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desde la fe católica

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La acción política,desde

la fe católica

�Jubileo de los gobernantes, parlamentarios y políticos

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�La acción política, desde la fe católica4

Índice

La política, al servicio del bien común.Discurso del Santo Padre Juan Pablo II en la audiencia especial del sábado 4 de noviembre de 2000 pág 5

Una moralidad a toda prueba.Homilía del Santo Padre Juan Pablo II,el domingo 5 de noviembre de 2000 pág 8

Santo Tomás Moro, Patrono de los políticos.Perfil biográfico pág 10Solicitud enviada a Juan Pablo II para la proclamación de santo Tomás Moro como Patrono de los hombres de gobierno pág 11Carta Apostólica, en forma de Motu Proprio, de Juan Pablo II pág 13

Fidelidad a la conciencia.Alocución de Juan Pablo II, al final de la velada artístico-cultural, en la sala Pablo VI, el domingo 5 de noviembre de 2000 pág 15

La herencia común de Europa.Discurso del Santo Padre Juan Pablo IIa la Conferencia ministerial del Consejo de Europa, con motivo del 50 aniversario de la Convención europea de derechos humanos, el viernes 3 de noviembre de 2000 pág 16

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Me alegra recibirles en esta audiencia espe-cial, ilustres gobernantes, parlamentariosy administradores públicos, venidos a Ro-

ma para el Jubileo. Les saludo con deferencia, a la vezque agradezco cordialmente a la Presidenta del Se-nado de Polonia, señora Grzeskowiak, la felicitaciónque me ha expresado en nombre de la Asamblea; alPresidente del Senado de la Argentina, señor MarioLosada; y al Presidente del Senado italiano, senadorNicola Mancino, que se han hecho intérpretes de lossentimientos comunes. Deseo expresar mi agrade-cimiento también al senador Francesco Cossiga, ac-tivo promotor de la proclamación de santo TomásMoro como Patrono de los gobernantes y de los po-líticos. Asimismo, saludo a las otras personalidades,entre ellas, al señor Mijail Gorbachov, que han to-mado la palabra. Doy la bienvenida de manera es-pecial a los Jefes de Estado presentes.

Este encuentro me ofrece la oportunidad de refle-xionar con ustedes –teniendo en cuenta las mocionesprecedentemente presentadas– sobre la naturaleza yla responsabilidad que conlleva la misión a la queDios, en su amorosa Providencia, les ha llamado. Enefecto, ésta puede considerarse ciertamente comouna verdadera vocación a la acción política, con-cretamente, al gobierno de las naciones, al estable-cimiento de las leyes y la Administración pública ensus diversos ámbitos. Es necesario, pues, preguntar-se por la naturaleza, las exigencias y los objetivosde la política, para vivirla como cristianos y como

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Es necesario preguntarsepor la naturaleza,las exigenciasy los objetivos de la política,para vivirla como cristianosy como hombresconscientes de su nobleza

La política, al servicio

del bien comúnDiscurso del Santo Padre Juan Pablo II en la audiencia especial

Robert Schumann, visto por Garretto

�No parece necesario gastar demasiado tiempo ni espacio para resaltar la trascendencia práctica del más

reciente magisterio del Papa Juan Pablo II en relación con la vida y actividad política. La ocasión ha sido el

Jubileo de los Gobernantes, Parlamentarios y Políticos, los días 4 y 5 de noviembre. Al ofrecer estos textos

magisteriales a nuestros lectores, como un evidente servicio más, en este número 10 de Documentos Alfa y

Omega, añadimos asimismo el texto de la solicitud enviada al Papa para que proclamase a santo Tomás

Moro Patrono de los hombre de gobierno y la Carta Apostólica, en forma de Motu Proprio, que proclama

a santo Tomás Moro Patrono de los gobernantes y de los políticos. Un último anexo, del mayor interés,

es el texto del Discurso del Santo Padre, el 3 de noviembre, a los participantes en la Conferencia

ministerial del Consejo de Europa, celebrada para conmemorar el 50 aniversario

de la Convención europea de derechos humanos

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hombres conscientes de su nobleza y, al mismo tiem-po, de las dificultades y riesgos que comporta.

� La política es el uso del poder legítimo parala consecución del bien común de la sociedad. Biencomún que, como afirma el Concilio Vaticano II,abarca el conjunto de aquellas condiciones de la vi-da social con las que los hombres, familias y aso-ciaciones pueden lograr más plena y fácilmente superfección propia (Gaudium et spes, 74). La activi-dad política, por tanto, debe realizarse con espíritu deservicio. Muy oportunamente, mi predecesor PabloVI, ha afirmado que la política es un aspecto [...]que exige vivir el compromiso cristiano al servicio delos demás (Octogesima adveniens, 46).

Por tanto, el cristiano que actúa en política –yquiere hacerlo como cristiano– ha de trabajar desin-teresadamente, no buscando la propia utilidad, ni lade su propio grupo o partido, sino el bien de todos yde cada uno y, por lo tanto, y en primer lugar, el de losmás desfavorecidos de la sociedad. En la lucha por laexistencia, que a veces adquiere formas despiada-das y crueles, no escasean los vencidos, que inexo-rablemente quedan marginados. Entre éstos no pue-do olvidar a los reclusos en las cárceles: el pasado19 de julio he estado con ellos, con ocasión de su

Jubileo. En aquella oportunidad, siguiendo la cos-tumbre de los anteriores Años Jubilares, pedí a losresponsables de los Estados una señal de clemenciaen favor de todos los presos, que fuera una clara ex-presión de sensibilidad hacia su condición. Movidopor las numerosas súplicas que me llegan de todaspartes, renuevo también hoy aquel llamamiento, con-vencido de que un gesto así les animaría en el cami-no de revisión personal y les impulsaría a una adhe-sión más firme a los valores de la justicia.

El coherente testimonio de la propia fe

Ésta tiene que ser precisamente la preocupaciónesencial del hombre político, la justicia. Una justi-cia que no se contenta con dar a cada uno lo suyo,sino que tienda a crear entre los ciudadanos condi-ciones de igualdad en las oportunidades y, por tan-to, a favorecer a aquellos que, por su condición social,cultura o salud corren el riesgo de quedar relegadoso de ocupar siempre los últimos puestos en la socie-dad, sin posibilidad de una recuperación personal. Éste es el escándalo de las sociedades opulentas delmundo de hoy, en las que los ricos se hacen cada vezmás ricos, porque la riqueza produce riqueza, y lospobres son cada vez más pobres, porque la pobrezatiende a crear nueva pobreza. Este escándalo no seproduce solamente en cada una de las naciones, sinoque sus dimensiones superan ampliamente sus con-fines. Sobre todo hoy, con el fenómeno de la globa-lización de los mercados, los países ricos y desarro-llados tienden a mejorar ulteriormente su condicióneconómica, mientras que los países pobres –excep-tuando algunos en vías de un desarrollo promete-dor– tienden a hundirse aun más en formas de po-breza cada vez más penosas.

� Pienso con gran preocupación en aquellas re-giones del mundo afligidas por guerras y guerrillassin fin, por el hambre endémica y por terribles en-fermedades. Muchos de ustedes están tan preocupa-dos como yo por este estado de cosas que, desde unpunto de vista cristiano y humano, representa el másgrave pecado de injusticia del mundo moderno y, portanto, ha de conmover profundamente la concienciade los cristianos de hoy, comenzando por los que, altener en sus manos los resortes de la política, la eco-nomía y los recursos financieros del mundo, puedendeterminar –para bien o para mal– el destino de lospueblos.

