José de Nebra - Institución Fernando el Católico - · regresara jamás a su ciudad natal. •...

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José de Nebra (Calatayud, 1702 - Madrid, 1768) UN ARAGONÉS EN LA REAL CAPILLA Institución «Fernando el Católico» Excma. Diputación de Zaragoza

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José de Nebra (Calatayud, 1702 - Madrid, 1768)

UN ARAGONÉS EN LA REAL CAPILLA

Institución «Fernando el Católico» Excma. Diputación de Zaragoza

F ortuna póstuma • Si las piezas com­puestas por Nebra para la escena cayeron en el olvido, pasadas de moda, algunas de sus obras litúrgi­

cas continuaban en vigor en la Real Capilla aún durante el primer tercio del siglo XIX, como atestiguan varios inventarios de música en uso. En uno de 1827 aparece el nombre de Nebra junto a Corselli, Leo, Pergolesi y también los más actuales Rodríguez Ledesma o Carl Maria von Weber. Parece que la obra que mayores éxitos cosechó tras la muerte del autor fue el Oficio y Misa de Difuntos que compusiera para Bárbara de Braganza, con­junto de piezas reutilizado, con algunas variantes, en numerosas regias ocasiones fúnebres (Fernando VI, María Amalia de Sajonia, Carlos III, Fernando VII) y de ejecución casi obligada cada año el día de difuntos. Hilarión Eslava publicó una transcripción de la misa, con modificaciones de cierta relevancia, dentro de su Lira sacro-hispana, y no escatimó elogios a la obra y a su autor en un artículo publicado en la Gaceta Musical de Madrid (año I, número 33, 16 de Septiem­bre de 1855, pág. 261): «Fue D. José Nebra orga­nista primero de la Real Capilla, y compuso nume­rosas obras, no sólo orgáni­cas, sino también vocales, para el servicio de dicha Real Capilla, entre las cuales se halla la Misa de Requiem que dedicó á la muerte de la reina doña Bárbara, de cuya augusta señora

había recibido muchas y muy particulares dis­tinciones. Esta obra, que acaba de publicarse en La Lira sacro-hispana, contiene, entre otros rasgos de genio y saber, el precioso motete Cir-cumdederunt me doloris mortis, que por sí solo acreditaría a un gran maestro, por la pureza con que está escrito, y por la verdad de la tris­tísima expresión que domina en todo él. Debe notarse, para gloria de este distinguido artista, que sin embargo de que en la misma época vinieron á esta corte dos extranjeros de mérito, el uno de maestro de Capilla, que fue D. Fran­cisco Corselli, y el otro de clavicordista de

cámara, que fue el famoso D. Domingo Scarlatti, no lle­garon a oscurecer en ninguno de los ramos el brillante mérito de nuestro compa­triota.—Hilarión Eslava». (§ Saldoni, III, 28-29). • Curiosamente, la Musicogra-fía española del XIX (Soria-no Fuertes, tal vez a partir de noticias y opiniones de Teixidor hoy perdidas, segui­do por Saldoni y aun por Mitjana en el siglo XX) forja la leyenda de un José de Nebra radicalmente españo-lista. radicalmente opuesto al italianismo que reinaba en la música de la Corte y radical­mente opuesto a la introduc­ción de elementos operísticos (italianos) en el templo. En esta imagen a buen seguro distorsionada —basta dar un

vistazo a las obras de Nebra para convencerse de que su estilo es «internacional», o sea deudor de la música italiana, como ocurre en todo com­positor europeo del tiempo, aunque conserve

Farinelli, Descripción del estado actual del Real Teatro del Buen Retiro... 1758: Biblioteca de Palacio, Madrid.

elementos de la tradición hispánica— Corselli sale a menudo injustamente malparado. Mitja-na, con su habitual verbo encendido y su acen­drado esencialismo nacio­nal, dado a resaltar el «genio de la raza», otorga a Nebra el papel de salvador de la Real Capilla, decadente por culpa de Corselli, «cuya única obsesión era la ópera italiana» (§ Mitjana, 255). Cotarelo, preocupado por destacar siempre que «no decae el ingenio poético y musical de los españoles», insiste en las alabanzas al «fecundísimo e insigne maes­tro don José de Nebra, capaz de dar honra y gloria aun a la nación más rica en celebridades musicales» (§ Cotarelo, 87).

