Katz, Claudio - Las disyuntivas de la izquierda en América Latina

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    13-Jul-2015
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Reseña de Jorge Marchini:¿Qué enseñanzas políticas han dejado las rebeliones populares recientes en América Latina? ¿Podrían abrir un camino hacia el socialismo? ¿Cuáles son las estrategias que implementa la izquierda? Partiendo de estos interrogantes, el autor indaga el escenario regional mediante comparaciones históricas, contrastes con otras zonas y evaluaciones de los nuevos gobiernos.Katz combina reflexiones sobre la actualidad con revisiones de los temas clásicos de la ruptura y la revolución, evaluando la correlación de fuerzas y el nivel de la conciencia popular. Indaga la crisis del neoliberalismo y la disminución de la influencia norteamericana en la coyuntura reciente de bonanza exportadora y aumento de la desigualdad. Pero en las cinco partes del ensayo ubica estas caracterizaciones en las controversias que actualmente suscitan los distintos proyectos de emancipación social.El libro presenta una mirada original sobre la izquierda latinoamericana. Ilustra la revitalización de este segmento, junto al despunte de la conciencia antiliberal (rechazo de las privatizaciones y del librecomercio) y el resurgimiento de un antiimperialismo sin componentes étnicos o religiosos regresivos. Estima que la ofensiva neoliberal no logró quebrar las identidades políticas de los oprimidos y ha coexistido con inéditos avances en el terreno de las libertades democráticas.Con este enfoque compara las rebeliones recientes de Sudamérica con las grandes revoluciones del siglo XX. Destaca que la unanimidad derechista de los años noventa ha quedado reemplazada por una combinación de gobiernos conservadores (Uribe, Calderón), centroizquierdistas (Lula, Kirchner) y nacionalistas radicales (Chávez, Morales). Plantea esta clasificación, en oposición frente al contraste convencional entre administraciones republicanas y populistas, recordando que el presidencialismo y el clientelismo no constituyen patrimonios exclusivos de ningún régimen.La principal preocupación del autor es el futuro de las experiencias nacionalistas radicales. Considera varios escenarios negativos (desenlaces golpistas, retorno electoral de la derecha, estabilización del capitalismo de Estado) y también desenlaces inversos de radicalización socialista, en la senda inaugurada por la Revolución Cubana. Para Katz, los procesos anticapitalistas constituyen opciones abiertas para toda una época, que pueden debutar en distintos momentos del ciclo económico. Reconoce que la visibilidad del modelo socialista ha decaído, pero relativiza los efectos del descalabro de la URSS sobre la izquierda regional y asigna gran importancia a la supervivencia de la Revolución Cubana.El autor polemiza con la estrategia de las etapas que postula transitar por un período de capitalismo regulado antes de arribar al socialismo. Afirma que esa orientación impide lograr mejoras populares significativas y conduce a solventar con fondos públicos la expansión de las clases dominantes. Aplica estas caracterizaciones a la coyuntura de Venezuela y Bolivia y analiza el concepto de “gobiernos en disputa” para Brasil y Argentina. El libro incluye varias discusiones de creciente interés.En el debate con la propuesta de “cambiar el mundo sin tomar el poder”, destaca la imposibilidad de eludir la acción estatal, subrayando la gravitación de esta institución como referente de las demandas populares. En la controversia con el reformismo, señala que las mejoras son factibles, pero no se acumulan ni son irreversibles y, traspasada cierta frontera, conducen a serias confrontaciones con las clases dominantes. En la polémica con el dogmatismo, critica la simplificación de la crisis y la ausencia de mediaciones para alcanzar los objetivos anticapitalistas.Katz analiza también el problema de la democracia en confrontación con las interpretaciones elitistas –que justifican la apatía ciudadana– y en debate con los enfoques institucionalistas, que propugnan una ingenua extensión de las mejoras cívicas o políticas

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LAS DISYUNTIVAS DE LA IZQUIERDA EN AMRICA LATINACLAUDIO KATZNDICE00.Introduccin 01.Las nuevas rebeliones latinoamericanas 02.Gobiernos y regmenes en Amrica Latina 03.Las encrucijadas del nacionalismo radical 04.Estrategias socialistas en Amrica Latina 05.Socialismo o neodesarrollismo 06.Centroizquierda, nacionalismo y socialismo 07.Los problemas del autonomismo 08.Pasado y presente del reformismo 09.Los efectos del dogmatismo a. Catastrofismo b. Esquematismos 10.Interpretaciones de la democracia en Amrica Latina 11.La democracia socialista del siglo XXI 12.Controversias sobre la revolucin 13.Hiptesis revolucionarias[recopilacin de artculos publicados en Internet que posteriormente formaran parte reducidos del libro Las disyuntivas de la izquierda en Amrica Latina, Ediciones Luxemburg, Buenos Aires, abril de 2008]

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INTRODUCCIN01. LAS NUEVAS REBELIONES LATINOAMERICANOSAmrica Latina se ha convertido en un foco de resistencia al imperialismo y al neoliberalismo a partir de los levantamientos en Bolivia, Ecuador, Venezuela y Argentina. Estas rebeliones enarbolaron reclamos coincidentes de anulacin de las privatizaciones, nacionalizacin de los recursos naturales y democratizacin de la vida poltica. Las luchas rurales se expandieron, pero la reforma agraria ya no es la nica peticin y ha decrecido el rol protagnico del campesinado. Las demandas polticoculturales de los indgenas han recobrado actualidad luego de siglos de avasallamientos, confirmando que los oprimidos pueden asumir varias identidades. Pero esta reivindicacin no debe dividir a los explotados. Una gran variedad de sujetos populares lider las rebeliones recientes. La reorganizacin neoliberal del trabajo y el rol de las burocracias sindicales redujeron la gravitacin de los obreros industriales, pero no impidieron la activa intervencin de los asalariados. Slo una ptica clasista permite entender la dinmica de confluencia entre oprimidos y explotados que se observ en las sublevaciones. Las rebeliones contribuyeron a revertir la secuencia de derrotas populares en que se asienta el neoliberalismo y expresaron una slida herencia de nacionalismo antiimperialista, conquistas democrticas y experiencias anticapitalistas. Amrica Latina ha sacado provecho de los reveses que soporta el Pentgono en Irak y su protagonismo en la periferia obedece a tradiciones de autonoma post-colonial de larga data. Los levantamientos recientes fueron rebeliones radicales que superaron los estadios bsicos de la protesta social. Pero no incluyeron los desafos al estado, las formas de poder popular y los desenlaces militares, que caracterizaron a las revoluciones de Mxico, Bolivia, Cuba y Nicaragua. El trmino revolucin es utilizado actualmente para realzar conquistas sociales y esperanzas de emancipacin, pero tambin debe servir para evaluar la intensidad de una lucha social. Conviene distinguir ambos sentidos y reconocer las diferencias que separan la actual oleada de sublevaciones de una situacin revolucionaria continental. Las rebeliones actualizan viejas reivindicaciones sociales y nacionales y han mejorado las condiciones para obtener conquistas populares. Pero las principales demandas continan pendientes y su logro exige desplazar del poder a las clases dominantes.

02. GOBIERNOS Y REGMENES EN AMRICA LATINALa unanimidad derechista ha quedado reemplazada por tres tipos de gobiernos. Los conservadores son neoliberales, pro-norteamericanos, represivos y opuestos a cualquier mejora social. Los centroizquierdistas mantienen una relacin ambigua con Estados Unidos, arbitran entre el empresariado, toleran las conquistas democrticas y bloquean las mejoras populares. Los nacionalistas radicales son ms estatistas, chocan con el imperialismo y la burguesa local, pero oscilan entre el neo-desarrollismo y la redistribucin del ingreso. Las libertades pblicas superan la norma histrica, pero en el polo derechista imperan formas de terrorismo estatal y un gran incumplimiento de las reglas constitucionales. En lugar de la crisis del 90 predomina un contexto econmico de recuperacin. Las transiciones postdictatoriales fueron muy diferentes a los casos comprables de Europa y legaron un alto grado de inestabilidad.2

El presidencialismo es un efecto general de la vulnerabilidad perifrica. Pero Uribe, Lula y Chvez acaparan facultades con finalidades muy opuestas. En ciertos casos el acceso de mujeres, indgenas y ex obreros a la presidencia expresa el ascenso de sectores plebeyos y en otros disfraza la permanencia de las elites en el poder. La derecha refuerza las plutocracias que la centroizquierda intenta disimular y los nacionalistas pretenden eliminar. Los tres tipos de gobiernos se asientan en mecanismos formales e informales. La mayor gravitacin de los partidos o del clientelismo no es una peculiaridad de gobiernos progresistas o reaccionarios y la actual contraposicin entre republicanos y populistas es una falsa disyuntiva. Este contraste no sustituye la distincin entre izquierda y derecha, ni esclarece los intereses sociales en juego. La repblica que elogia el establishment es la anttesis de la democracia. Promueve la divisin de poderes para estabilizar los negocios y zanjar los conflictos entre los capitalistas. El sistema republicano arrastra una historia de fragilidad perifrica, proscripciones oligrquicas y carencia de cohesin por arriba o legitimidad por abajo. La derecha y el socio-liberalismo utilizan un doble patrn de legalidad republicana para evaluar a sus aliados y a sus adversarios. Presentan al populismo como un virus regional, pero no aclaran el significado de este fenmeno. Por otra parte, los tericos que elogian al populismo encubren su funcin regimentadora y diluyen la tensin que opone a la centroizquierda con el nacionalismo radical. Mantienen la vaguedad del concepto y oscurecen con indefinidas referencias al pueblo el sentido de la lucha de los oprimidos. Es vital caracterizar en la actual coyuntura regional el papel de cada clase social.

