Kafka-el proceso
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jen-ramirez -
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Law
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- 1. Librodot El proceso Franz Kafka FRANZ KAFKA EL PROCESO EEddiittaaddoo ppoorr 22000022 CCooppyyrriigghhtt hhttttpp::////wwwwww..lliibbrrooddoott..ccoomm TTooddooss llooss DDeerreecchhooss RReesseerrvvaaddooss
- 2. Librodot El proceso Franz Kafka EL PROCESO1 LA DETENCIN Alguien tena que haber calumniado a Josef K2 , pues fue detenido una maana sin haber hecho nada malo3 . La cocinera de la seora Grubach, su casera, que le llevaba todos los das a eso de las ocho de la maana el desayuno a su habitacin, no haba aparecido. Era la primera vez que ocurra algo semejante. K esper un rato ms. Apoyado en la almohada, se qued mirando a la anciana que viva frente a su casa y que le observaba con una curiosidad inusitada. Poco despus, extraado y hambriento, toc el timbre. Nada ms hacerlo, se oy cmo llamaban a la puerta y un hombre al que no haba visto nunca entr en su habitacin. Era delgado, aunque fuerte de constitucin, llevaba un traje negro ajustado, que, como cierta indumentaria de viaje, dispona de varios pliegues, bolsillos, hebillas, botones, y de un cinturn; todo pareca muy prctico, aunque no se supiese muy bien para qu poda servir. Quin es usted? pregunt Josef K, y se sent de inmediato en la cama. El hombre, sin embargo, ignor la pregunta, como si se tuviera que aceptar tcitamente su presencia, y se limit a decir: Ha llamado?4 1 En la primera edicin de El proceso de 1925, Max Brod comentaba que el manuscrito no llevaba ttulo. Sin embargo, Kafka, como Max Brod document, siempre se refiri al texto con esa denominacin. Por regla general, Kafka se decida por un ttulo definitivo una vez concluida la obra. No se puede excluir, por consiguiente, que El proceso fuese slo un ttulo provisional. 2 Como en su novela El castillo y en otros relatos, el personaje principal se oculta tras un apellido reducido a inicial. Es muy posible que Kafka hiciera referencia a su propio apellido. No obstante, Kafka sola emplear este tipo de iniciales en sus anotaciones en diarios y, segn sus manifestaciones, porque el escribir nombres me causa una extraa confusin. Esta relacin problemtica se extenda a su propio nombre, que evitaba escribir siempre que poda. Su firma era FK En sus diarios escribe: Considero la K horrible, me repugna y, aun as, la escribo, debe de ser caracterstica de m mismo (27 mayo 1914). En cuanto al nombre Josef es muy posible que hiciera referencia al Emperador Francisco Jos I. En la obra de Kafka los nombres suelen desempear un papel simblico. De una anotacin en su diario de 27 de enero de 1922 se deduce que Kafka se inscribi en un hotel con el nombre Josef K. 3 La escena de la detencin de Josef K se ha podido inspirar en las Memorias de Giacomo Casanova. En la novela hay ms referencias ocultas. Ya en el inicio, la unin de un trmino judicial, detencin, y otro moral, malo, presagia la ambigua naturaleza del proceso y de la judicatura. 4 En el manuscrito el vigilante reacciona de una manera ms brusca: Qu quiere? Kafka lo tach y eligi una frmula ms convencional.
- 3. Librodot El proceso Franz Kafka Anna me tiene que traer el desayuno dijo K, e intent averiguar en silencio, concentrndose y reflexionando, quin podra ser realmente aquel hombre. Pero ste no se expuso por mucho tiempo a sus miradas, sino que se dirigi a la puerta, la abri un poco y le dijo a alguien que presumiblemente se hallaba detrs: Quiere que Anna le traiga el desayuno. Se escuch una risa en la habitacin contigua, aunque por el tono no se poda decir si la risa provena de una o de varias personas. Aunque el desconocido no poda haberse enterado de nada que no supiera con anterioridad, le dijo a K con una entonacin oficial: Es imposible. Es lo que faltaba! dijo K, que salt de la cama y se puso los pantalones con rapidez . Quiero saber qu personas hay en la habitacin contigua y cmo la seora Grubach me explica este atropello. Al decir esto, se dio cuenta de que no debera haberlo dicho en voz alta, y de que, al mismo tiempo, en cierta medida, haba reconocido el derecho a vigilarle que se arrogaba el desconocido, pero en ese momento no le pareci importante. En todo caso, as lo entendi el desconocido, pues dijo: No prefiere quedarse aqu? Ni quiero quedarme aqu, ni deseo que usted me siga hablando mientras no se haya presentado. Se lo he dicho con buena intencin dijo el desconocido, y abri voluntariamente la puerta. La habitacin contigua, en la que K entr ms despacio de lo que hubiera deseado, ofreca, al menos a primera vista, un aspecto muy parecido al de la noche anterior. Era la sala de estar de la seora Grubach. Tal vez esa habitacin repleta de muebles, alfombras, objetos de porcelana y fotografas aparentaba esa maana tener un poco ms de espacio libre que de costumbre, aunque era algo que no se adverta al principio, como el cambio principal, que consista en la presencia de un hombre sentado al lado de la ventana con un libro en las manos, del que, al entrar K, apart la mirada. Tendra que haberse quedado en su habitacin! Acaso no se lo ha dicho Franz? S, qu quiere usted de m? pregunt K, que mir alternativamente al nuevo desconocido y a la persona a la que haba llamado Franz, que ahora permaneca en la puerta. A travs de la ventana abierta pudo ver otra vez a la anciana que, con una autntica curiosidad senil, permaneca asomada con la firme resolucin de no perderse nada.
- 4. Librodot El proceso Franz Kafka Quiero ver a la seora Grubach dijo K, hizo un movimiento corno si quisiera desasirse de los dos hombres, que, sin embargo, estaban situados lejos de l, y se dispuso a irse. No dijo el hombre de la ventana, arroj el libro sobre una mesita y se levant. No puede irse, usted est detenido. As parece dijo K5 . Y por qu? pregunt a continuacin. No estamos autorizados a decrselo. Regrese a su habitacin y espere all. El proceso se acaba de iniciar y usted conocer todo en el momento oportuno. Me excedo en mis funciones cuando le hablo con tanta amabilidad. Pero espero que no me oiga nadie excepto Franz, y l tambin se ha comportado amablemente con usted, infringiendo todos los reglamentos. Si sigue teniendo tanta suerte como la que ha tenido con el nombramiento de sus vigilantes, entonces puede ser optimista. K se quiso sentar, pero ahora comprob que en toda la habitacin no haba ni un solo sitio en el que tomar asiento, excepto el silln junto a la ventana. Ya ver que todo lo que le hemos dicho es verdad dijo Franz, que se acerc con el otro hombre hasta donde estaba K. El compaero de Franz le superaba en altura y le dio unas palmadas en el hombro. Ambos examinaron la camisa del pijama de K y dijeron que se pusiera otra peor, que ellos guardaran sa, as como el resto de su ropa, y que si el asunto resultaba bien, entonces le devolveran lo que haban tomado. Es mejor que nos entregue todo a nosotros en vez de al depsito dijeron, pues en el depsito desaparecen cosas con frecuencia y, adems, transcurrido cierto plazo, se vende todo, sin tener en consideracin si el proceso ha terminado o no. Y hay que ver lo que duran los procesos en los ltimos tiempos! Naturalmente, el depsito, al final, abona un reintegro, pero ste, en primer lugar, es muy bajo, pues en la venta no decide la suma ofertada, sino la del soborno y, en segundo lugar, esos reintegros disminuyen, segn la experiencia, conforme van pasando de mano en mano y van transcurriendo los aos. K apenas prestaba atencin a todas esas aclaraciones. Por ahora no le interesaba el derecho de disposicin sobre sus bienes, consideraba ms importante obtener claridad en lo referente a su situacin. Pero en presencia de aquella gente no poda reflexionar bien, uno de los vigilantes poda tratarse, en efecto, de vigilantes, que no paraba de hablar por encima de l con sus colegas, le propin una serie de golpes amistosos con el estmago; no obstante, cuando alz la vista contempl una nariz torcida y un rostro huesudo y seco que no armonizaba con un cuerpo tan grueso. Qu hombres eran sos? De qu hablaban? A qu organismo pertenecan? K viva en un Estado de Derecho, en todas partes reinaba la paz, todas las leyes permanecan en vigor6 , quin osaba entonces atropellarle en su habitacin? 5 Tachado en el manuscrito: dijo K sonriendo; sin haber estado antes preocupado, ahora se senta aliviado, pues se haba expresado lo imposible y, as, su imposibilidad se haba tornado ms evidente. 6 No sin cierta irona describe Kafka la situacin jurdicopoltica del momento. Kafka comenz la novela el 11 de agosto de 1914, en plena gestacin de la I Guerra Mundial. Las referencias al Estado de Derecho y al vigor de las leyes es interesante porque designa un rgimen que se somete al derecho en su forma de actuacin. Un manto de normalidad cubre la sociedad en la que se desenvuelve Josef K, no hay ninguna perturbacin del
- 5. Librodot El proceso Franz Kafka Siempre intentaba tomarlo todo a la ligera, creer en lo peor slo cuando lo peor ya haba sucedido, no tomar ninguna previsin para el futuro, ni siquiera cuando exista una amenaza considerable. Aqu, sin embargo, no le pareca lo correcto. Ciertamente, todo se poda considerar una broma, si bien una broma grosera, que sus colegas del banco le gastaban por motivos desconocidos, o tal vez porque precisamente ese da cumpla treinta aos7 . Era muy posible, a lo mejor slo necesitaba rerse ante los rostros de los vigilantes para que ellos rieran con l, quiz fueran los mozos de cuerda de la esquina, su apariencia era similar, no obstante, desde la primera mirada que le haba dirigido el vigilante Franz, haba decidido no renunciar a la ms pequea ventaja que pudiera poseer contra esa gente8 . Por lo dems, K no infravaloraba el peligro de que ms tarde se dijera que no aguantaba ninguna broma. Se acord sin que fuera su costumbre aprender de la experiencia de un caso insignificante, en el que, a diferencia de sus amigos, se comport, plenamente consciente, con imprudencia, sin cuidarse de las consecuencias, y fue castigado con el resultado. Eso no deba volver a ocurrir, al menos no esta vez; si era una comedia, seguira el juego. An estaba en libertad. Permtanme dijo, y pas rpidamente entre los vigilantes para dirigirse a su habitacin. Parece que es razonable oy que decan detrs de l. En cuanto lleg a su habitacin se dedic a sacar los cajones del escritorio, todo en su interior estaba muy ordenado, pero, a causa de la excitacin, no poda encontrar precisamente los documentos de identidad que buscaba. Finalmente encontr los papeles para poder circular en bicicleta, ya quera ir a enserselos a los vigilantes cuando pens que esos papeles eran insignificantes, por lo que sigui buscando hasta que encontr su partida de nacimiento. Cuando regres a la habitacin contigua, se abri la puerta de enfrente y apareci la seora Grubach. Slo se vieron un instante, pues en cuanto reconoci a K pareci confusa, pidi disculpas y desapareci cerrando cuidadosamente la puerta. Pero entre es lo nico que K tuvo tiempo de decir. Ahora se encontraba en el centro de la habitacin, con los papeles en la mano. Continu mirando hacia la puerta, que no se volvi a abrir, y le asust la llamada de los vigilantes, quienes permanecan sentados frente a una mesita al lado de la ventana abierta. Como K pudo comprobar, se estaban comiendo su desayuno. Por qu no ha entrado la seora Grubach? pregunt K. orden poltico ni ningn estado de alarma, excepcin o sitio que pudiera justificar la existencia de tribunales de excepcin. 7 La accin de la novela transcurre en el periodo exacto de un ao. En la eleccin de la edad y de otras circunstancias temporales se dan motivos autobiogrficos, en concreto se reflejan determinados acontecimientos relativos a su relacin con Felice Bauer. 8 Tachado en el manuscrito: por el miedo de que se rieran ms tarde de su seriedad exagerada.
