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amarme a mi misma

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LA ACEPTACIN, EL APRENDIZAJE Y LA SABIDURA DE SER UNO MISMO.

Eduardo Casas

Texto 1.

El proceso de madurez humana, crecimiento psicolgico y avance en la vida espiritual todos estos itinerarios evolutivos del ser humano coinciden- en un acto bsico que puede ser inicial, medio o final del camino pero que ciertamente es necesario hacerlo: la aceptacin de s mismo.

Este acto tiene que transformarse en hbito si se quiere permitir el avance del crecimiento humano. No es solamente es un acto de la voluntad humana sino sobretodo- una virtud de la gracia de Dios, hija de la humildad, la verdad que nos ayuda a asumir la realidad tal como es.

La aceptacin es una sabidura esencial y profunda. Consiste en un don y a la vez- una tarea ardua que puede llevarnos mucho tiempo de aprendizaje y ejercitacin, incluso aos.

Aceptarnos no es fcil. No es resignacin, ni tolerancia, ni compasin, ni lstima, ni conformismo. Todas estas actitudes son pasivas frente a la realidad personal. Slo la aceptacin es activa, creadora, transformadora, transfiguradora y dinmica.

Sin aceptacin sin este cimiento bsico de la construccin espiritual- no es posible ningn progreso. Al ser un don como cualquier otro regalo de lo alto- es una gracia del Espritu que se pide. Slo si asiduamente se lo solicita en la oracin, es posible recibirlo. Una vez que es concedido, tenemos que hacernos cargo de l con nuestra responsabilidad y esfuerzo, compromiso y coherencia.

La aceptacin es don y trabajo, concesin de Dios y colaboracin humana, gracia y cooperacin de la voluntad que se empea. Ciertamente no es un don pacfico. Siempre requiere mucho trabajo interior, energa espiritual, tiempo decantado, laboriosidad ardua, paciencia sostenida, comprensin probada y mucha, mucha lucha consigo, derrotas y vencimientos, una y otra vez. Sin batalla, no hay conquista. Este don, en algunas personas genera un verdadero camino de reconciliacin y de integracin consigo mismo. Cuando se llega a esto, su fruto es una gracia de serenidad y paz. No hay deudas pendientes que reclamar.

La aceptacin de s mismo es una virtud que tenemos que ejercer en toda nuestra realidad personal: corporal, psicolgica y espiritual con sus capacidades y lmites, la historia personal y sus circunstancias, las relaciones y vnculos que han forjado nuestra identidad, heridas y talentos, errores y crecimientos. En fin, en todo lo que somos y lo que no somos.

Tenemos que ejercer una espiritualidad realista. Las idealizaciones, los narcisismos, las victimizaciones, las sobrevaloraciones que exageran la estima del propio ego y las infravaloraciones que subestiman el aprecio del ego nunca ayudan al crecimiento interior; al contrario, construyen laberintos de espejos deformados que no nos permiten vernos tal cual somos.

La aceptacin de s mismo es un don de aprobacin, adecuacin y conformidad consigo mismo. Es una sabidura espiritual que forma parte de la virtud de la caridad. El adecuado y recto amor a s mismo implica conocimiento, humildad, justicia, respeto, cuidado, tolerancia, comprensin, fortaleza y paciencia entre otras variadas virtudes- formando parte de ese amor que nos debemos a nosotros mismos como necesario y que constituye a su vez- la base del amor a los otros como prjimos.

Nadie puede amar a otro si no se ama a s mismo. El amor a dos parte del amor a uno. No me refiero al amor egocntrico y exclusivo a s mismo sino al autntico amor de la gracia. Si uno no se ama a as mismo -en definitiva- termina siendo injusto con Dios ya que l mismo nos ha creado a cada uno en su propia singularidad y originalidad. Nadie se ha dado el ser y la vida a s mismo. Aceptarnos es una forma elemental de gratitud para con Dios que nos ha creado y amado primero.

Sin ese amor inicial a nosotros mismos, no podemos amar a los otros, incluso a Dios. Hay quienes no pueden amar a otros porque primero no se aman a ellos mismos. El amor a los otros, nos ayuda a purificar el amor a nosotros. No nos permite que nos volvamos egocntricos.

