Jorge Eduardo Eielson o El Abismo de La Negacion

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  • Jorge Eduardo Eielson o el abismo de la negacin

    Que durante ms de 30 aos el nombre de Jorge Eduardo Eielson (nacido en Lima, 1924) haya conservado siempre uno de los lugares ms respetables en la poesa peruana debe considerarse casi como un milagro; hasta 1972 slo haba publicado tres pequeas plaquettes, con un total de 20 poemas; en 1973, una segunda edicin, ampliada, de su primer libro, Reinos (1945), aument ese exiguo total a 27; el resto ha permanecido (y en parte sigue permaneciendo) disperso en revistas y peridicos del Per y el extranjero. Hay que agregar un detalle ms: los otros dos cuadernos, Cancin

    y muerte de Rolando (1959) y Mutatis, mutandi (1967) fueron ediciones de reducidsima tirada (las imprimi en una minerva el poeta Javier Sologuren para su selecta coleccin La Rama Florida) que de inmediato se hicieron inhallables. En estas circunstancias es realmente absurdo hablar de publicaciones: no hay nada pblico en la obra potica de Eielson; al contrario, lo que el autor ha hecho es tratar, insidiosamente, de resistir en lo posible a esa tentacin y mantenerse en la clandestinidad como poeta. La indiferencia ejemplar de Eielson por la notoriedad de su obra puede compararse a la de otro poeta peruano, Emilio Adolfo Westphalen, cuyos dos nicos cuadernos de los aos 30 (has nsulas extraas y Abolicin de la muerte), no han sido reeditados jams. Pero, al revs de Westphalen, que despus de esos dos libros sombros entr en un largo perodo de alejamiento de la poesa, Eielson sigui escribindola con cierta regularidad, por lo menos hasta 1960, cuando su actividad plstico-visual (paralela a otros campos en los que tambin ha explorado: la novela, la msica electrnica, el teatro, los happenings, los proyectos multimedia, etctera) lo condujo al abandono, quiz definitivo, de la poesa.

    De este modo, el pblico que quera conocer la obra de Eielson no tena ms remedio que recurrir a las antologas nacionales o generales y contentarse con los escasos poemas que ellas recogan. Su obra gan un poco, no mucho, de atencin en el extranjero donde era prcticamente desconocido al figurar, bien representada, en la antologa Vuelta a la otra margen (Lima, 1970), que se reedit en Espaa bajo el ttulo de Surrealistas y otros peruanos insulares (Barcelona, 1973). Fue entonces cuando, desde Bogot, el crtico Ernesto Volkening lanz un grito de entusiasmo y deslumbramiento en las pginas de Eco; afirm, lo que es muy probablemente cierto, que Cancin y muerte de Rolando era uno de los poemas ms hermosos..., no slo en lengua espaola, sino de la literatura universal *. Al fin, unos quince aos despus de haber suspendido su produccin potica, Eielson ha aceptado la idea de ver reunida y publicada, por

    Eco, nms. 141-142, 1972.

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  • primera vez, el conjunto de su poesa. Esta reciente aparicin de Poesa escrita 2 es una buena oportunidad para intentar una aproximacin crtica general de su inslita obra y para examinar en particular una de las notas que acompaan toda su trayectoria y mejor contribuyen a darle un intenso perfil propio: la atraccin morbosa e irreprimible por la pendiente de la destruccin, la del mundo real primero, la de su propia poesa y la de l como poeta despus. En Eielson puede verse cmo la creacin es tambin un camino hacia el grado cero de la negacin, que reduce las palabras a sus propias molculas y tomos y las dispersa luego en el vaco.

    El ttulo que ha escogido para su obra presenta una delicada irona: Poesa escrita la llama para sealar, quiz, el carcter accidental que tiene ahora para l el trabajo con la realidad verbal. Como su experiencia esttica es plural se complace en mostrar la naturaleza no indispensable de ciertos medios artsticos para lograr ciertos fines; en su poesa, por ejemplo, la palabra puede ser slo un signo visual, desligado de su carga semntica habitual, y su obra plstica con sus tensiones cromticas tan modernas y tan emparentadas a la vez con el arte de los antiguos peruanos una suerte de grafa puramente sensorial. Eso le ha permitido desarrollar una actitud muy crtica de los lenguajes y usarlos con una versatilidad no exenta de sarcasmo. Finalmente, esa experiencia proteica con los diferentes lenguajes artsticos lo conducir a un radicalis-mo experimental urgido siempre por el nihilismo. Aun en las ms felices instancias de la escritura preciosista de sus primeros aos es posible registrar, velada y discreta, esa fisura nihilista que se cierne con un aire de remota amenaza sobre los esplndidos artificios de su imaginacin. Es esta sutil fractura la que minar todos los fundamentos de su visin del mundo y provocar los cambios fundamentales de su quehacer potico.

