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36 Fecha de recepción: 15 de febrero de 2008 Fecha de aprobación: 2 de abril de 2008 Ricardo Cortés Padilla * RESUMEN Este artículo presenta un análisis de la pertinencia del presidencialismo en México, a la luz de los fundamentos teóricos en los que descansan los regímenes de gobierno presidencial parlamentario y semipresidencial, de cara a los nuevos retos de pluralidad democrática que enfrenta nues- tro país hoy en día. PALABRAS CLAVE: régimen de gobierno, presidencialismo, parlamenta- rismo, semipresidencialismo, democracia, liderazgo político, consenso. ABSTRACT This article presents an analysis of the relevancy of the regime presidential in Mexico, by the light of the theoretical foundations in those that rest government’s presidential parliamentarian regimens and semipresidential, of face to the new challenges of democratic plurality that it faces our country today in day. KEY WORDS: regime of government; presidential, parliamentarianism, semipresidentianism, democracy, political leadership, consent. La agudización de las contradicciones del presidencialismo mexicano * Maestro en Estudios Regionales por el Instituto de Investigaciones “Dr. José María Luis Mora”. Profesor de Carrera del Centro Universitario Amecameca de la UAEM

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La agudización de las contradiccionesdel presidencialismo mexicano

Fecha de recepción: 15 de febrero de 2008Fecha de aprobación: 2 de abril de 2008

Ricardo Cortés Padilla*

RESUMEN

Este artículo presenta un análisis de la pertinencia del presidencialismoen México, a la luz de los fundamentos teóricos en los que descansanlos regímenes de gobierno presidencial parlamentario y semipresidencial,de cara a los nuevos retos de pluralidad democrática que enfrenta nues-tro país hoy en día.

PALABRAS CLAVE: régimen de gobierno, presidencialismo, parlamenta-rismo, semipresidencialismo, democracia, liderazgo político, consenso.

ABSTRACT

This article presents an analysis of the relevancy of the regimepresidential in Mexico, by the light of the theoretical foundations inthose that rest government’s presidential parliamentarian regimens andsemipresidential, of face to the new challenges of democratic pluralitythat it faces our country today in day.

KEY WORDS: regime of government; presidential, parliamentarianism,semipresidentianism, democracy, political leadership, consent.

La agudización de las contradicciones delpresidencialismo mexicano

* Maestro en Estudios Regionales por el Instituto de Investigaciones “Dr. José María Luis Mora”. Profesorde Carrera del Centro Universitario Amecameca de la UAEM

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Ricardo Cortés Padilla

INTRODUCCIÓN

En las últimas décadas, Latinoamérica estápasando por un periodo de cambios queafectan, no solamente a las institucioneseconómicas, sino también, a las institucio-nes políticas, sociales y culturales. Méxi-co no es la excepción, la transición políti-ca en nuestro país es el resultado de unintenso y prolongado camino hacia la de-mocracia, pero ésta no se ha consolidado.Es cierto que tenemos un sistema electoralmultipartidista, con elecciones competiti-vas, con reglas que pretenden ser más equi-tativas, que fueron liberando, paulatina-mente, espacios de poder, que antes sóloocupaba el Partido Revolucionario Institu-cional (PRI); pero a partir de 1997 la Cá-mara de Diputados se queda sin mayoríaabsoluta, convirtiéndose en el punto deencuentro con la pluralidad, la división depoderes y las confrontaciones de las fuer-zas políticas.

Estos y otros acontecimientos contribuye-ron a que en México se diera la alternanciapolítica en los diferentes órdenes de gobier-no. El 2 de julio del 2000 se convierte, paramuchos analistas, en el parteaguas de la vidademocrática de nuestro país, pues implicó,por un lado, el fin del PRI como partido do-minante y del autoritarismo que, por mu-chas décadas atrás, estuvo concentrado enla institución presidencial, figura que aca-paraba amplias facultades extra-constitu-cionales, propias de nuestro sistema polí-tico y sin contrapesos. La instituciónpresidencial fue la piedra angular del régi-men político y factor esencial de interesesy poder excesivo de figuras presidenciales

que han desfilado a lo largo de nuestra vidapolítica.

El presidencialismo mexicano heredó loscontenidos simbólicos, así como muchasfacultades reales de nuestro sistema colo-nial, porque no sólo inicia al llegar a la sillapresidencial con Plutarco Elías Calles oLázaro Cárdenas, dado que, desde la épocapre-revolucionaria, esta figura presidencialya gozaba de muchos privilegios y excesosde poder, no obstante, a partir de dichas fi-guras presidenciales se viene a consolidary a fortalecer el poder presidencial en laposrevolución a través de dos elementosimportantes: el PRI y el corporativismo.

Sin embargo, en el último sexenio se hanacentuado las muestras de debilidad y has-ta de crisis del poder presidencial, que handesembocado en una parálisis de gobierno,principalmente, en el quehacer legislativo,como producto de una falta de liderazgo ypérdida de legitimidad del titular del PoderEjecutivo, quien a lo largo de su sexeniodejó en evidencia su incapacidad de gene-rar acuerdos con los partidos de oposiciónpara poder sacar adelante la agenda legis-lativa en torno a temas centrales para suadministración, como lo son las llamadasreformas estructurales para la economíanacional, tales como, abrir la inversión a lainiciativa privada para la generación deenergía eléctrica, refinación y producciónde derivados del petróleo, dejándose de cum-plir con las expectativas de crecimiento eco-nómico que se tenía contemplado para elsexenio foxista. De ahí la inquietud de ana-lizar y reflexionar sobre las ventajas y des-ventajas de continuar con un régimen de

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gobierno presidencial; que funcionó en uncontexto económico, político y social, quehoy es sustancialmente diferente.

De esta manera, una de las interrogantesque me impulsó a la realización de este ar-tículo es analizar si ¿El régimen presiden-cial es funcional dentro de la nueva reali-dad política de nuestro país? ¿Qué tanefectivo es el poder del presidente de la re-pública en México? ¿Cómo afecta la crisisdel presidencialismo al desarrollo de la de-mocracia mexicana y la gobernabilidadpolítica?

No podemos olvidar que, antes de 2000, elpresidente en turno designaba a su sucesorpresidencial; también era evidente ver lasumisión de los poderes (Legislativo y Ju-dicial) ante la figura presidencial; por másde 70 años, el presidente detentaba un po-der casi absoluto, unipersonal, con poderesilimitados y así fue heredado el modelo delsistema presidencial en México.

No obstante, en los últimos años, la coyun-tura se ha tornado favorable para pensar enla discusión de transitar el sistema presi-dencial actual a otro régimen de gobierno,ya sea semipresidencial, parlamentario o,incluso, a alguna modalidad del sistemapresidencial que incluya variantes parla-mentarias. El interés radica en que las li-mitaciones del entramado de institucionespolíticas, heredadas del régimen de parti-do de Estado, son cada vez más inadecua-das y peligrosas para el pluralismo y laconsolidación de la democracia en Méxi-co que lejos está de haber concluido con laalternancia.

En este trabajo se plantea el presiden-cialismo como un proceso mediante el cualse concentró, de manera creciente, el po-der político y administrativo en el presi-dente de la república, a expensas de los otrosdos poderes de la unión y de los gobiernosestatales y municipales. Este poder se gestóa partir de los términos constitucionales,propios de un régimen presidencial, queacumuló cada vez mayores atribuciones yprivilegios que, el sistema político y la ciu-dadanía, le fueron otorgando al presidentede la república. Este proceso llegó a ubicaral jefe del ejecutivo federal en un lugar pre-eminente, respecto de los demás poderes dela Unión, de otras instancias gubernamen-tales y del universo de las instituciones po-líticas, económicas y administrativas delpaís. Sin embargo, en los últimos años, di-cho presidencialismo se ha ido modifican-do al tenor de los cambios de nuestro siste-ma político; en el contexto de la transicióna la democracia, que ha repercutido de unau otra forma en el debilitamiento del poderpresidencial, con importantes implicacionespolíticas, que llegan a rayar en la parálisisy estancamiento gubernamental, de ahí quesea necesario reflexionar sobre las ventajasy desventajas que implica seguir sostenien-do un régimen de gobierno presidencial antelas nuevas circunstancias políticas de nues-tro sistema político.