Todo amor el amor a Dios, el amor al prjimo y el amor a s mismo- tienen en la gracia una nica raz. Sin amor, no hay aceptacin. Sin aceptacin, no hay amor.

Vos te acepts a vos mismo?; hay algo que te cueste aceptar de vos?; la aceptacin es un don de Dios que peds asiduamente?; es un trabajo exigente y un aprendizaje constante?; a la aceptacin la cultivs y la asocis con la humildad, la sabidura, el amor y las otras virtudes?; no te parece que tens que volver a firmar con vos un pacto de aceptacin y convivencia?

Texto 2.

A veces nuestras faltas de aceptacin de los otros tienen que ver con las proyecciones de nuestros propios miedos, errores, fracasos y defectos. Lo que no nos gusta ver en los otros es lo que rechazamos de nosotros mismos y viceversa. Los otros son el espejo ms profundo de las proyecciones de nuestras pulsiones inconscientes.

Cuando nos volvemos ms comprensivos y tolerantes, comenzamos a ser tambin ms caritativos con los otros. En el fondo, todos somos del mismo barro y compartimos esencialmente las mismas fragilidades. A todos nos cuesta ser quin somos. No existen las personas ideales, ni las vidas perfectas. Todos tenemos fisuras y rupturas. Todos guardamos secretos y sombras. Siempre algn fantasma nos ronda.

Slo el que es amado puede aceptar lo propio. Si nos cuesta mucho aceptarnos a nosotros, tal vez es porque no nos sentimos plenamente amado en lo que somos y tal cual somos.

Hay muchos que confunden el amor a otro con un contrato de cambio permanente. Como si el otro tuviera que amoldarse a nuestra propia imagen y semejanza, segn nuestra forma y manera. Eso no es amor sino que nos estamos buscando a nosotros mismos en el otro.

Nadie tiene que cambiar por nadie. Si uno cambia tiene que ser convencido por s mismo de que eso es conveniente para l. No hay que cambiar porque tenemos miedo de perder la aprobacin del otro o de terceros. Cambiar por otro es claudicar si no se hace convencido. Nadie puede cambiar por decreto o porque el otro diga que nos va a hacer bien. Nadie tiene que cambiar por un mandato moral o social, por un imperativo de voluntad ajena.

Slo el amor puede hacer cambiar. Si es que algo tiene que ser cambiado. Si no se siente amado, el otro se sentir exigido a un mero cambio formal, extrnseco, un barniz superficial de conducta que durar slo un tiempo pero, despus, todo volver a ser igual que antes.

En la parbola del hijo prdigo en el Evangelio (cf. Lc 15,11-32), el padre misericordioso no presenta reparos cuando el hijo menor se quiere ir de la casa a dilapidar su herencia. Ni tampoco tiene reclamos cuando el hijo regresa avergonzado. No tiene preguntas para con el hijo que se fue y tampoco para con el hijo que se queda. Los acepta a los dos tal cual son, bien diferentes. A cada uno lo ama. Los acepta sin compararlos. Asume la libertad de cada uno. Incluso aquella decisiones de sus hijos que van en contra de su propia paternidad y de sus bienes. Am al hijo que se fue y am al que se qued. Am al que volvi y am al que permaneci. Los acept siempre a los dos.

Dios nos acepta tal cual somos. Slo cuando recibimos su amor es cuando por decisin personal- queremos cambiar. Acontece lo que el Evangelio llama conversin. Slo el amor hace que cambiemos cuando se necesita cambiar. El secreto del amor est en la aceptacin.

En verdad uno cambia muy poco en la vida. La esencia de cada uno permanece fiel a lo que cada uno es. Es por eso porque la esencia no cambia radicalmente- que la aceptacin es la base de todo crecimiento.

Como el otro no necesariamente tiene que cambiar porque yo lo quiera, lo que hay que hacer es cambiar uno mismo respecto al otro. Soy yo el que tengo que cambiar de actitud interior para con el otro. Si yo no cambio, todo seguir igual. Si yo cambio, es posible que el otro siga igual pero a m ya no me molestar, ni perturbar.

