La Anonima / Año dos / Número ocho / Diciembre 2014

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La Anónima / número ocho

Editor en jefeMatías Ciccolella

SubeditorJuan Martín Vidal

Comandos centralesFlavius Volátil

Edición y diagramación Juan Carlos Ciccolella

Coordinación y arte de tapaSer Sur Ediciones / sersurediciones.blogspot.com

Colaboraciones espaciales:

Arte de página centralTomás Vidal

Sección “Volver a leer”Gito Minore

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La Anónimacuando la poesía se hace de todos

Distribución gratuita

Contactorevistalaanó[email protected]

ISSN 2408-4565

Ser Sur EdicionesArzobispo Espinoza 203 5º 2Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentinasersurediciones.blogspot.com

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Falsa editorial

Busqué, en el fondo de la noche.

Perdí,ideas que tenía soñadas.

Me vi, postergando lo que sentía.

Y amé esos instantes que vagué en la oscuridad.

Caí,con tu llanto y el mío.

Tardé,en comprender tus luces.

Alcé, la mira hacia el horizonte.

Puedo ver, que de alguna forma, todos somos uno.

Matías Ciccolella / [email protected]

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Necesidades básicas

¡Te odio!Quiero expulsarte de mi panteón.¡Te extraño tanto!Como un galeote extraña su cadena,Como un condenado a muerte extraña su celda,Como un topo extraña la luz.

Fuimos fuego y mentira;Pero en el fondo de estas cenizasTe necesito aún:Porque eras mi puñal cuando estaba desarmado,Porque eras mis muletas cuando no podía caminar.

Estoy solo,Y te deseo lo peor.Quiero que sepas lo que es estar perdida ante el destino:Sin saber de dónde vienen los tiros,O hacia dónde sopla el viento.

Quiero olvidarte:Que seas una zapatilla vieja En mi mesa de luz;Usar tus cartas para encender cigarrillos.

Como un adicto que ama y odia a su perdiciónMe aplico inyecciones de recuerdosPara olvidarte.Me emborracho, me medico, fumo.Sos mi vicio y mi caída.

No puedo olvidarte, Porque hacerlo sería dejar una parte de mí;Pero tampoco puedo amarte,Porque no te tengo.

Paraíso perdido, Infierno de cada día:¡Hasta siempre!

Con todo mi rencor.

Juan Martín Vidal / [email protected] / www.laluzdelregreso.blogspot.com

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Seis tesis existencialistas

ITu nombre se escribirá con trece trazosy evocará la luna,el plomo,la sal,la mugre.

IITus días, Sísifo,se consumirán en la fatiga de la piedra;tus noches, insomnes,se disiparán envidiando la apoteosis de Heracles.

IIISu boca,su sexo,te recordarán el color de esas flores de cerezoque caían a la misma velocidad con que se alejaba.

IVUn día, descubrirásque los dioses no se interesan por los asuntos humanos,que nadie confía ni practica los valores aprendidos en la infancia,que la patria es sólo uno de los datos personales del formulario,que tener es más importante que ser;y así, carente de brújula,vagarás eternamente en círculosen medio de un desierto de cinco metros de diámetro.

VNo hay causa finalpara la apertura de tus ojos.Salvo, quizá,ser la causa final de otros pares de ojos.

VIComo al agua,como al oro,como a sus besos,como a su sexo,como a la juventud perdida,como a la gloria,desearás al olvido.

Ezequiel Ferriol / [email protected]

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Incendiario

Fue en las praderas del insomnio: llano, colmado de laureles, donde incendié los bordes del solsticio. Erguido a los hilos de las estrellas, una por una, reinventando la noche. Al temblor de mares, al frágil mundo, buscando quien palpite junto a la inocencia.

Humedeciendo las rocas, acariciando el destino arenoso. Un largo camino en la túnica del día, me descubría cómplice –antes que despertasen las especies infecundas de la tierra– en los delirios tenues de rocío.

¡La huella fugitiva! ¡El reflujo de los corazones!; cuando aniden la mañana, y viertan sobre ella destellos de semblanza, crecerán los bosques, amenizando el veneno de mi blanco paladar.

