Justicia negada El tEatro como acción solidaria · 15 los espectadores de nuestra ciudad....

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JUSTICIA NEGADA EL TEATRO COMO ACCIÓN SOLIDARIA Fotos: Cortesía de la autora

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EltEatrocomo

acción solidaria

Fotos: Cortesía de la autora

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maquiladora, un proyecto económico deshuma-nizado y deshumanizante, que generó condicio-nes para un cultivo social de violencia que se detonó de manera inédita en nuestra ciudad y en el país desde 2008 con la llamada “Guerra al nar-cotráfico” instrumentada por Felipe Calderón y los cuerpos de “seguridad” que ocuparon Ciudad Juárez desde 2008 hasta la mitad de 2012, y deja-ron un saldo de más de diez mil muertes en nues-tra comunidad y más de cien mil asesinatos en el país, además de miles de desaparecidos, así como violaciones a los derechos humanos, extorsiones, secuestros, desplome de la economía y miles de huérfanos.2 Son cifras que siguen aumentando bajo el mandato de Enrique Peña Nieto.

Ante este panorama de catástrofe social, internacionalmente conocido por los múltiples escándalos de asesinatos masivos, desde los estu-diantes de Salvarcar en nuestra ciudad, la desapa-rición, explotación sexual y feminicidios de miles de jovencitas en todo el país, los asesinatos de migrantes encontrados en San Fernando, Tamaulipas, hasta los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, Guerrero, surge la ineludible pregunta ¿Qué teatro hacer en y para México? ¿Cuál es el teatro que de atestigüe la realidad que desde el poder institucional se niega y oculta? ¿Qué tea-tro dará fe de este atroz sufrimiento social y será la memoria no registrada por la Historia oficial? Como dijese el dramaturgo Víctor Hugo Rascón Banda: “...obras escritas al calor de los aconteci-mientos. No obras para la posteridad ni para el futuro permanente [...] Obras destinadas a olvi-darse y desaparecer, sin duda, pero que cumplan el propósito de testimoniar, hoy, lo que padecen los mexicanos”.

En 2002 fundamos Telón de Arena con la “sim-ple” intención de “hacer el mejor teatro posible en nuestra ciudad”, ese era el objetivo central que convocaba a quienes nos uníamos para crear la organización, un objetivo creativo, que sigue aspi-rando a la dimensión artística. En el inició diez teatristas que habíamos coincidido en distintos trabajos por más de dos décadas, decidimos aso-ciarnos con esta perspectiva de: “El mejor teatro posible en nuestra ciudad”. Nuestra atención se centraba en encontrar caminos para un teatro de relevancia artística, que pudiera ser referente del

2 “10 mil 531 homicidios registrados en Ciudad Juárez du-rante el periodo de Felipe Calderón del 1 de diciembre de 2006 al 25 de noviembre de 2012” Ver Rocío Gallegos: “Deja sexenio de Calderón más de 10 mil 500 ejecutados aquí”, Diario de Juárez, 26 de noviembre de 2012.

El pasado agosto, la compañía de teatro Telón de Arena de Ciudad Juárez, Chihuahua, México, participamos en el XXIV Festival de

Teatro Mujeres en Escena por la Paz 2015. Presen-tamos la puesta en escena Justicia negada dentro de la abundante y diversa programación interna-cional y nacional que la Corporación Colombiana de Teatro ofrece en este prestigiado festival, que ha rebasado ya las dos décadas.

Invitados por la reconocida actriz, Patricia Ariza, cofundadora del legendario grupo colom-biano La Candelaria, tuvimos la oportunidad de dialogar desde la escena con espectadores bogo-tanos, acerca de uno de nuestros temas más dolorosos: el feminicidio. Como suele sucedernos frente a los públicos colombianos, la experiencia resulta un encuentro de dolores compartidos y un abrazo entre ciudadanas que padecen las distin-tas violencias perpetradas por el poder del Estado y/o de los poderes fácticos.

Somos Telón de Arena, una compañía de teatro que surge y se mantiene con un trabajo ininterrumpido en Ciudad Juárez, frontera con El Paso, Texas, en los Estados Unidos. Somos mexicanos, pero nues-tra condición de vida junto a la frontera con los Estados Unidos, nos implica en una especie de tercera cultura: No somos chicanos, pero tene-mos particularidades que nos diferencian incluso de la capital de nuestro estado, Chihuahua, ubi-cada a 375 kilómetros de distancia.

