Kant - Crítica del juicio - 1991

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MANUEL KANT

PROLECOMENOS A TODAMETAFISICA DEL PORVENIR

OBSERVACIONES SOBRE ELSENTIMIENTO DE LO BELLO

Y LO SUBLIME

CRITICA DEL IUICIO

ESTUDIO INTHODUCTIVO YANÁLISIS DE LAS OBRAS

POR

FRANCISCO LARROYO

Quinta edición

1 : EDITORIAL PORRÚA, S . A.

Av.R E P U B L I C AA R G E N T I N A ,1 5

MÉXICO,1 9 9 1

* Este archivo sólo contiene la parte de la Crítica del juicio

*

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Primeras ediciones en español:

Prolegómenosa toda metafísica del porvenir, Madrid, 1 9 11 - 2Obswuacíonessobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, Madrid, 1932

Críticq del ]uícío, 1\/Íadricl, 1914-

Primera edición en la Colección “Sc-:pancuantos.. .”, 1973

Títulos originales : '

_P-folegomenazu einer jeden künƒtigen ilffetaphysik, die aís Wissenschaƒt wirdauƒtreten können, Riga, 1783

Beobachtungeri über das Ge/iihí des Schönen und Erhabenen, Riga, 1764_ Krítík der Urteilskrlft, Berlin, 1790

El estudio introductivo, análisis y características de esta edición son propiedad de

EDITORIAL PORRÚA, _ S . A.

Av. República Argentina, 15, 06020 México, D. F.

Copyright © 1991

Queda hecho el depósito qixe marca la ley

`

Derechos reservados

ISBN'9 6 8 . - 4 3 2 - s i s - 5

' IMPRESOEN MéxicoP R I N T B DIN M exico

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C R Í T I C AD E LJUICIO

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170 M/LNUEL1 < _ ~ . N r

De Baurngartenprovieneel nombre de estética como filosofía delarte. Segmi é l, la gnoseología (teoría del conocimiento)se divide endos partes: lógica yestética.Esta última e s la teoría del conocimientosensible, que ocupa elgrado inferior. Su meta reside en el perfeccio-namientode este conocimiento.Lo bello puede caraeterizarse comoin-tuición de lo perfecto.En otros términos:bellezae s perfecciónsensi-ble (Perƒectíophainomenon)_

M endelssohn,por su parte, introduceuna nueva idea de suyo im-portante. Siguiendoa I. G . Sulzer y I. N. Tetens, dos descollanteswolífianos, concibeel sentimientocomo un estado psíquicoentre el co-nocer y el querer, y, aloja a la vivenciade lo bello dentrode tal esta-do anímico, perojunto con Lessing,persiste en la actitud racionalísta

al declarar-'quela belleza reposa en una representaciónno clara dealgo perfectoque implica la unidadde una multiplicidad.Dentro de la Epoca de las Luces aparecen dos teorías que supe-

ran desde puntos de vista diferentes,acaso encontrados,así el racio-nalismo como el psicologismoestéticos. Iuan Joaquín Winckelmann(1717-1768; Ensayo de una alegoría), fundador de la historia del arte,sustenta una de ellas. Para Wìncl-:elmannla floracióndel arte sigue ala floración de la libertad. El arte no e s una reproducción,sino unaconformaciónideal de la naturaleza.El artista recrea la naturalezaatenor de un modelo ideal.En la plásticagriega (pinturay escultura).el ideal reside en noble simplicidad y armónicagrandeza. El arte s egenera de dentro afuera: difierede la razón y somete a las pasiones.La fuerzacreadorade la naturalezaobra en el genioy por el genio.

H ume (1 711-1 776;Of the standard of taste -- La regla del gus-to) representa la otra teoria. El mérito de este filósofo en estética re-side-en haber unido bajo el- conceptode gusto las nociones de arte ybelleza,que desde la antigüedad habíanseguido caminos independien-tes. El gusto s e concibecomo lafacultad humana de discernir lo bello?

2. Orígenesde la Crítica del Iuicio

La Crítica del Iuicio fue dada a la estampa en 1790.Esto no sig-

nifica que hasta entoncess e ocupara Kant de estética.Sus Observacio-nes sobre el sentimientode lo belloy lo sublime..publicadasen 1764,como ya s e dijo,constituyenun claro testimoniode que el autor e s -taba al corrientede las ideas estéticasdel tiempo.De Baumgarteneraasiduo lectoren la etapa precríticad e .su desarrollofilosófico,segúnpropia confesión.Hay más: como lo ha revelado Otto Schlapp, ensus lecciones de filosofía impartidasen la Universidad,con frecuen-

1 Cfr. F. Larroyo,Sistemae historiade las doctrinas filosóficas. C olaboraciónde E. Escobar. Editorial Porrúa.México,1970.

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cnírlca D E L¡Utero 1 7 1

cia hacia oportunasy aleccionadorasincursionespor los dominiosdela estética.”

La fundaciónde la estética a la luz del criticismo,sin embargo,sólo tiene lugarhasta el momentoen que s e descubrey s e prueba que

en el arte, de parecidamanera queen la cienciay en la moralidad,existenprincipiosa priori; elloe s ,principiosque sólorigenen el mun-do de la experiencia,pero que no son extraídos,quizá inductivamente,de este mundo.Todavíaen la primeraediciónde la Crítica de la ra-zón pura declara al respecto: “Lasreglas o criteriosdel juiciode lobello sólo pueden ser empíricos,según sus fuentes, y, por tanto, nopueden servirnunca de leyes apriori, según las cuales tuvieraque re-girse el juicio del gusto.”

Fue poco después de la segunda ediciónde la Crítica de la razónpura (1787)cuando Kant logra elevarsea la nocióntrascendentaldela estética.Lo confirmaen carta dirigidaa KarlLeonhardReinhold(diciembrede 1787).En ella dice, entreotras cosas: “Cuandoalgunavez no s é bien cómo organizarel métodode investigaciónsobre un ob-jeto, no tengo más que volverla vista a aquellaanotacióngeneral delos elementos del conocimientoy de las facultades delespíritu quele s corresponden, pararecibiraclaracionesque no esperaba. Así, me

ocupoahora d e la Críticadel gusto,con cuya ocasións e descubreotraclase de principiosa priori que losdescubiertoshasta ahora, pues lasfacultadesdel espírituson tres: facultadesde conocer,sentimiento delplacer y dolor, y facultad de desear. Para la primera he encontradoprincipios a priori en la Critica de la razón pura (teórica); para la ter-cera, en la Críticade la razón práctica. Los estoy buscando tambiénpara el segundo,y, aunque antes pensaba que era imposible encon-trarlos,sin embargo,lo sistemáticoque el análisis de las facultadeshasta aquí consideradasme ha hecho descubriren el espírituhumano,y que me proporcionará,para el resto de mi v ida,materia bastantepara admirar y aun, en lo posible,para fundamentar,me ha puesto enel camino;así e s que ahora reconozcotres partes de la filosofía, cadauna de las cuales tienes u sprincipiosa priori,que s e puedenenumerar.S e puede tambiéndeterminarcon seguridadla extensiónde los cono-cimientosposiblesd e esa .manera: son e s a spartes la filosofíateorética,la teleologíay la filosofíapráctica,d e las cuales, desde luego, la deenmedios e encuentrala más pobre en fundamentode determinacióna priori.Esta, bajo el títulode Criticadel gusto, piensoque estará aca-bada en manuscrito,aunque no en la impresión,para la Pascua deresurrección”.3

La obra planeada, laCrítica del gusto, no apareciónunca, apesar

2 Doctrinade Kant acerca del genio y los orígenes de ia Critica del juicio.1901.

3 Vol. VII, de la edición de las Obras completas de Kant, al cuidado deHartenstein.

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de la promesa de terminarla en 1788; y e s que en la fundamentaciónde la estéticaKant hubo de considerarmás detenidamente'la idea definalidad.Pero una nueva faena lo llevómás lejos.N o sólo vinoa e s -tablecerel nexoobligadoentre el gusto yla finalidad;reconsiderótam-bién otros aspectos del nuevo y delicadoproblema.Postrer

frutod e

esta investigaciónfue la Críticadel juicio,publicadahasta 1790.C onesta obra, a decir verdad,s e convierteKanten el fundadorde la e s -téticacomo disciplinafilosóficaindependiente.

3. El textoregulatívo

La Críticadel juiciofue editada tres veces en vida del autor. De

ellas, la tercera edición ofrece los últimos ajustes y afinacionesdelautor. C on todo, la fijacióndel texto,como en otras obras de Kant,s e ha mejoradoal correrde los años ya suprimiendoerratas, bien mo-dernizandola ortografíay aclarandovocablos,etc.

I-leaquí las edicionesclaves para estos propósitos,acotadas de losautores de las mencionadasmejoras:

Antesde la muerte de Kant

1. Crítica del juicio, por M anuel Kant.Casa editora: Lagarde yFriederich.LVII y 477 págs. Berlíny Libau, 1790.

2. Idem. Segunda edición.Casa editora: F. T. Lagarde, LX y482 págs. Berlín,1793. ø

3. Idem. Tercera edición.Casa editora: F. T. Lagarde, LX y482 págs. Berlín,1799.

4. Además aparecieron en vida de Kant tres reproducciones:

a) Frankfurty Leipzig,1792;b) allí mismo,1794y c) novísimaedi-ción aumentadacon un registro,2 vols. Grätz, 1797.

Despuésde la muertede Kant:

5. En el volumenIV de la Ediciónde las Obras completasalcuidado de Rosenkranzy Schubert, XIII y 395 págs. Casa editora:Leop. Voss. Leipzig,1838. ›

6. En el vol. VII de la primera edición (por materias afines)de las Obras completas, alcuidadode'G. Hartenstein,XVI y 376 págs.Casa editora: Modesv Baumann.Leipzig,1839.

7. En el vol. V de la edición (ahora por orden cronológico)al cuidadode G . Hartenstein,XV y págs. Leipzig,1867.

8. Como volumen IX de la Bibliotecaƒílosóƒíca,editada porI. H. von Kirchmann, XII y 382 págs., 2 '*ed., 1872.Berlin,1869.

9. C ríticadel juicio, por M anuelKant. Ediciónde Karl Kehr-

bach. BibliotecaUniversalde Reclam.Leipzig,1878.

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C R Í T I C AD E L¡Utero 1 7 3

10. Idem. Edición de Beno Erdmann.Berlín,1180.Segunda Edi~ción, l8_84.

11. Comovol. 39 de la Bibliotecaƒilosóƒica.Nuevaedición,alcuidadode KarlVörlander,con introducción,registrode temas y de

nombres,XXXVIII y 413 págs. Leipzig 1902.12. En el vol.V de la Ediciónde las Obras completasde Kant.Academiade ciencias de Berlín. Introducción,notas y demás, porW . Windelband.Berlín,1908.

13. En el vol. V de la ediciónde las Obras completasde Kant,al cuidadode E. Cassirery F. Gross.Berliny Leipzig,1912y s s .

4. Contenido

La Críticadel juiciocomprendeun prólogo, muybreve,una intro-ducción ampliay dos partes fundamentales.Estas últimasllevan.losnombres, respectivamente,de Críticadel juicioestéticoy Críticadeljuicioteleológico.

Prólogoe introducción

Antetodo,formulael autor el programade la o b r a . _El prólogo,e n

efecto, señala a grandes rasgos los temas de la Crítica del juicio y laarticulaciónde tales temasentre los del entendimiento(que.conoce)y los de la razón (que postula ideales).Al hacerlo,esta concisa partede la obra habla también,de manera muy general, de las dificultadesque surgen en la dichaempresa.

La introduccións e desarrollaen nueve apartados (I-IX). En ellase diserta in extenso sobreel concepto,sistema y divisiónde la filo-sofía, conla mira de ubicar a la tercera rama fundamentalde ésta,

la Criticadel juicio. (La primerae s la Críticade la razón pura y lasegunda, la Crítica de la raz ónpráctica,como ya fue dicho).La Críticade la razón pura investigalas condicionesa priori del

conocimientocientífico.La Críticade la razón práctica,las d e la con-ducta moral; la primera,las facultades cognoscitivas; lasegunda, lasvolitivas. En la Crítica del juicio s e inicia una nuevainvestigación:lade la vida del sentimiento.

El hombres e realizalibrementeen su mundo,que comprendea lanaturaleza.Es un hecho, pero ésta ignora la finalidad; en ella todoocurre según causas y efectos.Ha de existir, por tanto,una manera deprocederque, sin alterar las leyes naturales, haga posible la libertadhumana.Ello tiene lugar gracias a una peculiarmodalidadde la con-ciencia,una nueva y tercera legalidaddel espíritu,q ue, comotal, tienesus principios a priori. Kant la llama facultad de juzgarpor reflexión.N ecesidad ylibertadpor s í mismas son irreconciliables.El juiciore-flexivo logra vincularlas de manera creadora: e s el miembrode enlaceque asegura la unidad de la conciencia humana.

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174 1 m \ N U 1 a Lluuwr

El juicio en generales una operaciónlógica entre dos miembros(A es B). Cuandoes de carácter teoréticoo subsume un conceptoaotro (juicioanalítico),o bien determinasintéticamenteun objetome-diante prìncipìos (juicio sintético) . A estos juicios se le llama juicios

atributivos,ya que descubrencaracteres deobjetos.Pero existeotrotipo de juicio, el juicio reflexivo. -Este parte de los objetosya determi-nados (oonocidos)gracias a los juiciosatrìbutivos,y ve la manera derelacionar (enlazar)estos objetoscon finalidades.

¿Cómos e logra este enlace?-El juicioreflexivo(o reflexionante)consideraun objetoya constituidoy lo pone en relación,lo reflejaha-cia otrosdominios.I-Ieaquí una flor. La representaciónobjetivadeella ha sidoobra del entendimientograciasa sus principios(formasde

intuición y categorías). C on la dicha representaciónun hombrepuedeexperimentaruna satisfaccióngozosa. El movimientoreflectivova ha-cia el interior de un sujeto.Al producirle placer, elobjeto ha sido idó-neo o adecuado.Pero tambiénpuede pensarse la flor en relaciónconalgo externo,por ej., considerandoque es adecuada para alimentar alas abejas. En el primer caso s e trata de una representaciónestética;en el segundo,de una representación teleológicade la naturaleza.

En uno y otrocaso, la concienciahumanaenlaza,pone en relación

objetosya constituidos(obradel entendimiento)con finalidades(obrade la razón).M aslo hace conformea ciertosprincipiosa priori,comoserá mostradoy demostradoen el libro.

PRIMERAPA RT E

Crítica:del juicioestético.Su división

La Crítica del juicio sigue en general la disposiciónorgánica dela Críticade la razón pura, disposiciónque ya había sido repetidaen la de la Críticade la razónpráctica;s e divideen dos partes: I, Cri-tica del juicioestético; II. C riticadel juicioteleológico. Laprimeraparte (C ríticadel juicioestético) s e subdivideen dos secciones: 1 *Analíticadel juicio estético;2' Dialécticadel juicioestético.,A su vez,la primeraseccións e fraccionaen dos libros: 1 ?Analíticade lo bello;2 ?

Analíticade

losublime.

Primerlibro de la primerasección:Analíticade lo bello

El primerlibro,ya en particulars e desarrollaa través de cuatromomentos,los que, a su turno, s e escindenen 22 parágrafosy unanota (comentario)-generalrelativaa toda la primerasección.

El gusto e s la facultadpara discernirlo bellomedianteun juicio.Ahorabien, como éste consta de cuatro caracteres fundamentales,o

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C R Í T I C AD E Ljuicio 1 7 5

momentos,a saber: cualidad, cantidad,relación y moralidad, Kantestudia el juicio estéticoa través de estos momentos.

Según la cualidad,lo bello e s cierto placer desinteresado quelosobjetosrepresentados suscitanen el sujeto.La ausenciad e e s t einterésdistinguea lo bello de lo agradabley lo bueno. En éstos tambiénhaysatisfacción,pero interesada:en lo agradable,ciertosentimientode con-cupiscencia;en lo bueno,.un acicate para la voluntad que la impelea realizarlo.El noble interés,por ejemplo,de ayudara un menesteroso(§ 1-5)-

A tenor de la cantidad,cabe decir que lo bello gusta a todos losque tienen experienciapara gozarlo. Dehecho un cuadro puede gus-tar a uno y a otro no. Eso depende de la diferenteeducaciónestética.

El gustar a todos quieredecir que hay la pretensiónde valer univer-salmente;lo que ocurre,por otra parte, sin concepto.El arte e s repre-sentación, imagen,no concepto.El conceptoe s productodel entendi--miento;la imagen,de la fantasía (§§ 6-9).

Por lo que a la relacióndel juicio concierne,lo bello implica unafinalidad que no trasciendedel objetorepresentado,ello es, una fina-lidad inmanente,o, dicho en una frase hecha: una finalidad sin ƒin.Es indudableque una obra de arte expresa algo. He ahí su finalidad.

intrínseca.Laapreciaciónestética culminae n esta finalidadinterior.Llevarlafuera ella, tal vez pensandoen la utilidadque reportela obracontemplada,e s conculcarel juiciodel gusto (§§10-16).

En atencióna la modalidad,e s bellocuanto s e reconoce,fuera d etodo concepto,como materiade una satisƒacciónnecesaria. Lo necesa-rio, a diferenciade lo posibley asertórico,e s lo que no puedeÍserdeotra manera.El juiciodel gusto establece la necesidaddel aseniimìen-to general. Lo bello s e impone,porque llevaconsigo la necesidadde

la determinaciónde todos a un juicio mismo,el cual e s consideradocomoun ejemplode una regla general,aunqueno pueda ser formuladoen conceptos (§§ 12-22).

Por lo que s e ve, el gusto e s el conceptoclavede todo el análisisemprendido.El juiciodel gusto e s la facultadde discernirlo bellomediantela imaginaciónlibre.El sentimientode lo bello e s ,en efec-to, una actitudautónoma, creadora,con su propia e internalegalidada priori,como lo expresa la llamadafantasía poética.El arte s e sir-

ve de objetosconstituidospor el entendimiento,pero los mira desdeuna vertientede la conciencia(la cual posee s u propialegalidad)paraconferirleslas cualidadesde lo bello. (Notageneral).

Segundolibro de la primerasección:Analíticade lo sublime

Este libro comprende,además de la analíticade lo sublime, una

exposiciónde los juiciosestéticosen general como juicios reflexivos,

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y una deducciónde los juiciosestéticosa priori, ello es, una fundamen-taciónde su posibilidad,deducciónque constituye,sin génerode duda,el pasaje más difícil de toda la obra.

El sentimientode lo sublime s e suscita por la representacióndes-mesurada de la naturaleza.En la naturaleza,empero, no hay nada delo cual no pueda imaginarsealgo más grande. Lo absolutamentegran-de, e s únicamentelo infinito, y lo infinito e s una elaboraciónde larazón, una Idea. En lo sublimes e da la Idea de lo infinito. En esto s edistinguejustamentelo sublimede lo bello. La bellezaecha mano deobjetos,pero creados por el entendimiento,objetos limitados,de for-m a sperceptibles. El hombre,así, puede manejarlos,jugar con ellos,gracias a su imaginación.En lo sublime,en cambio, todoe s solemne,seriedad íntimay conmovedora.Sin embargo,bellezay sublimidadpro-vocan satisfaccióndesinteresada (§ 23).

La satisfaciónpor lo sublime, en efecto, comparte los caracteresdel juicio de lo bello: ser de un valor universal,según la cantidad;carecer de interés, según la cualidad;constituir una finalidad subje-tiva, según la relación,y hacerlo representablecomo necesario,segúnla modalidad.Pero además de la nota de infinìtud ya mencionada,s ediferenciade lo bello en ofrecersede dos maneras peculiares,a saber,lo sublimematemáticoy lo sublimedinámico (§ 24).

Hay un sublimeestático,por así decirlo.En éste, la Idea de mag-nitud s e imponeal hombrede tal manera que despiertaen él un senti-mientode impotencia,y, paralelamenteel de pena; pero la concienciade tal límite y el saber que e s la razón quien crea la Idea de lo infi-nito, transformala pena en complacencia.El sujeto tiene el sentimien-to de lo sublime matemáticocuando s e imaginaalgo grandepor enci-ma de todo, peroque advierteque e s una creaciónsuya (§§ 25-27).

Lo sublimedinámicotiene que ver con la fuerza (dynamis)de lanatïraleza.Ante ella el hombresiente su insignificanciafísica y teme.Per como él mismoha imaginadocon aciertola Idea d e potenciain-finita, al comprenderloasí trueca su debilidady pena en concienciadesuperioridady autonomíade su destino.El sentimientode lo sublimedinámicotransformala inferioridad física del hombreen la superiori-dad del valormoral (§§ 28-29).

A continuación,al entrar en la Notagenerala la exposiciónde losjuiciosestéticos reƒlexivosestablece el autor un cotejo entre lo agra-dable, lo bello, lo sublime y lo bueno; 'lo que lleva a cabo con vistasa la función de los juiciosreflexivos(o reflexionantes).Lo agradables e caracterizapor su mayoro menor intensidad;e s resultadode merosestímulosreflejadossobre el sujeto. Lo agradableno cultiva.Lo bello,en cambio,s e produce merced a la representaciónde un objeto,bienque proyectadoen la intimidad del yo. Lo bellocultiva.Lo sublimevam á slejos: despiertala concienciade lo suprasensible.En fin, lo bue-no, al postularla ley de la dignidadhumana,supera el juicio reflexi-

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cizíricxDEL.juicio 1 7 7

vo, vueltohacia el sujeto,y s e hace juiciodeterminante, bienque d ela libertad.Lo sublimey lo bueno potencianla personalidad.

Deducciónde los juiciosestéticospurosLa deduccióntrascendentalde los juiciosestéticos significael le-

gitimar la posibilidady pretensiónde éstos; lo que s e logra al probarque en su raíz penden de principios a priori. En otros términos: lasexperienciasestéticas sólo son posiblesen virtud de que existeuna le-galidad conformea la cual nace y s e desarrolla la vida artística delhombreya como creador, biencomo contemplador.

Hay una diferenciaentre la legitimaciónde los juiciosde lo su-blimey la de los juiciosde lo bello.Los primeross e justifican merceda las relacionesde proporcióno desproporciónde la raz ón humana,yde e s oya s e dijolo pertinenteal hablard e lo sublimematemáticoy d elo sublimedinámico(§ 30).

El problema,delicadoy complejo,reside ante todo en exhibir elfundamentode la universidady necesidad de lo bello. Lo universalsignificaen el arte el poder éste ser comunicadoa los demás; lo nece-sario, el estar radicado en una aptitud común humana. Para ello, ladeducciónde los juiciosdel gusto muestra su carácter trascendental,vale decir su posibilidad como hechos de experiencia.

El juiciodel gusto pretendeser reconocidopor todos, porque s efundaen las condiciones subjetivasde la posibilidad de un conocimien-to en general. Por otra parte, las facultades cognoscitivas,que requie-re el gusto, son patrimonio de la inteligenciasana y común,que hayque suponeren todo hombre.“Precisamentepor esto, el que juzga encuestiones de gusto (siempre que tenga una concienciajusta de sujuicioy no cambiela materiapor la forma,el atractivopor la belleza),puede exigir en cualquier otrola finalidad subjetiva,esto es, el placerque nace del objeto,y considerars u sentimiento-comouniversalmentecomunicable,sin la intervenciónde conceptos”.Los juiciosestéticospuros constituyenlas modalidadesa-priori de estas condicionesquehacen posible la experienciaartística (§§ 32-39) posee característicasque exigen ciertasmodalidadesen el tratamientometódico (§§ 32-39).

La aptitud estéticacomúndel hombree s llamada por Kant sensuscommunis.Que existe esta facultad,lo prueba la experienciad e s ucultivo; lo cual s e lleva a cabo conformea tres prescripciones(máxi-mas). La primeramáximae s la de pensar por sí y evitar la pasividadde la razón. La pasividadde la razón conduce a la heteronomíade larazón, esto es, al prejuicio; y el peor de todos los prejuiciose s la su-perstición,ello e s suponer que la naturalezano está sometida a leyesnecesarias. La segunda máxima'indicaque hay que pensar poniéndoseen el lugar de los otros, ampliandoasí la manera de pensar del hom-bre. La tercera máximaexige pensar de manera consecuentecon unomismo (§ 40).

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El arte como creacióny como contemplacióne s desinteresado.Yaquedó dicho. Pero otra cosa e s que existanmotivosya empíricos,yaintelectualesque induzcanal hombre.a la vivenciaestética,sobre todoen el trato social.N o hay que olvidar la tendenciaa la sociedadcomonatural en el hombre ysu aptitud para ella. Los idealesde la vidapueden intervenir como propio motivointelectual(§§ 41, 42).

C on estos materialess e dirige ahora el autor a disertar sobre lasartes en general y sobre el creador de ellas por excelencia,el genio.Delantede una obra de arte, dice, e s necesarioser conscientede quee s arte y no naturaleza; perola finalidad de su forma debe aparecerlibre de toda imposiciónde reglas arbitrarias,precisamente comosifuese un productode la naturaleza.La naturalezae s bella cuandotiene la apariencia del arte;y, a su vez, el arte no puede ser califica-do de bellosino cuando elhombre,teniendo concienciad e que e s arte,lo consideracomo naturaleza (§ 45). El arte bello por excelenciae sarte delgenio. Porello, el genio e s el mediadorentre lo bello naturaly lo bello artístico.La genialidade s la disposicióninnata (ingenium)por mediodel cual la naturalezaexpresala regla del arte. Para juzgarla belleza de los objetos, e s necesario el gusto; pero para producirtales objetos,e s necesarioel genio (§§ 46, 47, 48). El genio tiene unapeculiarconstitución.Sólo a s ís e explicas u obra. En éls e da una sín-tesis (en una proporcióndeterminada)de la imaginacióny del enten-diiniento; síntesis en la cualel entendimiento,como principio del gus-to, intervienepara disciplinar la libertad de la imaginación.De laimaginaciónfluye la riquezay la espiritualidadde la producciónar-tistica; del entendimientoo del gusto emana orden y disciplina.Ensuma: las bellasartes requieren imaginación,entendimiento,espírituy gusto (§§ 49, 50).

En los parágrafosfinalesdel apartado acerca d e la Deducciónd elos juiciosestéticospuros emprendeKantel estudiod e la clasificaciónd e las artes y problemasconexos (§§ 51-54).Estas, dice en nota opor-tuna, pueden clasificarsedesde distintospuntos c ie vista. -E l adop-ta en su ensayo el criterio del modo de expresiónempleado',Así resul-tan tres grupos: 1 *?Artes de la palabra (oratoriay poesía); 2 *?artesde la intuición sensible (plástica,pintura. . .); 3 ? artes del bello jue-go de-las sensaciones (mú sica, ,colorama.. .). Hay, además, produc-ciones bellas más complejasque reúnen en unidadvariadasobras de

arte (teatro,danza. . .) .

Segundasección: Díalécticadel juicio estético

La dialécticaconsiste en una oposiciónde juicioscon pretensiónd e validezgeneral.La críticadel arte encara, a decirverdad,una talpugna en una tradicionalantinomia(§ 55):

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cRír1cA_D E L¡moto 179

1) Cada cual tiene s u propiogusto, ello e s , sobre gustos no haynada escrito.

2) A todos gusta lo mejor,ello e s , e s dable decidirpor pruebasen materiade gusto (§ 56). `

El origen de la oposición provienede la complejidaddel gusto.Éste,comojuicio reflexivo, place al sujeto sinconcepto,por una parte;pero, por otra, está regidopor cierta legalidada priori. La antinomias e resuelve,por tanto, alcomprenderque si el juicio del gusto no`sefunda en conceptospor cuanto no e s juicio de conocimiento(ello es,constitutivo), s e funda,sin embargo,en la facultad de juzgar,comúna todos los hombres,ya que ésta e s el acuerdo de las representacionesbajo principios a priori (§ 57), como fue*demostradoen la deducción

trascendentalde los juiciosestéticos.Dentrode la segundasecciónabordael autor,en seguida,los concep-tos de empirismoestético,racionalismoestéticoe idealismoestético.Elprimeroenseña que el gustoderivade un estímuloexterior.El raciona-lismo,a _la inversa,cree encontrarloe n un conceptoque la supremacausa de la naturalezaha producido para satisfacciónde los hombres.La solución plausiblee s el idealismoesté-tico.La finalidad no ex isteen la naturaleza(realismo);e s un principioa priorique pone la con-ciencia en la creacióno en la contemplaciónde lo bello (§ 58). Lafinalidadcomo Idea acerca el arte a los caros objetivosde la humani-dad. De ahí que s e califique a la bellezacomo símbolode la moralidad(§ 59)-

Esta segunda sección finalizacon reflexionessobre la metodolo-gía del gusto. Una cosa e s el arte y otra la crítica del arte. El ejer-cicio del arte no tieneprincipiosmetódìcos;la críticadel arte comoparte de la filosofía,s í.En la deduccióndel juicioestético,por ej., s eha seguido aquíel métodode la reflexi' trascendental,o crítico.Enotros términos,la crítica tiene s u metoãglogía.El artista, en cambio,no sigue principiosmetodológicos.La imaginacióncreadora e s obrad e la libertad.En el arte“el maestro mismo debe hacer primeroIoque el alumnoha de realizardespués” (§ 60)

S E G U N D APA RT EC rítica deljuicioteleológico

Comoya quedódicho, lasegunda parte de la Crítica del [uicio ver-s a sobre la teleología(laprimera parte s e ocupa del juicioestético).La Críticadel juicioteleológicos e subdivideen dos secciones 1 Ana;Iíticadel juicioteleológico;2° Dialécticadel juicioteleológico) yun

Apéndice,consagradopor entero a la M etodologíade este juicio.

6

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1 8 0 M ANuni. KANT

PrimeraSección:Analítica del juicio teleológico

La críticade lo bello puso de relievelos principios de la finalidadestético-subjetiva.Pero, según fue dicho, laconciencia humanatam-bién establece ciertas relacionesde finalidad en los objetos de la na-turaleza,bien que mediantejuiciosreflexivos,no constitutivos(deter-minantes).Se trata, así, del modode juzgarteleológico, que, por ana-logía con la causalidadpor fines, se-supeditaa los principios de ob-servacióny exploración”.En otros términos:el juicioteleológico nodeterminala constituciónd e los objetos; sólo sugiere una regla parala consideraciónde la naturaleza (§ 61).

La analíticadel juicio teleológicocomienzapor diferenciarla fi-nalidad formal (por ej., la idoneidadde las relacionesde las figurasgeométricas),de la finalidad material,ello es, la que s e supone en loshechos de la naturaleza (§ 62). A continuación,habla de dos especiesde finalidad material:una exterior; interior 0 intrínseca,la otra. Lafinalidad exteriore s relativa:sólo representa la utilidad de una cosarespecto de otra. Un ejemplo;la arena de las costas e s útil para eldesarrollode los pinos. La idea de finalidad aquí no explicaconcep-tualmente

loque e s la arena. Cabe comprenderla

llamadafinalidad

exteriorpor causas y efectos (§ 63). La finalidad interior, o intrín-s e c a ,e s aquellae n la que los objetosen relacións e influyenno sólorecíprocamente,sino que para comprenderloss e requiereun conceptod e totalidad.Esta finalidads e manifiestaen los s e r e sorgánicos.Enun árbol,por ej., el tronco,las ramas y las hojas s e hallan en relacióntal que cada elemento sólo e s comprensibleen atención al todo, yviceversa.Pero bien miradas las cosas, esta relaciónde las partes con

el todo puede llevarsea otros objetos,sobre todo como punto de vista(scopus) de la cienciaen general; là\que como totalidadconsta de lasciencias particulares,cada una de las`cuales tiene su lugar en el con-junto. En todo caso, precisa subrayarque no s e tratacde unprincipioconstitutivo, sino de una orientacióndel saber que ve de completaréstepor las partes de que s e compone.C on tal orientacións e tiene sólo unaguía para enriquecero ampliarel conocimientode la naturaleza,sindetrimentode las leyes dela causalidad (§§66-68).

Segundasección:Dialéctica del juicio teleológico

La dialécticadel juicioteleológicotrata de resolverla oposiciónentre mecanicìsmoy teleología.Su antinomias e expresa en estas pro-posiciones: '

Tesis: Toda producciónde cosas y de sus formas tiene que juzgar-

s e posible según las leyes mecánicas.

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cRír1cAD E Ljuicio 1 8 1

Antítesis:No toda producciónde seres puede ser juzgada segúnleyesmecánicas,sino que exigeuna explicaciónteleológica(§§ 69-70).

Las dos proposicionesson falsas en tanto pretendanser principiosconstitutivos.A decir verdad, los sistemas tradicionaleshablarondog-

máticamentede la finalidad natural. La aceptaron o la negaronpen-sando q ue los seres de la naturalezaeran cosas en sí. La solución pro-puesta e s diferente.La teleologíae s sólo un principio regulativo(jui-cio reflexionante). N o tratade averiguar (porqueno e s posible) si lanaturalezaposee una finalidad interior trascendente;sólo declara quehay queconsiderara la naturalezacomo si obedecieraa una finalidad(§§ 71-74).

Esta respuesta no toca la cuestiónde si hay una inteligencia'supe-

rior, causa de la naturaleza.Tal vez existe Dios.“Pero al hombreúni-camentele e s dado alcanzaresta fórmula limitada del juicio reflexivo”.No s e puede pensar y comprenderla finalidad como base de la reali-dad intrínsecade muchas cosas naturales sin leyes c zpriori, ni repre-sentarse elmundoen generalcomo el productode una causa inteligen-te (Dios) (§ 75).

La inteligenciahumanae s discursiva:va de la parte al todo y, poresta vía s e eleva a la Idea de mundocomo productode sus partes; de

aquí que siempre tenga que considerarlos productosorgánicosde lanaturaleadesde el punto d e vista d e la finalidad.Si hubierauna in-teligenciaintuitivaque viese lo particularen lo general, la parte en e ltodo, comprendería lanaturalezasin necesidad del concepto teleoló-g ic o (§ §76-78) .

Apéndice:M etodologiadel juicio teleológico

¿Cuále s el métodode la C ríticadel juicio? S e responde comen-zando pordecir que la teleologíacomo ciencia,no pertenece a la teo-logía (esencia y existenciade Dios) ni a la ciencia de la naturaleza(que todo explicapor causas y efectos),sino a la crítica, a la críticade una facultadespecíficadel conocer, esto es, a la crítica del juicioreflexivo. Por ello, como tal no e s doctrina positiva,sino cienciade lí-hay que considerara la naturalezacomo si obedecieraa una finalidad(§ 79)»

Ante todo, la críticahace ver la insuficienciadel mecanicìsmoparaexplicartoda la realidadhumana.E s verdadque la ciencianaturalnopuede proceder sino medianteel empleo de categorías, las cuales tie-nen vigenciauniversaly necesaria. Incluso e s factible practicarunaarqueologíade la naturaleza,ello e s , “hacer surgir la gran familiade criaturaspartiendode las huellas que nos han quedado de las más

antiguas revolucionesde la naturaleza,según todo el mecanismode

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1 8 2 M AN UEL KAN T

ésta”.Sin embargo,quedarásiempreuna serie de hechoshumanossólocomprensiblespor otra instanciade la razón,a saber, los postuladosteleológicos(§ 80). l

Hay más: precisa vincular los resultados de la ciencia natural aun ideal d e conocimiento.De otra suerte, no e s dable comprendersi-quiera el fin final de la vida. Supuesta una explicaciónprofunda dela naturaleza,aún quedaríaesta dramática pregunta:¿“paraqué exis-ten esas criaturas”? Y la respuesta tiene que ver con la teleología(§§ 81, 82).

Al hilo de estas reflexionesllega Kant a considerarel fin últimode la naturalezacomo un conjuntoorganizadode principios teleoló-gicos en nexo inseparablede la existenciade la creaciónmisma. Peroaquí, la críticade los límitespermitereconoceren el hombreel obje-tivo final de la creación: sin el hombre,e s decir, sin un ser racionaltoda la creaciónsería un vacío incomprensible(§ 83).

Ahorabien, puesto que elhombree s el fin de la creacióncomo sermoral, la consideración teleológicaviene a mostrar que para ello laconsecuciónde los objetivosque é l s e propone e s posible, bien quecomo tarea siemprerenovada,dado que estos objetivostoman en cuen-ta la naturalezaen que vive.El hombreen s u calidad de ser morale s fin supremo. N o tiene razón de formularsela pregunta¿ para q ué(quem in ƒi_nem)existe? (§ 84).

De ahí que la teologíafísica,que infierede supuestos fines d e lanaturaleza laexistenciade Dios,no dé en el blanco (§ 85), y que sólola teologíamoral como doctrinacrítica pueda llenar el vacío (§ 86).La moralidade s posible sin la fe en la existenciade Dios, porque s efunda en la mera razón, pero esta misma fe prueba tambiénla posi-bilidad de su consecuciónen el mundo.Lo dice Kant en forma tajante“De las tres ideas racionales puras:Dios, libertad, inmortalidad, seala libertad el únicoconceptode lo suprasensibleque demuestrasu rea-lidad objetivaen la naturaleza,gracias a su efecto posible en ella”(§§ 87-91). `

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T E X T O *

Traducciónde ManuelG . M orente.

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PRÓLOGO 1

.Puede darse el nombre de razónpura a la facultaddel conocimientopor principio a priori, y el de C ríti-ca de la razón pura a la investiga-ción de la posibilidady límitesdela mismaen general, aunquepor esafacultad se entiende sólo la razónen su uso teórico,como, bajo aque-lla denominación,ha ocurrido asíen la primera obra, no q ueriendosometer tambiéna investigaciónsufacultadcomo razón práctica,segúnsus principiospeculiares.Aquéllas eaplica, pues, a nuestra facultad deconocercosas a priori, y así s e ocu-pa tan sólo de la facultadde cono-cer, excluyendoel sentimientodeplacer y dolor y la facultadde de-sear, y, entre las facultadesde co-nocer,ocúpasedel entendimientos e -gú n sus principiosa priori, exclu-yendoel ']uicio2 y la razón (comofacultad que pertenece igualmenteal conocimiento teórico), porqueposteriormentes e averiguóque nin-

guna otra facultadmás que elenten-dimientopuede proporcionarprinci-pios del conocimientoconstitutivosa priori. La crítica,pues, que los dis-tingue todos según la participaciónque cada uno de ellos pretende teneren la simple posesión del conoci-miento por raíces propias, no dejaresto alguno, más que aquello queel entendimientoprescìbe a prioricomo ley para la naturaleza,consi-

1 En la segunda y tercera edicióndice: «Prólogoa la primeraedición.››-(N . del T.)

2 Entiéndase,en lo sucesivo, juiciocomo la facultad de juzgar, y juiciocomo una o eración particularde e s afacultad. Sobre esto véase la páginaxxxlv, nota del prólogodel traductor.-

(N . del T.)

derada como el conjuntode los fe-nómenos (cuyaformae s igualmentedada a priori); la críticacoloca to-dos los demás conceptospuros entrelas ideas, las cuales son trascenden-tes para nuestrafacultadde conoci-miento teórico,aunque no por esoson inútileso superfluas,sino quesirven de principiosregulativos,yas e a para contener las inquietantespretensionesdel entendimiento,que(porquetiene la facultadde estable-cer a priori las condicionesde laposibilidad de todas las cosas queél puede conocer) cree por e s o ha-ber encerrado en e s o slímites tam-bié n laposibilidadde todas las co-s a s en general,ya s e a tambiénparaconducirloél mismo en la contem-plación de la naturaleza,según unprincipiode integridad,aunque nun-ca lo pueda conseguir, y fomentarde e s e modo el fin últimode todoconocimiento.

Era, pues, propiamenteel enten-dimiento, el cual tiene su propia es-fera,y la tiene en la ƒacultadde co-nocer, quien debía, en cuanto en-cierra principiosde conocimientosconstitutivosa priori,ser, por mediode la llamada, en general,Crítica dela razónpura, puestoen segura,peroúnica,posesióncontra todos los de-más competidores.Delmismomodo,la razón, que no encierraprincipiosconstitutivosa priori más gue en re-lacióncon la ƒacultadde esear, haencontrados u esfera propia en laCrítica de la razón práctica.

El Iuicio, que, en el orden denuestras facultades de conocimiento,forma un término medio entre el en-tendimientoy la razón,¿tiene tam-biénpor sí principiosa priori?¿Son

éstos constitutivos,o meramentere-185

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1 8 6 M AN UEL KAN T

gulativos (que no determinan esferapropia alguna)? ¿Da el juicio la re-gla a priori al sentimiento de placery dolor, que e s el enlace entre la fa-cultad de conocery la facultaddedesear (del mismo modoque el en-tendimiento prescribe leyes a prioria la primera y la razón a la segun-da)? . C o nestas cuestiones se ocupala presente CRÍTICAD E L]U1c1o.

U na crítica de la razón pura, esdecir, de nuestra facultad de esta-blecer juicios según principios apriori, sería incompleta si el Iuicio,que también reclama parasí, como

facultad de conocimiento, ese dere-cho, nofuera tratado como una par-te especial de la misma; por másque sus principios no pueden, enun sistemade la filosofíapura,cons-tituir una parte especial entre losteóricosy los práctieos,.sinoque, encaso de necesidad, puedenser oca-sionalrnentereferidos a uno de esosdos. Pues si un sistema semejanteha de llegar alguna vez a constituir-s e bajo el nombre general de meta-física (y e s posiblerealizarloen sucompleta integridad,y ello e s alta-mente importante en todo sentidopara el uso de la razón-), debe la crí-tica haber antes exploradoel suelopara ese edificio hasta la profundi-dad en donde están los primeros fun-damentos de la facultad de princi-pios independientesde la experien-:ia, para que no venga a hundirse:or alguna parte, arrastrando tras sí,inevitablemente, lacaída 'del todo.

Pero de la naturaleza del luicio(cuyouso correctoes tan necesarioy tan generalmenteexigido, que poreso, bajo el nombre de entendimien-to sano, no s e piensa ninguna otra

cosa sino justamentee s a facultad)puede inferirse fácilmenteque hande acompañar grandes dificultadesa la empresa de encontrarle un prin-cipio característico (pues el juiciotiene que encerraren si algo a prio-ri. porque dc otro modo, aunparala crítica más vulgar. no seria pues-to como facultad particular de cono-cL...Â_. '- '~-H nrincipio caracterís-

tico no debe ser, sin embargo,deri-vado de conceptosa priori, pues losconceptos pertenecenal entendimien-to y el Inicio s e ocupa tan sólo desu aplicación.El mismo debe dar

un conceptopor mediodel cual pro-piamente ninguna cosa sea conoci-da, pero que le sirva a el mismo deregla, aunq ue node regla objetivaa la que pudiera_conformarsu jui-cio, porqueentonces, otro Iuicio se-ría necesario para poder decidir siel caso de la regla e s dado o no.

Esa perplejidad por un principio(sea é ste subjetivo u objetivo) en-cuéntrase, sobre todo, en aquellosjuicios llamadosestéticos,que se re-fierena lo bello y lo sublimede lanaturalezao del arte. Y, sin embar-go, la investigacióncrítica de uhprincipio del juicio en ellos es eltrozo más importante de una críticade esa faculfâd. Pues aunque por sísolos no contribuyan en nada al co-nocimiento de las cosas, pertenecen,sin embargo, solamentea la facul-tad de conocery muestranuna rela-ción inmediata de esta facultad conel sentimiento de placer o dolor, se-gú n algúnprincipio a priori, sin con-`fundir este último con lo que puedaser el motivo determinante de lafacultad de desear, pues ésta tienesus principios a priori en conceptosde la razón.En lo que toca al juiciológico de la naturaleza, allí dondela experienciaestableceuna confor-midad a leyes, en cosa que el con-cepto generalde lo sensibleen el en-tendimiento no alcanza ya a enten-der o a explicar, allí donde el jui-cio puede sacar de si mismoun prin-cipio de relación'de la cosa naturalcon lo suprasensible incognoscible,aunque sólo debe emplearlo con res-pecto a si mismo parael conocimien-to de la naturaleza,allí puede y debeser aplicado,desde luego,algúnprin-cipio a priori, y serlo para el cono-cimiento de los seres del mundo,abriendo al mismo tiempo para larazón práctica ventajosas perspecti-vas; pero no tiene relación alguna

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cRíT1cADEL tuicio 187

inmediataicon el sentimiento del pla-cer y dolor, que es justamente loenigmáticoen el principio del `]ui-cio, lo cual hace necesariauna parteespecial en la crítica para esa facul-tad, puesto que el juiciológicoporconceptos (del cualno puede sacar-s e nunca una conclusióninmediatasobre el sentimientodel placery do-lor) hubiera podido, en todo caso,añadirsea la parte teóricade la filo-sofía, comprendiendo.en ella tam-bién una limitación crítica de lamisma.

La investigaciónde la facultaddel gusto como Inicio estéticos e ex-pone aquí, no para la ïformación yel cultivo del gusto (pues éste se-guirá adelante su caminocomo has-ta ahora, sin necesidad `de ningunade estas investigacionesposterio-res), sino con una intención tras-cendental;me complazcoen pensar,por lo tanto, que en lo que toca ala imperfección de aquel primer

asunto, será juzgada con iìndulgen-cia; peroen lo que toca al segundo,debe estar prevenida para \_e l exa-men más severo. M as en esto tam-

bién la gran dificultad de resolverun problema que la naturaleza hacomplicado tanto, puede excusar,yolo espero, una oscuridad imposiblede evitar del todo si, suponiendoque esté el principiopuestocorrecta-mente y presentadocon bastante cla-ridad, Ia manera de derivar de él.e l fenómenode Iuiciono tiene,sinembargo, toda la claridad que pue-de exigirsecon razón en otras oca-siones, por ejemplo, en un conoci-miento por conceptos,claridad quecreo también haber conseguidocnla segunda parte de esta obra.

Aquí termino, pues, toda mi ocu-pación crítica. Voy en seguida a pa-sar a la doctrinal, para arrebatar enlo posible a mi veiez creciente eltiempoen algún modo favorable. Secomprende por si mismo que enésta no tiene el Iuicio una parte es-pecial, pues aquí la crítica sirve deteoría. Después de la división de lafilosofía en teórica y práctica y de

la filosofía pura en iguales partes,la metafísicade la naturaleza y lade las costumbresconstituirán aque-lla ocupación.

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INTRODUCCIÓN

DE LA DIVISIÓN DE LA FILOSOFÍA

I

ns LADivisiónns L AF I L O S O F Í A

Cuandola filosofia, en cuanto en-cierra principiosdel conocimientoracional de las cosas por medio deconceptos (y no solamente,como lalógica, principios de la forma delpensar en general, sin distinción delos objetos), s e divide, como se hacehabitualmente, en teórica y práctica,procédese con razón. Pero entoncesdeben también los conceptos queasignan sus objetos a los principiosde ese conocimiento racional, ser es-pecíficamente diferentes,porque, deotro modo,no autorizaríana ningu-na división,la cual supone siempreuna oposiciónde los principiosdelconocimientoracionalpertenecientealas diferentespartes de una ciencia.

Pero no hay más que dos clasesde conceptos, los cuales, a su vez,contienen muchos principiosdife-rentes de la posibilidad de sus ob-jetos; son, a saber: los conceptosdela naturaleza y el conceptode la li-bertad. Ahora bien, los primeros ha-cen posible un conocimiento teórico,según principios a priori; pero el se-gundo,en relación a aquéllos,no lle-va en sí, en su concepto,más queun principionegativo(de mera opo-sición), instaurando, en cambio,para la determinación de la volun-tad, principiosextensivos,que pore s o s e llaman prácticos.En conse-cuencia, divídesecon razón la filo-sofía en dos partes completamente

distintas, según los principios: la

teór-ica,como filosofía de la natura-leza, y la práctica, como filosofíamoral (pues tal nombrerecibe la le-gislaciónprãcticade la razón,segúnel conceptode libertad).Pero hastaahora ha dominado un empleo erró-neo de esas locucionesen la divisiónde los diferentesprincipios, y,_conello, también de la filosofía, puestomando por una misma cosa lopráctico según conceptosde la natu-ralezay lo prácticosegún el concep-to de libertad, se ha hecho así, bajolas mismas denominacionesde filo-sofía teórica y práctica, una divi-sión por medio de la cual, en reali-dad, nada estaba dividido(puestoque ambas partes podían contenerprincipiosde la misma clase).

La voluntad, como facultad dedesear, e s una de las diversas cau-sas naturalesen el mundo; es, a sa-ber: la que obra según conceptos,ytodo lo que e s representado comoposible (o necesario) por medio deuna voluntad, llámase práctico-posi-ble (o práctico-necesario), a dife-rencia de la posibilidad o necesidadfísicas de un efecto, en el cual la

causa no es determinada a su cau-salidad por medio de conceptos,sino, comoen la materia sin vida,por mecanismo,y en los animales,por instinto. Ahora bien: aquí, enrelación a lo práctico, queda inde-terminado si el concepto que da laregla a la causalidadde la voluntade s un concepto de la naturaleza oun conceptode la

libertad.189

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190 MANUELKANT»

La últimadistinción,empero, e sesencial,'pues si el conceptoque de-termina la causalidad es un concep-to de la naturaleza, entonces losprincipios son teórico-prácticos, pero

si es un conceptode la libertad, sonéstos entonces morales-prácticos;ycomo la división de una ciencia ra-cional :lescansa enteramente sobrela diferenciade los objetos,cuyoco-nocimiento necesita diferentes prin-cipios, resulta que los primeros per-tenecerán a la filosofía teórica(comoteoría dela naturaleza),perolos otros constituiránsolos la segun-da parte, e s decir, la filosofíaprac-tica (como teoría de las costum-bres).

Todas las reglas técnico-prácticas(es decir, las del arte y de la _habi-lidad en general, o también de laprudencia, como la habilidad de te-ner influencia sobre los hombres ysus voluntades),en cuanto s u sprin-cipios descansan sobre conceptos,deben contarse sólo como corolariosde la filosofía teórica, pues ellas con-ciernen tan sólo la posibilidad delas cosas según conceptosde la na-turaleza, a la cual pertenecen nosólo los mediosque e n la naturalezapueden encontrarsepara ello, sinola misma voluntad (como facultadde desear, y por tanto, facultad dela naturaleza),en cuanto puede serdeterminada,según aquellas reglas,por medio de motoresnaturales.Sinembargo,semejantes reglas prácticasno se llaman leyes (algo así comofísicas), sino solamente preceptos;la razón de esto es que la voluntadno entra solamente bajo el concep-to de naturaleza,sino también bajoel conceptode libertad, con relaciónal cual los principios del mismo llá-manse leyes,y formansolos, con susconsecuencias,la segunda parte dela filosofía,a saber: la práctica.

Así como la solución de los pro-blemas de la geometría pura noconstituyeuna parte especial de lamisma, ni tampoco la agrimensura

merece el nombre de geometríaprác-

tica, a diferencia de la pura, comouna segtmda parte de la geometríaen general,del mismo modo,y conmayormotivoaun, no puede elartemecánicoo químico de los experi-

mentos o de las observacionesvalerpor una parte prácticade la teoríade la naturaleza. Finalmente, tampo-co la economíadoméstica,agrícola,del Estado,ni el arte de las relacio-nes sociales, lospreceptosde la die-tética,ni la teoría misma de la feli-cidad, ni siquiera la dominación delas inclinaciones y la victoria sobrelas pasiones, pueden contarse entrela filosofia práctica o formar total-mente la segunda parte de la filoso-fía en general, porque todas ellasencierransolamente reglas de habi-lidad y, por consiguiente, exclusiva-mente técnico-prácticas,encamina-das a producir un efecto quees po-sible según conceptosde naturalezade las causas y de los efectos,loscuales, por pertenecera la filosofíateórica,están sometidosa esos pre-ceptos como meros corolariosde laciencia de la naturaleza, sinpoder,por lo tanto,pedirun puesto en unafilosofía especial llamada práctica.En cambio, los preceptos morales-prácticos, que se fundan completa-mente en el concepto de libertad,con absolutaexclusión de los funda-mentos de determinación de la vo-luntad nacidos de la naturaleza,constituyen una manera especialisi-ma de preceptos,que también,comolas reglas a las cuales la naturalezaobedece, se llaman sencillamente le-yes; pero en vez de descansar, comoaquéllos, sobre condiciones sensi-

bles, descansaránsobre un principiosuprasensible, y,. junto a la parteteóricade la filosofía,exigen parasísolos otra parte, con' el nombre defilosofiapráctica.

S e coligede todoesto que un con-juntode preceptosprácticosque dala filosofía,no constituyeuna parteespecial de la misma, colocadaal

lado de la parte teórica, porque sean

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caíricx D E LJuicio 1 9 1

prácticos,pues podrían serlo, aun-que s u s principiosfueran sacadostotahnentedel conocimientoteóricode la naturaleza (comoreglas técni-co prácticas), sino porque su prin-

cipio no se deriva del conce to dela naturaleza,siempre sensiblemen-te condicionado,y descansa, por elcontrario, sobre lo suprasensible,que sólo el conceptode libertaddaa conocerpor mediode leyes forma-les, siendo así morales-prácticas,e sdecir, no meros preceptos y reglascon tal o cuál propósito,sino leyessin referencia anterior a fines e in-

tenciones.II

DELAE S F E R ADELAriwsoríxE N cansion.

Tan lejos como se extienda-laaplicaciónde conceptosa priori s eextiendeel uso de nuestra facultadde conocer según principios, y conél la filosofía.

El conjuntode todos losobjetos,empero,con los cuales esos concep-tos son relacionados, pararealizaren lo posible un conocimientodeellos, puededividirsesegún la dife-rente suficienciao insuficienciadenuestras facultades parae s e fin.

Los conceptos,en cuanto s e rela-cionancon objetos,y sin considerarsi un conocimientode los mismose s o no posible, tienensu campo,que se determina solamentesegún larelaciónque su objeto guarda connuestra facultad de conoceren gene-ral. La parte de e s e ca-mpo en lacual un conocimiento e s posible paranosotros e s un territorio (territo-riwn) para esos conceptos y la fa-cultad de conocer requerida paraellos. La parte del territoriodondeellos son legisladorese s la esfera(ditío) de e s o sconceptosy de lasfacultadesde conocerque les perte-necen. Los conceptosde experienciatienen, pues, ciertamente su terri-torioen la naturaleza,como conjun-to de todos los obje tosdel sentido,

pero no tienen ninguna esfera (sinosolamente domicilio, domícilíum),porquesi bien son producidossegúnley, no son legisladores, sinoque lasreglas fundadas sobre ellos son em-

píricas, y, por tanto, contingentes.Nuestra facultad completa de co-nocer tiene dos esferas: la de losconceptosde la naturalezay la delconceptode la libertad,pues en am-bas e s legisladoraa priori.La filoso-fía, pues, s e divide, según eso, enteórica y práctica. Pero el territoriosobre elcual está su esfera y se ejer-ce su legislacióncontinúa siendosólo el conjuntode los objetos detoda experienciacposible,-e n cuantono son considera o s más que comomeros fenómenos,pues sin eso, unalegislacióndel entendimientocon re-lación a los mismosno podría serpensada.

La legislaciónpor medio de 'con-ceptos de la naturalezala realizaelentendimiento,y e s teórica;la legis-lación por medio del concepto delibertadla realizala razón,y e s sólopráctica. Solamente en lo prácticopuede la razónser legisladora;en loque toca al conocimientoteórico(dela naturaleza), puede tan sólo(como conocedora de la ley, pormedio del entendimiento)sacar deleyes dadas,

medianteconsecuencias,conclusionesque, no obstante,si-guen estando en la naturaleza.Pero,en cambio, donde hayreglas prác-ticas, nopor eso es la razón en se-guida legisladora,pues aquéllas pue-den también ser técnico-prácticas.

Entendimientoy razón tienen,pues, dos diferenteslegislacionesso-bre uno y el mismo territoriode laexperiencia,sin que les sea permiti-do hacerse perjuicio uno a otra.Pues así como el conceptode la na-turaleza no tiene ningúninflujo enla legislaciónpor mediodel concep-to de libertad,de igual modo, ésteno influyenada en la legislacióndela naturaleza.La posibilidadde pen-sar, al menos sin contradicción,en

el mismo sujeto, la coexistenciade

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representadaen la percepción, no escualidad alguna del objeto mismo(pues una tal no puede ser percibi-da), aunque puede ser inferida deun conocimientode las cosas. La

finalidad,pues, que.precedealco-nocimiento de un objeto, y que, sinquerer usar la representac ión delmismo paraun conocimiento,hastava, sin embargo, unida inmediata-mente con ella, es lo subjetivo delmismo, lo cual no puede llegar a serelemento alguno de conocimiento.Así, el objeto e s entonces dicho fi-n a 1 , *sólo porque su representación

está inmediatamenteunida con elsentimientodel placer,y esta repre-sentación misma e s una representa-ción estética de la finalidad. Tráta-s e tan sólo de saber si existe,en g e -neral, una representaciónsemejantede la finalidad.

Cuandocon lasimpleaprehensión(apprehensio) de la forma de unobjeto de la intuición, sin relacionarla mismacon un conceptopara unconocimientodeterminado,va unidoplacer, entonces por e s o e s referidala representación,no al objeto,sinosolamente al sujeto,y el placer nopuede expresar más que la acomo-dación de aquél con las facultadesde conocer, que están en juego enel Iuicio reflexionante, yen tanto

en que lo están, e s decir, solamenteuna subjetivay formalfinalidaddelobjeto,pues no puede darse nuncaaprehensión algunade las formasen la imaginación, sin que el Iuì-cio reflexionante,aun sin propósito,la compare al menos con su facul-tad de referir intuiciones a concep-tos. Ahora bien: cuandoen esa com-paración,la imaginación(como fa-cultad de las intuiciones a priori)se pone, sin propósito, en concor-dancìa con el entendimiento (comofacultad de los conceptos) por me-dio de una representacióndada, yde aquí nace un sentimiento de pla-cer, entoncesdebe el objetoser con-

* Final :: confonnecon el fin. Ten-gase siempreen cuenta este sentidodela palabra. (N . del T.)

siderado comofinal para _ e ljuicioreflexionante. Semejantejuicio es unjuicio estéticosobre la finalidad delobjeto, que no se funda sobre con-cepto alguno actual del objeto, ni

crea tampoco uno del mismo. Laforma del tal objeto (no lo materialde su representación como sensa-ción) es juzgada,en la mera refle-xión sobre la misma (sin pensar enun concepto que se deba adquirirde él), como la base de un placeren la representación de semejanteobjeto,con cuyarepresentaciónesteplaceres juzgado como necesaria-

mente unido, y consiguientemente,no sólo para el sujeto que aprehen-de aquellaforma,sino para todo elque juzga en general. El objeto llá-mase entonces bello, yla facultadde emitirjuiciossegún un placer s e -mejante (consiguientemente,tambiéncon valor universal) llámase el gus-to, pues como el fundamento delplacer s e encuentra tan sólo en laforma del objeto para la reflexiónen general,por tanto,no e s una s e n -sación del objeto ni en relación conun conceptoque encierre algunain-tención, resulta así que solamentecon la conformidada leyesen el usoempíricodel Iuicio en general (uni-dad de la imaginacióny del enten-dimiento)en el sujetoe s con lo queconcuerdala representacióndel ob-jeto en la reflexión, cuyas condicio-nes a priori tienen un valor univer-sal; y como e s a concordanciadelobjeto con las facultadesdel sujetoes contingente, produce entonces larepresentaciónde una finalidad deaquél en relacióncon las facultadesde conocer del sujeto.

Ahorabien: este e s un placerque,como todo placero dolorno produ-cido por el conceptode libertad (esdecir, mediantela determinaciónan-tecedentede la facultadsuperiordedesear por razón pura),nunca pue-de ser consideradocomo unido ne-cesariamentepor conceptos con larepresentación de un objeto, sinodebe siempreser conocidosolamentecomo ligadocon ésta medianteuna

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ciiíric/\ D E Ljuicio 203

percepción Jcflexionada, y consi-guientcmcnte,como todos los juiciosempíricos,no puede declarar ningu-na necesidad objetiva sin tener pre-tensiones a un valor c t priori. Pero

eljuicio

de gusto no tiene más prc-tensión, como todos los demás jui-cios cmpíricos, que la dc ser vale-dero para cada uno, lo cual, pres-cindiendo dc la interior contingenciadel mismo, siempre es posible. Loextraño y anormal está en que noes un concepto empírico, sino unsentimiento de placer (por lo tanto,ningún concepto), lo que por medio

del juicio de gusto, y exactamentecomo s i fuera un predicadoenlaza-do con el conocimiento del objeto,s e ex ige, sinembargo,a cada cual,y debe ser unido a la representa-ción.

Un juicio individual de experien-cia, verbigracìa, el del que percibeen un cristal de roca una gota deagua en movimiento, pretende conrazón que cualquier otrodeba en-contrarlo asimismo,pues se ha pro-nunciadoel tal juiciosegún las con-diciones universalesdel juicio deter-minante bajo las leyes de una expe-riencia posible e n general. Del mis-mo modo, aquel que en la mera re-flexión sobre la forma de un objeto,sin relación alguna con un concepto,

experimentaplacer,pretendecon ra-zón, aunque este juicio es juicio em-píricoe individual,obtener la apro-bación de 'cada uno, porque la basede este placer s e encuentra en lacondición universal, aunque subje-tiva, de los juicios reflexionantes,que es, a saber: la concordancia fi-nal de un objeto (sea producto dela naturalezao del arte) con la'~re-lación de las facultadesde conocerentre sí, exigidaspara todo conoci-miento empírico (la imaginación yel entendimiento).El placer, pues,en los juicios de gusto, depende cier-tamente de una representaciónem-píricay no puede ser unidoa priori'con concepto alguno (nos e puedea priori determinar qué objeto será

conforme al gusto o no, pues éste

hay que probarlo); pero no es, sinembargo,el fiindamento de la deter-minación de esc juicio más que me-diante la consciencia que s e tienede que descansa solamentesobre la

reflexión y las universa les, aunquesubjetivas, condiciones de la concor-dancia de la misma con cl conoci-miento de los objetos en general,para cl cual la forma del objeto po-see una finalidad.

Esta es la causa por la cual losjuicios del gusto son sometidostam-bién z i una crítica según su posibi-lidad, pues esta posibilidadpresu-pone un principio a priori, aunqueeste principiono e s , ni un principiode conocimiento para el entendi-miento, ni uno práctico para la vo-luntad, y, por tanto, no es a priorideterminante.

Pero la capacidad de sentir unplacer nacido de la reflexión sobrela forma de las cosas (dc la natu-

raleza, tanto como del arte) expresano sólo una finalidad de los objetosen relación con el juicio reflexionan-tc, conformementeal conceptode lanaturaleza que tiene el sujeto, sinotambién al revés. una finalidad delsujetocon relacióna los objetos,s c -gú n s _ uforma y hasta su carácter in-forme, a consecuenciadel concepto

de libertad;por e s o ocurre que eljuicio estético debe ser referido no-.sólo a lo bello comorjuicio de gus-to, sino también, como nacido de unsentimiento del espíritu, a lo subli-me; y así, debe esta crítica del jui-cio estético dividirse en dos partesprincipales correspondientes.

VIII

D EL AR E P R E S E N TA C I Ó NLócicfxD EL Ai=iNAi.inAnD E L AN/xrcRALEzA

En un objetodado e n la experien-cia puede la finalidad ser represen-tada: o en una base meramentesub-jetiva,como concordanciade s u for-ma. en la aprehensión(aoprelzensíol

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representadaen la percepción,no e scualidad alguna del objeto mismo(pues una tal no puede ser percibi-da), aunque puede ser inferida deun conocimiento de las cosas. Lafinalidad, pues, que precede al 'co-nocimiento de un objeto, y que, sinquerer usar la representación delmismo para un conocimiento, hastava, sin embargo, unida inmediata-mente conella, e s lo subjetivodelmismo,lo cual nopuede llegara serelemento alguno de conocimiento.Así, el objeto e s entonces dicho fi-n a l ; - *sólo porque su representaciónestá inmediatamenteunida con elsentimientodel placer, yesta repre-sentación misma es una representa-ción estética de la finalidad. Tráta-s e tan sólo de saber si existe,en g e -neral, una representaciónsemejantede la-finalidad.

Cuandocon la simpleaprehensión(apprehensio)de la ferina de unobjeto de la intuición, sin relacionarla misma con un conceptopara unconocimientodeterminado,va unidoplacer, entonces por eso e s referidala representación, noal objeto,sinosolamente alsujeto,y el placer nopuede expresar más que la acomo-dación de aquél con las facultadesdeconocer,que están en juego enel juicio ref-lexionante,y en tanto

en que lo están, e s decir, solamenteuna subjetiva y formal finalidad delobjeto,pues no puede darse nuncaaprehensión algunade las formasen la imaginación,sin que el Iuì-cio reflexionante, aun sin propósito,la compare al menos con su facul-tad_de referir intuiciones a concep-tos. Ahora bien: cuandoen esa com-paración,la imaginación(como fa-cultad de las intuicionesa priori)s e pone, sin propósito,en concor-dancia con el entendimiento(comofacultadde los conceptos) por me-dio de una representación dada, yde aquí nace un sentimientode pla-cer, entoncesdebe el objeto ser con-

* Final= conformecon el fin. Ten-gase siempreen cuenta este sentido dela palabra. (N. del T.)

siderado como final para el Inicioreflexionante. Semejantejuicio es unjuicio estéticosobre la finalidad delobjeto, que no se funda sobre con-cepto alguno actual del objeto, nicrea tampoco uno del mismo. Laformadel tal objeto (no lo materialde su representación como sensa-ción) es juzgada,en la mera refle-xión sobre la misma (sin pensar enun concepto que s e deba adquirirde él), como la base de un placeren la representaciónde semejanteobjeto,con cuya representacióne s t eplacer e s juzgado como necesaria-

mente unido, y consiguientemente,no sólo para el sujeto que aprehen-de aquella forma, sino para todo elque juzga en general. El objeto llá-mase entonces bello, yla facultadde emitir juicios según un placer se-mejante (consiguientemente,tambiéncon valor universal) llámase el gus-to, pues como el fundamentodelplacer s e encuentra tan sólo en laforma del objeto para la reflexiónen general,por tanto,no e s una s e n -sación delobjeto ni en relación conun conceptoque encierrealguna in-tención, resulta así que solamentecon la conformidada leyesen el usoempírico del Iuicìo en general (uni-dad de la imaginacióny del enten-dimiento)en el sujetoe s con lo queconcuerdala representacióndel ob-jeto en la reflexión, cuyas condicio-nes a priori tienen un valor univer-sal; y como esa concordancia delobjeto con las facultadesdel sujetoes contingente, produce entonces larepresentaciónde una finalidad deaquél en relación con las facultadesde conocer delsujeto.

Ahorabien: este e s un placerque,como todo placer o dolor no produ-cido por el conceptode libertad (esdecir,mediantela determinaciónan-tecedentede la facultadsuperiordedesear por razón pura), nunca pue-de ser consideradocomo unido ne-cesariamentepor conceptos conlarepresentación de un objeto, sinodebe siempreser conocido solamentecomo ligado con ésta mediante una

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del objeto, antes de todo conceptocon las facultadesde conocer,paraque la intuicióncon conceptos s euna a'un conocimientoen general,o bien en una base objetiva,como

concordanciade su formacon la po-sibilidadde la cosa misma, segúnun conceptode ésta que precede yque encierra la base de esa forma.Hemos visto que la representaciónde la finalidad de la primera clasedescansa sobre el lacer inmediatoeii la forma del objeto, por la re-flexiónsobre ella; la de la finalidadde la segunda clase, como norefierela formadel objetoa las facultadesde conocerdel'sujetode la aprehen-sión de la misma, sino a un deter-minado conocimientodel objeto,bajo un concepto dado, no tienenada que ver con un sentimientodeplacer en las cosas, sino con e1.en-tendimientoen el juicio de las mis-mas. Cuando el conceptode un ob-jeto es dado, la tarea del juicio con-siste en el uso de éste para el cono-cimiento,en la exposición(exhibi-tio), es decir, en poner al lado delconcepto una intuicióncorrespon-diente,s e aque esto ocurramediantenuestra propia imaginación,comoen el arte, cuando realizamosel con-cepto previamenteconcebidode -unobjeto, ue e s ara nosotrosun fin,s e a mediante l)a naturaleza,en sutécnica (comoen los cuerpos orga-nizados), cuandoponemosa su basenuestro conceptode fin, para juzgarsu producto,en cuyo caso no sóloe s representada la finalidadde lanaturalezaen la forma de la cosa,sino que este mismo producto suyolo e s como ƒin de la naturaleza.Aunque nuestro concepto de unasubjetiva finalidad de la naturalezaen sus formas, según leyesempíri-cas, no e s , de ningunamanera, unconceptode un objeto,sino solamen-te un principio del Iuicio, el de cons-truirse conceptosen e s a *enorme di-versidad (poderorientarseen ella),sin embargo, atribuimosaquí a lanaturaleza,por decirloasí, una rela-

ción con nuestra facultadde cono-

cer, según la analogía de un fin; yasí, podemos considerar la bellezanatural como exposicióndel con-cepto de la finalidadformal (mera-mente subjetiva),y los fines de lanaturalezacomo exposicióndel con-cepto de una finalidadreal (obje-tiva), juzgandonosotros la primeramediante el gusto (estéticamente,por medio del sentimientode pla-cer), y la segunda mediante enten-dimientoy razón (lógicamente,s e -gú n conceptos).

Sobre esto s e funda la divisióndela críticadel Inicioen estéticoy te-leológico, comprendiendo en el pri-mero la facultadde juzgarla finali-dad formal (también llamadasubje-tiva), mediante el sentimiento'deplacer o _dolor, y en el segundo lafacultadde juzgar la finalidadreal(objetiva)de la naturaleza,median-te el entendimiento y la raz ón.

En una crítica del Iuicio, la parte

que contiene el Iuicio estético e sesencialmente pertinente, p o rq u esólo éste encierra un principioqueel Iuieio pone completamente a prio-ri a la base de s u 'reflexiónsobre lanaturaleza,a saber: el de una fina-lidad formalde la naturalezasegúnsus leyes particulares (empíricas)para .nuestra facultad de conocer, s inla cual el entendimientono podríaencontrarseen ella. En cambio,a lanecesidad de que hayafines objeti-vos de la naturaleza,e s decir, cosasque sóloson posibles comofinesna-turales, no s e le puede dar funda-mento algunoa priori, y e s más, nisiquiera se aclara la osibilidad deello por el conceptode una natura-leza, consideradacomo objetode laexperiencia,en lo universal tantocomo en lo particular, sino q ue sóloel Iuieio, sin encerrar en sí para elloprincipio alguno a priori, contienelaregla para, en los casos que s e pre-senten (eiertos productos), haceruso, para propósitos de la razón, delconcepto de los fines, después deque aquelprincipiotrascendentalhapreparadoya el entendimientopara

aplicar a la naturalezael concepto

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ble no puede determinarlo supra-sensible en el sujeto, sin embargo,lo contrario (no ciertamente refi-riéndoseal conocimiento de la natu-raleza, pero sí a las consecuenciasde lo suprasensibleen

ella)e s posi-

ble, y está ya contenido en el con-cepto de una causalidad mediantelibertad, cuyo efecto,según aquellastres leyes formales, debe ocurrir enel mundo, aunque la palabrarcausa,empleada de lo suprasensible,signi-fica solamente el ƒundamento ' paradeterminarla causalidadde las co ' -s a s naturales a un efecto conformecon sus propias leyes naturales,peroal mismo tiempo de acuerdo con elprincipio formal de las leyes de larazón,con lo cual, si bien.no se pue-d e considerarla posibilidad,por lomenos se puede rechazar con sufi-ciente fucrza, la objeción de una su-puesta contradicción.5 El efecto, se-gú n el conceptode la libertad, es el

fin final; éste (0 su fenómeno enel mundo sensible) debe existir,para lo cual, la condición de la po-sibilidad del inismo en la naturale-

5 Una de las variassupuestas contra-dicciones que se reprochan a esta com-pleta separaciónde la causalidad na-tural y de la causalidad.por la liber-tad, es la de que, al hablar yo de los

impedimentos que la naturaleza pone ala causalidad, segú n ley es de libertad(las morales),0 de la ayuda que lespresta, concedoa la primera una in-fluencia sobre la segunda. Pero si s equiere tan sólo entender lo dicho, lamala interpretación se evita fácilmen-te. La resistencia0 la ayuda no estáentre la naturaleza y la libertad, sinoentre la primera, como fenómeno, y losefectos de la segunda como fenómenosen el mundo sensible; y la misma cau-salidad de la libertad (de la razón puray práctica) es la causalidad de unacausa naturalque le esta sometida (delsujeto, comohombre,consiguientemen-te considerado como fenómeno) Elfundamento de la determinación de esacausa lo encierra lo inteligible, que espensado, bajo la libertad, en un modo,por lo demás, inexplicable (igualqueaquello mismo que constituyeel subs-

tratum suprasensiblede la naturaleza).

za (del sujeto, comoser sensible, asaber, como hombre) es presupues-ta.-Aquello que la presuponea prio-ri, y sin referenciaalguna,a lo prác-tico, el Iuicio, proporciona el'con-

cepto intermediario entre los con-ceptos. de la naturaleza y el de lalibertad, que hace posible el tránsi-to de la razón pura teórica a la ra-zón pura práctica, de la conformi-dad con leyes, según la primera, alfin último, según la segunda, y pro-porciona ese conceptoen el concep-to de una finalidad de la naturaleza,pues por ella e s conocida la posibi-

lidad del fin final, que sólo en lanaturaleza, y en conformidad consus leyes, puede llegar a ser real.

El entendimiento,por la posibili-dad de s u sleyes a priori para la na-turaleza,da una prueba de que éstasólo es conocidapor nosotros comofenómeno, y , por tanto, al mismotiempo, indica un sustrato suprasen-

sible de la misma;pero lo deja com-pletamenteindeterminado. El Iuicioproporciona.mediante s u principioa priori del juicio de la naturalezasegún leyes posibles particularesdela misma, a su sustrato suprasensi-ble (en nosotros y fuera de nos-otros), deterrninabilidad por mediode la facultad intelectual. Ahorabien: la razón le da, por medio desu ley práctica a priori, la determi-nación, y así hace posible el Inicioel tránsitode la esfera del conceptode naturalezaa la del conceptodelibertad.

C on relación a las facultadesdelalma, en general,en cuanto son con-sideradas comosuperiores,es decir,como las que encierranuna autono-mía, es,1para la ƒacultad_de'conocer(la teórica de la naturaleza), el en-tendimiento el que encierra los prin-cipios constitutivos a priori; para else_ntìmíento'de placer y dolor e s eljuicio, independientementede con-ceptos y sensaciones que s e refierena la determinación de la facultad dedesear, y,por tanto, pudieran ser in-mediatamenteprácticos; para la ƒa-

cultadde desear e s la razón,la cual,

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C R Í T I C AD E L1 U 1 c 1 o 207

sin el intermediariode placer algu-no, vengade dondeviniere,e s prác-ticà,' y determina para la misma,como facultad superior, el fin últi-mo que lleva consigo la pura inte-lectual satisfacciónen el objeto. Elconceptodel juicio, que enunciaunafinalidad de la naturaleza,pertene-ce también a los conceptosde la na-turaleza, pero solamentecomo prin-cipio regulativo de la facultad de co-nocer, aunque el juicio estético so-bre ciertos objetos (de la naturalezao del arte) que lo ocasionan,es unprincipioconstitutivoen relaciónal

sentimientodeplacero dolor. Lae s -pontaneidaden el juego de las fa-cultadesdel conocimiento, cuya con-cordancia encierrael fundamento deese placer,hace el conceptopensadoaplicable en sus consecuenciasparainstituir el enlace de la esfera delconceptode la naturaleza con la delconcepto de la libertad,en cuantofavoreceal mismo tiempo la recep-tividad del alma para el sentimien-to moral. La tabla siguientepuedefacilitar el resumen de todas las fa-cultades superioressegún su unidadsistemática:6

TABLA DE LA FACULTADES SUPERIORES DEL ALMA

Facultadestotales (facultades

del espíritu I e ConocerPrinci pios_ . l Aplicacióna priori

Facultad Enten- Conformidad

de conocer dimientoSentimiento i Facultad

de placer y dolor de juzgarFacultad

de desear Razón

a leyes a la naturaleza

Finalidad al arte

Fin final a la libertad

° S e ha encontrado dignode refle-xiónque mis divisionesen la filosofíapura casi siempre caen en tres. Peroesto va encerradoen la naturalezadelasunto. Si una divisiónha de hacersea priori, o ha de ser analítica,según elprincipio de contradicción,y en estecaso consta siempre de dos partes(quodlibetens est aut A, aut non A),o ha de ser sintética,y si en este caso

ha de ser sacada de conceptosa priori(no, como en la matemática,de la in-tuición, que corresponde a priori alconcepto),tiene la divisiónnecesaria-mente que ser una tricotomía, segúnlas exigenciasde la unidad sintética,que son, a saber: 1 ) Condición;2)C ondicionado;3) El concepto quenacede la unión de lo condicionadocon sucondición.

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210 MANUELKANT

aú n, al sentimiento de la vida delmismo,bajo el nombre de sentimien-to de placer o dolor; lo cual fundauna facultad totalmente particularde discernir y de juzgar que no aña-de nada al conocimiento, sino quese limita a poner la representacióndada en el sujeto. frente a la facul-tad total de las representaciones,dela cual el espíritu t iene conscienciaen el sentimiento de su estado. Re-presentaciones dadas en un juiciopueden ser empíricas (por lo tanto,estéticas); pero el juicio que recaepor medio de ellas e s lógicocuandoaquéllas, en el juicio, son referidassólo al objeto.Pero, en cambio, aun-que las representacionesdadas fue-ran racionales, si en un juicio sonsolamente referidas al sujeto (a susentimiento), este juicio e s entoncessiempre estético.

§2

La satisƒacciónque determinaeljuiciode gusto e s totalmente

desinteresada

Llámase interés a la satisfacciónque unimoscon la representacióndela existenciade un objeto. Semejan-te interés está, por tanto, siempreen relación con la facultad de de-sear, sea como fundamento de deter-minación de la misma, sea, al me-nos, como necesariamenteunida alfundamento de determinación de lamisma. Ahora bien, cuando s e tratade si algo es bello, no quieresabersesi la existenciade la cosa importao solamente puede importar algo a

nosotros oa

algúnotro,

sino decómo la juzgamos en lamera con-templación(intuicióno reflexión).Si alguien me pregunta si encuen-tro hermoso el palacio que tengoante mis ojos, puedo seguramentecontestar: «No me gustan las cosasque no están hechas más que paramirarlas con la boca abierta», o biencomo aquel iroqués,a quien nada en

París gustaba tanto como los figo-

nes; puedo también, como Rousseau,declamar contra la vanidad de losgrandes, que malgastanel sudor delpuebloen cosas tan superfluas; pue-do. finalmente,convencermefácil-mente de que si me encontrase_enuna isla desierta, sin esperanza devolver jamás con los hombres,y sipudiese, con mi sola voluntad, le-vantar mágicamentesemejantemag-nífico edificio, no me tomaría si-quiera ese trabajo, teniendo ya unacabaña quefuera para mí suficiente-mente cómoda.Todo e s opuede con-cedérsemey a todo puede asentirse;pero no se trata ahora de ello. Sequiere saber tan sólo si esa merarepresentacióndel objeto va acom-pañada en mi delsatisfacción, pormuy indiferente que me sea lo quetoca a la existencia del objeto deesa representación.Se ve fácilmenteque cuando digo que un objeto esbello y muestro tener gusto, me re-fiero a lo que de esa representaciónhaga yo en mi mismo y no a aque-llo en que dependo de la existenciadel objeto.Cada cual debe confesarque el juicio sobre bellezaen el quese mezcla el menor interés e s muyparcial y no e s . un juicio puro degusto. No hay que estar preocupadoen lo más mínimo de la existenciade la cosa, sino permanecer total-

mente indiferente, tocante a ella,para hacer el papel de juez en cosasdel gusto.

Pero esta proposición, que e s deuna importancia capital; no pode-mos dilucidarla mejor que oponien-do a la pura satisfaccióndesintere-sada 2 en el juicio de gusto, aquellaotra que va unida con interés,sobretodo, si podemos estar seguros, al

2 Un juicio sobre un objeto de lasatisfacción puede ser totalmente des-interesado, y, sin embargo, muy inte-resante, es decir, no fundarse en inte-ré s alguno, pero producir un interés;así son todos los juiciosmoralespuros.Pero los juiciosde gusto no establecen,en sí, tampoco interésalguno. Sólo enla sociedad viene a ser interesante te-ner gusto, y de esto se mostrará el mo-tivoen la continuación.

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CRíTicAD E Ljuicio 211

propiotieinpo, de que no hay másclases de interés que las que ahoravamos a citar.

§3

La satisfacciónen lo «agradable››está unida con interés

Agradable es aquello que placea los sentidosen la sensación. Aquípreséntase ahora mismo la ocasiónde censurar y hacer notar una `con-fusión muy ordinaria de la doblesignificación que la palabra sensa-ción puede tener. Toda satisfacción(dícese, o piénsase)e s ella mismasensación (de un placer). Por tan-to, todo lo que place. justamenteenlo que place, e s agradable (y segúnlos diferentesgrados, o también re-laciones con otras sensaciones agra-dables, e s gracioso, amable, delec-table, regocijante,etc...). Pero s iesto s e admite. entonces las impre-siones de los sentidos, que determi-nan la inclinación, o los principiosde la raz ón, que determinan la vo-luntad, o las meras formas reflexio-nadas de la intuición, que determi-nan el Iuicio. son totalmenteidénti-cos, en lo que s e refiere al efectosobre el sentimientodel placer, pueséste sería el agrado en la sensación

del estado propio; v como, en últi-

Cuando una determinación ìielsentimiento dc placer o de dolor esllamada sensación, significa estaexpresiónalgo muy distinto de cuan-do llamo sensación a la representa-ción de una cosa (por los sentidos,como una receptividad pertenecien-te a la facultad de conocer), puesen este último caso, la representa-ción s e rcfiere al objeto, pero en elprimero. sólo al sujeto, sinservir aconocimiento alguno, ni siq uieraaaquel por el cual el sujeto se cono-ce a si mismo.

Pero entendemos en la definición

anterior, bajo la palabra sensación.una representaciónobjetiva de lossentidos; _ vpara no correr ya mas elpeligro de ser mal interpretado, va-mos a dar el nombre,por lo demas.usual, de sentimientoa lo que tienesiempre que permanecer subjetivoy no puede de ningunamanera cons-tituir una representaciónde un ob-jeto. El color verde de los pradospertenece a la sensación objetiva.como percepciónde un objeto delsentido; el carácter agradable delmismo, empero, pertenece a la sen-sación subjetiva, mediante la cualningún objeto puede ser representa-do, e s decir. al sentimiento,median-te el cual el objeto e s consideradocomo objeto de la satisfacción(queno e s conocimiento del objeto).

mo término, todo el funci namiento--- - Ahfa bÍ€.I1¿..qU€Un ÍUÍCÍOS0bf€de nuestras facultadesdede venir aparar a lo práctico y unificarse allícomo en su fin, no podríamosatri-buir a esas facultadesotra aprecia-ción de las cosas y de su valor quela que consiste en el placer que lascosas prometen. La manera cómoellas lo consigan, no importa, al

cabo, nada; y como sólola elecciónde los medios puede estableceraquíuna diferencia, resulta que los hom-bres podrían acusarse recíprocamen-te de locura o falta de entendimien-to, pero nunca de bajeza o malicia,porque todds, cada uno según sumodo de ver las cosas, corren haciaun mismofin, que para cada uno e selplacer.

un objeto,en è `lcual éste e s por mídeclarado agradable,expresa un in-terés hacia el mismo, s e colige-cla-ramente del deseo que aquel juicio,mediante la sensación, excita haciaobjetos semejantes; la satisfacción,por tanto, presupone. no el merojuicio sobre aquél, sino la relación

de su existenciacon mi estado, encuanto éste e s afectadopor semejan-te ob_jeto.De aquí que s e diga de loagradable, no sólo que place, sinoque deleita. N o e s un mero aplausolo que le dedico,sino que por él SÍdespierta una inclinación; y a lo que s agradable en modo vivísimo estátan lejos de pertenecerun juicio so-bre la cualidad del objeto,que aque-

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212 MANUELK - A N T

llos que buscan como fin sólo elgoce (pues esta es la palabra con lacual s e expresa lo interiordel delei-te) se dìspensan gustosos de todojuicio.

§4

La satisfacción en lo «bueno››está unida con interés

Bueno es lo que, por medio dela razón y por el simple concepto,place. Llamamosa una especie debueno, bueno para algo (lo útil),cuando place sólo como medio; aotra clase, en cambio,bueno en sí,cuando place en sí mismo. Enam-bos está encerrado siempreel con-cepto de un fin, por lo tanto, la re-lación de la razón con el querer (almenos posible) y consiguìentemen-te, una satisfacción en la existenciade un objeto o de una acción, es

decir, un cierto interés.Para encontrarque algo e s buenotengo que saber siempre qué clasede cosa deba ser el objeto,e s decir,tener un conceptodel mismo; paraencontraren él belleza notengo ne-cesidad de eso. Flores, dibujos,le-tras, rasgos que se cruzan, sin inten-ción, lo que llamamos hojarasca,nosignifican nada, nodependende nin-gú n concepto, y ,sin embargo,_pla-cen. La satisfacciónen lo bellotie-ne que dependerde la reflexións o -bre un objeto, lacual conduce acualquier concepto (sin determinarcuál), y por esto se distingue tam-bién de lo agradable, quedescansatotalmente sobre la sensación.

Cierto es que lo agradable y lobueno parecen,en muchoscasos, serlo mismo. Diráse así comúnmenteque todo deleite (sobre todo, el du-radero) e s bueno en sí mismo, locual significa, próximamente, que loagradable duradero y lo bueno sonlo mismo. Pero puede notarse pron-to ue esto es sólo una defectuosaconfusión de palabras, porque losconceptoscaracterísticosque depen-

den de esas expresionesno pueden,

de ningún modo, trocarse uno porotro. Lo agradable , que,como tal,representa el objeto-solamente conrelación al sentido,tiene que ser co-locado, mediante el conceptode unfin, bajo principiosde la razón,parallamarle bueno como objeto de lavoluntad. Pero si lo que deleita lollamo al mismo tiempo bueno, resul-ta entonces una relación totalmentedistintacon la satisfacción;y e s fá-cil verlo,porqueen lo bueno vienesiempre la cuestión de saber si e ssólo medìata o inmediatamente bue-no (útil o bueno en sí). y, en cam-bio,en lo agradable no hay cuestiónalguna sobre esto, puesto que la pa-labra significa siemprealgo que pla-ce inmediatamente (del mismo mo-do que ocurre tambiéncon lo quellamo bello).

