Julian Marias - 100 Años - Cuenta y Razon Revista30

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  • &XHQWD \ 5D]yQFundada por Julin Maras en 1981

    Segunda etapa

    primavera 2014

    MENSAJE DE SM EL REY

    ENTREVISTA CON

    Ignacio Gonzlez. Presidente de la Comunidad de Madrid

    PRESENTACIN

    Ana Botella. Alcaldesa de Madrid

    INTRODUCCINRafael Ansn. Presidente de Fundes

    ENSAYOS

    Julio Almeida, Francisco Ansn, Alfonso Basallo, Jos Manuel Blecua, Antonio Bonet Correa, Helio Carpintero, Jess Conill Sancho, Adela Cortina, Fernando Fernndez Alvarez, Juan Pablo Fusi Aizprua, Jos Luis Garci, Javier God, Olegario Gonzlez de Cardedal, Santiago Grisolia, Juan E. Iranzo, Antonio Lago Carballo, Antonio Lamela, Miguel Martnez Cuadrado, Eduardo Martnez de Pisn, Federico Mayor Zaragoza, Agustn Muoz-Grandes Galilea, Manuel Nez Encabo, Harold Raley, ngel Snchez de la Torre, Juana Snchez-Gey Venegas, Salvador Snchez-Tern, Pedro Schwartz y Javier Zamora Bonilla

    CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE JULIN MARAS

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  • MENSAJE DE SU MAJESTAD EL REY

    CON OCASIN DEL HOMENAJE A DON JULIN MARASEN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO

    1914 - 2014

  • Quiero sumarme, con estas lneas, al merecido homenaje que la Revista Cuenta y Razn va a tributar a la memoria de Don Julin Maras en el centenario de sunacimiento.

    Mantengo vivo el recuerdo de su extraordinaria vala intelectual y humana, a travs de una dilatadatrayectoria vital que nos ha dejado un valioso legado en su destacada obra filosfica y literaria.

    Fue un gran pensador, caracterizado por suindependencia, mesura, honradez y generosidad, al que siempre agradec, de corazn, que tuviese a bien aceptarmi ofrecimiento para asumir el cargo de senador en laTransicin a nuestra democracia.

  • Consejo de la RevistaRafael Ansn s Blanca Berasatgui s Helio Carpintero s

    Jos Manuel Cuenca Toribio s Antonio de Juan sJuan Dez Nicols s Santiago GrisolaStanley G. Payne s Jos Pea sAlfonso Prez Romo s Harold Raley sJos Rafael Revenga s Carlos Romero sFranesc Sanuy s Carlos Seco

    Jos Juan Toharia s Juan Torres

    Consejo de DireccinFUNDADOR

    Julin MarasPRESIDENTE

    Rafael AnsnEDITOR

    Gustavo VillapalosDIRECTOR

    Javier Fernndez del Moral

    Jos Mara Amustegui s Rafael Ansn sIgnacio BaynJavier Blanco sHelio Carpintero s Rafael Carrasco s Rafael Corts Elvira

    Olga Cubillo s Leticia Escard s Concha Guerra s Juan Iranzo sRal Mayoral Jos Morillo-Velarde sManuel Muiz Villa s Carlos Romero sJos Antonio Snchez

    s Bernab Sarabia

    Fundacin de Estudios SociolgicosFundador Julin Maras

    F UNDACIN DE ESTUDIOS SOCIOLGICOS (FUNDES)Informacin y suscripciones

    Prncipe de Vergara, 33 -1 Izda. 28001 MadridTlf. 91 432 18 10 s Fax. 91 578 27 16

    [email protected]

    www.fundes.esISSN. Versin impresa 1889-1489ISSN. Versin Internet 1989-2705Depsito legal M-42.035-1980

  • CARTA DEL DIRECTOR. Pg. 11

    ENTREVISTA. Pg. 13IGNACIO GONZLEZ. PRESIDENTE DE LA COMUNIDAD DE MADRID

    NDICE

    ENSAYOS

    Horarios contraproductivos. Ser y tiempo de los espaoles segn Julin Maras. Pg. 27 JULIO ALMEIDA. CATEDRTICO E.U. DE SOCIOLOGA. UNIVERSIDAD DE CRDOBA

    La opinin de la mayora. La libertad en Julin Maras. Pg. 33FRANCISCO ANSN. DOCTOR EN COMUNICACIN.

    Maras, crtico de cine personalista. Pg. 37ALFONSO BASALLO. PERIODISTA Y ESCRITOR

    Las conferencias de Julin Maras en el Instituto de Espaa. Pg. 41JOS MANUEL BLECUA. DIRECTOR DE LA REAL ACADEMIA ESPAOLA

    La biblioteca y la mesa de trabajo de Julin Maras. Pg. 43ANTONIO BONET CORREA. DIRECTOR DE LA REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO

    Literatura y precisin (a propsito de reflexiones de Julin Maras). Pg. 45HELIO CARPINTERO. DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS MORALES Y POLTICAS

    La ilusin de la vida personal. Pg. 53JESS CONILL SANCHO. UNIVERSIDAD DE VALENCIA

    Naturaleza y cultura: El valor educativo de la narracin. Pg. 59ADELA CORTINA. UNIVERSIDAD DE VALENCIA. DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS MORALES Y POLTICAS

    Julin Maras: Un hombre de esperanza. Pg. 65FERNANDO FERNNDEZ LVAREZ. ABOGADO

    Maras: Espaa como preocupacin. Pg. 69JUAN PABLO FUSI AIZPRUA. UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID

    El hombre que nunca minti. Pg. 75JOS LUIS GARCI. DIRECTOR DE CINE

    Julin Maras: dos decenios clave en La Vanguardia. Pg. 81JAVIER GOD. CONDE DE GOD. PRESIDENTE EDITOR DEL GRUPO GOD

    PRESENTACIN. Pg. 15ANA BOTELLA. ALCALDESA DE MADRID

    INTRODUCCIN. Pg. 19RAFAEL ANSN. PRESIDENTE DE FUNDES

    MENSAJE DE SM EL REY

  • NDICE

    ENSAYOSJulin Maras, Cristianismo y Teologa. Pg. 83OLEGARIO GONZLEZ DE CARDEDAL. CATEDRTICO DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA.DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS MORALES Y POLTICAS.

    Julin Maras y los derechos civiles. Pg. 89SANTIAGO GRISOLIA. BIOQUMICO

    Julin Maras: un liberal. Pg. 93JUAN E. IRANZO. DECANO-PRESIDENTE DEL COLEGIO DE ECONOMISTAS DE MADRID

    El Julin Maras que yo recuerdo. Pg. 95ANTONIO LAGO CARBALLO. ESCRITOR

    Homenaje a Julin Maras. Pg. 97ANTONIO LAMELA. DR. ARQUITECTO Y ACADMICO

    Julian Marias cumple 100 aos. Notas en recuerdo de J.M. 1914-2005. Pg. 101MIGUEL MARTNEZ CUADRADO. CATEDRTICO DE DERECHO CONSTITUCIONAL Y EUROPEOUNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID

    Julin Maras y la geografa. Pg. 107EDUARDO MARTNEZ DE PISN. CATEDRTICO EMRITO DE GEOGRAFA DE LA UNIVERSIDAD AUTNOMA DE MADRID

    Julin Maras, la palabra. Pg. 113FEDERICO MAYOR ZARAGOZA. PRESIDENTE DE FUNDACIN CULTURA DE PAZ

    Mi postrer homenaje a un espaol cabal. Pg. 117AGUSTN MUOZ-GRANDES GALILEA. TENIENTE GENERAL DEL EJRCITO DE TIERRADE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS MORALES Y POLTICAS

    El machadiano Julin Maras. Machado y la experiencia de la vida. Pg. 121MANUEL NEZ ENCABO. CATEDRTICO DE FILOSOFA DEL DERECHO MORAL Y POLTICAPRESIDENTE DE LA FUNDACIN ANTONIO MACHADO

    Trayectorias y ultimidades de la persona en el pensamiento de Julin Maras. Pg. 125HAROLD RALEY. UNIVERSIDAD DE HOUSTON

    Itinerarios del concepto de persona. Pg. 133NGEL SNCHEZ DE LA TORRE. CATEDRTICO EMRITO DE FILOSOFIA DEL DERECHODE LA REAL ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA Y LEGISLACIN

    La persona en Julin Maras. Pg. 147JUANA SNCHEZ- GEY VENEGAS. UNIVERSIDAD AUTNOMA DE MADRID

    Tres encuentros con Julin Maras . Pg. 155SALVADOR SNCHEZ-TERN. EX MINISTRO DE LA TRANSICIN

    Julin Maras: La Historia de la filosofa como continuidad de una cultura. Pg. 163PEDRO SCHWARTZ. CATEDRTICO RAFAEL DEL PINO EN LA UNIVERSIDAD SAN PABLO CEU

    La libertad que uno se toma (en el centenario de Julin Maras). Pg. 171JAVIER ZAMORA BONILLA. PROFESOR DE HISTORIA DEL PENSAMIENTO POLTICO. UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRIDDIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS ORTEGUIANOS. FUNDACIN JOS ORTEGA Y GASSET-GREGORIO MARAN

    CRNICA

    Obra Social "La Caixa." Pg. 181Cerca de 9 millones de personas participaron en las iniciativas y proyectos de la Obra Social "La Caixa" en 2013

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    CARTA DEL DIRECTOR

    Julin Maras, editor JAVIER FERNNDEZ DEL MORAL

    DIRECTOR DE CUENTA Y RAZN

    No es habitual que en los nmeros extraordinarios de nuestra revista se publiquen cartas del director, sobre todo en los extraordinarios dedicados a personas concretas. Se

    supone que en esos casos hay reflexiones ge-nricas sobre el homenajeado en todas o casi todas las colaboraciones, y que, adems, al-guna persona destacada hace la presentacin del nmero especial. As ha ocurrido con el de Leopoldo Calvo Sotelo, el de Manuel Fraga Iri-barne y el de Adolfo Surez, que publicamos cuando el primer Presidente de Gobierno de la democracia todava viva.

    Por cierto, ha sido muy reconfortante, en medio de la tristeza por su fallecimiento, revivir los sentimientos de los espaoles al recordar su fi-gura, al echar la vista atrs para rememorar sus actuaciones, sus gestos, su generosidad. La foto de nuestra portada, de la portada con la que ilus-tramos ese nmero all por el ao 11, esa que les hizo su hijo Adolfo de espaldas en el jardn de su casa a l y a S. M. el Rey Juan Carlos que le llevaba cariosamente cogido del hombro cuando caminaban charlando amigablemente, ya muy enfermo Surez, ha sido sin duda la foto ms reproducida y ms vista esos das en todos los medios de comunicacin, que han tratado con gran profusin y generosidad el tema.

    Estamos ahora con este nmero extraordinario celebrando otro homenaje, recodando la figura de otra persona, que cumplira ahora cien aos. Y esta vez se trata de nuestro fundador, el fil-sofo espaol Julin Maras, con el que en esta revista, Cuenta y Razn, tenemos una clarsima deuda de gratitud ya que le debemos nuestra propia existencia. El nmero se abre con la ge-nerosa y amable aportacin de Su Majestad el Rey, que sin duda le profes una especialsima y sincera consideracin, fruto de la cual se produ-jo su nombramiento como senador real. Luego, el Presidente de nuestra Fundacin Fundes, Ra-fael Ansn, hace igualmente una glosa genrica y brillante sobre su figura, con la que se abren las diferentes aportaciones de todas las grandes personalidades que colaboran en el nmero. Ra-fael Ansn le trat mucho y es sin duda el ms indicado para abrir este nmero, el director en este caso debera pasar a brindar un razonable mutis evitando su comentario editorial, no obs-tante parece oportuno de forma breve y discreta hacer algunas consideraciones.

