José Quintero: hemos perdido la gallardía y el arrojo

8
EMEEQUIS | 02 DE MARZO DE 2015 14 emeaquí

description

Entrevista con José Quintero, ilustrador, historietista y creador de la mítica Buba, uno de los personajes clave dentro del cómic mexicano. Revista emeequis número 347. Marzo 2015.

Transcript of José Quintero: hemos perdido la gallardía y el arrojo

EMEE

QU

IS |

02

de

MAR

ZO d

e 20

15

14

emeaquí

EMEEQ

UIS

| 02 d

e MAR

ZO d

e 2015

15

A José Quintero le desesperan la indecisión, la hipocresía y la falta de coraje de los historietistas y de los mexicanos en general. En momentos sociales tan

duros, en donde todo parece ir hacia “un colapso total”, no entiende cómo puede haber personas que no se

atreven a definir su postura ante el potencial desastre.

POR CARLOS ACUÑA • @esecarloILUSTRACIONES: José Quintero

José Quintero, historietista

“Hemos perdido la gallardía y el arrojo”

EMEE

QU

IS |

02

de

MAR

ZO d

e 20

15

16

P

emeaquí

No extraña que Quintero haya decidido —después de una década de espera—revivir a su más entrañable personaje.

Buba, una niña con cara de inocente y alma neurótica, reina del azote existencial, está de regreso.

Ante un país cada vez más desdibujado, Buba se reafirma como una niña con conciencia crítica: “No hay lugar para

tibiezas, puto el que no muerda el sol”, grita en una de las tiras de su nuevo libro: Buba. Volumen 2.

¿Por qué tardó tanto en salir el se-gundo volumen de Buba?Por miedo. Yo le tengo mucho miedo al fracaso y eso me ha paralizado con frecuencia. Tenía pensado que el li-bro saliera en 2003. Al Volumen 1 le fue muy bien; durante el tiempo que estuvo reeditándose con VID nunca dejó de venderse. Es lo que se conoce como un long seller: un libro con un éxito modesto que, sin embargo, no para de consumirse y de ser leído. Hubo tres ediciones en total. En no-viembre pasado salió una cuarta pero ya con un sello propio, Mono Barroco.

¿A qué le temías exactamente?Soy un tipo muy, muy inseguro y ha-bía algo que no me dejaba satisfecho. Yo sé que fue una grosería, el parto duró muchísimo pero tuvo sentido: Buba II es un libro bien nacido.

El problema era que no sabía cómo encarar este segundo tomo. No quería que fuera un libro de so-brantes del primero. Fueron 11 años de distancia entre uno y otro. Du-rante ese periodo pasaron muchas cosas en mí, en mi proceso personal, en mi desarrollo profesional. Y pa-saron muchas cosas con el país, cambió todo. Ese cambio se ve re-

flejado en el libro. Mi opinión puede sonar autocomplaciente, pero en verdad lo creo: hay una evolución, se nota hasta en la mano. Perdí es-pontaneidad, pero gané rigor y téc-nica. Y sigue la esencia del persona-je y de las tiras, conserva la furia y cierta mala leche.

Buba misma se ha transformado. en las primeras tiras era una niña más o menos realista; en las últimas ti-ras llega al punto de tener muñones en lugar de manos. En las últimas historietas a veces ni siquiera tiene manos. Es sólo una cabeza con un gran muñón que es el cuerpo. Lo que yo puedo leer de esta metamorfosis constante es que Buba es un personaje vivo; la biolo-gía te dice que nada vivo permanece inmutable. Y en el aspecto humano tendríamos que ser eso: la suma de nuestras experiencias, búsquedas y procesos introspectivos. Uno ten-dría que ser más sabio conforme pasa el tiempo. A mí me da miedo llegar a la vejez siendo un anciano estúpido y torpe. Conozco mucha gente así, que no te explicas cómo puede llegar a los sesenta con una visión tan corta del mundo.

Es necesario buscar un mejor for-ma de vida, un mejor esquema de existencia todo el tiempo. Buba hace eso siempre. No se trata de un personaje de acción, no es un perso-naje que se mueva geográficamente. Su movimiento es interno. No nece-sita piernas ni manos. Unas veces le salen alas. Pero otras veces no nece-sita nada, por eso es sólo un bulto que habla y piensa.

Físicamente, responde a sus ne-cesidades expresivas. El rostro de Buba, por ejemplo. Es demasiado sencillo. Dos puntos para los ojos, un punto para la nariz y una rayita la boca. Hay colegas que han hecho lo que se llama fan art, es decir, una interpretación autoral de Buba. Hay versiones interesantes, pero sólo ha habido dos o tres que entienden su expresión. Actualmente no conozco a alguien que le dé a Buba el mismo toque que tiene cuando sale de mi mano.

