Kuper, Adam - Cultura. La versión de los antropólogos.pdf

download Kuper, Adam - Cultura. La versión de los antropólogos.pdf

If you can't read please download the document

Transcript of Kuper, Adam - Cultura. La versión de los antropólogos.pdf

Paids Bsicaltimos ttulos publicados:Adam KuperCulturaLa versin de los antroplogos57.58.59.60.6!.62.63.64.65.66.67.68.69.70.7l.72.73.74.75.76.77.78.79.80.8!.82.83.84.85.86.87.88.89.90.9!.92.93.94.95.96.97.98.99.lOO.lO!.102.103.104.105.106.107.108.109.110.11!.112.T. Todorov - Crticade la cnticaH. White - El contenido de la formaF. Rel1a - El silencio y las palabrasT. Todorov - Lasmorales de la historiaR. Koselleck - Futuro pasadoA. Gehlen- Antropologa filosficaR. Rorty - Objetividad, relativismo y verdadR. Rorty - Ensayos sobreHeidegger y otros pensadores contemporneosD. Gilmore - HacersehombreC. Geertz - Conocimiento localA. Schtz - Laconstruccin significativa del mundo socialG. E. Lenski - Podery privilegioM. Harnmersley y P. Atkinson - EtnogrataC. Sals - Razones e interesesH. T. Engelhardt - Losfundamentosdela bioticaE. Rabossi y otros - Filosofade la mente y ciencia cognitivaJ. Derrida - Dar (el)tiempoR. Nozick - Lanaturaleza de la racionalidadB. Monis - Introduccinal estudio antropolgico de la religinD. Dennett - La conciencia explicadaJ. L. Nancy- La experiencia de la libertadC. Geertz - 11mlos hechosR. R. Aramayo, y otros - El individuo y la historiaM. Aug - El sentido de losotrosC. Taylor - Argumentos filosficosT. Luckmann - Teora dela accin socialH. Jonas - Tcnica, medicina y ticaK. J.Gergen- Realidades yrelacionesJ. S. Searle- La construccin de la realidad socialM. Cruz (comp.) - TIempode subjetividadC. Taylor - Fuentes del yoT. NageJ - Igualdad y parcialidadU. Beck - La sociedad del riesgoO. Nudler (comp.) -Laracionalidad: supoder y sus lmitesK. R. Popper - El mito del marco comnM. Leenhardt - Do kamo. La persona y el mito enel mundo melanesioM. Godelier - El enigma del donT. Eagleton -IdeologiaM. Platts - Realidades moralesC. Sols - Altatensin: losoia, socioiogia e historia de la cienciaJ. Bestard - Parentesco ymodernidadJ. Habermas - La inclusin del otroJ. Goody- Representaciones y contradiccionesM. Foucault - Entre filosofay literatura. Obrasesenciales, vol.M. Foucault - Estrategiasde poder. Obrasesenciales, vol. 2M. Foucault - Esttica, ticav hermeneutca. Obrasesenciales, vol. 3K. R. Popper - El mundo deParmnidesR. Rorty- Verdad y progresoC. Geertz - NegaraH. B1umenberg-La legibilidad del mundoJ. Derrda - Dar la muerteP. Feyerabend - La conquista de la abundanciaB. Maare - Purezamoral y persecucin enla historiaH. Arendt -La vidadel esprituA. MacIntyre~ Animales racionales ydependientesA. Kuper - Cultura~ I I ~PAIDSBarcelona Buenos Aires. MxicoTtulo original: Culture. The Aruhropologists' AccountPublicado en ingls, en 1999, por Harvard University Press. Cambridge (Mass.). EE.UU.Traduccin deAlbert RocaCubierta de Mario Eskenazicultura LibreQuedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrita delostitulares del copyright. bajolassanciones establecidas enlasleyes, lareproduccin total o parcial deesta obra por cualquiermedio o procedimiento, comprendidos lareprografa y el tratamiento informtico, y ladistribucin deejemplares deella mediante alquiler o prstamo pblicos. 1999 byAclam Kuper2001delatraduccin,Albert Roca2001detodas las ediciones en castellanoEdiciones Paids Ibrica, S. A.,Mariano Cub, 92- 08021Barcelonay Editorial Pads, SAlCF,Defensa, 599 - Buenos Aireshttp://www.paidos.comISBN: 84-493-1140-3Depsito legal:B-40.727/2001Impreso en A &M Grac. S. L.08130 Sta. Perpetua deMogoda (Barcelona)Impreso en Espaa - Printed inSpainPara JessicaSumarioPrefacio .Introduccin: guerras de cultura.1119PRIMERAPARTE: GENEALOGAS1. Cultura y civilizacin: intelectuales franceses, alemanes eingleses, 1930-1958. . . . . . . . . . . . . . . . . .. 412. La versin de las Ciencias Sociales: Talcott Parsons y los an-troplogos americanos . . . . . . . . . . . . . . ... 65SEGUNDAPARTE: EXPERIMENTOS3. Clifford Geertz: la cultura como religin y como gran pe-ro 954. David Schneider: la biologa como cultura. 1475. Marshall Sahlins: la historia como cultura. 1896. Un mundo feliz. . . . . . . . 2357. Cultura, diferencia, identidad. . . . . . . 261Agradecimientos. . . . . . . . 285Sobre lasnotas y la bibliografa 287ndice analtico y denombres . 289PREFACIOMi tema en este libro es una tradicinmoderna particular entreel largoysinuosodiscursointernacional sobrela cultura. Ya en1917, Robert Lowie proclam que la cultura es, en verdad, el soloy exclusivo gran tema delaetnologa, as como laconciencia eseltema de la psicologa, la vida el dela biologa y laelectricidad con-formaunaramadelaFsica.' Contundentespalabras. Todaunafranja del mundo acadmico alemn, por ejemplo, describa su m-bito de actividad como ciencias de la cultura, pero no como etnolo-ga. Losseguidores deMatthew Arnold habran cuestionado el he-chode quese pudieraencontrarunaculturamerecedorade talnombre ms all de los lmites de las grandes civilizaciones. Y algu-nosantroplogosprotestaron diciendo queel verdadero objeto desudisciplina era la evolucin humana.Pero Lowie hablaba, enton-ces, de una nueva escuela de antropologa americana que se dispo-na a desafiar lasideas establecidas. Sus pretensiones se tomaranms en serio una generacin ms tarde. Tras la Segunda Guerra Mun-dial, las ciencias sociales disfrutaron en Amrica de un momento deprosperidad e influencia sin precedentes. Las diversas disciplinas seespecializaron yseotorgalaantropologa unalicenciaespecialpara operar en el campo de la cultura.Losresultadosfueronmuy satisfactorios, almenosalprincipio,sin duda, para los antroplogos. En 1948, Stuart Chase observaba queel concepto de cultura de los antroplogos y socilogos est llegando1. Vase Robert H. Lowie, Culture andEthnology, Nueva York, McMurtrie,1917, pg.S.12 CULTURA PREFACIO 13aser considerado como lapiedra angular delasciencias sociales.'En 1952, la apreciada opinin de los lderes de la antropologa ame-ricana dela poca, Alfred Kroeber y Clyde Kluckhohn, era quelaidea de cultura, en e! sentido tcnico antropolgico, es una de las no-ciones clave de! pensamiento americano contemporneo".' Confia-ban enque, ensentidotcnicoantropolgico, lacultura era unconceptoquealbergabaunaenormecantidad, casi ilimitada, depromesas cientficas. Por lo que serefiere a su importancia expli-cativa y a lo generalizado de su aplicabilidad, es comparable a cate-goras tales como la gravedad en fsica,la enfermedad en medicinao la evolucin en bologa.Hoy las cosas se ven deuna manera muy distinta. Pocos antro-plogos proclamaran que lanocin decultura se puede compararenimportancia explicativacon lagravedad, laenfermedadolaevolucin. Todavasecontemplan as mismoscomoespecialistasen el estudio de la cultura, pero tienen que aceptar que ya no gozande una posicin privilegiada en la abarrotada y heterognea galeradeexpertos culturales. Ms an, la naturaleza del conocimiento ex-pertoquereclaman paras ha cambiadoradicalmente. Mayorita-riamentehavariadosuadscripcinintelectualdesdelascienciassociales a lashumanidades, y estn listos para practicar la interpre-tacin, incluso la deconstruccin, ms que el anlisis sociolgico opsicolgico. Detodasmaneras, los antroplogosamericanosmo-dernos han hecho uso sistemtico de teoras sobre la cultura en unagran variedad de estudios etnogrficos, y creo que sus experimentosconforman la ms satisfactoria e intrigante prueba a la que se ha so-metidoel valor -sinolavalidez misma- dedichasteoras. Aspues,e! ncleo deeste libro esuna evaluacin de loque ha sido elproyecto central dela antropologa americana desde la guerra.Mi conclusin abundar en la opinin de que, cuanto ms se con-sidera e! mejor trabajomodernodelos antroplogosen tomoalacultura, ms aconsejable parece e! evitar semejante trmino hiperre-ferencial yhablar conmayor precisindeconocimiento, creencia,arte, tecnologa, tradicin, o incluso ideologa (aunque este conceptopolivalente suscita problemas similares a los generados por e! de cul-tura). Hay problemas epistemolgicos fundamentales que no se pue-den resolver pasando de puntillas alrededor de la nocin de cultura o2. VaseStuart Chase. Study of Mankind, Nueva York, Harper; 1948, pg. 59.3. Vase Alfred L. Kroebery Clyde KIuckhohn, Culture. A Critcal Review ofCon-cepts and Deinitions, Cambridge, Papers of the Peabody Museum, Harvard Univer-sity, vol. 47, n'' 1, 1952. pg. 3.refinando las definiciones. Pesea todaslasprotestas quesehan le-vantado en sentido contrario, lasdificultades se agudizan cuando lacultura deja de ser algo que se tiene que interpretar, describir, tal vezhasta explicar, para convertirse en una fuente de explicaciones por smisma. Esto nosignifica quealguna formadeexplicacin culturalno pueda ser til por s sola, pero s supone que la apelacin a la cul-tura nicamente puede ofrecer una explicacin parcial de por qu lagente piensa y acta como lo hace, o de cules son las causas que losllevan a alterar sus maneras y costumbres. No se puede prescindir delasfuerzaseconmicas y sociales, delas instituciones sociales nidelosprocesos biolgicos, y tampoco se lospuede asimilar asistemasdeconocimientos y creencias. Y voy a acabar sugiriendo que ste esel obstculodefinitivoene!caminodelateoracultural, natural-mente siempre que mantenga sus pretensiones actuales.