JÓVENES ADORADORES EN LOS ALTARES · 2014. 10. 10. · ADORADORES EN LOS ALTARES . Rafael Arnáiz...

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Hay un grupito de jóvenes, como cualquier joven de ahora con sus mismos anhelos, y deseos y con los mismos problemas, que son reconocidos como mártires y han sido beatificados, esto es llevados a los altares de las iglesias locales. El único santo con el que hasta ahora cuenta la Adoración Nocturna es también un joven que murió con 27 años después de conocer lo que era una “buena vida” y de sufrir en sus últimos años la enfermedad que le llevaría a la muerte. Es considerado como “maestro de la adoración del siglo XX”. Todos ellos están en una franja de edad que va de los 20 a los 37. Todos ellos vivieron en familias cristianas. Unos con mejor posición, otros con peor posición económica. Todos eran personas creyentes, que rezaban, que participaban en sus parroquias, que ayudaban a los demásque también jugaban, reían, estudiaban o trabajaban. Todos ellos, incluido el santo, sabían que podían morir por su fe. Ellos no hubieran querido morir pero sabían que tampoco podían renegar de Dios y de su Voluntad. Todos aceptaron morir para ser fieles, completamente fieles, a Dios. Todos confiaron su vida plenamente a Dios. Hoy están junto a Dios y desde allí nos ven y si les pedimos con confianza y les abrimos nuestro corazón nos ayudarán e intercederán por nosotros ante Dios. Podemos conocerlos. En la página siguiente están sus caras. Son caras agradables. Rostros jóvenes. Pinchando sobre sus imágenes podemos acercarnos a su vida. JÓVENES ADORADORES EN LOS ALTARES

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  • Hay un grupito de jóvenes, como cualquier joven de ahora con sus mismos anhelos, y deseos y con los mismos problemas, que son reconocidos como mártires y han sido beatificados, esto es llevados a los altares de las iglesias locales. El único santo con el que hasta ahora cuenta la Adoración Nocturna es también un joven que murió con 27 años después de conocer lo que era una “buena vida” y de sufrir en sus últimos años la enfermedad que le llevaría a la muerte. Es considerado como “maestro de la adoración del siglo XX”. Todos ellos están en una franja de edad que va de los 20 a los 37. Todos ellos vivieron en familias cristianas. Unos con mejor posición, otros con peor posición económica. Todos eran personas creyentes, que rezaban, que participaban en sus parroquias, que ayudaban a los demás… que también jugaban, reían, estudiaban o trabajaban. Todos ellos, incluido el santo, sabían que podían morir por su fe. Ellos no hubieran querido morir pero sabían que tampoco podían renegar de Dios y de su Voluntad. Todos aceptaron morir para ser fieles, completamente fieles, a Dios. Todos confiaron su vida plenamente a Dios. Hoy están junto a Dios y desde allí nos ven y si les pedimos con confianza y les abrimos nuestro corazón nos ayudarán e intercederán por nosotros ante Dios. Podemos conocerlos. En la página siguiente están sus caras. Son caras agradables. Rostros jóvenes. Pinchando sobre sus imágenes podemos acercarnos a su vida.

    JÓVENES

    ADORADORES

    EN

    LOS

    ALTARES

  • Rafael Arnáiz Domingo Pitarch Julián Plazaola Juan Gonga

    Rafael Pardo Vicente Alberich

    Pablo Noguera Francisco Maqueda

    Juan Antonio Pérez

    Marcelino Sánchez José Mª.

    Poyatos

    Manuel Aranda

    Juan Huguet

    http://3.bp.blogspot.com/-LVw6EidJZaw/UC1JeyIYRXI/AAAAAAAABXc/E6UM1maJExg/s1600/ovalbis+Marcelino.gif

