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1 RAE 1. TIPO DE DOCUMENTO: Trabajo de grado sobre “La Espiritualidad del Enfermo en fase Terminal” con una profundización teológica y pastoral, fortaleciendo la dimensión espiritual del enfermo que experimenta una situación de gravedad o en fase terminal a través de un acompañamiento humano y cristiano, para obtener el título de licenciado en Teología. 2. TITULO: “Espiritualidad del Enfermo en fase Terminal”. 3. AUTOR: JOHN FREY RUBIANO MOLINA 4. LUGAR: Bogotá, D.C. 5. FECHA: Junio de 2008 6. PALABRAS CLAVES: Dimensiones del ser humano, la Sagrada Escritura y los Enfermos, la caridad en los documentos de la Iglesia, la asistencia a los enfermos, la humanización en el mundo de la salud, la espiritualidad de san Camilo de Lelis, el acompañamiento y la espiritualidad del enfermo grave o terminal. 7. DESCRIPCIÓN DEL TRABAJO: Este trabajo profundiza el plano espiritual del enfermo en su fase terminal, en su última etapa de vida, dándole un sentido cristiano a la experiencia de sufrimiento. Haciendo uso de la Sagrada Escritura que ilumina la acción pastoral a ejemplo de Jesucristo a través de su acción reconciliadora, sanadora o salvadora que experimenta el creyente. Encaminándolo a su preparación para el encuentro definitivo con Dios. 8. LINEAS DE INVESTIGACIÓN: Teológico pastoral. 9. FUENTES CONSULTADAS: AGUIRRE, Carmen. ALARCÓN, Wilson y ALARCÓN, Edgar. Cuidados del Enfermo en fase terminal y Atención a su Familia. Quito: Editorial Universitaria, 1995; BRUSCO, Angelo. Humanización de la Asistencia al Enfermo. Madrid: Centro de Humanización de la Salud. 1998; BUCKMAN, Robert. ¿Qué decir? ¿Cómo decirlo? Dialogando con el paciente terminal. Santafé Bogotá: Cencapas- Selare, 1993; BERMEJO, José C. Vivir sanamente el sufrimiento. Conferencia Episcopal Española, Departamento de Pastoral de salud. Madrid: 1994; --------, Sida, Vida en el Camino. Madrid: Ediciones Paulinas, 1990; BIBLIA DE JERUSALEN. Nueva edición revisada y aumentada. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1998; CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO-CELAM. Tras las Huellas de Cristo Médico. P. Angelo Brusco, Sergio Pintor. Bogotá: Colección Autores No. 28. 2001; DAVANZO, Guido. El Sufrimiento. Dimensión Teológica y Pastoral. Segunda edición. Bogotá: Cencapas-Selare, 1989; FLORES, Gonzálo. Penitencia y Unción de los Enfermos. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1993; GALILEA, Segundo. El Camino de la Espiritualidad. Bogotá: Ediciones San Pablo. 1994; GRANDI, Virgilio. Espiritualidad Camiliana. Santafé de Bogotá: Cencapas, 1996; SOMMARUGA, Germana. Camilo de Lelis. Contestador, reformador, santo. Quito: Ediciones Camilianas, 1997; JUAN PABLO II. Carta sobre el Sentido del Sufrimiento Humano. Santafé de Bogotá: Paulinas, 1996; --------, Los Fieles Laicos. Santafé de Bogotá: Paulinas, 1996; FONNEGRA DE JARAMILLO, Isa. De cara a la muerte. Santafé de Bogotá: Intermedio Editores, 1999; PAGOLA, A. José. Id y Curad. Evangelizar el mundo de la salud y la enfermedad. Madrid: Centro de Humanización de la Salud. 2004; MONCADA, Jesús S. El Sufrimiento espacio privilegiado de encuentro con Dios. Bogotá: Secretariado Latinoamericano para la renovación-SELARE. 1990;

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RAE

1. TIPO DE DOCUMENTO: Trabajo de grado sobre “La Espiritualidad del Enfermo en fase Terminal” con una profundización teológica y pastoral, fortaleciendo la dimensión espiritual del enfermo que experimenta una situación de gravedad o en fase terminal a través de un acompañamiento humano y cristiano, para obtener el título de licenciado en Teología.

2. TITULO: “Espiritualidad del Enfermo en fase Terminal”.

3. AUTOR: JOHN FREY RUBIANO MOLINA

4. LUGAR: Bogotá, D.C.

5. FECHA: Junio de 2008

6. PALABRAS CLAVES: Dimensiones del ser humano, la Sagrada Escritura y los Enfermos, la caridad en los documentos de la Iglesia, la asistencia a los enfermos, la humanización en el mundo de la salud, la espiritualidad de san Camilo de Lelis, el acompañamiento y la espiritualidad del enfermo grave o terminal.

7. DESCRIPCIÓN DEL TRABAJO: Este trabajo profundiza el plano espiritual del enfermo en su fase terminal, en su última etapa de vida, dándole un sentido cristiano a la experiencia de sufrimiento. Haciendo uso de la Sagrada Escritura que ilumina la acción pastoral a ejemplo de Jesucristo a través de su acción reconciliadora, sanadora o salvadora que experimenta el creyente. Encaminándolo a su preparación para el encuentro definitivo con Dios. 8. LINEAS DE INVESTIGACIÓN: Teológico pastoral.

9. FUENTES CONSULTADAS: AGUIRRE, Carmen. ALARCÓN, Wilson y ALARCÓN, Edgar. Cuidados del Enfermo en fase terminal y Atención a su Familia. Quito: Editorial Universitaria, 1995; BRUSCO, Angelo. Humanización de la Asistencia al Enfermo. Madrid: Centro de Humanización de la Salud. 1998; BUCKMAN, Robert. ¿Qué decir? ¿Cómo decirlo? Dialogando con el paciente terminal. Santafé Bogotá: Cencapas- Selare, 1993; BERMEJO, José C. Vivir sanamente el sufrimiento. Conferencia Episcopal Española, Departamento de Pastoral de salud. Madrid: 1994; --------, Sida, Vida en el Camino. Madrid: Ediciones Paulinas, 1990; BIBLIA DE JERUSALEN. Nueva edición revisada y aumentada. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1998; CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO-CELAM. Tras las Huellas de Cristo Médico. P. Angelo Brusco, Sergio Pintor. Bogotá: Colección Autores No. 28. 2001; DAVANZO, Guido. El Sufrimiento. Dimensión Teológica y Pastoral. Segunda edición. Bogotá: Cencapas-Selare, 1989; FLORES, Gonzálo. Penitencia y Unción de los Enfermos. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1993; GALILEA, Segundo. El Camino de la Espiritualidad. Bogotá: Ediciones San Pablo. 1994; GRANDI, Virgilio. Espiritualidad Camiliana. Santafé de Bogotá: Cencapas, 1996; SOMMARUGA, Germana. Camilo de Lelis. Contestador, reformador, santo. Quito: Ediciones Camilianas, 1997; JUAN PABLO II. Carta sobre el Sentido del Sufrimiento Humano. Santafé de Bogotá: Paulinas, 1996; --------, Los Fieles Laicos. Santafé de Bogotá: Paulinas, 1996; FONNEGRA DE JARAMILLO, Isa. De cara a la muerte. Santafé de Bogotá: Intermedio Editores, 1999; PAGOLA, A. José. Id y Curad. Evangelizar el mundo de la salud y la enfermedad. Madrid: Centro de Humanización de la Salud. 2004; MONCADA, Jesús S. El Sufrimiento espacio privilegiado de encuentro con Dios. Bogotá: Secretariado Latinoamericano para la renovación-SELARE. 1990;

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PANGRAZZI, Arnaldo. El Duelo. Experiencias de crecimiento. Bogotá: Ediciones Camilianas, 1993; -------, ¿Por qué a mí? El lenguaje sobre el sufrimiento. Madrid: Editorial San Pablo, 1994; --------, Creatividad Pastoral al Servicio del Enfermo. Santander: Editorial Sal Terrae, 1986; --------, El Mosaico de la Misericordia. La relación de ayuda en la pastoral sanitaria. Santander: Editorial Sal Terrae, 1990; PANGRAZZI, Arnaldo y BAUTISTA, Mateo. Sana el corazón enfermo. Buenos Aires: Editorial San Pablo, 1993. P. 18; PAGOLA, José. Id y Curad. Evangelizar el mundo de la salud y la enfermedad. Madrid: Editorial PPC, 2004; SANDRIN, L; BRUSCO A., y POLICANTE, G. Comprender y Ayudar al enfermo. Segunda edición. Bogotá: Cencapas-Selare, 1991; TARRARAN, Adriano y CALDERON, Isabel. Acompañamiento a los que Sufren. Bogotá: Cencapas, 2003; VANTI, Mario. El Espíritu de San Camilo de Lelis. Roma: Edición Española, 1951; VENDRAME, Calisto. A Unçao dos enfermos, Sao Paulo: Ed. Paulinas, 1974, P. 35; --------, Los enfermos en la Biblia. Madrid: Editorial San Pablo, 2002; VIOLA, Roberto. El Sacramento de la Fortaleza y de la Esperanza. Bogotá: Ediciones Paulinas, 1981. 10. CONTENIDOS: La motivación de esta investigación surge a partir de la realidad del enfermo terminal y de sus necesidades como ser humano, profundizando la dimensión espiritual del enfermo como un elemento indispensable en los momentos de dificultad y de una experiencia cristiana. Se describe el estado físico de un enfermo terminal y cómo su enfermedad influye en la relación emocional consigo mismo y con los demás. Se reflexiona a través de la Sagrada Escritura como fuente de la revelación de Dios en medio de la enfermedad y de la manifestación de su misericordia en su Hijo Jesucristo. Se abordan los documentos del magisterio de la Iglesia que tratan sobre el dolor y el sufrimiento humano, con todo esto, se desarrolla una propuesta con el fin de responder a las necesidades espirituales de los enfermos terminales. 11. METODOLOGIA: Para esta investigación, se parte del contexto de enfermedad y de las situaciones limites, observando (VER) la realidad de sufrimiento, más específicamente, de los enfermo de cáncer del Instituto Nacional de Cancerología. Interpretando (JUZGAR) el sufrimiento, el dolor y la enfermedad como realidades humanas que pueden ser iluminadas a través de la sagrada Escritura y de los documentos de la Iglesia, proponiendo acciones pastorales (ACTUAR) que ayuden al enfermo terminal a afrontar los momentos de la enfermedad con un sentido cristiano. 12. CONCLUSIONES:

En la existencia del ser humano; el sufrimiento, la enfermedad y el dolor han sido realidades que no se pueden eludir y que ocasionan profundas heridas a las diversas dimensiones humanas. Aún más, aquellos que viven una enfermedad en fase terminal, sin una cura, sufren heridas no sólo en el cuerpo, también las del alma; por ello, surge la necesidad de brindar una asistencia integral al enfermo, sin descuidar, ni abandonar los diversos factores que fortalecen las dimensiones que integran la vida de la persona, sobre todo, la vida espiritual que en los momentos de enfermedad grave se convierte en un elemento indispensable para que el enfermo pueda vivir sus sufrimientos con dignidad y sentido cristiano.

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ESPIRITUALIDAD DEL ENFERMO EN FASE TERMINAL

JOHN FREY RUBIANO MOLINA

UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA

FACULTAD DE TEOLOGÍA BOGOTÁ

2008

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ESPIRITUALIDAD DEL ENFERMO EN FASE TERMINAL

JOHN FREY RUBIANO MOLINA

Trabajo de Grado para optar por el título

de Licenciado en Teología

Director P. Pablo Orozco Rangel, Licenciado en Teología

Licenciado en Psicología

UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA FACULTAD DE TEOLOGÍA

BOGOTÁ 2008

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Nota de aceptación

_______________

__________________________________ Firma del presidente del jurado

__________________________________ Firma del jurado

__________________________________ Firma del jurado

Bogotá, Junio de 2008

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AGRADECIMIENTOS

Agradezco en primera instancia a Dios Padre, por ser el creador de la vida y a quien le debemos nuestra existencia. Por enseñarnos en su Hijo Jesucristo la fe, la esperanza y la caridad para con los enfermos. A mi familia: padres y hermanos, que con su apoyo incondicional me animan a continuar en mis proyectos presentes y futuros. También, a todas las personas enfermas, que a través de la pastoral de la salud me han inspirado para realizar este trabajo investigativo, reflexionando y profundizando sobre el trato humano y cristiano en la asistencia a los enfermos en fase terminal. A la comunidad del Seminario San Camilo y a los hermanos religiosos, estudiantes de teología, que me colaboraron con textos y demás documentos para poder culminar este trabajo.

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CONTENIDO

Pág.

INTRODUCCION: DISEÑO DE TRABAJO 9 1 DIMENSIONES DEL ENFERMO EN FASE TERMINAL 14 1.1 Dimensión biológica 15 1.2 Dimensión emotiva 17 1.3 Dimensión social 22 1.4 Dimensión espiritual 24 2 DIMENSIÓN BÍBLICA Y TEOLÓGICA DE LA ESPIRITUALIDAD, EN RELACIÓN CON EL ENFERMO EN FASE TERMINAL 29 1.5 La espiritualidad y la enfermedad en el antiguo testamento 30 1.5.1 El libro de Job 32 1.5.2 El libro de Qohélet o Eclesiastés 37 1.5.3 El servidor sufriente de Yahvé 39 1.5.4 Los Salmos 41 1.6 La espiritualidad y la enfermedad en el nuevo testamento 44 1.6.1 La acción de Jesús con los enfermos: como modelo espiritual a partir de los evangelios 45 1.6.2 Los Hechos de los Apóstoles y los enfermos 49 1.7 El sentido de la espiritualidad cristiana en los Documentos del magisterio de la iglesia 52 1.7.1 Gaudium et Spes 52 1.7.2 Christifideles Laici 54 1.7.3 Salvifici Doloris 56 1.7.4 Dolentium Hominum 58 3 LA ESPIRITUALIDAD CAMILIANA COMO MEDIO DE HUMANIZACIÓN Y EVANGELIZACIÓN EN EL MUNDO DE LA SALUD 61 3.1 Propuesta pastoral para la dimensión del enfermo en fase terminal 63 3.2 La función de la oración 64 3.2.1 La interioridad en la oración 66 3.3 La experiencia personal de fe 67

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3.4 Los Sacramentos en la enfermedad 69 3.4.1 El Sacramento de la Reconciliación 70 3.4.2 El Sacramento de la Unción de los Enfermos 71 3.4.3 El Sacramento de la Comunión 73 3.5 El amor sanador 74 CONCLUSIONES 77 BIBLIOGRAFÍA 79 ANEXOS: A y B 82

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INTRODUCCIÓN Este trabajo tiene como objetivo profundizar en el plano espiritual del enfermo en su fase terminal entendida como la última fase de su proceso vital, encaminado a su preparación para el encuentro definitivo con Dios. Se trata de darle sentido a la enfermedad, en la relación del enfermo consigo mismo, con los demás, y para con Dios teniendo como medio eficaz, el proceso de espiritualidad que vivencia el enfermo terminal. El marco teológico pastoral es una espiritualidad iluminada por la Sagrada Escritura y por las actitudes y acciones de Jesucristo que dan sentido a la enfermedad y la muerte. Se pretende subrayar cómo las situaciones límite permiten percibir la manifestación de Dios y descubrir la presencia de Jesucristo que conforta y salva. La acción pastoral conlleva una metodología que tiene en cuenta el contexto del enfermo, desde el cual podemos describir e interpretar el recurso espiritual como ayuda reconciliadora, sanadora o salvadora que experimenta el creyente. Es así como mediante acciones pastorales se desarrollan instrumentos que detecten las necesidades espirituales, brindando un acompañamiento humano y cristiano al enfermo terminal. Con este trabajo se trató de profundizar e investigar para establecer si verdaderamente la espiritualidad le ayuda al enfermo terminal en su encuentro personal con Dios, en la experiencia de su cercanía y presencia. No se pretendió dar respuestas teóricas acerca del ¿por qué de la enfermedad y la muerte? sino plantear la posibilidad de que la experiencia espiritual del enfermo terminal, se centre en la praxis de la relación-comunicación con Dios. Por ello, se planteó la siguiente pregunta que condujo todo el trabajo. ¿La espiritualidad cristiana es una experiencia salvadora-sanadora para el que vive interpelado por la enfermedad terminal? El trabajo ha sido muy importante porque es necesario el reconocimiento de una espiritualidad latente como experiencia de fe del enfermo en su fase terminal. Es así, como la reflexión teológica sobre la espiritualidad puede dar un sentido cristiano a las heridas que se abren por causa de la enfermedad y que afectan la integralidad de las dimensiones del ser humano. Son diversas las necesidades que podemos encontrar en un enfermo en fase terminal: necesidades en la dimensión biológica, ya que se ven agobiados por el dolor y la prolongación de la enfermedad sin mayores mejorías; en la

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dimensión psicológica necesidades afectivas a causa de la soledad, de la falta de escucha y demás preocupaciones de tipo personal y familiar en su dimensión social. También la falta de recursos económicos para poder pagar los medicamentos, el servicio hospitalario entre otros. En estos momentos en que el enfermo se encuentra al borde de la muerte, puede recurrir a Dios, pero también, puede verse enfrentado contra Dios. Por ello, me propongo desarrollar una reflexión teológica y pastoral que propicie los recursos de la reconciliación, la sanación-salvación y la confianza en la infinita misericordia de Dios. Es así como este proyecto trata de responder a una de las necesidades primordiales del enfermo terminal, como es su vida espiritual, para que así pueda aceptar la muerte con mejor disposición, bajo una fe sólida en Dios, en quien confía y mantiene la esperanza en la vida eterna como una nueva etapa, que llamamos resurrección, para ser capaz de reconciliarse consigo mismo, con los demás y con Dios. El propósito es ofrecer unas líneas teológicas de acompañamiento al enfermo terminal, ya que la persona enferma está en un constante cuestionamiento sobre el sentido de su vida, sobre la aceptación de la enfermedad y la muerte. Por ello, la enfermedad se convierte en ocasión privilegiada, donde el enfermo se interpela por la necesidad de una ayuda espiritual que desea experimentar para poder afrontar no sólo sus sufrimientos corporales sino también para ser sanado en su espíritu para el encuentro definitivo con Dios. Se trabajó con instituciones hospitalarias, donde el continuo contacto con los enfermos en medio del dolor y el sufrimiento ha sido el motivo para profundizar sobre la espiritualidad cristiana. El enfermo se ve confrontado con una gama de situaciones ligadas a la enfermedad, dichas situaciones pueden ser de orden económico, familiar, social y religioso. Es en este entorno, donde propongo acciones pastorales que respondan a una atención humana y cristiana en la que, se respete la dignidad y se le brinde un acompañamiento espiritual al enfermo terminal. Pero debo recordar que el hospital no es el único lugar donde habitan los enfermos en fase terminal, ya que muchos de ellos, ya sea por circunstancias económicas o desahuciados por los informes médicos son llevados a sus casas, donde son atendidos por la misma familia o un profesional de salud, pero también es muy frecuente encontrarlos abandonados en hogares geriátricos.

