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(Pasa a la página siguiente) Hay hombres que han pasado su vida traspasados por todas las corrientes es- pirituales de su época. Un ejemplar típico del español del siglo XVIII, con el ros- tro vuelto hacia Francia y las mejores ideas de en- grandecimiento interno de su país en la mente: he aquí a don José de Viera y Cla- vijo. Nació al alborear en España el neoclasicismo borbónico y murió poco antes del regreso del De- seado Fernando VII. Su vida abarca, por consi- guiente, todo el período de plenitud del neoclasicismo español. Nació el 28 de di- ciembre de 1731, en el Realejo Alto —antaño Realejo de Arriba— en la isla de Tenerife. Su padre, don Gabriel del Álamo Viera —alcalde real enton- ces— se había trasladado poco tiempo antes desde La Orotava, donde habían na- cido sus hijos mayores, al lugar, donde ejercía su ofi- cio de escribano. La madre, doña Antonia María Clavi- jo, aunque nacida en la Vi- lla de La Orotava, pertene- cía a familia lanzaroteña. Don Gabriel había casado dos veces; de las primeras bodas le quedó una hija; de las segundas le sobrevivie- ron cuatro: don Nicolás, don José, doña Antonia y doña María Joaquina, Los dos primeros habían de ser, pasando los años, dos per- sonajes de la historia isle- ña; la última, nuestra pri- mera poetisa. En este 28 de diciem- bre, la vitalidad del niño Viera debió ser bastante escasa, puesto que se le dieron las aguas bautisma- les «en caso de necesi- dad», según dice la parti- da de bautismo. Varios días después — cinco de ene- ro de 1732— su tío el pres- bítero don Domingo Fran- cisco del Álamo y Viera le dio las bendiciones en la parroquia de Santiago; fue su padrino el mismo que le administró las aguas, el presbítero don Lucas Fer- nández de Chávez. La total desaparición de los legajos del oficio de don Gabriel, pues no se encuentra ni siquiera uno en el archivo de protoco- los de La Orotava, nos im- pide dar la fecha, aun aproximada, de su trasla- do al Puerto de La Orota- va. Don Diego Guigou da la de 1733, aunque sin in- dicar fuente; el propio Vie- ra no la da en sus ¡Memo- rias. Lo cierto es que su hermana Antonia nace allí José de Viera y Clavijo Joaquín Blanco Montesdeoca José de Viera y Clavijo. «Noticias de la Historia General de las Islas Canarias». Goya Ediciones (1950) Casa Natal de José de Viera y Clavijo en la antigua calle del Agua de Realejo Alto. Nº 14 - FEBRERO DE 2013 coordina:Isidro Felipe Acosta

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Hay hombres que hanpasado su vida traspasadospor todas las corrientes es-pirituales de su época. Unejemplar típico del españoldel siglo XVIII, con el ros-tro vuelto hacia Francia ylas mejores ideas de en-grandecimiento interno desu país en la mente: he aquía don José de Viera y Cla-vijo. Nació al alborear enEspaña el neoclasicismoborbónico y murió pocoantes del regreso del De-seado Fernando VII. Suvida abarca, por consi-guiente, todo el período deplenitud del neoclasicismoespañol.

Nació el 28 de di-ciembre de 1731, en elRealejo Alto —antañoRealejo de Arriba— en laisla de Tenerife. Su padre,don Gabriel del ÁlamoViera —alcalde real enton-ces— se había trasladadopoco tiempo antes desde LaOrotava, donde habían na-cido sus hijos mayores, allugar, donde ejercía su ofi-cio de escribano. La madre,doña Antonia María Clavi-jo, aunque nacida en la Vi-lla de La Orotava, pertene-cía a familia lanzaroteña.Don Gabriel había casadodos veces; de las primerasbodas le quedó una hija; delas segundas le sobrevivie-ron cuatro: don Nicolás,

don José, doña Antonia ydoña María Joaquina, Losdos primeros habían de ser,pasando los años, dos per-sonajes de la historia isle-ña; la última, nuestra pri-mera poetisa.

En este 28 de diciem-bre, la vitalidad del niñoViera debió ser bastanteescasa, puesto que se ledieron las aguas bautisma-les «en caso de necesi-dad», según dice la parti-da de bautismo. Varios díasdespués — cinco de ene-ro de 1732— su tío el pres-bítero don Domingo Fran-cisco del Álamo y Viera ledio las bendiciones en laparroquia de Santiago; fuesu padrino el mismo que leadministró las aguas, elpresbítero don Lucas Fer-nández de Chávez.

La total desapariciónde los legajos del oficio dedon Gabriel, pues no seencuentra ni siquiera unoen el archivo de protoco-los de La Orotava, nos im-pide dar la fecha, aunaproximada, de su trasla-do al Puerto de La Orota-va. Don Diego Guigou dala de 1733, aunque sin in-dicar fuente; el propio Vie-ra no la da en sus ¡Memo-rias. Lo cierto es que suhermana Antonia nace allí

José de Viera

y ClavijoJoaquín Blanco Montesdeoca

José de Viera y Clavijo. «Noticias de la Historia

General de las Islas Canarias». Goya Ediciones (1950)

Casa Natal de José de Viera y Clavijo en la antigua calle del Agua de Realejo Alto.

Nº 14 - FEBRERO DE 2013

coordina:Isidro Felipe Acosta

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en 20 de julio de 1734.La primera noticia

que volvemos a encontrarnos la da su propia obra.En la Vida del noticiosoJorge Sargo, que escribióteniendo trece o catorceaños, se nos revela comoperfecto conocedor delPuerto de la Cruz y aman-te del pueblo que lo viocrecer. Pero lo más inte-resante que nos ofrece serefiere a sus lecturas: enesta primera época, son losautores españoles los queinfluyen en su obra; la queacabamos de mencionarestá casi calcada sobre elGuzmán de Alfarache.También encontramos suafición a la lectura, quejamás le ha de abandonar.Otra de las noticias inte-resantes es saber que en elPuerto de la Cruz no seleían los clásicos españo-les en español, pues, segúnnos revelan los archivosinquisitoriales de Cana-rias, llegaban ya traduci-dos al inglés.

Sigue Viera, despuésde esta obra, con sus la-bores literarias; de estaépoca surge precisamentesu maestría en el empleode un cierto tipo de estro-fa —la décima— difícil delograr. En la segunda desus obras, el empeño pa-rece de mayor vuelo; no seconoce ningún ejemplar desu Tragedia de Santa Ge-noveva, que nos prestaríaluces preciosas sobre sulenta transformación, yaque es su primera obra enverso; además, sería inte-resante ver cómo adapta-ba a la escena un asuntosacado, probablemente, deun Flos sanctorum, en susMemorias sólo nos indicala lectura de la vida de lasanta.

Junto a esta noticia,nos da otra; ya en su juven-tud goza de fama como au-tor de loas, entremeses,villancicos, coplas, déci-mas, glosas y sátiras. Pen-semos que en ellas setransparentaría claramente

un conocimiento importan-te de la literatura españolade principios de siglo, si nocualitativo, al menos cuan-titativo, puesto que se co-rresponden exactamente conlas forma en uso. De ellas,las más importantes fueron:El rosario de las musas,Las cuatro partes del día ylas ocupaciones ordinariasdel hombre en ellas (ambasen verso endecasílabo pa-reado), Fruta verde delParnaso (décimas, glosas,romances y quintillas). Abe-cedario de los nombres másusados de hombres y muje-res (décimas). Baraja decuarenta cartas (prosa«con equívoquillos y retrué-canos, obra de la imagina-ción, mas no del juicio»),yLa dama moralista. Todasellas son desconocidas ac-tualmente. En el título y sub-

título de esta última(«suma teológica moralacomodada al estudio deuna señora») podemos en-contrar ya dos de los ca-racteres que le han deacompañar durante todasu vida, dos preocupacio-nes constantes en su obra:moral y didáctica.

Por esta época co-menzó sus estudios en elconvento de Santo Domin-go de La Orotava; nada en-contramos sobre ellos enlos registros de matrículaque se conservan en el ar-chivo de hacienda de San-ta Cruz de Tenerife. En susMemorias nos habla de sulucimiento en conclusio-nes públicas y claustrales,defendiendo temas de fi-losofía escolástica; losestudios eran, ni más nimenos, iguales a los que

se seguían en cualquierconvento español de laépoca: un círculo viciosode agudezas.

Pero «en medio de lalóbrega noche de estos mi-serables estudios,

llegó de improviso aalumbrarle una ráfaga defeliz claridad». Fueron lasobras del padre Feijóoquienes encauzaron su vo-cación y abrieron ante suvista el panorama de lacultura europea. Entoncesempezó su verdaderoaprendizaje: conocimientode idiomas y lectura, siem-pre lectura.

Recibió las órdenesmenores de manos delobispo Guillen en La La-guna, según nos dice en susMemorias, el año 1750 yalas había recibido, puestoque aparece testificando en

un poder otorgado ante supadre, en el Puerto de laCruz, el día doce de agos-to, como tal clérigo de me-nores. Tres años despuésera ya subdiácono; comotal lo nombran primer ca-pellán en la fundación deuna capellanía colativa,con intención de «que lesirviese de congrua paraascender a órdenes mayo-res

Éstas las recibió pos-teriormente, en Canaria, demanos de don fray Valen-tín de Morán. Hacia el año1754, según se deduce deun pasaje de sus Memo-rias, obtuvo las licenciasde predicación; aun no es-taba ordenado de presbíte-ro.

Y comenzó su labororatoria, que no había decesar más que al llegar lavejez, aunque nunca tuvie-ra, en los otros períodos desu vida, la intensidad deesta primera época. Segúnconfiesa, pasaron de 160los sermones que predicódesde esta fecha hasta la desu partida a Madrid en1770. Cuando comenzó supredicación, aun formabaViera entre los barrocosdecadentes; posteriormen-te había de mudar de esti-lo.