* * *Espero que los captulos de este libro refrenden estas conclusio-nes, persuadan al lectordementeabierta y siembren dudasenlamentedelosverdaderoscreyentes. Noobstante, sepuedeobjetarrazonablemente queyotena prejuicios contra muchasformasdeteorasdelaculturaantesdeempezar conesteproyecto. Soy unmiembro a tiempo completo de un partido europeo de antroplo-gosque siempre se ha sentido incmodo con laidea de hacer de lacultura suobjetoexclusivo, pornohablardelatendenciaaatri-buirle poder explicativo. Nohay duda dequemi escepticismo ini-cial sevea acentuado por misposicionespolticas:soy unliberal,en el sentido europeo msque en el americano, un hombre mode-rado, unhumanista untantoinspido; pero, aunquesiempresoymuy razonable, no puedo pretender estar libre de sesgos. Modera-damente materialista y con ciertas convicciones, algo endebles qui-zs, sobrelauniversalidaddelosderechoshumanos, presentore-sistenciasal idealismo yal relativismodela teora modernadelacultura, ysientounasimpatalimitadapormovimientossocialesasentadossobree! nacionalismo, la identidad tnica olareligin,precisamentelos movimientosmsproclivesainvocar laculturapara motivar la accin poltica.Pocodespusdeempezar atrabajar ene!libro, medi cuentaclaramente de que estas dudas tericas y estas preocupaciones pol-ticas estaban profundamente arraigadas en mi fondo de liberal sud-africano. En una etapa temprana dela reciente transformacindeSudfrica, tras la eleccin deF. W. De Klerk como presidente, peroantes de la liberacin deNelson Mandela, en un momento lleno de14 CULTURA PREFACIO 15grandes posibilidades histricas, recib una carta deun distinguidoantroplogoamericano. Lehabaninvitadoadaunaconferenciapblica anual sobre el tema dela libertad acadmica en la Universi-dad deEl Cabo. Como era deesperar, se preguntaba con qu podacontribuir unantroplogoalosdebatesterriblementegravesqueestaban teniendo lugar en Sudfrica en torno de los temas deraza,cultura e historia, as que me rogaba que le pusiera en antecedentessobre el estado de las discusiones en los crculos antropolgicos lo-cales. Le envi resmenes delas principales argumentaciones y po-lmicas enel seno de la antropologa cultural afrikaner yme con-testdiciendoquemeestabamuyagradecido. Habaeludidoporlospelos un error atroz, yaque su primer impulso haba sido arti-cular laconferenciasegnundiscursoboasianoclsicosobrelacultura. Probablemente, habra argido que raza y cultura eran in-dependientes la una delaotra, que la cultura haca ser a las genteslo que era y que el respeto a las diferencias culturales debera ser labase para una sociedad justa. Un argumento benigno en Amrica sehabra convertido en Sudfrica en una ltima y desesperada justifi-cacin del apartheid.Esta paradoja estaba profundamente incrustada en mi concien-cia y no hay duda de que es uno de los motores que hicieron posibleeste libro. Estudi y obtuve mi licenciatura en Sudfrica a finales delos aos cincuenta. Un establishment afrikaner radical mantena unfirme control sobre el pas, y su poltica de segregacin racial forza-da, el apartheid,sellevaba acabo con una especie desadismo mo-ralizador. El rgimen pareca casi invulnerable e impermeable a lascrticas. Se haban suprimido brutalmente los movimientos deopo-sicinafricanos. Y, sinembargo, habauncampoenel quereal-mente pareca quealgunas de las creencias ms queridasdel rgi-men podranser puestas en evidencia medianteargumentacionesracionales y pruebas irrefutables. Aunque se las sola envolver en ellenguaje de la teologa, las doctrinas oficiales sobre la raza y la cul-tura invocaban la autoridad de la ciencia: el apartheid se basaba enlateoraantropolgica. Noeracasualidadquesu arquitectointe-lectual, W. W. M. Eiselen, hubiese sido profesor deetnologa.Losnacionalistas afrikaner sospechabande lamisinciviliza-dora que, con buena o mala fe, lospoderes coloniales en frica ve-nanproclamando.' Algunoscrean que nosepodacivilizaralos4. Para unarevisin de la etnologa afrikaner y de la carreradeBiselen. vaseRobert Gordon, Apartheid's Anthropologists: TheGenealogy ofAfrikner Anthro-pology, AmericanEthnologist, 13 (3),1988,pgs. 535-553. Para una relacin msafricanos o incluso que intentarlopodra ser contraproducente;como mucho, pensaban que se tardara siglos en alcanzar semejan-teobjetivo y tal vez slo tras pagar un alto precio humano. El racis-mo ms crudo sola motivar estetipoderazonamientoy el pensa-miento racista estaba ciertamente muy generalizado entre lossudafricanos blancos. Sin embargo, algunos intelectuales sudafrica-nos, Eiselen entre ellos, repudiaban los prejuicios populares. En unaconferencia impartida en1929, Eiselen apuntaba que no haba evi-dencia alguna sobre el supuesto deque la inteligencia variara con laraza, as como que no haba raza ni nacin alguna que tuviera el pri-vilegio deliderar el proceso decivilizacin en el mundo para siem-pre. La verdadera base de la diferencia no era la raza, sino la cultura,el signo del destino. Ylas diferencias culturales deban ser valoradas.Elintercambio cultural, incluso el progreso, no eran necesariamen-te una ventaja y, menos, una bendicin. Poda exigir un coste dema-siado elevado. Si se minaba la integridad de las culturas tradiciona-les, se seguira la desintegracin social. Eiselen recomendaba que lapoltica gubernamental deba estar encaminada hacia el fomento deunams alta cultura bant y nohacia laproduccin deeuropeosnegros. Ms tarde, seempez ausar eleslogan del desarrollo se-parado. Lasegregacin era la va adecuada para Sudfrica, porqueslo la segregacin preservara las diferencias culturales.Laescueladeetnologa del apartheid citabaalos antroplogosculturales americanos con aprobacin, aunque en buena medida ensus propios trminos. Sin embargo, sus lderes seoponan radical-mentealasteorasdela escuela britnicade antropologasocial,particularmente a las de A. R. Radcliffe-Brown que, en1921, ocuplaprimera ctedra deantropologa social creada en Sudfrica. Na-turalmente, Radcliffe-Brown no neg que las diferencias culturalespersistan en Sudfrica, pero rechaz la poltica desegregacin so-brelabasedeque Sudfrica sehaba convertido en una nica so-ciedad. Las instituciones nacionales atravesaban las fronterascul-turales y modelaban las elecciones en todas los pueblos y ciudadesdel pas. Todossusciudadanos(osbditos)estabanenel mismobarco. Asentar la poltica en las diferencias culturales era una rece-ta para eldesastre. La segregacin era imposible,dijoal pblicoen una conferencia. El nacionalismo sudafricano debe ser un na-cionalismo compuesto tanto de blancos como denegros.general sobre la antropologa en Sudfrica, vase W. D. Hammond-Tocke, ImperfectInterpreters. SouthAfrica's Anthropologists 1920-1990, Johannesburgo, Witwaters-rand University Press, 1997.16 CULTURAEn parte como resultado de su experiencia sudafricana, Radclif-fe-Brown se sinti inclinado ms adelante a hablar de la cultura conprevencin. Noobservamosuna"cultura", recalcen sualocu-cin presidencial de1940 en el Royal Anthropological Institute,yaque dicha palabra denota,no una realidad concreta, sino una abs-traccin y se usa comnmente como una abstraccin vaga.' ydes-cart la perspectiva de su gran rival, Bronislaw Malinowski, segnla cual, una sociedad como Sudfrica se debera estudiar como unaarena en la cual dos o ms culturas interactuaban.Ya que lo queest sucediendo en Sudfrica [explicaba Radcliffe-Brown] no eslainteraccin entre la cultura britnica, la afrikaner (oboer), la ho-tentote, diversas culturas bantes y la cultura india, sino lainterac-cin de individuos y grupos en el interior de una estructura socialestablecida, que est a su vez en proceso de cambio. Lo que est pa-sando en una tribu del Traskei, por ejemplo, slo se puede describirreconociendo que dicha tribu se ha visto incorporada a un sistemaestructural, poltico y econmico ms amplo."Viniendo deSudfrica, no hay duda de que yoestaba dispuestoa aceptar argumentaciones de tal ndole. Ms an, cualquier prejui-cio inicial que pudiese haber tenido severa reforzado durantemiformacin de posgrado en antropologa social y estructural tal comose ofrecaenla UniversidaddeCambridgedurantelosprimerosaos sesenta. Sin embargo, algunos de mis contemporneos se libe-raron deeste condicionamiento temprano y se pasaron a la escuelacultural. Nofue mi caso, ya que mi escepticismo acerca de la cultu-ra fue creciendo, en parte porque haba quedado tan impresionadopor los abusos de la teora dela cultura en Sudfrica. Pero no es ne-cesariamente malo aproximarse a una teora profundamente afian-zada desde una mentalidadescptica. Y lasinclinaciones polticasnole descalificannecesariamente aunoparapoderapreciarlospuntosdbilesyfuertes de losargumentosenfrentados. Adems,las teoras dela cultura suelen conllevar una carga poltica, justifi-cando unacrtica poltica. Detodasmaneras, aunquemisantece-dentessudafricanos hanmediatizado misinvestigaciones sobrelateora de la cultura, mi esperanza es que no hayan determinado pors mismos las conclusiones a las que hellegado. Sea cual sea el ses-go que he introducido en el presente proyecto, hehecho cuanto hepodido para respetar tanto los razonamientos como las evidencias.5. Vase A. R. Radcliffe-Brown, OnSocial Structure, Joumalof theRoyalAruhropological lnstitute, 70, 1940, pgs. 1-12.6.tuEsto es probablemente todo lo que uno puede pedira lahistoria y, particularmente, a lahistoria delasideas: no que resuelva asuntos, sino que eleveel ni-vel del debate.ALBERT O. HIRSCHMANRAYMOND WILLIAMS 1INTRODUCCIN:GUERRAS DE CULTURANoscuntasveces hedeseado nohaber odo nunca lamaldita palabra.Los acadmicosamericanoshanentabladoguerrasdecultura(si bien esciertoque sin demasiadas bajas). Lospolticos urgenauna revolucin cultural. Aparentemente, se necesita un cambio cul-tural ssmico para resolver los problemas dela pobreza, las drogas,losabusos, loscrmenes, la falta delegitimidad y la competitividadindustrial. Se habla y se habla sobre las diferencias culturales entrelossexos y las generaciones, entre losequipos deftbolo entre lasagencias depublicidad. Cuando falla una fusin entre empresas, seexplica diciendo que susculturasno eran compatibles. Labellezade todo esto es que todo el mundo lo entiende.Tratarnos de vender"semitica", pero lo encontrarnos algo difcil, informaba una com-paa londinense llamada Semitic Solutions, asque ahora vende-rnos "cultura". sta [nocin, palabra] la conocen. No tienes que ex-plicarla.' Y no hay motivo ni llamamiento alguno para no tratar lacultura corno se merece. La cultura lleva la voz cantante por lo queserefiereamotivar laconducta del consumidor, proclama un fo-lleto delaempresa, ms persuasiva que larazn, ms "demasas"que la psicologa. Tambin hay un mercado secundario florecienteen el discurso cultural. A mitad de losnoventa, laslibrerias coloca-ronsecciones de estudiosculturales en las