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Jorge Amado Gabriela, clavo y canela Esta historia de amor por curiosa coincidencia, como diría doña Arminda-, comenzó el mismo día claro, de sol primaveral, en que el estanciero Jesuíno Mendonza mató a tiros de revólver a doña Sinházinha Guedes Mendonza, su esposa, exponente de la sociedad local, morena casi gorda, muy dada a las fiestas de Iglesia, y al doctor Osmundo Pimentel, cirujano- dentista llegado a Ilhéus hacía pocos meses, muchacho elegante con veleidades de poeta. Pues en aquella misma mañana, antes de que la tragedia conmoviese a la ciudad, la vieja Filomena por fin había conseguido cumplir su antigua amenaza de abandonar la cocina del árabe Nacib, emprendiendo viaje en el tren de las ocho hacia Agua Preta, lugar en el que un hijo suyo prosperaba. Como luego opinara Juan Fulgencio -hombre de mucho saber y dueño de la Papelería Modelo, centro de la vida intelectual de Ilhéus- el día había sido mal elegido, aun siendo día hermoso, el primero de sol después de la larga estación de las lluvias, sol como una caricia sobre la piel. No era un día apropiado para derramar sangre. No obstante, como el coronel Jesuíno Mendonza era hombre de honor, y muy decidido, poco afecto a lecturas y a razones estéticas, tales consideraciones ni siquiera le pasaron por la cabeza dolorida por los cuernos. Apenas los relojes dieron las dos horas de la siesta él -surgiendo inesperadamente, ya que todos lo hacían en la estancia- despachó a la bella Sinházinha y al seductor Osmundo, de dos certeros balazos a cada uno. Y consiguió que la ciudad olvidase los restantes asuntos que tenía para comentar: que el barco de la "Costera" había encallado por la mañana a la entrada del puerto; el esta- blecimiento de la primera línea de ómnibus que uniría a Ilhéus con Itabuna; el gran baile recientemente celebrado en el Club Progreso, y hasta el apasionante caso de Mundinho (diminutivo de Edmundo) Falcão, que había enarbolado la história de las dragas para la entrada del puerto. En lo que respecta al pequeño drama personal de Nacib, súbitamente sin cocinera, apenas si sus más íntimos amigos habían tomado conocimiento del mismo, y sin concederle la menor importancia. Todos habíanse vuelto hacia la tragedia que les emocionaba, hacia la historia de la mujer del estanciero y el dentista, tanto por la alta clase social a la que pertenecían los tres personajes que intervenían en dicha historia, cuanto por la riqueza de detalles de la misma, algunos picantes y sabrosos. Porque, a pesar del tan cacareado y vanidoso progreso de la ciudad ("Ilhéus se civiliza con un ritmo impetuoso", había escrito el doctor Ezequiel Prado, famoso abogado, en el "Diario de Ilhéus‖), todavía interesaban en aquella tierra, y por encima de todo, las historias como ésa, violentas, de amor, celos y sangre. Íbanse perdiendo, con el correr del tiempo, los ecos de los últimos tiros cambiados en las luchas por la conquista de la tierra; empero, de aquellos tiempos heroicos había quedado un gustillo a sangre derramada, en la sangre de las gentes de Ilhéus. Y hasta ciertas costumbres: la de alardear de valientes, de cargar revólver noche y día, de beber y jugar. También ciertas leyes dirigían sus vidas. Una de ellas, por cierto que de las menos discutidas, nuevamente habíase cumplido aquel día: la honra de un marido engañado, sólo con la muerte de los culpables puede lavarse. Ley que venía de los tiempos antiguos, que no estaba escrita en ningún código, pero sí en la conciencia de los hombres, dejada por los señores de antaño, aquellos que fueron los primeros en derribar bosques y en plantar cacao. Así sucedía en Ilhéus, en aquellos años de 1925, cuando florecían los cultivos en las tierras abo- nadas con cadáveres y sangre, y multiplicábanse fortunas, cuando el progreso se establecía, transformando la fisonomía de la ciudad. Tan profundo era el gustillo de la sangre, que el propio árabe Nacib, bruscamente afectado en sus intereses por la partida de Filomena, olvidaba tales preocupaciones para entregarse por entero a los comentarios del doble asesinato. Se modificaba la fisonomía de la ciudad, -se abrían calles, importábanse automóviles, se construían rascacielos, abríanse caminos, se publicaban periódicos, fundábanse clubes. Ilhéus se transformaba. Sin embargo, mucho más lentamente evolucionaban las costumbres, los hábitos de los hombres. Así sucede siempre en todas las sociedades. PRIMERA PARTE UN BRASILEÑO DE ARABIA Aventuras y desventuras de un buen brasileño (nacido en Siria) en la ciudad de Ilhéus, en 1925, cuando florecía el cacao e imperaba el progreso. Con amo- res, asesinatos, banquetes, pesebres, historias variadas para todos los gustos, un remoto pasado glorioso de nobles soberbios y ordinarios, un reciente pasado de ricos plantadores y afamados bandidos, con soledad y suspiros, deseo, venganza y odio; con lluvias y sol, y claros de luna, leyes inflexibles, maniobras políticas, y el apasionante caso de la entrada del puerto; con prestidigitador, bailarina, milagros y otras magias. CAPÍTULO PRIMERO LA LANGUIDEZ DE OFENISIA (QUE MUY POCO APARECE PERO QUE NO POR ESO ES MENOS IMPORTANTE) "En este año de impetuoso progreso..." (De un diario de Ilhéus, en 1925) RONDÓ DE OFENISIA Escucha, oh, hermano, Luis Antonio, mi hermano: Ofenisia en la terraza En la red se balancea. El calor y el abanico, la brisa dulce del mar, mucama haciendo cosquillas. Ya iba a cerrar los ojos, el Monarca apareció: barbas de tinta, renegras, ¡oh, resplandor! El verso de Teodoro, la rima para Ofenisia, el vestido venido de Río, el corsé, el collar, mantilla de seda.negra, el "sagüi" que tú me diste, ¿todo eso de qué sirve Luis Antonio, mi hermano? Son brasas sus ojos negros, (-¡Son ojos de Emperador!) incendiaron mis ojos. Sábanas de sueños sus barbas (-¡Son barbas imperiales!) para mi cuerpo envolver. Con él quiero casarme (-¡Con rey no podéis casar!) con él quiero acostarme y entre sus barbas soñar. (-¡Ay, hermana, nos deshonráis!) Luis Antonio, mi hermano, ¿qué esperas para matar? No quiero al conde, al barón, señor de ingenio no quiero, ni los versos de Teodoro, no quiero rosas, claveles, ni aros de diamantes. ¡Lo que quiero son las barbas negras del Emperador! Mi hermano, Luis Antonio, de la casa ilustre de los Avila, escucha, oh mi hermano: si concubina no soy del Señor Emperador, en esta red voy a morir de languidez. DEL SOL Y DE LA LLUVIA, Y CON UN PEQUEÑO MILAGRO En aquel año de 1925, cuando floreció el idilio de la mulata Gabriela y del árabe Nacib, la estación de las lluvias habíase prolongado más allá de lo normal y necesario, a tal punto que los plantadores, como un rebaño asustado, al entrecruzarse en las calles se preguntaban unos a otros, con miedo en los ojos y en la voz: -¿No parará nunca? Se referían a las lluvias; nunca habíase visto tanta agua cayendo de los cielos, día y noche, casi sin intervalos. -Una semana más y todo estará en peligro. -La zafra entera.. . -¡Dios mío! Hablaban de la zafra, que se anunciaba excepcional, superando con largueza a todas las anteriores. Con los precios del cacao, en constante aumento, esto significaba riqueza aún mayor, prosperidad, hartazgo, dinero a raudales. Los hijos de los "coroneles"(popularmente: ricachones) irían a los colegios más caros de las grandes ciudades a cursar sus estudios, nuevas casas se levantarían para las familias en las calles recientemente abiertas, lujosos moblajes serían encargados directamente a Río, llegarían pianos de cola para aristocratizar las salas; los negocios bien provistos multiplicándose, el comercio creciendo, la bebida corriendo en los cabarets, mujeres desembarcando de los barcos, el

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  • Jorge Amado

    Gabriela, clavo

    y canela Esta historia de amor por curiosa coincidencia, como dira doa Arminda-, comenz el mismo da claro, de sol primaveral, en que el estanciero Jesuno Mendonza mat a tiros de revlver a doa Sinhzinha Guedes Mendonza, su esposa,

    exponente de la sociedad local, morena casi gorda, muy dada a las fiestas de Iglesia, y al doctor Osmundo Pimentel, cirujano-dentista llegado a Ilhus haca pocos meses, muchacho elegante con veleidades de poeta. Pues en aquella misma

    maana, antes de que la tragedia conmoviese a la ciudad, la vieja Filomena por fin haba conseguido cumplir su antigua amenaza de abandonar la cocina del rabe Nacib, emprendiendo viaje en el tren de las ocho hacia Agua Preta, lugar en el que un hijo suyo

    prosperaba. Como luego opinara Juan Fulgencio -hombre de mucho saber y dueo de la Papelera Modelo, centro de la vida intelectual de Ilhus- el da haba sido mal elegido, aun siendo da hermoso, el primero

    de sol despus de la larga estacin de las lluvias, sol como una caricia sobre la piel. No era un da apropiado para derramar sangre. No obstante, como el coronel Jesuno Mendonza era hombre de honor, y muy decidido, poco afecto a lecturas

    y a razones estticas, tales consideraciones ni siquiera le pasaron por la cabeza dolorida

    por los cuernos. Apenas los relojes dieron las dos horas de la siesta l -surgiendo inesperadamente, ya que todos lo hacan en la estancia-

    despach a la bella Sinhzinha y al seductor Osmundo, de dos certeros balazos a cada uno. Y consigui que la ciudad olvidase los restantes asuntos que tena para comentar: que el barco de la "Costera" haba encallado por la maana a la

    entrada del puerto; el esta-blecimiento de la primera lnea de mnibus que unira a Ilhus con Itabuna; el gran baile recientemente celebrado en el Club Progreso, y hasta el apasionante caso de Mundinho (diminutivo de Edmundo)

    Falco, que haba enarbolado la histria de las dragas para la entrada del puerto. En lo que respecta al pequeo drama personal de Nacib, sbitamente sin cocinera, apenas si sus ms ntimos amigos haban tomado conocimiento del mismo, y sin

    concederle la menor importancia. Todos habanse vuelto hacia la tragedia que les emocionaba, hacia la historia de la mujer del estanciero y el dentista, tanto por la alta clase social a la que pertenecan los tres personajes que intervenan en dicha historia, cuanto por la

    riqueza de detalles de la misma, algunos picantes y sabrosos. Porque, a pesar del tan cacareado y vanidoso progreso de la ciudad ("Ilhus se civiliza con un ritmo impetuoso", haba escrito el doctor Ezequiel Prado, famoso abogado, en el

    "Diario de Ilhus), todava interesaban en aquella tierra, y por encima de todo, las historias como sa, violentas,

    de amor, celos y sangre. banse perdiendo, con el correr del tiempo, los ecos de los ltimos tiros cambiados en las luchas por la conquista de la tierra;

    empero, de aquellos tiempos heroicos haba quedado un gustillo a sangre derramada, en la sangre de las gentes de Ilhus. Y hasta ciertas costumbres: la de alardear de valientes, de cargar revlver noche y da, de beber y jugar.

    Tambin ciertas leyes dirigan sus vidas. Una de ellas, por cierto que de las menos discutidas, nuevamente habase cumplido aquel da: la honra de un marido engaado, slo con la muerte de los culpables puede lavarse. Ley que vena de

    los tiempos antiguos, que no estaba escrita en ningn cdigo, pero s en la conciencia de los hombres, dejada por los seores de antao, aquellos que fueron los primeros en derribar bosques y en plantar cacao. As suceda en Ilhus, en aquellos

    aos de 1925, cuando florecan los cultivos en las tierras abo-nadas con cadveres y sangre, y multiplicbanse fortunas, cuando el progreso se estableca, transformando la fisonoma de la ciudad. Tan profundo era el gustillo de la sangre, que el propio

    rabe Nacib, bruscamente afectado en sus intereses por la partida de Filomena, olvidaba tales preocupaciones para entregarse por entero a los comentarios del doble asesinato. Se modificaba la fisonoma de la ciudad, -se

    abran calles, importbanse automviles, se construan rascacielos, abranse caminos, se publicaban peridicos,

    fundbanse clubes. Ilhus se transformaba. Sin embargo, mucho ms lentamente evolucionaban las costumbres, los hbitos de los hombres. As

    sucede siempre en todas las sociedades.