S e ha especulado mucho acerca del carácter y la personalidad de

Nebra. Aparte de las obras, que revelan sus facultades y sabiduría como compositor, los documentos conocidos permiten extraer alguna conclusión sobre su natural cumplidor y sus dotes para la organización, así como algún rasgo aislado de su humanidad. Soriano Fuertes afirma, quién sabe a partir de qué fuentes —si las hay—, que «ni le envane­cían los elogios, ni conocía la adulación. Con todos sus coprofesores era franco y alegre; su amistad sencilla y sin doblez; afecto a servir a cuantos le necesitaban: exacto en el cumpli­miento de su obligación, y con fuerza de carác­ter para hacer que la cumplieran sus subordi­nados, sin usar de otras armas que las del agrado. Gustaba hablar del arte y de los que con dignidad y talento lo profesaban, pero ni con el orgullo de superioridad, ni con la vulga­

ridad chismográfica. Protegía al aplicado y huía de los pedantes» (§ Soriano Fuertes, IV, 114). Mitjana retoma el hilo: «Dotado de

un gusto muy firme y de una energía poco frecuente, poseedor de un profundo saber y de gran carácter [...]. Nebra era todavía un espíritu sano y fuerte, ali­mentado por las gloriosas tra­diciones nacionales de las que es uno de los últimos defenso­res» (§ Mitjana, 254). Aún en escritos recientes se trata de indagar, quizá con insuficien­tes argumentos, en su perso­nalidad: «[...] su vida fue la historia de una vida interior rica e intensa [...] salió de esta vida modestamente, con discreción, tal y como había vivido» (§ Álvarez, 82). • Queda, entre otros muchos que aquí no encuentran aco­modo, un último aspecto: precisamente eso, su aspecto. Ciertamente no abundan los retratos de músicos españoles

anteriores al siglo XIX, y Nebra no parece ser excepcional en esto: no disponemos de una ima­gen de Nebra, ni de una descripción de su físico (de Corselli sabemos en cambio, por documentos de la época, que era bien parecido y de trato cor­tés y afable). Aunque, como colofón de este apar­tado altamente especulativo, podemos aventurar que el rostro del clavecinista que vemos en el foso del Coliseo del Buen Retiro, dibujado en el espléndido manuscrito de Farinelli ya citado, de pobladas cejas que le confieren una mirada deci­dida y de gesto severo en la poderosa mandíbula. tal vez se corresponda con las prendas que desde el siglo XIX se han querido ver en el carácter de José de Nebra: nobleza, cumplimiento, gran vida interior. Pero, ¿no será quizá Conforto el pre­suntamente retratado? •

Farinelli con Fernando VI y Bárbara de Braganza;

detalle de la Descripción... del Real Teatro..., 1758.

«Don José de Nebra, en fin, fue un verdadero artista, y el orgullo del arte en su tiempo; y si dejó de existir el día 1I de julio de 1768, pagando el cruel tributo que todos debemos a la naturaleza, su memoria ha quedado impresa en las generaciones que le han sucedido, y quedará eternamente en las venideras, como eterna será la vida de sus obras marcadas con el sello de la inmortalidad». (§ Soriano Fuertes, IV, 114-115).

L a fama y el aprecio que Nebra gozó en vida trascendieron, en efecto, el paso del tiempo, y franquearon toda barrera espacial dentro del ámbito

hispánico; al menos durante unos años. Des­pués vendrían, inevitablemente, el olvido de su persona y el desconocimiento general de sus obras, salvo alguna contadísima excepción. Pero los entusiastas elogios dispensados al com­positor por la incipiente historiografía musical española ochocentista desempeñaron un papel nada desdeñable, junto con la afición por las historias locales y regionales, amparada ya en el siglo XX y aun en el XXI por instituciones de este ámbito, en el interés de la moderna investi­gación por Nebra, a quien hoy unos consideran el gran músico aragonés —por nacimiento— del siglo XVIII, y otros uno de los mejores compo­sitores madrileños —por adopción— de la mis­ma época. • Miembro de una familia de músi­cos, nació Nebra en Calatayud, siendo bautizado el día de Reyes de 1702 en la Colegial de Santa María con el nombre de José, seguido, como no podía ser de otra manera, de los de Melchor, Baltasar y Gaspar. Su padre, José Antonio Nebra Mezquita, era natural de Hoz de la Vieja (Teruel), y su madre, Rosa Blasco Bian, de Borja (Zaragoza). José Antonio desempeña­ba entonces el oficio de organista en Calatayud, pero nueve años más tarde, y habiendo traído al mundo cuatro retoños (un José Bernardo —1699— que debió de morir al poco, nuestro José, Francisco Javier —1705— y Joaquín Ignacio —1709—: músicos los tres supervivien­tes), en plena Guerra de Sucesión se trasladó con toda la familia a Cuenca, en cuya catedral fue recibido como organista y arpista. José vivió, pues, hasta los nueve años cumplidos en