03. LAS ENCRUCIJADAS DEL NACIONALISMO RADICALUna comparacin con varias experiencias del siglo XX esclarece los dilemas que afrontan los gobiernos nacionalistas radicales de Sudamrica. El antecedente de Salvador Allende recuerda que la reaccin siempre tiene en carpeta un golpe. Pero la derecha intenta actualmente reinstaurar la hegemona constitucional de los conservadores sin recrear las viejas dictaduras. Los capitalistas mantienen el dominio de la economa en Venezuela, Bolivia y Ecuador, tal como ocurri en Chile en esa poca. Si en lugar de avanzar hacia la construccin de un poder popular se aceptan los condicionamientos del establishment, reaparecer el desconcierto que ahog la experiencia chilena. Hay que afrontar en forma consecuente las resistencias que oponen los dominadores mediante un curso anticapitalista. Tambin el debut del Sandinismo ilustr la necesidad de drsticas medidas contra los opresores. Pero la derecha logr un retorno electoral con el auxilio de los gobiernos latinoamericanos, aprovechando la incapacidad del FSLN para proyectar sus xitos militares al plano poltico. Esa restauracin no era inevitable, ni obedeci slo a las adversidades externas. Se apoy en una involucin socialdemcrata de los dirigentes que desmoraliz a la poblacin. Los procesos nacionalistas actuales cuentan con mrgenes temporales y recursos econmicos mayores que los vigentes en Nicaragua, pero las encrucijadas polticas son semejantes. La revolucin mexicana ilustr cmo puede gestarse una clase capitalista desde la cspide del estado. La repeticin de este precedente es el principal peligro que afrontan los nuevos gobiernos radicales. El PRI utiliz la legitimidad de una revolucin para estabilizar durante dcadas la acumulacin privada y evitar los inconvenientes de las dictaduras. Este modelo es alentado en Venezuela por los sectores que se enriquecen en el cuadro actual y por quienes resisten cambios significativos en Ecuador y Bolivia. En

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los tres casos la poltica exterior independiente puede pavimentar una ruptura con el imperialismo o facilitar el curso diplomtico burgus que promueve el MERCOSUR. El proceso venezolano tiene mayor proximidad con el nacionalismo militar que sus equivalentes de Bolivia o Ecuador. Durante el siglo XX predominaron en Amrica Latina las acciones del ejrcito al servicio de las clases dominantes, pero tambin se registraron varias experiencias radicales, El mayor problema radica en distinguir el carcter progresivo o regresivo de esas intervenciones. La ceguera frente al primer caso y las ingenuidades frente al segundo tienen consecuencias nefastas. Es tan errneo jerarquizar indiscriminadamente a los civiles frente a los militares, como olvidar que el nacionalismo militar no puede desenvolver por s mismo un proceso de emancipacin. La revolucin cubana demostr que es factible derrotar al imperialismo e iniciar una transicin socialista. Es importante recordar esta leccin, frente a los cuestionamientos que existen a la adopcin de medidas anticapitalistas en Venezuela, Bolivia o Ecuador. Si reaparece la audacia de los aos 60, el anterior sostn de la URSS podra ser compensado con otras alianzas externas. Los ritmos actuales difieren del pasado, pero una prolongacin del status quo impedir avanzar hacia el socialismo. Resuelta imposible predecir si una direccin jacobina volver a franquear las fronteras. Pero existen tendencias potenciales hacia esta radicalizacin, en un contexto de luchas sociales ms regionalizado.

04. ESTRATEGIAS SOCIALISTAS EN AMRICA LATINALos caminos al socialismo vuelven a discutirse en la izquierda latinoamericana. La correlacin de fuerzas ha cambiado por la accin popular, la crisis del neoliberalismo y la prdida de capacidad ofensiva del imperialismo norteamericano. Ya no es vlido oponer un perodo poltico revolucionario del pasado con otro conservador de la actualidad. La debilidad social de la clase obrera industrial no impide un avance anticapitalista, que depende de la confluencia de los explotados con los oprimidos en una lucha comn. Lo esencial es el nivel de conciencia popular. Se han forjado nuevas convicciones antiliberales y antiimperialistas, pero falta un eslabn anticapitalista que podra nutrirse del debate abierto en torno al socialismo del siglo XXI. El marco constitucional que sustituy a las dictaduras no impide el desarrollo de la izquierda, pero debe evitarse la adaptacin institucional sin dar la espalda a la intervencin electoral. Se puede compatibilizar esta participacin con la promocin del poder popular. Los movimientos y los partidos cumplen una funcin complementaria, ya que la lucha social no es autosuficiente y la organizacin partidaria es necesaria. Pero resulta indispensable evitar la autoproclamacin sectaria e inscribir la obtencin de mejoras inmediatas en un horizonte revolucionario. Este norte ordena toda la estrategia socialista.

05. SOCIALISMO O NEODESARROLLISMODos estrategias se enfrentan en la discusin del socialismo del siglo XXI. La propuesta de promover crecientes transformaciones radicales choca con la postura de apuntalar previamente una etapa capitalista de neo-desarrollismo regional. El debate gira en torno al comienzo y no a la construccin plena del socialismo. En la regin existen recursos para iniciar este giro y el dilema inmediato es quin usufructuar de la bonanza actual.4

La tesis pro-desarrollista elude discutir la conveniencia de un empresariado latinoamericano. Subvalora, adems, las dificultades para erigirlo y los obstculos para superar el carcter perifrico del capitalismo regional. Esta visin omite los costos sociales de semejante modelo y sobredimensiona las desavenencias entre banqueros e industriales. Este enfoque por etapas debilita la lucha de los oprimidos, desdibuja el proyecto popular y reduce las disyuntivas polticas actuales a una oposicin entre centroizquierda y centro-derecha. Esta polarizacin obstruye los reclamos sociales y tiende a neutralizar el antiimperialismo de los gobiernos nacionalistas. Los dos planteos en pugna se expresan en Venezuela en iniciativas de radicalizacin o congelamiento del proceso bolivariano. Esta misma divergencia induce en Bolivia al uso de la nueva renta petrolera para mejoras populares o para subsidios al capital. El resultado de esta puja a escala regional favorecer la renovacin del socialismo o la restauracin del capitalismo en Cuba. La definicin de alianzas y prioridades polticas constituye el principal problema de la izquierda. Los distintos planteos en debate se nutren de races locales y forneas, pero recogen tradiciones opuestas de subordinacin o resistencia a las clases dominantes latinoamericanas. La ausencia de planteos socialistas es ms perniciosa que los errores de diagnstico sobre el capitalismo contemporneo. El socialismo es un concepto tan manoseado e irreemplazable como la democracia. Renovar su contenido es el desafo de la poca.

06. CENTROIZQUIERDA, NACIONALISMO Y SOCIALISMOEl ascenso de varios gobiernos de centroizquierda refleja el fracaso econmico, el retroceso poltico y el rechazo popular al neoliberalismo. Pero cada proceso expresa realidades distintas. Lula asumi sin fisuras institucionales en un marco de recesin y desmovilizacin social. Kirchner arrib al concluir el descalabro poltico creado por una depresin rodeada de sublevaciones. Tabar sigue el modelo poltico del PT en un cuadro econmico semejante a la Argentina y ensayos similares enfrentan en Bolivia con la amenaza de balcanizacin. El nacionalismo de Chvez es sustancialmente distinto porque se apoya en la ventaja petrolera para desplazar a los viejos partidos, hacer reformas y confrontar con la derecha. Adems, estrecha relaciones con Cuba y encabeza una fuerte polarizacin poltico-social. Su proyecto del ALBA no es compartido por la centroizquierda, porque las clases dominantes de cada pas tienen mayores negocios con las metrpolis que con sus vecinos. La constitucin de Petrosur choca con la privatizacin del petrleo en el Cono Sur y al Bansur le falta un club de deudores. Es incorrecto considerar que Lula y Kirchner encabezan gobiernos en disputa. Arbitran entre grupos capitalistas con modelos de ortodoxia socio-liberal o heterodoxia excluyente en desmedro de los intereses populares. Tanto el PT como el peronismo han perdido su originalidad contestataria. En Venezuela la disyuntiva es radicalizar o congelar el proceso bolivariano. Ciertos enfoques sugieren que el imperialismo norteamericano es invencible e ignoran que su hegemona no es un dato nuevo para la regin. Tampoco registran los efectos contradictorios de la desaparicin de la URSS y tienden a evaluar la correlacin de fuerzas considerando ms las relaciones entre los gobiernos que la lucha social. La izquierda puede retomar el legado de los 70 si reconstituye su proyecto socialista. Las dificultades no derivan de la adversidad externa sino de las polticas implementadas en cada pas. Es vital comprender por qu los proyectos de capitalismo regio-

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nal autnomo son menos viables que en el pasado. La batalla por conquistas a escala local debe formar parte de una propuesta antiimperialista radical. Los nuevos gobiernos de Sudamrica comparten la crtica al neoliberalismo, cuestionan las privatizaciones descontroladas, la apertura excesiva y la desigualdad social. Tambin proponen erigir formas de capitalismo ms productivas y autnomas con mayores regulaciones del estado. Pero su llegada ha creado dos interrogantes: Conforman un bloque comn? Facilitarn el acceso del pueblo al poder?

07. LOS PROBLEMAS DEL AUTONOMISMOEl ascenso de nuevos gobiernos de centroizquierda en Sudamrica confirma las dificultades de los movimientos sociales para proyectarse al plano poltico. El autonomismo desconoce estas limitaciones porque idealiza la resistencia popular espontnea. No registra que las asambleas y los piquetes en Argentina fueron insuficientes para impedir la reconstitucin del poder de las clases dominantes. Tampoco nota que los agrupamientos de lucha expresan peculiaridades nacionales y plantean demandas antiimperialistas. El autonomismo desvaloriza la estrategia, la conciencia y la organizacin que necesitan los oprimidos para triunfar. Descalifica la confrontacin con los opresores en el terreno electoral e ignora las restricciones de la democracia directa. No percibe que los precarizados forman parte de la clase trabajadora, ni toma en cuenta las tradiciones comunes que asocian a los excluidos con los incluidos. Renunciar a tomar el poder condujo en el pasado a muchos fracasos. El estado es un referente de las demandas populares y solo podra extinguirse al cabo de un larga transicin socialista. Pero este proyecto requiere el manejo y la transformacin previa de esa institucin. La multiplicacin de contrapoderes no evitar la negociacin con el estado para obtener conquistas populares. El autonomismo pierde de vista que las cooperativas no pueden prosperar como islotes colectivistas porque son erosionadas por la competencia. La ilusin de gestar una economa paralela al capitalismo se basa en ciertos casos en un diagnstico estancacionista y en otras vertientes alienta un programa de autoproduccin que conducira al afianzamiento del subdesarrollo. Los autonomistas eluden un balance de sus antecesores anarquistas. Desconocen la centralidad del estado porque imaginan que el poder se encuentra disperso. Al postular que el capital depende del trabajo no captan la preeminencia de la ofensiva neoliberal y a veces recurren al uso excluyente de categoras abstractas que obstaculizan la comprensin de las funciones del estado. El anlisis del capitalismo contemporneo exige apelar a los criterios objetivos de investigacin que el radicalismo subjetivo rechaza. Celebrar la negatividad, cuestionar las definiciones y formular preguntas sin respuestas obstruye esta indagacin. La crtica a la dominacin es compatible con la formulacin de alternativas y reconocer ciertas certezas es indispensable para avanzar en un proyecto socialista.

08. PASADO Y PRESENTE DEL REFORMISMOLa lucha por reformas sociales ocupa el centro de la agenda popular con proyectos redistributivos y propuestas que presentan una indita dimensin regional y global. Pero esta batalla ya no es mayoritariamente concebida como un eslabn hacia el socialismo. Predomina el reformismo conservador, la desercin socio-liberal y la moderacin de los viejos socialdemcratas.6

El igualitarismo liberal resalta los fundamentos ticos de las reformas sin registrar que el capitalismo impide la extensin de la igualdad poltica a la esfera econmica. Desconoce que la desigualdad es generada por el propio sistema e ignora las tensiones que oponen a la dinmica mercantil con las conquistas sociales. Las reformas son factibles pero no se acumulan, ni son irreversibles. El neoliberalismo demuestra que traspasada cierta frontera las clases dominantes resisten drsticamente su implementacin. Los trabajadores no pueden repetir el camino burgus de hegemona integral previa al control del poder. Por eso la batalla por reivindicaciones mnimas debe enlazarse con metas anticapitalistas. Este horizonte permitira la profundizacin de las reformas conquistadas desde abajo. La tesis revolucionaria no propone la conspiracin, ni el autoritarismo. Propugna transformaciones sociales mayoritarias y el ejercicio de una autoridad legitimada por la poblacin. El reformismo radical lucha por mejoras sin adoptar una perspectiva anticapitalista. Pero enfrenta el dilema de la consecuencia en los momentos crticos de choque con las clases dominantes. En estas disyuntivas converge con su contraparte conservadora o empalma con el socialismo. La reforma y la revolucin constituyen dos momentos de un mismo proceso de transformacin social. La accin por logros inmediatos puede integrarse a una estrategia de ruptura anticapitalista superando falsas dicotomas. Hay que enfatizar la consecuencia en la lucha y el contenido de un proyecto liberador, permitiendo que la experiencia dilucide cuales son las reformas posibles y cules son inviables bajo el capitalismo contemporneo. Los programas de transicin contribuyen a combinar reivindicaciones inmediatas con propuestas socialistas. Pero su aplicacin requiere valorar las conquistas mnimas y reconocer la gran variedad de situaciones nacionales. Las visiones catastrofistas no logran esta sntesis porque descartan errneamente la posibilidad de reformas significativas. El alcance universal que actualmente presenta la lucha por reformas refuerza la importancia de postular un proyecto socialista.

