JUVENTUDES MARIANAS VICENCIANAS … · de insistir en la importancia de ser sinceros y poner en...

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JUVENTUDES MARIANAS VICENCIANAS SECRETARIADO NACIONAL

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JUVENTUDES MARIANAS VICENCIANAS

SECRETARIADO NACIONAL

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realizar el siguiente gesto: cada uno, con su vela –apagada- en la mano, encenderá la vela de un compañero, acompañando el gesto con una frase del estilo de las siguientes:

� Amistad es perdonar cuando nos sentimos ofendidos. � Amistad es acompañar al que está triste o abandonado. � Amistad es compartir lo que soy y tengo. � Amistad es interesarse por los problemas del otro. � Amistad es ayudar al que está necesitado. � Amistad es hablar bien del amigo.

El catequista puede comenzar encendiendo su vela del cirio. Se propone el valor de la amistad, pero podría utilizarse otro si define al grupo mejor o si se ha dialogado mucho sobre él.

Estamos ante ti, Jesús, el amigo incondicional, el que nun-ca falla. Venimos a aprender de ti lo que es la amistad. Nuestras velas están apagadas porque no nos acordamos unos de otros. Somos egoístas. Necesitamos amistad, nece-sitamos del grupo, pero nos cuesta dar el primer paso.

Para finalizar rezamos todos juntos la oración del Padre nuestro y podemos recitar la oración del cuaderno del juvenil.

Sabes de qué barro estoy hecho,

tan frágil e inconstante.

Por eso mismo te necesito aún más,

para que Tú me guíes sin cesar.

Para que seas mi apoyo y mi descanso.

¡Gracias por tu amistad, Jesús!

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Sor Rosalía, hemos asimilado aún más. Vamos a profundizar en to-do ello para poder hacer nuestro compromiso individual y grupal.

� ¿Qué cualidades y valores destacas de Sor Rosalía?

� ¿Cómo entendía ella su labor de superiora de su comunidad? � ¿Cómo entendía el servicio al pobre? ¿Y la formación de las

hermanas jóvenes?

� ¿Qué valores de los comentados creéis tener en nuestro grupo de JMV? ¿Cuáles os faltan? ¿Qué podríais hacer para potenciar-los?

� Redactad una carta a Sor Rosalía en la que le expreséis vuestra visión de cómo deben ser las cosas para que vuestro grupo de JMV marche bien y tenga una buena convivencia.

� ¿Qué compromiso haces a nivel individual para favorecer una mejor convivencia en el grupo? Y a nivel grupal, ¿cuál sería vuestro compromiso?

Antes de comenzar, conviene hacer una introducción en la que se explique la necesidad de reunirnos para orar (en grupo ora-mos juntos, la oración consolida al grupo…), por qué el lugar está así ambientado…

En este tiempo de Adviento, ponemos a María en el centro de nuestra oración, que sea Ella quien presida nuestro lugar de ora-ción (una imagen, flores, etc). A sus pies podemos colocar un cirio encendido. Los juveniles se pueden sentar alrededor, cerrando el círculo y con una vela apagada.

Tras un canto inicial, un miembro del grupo lee la lectura del Evangelio: Jn 15,9-17.

Después, el catequista deja unos minutos para la reflexión y les invita a compartirla en voz alta. Posteriormente les invita a

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1.- OBJETIVOS

� Superar las barreras que impiden a los Juveniles un mayor conocimiento del grupo.

� Hacerles conscientes de las dificultades que experimentan para construir el grupo.

� Analizar las características de un grupo cristiano.

� Celebrar el Nacimiento de Jesús en clave solidaria.

2.- CONTENIDOS

A lo largo de esta catequesis nuestro objetivo principal será favorecer un acercamiento más personal entre los miembros del grupo. En ocasiones, se pueden producir rechazos, envidias y lide-razgos en el seno del grupo, pero por encima de las propias dificul-tades estamos ante un proyecto que nos ayudará a construir un grupo/comunidad cristiana. Se trata de estrechar los lazos y acen-tuar los valores que lo hagan posible. Para ello, la catequesis nos propone elaborar un proyecto de grupo según el esquema que se adjunta en la misma. Durante este tiempo el catequista les ayuda-rá a que tomen conciencia de que son un grupo diferente, no sólo son un grupo de amigos, compañeros de clase, etc., sino que les une lo más importante: la fe.