Calatayud, donde cabe pensar que aprendería sus primeras letras y aporrearía sus primeras teclas. Cabe pensar también, como se verá, que fue un genio precoz. No hay constancia de que regresara jamás a su ciudad natal. • Hacia 1717 se encontraba ya en Madrid y su talento como organista era reconocido, pues ejercía como tal en el convento de las Descalzas Reales (con seguridad desde 1719), iniciando así una carrera que, obtenido su primer empleo a tan corta edad y en un puesto de prestigio, no pue­de en lo sucesivo calificarse de meteórica o ver­tiginosa, pero sí constituye un ascenso peldaño a peldaño, firme, seguro, con ciertos vaivenes pero sin altibajos dignos de mención. Al poco (1722) lo encontramos al servicio de la cámara del duque de Osuna, codeándose con el más afa­mado compositor para el teatro del momento, Antonio Literes. Comienza entonces a llamar la atención su producción para la escena. Y en sólo dos años más alcanza otra meta: tras la abdicación de Felipe V y el acceso al trono de Luis I, Nebra ocupa la plaza de organista pri­mero de la Real Capilla, al acompañar el titu­lar, Diego de Lana, a Felipe en su retiro de La Granja. Pero, muerto Luis I y vuelto Felipe V. el cargo recae de nuevo en Lana, quedando Nebra como supernumerario —suplente—, mas con sueldo y con derecho a ocupar la plaza de organista primero cuando quedare vacante.

• Se sabe que en la década de los 20 compuso Nebra abundante música para los teatros públi­cos madrileños, tanto comedias como autos sacramentales, follas y otros divertimentos. En 1726 ya se le tenía por nn destacado composi­tor, como lo demuestra el aparecer su nombre junto a los más reputados maestros españoles e italianos (Literes, San Juan, Corelli, Vivaldi,

etc.) en el Aposento anti-crítico de Juan Fran­cisco de Corominas, En 1728, siendo aún orga­nista suplente de la Real Capilla, recae en él el encargo de poner música a la primera jornada del Dramma Harmónica Amor aumenta el valor, destinado a celebrar privadamente (en casa del marqués de los Balbases) los esponsales de Fernando, príncipe de Asturias, con Bárbara de Braganza. infanta de Portugal, y de la infan­ta española María Ana Victoria con el príncipe de Brasil, heredero del trono portugués. Los otros dos actos fueron encargados respectiva­mente a Felipe Falconi y Jaime Facco, maestros de música de los infantes de España. Es ésta la más temprana de las obras fechadas de Ne-bra que se conservan, y en ella demuestra tener perfectamente asimilado un es­tilo de composi­ción de corte italiano, predo­minante en la Europa del mo­mento. Su acti­vidad como com­positor para los teatros de Ma­drid, en cola­boración con libretistas co­mo José de Cañizares, o poniendo músi­ca a diversos autos de Calde­rón, está documentada hasta 1751. • Por aquel entonces rige la Real Capilla José de Torres (des­de 1720 en propiedad), aventajado compositor y fundador de la primera imprenta de música española. Felipe Falconi, maestro de la capilla de Felipe V durante su retiro en San Ildefonso, ocupa junto a Torres el magisterio de la Real Capilla desde el regreso de aquél al trono (1724). Nótese que la presencia de músicos italianos en esta institución, documentada desde el siglo XVII, había aumentado considerablemente des­de comienzos del XVIII, muy en especial a raíz del matrimonio de Felipe V con Isabel de Farne-sio, lo cual, por otro lado, no es de extrañar, pues, siendo la península italiana cuna de las más importantes novedades en el terreno de la composición y territorio superpoblado de músi­cos, el fenómeno de la invasión italiana se dio en prácticamente todas las cortes europeas y sirvió de acicate a la renovación estética setecentista.

Posible retrato de los músicos José Herrando (violín), Farinelli y Scarlatti en la corte de Fernan­

do VI. Grabado de C. J. Flipart por pintura de G. Amigoni, La familia de Fernando VI, 1752.

