Jud Baltimore Sol siempre tuvo claro, desde pequeñita, a...

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Déjame quererte Jud Baltimore

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Jud Baltimore

Sol siempre tuvo claro, desde pequeñita, a lo que quería dedicar su vida y eso era, sin duda, ser maestra de primaria. Ahora, a sus veinticinco años, sabe que no se había equivocado. Adora a esos pequeñajos que a veces la volvían loca.Pero un buen día, Ivanov, se cruza en su vida sin previo aviso y le trastoca los cimientos que ella había creado en su entorno. Su estabilidad empieza a trastabillar, y aquel chico rubio, de ojos grises, la hace replantearse cada uno de sus sueños, incluso su manera de verse y juzgarse a sí misma.

ColecciónBEACHBOOKS

“Esta Colección de Nouvelles, recoge una selección exhaustiva de un abanico de Damas emblemáticas y proteicas, como

catalizadoras de la nueva literatura de evasión”.

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© Jud Baltimore, 2014© 2014 Para esta edición GramNexo editoresISBN : 978-84-942065-5-9DL:

Impreso en ChilePrinted in Chile

Diseño portada y maquetación: rmon roviraFotografía portada: Shutterstock

Todos los derechos reservados.Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sis-tema informático, o transmitido de cualquier forma, o por cualquier medio electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros métodos, sin previo y expreso permiso del propietario del copyright.

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A mis padres, Norma y Pedro.

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¿Quién soy yo? eso ahora mismo no importa. Lo que es realmente importante es lo que se cuenta en estas páginas. Yo solo voy a limitarme a hacer un prólogo que puede que leas y puede que no, que puede que te guste o que te resulte demasiado tedioso. Si ese es el caso, te pido disculpas des-de este instante. el libro que tienes ahora mismo entre las manos contiene una historia muy especial y espero que te haga disfrutar, querido lector, tanto como a mí. Se trata de la primera novela de Jud Baltimore y, antes que nada, quie-ro agradecerle a ella la confianza que ha depositado en mí cuando me permitió cuidar a su pequeño mientras estaba creciendo. el mismo que tú, en este momento, sostienes.

¿Qué puedes encontrarte en esta novela? Sentimientos y una muy buena narración. a través de la magia del circo, la autora nos cuenta la historia de Sol y de Ivan. ¿Quién no se ha dejado atrapar por la magia del circo cuando era niño? Sus espectáculos son una mezcla perfecta de miste-rio y sensaciones. Y Judit sabe plasmar eso perfectamente, haciendo que, poco a poco, necesitemos saber más sobre los protagonistas. Ponte cómodo, disfruta del silencio o, por el contrario, de tu música favorita. relájate. Disfruta de la lectura y, sobre todo, ten tiempo. Porque te aseguro que no podrás dejar de leer.

La autora nos sorprende con una historia cuidada al de-talle, mimada. Una historia en la que los sentimientos es-

PRÓLOGO

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tán a flor de piel y las emociones aumentan a cada página. Consigue sin dificultad alguna que nos pongamos en la piel de los protagonistas. Que compartamos todo lo que les ocurre. La temperatura sube con facilidad cuando Jud está a cargo de narrar, eso es indudable, pero también ten-go que mencionar unos diálogos y unas escenas que son, simple y llanamente, extraordinarias. Su forma de escri-bir es ocurrente, ácida y muy adictiva. Los personajes son como tú y como yo. Se expresan y piensan de la misma forma, lo que facilita que conectemos con ellos.

La novela está envuelta por la pasión, por los celos, por el miedo...Por sentimientos tan terrenales que nos pone-mos en la piel del personaje sin ningún tipo de problema. reímos, sufrimos y hasta respiramos con ellos. Y es que es imposible que no sea de esa forma. La historia nos atrapa, haciendo imposible que podamos apartar la vista de las palabras que se suceden. La temperamental Sol y el mis-terioso Ivan son, realmente, una mezcla explosiva que da pie a muchos momentos en los que disfrutaremos de unas discusiones más que entretenidas, pero los secundarios no se quedan atrás. ellos son el pegamento de toda la trama, los que consiguen que disfrutemos de escenas más que curiosas que nos sacaran más de una sonrisa.