    En primer lugar es de justicia, y no cabe en ningn otro lugar del nmero, dar las gracias ms efusivas a todos y cada uno de los cola-boradores que han querido sumarse con su co-mentario, con su reflexin, con su aportacin cientfica o con su glosa, al homenaje que he-mos querido rendir a Julin Maras desde estas pginas. Abrimos con S. M. D. Juan Carlos, la entrevista del Presidente de la Comunidad de Madrid y la presentacin de la Alcaldesa. Gracias por sus aportaciones. Hay despus una extraordinaria representacin de personalida-des a las que desde aqu quiero agradecer en nombre de todos los lectores sus magnficas

    La foto de nuestra portada () ha sido sin duda la foto ms reproducida

    y ms vista esos das en todos los medios de comunicacin

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    CARTA DEL DIRECTOR

    colaboraciones. Distintas facetas de nuestro fundador quedan reflejadas de modo magistral, su gran formacin filosfica, su inteligencia, su voluntad, sus gustos, su cultura, su amor a lo bello, su fe, su apertura poltica, su gusto por la palabra, su sentido de la amistad, es muy de agradecer que todos los que escriben faciliten rasgos tan diversos y tan entraables, muchos de los cuales significarn originales e inditas aportaciones en el estudio de nuestro universal filsofo. De verdad muchas gracias a todos.

    En segundo lugar, no est de ms hacer un r-pido pero obligado comentario para glosar la iniciativa de Julin Maras de editar una revista de este estilo, de carcter divulgativo, tratando de ofrecer con cierta periodicidad, cuenta y razn, con espritu liberal, de los compromisos con nuestra sociedad y con la verdad. Se tra-ta ni ms ni menos que de reconocer su figura de editor en un momento en el que parecen no abundar demasiado esas figuras, o al menos un momento en el que la condicin de empresario prevalece y se impone de modo irreversible a la de editor. Editar una revista representa un cla-ro gesto de liderazgo intelectual y humano, un gesto de responsabilidad con la sociedad a la que nos proponemos devolver parte de los que nos ha dado.

    En la edicin siempre hay un compromiso de pu-blicitar, de hacer partcipes a muchos de concep-tos, ideas, propuestas y reflexiones que nos pare-cen dignas de ser conocidas. La divulgacin no se plantea por tanto como una vulgarizacin sino ms bien como una necesaria y eficaz contextua-lizacin. Maras era un divulgador nato, tena la exigencia de la divulgacin, la inquietud de que se transmitiera lo bello, lo bueno y lo verdadero. Se cuenta de Einstein una ancdota muy revela-dora que nos recuerda esa misma faceta que que-remos destacar de Maras. Siendo ya el fsico per-sona muy conocida y apreciada en todo el mundo intelectual, no solo el cientfico, fue a visitarle Le Corbusier, el conocido arquitecto para comuni-carle y pedirle consejo sobre su famosa aporta-cin arquitectnica, El Modulor. El fsico le dio la clave de lo que deba de ser su divulgacin: hacer fcil lo bueno y difcil lo malo. Y eso es lo que siempre quiso hacer Maras facilitar la transmisin de la bondad y de la verdad.

    Con este nmero extraordinario nuestra revista, su revista, quiere rendirle un homenaje en su cente-nario en el que recordemos los primeros pasos de la publicacin. Su primer director, mi entraable ami-go Javier Tusell, se sumar sin duda desde el cielo con su sonrisa de nio travieso. Y yo lo hago con la alegra de sucederle en el empeo de secundar sus inquietudes y sus aportaciones editoras.

    Maras era un divulgador nato, tena la exigencia de la divulgacin, la

    inquietud de que se transmitiera lo bello, lo bueno y lo verdadero

    Su Majestad el Rey, sin duda le profes una especialsima y sincera consideracin, fruto de la cual se produjo su nombramiento como

    senador real

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    ENTREVISTA

    Ignacio Gonzlez Presidente de la Comunidad de Madrid

    1.Valladolid, Madrid y Soria, son las tres ciudades en la vida de Maras. Cree que Madrid reconoce el mrito de su per-sona y vida aqu?

    Julin Maras desarroll la mayor parte de su obra en Madrid y desde la Comunidad de Ma-drid hemos perseguido siempre que su obra perdure en el tiempo y, sobre todo, que se siga profundizando en su legado.

    Por eso, recibi el Premio de Cultura de la Co-munidad de Madrid, editamos el libro La huella de Julin Maras: un pensador para la libertad,y creamos el Premio de Humanidades que lleva su nombre y que entregamos todos los aos a personalidades de la cultura que hayan desta-cado por su trabajo y su trayectoria.

    2.- Junto con Salvador de Madariaga, Ma-ras fue adalid y definidor de una concep-cin de la poltica y una idea liberal de la misma, La ve usted posible ahora?

    Maras supo preservar lo mejor de la herencia liberal espaola en las condiciones ms adver-sas y cuando ms lo necesitaba Espaa. Prime-ro en los difciles aos de la dictadura y ms tarde cuando nuestro pas caminaba hacia una transicin liberal y democrtica a la que Maras tanto contribuy.

    Toda la personalidad poltica de Julin Maras anticipa lo que despus hemos dado en llamar el espritu de consenso de la transicin: el intento

    de comprender las ideas de los dems, y la bs-queda permanente de puntos de encuentro en-tre posiciones enfrentadas para construir jun-tos un futuro comn de libertad y prosperidad.

    Hoy, como hace aos se vuelve a poner a prue-ba la capacidad de todos para responder a los retos que afronta nuestro pas, y, al igual que entonces, la poltica entendida como bsque-da de acuerdos, de dilogo y de compromiso; la capacidad para, desde la firme defensa de nuestros valores y convicciones, estar dispues-to a poner nuestras ideas en discusin con las ideas de otros; la confianza en que siempre es posible buscar soluciones inteligentes a los problemas y salidas polticas a los problemas, tiene que ser la solucin a los desafos eco-nmicos, polticos e institucionales que tene-mos por delante. Y hacerlo frente a quienes hoy en Espaa, desde desafos soberanistas, tienen solo la tentacin de imponer, y frente a quienes desde nuevas y viejas y nuevas for-mas de populismos, tratan de marginar y des-truir el gran legado poltico de la transicin, que tambin es el legado de Julin Maras.

    3.-Sin duda esa idea liberal de la vida que tuvo siempre tan arraigada le ayud a de-finir su particular idea de Espaa y del ser de lo espaol. Es realizable esta idea? Se lo pregunto desde su punto de vista de Presi-dente de la Comunidad de Madrid.

    Los espaoles somos ciudadanos de una gran na-cin con muchos siglos de historia, que es depo-sitaria de uno de los ms ricos legados culturales

    ENTREVISTA DE JAVIER BLANCO BELDA

    A

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    ENTREVISTA

    del mundo, y que ha contribuido como pocas al progreso de la cultura y de la civilizacin. Pero sobre todo, somos una nacin con un gran futuro, aunque a veces seamos los propios espa-oles los que no lo creamos.

    Maras ha sido uno de los pensadores que ms claro ha tenido el concepto de Espaa; de lo que ha sido su historia, con sus luces y sus som-bras, y en la que en su opinin, y tambin en la ma, tienen mucho ms peso las primeras que las segunda. Espaa es su historia, su cultura, sus lenguas y sus smbolos, pero por encima de todo es la decisin y la voluntad de compartir un proyecto de futuro comn, un proyecto his-trico coherente y fraguado durante siglos por una gran nacin que nos une a todos.

    Todo el pensamiento de Maras es una constan-te lucha por devolver a los espaoles la con-fianza en sus posibilidades y en sus capacida-des, siempre en defensa de nuestra libertad y de nuestras mejores aspiraciones. Y para ello, para l era esencial luchar contra la ignorancia y el desconocimiento de nuestra historia, pero sobre todo, contra todas las ocultaciones y las manipulaciones de quienes quieren interesa-damente reescribir la historia de Espaa para falsearla o empequeecerla.

    4.- Don Julin fue un escritor infatigable y un columnista ameno y actual. Escribi, como bien sabe, fundamentalmente sobre filosofa pero no slo. Cul cree que es su obra ms fundamental? La ve an de actualidad?

    Su impresionante capacidad de trabajo, y su cultura absolutamente universal ha dado lugar a una amplsima obra, que es una referencia para estudiar la historia del arte, del cine, de la literatura, la filosofa o de la sociedad y la poltica espaola.

    Y lo hizo siempre con un estilo brillante, pero ase-quible, que no rebaja un pice su altura intelec-tual. Maras quiso escribir siempre para todos, no solo para iniciados. Y ese esfuerzo por poner el pensamiento al alcance de todos, forma parte tam-bin del compromiso cvico que siempre asumi.

    De entre esa deslumbrante obra, que me gusta-ra conocer mucho ms en profundidad, pien-so en este momento en su Espaa inteligible,

    que lleva por subttulo, Razn histrica de las Espaas, porque desde el S. XV, Espa-a es inseparable de Amrica y del resto del mundo hispnico. Porque se trata de un texto absolutamente vigente y porque all pueden encontrarse las grandes pasiones de Maras, su pasin por Espaa y su proyecto, de la que ya hemos hablado, y su pasin por la libertad y la verdad.

    Tambin son muy interesantes sus estudios so-bre la guerra civil en la que pone de manifiesto hasta donde se puede llegar cuando los dirigen-tes polticos no actan con responsabilidad en los asuntos ms importantes.

    5. - Muchos a lo largo de su vida le ten-taron con su paso a la poltica, l nunca acept. Solo, y por su sentido del deber, acept el nombramiento de Senador Real por parte de S. M. El Rey. Hubiramos ganado un poltico o perdido un gran in-telectual?

    Durante la transicin fueron muchas las perso-nalidades que pusieron de su parte para asentar la Democracia en Espaa, dando una leccin de responsabilidad y patriotismo.

    Maras, como senador, hizo algunas propuestas que hoy estn de plena actualidad, como que las listas electorales fueran abiertas, y luch con xito para que la expresin Nacin Espa-ola fuera recogida en la Constitucin.

    Fue un intelectual inmenso que, con voz crti-ca, sentido del deber y amor a Espaa, supo, desde su gran obra, influir en la vida poltica y social espaola.

    6.- Para terminar quera preguntarle cul piensa que es el homenaje ms merecido a su obra, el mejor reconocimiento a su memoria.

    Creo que el mejor reconocimiento a su memoria es continuar dando a conocer su figura y defen-der la profundidad, la riqueza y la actualidad de sus ideas.

    Eso es lo que hacemos en la Comunidad de Ma-drid, dar a conocer su figura y su obra para que sea conocida por todos los espaoles y, sobre todo, por los ms jvenes.

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    PRESENTACIN

    Julin Maras ANA BOTELLA

    ALCALDESA DE MADRID

    La figura intelectual, filosfica, liberal y humana de Julin Maras ha merecido siempre todo mi respeto y admiracin por su gran talla humanstica, pasin por la libertad e integridad moral. Tes-

    tigo excepcional de dos siglos, la originalidad de su obra representa un caso nico en la historia del pensamiento espaol.

    Heredero del mejor legado de sus maestros Una-muno, Ortega o Zubiri, Maras mir, pens y escri-bi sobre todo lo que le inquietaba y le rodeaba, desde la poltica a la economa, del cine al teatro. Y lo hizo siempre con valenta porque, como l mantena, sin un mnimo de coraje se hunden to-dos los valores del ser humano.

