La celebración cristiana · 2021. 1. 20. · UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA Instituto...

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verbo divino UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA Instituto Superior de Pastoral La celebración cristiana Una reforma pendiente

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  • verbo divino9 788481 696585

    ISBN 84-8169-658-7

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    UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA

    Instituto Superior de Pastoral

    La celebración cristianaUna reforma pendiente

    La cuestión litúrgica venía siendo un tema pendien-te y reclamado por los asistentes a las catorce Semanasde Teología anteriores.

    Siempre añorada entre nosotros y siempre pen-diente de reforma, la celebración de los misterios deJesucristo, elemento sustancial de toda la liturgia, fueel tema central de la última Semana y es el contenidode estas páginas.

    La XV Semana buscaba la lógica interna de laacción litúrgica cristiana y del discurso teológico. Perobuscaba también, como es propio de la teología pastoral,su situación actual en las comunidades cristianas. ¿Cómose encuentra la celebración en el seno de las diócesis,de las parroquias y de las comunidades concretas queconocemos?

    Estas hermosas páginas impresas reflejan un encuen-tro en el que se plantearon muchas preguntas y en el quese ofrecieron algunas respuestas.

    Tapa Semana XV 20/12/04 13:00 Página 1

  • UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA

    Instituto Superiorde Pastoral

    XV Semana de Estudiosde Teología Pastoral

    EDITORIAL VERBO DIVINOAvda. de Pamplona, 41

    31200 ESTELLA (Navarra) España2005

    La celebración cristianaUna reforma pendiente

    Texto Semana XV 20/12/04 12:07 Página 3

  • Cubierta: Mercedes Navarro

    © Instituto Superior de Pastoral - © Editorial Verbo Divino, 2004.Printed in Spain. Impresión: Gráficas Lizarra, Villatuerta (Navarra).Depósito legal: NA-3.395-2004.

    ISBN 84-8169-658-7

    Editorial Verbo DivinoAvenida de Pamplona, 4131200 Estella (Navarra), EspañaTeléfono: 948 55 65 11Fax: 948 55 45 06Internet: http://www.verbodivino.esE-mail: [email protected]

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  • Al profesor Luis Maldonado Arenas, recientemente jubilado,

    dedicamos este volumenen memoria jubilosa y agradecida

    de su largo magisterio teológico y litúrgico en el Instituto Superior de Pastoral,

    primero en Salamanca y, desde hace ahora 40 años,

    en Madrid.

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  • D. Luis MaldonadoCurriculum vitae

    Nace en Madrid el 23 de abril de 1930.

    Ordenado sacerdote el 4 de abril de 1954 e incardi-nado en la Archidiócesis de Madrid-Alcalá.

    Cursa Humanidades en el Seminario Menor de Co-millas (1940-1947), Filosofía en la Facultad de Comi-llas (1947-1950), Teología Fundamental en la Univer-sidad Pontificia de Salamanca (1950-1951) y Teologíaen la Universidad de Innsbruck (1951-1956).

    Estudios especiales de Liturgia en la Abadía de Mont-César (Bélgica), becado por la Fundación March (1957).

    Estudios y trabajos especiales en el Seminario Li-túrgico de Innsbruck, bajo la dirección de J. A. Jung-mann (1958-1960).

    Obtuvo la licenciatura en Filosofía por la Universi-dad Pontificia de Comillas (1950); la de Teología porla Universidad de Innsbruck (1954), y el Doctorado enTeología por la Universidad de Innsbruck (1956).

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  • Ha sido:– Profesor de Teología Fundamental en el Semi-

    nario Hispanoamericano de Madrid, de 1956 a1961, y profesor de Liturgia en dicho seminariode 1959 a 1962.

    – Profesor de Liturgia en el Seminario Diocesanode Madrid desde 1965.

    – Profesor de Liturgia en el Instituto Superior dePastoral de la Universidad Pontificia de Salaman-ca desde 1963; profesor agregado de Pastoral Li-túrgica en la Sección de Teología Pastoral de lamisma Universidad de 1972 a 1977, donde, desde1977, ha cubierto la Cátedra de Liturgia.

    – Director del Instituto Superior de Pastoral de laUniversidad Pontificia de Salamanca de 1976 a1988.

    – Profesor invitado desde su creación en la Facul-tad de Teología “San Dámaso” de Madrid, en elSeminario Hispanoamericano de Madrid, en lasFacultades teológicas de Comillas, “San Paciano”de Barcelona, Padua (Italia), Würzburg (Alema-nia), Caracas y en los Centros Pastorales de Ma-nizales (Colombia), Cuernavaca (México) y SanAntonio de Texas (Estados Unidos).

    Ha formado parte del Consejo de Redacción de lasrevistas Phase (desde 1968 hasta la actualidad), Conci-lium (1979-1981), Communio, Revista Católica Interna-cional (1981-1985).

    Ha sido director de la Revista Española de Teología(1998-2000) y presidente de la Asociación Europea deTeología Católica (sección española) desde 1998 a2001.

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  • Ha desarrollado su actividad pastoral como:– Coadjutor de la parroquia de San Miguel Arcán-

    gel en Madrid (1956-1959).

    – Vicerrector de la iglesia de Santo Tomas de la Ciu-dad Universitaria de Madrid (1960-1963).

    – Consiliario Diocesano de la JEC de Madrid(1959-1963).

    – Miembro del equipo sacerdotal de la Iglesia delEspíritu Santo del CSIC (1964-1970).

    Libros publicados

    Evangelio y revisión de vida, Consejo Nacional de la JA-CE, Madrid 1961.

    Aproximación cristiana al trabajo universitario, Taurus,Madrid 1962.

