José Martí y El existencialismo

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UNA APROXIMACION EXISTENCIAL AL ((PROLOGO AL POEMA DEL NIAGARAn, DE JOSE MARTí Es bien conocido el hecho de que la crítica ha llegado a percibir en el «Prólogo al Poema del Niágara. de J. A. Pérez Bonalde», que escribiese José Martí en Nueva York y en el por tantos motivos año clave de 18821, todo un manifiesto del modernismo literario hispano-. americano. Sin dejar de ser ello cierto, aunque sólo de modo parcial y por lo mismo que de inmediato se afirmará, esta magistral pieza martiana nos entrega una tal riqueza de contenidos y anticipaciones que en sí corrige, al rebasarla, aquella estimativa. A su debido tiempo, ya Manuel Pedro González la reputaba como la primera toma de con- ciencia en español del mundo moderno. Cintio Vitier, leyendo este Prólogo, sostiene que «no lo es al poema de Bonalde sino a la nueva poesía y a los tiempos nuevos» 2 Fina García Marruz, a su vez, lo interpreta como «una meditación sobre el sentido de la vida» y «un texto sobre la resurrección»>, apuntando ya a la proyección trascen- dente de esa meditación. Examinando con más especificidad las ideas Es el año de publicación, también en Nueva York, del Ismaelillo, de Martí, en el que Pedro Henriquez Iireña veía el inicio de la poesía modernista, y cuando aparecen ya muchos de los fundamentales tmbajos (crónicas y en- sayos) del propio Martí, cuya importancia en la cristalización de la prosa ar- tística del modernismo ha destacado Manuel Pedro González en su libro José Martí en el octogésimo aniversario de la iniciación modernista ¡ 1882-1962 (Caracas: Ediciones del Ministerio de Educación Nacional, 1962). También a lo largo de ese año da a la luz en periódicos mexicanos Manuel Gutiérrez Nájera la mayoría de los textos narrativos que al siguiente reuniría en sus Cuentos frágiles (1883), señalados de común por la crítica como el punto y fecha del nacimiento de este género en la literatura modernista. 2 CINTIo Virrx: «Martí futuro», recogido en el libro de conjunto de Vitier y Fina García Marruz titulado Temas martianos (La Habana: Biblioteca Na- cional José Martí. 1969), pág. 132. IbU., págs. 249-250.

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UNA APROXIMACION EXISTENCIALAL ((PROLOGO AL POEMA DEL NIAGARAn,

DE JOSE MARTí

Es bien conocido el hechode que la crítica ha llegado a percibiren el «Prólogo al Poemadel Niágara. de J. A. PérezBonalde»,queescribieseJoséMartí en Nueva York y en el por tantos motivos añoclave de 18821, todo un manifiesto del modernismoliterario hispano-.americano.Sin dejar de ser ello cierto, aunquesólo de modo parcialy por lo mismo que de inmediato se afirmará, estamagistral piezamartiananos entregauna tal riqueza de contenidosy anticipacionesqueen sí corrige,al rebasarla,aquellaestimativa.A su debido tiempo,ya Manuel PedroGonzálezla reputabacomo la primera toma de con-ciencia en españoldel mundo moderno. Cintio Vitier, leyendo estePrólogo, sostieneque «no lo es al poemade Bonaldesino a la nuevapoesíay a los tiempos nuevos»2 Fina García Marruz, a su vez, lointerpretacomo «una meditaciónsobre el sentidode la vida» y «untexto sobrela resurrección»>,apuntandoya a la proyección trascen-dentede esameditación.Examinandocon más especificidadlas ideas

Es el año de publicación, también en Nueva York, del Ismaelillo, deMartí, en el que Pedro HenriquezIireña veía el inicio de la poesíamodernista,y cuandoaparecenya muchosde los fundamentalestmbajos (crónicas y en-sayos) del propio Martí, cuya importanciaen la cristalización de la prosa ar-tística del modernismo ha destacado Manuel Pedro González en su libroJosé Martí en el octogésimoaniversario de la iniciación modernista¡ 1882-1962(Caracas:Edicionesdel Ministerio de EducaciónNacional, 1962). Tambiéna lolargo de ese añoda a la luz en periódicosmexicanos Manuel GutiérrezNájerala mayoría de los textos narrativos que al siguiente reuniría en sus Cuentosfrágiles (1883), señaladosde común por la crítica como el punto y fecha delnacimientode estegénero en la literatura modernista.

2 CINTIo Virrx: «Martí futuro», recogido en el libro de conjunto de Vitiery Fina GarcíaMarruz titulado Temasmartianos (La Habana: Biblioteca Na-cional JoséMartí. 1969), pág. 132.

IbU., págs.249-250.

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filosóficas del pensadorcubano,fue Miguel Jorrín quien más concre-tamenteseñaló,antesque otros, cómo hay en Martí «unacuriosaantí-cipación de la filosofía existencial»,y recomiendaal instante,comoprimera prueba irrefutable, la lectura del Prólogo“. En efecto, esteensayocontieneun agudodiagnóstico (y el primero cronológicamenteen nuestralengua)del dramaexistencialdel hombre modernoy de suestaren el mundo: en un mundo que, por aquellasfechas,empezabaya a cuestionarsede angustiosamaneraa si mismo en buscade algunarazón última y valedera, y casi desesperadamentepor partedel agó-nico protagonistade esa búsqueda,o sea, el hombre.

Hemos tenido que escribir, juntos, vocablos como hombre,mundo,razón (o sentido); y hemos añadido algunascategoríasinevitables:angustia, desesperanza,agonía. Nos encontramosasí, y por definición,en los predios de la filosofía de la existencia.La historia es conocida.El hombredecimonónicovio surgir los brotes últimos del idealismo(Hegel y su exaltación al Sistemaabsoluto) y la réplica obstinadayantiespiritualistadel positivismo(Comte, StuartMill). Perovio tambiénnacer, y en estenacimiento hay que fijar el alumbramientode la con-ciencia moderna, una desconfianzacrecienteante la filosofía de lasideas y la filosofía de las cosas, instalandoal hombre mismo en elcentrode su preocupación.Kierkegaard(1813-1855)es el primer espí-ritu acuciadopor esapreocupación,dirigida ya derechamentehacia elhombre; la cual, obvio es decirlo, tenía una línea continuaday legí-tima de precedentes,que iría desdeSócratesy los estoicos hasta, yacon mayor proximidad, el pesimismopascaliano,integrandoasí unacadenano por intermitente menosconstanteque hoy ha sido ya posi-ble reconstruir. Por ello, todo el existencialismoposterior y contem-poráneo(en sus dos variantesesenciales: la arreligiosa y la trascen-dente o con especificidadcristiana) se nutrirá con mayor o menorinmediatez de una serie de matizaciones,amplificaciones y rectifica-cionesdel angustiadodanés;quien muere, y es uno de los tantosaza-res que ya no sorprendenen la vida de Martí, casi en los mismosmomentoscuando éste viene al mundo en un lejano rincón de Oc-cidente.

Micuar. JORRIN: «Ideasfilosóficas de J05é Martí», en Antologia crítica deJosé Martí. Recapitulación,introducción y notas de Manuel Pedro González(México: Editorial Cultura, 1960), págs. 472-475. Este ensayo fue publicadooriginalmenteen la Revista Bimestre Cubana. La Habana,vol. XLVIII, 1941).Por aquellasmismasfechas,y ya en una más específicadirección, publicó Jo-Trín su artículo «Martí y la filosofía existencial», en el diario El Mundo, LaHabana,26 de enerode 1942.

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Todo lo que va dicho nos es necesariopara adelantarque cl «Pró-logo al Poemadel Niógara», así como la integridadde la obrade suautor, permite una aproximación(nuncaexclusiva,desdeluego)a partirde los supuestosfundamentalesdel pensamientoexistencialde nuestrotiempo. Resultaextraño que ello no haya sido efectuadohastaahorade un modomás sistemáticoque el seguidoen las observacionesoca-sionalesantesanotadas,y en otras de suerteparecida~. Es explicableese descuido,sin embargo:y tal posibleexplicación podría ensayarsedesdela propia peripeciavital e ideológicadel cubanoasí como desdeel conceptoempobrecidoquepor lo común reina en torno al existen-cialismo. Los años de juventud y entradaen la madurezde Martícoincidencon la penetracióny augeen Américade las históricamenteno innecesariasideasdel positivismo. O, de modo más exacto,con elenfrentamientode estasideassobreel tenaz espiritualismoanterior,alqueMartí se adhierede modo pleno y al cual sustanciaráy enrique-cerácon su sólida y ardorosaprofesión.Esa tenacidaden la creenciade la fuerza del espíritu o, mejor, ese rescatedel espíritu negadoporel positivismo, que abre ya polémicamenteMartí desdesu participa-ción en los debatessobre el tema sostenidosen el Liceo Hidalgo deMéxico (1875), será despuésel santo y seña de los mal entendidos«escapistas»del modernismo,y a través ya de la rigurosa dialécticaquela perspectivahistórica le habráde permitir a JoséEnriqueRodó(con su formulaciónde «nuestroanárquicoidealismocontemporáneo»pronunciadaal final de su importanteestudiode 1899 sobre RubénDarío), terminarápor configurar en la historia de la sensibilidady elpensamientode nuestraAmérica un estadio superadorde «las teoríasdesconsoladorasdel realismo y del asquerosoy repugnantepositi-vismo», como en la fecha nada tardía de 1876 le calificara ya ese

Una excepcióndigna de ser notada es el vasto capitulo VI que RobertoAgramontededica al examende la filosofía existentiva martiana en su recientey ambiciosolibro Martí y su concepción del mundo (Universidad de PuertoRico: Editorial Universitaria, 1971), págs.375-484. Es lástima que, cuandotratade documentarmuchas de las más importantescategoríasexistenciales(angus-tia, ansiedad.nausea,agonía, espanto,etc.) el profesorAgramontese deja llevarpor el sentido literal de esos vocablos, a los cuales los existencialistashancargado de un concreto sentido filosófico de que con frecuencia carecen enla mayoría de los ejemplos ofrecidos en dicho capítulo. Le faltó a Agramonterepararen que, ensus contextosrespectivos,Martí empleabatalesvoces,a nuestroentender,sólo en un sentido poético,vago y general.

JosÉ ENRIQuE RODÓ: Obras completas,cd. de Emir RodríguezMonegal(Madrid: Aguilar, 1%7), pág. 191.

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otro gran iniciador de la épocamodernistaque fue ManuelGutiérrezNájera~.

Pero Martí sólo pudo asistir a la alborada de esa nueva y masalzadaépoca.Por ello nuestraprimera impresión es verle sólo atra-pado en las redesde aquellalucha entredos concepcionesfilosóficasbien definidas: espiritualismo y materialismo.Entonces, al observarcómo, a pesarde su nunca desmentidafe espiritualista, tampoco re-chazade plano lo que creeválido en las postulacionespositivistas («laduda se le ha metido en el alma»,dice JorgeMañach respectoa esedilema que acaso a Martí no se íe plantearacorno tal), ni en otrasnovedadescientíficas tan lejanas a aquella fe, como serían las delevolucionismodarwiniano, los sistematizadoresde sus ideasfilosóficashanconcluido por hablar del armonismo martiano,con el propio Ma-iiach a la cabezade tal rotulación O incluso, basándoseen su con-fianza en la bondad naturaldel hombrey en su exaltaciónde valorestan espiritualescomo el amor y el dolor, se ha podido rubricar en elmundo ideológico martiano un «absolutopredominio romántico», se-gún propuso con una total convicciónFernandode los Ríos~.

