La alcazaba-70

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Revista La Alcazaba 1

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Os dejo de nuevo, la revista LA ALCAZABA, En ella colaboran: Nicolás del Hierro, Enrique Gracia Trinidad, Ramiro Lagos, Winston Morales, Alfredo Pastor Ugena, Manuel López Espino. Isidoro A. Gómez Montenegro, Almudena Mestre, J. Carlos Gresy, Rocío Campos Maldonado, María Fraile Yunta, Washington Daniel Gorosito Pérez, Carlos Villarubia, Luis M. Moll, José María García García, Teresa Palomino Palomino y Jesús Cañas "El Fotero".

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Pág.: 4 ENTORNO A MACHADO Y A LEONOR RUIZ.

Pág.: 8 ARABISTAS EN COLOMBIA.

Pág.: 10 UNA IMAGEN UN POEMA.

Pág.: 11 POESÍA LA MAS PEQUEÑA Y GRANDE DE LAS ARTES.

Pág.: 14 FICCION Y REALIDAD EN EL POEAMRIO GRITO....

Pág.: 17 ARQUITECTURA Y MEMORIA PLAZAS DE LA CONCORDIA.

Pág.: 26 MIGUEL BARROSO.

Pág.: 32 EL HAEIKU LATINOAMERICANO DE MARIO BENEDETTI.

Pág.: 36 A MI MANERA.

Pág.: 42 LA CULTURA Y SU VALOR EN IBEROAMÉRICA.

Pág.: 50 UN LIBRO.

Pág.: 52 GORAFE, DESDE LA VERTICALIDAD DE SUS ALGARVES.

Pág.: 62 O LANCEIRO NEGRO (EN PORTUGUÉS)

Pág.: 66 JOSE MARÍA MORELOS.

Pág.: 70 LA POESÍA NITIDA DE WINSTON MORALES.

Pág.: 74 LA ANOREXIA.

Pág.: 78 PUBLICIDAD.

SUMARIO

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Revista La Alcazaba

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DIRECCIÓN:

ALFREDO PASTOR UGENA

LUIS MANUEL MOLL JUAN

EDITA:

EL MENTIDERO LITERARIO

ISSN 2173-2184 MADRID

Depósito Legal M-4639-2007

WEB:

http://www.laalcazaba.org

EMAIL:

[email protected]

TELF.: (+34) 605434707

FACEBOOK:

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DIRECCIÓN POSTAL

Revista LA ALCAZABA

Av. De Elda, 75, 3º C

03610 Petrer (Alicante) España

Créditos

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Revista La Alcazaba

4

Soñé que tú me llevabasSoñé que tú me llevabas

por una blanca vereda,por una blanca vereda,

en medio del campo verde,en medio del campo verde,

hacia el azul de las sierras,hacia el azul de las sierras,

hacia los montes azules,hacia los montes azules,

una mañana serenauna mañana serena.

Nicolás del Hierro

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F ue en los comienzos de 1906

cuando el poeta andaluz, ya ele-

vado su nombre en aras del ver-

so, decide preparar oposiciones a Cátedra de

Instituto de Segunda Enseñanza, en la asig-

natura de francés. Pero al llegar el verano, el

tribunal aplaza el ejercicio de la convocato-

ria y no sería hasta mayo del año siguiente

(1907) cuando el poeta se examina y logra

plaza en el Instituto soriano. Conseguida és-

ta, don Antonio Machado llega a Soria el 4

de mayo y toma po-

sesión de su Cátedra.

Pero dado lo avanza-

do del curso y cons-

ciente de que él no

había podido expli-

car previamente su

asignatura, renuncia

a examinar al alum-

nado, permanecien-

do en la capital so-

riana apenas dos o

tres días más, para

regresar de nuevo a

Madrid, hasta el co-

mienzo del nuevo

curso: 1907/ 1908.

De regreso a So-

ria se hospedó en una pensión o casa de

huéspedes sita en la calle de los Estudios, de

escasos pupilos y casi todos ellos estables,

alguno de los cuales con cierto nivel cultural

en la elite provinciana, pero poco versados

en el mundillo poético del que venía el re-

cién llegado profesor; ambiente que favore-

cería más aún su introvertido carácter, y que

le valdría al poeta para pasear en solitario y

conocer los entresijos líricos de una ciudad

y unos campos que se crecerían en su inmor-

talidad lírica sobre páginas de futuros libros,

principalmente en Campos de Castilla. Esta

paseante o paseadora soledad soriana abun-

daría en el poeta aquel su primer curso de

profesorado. Sería el tiempo en que nos con-

fiesa que

“Converso con el hombre que siempre va

conmigo

-quien habla solo, espera hablar a Dios un

día-;

mi soliloquio es plática con este buen

amigo

que me enseñó el secre-

to de la filantropía”.

¿Por qué no pensar que

ese dios filantrópico,

buscado a través del

poeta, y con el que el

hombre quiere hablar,

le llegó al profesor en

figura femenina durante

el curso siguiente y con

él la ilusión de los días?

El corazón y el estado

anímico del hombre

cambiarían inesperada-

mente. Allí, en la mis-

ma casa y pensión de la

calle de los Estudios, le

asaltaría el sorprenden-

te hallazgo del amor. No se habían conocido

antes, porque la chiquilla estaba viviendo

con unos familiares en la pequeña villa de

Almenar. Aquella criatura, casi una niña, era

hija de la dueña de la pensión y se llamaba

Leonor Izquierdo Cuevas. Sus quince años,

ojos azules y rubios cabellos, la suave belle-

za de su rostro y formas corporales enamo-

ran al hombre maduro que ya era Antonio

Machado.

En los últimos días del mes de julio de

1909, cuando contraen matrimonio en la

iglesia de Santa María la Menor, Leonor

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acababa de cumplir 16 años y Antonio se

aproxima a los 34. Unos meses atrás, apenas

conocerse, y despierto en el poeta el senti-

miento de enamorado, acoplaría en un más

extenso poema, a modo de seguidilla o can-

tares de “soleá”, aquel conocido terceto, que

dice:

“Y la niña que yo quiero,

¡ay!, preferirá casarse

con un mocito barbero”.

Versos sobre los que Leonor, ya con más

confianza, y tras su matrimonio, se asegura

textualmente que le dijera: “Yo me enfadé

mucho cuando los escribiste, porque tú sa-

bías que no era verdad”. Su proyectado viaje

en “luna de miel” a Barcelona, donde se ha-

llaba Manuel, se ve truncado al llegar a Za-

ragoza. Aquí se enteran de que las comuni-

caciones con la capital catalana están corta-

das por causa de la revolución en la llamada

Semana Sangrienta. Desde la capital maña

pondrían rumbo a Pam-

plona y desde allí a Irún

y Fuenterravía, junto al

Cantábrico mar.

Son estas fechas de

felices horas entre la pa-

reja. Disfrutan de los

ambientes y de los pai-

sajes que les rodean, de

sus contactos con fami-

liares y amigos. Antes

de iniciarse el siguiente

curso, pasan un tiempo

en Madrid, donde Anto-

nio acude a tertulias con

escritores y poetas, pre-

sentando a su joven es-

posa y dando a conocer sus nuevos y caste-

llanos versos. Regresan a Soria al comenzar

el nuevo curso, que aquel año, por afecto y

efecto con la festividad de San Saturio, no

se inicia hasta el 7 de octubre.

El matrimonio vive ahora en la Plaza de

Teatinos, llenando su vida de proyectos: An-

tonio escribe poemas para el libro que ha-

bría de ser Campos de Castilla, y Leonor

acaricia la ilusión de un largo viaje a París,

del que su esposo le hablaba con tanto entu-

siasmo. El proyecto parisino se ve cumplido

cuando Antonio le confirma que le ha sido

concedida una beca por la Junta de Amplia-

ción de Estudios y que, sumado al sueldo,

les permitirá pasar una temporada con cierto

desahogo en la capital francesa.

Instalados en un pequeño hotel de la rue

Perronet, la joven pareja, abiertos los ojos

de Leonor al recién descubierto embrujo de

París, recorre los culturales y artísticos luga-

res que ya conociera Antonio de viajes ante-

riores, sin que falte algún bohemio café para

que el escritor presente a su joven esposa a

conocidos poetas.

Corría a la sazón el año

1911 y, con la Fiesta Na-

cional Francesa, el 14 de

julio, París es un desborde

de entusiasmo y celebra-

ciones. Pero para Antonio

y Leonor resulta diferente,

porque el pañuelo de ésta

aparece todo manchado de

sangre tras acercárselo a

los labios, en actitud de

higiene y tras un golpe de

tos. Imposible les resultó

aquel día hallar en París un

médico particular, pues

disfrutan en el campo o

pequeños pueblos la alegría de su Fiesta. El

matrimonio, que naciera con un sencillo en-

cuentro romántico dos años antes, adquiere

con esta inesperada imagen roja todo el co-

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lorido del romanticismo en uso y de la épo-

ca. Podría pensarse que la vida les estaba

ofreciendo previamente un sueño demasiado

hermoso, que trunca la sangre. La ciencia no

le aportaría muchas esperanzas.

Casi dos meses después, en septiembre,

por indicación médica, tras una breve escala

en Madrid, la pareja regresa a Soria, cuyo

fresco clima parece obrar en pro de la salud.

Antonio le habla a la joven de cosas ama-

bles, y no duda en buscar para ella la quie-

tud que los médicos le han recomendado. El

poeta hace construir un cochecito que él

mismo empuja por las calles

sorianas en busca de solanas

invernales. Pero sería un espe-

jismo, pues diciembre le apor-

ta una fuerte recaída. Es un

tiempo donde Antonio parece

olvidarse de sus versos y su

Cátedra; está entregado plena-

mente al mimo y cuidado de la

esposa, que nunca dejaría de

ser una enferma modelo.

Anímicamente se sabía hundi-

do, pero no lo demuestra ante

la mujer. Momentos hay en

los que desearía morir con

ella. Hay constancia de que

posa sus labios en los de Leo-

nor, pretendiendo el contagio.

Mil novecientos doce se

abría al calendario, y no es el

invierno el tiempo menos ma-

lo para quien sufre los emba-

tes de la tuberculosis. Son es-

tos meses iniciales arca de do-

lor, pero también de esperan-

zas. Habría de llegar el calor

del verano, y con él aquel pri-

mero de agosto que la agoni-

zante vida de Leonor se hicie-

ra tránsito sobre el cuerpo de la niña-mujer,

que apenas tres años vivió en su matrimonio

y que sólo meses antes disfrutara con el poe-

ta la salida triunfal de Campos de Castilla,

sin duda cuando había en el escritor un me-

nor deseo de su triunfo literario, cuando me-

nos disfrutar podía de los elogios de Una-

muno, de Azorín y de Ortega y Gasset, de

los honrosos comentarios en A B C, en La

Nación de Buenos o Los Lunes de El Impar-

cial. Leonor se iba, Leonor se fue. Con su

enfermedad y su muerte, el poeta había pa-

gado el triunfo de los buenos y de los elegi-

dos; el de los nobles, lo pagaría después.

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L a primavera árabe y el trasluz de

la egipcia abanderada, poemario

de mi pluma errante, publicado

recientemente en España, logra cierta rele-

vancia de historiosidad literaria al ser prolo-

gado en verso con el título de “La primave-

ra árabe en la historia”. El prologuista es

el poeta chileno Sergio Macías Brevis, reco-

nocido escritor arabista, quien, a la vez, es

autor de una importante obra de investiga-

ción literaria titulada “Influencia árabe en la

literatura iberoamericana”, publicada por la

Universidad Internacional de Andalucía. En

esta obra, en lo que respecta a Colombia, se

da un listado de escritores, que podríamos

clasificar de arabistas temáticos y arabistas

ancestrales. Entre los primeros se destacan

García Márquez, Alvaro Mutis y Fanny Bui-

trago. Ellos caracterizan en sus novela a

ciertos nombres de origen sirio-libanés, lla-

mados en Colombia erróneamente “turcos”.

