KIAI013 - Lou Carrigan - Con Los Pies Por Delante

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Novela de misterio

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ULTIMAS OBRAS PUBLICADAS EN ESTA COLECCION8En Tokio tambin se muere, Burton Hare.9 Tres dragones de oro, Curts Garland.10 Con las manos vacas, Lou Carrigan.11 De regalo y de pago, Ralph Barby.12El golpe de los 200 millones, Clark Carrados.

LOU CARRIGAN

CON LOS PIES POR DELANTE

Coleccin KIAI! n. 13Publicacin semanal

EDITORIAL BRUGUERA, S. A.BARCELONA - BOGOTA - BUENOS AIRES - CARACAS - MEXICOISBN 84-02-04952-4 Depsito legal: B. 221 - 1977Impreso en Espaa - Printed in Spain 1. edicin: marzo, 1977 Lou Carrigan - 1977 texto Miguel Garca - 1977cubiertaDocumentacin grfica para la cubierta cedida por SALA DE JUDO SHUDO-KAN

Concedidos derechos exclusivos a favor de EDITORIAL BRUGUERA, S. A. Mora la Nueva, 2. Barcelona (Espaa)

Todos los personajes y entidades privadas que aparecen en esta novela, as como las situaciones de le misma, son fruto exclusivamente de la imaginacin del autor, por lo que cualquier seme-janza con personajes, entidades o hechos pasados o actales, sera simple coindencia.

Impreso en los Talleres Grficos de Editorial Bruguera, S.Parets del Valls (N-152, Km 21,650) Barcelona - 1977CARTA DESDE UN JARDINAbuelo; por qu vuelan los pjaros?Porque tienen alas. Y por qu tienen alas?Para poder volar.El nio se qued pensativo, con la cabeza baja, a mirada fija en el papel que haba en el suelo de madera de la galera, ante las delgadas y huesudas manos del anciano japons, de blanqusimos cabellos y rostro oscuro, quemado por el sol.Entonces... pregunt el nio, tras larga meditacin, si no tuviesen alas, no podran volar?Claro que no, Kenjiro.Y si no pudiesen volar..., no seran pjaros?No. No seran pjaros. Qu seran entonces, abuelo?Le toc el turno de meditar al abuelo, mientras contemplaba con inescrutable expresin al nio de siete u ocho aos que permaneca de pie ante l esperando la respuesta satisfactoria, la solucin a todas sus pequeas dudas.No lo s dijo, por fin, el abuelo. No sabes lo que seran los pjaros si no fuesen pjaros?No. No lo s.Entonces..., t no lo sabes todo?El anciano sonri. En su rostro que pareca de piedra, de viejsima piedra oscurecida por los muchos, muchsimos aos, la sonrisa fue como un destello de luz, que se expandid comenzando por sus negros ojos.Claro que no lo s todo. Nadie lo sabe todo. Nadie? Nadie. Ni siquiera t? De verdad?De verdad: ni siquiera yo.Entonces..., de qu te sirve ser viejo, abuelo?No lo s, Kenjiro. Tampoco sabes eso?Tampoco.Yo crea que sabias muchas cosas.Tambin lo crea yo, hasta que t has empezado, a hacerme preguntas rio el anciano. Anda, vuelve a tu entrenamiento de Judo, por favor.S, abuelo.El nio regres al jardn, donde sus hermanos y primos, de edades entre los seis y los doce aos, estaban practicando Judo, sobre los tatami colocados all con tal fin, entre arbustos de flores, altos pinos, almendros y albrchigos. Haca fro, pero los pjaros no se haban marchado de aquel jardn. Desde los rboles, contemplaban a los nios que, bien lo saban, visitaban peridicamente a su viejo amigo del kimono blanco, del cabello blanco, de alma blanca y pura que jams les haba tan siquiera asustado con un simple gesto.Las proyecciones de Judo se sucedan unas a otras, en sus movimientos bsicos: tsuri komi goshi, tai otoshi, o uchi gari, o soto gari, okuri ashi barai... Las cadas de los proyectados, los ukemi, eran perfectos. No era la mano del lado de la cada la que golpeaba en las colchonetas, sino todo el brazo, bien extendido, tenso, pero no rgido. Los nios se movan, veloces, astutos, provocando desequilibrios, desconcierto, cadas... De cuando en cuando, una cada no era lo bastante buena para ser considerada como ippon, o punto decisivo. Entonces, el que haba efectuado la proyeccin segua al suelo al proyectado, caa sobre l, lo aprisionaba entre su cuerpo y la colchoneta, prosiguiendo, implacable, la lucha en el suelo, la Ne Waza, para culminar el principio de victoria iniciada con la Nage Waza.De cuando en cuando, de algn infantil vientre brotaba un Kiai ya poderoso, vibrante, revelador de una gran energa sorprendente. Dooiiooo...! suba hacia el cielo el Kiai, el grito expresivo de la energa vital de aquellos infantiles cuerpos.Sensei, el Maestro, contemplaba ahora a sus nietos y biznietos. Especialmente, al mayor de sus nietos, Masao. Tena doce aos, y unas manos sorprendentemente grandes, y tan fuertes, el Maestro lo saba, que con ellas poda alzar a un hombre no entrenado en la lucha y estrellarlo contra la pared, o romperle un brazo, o el cuello, o la espalda, en una proyeccin difcil de imaginar.S... La vida sigue su curso. Se acaba en unos, y va creciendo en otros. Como las hojas de los rboles, unos hombres se van para que otros lleguen. Slo hay que procurar que, los que lleguen, como las nuevas hojas, sean frescos y puros...El Maestro movi la cabeza, y dedic de nuevo su atencin a la carta que estaba escribiendo, en una postura que a un hombre occidental le habra resultado no ya difcil, sino incluso penosa: el papel en el suelo ante las flexionadas rodillas, el cuerpo erguido, el brazo extendido. Sin embargo, el Maestro estaba cmodo as, su vista era buena, su pulso era firme.As estaban las cosas en el jardn de la casa del Maestro cuando lleg Sumi, uno de los hijos del Maestro. Sumio Inomura era un hombre de negocios muy importante, sexto Dan de Judo, multimillonario..., pero, antes que nada, era hijo del Maestro. Lo mir, y como su padre no diese muestras de haberlo odo ni visto llegar, se sent en la galera de madera, y se qued mirando a los nios, en silencio. En completo silencio, porque si alguien tena que hablar all, si alguien poda dar instrucciones a los nios, no era l, sino su padre, el viejo Maestro.Este, por fin, termin la carta, la puso en un sobre, lo cerr, y mir a Sumio.Bien venido, Sumio.Buenas tardes, padre. Bien hallado. Ya es la hora de recoger a los nios?S, padre sonri Sumi. Pero si lo deseas, puedo dejarlos contigo hasta maana.No. Deben descansar, hablar entre ellos, y ver el rostro de sus padres antes de dormirse. Todo va bien por Tokio?Todo va normal, padre.Supongo que eso es bueno. Quiero que le deis a Masao el cinturn negro.Sumi parpade, mir al jovencsimo Masao, y de nuevo a su padre.Lo que t digas, padre.Hazlo t, en tu escuela de Tokio. Cuando Masao vuelva a visitarme, quiero verlo con su cinturn negro de Primer Dan.Es muy joven, as que va a sentirse muy ufano. Mucho me temo que estar insoportable una buena temporada.Es un triunfo que ha conseguido l solo: tiene derecho a disfrutarlo. Sed benevolentes con l, pero tambin generosos en vuestros halagos.S, padre. Ests bien? Necesitas algo?El Maestro mir hacia el sol, ya rojo de ocaso, y sonri:Tengo todo lo que necesito: la vida, el sol, buenos hijos y buenos nietos, unos granos de arroz y un poco de fruta, flores, viento y cielo. Sin embargo, deberas hacerme un pequeo servicio, hijo mo: toma esta carta, franquala y crsala.S, padre.Sumi tom la carta, y la guard en un bolsillo interior de su chaqueta de impecable corte occidental. Luego se puso en pie, bati palmas, y al instante todos los nios corrieron hacia l, y luego hacia el gran cuarto de bao y duchas del ryokan de su abuelo.Poco despus, ya duchados y vestidos, todos desfilaron ante el Maestro, haciendo inclinaciones de cabeza, mirando con ojos sonrientes al anciano que, una vez por semana, comparta sus vidas y les enseaba cosas que no aprendan en otros sitios. El Maestro fue posando su arrugada mano sobre cada hmeda cabeza de crespos cabellos que se inclinaba ante l. Casi se ech a rer cuando el pequeo Kenjiro, con la cabeza inclinada, pero alzados hacia l sus hermosos ojos oblicuos, pregunt:Y si una serpiente tuviese alas..., podra volar, abuelo?Sin duda alguna. Y entonces ya no sera una serpiente?Entonces, sera un pjaro.Yo no entiendo eso, abuelo.Yo tampoco admiti el Maestro. Pero pienso que cada ser de este mundo es como es, porque as conviene. Sin embargo, aun siendo cada uno como es, tiene que esforzarse siempre en ser cada da mejor. Y dime, Kenjiro: t sabes cmo un hombre puede ser mejor cada da?Siendo cada da ms bueno y noble, abuelo.Ve en paz: ya sabes tanto como yo, Kenjiro.El nio abri mucho os ojos, en verdad atnito. Sumio tuvo que apartarlo suavemente de delante del anciano, para inclinarse ante l, en silenciosa despedida.Poco despus, con todos los nios alborotando dentro del formidable Toyota", Sumio Inomura ya no pudo resistir ms su curiosidad, as que sac la carta que su padre le haba entregado para darle curso, y mir el nombre del destinatario:CLIFFTON M. MARSH 39, Charles Street LONDON - W 1 B 3 United Kingdom

CAPITULO PRIMEROFinalmente, Cliffton Marsh no tuvo ms remedio que or el sonido del timbre.De muy lejos, eso s. Lejos, lejos, lejsimos... No es que el timbre de la puerta de su apartamento estuviese lejos del laboratorio casero, sino que todava estaba muy lejos de la atencin mental de Cliffton. Pero, bruscamente, se acerc, y la nueva llamada pareci taladrarle los tmpanos. Demonios! resping.Se pas las manos por la cara, frotndola con fuerza. No saba qu hora era, ni qu da... A decir verdad, ni siquiera saba quin era l en aquellos momentos. Son los inconvenientes de la investigacin cientfica: lo absorbe a uno de tal modo que pierde la nocin del tiempo, de la vida misma.Mientras sala del laboratorio instalado modestamente en su apartamento, Cliffton Marsh volvi a pasarse las manos por la cara, y por la greuda cabellera rubia. Al pasar por delante del espejo del recibidor, se reconoci a s mismo, se sonri, y se salud con un alegre gesto. Hola, Cliff! dijo, en voz alta.Tena treinta aos, era alto, atltico, rubio, ojos claros. Su aspecto poda ser de atleta de cualquier especialidad: futbolista, luchador, remero, saltador de prtiga... Cualquier cosa... menos investigador cientfico. Claro que, si segua trabajando en aquello, no tardara muchos aos en ser encorvado, calvo y miope, pero, mientras tanto, Cliff Marsh era todo un tipazo.Mientras con la mano derecha asa el pomo de la puerta del apartamento, alzaba la izquierda, para mirar la hora: las siete menos cuarto de la noche. O sea, que ya estaba bien de trabajar. Ahora, un poco de whisky, buena msica, quiz un paseo... Cualquiera de esas cosas agradables.Abri la puerta, amable el gesto...Y el pasmo fue mutuo.Cliff era alto, rubsimo, ojos clarsimos, guapo y atltico, cierto. Poda causar el pasmo de aquella muchacha que tena ante l en el pasillo. Pero, al mismo tiempo, ella dejaba a Cliff no menos pasmado, boquiabierto, petrificado... No era muy alta, ni tena los ojos claros.. Ni siquiera era rubia! Era... todo lo contrario: estatura mediana, ojos oscuros, cabellos negrsimos. Pero qu cuerpo, qu ojos, qu cabellos...! Las formas del cuerpo casi marearon a Cliff, los ojos lo cegaron, tan brillantes eran... y la boca? Llena, alargada, roja, fresca... El cuello era esbelto, la garganta delicada, blanqusima.... y desapareca en trgido barranco senos abajo; senos altos, henchidos, firmes. La bellsima aparicin estaba en bata, indiscretamente abierta, pero el defectillo fue corregido por una mano esbelta, fina, de dedos delicados, con las uitas pintadas de un tono rosa claro.Perdone