Jud Baltimore, autora de varios relatos, nos sorprende con la que es su primera novela. Y lo hace de una forma inmejorable, con unos personajes pensados al milímetro y una historia en la que se nota las horas de dedicación, su-dor y noches que ha invertido en ella. Yo poco más tengo que decir, ahora te dejo que comiences la historia. Solo una cosa más: Bienvenido al circo.

maría Gardey

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Frente al espejo Sol se miró con satisfacción. No era una top model, más bien una chica normal, del montón, pero era agradable a la vista. Le gustó la imagen proyectada en el espejo y decidió dejarse tal cual estaba.

Una fina capa de maquillaje en nude taparía las imperfec-ciones de su rostro y un poco de liner haría que sus ojos verdes resaltaran. Llevaba el pelo hasta los hombros, así que se limitó a despeinarlo para darle un toque más des-enfadado a su look. Cogió su bolso y salió pitando, llegaba tarde y hoy era la excursión al circo.

Los niños estaban inquietos en la puerta del circo, tra-tando de adivinar que animales se encontrarían.

el circo WonderLand era el mejor que llegaba a la ciudad, contaba con artistas de diversas nacionalidades y, sin duda, lo más curioso era que allí cada uno de ellos hacía de todo.

–Silencio peques, que ya va a comenzar.Tomó asiento, dispuesta a ver lo que los pequeños le

permitieran.Salió tan maravillada y extasiada que sacó dos entradas

en primera fila para el día siguiente. Quería volver a verlo y disfrutarlo en compañía de su amigo.

Cada año intentaban renovarse, conservar los mismos artistas pero que el espectáculo fuese diferente e innova-dor. aquellos artistas circenses disfrutaban con las sonri-sas de los niños y con las bocas abiertas de los progenito-

CAPÍTULO 1

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res. Los aplausos eran un aliciente, y es que, una vez los recibes, se hace difícil prescindir de ellos.

el día anterior lo habían dedicado por entero a los es-colares. autobuses repletos de sonrisas y fantasías venían de todas partes de la ciudad para ver el circo, que llegaba por Navidad.

–Compra tú las palomitas, yo no me puedo mover del congelamiento que tengo –le dijo a su amigo, fingiendo haberse quedado pegaba al suelo. este refunfuñó, pero al final fue en busca de las palomitas y de un buen café ca-liente para su estática amiga.

– ¡Joder, parece que no conocen la calefacción!–Se ve que, como hay nórdicos, esto les parecerá el Ca-

ribe.–Pues que me tiren un nórdico pacá –ordenó Carlos–.

al menos ya nos dejan entrar.Cuando se sentaron en sus asientos de primera fila, Sol

lucía una sonrisa de oreja a oreja. Y observaba entusias-mada

–Pareces una de tus alumnas. menuda cara de pelotuda tienes –y rió hasta que le dolió la barriga.

–anda, cállate que ahora falta que tampoco tú me dejes ver la función.

atónita, disfrutó de los trapecistas; el domador de leo-nes, los camellos y… su mente se nubló en cuanto aquel ruso entró a escena con su tela mágica simulando alas de ángel. Sol apenas podía apartar la mirada de aquel rubio de tez blanca como la nieve.

–Cierra la boca o te va a entrar un león más que una mosca, nena –le susurró Carlos. ella ni se inmutó, apenas oyó el murmullo de la gente.

– ¿Has visto el mismo ángel que yo? –preguntó casi ja-deando.

–No bonita, lo que he visto es que le remirabas el pa-quete y abrías la boca como a punto de comerte una res.

