Julian Assange, Wikileaks y La Guerra Moderna
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Transcript of Julian Assange, Wikileaks y La Guerra Moderna
AventurAs del joven clonAdor de cAbAllos
ISSN 1669-7081 Año 6 - Número 61Argentina $17,90 Uruguay $u 140 Chile $2.500
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“ Disfruto aplastando hijos de puta ”
El libertario de la información y la guerra de los hackers contra Estados Unidos, Visa y Facebook.
Wikileaks
chicAs brAndo y un desAfio:
navegar en kite
Mundial Qatar 2022
la ingenieria para jugar
al futbol en el infierno
¿nuevo o usado?
como elegir el
primer auto de tu vida
tres
juliAn AssAnge
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“Facebook derrotó a WikiLeaks”, leímos hace unos días, cuando la revista Time le otorgó su emblemática foto de portada 2010 a Mark Zuckerberg, a quien bautizó “un jefe de Estado en zapa-tillas” que maneja una red social que, con 500 millones de usuarios, equivale al tercer país del mundo. “WikiLeaks gana la guerra de la información”, había dicho esa misma revista-vitrina unas semanas antes, cuando Julian Assange puso en crisis la política exterior norte-americana diseminando 250 mil cables con secretos del Departamento de Estado norteamericano y se convirtió en “el hombre más peligroso de los Estados Unidos”, un título que ya se habían ganado desde Daniel Ellsberg, el revelador de los Papeles del Pentágono sobre Vietnam en 1972, hasta Osama Ben Laden, el detonador serial de Nueva York. ¿Quién ganó, entonces? ¿El ejecutivo en zapatillas que integra la lista de Forbes con sus 4 mil millones de dólares de fortuna? ¿O el gran revelador 2.0, trajeado a lo londinense-chic, anteojos negros exagerados, liderando a los contrainformadores del mundo para traernos algo de la verdad que los grandes poderes esconden? ¿El chico de California que no puede ser bloqueado por nadie en su propia red social, pero bloqueó la cuenta de Assange cuando el (otro gran) poder se lo pidió? ¿O el hombre de esa ex colonia llamada Australia que cuando fue arres-tado y su sitio denegado agitó el panal de los hackers del mundo, que respondieron como feligreses replicadores de los secretos en todos los servidores posibles, mientras los grandes jugadores del mercado (Visa, Mastercard, PayPal y Amazon) lo aislaban para recibir donaciones? El veredicto es claro: para la revista Time, la misma que llevó a su tapa a
JuLian assange WikiLeaks y La guerra moderna
La disputa desatada por la difusión de los cables diplomáticos revela la batalla que se viene: el control de la información. Por Natalia Zuazo. Ilustraciones Fabricio Caiazza.
líderes tan distintos como Hitler, Obama, Stalin y Martin Luther King, el vencedor se llama Zuckerberg. Para nosotros, el ganador es Assange. Pero lo realmente importante es que esta disputa blanqueó una tensión entre dos visiones de internet, entre quienes la quieren libre y quienes abogan por el control. La elección, entonces, viene a poner sobre la mesa un reordenamiento del poder en internet, donde los dos bandos en pugna quedaron más claros que nunca. Y lo que apasiona de este momento de la guerra es que las dos partes siempre existieron y se enfrentaron en las sombras, pero ahora llegan a la tapa de los diarios.
El botín de esta disputa es el control de la información. En el medio, se juegan la libertad, la privacidad, y –para algunos– la seguridad del mundo. Lo que está en juego es el mensaje, el contenido, lo que unos cuentan a otros. Pero, como dijo Manuel Castells, uno de los acadé-micos que más ha estudiado la relación de los nuevos medios con los movimientos sociales, días después del bloqueo a WikiLeaks, lo que hizo esta vez los Estados Unidos y sus socios en el ciberpoder “es la más vieja táctica mediática para que se olviden del mensaje: atacar al mensajero”. Esta vez, se llama Julian Assange, tiene 39 años, surgió en Suecia, como un personaje de Steig Larsson, protegido por la bruma, la clandestinidad o las cámaras. Desde allí, comanda su ejército, que incluye desde libertarios idealistas de la internet libre hasta los más comunes ciudadanos, esos que tienen su cuenta en Facebook y usan Internet Explorer, como cualquiera de nosotros, pero que ésta vez se están dando cuenta de que también de este lado tenemos el derecho de controlar al poder. Lo que está sucediendo con las revelaciones de WikiLeaks, dicho en palabras de Umberto Eco, es “un cambio de paradigma de Orwell: Ahora son todas las personas controladas las que controlan a ese gran poder que lo mira todo”. La última acción de Assange, difundir a cualquier mortal con módem los secretos de la estructura de espionaje más poderosa del mundo, lo erigió como el líder de uno de los bandos en pugna, el de los defenso-res de la Internet abierta, libre y neutral, donde compartir es la base de un sistema que promueve la colaboración para informarse, para crear o para generar más conocimiento. La consigna, primer y sagrado mandamiento de La ética hacker, la Biblia del movimiento escrita por el finlandés Pekka Himanen, es “poner en común la información”: subir contenidos a Wikipedia, compartir música, libros y películas en archi-vos de torrent o sitios de intercambio peer-to-peer, apropiarnos de un programa de código abierto, reescribirlo de acuerdo a nuestras necesi-dades, remixar un video… o recibir cables de una oficina diplomática, chequearlos, compartirlos con los cinco medios más importantes del mundo, y decidir que todos los ciudadanos los conozcan. Para que eso suceda, es imprescindible defender el terreno. ¿Cómo? Manteniendo la neutralidad de la red, es decir, tratando a todos los bits que circulan de la misma manera, sin importar qué datos contengan, ni con qué aplicaciones se intercambien. Como lo dice Vint Cerf, co-inventor de protocolo de Internet con Tim Berners-Lee, “Internet se diseñó sin nin-gún guardián sobre nuevos contenidos o servicios”. Por eso, cualquier restricción, ya sea contra la privacidad o los derechos de las personas a intercambiar lo que quieran en internet, es una causa a combatir.”