dijo la muchacha, en un ingls perfectsimo; tiene usted telfono, seor Marsh?Toma, claro que tengo telfono dijo Cliff. Me permitira utilizarlo? Es que llegu ayer, y todava no me han instalado el mo. Quiz he debido salir a la calle, pero he pensado que como buenos vecinos que espero seamos, usted no iba a tener inconveniente en permitirme telefonear.No tengo ninguno asegur Cliff.Entonces..., me permite pasar?Toma, claro.Se apart, y la preciosa muchacha entr en su apartamento. Cliff cerr la puerta, y seal hacia el fondo del vestbulo. Por el corto pasillo llegaron al saloncito, donde Marsh volvi a sealar, ahora hacia el telfono.Es todo suyo ofreci.Muchas gracias. Ayer, cuando llegu, mir los nombres de los vecinos del edificio en los buzones para la correspondencia. Como slo, somos seis, fue fcil memorizarlos. Y an ms fcil el de usted, que es ms vecino que los dems, ya que estamos en el mismo piso. De verdad no le molesto?Claro que no.Es usted muy amable.La muchacha fue a sentarse en una butaquita, descolg el auricular, marc un nmero, y segundos despus comenzaba a hablar, pero no en ingls, sino en un idioma del cual Cliff apenas entendi tres o cuatro palabras. Cuando la muchacha colg, Cliff estaba mirndola como embobado, con un cigarrillo colgando de los labios.Usted no es inglesa dijo.No, no... Soy espaola,Cliffton Marsh qued un instante atnito, como si la vecinita acabase de decirle que era marciana. Luego, de pronto, sonri, y exclam: Oleee!Ella se ech a rer de buena gana.Me temo que voy a decepcionarle, seor Marsh: no soy bailadora, ni guitarrista, ni torera, ni gitana. Solamente soy licenciada en Filosofa y Letras, en mi pas, y estoy en Londres para dar clases de espaol en un colegio privado ingls. Atiza!Cosas de la vida. De todos modos, hay cosas que se llevan en la sangre, as que si algn da quiere verme bailar, espero no quedar demasiado mal. Por algo soy de Sevilla. Conoce usted Sevilla, seor Marsh?Sevilla..., ol!Muchas gracias rio ella de nuevo, bellsima. Si en algo puedo serle til yo a usted, le suplico que me lo pida inmediatamente. Me llamo Sagrario Vargas.Agaro Bragas asinti Cliff.No, no... enrojeci Sagrario, Sagrario Vargas. VAR-GAS.Vargas.Eso es. Hace mucho fro en Londres, verdad? Fro?S, fro... Brrr, qu fro! Comprende?Lo comprendo muy bien, porque usted habla el ingls mejor que yo... No funciona su calefaccin? Oh, s!, por fortuna eso si funciona. Bueno, en realidad, lo nico que me falta para estar bien instalada es el telfono. Antes de llegar, algunos amigos se encargaron de acondicionarme el apartamento. Bien, seor Marsh, de nuevo gracias, y... Felices Pascuas! Qu?Merry Christmas.Ah... Oh, s, entiendo...! Merry Christmas? A qu viene eso ahora?Pues, salvo gran error por mi parte, dentro de pocos das es Navidad, y como no s si nos veremos antes de entonces, me permito desearle mucha felicidad. Es usted muy amable, Vargas..., miss Vargas! De modo que estamos cerca de Navidad?Me parece que si rio Sagrario. No lo saba?Mmm... Pues... Bueno, creo que esa informacin anda por alguna parte de mi cerebro... De modo que es usted licenciada en Filosoletras y Sofa? Por Dios, no! solt una deliciosa carcajada, Sagrario: He dicho Filosofa y Letras!Ah! S, claro... Y usted?No, no. Yo no. Le pregunto qu es usted! Yo? Soy hombre. S, s: hombre. Eso nadie lo duda! rio una vez ms la espaola. Pero a qu se dedica?Ah, ya...! Soy doctor en Ciencias Qumicas. Virgen Santsima!No, no... En Virgen Santsima, no. Slo en... De qu se re usted ahora, miss Bragas?Vargas hip Sagrario, VAR-GAS!Es usted muy guapa balbuce Cliff: Muy guapa! Qu bien re!Supongo..., que como todo el mundo pudo decir entre risas Sagrario.No, no... Claro que no! Por ejemplo, yo ro muy mal. Y si no, escuche: ja, ja, ja... je, je... Je! Ay, Dios mo! se llev Sagrario las manos al vientre, Ay, Dios mo, que me muero de risa...! Usted. .. usted es ingls, seor Marsh?Toma, claro.Pues resulta... de lo ms gracioso. Yo soy gracioso? Graciossimo! Qu te parece? se pasm ante s mismo Cliffton Marsh. Muchacho, ste es tu da. Oiga, miss... Var-gas: aceptara tomar conmigo un trago de sol? Un trago de qu?De sol. Ahora que recuerdo, hace un par de aos un amigo mo estuvo en Espaa, y me trajo una botetella de regalo. Me dijo que era sol de Espaa aprisionado. Pero es lquido, palabra. Sol de Andaluca embotellado! Sagrario ya no poda rer ms. Su amigo le trajo una botella de vino andaluz, seguramente de Moriles, Montilla, Jerez, Sanlcar... A algunos vinos los llamamos as: sol de Andaluca embotellado.Cliffton Marsh qued meditabundo unos segundos, antes de asentir con un gesto lento, todava un tanto incierto.La verdad es que mi impresin era que la industria espaola no estaba tan desarrollada como para embotellar el sol. Bueno, el hecho cierto es que tengo una botella... La puse en algn sitio, estoy seguro. Nos atizamos un driking?Pues...Tengo tambin buena msica.Es que...Y hasta recuerdo ahora una chiste muy bueno, que me cont un amigo. Ve usted ese ramo de margaritas?S se desconcert Sagrario.Pero apuesto a que no saba usted que el sitio preferido de los elefantes para esconderse es, precisamente, detrs de las margaritas. A que no lo saba?Vamos, seor Marsh... Un elefante no puede esconderse detrs de una margarita! Ah, no? Bueno, acaso ve usted algn elefante detrs de esas margaritas? Claro que no! Cmo habra de verlos, si estn escondidos detrs?Sagrario se qued con la boca abierta..., antes de volver a rer con autnticas ganas... Cliffton Marsh se abalanz hacia un mueble-bar, lo abri, y comenz a buscar, hasta que encontr la botella llena de polvo, que mostr triunfalmente. Aqu tenemos...! No la agite! se aterr Sagrario. No haga eso!--Oh, est bien... Esto... Qu me dice? Tiene sacacorchos?Mire, seor Marsh, agradezco su invitacin, pero... Vaya, no s si se ha dado usted cuenta, entre otras cesas, de que estoy en bata...Hagamos una cosa: usted va a quitarse la bata, y se viene para aqu con un sacacorchos, mientras yo me pongo el esmoquin. Qu le parece?Si me quito la bata an ser peor.No creo. Quiero decir que se ponga otra cosa, claro... Je! Aunque por m... O sea, que... Ejem... La espero?Sagrario Vargas estuvo unos segundos mirando con gran atencin al gigante rubio de los ojos claros, y por fin, asinti:Est bien. Concdame quince minutos... De acuerdo? Estupendo! Oiga: esto se pone al fro o no? Pues... S, pngalo en la parte inferior del frigorfico estos quince minutos. Hasta ahora, seor Marsh.Cuando vino a darse cuenta, Cliff Marsh estaba desoladamente solo. Reaccion vivamente, corriendo hacia el cuarto de bao, a cuyo espejo se mir. Torci el gesto, procedi a peinarse, y acto seguido pas al dormitorio, donde con rapidez asombrosa se puso el esmoquin, para correr a mirarse de nuevo al espejo.Tremendo se dijo: Allriqht! Bueno, creo que debera mejorar el nudo de... La botella!Sali corriendo en busca de la botella, y fue a ponerla al frigorfico. Menudo plan haba ligado! Y con una espaola morena, bellsima, de ojos fantsticos, cuerpo sensacional..., y seguramente tan apasionada que...!El timbre del telfono le ocasion una sacudida de pies a cabeza. Por un instante, pens que era Sagrario Vargas quien le llamaba, para disculparse, pero, pese a lo tremendamente despistado que era record que eso no poda ser, porque ella no tena telfono. Menos mal!Regres al saloncito tras colocar la botella en el frigorfico, y atendi la llamada.Marsh... se present. Diga? Cliffton Marin Marsh? oy la voz con extrao acento.S, en efecto. Qu desea?Marsh, soy tu condiscpulo Hoi Yue; no nos conocemos, pero somos condiscpulos. Te ha avisado Sensei de mi llegada?La mirada de Cliff fue hacia uno de los cajoncitos de la librera, despacio. Y tambin despacio, sbitamente serio, se sent en el silln.As es, Hoi Yue: el Maestro me ha avisado. Dnde ests?En el aeropuerto de Heathrow. He llegado hace unos minutos. Puede venir a recogerme?Desde luego.Gracias. No quisiera preocuparte, ni parecerte exigente, pero a menos que lo hagas pronto y dispuesto a todo, slo llegars a tiempo para verme con los pies por delante... Quiero decirte con esto que si no quieres complicarte la vida, no tienes por qu hacerlo.No seas estpido gru descortsmente Marsh. Supongo que eres chino, no?S. Seguramente, vers ms chinos en el aeropuerto, pero me identificars porque llevo slo una pequea maleta, que llevar en la mano izquierda. En la derecha voy a llevar un ejemplar del The Times. Mi traje es color castao claro... Tengo treinta y dos aos.Yo tengo treinta aos, soy alto y rubio, y seguramente llegar con cara de mala leche. Y vestido de esmoquin. Salgo inmediatamente, Hoi Yue.Gracias.Marsh colg, fue hacia la librera, y del cajoncito que haba mirado sac la carta que haba recibido haca cinco o seis das. La ley rpidamente:Estimado Cliff:"Hace unos das, otro de mis discpulos, Hoi Yue, se comunic indirectamente conmigo, pidindome ayuda y consejo. La ayuda que pude prestarle fue bien poca: algo de dinero para que pudiese viajar a reunirse contigo. El consejo, fue que confiase plenamente en ti y en tus conocimientos profesionales. S que Hoi Yue ha iniciado el viaje hacia ah, pero ignoro cundo llegar, pues me temo que la ruta no le va a ser fcil. Pero tiene algo muy importante que quiere mostrarte, y tengo la certeza de que entre ambos conseguiris algo positivo. Es mucho pedirte que atiendas a Hoi Yue, que, como t, es uno de mis ms queridos discpulos?"Recibe todo mi afecto."Sensei."Junto a la firma, estaba la estrella de la Kuro Aras-hi, la muy peculiar organizacin que diriga el Maestro: una estrella de seis puntas, completamente negra, excepto los orificios en blanco que indicaban la posicin de los ojos y la boca; unos ojos de extremos alzados, terribles, una boca con las comisuras curvadas hacia abajo, en un gesto hosco, hostil, amenazador... La estrella distintivo de la Negra Tempestad...No musit Marsh: No es mucho pedirme, Maestro.Se guard la carta en un bolsillo, y, sin ms, sali del apartamento.