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Resenya del llibre del mteix nom. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Institución Milà i Fontanals,Treballs d’Etnoarqueologia, 7, 2009, 182 páginas.

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  • Historia Agraria, 51 Agosto 2010 pp. 179-226 ISSN: 1139-1472 2010 SEHA

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    Quizs el lector de Historia Agrariapueda sentirse sorprendido o de -sorientado al leer el ndice de estevolumen u hojear algunos de sus conteni-dos. Pero el perfil de sus coordinadores y dela mayora de sus autores y la coleccin enla que se ubica no dejan lugar a demasiadasdudas. Se trata de una interesante aproxi-macin interdisciplinaria a la alimentacinde diversas comunidades de Amrica La-tina en distintos momentos de un periodode ms de 10.000 aos, donde la arqueo-loga juega un papel fundamental.

    Este trabajo parte del inters y relevan-cia de las aportaciones y debates suscitadosen el Simposio sobre economa de la ali-mentacin en la Amrica precolombina ycolonial, que tuvo lugar en 2006 en Sevilla,dentro del marco del LII Congreso deAmericanistas. Como su nombre indica, elhilo conductor que integra los diferentesartculos es el estudio de la alimentacin,

    entendida desde una perspectiva amplia,que incluye tanto los elementos que con-figuran la dieta como las estrategias que lasdiferentes sociedades adoptan para su ob-tencin, tratamiento, almacenamiento, dis-tribucin y consumo. Esta visin integra-dora requiere que la evidencia disponiblesea abordada desde diferentes disciplinas(arqueologa, antropologa, fuentes escri-tas, zoologa, botnica), que se comple-mentan unas con otras a la hora de esbo-zar el cuadro general de los aspectostcnico-organizativos relacionados con lasubsistencia.

    Ms all del marco general de la Am-rica precolombina y colonial, los artculostratan mbitos geogrficos y cronolgicosmuy diversos, desde Mxico a Argentina,pasando por Colombia, Per o Brasil, ydesde los inicios del Holoceno hace unos10.000 aos (el perodo arcaico de la cro-nologa arqueolgica americana) hasta la

    Aylen Capparelli, Alexandre Chevalier y Raquel Piqu (coords.)La alimentacin en la Amrica precolombina y colonial: unaaproximacin interdisciplinariaMadrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, Institucin Mil i Fontanals,Treballs dEtnoarqueologia, 7, 2009, 182 pginas.

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    poca postcolonial, ya prcticamente en elsiglo XX.

    En el volumen no slo se incluyen lasponencias presentadas en el simposio, sinotambin otros trabajos elaborados por dis-tintos especialistas en la materia. A pesar deque buena parte de ellos puedan quedarnosun tanto alejados cronolgicamente, laobra pone de manifiesto la gran y potencialutilidad de la arqueologa y otras disciplinasafines para estudiar la alimentacin (dieta,formas de conservacin y preparacin) apartir de restos de alimentos fosilizados,herramientas, etc., de poblaciones tanto depocas remotas como de perodos ms re-cientes a menudo mal conocidos. Un po-tencial que complementa la conocida utili-dad de esta disciplina para el estudio delestado nutritivo de poblaciones del pasadoa partir de tallas de esqueletos, estado dehuesos y dientes, etc.

    El primer artculo, Arqueozoologa desociedades cazadoras recolectoras: algo msque biomasa para estmagos ambulantes,de corte terico-metodolgico, presenta elenfoque materialista histrico aplicado alestudio de los restos seos animales. El dis-curso parte de la crtica a la arqueologa tra-dicional, que estudia la fauna prehistricacon el objetivo de establecer biocronologasque permitan una mejor datacin de los ya-cimientos y, consiguientemente, de los ar-tefactos asociados. A continuacin se revi-san los postulados de las perspectivasfuncionalistas y ecolgico-culturales que, apartir de la dcada de 1960, se desarrollancomo un intento de ir ms all del objetopara centrarse en el estudio de las socieda-des que lo fabricaron y/o utilizaron. Estas

    escuelas conciben tales sociedades comosistemas compuestos de subsistemas, queinteraccionan entre s en la bsqueda delequilibrio, y donde un cambio en uno delos subsistemas desencadena un cambio enlos otros. Como estos sistemas captan laenerga del medio externo, cualquier cam-bio que ste sufra producir un ajuste(adaptacin) en el sistema social. La im-plicacin ltima del modelo es que las so-ciedades humanas estn condicionadas di-rectamente por el medio y que el cambiosocial se explica en funcin del cambio cli-mtico y ecolgico. Dentro de este marco,el desarrollo de nuevas tcnicas y mtodospara recuperar el registro material seorienta al objetivo inicial de reconstruir lacomposicin de la dieta y, subsiguiente-mente, utilizar sta en la reconstruccinpaleoambiental. La interpretacin que,desde el funcionalismo, se propone sobre laevolucin de los grupos de Cazadores-Recolectores es que, a partir de una pocadorada de caza especializada en grandesmamferos en el Paleoltico Superior, sepasa a una estrategia de amplio espectrodurante el Mesoltico, como respuesta a laextincin de la gran fauna pleistocnica, ysta culmina, al intensificarse las necesida-des alimenticias, en la produccin de ali-mentos durante el Neoltico.

    Finalmente, los autores presentan supropuesta, basada en el materialismo his-trico, que concibe los recursos naturalescomo aquellos elementos del medio que lassociedades explotan para su consumo yque, por tanto, pasan a ser recursos hist-ricos en tanto que su incorporacin al pro-ceso productivo est condicionada, entre

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    otros factores, por el desarrollo de las fuer-zas productivas. El medio no se concibecomo algo externo, que influye unidirec-cionalmente en los grupos humanos, sinoque stos, al explotarlo, lo transforman,con lo que la relacin sociedad-medio debeabordarse desde una perspectiva dialc-tica. Por este motivo es necesario estudiarlos restos de fauna recuperados en los ya-cimientos arqueolgicos no como un fin ensi mismo, ni para la reconstruccin am-biental, sino como productos de la explo-tacin, que deben contribuir, junto con elresto de la evidencia material, al objetivo fi-nal de reconstruir las relaciones socialesde produccin que rigen las diferentes so-ciedades.

    El segundo artculo, El aprovecha-miento de los recursos vegetales entre losSelknam de Tierra de Fuego (Argentina):una aproximacin etnoarqueolgica,aborda la recuperacin de los restos vege-tales en contextos arqueolgicos, debido ala dificultad de su conservacin y recono-cimiento, sobre todo en comparacin conotro tipo de elementos como los lticos useos. Esta aparente ausencia, o en el me-jor de los casos baja representacin, ha lle-vado a muchos investigadores, en ausenciade un anlisis crtico de la evidencia recu-perada, a sobrevalorar la importancia de losrecursos de tipo animal en detrimento delos de origen vegetal, a la hora de estudiaraspectos como la alimentacin, vestido, fa-

    bricacin de utensilios, etc. Sin embargo,tcnicas como el estudio de los carbones(antracologa) o el cribado de los sedimen-tos por flotacin, permiten la recuperacinde muestras de origen vegetal que ayudana completar el panorama de los productosexplotados por la sociedad estudiada. Enlos casos de yacimientos de los que se dis-pone de evidencia etnogrfica se puedencotejar los resultados obtenidos con los ob-jetos recogidos por los etngrafos o consus descripciones y relatos. Estos principiosson aplicados al sitio Selknam de Ewan(Tierra de Fuego, Argentina), donde sepuede comprobar que los elementos vege-tales, troncos, semillas y frutos, se utilizaronampliamente como materia prima para laconfeccin de instrumentos, construccinde viviendas, combustible o alimento.

    En el tercer artculo, Subsistence andlifeway of coastal Brazilian moundbuilders,se aborda el estudio de los grupos que en-tre circa 6180 y 1180 cal. BP ocuparon lacosta sur y sureste de Brasil, y cuyo ele-mento ms caracterstico son las grandesacumulaciones de conchas o concheros1.Tradicionalmente se consideraba a estosgrupos como recolectores nmadas de mo-luscos. Sin embargo, estudios como el pre-sentado en este trabajo, basados en anlisismedioambientales, paleoetnobotnicos ybioantropolgicos, han cambiado estepunto de vista y tienden a considerarloscomo grupos sedentarios, que explotan un

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    1. En dataciones de radiocarbono, BP indica Before Present (Present es 1950, cuando se adoptcomo convencin). Cal. indica que la fecha ha sido calibrada de acuerdo con las curvas de calibra-cin de 14C, que modifican, a veces sustancialmente, la datacin en bruto o sin calibrar. La frmulasignifica que la fecha est calibrada y su valor es 6180-1160 antes de 1950, es decir, 4220 a.C. - 790d.C. (Nota del Editor de reseas).

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    espectro ms amplio de recursos como losderivados de la pesca, la recoleccin y, po-siblemente, una agricultura incipiente.

    El artculo Arqueobotnica en Colom-bia y su aplicacin al estudio de patronesalimenticios y explotacin de recursos ve-getales en el pasado trata el desarrollo his-trico de esta disciplina en Colombia, la di-ficultad de conservacin de los restosvegetales debido a factores medioambien-tales y la necesidad de utilizar modernastcnicas como la flotacin de restos o la an-tracologa. Estos estudios se centran en lasrelaciones entre los grupos humanos, elmedio y la alimentacin, contrastando laevidencia material con datos etnohistricoso histricos, con el fin de comprender me-jor el uso y valor econmico y cultural delas plantas para los citados grupos.

    En el trabajo Procesamiento de tubr-culos y races por grupos agropastoriles delnoroeste argentino prehispnico: anlisisde indicadores en residuos de molienda sepresenta la tcnica de anlisis de microf-siles en los residuos de uso en artefactos demolienda, que permite, mediante el estudiocon el microscopio, la identificacin de losproductos sobre los que operaron estos ar-tefactos y, en algunos casos, inferir los pro-cesos (tostado, congelacin, etc.) que su-frieron con anterioridad a la molienda. Estatcnica, junto a la comparacin etnogrfica,se aplica a un conjunto de yacimientos delnoroeste argentino, de entre 1.000 y 2.000aos de antigedad, para identificar el con-sumo de tubrculos.

    El siguiente artculo, El recurso maz ensitios arqueolgicos del Noroeste argen-tino: el caso de la Quebrada de Los Corra-

    les, El Infiernillo, Tucumn, parte del es-tudio de los restos de maz recuperados enel citado yacimiento, conservados gracias alas condiciones fras y secas de la zona,para formular, mediante la comparacincon otros yacimientos, un estado de lacuestin sobre el uso del maz en el rea an-dina argentina en el perodo formativo (en-tre el 2.000 y 1.200 AP.). La conclusin esque este cereal, del que se han identificadodiversas variedades, fue uno de los princi-pales recursos alimenticios en este perodoy zona.

