La acción comunicativa y el campo del habla
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La acción comunicativa y el campo del hablaUn acercamiento entre las nociones de Habermas y Bourdieu
Carlos Nazario Mora Duro1
En este trabajo se plantea una discusión entre dos cuerpos teóricos a través de un hilo conductor
común: el ámbito de la comunicación. Las teorías que reflexiono son, por un lado, la teoría de la
acción comunicativa de J. Habermas. Y la tipología de los campos expuesta por P. Bourdieu.
Nuestro objetivo es diseminar la colaboración de ambos teóricos a través del enfoque que cada
uno ensaya respecto del proceso de comunicar, es decir, de la relación que los actores emprenden
en la definición de la situación para interpretar intersubjetivamente el mundo social que les es
proporcionado por la experiencia. Para resolver la tarea propuesta, comienzo por exponer las
resoluciones de Habermas acerca de la acción comunicativa y los actos de habla. En seguida,
distingo los aportes de Bourdieu sobre los campos, y su relevancia en el acto de hablar. Al final,
esbozaré las intersecciones y los contrastes de las dos posiciones en un ejemplo práctico.
1.
[A] El concepto de acción comunicativa expresa una relación del actor con su mundo a través de
un medio lingüístico. El entendimiento que el actor logra a través del lenguaje presupone un
mecanismo de coordinación de la acción, ya sea esta acción una del tipo estratégica, es decir,
gobernada a través de cálculos egocéntricos de utilidad y coordinadas por sus propios intereses; o
ya sea, en los casos de acción regulada por normas y de acción dramatúrgica. En efecto, afirma
Habermas, la acción comunicativa admite el lenguaje como un medio de entendimiento sin más
intermedio, “en que hablantes y oyentes se refieren, desde el horizonte preinterpretado que su
mundo de vida representa, simultáneamente a algo en el mundo objetivo, en el mundo social y en
el mundo subjetivo para negociar definiciones de la situación que puedan ser compartidas por
todos” (1981a:138).
[i] El horizonte2preinterpretado al cual hace referencia Habermas (1981b), emerge dado que toda
definición de la situación es un “interpretar dentro de un marco de elementos ya interpretados, en
1 Sociólogo por la Universidad Autónoma del Estado de México. Maestrante en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Sede México. Correo electrónico: [email protected] 2 Los horizontes son nociones que Habermas (1981b) rescata de Husserl y se refieren particularmente a los límites que tienen las situaciones, de ahí la imagen de desplazamiento entre horizontes y la sensación de que cuando uno se mueve la perspectiva puede dilatarse o contraerse.
1
una realidad que básicamente, y en lo que se refiere a sus tipos, nos es ya familiar” (Schütz y
Luckmann, 1979). Esta realidad es el mundo de vida que constituye en la teoría habermasiana un
mundo intersubjetivo, la estructura básica de la realidad que no es común a todos y a través de la
cual puedo, en cierto sentido, experimentar las vivencias de mis prójimos, “colocarme en sus
zapatos”. Esta noción de la experiencia espacio-temporal y social del mundo está dada al sujeto
de manera vivencial y aproblemática, ya que en la práctica toda situación no ha de merecer sino
un grado mínimo de interpretación. El mundo de vida constituye ese tejido de presuposiciones
que han de cumplirse para que la emisión que se realiza (comunicacionalmente) pueda tener
sentido, es decir, que pueda ser válida. En este tenor, el mundo de vida puede definirse como “el
entorno en que los horizontes de la situación se desplazan, se dilatan o se encogen” (Habermas,
1981b: 187). La urdimbre que permite la relación de los actores con aquello que en una situación
se dice/se habla/ o se discute. En otras palabras, un contexto mediato de redes de comunicación,
de fácil acceso, pero que no forma parte de la relevancia temática delimitada por la situación de
acción.