- 6. Librodot El proceso Franz Kafka No puede dijo el vigilante ms alto. Usted est detenido. Pero cmo puedo estar detenido, y de esta manera? Ya empieza usted de nuevo dijo el vigilante, e introdujo un trozo de pan en el tarro de la miel. No respondemos a ese tipo de preguntas. Pues debern responderlas. Aqu estn mis documentos de identidad, mustrenme ahora los suyos y, ante todo, la orden de detencin. Cielo santo! dijo el vigilante. Que no se pueda adaptar a su situacin actual, y que parezca querer dedicarse a irritarnos intilmente, a nosotros, que probablemente somos los que ahora estamos ms prximos a usted entre todos los hombres. As es, cralo dijo Franz, que no se llev la taza a los labios, sino que dirigi a K una larga mirada, probablemente sin importancia, pero incomprensible. K incurri sin quererlo en un intercambio de miradas con Franz, pero agit sus papeles y dijo: Aqu estn mis documentos de identidad. Y qu nos importan a nosotros? grit ahora el vigilante ms alto. Se est comportando como un nio. Qu quiere usted? Acaso pretende al hablar con nosotros sobre documentos de identidad y sobre rdenes de detencin que su maldito proceso acabe pronto? Somos empleados subalternos, apenas comprendemos algo sobre papeles de identidad, no tenemos nada que ver con su asunto, excepto nuestra tarea de vigilarle diez horas todos los das, y por eso nos pagan. Eso es todo lo que somos. No obstante, somos capaces de comprender que las instancias superiores, a cuyo servicio estamos, antes de disponer una detencin como sta se han informado a fondo sobre los motivos de la detencin y sobre la persona del detenido. No hay ningn error. El organismo para el que trabajamos, por lo que conozco de l, y slo conozco los rangos ms inferiores, no se dedica a buscar la culpa en la poblacin, sino que, como est establecido en la ley, se ve atrado por la culpa y nos enva a nosotros, a los vigilantes. Eso es ley. Dnde puede cometerse aqu un error? No conozco esa leydijo K. Pues peor para usteddijo el vigilante. Slo existe en sus cabezas dijo K, que quera penetrar en los pensamientos de los vigilantes, de algn modo inclinarlos a su favor o ir ganando terreno. Pero el vigilante se limit a decir: Ya sentir sus efectos. Franz se inmiscuy en la conversacin y dijo: Mira, Willem, admite que no conoce la ley y, al mismo tiempo, afirma que es inocente. Tienes razn, pero no se puede conseguir que comprenda nada dijo el otro.
- 7. Librodot El proceso Franz Kafka K ya no respondi. Acaso pens debo dejarme confundir por la chchara de estos empleados subalternos, como ellos mismos reconocen serlo? Hablan de cosas que no entienden en absoluto. Su seguridad slo se basa en su necedad. Un par de palabras que intercambie con una persona de mi nivel y todo quedar incomparablemente ms claro que en una conversacin larga con stos. Pase de un lado a otro de la habitacin, segua viendo enfrente a la anciana, que ahora haba arrastrado hasta all a una persona an ms anciana, a la que mantena abrazada. K tena que poner punto final a ese espectculo. Condzcanme hasta su superior dijo K. Cuando l lo diga, no antes dijo el vigilante llamado Willem. y ahora le aconsejo aadi que vaya a su habitacin, se comporte con tranquilidad y espere hasta que se disponga algo sobre su situacin. Le aconsejamos que no se pierda en pensamientos intiles, sino que se concentre, pues tendr que hacer frente a grandes exigencias. No nos ha tratado con la benevolencia que merecemos. Ha olvidado que nosotros, quienes quiera que seamos, al menos frente a usted somos hombres libres, y esa diferencia no es ninguna nimiedad. A pesar de todo, estamos dispuestos, si tiene dinero, a subirle un pequeo desayuno de la cafetera. K no respondi a la oferta y permaneci un rato en silencio. Tal vez no le impidieran que abriera la puerta de la habitacin contigua o la del recibidor, tal vez sa fuera la solucin ms simple, llevarlo todo al extremo. Pero tambin era posible que se echaran sobre l y, una vez en el suelo, habra perdido toda la superioridad que, en cierta medida, an mantena sobre ellos. Por esta razn, prefiri a esa solucin la seguridad que traera consigo el desarrollo natural de los acontecimientos, y regres a su habitacin, sin que ni l ni los vigilantes pronunciaran una palabra ms. Se arroj sobre la cama y tom de la mesilla de noche una hermosa manzana que haba reservado la noche anterior para su desayuno. Ahora era su nico desayuno y, como comprob al darle el primer mordisco, resultaba, sin duda, mucho mejor que el desayuno que le hubiera podido subir el vigilante de la sucia cafetera. Se senta bien y confiado. Cierto, estaba descuidando sus deberes matutinos en el banco, pero como su puesto era relativamente elevado podra disculparse con facilidad. Debera decir las verdaderas razones? Pens en hacerlo. Si no le crean, lo que sera comprensible en su caso, podra presentar a la seora Grubach como testigo o a los dos ancianos de enfrente, que ahora mismo se encontraban en camino hacia la ventana de la habitacin opuesta. A K le sorprendi, al adoptar la perspectiva de los vigilantes, que le hubieran confinado en la habitacin y le hubieran dejado solo, pues all tena mltiples posibilidades de quitarse la vida. Al mismo tiempo, sin embargo, se pregunt, esta vez desde su perspectiva, qu motivo podra tener para hacerlo. Acaso porque esos dos de al lado estaban all sentados y se haban apoderado de su desayuno? Habra sido tan absurdo quitarse la vida, que l, aun cuando hubiese querido hacerlo, hubiera desistido por encontrarlo absurdo. Si la limitacin intelectual de los vigilantes no hubiese sido tan manifiesta, se hubiera podido aceptar que tampoco ellos, como consecuencia del mismo convencimiento, consideraban peligroso dejarlo solo. Que vieran ahora, si queran, cmo se acercaba a un armario, en el que guardaba un buen aguardiente, cmo se tomaba un vaso como sustituto del desayuno y cmo destinaba otro para darse valor, pero este ltimo slo como precaucin para el caso improbable de que fuera necesario.
- 8. Librodot El proceso Franz Kafka En ese instante le asust tanto una llamada de la habitacin contigua que mordi el cristal del vaso. El supervisor le llamadijeron. Slo haba sido el grito lo que le haba asustado, ese grito corto, seco, militar, del que jams hubiera credo capaz a Franz. La orden fue bienvenida. Por fin! exclam, cerr el armario y se apresur a entrar en la habitacin contigua. All estaban los dos vigilantes que le conminaron a que volviera a su habitacin, como si fuera algo natural. Pero cmo se le ocurre? gritaron. Cmo pretende presentarse ante el supervisor en mangas de camisa? Le dar una paliza y a nosotros tambin! Al diablo con todo! grit K, que ya haba sido empujado hasta el armario ropero. Cuando se me asalta en la cama no se puede esperar encontrarme en traje de etiqueta. No le servir de nada resistirse dijeron los vigilantes, quienes, siempre que K gritaba, permanecan tranquilos, con cierto aire de tristeza, lo que le confunda y, en cierta medida, le haca entrar en razn. Ceremonias ridculas! gru an, pero cogi una chaqueta de la silla y la mantuvo un rato entre las manos, como si la sometiera al juicio de los vigilantes. Ellos negaron con la cabeza. Tiene que ser una chaqueta negradijeron. K arroj la chaqueta al suelo y dijo: An no se puede tratar de la vista oral. Los vigilantes sonrieron, pero no cambiaron de opinin: Tiene que ser una chaqueta negra. Si eso contribuye a acelerar el asunto, me parece bien dijo K, que abri el armario, busc un buen rato entre los trajes y por fin sac su mejor traje negro, un chaqu que por su elegancia haba causado impresin entre sus amigos. A continuacin, sac tambin una camisa y comenz a vestirse cuidadosamente. Crey haber logrado un adelanto al comprobar que los vigilantes haban olvidado que se aseara en el bao. Los observaba para ver si se acordaban, pero naturalmente no se les ocurri; sin embargo, Willem no olvid enviar a Franz al supervisor con la noticia de que K se estaba vistiendo 9 . 9 Tachado en el manuscrito: An tardar un rato! le grit K por simple petulancia, pero en realidad se dio toda la prisa que pudo.
- 9. Librodot El proceso Franz Kafka Una vez vestido tuvo que atravesar, pocos pasos por delante de Willem, la habitacin contigua, ya vaca, y entrar en la siguiente, cuya puerta, de dos hojas, estaba abierta. Esta habitacin, como muy bien saba K, haba sido ocupada haca poco tiempo por una mecangrafa que sola salir muy temprano a trabajar y llegaba tarde por las noches, y con la que K apenas haba cruzado algunas palabras de saludo. Ahora la mesilla de noche haba sido desplazada desde la cama hasta el centro de la habitacin para servir de mesa de interrogatorio, y el supervisor se sentaba detrs de ella. Tena las piernas cruzadas y apoyaba un brazo en el respaldo de la silla. En una de las esquinas10 de la habitacin haba tres jvenes que contemplaban las fotografas de la seorita Brstner, colgadas de la pared. Del picaporte de la ventana, que permaneca abierta, colgaba una blusa blanca. En la ventana de enfrente se encontraban de nuevo los dos ancianos, pero la reunin haba aumentado, pues detrs de ellos destacaba un hombre con la camisa abierta, mostrando el pecho, que no paraba de retorcer y presionar con los dedos su perilla pelirroja. Josef K? pregunt el supervisor, tal vez slo para captar su atencin dispersa. K asinti. Le han sorprendido mucho los acontecimientos de esta maana? pregunt el supervisor y, como si fueran elementos necesarios para el interrogatorio, desplaz con ambas manos algunos objetos que haba sobre la mesilla: una vela, una caja de cerillas, un libro y un acerico. As es dijo K, y le invadi una sensacin de bienestar por haber encontrado al fin a un hombre razonable con el que poder hablar sobre su asunto. Cierto, estoy sorprendido, pero de ningn modo muy sorprendido. No muy sorprendido? pregunt el supervisor, y puso ahora la vela en el centro de la mesilla, mientras agrupaba el resto de los objetos a su alrededor. Es posible que no me interprete bien se apresur a especificar. Quiero decir aqu K se interrumpi y busc una silla. Puedo sentarme? pregunt. No es lo normal respondi el supervisor. Quiero decir dijo ahora K sin ms pausas que me ha sorprendido mucho, pero como llevo treinta aos en el mundo y he tenido que abrirme camino solo en la vida, estoy 10 Desde la nota hasta Josef K? hay una versin alternativa en el manuscrito: El supervisor le contempl en silencio y con mirada inquisitiva. El interrogatorio parece limitarse a miradas pens K. Un rato se le puede permitir. Si supiera qu autoridad puede ser sta que, slo por mi causa y sin la menor perspectiva de xito, se puede permitir el lujo de tomar semejantes medidas extraordinarias. Pues no se puede dudar en calificarlas de extraordinarias. Me han asignado a tres personas, han desordenado dos habitaciones ajenas, all en la esquina hay tres jvenes que contemplan las fotografas de la seorita Brstner.
