José Luis Caravias, sj. Novena al Señor

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1 José L. Caravias sj Novena al Señor… Muy de corazón apruebo la Novena al Señor de los Milagros, compuesta por el Rvdo. Padre José Luis Caravias, S.J., párroco de San Juan, con la seguridad de que siguiendo fielmente a Cristo, "CAMINO, VERDAD Y VIDA", llegaremos con su Gracia al compromiso real y definido de vivir a plenitud nuestra fe cristiana. Con mis pastorales bendiciones, Ernesto Álvarez Arzobispo de Cuenca Cuenca (Ecuador), junio 9 de 1977, fiesta del Corpus Christi. Esta novena la redacté hace muchos años siendo párroco de un pueblito indígena quichua parlante llamado San Juan de Gualaceo, en el Azuay, Ecuador. El patrono del pueblo es “El Señor de los Milagros”, al que le tienen mucha devoción en el sur ecuatoriano. En el 2013 se me ha ocurrido editarla digitalmente –entonces ni existían las computadoras- pensando que se puede adaptar a la devoción popular de cualquier imagen de Cristo. Ojalá a algunos le pueda ser útil. Por supuesto que pueden y deben adaptarla a las necesidades locales actuales… Índice Canto de entrada Oración para todos los días Primer día: Nacimiento del Señor Segundo día: La Sagrada Familia Tercer día: El Señor compartió nuestros trabajos y nuestros sufrimientos Cuarto día: El Señor bendice a los pobres. Quinto día: El Señor viene a liberamos. Sexto día: El Señor manda que nos amemos entre todos Séptimo día: El Señor murió por nosotros. Octavo día: El Señor venció a la muerte. Noveno día: El Señor vive siempre en medio de nosotros Oración final Canto de salida

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José L. Caravias sj

Novena al Señor…

Muy de corazón apruebo la Novena al Señor de los Milagros, compuesta

por el Rvdo. Padre José Luis Caravias, S.J., párroco de San Juan, con la seguridad de que siguiendo fielmente a Cristo, "CAMINO, VERDAD Y VIDA", llegaremos con su Gracia al compromiso real y definido de vivir a plenitud nuestra fe cristiana.

Con mis pastorales bendiciones, Ernesto Álvarez Arzobispo de Cuenca

Cuenca (Ecuador), junio 9 de 1977, fiesta del Corpus Christi. Esta novena la redacté hace muchos años siendo párroco de un pueblito indígena quichua parlante llamado San Juan de Gualaceo, en el Azuay, Ecuador. El patrono del pueblo es “El Señor de los Milagros”, al que le tienen mucha devoción en el sur ecuatoriano. En el 2013 se me ha ocurrido editarla digitalmente –entonces ni existían las computadoras- pensando que se puede adaptar a la devoción popular de cualquier imagen de Cristo. Ojalá a algunos le pueda ser útil. Por supuesto que pueden y deben adaptarla a las necesidades locales actuales…

Índice Canto de entrada Oración para todos los días Primer día: Nacimiento del Señor Segundo día: La Sagrada Familia Tercer día: El Señor compartió nuestros trabajos y nuestros sufrimientos Cuarto día: El Señor bendice a los pobres. Quinto día: El Señor viene a liberamos. Sexto día: El Señor manda que nos amemos entre todos Séptimo día: El Señor murió por nosotros. Octavo día: El Señor venció a la muerte. Noveno día: El Señor vive siempre en medio de nosotros Oración final Canto de salida

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Todo lo tengo al presente por pérdida en comparación de la gran ventaja de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por su amor acepté perderlo todo y lo considero como basura con tal de poder ganar a Cristo y encontrarme con Él. (San Pablo a los Filipenses, 3. 8-9) “Bien orientada, la religiosidad popular puede ser cada vez más para nuestro pueblo un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo” Pablo VI

CANTO DE ENTRADA PARA TODOS LOS DÍAS

Desde los pueblos y ciudades, vamos hacia Ti Desde los valles y las montañas, vamos… Desde las chozas y las casas, vamos… Desde las fábricas y oficinas, vamos… Ciudad celeste, tierra del Señor, gloria a ti, Iglesia santa, patria de la cristiandad, que algún día en tu recinto consigamos la unidad. Todos unidos a los pastores, vamos hacia Ti Todos unidos en una fe, vamos… Todos armados de fortaleza, vamos… Todos ardientes de caridad, vamos… Llenos de angustias y de esperanzas, vamos… Llenos de penas y de alegrías, vamos… Llenos de gracias y de flaquezas, vamos… Llenos de bienes y necesidades, vamos…

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS Queremos encontrarnos contigo, Señor. Vamos en tu búsqueda, como peregrinos perdidos en el camino, pero deseando siempre encontrarnos de veras contigo. Nuestro camino no debe quedarse estancado en las diversas imágenes que te representan, sean del nombre que sean. Queremos de veras llegar a Ti en persona, Señor. Tenemos hambre de Ti, del Cristo verdadero, dulce y exigente a la vez, Hombre-Dios, Camino, Verdad y Vida. Queremos conocer tu Mensaje y la fuerza de tu Amor, capaces de transformar el mundo. Enséñanos a conocerte más y mejor a través de la Sagrada Biblia. Enséñanos también a verte presente en los acontecimientos de la vida, en cualquier necesitado del mundo y en todo hombre de buena voluntad. Tu conocimiento y tu amor, Jesús, nos impulsarán, como fuerza arrolladora, a comprometernos por los demás, hasta las últimas consecuencias. Conocerte y amarte, Señor, será lo más grande que podamos hacer en nuestra vida. En Ti se apoyan todas nuestras esperanzas.

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PRIMER DÍA

NACIMIENTO DEL SEÑOR Oración para todos los días (Página 2) LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

Cuando estaban en Belén le llegó el día en que María debía tener su hijo. Y dio a ·luz a su primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en una pesebrera, porque no había lugar para ellos en la posada.

En la región había pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus rebaños. El ángel del Señor se les apareció, y los rodeó de claridad la gloria del Señor, y todo esto les produjo un miedo enorme.

Pero el ángel les dijo: "No teman porque yo vengo a anunciarles una Buena Nueva, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy nació para ustedes un Salvador que es Cristo Señor. En esto lo conocerán: hallarán a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en una pesebrera". De pronto aparecieron otros ángeles, y todos alababan a Dios, 'diciendo: "Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra, gracia y paz a los hombres".

Después que los ángeles volvieron al cielo, los pastores comenzaron a decirse unos a otros: "Vamos, pues, a Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos dio a conocer".

Fueron apresuradamente y hallaron a María y a José y al recién nacido acostado en la pesebrera. Entonces contaron lo que los ángeles les habían dicho de este niño, y todos se maravillaron de lo que decían los pastores. María, por su parte, observaba cuidadosamente todos estos acontecimientos y los guardaba en su corazón. (San Lucas 2, 6 19).

Reunión comunitaria

(Estas preguntas son para resolverlas en grupos de amigos o dentro de la propia familia. Se trata de hablar juntos sobre el Mensaje que nos dio la lectura de la Palabra de Dios).

1.- ¿Por qué quiso el Señor nacer pobremente? 2.- ¿Por qué el nacimiento del Señor es motivo de alegría para todos los hombres? 3.- A ejemplo de los pastores, ¿Cómo debemos nosotros celebrar el nacimiento del

Niño? Reflexión sobre la Palabra de Dios

Jesús no se presentó en la. Historia como un gran señor que desde las alturas de su comodidad manda a todo el mundo lo que tiene que hacer. El bajó al barro de la vida, se hizo pequeño y conoció en carne propia lo que es el sufrimiento humano.

Según un dicho popular "el amor hace iguales". Por eso el amor grandioso e increíble de Dios hacia los hombres le hizo compartir en todo la vida del pueblo sencillo.

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La madre de Jesús, María, era una chica de pueblo, buena y sencilla, de corazón grande y con una inmensa fe en Dios. Su padre adoptivo era el carpintero del pueblo. Y El, como hijo de gente pobre, muy pronto, desde el nacimiento, conoce lo que son las privaciones de los pobres. Comienza por no tener ni dónde nacer. Sus padres tenían una casita, pero "por órdenes superiores" de las autoridades de su tiempo no tuvieron más remedio que hacer un largo viaje para "arreglar sus papeles". Habían mandado hacer un censo, y cada persona tenía que ir a anotarse al pueblo de origen de su familia. Y así, aunque María estaba por dar a luz, cerraron su casita de Nazaret, y se pusieron tres días en camino hasta llegar a Belén, el pueblo de sus antepasados.