    Quiero agradecer a la revista Cuenta y Razn el homenaje a Julin Maras y la oportunidad que me brinda de hablar de un espaol admirable en este primer centenario de su nacimiento. Voy a detenerme en diez aspectos que considero esen-ciales en su vida y en su obra: su pensamiento, sus grandes obras, su reflexin sobre Espaa, su idea de Europa, su Escuela de Madrid, sus afi-ciones, su lugar de trabajo, su ejemplaridad, su humanidad y su libertad.

    El pensamiento de Julin Maras naca desde una honda mirada interior que no tena en cuen-ta ventajas o inconvenientes. Mirar, ver y decir

    lo que se ve, pasara lo que pasara, era su forma de trabajar. Nunca escribi ni dijo nada que no hubiera reflexionado con profundidad.

    Lcido, irnico y coherente, no se le perdon que dijera siempre lo que pensaba con frescura, fuer-za y eficacia. Represaliado tras la Guerra Civil, persever en la construccin de una obra filosfi-ca, humana y cultural de una talla inconmensura-ble sin que el rencor minara su energa creadora. Julin Maras puso siempre voz a la cordura para llamar a la concordia.

    Alertaba Julin Maras sobre el tiempo de dificul-tades que nos ha tocado vivir para a continuacin ofrecer el blsamo: Necesitamos la atencin, atender y entender. Es lo que debe esperarse del que ensea. La sazn positiva, la llamaba l. Luch por una vida intelectual regida por el rigor, la verdad y la complacencia en la realidad.

    Su palabra es conviccin, profundidad y libertad. Alejado siempre de cualquier tipo de confabula-cin, sectarismo o camarilla, era un espectador que recreaba y mostraba la vida humana desde la civilidad de su pensamiento.

    Maras fue al modo socrtico como el filsofo que bajaba a la plaza para estar en contacto con sus contemporneos. Y lo hizo desde que comenz a escribir en los aos treinta del siglo pasado,

    Maras mir, pens y escribi sobre todo lo que le inquietaba y le rodeaba, desde la poltica a la

    economa, del cine al teatro

    Fue al modo socrtico como el filsofo que bajaba a la plaza para estar en contacto con sus

    contemporneos

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    PRESENTACIN

    cuando era alumno en la Facultad de Filosofa. Desde entonces, no dej ni un da de estar en con-tacto con su pblico, de prestar atencin al mundo que le rodeaba, de trabajar, mirar, escribir, pensar entre dos siglos.

    Autor de ms de medio centenar de grandes obras, jams se apart de la verdad. Atraves la historia de nuestro pensamiento y de nuestra cultura con la dignidad en lo ms alto y ten-diendo puentes hacia el perdn, la amistad y la reconciliacin.

    Su Historia de la Filosofa supuso un aldabonazo en la conciencia de los lectores. El libro conoci cuarenta y una ediciones y hoy en da es plena-mente vigente y reivindicado por varias genera-ciones de intelectuales. A Jos Ortega y Gasset, su gran maestro, su mejor amigo, consagr la obra Ortega y la idea de la razn vital.

    Recuerdo un dibujo que le dedic tras su fa-llecimiento otro maestro inolvidable, Antonio Mingote. Un cielo por el que paseaban Ortega y Scrates. Detrs de ellos asomaba la figura de Maras, que con respetuosa timidez dejaba el espacio a sus maestros. Entonces, Ortega le comenta a su compaero de paseo: Ah vie-ne mi discpulo Julin, querido Scrates, que nos explicar de modo inteligible lo que est pasando en Espaa, cosa difcil de entender para una mente corriente.

    En efecto, una de las grandes herencias que nos dej es su libro Espaa inteligible por la importancia que el pensador concede a que los espaoles sepamos qu somos y qu podemos ser. Julin Maras escribi captulos memo-rables para comprender la realidad nacional espaola. l se consideraba un representante de la tercera Espaa, la de la concordia y el perdn. Porque l jams retuvo el rencor con el que le apartaron de la ctedra universitaria desde la que habra ejercido el magisterio que tanto necesitbamos, y necesitamos, en perso-nalidades de su calibre intelectual.

    La Espaa en la que crea Maras era una gran nacin en la que todos tienen cabida, en la que todos podemos vivir como seres libres, en la que no se discrimine a nadie, en la que no haya mu-ros ni fronteras: una Espaa en la que conviven-cia en libertad, concordia y paz son los ejes de la vida en comn.

    Siempre pens Maras en una Espaa positiva, llena de personas vivaces, despiertas, cordiales, divertidas. En una Espaa que para l era uno de los pases ms sugerentes y atractivos del mun-do, desde su vida cotidiana a su cultura. En una Espaa que fuera devuelta a los espaoles, sin ruptura de la normalidad.

    Dueo de una cultura universal, Julin Maras explor a lo largo de toda su vida la persona y su circunstancia, reflejada en autnticas joyas literarias como Breve tratado de la ilusin, La educacin sentimental, La felicidad humana, Mapa del mundo personal o Tratado de lo mejor. Su enseanza iba dirigida a orientarnos moral-mente para hacer lo mejor de lo posible, para vivir a fondo nuestra propia verdad porque la autenticidad era el gran edificio en el que se basaba su pensamiento liberal. Y desde ah combati con toda su fuerza la tendencia a la despersonalizacin.

    La vigencia de Julin Maras, como vemos, es to-tal, tanto en el caso de su idea de Espaa como en su reflexin sobre Europa. En este punto, l urga a una toma de posesin de la realidad de las naciones de Europa por parte de los europeos: La conciencia nacional -seal en una Tercera de ABC que public en 1986- tiene que ser a la vez conciencia de Europa.

    Aunque nacido en Valladolid, se cri y desarroll su proyecto de vida en Madrid. Hijo Predilec-to de la Villa de Madrid y Medalla de Oro de la Comunidad de Madrid, la de Julin Maras fue una vida plena en responsabilidad, sentido del deber y transmisin de virtudes humanas.

    Jams retuvo el rencor con el que le apartaron de la ctedra universitaria

    desde la que habra ejercido el magisterio que tanto necesitbamos

    La autenticidad era el gran edificio en el que se basaba su pensamiento

    liberal. Y desde ah combati con toda su fuerza la tendencia a la

    despersonalizacin

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    PRESENTACIN

    Don Julin amaba tanto a la capital de Espaa como a su Valladolid natal, confesaba sentirse radical-mente madrileo porque un Madrid tan atractivo le recordaba siempre a su Valladolid del alma.

    Desde Madrid, cre y marc escuela. Aqu fund y puso en marcha el Instituto de Humanidades. Y por ese amor a nuestra ciudad le estaremos permanentemente agradecidos. Me atrevo a suge-rir que l fue como el gran baluarte de una posible Escuela de Madrid de Filosofa.

    Infatigable trabajador, haba ledo y reledo to-dos los libros de su biblioteca -en espaol, latn, griego, alemn, ingls y francs-, y siempre guar-daba un espacio para sus aficiones, como la novela policaca, que adoraba.

    Tambin era un apasionado del cine, sobre el que escribi extraordinarios artculos que eran monu-mentos a la concordia y a la convivencia.

    Que por m no quede fue su lema para vivir y trabajar. Y por ello siempre crey en las personas, a las que atenda con una generosidad exquisita. Otra de sus pasiones eran las tertulias, que mantuvo en su casa, un da a la semana, en la mejor herencia de aquellas reuniones de la Revista de Occidente.

    Y en su casa de Madrid tena su estudio de tra-bajo, que forma parte de una imagen imborrable de Maras. Me refiero a una fotografa en la que aparece solo detrs de su mesa de despacho mien-tras mira fijamente a la cmara, que le retrata rodeado por todas partes de su inmensa bibliote-ca, inundado de papeles. En esa imagen vemos al pensador y su personalidad, curtida en el estudio, en la investigacin, en la reflexin.

    Y captamos su sencillez y humildad, su claridad y criterio, su sensatez y moral. Nos transmite por qu es un ejemplo.

    Asentado en su humanidad, el pensador llega-ba siempre a todas partes adelantado a su tiem-po, con gran entusiasmo. Y ese entusiasmo, que nunca le abandon, nos lo transmita a todos.

    Cuando recibi el Premio Prncipe de Asturias de Comunicacin y Humanidades, junto a otro gi-gante de la cultura como Indro Montanelli, Julin Maras pronunci un discurso inolvidable en el que denunci el abandono al que se haba someti-do a las Humanidades (Filosofa, Historia, Litera-tura...) Lamentaba la reduccin de lo humano a lo no humano, que inevitablemente era la reduccin del hombre. Ese da nos dio otra leccin magistral de cordura, sentido comn y humanismo.

    Acu, asimismo, la palabra "futurizo": orienta-do y proyectado al futuro. Esa es justamente la condicin humana en la que l crea: conservar la tradicin de las Humanidades orientadas, siem-pre, hacia el futuro.

    Julin Maras siempre proyect un apasionado sentir de lo espaol-castellano desde una mesura y un comportamiento moral ejemplares. Su filoso-fa era una visin responsable dotada de verdad y libertad, de claridad y profundidad. Nada de lo humano le era ajeno. Su generosidad no conoca lmites. Su compromiso con la libertad era infran-queable. Para l era esencial la comprensin del otro, del que no piensa igual que uno. El respeto era esencial en su vida. Porque para l, los valores supremos de la vida eran la verdad y la libertad.

    No guard odio, animadversin ni revancha hacia nadie en su corazn ni en ninguno de sus escritos. Sigui creando y escribiendo, construyendo una gigantesca obra intelectual, filosfica, literaria y humana. Y si hoy podemos pensar y expresarnos en libertad es, en buena parte, gracias al ejemplo de personalidades como la suya.

    Si hoy podemos pensar y expresarnos en libertad es, en

    buena parte, gracias al ejemplo de personalidades como la suya

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    INTRODUCCIN

    Homenaje a Julin Maras con motivo de su centenario

    RAFAEL ANSNPRESIDENTE

    FUNDACIN DE ESTUDIOS SOCIOLGICOS (FUNDES)

    Pocos intelectuales espaoles del si-glo XX (y tambin de los albores del XXI) merecen ms el reconocimien-to y el homenaje que Julin Maras, protagonista de una fecunda, larga y

    maravillosa vida, cuyo centenario llega preci-samente ahora.

    Fallecido en diciembre de 2005, su trayectoria vital ha sido muy larga, como sus mritos profe-sionales y acadmicos. Al fin y al cabo, estamos hablando de uno de los intelectuales ms influ-yentes de la Espaa del siglo XX, del discpulo de Ortega y Gasset y de Xabier Zubiri, autor de la Historia de la Filosofa (1941) y de unas setenta obras ms; ganador de un Premio Prn-cipe de Asturias; senador por designacin real (el Rey nos honra participando en este homena-je en unas lneas en las que seala que siempre le agradeci de corazn haber aceptado en su da este cargo y aade Don Juan Carlos que mantiene vivo el recuerdo de su extraordinaria vala intelectual y humana); padre de Javier, lvaro, Miguel y Fernando Maras; filsofo sencillamente excepcional y cinfilo empeder-nido. Adoraba a su mujer, Lolita.

    Muchas vivencias personales Pero en la presentacin de este monogrfi-co (en cuya portada aparece el dibujo que le dedic en su da lvaro Delgado), yo quiero hablar tambin de mis vivencias personales, puesto que su prdida, a pesar de estar reves-tida de la normalidad que implica su lejana fe-cha de nacimiento, dej en m el dolor de una tremenda ausencia, la de un amigo con el que compart, a lo largo de los aos, numerosas y apasionantes singladuras.

    Por ejemplo, en mi relacin con l hubo ocasin de comentar muchas veces temas gastronmi-cos. Recuerdo que un da le ped que pensara en la definicin de gourmet. Y vaya si lo hizo! pues, al poco tiempo, me llam de ma-drugada para decirme que ya la haba encon-trado. Y me dio un lema excepcional: El que come poco y bueno, y de lo bueno, mucho.