Lo que se está librando es una batalla ideológica y política. “Que las empresas tengan especial influencia en la política significa que la democracia está enferma. El propósito de la democracia es asegurarse
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de que los ricos no tengan una influencia proporcional a su riqueza. Y si tienen más influencia que tú o que yo, eso significa que la democra-cia está fallando. Las leyes que obtienen de esta forma no tienen auto-ridad moral, sino la capacidad de hacer daño”, explica en sus charlas Richard Stallman, gurú del software libre que viaja por el mundo reuniendo tropas. Junto con él, Assange, Berners-Lee y Cerf, hay otros líderes que se hicieron visibles por su militancia o por su persecución, y que inspiran a la tropa: Linus Trovalds (el creador de Linux), Shawn Fanning (el inventor de Napster, el primer programa para compar-tir archivos que se hizo popular y cosechó odios desde Madonna a Metallica), Dave Hyatt y Blake Ross (los creadores del navegador de código abierto Firefox y presidentes de la Fundación Mozilla, que pro-duce software libre) y Mark Shuttleworth (creador de Ubuntu, uno de los sistemas operativos donde correr Linux), entre otros.
Como en toda guerra, además de líderes, de este lado hay amigos de la causa. Pueden financiarla, como el documentalista rebelde Michael Moore, que pagó una parte de la fianza para liberar a Assange cuando fue detenido en Londres acusado de abuso sexual de dos mujeres sue-cas. Pueden apoyarla desde sitios de contrainformación con peso real en la vida política, como Arianna Huffington, del Huffington Post, que tras la liberación del líder de WikiLeaks escribió: “Los medios se equivocan con WikiLeaks”. Y pueden solidarizarse enérgicamente, como el saliente presidente de Brasil, Lula da Silva, que interrumpió un discurso en el Palacio del Planalto para ponerse de su lado: “Quiero manifestar mi protesta contra ese atentado a la libertad de expresión. El culpable no es quien divulgó [los cables diplomáticos norteame-ricanos] sino quien escribió esa bobada”, dijo, aún cuando los cables revelaron conversaciones entre su país y el de Obama.
Del otro lado, hay un ejército más fuerte, porque está camuflado con el poder económico, y pasa inadvertido porque nos abre las puer-tas de ese paraíso llamado internet “2.0”, ese lugar creado por el mar-keting donde todos, si tenemos un perfil de Facebook activo, un blog o una cuenta en Flickr, somos capaces de expresarnos, de compartir, de ser parte de una red de “servicios gratuitos” que nos dan la libertad de conectarnos con otros. Claro, como todo poderoso, nos pone con-diciones para acceder al Paraíso: es preferible que usemos Windows, que le demos acceso a nuestros datos personales, nuestro historial de búsquedas en Google, nuestras compras en Amazon, nuestras fotos de las vacaciones, y hasta la posibilidad de ir a la cárcel si comparti-mos música o películas con nuestros amigos.
Allí están algunos de los hombres que más tapas de revistas, cuen-tas bancarias y fundaciones de beneficencia acumulan en el mundo: Google (que propuso, junto con Verizon, velocidades difrentes para las descargas móviles a través de este proveedor, violando el princi-pio de neutralidad), Bill Gates (Microsoft), Jeff Bezos (Amazon), Mark Zuckerberg (Facebook) y John Donahoe (PayPal), si hablamos de los que se suben a hablar frente a millones de espectadores online para presentar cada nueva maravilla, pero durante el “cablegate” bloquea-ron los perfiles sociales de los hackers que defendían a Assange y las cuentas de WikiLeaks para recibir dinero (junto con Mastercard y
Visa). Con ellos, están otras cabezas menos visibles, pero igual de poderosas, como los países que controlan los contenidos que inter-cambian sus usuarios como China o Francia, o los que restringen el intercambio con leyes durísimas sobre derechos de autor como Suiza, Costa Rica, Irak y la Argentina, entre otros. Y está el país (todavía) más poderoso del mundo, los Estados Unidos, cuyos fiscales fede-rales ya están articulando un caso de conspiración contra Julian Assange, con el argumento de que, en colaboración con el ex analista militar de Inteligencia de las Fuerzas Armadas, Bradley Manning, sustrajo documentos de relevancia para la seguridad nacional.
Pero, también como en todas las guerras, están esas contradiccio-nes, que las hacen impredecibles. En este caso, aunque “el bando del control” sea más fuerte, material, militar y culturalmente, el opo-nente “de la libertad” le presenta una dificultad propia de las nuevas guerras (que las potencias ya conocen a partir de su lucha contra el terrorismo): el enemigo está disperso, y lo convierte en un objetivo más difícil de alcanzar. Como explica Tsun Su en El Arte de La Guerra, “Si el enemigo no conoce nuestra posición, tendrá que prepararse en muchos puntos distintos.” Y para enfrentar ese desafío hacen falta fuerzas, pero sobre todo manejar un idioma nuevo, que puede escon-derse encriptado, o bajo la tapa de un disco de Lady Gaga.
Piensen también en información. En las guerras en las que hay muertos reales, soldados que obedecen órdenes de disparar a blancos que no conocen, desde una oficina lejos del humo. Piensen en el perio-dista de Reuters en Bagdad que recibe un disparo desde un Apache de la Fuerza Aérea norteamericana y muere sin rastros, hasta que su video llega a todas las pantallas del mundo y se conoce esa ver-dad ocultada durante tres años. Piensen, tal vez, en las mentiras que alguien dudará en decir para justificar una guerra por miedo a que sus argumentos falsos queden al descubierto. Porque, finalmente, tras la guerra, Julian Assange logró llegar a difundir verdades, con un medio de comunicación, fuentes protegidas y un grado de valentía que medios y grupos de presión habían perdido.
