Jorge Luis Acanda. El Fascismo Italiano (1)

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Caracterización del fascismo italiano

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  • EL

    FASCISMO

    Jorge Luis Acanda

  • El Fascismo Autor: Jorge Luis Acanda

    El texto corresponde al captulo del libro Traducir a Gramsci, editorial Ciencias Sociales. La Habana. Maquetacin actual: Demfilo, 2014.

    Edicin virtual de libre difusin: Biblioteca Omegalfa.

    Jorge Luis Acanda es Licenciado en Historia, especializado en Filoso-fa por la Universidad de La Habana (1978), Doctor en Ciencias Filo-

    sficas en la Universidad de Leipzig, Alemania (1988). Profesor Titular del Departamento de Filosofa de la Universidad de La

    Habana. Profesor Principal de la disciplina "Historia del pensamiento marxista". Ha impartido conferencias en Cuba y en universidades de Europa y Latinoamrica.

    Autor de varios libros y artculos. Se interesa por el marxismo y su historia, as como

    por temticas de la historia de la Filosofa y la Filosofa

    contempornea

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    Biblioteca Virtual

    OMEGALFA 2014

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    A Primera Guerra Mundial termin de una manera distinta a cualquier otro conflicto blico anterior. Es cierto que hubo un bando ganador (la as llamada Entente Cordiale, formada por

    Inglaterra y Francia y al que se haba unido los Estados Unidos) y otro perdedor (Alemania y el Imperio de Austria-Hungra). Pero los vence-dores no lo fueron debido a una indiscutible superioridad militar, sino al estallido en Alemania de un movimiento revolucionario no por es-pontneo menos masivo.

    Esa revolucin no slo provoc la desintegracin del ejrcito ger-mano, sino tambin la desaparicin del Estado monrquico en ese pas. Sobrevino una situacin de caos generalizado, de carencia de una autoridad firme. Los obreros ocuparon fbricas, declararon huelgas y se organizaron en forma incipiente para lanzarse a tomar posesin de las riendas del gobierno en las ciudades. La oleada revolucionaria no se detuvo en Alemania. Rpidamente alcanzo al vetusto imperio aus-tro-hngaro, provocando no slo la desaparicin de la milenaria mo-narqua de los Habsburgo, sino incluso la de aquella formacin estatal, que salt hecha aicos, dando lugar al surgimiento de varias naciones nuevas.

    En otros pases explot tambin el descontento de las masas popula-res, y las huelgas y sublevaciones se pusieron al orden del da. Aunque formalmente Italia figuraba del lado de los vencedores, la guerra haba generado un aumento tal de la miseria y los sufrimientos del pueblo, que tambin all estall la revolucin. Para 1919 toda la regin central de Europa era abarcada por una oleada revolucionaria sin precedentes. Y todo ello sobre el teln de fondo de la existencia, desde noviembre de 1917, de un Estado dirigido por consejos de obreros y soldados en lo que haba sido la Rusia zarista. La existencia de la URSS demostra-ba la posibilidad de que los trabajadores se sacudieran el yugo, toma-ran el poder y comenzaran a construir un nuevo modelo de sociedad.

    L

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    Siguiendo el ejemplo ruso, soviets obreros se organizaron en Baviera y en Hungra, y en el Norte de Italia. El partido comunista hngaro logr tomar el poder y constituir una repblica de corte sovitico. Fue necesaria la intervencin militar de varias naciones, encabezadas por Francia, para poder aplastar la revolucin hngara en un bao de san-gre y terror.

    Pero el desafo al orden burgus continuaba. El quinquenio compren-dido entre 1919 y 1923 presenci una profunda crisis del sistema capi-talista. Crisis en todos los rdenes. Crisis econmica total, caracteri-zada por una inflacin galopante, desabastecimiento generalizado, desempleo en aumento, cierre de empresas, etc. Crisis poltica sin precedentes, ante la evaporacin de formaciones estatales completas, la prdida total de credibilidad de los partidos y los polticos tradicio-nales de la burguesa y el debilitamiento de los aparatos represivos. Y por sobre todo crisis espiritual e ideolgica profunda. Las instituciones asentadas en los valores de la sociedad liberal tradicional y defensoras de esos valores (la familia, la iglesia, la patria, el ejrcito) no slo haban demostrado su imposibilidad para salvar a las personas de los horrores de aquella guerra, sino que haban devenido activos instru-mentos de su realizacin. Todas las autoridades y todos los valores fueron cuestionados en forma total y muchas veces violenta, ante todo por una juventud que haba sentido en su propia carne la irracionalidad de la sociedad liberal.

    Nunca antes la burguesa haba experimentado un desafo global tan profundo a su poder. La agitacin social se extendi por toda Europa, y el triunfo a escala continental de la revolucin comunista pareci estar al doblar de la esquina.

    Si los procesos objetivos generados por el cambio en el patrn de acumulacin haban provocado la crisis irrecuperable del modelo libe-ral clsico ya antes de 1914, la oleada revolucionaria comenzada en Rusia en 1917 y prolongada en Europa central en 1919 obligaba nece-sariamente a la burguesa a encontrar nuevas formas para recomponer su dominacin. La estabilizacin del orden burgus no poda significar la restauracin de la vieja forma estatal, sino tena que involucrar pre-

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    cisamente la renovacin. El nuevo patrn de dominacin y rearticula-cin de las relaciones poltico-estatales tena que preservar el poder de la burguesa, pero a la vez tena que contemplar las nuevas realidades y ampliar los mrgenes de inclusin de ciertas demandas provenientes de los sectores explotados. La instauracin del Estado de masas era una realidad irreversible. El pueblo se haba lanzado a las calles, se haba movilizado y ganado su derecho a existir y actuar en espacios que el viejo orden liberal le haba vedado, y eso era ya incontestable.

    A golpes, ante la amenaza cierta de la derrota, las cabezas ms ilustres de la burguesa comprendieron que la clave de la permanencia en el poder radicaba en cooptar ese movimiento. No en destruirlo, sino en reconducirlo. Las viejas instituciones demoliberales eran ya incapaces de cumplir con su funcin de mediadoras de los conflictos, debido a que la ampliacin de los derechos de ciudadana, la activacin poltica de las masas y su avanzado nivel de organizacin y movilizacin, haban cambiado la esencia e intensidad de esos conflictos. La irrup-cin del corporalismo y la aparicin de partidos obreros y socialistas con representacin en el parlamento, provocaron la obsolescencia de esta institucin como espacio en el que la burguesa elaboraba su uni-dad poltica como clase. La burguesa tena que buscar nuevas formas de articulacin institucional, e instaurar un nuevo sistema poltico, con nuevos mecanismos para lograr una transaccin tal que no pusiera en peligro el dominio del gran capital.