[ii] Por su parte, los modelos de acción en los que el lenguaje actúa se caracterizan por suponer
la formación de un consenso dimensional donde los participantes de la comunicación pueden
entablar-a través de las herramientas que el lenguaje ofrece- una relación con algo en el mundo:
(a) En el mundo objetivo, se establece un modelo teleológico de acción que admite al lenguaje
como un instrumento mediante el cual los hablantes se orientan a la consecución de sus metas.
La relación pragmática de los actores con el mundo objetivo, propio de la perspectiva utilitarista
de la acción, se realiza mediante enunciados verdaderos. (b) En el mundo social, el modelo
normativo de acción concibe al lenguaje como un transmisor de valores culturales y que es
portador de un consenso que queda ratificado en cada nuevo acto. En este mundo de acciones
deseables se recrea la totalidad de relaciones interpersonales legítimamente reguladas, es decir,
las jerarquías que se reproducen socialmente. (c) En el mundo subjetivo, el actor mantiene una
relación pragmática con un mundo interno como totalidad de las vivencias propias con acceso
restringido. Por lo tanto, implica el significado cognitivo de los componentes proposicionales y
el significado interpersonal de los componentes que se dicen y se hablan.
[iii]El concepto de acción comunicativa asume la interacción de por lo menos dos sujetos con
capacidad de acción y lenguaje que entablan una relación interpersonal. Estos actores tienen
como objetivo entenderse sobre una situación de acción para coordinar sus planes de acción y
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con ellos sus acciones comunes. La situación se refiere a “un fragmento que los temas, los fines
y los planes de acción realzan y articulan en cada caso dentro de los plexos o urdimbres de
remisiones que constituyen el mundo de vida” (1981b: 174). Es decir, que las situaciones son
fragmentos del mundo cotidiano en los cuales enfocamos la atención para planear un contexto de
acción orientado al entendimiento. En este punto, hay algunos conceptos pertinentes. Primero, la
interpretación, que supone la negociación de la definición de la situación sobre la emisión
comunicativa susceptible de consenso, es decir, “hagamos un trato sobre lo que estamos
hablando”. En seguida, el entendimiento, que también puede nombrarse como “la obtención de
un acuerdo” entre los participantes de la comunicación acerca de la validez de una emisión. Por
último, provista una definición común, cada nuevo aporte comunicacional del actor constituye un
test, una suerte de renegociación por la cual la definición de la situación de acción que propone
el hablante, se confirma/ se modifica/ queda en suspenso/ o es cuestionada.
[B] Otro elemento de suma importancia en el trabajo de Habermas es la incorporación de los
actos de habla. En sus palabras, los actos de habla cumplen simultáneamente “las funciones de
transmisión del saber, de integración social y de socialización de los individuos si encada acto de
habla el componente proposicional, el componente ilocucionario y el componente expresivo se
integran de tal suerte en una unidad gramatical” (1981a: 94). Desde el rescate que hace
Habermas de Austin, los actos de habla ilocucionarios consisten en hacer algo diciéndolo;
pueden ser promesas, mandatos, afirmaciones, confesiones. Se basan en su mutua diferenciación
con los actos locucionarios y perlocucionarios. Los primeros son oraciones enunciativas (“p”) o
enunciativas nominalizadas (“que p”), con las que el hablante dice algo; los segundos consisten
en actos de habla mediante los que el hablante pretende causar un efecto sobre el oyente.
Resumiendo, locucionarios, ilocucionarios y perlocucionarios consistirían en decir algo, hacer
diciendo algo, causar algo mediante lo que se hace diciendo algo (respectivamente).
2.
Cuando P. Bourdieu aborda el tema de la transmisión del habla, lo primero que advierte es que
cualquier situación lingüística funciona como un mercado en el cual el locutor coloca sus
productos y lo que él produzca para este mercado dependerá de sus previsiones sobre los precios
que alcanzarán sus productos. En este supuesto, aprender un lenguaje es aprender, al mismo
tiempo, sus condiciones de aceptabilidad. “Ello equivale a decir que aprender un lenguaje es
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aprender al mismo tiempo qué tan redituable será en tal o cual situación” (1984a: 122). Esta
comparación entre la dinámica lingüística y el mercado económico encuentra explicación en la
teoría de los campos, núcleo sustancial de la propuesta bourdieana para el análisis de la relación
entre sujeto y estructura.