    PRIMERA PARTE UN BRASILEO DE

    ARABIA Aventuras y desventuras de un buen brasileo (nacido en

    Siria) en la ciudad de Ilhus, en 1925, cuando floreca el cacao e imperaba el progreso. Con amo-res, asesinatos, banquetes, pesebres, historias variadas para todos los gustos, un remoto pasado glorioso de nobles soberbios y ordinarios, un

    reciente pasado de ricos plantadores y afamados bandidos, con soledad y suspiros, deseo, venganza y odio; con lluvias y sol, y claros de luna, leyes inflexibles, maniobras polticas, y el apasionante caso de la entrada del puerto; con prestidigitador,

    bailarina, milagros y otras magias.

    CAPTULO

    PRIMERO LA LANGUIDEZ DE

    OFENISIA (QUE MUY POCO APARECE PERO QUE NO POR ESO ES

    MENOS IMPORTANTE) "En este ao de impetuoso progreso..." (De un diario de Ilhus, en 1925)

    ROND DE OFENISIA Escucha, oh, hermano,

    Luis Antonio, mi hermano:

    Ofenisia en la terraza En la red se balancea. El calor y el abanico, la brisa dulce del mar, mucama haciendo cosquillas.

    Ya iba a cerrar los ojos, el Monarca apareci: barbas de tinta, renegras, oh, resplandor! El verso de Teodoro, la rima para Ofenisia, el vestido venido de Ro,

    el cors, el collar, mantilla de seda.negra, el "sagi" que t me diste, todo eso de qu sirve Luis Antonio, mi hermano? Son brasas sus ojos negros, (-Son ojos de Emperador!)

    incendiaron mis ojos. Sbanas de sueos sus barbas (-Son barbas imperiales!) para mi cuerpo envolver. Con l quiero casarme (-Con rey no podis casar!) con l quiero acostarme

    y entre sus barbas soar. (-Ay, hermana, nos deshonris!) Luis Antonio, mi hermano, qu esperas para matar? No quiero al conde, al barn, seor de ingenio no quiero, ni los versos de Teodoro,

    no quiero rosas, claveles, ni aros de diamantes. Lo que quiero son las barbas negras del Emperador! Mi hermano, Luis Antonio, de la casa ilustre de los Avila, escucha, oh mi hermano: si concubina no soy

    del Seor Emperador, en esta red voy a morir de languidez.

    DEL SOL Y DE LA

    LLUVIA,

    Y CON UN PEQUEO

    MILAGRO En aquel ao de 1925,

    cuando floreci el idilio de la mulata Gabriela y del rabe Nacib, la estacin de las lluvias habase prolongado ms all de lo normal y necesario, a tal punto que los plantadores, como un rebao asustado, al entrecruzarse en las calles se

    preguntaban unos a otros, con miedo en los ojos y en la voz: -No parar nunca? Se referan a las lluvias; nunca habase visto tanta agua cayendo de los cielos, da y noche, casi sin intervalos.

    -Una semana ms y todo estar en peligro. -La zafra entera.. . -Dios mo! Hablaban de la zafra, que se anunciaba excepcional, superando con largueza a todas las anteriores. Con los precios

    del cacao, en constante aumento, esto significaba riqueza an mayor, prosperidad, hartazgo, dinero a raudales. Los hijos de los "coroneles"(popularmente: ricachones) iran a los colegios ms caros de las grandes ciudades a cursar sus estudios,

    nuevas casas se levantaran para las familias en las calles recientemente abiertas, lujosos moblajes seran encargados directamente a Ro, llegaran pianos de cola para aristocratizar las salas; los negocios bien provistos

    multiplicndose, el comercio creciendo, la bebida corriendo en los cabarets, mujeres desembarcando de los barcos, el

  • juego campeando en los bares y en los hoteles, el progreso, en fin, la tan mentada civilizacin! Y pensar que esas mismas lluvias, ahora demasiado

    copiosas, amenazadoras, diluviales, tanto se haban de-morado en llegar, tanto se haban hecho esperar y rogar! Meses antes, los "coroneles" elevaban los ojos hacia el cielo lmpido en busca de nubes, de seales de prxima lluvia.

    Crecan las plantaciones de cacao, extendindose por todo el sur de Baha, en espera de las lluvias indispensables para el desarrollo de los frutos recin nacidos, que sustituan las flores de las plantas. La pro-cesin de San Jorge, aquel ao,

    haba cobrado el aspecto de una ansiosa promesa colectiva al santo patrono de la ciudad. Su rica litera trabajada en oro, era llevada sobre los hombros orgullosos de los ciudadanos ms notables y los estancieros ms ricos, vestidos

    con el ropaje rojo de la cofrada, lo que no es poco decir, ya que los "coroneles" del cacao no se distinguan por la religiosidad, ni frecuentaban iglesias, y eran rebeldes a misas y confesiones, dejando estas debilidades para las mujeres de la familia: -Eso de la iglesia,

    son cosas para mujeres! Se contentaban con atender los pedidos de dinero del Obispo y de los sacerdotes, destinado a obras y diversiones: el colegio de monjas en lo alto de la Victoria, el Palacio Diocesano, las escuelas de

    catecismo, las novenas, el mes de Mara, las kermesses y fiestas de San Antonio y de San Jos.

    Aquel ao, en vez de quedarse por los bares bebiendo, todos ellos estaban en la procesin, con la vela en la mano,

    contritos, prometiendo el oro y el moro a San Jorge, a cambio de las preciosas lluvias. La multitud detrs de la litera, acompaaba por las calles los rezos de los sacerdotes. Vestido con el ropaje del ritual, las manos unidas para la oracin y

    el rostro compungido, el padre Basilio elevaba la voz sonora, arrastrando los rezos. Elegido para la importante funcin por sus eminentes virtudes, consideradas y estimadas por todos, tambin lo haba sido porque aquel santo

    hombre era propietario de tierras y plantaciones, y por lo tanto, directamente interesado en la intervencin celestial. As, rezaba con redoblado vigor. Las numerosas solteronas, en torno a la imagen de Santa Mara Magdalena, retirada la

    vspera de la iglesia de San Sebastin para acompaar la litera del santo patrono en su ronda por la ciudad, sentanse transportadas en xtasis ante la exaltacin del padre, habitual-mente bonachn pero apurado, despachando su misa en un abrir y cerrar de ojos, confesor

    poco atento a lo mucho que tenan ellas para contarle. Tan diferente del padre Cecilio, por ejemplo! Elevbase la voz vigorosa e interesada del cura en la oracin ardiente, elevbase la voz cascada de las solteronas, el

    coro unnime de los "coroneles", y sus esposas, hijas e hijos, comerciantes, exportadores, trabajadores

    llegados del interior para la fiesta, cargadores, hombres de mar, mujeres de la vida, empleados de comercio, ju-gadores profesionales, y

    diversos malandrines, los chi-quilines del catecismo y las muchachas de la Congregacin Mariana. Suba la oracin hacia un difano cielo sin nubes, donde, como una asesina bola de fuego, un sol despiadado quemaba, capaz de destruir los

    brotes del cacao, recin abiertos. Algunas seoras d la sociedad, segn la promesa so-bre la que se pusieran de acuerdo en el ltimo baile del Club Progreso, acompaaban la procesin con los pies

    descalzos, ofreciendo al santo el sacrificio de su elegancia, pidindole lluvia. Murmurbanse diferentes promesas, apurbase al santo, pues ninguna demora poda admitrsele, que bien vea l la afliccin de sus protegidos: era

    un milagro urgente lo que se le peda. San Jorge no haba permanecido indiferente a los rezos, a la repentina y conmovedora religiosidad de los "coroneles", y al dinero por ellos prometido para la Iglesia Matriz, ni a los pies desnudos

    de las seoras, tan castigados por los adoquines de las calles, pero tocado sin duda ms que todo por la agona del padre Basilio. Tan receloso estaba el padre por el destino de sus frutos de cacao que, en los intervalos del ruego vigoroso,

    cuando el coro clamaba, juraba al santo abstenerse un mes entero de los dulces favores de su comadre y gobernanta

    Otlia. Cinco veces comadre, ya que cinco robustos retoos -tan vigorosos y promisorios como las plantas de cacao del cura- haba ella llevado a la pila

    bautismal, envueltos en linn y encaje. No pudiendo reconocerlos, el padre Basilio era padrino de todos ellos -tres nias y dos nios- y, ejerciendo la caridad cristiana, les prestaba el uso de su propio nombre de familia,

    Cerqueira, un bonito y honesto nombre. Cmo podra San Jorge permanecer indiferente a tanta afliccin? Desde los tiempos inmemoriales de la Capitana (antgua circunscripcin territorial) l vena dirigiendo,

    bien o mal, los destinos de esa regin, hoy tierra del cacao. El donatario, Jorge de Figueirdo Correia, a quien el rey de Portugal haba dado, en prueba de amistad, esas decenas de leguas pobladas de salvajes y de "palo-brasil", no dispuesto a

    abandonar los placeres de la corte lisbonense por la selva brava, haba enviado a un cuado espaol para que muriera en manos de los indios, en su lugar. Pero habale recomendado poner bajo la proteccin del santo vencedor de los dragones aquel feudo que

    el rey, su seor, tuviera por bien regalarle. El no ira a esa distante tierra primitiva, pero le dara su nombre, consagrndola a su tocayo San Jorge. Montado en su caballo, desde la luna, el santo segua el destino animado de ese San Jorge dos Ilhus

    desde aproximadamente cuatrocientos aos. Haba visto a los indios degollar a los primeros conquistadores y ser, a

    su vez, destrozados y esclavi-zados; haba visto levantarse los ingenios de azcar, las plantaciones de caf, pequeos unos, mediocres las otras.

    Haba visto vegetar esa tierra, sin mayor futuro, durante siglos. Despus, haba asistido a la llegada de las primeras plantaciones de cacao, ordenando a los macacos "jupar" 1 que se encargasen de multiplicar las plantas de cacao.

    Tal vez sin objetivo definido, apenas para mudar un poco el paisaje del que ya deba estar cansado, luego de tantos aos. Lejos de imaginar que, con el cacao, llegaba la riqueza, una poca nueva para la tierra bajo su proteccin. Vio entonces

    cosas terribles: los hombres matndose traicionera y cruelmente por la posesin de valles y colinas, de ros y sierras, quemando las plantas, plantando febrilmente sementeras y sementeras de cacao. Vio crecer sbitamente

    la regin, nacer villas y poblados, vio llegar a Ilhus el progreso trayendo un Obispo consigo, instalarse nuevos municipios -Itabna, Itapira-, levantarse el colegio de monjas, vio a los barcos desembarcando gente, y tanta cosa vio que lleg a pensar que nada ms podra

    impresionarlo. Pero a pesar de eso, se impresion con aquella inesperada y profunda devocin de los "coroneles", hombres rudos, poco aficionados a leyes y rezos, con aquella loca promesa del padre Basilio Cerqueira, de naturaleza

    incontinente y fogosa, tan fogosa e incontinente que el santo dudaba que l pudiera cumplirla hasta el fin.

    Cuando la procesin desemboc en la plaza de San Sebastin, detenindose ante la pequea iglesia blanca, cuando Gloria se persign, sonriente,

    en su ventana maldecida, cuando el rabe Nacib sali de su bar desierto para apreciar mejor el espectculo, entonces sucedi el tan mentado milagro. No, no se cubri de nubes negras el cielo azul, ni comenz a caer la lluvia. Indudablemente

    para no arruinar la procesin. Pero una desmayada luz diurna surgi en el cielo, perfectamente visible a pesar de la claridad deslumbrante del sol. El negrito Tusca fue el primero en verla, llamando la atencin de las hermanas Dos

    Res -sus patronas- en el centro del grupo negro de las solteronas. Un clamor de milagro se sucedi, partiendo de las solteronas excitadas, pro-pagndose por la multitud, y esparcindose luego por la ciudad entera. Durante dos das

    no se habl de otra cosa. San Jorge haba venido para or los rezos, las lluvias no tardaran! Y efectivamente, algunos das despus de la procesin, nubes de lluvia se acumularon en el cielo y las aguas comenzaron a caer al

    anochecer. Slo que San Jorge, naturalmente impresionado por el volumen de las oraciones y promesas, por los pies descalzos de las seoras y por el espantoso voto de castidad del padre Basilio, magnific el

    milagro y ahora las lluvias no queran parar. La estacin de las lluvias se prolongaba desde

  • haca ya ms de dos semanas fuera del tiempo habitual. Aquellos brotes apenas nacidos de los cocos de cacao, cuyo desarrollo el sol haba

    amenazado, crecieron magn-ficos con las lluvias, en nmero nunca visto, pero comenzaban ahora a necesitar nuevamente de sol. La continuacin de las lluvias, pesadas y persistentes, podra pudrirlos antes de la zafra.

