lo largo de toda la obra.

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CAL.- ¿Y ahora con qué ojos la veo?

SEM.- Con lupa, porque lo que es pequeño tú lo ves grande. Pero no desesperes, haré lo posible para cumplir tu deseo.

CAL.- ¡Gracias, que Dios te recompense! Pero no sé cómo lo vas a hacer.

SEM.- Déjame a mí.

CAL.- Que Dios te bendiga. Hoy puedes ponerte la ropa que vestí yo ayer.

SEM.- Que Dios le bendiga por esto, y por más que me darás.

CAL.- No te pases

SEM.- No se pase usted, que es difícil ser siervo trabajador con un amo perezoso.

CAL.- ¿Y qué tienes pensado hacer?

SEM.- Pues hablaré con una vieja hechicera barbuda y sagaz, llamada Celestina, famo-sa por haber recompuesto cinco mil virginidades��, y es capaz de provocar lujurias si quiere.

CAL.- ¿Cómo puedo encontrarla? Quiero hablar con ella.

SEM.- Te la traeré, y mientras, estudia bien qué vas a decirle. Sé sincero y gracioso con ella, para que acepte tu petición.

CAL.- Ya estás tardando

SEM.- Me voy ya, hasta ahora.(Marchándose)

CAL.- ¡Dios, guía a mi Sempronio con éxito para que convierta mi pena en alegría!

[5]

Casa de Celestina. Ésta ve llegar a Sempronio y avisa apresurada a Elicia, quien está con Crito en la cama.

CELESTINA.- (Gritando) ¡Albricias, albricias��, Elicia! ¡Viene Sempronio!

12 La virginidad simbolizaba la honra, el honor. Por recuperarlo se hacían verdaderas locuras.1� Exclamación gozosa, que expresa júbilo y alegría por algo o alguien que es muy bien recibido.

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ELICIA.- (Se asoma sobresaltada) ¿Qué pasa? ¿Por qué gritas?

CEL.- Sempronio está llegando. ¡Esconde a Crito y dile que viene un primo tuyo!

ELI.- Crito, ven, escóndete ahí (le indica el cuarto trastero). Viene mi primo. ¡Maldición!

CRITO.- Voy, voy. No te preocupes.

SEM.- (Entrando y saludando a Celestina) Madre bendita, me alegro mucho de verla.

CEL.- ¡Hijo mío, cuánto tiempo, dame otro abrazo! ¡Elicia, corre, ven! ¡Es Sempronio!

ELI.- ¡Maldito seas Sempronio, hace tres días que no te veo! ¡Mala muerte te lleve!

SEM.- (Divertido al ver el disgusto sobreactuado de Elicia)¿Qué te pasa Elicia? La distancia no hace que te ame menos. ¿Pero que son esos pasos que se escuchan ahí arriba?

ELI.- Un enamorado mío, quizás.

SEMPRONIO.- Me lo voy a terminar creyendo…

ELI.- (Con actitud desafiante) ¿No te lo crees? Ve a verle si quieres.

CEL.- (Mediando entre los dos) No hagas caso a esas bromas, Sempronio, ven y hablemos

SEM.- No, quiero saber quien está arriba.

CEL.- Es una chica que me trajo un importante fraile para que la cuidara. Es un asunto secreto.

SEM.- ¿Te la trajo un fraile? Yo quiero verla. Enséñamela.

ELI. - ¡Malvado! Conque quieres ver siempre a una mujer, sea la que sea. Te sacaré los ojos. Además no te gustaría en el estado en que se encuentra.

SEM.- Vale, vale. No te enfades Elicia. No quiero ver a ninguna mujer que no seas tú. He venido a ver a Celestina, tengo que hablar de un asunto con ella.

ELI.- ¡Pues adiós! Si no vienes a verme a mí tampoco, tarda tres años en volver, que a mi poco me importará no verte.

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SEMPRONIO.- Bueno madre�4, coge abrigo y vámonos, y ya te cuento de camino.

CELESTINA.- Hala, adiós Elicia. Cierra la puerta.

[6]

Celestina y Sempronio van por la calle hacia la casa de Calisto.

SEM.- Madre mía, desde que amo a Elicia y eres tú quien vela por mi felicidad, depo-sitaré en ti mi confianza, y la de mi amo, para el trabajo que te voy a proponer. No te distraigas y atiéndeme bien, ya que lo que voy a contarte es importante y necesito todo tu interés.

CEL.- Bueno hijo, déjate de preámbulos y cuéntame.

SEM.- Calisto ama locamente a Melibea. Nos necesita a los dos, y es una oportunidad que debemos aprovechar. Por eso acudo a ti.

CEL.- Has hecho bien en venir a mí, yo me encargaré de este negocio. Que tu amo logre lo que se propone, pero que nosotros logremos también lo que nos proponemos. Que el beneficio sea para todos. Intentaré alargar en el tiempo la solución lo máximo posible, para que sean pingües�� las ganancias��.

SEM.- Bien, disimulemos que ya estamos llegando y no quiero que nadie nos oiga

[7]

Calisto desde la alcoba de su casa oye golpear la puerta y manda a su criado Pármeno a que vaya a abrir.

CAL.- (Impaciente) ¡Pármeno, llaman a la puerta, ve a abrir!

PÁRMENO.- Señor, son Sempronio y una vieja borracha y repintada��.

CAL.- ¡Cállate, no ofendas! ¡Es mi tía!