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Los objetivos propuestos para el trabajo de grado fueron los siguientes: OBJETIVO GENERAL Proponer unas líneas teológicas pastorales de espiritualidad cristiana para

acompañar al enfermo en fase terminal. Objetivos Específicos Identificar en el enfermo terminal, los factores biológicos, afectivos,

sociales y espirituales que requieren una inmediata atención para la integración de sus dimensiones humanas.

Reflexionar en la Sagrada Escritura, cómo se expresa Dios en momentos

de sufrimiento y enfermedad y, la absoluta ejemplaridad de la vida de Cristo.

Identificar a través de recientes documentos del magisterio de la Iglesia,

la propuesta acerca del sufrimiento y el dolor humano. Responder, con una propuesta cristiana, a las necesidades espirituales

del enfermo terminal, para posibilitar la experiencia de encuentro con Dios, dando sentido a su sufrimiento y su dolor.

En relación con los antecedentes, las siguientes investigaciones recientes, relacionadas con el sufrimiento y el dolor humano, han sido llevadas por Licenciados en Teología de la Universidad de la San Buenaventura, sede Bogotá. Las tres primeras investigaciones se publicaron en la revista FRANCISCANUM, Nºs 124-125 de Enero-Agosto del 2000. Entre ellas, tenemos: “Sirviendo a los enfermos como Cristo y como a Cristo”. Por el autor Juan Pablo Villamizar Jaimes. Quien nos habla de los enfermos en relación a la sanación, los milagros, el sufrimiento de los justos relatado en el libro de Job, las actitudes de Jesús frente al sufrimiento y la salvación ofrecida como salud.

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“Visión Antropológica, Psicológica, Teológica y Pastoral del Duelo”. Juan Diógenes Martínez A. Quien nos habla del desprendimiento, el sufrimiento y la muerte, como experiencias continúas de la vida humana, con una perspectiva teológica hacia la trascendencia, hacia un horizonte de la esperanza.

Gustavo Delgado Caballero, hace referencia en su investigación al “Matrimonio y la Enfermedad”. Nos presenta la enfermedad, como una de las dificultades que hoy día encontramos en un ambiente matrimonial, cuyo objetivo es ofrecer los soportes sociales, morales, psicológicos y espirituales para acompañar a la familia y sus seres enfermos. Otra obra de los teólogos Luis Eduardo López Aguilera y Pablo Orozco Rangel, presentan desde el punto de vista teológico pastoral la problemática del SIDA, incluyendo un capitulo bíblico y pastoral donde hacen referencia a la dimensión sacramental. El siguiente trabajo fue posteriormente publicado en el libro “Acompañamiento Humano y Cristiano al enfermo de SIDA”. Santafé de Bogotá: SELARE, 1995. La metodología que se utilizó para desarrollar este trabajo fue el método teológico pastoral de OBSERVAR, JUZGAR y ACTUAR que inició el Cardenal Cardijn en los grupos de Acción Católica en Bélgica entre los años 1912 y 1935 y que ha sido asumido en documentos eclesiales, particularmente por el Documento de Puebla. Es así como, para poder realizar una investigación acerca de la espiritualidad cristiana, en el contexto que rodea al enfermo, sobre todo cuando se encuentra en situaciones límites o en fase terminal, debo involucrarme en la experiencia de dolor, sufrimiento y angustia que padece el mismo enfermo (VER). Luego, haciendo uso de la fuente de la Sagrada Escritura y de los documentos del magisterio de la Iglesia, reflexioné e interpreté (JUZGAR) los acontecimientos de dolor y sufrimiento humano que iluminan la situación del enfermo terminal. Analizando la condición de enfermedad y reflexionándola a través de la palabra de Dios, propuse acciones pastorales que ayudan al enfermo terminal a afrontar los momentos de crisis, a vivenciar los sacramentos, a fomentar la oración, propiciando la reconciliación como medio de sanación y salvación (ACTUAR).

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Ya que este proyecto investigativo es teológico, haciendo énfasis en la espiritualidad cristiana, en primer lugar se propuso describir el estado físico de un enfermo terminal y cómo su enfermedad influye en la relación emocional consigo mismo y con los demás. Para ello, utilicé la observación directa con el enfermo en sus diversas dimensiones humanas mediante la visita pastoral. En un segundo lugar, se recurrió a la Sagrada Escritura como fuente de la revelación de Dios en medio de la enfermedad y cómo algunos de sus protagonistas expresan su experiencia espiritual y la absoluta ejemplaridad de la experiencia de Cristo, en un ejercicio de profundización temática. En un tercer momento, se abordaron los documentos conciliares y postconciliares del magisterio de la Iglesia, que tratan sobre el dolor y el sufrimiento humano ofreciéndonos pautas pastorales que contribuyen a una asistencia humana y cristiana. En un cuarto lugar se hizo una propuesta con el fin de responder a las necesidades espirituales que han ido desarrollando los enfermos, a través del seguimiento pastoral con la visita diaria a los enfermos. Esta se sintetiza en una relación de ayuda, de diálogo, de escucha y empatía para un encuentro personalizado con quien vive la experiencia del dolor y del sufrimiento a causa de su enfermedad.

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1 DIMENSIONES DEL ENFERMO EN FASE TERMINAL Los seres humanos que sufren una enfermedad grave y sin ninguna posibilidad de curación, son llamados enfermos en fase terminal. Aquellos que padecen una enfermedad terminal tienen en sus días finales necesidades específicas en sus dimensiones humanas: biológica, emotiva, social y espiritual, las cuales requieren una inmediata atención respondiendo a las necesidades de la persona enferma. La enfermedad no es sólo una herida física, es también la causante de la desintegración de la persona y sus demás dimensiones, es así como “esta necesidad se vive como una frustración en la enfermedad, ya que la enfermedad es una herida a la propia personalidad, una amenaza a la propia identidad, un conjunto de pérdidas”1. Como consecuencia de la enfermedad, aparecen las etapas de desesperación y fuertes crisis que sin una buena orientación, con sentido humano y cristiano, seríamos un obstáculo o un fracaso en la ayuda pastoral, para que, el enfermo pueda afrontar su situación terminal y pueda vivir sus sufrimientos con mayor dignidad. 1.1 dimensión biológica La persona humana, está constituida por una dimensión biológica que comprende todo lo físico que forma una estructura organizada y compleja, teniendo la capacidad de desempeñar las funciones básicas de la vida del ser humano. A esta estructura de moléculas y conjunto de tejidos la denominamos como el cuerpo. El cuerpo humano, no sólo es definido como un conjunto de órganos y tejidos, también es el instrumento que nos permite comunicarnos mediante el lenguaje no verbal; es decir, gestos, apariencia, postura, mirada y expresión. Así, lo define Angelo Brusco2 al referirse a los aspectos característicos que revelan parte de la identidad del ser humano: “El cuerpo es el instrumento que nos relaciona con la realidad externa y con nuestros semejantes; también revela, aunque de forma incompleta, quiénes somos y cuáles son nuestros aspectos característicos”. El cuerpo humano, nos proporciona las características relacionadas con el aspecto físico y genéticos como el color de piel, los ojos, la edad, la estatura, etc; que conforman parte de nuestra identidad. Es la corporeidad el medio por el cual el ser humano puede sentir, expresarse y comunicarse con su entorno con

1 TARRARA, Adriano y CALDERON, Isabel. Acompañamiento a los que Sufren. Bogotá: cencapas, 2003. P. 39.

2 BRUSCO, Angelo. Humanización de la Asistencia al Enfermo. Madrid: Centro de Humanización de la Salud, 1998. p. 78.

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los demás, para desempeñarse como una persona activa dentro de una sociedad.

Pero también, el cuerpo puede ser afectado por una de las realidades que experimenta el hombre como ser limitado y finito, la enfermedad. Ninguna persona está exenta de sufrir una enfermedad y cuando esta llega a nuestras vidas, golpea los proyectos y perspectivas hacia un presente y un futuro del enfermo. José C. Bermejo3 nos describe que cuando surge la enfermedad, ésta se adueña por completo de la persona: “La enfermedad afecta a la persona en el normal funcionamiento de su vida, desbaratando, quizá, su completo proyecto. El mal sorprende en pasivo, tomando él la delantera y arrebatándole la iniciativa”. La enfermedad es la causante del desequilibrio o inestabilidad en la pérdida de la salud que puede manifestarse con la aparición de molestias pasajeras o la presencia de enfermedades terminales. Es así, como la enfermedad puede convertirse en una situación grave, acompañada del dolor y del sufrimiento como causas inevitables y como consecuencia última e ineludible nos puede conducir a la muerte. Situación que se presenta en los enfermos terminales como “aquellos para los cuales la medicina no puede ofrecer ninguna posibilidad de curación y solamente alivio en la enfermedad que les llevará a la muerte en un plazo menor de seis meses”4. Algunas de las enfermedades terminales que puede padecer la persona son el cáncer (metástasis), el SIDA, enfermedades renales en estado terminal, entre otras de tipo malignas, que poco a poco van afectando o que invaden todos los órganos del cuerpo, que se diagnostican con certeza que son incurables y progresivas, con la posibilidad de que el enfermo muera en corto plazo. Es la enfermedad y sus consecuencias las que desintegran y desestabilizan la dimensión biológica de cualquier ser humano. El enfermo terminal, es la persona que en sus condiciones biológicas o físicas, va presentando necesidades básicas e indispensables como la alimentación, la higiene, el dormir, “en esta óptica hay que considerar positivamente todas las atenciones y métodos de cuidado del cuerpo (higiene, embellecimiento, movimiento físico, dieta equilibrada, etc.)”5 También es importante la atención ante el dolor físico, ya que ante el avance de la enfermedad existe la necesidad del alivio corporal. 3 BERMEJO, José C. Vivir sanamente el sufrimiento. Conferencia Episcopal Española, Departamento de Pastoral de salud. Madrid: 1994. p. 65.

4 ARAGONÉS. Josep. El Enfermo Terminal. Barcelona: Editorial Claret, 1990. P. 11. 5 BRUSCO, Op. cit., P. 79.

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En la medida que la enfermedad va avanzando o se diagnostica como incurable, es cuando de manera orgánica y física el enfermo terminal, se ve enfrentado a experimentar cambios o increíbles transformaciones en poco tiempo; por ejemplo, donde la pérdida de uno de los miembros representa la intensidad o la gravedad de la enfermedad y por ende, la vida de la persona enferma parece desmoronarse. Para Arnaldo Pangrazzi6, la pérdida de un miembro de una persona enferma, es vista como una amenaza que perjudica al propio bienestar:

Hay quienes tienen que someterse a pequeñas operaciones y quien tiene que soportar un diagnóstico infausto, quien tiene que reconciliarse con una enfermedad crónica o definitiva y quien es atormentado por una serie de sufrimientos. La pérdida de un miembro, de un seno, de un pulmón, de la vista, del oído, representa la pérdida de una parte de sí.

La gran mayoría de enfermos terminales, reciben tratamientos fuertes como intervenciones quirúrgicas y medicamentos contra el dolor produciendo cambios y transformaciones que por lo general pueden ir acompañadas de numerosos síntomas en diversos órganos del cuerpo con dolores intensos. Desafortunadamente, el uso de los fármacos utilizados para evitar la propagación de una enfermedad o el control del dolor pueden afectar otros órganos del cuerpo y algunos hasta causar toxicidad. Esto se origina al administrarse un alto nivel de fármacos con fines terapéuticos, es comparable a cierta dosis de toxicidad, observándose biológicamente en el enfermo, efectos secundarios o secuelas físicas. Algunas consecuencias más comunes son: el vómito, mareos, fiebre, caída del pelo, diarrea y descamación cutánea. Para controlar el dolor y la progresión de la enfermedad, las instituciones de salud ofrecen los Cuidados Paliativos, como un programa de atención directa a las necesidades biológicas orgánicas del enfermo. Los Cuidados Paliativos, según Aguirre7 se entienden como:

Todo lo que se haga deberá ser apropiado para el paciente, no para preservarle la vida sino para hacerla más confortable y llena de significado, por lo que evitarán los procedimientos innecesarios que

6 PANGRAZZI, Arnaldo. El Duelo. Experiencias de crecimiento. Bogotá: Ediciones Camilianas, 1993. p. 23. 7 AGUIRRE, Carmen; ALARCÓN, Wilson y ALARCÓN, Edgar. Cuidados del Enfermo en fase terminal y Atención a su Familia. Quito: Editorial Universitaria, 1995. p. 38.

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creen ansiedad, a pesar de la aceptación médica, o razones de investigación.

Los Cuidados Paliativos son un programa de salud, que cuenta con un equipo de personas que dispone de espacios y tiempos específicos, para el cuidado del enfermo terminal. Son un equipo interdisciplinar de profesionales de la salud que dan un apoyo físico a los problemas digestivos, respiratorios, cuidados de la boca, piel, posición e higiene. También ofrecen unas bases terapéuticas al enfermo y la familia, sobre la dignidad del enfermo y la creación de ambientes propicios de comodidad para el enfermo terminal. Los Cuidados Paliativos, tienen como objetivo controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida del enfermo terminal. En los Cuidados hacia el enfermo terminal se ocupan en proporcionar todo el cuidado médico que va desde la curación hasta el interés por la persona en el cuidado terminal. La atención hacia el enfermo terminal no sólo consiste en el tratamiento quirúrgico, quimioterapéutico, radioterapéutico o de otros medicamentos como si fuera un objeto de experimento o investigación. También, necesita ser atendido con ética y con minuciosidad especialmente en el aspecto biológico orgánico mediante el aseo diario, la atención oportuna ante el dolor, una saludable alimentación, curar las escaras o heridas abiertas, el arreglo personal y estético, la limpieza de la habitación protegiéndolo de los virus y demás infecciones; todo esto, proporcionan un mejor estado físico, la tranquilidad del enfermo, las relaciones sociales y la dignidad del cuerpo. 1.2 Dimensión emotiva Dentro de la amplia gama de la psicología, podemos comprender la emotividad como la reacción que aparece como respuesta ante un acontecimiento o situaciones que provocan la alteración del ánimo. Las emociones dan lugar y se suscitan en un grado mayor cuando la persona sufre una enfermedad. Ya que “cualquier enfermedad o limitación se ven como una amenaza al propio bienestar y desencadena un abanico de reacciones según la gravedad o intensidad del mal”8. Es en el contexto de la persona enferma donde se suscitan diversos tipos de emociones, esto se debe a que la experiencia de enfermedad ciertamente es distinta para cada individuo y depende de una serie de factores como la gravedad, el tipo y el modo como surge la misma enfermedad a las cuales hay que responder mediante un acompañamiento pastoral.

8 PANGRAZZI, Op. cit., P. 22.

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Ciertamente la persona ante su situación de enfermedad terminal, experimenta emociones que están relacionadas con la aparición de temores, que tienen que ver con la enfermedad en sí, como la hospitalización, el dolor, el diagnóstico, los tratamientos quirúrgicos, el abandono, el rechazo por parte de familiares o amigos, a la misma muerte; dan paso a que se susciten diversas reacciones que tienen una influencia directa sobre la conducta y que el enfermo terminal comunica hasta los últimos días de su vida. Otras emociones relacionadas con la enfermedad terminal pueden ser el constante estado de depresión, agotamiento, la desesperación, la ansiedad, entre otras necesidades que representan la afectividad y sentimientos propios del ser humano. Autores como Sandrin, Brusco y Policante9 describen la enfermedad como un peligro al estado psíquico de la persona:

La enfermedad, la novedad del ambiente del hospital, la intervención médica, el presunto dolor de los exámenes diagnósticos, lo desconocido de la anestesia, el misterio de la operación representan en sí mismos amenazas importantes para el equilibrio psíquico del individuo.

El enfermo terminal, en su situación de enfermedad, vive el miedo como el factor que puede desorganizar su estructura psíquica ya que su estado es de ansiedad, de tensión, de incertidumbre como causas y consecuencias de la enfermedad, por consiguiente, el miedo puede poner en peligro su integridad física. Frente a la enfermedad terminal, las emociones del ser humano se manifiestan y se relacionan entre sí con su dimensión biológica, social y espiritual; ya que las emociones son los medios indispensables que utiliza el enfermo para expresar su sentir más profundo acerca de la situación o acontecimiento, como es el caso de la enfermedad terminal. Según Angelo Brusco10 las emociones impregnan las demás dimensiones del ser humano:

Las emociones y los sentimientos dan calor y sabor a nuestra experiencia, y esto la hace hermosa y a veces difícil. Se trata de una dimensión que impregna a las demás (corporal, intelectual, relacional, espiritual), en el sentido de que cada una de ellas se caracteriza emotivamente y también en el sentido de que las emociones producen una activación en todas las dimensiones.

9 SANDRIN, L; BRUSCO A., y POLICANTE, G. Comprender y Ayudar al enfermo. Segunda edición. Bogotá: Cencapas-Selare, 1991. p. 32-33. 10 BRUSCO, Op. cit., P. 80.