Noto que en listado de Sergio Macías no se

cita como orientalista al gran poeta colom-

Ramiro Lagos

Fanny Buitrago

García Márquez

Álvaro Mutis

Sergio Macías Brevis

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biano Guillermo Valencia, habiendo escrito,

como tema arabista, el poema parnasiano de

“Los camellos”, tan repetidamente declama-

do. Dentro de los famosos poetas, se incluye

sin embargo a Eduardo Carranza, por un

poema inspirado en Granada y su Alham-

bra. Noto también en la obra de Macías, que

los escritores arabistas más conocidos son

los descendientes del tronco sirio-

libanés ,siendo el más reconocido en Espa-

ña, el poeta Giovanni Quessep, del cual su

poema “Metamorfosis del Jardín” fue divul-

gado ampliamente por el Círculo de Lecto-

res de Madrid en 2008. Inspirado desde su

infancia en “Las mil y una noches” y luego

en “El collar de la paloma” de Al-Mu Ta-

mid, su obra ha superado la merecida ponde-

ración. Desde luego el tema arabista se ex-

tiende a otros escritores colombianos, de los

cuales, Sergio Macías, cita cinco nombres:

Raúl Gómez Jattín , Luis Fayad, Jorge Gar-

cia Usta, Juan Gossain y Hector Abad. El

primero, Jattin. como poeta, ha divagado

notoriamente por el tema orientalista y cito

por ejemplo el poema a “La abuela orien-

tal”. Con referencia a Luis Fayad, residente

ahora en Alemania, es bien sabido que in-

corpora en sus novelas a personajes de la

diáspora oriental. De García Usta se desta-

can sus relatos y poemas de la inmigración

sirio- libanesa cuyo éxodo alcanzó desde

1880 a 1930 una cifra, según Macías, de

unos ocho mil árabes . Sin duda de aquella

avalancha de “turcos”, proceden los ances-

tros del conocido periodista y escritor Juan

Gossain, autor novelesco de “La balada de

María Abdala”. cuyo relato poético ponde-

ra, en honor al mérito, el ya citado escritor

chileno Sergio Macías. Finalmente cierro

esta reseña destacando muy en alto el nom-

bre de Hector Abad , quien inspirándose en

las fantasías

de “Las Mil y

una noches”.

nos presenta

tambien fan-

tásticamente a

la bella Susana

de su novela,

que no es nada

menos que la

reencarnación

literaria de Shere-

zade, la famosa

narradora de cuen-

tos orientales.

Al-Mu Tamid. (Beja, Portugal, 1040 – Agmat, Marruecos,

1095). Reytaifa de Sevilla (1069–1090)

Guillermo Valencia. (Popayán, Colombia, 20 de octu-

bre de 1873 - Popayán, Colombia, 8 de julio de 1943) Fue

pionero del Modernismo en Colombia.

Giovanni Quessep.

(San Onofre, 31 de

diciembre de 1939)

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PALABRA EN LA REALIDAD.-

Cuando el pasado se muestra, se

hace presente, tras el éxodo

del hombre viajero de velas encendidas

encrucijada de caminos, en ruta sin nombre,

en los claros del bosque te encontré,

como cuadros infinitos de Duchamp Marcel

en el interior del pozo te busco

se vacía junto al brocal

por dentro, lleno de agua

como anfibio de sangre helada

te muestras estéril, sin dar fruto,

tu corazón simula una roca de piedra.

Foto Jesús Cañas “El Fotero”

Poema: Aurora Gómez Blázquez

UNA IMAGEN, UN POEMA

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Enrique Gracia Trinidad

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L a poesía es la más excelsa de todas las

artes.

No se me enfaden los practicantes o

amantes de las otras artes. Cada cual tiene su mérito

y su grandeza. La música siempre será la más uni-

versal, la que trasciende los lenguajes para ser un

lenguaje de todos; también, por lo general, la mejor

pagada y la más seguida en cualquiera de sus for-

mas. La pintura se distingue por el reconocimiento

general, el valor astronómico de algunas obras y sus

múltiples variedades y aprovechamientos. La arqui-

tectura une la belleza a lo práctico y siempre está

presente en nuestra vida aunque no la veamos. No

digamos de la ópera, que el propio Wagner definió

como "gesamtkunstwerk" (obra de arte total) por

incluir música, teatro y artes visuales.

Seríamos torpes e injustos si nos olvidásemos de

la grandeza de la escultura, de la danza, de la litera-

tura, más allá de la poesía, del teatro, del cine, de la

fotografía. Aún podríamos seguir con la importan-

cia de algunas independientes o derivadas de las ya

dichas, sean antiguas o modernas, como la orfebre-

ría, la publicidad, el cómic, la gastronomía, la per-

fumería, la moda, la decoración... Añada cada cual

las artesanías de su preferencia, vinculadas todas a

lo que entendemos como arte en mayor o menor

medida.

Pero la poesía es otra cosa, juega en otra divi-

sión. Posiblemente sea de las más humildes, de las

peor pagadas, de las más despreciadas por la socie-

dad actual, práctica, economicista y más devota del

precio que del valor. Eso, por cierto, le da muchas

veces una pátina de autenticidad que la toxicidad

del dinero no consigue envenenar.

Por un lado, la poesía utiliza el lenguaje, la he-

rramienta más sublime que el hombre ha consegui-

do desarrollar, la que nos llevó sin duda del primiti-

vo homínido al ser humano actual, dicho sea sin en-

trar en valoraciones de lo que supone o no progreso,

que esa es harina de otro costal.

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Por otro lado, cuando vemos un cuadro hermoso

o un edificio llamativo, cuando nos entusiasman

unos acordes o una danza o, simplemente si obser-

vamos una puesta de sol espectacular, solemos de-

cir que es "pura poesía"; lo que nos lleva a utilizar

el término poético como sinónimo de lo mejor, de

lo más bello, de lo más emocionante. No es en

vano. La poesía, con una simple palabra, con nada

más que un conjunto de vocablos, con un silencio

incluso, puede hacernos llorar, reír, estremecernos,

plantearnos nuestra vida, dejarnos absortos, gol-

pearnos con una intensidad difícil de expresar.

Estas reacciones que todo arte nos proporciona

en ocasiones, es la sustancia misma de la poesía, su

pura esencia, su razón de ser.

Podrá aducirse que arrimo el ascua a mi sardina

y es cierto, y podrá cada cual defender la expresión

artística de la que se sienta más cerca, pero coinci-

dirán conmigo en que cuando un pintor pinta una

casa, esa es la casa; cuando un arquitecto la diseña,

esa es la casa, cuando en un escenario se muestra

una casa, esa es la casa; pero cuando un poeta dice

la palabra "casa", aparecen todas las casas de los

lectores, de los que escuchan; es la multiplicidad

absoluta, el temblor de todos los recuerdos del

mundo, la ilusión o el temor de cualquiera, las infi-

nitas sensaciones que una simple palabra puede lle-

gar a provocar en todos y cada uno de los seres hu-

manos. En ese aspecto se hermana sin duda con la

música, aunque la abstracción lleve por distintos

caminos que la simple palabra.

Esa es la grandeza de la poesía y también su ser-

vidumbre porque obliga a los lectores y oyentes a

un esfuerzo por sintonizar con el poeta desde sus

propias emociones. Y ya sabemos el miedo que eso

provoca.

La poesía, tan mínima, tan humilde, tan denosta-

da, no es solo para hablar de grandes asuntos sino

para convertir en grande cualquier asunto: un des-

tino que sin duda los dioses no perdonan.

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Almudena Mestre Izquierdo

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D entro del poemario “Grito” de

Domingo Acosta (Ed. Nace,

2015) descubrimos un susurro

que eleva los cuatro elementos básicos de la

Naturaleza (agua, aire, fuego y tierra) para

explicar la quintaesencia del hombre en don-

de los 73 poemas inmersos en el libro sur-

gen como una lanza que despunta en cada

uno de ellos. La verticalidad abre cada poe-

ma, le

da libertad y a la vez armonía;

la palabra inicial que comienza cada uno de

ellos en letras mayúsculas incita a una ac-

ción expresada como forma verbal

(infinitivo, presente, imperativo) o a una ne-

gación (no, nada) e incluso a una interroga-

ción.

El deseo, el tiempo, el sueño y su propio

yo se deslizan por los interiores del alma del

poeta; le envuelven en un halo de misterio

donde la palabra se funde en una sola reve-

lación del ser humano. “Grito” es un camino

hacia el interior de la persona, un viaje sin

fin en el que el tránsito es duro pero merece

la pena porque el alma habla y siente, se su-

merge, desaparece y vuelve a aparecer de las

tinieblas para ver de nuevo la Luz.

En los poemas de Domingo Acosta perci-

bimos el símbolo, la imagen, la metáfora

donde aparece un complejo mundo de abs-

tracciones a través de las coordenadas espa-

cio-temporales que marcan el ritmo de cada

poema. Es un grito de fe y esperanza a tra-

vés de la palabra que surge del abismo, un

canto de libertad y de unión con el Otro en

donde uno mismo encuentra la propia sole-

dad del hombre frente al mundo.

El tiempo teje la telaraña existencial del

ser humano, le encuadra en un momento,

para ser consciente de su propia existencia,

de su vida; dentro del hombre late su cora-

zón en medio de la nada. La alusión desde

un principio a la Naturaleza a través del

mundo onírico le sitúa al poeta en medio de

la realidad y la ficción a las que llega

vagando por una trascendencia; de

este modo se percibe vivacidad, mo-

vimiento y cierto interés estético y

artístico. Según Gérard Genette, “lo

que confiere a una obra de arte, es la

sensación, fundada o no, de que dicho obje-

to ha sido producido con una intención esté-

tica”. Por tanto, podemos decir que en los

poemas de Domingo Acosta, existen una

atención y una apreciación estéticas por un

lado y por otro, una intencionalidad artística

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a través de la conexión del autor

con la naturaleza, la realidad y

el mundo que él percibe.

El carácter ficcional del len-

guaje de cada poema nos acerca

a la realidad de un “yo” que gri-

ta y sucumbe en un sueño; la

sensación y la percepción del

propio mundo de Domingo le

sumergen en un círculo onírico,

donde el ensueño es pura mezcla

de ficción y realidad. Es un esta-

do del Alma, donde el tiempo se

pierde, se diluye, se esfuma, se

evapora como la niebla en in-

vierno.

Las sensaciones del autor

frente al mundo pueden ser alte-

radas con un esfuerzo volitivo,

y, para ello, cambia la oscuridad

de su realidad por la luz en su

sueño; el existencialismo del

poeta sobresale por su insulari-

dad física, poética, humana don-

de a veces se siente atado e im-

potente ante la realidad que se

vierte a él; incapaz de compren-

der la miseria humana y de asi-

milarla se sumerge en la palabra,

se tapa y se esconde; su grito es

un canto a la vida, al hombre, al mundo y la

verdad. La estética se abre paso, irrumpe el

camino lento y pausado del peregrino hacia

la meta donde el día y la noche están presen-

tes. Un tiempo acompasado al latir del cora-

zón, exaltado a veces donde el grito es su

máxima expresión y la calma, su consecuen-

cia.

Acosta accede a través de sus poemas a

una realidad que se le presenta pero sin em-

bargo, su percepción muchas veces le enga-

ña por permanecer en una realidad de di-

mensión onírica en la cual como diría

Sigmund Freud, el deseo aparece disfrazado

en el aspecto manifiesto del sueño.

El lector que se acerque a los poemas de

Domingo Acosta entrará en un pacto narrati-

vo con el Autor en donde colabore y com-

plete su obra a través de sus interpretacio-

nes; de esta forma cada poema sufrirá una

transformación de sentido y forma sígnica

que le permitan acercarse a la creación artís-

tica, como díría Umberto Eco.

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Carlos Villarrubia

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H abitan las almas bohemias la

música del aire. Memoria

sin ruido, altavoz de la ar-

monía en la fiesta de los sentidos. Surti-

dores- a modo de geiser anímico-brotan

en cualquier lugar de la ciudad de ciuda-

des. Ya estoy acompañado, ya me escu-

cha el silencio. Bernini me dibuja en

Piazza Navona la fuentes de los ríos.

Ganges, Nilo, Danubio, mi Río de la Plata

y un goloso capuccino bailando por tus

labios. Roma de vacaciones de verano,

muchachas en piazza Spagna. 137 escalo-

nes hacia el infinito. Keats, Lord Byron,

entre flores de transparencia. Valle Inclán

de Bellas Artes y Alberti, niño travieso,

enredando en la trastienda si los gatos del

Trastevere le acompañan de ronda. La vi-

da baja a la calle y todo es ritmo. Malcom

Lowry imagina luces entre nieblas y una

moneda perdida rueda hacia La Fontana.