    Biblia y Año litúrgico, Taurus, Madrid 1963.

    Enseñanza religiosa y Pedagogía de la fe, Verbo Divino,Estella 1963.

    El comentario de Gabriel Vázquez a la “Quaestio I” de laSumma de S. Tomás, Eset, Vitoria 1964.

    El mensaje de los cristianos, Flors, Barcelona 1965.

    La plegaria eucarística, BAC, Madrid 1967.

    La nueva secularidad, Nova Terra, Barcelona 1968.

    Secularización de la liturgia, Marova, Madrid 1970.

    Homilías seculares, Sígueme, Salamanca 1971.

    El menester de la predicación, Sígueme, Salamanca 1972.

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  • Nuevas vías de pertenencia a la iglesia (en colaboracióncon C. Floristán).

    Misal de la comunidad (en colaboración con C. Floris-tán), Marova, Madrid 1972.

    Nuevas homilías seculares, Sígueme, Salamanca 1973.

    La violencia de lo sagrado, Sígueme, Salamanca 1974.

    Plegarias de la comunidad (en colaboración con Floristány A. Pascual), Marova, Paulinas, PPC, Regina y Ver-bo Divino, Madrid 1975.

    Religiosidad popular. Nostalgia de lo mágico, Cristian-dad, Madrid 1976.

    Iniciaciones a la teología de los sacramentos, Marova, Ma-drid 1977.

    Los sacramentos signos de liberación (en colaboración conC. Floristán), Mañana Editorial, Madrid 1977.

    Génesis del catolicismo popular, Cristiandad, Madrid1979.

    Poesía litúrgica, PPC, Madrid 1980.

    Cómo animar y revisar las eucaristías dominicales, PPC,Madrid 1980.

    Iniciación litúrgica, Marova, Madrid 1981.

    Experiencia religiosa y lenguaje en santa Teresa, PPC,Madrid 1982.

    Introducción a la religiosidad popular, Sal Terrae, San-tander 1985.

    “La celebración litúrgica: Fenomenología de la cele-bración”, en D. Borobio (ed.), La celebración en laiglesia, I, Sígueme, Salamanca 1985, pp. 205-296.

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  • Sacramentalidad evangélica, Sal Terrae, Santander 1987.

    Para comprender el catolicismo popular, Verbo Divino,Estella 1990.

    La comunidad cristiana, San Pablo, Madrid 1992.

    La homilía, San Pablo, Madrid 1993.

    Oraciones de acción de gracias (en colaboración con C.Floristán), Trotta, Madrid 1995.

    La acción litúrgica. Sacramento y celebración, San Pablo,Madrid 1995.

    Eucaristía en devenir, Sal Terrae, Santander 1997.

    La celebración eucarística. Nuevos lenguajes, PPC, Ma-drid 1997.

    El sentido litúrgico. Nuevos paradigmas, PPC, Madrid1999.

    Anunciar la Palabra hoy, San Pablo, Madrid 2000.

    Praxis sacramental y compromiso de fe, PPC, Madrid2001.

    Liturgia, arte, belleza. Teología y estética, San Pablo, Ma-drid 2002.

    La esencia del cristianismo, San Pablo, Madrid 2003.

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    Contenido

    Presentación ............................................................. 13José Luis Corzo

    IPONENCIAS

    Crisis actual de la celebración y sus causas ................ 23José Manuel Bernal

    Celebrar .................................................................... 69Luis Maldonado

    El sujeto de la celebración ........................................ 95Dionisio Borobio

    El pluralismo teológico y su influencia en la celebración ........................................................ 147Julio Lois

    Sugerencias para potenciar la acción celebrativa ........ 201Jesús Burgaleta

    IICOLOQUIOS

    Canciones de Celebración ........................................ 277Juan Antonio Espinosa

    La música en la vida ................................................ 281Fernando G. Lucini

    El lugar de la celebración: la belleza arquitectónica al servicio de la fe celebrada ...................................... 291Mª Leticia Sánchez Hernández

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    IIIMESA REDONDA

    Celebrar en el mundo rural pequeño: comunicación de una experiencia .................................................... 333Luis Mª Caminero

    El domingo salva el mundo ...................................... 351Jesús Romero Trillo

    ¿Cómo celebramos en nuestra pequeña comunidad y en la parroquia de San Benito? .............................. 357Pedro José Gómez Serrano

    La celebración en parroquia urbana:“desde la sede” y “desde los bancos” .......................... 379José Luis Loyola y Pedro Castelao

    IVGRUPOS

    Trabajo de grupos .................................................... 395

    VCELEBRACIONES DE LA SEMANA

    Día primero .............................................................. 403Día segundo ............................................................ 411Día tercero .............................................................. 419César del Ama - Francisco Batle - Juan Antonio Espinosa

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    Presentación

    Era una asignatura siempre añorada por los asis-tentes a las catorce Semanas de Teología Pastoral ante-riores a ésta. En las encuestas finales de cada año, laliturgia ha salido una y otra vez entre los temas más so-licitados. Probablemente para muchos de los ex alum-nos del Instituto no era una asignatura pendiente, sinocursada con fruición y con éxito en las clases de LuisMaldonado (a cuyo magisterio se dedica este volumen)y en las apasionantes clases de Jesús Burgaleta, que asu-mió con su entusiasmo y servicialidad característicos ladirección de esta XV Semana.

    Pendiente sí era y es la reforma litúrgica sólo inicia-da por el Concilio Vaticano II, cuyo cuarenta aniversa-rio ahora celebramos, y que lo hizo tras varios siglos deotra reforma anterior similar. Una reforma siempre ne-cesaria, como aspecto esencial de la propia Iglesia, parasu actualización a los tiempos y a la diversidad de lasiglesias particulares, en las que existe la Iglesia católicauna y única (LG 23).