Debepartirse,pues,del hechocronológicode que Martí carecedeldistanciamientohistórico necesariopara reconocer(ni mucho menosemplear una moderna«terminología»filosófica) cuántohay de avan-ces, en su valoración de la existencia, hacia las más significativasdireccionesvitalistas del pensamientocontemporáneoque,por su par-te, él mismo estácontribuyendoa definir y encauzaren nuestro ám-bito hispánico.Son pocos, y Miguel Jorrin es uno de ellos, los quese han atrevido a poneren cuestión la en general aceptadaetiquetadel romanticismo martiano como esquemadefinitivo de su posiciónante el mundo. Al efecto, sostiene Jorrin, tal es «una consecuenciade la aplicación demasiadogenéricaque se hacedel vocablo roman-ticisn-¡o» 10 Ello puedeser cierto si nos limitamos al inventario y filia-ción de todassus precisasideas; pero a la vez el romanticismo(bienel personalde Martí, irrefutable; o el epocal del siglo xix) no con-tradice sino por el contrario impulsa a la modernaconcienciaexisten-cial, pues de aquél emerge.No se olvide que el propio Kierkegaardvive y piensadesdeunos fondos temporalesaún impregnadosde unagudo sentimientoromántico; y que si el existencialismode nuestra

MANuEL GUTIÉRREZ NÁJERA: Obras: Crítica literario, 1 (México: Univer-sidad Nacional Autónoma de México, 1959), pág. 50.

Antología crítica.., pág. 456.

Ibid., pág. 431.“ ibid.. pág. 466.

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centuria es atacadodesdemás objetivasposicionesfrente a la realidad.el marxismo principalmente,lo será sobre todo por el irreductiblesubjetivismode sus pensadores,con lo cual se desvanecetoda discre-panela exeluyenteentre uno y otro. La radical introspeccióny since-ridad que demanda,como paso primero, el psicoanálisisexistencial.es la lógica culminación del individualismo extremoque aflora ya sinambagesen el alma romántica.

Se anunciabaotra razón que puedejustificar la cautela,aun el te-mor, que ha parecidoobrar en el ánimo de los estudiososdel mundoideológico de Martí en cuanto a atribuirle una participación,siquieramínima, en la génesis del pensamientoexistencial y moderno. Estarazón,se dijo, actúadesdeel propio existencialismo,O mejor,desdelamás común imagen que de él se ha impuesto; imagen que, a fuerzade desnaturalizarlo,ha llevado a muchos de sus elaboradoresy críticosa preferir hablar,en proyeccionesmás amplias,de una filoso/la de laexistencia,sin el presupuestomecanizadorque suponetoda sufijación.Sabemoscuánnítida y sostenidafue en Martí la certidumbreque ad-judicaba a una serie de entidadesy conceptosintrínsecamentereligío-sos: la inmortalidaddel alma, el sentidode aperturade la muerte,eleslabonamientosucesivo y purgativo de vidas, la existenciade Dios(de alguna suertede divinidad sobrepasadoradel hombre), la necesi-dad misma de la fe religiosa siquiera bajo formas nuevas, antidog-máticas, independientesy universales.Sin importarnossu cariz reli-gioso (máscorrectamente:sin interesarnosahora esecariz, al menosen esteprimer momentoy por la índole de nuestrotema), todasesascertezaspuedenresumirseen una palabra: trascendencia.Mas no setrata sólo de una trascendenciavivida en la inmanenciahistórica, quees la única admitida por el existencialismolaico (y la cual asumetam-bién francamenteMartí), sino concebible únicamenteen la plenitudde su valorsupramundano,en el absolutomás allá de la vida”.

Como consecuenciade esa certidumbretrascenderitede Martí, seha desarrolladoun natural recato en aproximarlo a una filosofía queen general se juzga bajo los tintes nihilistas con que la han ensom-brecidoalgunosde susmásconnotadosteóricosy practicantes.Sin em-

linunierando las distintas clases de trascendenciaen Heidegger (nuncasospechosode un literal sentido religioso en sus teorisaciones,por otra parteaún no cerradas),señalaJosephLena cómo aquél declara que «rebasandoelmundo, tendemos a lo supraterrestre, a Dios (trascendencia del mundo),,.Y añade: «Para Heidegger, trascendenciapura y simplementelo es sólo laúltima.» VéaseJosephLen, El moderno exi.stenciaiism.oalemány francés (Ma-drid: Gredos, 1955), pág. 116.

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bargo. el decursode los años ha permitido hoy clarificar y ponerensu justo lugar lo que puedebrindar de apoyo al hombre una filoso-fía de la existencia íntegra y sin reducciones.Y así, y ello es aúnempresareciente,EmmanuelMonnier, uno de los alentadoresdel per-sonalismocristiano desdesu revista Espril, y sobre la basede losaportesprevios de Gabriel Marcel y otros pensadoresafines, sin ex-cluir lo aprovechableque en tal dirección hay ya en Karl Jaspersyhabía de entradaen Kierkegaard.ha tratado de reconstruir la versióncabal del existencialismoa partir de su denominaciónmisma: unafilosofía de la vida, bien que entendidaéstaen su condición dramáticainsoslayable,y no una apologíaobsesivade la nada, cl absurdoy Jaincomunicacióna que las teoríassartrianas,convertidas en moda, lohan pretendidoreducir. Paratal grave deformacióndel planteamientocrítico de la total existenciaa que esta filosofía siempreha aspirado,aventuraEmmanucl Mounier un marchamocontrario, pero exacto:¡nexistencialismo~ Muchasde las doctrinaspor él examinadas(nóteseel correctoplural en el título de su libro: Introducción a los existen-cialismos) son, literalmente,doctrinasinexistencialistas.Y en la apro-ximación existencial a Martí que aquí abordamos,debe consignarsenuestro más completo acuerdocon estascorreccionesque estimamosprecisasde Mounier. De otro modo, tal aproximaciónseriaimposible.

Mas comprendidaasí la filosofía de la existencia, como un tensojuego de antinomias pero donde la fisura de la nada en el ser notiene por fuerza que marcar el destino último y único del hombre,no debehaber impedimentosni recelos para detectarcuánto hay deexistencial,y por ello de modernoen el másamplio y a la vez rigurososentido,en el pensamientode Martí y, de modoparticular.en el ensayoque escribió como prólogo al poemadel venezolanoPérez l3onalde,sobreel Que centramosestasnotas.Dc más estádecir que, sin dejarde apareceren él mucho de lo que hay de común en las diversasmodalidadesdel existencialismo(Sartre y Camusincluidos), las másesperablesafinidadesserán aquellasque le vinculan a los pensadoresde este talante dispuestosa reconocerla trascendenciahacia el ser,desdeKierkegaardy Jaspershastalos más actualesdefensoresde esaforma cálida de la reflexión existencialque es el personalismocris-tiano.

No a despechode lo ya aseveradoal comienzo,resultaráinoperan-te declararotra vez ahora, y del modo más explícito, que esta lectura

EMMANUEL MouNwa: Introducción a los existencialismos(Madrid: Gua—

darrama, 1962), pág. 59.

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«existencial»de Martí queaquí intentamosno podráentendersenuncacomo una lección cerrada y exeluyente de «existencialismo».No lopermitiría, en principio, esecarácterarmónico, integradory sincréticoque exhibe, sin el menor lugar a dudas,el modode funcionar su pen-samiento.El mismo se adelantaa prevenimos,y ya desdeestePrólogo.que «la filosofía no es más que el secretode las varias formas deexistencia»(232> ~. Por eso ni siquierapretendióofrecer en los des-arrollos de ese ensayouna teoríaorgánica,por personalque hubieresido, de su sentidode la vida, Y es que el objeto mismo sobreel quese especulaaquí, la vida, es en sí vario, múltiple, contradictorio; yMartí atacatal objeto con esos «saltosde colibrí» con que Fina Gar-cía Marruz gustade compararlos rápidamentevariablesasediosmar-tianos, desdedisimiles y aun opuestosflancos, a cualquier univocoternaque tiene entrelas manos.Debido a ello, nada raro sería queotro observador,situado desdeun ángulo diferenteal nuestro,pudieremostrar este artículo como ilustración máxima de cualquierdiversatesituradel autor, digamosel puro trascendentalismoo su propia doc-trina poética. Tal es. ya se advirtió, la riquezade su contenido.Y ade-lilas, porqueaun cuandoconscientementehubiesequerido Martí acer-car sus cogitacionesa unapreasumidaposiciónteórica(y ésteno pudoser su caso),no debeolvidarse que el existencialismose nos presenta,por sobretodaotra cosa,como la consecuenciamás radicalmentesub-jetiva de la filosofía vitalista y,• por tanto, como un modo de discursofilosófico ateórico. antiobjetivo y asistemáticopor definición (lo cualno obsta,desdeluego, para que los resultadosde esemodode pensarpuedan integrar despuésvolúmenes o tratados compactosy cohe-rentes).

En efecto,lo primero quedescubrenuestraatenciónen el Prólogo

es su carácterfragmentarioy aun contradictorio.No bastaríaexplicareste carácterpor la raíz profundamenteintuitiva, señaladapor todoslos comentaristasde las ideas de Martí, desdedonde se produce elantidiscursivométodo de exposiciónde estepensador-sentidorque tande cuerpo entero anuncia ya a Unamuno.Tampocojustificarlo, pre-ceptivamente,desdelas libertadesy el fragmentarismoque la índole

‘ En todas las citas que procedan del «Prólogo al Poemadcl Niflgara, dc1. A. Pérezl3onalde», de Martí, añadiremostras la cita, y ea paréntesis,elnúmero dc la página en el volumen 7 de las Obras completasde JoséMartí<La Habana: Editora Nacional dc Cuba, 1963) que hemos manejado.Cuandono aparezcaninguna indicación despuésde un pasaje,debe entenderseque scencuentraen la última páginaconsignada.Para abreviar,en nuestrotexto, nosreferimos siemprea este trabajo como Prólogo.

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del género escogidopermite: se trata de un ensayo,y por ello la íd2a-crón puedey debeevitar el rigor metódicode otras formasmás cien-tíficas y exigentesde desarrollo expositivo. Ni disculpar las contra-diccionespresumiendo,o demostrando,queellas sonsólo aparentes.Nolo son, y Martí mismo lo reconocede oblicua manera: «Partido asíel espíritu en amorescontradictoriose intranquilos...» (225). El propioUnamunoelevarádespuésla contradiccióna métodode conocimiento;y más,a su preferido sistema de aproximacióna la verdad.Es que yavemos,en la práctica, someterseMartí a lo antes indicado, o sca, lanaturalezapoderosade su tema: la vida es paradójica,toda reflexiónsobreella lo serátambién.Este ensayomartianoes, contundcntenientc.paradójico: en la paradojaresideel secretodel poderde sugerenciay de la fascinaciónque ejercesobreel lector. No equivaleesto a im-plicar que Martí se valga adredede la paradojacomo un excitadorde la conciencia,tal el casodel mismoUnamuno;ni muchísimomenosque fuere posible aislar del contextofrases o expresionesdondeporsí se reconozcauna manifiestaintencionalidadparadójica.Es una im-presión total; y se la percibe más como una atmósferaintuitiva queen calidadde una apasionadaviolación ejecutadapor la voluntad yla inteligenciasobrela supuestalógica objetiva de las cosas.

Por qui desembocamosya en la más notoria y a la vez unitarianota existencial del cuerpo de ideas desenvueltasaquí por el autor:en la acción sobreél de la autoridadabruptadc la paradoja,esemeca-nismo quetan finamentedescribieraKierkegaard.La únicaverdadnoparadójicasería la eterna; pero al pensadorsubjetivo, en tanto queexistente,al momentoen que su palabra linda con lo eterno (y todapreguntasobreel secretode la vida, temade estePrólogo, cae en taldimensión), le sobreviene,sin posibilidad evasiva alguna, el imperiosobrecogedorde la paradoja,«esa chispa que brota al roce de loeterno con el lenguaje»,los efectosde cuyo choqueson indecibles~Y ya veremosmás adelantecómo esa misma debilidad o limitacióndel lenguajede los hombreses elevadapor Martí a clave del sentidoy la necesidadúltimos de una trascendencia,de una «vida total», don-de sólo la contradiccióny la imperfecciónhumanasquedaránresueltos.

Sin embargode estas advertenciasen contrario, o tal vez comoresultadode ellas, puedeel lector del Prólogo rastrearlas dos corrien-tes sinuosas,y de signoinextricablementeopuesto,paradójicoen suma,que Martí entrevéen esa contemplaciónde su época,y en el diagnós-

“ S4REN KIERKEGAARD: Post-scriptum oux Miestes philosophiques. ti-ud. alfrancés de P. Pctit (Paris: Callimard, 1941), pág. 135.