Volver a ser la fuente y abandonar la rui-

na; crecer con aire nuevo por la calle Ale-

gría.

Vista de la plaza Navona, Roma, en 1699. Óleo de Gaspar van Wittel

Plaza Spagna , Roma

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Nunca estoy solo si la pla-

za me envuelve. Por Bar-

celona o en Madrid de no-

viembre. Cerveza helada

bajo los soportales de la

Plaza Real, entre ecos de

Carvalho y Biscuter. Colo-

meta por la Plaça del Dia-

mant y María del Sol en pa-

sacalles por Gracia. Fuentes

luminosas en las laderas fe-

riales. Madrid de Dos de Mayo cuando

siempre regreso a Malasaña; ciudad-vértigo

y a la vez curiosamente recoleta de Comen-

dadoras a Salesas burlando confidencias.

Siluetas urbanas, almohadas de mi ensueño,

amor de farolitos que enlaza bulevares y

geografías.

Plaza del Diamant, Barcelona

Plaza Dos de Mayo, Madrid

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Calle del Barrio de Santa Cruz, Sevilla

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Sevilla es un abril eterno de Betis a Tria-

na. La brisa embrujadora, jardines de Muri-

llo, machado que se asoma y Pareja Obre-

gón al piano de Sierpes a Plaza Nueva. Allá

por el Salvador me toca la emoción con Sal-

ve rociera .Por Alfaro, Saura y Juan Lebrón

destejen Sevillanas y

buscan respirar en modo

flamenco. Clavadas dos

cruces en el monte del

olvido y por Doña Elvira

perfumes de querencias

aroman el barrio de Santa

Cruz. De madrugada, pí-

deme lo que quieras a

orillas del Guadalquivir.

Estallido de palmeras

bailarinas, esencia de

manzanilla.

Plazas de la Concordia.

De Barcelona a París. A

espaldas de la Diagonal, vigiladita de flores

con sabor a repostería selecta si todo sabe a

domingo. Y una iglesias se contenta con re-

pique de campanas. Son conciertos de Bar-

ber en autopista de nubes que conducen el

sonido por los caminos del aire. Y en las

plazas engalanadas de España y Francia sus-

Jardines de Murillo, Sevilla

Plazas de Montmartre, París

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piran al amor del violoncello la música de

Savall con la eterna melodía de la cordiali-

dad superando fronteras. Plaza de plazas y

de plaza en plaza al París de la Concordia.

Comedia Francesa, Ópera...Cuando el amor

no perjudica seriamente la salud y desde el

Louvre Concorde intuyes el centro Pompi-

dou.Alta costura, geografía de la ternura,

tiempo de miel...de Piazzola a Bras-

sens.Andenes del Sena, barquitos hacia la

noche enamorada.Sueños de poetas y pinto-

res en las recoletas plazas de Montmartre.

Torrente Ballester cuenta aún sus secretos

en la Plaza Mayor de Salamanca.José Jimé-

nez Lozano me lleva por soportales en su

Guía espiritual de Castilla.En Almagro, el

Plaza de la Concordia, París

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Revista La Alcazaba

23

teatro sale a la plaza dibujando corralas de

comedia. Y de Trujillo a Trujillo , de Extre-

madura a Perú por las plazas del alma , de

Sabina a Bryce Echenique si recalo por Tir-

so de Molina-Madrid. Llerena también espe-

ra en los pueblos blancos el sur extremeño.

Todo enamora si el amar es abierto;todo es

hogar si imponer no es el juego.

Y una tarde de junio la Grand Place de

Bruselas ...orquesta-luz-arlequines-bing

band y this world today is a mess.Víctor Hu-

go, Cocteau y el bohemio acordeón.Si la no-

che viene hacia mi aún me deja ser feliz por

Piazza Grande si silbo al compás de Lucio

Dalla de Bologna a Palermo. Frutos de la

memoria, ropa blanca tendida para lavar las

toxinas del alma. Barrio viejo de Santander

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Revista La Alcazaba

24

Plaza de Salamanca, Salamanca

Corral de Comedias, Almagro, Ciudad Real

Plaza del Obradoiro, Santiago de Compostela

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Revista La Alcazaba

25

o la Plazuela del Po-

tro cordobesa. Auto-

buses camino de la

Plaza de México si el

zócalo quiere canta-

remos rancheras para

imaginar gatas bajo

la lluvia o brindar

con Tequila al sabor

del tequila; sol que

sale sin riendas a

cruzar las miradas

sin miedo. Cabellos

en caracola y por la

Cuenca íntima, músi-

ca religiosa en modo

de huella recoleta de

un tiempo de refle-

xiones. Y en la Plaza

Mayor-Madrid-sin anillos de oro-cuando el

pasado siempre tiende a volver.

Y la gaita hechicera, mapa rítmico de mis

orígenes, vuela hacia el Obradoiro cuando

en julio Santiago enciende palabras de vida

animada. Todas viven en mí, plazas de la

concordia. Vida para vivir y así nuca agotar

las fuentes del alma activa

Plaza Mayor, Madrid

Playa Mayor, Ciudad de México.

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Revista La Alcazaba

26

José María García García

Page 27: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

27

M iguel Barroso nace en

Alcázar de San Juan, en 1538, y muere en

El Escorial en 1590. Está enterrado en la

cripta del Monasterio de San Francisco ex-

quisito edificio renacentista que blasona

actualmente la riqueza arquitectónica de

Alcázar de San Juan. Dicho edificio con-

trasta en su exterior con el interior de su

iglesia, de estilo gótico de transición.

Nuestro autor desarrolla lo más im-

portante de su obra en el último tercio del

siglo XVI por lo que está impregnada de

las características coyunturales en la que

alcanza su fama. Recordemos-para situarle

correctamente-que la introducción del Re-

nacimiento en España fue tardía. Hasta

fines del siglo XV no se asimila plenamen-

te el nuevo lenguaje, que convive con el

gótico-flamenco

La lenta difusión de las formas renacen-

tistas se realiza por distintos medios: im-

portación de pinturas y grabados de Italia,

presencia de pintores italianos en España y

viaje de artistas españoles a Italia. Esto ex-

plica la heterogeneidad de planteamientos

artísticos.

Los clientes de los artistas, debido a la

casi inexistencia de burguesía ciudadana,

son la nobleza terrateniente, la Iglesia y la

Monarquía. La aristocracia española, gran

admiradora de las cortes italianas, adopta

el nuevo arte porque su modernidad au-

menta su prestigio, no por valorar los idea-

les renacentistas. Una minoría humanista

va creando lentamente un clima más recep-

tivo a lo largo del XVI. Los reyes Carlos V

y Felipe II impulsan el desarrollo de pro-

gramas artísticos clasicistas como expre-

sión de su poder

De todas formas el cliente más impor-

tante es la Iglesia. De ahí el predominio de

temas religiosos. Las imágenes son un ins-

trumento de propaganda de la fe católica

frente al protestantismo. Tienen como mi-

sión conmover a los fieles, se trata de una

acción didáctica de tipo caquetequético.

La pintura mitológica y la de historias

profanas son escasas, salvo las realizadas

por pintores italianos como Tiziano para

Carlos V, Felipe II y grandes señores, igual

que los retratos.

En cuanto a las técnicas la más emplea-

da es el óleo sobre tabla y posteriormente

sobre lienzo El fresco apenas se desarrolla,

a diferencia de Italia. En el último tercio

del siglo XVI la corriente manierista alcan-

za su apogeo. Sobresale la influencia de la

pintura veneciana (Tiziano, Tintoretto y

Veronés) con sus ricos colores de factura

pastosa y dinámica .

Este el contexto técnico y artístico que

influye, en mayor o menor medida, de for-

Medallón con la efigie de Gaspar Becerra incrustado en la

fachada del Museo del Prado de Madrid

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Revista La Alcazaba

28

ma más o menos directa o indirecta en Mi-

guel Barrosos de la mano- en principio- de

su maestro Gaspar Becerra(1520-1570), en

cuya casa trabajó como mancebo.

Este gran pintor-maestro de Miguel

Barroso- nacido en Baeza (Jaén) trabajó

casi toda su vida en Castilla. Es, después

de Alonso Berruguete, uno de los artistas

más completos que produjo España en el

siglo XVI. Fue a la vez escultor, pintor y

arquitecto. Estuvo en Italia y tuvo allí la

influencia de las poderosas creaciones de

Miguel Angel: debemos apuntar que Bece-

rra fue un seguidor de las tradiciones pictó-

rica florentinas.

La figura de Gaspar Becerra –muy uni-

da al menos en lo pictórico a la de su discí-

pulo Miguel Barroso-es una de las más sig-

nificativas de la segunda mitad del siglo

XVI.

Miguel Barroso, en 1577, era todavía

vecino de la denominada entonces Alcázar

Cuadro de la Anunciación del siglo XVII en el retablo de la capilla mayor de la Colegiata de Santa Maria la Mayor de

Alcázar de San Juan. (Ciudad Real)

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Revista La Alcazaba

29

de Consuegra; en 1585 residía en Toledo .

El padre fray José de Sigüenza cuenta en

su Historia de El Escorial que era un hom-

bre muy instruido y "sabía bien la lengua

latina y no sé si la griega”.

Junto a Diego de Urbina siguió las pau-

tas impuestas por los decoradores italianos

pero con pobreza formal y estilística.

Una de sus tareas profesionales más

destacables, a la que aluden todos los trata-

distas de la Historia del arte, fue la de ser

el autor de las condiciones que debían se-

guirse en la ejecución de la monumental

fábrica del retablo mayor de la iglesia del

Hospital de Santiago de Úbeda,

En este retablo aludido, la pintura mural

decorativa alcanzará su cenit. Este protago-

nismo lo asumió el pintor manchego Mi-

guel Barroso, poco reconocido hasta la fe-

cha.

Otras realizaciones pictóricas de Barro-

so son la conclusión del retablo de la igle-

Cuadro de la Visitación del siglo XVII en el retablo de la capilla mayor de la Colegiata de Santa Maria la Mayor de Al-

cázar de San Juan. (Ciudad Real)

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Revista La Alcazaba

30

sia de Socuellamos. En 1585, nos dice Cea

Bermúdez que fue llamado a Toledo para

tasar con Hernando de Ávila las pinturas

que Luis de Velasco habría hecho para el

claustro de la catedral, realizando él mis-

mo un cuadro para el colateral del evange-

lio de la Iglesia del Hospital de San Juan

Bautista

Palomino nos describe a este artista al-

cazareño como “un gran pintor discípulo

de Becerra, muy instruido en las lenguas

latina y griega y otras muchas. Y además

de esto fue un famoso arquitecto y músico

excelente”.

El historiador de arte, Pérez Sánchez,

nos dice que, entre otras cualidades, encar-

naba muy bien la grave conten-

ción del espíritu trentino El pa-

dre Sigüenza dice de él que “si

fuera italiano, le llamarían el

nuevo Michel Angelo”

Felipe II, gran conocedor y ad-

mirador del arte italiano-como

hemos señalado anteriormente-

necesitaba artistas para decorar

su gran obra artística: el Monas-

terio de El Escorial.

Barroso, antes de incorporarse a

sus trabajos en El Escorial, pin-

tó, en 1585 el retablo de un altar

para la iglesia del Hospital de

Afuera o de Tavera en Toledo

Nuestro autor trabajó en el Real

Monasterio de El Escorial desde

1587 a 1590, es decir hasta su

fallecimiento. Felipe II le nom-

braría su pintor de Cámara, en

1589, con cien ducados de sala-

rio. Sus pinceles están normal-

mente ocupados por encargos de

iglesias y monasterios, aunque

igual que otros contemporáneos suyos dio

rienda suelta a sus conocimientos para cap-

tar el sentimiento de lo bello en vastas de-

coraciones murales , representando, por

ejemplo, escenas mitológicas, como Los

elementos de Perseo y Andrómeda o La

Magdalena, de tamaño natural, muy con-

movedora en su hermosa desnudez.