[A] Los campos son para Bourdieu (2003), dado que sistemas de relaciones objetivas entre
posiciones adquiridas (en luchas anteriores), por lo tanto, lugar (espacio de juego) de una lucha
competitiva que tiene por desafío específico el monopolio de una determinada autoridad. De esta
manera, Bourdieu (1984b, 1995), entiende a los campos como espacios estructurados de
posiciones (o de puestos) cuyas propiedades dependen de su posición en dichos espacios y
pueden analizarse de forma independiente de las características de sus ocupantes. Una red o
configuración de relaciones objetivas entre posiciones, definidas objetivamente en su existencia
y en las determinaciones que imponen a sus ocupantes (agentes o instituciones), por su situación
(situs) actual y potencial en la estructura de la distribución de las diferentes especies de poder (o
de capital3), y, de paso, por sus relaciones objetivas con las demás posiciones.
Una vez que un grupo, dentro de un estado determinado de la relación de fuerzas, monopolizan
(más o menos completo) el capital específico y se inclinan hacia estrategias de conservación, se
denomina a estas estrategias como ortodoxia. Por otro lado, que quienes disponen de menos
capital (los jóvenes o recién llegados) se inclinan a utilizar estrategias de subversión: las de la
herejía. La dinámica entre la autoridad establecida y las juventudes renovadoras se da de la
siguiente forma: la heterodoxia obliga a salir del silencio a los dominantes y les impone la
obligación de producir el discurso defensivo de la ortodoxia, un pensamiento que trata de
restaurar un equivalente de la adhesión silenciosa de la doxa.
Es este sentido, el campo es un escenario de relaciones de fuerza y de luchas encaminadas a
transformarlas y, por consecuencia, el sitio de un cambio permanente: “en un campo hay luchas;
por tanto, hay historia” (1995: 68). Por otro lado, respecto del principio de estrategia4 en un
3 El capital es esa energía de la física social. Descomponible a la vez en capital económico, cultural y social. Y agregado, también, el capital simbólico, que es la modalidad adoptada por una u otra de dichas especies cuando es captada a través de las categorías de percepción que reconocen su lógica, o que, desconocen el carácter arbitrario de su posesión y acumulación (Bourdieu, 1995: 82). 4 La noción de estrategia responde a la ruptura con el punto de vista objetivista y con la acción sin agente, es decir, al rechazo del utilitarismo como elección racional objetiva y a la formulación de una acción general por encima de los individuos (Parsons). La estrategia es un concepto acorde con la dinámica del juego, para Bourdieu, el buen jugador hace lo necesario en relación con lo que exige el juego. “Esto supone una invención permanente, indispensable para adaptarse a situaciones indefinidamente variadas, nunca perfectamente idénticas” (1987: 70).
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campo, Bourdieu (1984b), afirma que no es el cálculo cínico (el mundo subjetivo) ni la
búsqueda consciente de la maximización de la ganancia específica (el mundo objetivo), sino una
relación inconsciente entre un habitus y un campo, lo que guía las diversas estrategias en la
lógica de los campos (el mundo social).
[i] Otro concepto central en la teoría de los campos es el habitus, los diferentes sistemas de
disposiciones que los agentes adquieren mediante la interiorización de un tipo determinado de
condiciones sociales y económicas y que encuentran, en una trayectoria dentro del campo, una
oportunidad más o menos favorable de actualizarse. El habitus, por lo tanto, funciona como un
sistema de esquemas generadores. Genera estrategias que pueden estar objetivamente conformes
con los intereses objetivos de sus autores sin haber sido concebidas expresamente con este fin.
En este sentido, el campo de posiciones es inseparable del campo de las tomas de posición, ya
que el espacio de las posiciones (objetivamente establecidas) tiende a regir el espacio de las
tomas de posición, es decir, que el habitus es un sistema socialmente constituido de
disposiciones estructuradas y estructurantes, merced de su constitución adquirida en la práctica y
siempre orientado hacia funciones prácticas.