En realidad, para vencer el egoísmo de las perso-nas y las naciones, lo que debe crecer en el mundo esel espíritu de solidaridad. Sólo así se podrá ponerfreno a la búsqueda de poder político y riqueza eco-nómica por encima de cualquier referencia a otrosvalores. En un mundo globalizado, en que el merca-do, que de por sí tiene un papel positivo para la librecreatividad humana en el sector de la economía (cf.Centesimus annus, 42), tiende sin embargo a desen-tenderse de toda consideración moral, asumiendocomo única norma la ley del máximo beneficio, aque-llos cristianos que se sienten llamados por Dios a lavida política tienen la tarea –ciertamente bastantedifícil, pero necesaria– de doblegar las leyes del mer-cado «salvaje» a las de la justicia y la solidaridad.Ése es el único camino para asegurar a nuestro mun-do un futuro pacífico, arrancando de raíz las causasde conflictos y guerras: la paz es fruto de la justicia.

� Quisiera ahora, en particular, dirigir una palabraa aquellos de ustedes que tienen la delicada misión deformular y aprobar las leyes: una tarea que aproximael hombre a Dios, supremo Legislador, de cuya Leyeterna toda ley recibe en última instancia su validezy su fuerza obligante. A esto se refiere precisamentela afirmación de que la ley positiva no puede con-tradecir la ley natural, al ser ésta una indicación delas normas primeras y esenciales que regulan la vidamoral y, por tanto, expresión de las características, de

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La delicada misiónde formular y aprobarlas leyes es una tarea

que aproxima el hombrea Dios, supremo Legislador,

de cuya Ley eternatoda ley recibe su validez

y su fuerza obligante.La ley positiva no puedecontradecir la ley natural

Lech Walessa, fundador del sindicato Solidarnosc y ex Presidente de Polonia

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las exigencias profundas y de los más elevados va-lores de la persona humana. Como he tenido oca-sión de afirmar en el encíclica Evangelium vitae, enla base de estos valores no pueden estar provisio-nales y volubles «mayorías» de opinión, sino sólo elreconocimiento de una ley moral objetiva que, encuanto «ley natural» inscrita en el corazón del hom-bre, es punto de referencia normativa de la misma leycivil (n. 70)

Esto significa que las leyes, sean cuales fuerenlos campos en que interviene o se ve obligado aintervenir el legislador, tienen que respetar y pro-mover siempre a las personas humanas en sus di-versas exigencias espirituales y materiales, indi-viduales, familiares y sociales. Por tanto, una leyque no respete el derecho a la vida del ser humano–desde la concepción a la muerte natural, sea cualfuere la condición en que se encuentra, sano o en-fermo, todavía en estado embrionario, anciano oen estadio terminal– no es una ley conforme al de-signio divino. Así pues, un legislador cristiano nopuede contribuir a formularla ni aprobarla en sedeparlamentaria, aun cuando, durante las discusio-nes parlamentarias allí donde ya existe, le es lícitoproponer enmiendas que atenúen su carácter no-civo. Lo mismo puede decirse de toda ley que per-judique a la familia y atente contra su unidad e in-disolubilidad, o bien otorgue validez legal a unio-nes entre personas, incluso del mismo sexo, quepretendan suplantar, con los mismos derechos, ala familia basada en el matrimonio entre un hombrey una mujer.

En la actual sociedad pluralista, el legislador cris-tiano se encuentra, ciertamente, ante concepciones devida, leyes y peticiones de legalización, que con-trastan con la propia conciencia. En tales casos, se-rá la prudencia cristiana, que es la virtud propia delpolítico cristiano, la que le indique cómo compor-tarse para que, por un lado, no desoiga la voz de suconciencia rectamente formada y, por otra, no dejede cumplir su tarea de legislador. Para el cristiano dehoy, no se trata de huir del mundo en el que le hapuesto la llamada de Dios, sino más bien de dar tes-

timonio de su propia fe y de ser coherente con lospropios principios, en las circunstancias difíciles ysiempre nuevas que caracterizan el ámbito político.

� Ilustres señores y señoras, los tiempos queDios nos ha concedido vivir son, en buena parte,oscuros y difíciles, puesto que son momentos enque se pone en juego el futuro mismo de la Huma-nidad en el milenio que se abre ante nosotros. Enmuchos hombres de nuestro tiempo domina el mie-do y la incertidumbre: ¿hacia dónde vamos?; ¿cuálserá el destino de la Humanidad en el próximo siglo?;¿a dónde nos llevarán los extraordinarios descubri-mientos científicos realizados en estos últimos años,sobre todo en campo biológico y genético? Somosconscientes de estar sólo al comienzo de un caminoque no se sabe dónde desembocará y si será prove-choso o dañino para los hombres del siglo XXl.

Nosotros, los cristianos de este tiempo formida-ble y maravilloso al mismo tiempo, aun participan-do en los miedos, las incertidumbres y los interro-gantes de los hombres de hoy, no somos pesimistassobre el futuro, puesto que tenemos la certeza deque Jesucristo es el Dios de la Historia, y porque te-nemos en el Evangelio la luz que ilumina nuestrocamino, incluso en los momentos difíciles y oscuros.

El encuentro con Cristo transformó un día susvidas, y ustedes han querido renovar hoy su esplen-dor con esta peregrinación a los lugares que guardanla memoria de los apóstoles Pedro y Pablo. En lamedida en que perseveren en esta estrecha unióncon Él, mediante la oración personal y la participa-ción convencida en la vida de la Iglesia, Él, el Vi-viente, seguirá derramando sobre ustedes el Espíri-tu Santo, el Espíritu de la verdad y el amor, la fuer-za y la luz que todos nosotros necesitamos.

Con un acto de fe sincera y convencida, renuevensu adhesión a Jesucristo, Salvador del mundo, y ha-gan de su Evangelio la guía de su pensamiento y desu vida. Así serán en la sociedad actual el fermentode vida nueva que necesita la Humanidad para cons-truir un futuro más justo y más solidario, un futuroabierto a la civilización del amor.

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Una ley que no respeteel derecho a la vida del ser

humano –desde la concepcióna la muerte natural–

no es una ley conformeal designio divino.

Un legislador cristianono puede contribuir

a formularla ni aprobarlaen sede parlamentaria.Lo mismo puede decirse

de toda ley que perjudiquea la familia y atente contrasu unidad e indisolubilidad

Una reunión en la ONU

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Escucha, Israel! (Dt 6,3.4). La palabra de Dios,solemne y al mismo tiempo afectuosa, nos hadirigido, hace un momento, la invitación a es-

cuchar. A escuchar hoy, ahora; y a hacerlo no indi-vidualmente o privadamente, sino juntos: ¡Escucha,Israel!

Esta apelación os afecta esta mañana de modoparticular, gobernantes, parlamentarios, políticos,Administradores, llegados aRoma para celebrar vuestroJubileo. Saludo a todos cor-dialmente, especialmente alos Jefes de Estado presentesentre nosotros.