    Siempre añorada entre nosotros la cuestión litúrgi-ca y siempre pendiente de reforma la celebración de losmisterios de Jesucristo, por fin afrontamos en las Sema-nas del Instituto y en estas páginas la celebración, ele-mento sustancial de toda la liturgia. Y, sin embargo, laevaluación postrera de estas jornadas revela cierta decep-

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  • ción; las expectativas eran muchas y el conjunto de lasaportaciones no acabó esta vez de satisfacer a los asisten-tes: la cuestión sigue abierta. Prueba palpable de la nece-sidad de plantearla en cada comunidad una y otra vez.

    Nosotros lo hicimos, como cada año: el claustro en-tero de profesores del Instituto en una rigurosa bús-queda colectiva, durante varios meses y desde el día si-guiente a la clausura de la Semana anterior.

    Buscábamos la lógica interna de la acción litúrgicacristiana y del discurso teológico con el que se iluminaante nosotros y se hace más comprensible a la razón. Pe-ro buscábamos también, como es propio de la teologíapastoral, su situación actual en las comunidades cristia-nas. ¿Cómo se encuentra la celebración en el seno de lasdiócesis, de las parroquias y de las comunidades con-cretas que conocemos?

    Tal punto de partida no obliga únicamente a laatención debida a los análisis sociológicos, a veces de-soídos por la reflexión teológica fundamental, bíblica,dogmática, moral o histórica, sino que sugiere a todabuena teología –necesariamente pastoral para serlo, co-mo subrayaba Karl Rahner– atender a la propia vivencia,en este caso, de la celebración religiosa cristiana. Aten-der a la experiencia personal y, sólo así, pensarla y hablarde ella. De ahí que en esta Semana, como siempre en lasanteriores y más que nunca, las celebraciones habidas enlas tres mañanas del encuentro hayan resultado profun-das, de ésas a las que no se asiste ni se presencian, sinoque se viven y realizan con los demás y te renuevan enlo más hondo. La primera, celebración de la naturalezacreada y recreada por Dios y por los hombres; la se-gunda, celebración del hombre, “todo el hombre feno-ménico, es decir, cubierto con las vestiduras de sus in-numerables apariencias” (Pablo VI) y “poco inferior a

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  • los ángeles” (Ps 8); y la tercera, celebración de Jesucris-to, ¡el más divino y el más humano de los nuestros!

    Transcribimos esta vez los textos de dichas celebra-ciones, recuerdo para quienes las disfrutaron y estímulopara otras comunidades. Omitimos por necesidad la her-mosa interpretación y parte de las hermosas partiturasespeciales para la ocasión de Juan A. Espinosa y deAdriana Soto, así como la danza de Victoria Hernándezy su compañero].

    Con ambas premisas, el análisis de realidad y elmimo y la ternura hacia la propia experiencia de la fe,no podíamos sino comenzar nuestra reflexión por elanálisis de la crisis celebrativa de nuestros tiempos. Eldescenso de asistencia de fieles a la eucaristía dominicalsólo apunta la crisis, pero está también visible en otrosdetalles, como su escasa participación activa o su quejafrecuente ante el aburrimiento, falta de vitalidad o temora la rutina que dicen producir las celebraciones habitua-les; por cierto, muy limitadas a la eucaristía, cuando sontantas más las ocasiones de celebrar nuestra fe. Pedimosa José Manuel Bernal dicho análisis de la crisis y de suscausas.

    Tras él, Luis Maldonado rehízo para todos la des-cripción de esa constante humana que es el acto de cele-brar, de perforar la superficie de la vida hacia su centro ysu verdad más profunda, de convertir en acontecimien-tos únicos incluso las contingencias más desapercibidas.Acarició el fondo antropológico del que brotan la fies-ta y el rito, la liturgia y el sacramento.

    A Dionisio Borobio, nuestro colega de la salmantinaFacultad de Teología, le pedimos la doctrina y teologíaactuales sobre el sujeto de la celebración. Es una de lasesquinas del camino eclesial en la búsqueda no sólo deuna celebración comunitaria renovada, sino simplemente

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    posible –sobre todo, en el caso de la eucaristía–, dada laausencia prolongada de presbíteros ordenados en mu-chas comunidades del tan ancho mundo como el Insti-tuto reúne. De cuanto se supone y se desea encontrar ala vuelta de esa equina no cesan de hablar unos y otrasen este tiempo de transformaciones y escasez de voca-ciones al sacerdocio.

    Julio Lois supo poner de relieve la coherencia im-placable, en ambos sentidos, entre la lex orandi y la lexcredendi, que bien merece nuestra atención continuadadespués de esta Semana y de otras quince más: según sereza, así se cree, y según se cree, así se ora. Jesús nos en-señó a orar al Padre y cambió desde entonces nuestrosesquemas racionales y filosóficos de Dios. ¿A qué imagendivina, a qué teología insuficiente, obedecen ciertas ora-ciones de la religiosidad popular y, a veces, de la litur-gia habitual? Su ponencia puso de manifiesto al menosdos cosas, luego corroboradas por la evaluación final delas jornadas (la que realizan cada año los asistentes me-diante una encuesta y los profesores del Instituto en unavivísima reunión posterior). Primera, que estaba muyacertado el subtítulo de la Semana: “Una reforma pen-diente”. Y, segunda, que se acrecienta el desajuste entrela evolución teológica del pueblo de Dios, alcanzadatras años de catequesis y de formación de la fe, y la for-ma habitual de celebrar. La fe más adulta y comunita-ria de muchísimos fieles a lo largo y ancho de nuestrasgeografías, aquí y más allá del mar, está pidiendo a gri-tos celebrar la fe de forma más adecuada al Señor Jesúsen quien creen y confían, hermanados por el Espíritu ehijos del Padre bueno.