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Esto quiere decir, que las emociones que manifiesta el enfermo terminal, por su misma situación de gravedad, son indispensables dentro de su proceso para comprender su situación y así, poder dar respuesta a sus necesidades expresadas a través de sus temores, el miedo y la ansiedad. A menudo, el enfermo terminal, vive en un estado de miedo y ansiedad porque aún puede desconocer qué clase de enfermedad tiene, no sabe si podrá hacerle frente al dolor, a las consecuencias de los tratamientos o cuáles serán los resultados o el tiempo que va a durar enfermo. Esta situación se describe como la pérdida del control sobre la situación que va acompañada de la desconfianza del enfermo hacia el médico y la familia, ya que puede pensar que se le está ocultando la verdad. Asociando los temores del enfermo terminal a los pocos resultados de mejoría, es inevitable e innegable que en el enfermo se originen múltiples cuestionamientos, dudas y la zozobra de la idea de la muerte como “la mera sospecha de que los síntomas que se tienen o los exámenes practicados puedan poner en evidencia una enfermedad fatal; activa ansiedades, temores, ideas recurrentes y fantasías con respecto al futuro, que desorganiza la vida en forma notable”11. Un reflejo de ello, son las ideas que poco a poco el enfermo se va formulando ante la percepción de la cercanía de la muerte: ¿Qué será lo que tengo? ¿Será algo muy grave?, o ¿Será que me voy a morir? Son preguntas sin respuesta que supone el enfermo frente a su situación. La ansiedad, es una de las emociones que vive el enfermo y se considera una reacción normal en las primeras etapas de la enfermedad misma y del estado de incertidumbre que experimenta. La ansiedad, es el fruto de las excesivas preocupaciones del enfermo frente a su situación de inseguridad o de la gravedad de la enfermedad. Esto acontece cuando el enfermo no es informado adecuadamente de la enfermedad, sus causas y consecuencias. Cuando la sospecha de una enfermedad grave, se confirma a través del diagnóstico médico y es revelado como enfermo terminal, van despertando reacciones como el miedo, la tristeza, el pánico, la incertidumbre y el terror expresadas a través del llanto. Son emociones que envuelven a la persona ante la proximidad de la muerte. Así lo enuncia Angelo Brusco12 acerca de las reacciones emotivas sobre el enfermo terminal: “ante su muerte como un

11 FONNEGRA DE JARAMILLO, Isa. De cara a la muerte. Santafé de Bogotá: Intermedio Editores, 1999. p. 109. 12 BRUSCO, Op. cit., P. 137.

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acontecimiento real y próximo, se producen en el ser humano una serie de reacciones, pérdidas, necesidades y temores”. Ante la revelación del diagnóstico y su gravedad, la reacción emotiva que sigue es la depresión, como actitud permanente en el enfermo terminal; ya que puede sentir que está perdiendo algo importante como la salud, su vida familiar y social. El enfermo terminal al ver que todo se esta acabando, su misma vida, son motivos suficientes para actuar de manera desconsolada y depresiva. Es innegable que quien sufre una enfermedad terminal se deprima por su situación de decadencia; es una emoción que se suscita después de las primeras manifestaciones de la enfermedad y del conocimiento sobre el diagnóstico como una enfermedad con pocas expectativas de curación. La persistencia del enfermo terminal, en ideaciones suicidas e intentos de suicidio, consisten en la actitud depresiva, surgiendo en él, la idea de la muerte que empieza a rondar el pensamiento del enfermo por las circunstancias de dolor, de desesperación o de la insistencia en nuevos tratamientos, son sucesos que pueden llevar a la persona enferma a tomar decisiones para terminar con su sufrimiento. El enfermo puede expresar e indicar que ya no quiere vivir más, que se le deje morir, que se acabe con su vida. Otra de las reacciones del enfermo terminal es la agresividad, esto puede ocurrir por la inadaptación al medio hospitalario, por su incapacidad frente a la situación de enfermedad; el tener la sensación que ha perdido el control y que depende de otro para su higiene, para vestirse, para sentarse, para tomar los alimentos; ya que ante cualquier acción que va emprender en su situación como enfermo, puede sentirse inútil y, por consiguiente, expresa ira, rabia y actúa con agresividad. La actitud de agresividad que puede tener el enfermo terminal, no siempre es contra su situación de enfermedad, también puede ser descargada en quienes le prestan una atención médica y de manera especial sobre la familia. Es importante detectar las etapas de la emotividad, que en ese momento el enfermo puede comunicar al médico, a la enfermera, al familiar, al sacerdote, al agente pastoral o a quien continuamente lo está acompañando y de esta manera ofrecerle las ayudas oportunas, donde las emociones proporcionen seguridad, comprensión, confianza, compañía, respeto, dignidad y amor.

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Según la doctora Kübler-Ross13, para la comprensión de la vivencia del morir nos presenta ciertas respuestas emocionales en forma de etapas. Pero estas etapas no se manifiestan con la misma secuencia en todos los enfermos, suelen tenerse la experiencia de manera aleatoria, no en un orden previsto: Negación: es un mecanismo de defensa que ante el impacto o shock, al conocer el diagnóstico de la enfermedad terminal, el enfermo empieza a ser incrédulo o ha negarse que sea realmente ese el veredicto médico. Rabia: es una de las emociones donde la persona, por su situación de enfermedad, pierde el control de sí mismo y, el depender de otros produce en el enfermo un comportamiento agresivo. Negociación: es la etapa donde el enfermo tiende a negociar con Dios, con la vida o con los médicos, su curación a cambio de buenas obras, promesas, sacrificios y hasta la conversión de vida. Depresión: es cuando el enfermo está triste, desconsolado, ya por su frustración ante la enfermedad o que la negociación no dio ningún resultado. A medida que la enfermedad avanza, la depresión aumenta, entonces empieza a sentir que está perdiendo su vida, la familia, sus sueños o proyectos.

Aceptación: cuando el enfermo es consciente de que ha pasado por la experiencia de las anteriores etapas y que las ha superado, es capaz de hablar y expresar con tranquilidad la aceptación de su muerte. Se hace necesario en el enfermo terminal, el acompañamiento en el proceso de aceptación de la muerte, de lo contrario, si no prestamos una atención oportuna, el enfermo puede permanecer negativo, enfadado, luchando contra su muerte y quizás muera solo, sin tener con quien haber compartido sus sentimientos, sin dejar sus asuntos en orden, sin la posibilidad de haberse reconciliado y preparado para el encuentro definitivo con Dios. Ya en los estados depresivos altamente significativos, el enfermo terminal requiere de tratamiento psiquiátrico y psicoterapéutico.

13 AGUIRRE, Op. cit., p.90.

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1.3 Dimensión social El ser humano es un ser social cuando es capaz de interactuar con otras personas dando origen a la cultura, a las creencias, a las costumbres que se van construyendo por medio de un grupo de personas hasta conformar una sociedad. La persona “esta siempre en relación con otras personas, con el mundo, con los valores que la trascienden, con los ámbitos de la vida humana”14. La persona está necesitada de otras personas en relación con el mundo, con su vida, en fin, con su entorno social para poder sobrevivir y desarrollarse en una vida realmente humana. La enfermedad acontece en la vida de la persona y es posible que afecte el orden social, ya que puede sufrir no solo a nivel biológico orgánico, sino también puede verse interrumpida sus relaciones con la familia, con el mundo y con su vida. Según Sandrin15 la enfermedad pone en crisis las relaciones con la familia:

La enfermedad interrumpe y desorganiza el ritmo habitual de vida, pone en crisis las relaciones con el propio cuerpo y con el mundo en donde vive el individuo; es una situación que modifica o hace perder los compromisos profesionales y familiares que definen la posición de cada uno en el contexto social

Es decir, se trata de una experiencia vivida en el plano social, donde el enfermo terminal se siente impotente para seguir respondiendo por la familia, para cumplir con la responsabilidad de su trabajo o de los estudios a nivel profesional. Esta situación vivida por el enfermo influye en la vida diaria de la misma familia desubicándolos de los propios deberes sociales. Así mismo, la familia, los amigos y el contexto hospitalario son elementos que rodean e interactúan de manera especial con el enfermo y, pueden responder con empatía a que el enfermo terminal pase sus días acompañado, escuchado y comprendido, sintiéndose tranquilo al contar con una presencia que no lo abandonará. En la mayoría de las ocasiones los enfermos terminales tienen dificultades en su dimensión social, que desafortunadamente son realidades que le preocupan y que aún están sin resolver. Podemos mencionar en el contexto

14 BRUSCO, Op. cit., P. 81. 15 SANDRIN, L. Op. cit., P. 30.

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social, los bajos recursos económicos, que son una dificultad para iniciar, continuar o pagar los tratamientos. La marginación por parte de familiares y amigos que lo llevan a morir en la soledad y los conflictos familiares o problemas interpersonales aún por solucionar; todos estos factores sociales están relacionados con la familia. Sandrin16 afirma que: “En efecto, no sólo pone en peligro la estabilidad económica y social de la familia sino también la relacional y emotiva: cuestiona el equilibrio alcanzado y puede hacer renacer viejos problemas de relación no resueltos y adormecidos”. Es un hecho frecuente constatar en los hospitales, a muchos enfermos terminales y sus familias en altercados frente al problema económico de no poder cancelar el tratamiento, los medicamentos o la estadía del enfermo en la institución de salud, es una problemática que le preocupa y está latente en la realidad del enfermo y, por ende, en nuestra sociedad. La enfermedad terminal, también puede provocar la marginación o el rechazo hacia la persona enferma; esto puede acontecer por dos razones: la primera es cuando la familia quiere evadir toda responsabilidad económica para satisfacer las necesidades de la persona enferma, la segunda es la discriminación o rechazo hacia los enfermos; por ejemplo, en el caso de SIDA quien experimenta el sentimiento de marginación por parte de la sociedad, de la familia y hasta de los mismos trabajadores de la salud, al ser juzgado por la enfermedad como una situación que provocó el mismo enfermo con su comportamiento sexual. Ambas situaciones son críticas, ya que pueden traer como consecuencia el abandono hacia el enfermo y éste puede llegar a percibirse como un estorbo y un peso para sí mismo, para la familia y para la sociedad. La familia puede llegar a huir de la realidad de la enfermedad, hasta llegar al punto de abandonar definitivamente al enfermo: “A veces la familia no logra sostener el peso de la enfermedad del pariente, que vive como amenaza para su integridad. Tiende a negar la enfermedad, se demuestra incapaz de aceptar la realidad y comprenderla. Esto puede llevar hasta el rechazo del enfermo y a hacer varios intentos para liberarse de él” 17. En el trascurso de la enfermedad terminal algunas dificultades comúnmente suelen ser descargadas con agresión hacia la misma familia. Por ello, la familia es un elemento importante para tratar de dar solución a las necesidades que la involucran personalmente con el enfermo como la comprensión, compañía y aceptación de la muerte. Según Aguirre18, para dar 16 Ibíd., p. 63. 17 Ibíd., p.64. 18 AGUIRRE, Op. cit., p. 437.

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solución a las dificultades entre el enfermo y la familia, se hace necesario que cuenten con un apoyo que les ayude a llevar la experiencia de la enfermedad, la muerte y de otras crisis posteriores:

El paciente terminal es un miembro de una familia cuyas reacciones están íntimamente ligadas entre sí. La forma como se le atiende y el apoyo que se presta a las personas que le rodean tiene una importante influencia sobre la solución de algunas de sus necesidades de esta fase de la enfermedad, el duelo y su adaptación a crisis posteriores.

Es así como la familia no puede ser ajena a las necesidades del enfermo terminal para ayudarlo a enfrentar las dificultades y a aceptar la muerte. Posteriormente, ante la muerte del ser querido, surge la necesidad del proceso del duelo para la familia; la no vivencia del duelo y la negación por parte de la familia frente al ser fallecido acarrea situaciones que desestabilizan física, emocional y socialmente la relación de armonía y de orden familiar ante la muerte de uno de sus miembros. Esto nos induce que ante dichas necesidades, también la familia amerita un acompañamiento humano y cristiano. 1.4 Dimensión espiritual La dimensión espiritual del ser humano comprende sus creencias, los valores, la necesidad de encontrar un sentido a la vida y la búsqueda de lo trascendente como única respuesta a las preguntas acerca de nuestra existencia. Pero, la espiritualidad cristiana tiene como único fundamento la búsqueda de Dios, el seguimiento de Jesús y la vivencia del Espíritu que han de realizarse en la fe, la esperanza y el amor. La espiritualidad cristiana es un estilo de vida que parte de la experiencia de fe; imitando a Jesucristo, a través de su Evangelio como cristianos, dando una respuesta de amor que se refleja en la relación con Dios, con nuestro prójimo y que envuelve nuestras vidas. Virgilio, Grandi19 nos presenta la siguiente definición acerca de lo que se entiende por espiritualidad:

El término “espiritualidad” indicaba en el siglo pasado y en los primeros decenios de éste un esfuerzo interior, reflexivo y ascético destinado a conseguir la unión mística con Dios. Hoy se entiende especialmente como un modo o un estilo de vida, inspirado en el misterio de Cristo, vivido en relación personal con Dios y en una relación de amor hacia los hermanos.

19 GRANDI, Virgilio. Espiritualidad Camiliana. Santafé de Bogotá: Cencapas, 1996.

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La espiritualidad cristiana, es única en su estructura de valores y de creencias que envuelve la vida de todo ser cristiano y, que se lleva a cabalidad en el seguimiento a Jesucristo a través de su vida y obras; que nos revelan un estilo de vida que dignifica la condición humana. Es la práctica del amor en el compromiso por el bien de los hermanos, es la causa por los pobres y sin arrojarla al olvido es también la motivación y la mística que inspira a la construcción del Reino. Así describe Angelo Brusco20 la espiritualidad como dirección que unifica la vida del ser humano: “una dirección unificadora se realiza en torno a algunos elementos de nuestra persona que podríamos indicar como dimensión espiritual: la respuesta a la pregunta sobre el sentido de la vida, los valores más importantes que orientan nuestras opciones, las creencias de naturaleza filosófica y religiosa”. La experiencia cristiana es “la forma envolvente y unificadora de entender toda la vida: Dios, el hombre, la muerte, el universo, la historia, el amor”21, es el resultado de la integración de toda la persona humana, de su estructura, de sus dimensiones unificándola o dignificándola a través de la relación interpersonal con Dios. Por esta razón, no hay que separar la espiritualidad de la vida, de la realidad y del compromiso; ya que es la misma experiencia humana, en la cual Dios se hace presente suscitando la espiritualidad. La experiencia cristiana de Dios se da a través de la historia humana, de los acontecimientos personales y colectivos. No podemos referirnos a la espiritualidad, si la separamos de nuestra condición humana; por ello, es importante que la experiencia cristiana sea vivida “bajo la acción del Espíritu”22. Significa actuar conforme a la acción liberadora de Jesucristo sobre el pecado, la pobreza, la enfermedad y todo aquello que afecte la integridad del ser humano. Pues, la espiritualidad cristiana, también está centrada en el hombre y en la búsqueda del amor fraterno; es la entrega al servicio del reino en la historia y en la sociedad. Es así como la experiencia de Dios se hace inseparable del compromiso humano para con en el prójimo, el pobre, el sufriente y el enfermo. Según, Segundo Galilea “la espiritualidad cristiana puede considerarse como un humanismo. La plenitud del humanismo. No hay ninguna exigencia o experiencia cristiana que no sea humanizante y los caminos del Espíritu no serían auténticos si no condujeran también a la

20 BRUSCO, Op. cit., P. 82. 21 GAMARRA, Saturnino. Teología Espiritual. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos. 1994. P. 37. 22 Cf. Juan Pablo II. Enc. Dominumet vivificantem. Sobre el Espíritu Santo en la Vida de la Iglesia y del Mundo. 1986.

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liberación humana” 23. Ciertamente, la espiritualidad cristiana cuando se encarna en las situaciones reales y concretas, ha de dar una respuesta práctica que nos comprometa con la humanidad en el amor. Esta descripción sobre la espiritualidad también concierne a la experiencia de los que viven en una situación límite, aquellos que sufren la experiencia de una enfermedad terminal. Es la situación de enfermedad, la que repercute en las demás dimensiones impidiendo la armonía de la estructura de toda la persona que lo define como ser humano y, por ende, ser espiritual. Además, la experiencia cristiana del enfermo ante la situación de gravedad, no es un complemento que apareció, sino que se trata de una espiritualidad que ha estado presente junto a las demás dimensiones como experiencia de la propia vida con Dios. La espiritualidad cristiana puede ser vivida por varios estados o momentos, que por la condición de enfermedad, puede poner a prueba la fe religiosa del enfermo terminal, es así como aparece la necesidad de culpar a Dios por nuestro dolor; por ello, van surgiendo interrogantes, dudas y emociones acerca de la vida, el sufrimiento y la muerte. Según Robert Buckman, las propias convicciones religiosas pueden ser puestas en duda para quien se encuentra afrontando una enfermedad terminal: “hay que sopesar atentamente las opiniones religiosas, cuando una persona se encuentra afrontando la muerte, un acontecimiento que pone a dura prueba la fe religiosa, mucho más que cualquier otro hecho de la vida” 24. La fe religiosa puede ser vivida de manera muy personal y variar de una persona a otra, ya que también algunos enfermos pueden tener una sólida y coherente fe religiosa, que lo sostiene, anima y no entra en conflicto con relación a Dios. Es en la experiencia del enfermo donde surge la necesidad de ir caminando hacia la relación interpersonal con Dios, a través de la interiorización como la capacidad que tiene la persona de encontrarse consigo mismo para profundizar su estado de vida. Tienen que ver con el vacio interior que el enfermo terminal puede estar experimentando, como el sin sentido de la vida, de su situación, de su crisis de enfermedad y de la ausencia de Dios. También se hace necesario, para el enfermo terminal, la reconciliación consigo mismo, con su prójimo y con Dios. Se trata de la actitud de reconocer los propios errores, de la necesidad de vivir un proceso de auto 23 GALILEA, Segundo. El Camino de la Espiritualidad. Bogotá: Ediciones San Pablo. 1994. P. 76. 24 BUCKMAN, Robert. ¿Qué decir? ¿Cómo decirlo? Dialogando con el paciente terminal. Santafé Bogotá: Cencapas- Selare, 1993. P. 157.