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Sol lo dejó hablando solo y aprovechó el intermedio para ir en busca de otro café, aunque si hubiesen tenido Vodka se lo habría bebido con mucho gusto. Todavía sen-tía la electricidad por el cuerpo, las piernas parecían que le temblaban y estaba dudando de si vio lo que vio o es que su mente había volado demasiado.

Se tomó el café casi de un trago y corrió a refugiarse en la carpa, el frío volvía a la comodidad de su cuerpo.

–mierda de clima–maldijo para sí misma.

El locutor de voz grave se despidió de los visitantes y el espectáculo se detuvo, pero, a decir verdad, Sol apenas se enteró de lo que pasó en la segunda mitad. No podía pensar en otra cosa que en el ángel de las telas.

Sol buscaba en su inmenso bolso los malditos guantes mientras tiritaba de frío. Tarea ardua por su enorme tama-ño, en el que además se empeñaba en meter de todo: pa-ñuelos, pintalabios, monedero, llaves, toallitas íntimas, un libro, libreta, bolígrafo, chicles, una linterna y todo aquello que pudiera hacerle falta en cualquier momento de su vida.

–No sé cómo puedes llevar bolsos tan grandes si luego no encuentras nada, parece la chistera de un mago.

–Y saldrá de aquí un conejo que te va a llevar al país de las maravillas como no dejes de fastidiarme –ambos se reían por la razón que tenía Carlos.

allí, helada y en busca de los guantes, la electricidad se volvió a apoderar de ella. Alzó la vista y quedó petrificada, estática. El corazón le latía de manera feroz. Sintió la gar-ganta seca nuevamente, le dolía al tragar su propia saliva.

Ivanov hablaba tranquilamente con Kenneth, un cana-diense de treinta y cinco años muy bien llevados, que lleva-ba media vida viviendo en españa. Cuando estaban juntos hablaban en inglés, a ambos se les hacía extraño hablar en castellano.

oyó el castañeo de dientes de una mujer y se giró dicién-dole a su amigo–: Las mujeres españolas no sobrevivirían

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en rusia ni medio segundo -. Pero la sonrisa se le borró al verla allí, muerta de frío. Tuvo ganas de correr a pegarle a su acompañante, ¡cómo podía ser tan poco caballero y permitir que se helara!

– ¡Está buena, eeeh! –era una afirmación clara, y por algún motivo extraño a Ivanov le molestó no ser el único en haberse fijado en ella.

Con pasos decididos se acercó a la muchacha.–Take –le dijo tendiéndole sus calentitos guantes.–Oh, thank you! I have some, somewhere –respondió ella con

su escaso nivel de inglés.Carlos le propinó tal codazo que Sol se giró para dedi-

carle una de esas miraditas suyas, ¿a qué venía aquello?–Well, thanks. I promise to return.–regalo de la casa –dijo en un castellano al que Sol lla-

maba típico cagastellano de guiri.Y sin más, cada uno siguió su camino. Él a hablar con su

amigo y ella con el suyo, aunque ninguno de los dos pudo centrarse en sus interlocutores.

– ¡Por fin unos días de vacaciones!, que ganas tengo –gritó Quim, el profesor de gimnasia.

–Sí, la verdad es que estoy deseando tener un poco de paz –apostilló Sol.

Quim era rubio, de ojos marrón chocolate y con una tableta también de chocolate, con la que bien se podía fre-gar la ropa a mano. Un chico dulce que las volvía loquitas a todas. antes de terminar la carrera, Sol y Quim estuvieron saliendo, pero la cosa no cuajó; él quería ir demasiado en serio y ella… ella quería divertirse y no enfrascarse en una relación, en una persona. Pero eso no quitó que siguieran siendo amigos e incluso confidentes.

Quim era el único que sabía lo de aquel ángel pálido, como lo habían apodado, a falta de saber su nombre, y es que Sol iba una vez a la semana al circo para poder dis-frutar de él los escasos minutos que duraba su actuación.

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era consciente de lo absurdo que resultaba, pero que más daba, nadie, salvo Quim, era conocedor de semejante idio-tez. Sol se sentía avergonzada, pero no podía evitarlo.