09. LOS EFECTOS DEL DOGMATISMOCATASTROFISMO

El dogmatismo ha decado en la izquierda pero persiste en algunas corrientes de la ortodoxia trotskista. Reivindican el catastrofismo, sin registrar el contenido puramente valorativo que hacen de esa nocin. Simplifican la crisis identificndola con la explosin y extrapolan las peculiaridades de la entre-guerra a cualquier situacin. Asocian la tesis del derrumbe con la revolucin, olvidando que fue la doctrina oficial de la socialdemocracia y del stalinismo. Postulan una visin estancacionista que sustituye el anlisis concreto del capitalismo contemporneo por denuncias obvias de su carcter destructivo. La rgida contraposicin catastrofista entre progreso del siglo XIX y decadencia posterior embellece los padecimientos del pasado y supone que desde 1914 no ocurri nada relevante. Esta simplificacin ignora la perdurabilidad de las reglas del capitalismo y desconoce la importancia de las conquistas de post-guerra que atropellada el neoliberalismo. Por otra parte, la presentacin de una crisis mundial sin localizacin, ni temporalidad contradice el carcter necesariamente episdico de esas disrupciones.

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Los catastrofistas no explican los mecanismos de la crisis. Mencionan la pauperizacin absoluta, sin notar que la reproduccin del capital exige la expansin del consumo y que la conversin de asalariados en mendigos imposibilitara el socialismo. Se encandilan con la hipertrofia de las finanzas, olvidando que la interpretacin marxista jerarquiza la gravitacin de la explotacin en la esfera productiva. Realzan la sobreproduccin sin definir sus causas y hablan de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, desconociendo que esa disminucin opera a travs de ciclos peridicos. Presentan, adems, una visin naturalista de las leyes del capital, que recuerda el viejo objetivismo positivista e ignora la especificidad de las ciencias sociales. El catastrofismo es cuestionado por una vertiente moderada que comparte muchas conclusiones del dogmatismo. Esa visin postula una teora del capitalismo decadente, que atribuye solo a esta etapa contradicciones que son propias de cualquier perodo. Buscan un punto intermedio entre la aceptacin y el rechazo de la teora del colapso que les impide avanzar en la comprensin del capitalismo actual. Los catastrofistas establecen una relacin directa entre el derrumbe y la revolucin social, desvalorizando la importancia de las condiciones propicias o adversas para esta accin. Su enfoque torna superfluas las tcticas y las estrategias socialistas. Ignoran, adems, la llamativa autonoma del colapso econmico que demostraron las victorias socialistas del siglo XX. Los catastrofistas presentan escenarios polticos apocalpticos al aplicar indiscriminadamente categoras de la revolucin, que fueron concebidas para situaciones muy especficas. Su expectativa en revoluciones inminentes precipitadas por catstrofes financieras es incompatible con el reconocimiento de las reformas sociales. Los dogmticos participan en la obtencin de estos logros pero descalifican la posibilidad de sostenerlos, al estimar errneamente que la era de esos avances est cerrada. Esta contradiccin conduce a un divorcio entre discursos de derrumbe y prcticas sindical-reivindicativas. ESQUEMATISMOS En el plano poltico el dogmatismo es sinnimo de esquematismo. Sus promotores propugnan los Estados Unidos Socialistas de Amrica Latina sin explicar como se llegara a esa meta. Cuestionan una mediacin eventual a travs del ALBA, pero no postulan otro puente y contraponen el uso de la fuerza con la diplomacia, como si la lucha antiimperialista no exigiera ambos recursos. Reducen los proyectos de integracin a rivalidades comerciales y no observan las confrontaciones poltico-sociales en juego. Al concebir el socialismo regional como un acto simultneo desconocen las disyuntivas que enfrenta Cuba. Es falso que la imposibilidad de construir el socialismo en un solo pas implique la inviabilidad de iniciar esa tarea. Los doctrinarios alientan la repeticin del modelo bolchevique en cualquier escenario, olvidando la singular incidencia de la primera guerra mundial sobre ese proceso. Mistifican lo ocurrido en Rusia e ignoran el curso diferenciado que siguieron las revoluciones posteriores. Suelen resaltar todos los episodios de 1917, sin prestar mucha atencin a la estrategia seguida por Lenin durante dcadas. Tampoco logran explicar como fueron consumadas las revoluciones ajenas al precedente bolchevique. Es falso atribuirlas al imperio de leyes histricas, a la invariable presin de las masas o a cursos excepcionales, desconociendo el rol jugado por las direcciones de esos procesos. El dogmtico repite que el proletario lidera la revolucin sin aclarar el significado actual de esa mxima. No toma en cuenta los cambios operados en la clase obrera8

industrial y tampoco registra la variedad de oprimidos y explotados que encabez las rebeliones ms recientes. Evala estos acontecimientos en cdigo sociolgico, suponiendo que la estructura clasista se mantiene invariable desde hace dos siglos. Desarrolla caracterizaciones sociales viciadas por su auto-visualizacin como exponente de la clase obrera y se equivoca al definir a la revolucin por los sujetos y no por los contenidos anticapitalistas. En su defensa de la dictadura del proletariado suele criticar a quienes prescinden de un concepto que l mismo desecha en su actividad pblica. El dogmtico cuestiona la democracia socialista, suponiendo errneamente que el primer trmino es equivalente y no incompatible con el capitalismo. Espera el surgimiento de los soviets, pero no detecta los embriones de poder popular. Descarta, adems, la posibilidad de cursos intermedios, a pesar de los antecedentes de gobiernos obrero-campesinos. En sus caracterizaciones de Amrica Latina desconoce la singularidad del neoliberalismo, ignora los triunfos populares y no observa diferencias entre los gobiernos centroizquierdistas y nacionalistas radicales. Desvaloriza las nacionalizaciones en curso y no compara los diagnsticos que emite, con la viabilidad de su propia propuesta. La simplificacin dogmtica proviene de una atadura a temporalidades cortas. Interpretan con ese criterio de inmediatez la teora de la revolucin permanente y no ajustan su aplicacin a los pases avanzados y a las transformaciones de la periferia. Los doctrinarios incentivan la creacin de partidos que se auto-asumen como vanguardia sin que los oprimidos reconozcan ese status. Diluyen la diferencia entre estadios de gestacin y existencia de un partido y recrean el verticalismo monoltico. Su defensa de un modelo universal de organizacin poltica dificulta la unidad de los revolucionarios y obstruye la recreacin de la conciencia socialista. El dogmatismo trasmite mensajes mesinicos y adopta actitudes profticas, que desvirtan el sentido experimental de la accin militante. Incentiva la condicin minoritaria y despilfarra esfuerzos en escaramuzas con el resto de la izquierda. Olvida que remar contra la corriente debera constituir una circunstancia y no una norma. Elude explicaciones pblicas de sus propias dificultades, exhibe un gusto por la diferenciacin y utiliza un lenguaje inadmisible dentro de la izquierda. Esta actitud no permite desenvolver un proyecto socialista y obliga a revisar el sentido actual de la identidad trotskista.

10. INTERPRETACIONES DE LA DEMOCRACIA EN AMRICA LATINALas concepciones institucionalistas, elitistas y participativas de la democracia han prevalecido en la regin en distintos momentos de las ltimas dcadas. La primera visin defiende un modelo de mejoras cvicas, polticas y sociales paulatinas, ignorando las tendencias regresivas del capitalismo. Olvida que el intento de consumar estos avances en tres estadios diferenciados fracas reiteradamente y ha resultado particularmente inviable en la periferia. El aumento de la miseria ha coexistido en los regmenes pos-dictatoriales con los sufragios peridicos. Esta compatibilidad confirma la validez de la distincin entre democracia formal y sustancial que el institucionalismo objeta. Este enfoque explica errneamente la crisis de los gobiernos constitucionales por su juventud o su recepcin de excesivas demandas y omite el servicio que prestaron a los acaudalados. Adems, idealiza el dilogo y minimiza los efectos de la desigualdad. La decepcin provocada por estos regmenes incentiv un viraje elitista, en sintona con la expansin del neoliberalismo. Los promotores de este giro justifican la apata ciudadana y responsabilizan a la poblacin por el vaciamiento poltico que impuso el9

establishment. Disuelven el anlisis concreto de esta regresin en consideraciones abstractas sobre la condicin humana y resucitan las teoras que niegan a las masas capacidad de auto-gobierno. Adems, identifican a la democracia plena con el ptimo del mercado desconociendo la naturaleza contrapuesta de ambos sistemas. Por el contrario, los autores progresistas asocian las metas democrticas con la participacin ciudadana y consideran que esta intervencin permite inclinar el funcionamiento del sistema constitucional a favor de los intereses populares. Pero ignoran las barreras que interponen los capitalistas a la presencia de las masas cuando perciben amenazas sus privilegios. Tanto el republicanismo social como el liberalismo igualitarista no toman en cuenta estas restricciones. Proponen una rehabilitacin genrica de la poltica, que solo resultara beneficiosa si fortalece un proyecto de los oprimidos. La intervencin popular choca con el sostn del estado a la acumulacin capitalista. Este conflicto es ignorado por muchos autores que proponen fortalecer y democratizar a esa institucin. Un error simtrico genera el deslumbramiento con la sociedad civil. Una esfera que alberga el centro de la explotacin no puede ser espontneamente favorable a la democracia real. La lucha consecuente por esta meta exige analizar el capitalismo como totalidad, sin divorciar el mbito privado de la actividad estatal.