- 10. Librodot El proceso Franz Kafka endurecido contra todo tipo de sorpresas, as que no las tomo por la tremenda11 . Especialmente la de hoy, no. Por qu no especialmente la de hoy? No quiero decir que lo considere todo una broma, para ello me parecen demasiado complicadas todas las precauciones que se han tomado. Tendran que participar todos los inquilinos de la pensin y tambin todos ustedes, eso me parece rebasar los lmites de una broma. Por eso no quiero decir que se trata de una broma. En efecto dijo el supervisor y se dedic a contar las cerillas que haba en la caja. Por otra parte continu K, y se dirigi a todos, incluso le hubiera gustado que los tres situados ante las fotografas se hubieran dado la vuelta para escucharle, por otra parte el asunto no puede ser de mucha importancia. Lo deduzco porque he sido acusado, pero no puedo encontrar ninguna culpa por la que me pudieran haber acusado. Pero eso tambin es secundario. Las preguntas principales son: Quin me ha acusado? Qu organismo tramita mi proceso? Es usted funcionario? Ninguno tiene uniforme, a no ser que su traje y se dirigi a Franz se pueda denominar un uniforme, aunque a m me parece ms bien un traje de viaje. Reclamo claridad en estas cuestiones y estoy convencido de que, una vez que hayan sido aclaradas, nos podremos despedir amablemente. El supervisor derrib la caja de cerillas sobre la mesa. Usted se encuentra en un grave error dijo. Estos seores, aqu presentes, y yo, carecemos completamente, en lo que se refiere a su asunto, de importancia, ms an, apenas sabemos algo de l. Podramos llevar los uniformes reglamentarios y su asunto no habra empeorado un pice. Tampoco puedo decirle si le han acusado, o mejor, ni siquiera se si le han acusado. Usted est detenido, eso es cierto, no s ms. Es posible que los vigilantes hayan charlado de otra cosa, pero eso slo es una charla. Aunque no pueda responder a sus preguntas, s le puedo aconsejar que piense menos en nosotros y en lo que le pueda ocurrir y piense ms en s mismo. Y tampoco alardee tanto de su inocencia, estropea la buena impresin que da. Tambin debera ser ms reservado al hablar, casi todo lo que ha dicho hasta ahora se podra haber deducido de su comportamiento aunque hubiera dicho muchas menos palabras, adems, no resulta muy favorable para su causa. K mir fijamente al supervisor. Acaso reciba lecciones de un hombre que probablemente era ms joven que l? Le reprendan por su sinceridad? Y no iba a saber nada de su detencin ni del que la haba dispuesto? Se apoder de l cierta excitacin, fue de un lado a otro, siempre y cuando nada ni nadie se lo impeda, se subi los puos de la camisa, se toc 11 A continuacin, tachado en el manuscrito: Alguien me dijo, ahora no me acuerdo quin, que, cuando nos levantamos temprano, resulta extrao encontrarlo todo en el mismo sitio en que se dej por la noche. La vigilia, al menos en apariencia, es un estado muy diferente al del sueo y, como ese hombre dijo con razn, se necesita una gran presencia de nimo para, con los ojos abiertos, situar todos los objetos en el mismo lugar en que quedaron la noche anterior. Por esto mismo, el instante en el que despertamos es el ms arriesgado, una vez que se ha superado, sin quedar desplazado del lugar, podemos seguir viviendo confiados el resto del da. A qu conclusiones lleg ese hombre ahora me acabo de acordar de quin era, pero su nombre es indiferente
- 11. Librodot El proceso Franz Kafka el pecho, se alis el pelo, pas al lado de los tres seores, dijo esto es absurdo, por lo que stos se volvieron y le contemplaron con amabilidad, pero serios, y, finalmente, se par ante la mesa del supervisor. El fiscal Hasterer es un buen amigo mo dijo, le puedo llamar por telfono? Por supuesto dijo el supervisor, pero no s qu sentido podra tener hacerlo, a no ser que quisiera hablar con l de algn asunto particular. Qu sentido? grit K, ms confuso que enojado. Pero, entonces, quin es usted? Usted pretende encontrar algn sentido y procede de la manera ms absurda. Esto es para volverse loco. Estos seores me han asaltado y ahora estn aqu sentados o pasean alrededor y me obligan a comparecer ante usted como si fuera un colegial. Qu sentido tendra llamar a un fiscal si, como indican las apariencias, estoy detenido? Bien, no llamar por telfono. Pero hgalo dijo el supervisor, y extendi la mano en direccin al recibidor, donde estaba el telfono, por favor, llame. No, ya no quiero dijo K, y se acerc a la ventana. Desde all poda ver a las personas de enfrente, quienes ahora, al ver aparecer a K en la ventana, se sintieron algo perturbadas en su papel de tranquilos espectadores. Los ancianos queran levantarse, pero el hombre que estaba detrs de ellos los tranquiliz. All hay unos mirones! grit K hacia el supervisor y los seal con el dedo. Fuera de ah! Los tres retrocedieron inmediatamente unos pasos, los dos ancianos se colocaron, incluso, detrs del hombre, que con su ancho cuerpo los tapaba. Por los movimientos de su boca se poda deducir que estaba diciendo algo, aunque incomprensible desde la distancia. Pero no llegaron a desaparecer del todo, ms bien parecan esperar el instante en que pudieran acercarse a la ventana sin ser notados. Gente impertinente y desconsiderada! dijo K al volverse hacia la habitacin. El supervisor probablemente asinti, al menos as lo crey K al dirigirle una mirada de soslayo. Aunque tambin era posible que no hubiera escuchado, pues haba extendido una de sus manos en la mesa y pareca comparar los dedos. Los dos vigilantes estaban sentados en un bal cubierto con un pao decorativo y frotaban sus rodillas. Los tres jvenes haban colocado las manos en las caderas y miraban alrededor sin fijarse en nada. Haba un silencio como el que reina en una oficina vaca. Bien, seores dijo K, pues le pareci que l era quien lo soportaba todo sobre sus hombros, de su actitud se puede deducir que han concluido con mi asunto. Soy de la opinin de que lo mejor sera no pensar ms sobre si su actuacin est justificada o no y terminar el caso reconciliados, con un apretn de manos. Si comparten mi opinin, entonces, por favor y se acerc a la mesa del supervisor alargndole la mano. El supervisor elev la mirada, se mordi el labio y mir la mano extendida de K. An crea K que el supervisor la estrechara, pero ste se levant, cogi un sombrero que estaba sobre
- 12. Librodot El proceso Franz Kafka la cama de la seorita Brstner y se lo coloc cuidadosamente con las dos manos, como hace la gente cuando se prueba un sombrero nuevo. Qu fcil le parece todo a usted! dijo a K mientras se pona el sombrero. Deberamos terminar el asunto con una despedida conciliadora, sa es su opinin? No, no, as no funcionan las cosas, y con esto tampoco le estoy diciendo que se desespere. No, por qu hacerlo? Usted est detenido, nada ms. Eso es lo que tena que comunicarle, he cumplido mi misin y tambin he visto cmo ha reaccionado. Con eso es suficiente por hoy, ya podemos despedirnos, aunque slo por el momento. Usted querr ir al banco Al banco? pregunt K. Pens que estaba detenido. K pregunt con cierto consuelo, pues aunque su apretn de manos no haba sido aceptado, desde que el supervisor se haba levantado se senta mucho ms independiente de aquella gente. Quera seguirles el juego. Tena la intencin, en el caso de que se fueran, de ir detrs de ellos hasta la puerta y ofrecerles su detencin. Por eso repiti: Cmo puedo ir al banco, si estoy detenido? Ah, ya! dijo el supervisor, que haba llegado a la puerta, me ha entendido mal, usted est detenido, cierto, pero eso no le impide Cumplir con sus obligaciones laborales. Debe seguir su vida normal. Entonces estar detenido no es tan malo dijo K, y se acerc al supervisor. No he dicho nada que lo desmientadijo ste. Pero tampoco parece que haya sido necesaria la comunicacin de la detencin dijo K, y se acerc ms. Tambin los otros se haban acercado. Todos se haban reunido en un pequeo espacio al lado de la puerta. Era mi deber dijo el supervisor. Un deber bastante tonto dijo K inflexible. Puede ser respondi el supervisor, pero no vamos a perder el tiempo con conversaciones como sta. He pensado que querra ir al banco. Como usted est al tanto de todas las palabras, aado: no le obligo a ir al banco, slo he supuesto que quera hacerlo. Para facilitrselo y para que su llegada al banco sea lo ms discreta posible, he mantenido a estos tres jvenes, colegas suyos, a su disposicin. Cmo? grit K, y mir asombrado a los tres. Aquellos jvenes tan anodinos y anmicos, que l an recordaba slo como grupo al lado de las fotografas, eran realmente funcionarios de su banco, no colegas, eso era demasiado decir, y demostraba una laguna en la omnisciencia del supervisor, aunque, en efecto, se trataba de funcionarios subordinados del banco. Cmo no se haba dado cuenta antes? Hasta qu punto haba concentrado la atencin en el supervisor y en los vigilantes, que haba sido incapaz de reconocer a esos tres: al torpe Rabensteiner, siempre agitando las manos, al
- 13. Librodot El proceso Franz Kafka rubio Kullych, con los ojos cados, y a Kaminer, con su sonrisa insoportable, producto de una distrofia muscular crnica. Buenos das! dijo K, pasado un rato, y ofreci su mano a los seores, que se inclinaron correctamente. No les haba reconocido. Bien, entonces nos vamos juntos al trabajo, no? Los tres jvenes asintieron solcitos y sonriendo, como si hubieran estado esperando ese momento durante todo el tiempo, slo cuando K ech de menos su sombrero, que se haba quedado en su cuarto, se apresuraron, uno detrs del otro, a recogerlo, de lo que se poda deducir cierta perplejidad. K permaneci en silencio y vio cmo se alejaban a travs de las dos puertas abiertas, el ltimo, naturalmente, era el indiferente Rabensteiner, que se haba limitado a adoptar un elegante trote corto. Kaminer le entreg el sombrero, y K tuvo que decirse expresamente, lo que, por lo dems, era necesario con frecuencia en el banco, que la sonrisa de Kaminer no era intencionada, que en realidad era incapaz de sonrer intencionadamente. En el recibidor, la seora Grubach, que no aparentaba ninguna conciencia culpable, abri la puerta de la calle a todo el grupo, y K, como muchas veces, se qued mirando la cinta de su delantal, que cea innecesariamente su poderoso cuerpo. Una vez fuera, K, con el reloj en la mano, y para no aumentar el retraso de media hora, decidi llamar a un taxi. Kaminer se acerc corriendo a una esquina para llamar a uno, pero mientras los otros dos aparentemente intentaban distraer a K, Kullych seal repentinamente la puerta de enfrente, en la que acababa de aparecer el hombre con la perilla pelirroja, quien qued algo confuso, ya que ahora se mostraba en toda su estatura, por lo que retrocedi hasta la pared y se apoy en ella. Los ancianos an estaban en las escaleras. K se enfad con Kullych por haber llamado la atencin sobre el hombre al que ya haba visto antes y al que incluso haba esperado. No mire hacia all balbuce, sin darse cuenta de lo llamativa que resultaba esa forma de expresarse cuando se diriga a personas maduras. Pero tampoco era necesaria ninguna explicacin, pues acababa de llegar el coche, as que se sentaron y partieron. En ese instante, K se acord de que no se haba percatado de la partida del supervisor y de los vigilantes, el supervisor le haba ocultado a los tres funcionarios y ahora los funcionarios haban ocultado, a su vez, al supervisor. Eso no denotaba mucha serenidad, as que K se propuso observarse mejor. No obstante, se dio la vuelta y se inclin por si todava exista la posibilidad de ver al supervisor y a los vigilantes. Pero recuper en seguida su posicin original sin ni siquiera haber intentado buscar a alguien, reclinndose cmodamente en uno de los extremos del asiento del coche12 . Aunque no lo aparentaba, habra necesitado ahora algo de conversacin, pero los seores parecan cansados. Rabensteiner miraba hacia la derecha, Kullych hacia la izquierda y slo Kaminer estaba a su disposicin con sus muecas, y hacer una broma sobre ellas, por desgracia, lo prohiba la humanidad. 12 Tachado en el manuscrito: se reclin en el asiento del coche, dijo "Dios mo!", y elev las cejas al sonrer.