–Si Carlos se entera no parará de meterse conmigo –le había dicho a modo de súplica a Quim. Y a él no le hizo falta más para guardarle el secreto.

Su primer día de vacaciones amaneció con un sol ex-traordinario y decidió aprovecharlo al máximo. Cogió sus rollers, un libro, agua, cargó la mochila a sus hombros y se fue patinando al ritmo de la música de adele.

–Cómo se nota que está lindo el día –dijo seguido de una blasfemia al comprobar que no había ni una mesita libre. Pero no iba a permitir que semejante nimiedad le arruinara su pacífico día.

Vio un espacio en el césped, junto al lago de los patos, y allí se sentó. Sacó su libro de megan maxwell y se dispuso a pasar un rato de relax y muchas risas. No había nada que la relajara más que leer.

Tan enfrascada estaba en la lectura que no se percató de que un par de ojos la miraban embelesados.

alejó sus ojos del libro para descansar la vista y disfru-tar del paisaje. adoraba ese parque. Se quedó embobada mirando los patos, arrugando el entrecejo para que el Sol no la cegara tanto.

Los ojos grises que la miraban a prudente distancia no se perdían detalle.

–Un bonito perfil –le dijo en ruso Anielka.Ivanov se giró, asombrado de la perspicacia de su her-

mana mayor, no se le escapaba una.–La veo todos los miércoles en el circo –Ivanov abrió

los ojos como plato–. No te hagas el tonto, sé que la has visto y fíjate que nunca se queda al final, raro ¿no? –pre-guntó suspicaz.

–Será que le ha gustado el espectáculo –respondió con sequedad y se volvió a observar a la preciosa chica que miraba los patos como si jamás hubiese visto uno.

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Le maravilló la manera en la que parecía gozar del in-usual día y, sin duda, llamó su atención la felicidad que desprendía mientras leía. Cualquiera diría que estaba loca, pero a él le despertaba curiosidad.

anielka se levantó con tanta decisión que Ivanov tembló. La vio acercarse a la joven y charlar de manera animada.

Su hermana hablaba muy bien el castellano. Se había esforzado por aprender el idioma del país que visitaban cada año desde que era una niña. Su hermano apenas lle-vaba cinco años en aquel circo y le costaba mucho dejar su querido moscú.

–Hola, me llamo anielka – le extendió la mano a la chica que la miraba intentando recordarla–. Trabajo en el WonderLand, soy una de las trapecistas.

–oh, encantada –Sol se sintió incómoda, no entendía por qué se acercaba a hablar con ella, ni siquiera la recor-daba del circo pero que trabajara allí era un problema, ya que podría descubrir su secreto.

–Te veo todas las semanas en el circo –y al ver lo acalo-rada que se ponía la muchacha añadió–. No eres una chica que pase desapercibida… para muchos de mi familia.

Sol sentía que se asfixiaba. Durante esas semanas inten-taba pasar inadvertida y, pese a las sonrisas de la muchacha de la cafetería, nunca imaginó que alguien pudiera acordar-se de ella. ¡Menuda vergüenza! Estaba rogando a Dios, y a todos los santos habidos y por haber, que se abriera una enorme brecha en el suelo y se la tragara. Le daba igual donde se la llevara, pero que fuera muy lejos de allí.

Pero cuando reaccionó era tarde, demasiado tarde.No sabía en qué momento había aceptado la mano de

aquella extraña y habían caminado juntas hasta el grupo que hacía piruetas. ahora sí que estaba perdida, no sabía dónde meterse y Dios y los santos no parecían hacer de-masiado caso a sus plegarias. Incluso juró ir a misa si la tierra la tragaba, pero nada; es que además hubiese sido difícil para cualquiera creerse tal juramento departe de se-mejante agnóstica.

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Decenas de manos se acercaban a estrechar la suya y al-gunas bocas se atrevían a darle dos besos. escuchó como la saludaban en ruso, checo, francés, español, croata, inglés y algún que otro idioma que no tenía ni idea de cuál era.