    Algunas encuestas expresaron después ese desajusteapuntando no ya a la necesidad de los cambios en la ce-lebración, sino al temor de que nuestra teología se an-quilose y contemporice con un inmovilismo rutinario.

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  • Todo pedía, pues, en el ambiente de la Semana al-gunas “sugerencias para potenciar la acción celebrativa”.Fue la maestría y la experiencia de Jesús Burgaleta la quese ocupó de ello, aunque el tiempo se hizo corto. Aquíaparece el texto completo de su aportación.

    Otras intervenciones –menores sólo en el tiempo, pe-ro de gran importancia y contenido– fueron las dedica-das a la música (Fernando González Lucini), al espacio(Leticia Sánchez) y a la expresión corporal (Siro López)en la celebración. Es fácil presuponer, antes de su lectu-ra, la riqueza de posibilidades aludidas por los ponentes.

    Como clausura, la mesa redonda sobre distintosambientes celebrativos casi nos devuelve al plantea-miento inicial de la crisis. No me cuesta confesar que yaresultó difícil su convocatoria por desconocimientonuestro o por la escasez real, especialmente en Madrid,de comunidades visibles enriquecidas en su celebraciónde la fe. Como los triunfos de la baraja, repetimos sin ce-sar sota, caballo y rey y nos sabemos a dónde encaminara los deseosos de una celebración más viva y encarnadaen la realidad social del momento. Por eso agradecemosde corazón la respuesta entusiasta de nuestros cuatro in-vitados: dramática la situación en el medio rural de Cas-tilla y León y ejemplar la seriedad de planteamientos desus curas (Luis Mª Caminero); más fácil, pero circuns-crita a los límites que conocemos, la celebración de losnuevos movimientos eclesiales (nos habló Jesús Rome-ro, de Sant’Egidio). La muestra parroquial urbana laofreció Nuestra Señora de Guadalupe (Jesús Loyola yPedro Castelao, desde la sede y desde los bancos) y, porlas pequeñas comunidades, nuestro compañero PedroJosé Gómez.

    Van a continuar estas Semanas de Teología Pastoralconvocando al encuentro y a la reflexión a cuantos ama-

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  • mos a la Iglesia y buscamos que resplandezca como señalde comunión entre los hombres y con Dios. Son muchosquienes lo hacen en el ámbito de nuestra gran familia,recientemente unidos por la Asociación de AntiguosAlumnos y Amigos del Instituto Superior de Pastoral.Algunos de ellos, desde Palma de Mallorca y desde Vi-toria, por ejemplo, han reproducido y adaptado despuésla reflexión de estas cuestiones candentes de la teologíapastoral cristiana. Ninguna se cierra y a todos os invi-tamos a participar.

    Gracias, muchas gracias, a los participantes de estaocasión, a los ponentes y a quienes trabajan entre bas-tidores para, con escasos medios, hacer realidad el en-cuentro de cada año y estas hermosas páginas impresascon muchas preguntas y algunas respuestas.

    José Luis CorzoDirector del Instituto Superior de Pastoral

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  • IPONENCIAS

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    Crisis actual de la celebración y sus causas

    José Manuel Bernal

    Este título, tal como está formulado, puede dar laimpresión de que mi postura, de entrada, está marcadapor un cierto pesimismo. Sin embargo, para ser since-ro, debo confesar que mi postura, en este momento, semuestra un tanto indefinida y refleja el tono claroscuroque caracteriza a la situación. Porque la celebración, ensu dimensión plural y variada, se resiste a una califi-cación global y absoluta, sin matices y sin reservas. Notodo tiene el mismo color y en todas partes. Hay va-riantes importantes, hay salvedades. Por eso, desde elprincipio, yo me mantengo abierto, sin maniqueísmosprefabricados. Tampoco voy a renunciar, por supuesto,a un imprescindible sentido crítico en el momento deemitir juicios de valor. ¿Está en crisis la celebración?Ésta es la cuestión.

    La celebración, un encuentro con la Iglesia

    Para empezar, debo hacer hincapié en la importanciaindiscutible que reviste el hecho de reunirse para cele-brar. La mayor parte de los cristianos, sean muy practi-cantes o poco, tienen oportunidad de asistir a determi-

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  • nadas celebraciones –entierros, bodas, primeras comu-niones, etc.– por motivos seguramente sociales. Otros,los menos, asisten con una cierta regularidad a la misadominical por motivos religiosos. Estas ocasiones, seanfrecuentes o escasas, ofrecen indudablemente a los cris-tianos la posibilidad de entrar en contacto con la Igle-sia, de sentirse Iglesia. Porque la comunidad reunida enasamblea para la celebración es una imagen visible yconcreta de la Iglesia. ¿Qué tipo de Iglesia se proyectapara los fieles a través de la asamblea? ¿Cómo repercu-te este encuentro en la experiencia religiosa, cristiana,de los creyentes? Éstas son las cuestiones que vamos aplantear en este primer punto. En realidad, son cuestio-nes previas al tema central en que intentaremos hacerun diagnóstico sobre nuestras celebraciones y una valo-ración crítica de las mismas

    Aproximación a lo que es celebración

    Este tema va a ser objeto de una de las ponencias.Por tanto, apenas si voy a detenerme en ello. Voy a li-mitarme a ofrecer los datos imprescindibles a fin de po-der empezar el tema1. Para hablar de celebración hayque pensar primero en una comunidad, en este caso laIglesia, que se reúne en asamblea para celebrar. Siemprehay un motivo que justifica la reunión y le da sentido.En nuestro caso, el motivo es un acontecimiento: elacontecimiento pascual de Cristo, su triunfo sobre lamuerte, su glorificación definitiva a la derecha del Padre,su constitución en hombre nuevo, primicia de la nuevacreación. Ése es el motivo que nos reúne, eso es lo que

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    1 Sobre este tema puede verse: José Manuel Bernal, Celebrar, un retoapasionante. Bases para una comprensión de la liturgia, San Esteban, Sala-manca 2000.