Es interesante cómo un rostro tan sencillo puede comunicar una gama tan amplia de emociones o de ideas, algunas muy complejas. Para lidiar con las ideas que inquietan a Buba y poder comunicarlas, se necesita un rostro hiperbásico.

EMEEQ

UIS

| 02 d

e MAR

ZO d

e 2015

17

Buba fue un símbolo generacional. ¿A qué atribuyes su popularidad como personaje?Hay personajes que nacen con án-gel, como hay personas que nacen con carisma. Hay personajes buení-simos, bien construidos, bien dibu-jados, que nadie conoce. Hay perso-najes muy malos que son populares. No se sabe a qué se debe, es algo que no se puede explicar lógicamente.

Buba, lo que te puedo decir, es un personaje muy sólido y coherente que, sin embargo, encarna una con-tradicción. Ella maneja conceptos y emociones profundas que están me-tidas en un envase completamente fuera de lugar. Se dice de Mafalda y de Charlie Brown que eran persona-jes infantiles con mentes de adulto. Buba va un poco más allá: es un per-sonaje neurótico, a veces depresivo, apasionado y azotado, y no tiene nada que ver con su imagen, que provoca ternura, ni con su rostro naif, inexpresivo.

Algunos colegas me acusan de haber planeado esto de manera ma-quiavélica, como una fórmula. No es así. Ha sido un trabajo arduo es mantener la coherencia interna de este personaje que, además, consi-dero completamente honesto. Buba no se deja manejar, no se puede co-mercializar en términos de publici-dad o de mercadotecnia. Tampoco se deja publicar en ningún medio en donde no se sienta cómoda.

¿te han ofrecido usar a Buba en tér-minos comerciales?No. Y no creo que funciononara si alguien lo hace. El personaje no va. Yo tenía, tengo y tendré cierto con-flicto con todo el sistema capitalista. Todo lo que sea dinero me genera conflicto, y no debería porque lo ne-cesito y soy uno de los dibujantes más sufridos de mi generación. Con mi experiencia no tendría que pasar las de Caín, y sin embargo las paso. Tengo un conflicto con la lana, me he dado cuenta. Con la Buba ocurre igual: para poder dibujar cada sema-

na un cartón necesito tiempo, tranquilidad, saber que tengo la mínima solvencia que me permi-ta dedicarle ocho horas al día al personaje.

esa crisis permanente, ¿ayuda a la honestidad del personaje?Supongo que es parte de estar vivo en tu momento histórico, en tu contexto. Las crisis económi-cas, sociales y existenciales final-mente se interiorizan. Aunque Buba no sea expresamente anti-capitalista, o antipriista, o lo que sea, sí es un personaje crítico. Y un personaje que cuestiona todo el tiempo, es incómodo. Por eso no puede ser comercializada, no es atractiva alguien con tantas aristas. Buba funciona perfecta-mente por sí misma; estampada en una playera, por ejemplo. Pero si la relacionas con una marca, un pro-ducto, incluso con un título, no va. La Buba tuvo un feliz encuentro con La Mosca en la pared, del 93 al 2003 se publicó en esa revista. Pero con la actual Mosca hubo una incompa-tibilidad total. Ya no se sintió cómo-do el personaje.

Cuando comenzaste a publicar, tam-bién tuviste roces con La Jornada. Esa es otra historia. Tuve un proble-ma personal con Magú (director del suplemento Histerietas en los años noventa). Magú siempre fue muy puntilloso con el contenido del su-plemento: él decía que no censuraba sino que adecuaba los cartones. Se entendía. Él siempre nos explicó que esas páginas podían ser leídas por los niños, porque estaban a su alcance. Las Histerietas cumplían la función que en otros diarios tenían Dick Tracy y Bugs Bunny.

Pero Magú siempre publicó a Jis y trino, por ejemplo.Esa es una de las grandes contradic-ciones que tuvo que cargar. Jis y Tri-no superaron a Magú, fue tal el éxi-to de estos cuates que terminaron

doblando al director del suplemen-to. Pero él no estaba tan contento con el exceso de libertad de este par que se convirtió en un mal ejemplo para todos nosotros.

Magú hacía su trabajo y tenía es-tilo para hacerlo. Era un tipo con mucho carisma para cagarte. Lo que pasó fue una discusión que terminó en un desplante muy grosero de su parte y en una muy mala reacción mía.