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perdón, de perdonar y ser perdonado por las heridas causadas, las injusticias, las envidias, de volver a confiar en la misericordia de Dios como dador de la paz. El enfermo necesita sentir la comunión y la solidaridad, ante las circunstancias de rechazo o abandono, necesita mantener la esperanza para poder enfrentar los momentos difíciles de dolor y sufrimiento y, la necesidad de seguir teniendo fe en sus creencias cristianas como la promesa de la resurrección y la salvación. Así mismo que el enfermo terminal tenga la oportunidad de poder expresar la vivencia interior de lo espiritual; para ello, se hace necesario el acompañamiento espiritual que brinde los espacios de oración, de la lectura bíblica, de la vida sacramental, en la celebración de los sacramentos de curación y de la Eucaristía. Son necesidades de la dimensión espiritual del enfermo terminal que al “analizar su experiencia religiosa, descubrimos claramente en ellos la necesidad de sentir el perdón, la comunión, la esperanza y un Dios que llene el vacío interior que pueden sentir después de toda una vida”25. Son medios humanos y cristianos que suscitan en el interior de la persona: el cambio de vida, la fraternidad, la apertura de corazón hacia Dios y que se transforman en espiritualidad como camino hacia la plenitud de la vida eterna. Hace parte de la experiencia con Dios, la contemplación por medio de la oración, como el dialogo interpersonal que se establece con Dios, es el momento espiritual e íntimo del enfermo terminal al expresar sus sufrimientos y esperanzas; que le pueden proporcionar el alivio espiritual frente a la crisis que vive. También los momentos de oración donde el enfermo relata y expresa con emociones la situación de dolor, tendría un efecto terapéutico que al descargar las tensiones, animaría al enfermo y aliviaría su sufrimiento. Es primordial, en la espiritualidad cristiana, la lectura o escucha atenta de la Palabra de Dios, ya que el enfermo terminal puede sentirse identificado con las experiencias de enfermedad, sufrimiento y dolor del pueblo de Dios y de las primeras comunidades cristianas. Permitiendo que la Palabra de Dios, fortalezca la fe del enfermo para afrontar con esperanza el sufrimiento. La espiritualidad cristiana es sacramental, porque los sacramentos van creando el camino y van acompañando los momentos más densos y 25 BERMEJO, José C. Sida, Vida en el Camino. Madrid: Ediciones Paulinas, 1990. P. 104.

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cruciales de la experiencia de fe del cristiano “desde la iniciación del bautismo hasta los ritos de la muerte. Muy especialmente los dos sacramentos reiterables y de participación habitual (la eucaristía y la reconciliación) son los momentos más fuertes y eclesiales de la vida cristiana”26. Con los sacramentos de curación, la experiencia cristiana del enfermo terminal se encamina a la vivencia, participación y celebración de los sacramentos de curación; que tienen como función reconfortar el espíritu, ofreciendo la salvación de Cristo y de esta manera suscitar la fe, ayudando al enfermo a captar la presencia de Cristo para que viva en esperanza la situación de enfermedad. Los sacramentos de curación insertan al enfermo en el proyecto de salvación, para que, a pesar de su debilidad, sea sostenido y encaminado con Cristo hacia la resurrección. El enfermo terminal, que vive una experiencia cristiana, encontraría en Jesús, como Aquel, que vivió el sufrimiento y la muerte como experiencias humanas y, quien dio sentido a la trascendencia de la vida a través de la resurrección; Por ello, Jesús se hace presente en el sufrimiento humano para acompañar a enfrentar todo mal, enfermedad, dolor y sufrimiento por medio de su mensaje de sanación, de salvación y de amor.

26 GALILEA, Op. cit., P. 97-98.

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2 DIMENSIÓN BIBLICA Y TEOLÓGICA DE LA ESPIRITUALIDAD EN RELACIÓN CON EL ENFERMO EN FASE TERMINAL

La vida humana está permanentemente amenazada por múltiples realidades donde se constata la fragilidad humana; es decir, aquella condición, como seres limitados y finitos. El cristiano ante la experiencia de situaciones limites como la enfermedad, el dolor, el sufrimiento y la muerte, se cuestiona profundamente desde sus creencias espirituales y religiosas la concepción de un Dios Misericordioso, Justo y Compasivo. Así mismo, en la Sagrada Escritura, la enfermedad y su curación son presentadas como situaciones personales y acontecimientos que se insertan en la vida de cada persona. Donde Dios es el centro de las muchas preguntas, con relación a la salud y la enfermedad influyendo radicalmente en la vida del ser humano. Para el cristiano, que sufre una enfermedad terminal, le es difícil encontrar a través, de la Sagrada Escritura, una comprensión e interpretación a la luz de la fe, que lo ilumine dando un mayor sentido a su situación de sufrimiento. Y se convierte en un reto para la acción pastoral y litúrgica, el saber realizar un acompañamiento a nivel humano y cristiano que responda a las necesidades, dudas e inquietudes sobre el proyecto de Dios en su historia de vida y de salvación. En la Sagrada Escritura, como fuente principal de la Revelación divina, encontramos algunas apreciaciones sobre la enfermedad, que por la experiencia humana fueron interpretadas como consecuencia del pecado. Pero hay que considerar que en la Sagrada Escritura, también encontramos progresivamente una concepción de Dios que no permanece indiferente ante el sufrimiento humano y esto se viene a constatar con su Hijo Jesucristo quien durante su vida luchó contra las enfermedades, perdonó, alivió y dio consuelo en beneficio de la salud humana. Es Jesucristo, el Dios de la vida porque libera y no quiere vernos oprimidos por ningún mal; por ello, “la revelación de Jesús: su vida, su muerte y su resurrección es toda una palabra de liberación que revela a un Dios bueno, cercano, quien no sólo es el Dios de la vida cuando la crea y la da, sino también cuando la defiende, la conserva y la impulsa”27. Es a través de Jesucristo que se va descubriendo y manifestando el amor de Dios por la humanidad. Por eso los pecadores, los pobres, los excluidos, los sufrientes y los enfermos lo buscan porque Él tiene palabras de sanación y de salvación.

27 TARRARA, Op. cit., P. 86.

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Actualmente, para algunos, la enfermedad es consecuencia del abuso de la libertad, creando una cultura del mal, del dolor y de muerte en nuestra sociedad, en la misma historia humana. Es así, como el sufrimiento humano, no es ocasionado por Dios, sino que es el fruto de las decisiones y actos humanos que eligen el mal. En otras palabras, es el mismo ser humano que se extravía de los mandatos de Dios, quien abandona el camino del bien señalado por Dios dador de libertad, vida y esperanza. Desde la Sagrada Escritura, como fuente de la Revelación divina, partiendo del dato de la fe, podemos llegar a interpretar y comprender el misterio del sufrimiento humano a través de un horizonte teológico y espiritual, de misericordia, de perdón, de sanación, de salvación y de resurrección que nos ayude a iluminar la enfermedad y la muerte; haciendo de este sufrimiento una experiencia profunda con una visión más espiritual y humana. De esta consideración vamos a partir, para ir profundizando la experiencia de la enfermedad, el sufrimiento y la muerte en la perspectiva de la Revelación bíblica. 2.1 La espiritualidad y la enfermedad en el antiguo testamento El Antiguo Testamento es un libro sagrado; donde la experiencia vivida por el pueblo y reflejada en la vida de algunos hombres, nos ayuda a descubrir a través de su lectura e interpretación que Dios está presente en la fragilidad humana. Un Dios que camina en la historia del pueblo escogido, el pueblo de Israel, pero que a la vez le van atribuyendo los acontecimientos más importantes, los cotidianos y los personales: la vida o la muerte, la enfermedad o la sanación, la guerra o la paz, las desgracias o bienes. Como lo expresa Luis López28:

En ellos, los autores sagrados presentan a Dios cercano al hombre, quien progresivamente le van atribuyendo a El todos los acontecimientos de su vida y de su historia: la felicidad o la tristeza; la abundancia o la miseria; la alegría o el llanto; la larga vida o la muerte; la tranquilidad o el sufrimiento y el dolor.

Gran parte de la ley del pueblo de Israel está relacionada con las normas creadas para prevenir y evitar cualquier contagio o contacto que los hiciera impuros. Por esto, surgen las prohibiciones de comer la carne de ciertos

28 LOPEZ, E. Luis y OROZCO, Pablo. Acompañamiento Humano y Cristiano a los enfermos de SIDA. Santafé de Bogotá: SELARE, 1995. P. 74.

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animales como el cerdo, el buitre, el camello (Lv 11,1-47). La prohibición de no tocar los enfermos de lepra (Lv13) y los cadáveres. Se resalta dentro de las normas del pueblo de Israel, el origen higiénico y por ende, puritano de la forma de vida religiosa como parte de las leyes rituales que cada israelita debía guardar como señal de la Alianza con su Dios (Gn 17,10-14). Son aspectos existenciales y religiosos, que implican no sólo la purificación del cuerpo, sino también que implica el espíritu y todo el ser del hombre en su experiencia teocéntrica. En el ámbito de la doctrina tradicional de la religión judía, se tenía la mentalidad de la llamada doctrina de la retribución que consistía, en que si el pueblo o el hombre respetaba la alianza o los mandatos de Yahvé, recibiría muchas bendiciones que se verían reflejadas en la vida a través de la salud, los hijos, los bienes y larga descendencia; por el contrario, si se actuaba con desobediencia a la ley de Dios, recibiría muchos males o castigos que representaba la consecuencia del pecado. Podemos citar varios libros de la biblia donde hacen referencia a la abundancia de la vida como una bendición de Dios que cobija a quienes respetan y cumplen los mandatos de Yahvé-Dios (cf. Ex 20, 12; Dt 5, 16.33; 6,2; Prov 3, 1s; 9, 10-11; 10, 27). Estos males o desgracias eran: las pestes, las plagas, las enfermedades y las muertes, tanto humanas como del ganado, eran interpretadas por el israelita como manifestación de la maldición por parte de Dios sobre los malvados. Algunas citas bíblicas con relación al destino del hombre justo y del impío (cf. Sal 37, 2.36; 49,15; 73,20; 129, 6; Prov10, 27; Qo 8,13). Sin embargo, a través de la doctrina de la retribución, no se explicaba como una persona justa y cumplidora de la ley de Dios sufría males, por qué era castigado. Lo mismo ocurría con aquellos que obraban mal, que desafiaban los mandatos de Dios, que eran injustos pero que gozaban de salud, con abundancia de riqueza y prosperidad (Sal 73). A lo largo de todo el Antiguo Testamento, encontramos intentos del pueblo de Israel, por comprender el misterio de la enfermedad, el sufrimiento y la muerte; pasando desde la retribución a las protestas contra el sufrimiento de los justos e inocentes y contra la imagen de un Dios cruel causante del mal. Todo esto lleva a pensar que a través de la experiencia el Pueblo de Israel fue comprendiendo en su historia, que Yahvé es el Dios de la vida, que crea, que libera y da esperanza.

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El Antiguo Testamento, antes que ofrecer una respuesta al misterio del sufrimiento humano, lo que nos ofrece es la experiencia humana, ante dicha realidad, pero vista desde la perspectiva de las creencias, de la fe, de la Alianza pactada entre Dios y su pueblo para encontrar un sentido a la vida, al sufrimiento y a la misma muerte. El Antiguo Testamento, suscita en todo creyente la presencia de un Dios cercano, que no abandona, ante los sufrimientos, a sus servidores sino que los fortalece para emprender el camino de la fe y la esperanza en las situaciones más graves o criticas; así lo demuestran libros como los profetas y los salmos, cuyo contenido teológico y espiritual, en relación al sufrimiento, son momentos de incertidumbre pero también de una gran experiencia de Dios como salvador y sanador. 2.1.1 El libro de Job El libro de Job, nos relata el problema del sufrimiento, presentándonos otra visión acerca de la enfermedad. ¿Por qué el sufrimiento del justo, el origen del mal y la justicia de Dios con relación a la vida de los hombres? El personaje Job, es un siervo de Yahvé, que se supone vivió en la época patriarcal, que vivía rico y feliz, pero que luego sufre de manera injusta; despojado de sus bienes, enfermo, tentado a maldecir a Dios, actúa con rebeldía y espera una respuesta por parte de Dios. Pero también Job, puede ser una figura convencional; es decir, el símbolo del sufrimiento del inocente frente a la imagen de la justicia de Dios. Lo importante de Job es su enseñanza. Su extenso diálogo nos refleja una protesta frente a la tradición, cuestiona la doctrina de la retribución y finalmente es considerado como un gran justo, que se había mantenido fiel ante las pruebas. Este libro y su contenido espiritual nos ayudaría a vislumbrar nuestra acción pastoral para con los enfermos terminales, pues demuestra que la tradición judía no es perfecta, que hay equivocaciones y que el sufrimiento no siempre es un castigo por la maldad humana. Este libro, según la Biblia de Jerusalén29, está estructurado en cinco partes: La 1ª parte inicia con un prólogo en prosa que consta de los capítulos 1 y

2, donde se desarrolla las pruebas que Satán pone a Job para probar su fidelidad a Yahvé.

29 BIBLIA DE JERUSALEN. Nueva edición revisada y aumentada. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1998. P. 857-907.

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El prólogo del libro de Job, nos presenta las características de un servidor fiel a Dios, bendecido con la abundancia de bienes e hijos. Job es un hombre íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal; pero es Satán quien pone a prueba a Job destruyendo su ganado, sus bienes y sus hijos. Aunque Job sigue fiel a Dios, su vida sigue siendo trágica, ya que, aparece una enfermedad caracterizada por úlceras malignas. Y es incitado por su mujer a maldecir a Dios por todo su sufrimiento. También se hacen presentes para consolarlo tres amigos; Elifaz, Bildad y Sofar.

La 2ª parte inicia con los discursos sobre el sufrimiento de Job y la

confrontación de sus tres amigos Elifaz, Bildad, Sofar. Consta de los capítulos 3 al 31.

En esta segunda parte, Job empieza a hablar acerca de sus sufrimientos, maldice el día de su nacimiento y expresa que hubiera sido mejor no conocer la luz, para así evitar todo sufrimiento.

Elifaz empieza a confrontar a Job, a través de una serie de cuestionamientos sobre la predicación que daba antes de sus desdichas. Por ejemplo: ¿Dónde quedaron las lecciones de Job que animaban, robustecían al débil y al inseguro? Elifaz cuestiona la sabiduría de Job, diciéndole que no es capaz de ponerla en obra consigo mismo. ¿Dónde quedo la confianza, la integridad y la esperanza de Job?, Elifaz le reprende a Job por su forma de hablar igualándolo con el malvado y reclamándole que regrese a Dios.

Job, sigue poniendo en primer lugar, su situación de malestar, sus deseos de morirse; al acostarse piensa cuando será el día de su muerte, no ve esperanzas, no ve salidas ante su enfermedad.

Entonces Bildad le recuerda a Job, que debe recurrir de nuevo a Dios, ya que, si él ha sido fiel, Dios velará por su siervo. Porque Dios no extiende la mano sobre los malvados; pero Job, responde a Bildad, reconociendo las maravillas que Dios ha hecho a través de la creación y se percata de que Dios castiga tanto a culpables, como a inocentes. Job intenta reponerse de su situación, aunque, sigue sintiéndose oprimido por Dios, piensa que Dios está molesto por algún pecado, por alguna acción mala.

El otro amigo, Sofar, reprende a Job diciéndole que todo lo que ha reclamado, sus intentos por encontrar una respuesta, su inconformismo son insulto hacia Dios y por ello no escucha su lamento; que la sabiduría de un hombre no se puede comparar con la sabiduría de Dios. Job, responde que

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se siente burlado por sus propios amigos, que no son capaces de comprender su situación de enfermedad, no dejan expresar el clamor de dolor hacia Dios en busca de respuestas y Job sigue sin comprender por qué vive esta situación siendo justo.

Job, continúa expresando que se siente agobiado por los discursos de sus amigos; porque no comprenden su sufrimiento, no entiende la gravedad de todas sus desgracias. Viendo más cercano el día de su muerte, no tiene esperanzas, los argumentos que le dan le parecen vacios, su situación le obliga a responder con la impaciencia. Además, la enfermedad de Job ha llegado a tal punto, que el aliento, el estado físico, les repugna y les da asco a sus propios hermanos.

Bildad, sigue con su discurso, afirmando que el hombre no puede igualarse a Dios, que Dios impone su soberanía y por tanto porque el hombre ante el misterio divino es comparado como un gusano. Job reconoce la grandeza de Dios en las obras que realizó en él, cuando gozaba de salud, cuando todos lo admiraban y respetaban, porque Dios estaba a su lado y lo bendecía. Entonces Job se defiende ante su situación diciendo que, ha cumplido con los mandatos establecidos por Dios, que es un hombre justo, pero que ahora se ríen de él, se alejan por su enfermedad y lo humillan. La 3ª parte continua con el discurso de Elihú y el fracaso de los tres

amigos de Job. Va desde el capítulo 32 al 37.

Elihú, se encontraba dentro del discurso callado, dando la oportunidad de que los más ancianos vislumbraran en sabiduría; pero Elihú les expresa que está molesto porque los tres hombres no habían sabido responder a las preguntas de Job. Elihú retoma el diálogo acercándose a Job, sintiéndose identificado con sus dolencias, rescatando en primer lugar, la fragilidad humana. Aclara que no hay que molestarse con Dios, porque Él nos puede hablar de muchas maneras, que vela e intercede por el abatido y será Dios quien salvará a Job de las garras del abismo y al haberle devuelto la salud, su juventud, proclamará y será testimonio de la misericordia de Dios. Elihú, explica que a Dios no hay que ponerle elementos de maldad, injusticia y castigo; por el contrario, buenos y malos son obra de Dios, no se ve afectado por los muchos delitos, pero entre los hombres si. Elihú termina diciendo que, Dios es poderoso más no indiferente, que no deja vencer al malvado, ni aparta de sus ojos al justo y hace justicia a los pobres. La 4ª parte es un discurso de Yahvé y la respuesta de Job. Que va del

capítulo 38 al 41.