En la celebración litúrgi-ca se actualiza, aquí y ahora,el acontecimiento de la Alian-za con Dios. ¿Qué respuestaespera Dios de nosotros? Laindicación recibida ahoramismo en la proclamación deltexto bíblico es apremiante:es preciso, ante todo, ponersea la escucha. No una escuchapasiva y desentendida. Los is-raelitas comprendieron bienque Dios esperaba de ellosuna respuesta activa y res-ponsable. Por esto prometie-ron a Moisés: Nos dirás todolo que el Señor nuestro Dioste haya dicho, y nosotros loescucharemos y lo pondremosen práctica (Dt 5,27).

Al asumir este compromi-so, sabían lo que tenían quehacer con un Dios del cualpodían fiarse. Dios amaba asu pueblo y quería su felici-dad. En cambio, Él pedía elamor. En el Shema, Israel,que hemos oído en la primeraLectura, junto a la petición defe en el único Dios, se mani-fiesta el mandamiento funda-mental, el del amor a Él:Amarás al Señor, tu Dios, contodo tu corazón, con toda tualma y con todas tus fuerzas(Dt 6,5).

� La relación del hombrecon Dios no es una relaciónde temor, de esclavitud o deopresión; al contrario, es unarelación de serena confianza,que brota de una libre elec-ción motivada por el amor. El amor que Dios espe-ra de su pueblo es la respuesta a aquel amor fiel y di-ligente que Él le ha manifestado primeramente através de las distintas etapas de la historia de la sal-vación.

Precisamente por esto los Mandamientos, antesque como un código legal y una regulación jurídi-ca, han sido comprendidos por el pueblo elegido co-mo un acontecimiento de gracia, como signo de laprivilegiada y exclusiva pertenencia al Señor. Es sig-nificativo que Israel no hable nunca de la ley como de

un fardo, de una imposición, sino como de un don yde un favor, Felices nosotros, Israel, –exclama elprofeta–, porque lo que agrada a Dios nos ha sido re-velado (Bar 4,4).

El pueblo sabe que el Decálogo es un compromisoobligatorio, pero sabe también que es la condición pa-ra la vida: Mira –dice el Señor–, yo pongo ante ti lavida y la muerte, es decir el bien y el mal; te prescri-

bo cumplir mis mandamien-tos, para que tengas vida (cf.Dt 30,15). Con su Ley, Diosno quiere coartar la voluntaddel hombre, sino liberarlo detodo aquello que puede com-prometer su auténtica digni-dad y plena realización.

� Me he detenido, ilustresgobernantes, parlamentariosy políticos, a reflexionar so-bre el sentido y sobre el va-lor de la Ley divina, porqueéste es un argumento que ostoca de cerca. ¿No es, quizás,vuestra tarea cotidiana, la deelaborar leyes justas y hacer-las aprobar y aplicarlas? Alhacer esto estáis convencidosde rendir un importante ser-vicio al hombre, a la socie-dad, a la libertad misma. Yjustamente. La ley humana,en efecto, si es justa, no estánunca contra, sino al servi-cio de la libertad. Esto lo ha-bía intuido ya el sabio paga-no, cuando sentenciaba: Le-gum servi sumus, ut liberi es-se possimus –Somos siervosde la ley, para poder ser li-bres– (Cic., De legibus,II,13).

La libertad a la que hacereferencia Cicerón, todavía,se sitúa principalmente al ni-vel de las relaciones externasentre los ciudadanos. Comotal, ésa corre el peligro de re-ducirse a un equilibrio con-gruente de intereses respecti-vos, y tal vez de egoísmoscontrapuestos. La libertad ala que hace referencia la pa-labra de Dios, al contrario, seenraíza en el corazón delhombre, un corazón que Diospuede liberar del egoísmo, ha-

ciéndolo capaz de abrirse al amor desinteresado.No en vano, en la página evangélica escuchada

anteriormente, al escriba que le pregunta cuál es elprimero de todos los mandamientos, Jesús le res-ponde citando el Shema: Amarás al Señor tu Dioscon todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tufuerza (Mc 12,30). El acento está puesto en el todo:el amor de Dios no puede más que ser total. Pero só-lo Dios tiene la facultad de purificar el corazón hu-mano del egoísmo y liberarlo para dotarlo con plenacapacidad de amar.

Una moralidad a toda pruebaHomilía del Santo Padre Juan Pablo II, el domingo 5 de noviembre de 2000

Los Mandamientos, mucho más que un código penal

Con su Ley, Dios no quierecoartar la voluntad

del hombre,sino liberarlo

No se puede justificar unpragmatismo que reduzca

la política a pura mediaciónde intereses

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Un hombre con el corazón así enriquecido pue-de abrirse al hermano y hacerse cargo de él con lamisma solicitud con la que se preocupa de sí mismo.Por esto Jesús añade: El segundo (mandamiento) eséste: Amarás al prójimo como a ti mismo (Mc12,31). Quien ama a Dios con todo el corazón y lo re-conoce como único Dios, y, por tanto, como Padre detodos, no puede ver a cuantos se encuentran en sucamino más que como a otros hermanos.

Un diligente y cotidianocompromiso de servicio

� Amar al prójimo como a sí mismo. Estas pa-labras encuentran seguramente eco en vuestras al-mas, queridos gobernantes, parlamentarios, políticosy Administradores. Os plantean hoy a cada uno, conocasión de vuestro Jubileo, una cuestión central:¿de qué manera, en vuestro delicado y comprometidoservicio al Estado y a los ciudadanos, podéis darcumplimiento a este mandamiento? La respuesta esclara: viviendo el compromiso político como un ser-vicio. ¡Perspectiva tan obvia como exigente! Ésa nopuede, en efecto, reducirse a una reafirmación ge-nérica de principios, o a la declaración de buenasintenciones. El servicio político pasa a través de undiligente y cotidiano compromiso, que exige unagran competencia en el desarrollo del propio debery una moralidad a toda prueba en la gestión desin-teresada y transparente del poder.

Por otra parte, la coherencia personal del políti-co ha de expresarse también en una correcta con-cepción de la vida social y política a la que él está lla-mado a servir. Bajo este punto de vista, un políticocristiano no puede dejar de hacer constante referen-cia a aquellos principios que la doctrina social de laIglesia ha desarrollado a lo largo de tiempo. Ésos, co-mo es sabido, no constituyen una ideología y menosun programa político, sino que ofrecen las líneasfundamentales para una comprensión del hombre yde la sociedad a la luz de la ley ética universal, pre-sente en el corazón de todo hombre, e iluminada porla revelación evangélica (cf. Sollicitudo rei socia-lis, 41). A vosotros corresponde, queridos herma-nos y hermanas comprometidos en política, hace-ros intérpretes convencidos y activos.

Ciertamente, en la aplicación de estos principiosa la compleja realidad política, será frecuentemente

inevitable encontrarse con ámbitos, problemas y cir-cunstancias que pueden dar legítimamente lugar a di-versas valoraciones concretas. Al mismo tiempo,sin embargo, no se puede justificar un pragmatis-mo que, también respecto a los valores esencialesy básicos de la vida social, reduzca la política a pu-ra mediación de intereses o, aún peor, a una cuestiónde demagogia o de cálculos electorales. Si el derechono puede y no debe cubrir todo el ámbito de la leymoral, se debe también recordar que no puede ircontra la ley moral

� Esto adquiere particular relieve en esta fasede transformaciones intensas, que ve surgir una nue-va dimensión de la política. El declive de las ideo-logías se acompaña de una crisis de formacionespartidistas, que reta a comprender de modo nuevo la

representación política y el papel de las instituciones.Es necesario redescubrir el sentido de la participa-ción, implicando en mayor medida a los ciudada-nos en la búsqueda de vías oportunas para avanzarhacia una realización siempre más satisfactoria delbien común.