Entre sus paisanos no encuentran parientes que los reciban. Ni tampoco hay lugar para ellos en la posada pública, lo mismo que en tantos sitios no hay alojamiento para los pobres que no tienen con qué pagar. Los padres del Jesús no tuvieron más remedio que ir a refugiarse en una cueva, donde alguien guardaba sus animales. Y allá, en una pesebrera, nace nuestro Señor. Su primera cuna es un comedero de animales. ¡Qué bajo bajó el Señor! El amor le hizo compartir el nacimiento de los más pobres del mundo.

Por eso quiso que los ángeles anunciaran su nacimiento en primer lugar a los pobres. Un ángel se apareció a unos pastores que cuidaban ovejas aquella noche fría. Los pastores al comienzo se asustaron, pero el ángel los tranquiliza diciéndoles que no tengan miedo porque les trae una Buena Noticia que será motivo de alegría para todo el pueblo: "¡Ha nacido el Señor, nuestro Salvador!"

El Niño-Dios viene a compartir nuestras penas y a ayudarnos a salir de ellas. Viene a sanarnos de nuestro egoísmo. A enseñarnos a vivir como hermanos. A alimentarnos de su Vida, que es una vida de amor, de ayuda comunitaria y de comprensión. El Niño-Dios viene a perdonar nuestros pecados, a enseñarnos a ser mejores y a ganarnos nuestra entrada en la eternidad.

Este Niño que nace, al que nos gusta ofrecerle Misas en Navidad, es el mismo que años más tarde ofrece su vida por nosotros en la cruz. El Niño-Dios y el Señor de los Milagros, de la Buena Esperanza o del Gran Poder, son una misma persona. Una imagen representa al Señor cuando era pequeño, y la otra cuando era todo un hombre.

El Señor quiso nacer como todos los hombres para hacerse hermano nuestro. Y eso es un gran honor para todos. Ante El todos somos iguales. Para Dios no vale más una raza que otra: indígenas, mestizos o blancos, todos somos iguales a los ojos de Dios. Nadie que tenga fe en el Señor debe sentirse despreciado por el color de su piel. Todos somos hermanos en nuestro Señor Jesucristo.

El nacimiento de Jesús tiene que llenarnos de alegría a los hombres. Después de su venida ya puede germinar en nuestro corazón la esperanza. Ya no estamos abandonados, ni lo estaremos nunca más. Si Dios viene a estar con nosotros, ¿quién podrá estar en contra nuestra? Si es Dios el que viene a salvarnos, ¿quién podrá condenarnos? La fe en el Niño tiene que arrancar de nuestro corazón las raíces del miedo. Que nadie vuelva a pensar que el Niñito se puede poner bravo y es castigador. El Niño-Dios, nuestro Señor, es siempre amor y bondad. Y toda la confianza que pongamos en Él será poca.

Canto A Belén se va y se viene por caminos de alegría;

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y Dios nace en cada hombre que se entrega a los demás. A Belén se va y se viene por caminos de justicia y en Belén nacen los hombres cuando aprenden a esperar. ·1. Lo esperaban como rico y habitó entre la pobreza;

lo esperaban poderoso y un pesebre fue su hogar; lo esperaban un guerrero y fue paz toda su guerra; lo esperaban rey de reyes y servir fue su reinar.

2. Lo esperaban sometido y quebró toda soberbia; denunció las opresiones, predicó la libertad; lo esperaban silencioso: su palabra fue la puerta por donde entran los que gritan con su vida la verdad.

Oración del día Gracias, Padre Dios, porque tanto amaste al mundo que nos entregaste a tu Hijo único. Bendito seas, Señor Dios nuestro, porque has visitado y liberado a tu pueblo, dándonos un Salvador, para que te sirvamos sin temor todos los días de nuestra vida. Bendito seas, Señor Dios nuestro, porque has manifestado tu tierna compasión para con nosotros, enviándonos al Sol naciente, Cristo Jesús, para iluminar a los que estamos en tinieblas y para guiar nuestros pasos por los caminos de la paz. El nacimiento del Señor es la Gran Noticia que es motivo de mucha alegría para todos. Que te dejemos nacer en nosotros, Jesús, para que tu amor pueda crecer y dar fruto en nuestros corazones. Que así sea. Propósito

Hacer un servicio con cariño a los hijos, hermanos o algunos niños pequeños, pensando que en ellos está presente Jesús. Oración final y canto (Pág. 30).

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SEGUNDO DÍA

LA SAGRADA FAMILIA Oración para todos los días (Página 2) LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

Una vez que cumplieron todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. Y el Niño crecía, se desarrollaba y se hacía cada día más sabio. Y la gracia de Dios estaba con Él.

Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua, y cuando cumplió doce años fue también con ellos para cumplir con este precepto. Al terminar los días de la fiesta, mientras ellos regresaban, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo notaran. Creyendo que se hallaba en el grupo de los que partían, caminaron todo un dia, y después se pusieron a buscarlo entre todos sus parientes y conocidos. Pero como no lo hallaron, prosiguiendo su búsqueda, volvieron a Jerusalén.

Después de tres días lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los maestros de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían quedaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas. Al encontrarlo, se emocionaron mucho y su madre le dijo: "Hijo, ¿por qué te has portado así? Tu padre y yo te buscábamos muy preocupados". El les contestó: "¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que tengo que preocuparme de los asuntos de mi Padre?".

Pero ellos no comprendieron lo que les acababa de decir. Volvió con ellos a Nazaret, donde vivió obedeciéndoles. Su madre guardaba fielmente en su corazón todos estos recuerdos.

Mientras tanto, Jesús crecía y se iba haciendo hombre hecho y derecho, tanto para Dios como para los hombres. (San Lucas 2, 39-52). Reunión comunitaria 1.- ¿Cómo nos parece que sería la vida familiar de Jesús, María y José?

Poner algunos ejemplos. 2.- ¿Por qué dijo Jesús que tenía que obedecer a Dios antes que a sus padres? ¿Puede

suceder también eso en nuestra propia familia? ¿Cuándo? 3.- ¿En qué debe mejorar nuestra familia para parecernos un poco siquiera a la

Sagrada Familia? Reflexión sobre la Palabra de Dios

La vida en familia de Jesús, José y María no se diferenciaba mucho en la parte exterior de la de cualquier otra buena familia pobre. Se seguía el ritmo normal del trabaja, José en su carpintería y María en sus quehaceres domésticos. Vida sencilla y sana, con sus alegrías y sus penas.

En los primeros años vivieron en un país extranjero. A poco tiempo de nacer Jesús, se enteraron sus padres que el rey Herodes buscaba al Niño para matarlo. Después de la visita de los magos tuvo el rey miedo de que aquel Niño pudiera un día quitarle su trono. Así fue como el Señor, todavía pequeño, se ausentó de su tierra,

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emigrante a la fuerza. Allá, en Egipto, sus padres tendrían la gran alegría de ver a Jesús comenzar a

hablar sus primeras palabras y dar sus primeros pasos, aquellas palabras y aquellos pasos que más tarde serían la imagen viva del amor de Papá Dios.

Seguramente buscaron un barrio para vivir donde hubiera compatriotas suyos. En los primeros meses a José le costaría encontrar un trabajito con el que poder alimentar a su familia. El Niño sufriría, pues, las necesidades de todos los forasteros pobres.

Un tiempo más tarde, una vez que supieron que había muerto Herodes, volvieron los tres a su país, al pueblo de donde eran sus padres: Nazaret. Allá el Niño creció y se desarrolló cada vez más, siendo la alegría de sus padres y de todo el vecindario.

Jesús era un niño normal, alegre y juguetón, como todos los niños. Iría a la escuela cuando llegó a la edad de ello: así Él, que es la Sabiduría, hizo el esfuerzo de aprender, para parecerse a tantos niños que se esfuerzan por aprender las primeras letras.

Dice el Evangelio que Jesús vivía obedeciendo a sus padres. Sería un hijo cariñoso con sus papás, pendientes de sus deseos para cumplirlos enseguida. Podemos pensarle yendo a la vertiente en busca de agua para su madre o recogiendo hierba para los animalitos domésticos. El, que es el Señor de la creación, se sometió a sus padres en todo. Así dio ejemplo a los hijos.

Pero en una ocasión, como acabamos de leer en el Evangelio, Jesús se quedó en el Templo, sin permiso de sus padres, para orar, escuchar y preguntar cosas a los sacerdotes de entonces. Tanto le interesaban las cosas de Dios, que se quedó a escuchar y dialogar sobre todo ello. Se sintió tan atraído por las cosas de su Padre Dios, que hasta se olvidó de sus padres terrenos. Pero en su juventud nunca más volvió a comportarse así. Desde entonces volvió a estar en todo sujeto a sus padres.

Ya de jovencito comenzaría a ayudarle a José en las tareas del taller de carpintería. Y más tarde, muerto José, tuvo que trabajar para alimentar a su mamita.