Uno de los sermonesle produjo su primera di-ferencia con el santo

oficio de la Inquisi-ción. El 13 de junio de1756 predicó, en el con-vento de San Francisco delPuerto de La Orotava, elpanegírico de San Antoniode Padua. En él lanzó y re-pitió por varias veces unaproposición: «San Antonioexcedió las comunes medi-das que para formar lossantos tiene la santísimaTrinidad». Fray AntonioPeraza hizo la denuncia altribunal, seis días después;los inquisidores pidieroncopia del sermón para en-tregarlo a un calificador.Este fue don Alonso Fal-cón y Alarcón.

José de Viera y Clavijo, retrato de Pereira Pacheco.

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Viera representó, hu-mildemente, el origen detal proposición; con estonos indica quién fue, enparte, su mentor. Habíasido sacada de un cuader-no en que su tío el benefi-ciado de la Concepción deLa Orotava don DomingoViera recogía especies delos mejores predicadoresque había oído. La penafue, simplemente, una re-prensión hecha por el co-misario del santo oficio deLa Orotava y la amenaza deretirarle las licencias depredicación, si reincidíaen lanzar proposicionesaventuradas.

Por esta misma fechaera capellán de coro en laparroquia del Puerto.

Este primer períodode la vida de Viera, que secaracteriza por su fidelidada las formas barrocas de-cadentes, había de terminarcuando, aun no ordenadode presbítero, emprendió lalectura de las obras de Fei-jóo: «Al paso que las ibaleyendo, o más bien devo-rando, se iba presentandoa su razón otro nuevo mun-do científico, y a su espí-ritu otros inmensos hori-zontes». A partir de estaslecturas, Viera comienza aencontrarse a sí mismo. Lainfluencia del benedictinose halla patente en algunade sus obras posteriores.«El personero» no es másque una ampliación de al-gún fragmento de ensayode Feijóo, de una ideaapuntada, y su aplicacióna los diferentes aspectosde la vida cultural isleña.

La Laguna

De esta lectura obtu-vo Viera el deseo de co-nocer, jamás apagado, se-gún se expresa su herma-na doña María Joaquina enuna de las cartas que es-cribió al marqués de Vill-anueva del Prado, despuésde la muerte del arcedia-no. Las consecuencias in-mediatas fueron el apren-

dizaje de idiomas, que lehizo «vivir en el siglo delas luces en que muchos noviven», y la variación enel modo de predicar, pues-to que le empujó a la lec-tura e imitación de losmejores predicadoresfranceses. En 1787 conser-vaba aún este fervor porlos modelos que le hicie-ron variar de rumbo comoorador. Esta variación lollevó a ocupar el primerpuesto entre los predica-dores isleños. Tanta fue sufama que, al inaugurarsepor tercera vez el conven-to de dominicas de LaOrotava, fue Viera quienpredicó el sermón deaquel día; era el ocho dejunio de 1769.

Desde 1757 se habíatrasladado, junto con supadre, ascendido a escri-bano mayor del cabildo, aLa Laguna. La semilla queFeijóo sembró en su espí-ritu había de encontrar en

esta ciudad un clima apro-piado.

Casi desde su llega-da tomó parte en la tertu-lia del marqués de Villa-nueva del Prado, la másimportante reunión deéclairés del archipiélago.

En ella se reunía lomás florido de la noblezay la ilustración isleña: donCristóbal del Hoyo, mar-qués de San Andrés y viz-conde de Buen Paso, cuyaobra pudo influir una par-te en la obra de Viera; donFernando de la Guerra, suyerno, que es, posiblemen-te, el mejor epistológrafode las islas; su hermanodon Lope, cuyas Memo-rias, en vías de publica-ción, dan muchas noticiasinteresantes sobre la vidalagunera en la segunda mi-tad del siglo XVIII; los fu-turos marqueses de laCandía y del Sauzal; elconde del Valle de Sala-zar, don Fernando de Mo-

lina y Quesada; don Mi-guel Pacheco Solís; donJuan Antonio de Urtusáus-tegui, cuyas memorias,casi desconocidas, po-drían tener mucho interéspara el estudio de la ter-tulia. De éstos, pocos de-jaron obra literaria cono-cida en la actualidad; laluz de Viera ha ensombre-cido a sus contertulios,que, si bien colaboran enla Historia, prefirieronpasar la vida sin agitacio-nes, de acuerdo con la tó-nica general de La Lagu-na.

La preocupaciónconstante de todos ellosera la cultura; uno de loscontertulios, don Bernar-do Valoix y Cólogan, quefue beneficiado de la pa-rroquial del Puerto de laCruz, nos da una buenamuestra de la selección desus librerías; entre los fon-dos existentes en la biblio-teca municipal de Santa

Cruz se encuentran algunosvolúmenes procedentesde la de este contertulio,aun clérigo de menores enla época en que Viera par-tió para Madrid.

La tertulia organiza-ba, de vez en cuando, ex-pediciones campestres,muy del gusto de la épo-ca, en que se bailaban ce-remoniosas contradanzas.

Uno de los asistentesmás asiduos era Viera; sugracejo y su simpatía hi-cieron que, muchos añosmás tarde, don Juan Anto-nio de Urtusáustegui, al fa-cilitar oralmente docu-mentación sobre el arce-diano, apuntara en ella sualegría y su viveza. Estospaseos eran otra manifes-tación clara del neoclasi-cismo de la tertulia; elcontacto con la naturale-za, en forma más o menosrefinada, era un deseo detodos ellos.

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Realejo Alto a finales del siglo XIX.

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Por las Memorias dedon Lope Antonio de laGuerra y Peña sabemos al-gunas noticias concernien-tes al viaje de Viera a Ma-drid. Una embarcación in-glesa, de las que comercia-ban en Islas, había recibi-do el encargo de pasar porCanaria para conducir des-de allí hasta España al con-sejero de Castilla don Pe-dro Manuel Fernández deVillegas, que se incorpora-ba a su nuevo destino, de-

jando la plaza de regente dela audiencia de Canarias.

La nave partió delPuerto de Santa Cruz el día12 de octubre de 1770; delPuerto de la Luz, diez díasdespués, el 22. Viera, ensus Memorias nos diceque aportó a Cádiz el día21 de noviembre; parecemuy extraño un viaje detreinta días desde Las Pal-mas hasta Cádiz, y muchomás extraño que no aparez-ca, por ninguna parte, laindicación que permita darcon la causa de un retrasotan extremado. La tertulia se

Madrid

Madrid. s.XVIII. Antonio Joli.

despidió, por mano de donLope, con estas palabras in-sertas en sus ¡Memorias:«Dicho don Joseph va conalgunas pretensiones, que nose duda las consiga; pues suhabilidad, literatura, geniofestivo i otras muchas bue-nas cualidades que le ador-nan, le hazen acreedor acualquiera encargo. Era unode los más asistentes a la ter-tulia del marqués de Villa-nueva, i por tanto i dichas cir-cunstancias nos ha sido sen-sible su ausencia».

Así, pues, el 21 de no-viembre desembarcó Viera

en Cádiz, donde posible-mente descansó varios días.El 13 de diciembre se en-cuentra en Madrid. DonAgustín Ricardo Madan, ra-cionero de la catedral deCanarias, se encontraba allídesde el año de 1768, pre-parando oposiciones a la cá-tedra de hebreo de los re-cién instaurados reales estu-dios de S. Isidro de Madrid;en la espera, se ocupaba dela educación del unigénitodel marqués de Santa Cruz.Ya próximos los ejerciciosde oposición, Madan se vioprecisado a abandonar este

empleo; era la época en quéViera llegaba de Canarias.Por mediación del racione-ro, fue presentado al mar-qués, quien lo admitió comoayo. Este marqués de SantaCruz de Múdela, don JoséJoaquín de Silva Bazán Me-neses y Sarmiento, pertene-cía a la familia más podero-sa del siglo XVIII español,los Silva. Pero, aun dentrode esta familia, representaun tipo bastante raro. Era unéclairé convencido.

Muestras de esta po-sición son la existencia en sucasa de un laboratorio quí-mico- físico, la protecciónque dio a» varios literatosimportantes de la época, lapreocupación por la ense-ñanza de su hijo y, sobretodo, sus intentos de adelan-to material de los pueblospertenecientes a sus seño-ríos, con el establecimientode fábricas y escuelas. Per-tenecía a la Academia de laHistoria y fue director de laEspañola. El tratamiento quedio a Viera en su casa, llenode consideraciones para supersona en virtud de la mi-sión docente que ejercía,pareció a éste mismo com-pletamente desusado. Vie-

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Paseo de Las Delicias (Madrid). Francisco Bayeau.

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ra fue, en la casa de SantaCruz, considerado como unprotegido de toda distincióny no como un servidor. Esteempleo lo situó ventajosísi-mamente dentro de la cor-te. El marqués era, a la sa-zón, gentilhombre de cá-mara del príncipe Carlos(Carlos IV), y tenía queseguir al rey en las cuatrojornadas anuales a LaGranja de San Ildefonso,Madrid, Aranjuez y El Es-corial; el hijo y el ayo se-guían al marqués.

Para la enseñanza deljoven marqués del Viso,Viera preparó unos opús-culos; éstos, que se puedenconsiderar perdidos, fue-ron los siguientes: Idea deuna buena tónica en diá-logo, Compendio de laética o filosofía moral,Nociones de cronología,Epítome de la HistoriaRomana, de la Historiade España, y de la Histo-ria eclesiástica. Obras to-das del año 1771, posible-mente patentizarían las in-fluencias de Condillac, Ro-llin, Desormeaux y Fleury.Viera no había aprendidoaún a contener sus ideas.