- 14. Librodot El proceso Franz Kafka CONVERSACIN CON LA SEORA GRUBACH LA SEORITA BRSTNER13 En esa primavera, K, despus del trabajo, cuando era posible normalmente permaneca hasta las nueve en la oficina, sola dar un paseo por la noche solo o con algn conocido y luego se iba a una cervecera, donde se sentaba hasta las once en una tertulia compuesta en su mayor parte por hombres ya mayores. Pero haba excepciones en esta rutina, por ejemplo cuando el director del banco, que apreciaba su capacidad de trabajo y su formalidad, le invitaba a una excursin con el coche o a cenar en su villa. Adems, una vez a la semana iba a casa de una muchacha llamada Elsa, que trabajaba de camarera en una taberna hasta altas horas de la madrugada y durante el da slo reciba en la cama a sus visitas. Aquella noche, sin embargo el da haba transcurrido con rapidez por el trabajo agotador y las numerosas felicitaciones de cumpleaos, K quera regresar directamente a casa. En todas las pequeas pausas del trabajo haba pensado en ello. Sin saber con certeza por qu, le pareca que los incidentes de aquella maana haban causado un gran desorden en la vivienda de la seora Grubach y que su presencia era necesaria para restaurar de nuevo el orden. Una vez restaurado, quedara suprimida cualquier huella del incidente y todo volvera a los cauces normales. De los tres funcionarios no haba nada que temer, se haban vuelto a sumir en el gran cuerpo de funcionarios del banco, tampoco se poda notar ningn cambio en ellos. K les haba llamado con frecuencia, por separado o en grupo, a su despacho, slo para observarlos y siempre los haba podido despedir satisfecho. Cuando lleg a las nueve y media de la noche a la casa en que viva, K se encontr en la puerta con un muchacho que permaneca con las piernas abiertas y fumando en pipa. Quin es usted? pregunt K en seguida y acerc su rostro al del muchacho, pues no se vea mucho en el oscuro pasillo de entrada. Soy el hijo del portero, seorrespondi el muchacho, se sac la pipa de la boca y se apart. El hijo del portero? pregunt K, y golpe impaciente con el bastn en el suelo. Desea algo el seor? Debo traer a mi padre? No, no dijo K. En su voz haba un tono de disculpa, como si el muchacho hubiera hecho algo malo y l le perdonara. Est bien dijo, y sigui, pero antes de subir las escaleras, se volvi una vez ms. 13 Max Brod fundi los dos primeros captulos en uno. Del manuscrito, sin embargo, se puede deducir que Kafka los concibi como dos captulos independientes.
- 15. Librodot El proceso Franz Kafka Habra podido ir directamente a su habitacin, pero como quera hablar con la seora Grubach, llam a su puerta. Estaba sentada a una mesa cosiendo una media. Sobre la mesa an quedaba un montn de medias viejas. K se disculp algo confuso por haber llegado tan tarde, pero la seora Grubach era muy amable y no quiso or ninguna disculpa: siempre tena tiempo para hablar con l, saba muy bien que era su mejor y ms querido inquilino. K mir la habitacin, haba recobrado su antiguo aspecto, la vajilla del desayuno, que haba estado por la maana en la mesita junto a la ventana, ya haba sido retirada. Las manos femeninas hacen milagros en silencio pens, l probablemente habra roto toda la vajilla, en realidad ni siquiera habra sido capaz de llevrsela. Contempl a la seora Grubach con cierto agradecimiento. Por qu trabaja hasta tan tarde? pregunt. Ambos estaban sentados a la mesa, y K hunda de vez en cuando una de sus manos en las medias. Hay mucho trabajo dijo ella. Durante el da me debo a los inquilinos, pero si quiero mantener el orden en mis cosas slo me quedan las noches. Hoy le he causado un trabajo extraordinario. Por qu? pregunt con cierta vehemencia; el trabajo descansaba en su regazo. Me refiero a los hombres que estuvieron aqu esta maana. Ah, ya! dijo, y se volvi a tranquilizar. Eso no me ha causado mucho trabajo. K mir en silencio cmo emprenda de nuevo su labor. Parece asombrarse de que le hable del asunto pens, no considera correcto que hable de ello. Ms importante es, pues, que lo haga. Slo puedo hablar de ello con una mujer mayor. Algo de trabajo s ha causado dijo, pero no se volver a repetir. No, no se puede repetir dijo ella confirmndolo y sonri a K casi con tristeza. Lo cree de verdad? pregunt K. S dijo ella en voz baja, pero ante todo no se lo debe tomar muy en serio. Las cosas que ocurren en el mundo! Como habla conmigo con tanta confianza, seor K, le confesar que escuch algo detrs de la puerta y que los vigilantes tambin me contaron algunas cosas. Se trata de su felicidad, y eso me importa mucho, ms, quiz, de lo que me incumbe, pues no soy ms que la casera. Bien, algo he odo, pero no puedo decir que sea especialmente malo. No. Usted, es cierto, ha sido detenido, pero no como un ladrn. Cuando se detiene a alguien como si fuera un ladrn, entonces es malo, pero esta detencin, me parece algo peculiar y complejo, perdneme si digo alguna tontera, hay algo complejo en esto que no entiendo, pero que tampoco se debe entender. No ha dicho ninguna tontera, seora Grubach, yo mismo comparto algo su opinin, pero juzgo todo con ms rigor que usted, y no lo tomo por algo complejo, sino por una
- 16. Librodot El proceso Franz Kafka nadera. Me han asaltado de un modo imprevisto, eso es todo. Si nada ms despertarme no me hubiera dejado confundir por la ausencia de Anna, me hubiera levantado en seguida y, sin tener ninguna consideracin con nadie que me saliera al paso, hubiera desayunado, por una vez, en la cocina y me hubiera trado usted el traje de mi habitacin, entonces habra negociado todo breve y razonablemente, no habra pasado a mayores y no hubiera ocurrido nada de lo que pas. Pero uno siempre est tan desprevenido. En el banco, por ejemplo, siempre estoy preparado, all no me podra ocurrir algo similar, all tengo a un ordenanza personal; el telfono interno y el de mi despacho estn frente a m, en la mesa; no cesa de llegar gente, particulares o funcionarios; adems, y ante todo, all estoy siempre sumido en el trabajo, lo que me mantiene alerta, all sera un placer para m enfrentarme a una situacin como sa. Bien, pero ya ha pasado y tampoco quiero hablar ms sobre ello, slo quera or su opinin, la opinin de una mujer razonable, y estoy contento de que coincidamos. Pero ahora me debe dar la mano, una coincidencia as se tiene que sellar con un apretn de manos. Me dar la mano? El vigilante no me la dio pens, y mir a la mujer de un modo diferente, con cierto aire inquisitivo. Ella se levant, porque l tambin se haba levantado, y se mostr algo turbada, ya que no haba entendido todo lo que K haba dicho. A causa de esa turbacin dijo algo que no quera haber dicho y que estaba completamente fuera de lugar: No se lo tome muy en serio, seor K dijo con voz temblorosa y, naturalmente, olvid darle la mano. No saba que se lo tomaba tan en serio dijo K, repentinamente agotado al comprobar la inutilidad de todos los beneplcitos de aquella mujer. Ya desde la puerta pregunt: Est en casa la seorita Brstner? No dijo la seora Grubach, y sonri con simpata al dar esa breve y seca informacin. Est en el teatro. Desea algo de ella? Quiere que le d algn recado? Slo quera conversar un poco con ella. Lamentablemente no s cundo regresar; cuando va al teatro suele llegar tarde. Da igual dijo K, e inclin la cabeza hacia la puerta para irse, slo quera disculparme por haber sido el causante de que ocuparan su habitacin esta maana. Eso no es necesario, seor K, usted es demasiado considerado, la seorita no sabe nada de nada, haba abandonado la casa muy temprano, ya est todo ordenado, usted mismo lo puede comprobar. Abri la puerta de la habitacin de la seorita Brstner. Gracias, lo creo dijo K, pero fue hacia la puerta abierta. La luna iluminaba la oscura habitacin. Lo que pudo ver pareca en orden, ni siquiera la blusa colgaba en el picaporte de
- 17. Librodot El proceso Franz Kafka la ventana. Los almohadones de la cama alcanzaban una altura llamativa: sobre ellos caa la luz de la luna. La seorita viene con frecuencia muy tarde por la noche dijo K, y contempl a la seora Grubach como si fuera responsable de esa costumbre. Ah, la gente joven! dijo la seora Grubach con un tono de disculpa. Cierto, cierto dijo K, pero no se deben extremar las cosas. No, claro que no dijo la seora Grubach. Tiene mucha razn, seor K. Tal vez tambin en este caso. No quiero criticar a la seorita Brstner, ella es una muchacha buena y amable, ordenada, puntual, trabajadora, yo aprecio todo eso, pero algo es verdad: debera ser ms prudente y discreta. Este mes ya la he visto dos veces con un hombre diferente en calles apartadas. Para m resulta muy desagradable; esto, pongo a Dios por testigo, slo se lo cuento a usted, pero es inevitable, tendr que hablar sobre ello con la seorita. Y no es lo nico en ella que considero sospechoso. Est equivocada dijo K furioso e incapaz de ocultarlo, usted ha interpretado mal el comentario que he hecho sobre la seorita, no quera decir eso. Es ms, le advierto sinceramente que no le diga nada, usted est completamente equivocada, conozco muy bien a la seorita, nada de lo que usted ha dicho es verdad. Por lo dems, tal vez he ido demasiado lejos, no le quiero impedir que haga nada, dgale lo que quiera. Buenas noches. Seor K dijo la seora Grubach suplicante, y se apresur a ir detrs de K hasta la puerta, que l ya haba abierto, por el momento no quiero hablar con la seorita, naturalmente que antes quiero observarla, slo a usted le he confiado lo que saba. Al fin y al cabo intento mantener decente la pensin en beneficio de todos los inquilinos, se es mi nico afn. Decencia! grit K a travs de la rendija de la puerta, si quiere que la pensin contine siendo decente, debera echarme a m primero. A continuacin, cerr la puerta de golpe e ignor un suave golpeteo posterior. Puesto que no tena ganas de dormir, decidi permanecer despierto y comprobar a qu hora regresaba la seorita Brstner. Tal vez fuera an posible, por muy improcedente que resultara, intercambiar con ella algunas palabras. Cuando estaba en la ventana y se frotaba los ojos cansados lleg a pensar en castigar a la seora Grubach y en convencer a la seorita Brstner para que ambos rescindieran el contrato de alquiler. Pero poco despus todo le pareci terriblemente exagerado e, incluso, aliment la sospecha contra l mismo de que quera irse de la vivienda por el incidente de la maana. Nada podra haber sido ms absurdo y, ante todo, ms intil y ms despreciable14 . 14 Tachado en el manuscrito: Ante la casa paseaba un soldado con el paso regular y fuerte de un centinela. K se tuvo que inclinar mucho para poder verlo, ya que se encontraba muy cerca de la pared. "Hola!" le grit, pero no tan alto como para que pudiera orle. Por lo dems, result que slo estaba esperando a una criada que haba ido a la cervecera de enfrente para traerle una cerveza y que ahora apareca en la puerta iluminada. K se