José y María vivieron dedicados siempre a la educación de su Hijo. Le enseñaron a rezar, a conocer la Santa Biblia y a ser buen ciudadano en todo. Le enseñaron a obedecer, pero siempre guardando el debido respeto a su hijo. Educar no es imponer a la fuerza las ideas y los gustos de los padres. Ellos respetaban el modo de ser y la misión que tenía que cumplir su Hijo. No eran padres que acaparan al hijo para sí mismos; ellos supieron educarlo para que fuera capaz de entregarse al servicio del prójimo. Nosotros también tenemos que educar a nuestros hijos para que no sean egoístas, sino servidores del bien común,

Pensemos a la luz del ejemplo de la Sagrada Familia cómo marcha nuestra propia familia. ¿Somos los padres modelo para nuestros hijos? ¿Sabemos educar y respetarlos? ¿Sabemos los hijos obedecer, pero sin apartarnos de cumplir nuestra misión de hijos de Dios?

Que el Niño-Dios, María su Madre y San José nos enseñen la difícil lección de formar una verdadera familia cristiana.

Canto ¡Qué lindo es vivir para amar! ¡Qué grande es tener para dar!

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Dar alegría, felicidad, darse uno mismo, eso es amar. Amar es entregarse olvidándose de sí, buscando lo que a otro pueda hacer feliz. Amar como a sí mismo, entregarse a los demás; así no habrá egoísmos, que no pueda superar. Oración del día Queremos pedirles, José y María, que nos enseñen a ser buenos esposos y

buenos padres de familia. Que sepamos querernos y querer a nuestros hijos como ustedes se querían y

querían a Jesús. Enséñennos a observar los gustos y las cualidades de los hijos

de modo que sepamos cultivar en ellos todas las buenas semillas que Dios les dio.

Enséñennos a quererlos, respetándolos, a hacer crecer en sus corazones la fe en Jesús,

a educar en ellos el sentido del servicio a los demás. Niño-Dios, Señor nuestro, enséñanos a ser buenos hijos,

a obedecer y respetar siempre a nuestros padres, a cuidarlos con cariño cuando ya son mayores.

Que nuestras familias sean unidas, se quieran y se respeten siempre, en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad.

Que Jesús, José y María estén siempre presentes en nuestros hogares. Amén. Propósito

Hacer una reunión de familia, en la que todos puedan dar su opinión sobre la marcha del hogar y cómo resolver los problemas que tenemos entre nosotros. Oración final y canto (Pág. 30).

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TERCER DÍA

EL SEÑOR COMPARTIÓ NUESTROS TRABAJOS

Y NUESTROS SUFRIMIENTOS Oración para todos los días (Página 2) LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

"Porque todos los hombres comparten una misma naturaleza de carne y sangre, Jesús también tuvo que hacerse, como ellos, carne y sangre…

Pues no venía a ayudar a los ángeles, sino a la raza de Abraham. Por eso tuvo que hacerse en todo semejante a sus hermanos para llegar a ser el Sumo Sacerdote que pide por ellos el perdón, siendo a la vez compasivo y fiel en el servicio de Dios. El mismo ha sido probado por medio del sufrimiento; por eso es capaz de venir en ayuda de los que están sometidos a la prueba...

Jesús, Hijo de Dios..., nuestro Sumo Sacerdote, no se queda indiferente ante nuestras debilidades, ya que Él mismo fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado.

Por tanto, acerquémonos con confianza a Dios, que nos tiene reservada su bondad; ahí nos esperan su misericordia y su gracia y se nos dará la ayuda que necesitamos". (Carta a los Hebreos 2,14-18; 4,14-16).

Reunión comunitaria 1.- ¿En qué sufrimientos se quiso parecer el Señor a nosotros? Enumerarlos. 2.- ¿Fue el Señor un trabajador manual? ¿En qué trabajó? 3. - ¿Por qué debemos acercarnos con confianza al Señor? Reflexión sobre la Palabra de Dios

Decíamos que el Señor, por amor a nosotros, quiso compartir nuestros trabajos y sufrimientos, y así se hizo en todo semejante a sus hermanos.

Por eso quiso nacer pobremente, en medio de una familia pobre. Pronto quiso soportar otro dolor humano que tienen que sufrir muchas

personas: el dolor de los emigrantes. Jesús tuvo que huir apresuradamente al extranjero porque Herodes lo quería matar. Así compartió la prueba de la persecución política y el destierro. Y el dolor de todos los que por diversas causas se ven obligados a emigrar, lejos de los suyos, sus costumbres y quizás su idioma.

Una vez muerto Herodes, sus padres le llevaron a Nazaret, donde vivió hasta llegar aproximadamente hasta los treinta años. Pronto sus manos sintieron el mordisco del trabajo. En los últimos años, muerto José, tuvo que hacerse cargo de su madre viuda.

¿En qué trabajó el Señor? Los de Nazaret le llamaban sencillamente "el carpintero". Un carpintero de pueblo es un hombre habilidoso que sirve para todo. Es al que se le llama cuando algo se ha roto en casa o cuando se necesita un favor especial. Jesús estaría verdaderamente al servicio de todo el que necesitase de Él. Igual trabajaría con el hacha o con el serrucho. Entendería de albañilería, pues habla de cómo se construye una casa. Y seguramente trabajó muchas veces de campesino, pues el pueblito era campesino. Conocía bien los problemas de la

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siembra y la cosecha. Aprendería por propia experiencia lo que es salir en busca de trabajo, cuando las malas épocas dejaban su carpintería vacía.

El habla de los desocupados que esperan en la plaza del pueblo sentados a que un patrón venga a contratarlos.

Puesto que el pastoreo es uno de los principales trabajos de la región, seguramente el Señor fue también pastor. En su forma de hablar demuestra que conoce bien la vida de los pastores. Y le gusta llamarse a sí mismo "el Buen Pastor".

Su forma de hablar es siempre la del pueblo: sencillo, claro, directo, siempre a partir de casos concretos. Su porte exterior era el de un hombre trabajador, con manos callosas y cara curtida por el trabajo y la austeridad de vida. Supo lo que es el hambre, la sed, el cansancio, la vida insegura y sin techo.

Sufrió las mismas pruebas que nosotras, las mismas tentaciones, los mismos problemas, las mismas angustias.

El Señor supo también por propia experiencia lo que es el miedo: Algunas veces se sintió turbado interiormente. Sintió pánico ante la muerte, hasta el grado de sudar sangre. Pero habiendo sentido el mismo miedo al compromiso que nosotros, Él no dio jamás un paso atrás. Siempre se mantuvo fiel a la voluntad de su Taitiko Dios.

Hay un dolor especial que sienten con frecuencia los pobres en su corazón: el desprecio por ser pobres. Jesús también sintió este dolor. Pues los doctores de la Ley no creían en Él porque era un hombre sin estudios, procedente de una región de mala fama. La misma gente de su pueblo no creía tampoco en Él, porque pensaban que un compañero suyo, trabajador como ellos, no podía ser el Enviado de Dios. Sus propios parientes le tuvieron por loco, por no querer aprovecharse de su poder de hacer milagros. Hasta una multitud llega a pedir a gritos su muerte, prefiriendo a Barrabás, que estaba encarcelado por asesino.

En la cruz sufrió las burlas de la gente que pasaba, de los soldados, y aún de uno de los que eran ajusticiados con Él.

Procuremos hacer crecer cada vez más la fe en el amor que el Señor nos tiene, pues por amor se hizo en todo semejante a nosotros. Demostró su amor trabajando como nosotros y sufriendo como nosotros.

Si el Señor trabajó con sus manos es porque el trabajo manual no es ninguna deshonra, como piensan algunos. Al encallecer sus manos, hizo más dignas las manos de todo el que trabaja manualmente. Como hizo también más digno el sufrimiento padecido por amor a los demás.

Puesto que el Señor conoce por propia experiencia lo que es el trabaja y el sufrimiento, en todas nuestras penas debemos acercarnos a Él con entera confianza. Como dice la Biblia, Él es capaz de venir en ayuda de todos los que sufrimos. Canto El era un obrero; cada mañana despedía a su madre con un beso. Trabajaba todo el día; hombros anchos, manos fuertes. El amaba sobre todo la justicia, Y por eso lo mataron. El era muy pobre: nada tenía; predicaba su doctrina con su vida. Sus amigos eran pobres. iAy de los ricos!, gritaba. Despojó de sus tesoros a los ricos.