11. LA DEMOCRACIA SOCIALISTA DEL SIGLO XXIUna democracia sustancial solo puede construirse erradicando la dominacin capitalista, eliminando la desigualdad y dotando a los ciudadanos de poder efectivo en todas las reas de la vida social. Estas metas podrn alcanzarse con una democracia socialista diferenciada del fracasado totalitarismo burocrtico, que actualice los viejos ideales e implemente nuevas formas de participacin popular. Este proyecto exige gestar otra democracia y no radicalizar la existente. Requiere partir de caracterizaciones de clase para comprender el constitucionalismo contemporneo e introducir transformaciones radicales, que no se reducen a expandir un imaginario de igualdad. Tambin presupone retomar la tradicin que opuso a las revoluciones democrticas con las revoluciones burguesas. La regulacin de los mercados, el ensanchamiento del espacio pblico y la accin municipal son temas de controversia con la democracia participativa. En ausencia de perspectivas socialistas, las iniciativas democratizadoras en estos campos no modifican el orden vigente. El presupuesto participativo de Porto Alegre brinda un ejemplo de estas limitaciones, pero en Venezuela tiende a verificarse otro camino, en la medida que contine la radicalizacin del proceso bolivariano. Es un error maysculo desconocer la relevancia actual de la democracia para un proyecto socialista. Este desacierto se comprueba en los planteos favorables a la dictadura del proletariado, que eluden caracterizar el futuro rgimen poltico. Tambin es incorrecto identificar la transicin post-capitalista con el liderazgo de un partido nico, ya que esta organizacin no puede procesar la heterogeneidad poltica de las clases populares. Estas conclusiones son importantes para una renovacin socialista en Cuba que impida la restauracin capitalista. Tambin son relevantes para la discusin que ha suscitado en Venezuela la conformacin del nuevo partido socialista. A diferencia del planteo consejista, la democracia socialista no equipara los organismos surgidos de una sublevacin popular con las instituciones post-capitalistas. Reconoce las peculiaridades de la experiencia sovitica y promueve la representacin indirecta. Tambin recupera el realismo que exhibieron los marxistas clsicos para concebir un sistema poltico emancipador. Las tensiones entre participacin colectiva y

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desarrollo personal no desaparecern en una transicin socialista, pero se desenvolvern en un marco de principios igualitarios.

12. CONTROVERSIAS SOBRE LA REVOLUCINAl cabo de varios aos de exclusiva atencin en la democracia y el neoliberalismo, comienzan a reaparecer las discusiones sobre la revolucin en Amrica Latina. Los presagios derechistas sobre el fin de estas convulsiones han quedado opacados por la nueva oleada de rebeliones sociales, el retroceso poltico de los conservadores y las dificultades de intervencin del imperialismo. El conformismo de los 90 choca con el mpetu transformador que se verifica en varios pases. Las viejas presentaciones de la revolucin como un acto conspirativo han sido reflotadas por la derecha, junto a las interpretaciones psicolgicas de la insubordinacin popular. Ambos enfoques omiten las motivaciones polticas de estos levantamientos. La simplificada identificacin con el vandalismo o la frustracin personal no explica el protagonismo de los sectores oprimidos ms organizados, ni la vinculacin de las grandes convulsiones con las crisis. Las tesis gradualistas que asemejan la revolucin con fiebres o tormentas desconocen el carcter social de este acontecimiento. Estiman que el capitalismo constituye la forma normal y eterna de funcionamiento de la sociedad e ignoran el sustento histrico de los mitos que generan las revoluciones. La concepcin marxista resalta el origen de las revoluciones contemporneas en contradicciones objetivas del capitalismo y realza el papel de los sujetos sociales en su desarrollo. En cambio el estructuralismo presta escasa atencin a ambos determinantes y focaliza su indagacin en las rivalidades entre las elites nacionales. El primer enfoque distingue las revoluciones burguesas que alumbraron el capitalismo de las gestas socialistas, que buscan superar este sistema. Estudia los niveles de conciencia y radios geogrficos diferenciados que caracterizan a ambos procesos. Al rechazar esta tipologa, la segunda visin no logra esclarecer el sentido especfico de cada levantamiento y levanta una barrera artificial entre las revoluciones clsicas y contemporneas. La aplicacin del concepto revolucin burguesa a Amrica Latina permite comprender las razones de una dinmica histrica inconclusa. Esclarece las causas de un proceso fallido, luego de un xito anticolonial temprano que fue sucedido por triunfos de las oligarquas y procesos de recolonizacin imperialista. La consolidacin del capitalismo y el giro conservador de las clases dominantes agotaron la vigencia a la revolucin burguesa desde principio del siglo XX. Todas las revoluciones contemporneas han sido nacionales, polticas, democrticas, agrarias o sociales. El cumplimiento pleno de estas metas induce a un curso anticapitalista, que las clases dominantes tienden a sofocar para desenvolver distintos modelos de acumulacin. De esta frustracin popular emergen diversas variantes de renovacin de la opresin capitalista. Un curso opuesto de radicalizacin socialista permitira saldar las cuentas pendientes del pasado junto a una nueva construccin pos-capitalista. Es mucho ms importante discutir estos senderos de emancipacin que dirimir las eventuales opciones de desenvolvimiento burgus.

13. HIPTESIS REVOLUCIONARIASLa construccin de una sociedad igualitaria en Amrica Latina requiere desplazar a las clases dominantes del poder. Pero en la actual etapa de sustitucin de las viejas11

dictaduras por regmenes constitucionales, esa revolucin transitar por caminos diferentes a la insurreccin sovitica o al sendero guerrillero. La preparacin, los tiempos y las formas de este desenlace son ms complejos. Exigen un nuevo tipo de poder popular surgido de la cohesin social, el protagonismo y la radicalizacin ideolgica de los oprimidos. Las conquistas populares dentro de las trincheras institucionales pueden constituir un eslabn de avance hacia el poder, mediante reformas que complementen la accin revolucionaria. Pero la expectativa socialdemcrata en la permeabilidad del capitalismo impide comprender que la dominacin capitalista ser erosionada por medio de la accin directa, traspasando los lmites del constitucionalismo. La contraposicin de la revolucin con las elecciones forma parte de la mitologa republicana. Oculta que el sufragio surgi y ha sido reiteradamente modificado por esas eclosiones. Pero la arena electoral tiene una gravitacin central para la accin de la izquierda y la participacin en los comicios es importante para evitar la marginalidad. Si se proyecta la lucha social al terreno electoral esta concurrencia no implica adaptacin al orden vigente. La violencia no se origina en la lucha revolucionaria, sino en la coercin econmico-social que ejercen las clases dominantes y sostienen a travs del estado. Esta opresin impide gestionar las tensiones sociales en forma pacfica. Quienes igualan el uso de la fuerza con la insubordinacin popular exculpan a los responsables de la represin cotidiana y condenan a sus vctimas. Con el socialismo se busca erradicar toda forma de violencia, pero los capitalistas no resignarn pacficamente sus privilegios. El uso mayoritario de la fuerza es necesario y legtimo, aunque no se deben ocultar los peligros de degeneracin hacia el terror que entraa esa utilizacin. Para avanzar en el proyecto socialista es necesario superar las divisiones entre los oprimidos y rechazar la bsqueda de consensos con sectores capitalistas. Esta poltica exige considerar varias hiptesis y recurrir a numerosas tcticas. Las dificultades contemporneas del proyecto socialista derivan del desconcierto poltico creado por el ascenso neoliberal, luego del desplome de la URSS. No son producto de una opcin por el capitalismo como un mal menor. La estrategia revolucionaria brinda un criterio de evaluacin de distintas iniciativas e incluye un componente ofensivo de seleccin de condiciones y oportunidades para el momento de la revolucin. La renuncia a discutir esta perspectiva conduce a la autoinmolacin de la izquierda. No se deben confundir las rupturas que introducen los quebrantamientos del orden vigente con las revoluciones que plantean desafos al estado y abren la posibilidad de forjar un nuevo poder popular. Para experimentar nuevos caminos hacia la emancipacin social es indispensable combinar racionalidad, audacia y originalidad.

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CAPTULO 1

LAS NUEVAS REBELIONES LATINOAMERICANASAmrica Latina se ha convertido en un significativo foco de resistencia al imperialismo y al neoliberalismo. Grandes sublevaciones populares afianzaron la presencia de los movimientos sociales y condujeron a la cada de varios presidentes neoliberales. Pero cul es el alcance de esta oleada de luchas? Qu programas, sujetos y proyectos se delinean en la regin?

CUATRO GRANDES LEVANTAMIENTOSLa tnica de estas movilizaciones ha estado signada desde principio de la dcada por las sublevaciones registradas en Bolivia, Ecuador, Venezuela y Argentina. En estos cuatro pases la protesta social desemboc en levantamientos masivos y generalizados. Esta misma tendencia a la irrupcin popular se verifica tambin, entre los pobladores de Oaxaca (Mxico), los estudiantes en Chile, los trabajadores de Colombia y los campesinos de Per. La intensidad de las protestas es muy desigual en la regin y coexiste con situaciones de reflujo en pases claves como Brasil. Pero uno tras otro, los distintos modelos de estabilidad neoliberal han quedado sobrepasados por el ascenso popular. Chile es el ejemplo ms reciente y emblemtico de este giro. La oleada de los ltimos aos tuvo mayor gravitacin en las naciones andinas, fuerte impacto en el Cono Sur y menor influencia en Amrica Central. Pero tambin este mapa tiende a modificarse, a medida que las movilizaciones recobran fuerza en Mxico e irrumpen en Costa Rica. Los cuatro grandes levantamientos de Amrica del Sur constituyen el patrn de referencia de un proceso regional de resistencias entrelazadas, que interactan entre s1. La rebelin ms profunda se consum en Bolivia, en oposicin al feroz atropello neoliberal que desde 1985 empobreci al Altiplano. La accin popular dobleg la represin de los presidentes derechistas, en tres mareas de grandes combates. Con la guerra del agua se fren la privatizacin de este recurso (2000), con la guerra del gas se defendieron los hidrocarburos contra la depredacin exportadora (2003) y con la escalada final (2005) fue arrollado el presidente Lozada y su sucesor Mesa. A travs de una insurreccin con 80 muertos y 200 heridos, la poblacin quebr el ciclo derechista e inaugur el actual proceso presidencial de Evo Morales. Tambin en Ecuador los programas neoliberales fueron sacudidos por varias sublevaciones. Primero los indgenas provocaron la cada del presidente Bucaram (1997) y luego impusieron el derrocamiento de Mahuad (2000), al cabo de seis das de intensos combates callejeros. Las elites consiguieron una breve distensin con el auxilio de un militar (Gutirrez en el 2003), que enmascar con retrica nacionalista la continuidad de la agresin patronal. Pero una nueva rebelin de los forajidos con mayor presencia de la clase media urbana (2005) demoli este ensayo y abri la secuencia de fulminantes derrotas electorales de la derecha (2006-07), que condujeron al actual gobierno de Rafael Correa. En Venezuela la irrupcin popular debut con el Caracazo (1989). Este alzamiento fue una respuesta al incremento del precio de la gasolina que implement un gobierno de los petroleros y banqueros (Carlos A. Prez). En medio de fulminantes cri1

Una detallada radiografa de la evolucin de las luchas populares exponen peridicamente los estudios del Observatorio Social de Amrica Latina (Revistas de OSAL - CLACSO).

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sis financieras y protestas con centenares de muertos, los intentos continuistas quedaron opacados por un levantamiento militar (1992), que inaugur el proceso bolivariano. El fracaso de un golpe empresarial sostenido por Estados Unidos (2002) y la gran secuencia de victorias electorales, permitieron a Chvez sepultar el tradicional bipartidismo de las elites. Estas victorias han generado la actual polarizacin entre la derecha y el gobierno nacionalista. Esta confrontacin se expresa cotidianamente en las calles y en los medios de comunicacin. La cuarta rebelin significativa se verific en diciembre del 2001 en Argentina. Condujo a la cada del presidente neoliberal De la Ra, que intent mantener la poltica de privatizaciones y desregulaciones instaurada en los aos 90 por Menem. Esta sublevacin coron la resistencia de los desocupados, que expandieron su mtodo de lucha piquetero a todos los movimientos sociales y confluyeron en un gran levantamiento con la clase media expropiada por los bancos. La protesta alcanz un nuevo pico frente a nuevas provocaciones represivas (Puente Pueyrredn a mediados del 2002) que reactivaron la lucha popular. Esta resistencia perdi intensidad posteriormente, pero ha impuesto un serio lmite a las agresiones capitalistas. Las clases dominantes lograron restaurar la autoridad del estado y contuvieron la ira de los oprimidos a travs del gobierno de Kirchner. Pero en un marco de recuperacin econmica, debieron otorgar significativas concesiones sociales y democrticas.