Aun en el hablar más ordinariodistínguese lo agradable de lo bue-no. De un manjar que excita el gus-to con especias y otros ingredientesdícese, sin titubear, que es agrada-ble, confesando al mismo tiempoque no e s bueno, porque si bieninmediatamentedeleita al gusto, encambio, considerado mediatamente,e s decir,por mediode la razón,quemira más allá a las consecuencias,disgusta. Puede notarse esta diferen-cia aun en el juicio sobre la salud.Esta es inmediatamente agradablepara todo el que la posee (por lomenos negativamente,es decir, comoausencia de todo dolor corporal).Pero para decir que ella es buena,hay que referirla además, mediantela razón, a fines, a saber: que ellaes un estado que nos hace estar dis-puestos para todos nuestrosasuntos.En .loque toca a la felicidad, cadacual cree, sin embargo, finalmente,poder dar el nombre de verdaderobien,más aun, del más elevadobien,a la mayor suma (encantidad, comoen duración) de agrados en la vida.Pero tambiéncontra esto s e alza larazón. Agrado es goce.`Siéste, pues,es sólo lo que importa, sería locuraser escrupulosoen lo que toca a los

mediosque nos lo proporcionan, sea

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cníricxpi-:Ljuicio 2 1 3

que lo consigamospasivamenteporla liberalidad de la naturaleza, o pornuestra propia actividad y nuestrapropia acción. Pero la razón no s edejará nunca convencerde que laexistencia de un hombre que sólovive (pormuy ocupadoque este eneste asunto) para gozar, tenga en siun valor aun cuando ese hombre déen ayudar, lo mejor posible, comomedio, a otros que también igual-mente no buscan más que el goce,gozando conellos todoslos deleites,por simpatía. Sólo por lo que él

haga, sin consideraciónal goce, entoda libertad e independientementede lo que la naturaleza,aun pasiva-mente, pueda proporcionarle, da 'é lun valor absoluto a su existencia,como existenciade una persona, yla felicidad no es, a pesar de todala abundancia de sus agrados,ni conmucho, un bien incondicional?

Pero aparte de toda e s a diferen-cia. entre lo agradable y lo bueno,concuerdan,sin embargo,ambos enque están siempreunidoscon un in-terés en su objeto: no sólo lo agra-dable (§ 3) y lo bueno mediato (loútil), que place, comomedio paraalgún agrado, sinotambién lo bue-no absolutamentey en todo sentido,a saber: el bien moral, que lleva

consigoel más alto interés,pues elbien e s el objetode la voluntad( e sdecir, de una facultad de desear de-terminada por la razón) . Ahora bien,querer algo y tener una satisfacciónen la existenciade ello, es decir, to-mar interés en ello, son cosas idén-ticas.

§5

Comparaciónde los tres modosespecíficamentediferentes

de la satisfacción

Lo agradable y lo bueno tienenambos una relacióncon la facultad

3 Una obligación de gozar es un ab-surdo evidente; igualmente ha de serlo

también una supuesta obligación derealizartodos los actos que tienen en

dc desear y , en cuanto la tienen, lle-van consigo: aq ué l,una satisfac-ción patológico-condicionada (me-diante estímulos,stimulos), yéste,una satisfacción pura práctica. Esasatisfacción se determina no sólopor la representación del objeto,sino, al mismotiempo,por el enlacerepresentadodel sujeto con la exis-tencia de aquél. No sólo el objetoplace, sino también su existenciaf*En cambio el juicio de gusto e s me-ramente contemplativo,e s decir, unjuicio que, indiferenteen lo que toca

a la existenciade un objeto,enlazala constituciónde éste con el senti-mientode placer y dolor. Peroestacontemplación misma no va tampo-co dirigida-a conceptos,pues el jui-cio de gusto no es un juicio de co-nocimiento (ni teórico ni práctico) ,5y , por tanto, ni fundado en concep-tos, ni que los tenga como fín.

Lo agradable, lo bello, lo bueno,indican tres relacionesdiferentesdelas representacionescon el senti-miento de placer y dolor, con refe-rencia al cual nosotrosdistinguimosunos de otros los objetos o modosde representación.Las expresionesconformesa cada uno, con las cua-les s e indicala complacenciaen losmismos, noson iguales. Agradablellámase a lo que DBLBITA;bello, alo q ue sólo PLACE;bueno, a lo quee s A P R E C I A D O ,aprobado/*e s decir,cuyo valor objetivoe s asentado. Elagrado vale también para los ani-males irracionales; belleza,sólo paralos hombres, e s decir, seres anima-les, pero razonables,aunque no sólocomo tales (verbigraeia, espíritus),sino, al mismo tiempo,como anima-

su términosolamenteel goce, por muyespiritualmenteque s e le quiera pensary adornar,y aunques e a un goce mis-tico, el llamadoceleste.

* Esa frase falta en la primera edi-ción. (N . del T.)

5 En la primeraedición,el parénte-sis dice sóo («teórico››). (N. del T.)

6 La palabra «aprobado››falta en laprimeraedición. (N . del T.)

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_ 2 1 4 MANUELKANT

les; 7 pero lo bueno, para todo serrazonableen general. Proposición e sesta que sólo más adelante puederecibir s u completa justificaciónyaclaración. Puede decirse ue, en-tre todos estos tres modos de la sa-tisfacción,la del gusto en lo belloes la ú nica satisfaccióndesinteresa-da y libre, pues no hay interésalgu-no, ni el de los sentidos ni el de larazón, que arranqueel aplauso.Poreso, de la satisfacciónpuede decir-se en los tres casos citados,que serefiere a inclinación, o a complacen-cia, o a estimación.Pues bien, C o M -

PLACENCIAes la única satisfacciónlibre. Un objeto de la inclinación yuno que se imponga a nuestro de-seo mediante una ley de la razónno nos dejan libertad alguna parahacer de algo un objetode placerpara nosotrosmismos.Todo interéspresuponeexigenciao la producey,como fundamentode determinacióndel aplauso, no deja ya que el jui-cio sobre el objeto sea libre.

En lo que concierneal interésdela inclinaciónen lo agradable, re-cuérdeseque cada cual dice: el ham-

Las palabras: «aunque no sólocomo tales (verbigraeia, espíritus). . .,como animales», faltan en la primeraedición. (N.del T.)

bre es la mejor cocineray a los quetienen buen apetito gusta todo contal de' que sea comestible. Porlotanto, semejante satisfacciónno de-muestra elección algunasegún elgusto. Sólo cuando s e ha calmado lanecesidadpuede decidirsequiéntie-ne o no tiene gustoentre muchos.También hay costumbres (conduc-ta) sin virtud, cortesía sin benevo-lencia,decenciasin honorabi1idad...,etc. .. Pues donde habla la ley mo-ral, ya no queda objetivamente elec-ción libre alguna, en lo que toca a

lo que haya de hacerse; y mostrar

gusto en su conducta (o en el jui-cio de las de otros) e s muy otra c o s aque mostrar su manera de pensarmoral, pues ésta encierraun manda-to y produce una exigencia,mien-tras que,-en cambio,el gusto moralno hace más que jugarcon los obje-tos de la satisfacción,sin adherirsea ninguno de ellos.

Definiciónde lo bello deducidadel primermomento

Gustoe s la facultadde juzgarunobjetoo una representaciónmedian-te una satisfaccióno un descontento,sin interésalguno. El `objeto de s e -mejante satisfacciónllámase bello.

SEGUNDO MOMENTO

D E LJuicio D Ecusro, A S A B E R ,S E G Ú Nsu C A N T I D A D

§6

Lo bello e s lo que, sin concepto,e s representado comoobjeto'de una

satisfacción«universaI››

Esta definición de lo bello puedededucirse de la anterior definicióncomo objeto de la satisfacción,sininterés alguno.Pues cada cual tieneconscienciade que la satisfacciónen

lo bello se da en é l sin interés algu-

no, y ello no puede juzgarlo nadamás que diciendoque debe encerrarla base de la satisfacciónpara cual-quier otro, pues no fundándoseéstaen una inclinación cualquiera delsujeto (ni en cualquier otro interésreflexionado) , y sintiéndose,en cam-bió el que juzga, completamenteli-bre, con relación a la satisfacciónque dedica al objeto,no puede en-

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cRíT1cAD E Ljuicio 215

contrar, como base de la satisfac-ción, condicionesprivadas algunasde las cuales sólo su sujeto depen-da, debiendo,por lo tanto,conside-rarla como fundada en aquelloquepuede presuponer tambiénen cual-quier otro. C onsiguientemente,hade creer que tiene motivo para.exi-git a cada uno una satisfacción se-mejante. Hablará, por lo tanto, delo bello, como si la bellez a fuerauna cualidaddel objeto yel juiciofuera lógi'co (como si constituyera,medianteconceptos del objeto, unconocimientodel mismo), aunquesólo e s estético y no encierra másque una relación de la representa-ción del objeto con el sujeto, por-ãue tiene, con el lógico,el parecido

e que s e puede resuponer en élla validezpara cada cual. Pero e s auniversalidadno puede tampocona-cer de conceptos,pues no hay trán-sito alguno e los conceptosal sen-

timientode placer o dolor (exceptoen las leyes puras prácticas,que, encambio, llevan consigo un interésque no va unido al puro juiciodegusto). Consiguientemente,una pre-tensióna la validez ara cada cual,sin poner universalitladen objetos,debe ser inherenteal juiciode gus-to , juntamente con la conscienciadela ausencia en el mismode todo in-terés, es decir, que una pretensión auniversalidadsubjetivadebe ir uni-da con él.

§7

Comparaciónde lo bellocon loagradabley con lo bueno por

mediodel caráctercitadoEn lo que toca a lo agradable,re-

conoce cadacual que su juicio,fun-dado por é l en un sentimiento pri-vado y medianteel cual él dice deun objeto que le place,se limita tam-bién sólo a su persona. Así e s quecuando, verbigracia,dice: « E 1vinode Canarias e s agradable»,admitesin dificultadque le corrijaotro la

expresióny le recuerdeque debe de-cir: «M e es agradable».Y esto, nosólo en el gusto de la lengua, delpaladar y de la garganta, sino tam-bién en lo que puede ser agradablea cada uno para los ojos y los oídos.Para uno, el color de la violetae ssuave y amable, para otro, muertoy mustio.Uno gusta del sonido delos instrumentos de viento, otro delde los de cuerda. Discutirpara ta-char de inexacto el juicio de otros,apartado del nuestro, como si estu-viera con éste en lógica oposición,sería locura. En lo que toca a loagradable, vale, pues, el principiode que cada uno tienesu gusto pro-pio (de los sentidos).

C on lo belloocurre algo muy dis-tinto. Sería (exactamenteal revés)ridículoque alguien,que s e precìaseun tanto de gusto, pensarajustifi-carlo con estas palabras: «Ese obje-to (el edificio que vemos, el traje

que aquel lleva, el concierto queoímos, la poesía que s e ofrece anuestro juicio) es bello para mí».Pues no debe llamarlobello si sóloa él le place. M uchascosas uedentener para él encanto y agradb, queeso a nadie le importa; ero, al es-timar una cosa como bella, exige alos otros exactamentela misma sa-tisfacción; juzga, no sólo para si,sino para cada cual, y habla enton-ces de la belleza como.si fuera unapropiedadde las cosas. Por lo tanto,dice: La cosa e s bella y, en su jui-cio de la satisfacción,no cuentaconla aprobaciónde otros porque loshayaencontradoa menudode acuer-do con su juicio,sino que la exigede ellos. Los censura si juzgan de

otro'modo y les niega el gusto, de-seando, sin embargo,que lo tengan.Por lo tanto, no puede decirse: C adauno tiene su gusto particular. Estosignificaríatanto como decirque nohay gusto alguno, o sea que no hayjuicio esté tico quepueda pretenderlegítimamente a la aprobación detodos.

Sin embargo, encuéntrase tam-bién,en lo que s e refierea lo agra-

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c R í ' r 1 c AD E Ljuicio 2 1 7

formidad sobre la aplicación de esafacultad.

Pero aqui hay que notar, antetodo, que una universalidad, que nodescansa en conceptos del objeto

(aunque sólo sean empíricos), noes en modo alguno lógica, sino es-tética, es decir, que no encierra can-tidadalguna objetivadel juicio,sinosolamente unasubjetiva;para ellauso yo la expresiónvalidezcomún,que indicala validez,no de la rela-ción d e _una representacióncon lafacultadde conocer, sinocon el sen-timientode placery dolorpara cadasujeto. (Puede emplearsela mismaexpresión para la cantidad lógica deljuicio,con tal de que s e añada: vali-dez universal objetiva, a diferenciade la meramentesubjetiva,que siem-pre es estética.)

Ahora bien, un juicio de valoruniversal objetivo es siem pre tam -bién subjetivo, es decir, que cuandoalguno vale para todo lo que estáencerradoen un concepto dado,valetambiénpara cada uno de los ques e representenun objetomediantee s e concepto. Pero de una validezuniversalsubjetiva,e s decir, de laestética,que no descansa en concep-to alguno, no se puede sacar unaconclusiónpara la validez lógica,porqueaquellaespecie de juiciosnos e .refiereen modo algunoal objeto.Iustamente por eso, la universalidadestéticaque s e añade a un juicio hade ser de una especie particular,porque el predicado de la bellezano se enlaza conel concepto delob-jeto, consideradoen su' total esferalógica?sino que s e extiendee s emis-mo predicadosobre la esfera totalde los que juzgan.

En consideración a la cantidad ló-gica, todos los juicios de gusto sonjuicios individuales, pues como tengoque comparar el objeto inmediata-mente con mi sentimientode placery dolor,_y ello no medianteconcep-tos, aquellosjuiciosno pueden tenerla cantidad de los juicios objetivos

9 La palabra «lógica›› falta en lanrimern eriiniñn ¡N rlol Fl

con validezcomún.” Sin embargo,puede producirseun juiciouiversallógico, cuando la representaciónin-dividual del objeto del juicio de gus-to s e convierte,según las condicio-

nes que determinen este último, enun concepto,mediante comparación.Por ejemplo, la rosa que estoy mi-

rando la declarobella por medio deun juicio de sto; en cambio, eljuicioque resulfade la comparaciónde muchosindividuales,a saber: lasrosas, en general, son bellas, enún-ciase ahora, no sólo como esté tico,sino comoun juiciológicofundadoen uno estético.Ahora bien, el jui-cio: la rosa e s (en el olor)1 1agra-dable, e s ciertamenteestético e in-dividual, .pero no un juicio del gus-to, sino de los sentidos. S e diferen-cia del primero en- esto, a saber:que el juicio de gusto lleva consigouna cantidad estética de universali-dad, e s decir, de validezpara cadahombre, la cual no puede encontrar-s e en el juicio sobre lo agradable.Solos los juiciossobre el bien, aun-que determinan tatnbiénla satisfac-ción en un objeto, tienen universa-lidad lógica y no sólo esté tica,puesvalen,sobre el objeto,como un co-nocimiento del mismo, y por eso va-len para cada cual.

Si s e juzganobjetossólo medianteconceptos, piérdesetoda representa-ción de belleza.Así, pues, no puedehaber tampoco regla alguna segúnla cual alguien tuviera la obligaciónde conoceralgo como bello. ¿Es untraje, una casa, una flor bella? So-bre esto no se deja nadie persuadiren su juicio por motivos ni princi-pios algunos. Q ueremos someterelobjeto a la apreciación de nuestrosojos mismos, comosi la satisfaccióndependiese de la sensación, y , sinembargo, cuando después se dice

1 ° En la primera y segunda edicióndice: «De un juicio objetivocon vali-dez común.» (N . del T.)

1 1En el texto de las tres edicionesdice: («en el uso››); im Gebrauche.Erdmannpropone,y Vorländerlo acep-ta, en su edición,que s e lea im Geru-r-ho nn nl nina- /N rial T l

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2 1 8 M A N U I - : LK A N T

del objeto que e s bello,creemos te-ner en nuestro favor un voto gene-ral y ex igimos laadhesión de todoel mundo, mientras que toda sensa-ciónprivadano decidemás que para

el contemplador y su satisfacción.Ahora bien, es de notar aqui queen el juiciodel gusto no s e postulanada más que un voto universal deesa clase, concerniente a la satisfac-ción sin ayuda de conceptos, portanto, a la posibilidadde un juicioesté tico quepueda al mismo tiemposer consideradocomo valederoparacada cual. El juicio de gusto mismono postula la aprobaciónde cadacual (pues esto sólo lo puede haceruno lógico universal,porque puedepresentar fundamentos);sólo exigea cada cual esa aprobación como uncaso de la regla, cuya confirmaciónespera, no por conceptos, sinoporadhesiónde los demás. El votouni-versal es, pues, sólo una idea (aquíno s e investigaaún sobre qué des-canse). Que el que cree enunciar unjuiciode gusto, juzga en realidadamedida de esa idea, es cosa que pue-de ser incierta;pero que él lo re-fiere a ella, y, por lo tanto, ue hade ser un juiciode gusto, lo declaraél mismo, mediantela' expresióndebelleza.Pero para sí mismo, median-te la mera conscienciade la priva-ción de todo aquello que pertenecea lo agradable y al bien, puede élllegar a estar seguro de la satisfac-ción que aun le queda; y esto estodo en lo que él s e prometela apro-bación de cada cual, pretensión a lacual tendrá derecho,bajo esas con-diciones,si no faltase a menudocon-tra ellas, y , por tanto, no enunciaseun juicio de gusto erróneo.

§9Investigaciónde la cuestión de si,en el juiciode gusto, el sentimientode placer precedeal juicio del objeto

o éste precede a aquél

La solución de este problemae s la clave para la crítica del gus-

to y, por lo tanto, digna de todaatención.

Si el placer en el objeto dado fue-s e lo primero,y sólo la universalcomunicabilidaddel mismo debiera

ser atribuida,en el juiciode gusto,a la representacióndel objeto,seme-jante procederestaría en contradic-ción consigomismo, pues ese placerno sería otra cosa que el mero agra-do de la sensación,y , por tanto, se-gú n su naturaleza,no podría tenermás que una validezprivada,por-que depende inmediatamentede larepresentaciónpor la cual el objetoe s dado.

Asi, pues, la `capacidaduniversalde comunicación del estado de espí-ritu, en la representacióndada, e s laque tiene que estara la base del jui-cio de gusto, comosubjetivacondi-ción del mismo,y tener, como con-secuencia, el placer en el objeto.Pero nada puede ser universalmente

comunicadomás que el conocimien-to y la representación,en cuantoperteneceal conocimiento,pues sóloen este caso es ella objetiva, y sólomedianteél tiene un punto de rela-ción universalcon el cual la facul-tad de representaciónde todos estáobligada a concordar. Ahora bien,si la base de determinacióndel jui-cio sobre esa comunicabilidad gene-ral de la representaciónhay q ue pen-sarla sólo subjetivamente, ue es, asaber, sin un concepto dél objeto,entonces no puede ser otra más queel estado del espíritu,que s e da enla relaciónde las facultadesde re-presentar unas con otras, en cuantoéstas refieren una representacióndada al conocimiento en general.

Las facultadesde conocer, pues-tas en juego mediantee s a represen-tación,están aquí en un juego libre,porque ningún concepto determina-do las restringe a una regla particu-lar de conocimiento. Tiene,pues,que ser el estado de espíritu,en estarepresentación,el de un sentimientodel libre juego de las facultadesderepresentar, en una representacióndada para un conocimientoen gene-

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cRír1cAD E Ljuicio 2 1 9

ral. Ahorabien, una representaciónmediante la cualun objeto es dado,para que de ahí salga un conoci-mientoen general, requiere la ima-ginación-,para combinar lo diverso

de la intuición,y el entendimiento,para la unidad del conceptoque unelas representaciones.Ese estado deun libre juego de las facultadesdeconocer,en una representación,me-diante la cual un objeto es dado,debe dejarse comunicar universal-mente, porque el conocimiento,co-mo determinacióndel objeto, conla cual deben concordarrepresenta-ciones dadas (cualquieraque s e a elsujeto en que s e den), e s el únicomodo de representación que valepara cada cual.

La universalcomunicabilidadsub-jetiva del modo de representaciónen un juiciode gusto, debiendorea-lizarse sin presuponerun concepto,no puede ser otra.cosa más que el

estado de espírituen el libre juegode la imaginacióny del entendimien-to (en cuanto éstos concuerdanre-cíprocamente,como ello e s necesa-rio para un conocimiento en gene-ral), teniendo nosotros conscienciade que e s a relaciónsubjetiva, pro-pia de todo conocimiento,debe te-ner igual valor para cada hombrey, consiguientemente,ser universal-mente comunicable,como lo e s todoconocimientodeterminado,que des-cansa siempre en aquella relacióncomo condiciónsubjetiva.

Este juicio,meramente subjetivo(estético),del objeto o de la repre-sentación que lo da, precede, pues,al placer en el mismo y es la basede e s e placer en la armonía de lasfacultadesde conocer;pero en aque-lla universalidadde las condicionessubjetivas del juicio de los objetosfúndase sólo e s a validez universalsubjetivade la satisfacción,que uni-mos con la representacióndel obje-to llamadopor nosotrosbello.

Q ue el poder comunicars u esta-do de espíritu, aun sólo en lo quetoca a las facultadesde conocer, lle-

va consigo unplacer, podríase mos-

trar fácilmente por la inclinaciónnatural del hombre a la sociabilidad(empírica y psicológicamente). Peroesto no basta para nuestropropósi-to. El placer que sentimos,lo exigi-

mos a cada cual en el juicio de gus-to como necesario, como si cuandollamamos alguna cosa bella hubierade considerarseesto como una pro-piedad del objeto, determinadaené l por conceptos, nosiendo, sin em-bargo, la belleza,sin relación con elsentimiento del sujeto, nada en sí.Pero el examen de esta cuestiónde-bemos reservarlohasta después dela contestacióna esta otra, a saber:si y cómo sean posiblesjuiciosesté-ticos a priori.

Ocupémonosahora aun con estacuestión inferior: ¿de qué manerallega_mos a ser conscientes de unarecíproca y subjetivaconcordanciade las facultades de conocer entresí en el juicio de gusto. estéticamen-

te, mediante el mero sentidointeriory la sensación, o intelectualmente,mediante la conscienciade la inten-cionada actividad con que ponemosen juego aquellasfacultades?

Si la representacióndada, ocasio-nadora del juiciode gusto, fuera unconceptoque juntara entendimientoe imaginacióncon el juiciodel s u -jeto para un conocimiento del obje-to . en ese caso, la consciencia deesa relación sería intelectual (comoen el esquematismoobjetivo del jui-cio de que la Crítica trata); peroentonces,el juicio no recaería en re-lación con el placer y el dolor y, portanto, no sería un juicio de gusto.Ahora bien, el juicio de gusto deter-mina el objeto, independientemente

de conceptos,en consideración de lasatisfacción y del predicado de labelleza.Así,.pues, aquellaunidad dela relación no puede hacerse cono-cer más que por la sensación. Laanimación de ambas facultades (laimaginación y el entendimiento)para una actividad determinada,12

1 2La primera y la segunda edicióndiccn «indeterminada». (N. del T.)

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220 MANUELKANT

unánime,sin embargo, por la oca-sión de la representacióndada, acti-vidadque e s la que pertenecea unconocimientocn.general,e s la sen-sación cuyacomunicabilidaduniver-

s a lpostula el juiciod e gusto. Unarelaciónobjetiva,si bien no puedeser más que pensada, sin embargo,en cuanto,según sus condiciones,e ssubjetiva, puede ser sentida en elefecto sobre el espíritu; y en unarelación sin concepto alguno a subase (como la de las facultadesderepresentacióncon una facultadg e -neral de conocer) no hayotra cons-cienciaposible de la mismamás quemediante la sensación del efecto,que consiste en el juego facilitadode ambas facultadesdel espíritu (laimaginación y el entendimiento),animadas por una concordancia re-

cíproca. Una representación quesola y sin comparacióncon otras,tiene, sin embargo, una concordan-cia con'las condicionesde la univer-salidad,que constituyeel asunto del

entendimientoen general, ponelasfacultadesde conoceren la disposi-ción proporcionadaque exigimospara todo conocimiento,y que tene-mos consiguientementepor yalederapara todo ser que esté determinadoa juzgar mediante entendimiento ysentidos (para todo hombre).

Definición de lo bello deducidodel segundo momento

Belloe s lo que, sinconcepto, pla-c e universalmente.

TERCER MOMENTO

DE LOS IUICIOS DE GUSTO SEGÚN LA KRELACIÓN» DE LOS FINESQUE ES EN ELLOS CONSIDERADA

§ 1 0

De la finalidaden general

Si s e quieredefinirlo que s e a unfin, según sus determinacionestras-cendentales (sin presuponernadaempírico,y el sentimientodel placerlo es), diríase queel fin e s el obje-to de un concepto ,en cuanto éste esconsideradocomo la causa de aquél(la base real de su posibilidad).La

causalidad de un concepto,en con-sideración de su objeto, es la finali-dad (ƒormaƒinalis). Así, pues, don-de se piensa no sólo el conocimien-to de un objeto, sino el objeto mis-mo (su forma o existencia) comoefecto posible tan sólo mediante unconceptode este ú ltimo, allís e pien-sa un fin. La representación delefecto e s aquí el motìvo_dedetermi-nación de su causa y precede a esta

última. La conscienciade la causali-dad de una representaciónen rela-ción con el estado del sujeto, paraconservarlo en ese mismo estado,puede expresar aquí, en general, loquese llamaplacer;dolore s ,al con-trario, aquella representaciónqueencierra el fundamentopara deter-minar el estado de las representa-ciones hacia su propio contrario (te-nerlas alejadas o despedirlas).13

La facultadde desear, en cuantoe s 'determinablesólo por conceptos,es decir, por la representación deobrar según un fin, sería la volun-tad. Dícese de un objeto o de unestado del espíritu o también de unaacción,que es final, aunque su po-sibilidad no presuponga necesaria-mente la representación de un fin,

1 3 Las palabras entre paréntesis noestán en la primeraedición.(N .del T.)

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C R Í T I C AD E LJuicio 221

sólo porque su posibilidadno pue-de ser explicada y concebida pornosotros más que admitiendo a subase una causalidadsegún fines, e sdecir, una voluntad que la hubiera

ordenadosegún la representacióndeuna cierta regla. La finalidadpuede,pues, ser fin, en cuanto nosotrosnoponemoslas causas de esa forma enuna voluntad,sin poder, sin embar-go, hacernos concebible la explica-ción de su posibilidad más que de-duciéndola de una voluntad. Ahorabien, no tenemos siempre necesidadde considerar con la razón (segúnsu posibilidad)'aquelloque observa-mos. Así, una finalidad según laforma,aun sin ponerlea la base unfin (como materia del rzexus ƒirza-lis), podemos, pues, al menos ob-servarla y notarla en los objetos,aunqueno más que por la reflexión.

1

§11El juiciode gusto no tienea su basenada más que la «formade la fina-lidad» de un objeto (o del modo de

representacióndel mismo)

Todo fin, cuando s e le consideracomo base de la -satisfacción,llevaconsigo siempre un interés, comomotivode determinacióndel juiciosobre elobjetodel placer. Así,pues,no' puede ningúnfin subjetivoestara la base del juiciode gusto. Perotampocopuede determinarel juiciode gusto representaciónalguna deun fin objetivo,e s decir, de.la posi-bilidad del objeto mismo, segúnprincipios del enlace final y, por lo

tanto,conceptoalgunodel bien,por-que este es un juicio estético y noun juicio de conocimiento, y no serefiere, pues, a ningún concepto dela propiedad y de la interior o exte-rior posibilidad del objeto, medianteesta o aquella causa, sino sólo a larelación mutua de las facultadesderepresentación,en cuanto son deter-minadaspor una representación.

Ahorabien, e s arelaciónen la de-

0:terminacionde un objeto como be-llo está enlazada con el sentimientode un placerque, medianteel juiciode gusto, e s declarado al mismotiempo v aledero para cada cual;

consiguientemente,ni un agrado queacompañe la representación,ni larepresentaciónde la perfección delobjeto, ni el conceptodel bien, pue-den encerrar el fundamentode de-terminación.Así, pues, nada másque la finalidad subjetiva en la re-presentaciónde un objeto, sin finalguno (ni objetivo ni sub`etivo) ypor consiguiente,la mera forma de

la finalidad en la representación,mediante la cual un objeto nos esdado, en cuanto somos conscientesde ella, puede constituir la satisfac-ción que juzgamos,sin concepto,como universalmente comunicable,y , por tanto, el fundamento de deter-minacióndel juiciode gusto.

§12

El juiciode gusto descansa enfundamentos« a priori»

Constituir a priori el enlace delsentimientode placer o dolor,comoun efecto, con alguna representa-ción (sensación o concepto), como

su cansa, e s absolutamenteimposi-ble, pues esto sería una relación cau-sal,“ la cual (entreobjetosde la ex-periencia) no puede ser conocidanunca más que a posteriori y pormedio de la experienciamisma. Escierto que en la Críticade la razónpráctica, el sentimiento del respeto(como una modificación particulary característica de aquel sentimien-to, que no quiere coincidirbien, nicon el placer, ni con el dolor querecibimos de objetosempíricos), fuededucido por nosotros a priori deconceptos universales morales.Peroallí podíamos pasar los límites d _ cla experienciay apelar a una causa-lidad que descansaba en una cuali-

1 4 En la primera edicióndice «rela-ción causal particular».(N . delT.)

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222 MANUELKANT

dad suprasensible del sujeto, a sa-ber, la de la libertad. Pero, aun allí,no dedujimos propiamente ese senti-miento de la idea de lo moral comocausa, sino solamentefue deducidade esta la determinación de la vo-luntad. El estado de espíritu, empe-ro. de una voluntad determinadapor algo, e s ya en s í un sentimientode placer. idéntico con é l, y así nosigue de él como efecto; y esto últi-mo sólo debería admitirse si el con-cepto de lo inoral, como un bien,precediese la determinación de lavoluntad mediante la ley, pues en-tonces. el placer, que fuera unidocon el concepto, hubiera sido envano deducido de él como de unmero conocimiento.

Ahora bien, lo mismoocurre eiilos juicios esté ticos con el placer,sólo que aquí éste e s sólo contem-plativo y no tiene interésen influiren el objeto; en el juicio moral, encambio, e s práctico. La concienciade la mera formal finalidaden eljuego de las facultades de conoci-mientodel sujeto,en una represen-taciónmediante la cualun objetoe sdado, e s el placermismo,,porqueen-cierra un fundamento de determina-ción de la actividad del sujeto, conrespecto a la animaciónde las facul-

tades del mismo,una interior causa-lidad, pues (que e s final), en consi-deración del conocimiento en gene-ral, pero sin limitarse a un conoci-miento determinado y consiguiente-mente, una mera forma de la finali-dad subjetiva de una representaciónen un juicio estético.Ese placer noe s de ninguna manera práctico, nicomoel que tiene labase patológicadel agrado,ni como el que tiene labase intelectual del bien representa-do. Tiene, sin embargo, causalidadeii sí, a saber: la de conservar, sinulterior intención,el estado de larepresentaciónmisma y la ocupa-ción de las facultades del conoci-miento. Dilatamos la contemplaciónde lo bello, porque esa contempla-ción se refuerza y reproduce a si

misma, lo cuales análogo (pero noidéntico, sin embargo) a la largaduración del estado de ánim o, pro-ducida cuando un encanto en la re-presentacióndel objeto despierta re-petidamente laatención,en lo cualel espíritu e s pasivo.

§l3

El puro juicio de gusto es indepen-diente de encanto yde emoción-

Todo interésestropea eljuicio degus-to y le quita su imparcialidad,sobre todo si no pone, como el inte-rés de la razón, la finalidad delantedel sentimiento de placer, sino quefunda aquélla en éste. Y esto últi-mo ocurre siempre en los juicios es-téticos sobre algo que hace gozar osufrir. De aquí que los juicios asíapasionados,o no pueden tener pre-tensiones a una satisfacción univer-sal, o, s i lo hacen, son ellas tan e s -c a s a scomo numerosasson las sen-saciones deaquellaclase que s e en-cuentran entre los fundamentosdedeterminación.El gusto e s siemprebárbaro, mientrasnecesita la mezclacon encantos y emociones para lasatisfaccióny hasta hace de éstas la

medida de su aplauso.Sin embargo, no sólo los encan-tos s e cuentan a menudo entre labelleza (q ue, sin embargo, deberíareferirse sólo la forma) como con-tribución a la satisfacciónestéticauniversal, sino que son también con-siderados en si mismos comobelle-zas, considerando,pues, como formala materia de la satisfacción,equivo-caciónq ue, como muchas otras, cuy abase encierra,sin embargo, siemprealgoverdadero, se deja corregir me-diante una cuidadosadeterminaciónde,esos conceptos.

Un juicio de gusto, sobre el cualencanto y emociónno ejerceninflu-jo alguno (aunques e dejen éstos en-lazar con la satisfacciónen lo be-llo), y que tiene, pues, sólo la fina-

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¡ -

CRITICA DEL IUICIO

lidad de la forma como fundamentode determinación, es un juicio degusto puro.

§ 14Explicaciónpor medio de ejemplos

Los juicios estéticos pueden, deigual modo que los teóricos (lógi-cos), dividirseen empíricosy pu-ros. Los primeros son aquellos quedeclaran el agrado o desagrado, lossegundos, aquellosque declaran labellezade un objetoo del mododerepresentacióndel mismo; aquéllosson juicios sensibles (juicios estéti-cos rnateriales); éstos (como forma-les) son los únicos propios juiciosde gusto.

Un juicio de' gusto es, pues, purosólo en cuanto ningunasatisfacciónempíricas e mezclaen su fundamen-to de determinación. Pero esto ocu-rre siempreque el encantoo la emo-ción tienen unaparte en el juicioque ha de declararalgo bello.

Ahora bien, bastantes objecioness e alzan presentando,en último tér-mino, el encanto no sólo comoin-grediente necesario de la belleza,sino incluso totalmente como bas-

tante por si mismopara ser llamadobello. Un color aislado,por ejemplo,el verde de un prado, un sonidoais-lado (a diferencia del grito y delruido) como elde un violín, es de-clarado bello en s í por la mayoría,aunque ambos sólo son la materiade las representaciones,e s decirqueparecen tenera su base sólo sensa-ción, y por e s o no merecen llamar-se más que agradables. Pero s e no-tará al misino tiempo,empero.,quelas sensacionesde color, tanto comolas de sonido, tienenderecho a va-ler como bellas sólo en cuanto am-bas son puras; esto e s una determi-nación que s e refiere ya a la formay e s lo único de esas representacio-nes que se deja con seguridad co-

municar universalmente, porque la

2 2 3cualidad de las sensaciones mismasno puede admitirse como unánimeen todos los sujetos, y el agrado deun color con preferencia a otro, o elsonido de un instrumento musical

mejor que el de otro, pueden tam-bién difícilmenteser juzgados portodos de la misma manera.

Si se admite, con Euler,15que loscolores son latidos (pulsus) del éterque s e siguen a tiempos iguales,como las notas musicalesson latidosdel aire que vibra en el sonido, y,lo que es más importante, que el es-píritu percibeno sólo, por el senti-do, el efecto de ellos sobre la ani-mación del órgano, sinotambién,por la reflexión,el juego regulardelas impresiones(por tanto, la formaen el enlace de representacionesdi-ferentes), de lo cual yo, sin embar-go, dudo mucho,1° entoncescolor ysonido no serían_merassensaciones,sino ya determinacionesformales de

la unidad,de una diversidadde lasmismas, yentonces también podríancontarse por s í como bellezas.

Pero lo puro, en una especie sen-cilla de sensación, significa que launiformidad de la mismano es estro-peada ni interrumpida por ningunasensación extraña, y pertenece sóloa la forma.Entoncespuede hacerseabstracción de la cualidad de aque-lla especie de sensación (de si re-presenta un color y cuál, de si re-presenta un sonidoy cuál). De aquíque todos los colores sencillos, encuanto son puros, son tenidos por

1 5Euler (Leonhard) (1707-1783)matemático alemán, adversario de laescuela leibnizio-wolfiana y partidario

de Newton y Locke. Véanse, sobreesto, sus «Cartas a una princesa ale-mana», en la edición francesa de E.Saisset. (N. del T.)

1 6Así está en la primeray la segun-da _ edición; la tercera edición dice«nada››, en vez de mucho. Vorländerpiensa que este «nada›› e s una erratade la tercera edición, y se atiene al tex-to de la primeray de la segunda. (N .del T.)

J

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224 M AN UEL KAN T

bellos; perolos mezclados notienenesa ventaja, justamente porque, alno ser sencillos,carécese de medi-da para juzgar si se les debe o nollamar puros.

Pero en lo que se refiere a la be-lleza añadida al objeto a causa des u forma,la opiniónde que aquellabelleza s e puede elevar, por mediodel encanto,es un error ordinariomuy perjudicialal verdadero,inco-rruptible y profundo gusto. Sinduda, pueden, sin embargo,añadir-s e encantos al lado de la bellezapara interesar el espíritu por la re-presentacióndel objeto, además.dela satisfacción seca, y servir así deatractivopara el gusto y la. cultura,sobre todo, cuando está aú n incultoy no ejercitado. Pero esos encantoshacen realmente daño al juicio degusto, cuando atraen a sí la atencióncomo motivo de determinación de labelleza,pues tan lejos están de aña-dirle algo, que más bien sólo encuantono dañena aquellabella for-ma, y cuando el gusto está aú n dé-bil e inculto,por condescendencia,deben ser admitidos,siempre comoextraños.

En la pintura, escultura, en todaslas artes plásticas,en la arquitectura,en la traza de jardinesfen cuantoson bellas artes, el dibujo e s lo esen-cial; y en éste, la base de todas lasdisposicionespara el gusto la cons-tituye,no lo que recrea en la sensa-ción, sino solamentelo que, por suforma, place. Los colores que ilu-minan la traza pertenecenal encan-to; ellos pueden ciertamente animarel objeto en sí para la sensación,pero no hacerlo digno de intuicióny bello; más bien son, las más de lasveces, muy limitados porlo que laforma bella exige, y aun allí dondes e tolere el encanto, sólo por ellaadquiere nobleza.

Toda forma de los objetos de lossentidos (los ex ternos, comotam-bién mediatamenteel interno) es, ofigura, o juego; en el último caso, ojuego de figuras (en el espacio, mí-

mica y danza), o mero juegode sen-

saciones (en el tiempo). El encantode los colores o de los sonidosagra-dables del instrumento, puede aña-dirse; pero el dibujo, en el primero,y la composición,en el segundo,constituyen el objeto propio del purojuiciode gusto. Y si parece que lapureza de los colores,como de lossonidos, y tambiénsu diversidadycontraste, añaden a la belleza, noquiere esto decir que, por ser agra-dables en si, den igualmenteunacontribución de esa clase a la satis-facciónen la forma; lo hacen sola-mente porque hacen esta última más

exacta, determinada y perfectamen-te intuible,y además animan la re-presentaciónpor su encanto,desper-tando y manteniendola atencións o -bre el objeto mismo.

Incluso los llamados adornos (Pa-rerga), es decir, lo que no perteneceinteriormente a la representaciónto-tal del objeto como trozo constitu-yente, sino, exteriormente tan sólo,como aderezoy aumentala satisfac-ción del gusto,lo hacen, sin embar-go, sólo mediante su forma; verbi-gracia, los marcos de los cuadros,1†los paños de las estatuas o los perís-tilos alrededor de los edificios. Perosi el adorno mismo no consiste enla forma bella, si está puesto, comoel marco dorado,sólo para recomen-dar, por su encanto, la alabanza alcuadro, entonces llámase ornato ydaña a la verdadera belleza.

La emoción,sensación en dondeel agrado s e produce sólo medianteuna m om entáneasuspensión y undesbordamiento posterior más fuer-te de la fuerza vital, no perteneceen modo alguno a la belleza.La su-blimidad (con la cual el sentimien-to de la emociónestá unido), empe-ro, exige otra medida para el juicioque la que está a la. basedel gusto,y así, un puro juicio de gusto no tie-ne, como fundamento de determina-ción, ni encanto ni emoción;en una

W «Los marcos de los cuadros» e sun añadido de la'segunda y tercera

edición. (N. del T.)

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caírica D E Ljuicio 225

palabra, ninguna sensación, comomateria del juicio estético.

§15

El juiciode gusto e s completamenteindependientedel concepto

de perfección

La finalidadobjetivano puede serconocidamás que mediantela rela-ción de lo diverso con un fin deter-niínado,o s e asólo medianteun. con-cepto. Por esto sólo e s ya claro quelo bello, cuyo juicio está fundado

en una finalidad meramenteformal,es decir, en una finalidad sin fin, e scompletamente independiente de larepresentacióndel bien,pues este ú l-timo presupone una finalidad obje-tiva,e s decir, la relacióndel objetocon un fin determinado.

La finalidadobjetivaes: o exter-na, e s clecir,la utilidad,o interna,e sdecir, laperfeccióndel objeto.Q uela satisfacciónen un objeto,que porella llamamosbello,no puede des-cansar en la representaciónde suutilidad,s e coligesuficientementedelos dos anteriorescapítulos,pues en-tonces no sería una satisfacciónin-mediataen el objeto,y esto últimoe s la condiciónesencial del juiciosobre la belleza.Pero una finalidadobjetiva interna, e s decir, la perfec-ción, acércase más al predicadodela belleza,y por e s onotablesfilóso-fos la`han tenido por idéntica a labe lleza, aunqueañadiendo: cuandoes pensada conƒusamente.Es de lamayor importanciadecidir,en unacríticadel gusto,si la bellezas e dejaefectivamente resolveren el concep-to de la perfección.

Para juzgar la finalidad objetivanecesitamossiempre el concepto.deun fin, y -s esa finalidad ha deser, no una externa (utilidad), sinouna interna- el conceptode un fininternoque encierra el fundamentode la posibilidadinternadel objeto.Ahora bien: así como fin, en gene-ral, e s aquellocuyo conceptopuedeser consideradocomo el fundamento

de la posibilidaddel objetomismo,así también, para representarseunafinalidadobjetivaen una cosa, ten-drá que precederlael .concepto delo que la cosa deba ser, y la concor-dancia de lo diversoen ella con esteconcepto (queda la regla delenlacede la mismacon él) e s la perfeccióncualitativade una cosa. Distínguesede ésta totalmente lacuantitativa,como completividadde cada cosaen su especie, concepto meramentede magnitudes(de la totalidad),enel cualpiénsase,comoya previamen-te determinado,lo que la cosa debaser, y solamentese ìnquiere si enella está todo lo exigible. Lo formalen la representaciónde una cosa, e sdecir, laconcordanciade lo diversocon lo uno (sindeterminarqué debaser éste), no da por sí a conocerab-solutamenteningunafinalidadobje-tiva, porque como se ha hecho abs-tracciónde e s euno comoƒin (lo quedeba ser la cosa), no queda en elespíritu del que tiene a intuiciónnada más que la finalidadsubjetivade las representaciones,la cual, sibien indicauna cierta finalidaddelestado de la representaciónen el su-jeto y en éste una facilidadparaaprehendercon la imaginación unaforma dada, no indica, empero, laperfecciónde objetoalguno,que ahíno e s pensadomedianteconceptoal-guno de .un fin.Así,por ejemplo,siencuentroen el bosqueun prado ro-deado de árboles, en círculo, y nome representopor eso fin alguno, asaber, que quizá deba servir parabailes campestres,entoncesno s e dael menorconceptode perfecciónme-diante la mera forma. Representarse

una finalidadforinalobjetiva,perosin fin, e s decir, la mera forma deuna perfección--sin materiaalgunani conce to con que concordarse,aunque fiiera solo la idea de unaconformidad a leyes, en general-,18e s una verdaderacontradicción.

1 8 «Aunque fuera... en general»,añadido en la segunda y tercera edi-ción. (N . del T.)

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226 MANUELKANT

Ahora bien: el juicio de gusto esun juicio estético,es decir, de tal ín-dole, que descansa en bases subje-tivas, y cuyo fundamento de deter-minación no puede ser concepto al-

guno; por lo tanto,tampoco el deun fin determinado. Así, mediantelabelleza, comofinalidad formal sub-jetiva, no es pensada en modo algu-no una perfección del objeto comofinalidad supuesta formal, pero, sinembargo, objetiva; y vana es aque-lla distinción entre el concepto de

'lo bello y t.del bien que considera aambos como distintos solamentepor

la forma lógica,y según la cual elprimero sería un concepto confuso,el segundoun conceptoclaro de laperfección, idénticos, por lo demás,e n su contenidoy origen,pues en-tonces, entre ellos no habría dife-rencia especíƒicaalguna,sino que eljuicio de gusto sería un juicio deconocimiento,igualmenteque el jui-cio medianteel cual una cosa e s de-clarada buena, de igual modo que elhombrevulgar,cuando dice que elengaño e s injusto, fundasu juicioen principios confusos, mientras elfilósofo lo funda en principios cla-ros; pero, en el fondo, ambos lo fun-dan en los mismos principios. Peroya he dicho que un juicio estéticoesúnico en su clase, y no da absoluta-

mente conocimiento alguno (ni si-quiera confuso) del objeto,conoci-miento que ocurre solamente me-diante unjuicio lógico;en cambio,refiere la representación,mediantela cual un objeto e s dado, solamenteal sujeto,y no hace notarpropiedadalguna del objeto, sino sólo la for-ma final en la determinación 1 ” delas facultadesde representaciónques e ocupan con éste. El juicio se lla-ma estético también solamente,por-que su fundamento de determina-ción no es ningún concepto, sino elsentimiento (del sentido interno) deaquella armonía en el juego de las

1 9 «En la determinación», añadidoen la segunda y tercera edición. (N.

del T.)

facultades del espíritu en cuantopuede sólo ser sentida. En cambio,si se quisiera dar el ¿nombre dees-téticos a conceptos confusos y aljuicio objetivo que en ellos se fun-

da, tendríamos un entendimientoque juzga sensiblemente,o un sen-tido que representa sus objetos me-diante conceptos,ambas cosas con-tradictorias entre sí.” La facultadde los conceptos, sean confusos oclaros, e s el entendimiento, y aun-que el entendimientotiene tambiénparte en el juicio de gusto como jui-cio estético (comoen todos los jui-cios), la tiene, sin embargo, nocomo facultad del conocimiento deun objeto, sino como facultad de ladeterminacióndel juicioy su repre-sentación (sin concepto), según larelaciónde la mismaconel sujetoyel sentimientointeriorde éste, y encuanto ese juicio es posible segúnuna regla universal.

§16

El juiciode gusto, medianteel cualun objeto es declarado bello, bajo

la con-díciófzde un conceptodeterminado, no es puro

Hay dos clases de belleza: belle-

za libre (pulchritudo vaga) y belle-za sólo adherente (pulclzritudo ad-hwrens). La primera no presuponeconceptoalguno de lo que el objetodeba ser; la segunda presupone unconceptoy la perfección del objetosegún éste. Los modos de la prime-ra llámanse bellezas (en sí consis-tentes) de tal o cual cosa; la segun-da es añadida,como adherentea unconcepto (be llezacondicionada), aobjetos que están bajo el conceptode un fin particular.

Las flores son bellezas naturaleslibres.Lo que una flor deba ser s á -belo dificilmente alguien, aparte delbotánico, y este mismo, que reco-

2 0 «Ambas cosas contradictorias en-tre sí», añadido en la segunda y terce-ra edición. (Nota del Traductor.)

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CRÍTICADEL Juicio 227

noce en ella el órgano de reproduc-ción de la planta, no hace referen-cia alguna a ese fin natural cuandola juzgamediante el gusto.Así, pues,a la base de este juicio, no hay ni

perfección de ninguna especie, ni fi-nalidad internaa que s e refiera lareunión de lo diverso. Muchos pá-jaros (el loro, el colibrí, el av e delparaiso), multitud de peces del mar,son bellezas en si que no pertene-cen a ningún objeto determinadopor conceptos en consideración desu fin, sino que placen librementey por si. Así, los dibujos a la grec-que, la hojarasca paramarcos o pa-peles pintados, etc. . _ , no significannada por sí, no representan nada,ningún objeto, bajo un conceptode-terminado, y son 'bellezas libres.Puede contarse entre la m ism aespe-cie lo que en música s e llama fan-tasía (sin tema), e incluso toda lamúsica sin texto.

En el juicio de una bellezalibre(según la mera forma),el juiciodegusto es puro. No hay presupuestoconcepto alguno de un fin para elcual'lo diversodel objetodado debaserviry que éste, pues, deba repre-sentar, y por el cual la libertad dela imaginación, que, por decirlo así,juega en la observaciónde la figu-ra. vendría a ser sólo limitada.

Pero la bellezahumana (y en estaespecie, la de un hombre, una mu-jer, un niño), la bellezade un caba-llo. de un edificio(comoiglesia,pa-lacio, arsenal, quinta), presuponeun conceptode fin que determina loque deba ser la cosa; por tanto, unconceptode su perfección: así, pues,e s belleza adherente. Así como el

enlace de lo agradable (de la - sen-sación) con la belleza, quepropia-mente sóloconcierne laforma, im-pide la pureza del juiciode gusto,así el enlace del bien (para el cuallo diverso es bueno a la cosa misma,según su fin) con la belleza daña ala pureza de ésta.

Podrian añadirse inmediatamenteen la intuición de un edificio mu-chas cosas que nos pluguieran, si no

fuera porque debe ser una iglesia;podría embellecerseuna figura contoda clase de rayas y rasgos ligeros,si bien regulares, comohacen losneozelandesescon sus tatuajes,si no

tuviera que ser humana, y ésta po-dría tener rasgos más finos y uncontornode las formas de la cosamás bonita y dulce, si no fuera por-que debe representar un hombre oun guerrero.

Ahora bien: la satisfacción en lodiverso de una cosa, en relación conel fin interno que determina su po-sibilidad, e s una satisfacción funda-da en un concepto; perola de labelleza e s de tal suerte que no pre-supone concepto alguno. sino queestá inmediatamente unida con larepresentaciónmediante la cual elobjetoe s dado (no mediantela cuale s pensado). Pero si el juicio degusto, en consideraciónal objeto,s ehace dependientedel fin en el con-

cepto; comojuiciode razón, y, portanto, es limitado, entonces no es yaun libre y puro juiciode gusto.

Ciertamente. mediante ese enlacede la satisfacciónestéticacon la in-telectual, gana el juicio de gusto, enque es fijado, y, si bien no es uni-versal, sin embargo, en considera-ción de algunos objetos determina-dos, conformes a un fin, puedenprescribírsele reglas. Estas no son,sin embargo, entonces, reglas delgusto sino sólamentede la unión delgusto con la razón,e s decir, de lobello con el bien, mediante lacualaquél viene a servir de instrumen-to para el propósito, en considera-ción de este último,de poner aque-lla situaciónde espírituque s e con-serva a sí misma y tiene un valorsubjetivo universal, bajo aquel modode pensar, quesólo mediante peno-sa resolución puede conservarse,pero tiene un valorobjetivouniver-sal. Pero, propiamente, ni la perfec-ción gana por la belleza ni la belle-za por la perfección; mas como,cuando comparamos larepresenta-ción mediante la cual un objeto nose s dado con el objeto en considera-

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228 M AN UEL KAN T

ción de lo que debe ser, medianteun concepto,no puede evitarse elque la juntemos también con la sen-sación en el sujeto, resulta que lafacultad total de la representacióngana cuando están de acuerdo am-bos estados del espiritu.

Un juicio de gusto en lo que s erefiere a un objeto de fin internodeterminado, sería puro sólo encuanto el que juz ga notuviera con-cepto alguno de e s e_f ino hicieraensu juicio abstracciómde é l. Perodes-pués, aunque, habiendo juzgadoelobjeto com o bellez alibre, hubiera

enunciadoun juicio de gusto exacto,vendría a ser criticado por otro quehubieraconsideradosu bellezacomobelleza adherente (mirando al findel objeto) y acusado de gusto fal-sofhabiendo ambos, cada uno a sumodo, juzgado exactamente:el uno,según lo que tiene ante los sentidos;el otro,según lo que tiene en el pen-samiento.Por medio de esta distin-ción puédense arreglar algunos di-sentimientosde los jueces de gustosobre belleza, mostrándolesque eluno s e atiene a la bellezalibre y elotro a la dependiente,que el unoenuncia un juicio de gusto puro, yel otro, uno aplicado.

§ 1 7

Del ideal de la belleza

No puede haber regla objetiva al-guna del gusto que determine,pormedio de conceptos,lo que sea be-llo, pues todo juicio emanado deaquella fuente e s estética, e s decir,

que su fundamento de determina-ción e s el sentimientodel sujeto,yno un concepto del objeto. Buscarun principio del gusto, que ofrezcael criteriouniversalde lo bello,pormedio de determinadosconceptos,e s una tarea infructuosa,porque loque s e busca e s imposibley contra-dictorioen sí. La comunicabilidadgeneral de la sensación (de la satis-facción o disgusto), de tal índole

que tenga lugar, sin conceptoy launanimidad,en lo posible,de todoslos tiempos y de todos los pueblos,en lo que toca a ese sentimiento enla representaciónde ciertos objetos,

taes

el criterioempírico,

aunquedébil, .y que alcanza apenas a poderccnjeturarque un gusto conserva-do asi, por medio de ejemplos,pro-viene de la base profundamente es-condida, y común a todos loshom-bres, de la unanimidaden el juiciode las formas bajo las cuales un ob-jeto es dado.

De aquí que se consideren algu-nos productosdel gusto como ejem-plares, no, sin embargo,como. si elgusto pudiera adquirirse imitando aotros, pues el gusto ha de ser unapropia peculiar facultad; pero el queimita un modelo, si bien muestrahabilidad en cuanto lo consigue,muestra gusto sólo en cuanto puedejuzgar el modelo mismo.” De -aquíse sigue, pues,que el modelo máselevado,el rototipodel gusto, e suna mera idléa que cada uno debeproducir en sí mismo, y según lacual debe juzgar todolo que s e aob-jeto del gusto,ejemplo del juicio delgusto y hasta el gusto de cada cual.Idea significapropiamenteun con-cepto de la razón, e ideal, la repre-sentaciónde un ser individualcomoadecuado a una idea. De aquí queaquel prototipodel gusto que des-cansa, desdeluego, sobre la idea in-determinada de la razón de un má-ximum,pero que no puede ser re-presentadapor concepto sinoen unaexposiciónindividual,pueda mejorllamarse el ideal de lo bello, que

2 1 Los modelosdel gusto, en lo ques e refiere a arte oratorio,deben estarcompuestos en un lenguaje muerto ysabio: lo primero,para no tener quesufrir de los cambios que s e dan in-evitablementeen las lenguasvivas,don-de las expresiones nobless e tornanadocenadas,las usuales envejeceny en-tran para sólo poco tiempo a s nuevas;lo segundo,para que tenga una gramá-tica que no esté sometidaa un cambioarbitrario de la moda y mantenga asísu inmutable regla.

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230 MANUEL KANT

muchas de la misma clase sacar untérmino medio que sirva a todas decomúnmedida. Cada cual ha vistomiles de hombres adultos. Ahorabien: si quiere juzgar el tamaño nor-

mal por apreciación comparativa,entonces la imaginación (según miopinión) deja caer, una encima deotra, un gran número de imágenes(quizá todos aquellos miles); y , sise me permite aquí emplear la ana-logía de la presentaciónóptica, enaquel espacio, en donde se unen engran número, y en el interior delcontorno, donde el espacio se ilu-mina con el color más recargado,allí se deja conocer el tamaño me-dio, que s e aleja igualmente,en al-tura y anchura, de los límites extre-mos de las más pequeñas y de lasmayores estaturas.Y esta es la esta-tura para un hombrebello. (Podríaobtenerse elmismo resultadomecá-nicamente,midiendomiles de ellos,

adicionandola altura, asi como laanchura -y gordura-, entre sí, ydividiendola suma por mil. Pero laimaginación hace eso mismo me-diante un efecto dinámicoque nacede la impresión de esas figuras enel órgano del sentido interior.) Puescuando, de la misma manera, se habuscado la cabeza media para esehombremedio; para aquélla,la na-riz media, y así sucesivamente,lafigura que sale está a la base de laidea normal del hombre bello enel país donde s e ha establecidoe s acomparación; de aquí que un negrodeba tener necesariamente,bajo esascondiciones empíricas?? otra ideanormal de la bellezade la figura queun blanco, y un chino otra que uneuropeo. Lo mismo ocurriría con elmodelo de un caballo o de un perrobello (de una cierta raza). Esa ideanormal no es derivada de proporcio-nes sacadas de la experiencia comoreglas determinadas.sino que sola-mente, según esa idea, son posibles

2 2 «Bajoesas condiciones empíricasa,

añadido de la segunda y tercera edi-ción. (N. del T.)

reglas del juicio.Ella e s la imagenque s e cierne por'encima de todaslas intuiciones particulares,en muchas maneras diferentes,de los indi-viduos para la especie ente ra, ima-

gen que la naturaleza ha tomadocomo prototipo de sus produccionesen la mismaespecie, pero que pare-ce no haber alcanzadototalmenteen ningún individuo; ella no es, deninguna manera, el prototipo totalde la bellezaen esa especie, sino so-lamente la forma que constituyelacondición indispensablede toda be-lleza, y, por tanto, solamente laexactitud en la exposición de la es-pecie; ella es, como del famosoDo-ryphorosde Polykletoss e decía, laregla (igualmente podríaservirparaesto la vaca de Myron;en su espe-cie). Por e s o mismono puede tam-poco encerrarnada específico-carac-terístico,pues de otro modono seríaidea normal para la especie. Su _ e x -

posición no place por belleza_,_s1nosólo porque no contradicea ningu-na de las condicionesbajo las cualesuna cosa de esa especie puede serbella. La exposicióne s meramentecorrecta.”

2 3 Encontraráseque un rostro per-fecto, regular, que el pintor gustaríade tener comomodelo,no dice nada

las más de las veces, y e s porque noencierra nada caracteristicoy expresaasí más bien la idea de la especie quelo específico de una persona. Lo ca-racterísticode esta últimaclase, cuan-do está exagerado', e s decir, cuandodaña inclusoa la idea normal-(la fina-lidad de la especie), llámase caricatu-ra. Tambiénmuestrala experienciaqueaquellos rostros totalmente regularesencierran en lo interno,generalmente,

también un hombremediano, proba-blemente (si hay que admitir que lanaturaleza expresa en lo externo lasproporciones de lo interno), porquecuando ninguna de las partes del espí-ritu está por encimade aquellapropor-ción que exige para constituirsolamen-te un hombre sin defectos, no puedeesperarse nada de eso que s e llamagenio, en el cual la naturalezaparecealejarse de las relacionesordinariasde

las facultadesdcl alma en provechodeuna sola.

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cntrrcxD E Ljuicio 2 3 1

De la idea normalde lo bello s ediferencia,pues, aun el ideal delmismo,el cual puede sólo esperarseen la figurahumana, por los moti-vos yacitados.En ésta está el ideal,

que consisteen la expresión de lomoral, sin lo cual no podría 'placeruniversalmente, y , por tanto, positi-vamente (no sólo negativamenteenuna exposición correcta). La expre-sión visible de ideas morales quedominan interiormenteal hombrepuede, desde luego, tomarsesólo dela experiencia;pero hacer, por de-cirlo así, visiblesu enlace con todolo que nuestrarazónune con el bienmoral,en la idea de la finalidadmásalta, la bondad de alma, ureza,fuerza,descanso, etc. . ., en fa exte-riorizacióncorporal(comoefectodelo interno),e s cosa que requiereideas puras de la razón,y, conellasunida, gran fuerza de imaginaciónen el que las juzga, y mucho más

aun en el quelas

quiereexponer. Laexactitudde un ideal semejante dela belleza s e demuestraen que nopermiteque s e mezcleencantoalgu-no sensible conla satisfacciónen s uobjeto,y, sin embargo,hace tomaren él un gran interés,lo cual, a suvez, demuestra que el juicio según

una regla semejanteno puede nun-ca ser puramenteestético y que eljuicio según un ideal de la bellezano e s un simple juiciodel gusto.

Deƒinición de lo bello, sacadade este tercermomento

Bellezae s forma de la ƒinalidadde un objetoen cuantoe s percibidaen él sin la representaciónde unfin.”

2 *Podríase, contra e s a definición,

oponer como instancia,que hay cosasen las cuales s e ve una forma final,sin reconocer en ellas un fin, como,por ejemplo,los instrumentosde piedrasacados e viejas tumbas,provistosdeun agujero comopara un mango: é s -tos, aunque muestranclaramenteen sufigura una finalidad,sin embargo, nopor eso se declaran bellos. Pero q ue seles considere como obra de arte cs yabastante para tener que confesar que

s e refiere su figura a una intencióncualquiera y a un fin determinado. Deaquí ningunasatisfaccióninmediataensu intuición.Una flor, en cambio,porejcmplo,una tulipa,s e consideracomobella porque en su erce ción s e en-cuentra una cierta finalidad que, talcomo la juzgamos, nos e refierea nin-gú n fin.

CUARTO MOMENTO

D E L¡vicio D eGustos i - : a ú nLAMopxuoxnn a LAsirrrsrxccrónE Np o sosjeros2 5

§ 1 8

Qué sea la modalidad de un juiciode gusto

De toda representación puedode-cir: e s posible al menos que ella(como conocimiento)esté enlazadacon un placer.De lo que llamoagra-

2 - FEn la primera y segunda edicióndice «en el objeto».(N . del T.)

dable digo que produceen mí real-mente placer; de lo bello, empero,se piensa quetiene una relación ne-cesaria con la satisfacción. Ahorabien, esta necesidades de una claseespecial: no una necesidadteórica yobjetiva, donde se puede conocer apriori que cada cual sentirá esa sa-tisfacciónen el objeto llamado pormí bello;tampocouna práctica,don-de, medianteconceptosde una pura

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232 MANUELKANT

voluntadrazonableque sirve de re-gla a los seres librementeactivos,e s e s a satisfacciónla consecuencianecesaria de una ley objetiva,y nosignificanada más q ue la obligaciónque s e tiene de obrar absolutamente(sin posterior intención) de unacierta manera. Sino que, como ne-cesidad ensada en un juicio estéti-co, puedb llamarse solamenteejem-plar, e s decir, una necesidad de laaprobaciónpor todos de un juicio,considerado como un ejemplo deuna regla universalque no s e puededar. Como un juicio estético no e sun juicio objetivoy de conocimien-to, e s a necesidad no puedededucir-s e de conceptosdeterminados,y noes, pues, apodíctica.Muchomenospuede ser la conclusiónde una uni-versalidadde la experiencia(de unaunanimidadgeneralde los juiciosso-bre la bellezade ciertoobjeto),puesademás de que la experienciaen estoproporcionaría difícilmentemuchosjustificantes,no s e puede fundar enjuicios empíricos concepto algunode la necesidad de esos juicios.

§l9

La necesidad subjetivaque atribui-mos al juicio de gusto e s

condicionada

El juicio de gusto exige la apro-bación de cada cual, y el que decla-ra algo bello quiere q ue cada cualdeba dar su aplauso al objeto pre-sente y deba declararloigualmentebello. Eldeber [das Sollen] en eljuicio estético no es, pues, según losdatos todos exigidos para el juicio,expresado más que condicionalmen-te. S e solicitala aprobaciónde to-dos los dem ás,porque se tiene para

ello un fundamentoque e s comúna todos, cualquieraque sea la apro-bación que se pueda esperar, con talde que s e esté siempre seguro deque el caso fue correctamente subsu-midoen aquel fundamentocomo re-gla del aplauso.

§20

La condiciónde la necesidad,a queun juicio de gusto pretende, e s la

idea de un sentido común

Si los juiciosde gusto (como losjuicios de conocimiento) tuviesen unprincipio determinadoobjetivo,en-tonces, el que los enunciasesegúnéste, pretenderíaincondicionadane-cesidad para su juicio. Si no tuvie-ran principio alguno, como los delsimple gusto de los sentidos, enton-ces no podría veniral pensamientonecesidad alguna de esos juicios.Así, pues han de tener-un principiosubjetivoque sólo por medio delsentimiento,y no por mediode con-ceptos,aunque,sin embargo, conva-lor universal,determinequé place oqué disgusta. Pero un principio s e -mejanteno podría considerarsemásque comoun sentidocomún,que e sesencialmentediferentedel entendi-

mientocomún,que tambiéna veceslleva el nombre de sentido común(sensus communis),pues que esteúltimo juzga, no por sentimiento,sino siemprepor conceptos, aunquecomúnmentecomo principiososcu-ramente representados.

Así, sólo suponiendoq ue hay aunsentido comúnt por lo cual enten-demos, no un sentido externo,sino

el efecto que nace del juego librede nuestras facultadesde conocer),sólo suponiendo,digo, un sentidocomúnsemejante,puede el juicio degusto ser enunciado.

§21

Sr se puede suponer con fundamentoun sentidocomún

Conocimientos y juicios, junta-mente con la convicciónque lesacompaña, tienen que poderse co-municar universalmente,pues deotro modono tendríanconcordancia

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cRír1cAD E Ljuicio 2 3 3

alguna con, el objeto: serían todosellos un simple juego subjetivodelas facultades de representación,exactamentecomo lo quiere el es-cepticismo.Pero si han de 'poderse

comunicarconocimientos,hace faltaque el estado de espíritu,e s decir,la disposiciónde las facultadesdeconocimiento,con relacióna un co-nocimiento en general, aquella pro-porción,por cierto,que s e requierepara una representación (mediantela cual un objetonos e s dado), conel fin de sacar de ella conocimiento,

pueda tambiéncomunicarseuniver-salmente,porque sin ella, como sub-jetivacondicióndel conocer,no po-dría el conocimiento producirsecomo efecto. Esto ocurre tambiénrealmentesiempre,cuando un obje-to dado, por medio de los sentidos,pone en actividadla imaginaciónpara juntar lo diverso y ésta poneen actividadel entendimientoparaunificarlo en conceptos. Pero esadisposiciónde las facultadesdel co-nocimientotiene, según la diferen-cia de los objetos dados, una dife-rente proporción.Sin embargo,debehaber una en la cual e s arelaciónin-terna para la animación(deunaporla otra) s e a ,en general,la más ven-tajosa para ambas facultadesdel e s -

píritu con un fin de conocimiento(de objetosdados),y e s adisposiciónno puede ser determinadamás quepor el sentimiento(no por concep-tos). Pero comoe s adisposiciónmis-ma tieneque podersecomunicaruni-versalmente,y, por tanto, tambiénel sentimientode la misma (en unarepresentacióndada), y como la uni-versal

comunicabilidadde

unsenti-

miento presuponeun sentido com ú n,éste podrá, pues, admitirsecon fun-damento,YiPor cierto, sin apoyarse,en ese caso, en observaciones psico-lógicas, sino com ola condición ne-cesaria de la universal comunicabili-dad de nuestro conocimiento,lacual, en toda lógicay en todo prin-cipio del conocimientoque no s e aescéptico,ha de ser presupuesta.

§ 22

La necesidadde la aprobaciónuni-versal, pensadaen un juiciode gus-

to, e s una necesidadsubjetivaque.esrepresentadacomo objetivabajo lasuposiciónde un sentido común

En ningúnjuicioen donde decla-ramos algo bello permitimosa al-guien que s e a de otra opinión,sinfundar, sin embargo, nuestro juicioen conceptos, sino sólo en nuestrosentimiento,que ponemosa su base,no como un sentimientoprivado,sino como uno comú n.Ahora bienze s e sentido común,para ello, nopuede fundarse en la experiencia,pues quierejustificarjuiciosque en-cierran un deber (ein Sollen); nodice que cada cual estará conformecon nuestro juicio,sino que deberáestar de acuerdo. Así, pues, el sen-

tido común,de cuyo juiciopresentoaqui, como ejemplo, mi juicio degusto, a quien, por lo tanto, he aña-dido una validezejemplar, e s unamera forma ideal que, una vez su-puesta, permiteque de un juicioqueconcuerdecon ela, y esto sobre lamisma ya expresada satisfacciónenun objeto,s e haga, con derecho,unaregla para cada uno, porqueel prin-cipio,s i bien sólo subjetivo,sin em-bargo, tomadocomo subjetivo-uni-versal (una idea necesaria a cadacual),en lo que s e refierea la una-nimidad de varios que juzgan,po-dría, comouno objetivo,exigirapro-bación universal,con tal de que s eesté seguro de haberlo subsumidocorrectamente.

Esa norma indeterminadade unsentido común e s presupuesta real-mente por nosotros; lo demuestranuestra pretensión a enunciar juiciosde gusto. ¿l-lay,en realidad, un-sen-tido comun semejante como princi-pio constitutivo de la posibilidad dela experiencia?O bien, ¿hay unprincipio de la razón más alto queimpone solamente comoprincipioregulativoen nosotros,la necesidad

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234 MANUELKANT

de producir,ante todo, en nosotrosun sentido comúnpara más altos fi-nes? ¿Es el gusto, por tanto, unafacultad primitiva y natural, o tansólo ia idea de una facultad que hay

que adquirir aún, artificial, de talmodo que un juicio de gusto no se-ría, en realidad, con su 'pretensiónauna aprobación universal, más queuna exigenciade la razón: la de pro-ducir una unanimidad semejanteenla manera de sentir, y que el deber(das Sollen), es decir, la necesidadobjetiva de que el sentimiento detodos corra juntamentecon el decada uno, no significaríaotra cosamás que la posibilidadde llegaraquía e s eacuerdo, y el juiciode gustono sería más que un ejemplo de laaplicaciónde e s e principio?Eso, niqueremos ni podemos investigarloahora aquí; sólo tenemos,por aho-ra, que analizar el juicio del gustoen sus elementos, paraunir éstos

después en la idea de un sentidoco-mún.

Definiciónde lo bellodeducidadel cuarto momento

Bello e s lo que, sin concepto,e sconocido como objeto de una nece-saria satisfacción.

Nota generaí a la primera secciónde la analítica

Cuandos e saca el resultado de losanteriores análisis,se encuentraquetodo viene a parar al siguientecon-cepto delgusto: que es una facultad

de juzgar un objeto en relación conla libre conformidad a leyes de laimaginación.Ahora bien: si s e hade considerar la imaginación, en eljuicio de gusto, en su libertad, 'hayque tomarla, primero, no reproduc-tivamente, tal como está sometidaalas leyes de la asociación,sino comoproductiva y autoactiva (comocrea-dora de formascaprichosasde posi-bles intuiciones);y aunque en la

aprehensiónde un objeto dado delos sentidos está atada a una deter-minada forma de ese objeto, y , portanto, no tiene libre juego (comoenla poesía), sin embargo, se puede

aú n concebir bien que el objeto pue-da justamente ofrecerle una formatal que encierre un estado de asam-blaje de lo diverso, como lo hubieraconstituido la imaginación, en con-cordancia con la general conformi-dad del entendimiento con leyes, sise hubiera dejado libre a si misma.Pero que la imaginación sea libre,y, sin embargo,por sí misma, con-formea una ley, e s decir, que lleveconsigouna autonomía,e s una con-tradicción.Sólo el entendimientodala ley. Pero cuando la imaginaciónes obligada a proceder según unaley determinada, entonces determi-nase por conceptos cómo deba ser,según la forma, su producto; pero,en ese caso, la satisfacción no e s la

que s e da en lo bello, sino en lobueno (de la perfección, j,f, desdeluego,sólo la formal),y el juicionoe s un juicio por medio del gusto.Así, pues, una conformidadcon le-yes sin ley y una subjetivaconcor-dancia de la imaginacióny del en-tendimientosin una objetiva,en quela representaciónfuere referidaa undeterminadoconceptode un objeto,no podrán existir juntamente másque con la libre conformidaddelentendimientocon leyes (la cual e stambién llamada finalidad sin fin) ycon la característica de un juicio degusto.

Ahorabien: figurasregularesg e o -métricas, un círculo, un cuadrado,un cubo, etc., las citan críticos del

gusto, comúnmente,como los mássencillos e indudables ejemplos debelleza,y, sin embargo,s e las llamaregulares, porque no s e las puederepresentarmás que considerándolascomo meras exposicionesde un con-cepto determinado que prescribe laregla a aquella figura (según la cualsólo e s posible). Uno de los dosdebe ser, pues, falso: o aquel juiciode los críticosde atribuir belleza a

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cnír1cAD E LJuicio 2 3 5

figuraspensadas, o el nuestro, queencuentra necesaria para la bellezala finalidadsin concepto.

Nadie encontrará fácilmente unhombre de gusto, obligado a experi-mentar

mássatisfacción

en lafigura

de un círculo que en la de un con-torno irregular,en la de un cuadri-látero equilátero y equiángulo másque en otro oblicuo, desigual ypordecirloasí, deforme,pues para ellose requiere sólo entendimiento co-mún y no gusto. Donde s e percibeuna intención,verbigracia,la de juz-gar el tamaño de una plaza, o dehacer comprensible la relación delas partes entre sí y con el todo enuna división, ahí son necesarias fi-guras regulares,y , por cierto, de lasde la clase más sencilla;y la satis-facción descansa, no inmediatamen-te en la vista de la figura,sino enla utilidad. de la misma para todaclase de propósito posible. Una ha-bitación cuyas paredes formen án-gulos agudos, un jardínde igualfor-ma, incluso toda falta de simetría,tanto en la figura de los animales(verbigraeia, ue tengan sólo unojo) como en cia de edificioso flo-res, disgusta,porque e s o e s contra-rio a un fin, no sólo prácticamenteen lo que se refiere a un determina-do uso de e s a scosas, sino tambiénpara el juicio en toda clase de pro-pósito posible, y ese caso no es eldel juicio de gusto, que, cuando espuro, une inmediatamente satisfac-ción o disgusto,sin referencia al usoo . a un fin, con la mera contempla-ción del objeto.

La regularidad, que conduce alconceptode un objeto, es ciertamen-te la condición indispensable (con-ditío sine qua non) para coger elobjeto en una representación ú nicay determinarlo diversoen la formadel mismo.Esa determinacióne s unfin con relaciónal conocimiento,y,en relacióna éste, va ella tambiénsiempreunida con satisfacción (queacompaña la efectuaciónde toda in-tenciónaun problemática).Pero en-tonces e s o e s sólo la aprobaciónde

la solución que satisfacea un pro-blema, y no una ocupación libre yconforme a un fin indeterminado delas facultadesdel espíritucon lo quellamamos bello, y en la cual el en-tendimiento

estáal servicio

de laimaginacióny no ésta al de aquél.En una cosa que sólo mediante

una intención es posible, en un edi-ficioy hastaen un animal,la regu-laridad, que consisteen la simetría.debe expresarla unidadde la intui-ción, que acompañaal conceptod efin, y con él pertenece al conoci-miento. Pero donde sólos e ha dedesarrollar unlibre juego de las fa-cultades de representación (sinem-bargo, con la condición de que enello no sufra el entendimiento nin-gú n choque), como en jardines,adornos de los cuartos y toda clasede instrumentos artísticosy otros. _ .,evítase,en lo posible,la regularidad,que se presenta comoesfuerzo; de

aquí que el gusto inglés en los jar-dines y elbarroco en los muebleslleve la libertad de la imaginaciónmás bien casi hasta aproximarsealo grotesco,y en e s e alejamientodetoda imposiciónde la reglapone jus-tamente el caso en donde el gustopuede mostrar su mayor perfecciónen proyectosde la imaginación.

Todo lo rígido-regular (lo que seacerca a la regularidad matemática)llevaconsigo algocontrarioal gustoy e s que no proporciona un entre-tenimiento largo con su contempla-ción, sino que, en cuanto no s e en-dereza decididamente al conocimien-to o a un fin práctico determinado,produce fastidio.En cambio,aque-llo en donde la imaginación puede

jugar sin violencia y conforme a sufin e s para nosotrossiemprenuevo,y no nos cansamosde mirarlo.Mars-den,26 en su descripción de Sumatra,hace la observaciónde que las belle-zas libres de la naturaleza rodean alespectador siemprelas mismas por

2 ° M arsden,viajero inglés, escribióuna Historyof Sumatra (tercera edi-ción, Londres,1811). (N . delT.)

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todos lados,y, por tanto,tienenparaél ya poco atractivo;en cambio,en-contrando,en medio de un bosque,un huertode pimienta,en donde lasestacas alrededorde las cuales cre-

ce e s a planta formabanavenidasenlíneasparalelas,experimentóen elloun gran encanto: de aquí saca laconclusiónde que la belleza salva-je, al parecer, sin regla alguna, noplace, por el cambio, más que aquien está ya saciadode bellezare-gular. Pero con que hubiera hechola prueba de estarse un día en suhuerto de pimienta se hubiera aper-cibido de que cuando el entendi-miento se ha sumido, mediante laregularidad,en la disposiciónparael orden que necesitapor todas par-tes, el objetono le distrae,y, a largotiempo,más bien-'hace una violen-cia incómodaa la imaginación,y deque, en cambio, la naturaleza,queallí e s pródigaen diversidadeshastala exuberancia,y que no está s o -metida a la violenciade reglas arti-ficiales,podría dar a su gusto unalimentoconstante.El canto mismode los pájaros, que no podemos re-ducir a reglas musicales,parece en-cerrar más libertad y , por tanto, másalimentopara el gusto queel cantohumano mismodirigidosegún todas

las reglas musicales,porqueeste ú l-timo más bien hastía cuando s e re-pite muchas veces y durante largetiempo.Pero en esto probablementeconfundimosnuestrasimpatíapor la

alegría de un pequeño animalitoamable con la belleza de su canto,que, cuando e s imitadoexactamentepor el hombre (comoocurrea vecescon el canto del ruiseñor),parecea nuestros oídos totalmentedespro-vistode gusto.

Hay que distinguir aú n los obje-tos bellos de los aspectos bellos delos objetos (que a menudo,por elalejamiento, no pueden ser conoci-dos claramente) En estos últimosparece el gusto fijarse no tanto enlo que la imaginaciónaprehendeene s e campo, como en lo que sobre éltiene ocasión de figurar, es decir,propiamenteen las fantasías conque s e entretieneel espíritucuandola diversidad con q ueel ojo tropieza

lodespiertacontinuamente;así, por

ejemplo,ocurrecuando s e miranlasfiguras cambiantesde un fuego dechimeneao de un arroyoque corre,los cuales, sin ser ninguno de losdos bellezas,llevanconsigo,sin em-bargo, un encanto para la ima ina-cion, porq uemantienen su fibre-juego.

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SEGUNDOLIBRO

ANALITICA DE LO SUBLIME

§23

Tránsito de la facultad de juzgarlo belloa la de lo sublime

Lo bello tiene de común con losublime que ambos placen por simismos.Además,ningunode los dospresupone un juicio sensible deter-minante, ni uno lógico determinan-te, sinoun juiciode reflexión;con-siguientemente, lasatisfacción nodepende de una sensación,como lade lo agradable,ni de un conceptodeterminado,comola satisfacciónenel bien, siendo, sin embargo,referi-da a conceptos, aunque indetermi-nado queda cuáles; por tanto, la sa-tisfaccións e enlaza con la mera ex-posición o facultad de la misma,mediantelo cual la facultadde ex-

posición o imaginación es considera-da, en una intuicióndada, en con-formidad con la facultad de los con-ceptos del entendimientoo de larazón como impulsión de esta últi-ma. De aquítambiénque los juiciosde e s a sdos clases sean particulares,y se presenten, sin embargo, comouniversalmentevalederos en consi-deracióndel sujeto, aunque no ten-gan pretensiónmás que alsentimien-to de placery no a un conocimientodel objeto. '

Pero hay también entre ambos di-ferencias considerables,que están ala vista. Lo bellode la naturalezas e refierea la formadel objeto,queconsiste en su limitación; lo subli-me, al contrario, puede encontrarseen un objeto sin forma, en cuantoen é l, u ocasionadapor é l, e s repre-sentada ilímitacióny pensada, sin

embargo,una totalidadde la misma,de tal modo que parece tomarse lo

bello como la exposición de un con-cepto indeterminado del entendi-miento, y lo sublime como la de unconceptosemejantede la razón. Asíe s la satisfacciónunida allí con larepresentaciónde la cualidad;aquí,empero,con la de la cantidad. Tam-bién esta última satisfaccióne s muydiferentede la primera,según la e s -pecie, pues aquélla (lo bello) llevaconsigodirectamenteun sentimientode impulsióna la vida,y, por tanto,puede unirse con el encanto y conuna imaginaciónque juega, y ésta,en cambio (el sentimientode - los u -blime), es un placer que nace sóloindirectamente del modo siguiente:produciéndosepor medio del senti-mientode una suspensiónmomentá-

nea de las facultadesvitales, segui-da inmediatamentepor un desborda-miento tanto más fuerte de las mis-mas; y así, como emoción, pareceser, no un juego, sinoseriedad enla ocupaciónde la imaginación.Deaquí que no pueda unirse con en-canto; y siendo el espíritu, no sóloatraído por el objeto,sino sucesiva-mente también siempre rechazadopor é l, la satisfacciónen lo sublimemerece llamarse,no tanto placerp o - .sitivo como, mejor, admiraciónorespeto, es decir, placer negativo.

Pero la diferencia más importan-te e intema entre lo sublimey lobello es la siguiente: que si comoe s justo, consideramosaquí primera-mente sólo lo sublime en objetosdela naturaleza(lo sublimedel arte s elimita siempre a las condicionesdela concordanciacon la naturaleza),

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238 M AN UEL KAN T

la belleza natural (la independien-te) parece ser una finalidad en suforma, mediante la cual el objetoparece, en cierto modo, ser determi-nado de antemanopara nuestro Iui-cio; en cambio, lo que despiertaennosotros, sin razonar, sólo en laaprehensión,el sentimientode lo s u -blime,podrá parecer, según su for-ma, desde luego, contrario a un finpara nuestro juicio, inadecuado anuestra facultadde exponery, encierto modo, violento para la imagi-nación; pero sin em bargo,sólo poreso será juzgado tanto más sublime.

Por esto, empero,se ve, desde lue-go, que nos expresamoscon total fal-sedad cuando llamamos sublime al-gú n objeto de la naturaleza,aunquepodamos correctamente llamar be-llos muchos de entre ellos, pues¿cómo puede designar-secon unaex-presión de aplauso lo que es apre-hendidoe n si como contrarioa unfin? Sólo podemosdecir que el ob-jeto e s propiopara exponeruna su-blimidadque puede encontrarseenel espíritu, pues lo propiamente su-blime no puede estar encerrado enforma sensible alguna, sino que s erefiere tan sólo a.i`deas de la razón,que, aunque ninguna exposición ade-cuada de ellas sea posible,son pues-tas en movimiento y traídas al espi-ritu justamentepor esa inadecuaciónque s e deja exponer sensiblemente.Así, no se puede llamar sublime elamplio Océano en irritada tormen-ta. Su aspecto es terrible, y hay quetener el espíritu ya ocupado conideas de varias clases para ser deter-minado, por una intuición semejan-te, a un sentimiento que él mismoe s sublime, viéndoseel espíritu es-timulado a dejar la sensibilidad y aocuparse con ideas que encierranuna finalidad más elevada.

La belleza independiente naturalnos descubre una té cnicade la na-turaleza que la hace representablecomo un sistema, según leyes cuyoprincipio no encontramos en todanuestra facultad del entendimiento,

y este es el de una finalidad con res-

pecto al uso del juicio, en lo quetoca a los fenómenos,de tal modoque éstos han de ser juzgados comopertenecientesno sólo a la natura-leza en su mecanismosin finalidad,

sino tambiéna

la analogía con elarte. Aquélla, pues, no amplía, des-de luego, nuestro conocimiento delos objetosde la naturaleza, pero sinuestro concepto de la naturaleza,añadiendo al meromecanismo elconceptode ella como arte,lo cualinvita a profundas investigacionessobre la posibilidadde semejanteforma.Pero en lo que tenemos cos-tumbre de llamar sublime no haynada que conduzcaa principios ob-jetivos particulares y a formas de lanaturaleza que de éstos dependan,pues ésta despierta laidea de lo su-blime, las más de las veces, másbien en su caos o_en su más salvajee irregulardesorden ydestrucción,con tal de que s e vea grandeza yfuerza.Por esto vemos que el con-cepto de lo sublimeen la naturalezano e s ,ni con mucho,tan importantey tan ricoen deduccionescomo elde la bellezaen la misma,y que nopresenta absolutamentenada de fi-nalidad en la naturalezamisma, sinosólo en el uso posible de sus intui-ciones para hacer sensibleen nos-

otros una finalidad totalmente inde-pendientede la `naturaleza.Para lobello de la naturaleza .tenemos quebuscar una base fuera de nosotros;para lo sublime, empero, sólo ennosotrosy en el modo de pensar quepone sublimidaden la representa-ción de aquélla. Esta es una notaprevia muy necesaria, que separatotalmente la idea de lo sublime dela de una finalidad de la naturalezay hace de su teoría un simple suple-mento al juicioestéticode la finali-dad de la naturaleza, porque me-diante la idea de lo sublime no esrepresentada forma alguna particu-lar de la naturaleza, sino que sólo esdesarrollado un uso conforme a fin,que la imaginación hace de su repre-

sentación.

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cnínca D E Ltulcto 239

§24

De la divisiónde una investigacióndel sentimiento de lo sublime

En lo que s e refierea la divisiónde los momentosdel juicioestético,en relacióncon el sentimientode losublime, .podrá la analítica seguiradelante según el mismo principioque empezóen el análisisde los jui-cios de gusto, pues como ]uiciore-flexionanteestético,debe la satisfac-ción en lo sublime, como la de lo

bello,ser de un valoruniversal,s e -gú n la cantidad; carecer de interés,según la cualidad; hacer represen-ta le una finalidadsubjetiva,segúnla relación, y hacerla representablecomonecesaria,según la modalidad.El método, aquí,no s e apartará,pues, del de la anteriorsección, amenosque haya quetenerseen cuen-ta que allí en donde el juicio-esté,tico s e referíaa la formadel objeto,comenzamospor la investigacióndela cualidad,y aquí, en cambio, acausa de la falta de formaque pue-de haber en lo que llamamossubli-me, comenzaremoscon la cantidadcomo primer momento del juicio es-téticosobre lo sublime;pero el mo-tivo de esto se ve en los párrafos

anteriores. .Pero hay una divisiónque el aná-lisis de lo sublimenecesita, y queno necesitóel de lo bello; es, a sa-ber: la de sublimematemático ysu-blimedinâmico. _

Pues como el sentimientode losublime llevaconsigo, como carác-ter suyo, un movimientodel espíri-tu unidocon el juicio del objeto,y,en cambio,el gusto,en lo bello,su-pone y mantieneel espírituen con-templación reposada, y como e s emovimiento debe ser juzgado comosubjetivamentefinal (porquelo su-blime place),resulta que será 'refe-ridopor la imaginación,0 a la facul-tad de conocer,o a la facultaddedesear; pero, en ambas relaciones,

la finalidadde la representación

dada será juzgada sólo en conside-ración de esas facultades (sin fin niinterés), y como entonces la prime-ra cs añadida al objeto como unadisposición matemática,la segundacomo una disposición dinámica dela imaginación, de aquí que aquélsea representado como sublime enc s a pensada doble manera.