Pudo notar como aquellos ojos le desnudaban el alma. Se sintió pequeña y desvalida, como si cada uno de sus sentimientos y pensamientos estuvieran ahora al descu-bierto.

–Ivan, acércate, no seas descortés –Sol sintió escalo-fríos, al fin conocía el nombre de su ángel pálido–. Ivanov es mi hermano pequeño, pero llámale Ivan, detesta que le digan su nombre completo.

–Hola –su voz sonó ronca, demasiado para su gusto.–Ho… ho-la –susurró ella, sintiéndose la mujer más

imbécil del mundo.–Le estoy dando clases de español desde que empezó a

viajar con nosotros, pero le cuesta mucho dejar su lengua. Intenta hablar siempre en ruso o en inglés. -¿Por qué cara-jo esta chica le contaba esas cosas?

– ¿Tú a qué te dedicas? –Le preguntó obviando la cara de póker de Sol.

–eeeemm… soy maestra. De niños. maestra de pri-maria – ¡pero cómo podía estar hablando así!, casi parecía que era la primera vez en su vida que hablaba con un ser humano.

–mi hermano tiene mucha curiosidad por saber que es-tabas leyendo –si su hermano entendiera el sentido de sus palabras, la mataría, pero tardarían varios segundos hasta que se lo tradujeran y reaccionara. rió para sí.

–Pues estoy leyendo un libro –se exasperó ella misma por la absurda respuesta–. es de la autora megan maxwell.

– ¿americana? –preguntó con mucha curiosidad.–No, es española. escribe romántica chic-lit; dudo que

a tu hermano le pueda interesar.–Te sorprenderían los peculiares gustos de mi hermano.

No, no es gay –Sol respiró aliviada e Ivanov se despanzu-rró de risa, eso sí lo entendió.

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Ivanka se unió a la conversación, por lo que anielka de-bía traducirle casi todo, dado el pobre inglés de Sol. Ivanka era rusa también, de Novosibirsk y hablaba exclusivamen-te en su idioma, a diferencia de Ivan, ella no se molestaba en hablar ni siquiera en inglés, mucho menos en aprender español.

Sol notaba los ojos de él en su nuca, se encontraba ner-viosa, impaciente. Ivanov no se acercaba y lo del idioma dificultaba aún más la tarea qué iba a decirle ella? ¿How old are you? era lo único que recordaba, menos mal que lo pronunciaba bien.

Ivanov se esforzaba por no mirarla o, al menos, por-que no pareciera tan obvio, pero ya a esas alturas le daba igual. La actitud de su hermana lo había delatado, ella era muy extrovertida, demasiado en ocasiones, como lo esta-ba siendo ahora. Casi todos sabían que aquella chica iba a menudo al circo y se habían percatado de que, cuando él salía y estaba ella, se ponía nervioso, cosa rara en el imper-turbable ruso.

–Bueno, ha sido un placer conocerlos, pero tengo que irme –mintió Sol.

– ¿Vendrás esta noche? –preguntó así, sin más, a boca jarro. Lo dijo en inglés, para que su hermano pudiera en-tenderlo.

–No… –la palabra le sonó demasiado fría a él, que estú-pidamente esperaba un sí de aquellos labios.

Sol intentó pensar por qué cambió de parecer. Hasta que aquellas dos letras salieron de sus cuerdas vocales, ella pensaba asistir al circo, pero la pregunta la tomó por sor-presa y le disgustó que creyeran que no tenía nada mejor que hacer que ir a ver el espectáculo.

–es que mañana me voy a esquiar y aún no tengo las maletas hechas.

– Qué pena. me hubiese gustado volver a verte –le dijo una voz masculina muy cerca de su oído y en un perfecto español. Era Kenneth. Sol se ruborizó hasta cotas inimagi-nables e Ivanov también, aunque por causas muy distintas.