• A pesar de una situación económica de crisis, la Real Capilla comprende en esos momentos un conjunto muy numeroso de voces e instrumen­tos, con veinte cantores más los capellanes de altar y los cantorcicos, y treinta y cuatro instru­mentistas, entre los que se encuentra Nebra. Un año después de conseguir éste definitivamente la plaza de organista primero (1736), hace acto de presencia el que sería responsable máximo de la Real Capilla durante el resto de los días de Nebra: Francisco Corselli (Courcelle) es nom­brado en 1737 maestro supernumerario, para suplir las ausencias de Torres y Falconi. Éstos, los dos, mueren en 1738 y Corselli pasa a desem­peñar el cargo en propiedad. También en 1737 recalaba en la corte el célebre castrado Cario

Broschi Fari-nelli, llamado por Isabel de Farnesio con el propósito de que su arte sanara al rey, aqueja­do de melanco­lía. Por estos años Nebra, como todos los miembros de la Real Capilla, andaba metido en deudas a causa de los atrasos de va­rios años en la percepción de

sus correspondientes emolumentos, mal endémi­co de la citada institución desde tiempo inmemo­rial. Sus composiciones para el teatro, donde debía competir con excelentes maestros italianos —Corradini. Mele, el mismo Corselli...—, espo­rádicas según parece en los primeros años 30, se hacen más frecuentes desde 1737 y alcanzan su cenit en la década de los 40, brindándole a todas luces socorro económico a la par que éxito pro­fesional y reconocimiento público. Prueba de su prestigio es que, para inaugurar el nuevo Teatro del Príncipe (1745) se encomendara a Nebra la composición de una zarzuela, Cautelas contra cautelas y el rapto de Ganímedes, con texto de Cañizares, que, a más de libretista teatral, era desde tiempo atrás el encargado de escribir las letras para los villancicos de la Real Capilla. • Con la entronización de Fernando VI y Bárbara de Braganza (1746), la actividad musical en la corte, importante en lo que tocaba a la Real

Cámara durante el reinado de Felipe V pero, al parecer, algo descuidada en el gobierno de la Real Capilla, experimenta un notable auge en todos los campos. Por un lado, Farinelli es nom­brado director de los espectáculos musicales; por otro, se intentará poner remedio a los males que arrastra la Real Capilla, no sólo la deplora­ble situación económica de algunos de sus miem­bros, sino también la ausencia de un archivo propio y suficientemente nutrido desde que, durante el incendio del Alcázar en la Nochebue­na de 1734, la Capilla quedara, con sus papele­ras, totalmente destruida. Del alcance del pri­mero de estos extremos da cuenta el lujoso manuscrito encargado por Farinelli en 1758. con el título: DESCRIPCION / del estado actual del Real Theatro del / BUEN RETIRO / De las fun­ciones hechas en él desde el / año de 1747. hasta el presente: de sus / yndividuos, sueldos, y encargos... En sus páginas queda plasmado el esplendor de las representa­ciones cortesanas, que convirtieron a Madrid, durante unos años, en la capital europea de la ópera: obras de Corselli, Conforto y Mele, pero también de Hasse, Galuppi o Jommelli, con escenografías

novedosas y espectaculares de Amigoni y otros, y con el concurso de los virtuosos más afamados del panorama canoro internacional. En la orquesta, de amplias proporciones (dieciséis vio-lines, cuatro violas, cuatro violones, cuatro con­trabajos, cinco oboes/flautas, dos fagotes, dos trompas, dos clarines y dos timbaleros, además de un suplente de clave, el puntador, templador, copiante y dos avisadores y barrenderos) encon­tramos, bajo el maestro concertador al cémbalo Nicolás Conforto, a la totalidad de los instru­mentistas de la Real Capilla. entre los que figu­ra como segundo clave —esto es, como segundo responsable del funcionamiento del conjunto, y bien pagado como tal— don José Nebra. En la misma orquesta, como en la Real Capilla, apa­rece, y con idéntica remuneración que Nebra

(inmediatamente por debajo del salario de Conforto), el prodigioso violonchelista Domingo Porreti, cuya rara capacidad de reducir a vista «con su violonchelo y

sus dedos toda la orquesta» era elogia­da. • Ya desde el acceso al trono de Fernando VI se habían hecho notar diferentes inquietudes, entre ellas la del cardenal Mendoza, Patriarca de las Indias, con vistas a no demorar