Maximiliano E. Ratica / crimendivinaproductor.tumblr.com

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Fragmento de un cuento desesperado

El viento la obligaba a sostenerse el sombrero azul que estaba estrenando ese día. Quizá no hacía tanto frío, pero sentía que no llevaba la cantidad de abrigo suficiente. Cruzó la calle. Allí estaba él, esperándola, como siempre, como nunca. Lo saludó con un beso corto, casto.

Él le había comprado una flor. No sabía como mirarlo. Era, en el mismo momento, una de las primeras veces y la última que lo hacía.

Caminaron. Sentía que el viento y el frío no eran tan importantes en ese momento, aunque ambos hacían mella en su piel. Pero se estaba despidiendo del que había sido el amor de su vida durante cuatro años.

Hablaron largo, lloraron ocultándose y recordaron bastante. No fue fácil. La conversación fue entrecortada y húmeda. ¿Se dijeron todo? No creo, siempre queda algo escondido en lo más profundo del alma.

Debían despedirse, pero ya no iba a haber un “hasta mañana”. Era un “chau” definitivo. Un “adiós” como dijo él. El tiempo se detuvo en esa despedida. Era una eternidad que ninguno podía –ni sabía y, quizá, ni quería– terminar.

–Procura ser feliz.

Se hallaban anclados al piso, como si esa esquina fuese el último rincón del mundo. Sin embargo, alguno de los dos tenía que dar el paso, abandonar el rincón seguro. Nuevamente, fue ella quien lo hizo.

–Quedate, puedo caminar.

–Es tarde.

Le dio un beso en la mejilla y cruzó otra vez la calle. No miró hacia atrás. Atravesó la senda peatonal como si fueran los últimos metros del campo de batalla: con dolor, dejando mucho atrás, pero con determinación.

Aun soplaba el viento, pero ya no debía sostenerse el sombrero y ya no le dolía el frío, ella era más fuerte.

Rosina Pallotti / [email protected]

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Respuestas

¿De qué sirve?¿Quién crees que sos?¿Qué ves si miras un espejo?¿Ya nunca me enamoro de vuelta? ¿Cuándo?¿Cuándo tocaré libre?¿Cuándo me encontraré conmigo?¿Solo se trata de ser feliz? ¿Qué es ser feliz?¿Qué es en realidad el otro para uno?¿Qué soy yo para el otro?¿Solo en el otro soy yo?¿Cuántos años van a pasar antes de que ya no esté?¿Por qué estás leyendo esto?¿Te hizo pensar algo?¿Te preguntaste alguna vez estas mismas preguntas?¿Por qué no?¿Para qué late tu corazón? ¿Y el mío?¿Te gustas más por fuera o por dentro?¿De qué sirve contestar algo de todas estas preguntas?

Guido Diciervo / [email protected]

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So far away

Despertamos en una noche en la cual dios no existía, donde no había tiempo, no había nada que nos hiciera daño, éramos invencibles, inmortales.

Tú dijiste que todo era parte del juego, que corrían por mis venas las ganas de morir, las ganas de desvanecerme lentamente en cada encuentro de mundos.

Y ahora no sé, no sé nada, sé menos que ayer y más que mañana, te odiaría si te fueras y más aún si te quedaras soportando la eternidad de las 4 am.

Tan lejos, inalcanzable, intocable, invisible.

La razón de mi resaca vivida en años de preguntas.

Te despertaré cuando regreses.

¿Amas la vida que acabas de matar?

¿Amas la vida que acabas de dar a luz?

¿Qué amas?

¿Qué es amar?

¿Quién eres?

¿Quién soy?

¿Qué somos en la hora donde todo no existe?

Somos una paradoja, quizás el deseo carnal de Lilith.

Y todo lo que creíste sobre mí, todo lo que pensaste que era, lo que hacía y lo que no era; quizás sea verdad, quizás me quede con esa verdad.

Guillermo Madison / vanguardiadeparis.blogspot.com.ar

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V

Y cuando mueren, vienen conmigo. Mis ancestros hablan en mi sangre, mi sangre habitada por la infinidad de pasadosque se desarman en el cementerio de mi ser.