    Las respuestas que estructur la burguesa en este perodo fueron esencialmente dos. En los Estados Unidos, donde la crisis social y el desafo al poder del capitalismo no alcanzaron su punto culminante sino hasta el estallido del gran crack financiero de 1929, la solucin que se ensay a partir de 1933, con la llegada a la presidencia de F. D. Roosevelt y su programa del New Deal, fue la implantacin del Estado benefactor, redistribuidor de la renta social, y de las frmu-las keynesianas en la economa. Un modelo que despus del fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 se expandi a Europa, donde fue bautizado con el nombre de Estado de bienestar o modelo social-demcrata. En Europa la solucin que implement la burguesa, ya

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    desde inicios de la dcada del 20, fue otra: el fascismo.1

    En este captulo quiero detenerme en la significacin que para la teora y la praxis polticas tuvo el fascismo. Sobre todo porque el fascismo surgi en Italia, la patria de Antonio Gramsci, y se convirti en el principal adversario del movimiento comunista italiano inicialmente, y rpidamente del movimiento comunista europeo y de la propia Unin Sovitica. El fascismo logr derrotar a la revolucin en Italia y tomar el poder en 1922. La frmula fue copiada, con mayor o menor fideli-dad, por la burguesa de otros pases. El trmino fascismo dej de designar a un movimiento poltico italiano, y se convirti en un con-cepto que calificaba un modelo especfico de organizacin no slo estatal, sino incluso social. En pocos aos gobiernos de corte fascista se instauraron en Austria, Portugal, Grecia, Japn y Alemania. En Francia, si bien los fascistas no llegaron al gobierno, tuvieron conside-rable fuerza y lograron atraer a amplios sectores de la poblacin. El partido fascista francs, llamado Cruz de Fuego y rebautizado ms tarde como Partido Social Francs, dirigido por Franois de La Rocque, fue el partido de ms rpido y mayor crecimiento en ese pas entre 1936 y 1938. En 1937 lleg a tener entre 700 mil y un milln 200 mil miembros (ms grande que los partidos comunista y socialista franceses combinados) y para 1939 controlaba tres mil municipios y tena 12 curules en el parlamento.

    El fascismo constituy un fenmeno que necesariamente preocup y ocup al movimiento comunista y por supuesto a Antonio Gramsci. Representa una de las claves a aprehender para poder traducir adecua-damente la propuesta terica gramsciana. Por eso mismo es preciso captar la esencia de lo que signific en su realidad y sus proyecciones. No es algo fcil, porque se ha difundido una imagen muy superficial y caricaturesca del mismo. La responsabilidad del gobierno fascista alemn de Adolfo Hitler en el desencadenamiento de la Segunda Gue-rra Mundial, en el exterminio masivo del pueblo judo y en la realiza-

    1 Este movimiento adopt su nombre de la alegora romana de la autoridad

    estatal: un haz de varas en torno a un hacha (fascio).

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    cin de atrocidades genocidas en toda Europa, han conducido justifi-cadamente a que el trmino fascista sea identificado con brutalidad, represin sangrienta y supresin de los derechos y libertades polticas que durante el viejo orden liberal las luchas populares haban conver-tido en patrimonio general. El adjetivo fascista ha sido utilizado indiscriminadamente en el discurso poltico y se le ha endilgado a cualquier grupo poltico con inclinaciones reaccionarias.

    Pero el fascismo fue algo mucho ms complejo que la implantacin permanente del Estado de excepcin y la utilizacin ilimitada de la represin fsica. El fascismo en Europa, en el perodo de entreguerras, constituy un fenmeno de masas. Y esa realidad despus olvidada por muchos constituy uno de los temas ms importantes de refle-xin para Gramsci.

    La evolucin poltica de Italia en el cuatrienio 1919-1923 proporcion razones para ello. En 1919 el triunfo de la revolucin obrera pareca inminente. Las ocupaciones de fbricas por los trabajadores, las huel-gas, la constitucin de soviets en las ciudades, se sucedan unas a las otras. Ante las vacilaciones del sector ms conservador del Partido Socialista Italiano, su ala izquierda (en la que figuraba Gramsci) se desgaj, y en enero de1921 fund el Partido Comunista de Italia. Para 1922 la situacin haba cambiado radical y dramticamente. El 23 de marzo de 1919, en el momento ms lgido de la crisis, en un acto con-vocado por Benito Mussolini en la plaza de San Sepolcro, en Miln (y al que asistieron slo 119 personas) se fundaron los fasci italiani di combattimento (fascios italianos de combate). La membresa del mo-vimiento fascista creci rpidamente. Inicialmente su composicin fue muy heterognea, conformada por hombres vinculados a asociaciones de ex-combatientes ("arditi"), al sindicalismo revolucionario y al futu-rismo, con la idea de formar una organizacin nacional que, al margen del mbito constitucional, defendiese los valores e ideales nacionalis-tas de los combatientes. Utilizando un vocabulario inslito para la derecha y formas de actuacin poltica nunca antes vistas, que incluan la formacin de grupos paramilitares para combatir con extrema vio-lencia las actividades revolucionarias (pero que no se limitaron a ello),

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    el fascismo logr rpidamente construirse una base de masas. En julio de 1920, haba ya 108 fascios locales con un total de 30.000 afiliados; a fines de 1921, las cifras eran, respectivamente, 830 y 250.000. En 1927 se lleg a los 938.000 afiliados y en 1939 a 2.633.000. Inicial-mente atrajo a la mayora de sectores tales como la pequea burguesa urbana, desempleados, lumpenproletariado y empleados del gobierno. Se trataba de grupos sociales explotados y excluidos por el sistema existente, pero que se incorporaron con fervor a una revolucin fas-cista cuyo signo retrgrado y precapitalista era indudable. Pero tam-bin un sector de la clase obrera se sinti atrado por la propaganda fascista y le dio su concurso a este movimiento. 2