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tico del dramadel hombredentrode ella. Esasdoscorrientesse entre-cruzande continuo en el ensayo,de manerasuaveunas veces,violen-tamenteotras; y a nosotros (corroborandoasí esaslimitaciones dcllenguajeque el mismo autor señala) no nos quedaotro camino queconsiderarlaspor separado(no lo están de tal modo en el texto.desdeluego) como el revésnegativoy el envéspositivode su contem-plación.Y sobreestedesgiosamientoestructuraremos,en general,mies-tro trabajo.

Sigamos,no obstante,previendosimplificaciones: negativo y posi-tivo no debenentendersesino como términos aproximados,relativosy. sobretodo, permeablesentresí. Así, y digaseestoahoraúnicamentepor vía de ejemplo, cuandoen nuestraordenaciónde la línea zigza-gueantequedespliegaaquí el pensamientode Martí, nosenfrentemos,y ello ocurrirá muy pronto. a una instanciaque a nivel personalpudié-ramoscotejarde negativa—la consideraciónde su tiempo como«épocade tumulto y de dolores» (224)—. esto sucedepocaslíneasdespuésdehaber llamado espléndidaa esamisma época,y antesde quela vuelvaa sobrevalorar,por oposición, a aquellasotras de «callamiento y re-pliegue» (226), o «cortesanas,conventualesy sangrientas»(229) queconoció el pasado.Ya más adelanteintentaremoscomprenderla razónde estasdislocacionesestimativas(dondeya se hacepatenteesa auto-ridad abruptade la paradoja),y algo se adelantócuandorecordamoslos saltosmartianosde colibrí en su modo de aproximacióna la rea-lidad. Ahora se mencionasólo como ilustración; y un poco para indi-car qué tentador—o qué absurdo—resulta esteesfuerzode sistema-tizaciónde un pensamientoque, repitamos,al emergerexpresivamenteno pudo respetarotra dirección que el fluir intuitivo, natural, rebeldea la inflexibilidad del discursológico: como la vida, come la imagendc la vida queel torrentele sugirióal poeta.

Se diría, Martí lo dice, que el Niágarano fue para PérezBonaldesino el estímulopara que de su impresión surgiesensus propias ideaspotentes; bien que acaso esasideas andabanaún cargadasde dudasreflejas,puesen el poematodavía se ve «a trechosel estudiadorquelee» (233). A lo cual añade(suavísimamaneramartianade señalar.aquí como en otras correccionesque a Bonaldeeneamina,y modelode crítica tan pocoseguidalamentablementepor muchosde sus mejordotadosconocedores)que el estudiador«es personajeimportuno enestos choquesdel hombrecon la naturaleza».Se puedeafirmar, asi-mismo, que el poemadcl venezolanono fue para Martí sino la inci-tación y excitación para pergeñarese magnifico cuadro del tiemponuevo, de su tiempo, que fue y sigue siendo su Prólogo. Clara con-

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ciencia de ello tuvo. Cuando llevaba ya trazadosmuchos rasgos deese cuadro, o sea, redactadasya muchaspáginas, parece como sirecordarseque, en lo que debía ser una introducción a otro texto.a éstesólo habíadedicadouna obligada mencióninicial en el primerpárrafo. Y con su delicadezahabitual, ya en mitad del ensayo, levemos detenersecomo para justificarse: «Toda esta historia que vaescrita es la de este poema. Como estepoemaes obra representativa,hablarde él es hablar de la época que representa»(232). Pero hayalgo mucho más profundoque un modode excusarse,y aun que unaexplicación.

En su fondo, este ensayoes el cumplimiento de una de las leyesde más claro sesgotrascendenteen la axiología martiana,que a fuerzade reiterary respetarél mismo se convierte en axioma fundamentalde su ideario. Ya casi al principio la esboza:«. -. en la fábrica univer-sal no hay cosapequeñaqueno tengaen si todos los gérmenesde lascosasgrandes»(224). No es casualentoncesque supieradespuéscon-densaresaley en la frase aforísticaque inscribe a continuaciónde laaparentedisculpa transcrita, y el cual aforismo no suele faltar porello en los varios repertorios que del «Espíritu» de Martí se hanorganizado: «Menguadacosaes lo relativo que no despiertael pen-samientode lo absoluto» (232). En progresión ascendente,una par-tícula de la realidad,y no otra cosa es lo relativo (las cataratasdelNiágara contempladaspor PérezBonalde) subeun gradoen la escalahacialo absolutoa travésde las emocionesy las ideasde su poema;y éste, a su tiempo,uno más en la reflexión sobrela épocay el secretode la vida que desarrollael Prólogo. Y después,como en detalle sepodrá ir apreciando,toda la malla de argumentacionesque, a partiroc aquellaobrahilvanaráMartí, irá apuntando,pasoa paso,hacia lamagnificación de lo absoluto,virtualmentesólo posible en los domi-nios del espíritu y la trascendencia.

Pr. REVÉS NEGATIVO

Lo que ante todo nos recibe en esteensayo,tras la indispensabley breve presentacióndel poeta, «que se midió con un gigante y nosalió herido» (223). es el señalamientoy execracióndel materialismoy superficialidadambientalesde la época.Inicia así Martí esa lamen-tación que será despuésla piedra de toque del escritor modernista;y a la luz de la cual el conocido «Yo detestola vida y el tiempo en

que me tocó nacer»,con que abre RubénDarío sus Prosas pro/anas

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de 1896, se avaloracon un sentidomenosegoístay evasivotanto comomás motivado y natural. El «~Ruines tiempos!», que anafóricamenterepite Martí en los párrafossegundo y tercero los convierte en unverdaderotreno de la grandezay el amor entonadocon un ritmo ycadenciade salmodia.Ruines tiempos, si, dice Martí; pero se cuidade aclarar, intrincando así el indisoluble matiz positivo que tambiéndivisaen ellos. «no para hombreen junto, que saca,como los insectos,de si propio la magníficatela en que ha de pasear luego el espacio»(223-224), con lo cual introduce, y muy pronto, como lo indican lasfrases por nosotrosdestacadasen itálicas, los motivos existencialesdela autocreacióny la trascendencia.Son estérilesy duros esos tiempos,sin embargo, cuandoa quien se mira es individualmente a ese sersensibley egregioque ha sido siempreel poeta,conviniendo aquí enla concepción románticadel artista como héroe desoladoy trágico,Los ve entonces,a los poetas,con piedad, «henchidosde recuerdosde nubes y de alas, buscadoresde sus alas rotas»; y les llama, vol-cando en el calificativo toda su inmensa capacidadde misericordia,«pobrespoetas».Maravilla la indeclinablecomprensiónhumanistadeMartí. No podrádejar de insinuar coincidentementela loa de esosmismostiempos,vistos con júbilo como «épocade elaboracióny trans-formación espléndidas»(224); y algo despuéscomo «tiemposde reen-quiciamiento y remolde» y de «elaboración del nuevo estado so-cial» (225), hastaculminar en el «Todo es expansión...» (227) que yamás tarde no habráde sorprendernos.Pero por el momento quienle reclamaes ese poeta, minado por la dolorosa«nostalgiade la ha-zaña»y sufridor más agudo del tumulto y los dolores que la inesta-bilidad e inquietudde esosmismos tiemposacarrean.Y por tanto supalabra,al aludirle ,se le cargade compasióny caridad. Ni abando-nará esetono cuando,aun ya exaltadocon minuciosidadel podervivi-ficante del mundo nuevo, vuelve a posarsu vista en el poetaperso-nal. Tendráque valerseotra vez de su símbolo ascensionalpredilecto, yotra vez desgarradoramenteamputado:«No hay ahoramendrugomásaenteadoque un almade poeta: si se ve con los ojos del alma, suspuños mondadosy los huecos de sus alas arrancadasmanan san-gre» (229)15 Esta así ya, desdesus mismos comienzosy configurada

“ El impresionismoen el estilo martianoha sido consistentementeseñalado,y aun hay ya sobre cl tema algunosti-ababacríticos dc gran utilidad. No asiel expresionismo,hacia el cual avanza Martí y ello desde el «canto» fi-nal de su primer trabajo literario, Él presidio político ci, Cuba, de lSYl; a pe-sar de que tampocofaltan señalamientosprecisossobre estepunto por EnriqueAnderson lmbert en su estudio «La prosa poética de Martí. A propósito dc

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por quien fue a la vez actory testigoexcepcionalde esa aventura,ladolorida imagenque de sí mismo, y de su función, se ocupó pulcra-mentede dejarnosel poetamodernista.

Y es queMartí, paraquien la absolutalibertaddel espíritu es requi-sito imprescriptibledc toda redenciónpolítica, no puedeomitir el re-conocerese carácter contradictorio e intranquilo de toda época detransición,por estimulantesque sean los indicios visibles. Ni sus na-turales efectos negativos(inquietud, alarma, desconcierto,nerviosidad,aun amargura) reflejadosen lo intimo de todo aquél que,como ven-turosamentepudo lograrlo él mismo, no alcancea hacerde sí propioatalaya del futuro. Y le es posible, en fecha tan auroral, otear ydar nombrecon su mirada de zahorí al sello dramáticode la época:aquel «fin de siglo angustioso»,tal cual literalmente le adjetivasedespuésJosé Asunción Silva 16 y que en 1900 ya pudiera JoséEn-rique Rodó, como quien certificaselo vaticinado por Martí. calificarde «tan contradictoriaen su complejidad,tan irreductible, para nos-otros, a toda clasificacióny juicio» ~.Y ha de ser esta vivencia quelos modernistassufrieran de su propio tiempo hacia donde,del másjusto modo, vuelvenlos que hoy con asiduidady rigor (Ivan A. Sehul-man, Ricardo Gullón) se empeñanpor leer a cabalidad no sólo laletra del modernismo,sino el alma mismade la época que a travésde aquél se expresó.

Toda la literatura de duda y agoníade nuestro siglo nace de esedesconciertoy falta de rumbo que ya comienza a vivir el hombre

Amistan fu,wsta>~, incluido en su libro Crítica interna (Madrid: Taurus, 19601,páginas 128-132; y, con mayor desarrollo, por Iván A. Sehulman en Símboloy color en la obra de JoséMoni (Madrid: Gredos,l~ ed., 1970), págs.366-374.No parece,sin embargo,quese hayareparado en cómo, Bajo el caTácterfuerte-menteexpresionistade la representacióndiseñadapor Martí en ci pasajeaco-tado, éste incluso contieneun primer paso firme hacia la definición del propiomecanismoexpresionista.Ese condicional («Si se ve con los ojos del alma.-que aquí sugiere Martí, y tan diferente en sus resultados del mirar sensorialproducido desde y sobre Ja retina física, por imaginativos que éstos fueren,senalael movimiento inicial rumbo al logro último a que aspira el arte expre-sionista según el resumende Elisa Richter: abarcar «todos los recursosparaexteriorizar lo interno, lo no sensible».VéaseElisa Richter, «Impresionismo,expresionismoy gramática»,en El impresionismoen el lcnguajc (BuenosAires:imprentade la Universidadde Buenos Aires, 1936). pág. 88.

76 JosÉ ASUNCIÓN SILvA: De sobremesa, en Obras comp/cías(BuenosAires:Editorial Plus Ultra, 1968), vol. II, pág. 27.

“ Ronó: Obras completas.pág. 70.

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finisecular, como muy bien ha visto el propio Schulman‘~ (sin queello bastea permitirnos seguir tildando de modernista a la escrituraposterioro contemporánea,pues aquí nos encontramosya en los te-rrenos del lenguajey habrán de entrar en tal valoración definitiva.y por modo forzoso, fundamentacionesno sólo ideológicas, sino yamás estrictamentelingúisticas y estéticas,pero ya es ésta otra cues-tión) 19 Nace en verdad esa literatura (para la cual la atribucióndeexistenciales la única globalmenteválida desdeel punto de vista delos sustratosespiritualesdonde se apoya) dc esta caída total de losvalores del pasado, que no han podido ser reemplazadosaún porotros nuevos y sustentantes.Martí sintetiza la fatal encrucijadaconpalabrasque conservanhoy su entera vigencia: «desprestigiadasy

desnudaslas imágenesque antesse reverenciaban;desconocidasaúnlas imágenesfuturas.- - » (225-226). Sólo que la más afilada concien-cia existencial, impregnandocada vez con mayor fuerza nuestroaire vital, nos ha acostumbradoa aceptarcon una cierta serenidada la vida como único horizonte posible y, en muchos, a poner aunen reservala necesidadde imágenesrectoras en nuestro existir. Deaquí que, cuando cincuenta años más tarde, Vicente Huidobro sereplanteeel problemade la oquedadaxiológica de la existencia ensu ,4ltazor, publicadoen 1931, se arriesguea una solución inimaginableen un hombre del fin de siglo. A su pregunta,tan por naturalezaangustiosa,pero emitida con un estoico temple de cuestión reflexiva(«¿Y mañanaqué pondremosen el sitio vacio?»), respondecon otrainterrogación que señalaabiertamentehacia el nihilismo: «¿Y hayque poneracasoalgo?»~.