* * *Hoi Yue colg el auricular, y, tras mirar preventivamente alrededor, sali de la cabina telefnica, sujetando ya con la mano izquierda su pequea maleta y con la derecha el ejemplar del The Times...Sus esperanzas fueron vanas. No haba conseguido despistarlos. Primero vio a los dos hombres de raza china. Luego, vio al otro. No conoca a ninguno de los tres, pero supo que eran ellos. Por el momento, no vea a ninguno de los dos hombres blancos que le haban estado mirando cuando pas por la revisin de pasaportes, pero era obvio que haban sido sustituidos, quiz para engaarle.S. Eso deba ser. En principio, podan haber pensado en atacarle directamente, pero, al verle telefonear, haban cambiado de idea. Y Hoi Yue supo cul era la nueva idea: esperar a ver a quin haba llamado l, y cazarlos juntos. Matarlos juntos. O quiz pensasen que l haba enviado la libreta por correo, desde otro lugar, a alguien de Londres, y que ese alguien era la persona a la que haba llamado, y queran conocerlo, para atacarlo tambin...Hoi Yue tena dos alternativas. Una: esperar a que llegase Marsh, y as tendra ayuda. Pero iba a ser una ayuda muy relativa, ya que, por supuesto, Marsh llegara sin arma alguna, de modo que sera fcil vctima de aquellos hombres, que s estaban armados; en definititiva: todo lo que poda conseguir era que matasen tambin a Cliffton Marsh. As que esta alternativa no le gust a Hoi Yue. Ni le convena que Marsh muriese, ni tena derecho a meterlo en una trampa que ya no admita dudas, una trampa mortal.La segunda alternativa era por dems arriesgada, pero... slo para l, para Hoi Yue. Y, por otra parte, presentaba ciertas posibilidades de xito. l era joven, fuerte, rpido... Por qu no probar?Estuvo caminando como distrado de un lado a otro del amplsimo vestbulo, mirando a todos lados, como si no se percatase de la presencia de aquellos hombres... Y de pronto, comenz a correr. Corri velozmente hacia el grupo de personas recin llegadas a Heathrow, y que parecan esperar algo. Parecan un grupo de turistas, rodeados de maletas y paquetes de todas clases. S, seguramente eran turistas, que estaban esperando el autocar especial que les llevara a todos juntos a Londres, donde iniciaran una semana o dos de interesantes vacaciones...Hubo grititos, exclamaciones de sobresalto, respingos, protestas, cuando Hoi Yue, rudamente, se meti entre el grupo de turistas, empujndolos a todos, apartndolos, cruzando entre ellos a toda prisa, interponiendo el grupo entre l y sus vigilantes asesinos. Cuando hubo cruzado el grupo, dejaba atrs un montn de personas protestando airadamente..., y tres hombres, dos chinos y uno blanco, que, componiendo una mueca de sobresalto y rabia a la vez, se lanzaban tras l, ya sin disimulos, rodeando el grupo de turistas.En un instante, los tres perseguidores comprendieron la inquietante verdad: jams alcanzaran a un hombre que corra como Hoi Yue. Mientras l se desplazaba velozmente, alejndose, ellos se vean en apuros tan slo para conservar el equilibrio sobre el brillante suelo del vestbulo.Slo haba una cosa a su disposicin que fuese ms rpida que Hoi Yue.Y esa cosa fue utilizada. El hombre blanco sac la pistola, apunt un instante hacia la espalda de Hoi Yue, y apret el gatillo,Plop, chasc el arma.Veintitantos metros ms all, Hoi Yue lanz un alarido, dio una vuelta en el aire, cay sobre el vientre, y se desliz as sobre el resbaladizo piso; y an no se haba detenido cuando se puso en pie, dispuesto a continuar corriendo.Plop, plop, dispar uno de los chinos.De nuevo grit Hoi Yue, curvndose, ahora, hacia atrs, llevando crispadamente las manos hacia la espalda. Esta vez no salt; simplemente, cay violentamente de rodillas, luego de cara..., y qued inmvil.Alrededor se oan gritos, chillidos histricos, carreras de pies, alguna cada... Los dos chinos y el hombre blanco corran hacia Hoi Yue. Llegaron junto a l, le dieren la vuelta, y el asesino de raza blanca comenz a registrarle frenticamente los bolsillos, pasando a los suyos todo lo que encontraba. Uno de los chinos haba recogido el Times. El otro miraba alrededor, en busca de la pequea maleta de Hoi Yue, que deba haber sido enviada por ste no muy lejos, al recibir los balazos..No muy lejos, se oa un silbato policial. Granger, la polica! exclam uno de los chinos.El asesino blanco alz el contrado rostro picado de viruela, solt una horrenda maldicin, y se incorpor rpidamente. Vmonos! grit.

CAPITULO IINada ms entrar en el aeropuerto, Cliff Marsh comprendi que algo haba sucedido. Y tard muy poco en enterarse: haban matado a un hombre a balazos.En pocos segundos, estuvo en situacin de hacerse cargo de la verdad. Se qued mirando el cuerpo tendido en el piso, cubierto con una manta de viaje de algn compasivo turista. Ni siquiera intent acercarse. Simplemente, mezclado entre el resto del pblico, asisti a la llegada de los enfermeros, que se hacan cargo del cadver para llevarlo a la ambulancia. Por un instante, pudo ver el rostro oriental del cadver. Un rostro lvido, crispado. Por un lado de la boca se le vea una estra de sangre ya seca...Cliff Marsh estaba seguro de que aqul era Hoi Yue, por la sencilla razn de que haba muerto a balazos. Hoi Yue no deba utilizar armas, de modo que si aquel hombre fuese un enemigo suyo no habra muerto as, ciertamente. Poda equivocarse, y ojal fuese as, pero si lo era, recibira prximamente otra llamada del muerto.Sin embargo, no se movi. Como clavado al suelo, permaneci all, mirando serenamente a todos lados, en busca de algn rostro que llamase su atencin de modo especial. Fue en vano. Oa comentarios sobre lo sucedido, eso era todo. Pero tena la certeza de que si se interesaba directamente por el hombre muerto, alguien se fijara en l. Alguien a quien l no conoca, y que poda atacarle impunemente en cualquier momento.No. No se dara a conocer, por el momento. Antes tena que reflexionar.Se dirigi hacia un bar, se acomod en un taburete, y pidi un whisky. S, seor, un whisky. En el bar se hacan comentarios sobre lo sucedido, naturalmente, pero nada que pudiese ayudarle a l.Era suya la culpa? Tras pensarlo detenidamente, se dijo que no. Claro que no. Si Hoi Yue le hubiese avisado antes de llegar, l le habra estado esperando, y quiz las cosas habran sucedido de otra manera. Quiz.Bien..., qu era lo que quera mostrarle Hoi Yue? Era algo relacionado con su trabajo, naturalmente, puesto que as se lo comunicaba Sensei en la carta... Relacionado con Ciencias Qumicas?Cliff sac la carta, y la ley una vez ms. Bien..., qu poda hacer ahora? Por supuesto, enterarse discretamente del lugar al que era llevado el cadver de Hoi Yue. Muy bien. Y luego?No tena ni la menor idea, as que decidi regresar a su apartamento en Mayfair, y all comenzar a telefonear hasta saber adnde haban llevado a Hoi Yue.Pag el whisky, abandon el aeropuerto en direccin al estacionamiento, y poco despus emprenda el regreso a Londres. Eran casi las diez de la noche cuando se detena ante su puerta, llavn en mano. Entonces, vio aquel objeto introducido en la ranura de la cerradura: un sacacorchos, cuya aguda punta haba sido metida en la ranura, de modo que se sostena all, horizontal al suelo.Inmediatamente, Marsh mir hacia la otra puerta de aquel piso, y a su memoria acudi la bellsima imagen de Sagrario Vargas. Vaya por Dios..., menudo plantn le haba dado al bombn! Y, ciertamente, no tena ganas de juerga en aquel momento. Ni siquiera tena deseos de disculparse. Ocasiones mejores habran. As que abri la puerta, entr, cerr silenciosamente tras l, y tras dejar el sacacorchos sobre la mesita, tom el listn telefnico y frunci el ceo.Por dnde empezaba...?Antes de las doce de la noche saba dnde estaba Hoi Yue: naturalmente, en el Depsito de Cadveres Central, donde se procedera a esperar que alguien reclamase el cadver, o lo identificasen. No llevaba documentacin? No. Ni siquiera pasaporte? No, no llevaba nada encima, absolutamente nada: le haban vaciado los bolsillos. Quin era l? Conoca a la vctima? Marsh esperaba esta pregunta, naturalmente, y cuando se produjo, simplemente, colg el auricular.Y cerr los ojos.Pero fue peor, porque al no ver stos nada, su mente continu proyectando, como en una ntida fotografa, la imagen de Hoi Yue, saliendo del aeropuerto en camilla, con los pies por delante.Est bien susurr, sin abrir los ojos: Est bien.* * *Estaba cansado, aburrido y amargado cuando, ya de noche, apareci la chinita.Se qued mirndola sbitamente interesado, aunque, realmente, con pocas esperanzas. Se haba pasado todo el da delante del Depsito de Cadveres, esperando ver algo o alguien que mereciese su inters. Y ahora, cuando tan cansado y aburrido estaba, y se deca que estaba perdiendo estpidamente el tiempo, apareca la muchacha china, llegando en un taxi. La vio apearse, mirar hacia el Depsito de Cadveres...Marsh se irgui en el asiento de su automvil. Iba a entrar all, o simplemente viva cerca y...?Entr. La muchacha fue directa a la entrada, y des- apareci de la vista de Cliffton Marsh, que se dedic a reflexionar. En Londres haba gente de todas las razas, desde luego, as que la llegada de la chinita poda obedecer a cualquier causa, o, aunque fuese relacionada con alguna muerte..., por qu precisamente con la de un chino?La chinita sali casi media hora ms tarde. Para entonces, estaba lloviendo. En decir, caa esa fina lluvia he- lada que ms parece agua pulverizada, y que convierte todas las luces de la ciudad en cegadoras estrellas de diversos colores. El piso de la calzada pareca un espejo, la visibilidad era psima.Marsh miraba fijamente a la muchacha china, que haba abierto el bolsito, y sacaba de l algo brillante, Ah!; era una chica prevenida, s, seor: lo que sac fue un impermeable transparente, que se puso, en el zagan. Estaba claro que no tena grandes esperanzas de encontrar un taxi, y esto se confirm cuando comenz a caminar, alejndose. Casi al mismo tiempo Cliff Marsh capt el movimiento de unas luces recin encendidas. Primero vio las amarillas, de posicin delantera; luego, las rojas, de la parte de atrs. A la derecha del coche recin puesto en movimiento, caminando bajo la fina lluvia por la acera, vea a la muchacha china. Cliff apret los labios, y puso en marcha el motor de su coche, que zumb suavemente, pese al fro. Accion el limpiaparabrisas, que comenz a quitar del cristal aquella especie de niebla adhesiva: ziii-zaaas, ziiis-zaaass, ziiis-zaaas...Alguien haba tenido la misma idea que l? Esperar a alguna persona que pudiese ser relacionada con Hoi Yue? La cosa pareca bastante clara: en el aeropuerto, haban visto a Hoi Yue llamando por telfono, y haban llegado a la conclusin de que alguien, el receptor de aquella llamada, acudira tarde o temprano para saber cosas de Yue. Es decir, que si eso lo hubiese hecho l, sera a l a quien estuviesen siguiendo...Ziiizzz-zaaasss, ziiisss-zaaaasss!El coche que le preceda se adelant a la muchacha, y cuando la decepcin comenzaba a producirse en Cliff Marsh, el vehculo se detuvo, muy pegado al bordillo, y dos hombres se apearon rpidamente, acercndose a la muchacha. Los dos hombres se detuvieron ante ella, y Marsh la vio alzar vivamente la cabeza. La muchacha comenz a negar. Uno de los hombres la tom del brazo, y tir de ella hacia el coche.Marsh detuvo el suyo, se ape, y ech a correr hacia el grupo, en el que nadie reparaba. Apenas se vea, haca fro, el tiempo era incmodo, adems. En realidad, no haba nadie en la calle, en aquel momento.Pero s estaba Cliffton Marsh, que, a unos tres metros del grupo, dej de correr... para echar a volar.Uno de los hombres que estaba con la muchacha volvi la cabeza, y la alz, sobresaltado, para mirar aquella forma humana que llegaba volando. Sus ojos se abrieron mucho..., un instante antes de recibir en el pecho la doble patada que le propin el hombre-pjaro. Suspendido en el aire a ms de dos metros de altura, Marsh efectu la Modumbal Ap Chagui sin consideracin alguna, y el hombre, lanzando un grito, sali despedido y cayendo hacia atrs impulsado por aquella terrible fuerza que lo estrell contra el suelo...Mientras Marsh caa como un gato en el lugar donde acababa de concretar su ataque. El hombre que sujetaba a la muchacha la haba soltado, y meta la mano derecha hacia la axila izquierda. Marsh gir, colocndose prcticamente de espaldas al hombre, cuyas facciones chinas vea perfectamente, y alz la pierna derecha de modo increble, alcanzando al chino en pleno rostro con el impecable Tuit Chagui. El hombre lanz un alarido, se llev las manos a la cara, y cay sentado dos metros ms all, con tal fuerza que acab de caer hacia atrs, y su cabeza reson contra la acera. Corra hacia mi coche! grit Marsh.La muchacha pareca clavada