La producción de un habitus exige observar que lo individual, lo personal, e incluso lo subjetivo,
es social, es decir, colectivo. El habitus es una subjetividad socializada y garantiza de hecho que
“las estructuras mentales son estructuras sociales” (Bourdieu: 1984b: 121). En este aspecto, el
habitus mantiene con el mundo social del que es producto una verdadera complicidad ontológica
(que guarda un símil estructurante entre actor y estructura), principio de un conocimiento sin
conciencia, de una intencionalidad sin intención, de una racionalidad lúdica y de un dominio
práctico de las reglas del mundo que permite adelantar sin necesidad de presentarlo como tal
(Bourdieu, 1987: 24). La relación entre el habitus y el campo destapa una conexión de
conocimiento o construcción cognoscitiva de los agentes: el habitus contribuye a construir el
campo como mundo significante y vincula al agente con el mundo social, lo conduce a hacer lo
que debe sin planteárselo explícitamente como una meta, más allá del cálculo e, incluso, de la
conciencia, más allá del discurso y la representación. “El mundo me comprende, pero yo lo
comprendo porque él me comprende; porque él me produjo, y porque produjo las categorías que
yo le aplico, lo percibo como autoevidente” (1995: 88).
[B] Partiendo de la base anterior, Bourdieu propicia una reflexión de la comunicación atravesada
por el enfoque de campo, asumiendo que el lenguaje que se emplea en una situación particular
5
no depende sólo de la competencia del locutor, sino, en gran medida, del mercado lingüístico, es
decir, que toda situación lingüística funciona como un mercado donde se intercambia algo. Dado
que son palabras las que se intercambian, pero estas palabras no sólo están hechas para
comprenderse; “la relación de comunicación no es una simple relación de comunicación, sino
también una relación económica en la cual está en juego el valor del que habla” (1984a: 122).
Siguiendo esta lógica, lo primero que debemos notar en el campo de la comunicación es que hay
quien gobierna la situación lingüística, la autoridad que censura o permite las competencias de
que se disponen para establecer un discurso. En segundo lugar, que hay una competencia de
clase en la comunicación entre lo distinguido y lo vulgar, lo sabio y lo popular; que toma lugar,
por ejemplo, en la oposición entre lo oral y lo escrito. Lo escrito parece ser terreno del oficio
elitista del saber mientras que lo oral parece llevar aparejada una atmósfera populista.
Finalmente, que cuando un lenguaje está en crisis y surge la pregunta de qué lenguaje se debe
hablar es que la institución que los sustenta se encuentra en crisis y se plantea la cuestión de la
autoridad delegadora: de la autoridad que dice cómo se debe de hablar y que delega la autoridad
y la autorización para hablar. De acuerdo con estas distinciones, el principal objeto de la
investigación sobre el lenguaje es la explicación de los supuestos de la comunicación, pero es
necesario advertir que “lo esencial de lo que ocurre en la comunicación no se encuentra en la
comunicación” (1984a: 126). Sino que es necesario reconocer las relaciones de dominación5 en
el ámbito lingüístico.
3.
Para cerrar el corchete de la discusión asistiré a una ilustración en el ámbito de la educación. [A]
Sugiero que para el caso de la relación discursiva en la situación escolar los alumnos participan
de una dinámica habermasiana con los tres mundos de la definición de la situación. El uso del
lenguaje durante la clase implica el emprendimiento de un tipo de correspondencia con el
mundo objetivo, a través de proposiciones lógicas de las temáticas expuestas en clase: se recrea
una participación con aportaciones que forman parte de la discusión esperada. Si la educación
tiene un perfil científico la expectativa de hablar de la “realidad” atraviesa la exigencia de
códigos metodológicos y epistemológicos compartidos por el campo de la ciencia. Si fuera el
5 Estás relaciones problematizan el hecho de que los receptores estén dispuestos a reconocer la autoridad de los emisores y que los emisores no hablen por su cuenta sino como delegados de una institución, así como de que nunca se otorgue la autoridad para definir perse lo que debe decirse y lo que no.