Los cambios que le exigimos al otro son los cambios que tenemos que hacer nosotros. Nada, ni nadie cambia si nosotros no cambiamos. A menudo sucede que con el decurso del tiempo- una relacin se puede ir erosionando y desgastando. Aquellas realidades que al principio- nos deslumbraban de una persona, son las mismas que, con el paso de los aos, comienzan a fastidiarnos. Aquello que nos encandil es lo que ahora rechazamos. Lo que nos apasionaba en un vnculo es aquello que despus repudiamos. No son las caractersticas objetivas de la otra persona sino que somos nosotros los que hemos cambiado en nuestra percepcin de la realidad del otro. Antes lo admirbamos y ahora nos molesta. El cambio de actitud se verifica en nosotros.

Por otra parte, tambin nuestra propia inseguridad nos hace vacilar y depender de una manera desmedida de la aprobacin ajena. Necesitamos que los dems estn conformes con nosotros mismos. Hay quienes dependen ms o menos. Hay quienes no tienen mayores reparos en el juicio ajeno y hay quienes son socialmente muy sensibles a la mirada y la opinin de los otros.

Vos quers que los ms cercanos cambien?; no desgasts demasiada energa en ese empeo con escasos resultados?; si quers que ellos cambien, no pueden acaso exigirte ellos lo mismo?; quin puede como tienen que ser los dems?; quin puede erigirse como medida y patrn de la realidad de los otros?; no hay una pretensin soberbia en esa actitud?; vos depends de la mirada y de la aprobacin de los dems?

Texto 3.

La aceptacin no es slo para uno mismo, adems no slo vincularmente tenemos que aceptar a los ms cercanos y a los que interactan con nosotros en la familia, en el estudio o en el trabajo sino que, adems, hay que hacer un acto de aceptacin del mundo y de la realidad en la que estamos. Slo es posible transformar la realidad si la aceptamos y nos comprometemos, involucrndonos desde nuestro propio lugar y alcance. No todo est en crisis. No podemos alimentar pesimismo y desesperanza, llenos de quejas y agobios.

Cuando acusamos a la realidad y a los otros por el estado de las cosas, nos ponemos afuera, criticando desde la vereda del frente, reclamando desde arriba sin involucramos. Criticar es ser indiferentes. Opinar de todo y no hacer nada es tan ineficaz como intil.

Muchas veces decimos como una frase hecha que la realidad es as. En verdad, la hemos hecho as. Hay que aceptar que el mundo est as, tambin por nosotros mismos: por nuestra accin, comisin u omisin. Ya sea porque hacemos, dejamos que hagan o dejamos de hacer, la realidad est as. Todos podemos hacer algo -por pequeo que sea- para mejorar el mundo cotidiano en el que estamos. Est a nuestro alcance una palabra que ilumine conciencias o una humilde ayuda material o afectiva.

El mundo est como est tanto por los que lo malogran como tambin por los indiferentes que slo critican. Si no cambiamos de actitud; si no aceptamos la realidad, con sus luces y sombras, sus heridas y bellezas, no podemos hacernos cargos de ella.

Dios ama a este mundo, a estas culturas y a estos tiempos. Ama este siglo XXI que busca su propia interioridad. Bendice sus bsquedas y fatigas, sus anhelos y desafos. Dios acepta y espera. No impone a nadie, ni a nada un cambio. Es sabio y paciente en su amor que aguarda. No impone tiempos, ni ritmos de crecimiento. No amenaza con dejarnos de amar si no cambiamos. Respeta lo que nosotros decidimos libremente. No nos recrimina, ni nos echa encima culpas. Administra nuestros errores y males convirtindolos en bienes, los integra y los suma en una misteriosa cadena de favores transformndolos en bienes.

Vos qu mirada tens sobre la realidad, el mundo, el tiempo que te toca transitar?; qu rayos de luz y esperanza avisors?; quers que la realidad cambie? S protagonista de ese cambio entonces. Vos qu vas a cambiar?; en qu vas a contribuir?

Hay quienes fantasean con la imaginacin de ser otros, ser distintos, tener otra vida, vivir en otro cuerpo y en otra piel, en otro lugar y tiempo. Hay quienes en cambio afirman que si volvieran de nuevo a la existencia quisieran repetir en todo lo que han sido, lo que han hecho y lo que les toc en la vida.

Hay quienes quieren ser distintos y hay quienes quieren ser iguales. Hay quienes quieren ser ellos mismos y hay quienes quieren ser otro. A algunos les interesa la igualdad; a otros, la diferencia.