En El Escorial, Miguel Barroso, tam-

bién en competencia con otros artistas, co-

mo Luis Carvajal, Rómulo Cincinato, Pe-

regrino Tibaldi o Diego de Urbina, Barroso

pintó, entre 1587 y 1589, dos trípticos de la

planta baja del claustro principal, cuyos

temas más destacados son “La ascensión

del Señor" y "La venida del Espíritu San-

to"; dos cuadros pequeños para las sobre-

Detalle del Tríptico de la Ascensión. Monasterio de El Escorial, Madrid

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Revista La Alcazaba

31

puertas del coro, representando a un cristo

y una virgen, que se han perdido, y diver-

sos ornamentos de la basílica.. Esta obra-

nos comenta Palomino-“basta para crédito

de su eminente habilidad y pericia en el

arte de la pintura, en que fue muy dulce en

el colorido, aunque con poca valentía en el

dibujo”

Su obra en El Escorial, se completa con

los pequeños cuadros de El Salvador y

Nuestra Señora, además de realizar para la

basílica escurialense diversos dibujos para

la ejecución de ornamentos y ternos.

Recordemos que Barroso era un maestro

formado en el manierismo de Becerra, un

pintor fiel hasta el final de sus días a los

modelos florentinos y romanos del Renaci-

miento tardío, en consonancia con los ma-

nieristas italianos a los que el monarca ha-

bía confiado la decoración del conjunto

escurialense.

También encontramos sus huellas pictó-

ricas en varios retablos cuyas puertas, en

forma de dípticos, pinta interior y exterior-

mente, Miguel Barroso junto a los mencio-

nados por Luis Carvajal, Tibaldi y Rómulo

Cincinato

Nos dice el Padre Sigüenza que fue un

pintor correcto y frío, cuyo mayor defecto

fue la falta de fuerza expresiva…”aunque

sin haberse ejercitado mucho en pintar al

fresco y en paredes, sus obras parecen de

los que han cursado en Italia, aunque nun-

ca estuvo allí, donde se ve el ingenio del

hombre”.

La transfiguración del Señor, Museo de Huesca en depó-

sito del Museo del Prado, procedente del Museo de la

Trinidad. Obra atribuida por razones estilísticas a Miguel

Barroso por Alfonso E. Pérez Sánchez.

Iglesia de San Francisco en

Alcázar de San Juan, Lugar

donde reposan los restos

de Barroso

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Revista La Alcazaba

32

Washington Daniel Gorosito Pérez

Page 33: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

33

M ario Benedetti sin lugar a du-

das junto a su compatriota

Juan Carlos Onetti, conformaron el “dúo”

de escritores más importantes que ha dado

el Uruguay en la segunda mitad del siglo

pasado. Integrante de la llamada Genera-

ción del 45, escribió más de 80 libros que

fueron traducidos a 30 idiomas.

Cuentista, novelista, dramaturgo, muy

acertado crítico literario, supo incursionar

en el género poético con gran destaque.

Justamente lo de este escrito rescata la ex-

periencia del escritor oriental con el haiku.

El propio Mario Benedetti dijo en su

momento no considerarse un “Haijin” (esta

es la denominación en japonés que recibe

quien escribe haikus) rioplatense.

Recordemos que el haiku, tiene a su má-

ximo expositor en el poeta japonés Matsuo

Bashoo (1644- 1694) remontándose su ori-

gen el siglo XVI. La definición que

Bashoo dejara para la posteridad:

“Haiku es simplemente lo que está suce-

diendo en este lugar, en este momento”.

Aunque en cuanto a estilo decía: “No sigas

la huella de los antiguos busca lo que ellos

buscaron”.

El haiku tiene como temática la natura-

leza, en castellano deben ser de 17 sílabas

distribuidas en tres

versos de 5, 7 y 5

sílabas respecti-

vamente, no lle-

van título y a

pesar de su

brevedad son

poemas com-

pletos, con-

tienen el uni-

verso entero.

Asumiendo el “perdón” de Bashoo, Ma-

rio Benedetti consideró al haiku como un

envase propio, aunque el contenido de los

que gestara es inocultablemente latinoame-

ricano.

Lo único japonés es la fidelidad a la es-

tructura de lo que el llamó su “modesto tra-

bajo latinoamericano”, en un tipo de poesía

muy poco practicada en América Latina.

Una muestra de que Benedetti se intro-

dujo en la pauta lírica apelando a sus pro-

pios vaivenes, inquietudes, paisajes, refle-

xiones y sentimientos la encontramos en

los siguientes haikus de su creación:

Pasan misiles

ahítos de barbarie

globalizados

El exiliado

se fue adaptando al tedio

de la nostalgia.

La vida es breve

Lo afirmaron a una

Falla y Onetti.

No me seduce

el burdel del poder

prefiero el otro.

Page 34: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

34

La mujer pública

Me in spira más respeto

Que el hombre público.

Patrias de nailon

no me gustan los himnos

ni las banderas.

Reveló el Papa

que no hay cielo ni infierno

vaya noticia.

Un pesimista

es sólo un optimista

bien informado.

Si me torturan

nunca diré nada

dijo el cadaver

Al sur, al sur

está quieta esperando

Montevideo .

Cuando Mario falleció a los 88 años de

edad en su entrañable Montevideo el 17 de

mayo del 2009, cientos de bolígrafos llo-

vieron sobre su ataúd en el momento del

entierro lo que no era más que la respuesta

que le daba el pueblo uruguayo a uno de

sus haikus:

Cuando me entierren

por favor no se olviden

de mi bolígrafo.

Page 35: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

35

R odeadas por unas diadema de

montes, barrancos y ríos y crea-

da dos siglos después de que

Miguel Ángel dejara en la bóveda vaticana

su interpretación de La Creación de Adán,

en 1705 el cura Don Juan de Lucio y el ad-

ministrador Pedro Gómez, ambos al cargo

de la ermita de San Bernabé y San Tirso,

mandaron a un artista hoy desconocido que

pintara los Diez Martirios de San Tirso en

las bóvedas excavadas en esta cueva, hoy

monumento vivo de la historia. San Barto-

lomé y San Tirso, ya hicieron su milagro al

dejar su rastro entre todos aquí en el lugar,

sitio este, donde los godos refugiados de

la invasión islámica batallaron y gestaron

el reino de Castilla. Prueba de la utiliza-

ción secular de este espacio son los dos

bancos corridos que rodean los muros de la

sala de la entrada, llamada Sala del Ayun-

tamiento, donde se reunió el concejo entre

1616 y 1883. Esta joya lo es por partida

doble ya que se encuentra en el conjunto

de cuevas más extenso de la Península, una

red espeleológica trabajada por los ríos

Guareña y Trema en el corazón del maci-

zo. Una de las características que hacen

único el lugar son el conservar restos de

todas las culturas que han ido conformando

la Península Ibérica, y el ser considerado

uno de los escasos recintos mundiales don-

de puede seguirse la evolución de la reli-

giosidad occidental, desde el Paleolítico

hasta nuestros días. A pesar de ser San

Bernabé el primer santo que da su nombre

a la ermita junto a San Tirso, la gran

afluencia de viajeros que recorren largas

distancias para visitarla se debe al segundo

santo y a la espectacular descripción artís-

tica de sus Martirios representados en las

bóvedas.

UN LUGAR PARA

VISITAR

Ermita de San Bernabé

y San Tirso (Burgos)

Luis Manuel Moll

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Revista La Alcazaba

36

Acuarelas de

Marisa González

María Fraile Yunta

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Revista La Alcazaba

37

Co n los dedos agarrotados

y el gesto cautivo, De Lucía rasga las

cuerdas que arañan el alma. Suena la

música de cumbres que incendian el ros-

tro postrado frente al tablado que golpean

los pies. La noche avanza, y entre vo-

lantes azules se enredan las piernas que

celebran la vida incendiada.

Silencio.

Del dolor emanan las formas que

abrazan el aire, acariciándolo como Alas

al viento que tiñe la luz de colores fauvis-

tas en Sueños de manos que vibran al

son del flamenco. La piel la amorata el

dolor que produce el amor más profun-

do; aquel que es capaz de arrastrar al

infierno haciendo que el fuego abrase la

vida.

Silencio.

A su manera se funde al calor del pincel

de color que da forma al sentimiento más

hondo del pueblo andaluz celebrado en

Marcando el paso, A mi manera o Prepa-

rando la feria, donde los colores estallan

tornando el dolor en pasión que provoca un

pudor que lleva a ocultar el rostro a bailari-

nas sumidas en el placer.

Page 38: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

38

Silencio.

La danza en el tiempo avanza igual que

el carromato de El rocío entre los árbo-

les, camino de ver a ese torero De

corto que contonea su cuerpo a la par

que ensaya con el capote, o esa magis-

tral Media Verónica donde el púrpura

hará que las luces alumbren la feria del

toro más bravo.

Page 39: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

39

Silencio.

El cuello se arruga, la piel se acar-

tona en el rostro que siente el peligro

dejándose ver, poniéndose al Mundo

por montera para librar esa lidia con la

fuerza bruta del animal cuyos negros el

pincel ha sabido lograr con maestría,

haciendo brotar la sangre que hace que

triunfe el raciocinio del hombre postrado

frente a la muerte.

Silencio.

La danza está en marcha, las

cuerdas arañan el alma, los brazos

abrazan el aire, el carromato sigue

salvando las piedras y los rostros co-

mienzan a desafiarnos, haciéndonos

caer rendidos ante la belleza que

arrastra al hombre al pecado al con-

templar la figura de una bellísima fem-

me fatal española en Azul.

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Revista La Alcazaba

40

Silencio.

La virgen contempla paciendo al ca-

ballo que llevará a los viandantes a dis-

frutar de la feria, así como a aquellos

amantes del arte que funde el placer con

el dolor, la vida con la muerte y el

hombre con la mujer que encarna Fusión y

cuyos cabellos ausentes cobran vida al

sentir el calor del infierno en Sintiendo

el flamenco.

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Revista La Alcazaba

41

“Uno de los más bellos, más singu-

lares y más tremendos espectáculos que

se pueda ver es una corrida de toros. Espe-

ro, a mi vuelta poder plasmar sobre el

lienzo el aspecto centelleante, relampa-

gueante y al mismo tiempo

dramático de la corrida a

la que asistí, y también, el

Paseo del Prado, donde se

encuentran reunidas todas

las noches las más hermo-

sas mujeres de Madrid, to-

das tocadas con mantilla”,

decía Manet tras la vuelta

de su viaje a España, el

país “romántico” por exce-

lencia que las acuarelas cos-

tumbristas de Marisa home-

najean a través de un estilo

que hace guiños al fauvis-

mo en el tratamiento del

color, al expresionismo en la

pincelada, e incluso al cele-

brado arte negro de la con-

temporaneidad en el rostro

que aparece en obras como

Sueños, donde aún este no

se ha tornado caricaturesco,

como lo hará en Trincherilla.

Marisa nació en la capi-

tal, comenzó a pintar en el

año 1999, aprendió la difícil

técnica de la acuarela en

Ávila, su ciudad adoptiva,

en la Escuela Palacio de los Serrano

bajo la enseñanza de la acuarelista abu-

lense Teresa Beltrán, se hizo muy conocida

y ha expuesto desde entonces su obra

en diversas sedes en Ávila y en Madrid

-el Casino de la ciudad abulense o el Pala-

cio ya citado entre ellas-, ganando pre-

mios como el de Bruselas. Pinta como

todo gran artista ha de pintar: “A su mane-

ra”, como reza el título que da nombre a

esta muestra, de forma elegante y respetuo-

sa con cada tema que trata… Pero, ¿qué no

decir de Marisa?

Silencio.

La noche avanza… Y entre volantes

azules se enredan las piernas dolientes que

celebran la vida incendiada… Y De

Lucía sigue rasgando las cuerdas que ara-

ñan el alma…

Page 42: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

42

Alfredo Pastor Ugena

Page 43: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

43

S abemos

que la

cultura

está articulada

por el entramado

de nuestros pen-

samientos, nues-

tros sentimientos,

nuestras formas

de relación y de

comunicación,

nuestra creativi-

dad y la expre-

sión de nuestro

ser. Podríamos

decir que la cul-

tura- en sentido

amplio- asigna

identidad a nues-

tra vida indivi-

dual y colectiva.

Es preciso, por

tanto, situar la

cultura en el cen-

tro de los debates

sociales, fortale-

cer sus expresio-

nes y hacer partí-

cipes a todos los ciudadanos de su riqueza.

La cultura no es sólo patrimonio del pasa-

do, sino un sistema vivo y dinámico que se

recrea constantemente.

Cada sociedad, cada pueblo, cada grupo

cultural debe sentirse respaldado y recono-

cido en lo que más valoran de su historia,

de sus visiones del mundo, de sus tradicio-

nes y de sus expresiones, es decir de su

cultura.