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–Cuando vuelvas pregunta por mí, Sol– anielka la lla-mó como si fuese una vieja amiga–, te guardaré un sitio especial.

–Claro, gracias anielka.Sol se sentó en el suelo y, ante la atenta mirada de Iva-

nov, se quitó las deportivas, las metió en la mochila y se puso nuevamente los rollers.

–Fue un placer conoceros –y se fue patinando con una velocidad que la asombró, como se le cruzara alguien iba a terminar estampada contra el suelo.

Llegó a casa jadeando, parecía que la iba persiguiendo el demonio. Tenía la lengua afuera como un perro en pleno verano.

Tiró sus cosas y marcó el número de Quim.–No sabes lo qué me acaba de pasar… -no dijo ni hola,

tampoco esperó respuesta. Se puso a relatar con pelos y señales lo sucedido esa tarde; hablaba de manera atrope-llada, suspiraba y dejaba silencios de suspenso.

– ¿Qué piensas a hacer?– ¡Y yo que sé Quim! Por lo pronto, hoy ni loca aparez-

co por el circo. mañana me voy a esquiar y luego ya vere-mos, con un poco de suerte acabo enterrada en un alud de nieve artificial o me golpeo yo misma con los esquís jajaja.

–estás loca, muy loca, amiga.– ¡Vaya novedad! -Suspiró–. a las cinco estoy en tu casa.

Te dejo, así preparo la bolsa. Hasta dentro de unas horas, pedorro.

Cayó como un tronco. ella pensaba que se iba a pasar la noche en vela pensando en aquella tarde, pero nada más lejos de la realidad, aunque el sueño que tuvo fue intenso y se despertó de tal manera que creía haberse hecho pis encima. Sin duda, estaba como un cencerro.

Pasaron exactamente diez días hasta que regresó al cir-co, hasta que volvió a verlo. Durante ese tiempo se pro-

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metió no ir; no era propio de ella comportarse como una adolescente hormonada. Sol era comedida en cada uno de sus actos hacía cualquier hombre que le atrajera, de-testaba ir implorando atención o que un tío notara que ella suspiraba por él; por un momento pensó que por no entender el idioma no entendería los suspiros, hasta que se dio cuenta de que estos son iguales en todo el mundo y decidió dejar pasar unos días.

acudió al circo con calma, hasta que llegó a la puerta y lo vio.

Llevaba un precioso esmoquin o, como ella lo llamaba, un traje de pingüino. estaba arrebatador con el pelo engo-minado y su sonrisa. ¡Dios, qué sonrisa! más que un ángel aquél chico era el mismísimo cielo.

adebayo, el patinador negro, la tomó de la mano y la llevó al sitio más privilegiado de todos, entre bambalinas. Cada uno de los integrantes de aquella enorme familia se acercó a saludarla.

– estoy muy enfadada contigo –la regañó anielka con el ceño muy fruncido–. No me mires con esa cara, has tardado demasiado en volver y tengo algo especial para ti.

– ¿Lo… siento? –consiguió decir sin mucho convenci-miento y completamente avergonzada.

anielka no tenía más que a su familia circense. Por eso cuando alguien de fuera mostraba interés, ella lo recibía con los brazos abiertos. Y aquella mujer le gustaba mu-cho. era simpática, extrovertida y guapa.

Le presentaron a muchos más artistas, aquellos a los que la tarde del parque no pudo conocer. anielka tiraba de ella con la fuerza de un huracán, al parecer no existía persona, al menos en su sano juicio, que le negara algo.

–Ivan, la dejo contigo. Yo voy a terminar de arreglarme –y se marchó dejándola ahí, abandonada a su suerte con su ángel, al que no entendía ni papa, pero ángel al fin y al cabo.

a ver qué hacía ahora; su inglés era demasiado precario, él no hablaba castellano y…

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al parecer, Ivan había encontrado una manera de ex-presarse sin utilizar idioma alguno y desde luego era un experto en esa lengua.

el beso la cogió totalmente desprevenida. al principio se quedó sin moverse, temerosa y sin entender lo que es-taba pasando; pero pasado ese pequeño lapsus, abrió su boca, dejándole vía libre a aquella nueva lengua que Iva-nov estaba dispuesto a enseñarle.