- 18. Librodot El proceso Franz Kafka Cuando se cans de mirar por la ventana, y despus de haber abierto un poco la puerta que daba al recibidor para poder ver a todo el que entraba, se ech en el canap. Permaneci tranquilo, fumando un cigarrillo, hasta las once. Pero a partir de esa hora ya no lo resisti ms, as que se fue al recibidor, como si al hacerlo pudiese acelerar la llegada de la seorita Brstner. No es que deseara especialmente verla, en realidad ni siquiera se acordaba de su aspecto, pero ahora quera hablar con ella y le irritaba que su tardanza le procurase intranquilidad y desconcierto al final del da. Tambin la haca responsable de no haber ido a cenar y de haber suprimido la visita prevista a Elsa. No obstante, an se poda arreglar, pues poda ir a la taberna en la que Elsa trabajaba. Decidi hacerlo despus de la conversacin con la seorita Brstner15 . Haban pasado de las once y media cuando oy pasos en la escalera. K, que se haba quedado ensimismado en sus pensamientos y paseaba haciendo ruido por el recibidor, como si estuviera en su propia habitacin, se escondi detrs de la puerta. Era la seorita Brstner, que acababa de llegar. Despus de cerrar la puerta de entrada se ech, temblorosa, un chal de seda sobre sus esbeltos hombros. A continuacin, se dirigi a su habitacin, en la que K, como era medianoche, ya no podra entrar. Por consiguiente, tena que dirigirle la palabra ahora; por desgracia, haba olvidado encender la luz de su habitacin, por lo que su aparicin desde la oscuridad tomara la apariencia de un asalto y se vera obligado a asustarla. En esa situacin comprometida, y como no poda perder ms tiempo, susurr a travs de la rendija de la puerta: Seorita Brstner. Son como una splica, no como una llamada. Hay alguien ah? pregunt la seorita Brstner, y mir a su alrededor con los ojos muy abiertos. Soy yo dijo K abriendo la puerta. Ah, seor K! dijo la seorita Brstner sonriendo. Buenas noches y le tendi la mano. Quisiera hablar con usted un momento, me lo permite? Ahora? pregunt la seorita Brstner. Tiene que ser ahora? Es un poco extrao, no? plante la pregunta de si realmente haba credo por un momento que el soldado estaba all por l. Pero no pudo responderla. 15 Tachado en el manuscrito: Pasaban de las once y media cuando escuch a alguien en la escalera. K, que se encontraba en el vestbulo sumido en sus pensamientos, dando fuertes caladas al cigarro segn su costumbre, se vio obligado a reflexionar un poco antes de huir hacia su habitacin. A travs del agujero de la cerradura comprob que no se trataba de la seorita B, sino del capitn
- 19. Librodot El proceso Franz Kafka La estoy esperando desde las nueve. Ah!, bueno16 , he estado en el teatro, usted no me haba dicho nada. El motivo por el que quiero hablar con usted es algo que ha sucedido esta maana. Bien, no tengo nada en contra, excepto que estoy agotada. Venga un par de minutos a mi habitacin, aqu no podemos conversar, despertaremos a todos y eso sera muy desagradable para m, y no por las molestias causadas a los dems, sino por nosotros. Espere aqu hasta que haya encendido la luz en mi habitacin y entonces apague la suya. As lo hizo K, luego esper hasta que la seorita Brstner le invit en voz baja a entrar en su habitacin. Sintese dijo, y seal una otomana; ella permaneci de pie al lado de la cama a pesar del cansancio del que haba hablado. Ni siquiera se quit su pequeo sombrero, adornado con un ramillete de flores. Bueno, qu desea usted? Tengo curiosidad por saberlo dijo, y cruz ligeramente las piernas. Tal vez le parezcacomenz K que el asunto no era tan urgente como para tener que hablarlo ahora, pero Siempre ignoro las introducciones dijo la seorita Brstner. Bien, eso me facilita las cosas dijo K. Su habitacin ha sido esta maana, en cierto modo por mi culpa, un poco desordenada. Lo hicieron unos extraos contra mi voluntad y, como he dicho, tambin por mi culpa. Por eso quisiera pedirle perdn. Mi habitacin? pregunt la seorita Brstner, y en vez de mirar la habitacin dirigi a K una mirada inquisitiva. As ha sido dijo K, y por primera vez se miraron a los ojos. La manera en que ha ocurrido no merece la pena contarla. Pero es precisamente lo interesante dijo la seorita Brstner. No dijo K. Bueno, tampoco quiero inmiscuirme en los asuntos de los dems, si usted insiste en que no es interesante, no objetar nada. Acepto sus disculpas, sobre todo porque no encuentro ninguna huella de desorden. Dio un paseo por la habitacin con las manos en las caderas. Se par frente a las fotografas. 16 Tachado en el manuscrito: Si quera hablar conmigo aunque no me puedo imaginar de qu ha tenido muchas oportunidades para hacerlo.
- 20. Librodot El proceso Franz Kafka Mire exclam, han movido mis fotografas. Eso es algo de mal gusto. As que alguien ha entrado en mi habitacin sin mi permiso. K asinti y maldijo en silencio al funcionario Kaminer, que no poda dominar su absurda e inculta vivacidad. Es extrao dijo la seorita Brstner, me veo obligada a prohibirle algo que usted mismo se debera prohibir: entrar en mi habitacin cuando me hallo ausente. Yo le aseguro, seorita Brstner dijo K, acercndose a las fotografas, que yo no he sido el que las ha tocado. Pero como no me cree, debo reconocer que la comisin investigadora ha trado a tres funcionarios del banco, de los cuales uno, al que cuando se me presente la primera oportunidad despedir del banco, probablemente tom las fotografas en la mano. S aadi K, ya que la seorita le haba lanzado una mirada interrogativa, esta maana hubo aqu una comisin investigadora. Por usted? pregunt la seorita. S respondi K. No exclam ella, y ri. S, s dijo K, cree que soy inocente? Bueno, inocente dijo la seorita. No quiero emitir ahora un juicio trascendente, tampoco le conozco, en todo caso debe de ser un delito grave para mandar inmediatamente a una comisin investigadora. Pero como est en libertad deduzco por su tranquilidad que no se ha escapado de la crcel, no ha podido cometer un delito semejante. S dijo K, pero la comisin investigadora puede haber comprobado que soy inocente o no tan culpable como haban supuesto. Cierto, puede ser dijo ella muy atenta. Ve usted dijo K, no tiene mucha experiencia en asuntos judiciales. No, no la tengo dijo la seorita Brstner, y lo he lamentado con frecuencia, pues quisiera saberlo todo y los asuntos judiciales me interesan mucho. Los tribunales ejercen una poderosa fascinacin, verdad? Pero es muy probable que perfeccione mis conocimientos en este terreno, pues el mes prximo entro a trabajar en un bufete de abogados como secretaria. Eso est muy bien dijo K, as podr ayudarme un poco en mi proceso. Podra serdijo ella, por qu no? Me gusta aplicar mis conocimientos. Se lo digo en serio dijo K, o al menos en el tono medio en broma medio en serio que usted ha empleado. El asunto es demasiado pequeo como para contratar a un abogado, pero podra necesitar a un consejero.
- 21. Librodot El proceso Franz Kafka S, pero si yo tuviera que ser el consejero, debera saber de qu se tratadijo la seorita Brstner. Ah est el quid, que ni yo mismo lo s. Entonces ha estado bromeando conmigo dijo ella muy decepcionada, ha sido algo completamente innecesario elegir una hora tan intempestiva y se alej de las fotografas, donde haca rato que permanecan juntos. Pero no, seoritadijo K, no bromeo en absoluto. Que no me quiera creer! Le he contado todo lo que s, incluso ms de lo que s, pues no era ninguna comisin investigadora, le he dado ese nombre porque no saba cmo denominarla. No se ha investigado nada, slo fui detenido, pero por una comisin. La seorita Brstner se sent en la otomana y ri de nuevo: Cmo fue entonces? pregunt. Horrible dijo K, pero ya no pensaba en ello, se haba quedado absorto en la contemplacin de la seorita Brstner, que, con la mano apoyada en el rostro, descansaba el codo en el cojn de la otomana y acariciaba lentamente su cadera con la otra mano. Eso es demasiado general dijo ella. Qu es demasiado general? pregunt K. Entonces se acord y pregunt: Le puedo mostrar cmo ha ocurrido? quera animar algo el ambiente para no tener que irse. Estoy muy cansada dijo la seorita Brstner. Vino muy tarde dijo K. Y para colmo termina hacindome reproches: me lo merezco, pues no debera haberle dejado entrar. Tampoco era necesario, como se ha comprobado despus. Era necesario, ahora lo comprender dijo K. Puedo desplazar de su cama la mesilla de noche? Pero, qu se le ha ocurrido? dijo la seorita Brstner. Por supuesto que no! Entonces no se lo podr mostrar dijo K excitado, como si le causaran un dao enorme. Bueno, si lo necesita para su representacin, desplace la mesilla dijo la seorita Brstner, y aadi poco despus con voz dbil: Estoy tan cansada que permito ms de lo debido. K coloc la mesilla en el centro de la habitacin y se sent detrs.