En el caso de Iberoamérica, dotada de la

riqueza de los desafíos de su diversidad

cultural, sus culturas reflejan esa multipli-

cidad, fruto de los avatares de su historia y

de los recursos de su inteligencia y de su

imaginación.

La diversidad cultural iberoamericana se

manifiesta no sólo en las diferentes formas

en que se expresa, enriquece y transmite su

patrimonio cultural, sino también mediante

la variedad de sus expresiones culturales

que afloran a través de los distintos modos

de creación artística, producción, difusión,

distribución y disfrute de las expresiones

más genuinas de su patrimonio.

¿Existe Iberoamérica como patrimonio

cultural diferenciable? La personalidad

iberoamericana es indígena, africana, mu-

Page 44: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

44

lata, mestiza y, a través de la Península

Ibérica, mediterránea, griega, latina, árabe,

judía, cristiana y laica. Todo ello hace que

Iberoamérica sea un espacio privilegiado

extenso y diferenciado para dialogar con

los demás, que nunca serán los que sobran-

las minorías- sino los que aún son capaces

de sentirse unidos: los demás.

Conocemos que a lo largo de los siglos,

los países iberoamericanos han tejido una

red de lazos de sangre, lenguas, expresio-

nes, narraciones, credos, valores e historias

compartidas que fortalecen su identidad y

les posibilita un lugar privilegiado en el

mundo.

Esa riqueza, sin embargo, se enfrenta

con serias dificultades para extenderse a

todos los pueblos y llegar a la propia vida

de las personas. La pobreza, en muchas

ocasiones extrema, las profundas desigual-

dades , la marginación de lenguas y cultu-

ras, de los pueblos originarios y afrodes-

cendientes, así como la escasez de recursos

públicos y privados para apoyar el desarro-

llo, el acceso y participación de todos en

los bienes económicos , sociales y cultura-

les, limitan enormemente el futuro de su

patrimonio primordial.

Sin embargo, hoy nos encontramos ante

un momento histórico inmejorable. En

2009 y 2010 se inició para la gran mayoría

de los países iberoamericanos la celebra-

ción de los Bicentenarios de su indepen-

dencia. Una conmemoración que habrá de

extenderse hasta 2011. Es, pues, una etapa

que estará atravesada por el reencuentro

con las raíces culturales de los pueblos y

por el planteamiento de acciones concretas

Page 45: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

45

que permitan hacer frente a los retos

históricos.

En este sentido, no debemos olvidar el

apoyo de la UNESCO a estas directrices en

su Declaración Universal de la Diversidad

Cultural y en la Convención sobre la Pro-

tección y Promoción de la Diversidad de

las Expresiones Culturales, donde se de-

fiende de forma nítida la diversidad cultu-

ral como patrimonio de la Humanidad.

El espacio geográfico más aproximado

que conocemos como Iberoamérica está

poblado por unos 564 millones de habitan-

tes-casi la décima parte de la población

mundial-, en un territorio de 22 millones

de km2- casi un quinto de la superficie te-

rrestre- con la fortuna de compartir dos

lenguas mayoritariamente nacidas de la

misma matriz latina-el español y el portu-

gués- , y de mantener muchas más, expre-

Catedral de Lima (Perú)

Page 46: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

46

sión de la presencia y de la riqueza cultural

de los grupos originarios de esas socieda-

des.

Podemos afirmar que Iberoamérica tiene

una formidable cantera de recursos huma-

nos, de memoria histórica y patrimonial, de

bienes culturales ancestrales, y otros actua-

les en incesante y masiva producción, de

creatividad e imaginario incalculables. Se

trata de una comunidad con una tradición

compartida, fundamentada para un posible

y esperanzador futuro común, y una identi-

dad que, aunque multifacético, la diferen-

cian de las otras grandes comunidades cul-

turales.

Es obvio que la cultura iberoamericana

–como todas las demás-está inserta en una

sociedad tecnológica y globalizada, nave-

gando entre pobreza y desigualdad. Estas

se manifiestan también en el retraso educa-

tivo de amplios sectores de la población,

reproduciendo las diferencias existentes

entre los más pobres y los más ricos. Basta

señalar que existen cerca de 34 millones de

personas analfabetas, lo que supone casi el

10% de la pobla-

ción. Y que la cifra

de jóvenes y adultos que no han cul-

minado la educación primaria, se

sitúa cerca de los 100 millones de

personas.

En este proceso, el reconocimien-

to creciente de la libertades y los de-

rechos culturales como nueva di-

mensión de los derechos fundamen-

tales, debe ser valorado como una

respuesta positiva frente a las restric-

ciones, exclusiones y discriminacio-

nes relacionadas con las creencias

religiosas, la lengua materna, los

modos de vida, el color de la piel,

las características regionales, los orí-

genes nacionales o la pertenencia a

una determinada etnia.

En una sociedad con índices de de-

sigualdad tan extremos compila iberoame-

ricana, la formación de ciudadanos libre

cultos y solidarios, debe ser establecida

como una de las estrategias principales que

puedan contribuir, por el compromiso co-

Page 47: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

47

lectivo de los diferentes sectores sociales, a

superar la pobreza, la marginación y la

inequidad. Y, en estrecha correspondencia,

no se puede desarrollar una educación capa-

za de cumplir estos objetivos si no se incor-

poran en las escuelas de forma activa, parti-

cipativa e innovadora la claves de la cultura

de nuestro tiempo, en las que el pasado está

siempre presente.

Podemos preguntarnos cuáles son los

problemas pendientes de la cultura iberoa-

mericana. En primer lugar destacamos la

desigualdad. La cultura iberoamericana está

dañada por ella. Las muy ricas y valoradas

expresiones culturales no están a disposi-

ción de todos, ni posibi-

litan a muchos creadores

individuales y colectivos

salir de la pobreza. La

cultura no alcanza a con-

vertirse en factor de

desarrollo y de participa-

ción ciudadana. Además

falta una valoración real

de la propia diversidad:

la diferencia suele ser

fuente de desigualdad.

Entre los documentos

que defiendan en la ac-

tualidad la cultura ibe-

roamericana, se encuen-

tra la Carta Cultural Ibe-

roamericana cuyos ejes

vertebradotes se sitúan

en os derechos

culturales, el pa-

trimonio cultural

y natural, mate-

rial e inmaterial,

las industrias cul-

turales y los

vínculos entre la

Page 48: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

48

cultura y el desarrollo, la educación y la

formación, la innovación, la economía,

el empleo, el medio ambiente, el turis-

mo, la ciencia, la tecnología y los me-

dios de comunicación.

La Carta Cultural compromete a los

gobernantes a adoptar medidas políti-

cas, leyes, resoluciones administrativas

que posibilitan alcanzar los fines que la

carta postula: tienen que obligarse a

afirmar el valor central de la cultura,

han de promover la diversidad cultural,

tienen que consolidar el espacio cultural

iberoamericano y han de facilitar el in-

tercambio de bienes y servicios.

Dos conceptos básicos la susten-

tan :la idea de que la diversidad cultural

es una condición fundamental de la

existencia humana y de que sus expre-

siones constituyen un factor clave para

el avance y el bienestar de la Humani-

dad y, por tanto, del espacio cultural ibe-

roamericano. Y la convicción, en segundo lugar, de que es posible

Grisel Parera

Mario Vargas Llosa

Page 49: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

49

construir nuevos modos-horizontales, es-

trategias e igualitarios- de entender la

cooperación entre los pueblos, las naciones

y los gobiernos.

De la confluencia de ambos se concluye

que la diversidad cultural en la región ibe-

roamericana debe ser promovida, ejercida

y practicada desde la cooperación, entendi-

da como expresión de la voluntad política

de construir y de reafirmar una comunidad

de naciones que compartan una historia,

unas lenguas y una cultura común.

La Carta Cultural Iberoamericana fue

aprobada de forma unánime en la Cumbre

de Jefes de Estado y de Gobierno celebra-

da en Montevideo en 2006.

Iberoamérica ha sido y es una idea por

construir , y a la vez una comunidad efecti-

va con sustento histórico plena de desafíos.

Tomás Bux

Saramago

Lily Garafulic

Page 50: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

50

Page 51: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

51

U na novela que se desarrolla en

los inicios del Siglo II, también

llamado Alto Imperio o Siglo

de Oro del Imperio Romano, concretamen-

te el 107 d.C., un año después de que el

emperador Trajano, nacido en la Bética,

lograse la conquista de la Dacia, la actual

Rumanía.

La pretensión no es otra que intentar re-

tratar la vida de los esclavos y libertos en

el Imperio romano, concretamente en His-

pania, que trabajaron duramente para en-

grandecer a Roma y a sus amos.

La vida de Marius, en un corto espacio

de tiempo, nos lleva a conocer la vida y

laboreo en las minas del Lapis Specularis,

la de las villas y ciudades en su periplo por

averiguar la verdad sobre su nacimiento,

enmarcado en la zona comprendida entre

Ercávica, Segóbriga y Valeria, enclavadas

en la actual provincia de Cuenca, En este

peregrinaje entra en contacto con las pri-

meras comunidades cristinas, manteniendo

una lucha interna con la doctrina de éstas y

sus propias convicciones, muy escépticas,

ante nuevos dioses y

sus preceptos.

El nombre de las legio-

nes, fechas, batallas y

ubicación están docu-

mentadas, apareciendo

con su nombre en latín,

o actual en los casos

que se desconoce

aquél.

El laboreo y proceso

de extracción del lapis

es fiel reflejo de los

escritos que nos han

llegado, con alguna

pequeña licencia.

Asimismo, se reflejan hechos y asenta-

mientos de pueblos, no históricos. Tam-

bién se menciona la explotación de Diem-

bu, (Buendía al revés, pueblo alcarreño

conquense); igualmente se describen luga-

res, pequeños asentamientos, vicus, fun-

dus, villas y otros que no se han podido

constatar de manera arqueológica, pero sí

su existencia gracias a escritos o epígrafes.

Al mismo tiempo aparecen ríos y montañas

en el nombre actual; otros se ha intentado

latinizarlos.

La descripción de las ciudades donde se

desarrolla la novela es fruto de excavacio-

nes arqueológicas, intervenciones y visitas

varias. Por un lado se ha intentado dotar de

una mayor veracidad a aquellos que es

constatable, por otro la imaginación ha su-

plido la escasez de datos existentes sobre

el Cerro de la Muela, El Pulpón, Belgeda,

Alcantarilla…

Teresa Palomino

Page 52: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

52

Texto y Fotografía Rocío Campos Maldonado.

Page 53: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

53

G orafe, un bonito pueblo en

el norte de Granada, es co-

nocido principalmente por

poseer el mayor Parque Me-

galítico de toda Europa. En él encontramos

una concentración de 242 dólmenes distri-

buidos en 11 necrópolis a lo largo de la de-

presión del río Gor. Desde el inicio de la

vida sedentaria en esta zona, hace 5000

años, el ser humano no ha dejado de habi-

tar en este valle y la huella de todas estas

culturas es aún palpable.

Por eso, ya que la revista Alcazaba 68,

se interesó en este enclave megalítico de

Gorafe, vamos a continuar buceando en las

antiguas culturas que vivieron en esta zona

y de las que aún quedan vestigios.

Una de las más importantes reseñas his-

tóricas que hoy en día podemos contemplar

en Gorafe las dejó el pueblo árabe, los gra-

neros-fortaleza verticales. Fueron construi-

dos por los Almohades en el s. XII y hoy

da la bienvenida al pueblo a gorafeños y

viajeros.

El paso del trogloditismo pasivo, propio

de la Prehistoria, donde simplemente ocu-

paban las cuevas naturales sin transformar-

las, al trogloditismo artificial en el que se

enclavarían los Algarves de Gorafe y las

posteriores casas-cueva, se ha ido consoli-

dando de forma natural y gradual a lo largo

de los siglos.

.Gorafe, fue una región donde los nue-

vos moradores llegados a la Península en

el 711, se afincaron tempranamente, culti-

vando y explotando sus tierras con inge-

niosos sistemas de regadío, las acequias.

Mismo sistema de riego que se sigue em-

pleando en nuestros días para el cultivo de

la fértil vega de esta localidad.