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Dios se revela como Aquel que, siempre estuvo al lado de Job, quien se hizo presente en su vida. Donde los designios y el trabajo de Dios consistieron en proteger a Job y nunca abandonarlo. Dios habla de su sabiduría manifestada en su creación, e sus criaturas, en el mismo hombre y en sus obras, a las cuales ningún hombre puede resistir ni juzgar. Job reconoce que Dios todo lo puede, que realiza proyectos en la vida de los hombres; sintiéndose arrepentido, se retracta por la forma de reclamar a Dios, sintiéndose protegido por Dios para vencer sus sufrimientos.

Y finaliza con una 5ª parte que, es un epílogo, en prosa también,

donde se narra la restauración de la situación de Job, por su confianza en Yahvé. Va desde el capítulo 42, 7-17.

En este Epílogo, Dios se enfada con los tres amigos de Job, quienes no fueron capaces de hablar bien de Él, como si lo hizo su siervo y quien no lo considero malvado. Después, Dios cambió totalmente la suerte de Job, duplicando sus bienes, dándole hijos y una larga vida. También la familia busco a Job para ayudarlo y consolarlo en sus sufrimientos. Finalmente Job comprende que la sabiduría de Dios puede dar otro sentido a las realidades del sufrimiento y la muerte.

Teniendo en cuenta la anterior estructura, podemos hallar a través de la Sagrada Escritura, elementos de la experiencia cristiana o de espiritualidad para el que sufre una enfermedad terminal.

El buen cristiano se caracteriza, al igual que Job, en llevar una vida consagrada a la familia, al trabajo y a Dios; confiando en que sus acciones son obras que agradan a Dios y, por ello, es bendecido. Pero, ante la realidad de sufrimiento puede verse resquebrajado y abandonado por Dios; pero quizás como Job, ante una fe sólida, el enfermo aún mantiene la esperanza de que Dios lo protegerá. También, la familia es un elemento importante, ya que puede condicionar el estado de ánimo y de decisión del enfermo, tal como la mujer de Job, que no quiere responsabilizarse de la enfermedad de su esposo y prefiere maldecir a Dios y desearle la muerte a Job. Una realidad donde los enfermos terminales muy a menudo son abandonados por sus mismos familiares evadiendo sus cuidados, gastos y demás responsabilidades. En el caso de Job, son los amigos los que aparecen para dar consuelo ante sus desgracias; esta acción de acompañar y de hacer propio el dolor de Job, es la actitud del pastoralista que ante un hecho tan grave, como lo puede ser una enfermedad terminal, en primer lugar no interrogan, ni aconsejan ante las desgracias de Job, sino que

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guardan silencio, también como signo de respeto ante el dolor y el sufrimiento del hermano. Quien experimenta una enfermedad terminal puede verse envuelto en la desesperación por la gravedad de su situación, tal como Job, que empieza a hablar y a maldecir el día de su nacimiento, anhelando el día de su muerte. Los amigos de Job, como muchos agentes de pastoral, familiares, amigos y personal médico, quieren dar una respuesta a las inquietudes acerca del por qué de la enfermedad, del sufrimiento y de la muerte; pero en realidad nos puede pasar como a los amigos de Job, que en vez de ayudar y dar consuelo, lo que hacemos es estropear el proceso de la relación de ayuda que podemos llevar con el enfermo terminal. Así, el sufrimiento, se convierte en la oportunidad de fortalecer la confianza y la fe en Dios. También el enfermo terminal, manifiesta como Job, todo lo que siente por su enfermedad, sus preocupaciones, su dolor, sus pensamientos de rebeldía y quizás hasta el sentirse culpable por la enfermedad que sufre. Ante la enfermedad terminal, sin ver mejorías se pierden las fuerzas, las esperanzas, esperando el día de la muerte. Ante la acción pastoral, para con enfermos terminales, podemos fallar tal como les sucedió a los amigos de Job; quienes no eran muy conscientes de la gravedad de la situación de Job, no se pusieron en su lugar, le predicaron a un Dios que protege a los justos, pero que castiga a quien lo ha ofendido o cometido pecado. También niegan al enfermo, el derecho de expresar sus emociones, como los temores y angustias por la situación de enfermedad. Si nuestra actuación fuera como la de los amigos de Job, lo único que ocasionaríamos en el enfermo terminal, son otros vacios espirituales o la desvinculación de su experiencia con Dios, entonces nuestra compañía se convertiría en una situación agobiante para el enfermo quien puede rechazarnos o responder de manera agresiva. En algunas ocasiones, el enfermo terminal, puede ser abandonado por la misma familia, los amigos y allegados por diversos motivos como su estado denigrante; que por causas de la enfermedad pueden ser las malformaciones físicas o los malos olores como en el caso de Job. Una actitud con sentido humano y religioso, la encontramos en el diálogo que establece Elihú con Job, al compartirle que Dios no es un Dios de maldad, sino que es bueno, que es justo y escucha las suplicas de su siervo. Elihú entra en actitud empática, identificándose con el sufrimiento humano, ve la realidad de la fragilidad humana, no juzga moralmente al enfermo y reconoce

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que nadie está exento de padecer enfermedades y sufrimientos. Esta actitud, provoca en el enfermo terminal, una concepción de Dios más sana, llegando a comprender que Dios es poderoso más no indiferente, es misericordioso y ayuda al pobre. 2.1.2 El libro de Eclesiastés o Qohélet En hebreo Qohélet30, es el participio del verbo gahal, que significa reunirse, dirigir la palabra. De ahí, la traducción de los 70 y latina que le da la interpretación de Eclesiastés, el predicador. Si hacemos un rápido recorrido al primer capítulo, comienza diciendo: “Palabras de Qohélet, hijo de David, rey de Jerusalén”; Qohélet, puede haber sido un maestro, judío de Jerusalén, un sabio que enseñaba en alguna de las academias o que tal vez lo hacia públicamente (cf. Qo. 12,9). Qohélet como Job, critica la doctrina de la retribución (cf. 3,10-13). También expresa la búsqueda de sentido de la vida, es un hombre con experiencia, un observador crítico de la realidad; ya que, es un maestro del inconformismo. Es cierto que Qohélet no resuelve el problema de la tristeza y el dolor, pero sí propone el bienestar del hombre como don de Dios, no niega a Dios, sólo nos dice que el hombre no puede aprehenderlo, no puede ser escudriñado. Para Qohélet Dios es un misterio y la vida es vanidad, pero sigue siendo un hombre de fe. Para hacer referencia a los males bajo el sol o al sufrimiento, partiré de la visión realista de la vida del ser humano, pero que es criticada por Qohélet; para ello, tendré en cuenta los siguientes fragmentos bíblicos del libro del Eclesiastés, según la Biblia de Jerusalén31: “¡Vanidad de vanidades! –dice Cohélet-, ¡vanidad de vanidades, todo es

vanidad! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol? Una generación va, otra generación viene; pero la tierra permanece donde está”. (Qo. 1, 2-4).

“Comprendo que no hay para el hombre más felicidad que alegrarse y

buscar el bienestar en su vida”. (3, 12). “Y dije para mí: Dios juzgará al justo y al impío, pues hay un tiempo para

cada cosa y para cada acción aquí”. (3,17).

30 Cf. BIBLIA DE JERUSALÉN, Op. cit., p. 955-956. 31 Ibíd., p. 957-966.

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“Todos caminan hacia una misma meta; todos han salido del polvo y

todos vuelven al polvo”. (3,20). “Si en la región ves al pobre oprimido y violados el derecho y la justicia,

no te asombres por eso. Se te dirá que una dignidad vigila sobre otra dignidad, y otras más dignas sobre ambas”. (4, 7).

“Y vuelva el polvo a la tierra, a lo que fue, y el espíritu vuelva a Dios, que

lo dio”. (12, 7). La experiencia de Qohélet, nos ayuda a profundizar las realidades humanas y la tendencia hacia lo espiritual; proporcionándonos pautas en la fe para el que vive una enfermedad terminal. Es la condición del ser humano como ser limitado, finito y cuya realidad es efímera. La estancia del hombre es transitoria y por ende todas sus preocupaciones, el trabajo, el dinero y todo el contexto materialista, es el reflejo de vanidades, de todo aquello que es pasajero y sin valor. Podemos decir, que la realidad bajo el sol, el mundo que experimenta el enfermo terminal, es la condición de todo ser humano, la enfermedad, hace parte de la historia del mismo hombre a la cual siempre ha estado combatiendo y ante dicha situación, para el enfermo terminal, la vida, el mundo, la existencia se va, se desvanece como una ilusión. Aquel que goza de salud, de bienestar y fecundidad, según las Escrituras, es una bendición de Dios. Gozar de la salud es una de las prioridades para el ser humano, más aún, para aquel que experimenta el sufrimiento y la enfermedad. La enfermedad, es una realidad que ha acompañado en toda la historia al ser humano y el cual siempre ha luchado contra ella; la enfermedad golpea a cualquier persona sin tener en cuenta raza, ni credo, ni condición social. Para el cristiano, todos somos hijos de Dios; y sólo cuando nos llegue la muerte, regresaremos a la casa del Padre, donde no existe ni el sufrimiento, ni el dolor, ni la enfermedad. Hace parte de las virtudes cristianas, la solidaridad; el velar por el bienestar del prójimo, del pobre, del abandonado y del enfermo. La solidaridad, para el cristiano, es sinónimo de la fraternidad y es la solidaridad un principio ético

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que todo ser humano debe de cumplir para dignificar la vida de los otros seres humanos. Para el creyente, se hace necesario el camino que debe tomar el espíritu hacia el encuentro definitivo con Dios, preparándose para la muerte, con la esperanza de trascender hacia la vida en plenitud. 2.1.3 El servidor sufriente de Yahvé El libro de Isaías es el escrito más grande del Antiguo Testamento y de toda la Biblia, tiene 66 capítulos. Aunque no existe una referencia de cuántos versículos se compone un capítulo, ni de cuántas palabras un versículo, el libro de Isaías sigue siendo el más extenso de la Sagrada Escritura, este libro puede estructurarse en que los primeros 39 capítulos son del auténtico Isaías; los demás son muy posteriores, por lo que se considera como un Segundo Isaías, a quien correspondería los capítulos que van del 40 al 55 y un Tercer Isaías, que iría desde el capítulo 56 al 66. Este libro hace mención al servidor sufriente de Yahvé, al que voy a tratar y que consta de los capítulos 42, 1s; 49, 1s; y 53, 1s; donde se personifica la realidad de sufrimiento del pueblo de Israel, que siendo inocente sufre los pecados ajenos. Pero también hace referencia, de manera implícita, al martirio del Mesías, que por su misión sufriría el dolor y la muerte. También en los evangelistas encontramos algunos versículos que fundamentan que Jesús es el Mesías esperado y que en Él se da cumplimiento a las Sagradas Escrituras (cf. Is. 53 con Mt 26, 63.Jn 1,29. Mt 27, 38. 60, entre otros). Es una predestinación de tipo mesiánica acerca de Jesús, su pasión; sobre Él fueron descargados todos los pecados, llevaba nuestras dolencias y se entrega para nuestra salvación. Se trata de “la revelación de un sufrimiento salvador que pre-anuncia el misterio pascual de Cristo”32. El libro de Isaías nos presenta, en cuatro cantos, el problema del sufrimiento del inocente y que trataré a continuación: Canto primero del Siervo de Yahvé (42, 1-4). En este poema, presenta al

siervo como un profeta, objeto de una misión y de una predestinación divina.

32 DAVANZO, Guido. El Sufrimiento. Dimensión Teológica y Pastoral. Segunda edición. Bogotá: Cencapas-Selare, 1989. P. 26.

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Este poema representa al siervo o servidor de Yahvé, quien tiene como misión ser medio de liberación y salvación para los pueblos, este objetivo podrá llevarlo a cabo con la ayuda de Dios, animado por el Espíritu de Dios a predicar a toda la tierra.

Segundo canto del Siervo (49, 1-6). Este segundo canto insiste en

algunos aspectos de la misión del Siervo, su predestinación, su predicación que traerá luz y salvación.

La misión del servidor consiste en dar a conocer a Dios, no sólo a Israel a quien debe reunir, sino también extender su mensaje a otras naciones. Tercer canto del Siervo (50, 4-10). En este canto el Siervo se muestra

más como el discípulo fiel a Yahvé, de enseñar a los extraviados o que andan a oscuras. Que gracias a la ayuda divina cumplirá su misión, soportará las persecuciones, hasta que Dios le conceda la victoria final.

El servidor era reconocido por la comunidad como el mensajero de Dios, porque se presenta como el perfecto discípulo de Dios; que predica la verdadera fe y que espía con su muerte los pecados del pueblo.

Cuarto canto del Siervo (52, 13- 15 y el cap. 53). Éste canto, prosigue con

el tema del sufrimiento, comprendiéndolo como fin para la salvación del mundo. Es Yahvé, quien toma la palabra para explicar el misterio del sufrimiento del Siervo Justo; que no sufre por sus faltas, sino que intercede por los pecados cometidos.

El Siervo enseña a todos, a los judíos, a los infieles o que no conocen a Dios y es por esta razón que sufre persecuciones, que es agredido y maltratado, que da su vida en ofrecimiento para liberar al pecador y dar la salvación a los pueblos. Sólo la gran confianza que el servidor sufriente pone en Dios y de su ayuda, es capaz de cumplir con su misión, siendo glorificado por Dios quien le dará el triunfo definitivo. También, quien sufre una enfermedad terminal, tiene como tarea poder hacer de ese sufrimiento una misión que revele a un Dios que lo acompaña y lo anima, hasta el punto de ofrecer la propia experiencia cristiana como medio que ayuda a enfrentar y confortar los momentos críticos ante una enfermedad grave. El enfermo se convierte como en Aquel, servidor sufriente; que es capaz de sanar pero que está herido, que proclama la vida aunque está cerca a la

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muerte; que está triste pero deja mucha esperanza. Pero, nada de esto podrá realizar sino es el mismo Dios quien lo acompaña en medio de su dolor, sufrimiento y enfermedad, ya que la finalidad de su misión sería ser testimonio del amor de Dios. 2.1.4 Los Salmos Israel desde sus orígenes se ha caracterizado por llevar las experiencias religiosas al plano de la alabanza por medio de Cánticos, Himnos y Salmos. Los salmos, es el libro sapiencial más cercano a nosotros, algunos nos hablan de la oración, de la justicia, de la prosperidad y la grandeza de Dios. Entre los salmos podemos distinguir, aquellos que contienen súplicas, también llamados salmos de sufrimiento, o de lamentaciones. Sirven para nuestras necesidades, que nos permiten expresar con gozo o con el silencio. Este libro se le atribuye al rey David, no porque David, se haya puesto a escribirlos, sino porque rinde culto al templo; salmos que surgen a partir de las celebraciones. Estos son salmos que ayudarían a afianzar la confianza, la misericordia y la bondad de Dios, para quien experimenta el sufrimiento. Está aturdido, necesitado del perdón, afligido, enfermo y cerca a la muerte: Salmo 6: Plegaria en la tribulación. Sal. 22 (21): Sufrimiento y esperanza del justo. Sal. 23 (22): El Buen Pastor. Sal. 28 (27): 1-2, 6-7: Súplica y acción de gracias. Sal. 30 (29): Acción de gracias después de un peligro de muerte. Sal. 32 (31): El reconocimiento del pecado obtiene el perdón. Sal. 38 (37): Súplica en la desgracia. Sal. 41(40): Oración de un enfermo abandonado. Sal. 51 (50): Miserere (Confesión del pecador arrepentido). Sal. 62 (61): Dios, la única esperanza. Sal. 88 (87): Lamento en la extrema aflicción. Sal. 90 (89): Fragilidad del hombre. Sal. 102(101): Oración en la desgracia. Sal. 130 (129): De profundis (Confianza en el Señor). Sal. 143 (142): Súplica humilde. A continuación presentare algunos salmos y profundizare el sal.23 (22): El Buen Pastor. Salmo 6: Plegaria en la tribulación. Es la oración de un fiel que se siente cansado, sin fuerzas, abatido, que llora, que sufre postrado en cama y recurre a la misericordia de Dios para ser escuchado y sanado para continuar alabándolo, ya que muerto no lo podría hacer. Dios escucha la oración y afianza la fe de este hombre devolviéndole la salud, restableciéndole la vida.

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Salmo. 22 (21): Sufrimiento y esperanza del justo. Es el clamor del justo, que se manifiesta de manera emotiva con gritos de auxilio, con lágrimas de día y de noche. Sintiéndose como un gusano y abandonado por Dios en los últimos momentos de vida. Pero, que aún mantiene la esperanza de ser rescatado por Dios, a quien le pagará predicando su buen nombre a sus descendientes. Salmo. 28 (27): 1-2, 6-7: Súplica y acción de gracias. Este salmo es una súplica, que se realiza en el templo como una oración personal, es la súplica de conversión por medio de alabanzas y cantos, poniendo la confianza en que Dios lo librará de caer en el mal. Parece ser una situación grave, puede ser una enfermedad; ya que, se veía la enfermedad como un castigo divino y por lo tanto esto llevaba a la marginación social. Sal. 30 (29): Acción de gracias después de un peligro de muerte. Este salmo se caracteriza por la confianza en Dios sin vacilar. Ante los momentos de dificultad, de agonía, casi moribundo, pide la piedad de Dios quien lo levanta y lo reanima concediéndole de nuevo la salud. Es una alabanza a Dios porque ha sido liberado y escuchado prometiendo convertir su vida en una continua acción de gracias. Salmo. 32 (31): El reconocimiento del pecado obtiene el perdón. A través de este salmo, vemos el sufrimiento interior, su vida pierde el equilibrio, por la falta del perdón. El salmista expresa que siente la necesidad de confesar a Dios todas las rebeldías quien lo absuelve y le enseña el camino correcto que debe seguir. Al sentirse reconciliado siente que Dios ha actuado desde su corazón, ha actuado con amor. El salmo 23 (22): es uno de los salmos favoritos del salterio. Ha sido uno de los más comentados y orados a lo largo de los siglos, tanto por la tradición judía como por la cristiana. El Salmo desarrolla dos imágenes distintas; en la primera parte: la del pastor que cuida de sus ovejas (versículos 1-4) y en la segunda: la del señor de la casa que acoge a un huésped (versículos 5-6). Sin embargo, normalmente, es conocido como el Salmo del Buen Pastor.