    Con los mismos ojos de temor angustiado, los "coroneles" miraban el cielo plmbeo, la lluvia cayendo: buscaban el sol escondido. En los altares de San Jorge, de San Sebastin, de Mara Magdalena, hasta en el de Nuestra Seora

    de la Victoria, en la capilla del cementerio, se encendan velas. Una semana ms, tal vez diez das ms de lluvias y la zafra estara por entero en peligro; era una expectativa trgica. He ah porqu, cuando aquella maana en que todo

    comenz, un viejo estanciero, el "coronel" Manuel das Onzas -as llamado porque sus plantaciones estaban casi en el fin del mundo, donde, segn decan y l confirmaba, hasta tigres (onzas) rugan-, sali de su casa cuando todava era casi noche, a las cuatro de la

    maana, y vio el cielo despejado, de un azul fantasmagrico de aurora abrindose, y el sol anuncindose con alegre claridad sobre el mar, levant los brazos, y grit con un alivio inmenso:

    -En fin... La zafra se salv. El "coronel" Manuel das Onzas apur el paso en direc-cin al puesto de pescado, en

    las inmediaciones del puerto, donde por la maanita, cotidianamente, se reuna un grupo de viejos conocidos en torno de las latas de "mingau"

    (comida del tipo de la tapioca) de las "bahianas". No habra de encontrar a nadie en aquella hora, l era siempre el primero en llegar, pero caminaba rpidamente, como si todos lo esperasen para or la noticia. La alborozada noticia del final de

    la estacin de las lluvias. El rostro del estanciero se abra en una sonrisa feliz. Estaba garantizada la zafra, aquella que sera la mayor de todas, la excepcional, de precios en constante aumento, en ese ao de tantos

    acontecimientos sociales y polticos. En el que tantas cosas mudaran en Ilhus, ao por muchos considerado como decisivo en la vida de la regin. Para unos fue el ao del caso de la barra, para otros el de la lucha poltica entre Mundinho

    Falco (Mundio Falcn) , exportador de cacao, y el "coronel" Ramiro Bastos, el viejo cacique local. Terceros lo recordaban como el ao del sensacional juicio del "coronel" Jesuno Mendonza, algunos como el ao de la llegada del primer navo sueco, iniciando la

    exportacin directa de cacao. Nadie, sin embargo, habla de ese ao, de la zafra de 1925 a la de 1926, sino como el ao del amor de Nacib y Gabriela y, aun cuando se refieren a las peripecias del romance, no comprenden cmo, ms que

    cualquier otro acontecimiento, fue la historia de esa loca pasin el centro de toda la vida de la ciudad en aquella poca,

    cuando el impetuoso progreso y las novedades de la civilizacin transformaban la fisonoma de Ilhus.

    DEL PASADO Y DEL

    FUTURO MEZCLADOS EN

    LAS CALLES DE ILHUS Las prolongadas lluvias haban transformado los ca-minos y las calles en lodazales, diariamente revueltos por las patas de las tropas de burros y

    de los caballos de los cazadores. La propia carretera, recientemente inaugurada, que una Ilhus con Itabuna, por la que se trasladaban camiones y mnibus, haba quedado, en cierto momento, casi

    intransitable, los pequeos puentes haban sido arrastrados por las aguas, y sus restos barrosos hacan retroceder a los choferes. El ruso Jacob y su socio, el joven Moacir Estrla, dueos de un garage, se haban llevado un buen susto. Antes de

    la llegada de las lluvias haban organizado una empresa de transportes para explotar la carretera que una las dos principales ciudades del cacao, enviando cuatro pequeos mnibus en el sur. El viaje por ferrocarril duraba tres horas cuando no haba atrasos,

    mientras que por la carretera poda realizarse en una hora y media. Ese ruso, Jacob, posea camiones, en los que trans-portaba cacao de Itabuna a Ilhus. Moacir Estrla haba instalado un garage en el

    centro, y tambin l trabajaba con camiones. Juntaron sus fuerzas, solicitaron capital en un banco endosando las

    facturas y mandaron buscar los mnibus. Restregbanse las manos ante la expectativa de un negocio rendidor. Dicho de otra manera: el ruso restregbase las

    manos, y Moacir contentbase con silbar. El silbido alegre llenaba el garage mientras en los postes de la ciudad, boletines anunciaban el prximo establecimiento de la lnea de mnibus, y viajes ms rpidos y ms baratos que por

    el tren. Pero sucedi que los mnibus demoraron en llegar y, cuando finalmente desembarcaron de un pequeo carguero del Lloyd Brasileiro ante la admiracin general de la ciudad, las lluvias estaban en su

    auge y el camino hecho una miseria. El puente de madera sobre el ro Cachoeira, corazn mismo de la carretera, estaba amenazado por la creciente del ro, y los socios resolvieron retrasar la inauguracin de los viajes. Los mnibus, nuevitos,

    quedaron dos meses en el garage, mientras el ruso maldeca en una lengua desconocida y Moacir silbaba rabiosamente. Los ttulos vencan en el Banco, y si Mundinho Falco no los hubiera socorrido en el apuro, el negocio habra fracasado

    antes de iniciarse. Haba sido el propio Mundinho quien buscara al ruso, hacindolo llamar a su escritorio, para ofrecerle, sin intereses, el dinero necesario. Mundinho Falco crea en el progreso de Ilhus y lo incrementaba.

    Con la disminucin de las lluvias el ro baj y, a pesar de que el tiempo continuaba malo, Jacob y Moacir haban

    mandado arreglar por cuenta propia algunos de los puentes, rellenado con piedras los trechos ms resbaladizos, e iniciaron el servicio. El viaje

    inaugural, con el propio Moacir Estrla dirigiendo el vehculo, dio lugar a discursos y a bromas. Todos los pasajeros eran invitados: el Intendente, Mundinho Falco, algunos otros exportadores, el "coronel" Ramiro Bastos, otros estan-

    cieros, el Capitn, el Doctor, abogados y mdicos. Algunos, recelosos de la carretera, presentaron disculpas diversas, siendo sus lugares ocupados por otras personas, y tantos eran los candidatos que acab viajando gente de pie. El viaje dur dos

    horas -la carretera todava estaba difcil- pero todo corri sin incidentes de mayor importancia. En Itabuna, a la llegada, hubo fuegos artificiales y un almuerzo conmemorativo. El ruso Jacob haba anunciado, entonces, que para el final de la

    primera quincena de viajes regulares se realizara en Ilhus una gran comida, reuniendo a las personalidades mximas de los dos municipios, con el fin de festejar ese nuevo jaln del progreso local. El banquete fue encargado a Nacib. Progreso era la palabra que

    ms se oa en Ilhus y en Itabuna en ese tiempo. Estaba en todas las bocas, insis-tentemente repetida. Apareca en las columnas de los diarios, en el cotidiano y en los semanarios, surga en las discusiones de la Papelera

    Modelo, en los bares, en los cabarets. Los habitantes de Ilhus repetanla a propsito de las nuevas calles, de las plazas

    enjardinadas, de los edificios en el centro comercial y de las modernas residencias en la playa, de los talleres del "Diario de Ilhus", de los mnibus

    saliendo por la maana y por la tarde para Itabuna, de los camiones transportando cacao, de los cabarets iluminados, del nuevo Cine-Teatro Ilhus, de la cancha de ftbol, del colegio del doctor Enoch, de los hambrientos conferencistas lle-

    gados de Baha y hasta de Ro, del Club Progreso con sus t-danzantes. "Es el progreso!" Y lo decan orgullosamente, conscientes de colaborar todos en los cambios tan profundos experimentados en la fisonoma de la ciudad y en sus hbitos.

    Observbase un aire de prosperidad en todas partes, un vertiginoso crecimiento. Se trazaban calles para el lado del mar y de los morros, nacan plazas y jardines, se construan casas, palacetes, grandes residencias. Los alquileres

    suban, y en el centro comercial alcanzaban precios absurdos. Los bancos del sur abran agencias, y el Banco de Brasil haba construido un nuevo edificio, de cuatro pisos. Una belleza! La ciudad iba perdiendo, da a da, aquel aire de campamento

    guerrero que la haba caracterizado en el tiempo de la conquista de la tierra: con estancieros montados a caballo, el revlver a la cintura y aterradores guardaespaldas con el rifle en la mano, atravesando calles sin empedrar, a veces

    permanentemente embarradas y otras cubiertas de polvo; tiros llenando de miedo las noches intranquilas; vendedores

  • ambulantes exhibiendo sus valijas en las calles. Todo eso iba muriendo, la ciudad resplandeca en vitrinas variadas y bien iluminadas, se

    multiplicaban las tiendas y los almacenes, los vendedores ambulantes andaban siempre por el interior y slo aparecan en las ferias. Se multiplicaban los bares, cabarets, cines, colegios. Tierra de poca religin, enor-

    gullecase, no obstante, con su elevacin a Dicesis, y haba recibido en medio de fiestas inolvidables al primer Obispo. Estancieros, exportadores, banqueros, comerciantes, todos dieron dinero para la construccin del Colegio de

    Monjas, destinado a las jovencitas de Ilhus, y para el Palacio Diocesano, ambos en lo alto de la Conquista. Como haban dado dinero para la instalacin del Club Progreso, iniciativa de comerciantes y doctores con Mundinho Falco

    a la cabeza, donde los domingos haba t-danzantes, y de cuando en cuando grandes bailes. Surgan clubes de ftbol, prosperaba la Sociedad Rui Barbosa. En aquellos aos, Ilhus comenzaba a ser cono-cida, en todos los mbitos del pas, como la "Reina del Sur".

    El cultivo del cacao dominaba todo el sur del estado de Baha, pues no exista cultivo ms rendidor que ste, y con las fortunas creciendo, creca Ilhus, capital del cacao. Sin embargo, an se mezclaba en sus calles ese

    impetuoso progreso, ese futuro de grandezas, con los restos de las pocas de la conquista de la tierra, de un prximo pasado de

    luchas y bandidos. Todava las tropas de burros, conduciendo cacao hacia los depsitos de los exportadores, invadan el centro comercial, mezclndose a los

    camiones que comenzaban a hacerles frente. An pasaban muchos hombres calzados con botas, exhibiendo pistolas, todava reventaban fcilmente tumultos en las callejas empinadas, y pistoleros conocidos vomitaban desafos

    en los bolichones ms bajos o de vez en cuando un asesinato era cometido en plena calle. Esas figuras se cruzaban en las calles empedradas y limpias, con exportadores prsperos, vestidos con elegancia por sas-tres venidos de Baha, con

    innumerables vendedores viajantes, ruidosos y cordiales, sabedores siempre de la ltima ancdota, con los mdicos, abogados, dentistas, agrnomos e ingenieros, llegados en cada barco. Hasta numerosos estancieros andaban ahora

    despojados de sus botas y sus armas, con aire pacfico, construyendo buenas casas para vivienda, pasando parte de su tiempo en la ciudad, poniendo sus hijos en el colegio de Enoch o envindolos a las escuelas de Baha, mientras sus mujeres iban a las estancias solamente

    en vacaciones, y vestidas de sedas y con zapatos de taco alto aparecan en las fiestas del Club Progreso, que ya frecuentaban. Muchas cosas recordaba an el viejo Ilhus de antao. No el del tiempo de los ingenios, de las pobres plantaciones de caf,

    de los seores nobles, de los esclavos negros, de la casa ilustre de los Avila. De ese pasado remoto apenas si

    quedaban vagos recuerdos; slo el Doctor se preocupaba con l. S los aspectos de un pasado reciente, del tiempo de las grandes luchas por la conquista

    de la tierra. Despus que los padres jesutas trajeran las primeras plantas de cacao. Cuando los hombres que llegaron en busca de fortuna se arrojaban sobre los bosques, disputando con la boca de los rifles y de los fusiles, la

    posesin de cada palmo de tierra. Cuando los Badar, los Oliveira, los Braz Damsio, los Teodoro das Baranas, y tantos otros, atravesaban los caminos, abran picadas al frente de sus bandidos, en encuentros mor-tales. Cuando los bosques

    fueron derribados y las plantas de cacao plantadas entre cadveres y sangre. Cuando rein el aguardiente, cuando la justicia haba sido puesta al servicio de los intereses de los conquistadores de la tierra, cuando cada gran rbol

    esconda un tirador en la celada, esperando a su vctima. Era ese pasado que an estaba presente en detalles de la vida de la ciudad y en los hbitos del pueblo. Desapareciendo de a poco, cediendo su lugar a las innovaciones y las costumbres recientes, pero no sin

    resistencia, especialmente en lo que se refera a hbitos, ya transformados casi en leyes por el tiempo. Uno de esos hombres, apegados al pasado, mirando con desconfianza aquellas novedades de Ilhus, viviendo

    casi todo el tiempo en sus plantaciones, que solamente viajaba a la ciudad por motivos de negocios, o para discutir con

    los exportadores, era el "coronel" Manuel das Onzas. Mientras caminaba por la calle desierta, en la madrugada sin lluvias, la primera despus de

    tanto tiempo, pensaba en partir aquel mismo da para su estancia. Se acercaba la poca de la zafra, pronto el sol dorara los frutos del cacao, las plantaciones estaran esplndidas. Eso era lo que a l le gustaba, por eso la ciudad no

    consegua aprisionarlo a pesar de sus numerosas seducciones: cines, bares, cabarets con mujeres hermosas, negocios surtidos. Prefera la abundancia de la estancia, las caceras, el espectculo de los cultivos de cacao, las conversaciones con

    los trabajadores, las repetidas historias de los tiempos de luchas, las aventuras con serpientes, las chinitas humildes en las pauprrimas casas de rameras de las pequeas poblaciones. Haba venido a Ilhus para conversar con