    Julin no era un gran aficionado a la buena mesa, aunque le gustaba la comida tradicional y, muy especialmente, el vino de Rioja, natu-ralmente, el tinto. Tena sus restaurantes fa-voritos, entre otros, dos templos de la cocina vasco-navarra. Y le encantaba el bacalao.

    Pocos intelectuales espaoles del siglo XX () merecen ms

    el reconocimiento y el homenaje que Julin Maras

    En mi relacin con l hubo ocasin de comentar muchas veces temas gastronmicos

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    INTRODUCCIN

    Fundador de Fundes y de Cuenta y RaznCompartimos tambin la singladura de la Fun-dacin de Estudios Sociolgicos (Fundes), que Julin presidi desde su fundacin en 1979 hasta su muerte, y de su rgano de expresin, esta revista Cuenta y Razn, creada en 1981 y cuyo Consejo de Redaccin ha encabezado tambin hasta sus ltimas horas. En esta pu-blicacin, Julin escribi ms de un centenar de maravillosos artculos de temtica histrica, filosfica o poltica, adems de otros centrados en su gran pasin: el cine. Por eso, esta publi-cacin es el marco perfecto para este humilde pero tremendamente sentido homenaje.

    Recuerdo una lejana reunin en el Hotel Ritz de Madrid con Claudio Boada, Santiago Fonci-llas, Julin Maras y yo mismo. Fue la primera vez que planteamos la posibilidad de crear una Fundacin de Estudios Sociolgicos que permi-tiera situar y organizar el mercado de las ideas y del pensamiento del tal modo que pudieran ser aprovechados por los polticos y los empre-sarios. Estbamos todava en plena etapa de la transicin y se empezaba a discutir la futura Constitucin que se aprob finalmente en 1978.

    Los intelectuales y la polticaMaras comprendi perfectamente la conve-niencia de llevar a cabo un esfuerzo intelectual para contribuir a facilitar frmulas y solucio-nes a la clase poltica. Para ello, era necesa-rio reunir a los intelectuales y pensadores ms importantes de nuestro pas e incluso algunos de fuera de nuestras fronteras. Naturalmente, la aportacin de los empresarios era fundamental, en otras cosas, por razones de influencia.

    De esa forma, qued planteada la Fundacin como un lugar de encuentro de intelectuales y empresarios. Su finalidad ha sido y es abordar

    desde una perspectiva exclusivamente cultu-ral los temas bsicos que deban resolverse a nivel poltico.

    Al final, Julin dijo que todo le pareca muy bien pero que l no tena inters ni espritu ni vocacin para presidir e impulsar la idea y la Fundacin. Desde la muerte de su mujer, Lo-lita, tena una aptitud pasiva y de espera ante la vida. Nos cost mucho convencerle de que cambiara de opinin y el argumento principal fue que, sin duda, si Lolita viviera le pedira que aceptara. Y as fue.

    Lo que no est en Internet no existirDurante los casi 30 aos de Presidencia de Fundes, cuando -repito- tuve la suerte de ocu-par la Secretara General, siempre le escuch decir que ninguna otra actividad le haba pro-porcionado ms alegras y ms satisfacciones. Pienso sinceramente que Fundes fue una pla-taforma y un soporte que le permiti desarro-llar muchas de sus capacidades. Desde all, entre otras cosas, propici y encabez la pues-ta en marcha del Colegio Libre de Emritos y, en su da, de la Crnica Virtual de Economa, porque, segn me dijo: Rafael, en 10 aos, lo que no est en Internet no existir. Era el ao 2000. Hasta en esto y en plena vejez fue un precursor y un hombre adelantado a su tiempo.

    Con todo esto y haciendo balance, yo he teni-do la suerte de conocer, admirar y compartir muchas actividades con Julin Maras desde hace treinta aos. Su arrolladora personalidad se distribuy en muy diferentes facetas, como filsofo, como curioso, como espaol, como maestro, como cinfilo, como ser humanocomo individuo ejemplar, que en todas estas versiones ha tenido la fecunda personalidad de este intelectual inolvidable.

    Permaneciendo inalterable en su filosofa y en sus actitudes vitales, pudo haber sido contemplado en unas pocas como peligrosamente

    progresista y liberal y, en otras, como excesivamente conservador

    y reaccionario

    Planteamos la posibilidad de crear una Fundacin de Estudios

    Sociolgicos que permitiera situar y organizar el mercado de las ideas y del pensamiento del tal modo que pudieran ser aprovechados por los

    polticos y los empresarios

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    INTRODUCCIN

    Como oficio, el de pensarCreo que es la nica persona que conozco que tuvo por oficio pensar. Y fue, hasta su muer-te, la gran eminencia del pensamiento espa-ol y la persona ms coherente, la ms sin-cera consigo misma y con los dems, la ms profunda y la ms equilibrada. Un personaje singular a quien las circunstancias no favo-recieron y que, permaneciendo inalterable en su filosofa y en sus actitudes vitales, pudo haber sido contemplado en unas pocas como peligrosamente progresista y liberal y, en otras, como excesivamente conservador y re-accionario.

    En realidad, l no vari nunca su posicin. Los que cambiaron fueron los dems. Y los que trataron de situarle en uno u otro lugar fueron tambin quienes le rodearon. Si, como deca Ortega, uno es uno mismo y su circunstancia, el cambio de circunstancia complic extraor-dinariamente la vida a Julin.

    Ha sido uno de nuestros ms brillantes pensa-dores, acadmico y gran escritor, extraordina-rio articulista y, sin duda, un hombre bueno, honesto y austero, honrado como pocos, bri-llante en su retrica, tanto en la palabra ha-blada como en la escrita, intelectualmente va-liente y con una extraordinaria vitalidad hasta sus ltimos das.

    El gran defensor de la libertadPero yo lo definira, sobre todo, como el gran amante de la libertad y, como amante, su gran defensor. El ser humano es un proyecto de li-bertad, tanto individual como colectiva, y el progreso se mide en trminos de libertades. En los muchos cursos que dirigi durante su fecun-da vida acadmica dos conceptos constituyeron la base: Democracia y libertad, acaso los dos principales ejes filosficos y polticos de la so-ciedad de nuestro tiempo.

    Consideraba el profesor que la libertad es con-dicin misma de la vida humana y, por tanto, irrenunciable. Y siguiendo la lnea de su maes-tro Ortega, adornaba esta idea con un elogio: mientras est vivo, el hombre siempre est eligiendo, porque incluso cuando va a morir o cuando le van a matar tiene que tomar la ltima decisin sobre cmo va a encarar esa muerte inevitable, si con vergenza o con orgullo, si con desesperacin o con esperanza.

    Una de las cosas ms difciles es saber qu es la libertad. Son territorios inhspitos hasta para los filsofos y los pensadores, por muy brillantes que fueran, como nuestro protago-nista de hoy. Los hombres de la comunicacin preferimos hablar de libertades: de informa-cin, de prensa, de expresin, palabras todas que se han incorporado al lenguaje or-dinario, que todos manejan, aunque tampoco resulten fciles de fijar.

    Defender la armona de las libertades Yo creo -y lo he aprendido de Julin Maras- que el orden, la sociedad, el mundo colectivo, el mundo del ser humano - que, como deca Aristteles, es un ser social- es una armona de libertades, y como tal es imprescindible de-fenderlas todas, mantenerlas todas y tenerlas todas; no es posible renunciar a ninguna de ellas pensando que as se protegen las dems.

    A partir de la Revolucin Francesa, la demo-cracia se ha considerado -dice Maras- la ni-ca forma legtima de poder, con una nica con-dicin: que sea posible, porque la existencia de la democracia requiere ciertas condiciones, la primera de ellas que existan demcratas. No se puede ignorar que la democracia encierra unas reglas de juego que, si no se aceptan, la imposibilitan, as como alguien que las defien-da. Es decir, que quienes van a decidir sobre los asuntos pblicos entiendan sobre ellos lo suficiente para poder opinar, votar y resolver.

    Sentido comn, cultura y conocimiento Su ideario se basa en que el sentido comn, la cultura y el conocimiento resultan imprescin-dibles para la libertad y se consiguen funda-mentalmente a travs de la educacin y de la informacin. Hasta hace muy pocos aos, un siglo y medio, se reciba sobre todo a travs de la educacin, porque realmente los cana-les informativos se limitaban prcticamente al rumor, al boca a boca, a lo que nos contaban,

    Yo creo -y lo he aprendido de Julin Maras- que el orden, la sociedad, el mundo colectivo, el mundo del

    ser humano () es una armona de libertades

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    INTRODUCCIN

    a la tradicin oral, y a muy poco ms; peroen la actualidad, los medios masivos de comu-nicacin tienen una influencia determinante,porque son constantes y permanentes.

    La libertad de prensa tiene que respetar lasdems, pues, como deca muy bien Julin, noes una libertad superior a las otras, no es su-perior al derecho a la vida, a la intimidad, alderecho a que cada uno tenga sus creencias ysus opiniones, a que desarrolle su proyecto devida como le parezca ms conveniente segnsu escala de valores.

    Lo que ocurre es que ese rol debe ir siempreacompaado de un gran sentido de la respon-sabilidad, la tica del poltico tiene que mos-trar un valor aadido con respecto a la delciudadano normal y lo mismo sucede con latica del cientfico o con la del periodista. Ylo lamentable es que muchas veces no solo noes superior sino que no llega ni con mucho a laaltura de la del hombre de la calle.

    Un elenco de colaboradores de alturaPara rendir homenaje a Julin, en sus diferen-tes facetas, contamos en esta edicin especialde Cuenta y Razn con un elenco de colabo-radores de altura. Adems de la presentacina cargo de Ana Botella y de la entrevista deJavier Blanco con Ignacio Gonzlez, presi-dente de la Comunidad de Madrid, en torno asu figura, diferentes intelectuales trazan todoslos perfiles del maestro.

    As, Julin Maras: la palabra es el ttulo dela colaboracin de Federico Mayor Zaragoza,ex secretario general de la Unesco y actual presi-dente de la Fundacin Cultura de Paz, mientrasque Harold Raley, de la Universidad de Hous-ton, habla de las Trayectorias y ultimidadesde la persona en el pensamiento de JulinMaras. El director de cine Jos Luis Gar-ci califica a Julin Maras en su texto como Elhombre que nunca minti y el Director dela Real Academia Espaola Jos Manuel Ble-cua escribe sobre los ciclos de conferenciasde Julin Maras en el Instituto de Espaa. YJavier God, Presidente Editor del Grupo Godcon el tema Julin Maras: dos decenios claveen La Vanguardia

    Manuel Nez Encabo, presidente de laFundacin Antonio Machado, habla de El

    machadiano Julin Maras: Machado yla experiencia de la vida, mientras que elteniente general Agustn Muoz-GrandesGalilea titula su texto Mi postrer homena-je a un espaol cabal.

    El prestigioso bioqumico Santiago Grisolase centra en Julin Maras y los derechosciviles, Javier Zamora Bonilla, profesor deHistoria del Pensamiento Poltico y director delCentro de Estudios Orteguianos de la Funda-cin Ortega - Maran habla de La libertadque uno se toma (en el centenario de Ju-lin Maras), y Pedro Schwartz, catedrticoRafael del Pino en la Universidad San PabloCEU dedica su ensayo a la Historia de la fi-losofa como continuidad de una cultura.

