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LA ACTITUD ANTE LA MUERTE EN LA TARDOANTIGÜEDAD Enrique CERRILLO MARTÍN DE CÁCERES 1. Historiografía El interés de la Arqueología hacia el fenómeno de la muerte no es nuevo, sino que, como indican las fuentes textuales ya en Grecia, cuando Tucídides indicaba que los atenienses retiraron y purificaron una serie de tumbas halladas en Delos porque pertenecían a los carias. Tal atribución arqueológica se debía esencialmente al tipo de annas halladas formando parte del ajuar y la misma forma que ofrecían tales enterramientos. Esta introducción pertenece al mundo de la historiografía arqueológica, porque la excavación de necrópolis ha sido y es una constante en la investigación de nuestra disciplina. Cada día han sido más numerosos los hallazgos de este tipo y el interés que han demostrado incluso dentro del gran público, especialmente por la singular tipología de los objetos que suelen aparecer en su interior. Este último aspecto ha contribuido a crear unas expectativas sobre la disciplina que no concuerdan con la realidad. Pero la situación ha cambiado notablemente. Hacia la década de los años sesenta y setenta surgieron algunos trabajos arqueológicos que crearon los fundamentos para el desarrollo de una vía nueva denominada desde entonces" Arqueología de la muerte". No se trataba de analizar y tabular hallazgos ni realizar meras tipologías de las tumbas, sino de profundizar más allá de los meros datos materiales. Autores como Saxe (1970), Binford (1972), Tainter (1978), Champman (1981 y 2003) crearon esta corriente cuyos análisis llenaron las páginas de muchas de las revisiones y nuevos análisis dentro de la Nueva Arqueología. Diferentes congresos y reuniones han vuelto a tratar un tema cuyo debate se continúa tanto en su vertiente teórica como de aplicación en diferentes épocas históricas (Lull, 1989 y 2000; Ruiz Zapatero y Chapa, 1990; Vicent, 1995). De todos modos la cuestión que subyacía a todo este análisis era mucho más antigua y se la habían planteado generaciones de hombres con anterioridad. La diversidad de respuestas en otros tantos tiempos y espacios produjo diversidad de comportan"lientos culturales que han quedado fosilizados en el registro arqueológico. Qué hacer con un cuerpo muerto constituye pues uno de los dilemas al que se tuvieron que enfrentar los colectivos humanos de todas las épocas. Resolver este problema ha significado diversas respuestas dentro de los distintos comportamientos culturales, de modo que la respuesta se irá fosilizando y ritualizando progresivamente y se ha convertido en uno de los elementos en los que radica - si pudiera medirse- la mayor tasa conservadurismo social y que evoluciona con mayor lentitud. Tamhén es evidente que la consideración por parte de los antropólogos culturales de la muerte como un rito de paso en el que el difunto es ya un mero sujeto es ya paciente, suele constituir en ¡Huchas sociedades un elevado gasto social. Contrariamente a lo que cabría esperar, aparte del cuerpo sometido a un largo proceso tafonómico, no debería existir nada más, y sin embargo, constituye uno de los informadores más seguros de casi todas las culturas en las que se aplica un gasto inverso al exhibido durante la vida. El interés por el estudio de los restos óseos conservados tras el proceso arqueológico tampoco es novedoso, pues en la época que constituye el tema de esta aportación fue particularmente importante ya que se trataba de crear grupos a partir de aquellos. Se trataba de una época de movimientos migratorios y se trataba de comprobarlos mediante el estudio antropológico de los enterramientos. Sin embargo en la actualidad la demografía arqueológica (Hassan, 1981) posee otros intereses, como la composición de las necrópolis por grupos de sexo y edad de las sociedades antiguas, así como otras cuestiones derivadas de 189