TRES EJES COMUNESTodas las rebeliones sudamericanas han enarbolado reclamos coincidentes contra el neoliberalismo, el imperialismo y el autoritarismo. Estas exigencias se tradujeron en planteos de anulacin de las privatizaciones, nacionalizacin de los recursos naturales y democratizacin de la vida poltica. La reaccin popular se apoy en la erosin de la dominacin burguesa que gener el neoliberalismo perifrico. Este programa derechista no solo precariz el trabajo y masific la pobreza, sino que tambin condujo a un deterioro significativo de la autoridad de las clases opresoras. La reorganizacin econmica en que embarcaron los grupos dominantes gener grandes crisis, que deterioraron la capacidad de las elites para gestionar del estado. Este resquebrajamiento incentiv la irrupcin por abajo. En un marco de quiebra de la estabilidad poltica y prdida de la hegemona de los partidos tradicionales, los manifestantes exigieron en Bolivia la re-estatizacin del agua y la nacionalizacin de los hidrocarburos. Reclamaron el fin de la regresin social provocada por privatizaciones y cierre de minas, que desgarraron el tejido social, masificaron el trabajo precario y alentaron el narcotrfico. La misma motivacin antiliberal tuvo la sublevacin en Ecuador, donde la pobreza afecta al 62% de la poblacin. Los oprimidos se insurreccionaron contra un esquema de economa dolarizada, primarizada y privatizada, que gener terribles colapsos inflacionarios, financieros y cambiarios. En Venezuela el primer estallido popular enfrent la caresta provocada por los ajustes el FMI. Esta reaccin se afianz, cuando el desmoronamiento del sistema bancario precipit la fuga de capitales, en un marco de inflacin y devaluacin descontroladas. La reaccin popular fue una protesta contundente contra la privatizacin petrolera y la turbia privatizacin de los bancos. Tambin en Argentina la rebelin estall frente a dos nefastos efectos del neoliberalismo: la confiscacin de ahorros de la clase media para solventar la deuda pblica y la masificacin del desempleo generada por la flexibilizacin laboral. Los oprimidos

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exigieron en la calle la reversin de una poltica econmica, que produjo una depresin sin precedente desde los aos 30. Estas mismas demandas han predominado en las movilizaciones de otros pases. La mayora popular rechaza los acuerdos de libre comercio (Colombia, Per, Centroamrica), las secuelas de las privatizaciones (Chile, Uruguay), la desregulacin laboral (Brasil) y el encarecimiento de los alimentos (Mxico). Pero este cuestionamiento al neoliberalismo adopta tambin un perfil antiimperialista, ya que la liquidacin de empresas pblicas y la apertura comercial beneficiaron a muchas corporaciones norteamericanas y europeas. La recuperacin de la soberana nacional mediante la re-estatizacin de los recursos naturales ha sido un reclamo de todas las rebeliones. Esta exigencia desemboc en Bolivia en la nacionalizacin de los hidrocarburos. El alcance de esta medida se encuentra actualmente en disputa, en los contratos que el gobierno negocia con las multinacionales. En estas pujas se juega el monto de la renta que absorber el estado y el uso asignado a ese excedente. La movilizacin social impuso tambin la extensin de las nacionalizaciones a otros sectores (agua, ferrocarriles, telfonos), aunque es evidente que el futuro del pas se define el manejo estatal del petrleo y el gas2. La misma conexin entre nacionalizaciones y movilizacin popular se comprueba en Venezuela. Tambin all se registra una expansin de la propiedad estatal tanto en la rbita petrolera, como en los servicios pblicos de agua, telefona y electricidad. Este curso revierte el rumbo neoliberal y coincide con la tendencia a la nacionalizacin que se verifica en todos los pases exportadores de crudo. Pero tambin se enmarca en una lucha particular contra la corrupta burocracia transnacional que manejaba la empresa estatal PDEVESA. Un conflicto semejante ha comenzado a verificarse en Ecuador luego de la anulacin de un fraudulento contrato petrolero (Oxy), que ha reintroducido el debate sobre la nacionalizacin. Hasta ahora, el nuevo gobierno slo propone destinar los fondos excedentes que genera la exportacin de combustible, al desarrollo de programas sociales. A diferencia de estos tres cursos en Argentina las privatizaciones se han mantenido sin grandes cambios. El gobierno neutraliz el reclamo popular de recuperar las empresas pblicas y se limit a regular las tarifas de estas compaas. Pero las tensiones no estn zanjadas, porque en toda la regin crecen las demandas de estatizacin. Son reclamos contra la depredacin minera (Per, Chile) o la destruccin del medio ambiente (Brasil), que estn invariablemente enlazadas con el rechazo de las bases militares norteamericanas (Ecuador, Puerto Rico) y los ensayos de intervencin yanqui (Centroamrica, Colombia). Las banderas antiimperialistas han recuperado centralidad, frente al dramtico proceso de recolonizacin poltica que sufri la regin en las ltimas dos dcadas. En todas las rebeliones emergi tambin una exigencia de democracia real. Por primera en la historia regional una oleada de revueltas no enfrenta a dictadores, sino a presidentes constitucionales. Esta novedad demuestra que las luchas latinoamericanas no se restringen a una batalla contra regmenes totalitarios. Existe una percepcin ya2

Hasta el momento la nacionalizacin ha quedado a mitad de camino. El gobierno cancel los juicios penales contra las compaas y la gestin de los nuevos entes estatales es muy permeable a las presiones de las empresas. Esta opinin expone el ex ministro: Soliz Rada, Andrs. La nacionalizacin ha quedado a medio camino, Pgina 12, 15/10/07. Tampoco se est utilizando adecuadamente los nuevos ingresos que el fisco obtiene del repunte de las exportaciones. Ver: Stefanoni, Pablo. Empate catastrfico en Bolivia, Le Monde diplomatique, octubre de 2007.

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generalizada que la vigencia de sistemas constitucionales no resuelve los dramas sociales. Se nota que estas estructuras polticas son utilizadas por las clases dominantes para implementar atropellos contra los trabajadores. Las sublevaciones contra presidentes autoritarios o corruptos comenzaron en Per fines de los 80, siguieron en Brasil en 1992 y posteriormente en Paraguay 1999. Pero actualmente esta batalla incluye exigencias de refundacin poltica integral. Por esta razn ha prevalecido la peticin de Asambleas Constituyentes en varias revueltas, a pesar del uso negativo que tuvieron ltimamente estos mecanismos. Sirvieron para maquillar la continuidad del orden vigente (Brasil) y para facilitar reelecciones de presidentes neoliberales (Argentina). La Asamblea que emergi en 1999 en Venezuela condujo al logro de importantes conquistas populares. Ahora se debate otra reforma constitucional que consagrara nuevos avances (fondo de estabilidad social, reduccin de jornada de trabajo, supresin de autonoma banco central). La derecha resiste estos logros, mediante inconsistentes cuestionamientos a la extensin del mandato presidencial. Una lucha ms encarnizada se est librando tambin en Bolivia con los conservadores, que buscan detener cualquier iniciativa que afecte sus privilegios. Bloquean sistemticamente el funcionamiento de la Asamblea Constituyente, exigiendo una mayora de dos tercios para aprobar las principales leyes. Este mismo tipo de sabotajes sern ms difciles en Ecuador, luego de la demoledora derrota que sufrieron los partidos tradicionales. Pero en estas Asambleas se discutirn no solo los reclamos antiliberales, antiimperialistas y democrticos, sino tambin viejos problemas que han recobrado relevancia.

TRANSFORMACIONES EN EL AGROEl neoliberalismo agrav sustancialmente el drama de los pobres rurales. Las agresiones capitalistas contra los pequeos agricultores acentuaron durante la ltima dcada los violentos conflictos por la tierra, que acosaron a Colombia, precipitaron el levantamiento de Chiapas, multiplicaron las masacres en Per y provocaron ms 300 muertos en Brasil. En situaciones agrarias nacionales muy diferentes, estos atropellos generaron resultados semejantes de polarizacin social, miseria campesina y enriquecimiento de los grandes propietarios o contratistas. La fractura entre el sector moderno de exportacin y la agricultura de subsistencia se agrav de manera uniforme, acentuando el desamparo rural y la emigracin a las ciudades. Esta redoblada opresin incentiv nuevas resistencias agrarias, organizadas en torno a movimientos muy diversos (CONAIE en Ecuador, Zapatismo en Mxico, Cocaleros en Bolivia, MST en Brasil), cuyos programas desbordan las demandas tradicionales de los campesinos. Estas plataformas no se limitan como en el pasado al reclamo de una reforma agraria, ya que existe una importante asimilacin de las frustraciones legadas por esos procesos. Durante el siglo XX se consumaron dos grandes revoluciones agrarias (Mxico, Bolivia) y varias reformas significativas de la propiedad (Guatemala, Chile, Per, Nicaragua, El Salvador). Las transformaciones fueron en cambio superficiales, en los pases que fue preservada la concentracin de la tierra (Brasil, Venezuela, Ecuador, Colombia, Honduras, Repblica Dominicana y Paraguay). Solo en dos naciones (Argentina y Uruguay) no se registr ningn tipo de modificaciones. Pero de esta gran variedad de cursos emergi un escenario comn de polarizacin, entre prsperas empresas de exportacin y

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estancadas explotaciones de subsistencia. La pobreza y las desigualdades se han acentuado y en muy pocas regiones floreci un segmento intermedio de burguesa agraria3. Este resultado indujo a los nuevos movimientos sociales a proponer soluciones ms integrales que la vieja reforma agraria. Algunas propuestas prestan mucha atencin a la proteccin del medio ambiente y plantean sustituir el agro-negocio por modelos de produccin alimenticia prioritariamente destinada al mercado interno. Se ha tornado evidente, la escasa utilidad en materia de eficiencia y productividad de las transformaciones agrarias que mantienen en pie la estructura del capitalismo perifrico4. En este nuevo contexto el campesinado no ha jugado el papel protagnico que exhiba a principios del siglo XX. No repiti el rol que tuvo en Mxico, como agente dinmico de la primera revolucin contempornea de la regin. Esa intervencin condujo a una guerra civil que desbord todos los compromisos ensayados por las jefaturas burguesas. Este rol volvi a notarse en otros levantamientos posteriores como la insurreccin salvadorea de 1932, pero no ha persistido al comienzo del nuevo siglo5. Si bien la desaparicin del campesinado no es un proceso abrupto e inexorable, es visible la prdida de cohesin social de este sector. La proletarizacin desplaz hacia los centros urbanos el eje de la lucha social, incluso en pases como Bolivia que recrearon la pequea propiedad luego de una importante reforma agraria. El campesinado persiste como fuerza de peso, pero sin el liderazgo que exhibi en varios momentos de la centuria precedente.