En tal tarea, el cristiano evitará ceder a la tenta-ción de la oposición violenta, fuente, a menudo, degrandes sufrimientos para la comunidad. El diálogose presenta siempre como instrumento insustituiblede toda confrontación constructiva, sea en las rela-ciones internas de los Estados como en las interna-cionales. ¿Y quién podrá asumir esta tarea del diá-logo mejor que el político cristiano, que cada díadebe confrontarse con aquello que Cristo ha deno-minado como el primero de los mandamientos, elmandamiento del amor?

� Ilustres gobernantes, parlamentarios, políti-cos, Administradores, son numerosas y exigenteslas tareas que esperan, al comienzo del nuevo sigloy del nuevo milenio, a los responsables de la vida pú-blica. Precisamente pensando en esto, en el contex-to del Gran Jubileo, he querido, como sabéis, ofre-ceros la protección de un Patrono especial: el santomártir Tomás Moro. Su figura es verdaderamenteejemplar para quienquiera que esté llamado a ser-vir al hombre y a la sociedad en el ámbito civil ypolítico. Su elocuente testimonio es más que nuncaactual en un momento histórico que presenta retoscruciales para la conciencia de quien tiene la res-ponsabilidad directa en la gestión pública. Comoestadista, él se puso siempre al servicio de la per-sona, especialmente del débil y del pobre; los ho-nores y las riquezas no hicieron mella en él, guiadocomo estaba de un distinguido sentido de la equi-dad. Sobre todo, él no aceptó nunca ir contra la pro-pia conciencia, llegando hasta el sacrificio supre-mo con tal de no desoír su voz. ¡Invocadlo, seguid-lo, imitadlo! Su intercesión no os faltará para obte-ner, también en las situaciones más arduas, fortaleza,buen humor, paciencia y perseverancia.

Es el auxilio que queremos corroborar con lafuerza del sacrificio eucarístico, en el cual una vezmás Cristo se hace alimento y orientación para nues-tra vida. Que el Señor os conceda ser políticos segúnsu Corazón, imitadores de santo Tomás Moro, testigovaliente de Cristo e íntegro servidor del Estado.

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El derecho a la vida

El sucedáneo de la droga

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Perfil biográfico

Tomás Moro nació en el corazón de Londres,el 7 de febrero de 1478, y fue decapitado,también en la capital inglesa, el 6 de julio de

1535.Terminados sus estudios en Oxford y en los Inns of

Court de Londres, se dedicó con éxito a la abogacíay se convirtió, sucesivamente, en miembro del Par-lamento y en juez de reconocido prestigio. Desem-peñó varios cargos al servicio de su país, pero nopermitió nunca que la actividad pública lo alejase dela atención de su familia y de su compromiso comointelectual de primer orden en el panorama del hu-manismo europeo. A los 41 años comenzó a trabajaral servicio directo del rey. Sus responsabilidades au-mentaron con el paso del tiempo, hasta que, a los 52años, fue nombrado Lord Canciller del Reino. El 16de mayo de 1532 dimitió de su cargo para no secun-dar los designios de Enrique VIII, que estaba mani-pulando al Parlamento y a la Asamblea del Clero,con el objeto de asumir el control de la Iglesia en In-glaterra. Posteriormente fue encarcelado por negar-se a firmar el juramento de adhesión al acta que san-cionaba la supremacía del rey en el orden espiritual,y finalmente, tras quince meses de reclusión, fue pro-cesado y ajusticiado.

La coherencia cristiana que Tomás Moro vivióhasta el martirio explica que su fama haya ido con-solidándose incesantemente a lo largo de los siglos.Ya mientras vivía, fue persona muy conocida por susméritos intelectuales y por la modernidad de muchosde sus planteamientos. Por ejemplo, quiso que sushijas recibieran la misma educación que su hijo, al-go verdaderamente revolucionario para las costum-bres de la época. Su actividad como escritor –espe-cialmente sus traducciones de Luciano a partir delos textos griegos, sus poesías y su ya clásica Utopía–le granjeó asimismo un prestigio inigualable. Uto-pía, su obra más conocida, construida según el mo-delo de La República, de Platón, constituye, para elfilósofo político y el estudioso de la naturaleza hu-mana, uno de los textos más estimulantes que se hanescrito nunca. Como en La República, también enUtopía hay contradicciones internas que el autor haido repartiendo a lo largo del texto, con el objeto deprovocar al lector y ayudarle así a profundizar en losvalores éticos perennes que dan sentido a la vida per-sonal y social.

Tomás Moro fue canonizado por la Iglesia católi-ca en 1935, y desde 1980 su nombre figura tambiénen el martirologio anglicano. Es reconocido univer-salmente, por encima de fronteras nacionales y deconfesiones religiosas, como símbolo de integridady como testigo heroico de la primacía de la concien-cia. Muero como buen siervo del rey, pero sobre to-do como siervo de Dios, fueron sus últimas palabras.Gran ideal para todos los que dedican su vida a ser-vir al bien común.

La acción política, desde la fe católica10

Frente a la fractura entre fe y vida, grave error de hoy:

Santo Tomás Moro, Patrono de los políticos

La Torre de Londres, donde Moro estuvo encarcelado

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Beatísimo Padre, la figura del mártir santo To-más Moro suscita, desde hace siglos, la sin-cera veneración del pueblo cristiano. Ade-

más, el mundo de la cultura y el de la política pro-fundizan en los múltiples aspectos de su vida y de suobra con estudios cada vez más prolijos y con uninterés creciente, tanto en el ámbito de los saberes te-óricos como en el de los prácticos. La bibliografía es-pecializada aumenta constantemente y presenta ca-racterísticas muy significativas: en primer lugar, une

a autores de diferentes iglesias y comunidades cris-tianas (Sir Thomas More figura en el calendario li-túrgico de la Iglesia anglicana de Inglaterra comomartyr), así como de variadas confesiones religiosas,y no faltan entre ellos los agnósticos, dato que tes-timonia un interés verdaderamente universal. Ade-más, del estudio de esa bibliografía se desprendeuna admiración que, más allá de la contribución desanto Tomás Moro en los distintos sectores en queactuó –como humanista, como apologeta, como juezy legislador, como diplomático o como estadista–, seconcentra en su figura humana: si la santidad essiempre, de por sí, plenitud también de lo humano,

en el caso de santo Tomás Moro este hecho es es-pecialmente tangible.

Ya el predecesor de Su Santidad en la sede dePedro, el Papa Pío XI, en la Bula de Canonización,lo propuso como modelo de probada integridad decostumbres para todos los cristianos, y lo definiólaicorum hominum decus et ornamentum –orgullo yornato de los hombres laicos–. Y la creciente atrac-ción que, precisamente entre los laicos, ejerce estaextraordinaria figura nos habla de una presenciaque, con el paso del tiempo, se hace cada vez más vi-va, más incisiva, más permanentemente actual.

Santo Tomás Moro aparece como el modeloejemplar de esa unidad de vida en la que Su Santidadha cifrado la expresión específica de la santidad pa-ra los laicos: La unidad de vida de los fieles laicostiene una gran importancia. Ellos, en efecto, debensantificarse en la vida profesional y social ordinaria.Por tanto, para que puedan responder a su voca-ción, los fieles laicos deben considerar las activi-dades de la vida cotidiana como ocasión de unióncon Dios y de cumplimiento de su voluntad, así co-mo también de servicio a los demás hombres (Ch-ristifideles laici, 17). En santo Tomás Moro no hu-bo señal alguna de esa fractura entre fe y cultura,entre principios y vida cotidiana, que el ConcilioVaticano II lamenta como uno de los más graveserrores de nuestra época (Gaudium et spes, 43).