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LA ACTITUD ANTE LA MUERTE EN LA TARDOANTIGÜEDAD

Enrique CERRILLO MARTÍN DE CÁCERES

1. Historiografía

El interés de la Arqueología hacia el fenómeno de la muerte no es nuevo, sino que, como indicanlas fuentes textuales ya en Grecia, cuando Tucídides indicaba que los atenienses retiraron y purificaronuna serie de tumbas halladas en Delos porque pertenecían a los carias. Tal atribución arqueológica sedebía esencialmente al tipo de annas halladas formando parte del ajuar y la misma forma que ofrecíantales enterramientos. Esta introducción pertenece al mundo de la historiografía arqueológica, porque laexcavación de necrópolis ha sido y es una constante en la investigación de nuestra disciplina. Cada díahan sido más numerosos los hallazgos de este tipo y el interés que han demostrado incluso dentro delgran público, especialmente por la singular tipología de los objetos que suelen aparecer en su interior.Este último aspecto ha contribuido a crear unas expectativas sobre la disciplina que no concuerdan conla realidad. Pero la situación ha cambiado notablemente. Hacia la década de los años sesenta y setentasurgieron algunos trabajos arqueológicos que crearon los fundamentos para el desarrollo de una víanueva denominada desde entonces" Arqueología de la muerte". No se trataba de analizar y tabularhallazgos ni realizar meras tipologías de las tumbas, sino de profundizar más allá de los meros datosmateriales. Autores como Saxe (1970), Binford (1972), Tainter (1978), Champman (1981 y 2003) crearonesta corriente cuyos análisis llenaron las páginas de muchas de las revisiones y nuevos análisis dentro dela Nueva Arqueología. Diferentes congresos y reuniones han vuelto a tratar un tema cuyo debate secontinúa tanto en su vertiente teórica como de aplicación en diferentes épocas históricas (Lull, 1989 y2000; Ruiz Zapatero y Chapa, 1990; Vicent, 1995).

De todos modos la cuestión que subyacía a todo este análisis era mucho más antigua y se lahabían planteado generaciones de hombres con anterioridad. La diversidad de respuestas en otros tantostiempos y espacios produjo diversidad de comportan"lientos culturales que han quedado fosilizados enel registro arqueológico. Qué hacer con un cuerpo muerto constituye pues uno de los dilemas al que setuvieron que enfrentar los colectivos humanos de todas las épocas. Resolver este problema hasignificado diversas respuestas dentro de los distintos comportamientos culturales, de modo que larespuesta se irá fosilizando y ritualizando progresivamente y se ha convertido en uno de los elementosen los que radica - si pudiera medirse- la mayor tasa conservadurismo social y que evoluciona conmayor lentitud.

Tamhén es evidente que la consideración por parte de los antropólogos culturales de la muertecomo un rito de paso en el que el difunto es ya un mero sujeto es ya paciente, suele constituir en ¡Huchassociedades un elevado gasto social. Contrariamente a lo que cabría esperar, aparte del cuerpo sometido aun largo proceso tafonómico, no debería existir nada más, y sin embargo, constituye uno de losinformadores más seguros de casi todas las culturas en las que se aplica un gasto inverso al exhibidodurante la vida.

El interés por el estudio de los restos óseos conservados tras el proceso arqueológico tampoco esnovedoso, pues en la época que constituye el tema de esta aportación fue particularmente importante yaque se trataba de crear grupos a partir de aquellos. Se trataba de una época de movimientos migratoriosy se trataba de comprobarlos mediante el estudio antropológico de los enterramientos. Sin embargo en laactualidad la demografía arqueológica (Hassan, 1981) posee otros intereses, como la composición de lasnecrópolis por grupos de sexo y edad de las sociedades antiguas, así como otras cuestiones derivadas de

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su análisis, como patologías individuales, deficiencias alimenticias, etc. que constituyen el tema de esteCongreso.

2. La muerte en la Tardoantigüedad

He realizado esa obligada alusión a la generalidad porque la época en la que habitualmente hetrabajado como historiador y arqueólogo es un período de cambio en ese conservadurismo de lascorrientes anteriores. El cambio viene dado por la aparición de una nueva antropología y una fórmula deobservación del mWldo que en su día supuso el cristianismo. Lógicamente no podrán erradicarsefórmulas anteriores de las tradiciones a las que es deudor, como el judaísmo y la fase final de la culturahelenístico-romana, culturas con las que convergirá progresivamente.

En el momento inicial las poblaciones que aceptan el cristianismo en el mundo perimediterráneono poseen unas fórmulas claras de cómo ha de hacerse con el cuerpo lUla vez que existe la conciencia deque se han extinguido las constantes biológicas. La diversidad de ambientes en los que se difunde es tanueva creencia irá desarrollando rituales diferenciados de los restantes. En los primeros momentos,ajenos a actitudes radicales, no se observa ruptura entre quiénes son los practicantes y quiénes noforman parte de la nueva corriente, pero con el tiempo se introducirán elementos simbólicos que se iránconvirtiendo en referencias gestuales propias.

Es. preciso indicar también que la institución eclesiástica no poseía, porque en ninguno de lostextos estaba desarrollado, una idea clara de qué y cómo hacer con el cuerpo del recién fallecido. Todoello pese a que la nueva doctrina poseía su inicio tras una muerte por ejecución, cuyo ritual se realizasegún las exigencias del ritual judío. Sin embargo, como puede observarse a través de la iconografíaprimitiva del cristianisIllo, son escasas las representaciones en las que aparezca cualquier referencia a lamuerte como algo trágico, sino la impresión que sugiere es más bien la contraria.