Hay quienes quisieran ser lo que siempre han sido y hay quienes les gustara ser otra persona, con otra vida y otras circunstancias, distintas de las actuales, con otras opciones y posibilidades, con otras variables y circunstancias. Estar en otra alma, en otra piel, en otra conciencia, en otra sensibilidad. Desean ver la vida desde el otro lado, el que no escogieron. Hay quienes quisieran experimentar otras realidades, aquello que les estuvo vedado por las opciones que tomaron y por la vida que eligieron.

Las dos alternativas quedan en el plano de la mera fantasa. Ninguna es posible. Ni la vida se repetir tal cual hemos sido. Ni tampoco la existencia ser distinta en una segunda oportunidad. Las dos fantasas nos llevan a considerar el presente tal cual es y lo que somos, tal como estamos. Es el aqu y ahora lo que importa. La vida que est entre manos. No hay que considerar la existencia posible sino la real. No la vida ideal sino la verdadera.

El tiempo es hoy. El lugar es aqu. El presente es el instante que tenemos. Todo lo dems ya se fue o todava no ha llegado. El ayer ya se durmi y el maana an no despert. La realidad no es lo que soamos sino lo que vivimos y lo que construimos.

La ley de la aceptacin es asuncin de lo que soy y de lo que he sido, de la historia y su memoria, del presente y su realizacin. ste es el camino que ha llegado hasta m, el sendero que he forjado. Todo lo que eleg, me eligi. Todo lo que hice, me puso en este punto. Todos los lugares transitados me han depositado en este lugar. Todos los tiempos transcurridos me han llevado a este presente. Todos los vnculos construidos y reconstruidos, todo lo armado y desarmado, han forjado estos lazos.

Nada se puede vivir otra vez, aunque la esperanza nos regala la posibilidad de que todo puede ser de nuevo de una manera distinta.

Vos sos de lo que quisieran nuevamente volver a repetir todo tal como se dio o sos de los que quisieran probar otra realidad, totalmente diversa?

Yo soy de los que. a ver vos qu penss?; yo soy de los que quieren seguir siendo el mismo o de los que quieren ser otro?; Decmelo al odo a ver s, acertaste!....

Texto 4.

Sencilla oracin de dones pidiendo la gracia de la aceptacin

Seor aqu me arrodillo frente a vos,con los pies descalzosen la orilla de este mundo.

Vengo a pedir por mis hermanos, los seres humanos.

Pido para que les des un amor a cada unoaunque sea un pequeo amor- no importa,cada uno lo vivir como el ms grande.

Dales tambin una felicidad intensa,no importa que sea fugaz:Lo mismo hace bien.

Dales, adems, una esperanzapara que puedan seguir caminando y cantandomientras dura este viaje.

Por ltimo, concdeles el don ms necesario.El humilde y pacfico don de la aceptacinpor el cual puedan vivir y convivir con serenidad,con ellos mismos y con los dems.

Que este don pequeo e inmenso a la vez- est en cada corazn,para que as -todos juntos- podamos seguir cantando cada da,nuevos himnos a la vida.

Que as sea, Seor.

EC

Cuando el Nuevo Testamento afirma que Dios es Amor (1 Jn 4, 8.16) nos brinda una clave para el ejercicio de la aceptacin ya que el amor es comprensin, tolerancia, paciencia, bondad y magnanimidad, entre otras cosas.

Aceptar el amor de Dios sobre nuestro ser y persona, nuestra vida e historia es reconocer su seoro providente. Esa aceptacin tambin tiene que reflejarse en nuestra aprobacin y beneplcito para con los otros, tal como afirma el Apstol San Pablo: Amen con sinceridad. Tengan horror al mal y pasin por el bien. mense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como ms dignos. Algrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulacin y perseverantes en la oracin. Consideren como propias las necesidades de los dems. Bendigan a los que los persiguen, bendigan y no maldigan nunca. Algrense con los que estn alegres y lloren con los que lloran. Vivan en armona unos con otros. No quieran sobresalir. Pnganse a la altura de los ms humildes. No presuman de sabios. No devuelvan a nadie mal por mal. Procuren hacer el bien delante de todos los hombres. En cuanto dependa de ustedes, traten de vivir en paz con todos. Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer. Si tiene sed, dale de beber. No te dejes vencer por el mal. Por el contrario, vence al mal, haciendo el bien (Rm 12, 9- 21).