primerasposiciones,las mismas ocupadas en su momento por la religin de la New Agey, antes, por la autoayuda. Guy Brussat, el encargado de libros en 01-son, en Washington D. C., explicaba: Alguien ve sociologa y piensa,1. Vase RaymondWilliams, Politics andLetters, Londres, NewLeft Books,1979, pg. 174.2. Vase Larissa Mac Farquar, This SemioticianWent to Market, LinguaFranca, septiembre I octubre, 1994, pg. 62.20 CULTURAINTRODUCCIN: GUERRAS DE 21untexto rido y acadmico. Ves "estudios culturales" y piensas [Oh,cultura! Esalgo psicolgico, sutil.'Hoy, todoel mundoestenla cultura. Paralos antroplogos,hubo un tiempo en que la cultura fue un trmino tcnico, propio delartedeladisciplina. Ahoralos nativosles contestan hablandodecultura. Lacultura, el vocablomismooalgnequivalentelocal,est en los labios de todo el mundo, ha sealado Marshall Sahlins."TIbetanos y hawaianos, ojbway, kwakiutl y esquimales,kazakos ymongoles, aborgenesaustralianos, balineses, naturalesde Cache-mira y maories de Nueva Zelanda: todos descubren que tienen "unacultura".Loshablantes monolinges deKayapo, en la selva tropi-calsudamericana, usan el trmino portugus cultura para describirsus ceremoniastradicionales. Maurice Godelier describe cmo untemporerovuelvecon supuebloenNuevaGuinea, losbaruya, ydeclara: Tenemos queencontrar fuerzaennuestrascostumbres;debemos basamos en lo que los blancos llaman cultura. Otro neo-guineano le dice a un antroplogo:Si no tuviramos kastom, seria-moslomismoqueloshombresblancos. Sahlins echamanodetodas estascitasparailustrarunaproposicingeneral: La con-ciencia de la propia cultura que se est desarrollando entre las otro-ra vctimas del imperialismo es uno de los fenmenos ms destaca-bles de la historia mundial enel final del siglo xx.Estas antiguas vctimas puedeninclusodesarrollar discursoscrticos sobre la cultura. Gerd Baumann ha mostrado que, en Sou-thall, un suburbio multitnico del oeste de Londres, la gentecues-tionaloquelos trminos "cultura" y "comunidad"significan paraempezar. Lospropiosvocablossetransformanenpivotesparalaconstruccin de una cultura deSouthall," Con todo, incluso los na-cionalistas antioccidentales se pueden limitar a apropiarse dela re-trica internacional dominante sobreel concepto decultura,y asafirmar la identidadnica desu propiopueblo, sin miedo de con-tradecirse. Consideramos que,actualmente,la principal amenazapara nuestra sociedad, dice un poltico fundamentalista iran, esladeser una sociedad cultural.6(De todas formas, seguro que ha-blar de identidad cultural es muy... americano). Akio Merita, uno de3. Vase Jessica Marshall, Shelf Life, Lingua Franca, marzo I abril, 1995, pg. 27.4. Vase Marshall Sahlins, Goodbyeto TristesTropiques: Ethnographyin theContext of Modern World History. Journal ofModern History, n 65,1993, pgs. 3 y 4.5. Vase Gerd Baumann, Contesting Culture. Discourses ofIdentity in Multi-Eth-nic London, Cambridge, Cambridge University Press, 1996, pg. 145.6. Vase Iruemational Herald Irbune,21de septiembre de1996, pg. S.losfundadores deSony, rechaza los ruegos deliberalizar losacuer-doscomercialesdel Japnparapermitir unamayor competicinpor parte de las firmas extranjeras.explica,signi-ficara cambiar las leyes para aceptar sistemas extranjeros que pue-dennoencajarconnuestracultura.' (Afortunadamente, venderequiposdetelevisinSonyalos americanosohacerpelculasenHollywood s son actividades que concuerdan perfectamente con lacultura japonesa.)Tal vezel futurode todoel mundodependa delacultura. En1993, en unensayoapocalpticopublicadoenForeign Affairs, Sa-muel Huntington anunciaba que una nueva fasedela historia glo-bal haba comenzado, una nueva fase en la cual,las causas funda-mentales de conflictodejarnde sereconmicasoideolgicas.Lasgrandes divisiones de la humanidad y la domin.ante deconflictossern culturales.>"Al elaborar estatests en un hbrore-ciente, defiende que podemos esperar un choque titnico decivili-zaciones, cada una delas cuales representara una identidad cultu-ral primordial. Lasprincipales diferencias entrecivilizaciones encuantoal desarrollo econmicoypolticoseenrazanclaramenteen sus distintasculturasyla cultura y las identidades culturales(...)estnmodelandolos patronesdecohesin, desintegracinyconflicto en el mundo posterior a la Guerra Fria (...) En este mundonuevo, lapoltica local es la poltica de laetnicidad, laglo-bal eslapoltica delascivilizaciones. El choque decivilizacionesreemplaza a la rivalidad entre las superpotencias..' ., .Ni que decir tiene que la palabra cultura adquiere un significa-doms biendiferenteparaunos investigadores de mercadosenLondres, para un magnate japons, unos aldeanos de Nueva Guineao un clrigo radical en Tehern, por no mencionar a Samuel Hun-tington. Noobstante, losconceptos quetienen en mentedespren-den un aire de familia. En su sentido ms general, la cultura es sim-plementeunamanerade hablarsobrelasidentidadescolectivas.7. Citadopor IanBuruma, TheMissionary andtheLibertne, Lave andWar inEast andWest, Londres, Faber, 1996, pg. 235. .8. Vase Samuel P. Huntington, The Clash of Civilizations? ForeignAffalrs, ve-ranO, 1993. pg. 22. . r9. Vase SamuelP. Huntington, The Clash of Civilizations andthe Remaking oWorld Order, Nueva York, Simon &1996, pgs.28 Y29(trad. choque de civilizaciones y la reconfi-guraczn del orden mundial, Pal.dos {'Ntesequeel ensayooriginal hacaunapregunta({(Th.eof. Civilizations?{(El choque de civilizaciones?), mientrasque, enaparrencta, el hbro lacontestaafirmativamente.22 CULTURAINTRODUCCIN: GUERRAS DECULTURA23Sin embargo, el estatustambinestenjuego. Mucha gentecreeque las culturas se pueden medir unas respecto a otras, y esta gentesesiente inclinada a evaluar su propia cultura por encima delas delos otros. Incluso pueden pensar que slo existe una civilizacin ge-nuina, la suya, y que el futuro, ya no slo de la nacin, sino del mun-do, depende de su supervivencia. Pese a los multiculturalistas, in-siste Roger Kimball, la eleccin ala quenos enfrentamos hoy enda no es entre una cultura occidental "represora" y un paraso mul-ticultural, sinoentreculturaybarbarie. La civilizacinnoes undon, es unlogro, unfrgil logroquesedebesostener ydefenderante aquellos que lo asedian, dentro y fuera." Huntington sugiereque el choque decivilizaciones en el mundo surgido tras la GuerraFra no es ms que una etapa hacia el clmax de un combate por ve-nir, el mayorchoque, e! "choquereal"global, entrecivilizacin ybarbarie.'!Mientras quelospatriotasdelacivilizacin occidentalprocla-man laelevada posicin delagran tradicin, losmulticulturalistascelebran ladiversidaddeAmrica yseconvierten enpaladinesdelos marginales,las minoras, los disidentes, los colonizados. Se de-nuncia como opresiva la cultura de! establishment. Las culturas mi-noritarias confieren poder a los dbiles: son autnticas, hablan alagente real, mantienen la variedad y la posibilidad deeleccin, nutrenalosdisidentes. Todas las culturas son iguales o sedeberan tratarcomo tales. Luego, entre los progresistas, la cultura como tema deestudio ha sustituidoalasociedad en tantoqueobjeto generaldeinvestigacin, escribe Fred Inglis, con apenas un toque de irona."Aunquelosconservadoresrechazanestasargumentaciones, estndeacuerdo en que la cultura establece los estndares pblicos y de-termina eldestino nacional. Y, cuando seencuentran gentes dedi-ferentes naciones y grupos tnicos, sus culturas se confrontan comototalidades. Algo debe llevar a semejante confrontacin.Tambin seutiliza a menudo el trmino de cultura en un senti-do distinto, para referirse a las bellas artes delas que slo disfrutan10. VaseRoger Kimball TenuredRadicals, NewCriterion, enerode 1991,pg.13.11. Vase Huntington, The Clash o Civilizations, pg. 321.12. Vase Fred Inglis, Cultural Studies, Oxford, Blackwell, 1993, pg. 109.N. del t. La expresin literalesin thrall of Mammon, esclavizado porMam-mon. designando eningls esteltimo vocablo (de origen arameo) a la personifi-cacin delamaldadencerrada enla riqueza yenel ansia deriquezas, segn losevangelios(. Entodasparteshabaunaguerra entre la ciencia y la religin, una lucha por lo real.Lasreligiones del mundo haban afrontado desafos cientficosyfilosficosdurantesiglos yGeertz defendaque su estrategiafa-vorita era simplemente negar una plataforma de actuacin a sus re-tadores seculares. Esta generalizacin hace escasa justicia a la his-toria del temprano estado moderno en Europa, pero, en cualquiercaso,Geertz pone el nfasis en otro proceso que promueve la secu-larizacin en los nuevos estados. Debido a que stos estaban indele-71. Vase Geertz, Islam Observed: Religious Development in Morocco andIndonesia;New Haven, Vale University Press, 1968, pg. 4 (trad. cast.:Observandoel Islam. El desarrolloreligioso en Marruecos e Indonesia, Barcelona, Pads. 1994).72. Ibid., pg. 99.73. Ibid.. pgs. 2 y3.74. bid., pgs. 102 y103.75. Ibid..pgs. 103y104.126 CULTURACLIFfORDGEERTZ 127blemente asociadosapoblacionesmultitnicas, con lealtadesreli-giosas conflictivas, los dirigentes poscoloniales tenan que desarro-llar una ideologa secular que fomentase la unidad nacional bajo suliderazgo. En consecuencia, sevieron abocadosaminar el mono-polio dela religin establecida. El nacionalismo revolucionario pro-mova~ < u n a es[:'eciedereligiosidad laica para todos en Indonesia yuna disyuncin radical entre la piedad personal y la vida pblicaen Marruecos." En ambos casos, la legitimidad dela ciencia avan-zaba, directaoindirectamente, yseerosionabalaautoridad delareligin. Lasecularizacin socavaba la fe y laideologa la reempla-zaba(existenmuchascrticasposiblesde estavisin, perocierta-mentesemostr un pobre indicador dela importancia que e! fun-damentalismoislmicoibaaalcanzarenlasdcadassiguientes).