    La monarqua, el ejrcito y el gran capital italianos comprendieron desde un inicio el apoyo que representaba el fascismo y le prestaron todo su apoyo. Despus de su ascenso al poder en 1922, el fascismo inaugur una dictadura de derecha con apoyo creciente de masas, algo nunca visto antes. La implantacin de una dictadura reaccionaria con respaldo popular no fue la nica caracterstica novedosa del experi-mento fascista, que tambin inaugur elementos inditos en otros mu-chos espacios de la vida social. Lo que muchos no comprendieron desde un inicio era que el fascismo constitua una respuesta que la burguesa en el poder avanz para implementar su revolucin desde arriba y estructurar una nueva armazn poltico-estatal que le permi-tiera encarar los desafos que la obsolescencia del modelo liberal y la insurgencia revolucionaria le plantearon. Su efectividad hizo que la frmula se repitiera, de una u otra forma, en otros pases europeos. En 1933 el partido nazi de Adolfo Hitler tom el poder e implant un modelo fascista an ms refinado, perverso y eficaz que el italiano. El fascismo se haba convertido en una pesadilla para la humanidad, pero los regmenes fascistas instaurados tenan tomadas tan firmemente las riendas del poder que hizo falta una conflagracin mundial y el es- 2 En 1927, cerca del 10 % de la membresa del partido de Mussolini pertene-

    ca a la elite econmica italiana (la cual representaba una porcin mucho ms pequea de la poblacin general), el 75% provena de sectores de las clases medias y slo 15% de la clase obrera. Pero la pregunta permanece: cmo explicar la adhesin de ese 15%?

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    fuerzo coaligado de varias grandes potencias para derrocarlos. El fas-cismo no slo haba contribuido a evitar el triunfo de las revoluciones comunistas en Europa, sino que haba logrado una reconstitucin tal del poder de la burguesa que haba acorralado a los partidos y sindi-catos revolucionarios y haba reducido drsticamente su capacidad de accin.

    Lo novedoso del fascismo provoc que muchos se confundieran con respecto a su esencia. Contribuy a ello la ambigedad de su discurso. De las distintas tradiciones polticas fundamentales existentes, el fas-cismo es la nica que surgi en el siglo XX. Pero al contrario de lo que pueda pensarse, el fascismo italiano careca de una base terica o filosfica precisa. No era una ideologa definida, sino ms bien un collage de diferentes ideas polticas y filosficas. A mediados de 1919 Mussolini declar que "el fascismo no tiene ni estatutos ni reglas", realizando la mejor sntesis sobre los principios ideolgicos que lo guiaban. De hecho, el fascismo fue un movimiento poltico en el que las contradicciones y el oportunismo fueron ms abundantes que el seguimiento de una lnea ideolgica preestablecida: contradicciones producidas por la superposicin de las tendencias fusionadas en el origen del movimiento (ex-combatientes desmovilizados, nacionalis-tas, sindicalistas y disidentes socialistas, industriales temerosos de una revolucin) y oportunismo ideolgico para tomar en cada momento una justificacin que legitimara la actuacin requerida. El primer ma-nifiesto-programa, aprobado en la reunin de constitucin del 23 de marzo, reivindicaba el espritu "revolucionario" del movimiento e inclua medidas polticas radicales (proclamacin de la Repblica, abolicin del Senado, derecho de voto para las mujeres), propuestas sociales y econmicas avanzadas (abolicin de las distinciones socia-les, mejoras de todas las formas de asistencia social, supresin de ban-cos y bolsas, confiscacin de bienes eclesisticos y de los beneficios de guerra, impuesto extraordinario sobre el capital) y afirmaciones de exaltacin de Italia en el mundo. Era, ciertamente, un programa in-coherente, vago y demaggico. El fascismo se present como una lnea nueva y revolucionaria, dirigida contra la decadencia moral del viejo orden liberal y a la lucha por la regeneracin de las fuerzas

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    ticas del pueblo. Ello le atrajo la simpatas no slo de sectores de la juventud, sino tambin de destacados escritores y poetas como Gabriel DAnnunzio, Filippo Marinetti, T.S. Eliot, Ezra Pound, Wyndham Lewis, William Butler Yeats, D.H. Lawrence y Paul de Man. Incluso el filsofo Benedetto Croce, la figura intelectual ms destacada de la poca en Italia, lo consider en un inicio como una etapa transitoria necesaria para remontar los grandes males del pas. El mismo Musso-lini escribi en 1932 que su doctrina haba sido "la doctrina de la accin": "el fascismo dijo naci de una necesidad de accin y fue accin". Carente, pues, de un verdadero cuerpo doctrinal, el fascismo se defini, en principio, por su negatividad. Fue, as, un movimiento anti-comunista y anti-liberal, anti-democrtico y anti-parlamentario, autoritario, ultranacionalista y violento, que us una retrica confusa y oportunistamente revolucionaria, combinando hbilmente la exacerba-cin patritica, el anticomunismo y el populismo sindicalista con un pretenso sentimiento anti-capitalista.

    Esta ambigedad ideolgica se manifest en todas las organizaciones fascistas europeas. Su programa se compona de elementos heterog-neos, extrados de las plataformas de partidos diferentes, desde la ex-trema derecha hasta la socialdemocracia. Sus elementos principales eran la exaltacin del nacionalismo y el reforzamiento del poder del ejrcito y el Estado, el nfasis en la expansin territorial, el rechazo al sistema parlamentario y al liberalismo, el reconocimiento de la pro-piedad privada aunque con la denuncia a los abusos y errores del capi-talismo y la superacin de la lucha de clases mediante la exaltacin de la solidaridad nacional y la formacin de organizaciones de tipo cor-porativo.