El líder de los libres
Julian Paul Assange nació en Australia el 3 de julio de 1971 y este año casi se convierte en tapa de Time (tuvo más votos del público que Zuckerberg, pero la última palabra fue de la editorial, que ya se ima-ginan de qué bando de la guerra está). Assange mismo se encargó de describir a la prensa su propio mito de niño raro: sus padres crearon una compañía de teatro itinerante, por lo que fue a 37 escuelas y seis universidades. A los 20 años, cuando estudiaba física y matemáti-cas e integraba el grupo de hackers “Subversivos Internacionales”, la policía australiana asaltó su casa de Melbourne. En 1991, vía módem, ya había entrado en computadoras de universidades australianas y compañías de seguridad. Su primera fianza fue de 2.100 dólares, y la pagó cuando se declaró culpable de 24 delitos informáticos. En 1997, creó un paquete de programas para Linux destinado a ser “una herramienta para trabajadores por los derechos humanos que nece-sitaban proteger información sensible, como listados de activistas y detalles sobre abusos cometidos”. Diez años más tarde, se convirtió en editor en jefe de WikiLeaks, un sitio creado en 2007 bajo una funda-ción alemana (The Sunrise Press), pero que opera desde Suecia con cinco empleados permanentes y 800 colaboradores repartidos por el mundo (periodistas, ingenieros, abogados, programadores, aboga-dos, más programadores, y ahora, cada vez más, abogados).
Assange volvió a la cárcel el 7 de diciembre de 2010, y como él mismo declaró al salir, tuvo un confinamiento cinematográfico de nueve días, en los que fue trasladado tres veces por peligro a que alguien lo matara: “Primero estuve en las celdas introductorias. Al contrario que otros presos, mi celda estuvo cerrada durante todo este período. Luego me transfirieron al ala Onslaw. Por último me movieron a la unidad de aislamiento, donde son enviados los prisioneros más díscolos”. La causa había empezado seis meses antes en Suecia, cuando dos mujeres lo acusaron de tener sexo sin protección, un acto considerado ilegal en el país. La denuncia había sido desestimada, pero cuando explotó el escándalo de los cables, el país nórdico emitió una orden de captura internacional y Assange, que estaba viviendo en Londres, se presen-tó voluntariamente a la Justicia y quedó en manos de Interpol. Como cuando tenía 20, quedó libre bajo fianza, esta vez más costosa y costea-da por sus amigos del cine Michael Moore y Ken Loach, Bianca Jagger (ex esposa de Mick y activista pro derechos humanos), y la multimillo-naria Jemima Khan, ex de Hugh Grant y celebridad británica de galas políticamente comprometidas. En libertad y alojado en la casa de un reportero de guerra, Assange ahora lleva una pulsera magnética para ser rastreado y debe presentarse a la policía diariamente.
WikiLeaks comenzó con un grupo de disidentes chinos con fondos de empresas de internet de Taiwán, y start-ups de los Estados Unidos, Europa, Australia y Sudáfrica, pero luego creció con los activistas y los defensores de la internet libre unidos por la causa global que promueve Assange: difundir la información que los gobiernos, corporaciones y medios de comunicación ocultan a los ciudadanos. Tiene un presu-
sir Tim Beners Lee Londres, 1955. Padre de internet. Junto
con Vint Cerf, aboga por la neutralidad de la red: que todos los datos circulen libremente y a la misma velocidad.
Linus TrovaldsHelsinki, 1969. Creador de Linux. Coautor (con Pekka Himanem) de La ética hacer y el espíritu de la era de la información.
Lawrence LessingDakota, 1968. profesor de Derecho informático de Stanford. Autor de Cultura libre, el libro que sienta
las bases y defiende el modelo copyleft (contra el copyright), y se apoya en el modelo de software libre de Richard Stallman.
richard stallmanManhattan, 1953. Programador, gurú del movimiento de software libre, viaja por el mundo predicando por marcos políticos
y legales para la cultura libre.
shawn Fanning Massachusetts, 1980. Creó Napster, uno de los primeros programas peer-to-peer de popularidad
masiva para compartir archivos, en 1999.
dave Hyatt y Blake ross Creadores de Mozilla Firefox, el navegador de código abierto. Antes habían trabajado en Apple
y Netscape, desde los 15 años, como programadores prodigio.
Julian assange Queensland, Australia, 1971. Programador, activista y editor de WikiLeaks.
A tono con el manual de estilo de toda empresa 2.0 exitosa, WikiLeaks
demostró cómo una compañía ágil y pequeña es permeable a aprender
de los errores y reorientar su estrategia de negocios. Pero cumplido el
mandato 2.0, el debate es si WikiLeaks hace periodismo o no, una discusión
entre tradicionalistas y reformadores que tiene implicancias en el negocio
de los medios, el futuro de la profesión y hasta en la humanidad de Julian
Assange, el fundador de WikiLeaks: si su empresa es un medio periodístico,
la difusión de los cables habrá sido un acto de libertad de prensa, un
derecho protegido por la constitución estadounidense, y su futuro judicial
será menos preocupante que si le aplican, como piden muchos sectores
políticos de ese país, la ley de espionaje.
Hasta unos meses antes del cablegate, cuando difundió documentos
secretos de la guerra de Afganistán e Irak, las revelaciones de WikiLeaks
habían tenido un impacto contenido. Un video difundido en julio que
demostraba cómo tropas estadounidenses asesinaron a un periodista de
Reuters, junto con otras revelaciones que reducen al cablegate a chusmerío
político, no habían tenido ni cerca el registro sísmico de los cables
diplomáticos. ¿Por qué? Porque cuando tuvo en sus manos los más de
250 mil cables, Assange decidió cambiar el posicionamiento de WikiLeaks
y optó por montarse en la representatividad de los medios gráficos,
demostrando que al menos por ahora, el 2.0 no tiene el capital que al papel
tantas décadas le costó acumular: consenso. WikiLeaks tiene simpatía
social, ascendencia en las generaciones 2.0, tecnología, y una misión clara,
pero no tiene periodismo.
“WikiLeaks es una ONG especializada en divulgar documentos secretos.