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El Salmo 23 cuenta con una gran sencillez; ya que, su contexto cultural es rural y de una gran riqueza en el manejo de las imágenes o los símbolos. El pastor, que vive entre sus ovejas, las protege del mal, lava sus heridas, carga las pequeñas en sus brazos y literalmente da la vida por ellas. Y la imagen del huésped que se desarrolla en un ambiente de hospitalidad, quien es acogido, le ofrecen de comer y beber, le ungen la cabeza con aromas; en otras palabras, es un personaje que se encuentra bajo la protección de otro. Conozcamos el salmo 23, según la Biblia de Jerusalén33:

SALMO 23(22) El Buen Pastor

Salmo. De David. Yahvé es mi pastor, nada me falta. En verdes pastos me hace reposar. Me conduce a fuentes tranquilas, allí reparo mis fuerzas. Me guía por cañadas seguras haciendo honor a su nombre. Aunque fuese por valle tenebroso, ningún mal temería, pues tú vienes conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas ante mí una mesa, a la vista de mis enemigos; perfumas mi cabeza, mi copa rebosa. Bondad y amor me acompañarían todos los días de mi vida, y habitaré en la casa de Yahvé un sinfín de días.

E uno de los salmos más apropiados para la lectura y la reflexión de quien vive una enfermedad terminal; donde sólo en Dios se encuentran las fuerzas necesarias para poder sobrellevar el sufrimiento; sólo en Dios, el enfermo pone sus últimas esperanzas. Ante la experiencia de ir acompañado por senderos seguros puede reflejar la condición limitada del ser humano por la enfermedad, necesitado de la compañía de Dios, de la familia y de sus amigos. También, ante los momentos tenebrosos, expresados por la angustia, el dolor y el sufrimiento son recorridos por el enfermo sintiéndose solo y abandonado. Pero sigue siendo Dios, el que atiende a la mesa, ofreciéndose como alimento corporal y espiritual, atendiendo a las necesidades, preparando el camino del enfermo, ungiéndolo como signo de bendición, para que acompañado de la bondad y el amor llegue definitivamente a la casa del Padre donde vivirá eternamente. Es así, como los salmos contienen una gran riqueza espiritual; son oraciones dirigidas a Dios, seguidas por la petición de ayuda y se expresa la situación o circunstancias concretas de sufrimiento, de enfermedad y de dolor, depositando la confianza en Dios como única esperanza de salvación.

33 BIBLIA DE JERUSALÉN, Op. cit., p. 697.

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2.2 La espiritualidad y la enfermedad en el nuevo testamento El Antiguo Testamento, es el libro que prepara o consolida a todo creyente, en la fe y la esperanza, aceptando que en el Nuevo Testamento, Jesús de Nazaret es la persona a la cual se referían los profetas, es el Mesías esperado. En Él se da cumplimiento al Dios que vino al mundo para ofrecernos y darse como salvación de toda la humanidad. Es Dios Padre, que en su infinito amor entrega al mundo a su Hijo Jesucristo para liberarlo de todo mal; y es a partir del encuentro con el sufriente donde Jesús manifiesta la presencia de un Dios sanador y salvador, que nos fortalece mediante el mensaje transmitido en los evangelios, la Buena Nueva, de la expresión total del amor, sobre todo en las situaciones más graves o criticas como la enfermedad. La vida de Jesús, su misión, su muerte y resurrección expresada en los evangelios, nos revela un Dios de la vida, que nos salva, que libera a través de sus palabras puestas en obra, son el centro del mensaje de la Buena Nueva del Reino y el fundamento de los evangelios. Jesús de Nazaret, en su ministerio, en su misión, en su predicación del reino de Dios, tenía un gran interés en los enfermos: como los marginados, los pecadores públicos, los poseídos y aquellos que sufrían enfermedades en lo físico: como sordera, ceguera, parálisis, esterilidad y sobre todo los que padecían de afecciones en la piel como los leprosos. Los dos tipos de enfermedades consideradas como enfermedades bíblicas y de orden espiritual, “son la lepra y la ceguera, las cuales –además de su sentido propio de dolencias físicas- tienen una connotación religiosa y simbólica: la lepra estaba considerada como castigo divino por excelencia y la ceguera significaba a menudo, la incapacidad para percibir las maravillas de Dios”34. Jesús de Nazaret, observa, se detiene y actúa poniéndose al frente de la realidad del que sufre de manera personal curando y comprometiendo al enfermo, en ser signo de las obras de Dios por medio de Él; al ser sanados, los envía a ser testigos, testimonios del amor misericordioso del Padre.

34 VENDRAME, Calisto. Los enfermos en la Biblia. Madrid: Editorial San Pablo, 2002. P. 47.

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2.2.1 La acción de Jesús con los enfermos: como modelo espiritual a partir de los evangelios.

En Jesús de Nazaret encontramos la acción del Espíritu que revela al Mesías, al salvador humilde, sufriente y misericordioso, quien es expresión de la humanidad en palabras y obras que manifiestan el amor de Dios. Él se presenta como el enviado por Dios, que es el Padre de todos, que quiere implantar el reino de Dios sin ningún tipo de discriminación y con una preocupación con respecto a los más necesitados, los que sufren y los marginados como los pobres, huérfanos, viudas, extranjeros y entre ellos se destacan los enfermos. La actividad de Jesús de Nazaret, se fundamenta en predicar y actuar, centrando su atención y su mensaje hacia los enfermos (cf. Mc 1,32-34; Mt 4,23-25; 9,35). En los evangelios y en los Hechos de los Apóstoles nos hablan específicamente de las enfermedades físicas y mentales; ellas ocupan un lugar privilegiado en la actividad de Jesús a través de una serie de milagros, curaciones y de la resurrección de los muertos; todo ello, con un gran sentido humano y espiritual para la vida de todo cristiano. Es a través de los evangelios, donde descubrimos insistentemente que las acciones de Jesús van acompañadas de dos términos significativos como el curar y salvar, ahondando en el interior de la persona por su salud y salvación integral. Además las curaciones de Jesús, vienen a ser la prueba o manifestación de la salvación de Dios presente en Él. En efecto, sus enseñanzas y curaciones fundamentan y dan sentido de la Buena Nueva; ya que, las curaciones no sólo se dan de forma individual, sino también de manera colectiva; y esto, es muy significativo, porque la sanación y salvación que ofrece Jesús es para todos los hombres (cf. Mt 4, 23-25). La actividad de Jesús a favor de los enfermos, llegó a tener tanta fama que tenía que atender a multitudes de personas que sufrían y que acudían de muchos pueblos, inclusive de poblaciones muy lejanas (cf. Mc 1,32). Jesús era tan reconocido por su poder de curar, echar demonios y perdonar pecados que, su misión se extendía prácticamente por toda Palestina y, todos los que tenían alguna enfermedad se postraban en tierra pidiendo ser curados y querían tocarlo porque de Él salía una fuerza sanadora y salvadora. (Lc 6,19; Mc 6, 53-56).

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Puesto que las curaciones de Jesús, transforman y salvan la vida del enfermo, presentaré algunos pasajes del Nuevo Testamento en relación a características de una espiritualidad profunda con Dios: Curación de un leproso: Mt 8,1-14; Mc 1,40-45; Lc 5,12-16. En este

pasaje, el leproso recurre a Jesús con fe, quien cree que tiene el suficiente poder para sanarlo; pero el leproso queda limpio porque abre su corazón, se dispone y se entrega a la voluntad de Jesús, quien actúa diciendo: “Quiero que quedes limpio”. Es el deseo de Jesús quien lucha ante la miseria como testimonio de su predicación por el Reino de los Cielos.

Curación de un paralítico: Mt 9,1-8; Mc 2,1-12; Lc 5,17-26. Es tanta la fe del paralítico, que es llevado en camilla a la presencia de Jesús, quien primero le perdona los pecados y luego lo cura. Se trata de curar el alma y el cuerpo, pero también, del poder que tiene Jesús, como Hijo de Dios, para la salvar de manera integra a todo el ser humano.

Curación de una hemorroísa: Mt 9,20-22; Mc 5, 25-34; Lc 8, 43-58. Se

trata de la fe de una mujer, que tiene la plena seguridad que con sólo tocar el manto de Jesús quedará sanada. La actitud de esta mujer, se debe al rechazo y a la vergüenza por sufrir hemorragias.

Los dos ciegos de Jericó: Mt 20, 29-34; Mc 10, 46-52; Lc 18, 35-43. En

este relato, vemos que a Jesús lo seguía una gran multitud de gente, para escucharlo, pero sobre todo para ser curados. Es así, que en el camino se encuentra con dos ciegos, que le piden recobrar la vista y, Jesús actúa, recobrándoles la vista porque se siente conmovido por la situación; es decir, que siente el dolor del otro y que se apiada de todo aquel que sufre como ser humano.

Resurrección de Lázaro: Jn 11, 1-44. En este pasaje del evangelista Juan,

se expresa de manera profunda los sentimientos de Jesús, quien llora por su amigo Lázaro, quien se encuentra muerto. Jesús, se compadece del sufrimiento de la familia de Lázaro y lo resucita para que crean, que Él es el Cristo, el Mesías y la resurrección como fuente de la Nueva Vida.

La enfermedad como temática presente en los evangelios, no sólo nos confirman que Jesús entregó su vida a favor de los desvalidos; también demuestran bíblicamente, que la enfermedad es la causa de la marginación, excluye a aquellos que son ciegos, sordomudos, leprosos, paralíticos entre

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otros, que no pueden valerse por sí mismos, que viven una vida de miseria, de inseguridad, sin médico y abandonados. En estos pasajes encontramos que, en medio del sufrimiento, la enfermedad y en la búsqueda de la sanación, los enfermos se encontraron con Jesús, en el cual depositaron confianza en Aquel que tenía el poder para devolverles la salud; dejaron de apoyarse en sus propias fuerzas para abandonarse en la acción sanadora y salvadora de Jesús. Es la fe, el impulso y la disposición de creer que Jesús los escucha, acoge, perdona, sana y los salva concediéndoles la paz. Las acciones de Jesús llevan a que los desvalidos descubran por si mismos que Dios no los abandona, que no están solos, que hay que creer (cf. Lc 5,34; 11,20). Jesús ofrece la fe como confianza ante la desesperación del enfermo y les pide que crean en la misericordia sanadora y salvadora que les ofrece Dios, que recuperen la confianza en que Dios salva a los pecadores (Mc 2,5), a los pobres y a los enfermos (Cf. Mc 10,52; Mt 9,22). Para algunos, la fe en Jesús, les exigió una actitud de humildad, especialmente cuando perdona sus pecados, ya que el contexto religioso judío sólo consideraba a Yahvé-Dios como el único que podía perdonar los pecados y quien se atrevía a hacerlo era considerado blasfemo; esto quiere decir, aquel que actúa de manera irreverente contra Dios. Así destaca José Antonio Pagola35 el comportamiento de Jesús diciendo que:

A estas personas se acerca Jesús: a los que no tienen sitio en el mundo; a los que día a día se topan con las barreras que los separan y excluyen de la convivencia; a los humillados, los condenados a la inseguridad, el miedo, la soledad y el vacío; a los enfermos que viven una situación límite; a los que experimentan su mal como algo irremediable. A ellos se acerca Jesús, los acoge, los toca y los cura.

La curación que realiza Jesús no podemos sólo comprenderlo como un milagro o hecho extraordinario; la acción que se realiza con los enfermos, es la manifestación y presencia salvadora del Reino de Dios en Jesús. Es un hecho salvífico y no la pretensión de dar soluciones mágicas; por el contrario, de crear consciencia de que Dios siempre permanece con ellos y los acompaña para que a través de la experiencia cristiana recobren la fe, la confianza y el valor frente a las realidades de nuestra existencia humana.

35 PAGOLA, José. Id y Curad. Evangelizar el mundo de la salud y la enfermedad. Madrid: Editorial PPC, 2004. P. 10.

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Esta acción sanadora y salvadora de Jesús, surge como un acontecimiento de liberación (cf. Lc 4,14-19) y es asumido por la totalidad de su vida como un compromiso que se verifica a través de sus acciones con los pobres, marginados y enfermos de la sociedad judía; devolviéndoles la salud, dignificándolos y reintegrándolos de nuevo a la comunidad, recuperando la posición social y religiosa. Lo que busca Jesús es liberal y reconstruir la vida del que sufre, quiere liberarlos del mal que los oprime y lo hace de manera práctica, actuando y no sólo teóricamente. Tampoco realiza ritos especiales o difíciles para constatar la pureza o impureza del enfermo, ni se presenta como un médico con carácter técnico, aunque utiliza algunas técnicas muy sencillas al curar; por ejemplo, cuando curó al ciego de nacimiento ungiéndolo con barro y saliva (cf. Jn 9, 6). Pero debemos entender bien, que no sólo es un curador de enfermedades, sino que se ocupa en reconstruir íntegramente la vida de los hombres y mujeres destruidos por el sufrimiento. Jesús actúa humanamente, se acerca, se hace prójimo, cura a los enfermos sin importarle la gravedad, ni la situación de rechazo social o las consecuencias de la ley judía por curar en sábado, día de culto y descanso. En efecto, los evangelios destacan la actitud humana cuando Jesús entra en contacto, toca al enfermo rompiendo las normas del trato con los impuros (Mc 1,41; 5,41; 5,27; Mt 8,3; 9,25; 9,29; 20,34; Lc 5, 13; 8, 54). Pero también, esta actitud de Jesús, tuvo sus consecuencias a nivel sociopolítico y religioso de la época que le costaron la vida; denuncia las injusticias, desenmascara la hipocresía, desestabiliza la concepción legalista de la religión y, por ello, Jesús anuncia una vida nueva, el cambio, la conversión (Mc 1,15). Las actitudes de Jesús lo llevaron a asumir la cruz, como el acto más grande de la expresión de su amor; se ofrece a la humanidad para reparar toda la maldad que oprime al ser humano. Es Dios mismo, quien como hombre experimenta el dolor y la muerte. Es la cruz el signo de las realidades humanas, que se convierte en victoria; es instrumento de salvación tanto corporal como espiritual; es donde Jesús vence el pecado y triunfa sobre la muerte para una vida eterna. Siendo la resurrección el acto final de Jesús como plenitud de vida, de la liberación total sobre todo sufrimiento humano. Es Jesús resucitado, quien fortalece la fe de sus discípulos y les comunica que continúen su misión de predicar y de curar, mediante el Espíritu Santo que los impulsa a hacer el bien, curando toda enfermedad y dolencia como signo de la presencia del Reino de Dios (cf. Lc 10,9). Es el poder que da

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Jesucristo a sus discípulos, para que actúen en su nombre siendo capaces de liberar al ser humano de todo mal. Es el deseo de Jesús, que todos gocemos de la salud, que alcancemos la salvación; que escuchemos y pongamos por obra sus acciones, luchando contra todo sufrimiento que destruye al ser humano; que llevemos acciones de solidaridad y amor dadas por su Espíritu de vida, colmando la escasez de vida manifestada en todo sufrimiento y preparando nuestro espíritu según la voluntad de Jesús: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Jesucristo es el Dios que sana y salva; quien con su modelo ejemplar de vida nos ayuda a comprender y dar significado a través de su desbordante amor motivándonos a no ser insensibles ante el sufrimiento humano; por ello, debemos nosotros descubrir la fe, como experiencia de seguimiento de Jesús que nos lleva a un compromiso humano y cristiano en medio de los enfermos y sufrientes de la sociedad. Ante aquellos que sufren una enfermedad terminal, el modo más adecuado y cristiano de acompañar es siendo fieles a las palabras de Jesús que dirige a sus discípulos: “En la ciudad que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: “El Reino de Dios está cerca de vosotros”36 (Lc 10,8-9). Es a través de actitudes cristianas, como la comunicación, solidaridad, comunión y fraternidad, las que abren paso al reino de Dios; quiero decir, son significativas en la expresión de un Dios que cura y salva sin excluir, sin discriminar, rompiendo ataduras o injusticias. Esta debe ser nuestra acción liberadora (cf. Mc 16,17-20) ante las enfermedades actuales de nuestra sociedad y desde esa acción liberadora y sanadora llevar el mensaje de salvación a todos los hombres y mujeres de hoy a favor de la construcción del Reino de Dios. 2.2.2 Los Hechos de los Apóstoles y los enfermos Los evangelios se encuentran nutridos de la acción de Jesús para con los excluidos, los pobres y enfermos, acompañado por sus primeros discípulos: “Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago, el de Alfeo, y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el que le traicionó”37; quien fue reemplazado por Matías. Posteriormente, se les

36 Ibíd., 1513. 37 VENDRAME, Op. cit., P. 58.

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denominó como los Apóstoles, quienes continuaron con la misión de curar y predicar en todos los pueblos, la salvación de Jesucristo. La actividad evangelizadora de los apóstoles, fue animada e impulsada por la fuerza del Espíritu de Jesús, el Espíritu Santo; con el poder o autoridad de Jesús curaban, echaban demonios y proclamaban que el Reino de Dios está cerca (cf. Hch 10, 38-42). Los apóstoles se caracterizaban por la fidelidad en el discipulado, en el seguimiento a Jesús desde el principio; el encuentro con el Resucitado, de manera personal y el mandato de ser escogido por Dios para anunciar el Reino, en otras palabras, los Apóstoles eran fieles testigos de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. El libro de los Hechos de los Apóstoles, es una historia muy completa, ya que los milagros y la actividad curativa tienen gran similitud en su contenido cristológico, con la vida y obras del propio Jesús en relación a los evangelios, dándonos a conocer el auge espiritual del cristianismo; que empezaba a extenderse mediante las misiones que emprendieron los Apóstoles, bajo la guía del Espíritu Santo (cf. 1,8). Así, para Calisto Vendrame38 la curación ejercida por Jesús y mandato a los Apóstoles, hace parte integrante de la evangelización donde se revela la misericordia de Dios para con los enfermos:

La intensa actividad de Jesús y los apóstoles a favor de los enfermos no se debía a una elección entre muchas otras posibles, sino que estaba determinada por el compromiso de sacar adelante una misión muy concreta de Dios Padre, “rico en misericordia”, quien, en su plan de salvación, favorece a sus hijos más necesitados de ayuda.