    Los dos siguientes trabajos, Anlisis derestos faunsticos en el sitio inkaico El Shin-cal (Catamarca, Argentina) e Intra-sitecomparison of the archaeological evidenceof El Shincal: implications about the inkaeconomy, abordan el estudio de los recur-sos alimenticios de tipo animal, el primero,y vegetal, el segundo, del asentamiento incade El Shincal. Llevan a la interesante con-clusin de que, aparte de los tradicionalesrecursos del maz y los camlidos (llamas yalpacas), los pobladores incaicos de esteyacimiento, considerado la capital admi-nistrativa de la zona, explotaron de formaintensiva recursos salvajes, como el pichi,un mamfero de la familia de los armadillos,o los algarrobos. Estos mismos recursos yaeran utilizados por las poblaciones pre-in-caicas, y su explotacin contina hasta bienentrada la poca de la conquista espaola.

    El artculo La produccin de chicha enlos imperios inca y chim aborda el estu-dio de la produccin de la chicha, licorobtenido de la fermentacin del maz,comparando su utilizacin y la organiza-cin de su produccin entre los incas y los

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    chims en la poca de los primeros con-tactos con los espaoles. Para los incas, elconsumo de la chicha se ubicara dentrodel mbito ritual: su produccin la efec-tuaba mayoritariamente un colectivo fe-menino, las mamaconas, altamente je-rarquizado y regulado, y sometido alcontrol poltico del Estado inca. Esta be-bida era utilizada en los rituales como ele-mento purificador, regando con ella los ci-mientos de los edificios que iban a serconstruidos, o como medio para entrar entrace y comunicarse con los espritus. Den-tro de este contexto, slo la embriaguez ri-tual era aceptada. En cambio, entre loschims la produccin era ms descentrali-zada, efectuada por especialistas mayorita-riamente masculinos en el mbito de las re-sidencias seoriales. Aunque entre loschims el consumo ritual, de caractersti-cas parecidas al incaico, tambin est pre-sente, es en el consumo secular donde seconstataron las mayores diferencias, ya queentre stos la embriaguez no ritual era fre-cuente y tolerada. En ambos casos la chi-cha era utilizada como forma de reclamo ypago en especie para los trabajadores delas grandes obras de ingeniera.

    El artculo Condiciones de salud delos antiguos pobladores de los valles cen-trales oaxaqueos durante el Formativoparte del anlisis de los restos antropolgi-cos para abordar el estado de salud de loshabitantes de los valles de la zona de Oa-xaca (Mxico) desde el 1.400 a.C. al 200d.C., que en la cronologa tradicional delNuevo Continente comprende el perodoFormativo. Para ello se establecen una se-rie de indicadores, como la criba orbitaria,

    la hiperostosis portica, la hipoplasia, laperiostitis, las caries o los abscesos, sus-ceptibles de identificarse en los huesos ydientes, y que se asocian a patologas liga-das a procesos infecciosos, estados caren-ciales asociados a la malnutricin o condi-ciones de trabajo. El estudio concluye quedurante el Formativo inicial y medio, pe-ro do caracterizado por la combinacin delcultivo del maz con la explotacin de losrecursos tradicionales procedentes de lacaza y la recoleccin, la presencia de en-fermedades de tipo infeccioso o por caren-cias nutricionales fue mnima. A nivel in-tergrupal el impacto de estas patologas fuemayor en los asentamientos ms grandes,donde las condiciones de hacinamientofueron habituales y mayor la dependenciade los cereales, mientras que a nivel intra-grupal la frecuencia es superior en mujeresy nios, lo que indicara tratos diferencia-les segn el gnero o la edad. Sin embargo,estas evidencias no son habituales, ycuando aparecen raramente presentan granseveridad, lo que indicara unas condicio-nes de vida relativamente saludables.

    El artculo La alimentacin en la vidacotidiana del Colegio Mayor de NuestraSeora del Rosario, Bogot, Colombia,1653-1773 parte de los documentos con-servados en el Archivo General de la Na-cin y el Archivo Histrico de la Universi-dad del Rosario para reconstruir loshbitos culinarios de los huspedes del ci-tado Colegio Mayor y, a partir de stos, es-tudiar la alimentacin en la Colombia depoca colonial. El estudio concluye queexisten tres aportaciones importantes tantoen la composicin de la dieta como en los

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    mtodos de coccin, los utensilios utiliza-dos o las costumbres de consumo (nmerode comidas y horarios de stas): la ind-gena, la de los emigrantes espaoles y la delos esclavos africanos. A travs de este mes-tizaje se puede comprender la actual cocinacolombiana.

    El volumen finaliza con el artculo Laalimentacin en Buenos Aires del siglo XIX:modelos posibles para su anlisis en uncontexto urbano. En l se estudia la dis-tribucin de la carne de vacuno en la Bue-nos Aires del siglo XIX a partir de tres mo-delos diacrnicos de venta y consumo: elcolonial, el postcolonial y el moderno. Elprimero, que abarca entre el 1580 y el1817, se caracteriza por la venta en cuartosde la carne para el consumo diario. El des-piece se realizaba mayoritariamente me-diante hachas, con la ayuda de cuchillos yserruchos manuales. Durante la fase post -colonial, entre 1817 y 1900, la venta por

    cuartos se mantiene, pero comienzan losensayos de otro sistema de comercializa-cin, la venta por peso, y ganan peso los se-rruchos en detrimento de las hachas. Fi-nalmente, durante el modelo moderno, de1900 a 1914, se establece la venta al pesocomo nico sistema de venta al pblico. Eldespiece se realiza predominantemente me-diante sierras elctricas y las piezas se ob-tienen a partir del aislamiento de gruposmusculares siguiendo un patrn similaral actual. Para cada sistema de despiece sepuede esperar una fragmentacin de loshuesos y un esquema de cortes sobrelos mismos diferentes, lo que permite el es-tudio de los restos seos recuperados en ya-cimientos arqueolgicos para establecerqu sistema se utiliz en los animales queconformaron los depsitos.

    Jess Pi Batlle y Xavier Cuss Segura

    Universitat Autnoma de Barcelona

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    Varios AutoresLa pesca en la Edad MediaMadrid, Editum-Sociedad Espaola de Estudios Medievales, 2009, 259 pginas.

    La pesca en la Edad Media es el pri-mer ttulo de la nueva coleccin quela Sociedad Espaola de EstudiosMedievales saca a la luz con el nombre deMonografas de la Sociedad Espaola de Es-tudios Medievales (SEEM). Este libro renela mayor parte de las aportaciones presen-tadas al congreso que con homnimo ttulotuvo lugar en Santiago de Compostela del7 al 9 de junio de 2007. El hecho de que laSEEM eligiera la pesca como tema verte-

    brador de su congreso anual evidencia lacreciente importancia de esta lnea de in-vestigacin para los medievalistas, en buenaparte tambin debido a la relevancia socialy econmica que ha adquirido en los lti-mos aos este sector.

    Los trece captulos del libro pueden seragrupados en cuatro bloques temticos.Buena parte de las aportaciones analizan lapesca desde la ptica del consumo y la his-toria de la alimentacin. As, Mara lvarez

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    centra su estudio en el abastecimiento depescado en Oviedo durante la Baja EdadMedia, para lo cual utiliza como principalfuente documental los libros de acuerdosdel concejo de dicha ciudad. A travs deellos describe el sistema de abastecimiento,llamando la atencin sobre las regulacionessobre el lugar y las condiciones de venta ascomo las especies ms capturadas. El con-sumo tambin es el hilo conductor del tra-bajo presentado por Dolores Morales, Eu-frasia Rosell y Arturo Morales. Suaportacin resulta novedosa sobre todo porla fuente que utilizan, la arqueologa. Su in-vestigacin trata de valorar el registro ic-tioarqueolgico disponible en los yaci-mientos peninsulares del periodo medieval,tanto islmicos como cristianos. De estamanera se han podido constatar distintasprcticas de fileteado de claro carcter cul-tural.

    Dentro de este bloque referido al con-sumo cabe situar tambin el estudio de Yo-landa Guerrero, un anlisis comparativodel consumo y la comercializacin de pes-cado, de mar y de ro, en las principales ciu-dades castellanas durante el siglo XV. En to-das ellas, pese a su carcter de interior, elconsumo de pescado estaba muy exten-dido, aunque en mucho menor grado quela carne, pues no conviene olvidar que engran medida la sociedad consuma pes-cado ms que por gusto por imposicin,normalmente religiosa, cuando no econ-mica. Julin Snchez, como Mara lvarez,tambin se centra en un ncleo concreto,en este caso la ciudad de Guadalajara. Re-lacionados estrechamente con el consumo,Snchez analiza los precios del pescado en

    dicha ciudad con especial atencin a losfactores que inciden sobre stos. Segn elautor, las principales variables para deter-minar los precios eran la especie y el lugarde procedencia de las capturas. Sin em-bargo, la presencia de la corte y el perodode Cuaresma incidan enormemente sobreellos. Ahora bien, si durante la estancia delos monarcas los precios del pescado se in-crementaban significativamente, durantela Cuaresma los precios descendan, unhecho significativo a tener en cuenta yaque es durante los perodos de penitenciacuando el pescado alcanza su mayor nivelanual.

    Otro aspecto directamente ligado alconsumo del pescado es el de su comer-cializacin. Desde esta perspectiva RoserSalicr estudia la demanda de pescado delAtlntico en las principales plazas de laCorona de Aragn, especialmente Barce-lona. A partir de los registros de Cancille-ra del Archivo de la Corona de Aragn, Sa-licr evidencia la llegada de pescado seco ysalado a lo largo del siglo XV. Segn la au-tora, durante la primera mitad de la cen-turia el comercio de las capturas est enmanos de gallegos y portugueses; en cam-bio, en las siguientes dcadas se produce unfuerte incremento de la llegada de andalu-ces que comercializan el atn de sus alma-drabas. Si Salicr centra su estudio en elrea mediterrnea, Violeta Medrano Fer-nndez analiza el comercio de pescado enla frontera castellano-portuguesa. Este tra-bajo resulta interesante por diversas razo-nes. En primer lugar, se hace hincapi en elcomercio de pescado fluvial, cuya existen-cia no excluy la comercializacin del pes-

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    cado de mar, bsicamente salado, aunqueocasionalmente fresco. El Duero serva denexo entre el litoral portugus y el interiorde las tierras castellanas, aunque hay quetener en cuenta otros cursos fluviales, comoel Mio o el Tajo. Contrariamente a lo quese pueda pensar, el trfico mercantil iba enlas dos direcciones, no slo desde Portugalhacia Castilla, sino tambin en sentido con-trario. Por lo que respecta a los pescadores,no todos eran profesionales sino que Me-drano documenta gentes que, de maneratemporal o espordica, se dedican a lapesca como complemento a otras activida-des econmicas. Del mismo modo, la co-mercializacin de las capturas no slo es-taba en manos de mercaderes profesionalessino que tambin se observa la presencia delos habitantes de las poblaciones fronteri-zas, que de este modo conseguan ingresosa partir de distintas actividades econmicas.Por lo que se refiere a las relaciones inter-nacionales, ni la pesca fluvial ni el comer-cio de las capturas supusieron un elementode conflicto ni de rivalidades entre ambosreinos, aunque ambas actividades se vieronafectadas en los momentos de confronta-cin blica.