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caso de un curso de poesía, por otro lado, sería ilógico que se emprendiera una discusión basada
en códigos científicos. Del lado del mundo subjetivo, es evidente que el actor mantiene una
relación pragmática entre los esfuerzos por la definición de la situación en una teatralidad escolar
y las informaciones de que dispone en su vivencia para suponer que su comportamiento será
interpretado como “adecuado” y lograr con éxito la comunicación con los otros participantes de
la situación escolar. Quizá la teatralidad más evidente se observa en el comportamiento de un
profesor novato que no dispone de referentes vivenciales para emprender una escenificación de
enseñanza, en tal situación, la forma de comenzar la negociación se apoyará en una
improvisación semi-inducida. Finalmente, en el mundo social, tanto estudiantes como
educadores mantienen una toma de posición referenciada en los puestos legítimos de las
instituciones educativas. La comunicación tradicional supone, en este sentido, una corriente de
lenguaje con dirección de educador a alumno en el proceso educativo, aunque en nombre de las
nuevas tendencias esta relación puede modificarse.
[B] Las relaciones educativas desde el enfoque de Bourdieu asumirían que los alumnos llegan al
mercado escolar con una visión previa de las posibilidades de recompensa o castigo respecto de
su lenguaje (habitus); visión que será ajustada respecto de las interacciones que se logren en el
campo de juego. En el terreno de la educación, el profesor parecería ser la autoridad lingüística
que ejerce la censura y la delegación de las capacidades, sin embargo, el educador no es quien
dicta las reglas del juego lingüístico, por lo tanto, sólo representa la autoridad de la institución
que rige la situación lingüística escolar de hecho. Los alumnos por su parte, cuando son de recién
ingreso, juegan al tipo de heterodoxia en un campo en el que cuentan con poco poder. La
dinámica de interacción les permitirá asumir una posición objetiva y una toma de posición en el
campo de lucha por el capital escolar. Finalmente, una cualidad del trabajo de Bourdieu es que
permite captar cuando la institución de autoridad lingüística en la educación entra en crisis y las
luchas en que se instaura un reajuste de las posiciones adquiridas.
Concluyendo, la acción comunicativa pareciera ampliar el enfoque a dos ámbitos de los cuales
los campos no se ocupan formalmente: el mundo objetivo y el mundo subjetivo. Sin embargo, la
sociología de Bourdieu asume que lo subjetivo es social, por lo cual, es menester conocer lo
segundo para comprender lo primero. Por otro lado, la intersección de ambas posturas se observa
del lado del mundo social, aunque, en mi consideración, Bourdieu logra introducir un elemento
7
que Habermas no asume en la dinámica de la comunicación: el poder. A pesar de ello, asumo
que en una investigación social puede lograrse la complementariedad de ambas posturas.
Biblografía
Habermas, J. (1981a), Teoría de la acción comunicativa, I. Racionalidad de la acción y racionalización social, Manuel Jiménez Redondo (trad.), México, Editorial Taurus.
Habermas, J. (1981b), Teoría de la acción comunicativa, II. Crítica de la razón funcionalista, Manuel Jiménez Redondo (trad.), México, Editorial Taurus.
Bourdieu, P. y Loïc W. (1995), Respuestas por una atropología reflexiva, México, Grijalbo. Bourdieu, P. (1987), Cosas dichas, Argentina, Editorial Gedisa. Bourdieu, P. (2003), Los usos sociales de la ciencia, Argentina, Edición Nueva Visión. Bourdieu, P. (1984a), “Lo que quiere decir hablar” en Sociología y Cultura, México,
CONACULTA-Grijalbo. Bourdieu, P. (1984b), “Algunas propiedades de los campos” en Sociología y Cultura, México,
CONACULTA-Grijalbo. Schütz, A. y Luckmann, T. (1979), Las estructuras del mundo de la vida, Amorrortu Editores,
Buenos Aires, Argentina.
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