- 22. Librodot El proceso Franz Kafka Debe imaginarse correctamente la posicin de las personas, es muy interesante. Yo soy el supervisor, all, en el bal, se sientan los dos vigilantes, al lado de las fotografas permanecen tres jvenes, en el picaporte de la ventana cuelga, lo que menciono slo de pasada, una blusa blanca. Y ahora comienza la funcin. Ah, se me olvidaba la persona ms importante, yo estaba aqu, ante la mesilla. El supervisor estaba sentado con toda comodidad, las piernas cruzadas, el brazo colgando sobre el respaldo, tamaa grosera. Y ahora comienza todo de verdad. El supervisor me llama como si quisiera despertarme del sueo rns profundo, es decir grita, por desgracia tengo que gritar para que lo comprenda, aunque slo grit mi nombre. La seorita Brstner, que escuchaba sonriente, se llev el dedo ndice a los labios para evitar que K gritase, pero era demasiado tarde, K estaba tan identificado con su papel que grit: Josef K! Aunque no lo hizo con la fuerza con que haba amenazado, s con la suficiente como para que el grito, una vez emitido, se expandiera lentamente por la habitacin. En ese instante golpearon la puerta de la habitacin contigua; fueron golpes fuertes, cortos y regulares. La seorita Brstner palideci y se puso la mano en el corazn. K se llev un susto enorme, pues llevaba un rato en el que slo haba sido capaz de pensar en el incidente de la maana y en la muchacha ante la que lo estaba representando. Apenas se haba recuperado, salt hacia la seorita Brstner y tom su mano. No tema usted nada le susurr, yo lo arreglar todo. Pero, quin puede ser? Aqu al lado slo est el saln y nadie duerme en l. Oh, s! susurr la seorita Brstner al odo de K, desde ayer duerme un sobrino de la seora Grubach, un capitn. Ahora mismo no queda ninguna habitacin libre. Tambin yo lo haba olvidado. Cmo se le ocurre gritar as! Soy muy infeliz por su culpa. No hay ningn motivo dijo K, y bes su frente cuando ella se reclin en el cojn. Fuera, mrchese dijo ella, y se incorpor rpidamente, mrchese. Qu quiere, l escucha detrs de la puerta, lo escucha todo. No me atormente ms! No me ir dijo K hasta que se haya calmado. Venga a la esquina opuesta de la habitacin, all no nos puede escuchar. Ella se dej llevar. Piense que se trata slo de una contrariedad, pero que no entraa ningn peligro. Ya sabe cmo me admira la seora Grubach, que es la que decide en este asunto, sobre todo considerando que el capitn es sobrino suyo. Se cree todo lo que le digo. Adems, depende de m, pues me ha pedido prestada una gran cantidad de dinero. Aceptar todas sus propuestas para una aclaracin de nuestro encuentro, siempre que sea oportuno, y le garantizo que la seora Grubach las creer sinceramente y as lo manifestar en pblico. No tenga conmigo ningn tipo de miramientos. Si quiere que se difunda que la he sorprendido,
- 23. Librodot El proceso Franz Kafka as ser instruida la seora Grubach y lo creer sin perder la confianza en m, tanto apego me tiene. La seorita Brstner contemplaba el suelo en silencio y un poco hundida. Por qu no va a creerse la seora Grubach que la he sorprendido? aadi K. Ante l vea su pelo rojizo, separado por una raya, holgado en las puntas y recogido en la parte superior 17 . Crey que le iba a mirar, pero ella, sin cambiar de postura, dijo: Disclpeme, me he asustado tanto por los golpes repentinos, no por las consecuencias que podra traer consigo la presencia del capitn. Despus de su grito estaba todo tan silencioso y de repente esos golpes, por eso estoy tan asustada. Yo estaba sentada al lado de la puerta, los golpes se produjeron casi a mi lado. Le agradezco sus proposiciones, pero no las acepto. Puedo asumir la responsabilidad por todo lo que ocurre en mi habitacin y, adems, frente a cualquiera. Me sorprende que no note la ofensa que suponen para m sus sugerencias, por ms que reconozca sus buenas intenciones. Pero ahora mrchese, djeme sola, ahora lo necesito mucho ms que antes. Los pocos minutos que usted haba pedido se han convertido en media hora o ms. K tom su mano y luego su mueca. No se habr enfadado conmigo? dijo l. Ella retir su mano y respondi: No, no, soy incapaz de enfadarme. K volvi a tomar su mueca y ella, esta vez, lo acept, pero le condujo as hasta la puerta. l estaba firmemente decidido a irse, pero al llegar a la puerta, como si no hubiera esperado encontrarse all con semejante obstculo, se detuvo, lo que la seorita Brstner aprovech para desasirse, abrir la puerta, deslizarse hasta el recibidor y, desde all, decirle a K en voz baja: Ahora vyase, se lo pido por favor. Mire ella seal la puerta del capitn, por debajo de la cual asomaba un poco de luz, ha encendido la luz y nos est espiando. Ya voy dijo K, sali, la estrech en sus brazos y la bes en la boca, luego vidamente por todo el rostro, como un animal sediento que introduce la lengua en el anhelado manantial. Finalmente la bes en el cuello, a la altura de la garganta: all dej reposar sus labios un rato. Un ruido procedente de la habitacin del capitn le oblig a mirar. Ya me voy dijo l, quiso llamarla por su nombre de pila, pero no lo saba. Ella asinti cansada, le dej la mano, mientras se volva, para que la besara, como si no quisiera saber nada ms y se retir, encogida, a su habitacin. Poco despus K yaca en su cama. Se durmi rpidamente, aunque antes de dormirse pens un poco en su comportamiento. Estaba satisfecho, pero se 17 Tachado en el manuscrito: La felicidad de estar en su habitacin, en su proximidad, poda terminar en cualquier momento.
- 24. Librodot El proceso Franz Kafka maravill de no estar an ms satisfecho. Se preocup seriamente por la seorita Brstner a causa del capitn. PRIMERA CITACIN JUDICIAL A K le haban comunicado por telfono que el domingo prximo tendra lugar una corta vista para la instruccin procesal de su causa. S le adverta que esas vistas se celebraban peridicamente, aunque no todas las semanas. Tambin le comunicaron que todos tenan inters n concluir el proceso lo ms rpidamente posible; sin embargo, las investigaciones tenan que ser minuciosas en todos los aspectos, aunque, al mismo tiempo, el esfuerzo unido a ellas jams deba durar demasiado. Precisamente por este motivo se haba elegido realizar ese tipo de citaciones cortas y continuadas. Se haba optado por el domingo como da de la vista sumarial para no perturbar las obligaciones profesionales de K. Se presuma que l estara de acuerdo, pero si prefera otra fecha se intentara satisfacer su deseo. Las citaciones podan tener lugar tambin por la noche, pero K no estara lo suficientemente fresco. As pues, y mientras K no objetase nada, la instruccin se llevara a cabo los domingos. Era evidente que deba comparecer, ni siquiera era necesario advertrselo. Le dijeron el nmero de la casa: estaba situada en una calle apartada de los suburbios en la que K jams haba estado. Una vez odo el mensaje, K colg el auricular sin contestar; estaba decidido a ir el domingo: con toda seguridad era necesario; el proceso se haba puesto en marcha y tena que dejar claro que esa citacin deba ser la ltima. An permaneca pensativo junto al aparato, cuando escuch detrs de l la voz del subdirector, que quera llamar por telfono. K le obstrua el paso. Malas noticias? pregunt el subdirector sin pensar, no para saber algo, sino simplemente para apartar a K del telfono. No, no dijo K, que se apart pero no se alej. El subdirector cogi el auricular y, mientras esperaba la conexin telefnica, se dirigi a K: Una pregunta, seor K, le apetecera venir a una fiesta que doy el domingo en mi velero? Nos reuniremos un buen grupo y encontrar conocidos suyos, entre otros al fiscal Hasterer. Quiere venir? Venga, anmese! K intent prestar atencin a lo que deca el subdirector. No careca de importancia para l, pues esa invitacin del subdirector, con el que nunca se haba llevado bien, supona un intento de reconciliacin de su parte y, al mismo tiempo, mostraba la importancia que K haba adquirido en el banco, as como lo valiosa que le pareca al segundo funcionario ms importante del banco su amistad o, al menos, su imparcialidad. Esa invitacin supona, adems, una humillacin del subdirector, por ms que la hubiera formulado por encima del auricular mientras esperaba la conexin telefnica. Pero K se vio obligado a ocasionarle una segunda humillacin, dijo:
- 25. Librodot El proceso Franz Kafka Muchas gracias! Pero por desgracia el domingo no tengo tiempo, tengo un compromiso. Es una penadijo el subdirector, que se concentr en su conversacin telefnica. No fue una conversacin corta y K permaneci todo el tiempo pensativo al lado del telfono. Cuando el subdirector colg, K se asust y dijo para disculpar su pasiva permanencia all: Me acaban de llamar por telfono, tendra que ir a algn sitio, pero se les ha olvidado decirme la hora. Pregunte usteddijo el subdirector. No es tan importante dijo K, aunque as dejaba sin fundamento su ya dbil disculpa anterior. El subdirector habl todava sobre algunas cosas mientras se iba, K hizo un esfuerzo para responderle, pero slo pensaba en que lo mejor sera ir el domingo a las nueve de la maana, pues sa era la hora en que todos los juzgados comenzaban a trabajar los das laborables. El domingo amaneci nublado. K se levant muy cansado, ya que se haba quedado hasta muy tarde por la noche en una reunin de su tertulia. Casi se haba quedado dormido. Deprisa, sin apenas tiempo para pensar en nada ni para recordar los distintos planes que haba hecho durante la semana, se visti y sali corriendo, sin desayunar, hacia el suburbio indicado. Curiosamente, y aunque apenas tena tiempo para mirar a su alrededor, se encontr con los tres funcionarios relacionados con su causa: Rabensteiner, Kullych y Kaminer. Los dos primeros pasaron por delante de K en un tranva, Kaminer, sin embargo, estaba sentado en la terraza de un caf y se inclin con curiosidad sobre la barandilla cuando K pas a su lado. Todos miraron cmo se alejaba y se sorprendieron por la prisa que llevaba. Era una suerte de despecho lo que haba inducido a K a no coger ningn vehculo para llegar a su destino, pues quera evitar cualquier ayuda extraa en su asunto, por pequea que fuera; tampoco quera recurrir a nadie ni ponerle al corriente de ningn detalle; finalmente tampoco tena ganas de humillarse ante la comisin investigadora con una excesiva puntualidad. No obstante, corra, pero slo para llegar alrededor de las nueve, aunque tampoco le haban citado a una hora concreta. Haba pensado que podra reconocer la casa desde lejos por algn signo, que, sin embargo, no se haba podido imaginar, o por cierto movimiento ante la puerta. Pero en la calle Julius, que era en la que deba estar, y en cuyo inicio permaneci K un rato, slo se alineaban a ambos lados casas grises de alquiler, altas y uniformes, habitadas por gente pobre. En aquella maana de domingo estaban todas las ventanas ocupadas, hombres en camiseta se apoyaban en los antepechos y firmaban o sostenan cuidadosamente entre sus brazos a nios. En otras ventanas colgaba la ropa de cama, sobre la que de vez en cuando apareca por un instante la cabeza desgreada de alguna mujer. Se llamaban unos a otros a travs de la calle: una de esas llamadas provoc risas sobre K. Repartidas con regularidad, a lo largo de la calle se encontraban, algo por debajo del nivel de la acera, algunas tiendas a las que se descenda por unas escaleras y en las que se vendan distintos alimentos. Se vea cmo entraban y salan mujeres de ellas: otras permanecan charlando ante la puerta. Un mercader de fruta, que pregonaba su mercanca y circulaba sin prestar atencin, casi atropella a K, tambin distrado, con su carro. En ese momento comenz a sonar un gramfono de un modo