al suelo, pero Cliff la tom del brazo, y tir de ella..., reparando entonces en que del coche sala otro hombre, por el otro lado, y que rodeaba el coche empuando ya una pistola, que comenz a apuntar hacia el britnico... TAAAAaaaaa...! brot el Kiai, del vientre de Cliffton Marsh.Y mientras lo profera, vibrante, sonoro, terrible, se elevaba de nuevo en el aire, pasando por encima del coche, encogidas las piernas, y disparando la derecha en espantoso latigazo cuando estuvo a la distania conveniente. En aquel momento, el hombre disparaba, pero la bala sali alta, vertical hacia el cielo, debido a la cada fortsima del sujeto al recibir en pleno rostro el Yop Chagui en suspensin.Marsh cay medio sentado medio de espaldas sobre el cap del coche, rebot, y cay al suelo sobre os pes, flexionadas las piernas. Efectu otro salto inmediata- mente, hacia el primer hombre que haba golpeado en la acera, y que, de nuevo en pie, tambaleante, sacaba su pistola por fin... El directo de puo le alcanz en la nariz, que revent como un tomate, y lo tir contra la pared, donde rebot para caer de bruces...Cliff asid de nuevo a la petrificada chinita, y tir de ella hacia el coche. La meti dentro, pas ante el volante, y vio a su segundo antagonista de pie, alzando la pistola. Le lanz las luces largas, y el hombre, instintivamente, salt hacia atrs y alz los brazos para protegerse del deslumbramiento. Marsh arranc..., directo hacia el hombre que haba cado en la calzada, y que estaba ahora arrodillado, recogiendo su pistola. Atrapadode lleno en la luz del coche de Marsh, el chino lanz un grito cuando vio acercarse, rugiendo, aquel monstruo de hierro que lo deslumbraba, y salt como pudo hacia un lado en el mismo momento en que Cliffton Marsh desviaba el coche justo hacia ese lado, precisamente para no arrollar al hombre.Lo nico que haba pretendido fue asustarlo, impedirle disparar, y su intencin de esquivarlo, de sortearlo acto seguido, eran sinceras: no deseaba matar de aquel modo a nadie. Pero fue el chino quien se coloc, con su torpe salto, delante del coche de Marsh, y ste not el golpe en el morro del vehculo, algo que cruja, el salto del coche acto seguido... Cuando mir por el retrovisor, slo pudo ver una forma confusa en el suelo, rodeado del brillo del agua y de luces de colores, y, en la acera, dos confusas sombras ms, tambalendose...Mir de reojo a la muchacha, que se haba vuelto y contemplaba con expresin desorbitada el cuadro que el rubio britnico dejaba atrs.Le aseguro que no quera atropellar a ese hombre mascull Cliff: l se puso delante, usted lo vio.Ella le mir, sin reaccionar en modo alguno. El escenario de la lucha qued atrs, Cliff redujo la velocidad, y mir a la muchacha, que le contemplaba ahora ms desconcertada que asustada. Qu tal? tendi la diestra Cliff. Soy Cliffton Marsh.La muchacha mir aquella mano, enorme, poderosa, nudosa y bella al mismo tiempo, y puso la Suya entre aquellos dedotes que la oprimieron. Marsh ech un vistazo al retrovisor tras retirar la manaza, y volvi a mirar a la muchacha.Supongo que tiene usted un nombre.S... S.Bueno, cuando le parezca oportuno, me lo dice. Conoca usted a Hoi Yue? Cmo sabe eso? exclam ella.Porque soy muy listo. Qu le decan esos tipos?No s... Bueno, me pareci entender que... S, queran que fuese con ellos. Le dijeron por qu?No. Usted apareci cuando queran meterme en el coche... Conoca usted a Hoi Yue?Puedo decirle, sin mentir en absoluto, que Hoi Yue y yo ramos compaeros, condiscpulos. Ah...! Condiscpulos? De dnde?A los dos nos ense algunas cosas cierta persona, cuyo nombre no viene al caso.Bueno... El mo es Pei... Pei Ching.Pues tantsimo gusto. Ha cenado ya, Pei Ching?Claro que no... Ni siquiera podra tragar un bocado, en estos momentos! Mire, seor Marsh, no... no entiendo lo que est pasando, pero si me permite apearme, ir a mi... A su domicilio?S... Claro.Cliff detuvo el coche ante un semforo, y mir directamente a la chinita.Olvdelo, Pei Ching. Olvide su apartamento, ahora. Voy a decirle, por si todava no se le ha ocurrido a usted, que esos hombres que hemos tumbado son los mismos que mataron a Hoi Yue. Oh! Pe-pero... pero entonces, tenemos que avisar a la polica, y decirles...!Nada de eso, por el momento.Pe-pero, seor Marsh...Este arranc de nuevo, apenas apareci el color verde en el semforo, y, visualmente, dedic toda su atencin a la marcha, mientras deca:Por lo general, soy una persona pacfica, cumplidor de mis obligaciones y de las leyes, y poco amigo de complicarme la vida. Pero... Bueno, cuando pasa algo diferente, hay que actuar de modo diferente. Le dir lo que ha pasado: Hoi Yue me llam por telfono desde el aeropuerto, anoche pidindome que pasase a recogerlo, cosa que acept en el acto. Cuando llegu, lo haban matado a balazos.S, yo... yo lo he... lo he visto en el Depsito...Es decir, que l era el que mataron en Heathrow.S, s. Alguien la avis a usted, para que viniera a identificarlo?No. Yo haba recibido haca dos das un telegrama de Hoi, desde Pars, dicindome que llegara a Londres con fecha de ayer, y que en seguida me llamara por telfono. Pero no me llam, as que pens que no haba llegado. Pero esta tarde he visto en un peridico una breve resea de lo que ocurri anoche en Heathrow, y como deca que el chino muerto no haba sido identificado todava, pues... pens que poda ser Hoi. Me ha atendido un polica, que me ha hecho muchas preguntas, y me ha dicho que ya crean saber quin era, por las listas de los vuelos que llegaron ayer a Heathrow. Ha sido muy amable...Y le ha tomado la direccin y telfono, no es as?S... S, en efecto.Mire, Pei Ching, se lo voy a decir bien claro: dentro de poco, no ser solamente la polica la que sabr su direccin y nmero de telfono. Esos hombres que hemos dejado atrs lo averiguarn, de un modo u otro. Estaban haciendo lo mismo que yo: esperar que alguien conocido de Hoi Yue viniese al Depsito de Cadveres, para... sostener una entrevista con l. Es obvio que vieron a Yue llamar por telfono, asi que... Pero si Hoi no me llam por telfono!A usted, no sonri secamente Marsh, pero s a m. Ellos lo vieron, y deben haber estado vigilando el Depsito de Cadveres esperando que, de un modo u otro, el comunicante de Hoi Yue apareciese por aqu. Yo no me he delatado, pero la han visto a usted, han visto que era china, y... la han esperado. Al abordarla en la calle le han preguntado si conoca usted a Yue, no es cierto?S... S.Y entonces, han querido llevrsela. Evidentemente, algo no les sali bien... Parece que no han tenido suficiente con matar a Yue.Pero..., usted est., seguro de lo que dice?Tema, claro gru Cliff Quieren algo que traa Hoi Yue. Le han enseado en el Depsito sus objetos personales o sus pertenencias?No. Han dicho que no llevaba nada encima. Absolutamente nada. Ni siquiera un peridico, un ejemplar del Times? Ni una pequea maleta? Nada absolutamente. Creo que la polica debera saber...No cort secamente Marsh. Tengo en la memoria el nmero de matrcula de ese coche, y quiero intentarlo por mi cuenta. No s cmo me las arreglar, pero algo pensar. Dgame una cosa: por qu la llam Hoi Yue a usted desde Par...?Me puso un telegrama... rectific Pei Ching. Por qu lo hizo? Bueno, seor Marsh, hace aos que nos conocemos... nos conocamos, quiero decir. Yo haca mucho tiempo que no saba nada de Hoi, pero est claro que l s saba dnde estaba yo. No me pregunte cmo, porque no lo s. Me mencionaba Yue en el telegrama?Claro que no. De ser as, le habra buscado a usted.Ya. S, es lgico. Usted y Yue eran... algo especial?No. Slo buenos amigos. De verdad, slo amigos.Bueno, seorita Ching, pues al igual que yo, ha perdido usted un amigo. Hace mucho tiempo que vive en Londres? S, mucho, desde nia. Seor Marsh, yo di mi nombre y direccin a la polica, y s me llaman y no me localizan, quiz... pensarn cosas raras de m.Arreglaremos eso a su debido tiempo, no se preocupe. Pero de ninguna manera debe volver usted a su apartamento. Eso sera algo as como un suicidio.No entiendo nada de lo que est pasando, ni de lo que usted dice, seor Marsh. Y usted... usted tampoco me parece... digno de confianza.Caramba mascull Marsh. Por qu dice eso?Bueno, usted..., usted ha hecho cosas con esos hombres que... que parecen... imposibles. Quiero decir que parece un luchador, o un... aventurero que...Ya. Pero se est equivocando: no soy un aventurero, ni un luchador, ni ninguna clase de granuja, seorita Ching. Lo que usted ha visto ha sido solamente un poco de Tae Kwon Do, o si lo prefiere dicho de otro modo, de Karate Volador. Con la debida modestia le dir que soy un experto en ese Arte Marcial. Quiere decir que es Cinturn Negro?En efecto, Tercer Dan de Tae Kwon Do. Si bien le aseguro que jams pens en utilizarlo de un modo tan... aparatoso y al mismo tiempo tan conveniente.Bueno, usted tiene unos conocimientos maquiavlicos que... Vamos, seorita Ching! rio Marsh. Qu maquiavlicos ni qu narices...! Usted, como oriental que es, no debera decir semejantes tonteras. Yo soy solamente un deportista que gracias a la prctica del Tae Kwon Do he... domesticado mi cuerpo y he conseguido formarme mental y espiritualmente mejor que otras personas que no han vislumbrado todava el Camino. Soy todo lo opuesto a un granuja aventurero..., pero, desde luego, si alguien llega a molestarme, como ha sucedido con el asesinato de Hoi Yue, pues... que se atenga a las consecuencias cuando le ensee el lado poco amable de mi personalidad. Acabo de tener una gran idea. Qu idea?Pasar usted la noche en mi apartamento, y maana ya veremos. Qu le parece mi idea?Muy interesante.Cliff mir a la chinita, sonriendo, pero qued sbitamente serio al ver la expresin entre irnica y desconfiada de ella. La sonrisa se esfum de los labios del taekwondoka.Oiga farfull: qu est pensando?Yo, nada replic Pei Ching, Y usted?Toma, yo tampoco. Qu demonios se ha credo...?Le ruego que me perdone. He debido pensar que a los hombres como usted, tan... formado mental y espiritualmente, las mujeres le tienen sin cuidado.Oiga, pitorreos, no, eh? Quiere decir que le gustan las mujeres?Ms que las sardinas a un gato.En ese caso, me parece que lo mejor que puedo hacer, es apearme de su coche ahora mismo, seor Marsh.Cliff Marsh frunci el ceo. De pronto, desvi el coche a la izquierda, fren junto al bordillo, se ape, rode el coche, y fue a abrir la portezuela que haba quedado ante la acera.Adis, seorita Ching dijo sosegadamente. Quiz vaya a identificarla a usted al Depsito. O quiz no. Depende de la clase de humor del momento. Lo que s es seguro es que para localizarla, slo tendr que llamar all preguntando por usted. Puede ser esta misma noche, maana, pasado maana... De todos modos le deseo suerte. Adis!Todava sentada en el coche, ladeada la graciosa cabecita, Pei Ching miraba fijamente a! altsimo britnico que sostena la portezuela. Marsh la vea mejor a ella que ella a l. Era preciosa... Su cuerpo era menudo, esbelto, de formas graciosas, rotundas, redonditas. El taekwondoka pens que Pei Ching, envuelta en aquel impermeable de plstico transparente pareca un caramelo. Un delicioso caramelo. La boquita, redonda y llena, deba ser dulcsima. Qu hermosos ojos...! Las orejitas eran diminutas, muy graciosas... Caramelo? Era un bombn de porcelana! Sale o no sale? gru Marsh. Me voy a quedar helado aqu fuera!He cambiado de opinin murmur Pei Ching.