    Gracias a la publicacin de Poesa escrita es posible tener a la vista todo el corpus vlido de esa produccin y reestablecer la cronologa del proceso, que generalmente haba sido complicado e impedido por cuadernos inditos hasta ahora o de publicacin muy tarda (por ejemplo, Cancin y muerte de Rolando fue publicado por Javier Sologuren en 1959 pero data de 1943). Tres perodos pueden establecerse con relativa nitidez en esos casi veinte aos de actividad potica. El primero se inaugura con Moradas y visiones del amor entero (1942) y se extiende hasta Bacanal (1946). Abundan en este grupo los poemas relativamente extensos e inspirados en personajes del mito y la literatura universales (Rolando, Antgona, Quijote); domina un lenguaje de raz simbolista, anclado en la zona profunda y misteriosa de la expresin potica y la experiencia humana; la prdiga fantasa imaginstica del poeta se proyecta constante-mente hacia una atmsfera suntuosa y como de sueos, de sensualidad e irrealidad, Ecos (o simplemente semejanzas), de Rilke, Rimbaud, Valry, pero tambin de la mstica, especialmente San Juan de la Cruz, se dejan sentir en muchas partes. Una estrofa de Parque para un hombre dormido, de Reinos, ofrece un buen ejemplo, porque en ella hay una discreta definicin del arte potico que orienta toda esa etapa:

    2 JORGE EDUARDO EIELSON: Poesa escrita, Instituto Nacional de Cultura, Lima, 1976, 319 pgs. El

    volumen circul realmente en 1977.

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  • Labro los astros a mi lado oh noche! Y en la mesa de las tierras el poema Que rueda entre los muertos j , encendido, los corona. Pues por todo va mi sombra tal la gloria De hueso, cera y humus que me postra, majestuosa, Sobre el bello csped, en los dioses abrasado.

    La infalible elegancia de estas imgenes nunca es decorativa: es esencial a una visin potica que se concibe a s misma como una clave de acceso a un mundo otro, reverso y trascendencia de la realidad cotidiana. La poesa es sagrada, pero no en un sentido religioso, sino estrictamente existencial: el poeta combate con la muerte y la propia insignificancia humana y por eso puede decir

    ... amo la llama Y el cabo de la sangre, porque juntas son el mundo Y hacen de m un muro que separa la noche del da.

    (Nocturno terrenal)

    Tras la bella factura de sus versos vibra una nota de desesperacin, todava muy apagada o disfrazada por la opulencia retrica. El nico elemento real reconocible en Reinos es la casa familiar y ese mbito est siempre evocado con un dolor insondable, con una angustia que suele revestirse de melancola:

    ... Y rotas chimeneas, caos Abiertos en la noche, tapicera hundindose al igual Que un buque de cuero en un ocano tibio. Tienen en esta inmensa casa de tablas el rumor De una botella de leche rodando sin cesar hacia la muerte. Yo he venido tan slo a conocer sus desolados muros Y a morir en ellos, sin sombrero y dorado como el da.

    (Poesa de la casa entre los pinos)

    Esas oscuras notas tampoco faltan en Cancin y muerte de Rolando, y menos en Antgona y Ayax en el infierno (ambos de 1945). Hasta ahora no se ha estudiado ni apuntado siquiera la relacin que puede existir entre estos tres poemas, escritos en la dcada del 40, y la situacin de un mundo sacudido por la barbarie de una guerra mundial capaz de arrasar hasta el ltimo residuo de esperanza en el destino de la civilizacin; ni tampoco se ha analizado el porqu de su afn en renovar la presencia de los antiguos' hroes en una circunstancia histrica que podra favorecer otra lectura, esta vez nada esteticista, de tales texfos. Las imgenes de Eielson se hacen notoria-mente disonantes y operan por un violento roce de materias dismiles, lo que refleja en cierto modo su frecuentacin del lenguaje de la vanguardia, especialmente del surrealismo. Aun sin llegar a ningn automatismo verbal, ni menos a perder el control de sus ritmos poticos, Eielson se familiariza con el lenguaje de la destruccin y la monstruosidad modernas, como en Antgona:

    T93

  • Luna griega y ozono baan a los combatientes, Antgona, a tu paso; el fusil alzado hacia el esto, mezclado a los efluvios rubios de la manzanilla o recostado contra el gran limn metlico del viento. Aviones enjoyados por la Muerte, con plipos y sombra en el timn rado, ametralladoras niveas los defienden.