* * *Si el objeto especial delaantropologa era lacultura, cmo sela debera estudiar? En su primer libro, The Religion ofJava, Geertzestaba satisfecho con lo que hoy se lee casi como una crtica pinto-resca:Una de las caractersticas del buen informe etnogrfico (...) es que eletngrafo sea capaz desalirse del camino de losdatos, para hacersetranslcido, de tal manera queel lector pueda ver por s mismo algodela apariencia dedichos hechos y, enconsecuencia, juzgar losre-smenes y generalizaciones del etngrafo en trminos de las percep-ciones reales de ste.77Pero, hacialosprimerosaossetenta, forcejeabaconlosasuntosmetodolgicos con mayor sofisticacin. El mtodoes e!objetodesu ensayo ms influyente: Descripcin densa:hacia una teora in-terpretativa delacultura, que escribi en calidad deintroduccinpara su coleccin La interpretacin de las culturas.La presuncin de Geertz con mayores consecuencias era que losdatos cruciales dela etnografa no se sintetizaban dela observacinpura y dura. Slo un conductista naif poda creer semejantecosa.Se consideraban lasaccionesdelagente yseprocesaban atravsdel filtrode lainterpretacin. Lasaccioneseranartefactos lain-tencin era que los signos conllevaran significados (sta es una idea76. Ibd., pg. 107.77. VaseThe Religion oiJava, pg. 7.weberiana, promovida en la ciencia social americana de los aos se-senta por los admiradores de! fenomenlogo emigrado, AlfredSchutz). Coherentemente,e! etngrafo no sepreocupaba tanto porlo que la gente haca como por el significado que atribuan a lo quehacan, y por cmo interpretaban mutuamente sus acciones. Su tra-bajoeraexplicar explicaciones, susmateriales, construccionesde construccionesv."Esto noes en absolutoevidente. Una yotra vezen sutrabajo,Geertz contrapone los comentarios delos autores y sus propias ob-servaciones directas, de la gente azuzando a los gallos para la pelea,hacindose con votos y participando en laselecciones, regateandoen e! bazar. Distingue (sin dudacorrectamente)loquedicen deloque hacen y lo que l y otros observadores(nativos oforneos)sa-can de lo que se dice o hace. Y sin embargo, en ocasiones, niega quelas notas de campo de! etngrafo describan lo que ve por s mismo:loqueregistramos(oloquetratamosde registrar)noesundis-curso social en bruto,al cual,(...) alno ser actores, no tenemos unaccesodirecto, sinosloaquellapequeapartede l haciacuyacomprensin nos pueden guiar nuestros informantes." Pero, porquslo los actorestienen unaccesodirectoal discursosocialen bruto? Qu fuede! clebre observador participante? Con segu-ridade!etngrafopuedecaptarcaracteresyconvencionesquelepermitan una interpretacin de las acciones comparable a la de! na-tivo, pero detodas formas diferente por ser ms analtica.Enlugardel observadorparticipante, queaprendaavivirenunasociedadextranjerayquedeseabadescubrir cmoeranreal-mente las cosas detrs delapantalla delas devociones, Geertz pro-puso quee! etngrafo debera proceder delamisma forma que unestudiosode textos: Hacer unaetnografaescomo tratardeleer(ene! sentido deconstruir una lecturade)unmanuscrito, for-neo, borroso, lleno de elipss, incoherencias, enmiendas sospechosasy comentariostendenciosos, pero escritono en grafas correspon-dientes convencionalmente a sonidos, sino en ejemplos vagabundosy momentneos de conducta compartida80 La idea de que tanto undrama ceremonial como una pelea degallos se podan tratar comoun texto, una inscripcin de la accinw.I'Ta haba tomado prestadadePaulRicoeur, aunque, comolmismonosdice, retorcindola78. Vase The lnterpretation of Cultures, pg. 9.79. Ibd.. pg. 20.80. Ibid., pg. 10.8!. tus.,pg. 19.128 CULTURA CLIFFORDGEERTZ 129un poco. Ricoeurhabadefendidoquesepodra llamar herme-nuticasalascienciassocialessi cumplandoscondiciones: l)quesuobjetodesplieguealgunosde losrasgosquehacenqueuntexto sea un texto, y 2) que su metodologa desarrolle el mismo tipodeprocedimientos quelos delaauslegung o interpretacin detex-toS.82 Claramente, la primeracondicinseraprimaria. Ricoeurpretendequelasaccionessocialestienenalgunosatributosdelosactos verbales. Unacto social tendra un contenido proposicional yun propsito, siendo pblico y dirigido a posibleslectores. Por lotanto, se lopodra tratar como un registro verbal o como un docu-mento escrito. La accin humana (... ) est abierta a cualquiera quepueda leer,Nosera difcil hacer un listado dealgunas diferencias detecta-blesentreuntextooinclusounactoverbalyunaaccinsocial,pero lo que aqu importa ese! uso quee! propio Geertz hizo de lametfora deRicoeur. Su ejercicio ms conocido en este gneroessu representacin dela lucha degallos balinesa como un texto ac-tuado. El ttulode este ensayo, publicadoporprimeravez en1972, esJuego profundo: notas sobre la ria de gallos en Bali."Geertz extrajo la nocin dejuego profundodelas reflexiones de!filsofo utilitaristaJeremyBenthamsobrelairracionalidad de!juegode apuesta. En tantoqueutilitarista, Bentham asuma quejugar con apuestas altas era irracionaly conclua diciendo quesedeba proteger detal actividad a quienes tuvieran lamente y la vo-luntad dbiles. Geertz argumentaba que, cuando e! balins sedeja-ba ir en lo que Bentham llama juego profundo, jugar con apuestasmuy altas, estaba expresando valores compartidos que trascendane! clculo de ganancias y prdidas materiales de un Gradgrind die-kensiano. Noesnicamente dinero loque est en juego en las pe-leas degallos.82. Vase Paul Ricoeur, TheModel of the Text: Meaningful Action Consideredasa Text, Social Research, voL 38, n 3,1971,pg. 544.83. VaseDeepplay: NotesOil the Balinese Cockfight(publicado por prime-ra vez en 1972yreimpresoen Lainterpretacindelasculturas). Se hanhechonumerosas revisiones y crticas de este ensayo. Vanse, entre otras, WilliamRoseberry, Balinese Cockfights and the Seduction of Anthropology, SocialResearch, vol. 49, n4, 1982, pgs. 1013-1028; JamesClifford, OnEthnographicAuthority, Representations, vol. 1, n 2, pgs. 118-146; Vincent Crapanzano,Hermes Dilernma: TheMakingof SubversioninEthnographicDescrption. enJamesClifford y George Marcus(comps.), WritingCulture: ThePoetics and Politicsof Ethnography, Berkeley, University of California Press, 1986, pgs. 51-76; VincentPecora The Limits of Local Knowledge, en H. A. Veeser (comp.), The NewHistcricism, Londres, Routledge, 1989.Los propietarios de los gallos de pelea, sus parientes y sus vecinoshacen apuestas monetarias y, en ocasiones importantes, stas llegana ser muy sustanciales. Pero los protagonistas se juegan incluso msde lo que parece. Lasapuestas penden sobre sus cabezas y no slo fi-nancieramente. De hecho, segn Geertz, el dinero es secundario: Esen gran parte porque lagravedad dela prdida es tan grande en losnivelesdeapuestasmsaltosquemeterse en semejante puja esju-garse, alusiva y metafricamente, e! yo pblico a travs de un gallo."Ese gallo representa al propietario y a sus aliados ms cercanos. Porconsiguiente, el estatus est en juego. Los jugadores ponen su dine-rodonde est su estatus. Latesis genera" deGeertz esque la riade gallos profunda es fundamentalmente unadramatizacin deasuntos de estatus." El anlisis de Bentham sobre e! juego profun-dofalla porque nicamente considera las utilitarias apuestas mun-danas. Loquehaceprofundaalapeleade gallosbalinesa noes,pues, e! dinero en smismo,sino que cuanto ms sepone en juego,ms puede ese dinero producir una migracin dela jerarqua dees-tatus balinesa almeollo mismo dela pelea degallos."LaproposicindeGeertz esque, para los jugadores, e! estatussignificamsqueel dinero, yquelasapuestasmonetariasrepre-sentan riesgos de estatus. Pero, qu aspecto de! estatus est enjue-go?Geertz recuerdaal lector quelos balineses estn muy preocu-pados por el prestigio y e! estatus en todo tipo de contextos,adems, amedida quee! anlisisavanza, resulta 'evidente quelosvalores en juego en las rias degallos no son en absoluto los valoresoficiales dela cultura balinesa, sino miedos y deseos inconfesados yms profundos.De lo que (...) habla con ms contundencia la pelea de gallos es de lasrelaciones deestatus, y lo que dice sobre ellas es que son cuestionesde vida o muerte. Que el prestigio es un asunto profundamente serioresulta evidente se mire donde se mire en BaH(...) Pero slo en las pe-leas degallos se revelan tal como son lossentimientos sobre losquedescansa esa jerarqua. Envueltos en cualquier otrolugar por la bru-madela etiqueta, unespeso nubarrndeeufemismoyceremonia,gesto y alusin, all se expresan velados nicamente por el ms tenuedelos disfracesen formademscaraanimal, unamscaraque, dehecho, losmuestra ms que losesconde. Loscelos son una parte deBaH en el mismo grado que la pose, la envidia en el mismo que la gra-84. Vase Geertz. The Interpretation of Cultures,pg. 434.85. lbid., pg. 437.86. lbid., pg. 436.130 CULTURACLIFFORDGEERTZ131cia, la brutalidad en el mismo que el encanto; pero, sin las peleas degallos, los balineses tendrian una comprensin propia mucho menoscertera, razn porla que, presumiblemente, la tienen entan altaes-tima."En esta coyuntura, loqueleinteresaaGeertzesla interpretacinque la audiencia hace de toda la escena. Su funcin, si laquerisllamar as, esinterpretativa, es una lectura balinesa dela experien-ciabalinesa, unrelatoquesecuentanas mismos, sobres mis-mos." Y lo que los balineses dicen sobre s mismos en las peleas degallos es subversivo, profundamente perturbador; rene temas-salvajismo animal, narcisismomasculino, juego contra oponen-tes, rivalidadde estatus, excitacinde las masas, sacrificosan-griento- cuya principal conexin es que se imbrican con la rabia yel miedo de larabia. 