Este artículo está integrado por cuatroapartados: en el primero de ellos se abor-dan los aspectos teóricos conceptualessobre los sistemas de gobierno presiden-cial; parlamentario y semipresidencial, enel segundo apartado se analizan las par-

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ticularidades y antecedentes del régimende gobierno presidencial en México, paraentender sus orígenes y evolución; en eltercer apartado se presentan los elementosque nos permiten considerar la crisis delpresidencialismo en nuestro país y, final-mente, las conclusiones, donde se realizanalgunas reflexiones en torno a los retos delrégimen de gobierno en México, de cara ala consolidación o retroceso del sistema po-lítico democrático.

SISTEMAS DE GOBIERNO

De acuerdo con la tipología de Sartori(1994), existen tres sistemas básicos degobierno: el presidencial (cuyo ejemplo ca-racterístico sería el modelo de Estado Uni-dos), el parlamentario (que encuentra en elgobierno Inglés a su mejor exponente) y elsemipresidencial (teniendo como caso másrepresentativo el gobierno de la Quinta Re-pública Francesa).

Presidencialismo: de acuerdo con PérezOrdoñez (2001), el sistema de gobiernopresidencial surgió en un contexto políticode independencia entre la Corona Británicay las Trece Colonias de Norteamérica, enel que los fundadores de este nuevo paísautónomo consideraron que el régimen pre-sidencial, con un presidente fuerte a la ca-beza, sería la única forma de garantizar laconvivencia pacífica entre las diferentescolonias recién emancipadas y de gober-nar sobre un territorio cada vez más vas-to, en el que se hacía necesario administrardiferentes intereses.

La conformación del sistema político esta-dounidense y el régimen presidencial, radicaen que el presidencialismo puede funcionarsolamente en un Estado republicano, por sucarácter representativo y su división de po-deres, en cambio, el parlamentarismo sur-gido en Inglaterra, fue resultado de unamedida para limitar los poderes de la Coro-na Británica.

Giovanni Sartori (1994) señala varios cri-terios que permiten identificar un presiden-cialismo de su contraparte parlamentaria:

a) Elección popular directa, o casi directa,del jefe de Estado por un tiempo deter-minado (que puede variar de cuatro aocho años).

b) El gobierno, o el ejecutivo, no es desig-nado o desbancado mediante el voto par-lamentario. Los gobiernos son una pre-rrogativa del presidente.

c) No permite ninguna autoridad dual entreel presidente y su gabinete, es decir, lalínea de autoridad es clara del presidentehacia abajo.

En cuanto a la elección casi directa del pre-sidente, es porque, como en el caso estado-unidense, la voluntad de los ciudadanos tieneque pasar por un colegio electoral, que afin de cuentas, lo que hace es ratificar elvoto mayoritario de los ciudadanos, o comoen el caso de algunos sistemas electoralesen el que el parlamento elige de entre losdos principales candidatos, cuando ningu-no consiguió la mayoría absoluta.

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Es claro que en el sistema presidencial, eljefe del ejecutivo es a la vez jefe de Estadoy jefe de gobierno. En su calidad de jefe deEstado tiene potestades para llevar adelan-te los asuntos más importantes del ejerciciodel poder público, como: establecer las po-líticas estatales, ejercer la máxima autori-dad de la fuerza pública, o representar a lanación interna o exteriormente. Como jefede gobierno, el presidente tiene amplio po-der para dirigir la marcha de la maquinariaestatal, así, el presidente de la Repúblicaestá facultado para nombrar y remover alos Secretarios de Estado, de forma libre ydiscrecional, sin más límite que su criterioy con total independencia del Congreso. Estadualidad de funciones es la característicafundamental del régimen presidencialista yla característica que lo diferencia de otrossistemas de gobierno.

Sin embargo, desde la perspectiva de Sartori(1994), el régimen presidencial ha dadoinnumerables muestras de fracaso, a ex-cepción del estadounidense, lo cual tendríaque encontrar su explicación en diferentescausas, pero una de gran relevancia es quelos norteamericanos se han esforzado paraque dicho sistema de gobierno sea funcio-nal, más allá de su marco institucional.

Este modelo de gobierno ha sido copiado,principalmente por los países de AméricaLatina, pero éstos han experimentado gra-ves crisis políticas, pues para que éste fun-cione, es necesario que se cumplan algunascaracterísticas necesarias, como: en primerlugar, que exista voluntad de los diferentesactores políticos por llegar a acuerdos yconsensos, aun de tipo clientelar, que les

permita obtener beneficios propios o parasus representados, de ahí que, para que elrégimen sea exitoso, el presidente debe tra-bajar con el parlamento, a pesar de la ten-tación de confrontación que muchas vecesse presenta y debe conseguir su colabora-ción mediante el uso de poderes políticos,no de poderes reglamentarios ni constitu-cionales. Esto nos lleva a la siguiente ca-racterística del éxito del presidencialismoestadounidense, el hecho de que la negocia-ción del ejecutivo con los legisladores, sólose tenga que hacer con congresistas de unsolo partido, producto del sistema bipar-tidista, lo que facilita la concreción de acuer-dos; en cambio, con sistemas multipartidistasesta labor se complica de manera significa-tiva. Y finalmente, un tercer requisito paraque el presidencialismo pueda funcionar, esel relativo a la debilidad ideológica y disci-plinaria de los partidos políticos, ya que ellopermitirá, a los congresistas, tener un ma-yor grado de autonomía para poder votarlas iniciativas de ley de acuerdo a sus inte-reses o a los de sus representados, de locontrario, ante partidos fuertemente disci-plinados, la negociación o conformación dealianzas parlamentarias resultan casi impo-sibles.

Parlamentarismo: a diferencia del régimenpresidencial, tiene su base en el gobiernocompartido y, por tanto, eliminan la divi-sión de poderes, al respecto Sartori expre-sa que: “Los sistemas parlamentarios de-ben su nombre a su principio fundador, osea, que el Parlamento es soberano (…),su característica primordial es que el po-der Ejecutivo-Legislativo se comparte”(1994: 116).

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Van a existir diferentes tipos de gobiernoparlamentario, de acuerdo con los resulta-dos electorales, por ejemplo: con la exis-tencia de congresos derivados de una ma-yoría unificada, en donde un solo partidoconquista la mayoría del parlamento, le ase-guraría llevar a su líder partidista a ocuparel cargo de primer ministro, con un ampliopoder político, resultado del apoyo mayori-tario del parlamento; en cambio, un parla-mento resultado de una mayoría dividida,dará como consecuencia un gobierno decoalición, resultado de las negociaciones delos diferentes partidos políticos, con un pri-mer ministro más débil.

Una de las características relevantes quedestaca Sartori (1994) de los gobiernos par-lamentarios, es que deben contar con parti-dos políticos disciplinados, de lo contrario,la labor legislativa podría degenerar en unasambleísmo, en el que la concertación deacuerdos se dificulte de sobremanera, porconsiguiente, el fraccionalismo partidistaatenta directamente contra la estabilidad yéxito de estos regímenes de gobierno.

De esta manera, el régimen parlamentariose distingue por la dualidad y el divorciode funciones de jefe de Estado y jefe degobierno, en dos personas con competen-cias diferentes. En el Reino Unido, el jefede Estado es el Rey o la Reina y el PrimerMinistro tiene a su cargo las gestiones degobierno.