No hay que olvidar que el punto de partida de la nueva religión se inicia con una muerte violentay durante algún tiempo quienes la practicaban hicieron de ella su signo y símbolo. La muerte cristianade los primeros momentos es como si se tratara de una muerte querida porque, siempre a través de laspasiones de los mártires, existe una dosis de conformidad con llegar a ella de un modo casi voluntario.Durante algún tiempo esa muerte, tal como es predicada por quienes fueron encargados de difundir lareligión, constituía no un punto final, sino una auténtica liberación, y en sus propias palabras el día delóbito no había de ser el término, sino el principio, el dies natalis. De ahí la importancia que tieneconsignar esa fecha para ser recordada como si del cumpleaños se tratara en los años sucesivos mediantemisas de conmemoración.

Esto se obtiene de las referencias de la epigrafía funeraria. De la muerte romana, cuyasinscripciones se han convertido en una memoria muy interesante desde el punto de vista de laonomástica y los formularios llenos de abreviaturas, la cristiana, en cambio inicia una nueva andadura,ha de ser creada ex novo. El nombre apenas aporta más que un deseo personal, similar al cognomenromano, pero no de caracteres personales ya observados, sino de los que se desean para él en eldesarrollo de su vida. Poca importancia tiene ahora saber quién es en función de su relación genealógicaa través de la filiación, quién es su padre. Pero ahora todos aparecerán "filiados" bajo la mismaconsideración de famulus Dei, "siervo de Dios". También existen otros elementos novedosos en estaepigrafía que contribuyen a revelar la nueva situación. Se trata de los eufemismos aplicados a la muerte,siempre elidida. Se dirá obdormit, quiescit, requievit, recessit, migravit y en una sola ocasión aparece laexpresión 'murió'. Otro elemento más será el relativo a la fecha concreta de la muerte. El día en queocurre el óbito no es una fecha de final, sino que dentro de la nueva óptica significará el dies natalis, esdecir el del nacimiento a una nueva y eterna vida. Ello permitirá la celebración anual de la memoria deese feliz día.

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Este elemento es fundamental para comprender inicialmente el significado de la nueva situación.Pero no se verá ampliado, sino todo lo contrario. La nueva institución dotada de abundantes elementosde carácter temporal, será la encargada progresivamente de introducir un factor estresante entre losfieles. Es precisamente el miedo a la muerte si previamente no se cumple con determinados preceptos.Para ello se crea un profundo control de cuerpos y almas por parte de la jerarquía eclesiástica. De ahí sederivará el profundo miedo a morir del que se llenarán las predicaciones en los primeros siglos de laTardoantigüedad. Y de ahí también los ofrecimientos que los eclesiásticos harán a los fieles con tal de iracreceníimdo una prima de seguro de inmortalidad mediante donaciones y buenas acciones que casisiempre redundarán en beneficio de las correspondientes sedes eclesiásticas. Si tras la muerte uno iba agozar de la memoria anual de recuerdo por su alma y si para ello era necesario elevar una pequeñaiglesia y satisfacer las contribuciones que ello exigía y enterrarse lo más próximo posible a las reliquiasde un mártir situadas en el altar, bien merecía la pena hacer ese dispendio pues significaba una especiede cheque en blanco para gozar de la eternidad que se predicaba.

La jerarquía eclesiástica y el ordenamiento canónico tuvo mucha culpa de esa nueva situación(Cerrillo, 1978).

Pero lo verdaderamente importante en los siglos siguientes a la extensión de culto cristiano fue lapérdida del valor escatológico de que antes había gozado el cuerpo sin vida. Esta situación desegregación, de consideración de impureza que rodeaba el cadáver en la cultura romana y de ser llevadoa los confines de las zonas ocupadas, fuera del pomerium, queda rota a partir de ahora. Los primitivosmártires, siguiendo esa norma legal de la Ley de las XII Tablas, fueron depositados inicialmente entúmulos en la periferia urbana. Tras la salida de la clandestinidad a comienzos del siglo IV se elevarásobre las pequeñas memoriae templos más o menos lujosos modificados a través del tiempo según lasmodas arquitectónicas. Serán ampliados para poder absorber la cantidad de peregrinos que se dirigían aellos y se convertirán en un elemento de modificación del urbanismo de las ciudades martiriales deaquel momento.