El día que incorpore periodistas profesionales puede ser visto de otra manera,
pero por ahora no es más que eso”, dice el periodista Daniel Santoro, autor de
las investigaciones sobre el tráfico de armas a Ecuador y Croacia durante el
menemismo. Para Rubén Levenberg, periodista y profesor de Historia de los
Medios de la UBA, WikiLeaks es una fuente organizada que está más cerca de
una agencia de prensa que de un medio periodístico. “Un medio no consigue un
off the record y lo difunde, sino que toma la información que recibe y la chequea.
WikiLeaks entregó la información a los medios porque ellos no son un medio”,
dice Levenberg. Para el periodismo, entonces, el riesgo es endiosar a WikiLeaks
sin someterlo a las valoraciones de toda fuente. “Los medios que la usen deben
saber que sus intereses no tienen por qué coincidir con los suyos. Como toda
fuente, puede tratar de vender pescado podrido”, dice Laura Siri, docente,
periodista y escritora especializada en tecnologías de la información.
Sin embargo, Assange está en campaña para ganar el reconocimiento de la
academia. En 2008, recibió el premio al medio de comunicación del año por la
revista The Economist y en 2009, ganó el premio de Amnistía Internacional en la
categoría de Nuevos Medios. ¿Representa una nueva forma de periodismo? “El
tema es si el periodismo sigue existiendo en tanto profesión u oficio con límites
determinados. Muchos autores proponen que el periodismo como profesión
está en crisis por el desafío a la jurisdicción profesional de los periodistas que
hace la sociedad en red”, dice Eugenia Mitchelstein, licenciada en Ciencia Política
y especializada en medios. Para Levenberg, en cambio, “no está claro que lo
que se considera una nueva forma de periodismo efectivamente sea tal cosa. El
maremoto informativo no es periodismo, es una manera de desinformación. Y
los que buscan desinformar son las fuentes, no los periodistas”. De esa confusión
podría salir algo bueno para el periodismo tradicional, que sería encontrar
finalmente su nuevo rol ante el alud que de Internet y los contenidos gratuitos:
avalar fuentes y transferir prestigio. Como dice Santoro, “los periodistas serán
los cartógrafos de los ciudadanos, orientandolos sobre los sitios de internet que
serán seguros o no”.
¿un nuevo medio periodístico?Por Sebastián Zírpolo
,
Las caras de La
internet abierta
Los personajes de la guerra
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puesto anual de 300 millones de euros, provenientes de donaciones que empezaron siendo públicas, pero cada vez son más secretas, ya que algunas son directamente empresas periodísticas, como Associated Press. Para eludir la censura y proteger el anonimato de sus fuen-tes, WikiLeaks utiliza herramientas del software libre que encriptan mensajes. En palabras de Assange: “Trabajamos con una filosofía: las organizaciones que son abusivas tienen que estar en el ojo público. Entonces les quedan dos opciones: reformarse y ser abiertas, eficientes y honestas, o cerrarse y ser ineficientes y conspirativas”.
A cuatro años de su creación, su influencia política fue contundente: mostró el video del periodista de Reuters asesinado en Irak, los diarios de la guerra de Afganistán en Irak, y en su último golpe por la trans-parencia, el 28 de noviembre de 2010, filtró a la prensa internacional 251.187 cables entre el Departamento de Estado estadounidense con sus embajadas por todo el mundo. Julian Assange decidió que para consumar la mayor filtración de documentos secretos de la historia no estaría solo, y le dio esa información, al mismo tiempo, a los diarios The Guardian, The New York Times, Le Monde, El País y al semanario Der Spiegel. Como señaló el periodista británico Christopher Hitchens, “la sagacidad de la estrategia de Assange consiste en que ha hecho a todos cómplices en su propia y privada decisión de sabotear la política exte-rior norteamericana”. Y –tras aclarar que lo considera “un megalóma-no con pocos o ningún escrúpulo”– agregó: “A menos que alguno de ustedes se considere condicionado por la histérica y estúpida decisión de la administración de Obama de prohibir a los empleados federales bajar o ver los documentos de WikiLeaks, seguramente se habrán entregado al placer culpable de revisarlos”.
Para Hitchens y para gran parte de los intelectuales del mundo, WikiLeaks era algo que iba a suceder, tarde o temprano. Manuel Castells lo explicó así: “Tenía que ocurrir. Los gobiernos llevaban tiempo preocupados con su pérdida de control de la información en
el mundo de internet. Ya les molestaba la libertad de prensa. Pero habían aprendido a convivir con los medios tradicionales. En cam-bio, el ciberespacio, poblado de fuentes autónomas de información, es una amenaza decisiva a esa capacidad de silenciar en la que se ha fundado siempre la dominación”. Arianna Hufftington, la editora del Huff Post, un medio de contrainformación norteamericano que nació como blog en 2005 contra la hegemonía conservadora del Drudge Report, fue más allá: “WikiLeaks se trata de nuestro futuro. Para que nuestra democracia sobreviva, los ciudadanos tienen que ser capaces de saber qué es lo que está haciendo nuestro gobierno. No podemos cambiar las cosas si no tenemos información precisa sobre en dónde realmente estamos. No importa si viene de un website o un diario”.
Lo que tal vez nunca imaginó el gobierno de los Estados Unidos, el país más afectado por las revelaciones, es que ellos mismos, los defen-sores de la libertad, tendrían que salir a ponerle límites a Assange, y violar la Primera Enmienda, aquélla que protege la libertad de pren-sa, de expresión y reunión y, junto con la propiedad privada, es la base de la Nación. Cuando estalló el escándalo, los medios reflotaron las palabras de la secretaria de Estado de Obama, Hillary Clinton, de enero de 2010, a favor de la libertad de la red: “En países autoritarios, la información que se revela por internet está ayudando a la gente a descubrir nuevos hechos y hacer los gobiernos más transparentes. Las tecnologías con el potencial de acceder a los gobiernos también pueden ser arrebatadas por los gobiernos para aplastar disidentes y violar derechos humanos”. Sin embargo, al conocerse las revelaciones de sus diplomáticos, su país hizo todo lo contrario contra Assange. No fue el único: otros líderes lo atacaron, desde el asesor del primer ministro de Canadá, Tom Flanagan, (“si fuera por mí, mandaría un Predator a volarle el búnker a Assange”), pasando por la ex candidata a vicepre-sidenta republicana Sarah Palin (“capturar a Assange debe tener la misma urgencia que perseguir a Al Qaeda y a los líderes talibanes”), hasta Bill O'Reilly, un presentador de FoxNews que pidió la ejecución ya no sólo de Assange sino de todos los miembros de WikiLeaks.