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rar más las necesarias reformas en la Real Capilla, desde el restablecimiento del orden en la misma —disciplina de los músicos, prohibi­ción de presentarse con vestimenta indecente, etc.— hasta la satisfacción de las deudas acu­muladas, pasando por la creación o adquisición de un repertorio abundante, digno y a la moda. Fruto de estas iniciativas, y contando con el aprecio que Mendoza dispensaba a Nebra junto con la imposibilidad física de Corselli para asu­mir por sí solo todos los trabajos necesarios, resulta la creación del puesto de vicemaestro de capilla y vicerrector del colegio de niños can-torcicos, provisto en la persona de José de Nebra. Este habrá de hacerse cargo, mano a mano con Corselli. de supervisar la contrata­ción de nuevos músicos, vigilar la instrucción y la salud física y espiritual de los cantorcicos — en lo que Nebra se muestra avanzado, ilustrado pudiera decirse, o al menos humanitario, indi­cando que los maestros han de atender a las capacidades individuales de cada escolar, com­prendiendo que «el Colegio no es clausura ni los niños monjas» y desaconsejando castigos tales como la privación de alimento—, así como de adquirir y componer música litúrgica para las funciones de la Real Capilla y velar por su con­servación. Quedaron, al parecer, de facto todas estas competencias bajo su control, dado que Corselli debía ocuparse además de la Real Cámara, y Nebra se reveló como un excelente gestor u organizador, a la vez que se entregaba a la composición de una extensa producción religiosa. Al avance que en su carrera suponen

estos acontecimientos, tanto en lo tocante a su prestigio como en el terreno pecuniario, la tra­dición añade una posible cercanía del organista y vicemaestro con la filarmónica reina Bárbara de Braganza, discípula del ahora residente en la Corte (hasta su muerte en 1757) don Domingo Scarlatti y autora, bajo supervisión y aproba­ción de Nebra. de una célebre Salve. De hecho, a la muerte de la reina (1758) fue Nebra —y no Corselli— el encargado de componer la música principal (el primer nocturno de Maitines y la misa de Requiem) para las honras fúnebres. • Con Carlos III, Nebra fue nombrado maestro de clave del infante don Gabriel (1761), para quien años más tarde Antonio Soler, también discípulo de Nebra, compondría varias obras de tecla. No pudo obtener Nebra, sin embargo, el máximo reconocimiento a una carrera exitosa y ascenden­te. Siempre hubo de estar a la sombra del maes­tro, Corselli. De haber fallecido antes éste, en lugar de sobrevivirlo diez años, verosímilmente Nebra hubiera asumido con pleno derecho la pla­za de maestro de la Real Capilla. Pero la muerte le llegó el 11 de julio de 1768, privándole de un honor que hoy consideramos innecesario pero al que es muy posible que Nebra aspirase, lícita­

mente. Tuvo en todo caso la fortuna de poder ejercer su trabajo como compositor e instrumen­tista en condiciones entonces envidiables, así como de estar rodeado de algunos de los más com­petentes músicos europeos (Farinelli, D. Scarlat­ti , sin olvidar a Torres, Literes o Corselli). • •

Luis Antonio González Marín Departamento de Musicología del CSIC

Jean Ranr. La familia de Felipe V (sentados Felipe V e Isabel de Farnesio: en pie sus hijos: Fernando -V1- . el Prínripe de Asturias Luis—1-.

Felipe, duque de Panna ron faldas de niño, v Carlos— F1I-: en un retrató ovalado María Vietoria de Borlión). h. 1723: Museo del Prado. Madrid.

O bras musicales • No es éste lugar para introducir un catálogo de la obra de Nebra conservada y conoci­da (trece piezas dramáticas —se tiene

noticia de otras más de sesenta cuya música no se ha encontrado—, más de ciento setenta composi­ciones eclesiásticas —casi todas litúrgicas: misas, salmos, lamentaciones, etc., salvo tres cantadas y algo más de una decena de villancicos— y una treintena de obras para tecla), pero sí conviene recordar que, a juzgar por las fuentes supervi­vientes y su localización, el genio de Nebra alcanzó una difusión considera­ble: obras suyas encon­tramos no sólo en el Archivo del Palacio Real, sino en los anaqueles de numerosos archivos cate­dralicios y monásticos es­pañoles o hispánicos (Cuenca, Teruel, Sevilla. Salamanca. Astorga, San­tiago, Segorbe, Valencia. Oviedo, Murcia, Jaca, Zaragoza. Montserrat, El Escorial, las Descalzas, Guatemala...). Hasta la Capilla Sixtina llegó uno de los ejemplares de las Vísperas de Facistol a cuatro (1759) que, lujosamente encuadernados en piel dorada con las armas de los Borbones españoles, Nebra envió a diversas catedrales españolas. • Un caso singular, que merece algún comentario, es el de las obras de José de Nebra que se custodian en el Archivo de Música de las Catedrales de Zaragoza, una colección de doce composiciones manuscritas, algunas presumible-