En otras ocasiones el mártir es recibido en la misma ciudad, y con él multitud de fieles quedeseaban que sus cuerpos permaneciesen al amparo de los beneficios que pudiera derivarse de esaproximidad local. El verdadero significado será la entrada triunfante del muerto en la ciudad por encimade toda ~onsideración legal previa, sanitaria y escatológica. En principio parece una evidentecontradicción: temor a la muerte, frente a una necrolatría.

2. 1. El valor de la vida

Isidoro de Sevilla en sus Etymologiae hace Ul1a interpretación de la muerte en ftmción de la edad ydel impacto emocional que provoca entre los próximos al difunto.

Mors dicta est, quod sit amara, uel a plante, qui est effector mortium (sive mors a marsu hominisprimi, quod uestitate arboris pomum mordens incurrit). Tria sunt autem genera mortis: acerba,inmatura, naturalis. Acerba infantum; inmatura iuuenum, merita, id est naturales, senum. MOJ,tusautem ex qua parte orationis declinetur incertum esto (Isidoro Etim. XI, I1, 31-37)

Esta valoración bastante sensible corre paralela a esta otra derivada del valor que la legislaciónconcedía a la vida relacionada con dos variables que cualquier estudio paleodemográfico basado en elanálisis de cualquier necrópolis para determinar la correlación entre sexo-edad. Según la edad y el sexode la víctima del homicidio se exigía el pago de una determinada cantidad que Orlandis (1977) harepresentado gráficamente a partir de los datos del Liber Iudicorum.

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LASSOCJEDADES HISTÓRICAS PENINSULARES: EDAD ANTIGUA

Su interpretación no deja lugar a dudas sobre Wl escaso valor en la primera infancia, para iniciarun primer rápido despegue por parte del grupo femenino, con posibilidades ya de procrear que seprolongará desde los 15 hasta los 40 años que ascenderá hasta los 250 sueldos, máximo valor en estesexo. El grupo masculino ascenderá en función del potencial laboral y acaso militar hasta los 300sueldos, para descender bruscamente a partir de los 50 años en los que se equipara con el femenino denuevo para descender de nuevo hasta 100 sueldos cuando se tiene, quien lo alcanzara, más de 60, elmismo valor que el de Wl varón de entre 5 y 10 años. Este hecho, derivado de fuentes legales pudieraconsiderarse como Wl elemento referencial acerca de la realidad de la esperanza de vida y de lo quecabría hallar en las necrópolis.

La posible ordenación sexual y por edades dentro de las necrópolis pudiera poseer su reflejo en lade Casa Herrera. La nave del N. contiene un total de 12 enterramientos que han sido identificadossexualmente, de los que 5 son masculinos y 7 femeninos. En la nave situada al S. los masculinos son 6 ylos femeninos 4. En la central, finalmente, existe una relativa equiparación con tres masculinos y dosfemeninos. Pero el hecho más interesante es el que se deriva de las edades de mortalidad de losinhumados en el ábside occidental, en el que se registran también enterramientos, todos ellosconsiderados juveniles. Es decir, se inicia ya una corriente que durará durante siglos de segregación delos enterramientos por edades, situando los infantiles en la zona de las iglesias más alejadas del altar.

No se puede olvidar· el impacto social que produce la mortalidad femenina en el parto, propia deun régimen con escasas medidas médicas, a no ser que se trate de ciertos sectores urbanos como Mérida.Las inscripciones son en este caso las que ofrecen la información que habría que poner en relación con elparto. La edad de las fallecidas, el tiempo que llevaban de matrimonio y fórmulas particulares deexpresión de afecto, hacen pensar en esa situación.

2.2. Muerte pagana/ muerte cristiana

Las fuentes textuales dan buena cuenta interesada del modo de morir. Las muertes de losmártires, tal como son relatadas por sus diferentes passiones poseen en común lo atroz de las prácticaspuestas en marcha para lograr la apostasía. Sin embargo, la actitud de ellos es igualmente la misma, lade aceptación de la muerte próxima.Lo mismo ocurre con las descripciones de las muertes de los distintos personajes ligados a la causacatólica de Mérida, frente a las horribles muertes de los arrianos. Los escritores de este período históricoquisieron poner de relieve, a modo de ejemplo, una serie de valores estructuralmente opuestos entre losque ellos consideraban los justos y los que no lo eran. Como ejemplo he señalado dos de las muertesnarradas en las Vitas Patrum Emel'etensium:

La muerte de Leovigildo:Así pues, C0111.0 Leovigildo nada hiciera con sentido, sino que todo errase, como si su tarea fuese 111.ásbien destrozar, que regir a Espaiia, y no hubiese género alguno de pecado o crimen que no se le pudieraatribuir, olvidando al 111.ismo Dios, y por ello, dejado de su mano, perdió infelizmente el reino a la parque la vida, aquejado de una gravísima dolencia, como castigo del cielo, abandonó su miserableexistencia, se hizo reos de muerte eterna y su alma, separada del cuerpo condenada apenas sin fin,metida para siempre en el infierno, relegada por sus culpas a las regiones tartáreas, se hallaabrasándose eternamente en las calderas de agua hirviente.