Una de las características del régimen par-lamentario es que la división de poderes noes tan tajante como en el régimen presiden-cialista. De hecho el jefe de gobierno (Pri-

mer Ministro) tiene origen constitucional enel parlamento. Como quedó apuntado en pá-ginas anteriores, en el sistemapresidencialista, en la mayoría de los ca-sos, el cargo de presidente tiene su origendirectamente en el voto popular, resulta elec-to por el cuerpo electoral en elecciones li-bres, periódicas y universales. En cambio(se ha mencionado que existen diferentestipos de parlamentarismo), en el parlamen-tarismo, la ciudadanía vota a los candida-tos de un determinado partido político enuna circunscripción territorial, con el man-dato indirecto de que, si el partido que ob-tiene su voto logra la mayoría absoluta enel parlamento, o logra por lo menos contro-lar el parlamento mediante alianzas, la ma-yoría parlamentaria designará al líder delpartido votado. Más fácil: en el sistemaparlamentarista no se vota a las personas,sino a los partidos políticos para que en elparlamento se designe al jefe de gobierno(Primer Ministro). Por lo que señala Linz(1996), que esto trae como consecuencia lassiguientes implicaciones:

a) Como el gobierno nace de la legitimidadque le otorga el Parlamento, la condiciónfundamental, para la estabilidad del ré-gimen, es que la función ejecutiva logrey conserve el apoyo y la confianza delparlamento. De esta forma surge unasuerte de simbiosis política entre el par-lamento y quien ocupe la función ejecu-tiva. Se produce, de entrada y por fuerzaconstitucional, una alianza entre el par-lamento y el gobierno.

b) Como el sistema parlamentario se basaen consensos, el gobierno, para poder

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sobrevivir, necesita del apoyo legislati-vo y, aparte de las alianzas políticas, elparlamentarismo implica un ejercicio deun gobierno que no sólo obtiene legiti-midad temporal en las urnas, sino quebusca legitimidad durante largos perio-dos de tiempo.

c) En el sistema parlamentario, el PoderEjecutivo se comparte con el Poder Le-gislativo y el Parlamento se convierte enel centro de gravedad de la actividad po-lítica. De modo que, a diferencia delpresidencialismo, la política y los desti-nos del Estado no recaen en una solapersona.

d) Cuando el Poder Legislativo retira suapoyo al Ejecutivo, éste tiene que dejarel cargo. Esta situación significa que eljefe de gobierno tiene la facultad consti-tucional de convocar a elecciones legis-lativas anticipadas para reconformar elparlamento y la función ejecutiva. Encaso de inestabilidad, la mayor parte dela clase política se tiene que retirar a es-perar un nuevo mandato parlamentario.

e) En algunos sistemas parlamentarios elgabinete, al igual que el Primer Ministroo canciller, tienen su origen en el Parla-mento, de modo que conocen las prácti-cas parlamentarias y a sus colegas, ade-más gozan de cierta legitimidad ante lafunción legislativa, lo que les permitefungir como intermediarios entre el Eje-cutivo y el Legislativo.

En suma, los regímenes parlamentarios sebasan en una dinámica política que fomen-

ta la colaboración y construcción de con-sensos, en el marco de políticas coherentes.La unificación de los poderes, Ejecutivo yLegislativo concede gran importancia al tra-bajo conjunto, pues éste aumenta las posi-bilidades de éxito y evita la convocatoriade nuevas elecciones.

Semipresidencialismo: es un sistema degobierno mixto que combina elementos depresidencialismo y parlamentarismo, elcual se caracteriza por basar su funciona-miento en el poder compartido, “el presi-dente debe compartir el poder con un pri-mer ministro; a su vez, el primer ministrodebe conseguir un apoyo parlamentariocontinuo” (Sartori, 1994: 136). En este sen-tido, el presidencialismo sería un régimencon dos figuras de poder, es decir, una es-tructura de autoridad dual entre el Presi-dente de la República y el Primer Minis-tro. “De este modo, cualquier Constituciónsemipresidencialista deberá establecer, dealguna manera, una diarquía entre un presi-dente, que es jefe de Estado y un PrimerMinistro, que encabeza el gobierno” (Sar-tori, 1994: 137).

Este régimen de gobierno con dos cabezases característico de la Quinta RepúblicaFrancesa, en el que el Presidente es elegidopopularmente y el Primer Ministro es ema-nado del Parlamento, cabe decir que la for-taleza o debilidad de estas dos figuras tienemucho que ver con los resultados electora-les, por ejemplo, cuando el partido del pre-sidente logra una mayoría unificada en elparlamento, es muy probable que el primerministro surgido del parlamento sea de sumismo partido y, por tanto, el presidente

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contará con una gran fuerza política, colo-cándose por encima del parlamento; en cam-bio, cuando el Parlamento es resultado demayorías divididas, es muy probable que elPrimer Ministro sea de un partido diferenteal del presidente y el poder de éste, se verádisminuido a favor del Primer Ministro. Alrespecto, Sartori lo explica de la siguienteforma:

… el semipresidencialismo francés ha evo-lucionado hasta convertirse en un verdade-ro sistema mixto, basado en una estructuraflexible de autoridad dual, es decir, un Eje-cutivo bicéfalo, cuya primera cabeza cam-bia (oscila), cuando cambian las combina-ciones de la mayoría. Con una mayoríaunificada, el presidencialismo prevalecedecisivamente sobre el Primer Ministro yla Constitución que se aplica es el material(las convenciones constitucionales). A lainversa y, alternativamente, con una mayo-ría dividida, el que prevalece es el PrimerMinistro, apoyado por su propio Parlamen-to y, también, porque la Constitución for-mal (lo que establece por escrito) apoya supretensión de gobernar por derecho propio(Sartori, 1994: 141).

En síntesis, podríamos decir que la diferen-cia entre este régimen de gobierno y elpresidencialismo es que, ante una mayoríadividida en el parlamento, la confrontaciónse da entre el Ejecutivo y el Primer Minis-tro, en cambio, en el presidencialismo el con-flicto se da de manera directa entre el eje-cutivo y el propio Parlamento, donde existeuna variación de poder entre el ejecutivo yel parlamento, de acuerdo a las preferen-cias electorales. Por tanto, lo que dota deestabilidad política a este sistema de go-

bierno es el poder mayoritario que se en-cuentra en manos del Presidente o del Pri-mer Ministro.

ANTECEDENTE DELPRESIDENCIALISMO MEXICANO

De acuerdo con Hurtado (2001), Mendoza(1998) y Weldon (2002), es cierto que des-de 1824 se estableció en nuestra Constitu-ción el sistema presidencial, éste, por muydiferentes razones, devino en la práctica enun presidencialismo hegemónico, centrali-zador y a veces desorbitado y autoritario.

Durante los primeros años de la vida inde-pendiente de México, amenazas y amagosde dentro y fuera, endurecieron a menudoel ejercicio del poder presidencial. Por esofue inevitable que el presidente centraliza-ra y acumulara atribuciones, como una for-ma de fortalecer la investidura presidencial,en algún tiempo, única institución republi-cana en funciones.

De tal forma que no es extraño que, de 1833a 1910, la historia política del país estuvie-ra dominada por tres figuras relevantes:Antonio López de Santa Anna, BenitoJuárez y Porfirio Díaz, quienes de una uotra forma, fueron resultado de que, en elsiglo XIX, las amplias atribuciones del Con-greso y la autonomía e independencia de go-bernadores fuertes –sostenidos por abiga-rrados intereses locales– trajeran, comoconsecuencia, el surgimiento de figuras decaudillos y el surgimiento de dictaduras. Eneste orden de ideas Jeffrey Weldon mani-fiesta que:

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Buena parte de la literatura, sobre la políti-ca mexicana (tanto de autores mexicanoscomo estadounidenses), culpa al supuestocarácter autoritario de la cultura política deMéxico por la estructura política centrali-zada y autoritaria. Esta literatura supone queel presidencialismo ha estado vigente porlo menos desde la Constitución de 1917.Ciertamente hay en la historia mexicana unatendencia a la centralización, en particulara la acumulación de poder personal en ma-nos de un caudillo, un líder cuasi-militar.El rol de caudillo nacional es, invariable-mente, asumido por el presidente. Es muydifundida la interpretación de la formacióndel partido oficial como una consecuenciadel presidencialismo. El Partido Revolucio-nario Institucional ha sido tradicionalmen-te retratado como el mero ministerio elec-toral de la presidencia (Weldon, 2002: 176).