A. De Lo sursume MATEM/(rico

§ 25

De/iniciónverbalde lo sublimeSublime llamamos lo que es abso-

lutamente grande. Ser rande, empe-ro, y ser una magnitucson concep-tos totalmente distintos (magnitudoy quantítas). Igualmente, decir sen-cillamente(simpliciter),que algoe sgrande, es también totalmente dis-tinto de decir que alfo e s absoluta-mente grande (abso ute, non com-parative magnum). Lo último e saquelloque e s grandepor encimadetoda comparación.Ahorabien: ¿quéquiere decir la expresión algo e sgrande, o pequeño, o mediano? Loque medianteella e s indicadono e sun puro conceptodel entendimiento;menos aun una intuición sensible,ytampoco un concepto de la razón,porque no lleva consigo principioalguno del conocimiento. Tienequeser, pues, un conceptodel Iuicio, oprovenir de uno de éstos, y tener subase una finalidadsubjetivade larepresentación en relación con elJuicio. Q ue algo e s una magnitud(quantum),s e puede conocerpor lacosa misma, sincomparaciónalgu-na con otras, a saber: cuando unapluralidad de lo idéntico, juntado,constituye un uno.Pero el cómo s e ade grande exige siempre otra cosa,que tambiéne s una magnitudparamedirlo. Pero como en el juicio so-bre la magnitud, importa no sólo lapluralidad (el número), sino tam-bién la magnitud -de la unidad (demedida), y como la magnitud de

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240 M ANUELKANT

ésta necesita siempre de nuevootracosa, como medida con que se lapueda comparar,así vemosque todadeterminaciónde magnitud de losfenómenosno nos puededar, de nin-gú n modo, conceptoalguno absolu-to de una magnitud,sino solamentesiempre un concepto de compara-ción.

Ahorabien: cuandodigo sencilla-mente que algo e s grande, pareceque no tengoen el sentido compara-ción alguna, almenos, con una me-dida objetiva,pues medianteaquellono s e determina de ningún modocuán grandeel objetosea. Pero aun-que la medidade la comparacións e asubjetiva, no deja por eso el juiciode pretender a una aprobación uni-versal; los juicioscomo: el hombrees bello y é l es grande, no se limi-tan al sujeto solo, sino que desean,como los juicios teóricos, la aproba-ción de cada cual.

Pero como en un juiciomedianteel cual algo e s sencillamenteindica-do comogrande no s e quiere decirsolamente que el objeto tiene unamagnitud,sino que ésta le e s atri-buida,al mismotiempo,con ventajasobre otros muchosobjetosde igualespecie, sin que s e declare determi-nadamentee s a ventaja,resulta quese pone, de seguro,`ala base del jui-:io una medidaque s e suponepoder¡er aceptada como exactamentelamismapor todo el mundo,pero queno e s aplicablea ningúnjuicio ló-gico (matemáticamentedetermina-do), sino sólo al juicio estéticodela magnitud,porqueella e s una me-dida meramente subjetivaque estáa la base del juicio que reflexionasobre magnitudes. Por lo demás,puede ella ser empírica,como, porejemplo,la magnitudmedia de loshombres conocidospor nosotros,deanimales de una determinada espe-cie, de árboles, casas, montes,etc...,o puede ser una medidadada a prio-ri, la cual, por la imperfeccióndelsujeto que juzga, e s limitadaa con-diciones subjetivasde la exposiciónin concreto. comoes. en lo práctico,

la magnitudde una cierta virtud ode la libertady justiciapúblicasenun país, o, en lo teórico, la magni-tud de la exactitudo inexactituddeuna observación o de una medida

hechas._., y otras. . .

Ahorabien: aquíe s de notarque,aunque no tengamos interés algunoen el objeto, es decir, que su exis-tencia nos sea indiferente, sin em-bargo, la mera magnituddel mismo,inclusocuandos e le consideracomoinforme,puede llevar consigo unasatisfacción universalmente comuni-cable, y, por tanto, encierra lacon-cienciade una finalidadsubjetivaenel uso de nuestras facultadesde co-nocer,pero nouna satisfacciónen elobjeto,comoen lo bello (puesto quepuede ser informe), en dondeel Iui-cio reflexionantes e encuentre dis-puesto como conforme a un fin enrelación con el conocimiento en ge-neral, sino una satisfacción en el

ensanchamientode la imaginaciónen sí misma.Cuandonosotros (bajo la citada

limitación) decimos sencillamentede un objeto que e s grande, noe seste un juicio determinantematemá-tico, sino un mero juiciode refle-xión sobre la representación deaquél, la cual tiene una finalidadsubjetivapara un determinadousode nuestrasfacultadesde conocerenla apreciaciónde las magnitudes;yentoncesunimosa la representaciónsiempre una especie de respeto, asícomo a aquelloque llamamossen-cillamente pequeño unimos un des-precio. Por lo demás, el juicio delas cosas como grandes o 'p ueñasse aplica a todo, incluso a tâ âas laspropiedadesde las mismas: de aquíque, incluso labelleza,la llamemosgrande o pequeña,y la base de estohay que buscarlaen que lo que quie-ra que s e a que expongamosen laintuición(y, por tanto, represente-mos como estético),s e 'n prescrip-ción del Juicio,todo e l l gd le s fenóme-no, y por tanto, tambiénun quan-tum..

Pero cuando llamamos una cosa,

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cRír1cAD E Ljuicio 241

no solamente grande, sino grandedetodos modos, absolutamente,en todorespecto (sobre toda comparación),e s decir, sublime,s e ve en seguidaque no consentimosen buscar paraella, fuera de ella, una medida quele convenga,sino sólo consentimosen buscarladentrode ella.

Es una magnitud que sólo a simisma e s igual. De aquí s e coligeque se ha de buscar lo sublime, noen las cosas de la naturaleza,sinosolamente en nuestras ideas; deter-minar, empero, en cuál de ellas s eencuentra,debemos dejarlopara ladeducción.La definiciónanteriorpuede ex-presarse también así: Sublime e s -aquelloen comparacióncon lo cualtoda -otra cosa es pequeña. Se ve fá-cilmentepor esto que nada puededarse en la naturaleza, por muygrande que lo juzguemos,que nopueda, consideradoen otra relación,

ser rebajado hasta lo infinitamentepequeño, y, alrevés, nada tan pe-queño que no pueda, en compara-cióncon medidasmás pequeñasaun,ampliarse en nuestra imaginaciónhasta el tamañode un mundo.El te-lescopionos ha dado una rica ma-teria para hacer la primeraobserva-ción; el microscopio, ara la segun-da. Nada,por tanto,db lo que pue-de ser objetode los sentidospuedellamarsesublime,considerándolo,deese modo. Pero justamente porqueen nuestra imaginación hay una ten-dencia a progresaren lo infinito yen nuestra razón una pretensión atotalidad absoluta, como idea real,por eso esa misma inacomodaciónde nuestra facultad de apreciar las

magnitudesde las cosas en el mundosensiblee s ,para e s a idea, el des er-tar del sentimientode ima faculiad'suprasensibleen nosotros,y el usoque el Iniciohace naturalmentedealgunosobjetospara este último (elsentimiento),perol no el objeto delos sentidos, e s lo absolutamentegrande, siendo frente a é l todo otrouso pequeño. Por lo tanto, ha dellamarse sublime, no el objeto, sino

la disposición del espiritu, medianteuna cierta representaciónque ocupael Inicioreflexionante.

Podemos,pues, añadir a las ante-riores formas de la definiciónde losublime esta más: Sublime es lo que,sólo porque s e puede pensar, de-muestra una facultad del espírituque supera toda medida de los sen-tidos.

§26

De la apreciaciónde las magnitudesde las cosas naturales exigidapara

la idea de lo sublime

La apreciaciónde las magnitudesmedianteconceptosde números (os u s signos en el álgebra) e s mate-mática; pero la de la mera intuición(por la medidade los ojos) e s esté-tica. Ahora bien: no podemosadqui-rir conceptosdeterminadosde cómos e ade grande unacosa más que pornúmeros (en todo caso, aproxima-ciones por series de números,pro-gresando en lo infinito), cuya uni-dad e s la medida;y en este respecto,toda apreciación lógicade las mag-nitudes e s matemática.Pero comola magnitudde la medida hay queadmitirla,sin embargo, comoconoci-da, esta medidano debieraapreciar-s e a su vez más que por números,cuya Unidad tendría que ser otramedida, e s decir, matemáticamente,no podríamosnunca tener una me-dida primera o fundamental, y , portanto, .conceptoalguno determinadode una magnitud dada. Así, pues, laapreciaciónde la magnitudde la me-dida fundamentaltiene queconsistir

solamenteen que se la pueda apre-hender inmediatamente en una in-tuicióny usarlapor mediode la ima-ginaciónpara la exposiciónde losconceptosde número,e s decir, todaapreciación de magnitudesde los ob-jetos de la naturalezae s , en últimoténnino, estética (es decir, subjetivay no objetivamente determinada).

Ahora bien: para la apreciación

matemática de las magnitudes no

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242 M ANUELK/«NT

hay ningún máximo (pues la fuerzade los númerosva al infinito); peropara la apreciaciónestética de lasmagnitudeshay, en cambio,un má-ximo, y de éste digo que cuando es

juz gado como unamedida absolutapor encima de la cual no e s posibleninguna subjetiva mayor (para elsujeto que `uzga), entonces llevaconsigo la id jead e lo sublimey de-termina aquella emoción que nin-guna apreciación matemáticade lasmagnitudespor medio de números(a no ser que aque lla medidafun-damental sea conservada allí vivien-

te en la imaginación) puede produ-cir. porque esta última expone siem-pre solamente las magnitudesrela-tivas por comparación con otras dela misma clase, y aquella primeraexpone las magnitudesabsolutamen-te en cuanto el espíritupuede apre-hcndcrlasen una intuición.

Para recibirintuitivamenteen la

imaginaciónun quantum,a fin depoder usarlo como medida o comounidad para la apreciaciónde mag-nitudcs, pormedio de números,s erequierendos actividadesde aquellafacultad: aprehensión(apprehensio)y comprensión (comprehensioo e s -thetica).C on la aprehensiónno tie-nc ella nada que temer, pues conella puede ir al infinito; 'pero lacomprensión s e hace tanto más di-ficil cuanto más lejos retrocede laaprehensión,y pronto llega a su má-ximo, a saber, a la mayor medidaestética de la apreciación de losgrandores,pues cuando la aprehen-sión ha llegado tan lejos que las re-presentacionesparciales de la intui-ción sensible,primeramente aprehen-didas, empiezanya a apagarse en laimaginación, retrocediendo ésta paraaprehender algunas de ellas, enton-ces pierde por un lado lo que porotro gana y hay en la comprensiónun máximo del cual no puede pasar.

Puede explicarseasí lo que Sava-ry,1 ensus noticias sobre Egipto, ob-

1 Savary, duque de Rovigo, el famo-

so general q ue fue ministro de la Po-

serva, quee s que no hay queacer-carse m uch o ni tam pocoalejarse mu-cho de las pirámides para experi-mentar toda la emociónde su mag-nitud, pues cn este últimocaso, las

partes aprchendidas (las piedras,unas sobre otras) son representadasoscuramentc,y su representaciónnohace electo algunocn el juicio esté-tico del sujeto. Pero en el primercaso, la vista necesita algún tiempopara terminar la aprehensiónde losplanos desde la base a la punta, yentonces apágansc siempre, en par-te, los primeros, antes de que la ima-ginación haya recibido los últimos, yla comprensiónno e s nunca comple-ta. Lo mismo puede bastar tambiénpara explicarel estupor o especiede perplejidadque, según cuentan,s e apodera del espectador, a su pri-mera entrada en la iglesia de SanPedro, en Roma. Pues aquí e s unsentimientode la disconformidadde

su imaginacióncon la idea de untodo, para exlponerlaen donde laimaginacióna canza su máximo,y,en el esfuerzopara ensaneharlo,re-cae sobre s í misma, y, mediantetodoeso, s e sume en una emocionantesa-tisfacción.

No quiero aú n adelantarnada sobre el fundamento de esa satisfac-ción, el cual está unido con una re-presentaciónde la que menoss e po-día esperar eso y que nos hace notarla disconformidad, y consi uiente-mente también la objetiva fâlta definalidad de la representación parael juicio en la apreciación de lasmagnitudes: me limito a observarque si el juicioestéticoha de darsepuro (sin mezcla de juicios teleoló-

gicos, como juicios de razón), y conéljun ejemplo totalmente adecuadoa la Crítica del luicio esté tico, hayque mostrar lo sublime, no en losproductosdel arte (verbigraeia, edi-ficios, columnas,etc.) , donde un finhumano determina, tanto la forma

licía con Napoleón I y acompañó aéste en la expedición de Egipto. (N.

del T.)

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C R Í T I C AD E Ljuicio 243

como-la- magnitud, ni en las cosasnaturales cuyo concepto lleve yaconsigo undeterminado ƒin (verbi-graeia, animalesde una determina-ción natural conocida), sino en lanaturaleza bruta (y aun en ésta sóloen cuanto no lleve consigo, en sí,encanto algunoo emociónde verda-dero peligro), en cuanto solamenteencierra magnitud, pues en esta cla-se de representación,la naturalezano contienenada q ue sea monstruo-so (ni espléndidoni horrible): lamagnitud aprehendida puede sertodo lo aumentada que se quiera,

con tal de que pueda ser compren-dida por la imaginación en un todo.Monstruoso e s un objeto que, por sumagnitud, niega el fin que constitu-ye s u propioconcepto.Pero colosalse llama la mera exposición de unconcepto casi demasiado grandepara toda exposición (que confinacon lo relativamentemonstruoso),porqueel fin de la exposiciónde unconcepto se encuentra diíicultado,por ser la intuición del objeto casidemasiado grandepara nuestra fa-cultad de aprehender.Un juicio purosobre lo sublime empero, no debetener comofundamentode determi-nación fin alguno del objeto, si hade ser estético,y no confundirse conalgún juicio de entendimiento o de

razón.Y a que todo lo que debe com la-cer sin interés al Inicio m-eramšitereflexionante tiene q ue llevar consi-go, en su representación,finalidadsubjetiva, y, comotal, de valor uni-versal; y como, sin embargo, aquíno hay, a la base del juicio finali-dad alguna de la ƒorma del objeto(como lo hay en lo bello), se pre-gunta: ¿Cuál es esa finalidad sub-jetiva? ¿Quién la prescribe comonorma para proporcionar un funda-mento a la satisfacción universal enla mera apreciaciónde las magnitu-des, en una apreciación, por cierto,que ha sido llevadahasta la discon-formiclad de nuestra facultad de laimaginación en la exposición del

conceptode

unamagnitud?

La imaginación marcha, en lacomprensión que e s necesaria parala representaciónde magnitudes,porsi misma, adelante en el infinito; elentendimiento,empero, la conduce

por mediode conceptosde números,para lo cual e llatiene que dar el es-quema,y en este proceder,comoper-tenecientea la apreciación lógica delas magnitudes,si bien hay algo definalidad objetiva, según el conceptode un fin (cada medida es uno deellos), no hay nada final para el Iui-cio estético ni nada que dé placer.No hay tampoco, en esta intencio-

nada finalidad, nada que obligue aelevar lamagnitud de la medida, 3',por tanto, de la comprensión de lapluralidad en una intuición, hasta ellímitede la facultadde la imagina-ción, por muy lejos que ésta puedallegar en exposiciones.Pues en laa`preciaciónde las magnitudespor elentendimiento (aritmética) s e llegaigual de lejos, elévese la compren-sión de las unidades hasta el núme-ro IO (en la decádica), o sólo hastael 4 (en la tetráctica), pero la posïterior formación de magnitudesenel comprender, o, cuando el quan-tum e s dado en la intuición, en elaprehender,se realiza sólo progresi-v amente (nocomprensivamente)se-gú n un principio de progresión

adoptado. Enesta apreciación mate-mática de las magnitudes,si la ima-ginación elige confío unidad unamagnitud que se puede aprehenderde un golpe de vista, verbigracia, unpie o una vara, el entendimientos eencuentra tanbien servido y tran-quilizado como si elige una millaalemana o todo un diámetro terres-tre, cuya aprehensiónes ciertamenteposible, pero no la comprensión enuna intuición de la imaginación (nomediante la comprehensioaesthetíca,aunque sí mediantela comprehensiologica en un conceptode número).En ambos casos, la apreciación ló-gica de las magnitudesva sin trabarhasta el infinito.

Ahora bien: el espíritu oye en síla voz de la raz ón,que en todas las

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244 M ANUELKAN1

magnitudesdadas, incluso en aque-llas que, aunque no puedannuncaser totalmente aprehendidas, son,sin embargo (en la representaciónsensible), juzgadas como totalmen-

te dadas, exige totalidad,y, por tan-to, omprensión en una intuición,pidefunaexposición paratodosaque-llos ,miembros de una serie de nú -meros en progresión creciente,e in-cluso no exceptúade esa exigencialo infinito (espacio y tiempo pasa-do), sino que hasta hace inevitableel pensarlo (en el juicio de la razóncomún) como totalmente(según sutotalidad) dado.Lo infinito, empero, e s absoluta-mente (no sólo comparativamente)grande. Comparadocon él, todo lootro (magnitudesde la misma espe-cie) e s pequeño. Pero(y esto e s lomás importante) el poder solamentepensarlo como un todo denota unafacultad del espíritu que superatodamedida de los sentidos, pues paraello sería necesaria una compren-sión que ofrecieracomo unidadunamedida que estuv ie ra conel infini-to en una relacióndeterminada in-dicableen números,lo cual e s impo-sible.Pero, sinembargo, parapodersólo pensar el infinito dado sin con-tradicción, se exige en el espírituhumano- unafacultadque s e a ellamisma suprasensible,pues sólo me-diante ella y su idea de un nóume-no, que no consienteintuición algu-na, pero que es puesto como sus-trato para la intuición del mundocomo fenómeno,es totalmente com-prendido lo infinito del mundo sen-sible bajo_ un concep_to,en la puraintelectual apreciación de las mag-nitudes, aunque en la matemática,medianteconceptosde números,nopueda jamásser totalmente pensado.Hasta la facultad de poder pensar-como dadoel infinito de la intuiciónsuprasensible(en su sustrato inteli-gible) supera toda medidade la sen-sibilidad,y e s grande por encimade toda comparación, incluso conla facultadde la apreciaciónmate-

mática; no, desde luego, en el sen-

tido teórico para la facultad del co-nocimiento, pero sí como ensancha-miento del espíritu que se siente ca-paz de saltar las barreras de la sen-sibilidad en otro sentido (el prác-

tico).Sublime es, pues, la naturaleza enaquellos de sus fenómenoscuya in-tuición lleva consigo la idea de suinfinitud. Esto último, ahora bien,no puede ocurrirmás que mediantela inadecuaciónincluso del mayor es-fuerzo de nuestra imaginación parala apreciación de la magnitud de unobjeto.Ahorabien: para la aprecia-ción matemáticade las magnitudes,la imaginaciónestá adecuada contodo objetopara darles una medidasuficiente, porquelos conceptosdenúmero del entendimiento puedenadecuar, por progresión,toda me-dida a toda magnitud dada. Tiene;pues, que ser en la apreciación es-tética de las magnitudes en dondeel esfuerzopara la comprensión su-pere a la facultad de la imagina-ción, en donde se sienta la aprehen-sión progresiva, para concebir enun todo de la intuicióny s e percibaal mismo tiempo,además, la inade-cuación de e s a facultad sin límitesen el progresar,para aprehender unamedida fundamental que sirva, conel menor empleo del entendimiento,a la apreciaciónde las magnitudesy para aplicarla a la apreciación delas mismas. Ahora bien: la m edidafundamental propiamente inmutablede la naturalezaes el todo absolutode la' misma,el cual, en ella, comofenómeno, e s una infinidadcom-prendida. Pero comoesa medida fun-damental es un conceptocontradic-torio e n ~ S “ fmismo (a causa de-la im-posibilidadde la absoluta totalidadde un progreso sinfin, aquella mag-nitud de un objeto natural, en lacual la imaginaciónemplea 'toda sufacultad infructuosamente, tiene queconducirel concepto de la natura-leza a un sustrato suprasensible (queestá a su base y tambiéna la denuestra facultadde pensar), que e s

grande por encima de toda medida

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cnírrcxD E LJuicio 2 4 5

sensible,y nos permitejuzgarcomosublime, no tanto el objeto comomás bien la disposicióndel espírituen la apreciacióndel mismo.

Así, pues el juicio estético, así

como en el juiciode lo bellorefierela imaginación, en su libre juego, alentendimientopara concordar conlos conceptosde éste en general (sindeterminación de ellos), de igualmodo en el aprecio de una cosacomo sublime refierela misma fa-cultad a la razón para concordarcon las ideas de ésta (sin determi-nar. cuáles),e s decir, para produciruna disposicióndel espíritu con-gruente y compatiblecon la que elinflujo de determinadasideas (prác-ticas) produciríaen _ e lespíritu.

Por esto s e ve tambiénque la ver-dadera sublimidad debe buscarsesólo en el espíritu del que juzga yno en el objeto de la naturalezacuyo juicio ocasiona esa disposiciónde aquél.¿Quiénha queridollamarsublime masas informes de monta-ñas en salvaje desorden, amontona-das unas sobre otras, con sus pirá-mides de -hielo,o el mar sombríoyfurioso, etc?. . _ El espíritu, empero,s e siente elevadoen su propiojuiciocuando,abandonándosea la contem-placiónde e s a scosas, sin atender asu forma,abandonándosea la imagi-nacióny'a una razónunidacon ella,aunquetotalmentesin fin determina-do y sólo para ensancharla,sientetodo el poderde la imaginación,in-adecuado,sin embargo,a sus ideas.

Ejemplos del sublime matemáticode la naturalezaen la mera intuiciónnos proporcionantodas aquellasco-sas en que nos e s dado para la ima-ginación,no tantoun mayorconcep-to de número como más bien unagran unidad de medida (para abre-viar las series de números). Un ár-bol que apreciamospor medio de laaltura de un hombre nos da, desdeluego,una medidapara un monte,yéste, si tiene cosa como una millade alto, puede servir de unidad parael número que expresa el diámetro

terrestre, y hacer este último intui-

ble; el diámetro terrestre, para elsistema planetario conocido de nos-otros, y éste para el de la vía lác-tea; mas la inmensamultitud de se-mejantes sistemas de la v ía láctea,

bajo el nombre`«1lcnebulosas, lascuales, a su vez, forman entre si unsistema semejante, no nos permiteaquí esperar límite alguno. Ahorabien: lo sublime en el juicio esté-tico de un todo tan inmensoestá,no tanto en lo grande del númerocomo en este hecho,a saber: que lle-gamos siemprea unidades tanto ma-yores cuanto más adelantamos,a lo

cual contribuyela divisiónsistemá-tica del edificiodel nrundo, repre-sentándonossiempre,repetidamente,toda magnitud de la naturalezacomo pequeña, y más propiamenteal representamos nuestra imagina-ción en toda su ilimitación y conella la naturaleza, desapareciendofrente a las ideas de la razóncuandoaquéllaha de proporcionara estasuna exposición adecuada.

§27

De la cualidad de la satisfacciónen el juiciode lo sublime

El sentimiento de la inadecuaciónde puestra facultad para la consecu-ción de una idea, q ue es para nos-otros ley, e s respeto. Ahora bien: laidea de la comprensión,en la intui-ción de un todo, de cada uno de losfenómenosque nos puede ser dado,es una de las que nos es impuestapor una ley de la razón, y que noreconoce otra medida determinada,valedera para cada cual, e inmuta-ble, más que el todo absoluto.Peronuestra imaginación, aun en su ma-yor esfuerzo, muestrasus límites ysu inadecuaciónen loque toca a lacomprensión que s e le reclama deun objeto dado en un todo de la in-tuición (por tanto. para la exposi-ción de la idea de la razón); pero almismo tiempo demuestra su deter-

minaciónpara efectuar s u adecua-

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246 M A N U E LK A N T

ción con ella como una le . Así,p u e s ,el sentimientod elo sublimee na naturaleza e s de respeto hacia

nuestra propia determinación,peroque nosotros referimos a un objeto

de la naturaleza, mediante una cier-ta subrepcióníconfusiónde un res-peto haciael objeto,en lugar de laidea de la humanidaden nuestrosujeto): e s eobjetonos hace, encier-to modo,intuiblela superioridaddela determinación razonable de nues-tras facultadesde conocer sobre lamayorfacultadde la sensibilidad.

El sentimientode lo sublimee s ,pues, un sentimientode dolor quenace de la inadecuaciónde la imagi-nación,en la apreciaciónestéticadelas magnitudes,con la apreciaciónmediante la razón; y e s , al mismotiempo,un placerdespertado,por laconcordanciaque tiene justamenteese juicio de inadecuación de la ma-yor facultadsensiblecon ideas delarazón, en cuanto el esfuerzohaciaéstas-es para nosotrosuna ley; e s , asaber, para nosotros, ley (dela ra-zón), y entra en nuestra determina-ción el apreciar como pequeño, encomparacióncon las ideas de la ra-zón, todo lo ue la naturaleza,comoobjeto sensible, encierra para nos-otros d e grande, lo que e n nosotrosexcita el sentimientode e s a deter-minación suprasensible concuerdacon aquellaley. Ahorabien: el ma-yoresfuerzode la imaginaciónen laexposiciónde la unidadpara la apre-ciaciónde la magnitude s una refe-rencia a algo absolutamentegrande,consiguientementeuna referenciaala ley de la razón de admitirsólo

e s o como medida suprema de lasmagnitudes.Así, pues, la percepciónde la inadecuación de toda medidasensible con la apreciaciónpor ra-zón de las magnitudeses una con-cordanciacon leyes de la misma yun dolor que excita en nosotros elsentimientode nuestra determina-ción suprasensible,según la cual e sconformea fin, y, por lo tanto, e sun placer el encontrarque toda me-

dida d e la sensibilidade s inadecua-da a las ideas dela razón.

El espíritus e siente movidoen larepresentaciónde lo sublimeen lanaturaleza, estando en contempla-

ción reposada en el juicio estéticosobre lo bellode la misma.Ese mo-vimientopuede (sobretodo, en suprincipio)ser comparadocon unaconmoción,e s decir,un movimientoalternativo,rápido, de atracción yrepulsiónde un mismo objeto.

Lo trascendentepara la imagina-ción (hacia lo cual ésta e s empuja-da en la aprehensiónde la intui-ción) c s para ella, por decirloasí,un abismo dondeteme perderse asi misma,pero para la idea de lo su-prasensibleen la razón,el producirsemejanteesfuerzode la imaginaciónno e s trascendentesino conformeasu ley; por lo tanto, es atractivo jus-tamenteen la medidaen que e s re-pulsivo para la mera sensibilidad.

El juiciomismo,sin embargo,sigueaquí siempresiendo estético,porquesin tenera su base concepto algunodeterminadodel objeto, representasolamente el juego subjetivo de lasfacultadesdel espíritu (imaginacióny razón), inclusocomo armónicoensu contraste,pues así como la ima-ginacióny el entendimiento,en lobello, mediante su unanimidad,deigual modo, aquí, la imaginaciónyla razón,mediantesu oposición,pro-ducen una finalidadsubjetivade lasfacultades delespíritu,esto e s , unsentimientode que tenemosuna ra-zón pura, independiente,o una fa-cultad de aprecìaciónde las magní-tudes, cuya ventajano puede hacer-se intuible más que por la insufi-_

cienciade la facultadmisma,que enla exposición de las magnitudes (deobjetos sensibles) e s ilimitada.

M edirun espacio (comoaprehen-sión) es al mismo tiempo descubrir-lo, y, por tanto, e s un movimientoobjetivoen la imaginacióny unaprogresión (progressus); lacompren-sión de la pluralidad en la unidad,no del pensamiento,sino de la in-tuicìón,por tanto, de lo sucesiva-

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cRí f1cAD E Ljuicio 247

mente aprehendidoen un momento,e s , por l _ o _contrario,una regresión(regressus) queanula a su vez lacondiciónde tiempo en la progre-sión de la imaginación y hace intui-

ble la simultaneidad. Es, pues (pues-to que la sucesión temporal es unacondición del sentido interno y detoda intuición), un movimiento sub-jetivode la imaginación,medianteelcual ésta hace al sentido interno unaviolenciaque debe ser tanto másnotable cuanto mayor sea el quan-tum que la imaginación comprendeen una intuición.Así, pues, el e s -fuerzo de recibir en una intuiciónúnica una medida para magnitudesque exija para aprehenderse untiempo notablee s una especie de re-presentación que, considerada sub-jetivamente, e s contraria a fin, peroobjetivamente e s necesaria para laapreciación de las magnitudes, y ,por tanto, conforme a fin; en locual, sin embargo,esa misma violen-cia que ha sufrido cl sujeto median-te la imaginación es juzgada comoconforme a fin para la total deter-minación del espíritu.

La cualidad del sentimiento de losublime es que e s un sentimiento dedolor sobre cl Iuicio estético cn unobjeto, el cual sentimiento, sin em-bargo, al mismo tiempo es represen-

tado como conformea fin, lo cualcs posible , porquela propia incapa-cicad descubre la concienciade unailimitada facultad del mismo sujeto,y el espíritu puede juzgaresta últi-ma sólo mediante aquélla .

En la apreciación lógica de lasmagnitudes,la imposibilidad de al-canzar la absoluta totalidad por me-dio de la progresión de la medidade las cosas del mundosensibleen eltiempo y el espacio fue conocidacomo objetiva. es decir, como unaimposibilidad de pensar lo infinitocomo totalmente dado, y no comomeramentesubjetiva, cs decir, comoincapacidad de aprelzenderlo,por-que aquí no s e atiendepara nada algrado dc comprensiónen una intui-

ción como medida. sino que todo

depende de un conceptode número:pero en una apreciación estética delas magnitudes,el concepto de nú-mero tiene que desaparecer o sercambiado, y la comprensión de la

imaginación para la unidad de lamedida (por lo tanto, con exclusióndel conceptode una ley de sucesivaproducción de los conceptosde mag-nitudes) e s sola por sí conformeafin. Ahora bien: cuando una magni-tud alcanza casi el máximo de nues-tra facultad de comprender en unaintuición, y, sin embargo, la im agi-nación es requerida, mediante mag-nitudes numerales (para las cualestenemos conscienciade que nuestrafacultadno tiene límites),para com-prender estéticamente unaunidadmayor. entonces nos sentimosen elespírituencerradosestéticamentee nlímites: sin embargo, cl dolor, e nconsideración a la ex tensiónnecesa-ria de la imaginación para adecuar-s e con lo que en nuestra facultadde la razón e s ilimitado, e s decir,con la idea del todo absoluto,y conel dolor, por tanto, también la in-adccuaciónde la facultad de la ima-ginación con las ideas de la razóny su excitación son representadoscomo conformes a un fin. justamen-te por eso, em pero, v ieneel juicioestético mismo a ser subjetivo-final

para la razón comofuente de lasideas, e s decir, de una comprensiónintelcctual, para lo cual toda com-prensión estéticaes pequeña,y el ob-jeto e s recibidocomo sublime,conun placer que sólo es posible me-diante un dolor.

B. De n o sunumra DIN/iM1coun L AN AT U R A L E Z A

§ 28

De la naturaleza como una fuerza

Fuerza e s una facultad que es su-perior a grandes obstáculos.Lo mis-mo significa un poder, aunqueéste

es superior a la resistenciaincluso

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248 MANUELKANT

de lo que tiene fuerza. La natura-leza, en el juicio estético,considera-da como fuerzaque no tiene sobrenosotrosningún poder, es dinámico-sublime.

Si la naturalezaha de ser juzgadapor nosotros dinámicamentecomosublime,tiene que ser representadacomo provocandoel temor (aunqueno, recíprocamente,todo objetoqueprovoque temor es, en nuestro juicioestético, tenido por sublime), puesen el juicio estético (sin concepto),la superioridad sobre obstáculospue-de ser juzgada solamente según lamagnitud de la resistencia. Ahorabien: aquello a lo que nos esforza-mos en resistir es un mal, y si .nos-otros no encontramos nuestrafacul-tad capaz de resistirle,entonces e sun objetode temor. Así,pues, parael luicio estético,la naturaleza pue-de valer como fuerza,y, por tanto,como dinámico-sublime,sólo en

cuanto e s consideradacomo objetode temor.Puédese, empero, considerar un

objeto como temible, sin sentir te-mor ante é l, cuando, por ejemplo,lo juzgamospensando solamente elcaso en que quisiéramosoponerle al-guna resistencia,y que entonces todaresistenciasería, y con mucho, vana.De ese modo teme a Dios el virtuo-so, sin sentir temor ante él, porqueresistir a él y a s u s mandatos, lopiensa comoun caso que no le preo-cupa; pero en cada uno de e s o sca-sos, que no piensa en sí como im-posibles,Lo2 conoce como temible.

El que teme no uede en modoalguno juzgar sobre l)o sublime de lanaturaleza, así como el que e s presade la inclinación y del apetito nopuede juzgar sobre lo bello. Aquélhuye la vista de un objeto que leproduce miedo, y e s imposible en-contrar satisfacción en un terror duefuera seriamenteexperimentado; .deaquí que el agrado queprovienedela cesación de una pena sea el con-

2 En la primera y segunda edicióndice «lO››. (N. del T.)

rento. Pero éste, cuando vienede laliberaciónde un peligro,e s un con-tento con la resoluciónde no vol-verse más a exponeral mismo;aunmás: no hay gana ni siquierade vol-

ver a pensar con agradoen aquellasensación,y muchomenos de buscarocasiónpara ello.

Rocas audazmentecolgadasy , pordecirloasí, amenazadoras, nubesdetormenta que s e amontonanen elcieloy se adelantancon rayosy contruenos, volcanesen todo su poderdevastador,huracanes que van de-jando tras sí la desolación,el Ocea-no sin límites rugiendode ira, unacascada profundaen un río podero-so, etc. _ ., reducen nuestra facultadde resistir a una insignificante pe-queñez, comparada con su fuerza.Pero su aspecto e s tanto más atrac-tivocuanto más temible,con tal deque nos encontremos nosotrosen lu-gar seguro, y llamamosgustosos su-

blimes e s o s objetos porque elevanlas facultades delalma por encimade s u términomedioordinarioy noshacen descubriren nosotrosuna fa-cultad de resistenciade una especietotalmente distinta, que nos da valorpara poder medimos con el todo-poder aparente de la naturaleza.

Pues así como en la inconmensu-rabilidad de la naturaleza, y en laincapacidadde nuestrafacultadparatomar una medida proporcionadaala apreciaciónestéticade las magni-tudes de s u esfera, hemos encontra-do nuestra propia limitación,y, sinembargo,también,al mismotiempo,en nuestrafacultadde la razón,otramedidano sensible que tiene bajo síaquella infinidad misma como uni--

dad, y frente a la cual todo en lanaturaleza e s peq ueño, y,por tanto,e n nuestroespíritu,una superioridadsobre la naturaleza misma en su in-conmensurabilidad,del mismomodo-la irresistibilidad de su fuerza, queciertamentenos da a conocer nuestraimpotencia física, consideradosnos-otros como seres naturales, descu-bre, sin embargo, unafacultad dejuzgarnos independientesde ella y

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caíric/tD E L¡Utero 2 4 9

una su erioridadsobre la naturale-za, en iiaque s e funda una indepen-dencia de muy otra clase que aque-lla que puede s e ratacada y puestaen peligropor la naturaleza, una in-dependenciaen la cual la humani-dad en nuestra persona permanecesin rebajarse,aunqueel hombreten-ga que someterse a aquelpoder. Dee s e modo, la naturaleza,en nuestrojuicio estético,no es juz gada com osublime porq ue prov oq uetemor,sino porque excita en nosotrosnues-tra fuerza (que no es naturaleza)para que consideremos comopeque-ño aquelloque nos preocupa (bie-nes, salud, vida): Y así, no 'conside-ramos la fuerza de aquélla (a lacual, en lo que toca a e s a scosas, e s -tamos sometidos),para nosotros ynuestra personalidad,como un po-der ante el cual tendríamosque in-clinarnos si s e tratase de nuestrosmás elevadosprincipiosy de su afir-mación o abandono. Así, pues, lanaturalezas e llamaaquísublime por-que elevala imaginacióna la expo-sición de aquelloscasos en los cua-les el espíritu puede hacerse sensi-ble lapropiasublimidadde su deter-minación,inclusopor encima de lanaturaleza.

N ada pierdee s a apreciaciónpro-

pia porque tengamos quevernosenlugar seguro para sentir e s a satis-facciónque entusiasma,ni por el he-cho de que, como no hay seriedaden el peligro, tampoco (según no-dría parecer) puede haber seriedaden la sublimidad de nuestra facultaddel espíritu. Pues la satisfacción,aquí, se refiere tan sólo a la deter-minación de nuestra facultad que en

tal caso s e descubre, así como labase para esta últimaestá en nues-tra naturaleza, mìentras`que el des-arrollo y ejercicio de la misma siguesiendo de nuestra incumbenciayobligación. Y en esto está la verdad,por mucha conscienciaque el hom-bre tenga de su real impotencia pre-sente, cuando prolongahasta ahí sureflexión.

Desde luego,parece e s eprincipio,

tomadode muy lejos,muy enrevesa-do, y-,por tanto, por encima de unjuicio estético; perola observacióndel hombremuestra lo contrario,yque puede estar a la base de los jui-cios más ordinarios,aunqueno siem-pre s e tenga conscienciade él. _Por-que ¿qué e s lo que, incluso para elsalvaje,e s objetode la mayoradmi-ración? Un hombre que no s e ate-rra, que no teme, que no huye elpeligro,y, al mismo tiempo,empe-ro, va a la obra tranquilo y con to-tal reflexión. Incluso en el estadosocial más civilizado perdura aque-lla preferenteconsideraciónhacia elguerrero: sólo q ue se desea ademásque éste muestre al mismo tiempotodas las virtudesde la paz, bondad.compasióny hasta un cuidado con-venientede s u propia persona, jus-tamente porque en ello s e conoce lainvencibilidad de su espíritu por elpeligro.De aquíque, por más que s e

discuta,en la comparacióndel hom-bre de Estado con el general, sobrela preferenciadel respeto queunomás que el otro merezca, el `uicioestético decide en favor del último.La guerra misma, cuandoes llevadacon orden y respeto sagrado de losderechos ciudadanos , tienealgo desublimeen sí, y, al mismo tiempo,

hace tanto más sublime el modo depensar del pueblo que la lleva dees t_amanera cuanto mayoresson lospeligrosque ha arrostrado y en elloss e ha podido afirmar valeroso; encambio, una larga paz suele hacerdominar el mero espíritu de nego-cio, y con é l el bajo provecho pro-pio, la cobardía y la malicia, y re-bajar el modo de pensar del pueblo.

Contra este análisis del conceptode lo sublime, en cuanto atribuidoa la fuerza, parece alzarseel hechode que solemos representamos aDios en la tempestad ,en la tormen-ta, en los terremotos,etc. . _ , enco-lerizado, pero, al mismotiempo, pre-sentándose en su sublimidad, por locual, pues, el imaginar una superio-ridad de nuestro espíritu sobre losefectos,y, segúnparece, sobre las in-

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25Ó

tenciones de una fuerza semejante,sería locura y también sacrile 'o.No el sentimiento de la sublimiãladde nuestra naturaleza propia, sinomás bien sumisión, abatimiento y

sentimiento de la total impotenciaparece ser aquí la disposicióndel e s -piritu que cuadra con el fenómenode semejanteobjeto, y que suele ge-neralmenteir unida con la idea delmismo en semejantes sucesos natu-rales. En la religión, sobre todo, pa-rece el prosternarse y rezar con'lacabeza caída, con ademán y voz decontrición y de miedogser el únicocomportamiento conveniente en pre-sencia de la divinidad, y la mayoríade los pueblos lo han admitido poreso y lo observan aún .Pero esa dis-posición de espíritu no está tampo-co. ni con mucho,unida en sí, y ne-cesariamente,con la idea de la su-blimidad de una religión y de suobjeto. El hombre que teme verda-

deramente, porque encuentra en simotivo para ello al tener conscienciade haber pecado, por s u s sentimien-tos condenables.contra una fuerzacuya voluntade s al mismo tiempoirresistible y justa, ese hombre nos e encuentra,de ningún modo, en lasituación de espíritu 'requerida paraadmirarla magnituddivina,para locual se exige una disposición a lacontemplación reposada y al juiciototalmentelibre. Sólo cuando tieneconsciencia de sus sinceros senti-mientos gratos a Dios sirven aque-llos efectos de la fuerza para desper-tar en él la idea de la sublimidad deaquel ser, en cuanto reconoce en símismo una sublimidad de sus senti-mientos,adecuada a la voluntadde

aquél,y entonces s e eleva por enci-ma del temor ante aquellos efectosde la naturaleza, que no reconoceya como los estrépitosde su cólera.La humildad misma, como juicio se-vero de las propias faltas que, porlo demás, teniendo la conscienciade buenos sentimientos, podrían en-cubrirse fácilmente con la fragilidadde la naturaleza humana, es una dis-posición sublimedel espíritu: la de

MAN UEL KANT

someterse espontáneamenteal dolorde la propia censura para destruirp0¢.0a poco sus causas. De ese modose distingue internamente religión desuperstición: esta última funda en el

espíritu, no la veneración a lo subli-me, sino el temory el miedodel sertodopoderosoa cuya voluntad se vesometidoel hombre atemorizado, sinapreciarlo, sin embargo, altamente;de lo cual, por cierto,no puede s e -guramente nacer otra cosa que lasolicitación del favor, la adulación,y no una religión de la buena con-ducta en la vida.

Así, pues, la sublimidad no estáencerradaen cosa alguna de la natu-raleza, sino en nuestropropioespí-ritu, en cuanto podemos adquirir laconcienciade que somos superioresa la naturalezadentro de nosotros,v por ello también a la naturalezafuera de nosotros (en cuanto pene-tra en nosotros).Todo lo que exci-

ta en nosotros e s e sentimiento,en-tre lo cual está la fuerza de la na-turalezaque provocanuestras facul-tades, llámase entonces (aunque im-propiamente) sublime;y sólo bajola suposición de esa idea en nos-otros, y en relacióncon ella, somoscapaces de llegar a la idea de la su-blimidaddel ser que no sólo porla fuerzaque muestra en la natura-leza produce en nosotros respeto in-terior,sino aun más por la facultadpuešta en nosotros de juzgar aqué-lla sin temor y de pensar nuestradeterminación como sublime por en-cima de ella.

§29

De la modalidad del juicio sobrelo sublimede la naturaleza

Hay innumerables cosas de la na-turaleza bella sobre las cuales exigi-mos derechamente,y hasta, sineq_ui-vocarnosnotablemente, podemos es-perar; conformidadde juicio decualquier otrocon el nuestro; perocon nuestro juicio sobre lo sublime

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cRír1cAD E L¡Utero 2 5 1

en la naturaleza no podemostan fá-cilmente lisonjearnos de penetrar enlos demás, pues parece que e s nece-saria una mucho mayor cultura, nosólo del juicio estético,sino tambiénde las facultades de conocimientoque están a la base de ésta para po-der enunciarun juiciosobre la exce-jencia de los objetosde la natura-eza.

I.a disposicióndel espíritu parael sentimiento de lo sublime exigeuna receptividaddel mismo paraideas, pues justamenteen la inade-cuación de la naturalezacon estasúltimas, y, por tanto, sólo bajo lasuposiciónde las mismas y de unatensión de la imaginación para tra-tar la naturaleza como un esquemade ellas, s e da lo atemorizanteparala sensibilidad, lo cual,'al mismotiempo,e s atractivo,porque e s unaviolencia que la razón ejerce sobreaquéllasólo para extenderla adecua-

damentea s u propiaesfera (la prác-tica) y dejarle ver más allá en lo in-finito, que para aquéllae s un abis-mo. En realidad, sin desarrollo.deideas morales, lo que nosotros,pre-parados por la cultura,llamamossu-blime, aparecerá al hombre rudosólo como atemorizante. El verá enlas demostracionesde poder de lanaturaleza, en su destruccióny enla gran medida de la fuerza de éstafrente a la cual la suya desapareceen la nada, sólo la pena, el peligro,la congoja que rodearían al hombreque fuera lanzado allí. Así, aquelbueno y por lo demás inteligente al-deano saboyano llamaba, sin másreflexión, locos (según cuenta el Sr.de Saussure)“a todos los aficiona-

dos a la nieve de las montañas. Y¿quiénsabe s i quizá no hubiera te-nido razón, de haber arrostradoaquel observador los peligros'a 'ques e expuso sólo por afición,comosuelen hacer la mayoriade los via-

3 Sabio ginebrino, geólogo y geogra-fo. Dícese que fue el primeroen reali-zar la ascensión del Mont-Blanc. (N.del T.)

jeros, o para poder dar de ellos al-guna vez una descripciónpatética?Pero su intención era la instrucciónde los hombres,y aquelhombre emi-nente tuvo y dio además a los lec-tores de sus viajesuna sensaciónqueeleva las almas.

Pero porqueel juicio sobre lo su-blime de la naturaleza requiera cul-tura (más que el juiciosobre lo be-llo), no por e s o e s justamentepro-ducidooriginariamentepor la cultu-ra e introducidoalgo así como con-vencionalmenteen la sociedad, sinoque tiene sus bases en la naturalezahumana y en aquello justamenteque, además del entendimiento sano,s e puede al mismo tiempo exigir yreclamar de cada cual, a saber, ladisposición para el sentimiento deideas (prácticas), es decir, la moral.

En esto s e funda ahora la necesi-dad de la concordancia del juicio deotros sobre lo sublime con el nues-tro, lo cual atribuimos al mismotiempoa éste, pues así como tacha-mos de falto de gusto a aquel queen el juicio de un objeto de la na-turaleza encontrado bello por nos-otros s e muestra indiferente,de igualmodo decimosdel que permanecein-móvilantc lo que nosotros juzga-mos como sublime que no tiene sen-timiento alguno. Pero ambas cosaslas exigimos a cada hombre y lassuponemosen él si tiene alguna cul-tura: sólo con la diferenciaque laprimera, como en ella el juicio re-fiere la imagen sólo al entendimien-to como facultad de los conceptos,la exigimos, sin más, a cada cual;pero la segunda, como en ella elIuicio refiere la imaginación a la ra-

zóncomo facultad de las ideas, la

exigimossólo bajo una suposiciónsubjetiva (que, sin embargo, noscreemosautorizadosa exigirde cadacual), a saber, la del sentimientomoral en el hombre, y por esto atri-buimos, a su vez, necesidad a esejuicio estético.

Esta modalidad de los juicios es-téticos, a saber, la necesidad queles es atribuida, constituye un mo-

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cRír1cAD E L¡Lucio 253

cuanto estos tienen una finalidadcon relación al sentimientomoral,en favor del entendimiento contem-plativo,y por otra en cuanto la tie-nen en contra de la sensibilidadyen cambio a favor de los fines de larazón práctica; ambos modos, sinembargo,unidosen el mismosujeto.Lo bello nos prepara a amar algo,la naturalezamisma, sin interés; losublime,a estimarloaltamente, in-cluso contra nuestro interés(sensi-ble).

Puede describirseasí lo sublime:es un objeto (de la naturaleza) cuyarepresentacióndetermina el espíritua pensar Ia inaccesibilídadde la na-turaleza como exposiciónde ideas.

Tomadasliteralmentey considera-das lógicamente,no pueden las ideasser expuestas.Pero cuando nosotrosampliamosnuestra facultad de re-presentaciónempírica (matemáticaodinámica)para la intuiciónde la na-turaleza,viene inevitablemente,ade-más, la razón, como facultadde laindependenciade la absoluta totali-dad, y produce el esfuerzodel espí-ritu, .aunqueéste s e a vano, paraha-cer la representaciónde los sentidosadecuada con aquélla. Ese esfuerzomismo y el sentimientode la inac-cesibilidad de la idea por medio dela imaginación,e s una exposicióndela finalidadsubjetivade nuestro e s -piritu en el uso de la imaginaciónpara la determinación suprasensibledel mismo, y nos obliga a pensarsubjetivamente la naturaleza mismaen su totalidad,como exposicióndealgo suprasensible, sinpoderrealizarobjetivamentee s a exposición.

Pues pronto nos apercibimosdeque a la naturalezaen el espacio yel tiempofalta completamentelo in-condicionado, y, por tanto, la magni-tud absoluta,que pide, sin embargo,la razón la más vulgar. Iustamentepor eso se nos recuerda también queno tratamosmás que con una natu-raleza como fenómeno,y que estamisma hay que considerarlacomomera exposiciónde una naturaleza

en sí (quela razón tieneen la idea).

Esa idea, empero, de lo suprasensi-ble, que nosotrosno podemos deter-minarmás, y, por lo tanto,con cuyaexposiciónno podemosconocer lanaturaleza, sino sólo pensarla, e sdespertadae n nosotrosmedianteunobjeto cuyo juicioestético poneentensión la imaginaciónhasta s u s lí-mites, sea de extensión (matemáti-cos), sea de fuerza sobre el espíritu(dinámicos),fundándoseen e sen-timientode una determinacióndeeste que excede totalmentela esferade la imaginación (el sentimientomoral), y en consideración del cual

la representacióndel objeto e s juz-gada como subjetivamente final.En realidad,no s e puede pensar

bien un sentimientohacia lo subli-me de la naturaleza sin enlazar conél una disposición del espíritu seme-jante a la disposiciónhacia lo mo-ral; y aunque el placer inmediatoen lo bello de la naturaleza suponey cultivaigualmenteuna cierta libe-ralidad del modo de ensar, e s de-cir, independenciade ljasatisfaccióndel mero goce sensible,sin embargo,medianteél, la libertade s represen-tada en el juego, más bien c ì u eenuna ocupación,conformea a ley,que e s la verdaderapropiedadde lamoralidad del hombre, en donde larazón debe hacer violenciaa la sen-sibilidad;solamente que en el jui-cioiestéticosobre lo sublimee s avio-lencia es representadacomo ejercidapor la imaginaciónmismacomo ins-trumentode la razón.

La satisfacciónen lo sublime (lela naturaleza'e s , por eso, tambiénsólo negativa(mientrasque la de lobello e s positiva),a saber: un sen-

timientode la privaciónde libertadde la imaginaciónpor si misma, alser ella determinadade un modoconformea fin, según otra ley quela del uso empírico. Mediante esorecibe una ex tensióny una fuerzamayor que la que sacrifica, perocuyo fundamentopermanece escon-dido para ella misma, y,en cambio,siente el sacrificioy la privacióny,al mismotiempo, lacausa a que está

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Í Z S 4 M AN UEL KAN T

sometida.La estupeƒacción,que con-finacon el miedo,el terrory el tem-blor sagrado que se apoderandel es-pectador al contemplar masas mon-tañosas que escalan elcielo,abismos

profundosdonde s e precipitanfurio-s a slas aguas, desiertossombríosqueinvitan a nistes reflexiones,etcéte-ra..., no es, .sabiéndose, comos esabe, que s e está en lugar seguro,temorverdadero,sino sólo un ensa-yo para ponernosen relación con laimaginación y sentir la fuerzade esafacultad para enlazar el movimientoproducidomedianteella en el espí-ritu con el estado de reposo de lamisma,y así ser superioresa la na-turaleza en nosotros mismos;por lotanto, tambiéna la exteriora nos-otros,en cuantoésta puede tener in-flujo en el sentimientode nuestrobienestar, pues la imaginación,s e -gú n la leyde asociación,hace depen-der nuestro estado de contento decondiciones físicas; pero ella mismatambién,según principiosdel esque-matismo del Iuicio (consiguiente-mente, en cuanto sometidoa la li-bertad),e s instrumentode la razóny de sus ideas, y, por tanto, unafuerzapara afirmarnuestra indepen-denciacontra los influjosde la natu-raleza, para rebajar como pequeñolo que según esta última es grande,y así para poner loabsoluto-grandesólo en nuestra propia determina-ción (la del sujeto). Esa reexióndel luicio estéticopaar elevar la na-turalezaa una adecuación conla ra-zón (sóloque sin un conceptode-terminadode la misma) representael objeto, incluso mediante la inade-cuación objetivade la ima ¡naciónen su mayor extensión parafa razón(como facultad de las ideas), sinembargo, como subjetivamente final.

Hay que oner aquí cuidado,engeneral, en lb ya recordadode queen la estéticatranscendental delIui-cio s e debe tratar solamentede jui-cios estéticos puros; consiguiente-mente,no s e pueden tomarlos ejem-plos de los objetosbelloso sublimesde la naturalezaque presuponen.e l

concepto de un fin, pues entonces,la finalidad sería o teleológica, ofundada.en la mera sensaciónde unobjeto (deleiteo pena), y, por. lotanto,en el primercaso no sería e s -

tética,y en el segundono sería me-ramente formal.Así, cuando s e lla-ma sublimeel espectáculodel cieloestrellado,no s e debe poner a labase del juiciodel mismoconceptosde mundos habitados por seres ra-cionales, ni considerar esos puntosluminosos con que v emos lleno elespacio en derredor nuestro comosus soles, moviéndoseen círculosarreglados para ellosde un modomuy conformea fin, sino tal comose le ve, como una amplia bóvedaque todo lo envuelve,y sólo en estarepresentacióndebemos poner la su-blimidadque un juicioestéticopuroatribuye a e s e objeto. De igualmodo,el espectáculodel Océanonohay que considerarlotal como lopensamosnosotros,provistosde todaclase de conocimientos-(que,sin em-bargo,no están encerradosen la in-tuición inmediata), como una espe-cie de amplio reino de criaturasacuáticas, o como el gran depósitode agua para las evaporaciones quellenanel aire de nubes para las tie-rras, o tambiéncomo un elementoque, si bien separa unas de otraspartes del mundo, sin`embargo haceposible entreellas las mayoresrela-ciones, pues todo eso proporcionano más que juiciosteleológicos,sinoque hay quepoder encontrar subli-me el Océano solamente,como lohacen los poetas, según lo que laaparienciavisualmuestra;por ejem-plo, si s e le- considera en calma,como un claro espejo de agua, limi-tado tan sólo por el cielo, pero sien movimiento,comoun abismoqueamenaza tragarlo todo. Eso mismoha de decirse de lo sublimey de lobello en la figura humana, en lacual nosotrosno debemos referirnosa los conceptosde los fines para loscuales todossus miembrosestán allí,comobases de determinacióndel jui-cio,ni dejarque la conformidadcon

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C R Í T I C AD E L¡Utero 255

ellos inƒluyaen nuestro juicio esté-tico (entonces'ya no puro), aunqueesgdesde luego, unacondiciónnece-saria tambiénde la satisfaccióne s -téticael que no les contradigan. La

finalidadestéticae s la conformidada la ley deljuicio enisu libertad.La'satisfacciónen el objetodepende dela relaciónen que queremosponerla imaginación, con tal de que porsí misma entretenga el espíritu enlibre ocupación.En cambio, cuandoes otra cosa, sensación de los senti-dos o concepto del entendimiento,lo que determinael juicio,éste, sibien e s conformea la ley,no e s ,sinembargo, el juicio de una libre fa-cultad del Iuicio.

Así,pues, cuando s e hable de be-lleza o sublimidad intelectual:pri-meramente,estas expresionesno sondel todo exactas,porquehay modosde representaciónestéticos que sifuéramos meramenteinteligencias

puras (0 nos pusiéramostambién,

por el pensamiento,en e s a -cuali-dad), no podrían encontrarse deningún modo en nosotros; segunda-mente, aunque antes, como objetosde una satisfacciónintelectual(mo-ral), pueden,desde luego,enlazarsecon la satisfacción estética,en tantoen cuanto no ,descansan en interésalguno,sin embargo,e s difícil unir-las, por otra¬parte,con ella, porquedeben producir un interé s,lo cual,si la exposición ha de concordar enel juicioestéticocon la satisfacción,no ocurriríaen éste más que me-dianteun interéssensibleque s e en-laza con él en la exposición,peroentonces s e daña y s e impurificalafinalidad intelectual.

El objeto de una satisfacción inte-lectual purae incondicionadae s laley moral, en su fuerza, que ellaejerce en nosotrospor encimade to-dos y cada uno de los móviles delespíritu que la preceden;y como esafuerza no s e da propiamentea co-nocerestéticamentemás que por me-dio de sacrificios(lo cual e s unaprivación,aunqueen favorde la in-terior libertad, y,'en cambio, dïscu-

bre en nosotros unainsonçlablepro-fundidad de esa facultad suprasen-sible con sus consecuencias,que s eextiendenadonde ya no alcanza lavista), resulta que la satisfacción,

consideradaen la parteestética (enrelacióncon la sensibilidad),e s ne-gativa, e s decir, contrae s e interés,pero en la intelectuale s positivayunidacon un interés.De aquí s e de-duce que el bien (el bien moral)intelectual,conformeen sí mismo afin, debe representarse, no tantocomo bello,sino más bien como su-blime,de suerte que despiertamásel sentimientodel respeto (que des-precia el encanto) que el del amory la íntima inclinaciónporquela na-turaleza humana concuerdaconaquel bien, no por sí misma, sinosólo por la violenciaque la razónhace a la sensibilidad.Recíproca-mente, lo que llamamossublimeenla naturaleza,fuera de' nosotros, 0

también en la interior (verbigraeia,ciertas emociones), s e representacomo una fuerza del espíritu paraelevarse por encima de ciertos obs-táculosde la sensibilidadpor mediode (principiosmoralesf y por elloven rá a ser interesante.

En esto últimovoy a detenermeun poco. La idea del bien con emo-ción se llama entusiasmo. Este es-

tado de e s íritu parece ser de talmanera sublime,que s e .opinagene-ralmenteque sin él no s e puede rea-lizarnada grande.Ahora ien: todaemoción5 e s ciega, o en la elección

4 En las tres edicionesdice «huma-nos»; pero desde Hartenstein, todoslos editores escriben«morales».Adop-to esta versión,aunque la de «huma-nos» podía adelantarmuchas y buenasrazones en su fav or. (N .del T.)

5 Las emocioness e distinguene s e -cíficamentede las pasiones. Aquellass e refieren sólo al sentimiento:éstaspertenecen a la facultadde desear, yson inclinacionesque dificultan o im-posibilitantoda determinabilidadde lavoluntadmediante principios;aquéllasson tormentosasy sin premeditación:éstas, perseverantes yreflexivas.Así,la indignación, como cólera, es una

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cRíT1cAD E Lturcro 257

sos del espíritu enlázanse con ideasreligiosas,bajo el nombre de edifi-cación, o con ideas que tienen uninterés social,como sólo pertene-cientes a la cultura, y no pueden

tampoco, por muy gran tensión enque pongan la imaginación, preten-der al honorde una exposiciónsu-blime, si no dejan tras s í una dis-posiciónde espírituque, aunquesóloindirectamente,tenga influjo en laconcienciadel propiovigory de ladecisión para lo que lleva consigopura intelectual finalidad (para losuprasensible),pues si no, todose s o s sentimientos pertenecerán almovimiento,el cual s e estimaa cau-sa de la salud. La agradable laxitud,que e s la consecuenciade semejanteexcitación mediante el juego de lasemociones,e s un goce del bienestar,nacido del equilibrio.restablecidoen nosotros,de las diversas fuerzasde la v ida,el cual, al cabo, viene aparar a lo mismoque aquelotroquelos voluptuosos del Oriente encuen-tran tan deleitoso, al hacerse, pordecirloasí, amasar elcuerpoy opri-mir y plegarmúsculosy articulacio-nes; sólo queallí el principiomotorestá, en gran parte, dentrode nos-otros, y aquí, en cambio,totalmentefuera. Algunoscreen haberse edifi-cado por una predicaciónallí don-de, sin embargo, nadaha sido cons-truido (ningún sistema de buenasmáximas),o haberse mejoradoporun drama, cuando sólo se sientenalegres de haber entretenidofeliz-mente el fastidio. Así, pues, lo su-blime debe siempre tener relacióncon el modo de pensar, e s decir, pro-porcionar en máximas a las ideasintelectualesy de la razón unafuer-za superior sobre la sensibilidad.

N o hay que temer que el senti-mientode lo sublimes e pierda poresta manera de exposiciónabstracta,que, en lo que tocaa lo sensible,e stotalmentenegativa,pues la imagi-nación, si bien nada encuentra porencima de lo sensible, en donde sepueda mantener, s e siente, sin em-bargo, ilimitada, justamente por esa

supresiónde sus barreras;y esa abs-tracción es, pues, una exposición delo infinito, que por eso mismo, cier-tamente, nopuede ser nunca masque una exposiciónmeramentenega-

tiva, pero que, sin embargo, ensan-cha el alma. Quizá no hayaen el li-bro de la ley de los judíos ningúnpasaje más sublime que el manda-miento: «No debes hacerte ningunaimagentallada nialegoríaalguna,nide lo que hay en el cielo, ni de loque ha en la tierra, ni de lo quehay debajo de la tierra. .., etcéte-ra...6 Ese solo mandamientopue-de explicar el entusiasmo que elpueblojudío,en su períodociviliza-do, sintiópor su religión,cuando s ecomparó con otros puebloso conaquel orgullo que inspira el maho-metismo. Lo mismo, exactamente,ocurre con la representaciónde laley moral y de la capacidad de mo-ralidad en nosotros.Es una (preocu-

pación totalmentefalsa la e que,si se la privase de todo loque pue-de recomendarlaa los sentidos,ven-dría entonces a llevar consigo nomás que un consentimientosin xf ic lay frío y ningunafuerzao sentimien-to motriz.Es exactamentelo con-trario,pues allí donde los sentidosno ven ya nada_más delante de sí,y, sin embargo,permaneceimborra-ble la idea de la moralidad, que nose puede desconocer,más bien seríanecesario moderar el ímpetu de unaimaginación ilimitada, para no de-jarla subir hasta el entusiasmo,que,por temor a la falta de fuerzas deesas ideas, buscarpara ellas una ayu-da en imágenesy en un puerilapa-rato. Por eso también han permitido

gustosos los Gobiernosque s e pro-vea ricamentela religiónde e s e ú l-timo aditamento, y han tratado asíde quitarle al súbdito el trabajo,pero al mismo tiempo la facultadde ampliar las facultadesde su alma

6 La cita está y se repite frecuente-mente en la Biblia, Exod., 20, 4; Deut.,4, 15, 20; Ios., 24, 14; Ps., 96, 7. (N.del T.)

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por encimade las barreras que s e lepueden imponer arbitrariamente, ymediante las cuales se le puede tra-tar fácilmente como meramentepa-sivo.

Esa exposición pura, elevadora'delalma y meramente negativa,de lasensibilidad, no encierra,en cambio,peligro alguno de exaltación, que esuna ilusión de querer V E Rmás 'alláde todos los límites de la sensibili-dad, es decir, soñar según principios(delirar con la razón), justamenteporque la exposición en aquélla esmeramente negativa,pues la impo-sibilidad de conocerla idea de liber-tad cierra el camino totalmente atoda positiva exposición; pero la leymoral cs, en nosotrps,suficientemen-te y originariamente determinante,tanto que ni siquiera e s permitidobuscar fuerade ella un motivodedeterminación. Si el entusiasmo secomparacon el delirio, la exaltación

e s de comparar con la demencia, yesta última, entre todas, se acomodamenos que ninguna con lo sublime,porque e s soñadoramentcridícula.En el entusiasmo, comoemoción,laimaginación no tiene freno; en laexaltación, como pasión incubada yarraigada,no tiene regla.El primeroe s un accidenteque pasa y que ata-ca a veces al entendimiento mássano; la segunda, una enfermedadque lo desorganiza.

Sencillez (finalidadsin arte) e s ,por decirlo así, el estilo de la natu-raleza en lo sublime, y también dela moralidad, que es una segunda(suprasensible)naturaleza; de éstaconocemos sólolas leyes, sin poderalcanzar, mediante la intuición, la

facultad suprasensible en nosotrosmismos que encierra el fundamentode esa legislación.

Hay que notar aú n que aunque lasatisfacciónen lo bello, así como lade lo sublime, no sólo s e distingueconocidamcnte entre los otros juiciosestéticospor la universalcomunica-bilidad, sino que también recibe poresa cualidad un interés en relacióncon la sociedad (en donde s e deja

2:›8 M ANU E LKANT

comunicar),sin embargo,la separa-ción de toda sociedad e s considera-da como algo sublime cuando des-cansa en ideas que miran más allá,por encima de todo interés sensible.

Bastarse a si mismoy , por lo tanto,no necesitar sociedad,sin ser, sinembargo, insociable, es decir, -sinliuirla, e s -algo que se acerca a losublime, como toda victoria sobrelas necesidades.En cambio, huir loshombres por misantropía, porque seles odia o por antropofobia (miedodel hombre), porque se les temecomo enemigos,es, en parte, feo yen parte, despreciable.Sin embargo,hay una (muyimpropiamentellama-da) -misantropía,cuyas raícessuelenencontrarse,con la edad, en el es-píritu de muchoshombresque pien-san bien, que en lo que se refiere ala benevolencia,e s bastante filantró-pica, pero que s e aparta mucho, acausa de una larga y triste experien-

cia, de la satisfacciónen los hom-bres: de ésta son pruebas la tenden-cia al retiro, la aspiración fantásticahacia un puntode la tierra alejadoo también (entre los jóvenes) la fe-licidad soñada de poder pasar suvida en un desierto desconocidodelo restante del mundo con una pe-queña familia; de ella saben muybien hacer uso los escritoresde no-velas o imaginadoresde robinsona-das. Falsedad, ingratitud,injusticia,lo pueril de los fines que nosotrosmismos tenemos por importantesygrandes, y en cuya persecuciónloshombres mismosse hacen unos aotros todo el mal imaginable, estántan en contradicción con la idea delo que pudieran ser los hombres,si

quisieran, y s e oponen tanto al vivoanhelo de verlos mejores,que, parano odiarlos, ya que amarlos nosepuede, el renunciar a todas las ale-grías de la sociedad parece no sermás que un pequeñosacrificio. Esatristeza,no sobre elmal que el d e s -tino dispone para otros hombres(cuyacausa e s la simpatía),sino so-bre el que ellos mismos se ocasio-nan (que descansa en la antipatía

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cRírtcAD E L¡Utero 259

de principios), es sublime, porquedescansa en ideas, mientras que laprimera, en todo caso, sólo puedevaler como bella. El tan ingeniosocomo profundo Saussure, en la des-

cripción de su viaje por los Alpes,dice de Bonhomme, unade las mon-tañas saboyanas:«Allí mismo domi-na una cierta insipida tristeza.››C o-nocía, pues, una tristezainteresante,que mana de la vista de un desierto,en donde desearían hombres sumirsepara no oír nada más del mundo niaprender de é l, pero que no debeser, sin embargo, taninhospitalarìoque ofrezca paralos hombres sólouna penosísima estancia.Hago estaobservaciónsolamentecon la inten-ción de recordar que también laaflicción (no la tristeza abatida)puede contarse entre las emocionesvigorosas,cuando tiene su base enideas m orales; pero cuandose fun-da en la simpatía y , por tanto, e s

amable,pertenecetan sólo a las emo-ciones deprimentes,y así atraigo laatencióna la disposiciónde espíri-tu, que sólo en el primer'caso essublime.

Ahora se puede comparar con laexposición trascendental,hasta aquíllevada,de los juicios estéticos, lafisiológica, como la han trabajadoun Burke y muchos hombres pe-netrantes, entre nosotros, paraveradónde conduceuna exposiciónme-ramenteempíricade lo sublimey delo bello Burke] que, en e s e modode tratarla, merece ser nombradocomo el autor más distinguido, con-sigue, por e s e camino (pág. 223 desu obra), la solución siguiente:«queel sentimiento de lo sublime s e fun-da en el instinto de conservacióny

T Según la traducciónalemana de suescrito «PhilosophischeUntersuchun-gen über den Ursprong unserer Beg-riffc vom Schönen und Erhabenen»,Riga, bei Hartlcnoch,1773; «Investiga-ciones filosóficassobre el origen denuestros conceptosde lo bello y de losublime».

en el miedo, es decir, en un dolorque, como no llega hasta la verda-dera alteración de las partes delcuerpo, produce movimientos que,limpiando los vasosmás finos, o los

más groseros, de obstruccionespeli-grosas o pesadas, se encuentran enestado de excitar sensaciones agra-dables, no ciertamente placer, sinouna especie de temblor satisfactorio,cierta paz que está mezcladacon te-rror». Lo bello, que él funda en elamor (del cual, sin embargo,quiereconsiderar el deseo como separado),lo reduce (páginas251-252)a «elrelajamiento, la distensión y embo-tamientode las fibrasdel cuerpo,y,por tanto, un enternecimiento,des-enlace, agotamiento; un sumirse,agonizar y disolv ersede p1aceres.››Y después justifica e s e modo deexplicación, no sólo en casos en quela imaginación se une al entendi-miento, sino incluso en otros en que

s e une a una sensación de los sen-tidos, para despertar en nosotros,tanto el sentimiento de lo bello comoel de lo sublime. C omo observacio-nes psicológicas,e s o sanálisisde losfenómenos de nuestro espíritu songrandementehermosos, yproporcio-nan rica materia a las investigacio-nes preferìdas de la antropologíaempírica. No se puede tampoco nc-gar que todas nuestras representa-ciones, sean, del punto de vista obje-tivo,'so1amentesensibles,o sean to-talmente intelectuales,pueden, sinembargo, subjetivamente,ir unidascon deleite o con dolor, por muypoco que se noten ambos (porqueellas afectandel todo el sentimientode la vida, y ninguna ,de ellas, en

cuanto e s modificación del sujeto,puede ser indiferente), y hasta que,como opinaba Epicuro,el placer yel dolor son -siempre,en último tér-mino, corporales,aunque partan dela im ageny hasta de representacio-nes del entendimiento, porque lavida, sin sentimiento del órgano cor-poral, e s sólo conscienciade la pro-pia existencia,pero no sentimientodel bienestaro malestar,es decir, de

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cní'r1cAD E Ljuicio 2 6 1

fieren a las causas de e s a finalidadde sus formas;v. gr., cómos e va aexplicarpor qué a naturalezahamultiplicadopor todas partes tanpródigamentela bellezaen el fondo

mismo delocéano, donde sólo raravez la v istahumana (para la cualsólo aquéllae s conformea fin) haalcanzadoa ver.. ., y otras más. ..

Pero lo sublimede la naturaleza--cuando sobre él enunciamosunjuicio estético puro, no mezcladocon conceptos e perfeccióncomofinalidadobjetiva,en cuyo caso s e -ría un juicioteleológico- puede serconsideradocomo informeo sin fi-gura y, sin embargo, como objetode una satisfacción ura, y mostrarfinalidadsubjetivad iela representa-ción dada; y aquí s e trata de sabersi en el juicioestéticode esta clasepuede pedirse,además de la exposi-ción de lo ue en él s e piensa, unadeducciónde su pretensión a unprincipio (subjetivo) a priori.A e s t osirve d e re su e s t aque losublime de la naturalezas e llamaasí impropiamente,y que ropia-mente sólo puedeatribuirsealjmodode pensar, o más bien a los funda-mentos para el mismoen la natura-leza humana.La aprehensiónde unobjeto,por lo d e m á sinformey dis-

confonne a fin, da meramente laocasiónde tener conscienciade ello,y e s e objeto e s usado de e s e modosubjetivo,finalmente,pero no juzga-do como tal por si y por su forma(por decirlo así, species ƒinalisac-cepta, non data). De aquíque n u e s ~tra exposiciónde los juicios sobrelo sublime de la naturalezafueratambiénal mismotiemposu deduc-ción, pues cuando hemos analizadola reflexióndel Inicio en ellos, en-contramosuna relación, conformeafin, de las facultades de conocer, lacual debe ser puesta a priori a lab a s ed e la facultadd e los fines (lavoluntad),y, por tanto, e s ella mis-ma a priori conformea un fin, locual contiene en seguida la deduc-ción, e s decir, lajustificaciónde la

pretensiónde un juiciosemejanteauna validez universaly necesaria.

N o tendremos,pues, que buscarmás que la deducciónde los juiciosde gusto, e s decir, de los juicioss o -

bre la bellezade las cosas naturales,y así satisfaremosen su totalidadlatarea de todo el Iuicio estético.

§31

Del método de la deducción de losjuiciosde gusto

La obli ación de una deducción,e s decir, ãe dar una garantía de lalegitimidadde una especie de jui-cios, s e presenta sólocuando el jui-cio tiene pretensionesa la necesidad,y este caso s e da solamentecuando,exigiendouniversalidadsubjetiva,e sdecir, aprobaciónde todos, no e s ,sin embargo, un juicio de conoci-

miento, sino del placer o dolor, enun objeto dado, e s decir, pretendea una finalidadsubjetivaque valgacomúnmentepara todos y que nos e debe fundaren concepto alguno`de la cosa, porque e s un juicio degusto.

Como,en este últimocaso, no s etrata d ejuicioalgunod econocimien-to, s e a teórico,a cuya base está elconcepto de una naturaleza,en ge-neral,dado por el entendimiento,s e a(puro) ráctico, a cuya base estála idea dìa la libertad,como dada apriori por la razón, y como,por tan-to, no tenemosciue justificara prio-ri, según su va idez, juicio algunoque representalo que una cosa e s oexpreseque deboefectuaralgo para

realizarla,resulta que habrá que cx-poner, para el juicioen general, tansólo la validezuniversalde un jui-cio partícular,que expresa la finali-dad subjetivade una representaciónempíricade la formade un objeto,para explicarcómo e s posible quealgo pueda placer sólo en el juicio(sin sensaciónde los sentidosni con-cepto),y que así como el juiciodeun objeto, parael conocimientoen

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262 M.-uvuiztK A N 1

general,tiene reglas universales,tam-bién la satisfacción de cada cual puc-de ser declaradaregla para todos losde ás.

giihorabien, si esa validez univer-sal no debe fundarse en una colec-ción de votoso en preguntashechasa los demás sobre s u modo d e s e n -tir, sino quc debe descansar, pordecirlo así, en una autonomía delsujeto, que juzga sobre el sentimien-to del placer (cn la representacióndada), e s decir, en su propio gusto.y si, sin embargo, no debe tampocoser deducida de conceptos. resulta

que un juicio semejante.como locs.en realidad, el juicio de gusto. tieneuna característica dobley, desde lue-go, lógica.a saber: primero, la vali-dez universala priori. no una uni-versalidad lógica según conceptos,sino la universalidad de un juicioparticular; segundo, una necesidad(que siempredebe descansar en ba-s e s a priori) que, sin embargo, nodepende de ningunabase dc demos-tración a priori, mediante cuya re-presentación,la aprobación que eljuicio de gusto exige de cada cualpudiera ser forzada.

La explicación de esas caracteris-ticas lógicas, por las que un juiciode gusto s e distingue-de todos losjuicios de conocimiento, si aqui. al

principio, hacemos abstracción detodo el contenidode aquél, a saber,cl sentimientode placer. _ vsólo com-paramos la forma estética con laforma de los juicios objetivos.segúnla lógica los prescribe,bastará sólopara la deducción de esa extrañafacultad. Asi, pues. vamos a hacerrepresentables, ante todo, esas pro-piedades características del gusto,aclaradas por medio de ejemplos.

§32

Primera característicadel juicio(le gusto

El juicio de gusto determina suobjeto,en consideracióndc la satis-

facción (comobelleza), con una pre-tensióna la aprobación de cada cual,como si fuera objetivo.

Decir: «Esa flor e s bella», valetanto como proclamar su propia pre-tensión a la satisfacción de cadacual. Por el agrado de su olor, notiene pretensiónalguna. A unos re -gocijaese olor; a otros les ataca a lacabeza: ¿que deberá uno suponer,según esto, como no sea que la be-lleza debe ser tenida por una pro-piedad de la flor misma, que no s erige según la diferencia de las cabe-z a s yde tantos sentidos, sinosegún

la cual éstos han de regirse cuandoquieran juzgar sobre ella? Y, sinembargo,no e s así, pues en e s o ,pre-cisamente, consisteel juicio de gus-to: en que llama bella una cosa sólosegún la propiedad en que ella s eacomoda con nuestro modode per-cibirla.

Además.en cada juicio que ha demostrar el gusto del sujeto. s e pideque el sujeto juzgue.por sí, sin quetenga necesidad de explorar, por laexperiencia,entre los juicios de losdemás, y de enterarse anticipada-mente d e s u satisfaccióno desagra-do e n el mismoobjeto; porlo tanto,que pronuncie s u juicio,no comoimitación, porque una cosa realmen-te gusta universalmente,sino a prio-

ri. S e debería cmperopensar que unjuicio a prior: tiene que contenerunconcepto delobjeto para cuyocono-cimiento encierra el principio, peroel juicio de gusto no s e funda enmodo alguno en conceptos y no e snunca un juicio de conocimiento,sino sólo un juicio estético.

De aquí que un joven poeta nos e deje apartar de la convicción de

que su poesia e s bella, ni por el jui-cio del público ni por el de sus ami-gos, y si les presta atención, elloocurre, no porque juzgue ahora deotro modo,sino porque,aun cuandotodo el público (al menos, en su pen-samiento) tuviese un gusto falso.encuentramotivo (aun contra su jui-cio), en su deseo de aplauso, paraacomodarse con la ilusión común.

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cRír1cAD E Ljuicio 263

Sólo después, cuando su Inicio s eha hechomás penetrantepor el ejer-cicio, se apartará voluntariamente desu juicio anterior, de igual modo Quehace con los juicios suyos, que des-cansan sólo en la razón. El Iuìciotiene solamentepretensióna ' la au-tonomía. Hacer de juicios extrañosel motivo de determinación del pro-pio sería heteronomía.

El apreciarlas obras de los anti-guos, con razón, como modelosyllamarclásicos a los autores de lasmismas,como si entre los escritoresconstituyeranuna cierta aristocraciaque dieran, con su ejemplo, leyes alpueblo, parece mostrar 'fuentes aposteriori, del gusto y contradecir ala autonomía del mismoen cada su-jeto. Pero podría decirse tambiénque los antiguos matemáticos,quehan sido tenidos hasta hoy por mo-delos indispensablesde la mayor so-lidez y elegancia en el método sin-tético, demuestran una razón imita-tiva en nosotros y una incapacidadde la misma parasacar de sí, conla mayor intuición,demostracionesseveraspor mediode la construcciónde los conceptos.N ohay uso algunode nuestras facultades,por muy libreque s e a ,inclusoel de la razón (quetiene que sacar todos s u s juiciosdela fuente comúna priori), que, sicada sujeto debiera empezar siem-pre, del todo, por las disposicionesbrutas de su naturaleza, no cayeraen ensay os llenos de faltas, de nohaberleprecedidootros con la suya,no para convertir los sucesores ennuevos imitadores,sino para poner-los, mediantesu proceder, en la pis-ta de buscar en sí mismo los prin-cipios, y, así, de tomar a veces me-jor su propio camino. En la religiónmisma,en donde, desde luego, cadacual debe tomar de sí mismo la re-gla de su conducta, porque él mis-mo permanece responsablede ella yno puede atribuir la culpa de s u sfaltas a otros,_maestroso predeceso-res, no s e consigue, sin embargo,nunca tanto por medio de prescrip-ciones generales,recibidasde sacer-

dotes o de filósofos, o también saca-das de si mismo, como por mediode un ejemplo de virtud o de santi-dad que, puesto en la historia, nopor eso hace superflua la autonomíade la virtud. nacida de la idea pro-pia y originaria de la moralidad, nila muda en un mecanismode la imi-tación. Sucesión, referida a un pre-cedente, q ue noimitación, e s la cx -presión exacta para todo influjo quelos productos de un creador ejem-plar pueden tener sobre otros, locual v ale tanto como decir: beberen la misma fuente en que aquelmismo bcbió y aprender de su pre-decesorsólo el modode comportarseen ello. Pero, entre todas las facul-tades y talento, e s precisamenteelgusto el que, como su juicio no e sdeterminablepor conceptos y pre-ceptos, está más necesitado de losejemplosde lo que en la m arch adela cultura ha conservadomás tiem-po la aprobación, para no volver denuevo a la grosería y caer otra veze n la rudeza de los primeros en-sayos.

§33

Segunda característica del juiciode gusto

El juicio de gusto no puede enmodo alguno ser determinadoporbases de demostración, exactamentecomo si fuera meramentesubjetivo.

Primero: cuando alguienno en-cuentra bello un edificio, una pers-pectiva,una poesía, no s e deja im-poner interiormente la aprobaciónpor cien v otosque la aprecian alta-mente. Puede, e s cierto,presentarse,como si ello le pluguiese,para nopasar por persona sin gusto, y hastapuede empezar a dudar de si habráformado bastante su gusto por el co-nocimiento de una multitud suficien-te de objetos de cierta clase (comouno que en lontananza toma porbosquelo ue otros considerancomouna ciudad,y duda del juiciode supropiavista);pero ve claro,sin em-

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264 M AN UEL KANT

bargo, que la aprobación de otrosno' porporcionaprueba alguna vale-dera para el juiciode la belleza,yque el hecho de que otros observeny vean por él, y lo que muchos<›ha-

yan visto de una misma manera,puede servir,e s cierto,para el quecrea haberlovistode otro modo,debase probatoria suficiente en el jui-cio teórico,por lo tanto lóftico,peroque nunca lo que ha complacido aotros puede servir de base probato-ria en el juicio estético.El juiciodeotros, cuando nos e s desfavorable,puede, desde luego, con razón, ha-cernos pensar, considerando el nues-tro, pero no puede nunca convencer-nos de la incorrección de éste. Así,no hay base alguna empírica deprueba paraforzarel juicio de gus-to de alguien.

Segundo:una-pruebaa priori, s e -gú n reglas determinadas,puede me-nos aun determinarel juicio de la

belleza. C uando alguienme lee supoesía o me lleva a ver una obradramática que, en conclusión,noquiereconvenira mi gusto,por mu-cho q ueme cite a Batteux, o a Less-ing, o a otros aun más antiguos yfamososcríticosdel gusto y presentelas reglaspor ellosestablecidascomopruebas de que su poesía e s bella,aunque ciertos pasa'es, que precisa-mente me desagradan, concuerdenperfectamentecon las reglas de labelleza (tal como están allí dadasy universalmentereconocidas) metapo los oídos,me niego a oír fun-damentosy razones, y preferirésu-poner que aquellasreglas de los cri-ticosson falsas,o, por lo menos, queno e s este el caso de aplicarlas,antes

que dejar determinar mi juicio porbases de prueba a priori, pues estedebe ser un juicio de gusto yno delentendimientoo de la razón.

Parece que este s e a uno de losprincipales motivos por los cualess e ha dado precisamenteel nombrede gusto a e s e Iuicio estético,puespor mucho que me 'enumerealguientodos los ingredientesde un manjarv me h a s t anotar. sobre cada uno de

ellos,que me e s ,por lo demás, agra-dable, y me enaltezca,por encima,con razón lo saludablede la tal co-mida, contra todos e s o sfundamen-tos permanezco sordo: pruebo el

manjarcon mi lengua ymi paladary según ello (no según principiosuniversales)enunciomi juicio.

En realidad, enúnciase el juiciode gusto siempre totalmentecomoun juicio particulardel objeto. Elentendimientopuede enunciar unjuicio universal comparando los ob-jetos, en punto a la satisfacción, conel juiciode otros; v. gr.; todas lastulipasson bellas,pero entoncesesteno e s ningún juiciode gusto, sinoun juiciológico,que hace de la re-lación de un objetocon el gusto elpredicadode las cosas de una deter-minada clase en general, pero sóloel juicio medianteel cual encuentrouna única tulipabella, e s decir, en-cuentro a mi satisfaccióne n ella

universalvalidez,e s el juiciode gus-to. Su característicaconsiste empe-ro en que, aunque sólo tenga vali-dez subjetiva,pretende, sin embar-go, a extendersea todos los sujetos,tal y comosólo podríaocurrirsi fue-ra un juicio objetivo apoyadoen fun-damentos de conocimientoy capazde ser impuestopor medio de unaprueba.

§34

N o e s posibleprincipioalgunoobjetivodel gusto

Por principiodel gusto s e enten-dería un principiobajo cuya condi-ción s e pudierasubsumirel concep-

to de un objeto y deducir, medianteuna conclusión, que e s bello. Peroe s totalmente imposible,pues he desentir el placer inmediatamente enla representacióndel mismo, y ésteno puede serme atribuidopor mediode base de prueba alguna. A pesarde que los críticos,comodice Hume,pueden disputar más especiosamen-te quelos cocineros,tienen, sinem-bargo, la mismasuerte que éstos. El

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cRíT1cAD E Ljuicio 265

motivode determinaciónde su jui-cio no lo pueden esperar de la fuer-za de las bases de prueba, sino dela reflexióndel sujeto sobre su pro-pio estado (placero dolor), con ex-

clusiónde todo preceptoy regla.Pero los críticospueden y debenrazonar de tal modo que ello con-tribuya a la rectificacióny exten-sión de nuestro juiciode gusto, nopara exponerel motivode determi-naciónde e s a clase de juiciosestéti-cos en una forma universalmenteempleable,lo cual e s imposible, sinopara haceruna investigaciónde lasfacultades del conocimientoy s u sfuncionesen e s o s juicios,y poderanalizar con ejemplos la finalidadsubjetivarecíproca,de la que hemosmostrado más arriba, que su forma,en una representacióndada, es labellezadel objetode la misma.Así,la crítica misma del gusto e s sólosubjetivaen consideraciónde la re-presentación mediantela cual unobjeton o ses dado; e s , a s a b e r :elarte o ciencia de traer a reglas larelaciónrecíprocadel entendimientoy de la imaginación,uno con otra,en la representacióndada (sin re-ferenciaa sensación o conceptoan-tecedente), y , por tanto. la armoníao desarmonía de las mismas, y de

determinarlase n consideracióndesus condiciones.Ella e s arte cuandomuestraeso sólo por mediode ejem-plos; ella e s ciencia cuandola posi-bilidad de semejante juicio la de-duce de la naturalezade e s a facul-tad como facultadde conocimientoen general. C on esta última sola,como crítica trascendental,tenemosaquí que ocuparnos.Debe desarro-llar y justificarel principiosub_ je t i -vo del gusto como un principio apriori del juicio. La crítica, comoarte, trata solamente de aplicar aljuicio de sus objetos las reglas fisio-lógicas (aquí, psicológicas)y , portanto, empíricas,según las cuales elgusto, en realidad,procede, sin re-flexionarsobre s u posibilidad,y cri-tica los productos fle lasbellas artes.

como la ciencia critica la facultadmisma de juzgarlos.

§35

El principiodel gusto e s el principiosubjetivodel [uicío en general

El juicio del gusto s e distinguedel lógicoen que este últimosubsu-me una representaciónbajo concep-tos del objeto,pero el primeronosubsuma nada bajo un concepto,pues de otro modo, podría la apro-bación necesaria y universal ser for-zada. Sin embargo,s e parece a esteúltimo en que presenta una univer-salidad y necesidad,pero no segúnconceptos'del objeto, y, por consi-guiente,meramentesubjetiva.Ahorabien: como los conceptos constitu-yen en un juicio el contenidodelmismo (lo que pertenece al conoci-

mientodel objeto),y como, sin em-bargo, el juiciode gusto no e s de-termìnablepor objetos, s e fundaéste solamente en la condiciónfor-mal subjetivade un juicioen gene-ral. La condiciónsubjetivade todoslos juicios e s la facultad misma dejuzgaro juicio. Esta, usada en con-sideración de una representaciónme-diante la cual un objeto e s dado,exige la concordanciade dos facul-tadés de representación,a saber: laimaginación (para la intuición ycomprehensión de lo diverso de lamisma) y el entendimiento(para elconceptocomo representaciónde launidad de e s a comprensión).Perocomo aquí no hay conceptoalgunodel,óbjetoa la base del juicio,éste

no”puede consistirmás que en lasubsunciónde la imaginaciónmisma(en una representaciónmediante lacualun objetoe s dado) bajo las con-diciones mediantelas cuales el en-tendimiento, en general, llega de laintuición a conceptos. Es decir,como la libertad de la imaginaciónconsiste precisamenteen que esque-matiza sin concepto,debe el juiciode gusto descansar en una mera sen-

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266 MANUELKANT

sación de la mutua animación de laimaginación en su libertad, y del en-tendimiento, con su conformidadcon leyes; descansar, pues,en unsentimiento que permita juzgar el

objeto según la finalidad de la re-presentación (mediante la cual unobjeto e s dado) para la impulsiónde las facultades de conocer en sujuego libre, y el gusto, como juiciosubjetivo, encierra un principio desubsunción,no -de las intuicionesbajo conceptos, sinode la facultadde las intuicioneso exposiciones( e sdecir, la imaginación) bajo la facul-tad de los conceptos (es decir, el en-tendimiento), en cuanto la primera,en su libertad, concuerda con la se-gunda en su conƒormidada leyes.

