la abejita viajera

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La Abejita Viajera Verónica Durigneux Nicolás Ariel Herrera

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cuento infantil

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La Abejita Viajera

Verónica DurigneuxNicolás Ariel Herrera

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La Abejita ViajeraIlustrado por Nicolás Ariel HerreraVerónica Durigneux

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Un día Clarita, una abej ita muy aventurera, fue a hablar con la reina de su colmena, - Disculpad vuestra majestad quisiera pediros permiso para dejar la colmena e ir a recorrer el mundo.- -¿Cómo? ¿Dejarás tu hogar, tu familia y tus amigos para irte sola por ahí? - dijo la reina sorprendida. - Sí, su alteza, deseo conocer otros lugares, otros paisajes, otras flores y quizás a mi regreso pueda contarles a todos lo que he descubierto.- - Me parece muy arriesgado querida, pero si ese es tu deseo no te lo impediré - dijo la reina con tristeza, pues pensó que era probable que no la volviese a ver. - ¡Yupi!- exclamó Clarita, - iré a preparar mis cosas y a despedirme de todos. Mañana tempranito emprenderé la marcha.- Y así fue, la abejita muy entusiasmada se despidió de su familia, de sus amigos; preparó un bolsito con un poco de provisiones para el camino y se acostó temprano; quería estar descansada para comenzar su aventura al día siguiente. Al amanecer, Clarita se despertó feliz. Era un día hermoso y prometedor. Tomó su bolsito y salió de la colmena fascinada. Voló unos cuantos metros, se detuvo, y miró hacia atrás, quería ver bien su colmena para no olvidarla jamás. Ese recuerdo la acompañaría en todo su viaje.

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Al amanecer, Clarita se despertó feliz. Era un día hermoso y prometedor. Tomó su bolsito y salió de la colmena fascinada. Voló unos cuantos metros, se detuvo, y miró hacia atrás, quería ver bien su colmena para no olvidarla jamás. Ese recuerdo la acompañaría en todo su viaje.La abejita comenzó a descubrir un mundo nuevo. Nunca se había alejado tanto de la colmena y quedó maravillada con tanta belleza. Frente a sus ojos, se extendía un prado de un verde brillante, matizado con florecillas de todos colores, blancas, amarillas, azules, rojas y violetas. Siguió volando y vio que donde terminaba la pradera comenzaba un bosque y decidió ir hacia allá. Al entrar se asustó un poco por la sombra, pues con tantos árboles los rayos de sol a penas podían penetrar el espeso follaje, y esto aumentaba el misterio del lugar.

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Había volado ya bastante tiempo, estaba cansada y con hambre, entonces decidió descansar un ratito y comer algo. Vio una mata de plantas en un rincón del bosque, con unas flores muy tentadoras. Fue directo hacia ellas para succionar su néctar, sin darse cuenta que cerca había una tela de araña, una trampa mortal muy bien disimulada. Y ahí quedó atrapada, en esa maraña de hilos pegajosos. Desesperada trató de liberarse pero se dio cuenta que más se movía más se quedaba enredada. Entonces se quedó quietita, pensando cómo zafarse. Despacito fue moviendo de a una sus patitas y con ellas iba despegando las alitas. Así, con mucha paciencia, logró escapar de la trampa. Justo a tiempo pues ya venía doña araña a clavar sus dientes y hacer de ella un banquete. -¡Esto no quedará así - dijo la araña enojada - no sólo me dejas sin almuerzo sino que además, haz arruinado mi tela y deberé volver a tejerla! - -Disculpe señora - dijo la abejita tímidamente - no fue mi intención molestarla, pero entenderá usted que no quiero morir tan joven. Tengo aún mucho mundo que recorrer y descubrir. -Entonces tengo un consejo para darte - dijo doña araña más amablemente - anda con cuidado, no te dejes engañar por las cosas bellas que pueden encerrar trampas. -Gracias por el consejo - dijo Clarita - lo tendré en cuenta.-Luego se despidió y siguió su viaje.La abejita había aprendido que debía ser más cuidadosa si quería llegar al final de su viaje y regresar a su colmena sana y salva. Se alejó zumbando, buscando la forma de salir del bosque. Volando en zig-zag fue avanzando hasta que al fin divisó a lo lejos una zona con mayor claridad.