Hasta el heroísmo del martirio

En la actividad humanística –en la que cultivódesde el inglés hasta el latín y el griego, así comodesde la filosofía, sobre todo política, hasta la teo-logía– unió el estudio y la piedad, la cultura y la as-cética, la sed de verdad y la búsqueda de la virtud através de una lucha interior dura pero alegre. Comoabogado y juez, encaminó la interpretación y la for-mulación de las leyes (es justamente consideradouno de los fundadores de la ciencia de la commonlaw inglesa) a la tutela de una verdadera justicia so-cial y a la construcción de la paz entre los indivi-duos y las naciones. Más preocupado por eliminar laviolencia en sus causas que por reprimirla, no se-paró la promoción, apasionada pero prudente, delbien común de la práctica constante de la caridad: susconciudadanos, en efecto, lo denominaron patronode los pobres. La dedicación benévola e incondi-cionada a la justicia en el respeto de la libertad y dela persona humana fue el norte de su conducta comomagistrado. Sirviendo a cada hombre, santo TomásMoro era consciente de servir a su rey –es decir, alEstado–, pero quería, sobre todo, servir a Dios.

Esta tensión hacia Dios empapaba toda su con-ducta. Su familia, a la que se afanó por procurar unainstrucción de elevado nivel moral, fue llamada porsus contemporáneos academia cristiana. En su facetade hombre público demostró ser enemigo absolutode los favoritismos y de los privilegios del poder:profesó un ejemplar desprendimiento de los honoresy los cargos y, a la vez, vivió con sencillez y humil-dad su condición de altísimo servidor del rey.

Fiel hasta las últimas consecuencias a sus de-beres civiles, se expuso a riesgos extremos por ser-vir a su propio país. Consiguió ser un perfecto ser-vidor del Estado porque luchó por ser un perfectocristiano. Dad, pues, al César lo que es del César ya Dios lo que es de Dios (Mt 22, 21): santo TomásMoro comprendió que estas palabras de Cristo, quepor una parte afirman la relativa autonomía de lotemporal en relación con lo espiritual, por otra –encuanto pronunciadas por Dios mismo– obligan a laconciencia del cristiano a proyectar sobre la esfera

La acción política, desde la fe católica 11

Muero como buen siervodel rey, pero sobre todo

como siervo de Dios

Consiguió ser un perfectoservidor del Estado

porque luchó por serun perfecto cristiano

Retrato de Tomás Moro. Hans Holbein. Frick Collection, Nueva York

Solicitud enviada a Juan Pablo II para la proclamación de santo Tomás Moro como Patrono de los hombres de gobierno

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civil los valores del Evangelio, rechazando todo com-promiso y llegando, si es preciso, hasta el heroísmodel martirio, de un martirio que él personalmenteafrontó con profunda humildad.

Su martirio, dentro de los límites de la prudenciacon que debe ser examinada la historia imperfectade los hombres, es la prueba suprema de esta uni-dad de valores –fruto de la asidua búsqueda de laverdad y de una no menos tenaz lucha interior– a laque santo Tomás Moro supo condicionar toda suexistencia. Su extraordinario buen humor, su peren-ne serenidad, la atenta consideración de las convic-ciones contrarias a la suya, y el sincero perdón dequienes lo condenaban muestran cómo su coherenciase compaginaba con un profundo respeto de la li-bertad de los demás.

Precisamente la actualidad de esta convergencia deresponsabilidad política y coherencia moral, de estaarmonía entre lo sobrenatural y lo humano, de estaunidad de vida sin residuos, ha movido a numero-sas personalidades públicas de varios países del mun-do a expresar su adhesión al Comité para la procla-mación de Sir Thomas More, santo y mártir, comoPatrono de los gobernantes. Entre los firmantes de

la presente instancia hay católicos y no católicos:son hombres de Estado que ejercen su actividad encircunstancias políticas y culturales muy heterogéneas, pero que comparten una misma sensi-bilidad ante el ejemplo moreano, un ejemplo fecun-do que, por encima del mero arte de gobernar, com-prende las virtudes indispensables del buen gobierno.

La justa jerarquía de fines

La política nunca fue para él una profesión inte-resada, sino un servicio, con frecuencia arduo, al quese había preparado concienzudamente no sólo conel estudio de la historia, las leyes y la cultura de supropio país, sino, sobre todo, por medio de un pa-ciente examen de la naturaleza humana, con su gran-deza y sus debilidades, y de las condiciones siem-pre perfectibles de la vida social. En la política en-contró su cauce un asiduo esfuerzo personal de com-prensión. Gracias a ese esfuerzo, pudo mostrar lajusta jerarquía de fines que, en virtud del primadode la verdad sobre el poder y del bien sobre la utili-dad, todo Gobierno debe perseguir. Orientó siempresu actuación en la perspectiva de los fines últimos,esos fines que ningún cambio histórico podrá nuncaanular.

Ahí reside la fuerza que lo sostuvo cuando hubo de

afrontar el martirio. Fue un mártir de la libertad en elsentido más moderno del término, porque se opuso ala pretensión del poder de dominar sobre las con-ciencias, tentación perenne –trágicamente atestiguadapor la historia del siglo XX– de sistemas políticosque no reconocen nada por encima de ellos. Fiel alas instituciones de su pueblo –Ecclesia anglicanalibera sit, rezaba la Magna Charta– y atento a laslecciones de la Historia, que le mostraban que el Pri-mado de Pedro constituye una garantía de libertadpara las Iglesias particulares, santo Tomás Moro diola vida por defender una Iglesia libre del dominiodel Estado. A la vez estaba defendiendo también la li-bertad y el primado de la conciencia del ciudadanofrente al poder civil.

Fue mártir de la libertad porque fue mártir de la pri-macía de la conciencia, una primacía que, sólida-mente enraizada en la búsqueda de la verdad, noshace plenamente responsables de nuestras decisio-nes y, por tanto, libres de todo vínculo que no sea elpropio del ser creado, esto es, el vínculo que nos unea Dios. Su Santidad nos ha recordado que la con-ciencia moral rectamente entendida es testimonio deDios mismo, cuya voz y cuyo juicio penetran la inti-midad del hombre hasta las raíces de su alma (Veri-tatis splendor, 58). Nos parece que ésa es la lecciónfundamental de santo Tomás Moro a los hombres degobierno: la lección de la huida del éxito y el con-senso fáciles cuando ponen en entredicho la fidelidada los principios irrenunciables, de los que dependenla dignidad del hombre y la justicia del orden civil. Ynos parece una lección altamente inspiradora paratodos los que, en el umbral del nuevo milenio, sesienten llamados a conjurar las insidias, disimuladaspero recurrentes, de nuevas tiranías.

Por eso, seguros de actuar por el bien de la socie-dad futura y confiando en que nuestra súplica en-contrará benévola acogida en Su Santidad, pedimosque Sir Tomás Moro, santo y mártir, fiel servidor delrey, pero sobre todo de Dios, sea proclamado Patro-no de los hombres de gobierno.