El botín
Las filtraciones de telegramas y documentos que reveló WikiLeaks estaban calificadas con las etiquetas “Top Secret”, “Secret” y “Confidenciales”. Esto significa que su valor implicaba diferentes daños a la seguridad nacional. Más allá de una primera lectura tine-llizada sobre las costumbres, apodos y vicios de los líderes mundiales, los cables revelaron datos relevantes sobre zonas en conflicto real o potencial, como Israel, Irán, Corea del Norte, Pakistán, Arabia Saudita, Egipto, Serbia, Kosovo, Rusia, Colombia, Venezuela y Cuba, entre otros. Y, aunque muestre conversaciones dignas de vecinos en la vereda, por otro lado demostró que la mayoría de la información que se mantenía en privado coincidía con lo que los Estados Unidos expresaba como sus intereses ante el público, como señaló Fareed Zakaria, analista internacional estrella de Time, en su edición dedicada a WikiLeaks.
¿Qué hacer entonces, en los pantalones de Obama? “Los Estados
mark shuttleworthWelkom, Sudáfrica, 1973. Ingeniero y empresario. Fundador de Canonical, una empresa promotora
de software libre. Financió la creación de Ubuntu, que proporciona un sistema operativo de código abierto fácil de instalar y usar.
Bill gatesSeattle, 1955. Empresario
y filántropo estadounidense, fundador de Microsoft, productora del sistema operativo para computadoras personales más
utilizado en el mundo, Microsoft Windows. Segundo en la lista de las 20 personas más ricas del mundo de Forbes, con 53 mil millones de dólares.
Jeff BezosAlburquerque, 1964. Fundador y presidente de Amazon.com. Nombrado Personaje del Año por Time
en 1999. Con 12 mil millones de dólares, está en el puesto 18 de los hombres más ricos de los Estados Unidos, según la revista Forbes.
mark ZuckerbergNueva York, 1984. Programador y empresario, creador de Facebook. Con siete mil millones de dólares, está
1994: iBm-Banco naciónLa causa IBM-Banco Nación ha quedado en la historia como caso testigo de un hecho de corrupción comprobado, cometido en un altísimo nivel y de montos muchas veces millonarios. Lo que no se recuerda tanto es que se descubrió gracias a una investigación periodística. En 1994, el Banco Nación licitó la informatización de sus 525 sucursales, que ganó IBM en febrero de 1994. El denominado Plan Centenario fue un negocio de 240 millones de dólares que incluían 37 millones en coimas, de los cuales IBM pagó 21 millones a funcionarios nacionales. El entonces director del Banco Nación Genaro Contartese confesó haber cobrado una coima de un millón y medio de dólares “por la alegría de adjudicarse el contrato”. Toda esa red de impunidad fue revelada por el periodista Santiago Pinetta en su libro La Nación robada, un texto que le costó editar porque ninguna editorial lo quería publicar. Cuando lo logró, redactó una causa penal y presentó el libro como prueba. Desde ahí intentaron matarlo tres veces y en una de ellas le tajearon IBM en el pecho. La causa terminó sentenciado a los acusados a devover as coimas recibidas.
1995: Venta de armas a PerúCuando destapó la venta ilegal de armas a Perú, en 1995, el periodista de Clarín Daniel Santoro tuvo su propio WikiLeaks, pero al revés: primero encontró el conflicto con olfato periodístico y después vinieron los documentos. “Yo tenía un cable de France Press que decía que había quejas de Perú por un desvío de armas. Fui a la Cancillería a chequear la información y veo salir al embajador de Perú con cara de póquer, enojado”, cuenta Santoro. A ese encuentro fortuito le siguieron cinco años de artículos que demolían la estrategia de desmentida que ensayaba el gobierno del entonces presidente Carlos Menem, que en 2001 estuvo preso seis meses por esta causa. El conflicto político desatado por las revelaciones de Clarín le fue dejando a Santoro una buena agenda de viudas del poder, como le gusta llamarlos, heridos y desplazados de las internas que provocaba dentro del Gobierno la revelación periodística. Aquellos rencorosos de palacio fueron los que le llevaron a Santoro cables diplomáticos secretos y hasta un decreto secreto que vendía armamento a Panamá… que no tenía Ejército. La divulgación de ese documento le valió a Santoro un juicio por divulgación de secretos de Estado.
2007: sobreprecios en la secretaría de medio ambienteEn julio de 2007, Clarín reveló desvío de fondos, gastos desmedidos y nombramiento de familiares y amigos de la entonces Secretaria de Medio Ambiente Romina Picolotti. La investigación fue revelada por el editor del Equipo de Investigación del diario, Claudio Savoia, que sufrió ataques por parte del gobierno nacional por ese trabajo. Savoia presentó documentos que comprobaban que Picolotti desvió 20 millones de pesos de fondos de la Secretaría hacia una Fundación para solventar gastos personales y de gestión del organismo, que incluían la contratación sistemática de vuelos privados. Picolotti fue echada por el Gobierno un año después.
2010: embajada paralela en Venezuela“En lo primero que pensé cuando conocí las revelaciones de WikiLeaks fue en el caso Sadous.” El periodista Nicolás Wiñazki publicó en la edición de Clarín del 26 de junio de este año los cables diplomáticos secretos que el entonces embajador Eduardo Sadous le envió a la cancillería desnudando la supuesta embajada paralela que funcionaba en Venezuela. Clarín divulgó cerca de 30 cables aunque Wiñazki, cuenta, tuvo acceso a muchos más, cerca de cien. Todos tenían el rótulo de “Reservado” o “Confidencial” y alertaban de presuntos casos de corrupción en negocios con el país de Chávez. “Los cables formaban parte de una causa judicial, aunque a mí me llegaron por otro lado”, recuerda Wiñazki, que mantiene el suspenso para no revelar sus fuentes.