Aquí asomaotro escollo que han de salvarquienestratende asi-milar demasiadoestrechamentela inquietud existencial en los añosfinales del siglo xix con la asunción de esta misma inquietud porel hombre del xx: es una diferencia de grado, pero esencial. Sureflejo en la literatura que entoncesy despuésse escribe arroja unapalmaria gradación que iría desdela nerviosidad más acuciante einmediata en los modernistas(no en balde usan y abusande todo

~ Véase IVÁN A- SCI-SULMAN: «En torno a la definición del modernismo»,enEstudios críticos sobre el modernismo,cd. de Homero Castillo (Madrid: Cre-dos, 1968), pág. 345.

“ Para un planteamientopersonaldcl desenfoqueresultantede rebasarlasconsideracionesrigurosamenteestéticas al delimitar la vigencia de la escrituramodernista,puede verse mi Antología de la poesíahispanoamericanacontem-por¿ínea.1914-1970 (Madrid: Alianza Editorial, 2.~ ed., 1973), págs. 9-14.

“ Víccpcrn HUIDOBRO: Obrar comp/cias(Santiago de Chile: Zig-Zag, 1964),volumen 1, pág. 371.

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lo implicado en el mundo de los nervios, palabra que les fue taninevitable) hasta el entrañamientoraigal de esa inquietud, por ellomás recio y menos a flor de piel en el poeta contemporáneo.Esverdad que la asechanzadel nihilismo aflora sin velos en toda laliteratura modernista: ¿cuántospoemasde aquella épocano se aco-gieron, como título, a la sombrade esapalabra?Nihilismo ontológico,pero, desdeluego, nihilismo gnoseológicotambién. Mas es un senti-miento experimentadodesdeacordesmentalesy emocionalesdiversos,como trataremosde esclarecer.

Quien ha visto más claro el exacto sentido del nihilismo moder-nista, oponiéndoloindirectamenteal contemporáneo,ha sido OctavioPaz. Ha escritode aquél: «Sólo que se trata de un nihilismo másvi-vido que asumido,más padecido por la sensibilidadque afrontadopor el espíritu»21 De aquí esa ambigua impresión de algo asícomo una cierta neurosis subyacenteque el lector actual no puededejar de percibir bajo muchos angustiadostextos modernistas,decuya autenticidadde sentimientono es posiblepor otra partedudar.A partir de Huidobro, Vallejo, Neruda y Borges, al menos en lasletras de América, el poeta aprendea mirar el vacío por derechamaneray con los ojos del espíritu,más fuertementeobjetivos y obje-tivantes que las crispacionesde los nervios y las exaltacionesde lasensibilidad, y a llamar a ese vacío por su nombre. Y es en estásabiduríadonde radica precisamentela auténtica angustiaexistencialde nuestro tiempo, cualquieraque sea despuésla reacción con quecada hombre actúe sobre esa experiencia radical y común. Así queno sólo en los rasgos(¿externos?)de la escritura,sino aunen el modode vivir y conformar las inquietudes existencialesmayores, se mar-can no desdeñablesdiferencias entre la literatura del modernismoy la que le sigue. Tal vez por ello mismo. el pensamientoy laobra de Martí, en que con tan viril energía y nula «delicuescen-esa»se hace frente a esasinquietudes,y donde muy firmes y perso-nalessoluciones se ofrecen a la amenazaexistencialde la nada, nospuedan hoy atraer y fortificar de un modo más útil que los demuchosde sus coetáneosmodernistas,aquejadospor esa vivencia ex-tremadel enrarecido,hipersensibley aun decadentefin de siglo. (Noestaráde más aludir, entre paréntesisy sin mayor entusiasmo,cómoalgunos de los rasgos que siemprehemos juzgado más epidérmicosy caedizosde aquella sensibilidad modernista, y que fueron preci-samentelos que con mayor enterezaMartí evitó y aun negó, han

21 OcrAvío PAz: Cuadrivio (México: JoaquínMortiz, 1965), pág. 23.

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comenzadoa reapareceren este nuevo fin de siglo como monedacorrientey bajo un signo existencialpor demásalarmante: el fenó-meno está ahí, a nuestravista —en las artes, en la palabra escrita,en los modos de vivir— y conviene no apartarnosde su más es-crupulosaobservación.Tal parecieracomo si la fe en la existencia,la única aparentementesólida de nuestro siglo, empezaratambiéna resquebrajarse,y el hombre se viera abocadoa una nueva formade su perpetuacrisis que acasovenga a cerrar el circulo en formano desemejantea la que lo inició en la ¿pocamodernista.)

Volvamos ya a nuestro tema. Una vez señaladopor Martí, ensu Prólogo, el desplometotal de los valores del pasadoy la ausenciade valores sustitutivos y valederos, no le quedabaotro paso quenotariar la dolorosa,por irónica, entrada triunfal de la duda, Y esentoncescuando aventura aquella asombrosadeclaración(verdaderaalborada del pensamientoexistencial en la cultura hispánica, puesno ha de perdersede vista la fecha: 1882) en que se proclama lageneral incertidumbre, ontológica y axiológica, que ya iniciaba sudominio sobre el hombre moderno. Consecuentementea la propen-sión humanistade todo el ensayo,donde ninguna especulaciónsobrela existenciapuede aislarse de su agonista sufridor, a la lapidariafrase declarativasobre la que deseamosreclamarla atención,y quepor esto subrayamos,sigue una breve pintura, ejecutadacon doso tres pinceladasexpresionistas,de quienes, los humanostodos, viventorturadamenteesa vacilante impresión. Escribe Martí: «Nadie tienehoy su fe segura. Los mismos que lo creen se engañan.Los mis-nos que escribenfe se muerden,acosadosde hermosasfieras inte-riores, los puños con que escriben» (225). Son feroces esas formasde la duda, sí, pero también hermosas.Ya estamos,nitidamente, enaguas existenciales.Pero a Martí no le es dado expresarsede unmodo parcamentereflexivo; pues en él, como ha notado Fina Gar-cía Marruz, hay siempreuna «preeminenciade lo plástico sobre lodiscursivo»22; y es esta disposición, y sus felices resultados,quie-nes le ganan un lugar de honor en la literatura artística del mo-dernisrno. Por ello se ve movido a corporizar visual o plásticamen-te los negativosy a la vez saludables<hermosasfieras, no se olvide)electos que, a escala universal, ha de producir esa crisis de la feque conduce a la angustia.Tanto en la más estrechaacepción eti-mológica, donde angustia se asocia a situación crítica; como en elmás genérico sentido de falta de seguridad y su consecuenteim-

Tenias martionos,pág. 217.

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presión de vértigo, mareo o náusea,que aún conservaen el lenguajedel pueblo, del cual intuitivamente parecetomarla a su vez Ja jergafilosófica, todos íos caminos del espíritu y de la palabra a ella nosllevan. Viene entonces,para lograr esacorporizaciónde la angustia.un largo pasaje preñado de muy concretasmotivaciones existen--ciales y de tan alta elaboraciónestética que detenerseen él se haceobligado. Es realmente uno de los momentosmás intensosy estre-mecedoresde toda la obra martiana,y. por las incitaciones que hade sugerirnos, nos es necesarioreproducirlo íntegramente:

Todos son soldados dcl ejército en marcha. A todos beséla mismamaga. En todosestá hirviendo la sangrenueva. Aun-que se despedacenlas entrañas,en su rincón más calladoestán,airadasy hambrientas,la Intranquilidad, la Inseguridad,la VagaEsperanza,la Visión Secreta.¡Un inmenso hombre pálido, derostro enjuto, ojos llorosos y boca seca,vestidode negro, andacon pasosgraves,sin reposarni dormir, por toda la tierra, y seha sentadoen todos los hogares,y ha puesto su mano trémulaen todas las cabeceras.¡Qué golpeo en el cerebro!, qué sustoen el pecho!, ¡qué demandarlo que no viene!, ¡qué no saberlo que sc desea!, ¡qué sentir a la par deleite y náuseaen elespíritu, náuseadel día que muere,deleite del alba!

¿Quién es esa misteriosa maga que ha besadoa todos los sol-~~adosdel ejército en marcha,vale decir la Humanidadentera?Noshan enseñado,uno tras otro, los pensadoresexistenciales(sería mejordecir: han formuladoen conceptosteóricos la que ha de ser nuestraexperienciamás sabia dcl vivir) que únicamentetocando los fondosde la nada,la duda y aun la desesperación,mirándonosasí en nues-tro radical desamparoy soledad ante Ja muerte,y aprehendiendoeldurísimo estigmade nuestroabsolutono saber,el hombre alcanzaelsigno cabal y definitivo de su existencia. Heidegger llama angustiaa estavivencia, para él positiva y a su juicio la única legítima en Ciexistenteauténtico. Martí, viéndola «con los ojos del alma»,no teo-riza sobre ella, sino que la describe con tremendaslíneas de unafuerzaexpresiva impresionante.Primero acierta en su dimensiónafir-mativa, y por eso nos la presenta,suavementeaún, en ese besosecretode la magapor el que arribamosa Ja concienciade la luchacomo situación límite de nuestraexistencia(«Todosson soldadosdelejército en marcha»).Pero estacondición se sugiereya de una formaen que lo incierto y aun lo negativose insinúan,combinadoscon otras

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instancias positivas (esa serie hacia lo trascendenteque va de laIntranquilidad a la Visión Secreta).Ea de configurarla entoncesenun símbolo más sombrío y a la vez estimulante;pues,con todo eldolor que desata,paradójicamentenos hace sentir vivos, nos da lacertezade nuestrodramáticoexistir. Es ahora ese «inmensohombrepálido», «vestido de negro», que anda golpeando la mente de loshombres y sembrandoen ella las más desazonantesinterrogacionesquesurgende esapunzadoraignorancia,la cualhabráde serredimida23

Se trata, pues,de la misma angustia;pero ahoraya sentidadesdelapequeñeze impotencia humanasy, por tanto, recibida con una sen-sación más aplastantey trágica. Las exclamaciones,que no son enabsoluto retóricas, se sucedende inmediato para sugerircon vivaci-dad los maticesde eseviolento conflicto que, frente al llamado nuncaclaro de la angustia,se libra en el interior de cada hombre. Mas,al final, el cuadro tiene que reunir, en otro movimiento paradójicotan típico de Martí en esteensayo y por lo mismo tan hondamenteexistencial, las opuestassugestionesque cada hora dc nuestro vivirnos trae. Y para dejar abiertaslas puertasa la esperanza,ahí están,templadasen un mismo compás, la náuseay el deleite que puedena un tiempo hacer vibrar al espíritu.

