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José Ortega y Gasset (1883-1955)

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José Ortega y Gasset (1883-1955)

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Resumen del pensamiento del autor Ortega y Gasset es el filósofo español más representativo. Realizó una verdadera renovación de la filosofía y de algu­nos géneros literarios, ya que, debido a las circunstancias es­pañolas, se vio obligado a plasmar gran parte de su pensa­miento filosófico en artículos de periódico y ensayos.

Crítica al idealismo y al realismo Si bien su primera formación filosófica fue kantiana, el de­sarrollo de su filosofía lo llevó, en primer lugar, a una crítica del idealismo, aunque también del realismo. Ortega parte de una tesis a medio camino entre el idealismo y el realismo. Acepta que, según el idealismo, las cosas no son indepen­dientes del sujeto. En el conocimiento de las cosas, es nece­saria la intervención activa del sujeto, pero, por otro lado, ca­rece de sentido afirmar que el sujeto es independiente de las cosas, tesis que se rechaza desde el realismo. Dicho de otra manera, no se puede hablar de las cosas sin un «yo», pero tampoco se puede hablar de un «yo» sin las cosas.

No existe un sujeto aislado, sino siempre entre las cosas, ha­ciendo algo con ellas. Y ellas, las cosas, solo tienen sentido en cuanto que están relacionadas con el sujeto. Las cosas y el yo están íntimamente unidos, y si yo necesito a las cosas, las cosas también me necesitan a mí. Aquí radica su crítica al idealismo, el yo es necesario para la comprensión de la rea­lidad, pero no es la realidad primaria ni la más importante.

La vida como realidad radical Este punto de partida lleva a Ortega al concepto de «vida» (igual que Nietzsche), pero recalca que el término «vida» no tiene un sentido biológico, sino en tanto que vida humana, vida de cada uno, en tanto que biografía. La vida así conce­bida es la realidad radical, el fundamento de cualquier otra realidad, ya sea el sujeto del idealismo o las cosas del realismo.

Ahora bien, el ser humano está rodeado de cosas y situacio­nes, no solo físicas, sino también de lo histórico o lo espiri­tual. El «yo» no es el sujeto inmutable y aislado del idealismo, sino que se constituye en su relación con las cosas, con su circunstancia. Esto es lo que Ortega reconoce en su frase «Yo soy yo y mi circunstancia».

El perspectivismo orteguiano es el resultado de entender al yo inmerso en la circunstancia, pues esta determina su modo de conocer el mundo, las cosas. Cada uno de nosotros se forma una imagen de la realidad desde su perspectiva, y la suma de las diversas perspectivas conforma la verdad en su totali­dad. La realidad no se reduce, pues, a un solo punto de vis­ta. Pero esto no significa caer en el relativismo, pues todas las perspectivas son necesarias para comprender el mundo.

Así pues, la realidad radical para Ortega es «nuestra vida», la de cada uno en particular. Somos circunstanciales en la me­dida en que desarrollamos nuestra vida en relación con lo

Realidad radical. Ortega dice que la realidad radical es nuestra vida. Radical no quiere decir «única», ni «la más importante», quiere decir simplemente realidad en la que radican, están o arraigan todas las demás cosas. Solo tiene sentido e Importancia aquello que se encuentra en mi vida; dicho de otro modo, mi vida es lo que da sentido a la realidad, y esta solo resulta Inteligible desde m¡ vida.

Circunstancia. El sujeto se encuentra frente a una realidad que limita su posibilidad de hacerse a sí mismo (el sujeto es un proyecto) y establece la peculiar manera de cada cual de relacionarse con el mundo. Esta realidad es la circunstancia. El sujeto no es, por tanto, el yo aislado y fijo del racionalismo, sino que se constituye en su relación con la circunstancia.

Perspectiva. Es la forma que adopta la realidad para el sujeto, sin caer por ello en el subjetivismo; esto es, cada sujeto tiene su propia forma de acceder a la realidad, su propia «verdad», pero todas esas visiones son verdaderas. La verdad absoluta es la suma de las perspectivas Individuales, que, por eso mismo, son verdaderas parcialmente.

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que nos rodea. No hay nada fijado ni absolutamente deter­minante. Yo elaboro y trabajo mi vida, mi proyecto humano. La circunstancia por sí misma no es nada, solo adquiere sen­tido cuando se relaciona con el yo humano que la vive. No tienen razón aquellos que piensan que todo está determina­do y que somos muñecos en manos del destino.

El sentido filosófico de la vida La vida siempre es un proyecto, un proyecto que está en pro­ceso, pues la vida no está hecha, sino que hay que hacerla. El ser humano debe establecer lo que va a ser su vida. Nada está determinado. La libertad del individuo se reconoce en las po­sibilidades y circunstancias a partir de las que puede construir su vida. Vivir es un vivir exclusivo de cada cual, y nuestro mundo no es más que lo que vivimos en cada momento. Vi­vir es, ante todo, encontrarse y relacionarse con ese mundo.

Tengo, pues, libertad para hacer mi vida. Es más, como la vida no está hecha no puedo dejar de ser libre. La libertad consiste en la elección forzosa entre las posibilidades que tengo. El ser humano es constitutiva y necesariamente libre, pero esto no significa que sea libre del todo y para siempre; en cada momento y en cada situación tenemos que decidir entre las posibilidades que nos presenta la circunstancia en la que nos encontramos.

En ese proceso de elección, el hombre puede hacerse cargo de sí mismo y cumplir con su vocación, con su proyecto vi­tal, y llevar una existencia auténtica, o abandonar su respon­sabilidad y caer en la inautenticidad.

Razón vital y razón histórica Si hemos dicho que la vida es proyecto, esto significa que la vida de cada ser humano se desarrolla en la historia. La vida del ser humano es, por tanto, histórica, es decir, reconoce­mos que tenemos un tiempo, que pasamos un tiempo, o que somos temporeidad. Esto significa que no podemos pensar abstractamente, sino en el tiempo que nos ha tocado vivir.

Por eso, la razón de tipo matemático, la razón pura no es ca­paz de pensar la realidad humana. Necesitamos la razón vi­tal, una razón rigurosa que sea capaz de aprehender la rea­lidad temporal de la vida. La razón vital es igual que el vivir, es una misma cosa. Vivir es entender mediante la razón la circunstancia en la que nos ha tocado vivir.

El vivir del sujeto no es individual, sino social, colectivo. Or­tega utiliza el concepto de «generación» para explicar que pertenecemos a un grupo de convivencia que se desenvuel­ve en un momento histórico-cronológico determinado. La so­ciedad transmite a los individuos un cuerpo de creencias, instituciones, normas morales o religiosas, etc., que todos los que pertenecen a una misma generación comparten.

En cada generación, los individuos, o bien pertenecen a la masa o bien a la minoría selecta, que es la que tiene opinión propia. La «rebelión de las masas» se produce cuando la éli­te pierde su capacidad de orientar a las masas, causa por la que la sociedad entra en crisis al carecer de liderazgo.

Temporeidad. La sustancia de (a vida es el tiempo. Venimos de un pasado, vivimos en un presente y trabajamos por un futuro. Ortega, en este sentido, es heracliteano, es decir, cree en el movimiento y en que la vida no es algo estático, sino dinámico, y va cambiando con las decisiones de los seres humanos. Nosotros, cuando venimos a la vida, no nacemos aislados, sino que somos herederos de un pasado que no podemos evitar, por eso decimos que somos historia. Una historia que se desarrolla en un presente en el que chocan el pasado y el futuro del hombre, lo que ha sido y lo que pretende ser.

Generación. Es la unidad concreta de la cronología histórica. Dicho de modo más simple, la historia camina y procede por generaciones. Todos los miembros de la misma generación están conectados por vivir en un mismo tiempo y con las mismas circunstancias históricas, aunque no personales. Cada generación está determinada por una fecha central y constituida por un grupo de fechas de quince años.

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El texto y el autor

El tema de nuestro tiempo fue escrito por Ortega en 1923- Él mismo observa un poco después que, si bien el título es muy solemne, con él quiere plantear la sustitución de la razón pura por la «razón vital». En esta obra, no obstante, aparecen otros temas clásicos en la filosofía de Ortega como son la teoría de las generaciones, el concepto de «perspectiva», la crítica al idealismo y también a la Modernidad.

Ortega parte en esta obra de la situación europea y de la idea de crisis cultural que ya se había establecido en Europa. Él observa que Europa ha perdido el rumbo en relación a la cultura y a la vida: existía una excesiva adoración de la cul­tura y, por el contrario, una exagerada relegación de la vida. La pretensión de Ortega es encontrar el valor intrínseco de la vida.

Esta búsqueda no puede ser individual, sino colectiva; más bien, generacional. Ortega dice que su época es una época juvenil, de construcción de conceptos. Esos nuevos concep­tos donde más pronto brotan es en la ciencia y en la filoso­fía. Por eso, al filósofo le toca marcar el cambio de rumbo en la vida. Ahora, el culturalismo (uso y abuso de la cultura frente a la naturaleza, la vida) debe ser sustituido por el vi­talismo y el perspectivismo.

Ortega es optimista, ya que piensa que en ese momento se puede revalorizar lo vital y luchar contra las dos actitudes fi­losóficas que más daño han hecho a la vida: el relativismo y el racionalismo. El relativismo acepta que el ser humano es la medida de todas las cosas, pero al ser tan flexible y ma­leable, al defender la teoría del «todo vale», cae en el escep­ticismo y pierde interés por la verdad. El racionalismo, por el contrario, quiere encontrar una verdad tan absoluta que anu­la la vida, al reconocerla como aparente e irreal. El escepti­cismo salva la vida, pero pierde la razón; el racionalismo sal­va la razón, pero pierde la vida.