1772: Las cartas de HutchinsonUna de las primeras filtraciones conocidas en la historia de los Estados Unidos sucedió durante las tensiones con Gran Bretaña por las guerras de independencia. Benjamin Franklin, que vivía Londres como representante colonial, recibió un paquete con trece cartas escritas por Thomas Huntchinson, el gobernador de Massachusets, un leal a la causa británica. En ellas, el realista Huntchinson le avisaba que el ambiente estaba caldeado y le recomendaba fervientemente que los ingleses mandaran tropas a Boston antes de que la cosa explotara. Pero las cartas fueron interceptadas por un radical oponente a Hutchinson, y se publicaron en el Boston Gazette. Al gobernador lo mandaron de nuevo a Londres y Franklin volvió a América, donde reconvirtió su imagen: redactó uno de los borradores de la Declaración de la Independencia de 1776.
1848: el escándalo del Tratado de guadalupe HidalgoLa guerra entre los Estados Unidos y México estaba por terminar y el Tratado de Guadalupe Hidalgo sentaría las bases de la paz. John Nugent, un periodista descendiente de irlandeses del New York Herald, publicó el anticipo. El Senado, enfurecido, lo llamó a declarar, pero Nugent no quiso revelar su fuente y lo encarcelaron durante un mes en el edificio del Capitolio. Cuando salió, se convirtió en editor del San Francisco Herald, y el presidente James Buchanan lo nombró en un alto cargo de la comisión que investigaría unos nuevos emprendimientos en la actual Columbia Británica. Al parecer, fue una recompensa: Buchanan, como secretario de Estado, habría sido el revelador del secreto original.
1971: Los papeles del Pentágono En 13 de junio de 1971, el New York Times publicó el primero de nueve informes sobre la relación de los Estados Unidos con Vietnam, de 1945 a 1967, filtrados por un analista militar del Departamento de Estado, Daniel Ellsberg, que los había estado fotocopiando y guardando durante tres años, con la tesis de que su país había actuado fuera de la Constitución. Los documentos lo comprobaron: entre otras revelaciones, se demostró que “la Administración Johnson había mentido sistemáticamente no sólo a la opinión pública, sino también al Congreso, sobre un tema de importancia trascendental”, y que los gobiernos (desde Truman) habían extendido la guerra deliberadamente bombardeando Camboya y Laos, haciendo incursiones en Vietnam del Norte, y con ataques de los Marines y gastando recursos no informados a la opinión pública. Ellsberg fue declarado “el hombre más peligroso de los Estados Unidos” y juzgado bajo el acta de Espionaje de 1917, pero quedó libre por errores de evidencia. Este año, al estallar el cablegate, se sintió identificado: “Todos los ataques que reciben ahora Assange y Wikileaks fueron dirigidos contra mí cuando publiqué los Papeles del Pentágono. Wikileaks sirve al ciudadano”.
1972: Watergate“Cuando tengas a alguien agarrado de las bolas, tendrás su corazón y su mente.” La frase,
perversamente cierta, se le atribuye a Charles Colson, consejero privado de Nixon, y el segundo gran implicado en el caso Watergate, por el que el gobierno republicano montó un sistema de espionaje desde lo más alto del poder para conseguir su reelección; aunque el resultado fue su caída. El escándalo empezó en 1972, cuando dos periodista del Washington Post, Bob Woodward y Carl Bernstein, descubrieron que los cinco responsables de entrar al Comité Nacional de los demócratas llevaban hasta el presidente Nixon, sin escalas. Los periodistas fueron conectando los puntos a través de un hombre llamado “Garganta Produnda”, que filtraba dato por dato a Woodstein (la dupla de la verdad) en un estacionamiento subterráneo. La identidad del “soplón” salió a la luz 33 años más tarde. Era Mark Felt, ex director del FBI.
2000: enron“A finales de julio de 2000, Jonathan Weil, redactor del Wall Street Journal en Dallas, recibió una llamada de alguien que conocía en el negocio de la gestión de inversiones. ‘Deberías investigar a Enron y Dynergy y ver de dónde provienen sus ingresos.” Así, cuenta Malcolm Gadwell, comenzó una investigación periodística sobre la “contabilidad a valor de mercado”, una técnica utilizada por empresas involucradas en complejas transacciones financieras. Su indagación lo llevó a descubrir que Enron se estaba desmoronando, pero que lo tapaba con balances basados en previsiones futuras del mercado de la energía, que al revelarse, la harían caer del todo.
2008: asesinato de periodistas de reuters y el apacheEn su “año revelación”, Wikileaks dio a conocer un video en el que soldados norteamericanos asesinan a un periodista iraquí de Reuters, a su ayudante y a nueve personas más, cuando estaban tomando una foto del helicóptero Apache donde viajaban los militares, que confundieron la cámara con un arma. El video demostró que el periodista ni siquiera estaba mirando hacia arriba. La causa, todavía está en proceso de apelaciones, se montó contra el analista de inteligencia del Ejército de los Estados Unidos que dio a conocer la información. Wikileaks está pagando su abogado defensor.
2010: diarios de la guerra de afganistánEn julio de 2010, The Guardian, The New York Times y Der Spiegel publicaron 92 mil documentos sobre la guerra de Afganistán, que revelaban las víctimas civiles provocadas por el ejército de los Estados Unidos y sus aliados, las conexiones con la inteligencia paquistaní y con los talibanes insurgentes. Wikileaks fue el nexo de la filtración, pero antes de liberarlos, decidió que 15 mil de ellos no se darían a conocer, porque suponían un peligro para gente inocente. Acusado por la Casa Blanca, Julian Assange dijo que el gobierno de los Estados Unidos sabía que estos datos iban a transcender, pero ante el pedido de informes al respecto y la nula colaboración para conocer la verdad sobre el caso, tuvo que publicarlos. Por supuesto, el Pentágono lo negó.