Parto de establecer nuestra condición de fron-tera, porque en las últimas décadas pareciera explicar en buena medida los fenómenos socia-les que han constituido una especie de marca, un estigma que tiene profundas raíces, argumentos y sustento para afirmar que nuestra ciudad desde finales de siglo XX, ante el fenómeno del femini-cidio, se ha convertido en un “laboratorio global de violencia”, como lo señalara el periodista esta-dunidense Charles Bowden.1

En Ciudad Juárez durante la década de los 70 se diseñó y se instaló un proyecto de “desarro-llo” económico basado en el modelo de industria 1 Charles Bowden. Juarez: The Laboratory of Our Future.

Aperture, New York, 1998, 136 pp.

Perla de la rosa

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teatro del norte del país, con características pro-pias y producido fuera de la Ciudad de México.

Buscábamos una voz, un eje creativo… y la ciu-dad estaba ahí, “esta bendita y dolorosa ciudad…” (tomando una frase del poeta Efraín Huerta en Declaración de odio). La ciudad estaba ahí, con sus temas, con lo indecible y lo invisibilizado por el poder. La ciudad y sus temas nos colocaron con-tra la pared. ¿Cuál es el mejor teatro posible?

Desde luego que para muchos críticos o artistas de la escena, este teatro emergente, a la manera del teatro clandestino, que en la década de los 90, frente al levantamiento zapatista en Chiapas, habían propuesto Vicente Leñero y Víctor Hugo Rascón Banda, carecería de valor artístico, pero la pregunta surgía en otro contexto, ¿Cuál es el mejor teatro posible en una ciudad considerada entre 2009 y 2012 como la más violenta del mundo? ¿Cuál es el mejor teatro posible en un panorama de inhumanidad, donde se cruzan los ejes más contundentes de la violencia global: nar-cotráfico, feminicidio, explotación sexual, trata de personas y migración?

Para Telón de Arena la respuesta fue: el mejor teatro posible, era aquel que intentara ser solida-rio con las víctimas, un teatro como una voz y un

rostro que rompiera el silencio, que visibilizara la atrocidad más allá de las cifras que esconden la dimensión real de la muerte. Sacar a la per-sona de esas cifras, y centrar su dignidad en el encuentro que el teatro puede producir, al punto de la fraternidad, hasta esa claridad de abrazo en el dolor, que sentimos siempre en tierras colom-bianas, como si fuese en nuestra propia casa. Justicia negada forma parte de la trilogía que llamé Teatro en territorio de guerra (2004-2013), que incluye además El enemigo3 y Antígona, las voces que incendian el desierto.4 Con estas obras y con Almas de arena5 y Amor impune, de Guada-lupe de la Mora, Telón de Arena ha realizado un trabajo que pretende establecer un diálogo con

3 Texto traducido al alemán e inglés, e incluido en las an-tologías compiladas por Enrique Mijares: Persistencia de la memoria, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Ciudad Juárez, 2011, 227 pp. y en Dramaturgia del noreste, Editorial Espacio Vacío, Universidad Juárez del Estado de Durango, Durango, 2011, p. 209.

4 Traducida al alemán e inglés y publicada en la antología Cinco dramaturgos chihuahuenses, t. I, Fondo Municipal Editorial Revolvente, Ciudad Juárez, 2005. Se estrenó en el 2004 con la compañía Telón de Arena, en el marco del Programa Nacional de Teatro Escolar.

5 Ibid.

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los espectadores de nuestra ciudad. Establecer desde el escenario una conversación sobre los temas que nos incumben.

En Justicia negada (2013), como en Antígona las voces que incendian el desierto (2004), abor-damos el tema del feminicidio, en ambas obras nuestra intención fue desmentir a los voceros del poder (políticos y empresarios) en sus absurdas versiones sobre estos crímenes, enfrentar a los gobernadores: Francisco Barrio (PAN) y Patricio Martínez (PRI) y a los presidentes Vicente Fox y Felipe Calderon (PAN); condenarlos frente a la historia, por lo menos en el pequeño reducto de un teatro. Nuestra indignación compartida por los espectadores se encontraba en el convivio del teatro, y aquí la sugerencia de Veronese:

“Como espectadores vamos al teatro a habi-tar zonas de subjetividad alternativa, que pone-mos en juego dentro y fuera del teatro. Campos de habitabilidad que organizan nuestra política cotidiana”,6 pues el teatro, como lo afirma Dubatti, genera un campo axiológico, una cartografía de valores que le dan: “...la posibilidad histórica de confrontar subjetividades macropolíticas y micro-políticas, calificarlas y elegirlas”.7

Fue así como visualizamos la dramaturgia y la puesta en escena de Justicia negada; intentamos denunciar a partir de fragmentos de una realidad colectiva, la desaparición, violación y asesinato de cientos de jovencitas que desde hace más de dos décadas se perpetran en nuestra ciudad con la complicidad e involucramiento de cuerpos poli-cíacos de todos los niveles de gobierno, la negli-gencia e indiferencia de altos funcionarios como alcaldes, gobernadores y presidentes; así como la violación a los derechos humanos de las víctimas y sus familias. Justicia negada se centró en los tes-timonios de tres madres de víctimas, expuestos ante la Corte Interamericana de Derechos Huma-nos, en una audiencia realizada en Santiago de Chile el 16 noviembre de 2009.

Fueron testimonios expuestos contra el estado mexicano en el caso: “Josefina González y otras vs. México8 (“Campo Algodonero versus México”). El Estado mexicano resultó ser culpable de omi-sión en la procuración de justicia y la violación

6 Daniel Veronese en Jorge Dubatti. Filosofía del teatro I, Convivio, experiencia, subjetividad, Editorial Atuel, Colección Textos Básicos, 2da. ed., Buenos Aires, 2007, p. 173.

7 Idem.8 www.corteidh.or.cr/docs/casos/artículos/seriec_205_

esp.pdf

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de los derechos humanos de las víctimas y sus familias. La corte dictó una sentencia condenato-ria, que obligaba al gobierno mexicano a cumplir con dieciséis disposiciones de las cuales se han incumplido hasta el momento la mayoría y otras han sido cumplidas parcialmente.

El caso de feminicidios del campo algodonero es uno de los más representativos del fenómeno feminicida en Ciudad Juárez. El 6 de noviembre de 2001 se encontraron en un antiguo campo algodo-nero, junto a una de las vialidades más transitadas de la ciudad y frente al edificio de la Asociación de Maquiladoras (empresas del modelo industrial de exportación), ocho cadáveres desnudos de jóvenes mujeres, que habían sido violadas y ase-sinadas con gran crueldad. Entre las víctimas se encontraban Claudia Ivette González, Esmeralda Herrera Monreal y Laura Berenice Ramos Moná-rrez, hijas de Josefina González, Irma Monreal y Benita Monarrez, respectivamente.

Estas madres que, junto con otras madres y familiares de cientos de niñas y jóvenes desapa-recidas y asesinadas, habían sostenido años de lucha, y pese a su inimaginable dolor no cejaron en su exigencia de justicia, pese a su pobreza e indefensión, habían desarrollado gran inteligen-cia para llevar un proceso internacional contra el Estado mexicano y sentarlo en el banquillo de los acusados para, después de años de angustia, dolor y miedo, poder señalar a los responsables de la impunidad sostenida hasta hoy no sólo en los asesinatos de sus hijas, sino de cientos de mujeres asesinadas bajo la indiferencia, por decir lo menos, de las autoridades de todos los niveles.

Al conocer esta hazaña de gran valentía y lucha ciudadana, las actrices de Telón de Arena decidimos contribuir para que esta victoria, no exenta de dolor, fuese conocida, y para poner ante los oídos del espectador los testimonios que habíamos escuchado con espanto, pues daban cuenta de historias terribles de corrupción, dis-criminación, desprecio, complicidad, negligencia y más acciones dolosas y omisiones perversas de los cuerpos policiacos. Tomamos el título para la obra de la declaración que hiciese la jueza Cecilia Medina Quiroga, presidenta del jurado de la Corte Interamericana de Derechos Humanos: “…Justi-cia demorada, justicia negada”.