La muerte del obispo Fidel:'" Poco después, el santo varón, precediéndole un ejército de bienaventurados, y ante la expectación delos coros angélicos, partió jubiloso hacia el reino celestial y merecido ser recibido por Nuestro Seíiol'

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Jesucristo entre las falanges angélicas, morando con gozo perpetuo en las mansiones etéreas por lossiglos de los siglos. Su cuerpo fue colocado junto al de su santísimo predecesor en un l1úsmo sarcófagoenterrado con gran reverencia como si fuese un lecho.

2.3. El temor a la muerte

Pero no siempre existió esa conciencia de serenidad ante la muerte, porque ésta siempre generóun sentimiento de tristeza y a veces de rabia. Las fuentes hacer frecuentes referencias a la presencia depandemias que de un modo casi cíclico asolaron el Occidente Europeo en aquella época. Estacircunstancia no resulta extraña por tratarse de un rasgo del ciclo demográfico primitivo, de las prácticashigiénicas, de alimentación precaria y de ciclos de crisis climáticas que todas ellas conducían al mismopunto: la consabida peste. Las alusiones son frecuentes y en algunos casos de dejaban de ser claros losmomentos de desesperación colectiva como relata Gregorio de Tours a la llegada a Hispania de la hija deChilperico, rey de los francos, destinada a contraer matrimonio con Hermenegildo. Según él, al enterarsede la situación de pestilencia en Hispania, los acompañantes, presos del miedo se dedicaron a haceltestamento y a legar sus bienes a las iglesias como si del momento final de la vida se tratara (HEF, VI,XLV). Las situaciones de pandemias son bien conocidas en el mundo perimediterráneo de estos siglos, lomismo que la rapidez con que se propagaron creando series con repeticiones temporales. En la génesis yextensión de estas pestes estuvo presente la mala alimentación provocada por las malas cosechas que, asu vez se debieron a las condiciones climatológicas de prolongadas sequías ((Biraben y Le Goff 1969).

En otro pasaje de Gregorio de Tours, hace referencia a las malas cosechas de Carpetania en el año583. De la sensación que tuvieron llega a expresar el estado de desesperación en que se hallaban: "ita utirati contra Deum homines" (HEF, VI, XLIV), los hombres estaban llenos de ira contra Dios. Es decir telúanla certeza de una muerte segura.

Pero la desesperación ante estados de desesperación puede reducirse porque se debe a accionesque los humanos han realizado en contra de las normas divinas. Cabe el arrepentimiento y las letanías,como la redactada para situaciones de climatología adversa, las de pro pluvial postulanda.

3. El ritual

La observación de los varios millares de enterramientos conocidos en la Península de cronologíatardoantigua permite conocer una serie de pautas que pueden tabularse y crearse las oportunastipologías. Sin embargo, tras su interpretación no podrían representarse ciertas pautas previas almomento deposicional. La existencia de un manual de ceremonias perteneciente a esa época contribuyea servir de complemento a la observación de la cultura material. Las indicaciones del Liber Ordinum(Ferotim, 1904) resultan extremadamente minuciosas ya que establecen el ritual, al menos al uso en laIglesia hispana en aquella época. Según las indicaciones que proporciona este manual litúrgico, implicauna manipulación ritual inmediata del cadáver tras haberse producido el fallecimiento, ya que el cuerpodebe ser lavado y vestido antes de conducirse a la iglesia donde tendrá lugar el funeral. En este caso nose indica si se trata de ID1 simple envoltorio textil o conlleva el empleo de las prendas que usó en vida.Tras esta ceremonia religiosa el cuerpo será trasladado al túmulo o sepulcro siguiendo a la cruz. Caso deque el lugar elegido para el enterramiento sea de nueva construcción, es preciso que sea bendecido y seesparza sal en su interior. Después de ser incesado, el cadáver podrá ser introducido en él al tiempo quese leen ID1a serie de oraciones escogidas para la ocasión. Las variantes del ritual las proporcionan losmiembros de la jerarquía eclesiástica que se distinguirán por sus vestiduras propias de la función y porla presencia sobre el difunto del evangeliario, caso que sea diácono.