La fuerte tradición del surgimiento de lasfiguras de caudillos, que concentraban elpoder durante el siglo XIX, como resultadode los conflictos y de la inestabilidad entreconservadores y liberales, prevaleció en lasprimeras décadas del siglo XX. El conflictoarmado de la Revolución Mexicana de1910, surge para hacer frente al poder dic-tatorial de Porfirio Díaz, quien se mantuvoal frente del gobierno mexicano aproxima-damente por 30 años; sin embargo, esteconflicto, lejos de llevar a un vuelco en lasformas de ejercer el poder, sólo sirvió pararenovar a las elites que encabezarían el go-bierno, con una constitución que incorpora-ba las reivindicaciones sociales más senti-das por la población. De tal manera que, enla posrevolución en México, se seguía vi-viendo un ambiente de encono y conflictoentre los llamados caudillos de la revolu-

ción, generándose un clima de inestabilidadpolítica; fue necesario institucionalizar elacceso al poder político, lo cual se consi-guió con la conformación del Partido Na-cional Revolucionario (PNR) en 1929, cuyopartido tuvo la loable misión de terminarcon los caudillos, caciques y partidos lo-cales o regionales que ponían en peligro laestabilidad política y social, para formali-zar la vía institucional, la renovación pa-cífica y temporal del país.

La creación del PNR va a constituir un he-cho trascendental para el sistema políticomexicano y, en consecuencia, para su régi-men de gobierno, dado que este partido secolocó como uno de los soportes más im-portantes, sino es que el más relevante, delpresidencialismo imperante, desde su crea-ción hasta finales de siglo XX, JeffreyWeldon expresa al respecto:

Hay cuatro condiciones necesarias que dancuenta del presidencialismo en México:1) un sistema presidencialista basado en laConstitución; 2) un gobierno unificado, enel cual el partido gobernante controla lapresidencia y ambas cámaras del Congre-so; 3) la disciplina en el interior del parti-do gobernante; 4) un presidente que es ellíder reconocido del partido gobernante. Sialguna de estas cuatro condiciones dejarade existir, entonces el equilibrio delpresidencialismo comenzaría a quebrarse.Si alguna de estas tres últimas condicionesya no se verificara, entonces el presidentemexicano tendría sólo poderes constitucio-nales y perdería los poderes metacons-titucionales por los que se ha identificado alos ejecutivos mexicanos (Weldon, 2002:177-178).

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El partido oficial, desde su creación y has-ta finales del siglo XX se convirtió en el pi-lar de la fuerza del presidente en turno.

Ahora bien, es importante no perder de vis-ta que la época de mayor esplendor delpresidencialismo posrevolucionario se de-sarrolla desde el periodo del General LázaroCárdenas, –por ser quien como presidenteasume el control del partido y expulsa aPlutarco Elías Calles, quien se había cons-tituido como un poder alterno a la presi-dencia, por haberse erigido como creadordel partido y que, durante el periodo delmaximato, era quien realmente tenía el con-trol del mismo–, hasta el sexenio de CarlosSalinas de Gortari, a quien considero el úl-timo ejecutivo que ejerció todavía el poderpresidencial con una gran preponderancia,pese a que la vida política del país ya seencontraba inmersa en el proceso de transi-ción a la democracia. Esto no quiere decirque durante el sexenio de Ernesto ZedilloPonce de León, haya desaparecido el poderpresidencial, pero sí se empiezan a dar vi-sos de debilidad del poder ejecutivo. Pode-mos ubicar dicha época de esplendor en elcontexto de un sistema político autoritario,en el que Jorge Carpizo, en su ya clásicaobra sobre el tema, identificaba las siguien-tes características como elementos explica-tivos del presidencialismo mexicano:

Las causas del predominio del presidentemexicano son: a) es el jefe del partido pre-dominante; b) el debilitamiento del poderlegislativo; c) la integración, en buena par-te, de la suprema corte de justicia; d) sumarcada influencia en la economía; e) lainstitucionalización del ejército, cuyos je-fes dependen de él; f) la fuerte influencia

sobre la opinión pública, a través de los con-troles y facultades que tiene, respecto a losmedios masivos de comunicación; g) la con-centración de recursos económicos en lafederación, específicamente en el ejecutivo;h) las amplias facultades constitucionales yextraconstitucionales; i) la determinación detodos los aspectos internacionales en loscuales interviene el país, sin que, para ello,exista freno en el senado; j) el gobierno di-recto de la región más importante y conmucho, del país, como lo es el distrito fede-ral y, k) un elemento psicológico: ya que enlo general, se acepta el papel predominantedel ejecutivo sin que mayormente se le cues-tione (Carpizo, 2004: 68-69).

Estas aracterísticas dan cuenta de un con-junto de prácticas y relaciones políticas in-formales, pero vigentes en su momento, quevinieron a darle sustento al presidencialismomexicano, en el que destacarían prácticascomo: la designación de su sucesor, asícomo, las candidaturas, tanto de goberna-dores, senadores, diputados y presidentesde los municipios más importantes del país;la determinación de los líderes parlamen-tarios y de los dirigentes de su partido. Loque llevó a que el poder ejecutivo en Méxi-co concentrara un gran poder.

Este ejercicio exacerbado de concentracióndel poder, en la figura presidencial, vino adar al traste con el carácter republicano,federal y democrático de nuestro régimenpolítico, ya que: por un lado, la primera víc-tima evidente del sistema político centrali-zado y controlado desde arriba, fue el me-canismo de pesos y contrapesos en unsistema nominalmente democrático y deseparación de poderes; aunque, formalmente

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autónomo, el Poder Legislativo nunca tuvoni la menor oportunidad de convertirse enuna fuente de equilibrio y balance, frente alPoder Presidencial. Los legisladores veíanal Congreso como un premio, un caminohacia la oportunidad para hacer méritos enla búsqueda por una mejor posición políti-ca, unos perseguían una gobernatura, otrossimplemente esperaban que les promovie-ran políticamente; todos, sin embargo, veíanal Congreso como un paso más en una ca-rrera política, donde lo importante era nodisgustar al presidente, quien verdadera-mente tomaba las decisiones.

Por otro lado, la centralización del poderen la capital del país con la sede de los po-deres de la federación, trajo, en la praxis,un país centralista y no federal, en donde laautonomía de las entidades federativas que-dó suprimida y, en consecuencia, los esta-dos de la república quedaron subordinadosal ámbito del poder federal.

Finalmente, el sistema político, lejos de con-ducirse bajo los lineamientos de una demo-cracia, se ejerció de forma autoritaria, endonde se permitía la participación políticatanto de partidos políticos como de los ciu-dadanos, siempre y cuando no pusieran enpeligro el poder del partido oficial. En estesentido, Javier Hurtado establece que:

...la excepcionalidad del caso mexicano estáen que el Ejecutivo ha logrado anular la ac-ción del conjunto de instituciones políticas,que la Constitución concibió y estableciópara compartir y contrabalancear el poder.Al hacerlo, se anuló también la división depoderes, tanto la horizontal (Ejecutivo, Le-

gislativo y Judicial) como la vertical (poderfederal/poder local), dando como resultadolo que llamo un gobierno indiviso y unita-rio (Hurtado, 2001: 69).