La acción política, desde la fe católica12

No interés, sino servicio

Xilografía de Ambrosius Holbein para la edición de La Utopía,editada en Basilea en 1518

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De la vida y del martirio de santo Tomás Mo-ro brota un mensaje que, a través de los si-glos, habla a los hombres de todos los tiem-

pos de la inalienable dignidad de la conciencia, lacual, como recuerda el Concilio Vaticano II, es elnúcleo más secreto y el sagrario del hombre, en elque está solo con Dios, cuya voz resuena en lo másíntimo de ella (Gaudium et spes, 16). Cuando elhombre y la mujer escuchan la llamada de la verdad,entonces la conciencia orienta con seguridad susactos hacia el bien. Precisamente por el testimonio,ofrecido hasta el derramamiento de su sangre, dela primacía de la verdad sobre el poder, santo TomásMoro es venerado como ejemplo imperecedero decoherencia moral. Y también fuera de la Iglesia, es-pecialmente entre los que están llamados a dirigir losdestinos de los pueblos, su figura es reconocida co-mo fuente de inspiración para una política que ten-ga como fin supremo el servicio a la persona hu-mana.

Recientemente, algunos Jefes de Estado y de Go-bierno, numerosos exponentes políticos, algunasConferencias Episcopales y obispos de forma indi-vidual, me han dirigido peticiones en favor de la pro-clamación de santo Tomás Moro como Patrono delos gobernantes y de los políticos. Entre los firman-tes de esta petición hay personalidades de diversaorientación política, cultural y religiosa, como ex-presión de vivo y difundido interés hacia el pensa-miento y la conducta de este insigne hombre de go-bierno.

Indefectible integridad moral

� Tomás Moro vivió una extraordinaria carrerapolítica en su país. Nacido en Londres en 1478 enel seno de una respetable familia, entró desde jovenal servicio del arzobispo de Canterbury Juan Mor-ton, Canciller del Reino. Prosiguió después los es-tudios de leyes en Oxford y Londres, interesándosetambién por amplios sectores de la cultura, de la te-ología y de la literatura clásica. Aprendió bien elgriego y mantuvo relaciones de intercambio y amis-tad con importantes protagonistas de la cultura re-

nacentista, entre ellos Erasmo Desiderio de Rotter-dam.

Su sensibilidad religiosa lo llevó a buscar la virtuda través de una asidua práctica ascética: cultivó laamistad con los frailes menores observantes del con-vento de Greenwich, y durante un tiempo se alojó enla cartuja de Londres, dos de los principales centros defervor religioso del Reino. Sintiéndose llamado almatrimonio, a la vida familiar y al compromiso laical,se casó en 1505 con Juana Colt, de la cual tuvo cua-tro hijos. Juana murió en 1511 y Tomás se casó ensegundas nupcias con Alicia Middleton, viuda conuna hija. Fue durante toda su vida un marido y un pa-dre cariñoso y fiel, profundamente comprometido enla educación religiosa, moral e intelectual de sus hijos.Su casa acogía yernos, nueras y nietos y estaba abier-

ta a muchos jóvenes amigos en busca de la verdad ode la propia vocación. La vida de familia permitía,además, largo tiempo para la oración común y la Lec-tio divina, así como para sanas formas de recreo ho-gareño. Tomás asistía diariamente a Misa en la igle-sia parroquial, y las austeras penitencias que se im-ponía eran conocidas solamente por sus parientes másíntimos.

� En 1504, bajo el rey Enrique VII, fue elegido porprimera vez para el Parlamento. Enrique VIII le re-novó el mandato en 1510 y lo nombró también re-presentante de la Corona en la capital, abriéndole asíuna brillante carrera en la Administración pública.En la década sucesiva, el rey lo envió en varias oca-siones para misiones diplomáticas y comerciales enFlandes y en el territorio de la actual Francia. Nom-brado miembro del Consejo de la Corona, Juez Pre-sidente de un Tribunal importante, Vicetesorero yCaballero, en 1523 llegó a ser portavoz, es decir, Pre-sidente de la Cámara de los Comunes.

Estimado por todos por su indefectible integridadmoral, la agudeza de su ingenio, su carácter alegre ysimpático y su erudición extraordinaria, en 1529, enun momento de crisis política y económica del país,el rey le nombró Canciller del Reino. Como primerlaico en ocupar este cargo, Tomás afrontó un perío-

La acción política, desde la fe católica 13

Carta Apostólica, en forma de Motu Proprio, para la proclamación de santo Tomás Moro como Patrono de los gobernantes

y de los políticosJuan Pablo II, Sumo Pontífice, para perpetua memoria

Su sensibilidad religiosa lo llevó a buscar la virtuda través de una asidua

práctica ascética

Fotograma de la película de Fred Zinnermann Un hombre para la eternidad. Arriba, el Parlamento Europeo, en Estrasburgo

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do extremadamente difícil, esforzándose en serviral rey y al país. Fiel a sus principios se empeñó enpromover la justicia e impedir el influjo nocivo dequien buscaba los propios intereses en detrimentode los débiles. En 1532, no queriendo dar su apoyo alproyecto de Enrique VIII que quería asumir el controlsobre la Iglesia en Inglaterra, presentó su dimisión. Seretiró de la vida pública aceptando sufrir con su fa-milia la pobreza y el abandono de muchos que, enla prueba, se mostraron falsos amigos.

Constatada su gran firmeza en rechazar cualquiercompromiso contra su propia conciencia, el rey, en1534, lo hizo encarcelar en la Torre de Londres don-de fue sometido a diversas formas de presión psico-lógica. Tomás Moro no se dejó vencer y rechazóprestar el juramento que se le pedía, porque ello hu-biera supuesto la aceptación de una situación políti-ca y eclesiástica que preparaba el terreno a un des-potismo sin control. Durante el proceso al que fuesometido, pronunció una apasionada apología de laspropias convicciones sobre la indisolubilidad delmatrimonio, el respeto del patrimonio jurídico ins-pirado en los valores cristianos y la libertad de laIglesia ante el Estado. Condenado por el tribunal,fue decapitado.

Con el paso de los siglos se atenuóla discriminación respecto a la Iglesia.En 1850 fue restablecida en Inglaterrala jerarquía católica. Así fue posibleiniciar las causas de canonización denumerosos mártires. Tomás Moro, jun-to con otros 53 mártires, entre ellos elobispo Juan Fisher, fue beatificado porel Papa León XIII en 1886. Junto con elmismo obispo, fue canonizado despuéspor Pío XI en 1935, con ocasión delIV centenario de su martirio.

La política y la moral

� Son muchas las razones a favorde la proclamación de santo TomásMoro como Patrono de los gobernantesy de los políticos. Entre éstas, la nece-sidad que siente el mundo político yadministrativo de modelos creíbles,que muestren el camino de la verdaden un momento histórico en el que semultiplican arduos desafíos y gravesresponsabilidades. En efecto, fenóme-nos económicos muy innovadores estánhoy modificando las estructuras socia-les. Por otra parte, las conquistas científicas en elsector de las biotecnologías agudizan la exigenciade defender la vida humana en todas sus expresiones,mientras las promesas de una nueva sociedad, pro-puestas con buenos resultados a una opinión públicadesorientada, exigen con urgencia opciones políti-cas claras en favor de la familia, de los jóvenes, de losancianos y de los marginados.