Con el tiempo entendí que ese desencuentro fue un error. Magú me tuvo mucho afecto, me guió en muchas cuestiones y yo lo conside-ro mi padrino en el medio editorial. Fue generoso. Yo era muy joven, estaba recién desempacado de Izta-palapa, tenía todos los hábitos de un barrio lumpen; era un tipo silvestre y muy salvaje. Siempre he tenido problemas para controlar mi ira y me arrepiento de lo que pasó con él. Ahora estoy tratando de civilizar todas esas furias.

Eso que tristemente sucedió, sin embargo, sirvió para sentar las ba-ses del Taller del Perro y de la revis-ta El Gallito Inglés, uno de los pro-yectos más ambiciosos en los que he participado y que generó la cohesión

EMEE

QU

IS |

02

de

MAR

ZO d

e 20

15

18

de una generación muy potente, que tenía una lectura muy particular de la realidad. Gente como Clement, Peláez, Camacho.

¿Qué sucedió con esa generación? nunca se volvió a intentar algo como Gallito Comics.Nos perdimos. Dimos lo que tenía-mos que dar como generación y no supimos crecer más. Cuando no cre-ces, te cierras o te fracturas. Eso pasa con cualquier organización o proyec-to, sobre todo en México. En el Gallo crecimos en un principio. Fundamos un proyecto alterno, El Taller del Pero, donde teníamos más respon-sabilidades, decisiones consensua-das, nos criticábamos todo de una manera muy vital. No supimos ma-nejarlo y tronamos como ejote. Fue un quiebre violento. Tardé como una década en reconciliarme con mis viejos camaradas.

Desde entonces, lo que pasó con mi generación es lo mismo que ocurrió con el país. Todo se ha desdibujado, ha cedido. Hemos perdido la gallardía y el arrojo. Últimamente parece que la cercanía de un colapso total ha des-pertado un poco nuestro coraje.

En diciembre del año pasado yo noté por los suelos los ánimos de to-dos. Las fiestas de fin de año fueron tristísimas. Hubo una depresión na-cional muy clara. Pero parece que ya está pasando, lo estamos olvidando.

Los poderosos son hábiles, saben manejar los tiempos de modo muy eficiente. Y el tiempo es funda-mental, en ello se pierden o se ga-nan inercias.

Podemos verlo en los proyec-tos políticos y culturales. Sabe-mos que todo está mal, pero no sabemos qué hacer para revertir esto. Y cuando lo sabemos, no tenemos el compromiso de asu-mir esos retos. Porque represen-tan desafíos enormes, nos pare-cen imposibles y es fácil desa- nimarse. Tenemos un síndrome del que no podemos deshacer-nos: pensamos que por ir a una marcha las cosas van a cambiar.

Ese es un pensamiento mágico. Sa-limos, marchamos, gritamos y pen-samos que algo va a cambiar por eso. Y no, ir a una manifestación es sólo un pase de lista. La lucha es co-tidiana.

Eso es lo que pasa en los actuales proyectos de historietas: están des-dibujados, entregados al lucro per-sonal. Yo veo a muchos chavos y no entiendo su necesidad de fama, de reconocimiento. Todos buscamos afecto en una u otra medida, es cier-to, pero esa necesidad de reconoci-miento inmediato es, la verdad, muy barata.

¿Hace falta más compromiso por parte del gremio de historietistas?Hace falta coherencia. Ahora con todo el desmadre que se armó por lo de Charlie Hebdo, todos los cari-caturistas salieron a decir con mu-chos huevos que había que defen-der la libertad de expresión. Era inevitable solidarizarse con Charlie Hebdo, porque son un grupo muy valiente y sabían perfectamente los riesgos a los que se exponían.

Cuando pasan cosas como eso, o como lo de Ayotzinapa, todo mundo se pronuncia, todo mundo dice: “Sí, estamos en contra”. Pero cuando se trata de asumir un compromiso en cualquier flanco, pocos lo asumen.

La libertad de expresión: en los

hechos pocos realmente están dis-puestos no sólo a defenderla, sino a sufrirla. Todos somos jarritos de Tlaquepaque al momento de recibir una crítica. Tenemos un ego gigan-tesco, como de músicos de rock, creemos que no se nos puede tocar ni criticar nunca. Y en el gremio hay quien se altera horriblemente cada que alguien disiente con sus opinio-nes o con sus criterios. ¿Dónde está la libertad de expresión, entonces?