CAPITULO IIILo primero que vamos a hacer dijo Cliff, apenas entraron en el saln, es hacer una llamada telefnica. Sintese, seorita Ching. A quin va a llamar?A un detective privado. Para qu? se sorprendi la chinita, sentndose. Para que me localice el coche de aquella gente que queran llevarla de paseo en el coche. Ya sabe: los dos chines y el otro de raza blanca. Me parece que ya slo debe quedar un chino, seor Marsh.Cliff frunci el ceo, sombro el gesto. S, seguramente la cabeza del chino al que haba arrollado haba reventado como un meln, al entrar en contacto con el parachoques, que haban encontrado manchado de sanare al dejar el auto en el garaje subterrneo del edificio. Haba sido un momento desagradable el dedicado a limpiar la sangre con un trapo; muy desagradable. Fuese como fuese, un hombre haba muerto, y Cliffton Marsh, honesto y pacfico ciudadano britnico, saba que se estaba complicando la vida al no dar parte de lo sucedido a la polica... Qu est pensando? se interes Pei Ching.Estaba pensando en lo fcilmente que puede complicarle la vida a una persona. Pero estoy decidido a seguir adelante, as que llamar por telfono.Encontr varios detectives privados en el directorio telefnico, y llam al que, por el tamao del anuncio, le pareci el 'ms importante. Le facilit la matrcula del coche del hombre blanco y los dos chinos, hizo constar lo urgente del asunto, y colg. Ajaj: un asunto en marcha,Creo que deberamos cenar algo propuso.Est bien acept Pei. Se le ha abierto el apetito?No demasiado... Pero pienso que debemos sobreponernos a cualquier circunstancia de la vida, no le parece?Por supuesto. Y no creo que murindonos de hambre solucionsemos nada en favor del pobre. Hoi Yue. Ir a la cocina a preparar algo. Oh!; le voy a ayudar, naturalmente.Estupendo sonri Cliff.Poco despus, mientras preparaban una simptica cena en la cocina, Pei Ching, que haba permanecido silenciosa algunos minutos, pregunt, de pronto:Lo que no comprendo es que Hoi le llamase a usted, si no le conoca, seor Marsh.Ya le dije antes que los dos aprendimos cosas de la misma persona. Y esa misma persona me ha escrito recomendndome a Hoi Yue.Ah.,.! Qu persona es sa? Qu importa eso?Bueno. Pienso que posiblemente esa persona sepa algo concreto sobre lo que Hoi Yue tuviese que tratar con usted.S... reflexion Cliff. S, as debe ser, naturalmente, ya que esa persona recomend a Yue que confiase en m y en mis conocimientos profesionales. Qu conocimientos son sos?Soy doctor en Ciencias Qumicas. Oh! Y eso... en qu consiste? Pues consiste en... Toma, en cosas de qumica, claro. En qu trabaja usted, seorita Ching?Soy vendedora de productos para la belleza femenina, a domicilio: perfumes, cremas, maquillajes, depilatorios... Cosas as. Caracoles...! Bueno, pues es posible que yo haya intervenido en la fabricacin de alguno de esos productos. Pero eso es slo como un trabajo... de supervivencia. Tengo que ganar dinero para vivir, pero, mientras tanto, mis proyectos profesionales son mucho ms ambiciosos. Qu te parece...? Vendedora de cosas de sas! Apuesto a que no vende nada. Por qu no? se mosque Pei Ching.Pues porque como usted no necesita cosas de sas en la cara, y claro est, no las usa, las personas a las que visite pueden pensar que no las usa porque no vale la pena.No s si le entiendo bien agit Pei sus largas pestaas.He querido decir que es usted preciosa gru Marsh.Muchas gracias sonri la chinita. Respecto a esa persona que le envi a Hoi para confiarle algo, pienso que quiz debera usted ponerse en contacto con ella. Y en ese caso, quiz yo podra serle til. Ah, s? se sorprendi Cliff. En qu sentido? Pues, si es un chino, yo podra escribirle, porque algo s de eso, y pienso que...No es chino. Y no vale la pena complicarse la vida, ya que habla perfectamente el ingls..., entre otros idiomas.Debe ser una persona muy culta. Quin es? Pechuga de pollo... Pechuga de pollo? resping Pei.No, no. Quiero decir que aqu tenemos pechuga de pollo a filetes, con championes. Formidable, no cree? Podemos aadirle tomate, claro est. Y un poquito de especias. La ensalada le gusta con limn? S... S, s. Respecto a esa persona...Yo, una vez, tuve un grano en el cogote: fue de lo ms incmodo. Qu tiene que ver un grano con...? Oh, creo que entiendo! No quiere decirme quin es esa persona, verdad?Se ha ganado la parte ms tierna de la pechuga. Y ya que hablamos de pechuga: por qu no se abrocha de una maldita vez esos dos botones de la blusa?Pei Ching volvi a parpadear, y luego baj la mirada hacia la abertura de su blusa, en verdad interesante; se vean los redondos bordes aterciopelados de los senos, menudos, turgentes, altos.Supongo murmur, mirando de nuevo a Cliff que querr usted decir que me desabroche otros dos... por lo menos. Porque si no es eso lo que ha querido decir, seor Marsh, es usted un hombre de lo ms raro.Le aseguro que no soy raro frunci el ceo Cliff: Soy tan normal que a veces me asusto de m mismo. Pero debo abrocharme? susurr ella.Pues... Mire, haga lo que guste. A fin de cuentas, es usted mi invitada. Y soy lo bastante corts para permitir que mis invitados hagan lo que quieran. Cenamos? Sabe, seor Marsh?: me estaba preguntando cmo vamos a pasar la noche. Lo digo porque su apartamento slo tiene un dormitorio y una sola cama.Hay un esplndido sof en el saloncito, no se preocupe.Eso es precisamente lo que me preocupa: el sof. Por qu? se sorprendi Cliff.Porque es el truco ms viejo del mundo.Mire, seorita Ching, como acabo de decirle, soy un hombre de lo ms normal, pero tambin soy un perfecto caballero. De modo que no tiene nada que temer. A menos que usted silbe. Qu pasar si silbo? se sorprendi ella, ahora.Caramba! sonri l: todo el mundo sabe lo que significa que una persona silbe cuando tiene a otra del sexo opuesto durmiendo en otra habitacin.Pues yo no lo s.Mmm... Creo que debemos cenar. Y luego? Podemos charlar, or msica, mirar la televisin, tomar unas copas... A elegir, o todo junto. Finalmente, tal como hacen en las pelculas, le prestar una chaqueta de uno de mis pijamas que le servir de camisn, y nos diremos buenas noches.Es un programa entretenido sonri Pei Ching.Y barato. Caracoles!; tengo ganas de verla a usted con mi pijama!* * * Qu tal estoy? apareci Pei, acabando de abrochar el botn superior de la chaqueta del pijama.Est hecha un delicioso fantoche. Puedo decirle que tiene unas piernas tremendas?Puede decirlo, pero no lo entiendo: tremendamente bonitas... o tremendamente feas? Mujeres..., bonitas! resping Cliff. Es usted toda una muequita. Si estuviese aqu mi prima Deborah seguramente querra jugar con usted. Usted no juega nunca con muecas? Se me pas la edad. Eso no es cierto! ri Pei Ching. Yo creo que s. Tengo ya treinta aitos, y a esa edad, ya se pas el tiempo de jugar con muecas.Pues a esa edad es cuando otros empiezan a jugar...Reflexionar sobre ello. Buenas noches, seorita Ching.Buenas noches.La chinita sonri, dio media vuelta, y se dirigi hacia el dormitorio. Cliff la estuvo mirando hasta que sali del saloncito. Entonces, apag la luz de ste, se tendi en el sof, y se cubri con la manta.En todo aquel da no haba acudido a trabajar en su empleo, ni haba adelantado nada en sus estudios privados. . Pero no importaba. l tena, era de esperar, mu- cho tiempo por delante. En cambio, Hoi Yue haba ter minado con todo. Cliffton Marsh era demasiado sincero consigo mismo para engaarse: la muerte de Hoi Yue no le iba a quitar el sueo, ciertamente, ya que ni siquiera lo conoca, y l no haba tenido culpa de nada.Estpido chino! Por qu enviaba un telegrama a Pei Ching y no le enviaba otro a l, avisndole de su llegada? Si l hubiese estado en el aeropuerto, entre los dos quiz habran hecho que las cosas fuesen muy diferentes...Piiiii!, son el agudo silbido.Marsh se qued sin respiracin, como petrificado. Sus ojos se volvieron hacia la puerta del saloncito, iluminado por el resplandor de las luces de la calle en la ventana y en la puerta-ventana que daba a la terraza. Deba haberlo soado...Fiii...!Bueno, ya est bien mascull el taekwondoka.Apart la manta de un manotazo, se puso en pie, y sali del saloncito. Segundos despus, entraba en el dormitorio. Tambin all haba un cierto resplandor de luz exterior en la ventana, esparciendo un tono lvido por la habitacin. Ha silbado usted, seorita Ching?S. Quera saber qu ocurre.Cliff fue a sentarse en el borde de la casa. Su mano toc ropa ms fina que la manta que deba esperarse. Era una prenda de ropa. La alz, y pudo distinguir perfectamente la chaqueta de su pijama.Parece que tiene mucho calor, seorita Ching.No puedes imaginrtelo susurr ella.Bueno, veamos... Yo no soy precisamente un bombero, de modo que lo mejor que puedo hacer es regresar al saloncito y...No seas tonto... susurr ella, al mismo tiempo que aparecan sus brazos y rodeaban el cuello de l. Si yo quisiera un bombero, habra utilizado el telfono, no el silbidito. Y por otra parte, no voy a ser tan desconsiderada como para permitir que el propietario de esta mullida cama pase una horrible noche en un horrible sof...