    Mundinho Falco, vender cacao para su posterior entrega, y retirar dinero para nuevos arreglos y modificaciones en la estancia. El exportador andaba por Ro de Janeiro, y el estanciero no haba querido discutir con su gente, prefiriendo esperar el regreso de

    Mundinho, que llegara en el prximo barco. Y mientras esperaba en la ciudad, alegre no obstante las lluvias, iba siendo arrastrado a los cines por los amigos (donde, por lo general, se dorma en la mitad de la pelcula; se le

    cansaba la vista), a los bares, a los cabarets. Cunto perfume tenan esas mujeres, Dios mo qu barbaridad! ... Y cobrando

    carsimo, siempre pidiendo joyas, queriendo anillos. . . Ciertamente que esa Ilhus era la perdicin... Mientras tanto, el espectculo del cielo lmpido, la

    certeza de la zafra garantizada, la imagen del cacao secndose en las barcazas, dejando correr la miel que escapaba de sus frutos, partiendo cargado en el lomo de los burros, todo esto lo haca tan feliz que lleg a pensar que era injusto mantener

    a su familia en la estancia, a los chicos creciendo sin instruc-cin, a la esposa en la cocina, como una negra, sin una diversin. Otros "coroneles" vivan en la ciudad, construan buenas casas, se vestan como personas

    ... De todo cuanto haca en Ilhus, durante sus rpidas estadas, nada agradaba ms al "coronel" Manuel das Onzas que sus charlas matinales con los amigos, junto al puesto de pescado. Ese mismo da les

    comunicara su decisin de instalar casa en Ilhus, de traer a la familia. En todas esas cosas iba pensando mientras caminaba por la calle desierta cuando, al desembocar en el puerto, se encontr con el ruso Jacob, sin afeitar su barba pelirroja, despeinado, eufrico.

    Apenas vio al "coronel", abri los brazos y bram alguna cosa pero, excitado como estaba, lo hizo en lengua extraa, la que no impidi que el poco ilustrado plantador lo entendiese, respondiendo: -As es ... Por fin ... Ha

    aparecido el sol, mi amigo. El ruso se restregaba las manos:

    -Ahora pondremos tres viajes diarios: a las siete de la maana, al medioda, y a las cuatro de la tarde. Y vamos a encargar otros tres mnibus.

    Caminaron juntos hasta el garage, donde el "coronel", anhelante, anunci: -Esta vez voy a viajar en esa mquina suya. Me decid... El ruso ri: -Con la carretera seca, el viaje apenas si va a durar poco ms

    de una hora... -Qu cosa! Quin lo dira! Treinta y cinco kilmetros en una hora y media ... Antiguamente nos costaba dos das llegar a caballo ... Pues bien, si Mundinho Falco llega hoy en el "Ita", ya puede

    reservarme un pasaje para maana por la maana . . . -Eso s que no, "coronel". Maana, no. -Y por qu no? -Porque maana es nuestro banquete celebratorio, y usted es mi invitado. Una comida de

    primera, con el "coronel" Ramiro Bastos, el Intendente -el de aqu y el de Itabuna-, el Juez y tambin su colega de Itabuna, Mundinho Falco, toda gente de primera clase ... El gerente del Banco de Brasil. . . Una fiesta de echar la casa por la ventana! -Quin soy yo, Jacob, para esos

    lujos... Vivo en mi rincn. .. -;No seor, exijo su presencia! Ser en el bar Vesubio, el de Nacib. -En ese caso, partir pasado maana . . . -Le voy a reservar lugar en el primer asiento. El estanciero se

    despeda: -Realmente, no hay peligro de que ese artefacto se d vuelta?

  • Con una velocidad as ... Parece imposible.

    DOS NOTABLES EN EL

    PUESTO DE PESCADO

    Se callaron un instante, oyendo la sirena del barco. -Est pidiendo el prctico. . . -dijo Juan Fulgencio. -Es el "Ita", que viene de Ro de Janeiro. Mundinho Falco llega en l -inform el Capitn, siempre enterado de las

    novedades. El Doctor retom la palabra, alzando un dedo categrico para subrayar la frase: -Es as, como yo le digo: unos aos ms, tal vez un lustro, e Ilhus ser una verdadera

    capital. Mayor que Aracaj, que Natal, que Macei... No existe en la actualidad, en el norte del pas, una ciudad de progreso ms rpido. Hace pocos das, le en un peridico de Ro de Janeiro... -dejaba caer las palabras lentamente; aun

    mientras conversaba, su voz mantena un cierto tono oratorio, pero su opinin era altamente considerada. Funcionario pblico jubilado, con fama de persona culta y talentosa, publicaba en los peridicos de Baha largos e indigestos artculos histricos, y

    por lo mismo Pelpidas de Assuno d'Avila, hombre del Ilhus de los viejos tiempos, era casi una gloria en la ciudad. Alrededor suyo, todos aprobaban con la cabeza, con-tentos por la finalizacin de las lluvias y el innegable progreso

    de la regin del cacao, que para todos ellos -estancieros, empleados, hombres de negocios, exportadores- era

    motivo de orgullo. Con excepcin de Pelpidas, del Capitn y de Juan Fulgencio, ninguno de los que all se detuvieron a conversar ese da,

    junto al puesto de pescado, haba nacido en Ilhus. Llegaron atrados por el cacao, aunque todos sentanse "grapi-nas" ( despreciativamente Bahianos de la capital), ligados para siempre a aquella tierra, El "coronel" Ribeirito, ya con

    la cabeza encanecida, recordaba: -Cuando yo desembarqu aqu, en 1902, el mes que viene har veintitrs aos, esto era un agujero sucio. El fin del mundo, cayndose a pedazos. Olivena, en cambio, s que era una

    ciudad... -ri al recordarlo. Muelle para que atracaran los barcos no haba, las calles no estaban empedradas, el movimiento era pequeo. Buen lugar para esperar la muerte. Hoy, es esto que estamos viendo: cada da una calle

    nueva. El puerto repleto de embarcaciones. Sealaba el amarradero: un carguero del "Lloyd" en el puente del ferrocarril, un barco de la compaa "Bahiana" en el puente que estaba frente a los depsitos, una lancha desatrancada del puente ms

    prximo para hacerle lugar al de la "Ita". Las barcazas, lanchas y canoas yendo y viniendo entre Ilhus y Pontal; llegando desde las plantaciones por el ro. Conversaban junto al puesto de pescado, construido en un

    lugar descampado, frente a la calle del Unho, donde los circos, de paso para otros puntos, armaban, sus carpas.

    Algunas negras vendan "mingau" y "Cuscuz"(torta de harina de arroz o maz, cocida al vapor), maz cocido y bollitos de tapioca. Estancieros

    acostumbrados a madrugar en sus plantaciones, y ciertas figuras de la ciudad -el Doctor, Juan Fulgencio, el Capitn, o-Gallo, alguna que otra vez el Juez y el doctor Ezequiel Prado, casi siempre llegando directamente de la casa de su

    amante, situada en las inmediaciones- se reunan diariamente, antes de que des-pertara la ciudad. Con el pretexto de comprar el mejor pescado fresco debatindose todava vivo en las mesas del puesto, comentaban los ltimos

    acontecimientos, intercambiaban impresiones sobre la lluvia y la zafra, y el precio del cacao. Algunos, como el coronel" Manuel das Onzas, aparecan tan temprano que asistan a la salida de los ltimos retardados del cabaret

    Batacln, y a la llegada de los pescadores con las canastas de pescados recin retirados de sus barcas, rbalos y dorados brillando como lminas de plata, a la luz de la maana. El "coronel" Ribeirito, propietario de la estancia "Princesa de la Sierra", cuya riqueza en nada

    haba afectado su simplicidad bonachona, casi siempre encontrbase all cuando, a las cinco de la maana, Mara de San Jorge, hermosa negra especialista en "mingau" y torta de "puba" (simil cuscuz, hecho con mandioca), bajaba del

    cerro, con su bandeja en la cabeza, vestida con una pollera de algodn de colores y una blusa almidonada, bien escota-

    da, que dejaba al descubierto la mitad de los senos rgidos. Cuntas veces el "coronel" la haba ayudado a bajar la lata de "mingau", a arreglar su bandeja,

    con los ojos fijos en el escote! Algunos venan hasta en pantuflas, y el saco del pijama sobre un pantaln viejo. El Doctor nunca, naturalmente. Daba siempre la impresin de que jams se desvesta de su ropa negra, de sus borcegues,

    de su cuello de puntas dobladas, de su corbata austera, ni siquiera para dormir. Diariamente repetan el mismo itinerario: primero, el vaso de "mingau" en el puesto de pescado, la charla animada, el intercambio de novedades, las

    grandes carcajadas. Luego, iban caminando hasta el puente principal del muelle, donde se detenan un momento, para luego separarse, casi siempre frente al garage de Moacir Estrla donde el mnibus de las siete de la maana, espectculo

    reciente, reciba a los pasajeros que se dirigan a Itabuna. El barco haca sonar nuevamente su sirena, con un silbido largo y alegre, como si quisiera despertar a toda la ciudad. -Lleg el prctico. Va a entrar. S, Ilhus es un coloso. No hay tierra de mayor futuro. -Si el cacao sube, este ao, aunque sea cincuenta centavos, con la zafra que vamos a tener, el dinero va a ser cama de gato... -sentenci el "coronel" Ribeirito con una expresin codiciosa en los ojos.

    -Hasta yo voy a comprar una buena casa para mi familia. Comprar o construir... -anunci el "coronel" Manuel das Onzas.

    -Caramba, muy bien! S, seor, por fin! -aprob el Capitn, palmeando la espalda del estanciero. -Ya era tiempo, Manuel... -se burl Ribeirito. -

    Los chicos menores ya estn llegando a la edad de ir al colegio, y no quiero que se queden tan ignorantes como los mayores y como el padre. Quiero que por lo menos uno de ellos sea doctor, con anillo y di-ploma.

    -Adems de eso -consider el Doctor- los hombres ricos de la regin, como usted, tienen la obligacin de contribuir al progreso de la ciudad, construyendo buenas casas, bungalows, palacetes. Vea si no el que se hizo construir

    Mundinho Falco en la playa; y eso que l lleg aqu hace apenas un par de aos y que, adems de eso es soltero. Al final de cuentas, de qu sirve juntar dinero si se ha de vivir metido entre las plantaciones, sin ninguna comodidad?

    -Lo que es yo, voy a comprar una casa en Baha. Llevar la familia para all -dijo el "coronel" Amancio Leal, que tena un ojo vaciado y un defecto en el brazo izquierdo, recuerdos del tiempo de las luchas. -Eso es lo que yo llamo

    falta de civismo -indignse el Doctor-. Fue all o fue en Ilhus que usted gan dinero? Por qu emplear en Baha el dinero que ha ganado aqu? -Calma, doctor, no se altere. Ilhus es un buen lugar, etctera, pero, como usted

    comprender, Baha es la capital, tiene de todo, especialmente buenos colegios para mis hijos.