¿tú cómo asumes esa coherencia, el compromiso social, dentro de tu trabajo gráfico?Es imposible, como dibujante o ilus-trador, no tener una postura política definida. La tibieza me parece váli-da sólo en ciertas circunstancias. Pero ser tibio en estos tiempos, y hablo de los últimos 20 años, no lo puedo concebir. Hay que decir con claridad de qué lado estás: “Yo estoy del lado de los empresarios” o “yo estoy del lado de la gente”.

El caricaturista Calderón, por poner un caso, es un monero com-pletamente de derecha. A mí me parece detestable su trabajo, no por ser de derecha, sino porque técni-camente es muy pobre; sus argu-mentos, su humor, también son pobrísimos, cae siempre en los mis-mos lugares comunes. Lo que sí le reconozco es que se asume como un tipo de derecha y que es claro, consistente. Es racista y clasista, pero lo refleja siempre.

Lo que me parece criticable y te-rrible es cuando un colega publica desde medios de izquierda, se soli-dariza con Ayotzinapa, con Charlie Hebdo, pero en la vida privada, cuando platicas en corto, te das cuenta de que es de derecha o, peor, que es obtuso, tibio, sin una postura definida. Eso es inadmisible. Todos debemos asumir un compromiso, no en terminos de militancia o de partido, sino de cómo quisiéramos que fuera el país, para definir mejor el rumbo, las organizaciones que queremos.

Yo veo a muchos chavos y no entiendo su necesidad de fama, de reconocimiento. Todos buscamos afecto en una u otra medida, es cierto, pero esa necesidad de reconocimiento inmediato es, la verdad, muy barata.

EMEEQ

UIS

| 02 d

e MAR

ZO d

e 2015

19

emeaquí

Has hablado de una imagen de tu infancia que te provocaba terror: el plesiosaurio.Yo era muy pequeño y cada que visi-taba la casa de un primo, cuando no me veía nadie, iba a buscar un libro de dinosaurios que él tenía. Allí aden-tro, en una de las láminas, estaba la ilustración de un plesiosaurio. Yo sen-tía un terror físico cada que hojeaba ese libro. Pasaba las páginas con mor-bo y con miedo. Sabía ya en qué pági-na estaba, pero había algo de autofla-gelo, un azote judeocristiano que me hacía recorrerlas una por una. Cuan-do llegaba a esa página se desataba el pánico. Hubo momentos en que, tem-blando, arrojaba el libro muy lejos.

Ese morbo, ese terror, se quedó fijo en alguna parte de mi mente. Ya más grande, creo que estaba en el CCH, volví a encontrar un libro de dinosau-rios mucho mejor ilustrado. Entré en pánico cuando vi esa imagen. Fue impresionante reconocerme así, per-diendo el control. Sentí lo mismo que cuando vi por primera vez la foto de un descabezado. No sabes si es real, no sabes nada, simplemente es un miedo que brota con escándalo.

¿Cómo lo superaste? A mí me ayudó leer a Jodorowsky. Él me reveló algo muy interesante: que la mente trabaja de manera primiti-va. Llegué a creerme esta idea exa-

gerada del pensamiento racional y científico. Y no estaba avanzando, no me funcionaba. Intuía una capa ocul-ta que provocaba que todo mi pensa-miento lógico no se concretara. Era el inconsciente, la mente primitiva.

No sé qué tan grave puede ser esto en términos clínicos, pero de niño no me podía bañar sin los ojos cubier-tos. Me entraba jabón en los ojos, los cerraba y empezaba el terror. Me daba taquicardia y sentía el espacio a mi alrededor como algo inmenso. Sentía venir al plesiosaurio.

La mente es muy cabrona. No queremos nunca enfrentarnos a nuestros miedos. Al cambio, a des-obedecer. Son miedos básicos, ar-caicos. Si uno no sabe trabajar, reco-nocer y reconciliarse con esos miedos, se vuelve mucho más difícil y complejo todo lo demás. Un mo-vimiento social puede fracasar por algo tan aparentemente sencillo. A veces pensamos en niveles políticos, de organización, sociales, pero el problema real son nuestros miedos infantiles. El plesiosaurio fue algo que tuve que superar, limar y proce-sar durante años a través de la crea-ción artística. Lo mismo me pasó con Dios.

¿Con Dios?Yo fui católico durante mi infancia. Hice la primera comunión, fui al ca-tecismo, iba a misa los domingos. Era lo natural en mi familia. Hasta que, muy joven, leí el Manual del per-fecto ateo de Rius. Supe que lo que decía era cierto. De repente me di cuenta de que todos nos hacíamos las mismas preguntas pero no nos atrevíamos a enunciarlas. ¿Por qué Dios, si es tan bueno, quema un pue-blo entero?