Recapitulando, podemos decir que la épo-ca dorada del presidencialismo mexicano sedesarrolló en un contexto autoritario, en elque la situación de bonanza económica quevivió el país durante el llamado milagromexicano, fue uno de los elementos adicio-nales que contribuyó a la legitimidad, via-bilidad y permanencia de este régimen porvarias décadas; no obstante, el sistema po-lítico autoritario empieza a experimentar,hacia finales de los setenta, que pasará porlos ochenta y noventa, una paulatina tran-sición democrática, como consecuencia decuatro aspectos importantes:

a) Pérdida de credibilidad del sistema elec-toral, expresado en su punto más críti-co, en las elecciones presidenciales de1976, cuando el candidato oficial fue elúnico contendiente registrado en el pro-ceso electoral, situación que llevó al go-bierno a impulsar una reforma electo-ral en 1977, que allanaba el camino parala creación y registro oficial de nuevospartidos políticos. Esta reforma reper-cutió en la ampliación del abanico deopciones políticas que se ofrecía a loselectores.

b) Crisis del modelo económico basado enla sustitución de importaciones; trajocomo resultado la creciente reducciónde apoyo de las bases sociales del Par-tido Revolucionario Institucional, quese refleja en el paulatino aumento de

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votos a favor de los partidos de oposi-ción y, por tanto, en una mayorcompetitividad electoral.

c) Crisis del corporativismo que, en granmedida, es resultado de la crisis econó-mica debido a que, ante la incapacidadfinanciera del gobierno de seguir mante-niendo relaciones de clientela política conlas grandes corporaciones obreras, cam-pesinas, populares y empresariales, se vaminando el apoyo político incondicionalde las bases sociales del partido oficial.

d) El surgimiento de una sociedad civil másparticipativa y exigente, ante el poder pú-blico, que se expresa en una mayor plu-ralización de demandas y expectativas alas que el gobierno no ha podido ajustar-se en el marco de las antedichas crisis.En donde, diferentes sectores socialesenfrentan las acciones estatales contra sunivel de vida y su deseo democrático, quehan hecho más nutrido el caudal de vo-tos de los partidos de oposición.

Podemos decir que la crisis de legitimidaddel gobierno, la recesión económica, el costosocial de las medidas estabilizadoras queconllevan a una crisis del corporativismomexicano, contribuyó a una lenta y paula-tina transición democrática del sistema po-lítico mexicano y del sistema electoral enparticular. Sin embargo, no hay que perderde vista que dicho proceso de transiciónasumió un carácter muy sui generis, pro-bablemente a consecuencia de que la trans-formación del sistema político se lleva acabo desde la lógica de la clase política enel poder, por lo que el régimen presidencial

empieza a dar muestras de debilidad hastael sexenio de Ernesto Zedillo Ponce de León.

CRISIS DEL PRESIDENCIALISMOMEXICANO

El debilitamiento del poder presidenciallo ubicamos, de forma más evidente, hasta elsexenio zedillista, dado que, aun cuandoel sexenio de Carlos Salinas de Gortari, ini-cia con una importante crisis de legitimi-dad, resultado de un proceso electoral muycuestionado, en el que se empieza a presen-tar la alternancia partidista en algunos es-tados de la República y se apoya en unaalianza y concertacesión con el Partido Ac-ción Nacional (PAN) para llevar a cabo suproyecto de gobierno; termina su periodode gobierno revestido de una gran legitimi-dad, de prácticamente todos los sectores so-ciales del país, deslumbrados por los logrosde estabilidad macroeconómica y de la es-peranza de que México ingresaría al clubde los países más desarrollados que inte-gran la Organización para la Cooperacióny Desarrollo Económico (OCDE); además,durante el salinismo se ejerció el poder pre-sidencial como en pocos, muestra de ellofue la remoción de prácticamente la mitadde los gobernadores de los estados del país,por mencionar sólo un ejemplo. De tal ma-nera que la debilidad del poder presidencialse va a presentar hasta el sexenio de Ernes-to Zedillo, quien en afán de guardar unasana distancia, como él mismo lo llamó, enrelación con el partido oficial, comenzandoa perder cierto liderazgo sobre el PRI. Di-cha debilidad va ha adquirir notoriedadcuando algunos gobernadores desafían su

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poder y desobedecen su voluntad, como elcaso de Roberto Madrazo Pintado, quien senegó a presentar su renuncia a la gobernaturade Tabasco, después del conflicto postelec-toral del que salió electo. En este orden deideas, Javier Hurtado identifica la debili-dad presidencial en el hecho de que:

La errática y ambivalente postura de ErnestoZedillo con su partido y el crecimiento delos niveles de competitividad en las contien-das electorales, así como, la reducción de lacapacidad de maniobra del presidente dela República para ser dispensador único yabsoluto de cargos, prebendas o concesio-nes del Estado, ha traído como consecuen-cia que, a partir de 1994, el PRI experimentaun continuo e importante proceso de deser-ción de miembros de sus filas… (2001: 198).

Considerando que la fortaleza del presidenteestuvo sustentada en su función de primerpriísta, cuando el zedillismo asume una re-lación distinta con el partido oficial, comienzaa atentar contra el poder de la figura presi-dencial, que de alguna manera se refleja cuan-do pierden la elección presidencial en el 2000.

Esta crisis del poder de la figura presiden-cial se va acentuar durante el sexenio deVicente Fox Quesada, ya que lejos de man-tener el poder en su partido, parece existirun distanciamiento entre ambos, pues Foxno es reconocido como líder del PAN, suslíderes parlamentarios, que controlan los in-centivos selectivos que permiten crear unaelevada disciplina, son seleccionados por elComité Ejecutivo Nacional (CEN), en donde,el presidente, a diferencia de los anteriores,tiene sobre el CEN una influencia relativa-mente escasa.

Hoy, la mayoría de los factores políticosque propiciaron el autoritarismo presiden-cial han sido superados, aunque el régimenconstitucional que le servía de base siguepresente: un sistema que deposita todo elpoder en la jefatura del Estado a través delpresidente, sin los contrapesos institucio-nales, presentes en todas las democraciasque cuentan con sistemas de este tipo; loobliguen a conducirse con apego a los prin-cipios democráticos de diálogo, toleranciay negociación.

El presidencialismo tradicional, vigente enMéxico, no favorece la cooperación, pueses el Poder Ejecutivo quien determina uni-lateralmente su gabinete y la política queaplica y carece, por lo tanto, de suficientemotivación institucional para negociar yacordar el rumbo del gobierno con el Con-greso, lo cual, en el marco de un electoradoplural que no concede ni concederá la ma-yoría absoluta a ningún partido, al menosen el futuro previsible, como lo mencionaJorge Carpizo:

El fortalecimiento del poder legislativo fe-deral ha constituido un proceso lento quese acelera a partir de las elecciones federa-les de 1988, cuando la Cámara de Diputa-dos quedó integrada casi por mitades; unacon miembros del partido en el poder enaquel entonces y, la otra, con el conjunto delos partidos de oposición, así como el in-greso de cuatro legisladores de la oposiciónal senado de la República, hasta entoncesunipartidista. En las elecciones federales de1991 y 1994, el PRI logró recuperarse y con-tar con una cómoda mayoría en ambas Cá-maras Legislativas federales. En 1997, elPRI perdió la mayoría en la Cámara de Di-

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putados, pero la conservó en la de Sena-dores. Las elecciones de 2000 han dado porresultado que ninguno de los grandes par-tidos obtuviera la mayoría absoluta en nin-guna de las dos Cámaras Legislativas,aunque el PRI constituye la mayoría relati-va en ambas. La actual correlación de fuer-zas políticas en el Congreso federal hacenecesario que si el presidente Fox desea queaquél apruebe sus propuestas, tenga que ne-gociar; no existe duda alguna de que nece-sita hábiles negociadores políticos (Carpizo,2004: 246-247).

De tal manera que, hoy, está más presentela posibilidad de un enfrentamiento inter-mitente entre poderes y en una incapacidadpara concretar reformas y acuerdos impor-tantes en todos los campos. Hoy podemosdarnos cuenta que ningún partido políticotendrá en el corto plazo una mayoría abso-luta en las Cámaras del Congreso de laUnión, lo que significa que, dado que elgobierno foxista ya dio suficientes mues-tras de incapacidad al respecto, el siguientegobierno, debe concertar, acortar y traba-jar conjuntamente con la legislatura, sin per-der de vista que la gobernabilidad, la estabi-lidad política y estabilidad económica, van adepender, en buena medida, de la capacidadque se tenga para formar alianzas, coali-ciones y construir acuerdos, a efecto de con-formar un gobierno de responsabilidad com-partida entre todas las fuerzas políticas.