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De ese ritual quedaron excluidos los suicidas y aquellos que hubieran sido condenados por lacomisión de un crimen, como se deriva del canon XVII del Concilio de Braga:

También se estableció que aquellos que serán muerte violenta a si 111.ismo, sea con arma blanca, sea conveneno, sea precipitándose, sea ahorcándose, o de cualquier otro modo, no se haga ningunac0111nemoración en la ofrenda por ellos, ni sus cadáveres sean llevados al sepulcro con salmos, puesmuchos lo han practicado así por ignorancia.

No existen referencias a los plazos de enterramiento, pero es muy posible, siguiendo lascostumbres que se prolongaron hasta el siglo XIX, la celeridad del enterramiento una vez comprobada lamuerte.

Finalmente quedan reflejos en las fuentes emeritenses acerca del hallazgo de un cadáver,conservado incorrupto por condiciones naturales. Este hecho, como en oh"as ocasiones fue consideradocomo evidente síntoma de santidad.

,[. ..] y dichas estas cosas murió su y cuerpo fue entregado al sepulcro en la forma acostumbrada.Después de quince·o más aiios, el 111.e111.orable Guadiana creció mucho y sobrepasando las orillas de sucurso en una gran latitud la corriente de agua y causó muchas ruinas en los edificios de las villaspróximas, e igualmente en las dependencias del monasterio de Cauliana. Como quisieran los 111.onjesrestaurarlas, sucedió que al construir los cimientos de la celda donde yacía el antedicho religiosoabrieron su sepultura: al momento, salió de allí un suave olor, le hallaron íntegro e incorrupto, como siacabara de enterrarme, y ni sus vestidos ni sus cabellos presentaban corrupción alguna.

Las normas canónicas prohibiendo ciertos comportamientos precristianos permiten suponer suexistencia. El texto procede, como casi todos los de tipo coercitivo, de los concilios celebrados en Braga yen ellos se insiste en eliminar la costumbre de llevar alimentos a las tumbas:

No llevar comida a las tumbas. No está bien que clérigos ignorantes y usados, trasladen los oficios ydistribuyan los sacramentos en el campo sobre las tumbas, sino que ese debe ofrecer las 111.isas por losdifuntos en las pacíficas u allí donde están depositadas las reliquias de los mártires.No está pennitido a los cristianos llevar alimento a las tumbas de los difuntos ni ofrecer a Diossacrificios en honor de los 111.uertos.

4. La realidad arqueológica

El conocimiento textual de ciertos comportamientos rituales y de las concepciones de la muerteha de contrastarse mediante los hallazgos que proporciona la arqueología de campo. La jerarquizaciónde los enterramientos permite crear categorías a la hora de la elección del lugar en que han de reposarlos restos o la que los familiares pudieron finalmente ofrecer.

4. 1. Sepulturas privilegiadas

Pese a lo que sería normal dentro de las prácticas preconizadas por el cristianismo sobre eligualitarismo, las diferencias de los roles practicados en vida poseen su cuota parte de fosilización tras lamuerte. Suelen ser abundantes las fórmulas de segregación a través de enterramientos denominados

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singulares o privilegiados, a los que conviene el rótulo genérico de verdaderos mausoleos como señalabaIsidoro de Sevilla.

Mauseolea sunt sepulchra seu monwnenta regus, a Mauso(l)eo rege Aegyptiorum dicta. Nam eodefuncto eius m.ira magnitidunis et pulchritudinis extruxit sepulchrum in tamtum ut usque hodieomnia monumenta pretiosa ex nomina mausoleo nu.ncupentur. (Isidoro, Etim., XV, II, 1-4)

La dispersión de los mismos dentro de la geografía peninsular es diversa, centrándose en lasproximidades de las grandes propiedades agrarias. Entre ellos los de Centcelles, Las Vegas dePueblanueva, La Cocosa, La Alberca o el reciente de La Granjuela en el territorio rural de Cáparra. Lasmorfologías exhibidas pueden cambiar, pero en definitiva se trata de lugares específicos deenterramiento de propietarios rurales o de altos funcionarios de la administración provincial. Junto a laconstrucción principal se genera un espacio funerario más amplio.