Rius me hizo entrar en un proceso durísimo, muy desgastante. La ma-nera de curarme de todo eso, una vez que me di cuenta de que el ateís-mo era mi forma de ser consecuen-te, fue la historieta. Mi proceso de descreimiento empezó a los 15 años y duró hasta los veintitantos, los

EMEE

QU

IS |

02

de

MAR

ZO d

e 20

15

20

BuBA es fuerte. Lleva las riendas del carruaje de la muerte.

EMEEQ

UIS

| 02 d

e MAR

ZO d

e 2015

21

años en que empecé a publicar las tiras de Buba.

La ausencia de Dios también provo-ca terror.Fue algo muy grave. Sentí que esta-ba traicionando a mi familia. Mis padres son de clase trabajadora, de formación muy limitada. Mi papá estudió hasta sexto año de primaria, mi mamá hizo una carrera comer-cial. Eran muy trabajadores, los quiero mucho y yo sentía que estaba traicionando sus creencias.

Es algo de lo que debería hablarse más públicamente. Dejar de creer en Dios te obliga a reconfigurarlo todo. Los mexicanos somos renuentes con eso y ahí está la raíz de muchos de nuestros conflictos. Por experiencia propia sé que es algo cabroncísimo. Si matas a Dios, tu tarea es darle or-den al universo. No es fácil.

¿Cómo has cambiado tú desde que nació Buba y asumiste tu ateísmo? He destruido muchos mitos y he te-nido que construir muchas cosas de nuevo a partir de las ruinas. Mi ateís-mo se ha reafirmado a través de Buba y de la escritura. Decir que Dios se está muriendo y que eres testigo de eso, es algo fuerte si eres creyente. Pero cuando te puedes reír de eso, ya estás del otro lado.

Otra cosa que cambió fueron mis relaciones amorosas. Yo era un tipo muy parco, muy limitado social-mente. El dibujo me permitió rom-per eso. Poder abrazar a mis padres, por ejemplo. No lo hacía. Y, por su-puesto, a las mujeres que me gusta-ban y que quería. La Buba me per-mitió decir cosas que no podía manifestar. Me permitió descubrir-me sin arriesgarme demasiado. Soy pudoroso y hacer pública toda esa vida íntima con cierta gracia fue algo liberador.

Después fue mi obsesión enfer-miza con la muerte. De los 30 a los 40 años sufrí largos periodos de in-somnio, de malestar, de descontrol en los nervios, problemas de obesi-

dad porque me atemorizaba la muerte. Sufría un estrés fúnebre que no se iba. Además mi padre entró a una cirugía y mi hermana estuvo a punto de morir.

En esa etapa publiqué Flor de adre-nalina, un libro de versos que abor-daban tres temas: la vida, el amor, la muerte. Allí me volqué, vomité todo el terror. Fue catártico. El estrés bajó progresivamente. Sigo teniendo mu-cho miedo a morir, me perturba la idea de una muerte violenta. Y en medio de esta crisis nacional, me aterra que se abarate la vida, la mía y la de mi entorno. Pero creo que he madurado, ahora entiendo todo como un proceso de vida.

¿Cómo te gustaría morir?Dormido. Y en paz. La idea del bien morir es algo que le leí a Nietzsche, lo dice en el Zaratustra (Así hablaba Zaratustra). Uno debe escoger el momento de su muerte. Yo sigo sin tener certezas. Pero sí creo que toda la vida es una preparación para la muerte. Uno debería alcanzar cierta plenitud y en ese momento despe-dirse, sin dolor. Nos educan para una muerte agónica: tienes que es-tar enfermo, te va a dar cáncer por-que uno de cada tres mexicanos tiene cáncer. O diabetes. Son fala-cias culturales. No creo que estemos obligados a morir a disgusto, tene-mos otra posibilidad, que bien pue-de ser una tarea. A mí me gustaría morir dormido, sin agonía. Como Sabines. Como Jung.

¿Aún tienes miedo al fracaso?Sí, pero es menor. Tengo más miedo al éxito, lo cual está cabrón. No sa-ber qué hacer cuando las cosas fun-cionan es un problema serio y estoy trabajando en ello. Hay quien me percibe como un tipo huraño, aris-co; en el gremio tengo fama de re-huir al éxito. Me interesa más que mi trabajo alcance solidez, que la gente se reconozca honestamente en él. No quiero la fama fácil, bara-ta y de escaparate.