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  • celebramos y conmemoramos. Porque la celebración esuna memoria, una anámnesis. Una memoria que realiza,hace presente y actual, lo que conmemora. Por eso lacelebración cristiana es una memoria de la pascua y unare-presentación del acontecimiento pascual. En este sen-tido tal vez sea oportuno advertir que, cuando decimosque en la eucaristía celebramos la vida, siendo esto cierto,quizás cabría matizar que celebramos la vida en la medi-da en que ésta, nuestra vida, está íntimamente unida ala vida entregada y sacrificada de Cristo.

    La celebración, además de ser memoria del pasado,es también anticipación gozosa del futuro escatológico.La pascua, no es sólo un acontecimiento del pasado. Eltriunfo pascual de Cristo inicia un poderoso proceso detransformación y de renovación que sólo llegará a suplenitud al final de los tiempos, cuando él sea todo entodas las cosas. La eucaristía no sólo actualiza el pasado,sino que anticipa y hace presente el futuro de la pro-mesa, avalado por el triunfo de Cristo. Por eso decimosque la celebración eucarística es memoria del pasado yanticipación escatológica del futuro.

    Habría que decir, para completar esta aproximacióna lo que es celebrar, que la celebración se desenvuelveen un medio estrictamente simbólico. Son éstos, lossímbolos, los que dan forma y revisten de visibilidad yde cercanía los acontecimientos que celebramos; danforma también y expresan nuestra riqueza interior,nuestros sentimientos religiosos, nuestra fe; a través delos símbolos, además, nos comunicamos y comparti-mos nuestra interioridad, vivimos nuestra cercanía ynuestra emoción interior. Indudablemente, la celebra-ción nos sumerge en el mundo de los símbolos.

    En cierto sentido cabría decir, para terminar, que lacelebración crea para nosotros un espacio reservado, aco-

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  • tado, singular, en el que, sin evadirnos de la vida y de susafanes, crea para nosotros como un paréntesis místico, enel que jugamos a soñar y a sentir la emoción de lo tras-cendente. Y lo hacemos juntos, comunitariamente. Poreso la celebración se mueve en un clima de sensibilidady de ternura, de profundidad interior y de belleza, definura espiritual y de sentimiento. Es difícil definir es-tos hechos sin arriesgarse a caer en la cursilería.

    Diversos tipos de celebración

    Mi reflexión gira en torno al tema de la celebración.Pero ésta, al plasmarse en formas concretas, adquiereconfiguraciones y modos muy distintos. No podemoshacer afirmaciones globales sobre la celebración si, pre-viamente, no nos hacemos cargo de la pluralidad de for-mas de celebrar. Esto debo dejarlo claro desde el primermomento si no queremos caer en afirmaciones de bul-to que luego no resisten un análisis pormenorizado delos hechos.

    Habría que señalar, en primer lugar, la forma máshabitual de celebrar. Me refiero a las celebraciones do-minicales de la eucaristía en las parroquias. Pensamos,sobre todo, en las parroquias urbanas, tanto de ciuda-des grandes como de ciudades medianas y pequeñas.Estas celebraciones tienen rasgos comunes que las dis-tinguen de las demás. Luego habría que mencionar lascelebraciones dominicales en parroquias rurales, muycondicionadas por el entorno rural y por el escaso nú-mero de asistentes. Un tratamiento aparte mereceríanlas celebraciones en casas religiosas, especialmente demonjas, por una parte, y las celebraciones con gruposespeciales, como son las misas de catequesis con niñoso con jóvenes.

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  • Un capítulo aparte merecen, en esta breve clasifica-ción, las celebraciones eucarísticas de carácter domésticoo las realizadas en pequeñas comunidades cristianas, o enpequeños grupos de reflexión o de catequesis, como pue-den ser las celebraciones realizadas por las comunidadesneocatecumenales. Lo que caracteriza a todas estas cele-braciones es el escaso número de fieles participantes, eltono más familiar y espontáneo y el carácter no necesa-riamente sagrado del espacio celebrativo.

    Es evidente que, al hacer un diagnóstico o una va-loración crítica de la celebración, habrá que tener muypresente estos distintos tipos de celebración. El perfilque caracteriza a cada uno de estos tipos es muy dife-rente, y necesariamente habrá que hacer, en cada caso,un tratamiento especial. De todos modos, al hacer va-loraciones globales, habrá que relativizarlas y encajarlasen su sentido más general y abierto.

    Encontrarse con la Iglesia

    Esta observación es muy importante. Para una granmayoría de cristianos ésta es una ocasión única, de sin-gular importancia, en la que experimentan su encuentrocon la Iglesia. Porque la asamblea litúrgica, reunida paracelebrar la cena del Señor, no es otra cosa que la mismaIglesia de Jesús, congregada y reunida. La asamblea es elrostro visible y cercano de la Iglesia, es el sacramento desu presencia. Esto lo sabemos muy bien porque, desde lateología sacramentaria, se afirma que el sujeto que cele-bra la eucaristía no es el individuo particular, sino la Igle-sia, esto es, la asamblea que la representa.