    Otra vertiente desde la cual abordar lapesca medieval es la tcnica, es decir, lospescadores y los medios tcnicos que dis-ponan a la hora de realizar su trabajo. JuanManuel Bello trata de determinar el pesodemogrfico de los pescadores en Andalu-ca y en las Islas Canarias durante los siglosXV y XVI. Pese a las limitaciones de las fuen-tes, todo parece indicar que los pescadoresen estas regiones eran un grupo relativa-mente escaso, ms an si lo comparamos

    con el peso demogrfico de este colectivoen la costa norte de la pennsula. En cuantoa la organizacin profesional, slo entradoel siglo XVI, y en las grandes ciudades comoSevilla o el Puerto de Santa Mara, sepuede constatar la existencia de asociacio-nes gremiales de pescadores, que nuncatuvieron la influencia poltica y econmicade otros gremios. Antonio Ortega analizaotro aspecto poco conocido de la navega-cin, el aprovisionamiento de alimentos delos pescadores y, en general, de los hombresde mar. Mediante la combinacin de fuen-tes documentales jurdicas, fiscales y no-tariales y narrativas, Ortega analiza lasdisposiciones legales y los costes de los v-veres que las embarcaciones llevaban con-sigo durante su estancia en el mar. Por suparte, Antonio Malpica, mediante la utili-zacin de las crnicas y las obras de los ge-grafos andaluses, analiza los aspectos tc-nicos de la navegacin en el mar de Albornen poca nazar. En efecto, ya en el siglo XIIIdrisi es capaz de fijar con exactitud la ubi-cacin de todos los puertos y fondeaderosexistentes, con una cualificacin de los mis-mos, y adems especifica las distancias en-tre ellos y los vientos. La pesca deba de ser,como en el resto del Mediterrneo, de ba-jura, aunque combinada con otros sistemasde captura estticos como la almadraba,documentada ya en el siglo XII. Las especiescapturadas son bsicamente las mismasque en el resto de la fachada mediterrnea,si bien se documenta la captura de algunasms propias del Atlntico, dada su proxi-midad. En cuanto al tipo de embarcacio-nes, la documentacin menciona la zambrao zabra, cuyas dimensiones no se han po-

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    dido precisar, y el jabeque, el cual parececoincidir con la jbega.

    En un cuarto bloque se aborda la pescadesde una perspectiva totalizadora. ElisaFerreira y Antoni Riera centran su miradaen Galicia y la Corona de Aragn, respec-tivamente, englobando no slo los aspectosreferidos al consumo y el comercio de pes-cado sino tambin las cuestiones tcnicasde su captura y de su conservacin. Sin em-bargo, si en el caso gallego el objeto delanlisis es el conjunto del territorio, Gali-cia, entendida como una regin de la Eu-ropa Atlntica que emerge tras la reestruc-turacin del siglo XIV, en el casocatalanoaragons el texto se articula a par-tir de las tres grandes ciudades de la Co-rona, Barcelona, Valencia y Mallorca. Fi-nalmente, mencin aparte merecen lasaportaciones de Etelvina Fernndez y Os-car Perea por la peculiaridad de sus fuen-tes, iconogrficas y literarias, a menudomarginadas por los historiadores. En el pri-mer caso, la autora presenta la evolucin de

    las formas iconogrficas de temtica pisc-cola desde la Antigedad hasta el Medievoy cmo fueron incorporados nuevos mo-delos inspirados en la realidad y la fantasamedieval. Perea resea las referencias a lapesca y sus protagonistas en los cancione-ros medievales castellanos, iniciando su re-corrido con el Arcipreste de Talavera o Cor-bacho de Alfonso Martnez de Toledo(1438) hasta llegar a la Farsa del mundo ymoral de Hernn Lpez de Yanguas (1524).

    Sin lugar a dudas, la pesca en la EdadMedia precisaba de una aportacin de estecalado, por su amplitud cronolgica y sudiversidad geogrfica y temtica. Sin em-bargo, este trabajo no debe ser sino el est-mulo necesario para el desarrollo de una l-nea de investigacin que todava hoy paramuchos medievalistas se encuentra en lasafueras del medievalismo.

    Frederic Aparisi Romero

    Universitat de Valncia

    La obra resulta conocida y el argu-mento repetido pero, como todoslos clsicos, nunca pasa de moda yen cada nueva representacin aporta in-terpretaciones novedosas, puntos de vistainditos y hasta puestas en escena, si nosorprendentes, s por lo menos llenas de su-gerencias. Entre lo ms novedoso y atrac-tivo, la perspectiva temporal elegida y el

    elenco de actores que ponen en escena laobra, que aportan frescura en sus interpre-taciones y ofrecen actuaciones que en oca-siones se despegan con rotundidad y atre-vimiento de los clichs ms clsicos quehasta no hace mucho tiempo seoreabansus papeles. Una sana heterodoxia, unaosada en aventurar caminos nuevos yuna siempre necesaria renovacin en la mi-

    Nadine Vivier (dir.)lites et progrs agricole, XVIe-XXe sicleRennes, Presses Universitaires de Rennes, 2009, 346 pginas.

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    rada caracterizan a varias de las aportacio-nes y confieren, de este modo, al conjuntodel trabajo ms frescura de la que el ttulo,clsico a ms no poder, poda sugerir.

    Aunque no lo parezca, hablamos de his-toriografa, y de un libro coral, casi de alu-vin que, bien organizado por la mano ex-perta de Nadine Vivier (especialista en estaslides: 2005), rene aportaciones de treceespecialistas con estudios de casos que vande Inglaterra al Canad, pasando por Hun-gra, Francia, los territorios alemanes, Es-tados Unidos, Mxico y, sorpresa relativamuy agradable, Espaa. Una de las mejo-res aportaciones del trabajo y uno de loselementos que lo hacen ms atractivo es laperspectiva amplia y ambiciosa desdela que aborda su objeto de estudio, tantodesde el punto de vista de la geografa (fun-damental cuando lo que se investiga es elprogreso agrcola, por los condicionantesdel contexto general, variable no slo decontinente a continente sino de regin a re-gin), como de la temporalidad, con apor-taciones que nos llevan desde las primerasprcticas progresivas de la agricultura delos Pases Bajos all por el siglo XVI, hastael impacto que ya en pleno siglo XX tiene elsindicalismo agrario, si bien la centuria queacabamos de dejar atrs es la gran damni-ficada en la seleccin de Vivier. Una visinde amplio dimetro temporal que parecetambin especialmente apropiada para eltema, una vez superadas las perspectivasque en su da preconizaban la existencia detransformaciones agrarias revolucionariasde cronologa muy precisa y delimitada,hoy substituidas en la mayora de los tra-bajos por anlisis asentados en hiptesis

    que contemplan el cambio desde la pro-gresividad y ubicado en tramos temporalesms amplios.

    Desde la introduccin de Vivier lasgrandes preguntas quedan planteadas.Quines fueron los agentes de la innovaciny el progreso y cul fue su contribucin a ladifusin de nuevas prcticas propiciadorasdel desarrollo agrcola son los interrogantesa resolver, junto con la cuestin, clave, delimpacto de la labor de las elites en la trans-formacin de un trabajo de los camposque, desde su perspectiva, se presentabapor lo general como rutinario y anclado enla tradicin de unos cultivadores indefecti-blemente vistos desde las alturas como re-fractarios a los cambios y necesitados degua y ayuda. Elites plurales en su carctery composicin pero que tienen en comnsu consideracin de minoras con capaci-dad y con voluntad de hacer (Veiga, 2009),por ms que en bastantes ocasiones ni susanlisis de la situacin fuesen correctos, nisu voluntad de actuacin fuese ms all delas intenciones, ni lograsen desprenderse deprejuicios culturales y de clase que estable-can barreras a una colaboracin efectivacon los cultivadores, ni lograsen evitar quesus intereses econmicos inmediatos cho-casen con la puesta en marcha de innova-ciones en sus propiedades incluso hasta elpunto de impedirlas por completo. Una in-troduccin, en suma, que cumple bien suobjetivo de fijar las cuestiones a tratar, en laque, por lo menos a quien realiza esta re-sea, sorprende la afirmacin de que en lahistoriografa europea el papel de las elitesen la modernizacin agraria no ha sido ob-jeto de estudios en profundidad (p. 10).

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    El libro se estructura a partir de una or-denacin tripartita llena de lgica y que fa-cilita la lectura. La primera parte, con apor-taciones centradas en las agriculturasinglesa, francesa y alemana, se ocupa delpapel desarrollado en la introduccin y di-fusin de novedades agrcolas por parte,fundamentalmente, de elites de tipologanobiliar entre los siglos XVI y XVIII. Hoyleaporta un completo estado de la cuestinpara el caso ingls, con el consiguiente des-file de landlords, yeomen y gentry (junto delas inevitables enclosures) y de las distintasopiniones respecto de su papel en el pro-greso agrcola, que resume en una de lasideas fuerza que es posible encontrar tam-bin en otras de las colaboraciones: land -lords y, sobre todo, la gentry guan sus ac-tuaciones por una lgica econmica quebusca un aumento de sus ingresos, pero talobjetivo no tiene forzosamente que pasarpor el progreso agrcola, ni por la supera-cin de prcticas tradicionales (cultivos,utillaje, abonos, laboreo, formas de ce-sin), ni por la puesta en marcha de ini-ciativas de innovacin agraria en sus pro-piedades, siempre costosas y con laincertidumbre respecto de sus resultados.Elegir bien a los arrendatarios y adminis-tradores fue su apuesta principal. Por suparte, Bourquin ofrece, segn sus propiaspalabras, una lecture culturelle para acer-carse a las motivaciones de los gentilshom-mes agronomes en una Francia dominadapor las ideas fisicratas y la agromanie. In-siste en la variable identitaria y en la misincasi religiosa que se autoimponan los no-bles franceses para explicar su inters porlas novedades agrcolas y su afn por la ex-

    perimentacin, que ira ms all de los cri-terios econmicos para entroncar con mo-tivaciones enraizadas en una autoimagenasentada en el deber de guiar a los cultiva-dores, todo ello a mayor gloria de la gran-deur de la France. Podramos definirloscomo una suerte de mediadores culturalesde la innovacin, como modernos Cinci-natos ungidos al arado pero con la mentesiempre puesta en el progreso del reino. Enuna lnea similar se sita el trabajo deSchlude sobre el protagonismo de la elec-tora de Dresde, Anna de Saxe, en la pro-mocin de nuevas prcticas agrcolas en els. XVI, que al igual que Bourquin insiste enla importancia de factores no estricta ninicamente econmicos para explicar elinters principesco por la agricultura (pro-porcionar modelos, motivaciones poltico-administrativas, cientficas), y lo hace in-troduciendo una perspectiva de gneroindita en este tipo de estudios. Cierra estaprimera parte la investigacin de J.-M.Constant, con la pregunta que hace yatiempo se planteara P.K. OBrien (1987)para el siglo XVIII, a saber, la posible pre-sencia de una dinmica de progreso agr-cola en la Beauce francesa para la centuriadecimosptima y el papel jugado en su casopor la nobleza. La conclusin se enmarcabien en una visin progresiva del progresoagrcola: en Beauce no hay revolucin agr-cola en el XVII, pero se ponen las bases quela preparan.