Se abandonó a esos brazos fuertes que la tomaban por la cintura, a esos grises ojos que la traspasaban, a esas se-dosas manos que acariciaban su nuca. Se abandonó a lo que ella sentía y a ese calor abrasador que se estaba apo-derando de ella. ¿era real? Sí, como el aire que intentaba entrar por sus pulmones en el escueto espacio que esos labios permitían.

Una mano sobre el pecho de Ivanov lo apartó abrupta-mente. Su mirada felina se clavó en esos labios que acaba-ba de poseer sin permiso y luego en un par de esmeraldas que lo miraban pidiendo respuestas.

–me gustas –soltó sin mediar más palabra, encogiéndo-se de hombros.

La cara de Sol era todo un poema. estaba excitada, pe-leando contra si misma por sosegarse y recuperar el ritmo habitual de su respiración. Pero lo que su rostro trasmitía era la total y completa falta de comprensión a lo que aca-baba de pasar ante ella… con ella.

Se dijo que era inútil decirle algo, así fuera un imprope-rio o un halago, él no iba a entenderla, así que su opción más factible era la retirada o más bien, la cobarde huida. estaba maquinando como salir corriendo de allí sin que nadie se enterara, cuando otra vez esas manos, esas suaves manos, la sujetaron por la muñeca.

–No te vayas –no si ahora encima resultaba ser vidente, ¡joder! –. me gustas mucho y a falta de palabras…

– ¿Te planto un beso? –dijo intentando zafarse. Estaba enfadada y no sabía por qué–. No sé en tu país como se las ingenian para hablar los sordo-mudos, pero en el mío,

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la gente no va por ahí plantando besos a medio mundo como si dijeran hola.

Ivanov la miraba con ojos de cordero degollado, no en-tendía lo que le estaba diciendo con palabras, pero si con gestos y, al parecer, estaba molesta. La cara de su hermana anielka y el “le gustas” con el que lo convenció para lanzar-se a Sol le vino a la mente y tuvo unas ganas locas de matar a su hermana de manera muy lenta.

–Lo siento –y se fue en busca de su hermana, dejando allí plantada a la chica a la que acababa de besar.

allí estaba, tan serena maquillando sus bonitos ojos azules, cuando su querido hermano entró hecho una furia. anielka lo adoraba con locura, era su debilidad. siempre intentaba complacerlo, ayudarlo y estar cuando la nece-sitaba. Desde que Ivan decidió dejar moscú para embar-carse junto a ella en la aventura circense, su hermandad aumentó y se convirtieron en amigos y aliados. ani era pura dulzura, extrovertida y muy dada con todo el mundo, eran polos opuestos y por eso, a veces, tenían sus roces.

–me has dicho que le gustaba, que la besara y solo le ha faltado pegarme. No he entendido ni una palabra de lo que me ha dicho, pero está enfadada. Creerá que soy un pervertido.

– ¿La has besado? –preguntó aplaudiendo.–Búscala y soluciónalo. Tú me has metido en esto y

ahora tú me sacas, ¡quien me manda a hacerte caso!Todos oyeron los gritos de Ivan, pero nadie entendía,

salvo Ivanka, que fue en busca de Sol.La pobre echaba humo como una locomotora. Ivanka

la cogió del brazo con fuerza, la arrastró por medio circo hasta dejarla frente a los dos hermanos que seguían voci-ferando como leones.

–aquí la tienen. Tú, anielka, traduce lo que tu hermano quiera decirle y tú, Ivanov, no le eches toda la culpa a tu hermana que bien que te ha gustado besarla. ahora dejen de gritar que no hace falta que toda la ciudad se entere –se fue muerta de la risa al pensar en las caras de los tres, sobre

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todo, la de la pobre española que no entendía nada.–mi hermano lo siente mucho.–eso ya me lo ha dicho. Pero me ha besado anielka,

Be-Sa-Do. ¿Cómo se le ocurre besarme? al menos me podría haber dicho hola primero, no sé.