Este mismo año de1771 compuso dos peque-ñas obras poéticas, imita-das de Horacio y de Virgi-lio: Oda a las Parejas deAranjuez, y Égloga gene-tlíaca al feliz nacimientodel infante Carlos Cle-mente. Su prosaísmo se hade encontrar raramente enotras obras de Viera. Talvez fueran una intentonapara convertirse en poetaáulico; si así fue, el éxitoestuvo muy lejos de corres-ponderse con las esperan-zas. Pero el año 1772 fuepara Viera uno de los másimportantes de su vida; du-rante él apareció en Ma-drid, salido de las prensasde Blas Román, el primertomo de su Historia deCanarias. Fue enviado a latierra natal inmediatamen-te; allí se repartió entreamigos, parientes y princi-pales autoridades del Ar-

chipiélago. El cabildo deTenerife acordó darle cienducados de ayuda de cos-ta por cada uno de los to-mos que publicase. En eltomo 2.°, da él mismo estanoticia. El acuerdo fué to-mado tres veces. A pesarde sus muchos esfuerzospor conseguir esta subven-ción, no recibió los cuatro-cientos ducados.

En los papeles en quellevó la contabilidad de lostomos de su Historia pode-mos ver cómo se ampliabay, al mismo tiempo, quin-taesenciaba el círculo desus amistades: Campoma-nes, el padre confesor, lacamarera mayor de la rei-na y otros grandes perso-najes del mundo oficial; almismo tiempo, sus amigos

de La Laguna, los de laAcademia de la Historia,los aficionados a la historianatural. Uno de los amigosque adquirió en esta épocafue don Antonio Tavira yAlmazán, cuyo papel encuanto al desarrollo del jan-senismo español no es des-conocido. Este había de sersu gran amigo en la épocaen que, residenciados am-bos en Canaria —obispoTavira y arcediano Viera—, aunarían sus esfuerzos enempresas de desarrollo cul-tural de las Islas, en suconstante preocupaciónpor el seminario, por la So-ciedad Económica, o por laescuela de dibujo.

El volumen fue remi-tido, para su censura, porel consejo de Castilla a la

Academia de la Historia.Después de la publicacióndel tomo segundo, le fue in-sinuado que solicitase suadmisión como académico.

Fué admitido, comocorrespondiente, el 11 defebrero de 1774. En estemismo mes se recibiócomo tal, juró y pronunciósu Oración gratulatoria.Tres años más tarde, unosmeses después de publica-do el tomo tercero, pasó aser supernumerario, a pro-puesta de Campomanes,director entonces de laAcademia.

A pesar de la traba-josa composición de la His-toria, el espíritu de Viera si-guió discurriendo por otroscauces. En esta época(1773) comienza verdade-

ramente su extensísimaobra de traductor, tanto dellatín como del francés. Suprimera traducción fué laApología de las mujeres dePerrault. Durante el si-guiente año de 1774, la Sá-tira Octava de Boileau, so-bre la nobleza, y Los Sen-timientos afectuosos de Blinde Sainmore, que nos pre-sentan a Viera como uno delos primeros arcaduces pordonde penetró en Españael germen del romanticis-mo. Este mismo año tradu-jo, en exquisita prosa, el li-bro IV del Kempis, queapareció incluido en la tra-ducción publicada por donJosé del Camino, uno de losprimeros amigos de Vieraa su llegada a Madrid.

En la época de los via-jes y de las narraciones so-bre ellos, no podía dejar derendir su tributo. En 1774,con ocasión de pasar elmarqués Santa Cruz a LaMancha para visitar sus es-tados, Viera, que le acom-paño en calidad de ayo delheredero, compuso un dia-rio del viaje.

Después de visitarSanta Cruz de Múdela, ElViso y Valdepeñas, conti-nuaron su ruta por Sevilla yCádiz. Este diario, que pre-senta, por el desaliño de suprosa, un extraño contrastecon la Historia, se conocesólo fragmentariamente.Morel-Fatio, que lo publi-có en la segunda serie desus Études sur l’Espagne,reproduce solamente la par-te referente a La Mancha;el fragmentario manuscrito,de donde se sacó para lapublicación, se conserva enla Biblioteca Nacional deParís. El editor aprecia enel diario, sobre todo, el seruno de los pocos documen-tos representativos de lasrelaciones existentes entreel gran señor dieciochescoy sus vasallos.

Poco después colabo-ró con todo los artículos re-ferentes a Canarias, al publi-carse, en 1776, la traduccióndel Diccionario geográfico deLacroix.

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Jose Joaquín de Silva-Bazán. Marqués de Santa Cruz. (Anton Raphael Meng)

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Viera en ParísSebastián Hernández Gutiérrez

Apenas había cumpli-do los 20 años de edad,Francisco de Silva – Ba-zán y de la Cueva se viofrente al altar tomandocomo esposa a la perla dela Casa del Infantado, aMaría Leopoldo Cristinade Toledo Salm – Salm,lográndose así una intere-sante alianza entre dos fa-milias de la alta sociedadespañola. Una anheladaunión confirmada en 1776por lo que temió Viera que-dar sin ocupación laboraly totalmente desprotegidode la influencia del mar-qués. Nada más lejos de larealidad por cuanto quedon José Joaquín le de-mostró su afecto cuando,primero, no le hizo aban-

donar su casa en la quedesde hacía mucho tiempose le consideraba un fami-liar, y segundo, al ser invi-tado a participar en un via-je al extranjero que a lapostre le cambiaría, sin élaún saberlo, la vida.

En efecto, en 1777 lamarquesa del Viso se vioafectada por la viruela, unaenfermedad muy temida enla época. María Leopoldi-na logró superarla tras unosmeses de intensos cuida-dos médicos. Para celebrarsu vuelta a la Corte se ofre-ció en la finca de su tío elpríncipe de Salm–Salm,conocida como Las Visti-llas, una fiesta con banque-te, música y fuegos de ar-tificio que fue muy bien re-

tratada por José de Viera yClavijo en el poema y queese mismo año tomó cuer-po impreso en los tallerestipográficos de JoaquínIbarra.

A pesar de la buenasalud que gozaba la hija delos duques del Infantado, lafamilia pretextando la ne-cesidad de un total resta-blecimiento de la jovenideó un viaje a la ciudadbalneario de Spa, cuyafama internacional comocentro de reposo traspasa-ba ya, a finales del sigloXVIII, las fronteras belgas.El viaje tenía también algode «luna de miel» y viajede placer, pues el séquitoque ambas familias orga-nizó fue tan abundante

como variopinto. Entre laspersonas que se seleccio-naron para formar la comi-tiva estaban los dos ayosde los esposos del Viso,José de Viera por parte deFrancisco de Silva y JoséCavanilles como instructorde doña María Leopoldi-na.

Su vida en París

A comienzos de vera-no, el 24 de junio, partióuna comitiva inicial a laque en los días sucesivosse le agregarían unos ca-rruajes de familiares quese sumaban al extraordina-rio viaje. En Borcequillase añadieron a la caravanalos coches del Infantado y

en Lerma se anexionó elduque de Fernán Núñez. El7 de julio pisan ya tierrafrancesa y llegaron a Parísun 13 de agosto después demes y medio de continuotraqueteo y pernoctacionesen posadas.

Durante todo estetiempo los dos clérigos tu-vieron tiempo suficientepara conocerse, y hastapara confesarse su mutuointerés por las ciencias ylas humanidades, amén dehaber compartido mesa,mantel, peluquero, jergón,posada y coche. En París,los dos clérigos junto conel resto de viajeros se aco-modaron en el Hôtel de

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Rousseau, Voltaire, Diderot, D'Alambert daban color a las fiestas.

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Tréville, en la calle Tour-non, en las proximidadesdel Palacio de Luxembur-go. De allí pasa ron alHôtel Tours, y un mes des-pués se trasladaron a unacasa particular propiedaddel príncipe de Salm en larue d’Enfer.

Los dos clérigos que-daron maravillados de Pa-rís, y Viera, en particular,no daba crédito a sus ojosal estar frente a frente a unaciudad que consideraba lacuna del saber universal.La vida le había dado unaoportunidad, la de contac-tar con sus héroes de lec-turas, y estaba decidido ano perderla, a sacar elmáximo beneficio de suestancia parisina.

Después, y al tiempo,de visitar el París monu-mental, Viera, y tambiénCavanilles acompañadosde sus pupilos, se matricu-laron en todos los cursosde ciencias que sus hora-rios les permitían. De he-cho el 17 de noviembre de

1777 se inscriben los cua-tro en el curso de Física queen breve impartirá Jean –René Sigaud de la Fond. Alos pocos días se daba lalección inaugural del cursode Ciencias Naturales diri-gido por Valmont de Boma-re y lo propio ocurría conel de Química y Mineralo-gía cuyo máximo responsa-ble era M. Sage.

París había logradocon este método de enseñan-za libre y enciclopedistaromper los viejos moldes dela docencia llegando a con-

vertirse en una capitalúnica que ofrecía a quienquisiera aprender los úl-timos y más renovadosconocimientos en cienciasexperimentales, siendo losmismos el fruto recientede un modelo de investi-gación que estaba imbui-do en el Racionalismo.

El académico rindióculto a la Academia Fran-cesa creyendo encontrar-se en el Olimpo del cono-cimiento. Acudía a su ce-náculo con frecuenciaqueriendo trabar amistad

con los personajes admira-dos y tuvo la suerte de oírpersonalmente a Voltaire, aBenjamín Franklin, a Con-dorcet, a D’Alembert, pa-dres de la Ilustración, queen breve cambiarían elrumbo del mundo con susideales liberales destro-nando al absolutismo quesumía a Occidente en unmar de tinieblas.

Viera también tuvotiempo para penetrar enambientes menos oficialesque surgían como hongosen un París que abonaba

con gusto cualquier tipo decosecha. El que más des-taca por ser considerado enla actualidad como un em-baucador, pero de enormeimpacto en la personalidadde Viera, fue la aventuramantenida con La Blanche-rie, un personaje de mediopelo que hipnotizó a Vieray a Cavanilles en una ter-tulia literaria que cadamiércoles celebraba en sucasa. El especulador vivíaen la calle de Tournon yhabía abierto en un salón de

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Versalles hacia 1668, por Pierre Patel.