    La segunda seccin del libro se consa-gra a las sociedades agrcolas y a su apor-tacin al progreso y la modernizacin de lasprcticas agrarias. La presentacin del casoestadounidense (desde los ltimos aos del

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    dominio colonial ingls a la vspera de laguerra de secesin), firmada por L. N-raud, marca la pauta respecto de los nue-vos protagonistas del desarrollo agrcola enel siglo XIX, la centuria por excelencia de laideologa del progreso. De los gentlemen-farmers al estilo Thomas Jefferson hasta losprimeros pasos de la preocupacin estatalpor el desarrollo agrcola, durante los aosiniciales de la joven repblica estadouni-dense se desarrollan con fuerza las mues-tras seminales de prensa agrcola y de aso-ciacionismo de los propietarios, y al tiempose perfila ya con toda su intensidad la cues-tin central de cmo transformar las ideasde los agrnomos de saln y las prcticas delos ricos innovadores para que puedan seraplicadas y resulten tiles al conjunto de losfarmers. La conclusin del estudio es clara:en la adopcin de innovaciones, tanto oms que su publicidad y la imitacin de losmejores (aqullos que, entre no pocasprotestas de los cultivadores ms modestos,se llevaban los premios en las exposicionesagrcolas, igual en los EE.UU. que en Es-paa: Veiga, 1997), pesa el contexto eco-nmico y las oportunidades del mercado.En el ejemplo de las tierras canadienses,analizado por D. Samson, destaca el papelde las sociedades de agricultura dirigidaspor gentes relacionadas con el comercio ola poltica, de ah que sus intereses pasentanto por el impulso de innovaciones comopor cuestiones vinculadas a su promocinsocial o al papel de la agricultura en la fija-cin de una sociedad de orden y poltica-mente tranquila. Tambin aqu el problemapor excelencia es cmo llegar hasta los cul-tivadores que no formaban parte de unas

    sociedades muy elitistas, y tambin aquaparecen las contradicciones entre discur-sos que buscan adaptar las innovaciones alas posibilidades de granjeros humildes yunos concursos promovidos por esas so-ciedades cuyos miembros acaparan unospremios pensados para ellos (como decaun granjero de St-Foye, Les bourgeoisremportent tous les prix, p. 150). Esta sec-cin del libro se cierra con dos aportacio-nes, complementarias, sobre el caso fran-cs, debidas a N. Rago y la misma N. Vivier(claramente pluriempleada: se ocupa de laseleccin de los artculos, de la introduc-cin, aporta este captulo y firma tambinla conclusin). Las dos introducen un ele-mento llamado a jugar un papel destacadodesde finales del siglo XVIII como es el Es-tado, el inters institucional por la promo-cin de la mejora de la agricultura, sea conel apoyo a la creacin de sociedades agr-colas a finales del XVIII (pleno de contra-dicciones: los intendentes reales no las vencon buenos ojos porque, lejos de limitarsea cuestiones tcnicas, osan criticar los diez-mos o los monopolios reales, con lo quequedan claros los lmites del despotismoilustrado), sea con la promulgacin de la leyde enseanza agrcola en 1848. El balancedel trabajo de las primeras es francamentenegativo, demasiado interesados sus miem-bros en la promocin personal y en la rea-lizacin de memorias agrcolas y de prcti-cas de cultivo inservibles para el comn delos fermiers (de hecho, los ejemplos msexitosos son los que se esfuerzan en adap-tar las novedades a las necesidades reales).Ms claroscuros ofrece el balance para el si-glo XIX. En contra de opiniones extendidas,

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    Vivier minimiza el peso de la nobleza legi-timista en las iniciativas societarias de laprimera mitad de siglo, a favor de una ma-yor presencia de elementos burgueses in-teresados en el progreso agrcola. Desdemediados de siglo el protagonismo pasa alas creaciones institucionales y se produceadems la definitiva reconversin hacia unapromocin de las novedades, slo posible atravs de la experimentacin y el ejemploprctico: es el momento de las granjas-escuela estilo Grignon, de los huertos es-colares, de los comices y de los concursosagrcolas impulsados por los poderes p-blicos. Los resultados, en general, resultanmagros y, segn nos acercamos al final desiglo, parece ms claro que el foco de aten-cin debe pasar de las elites como van-guardia del progreso agrcola a los cultiva-dores reales.

    El ltimo apartado del libro dedica trestrabajos al estudio de la gran propiedad enHungra (A. Vri), Mxico (A. Tortolero) yEspaa (J. Carmona) en relacin con laintroduccin de prcticas progresivas en laagricultura. Se completa, en una sintonano del todo conseguida, con una sorpren-dente investigacin sobre la agronoma pe-nitenciaria en la Francia decimonnica ycon un repaso al papel del poderoso sindi-calismo agrario catlico en el pas galo a lolargo de la primera mitad del siglo XX. Parael caso hngaro, la atencin se centra en elpapel de los administradores de las grandespropiedades latifundistas y, a travs de sutrayectoria profesional, el autor ofrece unacompleta panormica de las vicisitudes dela agricultura hngara que, como no podaser de otra forma, presenta una cesura de-

    cisiva con la crisis agraria finisecular queobliga a prestar mayor atencin a la cues-tin de la productividad, hasta entoncesen un segundo plano gracias a los benefi-cios conseguidos con prcticas puramenteextensivas. Los trabajos de Tortolero y Car-mona insisten en la quiebra de tpicos.Respectivamente, ni las haciendas mexi-canas se corresponden en su totalidad conla imagen semifeudal y por completo re-fractaria a las novedades que transmiten al-gunos trabajos (excepto en lo que hace a lafuerza de trabajo personificada en los peo-nes, mantenidos en una situacin de se-miesclavitud), ni los grandes de Espaapadecan una deformidad congnita o cul-tural que los alejaba de la agricultura mo-derna. En Mxico, all donde el mercado yla demografa presionaban a la agriculturay ofrecan posibilidades de negocio las ha-ciendas se adaptan con rapidez e introdu-cen las reformas precisas. Adems, y ya a fi-nales del XIX, el Estado porfirista pone lasbases estructurales para el desarrollo deuna agricultura capitalista (lneas de ferro-carril, servicios agronmicos, poltica decolonizacin); sin embargo, las brutalesdesigualdades del campo mexicano (el 3%de la poblacin controla el 97% de la tierra,p. 227) slo encontrarn salida con la Re-volucin. Carmona, por su parte, insiste enlos factores derivados de la extrema parce-lacin de las propiedades de la alta aristo-cracia espaola y en lo complejo de su ges-tin, para explicar las dificultades que se leofrecan para un manejo ms moderno desus posesiones. Acude tambin a argu-mentos legales, como el permanente cues-tionamiento a sus derechos de propiedad

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    por parte de los cultivadores, que ya en laII Repblica llevar a la ley de reformaagraria para solucionar el problema del la-tifundio. Ms que el absentismo o unamentalidad tradicional, son stos los facto-res que explican su actuacin poco dada anovedades (fuera de iniciativas particulares,en ocasiones tan espectaculares en su for-mulacin como desastrosas en sus resulta-dos), as como el hecho de que hasta la lle-gada de los trigos americanos a bajo preciola racionalidad y el beneficio econmico noestaban reidos con las prcticas tradicio-nales.

    Ivan Jablonka, en su trabajo sobre lascolonias agrcolas penitenciarias, concluyecon rotundidad que fracasaron: ni cum-plieron con los objetivos de regeneracinmoral ni sus resultados econmicos justifi-caron los esfuerzos por adoptar prcticasagrcolas novedosas, simplemente porqueni en su formulacin ni en su aplicacin re-sultaron coherentes. Ms xito obtuvo elsindicalismo agrario catlico de la JeunesseAgricole Catholique (B. Wach), que sabeaprovechar la oportunidad poltica a partirde la dcada de 1880 para esparcir su men-saje, entre moralista en lo personal y mo-dernizador en lo tcnico, y que pasa deuna primera tutela por parte de las elites lo-cales a conseguir, mediado el siglo XX, laadhesin de pequeos propietarios atradospor una poltica de orden combinada con laadopcin de novedades tcnicas en plenaetapa de crecimiento econmico con unmercado que demandaba productos agra-rios en grandes cantidades. Un captulo deconclusiones cierra el libro y el trabajo es-tajanovista de Vivier, que se encarga de l.

    Aqu destaca el carcter cada vez ms alar-gado de las elites agrcolas, que de los cr-culos cortesanos de primera hora pasan alas sociedades agrcolas para rematar enun ms democrtico asociacionismo de pe-queos propietarios. Esta evolucin secombina bien con los mtodos de difusinde las novedades, que de las memorias pa-san a la prensa agrcola y a las granjas-escuela, para finalizar en los mecanismosestatales de promocin agronmica. Susmotivaciones fueron primordialmente eco-nmicas, con la bsqueda de un aumentode los beneficios, pero siempre mezcladascon la promocin social, el inters cientficoy la rentabilidad poltica. No siempre, sinembargo, innovacin era sinnimo de ma-yores rendimientos, y de ah que no siem-pre el progreso agrcola fuese de la mano dela racionalidad econmica, que poda exi-gir comportamientos ms tradicionales. Encualquier caso, y como conclusin final,queda claro el peso de las oportunidadesdel mercado en la adaptacin de las nove-dades, en un grado probablemente superioral que supuso el ejemplo de las elites inno-vadoras, que a finales del siglo XIX tenancada vez ms claro que la mejor estrategiadifusora pasaba por una accin que aso-ciase rellement tous les acteurs, es decirque implicase al conjunto de los cultivado-res y abandonase el paradigma paternalistay elitista del gran propietario innovadorcomo forzoso ejemplo a seguir. Haba lle-gado el momento del campesino real.