    Esta afirmación nos obliga a llevar más adelante lareflexión. ¿Qué tipo de Iglesia reflejan o expresan nues-tras asambleas? ¿Es una imagen fiel y adecuada o lo que

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  • proyectamos en nuestras asambleas es una imagen de-formada, adulterada y falsa de la Iglesia? Estas pregun-tas merecen un análisis crítico y una respuesta.

    Lo primero que deben reflejar nuestras asambleas esque los ministros que las atienden no ejercen su minis-terio con despotismo y autosuficiencia, sino como unservicio; que la asamblea es, en definitiva, la gran pro-tagonista de la celebración. Este hecho debe reflejarseen su disposición en la nave o en la sala y, por otra par-te, respecto a la ubicación de los ministros, éstos nuncadeben colocarse en escaños desproporcinadamente altos.Junto a esto, hay que decir además que la asamblea debeestar siempre debidamente presidida por los ministros, sino quiere ofrecer una imagen decapitada de la Iglesia.

    Aparte de estos detalles estructurales, la asambleadebe ofrecer una imagen de la Iglesia como promotorade paz y de convivencia, como mensajera de la BuenaNoticia y como servidora de los más débiles y pobres.Estos rasgos de la Iglesia se ponen de relieve cuando laasamblea, al celebrar, da la fuerza que merecen a losgrandes símbolos eucarísticos: a la mesa del banquete,que congrega y reúne; al abrazo de paz, que expresa so-lidaridad y cercanía; al símbolo del pan, solidariamenterepartido, y al de la copa, llena de vino, expresión des-bordante de la alegría del Reino. Signos todos ellos deuna Iglesia que camina, como peregrina, con la miradapuesta en el futuro escatológico.

    Reconocer a la Iglesia

    No es sólo el encuentro. Además de encontrarse conla Iglesia, a través de la asamblea, al creyente se le ofrecela posibilidad de conocer y profundizar en el conoci-miento de la Iglesia mediante el lenguaje de los símbo-

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  • los. No existe seguramente en la experiencia religiosa delos cristianos ningún otro momento en el que puedanapreciar tan de cerca lo que es la Iglesia.

    A través de los grandes símbolos eucarísticos, inter-pretados y vividos con fuerza y expresividad en el marcode la celebración, el creyente debe percibir que la Iglesiaes una comunidad de hermanos; una comunidad que vi-ve intensamente su comunión con el Padre en Cristo yque, por la fuerza del Espíritu, se ha convertido en unacomunidad orante, que descubre humildemente su po-breza ante Dios y que deja explayar su corazón exultanteen la alabanza y en la acción de gracias; una comunidadque se siente solidaria con el mundo y que pretende serfermento de justicia y de paz en la sociedad.

    De todos modos, esta imagen de la Iglesia que pro-porciona la asamblea puede tener una contrapartida: lade ofrecer una imagen deformada de la Iglesia cuandola celebración discurre por derroteros falsos o equívo-cos. Cuando la celebración es instrumentalizada paraotros fines, cuando el que preside aprovecha la predica-ción para promocionar sus proyectos, cuando la pre-sencia de los fieles carece de alma y de cercanía, cuandoel calor de los gestos se convierte en puro ritualismo...,entonces el encuentro del creyente con la asamblea re-sulta lamentablemente negativo y no conduce a un co-nocimiento real de la Iglesia.

    Reconocerse Iglesia congregada

    El encuentro con la asamblea no sólo nos permite en-trar en contacto con la Iglesia y conocerla, sino que, porencima de todo, posibilita que nosotros mismos, los cre-yentes que nos incorporamos a la asamblea, nos sintamosIglesia. Ésta, la Iglesia, no queda como algo al margen,

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  • como si estuviera frente a nosotros. No; cuando nos in-corporamos a la asamblea y nos sentimos en sintonía conella, compartiendo la fe y los sentimientos de los herma-nos, entonces nos reconocemos a nosotros mismos nocomo espectadores ausentes, sino como miembros, partede esa Iglesia congregada, reunida en asamblea.

    Esta experiencia de sentirnos Iglesia provoca, sinduda, en nosotros un agudo sentimiento de identidadeclesial y de pertenencia. No es el resultado de un adoc-trinamiento, asumido conceptualmente, sino una per-cepción experiencial, sentida en lo profundo de nuestraconciencia, personal e intransferible. De ahí la enormeimportancia que tiene para los creyentes este encuentrocon la asamblea dominical.

    Al terminar esta especie de introducción desearía su-brayar la importancia excepcional que tiene para la ma-yoría de nuestros fieles el hecho de asistir, aunque sea pormotivos ambiguos, escasamente religiosos, a una celebra-ción cristiana. Esta asistencia les va a permitir tomar con-tacto con la Iglesia a través de la asamblea. Ese contactoquizás pueda facilitarles descubrir la Iglesia y apreciarla.Hay que reconocer que no son muchas las ocasiones queofrecen la posibilidad de esta experiencia. De ahí mi in-terés en subrayar la importancia de este hecho.

    La liturgia reformada del Vaticano II: Una reforma a medias

    Una reforma con luces y sombras

    Vaya por delante, de manera general, mi impresiónpositiva y favorable respecto a los resultados de la re-forma litúrgica del Vaticano II. Vistas las cosas en elamplio marco de la historia de la liturgia, debemos re-

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  • conocer que no ha habido nunca, en la historia de la li-turgia romana, una reforma tan a fondo y tan ampliade la misma. En el Vaticano II la Iglesia dio un paso degigante, que sólo será perceptible cuando el transcurrirde los años permita contemplar los hecho dentro de unanecesaria perspectiva.