Para descubrir ahora esa base le-gal por medio de una deducción deios juicios de gusto, pueden servir-nos de hilo conductor las- caracterís-ticas formales de esa clase de juicios,

en cuanto sólo s e consideraen ellasla forma lógica.

§36

Del problema de ufzarìeducciónde los juiciosde gusto

C on la percepción de un objetopuede unirse inmediatamente el con-cepto de un objeto en general, cu-yos predicados empíricosaquéllacontiene, para un juicio de conoci-miento,y. medianteél, puede produ-cirse un juicio de experiencia.A labase de éste hay conceptosa prioride la unidad sintética de lo diversode la intuición, para pensarlo comodeterminación de un objeto, y esosconceptos (las categorías) exigenuna deducción que ha sido dada yaen la Critica de la razón pura, me-diante la cual tambié n pudo llegar-s e a la solución del problema si-guiente: ¿cómo son posibles juiciosde conocimiento sintéticosa priori?Ese problema s e refería, pues, a los

principios a priori del entendimien-to puro y de sus juicios teóricos.

Pero con una percepción puedetambién ir unido un sentimiento deplacer (o de dolor) y satisfacción

que acompaña a la representación-del objeto y le sirve de predicado, ypuede asi producirseun juicioesté-tico que no e s ningún juicio de co-nocimiento.A la base de uno seme-jante, cuando no es un mero juiciode sensación, sino un juicioformalde reflexión, que exige esa satisfac-ción a cada cual como necesaria,tie-ne que haber algo como un principioa priori, el cual, en todo caso, nopuede ser más que subjetivo (siendoimposible uno objetivo para esa cla-se de juicios), pero, como tal, nece-sita también una deducción para ques e concibacómo puedeun juicio es-tético pretender a la necesidad. Enella se funda ahora el problema conque nos ocupamos:¿cómo son posi-

bles los juicios de gusto? Y ese pro-blema, pues, s e refiere a los princi-pios a priori dei juicio puro en losjuicios estéticos,e s decir, en aquéllosen donde él no tiene que subsumir(comoen los teóricos) bajo concep-tos objetivosdel entendimiento,nis e encuentra sometidoa una ley, sinoen aquellosen donde el mismo, sub-jetivamente,e s objetoal par que ley.

Este problema puede también re-presentarseasí: ¿cómoe s posibleunjuicio que sólo por el propio senti-miento de placer en un objeto, inde-pendientemente dcl concepto delmismo, juzgóese placer como ane_joa la representacióndel mismoobjetoen todo otro sujetoa priori. e s decir,sin necesitar esperarla aprobación

extraña?Q ue los juìciosde gusto son sin-téticos se ve fácilmente, pues ellospasan por encima del concepto yhasta de la intuición del objeto, yañaden a ésta, como predicado.algoque ni siquiera e s conocimiento,asaber. un sentimiento de placer (0dolor). Q ue ellos, empero, aunqueel predicado (del placer propio, uni-do con la representación)sea empí-

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cnirica D E LJuicio 267›

rico, s o n , _ _ s i nembargo,a priori, enlo que s e .refiere a la aprobaciónexigidade cada cual, o quierensertenidospor tales, está igualmenteen-cerradoya en las -expresionesde supretensión; yasi, e s e problemadela critica del Iuicio ertenece al pro-blema general de la filosofíatras-cendental: ¿cómo son posibles jui-cios sintéticosa priori?

§37

¿Qués e afirmapropiamentea prioride un objetoen un juiciode gusto?

Q ue la representaciónde -un obje-to esté unida inmediatamenteconun placer, no puede percibirse másque interiormente, y si no'se quisieraindicar nada más que eso, no daríamás que un juiciomeramenteempí-rico,pues a priori,no puedoenlazarcon representación algunaun deter-minadosentimiento(de placer o dedolor), salvo en el caso de que a labase haya un principioa priori en larazón que determine la; voluntad;porque, en efecto, el placer (en elsentimientomoral) e s la ¡consecuen-cia de ello,y, por lo tanto, precisa-

mente no puede compararsecon elplaceren el gusto, puesto que aquélexige un determinadoconcepto deuna ley, y, en cambio,éste debe serunido inmediatamentecon el simplejuicioantes de todo concepto.

Así, pues, no e s placer, sino launiversalvalidezde e s e placer, loque s e percibe en el espíritu como

unido con el mero juiciode un ob-jeto,y lo que e s representadoen unjuicio de gusto,a priori,como reglauniversal para el Iuicio, valederapara cada cual. ¿Q ue yoperciboyjuzgo un objetocon placer? Esto e sun juicio empiricoppero ¿que loencuentrobello,e s decir,que puedoexigira cada cual s a satisfaccióncomo necesaria? Esfl› es un juicioa priori.

§ 38

Deducciónde los juiciosde g _ u s t o

Si se admite que, en un -juiciopuro de gusto, la satisfacción en elobjetoestá unida con el nuevo jui-cio de su forma,resulta que lo quesentimos unido con la representa-ción del objetoen el espírituno e sotra cosa sino la subjetivafinalidadde la forma para el Iuicio.Ahorabien: como el Iuicio,en considera-ción de las reglas formales del jui-cio,sin materiaalguna (ni sensaciónde los sentidosni concepto),no pue-de ser referidomás ue a las con-diciones subjetivasde l luso del Iui-cio, en general (que nos e ajusta nia la especie particular del sentidoni a un conceptoparticular del en-tendimiento),y, por consiguiente,alo subjetivo que se puede presupo-ner en todos los hombres(comoexi-gible,en general, ara el conocimien-to posible),resuljta que la concor-dancia de una representacióncone s a scondiciones delIuicio debe po-der ser admitidaa priori como va-ledera para cada cual, e s decir, queel placer o finalidad subjetiva de larepresentación,para la relacióndelas facultadesde conoceren el jui-cio de un objetosensibleen general,podrá exigirse con razón a cadacual.”

B Para tener derecho a pretenderlaaprobaciónuniversalde un juicio delLuicioesté tico quedescansa sólo en

a s e ssubjetivas,basta admitir: 1 9 ,queen todos los hombres, las condicionessubjetivasde esa facultad,en lo ques e refiere a la relaciónde las faculta-des de conocimiento,puestas en acti-vidaden ella, con un conocimientoengeneral, son idénticas,lo cual debe serverdad,pues si no, los hombresno po-drían comunicarse sus representacio-nes ni el conocimientomismo;2 9 ,queel juicio s e ha referidosolamentea esarelación (por tanto, a la condiciónƒor-mal del Iuicio), y e s puro, e s decir, nomezcladoni con conceptos del objeto

ni con sensaciones como motivo dedeterminación.Cuandos e falta a esto

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2 6 8 M A N U E L K A N T

NOTA

Esta deduccióne s tan fácil,por-que no necesita fortificar una reali-

.dad objetivade un concepto,puesla bellezano e s conceptoalgunodeun objeto y el juicio e gusto no esjuicio alguno de conocimiento;afir-ma tan sólo e s e juicio que tenemosderecho a suponer universalmenteen todohombrelas mismascondicio-nes subjetivasdel Inicio que encon-tramos en nosotros,y, además, quehemos subsumido correctamente el

objeto dado bajo e s a scondiciones.Ahora bien: aunque esto último tie-ne dificultades inevitables que nodependen del juicio lógico (pues enéste se subsumebajo conceptos,peroen la estéticasólo bajo una relación,que s e puede sentir, de la imagina-ción y del entendimiento,acordes,recíprocamente,en la forma repre-sentada del objeto,y, en este caso,la subsunción puede fácilmenteen-ar), sin embargo, no por e s o s ele quita algo a la legitimidadde la

retensióndel Juicio de contar s o -bre una aprobación universal,pre-tensión que viene sólo a arar aesto: a juzgarla exactituddel prin-cipio,por motivossubjetivos,comovaledera paracada cual, pues en lo

que conciernea la dificultady a laduda sobre la correcciónde la sub-sunciónbajo aquelprinci io, noau-torizana poner en duda la legitimi-dad de la pretensión de un juicioestéticoen general a e s avalidez,ni,por tanto,el principiomismo,comotampoco la subsunción falsa(aun-que no tan frecuente ni tan fácil)del juicio lógico, bajo su principio,

puede hacer poner en duda este ú l-timo,que e s objetivo.Pero si la cues-tión fuera, ¿cómo es posible admitira priori la naturalezacomo una to-talidadde objetosdel gusto? Enton-último, ello toca tan sólo a la aplica-ción incorrecta del derecho que nosda una leyen un caso particulary porello no queda suprimidoe s e derecho

en general.

ces, este problematienerelaciónconla teleología, porque tendría queconsiderarsecomo un fin de la na-turaleza, esencialmentedependientede su concepto,el producirformasfinalespara nuestro

Iuicio.Pero la

exactitud de e s a hipótesis e s aú nmuy dudosa, mientrasque la reali-dad de las bellezasnaturales de laexperienciaestá patente.

§39

De la comunicabilidadde unasensación

Cuandola sensación,comolo realde la percepción, es referida al co-nocimiento,llámasesensaciónde lossentidos, lo especificode su cuali-dad s e deja representar como co-múnmentecomunicabledel mismomodo,admitiendoque cada cual tie-ne

un sentido igual que el nuestro;pero esto no s e puede, de ningúnmodo,›admitirde una sensación delos sentidos. Así, a quien falte elsentido del olfato no podrá comu-nicarse e s a clase de sensación, y,aunqueno le falte,no s e puede estarseguro-deque tenga exactamentelamisma -sensación de una flor quenosotros tenemos de ella. Muchomás separados aú n debemos cmperorepresentamoslos hombres,en con-sideraciónal agrado o clesagradodela sensación del mismo objeto delos sentidos,y e s imposibletotalmen-te pedirque el placer,en tales obje-tos, s e a compartidopor cada cual.El placer de esta clase, ya que v ie-ne al espíritu mediante el sentido yen él estamos, pues, pasivos,puedellamarse placer del goce.

La satisfacciónen una acciónporcausa de su caráctermoralno_es, encambio,placeralgunodel goce, sinode la propia actividady de su con-formidadcon la idea de su determi-nación. Ese sentimiento,que s e lla-ma el sentimiento moral, exige em-pero conceptosy expone,no una fi-nalidad libre, sino una finalidad lc-

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cRíT1cAD E L1 U 1 c 1 o 269

gal y así no s e deja tampococomu-nicar universalmente más que me-diante la razón y, si el placerha deser en cada cual de la misma espe-cie, mediante conceptosprácticos dela razón muy determinados.

El placer en lo sublimede la na-turaleza, como placer de la contem-plación que razona,pretende,es cier-to, también ser universalmente com-partido; pero, sin embargo, presu-pone ya otro sentimiento,a saber:el de la determinaciónsuprasensi-ble, que, por muy oscuro que s e a ,tiene un principio moral. Pero no

tengo derechoa suponer absoluta-mente que otros hombres tomaráne s oen consideracióny sentiránen lacontemplación de las grandezas sal-vajes de la naturaleza una satisfac-ción (la cual, verdaderamente , nopuede atribuirsea la visiónde lamisma, que más bien infunde te-mor). No obstante, refiriéndome aque se deben tomar en considera-ción aquellas capacidades moralesen cada ocasión conveniente,puedoexigira cada uno aquella satisfac-ción, aunque sólo mediante la leymoral,que, por su parte, a su vez,s e funda en conceptos de la razón.

En cambio,el placer en lo bellono e s ni un placer del goce, ni el deuna actividadconformea la ley, nitampoco el de una contemplaciónque razona según ideas, sino el dela mera reflexión. Sin tener fin al-guno o principio como regladirecti-va, e s eplaceracompañala aprehen-sión comúnde un ob'eto mediantela imaginación,como facultadde laintuición, en relación con el enten-dimiento,como facultadde los con-ceptos, por medio`de un procederdel juicio, que éste tiene que ejercer,aun para la experienciamás común:sólo que aquí está obligadoa hacer-lo para percibirun conceptoempí-rico objetiv o, yallí, en cambio (enel juicio estético), sólo para perci-bir la adecuaciónde la representa-ción a la actividadarmoniosa (sub-jetivo-final)de ambas facultadesde

conocer,en su libertad,e s decir,sen-

tir el estado de representaciónconplacer. Ese placer debe necesaria-mente descansar en todo hombres o -bre las mismas condiciones,porqueson condiciones subjetivasde la po-sibilidad de un conocimiento en ge-neral y porque la proporción de esasfacultadesde conocer, exigida parael gusto, e s exigibletambiénpara elentendimientocomúny sano que s epuede presuponeren cada hombre.Precisamentepor e s o el que juzgacon gusto puede (con tal de que ene s a conscienciano s e equivoqueyno tome la materia por la forma, elencanto por la belleza) exigir decada uno la finalidad subjetiva, esdecir, su satisfacciónen el objeto, yadmitir su sentimiento como univer-salmente comunicable, y ello, porcierto, sin intervención de los con-ceptos.

§40

Del gusto comouna especiede “sensus communis”

Dase a menudo al Iuicio, cuandos e considera no tanto su reflexióncuantomeramenteel resultadode lamisma, elnombre de sentido, y s ehabla de un sentido de la verdad,de un sentidode la conveniencia,dela justicia, etc., aunque s e sabe, almenos s e debía saber fácilmente,que no e s en un sentido en dondee s o sconceptos pueden tener s u s i-tio, y que un sentido tampoco tienela menor capacidadpara una enun-ciaciónde reglas generales,sino ci juede la verdad, la conveniencia, la e-llezao la justiciano podríaacudiranuestro pensamiento unarepresenta-ción de e s aclase, si no nos pudiéra-mos alzar sobre el sentido a más al-tas facultades de conocimiento. Elentendimientocomún humano,que,como meramentesano (no aun cul-tivado),s e considera comolo menosque se puede esperar siempre delque pretende al nombre de hombre,tiene por e s o tambiénel humillantehonor de verse cubierto con el nom-

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2 7 0 M A N U E LK A N T

bre de sentido común (sensus com-munis),de tal modo ue por la pa-labra común -no sóc loen nuestralengua, que aquí, realmente,encie-rra una doble significación,sino

también en varias otras°-- s e en-tiende vulgare,lo que en todas par-tes s e encuentra,aquello cuya pose-sión no constituye ni mérito ni ven-taja alguna.

Pero por sensus communis ha deentendersela idea de un sentidoquees común a todos, es decir, de unIuicio que, en su reflexión, tiene encuenta por el pensamiento (a prio-ri) el modo de representaciónde losdemás para atenersu juicio, por de-cirlo así, a la razón total humana,y, así, evitar la ilusiónque, nacidade condicionesprivadas subjetivas,fácilmente tomadas por objetivas,tendría una influencia perjudicial enel juicio. Ahora bien: esto s e realizacomparandos u juiciocon otros jui-cios no tanto reales, como más bienmeramente posibles, y poniéndoseen el lugar de cualquier otro, ha-ciendo sólo abstracciónde las limi-taciones quedependen casualmentede nuestro juicio propio, lo cual, asu vez,se hace apartandolo más po-sible lo que en el estado de repre-sentación e s materia,_esdecir, sen-sación, y atendiendo tansólo a lascaracterísticasformalesde la propiarepresentacióno del propio estadode representación.Ahorabien: qui-zá parezca esa operaciónde la refle-xión demasiado artificialpara atri-buirla a la facultad que llamamossentido común,pero e s ue lo pa-rece así sólo cuando s e ( la expresaen fórmulas abstractas; nada másnatural en si ue hacer abstracciónde encanto y de emocióncuando s ebusca un juicioque deba servirderegla universal.

9 El vocablousado en el texto ale-mán, «gemeìn››,significa realmente «or-dinario», adjetivoque encierraen c a s -tellano la misma doble significaciónque en alemán; sin embargo, no lo he-mos empleadoaquí, por atender al usoy a la terminología latina. (N .del T.)

Las máximassiguientesdel enten-dimientocomúnhumano,si bien nopertenecen a este asunto comopar-te s de la críticadel gusto, pueden,sin embargo,servirpara aclarar s u s

principios.Son las siguientes: 1 '?Pensar por sí mismos;2 ? Pensar enel lugar de cada otro; 3 ? Pensarsiempre de acuerdo consigomismo.La primera e s la máxima del modode pensar libre de prejuicios; la se-gunda, del extensivo;la tercera, delconsecuente.La primera es_la máxi-ma de una raz ón nunca pasiv a. Lainclinación a lo contrario, por tan-

to, a la heteronomiade la razón, s ellama prejuicio, y el mayor de todosconsiste en representarla naturalezacomo no sometidaa las reglas queel entendimiento, por su propia leyesencial, le pone a la base, es de-cir, la superstición.La liberacióndela supersticiónllámase ilustración,l°porqueaunque e s a denominacións eda también a la 'liberaciónde losprejuicios en general, la supetsticiónpuede, más que los otros (in sensueminenti), ser llamada prejuicio,porq ue laceguera en que la supers-tición sume, y que impone inclusocomo obligada, da a conocer la ne-cesidad de ser conducido por otros,y, portanto, más q ue nada,el esta-do de una razónpasiva.” En lo que

1 ° Pronto se ve que ilustración escosa fácil in thesi, pero, in hypothesi,e s larga y dificil 'de cumplir;porqueno permanecer pasiv o consu razón,sino siempre ser legisladorde si mis-mo, e s ciertamentecosa muy fácilparael hombre que sólo quiere adecuarsea sus fine,s/esencialesy no desea saberlo que está por encima de su entendi-miento. Pero como la tendencia hacia

esto. último no se puede casi impedir,y como no faltarán otros que prome-tan, con gran seguridad,poder satisfa-cer el deseo de saber, tiene que sermuy difícil conservar o restablecer enel modo de pensar (sobre todo, en elpúblico) lo meramente negativo (queconstituyepropiamentela ilustración)._ 1 1 I-le traducido por ilustración lapalabra alemana «Aufklärung››, famo-sa en la historia de la cultura, y quese usa para designar lo que en Fran-

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C R Í T I C AD E L¡Utero 2 7 1

toca a la segunda máxima del modode pensar, bien acostumbradosesta-mos a llamarlimitado(estrecho,locontrariode amplio) a aquel cuyostalentos no se aplican a ningún uso

considerable(sobre todo, intensivo).Pero aquí no s e trata de la facultaddel conocimiento, sino del modo depensar, para hacer de este un usoconforme a fin; por muy pequeñosque sean la extensión y el gradoadonde alcance el dote natural delhombre, muestra, sin embargo, unhombre, amplio modo de pensar,cuando puede apartarsede las con-dicionesprivadas subjetivasdel jui-cio, dentro de las cuales tantos otrosestán como encerrados,y reflexionasobre su propio juicio desde un pun-to de vista universal (que no puededeterminar más que poniéndoseen elpuntode vistade los demás).La ter-cera máxima, a saber: la del modode pensar consecuente,es la más di-

fícild e -alcanzar,y no puede alcan-zarse más que por la unión de lasdos primeras,y después de una fre-cuente aplicación de las mismas,con-vertido ya en destreza. Puede decir-se: la primera de esas máximases lamáximadel entendimiento; la segun-da, delIuicio; la tercera,de la razón.

Vuelvo a coger el hilo abandona-do por este episodio,y digo que elgusto puedeser llamado sensus com-munis con más derecho que el en-tendimiento sano, y que el Iuicio es-tético puede llevar el nombre de sen-tido común mcjor que el intelec-tual,1`1si s e quiere emplear la pala-

, _, ,

cia se llamó, en el siglo xvrtl, la phi-losophieo les lumières,esa época que,efectivamenteks e caracteriza, comodice Kant, por haber sometido los pre-juicios del pasado, la tradición, las cos-tumbres, la historia..., etc..., a lacrítica de la razón; la época de Vol-taire, Rousseau, los enciclopedìstas,Lessing, Kant mismo. «Aufklärung››significa propiamente aclaración o ilu-minación. (N. del T.)

~ ' Podria designarse el gusto porsensus communís zestlzeticus, yel en-tendimiento común humano por s e n s u . - >commums logzcus.

bra sentido para un efecto de lamera reflexión sobre el espíritu, puesentonces, por sentido se entiendeelsentimiento del p lacer.Podríase in-cluso definircl gusto, comofacultadde juzgar aquello que hace univer-salmentecomunicablenuestro senti-miento en una representacióndada,sin intervención de un concepto.

La capacidad de los hombres decomunicarsesus pensamientos,exigeuna relación de la imaginación y delentendimiento para asociar a losconceptosintuiciones, y a éstas, a suvez, conceptosque s e juntan en unconocimiento; pero entonces lacon-cordancia de ambas facultades delespíritu e s conforme a ley, bajo lapresión de determinadosconceptos.Sólo cuando la imaginación, en sulibertad, despierta el entendimiento.y éste, sin concepto,pone la imagi-nación en un juegoregular, entoncess e comunica la representación,nocomo pensamiento, sinocomo senti-mientointeriorde un estado del e s -píritu conforme a fin.

El gusto, pues, e s la facultad dejuzgar a priori la comunicabilidadde los sentimientos que están unidoscon una representacióndada (sinintervención de un concepto).

Si se pudiese admitir que la mer?

comunicabilidad de nuestro senti-niiento debe llevar consigo en sí yaun interés para nosotros lo cual,sin embargo,no hay derecho a con-cluir de la propiedad de un juiciomeramente reflexionante, podríaseexplicar entonces por qué el senti-mientoen el juiciode gusto e s exi-gido a cada cual, por decirlo así,como deber.

§ 41

Del interésempírico en lo bello

Q ue el juicio de gusto, medianteel cual algos e declarabello, no debetener interésalgunocomo fundamen-to de d-termífzaciórz.s e ha expuesto

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catrrca nar. juicio 2 7 3

bién éste vendríaa ser re resentadocomo el eslabón medio de una ca-dena de las facultadeshumanas apriori, de las cuales toda legislacióndebe depender.Del interésempírico

en los objetosdel gusto, yen el gus-to mismo,puede decirse tan sóloque, ya queeste últimos e abando-na a la inclinación, or muy refina-da que s e a ,s e puecfé aquí tambiénmezclarcon todas las inclinacionesy pasionesque en la sociedad alcan-zan su mayordiversidady su másalto grado, y el interésen lo bello,cuando se funda sólo en eso, puede

proporcionarsólo un tránsito muyequivocode lo agradable a lo bue-no. Pero hay motivo,en cambio,para indagarsi este tránsitono po-drá quizá ser favorecidomedianteel gusto, cuando éste últimoe s to-mado en su pureza.

§ 42Del interés intelectualen lo bello

Dieronpruebade buenas intencio-nes los que, queriendoenderezarha-cia el últimofin de la humanidad,hacia el bien moral, las actividadestodas a que el hombres e ve empu-

jadopor a interior-disposiciónnatu-ral, tuvieronpor seña de un buencarácter moral e l' tomar un interéspor lo belloen general. Pero no sinfundamentoles han objetadootros,apelando a la experiencia,que, vir-tuosos del`gusto, s e abandonan,nosólo a menudo, sino hasta general-mente, a pasiones vanas,capricho-sas y desastrosas,y que quizá menosque otros pueden pretendera la su-perioridad de la devoción a princi-pios morales,y así parece que el sen-timiento de lo bello no sólo (comolo e s ,en realidad)e s específicamen-te distinto del sentimientomoral,sino que tambiénel interésque conél se_puede unir e s difícilmente,yde ningúnmodo mediante interior

afinidad,enlazablecon el,moral.

Admito ciertamentede buen gra-do que el interésen lo bellodel arte(incluyendo en é l el uso artificial delas bellezasde la naturalezapara en-galanarse, y, por tanto, para la va-

nidad) no ofrece prueba algunadeque se posea un modo de pensar de-voto de principios morales o sola-mente inclinado a ellos; pero afir-mo, en cambio,que tomar un inte-rés inmediatoen la bellezade la na-turaleza (no sólo tener gusto paraiuzgarla), es siempre un signo dis-tintivo de un alma buena, y que,cuando ese interés es habitual y se

une de buen grado con la contem-placiónde la naturaleza,muestra almenos, una disposiciónde espíritufavorableal sentimientomoral. Hay,empero, queacordarse queaqui merefieropropiamentea las bellas ƒor-mas de la naturaleza,y que dejo aun lado, en cambio, los encantosque ésta suele tan pródigamenteen-lazarcon aquéllas,porqueel interésen éstos, si bien es inmediato, es, encambio, empírico.

El que solo (y sin intenciónde co-municarsus observacionesa otros)considerala bella figurade una florsalvaje,de un pájaro,de un insecto,etc. . _ , para admirarla,amarla, noqueriendo dejarde encontrarlaen lanaturaleza,aunque le costaraalgúndaño a s i mismoy aunque, d e s e rrdida, resuitara- alguna-utilidadgra él, e s e toma un intefés inme-diato y ciertamenteintelectualen labelleza de la naturaleza.Es decir,no sólo su productosegún la forma,sino la ex istencia delmismo le pla-ce, sin que un encantosensible ten-ga parte en ello o é l mismo enlaceaquí algún fin.

Pero aquí e s digno de notar quesi s e engañaraen secretoa e s eaman-te de lo bello y s e pusieran en elsuelo flores artificiales (que se pue-den hacer completamenteiguales alas naturales),o s e colgarande lasramas de los árboles ájarosartifi-cialmente tallados,y dléspuésdescu-briera él e l~engaño, 'deszìparecería

en seguida el interésinme iatoque

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274 MANUEL KANT

antes tomaba en todo aquello,peroquiza se encontrara en su lugar otro,a saber: el interésde la vanidaddeadomar con ello su cuarto para ojosextraños.La naturalezaha proçluci-do esa belleza: este pensamientodebe acompañar la intuición y lareflexión, y en é l sólo s e funda elinterés inmediatoque en aquella s etorna. Si no, queda o no un merojuiciode gusto, sin interésalguno,oun juicio unido con un interés me-diato, o sea referido a la sociedad,la cual no porporciona indicación al-guna segura sobre la manerade pen-sar moralmente buena.

Esa superioridadde la bellezana-tural sobre la del arte, que consiste ,aun cuandoéste sobrepujea aquéllasegún la forma,en despertarsola uninterés inmediato,concuerdacon elmás refinado y profundo modo depensar de todos los hombres quehan cultivados u sentimientomoral.Si un hombre que tiene gusto bas-tante para juzgar productos de lasbellas artes con la mayorexactitudy finura deja sin pena la estanciadonde s e encuentran esas bellezasque entretienen la vanidad y otrosgoces sociales,y s e vuelvehacia lobellode la naturalezapara encontraraquí, por decirloasí, voluptuosidadpara s u espíritu en una hilera depensamientos que no puede desarro-llar jamás completamente,entoncesconsideraremose s a su elecciónconalto respeto ysupondremosen él unalma bella, cosa a que no puede pre-tender perito nì aficionadoalgunode arte, por el méritodel interésquetoma en s u s objetos. ¿Cuáles e s ,pues, la diferencia de la apreciación

tan distinta de dos clases de objetosque, en el juicio del mero gusto,ape-nas si vendríana disputarseuno aotro la preferencia?

Tenemos, en el mero Inicioesté-tico, una facultad para juzgar sinconceptossobre formasy encontraren el mero juiciode las mismasunasatisfacción,que hacemos al mismotiemporeglapara cada cual, sin queeste juicios e fundeen interés algu-

no ni lo produzca.Por otra parte,tenemos también otra facultad, enun Inicio intelectual, de determinaruna satisfacción a priori para merasformas de máximas prácticas (encuanto se califican a si mismas porsí mismas para la legislación uni-versal), y esta satisfacción lahace-mos leypara cada cual,sin quenues-tro juicio se funde en interés algu-no, pero produciéndolo, sin embar-go. El placer o dolor, en el primerjuicio se llama el del gusto; en elsegundo, el del sentimiento moral.

Pero como interesa también a larazón que las ideas (para las cua-les, en el sentimiento moral, produ-ce ella un interés inmediato) tengantambiénrealidad objetiva,e s decir,que la naturaleza muestre, por lomenos,una trazao una señal de queencierra en si algún fundamentopara admitir una concordancia con-forme a ley entre s u s productosynuestra satisfacción, independientede todo interés (satisfacción que co-nocemosa priori comoley paracadahombre,sin poder fundarlaen prue-bas) , debe, pues, la razón tomar uninterés en toda manifestaciónnatu-ral de una concordanciasemejantea esa; por consiguiente,no puede elespíritureflexionarsobre la belleza

de la naturaleza,sin encontrarse,almismo tiempo, interesado en ella.Pero e s e interés e s , según la afini-dad, moral,y quien lo toma por .lobello de la naturaleza nopuede to-marlo más que en cuanto ya ante-riormentehaya fundadobien su in-teré s en el bien moral.A quien in-terese, pues, inmediatamentela be-lleza de la naturaleza,hay motivo

para sospecharen él, por lo menos,una disposición para sentimientosmorales buenos.

S e dirá que esta interpretacióndelos juiciosestéticos,en afinidadconel sentimientomoral,tiene un aspec-to demasiadoestudiado para tenerlapor la verdaderaexplicacióndel len-guaje cifrado,mediante el cual lanaturalezaen sus formas bellas noshable figuradamente.Pero, primero,

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cnírrcaD E L¡Utero 275

e s e interésinmediatoen lo bellodela naturalezano e s realmenteordi-nario, sino propio sólo de aquelloscuyomodode pensar, o está ya for-mado en el bien, o es particularrnen-

te susceptiblede e s a formación,yluego la analogía entre el juiciopuro de gusto, que, sin dependerdeinterésalguno,hace sentir una satis-facción, representándola al mismotiempo, a priori, como apropiada ala humanidad en general,y el juiciomoral, que hace precisamente lomismo, por conceptos, también sinclara, sutil ni premeditada medita-ción, conduce a un interés inmedia-to igualen el objetodel primeroqueen el segundo,sólo que aquéle s li-bre y éste e s un interésfundadoenleyes objetivas. Añádase además laadmiración de la naturaleza, ue semuestra en sus productosqbelloscomo arte,no de un modomeramen-te casual, sino,por'decirlo así, in-tencionadamente,según una ordena-ción conforme a ley y como finali-dad sin fin, y este fin, como no loencontramosexteriormente en partealguna, lo buscamos naturalmentedentrode nosotros mismos,en aquelque constituye el último fin de nues-tra existencia,a saber: en la deter-minación moral (la investi ación delfundamentode la posibilišadde s e -mejante finalidaden la naturalezas e tratará en la «Teleología››).

Q ue la satisfacciónen el“artebe-llo, en el puro juicio de gusto, noestá tan unida con un interés inme-diato como la que s e siente en lanaturaleza bella, e s también fácilde explicar,pues el arte e s : o unaimitación tal de ésta que llega has-ta la

ilusión,y entonceshace el efec-

to de belleza natural (tenida portal), o e s un arte enderezadocon in-tención visible a nuestra satisfac-ción, y entonces tendría lugar la sa-tisfacciónen e s eproducto,desde lue-go, inmediatamentel medianteel gus-to , pero no despertaríanada másque un interésmediatoen la causaque está a la base, a saber: en unarte quesólo por s u fin,' p e r onunca

en s í mismo, puede interesar. S edirá quizá que el caso es el mismoen un objeto de la naturaleza queno interesa por la belleza más queen cuanto se le ha emparejadocon

una idea moral;pero noeso, 'sino lapropiedad que tiene en sí misma, yque la califica para un empareja-miento semejante,y , por tanto, le esinteriormente propia, es lo que inte-resa inmediatamente.

Los encantosen la naturalezabe-lla, que s e encuentrancon tanta fre-cuenciamezclándose,por decirlo así,con la forma bella, pertenecen: o alas modificaciones de la luz (en elcolorido),o a las del sonido (en l o s ,tonos),pues estas son las únicassen-saciones del sentido que permitenno sólo sentimientosensible, sinotambién reflexión sobre la forma dee s a s modificacionesdel sentido, yencierran, por decirlo así, un len-guaje que nos comunica con la na-turaleza

y que parece tener unalto

sentido. Así, el color blanco del lisparece disponerel espíritua la ideade inocencia,y los otros colores, se-gú n el orden de los siete,.desde elrojo hasta el violeta,parecen dispo-ner: 1 9 a la idea de sublimidad; 1 2 ?de audacia; 3 ? de franqueza;4 ? deafabilidad; 5 9 de moderación; 69 defirmeza,y 79 de ternura. El cantode los pájaros anuncia la alegría yel cpntentode su existencia.Por lomenos, así interpretamosla natura-leza, sea o no esa su intención; peroe s e interés que aquí tomamosen labelleza.exigetotalmente que sea be-lleza de la natura leza,y desaparecedel todo tan pronto como se notaque se ha sido engañado y ue sóloe s

arte; de tal modo que él gusto,después, no puede ya encontrar ené l nada bello, ni la vista nada en-cantador. ¿Qué aprecian más lospoetas que el canto bello y fascina-dor del ruiseñor, en un soto solita-rio, en una tranquilanoche de vera-no, a la dulce luz de la luna? Encambio hay ejemplosde que donde

/no s e ha encontradoningúncantorsemejante, algun alegre hostelero,

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276 M A N U E LKmr

para contentara sus huéspedes,venidos a su casa para gozar del airedel campo, los ha engañadoescon-diendo en un soto a algún compadreburlón, que sabía imitar ese canto

como lo producela naturaleza (conun tubo o una caña en la boca);pero, conocidoel engaño,nadie con-sentirá en oír largo tiempoe s o ss o -nidos, tenidos antes por tan encan-tadores,y ocurre lo mismo con cual-quierotro pájaro cantor. Tiene quetratarse de la naturaleza misma o dealgo que nosotrostengamospor tal,para que podamos tomar en lo be-llo, como tal, un interés inmediato,y más aun si hemos de exigir de losdemás que también lo tomen en é l,lo cual ocurre,en realidad,a l.esti-mar nosotros comogroseros y poconoblesa quienesno tienen sentimien-to alguno de la naturaleza bella _pues así llamamosla capacidaddeun interés en su contemplación), y

s e atienen a la comidao a la bebi-da en el goce de meras sensacionesde los sentidos.

§ 43

Del arte en general

1 ? Arte s e distinguede naturaleza,como hacer(ƒacere)de'obraro pro-ducir en general (agere), y el pro-ducto o consecuenciadel primero,como obra (opus), de la segunda,comoefecto (eƒƒectus). ' `

Según derecho, debiera llamarsearte sólo a la roducciónpor mediode la libertad? e s decir, mediante

una voluntadque pone razóna

labase de su actividad,pues aunques egusta de llamaral productode lasabejas (los panales construidosconregularidad) obra de arte, ocurreesto sólo por analogíacon este últi-mo; pero tan pronto como s e ad-äuiere la convicción de que no fun-

an aquéllas su trabajo en una re-flexiónpropia de la razón, s e diceen seguidaque e s un productode su

naturaleza (del instinto), y sólo asu creadors e le atribuyecomo arte.

Cuando, al registrar un pantano,como suele ocurrir,s e encuentraunpedazode madera tallada,no s e diceque s e aun productode la naturale-za, sino del arte;su causa producto-ra ha pensadoun fin -a lcual debe suforma.S eve además un arte en todoaquelloque está constituidode talsuerte que, en su causa, una repre-sentaciónde ello ha debidoprecedera su realidad (como en las abejasmismas),sin que, empero,el efectopueda precisamenteser pensado porella; pero cuando se llama algo enabsoluto obra de arte, para distin-guirlo de un efectode la naturaleza,entonces s e entiende,en todo caso,por ello una obrade los hombres.

2 9 Arte,como habilidaddel hom-bre, distínguese también de ciencia(poder, de saber), como facultadpráctica de facultad teórica, comotécnicade teoría (como la agrimen-sura de la geometría); y entonces,lo que s e puede hacer,en cuantosólos e sabe qué e s lo que s e debe hacery así sólo s e conocesuficientementeel efectodeseado, no s e llama preci-samente arte. Cuando, a pesar deconoceralgo lo más completamenteposible,no por eso s e tiene en segui-

da la habilidadde hacerlo,entonces,y en tanto que ello e s así, perteneceeso al arte. Camper describe muyexactamente cómos e debe hacer elmejorzapato; pero-seguramentenopodía hacer uno solo.”

3? También sf? distingue arte deoficio:el primerollámase-libre; elsegundo puede también llamarsearte mercenario.Consideranel pri-mero como si no pudiera alcanzar

1 *En mi regióndice el hombrevul-gar, cuando s e le pro one un proble-ma, algo asicomo el del huevo-,d eColón:Eso no e s un arte, es sólo unaciencia. Quiere decir que, cuando s esabe, s e puede,*y ese -mismo dice, detodas las retendidas artes del presti-digitador.ias del bailarín en la cuer-da, en cambio, no dudará nunca enllarnarlasartes.

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c R f ' r 1 c AD E Ljuicio 2 7 7

su finalidad (realizarse),más quecomo juego,e s decir, como ocupa-ción que e s en si misma agradable,y al segundo considérasele de talmodo que, como trabajo, e s decir,

ocupaciónque en sí misma e s des-agradable (fatigosa) yque sólo e satractivapor su efecto (v.gr., la ga-nancia), puede ser impuesta por lafuerza. Si en la lista jerárquica delas corporaciones,los relojeros de-ben contarse como artistas, y, encambio, los herreroscomo artesanos,necesita eso de otro punto de vistapara ser juzgadoque el que aquí to-mamos, a saber: la proporción delos talentos que deban estara labase de una u otra de esas ocupa-ciones.-Queentre las llamadassieteartes libres puedan haberse enume-rado algunas q ue hay q uecontar en-tre las cienciasy otras tambiénquehay que comparar con oficios, escosa de que aquí'novoy a hablar;

pero que, sin embargo,en todas lasartes libres es necesario algo quehaga violencias,o, según s e dice,unmecanismo,sin el cual, el espiritu,que debe ser libre en el arte y ani-mar él solo la obra, no tendríacuer-po algunoy s e volatilizaría,no e smalo recordarlo (v. gr., en la poe-sia, la correccióndel lenguajey suriqueza,asi como la prosodiay me-dida de las sílabas),ya quealgunosnuevos educadores creen excitarlomejor posible un arte libre quitan-do de él toda sujeción,y convirtién-dolo,d e trabajo,en un mero juego.

§ 44

Del arte belloN o hay ni una ciencia de lo be-

llo, sino una crítica, ni una cienciabella, sino sólo arte bella, pues enlo que se refiere a la primera, debe-ría determinarsecientíficamente,e sdecir, con bases de demostración,sihay que tener algo' por bello o no;el juicio sobre belleza,si pertenecie-s e a la ciencia,no sería juicioalgu-

no de gusto. En lo que al segundotoca, una ciencia que deba, comotal, ser bella e s un absurdo, puescuando se le fuera a pedir, comociencia, fundamentosy pruebas, s e

vería uno despedidocon ingeniosassentencias (bons muts). Lo que haocasionado laexpresióncorriented ebellas cienciasno. es, sin duda algu-na, otra cosa que el haberse notadocon gran exactitudque para el artebello, en toda su perfección, se -re-quiere mucha ciencia, como, verbi-gracia, conocimiento de las lenguasantiguas,estar versadoen la lecturade los autores que pasan por clási-cos, historia,conocimientode las an-tigüedades, etc., y , por tanto, esasciencias-históricas,ya que constitu-yen la preparación necesaria y labase para el arte bello, y , en partetambién,porqueentre ellas s e con-prende también el conocimiento delos productos del arte bello (elo-

cuencia, poesía) han sido llamadasellas mismascienciasbellas,por unaimitaciónde palabras.

Cuandoel arte, adecuadoal cono-cimientode un objeto posible,eje-cuta los actos que s e exigen parahacerlo real,e s mecánico;pero sitiene como intención inmediata elsentimientodel placer, llámase arteestético. Este e s : o arte agradable,o bello. Es el primero cuando el fine s que el placer acompañe las re-presentacionescomo meras sensacio-nes; e s el segundo cuando el fin e sque el placer acompañe las repre-sentacionescomo modos de conoci-miento.

Artes agradables son las que sólotienen por fin el goce: entre ellas

s e comprendentodos los encantosque pueden regocijarla sociedadentorno a una mesa: contar entreteni-damente, sumir la compañíaen unalibre y viva conversación, disponer-la, por medio de la broma y la risa,en un ciertotono de jocosidad,don-de s e puede, según el dicho,charlara troche y moche,y nadie quiere serresponsablede lo que dice, porques e preocupa tansólo del actualpasa-

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2 7 8 M A N U E LK A N 1 *

tiempo, y no de una materia dura-dera para la reflexión y la repetición(aquí hay que referir también la ma-nera como la mesa está arregladapara el goce, otambién, en grandesbanquetes, la música que lo acom-paña, cosa maravillosa que, comoun ruidoagradable,entretienela dis-posiciónde los espíritus en la ale-gria, y que, sin que nadie ponga lamenor atención a su com-posición,favorece lalibre conversación de unvecinocon el otro). También aquiestán e n su sitiotodos los juegosqueno tienen en si más interés que ha-cer pasar el tiempo sin que s e note.Arte bello, en cambio, es un modode representaciónque por sí mismoes conforme a fin, y, aunque sin fin,fomenta, sin embargo,la cultura delas facultadesdel espíritu para la co-municación social.

La universal comunicabilidad deun placer lleva ya consigo, en suconcepto, la condición de que nodebe ser un placer delgoce nacidode la mera sensación, sino de la re-flexión, y así, el arte estét ico,comoarte bello,e s de tal índole,que tie-ne por medidae l juicio reflexionan-te y no la sensación delos sentidos.

§45

El arte bello e s arte en cuanto, almismotiempo,parece ser naturaleza

En un productodel artebellohayoue tomar conscienciade que e s artey no naturaleza; sin embargo, la fi-nalidad en la forma del mismo debeparecer tan libre de toda violenciade reglas caprichosas comosi fueraun productode la mera naturaleza.En e s e sentimientode la libertade nel juego de nuestras facultades deconocer,que al mismo tiempo debes e r , sin embargo, conformea fin,descansa aquel placer que sólo e suniversalmente comunicable,sin fun-darse, sin embargo,en conceptos.Lanaturalezaera bella cuando al mis-mo tiempo parecía ser arte, yel arteno puede llamarse bello más que

cuando, teniendonosotros conscien-cia de que es arte, sin embargo pa-rece naturaleza.

Pues podemos universalmentede-cir, refiéraseesto a la belleza natu-ral o a la del arte, que bello es loque place en el mero juicio (no enla sensación de los sentidos,ni me-diante unconcepto).Ahorabien: elarte tiene siempreuna determinadaintenciónde produciralgo; pero siello fuera una mera sensación (algomeramente subjetivo), ' que debieraser acompañadade placer, entonceses» .productono placeríaen el juiciomás que por medio del sentimientosensible. Si la intención, en cambio,fuera dirigida a la producción de undeterminado objeto, este objeto, sie s conseguidopor el arte, no podríaplacer másque por medio de con-ceptos. En ambos casos, empero, elarte no placería en el mero juicio,e s decirno placería-comobello,sinocomo arte mecánico.

Así, pues, la finalidaden el pro-ducto del' arte bello, aunque e s in-tencionada, no debe parecer inten-cionada,e s decir, el arte bello debeser considerado como naturaleza,por más que s e tenga conscienciade que e s arte. Como naturalezaaparece un producto del arte, contal de que s e haya alcanzado todaprecisiónen la aplicaciónde las re-glas, según las cuales sólo el pro-ducto puede llegara ser lo que debeser, pero, sin esfuerzo, sinque laforma de la escuela se transparen-te,“ sin mostrar una señal de quelas reglas las ha tenido el artistaante s u s ojos y han puestocadenasa s u s facultadesdel espíritu.

Q 40

Arte bello es arte del genio

Genio e s el talento (dote natural)que da la regla al arte.Comoel ta-

H «Sin que laforma de la escuelase transparente», añadido de la 2 ? y'3'f edición. (N. del T.)

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cnírrcaD E LJuicio 2 7 9

lento mismo, en cuanto es una fa-cultad ìnnatá productora del artista,pertenecea la naturaleza,podríamosexpresamosasí: genio e s la capaci-dad espiritual innata (ingenium)mediantela cual lanaturalezada laregla al arte.

S e ade esta definiciónlo que quie-ra, considéreselacomo arbitrariaoacomódeseal conceptoque s e tienecostumbre de unir con la palabragenio (lo cual s e explicaráen lospárrafossiguientes),puédese, desdeluego, demostrar ya que, según lasignificaciónaquí aceptada de lapalabra, las bellas artes deben nece-sariamente ser consideradas comoartes del genio.

Pues cada arte presuponereglasmediante cuya fundamentación tansólo puede un producto,si ha de lla-marse productode arte, representar-se como posible. Pero. el conceptodel arte bellono permiteque el _iui-

cio sobre la belleza de su productos e a deducido de regla alguna quetenga un conceptocomo base de de-terminación,que ponga, por lo tan-to, a su base un conceptodel modocomo el productos e a posible. Asi,pues, el arte bello no puede inven-tarse a sí mismo la regla según lacual debe efectuar su producto. Pero

comosin regla anteriorno puede unproductonunca llamarsearte, debela naturalezadar la re la al arte enel sujeto (y medianteFa disposiciónde la facultaddel mismo),e s decir,que el arte bello sólo e s posiblecomo productodel genio.

De aquí s e ve: 1 9 Q ue el genioe s un talento de produciraquellopara lo cual no puede darse regladeterminadaalguna,y no una capa-cidad de habilidad,para lo que pue-de aprenderse según alguna regla:por consiguiente,que originalidaddebe ser su primera cualidad;2 9Que, dado que puede también ha-ber un absurdooriginal,sus produc-tos deben ser al mismotìempomo-delos, e s decir, ejemplares; por lotanto, no nacidos ellos mismos de

Ia imitación,debiendo, sinembar-go, servira la de otros, e s decir, demedida o regla del juicio; 3 9 Q ue elgenio no puede é l mismo descubriro indicar científicamente cómo rea-liza s u s productos.sino due da laregla de ello como natura eza, y deaquí que el creador de un productoque debe a su propiogenio nosepaél mismo como en é l las ideas s eencuentran paraello,ni tenga poderpara encontrarlascuando quiere,osegún .un plan, ni comunicarlasaotros,en formade preceptos quelospongan en estado de crear igualesproductos (por eso, probablemente,se hace venir genio de genius, espí-ritu peculiardado a u -nhombredes-de su nacimiento, y que le protegey dirige,y de cuya presencia proce-derían esas ideas origina1es); 4 '?Q uela naturaleza,medianteel genio,pre-senta, la re_gla,no a la ciencia,sinoal arte, y aun esto. sólo en cuantoéste ha de ser arte bello.

§47

Aclaracióny confirmaciónde laanterior definicióndel genio

Todo el mundo está de acuerdoen

quehay que

oponertotalmenteelge-

nio al espiritude imitación. Ahorabien: como aprenderno e s más queimitar,la disposicióny aptitudparaaprender (capacidad) lamás altano puede, como tal aptitud, valerpor genio. Perocuando uno mismo,sin limitarsea recoger lo que otroshan hecho, piensao imagina e in-venta inclusovariascosas en el artey la ciencia,no por eso, sin embar-go, hay motivosuficientepara dar asemejante cabeza (a veces, fuerte)el nombre de genio, en oposicióncon el hombre que, por no podernunca hacer nada más que aprendere imitar, e s motejadode loro,1°por-

1 - >En alemán dice pincel. Esta ex-presión familiar s e opone a la de cabe-

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280 M ANUELKANT

que aquello hubiera podido seraprendido, y está, pues, en el cam i-no natural de la investigación y dela reflexión,según reglas, y no s edistingueespecíficamentede lo que

con laboriosidad,y mediantela imi-tación, puede ser ad uirido. Así,puede aprenderse todoíloque New-ton ha expuestoen su obra inmortalde los Principiosde la ƒilosoƒíadela naturaleza, por muy grande quefuera la cabeza requeridapara en-contrarlos;pero no s e puede apren-der a hacer poesías con ingenio,pormuy detallados que sean todos lospreceptosde la oé tica yexcelenteslos modelos de la misma. La causae s que Newtonpodría presentar, nosólo a sí mismo, sino a cualquierotro,en formaintuibley determina-da en su sucesión, todos los pasosque tuvoque dar desde los rimeroselementos de la geometríalilasta losmayoresy más profundosdescubri-

mientos;pero ni un Homeroni unWielandpuede mostrarcómo s e en-cuentrany surgen en su cabeza-susideas, ricas en fantasía,y al mismotiempo llenas de pensamiento,por-que él mismono lo sabe, y, por tan-to, no lo puede enseñar a ningúnotro. En lo científico, pues, el másgran inventor no se diferencia delaborioso imitadory del estudiante

más que en el grado, y, en cambio,se diferencia específicamentedel queha recibidopor la naturalezadotëspara el arte bello. No por eso, sinembargo,hay aquí menosprecioal-guno hacia e s o sgrandes hombresaquienesla especiehumanatiene tan-to que agradecer,frente a los favo-recidosde la naturaleza,en conside-ración de su talento para el arte be-llo. Precisamenteen que aquel ta-

za. Una cabeza e s un hombreque, sinser por eso genio, tiene, sin embargo,capacidadsu icientepara producir a godigno de aprecio. U n incel (hemostraducidoloro) e s un liombre dondeno hay más que la facultadmecánicade re etir lo dicho' o hecho por otros.(N. del T.)

lento está hecho para una perfecciónsiemprecrecientey mayor del cono-cimiento y de la utilidad que de é lsale, y para la enseñanzade e s o sco-nocimientos a los demás, en eso con-

siste su gran superioridad sobre losque merecen el honor de ser llama-dos genìos,porquepara éstos hay unmomento en que el arte se detieneal recibirun límitepor encima delcual no s e puede pasar, límitequizádesde hace tiempo ya alcanzado yque no puede ser ensanchado;ade-más, una habilidad semejante nopuede comunicarse, sinoque ha deser concedidapor la mano de la na-turaleza inmediatamente a cada cual,muriendo,pues, con él, hasta que lanaturaleza,otra vez, dote de nuevo,de igualmodo,a otro que no nece-sita más que un ejemplo para hacerque su talento, de que tiene cons-ciencia, produzca de la misma ma-nera.

Puesto que el dote natural debedar la regla al arte (como arte be-llo), ¿de qué clase e s ,pues, e s a re-gla? N o puede recogerse en unafórmulay servir de precepto,puesentonces el juiciosobre lo bello s e -ría determinablesegún conceptos;sino que la regla debe abstraerse delhecho, es decir, del producto en el

que otros pueden probar su propiotalento, sirviéndose de é l comomo-delo,no para copiarlo,sino para s e -guirlo.Es difícil explicarcómo estos e aposible.Las ideas del artistades-piertan ideas semejantesen su dis-cípulo,cuando la naturalezalo haprovisto de una proporción seme-jante de las facultadesdel espiritu.Los modelos del artebello son,Ä:ortanto, los únicosmediosde con uc-ción para traer el arte a la posteri-dad, cosa que no podría ocurrir pormediode meras descripciones(prin-cipalmenteen la rama de las artesde la oratoria), y aun, en éstas, sólolas que están en _ l ¢ H , g l 1 a sviejas,muertas y conservadas hoy sólocomosabias, puedenllegara ser clá-sicas.

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caíricx D E L¡Utero 281

Aunques e distinguen muchounode otro el arte mecánicoy el artebello,el primerocomo mero arte dela laborìosidad 'y del aprendizaje, yel segundo, del genio, no hay, sin

embargo,arte bello algunoen el queno haya algomecánico,que puedaser comprendidoy-ejecutadosegúnreglas, algoque s e pueda aprendercomo condición constituyente esen-cial del arte, pues algo debe ser allípensado como fin, que si no, no s epodría llamar arte a su producto, ysería un mero productode la casua-lidad;pero paradirigir un fin en laobra, se exigen determinadasreglasde que no 's e puede nadie librar.Ahora bien: como la originalidaddel talentoconstituyeuna parte esen-cial (pero no la única) del carác-ter del genio,creen espíritussuper-ficialesque, para mostrar'que songenios nacientes, no pueden hacernada mejorque desasirse de toda laviolenciade escuela de las reglas,creyendoque s e va más gallardoenun caballosalvaje que en uno deescuela. El genio puede sólopropor-cionar, para los productosdel artebello, un rico material,para cuyotrabajo posterior y para cuya formas e exige un talento formadoen laescuela, a fin de hacer de él un uso

que pueda fortificarseante el Iuicio.Pero cuando alguien hablay decidecomo un genio-en cosas de la másminuciosa investigación de larazón,resulta totalmente ridiculo;no s esabe bien si debe uno reírse más delcharlatán que esparce en su derre-dor tantohumo que incapacitaparajuzgarnada claro,pero por eso mis-

mo da más campoa la imaginación,

o del públicoque s e figuraingenua-mente que su incapacidadde cogery conocerclaramente esa obra maes-tra de la penetración,provienedeque se le ofrecennuevasverdadesengrandes masas, estimando,en cam-bio, el trabajo detallado (en expli-caciones adecuadas examen orde-nado de los principios) como cha-pucería.

§48

De la relación-del geniocon el gusto

Para el juicio de objetos belloscomo tales s e exigegusto; pero parael arte bello, es decir, para la crea-ción de tales objetos,s e exige genio.

Cuando s e considera el geniocomo talentopara el arte bello (quees la significación característicadela palabra),y s e le quiere analizar,bajo e s epuntode vista,en las facul-tades que deben venir juntas a cons-tituir semejantetaiento,e s necesario,previamente, determinar exactamen-te la diferencia entre la belleza dela naturaleza, cuyo juicio sólo ex igegusto, y la belleza artistica, cuyaposibilidad (que hay que tomar tam-biénen consideraciónen el juicio deun objetosemejante) exige genio.

Una belleza de la naturalezae suna cosa bella; la belleza'artísticae s una bella representaciónde unacosa.

Para juzgaruna bellezade la na-turalezacomo tal no'necesitotenercon anterioridadun conceptode laclase de cosa que el objeto deba ser,es decir, no necesitoconocer la fi-nalidad material(el fin), sino quela mera forma, sin conocimiento delfin, place por sí mismaen el juicio.Pero cuandoel objetoe s dado comoun producto del arte, y como taldebe ser declaradobello, debe enton-ces, ante todo, ponerse a su base unconceptode lo que debaser la cosa,porque el arte siempre presuponeun fin en la causa (y en su causali-

dad) y como la concordanciatru-tua de lo diversoen una cosa, conuna determinacióninteriorde ellacomo fin, e s la perfección de la cosa,deberá tenerse en cuenta en el jui-cio de la belleza artística tambiénla perfecciónde la cosa, la cual ioes cuestión en el juicio de una he-lleza natural (como tal). Es ciertoque, principalmente en el juicio delos objetos animados de la natura-

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282 M ANUEL KANT

leza, v . gr., del hombre o de un ca-ballo, s e toma en consideracióng e -neralmente la finalidad objetiva,para juzgar de la be llezade los mis-mos; pero entonces el juiciono e sya un juiciopuro estético,e s decir,un juicio de gusto; la naturaleza noe s ya juzgadacomo conaparienciade arte, sino en cuanto realmentee s un arte (aunque arte superhu-mano), y el juicioteleológicosirvede fundamentoy de condiciónal e s -tético, teniendoéste que tomaraquélen consideración. En tal caso, v . gr.,cuando s e dice: «Esa e s una mujerbella»,no se piensa,en realidad, otracosa sino que la naturaleza repre-senta bellamente en su figura los fi-n e s en el edificiofemenino,ptíesademás de la mera forma,hay quemirar más allá a un concepto,paraque el objeto,de e s emodo,s e apen-sado por medio de un juicioestéti-co lógicamentecondicionado.

El arte bello muestra precisamen-te su excelencia en que describecomo bellascosas que en la natura-leza serían feas o desagradables.Lasfurias, enfermedades,devastacionesde la guerra. etc., pueden ser descri-tas como males muy bellamente, yhasta representadasen cuadros; sólouna clase de fealdad'no puede serrepresentadaconforme a la naturale-za sin echar por tierra toda satisfac-ción estética,por lo tanto, toda be-lleza artística,y e s , a saber, la quedespierta asco, pues coino en e s aextraña sensación, que descansa enuna pura figuración fantástica, elobjetoe s representado comosi, pordecirloasí, nos apremiarapara gus-tarlo, oponiéndonosnosotros a ello

con violencia,la representacióndelobjetopor el arte no s e distingueya,en nuestra sensación de la naturale-za, de ese objeto mismo, y entoncesno puede yaser tenida por bella. Laestatuaria,como en sus productos seconfundencasi el arte y la natura-leza, ha excluido de sus creacionesla representacióninmediata de ob-jetos feos, y por eso permite repre-sentar, v. gr., la muerte (en un án-

gel bello), el espiritu de la guerra(en M arte),mediante una alegoríao atributo que producen un efectoagradable, por tanto, indirectamen-te tan sólo, y mediante una inter-

pretacìónde la razón,no comome-fos juiciosestéticos.C onesto basta para la bella repre-

sentación de un objeto que propia-mente no e s más que la formade laexposición de un conceptomediantela cual éste e s universalmentecomu-nicado. Pero dar e s a forma al pro-ducto del arte bello exige sólo gus-to; a éste, ejercitado y rectificadopreviamente con ejemplos diversosdel arte o de la naturaleza,refiereel artista su obra, y, tras varios y aveces laboriososensayos para con-tentarlo,encuentra la forma que lesatisface: de aquí que ésta no s e acosa de la inspiración0 de un e s -fuerzolibrede las facultadesdel e s -píritu, sino un retoque lento y mi-

nucioso para hacerlaadecuada alpensamiento,y, sinembargo,no per-judicara la libertaden el juego delas facultades.

Pero el gusto e s una facultaddeljuicioy no productiva,y lo que estáconforme con é l no por eso es pre;cisamente una obra del arte bello;puede ser un productoque pertenez-ca al arte útil y mecánico,o hasta ala ciencia,según determinadasreglasque pueden ser aprendidasy exacta-mente seguidas. La forma placente-ra, empero,que se da al producto essólo el vehículode la comunicacióny una manera, por decirloasí, depresentación,en cuya consideracións e permanece,en ciertomodo,libre,aunque, por lo demás, está unido

con un fin determinado.Así s e de-sea que el servicio de mesa o unaconferenciamoral, incluso un ser-món, tenga en sí e s a formadel artebella,sin que, sin embargo,parezcabuscada, pero no por eso se llamaráobra de las bellas artes; en cambio,una poesia, una música, una gale-ría de cuadros, si pueden contarseentre ellas, y así (puede percibirse,

en una obra que ebe ser obra del

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cRíTicADEL juicio 283

arte bella, a menudo genio sin gus-to; en otra,gusto sin genio.

-`

§49

De las facultades delespiritu queconstituyenel genio

De ciertosproductosde los cualesse espera que deban,en parte al me-nos, mostrarse como artebello, dí-cese que no tienene s íritu,1° aunqueen ellos, en lo que al)gusto s e refie-re, no haya nada que vitu erar. Unapoesía puede estar muy bieny sermuyelegante,pero sin espíritu.Unahistoria es exacta y está ordenada,pero sinespíritu.Un discursosolem-ne e s profundoy a la vez delicado,pero sin espíritu.Algunasconversa-ciones son entretenidas,pero sin. e s -píritu. De una muchachaincluso s edice: «Es bonita,hablabien,e s ama-

ble, pero sin espíritu.›› ¿Quée s ,

pues, lo que aquí s e entiendepor es-píritu?

Espiritu, en significación estética,s e dice del principio v iv ificanteenel alma; pero aquellopor medio delo cual ese principio vivifica el alma,la materia que aplica a ello, e s loque one las facultadesdel espíritucon finalidaden movimiento,e s de-cir, en un fuego tal que se conservaa si mismoy fortalecelas facultadespara é l.

Ahorabien: afirmoque e s e prin-cipio no e s otra cosa que la facul-tad de la exposiciónde ideas estéti-cas, entendiendopor idea estética larepresentaciónde la imaginaciónqueprovocaa pensarmucho,sin ue, sinembargo,pueda serle adecuadopen-samiento alguno, e s decir, conceptoalguno,y que, por lo tanto, ningúnlenguajeexpresa del todo ni puedehacer comprensible. Fácilmentes eve que esto e s lo que corresponde

1 ° Dice el texto alemán «Geist».Kant s e cuida, por lo demás, de darmás abajo una explicacióndel sentidoen que s e debe tomaraquí e s apalabra.(N . del T.)

(el pendant) a una idea de la razón,que e s , al contrario,un conceptoalcual nin una intuición (representa-ción de ãa imaginación) puede seradecuada.

La imaginación(comofacultaddeconocer productiva)e s muy pode-rosa en la creación,por decirloasi,de otra naturaleza, sacada de la ma-teria que la verdaderale da. N os en-tretenemos conella cuando la expe-riencias e nos hacedemasiadobanal;transformamosesta última, ciertoque por mediosiemprede leyes ana-lógicas., pero también según princi-pios que están más arriba, en la ra-zón (_ vque son para nosotros tannaturales como aquellos otros se-gú n los cuales el entendimientoaprehende lanaturalezaempírica).Aquísentimosnuestra libertadfren-te a la ley de asociación (que vaunida al uso empírico de aquellafacultad), de tal modo que, si bien

por ella la naturalezanos presta ma-teria, nosotros la arreglamos paraotra cosa, a saber: para algo distin-to que supere a la naturaleza.

Semejantes representacionesde laimaginaciónpueden llamarse ideas,de un lado, porque tienden, al me-nos, a algo q ue está por` encimadelos límites de la experiencia, y asítratan de acercarse a una exposiciónde los conceptosde la razón (ideasintelectuales), lo cual les da la apa-rienciade una realidadobjetiva;d eotro lado, y principalmente, porqueningún concepto puede ser adecua-do a ellas como intuiciones internas.El poeta s e atreve a sensibilizarideas de la razónde seres invisibles:el reino de los bienaventurados,el

infierno, la eternidad, la creación,etc. _ . Tambiénaquelloque cierta-mente encuentra ejemplos en la ex-periencia, v. gr., la muerte, la envi-dia y todos los vicios,y tambiénelamor, la gloria, etc., s e atreve a ha-cerlo sensìble en una totalidad deque no hay ejemplo en la natura-leza, por encima de las barreras dela experiencia, mediante una imagi-

nación,que quiere igualar el juego

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cRír1cAD E L¡vicio 285

mente servir de atributo a una re-presentación de los sentidos, y asívivificar esta últimacon la idea delo suprasensible, pero solamenteusando aquí lo estético,que va uni-

do subjetivamentea la concienciade esta última. Así, por ejemplo, dicecierto poeta, en la descripción deuna mañana hermosa: «M anabalaluz del sol como la paz mana de lavirtud.›› La conciencia de la virtud,aunque sólo por el pensamientoseponga uno en el lugarde un virtuo-so, extiendepor el alma una multi-tud de sentimientossublimes ycal-mantes y abre una perspectivasinlímitessobre un futuro alegre, queninguna expresiónadecuada con undeterminadoconceptoalcanza a ex-presar totalmente.”

En una palabra,la ideaestéticae suna representaciónde la imaginaciónemparejada a un concepto dado yunida con tal diversidad de repre-sentacionesparciales en el uso librede la -misma,que no s e puede paraella encontraruna expresiónque in-dique un determinado' concepto;hace, pues, que en un conceptopen-semos muchas cosas inefables,cuyosentimientovivifica las facultadesdeconocer,introduciendoespírituen ellenguajede las simples letras.

Así, pues, las facultadesdel espí-ritu cuya reunión (en cierta propor-ción) constituyeel genioson la ima-ginacióny el entendimiento.Sola-menteque comoen el uso de la ima-ginaciónpara el conocimiento, lapri-mera está bajo la sujeción del en-

1 8 Quizáno s e haya dichonada mássublime o no s e haya expresadounpensamiento con mayor sublimidadque en aquella inscripcióndel temploe Isis (la madre naturaleza):«Yosoytodo lo que es, lo que fue y lo queserá, y mi velo no lo ha alzado toda-vía ningúnmortal.››Segner usóesa ideaenuna viñeta llena de sentido;puestaen la portada de su Teoría de la natu-raleza,para llenara n t e sa s u discípulo,a quien estaba dispuestoa conducirae s e templo, de este temblor sagradoque dispone el espíritu a la atenciónsolemne.

tendimiento y som etidaa la limita-ción de acomodarsea los conceptosdel mismoy como,en cambio,en loestético es libre para, sin buscarlo,proporcionar, por encima de aque-

lla concordancia con los conceptos,una materia no desarrollada y`abun-dante para el entendimiento,a lacual éste,`ens u sconceptos,no pusoatención, y que, sinembargo, usano tanto objetivamentepara'el cono-cimiento como subjetivamente parala vivificaciónde las facultadesdeconocer, indirectamente,pues, tam-bién para conocimientos, resultaqueel genio consistepropiamenteen laproporción feliz,que ningunacien-cia puede enseñary ningunalaborio-sidad aprender,para encontraridea sa un concepto dado,y dar, por otraparte, con la expresiónmediante lacual la ' disposición subjetiva del es-píritu producida,pueda ser comuni-cada a otros como acompañamientode un concepto.Este últimotalentoe s propiamenteel llamadoespíritu,pues para expresarlo inefableen elestado del alma,en una cierta repre-sentación,y hacerlo universalmentecomunicable,'consista e s a expresiónen el lenguaje,en la pinturao en laplástica,para eso s e requiereuna ia-cultad de aprehenderel juego, -quepasa rápidamentede la imaginación,y reunirloen un concepto (quepre-cisamente por e s o e s original,y almismo tiempo instituyeuna nuevaregla que no ha podido ser deducidade principios algunoso ejemplospre-cedentes) que se deje comunicar sinimposición de reglas.

Si volvemos la vista a estos análi-sis de la definición dada más arribade lo que s e llama genio, encontra-mos: Primero: que es un talentopara el arte y no para la ciencia,lacual va precedidapor reglas clara-mente conocidasque deben deter-minarel procedimientoen la misma;Segundo:que comotalentoartísticopresuponeun determinadoconceptodel producto comofin, por tanto, en-

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286 MANUELKANT

tendimiento,pero tambiénuna (aun-que indeterminada)representaciónde la materia, es decir, de la intui-ción para la exposición de ese con-cepto, por tanto, una relación de la

imaginación al entendimiento; To r - _cero: que se muestra no tanto en larealizacióndel fin antepuestoen laexposición de un determinado con-cepto, como más bien en la elocu-ción o expresiónde ideas estéticasque encierran rica materia para ello,y, por lo tanto, representa la imagi-nación en su libertad de toda tutelade las reglas, y, sin embargo,comoconformeal fin de la exposicióndelconcepto dado, y, finalmente, Cuar-to: que la no buscada, nointencio-nada y subjetivafinalidad,en la con-cordancia libre de la imaginación conla legislación del entendimiento, pre-supone una proporción y disposiciónde estas facultadesque no puede serproducidapor obedienciaalguna a

reglas,sean estas de la cienciao seande la imitaciónmecánica, sinosola-mente por la naturaleza del sujeto.

Según todas estas suposiciones,e sel genio la originalidad ejemplar deldon natural de un sujeto en el usolibre de sus facultades de conocer.De ese modo,el producto de un ge»nio e s (en aquelloque en él e s deatribuir al genio y no al posibleaprendizaje o escuela) un ejemplo,no para la imitación(pues, en e s ecaso, s e perdería lo que e n él e s g e -nio y constìtuyeel espíritu de laobra), sino para que otro genio losiga, despertadoal sentimiento de supropia originalidad,para practicarla independencia de la violencia delas reglas en el arte, de tal modoque

éste reciba por ello mismo una re-gla nueva mediantela cual s e mues-tra el talento como ejemplar. Peroporqueel genio e s un favorecidodela naturalezay hay que considerarlosólo como un fenómeno raro, suejemplo producepara otras buenascabezas una escuela, e s decir, unaenseñanza metódìcasegún reglas, encuanto éstas han podido sacarse deaquellosproductos del espíritu y de

su característica;y, _ e ne s e sentido,e s el arte bello para éstos una imi-tación, para la cual la naturaleza,por medio de un genio, ha dado laregla.

Pero esa imitación vienea ser ser-vilismo 1 9cuando el discípulo lo re-produce todo, hasta aquelloque elgenio ha tenido que dejar pasarcomo deformidad, porque no podíasuprimirlo sin debilitar la idea; sóloen un genio e s ese atrevimiento me-ritorio, y cierta audacia en la expre-sión y, en general,algúnapartamien-to de la regla ordinaria,le está bien,pero no e s ello digno,en modo al-guno, de ser imitado, sino que sigueen si siendo siempreun defectoquese debe tratar de suprimir, pero fren-te al cual el genio tiene, por decirloasí, un privilegio, porque lo inimita-ble de su impulso espiritual sufri-ría con una temerosa prudencia. Elamanerar e s otra especie de servi-

lismo,a saber: el de buscar la meracaracterística, en general (origina-lidad), para alejarse de los imitado-res tanto .como sea posible, pero sinposeer el talento de ser en ello a lavez ejemplar. Hay ciertamente dosmodos (modus) de componer suspensamientos en la presentación:uno, llamado manera (moduscesthe-tícus);el otro,método (modus logi-cus), diferenciándose uno de otro enque la primerano tieneotra medidaque el sentimientode la unidad enla exposición,y el segundo sigue enello determinados principios; parael arte bello sólo vale la primera.Pero amanerado se dice de un pro-ducto del arte cuando la presenta-ción de su idea busca lo extraño yno se hace adecuada a la idea. Lobrillante (preciosismo), lo altisonan-te, lo afectado,queriendo distinguir-se, pero sin espíritu, de lo ordinario,e s parecido a la conductade aquelde quien s e dice que s e oye hablaro que va y vienecomo si estuviera

1 ° En el texto dice Nach䃃ungimi-tación a la manera de los monos. Lapalabra francesa síngeríe traduce exac-tamentee s a expresión.(N .del 'T.)

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288 MANUELKANT

tres modosde la expresiónconstitu-ye la completa comunicación del quehabla, pues pensamientos,intuicióny sensación son, mediante ellos, almismotiempo,y en conjunto,trans-

feridos a los demás.Hay, pues, sólo tres clases dife-rentes de bellas artes las de la alap -bra, las de la formay el arte del jue-go de las sensaciones (como impre-siones exteriores de los sentidos).También'podría arreglarseesta divi-sión en forma de dicotomía, divi-diendo el arte bello en el de la ex -presiónde los pensamientosy el dea s intuiciones,y éstas, a su vez, s e -gú n su forma y su materia (la sen-

sación).Pero entoncespareceríade-masiado abstractay no tan adecua-da al concept_oordinario.

1 9 Las artes de la palabra son:oratoriay poesía. Oratoriae s el artede tratarun asunto delentendirnien-to como un libre juego de la imagi-

nación; poesía e s el arte de condu-cir un libre juego de la imaginacióncomo un asunto del entendimiento.

El oradoranunciaun asunto y loconducecomo si fuera sólo un juegocon ideas para entretenera los e s -pectadores.”El poeta anunciasóloun juegoentretenidocon ideas, y deé l surge tanto para el entendimiento

como si hubiese tenido la intenciónde tratar un asunto de éste. El en-lace y armonía de ambas facultadesde conocer, la sensibilidad y el en-tendimiento, que no pueden, desdeluego, pasar una sin otra, pero quetampoco se dejan reunir sin violen-cia y daño recíproco, no debe ser in-tencionado,y debe parecer encajarasí de suyo;si no, no es el arte bello.

De aquí que todo lo buscado y me-ticuloso deba ser evitado en é l, puesel arte bello debe ser libre en doblesentido: tanto en el de que no es untrabajo u ocupación pagada, cuyovalors e deja juzgarsegúnuna medi-da determinada y se -impone o sepaga, como en el de que el espíritu,

2 2 En la 1 *edicióndice «auditores».(N. del T.)

si bien s e ocupa, lo hace, sin embar-go, sin mirar más allá hacia otro fin(independientemente del salario), yse siente satisfechoy despierto.

Así,pues, el oradorda, desde lue-go, algo queno promete,a saber: unjuego entretenido de la imaginación,pero perjudica también a algo quepromete y que es el asunto anuncia-do, a saber: ocupar el entendimien-to conformemente a fin. El poeta,en cambio, promete poco y anunciasólo un juego con ideas, pero realizaalgo que es digno de ocupación, asaber: proporcionar, jugando, ali-mento al entendimientoy dar vidaa sus conceptospormediode la ima-ginación;por tanto, aquélda, en elfondo,menos, y éste más de lo quepromete.”

2 ? Las artes de la formao de laexpresiónde las ideas en la intuiciónsensible (no por medio de represen-taciones de la mera imaginación ex -

citadas por las palabras) son: o dela verdadsensible,o de la aparienciasensible. La primera llámase plásti-ca; la segunda, pintura. Ambas ex -presan ideas con figurasen el espa-cio; aquélla hace figuras cognosci-bles para dos sentidos,la vista y eltacto (aunqueen este últimosin in-tenciónde be1leza);esta sólo parael primero. Laidea estética(arche-typon, modelo)está en ambas a labase de la imaginación,pero la fi-gura que constituyela expresióndeesa idea (ektypon, copia) es dada, oen su extensióncorporal (como elobjeto mismo existe), o . según elmodo como éste se pinta en el ojo(según su apariencia en una super-ficie), y aun en el primercaso s e

pone comocondicióna la reflexióno la relacióna un fin real, o sólo laapariencia del mismo.

En la plástica, como primer modode las artes de la forma, entran laescultura y laarquitectura.La pri-mera e s la que exponecorporahnen-

2 3 Desde «por tanto,aquél da. . .››,e s un añadidode la 2 ? y 3 ediciones.(N . del T.)

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cRí'rrcAD E L¡vicio 289

te conceptosde cosas, tal como po-drían existiren la naturaleza (comoarte bello,teniendo,sin embargo,encuenta la finalidadestética);la s e -gunda es el arte de exponerconcep-tos de cosas que sólopor el arte sonposibles, y cuya forma tiene comofundamento de determinación, no lanaturaleza, sino un fin arbitrario, yha de ser para ello, sin embargo,almismo tiempo, estéticamente,con-formea fin. En la segunda,un cier-to uso del objeto del arte es lo prin-cipal,'y a él, comocondición,subor-dínanse las ideas estéticas.En la pri-mera, lamera expresiónde ideas e s -téticase s la intenciónprincipal.Así,estatuas de hombres,dioses, anima-les, etc. . ., pertenecena la primeraclase, y , en cambio, templos,edifi-cios magníficospara reunionespú -blicas,o tambiénhabitaciones,arcosde triunfo, columnas, mausoleos,etc. . ., erigidospara honrar una me-

moria, pertenecena la arquitectura.Hasta los utensiliostodos de la casa(el trabajodel carpinteroy otras co-sas semejantes para el uso) puedencontarse en é sta, porque lo esencialde un edificiolo constituye laaco-modacióndel productopara un cier-to uso, y , en cambio, una meraobrade figuraque no está hechamás quepara la intuicióny debe placer porsí misma, e s , como exposicióncor-poral, mera imitación de la natura-leza, aunque, sin embargo, tieneencuenta las ideas estéticas, pues enellas la verdadsensible no puede irtan lejos que c e s ela cosa de apare-cer arte y producto de la voluntad.

El arte de la pintura, como segun-do modo', delas a r- t e sde la forma,que exponenla aparienciasensible,unida, por el arte, con ideas, lo di-vidiría yo en el de bello retrato dela naturaleza y el de bello arreglo desus productos. El primero sería lapinturapropiamente;el segundo, lajardinería,pues el primero no damás que la aparienciade la exten-sión corporal;el segundo,si bien daesta extensión,según la verdad,noda, en cambio,más que la aparien-

cia de la utilización y empleo(paraotros finesque el mero juego e laimaginación en la contemplación desus formas.”El ú ltimono e s otracosa más que el adorno del suelo

con la misma diversidad (hierbas,flores, arbustos y árboles, hastaaguas, colinas y valles) con que lanaturalezalo presenta a la intuición,sólo quecompuestode otro modo yadecuadoa ciertas ideas. Pero la be-lla composiciónde cosas corporalesse da también sólo para la vista,como lapintura; el sentido deltactono puede proporcionar representa-ción alguna intuiblede semejanteforma.C on la pintura,en el sentidoamplio, pondríayo tambiénel ador-no de las habitacionescon papelespintados, molduras y todo bello mo-biliario que sólosirve parala vista;igualmenteel arte de los trajes, : a e -gú n el gusto (y los anillos,tabaque-ras, etc.); pues un jardín con floresde todas clases, un cuarto con todaclase de adornos (inclusoel atavíomismode las damas),constituyene nuna fiesta una especie de cuadroque, como los propiamentellamadosasí (los que no tienen la intención

2 * Q ue la jardineríapueda conside-rarse como una especie de arte de la

pintura,aunque exponesus formascor-poralmente,parece extraño.Pero comotenia realmentesus formas de la natu-ralez a (los árboles,zarzas, hierbas yflores, sacadas del bosque y del cam-po, al menos al principio), en e s e sen-tido, no e s , como la plástica, arte, ycomo notiene tampoco conceptoalgu-no del objetoy - s u fin (como,v. g., laarquitectura) como condición de sucomposición,sino sólo el libre juego

de la imaginación en la contemplación,por eso en e s esentido, vienea juntarsecon la pintura meramente estética cueno tiene tema determinado alguno(compone aire, tierra, agua, que agra-dan por medio de la luz y la sombra).En general, juzgará el lector esto sólocomo un ensayo del enlace de las be-llas artes, bajo un principio que s e aeste, v. gr., el de la expresiónde ideasestéticas (segúnla analogía de un len-

guaje),y no lo considerarácomo unadeduccióntenida por definitiva.

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290- M ANUELKAN1

de enseñar, v . gr., historia o cono-cimiento de la naturaleza), no estáahí más que para la vista, para en-tretener la imaginación en libre jue-go con ideas y ocupar el juicio esté-tico sin fin determinado. Por muy di-versa que sea mecánicamente laobramaterial en todo ese adomo, y aun-que exija artistas totalmente distin-tos. sin embargo,el juicio de gustosobre lo que en ese arte sea belloestá detemiinado de una sola mane-ra , a saber: juigar sólo las formas(sin consideración a un fin) talcomo s e ofrecen a la vista, aisladaso e ncomposición._ vsegún el efectoQ u ehacen e n la imaginación.Peroque el arte de la forma pueda serasimilado (según la analogía) conlos gestos y ademanes del hablar. s ejustifica, porque,el espíritu del artis-ta, medianteesas figuras. da una ex-presión corporal de lo que ha pen-sado y de cómo lo ha pensado y

hace que la cosa misma hable,pordecirlo asi. mímicamente, juego muycorriente de nuestra fantasía,que daa las cosas sin vida un espíritu aco-modado a su forma y que habla enellas.

3 ? El arte del bello juego de lassensaciones-(éstas son .producidasdefuera, y aquel juego debe, sin em-bargo, dejarse comunicar universal-mente) no puede referirse a otracosa sino a la proporción de los di-ferentes grados de la disposición(tensión) del sentido a que pertene-ce la sensación,es decir, al tono delmismo, y, en e s a extensa significa-ción de la palabra, puede dividirseen el juego, mediante el arte, de lassensaciones del oído y de la vista,

por tanto, en música,y arte de loscolores. Es notable que estos dossentidos,además de la receptividadde impresionesnecesaria para reci-bir de fuera conceptos de objetosmediante ellas, son además capacesde una sensación particular unidacon ellas, de la que no se puedeexactamenteresolversi a su base tie-ne el sentidoo la reflexión,y e s denotar también que esa afectividad, a

veces, sin embargo,puede faltar, nosiendo el sentido, por lo demás,nada defectuosoen lo quejse refie-re a su uso para conocimientodelos objetos, s inohasta excelentemen-

te fino. Es decir, no se puede decircon seguridadsi un color o un tono(sonido) son sólo agradablessensa-ciones, o si ya en sí son un bellojuego de sensaciones, y, como tal,llevan consigouna satisfacción sobrela forma en el juicio estético.Cuando se piensa en la rapidez de lasvibraciones de la luz y, en el segun-do caso, del aire, que verosímilmen-te sobrepuja,con mucho,toda vues-tra facultad de juzgar inmediatamen-te, en la percepción,la proporciónde las divisiones del tiempo hechaspor ellas; se debiera creerq ue sóloel efecto de esas vibraciones es sen-tido en las partes elásticasde nues-tro cuerpo, pero que no se nota ladivisión del tiempo hecha por ellas,

nis e

pone'en juicio,

y,por tanto,

que con los colores y los sonidossólo va unido agrado y no bellezade su composición. Pero, en cambio,primero: si s e piensa en lo que s epuede decir matemáticamentesobrela proporciónde e s a svibracionesenla músicay en su juicio, y se juzgael contraste de los colores,como e sjusto, según la analogía con esto úl-timo; segundo: si se consultan losejemplos, raros,desde luego,de hom-bres que conla mejorvistadel mun-do, o con el oído más fino, no hanpodido distinguir colores o sonidos.y si s e consideran también los .quepueden percibir una cualidad cam-biada (no sólo del grado de la sen-sación) en las diversas tensiones de

la escala de los colores y de los so-nidos, y, además, _que el número delas mismas es determinado para di-ferenciasconcebíbles,entonces ha deverse uno obligado a considerar lassensaciones de ambos, no como meras impresionessensibles,sino comoel efectode un juiciode la formaenel juego de muchas sensaciones. Ladiferenciaque una u otra opiniónproduceen el juicio del fundamento

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cníricx D E Ljuicio 291

de la música cambiaría, empero, ladefinición, sólo en que habría quedefinirla, o bien como el juego be-llo de las sensaciones (mediante el

_oído), y así lo hemos hecho,o como

'el juego de sensaciones agradables.Sólo según la primera clase, de defi-nición será representada la músicatotalmente como arte bella; según lasegunda, en cambio, como arte agra-dable (por lo menos, en parte).

§52

De la unión de las bellas artesen uno y el mismoproducto

La oratoria puede estar unida conuna exposición pictórica de sus su-jetos, comode sus objetos, en unaobra de teatro; la poesía, con la mú -sica, en el canto, peroéste, a su vez,con una exposiciónpictórica (tea-tral), en una ópera, y eljuego de lassensaciones, enuna música, con el'uegode las figurasen el baile.Tam-biénpuede laexposiciónde lo subli-me, en cuanto perteneceal arte be-llo, reunirse con la belleza en unatragedia versiƒicada,en un poemadidáctico,en un oratorio,y en estasunionesel arte bello e s aú n más ar-tístico; pero puede dudarse,en algu-no de esos casos, de que también seamás bello (porque tan diversasy di-ferentes especies de satisfacción secrucen recíprocamente). Sin embar-go, en todo arte bello, lo esencialestá en la forma, que es conformea fin para la contemplación y parael juicio, en donde el placer es almismo tiempo cultura, y que dispo-

ne el espíritu para ideas, proporcio-nándole,por-tanto,receptividadparavariosplaceres y entretenimientos,yno en la materiade la sensación (enel encantoo en la emoción),en don-de se trata sólo de goce, que no dejanada en la idea y embotael espíritu,produciendo poco a poco2 5asco del

25.«Pocoa poco», añadido en la 2¡y 3' edición.--(N. del T.)

objeto, y tomando el alma, por laconsciencia de su disposición con-traria al fin en el juiciode la razón,descontenta consigomisma y capri-chosa.

Cuando las bellas artes no sonpuestas, de cerca o de lejos, en rela-ción con ideas morales que,solas,llevan consigouna satisfacción ìndependiente, su suerte es, al fin, esamisma. Sirvenentonces sólo- de distracción, de que más se vienea estarnecesitadocuantomás s e usa de ella,para echar fuera el descontentodelespíritu consigomismo, con lo cualse hace este aun más inútil y másdescontentode sí. En general,las be-llezas de la naturaleza son, paraaquella otra intención,las más pro-vechosas,cuando s e ha acostumbra-do uno temprano a contemplarlas,juzgarlasy admirarlas.

§53

Comparacióndel valorestéticode las bellas artes entre si

Entre todas, mantiene la poesía(que debe casi completamenteal ge-nio su origen y requiere menos queninguna ser dirigida por preceptoso

ejemplos) el primer puesto. Ex-tiende el espíritu, oniendo la irna-ginaciónen libertad),y dentrode loslímitesde un concepto dado, entrela ilimitada diversidad de posiblesformas que con é l concuerdan, ofre-ce la que enlaza la exposición delmismo con una abundancia de pen-samientos a la cual ninguna expre-sión verbal es enteramenteadecua-

da, elevándose así, estéticamente,hasta ideas. Fortaleceel espíritu,ha-ciéndole sentirsu facultadlibre,e s -pontánea,independientede la deter-minaciónde la naturaleza,de con-siderar la naturaleza y juzgarla comofenómeno,según aspectosque ellano ofrece por sí misma, ni para elsentido ni para el entendimiento enla experiencia,y de usarla así parael fin y, por decirloasí, comoesque-

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9 ; ' a 1 q ç s u s suççogsodxaeun ap o g p›auI Jod opexdea g u ' o 1 u a g u r g p u : a 1 u : _ - ›[9 ua ssmnugsugnas : - ›pou Á 'owagm-gpuama ¡sps s Á a [uoa opmnoa ap Áeuuo; e ¡ ugãas 'uçgaeuçãemg_ e [uoaop1ua1:-muso3sn[oxsm un 1 2 1 2 1 11 9 1-'snb elepap 2 1 1 3' s 1 u a u 1 e 1 s a u § sÁ ep-elpoqsumo opoa e;saod B 1ug 'ep-stpxsdnsesopggun aun sp melasseqoadsos B 1a 1 u a L u e 1 s 1 d u 1 o : ›.lgnnsspuapend ou 'Jona [s A ogapx 1 9 .Ipq

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cnírics D E L¡vicio 295

e inclusoen el deleitemismo;y e s edeleite puede crecerhasta la emo-ción, aunque en el objeto mismo notomemos interés alguno, por lo me-nos ningunoque esté en proporcióncon el grado de aquél.Podemos di-vidir e s o sjuegos en juego de azar,juego del sonido y juego delpensa-miento.El primeroexigeun interés,s e ade la vanidad,s e ade la utilidadpropia,pero que no e s , ni con mu-cho, tan grandecomo el interésenel modo como tratamos de propor-cionámoslo; el segundo exigesólo elcambiode las sensaciones,cada unade las cuales tiene s u relaciónconla emoción,sin tener el grado deuna emoción,y excita ideas estéti-c a s ; “el terceronace sólo del cambiode representacionesen -el juicio, me-diante las cuales no se produce pen-samiento algunoque lleve consigoalgún interés,pero el espíritu es, sinembargo,vivificado.