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argenTina esTados unidos
otros casos de filtraciones
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Las caras de La
internet cerrada
01•11 brando 73
Unidos no tiene muchas opciones que atacar a Assange. Pero por más argumentos que dé, nadie los compra. Porque es un Estado campeón de la libertad contra una persona. Están atacando a un emisor que además no juega con reglas racionales, sino que es un tipo que maxi-miza todo el tiempo, que quiere ser una celebridad”, dice Battaleme, apoyando la visión del megalómano de Hitchens. Pero al atacarlo, claro, sólo mueve el avispero de los libres contra el control. O de una reacción peor a favor del control.
El peligro de la contraofensiva
En el trasfondo (y no tanto) del affaire WikiLeaks hay un dilema clá-sico de la democracia: ¿cómo mantener la libertad sin perder la seguridad? Porque, por un lado, es cierto que las nuevas herramientas y medios online nos ofrecen la posibilidad de estar más informados y reclamar más transparencia a los gobiernos, las corporaciones y las propias empresas de comunicación. Pero la seguridad también sigue estan-do entre las preocupaciones más importantes de los ciudadanos y, como sucedió después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el peligro a quedar expuesto a las amenazas puede llevar a la san-ción de leyes que violen las libertades ciudadanas. Eso sucedió con la Ley Patriótica, sancionada un mes después del golpe contra las Torres Gemelas y que, tras el objetivo de combatir el terrorismo, fue cuestionado por diversos organismos de derechos humanos por su restricción a las libertades y garantías constitucionales de los ciuda-danos. “La única forma de evitarlo es que la gente tome conciencia de que sus derechos también son importantes en internet”, dice Beatriz Busaniche, de la Fundación Vía Libre, una ONG argentina que tra-baja en la difusión de las ideas del movimiento de software libre y la defensa de los ciudadanos en la era digital.
“El primer paso es sortear el engaño de dividir el mundo entre real y virtual, porque eso nos lleva a pensar que en internet tenemos derechos distintos. Por ejemplo, si a mí me molesta que me saquen una foto sin mi consentimiento en la calle, ¿por qué no me importa
José natanson, periodista
No sé si ayuda o no
a una sociedad más
justa. La primera tanda
de revelaciones, sobre
atrocidades de los
militares en Medio Oriente,
seguramente ayudó
a frenar o al menos a
concientizar acerca de
los métodos del Ejército
de los Estados Unidos.
Las últimas, en cambio,
me sonaron más a
chusmerío. Por un lado, la
transparencia en los actos
de Gobierno es siempre
fundamental y, en eso,
Wikileaks ayuda. Por otro,
todo país dedica parte de su
tiempo a informarse sobre
el resto del mundo, y no
está mal que lo haga. Pero,
en este caso, nos enteramos
más que nada de
opiniones hipersubjetivas
y totalmente superficiales
de diplomáticos aburridos,
seguramente cansados
de comer canapés. Diría,
entonces, que ni fu ni fa:
que el efecto WikiLeaks
por ahora –salvo en las
revelaciones de Iraq– es
más bien neutro.
en el puesto 35 de los hombres más ricos de los Estados Unidos, superando al magnate de los medios Rupert Murdoch, según la
revista Forbes. serge Birkin y Larry PageMoscú (Rusia) y Michigan (EE.UU.), 1973. Fundadores de Google Inc. Con
15 mil millones de dólares de fortuna, ocupan el puesto 11 de los hombres más ricos de los Estados Unidos.
John donahoe 1960. CEO de eBay Inc., dueña de eBay, PayPal y Skype, con ganancias anuales por 1.5 millones de dólares.
¿CrEE quE El trabajo dE divulgaCion dE doCumEntos sECrEtos quE haCE WikilEaks ContribuyE o pErjudiCa a la ConstruCCion dE una soCiEdad mas justa? ¿por quE?
danieLJesusEntiendo que
beneficia a la
sociedad, porque
transparenta la
realidad y obliga
a repensar a los
gobiernos cuando
emprenden ciertas
operaciones.
gandhianoPerjudica, rebaja el
nivel de información
a chimentos
intrascendentes,
distrayendo la
atención pública de
temas importantes,
sin editor responsable.
albertinesimonetInformación es
poder, solamente los
pueblos informados
pueden controlar a
los gobiernos y a las
corporaciones.
usuario_777Una cosa es revelar
delitos y otra
revelar estrategias
diplomáticas
u opiniones de
funcionarios
totalmente válidas.
Lo segundo no va.
WuagurinContribuye a tener
una civilización más
sana. Es parte del
“jugar limpio” que
lejos de ser utópico,
es como deben
funcionar las cosas.
72 brando 01•11
mariano sigman, científico
Obligado a definir la balanza
binaria –si acaso WikiLeaks
contribuye o perjudica–,
supongo que ayuda. Pero
no creo que lo que esté en
discusión sea la filosofía del
purismo informativo contra
la guarda necesaria de
algunos secretos. En todos
los estratos –familiares,
amistosos, corporativos,
sociales, de Estado–, los
mensajes se degradan y
algunas intimidades se
guardan en cáscaras opacas.
El punto en cuestión, creo,
es qué develan estos cables
que antes no se supiese.
El punto puramente
pragmático –seguramente
el más relevante– es cuáles
son las consecuencias
de la apertura de estos
secretos. Entre alguna
celebración inevitable,
sucede que la principal
resonancia ha sido un juego
amarillesco de vanidades
y cholulismos de cuadros
políticos (quién opina
bien y mal de quién, entre
celebridades que se abrazan
en las fotos). Más intrigante,
quizá cuestionable y
propicio para las ideas
conspirativas y sobre todo
experimento mismo de
la naturaleza humana, el
revelado de estos cables ha
convertido en sospechosos
a los protagonistas de las
sospechas.
ariel arrieta, fundador de nextperience
Es una manera poco
ortodoxa, pero válida
que descontractura la
hipocresía de la política
exterior de los países
y construye desde la
libertad de expresión y la
neutralidad de internet.
Es un signo de nuestros
tiempos que demuestra el
cambio de poder entre las
burocracias cortesanas y la
sociedad del conocimiento
y la información.
gastón silberman, creador del proyecto Cartele
Contribuye más que
nada a entender que la
privacidad es un bien
perdido. Que ya no existe.