    Eduardo Martnez de Pisn, catedrticoemrito de Geografa de la Universidad Aut-noma de Madrid, se decide por Julin Marasy la geografa. ngel Snchez de la To-rre, de la Real Academia de Jurisprudencia,se refiere a Itinerarios del concepto depersona. Y Juana Snchez - Gey, profesorade Filosofa de la Universidad Autnoma, es-cribe sobre La persona en Julin Maras.Salvador Snchez-Tern, ex ministro deUCD y actual presidente del Consejo Socialde la Universidad de Salamanca, habla de susTres encuentros con Julin Maras. Ole-gario Gonzlez de Cardedal, Acadmico deCiencias Morales y Polticas y Catedrtico de laPontificia de Salamanca, habla de Julin Ma-ras: cristianismo y teologa. El arquitectoy acadmico Antonio Lamela, realiza preci-samente un Homenaje a Julin Maras, aligual que el escritor Antonio Lago Carballo,quien titula su colaboracin El Julin Ma-ras que yo recuerdo.

    El doctor en Comunicacin Francisco Ansnse plantea en su texto Qu deseara JulinMaras? Ms libertad o ms seguridad,

    Maras nos ense que hay que luchar contra los ataques a la libertad

    con ms libertad. Lo peor que le puede ocurrir a la democracia es

    tratar de conquistar ms libertades restringiendo las existentes

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    INTRODUCCIN

    mientras que Antonio Bonet, director de la Real Academia de Bellas Artes, aborda el tema de La biblioteca y la mesa de trabajo de Julin Maras.

    Helio Carpintero, de la Real Academia de Ciencias Morales y Polticas, titula su texto: Literatura y precisin: A propsito de Julin Maras. Mientras, Jess Conill San-cho, de la Universidad de Valencia, habla de La ilusin de la vida personal. Y Adela Cortina, tambin de la Universidad de Valen-cia y Acadmica de Ciencias Morales y Pol-ticas aborda el texto Naturaleza y cultura: el valor educativo de la narracin.

    El catedrtico de Derecho Constitucional y Europeo de la Universidad Complutense de Madrid Miguel Martnez Cuadrado ha ti-tulado su colaboracin Julin Maras cum-ple cien aos. Notas en recuerdo de J.M. 1914-2005, mientras que el periodista y escritor Alfonso Basallo habla de Julin Maras, crtico de cine personalista.

    El abogado Fernando Fernndez lvarezha optado por Julin Maras, un hombre de esperanza. El catedrtico de Historia

    Contempornea Juan Pablo Fusi Aizpruaha elegido Espaa como preocupacin.Juan E. Iranzo, decano-presidente del Co-legio de Economistas de Madrid, titula su co-laboracin, Julin Maras: un liberal. Y, finalmente, el catedrtico de Sociologa de la Universidad de Crdoba Julio Almeida, ha-bla de Ser y tiempo de los espaoles, se-gn Julin Maras

    Siempre ms libertad Maras nos ense que hay que luchar con-tra los ataques a la libertad con ms libertad. Lo peor que le puede ocurrir a la democracia es tratar de conquistar ms libertades restrin-giendo las existentes, es decir, partiendo de una privacin de parte de la libertad. Este m-bito slo se mejora amplindolo; no se pue-de modificar el sistema democrtico de forma positiva restringiendo libertades, sino aumen-tndolas. Hay que recuperar la ilusin, para conseguir, como ha sido siempre el sueo de Julin, que el sistema democrtico sea el me-jor de los sistemas polticos y no, como deca Churchill, simplemente el menos malo.

    Estoy seguro de que, con el paso del tiempo, es-tos pensamientos y otros muchos sern su prin-cipal herencia, y su huella y su figura emer-gern por encima de la, a mi parecer, discreta atencin que mereci en vida. As, nuestra so-ciedad har justicia con uno de los ms brillan-tes de sus miembros, un personaje singular a quien algunas circunstancias no favorecieron y que siempre permaneci inalterable en su fi-losofa y sus actitudes vitales. Al prestigio de este gran personaje queremos contribuir con este homenaje colectivo al que doy paso.

    Con el paso del tiempo, estos pensamientos y otros muchos sern

    su principal herencia, y su huella y su figura emergern por encima de la, a mi parecer, discreta atencin que

    mereci en vida

  • Fundacin de Estudios SociolgicosFundador Julin Maras

    Ensayos

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    ENSAYOS

    Horarios contraproductivos Ser y tiempo de los espaoles

    segn Julin Maras JULIO ALMEIDA

    CATEDRTICO E.U. DE SOCIOLOGA. UNIVERSIDAD DE CRDOBA

    Convencido de que nada espaol le es ajeno, este artculo rememora a don Julin Maras, que ya vio hace ms de medio siglo, cuando Espaa se deba-ta entre la tradicin y la modernidad,

    que muchos espaoles carecen de imaginacin para llenar el tiempo; y de ah sus horarios prolon-gados. Para quien escribi en 2002, 75. aniver-sario de Sein und Zeit, que ste es probablemente el libro filosfico ms importante del siglo XX, ningn homenaje mejor en el centenario de su na-cimiento que rescatar sus escritos anticipadores para resolver un problema que nos atae.

    Llenas de coches hasta las esquinas, cuyos cinco metros se deban respetar para favorecer la visin y la maniobra, en Burgos se han acostumbrado los conductores, no a prescindir a ratos del veh-culo, utilizando el autobs, el taxi o las piernas, sino a estacionar en doble fila: el punto muerto, el freno de mano sin echar, las ruedas en lnea recta. Supuesta la buena voluntad de los que pa-san, se cuenta sobre todo con la vista gorda de la autoridad, que arbitra con benevolencia el olvido

    pasajero del reglamento. Es una componenda que gusta a una mayora de personas. Durante la larga dictadura se deca que Espaa es un Estado de derecho atemperado por el estricto incumplimien-to de la ley, y Juan J. Linz tena buenas razones para considerar que el franquismo fue un rgimen autoritario, mas no totalitario; en su ltimo quin-denio, incomparable con el primero, se presenta la libertad. Esta solucin del barrio de Burgos, que mutatis mutandis se reitera en toda Espaa, es un ejemplo extraordinario de lo que Aristteles, en su Poltica, llam el derecho de la costumbre.

    Ahora bien: sta de duplicar entes sin necesidad es vieja usanza nuestra, es alternativa buscada por individuos que, desoyendo al antiguo griego y al franciscano de Oxford, prefieren hacer las cosas sin cuenta ni razn. Cuntas veces no hemos visto dejar el coche en doble fila habiendo espacio libre un poco ms all? La gente disfruta o sufre a diario con las duplicaciones. Obsrvense los dos apelli-dos, un uso que los neutraliza de facto, y confusin que funciona, dicho sea de paso, para que caigan en desuso en aras del nombre de pila; con el tuteo compadre, son manejos que sirven a los fines de la chabacanera imperante. Adems de aparcar en doble o triple fila, tenemos dos pagas extras e inclu-so complementos que se retijeretean rayando en la confiscacin, so capa de la crisis; nos citan en dos convocatorias; hay dos santos en la Universidad, Toms de Aquino y el de cada Facultad, con lo que al fin y al cabo, aunque el derecho a descanso laboral prev 14 das al ao, los puentes oficiales y los otros tal vez harn esa cifra mensual. De los

    Duplicar entes sin necesidad es vieja usanza nuestra, es alternativa

    buscada por individuos que, desoyendo al antiguo griego y al franciscano de Oxford, prefieren

    hacer las cosas sin cuenta ni razn

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    Cuenta y Razn | Primavera 2014

    decibelios no hablemos: el pas parece una dis-coteca y hay que repetir mensajes porque no se oye bien. Podramos seguir. Los 32 crditos que de momento vigen para algunos profesores uni-versitarios son demasiados, si no fuese por los nu-merosos docentes que suscita; y en consonancia con ellos, nuestros estudiantes viven enredados en horarios anmalos, porque el crdito de Bolo-nia es "la nica unidad de medida del mundo, por cierto, cuyo valor no es constante -dice Jos A. de Azcrraga, catedrtico de Fsica terica-: depende no slo de los pases, sino hasta de las universida-des" (Claves de razn prctica, 209, 2011). Tan-to es as, que depende tambin de cada profesor, pues muchos niegan de plano la hora acadmica; se demoran, invaden con alevosa la siguiente y (sin autoridad que intercepte nada) desprecian lo ms importante: el respiro de la pausa, secreto a voces de la escuela finlandesa. De manera que en horas incalculables dispuestas sin misericordia, sin educacin ni ciencia, alumnos y profesores no revientan gracias a las fiestas de guardar, previstas y casuales, que surgen como setas; en un lugar an-daluz los nios tienen vacacin el da del santo del pueblo. Yo creo que cuando el legislador fij estas dos horas desparramadas -1. y 2. convocatoria- instituy la mala educacin, porque cuestiona la puntualidad y pone la administracin pblica en manos de los retrasados. Por eso se asombra nues-tro estudiante cuando sale al extranjero y cumple un horario productivo donde la contabilidad es ms discreta. Por qu el ftbol est homologado? Y por qu en tantos mbitos -el sistema educati-vo es paradigmtico- sigue habiendo Pirineos que dan la razn a Pascal? Con lo que resultan no una, sino dos jornadas al da, de maana y tarde; de ah la necesidad y la urgencia de organizar unos ho-rarios racionales, como ha propuesto la comisin que preside Ignacio Buqueras y Bach. (V. n. 29 de CyR, otoo de 2013.) Hablamos de la repeticin de entes: doble jornada por principio. Y el pro-blema se complica con nuestra hora oficial, que en tiempo de verano va 120 minutos adelante, y cuando el extranjero dice tener hambre a las siete, hay que matizarle que aqu slo son las cinco.

    Establecidos los 24 husos horarios a fines del siglo XIX, a principios del XX Espaa adopt el tiempo solar del meridiano de Greenwich. Pero cuando los hombres descubrieron que las mane-cillas del reloj podan adelantarse o atrasarse a voluntad, empez lo que se llam hora de verano, una costumbre que se inici durante la primera Guerra Mundial, con el fin de mantener las f-bricas abiertas una hora ms desde la primavera hasta setiembre u octubre. Espaa hizo lo mismo dos aos despus, en 1918, y despus de algunos veranos, una orden de la Presidencia del Gobier-no de 7 de marzo de 1940 dispuso que la hora oficial se adelantara sesenta minutos para mar-char de acuerdo con los de otros pases europeos, por de pronto con Francia, que haba adelantado su horario legal unos das antes. (Pere Planesas, "La hora oficial en Espaa y sus cambios", art-culo publicado en el Anuario del Observatorio Astronmico de Madrid para el ao 2013, IGN.) El 1 de setiembre de 1942 se dio marcha atrs; a la una de la madrugada, se volvi a las cero horas, y as el vaivn, ao tras ao. En 1946, una orden de 23 de marzo "se dispone que el sbado 13 de abril prximo, a las veintitrs ho-ras, sea adelantada la hora en sesenta minutos" (BOE de 25 de marzo); y el 29 de setiembre se retrasa. Y despus, en algn momento nos que-damos bajo el Sol centroeuropeo; hemos hecho nuestra la hora de franceses, alemanes e italia-nos. Pero al llegar la crisis energtica de 1974, cuando nos habamos acomodado a esa hora anterior, se crey oportuno adelantar la hora de verano para aprovechar la luz solar (lo que en Espaa ya estaba hecho para todo el ao) y del 13 de abril al 6 de octubre se adelant el reloj una hora, que en Espaa era la segunda. Y ah fue cuando nos sacaron de nuestras casillas; los gallegos son los que resultan ms descolocados. Y aunque parece dudoso el ahorro de energa, en 1996 se agrand el desfase, volviendo al horario invernal un mes despus, el ltimo sbado de octubre. Con lo cual resulta ya tan intolerable el desbarajuste, que tenemos dos opciones claras: o bien Espaa retorna al meridiano de Greenwich que le corresponde, con Portugal e Inglaterra (las Islas Canarias siguen donde estn, y Espa-a deja de tener dos horas oficiales), o bien nos convencemos todos de que los horarios de vera-no son un engao manifiesto que no compensa las molestias. En cuyo caso, Espaa puede per-manecer para siempre con nuestros amigos de al lado: con Francia, Alemania, Italia y dems pases de la Unin Europea.