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Y por eso lo mataron. El amaba a todos: era muy bueno, los enfermos con sus manos eran curados. A los muertos les dio vida, acariciaba a los niños, dio a comer a su pueblo en el desierto, Y por eso lo mataron. El era hombre libre: nunca fue esclavo, conservó su libertad sobre la muerte. Su verdad nos hizo libres. Su amor nos hizo hermanos. Rescató la libertad para los hombres. Y por eso lo mataron. Oración del día Señor Jesús, gracias porque, siendo Dios, por amor a nosotros tomaste la condición de esclavo. Y te hiciste en todo igual a los demás hombres, como si fueras uno de nosotros. Señor Jesús, gracias porque, siendo rico, te hiciste pobre por nosotros. para enriquecernos con tu pobreza. Gracias, Señor, porque hiciste tuyas nuestras debilidades y cargaste con nuestros dolores. Gracias porque quisiste ser sometido a las mismas pruebas que nosotros. Tú sabes comprendernos, Señor. Por eso queremos acercarnos a Ti con entera confianza, pues siempre nos tienes reservada tu bondad. Sabemos que eres capaz de venir en ayuda de los que sufrimos cualquier prueba. Tú siempre eres compasivo y fiel. Gracias. Señor. Propósito

Hacer cada uno su trabajo ordinario con especial dedicación, pensando que el Señor también fue un trabajador. Oración final y canto. (Pág. 30)

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CUARTO DÍA

EL SEÑOR BENDICE A LOS POBRES Oración para todos los días (Pág. 2) LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

Jesús, al ver todo ese gentío, subió a un cerro. Ahí se sentó y sus discípulos se le acercaron. Comenzó a hablar, y les enseñaba así:

"Felices los pobre con espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Felices los que lloran, porque recibirán consuelo. Felices los pacíficos, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen hambre y sed de Justicia, porque serán satisfechos. Felices los compasivos, porque obtendrán misericordia. Felices los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de

Dios. Felices los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el

Reino de los Cielos. Dichosos ustedes cuando por causa mía los maldigan, los persigan y les levanten

toda clase de calumnias. Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo. Pues bien saben que así trataron a los profetas que hubo antes que ustedes". (San Mateo 5, 1-12) Reunión comunitaria. 1.- ¿Por qué el Señor dice que los pobres son felices? 2.- ¿Qué significa, según el Señor, tener hambre y sed de justicia? 3.- ¿Qué clase de mansedumbre y compasión bendice el Señor? 4.- ¿Qué diferencia hay entre la mansedumbre cristiana y el conformismo? Reflexión sobre la Palabra de Dios

Jesús decía: "Felices los pobres, los que lloran, los que sufren... ¿Qué quiere decir esto? ¿Por qué dice el Señor que los pobres son felices? ¿Es

que Él no conoció la miseria y la falta de felicidad de muchísima gente pobre? Intentemos reflexionar un poco sobre sus palabras. Según el espíritu general de la Biblia, la primera bienaventuranza podríamos

traducirla así al lenguaje de nuestro tiempo: Felices los pobres conscientes de su pobreza con espíritu de servicio, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

No todos los pobres son felices. No. Muchos son desgraciados, pues viven mal, y además con fuertes egoísmos y sin

esperanzas. Pero son felices los pobres que son conscientes de dos cosas: En primer lugar, de

su realidad y las causas de su miseria. Y en segundo lugar, del gran tesoro que tienen en su corazón para poder salir de su miseria y poder formar un pueblo de hermanos. Lo más valioso de este tesoro es precisamente su fe generosa y su esperanza en el Señor.

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Entre los pobres está la semilla de la verdadera hermandad. La mayoría de las veces esta semilla es pisoteada de forma que no puede germinar. Pero está ahí. Y en cuanto entra el arado en su conciencia y se prepara debidamente el terreno, la buena semilla crece y germina como no podíamos ni imaginar.

Felices, por consiguiente, los pobres, porque ellos son la gran esperanza para poder construir un mundo de hermanos.

Para entender bien la primera bienaventuranza, hay que entender bien el sentido de la cuarta: Felices los que tienen hambre y sed de Justicia.

Justicia en la Biblia quiere decir poner todas las cosas según el Plan de Dios. Y el Plan de Dios sobre los hombres es que seamos felices viviendo como hermanos.

Nadie puede tener más hambre y sed de justicia que los que sufren las injusticias del mundo. Esta hambre muchas veces está apagada por la resignación. Pero el Señor sólo bendice a los que sufriendo las injusticias, se desviven en luchar por la construcción de un mundo justo. El hambre y la sed son algo que no dejan tranquilo al que las sufre hasta que no se consigue darles gusto.

Son bienaventurados los que tienen tanta hambre de justicia que se largan sin miedo a combatir por ella, sin cansarse, ni desanimarse. Saben que ese combate es combate de Dios. Que por la justicia murió el Señor. Y que Él siempre está ayudándoles con la fuerza de su amor.

El Señor bendice a los que tienen compasión del prójimo y a los mansos. Pero no se trata de una compasión sentimental. Ni se refiere a los mansos tontitos, que se dejan manejar. El Señor está hablando de una compasión que nos lleva a sufrir junto con el que sufre, y a buscar las causas de los males que hacen sufrir, para arrancarlas de raíz, en la medida en que sea posible. El Señor habla también de la mansedumbre del que sabe buscar la justicia serenamente, dominando sus nervios, sin violencia, pero sin dar jamás un paso atrás. Es la mansedumbre de los que no conocen el miedo cuando se trata de hacer un bien al prójimo. La mansedumbre de los fuertes.

Felices los de corazón limpio. Los que no se dejan arrastrar por intereses personales o de grupitos. Los que no se esconden tras dobles intenciones o detrás de politiquerías. Los que saben hacer el bien sencillamente. Pues estas personas sabrán ver al Señor en el prójimo.

Felices los que trabajan por la paz, la paz cristiana, que es fruto de la justicia, y crece al abrigo de la fe en Dios, como Padre común de todos los hombres, que ha hecho la creación para que las disfruten todos sus hijos.

La última bienaventuranza del Señor anuncia persecución para todos los que se preocupen con honradez en llevar a la práctica las bienaventuranzas anteriores. Jesús no nos quiere engañar. El sabe muy bien que el que practica el bien con los demás encontrará en su camino la incomprensión de los perezosos y los ataques de los egoístas. Pero ser perseguido por hacer el bien es una nueva felicidad. El Señor Jesús será su recompensa.

Canto Bienaventurados seremos, Señor, seremos, Señor. Serán bienaventurados los pobres de la tierra. Serán bienaventurados porque tendrán el Cielo. Serán bienaventurados los que tienen alma sencilla.

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Serán bienaventurados: suya será la tierra. Serán bienaventurados los que lloran, los que sufren. Serán bienaventurados porque serán consolados. Serán bienaventurados los que tienen hambre de justicia. Serán bienaventurados porque serán saciados. Serán bienaventurados los que tienen misericordia. Serán bienaventurados porque serán perdonados. Serán bienaventurados porque tienen el alma limpia. Serán bienaventurados porque verán a Dios. Serán bienaventurados los que buscan siempre la paz. Serán bienaventurados, hijos serán de Dios. Serán bienaventurados los perseguidos por mi causa. Serán bienaventurados porque tendrán mi Reino. Oración del día Señor Jesús, enséñanos el camino de la verdadera felicidad. Danos la felicidad del desprendimiento,

de saber compartir todo lo nuestro con quien tenga necesidad de nuestra ayuda.

Enséñanos a vivir la mansedumbre cristiana, como fortaleza para mantenernos firmes en el bien.

Que el hambre y la sed de justicia enraícen en nuestros corazones de manera que nunca quedemos saciados en esta vida.

Concédenos la felicidad de llorar con el que llora y de sufrir con el que sufre.

Limpia, Señor, nuestro corazón para que te podamos ver en todos y en todo.

Haznos trabajadores incansables por la paz, de manera que podamos ser reconocidos como hijos tuyos.

Y que todo este nuestro compromiso se vea confirmado con la alegría en medio de la persecución.

Que así sea, Señor. Propósito

Desprendernos de alguna cosa a la que nos sentimos apegados y que puede ser útil a otra persona. Así aumentará un poquito nuestra pobreza de espíritu. Oración final y canto (Pág. 30).

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QUINTO DÍA

EL SEÑOR VIENE A LlBERARNOS DE TODA OPRESIÓN Oración para todos los días (Pág. 2) LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

El Señor fue a Nazaret, donde se había criado, y según acostumbraba entró el día sábado en la sinagoga. Cuando se levantó para hacer la lectura, le pasaron el libro del profeta Isaías. Desenrolló el libro y halló el pasaje en que se lee:

"El Espíritu del Señor está sobre mí, por el que me consagró. Me envió a traer la Buena Nueva a los pobres, a anunciar a los cautivos su liberación y a los ciegos que pronto van a ver. A despedir libres a los oprimidos y a proclamar el año de la gracia del Señor".

Jesús, entonces, enrolla el libro y lo devuelve al ayudante y se sienta. Todos los presentes tenían los ojos puestos en Él. Empezó a decirles: "Hoy se cumplen estas profecías que acaban de escuchar". Y mientras proseguía su discurso conmovedor, todos lo aprobaban.