Que es una ilusión, una
utopía. Y, probablemente,
esa pérdida produzca una
convivencia más lógica con
un montón de información,
datos, pensamientos y
contenidos que nunca
antes hubiéramos
imaginado tener. No sé si
eso producirá una sociedad
más justa, pero creo que sí,
una más cruel y más ávida
de hacer juicios veloces.
adrián Paenza, periodista y matemático
Yo no sé si la divulgación de
los documentos contribuye
a la construcción de una
sociedad más justa, pero
de lo que sí estoy seguro
es de que no la perjudica.
En todo caso, me muestro
solidario con todo lo
que tenga que ver con
la divulgación de lo que
pasa. Nadie tiene el
derecho de arrogarse el
poder de saber algo que
no quiere compartir en los
espacios públicos. Una
cosa es el respeto a la vida
privada de cada persona,
y otra muy diferente es
lo que sucede con la cosa
pública. Nosotros elegimos
representantes para que
lleven adelante políticas
públicas y de Estado que
mejoren la calidad de
vida de las sociedades.
Los acuerdos secretos
tienden, en general, a
violar esa confianza
que depositamos en los
que conducen. Desde
ese lugar, en la medida
que los documentos no
sean apócrifos sino que
se correspondan con los
hechos, no sólo no tengo
ningún inconveniente en
que se difundan, sino que
me interesa muchísimo
que eso suceda, y haría
todo lo posible para que
siga pasando.
agustín Pallotti, Ceo de geelbe
Como en todas las
cosas, tiene que haber
un equilibrio. Claro que
mucho de esto ayuda
a hacer las cosas más
justas dentro de la
sociedad, pero en algunos
casos también hay que
moderar lo que uno
publica, dado que hay
muchas cosas en juego
(personas), que es lo
más importante. Internet
ayuda a esta libertad de
expresión y me parece
muy bueno que se
aproveche en el buen
sentido. Sí me parece
mal la persecución que
están haciendo contra el
fundador de WikiLeaks.
Jose Cibelli, científico
Es simple: si como
consecuencia de esto
al menos una persona
resulta herida, entonces
no está contribuyendo.
Ahora, ¿ha salido
alguien herido? No lo
sé. Una persona que te
dice con un ciento por
ciento de convicción
que esto ayudará o no,
no está en lo correcto.
¿Cómo lo puedes saber
cuando hay 1,2 millón de
documentos a la espera
de ser publicados? La
transparecia general es
siempre buena.
respuestas de los foristas de Conexion Brando
que suban una foto mía sin mi autorización o divulguen mis datos en internet? ¿O, por qué publicó las fotos de mis vacaciones a cualquiera que las quiera ver online?, si yo no las colgaría en la puerta de mi casa para que las vean todos mis vecinos”, explica Busaniche. Volviendo a la frase de Umberto Eco, pensar que si me siento libre por poder controlar los actos de gobierno, también debería sentirme libre por controlar mis propios actos privados en la red.
El camino no es sencillo, porque significa no echarle la culpa a “la lógica de internet” que “nos obliga” a tener perfiles en las redes sociales, usar Google o Twittear las 24 horas, y pensar más en no seguir todas las reglas de un mercado que, también en las corpora-ciones que manejan internet, está concentrado. Por eso, si nos gusta tener un Kindle para leer los libros que compramos en Amazon, deberíamos saber que cuando pagamos por un libro, sólo lo hacemos por un “permiso de lectura” y no por una obra, y que ese permiso, si Amazon rompe su acuerdo de derechos de autor con una editorial, puede borrarnos el libro, tal como pasó –oh casualidad– con 1984 y Rebelión en la Granja, de George Orwell. O pensar, por ejemplo, qué pasaría si Google te saca de su algoritmo (a vos, a tu nombre, porque sos una amenaza para la seguridad, supongamos), o Twitter decide que, además de promover algunos trending topics (temas populares del día), como hace actualmente con los anunciantes que pagan por el servicio, prohibe otros temas de los cuales alguien (un gobierno, una empresa) no quiere que se hable.
Finalmente, fuera del gran tema WikiLeaks, de eso se trata la bata-lla que viene: de no aceptar en la vida online lo que no haríamos en la vida real, al tiempo que comenzamos a diversificar desde los pro-gramas que usamos hasta cómo queremos que se use internet en el futuro. El camino no es el más fácil porque, como toda guerra por las ideas, lleva tiempo. Pero hay algunas experiencias que demuestran que es posible, por ejemplo, que todos los alumnos que recibieron computadoras del Plan Ceibal en Uruguay ya manejen sistemas ope-rativos en base a Linux y aprendan programación. O que Horacio Potel, el profesor de filosofía que creó bibliotecas en español con obras que ya no se editaban de Heiddeger, Niezstche y Derrida, tras enfrentar un juicio por copyright, evite la cárcel gracias al apoyo de miles de usuarios de internet. Pero también quedan muchos frentes, enormes, donde el poder está concentrado a favor del control: las leyes que castigan la copia o intercambio de obras artísticas online, la protección de los datos individuales, la enseñanza en las escuelas de una Iånternet libre de marcas, programas privativos y copias que sólo pueden usarse una vez, y de un idioma, el de los códigos de pro-gramación, que cada vez influye más en nuestras vidas y sin embargo está lejos de ser accesible para todos.
La guerra está ahí, pero para ganarla, como combatientes inteligen-tes, como enseña Sun Tzu, existe un momentum estratégico, que se va construyendo con los tiempos de la naturaleza: con acciones políticas potentes y con la creación paso a paso de conciencias más despiertas. Al fin, dice el estratega, lo importante es que, sea quien sea el líder, tenga de su lado a un grupo de Otros y actúe correctamente:
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“Los buenos hombres de combate, al dirigir por medio de la fuerza estratégica, tornan a sus hombres como una piedra redonda lanzada hacia abajo desde una montaña de mil metros de altura. esta es la fuerza estratégica.”