Pero la principal consecuencia fue el

asentamiento definitivo de Gorafe en su

enclave actual, situando su poblado en la

ladera del monte que va a dar al acantilado

e introduciendo en la zona un tipo de vi-

vienda novedoso, la casa-cueva. Vivienda

que hoy en día sigue siendo la predomi-

nante en este pueblo granadino con una

concentración de casi

400 casas-cueva.

La Edad Media era un

período convulso, donde

la rapiña y las guerras de

correría predominaban.

Consecuencia directa de

ello fue el llamado tro-

gloditismo medieval

donde surgieron estas

cuevas o covarrones ver-

ticales. Llama la aten-

ción la denominación de

las mismas según se en-

cuentren en el norte de

Africa o en el sur de la

Península. Allí fueron

llamadas “las cuevas de

Page 54: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

54

los cristianos” y aquí “las cuevas de los

moros”, sin embargo su uso como graneros

y refugios fortificados, así como su cons-

trucción y ubicación, son similares.

En opinión de algunos historiadores,

Gorafe parece ser

la Ubeda Farwa de

Idrisi, aquella de

donde Abderramán

III (912-961) tomó

las ayudas para

arremeter contra

mozárabes y mula-

díes, sita, a 30 le-

guas de Baza. Pero

también existe otra

teoría del origen de

Gorafe, en ella el

topónimo árabe Al

-gurf (granero) que

posteriormente de-

rivó en Gaurab es

el origen del actual nombre del pueblo Go-

rafe. Haciendo una clara alusión a esos

graneros construidos por los Almohades.

En este período, fue construido un casti-

llo en Gorafe, del que hoy solo queda un

paño pegado en una de las laderas del cerro

que ocupó. El enclave de este pueblo era

estratégico, ya que dominaba la ruta entre

el levante y el Guadalquivir, aumentando

posteriormente la importancia de su situa-

ción como defensa del Reino de Granada.

Gorafe, estaba enclavado en el Emirato de

Cora de Elvira y fue siempre tierra fronte-

riza entre musulmanes y cristianos. Quirtas

cita como uno de los castillos de Guadix,

en 1288, el castillo de Gaurab, nombre que

Gayangos y Simonet creen que es el primi-

Page 55: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

55

Page 56: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

56

tivo de Gorafe. Por lo que esta

última denominación parece

ser la más certera.

Dejando a un lado esta for-

taleza musulmana, nos centra-

remos de nuevo en los Algar-

ves, que aunque tuvieran un

marcado carácter defensivo,

no era su única función. En

ellos se encontraban atalayas,

viviendas, graneros, caballeri-

zas, palomares…El número de

habitantes y el botín que po-

dían obtener los atacantes de

estas fortalezas verticales no

compensaba con el número de

bajas que podrían tener. De

ahí que se deduzca que no se

construían con el fin de entrar

en conflicto con otros pueblos

sino simplemente para prote-

gerse de la pillería y pequeñas

incursiones de bandas nóma-

das.

Maryelle Bertrand, arqueó-

loga francesa y mayor investi-

gadora del mundo en este tipo

de construcciones, asegura en

uno de sus artículos que fue-

ron utilizados hasta final del

período Nazarí y a veces hasta

la rebelión y expulsión de los

moriscos y que en ellos no se

encontró restos de cerámica

anteriores a Al-andalus. Lo

cual nos permite asegurar que

fueron utilizadas como grane-

ros-verticales, únicamente, por

el pueblo árabe.

La mayor dificultad, para la

datación de este tipo de cons-

trucciones es su longevidad y

Page 57: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

57

la sobreimpresión en el tiempo, de las hue-

llas de sus diferentes moradores. Un nove-

doso descubrimiento que nos ayudaría a

precisar su cronología es la particularidad

en la forma del picado de la cueva. Las Al-

mohades y Nazaríes fueron excavadas con

un pico de punta fina, mientras que las

posteriores utilizaron un pico de extremi-

dad cuadrada y achatada, de 1 a 1,5 cm. de

ancho por 2 a 3 mm de espesor.

Existe consenso en la idea de que tras el

abandono, estas viviendas, no fueron reuti-

lizadas más que de forma ocasional como

graneros y pajares.

Las cuevas actuales tienen sus habita-

ciones encaladas, pero esta costumbre no

parece provenir de aquel tiempo. En los

Algarves se ha encontrado restos de emba-

rrado con arcillas claras y en algunos casos

un enfoscado espeso (1 a 2 cm) de una

mezcla de arcilla y paja trillada, llevando

incluso incisiones de espiga. Se empleaba

también la arcilla cruda para edificar o

completar el mobiliario del covarrón, como

murillos de separación o tabiques de atro-

jes.

En cuanto a los suelos, se cree que el

pavimento que tuvieron fue el mismo que

se utilizaba en algunos pueblos de Africa

del norte. Este consistía en pegar la tierra

con residuos de la fabricación de aceite de

oliva, procediendo posteriormente a puli-

mentarla con cantos rodados.

Para una mayor habitabilidad, estos co-

varrones poseían numerosos arreglos inte-

riores y exteriores en madera. Cabe desta-

car pasarelas colgadas en las fachadas,

puertas interiores y exteriores, marcos y

postigos en las ventanas, palos para el se-

cado, tapaderas de silos etc. Estos trabajos

en madera dejaron múltiples encajes en te-

chos, paredes y suelos aun visibles en los

Page 58: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

58

Algarves. Pero no caigamos en el error de

pensar que eran simples montajes a base de

palos, eran verdaderos trabajos de carpinte-

ría, utilizando tablas y maderas escuadra-

das.

Estas fortalezas verticales eran un hábi-

tat complejo, en parte construido y en parte

rupestre, compuesto por distintos niveles y

en el que podían vivir entre 15 y 60 perso-

nas. En el caso de los Algarves de Gorafe,

son tres los niveles pero en algunos casos

llegan hasta cinco.

La planta baja estaba compuesta por

unas naves sin fachada que eran usadas co-

mo cuadras con pesebre y ataderos picados

en las paredes. Hoy en día se conservan

muchos de esos pesebres y se aprecian con

facilidad esas oquedades donde incrusta-

ban los palos para los ataderos.

En esa primera planta también observa-

remos, aun en la actualidad, unos abrigos

sin fachada, donde percibiremos huellas de

antiguas hogueras, nichos e incluso peque-

ñas banquetas escavadas en la roca. En

muchas ocasiones este tipo de vivienda po-

seía, en este nivel, unos corrales y casas de

tapial de pequeñas dimensiones apoyadas

en su fachada. De este tipo de construcción

no quedan restos visibles, debido a la de-

gradación de estos maleables materiales.

Tras superar este primer cuerpo encon-

traremos una entrada independiente para

acceder a otro nivel. En el caso de los gra-

neros-fortificados de Gorafe, por una esca-

lera escavada en las entrañas de la montaña

que nos conduce hasta una especie de re-

partidor donde podremos decidir entre dos

direcciones. Las escaleras son un elemento

más de defensa ya que sus escalones dispa-

rejos, altos y desiguales, dificultarían más

la entrada a sus atacantes. Estas, tenían

además el uso de cuadras nocturnas para

pequeños animales domésticos que durante

el día circulaban por el exterior y en la no-

che se cobijaban allí.

Una vez en la salida de la escalera debe-

mos enfrentarnos a una estrecha cornisa en

ambas direcciones. A la derecha llegare-

mos, tras escalar una pared, a unas habita-

ciones comunicadas y con varios niveles,

destacando en el suelo de ambas salas dos

círculos perfectos. En el caso de la más in-

terna, parece haber tenido como destino

ejercer de hogar, ya que podemos apreciar

en el techo restos de humo. Pero en la pri-

mera el círculo da paso a una habitación de

techos bajos cuya funcionalidad parece ser

la de silo para almacenar el grano.

Además de estas dos habitaciones co-

municadas encontramos en el exterior una

gran oquedad con banqueta picada y sin

Page 59: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

59

pared externa, probablemente

restos de una pequeña casa de

tapial.

Volviendo a la salida de la

escalera y dirigiéndonos esta

vez hacia la izquierda, debemos

enfrentarnos a una estrecha cor-

nisa que da acceso a la mayoría

de las viviendas. Una vez enca-

rada la entrada se nos presenta

ante nosotros un gran saliente

de la montaña que nos obligará

a penetrar en el interior gatean-

do. Un elemento, más de defen-

sa. La altura en vertical desde

esta entrada hasta el fondo del

barranco son unos 40 metros,

por lo que a las personas que

sufran de vértigo les será impo-

sible su acceso. En el momento

de entrar nos pondremos en

pie en un espacioso pasillo, pe-

ro la salida deberemos realizar

la misma operación y ponernos

en pie sobre esa estrecha corni-

sa.

Una vez dentro tendremos

ante nosotros la grandeza de es-

ta construcción. Un primer pasillo, recto,

nos da acceso a mano izquierda a un palo-

mar abierto. Nos sorprenderá la precisión

con la que picaron en las dos paredes en-

frentadas las pequeñas cavidades para ni-

dos de palomas. Estos palomares eran muy

frecuentes en este tipo de construcciones,

ya que si eran acosados durante varios días

por alguna banda, siempre podían pedir

ayuda con palomas mensajeras a otros pue-

blos amigos.

El pasillo que tomamos en la entrada

desemboca en una amplia habitación con

distintas estanterías cavadas en la pared,

perfectamente visibles aún. Esta espaciosa

sala llama la atención porque conserva aún

en la mayoría de sus paredes el encofrado

que realizaban con arcillas blancas y paja.

En ella también podemos apreciar todos

los anclajes que utilizaban bien para la

construcción de las ventanas de madera

bien para otros elementos funcionales pro-

pios de la casa.

En la esquina derecha de dicha estancia

surge un nuevo pasillo, este más estrecho

que el de entrada y cavado en curva. En la

pared externa aparecen distintas ventanas

Page 60: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

60

de diferentes medidas que nos lleva hasta

otra habitación de menor tamaño que la

primera. Desde este pequeño ensanche sur-

girá un nuevo pasillo mucho más bajo y

también curvado que desemboca en un alji-

be con suelo de tapial.

El aljibe era de vital importancia para

los moradores de los Algarves ya que era

la forma de abastecerse fácilmente de

agua. Poseían unos ingeniosos sistemas de

filtrado de agua desde lo que hoy llama-

mos el Altiplano hasta dicha estancia. Re-

cordemos que el pueblo árabe siempre ha

tenido un don especial para el máximo

aprovechamiento del agua en cualquier

parte donde haya fijado su residencia.

Desde este aljibe sale un último pasillo

curvo, pequeño y en pendiente, que nos

conduce a una última habitación. Al estar

construida en una altura un tanto superior

al resto parece que se trata de la zona que

se denominaba matacanes. Un espacio des-

de donde la defensa era fácil por estar más

elevados y tener una mejor visión del ata-

cante y a su vez, protegidos en su interior

por pequeñas aberturas que dificultaban el

ser alcanzados.

Este sistema de pasillos cada

vez más estrechos, curvados y

escarpados es otra de sus ar-

mas defensivas. Si el invasor

conseguía entrar, su avance en

la zona donde ellos se atrin-

cheraban sería cada vez más

sinuoso y complejo. Estos pa-

sillos que hoy se nos muestran

como corredores, estaban do-

tados con puertas cada cierto

espacio, que retendría aún más

al enemigo.

Desde esta impresionante ata-

laya, las vistas hoy son espectaculares, pu-

diéndose ver en los días claros las sierras

que rodean Gorafe como Sierra Nevada,

con sus cumbres nevadas, Sierra de Baza,

el solitario cerro Mencal y Sierra de Mági-

na, esta última ya perteneciente a Jaén. Es-

ta amplia visibilidad les daba la opción de

ver con mucha antelación a sus atacantes y

tener el tiempo suficiente para prepararse

para la incursión.

Hoy como

oriundos o viaje-

ros, nos deleitare-

mos con esas vis-

tas en el horizonte

y con las que nos

ofrece el verde de

la fértil vega entre-

mezclado con los

badlands que se

aproximan desde el

desierto de los Co-

loraos, con sus to-

nos rojizos y sus

formas creadas por

la erosión, hasta

las cercanías del

río Gor. Un juego de colores, texturas y

Page 61: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

61

sensaciones que no

dejaran a nadie indi-

ferente.