CAPITULO IVEl timbre de la puerta son cuando Cliff Marsh se estaba afeitando y pensando. Dej la navaja llena de jabn a un lado, sali del cuarto de bao, y mir a Pei Ching, que se haba sentado sobresaltada en la cama. Qu pasa? pregunt Pei, todava adormilada, al parecer.Pasa que me he afeitado con navaja para no despertarte con el zumbido de la maquinilla elctrica, pero que alguien no ha sido tan considerado como yo. Qu hora es?Foco ms de las nueve.Entonces, buenos das sonri luminosamente Pei, Qu tal has pasado la noche?Tengo la impresin de que tan bien como t. Es slo una impresin o una certeza?Pues... dmelo t.- Qu tal has pasado la noche?Soberbia. Pero tengo sueo todava.Lgico. Recuerdo que... Me parece que ser mejor que vaya a ver quin pretende dejarnos sordos a timbrazos. Besos.Abrazos rio Pei Ching.Con media cara llena de jabn, y slo puesto el pantaln del pijama, Cliffton Marsh fue a abrir la puerta de su apartamento. Lo hizo cuando volva a sonar el timbre, frunciendo el ceo, irritado el gesto. Pero, en el acto, su expresin cambi. Hola! exclam, Sevilla..., ol!Sagrario Vargas, que haba dado ya la vuelta para alejarse de la puerta, regres, quedando frente a Cliff, un tanto turbada.Buenos das, seor Marsh... Est usted bien?Toma, claro se desconcert Cliff. Y usted? Oh, s! Bueno es que... Ya s! record Cliff, El sacacorchos! Ha venido a recogerlo?No, no. Bueno, como la otra noche se fue, y no le vi en todo el da de ayer... Bien, pens que pudiese estar usted indispuesto. Enfermo, comprende? Enfermo? Quin? Yo?Pues s... s. Qu tontera! No he estado enfermito desde que cuando tena doce aos me operaron de la... Bueno, dejemos eso. Enfermo yo? Divertida idea, miss Var-gas!Celebro haberme equivocado. No es' que pretenda ser indiscreta, pero como buena vecina... Y tan buena! Quiero decir que es usted muy amable, claro. Volviendo a lo del sacacorchos... Quin es, Clif?Pei Ching apareca en el pequeo vestbulo, ataviada con la chaqueta del pijama, suelto el precioso cabello negro, brillantes los ojos, una dulce sonrisa flotando en sus labios llenos, rendonditos... Cliff Marsh cerr los ojos. Sagrario Vargas los abri mucho; luego, enrojeci; despus mir a Cliffton Marsh, y dijo, con voz tensa:Hasta nunca, seor Marsh.Cuando Cliff abri los ojos, la puerta de su apartamento estaba cerrada, y Pei Ching se hallaba colgada de su cuello, inquiriendo: Quin era, Cliff?Mi novia mascull l. Maldita sea mi estampa, Pei!: no podas haberte quedado en el dormitorio?Es que pens que podra ser... esa persona que envi a Hoi a entrevistarse contigo, y quera conocerla, No quieres decirme quin es?Es Sandokn mascull Cliff. Escucha, deja de hacerme preguntas, ve al dormitorio, y vstete mientras yo termino de afeitarme. Tenemos que irnos... Es decir, t te irs primero. Oh, Cliff! Pero si vuelvo a mi apartamento.,No, no. All, no, Pei. Ve a un hotel. Y no digas a nadie cul es ese hotel, no llames a nadie, no digas a nadie dnde ests. El Green Park est bien. No est muy lejos, y es discreto. Tienes dinero?S. Pero, Cliff, yo crea.,Para ser sincero, lo haba pensado antes de que ocurriese este1 pequeo incidente. Yo voy a moverme mucho el da de hoy, y quiz este apartamento se convierta en algo as como el cuartel general de unas cuantas personas. Personas de confianza, pero no quiero que te vean. Qu personas son sas?Pues son... Caracoles, Pei, preguntas ms que el Fisco! Vstete, y lrgate al Green Park. Y simplemente, espera all. Lo entiendes?S, Cliff. Me avisars cuando sepas todo lo que...?Es mejor que no te metas en esto. No te compliques la vida, Pei, creme. Vamos, date prisa, mientras yo me afeito para ir a darle una explicacin a esa gatita furiosa. Y para rogarle que sea tan discreta de no mencionar que hay otras personas en mi apartamento. A lo mejor, como vecino de piso, eso le parece inmoral... Se ha enfadado bastante, verdad?Yo dira que s rio Pei Ching.Ve a vestirte le dio una palmadita Cliff.Veinte minutos ms tarde, despus de desayunar los dos, salieron del apartamento. Se despidieron en el pasillo, y cuando Cliff estuvo seguro de que ya Pei Ching haba abandonado el edificio, puls el timbre del apartamento de Sagrario Vargas. Esta abri a los pocos segundos, enrojeci intensamente, y sus ojos parecieron lanzar un milln de chispas hacia el britnico. Qu desea usted? Viene a devolverme mi sacacorchos?No, no. Precisamente, todo lo contrario... decir que lo reservo para cuando... destapemos la botella.Seor Marsh, usted y yo no...Espere, espere un momento, seorita Vargas. Me permite pasar? Gracias ya haba entrado, por supuesto, es usted muy amable.Seor Marsh... Seorita Vargas: es usted una chica inteligente y comprensiva?Desde luego.Entonces, sea tan amable de demostrarlo. Le aseguro que me gusta usted, y la invitacin a bebemos una botella de sol aprisionado sigue en pie. Hasta entonces, puedo rogarle que sea comprensiva y no me pregunte nada?Es que no tengo por qu preguntarle nada a usted, seor Marsh. Voy a rogarle que me deje en paz y que salga de mi apartamento.Cliffton Marsh frunci el ceo. Durante unos segundos estuvo mirando los hermosos ojos de Sagrario Vargas. S, seor, era cierto: ella le gustaba. Pero, de pronto, la imagen de Hoi Yue en camilla, con los pies por delante saliendo del aeropuerto, lo decidi todo. No tena tiempo que perder.Adis, seorita Vargas musit.Abri la puerta, sali al pasillo, y regres a su apartamento, en busca del gabn. Haba dejado la puerta abierta, as que slo tuvo que empujarla y entrar... Apenas tuvo tiempo de ver a la rubia, porque ella le ech les brazos al cuello, y le bes en la boca.S, seor: o estaba soando o acababa de ver a una sensacional muchacha rubia que ahora, colgada de su cuello, le estaba besando a toda presin. Subi las manos, toc las tiernas redondeces pectorales femeninas, y las dudas se desvanecieron: all estaba la rubia.Ella separ sus labios de los de l, y emiti un tierno suspiro de satisfaccin.Hola, querido susurr.Hola, qu tal? susurr tambin Marsh. Cmo ests, Mary?Leona rio ella. Me llamo Leona, no Mary.Apropiado nombre. Yo me llamo Tigre... Grrrrr! No seas tonto! ri Leona. S muy bien quin eres, Cliffton Marsh!Inconvenientes de ser popular. En qu cama nos hemos conocido t y yo, Leona?En ninguna..., todava. Pero estamos a tiempo, tigre. Porque de verdad eres todo un tigre, cachorro mo!Leona, que no se haba desprendido del cuello de Cliff, volvi a besarlo, lanzada a tumba abierta. Cliffton Marsh se cercior de nuevo de que no estaba soando. No, seor, no estaba soando, porque, adems, tena los ojos abiertos, bien abiertos.Tan abiertos que tuvo que ver perfectamente a Sagrario Vargas apareciendo en la puerta, con una sonrisa de armisticio y un poco sofocada. Al verla, Cliff resping, e intent separarse de Leona, pero ella apret ms los bracitos, gimiendo, y qued colgada completamente de su cuello... Delante de Cliff, Sagrario Vargas haba palidecido, volvi a enrojecer violentamente, y, sin ms, dio media vuelta y desapareci. Todava estaba Cliff intentando desprenderse de Leona sin lastimarla cuando oy el tremendo portazo. Mala suerte... Mmmmm...! se relami Leona, Qu bien besa mi tigre!Y eso que me has pillado en una hora baja... Has venido a desayunar? Claro que no! He venido a pasar el da contigo, eso es todo.Suculenta perspectiva. Pero, querida ma, pasa que hoy tengo el da muy ocupado. Claro que, estoy pensando, seguramente, que t tienes algo mejor que ofrecerme que un da de trabajo. Cmo lo has adivinado?Hay quien aqu dentro se toc Marsh la frente, tiene una alcachofa, o cualquier fruto parecido. Yo tengo un cerebro supersnico. Oh...! Y pensar que pareces tonto!Ya ves. Bien: qu me ofreces, Leona rugiente?Todo un da de felicidad. Te aseguro que lo pasars mejor conmigo que de cualquier otra manera. Me gustara invitarte a mi cubil de invierno. Qu dices a eso?Que voy a ponerme el gabn..., si me sueltas, garras de acero.Leona sonri, volvi a besarle en los labios, brevemente, y se solt. Cliffton Marsh sonri con exquisita amabilidad, fue a por su gabn, y se reuni con la despampanante rubia en el pequeo vestbulo. Vamos en tu coche o en el mo? inquiri. Mejor en el tuyo.Eres una tacaa..., pero te comprendo: la gasolina est por las nubes. Bien, vamos al estacionamiento.De verdad eres un hombre listo musit ella.Herencia familiar.Salieron del apartamento, y poco despus llegaban al estacionamiento en el ascensor directo. Cliffton seal su coche, se acomodaron en l, y lo puso en marcha. Cuando apareci en la calle, mir a todos lados, y luego, desconcertado, a Leona, que sonri cariosamente. Buscas a alguien? pregunt.Cliff movi la cabeza, y apret los labios, antes de preguntar: Hacia dnde vamos?Te ir indicando el camino...Veinticinco minutos ms tarde, Leona le indicaba que detuviese el coche delante de un edificio de dos pisos, al parecer destinado a una instalacin de saunas finlandesas. Marsh no hizo el menor comentario. Se ape, rode el coche, abri la portezuela del lado de Leona, y los dos entraron en el edificio. Ella le tom de una mano, y fue guindolo por los pasillos. Se cruzaron con algunos hombres que vestan de blanco, una especie de mono. Finalmente, entraron en un cuarto, cuya puerta cerr ella cuidadosamente con llave. Caracoles! sonri Cliff. Parece que vamos a amarnos hasta la muerte!Desndate, amor pidi Leona.Cliff frunci el ceo, pero su vacilacin fue brevsima. Cuando termin, ya haca segundos que ella lo haba hecho. Era hermossima, preciosa, increble... Y pareca desconcertada. Se acerc a las ropas de l, y comenz a palparlas, con cuidado.Mujer protest Cliff, lo que buscas no est ah. Lo tengo conmigo: no es de quita y pon. No llevas armas? le mir ella.Para una situacin como sta, llevo las armas que necesito.Leona parpade. Luego, seal la puertecita del fondo, se coloc a un lado, y la abri. Inmediatamente, al otro lado, el taekwondoka vio el vapor, y le lleg la vaharada de calor hmedo.Muy original sonri secamente: entre una cosa y otra voy a quedar chupado. En cuanto a ti, hijita, con este cuerpo lo que menos necesitas es una sauna... Ests muy bien as!Pasa dijo ella.Marsh abandon el vestidor, entrando en la sala de baos de vapor. S, seor, una autntica sauna finlandesa, con su calorcito agradable, su olor a fuego de carbn, su vapor a alta temperatura que comenz a provocar la transpiracin en los dos cuerpos casi al instante... Leona haba cerrado la puerta. Cliff tom una gran toalla de un gancho, y se la coloc en el cuello...Pase, pase, seor Marsh oy la voz hacia el fondo del compartimiento. Me alegra mucho conocerlo.No puedo decir lo mismo replic Cliff, porque no le veo a usted, amigo. Dnde est?Estoy seguro de que la compaa de Leona le gustar ms que la ma. Y para hablar, esta distancia es suficiente. No sea tan protocolario, hombre, sintese.Cliff se sent sobre unas tablas, y Leona lo hizo a su lado, sonriente. La mirada del taekwondoka iba de un lado a otro, intentando atravesar la nube de vapor. Lo consigui hasta cierto punto: slo lo suficiente para ver, por fin, a un hombre, envuelto en una toalla de la cabeza a los pies. Una mano velluda asomaba por entre los pliegues de la toalla. Una mano velluda, grande, con una sortija en el meique, con una piedra grande como un garbanzo. Estamos solos? murmur Cliff.Naturalmente. Qu esperaba?El seor Marsh intervino Leona es un hombre inteligente, querido: se ha portado en todo momento con gran sensatez y docilidad. Pero, claro, ahora comprendo que tema que algunos amigos mos estuviesen cerca. No es as, tigre? Qu es lo que quieren ustedes? gru Cliff, sudando ya en abundancia.De acuerdo dijo el hombre de la sortija: Vayamos directos al asunto. Yo, seor Marsh, quiero una libreta..., o algunas de sus pginas. Comprende1?No.Se lo explicar..., partiendo de la base de que si menciono el nombre de Hoi Yue usted no se va a hacer el tonto alegando no conocer a ese chino.Est bien.Gracias. Bueno, resulta que, desde hace unos meses, en cierta ciudad de Asia, un... pequeo y viejo chino, al que llamaremos Ming, se haba dedicado a estudiar cierta frmula sobre determinado producto de laboratorio al que vamos a llamar... STP, por ejemplo. El viejo Ming recibi determinadas amenazas de ciertos grupos que se oponan a la... creacin del STP, pero, no hizo caso, y, al parecer, termin la frmula. Temiendo esto, determinadas personas decidieron darle un definitivo escarmiento al viejo Ming, as que fueron a por l, y a por las notas sobre esa frmula llamada STP. Las cosas se complicaron, el viejo Ming falleci, y la frmula desapareci. Me sigue usted?S. Debo entender que Hoi Yue fue quien desapareci, llevndose esa frmula?Excelentes dotes deductivas, seor Marsh. As fue, en efecto. Naturalmente, Hoi Yue fue objeto de una enconada persecucin por parte de determinadas personas... Usted est entre esas personas?Mmm... Digamos que yo soy una rama del rbol, nada ms. Pero djeme terminar, por favor. Como le deca. Hoi Yue fue objeto de una enconada persecucin, pero ignoramos cmo, pudo escapar de Asia. No se puede usted imaginar, seor Marsh, la de problemas que ha estado creando Hoi Yue. Es... era un hombre increblemente escurridizo, inteligente, astuto... Pero digamos que el rbol al que pertenezco es demasiado grande para que Hoi Yue pudiese escapar de su sombra. As que, finalmente, Hoi