89Enlas frasesfinalesdel ensayo, Geertz destacaquelassocie-dades, como las vidas, contienen sus propias interpretaciones.Unoslotienequeaprendercmoconseguiraccederaellas."Pero,cmo?Geertzapelaal ejemplodelos crticosteatralesinterpre-tando producciones de Shakespeare, pero no especifica los mtodospor loscuales identifica y lee el texto representado en la ria de ga-llos. Tampoco puede garantizar la pretensin de que es capaz de in-terpretar losvalorestcitosdelos balineses(de todoslos baline-ses?) tal como se revelan en este espectculo. Se podra suponer quemuchos balineses refutaran indignados lasugerencia, segn lacual, debajo delapiel. el hombre balins sera un animal. Sin em-bargo, Geertz confia en que las peligrosas emociones que leeen eldrama se asienten realmente en el inconsciente balins. El juego noes un entretenimiento, un descanso de la cotidianidad,ni tampocoel reverso de un ritual. sino una revelacin de lo que hay. En la lti-ma nota a pie de pgina, sugiere que las terribles matanzas que ocu-rrieron en Bali despus delgolpe de estado en la capital, en diciem-brede 1965, demuestranque, si nosemiraBali nicamenteatravs de sus danzas, su teatro de sombras chinescas, su escultura ysuschicas, sino tambin atravsdelas riasdegallos -tal comohacen los propios balineses-, el hecho de que la masacre ocurrieraparece, si no menos atroz, s menos contra natura,"87. Ibid., pg. 447.88. Ibid., pg. 448.89. tus., pgs. 449y 450.90.tu,pg. 453.91. lbd., pg. 452, nota 43.En ltima instancia, eltexto trata delosvalores balineses irra-cionalesqueyacenbajola superficiede susvalores oficiales. Enefecto, Geertz pretende haber penetrado en lasocultas honduras dela psique balinesa. Las interpretaciones balinesas, como las asocia-ciones del quesuea, slo pueden guiar al lector detextos duranteunapartedel camino. Al final, debeapelaralaspercepcionesex-tranjeras delpsicoanalista. Y lo que revela esa lectura no es simple-mente el poder dela cultura para desbordar y anular laracionali-dadeconmica, sinolas fuerzasoscurasdelanaturaleza humanaque acechan bajo la superficie, y que pueden debilitar los valores deu?"a cultura (vtal co,,:,o reza el proverbio, cada pueblo ama su pro-pia formadeviolencia:lapelea de gallos de losbalineses es un re-flejo dela suya").Para un comentario msponderadodeloqueimplica eltrata-mientodela cultura como untexto, sedebe volver al ensayo msconscientemente metodolgico de Geertz, Descripcin densa,que ilustra laproposicin de Ricoeur mediante un estudiode casode muy distinta clase. Geertz empieza con la descripcin de GilbertRyle -artifial y tpica delafilosofa de Oxford- delas muchas in-terpretaciones que puede conllevar un simple acto delenguaje cor-poral, el guio. Geertzsealaqueel etngrafotienequeabrirsepaso precisamente a travs de parecidas estructuras deinferenciasyde implicaciones acumuladas ,93 ycontinaconunanarracinejemplificadora, una historia ocurrida en Marruecos en 1912, cuan-do el control francs sobre algunas reas bereberes era incierto y losmercaderes todava tenan que confiar (extraoficialmente enreali-dad, ilegalmente) en los pactos comerciales tradicionales, establec-dos individualmente con cada jeque.La esencia de la historia es la siguiente: unos bereberes robarona un comerciante judo local llamado Cohen, que iba acompaadopor otros dos mercaderes, tambin judos pero forasteros, a los cua-lesasesinaron.Cohen pidi la ayuda delosfranceses para resarcir-sedelosdaos, pero losbandidos pertenecan a una tribu rebeldeal dominio colonial galo y las autoridades locales le dijeron que selas arreglase.Cohen, entonces, moviliz algunos aliados invocandoun pacto comercial con un jeque bereber. Prontamente seaduea-ron por la fuerza de algunos rebaos de ovejas de la tribu originariadelosladrones. Estoobligaloslderes de sta aentrar en nego-ciaciones con los protectores deCohen, al cual pagaron unacom-92. [bid.. pgs. 449y 450.93. tua.,pg. 7.132 CULTURACLlFFORDGEERTZ 133pensacin de500 ovejas. Sin embargo,el comandante del destaca-mento militar francs, sospechando delaalianza deCohen con losbereberes, lo encarcel e incaut sus ovejas."El texto dela historia est impreso en letra pequea, loque pa-receindicar unacita, yGeertzrevelaqueselarelataronen1968.De quin es el texto? Geertz no especifica si registra la memoria deun informante o si ha construido el texto a partir devarias fuentes.En vezdeeso, pasa directamente a proclamar que el texto es den-so, espeso -extraordinariamente densos-e-y que muestra quelo que llamamos nuestros datos sonclaramente nuestra propiaconstruccin delas construcciones de otras gentes acerca de lo queson capaces, ellos y sus compatriotas."Ninguna de estas pretensiones es demasiado convincente. Es eltextode la historiadensopor s mismo(con distintascapasdeimplicaciones)oesla conducta que afirma describir --el texto ac-tuado-la que esextraordinariamente densa? Para Ryle, que acu- laexpresin, son las descripciones las que pueden ser densas, ylo son si conllevan las interpretaciones mltiples que se pueden leeren la accin. En tanto quedescripcin interpretativa, estetextoescualquier cosa menosdenso. Es una narracin directa delaac-cin, unrelatodeaventurascontado casi sin recuperar el aliento,empaquetando una serie deincidentes trgicos en apenas unas 600palabras, y ofreciendo un comentario mnimo. Nodemuestra tam-poco quelos datosdel etngrafo estn precocinados por losinfor-mantes, dado que ste es un caso especial, la reconstruccin de uneventoocurridounageneracinantes. Si Geertzhubieraestadopresente enlas negociaciones entre los ancianos bereberes, talcomo lo haba hecho en numerosas peleas degallos, no habra con-fiadodela misma manera enlas construccionesde otrasgentesacerca delo que son capaces, ellos y sus compatriotas.En cualquier caso, sea denso o poroso, sedebe poner en tela dejuicio loque tiene que decir este texto, as como uno seha depre-guntar quines suautor. Por quloeligiGeertz paraservir decaso ejemplar de descripcin densa en su ensayo metodolgico msimportante?Comorespuesta, Geertzsugiere que esta historiami-metiza el proceso de comprensin etnogrfica, ya que es un choquedeinterpretaciones el que crea el drama que relata. Eltexto presen-ta tres marcos interpretativos dela situacin diferenciados, judo,bereber y francs, e ilustra un estado demalentendimiento siste-94. Ibid.. pgs. 7-9.95. Ibid., pg. 9.mticoentrelospartidos. Loquehizo meter lapataaCohen, y[arrastr] con l atodoel antiguomodeloderelaciones sociales yeconmicas en elsenodelcual vena funcionando, fue una confu-sin delenguas.s'"Pero sta no es de ninguna manera una lectura indiscutible de lahistoria. Sepuede admitir que el relato queGeertz presenta al lec-tor esmuy esquemtico, casi impresionista, pero ellonoevita unalectura que sugiera que Cohen, los bereberes y los franceses se cali-brabanlosunosalos otroscon bastanteexactitud. La nicaabe-rracin era laconclusin del coronel francs, segn la cual, Cohensera un agente bereber, pero esto no era necesariamente el resulta-do de una incomprensin cultural; en otros casos podra haber sidounaintuicincorrectaopodrahaber servidocomotretaeficaz,fueracual fueselaverdadenel fondodeeste affaireenconcreto.En un momentodado, el propioGeertzofrece unresumendi-recto que dista bastante dela lectura Torre de Babel de la historia(eun discurso social [... ] dirigido en mltiples lenguas):Cohen invoc el pacto comercial; reconociendo la reclamacin, eljeque desafi a latribudelosofensores; aceptandolaresponsabili-dad, la tribu de los ofensores pag la indemnizacin: ansioso por de-jar claro a jeques y buhoneros por igual quien mandaba enese mo-mento, el francs mostr la mano imperial. 97Tambin seala que, dado queel cdigo no determina laconduc-ta, cualquierade lospartidospodrahaberactuadode diferentemanera, loquesugierequelosclculosracionalespodranhabersido decisivos. Ah no parece haber habido un misterio cultural im-penetrable. Noparece tratarse deuna historia acerca de unacon-fusindelenguas. Al lector seleofrece un relato breve, fragmen-tario, de unacontecimiento histricocomplejoypuedeconcluirrazonablementediciendoque -segnla versindel relato-, lospartidos captaron la naturaleza del asunto demanera bastante ade-cuada ala poca,Hay algo ms a sealar acerca delejemplo cuidadosamente cons-truido por Geertz. Para respaldar su argumentacin deque los pro-cesos sociales soncomo textos, lahaamaadoponiendocomoejemplo un relato de un incidente que, realmente,sseparece mu-choauntexto. Pero esta reduccindelasobservaciones directas,96. tu,pg. 9.97. lbid.. pg. 18.134 CULTURACLIFFQRDGEERTZ135las entrevistas, as como las versiones y relatos secundarios detodotipo, al estatus de un texto contina sendo problemtica, una me-tfora que se liquida as misma.Tambin tiene un coste muy alto,al borrar distinciones que en situaciones normales se consideraranobviamente significativas, as como al mezclar variasclases de da-tos en un solo tipo. Geertz insiste en esta maniobra, quizs, porquereivindicasupreferencia por la interpretacin. Lacultura deunpuebloesun conjuntodetextos -a suvez, tambin conjuntos-,queel antroplogoseesfuerza en leer mirando por encima deloshombros deaquellos a losque propiamente pertenecen." Si nues-trosdatos toman laformadetextos, entonces selosdebe leer, tra-ducir, anotar, explicar.El trabajo del etngrafo ser realmente com-parable al del resto de los estudiosos textuales (los cuales, sinembargo, generalmente prestan ms atencin dela que Geertz per-mite eneste caso alamanera cmo seha confeccionado el texto).Incluso si se acepta demomento, la maniobra deGeertz suscitacuestiones en s misma. Primero, hay textos ms fiables que otros?Los comentarios deGeertz al respecto son espordicos y muy gene-rales. Tampoco debate los criterios para juzgar las interpretaciones.Noofrece una gua, o ejemplos, para que el lector pueda aquilatarqujustificaogarantiza(su denominacin preferida)unain-terpretacin en lugar de otra. Tampoco especifica en detalle sus m-todos. Ms bien evoca brevemente y sin precisin los procedimientoshermenuticos o, alternativamente, el pragmatismo de la casusticaclnica. Estos temas son particularmente turbadores cuando el et-ngrafo aade un nivel ms de interpretacin, tal como hace Geertzalcomparar lapelea degallos balinesa con laproduccin de Mac-beth o cuando arguye que la primera expresa aspiraciones y valores,ocultos y subversivos, deloshombres balineses. Semejantes inter-pretaciones no se derivan deninguno delosinformantes y puedenser inaccesibles para ellos. Traducidoalbalins, probablemente elcomentario deGeertz despertaraindignacin. Laimplicacin pa-rece ser que, detrsdelos textos construidos por losinformantes,hay un texto ms profundo que slo podr leer el cientfico cosmo-polita, queest equipado con una pericia diferente, culturalmentefornea. Si esto es as, la cultura residir en el texto construido porel etngrafo. Estas cuestiones metodolgicas -suficientemente trans-cendentes por s mismas- suscitan otro tema, igualmente mencio-nadoporGeertzensuensayo Descripcindensa, en 1973. Eletngrafo noslo leeese textofragmentarioy flotante por encima98. [bid"pg. 452.deloshombrosdesus informantes, sino que tambin fabrica unopropio:El etngrafoinscribeel discursosocial:lotranscribe. Al hacerloconvierte un evento pasado, que existe nicamente en el momento enque ocurre, en un que existe en sus inscripciones y que se pue-deconsultarrepetidamente... Qu haceel etngrafo?Escribe."