Cuándeleitososdeben ser los jue-gos, sin que. haya necesidadde po-ner a su base una intenciónintere-sada, lo muestran todas nuestras s o -ciedades de noche, pues casi ningu-na puede entretenerse sin juego.Pero las emocionesde esperanza,te-mor, alegría, cólera,desdén, jueganallí también, cambiando a cada mo-mento su papel, y son tan vivas que

por ellas, como por un movimientointerior, todo el negocio de la vidaparece ser favorecido en el cuerpo,como lo demuestra la vivacidaddelespíritu, producida por ello, aunqueni s e ha ganado ni s e ha aprendidonada. Pero como el juego de azarno e s ningúnjuego hermoso,vamosa dejarloaquí a un lado. En cam-bio,.músicay tema para la risa, sondos clases de juego con ideas estéti-cas, o tambiéncon representacionesdel entendimiento, mediantelas cua-les, al fin, nada e s pensado, y quesólo pueden deleitarpor su cambio,aunque vivamente;por lo cual dana conocer bastanteclaramente quela animaciónen ambas e s meramen-te corporal, aunque excitada por

ideas del espíritu,y que el senti-

mientode la salud,medianteun mo-vimiento de las entrañas correspon-dientes a aquel juego, constituyetodo el deleiteque una sociedadale-gre aprecia como tan fino y espiri-tual. N o el juiciode la armonía enlos sonidos o en los rasgos ingenio-sos, que, con su belleza,sirve sólode vehículonecesario,sino la vitali-dad favorecidaen el cuerpo,la emo-ción que mueve las entrañas y eldiafragma,en una palabra, el senti-miento de la salud (que sin seme-jantes ocasiones, por lo demás, no's e de_jasentir),e s lo que constituyeel deleite que en ello s e encuentra,pudiéndosecon el alma tambiénlle-gar hasta el cuerpo y usar aquéllacomo médicode ésta.` En la música,ese juego va de, lasensación del cuerpo a las ideas es-téticas (de los objetos para emocio-nes), y de éstas vuelve después denuevo hacia atrás, al cuerpo, perounido con más fuerza.En la broma(que, comola música,merece con-tarse más bien .entre las artes agra-dables queentre las bellas) comien-za el juego por los pensamientos,que todos juntos, en cuanto quie-ren expresarse sensiblemente,ocu-pan también el cuerpo,y al relajar-s e , de pronto, el entendimientoenesa exposición, en donde no encuen-tran lo esperado, siéntese el efectode ese relajamiento en el cuerpo,mediante una vibración de los órga-nos, que favoreceel restablecimien-to de su equilibrioy tiene en la s a -lud un efecto bienhechor.

En todo lo que deba excitarunarisa vivay agitada tiene que haberalgúnabsurdo (en lo cual el enten-dimientono puede encontrar porsísatisfacciónalguna).La risa e s unaemociónque nace de la súbitatrans-formación de una ansiosa espera ennada. Precisamentee s a transforma-ción,que para el entendimiento,s e -guramente,no e s cosa que regocije,regocija, sin embargo, indirectamen-te, en un momento,con gran viva-cidad. Así es ue la causa debe con-

sistiren el influjo de la representa-

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296 MANUELKANT

ción sobre el cuerpoy el e fectorecí-procode éste sobre elespíritu,y no,por cierto, en cuanto la representa-ción es objetivamente un 0 jeto deldeleite (pues ¿cómo puedeuna e s -

pera fallida deleitar?), sino solamen-te porque, como mero juego de re-presentaciones,produce un equili-brio de las facultadesvitalesen elcuerpo.

Cuandoalguiencuenta queun in-dio, viendo,en la mesa de un in-glés, en Surate, abriruna botelladeale y salir toda la cerveza transfor-

mada en espuma, mostró su granadmiración con muchasexclamacio-nes, y que a la preguntadel inglés:«¿Qué es lo que aquí es tan de ad-mirar?››,contestó: «N o me admirode que salga, sino de cómo la ha-bréis podido meter», reímos y nosda un gran placer, no porque nosencontremos más inteligentes queese ignorante, ni sobre alguna otra

cosa que el entendimientonos haganotar en el caso como satisfactoria,sino que nuestra espera estaba entensión y desaparece de pronto enla nada; o cuandoel herederode unparienterico,queriendoarreglarcongran solemnidadel entierrode éste,s e quejade que nole salga ellobien,«pues (como dice) cuanto más di-nero doy a mis gentes del duelo paraque parezcan afligidas,más alegrescaras ponen»,reímosrecio,y el mo-tivo de ello está en que una esperase transforma de pronto en nada.Hay que notar bien que debe trans-formarse, noen el positivocontra-rio de un objeto esperado,pues estoes siempre algo,y a menudo puedeentristecer,sino en nada. En efecto:cuando alguien,al contaruna histo-ria, excita en nosotros gran interés,y, al terminar,vemos en seguida lafalta de verdad de la misma, nosproduce ello desagrado; como, v.gr., la historia de gente que, por unagran aflicción, se dice que han en-canecido en una noche. En cambio,cuando, paracontestara semejantesrelatos, otro gracioso cuenta, conof-nn lnn ('lP. ('l€l'3llBS_ la HHÍCCÍÓII dC

un mercader que, volviendo de lasIndiasa Europacon toda su fortunaen mercancías, se vio obligado aecharlo todo por la borda, duranteuna tempestad,y se apenó de tal

suerte que en la misma noche enca-neció su peluca, nos reímos y nosregocijamos,porque nuestra propiaequivocaciónsobre un objeto quepor lo demás nos e s indiferente,omás bien la idea que seguimos,lahacemos saltar acá y allá, durantelargo rato, como una pelota,creyen-do tan sólo quela cogemosy la re-tenemos. Aquí no e s la confusiónde un mentiroso 0 de un mentecatolo que despiertael deleite,pues e s aúltima historia, contada por sí consupuesta seriedad, haría reír a unasociedad,y aquél,en cambio, no se-ría digno,generalmente,de atención.

Es también dignode notarque, entodos esos casos, la broma debesiempreencerrar en sí algo que pue-

da engañar por un momento; deaquí que, cuando la aparienciades-aparece en la nada, el espírituvuel-ve a mirarhacia atrás para probar-la de nuevo, y así, por medio detensión y distensiónsucesivas y rá-pidas, e s lanzadoacá y allá y sumi-do en una oscilaciónque, alsoltarsede pronto (y no poco a poco) loque, por decirlo así, tiraba de lacuerda, debe causar un movimientodel espíritu y un movimiento inte-rior _del cuerpo que armonice con é l,que s e prolonga,involuntariamente,y produce cansancio,pero tambiéndiversión(efectosde un movimien-to que contribuye a la salud).

Pues si se admite que con todosnuestros pensamientos, al mismo

tiempo,va unido armónicamenteal-gú n movimientoen los órganos delcuerpo, s e comprenderá bastantebien cómo a aquelsúbitocambiodelespíritu,yendode uno a otro puntode vista para considerarsu o jeto,pueda corresponder una'sucesivaten-sión y distensión de las partes elás-ticas de nuestras vísceras (como laque sienten las gentes cosquillosas),que s e comunicaal diafragma,y en

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cnírrcsD E Ljuicio 2 9 7

la cual los pulmonesexpelenel aireen rápidos y sucesivos golpes, pro-duciendo para' la salud un movi-mientoprovechoso,que e s solamen-te, y no lo que en el espíritu ocurre,

lacausa

propiadel

deleiteen

unpensamientoque, en el fondo, norepresenta nada. DecíaVoltairequeel cielo nos había dado dos cosascomo contrapesoa las mu-chaspenasde la vida: la esperanzay el sueño.”Hubierapodidoañadir larisa, si e s -tuvierantan a mano los mediosparaproducirlaen gentes razonables,y sino fueran la broma, o la originali-dad del humorque s e exigen paraello, tan raras como frecuentee s eltalento de imaginar cosas que des-trazan la cabeza, comohacen los s o -ñadores místicos, vertiginosas,comolos genios, o que parten el c a r a - _z ó n , ` 2 °como los sensibles novelistas(tambiénlos moralistassentimenta-les).

S e puede, pues, en mi opinión,concedera Epicuro que todo placer,aunque s e a ocasionadopor concep-tos que despiertanideas estéticas,e sanimal, es decir, e s sensación corpo-ral, sin por e s odañar en lo más mi-nimo al sentimientoespiritualdel

2 8 l-le aquí los versos aludidos deVoltaire:Du Dicu qui nous créa, la clémcnce infinie,Pour adoucir les maux de cette oourte vie,A placé parmi'.nous deux êtnes bicnfaisants,De la terre à jamais aimables habitants,Soutie-ns dans les travaux, tré sors dans

[`l'indigence:L'un est le doux sommeilct l'autre Pespéranoe.

(Hcnriade, Canto VII. (N. del T.)

2 ” Las tresexpresionestienen,en ale-mán, una exteriorcorrespondencia,im-posiblede traducir:dice el textokopƒ-brecíiend, halsbrechend, herzbrechend;que significa rompiendola cabeza,rom-piendo el cuello, rompiendoel cora-zón. Hubiera podido,hasta cierto pun-to, conservar laprimera y la última,pero no la segunda, que significaexac-tamente lo que el francés secasser lecou. En francéss e dice también,de unhombre exageradamente audazy teme-rario,que e s un casse-cou. En e s e sen-t i _do ,parece el epíteto conveniral g e -nio.-(N. del T.)

respeto hacia las ideas morales,queno es ningún deleite,sino una apre-ciación de sí mismo (de la humani-dad en nosotros) que nos eleva porencimade la necesidadde deleite,ni

dañar tampocosiquieraal sentimien-to menos noble del gusto.Algo que s e compone de ambos

encuéntrase en la ingenuidad,quees la explosión de la sinceridad, pri-mitivamente naturala.la humani-dad, contra la disimulación,tornadaen segunda naturaleza.S e ríe uno dela simplicidad,que no sabe aú n di-simular,y, sin embargo,s e regocijauno tambiénde la simplicidadde lanaturaleza, que suprime aquí, de unrasgo, aquella disimulación.Esperá-base la costumbrediaria de la ma-nifestación artificial y que se preo-cupa de la bella apariencia,y ved:es la naturaleza sana e inocentequeno s e esperaba encontrar,y que elque la deja ver no pensaba tampoco

descubrir.El que la bella, pero fal-sa apariencia, a quien damos muchaimportancia,generalmente,en nues-tm juicios e transformeaquí, súbita-mente, en nada; el que, por decirloasí, el astuto s e descubra a nosotrosmismos,e s cosa que produce unmo-vimientodel espíritu hacia dos di-reccionesrecíprocamenteopuestas,yque, al mismo tiempo, sacude elcuerpo sanamente. Pero que algoque e s infinitamentemejorque todasupuesta costumbre, la pureza delmodo de pensar (al menos, la capa-cidad para ello), no está totalmenteapagada en la naturaleza humana,e s opone seriedad yalta estimaciónen e s e juego del Iuicio.Perp comoe s un fenómenoque sólo s e roduce

por poco tiempo,y el velo db la di-simulación se corre pronto de nue-vo, mézclase,pues, con él una año-ranza, un sentimientode ternura,que s e deja muy bien enlazarcomojuego a e s a risa de buen corazón,yque, en realidad, s e enlaza ordina-riamente con ella, compensando almismo tiempo, a veces, en el que laocasiona,su confusión, por no estaraú n picardeadocomo los hombres.

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298 M ANUEL KANT

Q ue un arte s e a ingenuo,e s ,por lotanto, una contradicción;pero, re-presentar laingenuidaden una per-sona imaginada,e s arte posible ybello,aunque raro. C on la ingenui-

dad no hay que confundirel candorde un corazónabierto,que no haceartific-iosala naturalezasólo porqueno conoce el arte de las relacionessociales.

Entre lo que está en estrecho pa-rentesco con el deleite de la risa ylo excita,y pertenece a la originali-dad del espíritu, pero no precisa-mente al talento para el arte bello,puede contarse tambiénel modohu-morístico.” 1-Iumor,31en el buensentido,significael talentode poderponersevoluntariamenteen una cier-ta disposiciónde espíritu,en la cual

3 ° Die launigeM anier,dice el texto.(N . del T.)

S 1Laune, en alemán, significacapri-cho, fantasia... (N . del T.)

todas las cosas son 'uzgadas de unamanera totalmenteclistintade la or-dinaria (inclusoal revés),y, sin em-bargo, conformea ciertosprincipiosde la razón, en semejante disposi-

ción de espíritu.El que está invo-luntariamentesometidoa tales cam-bios se llama caprichoso; 3 2 pero elque puede realizarlos voluntaria-mente y con finalidad (para unaviva exposición, mediante uncon-traste provocadorde risa) s e llamahumorístico@y su discurso tam-bién.Este modo pertenecemás bienal arte agradable que al bello, por-que el objeto de este último siempreha de mostrar en sí algunadignidad,y, por tanto, exige una cierta serie-dad en la exposición,así como elgusto en el juicio.

2 Launisch,sometidoal capricho,ala fantasia. (N . del T.)

S SLaunig,capaz d e capricho,d e hu-mor, de fantasía. (N .de T.)

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SEGUNDA SECCION

DE LA CRITICA DEL JUICIO ESTÉTICO

LA DIALÉCTICA

pi'-:LJuicio Esriãrico

§55

Un Inicioque deba ser dialécti-co. debe. ante todo, ser raciocinan-te, e s decir,que los juiciosdel mis-mo deben pretendera la universali-dad, y esto a priori) pues en la opo-sición de semejantes juiciosconsis-

te la dialéctica. Pore s o no e s dia-léctica la imposibilidad de unificarlos juiciosestéticos de los sentidos(sobre lo agradabley lo desagrada-ble). Tampoco la oposición de losjuicios de gusto,en cuanto cada unoapela a su propio gusto, constituyedialécticaalguna del gusto, porquenadie s e proponehacer de su juiciola regla universal. N oqueda, pues,

concepto algunode dialécticaquepueda conveniral gusto más que elde una dialécticade la crítica delgusto (no del gusto mismo),en con-sideraciónde sus principios,.puestoque s e presentan natural e inevita-blementeconceptosen oposiciónre-cíproca, sobre la base de la posibili-dad de los juicios de gusto en gene-ral. Una crítica trascendental del

1 Inicio raciocinante(ìudiciumratio-cmans) puede llamarse todo el-que seda como universal,pues en tanto enque lo hace puede servirde premisasen una deducción*d ela razón. Iniciode razón (iudiciumratiocinatum)nopuede, en cambio, llamarsemás queel que e s pensado como conclusióndeuna deducciónde la razón, por consi-

guientecomo fundadoa priori.

gusto no encerrará,pues, una parteque pueda llevarel nombrede dia-léctica del Iuicio estético sinoencuanto s e encuentre,entre los prin-cipiosde e s afacultad,una antinomiaque haga dudosa su conformidadaley, y, por tanto, tambiénsu interiorposibilidad.

§56

Representaciónde la antinomiadel gusto

El primerlugar comúndel gustoestá encerrado en la frase con quecada individuosin gusto piensa pre-

venirsecontra la censura: cadacualtiene su propiogusto. Esto vale tan-to como: el fundamentode determi-nación de e s e juicioe s meramentesubjetivo(deleita-opena), y el jui-cio no tiene derecho alguno a lanecesaria aprobaciónde los otros.

El segundo lugar-comúndel gus-to , que e s también usado por aque-llos que concedenal juiciode gustoel derecho de pronunciar de unmodo valederopara cada cual, e s :sobre el gusto no se puede disputar.Esto vale tanto como : el fundamen-to de determinacióiide un juiciodegusto, aunque fuera objetivo,no s edeja traer a conceptos determina-dos; por lo tanto,no s e puede decí-dír nada sobre el juicio mismopor

medio de pruebas, aunque sobre él299

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300 M AN UELKANT

s e puede bien y con derecho discu-tir, pues discutiry disputar,si bienson una mismacosa en el sentidodeque t-ratan de producirunanimidadmediantela oposiciónrecíproca delos juicios, son, en cambio, diferen-tes en que el segundo espera reali-zarla según determinadosconceptoscomo base de prueba, y,por lo tan-to, admiteconceptosobjetivoscomofundamentodel juicio.Donde estose considerecomo imposible se jpz-g a el disputarigualmenteimposile.

Se ve ien que, entre esos dos lu-gares comunes, falta una fórinula

que, si bien no está proverbialmen-te en circulación,está, sin embargo,encerrada en el sentido de todos, asaber: sobre el gusto s e puede discu-tir (aunque no disputar). Ahorabien: esta frase encierralo contrarioque la primerade todas, pues don-

e hay permisode discutir,tienequehaber esperanza de venira caer deacuerdo unos' con otros, y,por lotanto,hay ue podercontarcon fun-damentos deljuicioque no tengansolamenteuna validezprivada,queno sean, pues, meramente subjeti-vos, a lo cual, sin embargo,s e opo-ne precisamente aquelprincipio deque cada cual tiene su propiogusto.

Así, pues, en consideracióndelprincipiodel gusto, muéstrasela s ì-guienteantinomia:

1 ? Tesis. El juiciode gusto nos e fundaen conceptos,pues de otromodo, s e podría disputar(decidirpor mediode pruebas) sobre él.

2 ? Antítesis.El juicio de gustose funda en conceptos,pues de otromodo, no s e podría, prescindiendode su diferencia, ni siquiera discutirsobre é l (pretender a un necesarioacuerdo de otros con ese juicio).

§ 57

Soluciónde la antinomiadel gusto

N o hay más-(posibilidadde ,levan-tar l .a_contra icción de/ aquellosprincipios que están a /la base de

todo juicio d e gusto (que no sonotra cosa que las dos característicasdel juicio de gusto, presentadasmásarribaen la analítica),que mostran-do que el conceptoal cual se refie-re el objeto en esa clase de juiciosno es tomado en el mismo sentidoen ambas máximasdel Iuicioe s t é -tico, que ese doble sentido o puntode vista del juicio es necesarioparanuestro Iuicio trascendental, peroque también la aparienciaen la mez-cla del unocon el otro e s inevitablecomo ilusión natural.

El juicio de gusto tiene que refe-

rirse a algún concepto,pues si no,no podría pretender de ningún modoa valideznecesaria para cada cual.Pero por e s o mismo no puede serdemostrablepor un concepto, por-que un conceptopuede ser, o deter-minable,o indeterminadoen sí, y,al mismotiempo,iiideterminable.Dela primera clase e s el conceptodelentendimiento, que e s determinable

por medio de predicados de la in-tuición sensible que puede corres-ponderle;de la segunda clase e s elconcepto trascendentalde razón delo suprasensible, queestá a la basede toda aquella intuición, y que nopuede ser determinadomás al á, teó-rìcamente.

Ahorabien: el juiciode gusto s eaplicaa'ob'_etosde los sentidos,perono con el fin de determinarun con-cepto de los mismospara el enten-dimiento,pues no e s ningúnjuiciode conocimiento. Por lo tanto, comorepresentación individualintuitivareferida al sentimiento del placer,essólo un juicioprivado,y, en cuantolo es, se limitaria, según su validez,al individuoque juzga: el objetoe s

para mi un objeto de satisfacción;para otros puede ocurrir de otromodo -cada uno tiene su gusto.

Sin embargo,hay encerrada en eljuiciode gusto,sin dudaalguna,unarelaciónampliadade la representa-ción del objeto (al mismo tiempo,tambiéndel sujeto), sobre la cualfundamos unaextensiónde e s a cla-s e de juicioscomo necesaria para

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caínca D E Ljuicio 3 01

cada uno, a la base de la cual, portanto,.debe estar necesariamente al-gú n concepto, peroun conceptoqueno s e deja determinarpor intuición,medianteel cual no s e puede cono-

cer nada, y, por tanto, no s e puededirigir prueba alguna para el juiciode gusto.Un conceptosemejantee s ,empero,el mero ypuro conceptoderazón de lo suprasensible, queestáa la base del objeto (y también ala de l suje toque juzga) como obje-to de los sentidos, y,por tanto,como fenómeno,pues si no se tu -viera 'esta consideración,la preten-sión del juiciode gusto a validezuniversalno podría salvarse; si elconceptoen que s e funda fuera unsimple concepto confuso del enten-dimiento,algo así como de perfec-ción, al cual s e pudiera, en corres-pondencia,asociar la intuiciónsen-sible de la belleza,sería, por lo me-nos, posible en si fundar el juicio

de gusto en pruebas, lo cual con-tradice latesis.Ahora bien, toda contradicción

desaparece si digo: el juicio de gus-to s e funda en un concepto (el deun fundamento,_engeneral,de la fi-nalidad subjetiva de la naturalezapara el Iuicio), por el cual, empe-ro, no s e puede conocerni demos-trar nada en consideración-del ob-jeto, porquee s e conceptoe s , en sí,indeterminable,y no sirve para elconocimiento; pero el juicio de gus-to recibe,por mediode éste, sin em-bargo, al mismo tiempo, validezpara cada cual (desde luego, encada cual, como juicio particularque acompaña inmediatamente la in-tuición), porque el fundamento dedeterminaciónestá quizáen el con-cepto de lo que puede ser conside-rado como el sustrato suprasensiblede la humanidad.

Para la solución de una antino-mia basta la posibilidad de que dosproposiciones ue s e contradicenuna a otra e nq ia aparienciano s econtradiganen realidad, sino quepuedancoexistiruna juntoa la otra,aunque la explicación de la posibi-

lidad de su conceptoesté por enci-ma de nuestra facultadde conocer.Q ue e s a aparienciae s natural e in-evitablea la razón humana, y,ade-más, por qué lo es y lo sigue sien-

do, aunque,después de la soluciónde la contradicciónaparente, ya noengañe, e s o puede tambiénhacerseentonçes concebible.

En efecto: el concepto en quedebe fundarse la validez universalde un juiciolo tomamosen un ` m ï s -mo sentidoen ambos juicioscontra-dictorios,y expresamos,sin embar-go de é'l, dos predicadosopuestos.En la tesis debiera,por tanto, decrr-s e : el juiciode gusto no s e fundaen conceptosdeterminados;pero =: r ›la antítesis: el juiciode gusto, sinembargo,s e funda en un concepto.aunque-indeterminado(a saber: eldel sustrato suprasensiblede los ie-nómenos), y entonces no habría en-tre ellas contradicción alguna.

M ás que levantar esa contradic-ción en las pretensiones y contra-pretensiones del gusto,no podemoshacer. Dar un determinado.princi-pio objetivodel gusto,segúnelcuallos juiciosdel mismo pudieran serdirigidos, comprobadosy demostra-dos, e s en absoluto imposible,pues'entoncesno serían juiciosde gusto.El principiosubjetivo,a saber, laindeterminadaidea de lo suprasen-sible en nosotros,puede tan sólo serindicadocomo la única clave paradescifrar e s a facultad,oculta paranosotros mismos, en s u s fuentes;pero nada puede hacérnosla máscomprensible.

A la base de la antinomiaaquípropuesta y resuelta está el verda-

dero conceptodel gusto, a saber,como Iuicioestéticomeramentere-flexionante,y en él s e han reunido,uno con otro,ambos principios,con-tradictorios en la apariencia, ya quepueden ambos ser verdaderos,y estoe s bastante. Pero, en cambio, si s etomara como fundamentode deter-minacióndel gusto (a causa de laindividualidadde la representación,que está a la base del juicio de gus-

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302 MANUELKANT

to), como algunos lo han hecho, elagrado, o, como otros (a causa dela universal validez de aquel jui-cio), el principio de la perfección,y si se instituye, según eso, la defi-nición del gusto, resulta entonces deello una antinomia, que no s e pue-de, de ningúnotro modo resolver,más que mostrando que ambas pro-posiciones,opuestas una a otra (nosólo contradictorias), son falsas; locual demuestraentonces que el con-cepto en que cada una s e funda s econtradice a si mismo. Se v e, pues,que la solución de las antinomias

del Iuicio estético sigue un caminosemejanteal que siguió la Critica enla soluciónde las antinomiasde larazón pura teórica, y que-aquí, comotambiénen la Críticade la razónpráctica, las antinomias obligan. apesar de todo, a mirar por encimade lo sensible y a buscar en lo su-prasensibleel punto de unión de to-das nuestras facultadesa priori, puesno queda ninguna otra salida paraponer la razón de acuerdo consigolTllSlTl8.

Nota I

Como en la filosofiatrascenden-tal hemos encontrado tan a menu-do ocasión de distinguirideas porun lado y conceptos del entendi-mientopor otro,puede, pues, ser deutilidad el establecer, parasu distin-ción, expresiones técnicas adecua-das. Creo queno s e tendrá nada queobjetar si propongo algunas. Ideas,en la significación más universal,son representaciones referidas, se-gú n un cierto principio (subjetivo uobjetivo), a un objeto, en cuanto,empero, no pueden nunca llegar aser un conocimiento del mismo. Serefieren, o a una intuición, según unprincipio meramentesubjetivo de laconcordancia de las facultades deconocer unas con otras (de la ima-ginación con el entendimiento), yentoncess e llamanestéticas;o a un

concepto, según un principioobje-

tivo, sin poder, empero, proporcio-nar nunca un conocimientodel ob-jeto, y s e llaman ideas de la razón;en este caso, el conceptoes un con-cepto trascendente, que es distinto

del conceptodel entendimiento, bajoel cual siempre se puede poner unaexperienciaadecuada correspondien-te, y que, por eso, se llama inma-nente.

Una idea estética no puede llegara ser un conocimiento, porque esuna intuición (de la imaginación),para la cual nuncase puede encon-trar un conceptoadecuado.U na ideade la razón nopuede llegara ser unconocimiento, porque encierra unconcepto (de lo suprasensible), alcual no se puede dar nunca una in-tuiciónque s e acomodecon é l.

Ahora bien: creo que se puede lla-mar la idea estéticauna representa-ció_n inexponible de la imaginación,y la idea de la razón,en cambio, un

concepto indemostrable de la razón.De ambos s e presuponeque se pro-ducen no totalmente sin fundamen-to, sino (según la anterior defini-ción de una idea, en general) si-guiendociertos principios de las fa-cultades de conocer a que pertene-cen (aquélla,principiossubjetivos-ésta, objetivos).

Conceptosdel entendimientode-ben, como tales, ser siempredemos-trables (entendiendo por demostrar,como en la anatomía,sólo el expo-rzer),2es decir, que el objeto que lescorrespondedebe siempre poder serdado en la intuición (pura o em-pírica),pues sólo medianteello pue-den llegar a ser conocimientos. Elconcepto de magnitud puede ser

dado en la intuición del espacio apriori; v. gr., en una línea recta,etc. . .; el conceptode la causa, enla impenetrabilidad,el choque delos cuerpos, etc. Por tanto, puedenambos ser cubiertos por una intui-ción empirica,e s decir, que el pen-

2 Lo que va entre paréntesis es unañadido de la 2 y 3' edición (Notadel T.)

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caírlca D E LJuicio 303

samiento puedeser indicado en unejemplo' (demostrado, enseñado),yesto debe poder ocurrir, y sin ellono s e está seguro de que el pensa-miento no esté vacío, es decir, sin

objeto alguno. 'No se emplean en la lógica lasexpresionesde lo demostrabley loindemostrable, comúnmente, másque en consideracióna las proposi-ciones; pero las primeras podríanser llamadas mejor con el nombrede proposiciones mediatamentese-guras, y las segundas, con el de in-mediatamenteseguras, pues la filo-sofía pura tiene también proposicio-nes de ambas clases, si s e entiendepor ellas proposicionesverdaderas,capaces de prueba e incapaces deprueba; pero, por fundamentos apriori,puede ella, como filosofía,sibien probar, no, empero,demostrar,si no quiere uno apartarse completa-mente de la significación verbal, se-

gú n la cual demostrar (osterzdere,exhibere)vale tanto como (sea elloen pruebas, o tambiénsólo en defi-niciones) exponer al mismo tiempo`su concepto en la intuición; ésta,cuando e s intuición a priori, s e lla-ma la construcción del concepto,pero cuando es también empírica,sigue, sin embargo, siendo la pre-sentación del objeto, mediante lacual la realidadobjetivae s asegura-da al concepto.Así, dícese de unanatomistaque demuestrael ojo hu-mano cuando hace intuible, por me-dio del análisis de ese objeto; elconcepto que ha presentado antesdiscursivamente.

Según esto,el conceptode la ra-zón de un sustrato suprasensiblede

todos los fenómenosen general, otambién de lo que debe ser puestoa la base de nuestra voluntad, enrelación a leyes morales,a saber, dela libertad trascendental,e s ya, se-gú n la especie, un concepto inde-mostrable y una idea de la razón,mientras que la virtud lo es segúnel grado, porque para el primero,en sí, no puede ser dado en la ex -

periencia nada que le corresponda

según la cualidad, pero, en el segun-do ningúnproductode experienciade esa causalidad alcanza el gradoque la idea de la razón prescribecomo regla.

Así como, en una idea de la ra-zón. la imaginación, con sus intui-ciones, no alcanza el conceptodado,asi, en una idea estética,el entendi-miento, mediante sus conceptos, noalcanza nunca la intuición toda in-terior de la imaginación, que se en-laza con una representacióndada.Ahora bien: como traer una repre-sentación de la imaginación a con-ceptos vale tanto como exponerla,puede, pues, la idea estéticaser lla-mada una representacióninexporti-ble de la misma (en s u libre juego).Tendré ocasión más adelante de de-cir algo aun sobre esa clase de ideas;ahora noto tan sólo que ambas cla-s e s de ideas, las ideas de la razóncomo las estéticas, debentener sus

principios, y, por cierto, ambas enla razón: aqué llas.en los principiosobjetivos; éstas, en los principiossubjetivosde su uso.

Se puede, según esto, explicar elgenio como facultad de ideas estéti-cas, con lo cual, al mismo tiempo, s eindica el fundamento de por qué enproductosdel genio e s la naturaleza(del sujeto),y no un reflexivofin,e l que da la regla a l arte (de la pro-ducción de lo bello). Pues como lobello no puede ser juzgado segúnconceptos, s inosegún la disposiciónde la imaginación conforme a unfin, para la concordancia con la fa-cultad de los conceptos,en general,resulta que no e s una regla ni unprecepto,sino lo que en el sujeto es

sólo naturaleza, sin poder, empero,ser comprendido bajo reglas o con-ceptos, e s decir, el sustrato supra-sensiblede todas sus facultades(queningún concepto delentendimientoalcanza) y , consiguientemente,aque-llo en relacióncon lo cual e l ponerde acuerdo todas nuestras faculta-des de conocere s el últimofin 'ladoa nuestra naturalezapor lo inteligi-

ble, lo que puede servirde medida

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I

304 MANUEL1'</mr

subjetivapara aquellafinalidade s -tética, pero incondicionada en elarte bello, que debe pretenderconderecho a tener que placer a cadacual. Asi tambiéne s solamentepo-sible que haya en el fondo de ella,a quienno s e puede prescribirprin-cipio alguno objetivo,un principioa priori subjetivo,y, sin embargo,de validezuniversal.

Nota II

La importante observación si-_guientese ofrece aquíde suyo, a sa-ber: que hay tres clases de antino-mias de la razón pura, que todas,sin embargo,vienen a parar a obli-gar a ésta a prescindirde la suposi-ción, por lo demás, muy natural,que consideralos objetosdelos sen-tidoscomo cosas en si mismas,parahacerlosvalermás bien como fenó-menos, y a poner bajo éstos un sus-trato inteligible(algo suprasensible,cuyoconceptoes só o idea,y no per-mite conocimientoalguno propio).Sin una antinomia semejanteno po-¿lría nunca la razón decidirsea a d -mitir un principiosemejante, queestrecha tanto el campo de su e s -peculación,ni consentiríaen hacer

sacrificiosen los cuales tantas,`porlo demás muy brillantes,esperanzasdeben desaparecer totalmente, puesaun ahora, que s e le abre, comocompensaciónde e s a spérdidas, unuso tanto mayor, en consideracióna la práctica,parece que no puedesepararse sin dolor de aquellas e s -peranzas y desasirse de su viejoapego.

Q ue hay.tres clases de antinomias,ello tiene su fundamento en que haytres facultades de conocer: entendi-miento, juicio y razón, cada una delas cuales (como facultad de cono-cer superior) debe tener sus princi-pios a priori; pero la razón, en cuan-to juzga sobre esos principiosmis-mos y sobre su uso, exige sin cesar,relativamentea _ellos todos, ara locondicionadodado, lo incondiciona-

do, que, sin embargo, no s e dejanunca encontrar,si s e considera losensible como pertenecientea lascosas en si mismas,y si no s e ponemás bien bajoél, consideradocomomero fenómeno,algo suprasensible(el inteligiblesustrato de la natu-raleza, fuera de nosotros y en nos-otros),como cosa en si misma. En-tonces hay: 1 '?Una antinomia de larazón, en consideración del uso teó-rico del entendimiento,hasta en loincondicìonado, para la facultad deconocer;2 ? Una antinomiade la ra-

zón, enconsideración

del uso esté-tico del juicio para el sentimiento deplacer y de dolor; 3 ? Una antino-mia, en consideracióndel uso prác-tico de la razón, legisladoraen símisma para la facu tad de desear,en cuanto todas e s a sfacultadestie-nen sus principiossuperioresa prio-ri, y, según una exigenciainevitablede la razón, deben incondicional-mente, según e s o sprincipios,juzgary poder determinarsu objeto.

En lo que toca a las dos antimo-nias: la deluso teóricoy la del usopráctico de aquellas facultades su-periores del conocimiento, hemosmostradoya en otro sitiola inevita-bilidadde las mismas, si e s a clasede juiciosno vuelvenla vista a un

sustrato suprasensibled e .los objetosdados como fenómenos,y, en cam-bio, tambiénla posibilidadde solu-cionarlas, si aquello ocurre.Ahorabien: en lo q ue toca a la antinomiaen el uso del juicio, que sigue laexigenciade la razón, y en o quetoca a la solución aquiIpresentada,no hay otro medio de eudirla másgue: o negandoque haya a la base

el juicio estético de gusto algúnprincipio a priori, afirmando, pues,que toda pretensióna necesidaddeuniversal aprobación es una `vana einfundadailusióny que un juicio d egustono merece ser tenidopor exac-to más que en cuanto s e da el casode que muchosestán de acuerdoenconsideraciónsuya,y aun esto, pro-piamente,no porque bajo ese acuer-do s e adivineun principioa priori,

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caírica D E Ljuicio 305

sino solamente (como en el gustodel paladar) porque los sujetos, ca-sualmente, están organizados deigual forma,0 teniendoque admitirque eljuiciode gusto e s propiamen-

te un juiciode razón disfrazado,s o -bre la perfección descubiertaen unacosa y la relaciónen ella de lo di-verso con un fin, por lo tanto, quee s llamadoestético sóloa causa dela confusión propia a esa nuestrareflexión, aunque, en el fondo, e steleológico;en cuyo caso podríasedeclarar inútil y nula la solución delas antinomias por medio de ideastrascendentales,y así, unir aquellasleyes del gusto con los objetos delsentido, considerados,no comome-ros fenómenos, sinotambién comocosas en sí mismas.C uán poco,em-pero, resuelve tanto una como otraescapatoria, s e ha mostrado ya envarios lugares de la exposicióndelos juicios de gusto.

Pero si se admite a 1 _menos quenuestra deducción va por el buencamino, aunque no s e haya hechoaún en todas s u spartes bastante cla-ridad, entonces aparecen tres ideas;primero: la de lo suprasensibleengeneral, sin otra determinación,como sustrato de la naturaleza; se-gundo: la del mismo, como princi-pio de la finalidadsubjetivade lanaturalezapara nuestrafacultaddeconocer;tercero:la del mism comoprincipiode-los fines defla l j r çbe r t ady principio de la concordancia deésta con la naturalezaen lo moral.

§58

Del idealismode la finalidadde lanaturalezay del arte, comoprincipioúnico del Inicio -estético

Puédese, primero,poner el prin-cipio del gusto: o en que éste juzgasiempresegún fundamentosde deter-minación empíricos,es decir, segúnlos que no son dados másque a pos-teriori por los sentidos,o admitien-

do que juzga por un fundamentoa

priori. Lo primero sería el empiris-mo de la crítica del gusto; lo se-gundo, el racionalismo de la misma.Según lo primero,el objetode n u e s -tra satisfacciónno podría diferen-

ciarse de lo agradable; según lo s e -gundo,si el juiciodescansara en de-terminadosconceptos, nopodría di-ferenciarsede lo bueno; y así, todabelleza sería negada en el mundo yquedaría en su lugar sólo un nom-bre especial, uizá para una ciertamezcla de amcbas clases citadas desatisfacción.Pero hemos mostradoque hay también fundamentosapriori para la satisfacción,que pue-den coexistircon el principiodel ra-cionalismo,aunque no pueden sercomj' *endidos en un determinadoconcepto.

El racionalismodel principiodelgusto e s ,en cambio: o el del realis-mo de la finalidad,o el del idealis-mo de la misma.Pero como un jui-

cio de gusto no e s ningúnjuiciodeconocimiento,ni bellezae s una pro-piedad del objeto, consideradoensi, resulta que el racionalismodelprincipio del gusto no puede poner-s e nunca en que la finalidaden e s ejuicio sea pensada como objetiva, e sdecir, que el juicio,teóricamente,y,por tanto, también lógicamente(aunquesólo en un juicio confuso),s e dirija a la perfeccióndel objeto,sino que-se - d i r = i ~ j a › _ s ó l oestéticamentea la concordanciade s u representa-ción en la imaginación con los prin-cipios esenciales del Inicioen gene-ral en el sujeto. Consiguientemente,inclusosegún el principiodel racio-nalismo, el juicio de gusto y la di-ferencia del realismo y del idealis-

mo del mismo,puede ponerse sólo:o en que aquellasubjetiva finalidad,en el primercaso, e s admitidacomoun fin real (intencionado) de la na-turaleza (o del arte), a saber, el deconcordarcon nuestro Iuicio,o enque, en el segundo caso, sólo e s ad-mitida como una concordancia, con-forme a fin, que se producesin fin,desuyo, y en modo contingente,con

la exigencia delIuicio,en conside-

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308 MANUELKANT

nación en su libertad; en este caso,es con favor con lo que cogemosnosotros la naturaleza, pero no esfavor que ella nos muestra. La cua-lidad de la naturaleza de encerrarpara nosotros ocasión de percibir lainterna finalidad en la relación denuèstras facultades del espíritu, dejuzgar ciertos productos de aquéllav de percibirla como una finalidadtal que deba ser declarada, por unfundamentosuprasensible,necesariay universalmentevaledera,no pue-de ser fin de la naturaleza,o, másbien, no puede ser juzgada por nos-otros como tal, porque, de serlo, eljuicio que por ello se determinaratendría por base una heteronomia,pero no, como convienea un juiciode gusto, una autonomía, y no seríalibre.

En el arte bello puede reconocer-seqaún más claramenteel principiodel idealismo de la finalidad, puestiene de comúnaquel arte con la na-turaleza bella que en él no puedeadmitirseun realismo estético me-diante sensaciones (pues entonces,en vez de arte bello,sería arte agra-dable). Pero quela satisfacciónpormediode ideas estéticasno debe de-pender de la consecuciónde deter-minados fines (como arte mecánicomtencionado), y, consiguientemente,

que aun en el racionalismo del prin-cipio hay en la base idealidad y norealidad de los fines, aparece bienclaro ya, porqueel arte bello,comotal, no debe ser considerado comoun producto del entendimiento y dela ciencia, sino del genio,recibien-do así su regla mediante ideas esté-ticas, q ue son esencialmentedistin-tas de ideas de razón de fines deter-minados.

Así como la idealidadde los ob-jetos de los sentidos como fenóme-nos es la única manera de explicarla posibilidad de que puedan susformas ser determinadasa priori, deigual modo, el idealismode la fina-lidad en el juicio de lo bello_de lanaturalezay del arte es la única su-

posición por medio de la cual la crí-

tica puede explicar la posibilidad deun juicio de gusto que exige a prio-ri validez para cada cual (sin fun-dar, sin embargo, en conceptos lafinalidad representadaen el objeto).

§59

De la belleza como simbolode la moralidad

Para exponerla realidadde nues-tros conceptoss e exigensiempre in-tuiciones.Si los conceptos son em-píricos, entonces llámanse las intui-ciones ejemplos; si son conceptospuros del entendimiento, llámanseesquemas;si s e pide que s e expongala realidad objetiva de los concep-tos de la razón, es decir, de lasideas, y ello, para el conocimientoteórico de las mismas, entonces sedesea algo imposible, porque no pue-de, de ningún modo, darse intui-ción alguna que les s e aadecuada.

Toda hipotiposis(exposición,sub-jectio sub adspectum),como sensi-bilización,e s doble: 0 esquemátíca,cuando a un conceptoque el enten-dimientocomprendee s dada a prio-ri la intuicióncorrespondiente,osimbólica,cuando bajo un conceptoque sólo la razón puede pensar, y

del cual ninguna intuición sensibleadecuada puede darse, se pone unaintuición en la cual solamenteelproceder del juicio e s análogo alque observa en el esquematizar,esdecir, que concuerdacon él sólo s e -gú n la regla de ese proceder y nosegún la intuición misma; por lotanto, sólo según la forma de la re-flexión y no según el contenido.

Cuandos e opone el simbólicoalmodo de representar intuitivo, sehace de aquel vocablo un uso, queaunque admitido por los lógicosmo-dernos, trastornas u sentidoy lo fal-sea; pues el simbólicoe s sólo unmodo del intuitivo. Este último pue-de, en efecto, dividirse en modo derepresentar esquemâticoy simbóli-

co. Ambos son hipotiposis, es decir,

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cnír-¡caD E L¡Utero 309

exposiciones(exhibitiones), no me-ros caracterismas,_esdecir, designa-ciones de los conceptospor mediode notas sensibles que los acompa-ñan, y que no encierrannada quepertenezcaa la intuición del objeto,sino que sirven a aquéllossegún laley de la asociación de la imagina-ción, por tanto, en intención subjeti-va, de medio de reproducción;lostales son, o palabras, o signos visi-bles (algebraicos,y hasta mímicos),como meras expresionespara con-ceptos.*

Todas las intuiciones que se po-nen bajo conceptos a priori son es-quemas o simbolos, encerrandolosprimeros exposiciones directas deconceptos, los segundos, indirectas.Los primeros lo hacen demostrati-vamente; los segundos, por mediode una analogía, (para la cual tam-bién se utilizan intuiciones empíri-cas) , en la cual el juicio realizaunadoble ocupación: primero, aplicarel conceptoal objeto de una intui-ción sensible, y después, en segun-do lugar, aplicar la mera regla dela reflexiónsobre aquella intuición'a un objeto totalmentedistinto,ydel cual el primeroe s sólo el sim-bolo. Así, un estado monárquicoque esté regido por leyes popularesinternas, e s representado por uncuerpo animado; por una simple má-quina (como, v. gr., un molinillo),cuando e s regido por una voluntadúnica absoluta; pero en ambos ca-sos sólo simbólicamente, pues entreun estado despóticoy un molinillono hay ningún parecido, pero sí lohay en la regla de reflexionarsobreambos y sobre su causalidad. Este

asunto ha sido, hasta ahora, aunpoco analizado,aunque merece unainvestigaciónmás profunda;pero noe s este el lugar de detenerse en ello.

* Lo intuitivo del conocimientodebeser opuesto a lo discursivo (no a losimbólico). Ahora bien, lo primero es:o esquemático,mediante demostración,o simbólico,como representación,s e -

gú n una mera analogía.

Nuestra lengua está llena de seme-jantes exposicionesindirectas, segúnuna analogía,en las cuales la expre-sión no encierra propiamente el es-quema para el conceptó,sino sólo

un símbolopara la reflexión.Así, las palabras fundamento(apoyo, base),depender (estarman-tenido por arriba), ƒluir de (en lu-gar de seguirse), sustancia (lo quelleva los accidentessegún se expresaLocke)e innumerablesmás, no sonesquemáticas, sinosimbólicashipo-tiposisy expresionespara conceptos,no por medio de una intuicióndi-recta, sinosólo según una analogíacon la m ism a,e s decir, el transpor-te de la reflexión, sobre un objetode la intuición, a otro concepto to-talmente distinto, al cual quizá nopueda jamás corresponder directa-m ente unaintuición. Si se puede lla-mar ya conocimiento una mera ma-nera de representar (lo cual e s per-

mitido, si no e s un principio de ladeterminaciónteórica del objeto,delo que en s í él s e a ,sino de la prác-tica, de lo que la idea de él debavenira ser para nosotrosy para eluso de la misma conformea fin),entonces todo nuestro conocimientode Dios e s meramente simbólico, vel que lo toma por esquemático,conlas cualidadesentendimiento, volun-tad, etc.. ., que sólo en seres delmundo muestran su realidad objeti-va, cae en el antropomorfismo, asicomo si aparta todo lo intuitivo, cacen el deísmo, según el cual nada csconocidoni aun en el sentidoprác-tico.

Ahora bien, digo: lo bello es elsímbolo del bien moral, y sólo tam-bién en esta consideración(la dcuna relaciónque e s natural a cadacual, y que cada cual tambiénexigea los demás como deber) place conuna pretensión a la aprobación dccada cual; el espíritu, al mismo tiem-po, tiene conscienciade un ciertoennoblecimiento y de una cierta ele-vación por encima de la mera re-

ceptividad de un placer por medio

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carricxnai. ¡vicio 3 11

puede haberla,y el juicio del gustono. .e s determinablepor principios,pues en lo .que toca a lo cientificod e cada arte, lo que s e refierea laverdaden la exposiciónde su obje-

to, ello e s la condición-indispensa-ble (conditiosine fue non) del artebello,pero noe s e arte mismo.

Sólo hay, pues,apurael arte bellouna manera (mo us), pero no“unmétodo(methodus).El maestro mis-mo d e b ehacer prìmerolo que elalumnoha de realizard e s p u é sy delmodo cómolo ha de realizar,y lasreglas universalesbajo las cuales,al finai, reduce su proceder,puedenmás bien servirpara traer al recuer-do los momentos principales delmismo que para prescribtrselos.Aqui,sin embargo,hay que tomaren consideraciónun ciertoidealquee larte d e b etenerante los ojos,aun-que en su ejerciciono lo realiceja-más enteramente. Sólomedianteel

despertarde

la imaginacióndelalumno,en adecuación conun con-cepto dado, mediantela insuficien-cia notada-de la expresión para laidea, queel conceptomismono al-c a n z a ,porquee s estético,y median-te una agudacrítica,puede evitarseque losejemplosque s e le ponen de-lante no sean tomados en seguidapor él como prototiposy modelosde la imitación,que no pueden sersometidosa forma alguna superiory a propiojuicio,y así evitaráqueeldgenio,y con él tambiénla liber-ta d e la imaginaciónmisma,e n s ucpnforinidada l e y e s ,s e a abogada,libertadsin la cual no e s posiblearte bello alguno, ni siquiera ungusto recto propioque lo juzgue.

La propedéuticapara todo artebello, en cuanto s e trata del másalto grado d e s u perfección,no p a -rece estar en prece tos, sino en laculturad e la s fa c u lr fa d e sdel espíri-tu, por medio de aquellos conoci-mientospreviosque s e llamanhu-maniora,probablementeporquehu-manidadsignifica,por una parte, elsentimientouniversalde simpatía,por-otraparte, la facultadde poder-

s e comunicar universale interior-mente.ppopiedadesambas c ã u e ,uni-das, constituyen lasociabiliad pro-pia de la humanidad,por medio dea cual s e distin e del aislamiento

de los animales.li épocay los pue-blos en que el instinto,empujadohacia una sociabilidadlegisla a , me-diante la cual un pueblo-constitulyeun s e r duradero y general, luc ócontra las grandes dificultadesquerodean al difícil problemade reunirja libertad(y también igualdad)cona coacción° (más respeto y sumi-

sión por 'deber que miedo),seme-jante época y semejantepueblo de-bió primero inventarel arte de lerecíprocacomunicaciónde las ideasde la parte más cultivadacon las dela más ruda, la armonía de la am-plitud y afinamìentode la primeracon la sencilleznaturaly la origina-lidad de la última,y, de e s e modo,e l términomedioentre la m á salta

cultura y la suficientenaturaleza,que constituyetambiénpara el gus-to, como sentidouniversaldel hom-bre, la medida exacta, imposibledeformular,s e g ú n -regla alguna uni-versal.

Dìftcilmentepodrá otra edad(pos-terior prescindirde aquel mo elo.porque estará siempre menos cercade la naturaleza,y, finalmente,ape-nas si podrá, sin los ejemplosper-manentes de aquélla,estar en esta-do de hacerse un conceptode la fe-liz conjunción,en uno y el mismopueblo,d e la imposiciónlegal d e lam á salta culturacon la fuerza ylarectitudd e la naturalezalibre quesiente su propiovalor.

Pero como e ld g u s t o ,en-el fondo,e s una facultad e juzgarla sensibi-lizaciónde ideas morales (por me-dio de una cierta analogía e la re-flexiónsobre ambas),y comode e s afacultad,así como de la ma or re-ceptividadque en ella s e funclaparael sentimiento (llamadomoral) deestas ideas morales,se deriva el pla-

* En la 1' y 2 *edicióndice unac o -acción.(N .del T.)

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312 M AN UEL KAN T

cer, que el gusto declara valederopara a humanidad en general ynosólo para el sentimiento privado decada cual, resulta que se ve clara-mente que la verdadera propedéuti-ca para fundar el gusto es el desa-

rrollo de ideas morales y la culturadel sentimiento moral, puesto quesólo cuando la sensibilidad es pues-ta de acuerdocon éste, puede el ver-dadero gusto adoptar una determi-nada e incambiableforma.

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SEGUN DA PARTEC R I T I C AD E LJuicioTELEoLoc1co

§61

De la finalidad objetivade la naturaleza

Según principiostrascendentales,hay un buen fundamentoque nospermite admitiruna finalidadsub-jetivade la naturaleza,en s u s leyesparticulares, para la comprensibili-dad por el Iuicio humano y para laposibilidad de enlazar las experien-cias particularesen un sistema delas mismas,en donde luego,entre losmuchosproductosde la naturaleza,tambiénpueden esperarse como po-sibles aquellosque, como si estuvie-ran arregladosparticularísimamentepara nuestro Iuicio,encierran e s a sformas específicasy adecuadas a é l,que, mediante su diversidady uni-dad, sirven, por decirlo así, parafortificar las potencias delespíritu

(que están en juego en el uso dee s afacultad)y entretenerlas, ya lascuales por eso se da el nombre deformas bellas.

Pero que cosas de la naturalezasirvan unas a otras de medios parafines y quesu posibilidad misma seasuficientemente comprensible sólomediantee s aclase de causalidad,e scosa para la cual no tenemosfunda-mento alguno en la idea universalde la naturaleza como conjunto delos objetosde los sentidos.Pues enel caso anterior, la representaciónde las cosas, por ser algo en nos-otros, podía ser muy bien pensadaa priori,comopropiay útil para ladisposición interior final de nues-tras facultadesde conocer; pero dequé modo fines, que no son los nues-

tros y que no pertenecen tampocoa la naturaleza (que no admitimoscomo ser inteligente),puedan yde-ban, sin embargo,constituiruna e s -

pecie particular de la causalidad,por lo menosuna peculiarísimacon-formidada leyes, e s o no s e puedepresumir-apriori con algún funda-mento.Pero, lo que e s más aun, laexperiencia misma no puede mos-tramos la realidad de esos fines, ano ser que la hubiera precedidoyaun razonamiento que introdujerasubrepticiamentesólo el conceptodefin en la naturalezade las cosas, sintomarlode los objetosy de su cono-cimientode experiencia,y lo usara.pues, más para hacer comprensibleen nosotros la naturaleza,según laanalogíacon una base subjetivadelenlace de las representaciones,quepara conocerlapor fundamentos ob-jetivos.

Además, la finalidad ob`etiva,como principiode la posibilidladdelas cosas de la naturaleza, está tanlejos de estar en conexión necesariacon el concepto de la naturaleza,que es justamente más bien a ellaa quien se apela con preferenciapara mostrar la contingencia de lamisma (de la naturaleza) y de suforma. Pues cuando,por ejemplo, s ecita el esqueletode un pájaro, la ca-vidad en sus huesos, la posición desus alas para el movimiento y de lacola para la dirección, etc..., s edice que todo eso, según el meronexuseƒƒectivus enla naturaleza,sinllamar en su ayuda una especie par-ticularde causalidad,a saber, la delos fines (nexusƒinalis),e s , en altogrado, contingente, es decir que la

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314 MANUELKANT

naturaleza,consideradacomo meromecanismo,hubiera podido formarde mil otras diferentesmaneras, sintropezar precisamente conla unidadde semejanteprincipio,y asi, aparte

del concepto de naturaleza; -no sepuede esperar encontrara priori enella el menor fundamento paraaquello.

Sin embargo,el juicio teleológi-co, al menos problemáticamente,s eemplea con derechopara la inves-tigaciónde la naturaleza;pero sólopara traerla a principiosde obser-vacióne investigación,según la ana-logía con la causalidad por fines,sin pretender explicaríapor ellos.P e r t e n e c e ,p u e s ,al Inicioreflexio-nante, no al determinante.El con-cepto de enlaces y formasde la na-turalezasegún fines e s ,pues, al me-nos, un principiomás para traer areglas los fenómenosde la misma,allí donde no alcanzan las leyes dela causalidad,-según el mero meca-nismo._ E nefecto, hacemos uso deun fundamentoteleológico,siempreque al concepto de un objeto atri-buimos,como si estuvieraen la na-turaleza (no en nosotros),causali-daden consideraciónde un objeto,o más bien nos- representamos laposibilidaddel objeto según la ana-

logía de una causalidadsemejante(como la que encontramose n nos-otros); por tanto, pensamos la na-turalezacomo si fuera técnica,porfacultad propia.Si, en cambio,no

le atribuimosun modo de efectuarsemejante, debe su causalidad serrepresentada como mecanismocie-go. Pero, en cambio,si pusiéramos

ajo la naturalezacausas que efec-túan intencionadamente,y, or tan-to, diéramos comobase a liz teleo-logía, no un mero principioregula-tivopara el simplejuicio de los fe-nómenos a los cuales la naturalezapuede ser pensada corno sometidaen s u s leyes particulares,sino tam-bién un principioconstitutivo de ladeducciónd e s u s productosd e s usrespectivascausas,entonces el con-cepto de un fin de naturalezanopertenecería ya al Iuicio reflexio-nante, sino al determinante;peroentonces,en realidad,no pertenece-

ría de ningún modo, propiamente,al Iuicio (como el conceptode be-lleza, en cuanto finalidad formalsubjetiva),sino que,como conceptode razón, introduciríaen la cienciade la naturalezauna nueva causa-lidad que sacamos de nosotros rnis-m o sy atribuimosa otros s e r e s ,sinquerer, sin embargo,admitirlosconnosotroscomo s e m e j a n t e s .

PRIMERADIVISIÓN

A N A L í ' r 1 c A _nt- :L¡vicio rELaoLóo1co

§62

De la finalidadobjetivapue e s sóloƒormal, a diferenciade a material

Todas las figuras geométricasqueson dibujadas según un principio,muestran una diversay a menudoadmirada finalidadobjetiva,en laaptitudpara la soluciónde muchosproblemas,según un principioúni-co, y tambiénde cada uno de ellos

en modos infinitamentediversosen

sí. La finalidade s aquí manifiesta-mente objetivae intelectualy nosólo subjetiva yestética; puesexpre-sa la~ adecuación de laigura parala producción de muchas formaspropuestas,y e s conocidapor la ra-zón. Perola finalidad,sin embargo,no hace posibleel conceptodel ob-jeto mismo,e s decir,que éste no e sconsideradocomo posible sólo conreferenciaa aquel uso.

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316 M AN UEL KAN T

bargo, según su posibilidad,conce-bir muy bien, aunque sólo,en ge-neral, como meramenteformal (noreal), es decir, como finalidad, sinque sea necesario para ello, sin em-

bargo, poner a su base un fin y, portanto, una teleología. La figuracírculo es una intuición que ha sidodeterminada por el entendimientosegún un principio; la unidad de eseprincipio, que admito arbitrariamen-te y pongo a la base como concepto ,aplicada a una forma de la intui-ción (el espacio) que igualmente seencuentra .en~mí 'sól ocomo repre-sentación,y, desde luego, a priori,hace comprensible launidadde mu-chas reglas que surgende la 'cons-trucciónde aquel concepto,y que,en muy diversas direcciones, sonconformesa fin, sin poder poner,bajo e s a finalidad,fin alguno niotro fundamentoalguno de la mis-ma. No ocurre aquí en esto como

cuando, en un conjunto de cosas,fuera de mí, encerrado en ciertoslímites,como, por ejemplo,en unjardín, encuentro orden y regulari-dad de los árboles,de las plantacio-nes de flores, de las avenidas...,cosas que no puedoesperar deducira priori del contornode un espaciotrazado por mí según una regla ar-bitrariaporque son cosas que exis-ten, que tienen que ser dadas empí-ricamente, para poder ser conoci-das, y no una mera representaciónen mi determinada según un princi-pio a priori. De aqui que esta últi-ma finalidad (la empírica) depen-da, como real, delconcepto de unfin.

Pero también el fundamento dela admiración de una finalidad, aun-que ésta sea percibida en la esenciade la cosa (en cuanto sus conceptospueden ser construidos), puede con-siderarse muy bien como legítimo.Las reglas diversascuya unidad (enun principio)excitae s a admiraciónson todas sintéticasy no salen deun concepto del objeto, v. gr. delcírculo,sino que necesitan que e s e. . , . , ,2--L--:-:aan n\«\

por eso recibe esa unidad el aspec-to, como si empíricamentetuvieseuna base exteriora las reglas, dife-rente de nuestra facultad de repre-sentar, y comosi, de ese modo, la

concordancia del objeto con la exi-gencia de reglas, propia del enten-dimiento, fuera en sí contingente y,por tanto, posible sólo por medio deun fin dirigido expresamentea ello.Ahora bien: precisamenteesa armo-nía, que, a pesar de toda aquellafinalidad, no es, sin embargo,cono-cida empíricamente, sino a priori,debierapor si misma llevarnos a queel espacio, por cuya determinaciónsola (mediantela imaginacióncon-formementea un concepto) era elobjetoposible,no e s una propiedadde las cosas fuera de mí, sino unmero modode representaciónen mí,-y-queasí, pues, en la figura que di-bujo adecuada a un concepto,es de-cir, en mi propiomodo de represen-tación de lo que me es dado exte-riormente,s e aello en sí lo que quie-ra, introduzcoyo la ƒinalidad,nosoy empíricamente instruido deest:-1° por lo dado, y, por consi-guiente, no necesito para ella nin-gú n fin particular fuera de mí en elobjeto.Pero comoesta reflexiónre-quiereya un uso críticode la razón,y por lo tanto, no puede ser en s e -guida contenida en el juicio del ob-jeto según sus propiedades,resultaque e s e juicio no me proporcionainmediatamente nada más que la re-unión de reglas heterogéneas (in-cluso según lo que tienen en si dedesigual) en un principio que, sinexigirpara ello una base particularsituada a priori fuera de mi concep-

to, y , en general, de mi representa-ción, es, sin embargo ,conocido pormí a priori como verdadero. Ahorabien: sorpresa es un choq ue dele s -píritu con la imposibilidad de unira una representacióny a la regladada por ella, los principiosque e s -tán ya a la base -del espíritu,cho-

6 En la primera ediciónfalta la pa- -- - =-H r\f-¡ Info-;f\I)fl \D\fP

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caírica D E Ljuicio 317

que que produce, pues, una dudade si s e habrá visto o juzgadoco-rrectamente; admiración, empero,esuna sorpresa que torna siempre avolver, a pesar de la desaparición

de esa duda. Por consiguiente,es laúltima un efecto totalmente naturalde aquella finalidad observada enla esencia de las cosas (como fenó-menos), y no puede tampoco sercensurada, puestoque la reunión dcaquella forma de la intuición sen-sible (que se llama espacio) conlafacultad de los conceptos (el enten-dimiento) nos e s inexplicable, nosólo por ser precisamentee s a y nootra alguna, sino también porque,además, da al espíritumayorexten-sión para, por decirloasí, adivinaraú n algo que está por encima deaquellas representacionessensibles,y en lo cual, aunque desconocidode nosotros,puede encontrarseel ú l-timo fundamento de aquellaconcor-

dancia. No tenemos tampoco, escierto, ninguna necesidad de cono-cerlo, tratándosesolamentede fina-lidad formalde nuestras representa-ciones a priori; pero sólo tener quemirar allá, por encima, produce almismo tiempo admiraciónhacia elobjetoque nos obligaa ello.

S e tiene la costumbrede llamarbellezaslas citadaspropiedades,.tan-to de las figuras geométricascomotambiénde los números,a causa deuna cierta finalidadde los mismos,a priori, para todaclase de usos delconocimiento, no esperada de la sen-cillez de su construcción,y s e ha-bla, v. gr., de tal o de cual bellapropiedad del círculo descubiertadeesta o aquella manera. Pero el jui-cio, por medio del cual las encon-tramos conformesa fin, no e s unjuicio estético,no e s un juicio sinconcepto que hace notar una merasubjetivafinalidaden el libre juegode nuestras facultades de conocer,sino un juiciointelectual,según con-ceptos,que da a conocerclaramenteuna finalidadobjetiva,e s decir,apli-cabilidada toda clase (en lo infini-to diverso)de fines. Debiérasemás

bien llamar perfección relativa quebelleza de las figuras matemáticas.Esa denominación de bellezaintelec-tual no puede ser en modo algunopermitida. ni siquiera por su como-

didad, pues si lo fuera, o la palabrabelleza deberíaperder toda signifi-cación determinada, o la satisfac-ción intelectual toda superioridadsobre la sensible. M ás bien pudierallamarse bella una demostraciórrdesemejantespropiedades,porque, pormedio de ésta, el entendimientocomo facultadde los conceptosy laimaginación como facultad de la ex-

posiciónde los mismos, s e sientenfortalecidos a priori (lo cual, unidoa la precisiónque la razón introdu-ce, s e llama,en conjunto,la elegan-cia de la demostración), pues aquí,al menos, la satisfaccióne s subjeti-va, aunquefundadaen conceptos,yallí la perfección llevaconsigo unasatisfacciónobjetiva.

§63

-De la finalidad relativa de lanaturaleza, a diferencia

de la interna

La experienciano conducen u e s -tro Iuicioal conceptode una finali-dad objetivay material,e s decir, alconceptode un fin de la naturaleza,más que cuandos e ha de juzgarunarelación de causa a efecto] que sólonos encontramos capacitados paraconsiderar como legal,porque pone-mos la idea del efectode la causa-lidad de la causa, como la condiciónde la posibilidaddel efecto mismo,contenida a la base de la causa mis-ma. Esto,empero, puede ocurrir de

7 Como en la matemática pura nopuede tratarse de la existencia, sinosólo de la posibilidad de las cosas, asaber, de una intuicióncorrespondien-te a su concepto,y, por lo tanto,node causa y efecto, resultaque toda fi-nalidad que en ella s e encuentra debeser consideradasólo como formal,nun-ca como fin de la naturaleza.

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3 1 8 M A N U E L K A N T

dos maneras: o considerandoel efec-to inmediatamentecomo productodel arte, o considerándolo sólo comomaterial'parael arte de otros seresposibles de la naturaleza, es decir,o como fin, o como medio para eluso, conformea fin,de otras causas.La última finalidad llámase utiliza-bilidad (para los hombres), o tam-bién la aprovechabilidad(para cual-quierotra criatura),y e s meramenterelativa;en cambio, la primera e suna finalidadinternadel ser natural.

Los ríos acarrean,por ejemplo,toda clase de tierra, q ue sirv epara

el crecimientode las plantas, y-quedepositana veces en medio del cam-po, y también a menudoen sus des-embocaduras.La marea ascendenteconduce ese barro, en algunas cos-tas, hasta el campo,o lo depositaenla playa; y , sobre todo, si los hom-bres ayudan a ello, para que la des-cendenteno se lo llev ede nuevo,seacrecienta la tierra fructífera, y elreino vegetalgana allí un lugar don-de antes tenían su habitaciónpecesy moluscos.La mayoríade e s o sen-grandecimientosdel campo los harealizado la naturaleza misma, y,aunque lentamente,continúa en elloaun. Ahorabien: el problemae s s a -ber si esto ha de juzgarse como unfin de la naturaleza, por encerrar

una utilidadpara los hombres;puesel reino vegetalmismono s e puedetener en cuenta, porque, en cambio,se le quita a las criaturas marinastanta venta ja como se da a la tierra.

O bien, pongamosun ejemplo dela aprovechabilidad de ciertas cosasnaturales como medio para otrascriaturas (cuando se las presuponecomo medio). N o hay suelo másprovechoso paralos pinos que unsuelo de arena. Ahorabien: el an-tiguo mar, antes de retirarse de latierra, ha dejado atrás tanta exten-.sión arenosa en nuestras regionesdel Norte,que en e s e suelo, tan in-utilizable, porlo demás, para todocultivo,han podidocrecer extensospinares, de cuya destrucción irra-cional hemos acusado con frecuen-

cia a nuestrospredecesores,y 's epue-de aquí preguntar si aquel primitivodepósito de terreno .arenoso era unfin de la naturaleza,enderezado alos posiblespinares. Es claro que sise admiten estos pinos como un finde la naturaleza,s e deberá admitiraquella arena también, pero sólocomo fin relativo, para el cual, a suvez, el medio fue la antigua playamarina y su retroceso, pues en laserie de los miembros-subordinadosunos a otrosde un enlace final,cadamiembromedio debe ser considera-do como fin (aunqueno comoúlti-mo fin), para el cual e s medio s umás próxima causa. Del mismo mo-do, si una vez debió haber en elmundo bueyes, ovejas,caballos,etc.,debió haberhierba en la tierra; perotambién debieron crecer en los de-siertos de arena hierbas saladas, sidebian desarrollarse camellos, otambién debían encontrarseen mul-titud esas y otras especies de anima-les herbívoros,si había de haber lo-bos, tigres y leones. Por tanto, la fi-nalidad objetivaque s e funda enla aprovechabilidad no e s una fina-lidad objetiva de las cosas en sí mis-mas, como si la arena en si no pu-diera ser concebidacomo efectodeuna causa, el mar, sin poner bajoeste último un fin y sin considerarel efecto, a saber, la arena, comouna obra de arte. Es una finalidadmeramenterelatlva, meramentecon-tingente, para la cosa misma a lacual e s atribuida, y aunque en loscitados ejemplos 'las especies dehierbas han de juzgarse en si comoproductos organizados de la natu-raleza, por tanto como llenas de

arte. sin embargo, en relación conlos animales que se nutren de ellas,son consideradas como meramate-ria bruta.

Pero, además, cuando el hombre,por la libertad de su causalidad,en-cuentra en las cosas naturales pro-vecho para s u s intenciones,a me-nudo insensatas (v. gr., las plumasde colores de los pájaros paraador-no de su traje, tierras coloreadaso

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caírics D E Ljuicio 3 1 9

savia de las plantas para s u s afei-tes), a `veces también razonables,como el caballo para cabalgar, eltoro (y en « la isla de Menorca in-cluso el asno y el puerco) para la-

brar, no puede tampoco aq uí adm i-tirse ni siquiera un fin relativo dela naturaleza (en ese uso)..Pues surazón sabe dar a las cosas una con-cordancia con sus ocurrenciasarbi-trarias, para las cuales el mismo nisiquiera por la naturalezaestaba pre-destinado.Sólo sis e admiteque loshombres han debido vivir en la tie-rra, entoncesno deben tampocofal-tar, por lo menos, losmediossin loscuales no podrían existir como ani-males, y aun como animalesracio-nales (por bajo que sea el rado);pero, entonces,deberán aquålas co-sas naturalesque son indispensablespara ese fin ser también considera-das como fines de la naturaleza.

De aquí s e ve fácilmenteque lafinalida externa (aprovechabilidadde una cosa para otra) no puedeser considerada comofin natural ex-terno más que bajo la condición deque la existenciade aquello para locual e s , o inmediatamenteo enmodo lejano, aprovechable,sea pors í misma fin de la naturaleza.Perocomo ello no se puede nunca deci-dir por medio de una mera contem-plación de la naturaleza, se deduceque la finalidad relativa, aunque danoticia hipotéticamente de fines na-turales, sin embargo,no da derechoa ningún juicio teleológico absoluto.

La nieve en los países fríos pro-tege las simientescontra la helada;facilita la comunidad de los hom-bres (por medio de los trineos); el

lapón encuentra ahí animales quehacen efectiva esa comunidad (losrenos), y que encuentran alimentobastante en un musgoseco, que tie-nen que sacar, rascando, de debajode la nieve,y ,-sin embargo,se dejanfácilmente domesticar y arrebatar,sin resistencia,la libertad en quepodríanmuy bienconservarse.Paraotros pueblos,en la mismazona he-lada, encierra el mar una rica pro-

visiónde¬animalesque, además delalimento y el traje que proporcionany de la madera queel mar, por de-cirlo así, acarrea para las viviendasproporcionan aú n materias combus-

tibles para calentar las chozas. Aquihay, pues, un concierto admirablede muchas relaciones de la natura-leza en un fin, que es el groenlan-dés, el lapón, el samoyeda,el yacu-te, etc. Pero no s e ve por qué, engeneral, deben vivir allí hombres.Así.pues, decir que los vaporescaendel aire en forma de nieve, que elmar tiene s u s corrientes que vanempujando hacia alli la madera na-cida en países más cálidos,que hayallí grandes animalesmarinosllenosde aceite, todo ello porque la causaque crea todos esos productos natu-rales tiene a su base la idea de unprovecho para ciertas miserablescriaturas, decir eso sería enunciarun juicio muy osado y arbitrario.

Pm» aunq ueno hubiera esa utilidadde la naturaleza, no echaríamosdemenos nada en la suficienciade lascosas naturales para esa propiedad;más bien, sólo el pedir una disposi-ción semejante y exigir a la natu-raleza un fin semejante (va que, sinél, sólo la mayor incompatibilidadde los hombres unos con otros hapodido dispersarlos hasta regionestan inhospitalarias) nos parecería anolsotros mismos mal calculado ypoco reflexionado.

§64

Del carácter peculiar de las cosascomo fines de la naturaleza

Para considerar que una cosa e sposiblesólo como fin, e s decir, tenerque buscar la causalidadde su ori-gen, no en el mecanismode la na-turaleza,sino en una causa cuya fa-cultad de efectuar s e determina porconceptos,para ello se exige que suforma sea posible, no según merasleyes de la naturaleza,e s decir, lasque podemosconocersolamentepor

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320 MANUELKANT

el entendimiento aplicado a objetosdel sentido,sino”que s u conocimien-to empíricomismo,según su causay efecto, presuponga conceptos dela razón. Esa forma e s contingente

en todas las leyes empíricas de lanaturaleza, con relación a la razón;y como la razón,que en cada formade un productonatural debe cono-cer tambiénla necesidad de la mis-ma, aunque no quiera considerarmás que las condiciones enlazadascon su producción, no puede, sinembargo, admitir esa necesidad enaquella forma dada, resultaque sucontingenciamisma e s un funda-mento paraadmitirla causalidaddeesa forma,comosi, precisamenteporser contingente,no fuera posiblemás que por la razón; pero enton-ces esta es la facultad de obrar se-gú n fines (voluntad),y el objeto,que e s representadosólo como po-sible por esta facultad,sería repre-

sentado comoposible

sólo en cuan-to fin.Si en una tierra,que le parece in-

habitada, percibe alguien una figu-ra geométrica,por ejemplo, un he-xágono regular dibujado en la are-J n a ,su reflexión,trabajandoen unconceptode la figura,vendría,aun-que oscuramente ,a apercibirse, pormedio de la raz ón,de la unidad delprincipiode la producciónde aquelconcepto,y así, según eso, no juz-garía ni la arena, ni el vecino mar,ni los vientos,ni tampoco las pisa-das de los animales que é l conoce,ni cualquier otra causa irracional,como una base de la posibilidad desemejante figura,porque le parece-ría tan infinitamente grande la ca-

sualidad de la coincidencia con unconcepto semejante,sólo posible enla razón, que sería como si para laproducción de esa figura no hubiera ninguna ley natural; y, por con-siguiente, ninguna causa en la na-turaleza,efectuandode un modome-ramente mecánico, sinosólo el con-cepto de semejante objeto, comoconcepto que sólo- la razón puededar y comparar con el objeto, pue-

de encerrar la causalidad de unefectosemejante;coáisigäientemhepte,éste uede ser consi era o tota en-te cohiofin, pero no como fin de lanaturaleza,sino comoproductodel

arte (vestigiumhominisvideo).Pero para que algo, conocidoco-mo producto natural, pueda, sin em-bargo, también ser juzgado comofin, por tanto,como fin de la natu-raleza, para ello, si no es que quizáaqui hay una contradicción, se exi-ge ya más. Diría yo provisionalmen-te que una cosa existe como fin dela naturalezacuandoe s causa y efec-to de sí misma (aunqueen doblesentido),Sporqueaquí hayuna cau-salidad tal que no puede ser enlaza-da con el mero conceptode una na-turalezasin dar a esta un fin; pero,haciéndolo, puede entoncesser p e _ n -sada sin contradicción, aunque noconcebida. Vamosa aclarar primera-mente, por un ejemplo,la determi-nación de esta idea de un fin de lanaturaleza,antes de analizarlacom-pletamente.

Un árbolengendra primerootroárbol según una ley conocidade lanaturaleza. El árbol, empero,que en-gendra-esde la mismaespecie, y así,engéndrase él a sí mismo según laespecie; en ésta se conserva cons-tantemente como especie, produci-

do, por una parte, como efecto,y ,por otra, produciéndosea s í mismocomo causa de si mismo sin cesar.

En segundolugar, un árbol s e en-gendra a s í mismo también segúnel individuo.Ciertoque e s aclase deefecto llamámosla sólo crecimiento,pero éste hay que tomarlo en el sen-tido de que es totalmente distintode todo otro aumento de magnitud,según leyes mecánicas,y de que hayque considerarlo como igual a unaprocreación, aunque bajo otro nom-bre. La materia que añade transfór-mala esa planta anteriormente enuna cualidadespecífico-peculiar,queel mecanismonatural nopuedepro-

H («Aunqueen doble sentidos)e s unañadido dei la 2 ? y 3' edición. (Notadel T.)

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cnírtcx D E Ljuicio 3 2 1

porcionar fuera de esa planta, lacual s e desarrolla,pues, por mediode una materiaque en la mezclae ssu propioproducto.Pues aunque,e nlo que s e refierea sus partes consti-tutivas recibidas de la naturalezaex -terior, debe ser considerada sólocomo educto, sin embargo,en la s e -paración y nueva conexión de esamateria-bruta se encuentrauna ori-ginalidadtál de la facultadde sepa-rar y deforrnar de esa clase de seresnaturales, que todo arte permaneceinfinitamente lejos de ella, al tratarde reproducir, con los elementosre-cibidos por análisis de aquéllos,otambiéncon la materia quela natu-raleza les da como alimento, esosproductos del ramo vegetal.

En tercer lugar,una parte de e s acriatura se engendra a sí misma detal modo, que la conservacióndeuna depende de la conservacióndelas otras recíprocamente.La yema

de una hoja de árbol, injertadaenla rama de otro, cría en un troncoextraño.un retoño de su propia e s -pecie, y del mismo modoel injertoen otro tronco.Por e s o puede con-siderarse tambiénen el mismo ár-bol, cada rama u hoja, como sólo in-jertada,o prendida,por tanto,comoun árbol existentepor sí mismo,queagarra solamenteen otro y s e nutreparasitariamente. Al mismo tiempo,si bien las hojas son productosdelárbol, sin embargosirven a la con-servaciónde éste también recíproca-mente, pues repetidos despojos delas hojas lo matarían, y su creci-miento depende de su efecto en eltronco. La ayuda que la naturalezase presta a sí misma en esas criatu-

ras cuando, por motivo de una he-rida, la falta de una parte 'que con-tribuíaa la conservaciónde las ve-cinas, es repuesta por las demás. ocuando, en los engendrosdefectuo-sos o deformacionesen el creci-miento, ciertas partes, por motivode faltas o de impedimentosocurri-dos, se forman de un modo total-mente nuevo,para conservarlo quehay ya y produciruna criaturaanor-

mal, es citada aquí sólo de paso, apesar de que pertenecea las másmaravillosas propiedades de loscuerpos organizados.

§65

Cosas, como fines de la naturaleza,son seres organizados

Según el carácter expuesto en elanterior árrafo, una cosa que.como procïuctonatural, no debe, sinembargo, ser conocidaposible másque como fin de la naturaleza,debeestar consigo misma en la relaciónrecíproca de causa a efecto, lo cuale s una expresiónalgo impropiaeindeterminada que necesita una de-ducción de un concepto determi-nado.

La relación causal, en cuanto espensada sólopor mediodel entendi-miento, es un enlace que constituyeuna serie (de causas y efectos) queva siempre haciaabajo, y las cosasmismas que, como efectos, presu-ponen otras como causas, no pue-den al mismotiempo,recíprocamen-te, ser causas de estas causas. Estarelacióncausal llámasela de las cau-sas efic ientes (nexuseƒƒectívus).Encambio, puede, sin embargo, tam-bien ser pensada, según un concep-to de la raz ón (de fines), una rela-ción causal que, si se la consideracomo una serie, llevaría consigode-pendencia,tanto hacia arriba comohacia abajo, y en la cual, la cosaque se ha indicado una vez comoefecto, sin embargo, merece, haciaarriba, el nombre de causa de lacosa de que e s efecto. En lo prácti-co (en el arte, v. gr.) encuéntrasefácilmente semejante enlace; como,por ejemplo, la casa es, desde lue-go, la causa de los dineros que secobran por el alquiler, pero tam-bién, al revés, fue la representaciónde ese cobro posible la causa de laedificación de la casa. Semejanteen-lace causale s llamadoel de las cau-sas finales (nexus ƒínalis). Pudiéra-

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se quizá llamar, más conveniente-mente; el primero, el enlace de lascausas reales; el segundo, el de lasideales; porque en esta denomina-ción es al mismo tiempo concebido

que no puedehaber más que esasdos-clases de causalidad.Ahorabien: a una cosa, como fin

de la naturaleza,s e le exigeprimeroque las partes (según su existenciay su forma) sólo serán posiblesme-diante su relación con el todo, puesla cosa misma e s un fin; por consi-guiente, está comprendida bajo 'unconcepto o una idea que debe de-terminar a priori todo lo que en elladebe estar encerrado. Encuanto,ern-pero, una cosa sólo de e s emodo e spensada como posible,,es ella sólouna obra de -arte, es decir, el pro-ducto de una causa racional, dife-rente de la materia (las partes), ycuya causalidad (en'la realizacióny enlace de las partes) e s determi-nada por su idea de un todoposiblepor medio-de ella (por tanto, nonadiante la naturaleza, fueradee a).

'Pero si una cosa debe encerrarcomoproductod e -la naturalezaensi misma y en su interior posibili-dad, sin embargo,una relaciónconfines,e s decir,ser posiblesólo comofin de la naturaleza,y sin la causa-lidad de los conceptosde seres ra-cionales fuera de ella, entonces s eexige segundamente quelas partesde la misma s e enlacen en la .uni-dad de un todo, siendo recíproca-mente unas para otras la causa y elefectode su forma.Pues sólo de e s amanera e s posible que inversamen-te (recíprocamente), laidea deltodo, a su vez, determine la formay el enlace de todas las partes, nocomo causa --pues entonces fueraproductoartístico-, sino comobase,para el que juzga, delconocimientode la unidad sistemáticade la formay enlace de todo lo diverso conteni-do en la materiadada.

Así, pues, para un cuerpo que ensí, y según su posibilidadinterior,

debe ser juzgado como fin de la na-turaleza, se exige que las partes delmismo se produzcan todas unas aotras recíprocamente,según su for-ma tanto como según su enlace, y,

así, produzcan por causalidad pro-pia un todo, cuyo concepto, a suvez, inversamente (en un ser queposea la causalidad,según concep-tos, adecuada a semejante produc-to), e s causa de e s e productosegúnun principio,y, por consiguiente,elenlace de las causas eficientespue-da, al mismo tiempo, ser juzgadocomo efecto de las causas finales.

Así como en un producto seme-jante de la naturaleza,cada parteexiste sólomediante las demás, deigual modo e s pensada como exis-tente sólo e n -consideraciónde lasdemás y del todo, es decir, comoinstrumento (órgano); pero eso nobasta (puespudieraser tambiénins-trumentodel arte,y entoncesser re-

presentadaposiblesólo comofin, engeneral),sino que ha de ser pensa-da además como un órgano produc-tor de las otras partes (por consi-guiente, cada una a su vez de lasdemás), tal como no ¡puede-serloningún instrumento de arte, sinosólo uno de la naturaleza,la cualproporciona todamateria para ins-trumentos (incluso los del arte), ysólo entoncesy por eso puede seme-jante producto,como ser organizadoy organizándosea sí mismo,ser lla-mado un ƒin de la naturaleza.

En un reloj, una parte es el ins-trumentodel movimientode las de-más, pero una rueda no e s la causaeficiente de la producción'de lasotras: unaparte está ahí, ciertamen-

te, en consideraciónde las demás,pero no medianteéstas. De aquíquela causa productorade aquél y suformano esté tampocoencerradaenla naturaleza (de esa materia) , sinofuera de ella, en un ser que puedeefectuarsegún ideasde un todo po-sible mediante su causalidad. Deaquí que, así como una rueda en elreloj no produceotra rueda, tam-poco un reloj puede producirotros

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ciiírica D E Ljuicio 323

'elojes,utilizando para ello otra ma-:eria (organizándola); de aquí queno reponga por si mismo las partesque le faltan, o remedie los defec-tos de la primera formación por me-dio de la ayuda de otras sucesivas,o le mejore por s í mismo cuandoc a e en desorden, todo lo cual, encambio,podemosesperarlode la na-turalezaorganizada.Un ser organi-zado,pues, no e s sólo una máquina,pues ésta no tiene más que fuerzamotriz, sino que posee *en sí fuerzaƒormadora,y tal, por cierto, que lacomunicaa las materias que no latienen (las organiza), fuerza forma-dora, pues, que se propaga y queno puede ser explicadapor la solafacultad del movimiento (el meca-nismo).

S e dice demasiadopoco de la na-turalezay de s u facultaden los pro-ductos organizadoscuando s e la lla-ma un análogodel arte, pues enton-c e ss e piensa el artista (ser racional)fuera de ella; másbien s e organizaa sí misma en cada especie de susproductos organizados,ciertoque s e -gú n un único ejemplar en el todo,pero, sin embargo,con convenientesdivergencias,que la propia conser-vación, según las circunstancias, exi-ge. M ás se acerca uno quizá a esa

cualidad im enetrable llamándolaun análogo de Ia vida; pero enton-ces hace falta, o dotar la materia,como mera materia, de una cualidad(hilozoísmo)que contradicesu ser,o aparejarle un principio extrañoque esté en comunidadcon ella (unalma);pero, entonces,si un produc-to organizado ha de ser un produc-to de la naturaleza,o se presuponey a materia organizadacomo instru-mento de aquella alma,y entoncesno s e hace en lo más mínimomásconcebible,o se deberá hacer delalma el artífice de aquel edificio, yentonces se sustrae el producto a lanaturaleza (la corporal). Hablandocon exactitud,la organizaciónde lanaturaleza notiene, pues, nada' de

analógicocon ninguna de las causa-

lidades que conocemos.”La bellezade la naturaleza no siendo añadidaa los objetos más que en relacióncon la reflexión sobre la intuiciónexterior de los mismos, y,por tanto,sólo a causa de la forma de la su-perficie,puede con razón ser llama-da un análogodel arte. Perola ínte-ríor perfecciónde la naturaleza,talcomo la poseen aquellas cosas quesólo 'son posibles comofines de lanaturaleza,y que por e s o s e llamanseres organizados,no e s pensable niexplicable según analogía algunacon una facultad física, es decir, na-tural, conocida de nosotros; másaun: perteneciendonosotros mismosen el más amplio sentido, a la na-turaleza, ni siquiera puede ser pen-sada tampoco medianteuna. analo-gía exactamente adecuada con elarte humano.

El conceptode una cosa como finde la naturaleza en sí, no es, pues.un conceptoconstitutivodel enten-dimientoo de.la razón,pero puedeser, para el Juicioreflexionante,unconceptoregulativoque, según unalejana analogía con nuestracausali-dad por fines en general, conduzcala investigación sobre objetosde esaespecie y haga reflexionar sobre suprincipal base; esto último no. porcierto, para el conocimiento de la na-

turaleza o de aquella base primerade la misma, sino más bien precisa-mente para el de esa misma facul-

9 Puédese inversamente,por mediode los citados fines inmediatosde lanaturaleza, aclarar cierto enlace quetambién, empero,s e encuentramás enla idea queen la realidad.Así, en unatransformacióntotal,recientementeem-prendida,de un gran puebloen un E s -tado, se ha utilizado con gran conse-cuencia la palabra organización, a me-nudo para designar la sustitución demagistraturas,etc., y hasta de todo elcuerpo del Estado.Pues cada miembro,desde luego, -debe ser, en semejantetodo, no sólo medio, sino también, almismo tiempo, fin, ya que contribuyea efectuar la posibilidaddel todo, ydebe, a su vez, ser determinado pormedio de la idea del todo, según su po-

sición y su función.

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324 MANUELKANT

tad práctica de la razón en nosotros,con la cual consideramosla causade aquella finalidad en analogía.

Los seres organizadosson, pues,los únicosen la naturaleza que, aun-

quese -les

considerepor sí y sin

unarelación con otras cosas, deben, sin' _embargo,ser pensados posibles sólocomo fines de la misma,y que,portanto, proporcionan,desde luego, alconceptode fin, no de fin práctico,sino de fin de la naturaleza,una rea-lidad objetiva, y por ella, para laciencia de la naturaleza,el funda-mento de una teleología,es decir, deun modo de juzgar sus objetos se-gú n un principio particular tal, queintroducirlo en la naturaleza sería,de`otro modo, absolutamente ilegí-timo (pues no se puede, de ningunamanera, ver=apriori la posibilidadde semejanteespecie de causalidad).

§66

Del principiodel iuiciode lafinalidadinternaen seres

organizados

Ese principio,y, al mismo tiem-po, su definición,dice: un produc-to organizadode la naturalezaesaquel en el cual todo es ƒin, y, recí-

procamente, también medio. N adaen el e s en balde, sin fin o atribui-ble a un ciego mecanismonatural.

Ese principio, ciertamente, segúnlo que lo ocasiona,s e deduce de laexperiencia, a saber, de aquella quees preparada metódicamentey s ellama observación; ero como enun-cia la universalidacl) y necesidaddesemejante finalidad, no puede des-cansar sólo en fundamentos de ex-periencia,sino que debe tener a subase algún principioa priori, aun-que sólo 'sea regulativo, y aunqueaquellos finessólo estén en la ideadel que juzga y no en causa algunaeficiente. Por eso puede llamarse elprincipio ariba- citado una máximadel juiciode la finalidadinternade

los seres organizados.

Es sabido que los que analizan lasplantas y los animalespara investi-gar su estructura y .poder conside-rar los fundamentos de por qué yde para qué fin les son dadas seme-jantes partes, semejante posiciónyenlace de las partes y precisamenteesa forma interna, admiten como ab-solutamentenecesaria aquella máxi-ma de que nada hay en vano enaquellascriaturas,y le dan igualva-lor que al principio de la teoríauni-versal de la naturalezade que nadaocurre por casualidad. Enrealidad,no puedendesprendersede ese prin-

cipio teleológico, como no puedendesprenderse del físico universal,porque así como, abandonandoesteúltimo,no quedaría experienciaal-guna en general, de igual modo,abandonando el primer principio,no quedaría hilo alguno conductorpara la observación de una clase decosas naturales, pensadas ya una vezteleológicamente bajo el conceptode fines de la naturaleza.