Ahora ha llegado el momento de la razón vital. Cultura y vida deben relacionarse mucho más intensamente. La vida es bio­lógica, pero también espiritual o cultural. Por eso, la vida hu­mana debe ser culta, pero también la cultura debe ser vital. Cada cultura debe asumir las perspectivas de todas las vidas de los individuos. Cada vida es un punto de vista sobre el mundo. Cada persona, cada pueblo, es un aspecto más de la verdad, y sin la suma de todos estos aspectos o perspectivas la verdad es insuficiente. La verdad adquiere una dimensión histórica y vital.

Ortega defiende que no existe un punto de vista objetivo, ni siquiera Dios ofrece un punto de vista neutral. Dios es tam­bién un punto de vista, no un punto de vista racional, sino la suma de todos los puntos de vista individuales. La faena, el trabajo, el tema de nuestro tiempo, al no ser nosotros dio­ses, es ser fieles a nuestra vida, tener una existencia auténti­ca con la que sumar cada una de las perspectivas vitales para alcanzar, de este modo, la verdad integral.

Culturalismo. Teoría que sostiene la prioridad de la cultura sobre la naturaleza, porque la cultura adjudica valores a las cosas. Por ello, el mundo de la cultura es el mundo por excelencia del ser humano. Lo que caracteriza, por tanto, al ser humano no es la naturaleza, ni la vida, sino la cultura y el espíritu.

Relativismo. Básicamente, tiene dos significados. Teoría epistemológica que niega que haya verdades absolutas. Más bien, todas las verdades son relativas al sujeto y a las circunstancias o condiciones en las que aparecen. Teoría ética que afirma que no podemos decir de ninguna acción que sea buena o mala absolutamente. La bondad o maldad de los actos depende de las circunstancias, de las condiciones o de los momentos en los que se realizan.

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El texto en el contexto filosófico Las referencias filosóficas de Ortega son, fundamentalmente, Kant, Nietzsche y Dilthey. Si en Kant la razón sustituía a la vida y en Nietzsche, más radical, la vida sustituía a la razón, en Ortega encontramos una razón que es la función vital y espontánea de los seres humanos, y que se realiza en la his­toria.

Ortega no va contra la razón, sino contra el racionalismo. La crítica a Kant se concentra no en la razón, sino en la «razón pura», que se aparta y se independiza de la vida. La razón no puede estar al margen de la vida, ya que esto la convertiría en irracional. Ortega, por el contrario, inventa el «racio-vita-lismo». El raciovitalismo es la doctrina de la razón vital, y, por un lado, evita la reducción a la razón pura, sin el con­curso de la vida, y, por otro, esquiva la exagerada exaltación nietzscheana de lo instintivo, sin la razón.

Así, aunque recibió la influencia de Nietzsche, Ortega no ad­mitió que lo clasificaran como vitalista. En ninguna parte de su filosofía aceptó que todo lo humano pudiese reducirse a vida biológica ni tampoco desvalorizó la razón en favor de los instintos. Por el contrario, con su apelación a la vida como realidad radical, se acerca a Dilthey y a Heidegger. El ser humano no es naturaleza, sino historia; dicho de otro modo, el ser humano no es, sino que se hace. Somos lo que hacemos, y nos pasa lo que nos constituye.

Con estas ideas, Ortega se acerca más a los existencialis-mos que a los vitalismos. Vivir es encontrarse con el mundo, tener una existencia entre las cosas, ocupándose de ellas y dándoles a cada una finalidad práctica en conexión con nuestra existencia. El ser humano es un proyecto (una esen­cia) que se desarrolla en la historia (existencia).

En cuanto a la repercusión del pensamiento de Ortega en otros filósofos, es tan profunda que la mayor parte de la fi­losofía contemporánea española es deudora suya. Uno de sus mejores discípulos, Julián Marías, habla de una Escuela de Madrid, que lo tiene como maestro. A esta escuela perte­necen, entre otros, Manuel García Morente, José Gaos, Xavier Zubiri o María Zambrano. Todos ellos están preocupados por sacar a España de su atraso, por darle una educación a nivel europeo y por reflexionar sobre el carácter «invertebrado» de España.

Ortega es de los primeros que se da cuenta de que España debe tener un proyecto común con Europa, aunque la Guerra Civil hizo que todos estos intentos fuesen condena­dos al fracaso. España se encerró en sí misma y la mayoría de estos pensadores tuvieron que marchar al exilio.

La actualidad de estos problemas es evidente. Todavía el concepto de «España invertebrada» está sin resolver. La críti­ca de Ortega a esta ideosincracia española pone en eviden­cia el «nivel de nuestro radicalismo», que impide, en nume­rosas ocasiones, un entendimiento común aceptando las diferencias existentes.

Raciovitalismo. Pretende ser un punto intermedio entre el racionalismo y el vitalismo. Reconoce el valor de la razón, pero la pone en relación con la vida. Vivir no es más que razonar ante las circunstancias de la vida en las que nos desenvolvemos. Por eso, la razón siempre tiene que Ir ligada a la vida. La razón vital, dice Ortega, «es una y misma cosa con vivir». Solo cuando vivimos una vida que nos hace comprender y da sentido a lo que nos rodea y con lo que nos relacionamos se puede decir que es razón vital.

Existencialismo. El ser humano no es una realidad fija, una sustancia, sino que es un ser existente, y en cuanto tal no está constituido definitivamente desde su origen, sino que se va construyendo a sí mismo. Por tanto, el ser humano no es una idea, inmutable y trascendente, como en Platón, ni una conciencia, aislada y fija, como en la Modernidad, sino un proyecto.

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Texto comentado

El terna de nuestro tiempo LA DOCTRINA DEL PUNTO DE VISTA

Contraponer la cultura a la vida y reclamar para ésta la plenitud de sus derechos frente a aquélla no es hacer pro­fesión de fe anticultural. Si se interpreta así lo dicho ante-

5 nórmente, se practica una perfecta tergiversación. Quedan intactos los valores de cultura; únicamente se niega su ex­clusivismo. Durante siglos se viene hablando exclusiva­mente de la necesidad que la vida tiene de la cultura. Sin desvirtuar lo más mínimo esta necesidad, se sostiene aquí

10 que la cultura no necesita menos de la vida. Ambos pode­res —el inmanente de lo biológico y el trascendente de la cultura— quedan de esta suerte cara a cara, con iguales tí­tulos, sin supeditación del uno al otro. Este trato leal de ambos permite plantear de una manera clara el problema

15 de sus relaciones y preparar una síntesis más franca y só­lida. Por consiguiente, lo dicho hasta aquí es sólo prepa­ración para esa síntesis en que culturalismo y vitalismo, al fundirse, desaparecen.

Recuérdese el comienzo de este estudio. La tradición 20 moderna nos ofrece dos maneras opuestas de hacer fren­

te a la antinomia entre vida y cultura. Una de ellas, el ra­cionalismo, para salvar la cultura niega todo sentido a la vida. La otra, el relativismo, ensaya la operación inversa: desvanecer el valor objetivo de la cultura para dejar paso

25 a la vida. Ambas soluciones, que a las generaciones ante­riores parecían insuficientes, no encuentran eco en nues­tra sensibilidad. Una y otra viven a costa de cegueras complementarias. Como nuestro tiempo no padece esas obnubilaciones, como se ve con toda claridad el sentido

30 de ambas potencias litigantes, ni se aviene a aceptar que la verdad, que la justicia, que la belleza no existen, ni a ol­vidarse de que para existir necesitan el soporte de la vita­lidad.

Aclaremos este punto concretándonos a la porción me-35 jor definible de la cultura: el conocimiento.

El conocimiento es la adquisición de verdades, y en las verdades se nos manifiesta el universo trascendente (tran-subjetivo) de la realidad. Las verdades son eternas, únicas e Invariables. ¿Cómo es posible su insaculación dentro del

40 sujeto? La respuesta del racionalismo es taxativa: sólo es posible el conocimiento si la realidad puede penetrar en él sin la menor deformación. El sujeto tiene, pues, que ser un

Comentario

Aquí Ortega aclara que la vida no es algo opuesto a la cultura, como se había venido pensando. Ya desde los sofistas se distinguía entre la ley, las costumbres, las convenciones, y la naturaleza, lo que no cambia. La cultura, con Sócrates a la cabeza, ha querido suplantar a la vida. La cultura es lo construido por el ser humano, frente a la vida, que es lo espontáneo, lo instintivo. Parte de la crítica a esta postura venía de Nietzsche. Este autor se quejaba de que la cultura del intelecto abstracto, de Sócrates, había suplantado a los instintos de la vida. Ortega tampoco está de acuerdo con esa distinción: la vida y la cultura se necesitan mutuamente; es más, culturalismo y vitalismo, al relacionarse, se funden y desaparecen. Para Ortega, el tema de nuestro tiempo consiste en conciliar la razón, la cultura, y la vida. Por tanto, ni el racionalismo, que niega la vida, ni el relativismo, que niega el valor objetivo de la cultura, son admisibles.

Comentario

Si nos centramos en el conocimiento, la parte de la cultura mejor definible, señala Ortega, en la historia de la filosofía ha habido, fundamentalmente, dos posiciones que expliquen cómo es posible el conocimiento, la adquisición de verdades: el racionalismo y el relativismo. Él es crítico con los dos, pues ninguno aporta una visión completa de la realidad. El primero porque olvida la vida y la historia (y crea el «yo puro», inventado por la filosofía moderna), y el segundo porque sostiene que el sujeto presenta una visión deformada de la realidad.

Anotaciones

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medio transparente, sin peculiaridad o color alguno, ayer igual a hoy y a mañana —por tanto, ultravital y extrahistó-

45 rico. Vida es peculiaridad, cambio, desarrollo; en una pala­bra: historia.

La respuesta del relativismo no es menos taxativa. El conocimiento es imposible; no hay una realidad trascen­dente, porque todo sujeto real es un recinto pecullarmen-

50 te modelado. Al entrar en él la realidad se deformaría, y esta deformación individual sería lo que cada ser tomase por la pretendida realidad.