?Esta perogrullada aparentemente inofensiva coloca una nueva, y talvez aplastante, carga en lasespaldas del etngrafo. Porque, si laet-nografaesuntipodetextocomparableal relatodeunincidentepor un informante marroqu,entonces,lo que hay que ha-cer es interpretarla y desvelar sus tropos, trampas y mensajes escon-didos. En El antroplogo como autor (1988), Geertz hace numerosasy agudas observaciones sobre lasmaneras como funciona este textoconfeccionad?,. laetnografa. Sin embargo, aunque insiste que haytextos etnograficos mejores y peores, ms o menos fiables, deja a suslectores sin forma alguna de juzgar otra cosa que los recursos del au-tor para disimular y lahabilidad del crtico para desenmascararlo.. su ltimo trabajo, Geertz sugiere un paso ms o, mejor, ex-plicta una tcnica que se puede rastrear en muchos de sus ensayos.Lostextos funcionanmediante smbolos y metforas, dice, y lata-rea del etngrafo es encontrar metforas que encajen con ellos paramodelar un nuevo texto.Preguntar si Pareesrealmente unasucesin decompeticionesosiSefrou [una ciudad de Manuecos] es un modelo en disolucin resul-ta un poco como preguntar si el sol es una explosin o el cerebro unacomputadora. La cuestin es: qu dices al decir eso? adnde te lle-va? Hay otras figuraciones: el mundo es un horno, Sefrou es una casade, locos, Pareesunadanza, el cerebroesunmsculo. Qureco-menda las mas? Lo que las recomienda, o al contrario si estn malconstruidas, son las nuevas figurasquese emiten desde ellas: su ca-pacidad paraconducir a relatosy versionesextendidas que, al cru-con otrosacerca de otros asuntos, amrlan sus implica-ciones y profundizan su implantacin y su garra. 10Una vezsetraga uno la metfora del texto, esdifcil tirar deotras99. Ibd., pg. 19. Se pueden encontrar reflexiones sobre la analoga textual enel ensayode Geert,z, BlurredGenres: TheRefigurationof Social Thought, enLocal Knowledge; vease particularmente pgs. 30-35.100. VaseGeertz, Aiter theFact, pg. 19.136 CULTURACLIFFORDGEERTZ 137metforas. Y, si todoes texto, lasrelaciones entrelosensayoset-nogrficos deGeertz y las ceremonias balinesas o las historias be-reberessonrelaciones de intertextualidad. Las metforas geert-zianas iluminanlas metforas desus objetos deestudio, y lasmejores generan nuevas metforas, en un proceso casto pero fruc-tfero que, dealguna manera, conforma su propia justificacin. Lapotica de la cultura se convierte en un tipo depoesa en s misma.El etngrafodescubrequehaestadoescribiendopoesatodoeltiempo.* * *Geertz ibaallevar mslejossu pensamiento sobree! rol de lacultura y su carcter textual en e! estudiomonogrfico ms ambi-cioso yoriginal que ha publicado durante sus aos en e! Institutopara Estudios Avanzados, Negara: El estado-teatro en el Bali del sigloXIX (1980). No se trata deuna monografa puramente descriptiva y,en su momento, Quentin Skinner la salud como un trabajo de fi-losofa poltica por derecho propio.'?'El punto de partida del anlisis de Geertz era Hamo hierarchicusdeLouis Dumont, un anlisis sobre lareligin, la poltica y la jerar-qua indias que haba aparecido en1967. Para Dumont.Ia ideologaindia pivotaba sobre una oposicin conceptual entre e! brahmn ye! rey secular. Geertz propona lo que en efecto era una transforma-cin estructural del modelodeDumont. Defenda que, en losesta-dosde! sudesteasitico -yBaliera unejemplo privilegiado-, elrol del reyye!de! brahmnsecombinaban. El mismorey erae!centro sagrado delacomunidad, el pice dela jerarqua, e! centronuminosode! mundo, ylossacerdoteseranlosemblemas, ingre-dientes y ejecutantes desu santidad-.l'P Debido a que el rey era sa-grado, la poltica de! poder secular no tena sitio en la corte, que eraun centro sagrado, un templo o un teatro que montaba representa-ciones rituales. Los affaires pblicos sellevaban a cabo en un nivelms bajo de! sistema: la guerra, latributacin, la asignacin detie-rras o la organizacin delos sistemas deriego.As pues, los rituales en los que la corte se ocupaba no eran afir-101. Vase QuentinSkinner, The Worldas aStage, New YorkReview ofBooks, 16 deabril de 1981, pg. 37.102. Vase Clifford Geertz, Negara: The Theatre-State in Nineteenth Century Bali,Princeton, Princeton University Press. 1980, pg. 126 (trad. cast.: Negara. El Estado-teatroen el Balidel sigloXIX, Barcelona, Paids, 2000).maciones codificadas del poder ni celebraciones de!orden polticoimperante:El cultoestatal no era un cultodel estado. Era una argumentacin,hecha una y otra vez en el vocabulario insistente del ritual, segn lacual, elestatusmundano tena una base csmica, la jerarqua eselprincipio que gobierna el universo, mientras que las disposiciones dela vida humana no seran ms que aproximaciones, ms o menos cer-canas, a las de lo dvino.F"Era un error egregio tratar los rituales reales como un guiol ideo-lgico. Al contrario,representaban en lafOlTI1ade espectculo, * losprincipales temas delpensamientopolticobalins: el centroes ejemplar, el estatuses elfundamento del poder, el artede gobernar es un artedramtico. Perohay ms queesto, porque los espectculos ceremoniales noeran sim-ples embellecimientos estticos, celebraciones de unadominacinqueexistan independientemente de ella: eranla cosa en smisma.l'"El poder laico, que operaba en las estribaciones ms bajas del siste-ma, estaba fragmentadoy era inherentementeinestable. Sus cam-posde accin -tierra,agua, templos- eran distintoslos unosdelos otros, detal manera queresultaba difcil controlar alos segui-dores. Y el poder secular era bastante diferente de! poder ritual. Enrealidad, se excluan mutuamente. A medida que un seor se eleva-ba en la jerarqua, tena que renunciar alpoder secular para poderedificar su poder sacro.El problema era que el negaracambiaba su carcter desde sus tramosms bajos hasta losms altos. En losbajos, engranaba loscientos depolitis aldeanas entrecruzadas, predando sobre ellas (...) los cuerpos ylos recursos [necesarios] para orquestar las peras de la corte. En losaltos, paulatinamente apartados del contacto con semejante poltica ycon la crudeza quese leasociaba, el negarase volva hacia el asuntocentral de la mmesis ejemplar, hacia el montaje de las peras. lOSLa oposicin parsoniana entrecultura yaccinsocial serealizaba103. tua., pg. 102.* La palabrautilizada por el autor es pageant queconlleva losdossignificadosdeespectculo yceremonia, amn de otros ms particulares. (N. del t.104. Ibid., pg. 120.105.tus; pg. 132.138 CULTURA CLIFFRDGEERTZ 139entonces deuna nueva forma, Losrituales reales, loque Geertz de-nominaba la pera de la corte epitamizaban la cultura -realmentealta cultura!-. Esa culturararificadadela corteseoponaal uni-verso mundano donde las gentes vivan, competan y ejercan el po-der. El argumentoconsisteenque laculturadiscurradearribaabajo, mientras que el poder manaba desde el fondo hacia arriba.106BaH era una sociedad tensada, tirante, entre paradigmas culturalesconcebidos como descendentes y disposiciones prcticas concebidascomo ascendentes. 107 En el viejo Bali, se mirase como se mirase, go-bernabalacultura. La sociedadcivil comprabaentradasparalasfunciones teatrales del estado. Pero stas no eran meros subproduc-tos de la poltica real. El teatro de la corte confera significado a todolo dems, al igual que, de manera ms general, se supona que la cul-tura daba significado a la accin social. Al final, los dramas del es-tado-teatro, mimticos desmismos, no eran ni ilusiones ni menti-ras, ni prestidigitacin ni embaucamiento, eran lo que habas!"En un estudio reciente, J. Stephen Lansing defiende, contra Geertz,que los ms bajos, y prcticos, niveles de accin pblica tambin es-taban altamente rtualizados.''" Pero, incluso si los rituales cortesa-nos fueran de capital importancia, no es fcil entender cmo la cor-te podra haber mantenido el poder con medios puramente rituales.Ellose debeenpartealo tenuede lasevidenciasaportadas. Talcomo admite Geertz, faltan descripciones detalladas y cuidadosasde mucha de la vida ritual balinesa y, especialmente, de las ceremo-nias reales.'!" Si esto es cierto, no podemos saber cmo los ritualesoperaban su magia, suponiendo que realmente movieran a las gen-tesordinarias.Elpblico tena que comprar billetes para elespec-tculo, pero, por qu lohaca, contina siendo un misterio.Otra cuestin igualmente desconcertante eslaausencia deunapoltica normal en la cspide del sistema. Habitualmente, las socie-dades jerarquizadas no estn completamente libresdelacompeti-cin y de la disidencia. Y, tal como apunta un historiador holands,SchulteNordholt, el conceptodeestado-teatro deja poco espacio106. tu, pg. 85.107. Ibd., pg. 128.108.tus;pg. 136.109. Vase J. StephenLansing, Priests andProgrammers: TheTechnologies ofPower inthe Engineered Landscape of BaU, Princeton, PrincetonUniversityPress,1991.110. Vase Geertz, Negara, pg. 215, nota. Paraalgunos comentariossobreeltexto, vase H. Schulte Nordholt, Origin, Descent and Destruction. Text and Contextin Balinese Representations of the Past. Indonesia, vol. S, n 4,1992, pgs. 27-58.paralosconflictosyla violenciainherentesalasociedadbaline-sa 111 Si el conflictoylaviolenciaeraninherentesal sistema, espresumible que la corte no pudiera guardar las distancias respectoa los asuntos seculares. A partir de un estudio en detalle delos tex-tosbalineses, Nordholt defiendeque, enel Balidecimonnico, elrey tena que aportar el liderazgo poltico, incluida ladireccin delaguerra, que el riego no era una cuestin local tal como argumen-ta Geertz, sino ms bien una arena en la que seores y plebeyos te-nan intereses en comn, y que era vital para lacorte ocuparse delmercado y la tributacin (un observador europeo del siglo XIX insis-ta en que, en Bali,el dinero esel nervio del poder!").Es ms plausible suponer que, a medida que el poder colonial sehizo sentir ms, los poderes del rey sufrieron una erosin y las cor-tes se volvieron por fuerza hacia lapoltica simblica. A su vez, es-tas adaptaciones colorearon las percepcionesdel pasado. Algopa-recido ocurri en Java, donde lalite regia perdi el poder polticodespus de 1830. Sin espacio ni deseo para lamaniobra poltica,comentaM. C. Ricklefs, lalitereal dirigisuenergahacialascuestiones culturales (...) Las cortes (... ) degeneraron en un forma-lismo afectado, en una artificialidad elaborada y anticuada-.!'