Y es que todos mis antepasadosvienen a morir a mi identidad,como útimo puerto seguro que sus bocas tocan.

Una suerte de objetos perdidos,de devenires no devenidosque se hacen carne en mi cuerpo,manada y tribu de los demás.

Habitan un cuerpo que no es mío, ni es de ellos. Y las palabras que surgen soncomo un intento de pactar con la fugacidad del tiempo,incorporal que supera a todas las corporalidad.

Aramis Russo / [email protected]

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Hacen casi 30 grados de calor, el sol pega fuerte y un hombre entra en un bar en Lima y Cochabamba. El ventanal del local dice “ambiente climatizado”, pero adentro hay solamente un ventilador de techo que revuelve el aire caliente. Todo parece sucio. Probable-mente esté limpio, pero hay algo en el ambiente que hace que todo parezca sucio.

El hombre mira la gente que está en el bar. Cinco de las doce mesas están ocupadas por gente. En la mesa de la esquina izquierda superior, dos hombres de sesenta años pidieron dos cafés en vasito unos minutos antes de que el hombre entrara. Cinco mesas después, hay un hombre que lee el diario, como va por la mitad, debe estar leyendo los clasificados, quizás buscando si su anuncio de pedido de empleada doméstica salió publicado, qué suerte. En la mesa de al lado del baño hay otro hombre grande que anota algo en una libreta forrada de cuero negro. Cada tanto se acomoda con el dedo índice los anteojos que se le resbalan por el tabique. Otras mesas a la derecha, al lado del mostrador, un hombre come un plato de guiso con pan y toma una gaseosa.

En la última mesa ocupada hay tres personas: un hombre de unos cincuenta años y dos chicos jóvenes, un chico y una chica. Contrastan con el resto de la gente del bar, que se nota que son público frecuente, que son casi parte del mobiliario. Están ahí para algo de Canal Trece, que está a la vuelta. El hombre y el chico, de unos veinticinco años, charlan. La chica, de unos veinticinco años también, dice algo de vez en cuando, mientras come un sándwich de queso y toma una botella de jugo de manzana. Tiene puesto un vestido negro corto hasta la rodilla, usa zapatitos negros, y tiene los ojos pintados. El pelo, largo hasta los hombros, bien peinado. Tiene perlas en las orejas. Es joven, linda y delicada. Segura-mente hoy terminó en ese bar por casualidad, y segura-mente no vuelva nunca más.

El hombre avanza unos metros en el bar y mira. Los dos hombres viejos toman café, el hombre que lee el diario no toma nada, el que anota en la libreta debe ser el dueño y los tres de la punta no son de acá. El hombre tiene hambre y no tiene plata, así que le parece lo más lógico acercarse al hombre que come guiso, que es un hombre igual que él, pero con comida. Se para al lado y le dice: “¿No me das un poquito, maestro, que tengo hambre?”. El hombre que come guiso levanta los ojos del plato y lo mira como si no hubiera entendido la pregunta. “Tengo hambre, por favor, no te voy a hacer nada”. El hombre que come duda y le da un pedazo de carne del guiso. El otro hombre recibe el pedazo, lo come y se queda con el huesito en la mano. Le pide más, y el otro hombre titubea y le da otro pedacito. Tres veces se repite el proceso, hasta que el hombre que tiene hambre se queda con tres huesitos en la mano.

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De atrás del mostrador sale la dueña, una mujer rolliza, como un matambre, ideal para regentear ese bar lleno de sándwiches de matambre y vacío de público que pague por comerlos. La mujer le dice al hombre que se vaya, que deje de molestar a los clientes. Le asegura al hombre del guiso que le va a reponer lo que le sacaron. El hombre que tiene hambre insiste, que tiene hambre, que está cagado de hambre, que por favor. “Andate o llamo a la policía”, dice la gorda levantando la voz.

Recién ahí la chica de la mesa del fondo, la única chica del bar, mira qué está pasando. Escucha al hombre repetir que tiene hambre, esta vez mirando al hombre del guiso y no a la dueña. Mira con cara de disgusto, frunce los labios. El hombre del guiso amaga a darle un pedacito más de carne al hombre con hambre, pero la dueña inte-rrumpe y le dice que no. El hombre del guiso pone de nuevo el pedazo de carne en el plato, como un chico que le iba a dar de comer al perro sin permiso de la mamá.