Antonio José de CabanillesFrançois Marie Arouet, VoltaireJean le Rond D'Alembert Benjamin Franklin

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Page 8: José de Viera y Clavijo - losrealejos.es · y Clavijo Joaquín Blanco Montesdeoca José de Viera y Clavijo. «Noticias de la Historia General de las Islas Canarias». Goya Ediciones

su hogar una tertulia que ven-día como el centro de la cul-tura universal, teniendo a sudisposición un órgano depropaganda: Les Nouvellesde la Repúblique des Lettres.En él logró Viera insertar al-gunas notas sueltas sobre elmovimiento literario españolcontemporáneo; artículo quelógicamente tuvo que pagarcon buenos luises galos.

A pesar de ello, París, laexperiencia allí vivida, los co-nocimientos adquiridos, loscontactos realizados, seríanpara el caso de Viera y Clavi-jo un nuevo punto de partidaque fragmentaba en dos supropia vida.

Existe un Viera antes deParís, preocupado por las hu-manidades, por la literatura; yexiste un Viera después deParís, interesado sobre todoen las ciencias, en la química,en la física, en la mineralogía.En este sentido, los conoci-mientos adquiridos en las«academias» de Sigaud de laFond y Valmont de Bomarese transforman en conoci-mientos doctorales que ten-drán con el tiempo una res-puesta muy positiva en el con-texto de la producción de Vie-ra y Clavijo.

Sigaud de la Fond im-partió en abril de 1779 uncurso de seis lecciones so-bre los gases, sobre los «ai-res fijos» que constituían enel siglo XVIII una materia desumo interés científico. Ésteabrió los ojos a Viera sobrelas posibilidades del estadogaseoso, y dos años después,en 1780, publica un poemadidáctico en cuatro cantostitulado Los Aires Fixos conel seudónimo de Diego DíazMonasterio.

Mayor repercusióntuvo la docencia de Valmontde Bomare por cuanto queeste científico desbordó lacuriosidad intelectual deViera en materia de mine-ralogía. El abate llegó a ad-quirir el afamado Dicciona-rio de Historia Natural(1704) del profesor, textoque le serviría de modelopara futuros trabajos de in-vestigación que llegan a re-producir hasta el título de laobra, es así como nació suDiccionario de HistoriaNatural de las Islas Cana-rias (1799).

Buena parte del año1777, y del siguiente, fueconsumido por Viera en re-dactar un Diario en el quecopió, para fortuna de sus

historiadores, todos y cadauno de los pasos dados enesos dos años. Él fue cons-ciente desde el comienzodel viaje de la importanciadel mismo y no dudó en re-gistrar en su cuaderno cuan-to dato le pareció novedo-so hasta el punto de ser, elDiario, un cuaderno de bi-tácora que registra fielmen-te su primera aventura eu-ropea.

Por razones de pocointerés, la planeada estanciaen Spa quedó en la nada ypara colmo los viajeros, lospocos que ya quedaban enParís en abril de 1778, re-cibieron con gran disgustoel agravamiento de una tu-berculosis que desde hacíaalgún tiempo había atacadoal marqués del Viso. La ti-sis no era una enfermedadcomún entre los más aco-

modados, pero el marquésno era un hombre robusto yle confirmó la gravedad dela dolencia el doctorBouvard quién desahució aljoven. La única recomenda-ción del galeno fue una in-minente repatriación paraque el aristócrata falleciera entierra española. Viera asumióla difícil misión de comuni-carlo a Madrid, a don JoséJoaquín, quién a primeros dejulio estaba junto a su hijo yun grupo de eminentes doc-tores que confirmaron la gra-vedad del enfermo. Ante laalarmante situación, el mar-qués de Santa Cruz de Mu-dela organizó un viaje devuelta contando tan sólo conla presencia de José de Vie-ra y su hijo para dejar, mo-mentáneamente en París, a laesposa de éste, a sus pa-dres, los duques del Infan-tado, y a Antonio Cavanilles.

El pequeño cortejo saleen fuga de París, de Franciay deciden poner rumbo a Va-lencia donde los aires tem-plados del Mediterráneopodían hacer algo por laafección del marquesito. Sinembargo, todo fue inútil lle-gándole su última hora en lavíspera del día de reyes delaño 1779.

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Jacques-Christophe Valmont de Bomare (1731 - 1807)

Capilla Real de Versalles

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Page 9: José de Viera y Clavijo - losrealejos.es · y Clavijo Joaquín Blanco Montesdeoca José de Viera y Clavijo. «Noticias de la Historia General de las Islas Canarias». Goya Ediciones

José Viera y Clavijovisitó Viena (capital y ciu-dad de residencia, comoera denominada en aque-lla época), entre el 18 denoviembre de 1780 y el 18de abril de 1781. Se en-contraba dentro del séqui-to de D. Joseph de SilvaBazán, Marqués de SantaCruz1, que había viajado ala ciudad con el fin de vol-verse a casar. La comitivaestaba compuesta por elMarqués, su hermano D.Pedro de Silva, José Vie-ra y Clavijo, un ayudantede cámara y dos lacayos enel pescante.

Puesto que el manus-crito original de Viera es-taba en posesión del Fon-do Social y Cultural deCaja Canarias y no se en-contraba a mi disposición,me serví de dos edicionesimpresas de la epopeya«Los Meses», en cuyoapéndice está publicado elitinerario del «Viaje a Ale-mania» (Santa Cruz –1843). En Viena tuve a mi

disposición la edición de laBiblioteca Nacional deAustria2 y en Tenerife elejemplar de la Bibliotecade la Real Sociedad Eco-nómica de los Amigos delPaís de Tenerife que, ama-blemente, pusieron a midisposición fotocopias deltomo3.

En este corto trabajosólo me refiero a la estan-cia en Viena, y comentoúnicamente las notas escri-tas en el diario sobre díasen los que hubiera aconte-cimientos relevantes. Yaque el espacio que se meha dado es limitado, he pre-ferido dejar a un lado losdías de descanso o aquellosen los que el tiempo erademasiado frío para salir,dejando lugar a las notasque tienen una mayor im-portancia para la historialocal y cultural de Viena,las cuales están relatadas alcompleto. Pero éstas debe-rán también acercar a loslectores españoles las vi-vencias más importantes de

Viera y Clavijo en la capi-tal del Santo Imperio Ro-mano y facilitar a futurosinvestigadores la elabora-ción de la materia4. Lamen-tablemente, en la meritoriaexposición celebrada enhonor al 275 cumpleañosde Viera y Clavijo en LaLaguna, se documentaronúnicamente sus estancias enFrancia, Italia y Munich5.

En esto, la relaciónentre España y la zona deViena a lo largo de los si-glos fue estrechándose, es-pecialmente por las conti-nuas relaciones.

Los contactos entre lazona de Viena y España yase demuestran en el sigloXIII con la participacióndel Duque Leopoldo VI deBabenberg en batallas con-tra los árabes en 1212 enNavas de Tolosa; así comoel cumplimiento del Cultoa Santiago partiendo deSantiago de Compostela(1236 Convento St. Jakobauf der Hülbe; - Iglesia deSantiago en Viena). A co-

mienzos del siglo XIV co-menzó un acercamientopaulatino de ambos reinos:el 13 de enero de 1314,Federico el Bello de Ha-bsburg se casó en Juden-burg con Isabella (Elisabe-th; fallecida en 1330 y en-terrada en la capilla de SanLuis en el Monasterio delos Franciscanos situadofrente al lugar de residen-cia de Viera y Clavijo),hija del Rey Jaime II. Dela época de Alberto II exis-te la descripción del viajedel Hidalgo Pero Tafur;que, enviado por el ReyJuan II en 1438 a la Cortede Habsburg, fue a Bres-lau y posteriormente a Vie-na. Los cimientos de la his-pano-austriaca Casa deAsturia se colocaron al ce-lebrarse la boda doble en-tre Felipe el Bello y su her-mana Magarita con Johanny su hermano Juan de Cas-tilla – Aragón y Granada.Como consecuencia delgobierno fundado en Aus-tria en 1522 por Infante es-

pañol Fernando I, se llegóa ser un duradero, pero nogran componente de la so-ciedad cortesana y menosaún burguesa de Viena.Personalidades como Ga-briel de Salamanca, Diegode Serava y Cristóbal deCastillejo han de ser tam-bién nombrados comoaquellos (familia Hoyos deBurgos establecida hastahoy en Austria) que, comootras familias españolasadquirieron bienes en Vie-na (no obstante, no existerelación genealógica algu-na con la familia Hoyo –Solórzano establecida enTenerife). Un mayor núme-ro de españoles se deja verentre los defensores deViena contra los turcos en1529. De manera especialse desarrolla el elementoespañol en Viena con laentrada de soberanos (porejemplo Maximiliano II en1552 con su esposa espa-ñola María - hermana de

Comentarios acerca de la estancia de

José Viera y Clavijo en VienaIntroducción, selección y notas de Hans Koenig

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Viena en el Siglo XVIII. (Canaletto)

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Felipe II; al mismo tiempofueron llevados a Viena in-numerables animales exóti-cos, entre otros el primerelefante, fundando así lasbases para el primer par-que zoológico en la ciudad),en festividades (entre otrasel ballet hípico «Rossba-llett», que llevo a la crea-ción de escuela hípica es-pañola en 1572. A partir de1580 se utilizaron semen-tales árabes españoles enla hacienda de Lipizza; deahí viene la raza de caba-llos Lipizzanos) y en la cor-te mediante el Ceremonialde la Corte español. Este«estilo de la Casa de Bor-goña» fue especialmentecuidado por las bodas es-pañolas y cumplido meticu-losamente por el Empera-dor Carlos VI. Surtió efec-to por última vez el 1 deabril de 1989 en el reque-rimiento de admisión en elCripta del Convento de losCapuchino de Viena en elentierro de Zita, última em-peratriz, que entre otrosposeía el título de Infantade España. También llamala atención la corona espa-ñola en una de las torres dela Iglesia de San CarlosBorromeo en Viena, a cuyoderecho nunca renuncio el

Emperador Carlos VI (co-nocido en la literatura es-pañola de la Guerra de Su-cesión como el ArchiduqueCarlos).