    Xos R. Veiga

    Universidade de Santiago de Compostela

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    Las coincidencias en historia existen,pero casi nunca son fruto de la ca-sualidad: suelen ser manifestacio-nes de procesos similares o responder a uncmulo de causas prximas entre s. Ape-nas ledas las primeras pginas de esta es-plndida edicin del Tratado de la cabre-vacin de Jaume Tos2, me vino a lamemoria otro tratado sobre el mismo temacorrespondiente a un mbito geohistricoprximo al cataln, el Pas Valenciano. Fi-jmonos en las fechas: el Tratado de Tos viola luz por primera vez en 1784, el mismoao en que se publicaba el primer volumendel Tratado de los derechos y regalas que co-rresponden al Real Patrimonio en el Reynode Valencia, obra del abogado, odor de la

    Audiencia y asesor patrimonial, VicenteBranchat. Antes, sin embargo, en 1781,una real cdula daba a conocer de estemismo autor su Instruccin para el mtodoy reglas, que han de seguirse en los cabreves,que deben practicarse en las Baylas delReyno de Valencia. Inclua y actualizaba, asu vez, la todava vigente instruccin paracabrevar de 1527. La obra de Tos era tam-bin una actualizacin de otro tratado decabrevacin, el de Francesc Solsona, Stiluscapibreviandi, de 1561. En 1783, VicenteBranchat completaba parte de su obra re-copilatoria y normativa al frente del RealPatrimonio valenciano con la edicin deotra instruccin, esta vez sobre el modo deformalizar en el Reyno de Valencia los expe-

    2. La presente edicin incluye, en versin facsmil, la obra originaria de Tos,Tratado de la cabreva-cin segn el derecho, y estilo del Principado de Catalua. Sus utilidades, y efectos, del modo de princi-piar, y seguir las causas de cabrevacin, de los privilegios, y pensiones del seor directo, o mediano, y delas excepciones que competen al reo, o enfiteota. Su autor, el doctor Jayme Tos y Urgells, abogado dela Real Audiencia del mismo Principado. Barcelona, en la imprenta de Raymundo Mart, impresor,en la calle dels Tallers. Ao 1784; y, transcritas, la adicin a las ediciones del Tratado correspondien-tes a 1789 y 1826, Disertacin de la firma por razn de seora, y derecho de prelacin, tanteo o fadiga;y el manuscrito de 1792 Mtodo per capbrevar.

  • dientes de establecimientos de hornos, moli-nos, tierras, casas y aguas; y en 1786 pu-blicaba los dos volmenes restantes delTratado sobre los derechos del Real Patri-monio.

    Qu estaba pasando a finales del sigloXVIII? Cmo interpretar, en plena eclosinilustrada, la necesidad de echar mano deunas normativas aejas, de netas reminis-cencias feudales? La primera tentacin es,desde luego, pensar en una supuesta re-accin seorial, en consonancia con unadeterminada interpretacin historiogrficahoy en da ya superada. La propia RosaCongost, en su estudio introductorio, ar-gumenta en este sentido (pp. 39-41). El ca-breve es, desde luego, un instrumento se-orial de origen medieval; las causas oexpedientes de cabrevacin eran un re-curso judicial, forma privilegiada duranteel Antiguo Rgimen de entender y practi-car el gobierno, en el que se contemplabael nombramiento de un juez de cabreva-cin y se supona la existencia de un reoo culpable que, mediante el acto de reco-nocimiento de un dominio superior, que-daba comprometido al pago o actualiza-cin de las obligaciones o rentas que estedominio le impona. A travs del cabreve yde los actos de cabrevacin quedaban re-gistradas las peculiares relaciones socialesy de propiedad que, mediando el estable-cimiento de un bien, contemplaba la per-manencia de un dominio directo en elotorgante y la generacin de un dominiotil en el enfiteuta, as como las obligacio-nes mutuas resultantes de tan peculiarcontrato. Se trataba, por tanto, de unmundo con pluralidad de dominios sobre

    un mismo bien y de un horizonte culturale institucional, poltico, en suma, que erasentido, tal como afirma el profesor Fiora-vanti (2001), como un orden vinculante atravs de instrumentos jurdicos y en elque esos mismos instrumentos definan yregan los derechos. Pero era tambin unorden agregativo y acumulativo, slo reco-nocible desde la depuracin o en su casoactualizacin de unas normas consuetudi-narias, de un estilo que se defina no porreferencia a la norma abstracta y universal,sino a los peculiares derechos de territo-rios diversos, en este caso del Principado,pero tambin del Reino de Valencia o de lasIslas Baleares.

    Porque, efectivamente, estamos ha-blando de un instrumento jurdico que,con sus variantes, obedece a una realidadeconmica y social que, para entendernos,podramos definir como no castellana, almenos en sus derivaciones ms amplias ygenerales. Siguiendo con la acertada indi-cacin de Rosa Congost de definir deter-minados trminos (pp. 8-9), podramosaadir que la palabra Cabreo, como si-nnimo en este caso de Libro becerro re-ferido a los privilegios de una iglesia, apa-rece por primera vez en un diccionario dela lengua espaola en 1758. Y tendremosque esperar hasta 1852!, en pleno dominiode la cultura jurdica liberal, para que esemismo diccionario recoja trminos comoCabrevar o Cabrevacin, aunque res-tringidos al mbito del Real Patrimonio.Todo un indicio de cmo la realidad socialque denotan estos trminos, si no ajenadel todo, es bastante extraa al mbito cas-tellano. El mundo de vigencia de los ca-

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    breves, en el siglo XVIII, pero tambin bienavanzado el siglo XIX, es el mundo, princi-palmente agrario, pero tambin urbano, depredominio de la enfiteusis; una enfiteusisque, si hacemos caso de Vicente Branchat,es vista como un contrato por el que eldueo transfiere el til de la cosa inmueble,estipulada cierta pensin o rdito queanualmente debe prestarle en reconoci-miento del directo domino que se reserva;y una enfiteusis que, de acuerdo tambincon el espritu de Tos, en consonancia conel pensamiento ilustrado de su momento,lejos de contemplarse como una reminis-cencia feudalizante es vista casi como unabendicin causante de la prosperidad y delbien individual y comn en aquellos espa-cios y territorios en los que su presencia esnotable.

    Las palabras iniciales del abogado cata-ln en su Tratado de la cabrevacin alertansobre las tentaciones catastrofistas que pu-dieran derivarse de un sentido restringidode la reaccin seorial: Si vemos nuestroPrincipado en tal feliz situacin, aumentadala poblacin, y el comercio. Si miramos re-ducidas a cultivo la mayor porcin de lastierras que lo permiten, quin dudar, quetodo se debe en gran parte a la frecuenciay uso de los contratos enfituticos, que enCatalua se llaman establecimientos? Sipenetramos a fondo el estilo con que sepractican, se nos presentan grandes venta-jas, as para el concedente, y acetante (sic),como para el comn del pueblo, adelanta-miento de la Nacin y prosperidad delReyno (p. 46). La enfiteusis derivadadel establecimiento es un instrumento deprosperidad y el cabreve, como registro de

    las obligaciones dimanantes del dominiotil y del directo, puede y debe interpretarsecomo un necesario expediente para actua-lizar o, en su caso, consolidar y dar seguri-dad a los diversos y varios dominios.Insistamos en las palabras utilizadas: pros-peridad y seguridad. Porque, efectivamente,el contexto referencial de esta obra de Tosy, con elementos diferenciadores, tambinde la de Branchat, es el de un crecimientoagrario, bien perceptible como sabemosdesde los aos 30 del siglo XVIII, y con unempuje roturador y de ocupacin de nuevosterrenos o baldos como una de sus mani-festaciones ms llamativas. El Setecientos esun siglo fisiocrtico, si por tal entendemosun siglo que focaliza en la agricultura todoel horizonte cultural y econmico de sunuevo discurso del trabajo y de la produc-tividad. La centuria ilustrada, con una mo-narqua absoluta convertida en partera ac-tiva de una nueva sociedad que empieza apercibirse como un conjunto de intereses encompetencia, especialmente materiales, seconvierte en escenario privilegiado de uncrecimiento que obliga a sus protagonistasa una toma de posicin ante el mismo y, so-bre todo, sus efectos. Situarse en las mejo-res condiciones para rentabilizarlo o, en sucaso, convertirse en sujeto activo del mismo,ser una de las motivaciones constantes dela accin social e individual. Recordar a lapoblacin, o a la misma monarqua, entanto que implicada directamente en eseempuje roturador desde su instancia pri-vativa del Real Patrimonio, de qu instru-mentos normativos y jurdicos se dispone,no es ms que un acto de coherencia con lasexpectativas que ese crecimiento despierta.

  • Crtica de libros

    Porque, en efecto, es crecimiento, y no es-tancamiento, el trmino que explica obrascomo las que aqu estamos comentando.Tos, como demuestra Congost, no es untrasnochado feudista que a un lustro de laRevolucin francesa resucita desde el fondode los siglos un anticuado instrumento dedominio seorial. El autor no slo muestraun perfecto conocimiento del proceso decolonizacin agraria de la segunda mitaddel siglo XVIII y de los debates en torno alos contratos de rabassa morta (p. 39),sino que su horizonte normalizador pasatambin por la recin creada Contadura oRegistro de hipotecas (1768), primer atisbode una seguridad para el complicadomundo del crdito, pero tambin para lapropiedad misma. Expresa o implcita-mente, lo que Tos ofrece son instrumentosdepurados, basados, como no poda dejarde ocurrir, en los usos y tradiciones, para unmejor y ms seguro aprovechamiento dedeterminados sectores sociales del creci-miento econmico, una posibilidad de re-gistro de la propiedad y de las rentas de elladerivadas. Pero de qu sectores sociales?,de qu propiedad? Si pensamos, como loera originariamente, en el cabreve comoinstrumento de control de los seores di-rectos sobre sus enfiteutas, podramos in-cluso convenir en cierta reaccin seorial,aunque no necesariamente ligada a efectosretardatarios o refeudalizantes. Desde estepunto de vista, ni siquiera cuando el supe-rior dominio, por derecho de conquista,pertenece al rey, como en el caso del PasValenciano, es posible deducir que el em-puje patrimonializador y recuperador dederechos y dominios en la segunda mitad

    del siglo XVIII pueda ser interpretado comoun efecto o una manifestacin retardataria.Pero es que, adems, como Tos se encargade avisar y el anlisis de Congost confirma,el entramado de intereses que puede gene-rarse en torno al establecimiento enfituticoes ms complejo que la relacin casi unidi-reccional entre seor-vasallo enfiteuta. Ala altura de la segunda mitad del siglo XVIII,la fortaleza del dominio til en el mbitogeogrfico e histrico cataln o valencianoes algo ms que una hiptesis. En el primercaso, adems, la existencia de los homespropis, es decir, poseedores de tierras connombre que derivan de una masa, intro-duce en el mundo rural cataln la peculia-ridad de una amplia capa de campesinosbienestantes que son, en realidad, autnti-cos seores medianos, en condiciones noslo de protagonizar lo principal del empujeroturador del siglo XVIII, sino tambin deapropiarse de amplias zonas de terrenossobre los que establecer a familias campe-sinas en dominio til. Cuando Tos habla delas utilidades de su Tratado de cabrevacinno slo para los seores directos, sino tam-bin para los medianos, est aludiendo aesta realidad. De la misma manera que ensu posible destinatario est incluido tam-bin el enfiteuta, alguien que, en virtud delos procedimientos judiciales que implica elcabreve es necesariamente reo, pero nosiempre, ni mucho menos, un reo pobre.De hecho, sabemos de qu manera la ins-titucin del establecimiento enfitutico pro-pici la penetracin de intereses urbanos enel sector agrario y en el reducido e imper-fecto mercado de la tierra durante el Anti-guo Rgimen.