    Bacanal es, dentro de este contexto, un poema clave: la fealdad y el horror del mundo han crecido enormemente y el misticismo de Reinos est en franca crisis. El tema de Bacana/ no es la poesa, sino el poeta, visto ahora como una figura irrisoria y banal, en medio de un decorado en decadencia que es quiz una alusin a su propio virtuosismo retrico:

    Conocis la imprenta del bruto que reina, come y caga enjoyado en su trono de hierro y papiro? Desde el alba, entre rayos y trompetas, pintadas prostitutas a caballo lo asisten, empolvan y pulen sus uas con limas de lata y frascos rotos.

    Pero lo que en estos textos de la primera etapa es una nota marginal se hace muy conspicuo en la segunda. Esta arranca con Doble diamante (1947) y abre un perodo dominado por la experimentacin febril, el alejamiento del simbolismo (aunque el hermoso Primera imagen de Mara, 1949, pueda significar un fugaz retorno a l), el trabajo intenso contra la palabra huidiza y equvoca, la inmersin fatal en el nihilismo y la turbulencia iconoclasta. Esta es una etapa de rigor y madurez, de acritud y humor, que, en mi opinin, marca el punto ms alto en la evolucin del poeta. El poema que se titula Doble diamante es uno de los ms perfectos que haya escrito Eielson; uno de los ms angustiosos y exasperados tambin. La sensacin de absoluto vaco en el que se ha convertido la existencia lo conduce a una especie de rebelin csmica que sepulta todo en una imagen de catstrofe silenciosa, negativa:

    Los astros me aburren Las especies lloran Muero me levanto clamo vuelvo a morir Clamando grito entre ramas orino y fumo caigo Como un rayo fcilmente en tu garganta. Contigo Slo silencio placa de horrores sedimentos Cascada inmvil piedra cerrada.

    El ttulo Doble diamante apunta de algn modo a ese horizonte lujoso que todava lo seduce, pero creo que la intencin est puesta en la palabra doble y en su ambigua resonancia: reflejo, pero tambin falsedad y mentira; duplicidad fsica que se descom-pone en duplicidad moral: brillo y engao. En el siguiente libro (Temay variaciones, 1950), esa veta se ensancha y se hace medular: hay constantes referencias a simetras, se usan estructuras binarias, se juega con la semejanza de los contrarios y viceversa. La poesa se convierte para Eielson en el obsesivo registro del vaco y el sinsentido de un modo congestionado, sin embargo, de signos, estmulos cambiantes y parasos retricos. Eso explica la presencia de juegos nominales (cuando tu pierna se llame 194

  • brazo / tu brazo boca / tu boca ombligo / tu ombligo nada), series alternativas (el vaso de agua en ti / y mis manos en mis labios / mis labios en el vaso de agua / y mis manos en ti), las pirmides verbales que proyectan su imagen invertida en la parte inferior de la pgina, los laberintos fonticos y los diseos grficos, etctera. La palabra empieza a ser cada vez ms un conato significativo, un mero indicador que puede ser tomado en uno u otro sentido, una seal fragmentaria y reiterada hasta el aturdimiento. A partir de este libro, la palabra nada (y sus equivalentes, como cero, no, nunca) ser un leitmotiv de su poesa:

    Nada, casi nada: cielo aletazos de nada en la nada: vuelo

    y el cielo que se vuelve suelo.