Sin embargo se preguntaban extrañados: "No es éste el hijo de José?" Y Él les contestó: "Seguramente ustedes me van a recordar el dicho: Médico, sánate a ti mismo. Haz aquí, en tu tierra, lo que nos cuentan que hiciste en Cafarnaum".

Jesús añadió: "Ningún profeta es bien recibido en su patria"... Al oír estas palabras, todos en la sinagoga se indignaron. Se levantaron y lo

arrastraron fuera de la ciudad, llevándolo hasta un barranco del cerro en el que estaba construida la ciudad, para arrojarlo desde allí. Pero Él, pasando en medio de ellos, siguió su camino. (San Luces 4, 16-24 Y 28-30). Reunión comunitaria 1.- ¿De qué viene a liberarnos el Señor? 2.- ¿Qué es lo que quiere el Señor que vean los ciegos? 3.- ¿Por qué los paisanos de Jesús quisieron matarle? Reflexión sobre la Palabra de Dios

Como acabamos de leer, un día de fiesta Jesús se puso a leer en el templo de su pueblo un pasaje del profeta Isaías. Afirma que esas palabras se refieren a Él mismo. Pero los de su pueblo no lo creyeron. Lo tomaron por loco. Si a uno de nuestros pueblitos viene un doctor a hablarnos, es posible que vayamos a escucharle. Pero si un campesino habla a sus compañeros, normalmente nadie le hace caso. Lo mismo pasó con los paisanos de Jesús. Aquellos hasta quisieron matarle.

Pero Jesús lo único que había hecho era quererles explicar los pasos que hay que dar para llegar a poder vivir como hermanos de verdad.

Jamás los pobres podrán vivir como hermanos, si no les llega a su corazón la Feliz Noticia de que hay esperanzas de salir de su miseria. Apoyados en el Señor, tienen que escuchar, hablar y planear mucho sobre la ruptura de sus cadenas. Abrir sus ojos. Ver con claridad, a la luz del Plan de Dios, el camino a seguir. Cuando se repartan los bienes creados por Dios según las necesidades de cada uno, sólo entonces será

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posible hablar de un verdadero pueblo de hermanos. San Juan hablaba de nivelar los cerros. Jesús habla de soltar las cadenas.

Los dos dicen lo mismo, usando palabras del profeta Isaías. Sus enseñanzas se unen directamente a las enseñanzas de los profetas en el Antiguo Testamento.

¿En qué consiste esta Feliz Noticia de la libertad de los oprimidos, que dice el Señor que Él ha venido a traer? ¿Qué clase de libertad nos trae Cristo?

Los obispos latinoamericanos dicen que "Jesús viene a liberar a todos los hombres de todas las esclavitudes a que les tiene sujetos el pecado: la ignorancia, el hambre, la miseria y la opresión. En una palabra: la injusticia y el odio, que tienen su origen en el egoísmo humano" (Medellín. Justicia).

El Señor nos viene a liberar de cualquier clase de cadenas, de cualquier clase de ceguera, de toda clase de prisiones. Del egoísmo personal de cada uno y del egoísmo organizado de los poderosos.

Lo más importante es que el Señor vino a sacar la raíz de donde nacen todos los males del mundo: el egoísmo. Y a poner los cimientos del amor de hermanos, que haga posible la construcción de un mundo nuevo.

Cristo nos trae la libertad para que seamos libres de verdad. Nos llama para que disfrutemos de la libertad. Pero no para una libertad que sea un libertinaje, donde cada uno pueda hacer lo que le dé la gana, aunque sea en perjuicio de los demás. No para que tengamos la posibilidad de mordernos unos a otros. No para que nadie pueda abusar de su hermano. El Señor viene a libertarnos de las cadenas del egoísmo, para que nada pueda impedir que nos sirvamos los unos a los otros con un amor verdaderamente de hermanos. La libertad del respeto mutuo, de la comprensión, de la ayuda, del amor.

La libertad que nos trae el Señor vence al miedo, al respeto humano, a las malas costumbres, al fanatismo, a los rencores, al odio y a todo lo que impide que vivamos como hermanos.

La libertad del Señor es la libertad del amor. El siempre vivió la libertad del amor. Por eso pudo ser siempre el servidor de

todos. Su libertad interior le permitió sentir profundamente el dolor de los hombres y dedicar su vida a aliviar sus penas y a enseñarles el camino de la liberación hacia la hermandad.

Jesús vivió siempre para los demás. Su existencia estuvo totalmente orientada al servicio de los otros. El sirve a

Dios sirviendo a los hombres. Era una persona abierta a todos. A nadie cerraba su corazón. Su entrega era tan grande, que en esa medida nadie fuera de Dios puede entregarse. Es que Él es Dios. Pidámosle que nos contagiemos siquiera un poquito a su generosidad. Canto Sólo Tú, Señor, traerás a los hombres liberación; ven acá, oh Dios, ven acá, oh Dios libertador. Alguien sufre hoy, oh Señor, alguien sufre hoy, ven Señor. Alguien goza hoy, oh Señor, ven pronto, ven Señor. Alguien llora hoy, oh Señor, alguien llora hoy, ven Señor. Alguien ríe hoy, oh Señor, ven pronto, ven Señor. Alguien grita hoy, oh Señor, alguien grita hoy, ven Señor. Alguien calla hoy, oh Señor, ven pronto, ven Señor.

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Oración del día Ven, Señor Jesús. Sabemos que has visto la miseria de tu pueblo

y has bajado a liberarnos. Sabemos que el Padre te ha enviado a traer la Esperanza

al corazón de los pobres, a dar luz a los ciegos, a liberar a los oprimidos, Señor, acá nos tienes a tus pies. Estamos ciegos y encadenados. Da luz a nuestros ojos,

para que veamos nuestra dignidad de hijos de Dios. Da libertad a nuestro corazón encadenado por el egoísmo,

para que podamos construir juntos la verdadera hermandad. Concédenos, Señor, el don de la libertad,

la libertad del servicio mutuo y el amor, la libertad de los hijos de Dios,

Ven pronto, Señor Jesús, nuestro Liberador. Propósito

Examinarnos de algunos de los egoísmos que encadenan nuestro corazón, y hacer un servicio concreto al prójimo, como para romper ese egoísmo. Oración final y canto (Pág. 30).

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SEXTO DÍA

EL SEÑOR MANDA QUE NOS AMEMOS ENTRE TODOS Oración para todos los días (Pág. 2) LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

Les doy este Mandamiento nuevo: que se quieran unos a otros, que se amen unos a otros como Yo los he amado. Así reconocerán todos que son mis discípulos: si se quieren como hermanos…

Yo los he amado a ustedes como el Padre me ama a Mí: permanezcan en mi amor. Sí guardan mis mandatos permanecerán en mí amor, así como Yo permanezco en

el amor de mi Padre, guardando sus mandatos. Yo les he dicho todas estas cosas para que participen en mi alegría y sean

plenamente felices. Ahora les doy mi Mandamiento: Ámense unos a otros como Yo los amo a ustedes. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.

Ustedes son mis amigos si cumplen lo que les mando. Yo no les diré servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Les digo: amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre.

Ustedes no me escogieron a Mí. Soy Yo quien los escogí a ustedes y los he puesto para que produzcan fruto, y ese fruto permanezca. Entonces todo lo que pidan al Padre en mi nombre, se lo dará.

Yo les ordeno esto: que se amen unos a otros. (San Juan 13, 34-35 Y 15, 9-17).

Reunión comunitaria 1.- ¿Qué condición pone el Señor para que podamos ser sus amigos? 2.- ¿Hasta dónde debe llegar en concreto el amor que dice el Señor que nos

tengamos los unos a los otros? 3.- ¿Qué es lo que impide que nos amemos como manda el Señor? Reflexión sobre la Palabra de Dios

Fijémonos en la lectura de la Palabra de Dios con qué insistencia repite el Señor su mandato de amarnos los unos a los otros. Es como el último deseo de un condenado a muerte, repetido una y otra vez a sus familiares. Su última voluntad. El resumen de toda su vida.

A su discípulo predilecto, San Juan, le impresionó tanto este Mandato del Señor, que lo repite constantemente en sus cartas.

Moisés había dejado diez Mandamientos. Jesús deja sólo uno, un Mandamiento Nuevo, de cuyo cumplimiento depende el reconocimiento de sus discípulos. Nadie se puede considerar devoto del Señor si no se esfuerza en cumplir su Mandamiento del Amor de hermanos.