Este fenómeno, que a nivel federal es rele-vante, recientemente se observa de formarepetida en las entidades federativas, en laque, la experiencia de los llamados gobier-nos divididos, parece tomar cada vez máscarta de residencia, todo parece indicar que

tanto la alternancia como el pluralismo deri-vado de la creciente competitividad electoral,son hechos que llegaron para quedarse y nomeramente coyunturales. Esto puede supo-ner tensión más o menos fuerte entre lospoderes Ejecutivo y Legislativo, como enel sexenio foxista, pero a largo plazo seenredan en un amargo callejón sin salida;como dice Juan J. Linz y Arturo Valenzuela(1997), en el “juego de suma cero” delpresidencialismo.

Una de las inconveniencias del presiden-cialismo mexicano es que las institucionesy normas constitucionales, que permiten uncontrol político real y cotidiano del PoderEjecutivo, simplemente no existe: las comi-siones de trabajo del Congreso de la Uniónni siquiera tienen facultades constituciona-les, como sus homólogas en muchos países,para investigar con detalle y oportunidad elfuncionamiento cotidiano del Poder Ejecuti-vo, ni cuentan con instrumentos de controlque son normales en los sistemas presiden-ciales democráticos.

Algunos analistas como March y Olsen(1997) coinciden, ante la parálisis y el peli-gro de ingobernabilidad, en conceder unamayor concentración de facultades al pre-sidente, así como reformar el sistema elec-toral con el fin de conseguir una mayor so-bre representación en el Congreso, creandomayorías artificiales por encima del porcen-taje de votos obtenidos por los partidos. Porsi ello no bastara, algunos impulsan la pro-puesta de dotar al presidente de facultadeslegislativas autónomas, especialmente en elcampo económico y presupuestal, tal es, enesencia, la receta recomendada por el Fon-

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do Monetario Internacional (FMI) en el cam-po de las instituciones políticas, con el auxi-lio de la doctrina politológica conocidacomo neoestructuralismo, cuyo fin es el deobtener rápidamente reformas económicasy fiscales de su propia agenda, en México,denominadas reformas estructurales.

Podemos estar seguros de que una mayorconcentración de poder en la instituciónpresidencial, sin contrapesos efectivos enel Poder Legislativo, significaría una regre-sión autoritaria, por completo indeseable,además de exponer al país en graves crisisde gobernabilidad, por las que ya han pasa-do muchos países latinoamericanos que in-tentaron esta misma ruta (Argentina, Perú,Venezuela y Bolivia). Reflexiones sobre lasposibles consecuencias de tal aventura enel marco de una sociedad como la mexica-na, marcada por añejos y explicables re-sentimientos derivados de la desigualdad yla injusticia, así como por una historia pro-clive a la violencia política generalizada.

No obstante, nuestra Carta Magna fuemodelo inspirador de muchos otros orde-namientos constitucionales, la constituciónde 1917 tiene el innegable e histórico méri-to de haber elevado los derechos sociales ala categoría de principios fundadores delEstado, así como de haber recuperado elvalor de la equidad, presente ya en el ori-gen mismo de nuestras leyes fundamenta-les, como los Sentimientos de la Nación.Estas características la convirtieron en van-guardia del derecho constitucional de sutiempo e inspiración clara de las constitu-ciones posteriores a la Segunda GuerraMundial y de los acontecimientos relevan-

tes que en Europa y Estados Unidos deNorteamérica, en su momento, se estabanpugnando. Sin embargo, no es suficiente,hoy nuestra Constitución Política debe serreformada en la mayoría de sus preceptoslegales, porque hay innumerables impre-cisiones, ambigüedades, e incongruencias,que el mismo sistema político ha permitidoa su conveniencia.

Es menester ahondar, desarrollar y actuali-zar en nuestro sistema jurídico una vertien-te social de la nueva constitucionalidad a laque aspiramos y, a la vez sustituir las re-glas de viejo presidencialismo, ya peligrosa-mente inoperantes, por un nuevo diseñoinstitucional que propicie el acuerdo entrela pluralidad de fuerzas políticas, que incen-tive la construcción de mayorías y que lasminorías actúen con responsabilidad, com-binando eficacia con legitimidad.

Los hechos presentados nos conducen acreer que el presidencialismo no ha funcio-nado adecuadamente, a excepción del esta-dounidense. El país desde mi punto de vistaha avanzado paulatinamente en la democra-tización de sus instituciones, pero no en laambigüedad de sus leyes, la desconfianzade la ciudadanía en las instituciones políti-cas nos han llevado a participar más en losasuntos, que antes sólo estaban en manosdel gobierno, los procesos electorales, par-tidos políticos, la existencia o creación decomités de participación ciudadana. Sinembargo, a pesar de todos estos cambios,el desprestigio y la corrupción de nuestrasinstituciones, en la que se ve hundida y pa-ralizada la vida política de nuestro país, tie-ne sus repercusiones, un ejemplo fue el

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abstencionismo en la elección federal del2003, en la cual, la Cámara de Diputadosque, por su integración proporcional, ten-dría que ser el órgano más representativodel Estado mexicano, fue electa por unaminoría del 41% de los ciudadanos con de-recho a votar. ¿Esto que nos indica? Quehubo una gran pérdida de legitimidad de lasinstituciones representativas, que de ser unacaracterística casi exclusiva del PRI, ha pa-sado de alguna manera a contaminar a losdemás partidos políticos, por la falta de cre-dibilidad institucional.

Hoy en día pasamos por una crisis de cre-dibilidad en el Instituto Federal Electoral,después de vivir, en 2006, una contiendapresidencial tan cerrada, y en donde salie-ran a relucir deficiencias de la instituciónencargada de organizar dicho procesoelectoral, dejando, en el ánimo de la ciuda-danía, una imagen de que las cosas no sellevaron a cabo con total eficiencia y trans-parencia, sufriendo un grave retroceso delegitimidad ante la opinión pública.

La deslegitimación de la política en Méxi-co encuentra también su origen en unaconstante de los últimos años: el crecienteenfrentamiento entre poderes de la Unión,particularmente entre el Poder Ejecutivo yel Legislativo, lo que acentúa la percepciónciudadana de que es gobernada por una cla-se política ineficiente y parasitaria, ademásde corrupta. Esta confrontación no ha lle-gado aún a los extremos de una crisis cons-titucional que implicaría, por ejemplo,ingobernabilidad, o la falta de aprobaciónde las leyes de ingresos o del presupuestode la federación, pero si ha sido suficiente

para estancar las reformas estructuralesnecesarias para el crecimiento y desarrolloeconómico proyectadas en el programa delgobierno foxista. La falta de consensos yacuerdos entre el Poder Legislativo y Eje-cutivo, caracterizó la acción gubernamen-tal de Vicente Fox, incapaz de negociar conlos partidos políticos por encima de sus in-tereses partidistas o de grupos que han fre-nado el crecimiento económico, por lo queno se podrán generar las oportunidades deingresos y de bienestar a la velocidad re-queridas para superar los problemas depobreza, desigualdad, desempleo, insegu-ridad y corrupción, que han permanecidosin cambio, lo cual hace cada vez más gran-de la brecha existente con los países desa-rrollados.

Por otra parte, la presidencia de la Repú-blica, institución fundamental del sistemapolítico, ha entrado en la fase terminal deuna crisis que viene incubándose desde hacedécadas, como lo demuestran unos cuantosejemplos de la grave serie de errores y atro-pellos cometidos desde el poder presiden-cial; la dependencia económica respecto delpetróleo durante el sexenio de José LópezPortillo, el sometimiento ante los organis-mos financieros internacionales, como elFondo Monetario Internacional y el BancoMundial, así como el fraude electoral de1988, los asesinatos políticos como norma,las privatizaciones corruptas, la pésimanegociación del Tratado de Libre Comer-cio de América del Norte, como consecuen-cia nos ofreció una competencia desleal yfavorable para los inversionistas transna-cionales, así como una paridad artificial denuestra moneda que condujo a la peor cri-

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gran favoritismo hacia el partido en el po-der, como resultado de poner de manifiestosu reconocimiento de la presencia de dife-rentes irregularidades en el proceso electo-ral, pero que no tenían los elementos paracuantificar en qué medida influyeron en elresultado final de la elección; es decir, quesi hubo anormalidades pero nada mastantito, situación que adquiere gran relevan-cia si tomamos en cuenta lo cerrado de lacontienda.