    O bien Espaa retorna al meridiano de Greenwich que le corresponde, con Portugal e Inglaterra (), o bien nos

    convencemos todos de que los horarios de verano son un engao manifiesto

    que no compensa las molestias

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    ENSAYOS

    Algo escrib en el nmero 48/49 de la primera poca de la revista. Y al pensar sobre "Horarios y tiempos hispnicos" en 1989, aprovech dos testimonios de Julin Maras, que siguen tan vi-gentes como cuando los escribi: uno de 1947, el segundo de 1952. En 1947, al publicar don Ramn Menndez Pidal Los espaoles en la His-toria, introduccin a la magna Historia de Espaaque l dirigir hasta su muerte, Maras la comen-t con el ttulo de "Una psicologa del espaol", que luego form parte del libro Aqu y ahora y hoy puede leerse en Obras, III, pp. 53-61. El fun-dador de Cuenta y Razn, a quien nada de Espa-a le es ajeno, objeta cordialmente al patriarca de la filologa la perduracin de ciertos carac-teres espaoles, algunos de los cuales parecan mantenerse invariables durante dos milenios. Si Menndez Pidal, como se recordar, atribuye a los hispanorromanos sobriedad, idealidad e in-dividualismo, y aun el innato senequismo (que algunos cordobeses creen sentir en especial, si bien Sneca fue llevado muy nio a Roma y nun-ca volvi a su Corduba natal), esos caracteres que parecan condecir con los habitantes de los du-ros aos 40, son los que nuestro filsofo ve con-tingentes, y piensa que el supuesto estoicismo "estriba principalmente en una falta de deseos, caracterstica de un tipo psicolgico escasamen-te imaginativo". El propio don Ramn vivi lo bastante para comprobar que la austeridad -su-puestamente romana y espaola hasta los aos 50 inclusive- desapareca en la dcada de los 60, la ltima de su centenaria y fecunda vida, cuando nuestro pas se estabiliz por el seguro camino del crecimiento econmico. "Entre 1961 y 1964 -escribe Juan Pablo Fusi en su Historia mnima de Espaa- la economa espaola creci a una media anual del 8,7 por 100 y del 5,6 por 100 entre 1966 y 1971." Quien lo vivi lo sabe. Para esa poca puede verse Sociedad de consumo a la espaola, de Jos Castillo Castillo. Pero volvamos al observatorio de Maras en 1947. Despus de anotar el "hecho menudo, pero de clara signifi-cacin [de que] la inmensa mayora de los espa-oles realiza una funcin profesional ajena a su ntima vocacin", pues eran los aos de hambre y reconstruccin de la posguerra, se refiere a las horas de trabajo. "Pero su horario -comienzo tar-do, larga interrupcin a la hora de comer- hace que ocupe prcticamente el da entero; al espaol no le queda tiempo 'para nada'. Pero esto quiere decir que no desea hacer nada, que no siente el tirn de apetencias distintas, sean cualesquie-ra -la jardinera o el baile, los espectculos o la

    lectura, el estudio o el cultivo de un arte, el de-porte o el coleccionismo-. De ah tambin la per-plejidad del espaol en vacaciones: despus de quejarse de 'no tener tiempo para nada', se en-cuentra en la situacin embarazosa de 'no tener nada para el tiempo'." Y en 1952, un filsofo ms viajado da fe de la situacin: "Extraa la facilidad con que el espaol se habita, en cualquier pas europeo, a comer a las doce y a las siete, y cmo, en cambio, a la vuelta, le cuesta algn esfuerzo incorporarse a la vieja costumbre, interrumpida slo una semana. Naturalmente, nuestra jornada de trabajo est en ntima conexin con estos usos, y pienso que las relaciones del espaol con su reloj descubren un estrato profundo o inquietante de su alma" (III, 193). Al citar yo parte de estas palabras del maestro hace un cuarto de siglo, me preguntaba qu queda de verdad de este diagns-tico cuarenta aos despus. Casi todo, pensaba.

    Y pienso lo mismo. El Ministerio de Economa y Competitividad debera atender a esa comisin que preside el economista Buqueras. Nuestra jornada laboral se redujo a 40 horas semanales en 1983; aunque de mala gana, lo hizo Gonzlez para cumplir una promesa electoral. En Estados Unidos se haba implantado esa cifra redonda en 1938, en el segundo trmino del New Deal de Roosevelt, pero sabemos que muchos americanos pudientes se organizan y cenan casi tan temprano como los romanos, nica manera de descansar y de estar bien despiertos al amanecer. "La jornada habitual de trabajo es de siete a ocho horas -prosi-gue Maras en 1952-; no son muchas, pero nos las ingeniamos para ocupar con ellas el da entero." Advirtase que por entonces haba pluriempleo y horas extraordinarias, vigencia social derivada de los sueldos chicos y til para las frecuentes familias numerosas. Los espaoles trabajaban en varios sitios sin dignarse imaginar vocaciones ni hobbies algo distintos. Ha pasado el tiempo, pero muchos antiguos hbitos permanecen y duran por inercia, por eleccin, por aburrimiento. Hay absurdidad mayor que convocar una reunin en dos horas movedizas? Esto es lo que los alemanes llaman Zeitsverschwendung, palabra que se usa para prevenir la prdida de tiempo. Por aquellos aos estaba prohibido hablar con el conductor,

    Pienso que las relaciones del espaol con su reloj descubren un estrato

    profundo o inquietante de su alma

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    pero hoy el taxista -hasta diecisis horas diarias al volante en Madrid, dieciocho en Crdoba- ne-cesita tertulia, distraccin, y una especie de cen-tral telefnica nos amenaza y nos impide conver-sar con l o pensar en nuestros asuntos. Y en una Facultad de horas mal calculadas, se ha puesto de moda irrumpir en las clases: lo nunca visto. Y hartos de sobredosis, los estudiantes comen por los pasillos, si no faltan por modo inevitable.

    Ser Espaa diferente? Fue el eslogan equvoco que empez a circular hacia 1963, Spain is di-fferent, precisamente cuando bamos a dejar de ser pas atrasado, cuando Espaa converga a gran velocidad y eran escolarizados ochocientos o novecientos mil nios para cerrar en esa dcada prodigiosa una vergenza histrica: una injusticia compatible con un Siglo de Plata, o de Oro, que se haba ido formando a raz de 1898. Al annus mi-rabilis de 1963, que documenta el profesor Cuen-ca Toribio en estas pginas, debe recordarse que fue la fecha en que se aadi al sueldo anual de los maestros (16.920 pesetas) un complemento de 24.000, lo que triplic su "paguita", que empez a ser paga en septiembre para honeste vivere. De algo ms de mil, pasamos a tres mil y pico de pe-setas de entrada (terminada la carrera de maestro el 17 de junio, 3.006,70 fue mi primer sueldo in-olvidable). Y fue el principio, con la exigencia del bachiller superior al final de la dcada, de suce-sos que otros pases haban efectuado mucho an-tes. Crecimos en los 60 tanto como en los sesenta aos anteriores, nos dicen los economistas; cre-cimos hasta alcanzar el metro setenta de estatura media; pero crecimos sobre todo en autoconcien-cia, cuando una legin de historiadores, de fue-ra y de dentro, se aprest a demostrar con datos precisos que Espaa no es un pas excepcional, ni siquiera subdesarrollado, como se sostena des-de el desastre del 98. Historiadores y socilogos. Siempre alerta, al comenzar sus Meditaciones so-bre la sociedad espaola, en mitad de la dcada mgica, Julin Maras amoned en pocas palabras la cuestin que nos mortificaba: "Espaa no es un pas 'subdesarrollado', sino mal desarrollado."

    Y como para confirmar el diagnstico, en los l-timos decenios los jvenes espaoles han crecido hasta aproximarse a la altura de sus coetneos eu-ropeos y americanos; y as como la distancia de los grados educativos entre abuelos y nietos es en Espaa la mayor de la OCDE, con la nueva esta-tura sucede lo propio. La diferencia estriba ahora en la cantidad: quiz para compensar los cent-metros que faltan, los nuestros estn ms gordos y Crdoba adolece de la tasa de obesidad ms alta de Espaa. Tal vez nos alimentamos demasiado.

    Porque ser capital gastronmica tiene su precio; no precio inmediato, que comer y beber cuesta poco, sino el que se rinde a largo o medio pla-zo. Y as como la Educacin Fsica, pese a las apariencias, tampoco est resuelta, ni la lengua extranjera ni la materna (mis alumnas escriben "hlite", "transcisin", "humbral" y otras linde-zas), ahora resulta que tambin est pendiente la asignatura de oratoria, aun teniendo "nosotros" a Quintiliano de Calahorra, cuya Obra completa,de fines del siglo I, est legible en edicin bilin-ge salmantina. Al parecer, ingleses y america-nos ensean a sus vstagos a tomar la palabra en pblico, algo que aqu no sale con la fluidez es-perable: argumentar, pensar, acaso convencer. Lo hemos visto en multitud de pelculas norteameri-canas. Pero ms que a hablar ante los dems, no aprenden a callar respetuosamente hasta que el otro acaba su parlamento? Lo comprobamos en esas tertulias televisivas estupefacientes, casi to-dos hablando de lo que no saben, o de campanas que han odo; tertulias convertidas en una jaula de grillos. O vanse nuestras aulas universitarias, cuyos estudiantes parecen ms contertulios que oyentes. Pobres chicos y pobres profesores!

    En 2013 se public un libro titulado La uni-versidad cercada, con trabajos de dieciocho profesores, notables y jubilados, o casi, varo-nes todos, aunque desde el curso 1986/87 se matriculan en el Alma mater ms alumnas que alumnos. Y al leer esta elega y meditar sobre tales "testimonios de un naufragio", como reza