Aunque no lo percibamos, estamos envueltos y sumergidos en una corriente de amor que nos rodea y nos trasciende, nos envuelve y nos contiene. Aunque no nos demos cuenta, el manto de ese amor nos cobija y nos abraza. En l, existimos y vivimos. Es un amor ms vasto que el universo, ms hondo que todos los abismos. Es un amor que es el mismo Dios.

La Carta a los Efesios lo dice hermosa e insuperablemente: Arraigados y edificados en el amor podremos comprender la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo que supera todo conocimiento (Ef 3, 17-19).

Hay un amor que trasciende todo lo que podemos captar, imaginar, pensar y soar. Un amor que no conoce lmites. Su anchura y longitud, su altura y profundidad se identifican con el misterio de Dios que supera toda medida y todo conocimiento.

En la gratuidad de un amor sin medida se encuentra el secreto sagrado de toda sabidura. Es la que nos hace seguir cantando y celebrando cada don de la existencia. Aceptar es el ejercicio ms maduro del amar.

Texto 5.

La aceptacin es un ejercicio integral. No slo se cultiva consigo mismo, con los otros y con la realidad sino incluso con el mismo Dios. Tenemos que aceptar a Dios tambin- tal cual es, sabiendo que sus pensamientos y caminos son muy distintos de los nuestros. Muchas veces, nuestras expectativas del obrar divino, no se cumplen tal como las anhelamos sino que se realizan si es que se tienen que realizar- de maneras distintas a como nosotros imaginbamos.

Tenemos que aceptar que frecuentemente las cosas no cambien tan fcilmente y que, incluso, por ms que tengamos fe, nos ocurre todo igual o -a veces peor- que a otros. La fe no garantiza felicidad.

Es preciso aceptar que Dios se toma su tiempo para obrar. Que siempre nos escucha y que, a su modo, contesta. Que sus signos sean ms bien escasos y que sus silencios, a menudo, resulten prolongados y desconcertantes.

Hay que aceptar que Dios nos ame por que s, gratuitamente. Aceptar que nos ame as como somos, sin pretender cambiarnos nada y que ame a los dems, especialmente a aquellos que nosotros pretendemos cambiar.

Es necesario aceptar a Dios y al misterio de la Cruz que asoma siempre en el camino, cuesta arriba. Aceptar las heridas de nuestra vida y el papel que Dios ha jugado en nuestra historia. Con sus presencias y ausencias, palabras y silencios.

Aceptar a Dios con todo y en todo. A pesar de todo y en virtud de todo. Reconciliarnos con l si hace falta. Perdonarlo a Dios sobre todo en aquellas realidades que no hemos entendido por qu permiti que pasaran- y dejarnos tambin perdonar por l. Rectificar nuestras imgenes de Dios, aquellas inconvenientes y caricaturescas, las falsas mscaras de un Dios que nunca existi.

Aceptar a Dios en la vida y en la muerte, en los bienes y en los males, en las alegras y en las tristezas, en las fiestas y en los duelos, en la compaa y en la soledad, en la salud y en la enfermedad, en la luz y en la oscuridad. Al principio, en la mitad y al final.

Aceptar a Dios tal cual es y tal cual se ha manifestado con su providencia en mi persona, en mi vida, en mi historia, en mi geografa, en mi memoria, en mis relaciones, en mis tiempos, en mis espacios, en mis dones, en mis heridas, en mis plenitudes y en mis vacos, en lo que tengo y en lo que no tengo, en lo que consegu y en lo que me falt, en lo que vino y en lo que se fue, en lo que pas y en lo que no pas, en lo que viv y en lo que mor, en lo agonic y en lo que disfrut, en lo que so y se cumpli y en lo que so y nunca fue.

Aceptar y dejar que Dios sea Dios: en todo y para todos. Tambin para m y para los que amo. Aceptar que slo Dios sea el nico Seor de nuestro corazn. Aceptar a Dios. Slo aceptarlo y sacar todas las consecuencias siendo coherente. Aceptarlo, dejar que obre y vivir en paz.

Texto 6.

Uno es el que es y el que ha sido. La vida nos va juntando en todos nuestros fragmentos y va haciendo una sola composicin de nuestro nico rostro. En el interior, seguimos siendo siempre los mismos, aunque pasen los aos.