Cada uno de los conceptosy símbolos,aquí prietamenteacumu-lados por Martí, invitaría a una traducción a muy comunespostu-lacionesexistenciales;pero hemosde resistirnosun tanto a ello por elriesgo de que nuestrainterpretaciónse adensede excesivasubjetividady. por lo mismo, de error. Sin embargo,no puedenpasarsepor alto,al menos,dos momentos, sintéticos y sugerentes,y sobre los quepodemos pronunciarnos con un cierto margen de objetividad. Elprimero es la serie señalada:«la Intranquilidad, la Inseguridad, laVaga Esperanza,la Visión Secreta»,que apelanecesariamentea esas

‘> Cintio Vitier ha llamado la atención, en varias ocasiones,sobre las afini-

dadesentreMartí y Vallejo. En una de ellas, su prólogo («En la ruina martia-na») al libro Martí, Darío y el modernismo,de Iván A. Scbulman y ManuelPedroGonzález(Madrid: Gredas,1969), se ha extendidoen tornoa esa«secretaafinidad espiritual» (pág. 19) por la cual el profetismo martiano encarnaenalgunosaspectosdel gran poeta peruano. Su primer acercamientose basa enun paraleloentreestepasajedel inmenso hombre pálido, vestido de negro, quedesataesosgolpes y ese no-saber en los humanos,y el poema titular de Losheraldos negros, paralelo que parece haberle sugerido Juan Larrea en cartapersonal a Vitier. En efecto, Larrea le babia comunicado que el único dat,que poseesobre el interés de Vallejo por Martí es precisamentela reprodnc~ción total, por aquél, de este fragmento completo del Prólogo en lo que fuesu tesis académica«El romanticismoen la poesíacastellana,,.VéaseCésarVa-llejo, Sus níc¡orcs páginas (Lima: rondo de Cultura Popular, t971), pág. 44.

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mayúsculasmagnificadorasdel modernismo. Ocasión es ésta paraobservarcómo alía Martí indisolublemente.dos a dos y por mitadesexactas,muy importantes motivos (negativos y positivos) de la es-peculación existencial y trascendente,y cómo los primeros (la In-tranquilidad, la Inseguridad)conduceny se cumplen en los dos úl-timos (la Vaga Esperanza,la Visión Secreta), en una prefiguraciónpasmosade las muy posterioreslecciones de Jaspersy Marcel y,además,perfectamenteasimilables a Kierkegaard. (Y circunstancia,también ejemplar,para insistir en lo torpe, pero inevitable a los efec-tos expositivos nuestros,del método aislador que vamos siguiendo;pues la Esperanzay el Secreto corresponderán,en rigor, al envéspositivo que consideraremosdespués.)

El otro instante anunciado es la exclamación final («iQué sentira la par deleite y náuseaen el espíritu, náuseadel día que muere,deleitedel alba!»). Aparecenaquí ya, en un sentidopróximo aunqueno de un modo textualmenteidentificable en una precisa racionali-zación filosófica (esto es obvio), símbolosy temasrespectivosde Sar-tre y de Camus. Sabemoslo quees, en su alcancemás específico, lanáuseasartriana: esavaga y sofocantesensacióndel hombre ante elabsurdoy la superfluidadde lo real, y el descubrimientode la for-tuita contingenciacomo único absoulto posible24 Martí, en este pa-saje, sitúa la náuseaen la atmósferatemporal del día que muere:ese momento en que vemos cumplidas y convertidasen nada, enpura gratuidad, aquellas contingenciasque parecieron señalarnoselvalor absolutode Ja jornada que concluye. Pero no puedequedarseaquí, pues ello equivaldría a un regodeo nihilista que trató de evi-tar espantandoy por sistema siempre.(Un verso suyo lo declaramuysignificativamente:Mas huyo horrorizado de la nada.) Y por esoañade,en un mismo acordey junto a la náusea,el «deleitedel alba».Recuérdeseel mensajede Camusen El mito de Sísifo: «1-lay que ima-ginarsea un Sísifo dichoso»,en esa hora de la conciencia que esla noche, cara ya al amanecery a Ja vuelta estoica a su trabajo

24 Despuésde darsecuentade que él, también,estáde más.Roquetín,el héroe

trágico de Sartre,que va probando lentamentela experienciadel absurdo,llegaal fondo y la definición personal de esa experiencia: «Pero en el seno mismode ese éxtasis acababade aparecer algo nuevo: yo comprendí la Náusea, laposeía [.1 Lo esenciales Ja contingencia[.- ~1La contingenciano es una más-cara, una aparienciaque pueda disiparse; es lo absoluto, en consecuencia,lagratuidadperfecta.»JEAN-PAUL SARrRU: La náusea(BuenosAires: Editorial Lo-sada,5. A., 1970), págs. 148-149.

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inútil, pero vital y necesario25, No extrememos,sin embargo,las coin-cidencias;pues ambos,Sartrey Camus,aun con el tan divergenteta-lante que los separa, ven en definitiva al hombre como un héroedelabsurdo, posición la más lejana posible del pensadorcubano. Bás-tenos anotar, sobre la base de tales precauciones,estas vislumbresmartianashacia opuestasactitudesde espíritu (que de nuevo su vo-luntad armónicapuede integrar) sustentadaspor dos de las menta-lidadesmás penetrantese influyentesde la segundaposguerramundial.

El hombre no ceja, empero, en su propósito de ganarsealgunabrizna de conocimientosalvador.La dificultad mayor estriba en queeseconocimientoha de comenzarpor el de sí propio, y aquí surgeuno dc los más insuperablesobstáculosque el mundo levanta anteel individuo para ofuscar/e (palabraque Martí repite, y siempre enun sentido existencial): «Mas ¡cuánto trabajo cuesta hallarse a símismo!» (229) exclamaráahora. Incide entoncesen una pormenori-zada,aunquerápida. diatriba contratodas las convenciones(filosofías,religiones, pasionesde los padres, sistemaspolíticos), cuya acciónúltima será interrumpir el naturaldesarrollodel hombrey condenar-lo a una frustradorainautenticidad,tan combatidaunánimementeden-tro de la moral existencialista: «. . .y el hombre es ya, por toda suvida, un caballo embridada.Así es la tierra ahora una vastamoradade enmascarados»(230). Observemosla oportunidad y eficacia delos dos símbolos escogidosy destacadospor nosotros. Uno, el de labrida, para anular toda la impresión de dinamismo y libertad insitaen una de las representacionessimbólicas favoritas de Martí paratales positivas disposiciones,o sea, el caballo (al que habremosdevolver después,pero ya en la máxima amplificación de sus noblesvalores).Otro, cl de la máscara,símbolo persistenteen Martí cuandosu pensamientose pone en tensión ética para descubriry censurarlainautenticidadexistencial. Aun a riesgo de apartarnosun tanto deleje de nuestrasconsideraciones,merecela penaaprovecharestaopor-tunidad para reparar, siquierabrevemente,en estamáscara martiana.

Y es que al casi exhaustivo inventario y ordenaciónde la tropolo-gía del gran escritorcubano realizadopor Iván A. Schulman en sulibro citado (véasenota 15), habrá de añadirseeste importantísimoy nadainfrecuentede la máscara (o sus equivalentes:disfraz, antifaz,etcétera)al que Martí dota de un clarísimo contenido moral y existen~cíal. No se trata, en su personalisimouso, de esamuy común máscara

‘~ Aunear CAMLI5: El mito de Sísifo/El hombre rebelde (Buenos Aires:Losada, 1959), págs. 94-97.

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de los modernistasfrente al vacio, máscaraontológica y proteicaconque, según el acertadodecir de Octavio Paz, «la concienciadesespe-rada simultáneamentese calma y se exaspera»~. Mas bien reconoceun precedente,algo lejano pero axiológicamenteaun,en Pascal: «Nosomosmás que mentira, duplicidad,contrariedades,y nos escondemosy disfrazamosa nosotrosmismos»~. Martí la emplea, análogamente,para representarlos disimulos, voluntarios o forzadosy en esteúltimocasodolorosos,con quecl hombreda de lado, o le impulsana ignorar,su verdad existencialy los muy concretoscompromisosde su estarenel mundo (de su deber, que en él llegaba hasta la exigenciadel he-roísmo y el sacrificio), y todo ello con la mismacólera noble que losexistencialistasesgrimenpararepudiartales desviaciones.No es posibleni necesarioofrecer aquí un detalladocatálogodel abundantísimoem-pleo de estesímbolo en Martí, pero tampocosobraránalgunasmues-tras,a las cualesaccedemospor lo inexploradodel tema.En He vivido:mehe muerto...,de sus Versoslibres, compuestosigualmentealrededorde 1882, escribe: Mas si a la luz mefuesedado ¡ Comoen la sombrado duermo,al polvo ¡ Mis disfracesechar, viérasesúbito ¡ Un cuerposin calor venir a tierra (Versoslibres, ed. de Iván A. Sehulman,Bar-celona:Labor, 1970, p. 91). Pero antes,en un discursode subido tonopolítico de 1879, habíadicho: «Si hemosde ser más que vocesde lapatria disfraces de nosotrosmismos...»<Obras completas.4, p. 178).En su crónica sobrelas «Fiestasde la Estatuade la Libertad», y enun contextosemejante,se lee: «Disfraz abominabley losa fúnebresonlas sonrisasy los pensamientoscuandose vive sin patria» (O. C., it,p. 106).Aludiendo a la desfiguradaimagencosmopolitaque el hombrede la América hispanase habíafabricadopara su engañosay grotescaaparición ante el niundo, así le pintará en su trascendentalensayo«NuestraAmérica»,de 1891: «Eramosuna máscara,con los calzonesde Inglaterra,el chalecoparisiense,el chaquetónde Norteaméricay lamonterade España»(O. (7., 6, p. 20). Vamos siguiendo, en este su-cinto recuento,un aproximadoordencronológico.En sus Versossen-cilios, del mismo 1891.ha decomenzaruno de aquellospoemas(el III),que son como fulgurantesrepertoriosde sus intuiciones y extrañezas,con el conocido Odio la máscaray vicio / Del corredor de mi hotel(Martí. Versos, cd. de Eugenio Florit, New York: Las Américas,1962, p. 150). Justificandola poesía«dolientey caprichosa»de Julián

16 PAz: Cuadrivio, pág. 23.

“ PASCAL: Pensées,371, cd. León Brunsch-vig (París: Hachette, 1950), pá-gina 132.

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del Casal, en el obituario que a éste dedicaraen 1893, habla de lageneralconcienciade humillación reinanteen la por entoncestodavíaCuba colonial, que «trae a todo el mundo como acorralado,o comocon antifaz, sin gusto ni poder para la franqueza y las gracias delalma» (0. (7., 5, p. 222). Y todavía en el histórico «Manifiesto deMontecristi». redactadocl 25 de marzo de 1895. a menos de dosmesesde su muerte,hablará de la cobardíahumanay de sus «variosdisfraces» (0. (7., 4, p. 93). Reiteramosque la ejemplificaciónes limi-tada, pero todas estasmáscarasy estosdisfracesrepresentanesedesvíodel hombrefrente a su deberexistencial, tanto más penosopara el in-dividuo (y aquí desbordaotra vez Martí su magnánimacomprensiónde la personahumana)por cuanto muchasvecesno lo decide su pro-pia voluntad sino que se los obligan a vestir las onerosascondicionesde las circunstancias.

La máscaraes, así, el oprobioso traje a que nuestradignidad seve sometidapor las mundanasreglas del juego. Y el señalamientodeeste podercorrosivo y deformadorde las convenciones(preocupaciónque puederecorrersea travésde todos los existencialistaspara encon-trar de nuevo en el Sartrede La ns~useay el Camusde La caída sumás violenta y circunstanciadafustigación, por la veracidadque enestas obras la anécdotasuma a la invectiva) se hace más aceradoen estemomentodel Prólogo porqueotra vez, al mencionaresas«con-vencionescreadas»,yuxtapone Martí de rápida manera,en uno deesos velocísimosdesplazamientosque ya nos son familiares, la intui-ción opuestade la «verdaderavida». Y ésta,en imagencompletamentepreunamunianatanto por el conceptointrahistóricoque encierracomopor su mismarepresentaciónverbal, noses visualizada«comocorrientesilenciosaque se deslizabajo la vida aparente,no sentidaa las vecespor el mismo en quien hace su obra santa, a la manera con que elGuadianamisteriosocorre luengo caminocalladamentepor bajo de lastierrasmanchegas».Y es aquí,al topar con estasugestiónde la exis-tenciaauténtica,cuandohemosde pasar,o de abrirnos,a la contrariay afirmativa cumbrede observacióndesdela cual, dialécticameute,pudoMartí ver y describir la nuevaera en su ensayo.Cuidemosde insistir,sin embargo,en que no se da en su texto, con tal precisión,esteorde-namiento que vamos componiendo;el cual sólo puedesurgir de unracionalesfuerzopor sistematizarel bullentematerialque allí se revelacomo algo, lo hemosdicho, vivo, intrincado, contradictorio.