Pero continuando

con estos graneros-

verticales de Gorafe

y abandonado esta

zona dedicada a la

vivienda debemos

enfrentarnos otra

vez al acantilado y

sus pequeñas e incli-

nadas cornisas. Ba-

jaremos la escalera

y desde allí nos diri-

giremos hacia la de-

recha donde se expondrán ante nosotros

nuevas cavidades.

Llama la atención la altura de estas nue-

vas estancias, tal que hay que trepar por

una cuerda en cuya terminación encontra-

remos un tronco que hace de perfecto tope

para que esta aguante el peso de la persona

que escala. Al igual que proporcionaba ra-

pidez a la hora de quitar dicha escala si su-

frían un ataque. Por supuesto, esta cuerda

no era la originaria, pero es el mismo siste-

ma que ellos utilizaban.

Tras esta ascensión encontramos dos

estancias más a nivel, teniendo la segunda

una ventana al exterior. Esta es la zona lla-

mada atalaya, ya que desde esta altura la

visión del entorno era muy amplia y po-

dían dar la alerta con mucha antelación.

Ambas habitaciones son de planta rec-

tangular y con restos de antiguas hogueras.

En sus paredes también se perciben restos

de antiguos anclajes para puertas y estan-

tes.

Un último misterio que rodea a esta

enigmática construcción es su necrópolis.

Aún en nuestros días no se sabe a ciencia

cierta qué lugar ocupó, ya que toda esta

zona, durante siglos ha sido modelada por

la erosión y hoy no presenta el mismo as-

pecto que tuviera en el s.XII.

Realmente es emocionante el poder re-

correr en la época actual estas estancias

que estuvieron llenas de vida durante si-

glos e imaginar, viendo sus vestigios, co-

mo era su día a día en este singular asenta-

miento. Aunque la subida hasta allí es cos-

tosa, la recompensa se presenta ante nues-

tros ojos, en esta espectacular atalaya sobre

Gorafe y su valle, en una enorme sensación

de paz y libertad que se apoderará de noso-

tros.

Page 62: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

62

J. Carlos GreY

Page 63: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

63

Sim, eu sou um lanceiro negro. Um

"daqueles lanceiros negros"…!

E ssa era a resposta serena para a

pergunta trêmula daquele

"alemão" da colônia, acidenta-

do no barranco dos Porongos que, a duras

penas, podia agüentar a dor, mas não podia

pronunciar duas palavras seguidas sem

sentir como o sangue escapava-lhe de suas

feridas.

Seus olhos gastos pareceram transmitir

muito mais do que disse naquelas breves

palavras que ressoaram como trovões e fo-

ram levadas pelo vento até mais além do

horizonte pampiano, em busca de um sol

que fugia; seu sorriso foi diluindo-se entre

a neblina do barranco; e sua tez morena,

maltratada pelos frios amanheceres, con-

fundindo-se entre as sombras dos matagais.

Pouco depois, sua imagem engrandeceu-se

junto à fogueira, o lanceiro terminava de

preparar um amargo... Para oferecê-lo ao

ferido, enquanto o tapava com uma confor-

tável manta. As ruidosas brasas iam esca-

pando para o escuro céu como fazendo

parte do firmamento, rumo ao cruzeiro, en-

quanto o frio tomava conta da terra. Outro

mate e um lenço úmido limpando seu rosto

ensangüentado foram a última coisa que

Roberto recordava antes de ver como aque-

las luzes ruidosas moviam-se em pares,

piscavam perto dele... E sorriam, para de-

pois se afastarem silenciosamente. Eram

muitos mais, eram umas centenas, eram

eles... Estavam ali, junto a ele. Eram os

lanceiros.

Na manhã seguinte, aquele acidentado

transportador de verduras despertou-se jun-

to à margem da estrada onde havia caído.

Estava bem acomodado junto a uma figuei-

ra velha. O rastro da freada podia ser visto

claramente no asfalto gasto e no novo véu

branco da geada. O sol apareceu fugaz-

mente entre a bruma, desde o lugar con-

trário, como com amnésia de seu covarde

entardecer e desde seu improvisado leito,

aquele moço de 33 anos, natural de Can-

guçu, viu ao fundo do barranco seu velho

furgão azul. Parecia destroçado junto à car-

ga vegetal e com as caixas coloridas espal-

hadas em torno dele... Ao lado, numerosos

homens, com velhos ponches cinza e umas

caras tristes, erguendo as pesadas e inúteis

lanças farroupilhas com o desencanto de

quem foram vítimas da traição e do esque-

cimento, apagavam os restos de brasas

Pag. Anterior: Cabeça de lanceiro. Oleo de Vasco Machado

Page 64: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

64

daquelas fogueiras, sem pressa alguma, e

se confundiam com o horizonte utópico e

mítico do Pampa.

Pouco depois, chegaram vários carros, e

pararam com violência junto ao ferido.

Gritaram, moveram-no e pediram ajuda

com seus telefones celulares e, em poucos

minutos, o ruído das sirenes fez-se presen-

te no local. A polícia chegou e sinalizou

aquela curva maldita. A ambulância por

pouco não caiu também no barranco e os

enfermos esmeraram-se em atender Rober-

to que, em estado lastimável, não podia

Detalle del monumento “Los Lanceros” Pantano de Vargas, Boyaca, Colombia.

Page 65: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

65

nem responder às inconvenientes perguntas

de todos. Vários meninos que saíram dos

carros para fazer xixi e aproveitar a parada

observavam, como se estivessem hipnoti-

zados, o fundo da ladeira, em direção ao

furgão, e pareciam ver algo mais que o res-

to da gente que se golpeava para ver as se-

qüelas do acidente. Aqueles rapazes sauda-

vam de forma estranha o vazio e Roberto,

imitando-os, juntou suas últimas forças pa-

ra derramar de seus lábios um último e sin-

cero adeus... Uma lágrima de impotência

foi a última gota de expressão do corado e

ensangüentado rapaz, que caiu exausto na

maca, enquanto era colocado dentro da ba-

rulhenta ambulância.

Os policiais recolheram os pertences do

ferido e os colocaram numa bolsa. Eram

poucas coisas: um porongo, uma bomba de

mate de prata, um lenço vermelho cheio de

sangue seco e um ponche velho, muito vel-

ho, gasto e rasgado, com sinais de ter sido

baleado... Entre eles, comentaram:

- Não sei como pôde resistir a esta noite

tão fria... Menos mal que tinha um mate...

E o ponche. Este é dos antigos... Aquece

de verdade. Este velho ponche salvou-lhe a

vida.

- Sim…, mas não entendo é como pôde

subir o aclive com esta vegetação e com as

pernas quebradas... Não é tão fácil sair vi-

vo do barranco dos Porongos. Além disso,

o porongo ainda estava quente e a bomba

de prata é velha, muito velha...

Viste a data que tem?

Lanceiro negro. Oleo de Vasco Machado

Page 66: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

66

J osé María Morelos y Pavón, nació

un 30 de septiembre de 1765 en

Valladolid hoy Morelia. En octu-

bre de 1810, El padre de la patria Don Mi-

guel Hidalgo y el cura de Nocupétaro y

Carácuaro se conocen. José María Morelos

recibe órdenes de seguir a Indaparapeo. El

propósito fundamental de la insurgencia

era independizarse de Fernando VII, las

ideas de Hidalgo habían penetrado en Mo-

relos, fue disuadido por el Gobernador de

la Mitra con la excomunión. Morelos no

tomó en cuenta esto, cansado de las vulga-

ridades que en Europa comentaban sobre

los cleristas y sus bienes. Además se les

iba a degollar según sus edades y a entre-

gar el reino a los franceses, ya que estaba

acéfalo el de España. Mas adelante José

María Morelos y Pavón es nombrado Lu-

garteniente y se levanta en el Sur con un

comunicado. Morelos aceptó en sus decla-

raciones y afirmó la verdad con la profun-

didad de su pensamiento a Lucas Alamán,

historiador que en lo personal no se le ha

dado el crédito que debe tener. Alamán no

omitió ni agregó palabra alguna desde su

participación en la Revolución ni ninguna

jactancia de las ventajas obtenidas en las

victorias ni las humillaciones que sentía en

condiciones adversas. El hombre más nota-

Isidoro A. Gómez Montenegro

Page 67: La alcazaba-70

Revista La Alcazaba

67

ble de la Independencia tuvo el nombre de

José María Teclo. Más adelante se le dio el

nombre de Morelos, hijo de carpintero y de

la hija de un maestro. En San Agustín sir-

vió interinamente en los curatos de Churu-

muco y Huosas, perteneció a la casta de

indio y negro, pero él se decía español. La

primera parte de su vida fue vaquero, lo

caracterizaba una cicatriz en la nariz que se

hizo al golpearse con la rama de un árbol.

La carrera eclesiástica la emprendió a los

30 años haciendo estudios precisos para

ordenarse. Estudió Filosofía y Moral en

Valladolid bajo la mentoría de Miguel Hi-

dalgo, Director entonces del establecimien-

to. Se le dio el curato de Carácuaro de es-

casa renta para eclesiásticos de poca ins-

trucción. Al enterarse de la Revolución se

une a Hidalgo como se manifiesta en el

proemio de esta entrega, recibió órdenes de

tomar armas del gobierno, aprehender a

todos los europeos y embargar bienes para

el pago de las tropas y de tomar Acapulco.

Al regresar a su curato Morelos había

reunido 25,000 hombres armados con es-

copetas, progresó pronto al no encontrar

resistencia y ni el Virrey Venegas pudo

ponerle reten para dete-

nerlo. Calleja y Cruz esta-

ban en otros lugares com-

batiendo, recorrió Oaxa-

ca, Morelos estaba acos-

tumbrado al clima calien-

te de Michoacán su le-

vantamiento se tornó casi

invencible, acostumbrado

a vencer a tropas de Pue-

bla y Norte de México,

porque los realistas tenían

dificultades por del clima.

Morelos fue hombre deci-

dido, su rostro de aspecto

que retrataba carácter ce-

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68

ñudo, inalterable, con crueldad fríamente

calculada, devolvió sangre con sangre y

centuplicó los males que recibió. Seguidor

de Hidalgo fue nombrando intendentes y

autoridades que se desempeñaban puntual-

mente, no habiendo rey en España se dedi-

có a luchar por la independencia de Améri-

ca. Aclaro que antes de entrar en combate

se confesaba no temiendo exponerse a me-

nor riesgo cuando corrió la primera sangre

en el Veladero no volvió a celebrar misa

por considerarse irregular.

Siempre tuvo un capellán al que decía

su confesor. En su proceso, las contestacio-

nes y muchas providencias se le considera-

ba hombre de poca preparación, pero de

altos sentimientos. Tenía afición por las

pistolas llevaba dos en la carrillera, dos en

la silla de montar se entrenaba a diario, la

lanza nunca la usó. Durante cinco años de

campaña reunió grandes sumas de dinero,

solo tomó para su gasto personal que era Monumento a Morelos, la isla de Janitzio, en lago de Pá-

tzcuaro, ubicado en el Estado de Michoacán, México.

Mural de la Independencia mexicana en 1810

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Revista La Alcazaba

69

muy poco. Por aversión a

los españoles no aceptó di-

nero para salvase la vida. En

la mayoría de los documen-

tos dictados por él, se descu-

bre originalidad, profundi-

dad de pensamiento, escru-

pulosidad. Se nota en la pro-

clama a los americanos el 14

de febrero de 1810, se les

declaraba elevados a la dig-

nidad de hombres con apos-

tillas por los europeos.

A pesar de enfermedades y

heridas en combate todo lo

soportaba estoico, se

conformaba en recibir

los santos oleos conti-

nuando con igual vitalidad. Siempre

puesto sobre aviso cuando trataban de

causarle daño, a veces el padre Alba o

Ignacio Rayón. Alamán menciona que

a él no lo distinguía la humanidad ni la

generosidad, con lo que batallaba era

con el desorden de la insurgencia. A

pesar de que fue sitiado sin víveres

por Calleja, logró soportarlo y jamás

permitió que se mencionara la rendi-

ción. Se le llegó a considerar un se-

gundo Mahoma, prometía la resurrec-

ción temporal y el paraíso. Nunca tuvo

temor a morir, ni durante el combate,

ni durante el proceso. Cuando la inqui-

sición dio inició al proceso se le acusó

de herejía para perjudicar la insurgen-

cia, cosa que no dio resultado, pues no

logró extinguirla.