Frecuentemente, encontramos que es el Espíritu de Jesús que guía la actividad misionera de los Apóstoles para con los pobres y los que sufren, el mensaje de misericordia, de salvación, el reino de Dios, que ya está presente en el mismo Jesús y que se transparenta en la actualidad en todos aquellos que en medio del sufrimiento tienen sus esperanzas puestas en el infinito amor de Dios. Así lo demuestran los siguientes relatos del libro de los Hechos de los Apóstoles donde encontramos más específicamente, algunas alusiones a la actividad curativa: Curación de un tullido: Hechos 3,1-10. Es la misión a la que fueron

enviados por el mismo Jesucristo, a curar los enfermos. Se trata, de obrar

38 Ibíd., p. 50.

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en el nombre de Jesús el Nazareno y no a titulo propio, ya que el poder viene expresamente de Dios.

Felipe en Samaría: Hechos 8,5-8. La actividad de los apóstoles de

anunciar la Buena Nueva se expandía por muchas ciudades, ya que, predicaban a Jesús a través de los signos de curación y de echar demonios.

Ceguera de Saulo: Hechos 9, 8.17-19. La ceguera de Pablo, lo lleva a

tener una actitud de humildad frente a su limitación; por ello, su situación lo lleva a creer en Jesús quien le devuelve la visión, pasando de ser un perseguidor de cristianos a ser un apóstol de Jesucristo.

Al igual que algunos relatos evangélicos, en los Hechos de los Apóstoles, encontramos los llamados sumarios: son aquellos relatos donde la actividad sanadora no es sólo de manera personal, también es ofrecida al conjunto de personas enfermas, manifestando que las acciones de Jesús son un compromiso a favor de los más necesitados, en este caso, el cuidado y la curación para con todos los enfermos (cf. Hechos 8,5-8). Las curaciones realizadas por los Apóstoles, no sólo son una referencia taumatúrgica, sino que se convierte en un fundamento sólido para el pueblo, para la sinagoga, para las multitudes que presenciaban los milagros, de que dichas acciones demuestran el gran poder de la resurrección en Jesucristo siendo el Dios de la vida. Era lo que predicaban y obraban los Apóstoles en nombre de Jesús el Nazareno en las plazas, en las aldeas donde concurría mucha gente para ser sanada (Cf. Hch 5,12-16); multitudes de personas acudían a Jesús al escuchar lo que él hacía (Cf. Mc 3,7-9). Otra de las acciones constantes, en las curaciones de los Apóstoles y que aprendieron de Jesús, es la oración; con frecuencia la practican para poder realizar signos, prodigios y curaciones milagrosas. La oración es la experiencia más profunda con Dios, de manera íntima y personal; guiados por el Espíritu de Jesús a anunciar el reino de Dios como sanación y salvación para el mundo. He aquí que una espiritualidad cristiana, está fundamentada en las palabras y obras de Jesús, así se manifiesta a través de los evangelios y de la intensa actividad misionera de los Apóstoles para con los enfermos. Por ello, todo cristiano, está llamado, como los Apóstoles, a ser mensajeros de la salvación de Jesucristo a través de una verdadera solidaridad para con los enfermos terminales, acercándose al sufriente, en nombre de Jesús (cf. Hch 3,6; 4,10; 16,18); prestando la suficiente atención a las necesidades que vive el enfermo, ya que es una responsabilidad que se nos encomienda a todos los

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que creemos en Jesucristo; que ante el sufrimiento, el enfermo tenga las puertas abiertas a una experiencia profunda con Dios convirtiéndose no sólo en un elemento terapéutico, sino que le revele la misericordia y el amor de Dios. Otro elemento importante, dentro de la misión de todos los creyentes, es que Jesús realizo una actividad sanadora y salvadora sin intenciones lucrativas, por el contrario, enseñó el significado de la gratuidad (cf. Mt 10,8). Así nos lo recuerda los Hechos de los Apóstoles donde Pablo recuerda a los presbíteros que hay que trabajar por los débiles y que no hay que olvidar las palabras de Jesús que dijo: “Mayor felicidad hay en dar que en recibir” (cf. Hch 20, 35). La gratuidad es la expresión del verdadero amor de Jesús que se hace servicio a favor de los que sufren y que desea que sus discípulos lo hagan como Él. 2.3 El sentido de la espiritualidad cristiana en los documentos del magisterio

de la iglesia

2.3.1 Gaudium et Spes La Gaudium et Spes es una encíclica Pastoral escrita en el año de1965, cuyos autores son los Padres del Concilio y el Papa Juan Pablo II. El título de este documento traduce “Los Gozos y las Esperanzas” refiriéndose al sentir de la Iglesia en relación al mundo moderno; la pobreza, la injusticia, la desigualdad, la familia y problemáticas de la sociedad actual. Pero también, en ella la Iglesia plasma el Espíritu de Jesucristo dado a los Apóstoles para transmitir a todos aquellos que viven la realidad del sufrimiento el aliento de la Esperanza. Así lo refleja el documento de la Gaudium et Spes39 en su primer numeral:

Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del genero humano y de su historia (Nº 1).

39 JUAN PABLO II. Constitución Pastoral: Gaudium et Spes; sobre la iglesia y el mundo de hoy. Bogotá: Ediciones Paulinas, 1990. P. 3.

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Este documento pastoral nos ayuda a reflexionar sobre el espíritu de la Iglesia, teniendo como modelo en su proceder al mismo Jesucristo. Corresponde a la Iglesia como comunidad de cristianos observar los signos de los tiempos, a la luz del Evangelio, para darse cuenta de las realidades del mundo actual, una de ellas es el sufrimiento del ser humano por el que la Iglesia debe luchar mediante el respeto a la dignidad humana y el bien común.

Hasta nuestros días, el ser humano, siempre va a estar formulándose preguntas que tienen que ver con su existencia, el sufrimiento y la muerte. Ya para el cristiano, estas angustias se hacen necesarias profundizarlas a través de la vida y obra del mismo Jesús, a la luz de los evangelios. Aquél que puede iluminar el camino y la vida ante tanta miseria, el pecado y la enfermedad como situaciones que debemos combatir, ya que son la causa de la división del hombre en relación con Dios, con la familia, consigo mismo y la sociedad. (Cf. GS n. 4)40.

A pesar de los avances del mundo moderno, seguimos indiferentes ante tanta miseria, sufrimiento y demás realidades que aquejan a la humanidad, por ello, el ser humano se sigue cuestionando de manera profunda por el sentido del dolor, del mal y de lo que hay más allá de la muerte. (Cf. GS n. 10)41. En efecto, es el mismo ser humano, que ante dichos sufrimientos, tiene el deber de realizar todos los esfuerzos por dignificar, de manera consiente y libre, la vida de todo hombre. Y solo se alcanzará si realmente actúa y opta por el bien mediante sus propias acciones a favor de la solidaridad, de la caridad para con la humanidad (Cf. GS n. 17)42. El sufrimiento, el dolor, la enfermedad y el temor a la muerte, seguirán siendo un enigma para el ser humano; cuyas realidades no se pueden eludir, pero qué para el cristiano que cree en la misericordia de Jesucristo, quien entregó su vida en la cruz para el perdón de los pecados y quien venció a la muerte con su resurrección, es Aquel que nos suscita la esperanza de la vida en plenitud. Es Jesucristo que por amor se dona para la salvación del mundo (Cf. GS n. 18. 22)43. Porque nuestro Dios desea que todos nos amemos, como Él nos ama, el cristiano está comprometido a obrar con amor y caridad ante todo aquello que atente contra la integridad de la persona humana, luchando contra las injusticias, el abandono, las enfermedades e incluso ante

40 Ibíd., p. 5 41 Ibíd., 15 42 Ibíd., 29 43 Ibíd., p. 30,32

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la muerte, recordando que así lo hizo Jesús, quien pasó por el mundo curando y salvando (Cf. GS n. 27)44. 2.3.2 Christifideles Laici El documento Christifideles Laici45 es una Exhortación Apostólica, escrita en el año de 1988 por el papa Juan Pablo II, quien hace una reflexión teológica, pastoral y espiritual sobre la vocación y misión de los Fieles Laicos en la Iglesia Católica. Es un texto que nos ayuda a profundizar la experiencia del cristiano ante las situaciones de sufrimiento. La reflexión se inicia con el texto bíblico de Mateo 20,1-2: “El Reino de los Cielos es semejante a un propietario, que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña”. Haciendo referencia a que el Pueblo de Dios son los fieles laicos, a los cuales Jesucristo los envía como obreros a llevar la Buena Nueva, el Evangelio al mundo entero. A un mundo que debe ser transformado por el mismo cristiano anunciando a Jesucristo como la esperanza de la humanidad. La Iglesia, pueblo de Dios, tiene la misión de ayudar en todas las situaciones que afectan profundamente al ser humano. Esta misión de ir a todos los hombres y mujeres del mundo anunciando a Jesucristo, no es fácil, pero los fieles laicos no están solos, son guiados como los apóstoles por el Espíritu de Jesucristo, manteniéndose a través de la esperanza; en la intima relación con Dios y en comunión con todo el género humano. (cf. Nº 7)46. Todo fiel cristiano debe caracterizarse por defender y promover la vida y, todo aquello que dignifique al ser humano. Cuidando del valor intrínseco que tiene toda persona en sí, por lo que “es” y no por lo que posee, como los bienes materiales; por ello, toda persona tiene el derecho a ser tratado con respeto y a no ser considerado como un objeto, un instrumento o una cosa. (cf. Nº 37)47. En efecto, el respeto por la vida, se fundamenta a través de las acciones solidarias entre sí, donde las personas tienen derecho a la salud, a la casa, al trabajo, a la familia y a la cultura, según los modelos de nuestra sociedad. Pero esto, no es suficiente, si en realidad no se defiende en primer lugar el derecho dado por Dios, que es el derecho a la vida. Todo ser humano posee 44 Ibíd., p. 37 45 JUAN PABLO II. Los Fieles Laicos. Santafé de Bogotá: Paulinas, 1996. 46 Ibíd., p. 15 47 Ibíd., p. 88

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el derecho a la vida, desde su concepción hasta la muerte natural; ya sea en condiciones de salud, de enfermedad, de riqueza o miseria y sobre todo, cuando se esté atentando contra la integridad del ser humano, es una responsabilidad moral y ética para los fieles laicos velar por la dignidad humana y principalmente en el campo de la medicina y de la salud. La comunidad cristiana, desde sus orígenes como Iglesia, se ejercita en la caridad según el Espíritu de Jesús, quien "no ha venido a ser servido, sino a servir" (Mc. 10, 45). Asimismo, todos los fieles laicos estamos llamados a solidarizarnos con nuestro prójimo como agentes pastorales o voluntarios que desinteresadamente sirvan y trabajen para el bien de las personas. (Cf. Nº 41)48. El documento, Christifideles Laici, invita al cristiano que experimenta el sufrimiento y el dolor a asumirlo desde una perspectiva espiritual mediante la Pasión redentora del Cristo para la propia conversión y la del mundo. Al igual que san Pablo, quien se alegra porque en Cristo da significado a sus padecimientos (Cf. Col. 1, 24), los enfermos comparten sus sufrimientos con Cristo, haciendo más llevadera las situaciones de angustia y dolor. Además, los enfermos, también son enviados como obreros de la viña del Señor, a vivir y crecer cristianamente ante las dolencias del cuerpo y que oprimen el alma. Pueden tener una experiencia cristiana tan profunda en sus vidas, que se convierten en mensajeros de la Buena Nueva; de la esperanza en la salvación, en la resurrección, en una nueva vida que nos ofrece Jesucristo. Es Jesucristo quien se nos revela a través de los evangelios; curando a multitudes de enfermos y perdonando los pecados para la salvación como expresiones del gran amor de Dios ante las personas sufrientes. En efecto, el documento Christifideles Laici, nos presenta la parábola del Buen Samaritano como el modelo del servicio y del amor gratuito de Dios, quien no es indiferente, ni pasa de largo, ante las situaciones de sufrimiento y que es puesta en práctica por la comunidad de cristianos.

Como a ejemplo de Jesús, Buen Samaritano, se hace necesario que surjan y se renueven las acciones pastorales para y con los enfermos; que sea valorada por las instituciones sanitarias y la comunidad, promoviendo la curación y el cuidado de toda persona enferma; por ello, es conveniente que los fieles laicos se preparen y se solidaricen a través de las acciones pastorales, mediante la escucha, el diálogo y demás actividades que favorezcan las necesidades del enfermo. Ya que en momentos de

48 Ibíd., p. 100

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enfermedad grave o terminal, surge la desconfianza en la vida, la pérdida de la fe en Dios y en su misericordia.

Es importante que, dentro del acompañamiento pastoral con el enfermo, que los agentes o voluntarios celebren y participen de la vida sacramental si el enfermo lo requiere; ya que los sacramentos preparan y disponen al cristiano en su relación interpersonal con Dios y en su vida espiritual suscitando la fe como fortaleza ante el dolor, la esperanza ante las angustias y la fraternidad como cristianos, donde el sufrimiento recobre un significado positivo con Cristo, en quien depositan la fe y las esperanzas en la resurrección. Claro está, que no debemos olvidar, que todos los cristianos estamos llamados a través del testimonio de vida, a cuidar con amor a los que sufren, a los pobres y enfermos, siendo cada vez más conscientes de la misión evangelizadora para con la Iglesia, como comunidad humana y cristiana. (Cf. Nº 54)49. 2.3.3 Salvifici Doloris La Carta Apostólica Salvifici Doloris50 trata sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano y es escrita por el Papa Juan Pablo II en el año de 1984. En ella encontramos una profunda reflexión espiritual sobre el sufrimiento humano. Donde el cristiano encuentra sentido a su sufrimiento y muerte, a través de los sufrimientos de Jesucristo, quien asume el dolor corporal y moral en el amor, para la salvación de la humanidad. En efecto, el sufrimiento, es tratado por la medicina como ciencia que cura, pero la experiencia de quien sufre puede manifestarse de múltiples formas, ya que no se trata solo de una enfermedad sino también de todo lo que rodea a la persona en su dimensión corporal y espiritual; donde el sufrimiento físico y moral son elementos que afectan la integridad de todo ser humano. El documento Salvifici Doloris, profundiza el libro de Job, a través de una pregunta elemental, el ¿por qué del sufrimiento? para referirse al sufrimiento del mundo; los desastres naturales, las epidemias, las injusticias sociales, el hambre y las guerras etc. Donde usualmente el ser humano en busca de una respuesta a la pregunta por el sentido del sufrimiento, empieza a culpar y a negar a Dios, aunque sus sufrimientos provengan de él o del mundo. Pero, la experiencia de sufrimiento, debe servir para la conversión, para tomar el camino del bien en relación con uno mismo, con los demás y con Dios. 49 Ibíd., p. 138. 50 JUAN PABLO II. Carta sobre el Sentido del Sufrimiento Humano Bogotá: Paulinas, 1996.

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En la situación de sufrimiento y en su misterio, podemos llegar a comprender la misericordia de Dios a través de su amor. Es el amor, la respuesta que Dios da al ser humano como respuesta y sentido al sufrimiento. Y que ese amor se manifiesta en plenitud, en la cruz de Jesucristo. El sufrimiento es vencido por el amor de Jesucristo, quien vence el pecado y la muerte con su resurrección; por ello, existe la esperanza de la vida eterna, que aunque no hayan desaparecido los sufrimientos de la vida humana, la victoria de Cristo, se hace signo de salvación en medio de cada sufrimiento. Y es a partir del mensaje de Jesucristo, de la Buena Nueva, de su Evangelio donde se manifiesta el amor de Dios. Es Jesucristo quien en su misión se acerca al mundo del sufrimiento humano, tanto del cuerpo como del alma, quien se dirige a los enfermos, afligidos, hambrientos, quien liberaba del pecado, de demonios y devolvía la vida a los muertos. Él mismo asumió su propio sufrimiento en la cruz, nunca negó a sus discípulos que sería condenado, azotado y que moriría, pero los consolaba con la promesa de la resurrección. Jesucristo sufre voluntariamente e inocentemente, dando respuesta y sentido al sufrimiento humano con su resurrección, no sólo con sus enseñanzas, sino también con su propio sufrimiento. Así describe la Salvifici Doloris51 el sentido cristiano del sufrimiento en la cruz:

Acudan también allí los hombres de buena voluntad, porque en la cruz está el « Redentor del hombre », el Varón de dolores, que ha asumido en sí mismo los sufrimientos físicos y morales de los hombres de todos los tiempos, para que en el amor puedan encontrar el sentido salvífico de su dolor y las respuestas válidas a todas sus preguntas (SD. Nº 31).

La Salvifici Doloris afirma que todo sufrimiento humano junto a la pasión de Cristo participa de la redención propia y de la humanidad, porque es Jesucristo quien resucito. Es en la resurrección donde encontramos la luz a nuestras dudas, a la desesperación, porque a través de la fe en Cristo, son redimidos nuestros sufrimientos. De esta manera, el ser humano sólo, a nivel espiritual, por Cristo descubre y da sentido salvífico a sus sufrimientos, encontrando en medio de la inutilidad “la paz interior e incluso la alegría espiritual” (Cf. Nº. 27)52.