LAS DEMANDAS INDGENASLa gravitacin de la cuestin indgena constituye una novedad significativa. Las revueltas pusieron de relieve la actualidad de un problema que afecta a casi 50 millones de oprimidos, pertenecientes a 485 grupos tnicos distintos. Sus derechos fueron repetidamente desconocidos por una doctrina que restringi los derechos nacionales solo a las repblicas postcoloniales. Estos estados emergieron de un proceso de balcanizacin, bajo el control de elites criollas que atropellaron las configuraciones territoriales originarias. Durante este proceso, muchos sectores indgenas (y toda la poblacin negra introducida con la esclavitud) perdieron la lengua, la tierra y su cultura. Pero otros segmentos mantuvieron una identidad cuyo reconocimiento exigen en la actualidad6. En cada uno de los cinco pases que concentran el 90% de esta poblacin (Per, Mxico, Guatemala, Bolivia y Ecuador), las demandas indgenas presentan caractersticas distintas. En Ecuador todas las comunidades han confluido en una organizacin comn, que exige la formacin de un estado plurinacional y multi-lingstico. En Bolivia, los reclamos han sido canalizados por agrupamientos sindicales y polticos, que en algunos casos reclaman este mismo reconocimiento (Evo Morales) y en otras variantes alientan el reestablecimiento de formas polticas afines al antiguo estado incaico (Quispe). En Per la reivindicacin indgena no alcanz hasta ahora la misma intensidad que en los pases vecinos. Algunos analistas atribuyen esta peculiaridad al impacto de la3

Un balance de estas transformaciones presenta: Sampaio Plinio, Arruda. La reforma agraria en Amrica Latina: una revolucin frustrada, OSAL, nmero 16, enero-abril de 2005. 4 Un modelo alternativo ha sido elaborado por el MST de Brasil: Stedile, Joao. A reforma agraria j est esgotada, Epoca, 02/07/07. 5 El papel potencialmente revolucionario del campesinado fue tempranamente advertido por algunos tericos como Maritegui, que rechazaron la dogmtica caracterizacin de este sector como un segmento conservador: Lwy, Michael. Introduccin, en Lwy, M. (comp.). O marxismo na Amrica Latina, Fundacao Perseo Abramo, Sao Paulo, 2006. 6 Esta caracterizacin plantea: Vitale, Luis. Introduccin a una teora de la historia para Amrica Latina, Planeta, Buenos Aires, 1992 (captulos 4 y 9).

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urbanizacin sobre las viejas culturas gamonal-andina y seorial-criolla y al efecto de la guerra sucia de 1980 y 2000, que sembr el terror en las regiones menos aculturadas7. El indigenismo ha renacido particularmente en Bolivia, como una cultura plebeya forjada por los oprimidos urbanos y precarizados. Mantiene viva la memoria anticolonial de una poblacin poco mestizada, que ha sufrido la dominacin racial blanca y el fracaso de varios procesos de integracin trunca y castellanizacin forzosa. La demanda indgena coexiste con la lucha antiimperialista y anticapitalista, ya que los oprimidos frecuentemente mantienen varias identidades (indio-precarizado de Bolivia o indiocampesino de Ecuador). Las rebeliones recientes pusieron de relieve la legitimidad de las reivindicaciones de los pueblos originarios y demostraron que la cuestin nacional presenta en Amrica Latina tres dimensiones: el aspecto anticolonial (gestado en la lucha contra Espaa-Portugal y luego contra Estados Unidos), la resistencia antiimperialista (que involucra a toda la regin desde la ltima centuria) y la opresin interna de los indgenas, en distintas zonas del continente. Tal como ocurre con todas las formas del nacionalismo, las connotaciones de esta demanda dependen de los portavoces y propuestas en juego. La derecha descalifica el etnofundamentalismo del programa indgena, para disimular la continuidad de la opresin racista con discursos de embellecimiento del mestizaje. Los sublevados de la regin andina han desenmascarado este mensaje dual, demostrando que la lucha secular por la tierra est directamente asociada en varios pases con la defensa de una identidad poltico-cultural. En Bolivia este sentimiento de auto-afirmacin incentiv varios levantamientos e incorpor un derecho de auto-determinacin nacional, que es valedero en la medida que converja (y no discrimine) al resto de los oprimidos. Esta demanda que se plasma en la propuesta de remodelar el estado en un sentido plurinacional difiere sustancialmente de la romntica utopa de reconstruir el imperio incaico. Este proyecto tiende a recrear formas obsoletas de economa de subsistencia y segrega a los explotados no indgenas. Adems, puede generar guetos atomizados, que las multinacionales del petrleo aprovecharan para reapropiarse de los hidrocarburos. Por esta razn es vital que los recursos estratgicos sean centralizados y queden en manos de los estados nacionales8. La identidad indgena es mutable y asume significados cambiantes en cada momento histrico. Lo que se puso de manifiesto en los ltimos aos es el carcter arbitrario de todos los criterios para definir a priori la relevancia especfica de este problema. La cuestin indgena existe en cada pas, desde el momento que es asumida por una masa significativa de la poblacin. Lo esencial es registrar esta demanda y no forzar clasificaciones inflexibles a partir de parmetros objetivos (lengua, territorio, historia, cultura comn) o la mera exaltacin de un sentimiento de pertenencia. Los derechos nacionales simplemente son legtimos cuando una masa representativa los reclama, al cabo de un proceso de construccin de identidades propias. Estos fenmenos nunca expresan la vigencia de una

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Las diferencias entre Quispe y Morales en Bolivia estn expuestas en: Stefanoni, Pablo. Siete preguntas y siete respuestas sobre Bolivia de Evo Morales, Nueva Sociedad, nmero 209, mayo-junio de 2007, Buenos Aires; Quispe, Felipe. Entrevista, Corporacin Chile Ahora - La Haine - Boletn informativo Red solidaria de la izquierda radical, 25/09/06. Quijano analiza las peculiaridades de Per en: Quijano, Anbal. Estado-nacin y movimientos indgenas en la regin Andina: cuestiones abiertas, OSAL, nmero 19, enero-abril de 2006. Petras describe la reorganizacin de los indgenas en Ecuador: Petras, James, Veltmeyer, Henry. Movimientos sociales y poder estatal, Lumen, Mxico, 2005 (captulo 4). 8 Un interesante anlisis sobre estos temas plantea: Senz, Roberto. Crtica al romanticismo anticapitalista, Socialismo o Barbarie, nmero 16, abril de 2004, Buenos Aires.

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entidad previa, primaria e invariable. Si se comprende esta variabilidad histrica resulta posible abordar sin esquematismos, los nuevos problemas de los pueblos originarios9.

MULTIPLICIDAD DE SUJETOSLas rebeliones recientes han corroborado la existencia de una gran variedad de protagonistas populares. Las revueltas de Bolivia fueron encabezadas por trabajadores precarizados, campesinos e indgenas, que retomaron el acervo de lucha sindical de los mineros. La ciruga neoliberal destruy el viejo tejido social, pero no sepult las tradiciones que han recogido los nuevos resistentes. Los mineros ya no ejercieron su viejo liderazgo, pero su herencia fue visible entre los trabajadores precarios. La vieja central sindical (COB) tampoco jug el rol del pasado, pero sus mtodos huelgusticos dominaron el levantamiento y se expandieron a sectores de la clase media afectados por la andanada derechista. Las dos primeras sublevaciones de Ecuador fueron encabezadas por los indgenas, mientras que en la tercera rebelin predominaron los sectores urbanos. La masa de trabajadores informales y pobladores humildes lider en Venezuela, todas las movilizaciones que doblegaron a la derecha. Pero en los momentos definitorios fue decisiva la accin de los trabajadores petroleros, que derrotaron el ensayo golpista del 2002 junto a sectores significativos del ejrcito. En el argentinazo del 2001 a diferencia de los saqueos de 1989 convergieron los desempleados que cortaban rutas (piquetes) con la clase media expropiada por los bancos (cacerolas). Posteriormente se afianz el protagonismo de los asalariados, aunque ya no bajo el tradicional liderazgo de la clase obrera industrial. Pero la fuerte tradicin de organizacin sindical se expres en huelgas masivas, que han sido implementadas por todos los segmentos combativos. Este variado universo de la protesta social se verifica tambin en el resto de Amrica Latina. Los asalariados urbanos gravitan ms en el Cono Sur que en la regin Andina, pero los empleados pblicos y especialmente los docentes afectados por el ajuste neoliberal ocupan un lugar destacado en todos los pases. La juventud estudiantil, o precarizada o desocupada aparece siempre en la primera fila del combate callejero. En toda la regin se comprueban los efectos de las transformaciones neoliberales, que han reestructurado el universo de los asalariados. La fuerza laboral actual es ms heterognea y se encuentra segmentada entre un polo de actividades calificadas y un rea de precarizacin. Esta reorganizacin capitalista ha diversificado los sujetos de la lucha popular. Pero la resistencia latinoamericana ha demostrado, adems, que la remodelacin laboral no erradica, ni impide la respuesta de los oprimidos. Las sublevaciones evidenciaron que los trabajadores no se resignan, ni han quedado sustituidos por una inerme masa de excluidos. En todas las revueltas actuaron no solo los oprimidos expulsados del mercado, sino tambin explotados ubicados en los centros neurlgicos de la vida econmica. La conjuncin de ambos sectores permiti el triunfo de los levantamientos, en los lugares donde la economa fue paralizada por las protestas masivas. Como la destruccin de puestos de trabajo ha sido acompaada por la creacin de nuevas formas de empleo, el peso de los asalariados no decreci en Amrica Latina. Tampoco se extinguieron el trabajo y la clase obrera. El decisivo papel que han jugado9

Este enfoque se basa en la caracterizacin que propone: Hobsbawm, Eric. Introduccin, Naciones y nacionalismo desde 1780, Crtica, Barcelona, 1991.