En este contexto es útil volver al ejemplo de san-to Tomás Moro que se distinguió por la constante fi-delidad a las autoridades y a las instituciones legíti-mas, precisamente porque en las mismas quería ser-vir no al poder, sino al supremo ideal de la justicia. Suvida nos enseña que el gobierno es, antes que nada,ejercicio de virtudes. Convencido de este rigurosoimperativo moral, el estadista inglés puso su activi-dad pública al servicio de la persona, especialmentesi era débil o pobre; gestionó las controversias so-ciales con exquisito sentido de equidad; tuteló la fa-milia y la defendió con gran empeño; promovió laeducación integral de la juventud. El profundo des-prendimiento de honores y riquezas, la humildad se-rena y jovial, el equilibrado conocimiento de la na-turaleza humana y de la vanidad del éxito, así comola seguridad de juicio basada en la fe, le dieron aque-lla confiada fortaleza interior que lo sostuvo en las ad-versidades y frente a la muerte. Su santidad, que bri-

lló en el martirio, se forjó a través de toda una vida en-tera de trabajo y de entrega a Dios y al prójimo.

Refiriéndome a semejantes ejemplos de armoníaentre la fe y las obras, en la Exhortación apostólicapostsinodal Christifideles laici escribí que la unidadde vida de los fieles laicos tiene una gran importan-cia. Ellos, en efecto, deben santificarse en la vidaprofesional ordinaria. Por tanto, para que puedanresponder a su vocación, los fieles laicos deben con-siderar las actividades de la vida cotidiana comoocasión de unión con Dios y de cumplimiento de suvoluntad, así como también de servicio a los demáshombres (n. 17).

Esta armonía entre lo natural y lo sobrenatural estal vez el elemento que mejor define la personalidaddel gran estadista inglés. Él vivió su intensa vida pú-blica con sencilla humildad, caracterizada por el cé-lebre buen humor, incluso ante la muerte.

Éste es el horizonte adonde le llevó su pasión porla verdad. El hombre no se puede separar de Dios, nila política de la moral. Ésta es la luz que iluminó suconciencia. Como ya tuve ocasión de decir, el hom-bre es criatura de Dios, y por esto los derechos hu-manos tienen su origen en Él, se basan en el designiode la creación y se enmarcan en el plan de la Re-

dención. Podría decirse, con expresiónatrevida, que los derechos del hombreson también derechos de Dios (Dis-curso 7.4.1998, 3).

Y fue precisamente en la defensa delos derechos de la conciencia donde elejemplo de Tomás Moro brilló con in-tensa luz. Se puede decir que él vivióde modo singular el valor de una con-ciencia moral que es testimonio de Diosmismo, cuya voz y cuyo juicio pene-tran la intimidad del hombre hasta lasraíces de su alma (Veritatis splendor,58). Aunque, por lo que se refiere a suacción contra los herejes, sufrió los lí-mites de la cultura de su tiempo.

El Concilio Ecuménico Vaticano II,en la Constitución Gaudium et spes,señala cómo en el mundo contempo-ráneo está creciendo la conciencia de laexcelsa dignidad que corresponde a lapersona humana, ya que está por en-cima de todas las cosas, y sus derechosy deberes son universales e inviolables(n. 26). La historia de santo Tomás Mo-ro ilustra con claridad una verdad fun-damental de la ética política. En efec-

to, la defensa de la libertad de la Iglesia frente a in-debidas ingerencias del Estado es, al mismo tiempo,defensa, en nombre de la primacía de la conciencia,de la libertad de la persona frente al poder político. Enesto reside el principio fundamental de todo ordencivil de acuerdo con la naturaleza del hombre.

� Confío, por tanto, que la elevación de la eximiafigura de santo Tomás Moro como Patrono de losgobernantes y de los políticos ayude al bien de la so-ciedad. Ésta es, además, una iniciativa en plena sin-tonía con el espíritu del Gran Jubileo que nos intro-duce en el tercer milenio cristiano.

Por tanto, después de una madura considera-ción, acogiendo complacido las peticiones recibi-das, constituyo y declaro Patrono de los gobernan-tes y de los políticos a santo Tomás Moro, conce-diendo que le vengan otorgados todos los honores yprivilegios litúrgicos que corresponden, según elderecho, a los Patronos de categorías de personas.

Sea bendito y glorificado Jesucristo, Redentor delhombre, ayer, hoy y siempre.

Roma, junto a San Pedro, el día 31 de octubre de2000, vigésimo tercero de mi Pontificado

Ioannes Paulus PP. II

La acción política, desde la fe católica14

Constatada su gran firmezaen rechazar cualquier

compromiso contra su propiaconciencia, el rey, en 1534,

lo hizo encarcelaren la Torre de Londres

La unidad de vida de losfieles laicos tiene una gran

importancia. Para quepuedan responder a su

vocación, deben considerarlas actividades de la vidacotidiana como ocasiónde unión con Dios y de

cumplimiento de su voluntad,así como también de servicio

a los demás hombres

Tomás Moro y su familia. Obra de Rouland Loockey. 1593

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Señoras y señores: Hemos vivido juntos unavelada artística y musical, que ha querido in-tegrar las celebraciones del Jubileo de los go-

bernantes, los parlamentarios y los políticos. Gra-cias de corazón a cuantos la han hecho posible y aquienes se han ocupado de su realización concreta.

El programa preparado ha sido rico y represen-tativo de los cinco continentes, en los que habita, vi-ve y trabaja la gran familia humana. Hemos vistojuntos que la paz, la solidaridad y el amor son posi-bles, gracias a la aportación de todos.

Expreso mi gratitud y mi aprecio a los artistas, alos niños, a los concertistas, a la presentadora y a lostécnicos, que nos han guiado y acompañado en esteviaje ideal por los senderos de la paz y del amor.

� Doy las gracias, con deferente consideración, alos ilustres huéspedes galardonados con el PremioNobel. Nos han dado un testimonio personal sobre laimportancia de los valores éticos y morales en la vi-da y en la acción de quien se halla revestido de au-toridad pública. La Iglesia siente gran estima por lamisión confiada a los políticos y a los gobernantes;por eso, no se cansa de recordar la dimensión fun-damental del servicio, que debe distinguir la activi-dad de los representantes del pueblo y de toda auto-ridad pública.

En particular, la Iglesia recuerda esa dimensióna los creyentes, a quienes la fe presenta la actividadpolítica como una vocación. Por lo demás, toda per-sona recta encuentra en los dictámenes de la ley na-tural, que resuenan en su conciencia, la orientaciónpara las opciones que le exige la función que se le haconfiado.

� Hablando de esto, viene espontáneamente a lamente la figura luminosa de santo Tomás Moro, ejem-plo extraordinario de libertad y de fidelidad a la leyde la conciencia ante exigencias moralmente ina-ceptables, aunque fueran autorizadas. He queridoproclamarlo vuestro Patrono, queridos gobernantes,parlamentarios y políticos, para que su testimonioos estimule y anime. ¡Ojalá que vuestro trabajo estédiariamente al servicio de la justicia, la paz, la liber-tad y el bien común! Dios bendecirá seguramentevuestros esfuerzos, enriqueciéndolos con abundantesfrutos, para realizar una difusión cada vez más ampliay profunda de la civilización del amor.

Con estos deseos, y para confirmarlos, invoco so-bre todos la bendición de Dios Todopoderoso.

Gracias.