Sabemos que todo esto no es fácil, requiere muchas ganas y mucho compromiso por parte del grupo y del catequista que, como guía en el camino, tiene un papel fundamental.

Dejemos que fluyan las sensaciones propias del Adviento de preparación y espera, para que los objetivos que nos hemos mar-cado se cumplan.

Tratemos de vivir un Adviento solidario y vicenciano. Como

decía San Vicente: “no me basta con amar a Dios si no lo ama mi prójimo” (XI, 553). Preparemos nuestro corazón para la llegada del Niño Dios, sí, pero ayudemos a prepararlo también a “esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que no tienen con qué recompensarte” (Lc 14,14; EG, 48).

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La primera reunión pretende ser una evaluación del grupo y de cómo se sitúa cada miembro dentro de él. Es importante que haya mucho diálogo entre los juveniles; para ello el catequista ha de insistir en la importancia de ser sinceros y poner en juego su capacidad de empatía o conexión con el grupo. Están en una etapa en que la necesidad de compartir experiencias les hace confiarse a los demás.

Sabemos que, a menudo, los adolescentes construyen sus re-laciones sociales en entornos virtuales, que no favorecen el acer-camiento personal entre ellos, sino que propician relaciones frías y poco sinceras. Muchos de ellos se refugian en estas situaciones pa-ra abrirse ante los demás y mostrar “facetas” que no dejan ver en el cara a cara y las relaciones de este tipo pueden resultar incom-pletas o insatisfactorias.

A partir de la canción “Sois mis amigos” (Amaral), trabaja-mos las preguntas de la página 4 de la Catequesis del Juvenil. También el Catequista puede preguntar a los juveniles en qué oca-siones se acuerdan de los amigos, según la letra de la canción: ¿en situaciones de soledad? ¿ante una bronca en casa? ¿cuando no sabe nada de otros amigos? ¿ante un fracaso escolar? ¿por problemas del corazón…?

El catequista puede pedir a los Juveniles que comenten situa-ciones de soledad o alguna situación difícil por la que han pasado y han sentido la necesidad de tener cerca a sus amigos.

El objetivo de esta actividad es hacer caer en la cuenta de los valores de la amistad, del compromiso mutuo y las razones pa-ra mantener el grupo siempre en forma.

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ciano, tal y como San Vicente y Santa Luisa querrían que vivieran sus hijos

e hijas.

El barrio de Mouffetard era, en aquella época, el barrio más pobre

de París, y allí vivió y transmitió Sor Rosalía sus valores personales y vicen-

cianos. Con 29 años la hicieron superiora. Vamos a adentrarnos, en esta

ocasión, en cómo llevó a cabo su tarea de superiora y cómo entendía la

vida comunitaria.

Tres aspectos nos llaman la atención:

Sor Rosalía trataba a las hermanas de su comunidad con mucha ter-

nura, estaba atenta a lo que sucedía a su alrededor, qué necesidades po-

dían tener las hermanas con las que convivía, qué estados de ánimo te-

nían... Ella buscaba la causa y las escuchaba. Siempre se mostró sensible y

cercana, con una gran capacidad de escucha y empatía. Lo mismo hacía

con su relación con los pobres.

Su casa se convirtió en una “casa de formación”, las hermanas jóve-

nes que realizaban sus primeras experiencias con el pobre y en la vida co-

munitaria, tenían en ella un excelente ejemplo, pues aprendían de primera

mano cómo se debía servir al pobre y vivir en comunidad.

Un contravalor que Sor Rosalía veía que dificultaba mucho la vida en

comunidad es el orgullo, por eso nunca se cansaba de predicar para que

las hermanas trabajasen la humildad y desterrasen el orgullo; ella les pre-

venía de que era difícil en ocasiones darse cuenta de este defecto, pero

que dañaba mucho la convivencia.