La mujer vuelve a gritarle al hombre que se vaya y saca de atrás del mostrador un palo, como una cachiporra de policía, o “como un bat de baseball”, como diría luego a su madre, con indignación, la chica del fondo.

La gorda amenaza de nuevo al hombre con el palo, dice que va a llamar a la policía. El hombre levanta los ojos del plato de comida y pregunta: “¿Me va a pegar, señora?”. Lo dice bajito, pero todos lo miran. “Voy a llamar a la policía”, dice la gorda. “Ya me pegó la policía también”, dice el hombre.

A los gritos, la mujer logra que el hombre salga del bar. El policía de custodio de la casa de en frente se acerca porque la señora le chista. Le dice: “Le está sacando la comida de la boca a mis clientes”. Desde adentro, los clientes ya no escuchan lo que el policía y el hombre se dicen, pero ven que el policía se pone tenso y pechea al hombre. Lo hace dos veces. Adentro, la chica mira con exasperación y niega con la cabeza y se muerde el labio inferior.

El hombre afuera del bar se da vuelta y camina en direc-ción a Cochabamba. La chica se levanta y dice al hombre y al chico en su mesa: “ahora vengo”. Sale a la calle y busca con la mirada al hombre que se fue. Lo ve media cuadra más adelante, y corre en esa dirección. Los hombres que están en la puerta del bar, probablemente los cadetes, la miran. La chica piensa en gritarle al hombre porque no sabe si lo alcanza, pero el hombre escucha los pasos de alguien que corre y se da vuelta, probablemente pensando que es la policía, pero ve a la chica, que se acerca y le da un sándwich de queso por la mitad y una botella de jugo de manzana. Sin hacer contacto visual, le dice: “gracias, linda”, y se van los dos en direcciones opuestas.

María Constanza Esposito / [email protected]

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La enfermedad de sentir más allá del cuerpo, de la carne, de la piel, del dinero, del billete, del papel

Este cáncer con el que fui bendito me convierte en un ser neoplásico con ansia de hacer metástasis en cada uno que se acerque… mi fin es llegar a sus mentes, invadir sus ojos, aturdir sus oídos, que su tacto sienta sabores y el aroma del sentir los haga vivir. Qué rara enfermedad tan benevolente, dormida e incomprendida por este pade-ciente, logra salir en acordes, letras e imágenes en forma esporádica, liberando centellas asesinas de la razón, razón que nadie discute porque así debe ser y marginan a la cordura a cualquier ser que viene a este plano convencido de que solo debe nacer, sobrevivir y morir. Ni nacer es el principio ni morir es el fin, en cada grito que el ánima puede hacer trascender hay vida, existencia y un nuevo plano para conocer, el infinito está tan cercano que no lo queremos ver, el infinito está al borde de tu piel, de ahí hacia adentro… cerrá los ojos y mirá, alejá tu mente y oí...¿ahora ves...ahora escuchás?...bueno, sos vos ese que está ahí.

Jajo

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Los héroes entran donde los ángeles temen pisar

Para sentarse en mi mesa es preciso tener hambrey quien levante mi copa debe tener algo que decir.

Si quiere que lo escuchedeberá aquietar las manosy llevar silencio en el estómago.Así la música será su idioma geométricoy las estrellas reflejarán su conversación.

Bailar es el acto más noble,es la contraseña que mueve al tiempo.Los mounstros buscan estampar el movimientoen postales de tradiciones toscas.

Cuando el cielo se pueblade explosiones pirotécnicasque inquietan a los perros,van las viejas a sus cuevas,los leprosos al leprosario,los hipocondríacos a las farmaciasy los estetoscopios a los corazones.Entonces resuena en mi silenciola luz de una nueva oscuridad.