El proceso de Morelos y su prisión

fue el golpe duro que sufrió el tribunal

el 23 de abril de 1815, el gesto más

innoble de venganza, tratándolo de cu-

brir de ignominia al acusarlo de here-

jía. El acto más deleznable que pudo haber

hecho la inquisición. Sus bienes que eran

pocos fueron confiscados, una casa, el pro-

ceso duró 4 días, le rasparon los dedos por

considerarlo impuro para sostener el Cáliz,

le quitaron la casaca, la estola y todos los

ropajes de sacerdote, además le degradaron

de sacerdote, diácono, subdiácono y las

cuatro órdenes menores que seguían, su

sentencia fue pronunciada en latín por el

Obispo de Oaxaca, hipócritamente con la-

grimas en los ojos, ya sin el sobrepelliz le

cortaron el cabello hasta la coronilla, fue

fusilado el 22 de diciembre de 1815 en San

Cristóbal Ecatepec.

José María Morelos, óleo de Petronilo Monroy

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Revista La Alcazaba

70

Con la efigie al artista polaco Klem Felchnerowski

(1928-1980). Zielona Gora, Polonia

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Revista La Alcazaba

71

N eiva, Huila, 1969. Comunica-

dor Social y Periodista. Magís-

ter en Estudios de la Cultura,

mención Literatura Hispanoamericana,

Universidad Andina Simón Bolívar de

Quito. Profesor de tiempo completo en la

Universidad de Cartagena, Colombia. Ha

ganado los concursos de poesía Organiza-

ción Casa de Poesía, 1996; José Eustasio

Rivera, 1997 y 1999; Concursos Departa-

mentales del Ministerio de Cultura, 1998;

Euclides Jaramillo Arango, Universidad

del Quindío, 2000; Segundo premio Con-

curso Nacional de Poesía Ciudad de Chi-

quinquirá, 2000; Concurso Nacional de

Poesía Universidad de Antioquia, 2001;

Tercer Lugar en el Concurso Internacional

Literario de Outono, Brasil. Primer Premio

IX Bienal Nacional de Novela José Eusta-

sio Rivera. Primer Puesto en el Premio Na-

cional de Poesía Universidad Tecnológica

de Bolívar, Cartagena, 2005. Ganador de

una residencia artística del Grupo de los

tres del Ministerio de Cultura, Colombia, y

el Foncas, de México, con su proyecto:

“Paralelos de lo invisible: Chichén Itza-

San Agustín”. Primer puesto Concurso de

Cuento Humberto Tafur Charry, 2013. Pri-

mer puesto Premio de Poesía del Instituto

de Patrimonio y Cultura de Cartagena

(IPCC), 2013. Finalista en varios concur-

sos de poesía y cuento en Colombia, Espa-

ña, Argentina y México. Ha publicado los

libros de poemas Aniquirona, Trilce Edito-

res, 1998; La lluvia y el ángel (Coautoría)-

Trilce Editores, 1999; De regreso a Schuai-

ma, Ediciones Dauro, Granada-España,

2001; Memorias de Alexander de Brucco,

Editorial Universidad de Antioquia, 2002;

Summa poética, Altazor Editores, 2005;

Antología, Colección Viernes de Poesía,

Universidad Nacional, 2009; Camino a

Rogitama, Trilce Editores, 2010; La Ciu-

dad de las piedras que cantan, Caza de Li-

bros, Ibagué 2011; Temps era temps, Alta-

zor Editores, Bogotá, 2013 y La Douce

Aniquirone et D'autres Poemes, Somme

Poétique, Editorial Gente Nueva, 2014. En

narrativa: Dios puso una sonrisa sobre su

rostro, novela, 2004; en ensayo: Poéticas

del ocultismo en las escrituras de José An-

tonio Ramos Sucre, Carlos Obregón, César

Dávila Andrade y Jaime Sáenz, Trilce Edi-

tores, Bogotá, 2008. Poemas suyos han

aparecido en revistas y periódicos de Co-

lombia, España, Venezuela, Italia, Estados

Unidos, Argentina, Puerto Rico y México,

y han sido traducidos al francés, italiano,

portugués e inglés.

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72

LOS POBLADORES

Los árboles en Schuaima

son hombres petrificados

que han adoptado el lenguaje de viejas torres de trigo.

Hombres que antes de madera fueron barro

antes de ceniza fuego

y llameaban en la noche

como una caracola de trigo

o una estrella de ramajes y arboladuras.

En mi memoria de extranjero

persiste su posición de Hidalgos

sus rostros de guerreros besados por el sol;

Su postura de arqueros

sobre un rocinante de musgos y de piedras.

Árboles de Schuaima

hombres leñosos que madrugan con su canto de corneja

y se vierten por la llanura

para desperdigar su sombra o su quejido.

Quijotes de talles gráciles

en donde Dulcinea teje una telaraña de invocaciones

mientras el obeso de Sancho

sueña con Barataria

en la curva olorosa del yarumo o del algarrobo.

Estos;

los árboles de Schuaima

hombres que han preferido vestirse de lluvia;

columnas de hojas secas en las riberas del bosque y del sueño.

Winston con el poeta Carlos Dariel

y alumnos de la cátedra de Litera-

tura y Periodismo de la Universi-

dad de Cartagena , Colombia.

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73

LOS PÁJAROS

Pájaros hay en Schuaima

Como abetos en la China

o místicos orientales en las orillas del Nilo

Pájaros ataviados de luz:

Currucas, navíos, toches, goletas,

Derroteros, serpentarios, piqueros de patas azules.

Los pájaros de esta Terra

conocen las violetas de Parma, los tábanos del este,

las arborescencias del Mississippi;

Mundos posibles en el crepitar de sus alas lluviosas;

Pájaros que parecen nubes de yarumo y trigo

remontando su vuelo

por bosques de arrayanes y dindes balsámicos.

Estos,

los viandantes de este piélago desnudo

los pájaros que soñara la Dulce Aniquirona

en su canción por la memoria del bosque.

Pájaros de Schuaima

provistos de alas, de luz y madreselvas

decidme:

¿Qué es lo que gravita en las otras orillas?

Winston con el poeta polaco

Mirek Gancarz

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74

Manuel López Espino

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L a anorexia es una grave enferme-

dad que consiste en un trastorno

de la conducta alimentaria junto

con una percepción errónea del propio

cuerpo que lleva a conductas autodestruc-

tivas sin capacidad de control, produciendo

una pérdida de peso provocada por el pro-

pio enfermo yendo a un estado de inani-

ción.

La anorexia se caracteriza por el te-

mor a aumentar de peso, y por una percep-

ción distorsionada y delirante del propio

cuerpo que hace que el enfermo se vea gor-

do aun cuando su peso se encuentra por

debajo de lo recomendado. Por ello inicia

una disminución progresiva del peso me-

diante ayunos y la reducción de la ingesta

de alimentos.

Cerca del 95 por ciento de las perso-

nas que sufren este trastorno son mujeres,

generalmente comienza en la adolescencia,

afectando a los jóvenes de entre 12 y 18

años. Se da primordialmente en personas

de clase socioeconómica media y alta. Au-

mentando el trastorno en la sociedad occi-

dental cada año.

La anorexia nerviosa puede ser leve

y transitoria o grave y duradera. Se han co-

municado tasas letales tan altas como del

10 al 20 por ciento. Sin embargo, como los

casos leves pueden no ser diagnosticados,

nadie sabe exactamente cuántas personas

tienen anorexia nerviosa o qué porcentaje

muere de ella.

Normalmente, esta enfermedad co-

mienza con la eliminación de los hidratos

de carbono, ya que existe la falsa creencia

de que engordan. A continuación rechaza

las grasas, las proteínas e incluso los líqui-

dos, llevando a casos de deshidratación ex-

trema. A estas medidas drásticas se le pue-

den sumar otras conductas asociadas como

la utilización de diuréticos, laxantes, pur-

gas, vómitos provocados o exceso de ejer-

cicio físico. Las personas afectadas pueden

perder desde un 15 a un 50 por ciento, en

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Revista La Alcazaba

76

los casos más críticos, de su peso corporal.

Esta enfermedad suele asociarse con alte-

raciones psicológicas graves que provocan

cambios de comportamiento, de la conduc-

ta emocional y efectos en el cuerpo que

pueden durar toda la vida.

Su causa es desconocida, pero los

factores sociales parecen importantes.

Aunque hay muchos factores sociocultura-

les que pueden desencadenar la anorexia,

en los últimos estudios se está viendo que

una parte de la población tiene una mayor

predisposición física a sufrir este trastorno,

independientemente de la presión que pue-

da ejercer el entorno.

Si consideramos la alimentación co-

mo el primer elemento en la vida humana

con el que a través de él nos relacionamos

con el entorno, lo asimilamos, establece-

mos afectos y obtenemos la primera satis-

facción al cubrir las necesidades nutricio-

nales, vemos claramente la relación entre

la comida y los afectos, siendo este el pri-

mer vínculo sentimental del bebé con

quien le alimenta, principalmente la madre,

con quien va a experimentar sus primeras

experiencias existenciales.

Experimentos con primates han de-

mostrado esta misma búsqueda de afecto

en la alimentación, usando un maniquí de

cables con un biberón de leche y un mani-

quí de peluche sin biberón, un mono recién

nacido se inclina siempre por el segundo.

En los humanos está más que demos-

trado la sensación de seguridad y confianza

que tienen que tener nuestros hijos para

centrarse en el alimento y como según van

creciendo, el alimento va pasando a un se-

gundo plano, (en las sociedades donde no

hay carencia de alimentos), y la figura nu-

tricia pasa a un primer plano, justo es ese

momento en el que el niño se transforma

en un animal social y afectivo. A partir de

aquí todo trastorno con la alimentación

siempre va a estar ligado a los lazos afecti-

vos, (salvo patologías puramente físicas,

viéndose cada vez más las patologías psi-

cosomáticas, donde el pensamiento y los

afectos influyen directamente en la enfer-

medad física). En ocasiones, el no comer,

tan solo será una llamada de atención, pero

en los demás casos deberemos mostrar mu-

cha atención para saber que está ocurrien-

do en la evolución de ese niño sobre todo

en la adolescencia, donde se juntan muchas

emociones y afectos que a veces son difíci-

les de asimilar y eso lleva a centrarse en lo

exterior, es decir en el cuerpo, en la moda,

en el grupo y en las demandas externas pa-

ra ser aceptado en su grupo de referencia,

cambiando las figuras parentales por estas

nuevas figuras y perdiendo su identidad

personal de “niño” para ser “adulto” sobre

todo a la mujer, que sufre más esa presión

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Revista La Alcazaba

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social y sobre todo de los medios, por tener

un cuerpo delgado y bello, que distorsiona

la imagen de la adolescente que aún no tie-

ne un cuerpo formado y una personalidad

madura, pero si tiene las demandas de la

mujer adulta.

Cuando los mecanismos personales

fallan y no es capaz de responder positiva-

mente a esas nuevas demandas, algunas

adolescentes hacen un intento de retroce-

der en la evolución natural para intentar

evitar el afrontamiento de esa nueva fase

de la vida y para ello dejan de comer cre-

yendo que si su cuerpo no se alimenta se

parará su desarrollo y podrán seguir siendo

una niña evitando el “examen” de la socie-

dad a su cuerpo de mujer. Por desgracia, lo

único que consiguen es caer en una enfer-

medad que tiene su parte física, con el do-

lor por la falta de nutrientes y repercusio-

nes fisiológicas junto con su parte psíqui-

ca, tanto de aislamiento social por evitar

cualquier acto donde haya alimentos, el

mal estar emocional por tener que mentir

para no aceptar su patología y el pensa-

miento reiterativo al no poder conseguir su

objetivo nunca, al ir contra natura de evitar

hacerse mujer, (aunque si consiguen retra-

sarlo e incluso perder la regla y con la ex-

trema delgadez evitar la aparición de las

curvas de mujer).

Su tratamiento es largo y complejo y

se recomienda lo lleve un equipo formado

por un médico, un biólogo, un endocrino,

un psiquiatra y un psicólogo, ya que la pa-

ciente con anorexia va a tener afectadas las

áreas de estas disciplinas.

Por todo ello podemos concluir con

que la anorexia es una patología que crea

la sociedad del bienestar en sus adolescen-

tes femeninas por sus cánones de belleza

tan superficiales y estrictos tan solo para

que ciertos modistos puedan diseñar cier-

tos trajes que ensalzan su ego, sin importar

hacia quienes los realizan.

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