    Inicialmente muchos consideraron al fascismo slo como un fen-meno pasajero, que desaparecera para dar paso a la reconstitucin del viejo Estado liberal o barrido por la supuesta inminencia de la revolu-cin proletaria. Los partidos y polticos burgueses tradicionales, y tambin la socialdemocracia,3 creyeron que despus que los fascistas 3 Es preciso hacer una precisin histrica: los llamados modelos socialde-

    mcratas o de capitalismo de bienestar fueron implementados en los

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    realizaran el trabajo sucio de ahogar en sangre a la revolucin ten-dran que ceder el poder y permitir el retorno del viejo rgimen consti-tucional y parlamentario. Incluso al propio movimiento comunista le cost tiempo entender la esencia y complejidad del fascismo. La In-ternacional Comunista comenz a ocuparse oficialmente del fascis-mo despus de la llegada al poder de Mussolini en 1922. Su primera apreciacin reflej su subestimacin, as como la incomprensin del carcter preciso y del papel histrico del fascismo. Umberto Terracini, lder comunista italiano, escribi en una revista de la Komintern que el fascismo no era ms que una crisis ministerial pasajera. Amadeo Bordiga, tambin figura importante del Partido Comunista italiano, en su ponencia presentada al V Congreso de la Komintern, en 1924, afirmaba que en Italia no haba ocurrido otra cosa sino un cambio del personal gubernamental de la burguesa. Todava en 1933, tras once aos de gobierno fascista en Italia, e inmediatamente despus de la llegada de Hitler al poder en Alemania, el Presidum del Comit Ejecu-tivo de la Komintern deca:

    La Alemania de Hitler corre a una catstrofe econmica que cada vez se dibuja de manera ms inevitable La calma mo-mentnea despus de la victoria del fascismo no es ms que un fenmeno pasajero. La marea revolucionaria subir ineluctablemente en Alemania a pesar del terror fascista.

    Hubo voces aisladas, dentro del movimiento comunista, que advirtie-ron sobre lo errado de esta visin simplista y sus consecuencias catas-trficas. Merece destacarse la figura de Clara Zetkin. El 23 de junio de 1923 ella hizo la siguiente advertencia:

    El error ha consistido principalmente en el hecho de con-siderar al fascismo solamente como un movimiento militar-terrorista, no como un movimiento de masa presentando ba-

    fundamental, y primero, en Europa, por partidos polticos conservadores, no socialdemcratas. Con excepcin de Suecia, cuando los socialdemcra-tas llegaron al poder, ya estos modelos en lo fundamental existan y fun-cionaban.

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    ses sociales profundas. Debe ponerse explcitamente el acento sobre el hecho de que, antes de que el fascismo gane militar-mente, ha alcanzado ya la victoria ideolgica y poltica sobre la clase obrera.

    Y tambin la del propio Gramsci, quien en 1926, poco antes de su encarcelamiento, en las tesis que redact para ser sometidas a discu-sin en el prximo congreso del PCI a celebrarse en Lyon, Francia, seal la necesidad de lograr una amplia alianza con los sectores me-nos reaccionarios de la burguesa para poder enfrentar la dictadura fascista. Pero en lneas generales esas advertencias sobre la necesidad de estudiar la novedad cualitativa del fascismo fueron rechazadas por la direccin de la Internacional Comunista. Uno de sus principales idelogos, Manuilsky, afirm tajantemente que

    entre el fascismo y la democracia burguesa no existe ms que una diferencia de grado el fascismo no es un nuevo m-todo de gobierno, para ms adelante establecer lapidariamen-te que la misin de los comunistas no es, pues, en modo al-guno, buscar con unos lentes extraos una pseudoteora que les haga encontrar cualesquiera diferencias entre la demo-cracia y el fascismo.

    La definicin clsica que asumi el movimiento comunista internacio-nal con respecto al fascismo la proporcion Georgui Dimitrov en el VII Congreso de la Komintern en 1935, y fue despus repetida durante decenios:

    El fascismo es la dictadura abierta y terrorista de los ele-mentos ms reaccionarios, ms chovinistas, ms imperialistas del capital financiero.

    Debe reconocerse que esta definicin capta adecuadamente la relacin objetiva del fascismo con los procesos econmicos en desarrollo del modo de produccin capitalista. Como ha sealado acertadamente Nicos Poulantzas, no se puede entender al fascismo si no se establece su relacin orgnica con la fase imperialista del capitalismo. Pero precisamente por limitase a una caracterizacin econmica, soslaya

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    muchos aspectos sociolgicos y psicolgicos. Slo teniendo en cuenta estos aspectos es que puede explicarse por qu la mayora de los sec-tores medios favorecieron al fascismo y un importante sector de la propia clase obrera apoy al Estado fascista.

    El Estado fascista no fue un simple episodio pasajero, ni simple reac-cin represiva ante el auge del movimiento obrero. Signific un patrn de reestructuracin de dominacin de la burguesa. Como ya apunt anteriormente, incorpor elementos en su discurso y en su praxis pol-tica inditos hasta entonces. Uno de esos elementos fue la estetizacin de la poltica. La actividad poltica fue convertida en un espectculo para consumo de las masas, en el que cada detalle era cuidadosamente pensado para causar una impresin en el auditorio. Hasta entonces la poltica haba sido una actividad ejercida por pequeas elites que, reunidas en confortables y privados salones, alcanzaban acuerdos y establecan componendas sobre temas decisivos. La poltica haba sido un ejercicio permanentemente sustrado al escrutinio pblico. El fas-cismo rompi con eso. Grandes paradas, actos pblicos, concentracio-nes masivas, utilizacin de vistosos uniformes, banderas y pendones, desfile de antorchas, la poltica sala ahora a las plazas y avenidas, y convocaba al pueblo en abstracto a manifestarse a favor o en contra de determinadas medidas o circunstancias. Anteriormente slo las organizaciones polticas revolucionarias haban utilizado la calle, el espacio pblico, como campo de actuacin. Lanzar las masas a la calle era una estrategia que haba correspondido en exclusiva a los revolucionarios. Los fascistas captaron la importancia de esto y lo aplicaron, pero con mayor fausto y boato, justamente porque contaban con el apoyo financiero de los grandes banqueros e industriales, y con la proteccin casi siempre desembozada del ejrcito y la polica.

    La estetizacin y espectacularizacin de la poltica tuvo como agrega-do necesario la exaltacin de la figura del lder carismtico. En el vie-jo Estado liberal, y en tanto la poltica haba sido concebida como una actividad reservada a camarillas, los lderes polticos no necesitaban tener una proyeccin pblica ni una personalidad exuberante y atracti-va.