Yue fue localizado en Atenas. A partir de ese momento, pudimos matarlo sin dificultad de ninguna clase, pero, nosotros tampoco somos tontos, as que pensamos que quiz Hoi Yue no llevaba encima la frmula del STP... Escritas en una libreta?Puede ser una libreta, simples papeles, microfotos... Hay muchos medios para tomar constancia de una frmula. Nosotros, creo que con buen criterio, pensamos que Hoi Yue ya no tena la frmula, de modo que le fuimos dando cuerda. Evidentemente, l se diriga a alguna parte, y nosotros le dejamos. Si haba enviado la frmula a alguien, o bien se la haba enviado a s mismo a un hotel o una casa particular, o un apartado de Correos, lo mejor era permitir que Hoi Yue nos llevase personalmente hasta la frmula. No voy a cansarle con detalles. Finalmente, Hoi Yue lleg a Londres, es decir, al aeropuerto, y all, para satisfaccin nuestra, hizo una llamada telefnica, de donde dedujimos que nuestra teora se estaba cumpliendo. Slo tenamos que continuar siguiendo a Hoi Yue, y habramos llegado hasta la frmula STP. Pero... Pero...?Pero, evidentemente, Hoi Yue saba muy bien que estaba siendo vigilado, y, puesto que, tambin evidentemente, haba llegado a su destino, decidi... prescindir de nuestra vigilancia. Hasta entonces a haba tolerado, porque saba que nada bamos a conseguir. Pero, claro, puesto que Londres era su punto de destino, ya no le interesaba llevar tras l a otras personas. As que ech a correr.Y ustedes le dispararon por la espalda.Seor Marsh, desde anoche nos hemos estado interesando por usted, y sabemos que es un hombre inteligente, con un buen futuro. Sabemos tambin que es doctor en Ciencias Qumicas..., lo que encaja perfecta- mente con el asunto, y con la personalidad de Ming y del propio Hoi Yue, que era uno de los ayudantes de Ming. Est claro que Hoi Yue pensaba entregarle a usted la frmula STP, y supongo que para usted ya est tambin muy claro que esa frmula la queramos nosotros. Por lo tanto, ante el riesgo de que Hoi Yue escapase, mis hombres, en efecto, le dispararon. Fueron consecuentes con la situacin, pero, lamentablemente, pese a que le quitaron a Hoi Yue todo lo que llevaba gen los bolsillos, la STP no apareci. Yo no la tengo.Vamos, vamos, seor Marsh... No fue a usted a quien llam por telfono Hoi Yue, desde el aeropuerto?S. Pero cuando llegu, ya estaba muerto..., y sus bolsillos vacos, como bien sabe usted. Oh, s! Bueno, como entonces nosotros no tenamos el gusto de conocerle, pensamos que quiz obtendramos algo apostndonos delante del Depsito de Cadveres. En la calle, en un coche, estaban tres de mis hombres..., a los que usted, de modo en verdad... des- concertante, venci, sin utilizar arma alguna. Cmo consigui eso, seor Marsh?Les di unas cuantas coces. Mire, seor... seor...Llmeme Darling rio amablemente el hombre de la sortija envuelto en la toalla. Sabe que uno de mis hombres muri cuando usted lo agredi con el coche?Yo no le agred. Slo quise asustarlo, pero l no poda saber esto, y cuando quiso esquivar el coche, lo que hizo fue ponerse en el camino, precisamente. Ah, entiendo! Bien, mala suerte. Pero ese problema fue ya resuelto. Sabe cmo y por quin, seor Marsh?No.Por Leona. Ella dio rdenes a los otros dos hombres, y, en su coche, le sigui a usted. Por eso, a estas alturas sabemos quin y qu es usted: hemos dedicado la noche y las primeras horas de la maana a ello, seor Marsh. Y otra cosa: en estos momentos, la chinita que en principio llam la atencin de mis hombres est siendo seguida... Lo saba usted?No musit Cliff, tenso.No se preocupe por ella... A menos, claro, que esa chinita pueda servirnos de algo. Usted qu cree?No lo s. No lo sabe? No sabe nada de ella? Eso es muy raro, considerando que han pasado la noche juntos. Eso invita mucho a las confidencias, no le parece?No hemos estado hablando mucho, precisamente.Entiendo se oy la risa de Darling. Bueno, en realidad la chinita no nos importa demasiado, porque creemos que es usted quien tiene que saber algo del paradero de esa frmula. Es as, seor Marsh?No.Est usted poniendo las cosas difciles. Anoche, Leona y mis hombres, en dos coches, vigilaban la llegada de alguien... interesante al Depsito de Cadveres. Fallaron con la chinita, debido a que usted intervino. Pero ahora, seor Marsh, tanto la chinita como usted estn en apuros, no lo comprende? Quiero saber quin es ella, qu relacin tena con Hoi Yue, y cul relacin anterior le una a usted.Ninguna. Ella era amiga de Hoi Yue, y ley la noticia de un chino muerto en el aeropuerto. Como quiera que esperara a Yue, y ste no la llam, pens que poda ser l, y fue a identificarlo. Eso es todo: la chinita no sabe nada de todo esto. Es vendedora de perfumes y cosmticos en general a domicilio, nada ms. De veras? Bueno, en ese caso no tiene nada que temer de nosotros. Aunque, sinceramente, se me est ocurriendo que podemos utilizarla para convencerle a usted de que sea sincero... Me comprende?S. Pero no tengo esa frmula.Me disgusta que no quiera usted cooperar, seor Marsh.Le digo que no la tengo. Ni siquiera s en qu consiste, o para qu sirve. Ah!, eso es... muy delicado, y, si realmente no sabe nada de ella, mejor est as. Pero, francamente, creo que est usted mintiendo.No.Seor Marsh, en principio, pens en enviarle a Leona para intimar con usted a fondo, y engaarlo. Pero despus de una noche pasada con tan bella chinita, y contando ahora, adems, con que su inteligencia se rebelara ante semejante... chapuza, vamos a dejar tranquila a Leona, y recurriremos a Pei Ching: ella lo va a pasar mal si usted no colabora.Le digo que no tengo esa frmula gru Cliff, sudando a mares, ya.Hubo unos segundos de silencio. Cliff vea ahora perfectamente a Darling. Es decir, vea un hombre envuelto en una gran toalla, algo as como un fantasma clsico, eso era todo. Lo que s vea perfectamente era la mano de la sortija... Pero, de pronto, aquella mano desapareci, para reaparecer casi en seguida, con un objeto metlico en ella. La tensin sbita de Cliff desapareci tambin sbitamente, al distinguir que aquel objeto metlico no era una pistola.Era una radio de bolsillo, que Darling utiliz. Granger?No hubo respuesta. Darling, simplemente, esper. Cliff mir a Leona, y sonri ceudamente al ver su cuerpo cubierto de sudor. Ella capt su mirada, y tambin sonri.Si quieres, puedes secarme ofreci.La toalla tambin est empapada replic l.Con las manos, tonto rio Leona.En aquel momento son un zumbidito en el compartimiento, y en seguida se oy la voz de Darling: Qu pasa, Granger? Por qu no has contestado a mi llamada?No poda en ese momento, seor son la voz metlica de otro hombre.Est bien, est bien. Bueno, traed a la china.Mmm... Bueno, seor... Qu ocurre?La hemos perdido. Ha sido en el Metro... Ella entr, nosotros fuimos detrs, tom uno de los trenes... Lo siento de veras. Hay tanta gente que...Sois un par de idiotas. Anoche matan a Tang delante de vuestras narices, y ahora se os escapa una muchacha... Est bien. T y Sing esperadme donde ya sabis. Eso es todo.La pequea radio desapareci bajo los pliegues de la toalla, y la mano con la sortija volvi a aparecer, sujetando los bordes.Cliffton Marsh dio una palmadita amable en uso de los pujantes senos de Leona, y se puso en pie.Bueno sonri, secamente, parece que la situacin no es tal mala para m, despus de todo, verdad? Aclaradas algunas cosas, voy a permitirme tomar la iniciativa, a fin de...No sea estpido, seor Marsh. Su situacin es mucho ms comprometida de lo que cree. Es cierto que he perdido la oportunidad de presionarle utilizando a esa muchacha china, pero no es el fin de mis posibilidades, ni mucho menos. Verdad, Leona?Verdad dijo la rubia.Se puso en pie, y su mano derecha apareci, provista de un cuchillo, que coloc con la punta casi perforando la piel del vientre de Cliffton, que qued como petrificado.Leona es una experta en matar explic Darling. Como es tan bonita y delicada, nadie desconfa de ella, motivo por el que siempre consigue sus objetivos. No podra decirle lo muy til que me resulta Leona, seor Marsh!Lo imagino murmur Cliff.Entonces, sea sensato. Slo tiene que facilitarme el modo de conseguir la STP, y asunto terminado. No me interesa su muerte, seor Marsh. Ni su vida. Me es usted indiferente hasta donde no puede imaginarse, as que puedo dejarle con vida sin ninguna preocupacin.Eso, a cambio de la STP. De lo contrario, Leona lo va a matar..., y se quedar aqu, hasta que alguien encuentre su cuerpo deshidratado y desangrado. Feo porvenir, no est de acuerdo?Cre que esta sauna era de usted. Tonteras! Vamos, vamos, seor Marsh... Simplemente, he venido a tomar un bao de vapor. Dentro de unos segundos, cuando usted haya muerto, Leona me dar unos amables azotes con las ramitas de abedul, nos ducharemos, nos vestiremos, y nos iremos de este lugar. Adis, hasta nunca! Comprende?S.Bien.., o quiz prefiere vivir?Cliffton Marsh pareci sumirse en hondas meditaciones, antes de decir:Decididamente, prefiero vivir.En ese cas...Las palabras de Darling se convirtieron en un grito de alarma cuando Cliffton Marsh pas al ataque. Y lo hizo con una velocidad tal que Leona no pudo hacer nada; ni siquiera respingar. Cliff dio un saltito hacia atrs, alejndose del cuchillo, y al mismo tiempo adelantando sus manos, que asieron la mueca de Leona. Y antes de que sta pudiese tan siquiera abrir la boca, el taekwondoka tir de ella, fortsimamente, apartndose...La hermosa rubia pas a toda velocidad junto a l, ahora gritando ahogadamente, y fue a dar de cara contra la pared, en un choque tremendo, que aplast sus facciones y sus senos, para rebotar y caer de espaldas.Mientras tanto, Cliffton Marsh haba iniciado el gesto para saltar hacia Darling, pero ste demostr que, en efecto, dispona de ms recursos de los calculados por Cliff. Algo reluciente apareci por entre los pliegues de la toalla. Era una bolsa de plstico. O pareca una bol- sa de plstico... Plop, chasc el disparo, ahogado.La bolsa de plstico pareci llenarse de luz roja, y explot. La bala pas con fuerte restallido rozando una oreja de Cliff, que lanz un respingo; su pensamiento, ms rpido que la luz, comprendi que en todo momento Darling haba tenido la pistola en la mano, dentro de una bolsa de plstico, para evitarle la humedad al arma... Y su cuerpo fue casi tan veloz como su pensamiento, en un salto lateral, hacia la puerta.Plop.La boca de Marsh se abri, en un gesto de dolor, pero el grito no lleg a brotar. Alarg la mano izquierda, asi el pomo de la puerta y tir de l, al mismo tiempo que, con la derecha, tiraba la toalla, pesada por la humedad, hacia Darling.Plop.La toalla pareci chocar contra un invisible cristal, se detuvo, y cay al suelo, mientras Darling, sobresaltado, se echaba a un lado al tiempo que disparaba. La toalla de Darling se desprendi de su cuerpo, de su cabeza..., pero ya Cliff ton Marsh haba perdido la oportunidad de ver a aquel hombre, porque haba abandonado el compartimiento de vapor para pasar velozmente al vestidor. Tan velozmente, que se encontr en la puerta de ste, lejos de sus ropas, con la mano en el pomo. Mir hacia sus ropas, vacil... En el compartimiento de vapor oy la maldicin, y el jadeo acercndose...Cliffton Marsh abri la puerta del vestidor, y sali al pasillo, completamente desnudo, echando a correr hacia la salida. Estaba a mitad del pasillo cuando, de uno de los vestidores, sali un empleado de la sauna, cargado con unas cuantas toallas, y sonriendo... Cerr aquella puerta, se dispuso a continuar con su reparto de toallas, y vio venir al atleta rubio, lanzado como un blido. Oiga...! exclam el hombre.Cliff Marsh pas por su lado como una exhalacin, empujndole con un hombro y arrebatndole unas cuantas toallas de un manotazo, de pasada. Todas saltaron por el aire, menos una, que el taekwondoka utiliz para envolverse, sin dejar de correr. En pocos segundos apareci en la calle, originando un ataque colectivo de pasmo. Ech a correr hacia su coche..., en tanto vea a los dos hombres que se apeaban de otro precipitadamente, y que le sealaban... S, seor: el talDarling haba organizado muy a su conveniencia la entrevista, no caba duda de ello...Chack, chack, chack!, restallaron las balas alrededor de Cliff, mientras corra hacia el coche. Consigui llegar a ste, se sent ante el volante, y su desorbitada mirada fue hacia el lugar donde tenan que estar las llaves... Y estaban. Puso el motor en marcha, volviendo la cabeza hacia el otro coche, hacia los dos hombres... Pero algo le distrajo la atencin: de la sauna salan Darling y Leona, l envuelto completamente en una toalla, gritando, atrayendo la atencin de sus dos asesinos; ella, completamente desnuda, con la cara y el pecho manchados de sangre.La situacin habra resultado en verdad cmica si no hubiesen habido armas de por medio, ciertamente. Pero como las haba, Cliff decidi esperar a otro momento para rer. El motor de su coche rugi cuando hundi el pie hasta el, fondo presionando el pedal del gas. El auto salt, choc con el de delante, desplazndolo un poco; marcha atrs, frenticamente; y de nuevo hacia delante...Cuando se alejaba de all a toda velocidad, Cliffton Marsh todava pudo ver, por el retrovisor, a Darling y a Leona corriendo hacia su coche, y a los dos pistoleros plantados en el centro de la calle, como pasmarotes...