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-¡Sí, esa es la salida! ¡Qué hermoso volver a ver tanta luz! - exclamó Clarita. A pesar de que estaba un poco encandilada siguió volando, solo se detendría donde estuviera segura. Al cabo de un rato estaba sobrevolando unos campos de trigo, y quiso detenerse sobre una espiga. El suave viento la mecía y la adormecía. Cayó en un profundo sueño. Cuando se despertó, se dio cuenta que había dormido bastante pues ya se estaba poniendo el sol. Entonces decidió buscar un lugar tranquilo para pasar la noche. -Por hoy ya he tenido suficiente aventura - pensó la abejita.Encontró un árbol en cuyo tronco había un pequeño agujero. Ahí estaría cómoda y segura hasta el día siguiente. A la mañana se despertó con mucho hambre. Buscó en su bolsita algo para comer mientras miraba hacia afuera. Se dio cuenta que estaba cerca de una casa, y en el jardín, había unos niños jugando con una manguera. Sintió sed, pero le parecía peligroso acercarse a esos niños. - Quizás pueda ir a tomar agua en el charquito que se ha formado más allá - pensó la abejita, y sigilosamente se aproximó. - ¡Una abeja! - Gritó la niña corriendo hacia la casa. - No te asustes tanto - gritó su hermano, y apuntó la manguera hacia donde estaba Clarita. – Con este chorro la ahogo y listo.- La abejita tuvo el tiempo justo de salir volando antes de que el agua la tocara. Y voló, voló y voló sin detenerse por largo tiempo. No era fácil vivir lejos de su colmena, los peligros acechaban por todos lados.

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-¿Qué hago ahora? - pensó Clarita. Para colmo su bolsita había quedado en el agujero del árbol, y no quería saber nada de regresar a buscarla. Decidió seguir volando. Todo lo que iba viendo era nuevo para ella, cada vez había más casas, y más gente, y unos aparatos que hacían mucho ruido y que pasaban a gran velocidad. Para colmo comenzó a llover y no encontraba refugio, ni flor para posarse y tomar su rico néctar. Se sentía aturdida. Ya se estaba desesperando cuando vio en el balcón de un edificio un macizo de flores. Se acercó despacito,miró por todos lados, y como no vio a nadie fue directo a posarse en la flor más grande y más hermosa: una rosa roja. ¡Qué placer!¡Cómo disfrutaba de semejante manjar!Ya se estaba desesperando cuando vio en el balcón de un edificio un macizo de flores. Se acercó despacito,miró por todos lados, y como no vio a nadie fue directo a posarse en la flor más grande y más hermosa: una rosa roja. ¡Qué placer!¡Cómo disfrutaba de semejante manjar! Luego de saciar su apetito, comenzó a observar todo lo que había a su alrededor. Como estaba en un segundo piso, tenía una buena perspectiva de la calle, de las casas y de las personas que pasaban. Nunca había visto tanto movimiento.

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En los alrededores de su colmena, donde ella vivía, solo había campo, animales de granja, vacas, caballos, algunos perros y muy pocas personas. La vida era tranquila. Pensando en ello se puso melancólica. Comenzaba a extrañar a su familia y la paz de su hogar. -Quizás sea tiempo que regrese a casa - pensó Clarita -espero encontrar el camino...--¡Qué hermosa abejita hay en mi rosa!- dijo una señora que la estaba observando. Era una mujer mayor, con anteojos, que la miraba con detenimiento. - Pobrecita, debe estar lejos de su colmena, y quizás esté con sed - agregó. Se fue unos minutos y regresó con un platito con agua fresca. Lo colocó cerca del rosal y se retiró unos pasos para no asustar a la abejita. Clarita comprendió que no le haría daño y se acercó a tomar agua. Luego regresó al rosal a descansar. La mujer parecía muy amable y pensó que era más seguro quedarse allí a pasar la noche y recién emprender el regreso al día siguiente

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A la mañana encontró en el balcón, además del platito con agua, otro platito con azúcar. Desayunó, tomó agua y con muchas ganas salió volando. Primero voló en zig zag tratando de orientarse, y una vez que se orientó salió zumbando con alegría. Quería llegar pronto a su casa para contarles a todos lo que había visto y lo que había aprendido. Voló todo el día, deteniéndose solo a veces a descansar. En uno de esos descansos se posó sobre algo suave y mullido que estaba entre unos pastos altos y comenzó a relajarse. De pronto sintió que se estaba moviendo y elevando. -¡Qué raro! - pensó Clarita -¿Qué está sucediendo?- Pues simplemente, lo que creyó que era una alfombra, resultó ser un perro peludo que estaba durmiendo una siestita y que ahora comenzaba a correr por el campo. La abejita prefirió bajarse de este medio de transporte y seguir volando solita. Cerca de un arroyo aprovechó para tomar agua y comer de las hermosas flores que crecían en la orilla. Al anochecer se cobijó en unas matas de margaritas silvestres y trató de dormir, pero estaba demasiado inquieta, no veía las horas de llegar a su hogar. Ni bien comenzaron a asomarse los primeros rayos de sol, salió volando, decidida a reunirse esa misma tarde con su familia.

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Voló, voló y voló. Recorrió el verde prado, atravesó el oscuro bosque y al fin, cuando los últimos rayos de sol a penas iluminaban, divisó a lo lejos, el árbol donde se encontraba su colmena. -¡Sí! ¡Llegué! - dijo Clarita entusiasmada -¡Qué felices estarán de verme llegar!- La abeja vigía la vio y sonó la alarma, todos salieron a ver porqué tanto escándalo. La reina se asomó y sonrió con alegría. La abejita aventurera ya estaba en casa y había que festejarlo. Se organizó un gran banquete donde todos estaban invitados. Era la oportunidad para que Clarita les contara sus aventuras y experiencias.

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