Hay un cuento de Jorge Luis Borges que se llama El otro que est en su obra titulada El libro de arena (1975). Como en otros textos del escritor argentino, su protagonista es l mismo. Al principio de esta historia, Borges, ya mayor de edad, se encuentra frente al ro Charles en Cambridge, Boston, en 1969. De repente, siente una presencia a un lado suyo. Un joven empieza a silbar una cancin que l conoce y le recuerda un momento de su vida pasada. Reconoci entonces quin era este joven. Se le acerc y le pregunt de dnde era. El muchacho le contesta que es argentino pero reside en Ginebra desde 1914. Luego, el viejo Borges, le pregunta que si vive en una casa con tal nmero. Se le responde que s. Borges llega a la conclusin de que es l mismo cuando an era joven, aunque segn este ltimo, l se encuentra en Ginebra en el ro Rdano en el ao 1918. Borges anciano concluye que se trata de un episodio real para l, pero un sueo para el ms joven. Al joven Borges le parece rara la situacin y el anciano Borges le dice que no miente y que puede probarlo, entonces comienza a decirle una serie de cosas que -para ese entonces- el joven Borges ya conoca, pero no le parecen relevantes -pues si l est soando- es normal que lo sepa. El anciano le dice entonces que si ambos estn soando, cada uno tiene que pensar que est soando su propio sueo. Despus de intercambiar esas palabras, el Borges anciano le cuenta al joven sobre su pasado, que es a su vez- el futuro del joven. Luego, el anciano reconoce que no estn preparados para mantener un dilogo profundo en esa situacin y slo hablan de literatura y algunas otras cosas simples. De pronto, el joven le pregunta al anciano que si l ha sido el mismo joven, por qu no recuerda esa experiencia y le responde que eso es porque tal vez l ha haya tratado de olvidar. El devenir de la conversacin le trae al anciano Borges la conviccin de que definitivamente- no pueden entenderse. Son demasiado distintos y demasiado parecidos a la vez. Hay cercana y distancia. Se adivinan. No pueden engaarse. Cada uno de los dos es como la caricatura del otro. La situacin es poco normal como para durar mucho tiempo. Aconsejar o discutir en tal circunstancia- es intil porque el inevitable destino es ser cada uno- el otro. El Borges anciano le da un billete y el joven intercambia con l una moneda para tener -cada uno- alguna prueba del acontecimiento pero ambos -por temor- despus se deshacen de la prueba para no comprometerse. Quedan de encontrarse nuevamente al da siguiente pero ninguno concurre nuevamente cita. El encuentro para el Borges anciano fue real, una conversacin en la vigilia, para el joven Borges fue slo un sueo que -con el tiempo- pudo olvidar.

Qu dilogo mantendras con el nio o con el joven que fuiste?; adnde se citaran?; en qu lugar sera el encuentro?; de qu tema hablaran?; hay algo pendiente?; hay algo que est esperando an sin resolver?; qu reclamos habra?; qu pedidos de perdn?; Qu agradecimientos existirn?; te has convocado a vos mismo a alguna cita para cerrar cuentas y para repasar tu historia?

Texto 7.

En cada uno no slo convive el nio, el joven, el maduro y el anciano sino que adems coexisten todos los perfiles que nuestra personalidad tiene. Todos tenemos un perfil personal o ntimo, un perfil pblico o social, un perfil profesional, un perfil familiar, etc. ya que ejercemos diversos roles y funciones en la vida. Segn sea el entorno, ejercemos uno u otro perfil. Dichos perfiles constituyen como un abanico que despliega en un amplio espectro todos los ngulos de nuestra personalidad, la cual no se agota en un solo perfil. La aceptacin es un empeo para con cada uno de los perfiles que tenemos. En todo lo que somos y lo que hacemos es necesario emprender el trabajo de la aceptacin. En general, los dems slo acceden a determinados perfiles ya que no es posible conocer todos. Es necesario no idealizar a las personas, ni tampoco encasillarlas en un solo perfil. Somos mucho ms que la suma de todos nuestros perfiles.

Oracin de amorosa aceptacin

Seor, no importa si uno es joven, maduro o viejo.Todos tenemos que aceptarnos a nosotros mismos.No es fcil. Nunca es fcil ser uno mismo yencontrar la mejor versin de s mismo:la ms noble, luminosa, buena, hermosa y armoniosa.Es un trabajo constante y silencioso que lleva aos.