CAPITULO VKyo Paek, el director tcnico del Paeks Won, se qued con la boca abierta cuando abri la puerta de su apartamento, habilitado encima del local donde tenan instalado el gimnasio, su Won para la enseanza del Tae Kwon Do en Londres, concretamente en Wharfdale Road, frente a la Estacin de Kings Croos y cerca de Regents Canal, en Pentonville. Seor Marsh! pudo exclamar.Buenos das, seor Paek. Me permite entrar?Naturalmente... S, naturalmente.El britnico entr, envuelto en la toalla. Esper a que el coreano cerrase la puerta, y entonces sonri, con pretendido buen humor.Espero que no le asusten los fantasmas, seor Pfl6kClaro que no... el maestro de Tae Kwon Do no sala de su asombro. Qu le ha ocurrido?Sera muy largo de explicar. Por el momento, me he permitido dejar el coche detrs del Won, y subir a su retiro privado en busca de ayuda.Kyo Paek parpade. Por supuesto, estaba asombrado, desconcertado, pero una cosa s saba segura: el seor Marsh era uno de sus ms asiduos socios, se entrenaba con regularidad, asimilaba todo perfectamente, como si alguien le hubiese... revelado algn secreto extrao para comprender el Tae Kwon Do de dentro afuera, no slo exteriormente, y, por encima de todo, incluso de su Tercer Dan, el seor Marsh haba dado siempre pruebas de sentido comn, cortesa y seriedad. Cuando se tienen casi sesenta aos, y se lleva ms de veinte enseando Tae Kwon Do con el respaldo de un muy merecido Quinto Dan, se est en ptimas condiciones para saber juzgar a las personas.Cuente conmigo para lo que sea, seor Marsh. Se encuentra bien?Me temo que tengo un pequeo agujero.Cliff se desprendi de la toalla, una de cuyas esquinas haba estado apretando contra el orificio de la primera bala disparada por Darling. Doble orificio, mejor dicho, ya que la bala haba atravesado limpiamente su costado izquierdo, por debajo del borde exterior de las costillas. Kyo Paek se qued mirando la herida, y luego, mir lentamente a Cliff.S musit ste: Es una herida de bala.Son las ms fciles de curar sonri el coreano, porque son limpias, perfectas, bien diferentes a las que se ocasionan por cuchilladas, o roturas de huesos... Puedo ocuparme de ella si lo desea, seor Marsh.Se lo agradecer. Supongo que lo menos que espera usted, a cambio, es una explicacin, con la cual le aclare el porqu de esta herida.El coreano encogi los hombros.Un hombre que ha entendido las Artes Marciales como usted es como cristal para m, seor Marsh, Puede darme, o no, esa explicacin: mi actitud hacia usted ser la misma. Aunque... Para ser sincero, no es usted cristal del todo para m. Cuando se present en mi humilde Won para practicar bajo mi direccin, llegaba usted... mentalizado de un modo..., extraordinario al respecto. Su actitud mental no es propia de su edad, a menos que alguien le hubiese proporcionado con gran sabidura la comprensin de nuestro modo de vivir. Estuvo usted anteriormente en contacto con un gran Maestro de Artes Marciales, no es as?S.Bien... Lo saba, pero, por fin, me he asegurado de ello. Slo espero que mis pobres enseanzas no le hayan parecido ridculas al compararlas con las de su Maestro originario.Mi Maestro originario, seor Paek, fue quien me recomend que asistiese a su Won. El me conoce a m? se sorprendi Kyo Paek.Por supuesto. De otro modo, no me lo habra recomendado calurosamente.Mmmm... Enve usted mi agradecimiento a su Maestro originario, seor Marsh. Y ahora, veamos qu puedo hacer...Kyo Paek no era mdico, ciertamente, pero su habilidad, que habra desconcertado a muchos, no sorprendi a Cliff, que la acept con naturalidad. S, ciertamente, Sensei desde su restiro en el florido ryokan cerca de Tokio, saba muy bien qu maestros de Artes Marciales deban proseguir su labor con sus alumnos preferidos.Ya vendado el torso, Cliff procedi a explicar a Kyo Paek lo que estaba ocurriendo. Ni un momento se alter el rostro del coreano, que escuchaba impvido....Y ahora me encuentro desnudo, sin dinero, sin documentacin, amenazado de muerte por Darling, y su gente. Y sin duda alguna, la polica debe estar ya en mi apartamento. Han debido encontrar mi documentacin en mis ropas, y, claro est, querrn una explicacin sobre lo sucedido en la sauna.Es una situacin molesta, desde luego asinti Paek: Quiz sera mejor sincerarse con la polica.Esperaba otra ayuda por parte de usted.Si as lo prefiere, cuente con lo que sea.Bueno... Ante todo, me gustara saber con certeza si la polica est en mi apartamento, as que usted podra... ir all, para cerciorarse. Slo a mirar, sin comprometerse, desde luego.Bien. Y si no est? Ah!, esa sera la parte til de su viaje sonri Cliff, Ver usted... En mi piso hay slo dos apartamentos. La persona que ocupa el otro es una muchacha llamada Sagrario Vargas, espaola, que... debe estar un poco enfadada conmigo. Sin embargo, es posible que accediese a hacernos el favor de permitirnos utilizar su apartamento. Quiero decir que usted podra pasar al mo desde su terraza, y traerme algo de ropa. Si la seorita Vargas desconfiase de usted, puede decirle que me llame aqu, y yo le dir lo que convenga. Pero si ve usted algo inquietante, no se complique la vida, ya ha hecho bastante.Un destello irnico pas por los ojos negrsimos del coreano.Tendr en cuenta todo lo que me ha dicho. Supongo que sera conveniente que fuese all cuanto antes, no?Cuanto ms pronto vaya, menos riesgo de encontrar all a la polica.En ese caso, salgo ahora mismo, seor Marsh.* * *Kyo Paek entr en su casa, y deposit un paquete con ropas delante de Cliffton Marsh, que sonri entre aliviado y divertido, pensando en lo que habra dicho Sagrario Vargas.Gracias, seor Paek... Ha puesto muchos inconvenientes, la seorita Vargas?Ninguno. No estaba. Cmo que no estaba? parpade Cliff. Deba estar all, porque est montando su apartamento. No empieza a dar clases de espaol hasta despus de Ao Nuevo... Un momento: cmo ha entrado usted en mi apartamento, si no ha sido saltando a mi terraza desde la de la seorita Vargas?La puerta del apartamento de la seorita Vargas estaba abierta. Cmo, abierta? resping Marsh.Abierta. Entornada, pero abierta... Despus de asegurarme de que la polica an no haba llegado, fui a llamar a la puerta de la seorita, y vi entonces que estaba entornada. De todos modos, llam al timbre. Luego, ,1a llam a ella. Finalmente, entr en el apartamento. Ella no estaba all. V considerando la situacin de usted me pareci que no era demasiado malo por mi parte saltar de una terraza a otra, recoger sus cosas, y marcharme... Cuando estaba de vuelta al apartamento de la seorita Vargas vi este sobre encima de la cama,El coreano tendi un sobre el desconcertado Cliff, que lo tom, lo mir, y, de pronto, sonri, todava desconcertado, pero no ya inquieto, sino ms bien, por fin, divertido. En el sobre cerrado, constaba solamente su nombre: Cliffton Marsh.Tiene una letra muy recia miss Vargas, verdad? murmur Cliff.No haba reparado en ello.El taekwondoka abri el sobre, extrajo la misiva, y, apenas comenzar a leerla, palideci.Deca:Tiene algo que ofrecer, a cambio de la vida de la seorita Vargas? Estamos seguros de que s. Pinselo bien, porque pronto nos pondremos en contacto con usted.En silencio, Cliff tendi la nota a Kyo Paek, que la ley sin inmutarse en absoluto. Al menos, visiblemente. Pero movi la cabeza con preocupacin al devolver el papel a Cliff.Mal asunto... murmur. Cuando las cosas se llevan a estos extremos, casi nunca terminan bien. Siento decirlo, seor Marsh, pero as lo pienso... V lo ms lamentable de todo esto es que esa pobre chica espaola no tiene nada que ver con esto.Los voy a hacer pedazos jade, de pronto, Cliff. Los voy a destrozar a golpes como si fuesen..., como si fuesen ratas!Es peligroso golpear a las ratas sonri desganadamente Kyo Paek, porque seguramente recibiremos alguna que otra dentellada... A menos que seamos lo bastante rpidos para retirar el pie a tiempo. Cree usted que yo lo soy?Espero que s. De todos modos, no sera ninguna deshonra aceptar alguna ayuda, seor Marsh.Se lo agradezco murmur Cliff, pero no quiero complicarle la vida a usted. Sin embargo, esto ha servido para demostrarme ya sin lugar a dudas que Sensei supo elegir bien cuando me recomend a usted. Gracias por todo, seor Paek.Me gustara poder hacer algo ms. Mire, seor Marsh, yo s muy bien lo que puede conseguir un hombre entrenado como usted, pero al mismo tiempo, usted sabe que cuando hay pistolas de por medio...No hay pistolas al sitio adnde voy a ir, ahora murmur Cliff: Al menos, eso espero. Hasta la vista, seor Paek. Y de nuevo gracias por todo.Haba terminado de vestirse, y, con un gesto, se despidi de su segundo Maestro.Abandon la vivienda de ste, fue adonde haba dejado el coche, y parti.Apenas veinte minutos ms tarde, entraba en el Green Park Hotel, donde le informaron de que, en efecto, la seorita Ching haba alquilado una habitacin... S, deba estar en ella, porque la llave estaba en su casillero. Habitacin?: la 315.Segundos ms tarde, Cliffton Marsh estaba llamando a esta puerta. Como transcurrieran algunos segundos sin obtener respuesta, sonri, y acerc la boca a la juntura de la puerta.Soy yo, Pei.La puerta se abri al instante, dejando visible a Pei, que tenas los ojos muy abiertos. Inmediatamente de entrar Cliff, se abraz a l, y acto seguido le ofreci la redonda boquita de labios carnosos y frescos...Toda una cariosa bienvenida sonri Cliff, despus del beso: Sabes que han secuestrado a mi novia? Oh!En realidad, no es mi novia frunci el ceo Cliff. Cuando te lo dije, fue una pequea broma sin importancia, Pei.Eso quiere decir