¿Por qué dice el Señor que este Mandamiento suyo es nuevo? En el Antiguo Testamento la medida del amor es: "Ama a tu prójimo como a ti

mismo”. Pero para los seguidores de Jesús cambia la medida. El nos dice: Ama a tu prójimo más que a ti mismo. Mucho más. Tal como Él nos amó: hasta la muerte. El

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Señor nos dio la más grande prueba de amor que puede darse. El supo dar la vida por sus amigos, que somos todos nosotros. El amor que nos ha demostrado Cristo es algo increíble, que sobrepasa todos los límites de lo que podíamos imaginar.

Por eso no basta que nuestro amor de hermanos se demuestre solamente en unas pequeñas ayudas de unos a otros. Ni en dedicar un ratito de nuestro tiempo a los demás. O contentarnos en dar algunas limosnitas o unos consejitos. El Señor nos pide mucho más.

Se trata de llegar a tener un compromiso por los demás hasta tal grado que ponga en peligro nuestra comodidad, nuestra plata, nuestras ocupaciones y toda nuestra existencia. Se trata de gastar nuestra vida trabajando para que todos seamos más hermanos. Nada debe estar por encima del amor a los hermanos. Y pensemos que hermanos nuestros son todos los hombres y mujeres, pues el Señor nos hermanó a todos, sin diferencia de razas, sexo o posición social.

Los que queremos ser discípulos del Señor deberíamos ser tan unidos, que todo el que nos viera quedara admirado.

El cumplimiento del Mandamiento del Señor no tiene límites. Nunca acabamos de cumplirlo. Por muy unidos que seamos, siempre podemos ser más unidos.

Pero tenemos que reconocer que estamos todavía muy lejos del ideal. Bajando al terreno de la práctica pensemos un poco a qué nos debe llevar en concreto la fuerza del Mandamiento Nuevo del Señor.

¿En qué consiste hoy en nuestro país, en nuestra provincia, en nuestra parroquia, amar al prójimo de obras y de verdad, tal como lo pide el Señor? ¿Qué postura nos hace tomar la fe en Cristo ante las necesidades que surgen alrededor nuestro? ¿Cómo podemos demostrar el sincero amor de hermanos ante nuestra familia y nuestros vecinos? ¿Nos queremos de manera que nos ayudemos juntos a salir de nuestra miseria y llevar adelante nuestra promoción comunitaria? Si hemos entendido lo que es el Mandamiento Nuevo del Señor, sabremos responder con los hechos a estas preguntas.

No se puede entender que miles y miles de devotos del Señor vayan cada año a honrarlo, en cualquiera de sus santuarios, bajo el nombre que sea, pero cada uno de ellos sigue viviendo su vida aisladamente, sin intentar unirse lo más mínimo para resolver juntos sus problemas.

Miles de personas van "a ver al Señor", pero muy pocos lo ven, pues no se preocupan de unirse a sus compañeros para resolver juntos sus necesidades vitales.

Miles de artesanos llegan a los pies del Señor, pero no entienden el Mandamiento del Señor, pues todas siguen vendiendo sus productos por separado, como si no fueran cristianos, recibiendo una miseria por el fruto de su trabajo.

A los pies de la imagen del Señor se encuentran todos, pero en muchos corazones sigue mordiendo el desprecio de unos a otros.

Al Señor no le podemos engañar. No pensemos que Él se contenta con unas velas y un poco de plata de limosna. El no murió para eso. El murió para que seamos capaces de unirnos y vivir como hermanos, en esta vida y en la otra. El que sólo trae plata y velas a una fiesta patronal, pero no está dispuesto a salir de su egoísmo y cambiar de vida, mejor sería que se quedara en su casa.

Canto Un Mandamiento Nuevo nos dio el Señor:

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que nos amáramos todos como Él nos amó. La señal de los cristianos es amarse como hermanos. Perdonemos al hermano como Cristo nos perdona. Quien no ama a sus hermanos miente si a Dios dice que ama. Donde hay caridad y amor Cristo está y está su Iglesia. Cristo luz, verdad y vida al perdón y amor invita. Dios perdona nuestras culpas y a su mesa nos convida. Oración del día Señor, ayúdanos a amarnos los unos a los otros como buenos hermanos, respetando y estimando a los otros como más dignos, siendo diligentes en el cumplimiento de nuestro deber, fervorosos en el espíritu, pensando que todo servicio al prójimo es un servicio a ti mismo, Señor. Aumenta nuestra esperanza y nuestra alegría,

de manera que sepamos compartir lo que tenemos. Enséñanos a alegrarnos con los que están alegres. A llorar con los que lloran A vivir en armonía con todos. Señor, te pedimos fuerzas para no devolver a nadie mal por mal, y, en cuanto de nosotros dependa, a vivir en paz con todos. Señor, no consientas que nos dejemos vencer por lo malo, sino que sepamos vencer el mal a fuerza de bien. Que así sea.

(De la carta de San Pablo a los Romanos, 12, 10-21).

Propósito Intentar hacer una reunión con mis compañeros de trabajo para ver cómo

podemos unirnos mejor, según manda el Señor.

Oración final y canto (Pág. 30).

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SÉPTIMO DÍA

EL SEÑOR MURIÓ POR NOSOTROS

A JESÚS LO MATARON POR SU FIDELIDAD A DIOS Oración para todos los días (Pág. 2) LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

Pilato entregó a Jesús para que fuera crucificado. Entonces ellos se apoderaron de Jesús. Él mismo llevaba la cruz a cuestas y salió a un lugar llamado la Calavera, que en hebreo se dice Gólgota. Allí lo crucificaron, y con Él a otros dos, uno a cada lado y en el medio a Jesús...

Cuando los soldados pusieron en la cruz a Jesús, se repartieron su ropa en cuatro partes iguales, una para cada soldado. Se apoderaron también de su túnica, que era sin costura, de una sola pieza...

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, y también María, esposa de Cleofás, y María de Magdala. Jesús, al ver a su madre y junto a ella a su discípulo más querido, dijo a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Después dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu madre". Desde ese momento el discípulo se la llevó a su casa.

Después… dijo: "Tengo sed". Había allí un jarro lleno de vino agridulce. Pusieron en una caña una

esponja llena de esta bebida y la acercaron a sus labios. Cuando hubo probado el vino, Jesús dijo: "Todo está cumplido". Inclinó la cabeza y entregó su espíritu. (San Juan. 19. 16-30). Reunión comunitaria 1.- ¿Cuáles fueron los "delitos" del Señor, por los que las autoridades civiles y

religiosas le condenaron a muerte? 2.- ¿Por qué dijo el Señor "Tengo sed"? 3.- ¿Por qué mataron a Jesús? Reflexión sobre la Palabra de Dios

El Señor murió desangrado en una cruz. Las últimas gotas de sangre se las sacó un soldado acertándole con su lanza en el costado.

La noche anterior previendo lo que iba a pasar, Jesús había explicado a su gente el significado de su sangre derramada sobre la tierra. Esa noche había celebrado la Cena de Pascua, en recuerdo de la liberación de la esclavitud en tiempo de Moisés. Al final de la Cena, tomó pan en sus manos, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: "Este es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes". Después les pasó una jarra de vino, y dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza Nueva y Eterna, que será derramada por ustedes".

Al día siguiente entregó verdaderamente su cuerpo a la muerte y su sangre fue derramada por nosotros. Con ello quedaba firmado con sangre el nuevo pacto de amistad entre Dios y su pueblo, pacto que jamás será borrado de la historia.

Jesucristo es siempre novedad, es Vida, es camino. Pero su Vida nace del sacrificio y la entrega a los demás hasta la muerte. A pesar de su temor natural. El deseó ardientemente la llegada de la hora de dar la prueba definitiva de su

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amor al Padre Dios y a los hombres, sus hermanos. La vida del Señor no acabó con la muerte, como pensaron algunos de sus

discípulos. Cristo no se limitó a darnos un testimonio de amor muriendo por nosotros. Su muerte fue algo muy especial, pues a través de ella nos llegó la Vida a todos. Murió para resucitar con nueva Vida, no solamente Él, sino todos los hombres juntos con Él.

No murió tampoco únicamente para conseguir el perdón de nuestros pecados. Sino para mucho más: Para hacer posible la creación de un Mundo Nuevo, donde viva el Amor. Su muerte destruyó todo lo sucio y bajo que hay en nosotros, para hacemos revivir en la Vida santa de Dios. Es muerte que sana. Muerte que libera y abre nuevas posibilidades al ser humano. Es muerte que trae la justicia, la alegría y la paz. Es la semilla del Amor, que, enterrada, comienza a germinar con fuerza en el mundo. Es muerte fecunda, aceptada y ofrecida conscientemente.

El Señor ofreció su vida para que seamos verdaderamente santos todos los que tenemos fe en Él. Para que todo el que crea en El tenga la Vida eterna. Su Sangre nos purifica interiormente de nuestras obras malas anteriores, para que en adelante sirvamos al Dios que vive.