Es interesante advertir cómo en estos últimos tiempos, sin común acuerdo ni premeditación, psicología, «biolo-

55 gía» y teoría del conocimiento, al revisar los hechos de que ambas actitudes partían, han tenido que rectificarlos, coin­cidiendo en una nueva manera de plantear la cuestión.

El sujeto, ni es un medio transparente, un «yo puro», idéntico e invariable, ni su recepción de la realidad produ-

6o ce en ésta deformaciones. Los hechos imponen una ter­cera opinión, síntesis ejemplar de ambas. Cuando se in­terpone un cedazo o retícula en una corriente, deja pasar unas cosas y detiene otras; se dirá que las selecciona, pero no que las deforma. Esta es la función del sujeto, del

65 ser viviente ante la realidad cósmica que le circunda. Ni se deja traspasar sin más ni más por ella, como acontecía al Imaginario ente racional creado por las definiciones racio­nalistas, ni finge él una realidad ilusoria. Su función es cla­ramente selectiva. De la infinitud de los elementos que in-

70 tegran la realidad, el individuo, aparato receptor, deja pasar un cierto número de ellos, cuya forma y contenido coinciden con las mallas de su retícula sensible. Las de­más cosas —fenómenos, hechos, verdades— quedan fue­ra, ignoradas, no percibidas.

75 Un ejemplo elemental y puramente fisiológico se en­cuentra en la visión y la audición. El aparato ocular y el au­ditivo de la especie humana reciben ondas vibratorias des­de cierta velocidad mínima hasta cierta velocidad máxima. Los colores y sonidos que queden más allá o más acá de

80 ambos límites les son desconocidos. Por tanto, su estruc­tura vital influye en la recepción de la realidad; pero esto no quiere decir que su influencia o intervención traiga con­sigo una deformación. Todo un amplio repertorio de colo­res y sonidos reales, perfectamente reales, llega a su inte-

85 rior y sabe de ellos.

Como con los colores y sonidos acontece con las ver­dades. La estructura psíquica de cada individuo viene a ser un órgano perceptor, dotado de una forma determina­

Comentario

Frente al sujeto propuesto por la filosofía racionalista, incluido Kant, Ortega propone el ser viviente, que ni es el sujeto «puro» y aislado ni deforma la realidad cuando la percibe, como pretendía el relativismo, sino que selecciona entre la realidad que le circunda (con la" que mantiene una estrecha relación) aquellas cosas que puede captar. El ejemplo que pone el autor de la audición y la visión es claro, ya que no oímos o vemos todo lo que hay, sino solo aquello para lo que nuestros aparatos auditivos y visuales están preparados. Hay colores que no vemos y sonidos que no escuchamos.

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da, que permite la comprensión de ciertas verdades y esta 90 condenado a inexorable ceguera para otras, Asimismo,

cada pueblo y cada época tienen su alma típica, es decir, una retícula con mallas de amplitud y perfil definidos que le prestan rigorosa afinidad con ciertas verdades e in­corregible ineptitud para llegar a ciertas otras. Esto signifi-

95 ca que todas las épocas y todos los pueblos han gozado su congrua porción de verdad, y no tiene sentido que pue­blo y época algunos pretendan oponerse a los demás, como si a ellos solos les hubiese cabido en el reparto la verdad entera. Todos tienen su puesto determinado en la

loo serie histórica: ninguno puede aspirar a salirse de ella, por­que esto equivaldría a convertirse en un ente abstracto con íntegra renuncia a la existencia.

Desde distintos puntos de vista, dos hombres miran el mismo paisaje. Sin embargo, no ven lo mismo. La distinta

105 situación hace que el paisaje se organice ante ambos de distinta manera. Lo que para uno ocupa el primer término y acusa con vigor todos sus detalles, para el otro se halla en el último y queda oscuro y borroso. Además, como las cosas puestas unas detrás de otras se ocultan en todo o

no en parte, cada uno de ellos percibirá porciones del paisa­je que al otro no llegan. ¿Tendría sentido que cada cual de­clarase falso el paisaje ajeno? Evidentemente, no; tan real es el uno como el otro. Pero tampoco tendría sentido que puestos de acuerdo, en vista de no coincidir sus paisajes,

115 los juzgasen ilusorios. Esto supondría que hay un tercer paisaje auténtico, el cual no se halla sometido a las mis­mas condiciones que los otros dos. Ahora bien, ese paisa­je arquetipo no existe ni puede existir. La realidad cósmica es tal, que sólo puede ser vista bajo una determinada

120 perspectiva. La perspectiva es uno de los componentes de la realidad. Lejos de ser su deformación, es su organiza­ción. Una realidad que vista desde cualquier punto resul­tase siempre idéntica es un concepto absurdo.

Lo que acontece con la visión corpórea se cumple 125 igualmente en todo lo demás. Todo conocimiento lo es

desde un punto de vista determinado. La species aeterni-tatis, de Spinoza, el punto de vista ubicuo, absoluto, no existe propiamente: es un punto de vista ficticio y abstrac­to. No dudamos de su utilidad instrumental para ciertos

130 menesteres del conocimiento; pero es preciso no olvidar que desde él no se ve lo real. El punto de vista abstracto sólo proporciona abstracciones.

Esta manera de pensar lleva a una reforma radical de la filosofía y, lo que importa más, de nuestra sensación cós-

135 mica.

Comentario

Las verdades también, como los colores y los sonidos, son captadas selectivamente por los individuos, y pol­los pueblos, añade ahora Ortega, y, por tanto, ninguno de ellos puede pretender alcanzar la verdad absoluta. Esto no significa, por otro lado, que ese conocimiento particular sea erróneo, sino que es parcial; cada uno tiene su «congrua porción de verdad». Ortega está presentando una de sus teorías más interesantes: el perspectivismo.

Comentario

El ejemplo del paisaje aclara muy bien esta concepción de la verdad como perspectiva. De un solo golpe destruye el relativismo, porque ambas perspectivas del paisaje, aunque sean diferentes, son reales, no son erróneas, y el idealismo, el racionalismo, que podemos personalizar en Platón, pues no existe una realidad «arquetípica», modélica, trascendente, inmutable, a la que se enfrenta un sujeto, sino que el ser viviente percibe siempre la realidad en perspectiva, desde su punto de vista, y esto porque la realidad es así, no por una deficiencia del ser humano. La crítica a Spinoza no hace más que ilustrar esta idea: no hay un perspectiva absoluta (esto es un contrasentido) que abarque toda la realidad, que, por otra parte, es en perspectiva. El sujeto absoluto y la realidad absoluta son abstracciones.

Anotaciones

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Ortega y Gasset

La individualidad de cada sujeto real era el indominable estorbo que la tradición intelectual de los últimos tiempos encontraba para que el conocimiento pudiese justificar su pretensión de conseguir la verdad. Dos sujetos diferentes

14o —se pensaba— llegarán a verdades divergentes. Ahora vemos que la divergencia entre los mundos de dos sujetos no implica la falsedad de uno de ellos. Al contrario, preci­samente porque lo que cada cual ve es una realidad y no una ficción, tiene que ser su aspecto distinto del que otro

145 percibe. Esa divergencia no es contradicción, sino com­plemento. Si el universo hubiese presentado una faz idén­tica a los ojos de un griego socrático que a los de un yan­qui, deberíamos pensar que el universo no tiene verdadera realidad, independiente de los sujetos. Porque esa coinci-

150 dencia de aspecto ante dos hombres colocados en puntos tan diversos como son la Atenas del siglo v y la Nueva York del xx indicaría que no se trataba de una realidad externa a ellos, sino de una imaginación que por azar se producía idénticamente en dos sujetos.

155 Cada vida es un punto de vista sobre el universo. En ri­gor, lo que ella ve no lo puede ver otra. Cada individuo — persona, pueblo, época— es un órgano insustituible para la conquista de la verdad. He aquí cómo ésta, que por sí misma es ajena a las variaciones históricas, adquiere

160 una dimensión vital. Sin el desarrollo, el cambio perpetuo y la inagotable aventura que constituyen la vida, el univer­so, la omnímoda verdad, quedaría ignorado.

El error inveterado consistía en suponer que la realidad tenía por sí misma, e independientemente del punto de

165 vista que sobre ella se tomara, una fisonomía propia. Pen­sando así, claro está, toda visión de ella desde un punto determinado no coincidiría con ese su aspecto absoluto y, por tanto, sería falsa. Pero es el caso que la realidad, como un paisaje, tiene infinitas perspectivas, todas ellas igual-

170 mente verídicas y auténticas. La sola perspectiva falsa es esa que pretende ser la única. Dicho de otra manera: lo fal­so es la utopía, la verdad no localizada, vista desde «lugar ninguno». El utopista —y esto ha sido en esencia el racio­nalismo— es el que más yerra, porque es el hombre que

175 no se conserva fiel a su punto de vista, que deserta de su puesto.

Hasta ahora, la filosofía ha sido siempre utópica. Por eso pretendía cada sistema valer para todos los tiempos y para todos los hombres. Exenta de la dimensión vital, his-

180 tórica, perspectivista, hacía una y otra vez vanamente su gesto definitivo. La doctrina del punto de vista exige, en cambio, que dentro del sistema vaya articulada la pers-

Comentario

Las divergencias siempre se habían explicado como algo contradictorio. Hasta ahora, si dos sujetos tenían diferencias sobre el mundo que percibían, se entendía que una de las dos percepciones era falsa. Lo interesante de Ortega es que acepta las divergencias como puntos de vista distintos, pero necesarios. Si un griego del siglo v a.C. y un español del xxI viesen el mismo mundo, sería una clara señal de que no verían la realidad. La realidad es histórica y, por tanto, se configura con las circunstancias de la historia, de ahí que lo que ven cada uno de ellos sea diferente. Pero, es más, aun siendo los dos coetáneos, del mismo tiempo, verían también cosas distintas, pues sus circunstancias son diferentes.