Pues e s e conceptoconducela ra-zón a un orden de las cosas total-mente diferentedel de un mero me-canismodela naturaleza,que aquíya no puede satisfacernosmás. Debehaber una idea a la base de la posi-bilidad del producto natural.Perocomo una idea e s una unidad abso-luta de la representación,mientrasque la materia es una multiplicidadde las cosas, que no puede por síproporcionar unidad alguna deter-minada de conexión, así, pues, siaquellaunidadde la idea debe ser-vir de base a la determinaciónapriori de una ley natural de la cau-salidad de una forma semejante delo conexionado,el fin de la natura-leza deberá ser extendidoa todo loque hayen s u producto.Pues si re-ferimosuna vez un efectosemejanteen la totalidad a una base de deter-minaciónsuprasensible,por encimadel ciego mecanismode la naturale-za, debemos también juzgar ese efec-to completamentesegún aquel prin-cipio, y no hay motivo alguno para

admitir que la forma de una cosa se-

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cnfrtcfxm a i .juicio 325

mejante depende aún, en parte, delsegundo principio, pues entonces,por la mezcla de principios distin-tos no quedaría regla algunaseguradel juicio.

Puede ser, por ejemplo,que en uncuerpo animal, algunas partes pue-dan ser concebidascomo concrecio-nes según leyes meramentemecáni-c a s (pieles,huesos,`pelos).Sin em-bargo, la causa que produce la ma-teria conveniente paraellas, lamo-difica,la forma1° y la deposita ens u s sitios convenientes,debe sersiempre juzgada te leológicamente ,de modo que todo en él debe serconsiderado como organizado, ytodo, en cierta relación con la cosamisma,e s ,a s u vez,órgano.

§67

Del principiodel juicio teleológicode la naturaleza,en general, como

sistemade los fines

M ás arriba hemos dichode la fi-nalidad externa de las cosas natu-rales, que no da derecho suficientepara considerarlascomo fines de lanaturalezay emplearlascomo basesde explicaciónde su existencia,usando al mismotiempolos efectoscasualmentefinalesde e s o sfines dela naturaleza, en la idea, como fun-damentosde su existenciasegún elprincipiode las causas finales.Así,los rios que favorecenla comunidadentre los pueblos en el interiordelas tierras; las montañasque encie-rran los manantiales, y,para tiem-pos sin lluvia, la provisión de nieveque los mantiene; la inclinación,igualmente,de los suelos, que con-duce esas aguas y seca la tierra, nopor eso pueden tenerse en seguidapor fines de la naturaleza, pues esafigurade la superficiede la tierra,aunque era muy necesaria para laaparicióny conservación delreino

1 ° «La forma» e s un añadidode la

2 y 3 ? edición. (N. del T.)

vegetaly animal, no tiene, sin em-bargo, en si nada ara cuya posibi-lidad se vea uno obligado a admitiruna causalidadsegún fines. Lo mis-mo, precisamente,puede decirsedelas plantas que el hombreusa parasus necesidadeso su regocijo; de losanimales,como el camello, el buey,el caballo, el perro, etc., queel hom-bre puede usar de mil maneras, enparte como alimento,en parte parasu servicio,y de los cualesno puedecasi nunca prescindir. En cosas queno hay motivode consideraren s ícomo fines, la relación externa nopuede ser juzgada comofinal másque hipotéticamente.

Iuzgar una cosa, por causa de suforma intema, como fin de la na-turaleza,es algo totalmente distintode considerar la existencia de esacosa como fin de la naturaleza. Parala últimaafirmaciónnecesitamosnosólo el conceptode un fin posible,sino el conocimientodel -fin final(scopus) de la naturaleza,lo cualrequiere una relaciónde ésta conalgo suprasensible,relaciónque s o -brepuja, con mucho, todo nuestroconocimientoteleoló icode la na-turaleza,pues el fin še la naturalezamismadebe ser buscadopor encimade la naturaleza. Laforina intemade una simplehierba puede demos-trar suficientemente,para nuestrojuicio humano, ue su origen es po-sible sólo segúníla reglade los fines.Pero si s e sale de aquí y s e consi-dera sólo el uso que de ella hacenotros seres naturales,si s e abandonala contemplación de la organizacióninternay s e considerasólo las rela-ciones exteriores finales, v. gr., lanecesidad de la hierba para el ga-nado, de éste para el hombre comomedio de existencia,y si no se vepor qué s e a necesario que existanhombres (pregunta a la cual, si setiene en el pensamiento, v.gr., loshabitantesde NuevaHolanda o losde la Tierradel Fuego,no sería tanfácil contestar), así no s e llega a fincategórico alguno, sino que todaesa relación final descansa en una

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326 MANUELKANT

condición ue hay siempre¡ q u epo-ner más allá, y que, como incondi-cionada (la existenciade una .cosacomo fin .final), yace totalmentefuera de la consideración físico-te-

leológicadel mundo.Pero, entonces,una cosa semejante no e s tampocofin de la naturaleza, pues no se lapuede considerar (0 toda su espe-cie) como producto natural.

Sólo, pues, la materia,en cuantoe s ' organizada, lleva consigo necesa-riamente el concepto de sí mismacomo un fin de la naturaleza, por-que e s a su forma específica e s almismo tiempoproductode la natu-raleza. Pero e s e concepto conducenecesariamentea la idea de la natu-raleza entera, como un sistema s e -gú n la regla de los fines, a . cuyaidea, todo mecanismode la natura-l_eza ,_según principios de la razón(al menos para ensayar ahí el fenó-meno natural),debe ser subordina-

do. C omo meramentesubjetivo,e sdecir, como máxima, le perteneceel principiosiguiente de la razón:Todo en el mundo e s bueno paraalgo; nadaen él e s vano. Y por elejemploque la naturalezada en s u sproductos orgánicos, se encuentrauno autorizado, hasta invitado,ano esperar de ella y de sus leyesnada que no s e a en totalidadfinal.

S e comprendeque este no e s unprincipiopara el Iuiciodeterminan-te, sino ,sólo para el reflexionante,que e s regulativoy no constitutivo,y que por é l recibimos sólo un hiloconductorpara considerar,según unnuev o ordende leyes, lascosas na-turales en relacióncon una base dedeterminación que ya e s dada, y

para ampliar los conocimientos so-bre lanaturaleza según otro prin-cipio,a saber, el de las causas fina-les, sin dañar, sin embar o, al delmecanismo de su causališad. Ade-más, por esto no s e decide de nin-gú n modo si algo que juzgamosse-gún aquel principioes intenciona-damente fin de la naturaleza, si lashierbas existen para el buey 0 la

oveja,_y- si éstos ex isten, conlas

otras cosas naturales, ara los hom-bres. Es bueno consicierartambiénbajo e s e aspecto las cosas mismasque no son desagradablesy, en cier-tas relacionesparticulares,contrarias

a fines para nosotros. Así podría,por ejemplo;decirse: elparásitoquemolestaa los hombresen sus trajes,en los cabellos, en las camas, es,según una sabia disposiciónnatural,un impulsor para la limpieza, lacual por sí e s ya un medioimpor-tante para la conservaciónde la s a -lud; o, bien, los mosquitosy otrosinsectos que pican, al hacer tan pe-nosos para los salvajes los desier-tos de América,son otros tantosaguijonesde la actividadque inci-tan a e s o shombres jóvenes'a des-viar los pantanos, aclarar los espe-s o sbosques ueretienenel paso delviento,y tam(l:ién,edificandoel sue-lo, hacer al mismotiempomás sanasu morada. Aquellomismo que le

parece al hombreser contra natura,en su organización interna, da;cuando_seconsiderade e s a manera,una visiónentretenida,a veces ins-tructiva,en una ordenación teleo-lógicade las cosas, a la cual no nosconduciría la mera consideración fí-sica sin un principiosemejante.Asícomo algunos juzgan que la solita-ria e s dada al hombre o al animalen dondemora,comocompensación,por decirlo así, de alguna falta ens u s órganos de la vida, de igualmodo preguntaríayo si los sueños(sin los cuales no s e duerme nunca,aunque sólo rara' vez puedan recor-darse) no puedenser una cosa dis-puesta con finalidadpor la natura-leza, puesto quesirven,en el relaja-

miento de todas las fuerzas corpo-rales motrices, paramoverinterior-mente los órganos de la vida, pormedio de la imaginacióny de lagran actividad de la misma (que,eneste estado, .las más de las vecessubehastala emoción),de tal modoque, cuando el estómago está llenoy e s e movimientoe s tanto más ne-cesario, juegacomúnmentepor lanoche, durmiendo,con mayor v iva-

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cnf'r1cAnai. Juicio 3 2 7

cidad;por consiguiente, sinesa fuer-z a interiormotrizy sin e s a intran-quilidadfatigosade que nos queja-m o sen los s u e ñ o s(y que, e n reali-dad, quizá s e a nremedios), e l dor-

mir, aun en estado de salud, seriaenteramenteun completoapagarsed e la vida.

Tambiénla bellezade la naturale-za, e s decir, su concordanciacon ellibrejuegode nuestrasfacultadesdeconocer en la aprehensióny juiciode su fenómeno,puede, de e s e mo-do, ser consideradacomofinalidadobjetivade la naturaleza,en su to-talidad,como sistema en donde elhombre e s un miembro,s i e s queya una vez n o sha autorizadoel jui-cio teleológicod e la misma,por m e -dio de los fines naturales quenosproporcionanlos s e r e sorganizados,para llegara la idea de un gran sis-tema de los fines d e la naturaleza.Podemos considerar como un fa-vor1 1que la naturalezanos ha he-cho, el que hayae s arcidocon tan-ta abundancia,belleza y encanto,además de utilidad, y podemosamarla por ello, así como conside-rarla con respeto,a causado su in-mensurabilidad,y sentirnos ennoble-cidos nosotrosmismos ene s a con-templación;completamentecomo sila naturaleza hubiera levantadoyadornadosu teatro propiamentecone s aintención.

Lo que e n e s t epárrafoqueremosdecir no e s más que esto: cuandoya una vez hemosdescubiertoe n la

1 1En la parte estéticas e dijo: mira-mos la naturalezabella con favor,alex¿›erimentaren su formauna satisfac-ci n totalmentelibre (desinteresada).E sque en e s emero juiciode gusto nos e toma en modo algunoen considera-ción el fin para el cual e s a sbellezasde la naturalezaexisten:si e s para des-pertar en nosotrosun placer, o e s sinrelaciónalguna connosotros comofin.En un juicio teleológico,em ro, aten-demos también a esa relacigrï,y aquipodemosconsiderarcomo favord e lanaturaleza elque haya queridoser paranosotros lncitadorade culturaal pro-ducir tantas formasbellas.

naturaleza unafacultadde producirproductosque no puedenser pensa-dos por nosotros más que según elconceptod e la s c a u s a sfinales,va-mos m á slejos,y aquellosproductos

(o su relación,aunque conformeafin) que no hacen precisamentene-cesarioel buscar,por encima delme-canismo de las causas ciegamenteeficientes,otro principiopara su po-sibilidad,los podemos, sin embargo,juzgarcomo pertenecientesa un sis-tema d e fines, porque la primeraidea, en lo que toca a su fundamen-to, nos _-conduceya más allá delmundo sensible, y la unidad delprincipiosuprasensibledebe ser con-siderada como valedera delmismomodo, nosólo para ciertas especiesde seres naturales,sino para e todonaturalcomosistema.

§68

Del principio de la teleologíacomoprincipiointernod e la cienciad e lanaturaleza

Losprincipiosd euna cienciason:o anterioresa ella, y s e llaman in-teriores (principiadomestica),o e s -tán fundadosen conceptosque sólopueden encontrar lugar fuera d e

ella, y son entoncesprincipiose x -traños (peregrina).Las cienciasqueencierrane s t o súltimosponen a lab a s ed e s u s e n s e ñ a n z a sprincipiosderivados (lem-mata),e s decir, to-man prestado de otra ciencia algúnconcepto,y con él una base de or-denación.

Cadacienciae s por si un sistema,y no basta construiren ella segúnprincipios,e s decir, procedertécni-camente,sino quehace falta proce-der con ella también arquitectónica-mente, como un edificioque existepor sí, y tratarla,no como una de-pendenciay como una parte de otroedificio,sino como un todo'por sí,aunque después s e puede establecerun tránsitod e és t ea aquél,o recí-procamente.

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caírtc/tD E Ljuicio 3 2 9

para no hacerse siquiera sospecho-s o de la menorpretensión injusta,como sería la de mezclarentre nues-tras bases de conocimiento,algoque no pertenece a la física, a s a -

ber, una causa sobrenatural, hábla-s e de la naturaleza en la teleolo-gía, ciertamente,como si la finali-dad en ella fueraintencionada,peroal mismo tiempode tal suerte, ques e atribuyea la naturaleza,e s de-cir, a la materia,e s a intención, pordonde (puestoque aquí no puedehaber mala comprensión,no atri-buyéndosepor sí misma intenciónalguna,en la propiasignificacióndela palabra a una materia sin vida)s e viene a mostrarque e s a palabra,aquí, significasólo un principiodeljuicio reflexionantey no del deter-minante,y así, pues, no debe intro-ducir ninguna base particular decausalidad, sino que añade, sólopara el uso de la razón, otra clase

de investigación que la que se hacesegún leyes mecánicas,para comple-tar la insuficienciade las últimas,in-cluso en la indagación empírica detodas las leyes particularesde la na-turaleza. Por e s o en la teleología,en cuanto e s referidaa la fisica,há-blase, con razón, de la' sabiduría, laeconomía,la previsión,la beneficen-cia de la naturaleza,sin por ello ha-cer de ésta un ser de entendimiento(porque eso sería absurdo), perotambiénsin atreversea asentar porencima de ella otro ser de entendi-mientocomo artífice,pues e s oseríadesmedido;1 2 sino que, por ello,

1 2 La palabra alemana desmedido(Vermessen) e s una palabra buena yllena de significado. Un juicio, en elcual se olvida uno de evaluar la me-dida de longitudde las propias facul-tades (del entendimiento), puede a ve-ces parecer muy comedido,y, sin em-

debe tan sólo indicarseuna clase decausalidad de la naturaleza,segúnuna analogía con lanuestra, en eluso técnicode la razón, paratenerante los ojos la regla según la cual

ciertos productos de la naturalezadeben ser investigados.Pero ¿por qué la teleología,ordi-

nariamente, no constituyeuna partepropia de la ciencia teórica de lanaturaleza,sino que e s referidaa lateología como propedéuticao trán-sito? Eso ocurre para mantenerdetal modoel estudiode la naturaleza,según su mecanismo,en la esfera delo que podemos someter a nuestraobservacióno a los experimentos,que podamos nosotros mismospro-ducirlocomo la naturaleza,al me-nos según la igualdadde las leyes,pues sólo s e concibe completamentela que s e puede hacer y llevaracabo según conceptos. Perola or-ganización, como fin interno de lanaturaleza, sobrepuja infinitamentetodo poderde una exposiciónseme-jante según arte, y, en lo que tocaa disposicionesnaturales externas ytenidas por finales (v. r.,viento,lluvia,etc.), la física,si ã n i e nconsi-dera el mecanismode ellas, en cam-bio, no puedeen modoalgunoexpo-ner su relación a fines, en cuantoesto debe ser una condiciónperte-neciente necesariamentea la causa,porque esta necesidad del enlaceconciernetotalmentela relacióndenuestros conceptos y no la propie-dad de las cosas.

bargo, tiene grandes pretensionesy e sdesmedido.De e s a clase son la mayo-ria de los juiciosen donde s e pretendealzar la sabiduría divina,atribuyéndo-le, en las obras de la creación yde laconservación,intencionesque propia-mente no deben honrar más que la pro-pia sabiduríadel que razona asi.

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33Ú MANUEL KANT'

I

SEGUNDA DIVISIÓN

nixziácricnni-:Ltuicio ' r a L e o ` r. ó o 1 c o

§ 69

Q ué sea una antinomiadel Iuícío

El Iuicio determinanteno tienepor sí principiosalgunos que fun-den conceptosde obietos.N oe s nin-guna autonomía, pues sólo subsu-m e ,bajo le y e s oconceptos dadoscomo principios.Precisamente poreso no está expuesto a ningúnpeli-gro de antinomiapropia y a ningu-na oposiciónde sus principios.Así,el Iuicio trascendental,que encerra-ba las condiciones para subsumirbajo categorías,no era por si nomo-

tética, sino que sólo indicaba lascondicionesde la intuiciónsensible,bajo las cuales a un concepto dado,como ley del entendimiento,le_pue-de ser dada realidad plicación),cosa sobre la cual no gatita nuncacaer consigo mismo en 'desacuerdo(al menos, según los principios).

Pero el Iuicioreflexionanted e b esubsumirbajo una ley que no e s t áaú n dada, y que e s ,pues, en reali-dad, só1o.unprincipiod e la refle-xión sobre objetos,para la cual ca-recemos.por completo,objetivamen-te, de una ley o de un conceptodelobjeto que fuera suficiente comoprincipiode los casos que s e pre-sentan. Ahorabien: como no puedeser permitidouso alguno de las fa-cultades de conocer, sin principios,en tales casós, el Iuìcioreflexionan-te deberá servirse a si mismo deprincipio;y como éste, entonces,noe s objetivo,y no puede poner pordebajo base alguna de conocimien-to del objeto,suficientepara el pro-pósito,debe servirde principio me-ramente subjetivo ara el uso finalde las facultadesd a oconocer, a s a -

ber, reflexionarsobre una especie de

objetos. Así, pues, en relacióncontales casos, tiene el Juicio reflexio-nante s u smáximas,por cierto,nece-sarias, para el conocimientod e lasleyes de la naturalezaen la expe-riencia,para alcanzarconceptospormedio de las mismas, aunque ellosdeban ser conceptosdela razón, sie s que aquella facultadnecesita ab-solutamentede éstos para tan sólotomar conocimientode la naturalezasegún leyes empíricas.Ahorabien:entre e s a s máximas necesarias delIuicio reflexionantepuede darse unacontradiccióny, por tanto, una an-tinomia.En ella s e funda una dia-lécticaque cuando cada una de lasmáximas,que s e contradiceuna aotra, tiene su base en la naturalezade las facultadesde conocer,puedeser llamada dialécticanatural,y apa-riencia inevitableque s e debe des-pejar y resolveren la críticaparaque no engane.

§ 70

Representaciónde e s aantinomia

En cuanto la razón s e ocupa dela naturalezacomo conjuntode losobjetosde los sentidosexternos,pue-de fundarseen leyes que el entendi-miento mismo, en arte, prescribea priori a la naturáfeza,y en partepuede extender indefinidamentele-ios, por medio de' las determinacio-nes empiricasque en la experiencias e presentan. Para la aplicacióndela primera clase de leyes, a saber,las leyesuniversalesde la naturale-za material,en general,el Iuicio nomecesita ningúnprinci io particularde la reflexión,pues aiii e s él deter-

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cníricaD E L¡vicio 3 3 1

minante, porqueun principioobje-tivo le e s dado por medio del en-tendimiento.Pero en lo que-s e refie-re a las leyes-particulares,que pue-den semos conocidassólo por me-dio de la experiencia, puede haberen ellas tan gran diversidady des-igualdad,que el juicio deba servirsea si mismo de principiopara, « a u nsólo en los fenómenosde la natura-leza, buscar y acechar una ley,yaque necesitauno como hilo conduc-tor, si e s que ha de esperar, por lomenos, un conocimientoconexo dela experienciasegún una generalconformidadde la naturalezaa le-yes, la unidad de la misma segúnleyes empíricas.Ahorabien: en e s aunidadcontindgentede las leyes par-ticularespue e ocurrirque el Iui-cio, en su reflexión,parta de dosmáximas,una que el mero entendi-miento, a priori, le proporcionayotra que e s ocasionadapor experien-cias particularesque ponen la razónen juego para instaurar, según unprincipiodeterminado,el 'uicio dela naturalezacorporal vdle sus le-yes. Encuéntrasedespués, en esto,que e s a sdos máximasdiferentesnoparecen poder coexistiruna al ladode otra; portanto s e produce unadialécticaque induce a error al Iui-

cio en el principiode su reflexión.La primeramáximad e la mismae s la tesis: Toda producciónde co-s a smaterialesy de s u s ,formasdebeser juzgada como posible según le-yes meramentemecánicas.

La segunda máximae s la antíte-sis: Algunosproductosde la natu-raleza materialno pueden ser juz-

gados como posiblessólo según le-ves meramentemecánicas (su juicioexigeuna leyde la causalidadtotal-mentedistinta,a saber, la de las cau-s a sfinales).

Si ahora, a e s o sprincipios,regu-lativospara la investigación,s e lestransformaseen constitutivosde laposibilidadde los objetos mismos,diríaasí:

Tesis: Toda producciónde cosas

materialese s posiblesegún leyesme-ramente mecánicas.

Antítesis:Algunaproduccióndelas mismasno e s posiblesegún leyesmeramentemecánicas.

En esta última cualidad, o seacomo principios objetivos para elInicio determinante,s e contradiríanuna a otra, y , por tanto, una de am-bas proposiciones necesariamentes e -ría falsa; pero entonces sería, nouna antinomiadel Iuicio,sino unacontradicciónen la legislacióndelentendimiento.Pero la razónno pue-de demostrarni uno ni otro de e s o sdos principios,porque no podemostener principioalguno,a priori,_de-terminantede la posibilidadde lascosas según leyes meramenteempí-ricas de la naturaleza

Pero, en cambio,en lo que s e re-fiere a la máximaprimeramenteci-tada de un juicio reflexionante,e s ano encierra,en realidad,contradic-ción alguna, pues cuando digo;Todo suceso en la naturalezamate-rial y, por lo tanto, todas las for-mas, debo juzgarlas, en lo que tocaa su posibilidad, como productos dela naturaleza según levesmeramen-te mecánicas, nodigo con ello queson sólo de ese modo posibles (comoexcluyendotoda otra especie de cau-

salidad),sino queeso

quiere decirtan sólo quedebo siempre reƒlexío-nar sobre aquellossucesos según elprincipiodel meromecanismode lanaturaleza,y, por tanto,desentrañare s e 'principiotan lejos como pueda,pues sin ponerloa la base de la in-vestigaciónno puede haber propia-mente conocimiento alguno de la na-turaleza.Ahorabien: esto no impi-de a la segunda máxima,en ocasio-nes pasajeras, a saber, en algunasformas naturales (y, con ocasióndeéstas, incluso en la naturaleza en-tera), de reflexionarsobre ellas ybuscar un principiototalmente di-ferente del de la explicaciónde lanaturaleza según el mecanismo,es, asaber, el principiode las causas fi-nales, pues no por eso e s suprimidala reflexiónsegún la primeramáxi-

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ma, sino más bien se incita a ques e prolongue todolo que s e pueda.N o s e dice, por eso, tampoco que,según el mecanismode la naturale-za, aquellas formas no serían posi-

bles; sólose afirma que la razón hu-mana, siguiendola máximadel me-canismo,no podrá nunca descubrirel menor fundamento de lo que cons-tituyelo específicode un fin de lanaturaleza, aunque sí otros conoci-mientos de leyes de la naturaleza,con lo cual no s e sabrá de cierto sien el fondo interior de la naturalezamisma, desconocidode nosotros, larelación físico-mecánicay la rela-ción de fin no podrán, en las mismascosas, estar ambas conexionadasenun principio; mas nuestra raz ón noestá en estado de unirlasen uno s e -mejante,y el luicio, por tanto,comoInicio reƒlexionante(por un motivosubjetivo),y no comodeterminante(por consecuenciade un principio

objetivode la posibilidadde las co-sas en sí), se ve obligado a pensar,para ambas formasde la naturaleza,como base de su posibilidad, otroprincipio que el del mecanismona-tural.

§7l

Preparación para lasoluciónde laanterior antinomia

N o podemos,de ningunamanera,demostrar la imposibilidadde laproducciónde los productos orga-nizadosde lanaturalezapor el meromecanismode la naturaleza,porqueno podemos considerar, según sufundamento interior, la infinita di-

versidad de las leyes particulares dela naturaleza,que son para nosotroscontingentes,porque son sólo empi-ricamente conocidas, ni podemos,pues, de ningún modo, alcanzar elprincipio interno, totalmente sufi-ciente,de la posibilidadde una na-turaleza (el cual está en lo supra-sensible). ¿N o será, pues, la facul-tad productiva de la naturaleza su-

ficiente, tantopara lo que juzgamos

3 3 2 M A N U E LK A N T

como formadoy enlazado según laidea de fines, como para aquellopara lo cual creemos necesitar sóloun ser-máquina de la naturaleza?¿Hay, en realidad,como base para

las cosas como propios fines de lanaturaleza(y así tenemosnecesaria-mente quejuzgarlas), una especie decausalidad original, totalmente dis-tinta, que no puede ser contenida,de ningún modo, en la naturalezamaterial 0 en su sustrato inteligible,y que e s , a saber, la de un entendi-miento arquitectónico?

Sobre eso, nuestrarazón,que estáestrechísimamentelimitada,en con-sideración al concepto de causali-dad, cuando ha de ser especificadoa priori, no puede darnos absoluta-mente información alguna; peroque, con respecto a nuestra facultadde conocer, el mero mecanismodela naturalezano puedetampocopro-porcionarbase de explicaciónalgu-na para la producciónde seres or-anizados,e s tambiénalgo, induda-ãlemente,seguro. Para el Juicio re-flexionante~ e s ,pues, un principiocompletamente exacto el de que,para el enlace tan manifiestode lascosas en causas finales, debe serpensada una causalidad diferentedel mecanismo,a saber, la causali-

dad de una causa del mundo queobra según 'fines (inteligente),pormuy precipitado e indemostrableque pudiera ser este principioparael determinante.En el primer casoe s una simple máximadel Juicio:en él, el conceptode aquellacausa-lidad e s una mera idea en la cualno se emprende latarea de atribuir,de ningún modo, realidad, sino quesólo se usa como hilo conductor dela reflexión,que además permanecesiempre abierta para toda base deexplicación mecánica,y no se pier-de saliendo del mundo sensible; enel segundo caso sería un principioobjetivo que la razón prescribiria, yal que el Inicio determinante debe-ría someterse, con lo cual éste, por

encima del mundo sensible, s e per-

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cRíT1cAD E LJuicio 333

der_íaen lo trascendentey quizá fue-re conducidoal error.

Toda la aparienciade una antino-mia entrelas máximas del modo deexplicaciónpropiamente físico(me-

cánico) y del teleológico(técnico),descansa, pues, en que s e confundeun principiodel Iuicioreflexionan-te con uno del determinantey laautonomía del primero (que valesólo subjetivamentepara nuestrousoracional, en consideración de las le-yes particulares de la' experiencia)con la heteronomia del otro, quedebe regirse según las leyes (uni-versaleso particulares)dadas por elentendimiento.

§72

De los diferentes sistemas sobre lafinalidadde la naturaleza

Nadieha puesto en duda la exac-titud del principio de que sobrecier-tas cosas de la naturaleza (seres or-ganizados) y su posibilidad,debejuzgarsesegún el conceptode causasfinales, aun en el caso de que sólos e pida un hilo conductorpara lle-gar a conocer su constitución pormedio de la observación, sin alzar-s e a la investigaciónde su origenprimero. La cuestión puede, pues,ser tan sólo: si ese principio es va-ledero sólo subjetivamente,e s decir,si e s una mera máximade nuestroIuicio,o si e s un principioobjetivode la naturaleza, según el cual, ade-más de su mecanismo (según me-ras leyes del movimiento),la na-turaleza posee otra clase de causa-lidad, a saber, la\de las causas fina-les, entre las cuales, aquéllas (lasfuerzas de movimiento)sólo esta-rían como causas medias.

Ahora bien: esa cuestión o pro-blema podría dejarse sin decidir ysin resolver, para la especulación,porque si nos contentamoscon la úl-tima, dentro de los límites del meroconocimiento de la naturaleza, tene-mos bastante con aquellasmáximas,

- u n aseña que la naturalezanos hace

para estudiar la naturaleza y buscarsus secretos más recónditos tan le-jos como alcancenlas fuerzashuma-nas. Hay, pues, una cierta sospechade nuestra razón,o, por decirloasí,

Dde que, por medio de aquel concep-to de causas finales,podríamospa-sar por encima de la naturalezayenlazarla ella misma con el puntomás alto en la serie de las causas,si abandonásemos la investigaciónde la naturaleza (aunqueen ella nohemos llegado aún lejos),o al me-nos la suspendiésemos durante al-gú n tiempo, y tratásemos antes dereanudarla, de enterarnos adóndeconduceaquel extrañoen la cienciade la naturaleza,a saber, el concep-to de los fines de la naturaleza.

Aquídebiera ahora, desde luego,tornarse aquella máxima indiscutidaen e s t eproblema,que abre un am-plio campo paralas discusiones,de

si el enlace final de la naturalezademuestraun modo particular de lacausalidaden la misma,o de si, con-sideradoen sí y segú nprincipios ob-jetivos, no es más bien idéntico almecanismode la naturaleza o des-cansa en uno y el mismofundamen-to, aunque, pcr estar este mecanis-mo, en varios productos naturales,a menudo profundamente escondidopara nuestra investigación,ensaya-mos un principio subjetivo, a saber,el del arte, e s decir,de la causalidadsegún ideas, para, según la analogía,atrìbuirloa la naturaleza,ayudaquenos sale bien en muchoscasos, peroen otros parece no tener éxitoy enninguno,empero, nos autorizaparaintroducir en la ciencia de la natu-raleza un modo de producción par-ticular diferente de la causalidad,según leyesmeramentemecánicasdela naturaleza. Llamandotécnica elproceder (la causalidad) de la na--turaleza,a causa de lo semejante afines que en sus productos encon-tramos, vamos a dividirla en inten-cional (technica intentionalis) y nointencional (technícanaturalis). Laprimera debe significar que la facul-

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3 3 4 M A N U E L K A N T

tad productiva de la naturaleza, se-gú n causas finales, debe ser tenidapor un modo particularde la cau-salidad; lasegunda, queen el fon-do e s totalmente idéntica al meca-

nismo de la naturaleza, y que lacoincidencia casual con muchoscon-ceptos de arte y sus reglas, comocondiciónmeramentesubjetivaparajuzgarla, e s falsamente interpretadacomo un modo particularde la pro-ducciónnatural.

Si ahora hablamosde los sistemasde la eitplicación de.-la naturalezaen consideracióna.las causas fina-les, hay que notar bien que todosellos discuten dogmáticamente ,esdecir, sobre rincipios objetivos dela posibilidad)de las cosas, por me-dio de causas que efectúanintencio-nadamente o puramente sin inten-ción, pero no sobre la máxima sub-jetiva,para solamentejuzgar sobrela causa de semejantes productos fi-

nales: en este últimocaso, princi-pios dispares podrían,sin embargo,ser unidos, mientras_que en el pri-mero no pueden principioscontra-dictoriamenteopuestos, compensar-s e y coexistiruno junto a otro.

Los sistemas,en consideracióndela técnicade la naturaleza,e s decir,de su fuerzaproductivasegún la re-gla de los fines, son dos: el idealis-mo y el realismode los fines de lanaturaleza.El primeroe s la afirma-ción de que toda finalidad de la na-turaleza e s no intencionada;else-gundo que alguna de e s a finalidad(en los seres organizados)e s inten-cionada,de lo cual, pues, odría s a -carse la consecuencia, funcfadacomohipótesis,de que tambiénen lo quese refiere a todos los demás produc-tos de la naturaleza,en relaciónconel todo natural, es la técnica de lanaturaleza intencionada, e s decir,fin.

1° El idealismo de la finalidad(entiendo aquí siemprela objetiva)e s ,ahora bien, o el de la casualidado el de la ƒatalidadde la determi-naciónde la naturalezaen la formafinal d e s us productos.El primer

principio se refiere a la relación dela materia con el fundamento físicode su forma,a saber, las leyes delmovimiento; el segundo, a su rela-ción con el fundamento hiperƒísicode la materia y de la naturaleza en-tera._El sistema de la casualidad,atribuido a Epicuro o a Demócrito,e s , literalmentetomado, tanmani-fiestamente absurdo,que no puededetenernos; en cambio, el sistemade la ƒatalidad (cuyocreadors e dicee s Espinosa, aunque,según todas lasapariencias,es mucho más antiguo),que apela a algo suprasensible,adonde, por tanto, nuestra miradano alcanza,no e s tan fácilde refu-tar, porquesu concepto delser pri-mero no puede comprenderse deninguna manera. Sinembargo, hayde claro que en él la relaciónfinalen el mundo debe ser admitida comono intencionada(porquee s deduci-da de un ser primero, pero no de su

entendimiento;por tanto, de ningu-na intención del mismo, sino de lanecesidad de s u naturalezay de launidad del mundo que de ella pro-viene),y, por tanto,el fatalismodela finalidade s al mismo tiempounidealismode la misma.

2° El realismode la finalidaddela naturalezae s también,o físico,o

hiperfísico.El primero fundalos fi-nes de la naturalezaen el análogode una facultadque obra, según in-tención,en la vidade la materia (enella misma,o tambiénpor mediodeun principiointerior,vivificador,unalma del mundo),y s e llama hilo-zoismo. El segundo los deriva delfundamentoprimerode todoel mun-do, como ser inteligente(originaria-mente vivo)que.producecon inten-ción: e s el mismo.”

1 3Aquís e ve que e n la mayoríad elas cosas especulativasde la razónpura,en lo que s e refierea afirmacionesdog-máticas,las escuelas filosóficashan en-sayado generalmentetodas las solucio-nes que son posibles sobrecierta cues-tión. Así, sobre la finalidad de la na-

turaleza,s e ha ensayado: -o la materiasin vida, o un dios sin vida, o la ma-

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' C R Í T I C AD E Ljuicio 335

§73

Ninguno de los sistemas anterioreslleva a cabo lo que pretende

¿Quéquieren todos esos sistemas?Quierenexplicarnuestros juicioste-leológicossobre la naturaleza, pro-cediendopara ellodel modosiguien-te: una parte niega la verdad deaquellos juicios,y los explica,portanto, como un idealismo de la na-turaleza (representadacomo arte);la otra parte los reconoce,ydprome-te exponer la posibilidad e unanaturalezasegún la idea de las cau-s a s finales.

1 '*Los sistemas que defiendenelidealismo de las causas finales enla naturaleza, admiten,por una par-te, ciertamente,en el principiodelas mismas una causalidadsegún le-y e s de movimiento (mediante lacual las cosas naturalesexisten comofines),_peroniegan en e s a causali-dad la intencionalidad,e s decir,ques e a determinadaintencionalmenteae s as u producciónfinal, o, con otraspalabras, que un fin s e a la causa.Este e s el modo de explicacióndeEpicuro, segú n el cual se niega to-talmentela diferenciaentre una téc-

nica de la naturalezay la mera me-cánica. y s e admite el ciego azarcomofundamentode explicación,nosólo para la concordanciade losproductos realizadoscon nuestrosconceptos del fin y por ende parala técnica,sino tambiénpara la de-terminaciónde las causas de esa pro-ducciónsegún leyesdel movimientoy, por tanto, lamecánicade las mis-mas. Así, pues, no se explica nada,teria viviente,o también un dios vi-viente.N o nos queda a nosotros nadamás que, si fuera necesario, rescindirde.todas e s a safirmaciones ogjetivasyexaminar nuestro juicio críticamente,s ó l oe n relacióncon nuestrasfacultadesde conocer, para proporcionara suprincipiola validezde una máxima,sino dogmática, bastante, sin embargopara un uso seguro de la razon.

ni siquiera la apariencia en nuestrojuicio teleológico; y, por tanto, elsupuesto idealismo en é l mismo noes expuestode ningún modo.

Por otra parte, Espinosa quiere

dispensarnos de toda preguntas o -bre el fundamento de la osibilidadde los fines de la naturalezay qui-tar a esta idea toda realidad,consi-derándolos,en general,no comopro-ductos, sino -como accidentes inhe-rentes a un ser primero,y atribuyen-do a este ser, como sustratode aque-llas cosas naturales, no causalidad,en consideraciónde las mismas,sinosolamente subsistencia,y (por cau-s a de la incondicionadanecesidadde e s e ser y de todas las cosas na-turales, como accidentes inherentesa él) asegurando,sí, a las formasd ela naturaleza la unidad del funda-mentoque es exigible para toda fina-lidad, pero al mismo tiempo supri-miendo la contingenciade las mis-

mas, sin la cual no puede ser pensa-da unidad al una de fin, y con ellaquitando toclo lo intencional, asícomo todo entendimiento,al funda-mento primero de las cosas natu-rales.

El espinosismo, empero,no llevaa cabo lo que quiere. Quiere dar unfundamentode explicacióndel enla-c e final (que noniega) de las cosasde la naturaleza,y cita sólo la uni-dad del sujeto,a que todas -son in-herentes. Pero, aun admitiéndolee s a mariera de existirpara los seresdel mundo, sin embargo,no por esoe s a unidadontológìcae s en seguidaunidad de fin y hace ésta en modoalguno concebible.Esta última e s ,en efecto,una muy particularespe-

cie de unidad que no sale en modoal no del enlace de las cosas (seresdåumundo)con un sujeto (el serprimero), sino que lleva consigocompletamentela relacióna una cau-sa poseedora de entendimiento; yaun cuando s e reunieran todas e s a scosas en un sujeto simple, sin em-bar o, nunca presentaríanrelaciónde fin, mientrasen ellas no s e pien-s e , primero,efectos interioresde la

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336 'MANUELKANT

sustanciacomo causa, y como causamediante su entendimiento.- Sines-tas condiciones formales, toda uni-dad e s mera necesidadnatural,y sies atribuida, sin embargo, a cosas

que nos representamos unas fuerade otras, ciega necesidad;pero si sequierellamarfinalidadde la natura-leza lo que la escuela llama la trans-cendentalperfecciónde las cosas (enrelacióncon su propioser), según lacual todas las cosas tienenen s í todolo que s e exige para ser lo que sony no otra cosa, entonces e s esto unjuego de niños con palabras, en lu-gar de conceptos. Pues si todas lascosas deben ser pensadas como fi-nes, cs decir, que ser una cosa y serun fin e s idéntico,entonces no hay,en el fondo, nada que merezca par-ticularmente ser representadocomofin.

De aquí s e ve bien que Espinosa,al reportar nuestros conceptosde lo

final en la naturalezaa la conscien-cia de nosotros mismosen un serque todo loabraza (y, sin embargo,al mismo tiempo, simple), y al bus-car aquellaformasólo en la unidadde ese ser, debió tener la intenciónde afirmar, no el realismo. sino sóloel idealismo de la finalidad, pero nopodia realizarlo,porque la mera re-presentaciónde la unidad del sus-trato no puede realizar ni siquierala idea de una finalidad, aun sólono intencionada.

2° Los que no sólo afirman elrealismode los fines de la natura-leza, sino piensantambiénen expli-carlo, creen poder considerar unmodo especial de la causalidad, asaber, la de causas que efectúanin-

lencionadamenteal menos, según suposibilidad; si no, no podrían em-prender la tarea de querer explicar-las. Pues para que tenga derechoaun sólo a formularse, incluso lamás audaz hipótesisdebe, al menos,ser segura la posibilidad de lo ques e admite como fundamento, y debepoderse asegurar al concepto delmismo su objetiva realidad.

Pero la posibilidad de una mate-

A

ria viviente(cuyoconceptoencierrauna contradicción,porque la faltade vida, inertia constituye el carác-ter esencial de la misma) no puedeni siquiera pensarse; la de una ma-teria

animaday

lade la naturaleza

entera, como un animal, sólo puedeser empleada, yeso de un modo po-bre (para una hipótesisde la fina-lidad en el conjuntode la natura-leza), en cuanto s e nos manifiesteen la experienciade la organizaciónde la misma,en lo pequeño,pero deningún modo puede ser considera-da a priori según su posibilidad.Hay, pues, que incurrir en un círcu-lo en la explicación,si s e quierede-ducir la finalidad de la 'naturalezacn los seres organizados,de la vidade la materia, y esta vida, a su vez,no se conoce más que en seres or-ganizados,no pudiendo, pues, sin laexperienciade éstos, hacerse concep-to alguno de la posibilidad de los

mismos. El hilozoísmo no lleva,pues, a cabo lo que promete.El teisrno, finalmente,no puede

tampoco fundar dogmáticamentelaposibilidad de los fines naturalescomo una clase de la teleología,aun-que, sobre todos los fundamentosde explicación de la misma, tiene laventaja de que, por medio de unentendimiento que atribuye al serprimero, arranca de la mejor mane-ra la finalidad de la naturaleza alidealismo, e introduce una causali-dad intencionada para la produc-cion.

Pero debia, ante todo, ser demos-trada suficientemente,para el lui-cio determinante,la imposibilidadde la unidad final en la materia, me-

dianteel mero mecanismode la mis-ma, para estar autorizadoa ponerel fundamento de aquélla, en mododeterminado, por encima de la na-turaleza. Pero no podemosponer enclaro nada más que lo siguiente:s e -gú n las propiedadesy las limitacio-nes de nuestras facultades de cono-cer (no considerando el primer fun-damento interno mismo de ese me-canismo), no debemos, de ningún

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c r< f r ic .± .nai, juicio 337

modo,buscar en la materia un prie-cipio de determinadasrelaciones fi-nales, sino que no nos queda mane-ra alguna de juzgar la producciónde sus productos como fines de lanaturaleza, más que, por un enten-dimiento superior, como causa delmundo. Esto es, empero, sólo unfundamento para el Iuicio reflexio-nante, y no para el determinante, yno puede en modo algunoautorizar-nos para una afirmaciónobjetiva.

§74

La causa de la imposibilidad de ira-tar dogmáticamenteel concepto deuna técnica de la naturalezaes lainexplícabilidad de un ƒin de la na-

turaleza

Procedemos dogmáticamenteconun concepto (aunquedeba ser de-

terminado empiricamente) cuandolo consideramos como contenidobajo otro concepto del objeto queconstituye un principio de la razóny lo determinamosconformementea éste. Procedemos con él sólo crí-ticamente cuando io consideramossólo en relación con nuestra facul-tad de conocer;por lo tanto, con lascondiciones subjetivaspara pensar-lo, sin emprenderla tarea de decidiralgo sobre su objeto. El procederdogmático con un conceptoes, pues,aquel que es conforme a ley parael Inicio determinante, el crítico,aquel que lo e s sólo para el refle-xionante.

Ahora bien: el concepto de unacosa como fin de la naturaleza e s

un concepto que subsume la natu-ralezabajo una causalidad,sólo pen-sable mediantela razón, para,segúnese principio, juzgar lo que en la ex-periencia es dado del objeto. Peropara usarlo dogmáticamente paraelInicio determinante, deberiamosan-tes estar seguros de la realidad ob-jetiva de ese concepto,porque si no,no podríamossubsumir bajo é l nin-

guna cosa natural. Elconcepto de

una cosa como fin de la naturaleza,empero, si bien es empíricamentecondicionado, es decir, sólo posiblebajo ciertas condicionesdadas en laexperiencia,sin embargono e s un

concepto que haya que abstraer dela misma, sino sólo posible segúnun principio de la razón en el jui-cio del objeto.Así, pues, no puede,como tal principio,ser, de ningúnmodo, consideradosegún su realidadobjetiva( e sdecir,que un objetos e aposible conforme a é l) y fundadodogmátict-mente, yno sabemos s i e sun conceptoraciocinante y objetiva-mente vacío (conceptusratiocinans),o un conceptode la razón, uno quefunda conocimiento, confirmado porla razón '(c0nceptus ratiocinatus).Así, no puede ser tratado dogmáti-camente , parael Inicio reflexionan-te. e s decir, no sólo no se puede de-cidir si cosas de la naturaleza,con-sideradas como fines de la naturale-za, exigeno no para s u producciónuna causalidad de modo muypar-ticular (la intencionada),sino queni siquiera tampoco s e puede pre.-guntar eso, porque el concepto deun fin de la naturaleza,según surealidadobjetiva,no e s en modo al-guno demostrablepor la razón (esdecir, no e s constitutivo para el lui-cio determinante, sino solamente re-gulativo para el reflexionante).

Pero~que-no-es constitutivo se de-duce claramente,porque como con-cepto de un producto natural, com-prende en sí necesidad natural, y,sin embargo,al mismo tiempo,unacontingencia de la forma del objeto(en relacióncon meras leyes de lanaturaleza)en la misma cosa. como

fin; por consiguiente,si no ha dehaber aquí contradicciónalguna,debe contener un fundamento parala posibilidad de la cosa en la natu-raleza, y , sin embargo, también unfundamento de la posibilidad de esanaturaleza misma y de s u relacióncon algo que no e s una naturalezaempíricamente cognoscible (supra-sensible), y, por tanto, que no es

cognosciblede ningún modo para

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cRí'ricAD E LJuicio 339

una máxima absolutamentenecesa-ria. Es manifiesto que, ya que, unavez, se ha encontrado, comprobadoy admitido un hilo conductor seme-jante para el estudio de la natura-leza, debemos, al menos,ensayare s amáximapensada del Iuiciotambiénen el todo de la naturaleza,porquepor ella podrían dejarse encontraraú n varias leyes de la naturaleza,que si limitáramos nuestra conside-ración a lo interno del mecanismode la misma, quedaríanescondidas.Pero en lo que toca a este últimouso, si bien es útil aquella máximadel Iuicio, no es, empero, impres-cindible,porquela naturaleza,e n sutotalidad, no nos e s dada como or-ganizada (en la estrecha significa-ción de la palabra, dada más arri-ba). En cambio, en lo que toca as u s productos,que deben ser juzga-dos como formados intencionada-mente así y no de otro modo, aun

sólo para adquirir un conocimientode experienciade su interiorconsti-tución,e s aquellamáximadel Iuicioreflexionanteesencialmentenecesa-ria, porque el pensamiento mismode aquéllos,como cosas organizadas,e s imposible sin unir a é l el pensa-miento de una producción intencio-nada.

Ahora bien: el concepto de unacosa, cuya existenciao forma nosrepresentamoscomo posiblebajo ,L acondiciónde un fin, está insepara-blementeunido con el conceptodeuna contingenciade la misma (se-gú n leyesde la naturaleza).De aquíque las cosas de la naturaleza,quesólo como fines encontramosposi-bles, constituyenla prueba principalde la contingencia de todo el mun-do, y son el único fundamentodeprueba valedero, parael entendi-miento común,como para los filó-sofos,de la dependenciay del origendel mundode un ser, que ¡existefue-ra del mundo y que es (a causa deaquella forma final) inteligente, y,por tanto, de `que la teleología no

encuentre,para sus investigaciones,

complemento alguno de su explica-ción más que en la teología.

Pero, ahora bien: ¿qué demues-tra, en definitiva, la más completateleología? ¿Demuestra acaso que

exista semejanteser inteligente? No,nada más que esto: que, según pro-piedadde nuestras facultadesde co-nocer, en la relación, pues, de laexperienciacon los principiossupe-riores de la razón, no podemos ab-solutamente hacernos concepto al-guno de la posibilidad de semejantemundo, más que pensando una cau-sa superior del mismo que efectúecon i'ntencio'n.Objetivamente, pues,no podemosexponerla proposición:hay un ser primero, inteligente, sinosólo subjetivamente para el uso denuestro Iuicio, en su reflexión sobrelos fines de la naturaleza,que nopueden ser pensados según ningúnotro principio,más que el de unacausalidadintencionadade una cau-s a suprema.

Si quisiéramos exponerla propo-sición anteriordogmáticamente,porfundamentos teleológicos,nos vería-mos sumidos en dificultades de queno podriamos librarnos. Pues esaproposición debería servir de basea esta conclusión:los seres organi-zados en el mundo no son posiblesmás que mediante una causa queefectúeintencionadamente. Pero ten-dríamos que--venisi n e v i t ¬ a E › _ _ l e m ea afirmarque, ya que no podemosperseguire s a scosas en su relacióncausal y conocerlas,según su con-formidada leyes, más que con laidea de los fines, estamos tambiénautorizados a presuponer precisa-mente eso, como condiciónnecesa-

ria inherenteal objeto,y no sólo anuestro sujeto, para todo ser quepiense y conozca.Pero con una afir-mación semejante no pasamos ade-lante. Pues como los fines en la na-turaleza,propiamenteno los obser-vamoscomo intencionados,sino quepensamos ese concepto sólo en lareflexión sobre sus productos, comoun hilo conductor del Iuicio, no nos

son, pues, e s o sfines dados por me-

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cRi'†icAD E LJuicio 341

siempre a su servicio, sólo bajo unacierta condiciónque debe ser dada.Sin conceptos del entendimiento,empero, a los cuales debe ser dadarealidad objetiva, la razón no pue-de de

ningúnmodo

juzgar objetiva-mente (sintéticamente),y, como ra-zón teórica, no encierra por sí ab-solutamente ningún principio cons-titutivo,sino sólo regulativo.Pron-to s e advierteque donde el entendi-mientono puede seguirla, larazóns e hace trascendentey s e expresa enideas anteriormentefundadas (comoprincipiosregulativos),pero no enconceptos de valorobjetivo;el en-tendimiento,empero, que no puedemarchar al mismo paso que ella,pero que sería, sin embargo, nece-sario, para dar valideza los obje-tos, limita la validez de aquellasideas de la razón, sólo al sujeto,pero, sin embargo, universalmentepara todos losde la especie, e s de-cir, la limita a la condiciónde que,según la naturalezade nuestra (hu-mana) facultad de conocer, o, engeneral,según el conceptoque poda-mos hacernos de la facultadde unser infinitamenteinteligente,en g e -neral, no puede ni debe pensarsemás que así, sin afirmar,sin embar-go, que el fundamentode un juiciosemejante esté en el objeto.Vamosa adelantarejemplosque aunquetie-nen demasiada importancia,y tam-bién dificultad,15 ara imponerseaquí en seguida al lìctor como pro-posicionesdemostradas, pueden dar-le, sin embargo,materia para refle-xionary servir de aclaración a loque es aquí nuestro asunto propio.

Es indispensablementenecesario

para el entendimiento humano dis-tinguirposibilidady realidadde lascosas. El fundamentode ello estáen el sujeto y en la naturaleza des u s facultadesde conocer. Pues sipara el ejerciciode éstas no fueranexigibesdos cosas totalmentehete-

1 5Las palabras «y también dificul-tad» no están en la primera edición.(N. del T.)

rogéneas, entendimiento para losconceptos, intuiciónsensi le paralos objetos,no habría semejantedis-tinción (entre lo osible y lo real).Si nuestro entendimiento fuera in-tuitivo,

no tendríaotros objetosquelo real. Conceptos (que sólo van ala posibilidad de un objeto) e in-tuiciones sensibles (que nos danalgo, sinpor eso, sin embargo, ha-cerloconocercomoobjeto)vendríanambos a desa arecer. Ahora bien:toda nuestraclistinciónde lo meroposible y de lo realdescansa en quelo primero significala posicióndela representaciónde una cosa conrespecto a nuestro concepto, y, engeneral,a la facultadde pensar, y losegundo, empero, el (poner la cosaen sí misma (fuera e ese concep-to) .1 6Así, pues, la distinción de co-sas posiblesy reales es tal, que valesólo subjetivamente para el entendi-miento humano, puesto que pode-mos tener algo en el pensamiento,aunqueello no exista,o representar-nos algo como dado,aun sin tenerde ello todavía conceptoalguno.Lasproposicionessiguientes: que pue-den cosas ser posiblessin ser reales,que de la mera posibilidadno s epuede concluira la realidad,valencorrectísimamentepara la razón hu-mana, sin demostrar, por eso, quee s a diferenciaesté en las cosas mis-mas. Así, pues, que e s o no puedededucirše de ahí, y , por tanto, queesas proposiciones, si bien, segura-mente, valen tambiénpara los ob-jetos, en cuanto nuestra facultad deconocer, como sensiblementecondi-cionada, se ocupa también con obje-tos de los sentidos, no valen, sin

embargo paralas cosas, en general,se ve claro, por la exigencia ince-sante de la razón de admitirun algo(el fundamentoprimero) como in-condicionadamente y necesariamenteexistente, en el cual posibilidad yrealidadno pueden ya ser distingui-dos, y para cuya idea nuestra razón

1° Las palabras entre paréntesis no

están en la primera edición. (N. del T.)

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342 M AN UELKANT

no tiene absolutamenteconcepto al-guno, e s decir, no puede encontrarla manera cómodeba representarseuna cosa semejante y su modo deexistir. Pues si lo piensa (piénsela

como quiera), es representada sólocomo posible, y si se tiene conscien-cia de ella, como dada en la intui-ción, entonces e s real, sin pensaraquí nada de posibilidad. De aquíque el concepto de un ser absoluta-mente necesariosea, sí, una idea in-dispensable de la razón, pero unconcepto problemático, inasequiblepara el entendimiento humano.

Vale, sin embargo, para el uso denuestras facultades de conocer, s e -gú n la constitución característica deéstas; por tanto,no vale para el ob-jeto y para todo ser que conozca,porque no puedo presuponer encada cual el pensar y la intuicióncomo dos diferentescondicionesdelejercicio de sus facultades de cono-

cer, y por tanto, de la posibilidadyrealidad de las cosas. Para un enten-dimientoen que no hubierae s a dis-tinción, s e diría: todos los objetosque conozcoson (existen), y la po-sibilidad de algunos q ue, sinembar-go, no existen, e s decir, la contin-gencia de los mismos,si e s que exis-ten, y la necesidad,›quetambiénhayque distinguirla,no vendríade nip-gú n modo en la representacióndeun ser semejante.Lo que a nuestroentendimientoincomodatanto parahacer con s u s conceptos lo mismoque la razón,e s solamenteque paraé l, como entendimiento humano, estrascendente (es decir, imposible, se-gú n las condicionessubjetivasde s uconocimiento), lo que, sin embargo,

la razón transforma en principiocomo pertenecienteal objeto. Aho-ra bien: aqui' vale siemprela máxi-ma de que pensemos todos los ob-jetos, cuando su conocimiento supe-ra la facultad del entendimiento, se-gú n las condiciones subjetivas.nece-sariamente inherentesa nuestra (esdecir, la humana) naturaleza, delejercicio de sus facultades; y si bienlos juiciosque hayan recaídode e s a

manera (y no puede' ser de otromodo, en consideracióna los con-ceptos trascendentes) nopueden s e rprincipiosconstitutivosque determi-nen cómo el objeto s e a constituido,

sin embargo, seguirán siendoprinci-pios regulativos, inmanentesy segu-ros en el ejercicio, y adecuados a laintención humana.

Asi como la razón, en la consi-deración teórica de la naturaleza,debe admitir la idea de una necesi-dad incondicionada,así presuponeen la práctica su propia (en consi-deración de la naturaleza) incondi-cionada causalidad, es decir, liber-tad, al tener conscienciade su man-dato moral. Pero, como aquí la ne-cesidad objetivade la acción,comodeber, s e opone a aquella otraquetendría, como suceso, s i s u funda-mento estuvieraen la naturaleza yno en la libertad ( e s decir. en lacausalidad de la razón), y como la

razón, que, moralmente, e s absolu-tamentenecesaria,es consideradafi-sicamentecomodel todo contingente(es decir, que lo que necesariamen-te debiera ocurrir. sin embargo, amenudo, no ocurre), resulta claroque depende sólode la constituciónsubjetivade nuestra facultad prácti-ca que las leyes morales deban serrepresentadas comomandatos (ylasacciones conformea ellas como de-beres) y la razón exprese e s a nece-sidad, no medianteun ser (ocurrir),sino un deber ser, lo cual no tendríalugar si la razón fuese consideradasin sensibilidad (como condiciónsubjetiva de su aplicación a objetosde la naturaleza), según su causali-dad; por tanto, como causa en un

mundo intelegible, de acuerdo com-pletamentecon la ley moral, en don-de no hubiere diferenciaalguna en-tre deber y hacer, entre una leypráctica de lo que es posible pormedio de nosotros y la ley teóricade lo que e s real por mediode nos-otros. Ahorabien; aunque un mun-do intelegible, en que todo fuerareal sólo porque (como algo bue-no) e s posible, aunque la libertad

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` caíricx D E Ljuicio 343

misma, como' condiciónformal dee s e mundo, s e a un concepto tras-cendentepara nosotros,que no sirvede principioconstitutivopara deter-minarun objetoy su objetivareali-

dad, sin embargo,según la constitu-ción de nuestra (en parte, sensible)naturalezay de nuestra facultad, sir-ve para nosotros y para todos loss e r e sracionales que estén en rela-ción con el mundo sensible (encuanto podemos representárnoslossegún la constituciónde nuestra ra-zón), de principio regulativo univer-sal, que no determina objetivamente

la constitución de la facultad comoforma de la causalidad, sino quehace, y por ciertocon no menorva-lidez que si ello ocurriese,de la re-gla de las acciones, según aquellaidea, mandatos paracada cual.

De igual modo, en lo que s e re-fierea nuestrocaso presente,s e pue-de admitir que no encontraríamos

diferenciaalguna entreel mecanis-mo de la naturaleza y la técnicadela naturaleza,o s e a el enlace finalen la misma,si nuestro entendimien-to no fuera de tal índole que tieneque ir de lo universal a lo particu-lar, y, por tanto, e l, juicio, en con-sideracióna lo particular, no puedeconocerfinalidadalguna,ni pronun-ciar juicioalguno determinante,sintener una ley universalbajo la cualpuedasubsumirlo.Ahorabien: comolo particular,como tal, en conside-ración a lo universal,encierra algocontingente,y, sin embargo, la ra-zón en la unión de las leyes particu-lares de la naturaleza,exigeunidad,por tanto regularidad (esa regulari-dad de lo contingente se -llamafina-

lidad),y la deducciónde las leyesparticulares de las generales,en con-sideracióna lo que encierran en side contingente,e s imposiblea prio-ri por medio de la determinación delos objetos, resulta que el conceptode la finalidad de la naturaleza, ensus productos, será un conceptone-cesario para el juicio humano res-pecto a la naturaleza,pero no unconceptoconcernientea la determi-

nación de los objetos mismos; porlo tanto, será un principiosubjetivode la razón para el Iuicio, principioque, comoregulativo(no constitu-tivo), vale, para nuestroIuicio hu-

mano, tan necesariamentecomo sifuera un principio objetivo.

§77

De la particularidaddel entendi-miento humano mediante la cual elconceptode un ƒin de la naturaleza

e s posiblepara nosotros

Hemoscitado en la anteriornotaparticularidadesde nuestra facultadde conocer (aun de la superior),que fácilmente somos llevados atransmitira las cosas mismas comopredicadosobjetivos;pero s e refie-ren a ideas, enadecuacióncon lascuales ningún objeto puede ser dadoen la experiencia,y que entoncesnopueden servir más que de principiosregulativospara la indagaciónde lamisma. C on el concepto de un finde la naturaleza,si bien ocurrelomismo. en lo que se refiere a la cau-sa de la posibilidad de un predica-do de esa clase, la cual no puede es-tar más que en la idea, sin embargo,la consecuencia adecuadaa esa idea(el productomismo) está dada enla naturaleza, y el conceptode unacausalidad de é sta, como la de unser que obra según fines, parecetransformarla idea de un fin de lanaturalezaen un principio constitu-tivodel mismo,y así tiene algo quela diferencia de las demás ideas.

Pero ese algo que la diferencia,

consiste en que la referida idea noe s un principiode la razón paraelentendimiento, sino para el Iuicio.Por tanto, no es más que la aplica-ción de un entendimiento, en gene-ral, a posiblesobjetosde la experien-cia, y esto, por cierto, allí donde eljuicio no puede ser determinante,sino sólo reflexionantey donde, portanto, si bien el objeto puede serdado en la experiencia, sobre él em-

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344 MANUELKAN1'

pero, conformea la idea, no s e pue-de de ningúnmodo juzgardetermi-nadamente (y muchomenos aun conadecuación total), sino sólo refle-xionar;

S e trata, pues, de una particula-ridad de nuestro (humano) entendi-miento,respecto al Iuicio, en la re-flexióndel mismosobre cosas de lanaturaleza.Pero, si ello e s así, debeaquí hallarsea la base de la ideade un entendimiento posible,otroque el humano (así,comoen la Crí-tica de la razón pura debimos-teneren el pensamientootra posibleintui-ción,si la nuestra habíamosde con-siderarla como una especie particu-lar, a saber, aquellapara la cual losobjetossólo valencomofenómenos),para poder decirque ciertosproduc-tos de la naturalezadeben, según laparticular constituciónde nuestroentendimiento,ser consideradospornosotros, en su posibilidad, comoproducidos intencionadamente y co-mo fines, sin pedir por eso que hayarealmenteuna causa particularquetenga la representación de un fin,como motivode determinación;portanto,sin negar que puedaotro (másalto) entendimientoque el humanoencontrar tambiénen el mecanismode la naturaleza,e s decir, en unarelación causal para la cual no s eadmite exclusivamenteun entendi-miento como causa, el fundamentode la posibilidadde semejantespro-ductos de la naturaleza.

Aquí, pues, se trata de la relaciónde nuestro entendimiento con el Iui-cio, e s decir, de que busquemosahíuna cierta contingencia de la consti-tución de nuestro entendimientopara anotarla como una particulari-dad suya, a diferencia de otros en-tendimientos posibles.

Esa contingencia se encuentramuy naturalmenteen lo particularque el Inicio debe traer bajo lo uni-versal de los conceptos de lentendi-miento,pues por medio de lo uni-versalde nuestro (humano)entendi-miento no e s determinadolo par-¢.,...1fn- De nnånfn fní-tnP,I'HS difgfen-

tes pueden cosas distintasque, sinembargo,vienena concordaren unanota común,presentarse a nuestrapercepción, e s cosa contingente.Nuestroentendimientoe s una acul-

tad de los conceptos, e s decir, unentendimientodiscursivo, paraelcual, desde luego, deben ser contin-gentes las maneras múltiplesy dife-rentes en que lo particularle puedeser dado en la naturalezay traídobajo sus conceptos. Pero como alconocimiento,sin embargo,pertene-ce tambiénla intuición,y como unafacultad de una completaesponta-neidad de la intuiciónsería una fa-cultadde conoeerdistintade la sen-sibilidady totalmente independientede ella, entendimientoen la másuniversalsignificación,puede, pues,pensarse un entendimientointuitivo(negativamente,a saber, sólo comono diseursivo) que no vaya de louniversala lo particulary, así a lo

individual (por medio de concep-tos),y para el cual no s e dé aquellacontingenciade la concordanciadela naturalezaen sus productos,s e -gú n leyes particulares,con el enten-dimiento,contingenciaque hace tandifícil para nuestro entendimientoel traer lo diversode la naturalezaa la unidad del conocimiento,ope-ración que nuestro entendimientosolo puede realizar mediante elacuerdo de los caracteresde la na-turalezacon nuestrafacultadde losconceptos,acuerdomuy contingente,y que un entendimiento intuitivo,empero, no necesita.

N uestro entendimientotiene,pues,esto de peculiar para el Iuicioz queen el conocimiento que elabora, lo

particular no es determinado me-diante lo universal,~y no puede serdeducidosólo de éste; sin embargo,lo particular, en la diversidad de lanaturaleza,debe concordarcon louniversal(medianteconceptosy le-yes),para poderser subsumidobajo

lf Las palabras entre paréntesis fue-ron añadidas en la 1' y 2* edición.(N . del T.)

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cairicx D E LJuicio 345

él', y e s a concordancia,en circuns-tancias semejantes, tiene que sermuy contingentey sin principiode-terminadoalgunopara el juicio.

Ahora bien: para poder, sin em-

bargo, pensar,al menos, la posibi-lidad de la concordanciade a s co-sas de la naturaleza con el juicio(concordancia que nos representa-mos como contingente,y, por tanto,sólo posible mediante un fin endere-zado a ello), debemos, al mismotiempo, pensar otro entendimiento,en relacióncon el cual, y, por cier-to, antes .de todo fin que le s e a atri-buido, podamosrepresentamoscomonecesaria aquella concordanciadelas leyes naturales con nuestro jui-cio, quepara nuestro entendimientoe s sólo posiblemedianteel mediodeenlace de los fines.

Nuestro entendimientotiene, enefecto,la propiedadde que 'e n suconocimiento,verbigracia,de la cau-s a de un producto,debe pasar de loanalítico-universal (de conceptos) alo particular(la intenciónempíricadada), en el cual, pues, respecto ala diversidadde lo particular,nodeterminanada, sino que debe e s -perar e s adeterminación,ìpara el jui-cio de la subsunciónde a intuiciónempírica (cuando el objeto e s unproductonatural) bajo el concepto.Ahora bien:podemos tambiénpen-sar un entendimientoque por no ser,como el nuestro,discursivo,sino in-tuitivo,vayade lo sintético-universal(de la intuición de un todo, comotal) a lo particular, es decir,`deltodo a las partes; e s eentendimiento,pues, y su representacióndel todo,no encierraen s í la contingenciadelenlace de las partes para hacer po-sible una determinada forma deltodo, cosa que necesita nuestro en-tendimiento,el cual debe pasar delas partes, com ofundamentos uni-versalmente ensados, a diferentesformasposiblïasque han de ser sub-sumidas en aqué llas comoconse-c u e n c i a s .S e g ú nla constituciónd enuestro entendimiento,en cambio,un todo reald e la naturalezaha d e

ser consideradosólo como efectodelas fuerzasmotricesconcurrentesdelas partes. Así, si no queremosre-presentamosla posibilidaddel todocomo dependientede las partes, con-

forme a nuestro entendimiento dis-cursivo, sino a la medida del intui-tivo (prototípico),la posibilidaddelas partes (según su constitución yenlace) como dependientesdel todo,ello no puede ocurrir, según la mis-ma particularidad de nuestro enten-dimiento, de tal modo que el todocontenga el fundamento de la posi-bilidaddel enlace de las partes (locual, en el modo de conocer discur-sivo, sería contradicción),sino sóloque la representaciónde un todocontengael fundamentode la posi-bilidad de la forma del mismo y delenlace de las partes. Pero como eltodo,entonces,sería un efecto (pro-ducto) cuya representacióne s con-siderada como causa de la posibili-

dad, y el producto, empero, de unacausa, cuyo motivo de determina-ción e s sólo la representaciónde suefecto, s e llama fin, de aquí resultaque es sólo una consecuenciade laconstituciónparticular de nuestroentendimiento,el que podamos re-presentamos como posiblesproduc-tos de la naturalezasegún otra e s -pecie de causalidad que la de lasleyes naturales de la materia, a s a -ber, según la de los fines y causasfinales, y el que este principios erefiera, no a la posibilidad de esascosas mismas (aun consideradascomo fenómenos)según esa especiede producción, sino sólo al juicio po-sible de las mismas para nuestro en-tendimiento.En lo cual vemos, almismo tiempo, por qué en el cono-cimiento de la naturaleza no esta-mos mucho tiempo contentos conuna explicación de los productos dela naturaleza por medio de la cau-salidad según fines: es porque enella queremosjuzgar la producciónde la naturaleza conforme sólo anuestra facultadde juzgarla,e s de-cir, al juicio reflexionante,y no alas cosas mismas para el juicio de-

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3 4 6 M A N U E LK A N T

terminante. Tampoco es aquí enmodo alguno necesario demostrarque semejanteintellectus archetypussea posible, sino sólo que, al poneralgo frente a nuestro entendimientodiscursivo, necesitado de imágenes(intellectusectypus),y frente a lacontingenciade semejante constitu-ción, somos conducidosa esta idea(de un intellectus archetypus), yque esta idea tampoco contienecon-tradicciónalguna.

Ahorabien: cuando consideramosun todo de la materia,según su for-ma, comoun productode las par-tes y de s u sfuerzasy facultadesparaenlazarse por sí (pensando ademásotras materias ques e agregan entresí), nos representamosun modo deproducciónmecánico de la misma.Pero de e s amanerano surge concep-to algunode un todocomo fin, cuyaanterior osibilidadpresuponga to-talmente lja idea de un todo, de don-

de dependa la constitución misma yel modo de efectuar de las partes, talcomo, sinembargo,tenemosque re-presentamos un cuerpoorganizado.Pero de aquí no s e deduce,como s eacaba de mostrar,que la producciónmecánica de un cuerpo 'semejantes e a imposible,pues e s o vendria adecir que representarseuna unidadsemejante,en el enlace de lo diver-so, e s imposible ( e s decir, contra-dictorio) para todo entendimiento,sin que la idea de esa unidad sea,al mismo tiempo,la causa produc-tora de la unidad,e s decir, sin pro-ducción intencionada.Sin embargo,tal sería, en realidad, la consecuen-cia, si estuviéramosautorizados aconsiderar los seres materialescomocosas en si mismas. Pues, entonces,la unidad que constituye el funda-mento de la posibilidadde las for-niacionesnaturalesseria sólo la uni-dad del espacio, el cual, empero,noe s fundamentoreal de las produccio-nes, sino sólo la condiciónformalde las misinas, aunque tiene,con elfundamentoreal que buscamos, al-guna semejanza,que consisteen queen él ningunaparte puede ser deter-

minada sin relación con el todo(cuya representación,pues, está ala base de la posibilidadde las par-tes). Pero como, sin embargo,es, almenos, posible considerar el mundomaterial com o merofenómeno, pen-sando algo,comocosa en sí (que noes fenómeno), que sea su sustrato,y poner bajoéste una intuiciónin-telectual correspondiente (aunqueno sea la nuestra), hallaríase enton-c e s un fundamentoreal, suprasensi-ble, aunque para nosotrosincognos-cible,de la naturaleza,a la cual per-tenecemostambiénnosotros mismos;así, pues, lo que en ella e s necesa-rio como objeto de los sentidos, loconsideraríamossegún leyes mecáni-cas, y, en cambio, la concordanciay la unidad de las leyes particulairescon las formascorrespondientes,quedebemos juzgar como contingentesrespecto de aquellas leyes, las con-sideraríamos (con la naturalezaen-tera en un sistema),como objetodela razón, según leyesteleológicas,yjuzgaríamos así la naturaleza segúndos clases de principios,sin que elmodo de explicaciónmecánico s e aexcluidopor el teleológico,como siambos s e contradijeran.

De aqui s e puede consideraralgoque, aunque podía fácilmentepresu-mirse, difícilmente,empero, podíacon seguridadafirmarse y demos-trarse, y es que el principio de unadeducciónmecánicade productosfi-nales de la naturalezapuede coexis-tir con el teleológico,pero de nin-gú n modo hacerlo superfluo,e s de-cir, que s e pueden ensayar, desdeluego,en una cosa que debemos juz-gar como fin de la naturaleza (un

serorganizado),

todas las leyes co-cidas,y aun por descubrir, de la pro-ducción mecánica,y hasta se puedeesperar tener un buen éxito; perono eximirsede apelar a un funda-mento de produccióntotalmentedis-tinto de aquél, a saber, a la causa-lidad por medio de fines, para laposibilidad de semejante producto.Ningunarazón humana(ni tampo-co una finita que fuera semejantea

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cizíricxD E Ljuicio 3 4 7

la- nuestra,-según la cualidad, aun-que la superase, empero,mucho,s e -gú n el grado) puede absolutamenteesperar comprender la reducciónaun sólo de una hierbecilljapor cau-

sas meramentemecánicas.Pues si elenlace teleológicode las causas yefectose s ,para la posibilidadde unobjeto semejante, totalmente indis-pensable al juicio, hasta para estu-diar esa posibilidad con el hilo con-ductorde la experiencia;si para ob-jetos exteriores,considerados comofenómenos, no puedeencontrarsefundamento alguno bastante que se

refieraa fines, sino que este funda-mento, quetambién está en la natu-raleza, sólo debe buscarse en el sus-trato suprasensiblede la misma,delque, sin embargo,no tenemos cono-ciinientoalguno,nos e s , pues, abso-lutamenteimposible tomar de la na-turalezafundamentosde explicaciónderivados,para los enlaces finales,

y e s necesario,según la constituciónde la humana facultad deconocer,buscar el fundamento superiordelos fines en un entendimientoorigi-nario, como causa del mundo.

§78

De la reunióndel principiodel me-canismouníversalde la materiaconel teleológico en la técnica de la

naturaleza

A la razón le importa infinito noabandonar el mecanismo de la na-turaleza en sus produccionesy nodejar a un lado la explicación de lasmismas,porque sin él no puede con-

seguirse visión alguna de la natura-leza de las cosas. Aunque s e nosconceda que un altísimo arquitectoha creado inmediatamentelas for-mas de la naturaleza, tal y como sondesde siempre, o predeterminandolasque en su carrera s e formancon-tinuamente,según el mismomodeloexactamente, s inembargo, mediantee s o ,no adelanta en lo más mínimonuestro conocimientode la natura-

leza, porqueno conocemosel modode obrar de ese ser, ni sus ideas,que deben contener los principiosde la posibilidad de los seres natu-rales, y no podemosexplicarsu na-turaleza, como de arriba a abajo (apriori). Pero si queremos,desde lasformasde los objetosde la experien-cia, es decir, de abajo a arriba (aposteriori), ya que en ellas creemosencontrar finalidad, apelar para ex -plicarlas, a una causa que efectúasegún fines, entonces explicaremostautológicamentey engañaremosa la

razón con palabras; eso sin contarque allí donde,con e s emodo de ex-plicar nos perdemos en lo trascen-dente, en regiones donde el conoci-miento de la naturaleza no nos pue-de seguir,la razon es llevada a exal-tarse poéticamente,cosa que tieneque evitar, porque evitarlo es su de-terminación principal.

Por otra parte, es máxima de larazón igualmente necesaria, no de-jar a un lado el principiode los fi-nes en los productos de la natura-leza, porque aunque no nos hagaprecisamentemás concebibleel mo-de cómoéstos vienen'ala existencia,sin embargo, e s un principioeurís-tico para`investigarlas leyes parti-culares de la naturaleza, suponiendo

tambiénque no s e quiera hacer deé l uso alguno para explicar la natu-raleza misma,y ue a los productosnaturales se les (llame siempre sólofines de la naturaleza, aunque pre-senten, a ojos v istas,unidad de finintencionada, es decir, que no sebusque, por encima de la naturale-za, el fundamento de su posibilidad.

Pero como, sin embargo,al fín y alcabo debe venirse a la cuestióndeesta posibilidad, es, por tanto, nece-sario pensar para ella una especieparticularde causalidad,que no s eencuentraen seguida, en la natura-lez a, delmismo modo que la mecá-nica de las causas naturales tiene lasuya, debiendo añadirse a la recepti-vidad de formas más numerosas ydiversasque aquellas de que la ma-

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teria según las causas naturales, escapaz, la espontaneidadde una cau-s a (que no puede, pues, ser mate-ria), sin la cualno s e puede dar fun-damento alguno de aquellas formas.

Ciertoque debe la razón, antes dedar e s e paso, procedercon pruden-cia y no tratar de explicarcomo te-leológicatoda técnicade la naturale-za, e s decir, toda facultad produc-tora de la misma que muestreen sífinalidadde la forma para nuestramera aprehensión (como en los cuer-pos regulares), sino considerarlasiempre, durante el mayor tiempoque pueda, sólo como mecánicamen-te posible; pero excluir completa-mente sobre ella el principio teleo-lógico, y, alli donde la finalidad,para la investigaciónde razón de laposibilidadde las formas de la na-turaleza por medio de sus causas,s e muestradel todo innegable,comoreferenciaa otra especie de causa-

lidad, querer, sin embargo, seguirel mero mecanismo, transformaríala razón en fantasía y la haria errarentre fantasmas quiméricosde fa-cultades naturales que no se dejanabsolutamentepensar; no de otromodo la exaltaría lamanera de ex-plicaciónmeramenteteleológica,queno toma en consideraciónalguna elmecanismode la naturaleza.

En una y la mismacosa de la na-turaleza no se dejan ambos princi-pios enlazar como principiosde laexplicación(deducción)de uno porel otro, e s decir, que no s e dejanunir como principiosdogmáticosyconstitutivos de la visión de la natu-raleza para el Iuicio reflexionante,Cuando, por ejemplo, admito que

un gusano hay que considerarlocomo producto del mero mecanismode la materia (de la nueva forma-ción que realizapor si misma,cuan-do sus elementosson puestos en li-bertad por medio de la putrefac-ción), no puedo, empero,deducir esemismo productode la misma mate-ria comode una causalidadde obrarsepún fines. Inversamente, cuando

a mito e s e mismo producto como

E-

fin de la naturaleza, nopuedo invo-car una maneramecánicade produc-ción del mismoy admitirésta comoprincipioconstitutivopara el juiciodel mismo, según su posibilidad,y

juntar,pues, ambos principios.Puesuno de esos modos de explicaciónexcluyeel otro,aun suponiendoqueobjetivamenteambos fundamentosde la posibilidad de semejante pro-ductodescansaranen uno solo, perono hiciéramos referenciaa él. Elprincipioque debe hacer posiblelareuniónde ambos en eljuicio de lanaturalezasegún ellos, debe poner-s e en lo que está fuera de ambos(por tanto, fuera de la representa-ción posible, empírica,de la natu-raleza),y contiene,sin embargo,elfundamento de ambos, es decir, enlo suprasensible:a éste debe ser re-ferido-cadauno de ambos modosde explicación.Ahora bien: comode lo suprasensible nopodemos te-

ner nada más que el conceptoinde-terminado de un fundamentoquehace posibleel juicio de la naturale-za, según leyesempíricas, ycomo,por lo demás, empero, nopodemosdarle más determinación or mediod e predicadoalguno,s e d p e d u c equela reunión de ambos princi ios nopuede descansar en un fundamentode la aclaración(explicación)de laposibilidadde un producto segúnleyes dadas para el juicio determi-nante, sino sóloen un fundamentodel examen (exposición)de la mis-ma para el re ƒexionante.Pues ex-plicar significa deducirde un prin-cipioque, por tanto, hay quepoderconocery expresarclaramente..Aho-ra bien: el principio del mecanismo

de la naturalezay el de la causali-dad de la misma según fines,1“en

1 8 Las dos palabras «según fines»faltan en los textos de Kant. Los edi-tores modernoshan propuestodiversassolucionespara dar un sentidoa la fra-s e . Schopenhauery Rosenkranzleían:«. . .causalidadde la técnicade la mis-ma». Erdmanny Vorländer,basándoseen otros pasajes en donde Kant hablade causalidadsegún fines (pág. 414, lí-

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350 M ANu1=.LK/(NT

de un mecanismode la naturaleza,que s e ha de encontrarallí al mis-mo tiempo, no podría semejantepro-ducción, de ningún modo, ser juz-gada como producto de la naturale-z a, así, pues, la anterior máxima lle-va, al mismo tiempo, consigo lane-cesidad de una unión de ambos prin-cipios en el juicio de las cosas comofines de la naturaleza, pero no parasustituiren todo o en parte el unopor el otro. Pues e n el lugar de loque e s pensado (al menos, por nos-otros) como posible sólo según in-tención,no s e puede admitirmeca-nismo alguno, y en el lugar de loque e s conocidocomo necesario s e -gú n el mecanismo,ninguna contin-genciaque necesiteun fin comomo-tivo de determinación: sólo se pue-de subordinar uno (el mecanismo)al. otro (el tecnicismointencionado),lo cual puede ocurrirmuy bien,s e -gún el principiotrascendentalde la

finalidadde

la naturaleza.Pues allí donde s e piensan finescomo fundamentode la posibilidadde ciertas cosas, hay que admitirtambiénmedios,cuyaley de efectuarno necesitapara nada algo que pre-suponga un fin,y, por tanto, puedeser mecánica,y, sinembargo,causasubordinada de efectos intenciona-dos. Por eso, en los productos orgá-nicos de la naturaleza, pero másaú n si, con ocasión de la multitudinfinita de los mismos, admitimostambién lo intencionado en el enla-c e de las causas naturales, segúnleyes particulares (al menos, en unahipótesis permitida) como principiouniversal del Iuicio reflexionantepara el todo de la naturaleza (el

mundo), puede pensarse una granv hasta universal unión de las leyesmecánicascon las teleológicasen lasproducciones de la naturaleza, sinconfundir los principios del juiciode las mismas ni poner uno en ellugar del otro, porque en un juiciote:eológico, lamateria, aun cuandola forma que adopte s e a juzgadasólo comoposible según una inten-ción, sin embargo,según su natura-

leza y en conformidad con las leyesmecánicas,puede estar subordinadatambién como medio a aquel fin re-presentado; no obstante,como elfundamento de esa posibilidad deunión está en algo q ue no e s ni louno ni lo otro (ni mecanismo,ni fi-nalidad),sino el sustrato suprasen-sible de la naturaleza, del cual nadaconocemos,no deben, para nuestrarazón (la humana), ambos modosde representaciónde la posibilidadde semejantes objetos, ser fundidosjuntos,sino que no podemosjuzgar-los más que por el enlace de las cau-sas finales, fundado en un entendi-miento superior, con lo cual, pues,nada es sustraído al modo de expli-cación teleológico.

Ahora bien: como para nuestroentendimiento es totalmente indeter-minado, y siempre también indeter-minable, hasta qué punto obra elmecanismo de la naturaleza comomedio para aquella intenciónfinalde la misma,y como, por causa delarriba citadoprincipiointeligibledela posibilidadde una naturalezaengeneral, s e puede del todo .admitirque ella e s posible, generalmente,s e ú n las dos clases de leyes univer-safmenteconcordantes (las físicas ylas de las causas finales),aunqueno podamos considerar de ningúnmodo la manera cómo esto sucede,resulta que no sabemos tampococuán lejos va el modo de explicaciónmecánicapara nosotrosposible, sinosólo una cosa e s segura, y e s que,por muy lejos que en él podamosllegar, e s siempre insuficienteparacosas que reconocemos una vez

como finesde la naturaleza,y, portanto,según la constituciónde nues-tro entendimiento,debemos subor-dinar todos aquellosfundamentosasu principio teleológico.

Aqui s e fundan,pues, ahora losderechos,y, por causa de la impor-tancia que tiene el estudiode la na-turaleza,según el principiodel me-canismo, para nuestrouso teóricodela razón. también el deber de expli-

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cníric/t D E LJuicio 351

car mecánicamentetodos los pro-ductos y sucesos d e . la naturaleza,incluso los más finales, tan lejoscomo 'esté en nuestra facultad (cu-yas limitaciones no podemosdar enesta clase de investigación), pero,al mismotiempo,de no perder nun-ca de vista que aquellosque no po-

damos poner, para la investigación,más que bajo el conceptodel fin dela razón, debemos, conformementea la constitución esencial de nues-tra razón y prescindiendo de aque-llas causas mecánicas, subordinar-los, por último,a la causalidad s e -gú n fines.

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APENDICE 1

METODOLOGÍA DEL IUICIO TELEOLÓGICO

§79

Si la teleologíadebe ser tratadacomo pertenecientea la teoría dela naturaleza

Cada ciencia debe tener su lugardeterminadoen la enciclopediadetodas las ciencias.Si es una cienciafilosófica, debe su lugar serle asig-nado, o en la parte teórica, o en laprácticade la filosofía,y si tiene s u

lugar en la primera, debe ese lugarserle asignado,o en la teoría de lanaturaleza,en cuanto considera loque puede ser objetode la experien-cia (consiguientemente,en la teoríade los cuerpos,o en la teoría de lasalmas, o en la cienciauniversaldelmundo),o en la teoría de Dios (delfundamento primero del mundo,como conjunto de todos los objetosde la experiencia).

Ahora bien, se pregunta: ¿qué lu-gar corresponde a la teleología?¿Pertenece a la (propiamente llama-da) ciencia de la naturaleza, o a lateología?Una de las dos cosas debeser, pues de tránsitode la una a laotra no puede ninguna ciencia ser-vir, porque tránsito signifìca sólo la

articulación u organización del siste-ma y no lugar alguno en el mismo.Q ue no pertenece a la teología

como unaparte de la misma, aun-que puede hacerse en la teología elmás importante uso de ella, es porsí mismo claro.Pues tiene por obje-to suyo productosde la naturalezay la causa de éstos,y aunque señala

1 La indicaciónde «apéndìce››faltaen la primeraedición.(N . del T.)

e s a causa como un fundamentopuesto fuera y por encimade la na-turaleza (creadordivino), lo hace,sin embargo,no para el juicio deter-minante, sino (para dirigir sólo eljuicio de las cosas en el mundo poruna idea adecuada al entendimientohumano, como principio regulativo)solamentepara el reflexionante en laconsideración de la naturaleza.

Del mismo modo, empero,no pa-rece tampoco pertenecera la cien-

cia de la naturaleza, que necesitaprincipios determinantes, y no sóloreflexionantes,para exponer funda-mentos objetivosde efectos natura-les. En realidad, la teoría de la na-turaleza o explicaciónmecánica delos fenómenosde la mismapor me-dio de sus causas eficientes noganatampoconada, si s e la consideras e -gú n la relación de los fines unos conotros. Señalar los fines de la natu-raleza en sus productos, en cuantoconstituyen un sistema según con-ceptos teleológicos, pertenecepropia-mente sólo a la descripciónde lanaturaleza, arreglada según un hiloconductorparticular,en el cual larazón,s i bien llevaa cabo un asun-to magnífico, instructivo y de fina-

lidad práctica en algunas direccio-nes,. sin embargo, no da conclusiónalguna sobre el origeny la posibili-dad interior de e s a sformas;de eso,empero,e s de lo que s e trata propia-mente en la ciencia teórica de lanaturaleza.

La teleología,como ciencia, nopertenece, pues, a doctriría alguna,sino_ sólo a la crítica, y, por cierto,a la, de una facultad particular deconocer,a saber, el Iuicio. Pero en

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cnírica D E Liuiclo 353

cuanto contiene principios a priori,puede y debe decir e l- método decómo s e debe juzgar sobre la natu-raleza según el principiode las cau-sas finales; y así, su metodología

tiene,por lo menos, influjo negativo

en el procederde la ciencia teóricade la naturaleza y también en la re-lación que ésta puede tener, en lametafísica, con la teología, comopropedéuticade esta última.

§80

De la subordinaciónnecesaria delprincipiomecánico bajo el teleoló-gico, en la explicaciónde una cosa

como ƒin de la naturalezn

El derechode buscar unaexplica-ción meramente mecánica de todoslos productosde la naturalezae s ensí totalmente ilimitado, pero la fa-

cultad de bastarse con esa explica-ción e s , según la constitucióndenuestro entendimiento,e n cuantotiene que ver con cosas como finesd e la naturaleza, nosólo muy limi-tada, sino claramentedemarcada;demodo que, según un principio deljuicio,no s e puede obtenernada porel solo medio del primer procederpara la explicación de esos fines;_por tanto, el Iuicio de semejantesproductosdebe siempre ser subordi-nado, al mismotiempo,por nosotrosa un principio teleológico.

Es por eso razonable,y hasta me-ritorio, seguir el mecanismo de lanaturaleza,-para una explicación delos productos naturales, tan lejoscomo ello pueda hacerse con verosi-

militud y no abandonar ese ensayoporques e a imposibleen si coincidirpor su camino con la finalidaddela naturaleza, sino sólo porque elloe s imposiblepara nosotros hombres,pues se exigiría para ello otra intui-ción que nola sensible y un deter-minado conocimiento del sustrato in-teligiblede la naturaleza,que pu-diera dar fundamento tambiénalmecanismode los fenómenossegún

leyes particulares;todo lo cual su-pera totalmente nuestra facultad.