! Msque representar una degeneracin, esta poltica cultural pudo ha-ber sido la nica forma en que la aristocracia poda expresar su re-sistencia alcolonialismo.Desde un punto de vista comparativo, esdifcil creer que un sis-tema poltico jerarquizado y degran escala pudiera haber sobrevi-vido durante milenios simplemente para proporcionar circos, o in-clusoperas; ynoenunlugar, sinoenmuchos, ya que Geertzconsidera Bali como un ejemplo tipo para el sudeste asitico (auto-ridades sobre sistemas comparables en otros lugaresdeesa reginse muestranescpticos y StanleyTambiahcuestiona especfica-menteladistincinentrepoder ritual ypoderpolticoenel Asiasudoriental"). Incluso dejando delado los interrogantes presenta-dos por los especialistas regionales, Negarano es un modelo plausi-111. Vase H. Schulte Nordholt. Leadershp and the Limits of PoliticalControl:A Balinese"Response"toCliffordGeertz, Social Anthropology, vol. 1, n3, 1993, pg. 295. .112.tu, pg. 303.113. Vase M. C. Ricklefs. A History of Modetn Indonesia, Bloomington, IndianaUniversity Press, 1981, pgs. 120 y121.114. Vase Stanley J. Tambiah, Culture, Thought and Social Action, Cambridge,Harvard University Press, 1985. Pero vase tambin David Gel1ner,Review Article:Negara, South Asia Research, vol. 3, n 2, 1983, pgs. 135-140.140 CULTURACLlFFORDGEERTZ 141ble paraunnuevotipodeteorapolitica, apesardel respaldodeQuentin Skinner a las grandiosas pretensiones que, en este sentido,manifiestaGeertz enel ltimocaptulodellibro, Bali ylateorapoltica. Como mucho, el estudio puede llamar involuntariamentela atencin sobre una estrategia particular de la resistencia antico-lonia!. Sin embargo, su anlisis sobre el negaras sirve para ilumi-nar lametfora de la teora madura del propio Geertz. Retrata unasociedad cuya verdadera vida la gobiernan las ideas, la expresan lossmbolosylarepresentanlos rituales. El etngrafoslonecesitaleerlos ritualeseinterpretarlos. Nohay nadafueradeltexto y,siste pasa ensilencio por poltica y economa, sepuede ignorar di-chas materias sin peligro alguno.* * *Los escritos de madurez de Clifford Geertz tienen un lugar cen-tral en laantropologa americana moderna y han fascinadoa estu-diososdehistoria cultural, teoria literaria yfilosofa. Ofrecen unaconcepcin coherente decultura, definida como un dominiodecomunicacin simblica. Ensean que entender la cultura esinter-pretar sus smbolos. Geertz ilustra lo que tiene en mente a travs deestudiosdecasosugestivoseintrnsecamentefascinantes, descri-biendo complejos de ideas exticos y representaciones rtuales ela-boradas. Devez en cuando, pretende que una perspectiva culturalconducir a una revolucin en lafilosofa moral o en la teora pol-tica y, sin duda, esta promesa ha dado nimos aalgunos caracteresdesesperados en tales campos, mbitos superpoblados cuya involu-cinhallevadoconfrecuenciaa sus practicantes aunapobrezacompartida.Sinembargo, su trabajo maduronoofreceloqueprometalaprospectivaoriginal, es decir, el desarrollo delateora socia!. Msbien Geertz reenva a sus lectores a una tradicin interpretativa queles esfamiliar alos humanistas. Un profesor de literatura,VincentPecara, observa que losestudios literarios se han apropiado de laspercepcionesgeertzianasprcticamenteconlamismapredispo-sicin que el propio Geertz ha tomado prestadas herramientas lite-rarias.!" Unhistoriador, DonaldWalters, destacaque tantoelpunto de partida [deGeertz] como la distancia quedesde lha re-corridotienenunaairedefamiliaridadparaloshistoriadores."?115. Vase Pecara, TheLimits of Local Knowledge, pgs. 248y 249.Con todo, viniendo de una disciplina ms teortica, ofreca clari-dad analtica, un vocabulario nuevo y la oportuna promesa (ya quelos archivos estaban tan superpoblados como los arrozales javane-ses) de que, si seprestaba suficiente atencin a prcticas aparente-mentemarginales, sepodanaprenderalgunascosasinteresantessobre el conjunto de la sociedad.As, y tal vez paradjicamente, no slo antroplogos, sinotam-binhistoriadores y estudiosos de laliteraturahanaclamado aGeertz comoterico. Cuando, en1977, un grupode adalides de lahistoriografa intelectual americana se reuni para discutir nuevasdireccionesensudisciplina, se declarvirtualmentea Geertz-ausenteen carne-el santopatrndel congresov.'!?En1990,Robert Darnton proclam en trminos generales que laantropolo-ga ofrece al historiador loque el estudio de lamentalit no ha sidocapaz de proporcionarle, una idea coherente de cultura, indicandoque, en laprctica, sereferaalaantropologa geertziana.!"Le-yendo aGeertz, comenta Ronald Walters al escribir sobre los his-toriadores, parece ser una delas pocas cosas compartidas por gen-tesqueraramentese leenlosunosalosotros, ygentesque, engeneral, no lo leen para aprender sobre Indonesia o Marruecos, sinopara recoger ideas.!'" Los especialistas en teora literaria, citan ruti-nariamenteaGeertz sobre cuestiones decultura, simbolismo,sig-nificado y relativismo, mientras que, en otros campos, hacen lo pro-pio luminariastales como J erome Bruner en psicologaoRichardRorty en filosofa. En los estudios culturales, se ha convertido en ungur para los adeptos menos marxisants.Loque en el fondo ofrece Geertz es un elegante aval del proyec-to de la interpretacin, confirindole la legitimidad de algo que pue-de ser unaciencia yque, al menos, es mgicamenteextico en suespectro dereferencia. Algunoshistoriadores estn segurosdeha-116. Vase Donald G. Walters, Signs of the Times: Clifford Geertz andHistot-ians. Social Research, n 47,1980, pg. 539.117. VaselaintroduccinaJohnInghamyPaul K. Conkin(comps.), NewDrections in AmericanIntellectual Hstory, 1979, pgs. xvi-xvii.118. Vase Robert Darnton, The Kiss of Lamourette: Reflections inCulturalHistory, Nueva York, W. W. Norton, 1990, pg. 216.119. Vase Walters, Signs of the Tirnes. Vase tambin Alerta Biersack,Local Knowledge, LocalHistory:Geertz andBeyond, en Lynn Hunt (comp.), TheNewCultural Hstory, Berkeley, University of Califomta Press, 1989, especiahnentepgs. 76 y77. Por otraparte, algunos historiadores semuestran preocupados porla falta de intersde Geertz enla cronologay el cambio: vase, por ejemplo,WilliamSewell Jr., Geertz, Cultural Systems and History: FromSynchronytoTransformation, Representations, n 59, verano de1997.142 CULTURACLlFFRDGEERTZ 143ber estado escribiendo etnografas desde siempre, al tiempo que elejemplo deGeertz ha animado a los historiadores culturales a sepa-rarse de los historiadores sociales y econmicos. Amedida que Geertzse ha ido distanciando delas aproximaciones de las ciencias socia-les, ha acabado revelndose como un humanista tradicional. Sus re-ferencias, sus intereses, sus maneras e inclusolas materias queaborda se dirigen cada vez ms a loque en tiempos se llamaba altaculturay, anantes, culturaasecas. El estilode Geertztambinpromuevelaernpata, al seraforstico, conscientementeliterario,as comoplagadodealusionesrefinadas y referenciasdeconnais-seur a Wittgenstein, Lionel Trilling, Kenneth Burke y RichardRorty. Finalmente, Geertz es algo as como un dirigente en los luga-res ms sagrados dela academa americana. * En definitiva, no sor-prende que su ejemplo haya inspirado aloshumanistas aexplorarlaotredad en lacosmovisin deJane Austen, e! barullo delosco-merciantesfrancesesdel sigloXVIII oloselaborados ceremonialesdela corte en Versalles.En el seno de la antropologa, se dibujan dos grandes respuestascrticas a la trayectoria intelectual de Geertz.!" Un enfoque mantie-ne que abandon e! buen camino cuando perdi inters en la histo-ria social, e! cambio econmico y larevolucin poltica para empe-zar a tratar la cultura como un primer motor de los asuntoshumanos y, al final, como un campo deestudio suficiente en s mis-mo. Losautorescon semejante visin discutenaGeertze! rol do-minante que le atribuye alacultura. Argumentan que losmodelosculturales sirven a lospropsitos polticos defacciones determina-das. Lacultura, comolaideologa, secontestaynosolamentesetraga. El otro cargo contra Geertz pretende que ste tom la sendacorrecta, pero se ha quedado corto. No se habra atrevido a trabajarafondo las implicaciones desu percepcin, segn la cual, las etno-grafassonconstruccionesculturales ms queintentosfrancos ysencillos decontar las cosas tal como son. Aunque no es un positi-vista, contina convencido deque la etnografa es en algn sentidouna empresa cientfica.Unpartido prefiere al Geertz temprano, e! otroprefiere al ma-120. Vanse las Lecturas Complementarias recomendadas al final del captulo.