Las órdenes llegadasdesde España (la OrdenJesuita, Orden Benedictinay Orden Trinitaria) y lascongregaciones (compro-bable ya en el siglo XVI;en 1631, mediante inte-grantes del séquito de laInfanta, se fundó la congre-gación española de los San-tos Sacramentos en la realparóquia de San Miguelcon motivo de la boda deFernando III con MaríaAna de España) adviertentambién de las estrechasrelaciones en el ámbito re-ligioso, desde el siglo VIhasta comienzos del sigloXVII, entre España y Vie-na. En 1711 llegó con Car-los VI un gran número deespañoles que habían com-batido anteriormente paraél en la Guerra de Sucesión(entre estos un represen-tante de la tinerfeña familiaSalazar). Para ellos y otrossúbditos romanos y neer-landeses fundó Carlos VI elHospital Español (en la ca-lle Boltzmanngasse nº 9 –9a). En 1761 el Dr. Leo-pold Auenbrugger descu-brió en este hospital el mé-todo de percusión del tó-

rax. Muchos de los espa-ñoles emigrantes se en-cuentran enterrados en lacripta de la Órden Trinita-ria en la calle Alserstrassenº 17 de Viena. Una nuevaola de emigrantes españo-les llegó a Viena con Eli-sabeth de Braunschweig,esposa de Carlos, comoconsecuencia de la capitu-lación de Barcelona el 11de septiembre de 1714.Uno de los emigrantes fueel arzobispo valencianoAntonio Francesco Folcode Cardona, que se con-virtió en el primer presi-dente del Consejo Españolen Viena. De él pasó a susobrino Juan Basilio Cas-tellvi de Cervellón el terre-no «Strozzigrund», actualbarrio Josefstadt de Viena,quien lo vendió en 1753 ala ciudad de Viena. Otropresidente del ConsejoEspañol fue el Marqués deRofrano Gerónimo Cape-ce que compró el que se-ría el Palacio de Auerspergy lo mandó ampliar. Su cul-to a la Rosa de Oro que-da perpetuada en la ópera«El caballero de la Rosa»de Richard Struss. La re-lación entre España y Aus-tria se enfrió tras la Guerrade Sujeción española(1701-1714) y a conse-cuencia también de la pér-

dida de Nápoles y Siciliaen la guerra que duró des-de 1733 a 1735. Al volver-se Austria hacia Francia ymediante el Tratado deAranjuez de 1752, hubo unnuevo acercamiento a Es-paña y se establecieron lasrelaciones diplomaticas. Lacasa del embajador espa-ñol, Conde de Aguilar, seencontraba en la actual Pla-za de Los Franciscanosfrente al antiguo Monaste-rio Franciscano. Posterior-mente pasó a ser en variosedificios la Cancillería Fe-deral, Archivos Particula-res, Archivos de la Corte yel Archivo Nacional. Vieray Clavijo vivió Viena en unestado floreciente. El peli-gro turco estaba conjuradoy el Imperio de Habsburgconsolidado. Las reformasde la Emperatriz María Te-resa, tales como la ense-ñanza obligatoria, las pri-meras instituciones socia-les, la consolidación de delpresupuesto financiero yestabilización política tantoexterior como interior, con-virtieron la oprimida ciudaden la «Viena gloriosa». Elestilo denominado BarrocoAustriaco caracterizó lamúsica, el teatro, la pintu-ra, la arquitectura paisajís-tica y en especial la arqui-tectura de esta época. Este

es aún notable en el aspec-to urbano de la ciudad yfue característico para eldesarrollo de la metrópolisdel Danubio. Es un estilomarcado por la ostentacióncon agitadas e hinchadasformas de los elementos. Escierto que el país de origendel Barroco es Italia. EnAustria comenzaron a fami-liarizarse con él una vez co-menzó tras darse hasta can-sar en Italia. Puesto que losartistas debían ocuparse delestilo precedente y no pre-servaban el eclecticismo yel decadentismo se llega auna enorme síntesis que fun-da un estilo de arte típicoaustriaco, que obtendrá im-portancia en la Historia delArte en Europa. Tras laContrarreforma, en el ám-bito eclesiástico, las obrasde arte debían presentar ala humanidad convertida enescéptica, el mundo deDios y de los Santos de for-ma renovada; mientras queen el ámbito mundial, elolímpico mundo de los rei-nantes debía ser descritode forma alegórica median-te la reanudación de la an-tigua tradición. Por lo queel Barroco se convirtióigualmente en el símbolo dela victoria eclesiástica so-

El Palacio de Schönbrunn, también conocido como el Versalles vienés, es uno de los principales edificios históricos y culturales de Austria.

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(viene de la página anterior)bre los protestantes y tam-bién sobre la victoria mun-dial sobre los turcos, a locual la consolidación polí-tica y económica produjo lanecesaria condición previa.El barrococ comenzó trasrepeler el sitio turco de1683 se encuentra bajo lareferencia de arquitectosdel área lingüística alemán–a la cabeza se encuentranJ. B. Fischer de Erlach y J.L. de Hildebrandt y sus nu-merosos colaboradores ydiscípulos- y escultores alos que se recurrió paraembellecer las contruccio-nes. Sin embargo cabe des-tacar que la «obra de arteal completo» del Barrocono se limita al arte, sino quemantiene también una es-trecha relación con el tea-tro y la música. Los arqui-tectos fueron llamados aViena por Leopoldo I(1659 – 1705), José I(1705 – 1711) y Carlos VI(1711 – 1740), «Empera-dores del Barroco» repre-sentantes a su vez de la«Era de los héroes», cuyo«pensamiento imperial»provocó el «Boom» de laconstrucción. En el área deViena realizaron un grannúmero de obras para lacorte, la aristocracia, laiglesia, la ciudad y la bur-guesía. Éstas, mediante lafusión de los estilos de lasformas del Barroco roma-no y la arquitectura france-sa del tiempo de de LuisXIII y XIV , formaronaquellas obras indepen-dientes de la «arquitecturaaustriaca». Los requisitosbásicos estaban satisfe-chos: suficientes recursosfinancieros de los propie-tarios –en el caso de la aris-tocracia entre otros esta-ban los ingresos agrícolasde los latifundios atesora-dos en Bohemia-, la volun-tad de representación, quea menudo degeneraba ensuntuosidad y derroche, lamano de obra gratis dispo-nible tras el término de lostrabajos de fortificación yla supresión de la amenaza

militar mediante la edifica-ción en los suburbios des-protegidos. Cuando en lossiglos 16 y 17 era de pres-tigioso ser el propietario deun palacio en la ciudad,ahora lo era serlo de unpalacio con jardines en lasafueras a lo cual las figurasde la Corte (Schönbrunn)y del Principe Eugenio(Belvedere) no carecían deimportancia. El barrocoaustriaco es la expresióncompleta de un estilo devida y del mundo que evo-luciona y pasa a ser el re-

flejo de la mentalidad aus-triaca. Alrededor de 1730se había logrado el puntode culminación de la cons-trucción en Viena; al mis-mo tiempo era perceptiblela tendencia a una actitudclasicista (obras posterio-res de Fischer, Antón Os-pel, Donato Felice yd´Allio). En la era de Ma-ría Teresa prosiguió el ba-rroco tardío, el cual se con-vierte en el Rococó y en elPreclacicismo francés en lasegunda mitad del sigloXVIII (Nicolas Jadot de

Ville-Issey, Nicolaus Pa-cassi).

Viera Clavijo visitódurante su estancia todoslos nuevos palacios y pala-cios con grandes jardínes,pero no como un mero tu-rista más interesado en lacultura y la historia comose visitan hoy en día, sinoincluido activamente en elestilo de vida de la época,como parte de la escenifi-cación del día a día barro-co en Viena. Por ello, las44 páginas impresas denotas que nos deja acerca

de Viena no son únicamen-te interesantes para los lec-tores españoles, sino quees también un documentograndioso y una nuevafuente que se abre para lahistoria de Viena.

Viera y Clavijo viajódesde Venecia a Goricia,Liubliana (hoy capital deEslovenia), Cilly, Maribor,Graz atravesando el RíoMur, Bruck atravesando elMürz6. El camino del Sur esla actual autopista nacional17, siendo antes de la cons-trucción de la autopista delSur A2 el eje del tráfico de-trás del puerto de Triest, devital importancia para elcomercio en Austria.

Viera y Clavijo per-maneció 151 días en Vie-na. Desde el 18 de noviem-bre de 1780 hasta el 18 deabril de 1781. Allí encon-tró, a parte de compatrio-tas y otros muchos, a 59nombradas personalidadesde la alta nobleza, la diplo-macia, dignatarios de laIglesia, científicos y artistas.En el séquito de su señor,visitó 18 grandes Palaciosy Residencias de la noble-za, que hoy por hoy pue-den ser visitados en Viena.Nos informa acerca de 14iglesias y monasterios de laciudad y sus inmediaciones.Escribe acerca de 22 insti-tuciones científicas, milita-res y sociales y nos ofreceal mismo tiempo la «vida»de la ciudad y sus subur-bios.

Documenta 19 excur-siones y paseos que co-menta de forma correctapero entretenida. Quedaminusválido por el maltiempo, al fin y al cabo enViena nieva y bajan las tem-peraturas por debajo de0ºC y también se atormen-ta por los dolores de mue-las, por lo que hay días enlos que le es imposible sa-lir. Para un tinerfeño, el in-vierno en Viena, sumado ala mala calefacción dentrode los edificios y el horri-ble equipamiento sanitariode la época, debía ser unatortura.

Viera visitó Viena con motivo de la boda del Marqués de Santa Cruz con la condesa MaríaAnna de Waldstein. (Francisco de Goya y Lucientes)

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Los últimos semonesFrancisco Rodríguez Batllori

El prestigio de Viera enCanarias es ahora superior alque había cosechado antesde su salida del archipiéla-go. Las noticias divulgadassobre su vida en Madrid y lapublicación de la Historia delas islas, cuidadosamente ela-borada durante años, le con-vierten en una figura eminen-te y respetada. Su curiosidadcientífica se agudiza: al añosiguiente al de su regresoaprovecha una visita a la vi-lla mariana de Teror pararealizar análisis del «aguaagria» que desde época in-memorial fluye en aquel tér-mino. Como reconocimien-to de la importancia de estetrabajo, la Económica deAmigos del País le nombrasocio honorario y, más tar-de, director. Desde este car-go, que ostentará hasta el fi-nal de su vida, presta unavaliosa y permanente cola-boración en las actividadesde la entidad’».