    ( Variaciones sobre un tema de Jorge Guillen) slo cero y siempre y nunca cero cero, cero, cero, cero, cero,

    yo an, y t an, y todo y nada y noche y sol y tierra y cielo, cero, cero, cero, cero, cero, cero, cero, cero.

    ste es tu cuerpo o nada una nube o una rueda un caballo o cinco dedos. (Improntu)

    Este frenes nihilista alcanza pronto al propio acto de escribir poesa. El continuo trato con la materia verbal no hace sino ahondar el escepticismo del poeta y aun su desdn por ellas como vehculo expresivo. Escribir es traicionarse y la poesa es una lucha incesante contra los peligros de la consolacin y la autoindulgencia. Eielson no cree ms en ellas y quiere remontar la corriente que podra sepultarlo en el conformismo: la poesa ya no ser para l una celebracin de la palabra, sino una condenacin de ella y de s mismo a travs de ella. No hay, pues, ningn juego ni efectismo esttico en esa actitud: la primera vctima de la tarea destructora es el poeta destructor. Un poema de Habitacin en Roma (1951-1954) tiene este lgubre comienzo:

    heme aqu juntando palabras otra ve% palabras an versos dispuestos en fila que anuncian brillantemente con exquisita fluorescencia el nauseabundo deceso del amor.

    (Junto al Tber la putrefaccin emite destellos gloriosos)

    (Cero)

    '95

  • Colocada ya en el centro de su preocupacin esttica, la crtica de la poesa recorre un amplio registro, que va desde el gesto de frustracin con el que culmina Habitacin en Roma (sabes tal vez que entre mis manos / las letras de tu nombre que contienen / el secreto de los astros / son la misma / miserable pelota de papel / que ahora arrojo al canasto?) hasta la tautologa y el solipsismo de las escuetas construcciones verbales de Naturaleza muerta, de 1958 (El viento que sopla sobre tus cabellos oscuros / no es el mismo que sopla mis cabellos oscuros). Esto anuncia el comienzo del tercer (y final) perodo de su obra: el de su disolucin o reduccin a una especie de no-verbalidad, apoyada en las frmulas de la poesa concreta, la pintura de la materia, el arte conceptual y el minimal art. Su aproximacin a las propuestas del arte moderno y a las tendencias poticas que acogen esa integracin esttica expresa en forma tajante su renuncia a la tradicin literaria imaginstica a la que estuvo vinculado en sus inicios: en esta etapa Eielson usa el lenguaje del modo ms restringido posible, casi como un ltimo recurso. Lo manipula con recelo y mala conciencia, jugando con l como con una realidad polivalente pero insensata. Ms que usarlo lo que hace es daarlo o destruirlo, un poco como Antonio Burri quema sus lminas de plstico, o Lucio Fontana rasga sus telas monocromticas, o Antonio Tapies trabaja sus muros desconchados. Los libros (si as podemos llamarlos) de esta etapa (eros iones, 1958; 4 estaciones, canto visible y papel, los tres de 1960) corresponden a ese momento mximo de rarificacin y astringencia; en vez de poemas tenemos iconos, formas geomtricas o smbolos matemticos, simples rasgos grficos sobre la pgina en blanco que tienen la irona y la violencia de un graffiti. El caso extremo es el de papel, en el que la humilde materia fsica sobre la que se escribe se convierte en lo nico que la poesa quiere destacar con lacnicos signos lingsticos que se consumen en su autorreferen-cia (papel con cuatro palabras es eso: un papel con cuatro palabras), o signos fsicos (dobleces, rayas, agujeros, huellas, etctera) como nica alternativa a la comunicacin potica.

    No es sta la etapa que considero ms interesante en la obra de Eielson, pero creo que era inevitable que llegase a ella si su poesa escrita quera ser consecuente consigo misma. Como ocurre con Artaud, su relacin traumtica con el lenguaje verbal y su silencio tienen que ver con la conviccin terrible conviccin de que aqul es incapaz de abarcar la huidiza materia que el hombre quiere apresar; lo ve como un instrumento en esencia mellado e inoperante. Eielson renuncia, por tanto, a l y se lanza en busca de otros que expresen mejor su conciencia hipercrtica e insatisfecha. Pocos como l han sabido ser fieles al espritu de la renovacin permanente, aventurndose por caminos siempre desconocidos y asumiendo todos los riesgos; pocos artistas ms solitarios e irreductibles que este peruano cuya poesa traza una parbola que nos deslumhra, tanto en su brillante ascenso como en su rebelde cada.

    JOS MIGUEL OVIEDO UCLA, Spanish and Por tugese LOS ANGELES, California 90024 (USA)

    196