Los burócratas del cerebrocomercian con la desesperaciónavivando el hambre de caníbales narcisistasque se autodevoran con su permiso.Pero quien camina libre de sombrerossabe que existe un mundopara incitar utopías efervescentesy que los desiertos solo son el veloque se coloca sobre los ojosquien se conforma con disfraces mudos,fórmulas de nostalgia,islas de naufragio,llamas que queman sin arder.

Enormes bosques tocan la puerta.Puede que el mar sea demasiada agua para el vasopero es perfecto para el barco.Y para quienes esparcen su polen invisiblesobre jardines y sueños y calles y puentessiempre habrá una flor abiertapara sus colibríes relucientes.

Nicolás Heller / [email protected] / revolucionesvenusianas.wordpress.com

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Al dormir quedamos indefensoslos fantasmas invadenpor la cerradura de la nochey se meten dentro

nos destapamos de golpecorremos a lavarnos la caray a gritar algún nombre por la ventana

sentimos el golpe de las cosasla caída frente a nosotrosy salimos a escribir las paredes

aunque estemos abrazadossentimos fiebre o tristeza

horizontalmentela locura atacay morimos en forma vertical.

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Todas las mujerescaminan hacia distintas direcciones a vecesdan la espalda al mundo otras cruzan sus soledadesy se unen en la mirada.

Ivana Szac / [email protected]

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////Volver a leer El secreto

¿Qué tal amigos de La Anónima? Nuevamente nos encontramos en este rinconcito de nuestra querida revista, para reflexionar sobre algunas cuestiones que nos atañen a la hora de escribir.

Como ya saben, desde hace algún tiempo vengo coor-dinando talleres literarios tanto en formato presencial como virtual. Y tanto en uno como en otro hay una pregunta que suele ser recurrente: “A partir de tomar este taller… ¿voy a escribir mejor? y si es así… ¿cuál es el secreto? ¿Qué me recomienda?”

Obviamente que responder la primera pregunta es hacer siempre una profecía, hay tantas posibili-dades de pegarla al asegurar una afirmación como una negación. No tiene mucho sentido responderla. La segunda pregunta aparentemente es un tanto más fácil. Podría asegurar con ahínco que la lectura de tal o cual autor podría ser crucial o usar tal o tal método podría dar un resultado maravilloso. Y si eso uno lo dice, con aire importante, en tono bajo y mirando a los costados (como quien devela un grave misterio) daría más resultado todavía. El secreto sería revelado.

Permítanme tirarles la ilusión abajo. Si de algo estoy seguro luego de varios años de estar metido en esto es que no hay secretos, ni grandes fórmulas. Cada cual con el tiempo de trabajo en la escritura va a ir incor-porando pautas, costumbres y triquiñuelas varias que le van a ir ayudando a la hora de enfrentarse a un papel. Cada uno con el tiempo, obvio, va a conocerse a sí mismo reconociéndose a su vez en sus virtudes y limitaciones.

Pero si hay algo que no falla y que en cierta medida es transversal para que un taller o una experiencia lite-raria (sea la que sea) dé sus frutos es la constancia y la continuidad que se le dé a la labor creativa. No es tanto la brillantez o la fluidez que tenga un texto en un momento dado, sino la continuidad y el sosteni-miento que le podamos dar en el tiempo a esta tarea, la raíz de determinado logro.

No es cuestión de alegrarse por una genialidad que pueda suceder un día y esperar que eso se repita siempre. Más bien todo lo contrario. Es muy probable que no tengamos dos grandes ideas seguidas. Pero eso no significa que haya que resignarse o bajar los brazos. El punto principal de esta faena es tomar un ritmo (cada cual debería ajustarse al suyo propio) y mantenerlo regularmente. Asimismo, es muy fruc-tífero elegir un horario particular y sostenerlo. Por ejemplo, a mí hoy por hoy, me da buenos resultados

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escribir durante lo que yo considero las mejores horas de la mañana, de las 9 a las 11.30 hs. En el ideal, trato de hacerlo aunque sea una vez a la semana en esa franja.

Obviamente que esto es totalmente modificable y regulable según la necesidad y el placer de cada quién. Pero es sumamente aconsejable ponerse un horario, dedicarle un tiempo a la escritura, tal como se lo dedi-camos a cualquier otra actividad de la vida.