    Pero el doctor no se calmaba: -Tiene de todo porque ustedes desembarcan aqu, con las manos vacas, se hartan la barriga y se llenan de dinero, y

    luego van a gastarlo a Baha. -Pero... -Creo, compadre Amancio -le dijo Juan Fulgencio al estanciero- que nuestro doctor tiene razn. Si nosotros no cuidamos a Ilhus quin va a cuidarla?

    -No digo que no... -cedi Amancio. Era un hombre calmo, al que no le gustaban las discusiones, y nadie que lo viese as, tranquilo, imaginara estar delante del clebre jefe de bandoleros, de uno de los hom-bres que ms sangre hiciera

    correr en Ilhus, durante las luchas por las tierras de Sequeiro Grande-. Para m, personalmente, ninguna tierra vale lo que Ilhus. Pero en Baha existen otras comodidades, buenos colegios. Quin puede negar eso? Mis

    muchachos ms jvenes estn en el Colegio de los Jesuitas, y la patrona no quiere estar lejos de ellos. Ya se muere de nostalgias del que est en San Pablo... Qu puedo hacer? Por m, no saldra de aqu... El Capitn intervino: -Por el colegio, no, Amancio.

    Teniendo aqu el de Enoch, resulta hasta absurdo decir eso. No hay colegio mejor en Baha... -El propio Capitn, para ayudar y no porque lo necesitase, enseaba Historia Universal en el colegio fundado por un abogado de escasa clien-

    tela, el doctor Enoch Lira, que introdujera mtodos de enseanza modernos, y aboliera la palmatoria.

  • -Pero ni siquiera est oficializado. -A estas horas ya debe estarlo. Enoch recibi un telegrama de Mundinho Falco diciendo que

    el Ministro de Educacin le garantizar eso mismo para dentro de algunos das... -Entonces? -Ese Mundinho Falco es extraordinario... -Qu diablo creen ustedes que l quiere? -pregunt el

    "coronel" Manuel das Onzas, pero la pregunta qued sin respuesta, porque se haba iniciado una discusin entre Ribeirito, el Doctor y Juan Fulgencio, a propsito de mtodos de enseanza. -Ser todo lo que ustedes

    quieran. Para m, para ensear el "b-a, ba", no hay nadie como doa Guillermina. Mano de hierro. Mis hijos, solamente con ella aprenden a leer y a contar. Eso de ensear sin palmatoria... -Atraso, "coronel" -sonrea Juan Fulgencio-. Ese tiempo ya pas.

    La moderna pedagoga... -Qu cosa? -La palmatoria es necesaria, sino... -Ustedes estn atrasados en un siglo. En los Estados Unidos... -A las chicas las pongo en el colegio de las hermanas, naturalmente, pero a los

    varones los dejo con doa Guillermina.. -La pedagoga moderna aboli la palmatoria y los castigos fsicos -consigui explicar Juan Fulgencio. -No s de quin est hablando usted, Juan Fulgencio, pero le garanto que fue muy mal hecho. Si yo

    s leer y escribir... As, discutiendo sobre los mtodos del doctor Enoch y de la famosa doa Guillermina,

    legendaria por su severidad, fueron caminando hacia el puente. Desembocando de otras calles, algunas personas aparecan en la misma

    direccin, pues iban a esperar el barco. A pesar de la hora matinal, reinaba ya cierto movimiento en el puerto. Los cargadores llevaban sacos de cacao de los depsitos al barco de la "Bahiana". Una barcaza que se preparaba para partir,

    con las velas desplegadas, pareca un enorme pjaro blanco. Un toque de silbato vibr en el aire, anunciando la partida prxima. El "coronel" Manuel das Onzas insista: -Qu es lo que Mundinho Falco quiere? Ese hombre

    tiene el diablo en el cuerpo. No se contenta con sus negocios, y se mete en todo. -Caramba, es muy fcil. Quiere ser Intendente en la prxima eleccin. -No creo... Es poco para l -dijo Juan Fulgencio. -Es hombre de

    ambiciones. -Hara un buen Intendente. Emprendedor. -Un desconocido, que lleg aqu hace poco... El Doctor, admirador de Mundinho Falco, ataj: -Hombres como Mundinho Falco necesitamos. Hombres

    de visin, valientes, dispuestos... -Caramba, Doctor, coraje es lo que nunca les falt a los hombres de esta tierra... -No hablo de esa clase de coraje, de pegar tiros y matar gente. Hablo de algo ms

    difcil... -Ms difcil? -Mundinho Falco lleg aqu el otro da, como dice Amancio.

    Pero miren cuntas cosas ya realiz: hizo la avenida en la playa, cosa en la que nadie crea, que fue un negocio de primera y que embelleci la

    ciudad. Trajo los primeros camiones, y sin l no hubiese salido el "Diario de Ilhus", ni tendramos el Club Progreso. -Dicen que prest dinero al ruso Jacob y a Moacir para la empresa de mnibus... -Estoy con el Doctor -dijo el

    Capitn, hasta entonces silencioso-. Hombres as necesitamos... Capaces de comprender y ayudar al progreso. Haban llegado al puente, donde ya estaban o-Gallo, empleado de la Receptora de

    Rentas, bohemio inveterado, figura indispensable en todos los crculos, de voz gangosa y anticlerical irreductible. -Viva la ilustre compaa... -estrechaba las manos, iba contando: -Estoy muriendo de sueo. Estuve en el Batacln

    con el rabe Nacib, y terminamos yendo a casa de Machado (Machadn): comida, mujeres... Pero no po-da dejar de venir al desembarque de Mundinho Falco. Frente al garage de Moacir Estrla se juntaban los

    pasajeros del primer mnibus. El sol haba salido, y haca un da esplndido. -Vamos a tener una zafra de primera. -Maana tenemos una comida, el banquete de los mnibus...

    -Es verdad. El ruso Jacob me invit. La conversacin fue interrumpida por los repetidos

    silbatos, breves y afligidos del barco. Hubo un movimiento de expectativa en el puente. Hasta los changadores se detuvieron para escuchar.

    -Encall! -Porquera de costa! -Si contina as, ni el barco de la "Bahiana" va a poder entrar en el puerto. -Y menos an el de la "Costera" y el del "Lloyd" -La "Costera" ya amenaz con suspender la lnea. Barra difcil y peligrosa,

    aquella de Ilhus, apretada entre el cerro del Unho (Uon), en la ciudad, y el cerro de Pernambuco, en una isla al lado del Pontal. Canal estrecho y poco profundo, de arena movindose continuamente en cada marea. Era frecuente que

    los navos encallasen, y a veces tardaran un da en zafarse. Los grandes navos no se atrevan a cruzar la barra asustadora a pesar del magnfico fondeadero de Ilhus. Los llamados continuaban angustiosos. Personas que

    haban venido a esperar el navo comenzaban a tomar el camino de la calle del Unho para ver lo que pasaba en la barra. -Vamos hasta all? -Esto es lo que subleva -deca el Doctor mientras el grupo caminaba por la calle sin empedrar, contorneando el

    cerro-. Ilhus produce una gran parte del cacao que se consume en el mundo, tiene un puerto de primera, y sin embargo, la renta de la exportacin del cacao queda en la ciudad de Baha. Todo por causa de esta maldita barra...

    Ahora que las lluvias haban cesado, ningn asunto entusiasmaba ms a los habitantes de Ilhus que se.

    Sobre la barra y la necesidad de hacerla practicable para los grandes navos, se discuta todos los das y en todas partes. Se sugeran medidas,

    criticbase al gobierno, acusando a la Intendencia de ocuparse poco. Sin llegarse a ninguna solucin, quedando las autoridades en promesas, y las drsenas de Baha recogiendo los impuestos de exportacin. Mientras una vez ms volva

    a hervir la discusin, el Capitn se retras, tom del brazo a o-Gallo, a quien dejara en la puerta de Mara Machado, alrededor de la una de la madrugada: -Y su muchacha, qu tal? -Bocado fino... --murmur o-

    Gallo con su voz gangosa. Y cont-: No sabe lo qu se perdi. Debera haber visto al rabe Nacib, declarndole su amor a aquella tuerta jovencita que sali con l. Era de mearse de risa... Los pitos del barco crecan

    en desesperacin y ellos apuraron el paso, mientras apareca gente de todos lados.

    DE CMO EL DOCTOR

    CASI TENA SANGRE

    IMPERIAL El Doctor no era doctor, y el Capitn no era capitn.Como la

    mayor parte de los "coroneles" no eran coroneles. Pocos, en realidad, eran los estancieros que en los comienzos de la Repblica y del cultivo del cacao, haban alcanzado el grado de Coronel de la Guardia Nacional. Pero qued la

    costumbre: dueo de plan-taciones de ms de mil arrobas, pasaba normalmente a usar y recibir el ttulo, que all no

    significaba mando militar sino reconocimiento de la riqueza. Juan Fulgencio, a quien le gustaba rerse de las costumbres locales, deca que la mayora de

    ellos eran "coroneles de jagunzos" (salteador, bandido), ya que muchos de ellos haban estado envueltos en las luchas por la conquista de la tierra. Entre las jvenes generaciones hubo quien ni siquiera supiera el sonoro y

    noble nombre de Pelpidas de Assunao d'Avila, tanto habanse acostumbrado a tratarlo repetuosamente de "doctor". En cuanto a Miguel Bautista de Oliveira, hijo del finado Cazuzinha, que fuera Intendente

    durante el primer perodo de las luchas, que tuviera dinero pero que haba muerto pobre, y cuya fama de bondad an hoy es comentada por las viejas comadres, desde criatura fue llamado "capitn", cuando, inquieto y atrevido, comandaba

    a los chiquillos de entonces. Eran dos personalidades ilustres de la ciudad y, aunque viejos amigos, entre ellos se divida la poblacin, indecisa en resolver cul de los dos era el mayor y ms arrebatador orador local. Dejando de lado al doctor Ezequiel Prado, invencible en el

    tribunal. En los feriados nacionales -el 7 de setiembre, el 15 de noviembre, o el 13 de mayo (fechas patrias brasileas)-, en las fiestas de fin de ao, o de Ao Nuevo con "reisado"-(Fiesta del da de reyes),

    pesebre y bumba-meu boi (fiesta nordestina), en ocasin de la llegada a Ilhus de literatos de la capital del

  • Estado, la poblacin se regocijaba y una vez ms se divida ante la oratoria del Doctor y del Capitn. Nunca habase alcanzado la

    unanimidad en esa disputa, prolongada a travs de los aos. Prefiriendo unos las altisonantes frases del Capitn, donde los adjetivos grandiosos sucedanse en impetuosa cabalgata y algunos temblores en la voz ronca provocaban

    delirantes aplausos; prefiriendo otros los largos perodos rebus-cados del Doctor, la erudicin trasluciendo en los nombres citados abundantemente, en la adjetivacin difcil en que brillaban como joyas raras, ciertas palabras, tan clsicas,

    que apenas unos pocos conocan su verdadero significado. Hasta las hermanas Dos Res, tan unidas en todo lo restante de la vida, en este caso dividan sus opiniones. La debilucha y nerviosa Florita, se exaltaba con

    las arrogancias verbales del Capitn, con sus "rtilas auroras de la libertad", deleitbase con los trmulos de voz al final de las frases, que vibraban en el aire. Quinquina, la gorda y alegre Quinquina, prefera el saber del Doctor, aquellas vetustas palabras, esa su manera

    pattica de clamar con el dedo en alto: "Pueblo, oh mi pue-blo!" De regreso de las reuniones cvicas en la Inten-dencia o en la plaza pblica, las dos discutan, como lo haca toda la ciudad incapaz de decidirse.

    -No entiendo nada, pero es tan bonito... -conclua Quinquina, votando por el Doctor.

    -Hasta me corre un fro por la columna cuando l habla -deca Florita, votando por el Capitn. Memorables das aquellos en que, en el palco de la Plaza de

    la Matriz de San Jorge, ornamentado con flores, el Capitn y el Doctor alternbanse en la palabra, uno como orador oficial de la Euterpe 13 de Mayo, el otro en nombre del Gremio Rui Barbosa, organizacin literario-

    charadstica de la ciudad. Desaparecan todos los otros oradores (aun el profesor Josu, cuyo palabreado lrico tena su pblico de chiquillas del colegio de monjas), y se haca el silencio de las grandes oca-siones cuando avanzaba hacia l

    palco la figura morena e insinuante del Capitn, vestido impecablemente de blanco con una flor en la solapa, alfiler de rub en la corbata y aire de ave de rapia debido a la nariz larga y curvada; o bien la silueta delgada del Doctor, pequeito y

    saltarn como grrulo pajarito inquieto, vistiendo su eterna ropa negra, cuello alto y pechera almidonada, con el "pince-nez" unido al saco por una cinta, y los cabellos ya casi enteramente blancos. --Hoy el Capitn pareca una catarata de elocuencia. Qu

    palabreado bonito! -Pero vaco. El Doctor, en cambio pone tutano en todo lo que dice. El hombre es un diccionario! Solamente el doctor Ezequiel Prado poda hacerle competencia en las pocas ocasiones en que, ebrio

    hasta caerse, suba a otra tribuna, fuera del Tribunal. Tambin l tena sus incondicionales, y, en lo que se

    refiere a los debates jurdicos, la opinin pblica era unnime no haba quien se le comparase. Pelpidas de Assuno d'Avila, descenda de unos

    Avila, hidalgos portugueses establecidos en Ilhus en tiempos de las capitanas. Por lo menos as lo afirmaba el doctor, diciendo que se basaba en documentos de familia. Opinin digna de considerarse; la de un historiador!