Su natural inquietudencuentra aplicación en di-versas empresas de caráctercultural. Propone a sus com-pañeros capitulares la crea-ción de un Colegio para mo-zos de coro de la Catedral,bajo la advocación de SanMarcial de Rubicón, a «finde reformar la indecencia delos sirvientes que hasta allíse habían tolerado». Apro-bada esta propuesta por elCabildo y autorizado el pro-yecto por el obispo don An-tonio de la Plaza, el nuevocentro comenzó su labordocente bajo la dirección delpropio Viera; redactó el Re-glamento de régimen inter-no y ordenó lo relativo a con-cesión de becas, distribuciónde horarios, tipo de enseñan-za, etc. Sus afanes y desve-los por esta obra no excluyeel sacrificio de su propio pa-trimonio, dispuesto siemprea garantizar la estabilidad ypermanencia del Colegio.

Pero no era esto lo másurgente. Ni siquiera lo másnecesario. Mientras la islaacrecienta y perfecciona su

cultura, la Iglesia no está muysobrada, salvo escasas excep-ciones, de hombres capaces dehallar el verdadero matiz de laoratoria y ese claro cortejo depalabras, ideas, ejemplos ydeducciones que abren a losfieles una vía de compresiónde ciertas materias aparente-mente difíciles. Viera se pro-pone subsanar este vacío y enparte lo consigue; «Por lo quemira al ministerio del pulpitoes bien notoria la aceptacióngeneral que se consiguió enCanaria, desempeñando lossermones panegíricos de lasfestividades más célebres.

En el primer año de suresidencia, predicó el de SanAgustín, en su convento, cuyaoración tuvo la fortuna de ha-cer la más viva y extraordina-ria impresión en el auditorio,resonando por todas las demásislas el eco, quizá porque senotó no sé qué nuevo génerode elocuencia..,». Este ser-món, predicado el año 1785,cuando a Viera -según obser-va Rodríguez Moure- «ya sele hacía pesado subir las esca-leras del pulpito», alcanzó unagran resonancia en el archipié-lago y mereció honores de im-prenta, posteriormente le fue-ron encargados los panegíricosde San Ildefonso, San Bernar-do, Santa Clara, San Pedro,Nombre de Jesús, Octava delCorpus, Natividad de la Vir-gen (en Teror), la Asunción,Santa Teresa... en fechas y lu-gares generalmente reservadosa los oradores más sobresalien-tes, por tratarse de solemnida-des religiosas a las que eraninvitadas las corporaciones yrepresentaciones oficiales de laisla.

La Sociedad Económicade Amigos del País le encargala oración fúnebre de CarlosIII, en las exequias celebradasen la iglesia del seminario el17 de mayo de 1789. Vieraexalta la memoria del monar-ca por quien había sentidosiempre una sincera y apasio-nada admiración. Fue el bro-che de oro de su carrera depredicador. Recordará siempre

la solemnidad de este acto, sinomitir el detalle de que subióal pulpito revestido «con apa-rato de capa de coro y faldasuelta».

Conservó Viera hasta elfinal la elegancia verbal quehabía adquirido en sus añosde estancia en La Laguna yMadrid, libre ya de la influen-cia nefasta de unos modelosde oratoria excesivamente re-tóricos. Recordando esta épo-ca escribe en sus «Memorias»:«Aunque cuando la empezó(la carrera de predicador) seacomodó por desgracia aaquel género de oratoria es-tulta que dominaba a la sa-zón en las islas, y aun en todaEspaña, fue luego el mismoD. José de Viera el primeroa quien en Tenerife debió elpulpito su reforma, su deco-ro y su dignidad; porque ver-sado ya en la lectura de losmás célebres oradores fran-ceses, se empeñó en imitar-

Viera y Clavijo Periodista y orador (1991)

los y en desterrar aquel abu-so, hijo de una autorizada ig-norancia, no sin aceptacióny edificación general, comolo certificaron después bajojuramento los párrocos de laLaguna»... «Desde entonces,adquirió en Tenerife los cré-ditos de predicador sobresa-liente, a quien se encomen-daban los sermones de las fes-tividades más ruidosas: cua-resmas, octavarios, novena-rios, pláticas, etc., y esto porel dilatado espacio de dieci-seis años, en diferentes igle-sias de aquellos pueblos, pa-sando de ciento cuarenta lossermones que pronunció...».

Debe entenderse quenos ocupamos de la oratoriade Viera y Clavijo sin salimosdel marco de una época y conreferencia ajustada al momentocultural en que el arcediano de-sarrolló sus actividades. Vistacon ojos actuales es más queprobable que esta oratoria nos

resulte ritual y formalista. Perosi retrocedemos al instante enque los sermones fueron pro-nunciados, fácil será compro-bar que el polígrafo isleño igua-ló, e incluso superó, a muchosde los oradores sagrados queen España alcanzaron fama yprestigio.

Puede descubrirse en laoratoria de Viera luces y som-bras, lunares y manchas; peroel crítico que se proponga ana-lizarla con limpieza habrá departir de una realidad; los erro-res de detalle son tan inapre-ciables que no alteran el méri-to del conjunto. Para exami-nar esta oratoria habría quecompararla con la anterior yla posterior a su época: cono-cer de dónde salió, el esfuer-zo que significó su plan reno-vador y su método personalí-simo. Tratarla, en una palabra,como el fenómeno de una épo-ca, y sin el rigor minucioso deun análisis clínico.

Retrato de Viera en sus últimos años de vida. José Osabarry. Catedral de Santa Ana. Las Palmasde Gran Canaria.

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Naturaleza y Religión en el Diccionario de

Historia Natural de Las Islas CnariasMaría Victoria Galván González

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En el Diccionario deHistoria Natural de las Is-las Canarias llama la aten-ción el tratamiento pasionalque da Viera a la naturalezainsular canaria. La obra sor-prende por la manera en queel autor evoca el espectácu-lo que se ofrece ante sus ojos,como nos indica en el prólo-go: “pero tal es para mí el he-chizo de las gracias de la na-turaleza, y el embeleso queme infunde su dulce contem-plación”. Viera se sitúa en elcontexto naturalista del ilus-trado del siglo XVIII y en elhorizonte de la vuelta a losorígenes y al primitivismo queanima buena parte del pen-samiento de la época. PeroViera comparte con algunosfilósofos del momento, comoRousseau, una visión pesi-mista del mundo, nostálgicade una pureza sólo aprecia-ble en el marco natural. Deahí esa visión apasionada dela naturaleza. No conviene ol-vidar que cuando Viera escri-be su Diccionario de Histo-ria Natural de las Islas Ca-narias se halla en el últimotramo de su existencia. Estáde vuelta en las islas, en suretiro insular, como expresa-ra en sus cartas, toda vez queya conoció el gran mundo yfue testigo de sus pasiones,que él mismo sufriera.

Volviendo al significa-do de la admiración de Vierapor el espectáculo de la natu-raleza, ésta hunde sus raícesen la tradición occidental des-de el mito de la Edad de Oroal topos del Beatus ille hora-ciano, al renacentista menos-precio de corte y alabanza dealdea. Cierto es que esta ne-cesidad de refugio en la na-turaleza la puede hallar Vieraen las fuentes de la tradiciónclásica grecolatina y españo-la por mor de la poéticaneoclásica. Pero en el sigloXVIII su culto tiene que vertambién con el desarrollo delas ciencias de la naturaleza,dándose en Viera, como ensus contemporáneos, unaunión de la ciencia y la pazdel espíritu. Que la ciencia al-canza cotas insospechadas enrelación con otras épocas esindudable, como bien expre-sara D’Alembert en su “Dis-curso preliminar” a la Enci-clopedia (1751) al afirmarque en el presente siglo todo

ha sido analizado, descubier-to, filtrado por el ejercicio dela razón. La visión de la na-turaleza a partir de Newtoncomo un universo regido porleyes que el hombre ha dedescubrir a partir del imperiofáctico parecen estar en lamente de nuestro Viera al de-dicarse a observar los cam-pos insulares en la búsquedade fenómenos naturales queel botánico ha de ordenar. Nocabe duda que Viera es deu-dor de la fe ciega en la cien-cia y en los principios empí-ricos de la observación y dela experimentación. Newtonhabía prescrito que la natu-raleza es un conjunto de fe-nómenos que hay que aislary analizar a partir de la me-todología inductiva, que re-chaza un universo estableci-do a priori.

Pero podemos hacer-nos la pregunta de hasta quépunto asume Viera las re-flexiones que derivan de unafe en las leyes naturales. Porejemplo, parece harto proba-ble que Viera no asume la fi-losofía de la naturaleza deBuffon, mas parece inclinar-se por la visión armónica deluniverso newtoniana, según

la cual todas las piezas enca-jan tal y como las dispuso elartífice divino. En el prólogo asu obra, Viera hace dependertodo de la voluntad del Crea-dor:

Después que sucesiva-mente se ocuparon en el mise-rable estudio de las caducasopiniones y delirios de loshombres, se acabaron de des-engañar en el nuestro, de queel de la Historia Natural, y desus subalternas, la Agricultura,la Botánica, la Medicina, la As-tronomía, la Física, la Quími-ca, la Economía, es el legítimoestudio de la realidad, porquees el estudio de las obras delCriador, y por consiguiente desu sabiduría y su omnipoten-cia, de su magnificencia, de suprovidencia, de su bondad. ¡OhDios!, ¡qué prodigios!, ¡qué es-tudio!.