La pura inspiración es definitivamente maravillosa, pero si la empujamos con un poquito de constancia, seguro produce más y mejor.

Nos vemos el próximo número

Gito Minore / www.gitominore.blogspot.com

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•••Hebras de limón,de inercia estrafalaria:el vals del té.

•••Aunque yo insista,sandalias en otoño,ya no es verano.

•••Al ofrecerteel cierre del vestido,te doy mi espalda.

•••Negro de fondo,un cóncavo de estrellas.El cielo es mío. •••Solo de copas,de gira por los bares.Sin compañía.

Silvina Synaj / [email protected]

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Fúbol y toque

Del 2-0 al 0-2.Volviendo a la realidad con un par de castañazos.Uno en forma de desidia. El otro, en forma de pera.El frío me acaricia el rostro, mientras busco letrascon las manos en los bolsillosajeno al tiempo, mirando sin veroyendo sin oír. Estando sin estar.Palabras concatenadasy melodías a cappella intentan fútilmente distraermey disolver la dulce hiel.Hiel fiel que llevo tatuada en la piel.Una nueva noche y en la mano... luna de miel.Y no... no puedo mentirte.Mi afecto priápico en el latir de la noche no fue para vos.En el último minuto el arquero me dio la mano salvadora.

Pablo Iglesias / [email protected]

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I

la bomba atómica ya estallóy estás sentadx, mirando la tele

otro edificio en el barriootro graffiti en el paredón

quiero respirar aire de verdadver las estrellas y ver las estrellas

II

ya salieron las arañasva a llover

las hormigas se alborotanva a llover

ahora las plantas contentas

el viento cambia

III

en el planeta hay gentefanática de las máquinas

nos movemos a gran velocidad(en el espacio y el tiempo)¿qué es enviar información?protejan el ríoprotejan los bosques

Matías Lucas Albornoz / [email protected]

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Las nochesen que taparse en sábanas se siente como enterrarsey apagar las luces se siente como el último respiro de un

pulmón negro,son las noches en las que tengo miedo.

Tengo miedo de morir.Hay días que me levanto con ganas de llamar a mis

mejores amigossolo por si no los vuelvo a ver,si no volvemos a hablar.

Tengo dieciocho años,en cinco meses diecinuevey cuatro de fumador.Escribo para sacarme tumoresy a veces siento que mi creatividad no es más que otro

cáncer,que algún día me va a matar.

Siempre prefiero las cosas que otros escriben a las míasentonces hay días que vivo únicamente por la promesade que algún día voy a estar orgulloso de lo escribo.Pero cada vez que alguien me menciona en alguna

historia,dice que inspiré un riff de una cancióno soy mencionado en un papel,me enamoro más de sus reflejosy menos de mí.

Hay días en los que quiero pedir llorandoque si algo me pasay no me vuelvo a levantarque me prometan que no van a dejar que mi recuerdo

muera.

Que me prometan que voy a aparecer en alguna conversación y no deprimir,

que voy a ser la melodía más sincera de unos tres minutos,

que me prometan que aunque yo me dejé de mover,el ciervo que desperté adentro de ellos nunca va a dejar

de comer hojasy correr libre por los bosques que recorre.Que me prometan que aunque mis palabras nunca

lleguen a todo el mundoellos van a ser un orfanato, que las van a educar y ver

crecer.

No duermo bien porque aunque no estar muertosolo significa que me es inevitable pensar en esto de vez

en cuando,es imposible correr de lo que está en tu cabeza,el único escape parece ser dormir,

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y dormir, y dormir,y dormir...

Siento orgullo en decir que no pienso en esto todas las noches,

y cada vez me pasa menos,porque estoy aprendiendo a confiar en los que quierosin tener que depender en una promesa deprimente y

desesperadainspirada por insomnio e inseguridades.

De lo único que me estoy muriendoes de ganas de seguir adelante,de superarme,de escribir un poema del que me sienta orgullososolo para superarlo con el siguiente.