    Al parecer, ingleses y americanos ensean a sus vstagos a tomar la palabra en pblico, algo que aqu no sale con la fluidez esperable:

    argumentar, pensar, acaso convencer

    Nuestra productividad se basa en lo que se ha dado en llamar presentismo,porque apenas si se valora la presencia, la figuracin de personas cuyo trabajo

    incluye la charla ftil constante

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    ENSAYOS

    el subttulo, surge una pregunta: Qu han he-cho, qu hemos hecho todos, que no previmos el cerco que se vea venir y se estrechaba cada ao? Que se estrecha inexorablemente. Si el fin del saber es la previsin racional, segn Comte, y el lema clave Voir pour prvoir, prvoir pour pourvoir, parece evidente que no hemos andado muy listos. (V. el Discurso sobre el espritu posi-tivo, traducido por Maras.) Hablando de cerco vienen a la memoria Troya y Numancia. Aqu nos asedian polticos y burcratas, que abusan de sus papeles sociales y de sus trebejos in-formticos para epatar con sus encriptaciones a quienes saben leer y escribir. Pero el mal ace-cha tambin por dentro; es la sobreabundancia de Facultades y de profesores, que se reprodu-cen para multiplicar a millares de alumnos que se extravan a la salida y dan mayormente en el paro. En resumen, como pregunta Emilio Lamo de Espinosa: "Por qu las universidades espa-olas, a diferencia de muchas otras extranjeras, no estn interesadas en seleccionar a los me-jores, en ser mejores?" A lo que yo entiendo, porque cabemos ms siendo peores. El puesto de trabajo est ms seguro si la excelencia se mantiene lejos y en el pecado llevamos la pe-nitencia. Basta contemplar un horario nuestro para inquirir: Universidad cercada, por dn-de? Segn parece, esas dos horas adelantadas durante siete meses al ao han remodelado nuestras neuronas, y unos espaoles desvela-dos en veladores que llenan la calle, luego de dormir cincuenta minutos menos por una pro-longacin artificial de la tarde, se dedican a demorar la jornada de principio a fin; de suerte que nuestro horario civil no encaja en la agen-da europea-de 8:00 a 19:00- que llevamos en el bolsillo. En febrero tenemos exmenes fina-les a las siete de la noche, y todo el ao misas y conferencias a las ocho y partidos de ftbol televisados a las nueve o las diez... que reali-mentan un insomnio indefectible. Tiene esto remedio? Hemos de trabajar ms que los otros europeos, acaso 300 horas sobre los alemanes, para producir lo mismo? Nuestra productividad se basa en lo que se ha dado en llamar presentis-mo, porque apenas si se valora la presencia, la figuracin de personas cuyo trabajo incluye la charla ftil constante. Nuestros horarios siguen tan desmesurados como hace setenta aos, y se estructuran (o se parten) con el gran almuerzo de toda la vida. Y como en casa no se desayuna, hay varias tandas que se turnan por la maa-na. En el supermercado, un horario se escalona

    para abastecer de clientes a bares innmeros que ocupan el espacio y el tiempo. Si se mira bien, los espaoles parecen literalmente foraji-dos, estn salidos afuera el da entero. En art-culo de 1915, doa Emilia Pardo Bazn ya sos-tena que en pases civilizados a los chiquillos no les permiten andar por las calles. Parecer una paradoja, agrega, pero es una gran verdad. "Los nios pueden transitar por la calle, pero no residir en ella, como sucede aqu."

    Contraproductividad en las aulasEn paralelo con las horas dispersas de la jornada laboral corren los horarios escolares, que adole-cen de prolijidad y desorganizacin en todos los grados. Los chicos deben estudiar una serie de materias, pero suelen preferirse algunas, y sus profesores las defienden o, lo que es peor, las anticipan con exceso de celo, cuando no se es-colarizan prematuramente los chicos, para repe-tir curso antes o despus. As las Matemticas, sobrestimadas de antiguo, y no es fcil contentar a todos. La msica, que se da con toda formali-dad en muchos pases europeos, que ya se daba en la escuela griega, como acredita Aristteles, sigue preterida lamentablemente en Espaa. Al hablar de la nueva misin de la Universidad, en 1980, Julin Maras recuerda las funciones que su maestro Ortega haba sealado en 1930. Y considerando que todo eso hay que hacerlo con un criterio de sobriedad, de austeridad, quien se ha definido siempre como escritor espaol y profesor americano estima que los cuestiona-rios de bachillerato vigentes desde el ao cua-renta y pocos son excesivos. Lanse los planes de 1953 y 1957. Los ha ledo cuidadosamente. Pues bien: "El que supiera el contenido de esos cuestionarios de bachillerato se podra licenciar holgadamente en Filosofa y Letras y en Cien-cias y en varias secciones. Dganme ustedes si esto es posible. Dganme ustedes si tiene senti-do" (Obras, IX, 672). No, desde luego, y menos en el breve calendario lectivo -como seis meses al ao durante mucho tiempo-, pues la ensean-za media se asimilaba al curso acadmico de la

    En paralelo con las horas dispersas de la jornada laboral corren los horarios escolares, que adolecen de prolijidad y

    desorganizacin en todos los grados

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    Cuenta y Razn | Primavera 2014

    universidad del distrito. Y acaso lo principal: en la educacin pblica de aquende el Pirineo bri-lla por su ausencia la figura del director profe-sional, que existe en todas partes, de Finlandia a Estados Unidos; y aunque el rgimen autoritario subyazga en el subconsciente de todos, no se ex-plica que maestros y profesores se las arreglen en Espaa y Portugal para ir tirando con directores que en rigor estn en funciones. Pues para lle-var un colegio, como para capitanear un barco o dirigir una orquesta, hace falta profesionali-dad, mando en plaza. Es el funcionario pblico (palabra de la Revolucin: fonctionnaire public)que en los siglos XIX y XX se especializa en el cargo ms alto de la escuela: es el funciona-rio, nos dice Weber, que "se pone al servicio de una finalidad objetiva impersonal" (Economa y sociedad, 719). Pero por desgracia en Espaa, fuera de la red privada o de la concertada des-concertante, nadie piensa en la profesin vita-licia de quienes dirigen un colegio o instituto y nuestras relaciones laborales distan mucho de la objetividad; se sobrentienden como cosa personal; por estos pagos la relacin deviene pronto en compadreo, en tuteo, en parloteo y otros eos. Es un espectculo entraable, donde los carpetovetnicos luchan a brazo partido con-tra quienes propongan puntualidad o razonable rendimiento; un romano hablara de autoridad y disciplina. El problema es que usos y exigen-cias normales en todas partes, aqu parecen go-lleras, y por eso urge desentraar de inmediato ese convoluto entraable si queremos salir a la alta mar de un sistema productivo que parece preindustrial: no preindustrial artesano maravi-lloso, sino nuestro arreglo chapucero malo.

    Y en la Universidad, decamos, el crdito se ha descomedido y nuestros horarios son puzles indigestos; se dan en semana de cuatro das, como en otros pases, pero no hay comparacin. Las 320 horas impuestas por el Ministerio Wert, excesivas para los profesores que, segn esa Aneca, no investigan lo suficiente (una inves-tigacin que se reconoca con limpidez en los primeros aos 90 y luego degener cuando re-aparecieron los viejos demonios caciquiles, la vieja saa), resultan tambin brutales para los alumnos, que se sorprenden gratamente cuando salen al exterior y comprueban las facilidades: primero, menos horas de clase; segundo, de 45 minutos; tercero, no hay presin social que obligue a botelln alguno. O sea, que se estudia como se respira, y el clima no tiene nada que

    ver, como no sea el espiritual. Aunque se ha acordado que el crdito no significa slo diez horas lectivas, como se deca sin pensar entre 1992 y Bolonia, pues desde la Academia y el Liceo atenienses las lecciones no son sino par-te mnima del estudio y un crdito va mucho ms all de 10 horas; y aunque hemos consen-suado 25, el peligro subsiste, porque nuestros hbitos poco tienen que ver con los de Oxford o Heidelberg. Terminemos. Porque muchos adul-tos jams fueron a la escuela en Extremadura, Castilla-La Mancha y Andaluca, vamos a de-jar de poner el reloj en hora? Porque alemanes y franceses nos lleven generaciones de ventaja (empezaron su escuela obligatoria en 1763 y 1882), tiene justificacin que un colegio p-blico est cerrado hasta las nueve en punto? He ah el vergonzoso indicador. Se empieza tarde por la maana, olvidando la vivfica socializa-cin que precede al horario lectivo y "se ar-gumenta" que aquellos nios puntuales lo son porque se escolarizaron hace siglos, pero stos no pueden madrugar. Es as como los escolares pasan de prisa y corriendo del coche al aula, y la caja tonta seguir encendida hasta las tantas para que la prohibicin de madrugar siga en vi-gor. La hecatombe horaria est servida desde que muchos adoptaron esa vida de murcilagos que algunos llaman posmoderna.

    El Antiguo Testamento insiste en varios lugares. "Emplead balanzas justas, pesos justos, medi-das justas. Las medidas sern fijas y equivalen-tes" (Ez 45, 10-11). En fin, recuerdo a Cervan-tes, que en un noble endecaslabo del Viaje del Parnaso (1614), captulo V, confiesa: "Guardar puntualidad como yo suelo. En el IV ha deja-do escrito: "T mismo te has forjado tu ventu-ra", que don Julin cita con simpata una y otra vez. Y entre medias habla de "presentes miedos de futuros daos". Creo que arriesgamos mucho con horarios tan contraproductivos.

    Los escolares pasan de prisa y corriendo del coche al aula, y la caja tonta seguir encendida hasta las tantas para que la prohibicin de madrugar siga en vigor.

    La hecatombe horaria est servida desde que muchos adoptaron esa vida

    de murcilagos que algunos llaman posmoderna

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    ENSAYOS

    La opinin de la mayora La libertad en Julin Maras

    FRANCISCO ANSNLICENCIADO EN CIENCIAS DE LA INFORMACIN.

    DOCTOR EN COMUNICACIN

    No ha tenido demasiada suerte este fi-lsofo, me refiero a Julin Maras, al ser un filsofo catlico, porque ello ha provocado que un extenso nme-ro de los medios de comunicacin y

    una mayora de los llamados intelectuales, le ha-yan negado la fama que merece.

    No se trata de que se comporte en su vida cotidia-na de acuerdo con sus creencias, sino que deter-minadas interpretaciones, por ejemplo, histricas, resultan rechazables para estos sectores. Escri-be Julin Maras en Espaa inteligible. Razn histrica de las dos Espaas, libro editado por Alianza Editorial en el ao 2000: A la pregun-ta de si es inteligible Espaa sin el cristianismo habra que responder que no; (p. 418). Pero escribe an ms: De hecho ha sido la religin cristiana la que ha hecho participar a millones de hombres, durante casi dos milenios, de esa visin de lo real, y en particular de la humana, en que va inclusa la interpretacin ms honda del pensa-miento creador de Occidente (p. 419).

    Incluso el amor, uno de sus temas preferidos, le ha-ca decir que el amor trasciende esta vida. Recuer-do haberle odo en una conferencia que la persona que no admite la existencia de otra vida ms all

    de la muerte es que nunca ha amado de verdad. Lo que lleva al inmortal soneto de Quevedo, Amor constante ms all de la muerte, y cuyo primer cuarteto comienza: Cerrar podr mis ojos la pos-trera / sombra que me llevare el blanco da, para terminar con el ltimo terceto, su cuerpo dejarn, no su cuidado; / sern ceniza, mas tendr sentido; / polvo sern, mas polvo enamorado.

    Pero el tema sobre el que ms le he escuchado y ledo ha sido sobre la libertad. Precisamente, en el N1 de Cuenta y Razn, en 1981, publi-c un artculo que comenzaba: Nunca he credo en el determinismo histrico, porque me parece evidente la intrnseca libertad irrenunciable de la vida humana; pero bastara con lanzar una mirada a la transformacin de Espaa durante los lti-mos cinco aos para convencerse de que el futuro, lejos de estar ya decidido, escrito, es reino de libertad, abierto, inseguro, y slo previsible en la medida en que el anlisis del presente puede des-cubrir en l las condiciones estructurales y las fuerzas operantes, y entre ellas, principalmente, las voluntades libres de los hombres.

    En este sentido, por su creencia de Espaa cristia-na aunque los espaoles dejen de ser cristianos, y por su exquisito respeto a la libertad, le doleran los ltimos atentados y profanaciones que se es-tn cometiendo contra iglesias en Espaa. Escribe David Ortega Gutirrez, Catedrtico de Derecho Constitucional de la Universidad Rey Juan Carlos y defensor certero de la libertad en sus diversas manifestaciones, especialmente de las llamadas libertades fundamentales o derechos humanos: El respeto a los lugares de culto religioso es uno

    Ser un filsofo catlico () ha provocado que un extenso nmero de los medios de comunicacin y una mayora de los

    llamados intelectuales, le hayan negado la fama que merece

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    Cuenta y Razn | Primavera 2014

    de los derechos ms importantes del ser humano, pues afecta a lo ms ntimo, a lo ms profundo de sus creencias y valores. La Constitucin espaola en su artculo 16, dentro de la parte ms protegi-da y garantista de los derechos fundamentales y libertades pblicas, regula la libertad religiosa y de culto, tanto en su vertiente externa -apartado primero- como en su vivencia interna -apartado segundo. Lgicamente, la libertad religiosa afec-ta a todas las religiones por igual, unas no pueden estar ms protegidas y otras menos.