Sor Rosalía murió el 7 de febrero de 1856, su ejemplo y obra siguen

vivos en París donde en su tumba siempre hay flores frescas. Por su ejem-

plo de vida en entrega a los pobres y fe, fue beatificada y canonizada.

Ayuda para la reflexión:

Nos hemos acercado un poco a la vida de esta gran Hija de la Caridad, que tanto cuidaba la oración, el servicio al pobre y la vi-da comunitaria. Cuando formamos un grupo: familia, grupo de JMV, comunidad... debemos tener presente todo lo que a lo largo de esta sesión hemos ido reflexionando y que, con el ejemplo de

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No es válido cualquier proyecto. El proyecto de grupo es un instru-mento para ir construyendo comunidad a partir del grupo. Convie-ne revisarlo una vez al trimestre, aunque se pueden recordar algu-nas concreciones con más frecuencia.

SOR ROSALÍA RENDU

Ofrecemos al Catequista un testimonio de una Hija de la Ca-ridad que, desde un proyecto personal exigente y coherente, vivió una profunda amistad con Dios, con las Hermanas y con los pobres, siendo para nosotros un modelo de entrega incondicional.

Sor Rosalía Rendu fue una mujer e Hija de la

Caridad extraordinaria. Nació el 9 de septiembre

de 1786 en Confort, una aldea de Saboya. A los 15

años fue a París, donde vivió más de 50 años en el

barrio de Mouffetard. Es una de las Hijas de la

Caridad que más se parece a San Vicente, en el

modo de entender el servicio al pobre y la vida

comunitaria.

Sus obras fueron muchas: maestra, directo-

ra de un orfanato, formadora de Hijas de la Caridad, centro de distribución

de alimentos y leña, guarderías, talleres de costura para las madres... Es-

tuvo al lado de los enfermos y moribundos víctimas de las epidemias de

cólera.

Desde sus primeros pasos como Hija de la Caridad destacó por su

dulzura y entrega al pobre, y a la vez por su energía y carácter cuando se

trataba de defender los derechos de los pobres, los “sin voz”. Su carisma

atraía tanto a ricos como a pobres. Los pobres la adoraban y, aún hoy, so-

bre la sencilla lápida de su tumba se lee: “A nuestra buena madre Rosalía,

sus amigos agradecidos los pobres y los ricos”.

Las hermanas jóvenes veían en ella una auténtico ejemplo de Hija de

la Caridad, por eso durante muchos años, los superiores enviaban a la

obra donde estaba Sor Rosalía a estas hermanas, porque sabían con certe-

za que les iba a enseñar cómo es vivir en comunidad con un Espíritu Vicen-

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A continuación, proponemos al Catequista algunas respuestas a las preguntas que se plantean a los juveniles en torno a la can-ción “Sois mis amigos” de Amaral. � ¿Qué tienen en común la cantante, Sebas, Aguirre, Carlos,

Isabel, Alicia y Guille? Defínelo en una o dos palabras se-gún signifique para ti.

Tienen en común que son amigos. No importa lo que hayan sido sus vidas ni que no estén en el mismo espacio físico, ni incluso, que lleven tiempo sin verse, porque se sienten ami-gos y viven su relación como tal.

� “Son mis amigos por encima de todas las cosas”, nos dice

la canción. ¿Qué antepones a los amigos? ¿Qué serías capaz de hacer por ellos?

Algunas de las cosas que solemos anteponer a nuestros ami-gos son nuestros propios intereses, nuestras apetencias, la pereza, el egocentrismo, el querer ser los líderes del grupo, el querer ser el protagonista, el querer llevar siempre la ra-zón…

Y lo que seríamos capaz de hacer por ellos es escucharles más, dedicarles el tiempo que necesitan y las actitudes y for-mas que se merecen, mis dones, mi alegría, mi paciencia, mi atención, mis fuerzas... Por los amigos uno es capaz de olvi-darse de sí mismo y de darse al otro, es capaz de poner al amigo en primer lugar. Por ellos nos sacrificamos, comparti-mos, crecemos y salimos de nosotros mismos.