La acción política, desde la fe católica 15

Fidelidad a la concienciaAlocución de Juan Pablo II, al final de la velada artístico-cultural, en la sala Pablo VI, el domingo 5 de noviembre de 2000

La Iglesia no se cansa de recordar la dimensión fundamentaldel servicio que debe distinguir la actividad

de los representantes del puebloy de toda autoridad pública

Santa Juana de Arco, en la hoguera. De la película Historia de Juana de Arco, de Milla Jovovich

Fernando III el Santo

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Señoras y señores: Me complace daros la bien-venida hoy con ocasión de la Conferencia mi-nisterial que se celebra, bajo la presidencia de

Italia, para conmemorar el quincuagésimo aniversa-rio de la firma, el 4 de noviembre de 1950, en Roma,

de la Convención europea de derechos humanos. Sa-ludo al ministro de Asuntos Exteriores y Presidentede la Conferencia ministerial, señor Lamberto Dini;al Secretario General del Consejo de Europa, señorWalter Schwimmer; al Presidente de la AsambleaParlamentaria, lord Johnston; y al Secretario Gene-ral, señor Bruno Haller.

� Después de la segunda guerra mundial, elConsejo de Europa adoptó una nueva visión polí-tica y creó un nuevo orden jurídico, incorporandoel principio de que el respeto de los derechos hu-manos trasciende la soberanía nacional, y no pue-de quedar subordinado a fines políticos o puesto enpeligro por intereses nacionales. Al hacerlo, elConsejo contribuyó a poner los cimientos para lanecesaria reconstrucción moral después de los da-ños de la guerra, y la Convención europea de de-rechos humanos ha sido un elemento vital de eseproceso.

La Convención fue un documento verdaderamentehistórico, y sigue siendo un instrumento legal único,que quiere declarar y salvaguardar los derechos fun-damentales de todos los ciudadanos de los Estadosfirmantes. Fue una respuesta concreta y creativa ala Declaración universal de derechos humanos, pro-clamada en 1948, después de la trágica experienciade la guerra y arraigada profundamente en la dobleconvicción del carácter central de la persona huma-na y de la unidad de la familia humana. Así, la Con-vención representó un importante momento en lamaduración del sentido de la dignidad innata de lapersona humana y de la conciencia de los derechosy los deberes que derivan de ella.

También es significativo que las nuevas demo-cracias de Europa del Este, tras haberse liberado de

La acción política, desde la fe católica16

La herencia común de EuropaDiscurso del Santo Padre Juan Pablo II a la Conferencia ministerial del Consejo de Europa, con motivo del 50 aniversario

de la Convención europea de derechos humanos, el viernes 3 de noviembre de 2000

Él llega hasta vosotros se lee en el cartel sobre el que los brasileños esperan a Juan Pablo II

Simone Weil, y una sesión del Parlamento Europeo

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una ideología extraña y de formas totalitarias de go-bierno, se hayan dirigido al Consejo de Europa comocentro de la unidad de todos los pueblos del conti-nente, una unidad que no puede concebirse sin losvalores religiosos y morales que constituyen la he-rencia común de todas las naciones europeas. Su de-seo de participar en la Convención europea de de-rechos humanos refleja su voluntad de salvaguardarlas libertades fundamentales que, durante tanto tiem-po, se les negaron. A este respecto, estoy convencidode que los pueblos de Europa, tanto del Este como delOeste, profundamente unidos por su historia y sucultura, comparten un destino común. En el centro denuestra herencia europea común –religiosa, culturaly jurídica– se encuentra la noción de la dignidad in-violable de la persona humana, que implica dere-chos inalienables no conferidos por Gobiernos o ins-tituciones, sino únicamente por el Creador, a cuyaimagen han sido creados los seres humanos (cf. Gn 1,26).

� A lo largo de los años, la Santa Sede ha ido par-ticipando cada vez más en el Consejo de Europa, es-forzándose, a su modo propio, por acompañar y con-tribuir a la obra cada vez más amplia del Consejo enel campo de los derechos humanos. Consciente delpapel único que desempeña el Tribunal europeo deDerechos Humanos en las cuestiones de Europa, laSanta Sede se ha interesado especialmente en la ju-risprudencia del Tribunal. Los jueces son los guar-dianes de la Convención y de su visión de los dere-chos humanos, y me alegra tener la ocasión de reci-bir hoy al Presidente del Tribunal, señor Lucius Wild-haber, junto con los demás honorables jueces, yexpresarles mis mejores deseos para su noble y arduatarea.

Una inexplicable paradoja

El quincuagésimo aniversario de la Convenciónes un tiempo para dar gracias por lo que se ha lo-grado, y para renovar nuestro compromiso de hacerque los derechos humanos se respeten de formamás plena y extensa en Europa. Por tanto, es precisoreconocer claramente los problemas que se han deafrontar, si queremos que eso se haga realidad. En-

La acción política, desde la fe católica 17

Juan Pablo II con varios dirigentes políticos mundiales:de arriba abajo, Kofi Anann, Secretario General de la ONU;Yasser Arafat, líder de la OLP;y el emperador y la emperatriz de Japón

Estoy convencidode que los pueblos

de Europa,tanto del Este

como del Oeste,comparten

un destino común

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La acción política, desde la fe católica18

tre éstos, es fundamental la tendencia a separar losderechos humanos de sus bases antropológicas, esdecir, de la visión de la persona humana peculiar dela cultura europea. También existe una tendencia ainterpretar los derechos exclusivamente desde unaperspectiva individualista, sin tener en cuenta elpapel de la familia como unidad fundamental dela sociedad (Declaración universal de derechoshumanos, art. 16). Y se da la paradoja de que, poruna parte, se afirma con decisión la necesidad derespetar los derechos humanos, mientras que, porotra, se niega el más básico de ellos: el derecho a lavida. El Consejo de Europa ha logrado eliminar lapena de muerte de la legislación de la mayor partede sus Estados miembros. A la vez que me con-gratulo por esa noble conquista y espero con ilusiónque se difunda en el resto del mundo, deseo fer-vientemente que llegue pronto el momento en quese comprenda igualmente que se comete una enor-me injusticia cuando no se salvaguarda la vida ino-cente en el seno materno. Esta contradicción radi-cal sólo es posible cuando la libertad se separa de

la verdad inherente a la realidad de las cosas, ycuando la democracia se aparta de los valores tras-cendentes.

� Para todos los problemas ahora evidentes y losdesafíos que hay que afrontar, debemos confiar enque el verdadero espíritu europeo se manifieste me-diante un redescubrimiento de la sabiduría humana yespiritual, intrínseca a la herencia europea, de res-peto a la dignidad humana y a los derechos que de-rivan de ella.

Al entrar en el tercer milenio, el Consejo deEuropa está llamado a consolidar el sentido de unbien común europeo. Sólo con esta condición el con-tinente, tanto el Este como el Oeste, dará su contri-bución específica, muy importante para el bien dela entera familia humana.

Orando fervientemente para que así sea, invo-co sobre vosotros, sobre vuestras familias y sobrevuestros esfuerzos al servicio de los pueblos de Eu-ropa, las abundantes bendiciones de Dios Todopo-deroso.

El Papa, con los Reyes de España, en su primera visita a nuestra nación

En el centro de nuestraherencia europea común

–religiosa, cultural y jurídica–se encuentra la noción

de la dignidad inviolablede la persona humana, que

implica derechos inalienablesno conferidos por Gobiernos

o instituciones, sinoúnicamente por el Creador

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El Papa Juan Pablo II saluda a gobernantes y parlamentarios de todo el mundo en su reciente Jubileo, en Roma

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