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    En un contexto de crecimiento y decomplejidad creciente en las relaciones so-ciales y de propiedad, el cabreve, comoforma de registrar y asegurar los dominiosy rentas, ofreca a los agentes sociales yeconmicos un instrumento de seguridaden absoluto contradictorio con la nuevainstancia registral de la Contadura de hi-potecas. El problema ya no era, o no sloera, un problema de ttulos; de lo que setrataba tambin era de poner en manos delos interesados un instrumento capaz, enltima instancia, de controlar lo que cons-titua la otra gran expresin del dinamismoeconmico agrario despus de las nuevasroturaciones: los traspasos del dominio til.Como muy bien recuerda Congost, el in-ters econmico no pareca derivar, a fina-les de siglo, del cobro de unos censos a me-nudo devaluados (salvo seguramentecuando se trataba de particin de frutos),sino del resto de los derechos que dimana-ban del dominio directo, tales como elluismo que se cobraba en los actos de tras-paso, el derecho de fadiga o de tanteo, o elquinquenio que se cobraba sobre los do-minios tiles recayentes en manos muertasen sustitucin de los luismos. Estoy total-mente de acuerdo con la autora de esta edi-cin en que este aspecto, bsicamente el delos luismos, es todava bastante descono-cido para los historiadores, en contrastecon la importancia que parecen darle, tantoTos como, en el caso del Real Patrimonio,Vicente Branchat y otros tratadistas que seocuparon del tema.

    El horizonte de la propiedad y la se-guridad empez a formar parte de los ar-gumentos ilustrados de la segunda mitad

    del siglo XVIII. El concepto de seguridad,incluso, era entendido desde la perspectivade una claridad en las normas y en losprocedimientos jurdicos al servicio de laprimera. En ese contexto, normalizar, ac-tualizar y poner al da disposiciones y pro-cedimientos, aun mantenindose dentrode los lenguajes judiciales, poda ser, comode hecho lo fue, un acto de coherencia yadecuacin con unas exigencias y unossectores sociales dinmicos. Leer el Tratadode cabrevacin de Tos no es sumergirse enun mundo feudal y en un lenguaje de com-plicados e intrincados significados. Es, porel contrario, adentrarse en un mundo decomplejas redes sociales y de intereses queestaban haciendo de la propiedad unode sus referentes fundamentales. La exce-lente, comedida y precisa introduccin deRosa Congost constituye al efecto un pla-cer suplementario pero igualmente im-prescindible.

    Carmen Garca Monerris

    Universitat de Valncia

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  • El Ayuntamiento de Gijn y el Insti-tuto Feijoo de Estudios del SigloXVIII, segn proyecto ideado y ma-terializado por Jos Miguel Caso, proyec-taron reunir en quince volmenes una edi-cin fiable, crtica, legible y definitiva encuanto pueda serlo de toda la polifacticaobra de Don Gaspar; la denominacin deObras Completas, ms que una realidaddefinitiva, expresa una aspiracin, pues re-sulta imposible asegurar que no haya algnmanuscrito indito an por descubrir; esos, constituye la versin posible y actual delestado de la investigacin sobre la materia.Los inventarios de Somoza y Artola per-mitieron cifrar la obra de Jovellanos enunos seiscientos escritos en prosa y casi uncentenar de poesas, pero falta contabilizarla Correspondencia amn de los Diarios ylos textos inditos.

    Si los ocho primeros volmenes de lasObras Completas se atienen a criterios for-males (Obra literaria, Correspondencia yDiarios), los dos que nos corresponde re-sear forman parte de los siete restantesque utilizan un criterio material. Aunque lafrontera entre escritos polticos y econmi-cos no resulte siempre ntida, existe sufi-ciente material para que los editores hayan

    sabido presentar dos volmenes de mil p-ginas cada uno sin que la divisin resulteartificiosa. Es cierto que la especializacinen economa o en poltica no era tan mar-cada como en la actualidad y que se tran-sitaba de la una a la otra (o a la de escritosjurdicos) sin las barreras de entrada queimponen hoy las diversas metodologas,pero salvados los riesgos de descontextua-lizacin de los que advierten los editoresdel Tomo X (p. XXV) no podemos pormenos de felicitarnos de la publicacin deestos tomos que incluyen diversos docu-mentos que han ido apareciendo en diver-sos archivos y que se publican ahora porprimera vez.

    El tomo de Escritos Econmicos pre-senta los escritos de Jovellanos agrupadosen funcin de su procedencia institucional.Gracias a los trabajos en diversos archivosde Madrid y Sevilla se han podido identi-ficar ciento cuarenta y cinco documentossusceptibles de ser considerados como eco-nmicos, faltando algunos por localizar, demodo que los que se editan son cientoquince. Ms de la mitad de los reunidos eneste volumen pertenecen a la seccin deAsturias y estn relacionados con la Socie-dad Econmica de Amigos del Pas, los in-

    Crtica de libros

    198 pp. 179-226 Agosto 2010 Historia Agraria, 51

    Gaspar Melchor de JovellanosObras Completas. Tomo X. Escritos EconmicosEdicin crtica, estudio preliminar, prlogo y notas de Vicente Llombart i Rosa y JoaqunOcampo Surez-Valds.

    Tomo XI. Escritos PolticosEdicin crtica, estudio preliminar, prlogo y notas de Ignacio Fernndez Sarasola.Gijn, Ayuntamiento de Gijn, Instituto Feijoo de Estudios de siglo XVIII, KRK Edicio-nes, 2008. XCVI+999 pginas y 2006, XCVIII+981 pginas.

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    formes mineros, los relativos a obras p-blicas y las contratas de madera del Princi-pado; su mbito cronolgico se extiende de1780 a 1797. Cuando Jovellanos redactabasus informes ya se conoca a Asturias comola Siberia del norte, debido a sus debili-dades institucionales pero tambin a la ca-rencia de infraestructuras que potenciabasu aislamiento. Maderas y carbones, gne-ros de escaso valor unitario, necesitabanromper los estrangulamientos del trans-porte y compensar de este modo el carc-ter crnicamente deficitario de la balanzacomercial extrarregional. Los editores in-terpretan que Jovellanos quera convertir aAsturias de Siberia del norte en la Saxo-nia espaola y para ello estara apostandopor una estrategia de crecimiento va ex-ceso de capacidad a lo Hirschman: redu-cir costes de los servicios (el 90-95% delprecio final de la hulla asturiana se impu-taba a acarreos y fletes) y atraer inversionescomo condicin previa al desarrollo (p.XL). La opinin de Jovellanos sobre la ti-tularidad de las minas, el transporte y otrosse complementa con la de los estudiosos dehistoria econmica o de la ciencia, lo quepermite percibir la coherencia de sus pro-puestas educativas o de poltica econmica(pp. XLIX-LXI).

    La etapa de Sevilla recoge los diecisisescritos de 1768 a 1778, varios ilocalizables,cuando Jovellanos, con poco ms de vein-ticuatro aos, ocupa el empleo de alcaldede crimen de la Real Audiencia de Sevilla.Los repetidos expolios e incendios de losarchivos de esta institucin han impedidoconocer expedientes y sentencias. De estaetapa se conservan varios escritos donde se

    dejan ver las enseanzas adquiridas en latertulia de Olavide y en la lectura de Can-tillon y otros tericos.

    La tercera seccin del tomo X remite ala Junta de Comercio, Moneda y Minas(1784-1796), institucin a la que haba ac-cedido en 1783 y para la que preparara almenos catorce o quince dictmenes o con-sultas. Si se excepta el Informe de la LeyAgraria, se trata de los escritos que tal vezms hayan atrado la atencin de los histo-riadores de la economa y del pensamientoeconmico para advertir filiaciones ideol-gicas muy distintas en el pensamiento delasturiano. Sin embargo, como apuntara V.Llombart, la condicin de magistrado p-blico explica el carcter inducido de mu-chos de sus dictmenes de naturalezacuasi-oficial o institucional y por tal mo-tivo, limitados tanto en los temas objeto deanlisis como en el tratamiento o forma deabordarlos (p. LXXXIV).

    Los veintitrs textos de la Sociedad Eco-nmica Matritense (1778-1795), cuartaseccin, recogen una parte de la intensa ac-tividad publicstica mantenida por Jovella-nos durante sus aos de socio y director dela Matritense, una de las etapas ms fe-cundas en la vida intelectual del asturiano,que culmina con el Informe de Ley Agraria.Junto a esta obra maestra, no cabe pasarpor alto los Apuntes para una memoria so-bre la libertad de comercio de granos (1785),el Dictamen que dio la clase de Agriculturade la Sociedad Econmica de Madrid(1786) o el Elogio de Carlos III (1788),una sntesis magistral de los eslabona-mientos entre la economa de las Luces y elprograma reformador del absolutismo

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    ilustrado (p. XCV). Finalmente una quintaseccin de Censuras, consultas y otros es-critos doctrinales incluye veintiocho re-gistros (diez de ellos sin localizar), que cu-bren una amplia etapa de 1780 a 1809, yaen Sevilla. Estamos ante la poca de su re-tiro gijons, cuando su distancia respectoa la vorgine madrilea le permite sope-sar muchas de las ideas econmicas que ve-na utilizando en informes anteriores.

    Por tanto la edicin de este tomo efec-ta la presentacin de los textos jovellanis-tas a partir de las instituciones en las queparticip manteniendo al mismo tiempocierta secuencia biogrfica, buena eleccinen pro de una sistematizacin que le da co-herencia lgica. Conviene advertir que es-tamos ante una edicin cuidadsima, can-nica sin duda, no slo por la ampliaintroduccin general sino por la que acom-paa a cada uno de los ciento cuarenta ycinco documentos, adems de las notas bi-bliogrficas que esclarecen o contextualizanel escrito, aspectos extensibles al tomo XI.Incluso en aquellos registros que estn sinlocalizar, unos treinta, las notas permiten amenudo conocer el sentido del manuscritopor las referencias de otras obras.