La ciencia es santificadaen la medida en que contribu-ye a reconocer las maravillasdel creador. En la misma di-rección se expresa José Clavi-jo y Fajardo en su prólogo a latraducción de la Historia Na-tural del conde de Buffon:

¿qué utilidad es compa-rable con la que deben produ-

cirnos la contemplación yexamen de las maravillas delUniverso, si, como es justo,no las observamos para sa-tisfacer nuestro natural ape-tito de saber cosas extraor-dinarias, sino para excitar-nos por ellas a conocer yglorificar al Criador? ¿Yqual será el hombre que,aplicándose al estudio de laNaturaleza, no se sientaarrebatado á contemplar elpoder, sabiduría y providen-cia del Autor de ella, quecon mano liberalísima nosha hecho tantos dones quan-tas son las cosas que hacriado para nuestra comodi-dad y para que nos ayuden áservirle?

Estos planteamientosestán también en Linneo,para el que es posible com-prender la sabiduría de Diosestudiando su creación, tal ycomo expresara en el prólo-go de Systema Naturae:“Creationis telluris est gloriaDei ex opere Naturae per Ho-minem solum”. Esta admira-ción de los milagros de la na-turaleza recorre buena partedel siglo y está presente, en-tre otros, en los versos de

Meléndez Valdés, que tambiénexpresan su admiración por lanaturaleza bajo los designiosdivinos. Cándido María Tri-gueros habla también del or-den de lo creado, expresión dela voluntad divina:

Orden tan simple fra-gua con método admirable dela Creación toda la concor-dia inmutable, la sujeciónperpetua, la dependenciapura que al Criador eternotiene la criatura..

Se construye de estemodo una sociedad de hom-bres felices, que sólo ansíanel conocimiento que, en últi-ma instancia, conduce a Dios.No debe olvidarse que en elsiglo XVIII aún se tomabamuy en cuenta el concepto deCreación. A juicio de P. L.Bowler, la religión continuómanteniendo el control sobrela visión de la naturaleza. Apesar de las diferentes teoríassobre el sistema natural, nopodía desecharse la creenciaen un orden de la naturalezaimpuesto por el creador. El“argumento del designio”, quedefendía la existencia y el po-

Diccionario de Historia Natural de las Islas Cnarias. (1799)

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der de Dios a través de la cien-cia con nombres como Ray,Paley, Linneo, tuvo que en-frentarse en la centuria ilus-trada con los avances cientí-ficos que ponían en tela dejuicio la fijeza y la preconfi-guración del sistema natural.En palabras de P. L. Bowler:

[...] conforme los natu-ralistas ganaban en conoci-miento, en tanto que el in-menso número de especiesque ahora se estaba descu-briendo en partes remotashacía que pareciera cada vezmenos probable que el plande la Creación fuera tan sim-ple como lo implicaba el con-cepto de cadena. El reto alque se enfrentaban los natu-ralistas del siglo XVIII era elde equilibrar el deseo por im-poner orden al mundo con elcada vez mayor número depruebas de que el mundo eratan complejo que su ordenverdadero permanecería igno-rado para siempre.

Se aprecia, por otra par-te, la divergencia irreconcilia-ble de Viera con Rousseau ensu visión desengañada del pro-greso, para quien las cienciasni perfeccionan ni contribuyena la felicidad de los hombres,aunque salva la botánica de laquema (Discurso sobre lasciencias y las artes, 1751).Viera, por el contrario, no des-confía de las bondades de lasciencias y del progreso. Pare-ce situarse del lado de los ilus-trados cristianos en la línea deun Gregorio Mayans y Ciscar.Para el humanista de la Oliva,la historia se concibe como unaestructura edénica que la evo-lución ha degenerado. La so-lución en su proyecto de re-forma para la cultura españo-la es una vuelta a los orígenespuros de la lengua, de la histo-ria a través de la defensa de lacultura de los clásicos. En Pen-samientos literarios (1734),como “Carta dedicatoria” alministro Patiño, señaló comogran defecto de la cultura es-pañola el abandono de los es-tudios científicos, en especiallos matemáticos. Viera, comobuen ilustrado español, admi-ra los progresos en los tiem-pos de algunos reyes de la casade Austria en España, e inci-de también en la necesidad del

avance de las ciencias de la na-turaleza o de la historiografía.Estaría de acuerdo con Ma-yans, por otra parte, en la im-portancia de la retórica en suprograma de reforma de lacultura española.

Viera también coincidecon su admirado Feijoo, en ladefensa del pensamientonewtoniano, anticartesiano,empirista, teísta, entre otros.Pero, la postura de Viera esprovidencialista como buenaparte de los ilustrados cristia-nos españoles. Se aparta deposiciones heréticas, en la lí-nea marcada por Feijoo parala Ilustración española. Cono-cida es la diatriba del benedic-tino contra el materialismo,recogida en su Carta eruditaV, 2 (1760), que juzga contra-rio a la religión.

La visión que de la so-ciedad del presente bosquejaViera a partir de sus palabrasprologales al Diccionario deHistoria Natural de las IslasCanarias, por otra parte, nosremiten a lo apuntado arriba,a la necesidad de refugio en lanaturaleza en pos de la armo-nía perdida. Escritores comoMeléndez Valdés en “El filó-sofo en el campo” o Jovella-nos, entre otros, declaran:

¿Y hay quien de sí y vo-sotros olvidado viva en afáno muera en el bullicio de lasaltas ciudades? ¿Y hay quien,necio, del arte las bellezas an-teponga, nunca de ti, oh Na-tura, bien copiadas, a ti, su

fuente y santo prototipo?

¡Oh ceguedad, oh locodevaneo, oh míseros mortales!Suspirando vais de continotras la dicha, y mientras se-guís ilusos una sombra vanaos alejáis del centro que la es-conde.

La naturaleza para Vierase tiñe de una visión dinámicay vital, que ofrece un estilo devida que aparta al hombre dela corrupción y de la vanidadmundanas en consonancia conel discurso dominante en lacenturia.

Conviene, por tanto,para entender los planteamien-tos de Viera sobre la naturale-za leer con atención las pala-bras vertidas en el prólogo.Impera un discurso de alaban-za a la naturaleza y a las cien-cias naturales. Sus palabras seaproximan a las de Jovellanosen su Oración sobre el estu-dio de las ciencias naturales,donde expone:

Ella es la ciencia del hom-bre, la que califica todas lasdemás y en la que todas bus-can su complemento, y es, enfin, la que perfeccionandovuestros estudios, cerrará glo-riosamente el círculo de vues-tra educación.

En ambos casos, los au-tores fijan una mirada escu-driñadora y atenta para des-entrañar las propiedades decada elemento del mundo na-tural. Se aproximan con nue-vos ojos al objeto de describir

y aprender a reconocer cadauno de ellos. Hay una acti-tud científica y poética a lavez. Pero Viera se siente se-ducido por las maravillas dela creación y es capaz de re-conocer sus bellezas; todoello estrechamente unido alestudio científico. Su pasiónpor la naturaleza no es ajenaa la observación del investi-gador. Casi se trataría de unejemplo de la dualidad razón/sentimiento, muy en sintoníacon el pensamiento diecio-chesco. Existe, por tanto, unapercepción sentimental jun-to a otra más científica.

Representa el prólogouna declaración de objetivos,que convierte a la obra en unaalabanza y un estímulo de losestudios de la historia natu-ral y una apología de la natu-raleza. Se equilibra en las pa-labras preliminares el estudiocientífico con la apasionadadefensa y el contacto con lanaturaleza, que no sólo sos-tiene en esta obra. Viera cree,además, que por las propie-dades benignas del clima y lasriquezas de la tierra, los ca-narios viven en unas islasAfortunadas. Esta defensa delas cualidades autóctonas semezcla con la exaltación delestudio de esta ciencia, quesólo proveerá de ventajas alos pueblos que las cultiven.

El Diccionario de His-toria Natural se editó a lamuerte del autor, como su-cede con buena parte de suproducción. La primera edi-

ción, que contiene el tomo I yque data de 1866, se realizóa instancias de la Real Socie-dad Económica de Amigos delPaís de Gran Canaria (Im-prenta de La Verdad). Inclu-ye, además, las memorias au-tobiográficas solicitadas porSempere y Guarinos para suEnsayo de una biblioteca es-pañola de los mejores escri-tores del Reynado de CarlosIII . En 1869 se publicó el tomoII en la misma imprenta. LuisMaffiote escribe en 1899 unApéndice al Diccionario deHistoria Natural de las islasCanarias por D. José de Vie-ra y Clavijo. Utilizó una copiadel manuscrito perteneciente aJuan de Quesada y Déniz. Seincluye un apéndice con loscuadernos IX y XII, que nofueron recogidos en la ediciónde 1866. La siguiente ediciónse realizó en 1942 de acuerdoal texto de 1866 de la Econó-mica. De los trece cuadernosque integran el diccionario, estaedición incluye el noveno cua-derno, custodiado en la biblio-teca de Agustín Millares To-rres. A ello se añaden las notasredactadas por Millares comoapéndice al diccionario. La úl-tima edición es la de ManuelAlvar en 1982, publicada porla Mancomunidad de Cabildosde Las Palmas.

La nueva edición delDiccionario de Historia Na-tural de las Islas Canarias esla realizada por Ediciones Ni-varia (2004) y patrocinada porel Excmo. Ayuntamiento de laVilla de Los Realejos con mo-tivo del 50 Aniversario de laUnificación de los dos consis-torios. Ha sido confeccionadacon arreglo al texto de la quepublicó en el año 1866 la RealSociedad Económica de Ami-gos del País de Gran Canaria.En aquella ocasión se dejaronde publicar, por haber desapa-recido, los cuadernillos prime-ro, segundo, noveno y duo-décimo (correspondientes a lasletras M, N, O y P) de los tre-ce que conformaban la obraoriginal. Esta nueva edición losincluye, como hace la ediciónde 1982, ya que las copias apa-recieron con posterioridad a laimpresión del libro de la RealSociedad Económica de Ami-gos del País de Gran Canaria,y que se custodiaba en la Bi-blioteca de don Agustín Mi-llares Torres, de Las Palmas.

Catedral de Santa Ana. Las Palmas de Gran Canaria. Grabado de J.J. Williams.