Así, pues, para que el investiga-dor de la naturalezano trabaje enpura pérdida, dcbe, en el juicio dc

las cosas, cuyo conceptoestá, indu-dablemente,fundado com o finesdela naturaleza (seres organizados),poner siempre a la base alguna or-ganización primitiva que utiliceaquel mecanismomismo para pro-ducir otras formas organizadaso des-arrollar la suya en nuevas figuras(que, sin embargo, siempres e deri-van de aquel fin y son conformesaél).Es una gloria recorrer por mediode una anatomía comparativa lagran creación de las naturalezas or-ganizadas,'para ver si en ella no seencontrará algo semejante a un sis-tema según el principio de produc-ción, sin tener necesidadde quedar-nos en el mero principio del juicio(que no da conclusiónalguna parael conocimiento de su producción)y de renunciarcobardementea todapretensiónde penetrarla naturalezaen e s e campo. Laconcordanciadetantas especies animales en un e s -quema común que parece estar a labase, no sólo de s u esqueleto,sinotambién de la disposición de las de-más partes, en donde una sencillezde contorno, digna de admiración,ha podido producir, por achicamìen-to de unas y alargamiento de otras,po'r recogimiento de éstas y desarro-llo de aquéllas,tan gran diversidadde especies, deja penetrar en el es-piritu un rayo, aunque débil, de es-peranza de que se pueda obteneraquí algo con el principiodel meca-

nismo de la naturaleza, sin el cualno puede,en general,haber cienciaalguna. Esa analogiade las formas,en cuanto, a pesar de toda la diver-sidad, parecen ser producidas segúnun prototipocomún, fortalecela s o s -pecha de una verdaderaafinidaddelas mismasen la producciónde unamadre común primitiva, por mediode la aproximacióngradual de unaespecie animal a otra, desde aquella

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354 MANUELKANT

en que el principio de los fines pa-rece más guardado, hasta el pólipo,y de éste, incluso, hasta los musgos

los líquenes, y,finalmente, hastala escala inferior, que podemos ob-servar, de la naturaleza, la materiabruta, de la cual y de cuyas fuerzas,según leyes mecánicas (iguales quelas que siguenla produccionde loscristales), parece provenir toda latécnica de la naturaleza, que en loss e r e sorganizadosnos e s tan incom-prensibleque nos creemosobligadosa pensar para ellosotro principio.

Aquí tiene el arqueólogode lanaturalezaplena libertad para hacersurgir de las trazas conservadas desus más antiguas-revoluciones, se-gú n todo el mecanismo,conocidooverosímil,de la misma,aquellagranfamilia de criaturas (pues así debe-ría uno representársela',si ha de te-ner fundamentola afinidadcitadaen general conexión).›Puede hacersurgirdel seno maternalde la tierra,que acababa de salir de su estadocaótico (por decirlo así, como ungran animal), primero, criaturas deforma menos final; de éstas, a s uvez,otras que s e formaronmás ade-cuadamente a su lugar de produc-ción y a sus relaciones unas conotras, hasta quee s a madre creadoramisma, endurecida, se haya osifica-

do, haya limitadosus partos a deter-minadasespecies, ya en adelantenodiferenciables,y la diversidadper-manezca tal y como s e había repar-tido al fin de la operaciónde e s afructuosafuerzade formación.Perodebe, sin embargo, en definitiva,atribuir a e s a madre universalunaorganización,puesta, en modo final,en todas e s a scriaturas,sin lo cualla forma final de los productos delreino animal y vegetal noes pensa-ble en modo alguno según su posi-bilidad?Pero entoncesno ha hecho

2 Una hipótesis de esa clase puedellamarse una audaz aventura de la ra-zón, y habrá pocos, aun de los máspenetrantesinvestigadoresde la natura-leza, a quienesno les haya alguna vezpasado por la cabeza. Pues absurda,

más que retrotraer más allá el fun-damento de la explicación, y nopuede pretender haber hecho la _prp-ducción de esos dos reinos, inde-pendiente de la condición de lascausas finales.

Aunen lo que s e refierea la mo-dificacióna que están sometidos,enmodo contingente,algunos indivi-duos de las especies organizadas,cuando se encuentra que el cambiode su carácter es recogidoheredita-mente en la fuerza generadora, nopuede ello, convenientemente,serjuzgado más que como el desarrollo

ocasional de una disposición final,ya existente primitivamenteen laespecie, porque el engendrar un se-mejante, dentro de la general inte-rior finalidadde un ser organizado,va estrechamenteunido con la con-dición de no admitirnada en lafuerza engendradoraque no perte-nezca también,en un sistema seme-jante de fines, a una de las primiti-vas disposicionesno desarrolladas.Pues si s e prescindede e s eprincipio,no se puede saber con seguridad sialgunos trozosde la formaque hoyprecisamente,no e s ella, como lo e s lageneratiocequivoca,por la cual s e en-tiende la producciónde un ser naturalpor medio de la mecánicade la -mate-ria bruta no organizada. Ella seguiría

siendo siempre generatio univoca,enla significaciónmás general de la pala-bra, ya que solamentealgo orgánicos e -ria producidopor otro organismo,aun-que, dentro de e s e modo ser, específi-camente distintode é l: v. gr., ciertosanimales acuáticosconvirtiéndose,pocoa poco, en animalesdel fango,y éstos,tras algunas generaciones,en animalesterrestres.A priori, en el juicio de lamera razón, esto no e s contradictorio.Pero la experienciano muestra de elloejemplo alguno:según ella, más bien,toda generaciónque conocemose s ge-neratio homonyrnay no sólo univoca,en oposicióncon la generaciónde lamateria inorgánica,y produce tambiénun productoen la organizaciónmismade igual especie que el productor; perola generatioheteronymano s e encuen-tra en ningunaparte, en lo que alcanzanuestro conocimiento,por experiencia,de la naturaleza.

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cRíT1cAD E L1uicio 355

s e encuentranen una especieno pue-den ser de un origen igualmente con-tingente,sin fin, y el principio de lateleologíade no juzgarcomo no fi-nal, en un ser ,organizado,nada de

lo que s e conserveen la reproduc-ción del mismo, deberia,por tanto,en la aplicación,ser muy inciertoysólo valedero para el tronco primi-tivo (que, empero, ya no conoce-mos).

Contra los que encuentran nece-sario admitir, para semejantes finesde la naturaleza, un principio teleo-lógico deljuicio, es decir, un enten-dimiento arquitectónico, hace Humela objeción siguiente:se podría, conel mismo derecho, preguntar cómosea posible un entendimiento seme-jante, es decir, cómo han podidocoincidiren un ser, de modo tanconformeal fin, las diferentesfacul-tades y propiedadesque hacen po-sible un entendimientodotado almismotiempode fuerza realizadora.Pero e s e reprochee s nulo. Pues ladificultadtoda que envuelvela cues-tión de la primera producción deuna cosa que encierra en si mismafines,y e s por éstos solamentecon-cebible,descansa en la cuestión dela unidad del fundamentodel enla-ce de lo diverso, separado uno de

otro ene s e

producto; pero sie s e

fundamento es puesto en el enten-dimientode una causa productoracomo sustanciasimple,aquellacues-tión, en cuanto e s teleológica,estásuficientementecontestada, y si lacausa s e busca sólo en la materia,como un agregado de muchas sus-tancias separadasunas de otras, launidad de principio para la forma

interiorfinal de s u formaciónfaltatotalmente,y la autocracia de la ma-teria en producciones, que sólo comofines pueden ser concebidas pornuestro entendimiento, e s una pala-bra sin significación.

De aqui viene que los que buscanpara las formas objetivo-finales dela materia un fundamento supremode la posibilidad de las mismas,sinconceder a e s e fundamentoprecisa-

mente un entendimiento, hacen gus-tosos de la totalidad del mundo unasustancia única que lo comprendetodo (panteísmo),o (lo cual e s sólouna explicación más determinada delo anterior). un conjunto de muchasdeterminaciones,inherentes a unaúnica sustancia sim le (espinosis-mo), sólo para satislpacer a aquellacondición de toda finalidad, la uni-dad del fundamento;de e s e modosatisfacen,si, a una de las condicio-nes de la tarea, a saber, la de la uni-dad en el enlacea final, por mediodel concepto meramenteontológicode una sustancia simple, pero parala otra condición, a saber, la rela-ción de la misma con su consecuen-cia como fin, mediantela cual aquelfundamento ontológicodebe ser de-terminado más fijamente para lacuestión,no exponen nada,y, porlo tanto, no contestan de ningúnmodo a toda la cuestión.Y perma-nece ésta también incontestable(para nuestra razón), si no repre-sentamos aquel fundamento prime-ro de las cosas como una sustanciasimple;y s i e s a su cualidadpara laconstituciónespecíficade las formasen ella fundadas, a saber, la unidadde fin, no la representamos comola de una sustancia inteligente; y si

la relación, empero, de esas formascon esa inteligencia (a causa de lacontingencia pensada en todo lo quepensamos posible sólo comofin) nola representamoscomo la relaciónde una causalidad.

§8l

De la adjunción del mecanismoalprincipio teleológico en la explica-ción de un fín de Ia naturaleza como

producto natural

Así como el mecanismode la na-turaleza, según el párrafo anterior,

3 En la 1 - y 2 ° edición dice «rela-

ción››, en lugar de «enlace››. (Notadel T.)

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356 MAWUELKANT

no puede bastar por si solo paraque s e piense según él_ la posibili-dad de un ser organizado,sino que(por lo menos, según la constitu-ción de nuestra facultad de conocer)tiene que ser originariamente some-tido a una causa que efectú e conintención, de igual modo, el merofundamento teleológico de un ser or-ganizadono bastaría,a s u vez, paraconsiderarloal mismo tiempoy juz-garlo como un productode la natu-raleza, si el mecanismode esta úl-tima no s e añadiese a la teleología,por decirloasí, como el instrumentode una causa q ue efectú a coninten-ción,y a cuyos fines, la naturaleza,en s u sleyes mecánicas,está, sin em-bargo, sometida. La posibilidaddeuna unión semejante de dos clasestotalmente distintas de causalidad,de una unión de la naturaleza, ensu conformidad universal a leyes,con una idea que`la limita a unaforma determinada, para la cual, ensí, no encierra la naturaleza funda-mento alguno, nuestra razón no laconcibe; está en el sustrato supra-sensible de la naturaleza, del cualnada podemosdeterminarafirmati-vamentemás que esto, a saber: quee s el ser en sí, del cual sólo conoce-mos el fenómeno. Pero el principiode que todo lo que admitimoscomopertenecientea esa naturaleza (phar-nomenon) y como producto de lamisma,hemos de pensarlo enlazadocon ella según leyes mecánicas,nopor eso deja de permaneceren sufuerza, pues sin esa clase de causa-lidad, los seres orgánicos,como fi-nes de la naturaleza, no serían, sinembargo,productos naturales.

Ahorabien: si el principioteleo-lógico de la producción de esos sereses admitido (y no puede dejar deserlo), se puede poner a la base: oel ocasíonalismo,o el pre-estabilismode la causa de su forma interior fi-nal. Según el primero, la causa su-perior del mundo daría inmediata-mente la formaciónorgánica, con-formementea su idea, con ocasiónde cada ayuntamientode la materia

que se mezcla en ese acto; segúnel segundohabríapuesto en los pro-ductosprimerosde esa su sabiuríalos gérmenessólo, mediantelos' cua-les un ser orgánicoproduce su s e -

mejante y la especie s e mantieneconstante, siendo,en la especie,con-tinuamentereemplazadala pérdidade los individuos por la naturaleza,que trabaja al mismo tiempo a sudestrucción. Si se admite el ocasio-nalismo de la producciónde seresorganizados, piérdese todanaturale-za aquí totalmente, y con ella tam-bién todo uso de razón para juzgarsobre la posibilidad de una clase se-mejante de productos;de aquí ques e pueda suponer que no admitiráe s esistemanadie que esté en comer-cio con la filosofía.

El pre-estabilismo,a su vez, puedeproceder de dos maneras. Consideracada uno de los seres orgánicos, pro-ducido por su semejante, o biencomo el educto, o bien como el pro-ducto de éste. EI sistema de lasge-neracionescomo meros eductos llá-mase el de la preƒormaciónindivi-dual, o tambiénla teoría de la evo-lución;el de las generacionescomoproductose s llamadoel sistema dela epígénesís.Este últimopuede tam-bién ser llamado el sistema de lapreƒormacióngenésica,porquela fa-cultad productorade los generado-res estaba preformadavirtualiter s e -gú n los gérmenes internos finalesque fueron atribuidosa su tronco,es decir, que estaba virtualiter pre-formada la fonna específica.Segúnesto, podíase llamar mejor aú n lateoría o uesta, la de la preforma-ción individual, teoría de la invo-lución.

Los defensoresde la teoría de laevolución, que exceptúancada indi-viduo de la fuerza for-madorade lanaturaleza,para hacerlovenirinme-diatamente de la mano del Creador,no querían atreverse a hacer queello aconteciese según la hi ótesisdel ocasionalismo,de tal modb queel ayuntamientofuese una mera for-malidad,bajo lacual, una causa s u -

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crzíric/\nui, juicio 357

pcrior, inteligente,del mundo, ha-bría decididoformar cada vez unfrutocon mano inmediatay confiara la madre sólo el desarrolloy nu-tricióndcl mismo.S e declararonpor

la preformaeión, como si no fueraigual hacer sur ir formas semejan-tes, de modo sošrenatural,al princi-pio o en el curso del mundo,y nos e economizaránmás bien, por me-dio de la creación ocasional, unagran multitud de disposicioness o -brenaturalesnecesarias para que elembrión formadoal principiodelmundono padeciera,duranteel lar-go tiempoque va hastasu desarro-llo, por las fuerzas destructorasdela naturaleza, ys e conservaraintac-to; del mismo modovendrían,poreso, a ser inútilesy sin finalidadal-

na una multitudde e s o sseres pre-fólrmados,muchísimomayorque lade los que debían alguna vez des-arrollarse,y con ellos otras tantas

creaciones. Peroquerían,sin embar-go, al menos, dejar algo aquí a lanaturaleza,por no caer del todo enla totalhiperfísiea,que puede sar-s e sin explicaciónnatural alguna.Ciertoque s e atenían aú n firmemen-te a la hiperfísica,al encontrarunafinalidaddigna de admiraciónenlos monstruos (que, sin embargo,son imposiblesde considerarcomofines de la naturaleza),aun cuandono hubierande tener más fin que elde que un anatómicoalguna vez s eextrañasede ello como de una fina-lidad sin fin,y sintierauna descon-certante admiración. Pero la produc-ción de los híbridosno podían deningún m odo h acerla encajaren elsistema de la preformaeión, sino quedebieronconceder al semen del

in-dividuomasculino,al cual, por lodemás, no le habian atribuido nadamás que la propiedad mecánica deservirde primermedio de alimentopara el embrión,una fuerzade for-mación final que, sin embar o, enlo quese refiereal productode unageneraciónpor d o sindividuosd e lamisma especie, no querianconcedera ningunode los dos.

Aunque, en cambio, no se le re-conocieraal defensorde la cpígéne-sis la gran ventajaque tiene sobreel primero,en lo que toca a basesde experienciapara la prueba de s u

teoria, estaría, sin embargo,la razónva de antemano prevcnida en pre-ferente favorpara su modo de ex-plicación, porque esta explicación,e n lo que s e refierea las cosas queoriginariamente sólo pueden repre-sentarse como posibles,según la cau-salidad de los fines, a lo menos enlo que toca a la reproducción,con-sidera la naturaleza como produc-tora de suyo y no sólo comocapazde desarrollo,y asi confía a la na-turaleza,con el gasto más pequeñoposiblede sobrenatural,todo lo quesigue desde el primer comienzo(perosin determinarnada sobre esteprimer comienzo,en el cual la físi-ca, en general, naufraga, por másque intente explicarlo con la enca-

denación de causas que quiera).En lo que tocaa esta teoría de laepigénesìs,y tanto para su demos-tración como también para la fun-dación de los verdaderosprincipiosde su explicación por medio de lalimitaciónde un uso demasiadodes-medidode los mismos,nadie ha he-cho más que el señor consejerodecorte BlumenbachfPone ya en lamateria organizada todo eomienzcde un modo físico de explicaciónde las formaciones de que habla-mos. Pues que la materia bruta sehaya originariamente formado a símisma segú n ley esmecánicas; quede la naturaleza.de lo que no tienevida, haya podido brotar vida, y lamateria encajarse por sí misma en

la forma de una finalidadque s econservaa sí misma,eso lo declaraatinadamentecontrarioa la razón,pero deja al mismo tiempo al me-canismo natural una parte indeter-minable, pero al mismo tiempo im-posiblede desconocer,bajo e s eprin-

* Fisiólogoy anatomistaalemán.Re-ãidíarpn Gotmga (1752-1840).(Nota

e .

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358 MANUELKANT

cipio, ininvestigablepara nosotros,de una organizaciónoriginaria;paraello llama la facultad de la materia(a diferencia de la fuerza de forma-ción, meramente mecánica,que a

ella se añade universalmente), enun cuerpo organizado, una tenden-cia a la ƒormación (queestá, pordecirlo así, bajo la dirección e ins-trucción de la primera).

§82

Del sistema teleológicoen lasrelaciones externasde seres

organizados

Por finalidad externa entiendoaquella en que una cosa de la na-turaleza sirve a otra de medio paraun fin. Ahora bien: cosas que notienen o, para su posibilidad, no su-ponen finalidadinterna alguna, v.gr., tierra, aire, agua, etc., pueden,sin embargo, ser muy finales exte-riormente, es decir, en relación conotros seres, pero éstos deben sersiempre seres organizados,e s decir,fines de la naturaleza,pues de otromodo,aquéllasno podrían tampocoser juzgadas como medios.Así,agua, aire, tierra,no pueden ser con-sideradoscomo mediospara la aglo-meración de las montañas, porqueen sí no encierran las montañasnada que ex ija un fundamentodes u posibilidadsegún fines; s u causano puede, por tanto, nunca, en re-lación con e s o sfines, ser represen-tada bajo el predicadode un medio(que a ellos sirviera).

La finalidadexterna e s un con-cepto totalmente distinto del concep-to de la interna, que está enlazadocon la posibilidadde un objeto,prescindiendo de si su realidad mis-ma e s un fin o no. Puede pregun-tarse aún, de un ser organizado,para qué existe, perono e s fácil'ha-cerlo de cosas en las cuales s e co-noce sólo el efecto del mecanismode la naturaleza. Pues en los seresorganizados nos representamos ya

una causalidad, según fines, para suinterior osibilidad,un entendimien-to ereadifir,y relacionamose s a fa-cultad activa con el motivo de deter-minación de la misma, la intención.

N o hay más que una única finali-dad externa que esté en conexióncon la interna de la organización,y, sin que pueda haber cuestión depara qué fin aquel ser, asi organiza-do, ha debido precisamenteexistir,sirva, sin embargo, en la relaciónexteriorde un medio para el fin.Esta e s la organizaciónde ambos s e -xos, en relaciónuno con otro, parala reproducciónde su especie, puesaquí s e puede siempre, lo mismoque en un individuo,preguntarporqué debió existiruna pareja seme-jante. Larespuesta e s que e s aparejaconstituye un todo organizante, aun-que no un todo organizado,en uncuerpo único.

Ahorabien: si s e pregunta paraqué existe una cosa, la respuesta es:o bien, su existenciay su produc-ción no tienen relaciónalguna conuna causa q ue efectú e conintencio-nes, y entonces se entiende siempreun origende la mismapor el meca-nismo de la naturaleza, o bien, hayalgún fundamento intencionadodesu existencia (como lade un sercontingentede la naturaleza),y estepensamiento se puede difícilmenteseparar del concepto de una ,cosaorganizada,pues ya que debemosponer bajo a interior posibilidadde la cosa organizada una causali-dad de las causas finalesy una ideaque está a la base de ésta, no pode-mos pensar más que como fin laexistenciatambién de ese producto.

Pues el efecto representado, cuyare-presentacióne s , al mismo tiempo,el motivo de determinación de lacausa efectiva,inteligente,para suproducción,s e llama ƒin. En estecaso, pues, puede decirse:o bien, elfin de la existenciade un ser seme-jante de la naturaleza está en si mis-mo, e s decir, no es sólo fin, sinofin ƒmal, o bien, está fuera de él enotros seres de la naturaleza,e s de-

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caíricx D E Ljuicio 359

cir, no existe, en modo final, comofin final, sino, en modo necesario,al mismotiempocomo medio.

Pero cuando repasamos la natu-raleza entera no encontramos enella, como naturaleza, ningún serq ue pueda tener pretensiones alpri-vilegio de ser fin final de la crea-ción, y hasta se puede demostrar apriori que lo que quizá aun para lanaturaleza pudiera ser un último ƒincon todas las determinaciones y pro-piedades imaginablescon que se lepueda proveer, sin embargo,comocosa natural,no puede ser nunca unfin final.

Considerandoel reinovegetal,pu-diérase,--al principio,por la inmen-surable fructuosidadcon ques e ex-tiende casi por todo suelo, llegaralpensamientode tenerlopor un meroproducto del mecanismo q ue lana-turaleza muestra en las formacionesdel reino mineral.Pero un conoci-

miento más ceñido de la indescrip-tiblemente sabia organización enaquél, no nos permite atenernos aese pensamiento,sino que provocala pregunta:¿Para qué existene s a scriaturas?Si s e contesta:para el rei-no animal,que s e nutre con ellas ypuede así extenderse sobrela. tierraen especies diversas,entonces vienede nuevo la pregunta: ¿Para quéexisten e s o s animales herbívoros?La contestaciónvendríaa -ser: paralos animalescarnívoros,que no pue-den nutrirsemás que de lo que tie-'ne vida. Finalmente, viene la pregun-ta: ¿Para qué sirven éstos y los rei-nos anteriores todos de la naturale-za? Para el hombrey el uso diversoque su entendimiento le enseña a

hacer de todas esas criaturas; y elhombre es el último fin de la crea-ción,aquí, en la tierra,porquee s elúnico ser en la m ism aque puede ha-cerse un concepto de fines y, me-diante su razón,un sistema de finesde un agregado de cosas formadasen modo final.

Podríase también,con el caballe-ro Linneo, recorrer el camino apa-rentementeopuestoy decir: los ani-

males herbívorosexisten paramo-derar el exuberantecrecimiento delreino vegetal, que ahogaríamuchasespecies de plantas; los carnívorospara poner límite a la voracidad de

los herbívoros; finalmente, el hom-bre, para que, al perseguir y dismi-nuir los carnívoros, se establezcauncierto equilibrioentre las fuerzasproductoras y destructorasde la na-turaleza.Y así, el hombre, or mu-cho que pueda ser apreciadxócomofin en cierta relación,en otra, sinembargo, tendría, a su vez, sólo ellugar de un medio.

Cuandouna finalidadobjetiva,enla diversidadde las especies de lascriaturasterrestres ysu relaciónre-cíproca exterior,como seres cons-truidos conformea fin, s e la con-vierteen principio,e s conformea larazón pensar, en esa relación, a suvez, una cierta organizacióny unsistema de todos los reinos de la na-

turaleza según causas finales. Peroaquí parece que la experienciacon-tradice claramentela máximade larazón, principalmenteen lo que 's erefiere a un últimofin de la natu-raleza, que,sin embar o, es necesa-rio para la posibilidacfde un siste-ma semejante yque no podemospo-ner en nada más que en el hombre;porque más bien en lo que a éstes e refiere,considerado como unadelas muchasespecies naturales,la na-turalezano ha hecho la menor ex-cepción, tanto en las fuerzas des-tructoras como en las productoras,al someterlotodo, sinfin alguno,asu mecanismo.

Lo primeroque debió ser arregla-do intencionadamente, en una orde-

naciónpara un todo final de los seres naturales en la tierra, sería lahabitación, el suelo y el elementoenque debían tener su desarrollo. Peroun conocimientomás exacto de laconstituciónde e s e fundamentodetoda producciónorgánicano da no-ticias más que de causas que efec-túan totalmentesin intención,y has-ta que más bien destruyenque fa-vorecen la producción, laordena-

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360 M AN UELKANT

ción y los fines. Tierra y mar en-cierran en sí, no sólo monumentosde las antiguas poderosas destruc-ciones que han sufridoy todas lascriaturasen ellos y dentro de ellos,

sino que toda su construcción,lascapas de la una y los límites delotro, tienen totalmente claspectodel productode las fuerzas salvajestodopoderosas de una naturalezaque trabaja en el estado caótico. Pormuy conforme a fin que puedan pa-recer ahora arregladas la figura,laconstruccióny la pendiente de lastierras, para recoger las aguas delaire, paralas fuentes entrecapas deespecie diversa (para muchas clasesde productos) y el curso de los to-rrentes, unainvestigaciónmás ceñi-da de las mismas demuestraque s ehan producidosólo como el efecto,en parte, de erupcionesde fuego,enparte, de inundaciones,0 tambiénde subidas del Océano,tanto en loque se refiere a la primera produc-ción de e s a figura como-principal-mente a la sucesiva transformaciónde la misma, con la desaparición, almismo tiempo.de sus primeraspro-duccionesorgánicas.- Ahora bien: sila habitación,cl suelo materno (latierra), cl seno materno (el mar),para todas e s a scriaturas no indicanada más que un mecanismo,total-mente sin intención,de sus produc-

- ›Si el nombre,ya una vez adoptado,de Historianatural,para la descripciónde la naturaleza.debe quedar, lo quee s e nombre indica literalmente,a s a -ber. una representacióndel estado an-teriorantiguode la tierra,sobre el cual,aunque no s e puede esperar certezaalguna, sin embargo, s e adelantan su-posiciones con buen fundamento, pue-de llamarse arqueologíade la natura-leza. en oposicióncon la del arte. Aaquélla perteneceríanlas petrificacio-nes, asi como a ésta las piedras talla-das, etc... Y como quiera que real-mente s e trabaja en ello (bajoel nom-bre de una teoría de la tierra) sin ce-sar, aunque, comoe s 'usto, lentamente,e s e nombre no sería dado a una inves-tigación meramente -imaginariade lanaturaleza,sino a una a que la natura-leza misma nos invita y nos provoca.

ciones,¿cómoy con qué derechopo-demos pedir y afirmarpara estosúltimosproductosotro origen?Aun-que el hombre,como parece demos-trar el más perfectoexamen de lo

que queda de aquellasdestruceionesde la naturaleza--segúnlos juiciosde Camper-,° no estaba compren-dido en e s a srevoluciones,depende,sin embargo,tantode las demás cria-turas terrestres,que si s e admite unmecanismo de la naturaleza ue do-mine univcrsalmentesobre (las de-más, debe ser consideradoél tam-bién como comprendidoen e s e me-canismo, aunquesu entendimiento(en gran parte, al menos) hayapo-dido salvarlede e s a sdestrucciones.

Este argumento parece, empero,demostrarmás de lo que conteníala intenciónpara que fue alegado,a saber, no sólo ue el hombre noe s un último fin de la naturalezayque, por el mismo motivo,el agre-gado de las cosas naturales organi-zadas en la tierra no puede ser unsistema de fines, sino que los pro-ductos todos, tenidoshasta aquí porfinesde la naturaleza,no tienenmásorigenque el mecanismode la mis-ma.

Pero en la anteriorsoluciónde laantinomiade los principiosdel modode producciónmecánicoy teleológi-co de los seres naturales organiza-dos, hemos visto que como en loque toca a la naturaleza,formadora,según sus leyes particulares (paracuya conexiónsistemáticanos falta,empero, la clave),no son ellos másque principios del Inicio reflexionan-te, que no determinan,pues, en sí,

el origende los seres naturales,sinosól'o dicen que, según la constitu-ción de nuestro entendimiento y denuestra razón, no podemos pensarel origen en esa clase de seres másque según causas finales, no sóloe s permitidoel mayoresfuerzo posi-ble, y hasta audacia,en los intentosde explicación mecánica, sino que

0 Anatómicoholandés (1722-1789).(N . del T.)

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cnírrcaD E Ltutcro 3 6 1

tambiénsomos excitadospor la ra-zón a ello, a pesar de que sabemosque en ello no podemosnunca teneréxito,por motivossubjetivosde laespecie particulary de la limitaciónde nuestroentendimiento(y no por-que el mecanismode la produccióncontradigaen sí un origen según fi-nes), y Sabemos, finalmente,que enel principio suprasensiblede la na-turaleza (tanto en nosotros comofuera de nosotros) puede estarmuybien la reuniónde ambos modos derepresentarsela posibilidadde la na-turaleza,siendo el modo de repre-sentación,según causas finales,sólouna condición subjetiva de nuestrouso de la razón,cuando esta quiere,no sólo saber el juiciode los obje-tos, dispuestos como fenómenos,sino que desea relacionare s o sfenó-menos mismos, en s u s principios,con el sustrato suprasensible,paraencontrarposibles ciertasleyes de launidadde los mismosque no puederepresentarsemás que por mediodefines i-,ntre los cuales la razón tie-ne que son suprasensibles).

§83

Delúltimofin de la naturalezacomo

sistema teleológicoHemosmostradoen lo que prece-

de que tenemos motivosuficiente,según principiosde la razón, parajuzgaral hombre,no sólo,igualquelos seres organizados todos, comofin de la naturaleza,sino tambiénaquí,en la tierra,comoel últimoƒinde la naturaleza,en relacióncon elcual todas las demás cosas natura-le s constituyenun sistema de fines,y e s e juicio,no, desde -luego,parael juicio determinante, pero si parael reflexionante.Ahora bien: s i s edebe encontrare n el hombre mismolo que ha de ser favorecido comofin por medio de s u enlace con lanaturaleza,deberá ser e s efín,0 bien

de tal índole q ue pueda ser satisfe-cho por la mismanaturalezabienhe-

chora, o será la a titud y habilidadpara toda clase de fines, para loscuales pueda la naturaleza (interiory exteriormente)ser utilizadaporel hombre.El primer fin de la na-

turalezasería la felicidad;el segun-do, la culturadel hombre.El conceptode la felicidadno e s

un conceptoque el hombreabstraì-ga de s u s instintos, ylo saque, así.de la parte animal de si mismo, sinoque e s una mera ideade un estado;a e s a idea quiereel hombreadecuarsu estado bajocondicionesmeramen-te empíricas (lo cual e s imposible).El mismobosquejae s a idea, y, porcierto, de modo tan decidido,pormedio de s u entendimiento. confun-dido con la imaginacióny los senti-dos, y la cambia además tan a me-nudo, que la naturaleza,aunque e s -tuvieratotalmentesometidaa su vo-luntad, sin embargo no podría ad-mitir ley alguna determinada,uni-versal y firme para concordarcone s econceptotitubeantey con el fin,por tanto, que cada uno s e proponetan arbitrariamente. Pero aun cuan-do rebajásemoseste fin a la exigen-cia verdadera natural, en dondenuestra especie concuerda general-mente consigomisma. o, por otra

arte, alzásemos a su altura la ha-

Eilidad deprocurarse

fines imagina-dos, sin embargo,lo que el hombreentiende por felicidady lo que enrealidade s su último fin natural (nofin de la libertad), no sería nuncaconseguido,pues la naturaleza hu-mana no e s de tal especie que c e s een alguna parte en la posesióny enel goce y esté satisfecha. Por otraparte, lejos'está la naturalezade ha-ber tomado al hombre como su fa-vorito particular y cie haberle favo-recidocon s u beneficio,por encimade los otros animales; le ha respeta-do tan poco como a cualquier otroanimal en sus efectos destructivos:en la peste, en el hambre, en lasinundaciones, fríos,ataques de otrosanimales grandes y pequeños.etc.:

más aún: lo absurdo de las disposi-ciones naturales en el hombre lo

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362 MANUELKANT

sume además en tormentos inventa-dos por él mismo. o por su propiaespecie, mediante la presión de ladominación,la barbariede la guerra.etc. . ., y también en grandes nece-sidades; é l mismo, además. trabajacuanto en él está para la destruc-ción de su propia especie, de talsuerte que aun en la naturalezaex-teriormás bienhechora,el fin de lamisma. dirigido a la felicidaddenuestra especie, no seria alcanzadoen la tierra en un sistema de aqué-lla, porquela naturalezaen nosotrosno es capaz de recibirlo. El hombree s , pues. siempre sólo un anilloenla cadena de los fines naturales; esun principio.sí, en consideracióndealgún fin. al cual la naturaleza pa-rece haberle determinado en sus dis-posiciones, haciéndose él mismopara ello;pero, sin embargo,e s tam-bién medio para la conservación dela finalidad en el mecanismode los

miembrosrestantes. Comoúnicoseren la tierra que tiene entendimien-to. 3 ', por tanto, facultadde propo-nerse arbitrariamentefines, e s él,ciertamente, señor, en título, de lanaturaleza,y si s e considera éstacomoun sistemateleológico,el hom-bre e s , según su determinación,elúltimo fin de la naturaleza, perosiempre sólo con la condicióndeque lo comprenda y tenga la volun-tad de dar a ella y a si mismo unarelaciónde fin tal que pueda, inde-pendientemente de la naturaleza,bastarse a sí mismo, y ser, por tanto,fin final; éste, empero,no debe ser,de ningúnmodo, buscado en la na-turaleza.

Pero para encontraren dónde, e n

el hombreal menos,hemos de poneraquel últimofin de la naturaleza,debemosbuscar lo que la naturalezapudo llevar a cabo para prepararal hombrea lo que él mismoha dehacerdpara ser fin final y separarlode to os los fines cuya posibilidaddescanse en cosas que no s e puedenesperar más que de la naturaleza.De esta última clase es la felicidaden la tierra, bajo la cual se compren-

de el conjuntode todos losfines po-sibles por la naturaleza fuera y den-tro del hombre; esa es la materia detodos los fines del hombre en la tie-ra; cuando el hombre transformae s amateriaen su fin total.ella haceal hombre incapaz de poner a supropia existenciaun fin final y deconcordarcon e s e fin. De todoslosfines del hombre en la naturalezaqueda. pues, sólo la condiciónfor-mal subjetiva. a saber, la aptitud deponerse,en general,finesa si mismoy (independiente de la naturaleza,en su determinaciónde fin) de em-plear la naturaleza como medio, ade-cuadamente a las máximas de suslibres fines,en general,cosa que lanaturaleza, relativamente al fin fi-nal, colocado fuera de ella, puederealizar,yque, por tanto, puede serconsideradacomo su último fin. Laproducción de la aptitud de un serracional para cualquier fin, en gene-

ral (consiguientemente,en su liber-tad), es la cultura. Así, pues, sólola cultura puede ser el últimofinque hay motivo para atribuir a lanaturaleza,en consideraciónde laespecie humana (nola propia feli-cidad en la tierra, nitampoco sersólo el principalinstrumentoparaestablecer fuera del hombre,en lanaturalezairracional,orden y armo-nia).

Pero no toda cultura alcanza e s eúltimofin de la naturaleza.La dela habilidad es, desde luego, la con-dición subjctiva principal de la ap-titud para la consecuciónde los fi-nes en general, pero no basta, sinembargo, a favorecer la voluntad?en la determinacióny elección desus fines, cosa, sin embargo,quepertenece esencialmentea una apti-tud para fines en toda su extensión.La últimacondiciónde e s a aptitud,condición que podria llamarse la cul-tura de la disciplina,e s negativa,yconsiste en librar la voluntad del

T En la primera edicióndice «liber-

md», en lugar de «volurttad». (Notadel T.)

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cRíT1cAD E L¡Utero 363

despotismode los apetitosque, atán-donos a ciertas cosas de la natura-lez-a, nos hacen incapaces de elegirnosotros mismos, porque transfor-mamos en cadenas los instintosque

la naturaleza nos ha dado para avi-sarnos y que no descuidemoso da-ñemos la determinaciónde la ani-malidad en nosotros, quedando nos-otros, sin embargo,en bastante li-bertad para retener o abandonar,acortar 0 alargar esos instintos,s e -gú n las exigenciasde los fi-nes dela razón.

La habilidadno puede desarro-llarse bien en la e s ecie humanamás que por medio dìe la desigual-dad entre los hombres;pues la ma-yoría provee a las necesidades de lavida de un modo,por decirlo así,mecánico, sinnecesitar paraello deun arte especial,para la comodidady el ocio de otros hombresque tra-bajan en las partes menos importan-

te s de la cultura, ciencia y arte;aquellamayoríaestá mantenidaporestos otros en un estado de opre-sión, de trabajo amargo y de goceescaso, aunque algo de la culturadela clase superior s e extiende poco apoco a esta inferior. Los males cre-cen, empero, al progresar la cultura(y la altura a que alcanzanse llama

lujo, cuando la tendencia a lo su-perfluoempieza ya a hacer daño alo indispensable), en ambos ladoscon igual fuerza: en uno, por laopresiónextraña; en el otro, por lainterior insacìabilidad; pero la mise-ria brillante está enlazada con eldesarrollo de las disposicionesnatu-rales en la especie humanay el finde la naturaleza misma, aunque noe s nuestropropiofin,e s ,sin embar-go, alcanzadoen ello. La condiciónformal bajo la cual tan sólo puedela naturaleza alcanzar su última in-tención e s aquella constitucióndelas relaciones de los hombres unoscon otros,que permiteoponeren untodo, llamado sociedad civil, unafuerza legal a los abusos de la liber-

tad, que están en recíproco antago-nismo,pues sólo en esa constitución

puede darse el más alto desarrollode las disposiciones naturales. Peroaunque los hombres fueran bastantelistos para encontrarla y bastante sa-bios para sometersea su presiónvo-

luntariamente, haría falta aún, paraese desarrollo, un todo cosmopolita,e s decir,un sistema de todos los Es-tados que corren el peligro de ha-cerse daño unos a otros. Faltandoe s esistema,y por causa del obstácu-lo que la ambición,el deseo de do-minar, la avidez,sobre todo en losque tienen el poder en las manos,oponen a la posibilidadmisma debosquejarlo,e s inevitablela guerra(en la cual, unos Estados se divideny se disuelven en Estados más pe-queños, y otros s e anexionanotrospequeñosy tratan de formarun todomayor); la guerra, que e s una em-presa no premeditada (excitadaporpasiones desenfrenadas)de los hom-bres, e s una empresa profundamen-

te escondida,y quizá intencionada,de la supremasabiduria:la de pre-parar, cuando no fundar, la legali-dad con la libertad de los Estados,yasí, la unidad de un sistema funda-do moralmente. Y a pesar de los tor-mentos horriblescon que la guerraabrutna a la especie humana y delas desgracias, quizá aun may ores,que s u preparaciónconstante origi-na en la paz, e s , sin embargo,unimpulso (puesto que la esperanzadel estado de tranquilidad de unafelicidaddel pueblos e aleja siempremás allá) para desarrollar,hasta elmás alto grado, los talentos que sir-ven a la cultura.

En lo que toca a la disciplinadelas inclinaciones, cuya disposición

naturale s del todo conformea fin,en lo que s e refierea nuestra deter-minación como especie animal, peroque dificultan mucho el desarrollode la humanidad,muéstrase tam-bién, en esta segunda exigenciadela cultura,una tendenciafinal de lanaturalezahacia una formaciónquenos haga susceptiblesde fines más

elevados que los que la naturalezamisma puede proporcionar. El exce-

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364 M . - x N U t z LKANT

so de males que el refinamiento delgusto, llevadohasta su idealización,y el lujo mismo en las ciencias, comoalimento de la vanidad, extiendensobre nosotros,por mediode la mul-

titud de inclinaciones producidaspor ellos, y que no podemos satis-facer, e s e exceso de males no haymodo de combatirlo;pero, en cam-bio. tampoco s e puede desconocerel fin d e la naturalezad e dominarsiempremás la rudezay la violenciade aquellas inclinacionesque perte-necen más bien a la animalidadennosotros,y s e oponen,más que nin-gunas otras, a la formaciónque-re-quiere nuestramás alta determina-ción, así como tambiénde hacer si-tio al desarrollode la humanidad.Las bellas artes y las ciencias, quehacen al hombre,si no mejormoral-mente, sin embargo, más civilizado,por medio de un placer que s e dejacomunicaruniversalmentey por me-

dio de las maneras y el refinamientode la sociedad, gananmucho terre-no sobre la tirania de la tendenciasensible, ypreparan así al hombrepara una dominaciónen donde sólola razón debe tener poder; entretan-to, los males con que en parte lanaturaleza, en parte el intratableegoísmo d e los ombres, nos abru-man, excitan al mismo tiempolasfuerzas del alma, las aumentan ylas templan para ue no sucumba-mos a esos males,cl1aciéndonossen-tir así una aptitud para fines máselevados,que está escondidaen nos-otros.°

8 Q ué valor tenga para nosotroslavida cuando s e aprecia ésta sólo según

lo que s e ãoza (el fin natural de lasuma de to as las inclinaciones, lafeli-cidad), e s fácil de decidir.Ese valor e smenos gue nada, pues ¿quién querríaentrar e nuevo en la vida, bajo lasmismas condiciones,o según un plannuevo, trazado por él mismo (atenién-dose, empero, a curso de la naturale-za), pero arregladosólo para el goce?S e ha mostradomás arribael valorquetiene la vida a consecuenciade lo que

encierra en sí, cuando s e la conducesegún el fin que la naturaleza tieneen

§84

Del ƒin final de la existenciade unmundo,e s decir, de la creación

mismaFin final e s el fin que no necesita

ningúnotro como condiciónde suposibilidad.

S i s e admite e l mero mecanismocomo base de explicaciónpara la fi-nalidadde la naturaleza,no s e pue-de preguntar para qué ex istenlascosas

en el mundo,pues entoncess e

trata, en un sistema idealistaseme-jante, sólo de la posibilidadfísicade las cosas (pues pensarlas comofines seria un simplesofismasin ob-jeto), y aunque se atribuya esa for-ma de las cosas al azaro a la cieganecesidad, en ambos casos, a uellapreguntasería vana. Pero si admiti-mos el enlace final, en el mundo,como real, y aceptamospara él unaespecie particularde causalidad, asaber: la de una causa que efectúacon intención,entoncesno podemospermanecerquietosante la preguntasiguiente: ¿Para qué algunas cosasdel mundo (los seres organizados),tienenesta o aquellaforma,han sidopuestos por la naturalezaen esta o

aquella relación con otras? P _ o rlocontrario,ya que s e piensa un en-tendimientoque debe ser considera-do como la causa de la posibilidadde e s a sformas,tales como realmen-te s e encuentranen las cosas, hayque preguntar también,en e s e en-tendimiento,por el fundamentoob-jetivoque puede haber determinado

Í -O __ _* F 1 ,_ L ,

nosotros,y que consiste en lo que s ehace (no sólo e n lo que s e goza),y enel cual nosotros somos siempre sólomedios paraúltimosfines indetermina-dos. N o queda, pues, nada más que elvalor que nosotros mismos damos anuestra vida, nosólo por lo que hace-mos, sino por lo que hacemos confor-memente a fin, de un modo tan inde-pendientede la naturaleza,que la exis-tenciamismade la naturalezano uedeser fin más que baio esa eondicidii.

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cnírrca D E Ljuicio 365

ese entendimiento a un efecto de esaclase, fundamento que es entoncesel fin final, para el cual las talescosas existen.

He dicho más arriba que el fin

final no es un fin tal que la natura-leza pueda efectuarlo ni producircosas en confomwidadcon su idea,porque es incondicionado. Pues enla naturaleza (como cosa sensible)no hay nada cuyo fundamento,en-contrándoseen la naturaleza misma,no s e a siempre a su vez condiciona-do; y esto vale,no sólo parla la na-turaleza fuera de nosotros (la mate-rial), sino también en nosotros (laque piensa); entiéndase bien quesólo considero lo que en mi es na-turaleza.Pero una cosa que necesa-riamente,por causa de sus propie-dades objetivas, debe existir comofin final de una causa inteligente,debe ser de tal especie que no de-penda, en el orden de los fines,de

ninguna otra condición que la de suidea.Ahorabien: no tenemos más que

una especie única de seres en elmundo,cuya causalidads e a teleoló-gica, e s decir, enderezadaa fines,yal mismo tiempo, sin embargo, deíndole tal, que la ley según la cuale s o s seres tienen que determinarsefines es representada por ellos mis-mos como incondicionada e indepen-diente de condiciones naturales, y ,al mismo tiempo,empero,como ne-cesaria en sí. El ser de e s a clase e sel hombre, pero, considerado comonoúmeno,e s el únicoser naturalenel cual, sin embargo,podemosreco-noceruna facultadsuprasensible(lalibertad), y hasta la ley de la causa-

lidad y el objeto que e s a facultadpuede proponersecomo el más altofin (el supremobien en el mundo).

Del hombre, pues (e igualmentede todo ser racional en el mundo),considerado comoser moral, no sepuede ya preguntar más por qué(quem in ƒinem) existe.Su existen-cia tiene en sí el más alto fin;_a estefin puede el hombre, hasta dondealcancensus fuerzas,someterla na-

turaleza entera, o, al menos, puedemantenersesin recibir de la natura-leza influjo alguno que vayacontraes fin. Así, pues, si algunas cosasdel mundo, como seres dependien-

tes, en cuanto a su existencia,nece-sitan una causa suprema queobresegún fines, el hombree s el fin fi-fnalde la creación,pues sin él, la ca-dena de los fines, sometidosunos aotros,no estaría completamentefun-dada; sólo en el hombre,pero en él,solo como sujetode la moralidad,encuéntrase la legislaciónincondi-cionada en lo que se refiere a losfines, legislación que le hace a élsolo capazde ser un fin final al cualla naturalezaentera está teleológica-mente sometida.”

9 Sería posible que la felicidaddelos seres racionales en el mundo fueraun fin de la naturaleza,y entonces s c -ría también su últimofin; al menos,no s e puede ver a priori por qué lanaturalezano habría de estar asi orde-nada, pues e s eefecto sería muy posiblepor medio de su mecanismo,al menoshasta donde alcanza nuestra penetra-ción. Pero la moralidad,y una causali-dad, según fines, subordinadaa la mo-ralidad, son absolutamente imposiblespor medio de causas naturales,pues elprincipio de su determinacióna la ac-ción e s suprasensible,y es, por tanto,lo único posible, cn el orden de losfines, que e s absolutamenteincondicio-nado en lo que toca a la naturaleza;su sujeto, por tanto. es el único califi-cado para ser ¡in ƒínal de la creación,a quien la naturaleza entera está su-bordinada.La felicidad,en cambio,noe s ni si uiera, como s e ha mostradoenel párrafo anterior, porel testimoniodela experiencia,un ƒin de la naturaleza,en consideraciónde los hombres con

preferenciaa las demás criaturas,y mu-cho menos, por tanto, ha de ser un finfinal de la creación.Los hombrespue-den, sí, hacer de ella siempresu últimofin subjetivo. Pero si yo pregunto porel fin final de la creación, a saber:¿Para qué han debido existir hombres?,entonces s e trata de un fin objetivosupremo, como lo cxigiria la supremarazón para su creación. Ahora bien, sis e contesta: Para que haya seres a quie-

nes pueda hacerbien e s a causa supre-ma, en este caso s e infringela condi-

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366 MANUELKANT

§ 85

De la teología física

La reocoeía Física e s el ensayode la razón de sacar de los fines dela naturaleza (que no puedenserconocidosmás que empíricamente)conclusionessobre la causa supremade la naturaleza y sus atributos. UnareozoeíxMoizm.(ético-teología)s e -ría el ensayo de sacar del fin moralde seres racionalesen la naturaleza(que puede 'ser conocido a priori)conclusionessobre aquella causa ysus atributos.

La primera precede naturalmentea la segunda. Pues si queremos delas cosas en el mundo concluir teleo-lógicamenle una causa del mundo,tiene que haber primerofines de lanaturaleza, para los cuales hemosde buscar después un fin final, y

para éste, a s u vez, el principiodela causalidad de esa causa suprema.Según el principio teleológico,

pueden y deben darse muchas inves-tigacionesde la naturaleza, sin ques e tenga motivopara preguntarporel fundamento de la posibilidad deesos efectos finales que encontramosen varios de los productos de la na-turaleza. Ahora bien: si se quieretener también un concepto de esefundamento,no tenemos absoluta-menteconocimientoalgunoque vayamás allá que la máxima siguientedel juicio reflexionante,a saber:que 'aun cuando nonos fuera dadomás que un solo productoorgánicode la naturalezano podríamospen-

ción a que la razón del hombre sometehasta su más íntimo deseo de felicidad,a saber, la concordancia con su propialegislaciónintimamoral. Esto demues-tra que la felicidadno puede ser másque un fin condicionadoy que el hom-bre no puede ser fin final de la crea-ción más que como ser moral; pero enlo que toca a su estado, la felicidadestá en relación sólo como consecuen-cia, según la medida de la concordan-cia con aquelfin, como fin de su exis-tencia.

Osar para él, según la constituciondenuestra facultad de conocer,ningúnotro fundamentomás que el de unacausa de la naturalezamisma (seade la naturalezaentera, o sólo deesa parte de la misma) que conten-ga, por mediode un entendimiento,la causalidad paraaquel producto;principio de juicio éste que, si bienno nos llevamás allá en la explica-ción de las cosas naturales y de suorigen, nos abre, sin embargo, unaperspectiva por encima de la natu-raleza, para poder quizádeterminarmás de cerca el concepto, por lo de-más tan infructuoso, de un ser pri-mero.

Ahora bien, yo digo: la teologíafísica, por muy lejos que-se la lleve,no puede, sin embargo, descubrir-nos nada de un fin final de la crea-ción, pues ni siquiera llega a pre-guntarpor tal fin.Así,pues, si bienpuede legitimarel conceptode una

causa inteligentedel mundo, comoconcepto de la posibilidadde lascosas que podemos hacernoscom-prensiblessegún fines, y como con-cepto subjetivo y aplicable solamen-te por la constituciónde nuestra fa-cultad de conocer,no puede, empe-ro, determinar más ese concepto, nien el punto de vista teórico ni en elpráctico, y su ensayo no consigueloque se proponía, fundar una teolo-gía, sino que sigue siempre siendosólo una teología física, porqueenella el enlace final e s y debe sercon-sideradosólo condicionadoen la na-turaleza;por lo tanto,no puede nisiquiera traer a cuestión el fin parael cual la naturaleza misma existe(cuyo fundamentoha de buscarsefuera de la naturaleza); y , sin em-bargo,de la idea determinadade e s efin depende el determinado concep-to de aquellacausa superior, inteli-gente, del mundo; la posibilidad,por tanto,de una teología.

¿Para qué las cosas en el mundose utilizan unas a otras? ¿ Para q uélo diversoen una cosa e s bueno para

e s a cosa misma? ¿Cómo s e tienefundamento para admitir que nada

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eaírica D E L¡Utero 367

en-el mundo-e s en vano, sino todoe s bueno, en alguna parte, en la na-turaleza, bajo la condición de queciertas cosas (como fines) debanexistir?A todas estas preguntas,endonde nuestra razón,para el Juicio,no tiene en su facultadmás princi-pio de la posibilidaddel objeto des u inevitablejuicio teleológicoqueaquel por el cual subordinael me-canismode la naturaleza a la arqui-tectónicade un autor inteligentedelmundo, contesta la consideraciónideológicadel mundo de un modoexcelentey extraordinariamentead-mirable.Pero como los datos, y, portanto,los principiospara determinaraquel concepto de una causa inteli-gente del mundo (como supremoar-tista) son solamente empíricos,nopermiten la deducción de ningúnotro atributoque los que la expe-riencia manifiestaen los efectosdeaquella causa suprema, y la expe-

riencia,no pudiendonuncacompren-der la naturalezaentera comosiste-ma, debe tropezara menudocon e s econcepto (segúnparece) y con ba-s e s de pruebas contradictoriasentres í,pero nopuede nunca, aunque tu-viéramos lafacultadde contemplarempíricamenteel sistema todo, encuanto se refiere a la mera natura-leza, elevarnospor encima de la na-turalezahasta el fin de la existenciamisma, y,de e s e modo,hasta el de-terminadoconceptode aquella inte-ligenciasuperior.

Cuando s e empequeñeceel pro-blema,de cuya solucións e ocupa lateología física, parece e s a soluciónfácil. Efectivamente,si s e prodigae l uso del conceptode deidad en elde cualquier ser inteli ente pensa-do porìiosotros, pudienåo haber unoo variosque posean muchos muygrandes atributos,pero no toclbs losque s e requieren para lafundaciónde una naturaleza, en general, queconcuerdecon el fin mayorposible;si s e consideracomo cosa de ningu-na importancia el suplir, en una teo-ría, la falta de argumentos por me-dio de arbitrarias adiciones, y si allí

donde sólo hay fundamentopara ad-mitir mucha perfección (y ¿qué esmuchopara nosotros?)s e considerauno autorizadoa suponer toda laperfecciónposible,entonces la teleo-

logía física tendráimportantespre-tensiones al honor de fundar unateología. Pero si s e pide que s emuestre lo que nos haya empujadoy, además, autorizado para haceraquellas adiciones,entonces busca-rcmos en v ano unfundamentoparanuestra justificaciónen los princi-pios del uso teórico de la razón,pues e s e uso requiere totalmenteque, para la explicaciónde un obje-to de la ex eriencia,no s e atribu-yan a ese objeto más atributos quedatos empíricoss e puedan encontrarpara la posibilidadde su explica-ción. En un examen más detenido,veríamosque hay a priori,en nos-otros, propiamente,una idea de unser supremoque descansa en un uso

de la razón totalmentedistinto (elpráctico), idea que nos llevaa com-pletar la representacióndefectuosa,que una teleología física nos da dela base primera de los fines en lanaturaleza, llegando así al concep-to de una deidad; y no nos figura-ríamos entonces falsamenteque he-mos conseguidoesa idea y con ellauna teología,y mucho menos aú nque hemos demostrado su realidadpor medio del uso teórico del cono-cimientofísicodel universo.

No se puede reprochar tan grave-mente a los antiguosque hayanpen-sado s u s dioses, tan diferentesentresí, en sus facultades, en sus inten-ciones y decisiones voluntarias, yque los hayan limitadotodos, sinexceptuar aun el principio de entreellos, en modo humano.Pues cuan-do contemplaban la disposición y lamarcha de las cosas en la naturale-za, encontraban ciertamentefunda-mento bastante para admitircomocausa de la misma algo más que elmecanismo,y para sospechar, trasla mecánica de este mundo, inten-

ciones de ciertas causas superiores,que ellos no podían pensar más que

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368

como suprasensiblgs.Perocomo en-contraban en el mundo muy mezcla-dos lo bueno y lo malo, lo confor-me y lo disconformea fin, al menosdesde el punto de vista humano, y

nopodían permitirse admitir, para

la idea arbitrariade un creadortodoperfecto,fines sabios y bienhechoresque estuvieran, sin embargo, recón-ditos a la base del mundo,pues noveían la prueba de ellos, difícilmen-te podía recaer de otro modo su jui-cio de la causa suprema del mundo,en cuantoprocedíancon entera con-secuencia, según las máximas delmero uso teóricode la razón.Otros,que, siendofísicos, querían ser almismo tiempoteólogos, pensaronencontrarsatisfacciónpara a razón,buscando la unidad absoluta delprincipiode las cosas naturales,exi-gida por la razón, en la idea de unser, en el cual, como sustancia úni-ca, serían e s a scosas naturalestodas

sólo determinacionesinherentes;esasustancia no sería ciertamente causadel mundo por el entendimiento,pero en ella, como sujeto,s e encon-traría' todo el entendimiento de losseres del mundo; sería, por consi-guiente, unser que, si bien no pro-duciríanada según fines,sin embar-go, en él las cosas todas deberían

relacionarseunasa otras conforme-mente a fin y necesariamente, aunsin fin ni intención, por motivo dela unidad del sujeto, de quien sóloson determinaciones. Así introduje-ron el idealismo de las causas fina-les, porque la unidad, tan difícil deproducir,de una multitud de sus-tancias unidas conformemente a finy dependientes,como efectosde unasustancia única, como causa, latransformaron,cambiándolaen lainherenciaen una sustancia: estesistema,posteriormente,consideradopor el lado de los seres del mundoinherentesa aquellasustancia comopanteísmo,y (más tarde) por el ladodel sujeto único,subsistentedel serprimero, como 'espinosismo, másbien que resolver la cuestión del pri-mer fundamentode la finalidadde

MANUEL KANT

la naturaleza, lo que hacía era ani-quilarla, pues este último.concepto,privado de toda su realidad, eratransformado en una simple inter-pretación falsa de un concepto uni-

versalontológico

de una cosa en ge-neral.Así, pues, según principios mera-

mente teóricosdel uso de la razón(en los cuales solamente s e fundala teología física),nunca puede serproducidoun conceptode divinidadque baste para nuestrojuicio teleo-lógicode la naturaleza,pues o biendeclaramos que toda teleologíae smera ilusióndel juicio en el juiciodel enlace causalde las cosas, y nosrefugiamosen el principioúnicodeun mero mecanismode la naturale-za, que nos parece solamente ence-rrar una relación general a fines, acausa de la unidad de sustancia,nosiendo la naturaleza nada más quelo diverso de las determinaciones

de la sustancia, o bien, si, en lugarde e s e idealismode las causas fina-les, queremosseguir atados al prin-cipio del realismo de esa especieparticular de causalidad, entonces,pongamos bajo; los fines naturalesmuchos seres primeroso pongamossólo uno único,mientraspara la fun-dación del conceptode e s e ser nodispongamosmás que de

principiosde experiencia sacados del enlacecausal real en el mundo, no podre-mos, por una parte, encontrar reme-dio algunoa la oscuridadque la na-turaleza en muchos ejemplosmues-tra en lo que toca a la unidad defin, y, por otra parte, el conceptodeuna causa inteligentey' única, talcomo lo producimos, autorizadospor la simpleexperiencia,no podre-mos nunca sacarlo de la naturaleza,con bastantedeterminaciónpara unateologíaútil, cualquieraque s e a suclase (teórica o práctica).

La teleologíafísica, nos excita,desde luego, a buscaruna teología,pero nopuede producirninguna,pormuy lejos que vayamosen la inves-tigación empírica de la naturaleza,y aunque acudiéramos con ideas de

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caíricxD E Ljuicio ' 3 6 9

la razón (quehan de ser teóricaspara los problemas físicos)en ayu-da del enlace causal en ella descu-bierto. ¿De qué sirve,podrá, con ra-zón, quejarsealguien, que pongamos

a la base de todas esas disposicionesun entendimiento grande, un enten-dimiento que no podemos medir, yque le hagamos ordenar este mun-do según intenciones, si la naturale-za no nos dice, ni podrá nunca de-cimos,nada de la últimaintención,sin la cual, sin embargo, no pode-mos darnos ningú n puntocomúnde relación de todos e s o sfines na-turales, ningún principio teleológicosuficiente para, por una parte, co-nocer los fines todos en un sistema,y, por otra, hacernos del entendi-mientosupremo,como causa de unanaturaleza semejante, un conceptoque pueda servirde medida a nues-tro Iuicio, cuando reflexiona sobrela naturaleza? Tendríamos, en aquel

caso, un entendimiento artista parafines esparcidos, perono una sabi-duría para un fin final,que debe,sin embargo, propiamenteencerrarel fundamentode determinacióndeaquel entendimiento.Pero faltandoun fin final, que sólola razón pura,a priori, puede proporcionar(por-que todos losfines en el mundo e s -

tán empíricamente condicionados, yno pueden encerrar más que lo quees bueno para esta o aquella inten-ción contingente, pero no' lo que esabsolutamentebueno), y que seríael único que me enseñara los atri-butos, el grado y la relación quetengo que pensaren la causa supre-ma de la naturaleza para juzgar lanaturalezacomo sistema teleológico,¿cómo y con q ué derechopuedo en-sanchar a mi gusto y completar, has-ta llegar a la idea de un ser todosabio e infinito, mi concepto, muylimitado,de aquelentendimientoori-ginario, del poder de ese ser prime-ro para realizar sus ideas, de su vo-luntad de hacerlo, etc. . ., conceptoque puedo fundar en mi escaso co-

nocimiento del mundo? Esto supon-dría, si hubiera de ocurrir teórica-

mente, omniscienciaen mí mismopara penetrar en toda s u conexiónlos fines de la naturaleza y poderpensar además todos los demás pla-nes posibles,en comparación' con los

cuales debería el presente ser juzga-do con fundamento como el mejor.Pues sin ese completo conocimientodel efecto no puedo sacar, en con-clusión, concepto alguno determina-do de la causa suprema, que sólopuede encontrarseen el conceptodeuna inteligenciainfinita en todosrespectos,e s decir,en el conceptodeuna divinidad,y no puedo levantarfundamentoalgunode la teología.

Asi, pues, podemos decir, a pesarde toda la extensión posible de lateleologíafísica, y según el principioarriba citado, que, según la constitu-ción y los principios de nuestra fa-cultad de conocer,no podemospen-sarla naturaleza, en sus ordenacio-nes conformes a fin, conocidaspor

nosotros,más que como el productode un entendimientoal cual e s a na-turaleza está sometida. Pero la in-vestigaciónteórica de la naturalezano puede nunca decirnossi e s e en-tendimientoha tenido con el todode la naturalezay su producción,además, alguna intenciónfinal (queentonces noestaria en la naturaleza

del mundo sensible);por lo con-trario,a pesar de todo conocimientode la naturale , sigue sin decidirsesi esa causa stïrema es fundamentode la misma, en todo, según un finfinal, o más bien, por medio de unentendimiento determinadoa la pro-ducción de ciertas formas, por lamera necesidadde su naturaleza(se-gú n analogíacon lo que en los ani-males llamamos instinto de arte),sin que s e a necesario,por eso, atri-buir a e s a causa, además, sabiduría,y mucho menos sabiduría suprema,y enlazada contodos los demásatri-butos requeridospara la perfecciónde su producto.

Así, pues, la teologíafísica es unateleologíafísica mal entendida,uti-

lizablesólo como preparación (pro-pedéutica) para la teología;sólo

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370 MANUELKANT

añadiéndole un principio de fuera,sobre el cual s e pueda apoyar, al-canza s u intención,y no or s í mis-

ma, como su nombre quiereindi-carlo.

§ 86

De la teología é tica

El entendimiento más ordinario,al reflexionar sobre_la existencia delas cosas en el mundo y sobre laexistencia del mundo mismo, no pue-de desprendersedel juicio siguiente,a saber: que todas las diversascria-turas, por muy grande que s e a elarte de su disposición,por muy di-versa ymuy conformea fin que seala conexiónen que mutuamentes eenlazan; que el conjuntomismo detantos sistemas de criaturas, llama-dos por nosotros incorrectamentemundos, para nada existiría si enellos no hubierahombres (seres ra-cionales en general), e s decir, quesin los hombres, la creación enterasería un simpledesierto,vano y sinfin final alguno. Pero tampoco e spor su relación con la facultad deconocerdel hombre (la razón teóri-ca) por lo que la existenciade todolo restante en e l-mundo recibe su

valor, como,v. gr., para que existaalguien que pueda contemplarelmundo. Pues si e s a contemplacióndel mundo no representaraal hom-bre nada más que cosas sin fin ti-nal, no podría,de que el mundoe sconocido, resultar valor alguno parala existenciadel mismo,y hay quepresuponer unfin finaldel mundo,en relación con el cual la contem-plación misma del mundo tiene unfin. Tampoco es en relación con elsentimientode placer y en la sumade los placeresen donde pensamosun fin final dado a la creación,e sdecir, que no es el bienestar,el goce(corporal o espiritual), en una pala-bra, la felicidad,lo que rige nuestraapreciación de aquel absoluto valor.

Pues de que el hombre, en cuantoexiste,hace de la felicidadsu inten-

ción final, no resulta concepto'algu-no del para qué él existe, en gene-ral, y del valorque él tenga enton-c e spara hacer su existenciaagrada-ble. Así, pues, tiene el hombreque

ser ya presupuesto comofin finalde la creación, para tenerun funda-mento de razón por el cual la na-turaleza deba coadyuvar a su felici-dad, cuando la naturaleza es con-templada como un todo absoluto,según principios de los fines. Así esque sólo- la facultadde desear, perono aquella que hace al hombre de-pendientede la naturaleza (median-te impulsos sensibles), no aq uellaen consideración de la cual el valorde su existenciadescansa en lo querecibe y goza, sino el valor queélsolo s e puede dar a sí mismo,y queconsiste en lo que él hace, en cómoy según qué principios é l obra, nocomo miembro de la naturaleza,sino en la libertad de su facultad de

desear, e s decir, que una buena vo-luntad e s lo únicoque puede dar asu existenciaun valor absoluto, y,con relación a ella, a la existenciadel mundo un fin final.

También el juicio más ordinariode la sana razón humana, con talde que s e le dirija a esta cuestióny s e excitea s u resolución,está per-

fectamentede acuerdo con esto, asaber, que elhombre no puede serun fin final de la creaciónmás quecomo ser moral. ¿,Qué_importa,s edirá, que e s t e ,hombre tenga tantotalento,que s e a inclusomuy activoy ejerza un influjo útil en la comu-nidad, teniendo así un gran valor,relativamente tanto a su propia for-tuna como a la utilidad de los de-más, si no posee una buena volun-tad? Es un objetodigno de despre-cio si s e le considerapor dentro, ysi la creación no ha de carecer entodas partes de fin final,deberá e s ehombre, que como hombre pertene-ce también a ella, perder, como hom-bre malo, su fin subjetivo(la feli-cidad), en un mundo sometido a le-

yes morales,en conformidadcon é s -tas, como la condiciónúnica, bajo

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eaíricx Dei. juicio 371

la cual su existenciapuede concor-dar con el 'fin final.

Ahorabien: cuando encontramosen el mundoordenacionesde fines,y --cosa que exige inevitablemente

la razón- subordinamos los finesque son condicionados a uno supe-.rior incondicìonado, es decir, a unfin final,s e ve fácilmente,primero,que entonces no se trata de un finde la naturaleza (en el interior deésta), en cuantoésta existe,sinodelfin de su existencia, con todas susdisposiciones,y , por tanto, del últi-mo fin de la creación,y en éste tam-bién, propiamente,de la condiciónsuprema, bajo la cual tan sólo pue-de tener lugarun fin final (es decir,del -motivode determinaciónde unsupremo entendimiento a la produc-ción de los seres del mundo).

Ahora bien: como no reconoce-mos el hombrecomo fin de la crea-ción, más que en cuanto e s un ser

moral, tenemos, pues, desde luego,un fundamento,o, por lo menos, lacondiciónprincipalpara considerarel mundo como un todo en cone-xión, según fines, y como un siste-ma de causas finales; pero tenemos,sobre todo, para relacionar, comoello es necesario,según la constitu-ción de nuestra razón, los fines dela naturalezacon una causa inteli-gente del mundo, un principioquenos permitepensar la naturalezayatributosde e s a primeracausa, fun-damento supremoen el reino de losfines, y, así, de determinarel con-cepto de la misma, cosa que la te-leologíafísica no puede hacer, puesno podía dar lugar más que a con-ceptos indeterminadosde aquellaprimera causa, y, precisamenteporeso, ineptospara el uso teórico,tan-to eomo para el práctico.

Partiendo de ese principio, tan de-terminado,de la causalidad delserprimero, tendremos que pensarlo,no sólo como inteligente yl gisla-dor de la naturaleza, sino talnbìéncomo jefe superiorlegisladoren un

reinomoralde los fines. Enrelacióncon el supremo bien, sóloposible

bajo su dominación,a saber, la exis-tencia de seres racionalesbajo leyesmorales, pensaremose s e ser, prime-ro, como omnisciente,para que nole s e a escondido ni lo interior de

los pensamientos (lo cual constitu-ye el valor, propiamente moral, delas acciones de seres racionales delmundo);lo pensaremoscomo omni-potente, para que pueda adecuar lanaturaleza toda a ese supremo fin;como todo bueno, yal par todo fus-to, pues estos dos atributos (unidos,la sabiduría) constituyen las condi-ciones de la causalidadde una cau-s a suprema del mundo,como el su-premo bienbajo leyesmorales;y asídeberemospensar en él tambiénto-dos los demás atributostrascenden-tales, como eternidad, toda presen-cia, etc. (pues bondady justiciasonatributosmorales)1 ° que s e presu-ponen en relacióncon un fin finalsemejante.De este modo corri e lateología moral los defectos de la fi-sica, y funda,en fin, una teología,yaque la teleologíafísica,si no toma-ra de la otra, sin notarlo,y tuvieraque proceder consecuentemente,nopodría, por sí sola, fundar nada másque una demonología, que no es ea-paz'de dar concepto alguno deter-minado.

Pero el principioque relacionaelmundo,a causa de la determinaciónfinalíìeialgunos seres en el ri-iisino,-con a causa suprema comodivi-nidad,no sólo lo hace completandoel argumentofísicoteleológicoy po-niéndolo, pues, necesariamentea subase, sino que es por si también su-ficientepara ello, y llama la aten-ción sobre los fines de la naturalezay sobre la investigacióndel arte, in-concebiblementegrande, que yaceescondidodetrás de sus formas,paradar una confirmación incidental, enlos finesde la naturaleza,a las ideasque la razón pura práctica,propor-eiona, pues el conceptode seres delmundo bajo leyes morales e s un

e

1 ° El paréntesis-está añadido en la2' y 3* edición.(N . del T.)

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principio a priori, segú n el cual elhombre debe necesariamentejuzgar-se. Q ue además, si hay en todas par-te s una causa del mundo que obraintencionadamentey está endereza-da a un fin, debe aquella relaciónmoral ser. Lan necesariamentela con-diciónde la posibilidadde una crea-ción, como la relación según leyesfisicas (si esa causa inteligente tie-ne un fin final). eso lo considerala razón también a priori como unprincipio que le es necesario parajuzgar teleológicamente la existenciade las cosas. Ahora bien: se trata desaber solamente si tenemos algúnfundamento que baste a la razón(sea la especulaiiva o la práctica)para atribuir un fín ƒinal a la causasuprema,que obra según fines.Puesque e s e fin final,entonces,según laconstitución subjetiva de nuestra ra-zón, y como quiera que nos repre-sentemos larazón de otros seres, nopuede ser otro que el hombre bajoleyes morales. eso puede valer apriori, para nosotros,como seguro,siendo, en cambio, totalmente impo-sible conocera priori los fines de lanaturaleza en el orden físico, y sien-do de todo punto imposible,sobretodo, considerar que una naturalezano pueda existirsin ellos.

NOTA

Supongamosun hombreen el mo-momentoen que s e halla dispuestosu ánimo a la sensación moral. Sise encuentra rodeado de una bellanaturaleza, en un goce tranquilo ysereno de su existencia,siente en símismo una necesidad de estar porello agradecido a alguien. Q bien,véase ese hombre otra vez en la mis-ma disposiciónde ánimo, acosadopor deberes que no quiere ni puedellenarmás que con un sacrificiovo-luntario;entonces sentirá en si mis-mo una necesidad de pensar queharealizado algo mandado, y que ha

obedecido a un soberano. O bien,aun: si, por ejemplo, sin pensarlo,

3 7 2 .\ix.\'usi.K A N T

ha procedido contra su deber, sinpor eso tener que responder de elloprecisamenteante los hombres, sinembargo, los reproches severos ques e haga a si mismo hallarán comos i fuera la vozde un juez a quienéltuviera que dar cuenta de su acto.En una palabra: necesita una inte-ligencia moral que le proporcione unser, quien, para el fin de su existen-cia, sea, en conformidad con ese fin,la causa de él y del mundo. En vanose alegarán artificiosamente móvilesde esos sentimientos,pues están eninmediata conexión con las más pu-ras *disposicionesmorales, porqueagradecimiento, obediencia y humil-dad (sumisióna un castigo mereci-do), son disposicionesparticularesdel espíritupara el deber, y el espí-ritu, inclinadoa la extensiónde lasdisposiciones morales,piensa aquívoluntariamente sólo un objeto queno está en el mundo, para mostraren lo posible también su deber paracon este objeto. Es, pues, por lo me-nos, posible (y el fundamentodeesto está en el modo de pensar mo-ral) representarse unaexigenciapu-ramente moral de la existencia deun ser, bajo el cual, o bien nuestramoralidad adquiere más fuerza, obien más extensión (por lo menos,

según nuestra representación),a s a -ber, un nuevoobjetopara su ejerci-cio, e s decir, que e s posibleadmitirun ser, legislador moral fuera delmundo, sin tener en cuenta pruebateóricaalguna,y, menosaun, un in-terés egoísta, por puros motivosmo-rales, lìbres de todo influjo extraño(desde luego, además, sólo subjeti-vos),atendiendoa la indicaciónquehace una razón pura práctica,por sisola legisladora. Y, aunque aquelladisposición del espiritu se produzcararamente, o no s e prolongue duran-te largo tiempo, sino que pase fugi-tiva Y sin efecto duradero, sin ques e reflexioneun tanto sobre el obje-to representadoen semejantesombray s e haga algún esfuerzopara traer-

lo a conceptosclaros, sin embargo,no s e puede desconocer su funda-

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caírxcaD E Ljuicio 3 7 3

mento, que e s la disposiciónmoralen nosotros, como principio subje-tivopara no contentarse,en la con-sideracióndel mundo,con la finali-dad de éste, mediantelas causas na-turales, sino someterel

mundoa

una causa suprema que domine lanaturalezasegún principiosmorales.Hay que añadir a esto que nos sen-timos empujados por la ley morala tender hacia un fin supremo uni-versal,pero que tambiénnos senti-mos, y con nosotros la naturalezaentera, incapaces de alcanzarlo,queno podemos juzgarque somos con-formesal fin final de una causa in-teligentedel mundo (si e s que lahay) másque en cuanto tendemoshacia el1a,,y- así,hay un fundamen-to moral puro de la razón prácticaque lleva a admitir e s a causa (yaque ello puede hacerse sin contra-dicción),para, por lomenos, no co-rrer el peligro de considerarcomo

completamentevano aquel esfuerzoen sus efectos1 1y dejarlo, por tan-to, que se agote.

C on todo esto no s e quiere aquídecir más que lo siguiente:que sibien el temor ha podido producirprimero dioses (demonios),la ra-zón, en cambio,por medio de susprincipiosmorales, ha podido pro-ducirla primerael conceptode Dios(aun cuando sobre la teleologíadela naturaleza s e sabía muy poco,como e s corriente,o s e estaba muyincierto,por causa de la dificultadd e resolverlos fenómenoscontradic-toriosen un principiosuficientemen-te fundado),y que la anteriordeter-minación moral del fin de la exis-tencia delhombre completólo queescapaba al conocimientode la na-turaleza,al incitarnosa pensar parael fin final de la existencia de todasla s cosas, cuyo principiono puedesatisfacerla razón,como nos e aéti-c o ,la causa suprema, con atributoscon los cuales ella pueda someterla naturalezaentera a aquella inten-

1 1«Ensus efectos» noestá en

la1 *

edición. (N . del T.)

ción única (para lo cual ésta e s sóloel instrumento),e s decir, pensar lacausa suprema como una divinidad.

§87De Ia prueba moralde Ia existencia

de Dios

Hay una teleologíafísicaque pro-porcionauna base de prueba, sufi-ciente para conducir nuestro Inicioreflexionante teórico a admitir laexistenciade una causa inteligentedel mundo. Encontramos, empero,también en nosotros mismos,y , másaún, en el concepto,en general, deun ser racional,dotado de libertad(de su causalidad),una teleologíamoral, lacual, empero, comola re-laciónfinalen nosotrosmismospue-de ser de terminadaa priori con laley de la misma,y, por consiguiente,puede ser conocida como necesaria,no necesitaen esto causa alguna,in-teligente fuerade nosotros para e s ainterior conformidad a ley, así comotampoco nosotros, en aquello queencontramosfinal en las propieda-des geométricasde las figuras (paratoda clase de aplicación posible enel arte), podemos considerarenten-

dimiento alguno superior queles

proporcione__esoa esas figuras. Peroe s a teleología moral s e aplica, sinembargo,a nosotros comoseres delmundo,y, por lo tanto, como seresrelacionadoscon otras cosas en elmundo.Y aquellasmismasleyesmo-rales nos hacen un preceptode diri-gir nuestro juicio sobre estas cosas,o como fines, o como objetos, enconsideración de los cuales somosnosotros mismosel fin final. Aho-ra bien: de esta teleología moral,que s e refierea la relaciónde nues-tra propia causalidad con fines yhasta con un fin final que debemosproponemosen el mundo,así comotambiéna la relación recíprocadelmundo con aquel fin moral y con

la exterior posibilidadde su cum-plimiento(para la cual ninguna te-

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3 7 4 - M A N U E LK A N T

leologíafísica uede damos algunaindicación), sali ahora la preguntanecesaria: siella obliga a nuestrojuicioracionala salir fueradel mun-do y a buscar un principio supremo

inteligentepara e s a relación de lanaturalezacon lo moralen nosotros,para representamos la naturalezacomo final, también en relación conla interior legislaciónmoraly su po-sible cumplimiento.Consiguiente-mente,.hayen todo caso una teleo-logíamoral,y é s ta e s táe n conexión,por una parte, con la nomotéticadela libertad;por otra con la de lanaturaleza, tannecesariamentecomola legislacióncivil lo está con lacuestiónd e donde s e ha d e buscarel poder ejecutivo,y, en general, hayconexiónen todo aquelloen dondela razón ha de dar un principio dela realidad de un cierto orden de co-s a s conformea fin, y sólo posiblesegún ideas. Vamos, ante todo, a ex-poner el progresode la razón, desdee s a teleología moral y su relacióncon la física,hasta la teología,y des-pués vamos a hacer consideracionessobre la posibilidady validezde e s aespecie de conclusión.

Cuandos e admitela existenciadeciertas cosas (o también sólo deç_ iç_ t ; t a_sformas de las cosas) como

contingente,pôr tanto, sólo posiblepor mediode algo distintocomocau-sa, entonces s e puede buscar parae s acausalidadel fundamento*supre-mo, y, por tanto, el fundamentoin-condicionadode lo condicionado,obien en el orden físico,o bien en elorden teleológico(segúnel nexu ef-ƒectivoo según el ƒinali).Es decir,que s e puede preguntar:¿cuál e s lacausa suprema productora?,o bien,¿cuál e s el;fin supremo (absoluta-mente incondicionado)de la mis-ma, e s decir, el fin final de la pro-ducciónde este o de todos sus pro-ductosen general?Y entonces,aquí,desde luego, s e presupone que e s acausa e s capaz de representarse fi-nes; por lo tanto, e s un ser inteli-gente, o,por lo-menos,tieneque s e rpensado por nosotros como obran-

do según las leyes de un ser inteli-gente.

Ahora bien: cuando s e va a labusca del orden teleológico,hay unprincipioal cual la razón humana

más ordinariaestá obligada a darinmediatamentesu aprobación,y e sque, s i ha d e haber por todas par-t es -un fin final que la razón debedar a priori, no puede e s e fin finalser otro que elhombre (todoser ra-cionaldel mundo) bajo leyes mora-les.” Pues (y así juzga cada cual)

1 2Digoexpresamentebajo leyes mo-rales. N o e s el hombres eg ú n le ye smo-rales, e s decir, unhombreque s e com-porta e n conformidadcon ellas, el finfinal de la creación.Pues con esta ú l-tìma expresióndiríamosmás de lo quesabemos, a saber, que en el poder deun creador delmundo está hacer queel hombres e comportesiemlpreen ade-cuacióncon las leyes moraes, lo cualpresupone un conceäato de la'libertadv de a naturaleza ( e esta última sólopuede pensarse un creador exterior)que debería encerrar un conocimientodel substrato su rasensible de la natu-raleza y de la idgntidaden e s e substra-to con lo que hace posibleen el mundola causalidadpor medio d e libertad,conocimientoque supera mucholo quepodemos ver por medio de la raz ón.Sólo del hombrebajo l e y e smoralespo-demos decir, sin saltar por encima de

la s limitacionesd e nuestroconocimien-to, que su existenciaconstituyeel finfinal del mundo.Esto coincidetambiénperfectamentecon e l juiciod e la razónhumana cuandoreflexionamoralmentesobre el curso delmundo.Creemosper-cibir los ras os de una sabia relaciónde fines tamšiénen el mal, cuando ve-mos que el malo criminal no muere sinhaber sufrido la bien merecida penade sus crímenes. Se 'n nuestro con-

cepto de causalidadllare,descansa elbueno o mal comportamientoen nos-otros mismos; pero la sabiduríasupre-ma del gobierno del mundo la pone-mos en que la ocasiónpara el primeroy el resu tado d e ambos están decreta-dos según leyes morales. En esto con-siste propiamentela gloria de Dios, lacual, por e s o ,e s llamada,no sin razón,por los teólogos el último fin de lacreación. Hay que notar además quebajo la palabracreación, cuandola e m -pleamos,no entendemosnada más q ue

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cniricrinai. juicio 3 7 5

si el mundo consìsticrasólo en s e -res sin vida, o si tuviera en partes e r e svivospero irracionales,enton-c e s ,la existenciade un mundo s e -mejante no tendría absolutamente

valoralguno,no existiendoen él seralgunoque tuvierael menorconcep-to de un valor.Por otra parte, si huïbiera seres racionales-cuya razón,sólo estuvieraen estado de ponerëlvalor de la existenciade las cosase n -la relaciónde la naturalezaconellos (su bienestar),pero no de pro-porcionarsea si misma, originaria-m e n t e(en la libertad),un valors e -mejante, entonces,si bien habría enel mundo fines (relativos),no ha-bría, sin embargo, fin final (abso-luto) alguno, porque laexistenciad e e s o s seres racionales careceríasiemprede fin. Pero las leyes mora-les tienen la propiedad caracteristi-c a de que prescribenpara la razónalgo como fin, sin condición,e s de-

cir, exactamentecomo lo necesita elconceptode un fin final; y la exis-tencia de una razónseme'ante, quee n la relaciónde fin puede ser a s ípropia lasuprema ley, con otras pa-labras, la existenciade seres raciona-le s bajo leyes morales, puede solas e rpensada como el fin final de laexistenciade un mundo. De no ser

a s í ,entonces,o no hay a la base dela existenciadel mundo fin algunoe n la causa, o hay fines,pero sin finfinal.

La leymoral,como condiciónfor-mal de la razón en el uso de nues-tra libertad,nos obliga por si s o l a , _sin depender de fin alguno comocondiciónmaterial;pero. sin embar-g o , nos determina también,y ello

lo que aquí s e ha dicho, a saber, lacausa de a existenciade un mundo od e las cosas en él (las sustancias),como tambiénlo trae consigo el con-cepto propio de e s a palabra (actuaiiosubstantioeest creatio),la cual, por tan-- to ,no lleva todavia consigo la supo-sición de una causa librementeacti-va, consiguientementeinteligente(cu aY,existencia queremos demostrar antetodo).

a priori, un fin finalque nos obligaa perseguir, y ese fin final es en elmiinclo el más alto bien posible ine-diantc libertad.

La condición subjetiva bajo la

cual el hombre (y, según todos nues-tros conceptos,tambicn todo ser ra-cionalfinito) s c puede poner un finfinal ba'o las anteriores leyes e s lafelicidad.Por consiguiente,el bienmás alto posibleen el mundo,y, encuanto está en nosotros,el bien físi-co que hay que erseguircomo finfinal e s la ƒelicícliid,bajo la condi-ciónsubjetivade la concordanciadelhombre conla le de la moralidad,como lo que le bace digno de serfeliz.

Pero e s a s dos exigencias delfinfinal que nos e s ropuestopor la leymoral e s imposibleque nos las re-presentemos, según todas nuestrasfacultadesde la razón, como enla-åadas por medio de meras causasnaturales y adecuadas a la idea delfin final ensado. Asi, pues, el con-cepto de la anecesidadprácticade unfin semejante,por medio de la apli-cación de nucstras facultades, noconcuerda con el concepto teóricode la posibilidadfísica de la reali-zación del mismo,si no enlazamoscon nuestra libertad ninguna otra

causalidad (la de un medio) que lade la naturaleza.Por consiguiente,tenemosque ad-

mitir una causa moral del mundo(un creador del mundo) para pro-ponemosun fin final conformemen-te a la ley moral, y tan necesariocomo e s e s e fin, así de necesarioe sadmitir lo primero (es decir, ue loe s en el mismogrado y por dl mis-mo motivo), a saber, que hay unDios.”

1 3 Este argumento moral no debeproporcionarprueba alguna objetiva-mente valedera de la existencia deDios; no debe probar, alque no tengafe, que hayun Dios, sino que si quie-re pensar moralmentecon consecuen-cia, tiene que aceptar lo que admiteesa proposición,entre las máximasdesu razón práctica.Tampoco s e quiere

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376 MANUELKANT

Esta prueba, que s e puede fácil-mente acomodaren la forma de laprecisiónlógica,no quieredecirques e a tan necesarioadmitir la existen-cia de Dios como reconocerla vali-dez de la ley moraly, por lo tanto,que el que no pudiera convencersede la primerapodría juzgarse desli-gado de las obligacionesque impo-ne la segunda. ¡No Sólo la perse-cución del fin final que hay querealizar en el mundo por medio dela aplicación de la ley moral (es de-cir, de una felicidaden coincidenciaarmónica con la aplicación de leyesmorales, como el supremo bien delmundo) deberia entonces ser supri-mida. Todo ser razonable debería,sin embargo, seguir reconociéndoseestrechamenteligado por el precep-to de la moralidad,pues las leyesdeesta son formalesy mandan incondi-cionalmente,sin referencia a fines(comomateriade la voluntad). Perola exigenciadel fin final, tal coinola prescribe la razón práctica a losseres del mundo,e s un fin irresisti-ble, puesto en los seres del mundopor su naturaleza (como seres fini-tos), fin que la razónquieresometersólo a la ley moral,como condicióninviolable, y universalizarlo segúnella; y así, la razón hace de la per-

secución de la felicidad,en concor-dancia con la moralidad, el fin fi-nal del mundo. Ahora bien: la leymoral nos ordena de perseguirestefin final en cuantoello esté en nues-tra facultad (cosa que s e refiere alos seres del mundo);el resultadoque tenga ese esfuerzo puede ser elque quiera.El cumplimientodel de-ber consiste en la forma de la vo-luntad seria y no en los medios deléxito.