    Descendiente de esos clebres Avila, cuyo solar ha-base levantado entre Ilhus y Olivena, hoy negras ruinas frente al mar, rodeadas de cocoteros, pero tambin de unos Assuno plebeyos y comerciantes, dgase en su

    homenaje, l renda culto a la memoria de unos y de otros con el mismo exaltado fervor. Es claro que poco haba que referir de los Assuno, mientras que la crnica de los Avila era rica en sucesos. Oscuro empleado nacional jubilado, el doctor

    viva, sin embargo, perdido en un mundo de fantasas y de grandeza: la gloria antigua de los Avila y el glorioso presente de Ilhus. Sobre los Avila, sus hechos y su prosapia, estaba l desde haca muchos aos escribiendo un libro voluminoso y definitivo. Era

    ardoroso propagandista y colaborador voluntario del progreso de Ilhus. Un Avila colateral y arruinado haba sido el padre de Pelpidas. De la familia noble apenas si haba heredado el nombre y el aristocrtico hbito

    de no trabajar. No obstante, haba sido el amor y no el inters, como entonces se dijera, lo que le llevara a

    casarse con una plebeya, hija del dueo de un prspero bazar de bagatelas. Tan prspero durante la vida del viejo As-suno que el nieto Pelpidas

    fue enviado a estudiar en la facultad de Derecho de Ro de Janeiro. Pero el viejo Assuno haba muerto sin haber perdo-nado enteramente a su hija la torpeza de aquel casamiento noble, y el hidalgo, habiendo adquirido hbitos tan populares

    como el juego "de gamo"(gamn), y las peleas de gallos, fue comindose poco a poco el bazar, metro a metro los gneros, docena a docena las horquillas; pieza por pieza las cintas de colores. Y as haba terminado la

    prosperidad de los Assuno luego de la grandeza de los Avila, dejando a Pelpidas en Ro de Janeiro, sin recursos para continuar los estudios cuando andaba ya por el tercer ao de la Facultad. Por en-tonces ya lo llamaban "doctor",

    primero el abuelo y las empleadas de la casa, y luego los vecinos, cuando volva a Ilhus en vacaciones. Amigos de su abuelo le consiguieron un pobre empleo en una reparticin pblica, dej entonces los estudios pero permaneci en Ro. Progres en

    la reparticin, pobre progreso, sin embargo, por falta de pro-teccin de los grandes, y de la til sabidura de la adulacin. Treinta aos despus se jubil y volvi a Ilhus para siempre, para dedicarse a "su obra", el libro monumental sobre los

    Avila y el pasado de Ilhus. Libro que ya era, por s mismo, casi una tradicin. De l se hablaba desde los tiempos en

    que, cuando an era estudiante, el doctor publicara en una revista carioca, de circulacin limitada y vida reducida al primer nmero, un famoso

    artculo sobre los amores del Emperador Pedro II -en su imperial viaje al norte del pas- con la virginal Ofenisia, una Avila romntica y linftica. El artculo del joven estudiante hubiera quedado en completa oscuridad si, por uno

    de esos azares, la revista no hubiese cado en manos de un escritor moralista, conde papal y miembro de la Academia Brasilea de Letras. Admirador incondicional de las virtudes del monarca, el conde sintise ofendido en su propio honor

    con aquella "insinuacin depravada y anarquista", que colocaba al "insigne varn" en la ridcula postura de suspirante, de husped desleal que buscaba las miradas de la hija virtuosa de la familia cuya casa honraba con su visita.

    En virtuoso portugus del siglo XVI, el conde hizo polvo al audaz estudiante, adjudicndole intenciones y objetivos que Pelpidas jams tuviera. Alborozse el estudiante con la dursima respuesta, que era casi la consagracin. Para el segundo

    nmero de la revista prepar un artculo, en portugus no menos clsico, y con argumentos irrebatibles en el que, basado en hechos y sobre todo en los versos del poeta Teodoro de Castro, destrozaba definitivamente las negativas

    del conde. La revista no sigui circulando y se qued en su primer nmero. El diario donde el conde atacara a Pelpidas se

    neg a publicarle la respuesta y, a mucho costo resumi las dieciocho pginas del doctor a veinte lneas en un rincn de la pgina. Pero an hoy el doctor

    se vanagloria de esa su "violenta polmica" con un miembro de la Academia Brasilea de Letras, nombre conocido en todo el pas. -Mi segundo artculo lo aplast y lo redujo al silencio... En los anales de la vida

    intelectual de Ilhus, esa polmica es asidua y vanidosamente citada como prueba de la cultura de sus hijos, junto a la mencin de honor obtenida por Ari Santos -actual presidente del Gremio Rui Barbosa, empleado en una

    casa exportadora en el concurso de cuentos de una revista carioca y de los versos del ya citado Teodoro de Castro. En lo que respecta a los amores clandestinos del Emperador y de Ofenisia, al parecer se redujeron a miradas,

    suspiros y juramentos murmurados. El imperial viajero, la conoci en Baha, durante una fiesta, apasionndose por sus ojos desmayados. Y como habitaba en la residencia de los Avila, en la "Ladeira do Pelourinho (Pelourio), un cierto padre

    Romuldo, latinista meritorio, ms de una vez el Emperador apareci por all, con el pretexto de visitar al sacerdote de tanto saber. En los adornados balcones de la casa, el monarca haba suspirado en latn su in-confesado e imposible deseo

    por esa flor de los Avila. Ofenisia, excitada como una mucama, rondaba la sala en la que las barbas negras y sabias

  • del Emperador cambiaban ciencia con el padre, bajo los ojos respetuosos e ignorantes de Luis Antonio d'Avila, su her-mano y jefe de la familia. Es

    cierto que Ofenisia, despus de la partida de su imperial enamorado, desencaden una ofensiva destinada a obtener la mudanza de todos para la corte, pero fracas ante la obstinada resistencia de Luis Antonio, guardin de la honra de la

    doncella y de la familia. Ese Luis Antonio d'Avila, muri hecho coronel en la guerra del Paraguay, comandando hombres llevados de sus ingenios, en la retirada de Laguna. La romntica Ofenisia muri tsica y virgen

    en el solar de los Avila, nostlgica de las barbas reales. Y borracho muri el poeta Teodoro de Castro, el apasionado y maravilloso cantor de las gracias de Ofenisia, cuyos versos tuvieron cierta popularidad en la poca,

    nombre hoy injustamente olvidado en las antologas nacionales. Para Ofenisia haba escrito sus versos ms inspirados, exaltando en rimas ricas su frgil belleza enfermiza, suplicando su inaccesible amor. Versos an hoy declamados por

    las alumnas del colegio de monjas, al son de la "Dalila", en fiestas y saraos. El poeta Teo-doro, temperamento trgico y bohemio, sin duda muri de lnguida nostalgia (quin ir a discutir esa verdad con el doctor?), diez aos despus de

    la salida por la puerta del solar en luto, del blanco atad donde iba el cuerpo macerado de Ofenisia.

    Muri en verdad ahogado en alcohol, en el alcohol entonces barato en Ilhus, del ingenio de los Avila. Material interesante no le

    faltaba al doctor, como se ve, para su indito y ya famoso libro: los Avila de los ingenios de azcar y alambiques de aguardiente, de centenas de esclavos, de tierras inabarcables, los Avila del solar de Olivena, de la mansin en

    la Ladeira do Pelourinho en la capital, los Avila de pantagrulico paladar, los Avila mantenedores de concubinas en la corte, los Avila de las bellas mujeres y de los hombres sin miedo, incluyendo hasta un Avila letrado. Adems de Luis

    Antonio y de Ofenisia, otros se haban destacado, antes y despus, como aqul que luch en tierras bahianas, junto al abuelo de Castro Alves, contra las tropas portuguesas en las batallas de la Independencia, en 1823. Otro, Jernimo d'Avila,

    habindose dado a la poltica y derrotado en unas elecciones (fraguadas por l en Ilhus, y realizadas fraudulentamente por los adversarios en el resto de la provincia), ponindose al frente de sus hombres, despus de arrasar caminos y saquear poblados, se haba dirigido a la

    capital amenazando con deponer al gobierno. Intermediarios consiguieron la paz y compensaciones para el furibundo Avila. La decadencia de la familia acentuse con Pedro d'Avila, de barbita rubia y alocado temperamento, que

    huy abandonando el solar (el casern de Baha ya haba sido vendido), los ingenios y los alambiques hipotecados y la

    familia en llantos, para seguir a una gitana de extraa belleza y -en el decir de la esposa inconsolable- de malficos poderes.

    De ese Pedro d'Avila, consta que muri asesinado durante una pelea callejera, por otro amante de la gitana. Todo eso formaba parte de un pasado olvidado por los ciudadanos de Ilhus. Una nueva vida haba comenzado

    con la aparicin del cacao, lo de ayer ya no contaba: ingenios y alambiques, plantaciones de caa de azcar y de caf, leyendas e historias que narraban cmo los hombres lucharon entre ellos por la posesin de la tierra. Los

    cantores ciegos llevaban por las ferias, hasta las ms distantes regiones solitarias. Los nombres y los hechos de los hombres del cacao, junto con la fama de aquella regin. Solamente el Doctor preocupbase con los Avila. Lo

    que, sin embargo, no dejaba de aumentar la consideracin que le dispensaban en la ciudad. Aquellos rudos conquistadores de tierras, estancieros de pocas letras, tenan un respeto casi humilde por el saber, por los hombres que escriban en los diarios y pronunciaban

    discursos. Qu decir entonces de un hombre con tanta inteligencia y conocimiento, capaz de estar escribiendo o de haber escrito un libro? Porque tanto se haba hablado de ese libro del Doctor, tanto se elogiaron sus

    cualidades, que muchos lo crean publicado desde haca aos, y ya incorporado

    definitivamente al acervo de la literatura nacional.

    DE CMO NACIB

    DESPERT SIN

    COCINERA Nacib despert con los fuertes golpes dados en la puerta de su habitacin. Haba llegado de madrugada; luego de cerrar el bar anduvo con Tonico Bastos y o-Gallo por los cabarets, acabando en la casa de

    Mara Machado con Risoleta, una recin llegada de Aracaj, un poco bizca. -Quin es? -Soy yo, seor Nacib. Para despedirme, me voy. Un navo haca or su silbato cercano, llamando al prctico.

    -Hacia dnde va, Filomena? Nacib levantse, prestando una atencin distrada al silbato del navo -por el modo de pitar es un "Ita", pensaba-, mientras trataba de ver la hora en el reloj colocado al lado de la cama: seis de la maana, y l haba

    llegado alrededor de las cuatro. Qu mujer aquella Risoleta! No es que se tratase de una belleza, hasta tena un ojo torcido, pero saba cosas, mordale la punta de la oreja y se tiraba para atrs, riendo... Qu clase de locura haba atacado a la vieja Filomena?