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    El fascismo coloc en un primer plano la importancia del lder y colo-c su relacin afectiva y sensorial con las masas populares como una pieza fundamental en la consecucin del xito. Dgase Duce en ita-liano o Fhrer en alemn, el fascismo abri paso a la aparicin de un nuevo tipo de dirigente que basaba su xito no slo en sus dotes inte-lectuales, sino adems en su poder de llamada, en la atraccin que generaba en su auditorio, en su capacidad histrinica. Con sus adema-nes ampulosos, sus uniformes militares, sus gritos y gesticulaciones cuasi-histricas, midiendo con toda meticulosidad el efecto de sus palabras e incluso de sus silencios, las apariciones y discursos pbli-cos de Mussolini e Hitler constituan verdaderas puestas en escena en las que ejercan su dominio de la psicologa de las masas. Llegaban a establecer una relacin casi personal con cada miembro de su audito-rio, en la que la relacin entre el lder y la masa era manejada de tal manera que provocaba estados casi catrticos en la muchedumbre, lo que permita su manipulacin.

    Todo se engranaba de modo tal que la figura del lder adquira caracte-rsticas casi mgicas. No era slo la idea de la infalibilidad del caudi-llo, sino la total identificacin que lograba producirse en la mente de cada persona entre el eximio dirigente y el movimiento, primero, y despus entre el dirigente y el pueblo y la nacin. El lder lo era todo y liberaba a cada de sus sbditos de la penosa necesidad de tener que pensar, alzndose ante cada individuo con la imagen del padre bueno, preocupado sinceramente en velar por el bien de todos y cada uno. En Italia se difundieron dos lemas que manifestaban este culto a la perso-nalidad de Mussolini: Il Duce ha sempre ragione (El Duce siempre tiene la razn) y Credere, obbedire, combatiere (creer, obedecer, combatir).

    La mitologizacin del lder, la importancia primordial que adquiri el carisma, la identificacin del caudillo con los destinos de la nacin, iban acompaados de un discurso no slo cargado de promesas dema-ggicas, sino que haca constante invocacin a los sentimientos, temo-res y afectos del individuo. Tradicionalmente, tanto el discurso polti-co de la derecha como el de la izquierda se haban apoyado en lo ra-

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    cional. Se remita a la capacidad pensante del destinatario (sea el pro-pietario burgus, en un caso, o el trabajador explotado, en el otro) y se le ofrecan argumentos y razones para conducir su actuacin poltica.

    Hasta entonces el discurso poltico, revolucionario o conservador, se basaba en una antropologa esencialmente racionalista. El punto de partida lo constitua la idea de que el ser humano era esencialmente un ser pensante (el famoso pienso luego existo cartesiano) capaz de sopesar racionalmente las distintas variables existentes, representarse adecuadamente sus necesidades y sus objetivos, y emprender la lnea de actuacin ms conveniente para l.

    El fascismo bas su estrategia poltica en una concepcin sobre el ser humano que ha sido catalogada por muchos como irracionalista: la comprensin de la importancia que tienen las emociones, las fobias, los fantasmas existentes en el inconsciente colectivo, las necesidades afectivas socialmente reprimidas, en el condicionamiento de la activi-dad humana. Y hacia esas zonas de la personalidad dirigieron su pro-paganda. Mientras la propaganda del movimiento comunista se basaba en reflexiones y razonamientos, la propaganda fascista fij su blanco en las zonas ms oscuras de la subjetividad, en la afectividad, en lo anmico.

    Esto le dio una ventaja al discurso fascista, como lo explic poste-riormente Wilhelm Reich:

    Mientras nos presentbamos ante las masas con soberbios anlisis histricos y tratados econmicos sobre las contradic-ciones del imperialismo, Hitler sacuda las races profundas del ser emocional popular. Como lo hubiera dicho Marx: abandonamos la praxis del factor subjetivo a los idealistas; actuamos como materialistas mecanicistas economicistas.

    Esa tendencia a lo irracional se expres en uno de los rasgos ms sobresalientes de la ideologa y el discurso fascistas: su rechazo a la cultura, su desprecio a la inteligencia de las personas, y su odio hacia los sectores intelectuales. El ministro nazi de informacin, Goebbels, acu la famosa frase que afirma que una mentira repetida muchas

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    veces se convierte en una verdad, manifestando con eso su desestima-cin de la capacidad pensante del individuo. Conocidas son tambin la frase de Gring, cercano colaborador de Hitler, quien dijo que cuan-do oa hablar de cultura se llevaba la mano a la funda de su pistola, y la famosa expresin del militarote fascista espaol Milln Astray cuando se abalanz, arma en mano, sobre Unamuno en los predios de la Universidad de Salamanca vociferando viva la muerte y muera la inteligencia!.

    El fascismo conden el acervo cultural existente como expresin de la decadencia moral y lanz un llamado a construir una cultura nueva, basada en los principios de la obediencia, la violencia y la subordina-cin del individuo a los dictados del Estado. Consider a la razn co-mo elemento que haba pervertido el pensamiento y la unidad del pue-blo. El desdn por el pensamiento terico llev a Mussolini a afirmar que el fascismo es accin ms que teora, y a Giovanni Gentile (uno de los principales intelectuales fascistas) a decir que el fascismo pre-fiere no perder tiempo construyendo teoras abstractas sobre l mis-mo.

    Uno de los objetivos del fascismo fue el de utilizar y manipular la insatisfaccin de amplios sectores de la poblacin con las consecuen-cias del desarrollo de los procesos de racionalizacin capitalista. Para ello estructur un discurso demaggicamente sazonado con consignas anti-capitalistas y de supuesta proteccin a los trabajadores. El fascis-mo puede ser considerado como un movimiento radicalmente anti-moderno, que intent canalizar las dislocaciones y ansiedades produ-cidas por el capitalismo. Pero no abog por el retorno a formas ante-riores de organizacin social, de corte feudal y rural. A diferencia de las corrientes romntico-conservadoras existentes desde la segunda mitad del Siglo XVIII, que rechazaban a la sociedad capitalista en su totalidad, proponiendo un imposible regreso al pasado, el fascismo postul la reincorporacin de elementos de la antigua vida en comuni-dad pero dentro de un sistema social industrial. Un rasgo importante del fascismo lo fue el hecho de que mientras por una parte criticaba a la modernidad, por la otra fue capaz de acomodarse exitosamente con

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    los desarrollos institucionales y tcnicos del capitalismo: alab la tec-nologa y la industria, e idolatr al Estado, presentndolo como el nico agente de la actividad histrica.