Los sarcófagos monolíticos - ya sean esculturados o no - constituyen otra fórmula de medir elprestigio personal y familiar, como depósitos inhumaciones múltiples sucesivas. A veces la ante lainexistencia de otras marcas, habrá que recurrir a la posición que ocupan dentro de la necrópolis o a labúsqueda de la "estratigrafía" de formación del cementerio para detectar la tumba del"fundador" de lamisma. En el caso de las inhumaciones interiores las tumbas de los"fundadores" podrían correspondera aquellas que se hallan en posición centrada y próxima al centro de culto, como si quisiera aprovecharsede los beneficios que proporciona esa cercanía al lugar de deposición de las reliquias del santo quepreside el edificio. Convendría comprobar las características morfológicas y la composición del depósitofunerario por si ambos introdujeran alg(m elemento prestigioso capaz de contrastar ese hecho

No obstante existen fórmulas que ofrecen una información contradictoria con lo expresadoanteriormente. La necrópolis interna de El Gatillo, situada en el eje del edificio cultual a la entrada delmismo, contenía un importante ajuar compuesto por bronces litúrgicos, cuya posición esperada habríade ser otra muy diferente a la hallada (Caballero, 1993).

4. 2. Sepulturas comunes

Los enterramientos situados en el interior de las iglesias de los siglos V en adelante o en susinmediaciones revelan interesantes aspectos. En primer lugar el incumplimiento sistemático de la normacanónica de prohibición de los mismos en las cercanías de las reliquias de los santos. Lo observado en latotalidad de estas construcciones manifiesta un aprovechamiento del suelo de las iglesias, como si éstashubieran sido concebidas sólo como espacios funerarios. En muchos casos es imposible realizar ningunaotra inhumación. De ahí el reaprovechamiento de sepulcros con inhumaciones sucesivas.

Las necrópolis en las que se observa ausencia de privilegio ofrecen variedad de fórmulas deorganización interna. Las de tipo lineal, propias de las poblaciones germánicas o Rehingergreber oaquellas otras que simplemente rodean los edificios de culto por el exterior, tratando de obtener elmáximo de la protección que los mártires pudieran conceder. Tampoco faltan aquellas otras en las quesólo se busca un espacio libre en el que depositar el cadáver. Los enterramientos ofrecen variedad y lilade ellas, la de Tarragona permite observar la jerarquización. Desde enterramientos en ánforas, las detegulas a doble vertiente, o las de fosa simple con o sin protección lateral y de fondo. El cierre casisiempre suele ser de lajas de material cristalino, o incluso de mármol, en cuyo caso servirá de soporte dela correspondiente inscripción que constituye la memoria. Todo ello pone de manifiesto la complejidadsocial.

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Enterramientos en el interior de las iglesias:

Concilio I de Braga, canon 18: 11 también se tuvo por bien que no se les sepultura dentro de las pacíficasde los santos a los cuerpos de los difuntos, sino que si es preciso, fuera, alrededor de los muros de lasiglesias, hasta el presente no está prohibido, pues, si hasta ahora algunas ciudades conservanfirmemente este privilegio que en modo alguno se entierre el cadáver de ni ngún difunto dentro delrecinto de sus muros ¿cuánto más debe existir esto mismo la reverencia de los venerables mártires?

4. 3. Disposición del cuerpo en la tumba

Las deposiciones del cadáver poseen un escaso rango de variaciones. Adoptada la posición dedecúbito supino, sólo se mantiene generalmente la de situarla a lo largo del edificio que sirve de cobijo,es decir, W-E. A partir de ese momento las diferencias habrá que considerarlas mínimas y debidas alpropio proceso tafonómico o de la misma deposición en la tumba. Será la disposición de lasextremidades superiores las que determinen algunos subgrupos sin valor simbólico alguno. Se trataríade falta de simetría en la posición de los brazos. Tampoco deben considerarse elementos deinterpretación simbólica la del cráneo, orientado en una u otra dirección, ni tampoco usarse comodeterminante de uno u otro -sexo. Tal postura depende sólo de la dispuesta por los encargados de tratarel cadáver en los momentos inmediatos al óbito (Young, 1977; Cerrillo, 1989).

Las variaciones de esas posiciones básicas, como las observadas en las inferiores pudieran yacorresponder a posturas adoptadas por los individuos con anterioridad al óbito y, sin duda, de carácterpatológico.

4.4. Ajuares y diversidad

La excavación sistemática de necrópolis extensas ha tenido diversos momentos en lahistoriografía arqueológica. La primera corresponde a la década de los años veinte y treinta del siglo XX.En ese momento se excavan varias de las necrópolis mejor conocidas y que son consideradas visigodasen sentido estricto. Lo evidencia la tipología de los ajuares personales.