En suma, ni el Poder Legislativo ni el Eje-cutivo han logrado consensos y acuerdosen el proceso de la negociación política quees la base de las democracias modernas, lagobernabilidad exige nuevos entendimien-tos para alcanzar acuerdos, tomar decisio-nes siempre en beneficio de la sociedad yfin teleológico del Estado; este es el puntoclave que faltó para que las mencionadasreformas se concretizaran en la Cámara deDiputados. Por otra parte, estas pésimasdecisiones deben atribuirse, en buena me-dida, a los defectos de quienes las tomaron,pero la causa fundamental se encuentra enel sistema mismo de la toma de decisionesque, en el pasado, depositó demasiado po-der en muy pocas manos y hoy pone demanifiesto su incapacidad estructural einstitucional, para canalizar y armonizar losmúltiples intereses de una nación complejay plural como la nuestra.

Además no debemos perder de vista que unode los elementos que hace posible el éxitodel presidencialismo en Estados Unidos essu indisciplina partidista, lo cual coloca alEjecutivo en posibilidad de negociar con al-gunos legisladores en particular, a efecto

sis de nuestra historia, el rescate y encubri-miento del mayor fraude bancario y, final-mente, el gobierno del cambio que ha fra-casado en sus intentos por instrumentar lasreformas estructurales, lo que ha generadouna parálisis legislativa, por un lado: el Con-greso elude su responsabilidad constitucio-nal y con su electorado, en sacar dichas re-formas, justifica su trabajo legislativo concampañas publicitarias en radio, televisióny medios impresos, que están trabajando ytomando decisiones de los diversos gruposde la población, como si se tratase de ven-dernos un producto de consumo.

El presidente Vicente Fox no conforme conllevar a cabo una administración gris llenade errores y de descoordinación con su ga-binete, lejos de trabajar en la consolidaciónde las instituciones democráticas, trata deemular a sus antecesores y tratar de hacervaler atribuciones no contempladas en laconstitución, se convierte en el primer yprincipal trasgresor del estado de derecho,al enarbolar la campaña presidencial delcandidato de su partido, atentando directa-mente contra la equidad, como uno de losprincipios esenciales de la democracia, ge-nerando con ello un ambiente de crispaciónpolítica y social por parte de aquellos quese sienten directamente afectados por estetipo de abuso del poder presidencial, encontubernio con actores políticos con unpasado político bastante cuestionable, queviene a poner en cuestionamiento la actua-ción de las instituciones encargadas de losprocesos electorales, incluido el TribunalElectoral del Poder Judicial de la Federa-ción, quien llevó a cabo una calificación dela elección presidencial del 2006, con un

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de contar con su apoyo para aprobar susiniciativas, a cambio de ciertas concesio-nes o beneficios para los distritos electora-les que representan, que repercuten en lalegitimidad de los legisladores y los sitúanen posibilidades de reelegirse para un nue-vo periodo en el Congreso.

Sin embargo, en México los legisladores,en términos generales, asumen una disci-plina partidista, en el sentido de que votanlas iniciativas de ley de acuerdo a los inte-reses de sus partidos y no del de sus repre-sentados, porque además como no existe lareelección parlamentaria inmediata, no es-tán expuestos al castigo de sus electores, locual anula la posibilidad de que el Ejecuti-vo pueda negociar (o comprar) el apoyo dealgunos legisladores a favor de sus iniciati-vas, a cambio de beneficios para sus repre-sentados. Situación que se viene a agravar,cuando lejos de que se llegue a la negocia-ción y cooperación entre los poderes Eje-cutivo y Legislativo, se adopta una relaciónde poder de suma-cero, por parte de los par-tidos políticos; en tal sentido, Javier Hurta-do manifiesta que:

(…) la inexistencia de lo que en EstadosUnidos se llama pork barrel, que consisteen un fondo o partida especial a cargo delEjecutivo para establecer negociaciones conlos congresistas con miras a obtener el votofavorable a sus iniciativas de ley a cambiode obras o inversiones en sus distritos. Lacarencia de estos dispositivos en el diseñoconstitucional alienta una lógica de sumacero (lo que gana uno, lo pierde el adver-sario) en las relaciones entre esos dos po-deres y tiende a fortalecer, en las oposicio-nes legislativas y sus partidos, el desarrollo

de una política centrada en el fracaso delEjecutivo y de sus planes y programas, pues-to que sólo de esa manera incrementan susposibilidades de triunfo en la siguiente jus-ta electoral (2001: 185).

La partidocracia que se vive en nuestro sis-tema político mexicano, particularmente enel Congreso de la Unión, hace que el PoderLegislativo haya pasado de un sometimien-to ante el ejecutivo, a un sometimiento antelos intereses partidistas, que lejos de traba-jar en ambiente de cooperación en busca deacuerdo para el bien común, se imponen losintereses políticos de los partidos políticos,por lo que las negociaciones entre el go-bierno y los partidos se gestan, inclusive,fuera del Congreso y con los personajesfuertes de sus institutos políticos. Ahorabien, dicha partidocracia y falta de acuer-dos en el Congreso de la Unión, tiene unalto grado de responsabilidad en la pérdidadel poder presidencial y en la crisis de legi-timidad de instituciones ciudadanas comoel Instituto Federal Electoral, ya que la in-tegración de su consejo general es resulta-do de los intereses partidistas, en donde elPartido de la Revolución Democrática yprincipal opositor al partido en el poder,quedó fuera de las negociaciones para di-cha integración, cuestionando fuertementesu principio de imparcialidad.

Por todo lo anterior, no debe extrañarnosque la inofensiva inoperancia de nuestrosistema presidencial, lejos de corregirse, sehaya agravado en el último sexenio.

Con independencia de las evidentes limita-ciones, de toda índole, del actual titular del

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Poder Ejecutivo Federal, generalmente re-flejadas en sus colaboradores cercanos, elsistema presidencial mexicano fue diseña-do para funcionar como instrumento no dela democracia, sino del autoritarismo, en elcontexto de un país que, como muchos, has-ta entonces había efectuado sus virajes his-tóricos por medio de la violencia y no delconsenso social. De hecho, el politólogo ita-liano Giovanni Sartori define el sistemacreado por el Estado posrevolucionariocomo un “presidencialismo autoritario sos-tenido por un sistema de partido hegemóni-co” (1994: 169). Es obvio que sin ese sosténautoritario, el sistema presidencial no puedefuncionar con eficiencia.

En este orden de ideas Jorge Carpizosistematiza las causas del debilitamientopresidencial mexicano de la siguiente ma-nera:

Encontramos, pues, que los principales fac-tores que han contribuido al cambio verti-ginoso del presidencialismo mexicano son:por una parte los ya mencionados: a) lastransformaciones profundas que ha tenidola sociedad mexicana; b) las crisis econó-micas de los últimos años; c) un factor psi-cológico: la ruptura del tabú de que no sedebía criticar al presidente de la república.Además de los siguientes, que vamos a co-mentar; d) el fortalecimiento de los poderesLegislativo y Judicial, federales; e) la influen-cia más intensa de los grupos de presión;f) el paso de un sistema de partido predomi-nante a uno pluripartidista; g) las frecuentese intensas manifestaciones de malestar po-pular; h) las reformas políticas promovidasdesde la cúpula política, especialmente enlos últimos ocho años; i) una serie de facto-res internacionales (2004: 235).

Las reflexiones anteriormente expuestas,nos llevan a pensar que el problema degobernabilidad en México se puede debera factores que trascienden la debilidad deciertos partidos, líderes o instituciones.Puede ser que el presidencialismo, por supropia naturaleza, ocasiona que los enfren-tamientos sean agudos, que la colabora-ción sea más difícil de alcanzar entre par-tidos. Estos razonamientos nos llevan areflexionar sobre la pertinencia de cambiara régimen parlamentario. Sin que dichocambio se tenga que tornar por necesidadtraumático, brusco, o contra las prácticasexistentes, en el sentido de que los cambiosno se imponen, se promueven con los in-centivos adecuados, si no sufriríamos un in-minente peligro de regresión al autoritaris-mo, temor que en el fondo es el que noslleva a tratar de buscar las posibles solu-ciones del estancamiento político en nues-tro país, antes de que sea demasiado tardey la inestabilidad y anarquía degeneren enuna vuelta al sistema político autoritario.