  • SAN RAFAEL ARNÁIZ Nació en Burgos un día de abril de 1911. Vivió en Oviedo desde 1922, y fue aquí, a los 19 años, donde ingresó en la Adoración Nocturna e introdujo a su hermano menor Leopoldo. Hacía sus vigilias habitualmente en la iglesia de San Tirso el Real. También vivió en Madrid mientras estudiaba arquitectura, y también allí acudía a las vigilias. Falleció recién cumplidos los 27 años en el monasterio de la Trapa en Dueñas (Palencia). Rafael era un muchacho alegre, despierto, inteligente, espiritual, sensible, dibujaba muy bien, tocaba el piano… procedía de una familia acomodada, conocía el “progreso”, disfrutaba de la velocidad de los coches, acudía al teatro, a los cafés… lo tenía todo. Pero a los 22 años, en 1934, lo deja todo e ingresa de novicio en el monasterio cisterciense de San Isidro de Dueñas en Palencia. A los cuatro meses de su entrada se le manifiesta repentinamente la diabetes sacarina que le llevará finalmente a la muerte tras varias entradas y salidas del monasterio. Él hubiera querido ser monje y sacerdote pero no pudo ser. En su enfermería murió como oblato trapense aceptando plenamente la voluntad de Dios porque para él “la verdadera felicidad se encuentra en Dios y sólo en Él”, tal como dijo en alguna de las muchas páginas que escribió a lo largo de su corta vida. Vivió y murió como se ha escrito, “con un corazón alegre y con mucho amor a Dios”. Como, por ejemplo en esta historia escrita por él: “Yo me imagino a toda la humanidad en un gran valle..., inmenso y lleno de sol. Todos los hombres están en él; van y vienen, se mueven y gritan... Dios está en lo alto de una montaña desde donde se domina el valle, que es más inmenso que el mar... Los hombres y mujeres que están en él ven la cima del monte donde está Dios, pero a Él no le ven... De la inmensa muchedumbre, que es toda la humanidad, llega hasta la cumbre del monte donde está Dios un clamor como un trueno... Son las conversaciones de los hombres, su música mezclada a gritos de combate, ayes de dolor y de alegría, retumbar de tambores, pitidos de fábricas, motores eléctricos, gritos de las plazas y de los circos, millones y millones de discusiones, conversaciones, conferencias, cines y teatros; todo ese griterío capaz de enloquecer a quien no fuese Dios, llega hasta la cumbre del monte..., pero allí se para; Dios no lo oye. Todo ese ruido lo desdeña, le ofende y no lo oye... Entonces ¿qué escucha? ¿Por qué Dios no barre de un soplo toda esa muchedumbre de gente, complacido. ¿Es un murmullo? No... apenas se oye... Entonces, ¿qué es?... Nos ponemos a mirar detenidamente a los hombres del valle y vemos que algunos no gritan, no discuten, no corren ni pegan martillazos... ¿Qué hacen? Parece que no hacen nada... Están en silencio y de rodillas... Los demás los miran y se extrañan; les estorban algunas veces en su camino, y o se burlan de ellos o los quitan de en medio... Pero ellos siguen en silencio y siguen de rodillas... Entonces vamos a ellos y les preguntamos, ¿qué hacéis? ¿Por qué no [os] unís a nosotros, en el progreso, en la civilización?... Y entonces ellos nos dicen: Calla, hermano, no metas ruido, que estoy hablando a Dios...” Rafael Arnáiz es considerado como “un maestro de la adoración en pleno siglo XX”.

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  • Domingo Pitarch y Julián Plazaola cuando les mataron eran novicios Hospitalarios de San Juan de Dios. Fueron beatificados en 1992. Domingo nació en Villarreal (Castellón) en 1909. Sus padres eran labradores de buena posición social y tuvo tres hermanos. Era un chico espabilado que participaba activamente en asociaciones de su parroquia entre ellas la Adoración Nocturna. A los 23 años trabajaba en una farmacia y sintió la vocación religiosa. Esperó dos años, hasta terminar el contrato laboral que había firmado, durante los cuales confirmó su amor por los enfermos y ancianos e ingresó en el postulantado junto a su amigo, vecino y también mártir y beato Enrique Beltrán. Se dedicó con alegría a atender, limpiar y asistir a los enfermos

    mentales. Se dice que después de haber asistido y bañado a un enfermo final y sucio, exclamó: «Ahora ya creo que podré ser buen hospitalario». Poco más de cuatro meses después de vestir, ya como novicio, el hábito hospitalario encontrándose en el sanatorio mental de Calafell en Tarragona, junto a otros compañeros, fueron obligados a abandonarlo, más tarde detenidos y asesinados al grito de ¡Viva Cristo Rey!

    Julián Plazaola Artola tenía 21 años cuando fue muerto

    por no renegar de su fe. Había nacido en San Sebastián en 1915, era el quinto de diez

    hermanos. Su padre trabajaba en la construcción y su madre era ama de casa. Julián formó parte de los primeros grupos de Tarsicios de la Adoración Nocturna que habían sido fundados en 1920 en su ciudad, los niños tenían la celebración de la Misa, adoraban al Santísimo y rezaban el santo rosario en un horario más vespertino que nocturno. Su madre contaba que Julián comulgaba casi todos los días.