    El fascismo rechaz el modelo poltico liberal y destac la incapaci-dad del sistema representativo parlamentario para expresar las deman-das del pueblo, enfatizando en la decadencia moral existente en la sociedad europea de pre-guerra. Su discurso de regeneracin moral explica en buena medida la atraccin que pudo ejercer sobre ciertos sectores intelectuales. Pero su llamado tico iba dirigido a resucitar la vieja moral estamental de la aristocracia feudal, y se apoyaba en tres pilares fundamentales: la apologa del orden, la subordinacin del individuo al colectivo y la construccin de un sentimiento de comuni-dad altamente excluyente y basado en el fundamentalismo tnico.

    La anarqua, el desasosiego, la inseguridad, caracterizaron el panora-ma europeo de entre-guerras. Intentando capitalizar el deseo, inherente a todo individuo, de alcanzar la estabilidad y el orden, los fascistas convirtieron esa demanda en una coartada para justificar y legitimar el recurso a la violencia extrema. El nfasis en el orden iba acompaado de una fuerte tendencia a reforzar las barreras que separaban a la co-munidad nacional o racial de otros grupos humanos. La exclusin, en vez de la inclusin, se convirti en la norma, y se fijaron criterios ra-ciales y culturales encaminados a destruir a aquellos grupos que su-puestamente ponan en peligro el orden y la unidad nacional: los co-munistas, los gitanos, los intelectuales, los homosexuales, etc.

    Los smbolos que representaban el mantenimiento del orden y el en-cuadramiento y sometimiento del individuo al colectivo fueron profu-samente utilizados en el imaginario fascista. Sobre todo el recurso al factor militar. Tanto en el Estado fascista italiano como en el alemn la utilizacin de uniformes, juramentos y abanderamientos se extendi a muchos sectores de la vida civil. El vocabulario militar se convirti en un paradigma, llegando a extremos tragicmicos. As, Mussolini convoc en distintos momentos de su dictadura a la Batalla por el trigo, la Batalla contra los ratones, las moscas y los gorriones, e incluso llam a librar una Batalla por el talento en el mundo teatral.

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    El fascismo rechaz el individualismo abstracto de la sociedad liberal, pero slo como justificacin para la eliminacin de las libertades indi-viduales ya establecidas. Su proyecto chovinista y tnicamente fun-damentalista de regeneracin moral se basaba en la total subordina-cin del individuo a la comunidad. Para deslegitimar la lucha de clases construy un concepto de nacin en el que la unidad aplastaba las diferencias. En ltima instancia, el deber del individuo consista en adaptarse a las necesidades del grupo y sacrificarse por el bien de la colectividad. En un texto programtico del nazismo alemn, podemos leer lo siguiente:

    Las actividades del individuo no pueden chocar con los in-tereses del grupo, y deben realizarse dentro del marco de la comunidad y por el bien general.

    Por su parte, Mussolini haba hecho la siguiente afirmacin:

    El individuo existe slo en tanto se ha subordinado a los in-tereses del Estado, y en tanto la civilizacin se complejiza ca-da vez ms, as la libertad del individuo tiene que ser cada vez ms restringida.

    La defensa a ultranza de esa comunidad (el pueblo o la nacin) era lo que justificaba el absoluto papel protagnico que el fascismo le con-ceda al Estado. Mussolini lo expres claramente: dentro del Estado todo, contra el Estado nada. Una frase que tendra resonancias in-sospechadas en otros contextos. La estatolatra constituy una caracte-rstica importante del fascismo. El Estado se convirti en la nica institucin calificada para determinar los objetivos a seguir, movilizar las energas sociales, establecer la jerarqua de intereses y necesidades, mediar entre las diferentes clases y grupos sociales y repartir premios y castigos.

    El Estado abarc a toda la sociedad. Mussolini sentenci que

    para el fascista, todo est en el Estado y nada humano ni espiritual existe y a fortiori nada tiene valor fuera del Estado. En este sentido, el fascismo es totalitario, y el Estado fascista, sntesis y unidad de todo valor, interpreta y desarrolla y do-

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    mina toda la vida del pueblo.

    Todo deba existir en el Estado y slo en el Estado.

    Ni individuos, ni grupos (partidos polticos, asociaciones, sindicatos, calses) fuera del Estado.

    Por esta razn todos los intereses deben reconciliarse en la unidad del Estado:

    En el rgimen fascista la unidad de todas las clases, la uni-dad poltica, social y moral del pueblo italiano se realiza en el Estado, y solamente en el Estado fascista.

    Es evidente entonces que la doctrina fascista fuera hostil al sindica-lismo revolucionario y al socialismo que paraliza el movimiento his-trico en la lucha de las clases e ignora la unidad del Estado que funde las clases en una sola realidad econmica y moral.

    El estatalismo totalitario del fascismo se opone a todo tipo de ideal democrtico:

    El fascismo niega que el nmero, por el slo hecho de ser nmero, pueda dirigir a la sociedad humana; niega que ese nmero pueda gobernar por medio de una consulta peridica; afirma la desigualdad irremediable, fecunda y benfica de los hombres, que no pueden volverse iguales por un hecho mec-nico y extrnseco, tal como el sufragio universal.

    Esta concepcin del Estado total (frase utilizada por Mussolini) no era ms que la expresin ideolgica del papel medular que el Estado estaba ya desempeando desde la etapa anterior en el aseguramiento de las condiciones de reproduccin del capital financiero, y que ahora se iba a fortalecer. Como explic Nicos Poulantzas, el Estado fascista expresaba los intereses del gran capital, pero estableci una relativa autonoma con respecto a este, lo que le permiti suavizar la agudiza-cin de las contradicciones entre capital y trabajo, gestionar la crisis poltica y social para evitar la revolucin, e impedir fracturas al inte-rior de la clase burguesa por una imposicin demasiado extrema de los intereses de un sector de esa clase sobre los de otros.

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    Refirindose a la poltica econmica (sobre todo) del rgimen fascista alemn, Poulantzas destac que este, para neutralizar las contradiccio-nes entre el gran capital y el capital medio, ejerci una intervencin masiva para ejercer

    una especie de control sobre este proceso del predominio del capitalismo monopolista; incluso intervino a veces para fre-nar una absorcin demasiado brutal y salvaje del capital medio por el grande.

    Y agreg a continuacin:

    Esto no tiene, por lo dems, nada de asombroso si se recuer-da que por entonces Roosevelt llevaba igualmente en los Es-tados Unidos, en un contexto completamente distinto, una po-ltica econmica masiva a favor de los grandes monopolios, mientras haca numerosas concesiones al capital medio.