mente autógrafas, aparte de un impreso poste­rior. Hay que pensar que la presencia de estos manuscritos se debe a la herencia de su hermano menor, Joaquín, que fue organista en La Seo de Zaragoza, ininterrumpidamente, entre 1730 y 1782, sucediendo a su otro hermano. Javier (1727 - 1729, † l741). No teniendo José, soltero, otros herederos que Joaquín y una sobrina mon­ja en Cuenca, de nombre Ignacia, sus propieda­des y papeles de música particulares fueron a parar a ambos (seguramente Joaquín se quedó

con lo más sustancioso). Los tres hermanos habí­an mostrado inquietud por conocer música ex­tranjera: así se explica que el citado archivo con­

serve un manuscrito de las Suites para clave de Händel, fechado en Roma en 1727 y copiado específicamente para Francisco Javier Nebra. Seguramente a la presen­cia de los Nebra en Zara­goza debemos también los hermosos manuscritos de sonatas de Scarlatti y

algunos impresos de música italiana y francesa (Couperin, Dandrien, Corelli, Vivaldi, Dall'Aba­co...) hoy preservados en dicho archivo, donde encontramos varias obras de José (las zar­zuelas Vendado amor es, no ciego y Donde hay violencia no hay culpa, el auto La divina Philotea, un hermoso Miserere a dúo y una colección miscelánea de tecla, entre otras cosas). • • • • • • • • • • • • • • • • •

Bárbara de Braganza y Fernando -VI- , detalle de Louis Michel van Loo, La familia de Felipe V, 1743: Museo del Prado, Madrid.

Para saber más • Soriano Fuertes. Mariano: Historia de la Música Española desde la venida de los fenicios hasta el año de 1850. Madrid-Barcelona. 1855-1859: Eslava, Hilarión: Breve Memoria de la Música Religiosa Española, Madrid. 1860: Hergueta, Narciso: Profesores Músi­cos en la Real Capilla de S. M. Según docu­mentos de sn archivo, Ms.. 1898 (Loyola. Guipúzcoa, Archivo y Biblioteca musica­les del Padre Otaño); Saldoni. Baltasar: Diccionario biográfico-bibliográfico de efemérides de músicos españoles, Barcelo­na. 18902; Mitjana, Rafael: «La Musique en Espagne. (Art Religieux et Art Propha-ne)», en A. Lavignac-L. Laurencie, Ency-clopédie de la Musique et Dictionnaire du

Conservatoire, París, 1920 (ed. española de A. Álvarez Cañibano, Madrid, INAEM, 1993); Cotarelo y Mori, Emilio: Historia de la Zarzuela, o sea el Drama Lírico en España, desde su origen a fines del siglo XIX, Madrid. 1934 (ed. facsímil al cuidado de Emilio Casares, Madrid, ICCMU, 2000); Álvarez Martínez, Mª. Salud; José de Nebra Blasco. Vida y obra, Zaragoza, Institución «Fernando el Cató­lico», 1993; por esta misma autora la edi­ción de Obras inéditas para tecla y Cua­tro villancicos y una cantada (Institución «Fernando el Católico», 1995); Robledo, Luis: «Capilla Real» en Diccionario de la música española e hispanoamericana, Madrid, ICCMU, 1999ss.

Discografía • Viento es la dicha de amor, solistas. Capilla Peñaflorida y Ensemble Baroque de Limoges, dir. Christophe Coin (Auvidis/Valois, 1996). • Dos Lamentaciones y Oficio de Difuntos para Fernando VI y Bárbara de Braganza. Estil Concertant (Madrid, Sociedad Española de Musicología, 2000). • Miserere y extractos de Iphi-genia en Tracia. Al Ayre Español (Deutsche Harmonia Mundi, 2001). • Madrid 1752. Sacred Music from the Royal Chapel of Spain (Maitines de Navidad: obras de José de Nebra y Francisco Courcelle), Madrid Barroco, Baroque Orchestra of Madrid (Dorian Recordings, 2001).

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Publ. núm. 2.273 • Institución «Fernando el Católico» (Diputación de Zaragoza) Texto: Luis Antonio González Marín • Diseño: R. Centellas

Depósito Legal: Zaragoza-1.232/2002 • Impresión: Imprenta Provincial, Zaragoza.