    Su hermana sor Mª Teresa de Jesús recuerda que “en la última carta que me escribió me mandaba la vida de los mártires de la Orden de San Juan de Dios (en América y Filipinas) y me decía que su mayor felicidad y dicha sería imitarles, derramando hasta la última gota de su sangre para acelerar el reinado del Corazón de Jesús.”

    Su sueño se hizo realidad. Fue asesinado en Paracuellos de Jarama el 28 de noviembre de 1936 sólo por ser religioso. Fue beatificado en 1992.

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  • Juan Gonga Martínez Beatificado en el 2001. Juan fue un muchacho de Carcagente

    (Valencia) donde nació el 25 de marzo de 1912 y en donde figuraba como adorador. Fue muerto de un tiro el 13 noviembre de 1936 en Simat de Valldigna, Valencia. Trabajaba como oficinista y tenía novia. Le detuvieron por católico el 25 de julio de 1936 al salir de la casa del consiliario de Acción Católica, adonde acudía todos los días a misa Fue puesto en libertad y marchó a Játiva. Pero regresó a su casa, fue detenido y presagiando lo que iba a pasar sacó un pequeño crucifijo con el que había prometido morir. Sus últimas palabras fueron éstas: "Nuestro Señor murió perdonando a los que le mataban; aunque soy

    indigno discípulo suyo, quiero imitarle y os perdono de todo corazón".

    Rafael Pardo Molina

    Nació en Valencia a fines de 1899 siendo el mayor de ocho hermanos. Ayudaba a su padre en la huerta, era catequista en su parroquia de San Valero en el barrio de Ruzafa, socio de la Adoración Nocturna y de la Cofradía de San Felipe Neri, y atendía a los enfermos del Hospital todos los domingos. A los veinte años quiere ser religioso y sacerdote. Ante las dificultades en el estudio no pudo ser, pero será Hermano Cooperador Dominico ocupándose de la huerta, primero en Calanda, y después como sacristán menor en Valencia. Valientemente reclamó ante el Ayuntamiento por el expolio de cosas sagradas y la custodia del Convento, y consiguió que quedasen protegidos y en parte que se pudieran recuperar tras la

    guerra. A los 37 años alcanzó la gloria del martirio. Fue beatificado en el 2001.

    Vicente Alberich Lluch Nació en Benicarló (Castellón) en 1906 en una familia muy cristiana. Fue adorador nocturno y cofrade del rosario. Tenía un hermano mayor, Valeriano, que era hermano de La Salle. Él también se sintió atraído hacia esa orden e ingresa con 21 años, allí era el hermano Eliseo Vicente. Ejerció en distintos lugares hasta que en 1936, dispersa la comunidad religiosa por la guerra, junto a su querido hermano se refugian en su pueblo, pero tienen que huir. Fueron detenidos por los milicianos, encarcelados y asesinados en agosto de 1936

    muriendo al grito de ¡Viva Cristo Rey! Tenía 30 años. Fue beatificado en 2007. Volver

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  • Pablo Noguera Trias

    Fue el mayor de siete hermanos, hijos de unos fervientes católicos, Damià y Francesca, que nació en 1916 en Sóller (Mallorca). Su padre fundó en 1920 la Adoración Nocturna en el pueblo y él acudió como Tarsicio. Era alegre, transparente en el trato, no muy buen estudiante…, y en 1931 se decidió a entrar en la Congregación de Misioneros SS. CC. como Hermano cooperador. En 1936 fue destinado a Barcelona donde fue detenido, insultado, maltratado y finalmente asesinado. Fue beatificado en 2007. Como dice un himno en su honor, haz florecer la primavera:

    “Ayúdele a los sollerics (a los mallorquines)

    desperdigando paz y concordia, allunyau toda discordia,

    haga a todos hermanos y amigos.

    Benaurat oh Pau Noguera, joven mártir del Señor,

    en un tiempo lleno de oscuridad haga florecer la primavera”.