    -A Agua Preta, a quedarme con mi hijo... -Qu diablos de historia es esa, Filomena? Est loca? Buscaba las chinelas con los pies, mal despierto todava, con el pensamiento puesto en Risoleta. El perfume barato de

    la mujer an persista en su pecho velludo. Sali descalzo hacia el corredor, metido en su camisn. La vieja Filomena

    esperaba en la sala, con su vestido nuevo, un pauelo floreado en la cabeza y el paraguas en la mano. En el suelo, el bal y un paquete con

    cuadros de santos. Haba sido sirvienta de Nacib desde que l comprara el bar, haca ms de cuatro aos. Impertinente, pero limpia y trabajadora, seria a ms no poder, era incapaz de tocar un centavo, y muy cuidadosa. "Una perla, una

    piedra preciosa!", acostumbraba a decir doa Arminda para definirla. Tena sus das de malhumor, cuando amaneca con la cara amoscada, entonces no hablaba sino para anunciar su prxima partida, el viaje a Agua Preta, donde su nico hijo

    habase establecido con un mercadito. Tanto hablaba de irse, de aquel famoso viaje, que Nacib ya no le crea, pensando que todo aquello no pasaba de manas inofensivas de la vieja, ya tan ligada a l, ms persona de la casa que empleada, y casi

    una pariente lejana. El navo haca or su silbato, Nacib abri la ventana; era, como haba adivinado, el "Ita" procedente de Ro de Janeiro. Estaba llamando al prctico, parado ante la "piedra do Rapa". -Pero, Filomena, qu locura es

    sa? As, de repente, sin avisar ni nada... Absurdo! -Qu, don Nacib! Desde que cruc el marco de su puerta le vengo diciendo: "un da de estos me voy a juntar con mi Vicente.. -Me poda haber dicho ayer que

    se iba hoy... -Pero si le mand un recado con Chico. Usted no le prest atencin, no apareci por casa...

    Realmente, Chico-Pereza, su empleado y vecino, hijo de doa Arminda, le haba llevado juntamente con el almuerzo el recado de la vieja, anunciando

    su prxima partida. Pero como eso suceda todas las semanas, Nacib lo haba escuchado sin responder. -Yo lo esper toda la noche... Hasta la madrugada lo esper. Pero usted andaba corriendo terneras por ah, semejante

    hombre que ya deba estar casado, con la cola asentada en casa en vez de vivir cambiando de piernas, despus del trabajo... Un da, a pesar de todo ese cuerpo, va a enfermarse y a estirar las patas...

    Sealaba, con el dedo levantado, flaco y acusador, el pecho del rabe asomando por el cuello del camisn, bordado con pequeas flores rojas. Nacib baj los ojos, vio las manchas de lpiz labial. Risoleta!...

    La vieja Filomena y doa Arminda vivan criticando su vida de soltero, tirndole indirectas, planeando su casa-miento. -Pero, Filomena... -No hay nada ms que decir, don Nacib. Me voy ahora mismo, Vicente me escribi, va

    a casarse, me necesita. Ya prepar mis cosas... Y tan luego en vsperas del banquete de la Empresa de Omnibus Sur-Bahiana, contratado para el da siguiente; una cosa como para tumbar a cualquiera, tan luego treinta

    cubiertos! -Adis, don Nacib. Dios le proteja y le ayude a encontrar

  • una novia buena, que cuide de su casa... -Pero, mujer, son las seis de la maana, el tren sale recin a las ocho...

    -Yo no me confo en los trenes, son bichos matreros. Prefiero llegar con tiempo... -Deje por lo menos que le pague... Todo aquello le pareca una pesadilla idiota. Movase descalzo por la sala, pisando en

    el cemento fro, estornud, lanz bajito una maldicin. A ver si todava se resfriaba, para completar la situacin... Maldita vieja loca... Filomena extenda la mano huesuda, la punta de los dedos. -Hasta otro momento, don

    Nacib. Cuando vaya por Agua Preta hganos una visita. Nacib cont el dinero, agreg unos pesos de ms -a pesar de todo, ella lo mereca-, la ayud a tomar el bal, el paquete pesado con los cuadros santos -antes colgados profusamente en

    su pequea habitacin de los fondos-, y el paraguas. Por la ventana entraba la maana alegre, y con ella la brisa del mar, el canto de un pjaro, y un sol sin nubes, luego de tantos das de lluvia. Nacib mir el barco; la lancha del prctico se aproximaba.

    Levant los brazos desperezndose, y desisti de volver a la cama. Dormira la siesta para estar en forma a la noche, haba prometido a Risoleta volver. Diablo de vieja, haba trastornado su da... Fue hacia la ventana, y se

    qued mirando cmo se alejaba su empleada. El viento del mar lo hizo estremecer. La casa, en la pendiente de San Sebastin,

    estaba situada casi detrs del muelle. Por lo menos haban cesado las lluvias. Tanto haban durado que casi perjudica la zafra, los frutos jvenes de

    cacao, que pudieron pudrirse en los rboles si la lluvia hubiese continuado... Los "coroneles" haban comenzado a demostrar cierta inquietud. En la ventana de la casa vecina apareci doa Arminda, despidiendo con su pauelo a la vieja Filomena,

    amiga ntima suya. -Buen da, don Nacib. -La loca de Filomena... Se fue... -Aj... Una coincidencia, don Nacib, que usted ni se imagina. Todava ayer le dije a Chico cuando l lleg del bar: "Maana, doa Filomena se va,

    el hijo le mand una carta llamndola...". -l me dijo, s, pero no lo cre. -Ella se qued hasta tarde esperndolo. Quedamos las dos conversando, sentadas en el batiente de su casa. Claro que usted no apareci... -rise con

    una risita entre reprobadora y comprensiva. -Ocupado, doa Arminda, mucho trabajo... Ella no quitaba los ojos de las manchas de "rouge". Nacib se sobresalt: tendra tambin manchas en la cara? Probable, muy

    probable... -Si es lo que yo siempre digo: hombre trabajador como don Nacib hay pocos en llhus... Hasta de madrugada... -Y tan luego hoy -se lament Nacib-, con una comida para treinta cubiertos encargada en el

    bar para maana a la noche... -Yo ni lo sent cuando entr, y eso que fui a dormir bien tarde, ms de las dos de la maana...

    Nacib rezong alguna cosa; doa Arminda era la curiosidad en persona. -Ni s a qu hora llegu... Ahora, quin ir a preparar el

    banquete? -Un problema... Conmigo no puede contar. Doa Elizabeth est esperando la criatura en cualquier momento, ya pas del da. Fue por eso que estuve des-pierta y don Pablo poda venir a buscarme de repente. Adems

    de eso, comida fina yo no s hacer... Doa Arminda, viuda, espiritista, lengua viperina, madre de Chico-Pereza, muchachito empleado en el bar de Nacib, era una partera afamada: muchos de los hijos

    de Ilhus nacidos en los ltimos veinte anos, nacieron en sus manos, y las primeras sensaciones del mundo que sintieran haban sido su endiablado olor a ajo, y su cara colorada de "sarar" (hormiga; crustceo, mulato de pelo rubio,

    ojos claros y caractersticas negroides) -Y doa Clorinda, ya tuvo el chico? El doctor Ral no vino por el bar ayer... -Ya s, ayer por la tarde. Pero llamaron al mdico, ese tal doctor Demstenes. Esas novedades de ahora. Don

    Nacib, usted no cree que es una indecencia que un mdico agarre a la criatura? viendo desnuda a la mujer del otro? Falta de vergenza... Para Arminda, aqul era un asunto vital: los mdicos comenzaban a hacerle la

    competencia; dnde se haba visto tal descaro, un mdico espiando a las mujeres de los otros, desnudas, en los dolores

    del parto... Pero la preocupacin de Nacib era el banquete del da siguiente, y los bocados dulces y salados para el bar, problemas serios creados

    por el viaje de Filomena: -Es el progreso, doa Arminda. Esa vieja me hizo una buena... -Progreso? Descaro es eso... -Dnde voy a conseguir una cocinera? -Lo nico que puede hacer es encargar todo a las hermanas

    Dos Reis. . . -Son muy careras, le arrancan la piel a uno... Y yo que haba conseguido dos muchachas para que ayudaran a Filomena... -As es el mundo, don Nacib. Cuando menos se espera, suceden

    las cosas. Yo, por suerte, tengo al finado que me avisa. El otro da mismo, ni puede usted ima-ginarlo... Fue en una sesin, en casa del compadre Deodoro... Pero Nacib no estaba dispuesto a or las repetidas historias de espiritismo,

    especialidad de la partera. -Chico ya se despert? -Qu esperanza, don Nacib. El pobre lleg pasada la medianoche. -Por favor, despirtelo. Necesito hacer muchas cosas. Usted comprende: una comida para treinta personas, toda gente

    importante, celebrando la instalacin de la lnea de mnibus... -O decir que uno se dio vuelta en el puente del ro Cachoeira. -Fantasa de la gente. Van y vienen llenos. Es un negocin. -Mire que se ve de todo en

    llhus ahora, eh, don Nacib? Me contaron que en el hotel nuevo va a haber un ascensor, una caja que sube y baja solita...

    -Lo despierta a Chico? -Ya voy... Cruz diablo, estas escaleras! Nacib se qued unos instantes en la ventana, mirando

    el navo de la "Costera" al que ya se aproximaba el prctico. Mundinho Falco deba llegar en ese barco, segn haba dicho alguien en el bar. Lleno de novedades, sin duda. Tambin llegaran nuevas mujeres para los cabarets, para las casas de la

    calle Do Unho, del Sapo, de las Flores. Cada navo, fuera de Baha, Aracaj o de Ro, traa un cargamento de muchachas alegres. Tal vez llegase tambin el automvil del doctor Demstenes; el mdico estaba ganando un dinern en su

    consultorio, el primero de la ciudad. Vala la pena vestirse e ir al puerto para asistir al desembarque. All estara ciertamente el grupo habitual de madrugadores. Y quin sabe si no le daran noticias de una

    buena cocinera, capaz de cargar con el trabajo del bar? Cocinera, en Ilhus, era una cosa rara, disputada por las familias, por los hoteles, pensiones y bares. El diablo de la vieja... Y tan luego cuando l haba descubierto esa preciosidad de

    Risoleta. Cuando necesitaba estar con el espritu tranquilo... Por unos das, por lo menos, no vea otra solucin que caer en las uas de las hermanas Dos Reis. Cosa complicada es la vida: hasta ayer todo marchaba bien, l no tena

    preocupaciones, haba ganado dos partidas de "gamo" seguidas contra un rival tan fuerte como lo era el Capitn,

    haba comido una "moqueca de siri" (guisado de cangrejos) realmente divina en casa de Mara Machado, y haba des-cubierto a aquella novata,

    Risoleta... Y ahora, recin de maanita, ya estaba repleto de problemas... Qu porquera! Vieja loca... La verdad es que estaba con nostalgias de ella, de su limpieza, del caf por la ma-

    ana con "cuscuz" de maz, batata, banana frita, "beijs" (una masa de mandioca)... De sus cuidados maternales, de su solicitud, hasta de sus rezongos. Una vez que l cayera con fiebre, el tifus endmico de la poca en la regin, como el

    paludismo y la viruela, ella no se haba ido del cuarto, hasta dorma en el suelo. Dnde encontrara otra como ella? Doa Arminda volva a la ventana: -Ya se despert, don Nacib. Est bandose.

    -Voy a hacer lo mismo. Gracias. -Despus venga a tomar el caf con nosotros. Caf de pobre. Quiero contarle el sueo que tuve con el finado. El me dijo: "Arminda, mi vieja, el diablo se apoder de la cabeza de este pueblo de Ilhus. Slo piensan

    en dinero, slo piensan en grandezas. Esto va a terminar mal... Van a comenzar a suceder muchas cosas..." -Pues para mi, doa Arminda, ya empez... Con ese viaje de Filomena. Para m ya empez. Lo dijo en tono de burla, pero

    no saba que realmente, ya haba empezado. El barco reciba al prctico, maniobrando en direccin al banco de arena.