    En este sentido, el modelo fascista no se diferenciaba, en sus funcio-nes esenciales, del ms democrtico Estado rooseveltiano del New Deal. El Estado fascista ejerci una intervencin masiva en la eco-noma, en la reglamentacin de las relaciones laborales, etc., con el fin de neutralizar los conflictos existentes. No prohibi los sindicatos, sino que los organiz y coloc bajo su gida, concedindoles un espa-cio y otorgndoles una capacidad de representacin de los intereses de los trabajadores, pero fijando el lmite insuperable de los mismos en las necesidades del capital financiero. Las medidas de estimulacin a la gran industria, los encargos que se le hacan a sta provenientes de la poltica de rearme intensivo, la realizacin de faranicos planes de obras pblicas, reactivaron a la economa, provocaron al disminucin del desempleo y posibilitaron crear entre los obreros la ilusin de bie-nestar mientras, simultneamente, se elevaba en forma salvaje el nivel de explotacin de la fuerza de trabajo.

    La retrica anticapitalista del fascismo antes de su asuncin al poder no impidi la implementacin de un programa econmico que favore-ci los intereses de los sectores ms ricos de la sociedad, en detrimen-to de las capas medias y los sectores obreros. Hasta que su la situacin

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    internacional lo oblig a constituir una economa de guerra en la se-gunda mitad de los aos 30, Mussolini le permiti a los grandes in-dustriales manejar sus empresas con un mnimo de intervencin esta-tal. Redujo los impuestos a los negocios, permiti el crecimiento de los crteles monoplicos, decret la reduccin de los salarios y derog la ley de la jornada laboral de ocho horas.

    Entre 1928 y 1932 los salarios reales se redujeron en Italia casi a la mitad. Pero el papel interventor del Estado fascista logr manejar esta situacin para evitar la agudizacin de los conflictos sociales. La or-ganizacin corporativa de la sociedad fue un factor importante en esto. El corporatismo condujo a organizar cada uno de los sectores princi-pales de la industria, la agricultura, las profesiones y las artes dentro de instituciones o corporaciones controladas (o al menos manejadas) por el Estado, cada una de las cuales deba negociar en una asamblea de corporaciones o parlamento corporativo, los contratos de trabajo y las condiciones laborales bajo el concepto de defensa del inters general.

    Las instituciones corporativas reemplazaron a las organizaciones in-dependientes de trabajadores, y el parlamento corporativo reemplaz las formas tradicionales de poder representativo y legislativo. Segn el discurso fascista, el modelo corporativo representaba una tercera va entre el capitalismo y el comunismo, que permitira la cooperacin armoniosa entre los empleadores y los empleados por el bien de la nacin. Pero en la prctica, el corporatismo fascista fue utilizado para destruir el movimiento sindical y para suprimir la disidencia poltica.

    En 1934 fueron creadas 22 corporaciones, en las que estaban represen-tados los empresarios y trabajadores del pas. Todas las corporaciones contaban con miembros del partido fascista en sus consejos de admi-nistracin, y Mussolini era el presidente de todas ellas. Los distintos consejos formaron el Consejo Nacional de Corporaciones. Posterior-mente, Mussolini anunci que la Cmara de Diputados deba transferir sus funciones al Consejo Nacional de Corporaciones, hecho que ocu-rri en 1939, ao en que la Cmara de Diputados cedi su lugar a la Cmara de Fascios y Corporaciones, formada por 800 miembros nom-

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    brados por el Consejo Nacional de Corporaciones.

    Las corporaciones de los distintos sectores industriales se encargaban de regular los precios y salarios y planificar la poltica econmica, entre otras funciones.

    El corporatismo, la relativa autonoma del Estado fascista con respecto a los intereses del gran capital y su papel protagnico en la organiza-cin de la economa, le permitieron al fascismo propiciar el aumento de la tasa de ganancia del gran capital financiero e industrial, a la vez que tomaba ciertas medidas para paliar los efectos del desarrollo del capitalismo entre las clases trabajadoras, con lo cual obtuvo el con-sentimiento pasivo de esos sectores.

    El ejemplo del fascismo italiano es elocuente al respecto. A raz de la aprobacin de la Ley de Relaciones Laborales de 3 de abril de 1926, de la creacin del Ministerio de las Corporaciones (2 de julio de 1926) y de la publicacin de la Carta del Trabajo, el fascismo fue configu-rndose como un "Estado corporativo" en virtud del cual los intereses privados, organizados en confederaciones patronales y obreras, que-daban integrados unitariamente bajo la direccin del Estado. Corpora-tivismo y accin social del Estado fueron, as, las alternativas del fas-cismo al capitalismo liberal y al socialismo obrero. En la prctica, ello supuso, en primer lugar, un alto grado de dirigismo estatal en materia laboral. El Consejo Nacional de las Corporaciones, organismo consul-tivo creado tambin en 1926 bajo control del ministro del ramo, coor-dinaba las actividades de los distintos sectores econmicos y regulaba las relaciones laborales, elaborando directamente los convenios colec-tivos o arbitrando, mediante decretos obligatorios, los conflictos.

    La accin social del Estado se concret ante todo en la Opera Nazio-nale Dopolavoro (Obra Nacional de Descanso), creada el 1 de mayo de 1925 bajo la tutela del Ministerio de Economa y luego (1927), de la secretara del Partido Nacional Fascista. El Dopolavoro consisti bsicamente en la organizacin de actividades recreativas para los trabajadores: casas de recreo, viajes, vacaciones, piscinas, instalacio-nes deportivas, centros de cultura, salas de cine. Fue un xito innega-

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    ble. Ofreci a millones de obreros, campesinos y empleados modestos en torno a los 4,600.000 inscritos en 1940 una amplia variedad de posibilidades de recreo y esparcimiento, tal vez sin equivalente en la Europa de su tiempo.

    Con todo, fue en el mbito econmico donde el dirigismo estatal fas-cista se hizo ms evidente. En 1925, el rgimen lanz, con el respaldo de toda su formidable maquinaria propagandstica, su primera batalla, "la Batalla del trigo", para disminuir o eliminar la dependencia de las exportaciones de este producto. El gobierno impuso, as, una fortsima elevacin arancelaria para los trigos extranjeros y favoreci por distin-tos mtodos el cultivo nacional, por ejemplo, subsidiando los precios de la nueva tecnologa agraria. El resultado fue notable. Las importa-ciones cayeron drsticamente y la produccin de trigo italiano aumen-t de la media de 5,39 millones de toneladas anuales de los aos 1921-25 a una media de 7,27 millones de toneladas anuales para los aos 1931-35.