Comentario

Vuelve a insistir Ortega en el carácter perspectivista de la realidad. La filosofía se ha equivocado al pensar que la realidad era siempre la misma (crítica al realismo); no hay una sola realidad, única y verdadera (del tipo de la platónica), sino que las diferentes perspectivas sobre la realidad son todas ellas verídicas y auténticas. Hasta ahora, dice Ortega, la filosofía ha sido siempre utópica porque pretendía que una realidad, un saber, valiese para todos los tiempos y todos los hombres, olvidando la dimensión histórica y vital del mundo y de la realidad. Como consecuencia, Ortega declara abiertamente que hay que sustituir la «razón pura» (crítica al idealismo y referencia evidente a Kant) por la razón vital.

Anotaciones

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pectiva vital de que ha emanado, permitiendo así su arti­culación con otros sistemas futuros o exóticos. La razón

185 pura tiene que ser sustituida por una razón vital, donde aquélla se localice y adquiera movilidad y fuerza de trans­formación.

Cuando hoy miramos las filosofías del pasado, inclu­yendo las del último siglo, notamos en ellas ciertos rasgos

190 de primitivismo. Empleo esta palabra en el estricto sentido que tiene cuando es referida a los pintores del quattrocen-to. ¿Por qué llamamos a éstos «primitivos»? ¿En qué con­siste su primitivismo? En su ingenuidad, en su candor —se dice—. Pero ¿cuál es la razón del candor y de la in-

195 genuidad, cuál su esencia? Sin duda, es el olvido de sí mismo. El pintor primitivo pinta el mundo desde su punto de vista —bajo el imperio de ideas, valoraciones, senti­mientos que le son privados—; pero cree que lo pinta se­gún él es. Por lo mismo, olvida introducir en su obra su

200 propia personalidad; nos ofrece aquélla como si se hubie­ra fabricado a sí misma, sin intervención de un sujeto de­terminado, fijo en un lugar del espacio y en un instante del tiempo. Nosotros, naturalmente, vemos en su cuadro el re­flejo de su individualidad y vemos, a la par, que él no la

205 veía, que se ignoraba a sí mismo y se creía una pupila anó­nima abierta sobre el universo. Esta ignorancia de sí mis­mo es la fuente encantadora de la ingenuidad.

Mas la complacencia que el candor nos proporciona incluye y supone la desestima del candoroso. Se trata de

210 un benévolo menosprecio. Gozamos del pintor primitivo como gozamos del alma infantil, precisamente porque nos sentimos superiores a ellos. Nuestra visión del mundo es mucho más amplia, más compleja, más llena de reservas, encrucijadas, escotillones. Al movernos en nuestro ámbito

215 vital sentimos éste como algo ilimitado, indomable, peli­groso y difícil. En cambio, al asomarnos al universo del niño o del pintor primitivo vemos que es un pequeño círculo, perfectamente concluso y dominable, con un re­pertorio reducido de objetos y peripecias. La vida imagi-

220 naria que llevamos durante el rato de esa contemplación nos parece un juego fácil que momentáneamente nos li­berta de nuestra grave y problemática existencia. La gra­cia del candor es, pues, la delectación del fuerte en la fla­queza del débil.

225 El atractivo que sobre nosotros tienen las filosofías pre­téritas es del mismo tipo. Su claro y sencillo esquematis­mo, su ingenua ilusión de haber descubierto toda la ver­dad, la seguridad con que se asientan en fórmulas que suponen inconmovibles, nos dan la impresión de un orbe

Comentario

Este ejemplo que propone Ortega comparando a las filosofías anteriores a él (en concreto al racionalismo en la terminología de esta obra, que incluye desde Platón a Kant) con los pintores «primitivos» italianos pretende mostrar sencillamente cómo la filosofía ha pecado de ingenuidad al tratar de dar una visión absoluta de la realidad (ser «una pupila anónima abierta sobre el universo»), cuando, inevitablemente, la estaba contemplando desde su perspectiva («bajo el imperio de las ideas, valoraciones, sentimientos que le son privados»). Todas las filosofías consideraban, al creer haber descubierto la verdad, que las demás eran falsas. A todas les faltaba perspectiva y les sobraba ingenuidad.

Anotaciones

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Ortega y Gasset

230 concluso, definido y definitivo, donde ya no hay proble­mas, donde todo está ya resuelto. Nada más grato que pa­sear unas horas por mundos tan claros y tan mansos. Pero cuando tornamos a nosotros mismos y volvemos a sentir el universo con nuestra propia sensibilidad, vemos que el

235 mundo definido por esas filosofías no era en verdad el mundo, sino el horizonte de sus autores. Lo que ellos in­terpretaban como límite del universo, tras el cual no había nada más, era sólo la línea curva con que su perspectiva cerraba su paisaje. Toda filosofía que quiera curarse de

24o ese inveterado primitivismo, de esa pertinaz utopía, nece­sita corregir ese error, evitando que lo que es blando y di­latable horizonte se anquilose en mundo.

Ahora bien: la reducción o conversión del mundo a ho­rizonte no resta lo más mínimo de realidad a aquél; sim-

245 plemente lo refiere al sujeto viviente, cuyo mundo es, lo dota de una dimensión vital, lo localiza en la corriente de la vida, que va de pueblo en pueblo, de generación en ge­neración, de individuo en individuo, apoderándose de la realidad universal.

250 De esta manera, la peculiaridad de cada ser, su diferen­cia individual, lejos de estorbarle para captar la verdad, es precisamente el órgano por el cual puede ver la porción de realidad que le corresponde. De esta manera, aparece cada individuo, cada generación, cada época como un aparato

255 de conocimiento insustituible. La verdad integral sólo se obtiene articulando lo que el prójimo ve con lo que yo veo, y así sucesivamente. Cada individuo es un punto de vista esencial. Yuxtaponiendo las visiones parciales de todos se lograría tejer la verdad omnímoda y absoluta. Ahora bien:

260 esta suma de las perspectivas individuales, este conoci­miento de io que todos y cada uno han visto y saben, esta omnisciencia, esta verdadera «razón absoluta» es el subli­me oficio que atribuimos a Dios. Dios es también un punto de vista; pero no porque posea un mirador fuera del área

265 humana que le haga ver directamente la realidad universal, como si fuera un viejo racionalista. Dios no es racionalista. Su punto de vista es el de cada uno de nosotros; nuestra verdad parcial es también verdad para Dios. ¡De tal modo es verídica nuestra perspectiva y auténtica nuestra reall-

270 dad! Sólo que Dios, como dice el catecismo, está en todas partes y por eso goza de todos los puntos de vista y en su ilimitada vitalidad recoge y armoniza todos nuestros hori­zontes. Dios es el símbolo del torrente vital, al través de cu­yas Infinitas retículas va pasando poco a poco el universo,

275 que queda así impregnado de vida, consagrado, es decir, visto, amado, odiado, sufrido y gozado.

Comentario

Los esquematismos, las abstracciones de la filosofía no dejan de ser creaciones utópicas de los filósofos que pretenden abarcar y cristalizar la totalidad de la realidad en visiones absolutas y universales (esto es lo que Ortega llama aquí «mundo»), que no son sino su propia perspectiva parcial, aunque verdadera, de la realidad. La filosofía debe superar ese carácter utópico e interpretar la realidad como perspectiva, referirla al sujeto viviente (al individuo, al pueblo, a la generación) que la percibe, o como dice Ortega, convertir el mundo en horizonte.

Comentario" • • • ' • •

Concluyendo, Ortega reafirma que la verdad integral solo se capta desde la suma de perspectivas concretas y reitera la verdad insustituible, esencial de cada perspectiva individual (sea de un sujeto, de una época, de un pueblo, etc.). Solo integrando estos puntos de vista parciales podría lograrse una verdad absoluta. En este sentido ha de entenderse por qué Ortega habla de Dios no desde una orientación religiosa, sino como símbolo de la vida, del «torrente vital» en el que se van sucediendo la totalidad de las perspectivas diferentes de la realidad. Pero no existe un ser privilegiado, un punto de vista absoluto, un Dios, («Dios no es racionalista») que abarque toda la realidad y conozca la verdad completa, sino que esa verdad es la suma de las perspectivas individuales, todas ellas verdaderas.

Anotaciones

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Sostenía Malebranche que si nosotros conocemos al­guna verdad es porque vemos las cosas en Dios, desde el punto de vista de Dios. Más verosímil me parece lo inver-

280 so: que Dios ve las cosas al través de los hombres, que los hombres son los órganos visuales de la divinidad.

Por eso conviene no defraudar la sublime necesidad que de nosotros tiene, e hincándonos bien en el lugar que nos hallamos, con una profunda fidelidad a nuestro organismo,

285 a lo que vitalmente somos, abrir bien los ojos sobre el con­torno y aceptar la faena que nos propone el destino: el tema de nuestro tiempo.

(Obras completas ///, Revista de Occidente, Madrid, 1966)

Comentario

La referencia a Malebranche, que afirmaba que el saber consiste en conocer las ideas, modelos de las cosas, las cuales están en Dios, le sirve a Ortega para insistir en que la perspectiva de Dios no es sino las perspectivas de los hombres («los hombres son los órganos visuales de la divinidad») y que «el tema de nuestro tiempo» es recuperar ese carácter perspectivista de la realidad, «con una profunda fidelidad a nuestro organismo».