  • DE ELOGIO A LA LEY Y A

    LA JUSTICIA,

    O SOBRE NACIMIENTO Y

    NACIONALIDAD

    Era comn que Nacib fuera llamado rabe, y hasta turco, pero es necesario dejar establecido y fuera de cualquier duda su condicin de brasileo, nato, no naturalizado. Haba nacido en Siria, desembarcando en Ilhus a los cuatro aos, y

    haba llegado hasta Baha en un barco francs. En aquella poca, siguiendo el rastro del cacao dispensador de dinero, a la ciudad de cantada fama llegaban diariamente, por los caminos del mar, del ro y de la tierra, en los barcos, en las bar-

    cazas y lanchas, en las canoas, a lomo de burro, a pie abriendo camino, centenas y centenas de brasileos y extranjeros oriundos de todas partes: de Sergipe y de Cear, de Alagoas y de Baha, de Recife y de Ro de Janeiro, de Siria y de Italia,

    del Lbano y de Portugal, de Espaa y de los ms variados "ghettos". Obreros, comerciantes, jvenes en busca de porvenir, bandidos y aventureros, un mujero colorido, y hasta una pareja de griegos surgida slo Dios sabe de dnde. Y todos ellos,

    inclusive los rubios alemanes de la recin fundada fbrica de chocolate en polvo, y los alta-neros ingleses del Ferrocarril, no eran sino hombres de la zona del cacao, adaptados a las costumbres de la regin todava casi brbara con sus luchas

    sangrientas, emboscadas y muertes. Llegaban y a poco se transformaban en ilheenses de los mejores, verdaderos

    "grapinas" plantando cacao, instalando tiendas y almacenes, abriendo caminos, matando gente, jugando en los cabarets, bebiendo en los bares,

    construyendo poblaciones de rpido crecimiento, desgarrando la selva amenazadora, ganando y perdiendo dinero, sintindose tan de all como los ms antiguos hijos de Ilhus, como los vstagos de las familias radicadas antes de la aparicin

    del cacao... Gracias a esa gente diversa, Ilhus haba comenzado a perder su aire de campamento de bandoleros, y a transformarse en ciudad. Eran todos, hasta el ltimo de los vagabundos llegado para

    explotar a los "coroneles" enriquecidos, factores del asombroso progreso de la zona. Ilheenses por dentro y por fuera, adems de brasileos naturalizados, eran los parientes de Nacib, unos Achcar envueltos en las luchas por la

    conquista de la tierra y cuyas hazaas fueron de las ms heroicas y comentadas, comparables apenas con las de los Badar, las de Blaz Damacio, del clebre negro Jos Nique, o las del "coronel" Amancio Leal. Uno de ellos, de nombre Abdula, el tercero en

    edad, muri en los fondos de un cabaret en Pirangi, despus de abatir a tres de los cinco bandidos ensaados contra l, cuando disputaba pacficamente una partida de pker. Los her-manos vengaron su muerte en forma inolvidable. Para mayor

    informacin sobre esos parientes de Nacib, basta recurrir a los anales del

    Tribunal, leer los discursos del Fiscal y de los abogados. Verdad es que muchos eran los que le llamaban rabe o turco. Pero quienes lo hacan,

    eran, exactamente, sus mejores amigos, y en expresin de afecto, de intimidad. Pero le disgustaba que le llamasen turco, y cuando as lo hacan, repela irritado el apodo, lle-gando a veces a enojarse: -Turco ser tu madre!

    -Pero, Nacib... -Todo lo que quiera, menos turco. Brasileo -golpeaba con la mano enorme el pecho velludo-, hijo de sirios, gracias a Dios. -Arabe, turco, sirio, todo es lo mismo.

    -Lo mismo un cuerno! Eso es ignorancia suya. Es no conocer historia ni geografa. Los turcos son unos bandidos, la raza ms desgraciada que existe. No puede haber insulto mayor para un sirio que ser llamado turco. -Bueno, Nacib, no se enoje. No

    fue para ofenderlo. Es que esas cosas de extranjeros, para m son todas iguales... Tal vez lo llamasen as, ms por sus bigotes negros de sultn destronado, que le descendan por los labios y cuyas puntas l retorca al conversar. Frondosos bigotes plantados en un rostro

    gordo y bonachn, de ojos desmesurados que se agrandaban al paso de las mujeres. Boca golosa, grande y de risa fcil. Un enorme brasileo, alto y gordo, cabeza chata y abundante cabellera, vientre demasiado desarrollado,

    "barriga de nueve meses", como bromeaba el Capitn cuando perda una partida frente al tablero de damas.

    -En la tierra de mi padre.. . -as comenzaban sus historias en las noches de largas charlas, cuando en las mesas del bar apenas si quedaban unos pocos

    amigos. Porque su tierra era Ilhus, la ciudad alegre ante el mar, las plantaciones de cacao, aquella zona ubrrima en la que se hiciera hombre. Su padre y sus tos, siguiendo el ejemplo de los Achcar, haban venido primero,

    dejando a la familia. Nacib haba embarcado despus, con su madre y su hermana, seis aos mayor, cuando an no haba cumplido cuatro aos. Recordaba vagamente el viaje en tercera clase, el desembarco en Baha, donde el padre fuera a

    esperarlos. Despus la llegada a Ilhus, la ida a tierra en una canoa, pues en aquel tiempo no exista ni el puente de desembarque. De lo que no se acordaba era de Siria, ningn recuerdo le haba quedado de la tierra natal, tanto se haba

    mezclado a ella la nueva patria, y tanto se haba hecho brasileo e ilheense. Para Nacib era como si hubiese nacido en el momento mismo de la llegada del barco a Baha, cuando recibiera el beso del padre envuelto en lgrimas. Por otra parte, lo primero que hiciera el

    mercachifle Aziz luego de la llegada a Ilhus, haba sido llevar los hijos a Itabuna, entonces Tabocas, a la escribana del viejo Segismun-do, para anotarlos como brasileos. Proceso rpido de

    naturalizacin que el respetable escribano practicaba con la perfecta conciencia del deber cumplido, por unos pocos

    pesos. No teniendo alma de explotador, cobraba barato, colocando la operacin legal al alcance de todos, haciendo de los hijos de esos inmigrantes

    cuando no de ellos mismos venidos para trabajar en nuestra tierra, autnticos ciudadanos brasileos, con la venta de buenos y vlidos certificados de nacimiento. Sucedi que la antigua escribana se incendi en una de

    aquellas luchas por la conquista de la tierra, y el fuego devor indiscretas mediciones y escrituras de las tierras de Sequeiro Grande, cosa que est contada en un libro. No era culpa de nadie, por lo tanto, y mucho menos del viejo

    Segismundo, que los libros de registro de nacimientos y muertes, todos ellos, hubieran sido consumidos en el incendio, obligando a nuevo registro a centenas de ilheenses (en ese tiempo Itabuna todava era distrito del municipio de

    Ilhus). No existan libros de registros, pero s existan testigos idneos que afirmaban que el pequeo Nacib y la tmida Salma, hijos de Aziz y de Zoraya, haban nacido en el arrabal de Ferradas, siendo registrados en la oficina, antes del incendio. Cmo podra

    Segismundo, sin cometer una grave descortesa, dudar de la palabra del "coronel" Jos Antunes, rico estanciero, o del comerciante Fadel, establecido con tienda de gneros, y que gozaba de crdito en la plaza? O an de la palabra ms

    modesta del sacristn Bonifacio, presto siempre a aumentar su parco salario sirviendo en casos as, como

    fidedigno testigo? O del perneta Fabiano, corrido de Sequeiro do Espinho, y que no posea otro medio de vida fuera de ese de testimoniar?

    Cerca de treinta aos haban pasado sobre tales hechos. El viejo Segismundo muri rodeado de la estima general y hasta hoy se recuerda su entierro. Toda la poblacin haba concurrido, ya que desde haca mucho tiempo l no tena

    enemigos, ni siquiera los que le haban incendiado la oficina. Ante su tumba hablaron oradores celebrando sus virtudes. Haba sido -afirmaban- un servidor admi-rable de la justicia, para las generaciones futuras.

    Registraba fcilmente como nacido en el municipio de Ilhus, Estado de Baha, Brasil, a cuanta criatura le llevasen, sin mayores investigaciones, y aun cuando pareca evidente el nacimiento despus del incendio. Ni escptico ni

    formalista, tampoco poda haberlo sido en el Ilhus de los comienzos del cacao. Campeaba la tramoya, la falsificacin de escrituras y mediciones de tierras, las hipotecas inventadas, las escribanas y los notarios eran piezas importantes en la lucha

    por la conquista y escrituracin de las tierras. Cmo distinguir un documento falso de uno verdadero? Cmo pensar en mseros detalles legales como el lugar y la fecha exacta del nacimiento de una criatura, cuando se viva peligrosamente

    en medio de los tiroteos, de las bandas de matones armados, de las emboscadas mortales? La vida era bella y variada, cmo

  • iba a desmenuzar nombres de localidades el viejo Segismundo? Qu importaba, en realidad, dnde naciera el brasileo a registrarse, aldea

    siria o Ferradas, sur de Italia o Pirangi, Trs-os-Montes o Ro de Brago? El viejo Segismundo ya tena demasiadas complicaciones con los documentos de posesin de la tierra, por qu habra de dificultar la vida de honestos

    ciudadanos, que lo nico que deseaban era cumplir con la ley, registrando a sus hijos? Simplemente, confiaba en la palabra de aquellos simpticos inmigrantes, les aceptaba sus modestos regalos, acompaados de testimonios idneos, de

    personas respetables, hombres cuya palabra a veces vala ms que cualquier documento legal. Y, si alguna duda restaba en el espritu, no era el pago ms elevado del registro y del certificado, el corte de gnero para su esposa, la gallina o el

    pavo para su hogar, lo que dejaba en paz su conciencia. Era que l, como la mayora de la poblacin, no meda por el nacimiento al verdadero "grapina" y s por su trabajo en beneficio de la tierra, por su coraje para entrar en la selva y afrontar la muerte, por las

    plantas de cacao plantadas, o por el nmero de puertas de las tiendas y almacenes, por su contribucin al desenvolvimiento de la zona. Esa era la mentalidad de Ilhus, y tambin la del viejo Segismundo, hombre con larga

    experiencia de la vida, de amplia comprensin humana y de pocos escrpulos. Experiencia y comprensin

    colocados al servicio de la regin del cacao. En cuanto a los escrpulos, no ha sido con ellos con los que las ciudades del sur de Baha progresaron,

    con lo que se trazaron carreteras, se plantaron las estancias, se cre el comercio, construyeron edificios, fundaron peridicos, exportse cacao al mundo entero. Fue con tiros y celadas, con falsas escrituraciones y mediciones

    inventadas, con muertes y crmenes, con asesinos y aventureros, con prostitutas y jugadores, con sangre y coraje. En una oportunidad, Segismundo record sus escrpulos. Se trataba de la medicin de la mata de

    Sequeiro Grande y le ofrecan poco por la tramoya legalista: le crecieron sbitamente los escrpulos. En vista de eso, le quemaron la oficina y le metieron una bala en la pierna. La bala, por error, esto es: por error se la metieron en la

    pierna, pues estaba destinada al pecho de Segismundo. Desde entonces qued menos escrupuloso y ms barato, ms "grapina" todava, gracias a Dios. Por eso, cuando muri octogenario, su entierro se transform en verdadera manifestacin de homenaje a

    quien fuera, en aquellos parajes, ejemplo de civismo y devocin a la justicia. Por esa mano venerada, Nacib fue hecho brasileo nato en cierta tarde lejana de su primera infancia, vestido con verde bombachn de terciopelo

    francs.

    DONDE APARECE

    MUNDINHO FALCAO,

    SUJETO IMPORTANTE,

    MIRANDO A ILHUS

    A TRAVS DE UN

    LARGAVISTA Desde el puente de comando

    del barco, en espera del prctico, un hombre todava joven, bien vestido y bien afeitado, miraba la ciudad con aire levemente soador. Algo, tal vez las pupilas negras, tal vez los ojos rasgados, le daba un toque romntico y haca que

    las mujeres notasen de inmediato su presencia. Pero la boca dura y el mentn fuerte denunciaban al hombre decidido, prctico, sabedor de sus deseos y de cmo conseguirlos. El comandante, rostro curtido por el viento,

    mordiendo una pipa, le extendi el largavista. Mundinho Falco dijo, al recibirlo: -Ni lo preciso... Conozco casa por casa, hombre por hombre. Como si hubiese nacido all, en la playa -sealaba con el dedo-. Aquella casa, la de la izquierda

    al lado de aquel casern, es la ma. Puedo decir que fui yo quien construy esa avenida... -Tierra de dinero, de futuro -habl el capitn, como un conocedor-. Slo que el banco de arena es una desgracia. -Ya resolveremos eso -anunci Mundinho-. Y muy pronto...

    -Dios lo oiga. Cada vez que entro aqu tiemblo por mi barco. No hay barra peor en todo el norte. Mundinho levant el largavista, y lo llev a los ojos. Vio su casa moderna, construida por un arquitecto

    trado de Ro. Los sobrados de la Avenida, los jardines del Palacio del "coronel" Misael, las torres de la Iglesia Matriz, el

    grupo escolar. El dentista Os-mundo, envuelto en una bata, sala de la casa para su bao de mar, tomado bien de maanita, para no escandalizar la

    poblacin. En la plaza San Sebastin ni una persona se vea. El bar Vesbio, tenia sus puertas cerradas. El viento de la noche haba derribado un cartel de anuncio en el frente del cine. Mundinho examinaba cada detalle atentamente, casi con

    emocin. La verdad es que cada vez le gustaba ms aquella tierra, no lamentaba el alocado arrobo que un da lo trajera, pocos aos antes, hasta all, como un nufrago a la deriva, al que cualquier tierra sirve para salvarse. Pero esa no era una

    tierra cualquiera. All creca el cacao. Dnde aplicar mejor su dinero, m