– ¿Te gusta? –el silencio fue la respuesta–. ¿Te ha gusta-do el beso? –la cara roja de Sol fue la respuesta– ¿Cuál es el problema entonces?

– ¿Qué cuál es el problema? Si en rusia acostumbran a besarse entre los desconocidos me parece genial, pero aquí estas cosas no pasan.

–Ivan, yo me encargo de solucionarlo –este se fue, dedi-cándole una mirada conciliadora a Sol y una dulce caricia en el brazo.

–mira anielka, imagino que es obvio que tu hermano me gusta y que habrá dado que hablar que viniera cada semana; pero si he intentado pasar desapercibida es por algo. Yo…

–Te gusta, tú le gustas. Él está esforzándose por apren-der tu idioma para que os podáis entender. No entiendo cuál es el problema.

– ¿Problema? Te los voy enumerando: no nos enten-demos, apenas hemos cruzado dos palabras. No sé si está casado, soltero o viudo.

–Sol –la reprimió en tono maternal.–Ivanov me dejó embelesada desde el primer día y por

eso no debe volver a besarme. Si es necesario diré que tengo alguna enfermedad que se trasmite con la mirada y no volveré a…

–Tú misma –dicho eso, la rusa cruzó la puerta y la dejó sola como a una loca.

No pensaba huir como una cobarde, así que decidió que lo mejor era sentarse a disfrutar del espectáculo. maldijo la hora en la que llevó a sus alumnos a aquel circo. ¿Cómo podía gustarle un tipo del que no sabía nada? Bueno, sabía que besaba como un perverso ángel creado para dar pla-cer ¡Cómo besaba!

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Apenas hizo caso, ni siquiera cuando salió Ivanov con-siguió acaparar su atención. estaba descentrada por com-pleto, y él también.

Su hermana no cesaba en su faceta de Cupido y se pasó las dos horas pidiendo que hablara con ella.

–entiende inglés aunque no lo habla mucho. No seas tonto –pero él decidió no hacerle caso, Sol le gustaba mu-cho y ya se había embarrado lo suficiente como para saber que ella no sentía lo mismo; aunque su forma de devol-verle el beso le dijera lo contrario, los hechos siguientes, hablaban por sí solos.

anielka estuvo un largo rato buscando a su nueva ami-ga, pero no consiguió dar con ella, al menos hasta que llegó a su caravana y vio la nota que colgada del espejo.

Siento mucho mi comportamiento, supongo que he sido infantil, torpe y que si le gustaba un poco a tu hermano ahora me va a tener fobia; seré una de esas enfermedades raras. Dile que su beso me en-cantó, que él me encanta y que tú me encantas; has entrado como un tornado a mi vida medianamente apacible y tu hermano, “el ángel pálido”… te dejo mi teléfono, llámame cuando quieras y… dile a tu hermano que lo siento mucho… y que si aún quiere, podemos hablar; esta semana haré un intensivo de inglés.

Xoxo, Sol

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ColecciónBEACHBOOKS

¿POR QUÉ NO? Aileen Diolch

EL CLUB DEL AMOR Arlette Geneve

TU ME ENSEÑASTE A AMAR Claudia Velasco

MIS DÍAS SIN TI Connie Jett

DAME TU MANO Jonaira Campagnuolo

DÉJAME QUERERTE Jud Baltimore

ÁMAME SIN MÁS Loles López

EL GUIÑO DE UNA ESTRELLA Lydia Leyte

EL SECRETO DE EMMA Marta de Diego

SOLEARES. DIARIOS DE SOL Mónica López

LA VOZ Noelia Amarillo

TU DE MENTA Y YO DE FRESA Olivia Ardey

NIÑAS SIN UN YO Rosana Ample