Anotaciones

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ORTEGA Y GASSET (1883 a 1955)

1ª etapa

Objetivismo

(neokantismo)

2ª etapa

Perspectivismo

3ª etapa

Raciovitalismo

Es racionalismo

porque

La vida es realidad

radical, es

La razón tiene una

función para la vida, es

El ser humano no tiene

esencia sino historia

Vida como

“saber a qué atenerse”

Vida como

“quehacer”

Razón vital

que emplea

Categorías

de la vida

La razón histórica es proyecto social (como historia de las generaciones)

Idealismo

No es dogmatismo

Ideales

Objetivismo

La vida es realidad radical

Teorías

Crisis de la ciencia

1ª Guerra Mundial

Física relativista

Lo real es

el sujeto

Realismo

Ciencia

(precisión

y método)

Lo real son

los objetos

Circunstancialismo

El yo es con el mundo

Perspectivismo

La verdad es intersubjetiva

No es escepticismo

ni relativismo

El problema

de España

España

(atraso)

Europa

(progreso)

Voluntarismo

Subjetivismo

Razón histórica (como historia personal)

Es un anti-utopismo, no hay

verdad deslocalizada, la verdad

se da en puntos de vista

Es vitalismo

porque

Encontrarse

Ocuparse

Perspectiva

Proyecto

Circunstancia

Futurición

El cambio histórico es cambio generacional

Las minorías influyen en la masa

Nueva sensibilidad vital Nueva moral y estética Nueva política e industria

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José Ortega y Gasset

"Silencio. José Ortega y Gasset, hombre de España,filósofo universal, amigo de la juventud universitaria hamuerto.Silencio. Quedan sus libros, y aún podemos ser discípulosde él a través de ellos.Silencio. Sus libros van a hablar por él, sus libros ocupanla cátedra que dejó vacía.La clase ha comenzado."

Oración fúnebre leída por un grupo de universitarios antela tumba del filósofo.

"Hay gente pa tó."Rafael Guerra "Guerrita", torero, al conocer a Ortega y

Gasset y saber a qué se dedica un filósofo.

Bio

José Ortega y Gasset, el segundo de cuatro hermanos, nació en Madrid el 9 de mayo de 1883. Supadre, José Ortega y Munilla, aunque autor de varias novelas fue, principalmente, periodista. Latradición liberal y la actividad periodística de su familia marcan la futura actividad de Ortega, tantoen su participación en la vida política española, como en su actividad periodística con la publicaciónde numerosos artículos de prensa, culturales y políticos. Por lo demás, el estilo periodístico puedereconocerse también en las obras más técnicas y filosóficas de Ortega.

Comienza estudios en Madrid, y después se marcha a Málaga para comenzar los estudios deBachillerato en un colegio jesuita donde entra en contacto con otros jóvenes de la burguesíamalagueña. Terminados sus estudios, en 1897, se traslada a Deusto, para comenzar sus estudiosuniversitarios, en 1898, y poco después continúa en la Universidad de Madrid. Son años dedecadencia política para España1.

En 1902 obtiene la licenciatura en Filosofía y su tesis doctoral dos años después, también en laUniversidad de Madrid. En 1905 viaja a Alemania para completar su formación y visita lasuniversidades de Leipzig, Berlín y Marburgo, donde entra en contacto con pensadoresneokantianos, con el vitalismo de Nietzsche, la fenomenología de Husserl y el historicismo deDilthey, todo ello ejerce una gran influencia en su pensamiento de juventud, aunque por lo general,adopta una actitud crítica y constructiva ante estas influencias. En 1908 se hace profesor de launiversidad y obtiene la cátedra de Metafísica de la Universidad de Madrid en 1910.

Tras otro viaje a Alemania, en 1911, comenza su incansable actividad pública, intentando llevar a lapráctica sus ideas regeneracionistas. Así, en 1914, año en que comienza la primera guerra mundial,funda la Liga de Educación Política Española; en 1915 la revista España; y en 1916 es cofundadordel diario "El Sol". Al mismo tiempo comienza la publicación de sus primeras obras, como lasMeditaciones del Quijote, (en 1914), El Espectador, (en 1916), iniciando el período perspectivistade su filosofía, que predomina en su obra hasta 1923.

1 Son los años de la guerra hispano-norteamericana, y de la consiguiente pérdida de las colonias (Cuba, Filipinas yPuerto Rico) que marcan, como se sabe, la conciencia política y cultural de buena parte de los intelectualesespañoles, elevando el tema de la decadencia de España al primer plano de la reflexión, así como el de la necesidadde una regeneración.

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En 1923 se instaura en España la dictadura de Primo de Rivera. Ese año funda la "Revista deOccidente", de marcada oposición política la dictadura, oposición que le lleva, en 1929, a dimitir desu cátedra en la Universidad de Madrid, continuando sus actividades filosóficas en lugares novinculados anteriormente a la filosofía (como salas de tertulia o teatros), impartiendo clases a modode conferencias, algunas de las cuales sen recogidas posteriormente en su obra ¿Qué es filosofía?, ycuyos contenidos corresponden ya al período racio-vitalista de su pensamiento, iniciado en 1923.En 1930 vuelve a la cátedra de la Complutense. Ese mismo año publica La rebelión de las masas.En 1931, junto con otros intelectuales entre los que se contaban Gregorio Marañón y Pérez deAyala, funda la "Agrupación al Servicio de la República" y es elegido diputado a las CortesConstituyentes de la recién proclamada II República por la provincia de León. Decepcionado,dimite en 1934.

A raíz del golpe de estado de 1936 contra la II República, que da lugar a la guerra civil española,Ortega se autoexilia, estableciendo su residencia primero en París, y luego en Holanda y Argentina,hasta 1942, año en que establece su residencia en Portugal. Al finalizar la segunda guerra mundialregresa a España, en 1945 y, aunque se le autoriza un ciclo de conferencias en el Ateneo de Madrid,no se le permite recuperar su cátedra de Metafísica, ante lo cual funda, en 1948, el "Instituto deHumanidades", donde vuelve a impartir docencia ante un público no universitario. En 1950 realizaun último viaje a Alemania, decepcionado ante las dificultades de su estancia en España, siendonombrado en 1951 Doctor Honoris Causa por las universidades de Marburgo y Glasgow. Regresa aEspaña en 1955 y muere en Madrid el 18 de octubre de ese mismo año.

Introducción

En Ortega encontramos a una de las figuras más representativas del panorama intelectualespañol de la primera mitad del siglo XX. Su vida y su pensamiento han servido como modelopara muchos intelectuales posteriores y ha dado lugar a múltiples investigaciones en diversosámbitos. Además el reconocimiento de su importancia se produce actualmente tanto dentro comofuera de España. Con todo, su legado escrito es un excelente testimonio de una época concreta,narrado con un elegante estilo que invita a su lectura.

Su obra se reivindica no sólo desde la filosofía sino también desde la literatura y especialmentedesde el ámbito periodístico, donde da nombre a un prestigioso premio que se concedeanualmente. Esto se explica desde el momento en que entendemos que fue testigo de excepción dela realidad y los hechos de nuestro país durante el periodo que le tocó vivir, uno de los másconvulsos de la historia de España. De todo ello dio cuenta en su obra, integrada fundamentalmentepor artículos periodísticos que fueron publicados en diversos diarios. De ahí que se le considereuno de los fundadores del género que hoy conocemos como «artículo de opinión». De hecho, lamayoría de sus obras más reconocidas son en realidad recopilaciones de artículos publicadosanteriormente.

Por último, no podemos olvidar que se le considera uno de los padres intelectuales de la UniónEuropea, pues ya en la década de los treinta apostó por una unión mucho mayor de las distintasnaciones del continente sin que hiciera falta que éstas perdieran su identidad.

Hay que indicar que en Ortega se suelen señalar tres etapas: la objetivista, la perspectivista y laraciovitalista. En general, nos centraremos más en las temáticas que desarrolla que en hacer unrecorrido exacto por los diferentes momentos de su pensamiento.

LA FILOSOFÍA DE ORTEGA

El problema de España

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Ortega pertenece a un grupo de intelectuales que desarrollaron su labor en España entre lageneración del 98 y la del 27. Eugeni D'Ors, Gregorio Marañon, Américo Castro, Manuel GarcíaMorente y algunos más forman parte de este grupo que tiene una conciencia común de que el paísdebe ser regenerado, consideran que es imprescindible la reconstrucción cultural española y suapertura a Europa: es la llamada Generación del 14. A su vuelta de las universidades Europeas,Ortega se da cuenta del gran desfase intelectual y científico en el que se encuentra España y por lotanto, uno de las grandes preocupaciones de Ortega en sus inicios será esta regeneración de España.Percibe a España como un problema. Hay quienes no creen que en la España de la época hubierarealmente algún problema o, de haberlos, eran meramente coyunturales y se arreglarían fácilmenteimportando los productos culturales y técnicos europeos. Para Ortega, la renovación no pasasimplemente por traer tales o cuales inventos, debe ser un cambio de mentalidad radical, ha deser una regeneración intelectual, cultural y filosófica.

“La decadencia española consiste pura y simplemente en la falta de ciencia, en privación deteoría” escribe Ortega en esta época. Europa, especialmente Alemania, representa el espíritucientífico, la venguarda, la seriedad en el estudio, la actitud que busca el conocimiento objetivo conrigor y método. Frente a ello, en España reina el subjetivismo, los españoles, ensimismados eindividualistas, habiendo descuidado durante mucho tiempo la ciencia, se dedican a discutir amenudo sobre asuntos que no han sido definidos previamente, sin método, dejándolo todo a lapropia iniciativa (lo llama voluntarismo) de los que discuten. Una especie de hábito visceral de losespañoles de discutir, “los españoles alabamos o contradecimos con los nervios”.

A esto hay que oponer una racionalidad y un hábito crítico que podemos aprender de fuera, uncambio de mentalidad hacia el modo científico alemán. “España es el problema, Europa es lasolución.”2

CRÍTICAS AL REALISMO Y AL IDEALISMO

Según Ortega, con respecto al tema del conocimiento y la realidad, los autores dela filosofíaoccidental pueden agruparse en dos posturas antagónicas: realistas e idealistas, incluso desde losprimeros filósofos griegos.

– Realismo: Los realistas serían aquellos que afirman la existencia del universoindependientemente de un sujeto que lo conozca, de sus esencias y estructuras por símismas y en sí mismas. Desde esta perspectiva el sujeto sería tan solo una cosa más entre lascosas. El mundo no necesita del ser humano para existir. Para conocer la realidad, elhombre debe limitarse a ser un mero espectador, pues en esencia el entendimiento espasivo, no pone nada de su parte en la construcción del mundo. Esta postura fuepredominante en la filosofía antigua y medieval y subyace al pensamiento no filosóficocontemporáneo.