En la trilogía Teatro en territorio de guerra, Telón de Arena ha intentado ser una voz solidaria con las víctimas, y pronunciarnos desde el esce-nario por el subalterno, entendido como lo señala la teórica literaria Gayatri Spivak: “…es el espacio

en blanco entre las palabras, aunque el que se le silencie no significa que no exista”.9 Concepto en el que abunda Santiago Giraldo cuando expresa: “Es claro que el subalterno ‘habla’ físicamente; sin embargo, su ‘habla’ no adquiere estatus dialó-gico –en el sentido en que lo plantea Bajtin–, esto es, el subalterno no es un sujeto que ocupa una posición discursiva desde la que puede hablar o responder”.10

Las madres de las víctimas y sus familias son ignoradas, su voz no es escuchada, la desapari-ción de sus hijas es invisibilizada en la realidad. Nos hemos convertido en una sociedad que ha normalizado la violencia y no registra la ausen-cia de jóvenes desaparecidas y asesinadas con un perfil común: mujeres y pobres. Lo que corres-ponde a la consideración de Gramsci en el sen-tido de que el subalterno implica las categorías de género y etnia.

En Justicia negada atendimos la advertencia y crítica de Spivak en cuanto a que:

El trabajo intelectual actúa consciente o incons-cientemente, a favor de la dominación del subal-terno, manteniéndolo en silencio y sin darle un espacio o una posición desde la que pueda “hablar”. De esto se desprende que el intelectual no debe –ni puede– en su opinión hablar “por” el subalterno, ya que esto implica proteger y refor-zar la subalternidad” y la opresión sobre ellos.11

Por ello decidimos utilizar los testimonios que en la realidad habían brindado las tres madres del caso citado. El Centro de Desarrollo Integral de la Mujer, organización coadyuvante del caso, nos proporcionó, con autorización de las madres implicadas, el audio de la audiencia. Con este material intentamos una especie de teatro docu-mental, pues conservamos casi íntegras las decla-raciones y referencias, pero desde el planteo en la puesta en escena, en la que entretejimos frag-mentos de otras historias reales y ficcionales. Fue así como al través del mito de Astrea, diosa de la verdad, involucramos el relato del asesinato de la activista Marisela Escobedo, madre de una joven asesinada. Creamos una anécdota paralela al jui-cio del “Campo algodonero”, en la que se plantea la invasión de los hombres águila y los hombres

9 Gayatri Spivak: “¿Puede hablar el subalterno?”, Revista Colombiana de Antropología, v. 39, Instituto Colombiano de Antropología e Historia, ene.-dic., 2003, p. 298. http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=105018181010, consultado en septiembre de 2013.

10 Santiago Giraldo: Ob. cit., p. 299.11 Gayatri Spivak: Ob. cit., p. 299.

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rata, ejércitos de Abadón, dios de los secretos. (En alusión al gobernador del estado: Cesar Duarte. Marisela fue asesinada en las puertas del Palacio de Gobierno de Chihuahua).

Considero que el riesgo que Spivak apunta, disminuye si consideramos que como ciudada-nas comunes de México las actrices, a nuestra vez, padecíamos cierta “subalternidad”, pues en el tema de impunidad en nuestro país, hablamos por nosotros mismos y por una condición com-partida con el público; como Derrida cuestiona: “¿Dentro de qué espacio uno podrá oírse toda-vía? ¿Acaso el teatro, que une el espectáculo al discurso, no podría reemplazar a la asamblea unánime?”.12

En nuestra experiencia en el Festival de Tea-tro de Mujeres en Escena por la Paz, pudimos constatar el poder solidario del teatro para abrir

12 Ibid., p. 383.

espacios a la voz de la subalternidad, en la puesta en escena Antígona, asamblea de mujeres, de Car-los Satizábal, cuyo montaje reúne el trabajo de actrices con los testimonios en voz viva y pre-sente de algunas madres de Soacha, mujeres que reclaman justicia para sus hijos asesinados en el caso de los “falsos positivos” (2008), que involu-cra al ejército colombiano en el asesinato masivo de jóvenes a quienes hicieron pasar por guerrille-ros abatidos.

Al asistir a la asamblea de teatro que significa este montaje testimonial, recibimos el impacto sensible del dolor de los “otros” que en la rituali-dad del teatro se transmuta en dolor compartido y en conciencia crítica. Me parece entonces que el mejor teatro posible en estos tiempos terribles y en estas geografías de la infamia, es el teatro que abra ecos a las voces ignoradas de las víctimas. Un teatro en resistencia frente al poder y sus vio-lencias. m

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