Mi rutina y mis pasionesdan vueltas en páginas en blancohasta dejarlas tan llenas de huella que terminan escritas.Y si me voyy me quieren hacer dar vueltas por las suyas un ratoseguro me sentiría orgulloso.Pero personas que quiero me mostraronque lo que hago no necesita un final escrito por otro,que lo que construyo es más que lo suficientemente

sólidopara sostener el principio, conflicto y final de mi

historia.

Hay días en los cuales quiero pedir lo imposible,vivir para siempre,vivir en historias y piezas de arte que van a perdurar

hasta el fin de los tiempos,vivir para correr por los patios traseros de los que quierosin pensar que puedo llegar a dejar un quilombo.

Por eso corro por el mío.Aunque todos vayamos a dormir en algún momentoyo voy a caerme del cansancio,me voy a desmayar en el medio de una selvacuyas hojas van a ser mis pasos frenéticos,lo vas a poder ver cuando haya terminado de crecerpero por ahora tomá.Esto fue una rama.

Martín Reichenbach / [email protected]

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Voy sin movimiento

no hay tiempo y voy a pérdida, y le pido a cualquier cosa que sea un poema.

insuficiencia para hacer, tengo todas las piedras en el camino,

me inspiro con una música berreta, puedo verlo al calor, a la luz

atraído agarrar un papel y escribir, pero... insuficiente.en fin, la luz apareció sobre el calor, atrayendo a la

música berreta,que sonaba como piedra, cayendo sobre el camino,lo vi todo como un cuadro, en movimiento.que los espectros salieran en procesión, pedí.esto pasó y no tengo tiempo, mi vida como un rayo, una

luz que estalla y se apaga.no tengo tiempo y voy sin movimiento,por eso te escribo esto.

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el niño puso una misma canción durante todo el día,y afuera las luciérnagas que creyeron ver, pero no oían.el día se pone misterioso, y hay luz, dentro de las

ventanas,hay una celda bajo la arcada, un montón de espíritus,bebiéndoselo todo de un trago, hay una celda, resolana.

arielito busca la canción ausente en sus auriculares,podría no decir nada, una canción liviana que coma

sensaciones,y no diga nada, afuera hay una celda, se pone misteriosa,

bajo la arcada.y sale de la ventana todo el día, y vuelve a entrar en un

eco,ese, que en la cabeza acelera, y acomete, deja pasar

los días,para que nada pase.

fuimos llevados sin quererlo a estar perdidos, a esperar.contar las luciérnagas afuera, y pronto una luz, nos haga

contar de nuevo.

Julio Vázquez / [email protected]

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¡Chau, che!

Chau che, nos vemos en el próximo número, pero antes, algunas cuestiones importantes sobre esta revista.

Recomendamos ferozmente abrir esta revista para apre-ciar el arte de tapa/contratapa completo realizado por Ser Sur Ediciones.

Si ya leíste este número no lo tires, ni lo guardes en un cajón, compartilo, regalalo, dejalo en un banco de plaza, dáselo a un desconocido o inventá.

Esta revista gratuita, se declara autogestiva y colectiva. Para mantenerla viva, es necesario darle amor e invitarla al cine .

Los escritos aquí publicados pertenecen a sus correspon-dientes autores, está prohibido su uso sin mencionarlos.

Los escritos de este número fueron corregidos, arreglados y/o diagramados según las exigencias de sus autores y el espacio disponible. Algunos signos de puntuación fueron añadidos o suprimidos según la lógica del escrito. Se pide disculpas por errores, fallas o correcciones innecesarias.

Todo el material recibido será publicado en el próximo número. No hay selecciones por “calidad” o gusto.

Agradecemos el apoyo y la motivación de las anónimas y anónimos que colaboraron de alguna forma.

Un aplauso por el aporte desinteresado del incansable poeta Gito Minore.

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La convocatoria a participar en La Anónima está abierta las 24 hs. Enviá tus material para el próximo número con nombre completo o seudónimo y mail o blog a [email protected]. Te pedimos que la exten-sión de tu escrito sea similar a los publicados aquí.

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Descargá, visitá, imprimí y compartí en:

facebook.com/revistalaanonima

sersurediciones.blogspot.com

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La Anónima no es de nadie, es de todos.

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