– Idealismo: El mundo no existe con independencia del sujeto: la realidad es unaconstrucción del sujeto o un contenido de la conciencia que se lo representa. El idealismoes la postura de quien afirma que no existe un orden independiente del observador, por loque el universo no es algo objetivo ni hay en él nada permanente. El sujeto se convierte asíen el fundamento del universo. Se da la primacía del sujeto en el acto de conocimiento.Tanto el racionalismo como el empirismo, serían, desde esta interpretación, idealistas. Para

2 Unamuno, otro grande de esta época, mantendrá un debate a este respecto con Ortega, pues si bien creía que había que europeizar España, pensaba que así mismo, había que españolizar Europa. España, decía, era la reserva espiritual de Europa.

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los primeros (por ejemplo Descartes), la realidad originaria es el sujeto pensante y sólo apartir de él podemos deducir las demás (la res extensa y la res infinita). Para los segundos(por ejemplo Hume), lo que hay son las ideas que el sujeto tiene en su mente, de modo queconociendo las leyes de la mente podemos conocer cómo es el mundo o (por ejemploBerkeley), todo lo que existe sólo existe en la medida que es percibido, en la medida que esidea de alguien. El idealismo conduce a un subjetivismo.

Para Ortega ambas posturas presentan problemas, por lo que ninguna puede considerarse definitiva.

Crítica al realismo

De la concepción realista del mundo surge, como producto principal, la ciencia. Ese intento decomprender el mundo objetivo tal cual es en sus propias condiciones. La ciencia, que se presentócomo la panacea que resolvería todos los problemas y dudas, ha tenido unos resultados biendistintos. La ciencia en su intención pretende abarcar todo el universo, y, paradójicamente, nadatiene que decir sobre la conciencia, sobre el ser humano; es decir, la ciencia fisico-matemática(el realismo a ultranza), al enfrentarse a los problemas más humanos no ha sabido qué decir. Sedetiene ante la extraña realidad que es la vida humana. La causa, para Ortega, es que la vida del serhumano y el ser humano mismo no son una cosa. (Más adelante dirá incluso que ni siquiera haynaturaleza humana, “el ser humano no tiene naturaleza, tiene historia.”). Ante esta situación, elhombre moderno se ha visto desilusionado por la ciencia porque se da cuenta que con todas suspretensiones, al hablar del ser humano: “se escapa la razón fisico-matemática como el agua poruna canastilla”.

Este tipo de razón sirve siempre y cuando su objeto de estudio sea una cosa, por ejemplo, elmovimiento de los astros. Pero si pretende abordar el tema de la vida humana con esos mismoscálculos y ahí fracasa.

El realista no puede hacerse cargo del yo, de lo que representa nuestra propia existencia comoalgo único al convertirlo en una cosa más entre el resto de cosas; en efecto, la propia conscienciasupone un problema para la explicación del realista porque desde el punto de vista del sujeto pareceimposible admitir que se sea una «cosa» como todas las demás.

Crítica al idealismo

La alternativa histórica tampoco corre mejor suerte. En contra de esta razón físico-matemática, seha propuesto el espíritu como única forma de conocimiento para investigar lo humano. Esto es otroerror, pues trata todas las realidades (cosas o no) como si fuesen sólo ideas, conceptos.

El idealista no puede dar cuenta de la existencia de lo todo que no es el sujeto , pues lo convierteen un puro accidente y una mera representación de un sujeto pensante (recordemos las piruetas deDescartes para escapar del solipsismo o la incapacidad de Hume para comprometerse con nada másallá de las impresiones e ideas que derivan de estas); esto hace que no podamos tener plenaseguridad sobre nada más que nuestra consciencia, entendida además en términos racionales.

El error común

El idealismo cae en la misma equivocación que el realismo, tratar a las cosas con la óptica errónea.No es extraño, pues que ambas críticas aparezcan a la vez en su filosofía: se trata del mismo error.

Dicho en términos orteguianos, a basándonos en su famosa expresión “Yo soy yo y micircunstancia” (que veremos más adelante), los realistas no salvan el yo —pues olvidan que

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constituye el genuino punto de partida de cualquier filosofar— y los idealistas no salvan lacircunstancia —pues no existe conciencia sin contenido, es decir, la conciencia siempre esconciencia de algo externo—.

La solución parte por considerar en sus términos adecuados la única realidad radical3 que es la vidahumana.

“Los realistas dicen: "Si yo me elimino, quedan las cosas". Los idealistas dicen:"Si yo me elimino, elimino también las cosas". Pero hemos visto que, justamente,esta contraposición de las dos doctrinas, es lo irremediablemente falso en ellas.Porque, yo no me puedo eliminar manteniendo las cosas. Si yo me elimino, nohay cosas; en eso tiene razón el idealismo. Pero por otra parte, si elimino lascosas, no queda el yo; y en eso tiene razón el realismo. El yo y las cosas nopueden, pues, distinguirse y separarse radicalmente; sino que ambos, el yo y lascosas, unidos en síntesis inquebrantable constituyen mi vida. Y yo no vivo comoindependiente de las cosas, ni las cosas son como independientes de mí; sino quevivir es –como dice Heidegger ( el más grande filósofo que tiene hoy Alemania) yaunque empleando otra terminología– vivir es estar en el mundo; y tannecesarias son para mi existencia y en mi existencia las cosas con que vivo, comoyo viviendo con las cosas. Por consiguiente el efugio que consistiría en cortar lavida en dos –el yo y las cosas– y plantear el problema ontológicoalternativamente sobre el yo y sobre las cosas, conduciría a la disputa secularentre idealismo y realismo. Pero eso es porque se ha cortado arbitrariamente laauténtica realidad que es la vida; y la vida no permite ese corte en dos: yo y lascosas. Sino que la vida es estar en el mundo; y tan necesaria y esencial es para elser de la vida la existencia de las cosas, como la existencia del yo.

Por consiguiente, señores, ni realismo, ni idealismo, pues la vida no toleradivisión y por lo tanto ejemplifica en sí misma un cuarto tipo de objeto, que nopuede reducirse ni a cosas ni a objetos ideales, ni a valores; y que es lo quellamaríamos, por lo menos provisionalmente, objeto metafísico.”

Manuel García Morente4, Lecciones de introducción a la filosofía

VIDA COMO REALIDAD RADICAL

La filosofía pretende ser el conocimiento de la realidad, del universo, de todo cuanto hay. ¿Cuál esla realidad del universo más indudable? Tenemos que buscar cuál es el elemento del universo quenos es dado fuera de toda duda y Ortega encuentra que esa realidad radical no es el sujeto o laconciencia (como creían los idealistas en contra de los realistas), sino la vida, que incluye, ademásdel sujeto, al mundo.

La realidad radical es, pues, nuestra vida, la de cada uno en particular. No existe otra realidadmás indudable, ni siquiera el pensamiento es anterior a la vida: el pensamiento es un fragmento deun sujeto que sencillamente vive y, en su vida, entre otras cosas, piensa.

Con el concepto de vida como realidad radical Ortega no trata de potenciar la vida sin más, comoun vitalista, sino que trata de superar el eterno debate entre realistas e idealistas, intenta crearuna nueva forma de entender y pensar la realidad, no a partir de las ideas, no a partir de las cosas,

3 Radical, de la palabra raíz, significaría la raíz. En este caso, realidad radical significa la realidad que es el origen detodo.

4 Compañero filósofo de Ortega

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sino a partir de nuestra vida, como realidad primera e indudable. Es una teoría ontológica quepretende superar la concepción tradicional. Escribe Ortega:

“Para los antiguos, realidad, ser, significaba “cosa”; para los modernos, sersignificaba “intimidad, subjetividad”; para nosotros, ser significa “vivir” - portanto, intimidad consigo y con las cosas”

Qué es Filosofía, cap X

La vida

Hemos definido la vida como la realidad radical. Tendremos que ver en qué consiste la vida paraOrtega, cuáles son sus categorías, para así comprender esta realidad originaria de un modo menosabstracto.

No se trata de describir la vida en general, como hace la biología, como una serie de procesosquímicos, sino esta vida, la mía, la de cada cual. Vida no tiene un significado biológico opsicológico, sino biográfico.

Pero si la vida es entendida en sentido biográfico, en sentido de la vida de cada cuál, cómo esposible ver las características generales. ¿No serán diferentes en cada vida concreta? Ortega no locree, más bien al revés, la individualidad de mi vida ni impide que haya en ella, como en cada vida,unos “ingredientes comunes, todos ellos igualmente originarios e inseparables entre si”, o sea,aunque las vidas son individuales, todas comparten, por así decirlo, un esqueleto común quepodemos investigar.

– 1: Lo primero que hallamos al describir nuestra vida es que consiste en lo que hacemos y loque nos pasa. Pero nada de lo que nos pasa y hacemos sería nuestra vida “si no nosdiésemos cuenta de ello”. La vida es una realidad única que tiene el privilegio de “existirpara si misma”. ¿Qué significa esto?“El atributo primero de esta realidad radical que llamamos nuestra vida es el existir por símisma, el enterarse de sí, el ser transparente ante sí. Solo por eso es indudable ella ycuanto forma parte de ella – y sólo porque es la única realidad indubitable es la realidadradical”La vida, es autoconciencia de estar vivo, de saber que esta vida es mi vida.

– 2: Vivir es encontrarse en el mundo. Mundo no es naturaleza, como creían los antiguos.Mundo es todo lo que no soy yo, mundo es el espacio habitado por otras cosas, por otros“algos” y otros “yos”. Y no puede haber vida sin mundo.“Mundo es lo que hallo frente a mi y a mi alrededor cuando me hallo a mi mismo, lo quepara mi existe y sobre mí actúa patentemente. […] El mundo es lo vivido como tal.”