CONCLUSIONES

No se trata solamente de un problema depersonas, ni de partidos, sino, también, deinstituciones que habría que replantear, nisiquiera la persona mejor preparada, con elmejor proyecto y las mejores cualidadeséticas y políticas, sería capaz de hacer mu-cho más que administrar, paliar, contenery, quizá, diferir los problemas de pobreza,desigualdad, desempleo, criminalidad, co-rrupción, etc., si no se cuenta con un marcoinstitucional diseñado para permitir la ne-gociación y acuerdos políticos; es decir, es

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un problema que se debe superar nounilateralmente, sino con el apoyo y con-senso de todas las fuerzas políticas. De locontrario, en el peor de los casos, el actualsexenio puede ser el escenario de laingobernabilidad frente a una pluralidadpolítica que ya no cabe en los estrechosconfines del sistema presidencial mexica-no, tal como hoy existe.

Debemos tener claro que el tratar de seguirsosteniendo un régimen de gobierno presi-dencial, dados los cambios que ha vivido elpaís y las actuales circunstancias políticaspor las que atraviesa, corre el grave peligrode un retroceso hacia el autoritarismo, elcual a fin de cuentas, de alguna manera si-gue estando muy presente en México, yaque el sistema representativo en nuestro paístendría que retomar su espíritu original, endonde realmente se enarbolen los interesesde los ciudadanos, por encima de los inte-reses partidistas, lo que podría facilitar lanegociación entre los poderes Ejecutivo yLegislativo, además de otorgarle mayoresfacultades constitucionales al presidente,a fin de poder evitar el bloqueo legislativopara su proyecto de gobierno, sin embar-go, tales facultades pueden representar unagran tentación de concentración del poder,atentando contra la división de poderes.

Para superar la crisis de representaciónparlamentaria que se vive en nuestro país,serían necesarias una serie de reformaselectorales, entre ellas, la reelección inme-diata de los legisladores, para que ésta seconvierta en un incentivo para el buen ejer-cicio legislativo en atención a las deman-das ciudadanas.

Otra opción, es pensar en transitar haciaun régimen de gobierno parlamentario, enel que la convivencia o cohabitación de lapluralidad, de las diferentes fuerzas políti-co-partidistas, pueda ser funcional, dadaslas condiciones de disciplina partidista, ne-cesarias para que este tipo de régimen nodegenere en un asambleísmo en el que elfraccionalismo partidista represente un obs-táculo para el desarrollo gubernamental.

De cualquier manera, tanto en el presi-dencialismo como en el parlamentarismo,en un contexto democrático, es imperativoque establezca una base de negociación ycooperación política, con el objetivo de lo-grar gobernabilidad sustentada en consen-sos y acuerdos exitosos; en este sentido, unadiferencia nodal entre estos dos regímeneses justamente que, en el parlamentarismo,la negociación entre las fuerzas políticasestá implícita en el ordenamiento constitu-cional inherente a su práctica gubernamen-tal, en cambio, en el presidencialismo la ca-pacidad de negociación recae en la habilidaddel Ejecutivo y del Legislativo para llegar adichos consensos y acuerdos. Otra caracte-rística que se debe atender en los dos regí-menes de gobierno, en un contexto demo-crático, es el relativo a la gobernabilidad,ya que sin ésta no habría un ejercicio positi-vo del gobierno, generándose inestabilidady, en última consecuencia, anarquía, ante lacual, la instauración de un régimen autorita-rio o totalitario se impondría como solución.

La otra opción de asumir un régimensemipresidencial (mixto) también puede seruna opción viable, aunque existe mayor in-certidumbre con respecto a éste, dada su

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escasa aplicación (fundamentalmente enFrancia y en la actual Rusia), que lo hacemuy peculiar; sustentado en la distribuciónde las fuerzas electorales en el Parlamento,lo que permite la oscilación del poder entreel Ejecutivo y el Parlamento, de acuerdo ala existencia de una mayoría unificada o auna mayoría dividida, respectivamente.

Lo que es un hecho es que, independiente-mente del carácter que asuma el régimende gobierno en México, ante una plurali-dad política que vive el país, es necesariopensar en la formación de coaliciones degobierno o legislativas, que coadyuve asuperar el fraccionalismo político y la nocolaboración de los poderes, aunque dichasalianzas sean clientelares y/o coyuntura-les y, al respecto, tenemos como ejemplola concertacesión entre el PRI y el PAN du-rante el salinismo, por demás exitosa, tan-to para el gobierno como para Acción Na-cional, se reflejó en beneficios para ambaspartes; aunque esto no quiere decir que estetipo de concertacesiones son lo más desea-ble, sino más bien establecer el marco nor-mativo que haga posible este tipo de alian-zas pero en un contexto transparente ydemocrático.

Por su parte, los partidos políticos en elCongreso, luego de décadas de dependen-cia legislativa, de atender las preferenciasdel presidente en turno, los legisladores nologran encontrar su camino, puesto que nohan identificado su lugar en la nueva corre-lación de fuerzas políticas, en buena medi-da, porque no tienen los incentivos apro-piados para ajustarse. La no reelección erael mecanismo perfecto para el funciona-

miento del sistema bajo el férreo control pre-sidencial, en el que el presidente proponía ydisponía sin límites, quedando los legislado-res sujetos al mandato presidencial, pues deéste dependía su futuro político. En ausen-cia de la reelección legislativa, la represen-tación política de los ciudadanos seguirá es-tando en crisis, toda vez que los legisladoresno tengan ningún incentivo para atender laspreocupaciones de sus votantes, pero tam-poco para colaborar con el Poder Ejecutivo.

Resulta incuestionable que al gobiernofoxista le faltó la sensibilidad política paralograr los acuerdos necesarios que le per-mitieran sacar adelante su proyecto de go-bierno, quizá como consecuencia de su fal-ta de vocación política, por lo que quedaclaro que no es suficiente tener una visiónempresarial, los recursos y el respaldo delpoder económico, para llevar a cabo un buengobierno. Sin embargo, las previsiones delactual sexenio de Felipe Calderón Hinojosa,no pueden ser peores de lo que vivimos conel foxismo, cuando menos en el aspectopolítico, dado que, aun cuando Felipe Cal-derón procede del mismo Partido AcciónNacional y no ha tenido experiencia comoejecutivo, éste es considerado como un mi-litante más tradicional y doctrinario y nocomo un pragmático radical como VicenteFox; hecho que le da mayor experiencia detrabajo político y de negociación, tanto par-lamentaria como dentro de su partido; dichode otra manera, con mayor vocación y sen-sibilidad política. No obstante, ello no im-plica que estas cualidades se reflejen en elavance y consolidación de nuestra democra-cia, dado que ante el objetivo de superar laineficacia e inoperatividad del gobierno, pue-

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de radicalizar el ejercicio de su poder e im-poner el orden y la estabilidad, de ser preci-so, inclusive a expensas de las libertades de-mocráticas.

Aun cuando el país ha avanzado en una es-tructura política menos desequilibrada queen el pasado, atravesamos por una gran cri-sis de liderazgo político, capaz de negociary generar acuerdos, así como de tomar de-cisiones consensuadas y legitimadas y noimpuestas, basadas en las facultades cons-titucionales, tanto de parte del Poder Eje-cutivo como del Legislativo, en donde laciudadanía sigue esperando con desencantoque la clase política se ponga de acuerdoen un proyecto de gobierno, que repercutaen el mejoramiento de sus condiciones devida; espera que indudablemente tiene suslímites y que puede desencadenar en un le-vantamiento social; de ahí la urgente nece-sidad de avanzar en la madurez del ejerci-cio político y en la democratización, no soloelectoral sino del desarrollo económico.

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