    Francisco Maqueda López

    Francisco nació en 1914 en Villacañas (Toledo). Fue abanderado de Tarsicios. Ingresó en el seminario con 11 años. El 5 de junio de 1936 recibió el subdiaconado. Fue detenido, y multado, por enseñar catequesis a los niños pero poco más de dos meses después es nuevamente detenido pero esta vez se le llevaron. Unas horas antes se había confesado y también se sabe que la víspera ayunó a pan y agua. Se despidió de su madre con estas palabras: “Madre, deme la bendición, que me voy al cielo”. Animó y ayudó a las quince personas detenidas con él: “Preparémonos, esta noche nos llevarán al cielo, ¿queréis acompañarme y rezamos juntos el rosario a la santísima Virgen?” Y rezaron. Después, pidió a los milicianos que por favor le permitieran ser el último para ayudar a morir

    bien a sus hermanos en Cristo. Les dejaron casi sin ropa y, según testigos, les dieron una descarga de piernas para abajo. A continuación, todos fueron pasados a cuchillo. Murió con 22 años. Fue beatificado en 2007.

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  • Juan Antonio Pérez Mayo Nació el día 18 de noviembre de 1907 en Santa Marina del Rey, diócesis de Astorga y provincia de León. Pertenecía a los tarsicios, los niños, de la Adoración Nocturna. Ingresó en los Oblatos, fue sacerdote además de profesor de filosofía y teología. Transmitía entusiasmo. Su muerte fue por odio a la religión. Su familia piensa que Juan Antonio tenía la ilusión de que algún otro miembro de la familia ocupara el lugar que él dejó en los Oblatos. Fue beatificado en 2011 junto a un amigo, compañero y vecino de su mismo pueblo Marcelino Sánchez.

    Marcelino Sánchez Fernández Natural de Santa Marina del Rey (León). Tenía 26 años cuando murió en 1936. Sus padres, Nicolás y Ángela, tuvieron ocho hijos que salvo Marcelino y Ángel, murieron todos en vida de los padres. Su madre era paralítica. Marcelino quería ser sacerdote pero su precaria salud se lo impidió pero, a pesar de todo, conservó su deseo de ser fiel al llamamiento de Dios. Fue hermano oblato y prestó sus servicios principalmente en la sastrería. Fue Tarsicio en su pueblo lo mismo que su amigo Juan Antonio. El 15 de noviembre de 1936 es trasladado a la Cárcel de San Antón (colegio de los Escolapios transformado en prisión), y durante la noche del 27-28 del mismo mes es martirizado en Paracuellos del Jarama, a pocos kilómetros de Madrid.

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  • JOSÉ MARÍA POYATOS RUIZ Era el decimotercero de quince hermanos. Nació en octubre de 1914 y su vida transcurrió en distintos lugares motivados por los trasiegos profesionales de su padre que era empleado en Obra Pública. Úbeda y Baeza, en Jaén, fueron las principales localidades donde transcurrió la mayor parte de su vida aunque nació en Vilhes y vivió en Rus donde sus padres regentaron una tienda de comestibles y en ella trabajó el joven José Mª, aunque era tan generoso y desprendido, y teniendo sus padres que mirar por la supervivencia de toda la familia, le enviaron a trabajar a una fábrica de orujo en Úbeda en 1935 aunque primero, con una de sus hermanas, ayudaron a la economía familiar recolectando aceitunas y acarreando animales. En Úbeda se integró en la parroquia de San Nicolás de Bari. Allí se afilió a la Acción Católica que había puesto en marcha en Rus y también participaba en la Adoración Nocturna en la iglesia de Santa María. Era un joven espabilado, valiente, que nunca ocultó su fe, una fe que se traslucía en toda su vida asistiendo a misa, enseñando a los hijos de sus compañeros de trabajo que no podían asistir a la escuela, rezando el rosario… Comenzó la persecución de sus compañeros de trabajo imbuidos por el ambiente anticlerical que cada vez se manifestaba más. Por ejemplo cuando querían que pisara las cruces que habían pintado sobre el montón de orujo por el que tenía que pasar o cuando tuvo presiones en un conflicto laboral que no secundó, o las persecuciones en la salida o entrada en la fábrica… Finalmente, fue despedido de su trabajo. Tuvo premoniciones que luego se cumplieron. «Vendrán a buscarme, pero yo ciertamente no tengo intención de buscar la muerte, y me llevarán al lugar al que debo ir para testimoniar; allí, a pesar de lo que me pidan, no diré una palabra contra nadie ni contra nada; puedes estar tranquila. Después me atarán y me llevarán al lugar destinado», contó a su hermana María del Castillo.