La muerte del Señor nos purifica de manera que podamos servir a Dios con limpieza. Es muerte que nos hace participar de la Vida santa de Dios, o sea, que hace posible que nosotros sepamos amar de verdad, ser serviciales y entregados a los demás, de una manera parecida a Él, el Señor.

Una vez que sabemos por qué murió Jesús en la cruz, no tenemos derecho a dudar nunca de su amor.

Todavía hay gente que viene a encender velas y dejar un poco de plata "para que el Señor no castigue". Como si el Señor fuera vengativo. Como si Él necesitase de nuestros dones para querer ayudamos. No. El murió por amor. Y no es necesaria ninguna "ayudita" para que Él quiera ayudarnos. Jesús siempre tiene los brazos abiertos.

Somos nosotros los que no queremos que el Señor nos ayude, porque no queremos en serio cambiar de vida. Casi siempre le pedimos cosas egoístas. O cosas sin importancia. O movidos por el temor.

Jesús siempre es amor. Acerquémonos a Él con confianza. Él no castiga nunca: sólo sabe perdonar y ayudarnos a que seamos mejores.

Mirémosle con entera confianza. Pongámonos en sus manos. Dejémonos llevar por Él. Canto ¡Oh Cristo, Tú reinarás, Oh cruz, tú nos salvarás! La cruz de Cristo nos muestra el gran amor del Señor; sabemos que por nosotros su vida en ella entregó. Al mundo que está buscando su plena liberación, la cruz enseña el camino de su única salvación. Oh cruz, fuente fecunda de vida y de bendición,

extiende a todos los hombres tu reino de salvación. En ti Jesús enclavado muriendo nos rescató. De ti, señal de esperanza, nos viene la redención. La muerte fue derrotada por Cristo que en ti murió; también nosotros cantemos ¡Victoria y resurrección!

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Honor y gloria entonemos a Cristo liberador; su cruz nos guíe hasta el cielo, la Tierra de Promisión. Oración del día Gracias, Señor, porque diste la prueba máxima de amor,

entregando voluntariamente la vida por nosotros. Gracias, Señor, porque te ofreciste a Dios como víctima sin mancha,

y tu Sangre nos purifica interiormente para que en adelante sirvamos al Dios que vive.

Gracias, Señor, porque perdonaste todas nuestras faltas; cancelaste nuestra deuda y nuestra condenación, clavándolas en tu cruz. Gracias porque por tu Sangre derramada Dios establece la paz en el cielo y en la tierra. Gracias porque nos regalas tu perdón y tu amistad. Propósito

Pensando en la Pasión del Señor, hacer las paces con alguna persona con la que esté enojado, por más que me cueste. Oración final y canto (Pág. 30).

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OCTAVO DÍA

EL SEÑOR VENCIÓ A LA MUERTE

Oración para todos los días (Pág. 2) LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

Pasado el sábado, al despertar el alba del primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a visitar el sepulcro. De repente se produjo un gran temblor: el ángel del Señor bajó del cielo, y llegando al sepulcro hizo rodar la piedra que lo tapaba y se sentó encima. Su aspecto era como el relámpago y sus ropas blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de miedo y quedaron como muertos.

El ángel dijo a las mujeres: "Ustedes, no teman, porque yo sé que buscan a Jesús crucificado. No está aquí. Ha resucitado, tal como lo había anunciado. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto. Y ahora vayan pronto a decir a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos y que ya se les adelanta camino de Galilea. Esto es lo que yo tenía que decirles", Ellas salieron al instante del sepulcro con temor, pero con una alegría inmensa a la vez, y corriendo fueron a dar la noticia a los discípulos. En eso, Jesús les salió al encuentro y les dijo: "Paz a ustedes". Las mujeres se acercaron, se abrazaron a sus pies y lo adoraron. Jesús les dijo en seguida: "No teman; vayan a anunciarlo a mis hermanos para que vayan a Galilea, y ahí me verán"...

Por su parte, los Once discípulos partieron para Galilea, al cerro donde Jesús los había citado. Cuando vieron a Jesús se postraron ante El, aunque algunos todavía desconfiaban. Entonces Jesús, acercándose, les habló con estas palabras:

"Todo poder se me ha dado en el cielo y en la tierra. Por eso, vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado. Yo estoy siempre con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo". (San Mateo, 28). Reunión comunitaria 1.- ¿Qué esperanza nos trae a nosotros la resurrección del Señor? 2.- ¿Se puede creer en el Señor crucificado sin creer en el Señor resucitado?

¿Por qué? 3.- ¿Qué relación tiene nuestro bautismo con la muerte y resurrección del Señor?

¿Y los otros sacramentos? Reflexión sobre la Palabra de Dios

Jesús anunció con frecuencia su muerte violenta; pero siempre añadía enseguida el anuncio de su resurrección. Los discípulos nunca acababan de entender del todo esto de la resurrección, como nos pasa a nosotros también ahora. Por eso la muerte y sepultura del Señor los dejó desengañados y sin fe. Fue necesario que Jesús resucitado se dejase ver y tocar por sus amigos y llegara hasta a compartir con ellos la comida, para que se convencieran de que realmente había vuelto a la vida.

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El día de Pentecostés, cuando Jesús les envió el Espíritu Santo, la fe en la resurrección del Señor se convirtió en lo más importante de sus vidas. Desde entonces predicaron siempre que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos de manera que nunca más pueda morir.

Convenzámonos: el Señor no está ya más en la cruz. Está vivo. No lo busquemos entre los muertos, como aquellas mujeres del Evangelio.

El Señor fue el primero en resucitar de entre los muertos, como un feliz anuncio para todos los que mueren con la esperanza puesta en Él. El triunfo de Jesús sobre la muerte es también un triunfo nuestro, pues Él lleva consigo a sus hermanos, que somos todos nosotras.

El Señor resucitado es nuestra esperanza. El vino a mostrarnos el Amor del Padre, venciendo a la muerte. Venció a las tinieblas, a la mentira, al odio. Venció al miedo. Triunfó del pecado. Y ahora, vivo para siempre, está en presencia de Dios a favor nuestro. De la fe firme en Él brota una esperanza inquebrantable, incapaz de desengañarnos. Con la victoria de nuestro hermano mayor Jesús, se nos abre un consuelo eterno y una esperanza feliz sobre toda medida.

Jesús resucitado es nuestra herencia: nosotros resucitaremos junto con Él. Cierto que moriremos, pero luego junto con Él volveremos a la vida.

Si el Señor, que es nuestra cabeza resucita, también nosotros, que somos sus miembros, resucitaremos.

El Señor vino a compartir nuestros sufrimientos, pero con el fin de llevarnos consigo a su gloria. Comenzamos la novena diciendo que el Señor se hizo hombre porque el amor tiende a igualar a los que se aman, pero justamente por eso nos quiere hacer compartir también con Él la gloria de la resurrección. Dios se hace hombre para que el hombre se haga como Dios. La esperanza cristiana enseña que el cuerpo humano volverá a la vida, sin defectos, ni problemas, por la fuerza de la resurrección de Cristo Jesús, el Señor.

¿Cómo será nuestra resurrección? San Pablo dice que tendremos un cuerpo semejante al de Cristo glorioso: "El cambiará nuestro pobre cuerpo y lo hará semejante a su propio cuerpo, del que irradia su gloria, usando esa fuerza con la que puede someter a todo el universo".

El dogma de la resurrección de la carne enseña que la felicidad del cielo será algo profundamente humano. Será el triunfo de todo lo bueno que el hombre haya podido realizar sobre la tierra, pero en un grado mucho más lindo. Todos los actos nuestros de justicia y de amor serán eternizados en el cielo, o sea que siempre estarán con nosotros. Quedará de nuestro trabajo en la tierra todo lo que tenga valar.

En el cielo, el Señor seguirá eternamente mostrándonos al Padre Dios. Y en Él nos conoceremos todos los hombres como verdaderos amigos, sin que pueda haber el más mínimo egoísmo. Nos encontraremos todos los parientes y amigos de la tierra, y encontraremos millones de verdaderos hermanos.

La resurrección de todos los muertos será el triunfo total del Señor, la manifestación de todas las energías resucitadoras de Cristo Jesús, concretadas en la realidad viviente de un mundo nuevo de hermanos, felices para siempre, sin sombra de dolor.

¿Tenemos fe los cristianos de hoy en que el Señor ha vuelto a la vida? ¿O sólo pensamos en el Señor crucificado y muerto?

¿Está nuestra vida llena de esperanzas porque el Señor venció a la muerte?

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¿Sabemos que todo lo bueno que hagamos en esta vida lo tiene el Señor guardado para entregárnoslo embellecido después de la muerte? ¿Creemos en nuestra propia resurrección?