Suponiendo,pues, que un hom-

decircon esto: e s necesario parala mo-ralidad, admitir la felicidad de todoslos seres racionales en el mundo con-formementea su moralidad,sino debedecirse: es necesario por ella. Así,pues, es un argumento subjetivo, su-

ficientepara seres morales. [Esta nota -- 1°_::_.1

bre, conmovido,en parte, por lodébilesque son los tan ponderadosargumentos especulatìvos,en partetambién por alguna irregularidadque percibeen la naturalezay en el

mundode los sentidos,s e convenzade esta proposición:no hay Dios,sin embargo, sería, a sus propiosojos,un hombreindigno,s i por e s oviniera a tener las ley es del deberpor meras ilusiones sin valor, queno le obligan,y decidiera arrollar-las sin temor. Un hombre semejante,que vinieramás tarde a convencer-se de lo que al principio había pues-to en duda, seguiría, sin embargo,siendo.con e s e modo de pensar, unhombre indigno,aunque cumplierasu deber en los efectos tan exacta-mente como pudiera desearse, perosólo por miedo o con la intenciónde obtener unarecompensay sin unsentimientode respeto aldeber. Porel contrario, si, siendo creyente,cumple su deber con sinceridad ydesinteréssegún su conciencia, ysi,sin embargo,cada vez que, a 'modode ensayo, sup_one_el casode quepudiera alguna vez encontrarsecon-vencidode que no hay Dios,s e creelibre de toda obligaciónmoral, en-toncese s que aquellossus sentimien-tos morales interioresno poseen una

gran firmeza.Podemos,pues, suponer un hom-bre recto (como, verbigracia, Espi-nosa),“ que s e encuentrafirmemen-te convencidode quemo hay Diosni v ida futura(ya que, en conside-ración del objeto de la moralidad,va a parar a la misma consecuen-cia). ¿Cómova a juzgarsu propiae

interior determinaciónfinal por m e - `dio de la ley moral que él, con s uactividad, reverencia? Por el c u m - _plimientode e s a ley no pide el p r o - *vecho alguno para si, ni en este nien otro mundo; sólo desinteresada-mente quierefundarel bien, para lof , -¿cual e s a santa ley da la direccióna f

t - ¿_

H Las palabras entreparéntesis f u e - Q .ron añadidas 'en la 2 ? y 3* e d i c i ó n ; ¿ -/N del T.) “

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1

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cizíricii D E Ljuicio 377.I

todas sus fuerzas. Pero su esfuerzoe s limitado,y si bien puede esperard e la naturaleza;de vez en cuando,un concursocasual, no puede espe-rar nunca que s e realice una con-

cordancia legal, y según reglas cons-tantes (como son y deben ser inte-riormentes u s máximas).con el finque s e siente obligadoy empujado,sin embargo, a realizar. El engaño,la violenciay la envidia andaránsiempre a su alrededor, aunque élmismo sea recto, pacífico y benevo-lo. Y los otros hombres justos queél encuentra además fuera de si mis-mo estarán, sinembargo,sin que s econsidere cuándignosson de ser fe-lices, sometidos por la naturaleza,que no s e preocupade eso, a todoslos males de la miseria,de las enfer-medades, de una muerte prematura,exactamentecomolos demás anima-les de la tierra,y lo seguirán estan-do hasta que la tierra profundalosalbergue a todos (rectoso no,-quee s o ,aquí, e s igual) y los vuelvaasumir, a ellos, que podían creer serel fin final de la creación,en el abis-mo del caos informe de la materiad e donde fueron sacados. El fin,pues, que este hombrede buenas dis-posicionestenía y debía tener antela vista en el cumplimientode las

leyes morales, tendría que suprimir-lo, desde luego, comoimposible;obien, si uisiera aquí también per-manecerfiel a la voz de su determi-nación moral interiory no debilitarel respeto que la ley moral le inspirainmediatamentepara la obediencia,aniquilandoel único fin final idealadecuado a su alta exigencia (locual no puede ocurrirsin que la dis-posiciónmoralexperimentea s u vezalgún daño), entonces, con un pro-pósito práctieo, es decir, para hacer-s e ,al menos, un conceptode la po-sibilidad del fin final que le es mo-ralmenteprescrito,tiene que admitirla existenciade un creadormoraldel mundo, e s decir, de un Dios, cosaque puede hacer muy bien, puesto

que ello, al menos, no e s en sí con-tradictorio.

§88

Limitaciónde la validezde laprueba moral

La razón pura como facultadpráctica,es decir, como facultaddedeterminarel uso libre de nuestracausalidad mediante ideas (concep-tos puros de la razón),no sólo en-cierra en la ley moral un principioregulativo de nuestras acciones,sinoque proporciona al mismo tiempo,

por medio de ella, un principio sub-jetivo-constitutivo,en el conceptodeun objeto, que sólo la raz ón puedepensar, y que.dcbehacerse real enel mundo, mediantenuestras accio-nes según aquella ley. La idea deun fin finalen e l uso de la libertadsegún leyes morales tiene, pues, rea-lidad subjetivo-práctica.Estamos apriori determinadospor la razón aperseguircon todas fuerzasel supre-mo bien del inundo, que consisteen « lareunióndel mayorbien físicode los seres racionales del mundo,con la condiciónsuprema del bienmoral,'-`*es decir. en la reunión dela felicidaduniversalcon la morali-dad conformea ley. En e s e fin fi-nal, la posibilidadde una de laspartes, a saber. de la felicidad,estáempíricamentecondicionada,e s de-cir, depende de la constitución dela naturaleza (de que concuerde ono con ese fin), y es problemáticadesde el punto de vista teórico,mientrasque la otra parte, a saber,la moralidad, en consideración de lacual estamos libres de los efectos de

la naturaleza, está firme a priori, ysegura, dogmáticamcnte,_según suposibilidad. Para la realidad, pues,objetiva y teórica del concepto delfin final de seres racionales del mun-o, se requiere que no sólo tengamosnosotros un fin final que nos repre-

1 5En alemán diceWolil,que he tra-ducido por bien, físico, y Gut, que hetraducido por bien moral, siguiendo enesto la traducciónfrancesa. (N . delT.)

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378 M AN UELKANT

sentamos a priori, sino que tambiénla creación, es decir, el mundo mis-mo, tenga según su existencia, unfin final, el cual, si pudiera ser de-mostrado a priori, añadiría a la rea-

lidad subjetivadel fin°final la reali-dad objetiva. Pues si la creacióntiene en todas partes un fin final,no podemospensar e s e fin más queasí: e s e fin tiene quecoincidirconel moral (que sólo hace posible elconceptode un fin). Ahorabien: e scierto que encontramos-finesen elmundo,y la teleologíafísicalos pre-senta en tal númeroque, si juzgamosa medida de la razón, tenemos fun-damento paraadmitir como princi-pio de la investigaciónde la natura-leza, que en la naturalezano haynada sin fin; pero el fin final lo bus-camos en vano en ella misma. Estedebe y puede, por tanto, ser busca-do sólo en seres racionalessegún suposibilidadobjetiva, así como laidea delmismofin final está sólo enla razón.Pero la razón prácticadelos seres racionales no sólo da e s efin final, sino que determina tam-bién e s e concepto en consideraciónde las condiciones bajo las cualestan sólo un fin final de la creaciónpuede ser pensado por nosotros.

Ahorabien: hay esta cuestión,a

saber, si la realidadobjetivadel con-cepto de un fin final de la creaciónno puede ser expuesta de un modosuficientetambién para las exigen-cias teóricas de la razón pura, sibien no apodícticamentepara el lui-cio determinante,por lo menos su-ficientementepara las máximasdelJuicio reflexionanteteórico.Esto e slo menos que s e le puede exigira lafilosofíaespeculativa,que tiene lapretensión de enlazar el fin moralcon los fines de la naturalezapormedio de la idea de un fin único;pero aun e s e(poco e s mucho más,sin embargo, e lo que ella puedellevara .cabo.

Segú n el principiodel Inicio re-flexionanteteórico,diríamos:Si te-nemos fundamento para admitirpara los productos finalesde la na-

turaleza una causa suprema de lanaturaleza,cuya causalidad,en con-sideraciónde _ larealidad de la últi-ma (la creación), tiene que ser pen-sada de otro modo que el exigido

para el mecanismode la naturaleza,e s decir,comola de un entendimien-to,.entoncestendremostambiénfun-damentobastanteFara pensar en e s eser primerono s óo fines en toda lanaturaleza,sino tambiénun fin fi-nal, no ciertamentepara exponerlaexistenciade un ser semejante,peropor lo menos (comoello ocurrióenla teleologíafísica), para convencer-nos de que la posibilidadde un mun-do semejante no sólo podemosha-cérnosla concebiblemediante fines,sino tambiénsólo poniendo_ u nfinfinal a la base de su existencia.

Pero fin final e s solamente unconceptode nuestra razón práctica,y no p u e d e s e ` i'- 'sacado de ningúndato de la experiencia,para el jui-cio teóricode la naturaleza,ni pue-de tampoco ser referido a conoci-mientoalgunod e la misma,N ohayuso alguno posiblede e s e conceptomás que para la razónpráctica,s e -gú n leyes morales,y el fin final dela creación e s aquella constitucióndel mundoque coincidecon lo quenosotros podemos dar como deter-

minadosólo por leyes, a saber, conel fin final de nuestra razón purapráctica,y esto, por cierto,en cuan-to debe ser práctica.'Ahora bien:por medio de laley moral,que nosimponee s e fin final, tenemos,en elsentido práctico,e s decir, para em-plear nuestras fuerzasen su realiza-ción, un fundamentoque nos con-duce a admitir la posibilidadde e s efin final (de su ejecutabilidad)y,por lo tanto (ya que, sin la adhe-sión de la naturalezaa una condi-ción de e s a ejecutabilidad,colocadafuerade nuestro poder,la realizacióndel fin final sería imposible),tam-biénuna naturalezade las cosas quecoincidacon él. Tenemos, pues, unfundamentomoral para pensar e nun mundo, también un fin final dela creación.

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caíricripi-:Ljuicio 3 7 9_ u `

Esto no e s aú n concluirde la te-leologíamorala una teología,e s de-cir, a la existenciade un creadormoral del' mundo, sino sólo a unfin final de la creación,que e s de-

terminado de e s a manera. Ahorabien: que para e s a creación,e s de-cir, para la existenciade las cosasconformementea un fin final,debaser admitido,primero,un ser inteli-gente; segundo, un ser, no sólo in-teligente (comoello e s necesariopara la posibilidadde las cosas dela naturalezaque nos vimosobliga-dos a juzgar como fines), sino, almismotiempo,moral,como creadordel mundo,por lo tantoun Dios,esoe s una segunda conclusiónque estáconstituidade tal modo, que s e veque se ha sacado sólo para el Iui-cio, según conceptos de la razónpráctica, y, como tal, para el lui-cio -reflexionantey -no el detenni-nante. Pues no podemos tener lapretensiónde saber que porque ennosotros la razón moralprácticae s ,e n s u sprincipios,esencialmentedis-tinta de la técnico-práctica,deba sere s otambiénasí en la causa supremadel mundo, cuando s e la admitecomo inteligencia,y que una espe-cie particularde causalidad,diferen-te d e la exigidapara los meros finesde la naturaleza,le s e aexigibleparael fin final; tampoco podemos s a -ber, por tanto, si tenemos en nues-tro fin fi-nal,un fundamentomoralpara admitir,no sóloun fin final dela creación (comoefecto),sino tam-bién un s e r moral como primerabase de la creación.Pero podemos,sin embargo, decir que, según laconstitución de nuestra facultad derazón,no podemos,de ningúnmodo,hacernos concebible la posibilidadd e una finalidadsemejante,referidaa la ley moraly a s u objeto,comola hay en e s e fin final, sin un crea-dor y regidordel mundo,que es, almismo tiempo, legislador moral.

La realidadde un supremocrea-dor y legislador moral es, pues, mos-

trada suficientemente sólo para eluso práctico de nuestra razón,sin

determinar teóricamente nada enconsideraciónde la existencia delmismo,pues la razónnecesita,parala posibilidadde su fin (que ellanos propone también sin eso, por

mediode su propia legislación),unaidea mediante la cual el obstáculo,nacido de la incapacidadde su eje-cución, según el mero concepto dela naturaleza, e s suprimido (sufi-cientementepara el Inicio reflexio-nante), y e s a idea recibe así unarealidad práctica, aunque carece detodos los medios de proporcionárse-la para el conocimientoespeculativoen el sentidoteórico,de manera quesirva a la explicaciónde la natura-leza y a la determinacióndela cau-s a suprema. Para el Iuiciìoàreflexio-nante teórico, demostró teleolo-gía física suficientemente,por losfines de la naturaleza,una causa in-teligentedel mundo;para el prácti-co realiza eso la teleología moral,por el conceptode un fin final queestá obligada,en sentidopráctico,aatribuira la creación. Larealidadobjetivade la idea de Dios comocreadormoraldel mundono puede,ciertamente,s e r ,expuesta sólo pormedio de fines físicos;sin embargo,si el conocimientode éstos s e enlazacon el del fin 1 ° moral, entonces

aquellos fines físicos,en virtud dela máximade la razónpura que or-dena seguir en lo posiblela unidadde los principios,tienen gran impor-tancia para prestar ayuda a la reali-dad .práctica de aquella idea, pormedio de la idea quela razón, ensentido teórico, tiene ya para elIuicio.

Y en esto, para evitar una malainteligenciaque s e produce fácil-mente, e s muy necesario notar, pri-mero: que no podemos pensaresosatributosdel supremoser más quepor analogía,pues ¿cómo íbamos a

1 ° En los textos falta aquí el sustan-tivo.Erdmannpropone«fin final» .Pa-rece convenirmejor «fin»,porque serealiza así la oposición simétrica, pen-sada entre los fines físicosy el fin mo-ral. (N . del T.)

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380 . \ 1 › . :~1uEL1<.« . \ ' r

investigar su naturaleza, no pudién-donos mostrar la experiencia nadasemejante? Segundo: q uepor esosatributosno podemosmás que pen-sarlo, pero no conocerlo y atribuir-

selos en cierto modo, teóricamente,pues esto sería necesario,en un pro-pósitoespecuiativode nuestra razón,para el Inicio determinante,con ob-jeto de considerarlo que s e aen sí lacausa supremadel mundo.Pero aquíno s e trata más que de saber quéconcepto de él hemos de hacernos,según la constituciónde nuestras fa-cultades de conocer, y s i hemos deadmitir su existencia para proporcio-nar igualmente sólo realidad prácti-ca a un fin que la razón pura prác-tica, sin ninguna de esas suposicio-nes, nos manda a priori realizar contodas nuestras fuerzas,es decir, parapoder pensar como posible sólo unefecto intencionado.Desde luego,puede ser ese concepto trascenden-

te para la razón especulativa;pue-den también los atributosque atri-buimos al ser, pensado por ellos,usados objetivamente,encerrar unantropomorfismo;la intenciónde s uuso no e s tampoco querer determi-nar su naturaleza, impenetrable paranosotros, sino determinamcs nos-otros mismosy nuestra voluntad,s e -

gú n ella. Asícomo nosotrosdenomi-namos una causa según el conceptoque tenemos delefecto (pero sóloen consideración de su relación conéste), sin querer por eso determinarinteriormente la constitución de lamisma por medio de las propieda-des que nos son dadas y conocidassólo por otras causas semejantes ypor medio de la experiencia;asicomo, por ejemplo, atribuimos alalma, entreotras fuerzas, una v imIocomotivam, porquerealmente s edan movimientos en el cuerpo quetienen s u causa e n su representación,sin querer por eso atribuìrle la úni-ca manera q ue tenemosde conocerfuerzasmotrices (a*saber:tracción,“

Ó

lisa palabra falta en la 1' edición.

presion, choque, movimiento que su-pone siempreun cuerpo extenso),de igual modo tendremosque admi-tir algo que encierre el fundamentode la posibilidad y de la realidad

práctica,e s decir, de la ejecutabili-dad de un fin final moral necesario;pero éste algo podremos pensarlo,según la constitucióndel efecto quede él se espera, como un ser sabioque dominael mundopor leyes mo-rales, y, según la constitucióndenuestras facultadesde conocer, ten-dremos que pensarlocomo la causade las cosas, distintade la natura-leza, para expresar tan sólo la rela-ción de un ser que supera todasnuestras facultades de conocer conel objeto de nuestra razón práctica,sin atribuìrlepor eso, teóricamente,sin embargo, la única causalidad dee s a especie conocida.pm'_nosotros,a saber, un entendimientoy una vo-luntad; más aún: sin querer siquie-

ra distinguiren e s eser mismo,obje-tivamente,la causalidadpensada enél, e n consideraciónd e lo que paranosotros e s fin final, de la causali-dad en consideraciónde la naturale-za (y sus determinacionesde fin. engeneral), sino admitiendoe s a diferencia sólo como subjetivamentene-cesaria para la constituciónde nues-tra facultad de conocer, y valederapara el Inicio reflexionante,pero nopara el objetivamente determinante.Cuandos e trata, empero,de lo prác-tico,un principioregulativo(para laprudenciao sabiduría) como el si-guiente: obrar en conformidadconaquello, considerado como un fin,que, según la constitución de nues-tras facultadesde conocer, no pue-de ser pensado como posible pornosotrosmás que de cierta manera,es, al mismo tiempo, un principioconstitutivo, es decir, práctico deter-minante, micntrasque el mismoprin-cipio, como principio para juzgar laposibilidad objetiva de las cosas, nocs, de ningúnmodo,teóricodetermi-nante (a saber, que correspondaal

objeto también la única especie de.¬,¬,-21-. 12111-»Â nun nao-røcnnnrin 9 nube-

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cnírtcft D E Ljuicio 3 8 1

tra facultad de pensar), sino unprincipio meramenteregulativo parael Iuicio reflexionante.

NOTA

Esta prueba moral no es un argu-mento nuevamenteinventado,sinoen todo caso nuevamenteaclarado,pues antes del primer brote de lafacultadhumana de la razón, esta-ba ya puesto en ella, y con la cul-tura en progresiónno hace más quedesarrollarse.En cuanto empezaronlos hombres a reflexionarsobre lojustoe injusto,en un tiempoen queapartaban aú n con indiferencialavista de la finalidad de la naturale-za, usándola sin pensaren ella nadamás que el curso habitual de la na-turaleza, debió inevitablemente en-contrarse este juicio, a saber, queno puede, a la postre, venir a ser

igual que un hombre s e haya por-tado recta, o injustao violentamen-te, aunquehasta el final de su vidano haya encontrado,por lo menosvisiblemente,felicidad alguna porsus virtudes,castigo alguno por suscrímenes.Es como si oyeran dentrode si esta voz: tiene que ocurrir deotro modo.Por lo tanto, tenían quetener, aunque oscuramente, la repre-sentaciónde algo que s e sentíanobli-gados a perseguir, y con lo cualaquel resultado nos e dejaba de nin-gú n modo concertar, o con lo cualno sabían unir, a su vez, aquellainteriordeterminaciónfinal de suespíritu, cuando hubieron considera-do una vez el curso del mundocomo el único orden de las cosas.Ahorabien: el modo comouna irre-gularidad semejante pudiera rectifi-carse (irregularidad que debe sermucho más irritante para el espíri-tu humanoque el azar ciego ques equería poner como principioa labase del juicio de la naturaleza) hanpodidorepresentárselode mil mane-ras, más o menos groseras; sinem-

bargo, no podían pensar nuncaotroprincipiode la posibilidadde la

0 I

union de la naturaleza con su leymoral interior, que una causa supre-ma que dominael mundopor leyesmorales,porque un fin final en ellospropuesto como un deber,y una na-

turaleza fuera de ellos sin fin finalalguno, en la cual, sin embargo,debe realizarse aquel fin, están encontradicción.Sobre la constitucióninterna1 8de aquellacausa del mun-do, pudieron,desde luego, inventarmás de un absurdo; pero aquellarelaciónlitoralen el regimientodelmundosiguiósiempresiendo la mis-ma, relaciónque para la razón nocultivada,en cuanto s e consideraas í propia como práctica,e s univer-salmente comprensible, y , en cam-bio, la razón especulativa no puede,con mucho, marchar al mismo p*asoque la práctica. También, segúntoda verosimilitud, por medio de eseinterés moral s e excitó primeramen-te la atención haciala bellezay ha-cia los fines de la naturaleza,quesirviódespués admirablementeparareforzaraquella idea, pero no parafundamentar-la,y menos aú n podíahacer superfluoaquel interés,por-que la investigaciónmismá de losfines de la naturaleza, sólo en rela-ción con el fin final, recibe aq uelinterés inmediato que se muestra en

tan alto grado en.la admiración dela misma, sin que se atienda á pro-vechoalguno que s e pueda sacar deella.

§89

De la utilidad del argumentomoral

La razón, en consideraciónde to-das nuestras ideas de lo suprasensi-ble, está limitadapor las condicionesde su uso práctico; esa limitacióntiene, en lo que s e refierea la ideade Dios, la utilidad innegablede im-pedir que la teología se remonte ala teosoƒía (aconceptostrascenden-

1 8 La palabra «interna›› no está enla 1 ° edición. (N. del T.)

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382 ' MANUELKANT

tes propios para sumir la razón enel error) o s e rebaje a la demono-logía (una manera antropomórficade representarseel ser supremo),yque la religióncaiga en teurgia (ilu-

sión mística de poder tener el sen-timientode otros seres suprasensi-bles, y , a su vez, de poder influiren ellos) o en' idolatría (ilusión su-persticiosade poderse hacer agrada-ble al ser supremopor otros mediosque por una disposiciónmoral).1 9

Pues si a la vanidad o al descome-dimientodel que razona, en consi-deración de lo que está por encimadel mundo sensible,se le concede elpoder de determinarlo más mínimoteóricamente(de u n -modo que ex-tiendael conocimiento),si s e le per-mite hacer ostentaciónde sus cono-cimientossobre la existencia ylaconstituciónde la naturalezadivina,de su entendimientoy de su volun-tad, así como de las leyes de estasdos facultades yde las propiedadesque de ellas s e derivanen el mun-do, entonces quiero saber dónde yen qué sitio se van a limitar las pre-tensiones de la razón, pues del ori-gen de donde provenganesoscono-cimientos, de allí mismo pueden es-perarse aún más (para ello basta,según s e cree, poner en tensión la

reflexión).Limitar e s a s pretensio-nes debía, sin embargo,hacerse s e -gú n un cierto principio,y no sola-mente por el motivode que encon-tramosque todoslos ensayoshechoscon ellas han fallado hasta aquí,pues esto no demuestranada contra

1 9 idolatría, en el sentido práctico,e s siempre aquella religiónque piensael ser supremo con atributos según loscuales alguna otra cosa, además de lamoralidad,pueda ser la condicióncon-venientepara estar' de acuerdo consuvoluntaden lo que el hombre puedehacer. Pues por muy puramente y librede toda imagen sensible que s e hayacomprendidoaquel concepto,en el sen-tido teórico,sin embargo,en el prác-tico e s siempre, en aquel caso, repre-sentado como un ídolo,e s decir, antro-pomórficamentesegún la constitució`nde s u voluntad. `

la posibilidadde un éxito mejor.Pero aquí no hay más principio po-sible que o admitir que, en consi-deraciónde lo suprasensible,no s epuede absolutamentedeterminarna-

da teóricamente(como nos e a unamera negación), o que nuestra ra-zón encierra en si una mina, auninexplotada, de no sé q ué grandesconocimientosamplificadores,con-servados para nosotros y nuestrossucesores. Pero en lo que toca a lareligión, es decir, a la moral en rela-ción con Dios como legislador,si elconocimiento teórico de Dios debie-ra precederle, debería la moral re-girse según la teología,y no sólo ha-ber introducidouna legislaciónexte-rior y caprichosade unser supremo,en lugar de una interior necesariade la razón, sino que también enella todo lo que tuviera de defectuo-s o nuestro conocimientode la natu-raleza de Dios s e extenderiaal pre-cepto moraly trastornaríalas cosas,haciendo la religión inmoral.

En lo que s e refierea la esperan-za de una vida futura,si en lugardel fin final que, según el preceptode la ley moral,tenemos que perse-guir, preguntamos a nuestra facul-tad de conocerteórica cuále s el hiloconductor del juicio de razón para

nuestra determinación (el cual, portanto, sólo en la relación prácticae s considerado como necesario odigno de ser admitido),entoncesla teoríadel alma, a este propósito,así como más arriba la teología, nonos da más que un concepto nega-tivo de nuestro ser pensante, a sa-ber, que ninguna de las causas deéste y ninguno de los fenómenosdelsentido interior puede ser explicadode un modo materialista; por lo tan-to, que sobre su naturaleza separa-da y la duracióno -extensiónde supersonalidad, después de la muerte,no nos e s absolutamenteposiblefá-llar juicio alguno exteriordetermi-nante, con fundamentos especulati-vos, por medio de nuestra facultadde conocer teórica en su totalidad.Come todo aquí permanece abando-

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crtírica D E L1uicio 385

nado al -juicioteleológicode nues-tra existencia,en un sentido prácti-co-necesario, y a la admisión denuestra posteriorduración,como lacondiciónque s e exige para e l. fin

final que la razón nos propone ab-solutamente,resulta que s e muestraaquí al mismo tiempo una ventaja(que, ciertamente, a primera vista,parece ser pérdida), la de que, asícomo la teología no puede nuncavenir a ser, para nosotros, una teo-sofía, de igual modo la psicologíaracional no puede venir a ser nuncapneumatología,como ciencia exten-siva, comoigualmente también estáasegurada,por otra parte,de no caeren el materialismo,sino que e s másbien mera antropologiadel sentidointerior,e s decir, conocimientodenuestro yo pensante en la vida, ysigue siendo meramente empírica,como conocimientoteórico;en cam-bio, la psicologíaracional,en lo quese refiere a la cuestión de nuestraeterna existencia, no es una cienciateórica,sino quedescansa sobre unaconclusión única de la teleología mo-ral, así como su uso todo no e s ne-cesario más que a esta última, paranuestra determinaciónpráctica.

§90

De la clase de aquiescerzciaque s eda a una.prueba teleológica2 ° de la

existenciade Dios

Para toda prueba,condúzcaseéstapor una exposiciónempírica inme-diata de lo que s e debe demostrar(comoen la prueba por observacióndel objeto o experimento), o con-dúzcase por la razón, a priori, enpricipios, se exige que produzca, nopersuasión,sino convicción, o al me-nos tienda a la convicción,e s decir,

2 ° Kantdice «moral››,en vez de «te-leológica».La corrección, hecha porRosenkranz,la han. admitidotodos losdemás editores.La traducciónfrancesade Barni conserva el «moral››. (Notadel T.)

que el fundamento de prueba 0 . laconclusiónno s e asólo una base sub-jetiva (estética) que determine laaprobación (mera apariencia), sinoque s e a objetivamentevaledera y

una base lógica del conocimiento,pues si no, cl entendimientoe s sor-prendido,-pero no convencido.Aesta clase de prueba aparente per-tcnece aquella que, quizá con unbuen propósito,pero, sin embargo,con deliberado encubrimiento de susflaquezas,se da en la teologíanatu-ral cuando se invoca la gran canti-dad de argumentos en favor de unsolo origen de las cosas de la natu-raleza, según el principio de los fi-nes, y s e hace uso del fundamentomeramente subjetivo de la razón hu-mana, a saber, e s a su inclinaciónaadmitir un solo principio, en lugarde muchos, dondeello puede ocurrirsin contradicción, y esa su tenden-cia a pensar por añadidos,medianteun complementoarbitrario,las exi-gencias que faltan para completar elconcepto de la cosa, cuando en elprincipio no se encuentran más quealgunas, o hasta muchas, pero notodas las exigencias para la deter-minacióndel concepto.En efecto:desde luego,ya que encontramosenla naturalezatantos productos,queson para nosotros señales de unacausa inteligente,¿por qué no he-

-mos de pensar, en lugar de muchasde e s a scausas, más bien una sola, yen ella, no solamente un gran en-tendimiento,una gran fuerza,y asísucesivamente, sinomás bien omnis-ciencia, todo poder? En una pala-bra, ¿por qué no hemos de pensare s a causa como la que encierra elfundamento de esas propiedades, su-ficientepara todas las cosas posi-bles? ¿Por qué no atribuir a ese serprimero, único y todopoderoso, nosólo entendimientopara las leyes ylos productos de la naturaleza, sinotambiénsuprema razónprácticamo-ral, como causa moral del mundo,puesto q ue,por medio de este per-

feccionamiento del concepto, se daun principio suficiente en conjunto,

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384 MANUELKANT

tanto para el conocimiento naturalcomo para la sabiduría moral, ypuesto que no s e puede alzar contrala posibilidad de_una ideasemejan-te ninguna crítica. sólo en cierto

modo fundada? Pónganse aquí, almismo tiempo, en movimiento losresortes morales del espiritu, y añá-daseles un interésvivode este últi-mo, unido con fuerza oratoria (quebien lo merecen), y se produce en-tonces una persuasiónde la validezobjetivade la prueba y (en la ma-yoría de los casos en que s e usaésta) una ilusiónsaludable,que s ealza por encima de todo examen dela agudeza lógica de la prueba, yhasta llevar.consigohorrory repug-nancia contra talexamen, como siéste tuviera a su base una duda' im-pia. Ahora bien: contra esto no haynada que decir en cuanto se tomapropiamente en consideración la uti-lidad popular. Pero como, sin ein-

bargo, la división de esa prueba enlas dos partes desigualesque contie-ne e s e arguinento,a saber, lo quepertenece a la teleología fisica y loque pertenece a la moral, no puedeni debe dejarse de hacer, puesto quela mezcla de ambas partes impidereconocerdónde está propiamenteelnerviode la prueba y en qué parte

y cómo debería ser preparada parapoder defender sólìdamente su vali-dez contra el examenmás penetran-te (aun cuando en una de las partestuviera que verse uno precisado'areconocer las flaquezas de nuestroconocimiento por la razón), resulta,pues, q ue es un deber para el filó-sofo (aun suponìendo que éste nocontara para nada la exigencia dela sinceridad) descubrir esa ilusión,por muy saludable que sea, q ue pue-de produciruna confusiónsemejan-te y separar lo que sólo pertenecea la persuasión de lo que conducea la convicción(ambas son diferen-tes determinaciones de la aproba-ción, no sólo según el grado, sinoincluso según la especie), para ex-

poner la concepcióndel espirituenesta Drueba abiertamente 'y en toda

su pureza, y poder someterla prue-ba francamente al examen más se-vero.

Pero una prueba que quiere pro-ducir convicción puede, a su vez,

ser de dos maneras: o deberá deci-dir loque el objeto sea en si, o loque s e a para nosotros (hombres,e ngeneral),según los principiosde ra-zón que nos son necesariospara juz-gar (una prueba xat álijöeiav, obien xwt' àvpwnov,tomando estaúltima palabra en significación uni-versal, como hombresen general).En el primer caso se funda la prue-ba en principiossuficientespara elInicio determinante;en el segundo,sólo para el reflexionante.En el s e -gundo caso, si descansa en merosprincipiosteóricos, no puede efec-tuar nunca la convicción; pero sipone a su base un principio prácti-co de la razón (el cual, por lo tan-to, tiene un valor universal y nece-

sario), entonces puede bien preten-der a una convicción suficiente enel punto de vista puramenteprácti-co, e s decir, a una convicciónmo-ral. Una prueba, empero, tiende ala convicción,sin convencer,cuan-do está llevadasólo por e s ecamino,e s decir, encierra en si sólo funda-mentos objetivospara ello, los cua-

les, aunque aún no alcanzan lase-guridad, sin embargo son de tal es-pecie, que .no sirven sólo de funda-mentos subjetivos del juicio para lapersuasión.

Todos los fundamentos teóricosde prueba s e encaminan: o bien,1 9 a la prueba por conclusión de larazón estrecha y lógica; o bien,cuando nohay tal, 2 ? a la conclu-sión por analogía; o bien, si ésta notiene lugar, 3 9 a la opinión verosí-mil, o finalmente, y esto es lo me-nos, 4? ala admisión de un merofundamentoposible de explicacióncomo hipótesis. Ahora bien: yo digoque ningunode los fundamentosdeprueba, en general,que buscan unaconvicciónteórica,pueden producir

una aquiescenciade e s egénero,des-de el más alto al más bajo grado de

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cRí'r1cAD E Ljuicio 385

la misma,si debe ser demostradalaproposiciónde la existenciade unser primero,como un Dios, en lasignificaciónadecuada al contenidotodo de este concepto,a saber, como

un creador moral del mundo, y, porlo tanto de tal modo que por é l, almismo tiempo, sea dado el fin finalde « lacreación.

1 ? En - loque s e refiereìt\la prue-ba lógicamente-correcta,que pasa delo universala lo particular,s e hamostradosuficientementeen la Crí-tica que comoningunaintuiciónpo-sible para nosotros correspondealconceptode un ser que hay quebus-car fuera de la natura-leza,y como,por tanto,e s e concepto mismo, encuanto debe ser determinado teóri-camente por medio de predicadossintéticos,sigue siendo siempre pro-blemático para nosotros,resulta queno hay, absolutamente, conocimien-to alguno del mismo (por medio delcual la extensión de nuestro saberteórico se viese aumentada en lomás mínimo), y bajo los principiosuniversalesde la naturalezade lascosas, no puede subsumirse,de nin-gú n modo,el conceptoparticulardeun ser suprasensible, paraconcluird e aquellos principiosa este ser,porque aquellosprincipiosno valen

más que para la naturaleza comoobjetode los sentidos.2 9 De dos cosas heterogéneas,

puede pensarse, desde luego, una,precisamenteen el punto de su he-terogeneidad,según una analogía2 1

2 1 Analogía (en significación cuali-tativa) es la identidad de la relaciónentre fundamentos y consecuencias

(causas y efectos) en cuanto tiene lu-gar rescindiendode la diferenciae s -pecífica de las cosas o de aquellas cua-lidades en sí que contienenel funda-mento de consecuencias semejantes(esdecir, consideradas fuera de esa rela-ción).De e s e modo, para las accionesartísticas de los animales, comparadascon las de los hombres, pensamos elfundamentodesconocidopara nosotrosde esos efectos, en los primeros, como

un análogo de la razón, apoyándonospara ello en el fundamentoconocido

con la otra; pero no s e puede con-cluir por analogía de la una a lade los efectossemejantes en los hom-bres, y queremos,al mismo tiempo, in-dicar con eso que el fundamentode lafacultadartística“ de los animales,conla denominación de instinto, es, en rea-lidad, específicamente distinto de larazón,aunque tieneuna relaciónseme-jante con el efecto (comparandoel edi-ficio que levanta el castor con el quelevantael hombre).De eso, de que elhombre, para su edificio, necesita ra-zón, no puedo concluirque el castortenga q ue tener también razón, y lla-mar eso una conclusión or ana ogía.Pero del modosemejanted)eefectuardelos animales (cuyofundamentono po-demos percibir inmediatamente),com-parado con el de los hombres (de quetenemos inmediata conciencia),pode-mos, con toda corrección,concluir,poranalogía, que los animales tambiénobran según representaciones (noson,como quiere Descartes, máquinas),y ,-prescindiendode su diferenciaespecí-fica, son, sin embargo,idénticosa loshombres, según el género (como seresvivos). El principio que nos da el de-recho de hacer e s a conclusiónestá enla identidaddel fundamento,para con-tar en un mismo género losanimales,en consideraciónde la determinaciónpensada, y loshombrescomo hombres,en cuantocomparamoslos unos con losotros exteriormente,según sus acciones.Aquí hay par ratio .De igual modo,lacausalidad de la causa su rema delmundo,comparandolos proditctosfina-les de la misma en el mundo con lasobras de arte del hombre, puedo pen-sarla según la analogía-d e un entendi-miento,pero no concluir por analogíaa e s a s cualidades en el ser supremo,porque aquíel principio de la posibili-dad de e s a manera de conclusiónfaltaprecisamente,a saber, la paritas ratio-nis, que ermitiría contar al ser supre-

mo conel

hombre (en consideraciónde

la causalidadde ambos) en uno y elmismogénero.La causalidadde los s e -res del mundo, que siempre es condi-cionada sensiblemente (así es la cau-salidad por el entendimiento),no pue-de ser referidaa un ser que no tieneen común con el ser del mundo másque el de una cosa en general.

4 Apenas si hay que advertir que aqui ar-tística significa sólo la cualidad de una ac-ción o de una producción adecuada, intencio-nadamente con un fin, y que no tiene nadaque ver con la estética. (N. del T.)

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de tal especie, que si los sentidosexternos fueran agudizadosen sumogrado, podría ser percibido, peronunca puede ser expuestoen obser-vacióno experimentoalguno.Admi-tir habitantes racionales en otros pla-netas e s una cosa de la opinión,puessi pudiéramos acercarnosa ellos, locual es en sí posible, decidiríamos,por experiencia,si hay o no taleshabitantes, pero nunca llegaremosasuficiente distancia, y así queda estoopinable. Pero opinar que haya es-pírituspuros, que piensan, sin cuer-po, en el universo material (recha-z ando, com oes natural, algunos fe-nómenos reales 2 3que s e quiere ha-cer pasar por tales espíritus) , se lla-ma fantasear, y esto no e s cosa al-guna de la opinión,sino una ideaque nos queda cuando s e le quita aun ser pensante todo lo material,y, sin embargo, s e le deja aú n elpensar. Perosi queda realmente, en-tonces, esto último (que sólo cono-cemos en el hombre,e s decir, en re-lación con un cuerpo),e s cosa quenosotros no podemos decidir. Unacosa semejantee s ser construidoporIa razón (ens rationisratiocinantis),pero no unser de razón (ens ratio-rzisratiocinatae).De este último e s ,sin embargo,posible exponerla rea-

lidad objetiva,al menos suficiente-mente para el uso prácticode la ra-zón, porque e s e uso, que tiene susprincipiospropiosy apodícticamen-te ciertos a priori, lo exige inclusive(lo postula).

2 ? Los objetosde conceptos cuyarealidad objetiva puede ser demos-trada (sea por la razón pura o porla experiencia,y en el primercasopor datos teóricos o prácticos y entodos casos, empero, por medio deuna intuición que les corresponda)son hechos (resƒacti).2* Talessonlas propiedades matemáticas de las

2 3La palabra «reales›› falta en la 1 *edición. (N . del T.)

2 * Amplifico aqui, con ratón, a miparecer, el conceptode hecho más alláde la significacióncorrientede este vo-

magnitudes (en la geometría),por-que son capaces de una exposicióna priori para el uso teóricode la ra-zón. Igualmenteson tambiénhechoscosas o propiedadesde las cosas que

pueden ser expuestas por medio dela experiencia (experiencia propia,o de otros, mediantelos testimo-nios). Pero, cosa muy notable, en-cuéntrase incluso una idea de la ra-zón (que en si no es capaz de ex -posición alguna, y , por lo tanto,tampoco de prueba alguna teóricade su posibilidad)entre los hechos,y esta e s la idea de la libertad,cuyarealidad, como una especie particu-lar de causalidad (cuyoconceptos e -ría trascendenteen el sentido teóri-co) , s e deja exponerpor leyes prác-ticas de la razón pura, y, conformea ellas, en acciones reales; por lotanto, en la experiencia. Es la úni-ca idea, entre todas las de la razón,cuyo objetoe s un hecho y debesercontado entre los scibilia.

3 ? Los objetos, que en relacióncon el uso, conformeal deber,de larazón pura práctica (sea como con-secuencias, s e a como fundamentos),deben ser pensados a priori, peroque son trascendentespara el usoteóricode la razón,son meras cosasde fe. Tal e s el sumo bien que hay

que realizaren el mundo por la li-bertad: su concepto no puede serdemostrado,según s u realidadobje-tiva,en ningunaexperienciaposiblepara nosotros, por lo tanto, suficien-tementepara el uso teóricode la ra-zón, pero su uso e s prescrito, sinembargo,por la razón pura prácticapara la realización mejorposibledee s efinf-'5y, por lo tanto,s e debe ad-mitir como posible ese efecto pres-

ra factible,limitar esa expresióna laexperienciareal, cuando s e trata de larelación de las cosas con nuestras fa-cultades de conocer, porque una expe-riencia meramente posible e s ya sufi-ciente para hablar de ellos meramentecomo objetosde un determinadomodod e conocer.

2 5En la 1' edicióndice «.. .para el ¡ 1- 1- ...-.--(.- cuna-f\ .DIP f\ IÓC

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caírica D E LJuicio 3 8 9

crito,así como lascondicionesúni-cas pensables para nosotros de suposibilidad,a saber, la existenciadeDiosy la inmortalidaddel alma, soncosas de fe (res ƒidei),y son, porcierto,los únicosde todos los o je-tos, que pueden llevare s enombre.”Pues aunque lo que podemos apren-der por medio de la experienciadeotros, por testimonios, debemoscreerlo,no por eso e s esto en s í cosade fe, pues para uno de e s o stesti-gos fue experienciapropia y hecho,o s e supone que lo fue. Además,tie-ne que ser posible conseguirsaberpor e s e camino (la creencia histó-rica), y los objetos de la historiayde la geografía, como todo, en ge-neral, lo que e s al menos posiblesaber según la constituciónde nues-tras facultadesde conocer, no perte-nece a las cosas de fe, sino a loshechos. Sólo objetos de la razónpura pueden en todo caso ser cosasde fe, pero no como objetosde lamera razón pura especulativa,puesen ésta no pueden, con seguridad,contarse ni siquieraentre las cosas,e s decir, los objetos de e s e conoci-miento posible para nosotros.Sonideas, e s decir, conceptosa los cua-les no s e puede asegurarteóricamen-te la realidad objetiva.En cambio,

el supremo' fin final que tenemosque realizar, aquello mediante locual solamentepodemosllegara s e rdignos de ser nosotros mismos finfinal de una creación,e s una ideaque tiene para nosotrosrealidadob-

crito, sin embargo, por la razón purapráctica, y, por lo tanto, se dcbc admi-iit', C I C .. .››. (N. (ÍBÍ T.)

2 ° Pero las cosas dc fc no por esoson artículosde ƒe , s i s centiende porestos últimoscosas de fe a cuyo reco-nocimiento(interior o exterior)s e puc-de ser obligado;nada de eso contienela teologíanatural.Pues como,en cuan-to son cosas de fe (igual que los he-chos), no pueden fundarse en pruebasteóricas,sólo una libre aquiescencia,yaun sólo como tal, e s enlazablecon lamoralidaddel su'eto.

2 1«Yde la geografía»es un añadidoAh 'Q '75 \r Í nfiinn /Ã Änf T Í

jetivaen el sentidopráctico,e s unacosa; pero por eso, porque a e s econcepto, en el sentido teórico, nopodemosproporcionarlerealidadob-jetiva,e s una meracosa de fe de la

razón pura, y con ello, al mismotiempo,son Dios y la inmortalidadlas condiciones bajo las cuales tansólo podemos,según la constituciónde nuestra razón (la humana),pen-sar la posibilidadde aquel efectodel uso de nuestra libertadconfor-me a la ley. La aquiescencia,empe-ro, en cosas de fe e s una aquies-cienciadesde el puntode vistaprác-tico, e s decir, unafe moral que nodemuestra,nada para el conocimien-to de la razónpura teórica,sino sólopara el de la práctica,enderezadaaa ejecución¬ des u s deberes, ni ex-tiendeen nada la especulacióno lasreglas prácticasde prudencia,segúnel principio del amor propio.” Si elprincipio supremode todas las leyesmorales e s un postulado,entonces,al mismo tiempo,la posibilidaddesu objeto supremo, y,por lo tanto,también la condicióndentro de lacual podemospensar e s aposibilidad,está también postuladacon ello.Esto, empero, no hace del conoci-mientode estas últimasni un saberni una opinión sobre la existencia

y la constituciónde e s a s condicio-nes, como modo teóricodel conoci-miento,sino mera admisiónen rela-ción práctica, y, además, prescritapara el uso moral de nuestra razón.

Aunquepudiéramosfundar, apa-rentemente,en los fines de la natu-raleza, que la teleología física nospresenta en masa tan grande, un

conceptodeterminadode una causainteligente del mundo, la existenciade e s e ser no sería, sin embargo,cosa de fe. Pues como ese ser se ad-mite no para el cumplimiento de mideber, sinosólo para la explicaciónde la naturaleza, sería sólo la opi-nión e hipótesisadecuada a nuestra

2 ° Desde « o las reglas prácticas.. _ »fue añadido en la 2 * edición. (NotaJn] 'T' i

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3 9 0 M A N U E LK A N T

razón. Ahorabien: aquella teleolo-gía no conduce,de ningúnmodo,aun concepto determinado de Dios,que solamente, en cambio, s e en-cuentra en el concepto de un crea-

dor moraldel mundo, porqueéstesólo da el fin final, dentro del cualsólo nos podemos contar, compor-tándonosen conformidadcon lo quela ley moral nos propone,y, por lotanto, nos ordena como fin final.Por consiguiente,el concepto deDios,só- lopor la relación'con el ob-jeto `de nuestro deber, comocondi-

ción de la posibilidadde alcanzarel fin final del mismo, recibe la ven-taja de tener en nuestra aquiescen-cia el valorde una cosa de fe; encambio,el mismo concepto nopue-de, sin embargo,hacer valer su ob-jeto como un hecho, orque aunquela- necesidad del delier está clarapara la razón práctica,sin embargo,la consecuencia delfin final del mis-mo, en cuanto no está éste del todoen nuestro poder, no e s necesariaprácticamente,como-el deber mis-mo, sino.sólo admitidapara el usoprácticode la razón.”

2 9El fin final que la ley moral nospropone perseguirno e s el fundamentodel deber, pues és t ee s tá e nla ley mo-ral que, como principio formalprácti-co, dirigecategóricamente,prescindien-do de los objetosde la facultadde de-sear (la materia de la voluntad), porlo tanto, de todo fin. Esa constituciónformal de mis acciones (subordinaciónde las mismas, bajo el princi io delvalor universal),en la cual soliamenteconsistesu valormoralinterno,está to-talmenteen nuestro poder,v puedo ha-cer totalmenteabstracciónde la posibi-lidad o de la inejecutabilidadde losfines que estoy o ligado a perseguir,e n conformidadcon e s aley (poräuee nellos sólo está el valorexterno e misacciones), como de algo que no estánunca totalmenteen mi poder, para mi-rar sólo a lo que e s de mi hacer. Peroel propósito de perseguir el fin finalde todos los seres razonables(felicidad,en cuanto e s posible, en armonia conel deber) e s propuesto precisamenteporla ley deldeber. Pero la razón especu-lativano ve absolutamentesu ejecuta-

La fe (comohabitus,n o -como ac-tus) e s el modo moralde pensar dela razón, cuando muestra su aquies-cencia a aquello que es inaccesiblepara el conocimiento teórico. Es,

pues, el principioconstante dele s -píritu que lo que e s necesario pre-suponer como condiciónde la posi-bilidaddel supremofin final moralhay que admitirlocomo verdadero,por la obligaciónque tenemos deperseguirlo,3°aunque no podamos

bilidad (ni por el lado de nuestra pro-pia facultadfísica, nipor el de la co-laboraciónde la naturaleza);más bien,en cuanto podemos juzgar razonable-mente, tiene que considerar como in-fundada y vana, aunque bien intencio-nada. la esperanza de poder admitir,sin Dios ni inmortalidad,de la meranaturaleza(dentroy fuera de nosotros),un éxito semejante de nuestra buenaconducta,producidopor aquellas cau-sas, y si pudiera la razón tener comple-ta seguridad en aquel juicio, tendríaque considerar la ley moral mismacomo mera ilusión de nuestra razóne n el sentido práctico.Pero como larazón especulativas e convence total-mente de que esto último no puedeocurrir y en cambio, de que aquellasideas cuyo obje to-está porencima dela naturaleza,pueden ser pensadas sincontradicción,tendrá, pues, que admi-tir como reales aquellas ideas para su

propia ley moral y la tarea planteadapor ellas, e s decir, en el sentido moral,para no caer en contradicciónconsigomisma.

3 ° Es una confianzaen la promesade la ley moral,no que esté contenidaen la ley misma, sinoque yo la pongo,v ello por motivosmorales suficientes.Pues un fin final no puede ser pres-crito por ninguna ley de la razón, sinque ésta, al mismo tiempo, prometa,aunque inciertamente,la consecuciónde e s e fin, y con ello-autoricetambiénla aquiescencia,con las únicas condi-ciones bajo las cuales nuestra razónpuede pensar el tal fin. La palabraƒi-d e s -expresaya eso también.y sólo pue-de parecer.-dudosocómo esa expresióny esa idea particular vienen a entraren la filosofía moral,ya que el cristia-nismo fuequien le dio entrada, y po-dría su admisión quizáparecer sólouna imitaciónaduladora de la lenguacristiana.Pero no e s el primercaso en

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caínca D E Ljuicio 391

ver su posibilidad,ni tampoco,encambio, su imposibilidad. La fe (lla-mada ' a s íen absoluto) e s una con-fianza en la consecución de un pro-pósito,cuya persecucióne s deber, y

la posibilidad de la realización delmismo, sin embargo, no podemosnosotros apercibirla (consiguiente-mente, tampoco la de las mismascondiciones pensables para nos-otros). La fe, pues, que s e refierea objetos particularesque no sonobjetos del saber u opinar posibles(en cuyocaso, sobre todo en lo his-tórico,s e debería llamarcredulidad,v no fe) e s completamentemoral.Es una equiescencialibre, no a aque-llo para lo cual hay que encontrarpruebas dogmáticas parael Inicioteórico determinante,ni tampoco aaquello a que nos vemos ligados,sino a lo que admitimos para, unpropósito según leyes de la libertad,pero, sin embargo,no com o unaopi-

nión, sin motivo suficiente, sinocomo fundadaen la razón (aunquesólo en consideraciónde su usopráctico), de un modo suficientepara el propósitode la misma,puessin la fe, el modo de pensar moralno encuentra, al tropezar con lasexigenciasde la razón teórica, fir-meza alguna fuerte para la prueba

(de laÁposibilidaddel aspecto de lamorali ad), sino que vacila entrelas órdenes prácticas y las dudasteóricas. Ser incrédulo significa ate-nerse a la máximade no creer, engeneral, los testimonios; pero des-creído e s el-que nie a a e s a s dosideas de la razón todga validez por-que les falta una fundamentaciónteórica de su realidad. Este juzga,

que esa maravillosareligión,en la gransencillezde su exposición,ha enrique-cido la filosofía con conceptosde lamoralidadmucho más determinadosypuros que los que ésta había podidoproporcionarhasta aquí; pero, unavezque están ya esos conceptosen la filo-sofia, son librementeaprobadosy reci-bidos como tales por la razón,que bienhubiera podidoy debido llegar a ellose introducirlos.

pues, dogmáticamente.Un descrei-miento dogmático, empero, no pue-de coexistircon una máximamoralque domine en el modo de pensar(pues la raz ón nopuede ordenarla

persecución de un fin que es reco-nocidocomo nada, como una fanta-sía tejida por el cerebro)., pero sipuede hacerlo una fe dudosa, paralo cual la falta de convicción pormedio de fundamentosde la razóncspeculativae s sólo un obstáculo,aquien una consideracióncritica delas limitacionesde la razón, puedequitartodo influjo sobre la conduc-ta, poniendo,en cambio,como com-pensación unaaquiescenciaprácticaque pese más.

Cuando,en lugarde'ciertosinten-tos fallados,s e quiere introducir enla filosofía otroprincipioy s e quie-re proporcionarleinflujo, entoncesse encuentra una gran satisfacción

en considerarcómoaquellosintentosfallaron y tuvieron que fallar.Dios, libertade inmortalidaddel

alma son los problemasa cuya solu-ción tienden,comoa su últimoy úni-co fin, todos los preparativosde lametafísica.Ahorabien: s e creyóquela teoría de la libertadera necesariapara la filosofiapráctica,sólo comocondición negativa, y , en cambio,que la teoría de Dios y de la cons-titución del alma, perteneciente a lafilosofíateórica, debía ser expuestapor sí y separadamente,para unir-las ambas, después, con lo que laley moral ordena (que sólo es posi-ble bajo la condición de la libertad)y, así poner en pie una religión.Pero pronto s e puede ver que e s o s

intentosdebían fallar, pues de con-ceptos meramente ontológicos decosas en general, o de la existenciade un ser necesario,no se puede ab-solutamentehacer un conceptode-terminado de un ser primero, pormedio de predicadosque _ s eden enla experienciay puedan,pues, serviral conocimiento;a su vez, el que s e

fundóen la experienciade la finali-dad física de la naturalezano podía

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3 9 2 M A N U E LK A N T

proporcionar prueba alguna suficien-te para lamoral,y por lo tanto,parael conocimientode un Dios.Del mis-mo modo, tampoco cl conocimientodel alma por la experiencia (que

sólo en esta vida instauramos),po-día proporcionar un concepto de lanaturalezaespiritual,inmortal,de lamisma, y por lo tanto, suficientepara la moral. Teologíac y pneuma-tología, como problemas e las cien-cias de una razón especulativa,nopueden realizarse por medio de da-tos y predicados empíricos, ya quesu concepto es trascendente paratodas nuestras facultades d e pcono-cer. La determinaciónde nuestroconcepto, el dc Dios, como el delalma (en consideraciónde su inmor-talìdad), puede ocurrir sólo median-te predicados que, aunque ellos mis-mos no sean posiblesmás que sacán-dolos de un fundamento suprasen-sible, sin embargo, deban demostrars u realidad en la experiencia,puessólo a s ípueden hacerposibleun co-nocimientode seres totalmentesu-prasensibles. Ahora bien: tal e s elúnico concepto de la libertad delhombre,bajo leyes morales, que s eencuentra en la razón humana, ycon el el fin finalque esta razónprescribe por medio de aquellas le-

yes: las leyesmorales permiten atri-buir al creador de la naturaleza. elfin finalpermiteatribuir al hombreaquellaspropiedades que contiene lacondición necesaria de la posibili-dad de ambos, de manera que pre-cisamentede esa idea s e puede sacaren conclusión la existencia y la cons-titución de esos seres que, por lo de-más, están para nosotros totalmen-te escondidos.

Así pues, el fundamentodel pro-pósito, falso en el camino meramen-te teórico. de demostrar Dios y lainmortalidad. está en que ningún co-nocimiento de lo suprasensible esposible por e s e camino (el de losconceptos de la naturaleza). Si. encambio,ello tiene éxitopor e l cami-no moral (cl del concepto de la li-\_._.-¢._J\ fm -¬,¬« neta mntixrn- nur-

aquí lo suprasensible,que está a labase (la libertad), no sólo propor-ciona materia para el conocimientodel otro suprasensible(el del fin fi-nal moral y las condiciones de su

realización), pormedio de una leydeterminada de la causalidad quetrata de él, sino que muestra su rea-lidad como un hecho en las accio-nes, pero precisamentepor eso nopuede dar más que un fundamentode prueba valederosólo en el sen-tido práctico(y esto e s lo únicoquenecesita la religión).

Sigue, sin embargo, siendo muynotableen esto que, de las tres ideasde la razón: Dios, libertade inmor-talidad,la de la libertade s el únicoconceptod e -lo suprasensibleque de-muestra su realidad objetivaen lanaturaleza (por medio de la causa-lidad que s e piensa en e s e concep-to), mediante su efecto posible enla misma, y precisamentepor esohace posible el enlace de las otrasdos con la naturalezay de todas lastres, empero,juntasen una religión;e s notable tambiénque nosotros,porlo tanto, tenemos un principioennosotros que puede determinarlaidea de lo suprasensibleen' nosotros,y por ellotambiénla del mismofue-ra de nosotros, para unconocimien-

to, aunque sólo posible en el senti-do práctico,cosa de la cual la merafilosofíacspeculativa(que tambiénpodia dar de la libertad sólo unconcepto negativo) debió desespe-rar; por lo tanto, el conceptode lalibertad (como concepto fundamen-tal de todas las leyes incondicionalesprácticas) puede ensanchar la raz ónpor -encimade aquelloslímitesden-tro de los cuales todo concepto (teó-rico) de la naturalezadebía perma-necer enccrrado sin esperanza.

Nor.-\G E N E R A LA L Ars_u_zoLociA

Cuandos e preguntaqué lugar elargumentomoral que demuestra laexistencia de Dios sólo como cosade fe nara la razón pura práctica,

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cníricx D E L¡Utero 393

ocupa entrelos demás en la filoso-fia, s e puede fácilmente recorrertoda la esfera de esta última,y s emuestra así luego que aquí no hayque elegir,sino que su facultadteó-

rica debe deponerde suyo todas suspretensionesante una criticaimpar-cial.

En un hecho debe fundarse,pri-mero, toda aquiescencia,si no hade carecer totalmentede fundamen-to, y en la prueba no puede haberlugar más que para esta única dife-rencia, si puede fundarseen e s ehe-cho una aquiescenciaa la conclu-sión sacada de él como saber, parael conocimiento teórico, o sólocomo ƒe ,para el práctico.Todos loshechos pertenecen: o bien al con-cepto de la naturaleza,que demues-tra su realidad en los objetos delsentidodados, o que s e pueden dar,antes que todos los conceptosde lanaturaleza,o al conceptode la liber-tad, que muestra suficientementesurealidadpor la causalidadd e la ra-zón, e n consideraciónd e ciertosefectospor ella posiblesen el mundode los sentidos, y que ella postulaincuestionablementeen la ley moral.El concepto de la naturaleza (perte-neciente tan sólo al conocimientoteórico),ahora bien, e s : o metafí-

sico y completamentea priori, o fí-sico, e s decir, a posteriori,y necesa-riamentesólo pensablepor mediodeexperienciadeterminada.El concep-to metafísicode la naturaleza (queninguna experiencia determinadapresupone) e s , pues, ontológico.

La prueba ontológicode la exis-tencia de Dios por el concepto deun ser primeroes: o bien la que depredicadosontológicos,medianteloscuales tan sólo e s a existenciapuedeser pensada con determinacióncom-pleta, concluyea la existenciaabso-lutamentenecesaria, o la que de lanecesidad absoluta de la existenciade una cosa, s e a la que s e a ,conclu-ye a los predicadosdel ser primero,pues al conceptode un ser primero

pertenece, para que no s e a deriva-do, la 'incondicionadanecesidad de

su existenciay (para representarsee s a necesidad) la determinacióncompleta mediante el concepto dee s e ser. Ambas exigenciascreyóseencontrarlasen el concepto de la

idea ontológicade un ser suprema-mente real, y a s ínacierondos prue-bas metafisicas.

La prueba que pone a la base unconceptode la naturalezameramen-te metafísico (la llamada propia-mente ontológica)sacaba del con-cepto del ser supremamente reallaconclusiónde su existenciaabsolu-tamentenecesaria,pues (según dicela prueba), si no existiera,le falta-ria una realidad,a saber, la existen-cia. La otra (llamada tambiénlaprueba metafísica cosmológica) sa-caba de la necesidad de la existen-cia de una cosa (y hay queadmitircompletamentealguna, ya que unaexistencianos_es dada en la cons-cienciade nosotrosmismos),la con-clusiónde la determinacióncomple-ta 'de ella como ser supremamentereal, porque todolo que existedebeestar totalmente determinado, perolo absolutamentenecesario (a saber,lo que nosotros debemos conocercomo tal, y, por lo tanto, a priori)debe ser totalmente determinadoporsu concepto,cosa que no s e puede

encontrarsólo'en el conceptode unacosa supremamentereal. N o e s aquínecesario descubrir el sofisma deambas conclusiones,cosa que ya s eha hecho en otra parte, sino sólonotar que pruebas semejantes, aun-que s e dejaran defenderpor todaclase de sutilezasdialécticas,no po-drían, sin embargo,pasar, por enci-ma de la escuela, al vulgo, ni tenerel menor influjo en el mero entendi-miento sano.

La pruebaq ue ponea su base unconcepto de la naturalezaque sólopuede ser empírico, y, sin embargo,debe llevarmás allá de los límitesde la naturaleza, como conjunto delos objetosde los sentidos,e s a prue-ba no puede ser otra que la de los

fines de la naturaleza,cuyo concep-to, st bien no se puede dar a priori

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394 MANUELKANT

sino sólo mediante laexperiencia,promete, sin embargo,un conceptosemejante del fundamentoprimerode la naturaleza,conceptoque, en-tre todos los que podemos pensar,es

elúnico apropiado

paralo

supra-sensible,a saber, el conceptode unasuprema inteligenciacomo causa delmundo,y esto, en realidad,-locum-ple perfectamente, según principiosdel Juicioreflexionante,e s decir, s e -gú n la constituciónde nuestra facul-tad (humana) de conocer. Ahorabien: ¿está en situaciónde propor-cionar, con los mismos datos, e s econceptode un ser supremo, e s de-cir, independiente e inteligente comoel de un Dios,e s decir,comoel crea-dor de un mundo bajo leyes mora-les y, por lo tanto, suficientementedeterminadopara la idea de un finfinal de la existencia'del mundo?Esta e s una preguntade la que tododepende, s e a que pidamos un con-

cepto - d e lser primeroque s e a sufi-ciente, teóricamente.para la totali-dad del conocimientode la natura-leza, o s e a que pidamosun concep-to práctico para la religión.

Este argumento.sacado de la te-leología fisica, e s digno de respeto.Produce el mismo efecto convincen-te e n el entendimientocomúnqueen el pensador más sutil,y un Rei-marus en su obra, aun no superada,en donde desarrolla ampliamentee s efundamentod e prueba con la s o -lidezy claridadque le e s propia,haconquistadoasi un méritoinmortal.Pero ¿cómo consiguee s a prueba uninflujo tan poderosoen el espiritu,sobre todo en el juiciode la razónfria (pues la emoción y elevaciónde la misma, por medio de las ma-ravillasde la naturaleza,podríaser-vir a la persuasión), y una aproba-ción tranquilaque s e da completa-mente? No son los fines fisicos quetodos señalan hacia un entendimien-to impenetrable de la causa del mun-do, pues éstos son insuficientesparaello, porque no satisfacen lanece-

sidad de la razón que pregunta.Pues ¿para qué existen todas e s a s

cosas artificiales dela naturaleza?(pregunta la razón). ¿Para qué elhombre mismo,en el cual tenemosque paramos, como el último fin dela naturaleza pensable para nos-

otros? ¿Para qué existe toda e s anaturaleza,y cuál e s el fin final deun arte tan grande y tan diverso?Q ue esté creado para gozarloo mi-rarlo, contemplarlo y admirarlo(cosa que, no saliendo de ahí mis-mo, no e s tampoco nada más queun goce de e s a especie particular),y que e s e s e ael fin final del mundopara el cual el mundo y el hombrehumano existen, esa solución nopuede satisfacera la razón,pues éstapresuponeun valorpersonal que elhombre sólo puede darse como con-diciónbajo la cual tan sólo puedenser fin finalél y su existencia.Fal-tando e s e valor (que e s sólo capazde un determinadoconcepto), losfines de la naturalezano satisfacena las preguntas delhombre,princi-palmente porqueno pueden propor-cionarconceptoalgunodeterminadodel más alto ser, como ser que bastepara todo (y precisamentepor eso,único, propiamente,que hay quellamarsupremo),ni las leyes segúnlas cuales un entendimientoe s cau-s a del mundo.

Así, pues, que la prueba físico-teleológica convence, comosi, almismo tiempo, fuera teológica, noprocede del uso de las ideas de fi-n e s de la naturaleza, como otrostantos argumentos empíricosen fa-vor de un entendimientosupremo,sino que, sin notarlo,el argumentomoral que está en cada hombre, ylo mueve taninteriormente,s e mez-ela en la conclusiónsegún la *cual,al ser que s e manifiestatan incon-cebiblemente artista en los fines dela naturaleza, s e le atribuye tam-bién un fin final, por lo tanto, s a -biduría (aun sin estar autorizadopara ello por la persecuciónde losfines), y asi s e completaaquel ar-gumento arbitrariamente, en conside-

ración de lo defectuoso que aun tie-ne. En realidad,pues, sólo el argu-

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cRí'r1cAD E Ltutcto 395

mento moral produce la convicción,y aun ésta sólo tiene el sentidomo-ral para el cualcada hombresienteinteriormente su aprobación; el ar-gumento físico-telcológico, empero,

no tiene más mérito que conducirel espíritu,en la contemplacióndelmundo,por el camino de los fines,y asi, a un creador, primero, inte-ligentedel mundo; después, la rela-ción moral con fines y la idea deun legisladorprecisamente-taly deun creador del mundo, como con-cepto teológico, parecen desarrollar-

s e de suyo, saliendo de e s e ar u-mento,aunqueson un puro añadiåo.A esto puede atenerse uno en la

experiencia ordinaria. Pues para elentendimientocomún y sano e s ge-neralmente dificil separar uno deotro,como desiguales,los principiosdiferentesque mezcla,y de los cua-les sólo uno realmenteestá constan-

tementeseguido,cuando e s a separa-ción requieremuchareflexión.El ar-gumentomoral d e la existenciad eDios,empero, nosólo completapro-piamente la pruebafisico-teleológica,haciéndolauna prueba total, sinoque e s él una prueba especial quesuple la faltade convicciónque dejala otra, ya que la físico-teleológicano puede, en realidad, hacer otracosa más que dirigir la razón,en eljuicio del fundamentode la natura-leza y del orden contingente,peroadmirable,de la misma, que sólopor experiencianos e s conocido,ha-cia la causalidadde una causa queencierra,según fines,el principiodeestos mismos (que nosotros,s e ú nla constituciónde nuestras facuãta-des de conocer, tenemos que pen-sar como causa inteligente)y ha-cerla atenta a ella, con lo cual larazón viene a tener también mayorreceptividadpara la prueba moral.Pues lo que es exigible para esta úl-tima prueba e s tan esencialmentedistintode todo lo que los concep-tos de la naturalezaencierrany pue-den enseñar, que se necesita un ar-gumentoy una prueba particular,in-

dependientemente delanterior,paradar el concepto delser primeroconbastante determinaciónpara una teo-logía y sacar la conclusión de suexistencia. La prueba moral (que

empero, desde luego, no demuestrala existenciade Dios más que enconsideraciónpráctica de la raz ón,aunque ello e s , sin embargo, indis-pensable) seguiría estando aú n entoda su fuerza,aunque nosotrosnoencontrásemosen el mundo ningu-na, o sólo muy dudosa, materiapara la teleología física. Se puedepensar que seres de razón s e veanrodeados por una naturaleza seme-jante que no muestre traza algunade organización, sino sólo efectosde un mero mecanismode la mate-ria bruta,y por motivode éstos, ya pesar de la mutabilidad de algunasformasy relaciones,finalessólo porcasualidad, no parece que hubierafundamentoalguno para sacar laconclusiónde un creador inteligen-te; tampoco habría, pues, ocasiónpara una teleologíafísica,y, sin em-bargo, la razón, que aqui no recibedirecciónalguna por mediodel con-cepto de la naturaleza, encontraríaen el concepto de la libertad,y enlas ideas morales que en él s e fun-dan, un fundamentopráctico sufi-

ciente para postularel conceptodelser primero,adecuado a e s a sideas,es decir, como una divinidad, y lanaturaleza (incluso nuestra propiaexistencia) como unfin final con-forme con ella y con sus leyes, yesto, por cierto, en consideracióndel mandato imprescindiblede larazón práctica.Ahorabien: que enel mundoreal hay,para los seres derazón que están en él, rica materiapara la teleologíafísica (lo cual nosería precisamente necesario), e scosa que sirve de confirmaciónde-seada para el argumentomoral, encuantola naturalezapuede presentaralgo análogo a las ideas de la ra-zón (las morales).Pues elcpnceptode una causa suprema quetiene en-tendimiento (lo cual, sin embargo,no e s bastante,con mucho.para una

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caírtcx Dt-:Ljuicio 397

comodemostrado por vosotros, pues-to que no lo habéis admitidomásque para un uso mejor de la razón.Toda queja, pues, 0 impotente cóle-ra sobre el supuesto crimen de poner

en duda la firmeza de vuestra cade-na de deducciones,es una jactanciavana, que desearía que se tomasepor duda de la verdad santa, laduda que se expresa libremente con-tra vuestro argumento, para hacerinasequible la debilidad del mismo,cubriéndolacon e s e manto.

La teleología moral, en cambio,que no está fundamentadacon me-nor firmezaque la física, sino quemás bien merece la preferencia,por-que descansa, a priori, en principiosinseparablesde nuestra razón, con-duce a lo que e s exigible para la po-sibilidadde una teología,a saber, aun conceptodeterminado de la cau-s a suprema como causa del mundosegú n ley es morales; por lo tanto,

una tal que satisfaga nuestro fin fi-nal moral, para lo cual s e requierenada menos que omnisciencia, omni-potencia, todapresencia,etc., comoatributos de naturaleza pertenecien-te s a ella, que tienen que ser pensa-dos como enlazados conel fin final,que e s infinito, y, por lo tanto,como adecuados a éste; y así puede

e s a teleologíamoral sola proporcio-nar el conceptode un creadorúnicodel mundo que e s necesario parauna teología.

De esa manera conduce una teo-logía también inmediatamente a lareligión, es decir, corzocimíentodenuestros deberes como mandatos dí-vinos, porque el conocimiento denuestro debery del fin final que enél nos presenta la razón puede pri-meramenteproducirel conceptode-terminadode Dios,que ya en su ori-gen, pues, e s inseparablede la obli-gación con respectoa e s e ser; encambio,aunque el concepto delserprimero pudiera -ser encontrado de-terminadamentepor el camino mc-ramenteteórico(a saber, comomera

causa de la naturaleza), sería muydifícil, quizá hasta imposible,des-

pués llevar a cabo, sin añadido ar-bitrario, la atribución a ese ser, pormedio de pruebas fundamentadas,de una causalidad según leyes mora-les; sin eso, empero, no puede ese

supuesto concepto teológicoconsti-tuir base alguna para la religión.Aun cuando una religión pudieraser fundada por ese camino teórico,sería realmentedistinta, en conside-ración de los sentimientos (en locual, sin embargo,consiste su esen-cia), de aquella otra en la cual elconcepto de Dios y la convicción(práctica)de s u existenciaprocedende ideas fundamentalesde la morali-dad. Pues si tuviéramosque supo-ner la omnipotencia,la omniscien-cia, etc., de un creadordel mundo,como conceptosdados a nosotrosdeotra parte, para luego sólo aplicara nuestra relación con é l nuestrosconceptos de los deberes, entoncestendrían éstos que llevar consigo elcolor de la coacción y de la sumi-sión forzada;en cambio,s i el altoaprecio por la ley moral nos repre-senta del todo libremente, según pre-cepto de nuestra propia razón, elfin final de nuestra determinación,admitiremosen nuestros puntos devista morales una causa que con-cuerde con él y con su realización

llenos de la verdadera veneraciónque se distingue totalmente del mie-do patológico, _ v nos someteremosvoluntariamente.

3 1 La admiración de la belleza, tantocomo la emoción,por los fines tan di-versos de la naturaleza,que un espíritureflexivo está en estado de sentir, aunante una representación clara de uncreador razonable del mundo, tienen

algo en sí de semejante con un senti-miento relígioso. Parece, por lo tanto,primero tcncrun efecto en el senti-miento mornl por medio de un modode juzgar análogo al modo moral (elagradecimiento y el respeto por unacausa que no conocemos),y así tam-bién en el espíritu, pormedio del des-pertar de ideas morales, cuandoprodu-cen aquella admiración que está enla-zada con muchos más intereses que losque pueda producir la mera contem-plación teórica.

I

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cnírtcx D E L¡moto 399

dos, puedo.,bien,pasar a la existen-cia de algo que debe contener elfundamentode e s e mundo,pero nopuedo pasar a la determinacióndesu concepto comoser suprasensible,

pues ese concepto repele todosesospredicados. Así, pues, mediante lacategoría de la causalidad, cuandola determino por medio del conceptode un primermotor, no conozcoenlo más minimolo que Diossea; peroquizáhabrá mejor éxitosi tomooca-sión de la ordenacióndel mundo,nosólo para pensars u causalidadcomola de un entendimiento supremo,sino para conocerlo por medio de esadeterminación del concepto citado,pues ahí desaparecela condiciónmo-lesta del espacio y de la extensión.

Sin duda, nos obligala gran fina-lidad en el mundo a pensar unacau-sa suprema para ella, y a pensar sucausalidad como producida por unentendimiento;pero no por e s o te-nemos el derecho de añadirle e s eentendimiento(como, por ejemplo,pensar la eternidad de Dios comoexistenciaen todos los tiempos, por-que si no, no podríamos acernosconcepto algunode la mera existen-cia como una magnitud, es decir,como duración, o también pensar laomnipresenciadivinacomo existen-

cia en todos los sitios parahacernosconcebible la presencia inmediatacon cosas exterioresentre sí, parapoder, sin embargo,atribuir a Diosuna de e s a s determinacionescomoalgo conocidoen él).Cuandola cau-salidaddel hombre,en consideraciónde ciertos productos que sólo sonexplicablespor la finalidad inten-cionada, la determinó pensándolacomo un entendimiento del hombre,no necesitopermaneceren este pun-to, sino que puedo atribuìrle esepredicadocomo una propiedaddelhombre bien conocida, y conocerlode e s emodo.Pues s é qué instruccio-n e s son dadas a los sentidos delhombre y reducidas a un concepto,y, así, a una regla porel entendi-

miento; s é que e s e concepto encie-rra la nota común (desapareciendo

lo particular), y, por lo tanto, quees discursivo; sé que las reglas paratraer representaciones dadas bajouna consciencia,en general,son da-das por él, aun antes de aquellas

instrucciones, etc., etc.; así, pues,atribuyo e s a cualidad al hombrecomo una cualidad mediante la cuallo conozco. Ahora bien: si quieropensar un ser suprasensible (Dios)como inteligencia, es esto, en ciertaconsideraciónde mi uso de la ra-zón, no sólo permitido,sino inevita-ble; pero no e s , de ningún modo,permitido atribuìrle entendimiento yacariciar la esperanza de poder co-nocerlo mediante ese entendimiento.como si fuera una cualidad de Diosmismo, porqueentonces tengoqueabandonar todas aquellas condicio-nes bajo las cuales tan sólo conozcoun entendimiento,y, por lo tanto,elpredicado, que sólo sirve para ladeterminacióndel hombre, no ue-de, de ningún modo ser referidb aun objetosuprasensible,y así, (pues,mediante una causalidad tan eter-minada,no s e puede conoceren ab-soluto lo que sea Dios. Y así ocu-rre también con todas las categorías,que no pueden tener significaciónalguna para el conocimientoen elsentido teórico si no son aplicadas

a objetosde experienciaposible.Pero, por analogía con un enten-dimiento, puedo bien pensar, en otrocierto šentido,aun un ser suprasen-sible, sinpor eso, sin embargo,que-rer conocerlo teóricamente,a saber,cuandoe s adeterminaciónde su cau-salidad s e refiere a un efecto en elmundo, que encierra un propósitomoralmentenecesario,pero inejecu-table para seres de sentidos, enton-c e s e s posible un conocimientodeDios y de su existencia (teología)mediantelas cualidadesy determina-ciones de su causalidad, pensadasen él sólo por analogía, lo cual, enla relaciónpráctica,'perosólo tam-bién en consideración a ésta (comomoral), tiene toda la realidad exigi-

ble. I-lay,pues, una ético-teologíaposible; pues sí la moral puede exis-

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400 M AN UEL KAN T

tir sola con sus reglas, sin teología,en cambio, con el propósito finalque ella misma presenta, no puedeexistirsin teología,a menos que s edeje la razón aislada, en considera-

ción a la teología.Pero una é ticateológica (de la razón pura) es im-posible, porque leyes que. la razónno da originariamenteella misma,ycuya ejecución no realiza ella comofacultad pura práctica, no puedenser morales. Igualmente, una físicateológicano sería nada, porquepre-sentaría, no leyes de la naturaleza,sino órdenes de una voluntadsupre-ma; en cambio,una teología física

(propiamentefísico-teleológica)pue-de, al menos, servirde propedéuti-ca para la teologíapropiamentedi-cha, ocasionandola idea de un finfinal que la naturalezano puedepre-

sentar por medio de la considera-ción de los fines de la naturaleza,de los cuales ella ofrece rica mate-ria, y haciendo,por lo tanto, sensi;ble la necesidadde una teologíaquedetermineel concelptode Dios sufi-cientemente parae uso supremodela razón práctica,sin poder, sin em-bargo, produciresa teología,ni fun-darla de un modo suficienteen susargumentos.

FIND E«cRí'r1cAD E LJuicio»

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CRITICADELIUICIOAmíusis

l. La estética de la época de la ilustración . . . . ..2. Orígenes de la C ríticadel Iuicio . . . . . . . .. ._ .

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íi-¡nice

1. El texto regulativo' . . . . . . . .. . .. . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. . . . . . . .4. Contenido. . .. . . . . . , . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . .. . . . ..

\

TEXTO

Pizóroco . .. .. .. . . . . .Í ... . .. . . . .. . . . . . . . .. . .. . . . . . . .. . . .. . . . . .. . . . . . . _

III

Ill

IVV

VI

VIIVIII

IX

mruonuccióu

De`la división de la filosofía . . . . . . . .. . . .. . . . . . . . . .. . . . .. . . .. ..De la esfera de la filosofía en general . . . . . .. .. . . . . . . . .. .. . .. . . .De la críticadel juicio como unmedio de enlace de las dos partesy de las filosofía en un todo . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . .. . . . . . .. . . . _

Del juicio como una facultadlegisladoraca priori» . .. . . . . . .. . _.El principio de la finalidad formalde la naturalezae s un principiotrascendental deljuicio . . . . .. . . . . .. . .. . . . . . . . . . . . . . . .. .. .. . . .. .Del enlace del sentimientodel placer con el concepto de la finali-dad de la naturaleza . . . .. . . . .. . . . . . . . . .. . . .. . . . . . . . . . . . ..De la representaciónestética de la finalidad de la naturaleza .. . . .De la representación lógicade la finalidad de la naturaleza . . . . ...Del enlace de la legislacióndel entendimiento'con la de la razónpor medio del juicio . .. . . . .. . . .. . . . .. . . . . . .. . .. . .. . . . .. . . . . . . .

PRIMERA'Pluma

cizíric/\m a i .juicio Esrišrico

Piummuisección: Analíticadel juicioestético . . . . . . . . . .. . . .. . . . . .. . ..

Primer libro: Analítica de lo bello . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . _ .

§2:

§3.§4.§5.

§7.

§ 8 .

§9.

Primermomentodel juicio de gusto según la cualidad . . . . . .. . . . . .. . . ...§l El juicio del gustoes estético . .. .. . . . . . . .. . . . .. .. . .. . .. . . . . . . ..

La satisfacciónque determinael juicio de gusto e s totalmentedes-interesada . .. . . . . . .. . . .. . . . .. . . . . . . . .. . .. . . .. . . . .. . . .La satisfacciónen lo “agradable” está unida con interés . .. . . . .. ...La satisfacciónen lo “bueno” está unida con interés. . .. . . . . . . . .._Comparaciónde los tres modos específicamentediferentesde la sa-tisfacción . . . . . . . . .. . . . .. . . . . . ..'. . . .. . .. .Definición de lo bello deducida delprimer

Segundo momentodel juicio de gusto, a saber, segú n su cantidad . . . . ._ .§ 6 ` Lo belloe s lo que, sin concepto,e s representadocomoobjetode una

satisfacción“universal” . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . 1 . . . . . . .Comparaciónde lo bello con lo agradable-ycon lo bueno por mediodel caráctercitado . . . . . . .. . . . . . .-. . . . . . . . . . .. . . . . . ; . . .. . .. . . . ..La universalidadde la satisfaccióne s representadaen un juicio degusto sólo comosubjetiva. . . . . . .. . . .. . . . .. . . . . .. . . . . . . . . . . .. . ..Investigaciónde la cuestiónde si, en el juicio de gusto,el sentimiento

de placer precede al juicio del objetoo éste precede a aquél . . .. ..Definición de lo -bellodeducida delsegundo momento . . . . .'. . . . . ..

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172173

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-_

404 íNi›icE

Tercer momentode los juiciosde gusto, según la “relación” de los finesque es en ellos considerada . . . . . . . ._. . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . .. 220

§10. De la finalidad en general . . . .. . .. . . . . . . . . .. . . . . . .. . . . . . . . . . ... 220§1l. El juicio de gusto no tieneen su base nada más que la forma“de la

finalidad” de un objeto (o del modo de representacióndel mismo) 221§I2. El juicio de gusto descansa en fundamentos“a priori” . . . . . . . _ _.. 221§l3. El puro juicio de gusto e s independientede encantoy de emoción . . 222§14. Explicación pormedio de ejemplos . .. . . .. . . . . . . . . .. . . .. . . . . . . _ . 223§l5. El juicio de gusto e s completamentedel conceptode perfección 225.§l6. El juicio de gusto,medianteel cual un objetoe s declaradobello,bajo

la condiciónde un concepto determinado,no e s puro . . . . . . . . . . .. 226§17. Del ideal de la belleza . . . . .. . . . . . . . . . . .. . . . . . . .. . . . .. . . . . . .. ._ . 228

Definición de lo bello,sacada de este ,tercermomento . . . . . . . . . . . 231\

Cuartomomentodel juicio de gusto según la modalidadde la satisfacciónen los objetos . . .. . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . .. 2 3 1

§l8. Q ué s e a la modalidadde un juicio de gusto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 231§l9. La necesidad subjetivaque atribuimosal juicio de gusto e s condi-

cionada . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 232§20. La condiciónde la necesidad,a que un juicio de gusto pretende,e s

la idea de un sentido común. .. . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . .. . . . .. . .. 232§2l. Si s e puede suponercon fundamentoun sentido común. . . . . . . . . ._ 232

§22. La necesidad de la aprobaciónuniversal,pensada en un juicio degusto, e s una necesidad subjetivaque e s representadacomo objetivabajo la suposiciónde un sentidocomún . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . ._ 233Definición de lo bello deducidadel cuarto momento . . . . . . . . . . . . _ . 234Notageneral a la primerasección de la analítica . . . . . . . .. . . .. . .._ 234

Segundo libro: Analítica de lo sublime . . . . . . . . . . .. . .. . . . . . . . . . . . . . . . .. 237

§23. Tránsito de la facultad de juzgar lo bello a la de lo sublime . . . . .. . 237§24.

Dela

divisiónde una investigacióndel sentimientode

lo sublime.. _ 239

A. De lo sublime matemático . . .. . . . .. . . . .. . . . . .. . .. . . .. . . . . . .. . _ . 239§25. Definición verbal de lo sublime . . . . . .. . . . . . . . .. . . . . . . . . .. . . _ . 239§26. De la apreciación de las magnitudes de las cosas naturales exigida

para la idea de lo sublime . .. . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. . ._ 241§27. De la cualidadde la satisfacciónen el juicio de lo sublime . . .. . .. 245

B. De lo sublimedinámicode la naturaleza . . . . . .. . .. . .. . . . . . . . . . _ . 247§28. De la naturalezacomo una fuerza . . .. . . .. . . . . . . .. . . .. . . .. . . . . ._ 247§29. De la modalidaddel juicio sobre lb sublimede la naturaleza . . . . .. 250

Notagenerala la exposiciónde los juiciosestéticosreflexionantes.. 252

DEDUCCIÓN DE LOS IUICIOS ESTÉTICOS PUROS

§30. La deducciónde los juiciosestéticossobre losobjetosde la naturale-za no puede ser aplicada a lo que en ésta llamamos sublime, sinosólo a lo bello . . . . . .. . .. . . . . . . . .. . . .. . . . . . . : . . . . . . . .. . . . . . .. .. 260

§3i. Del métodode la deducciónde los juiciosde gusto . . . . . . .. . . . . .._ 261§32. Primera característicadel juicio de gusto . . . . . . . . . . . . . . . . .. .. . ._ . 262

§33. Segunda característicadel juicio de gusto . . . . . . . . . . . . . . .. . .. . . . .. 263§34. N o e s posibleprincipio algunoobjetivodel gusto . . . . . . . . . .. . . .. .. 264

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Í N D I C E

§35.§36 .§37.

El principio del gusto e s el principio subjetivodel juicio en generalDel problemade una deducciónde los juiciosdel gusto . . .. . . . . . .¿Qué.se afirmapropiamentea priori de un objeto en un juicio degusto? . . . . . . .._. . . . .. . . .. . . .. . .. . . .. . . . . . . _ . . . .. . . . . . . . . . . . . . . .Deducciónde los juiciosde gusto . . . .. . . . . . . . . . . . .. . . .. . . . .. . ...

De la comunidadde una sensación . . . . . . . . . .. . . . . . . .. . . .. .. . . ..Del gusto como una especie de sensus communis. . . . . . .. . . . ..Del interés empíricoen lo bello, . . . .. . . . . . . . . . . .. . . . . .. . . . . . . ..

§42. Del interés intelectualen lo bello . . . . . . . . . . . . . .. . .. . . . . . . . . .. ..§43. Del arte en general . . . .. . . . . . . .. . . . .. . . .. . .. . . . . . .. .. .. . . . . . ...§44. Del arte bello . .. . . . . ... .. . . . .. . . . . .. . . .. . . . . . .. . . . . . . .. . . . . ..§45. El arte belloe s arte en cuanto al mismotiempoparece ser naturaleza§46. Arte bello e s arte del genio . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . .. . . .. .. . . ..§47. Aclaracióny confirmaciónde la anterior definicióndel genio . . . ...§48. De la relacion del genio con el gusto . .. . ._. .. . . . .. . . . . .. .. . . _ .§49. De las facultadesdel espíritu que constituyenel genio . . . .. . .. . ..§50. De la unión del gusto conel genio en productosdel arte bello . . ..§51. De la divisiónde las bellas artes . .. . . . . . . .. . . . . . . . . .. . . . . . .. ..§52. De la unión de las bellas artes en uno y el .mismoproducto. .. . . ..§ 5 3. Comparacióndel valorestéticode las bellas artes entre si . . . . .. . ..§54. Nota . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. . . . . . .... . . .. . . . . . . . . . . .. . . . . .. . . _ .

§38.

§39.§40.§41.

S E G U N D ASecciórz: Ladialécticadel juicioestético . . . . . . . . . . . .. . . . . . ...§ 5 5I Q 0 I I c D I A I a o O 0 I O ¶ I I I t I I I I I I O I I I U I O I 4 O I I 0 U I I I I O U a n ¡ U › 0 ¡ Q Q O u ¡ I 0 n u Q

Representaciónde la antinomiadel gusto . . . .. . . . .. . . . . . .. . . .. _ .Soluciónde la antinomiadel gusto . . . . . . . . . . . . .. . .. . . . .. . . . . ...Nota I y ll . . . . .. . . . . .. . . . .. . . . .. . . .. . . .. . . . . . . . . . . . . . . .. .. ..

§56.§57.

§58.cipio único del juicio estético . . . . . . . .. . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . ..

§59. De la belleza comosímbolode la moralidad . . . . . .. . . . .. . . . . . . ..§60. Apéndicede la metodologíadel gusto . . . .. . . . . . . . . .. . .. . ,. . . . _ .

S E G U N D A P A R TE

cnírica D E Ljuicio reLi§:oi.ócico§61. De la finalidad 'objetivade la naturaleza. . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . .. ..

Primeradivisión: Analíticadel juicioteleológico. . .. . . .. . . . . . .. .. . ..§62.§63.§64.

De la finalidad objetivaque e s sólo forinal a diferenciade la materialDe la finalidad relativade la naturaleza,a diferenciade la intema . _

Del carácterpeculiarde las cosas como fines de la naturaleza§f:5. Cosas, como fines de la naturaleza, son seres organizados . . . . . . . ..§ 6 6 . Del principio del juicio de la finalidad interna en seres organizados§67. Del principio del juicio teleológicode la naturaleza,en general,como

sistema de los fines . . . . .. . . . . .. . . . . . . .. . . .. . . . . . . . . . .. . . . . .. ..§68. Del principio de la teleologíacomo principio iiiterno de la ciencia

de la naturaleza . .. . . .. . . . . . . . . . . .. . . .. . . .. .. . .. . . . . . . . .. . . .. ._

Segunda divisióm Dialécticadel juicio teleológico. . . . .. . . . . . . .. . . . . ...§ 6 9 . Q ué sea una antinomiadel juicio . . . . . .. . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . .. .

Del idealismode la finalidadde la naturaleza,ydel arte, comoprin-

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IMPRENTA ALDINARosen. Y Soano Noiueoa, S. Dr; R. L.

Obrero Mundial, 201 _ 03100 México, D. F.