    Sobre Jovellanos, como sobre otros au-tores representativos, no han faltado inter-pretaciones interesadas3. Segn se indicaen el estudio preliminar si durante los aossetenta del pasado siglo, al rebufo del ma-terialismo histrico, lleg a convertirse enlugar comn identificar a los ilustradoscomo los agentes racionalizadores de las

    contradicciones del Antiguo Rgimen, dosdcadas despus sera el reduccionismo li-beral quien cuestionara su aportacindesde la vara de medir de La riqueza de lasnaciones.Y as, segn desde qu perspectivase los juzgase, bien se les converta en cm-plices de una revolucin burguesa que sedemoraba, bien en plido y mediocre re-flejo del liberalismo econmico que la es-cuela clsica condensaba (p. XXXVII ).

    Jovellanos, economista de la ilustracintarda, merece recuperarse con estos Es-critos Econmicos como ejemplo de inter-disciplinariedad y defensor de un mtodoque l consideraba alejado de sistemasparciales, proyectos quimricos, opinionesabsurdas y mximas triviales y rateras (p.XXXVIII); la economa poltica se identi-ficaba con la ciencia que ensea a gober-nar a los hombres y hacerlos felices lo quele llevaba a analizar los defectos y poten-cialidades del entorno institucional, uncampo de anlisis que cada vez se cultivams por quienes ven excesivamente frag-mentario al homo economicus.

    El historiador agrario sacar de nuevoprovecho releyendo el Informe, que en estaedicin incluye cuatro apndices. Uno deellos (Comentarios de Jovellanos a las cau-sas de la decadencia en la agricultura, 1787)es un importante documento que consti-tuye el embrin del Informe, que ampla omatiza afirmaciones del Informe. En laCarta sobre la agricultura y propiedades deAsturias, la conocida carta a Ponz, se con-densan varias de las ideas del Informe y se

    3. Vase por ejemplo la polmica que mantuvieron LLOMBART (2006) y MARTN (2006 y 2007) apropsito de las lecturas contrapuestas de Adam Smith.

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    exponen las peculiaridades del espacio as-turiano: la ausencia de la Mesta, los cerra-mientos de todas la tierras de dominio par-ticular, los arriendos indefinidos (seramirado como un tirano el dueo que sincausa justa arrojase el casero del hogar), lasventajas de la renta en especie, etc. El Dis-curso econmico sobre los medios de promo-ver la felicidad de Asturias de 1781 aportaobservaciones sobre el reparto de tierras yel uso de abonos que no son exclusivas deaquellas provincias. Por ltimo, dada la im-portancia que en la historia agraria est te-niendo el estudio de la energa, los escritossobre las cortas de maderas y, sobre todo,los relacionados con el transporte son unaoportunidad para analizar una vez ms laslimitaciones de las economas orgnicas.

    A diferencia de los Escritos Econmicos,el Tomo XI de Escritos Polticos presenta losescritos de Jovellanos siguiendo un ordencronolgico, desde 1784 al final de su vidaen 1811. El Estudio preliminar de IgnacioFernndez Sarasola se estructura en tornoa dos temas. El primero se refiere al pen-samiento poltico de Jovellanos en el sigloXVIII, donde se analiza la recepcin del ius-racionalismo que impregna la teora delEstado. Frente a la visin negativa de Hob-bes, el hombre se caracterizara por su so-ciabilidad, de modo que el pacto social se-ra a un tiempo origen de una nuevaSociedad y del Estado, pacto de donde sur-gen nuevos derechos que articulan las nue-vas relaciones. Qu se entiende por dere-chos y libertades? El asturiano se refiere aderechos y libertades cuya titularidad atri-bua al Estado, al individuo libertad, pro-piedad y seguridad y a la nacin, donde se

    fundamentaba la defensa frente a la tiranainterior o exterior. Resulta comprometidoclasificar a Jovellanos con una sola etiqueta.El editor se inclina por adscribirlo en el si-glo XVIII ms que al despotismo ilustrado ala corriente de opinin afn al equilibrioconstitucional que propona Montesquieu:Parlamento con cuerpos intermedios quetemplasen el poder regio (p. LVII).

    El segundo tema aborda el pensamientopoltico durante la guerra de la Indepen-dencia, un escenario radicalmente distintoal de finales del siglo XVIII; ahora hay agen-tes sociales nuevos que no van a sentirsesiempre identificados con el ideario polticojovellanista del reformismo templado y gra-dualista. Convertido en referente de lospatriotas despus del injusto encierro enBellver (aunque tambin lo fue inicial-mente del bando afrancesado donde esta-ban varios de sus amigos), le correspondiponer en prctica la teora de un trminotan polismico como el de soberana en unlaboratorio con nuevas instituciones Jun-tas provinciales, Junta Central y con nue-vos programas polticos como el de la con-vocatoria a Cortes. El editor documenta laopcin jovellanista de una Asamblea esta-mental que pretende imitar el bicamera-lismo ingls; su reformismo anglfilo lellev a interpretar el Decreto I de las Cor-tes mediante la distincin entre la sobera-na poltica en manos del Rey y la su-premaca que corresponda a la nacin,un desdoblamiento que no estaba en sin-tona con las aspiraciones filofrancesas delliberalismo gaditano y que tendra su in-flujo en la historia del liberalismo espaol(p. LXXXVI). La idea de reformar sin re-

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    volucin se plasmaba en la defensa de unaConstitucin histrica mientras que elemergente liberalismo espaol se basabaen el poder constituyente de la nacin: laConstitucin de 18124.

    Su concepcin elitista y la distancia cr-tica que marc con la revolucin francesahacen poco fiable la imagen de un Jovella-nos demcrata; era partidario de la libertadde imprenta pero de forma prudente, yms preocupado estaba por la instruccinpblica sin la cual no hay opinin pblica,porque la ignorancia no tiene opinin deci-dida; y los pocos que saben, bien o mal, danla suya a los que no la tienen (p. 16). El es-tudio introductorio finaliza con el plantea-miento de Jovellanos sobre el problemaamericano, en el que se advierte mayorconfluencia terica con las ideas dominan-tes en las Cortes de Cdiz.

    Un total de noventa y dos documentosestructurados en cuatro apartados se reco-gen en el tomo XI. Vienen primero los doceEscritos del XVIII donde, adems delasunto del establecimiento en Gijn de undestacamento militar, cabe destacar el Dis-curso atribuido a Jovellanos en El Censor(1784) y los Borradores de correspondenciacon Godoy sobre el medio de promover laprosperidad nacional (1796-97), dondequeda claro una vez ms el gradualismo jo-vellanista, en este caso aplicado a la polticaeconmica en la que destaca la ilustracincomo primera causa de la prosperidad (p.51). La segunda parte, muy breve, recogecinco textos de la etapa de Persecucin y

    Encierro. La tercera parte, una de las msamplias, ocupa doscientas setenta pginasy es la relativa a la Junta Central desde elotoo de 1808 hasta fines de enero de1810. Se trata de sesenta y tres textos, delos que treinta y ocho se publican por pri-mera vez, y pueden dividirse de modo muyaproximado en dos apartados: los relativosa la dinmica de la guerra y los ms polti-cos en torno a la formacin del Consejo deRegencia, Convocatoria de Cortes, etc. En-tre los primeros estn las proclamas pa-triticas o las exposiciones sobre la situa-cin blica que por primera vez se editan yque aportan observaciones valiosas sobre elreclutamiento y el mando de los ejrcitos.

    Finalmente, doce documentos integranla cuarta parte titulada Los ltimos aos,en realidad del 31 de enero de 1810 hastala edicin en 1811 de la Memoria en de-fensa de la Junta Central, el ltimo de losdocumentos que con sus veintisis apndi-ces uno de ellos el interesante Resumen delos servicios y persecuciones del autor ocupagran parte del tomo. Es decir, los Escritospolticos recogen en buena medida las re-flexiones del autor en el ocaso de su vida,cuando su nombramiento por la Junta deAsturias le llev a la Suprema y tuvo que te-orizar sobre el proceso de reformas que seinici con la vacancia del trono en una co-yuntura que poco tena que ver con la deldespotismo ilustrado. Un apndice final,Fragmentos polticos de textos de Jovella-nos, extracta partes de otros documentoseditados o por editar en las Obras Comple-

    4. El editor Fernndez Sarasola es director cientfico del muy interesante portal temtico sobre laConstitucin de 1812, http://www.cervantesvirtual.com/portal/1812.

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    tas para aproximarse a las ideas polticasdispersas en la Correspondencia, Diarios uotro tipo de textos. Se ofrece al final la cui-dada Cronologa de febrero de 1808 a sep-tiembre de 1810, cuando se concentra laetapa de mayor actividad poltica de Jove-llanos y se expresa el grueso de su teorapoltico-constitucional, cuyos textos se se-alan junto con los hechos polticos o mi-litares (pp. 941-957). Tanto en este tomocomo en el anterior se ha precisado mejorla datacin de determinados escritos, tareanada fcil que ha obligado a diversas inda-gaciones archivsticas. Igualmente, la edi-cin de estos tomos (que permite por finagrupar publicaciones muy dispersas) in-cluye unas magnficas reproducciones delminas, portadas de publicaciones o demanuscritos que hacen amena la lectura.Un cuidado ndice onomstico cierra laedicin de ambos volmenes.

    Los escritos de Jovellanos pertenecen auna etapa donde convivan en el mismoedificio economa y poltica sin el recelo ac-tual de la especializacin que las ha con-vertido en disciplinas no siempre bien ave-

    nidas. La consulta de estos tomos consti-tuye una invitacin a romper esas fronterasdesde el punto de unin que constituyenlos temas institucionales. Pocas dudas ca-ben de que, cuando se cumplan en no-viembre de 2011 los dos siglos de la muertede Jovellanos, el mejor homenaje que puedetributrsele es el de la edicin de estasObras Completas.

    Ricardo Robledo

    Universidad de Salamanca

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    203

    Alan L. Olmstead y Paul W. RhodeCreating Abundance. Biological Innovation and AmericanAgricultural DevelopmentNew York, Cambridge University Press, 2008, 467 pginas.