    El xito tuvo graves contrapartidas, pues se hizo a costa del abandono de pastos que arruin a la ganadera vacuna y a la industria lctea y de cultivos de exportacin esenciales a la economa italiana como el viedo, los ctricos y el olivo. Pero ello qued oculto por la propagan-da oficial. Otras batallas se sucedieron en el campo econmico y financiero. En 1927 se convoc a la Batalla de la lira, que logr la reevaluacin de la moneda italiana, estableciendo una paridad de 90 liras por una libra esterlina, en vez de la relacin 1:150 anterior. El Estado procedi paralelamente a elevar los tipos de inters, a reducir la circulacin monetaria y los costes salariales (los salarios fueron reducidos en un 20 por 100 en 1927), medida sta compensada por la reduccin de la jornada laboral y por la concesin de distintas formas de beneficios sociales para las clases modestas como subsidios a fami-lias numerosas, vacaciones pagadas, paga extraordinaria de Navidad y mejoras en los seguros de enfermedad y accidentes (adems del Dopo-lavoro).

    La "Batalla de la lira" produjo una gran estabilidad de precios y hasta una disminucin del coste de la vida, estimada en un 16 % entre 1927

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    y 1932. Lgicamente, perjudic al comercio exterior, pero con todo, el Producto Interior Bruto creci notablemente, y determinados sectores construccin, electricidad, qumica, metalurgia registraron altas tasas de crecimiento. Las medidas de 1927 lograron que los efectos de la gran crisis internacional de 1929 afectaran a Italia de forma menos dramtica que a otros pases. Es cierto que algunos sectores sufrieron, como el agrcola y el manufacturero. El empleo industrial, por ejem-plo, disminuy en un 7,8 % anual entre 1929 y 1932 (si bien se recu-per notablemente desde ese ao). Pero otros sectores, como la cons-truccin, la industria elctrica, los transportes y el comercio, continua-ron prosperando.

    La balanza de pagos italiana se cerr con supervit en 1931 y 1932. El diseo econmico fascista se complet con grandes inversiones pbli-cas en obras de infraestructura y con la creacin de un gran sector pblico tras la constitucin en 1933 del IRI (Instituto para la Recons-truccin Italiana), que hizo del Estado en muy pocos aos el principal inversor industrial. Las inversiones se concentraron en la construccin de represas elemento sustancial para la electrificacin del pas y para la renovacin de la agricultura y en el trazado de autovas. Miln y Turn, Florencia y el mar, Roma y la costa, quedaron unidos por gran-des autopistas, nicas en Europa. El fascismo electrific la red ferro-viaria prcticamente en su totalidad. La produccin italiana de energa elctrica, dominada por la empresa Edison, pas de 4,54 millones de kilovatios-hora en 1924 a 15,5 millones en 1939 (cinco veces ms, por ejemplo, que la de Espaa). La produccin de acero, a favor de las grandes obras del Estado y del proteccionismo arancelario, subi de 1 milln de toneladas en 1923 a 2,2 millones en 1939. El rgimen fas-cista hizo del IRI la pieza fundamental del Estado corporativo y lo present como uno de los grandes logros de la dictadura. Lo que el IRI hizo fue nacionalizar, mediante la compra de acciones, muchas de las grandes empresas industriales y proceder luego, merced a la interven-cin del Estado, a modernizarlas y hacerlas eficaces y competitivas.

    En 1939, el IRI controlaba tres de las grandes siderurgias del pas (entre ellas, los altos hornos de Terni) algunos de los mejores astille-

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    ros, la empresa telefnica, la distribucin de la gasolina (para lo que se cre la AGIP, Agencia Italiana de Petrleos, con grandes refineras en Bari y Livorno), las principales empresas de electricidad, las ms im-portantes lneas martimas cuya flota se renov con barcos de gran lujo como el Rex y las incipientes lneas areas. El Estado controla-ba as los centros neurlgicos de la economa nacional. Italia pareca a punto de conseguir un altsimo grado de independencia econmica, uno de los viejos sueos del nacionalismo italiano que el fascismo vea, adems, como condicin esencial para la realizacin de la polti-ca internacional imperial y de prestigio que ambicionaba para su pas (y a lo que se encaminaba la poltica de construccin de armamentos y material de guerra impulsada por el gobierno).

    Las realizaciones econmicas y sociales del fascismo no fueron, por tanto, en absoluto desdeables. Ciertamente, ello se hizo a costa de un gigantesco gasto pblico y de enormes dficits. El proteccionismo favoreci los monopolios de las grandes empresas tradicionales (Fiat, Pirelli, etctera) y la supervivencia de empresas pequeas, poco com-petitivas y de produccin de nfima calidad. El fascismo poco o nada hizo respecto al gran problema econmico italiano, el atraso secular del Sur. La poltica del trigo benefici principalmente a los grandes latifundistas. La poblacin rural sigui sin otra alternativa a la pobreza que la emigracin: unas 500.000 personas emigraron durante los aos 1922-1940 hacia Miln, Turn, Gnova y Roma (que dobl su pobla-cin entre 1921 y 1941); otras 650.000 lo hicieron a Francia, y milln y medio a Estados Unidos, Argentina, Brasil, frica, Australia y otros pases.

    Pero as y todo, se haban hecho grandes obras de infraestructura. La Italia urbana se haba electrificado. El pas tena a su disposicin un gran sector pblico, por lo general eficiente. El PIB registr un creci-miento sostenido anual de un 1,2 por 100 entre 1922 y 1939 -creci-miento muy superior al de la poblacin- y la produccin industrial haba crecido en el mismo tiempo al 3,9 por 100 anual. Todo ello, ms la poltica asistencial del fascismo, la estabilidad de los precios, la seguridad pblica impuesta por la polica- que incluso logr grandes

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    xitos contra la Mafia siciliana-, explicara el alto grado de consenso nacional que consiguieron la dictadura y Mussolini.

    En resumen, el fascismo oper una revolucin de derecha, mediante la acentuacin del papel del Estado y la inclusin de los sectores po-pulares en la reproduccin de las relaciones de explotacin. Todo ello representaba un indudable desafo terico que el pensamiento marxista tena que encarar.

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