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Page 15: José de Viera y Clavijo - losrealejos.es · y Clavijo Joaquín Blanco Montesdeoca José de Viera y Clavijo. «Noticias de la Historia General de las Islas Canarias». Goya Ediciones

La poesía académicay de circunstancias fue tam-bién una de las especiali-dades de Viera, si se pue-de decir así. Fue un asiduode los concursos académi-cos, en los cuales no obs-tante su éxito poético fuenulo. En 1778 presentó alconcurso abierto por laAcademia Española unpoema épico en un canto,el Segundo Agatocles,Cortés en Nueva España,y al año siguiente unacomposición semejante so-bre La Rendición de Gra-nada. Los dos temas habíansido propuestos por los or-ganizadores.

En los dos Viera des-plegó, a falta de inspiraciónpoética, los recursos de suretórica, ayudándose a ve-ces de fórmulas aprendidasen la escuela de La Hen-riade, que parece habersido para él el summum dela poesía épica.

Pero el resultado desus esfuerzos es asaz insig-nificante, y si no fue distin-guido por los jueces, ello,sin embargo, fue justo. Losdos concursos fueron gana-

dos por el mismo poeta: JoséMaría Vaca de Guzmán,para quien esto fue el prin-cipio de la fortuna literaria;y es curioso notar que donLeandro Fernández de Mo-ratín, que no era entoncestodavía un personaje cono-cido, se presentó igualmen-te a los concursos, sin reco-ger en ellos más laureles quenuestro Viera.

En cuanto a éste últi-mo, parece que su doblefracaso le descorazonóbastante, pues no vemosque se presentase a otrosconcursos poéticos. Noobstante continuó escri-biendo con la misma abun-dancia pequeñas composi-ciones ocasionales paracantar, uno tras otro, todoslos sucesos, grandes o pe-queños, que le parecían dig-nos de ser recordados para

la posteridad. La mayor par-te de las poesías sueltas quedatan de la segunda parte desu vida, después de su mar-cha de La Laguna, pertene-cen a esta categoría. Seríainútil mencionarlas todas; noscontentaremos con citaraquí, entre las que fueronimpresas por el autor enhojas volantes, el soneto Alos años de la Excelentí-sima Señora doña ¡Maria-na Waldstein, marquesa deSanta Cruz (1771), otro Alfelicísimo nacimiento delos dos serenísimos infan-tes gemelos (1783) y laoda A la victoria conse-guida por las armas de laisla de Tenerife (1797),con ocasión de la derrotasufrida por Nelson frente aSanta Cruz de Tenerife. En-tre las que han quedado in-éditas, hay que mencionar la

serie de pequeños poemascomprendidos bajo el títulogeneral de Constelacióncanaria y en la cual Vierahace el elogio de sus con-temporáneos canarios que sehabían hecho notar más.

Hay abundancia entoda esta producción, peroesto es todo lo que de ellapuede decirse. Falta lo quese acostumbra llamar elnumen poético, la inspira-ción que asegura la perdu-rabilidad de estas efeméri-des.

¿Esta inspiración, lahallaremos, en fin, en lospoemas más o menos ori-ginales de Viera, Los AyresFixos, Los Meses, Las Bo-das de las plantas?

Los Ayres fixos (1780)se subtitulan poema didácti-co, pero son, en realidad, untratado de química. Poco

importa que este tratadoesté versificado: por ello noes menos una obra pura-mente científica. Desde estepunto de vista, tiene, sinduda, sus méritos, méritosque no dejarán de señalarseen otro lugar; pero, si se tra-ta de hablar de este escritocomo poema, hay que se-ñalar en seguida que no de-bemos dejarnos engañarpor la forma. Tenemos de-lante el simple resumen delas lecciones de química queViera siguió en el laborato-rio parisién de Sigaud- La-fond. Para darse cuenta deello y al propio tiempo ver alo vivo los métodos de tra-bajo de Viera, será muy ins-tructivo comparar este su-puesto poema con las notastomadas por el mismo Vie-ra en su diario de viaje, re-lativas a los cursos de Si-gaud. Fácilmente nos dare-mos cuenta que no hace otracosa que seguir el plan desu profesor; que el objeto,la exposición, el método ylos ejemplos no son sino laversificación de la enseñan-za recibida en el laboratorio

(Pasa a la página siguiente)

Viera y Clavijo escritorAlejandro Ciorânescu

. José de Viera y Clavijo. «Noticias de la Historia

General de las Islas Canarias». Goya Ediciones (1950)

Viera elevó un globo aerostático en los jardines del Marqués de Santa Cruz en 1783.

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de París.Hay que añadir, por

otro lado, que Viera mis-mo no parece haber dadouna importancia excesivaal interés puramente poé-tico de su obra. Pretende,al contrario, no haber pen-sado en otra cosa que ensu utilidad práctica y ha-ber escogido la forma ver-sificada sólo para hacerlamás agradable a los jóve-nes estudiantes y caballe-ros que seguían sus propioscursos de química en Ma-drid. Sería, pues, inútilbuscar el gusto poético deeste tratado consagrado auna materia de las más ári-das. El plan basta para des-corazonar a los amigos dela poesía. Es más adecua-do examinar este poemadesde el solo punto de vis-ta de la historia de lasciencias; no obstante, nocabe sino admirarse de queViera haya escogido paratal asunto la forma versifi-cada, creando así intencio-nalmente una confusión en-tre la poesía y la cienciaque volveremos a hallar,agravada, en Las Bodas delas plantas. En efecto, des-pués de haberse consagra-do durante algún tiempo ala química. Viera y Clavi-jo se vuelve hacia las cien-cias naturales, hacia lascuales le empujaba, ade-más de sus curiosidades en-ciclopédicas, el ejemplode su amigo Cavanilles. Aconsecuencia de esta nue-va orientación, se puso aescribir el «Diccionario deHistoria Natural de lasIslas Canarias», que debíaser, con la «Historia deCanarias, su obra maestray que merece más atenciónde la que se le ha concedi-do hasta hoy.

Pero, al mismo tiempo,el descubrimiento de unaparte de los misterios de lacreación reavivó en su espí-ritu la deplorable manía deconfiar a la poesía el mensa-je que de ellos creía deberextraer. El error de principio

que se había ya manifesta-do en sus Ayres fixos seconvierte en error de sis-tema en el nuevo poemaque pretendió consagrar ala vida de las plantas.

Habiéndose pro-puesto describir en unaforma poética el ciclo dela- vida vegetal, como laciencia botánica acababade descubrirlo y de com-prenderlo, Viera no podíaya conformarse con la vie-ja fórmula del poema di-dáctico a lo Delille.

Linneo era un exce-lente profesor de botáni-ca, el mejor que Vierapudo hallar; pero no esprobable que pensara con-vertirse alguna vez enmusa. Todo lo que pudo,pues, fue inspirar a Vierala idea de un universo nue-vo que apenas acaba derevelar al mundo admira-

do su existencia, todavíaayer ignorada. En este uni-verso casi desconocido, laciencia hace las veces demitología Sería injusto noañadir que se encuentra unpoco más de arte en LosMeses, que es un verdade-ro poema didáctico. Unavez más, no obstante, elpoeta se propone no volarsólo con sus alas: se apoyaen el doble ejemplo de Ovi-dio y de Roucher, cuya in-fluencia aparece más de unavez. Como, por otro lado,el tema que se ha propues-to corresponde esta vezalgo mejor a las exigenciasde la poesía, al mismo tiem-po que a la naturaleza de sutalento, el resultado, porpobre que sea, es mil vecespreferible al de los Airesfixos o al de Las Bodas delas plantas. Por lo menos,es prosa poética y en ella no

nos chocan a cada pasoesos errores de gusto quese explican repetidamenteen sus otros poemas por elabuso del cientificismo ypor su intromisión excesi-va en el dominio de la poe-sía.

Si se trata de hacer unbalance del arte poético deViera, tendremos que ad-mitir que su obra presentamás de un punto débil, con-siderada bajo el aspecto delgusto y del valor absoluto.Pero no debemos conten-tarnos con un juicio tan su-mario, pues, si se aplican atodos los poetas de esaépoca criterios de valora-ción tan absolutos, se co-rre mucho el riesgo de nodejar subsistente casi nada.Tratando de medirlo con lamedida de su época, en lu-gar de la nuestra, se llega-rá, tal vez, a la conclusión

de que Viera y Clavijo esuno de los representantesmás característicos, y aca-so el más característico, dela corriente didáctica tande moda en Francia, Tieneel mérito de haber tratadode hacer conocer en Espa-ña algunas de las produc-ciones más importantes deeste género, y no fue siem-pre por su culpa si no loconsiguió. No hizo sóloobra de vulgarizador, sinoque tuvo también la ambi-ción de ser más o menosoriginal en Los Meses, que,con todas sus debilidades,es uno de los poemas di-dácticos más recomenda-bles entre los que puedaofrecer la literatura espa-ñola contemporánea. Noobstante, ya dentro de estegénero, representa la ten-dencia más netamente cien-tífica; y por este defecto ypor la confusión constanteentre la ciencia y la poesíase explica el prosaísmo pa-tente de sus poemas didác-ticos.

En realidad. Viera es-taba mucho mejor dotadopara la prosa. Hemos per-dido hoy día el gusto y lacostumbre de los largos dis-cursos académicos, y porello no son ya sus dos elo-gios de Felipe V y del Tos-tado «lo que más nos inte-resa desde ese punto de vis-ta. Fueron, no obstante, en-tre las obras del autor, lasque hicieron más ruido y leaportaron las mayores sa-tisfacciones. Pero son pro-sa elocuente, y no sabemosya qué cosa es la elocuen-cia por escrito: estas largasdeclamaciones, estas tira-das enfáticas, a pesar detodo lo que puedan tener debrillante, nos suenan a huecoy nos parecen cubrir con de-masiada pompa ideas dema-siado modestas. En realidad,para el lector moderno, es enotra parte donde hay quebuscar al verdadero Viera yClavijo: en su corresponden-cia, en su actividad de críti-co literario, en su prosa his-tórica y científica.

(viene de la página anterior)

Portada de «La Primavera», correspondiente al poema «Los Meses»