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EL ENVÉS POSITIVO

Ruines tiempos, ya se vio; pero sólo para el poetaen tanto quereceptorpasivo y doliente del desconciertogeneral, y evocador nos-tálgico de pretéritasedadeshazañosas.«No parael hombreen junto»,no para la humanidadtoda, se preocupóallí en seguidaMartí de pun-tualizar. Está así continuamentedesplazándose,como contempladorycon agilidad extraordinaria,a esaotra cumbreindicad-a,desdela cual leseráposibleabarcarun panoramamás amplio. Y ésteno sólo es espa-cial, sino, en mucho más alto grado, temporal;pues. con esafuturidadquees en él apetenciaintuitiva, se tratadel nuevo estadosocial lo queavizora. Y es entoncescuandoirrumpe la exaltación gozosay entu-siastade la vida histórica que se inicia; dominadapor un dinamismoy una prisa en los cualesel vitalista y activo hombre de acción quehay en esecontempladorpuederespirar a pulmón pleno. Martí aca-baba de llegar, sólo dos añosantes, a Nueva York; y aquí vive porprimerae intensavez esaexperienciadel mundonuevo,frente al cualél, un apasionadode la vida tanto como lo fue de la muerte (porcuanto,ensuconcepciónpersonal,éstano significaba,y a ello habremosde llegar, un cesede los deberesúltimos hacia el bien que el almahade desplegaren la tierra), no le era posible reaccionarsino positiva yalborozadamente.Tambiénen la «ciudadgrande»conoció Martí dolo-res. amarguras,repugnanciasmorales; es decir, conoció, igualmente,su dimensiónnegativa,como testimoniansus angustiadosVersoslibres.pero de ello no nos correspondeocupamosen estosmomentos.Cúm-plese. de todos modos, y ahoranos referimos al pasajedel Prólogoque a continuaciónanalizaremos,esepostuladosegún el cual el pen-sadorexistencialno puedepronunciarsesino entrañandoa sus pensaresla acción quesobrela sensibilidadobranlas mismascircunstanciasquedefinen la precisa situación desdedonde piensa y escribe.Y esto loveremos otra vez, más adelante,ligado incluso a preocupacionesdemayor sentidotrascendente.

Advienen entonces,integradosen esa exaltación a la cual dan solidez argumentativa,su deslumbramientoy su admiraciónpor las señasmás inequívocasde los cambios hacia un futuro mejor que es ya pre-sente: la libertad de expresióny el poder en justicia humanistay civi-lizador de la misma técnica moderna: «los ferrocarriles echan abajola selva, los diarios la selva humana»(227). La página es memorable,porque ha de leerse como el hosannamás noble y levantado,el pri-mero tambiéncon que la América hispanase adelantaa saludarpor

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voz de Marti y desdeNuevaYork, al siglo próximo que estáya ges-tándose,está gestado,en aquellos años. Esa loa da su nota más altacuandoMartí, en el clímax de su visión jubilosa, observaque «Todoes expansión, comunicación, florescencia, contagio, esparcimiento».Y para corroboraresepoderexpansivoy dinámicode la época,apun-ta, en una apretadacondensaciónde sus símbolos ascensionalesy demovimientomás característicos,cómo las ideas «nacena caballo,mon-tadasen relámpagos,con alas». Y aun invadido él mismo por esecontagioque lo traspasatodo, concluirá despuésen aquella cifra resu-midora de la fuerzavigorizadoracon que nos enriquecela vida en sutotal inmediatez: «Sólo lo directo es poderoso»(230) ‘-~.

Soslayemos,sin embargo,el riesgo de entenderel «Todo es expan-sien...» martiano, que acabamosde citar, como un superficial pane-gírico del mundomecánicoy absurdamenteapresuradoque ya empe-zabapor fatal modo a definir una de las dimensionesmás negativasen la valoración existencial; pues la prisa surge,en la mayoríade loscasos,por motivos espúreosque nos distraende la honda y auténticaconcienciade nuestro vivir. Reparemosen unos cuantosde los sus-tantivos que Marti precipita en esa frase: expansión, comunicación.contagio, esparcimiento(pero no en el sentido trivial de diversiónsino en el de derramar,o derramarse,fuera de sí). Todos apuntanaun sustratobásico, fundamentaly sistemáticoen el pensamientoexis-tencialista, aunquea vecesviolentamentediversashayan sido las res-puestasofrecidaspor los distintospensadores.Ese sustratolo integranel problemadel otro y el consecuentede la comunicación.Cuestiona-dos con escepticismopor algunos(Sartre, por ejemplo,con su teoríade la viscosidady de la miradacongeladora).son,en cambio,altamenteafirmativos en la ramapersonalistadel existencialismo.Tan dispuestoa ese «salir de sí» en buscadel otro (el prójimo, la patria, la huma-nidad, para no mencionarahora sino modalidadeso variantes aúnmundanasde la otredad),Martí ve en los tiempos nuevos el campomás propicio para esa «reducciónde la disponibilidad personal»conque Gabriel Marcel identifica la presencia,para él positiva, del otro.

25 Fina García Marruz contrasta este dicturn martiano («Sólo lo directo

es poderoso»),dc 1882, con su afirmación anterior de que «poesiaes lo vago»,paraderivar de cómo fueron sus añosneoyorquinoslos que le precipitarona esaprofunda identificación entre vida y poesíaque hay ya en el Martí maduro,quien «del Norte toma la poesía de lo cotidiano, del hecho desnudo, dc lahumilde vida diaria» (Tetuas nt.arlianos, pág. 228); a la poesía,en fin, de lovivo, dinámico y simultáneo que es la fuerza mayor de sus versos y cró-nicas.

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Esa reducción equivale,invirtiendo los términos, a un aumentoen lacapacidadde servicio y en la utilidad de nuestra existencia; y talesestímulosguiaron constantementea ese maestrode la más hermosamoral humanaque fue Martí, y le llevaron a redondearuna elevadí-sima ¿ticadel servicio a la cual fue irreductiblementefiel. Esta ¿ticaculmina, en lo expresivo,en aquellafrasede la última carta a su madre(«El lugar del hombreestá allí donde es más útil») ~; y. ya en unadimensión biográfica y por ello vívidamenteexistencial,en el sacrificiode su vida mismaluchandopor la libertad de su país.

La épocanueva,con su aperturay dinamismo,desplegabaesperan-zadamenteal hombre nuevasposibilidadespara ese salto al otro queha de dignificar la plena realizaciónhumanadel yo. A diferencia deaquellos viejos siglos de «callamientoy repliegue»,en que cran posi-bles esasobras macizas,corpulentas,ciclópeasy desmesuradas(y losadjetivos descriptivos son del propio Martí al evocarías, sin nin-guna nostalgia de su parte), los días de hoy, fertilizados por esavivaz urgenciade comunicación,no más permitirán los «cantos fu-gitivos» (226) que puedesólo el amor entonar,y las «pequeñasobrasfúlgidas» (227) que su riego auspicia. Nótese la valoración ahora po-sitiva, todo ello consecuenciadel hecho primario que le da su másfirme sostén y por el cual las ideas «no crecen en una mente sola»sino que, «apenasnacidas,benefician».Siempre el generosoademánservicial, que es una forma de indubitable reconocimientodel otro y.a la vez, del entorno temporal que de más fácil manerahace viablela comunicaciónentrelos hombres.

Se deslizó en el párrafoanterior un adverbiosignificativo: esperan-wc/amente.El de la esperanzaseriauno más de los móviles del exis-tencialismoconstructivoqueva ligadoa esaexaltaciónde la vida nuevay abierta.Ni siquieracuando,como vimos antes, enumerabaaquellasairadasfuerzas interiores del hombre,olvidó consignarla VagaEspe-ranza;poniendo intuitivamenteen el calificativo toda el aura de inefa-ble realidad con la que sólo al hombrele es dable concebir, en suproyeccióntrascendente(quees la que tiene en dicho contexto),la queen sí misma podría serla más rotunda entidad del espíritu. Martí seabre a la esperanzaen un doble nivel: el vivible en lo concreto denuestraexperienciaexistencialy el alcanzablesólo en la trascendenciasuprema.Este último nos esperarádespués,en nuestramarchaexpo-sitiva; pero ahora, a través de ese casi delirio en que proclama lafunción servicial y benéficade las buenasideas,está señalandocami-

25 MARTÍ: Obras completas,20, pág. 475.

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nos a aquella primera forma de la esperanza,realizableen la inma-nenciade nuestro vivir histórico (pero que inevitablementedemandasu sobrepasamientoabsoluto: todo esfuerzopor delimitaríasde modoriguroso en su pensamientoes poco menosque imposible). En la con-cepción marcelianade la vida, basadaen una metafísica de la espe-ranza,éstasepresentacomo un poderprofético,aliadoal amory, comola oración, dotadade una eficacia misteriosay mágica~. Y ese emo-cionado himno a la expansióny la comunicación,que en Martí pro-voca el tiemponaciente,estátejido de esperanzay de amor, compuestocon las líneas vibrantesde una visión profética y venidaa los labioscon el fervor temblorosode una plegaria y una profesiónde fe en elfuturo.

De esa visión sintética, resumida en la frase («Todo es expan-sion... ») que nos ha demorado,el observadorirá descendiendo,antesy después,a más precisasindicaciones,que serán como sus avancesycorolariosnaturales.tinos exhibenesaafirmativa coloración social queda robustapermanenciaal pensamientomartiano. Como cuandoano-fa, en representacionessimbólicasadecuadísimas:«Otros fueron lostiemposde las vallas alzadas;éstees tiempo de las vallas rotas»(226);y oteaen estosnuevos el espectáculode las cumbresque «se van des-haciendoen llanuras»,porquees época«ya cercanade la otra en quetodas las llanuras seráncumbres1...]. lo que hará más fácil el tránsitopor la tierra» (228). El alma se le llena ahora de una desbordantealegría,humanistaen el más cordialde los sentidos.Y ya no le basta-rán las plasmacionesimaginativas o simbólicas, por expresivasquesean,y acude entoncesa la dicción directa, tan propia de su tendenciasentenciosay de su afán del más compartiblemagisterio: «Asistesea una descentralizaciónde la inteligencia. Ha entradoa ser lo bellodominio de todos». Y, ya en el ápice de eseíndice de aperturasqueregistra, escribirá satisfecho: «El genio va pasandode individual acolectivo. El hombrepierde en beneficio de los hombres.»Nos sitúa,así, en las antípodasde aquellos «ruines tiempos» con que había co-menzadosu discurso,cuandoera cl alma personaldel poeta,de cadapoeta, quien le conmovía.Es ahora, y seguimosen las lindes de lo

“ Gxniunr MM&cnL: Srrc cf Avoir (París: Aubier, ¡935), págs. HL-LIS.Martí es, como Marcel, un existencialistade la esperanza;con la particularidad,que también lo liga a aquél, de que, y acudimosotra vez a Cintio Vitier, «suesperanzahistórica está ligada a la esperanzatrascendente,las dos postuladasy defendidascon incomparableluego en estaspáginas» (Temasmarda,íos, pá-gina 132). Las páginasa que aquí se refiere Vitier son precisamentelas de esteprólogo. En la esperanzatrascendentemartianahabremospor fuerzade concluir.

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profético, la gananciosaperspectivade una humanidadmejor y másjustalo quecoimasu entusiasmo;y éstase le encima,arrasadora,sobrela personalidadindividual y egregia.El hombrepierdeen beneficio delos hombres.

Sabe,sin embargo, que tal beneficio no podrá alcanzarsesin elconcursode todosy cadauno (y no es aquí redundanteestecadauno)de los que elaboranese progresouniversal. Por ello no cae nunca,ni en estaocasiónni en momentoalguno de su obra, en dogmáticaselucubracionessobre el destino o dirección de una Humanidadcon-cebidaen abstractoy, por consiguiente,con sacrificio de los individuosque la componen.Dicho de otro modo, no descuidajamásal hombreen su cotidianafaena del vivir, conducido por ese fatum, terrible yglorioso a la vez, de caer y jevantarse.Continuadasorpresaes la quenos deparala lectura de Martí: verle siempre impregnadode calidez,por su atencióna lo que hay de sufrienteen lo humano, cualquieresbozode optimismoy esperanzaque la mirada extendiday panorá-mica le permita.Y aquíentran,de esemodo, las más concretaspreocu-pacionesexistenciales(en el valor estricto con quelas manejaestafilo-sofía) de todo el ensayo: la vida como creación propia, como unproceso ininterrumpido de autoconstrucción,y el sentidode lucha yde dolor que eseprocesocomporta.