* N. del t.La expresin en ingls esthe mast sacred groves of (he American aca-deme, literalmentelos basqueeillosms sagradosdelaAcademiaamericana,una expresin extrada de Milton, quea su vez utilizaba la palabra grave. de origenincierto, peroquese referaa losbosquecillos efectivamente sagrados -lugares deculto- de losantiguos habitantes de las Islas Britnicas.duro. Pero ambos infravaloran la preocupacin central desu obra.Ha afinado y puesto a punto la definicin de cultura, para luego tra-tarla segn sus propios trminos -o, mejor, segn losque l le atri-bua-, en calidad desistema simblico, una mezcla detextos quefuncionamediantemetforas. En ltima instancia, para Geertz, lacultura vieneasignificar algo muy parecido aloque quera decirpara los viejos humanistas: el eptome delos valores que gobiernanunasociedad, materializadocon mayor perfeccin enlos ritualesreligiosos y el arte destinado para la lite. Estos virajes en e! nfasisse reflejan en la ornamentacin creciente de! estilo de! propio Geertzy en elcmulodereferenciasque indican una lealtada la culturams elitista que se encuentra a mano.Por encima detodo, el mensaje deGeertz repite que la culturaesel elementoesencial enladefinicin delanaturaleza humana,as como la fuerza dominante en la historia. Negaraes su respues-ta definitiva a la interrogacin lanzada por Parsons acerca del pa-pel dela cultura en la accin social. Lacultura gobierna o, en rea-lidad, la alta cultura gobierna. sta es una visin coherente,aunque, bajopresin, Geertzpuedeformularlamsvagamente,ms dbilmente, menos drsticamente. A pesar de sus protestas, elhecho es que Geertz se ha convertido en un idealista extremo y, porconsiguiente, resulta vulnerablealacrtica familiardelas teorasideolgicas de la hstora.!" Tal vez el programa parsoniano era de-masiadoambicioso; los estudiostempranosdel propioGeertzenJavailustranalgunosde los problemasquesuscitabael trasladosobre el terreno del elaborado aparato parsoniano. Con todo, Par-sons serefera a las inquietudes deWeber,Marx y Durkheim y erabastanteclarorespectoalaslimitacionesdeunahistoriografaouna sociologa idealista.A su manera, Geertz ha permanecido fiela la idea de cultura de Parsons y tambin a su crtica del conduc-tsmo, pero ha perdido e! inters en los temas sociolgicos, aunquesin explicar ni justificar semejante viraje. Simplemente losha ilus-trado. En Negara, lasociedadese! mugrientoreinodel campesi-nadomientras que, el tiempo nose mueve enlacorte, centroverdadero del universo tanto para losbalineses como para losan-troplogos.Vaya deleitarme en losdesarrollos culturalmente especficos,121. Geertzsehadefendido vigorosamente contra la acusacin de ser un rela-tivista. Vase sudistinguida conferencia paralaasamblea anual dela AsociacinAntropolgica Americana (AAA), CliffordGeertz, Anti Anti-Relativism, AmericanAnthropologist, n" 86, 1984, pgs. 263-278.144 CULTURACLIFFORDGEERTZ 145enfrascarme en los procesos de razonamiento y zambullirme de ca-beza ene! sistema simblico.dijoGeertz anteuna audiencia de!Yale Law School en1981; esono hace que e! mundo desaparezca,lo saca a la vsta-!" Sin embargo, algunas partes del mundo s des-aparecen. Los polticos nacionales, los soldados indonesios, losagentes delaCIA, los empresarios chinos, todos ellos se pierden devista. El mundo en el que nos introduce el trabajo reciente de Geertzparece muy diferente de! mundo en el que estamos acostumbradosa vivir. Tambin esmenos complejo, menos acogedor que el mundode pueblerinos y ciudadanos indonesios que Geertz describa en susprimerasmonografas. Unmundosehaperdidoynoes evidenteque otro sehaya ganado.LECTURASCOMPLEMENTARIASSepuedenhallarlasreflexionesautobiogrficas de GeertzenClifford Geertz, After de Fact , Cambridge, Harvard University Press,1995(trad. cast.: Tras los hechos, Barcelona, Paids1994), as comoen una entrevista queconcedia un colega: Richard Handler, AnInterview with Clifford Geertz, Current Anthropology, vol. 32, n 5,1991, pgs.603-613.Jeffrey Alexander realiza una crtica parsoniana deGeertz en laconferencia 17de suobra, Twenty Lectures: Social Theory SinceWorld War JI, Nueva York, Columbia University Press, 1987. Una re-visin til dela obra deGeertz, con ladimensin de un libro, esladeJan Willem Bakker; EnoughProfundities Already! A Reconstruc-[ionof Geertz's InterpretiveAnthropology, Utrecht, ISOR, 1988; enlaspgs. 119-141, repasa yaquilata lasprincipales crticas que hasufrido la obra geertziana. Vase tambin J. W. Bakker et al.(comps.), Antropologie Tussen Wetenschapen Kunst: Essays OverClzfford Geertz; Amsterdam, VU Uitgeverij, 1987. Para otras crticas,mayoritariamentedeantroplogos, vanse entreotros: Talal Asad,Anthropological Conceptions of Religion:Reflections onGeertz,Man, n18,1983, pgs. 237-259; Aletta Bersack, Local Knowledgeand Local History: Geertz and Beyond, en Lynn Hunt (comp.), TheNewCultural History, Berkeley, University of California Press, 1989;Roger Keesing, Anthropology as Interpretative Ouest, CurrentAnthropology, vol. 28, n1,1987, pgs. 161-176; Vincent C. Pecora,The Limits of Local Knowledge. en H. A. Veeser (comp.) The New122. VaseGeertz, Local Knowledge. pg. 183.Historicism,Londres, Routledge, 1989; William Roseberry, Baline-seCockfigts and theSeduction of Anthropology, Social Research,vol. 49, n4, 1982, pgs. 1013-1028; Paul Shankman, TheThickandtheThin: OntheInterpretive Theoretical Program of CliffordGeertz, Current Anthropolgy, vol. 25, n3, 1984, pgs. 261-279; yDan Sperber, On Anthopological Knowledge, Cambridge, CambridgeUniversity Press, 1985. Vase tambin una reciente revisin colecti-vadelas ideas deGeertz en e! nmero deverano de 1997delare-vistaRepresentations, consagradaaensayossobreel autor, desta-cando en particular la introduccin de Sherry B. Ortner y e! artculodeWilliamH. Sewell Jr., Geertz, Cultural Systems, andHistory.Finalmente, en las notas de!captulo, se pueden encontrar refe-rencias a los estudios especificos deGeertz.Captulo 4DAVID SCHNEIDER:LA BIOLOGA COMO CULTURASlohayconstrucciones culturales delarealidad(...)Luego, en este sentido, la naturaleza y loshechos de lavida (...) no tienen una existencia independiente de la ma-nera como los define la cultura.DAVIDSCHNEIDER1En1973, Talcott Parsons haba seleccionado a Clifford Geertz yDavid Schneider como losprometedores antroplogos delanuevaescuela,pero, mientras Clifford Geertz iba a acabar como el antro-plogo del establishment, David Schneider continu siendo siempreunhombre anti-establishment, uncimarrn, un inconformista, unembaucador con algo de alborotador, siempre dispuesto a escanda-lizar a los ortodoxos, nunca en paz con sus colegas niconsigo mis-mo. Y, sin embargo, fueSchneider quien, a suestrafalaria manera,permaneci ms leal a Parsons. Nacido en Brooklyn en 1918, murien Santa Cruz, California, en1995. Sin duda noera el nico anar-quista y posmoderno en eseestado, pero probablemente era el ni-co que, en el momento de su muerte, esperaba que, por fin, Parsonsse estuviera poniendo nuevamente de moda.Sus padres eran emigrantes de primera generacin, comunistasdevotos, judos antisionistas y ateos. Despus dehaber desplegadouna incapacidad alarmante para sublimar la rivalidad entre herma-nos,loenviaron a un internado progresista dondeaprend a leer,pero nunca aprend realmente a escribir y nunca aprend realmen-tearitmtica.Y mi ortografa es atroz.' Mstarde,lateorafreu-1. VaseDavidM. Schneider, NotesToward a Theory of Culture, enK. Bassoy"H. Selby(comps.), Meaning inAnthropology, Albuquerque, Universityof NewMexico Press, 1976, pg. 204.2.' VaseDavidM. Schneider, Schneideron Schneider. TheConversinof the148 CULTURADAVIDSCHNEIDER 149diana le fascinara durante un tiempo y resulta tentador encasillar-lo en un tpico estudio de caso freudiano, condenado eternamente arevivir sus conflictos irresolutos con sus padres y su hermano. Al fi-nal desu vida, tuvoproblemas conlasfigurasqueencamaban laautoridadysiempre mostraba una agudarivalidadrespectoasuscontemporneos;sin embargo, l mismo era un buen padre, man-teniendo relaciones leales y amistosas con muchos de sus alumnos,con los cuales, por lo general, era indulgente (epona a todo el mun-do una "A" a menos que hicieran algo que lo evitase').Schneider sigui lo que, de hecho, era una diplomatura prem-dicaparapobresenel New YorkStateCollege of Agriculture, enComell. Vindose incapaz de dominar la qumica orgnica, se ma-tricul en un curso de sociologa rural en el que se deca que todo elmundopodaconseguirunaA. Otrasuerteimprevistaresultariaser suintroduccinalaantropologa de la manodeR. LauristonSharp, que no haca mucho que haba completado su doctorado enHarvard.Fcilmente apartado de la bacteriologa y, para entonces,un hombre casado, Schneider pas a Yale como estudiante de pos-grado en antropologa.Yale haba establecidosupropioinstitutointerdisciplinardeciencias sociales, la Escuela de Relaciones Humanas, pero, en con-traste con los parsonianos de Harvard, sus miembros estaban com-prometidosconunenfoquepositivistaquellamabanconductis-rrio. George Peter Murdock, que presida sobre la antropologa deYale, tena una gran feen losnmeros,mientras que la desafortu-nadaincapacidad de Schneider para aprender aritmtica en la es-cuelahacaimposiblequeni tansiquierasuperaralosexmenesms bsicos en estadstica. Adems,Murdock era un caballero cris-tianodeNuevaInglaterra, untipoquedespertabalaantipatadeSchneider. Recuerda que Murdock no le gustaba, que le era impo-sible llevarse bien con l y que no le gustaba su antropologa.4Tanpronto como se lepresent una oferta de trabajo adecuada, ledijoque se retiraba del programa y l [Murdock], en el primer signo dehumanidad quelehaba visto, selevant de suescritorio, puso lamano algo incmodo en mi hombro y dijo:"S que tendrs xito enalgo, David, pero ese algo no esla antropologa, verdad?"Contes-t, "No,seor, dejo la antropologa para siempre".JewsandOther Anthropological Stories (tal como selas narra RichardHandler),Durham, DukeUniversity Press, 1995. pg. 50.3. Ibid., pg. 223.4. Ibid., pg. 34.El trabajo se lo haba conseguido un comprensivo antroplogoingls deYale, GeoffreyGorer, vaMargaret Mead. EraenW,as-hington, en laDivisindeInspeccindeProgramas, unaseccindel DepartamentodeAgricultura. Rpidamentesemetienpro-blemas (eas que no tuve mucho tacto al decirle a Ryle que no sabadistinguir su culo de su codo... '). Trasser llamadoafilas, sirvienoficinas (tambin pronto con problemas)y, al ser desmoviliza-do decidi volver al estudio acadmico. En1946, MargaretMeadleayud a encontrar una plaza en el departamento de Kluckhohn,enHarvard, unfavor querepetira tres aos despus conCliffordGeertz.Con casi treinta aos, Schneider encontr un medio intelectualcompresivoyempticoenel nuevoDepartamentodeRelacionesSociales, unmedio, adems, quetoleraba sus groserasyautodes-tructrivasexplosiones. Por razonesquepermanecenoscuras, Par-sons devino una figura aceptable como padre (tal vez era ms bienalgoas como un abuelo). La explicacin del propio Schneider eraqueme gustaba mucho porque pensaba que era muy claro, aun-que quizs estuviese bromeando(