Nosotros somos, junto con vos, los nicos artesanos de esta obraque somos nosotros mismos.

Hay que poner las manos en la propia entraa, en la raz profunda.

Es difcil quererse, aguantarse, tolerarse, comprenderse, ayudarse, acompaarse y cuidarse.No es sencillo amarse. Resulta arduo protegerse de s mismo y de sus miedos, errores, heridas y fantasmas.Hay que ser delicado para reconciliarse, perdonarse y aceptarse.La aceptacin es un don de sabidura y amor.Un don humilde y precioso a la vez.Elemental como el aire y el agua para vivir.

Sin aceptacin no hay crecimiento, ni avance.No hay integracin, ni asuncin.

Es imprescindible aceptarse a s mismo y a los otros.No hay que cambiarlos sino amarlos.Ellos cambiarn por s mismos, si resulta necesario.

No tengo que preocuparme. Tengo que ocuparme y ayudarlos, si me necesitan.Estar tan preocupado del cambio de los dems, no me permite cambiar a m.Yo soy el que tengo que cambiar ante lo que no quieren o no pueden cambiar los dems.

Ellos no tienen que cambiar por m. Hay que cambios que sutilmente sin pretenderlo- me ofenden porque reconocen una supuesta autoridad que no tengo sobre ellos.

Yo no soy dueo de nadie.Quin soy yo para decretar que los otros tienen que cambiar?Acaso los dems habitan en mi mundo exclusivamente?No, Seor, ellos habitan su propio mundo.Lo construyen y lo comparten conmigo.

Quin soy yo para cambiar el mundo de otro?Con qu permiso?, con qu autoridad?

Querer que los otros cambien es muy pretencioso y altanero de mi parte.Es ponerme como medida de los otros y como ley que lo rige todo.

Para qu quiero que cambien?,quin decret la perfeccin?,de qu sirve la perfeccin si nos quedamos solos?

La vida nunca es prolija. Los seres humanos tampoco.Todo fluye incesantemente. Nada se puede detener, al igual que el tiempo y su incesante paso.

No somos dueos de nada, ni de nadie.Todo es un don. Todo es un regalo.Por qu entonces queremos cambiarlo a nuestra medida?por qu lo empequeecemos todo a nuestra mezquina medida y a nuestro limitado alcance?por qu somos tan torpes y necios?por qu no somos ms simples y humildes?

Dame, Seor, la gracia de la aceptacinque es una forma de agradecimiento.

Que me acepte yo y que acepte a Dios.Que acepte a los dems y los deje descansar de m y mis pretensiones.Que no me vuelva gravoso y quejumbroso.Que no sea una carga y un estorbo.Que no sea de aquellos que todos quieren esquivar.

Al contrario, que me convierta en un remanso de luz y de paz.Que sea una mirada compasiva y amable.Una mano tibia y contenedora.Una suave dulzura que otorgue sabidura.

Acepto este hoy y este mundo que me toca transitar junto a otros.Vos me lo has confiado por un rato.Acepto este camino que me tocado y esta cruz que me has regalado.Acepto lo que soy y lo que he sido.Acepto estos dones y esta herida.Acepto esta historia y sus caminos.Acepto este corazn que me has prestado y que tendr un da- que devolverloarrojndolo en lo profundo del mar de tu eternidad cuando nos veamos a la cara a cara.

All ya no har falta nada.Seremos nicamente vos y yo para siempre,Y todos los que me han amado y aceptadoy todos los que tambin he amado y aceptado para siempre.

Todo est bien Seor.Tal como lo pensaste y lo hiciste.Todo ha sido como se cumpli.Todo como lo proyect tu amor.No hay nada que agregar, ni nada que quitar.Todo es tuyo y me lo prestaste.Todo ha sido el regalo de tu amor y el amor de tu regalo.

Lo acepto todo, Seor, aceptndome y aceptndolo.Lo acepto, Seor, aqu y ahora con este S.

Lo acepto porque el amor es as: Frgil y siempre necesita aceptacin.

Lo acepto, Seor.Gracias!

No ha podido ser mejor.As como fue estuvo muy bien.

As es el amor.Amn.