El simpleenunciadode tales preocupacionesnos lleva de la manoa las correspondientesideas que,en estecaso sin excepción,han sus-crito todos los existencialistas.Ya hemos necesitadodestacaren másde una oportunidadcómo desdelas primeraspáginasrectifica al ins-tante su anafóricoanatema(«~Ruinestiempos!»),añadiendoque no loson «parael hombreen junto, quesaca,como los insectos,de sí propiola magnífica tela en que ha de pasearluego el espacio».(Dentro depoco seránotras palabras,de las entrecomilladas,las que habránde re-querir nuestraatención.) También pudimos comprobarque, al ladoexacto de la náuseafrenteal día quemuere,dejabaconstancia,en aque-lla abocetadaversión del Sísifo existencialque Camusnos propondrádespués,del simultáneodeleite del espíritu ante el alba del día querompe. Ahora se verá impulsadode nuevo a la expresiónrecta y ce-ñida, a la lección devueltaen cápsulasapretadas:«El primer trabajodel hombrees conquistarse»(230). Y algo más adelante,y con unaformulaciónya plenamenteexistencial: «Toca a cadahombre recons-truir su vida: a poco que se mire en si, la reconstruye.»Juiciossonéstosque podría firmar, al fuego de su fe en la existencia,cualquierfuertepensadormoral de nuestracenturia.

Innecesarioserá,por tanto, apoyarnosahoraen citas textualesde

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los teóricosdel existencialismoparademostrarcuánfirme y mantenidaes en ellos la concienciadel vivir como autocreacióndel hombre.Martíadelantacon escrupulosidadexpositiva esa conciencia.No se cansaráde repetir en variadisimasocasiones(lo cual hace sobrar, de igualmodo, toda documentación)que somos nuestrasleyes, nuestrocarác-ter, nuestro criterio; y aun calificará de ruin al hombre que no sesienta creador, responsabley providencia de sí. Dentro del mundode habla española,el acercamientomás espontáneoseríael conceptoorteguianode la vida como problemay quehacer~‘. En Martí, sin em-bargo, a estequehacer—o mejor, reconstrucción—nos pareceque sele ve impelido otra vez más a la manerade Marcel, quien lo proponecomo el humano imperativo anteesa impresión de «mundoroto» enque consistenuestraexperienciainmediatade la realidad.Martí des-cribe así, fugazmente,el efecto de esa impresión en el hombre de suestarsobreel mundo: «lastimadoslos pies y los ojos de ver y andarpor ruinas que aún humean...» (229). Mas tampoco aquí le será posi-ble dejarle,a ese hombre, abandonadoa un pasivo y nihilista vaga-bundeopor entre estasruinas.

Y es que desdeellas, emergiendode lo roto, habrá el poeta (elhombre)de reentraren sí para después,de sí saliendo,encontrarque«la batalla está en los talleres; la gloria, en la paz; cl templo, entoda la tierra; el poema, en la naturaleza».Las flechas indicadorasdel doble movimiento (entrar en sí, salir de sí) no puedenser másexultantes. Muchos, muchísimosañosmás tarde,podrá Octavio Paz,en su salvador«Himno entre ruinas»,exaltaraquelmomentosupremodonde la inteligencia al fin encarno, ¡ se reconcilian las dos mitadesenemigas32; mas en Martí está ya erigida esa conciliación, en virtuddel ingente trabajo de ordenamientoy reconstrucciónque el espírituejercede continuo sobrela también continuadamenterota existencia~

Y a las vueltasde esetrabajoen que radica el orgullo y la esperanzamayoresde nuestracondición,nos encontraremosde nuevo en aquellaposibilidad última que Camusinsinúaen la coda final de ¡Sí hombrerebelde: «Más allá del nihilismo todosnosotros,entrelas ruinas, pre-

~‘ Cf r. JosÉ ORTEGA Y GASSET: Historia como sistema (Madrid: Revista deOccidente, 1958), pág. 36 et passin.

32 OcrAvio Pxz: Libertad bojo palabra (México: Fondo de Cultura Eco-

nómica, 2.’ cd., 1968), pág. 213.~ El concepto y figuración de lo roto, por el reiterado y varíadísimo uso

que de sus posiblesconcrecionesplásticas(restos,pedazos,despojos,harapos, ce-nitos) hace Martí, adquiere en su obra un fuerte carácter simbólico, em-pleadoen una connotacióntan existencialcomo el de la máscaray también porestudiar.

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paramosun renacimiento.Pero muy pocos lo saben»>t Martí fue deesos pocos, y quien más esforzadamenteluchó entrelos pioneros delmundomodernoen América porquetal verdad se abrierapaso.

Otrascuestionesdiscutidaspor el existencialismo,y de las máspal-pitantes,van sugiriendo intrincadamenteestos párrafosdonde se per-fila la voluntad y necesariedadde la búsqueda,por el espíritu delhombre,de «su seductoraformapropia» (230). Son, y habríamás, elsentido de lucha que rige la existencia,y la importanciaexcelsaquesiemprehan de teneren ella las virtudes dignificadorasdel amor y eldolor. No nos son posiblesmás que unas rápidas ilustraciones.Sabidoes como en Jaspers,abiertocomo último pasode su dialéctica a latrascendenciahacia el ser, la lucha y el sufrimiento son elevadosala categoríade situacioneslimites por cuantoque en ellas se le haceal hombremáscrítica la experienciadel ser, al sentir por estrechomodoacosadao limitada su condición existencial. En esassituacioneslími-tes, para Jaspers,hacesu aparición la nada,o se tornasensible lo querealmenteexiste.Este último propósito será siempre el máximo obje-tivo martiano. Por tal razón insistirá, a través de toda su vastísimaobra, en equipararla vida a una suertede necesariay fecundalucha.Así, y parano salirnos de estePrólogo, aquéllaes vista como un circo,y susagonistasno son otra cosaque combatientesy batalladores (232).Y en los coetáneosVersoslibres casi diríaseque la lucha es el soste-nido escenariovital de todas las torturadasargumentacionespoéticasque allí levanta el autor~.

De la fructífera misión que al dolor atribuye Martí en su ética,¿quéno ha sido dicho ya? Por esto muy natural le será,cuandoper-cibe que aún Pérez flonalde no ha alcanzadola definitiva sabiduríaque es la seguridadtrascendente,culpar de ello a la circunstanciade que estepoeta venturoso«no ha sufrido bastante»(236). Y añadeeste conocido aforismo: «Del sufrimiento, como el halo de la luz,brota la fe en la existenciavenidera.»Se tratade una vislumbre intui-

“ CAMUS: Rl hombre rebelde., pág. 385.‘~ Esa combativa implicación pasa incluso a la estructura verbal, en su

aspecto morfológico, donde la tendencia neologizante martiana exhibe siem-pre un sesgoextrcmadamentedinámico. No es casual, así, su preferenciaporlos participios de presenteterminadosen dor (o en doro), de sugestiónmuchomás activa que los habitualesen ante y en ¡ente. Ni ha de causarnosextra-ñezasu acumulaciónen estePrólogo; y obsérveseque, de los muy abundantesqueen seguida enumeramos,algunosson muy poco comunesy aunverdaderascreacionesneológicas: e,vtudiador. gemidor, sentidor. ignorador, preguntadora,braceador, batallador, aquietadora, reveladora, veedor, rugidora, arrolladora,perdonador, cautivador, odiador.

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tiva (la cual anunciaya el temade la trascendencia,al quenos vamosacercando)más que de una incontrovertible verdad confirmada porla razón. Así brotan, en general, las más rotundasafirmacionesdeMartí; porque su pensamiento,como tan bien ha visto JorgeMañach,«se afana siemprepor intuir lo radical, la unidad profunda en quetoda experienciay conocimientose resuelven,y esasintuicionesmar-tianas no se dan nunca sustanciadasy razonadas,sino sólo declaradascon vehementecertidumbre»36, No son intuiciones gratuitas,sin em-bargo, estas vehementescertidumbres, sino chispazoshacia la verdadque surgenen virtud de un mecanismopor demásexistencial.

Uno de los más frecuentesargumentosquepor cierto se oponenalas especulacionesde los existencialistases señalarcómo en una filo-sofía tan subjetivase tienen por fuerzaque filtrar las vivenciasestric-tamentepersonalesde cadapensador,con el riesgo de arribar a con-clusiones equívocas por el mismo extremoso subjetivismo que lasacompaña.En estePrólogo de Martí, y sin que en su caso podamosdenunciartal hecho como una quiebra en la objetividad general desus análisis, hay varios instantesen que subrepticiamenteafloran datosde la concretasituaciónexistencialdcl autor en los momentosque loescribe. Hacia 1882 no tiene aquél aún encauzadolo que Ortega yGassetllamaríasu «programavital», que no fue otro que el de dedi-car toda su voluntad, tiempo y capacidada la lucha por la indepen-denciade su patria. La relación que,en la frase aforísticarecién ano-tada, estableceentre el dolor y la fe en la sobrevida,correspondería.en última instancia,a unaconstantede su pensamientopersonal.Masen otras dos ocasiones,por lo menos,le vemos cómo, sin poderevi-tarlo, relacionainquietudesy motivos existencialesa esesu circunstan-ciado sufrimiento quepor entoncesvive: el de no podermirar y sentirclaramentedelineadala dirección constructivade su vida. Los subra-yados,en los dos pasajesque en seguidareproducimos,son, y comosiempre, nuestros.Hablandode Bonalde,exiliado como él, y por lotanto padecedorde la análogapenaque el destierroprovoca por suinutilidad en quien lo apura,dice que «en el espíritu ¡[llevaba] la pun-zanteangustiade vivir sobradode fuerzassin empleo»(232). Y aunjustificará la absolutatrascendenciadel espíritu sobrela mismabase:«¿Quéha de ser el espíritu tierno y rebosante,que, falto de empleofructífero, se refugia en sí mismo y sale íntegro y no empleadode latierra?» (236). Biografía y meditación,vida y pensamiento,se sientenaquí secretamentearmonizadosen la palabra,como en generalpuede

Antología crítica, pág 466.

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y suele ocurrir en las más intimas conviccionesde los existencialistas.Mas antesde pasara esacertezadc lo trascendente,que ya nosronda,volvamossobre un cabo que aún hemos dejado todavíasuelto.

Mencionamosarriba, junto al dolor, otro de los móviles rectoresen el mundo martiano de valores: el amor. Y sobreéste, ya en susdimensionesmás universales,el Prólogo permite desglosarun após-trofe que pudiera volversesobreaquellos que,desfigurándole,preten-den aproximarle hoy a sistemase ideologías respecto a los cualesMartí abrigaraseverasdudas. De quien, puesto al frente de juventu-des, o de pueblos,hagade esanobilísima tarea un indigno resortedeoscuros mecanismos,exclama Martí: «¡Asesino alevoso, ingrato aDios y enemigode los hombres,es el que, so pretextode dirigir a lasgeneracionesnuevas,les enseñaun cúmulo aisladoy absolutode doc-trinas, y les predicaal oído, antes que la dulce plática del amor. elevangeliobárbarodel odio» (230). Siempre ha de salir, en su verbo,el amanterespetuosode la dignidad del hombre en toda la plenitudde su espíritu individual y único, Y no era inmotivado ese após-trofe, sino la culminación apasionadade esta otra máxima alerta-dora, que sólo le precedeun poco en el texto y la cual nuestraépo-ca ha desatendidotantas veces y siemprecon tristes resultados: «nila libertad política subsistemientras no se asegurela libertad espi-ritual». Si la dirección más activa del existencialismo,y es Sartrequien más insiste en ello, exige del escritor o intelectual el ineludibleejercicio de su responsabilidado compromiso como ser en el mundo,nuestro pensadorrespondetambién con la mayor pulcritud, en susteorizacionesy en su acción,a la más recta imagen del escritorcom-prometido. Sucede,sin embargo,y como para asegurarla actualidady universalidadde su pensamiento,que Martí, a más de la necesa-ria orientación social y política a que le apremiabansus contenidoshistóricos,no desatiendeen momentoalguno el compromiso primerocon la persona humana,cuya independenciade espíritu clara y re-petidamentedefenderá.