– 3: No nos encontramos en el mundo de forma vaga, sino de forma concreta: estamosocupados en algo. “Yo consisto en ocuparme con lo que hay en el mundo, y el mundo consiste en todo aquellode que me ocupo y en nada más. […]. Vivir es convivir con una circunstancia.”

– 4: Nuestra vida es, pues hallarse ocupándose de esto o de lo otro, un constante hacer algo. Ytodo hacer algo es un hacer para algo. Estamos ocupados de las cosas para conseguirobjetivos. La vida, además, nunca está prefijada, no está prevista. Al contrario, la vida esposibilidad y problema.

– 5: Por lo tanto, yo tengo que decidir lo que hago; soy libre al decidirme por esta y no por

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aquella labor. Nada se nos da hecho, por eso la vida es un hacer, pero antes del hacer hay undecidir. Vida también es anticipación y proyecto. La vida se va haciéndo, pues no vienedada en forma de esencia alguna.

– 6: Si tomo decisiones, si tengo siquiera la capacidad de decidir, es porque la circunstanciaofrece espacio y holgura para mi libertad, para mi decisión. Esto es fundamental. La vida esposibilidades frente a las que decidirse. La vida es ir haciéndose en las decisiones quetomamos en nuestra circunstancia.Decidimos “porque vivir es hallarse en un mundo no hermético, sino que ofreceposibilidades”Pero esas posibilidades no son ilimitadas.“Para que haya decisión, tiene que haber a la vez limitación y holgura, determinaciónrelativa. Esto expreso con la categoría de circunstancias”.Esto quiere decir que la vida siempre se presenta concretamente, con tales y cualessituaciones, con tales y cuales posibilidades, pero estas no son ilimitadas. El mundo de lavida es esencialmente circunstancial, es decir, el ser humano ha de decidirse dentro de lacircunstancia5 que le toca, asumiendo su circunstancia. Es decir, las circunstancias limitannuestras posibilidades.“Vida es, a la vez, fatalidad y libertad, es ser libre dentro de una fatalidad dada”

– 7: Por último, la vida es temporalidad.“Si la vida consiste en decidir lo que vamos a hacer, quiere decirse que en la raíz misma denuestra vida hay un atributo temporal: la vida es futurición”Esto quiere decir que la vida es cambio, la vida es historia, la vida un transcurrir.

PERSPECTIVISMO

Pero, ¿qué pasa con la verdad cuando la vida es la realidad radical y es cosas como proyectoinacabado, futurición, etc.?

Al abordar el problema de la verdad, de cómo captar la realidad, Ortega defiende unperspectivismo, es decir, cada verdad es un punto de vista de un sujeto, siempre parcial y necesitaintegrarse con las demás perspectivas. Sobre la realidad dice Ortega:

“La realidad cósmica es tal, que solo puede ser vista bajo una determinadaperspectiva. La pespectiva es uno de los componentes de la realidad. Lejos de sersu deformación, es su organización. Una realidad que vista desde cualquier puntoresultase siempre idéntica es un concepto absurdo. Todo conocimiento lo es desdeun punto de vista determinado.”

El perspectivismo pretende ser una superación de otras dos escuelas antagónicas, eldogmatismo y el escepticismo:

5 La circunstancia es, simplemente, la propia situación en el mundo que nos limita las posibilidades. Lacircunstancia es lo que está alrededor de alguien, a la vez definiéndolo y circunscribiéndolo y dándole posibilidades.La circunstancia de cada cual es la situación en que se encuentra esa persona (ese yo).Ortega afirma que somos seres esencialmente circunstanciales, seres que dependemos de las circunstancias, queestas nos definen los márgenes de lo que podemos hacer y lo que no, y que el conocimiento de este hecho deberíahacernos olvidar las pretensiones que pretenden visiones absolutas, perspectivas eternas. El concepto de perspectivaestá estrechamente relacionado con el de circunstancia. El individuo (y por tanto su perspectiva), se encuentransiempre circunscritos a unas circunstancias.Cada cual tiene su perspectiva, ligada a unas circunstacias. No se puedepretender una visión de la realidad absoluta porque la realidad, las diferentes vidas particulares suponen perspectivasdistintas en circunstancias distintas.

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– El dogmatismo afirma que existen verdades absolutas, eternas, y sólo admite comoverdadero aquello que la razón concibe de manera clara y distinta.

– El escepticismo afirma que no existen verdades absolutas, ni siquiera existe la verdad.No hay nada verdadero, si lo hubiera no podríamos saberlo, y si pudiéramos saberlo nopodríamos comunicarlo.

La realidad se nos presenta siempre sólo desde diferentes puntos de vista. No podemos acceder a larealidad de modo objetivo, omnisciente. No conocemos nunca la realidad total, solo la realidad talcual se nos presenta a nuestra perspectiva. Siempre accedemos al mundo desde una perspectiva,un punto de vista, y es a través de integrar estos puntos de vista como podemos intentarcomprender el mundo.

Pero entender el mundo como perspectiva tiene consecuencias importantes. La perspectiva de cadauno, aunque es única e intransferible (es “mi” perspectiva, no puedo cederla, no puedocambiársela a nadie), no aspira a absolutizar el mundo, sino que, como sabe que el mundo esprecisamente una pluralidad de perspectivas, sólo se considera una perspectiva más.

La única forma de acercarse a la realidad del mundo (que se presenta a los seres humanos desdediferentes perspectivas), será multiplicando los puntos de vista y asumiendo esa multiplicidad.

Esto ocurre a un doble nivel:– Individual: Cada uno de los sujetos humanos ve el mundo desde su propia óptica– Histórico social: cada pueblo o cultura percibe un modo determinando de la realidad, de

modo que hemos de tener en cuenta todas las perspectivas, pues de esta forma abarcamos larealidad de un modo mayor.

Pero ojo, el perspectivismo no es un relativismo: Ortega afirma que la verdad existe, pero estasólo puede ser captable parcialmente, desde una perspectiva individual o colectiva y, por tanto,existen visiones parciales de la realidad. Estas visiones necesitan completarse mutuamente, peroeso no quiere decir que sean falsas: todas las perspectivas son verdaderas. Así, podría decirse quefrente al dogmatismo, Ortega afirma que hay perspectivas en toda verdad y frente alempirismo, que hay verdad en toda perspectiva.

LA RAZÓN VITAL: RACIOVITALISMO

Y bien, si la verdad es cuestión de aunar perspectivas, pero no debemos olvidar la vida comorealidad radical, ¿en qué lugar deja eso a la razón? La razón ha sido tradicionalmente la facultadque distinguía al ser humano del resto, y sobre ella había diferentes posturas. Ortega introduce loque llamó raciovitalismo, esta es la noción que desarrolla en su última etapa, inmediatamenteposterior al perspectivismo. Se funda en el concepto de “razón vital”. Este concepto parte de laidea de la vida como realidad radical, pero sin renunciar a la racionalidad, supone la superación dedos posturas (otra vez, antagónicas):

El racionalismo: Es la teoría de que la razón es la suprema guía del ser humano. Ortega rechazaque el mundo pueda y deba reducirse a la razón para ser comprendido. La razón apela a conceptos(que son universales y fríos) para intentar atrapar eso que está en perpetuo cambio: la vida. Elracionalismo no puede hacerse cargo de la individualidad, la perspectiva, el cambio. Ortega nova contra la razón, va contra el racionalismo por su separación y abstracción de la experiencia de lavida y de la historia. El racionalismo es criticado por Ortega, porque lo considera como el resultadode la absurda beatería de algunos filósofos con respecto a la razón, que acaban por concebir queésta no tiene límites, terminando por pretender ir más allá de lo que la razón permite alcanzar.

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Para Ortega, por el contrario, la razón, en su afán por buscar la explicación de lo real, sus causas, seva topando con muchos aspectos de la realidad de los que no puede dar cuenta, que son"irracionales", lo que pone de manifiesto, precisamente, sus propios límites. La consecuencia no esel rechazo de la razón como instrumento del conocimiento, sino el rechazo de la ilegítimapretensión de la razón de conocerlo todo, de la pretensión de que la realidad se mueva deacuerdo con los dictados de la razón, pretensión que los racionalistas han convertido en una feque les ha conducido a todo tipo de excesos. De ese modo la razón quedará a salvo de los excesosde los racionalistas.

El vitalismo: Para el vitalismo (Nietzsche) la vida es la realidad radical, pero sin embargo, es unavida para la que sólo cuenta el presente, los impulsos, los sentimientos, los instintos: si solocontásemos con la vida en este sentido nuestro comportamiento sería irracional, seríapuramente animal. El vitalismo cae en el error de olvidarse de la razón, cae en el exceso dejuzgar como lo único valioso la intuición y las entrañas, sin tener en cuenta la razón entendidacomo una facultad puramente humana y que nos define como tales.

El raciovitalismo consiste básicamente en el intento de conjugar la vida con la razón, superandocríticamente las contradicciones que se dan entre ambas, tal como se puede deducir de los excesos"irracionalistas" del vitalismo y de los excesos "antivitales" del racionalismo. Ortega trata dealcanzar una definición y un uso de la razón que haga justicia con la propia forma de ser delhombre.

La razón vital

Desde este punto de vista, Ortega trata de conciliar ambas posturas señalando que la razón humanaes una razón vital. Esto significa, acorde con el racionalismo, que el ser humano debe guiar suvida en función de la razón. Pero a su vez, en consonancia con el vitalismo, dicha razón debeatender siempre a la vida concreta del individuo tal como la entiende Ortega, sin partir ni caer encategorías abstractas, ocupándose de la propia perspectiva y con ello de la propia verdad. Sinrazón no hay auténtica vida humana y viceversa, pues si la razón está alejada de la vida sevuelve irreal. Esto implica que las categorías de la vida y de la razón se entrelazan de manerainevitable: por un lado la vida y el conocimiento se necesitan, pues para vivir necesitocomprenderme; pero además la vida de cada uno es proyecto, que se hace en función de la propiarazón mirando al futuro.