En la década de los cuarenta se excava la necrópolis de Duratón que corresponde con una de lasmás extensas correspondiente a ese período y con mayor abundancia de ajuares. La característicaesencial es que los allí enterrados aparecen depuestos con la indumentaria habitual que pasa aamortizarse en la tumba. Se trata de inhumaciones vestidas que mantienen las mismas prácticas queantes de penetrar en la Península. Comparten con otras de fuera el hecho de ser inhumaciones vestidasen las que se amortiza el vestido y los complementos del mismo que el proceso arqueológico harespetado por su estructura metálica. El reparto espacial se concentra en el interior peninsular,especialmente en las provincias de Segovia, Burgos, Palencia, Madrid, Toledo y Guadalajara, pero sinque por ello dejen de producirse hallazgos aislados en otras zonas.

Más tarde, en los años sesenta, P. de Palol aisló otro tipo de necrópolis denominadas del Dueropor su dispersión en torno al valle de ese río, que ofrecen una tipología muy diferente a las otras.Ofrecen una gran variedad de ofrendas, y especialmente hacen énfasis en el status social del difunto yenel rol funcional representado en vida, es decir, en las tumbas se incluye un profuso instrumental queposee evidentes síntomas de marcadores sociales (Palol, 1969; Caballero, 1974).

Finalmente resta aún otro grupo, acaso el más numeroso de enterramientos coetáneos con losanteriores. Se trata de necrópolis situadas unas veces en las inmediaciones de los edificios de cultocristianos de la Lusitania y de la Betica, y su cronología es más amplia, ya que suelen corresponder a lasituación de las villae en cuyas inmediaciones se erigieron las iglesias rurales. Las inhumaciones en este

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caso debieron de ser casi siempre desnudas, o sólo con una cubierta textil, ya que no son frecuentes loshallazgos metálicos ni de los complementos de vestido como en los grupos anteriores. La únicaexcepción de estos enterramientos es la presencia de una vasija cerámica cerrada, tipo jarra en todas lasvariedades morfológicas posibles procedentes de talleres locales o comarcales.

Las ciudades, modificadas en su urbanismo en la tardoantigüedad, poseerán sus necrópoliscristianas inicialmente en áreas periféricas, generalmente en donde la tradición indicaba que habíapadecido los mártires locales. Serán el lugar de construcción de los primeros templos martiriales. Apartir de ese momento se iniciará la entrada de otros difuntos en los templos construidos en el interiorde las áreas urbanas. Equivaldrá a señalar, como se ha repetido, la triunfante entrada del muerto en laciudad, que sólo será desplazado de ella cuando se impongan las medidas higienistas ilustradas.

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LA ACTITUD ANTE LA MUERTE EN LA TARDOANTIGÜEDAD

requivit, quievit 83,3

recessit 73

requiescit, quiescit 12,3

decessit 3

manet 1

migrauit 1

obdor111it, dormit 2

obiit 1

mortus fuet 1

transivit 1

migravit 1

Cuadro 1. Frecuencia de la denominación de la muerteen las inscripciones cristianas de la Península. (a partir de J. Vives, 1969).

___ _ Mujeres.---- Vorones.

LLA LEGISLACIÓN

ón por homicidib deonlenido en el CUber4,16,onl.l. Este bo­

arel volor del hombredo humono enlre los

1-5 5-10 10-15 15-2020-2·525-30 :JO-35 35-4040-45 45ÓO 50ó5 55-60 mos de 60

LA ESTIMACiÓN DE.u • HOMICIDIO SEGÚNVISIGODA

Escola de composicivarones y muieres le

50 ludiciorum~ (LV. VIII,remo pennite opreciy lo plenitud de lo vivisigodos.

O

150

V00

J,V I¡"

~ ,-""'

O

2

2

SUELDOS 30

EDADE S (Añosl

Cuadro 2. Valor de la vida según el Liber !urficorlllll (de Orlandis, 1977).

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LAS SOCIEDADES HlSTÓRICAS PENINSULARES: EDAD ANTIGUA

Sexo Norte Centro Sur

Masculinos 6 3 6

Femeninos 7 2 4

Indeterminados 1 6 3

Cuadro 3. Disposición por sexos en Casa Herrera.

Inscripciones Infantil Juvenil Adulto SenilNecrópolis % % % %

Inscripciones 15,06 8,43 50 26.50Casa Herrera 23.52 5.88 57.84 12.74S. Miguel Arroyo 26.08 13.04 34.78 26.08S. Juan de Baños 21.21 12.12 66 --

Camino Afligidos 27.77 16.66 55.55 --

Duratón 22.85 17.14 5142 8.57

Cuadro 4. Comparación entre las edades de mortalidad por gruposde edad entre necrópolis y la manifestada en las inscripciones.

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