    En esta primera parte, después de la introducción,voy a analizar críticamente lo que fue la reforma litúrgi-ca en sí, tal como salió del Concilio y de las manos de losorganismos romanos que llevaron a cabo de manera con-creta la reforma de los distintos libros. Es una visión dela liturgia reformada en su nivel más objetivo. Luego ve-remos cómo fue recibida, encajada y llevada a la prácticaesta reforma en las distintas Iglesias. En la segunda partetendré más en cuenta los elementos subjetivos y huma-nos, los contextos socio-culturales que jugaron un papeldefinitivo en la aplicación de la reforma litúrgica. En laúltima parte intentaré presentar una valoración de con-junto, señalando las tendencias y los nuevos horizontesen que se mueve la celebración de la liturgia.

    El talante historicista de la reforma

    Es una impresión global y que uno ha ido apre-ciando a medida que el tiempo ha ido pasando. El cri-terio histórico era importante, fundamental, pero noera el único. Uno tiene la impresión a veces de que ésteera el criterio definitivo: recuperar las situaciones origina-les, retornar al pasado en su estado más puro, reutilizarantiguos textos o antiguas formas de comportamiento re-nunciando, en principio, a cualquier intento de crea-ción original.

    Esta tendencia provocó indudablemente, como re-sultado, una liturgia reformada un tanto fría y asépti-

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  • ca, desprovista del colorido que la tradición popularhabía ido dejando en unos usos y estructuras poco co-herentes a veces, pero siempre cargados de imaginacióny de fantasía.

    El problema de los textos litúrgicos

    Es una derivación de lo dicho en el párrafo anterior.Esa renuncia a cualquier intento de creación y esa fide-lidad extrema a los comportamientos tradicionales pro-vocaron una apuesta por la conservación y adaptaciónde los textos litúrgicos antiguos. Textos que fue necesa-rio traducir. Perdiendo, de esta forma, la frescura y labelleza rítmica de unos escritos cuya redacción originalse había fraguado al amparo de la inspiración latina.Nuestras traducciones no han conseguido en ningúncaso recuperar ese estilo, esa chispa.

    Por otra parte, el carácter escueto y escaso de lascomposiciones latinas, tendentes a decir todo en pocaspalabras, en un alarde de síntesis, ha dado lugar a unastraducciones reducidas a un lenguaje tan general y tanabstracto, tan ajeno a la sensibilidad religiosa de nuestrasgentes, que pasan sin transmitir sensación ni mensajealguno.

    Éste es un problema serio, que sigue todavía sin re-solver. Resulta tan lejano y distante el lenguaje de estasoraciones, tan ajeno a las preocupaciones de nuestraasamblea orante, que uno casi podría decir que, para elcaso, tanto daría escucharlas en su redacción originallatina. Pero hay más. Porque en otros muchos casos, losmás numerosos sin duda, no se ha tratado de traducir,sino de crear textos litúrgicos nuevos. Eso ha ocurrido,por supuesto, en la redacción de las nuevas plegarias eu-carísticas. Lo sorprendente del caso es que la redacción

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  • original, al menos en una primera etapa, debió hacersedirectamente en latín. Y estoy seguro de que, en la men-te de los redactores, existía sin duda el convencimientode que cuanto más arcaica y cercana a los textos anti-guos apareciese la nueva composición, más lograda ymás perfecta había de resultar. Hasta el extremo de pen-sar que el culmen de la perfección se lograría cuando deun texto reciente no se pudiera asegurar si era antiguoo moderno.

    Todo esto, como es obvio, ha creado infinidad deproblemas. Los textos han resultado lejanos, insensiblesa la realidad cultural de nuestro tiempo, ajenos a la sen-sibilidad y a los sentimientos religiosos de la gente, ano-dinos, chatos, sin chispa.

    Complejidad del año litúrgico

    Quiero apuntar dos observaciones referentes a estetema. Después de haber terminado de escribir mi obrasobre el año litúrgico2, ya al final, caí en la cuenta de locomplicada que era la estructura de esa celebraciónanual, de lo artificial e irrealizable que había de resultarpara la gente normal. Los hechos que venimos consta-tando a diario están confirmando esta sospecha. La re-forma del año litúrgico no tuvo nada en cuenta ni lascondiciones socio-culturales de nuestra sociedad, ni laestructura de los calendarios civiles –en los que se com-binan los tiempos de trabajo y los espacios de ocio–, nila existencia colateral de calendarios comerciales y fol-clóricos que, sin pretenderlo, representan una compe-tencia desleal al calendario de la Iglesia.

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    2 José Manuel Bernal, Para vivir el año litúrgico. Una visión genética delos ciclos y de las fiestas, Verbo Divino, Estella 32003.

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  • En segundo lugar deseo hacer una referencia al do-mingo3. Hay que reconocer, sin duda, la importancia dela labor del Concilio al devolver al domingo la primacíalitúrgica que le correspondía. Sin embargo, también aquífalló una visión socio-cultural más aguda a fin de calibrarla posibilidad de situar la fiesta del Señor como eje de lasemana. La nueva configuración del tiempo, con la granimportancia que se ha dado al fin de semana (weekend)en nuestra sociedad, rompe casi todos los esquemas quepodamos hacer para salvar la práctica del domingo. Hayuna cuestión pendiente, que yo me formulo siempre, so-bre si no cabría la posibilidad de simplificar el año litúr-gico buscando una fórmula alternativa consistente en unaño litúrgico, a ritmo semanal, con la eucaristía semanalcomo eje y con la sola fiesta de pascua una vez al año enel centro de todo el recorrido anual.

    Eucaristía

    Si yo tuviera que emitir un juicio global sobre lareforma de la misa, mi valoración sería altamente posi-tiva. Los resultados positivos o negativos que surjanposteriormente dependerán más bien del modo comose utilicen las normas, de la habilidad y del acierto quetengan los responsables de las celebraciones, de su mo-do de actuar y de entender la liturgia.