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los asalariados en varios levantamientos confirma que la batalla contra el neoliberalismo, forma parte de una resistencia perdurable contra la explotacin capitalista. Registrar este dato es importante para notar el basamento clasista que subyace en la oleada reciente de revueltas. Cuando se omite esta determinacin social, las rebeliones tienden a ser vistas como articulaciones contingentes de movimientos sectoriales, que pueden adoptar cualquier direccin y empalmar (o distanciarse) en forma fortuita. Al borrar la dinmica objetiva que impulsa la lucha social, se tornan inexplicables las causas que inducen a los oprimidos a converger. Todo el sentido de esta lucha se vuelve indescifrable10. Reconocer el sustento de clase de los levantamientos no implica ignorar las transformaciones que afectan a los asalariados. Estas modificaciones son muy significativas, tanto a nivel objetivo (ampliacin del peso general de los trabajadores y menor gravitacin del segmento industrial), como subjetivo (declinacin de los viejos sindicatos y sustitucin parcial por nuevas organizaciones). Estos cambios incluyen tambin una prdida simblica de visibilidad, identidad y auto-confianza de los viejos segmentos fabriles. Pero las rebeliones han demostrado que la pasividad y la desmoralizacin generadas inicialmente por el neoliberalismo pueden ser neutralizadas, si los explotados y los oprimidos encuentran cauces para la accin comn. Los excluidos no pueden doblegar al capital sin el auxilio de los incluidos y a su vez, los trabajadores formales solo pueden imponer sus reivindicaciones si cuentan con un gran acompaamiento popular. Como el capitalismo se nutre simultneamente de la opresin y de la explotacin, la confluencia por abajo contrarresta siempre la supremaca que ejercen los de arriba. El variado espectro de sujetos oprimidos que encabez los levantamientos recientes difiere del contundente liderazgo obrero, que caracteriz la revolucin boliviana de 1952, las luchas fabriles de Argentina en 1960-70 o de Brasil en los aos 80. Este cambio no es solo consecuencia de la desregulacin neoliberal del mercado de trabajo. Tambin obedece al elevado grado la integracin estatal de burocracias sindicales, que atemperan la resistencia, desorganizan la lucha y aslan corporativamente a los trabajadores sindicalizados. Inicialmente la contrapartida burguesa de esta accin era la generalizacin de importantes conquistas sociales. La clase dominante convalidaba estos logros especialmente en Mxico o Argentina para garantizar la estabilidad de los negocios. Pero la arremetida neoliberal contra las conquistas sociales socav ese pacto, dificultando al mismo tiempo la reorganizacin desde debajo de la clase obrera. La burocracia acentu su asociacin con el capital hasta convertirse ella misma en empresaria en muchos pases. Pero los sindicatos alternativos no maduraron lo suficiente, para transformarse en una opcin de liderazgo de las sublevaciones. Tambin este resultado explica la diversidad de sujetos oprimidos que ha predominado en las rebeliones recientes.

XITOS Y SINGULARIDADESLas rebeliones latinoamericanas irrumpen en coincidencia con grandes resistencias antiimperialistas en el mundo rabe y suceden a la oleada de levantamientos, que sacudi a Europa Oriental a principios de los 90. Los tres acontecimientos conforman procesos regionales, con objetivos, programas y formas de lucha singulares. El anhelo10

Esta desorientacin es muy evidente en: Laclau, Ernesto. Hegemona y estrategia socialista: hacia una radicalizacin de la democracia, Fondo de Cultura Econmica, 1987, Buenos Aires.

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de democracia poltica frente a las dictaduras burocrticas unific las movilizaciones en Europa del Este, el rechazo a la agresin norteamericana impulsa la lucha en Medio Oriente y las consecuencias sociales del neoliberalismo perifrico determinaron la reaccin popular en Amrica Latina. Durante la ltima dcada la accin de los oprimidos de esta ltima regin perdi sincrona con Europa Occidental o Estados Unidos. Las clases dominantes de las economas centrales pudieron recurrir a mecanismos de atenuacin de las tensiones sociales, que no estn disponibles en el Tercer Mundo. En esta etapa volvi a emerger la localizacin perifrica de las contradicciones ms explosivas del capitalismo. Pero lo ms significativo de las rebeliones latinoamericanas han sido sus resultados. Estas sublevaciones lograron quebrar la secuencia acumulativa de derrotas populares en que se asienta el neoliberalismo. Es cierto que ningn levantamiento alcanz plenamente sus objetivos, pero el establishment perdi mayoritariamente la partida y se inaugur un contexto poltico impensable durante el anterior apogeo de la derecha. Este logro tiene gran relevancia en un perodo signado por agresiones patronales y frustraciones populares. La marea de sublevaciones desemboc en Europa Oriental en restauraciones capitalistas, que atropellaron las conquistas laborales y acentuaron la polarizacin social. Y si bien el imperialismo ha sufrido serias derrotas en Palestina e Irak, la atroz sangra que generan las tensiones tnicas en Medio Orientes han bloqueado, hasta el momento, la gestacin de una alternativa liberadora en esa zona. Por el contrario en Amrica Latina las protestas antiliberales asumieron una tnica antiimperialista, ntidamente democrtica y carente de los componentes religiosos, que obstruyen el desarrollo de un proyecto popular en el mundo rabe. Es muy difcil evaluar como incidir este resultado latinoamericano sobre el balance internacional de fuerzas que estableci el neoliberalismo. Pero sin lugar a dudas contribuirn a revertir la espiral de derrotas populares, que inaugur el thatcherismo a principios de los 80. Como los movimientos sociales de la regin mantienen estrechos vnculos con los distintos foros alter-globales que desde hace aos funcionan en todo el mundo existe una fluida transmisin de la experiencia regional al resto del planeta. En Amrica Latina se pudo reconstituir con relativa celeridad el tejido de solidaridad requerido para frenar la ofensiva del capital. Esta recomposicin explica el lugar privilegiado que ocupa la regin en el escenario mundial de luchas sociales. El neoliberalismo no logr sepultar las tradiciones polticas y sindicales combativas de la zona, ni siquiera en el cenit de su agresin. Confront con tres singularidades de la zona: una herencia viva de nacionalismo antiimperialista, importantes avances en el terreno de las libertades democrticas y la supervivencia de la experiencia socialista en Cuba. Ninguno de estos rasgos se ha verificado en otras zonas perifricas. El fracaso de los ensayos nacionalistas de 1950-70 en el mundo rabe fue maysculo, las avances democrticos de 1980-90 en esa regin fueron irrelevantes y los procesos que intentaron algn perfil socialista (como Argelia en los 60) quedaron prematuramente bloqueados. En cambio Amrica Latina ha podido usufructuar de los lmites que actualmente enfrenta el imperialismo norteamericano, para imponer sus prioridades a escala global. La regin ha sacado paradjicamente mayor provecho que el propio Medio Oriente de los reveses que soporta el Pentgono en Irak. Pero tambin pesan ciertas ventajas histricas que diferencian a la zona del resto del Tercer Mundo. Amrica Latina acumula una mayor tradicin de autonoma poltica postcolonial que el grueso de frica y Asia. Concentra una herencia de luchas por la independencia de vieja data, que le permiti constituir repblicas en los albores de la revolucin burguesa. Por esta razn mantuvo un liderazgo de avances en la periferia en el campo de la ciudadana, la integracin nacional y la convivencia tnica.21

Estos logros colocaron a la regin en una situacin peculiar en comparacin al resto de las zonas dependientes, que comenzaron a soportar la opresin colonial cuando Amrica Latina se liberaba de esa sujecin. Este avance permiti forjar tempranamente una conciencia nacional, que aliment dos siglos de accin liberadora. Es igualmente cierto que las compuertas abiertas por la independencia solo crearon durante el siglo XIX posibilidades de desarrollo, que no lograron consumarse. Por esta razn la revolucin burguesa tuvo un carcter incompleto, en comparacin a Europa y Estados Unidos. Pero este malogrado desenvolvimiento precoz permiti la gestacin de tradiciones polticas ciudadanas ms avanzadas que en cualquier otro rincn del Tercer Mundo. Estas ventajas histricas influyen en el perfil contemporneo que asume la lucha social en toda la regin.

REBELIONES BSICAS Y REBELIONES RADICALESLa oleada latinoamericana reciente ha sido caracterizada con mltiples denominaciones que invariablemente aluden a la rebelin. Los sinnimos ms comunes son revuelta, levantamiento, alzamiento o sublevacin. Estos trminos denotan la existencia de acciones populares contundentes y masivas de rechazo al orden vigente, pero tambin indican las limitaciones de las propuestas alternativas. Las irrupciones campesinas de Europa Medieval (jacqueries) conforman el modelo tpico de la rebelin. Implicaban furiosas reacciones de los oprimidos, sin correlatos positivos para la construccin de un orden social diferente. Varios historiadores han utilizado este sentido el concepto de la rebelin, para caracterizar distintas luchas populares de Amrica Latina11. Lo que diferencia la rebelin de un motn o de una conspiracin es la participacin masiva. Por esta razn no guardan ningn parentesco con los golpes de estado que han signado la historia de Amrica Latina. Las revueltas son movimientos por abajo, que se ubican en las antpodas de los 115 golpes militares registrados durante el siglo XIX. Las rebeliones latinoamericanas bsicas siempre irrumpieron como reacciones espontneas y repentinas de la poblacin frente a los atropellos capitalistas o las agresiones dictatoriales. Incluyeron formas muy variadas de resistencia a la represin, pero no lograron inmediatamente desenvolver formas de organizacin alternativas o proyectos polticos autnomos de los oprimidos. Desde el Bogotazo colombiano de 1948 hasta los saqueos argentinos frente la hiperinflacin de 1989, los episodios de este tipo han sido innumerables. Forman parte de una larga tradicin de lucha social, que los opresores siempre han temido y descalificado. Sus voceros identifican estas reacciones con la delincuencia ya que al criminalizar las protestas oscurecen su contenido social. Actualmente las elites encubren esta distorsin con campaas contra el narcotrfico y presentan la ocupacin militar de los barrios populares como actos contra el delito. En las grandes ciudades de la regin se libra una guerra civil encubierta contra los desamparados y algunos estudios incluso denuncian el adiestramiento del ejrcito para enfrentar las resistencias urbanas contra los humildes12. Las sublevaciones latinoamericanas de los ltimos aos se ubicaron en un escaln superior a cualquier rebelin social bsica. Los alzamientos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina no fueron solo reacciones contra los gobiernos derechistas, sino11

Mires, Fernando. La rebelin permanente: las revoluciones sociales en Amrica Latina, Siglo XXI, Mxico, 1988 (captulo 1). 12 Boff, Leonardo. El verdadero choque de civilizaciones, Pgina 12, 11/09/07.

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que tambin incluyeron demandas positivas de carcter antiliberal, democrtico y antiimperialista. Pero estas exigencias no estuvieron acompaadas por la gestacin de organismos de poder popular. Aqu radica la diferencia con las revoluciones sociales, que incluyen la presencia de ese tipo de instituciones. En las revoluciones sociales tienden a emerger modalidades de poder de los oprimidos, en pugna con el sistema de dominacin vigente. Desafan esta estructura con alguna forma de soberana alternativa. El doble poder de los soviets en la revolucin rusa es el ejemplo clsico de esta disputa, que algunos autores contemporneos identifican con la presencia de soberanas mltiples. En estas situaciones se verifica la existencia de dos o ms epicentros que reclaman la legitimidad exclusiva del poder13. Las rebeliones se distinguen de las revoluciones por la visibilidad de estos organismos y su potencial confrontacin con el estado. No son las formas de lucha, los grados de violencia o la existencia de insurrecciones lo que diferencia a ambas modalidades. Este tipo de acciones ha estado presente tanto en las grandes rebeliones (Bogotazo), como en el inicio (Portugal en 1975) o la culminacin (Nicaragua en 1979) de un proceso revolucionario. Lo que se verifica en las revoluciones y no se observa en las rebeliones es la existencia de formas organizadas en asambleas, consejos, movimientos o ejrcitos de un nuevo poder, que desafa a las autoridades del estado. Por esta razn las revoluciones introducen puntos de ruptura histrica ms significativos que otro tipo de sublevaciones. Tomando en cuenta estos criterios se puede caracterizar a los levantamientos latinoamericanos recientes como rebeliones radicales. Superaron el alcance tradicional de estos alzamientos, sin llegar a ubicarse en el campo estricto de las revoluciones. Una mirada retrospectiva confirma esta evaluacin.