- 26. Librodot El proceso Franz Kafka criminal: era un viejo aparato que sin duda haba conocido tiempos mejores en un barrio ms elegante. K avanz lentamente por la calle, como si tuviera tiempo o como si el juez de instruccin le estuviera viendo desde una ventana y supiera que K iba a comparecer. Pasaban pocos minutos de las nueve. La casa quedaba bastante lejos, era extraordinariamente ancha, sobre todo la puerta de entrada era muy elevada y amplia. Aparentemente estaba destinada a la carga y descarga de mercancas de los distintos almacenes que rodeaban el patio y que ahora permanecan cerrados. En las puertas de los almacenes se podan ver los letreros de las empresas. K conoca a alguna de ellas por su trabajo en el banco. Aunque no era su costumbre, permaneci un rato en la entrada del patio dedicndose a observar detenidamente todos los pormenores. Cerca de l estaba sentado un hombre descalzo que lea el peridico. Dos muchachos se columpiaban en un carro. Una nia dbil, con la camisa del pijama, estaba al lado de una bomba de agua y miraba hacia K mientras el agua caa en su jarra. En una de las esquinas del patio estaban tendiendo un cordel entre dos ventanas, del que colgaba la ropa para secarse. Un hombre permaneca debajo y diriga la operacin con algunos gritos. K se volvi hacia la escalera para dirigirse al juzgado de instruccin, pero se qued parado, ya que aparte de esa escalera vea en el patio otras tres entradas con sus respectivas escaleras y, adems, un pequeo corredor al final del patio pareca conducir a un segundo patio. Se enoj porque nadie le haba indicado con precisin la situacin de la sala del juzgado. Le haban tratado con una extraa desidia o indiferencia, era su intencin dejarlo muy claro. Finalmente decidi subir por la primera escalera y, mientras lo haca, jug en su pensamiento con el recuerdo de la mxima pronunciada por el vigilante Willem, que el tribunal se ve atrado por la culpa, de lo que se poda deducir que la sala del juzgado tena que encontrarse en la escalera que K haba elegido casualmente. Al subir le molestaron los numerosos nios que jugaban en la escalera y que, cuando pasaba entre ellos, le dirigan miradas malignas. Si tengo que venir otra vez se dijo, tendr que traer caramelos para ganrmelos o el bastn para golpearlos. Cuando le quedaba poco para llegar al primer piso, se vio obligado a esperar un rato, hasta que una pelota llegase, finalmente, a su destino; dos nios, con rostros espabilados de granujas adultos, le sujetaron por las perneras de los pantalones. Si hubiera querido desasirse de ellos, les tendra que haber hecho dao y l tema el gritero que podan formar. La verdadera bsqueda comenz en el primer piso. Como no poda preguntar sobre la comisin investigadora, se invent a un carpintero apellidado Lanz el nombre se le ocurri porque el capitn, sobrino de la seora Grubach, se apellidaba as, y quera preguntar en todas las viviendas si all viva el carpintero Lanz, as tendra la oportunidad de ver las distintas habitaciones. Pero result que la mayora de las veces era superfluo, pues casi todas las puertas estaban abiertas y los nios salan y entraban. Por regla general eran habitaciones con una sola ventana, en las que tambin se cocinaba. Algunas mujeres sostenan nios de pecho en uno de sus brazos y trabajaban en el fogn con el brazo libre. Muchachas adolescentes, aparentemente vestidas slo con un delantal, iban de un lado a otro con gran diligencia. En todas las habitaciones las camas permanecan ocupadas, yacan enfermos, personas durmiendo o estirndose. K llam a las puertas que estaban cerradas y pregunt si all viva un carpintero apellidado Lanz. La mayora de las veces abran mujeres,
- 27. Librodot El proceso Franz Kafka escuchaban la pregunta y luego se dirigan a alguien en el interior de la habitacin que se incorporaba en la cama. El seor pregunta si aqu vive un carpintero, un tal Lanz. Carpintero Lanz? preguntaban desde la cama. S deca K, a pesar de que all indudablemente no se encontraba la comisin investigadora y que, por consiguiente, su misin haba terminado. Muchos creyeron que K tena mucho inters en encontrar al carpintero Lanz, intentaron recordar, nombraron a un carpintero que no se llamaba Lanz u otro apellido que remotamente posea cierta similitud, o preguntaron al vecino, incluso acompaaron a K hasta una puerta alejada, donde, segn su opinin, posiblemente viva un hombre con ese apellido como subinquilino, o donde haba alguien que poda dar una mejor informacin. Finalmente, ya no fue necesario que siguiese preguntando, fue conducido de esa manera por todos los pisos. Lament su plan, que al principio le haba parecido tan prctico. Antes de llegar al quinto piso, decidi renunciar a la bsqueda, se despidi de un joven y amable trabajador que quera conducirle hacia arriba, y baj las escaleras. Entonces se enoj otra vez por la inutilidad de toda la empresa. As que volvi a subir y toc a la primera puerta del quinto piso. Lo primero que vio en la pequea habitacin fue un gran reloj de pared, que ya sealaba las diez. Vive aqu el carpintero Lanz? pregunt. Pase, por favordijo una mujer joven con ojos negros y luminosos, que lavaba en ese preciso momento ropa de nio en un cubo, sealando hacia la puerta abierta que daba a una habitacin contigua. K crey entrar en una asamblea. Una aglomeracin de la gente ms dispar nadie prest atencin al que entraba llenaba una habitacin de mediano tamao con dos ventanas, que estaba rodeada, casi a la altura del techo, por una galera que tambin estaba completamente ocupada y donde las personas slo podan permanecer inclinadas, con la cabeza y la espalda tocando el techo. K, para quien el aire resultaba demasiado sofocante, volvi a salir y dijo a la mujer, que probablemente le haba entendido mal: He preguntado por un carpintero, por un tal Lanz. S dijo la mujer, pase usted, por favor. La mujer se adelant y cogi el picaporte: slo por eso la sigui; a continuacin dijo: Despus de que entre usted tengo que cerrar, nadie ms puede entrar. Muy razonable dijo K, pero ya est demasiado lleno. No obstante, volvi a entrar.
- 28. Librodot El proceso Franz Kafka Acababa de pasar entre dos hombres, que conversaban junto a la puerta uno de ellos haca un ademn con las manos extendidas hacia adelante como si estuviera contando dinero, el otro le miraba fijamente a los ojos, cuando una mano agarr a K por el codo. Era un joven pequeo y de mejillas coloradas. Venga, venga usted le dijo. K se dej guiar. Entre la multitud haba un estrecho pasillo libre que la divida en dos partes, probablemente en dos facciones distintas. asta impresin se vea fortalecida por el hecho de que K, en las primeras hileras, apenas vea algn rostro, ni a la derecha ni a la izquierda, que se volviera hacia l, slo vea las espaldas de personas que dirigan exclusivamente sus gestos y palabras a los de su propio partido. La mayora de los presentes vesta de negro, con viejas y largas chaquetas sueltas, de las que se usaban en das de fiesta. Esa forma de vestir confundi a K, que, si no, hubiera tomado todo por una asamblea poltica18 del distrito. En el extremo de la sala al que K fue conducido, haba una pequea mesa, en sentido transversal, sobre una tarima muy baja, tambin llena de gente, y, detrs de ella, cerca del borde de la tarima, estaba sentado un hombre pequeo, gordo y jadeante, que, en ese preciso momento, conversaba entre grandes risas con otro que haba apoyado el codo en el respaldo de la silla y cruzado las piernas, situado a sus espaldas. A veces haca un ademn con la mano en el aire, como si estuviera imitando a alguien. Al joven que condujo a K le cost transmitir su mensaje. Dos veces se haba puesto de puntillas y haba intentado llamar la atencin, pero ninguno de los de arriba se fij en l. Slo cuando uno de los de la tarima repar en el joven y anunci su presencia, el hombre gordo se volvi hacia l y escuch inclinado su informe, transmitido en voz baja. A continuacin, sac su reloj y mir rpidamente a K. Tendra que haber comparecido hace una hora y cinco minutos dijo. K quiso responder algo, pero no tuvo tiempo, pues apenas haba terminado de hablar el hombre, cuando se elev un murmullo general en la parte derecha de la sala. Tendra que haber comparecido hace una hora y cinco minutos repiti el hombre en voz ms alta y pase rpidamente su mirada por la sala. El rumor se hizo ms fuerte y, como el hombre no volvi a decir nada, se apag paulatinamente. En la sala haba ahora menos ruido que cuando K haba entrado. Slo los de la galera no cesaban en sus observaciones. Por lo que se poda distinguir entre la oscuridad y el polvo, parecan vestir peor que los de abajo. Algunos haban trado cojines, que haban colocado entre la cabeza y el techo para no herirse. K haba decidido no hablar mucho y observar, por eso renunci a defenderse de los reproches de impuntualidad y se limit a decir: Es posible que haya llegado tarde, pero ya estoy aqu. 18 Tachado en el manuscrito: socialista.
- 29. Librodot El proceso Franz Kafka A sus palabras sigui una ovacin en la parte derecha de la sala. Gente fcil de ganar pens K, al que slo le inquiet el silencio en la parte izquierda, precisamente a sus espaldas, y de la que slo haba surgido algn aplauso aislado. Pens qu podra decir para ganrselos a todos de una vez o, si eso no fuera posible, para ganarse a los otros al menos temporalmente. S dijo el hombre, pero yo ya no estoy obligado a interrogarle el rumor se elev, pero esta vez era equvoco, pues el hombre continu despus de hacer un ademn negativo con la mano, aunque hoy lo har como una excepcin. No obstante, un retraso como ste no debe volver a repetirse. Y ahora, adelntese! Alguien baj de la tarima, por lo que qued un sitio libre que K ocup. Estaba presionado contra la mesa, la multitud detrs de l era tan grande que tena que ofrecer resistencia para no tirar de la tarima la mesa del juez instructor o, incluso, al mismo juez. El juez instructor, sin embargo, no se preocupaba por eso, estaba sentado muy cmodo en su silla y, despus de haberle dicho una ltima palabra al hombre que permaneca detrs de l, cogi un libro de notas, el nico objeto que haba sobre la mesa. Pareca un cuaderno colegial, era viejo y estaba deformado por el uso. Bien dijo el juez instructor, hoje el libro y se dirigi a K con un tono verificativo: Usted es pintor de brocha gorda? No dijo K, soy el primer gerente de un gran banco. Esta respuesta despert risas tan sinceras en la parte derecha de la sala que K tambin tuvo que rer. La gente apoyaba las manos en las rodillas y se agitaba tanto que pareca presa de un grave ataque de tos. Tambin rieron algunos de la galera. El juez instructor, profundamente enojado, como probablemente era impotente frente a los de abajo, intent resarcirse con los de la galera. Se levant de un salto, amenaz a la galera, y sus cejas se elevaron espesas y negras sobre sus ojos. La parte de la izquierda an permaneca en silencio, los espectadores estaban en hileras, con los rostros dirigidos a la tarima y, mientras los del partido contrario formaban gran estruendo, escuchaban con tranquilidad las palabras que se intercambiaban arriba, incluso toleraban que en un momento u otro algunos de su faccin se sumaran a la otra. La gente del partido de la izquierda, que, por lo dems, era menos numeroso, en el fondo quera ser tan insignificante como el partido de la derecha, pero la tranquilidad de su comportamiento les haca parecer ms importantes. Cuando K comenz a hablar, estaba convencido de que hablaba en su sentido. Su pregunta, seor juez instructor, de si soy pintor de brocha gorda aunque en realidad no se trataba de una pregunta, sino de una apera afirmacin, es significativa para todo el procedimiento que se ha abierto contra m. Puede objetar que no se trata de ningn procedimiento, tiene razn, pues slo se trata de un procedimiento si yo lo reconozco como tal. Por el momento as lo hago, en cierto modo por compasin. Aqu no se puede comparecer sino con esa actitud compasiva, si uno quiere ser tomado en consideracin. No
- 30. Librodot El proceso Franz Kafka digo que sea un procedimiento catico, pero le ofrezco esta designacin para que tome conciencia de su situacin. K interrumpi su discurso y mir hacia la sala. Lo que acababa de decir era duro, ms de lo que haba previsto, pero era la verdad. Se haba ganado alguna ovacin, pero todo permaneci en silencio, probablemente se esperaba con tensin la continuacin, tal vez en el silencio se preparaba una irrupcin que pondra fin a todo. Result molesto que en ese momento se abriera la puerta. La joven lavandera, que probablemente haba concluido su trabajo, entr en la sala y a pesar de toda su precaucin, atrajo algunas miradas. Slo el juez de instruccin le procur a K una alegra inmediata, pues pareca haber quedado afectado por sus palabras. Hasta ese momento haba escuchado de pie, pues el discurso de K le haba sorprendido mientras se diriga a la galera. Ahora que haba una pausa, se volvi a sentar, aunque lentamente, como si no quisiera que nadie lo advirtiera. Probablemente para calmarse volvi a tomar el libro de notas. No le ayudar nada continu K, tambin su cuadernillo confirma lo que le he dicho. Satisfecho al or slo sus sosegadas palabras en la asamblea, K os arrebatar, sin consideracin alguna, el cuaderno al juez de instruccin. Lo cogi con las puntas de los dedos por una de las hojas del medio, como si le diera asco, de tal modo que las hojas laterales, llenas de manchas amarillentas, escritas apretadamente por ambas caras, colgaban hacia abajo. stas son las actas del juez instructor dijo, y dej caer el cuaderno sobre la mesa. Siga leyendo en l, seor juez instructor, de ese libro de cuentas no temo nada, aunque no est a mi alcance, ya que slo puedo tocarlo con la punta de dos dedos. Slo pudo ser un signo de profunda humillacin, o as se poda interpretar, que el juez instructor cogiera el cuaderno tal y como haba cado sobre la mesa, lo intentara poner en orden y se propusiera leer en l de nuevo. Los rostros de las personas en la primera hilera estaban dirigidos a K con tal tensin que l los contempl un rato desde arriba. Eran hombres mayores, algunos con barba blanca. Es posible que sos fueran los ms influyentes en la asamblea, la cual, a pesar de la humillacin del juez instructor, no sali de la pasividad en la que haba quedado sumida desde que K haba comenzado a hablar. Lo que me ha ocurrido continu K con voz algo ms baja que antes, buscando los rostros de la primera fila, lo que dio a su discurso un aire de inquietud, lo que me ha ocurrido es un asunto particular y, como tal, no muy importante, pues no lo considero grave, pero es significativo de un procedimiento que se incoa contra otros muchos. Aqu estoy en representacin de ellos y no slo de m mismo. Haba elevado la voz involuntariamente. En algn lugar alguien aplaudi con las manos alzadas y grit: Bravo! Por qu no? Otra vez bravo!