    Respecto al leccionario de la misa y, en general, res-pecto a la estructura de la celebración de la Palabra, en elsupuesto de que estemos hablando de la reforma emana-da del Concilio y tal como aparece en los libros oficiales,yo en principio no emitiría ningún juicio negativo.

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    3 Cf. José Manuel Bernal, El domingo cara o cruz en la Iglesia del tercermilenio, San Esteban, Salamanca 2001.

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  • Sólo voy a fijarme en un punto que considero neu-rálgico, escasamente resuelto y origen de numerosos de-saciertos. Me refiero al símbolo central de la eucaristíaque, a mi juicio, debe centrarse en el banquete. La re-forma ha escatimado, en su momento, por escrúpulos otemores teológicos, sin duda, el relieve que debía darseal conjunto simbólico del banquete. De ahí han surgi-do algunas omisiones o concesiones que en ninguna hi-pótesis hubieran debido aceptarse. No tengo la menorduda de que en ese momento los responsables de la re-forma miraron hacia otra parte o hicieron la vista gor-da. Voy a referirme concretamente a esas carencias.

    1. Haber dejado la puerta abierta o, dicho de otromodo, haber puesto tantas trabas a la comuniónbajo las dos especies. Ninguna razón teológica po-día avalar esta postura. Sólo el peso de una tradi-ción muerta podía aducirse para mantener estacostumbre. La dinámica del banquete sólo enca-ja con una eucaristía en la que se come y se bebe.

    2. Haber hecho la vista gorda ante el hecho de dis-tribuir la eucaristía con pan consagrado en otra mi-sa, traído del sagrario. Esto se ha convertido hoyen una práctica fija, inconmovible. Las razones quela avalan son todas prácticas –no hay ninguna teo-lógica que la impulse–. La dinámica del banqueteexige que los mismos dones puestos sobre la mesasean consumidos o comulgados por toda la asam-blea después de la acción de gracias.

    3. La presencia de comensales es un elemento im-prescindible en el entorno de un banquete festivocomo es la eucaristía. En ningún caso debía haber-se admitido la posibilidad de una missa sine populotal como aparece en el apéndice. Eso es dar porválida una eucaristía sin asamblea. Las razones quese aducen para justificarla implican una verdadera

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  • ficción jurídica cuando se dice que la misa, aunsin pueblo, semper manet actus Christi et ecclesiae.

    4. Ha habido un vergonzoso desinterés en resolver eltema del pan y del vino. Me refiero especialmenteal pan. Hubieran debido prohibirse las obleas quese usan habitualmente. Las soluciones podían ha-ber sido múltiples, manteniendo incluso la cos-tumbre latina del pan ácimo. En algunas regionesde nuestro país este tema ha sido resuelto de for-ma aceptable.

    5. Relacionado con el tema anterior, hay que señalarel gesto de la fracción del pan. Si no se usa un panadecuado, el gesto de la fracción resulta in-signi-ficante, sin relieve, chato. Entonces, a la pereza odesinterés del cura hay que añadir la naturalezadel pan que no contribuye a resaltar el gesto deun pan que se rompe y se distribuye. Por otra par-te, ésa sería la forma de hacer desaparecer lasformas redonditas, individuales, que, a mi juicio,ya deberían estar desautorizadas4.

    Aparte de esta referencia al simbolismo del banque-te, desearía apuntar una cierta reserva que siempre hemantenido respecto a la oportunidad del acto penitencialal principio de la celebración. Lo considero inoportunoy antipedagógico, al menos tal como está. Para muchagente este rito viene a ser una celebración, en miniatu-ra, del sacramento de la penitencia; para otros significala necesidad de pasar por una especie de baño previo afin de penetrar blancos y puros en el sancta sanctorumde la eucaristía. Cuando de lo que se trata, a mi juicio,

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    4 Cf. José Manuel Bernal, “Del misal de San Pío V al misal de PabloVI”, en El misal de Pablo VI. De “oír misa” a “celebrar la eucaristía”, Edi-besa, Madrid 1996, pp., 47-103.

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  • es de tomar conciencia de nuestra condición pecadoraen el comienzo mismo de la celebración. Quizás debe-ríamos apuntar que es la celebración misma de la euca-ristía, celebrada en condiciones íntimas adecuadas, laque nos reconcilia con Dios y con los hermanos. En-tonces tendría más sentido la referencia a la sangre de-rramada por nuestros pecados.

    Sacramentos

    No se trata, por supuesto, de hacer un recorridoexhaustivo de todos y de cada uno de los sacramentos.Sería inviable. Sólo voy a fijarme en uno o dos puntos,a mi juicio, de una cierta importancia.

    1. El llamado sacramento de la iniciación cristiana haprovocado en la práctica pastoral no pocos pro-blemas respecto al orden en que deben celebrarselos tres sacramentos que integran la iniciación. Ami juicio, el texto adolece de cierta ambigüedad.Una primera lectura, recorrida sin prejuicios,parece indicar que todo el proceso concluye conla eucaristía (Ritual de la iniciación cristiana.Prenotandos 1-3). Hay, sin embargo, algunospasajes en los que se deja entrever la posibilidadde que la celebración de la primera comuniónpreceda a la recepción de la confirmación (Ritualde la confirmación. Prenotandos 13).

    2. Fijémonos ahora en el sacramento de la confirma-ción. Por una parte, en la constitución apostólicaDivinae consortium naturae de Pablo VI, que pre-cede al ritual, se enfatiza la peculiar importanciade la imposición de las manos en la celebraciónde la confirmación. Luego, sin embargo, en el de-sarrollo de la celebración, la imposición de las

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