COMPARACIN CON GRANDES REVOLUCIONESDurante el siglo XX se registraron cuatro grandes revoluciones sociales en Amrica Latina: Mxico en 1910, Bolivia en 1952, Cuba en 1959 y Nicaragua en 1979. El contraste con estas gestas permite dimensionar el alcance de las rebeliones recientes. La revolucin mexicana fue una reaccin masiva de campesinos agobiados por la modernizacin capitalista que implement un rgimen semi-dictatorial. Al cabo de un encarnizado ciclo de sangrientas confrontaciones e importantes concesiones a los sublevados se abri un perodo de precaria estabilidad, que desemboc en renovadas movilizaciones en los aos 30. Durante este perodo un gobierno nacionalista (Crdenas) reinici la reforma agraria y las nacionalizaciones inconclusas. La revolucin boliviana fue un alzamiento popular liderado por batallones sindicales de los mineros, que sepultaron la dominacin tradicional de la oligarqua. El gobierno surgido de esta irrupcin (Paz Estensoro) nacionaliz el estao, instaur la reforma agraria e introdujo el sufragio universal. Pero esta misma administracin reconstruy al poco tiempo el maltrecho estado al servicio de las clases dominantes, mediante un giro derechista negociado con el FMI. A diferencia de estos dos antecedentes la revolucin cubana no se detuvo en la implantacin de reformas. Respondi a las agresiones norteamericanas con un acelerado proceso de nacionalizaciones y transformaciones anticapitalistas. Esta revolucin trastoc el escenario regional, al asumir un carcter socialista y demostrar la factibilidad de este curso en Amrica Latina.13

Tilly desarroll este concepto a partir de teora del doble poder que expuso Trotsky en: Trotsky, Len. Historia revolucin rusa, tomo I, Editorial Galerna, Buenos Aires, 1972; Tilly, Charles. Conflicto, revuelta y revolucin, en Las revoluciones europeas, 1492-1992, Crtica, Barcelona.

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La revolucin nicaragense pareci repetir este nuevo patrn. Pero bajo el acoso permanente de bandas financiadas por el Pentgono, los sandinistas detuvieron las transformaciones sociales, pactaron con sus viejos adversarios y antes de perder el gobierno por va electoral ya se perfilaban como una nueva elite dominante. En Mxico, Bolivia, Cuba y Nicaragua se consum el desmoronamiento de los viejos sistemas polticos y se implementaron cambios econmico-sociales, que respectivamente se estancaron, revirtieron, consolidaron y neutralizaron. Pero en los cuatro pases se verificaron las formas de poder paralelo y los organismos desafiantes del estado, que distinguen a las revoluciones sociales de las rebeliones. En otros levantamientos estos rasgos aparecieron en forma solo espordica o conformaron inmaduros embriones. Algunas revoluciones no triunfaron (El Salvador en los aos 80) o fueron incipientemente aplastadas (Guatemala en 1954, Chile en 1970). De todas estas experiencias surgieron las tradiciones que nutren la lucha popular. Pero en forma estricta, el trmino revolucin social es solo aplicable en el siglo XX a cuatro grandes eventos de la historia latinoamericana. A diferencia de muchas rebeliones, los levantamientos de Mxico, Bolivia, Cuba y Nicaragua tuvieron un ntido desemboque militar. Esta confrontacin ilustr la peculiar intensidad de estas convulsiones. En los cuatro casos se registr una pugna directa de las milicias populares armadas con el ejrcito convencional. En Mxico los campesinos despojados de sus tierras aplastaron a las tropas federales y sostuvieron una dcada de resistencias blicas, apoyada en la organizacin comunal del sur y el alistamiento masivo en el norte. En Bolivia, los efectivos del gobierno fueron doblegados por los escuadrones de mineros, al cabo de una encarnizada batalla de tres das que cost 1500 muertos. Tambin aqu el ejrcito fue demolido por la accin armada de los obreros. En Cuba la guerrilla libr una exitosa guerra de desgaste contra la guardia nacional, que culmin con la ofensiva final del movimiento 26 de Julio. Veinte aos despus, una secuencia de similar de operaciones en el campo junto a insurrecciones urbanas condujeron a la victoria de Nicaragua. En los cuatro casos se perpetr un enfrentamiento militar que defini el triunfo de los revolucionarios y el desmoronamiento del ejrcito oficial. Este desenlace condujo al desplome de todos los organismos del estado burgus, que fueron reformados y reconstruidos (Mxico y Bolivia), destruidos y reemplazados (Cuba) o demolidos y rehabilitados (Nicaragua). Estos resultados finales tan dismiles, no diluyen la enorme familiaridad revolucionaria inicial de los cuatros procesos. Las rebeliones latinoamericanas recientes no alcanzaron en ningn caso esta intensidad. De los cuatro levantamientos de la ltima dcada, Bolivia se ubic en el terreno ms prximo a una revolucin. No solo por la contundencia de las sucesivas guerras que libraron los sublevados (agua, coca, gas), sino por el principio constitucin de organismos de poder popular (en las Juntas de El Alto). Pero la distancia que guarda esta convulsin con el antecedente de 1952 es muy significativa. En esa ocasin un ejrcito regular fue derrotado y desarmado por batallones mineros. En el caso ecuatoriano las masas populares jaquearon a varios gobiernos, sin llegar a forjar organismos de poder rivales del estado, ni milicias desafiantes de las fuerzas armadas. La situacin potencialmente revolucionaria que se vivi en varios momentos, no se tradujo en una revolucin comparable a las cuatro grandes gestas del siglo XX. La brecha que separa al argentinazo de esos antecedentes es mucho mayor. Desde diciembre del 2001 hasta mediados del 2002 se plasm un levantamiento masivo, sostenido en la ocupacin continuada de las calles. Pero las instancias potenciales de un poder popular apenas se insinuaron y la parlisis transitoria del estado no implic el desplome de ninguna de sus instituciones. Tampoco se produjo posteriormente alguna24

renovacin significativa del espectro poltico. La protesta asumi ms que en cualquier otro caso, una modalidad clsica de rebelin diferenciada de la revolucin.

VARIEDAD DE USOSEn Venezuela la palabra revolucin es cotidianamente utilizada con gran orgullo por todos participantes del proceso nacionalista. Recurren a este trmino para caracterizar un giro histrico de la vida nacional. La revolucin bolivariana es identificada con las batallas contra la derecha, el desmoronamiento del sistema de bipartidista y los importantes logros sociales14. Pero en este caso, la palabra revolucin presenta una acepcin diferente a la aplicada para contrastar su presencia con las rebeliones. No alude a un acontecimiento, sino a la totalidad de un proceso de rupturas sucesivas con el orden vigente (caracazo, recuperacin de PDEVESA, derrota del golpe, triunfos electorales). La convocatoria a concretar nuevas revoluciones dentro de la revolucin se basa en esta identificacin del concepto, con transformaciones de alto contenido radical. En este caso la mencin de la revolucin presenta un significado simblico, que expresa la sensacin de un gran cambio en curso. Este significado del trmino difiere de su utilizacin como categora analtica comparativa de la intensidad de las sublevaciones populares. Es importante valorar esa dimensin subjetiva, ya que toda revolucin se nutre de percepciones, esperanzas e ideales. Pero tambin es vital evaluar el alcance del giro actual para tomar conciencia de la distancia que falta recorrer. En Venezuela qued largamente superado el estadio inicial de una rebelin y es vlido reconocer la presencia de un proceso revolucionario. Pero las fronteras que atravesaron las cuatro grandes revoluciones sociales de Amrica Latina, no han sido an traspasadas. Este mismo diagnstico se aplica a Bolivia. Algunos recurren a un uso extendido del trmino revolucin para analizar lo ocurrido en el Altiplano. Convocan explcitamente a no regatear la aplicacin de ese concepto, estimando que el uso de sustitutos menores como rebelin desvaloriza el alcance de los levantamientos. Retoman la nocin de revolucin popular que utiliz Lenin en 1905, para contrastar una irrupcin desde abajo (Rusia) con cambios desde la cspide del estado (Turqua a principios del siglo XX)15. Pero la distincin entre revolucin y rebelin no tiene connotaciones ofensivas. Solo apunta a esclarecer grados de intensidad de la lucha popular para definir estrategias socialistas adecuadas. Recordar que las sublevaciones en Bolivia del 2000-2005 no provocaron un colapso del estado capitalista comparable al observado en 1952, no implica quitarle mrito alguno a estos levantamientos. Este sealamiento del trecho a recorrer es tan importante para un proyecto anticapitalista, como la contraposicin leninista entre irrupcin desde abajo y cambios desde arriba. La revolucin presenta ambas caras: es un instrumento de liberacin deseado por los oprimidos y es tambin una categora de anlisis de la lucha social. La esperanza emancipadora no debe anular el potencial explicativo del concepto. No basta con evaluar las percepciones de los protagonistas. Se requiere, adems, dimensionar comparativamente el alcance de cada episodio. Algunos autores recurren al concepto de revolucin poltica para ubicar los levantamientos recientes de Amrica Latina. Los sitan en un punto intermedio entre las14

Con esta acepcin lo utilizan: Bonilla-Molina, Luis y El Troudi Haiman. Historia de la revolucin bolivariana, Ministerio de Comunicacin e informacin, Caracas, diciembre 2004. 15 Esta visin desarrolla: Gilly, Adolfo. Bolivia, una revolucin del siglo XXI, Perfil de La Jornada, 02/03/04.

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rebeliones y las revoluciones sociales. Ese concepto fue muy utilizado en los aos 80, para distinguir los desmoronamientos de las dictaduras bajo presin popular de las transiciones manejadas desde arriba. Lo ocurrido en Argentina o Bolivia fue adecuadamente contrastado con el fin del franquismo en Espaa. La vieja distincin que estableci Trotsky entre revoluciones sociales (transformacin de las relaciones de propiedad) y revoluciones polticas (modificacin de un sistema institucional) fue aplicada para caracterizar los procesos post-dictatoriales ms convulsivos16. En su aplicacin contempornea, esta diferenciacin entre revoluciones polticas y sociales tambin incluye una distincin equivalente entre regmenes (fascismo, dictaduras, constitucionalismo, bonapartismo) y estados. Mientras que el primer tipo de sublevacin popular solo desafa alguna variante institucional de la dominacin capitalista, el segundo tipo de irrupciones confronta con los pilares administrativos y represivos de ese sistema. Esta diferencia obedece a que las reivindicaciones en juego en las revoluciones sociales son mucho ms convulsivas que las demandas propias de cualquier revolucin poltica17. En la oleada reciente de sublevaciones latinoamericanas se confront no solo con presidentes neoliberales, sino tambin con regmenes autoritarios y elitistas (bipartidismo venezolano, partidocracia ecuatoriana, contubernio boliviano entre tres oficialismos). Pero estas rebeliones no arremetieron estrictamente contra las monarquas, autocracias o tiranas militares, que inspiraron el uso del concepto revolucin poltica. El mayor problema radica igualmente en otro plano: el potencial abuso del trmino revolucin. Esta nocin pierde contenido cuando es utilizada para catalogar cualquier variedad de irrupciones populares. La tipificacin de la revolucin como una eclosin solo poltica, no disipa esta disolucin del significado. Al confundir una sucesin de rebeliones con una oleada de revoluciones se tiende a exagerar el alcance de la accin popular y se abren las compuertas para sobredimensionar los procesos en curso. La consecuencia