Así pues, la razón es lo que nos pone en contacto con la realidad, pero a su vez está dentro de ella,no fuera como a veces parecen defender algunos filósofos. Esto es así desde el momento en que nopodemos dejar de pensar en y durante cada una de las circunstancias a las que nos vemos sometidos.

En un intento de conciliar ambas posturas, Ortega señala que el ser humano posee una razón vital:debe guiar su vida por la razón, pero a su vez la razón no es una facultad “descarnada”, fría,abstracta, sino que tiene una función vital. No puede haber auténtica vida humana sin la razón, niauténtica razón si esta se encuentra alejada de la vida. Vida y razón están entrelazadas:

– La vida y el conocimiento se necesitan: para poder vivir necesito comprenderme, y necesitosaber cómo es el mundo para saber a qué atenerme.

– A diferencia del animal, como hemos visto ya, el ser humano hace un proyecto de su vida,que será tanto más humano cuanto menos irracional sea. En el ser humano, a diferencia delanimal, cuenta más el futuro que el presente, el presente siempre está en función del futuro(la vida es futurición, también visto ya). No se puede hacer una vida adecuada sin unaracionalidad desplegada en la vida.

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En la historia de la filosofía ha predominado la razón pura, una razón que dejaba de lado todas lasexigencias de la vida y aspiraba a la universalidad. Ortega no renuncia al ejercicio de la razón, perosiempre una razón que aprecie la vida, sus valores, que entienda la vida, que esté para la vida.

La razón histórica

La historia es una categoría fundamental para entender al ser humano, ya lo hemos visto. El serhumano no es una cosa, no tiene naturaleza, el ser humano es historia. El mundo de las cosas puedeser explicado mediante la ciencia física, pero el hombre y su historia no pueden ser explicados deesa manera: al carecer de una naturaleza fija deben ser comprendidos considerando su devenir, susentido, sus proyectos.

La razón pura de la modernidad, propia del racionalismo, sirve para comprender las cosas, pero noda cuenta del sentido de la realidad del ser humano. Este es historia, hay, pues, que comprender alser humano en su historia. Por lo tanto, la razón vital ha de ser una razón histórica. No son dostipos de razón, sino que la razón vital es a la vez razón histórica, porque la vida es temporalidad, lavida es devenir, comprender la vida pasa por hacerse cargo de su historia, de su cambio.

De esta manera Ortega propone recursos como el análisis biográfico o de las generaciones paradar sentido a un presente determinado por todo lo que ha ocurrido anteriormente, es decir, por elpasado. Además, la vida se hace en compañía de otros y en una sociedad, por lo que el mundo decada uno es un mundo social con sus interpretaciones propias y sus usos. Así pues, seráimprescindible para la razón histórica determinar la estructura de las distintas épocas, suscreencias. Para orientarnos en el mundo tenemos que hacernos cargo de la vida y de lahistoria, necesitamos hacernos cargo de los proyectos y las circunstancias. Pero lasrepresentaciones que nos hacemos de la realidad no tienen una forma única, hay muchas formas depensar la realidad. Para entender esto mejor Ortega distingue entre creencias e ideas.

Creencias e ideas

Uno de los elementos que definen a una época concreta y que debe estudiar la razón histórica paracomprender las vidas concretas es el conjunto de sus creencias.

– Creencias: son representaciones de la realidad que “están en nosotros”, aunque no hayanpasado por la razón. Muchas veces son inconscientes. Se instalan en nosotros de un modoimperceptible, absorbidas de nuestro entorno social.Estas podrían definirse como una especie de evidencia con carácter colectivo y vigencia anivel social. Son ideas que comparten todos los miembros de una sociedad y funcionancomo sus supuestos, aunque puedan no ser verdaderas. Y no sólo están en el planointelectual, también influyen en las acciones que llevamos a cabo6.

“Las creencias constituyen la base de nuestra sociedad, el terreno sobre que acontece.Porque ellas nos ponen delante lo que para nosotros es la realidad misma. Toda nuestraconducta, incluso la intelectual, depende de cuál sea el sistema de nuestras creencias

6 Las creencias se desarrollan como acciones en el uso que les damos: son como el envoltorio en el que consistenuestro comportamiento, del que no tenemos consciencia (por ejemplo, dar la mano al saludar). El uso permiteponer en práctica, de manera irreflexiva, nuestras creencias, que nunca denotan una toma de posición, sino quehacen referencia a un peso inercial grabado en todos nosotros por el hecho de pertenecer a una sociedad, lo quemuestra, expresa Ortega, la fragilidad del ser humano frente al entorno. Sin embargo, la creencia también posee unaspecto positivo: nos permite vivir, interpretar la realidad: estamos inseparablemente unidos a nuestras creencias.

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auténticas. En ellas vivimos, nos movemos y somos.”

– Ideas: Son representaciones de la realidad, verdaderas o falsas, que podemos valorar,someter a crítica, examinar. Mientras que las creencias son inconscientes y rigen en elinterior de una sociedad o un pueblo, las ideas son conscientes, libremente elegidas. Lasideas no son inherentemente colectivas, si acaso, son individuales.

Así, por ejemplo, “Dios” puede ser una idea que muchos consideran como verdadera y existente,mientras que otros consideran que es una idea falsa (pero idea, al fin y al cabo), una idea carente derealidad. Pero una cosa es tener la idea de Dios y otra muy distinta creer en él. Precisamentecuando uno cree de verdad en Dios simplemente vive “contando con Dios”, vive y se mueve enesa creencia, no es una mera idea.

Lo que realmente mueve nuestras vidas son las creencias, no las ideas. Las creencias están difusasen el momento histórico que nos corresponde, se instalan en nosotros y sólo pueden ser expulsadaspor otras ideas o creencias.

A menudo se encuentran en tensión las ideas con las creencias. Las creencias no son inamoviblessino que evolucionan a lo largo de la historia, de hecho, Ortega afirma que las crisis históricasaparecen cuando las ideas destruyen el sistema de las creencias de una sociedad concreta yterminan por generar otro distinto.

La regeneración que tanto pedía Ortega en la sociedad española es un cambio no tanto de ideas enunos pocos individuos, sino una pretensión de cambio de creencias de la sociedad española. Nose cifra principalmente en los logros académicos, sino más bien en un estado general de la sociedad.Así, el problema para el que nuestro autor busca solución es el del nivel cultural: no basta con tenerbuenas universidades, sino que la sociedad ha de confiar en sus propias capacidades para ejercersobre sí misma una permanente crítica de lo heredado. Hace falta crear y difundir unas creenciasnuevas.

“Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo a mi”

Esta frase resume lo fundamental de la filosofía de Ortega:

– El individuo aislado, el yo puro, no existe separado de las circunstancias (mundo) en las queestá inserto. Nuestro “yo vital” se configura en y con las circunstancias en las que vive.

– Las cosas (el mundo, las circunstancias) carecen de sentido si no hay un sujeto que las viva7

y a su vez, el yo no puede darse sin circunstancias.– El ser humano debe “salvar” sus circunstancias si quiere salvarse a él. Esto quiere decir que

para comprenderse a sí mismo, para dar razón de su vida, de quién es, de su historia, supresente y sus proyectos hacia el futuro, ha de dar razón de sus circunstancias. Si quiereconocerse debe también buscar el sentido de su entorno.

– La circunstancia no es sólo el mundo con sus objetos, es también (tal vez incluso podríamosdecir, es sobre todo) el mundo de los demás. Vivir es vivir con los demás, no se puedeconcebir al hombre sin la sociedad.

– La existencia humana consiste en vivir el mundo que nos ha tocado8, ocupándonos de suscosas. Consiste en un constante pensarnos y pensar el mundo.

Autenticidad y vocación

7 Dice Ortega que no hay mundo sin yo, sin un sujeto que lo viva, lo que hay es mera naturaleza.8 “Nos ha tocado” porque, como sabemos, la circunstancia tampoco es algo que he creado yo, que dependa de mi yo.

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Por último, Ortega argumenta que la vida de una persona será auténtica si es quien tiene que ser, esdecir, si las decisiones que toma durante su vida no son fruto del azar ni caprichosas sinoresponsables y encaminadas a realizar el proyecto de la propia vida. El ser humano va siendo ydejando de ser a la vez, escogiendo unas oportunidades y desechando otras. Decimos que unapersona es auténtica cuando pone en marcha su voluntad para llevar a cabo su proyecto vital.Es necesario aprovechar las oportunidades que nos brinda el tiempo y que no vuelven a repetirse.La autenticidad consiste precisamente en aprovechar esos tiempos y convertir lo que nos limita enposibilidad, con el fin de llegar a lo que debemos ser.

A esto último, ese “lo que debemos ser” Ortega lo llama «vocación»9, y a ella supedita el filósofoespañol la autenticidad de cada vida. Ortega entiende vocación como un proyecto vital que cadahombre tiene que llevar a cabo en esta vida a partir de las circunstancias que le ha tocadovivir.

Se puede no cumplir con la vocación, de hecho, hay dos formas: por exceso y por defecto, es decir,por estar totalmente absortos del quehacer diario o porque no hacemos nada.

El proyecto vital de cada persona es su razón de ser. Cada uno tiene que descubrirlo por símismo.

El problema es que no podemos saber con certeza si estamos cumpliendo con ella porque no existenmaneras formas de evaluación con las que compararnos, nunca alcanzamos a divisar con totalclaridad, el fin último de lo que llamamos "proyecto" vital. Eso es precisamente lo característicodel ser humano, vivir a ciegas respecto a su propio destino. Pero Ortega no lo contempla enclave negativa sino como una oportunidad de realizar con éxito la vocación que a cada uno noscorresponde. Tal vez, incluso como el mayor éxito posible, desarrollar nuestra propia vida deacuerdo a las mejores decisiones posibles, a crear y llevar a cabo nuestros propios proyectos,desarrollar nuestra vocación, conociéndonos a nosotros y nuestras circunstancias en el camino.

9 Un ejemplo de esto sería el comienzo de la película Up