    Pudo haber huido, pero no quiso hacerlo no quería dar la espalda a lo que podía ser la voluntad de Dios. «Desde luego que la vida así es triste, han matado a tantos que conocía y quería. Pero a mí cómo no me va a gustar vivir. Es lástima que me maten a los veintiún años […]. Por otro lado, ¡qué dicha perder la vida por salvar el Alma! Todos hemos de morir, pero de esta forma es seguro que se salva el Alma…». «En el cielo me uniré a los que me esperan y, desde allí, pediremos y lograremos el triunfo de la fe en España».

    El 3 de octubre de 1936, tal como vaticinó, en las tapias del cementerio le mandaron volverse de espaldas, pero él quiso morir de cara. Se dice que las balas le rebotaban. Recibió disparos que inicialmente no lo mataron. Murió exclamando: «¡Viva Cristo Rey». Fue beatificado el 13 de octubre de 2013.

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  • MANUEL ARANDA ESPEJO Nació el 22 de marzo de 1916 en Monte Lope Alvarez, aldea de Martos (Jaén), y también en ese mismo pueblo se crió, estudió, escribió, fue encarcelado y muerto. Manuel Aranda fue alumno del seminario de Baena y de Jaén. Era estudioso e inteligente, piadoso, en verano iba a misa a los pueblos cercanos de 5 a 7 Km. andando para oír misa y comulgar, puesto que en su pueblo no había, rezaba mucho, era caritativo y pensaba en los pobres. Tenía dos amores: Jesús Eucaristía y la Virgen María además de la devoción al Sagrado Corazón y al santo rosario. Un compañero de seminario recuerda “Cuando preparaba en la sacristía del Seminario la hostia para la misa del día siguiente, la besaba y decía ¡Señor el primer beso que encuentres mañana será el mío” o “Cuando salíamos de la Capilla y pasábamos por el Altar mayor, el del Santísimo, con cuanta fe y

    devoción hacía la genuflexión”. Cuando tenía ocasión asistía a la Adoración Nocturna en Martos. Fue detenido a los tres días del estallido de la guerra en la Iglesia de la Virgen del Carmen. Los milicianos se ensañan con él. Le mandan quemar los cuadros del Vía-Crucis, no lo consiguen; le amenazan, le ordenan que blasfeme, se niega rotundamente, le maltratan…Un mes después, en unos olivares, le pegan, quieren obligarle a blasfemar pero no lo consiguen. Sus últimas palabras fueron ¡Perdón, Señor, y Misericordia! Cayó su cuerpo a tierra, su alma subió al cielo. Beatificado el 13 de octubre de 2013.

    JOAN HUGUET CARDONA Joan nació en Alaior, en la isla de Menorca, el 28 de enero de 1913. A los nueve años recibió la Primera Comunión y pasó a formar parte de los tarsicios y a los once ingresó en el Seminario, donde destacó en su aplicación al estudio, su piedad auténtica, compañerismo y sencillez de vida. La peregrinación a Roma junto a otros seminaristas el año 1926, con la visita a los lugares martiriales de los primeros cristianos, y la convivencia con los tres seminaristas mejicanos , país había tenido muchos mártires recientemente, le marcó. En unos ejercicios espirituales escribió “Señor, soldado vuestro soy, alistado en vuestro ejercito por confirmación y próximamente por tonsura. Vos sois mi herencia. A vuestras ordenes, pues. Mandad lo que gustéis, aunque sea el sacrificio de mi vida, aunque sea morir por Vos martirizado. ¿Qué podría hacer que Vos no lo hayáis ejecutado primero por mí?”. Celebró su primera misa en Ferreríes el 21 de junio de 1936. Al atardecer llega al pueblo el brigada Pedro Marqués, quien se hizo cargo del gobierno militar de la isla. Exigió que nuestro futuro mártir y otras personas se presentasen en el Ayuntamiento. Le ordenó que se quitase la sotana y apareció a la vista el agarró despectivamente este objeto religioso, y sosteniéndolo con su mano izquierda a la altura del rostro del sacerdote, le apuntó con la pistola y le dijo: “escupe ahí, escupe ahí, que si no te mato”. Al grito de ¡Viva Cristo Rey! murió. Uno de los frutos admirables de este martirio fue la conversión de su asesino. Beatificado el 13 de octubre de 2013.

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