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En este segundo momento encontramos dos partes claramente

diferenciadas: la primera, donde profundizaremos en las relacio-nes interpersonales y la segunda, donde reflexionaremos a partir de algunos textos bíblicos y dialogaremos en clave cristiana.

Ofrecemos dos dinámicas que inciden en el conocimiento mu-tuo y ayudan a expresarse con confianza. Como siempre, además de las explicaciones de procedimiento, debe quedar claro qué ob-jetivo se pretende.

TÉCNICA DEL OVILLO

� Objetivo: Favorecer el conocimiento entre las personas del grupo, desarrollando el interés de unas por otras y la inte-gración de cada uno en el conjunto.

Conviene destacar que las primeras impresiones sobre las per-sonas a veces nos engañan.

1. Colocar a los miembros del grupo en círculo.

2. Se entrega el ovillo a uno de los ju-veniles, invitándole a decir algo de sí mismo que no conozca al resto (su lugar de procedencia, sus aficiones, sus valores personales...).

3. Una vez hecho esto, lanzará el ovillo hacia otro juvenil, manteniendo la hebra de lana en sus ma-nos, de manera que al finalizar la actividad se haya creado una tela de araña entre todos los miembros del grupo.

4. En este momento el catequista destaca la importancia de la unión dentro del grupo que, con la participación de todos puede llegar a crear una red consistente de amistad, de tra-bajo, de cooperación, de corresponsabilidad...

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Después de haber reflexionado sobre cómo es un grupo, llega la hora de buscar un compromiso para construir el nuestro. Con el Proyecto de Grupo se pretende que los propios catecúmenos se marquen objetivos durante el año y unas líneas de acción para cumplirlos. También es un elemento clave para realizar una eva-luación al final del curso, y poder constatar qué se ha hecho bien y en qué se tiene que mejorar.

Para realizar el proyecto, se dialogará sobre cada punto, viendo la forma de poder llevar todo a la práctica. Es importante que cada miembro del grupo se sienta responsable del conjunto de actividades del grupo, aceptando que todos somos diferentes y ca-da uno tiene su ritmo personal y autonomía.

Como ayuda al Catequista ofrecemos la siguiente información tomada del “Documento de Proceso de Maduración en la Fe de JMV”. El joven de JMV vive el Proceso Catecumenal en grupo, ya que el

proyecto de vida del joven de JMV no se entiende sin la mediación comunitaria en el seguimiento de Cristo.

La calidad del Proyecto Personal de cada uno de los miembros del grupo contribuirá al crecimiento del propio grupo. Y la vitalidad del grupo alentará proyectos personales más comprometidos.

En clima de comunicación de fe y de vida, resultará positivo com-partir algunos aspectos del Proyecto Personal (no precisamente la totalidad del Proyecto Personal).

El propio grupo debe elaborar, además, su proyecto. El proyecto de grupo concretará las metas que como grupo se quieren alcan-zar: estilo de relaciones, encuentros de oración y celebraciones, compromisos de servicio, actividades de tiempo libre, apertura a la Parroquia y a otros grupos, responsabilidades en las Vocalías, programación del curso, etc.

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Nos propone a todos, y especialmente a los jóvenes, siempre abiertos a las novedades, a las pruebas y a lo verdadero, un camino concreto y realista de amistad con el Dios que se manifiesta y nos busca en Jesús. Su experiencia no tiene nada que ver con ideologías ni ideas aprendidas, transmitidas y repetidas sin encontrarle el senti-do. Teresa abre una puerta a un mundo nuevo, real y, sobre todo, cercano, porque está dentro de cada uno de nosotros y a nuestro alre-dedor. No estamos huecos por dentro y podemos comprobarlo porque el paso a este mundo de maravillas que somos nosotros mismos está a nuestro alcance: la puerta es la oración.