    Es curioso que en Espaa se est produciendo un efecto de menor proteccin de la religin ma-yoritaria: la catlica, respecto de otras religiones minoritarias en nuestra Nacin. Si determinadas expresiones supuestamente culturales o artsti-cas atentan contra la religin catlica hay que tolerarlo, pero si lo hacen respecto de otros cul-tos religiosos no, es un ataque intolerable que no se puede permitir. Pues algo similar sucede con lo que contar a continuacin, que al darse en una parroquia de una iglesia no ser ni noticia ni tendr trascendencia, cosa que posiblemente s sucedera de ocurrir en una mezquita o en una sinagoga, por citar unos ejemplos. La casa de Dios lo es para el Dios de los judos, de los mu-sulmanes o de los cristianos, en buena lgica. (http://www.elimparcial.es/nacional/educacion-y-vandalismo-en-la-casa-de-dios- 131951. html).

    Con motivo del centenario del nacimiento de Ju-lin Maras, que se celebra este ao, se inici una encuesta el 3 de Junio del ao pasado. Es cier-to que en un sondeo telefnico caben hasta tres preguntas sencillas sin riesgo de sesgos, pero, es igualmente cierto, que si se dice al futuro en-cuestado que se le va a hacer slo una pregunta breve, casi el cien por cien de los entrevistados accede a contestarla. Por ello, de los tres temas enunciados se ha elegido nicamente el ltimo, la libertad, y se ha medido comparndolo con la se-guridad. Para ello, se ha llevado a cabo un mues-treo aleatorio simple sin reposicin de la Gua Telefnica de Madrid capital. Se ha muestreado aleatoriamente la pgina, dentro de la pgina el nmero del abonado, y una vez llamado por tel-fono al abonado y haber contestado ste cul es el nmero de personas mayores de 18 aos que componen su familia, viviendo en la casa, y cita-das cada una de esas personas, se ha cruzado el nmero de familiares por el orden en que se han citado en una tabla de nmeros aleatorios para determinar el miembro de la familia que debe ser

    encuestado. De esta forma se ha conseguido la aleatoriedad hasta las unidades ltimas. En con-secuencia, la muestra es representativa de todos los abonados que figuran en la Gua Telefnica de Madrid capital (aunque en el comentario de la encuesta se les llamar los madrileos, es claro que slo representan a las personas de 18 y ms aos que figuran como abonados en la Gua Tele-fnica de Madrid capital).

    La encuesta se ha realizado nicamente por tel-fono. El tamao de la muestra es de 507 encues-tados de 18 y ms aos, lo que supone, con un nivel de confianza del 95 por ciento, que para el peor de los casos, p=q=50%, el margen de error es de +/- 4,4 (se trata de un margen de error amplio, que relativiza la significacin, desde el punto de vista estadstico, de los resultados). El trabajo de campo, incluido el pre-test o encuesta pilo-to, se ha efectuado entre el 3 de Junio de 2013 y el 5 de Febrero de 2014, ambos das inclusive (a pesar del tiempo transcurrido, al no haber ocu-rrido ningn hecho especialmente significativo, tal y como se formula la cuestin, se considera que las respuestas no estn sesgadas).

    Los resultados han sido los siguientes (los deci-males se han redondeado en las unidades):

    SI TUVIERA USTED QUE ELEGIR, EN LA SITUACIN ACTUAL DE ESPAA, QU DESEARA: MS LIBERTAD O MS SEGURIDAD?

    Ms libertad ................................... 61%

    Ms seguridad ................................ 28%

    Ms libertad y Ms seguridad por igual.. 9%

    No sabe .......................................... 1%

    No contesta ..................................... 1%

    Total ........................................... 100%

    En una primera aproximacin, cabe entender la libertad como dominio de los propios actos y desde el punto de vista jurdico, como el ordena-miento en el que las leyes determinan las licitu-des, lo que se puede hacer, y los deberes, lo que se tiene que hacer, para llegar a la libertad en lo cvico, que es de lo que aqu se trata, como la posibilidad de escoger entre las cosas permitidas

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    ENSAYOS

    por las leyes. Por lo que se refiere al concepto de seguridad, F. Puy Muoz en su publicacin Se-guridad, editada por Rialp en 1977, escribe: Seguridad significa, en general, la cualidad de seguro; o sea, las ideas de indemnidad, exencin, garanta, proteccin, defensa, asilo, liberacin, firmeza, fijedad, salvedad. Como puede apreciar-se, el nmero de sinnimos amplios es enorme. Eso quiere decir que es un concepto abstracto, altamente equvoco, o, si se prefiere, ambiguo. Esta ambigedad no es exclusiva del trmino castellano, sino comn a los dems idiomas. Lo cual es lgico, porque el problema procede de la propia indeterminacin que la palabra tiene en la lengua latina, de donde ha pasado a todas las de-ms del occidente europeo. En efecto, el trmino securitas deriva del adjetivo securus. Pero ste admite las ms varias, casi infinitas, traduccio-nes, en todos los clsicos latinos. Ahora bien, el propio trmino securus deriva del verbo curare, de se cura, por lo cual su idea originaria viene a ser la idea de cuidarse; a partir de lo cual, la palabra toma como incorporadas todas las significaciones de las consecuencias objetivas y subjetivas que de ese hecho se derivan. Es decir, la idea de se-guridad implica una exigencia fundamental del hombre, que es la tendencia a controlar su propio destino, a disponer de su propia vida. Esto es im-portante, porque de ah se sigue una conclusin fundamental. La ambigedad propia del trmino seguridad se debe a que es una idea negativa, como ocurre, p. ej., con la idea de libertad: del mismo modo que se es libre o no para algo, se est o no se est seguro frente a algo. El concepto resulta ser, as, proteiforme. Hay tantos concep-tos de seguridad como posibles peligros, interfe-rencias u ocasiones se presenten al hombre de perder el control de sus propios actos, a causa de los agentes exteriores. El ansia de seguridad no es una exigencia balad, accidental. Es algo esencial a la misma naturaleza humana. Deriva de la naturaleza racional. El hombre, en general, necesita proceder como hombre, o sea, racional-mente. Proceder racionalmente es proceder con conocimiento de causas, o sea, conociendo la ver-dad y conocindola con certeza. (p. 203).

    Se han hecho estas dos brevsimas matizacio-nes sobre los conceptos de libertad y seguridad, porque tal vez contribuyan a explicar el hecho significativo, de que ms de la mitad de los en-cuestados, hayan matizado o comentado su con-testacin. Por ello, se ha tomado nota de lo que han dicho. As, con respecto a los partidarios

    que prefieren que haya ms libertad en Espaa, sealan que la corrupcin que existe es porque no hay suficiente libertad, que hay determinados grupos, minoritarios, que gozan de una libertad extrema, casi hasta la impunidad (naturalmente han citado estos grupos, pero no es propio de esta Revista formular denuncias polticas o econmi-cas y menos sobre la base de comentarios infor-males en una respuesta de un sondeo), o que en Espaa ya hay libertad pero que mientras ms libertad haya mejor, o que en otros grupos -los jvenes- no existe verdadera libertad si no libertinaje, tambin han sealado que en Espaa hay demasiada burocracia, que cada vez hay ms prohibiciones en todos los rdenes de la vida co-tidiana y que hace falta ms libertad, etc.

    Los que optan por ms seguridad, igualmente, se han apoyado en razones diferentes, tales como que debe de haber ms seguridad en el empleo, o en la economa familiar, porque todo est subiendo menos los salarios y las pensiones, que Madrid es inseguro tanto en la calle como en la propia casa, o que se sienten indefensos frente al Estado que lo controla todo, o, curiosamente, ha habido seis encuestados que afirman que el nico espacio de verdadera liber-tad que existe es Internet y que lo han convertido en inseguro los espas, los hacker, los virus, etc.

    De manera que la polivalencia de estos dos con-ceptos se ha reflejado tambin en las respuestas de la encuesta.

    Naturalmente al entrevistado slo se le ofrecan las dos primeras opciones, pero, tal y como se constata en los resultados, ha habido un 9 por ciento, que han contestado que Ms libertad y Ms seguridad por igual, a pesar de la insisten-cia del entrevistador sobre la dificultad de que se desearan exactamente igual ambas opciones.

    Por lo dems, cabe pensar que D. Julin se senti-ra satisfecho, a pesar de las matizaciones de los encuestados, de que el 61 por ciento haya pre-ferido la libertad a algo tan querido y necesario para el ciudadano como la seguridad.

    La idea de seguridad implica una exigencia fundamental del hombre, que es la tendencia a controlar su propio destino, a

    disponer de su propia vida

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    ENSAYOS

    Maras, crtico de cine personalista

    ALFONSO BASALLO,PERIODISTA Y ESCRITOR

    Cuando se pondera la figura de Julin Maras y su aportacin a la cultura del siglo XX, se suele aludir a sus escritos de cine como algo ms bien secunda-rio, casi como una curiosidad que no

    aporta nada sustancial a su obra y su perfil, como no aada nada a Churchill su aficin por pintar paisajes. Pero como demuestro con mi tesis docto-ral, Julin Maras, crtico de cine, la importan-cia que el inters por el cine y los escritos de cine revisten en la obra y la personalidad de Maras es mucho ms decisiva de lo que puede parecer.

    Por dos razones: en primer lugar, por la conexin entre el cine y la filosofa. Una conexin que supo ver muy pronto -desde uno de sus primeros libros, Introduccin a la filosofa (1947),- al descubrir en la ficcin cinematogrfica un territorio virgen para la exploracin antropolgica, para el estudio de vidas en escorzo. Como dir aos ms tarde en su discurso de ingreso en la Academia de Be-llas Artes, el cine es un anlisis del hombre, una indagacin de la vida humana. Siguiendo a Orte-ga, Maras deca que ver es pensar con los ojos.

    Y en segundo lugar por la conexin del periodis-mo con la obra y el perfil de Maras. Sus artculos semanales de cine responden a la otra vocacin del filsofo: la de escritor. Y un escritor eminen-temente divulgativo, periodstico. En este sentido

    sigui la estela de su maestro Ortega y Gasset: he hecho que mi obra brote en la plazuela intelectual que es el peridico.

    Y as ha sido, como lo demuestran las miles de colaboraciones de Maras en la prensa a lo largo de casi cinco dcadas: desde que en 1951 comen-z a publicar en ABC. Posteriormente colabor asiduamente en El Noticiero Universal de Barce-lona, La Vanguardia, El Pas y desde 1982 otra vez en ABC hasta los primeros aos del siglo XXI. Muchos de esos artculos, sobre temas filosficos, culturales o polticos fueron recopilados en forma de libros dando origen a ttulos como El oficio del pensamiento, La libertad en juego, o La fuerza de la razn. Tambin lo fueron sus artculos de cine: en los dos volmenes de Visto y no visto, que re-unan sus crticas publicadas en Gaceta Ilustrada,durante buena parte de los aos 60.

    Durante 35 aos, de 1962 a 1997, el autor de Antropologa metafsica public semanalmente artculos sobre cine en Gaceta Ilustrada y Blancoy Negro. Y aunque l no se consideraba crtico de cine, sino slo un espectador fiel, se puede afirmar que esas piezas semanales eran verdade-ras crticas, en la medida en juzgaban pelculas concretas, analizaban la labor de director e i