Todos estos últimos comentarioshan tenido que adelantar,porfuerza, Ja meta final hacia la que apuntapara Martí la existenciay, por ende, todo análisis sobre ella. Si el hombre es capazde sacarde sí su propia y magnífica tela, como tan pronto sostieneya en eltercerpárrafo, es porqueen esa tela «hade pasearluego el espacio».El tema de la trascendenciaestá anunciado así desde el comienzomismo del ensayo, aunque naturalmentelo llevará a más precisosdesarrollosal serle imperioso paliar el dolor de las limitaciones hu-manas,que ve en PérezBonaldey en su canto, con la energíade su

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vena esperanzaday su fe uhraterrestre.Las afinidades volverían air aquí en buscade aquellos pensadoresque, con proyeccioneses-pecíficamente religiosas o sin ellas (Kierkegaard, Jaspers,Marcel).descubrenen el existente un esfuerzotenaz y heroico por trascenderlas demarcacionesdel mundosensible,en un empeñodc i-ebasamientoo aperturade la existencia hacia sus propias posibilidades, haciaese ser más que le es intrínseco. Pudieran no interesar (dado quenuestro examen quiere producirse desde los fundamntos generalesy comúnmenteaceptadosde la filosofía existencial) las personalescreenciasde Martí en torno al sentido de la muerte y de la pos-vida; aunqueno nos será posible tampoco ignorarlas totalmente, ypor eso tendremosque darlesentradaun pocomás adelante.En prin-cipio, y haciendoahora una violenta exclusión de esas creencias,esJaspersa quien nos parecemás cercano el pensarde Martí cuando,como aquél, eleva lo inacabado a criterio último de la existenciahumana, que por ello mismo está urgiendo a su compleción en unmás allá posible, fuere o no alcanzablepor el hombre.

A la luz de estaurgencia no resultaráinsólito su convencimientode que «la imperfecciónde la lengua humanapara expresarcabal-mente los juicios, afectos y designiosdel hombrees una pruebaper-fecta y absolutade una existenciavenidera» (235-236). No es insó-lito, pues,si recordamosahoraquepara Kierkegaardera precisamentedel roce entre lo eterno y el lenguajede donde brota, como chis-pa, la paradoja existencial, esperamosque esta lectura despaciosadel Prólogo de Martí nos haya iluminado su hondo carácter para-dójico, por el que, como la existenciamisma, reclamaba su propiodesbordamiento.No más le faltaba consignarsin rodeos, y es lo quehace en la declaración anterior, la causa última y primera de esecarácterparadójico y de su única solución en la esperanzade unaverdad eterna que ya no lo fuere. Por lo demás, es una declara-ción fácilmente filiable (como lo era aquella otra en que, por eldolor, se asegurabatambién la vida trascendente)a esa categoríade certezas intuitivas y vivenciales que le hemos venido siguiendoatodo lo largo de su escrito.

No es posible tampoco reproducir ahora todas las ocasionesenque va refrendandoesa inconmovible fe suya en la trascendencia.Y no lo es, puesen la prácticaesta fe va humedeciendoy haciendopalpitar cada una de sus afirmaciones. Un momento, sí, se nos haceindispensablede citar, ya que su riqueza expresiva, por la maneraen que allí se convocan los más sugestivossímbolos martianos dealtitud, le da un valor paradigmáticode csta certidumbretrascenden-

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tal en que jamás vacila. Helo aquí: «No hay occidente para elespíritu del hombre;no hay más que norte, coronadode luz. La mon-taña acaba en pico, en cresta la ola empinadaque la tempestadarremolina, y en cima ha de acabar la vida humana» (229). En loque, dentro de su concepción,nos esperatras esta cima, sí ya nues-tra Martí un desnivel con el general pensamientoexistencialista,in-cluido el de matiz delinidamentereligioso.

Y es que, bien se invoque ese traspasamientocomo un colocarseante la presenciade un Dios concebido según el sentimiento cristia-no occidental (Kierkegaard,Marcel), o ya se lo intuya (tal en Jaspers)como un salto a la quietud de la fe, esteser último y definitivo conque la muerte redondeay corona nuestraexistenciaes siempre vis-lumbradoen términos de sosiego,inamovilidad, permanencia.Sin em-bargo, otro es el sentido que le otorga Martí. Cuandoal final de suensayoviene a conformarel alma «algún momentoabatiday azorada»del poeta venezolano, le prodiga otra serie de esas firmezas suyas,siempreen concisiónaforística,y las cualesno dejannuncade ruen-cionarseen los estudiossobresu conceptode la muerte ni estánau-sentesen los sumariosde sus ideas sobre este trascendentalmotivo.Así le dirá, y estamosya en las páginasfinales, que la última miradade los moribundos«es una cita y no una despedida»(236) y que«la tumba es vía y no término»; rechazarála imagen de una vidacumplidaen sí mismaporqueéstaequivaldríaa «un jugueteabomina-ble de un loco maligno» y a «una invención repugnantey bárbara»;pero, sobre todo, se complaceráen definir a la muertecomo «júbilo,reanudamiento,tarea nueva», lo que nos obliga a una particularatenciónsobreesteúltimo punto.

No es ésteel lugar de puntualizar,puestoque ademásno escaseanindicacionessobre ello, las profundascoincidenciasde Martí con elsentimientoreligioso oriental (adelantándoseen esto también a nues-tro siglo, que de la época modernista en general recibe esa inclina-ción) que están presentesen estasadvertencias.Pero tanto del orien-talismo religioso como del moderno pensamientoexistencialdc signotrascendente,le separala naturalezaen extremoactiva de que suponepor siempredotadaal alma. Para decirlo en expresión acertadadeManuel PedroGonzález, se trata, en Martí, de un alma eternamente«bregandopor el bien» ~. Ni el plácido nirvana con que el Orientepremiaal hombre bueno,ni el paraísoque en recompensaprometeel

“ MzNuu. PEDRO GONZÁLEZ: «Introducción» a su edición del Epistolario(Antología), de José Martí <Madrid: Gredos, 1973), pág. 32.

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cristianismo,ni la quietud en la plenitud del ser que propone las-pers, seránnuncael reino a conquistar,o a disfrutar, por el alma hu-mana,destinadasiemprea la alegría de un reanudamientoy una tareanueva tras la muerte. Es como si la candentee inexorable improntamoral de su pensamientodieseforma tambiéna las más espirituales,por trascendentes,figuracionesde esa Visión Secretaque el hombrelleva, junto a la intranquilidad y la Vaga Esperanza,dentro de sí.

Por ello, si quisiéramosaplicar ahoraa la dialéctica espiritualistamartiana el esquemaelevacional de Kierkegaard,con sus saltos dela esferaestética(contemplacióngozosade la belleza, y pocoscomoel cubano sintieron y dieron cuenta de ese goce), a la esferaética(dominadapor la voluntad de acción y la obligatoriedaddel deber,y recuérdeseque él mismo nos habló de la religión sencilla y purí-sima que hay en todo deber), y de éstaa la última o religiosa (triun-fo de la fe y pasióndel más allá), encontraríamosque Martí las re-corre y atraviesatodas,y que da los saltosespiritualesy trascendentesdebidos. Mas, en giro que es ya suyo, y personal, y único, parececomo si infundiese a este último nivel, el religioso, aquella voliciónática soberanaque fue el pulso férreo de todossus actosy palabras,confundiéndolosen un solo y supremoestadio donde lo moral y lotrascendenteson ya una e indestructibleunidad. Tal será, en el finde nuestro recorrido, el signo culminante y definitivo hacia el quedesde un principio nos dirigíamos en esta aproximación existencialque a su pensamiento,a travésde este«Prólogo al Poemadel Nió-gata», hemosintentado.

FINAL: UNAS BREVES DERIVACIONES POÉTICAS

Mucho más, sin embargo,arrojaría. Se ha quedado,apenassintocar, su no menosprofética visión de la poesía;pero es un aspectoque no ha pasadoinadvertido para quienesmás profundamentehanpenetradoen su espíritu (lo que nos exime, tanto como por razonestemáticasy de espacio, a incluirlo en estos comentarios>>~. En este

“ Muy luminosas pistas hacia ese otro estudio que está por hacer, el de

JoséMartí comopuerta de entradaal pensamientopoético contemporáneo,noshan sido dadas por Cintio Vítier y Fina GarcíaMarruz en su libro, tantasveces citado, Temas martianos. Fértiles hallazgos, en este particular sentido,

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ensayohabla Martí de la vida, pero movido a ello por la poesía:fue un poemalo que le llevó a meditarsobrela épocaque aquelpoemarepresentaba.Y uniendoambas,vida y poesía,corno lo hizo él mismoen su trabajo literario, lo que arma, derivandouna teoríaestéticadesus reflexiones sobreel vivir, es todo un programade poesíaexisten-cial, de poesíade la existencia,que desborda(vitalizándolo a su vez)el modernismo para venir a encontrarsu más plena realización enlos poetas menos nerviosos, pero más lúcidamente angustiadosdenuestro siglo. Colofón de eseprograma,resumende las ideas poéti-cas martianasque andanen su Prólogo dispersasa efectosde su cá-lido fragmentarismo,habrian de ser unas líneasconcisasy henchidas,bullentes y dinámicas como el sujeto mismo —la vida— que enellas se proponey exalta. Colocadasestán en el centro exacto de suno astigmática (si paradójica por existencial, dígase por última vezsin temor a repetirnos)contemplacióndel desequilibrio,para el poeta,entre la «suspensavida histórica»y su atormentadafaenapersonaldebuscadoranhelosode sus propias alas rotas.Por el feliz modo comoen estadefinición integraMartí los dos impulsos que guiaron aquí supluma, observar la vida en su inmediatez dramática y orientar lapoesíanuevapor caminosque reflejen con fidelidad esedrama,trans-cribimos aquí el pasajeal que vamos aludiendo,y con él cerramoses-tos ya extensosy a un tiempo incompletosapuntes:

La vida personaldudadora,alarmada,preguntadora,inquie-ta, luzbélica; la vida íntima febril, no bien enquiciada,pujante,clamorosa,ha venido a ser el asunto principal y, con la natura-leza, el único asuntolegítimo de la poesíamoderna.

puedeneneontrarseen los siguientesensayos,todos allí incluidos: «Martí fu-turo» (de Vítier); y «El escritor»,«La prosa poemáticade Martí» y «tos ver-sos de Martí» (de García Marruz). Un sentido similar llevnr, respectoa la po-sición de Darío frente a la poesíamoderna, las intuiciones y vigencias queJuan Larrea descubre en la obra del gran niearagtien5e; sobre este puntopuede leerse con provecho el ensayo de Larrea «El Surrealismoentre Viejoy Nuevo Mundo», de 1944, que recogió despuésen su libro Del surrealismo aMachupiceha (México: Joaquín Mortiz, 1967). Es de creer que sobre estoscaminos del espiritu deberánandar los más legítimos empeñospor demostrar]a modernidad en aquellos modernistasque a esta prioridad tengan derechos(Martí y Darío indudablemente);lo cual será siempre más sugestivo, por loque tiene de flecha hendida hacia el futuro, que la empresaopuesta(y en cier-to modo innecesaria,pues ningún estilo muere en sí mismo) de rastrearlashuellas estilisticas del modernismoen la literatura posterior.

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El verificar cómo se ha cumplido su vaticinio no es sino asistir.del mismo modoque en tantasintuiciones más de su pensamiento.ala corroboraciónde esafuturidad unánimementereconocidade Martí.Futuridad que, en otros aspectos,y más lamentablementeque porsuerte,es todavíasólo unapromesay unaesperanza.

JosÉOnvio JIMÉNEZ

Hunter CollegeCity University of New-York (EE. UU.)