Se trata de una Buena Noticia: somos una pequeña maravilla de la vida, de la naturaleza. Tenemos un valor y una riqueza inmensas. Cada uno de nosotros hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, no estamos aquí por casualidad. Hemos sido llamados a esta vi-da por Alguien que nos quiere y tenemos la prueba dentro de nosotros mismos. Eso sí, hay que hacer un pequeño esfuerzo por sustraernos a todo lo que nos distrae desde fuera y entrar en nuestro interior. Es algo tan sencillo como estar con el Amigo que siempre está con noso-tros. El remedio a la soledad, al miedo, a nuestro descontento nos aguarda dentro. Porque solo podemos ser nosotros mismos cuando nos relacionamos con este otro Yo que nos conoce y nos quiere tan bien.

Orar es tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos que nos ama.

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5. La técnica se continúa volviendo a enrollar el ovillo, a medi-da que cada uno va repitiendo aquello que compartió aquel al que está unido, y algo que le llamara la atención de él/ella.

LA ESTRELLA

� Objetivo: Reflexionar sobre las dificultades que pueden sur-gir en un grupo y la necesidad de que todos colaboren para su buen funcionamiento.

Vamos a construir entre todos una estrella humana, utilizando

únicamente el apoyo de nuestros cuerpos. Nos colocamos en un círculo. Alternativamente, un juvenil se gira 90º hacia su derecha y el siguiente hacia su izquierda, de forma que queden dándose la espalda dos a dos. Se advierte que para realizar el ejercicio no pueden utilizarse las manos.

El ejercicio consiste en dejarse caer lentamente hacia delante, sin usar las manos, apoyándose en el cuerpo de la pareja que está frente a nosotros, hasta alcanzar el equilibrio. Habremos formado una estrella humana.

El mismo ejercicio se repite, pero esta vez dejándose caer len-tamente hacia atrás hasta alcanzar el equilibrio sobre la espalda del compañero que está detrás. De nuevo, estaremos formando una estrella humana.

Habrá que insistir en que es necesario confiar en el compañero e incluso ayudar a quien lo necesite.

Al finalizar la dinámica, planteamos al grupo los siguientes in-terrogantes:

� ¿Qué es lo que os ha resultado más difícil para formar la estrella?

� En la vida real, ¿qué problemas tenemos para confiar en el grupo?

� ¿Qué actitudes es necesario “equilibrar” para que el grupo fun-cione?

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Después de haber realizado la “estrella humana” observamos que todo el grupo con alturas diferentes y cuerpos muy distintos ha sido capaz de formar una figura común, reconocible por todos. Aunque objetivamente se trataba de una estrella, sus detalles es-pecíficos varían dependiendo de cómo nos coloquemos, en función de nuestras características físicas, etc.

Caminaremos hacia la formación de “grupo” en el que la con-fianza se convierta en un rasgo fundamental.

Comenzaremos trabajando el texto y las lecturas de las páginas 6 y 7 de la catequesis del juvenil.

Con respecto al análisis de las lecturas pode-mos contar con ayuda de un cartel (que elabo-raremos previamente a la catequesis) en la que colocaremos las palabras “CONOCIDOS”, “AMIGOS” y “COMUNIDAD”. Alrededor de ellas los juveniles colocarán los valores selec-cionados a partir de los textos de la Palabra de

Dios, según vayan descubriendo.

� Juan 15,12-15: dar la vida por los amigos: amor desintere-sado, amor hasta el extremo, fidelidad, lealtad, conocimien-to, gratuidad, servicio, entrega...

� Hch 2,42-47: compartir con alegría: constancia, escucha, unidad, vida común, oración, testimonio, compartir, solidari-dad, comunidad de bienes, celebración, alabanza, alegría, corazón, sentir, impacto...

� 1 Cor 12,12-28: formamos un solo cuerpo: unidad, diversi-dad, multitud, Espíritu, don, elección, talentos, servicio, mi-nisterio...

Para trabajar las diferencias

entre amigos y conocidos podemos ver el siguiente video:

https://www.youtube.com/watch?

v=HYUXa3Q6dMw

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ellos, se vive la esperanza, la alegría, los problemas y los sueños. En esta relación, el joven crece como persona y se proyecta.

Los jóvenes que integran una comunidad se reconocen en la diversidad, aprenden a relacionarse pero la experiencia trasciende lo operativo para transformarse en una experiencia de la vida, des-cubriendo, así, los valores del Reino (Ver Apartado “Comunidad cristiana”, DPJMV, pág. 146-149).