    Desde finales de la dcada de 1980,la Economa y la Historia Eco-nmica han ido ampliando suagenda de investigaciones en nuevas direc-ciones, que, a su vez, han dado lugar a nue-vas interpretaciones de las caractersticas y

    limitaciones del crecimiento econmicocontemporneo. Entre los nuevos enfoquesocupan un lugar destacado las investiga-ciones que toman en consideracin lasinteracciones entre actividad econmica ymarco ambiental, ya sea tratando esta va-

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    riable como un factor condicionante delcambio tecnolgico y del desarrollo eco-nmico general, o como una variable de-pendiente especialmente relevante, por lasconsecuencias que han tenido y puedentener sus alteraciones en la sostenibilidadde aquellos procesos. En este contexto, sinembargo, las investigaciones han avanzadode forma significativa en torno a variablescomo los flujos de energa y materiales, o enlo que se denomina metabolismo social,pero muy poco todava en el mbito de lasbases biolgicas en las que se asienta la ac-tividad econmica, a excepcin, en todocaso, de los aspectos ms directamente re-lacionados con el bienestar fsico de la po-blacin. Esta limitacin es especialmenterelevante en lo que respecta a la historia delsector agroalimentario, cuya caractersticadistintiva, en relacin con el resto de acti-vidades econmicas, reside precisamenteen que la gestin de los procesos de pro-duccin, distribucin y consumo est nti-mamente conectada con diversos ciclosbiolgicos, desde los que se manifiestan enla creacin de nuevas variedades de plantasy animales y en su aprovechamiento, hastalos ms relacionados con los microorga-nismos que condicionan el carcter pere-cedero de las producciones agrarias y losalimentos finalmente obtenidos.

    El libro de Olmstead y Rhode es, poreste motivo, especialmente relevante y de-bera marcar un cambio significativo en losestudios de historia agraria y en nuestras in-terpretaciones generales de historia econ-mica. Que un tema como el que se abordahaya surgido en Estados Unidos no debe-ra extraar porque, como nos recuerdan

    sus autores y antes que ellos Kloppenburg(1988), la bsqueda de nuevas variedadesde plantas y animales, su aclimatacin ymejora, ocuparon un lugar destacado en laformacin de aquella nacin tras la inde-pendencia en 1776, as como en el poste-rior desarrollo de las polticas econmicasde sus sucesivos gobiernos, por lo que losinvestigadores en la historia agraria deaquel pas disponen de unas bases docu-mentales sobre innovaciones biolgicasparticularmente ricas. En este libro los au-tores recogen de hecho los resultados deuna larga labor de investigacin, que hanido dando a conocer en revistas especiali-zadas y en otras publicaciones, pero quetambin es deudora de un entorno intelec-tual muy propicio, al ser la evolucin de lasbases biolgicas de la actividad agraria enaquel pas un campo de investigacin muyconsolidado y en el que participan espe-cialistas de diferentes disciplinas.

    Pero el texto de Olmstead y Rhode noes una aportacin ms de una larga y fruc-tfera tradicin investigadora, propia yajena. Si Kloppenburg dio un salto de ca-lidad en la historiografa, proponiendo unanueva sntesis interpretativa de la historiaagraria de Estados Unidos durante los si-glos XIX y XX, integrando y relacionando losaspectos sociales, institucionales y tecno-biolgicos de su evolucin, el libro deOlmstead y Rhode representa un salto deprimer orden en el mbito de la historiaeconmica, por cuanto, ya desde sus pri-meras pginas, muestra los puntos dbilesde dos planteamientos tericos sobre losque todava se sustentan gran parte de lasinterpretaciones sobre la evolucin del sec-

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    tor agrario en los pases desarrollados (Fe-derico, 2005). El primero de estos plante-amientos es la conocida teora de la inno-vacin inducida (Hayami y Ruttan, 1985),que asocia el cambio tcnico con la escasezrelativa de uno u otro de los factores pro-ductivos implicados en la actividad econ-mica y, en consecuencia, con sus precios re-lativos. El segundo planteamiento se basaen el supuesto de que las innovacionesagrarias pueden diferenciarse en ahorra-doras de tierra o de trabajo, y que su espe-cificidad, en una u otra direccin, se refle-jar en la evolucin de los rendimientospor unidad de superficie y en la producti-vidad del trabajo agrario. En el caso de Es-tados Unidos, la conjuncin de ambosplanteamientos habra propiciado, segnOlmstead y Rhode, unas interpretacionesde la evolucin de la agricultura entre el si-glo XIX y mediados del XX que no se co-rresponden con la realidad, al dejar de ladoel aspecto ms distintivo de los procesosagrarios de produccin: su dependenciacon respecto a los ciclos biolgicos. En estepas, segn se sostiene todava en las pro-puestas acadmicas dominantes en Eco-noma e Historia Econmica, la escasez re-lativa del factor trabajo habra priorizadoms la mecanizacin en las operaciones decultivo que las innovaciones biolgicas, conla incorporacin de nuevas mquinas yutensilios de trabajo, por lo que, prctica-mente durante todo el siglo XIX y el primertercio del XX, es decir, antes de que la hi-bridacin del maz y la mal llamada revo-lucin verde, acabaran alterando las posi-bilidades del cambio tcnico en el sector,mientras los rendimientos por unidad de

    superficie se habran mantenido estanca-dos, la productividad del trabajo habratendido a aumentar.

    En contraposicin a estos planteamien-tos, los autores muestran claramente, a par-tir de estimaciones propias sobre precios dela tierra, maquinaria y fuerza de trabajo,que durante los ltimos ciento cincuentaaos la escasez relativa de estos inputs evo-lucion de forma contraria a lo que sera deesperar, si se aceptan los postulados de lateora de la innovacin inducida. Mues-tran que la relacin tierra/trabajo habraaumentado sobre todo en las zonas cerea-lcolas del Medio Oeste y las Grandes Lla-nuras, pero no en el 50% restante, donde seconstatan unas tendencias similares a lasque se atribuyen generalmente a Japn. Ymuestran, en los once captulos que siguenal captulo introductorio y a partir de unanlisis pormenorizado de una amplia basedocumental, el papel estratgico que tu-vieron las innovaciones biolgicas en laevolucin de los cultivos del trigo, el maz,el algodn y el tabaco, as como en las ac-tividades ganaderas orientadas a la pro-duccin de alimentos y fuerza motriz.

    Los autores centran su atencin en lasinnovaciones relacionadas con la seleccin,cruzamiento y cuidado de plantas y ani-males, as como en las ms relacionadascon la lucha contra las plagas y las enfer-medades que amenazaban las produccio-nes agrarias, y analizando sus orgenes, di-fusin e impacto, sacan a la luz aspectos delsector agrario de Estados Unidos escasa-mente conocidos o poco valorados en la li-teratura econmica. A lo largo de estas p-ginas observamos las mltiples iniciativas

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    de innovacin que desarrollaron agriculto-res, comerciantes y tcnicos agrarios, ascomo un amplio abanico de institucionespblicas creadas con la misma finalidad.Sin estas iniciativas e innovaciones la evo-lucin del sector agrario de aquel pas ha-bra sido muy distinta de la que fue. Estasinnovaciones permitieron que los cultivosdel trigo y el maz se expandieran hacianuevas zonas de secano, con condicionesms extremas, del oeste y el norte del pas,y que este desplazamiento de la fronteraagraria fuera en gran parte el que propiciel espectacular aumento de sus produccio-nes y exportaciones. En el caso del trigo, es-tas innovaciones posibilitaron que los ren-dimientos por unidad de superficie semantuvieran estables, a pesar de las condi-ciones ambientales de aquellas zonas y laincidencia de nuevas plagas y enfermeda-des. Ms en general, sin aquellas innova-ciones los rendimientos agrarios y ganade-ros se habran reducido de formasubstancial, aunque los autores slo cuan-tifican este descenso para el cultivo tri-guero. Analizando el cultivo del algodn,por poner otro ejemplo de sus numerosasaportaciones, Olsmtead y Rhode explicancmo surgieron las nuevas variedades detierras altas, que acabaron dominando laproduccin y el comercio mundial de aque-lla primera materia, y que estas innovacio-nes fueron decisivas en el aumento de laproductividad del trabajo en el sector. Ana-lizando el caso de California, los autoresproponen nuevas evidencias que contradi-cen de nuevo los postulados bsicos de lateora de la innovacin inducida. En aque-lla regin, aunque los salarios eran de los

    ms elevados del pas, una gran parte de lasinversiones que se realizaron en el sectoreran intensivas en trabajo y ahorradoras detierra.

    En resumen, y como ya han recomen-dado autores cuyas reseas recomiendo,especialmente la de J. Atack, P. Coclanis yG. Grantham (2009), el texto de Olms-tead y Rhode debe ser tomado en muchaconsideracin, porque, junto a las ricas ynuevas aportaciones sobre la historia agra-ria de Estados Unidos, abre un amplio aba-nico de nuevas lneas de investigacin quesera preciso asumir, por los nuevos y esti-mulantes interrogantes que suscita su lec-tura. El texto de Olmstead y Rhode no esel primero, y no ser el ultimo, que cues-tiona los planteamientos en que se basa lateora de la innovacin inducida y la dife-renciacin de las innovaciones tecnolgicassegn el factor de produccin que ahorran.La novedad es que cuestionan aquellosplanteamientos tras considerar la inciden-cia de los ciclos biolgicos en la actividadeconmica y su gestin por parte de la so-ciedad, por lo que el anlisis enriquece deforma substancial la lnea de investigacio-nes que inici hace aos N. Rosenberg(1982), y ayuda a entender mejor los con-tenidos de esa caja negra que define losprocesos de produccin.

    Josep Pujol Andreu

    Universitat Autnoma de Barcelona

    REFERENCIAS

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    Las series estadsticas y los estudioshistricos revelan la posibilidad dedistinguir, a grandes rasgos, dosgrandes perodos en la trayectoria econ-mica de la Argentina contempornea: unprimero de desarrollo econmico intenso yrpido a partir de mediados del siglo XIX,fundado sobre todo en el crecimiento de laproduccin y las exportaciones agropecua-rias, que situ al pas entre los diez msricos del mundo a la altura de 1930; y unsegundo perodo de crecimiento relativa-mente ms dbil, acompaado de una ma-yor inestabilidad en el conjunto de la eco-noma y en los diferentes sectores, desde la

    dcada de 1930 hasta nuestros das. Laagricultura, y ms especficamente la de laPampa, aparece a priori como una activi-dad clave para entender tanto el xito ini-cial de la economa argentina como, aun-que en menor medida, las dificultades defechas posteriores. Por ello la historia agra-ria ha adquirido en este pas un papel cen-tral en la historiografa social y econmica.Pese al olmpico desdn con que es a me-nudo tratada la historia por los economis-tas, no hay duda de que de los relatos so-bre el pasado, de lo que cuentan y de lo queomiten, de las relaciones causales que es-tablecen y de las que desechan, parten ex-

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    plcita o implcitamente tanto quienes pre-tenden dar cuenta de los procesos de cam-bio estructural y de crecimiento, comoquienes disean las polticas econmicas.

    Revisar muchos de los lugares comuneshegemnicos en el imaginario poltico ar-gentino sobre el sector agropecuario cons-tituye el objetivo ltimo de esta ambiciosaobra que reseamos, de la