- 31. Librodot El proceso Franz Kafka Los ancianos de las primeras filas se acariciaron las barbas, pero ninguno se volvi a causa de la exclamacin. Tampoco K le atribuy ninguna importancia, segua animado. Ya no crea necesario que todos aplaudieran, le bastaba con que la mayora comenzase a reflexionar sobre el asunto y que alguno, de vez en cuando, se dejara convencer. No quiero alcanzar ningn triunfo retrico dijo K, sacando conclusiones de su reflexin, tampoco podra. Es muy probable que l seor juez instructor hable mucho mejor que yo, es algo que forma parte de su profesin. Lo nico que deseo es la discusin pblica de una irregularidad pblica. Escuchen: fui detenido hace diez das, me ro de lo que motiv mi detencin, pero eso no es algo para tratarlo aqu. Me asaltaron por la maana temprano, cuando an estaba en la cama. Es muy posible no se puede excluir por lo que ha dicho el juez instructor que tuvieran la orden de detener a un pintor, tan inocente como yo, pero me eligieron a m. La habitacin contigua estaba ocupada por dos rudos vigilantes. Si yo hubiera sido un ladrn peligroso, no se hubieran podido tomar mejores medidas. Esos vigilantes eran, por aadidura, una chusma indecente, su chchara era insufrible, se queran dejar sobornar, se queran apropiar con trucos de mi ropa interior y de mis trajes, queran dinero para, segn dijeron, traerme un desayuno, despus de haberse comido con desvergenza inusitada el mo ante mis propios ojos. Y eso no fue todo. Me llevaron a otra habitacin, ante el supervisor. Era la habitacin de una dama, a la que aprecio mucho, y tuve que ver cmo esa habitacin, por mi causa aunque no por mi culpa, fue ensuciada en cierto modo por la presencia de los vigilantes y del supervisor. No fue fcil guardar la calma. No obstante, lo consegu, y pregunt al supervisor con toda tranquilidad si estuviera aqu presente lo tendra que confirmar por qu estaba detenido. Y qu respondi ese supervisor, al que an puedo ver sentado en el silln de la mencionada dama, como la personificacin de la arrogancia ms estpida? Seores, en el fondo no respondi nada, tal vez ni siquiera saba nada, me haba detenido y con eso quedaba satisfecho. Pero haba hecho algo ms, haba introducido a tres empleados inferiores de mi banco en la habitacin de esa dama, que se entretuvieron en tocar y desordenar unas fotografas, propiedad de la dama en cuestin. La presencia de esos empleados tena, sin embargo, otra finalidad, su misin, como la de mi casera y la de la criada, consista en difundir la noticia de mi detencin para daar mi reputacin y, sobre todo, para poner en peligro mi posicin en el banco. Pero no han conseguido nada. Hasta mi casera, una persona muy simple quisiera mencionar aqu su nombre como timbre de honor, la seora Grubach, hasta la seora Grubach tuvo la suficiente capacidad de juicio para comprender que semejante detencin no tena ms importancia que un plan ejecutado por algunos jvenes mal vigilados en una callejuela. Lo repito, lo nico que me ha proporcionado todo esto han sido contrariedades y un enojo pasajero, pero no hubiera podido tener acaso peores consecuencias? Cuando K dej de hablar y mir hacia el silencioso juez de instruccin, crey notar que ste le haca un signo con la mirada a alguien de la multitud. K se ri y prosigui: El juez instructor acaba de hacer a alguien de ustedes una seal secreta. Parece que entre ustedes hay personas que se dejan dirigir desde aqu arriba. No s si esa seal debe despertar ovaciones o silbidos, pero, al descubrir a tiempo el truco, renuncio a averiguar el significado del signo. Me es completamente indiferente y autorizo pblicamente al seor juez instructor para que imparta sus rdenes a sus empleados asalariados de ah abajo de viva voz y no con signos secretos, que diga algo como: ahora silben o ahora aplaudan.
- 32. Librodot El proceso Franz Kafka A causa de su confusin o de su impaciencia, el juez instructor no cesaba de removerse en su silla. El hombre que estaba detrs, y con el que haba conversado anteriormente, se inclin de nuevo hacia l, ya fuese para insuflarle valor o para darle un consejo. Abajo, la gente conversaba en voz baja, pero animadamente. Los dos partidos, que en un principio parecan tener opiniones contrarias, se mezclaron. Algunas personas sealaban a K con el dedo, otras al juez instructor. La neblina que haba en la estancia era muy molesta, incluso impeda que el pblico ms alejado pudiera ver con claridad. Tena que ser especialmente molesto para los de la galera, quienes, no sin antes lanzar miradas temerosas de soslayo hacia el juez instructor, se vean obligados a preguntar a los participantes en la asamblea para enterarse mejor. Las respuestas tambin se daban en voz baja, disimulando con la mano en la boca. Ya termino dijo K, y como no haba ninguna campanilla, dio un golpe con el puo en la mesa; debido al susto, las cabezas del juez instructor y del consejero se separaron por un instante. Todo este asunto apenas me afecta, as que puedo juzgarlo con tranquilidad. Ustedes podrn sacar, suponiendo que tengan algn inters en este supuesto tribunal, alguna ventaja si me escuchan. Les suplico, por consiguiente, que aplacen sus comentarios para ms tarde, pues apenas tengo tiempo y me ir pronto. Nada ms terminar de decir estas palabras, se hizo el silencio, tal era el dominio que K ejerca sobre la asamblea. Ya no se lanzaron gritos amo al principio, ya no se aplaudi ms, parecan convencidos o estaban en vas de serlo. No hay ninguna dudadijo K en voz muy baja, pues senta cierto placer al percibir la tensa escucha de toda la asamblea; de ese silencio surga un zumbido ms excitante que la ovacin ms halagadora, no hay ninguna duda de que detrs de las manifestaciones de este tribunal, en mi caso, pues, detrs de la detencin y del interrogatorio de hoy, se encuentra una gran organizacin. Una organizacin que, no slo da empleo a vigilantes corruptos, a necios supervisores y a jueces de instruccin, quienes, en el mejor de los casos, slo muestran una modesta capacidad, sino a una judicatura de rango supremo con su numeroso squito de ordenanzas, escribientes, gendarmes y otros ayudantes, s, es posible que incluso emplee a verdugos, no tengo miedo de pronunciar la palabra. Y, cul es el sentido de esta organizacin, seores? Se dedica a detener a personas inocentes y a incoar procedimientos absurdos sin alcanzar en la mayora de los casos, como el mo, ten resultado. Cmo se puede evitar, dado lo absurdo de todo el procedimiento, la corrupcin general del cuerpo de funcionarios? Es imposible, ni siquiera el juez del ms elevado escalafn lo podra evitar con su propia persona. Por eso mismo, los vigilantes tratan de robar la ropa de los detenidos, por eso irrumpen los supervisores en las viviendas ajenas, por eso en vez de interrogar a los inocentes se prefiere deshonrarlos ante una asamblea. Los vigilantes me hablaron de almacenes o depsitos a los que se llevan las posesiones de los detenidos; quisiera visitar alguna vez esos almacenes, en los que se pudren los bienes adquiridos con esfuerzo de los detenidos, o al menos la parte que no haya sido robada por los empleados de esos almacenes. K fue interrumpido por un gritero al final de la sala; se puso la mano sobre los ojos para poder ver mejor, pues la turbia luz diurna intensificaba el blanco de la neblina que impeda la visin. Se trataba de la lavandera, a la que K haba considerado desde su entrada como un factor perturbador. Si era culpable o no, era algo que no se poda advertir. K slo poda ver
- 33. Librodot El proceso Franz Kafka que un hombre se la haba llevado a una esquina cercana a la puerta y all se apretaba contra ella19 . Pero no era la lavandera la que gritaba, sino el hombre, que abra la boca y miraba hacia el techo. Alrededor de ambos se haba formado un pequeo crculo, los de la galera parecan entusiasmados, pues se haba interrumpido la seriedad que K haba impuesto en la asambleas20 . K quiso en un primer momento correr hacia all, tambin pens que todos estaran interesados en restablecer el orden y, al menos, expulsar a la pareja de la sala, pero las personas de las primeras filas permanecieron inmviles en sus sitios, ninguna hizo el menor ademn ni tampoco dejaron pasar a K. Todo lo contrario, se lo impidieron violentamente. Los ancianos rechazaban a K con los brazos, y una mano K no tuvo tiempo para volverse le sujet por el cuello. K dej de pensar en la pareja; le pareca como si su libertad se viera constreida, como si lo de detenerle fuera en serio. Su reaccin fue saltar sin miramientos de la tarima. Ahora estaba frente a la multitud. Acaso no haba juzgado correctamente a aquella gente? Haba confiado demasiado en el efecto de su discurso? Haban disimulado mientras l hablaba y ahora que haba llegado a las conclusiones ya estaban hartos de tanto disimulo? Qu rostros los que le rodea