Para complementar este apartado, aquí ofrecemos al Cate-quista unos textos del Papa Francisco que hacen referencia a la amistad con Jesús:

� Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia,

es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo

de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga,

sin un horizonte de sentido y de vida (EG, 49).

� El anuncio fundamental (es éste): el amor personal de Dios que se hizo

hombre, se entregó por nosotros y está vivo ofreciendo su salvación y

su amistad. Es el anuncio que se comparte con una actitud humilde y

testimonial de quien siempre sabe aprender, con la conciencia de que

ese mensaje es tan rico y tan profundo que siempre nos supera. A veces

se expresa de manera más directa, otras veces a través de un testimo-

nio personal, de un relato, de un gesto o de la forma que el mismo Espí-

ritu Santo pueda suscitar en una circunstancia concreta (EG 128).

� A veces perdemos el entusiasmo por la misión al olvidar que el Evan-

gelio responde a las necesidades más profundas de las personas, por-

que todos hemos sido creados para lo que el Evangelio nos propone: la

amistad con Jesús y el amor fraterno (EG 265).

Para Santa Teresa de Jesús, la oración fue un camino de amis-tad con Dios. Y comprobó que sí, que ese Dios de la infancia, que los niños perciben tan claro, seguía con ella en su difícil adolescencia, que se le mostraba personalmente como Presencia cercana y cálida, que se abría paso en su vida como amigo y se proponía como real compañero, con quien vivir la mejor historia de amistad que nunca defrauda.

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La diferencia entre el grupo y la Comunidad es que el prime-ro es transitorio y puede desaparecer; la comunidad, en cambio, es permanente. El grupo es especializado (Catequesis, Liturgia, Pa-labra); la Comunidad abarca la misión de la Iglesia y supone ser re-conocida como célula eclesial.

Por otro lado, la diferencia radical entre grupo y comunidad tiene mucho que ver con la experiencia del encuentro, porque en este espacio el joven se siente acogido e integrado, generándose una vivencia de Iglesia y de encuentro que propicia el descubri-miento de sí mismo y de Dios. Se recogen sus intereses y, desde

GRUPO COMUNIDAD

El líder es fuerte y está claramente

individualizado.

Los roles de liderazgo son compartidos

por todos los miembros.

La responsabilidad es más bien indivi-

dual frente a la tarea.

La responsabilidad es tanto individual

como colectiva frente a lo que se realiza.

El grupo tiene el mismo propósito que

la misión más amplia de la organiza-

ción.

La comunidad se autoasigna un propósi-

to específico, que puede armonizar con

la misión más amplia de la organización.

Los resultados del trabajo responden a

esfuerzos de tipo individual.

Los resultados del trabajo se deben al

esfuerzo colectivo.

El grupo sostiene reuniones eficientes.

La comunidad motiva al diálogo abierto

y a las reuniones activas de resolución

de conflictos.

El grupo mide su eficacia indirecta-

mente por su influencia en otros (por

ejemplo: cantidad de jóvenes que lo-

gramos captar para una actividad, re-

cursos económicos logrados en el

año...).

La comunidad mide el esfuerzo directa-

mente mediante la evaluación de re-

sultados del trabajo colectivo.

El grupo discute, decide y delega. La comunidad discute, decide y hace el

trabajo en conjunto.

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Un amigo llega a nuestra vida como un Conocido en el momento indicado…

...convirtiéndose a través del tiempo en una verdadera Amistad...

Sirva de ayuda al Catequista las siguientes respuestas, cuyos interrogantes podemos encontrar en la página 7 del cuadernillo del juvenil:

� Veis las diferencias?:

AMIGOS: afecto, confianza, compartir aspectos íntimos de cada uno, transparencia en la forma de ser, construir una re-lación, pasar tiempo juntos.

CONOCIDOS: respeto, diálogo, compartir ciertos ámbitos o espacios.

COMUNIDAD: amor fraterno, algo común nos une (comunión y

UN AMIGO... UN CONOCIDO...