PAR.- (Extrañado) ¿Por qué miente señor? Todo el mundo la conoce, en las fiestas, los mortuorios, las bodas, las cofradías…su presencia hace que los perros no ladren y las

�4 Madre: así se llamaba antiguamente a las ancianas en los pueblos.�� Pingües: muchas, en gran cantidad.1� Ya se vislumbra la maldad y la avaricia de Celestina.1� Las prostitutas y mujeres de “mala vida” solían maquillarse excesivamente, así se distinguían de las “decentes”.

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aves no canten. Su marido era un enorme cornudo, y por eso to-dos la conocen como la vieja borracha.

CAL.- ¿Y tú cómo la conoces?

PAR.- Porque mi madre se acogió a ella cuando la embarazaron, y me dio a mí como su sirviente en la niñez. Ya no creo que se acuerde de quien soy porque la serví muy poco tiempo.

CAL.- ¿Y en qué la servías?

PAR.- Le traía los recados y la ayudaba en la casa. Recuerdo que tenía una casa en el ba-rrio donde curtían pieles. Se dedicaba a seis oficios, costurera, perfumera, hacía afeites�� y virgos, hechicera y alcahueta. El primer oficio cubría los demás. Recibía de sus clientes cosas que conseguían del robo para que las atendiera. Además, frecuentaba con estu-diantes y religiosos, quienes entraban a escondidas en su casa a “limpiar sus pecados”. En su casa tenía infinidad de tarritos con perfumes, pócimas y ungüentos que fabricaba ella misma. Y para coser los virgos, tenía tablas y una infinidad de agujas e hilos. Se veían colgadas de las paredes plantas con las membranas que envuelven las cabezas de los recién nacidos. Llegó a vender hasta tres veces por virgen a una criada suya. Otra de sus facetas era la de remediar amores, y usaba huesos y corazones de ciervo, sesos de asno, tela de caballo… cuando iba un hombre le pedía trozos de pan mordidos, y cuando iban mujeres, cabellos. ¿Qué hacía con ellos? Nadie lo sabe.

CAL.- Bueno Pármeno, gracias por advertirme y vayamos a recibirla, que no quiero hacerla esperar. No cuentes nada a Sempronio de lo que hemos hablado. Será nuestro secreto.

PAR.- Me alegra que confíe en mi, señor.

[8]

Pármeno avisa a su amo de nuevo y le aconseja ser prudente. Bajan a la puerta de la calle, donde esperan Celestina y Sempronio.

CEL.- (En voz baja, fuera en la calle) Sempronio, oigo pasos, ya vienen, así que hazte el di-simulado. ¡Hay que ver lo que sufres por tu amo Calisto, pareces él mismo, Sempronio! ¡Qué fiel criado eres para él! Y yo estoy aquí para que tu amo encuentre la solución a su angustia, y si no, moriré en el intento.

CAL.- Detente Pármeno, ¿has escuchado eso? ¿A que es cierta la lealtad de nuestro Sem-pronio?

�� Afeites: productos cosméticos para ensalzar la belleza natural, o por el contrario, cubrir defectos.

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PAR.- No se crea todo lo que oye, mi señor, ya conozco el truco. Están fingiendo la conversación. Yo no me fiaría señor.

SEMPRONIO.- (Que ha oído lo que dice Pármeno, desde fuera). Celestina, ¿has oído lo que dice Pármeno? Eso me suena a traición.

CEL.- Déjame a mí a Pármeno, y seremos tres contra uno.

[9]

Celestina y Sempronio ya entran en la casa.

CAL.- ¡Oh, Sempronio! ¿Así que ella es la solución a mis desdichas? Que virtud es la vejez, fuente de sabiduría y experiencia. Usted será la resurrección de mi muerte, deme sus manos para besarlas y bendeciré cada paso que ha dado para llegar hasta aquí. (Se arrodilla para besarla)

CEL.- (Aparte) Sempronio, dile que cierre la boca y vaya abriendo su bolsa de dinero. Vete con él y déjame sola con Pármeno, tengo algo que decirle.

PAR.- (Para sí) Mi señor adorando a la vieja más puta, de rodillas ante una usurera y alcahueta. Mi señor está vencido, es una causa perdida.

[10]

Celestina trata de conquistar a Pármeno halagándolo y con falsas promesas.

CEL.- Buen Pármeno, haré oídos sordos a las palabras que has dicho sobre mí, por la lealtad que muestras a tu amo Calisto. La vejez no me ha hecho sorda, y lo importante aquí es que Calisto sufre un mal de amor. Lo natural es que los hombres amen a las mujeres y las mujeres a los hombres, al igual que hacen los animales y algunas plantas. ¿Es así o no, Pármeno? Anda, escúchame bien que tú no entiendes nada del mundo y sus placeres.

PAR.- ¡Si que entiendo!

CEL.- Tu barriga hinchada es la única que entiende, que pareces embarazado.

PAR.- Perdóneme madre, la fidelidad a mi amo me puede, y me da pena que recurra a estas artes. Le veo muy perdido, y no me fio de las soluciones que le busca el bruto de Sempronio. Ojalá el poder llorar por él le trajera una solución, lo cual me daría alegría.

CEL.- ¿Qué ocurre Pármeno, tú nunca has sentido lo mismo que tu señor? Búrlate si quieres, pero esta vieja flaca es quien tiene la solución para Calisto.

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EL LAZARILLO DE TORMES

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