Los que tenemos fe verdadera en el Señor debemos estar siempre alegres y optimistas, porque sabemos que si sufrimos con Él, resucitaremos también con Él.

Canto Como el grano de trigo que, al morir, da mil frutos, resucitó el Señor. Como el ramo de olivo que venció la inclemencia, resucitó el Señor. Como el sol que se esconde y revive en el alba, resucitó el Señor. Como pena que muere y se vuelve alegría, resucitó el Señor. El amor vence al odio y el sencillo al soberbio: resucitó el Señor. La luz vence a la sombra y la paz a la guerra: resucitó el Señor. Resucitó el Señor, y vive en la palabra de aquel que lucha y muere gritando la

verdad. Resucitó el Señor, y vive en el empeño de todos los que empuñan las armas de la

paz. Resucitó el Señor, y está en la fortaleza del triste que se alegra, del pobre que

da pan. Resucitó el Señor, y vive en la esperanza del hombre que camina creyendo en los

demás. Resucitó el Señor, y vive en cada paso del hombre que se acerca sembrando

libertad. Resucitó el Señor, y vive en el que muere surcando los peligros que acechan a la

paz. Resucitó el Señor, y llama ante la puerta de todos los que olvidan lo urgente que es

amar. Resucitó el Señor, y vive en el que queda cautivo por lograrle al hombre libertad. Resucitó el Señor, su gloria está en la tierra, en todos los que viven su fe de par

en par. Oración del día Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesús de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para la herencia incorruptible, que nos tiene reservada en el cielo. Digno eres, Señor Jesús, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque con tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y

nación. Gracias te damos Señor Jesús, Dios omnipotente, porque has sumido el gran

poder y comenzaste a reinar. Estabas muerto y ahora vives para siempre. Tú tienes las llaves de la muerte y del infierno. Ya no mueres más; la muerte ya no tiene dominio sobre Ti. Alegrémonos, y gocémonos y démosle gracias,

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porque reina el Señor, nuestro Dios, Dueño de todo. ¡Verdaderamente ha resucitado el Señor! Aleluya. Propósito

Hacer una visita al cementerio, pensando con alegría que muchos cuyos restos descansan allá han llegado a la Vida llenos de felicidad, gracias a la resurrección del Señor. De no ser posible ir al cementerio, pensar al menos en que nuestros familiares difuntos viven ya resucitados gracias a Jesús.

Oración final y canto (Pág. 30).

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DÍA NOVENO

EL SEÑOR VIVE SIEMPRE EN MEDIO DE NOSOTROS

Oración para todos los días (Pág. 2) LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria rodeado de todos sus ángeles, se sentará en su trono como Rey glorioso. Delante de Él se reunirán todas las naciones, y como el pastor que separa las ovejas de los machos cabríos, así también lo hará Él. Separará unos de otros, poniendo las ovejas a su derecha y los machos cabríos a su izquierda.

Entonces el Rey dirá a los que están a su derecha: ¡Bendecidos de mi Padre!, vengan a tomar posesión del Reino que está preparado para ustedes desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me alimentaron; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Pasé como forastero y ustedes me recibieron en su casa. Estuve sin ropa y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver.

Entonces los buenos preguntarán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos

de beber, o forastero y te recibimos, o sin ropa y te vestimos, o enfermo, o en la cárcel, y te fuimos a ver?

El Rey responderé: En verdad les digo que cuando lo hicieron con alguno de éstos mis hermanos más pequeños, lo hicieron conmigo. (San Mateo 25, 31-40).

Reunión comunitaria 1.- ¿En quiénes dice el Señor que está Él viviendo ahora? 2.- ¿Cómo estamos sirviendo al Señor en los necesitados que están cerca de

nosotros? 3.- ¿De qué nos va a juzgar el Señor después de nuestra muerte? Reflexión sobre la Palabra de Dios

Vimos ayer que el Señor resucitó y está vivo para siempre. Pero Él no vive solamente en el cielo. Aseguró que siempre estará con nosotros siempre. El vive en nosotros.

Según el Evangelio que acabamos de leer, el Señor está presente en todos los necesitados del mundo. Donde hay una persona con hambre, allá está Él esperándonos. Una familia sin casa, es la familia del Señor sin casa. En las noches de invierno, está el Señor dentro de los cuerpecitos de nuestros hijos que no pueden dormir a causa del frío. Cristo se enferma cada día por falta de atención médica y de remedios. Cuando un padre de familia tiene que marcharse en busca de trabajo, el mismo Señor parte con él con el corazón destrozado. El Señor está encerrado en muchas cárceles, esperando nuestra ayuda.

En todo el que sufre. En todos los explotados. En todos los perseguidos. En el campesino que trabaja casi inútilmente su chacra porque recibe una miseria por el fruto de sus sudores, allá está Cristo sufriendo. En esas temporadas en las que no hay plata en casa, el Señor es el que está sin trabajo.

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Si queremos encontrar a Dios, tendremos que buscarlo donde está viviendo ahora en la tierra: en los que necesitan de nuestra ayuda.

El Señor vive en las personas actuales. Pero nosotros muchas veces lo buscamos en las nubes. Sin embargo, sus palabras son muy claras: Lo que hagamos a un hermano, se lo hacemos a Él mismo en persona.

Cualquier pecado contra un hermano es un pecado contra el mismo Señor, y cualquier ayuda a un hermano es un servicio que hacemos al mismo Señor.

La fe en la presencia de Jesús en cada uno de los hombres y mujeres debiera cambiar toda nuestra vida. Para seguir al Señor no hay que hacer cosas raras, ni marcharse dejos. Nos encontramos con Él cada día. Nos sentamos a su mesa. Es nuestro compañero de trabajo en el campo, en la construcción, en la oficina, en la fábrica. La Historia entera está marcada por su sello.

Cristo, pues, continúa vivo entre nosotros, y sigue actuando como Señor de la Historia, llevando adelante a través de nosotros la obra que Él había comenzado durante su vida mortal. Canto Con nosotros está y no lo conocemos; con nosotros está, su nombre es "El Señor". Su nombre es el Señor y pasa hambre, y clama por la boca del hambriento, y muchos que lo ven pasan de largo acaso por llegar temprano al templo. Su nombre es el Señor y sed soporta, y está en quien de justicia está sediento, y muchos que lo ven pasan de largo, a veces ocupados en sus rezos. Su nombre es el Señor y está desnudo, la ausencia del amor hiela sus huesos, y muchos que lo ven pasan de largo seguros y al calor de su dinero. Su nombre es el Señor y enfermo vive y su agonía es la del enfermo, y muchos que lo saben no hacen caso, "tal vez no frecuentaba mucho el templo". Su nombre es el Señor y está en la cárcel, está en la soledad de cada preso, y nadie lo visita y hasta dicen "tal vez ése no era de los nuestros”. Su nombre es el Señor: el que sed tiene, quien pide por la boca del hambriento, está preso, está enfermo, está desnudo, pero Él nos va a juzgar por todo eso. Oración del día Señor, limpia nuestro corazón para que seamos capaces de verte VIVO en el prójimo necesitado. Enséñanos a alimentarte en los hambrientos. Que nuestro trabajo sea cada vez más perfecto

pues con ello te alimentamos a Ti mismo en el prójimo . Enséñanos a recibirte amablemente en nuestras casas

siempre que alguien se presente en nuestra puerta. Cuando una persona pasa frío, quisiéramos, Jesús, poder abrigarte.

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Cuando hay enfermos alrededor nuestro, que sepamos, Señor, visitarte y atenderte.

Si a alguien lo llevan preso, que sepamos mirarlo con cariño, como cuando te llevaron preso a Ti mismo.

Señor Jesús, te suplicamos que nos enseñes a servirte ahora en el prójimo de modo que un día nos puedas recibir con los brazos abiertos

en el Renio de tu Padre. Propósito

Ir a visitar y atender con todo cariño a alguna persona necesitada que viva cerca de nosotros, pensando que este servicio se lo hacemos al mismo Jesús. Oración final para todos los días Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados ... Ahora nos da a conocer este secreto suyo, este proyecto nacido de su corazón, que formó en Cristo desde antes, para ponerlo en ejecución cuando llegara la plenitud de los tiempos: Todas las cosas han de reunirse bajo una sola cabeza, Cristo, tanto los seres celestiales como los terrenales.

(De la carta de San Pablo a los Efesios, 1, 3-10).

Canto de salida Juntos como hermanos, miembros de una Iglesia, vamos caminando al encuentro del Señor. Un largo caminar, por el desierto bajo el sol, no podemos avanzar sin la ayuda del Señor. Unidos al rezar, unidos en una canción, viviremos nuestra fe con la ayuda del Señor. La Iglesia en marcha está; a un mundo nuevo vamos ya, donde reinará el amor, donde reinará la paz.