Sabe cuándo algo te pasa Cree que algo te pasa

Conoce todo de ti No conoce nada de ti

Sabe dónde encontrarte Te encontrará por casualidad

Sabe cómo comunicarse contigo No es capaz de comunicarse contigo

Tiene todo el tiempo para escucharte Sólo quiere que tengas tiempo para él

Comparte tu estado de ánimo No sabe lo que es compartir

Te abre las puertas de su casa Dudará en hacerlo

Te habla siempre con la verdad No sabe de qué verdad hablarte

Te pide perdón si es necesario Piensa que no es necesario pedirte perdón

Siempre se preocupa por ti Nunca estará cuando lo necesites

Nunca te dará problemas Sólo te buscará cuando tiene problemas

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unidad), compartir lo que se es y lo que se tiene, compartir decisiones, trabajar en un mismo proyecto común, integra-ción, cohesión, empatía, discernimiento juntos.

Con los amigos mantenemos relaciones interpersonales que van surgiendo y creciendo en base a un afecto y a una frater-nidad, ya que nos sentimos como hermanos. Las personas, por afinidad, van desarrollando esos lazos de unión.

En cambio, un conocido es alguien a quien se le respeta y con el que hay un cierto trato, dentro de las correcciones de los convencionalismos sociales, pero que no se desarrolla ese vínculo interpersonal.

En el caso de la comunidad, la razón de esa unión interper-sonal entre los miembros del grupo es aquello que tienen en común, por ejemplo su fe.

� Vuestro grupo, ¿a cuál de las tres realidades se parece más?

El catequista les ayudará a definirse. Si se consideran “ami-gos” que describan cómo han ido forjando esa amistad.

� ¿Qué le falta a nuestro grupo para llegar a ser comunidad?

Un gran paso sería que se soñaran como comunidad, pero pa-ra ello hay que preguntarles quién es Jesús para cada uno de ellos, si es Él quien les convoca cada semana y qué les aporta la vivencia y celebración de la fe, tanto a nivel personal co-mo comunitario.

Como aún están en la etapa de la adolescencia, necesitarán seguir desarrollando actitudes personales que les ayudarán a vivir, posteriormente, en una comunidad. El catequista les animará a compartir más sus pensamientos, su oración, sus vivencias y experiencias personales, les animará a pasar más tiempo juntos, a mostrarse transparentes ante los demás y a seguir ahondando en su fe, porque compartir todo eso tam-bién ayuda a crear comunidad.

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� ¿Qué estamos dispuestos a dar cada uno, personalmente, para crecer como grupo y dar un paso más hacia la comu-nidad?

Algunas ideas podrían ser: escuchar más al otro, compartir lo que uno piensa y siente, interrelacionarse y hablar más con el resto del grupo, dedicar tiempo a conocer más al otro, ser más constante en la asistencia a la catequesis, realizar algún proyecto de servicio vicenciano juntos…

Como ya hemos dicho, una de las preguntas lanzadas a los ju-veniles es la siguiente:

� ¿Qué le falta a nuestro grupo para ser comunidad?

El Documento “Proceso de maduración en la fe de JMV”, con relación a la diferencia entre grupo y comunidad nos dice lo si-guiente:

“La evolución de grupo a Comunidad se vive en etapas. No es un cambio fácil. La motivación e inicio de la experiencia comuni-taria se construye y comienza a gestarse desde el grupo. Los jóve-nes llegan al grupo con algún interés en común. Muchas veces, in-cluso al comienzo, se busca refugio en la figura del animador. El desafío comienza a vivirse al generar un clima de confianza y aco-gida, estimulando el conocimiento mutuo y la autoexpresión. Una vez que esto se ha ido construyendo, el grupo reconoce vínculos que lo identifican y lo hacen ser y sentirse parte de un espacio y una experiencia que le pertenece.

Es entonces cuando comienzan a vivir valores comunitarios y de fraternidad que los acerca a una realidad distinta, dejando de ser só-lo “pertenecientes a” para hacerse “hermanos de”. En este momento, la opción comunitaria comienza a tener eco y sentido en la vida del joven.