51 Ibíd., p. 73 52 Ibíd., p. 61.

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Además, la Salvifici Doloris expone la parábola del Buen Samaritano (cf. Lc 10, 29-37), donde Jesucristo responde a la pregunta ¿quién es mi prójimo? Poniendo como ejemplo a un samaritano quien se detiene frente a un hombre que se encuentra en el camino medio muerto. En esta parábola, el samaritano actúa con compasión; acercándose, curando, cuidando y acogiendo al sufriente, quien es el prójimo, tanto, como el samaritano que obra como Jesucristo. Estas son las mismas actitudes de Jesús quien desea que seamos capaces de entregarnos a los demás, mediante el amor, manifestado en la sensibilidad y solidaridad de corazón para con el prójimo que sufre. La parábola del Buen Samaritano es un ejemplar evangélico, que nos da a conocer la acción pastoral, a la cual todos los cristianos estamos llamados a ejercer hacia nuestro prójimo, al sentirnos identificados como miembros de una misma comunidad, la iglesia, quien desempeña una labor humana y evangelizadora, atendiendo a las necesidades más urgentes de los más pobres y enfermos quienes experimentan el sufrimiento, la falta de perdón, el dolor, las inseguridades, la soledad y el abandono. En efecto, es un compromiso cristiano, reaccionar ante las situaciones graves, como las enfermedades terminales y, a las cuales, debemos responder de manera humana y caritativa; es decir, a ser impulsados por el mismo Espíritu de Jesús, siendo prójimos del que sufre, mediante el amor misericordioso, gratuito y solidario. 2.3.4 Dolentium Hominum La carta apostólica Dolentium Hominum53 es un documento de la Iglesia Católica emanado por el Papa Juan Pablo II, por su propia iniciativa y con su propia autoridad en el año de 1985. En esta carta el Sumo Pontífice crea la Comisión para la pastoral de los agentes sanitarios. Recordándonos que la Iglesia siempre ha estado interesada en el hombre que sufre, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, haciendo mención al documento Salvifici Doloris: “En su actividad mesiánica en medio de Israel, Cristo se acercó incesantemente al mundo del sufrimiento humano. 'Pasó haciendo el bien' y este obrar suyo se dirigía, ante todo, a los enfermos y a quienes esperaban ayuda" (cf. Nº 16). 53 JUAN PABLO II. Dolentium Hominum. 1985. http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/motu_proprio/documents/hf_jp-ii_motu-proprio_11021985_dolentium-hominum_sp.html

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La Iglesia, se ha esmerado a través de la historia en el cuidado para con los enfermos y los que sufren, siguiendo el mandato que da Jesucristo a sus discípulos de ir a anunciar la Buena Nueva, echar demonios y curar a los enfermos como signos reales de salvación. De hecho, esta misión cristiana a suscitado el seguimiento de Jesús a través de la caridad y la misericordia, ya sea en instituciones religiosas y sanitarias que se destacan por la asistencia a los enfermos y a los débiles (cf. Nº 1). La Iglesia en la asistencia de los que sufren y enfermos es consciente del dolor de toda persona humana; por ello, se hace necesario hacer uso de la medicina y de los cuidados terapéuticos pero, teniendo en cuenta, que la enfermedad no sólo afecta el cuerpo sino también el alma, atentando contra la integridad del ser humano. La enfermedad es una realidad que plantea interrogantes profundos sobre Dios y la existencia humana, trascendiendo el campo de la medicina, por lo cual, es importante profundizar la dimensión espiritual para una íntegra asistencia a los enfermos; que la presencia de los Pastores de almas y de los agentes sanitarios faciliten una visión cristiana del sufrimiento y la enfermedad, de la redención y salvación que ofrece Jesucristo, todo esto, mediante un acompañamiento humano ante las situaciones de enfermedad, dolor y muerte. (cf. Nº 2). Hay que reconocer que los avances médicos y científicos han aportado significativamente a la salud mundial; que los Estados han creado y promulgado leyes políticas a favor de la salud de los ciudadanos como un derecho y de la ampliación de estructuras adecuadas para la asistencia y atenciones sanitarias. De hecho, se promueve el bien de la persona humana y de la sociedad; pero esto, exige un compromiso responsable a nivel ético y religioso respecto al trato humano para con los enfermos, con relación a los métodos técnicos y terapéuticos que utiliza la ciencia (cf. Nº 3). Es así, como la Dolentium Hominum se propone responder a los problemas de la medicina y de la sanidad a través del compromiso cristiano de las comunidades religiosas, de las estructuras socio-sanitarias, de los colegios y asociaciones de médicos católicos y también de los enfermeros, voluntarios y de los organismos diocesanos e interdiocesanos interesados en el ámbito de la salud. De tal manera, que se organicen y se coordinen estos organismos para una defensa más eficaz de nuestra fe, cultura y compromiso cristiano en la investigación científica y la profesión (cf. DH. n. 4). Favoreciendo la formación ético-religiosa para los agentes sanitarios cristianos, en las diversas problemáticas del servicio sanitario, defendiendo y promoviendo los valores y derechos que dignifiquen al ser humano. (cf. DH. n. 5).

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Además, el documento Dolentium Hominum, hace referencia a las siguientes funciones pastorales con enfermos, para todo aquel que se desempeñe como agente de pastoral de la salud: Estimular y promover actividades en relación con el mundo de la salud; explicar, defender y difundir las enseñanzas de la Iglesia en materia de

sanidad; fomentar su penetración en la práctica por parte de los agentes sanitarios; actuar en conexión con las Iglesias particulares y especialmente con las

comisiones episcopales para la pastoral sanitaria; seguir con atención y estudiar las orientaciones e iniciativas concretas en

el sector de la sanidad, a nivel tanto internacional como nacional, con el fin de evaluar su importancia y sus implicaciones en la actividad pastoral de la Iglesia. (cf. Nº 6).

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3 LA ESPIRITUALIDAD CAMILIANA COMO MEDIO DE HUMANIZACIÓN Y EVANGELIZACIÓN EN EL MUNDO DE LA SALUD

La espiritualidad camiliana, es en primer lugar humana y evangelizadora; es decir, que tiene como fundamento el seguimiento a Jesucristo, quien con autoridad y poder echaba demonios, perdonaba pecados y curaba a los enfermos; quien envía a sus discípulos a realizar estos signos o milagros como manifestación del reino de Dios. (cf. Lc 9,1-3). En efecto, es una espiritualidad que consiste en la entrega y servicio hacia el que sufre, tal como lo hizo Jesús; curando no sólo el cuerpo sino también el alma. Animada y guiada por el Espíritu Santo, uniéndonos a la misión del reino de Dios, en comunión con Dios y en su obra salvífica para con el prójimo, alcanzando a través de esta forma de vida, la santidad y la perfección de la caridad. Es una espiritualidad que surge con un hombre llamado Camilo de Lelis, quien nació el 25 de mayo de 1550, en Buquianico. Camilo, empieza a ser consciente de que Dios lo quiere al servicio de los enfermos, mediante la experiencia humana que tiene acerca del sufrimiento para con el prójimo y de sí mismo. Siendo fiel al Evangelio, práctica la caridad a imitación del Buen Samaritano, que es el mismo Cristo, de aquí, que nuestra espiritualidad se centra en un carisma; en el servicio a los más pobres y enfermos de nuestra sociedad. La situación que se vivía en los hospitales de Roma, a finales del s. XVI, nos demuestra que el servicio prestado a los enfermos era deficiente, antihigiénico, sobre todo porque se creía que el agua y el aire fresco empeorarían al enfermo y se podrían expandir las enfermedades. Los hospitales llegaban a convertirse en lugares de sufrimiento, repugnancia y muerte. Ante dicha realidad, Camilo se convierte en un hombre de tiempo completo para los enfermos, llegando a tal punto, de reformar la asistencia sanitaria a través de la práctica del amor, sirviendo y cuidando a los enfermos, proporcionándoles alimentos, el aseo diario, los medicamentos, los curaba, los bañaba, en otras palabras, les brindaba una atención corporal y espiritual como medios que dignifican al ser humano. Así pues, Camilo ve la urgencia de crear un grupo de personas dedicadas al servicio del enfermo, que respondiera a la miseria54 que vivían en los hospitales, reformando las instituciones sanitarias en una atención más higiénica y cristiana con relación a los enfermos. Su servicio y su entrega lo llevan a ser el santo de la caridad. 54 VANTI, Mario. El Espíritu de San Camilo de Lelis. Roma: Edición Española, 1951. P. 19

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San Camilo, fue un verdadero reformador de la asistencia a los enfermos y para el mundo de la salud, buscando e intentando, nuevas formas que fueran adecuadas, eficientes y humanas para servir a los enfermos a través de una espiritualidad, que a ejemplo de Jesús, Buen Samaritano, es portadora del mensaje de la Buena Nueva, de la salud y la salvación a todos los enfermos, inclusive a los más graves y contagiosos que están en los hospitales, clínicas, centros de salud, ancianatos, casas de rehabilitación y a los que están en sus casas. La espiritualidad camiliana, debe formar grupos voluntarios y agentes de pastoral, que sepan transformar e influir en la política de salud de los Gobiernos y en la administración hospitalaria, defendiendo los derechos de los enfermos, preparando a los trabajadores de la salud con un espíritu humano y cristiano, sensibilizando a la Iglesia y a la sociedad ante las situaciones de injusticia o que atentan contra la vida y la dignidad del enfermo. Todos los cristianos, están llamados a ser misioneros en el mundo de la salud, respondiendo a las necesidades, a las urgencias de todo enfermo y de los servicios de salud, favoreciendo una visión íntegramente humana y cristiana con relación a la vida, al dolor, la enfermedad y la muerte. Asimismo, atendiendo a los signos de los tiempos, se han creado centros de pastoral de la salud donde se capacitan los religiosos, laicos y voluntarios quienes reciben una formación integral: humana, espiritual, académica, pastoral, dimensiones que enriquecen la espiritualidad camiliana en un ambiente de fe, esperanza y caridad en la asistencia a los enfermos. Es una labor interminable para con los enfermos en su sanación integral. Sin olvidar, que Jesucristo obró con humildad, acogiendo, escuchando, perdonando y curando a través de su donación amorosa para la salvación de la humanidad. Así, con las palabras de san Camilo, la escritora Germana Sommaruga55 describe la misión de todo aquel que profese la espiritualidad camiliana:

Cada uno solicite al Señor la gracia de tener un afecto materno hacia su prójimo para poderlo servir con todo amor caritativo, en el alma y el cuerpo; porque deseamos –con la Gracia de Dios-servir a todos los enfermos con el afecto de una madre amorosa suele asistir a su único

55 SOMMARUGA, Germana. Camilo de Lelis. Contestador, reformador, santo. Quito: Ediciones Camilianas, 1997. P 102.

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hijo enfermo. Es nuestra principal finalidad: asistirlos, aunque estén apestados, en el alma y el cuerpo con el fervor especial de la caridad.

La fe, la esperanza y especialmente la caridad, son virtudes teologales, que son dadas por el Espíritu de Dios, quien es amor hacia la humanidad y nuestra respuesta es la expresión de ese amor misericordioso hacia los enfermos, es lo que fundamenta la espiritualidad camiliana. En efecto, la asistencia a los enfermos, no es sólo una actividad de solidaridad o de humanidad; es asumir, el amor de Dios mediante acciones concretas de caridad hacia nuestro prójimo para poder así “testimoniar al mundo el amor siempre presente de Cristo a los enfermos” (Cont. De la Orden de los Ministros de los Enfermos n. 1). Además, la espiritualidad camiliana, tiene como instrumentos los signos espirituales que expresan el amor de Dios. Estos signos animan, confortan y son alimento para la vida espiritual de cualquier enfermo: la oración, la reconciliación, el Crucifijo, la Eucaristía y la Virgen María. Son medios espirituales y de salud para los enfermos especialmente para los más afligidos y agonizantes. 3.1 Propuesta pastoral para la dimensión espiritual del enfermo en fase terminal La propuesta pastoral surge del trabajo con los enfermos terminales, la cual se expondrá como medios espirituales que el mismo enfermo solicita para nutrirse y acercarse a Dios. Ya que, “la enfermedad puede presentarse a nuestros ojos como una tragedia o una injusticia, mientras que a los ojos de Dios puede convertirse en una oportunidad del enfermo para descubrir su riqueza interior”56. Para ello, hare uso del sentido pastoral y, por tanto, espiritual que encontramos en las cartas de san Pablo y en el apóstol Santiago enriqueciendo la propuesta. Hay que tener en cuenta que son el producto de un acompañamiento pastoral donde urge una atención especial a la dimensión espiritual del enfermo mediante el mensaje de sanación y salvación que nos ofrece Jesucristo. Son pautas pastorales que nos ayudan a seguir reflexionando y actuando en medio del sufrimiento humano, que como cristianos, estamos llamados a ser fieles en el seguimiento del amor de Jesucristo para con nuestro prójimo los enfermos.

56 PANGRAZZI, Arnaldo. ¿Por qué a mí? El lenguaje sobre el sufrimiento. Madrid: Editorial San Pablo, 1994. P. 92.

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3.2 La función de la oración La oración es un medio espiritual, por el cual, el creyente establece una relación de diálogo con Dios. En ella, expresa de manera profunda la experiencia de vida con relación a Dios, con los demás, consigo mismo y con situaciones criticas como el sufrimiento, el dolor, las enfermedades y la muerte. Además, el sólo acto de la oración produce alivio, ya que, al describir la situación con palabras y emociones tiene un efecto sanador. La oración, en situaciones de enfermedad grave, es un medio indispensable para el enfermo y la familia; ya que, pueden expresar la incomprensión, la tristeza, la angustia ante el dolor y el sufrimiento. Aún más, para quien experimenta de manera personal la enfermedad, la oración es el medio de desahogo, de petición, de lamentación, pero también, puede convertirse en aceptación, reconciliación, esperanza y gratitud. Los momentos más angustiantes que experimenta el enfermo también, son puestos en oración; el por qué y para qué, hacen parte del diálogo con Dios, en la búsqueda de respuestas y de sentido a la finalidad del sufrimiento. Por ello, no podemos tomarlas del todo como palabras negativas; por el contrario, hacen parte de proceso de aceptación de la misma enfermedad, de reconocer nuestras limitaciones como seres humanos y de la necesidad de volver a confiar en Dios de un modo sincero, como el del salmo 5557, (2-3.5-6.17-18):

Escucha, oh Dios, mi oración, no te retraigas a mi súplica, hazme caso, respóndeme, me trastorna la ansiedad (…) Dentro se agita mi corazón, me asaltan pavores de muerte; miedo y temblor me invaden, un escalofrío me atenaza (…) Pero yo invoco a Dios y Yahvé me salva. A la tarde, a la mañana, al mediodía me quejo y gimo, y oye mi clamor.

Algunos enfermos, pueden tener la concepción de un Dios milagrero, que atiende a las suplicas y cura de manera inmediata, respondiendo a cualquiera de nuestras necesidades. En consecuencia, se corre el riesgo, de interpretar la oración como algo mágico, donde su validez depende de los buenos resultados y si no satisface nuestras peticiones, puede ser abandonada o rechazada. Por ello, el acompañamiento pastoral, en el mundo del sufrimiento con relación a la oración, implica acercarme al enfermo en actitud de escucha, teniendo en cuenta la vivencia y circunstancias de la enfermedad, para poder comunicar el consuelo y la misericordia de Jesucristo a través de una oración corta o ya elaborada.

57 BIBLIA DE JERUSALÉN, Op. cit., P. 727.

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Debemos dejar que el enfermo, a través de la oración, exprese lo que siente, piensa, sufre y espera para afrontar las adversidades como consecuencia de la enfermedad. El agente de pastoral, cuando sea oportuno, puede proponer pasajes bíblicos o salmos que conforten, animen y ayuden a la situación del enfermo. La oración, con y para el enfermo terminal, tiene como objetivo, fortalecer la relación de confianza, de fe, entre el enfermo y Dios, con su familia, con los demás y consigo mismo, mediante un diálogo honesto, que a través de un proceso, llegue a comprender que Dios ilumina su camino y ayuda a transformar su situación de sufrimiento por medio de la oración. No todos los momentos, son propicios para la oración; hay que tener en cuenta la disponibilidad del enfermo, su sentir espiritual, del cual el agente pastoral, sin imponer, se puede valer de la oración como un medio de apoyo en el proceso de acompañamiento pastoral. En muchas ocasiones, aquel que sufre una enfermedad terminal, por su situación de dolor y gravedad, ve la necesidad y pide la ayuda de la oración personal o comunitaria. La oración comunitaria se enriquece aún más, si se realiza en la celebración eucarística, ya que contiene una atmosfera espiritual, donde se puede experimentar la presencia y cercanía de Dios a través de la palabra, los cantos, las peticiones, la fraternidad, pero sobre todo, a través del sacrificio y donación de Jesucristo quien se ofrece como sanación y salvación. Otra manera de orar, es en la visita pastoral, al finalizar el diálogo, recogiendo el sentir del enfermo y presentándolo a Dios. De este modo, la oración que realiza el enfermo, exponiendo sus temores y miedos, son emociones humanas, pero que, a través de un acompañamiento pastoral, el enfermo puede hallar en estas suplicas el modo de manifestar que aún tiene sus esperanzas puestas en Dios; para que Dios le conceda la fuerza de soportar el dolor e incluso para poder afrontar la muerte, con la esperanza de que un día resucitará como Cristo resucitó (cf. 2 Cor 4,14). Es así, que la oración en la enfermedad, sólo tiene sentido y respuesta, si damos cabida a las actitudes de caridad y de amor de Jesucristo para con los enfermos; quienes recurrían a Él para ser sanados y salvados. Es al Dios de la cruz, Jesucristo, quien sufre el dolor y la muerte, a quien el enfermo recurre en su oración, ya que, Cristo es un fuerte símbolo de esperanza para el enfermo al haber vencido el sufrimiento con la resurrección. Es a través de

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Jesucristo, que el enfermo, puede llegar a comprender la infinita misericordia de Dios, quien lucha a su lado contra todo sufrimiento. La oración es la fuente de luz ante toda oscuridad, es la chispa de la esperanza en medio del sufrimiento, orar es: Presentar ante Dios nuestra experiencia de enfermedad, de dolor y de

sufrimiento, como seres humanos y limitados. Nuestra propia historia personal de vida, puesta en relación con Dios

quien nos ilumina a vivir de una manera distinta la enfermedad. Mantener la fe, la confianza en el corazón bondadoso y misericordioso de

Jesucristo, quien nos acompaña en la situación de enfermedad en la lucha contra todo sufrimiento.

La esperanza de que Dios cumpla con sus promesas, de una vida en plenitud, de la resurrección, venciendo así, todo sufrimiento, el pecado y la muerte.

3.2.1 La interioridad en la oración El ser humano, que ora en lo profundo de su ser, no encuentra el vacio, sino que escucha a Dios, quien es la propia interioridad mediante una fuerza creadora y transformadora hacia las personas y de su entorno. Es así, como la actitud de interioridad espiritual se experimenta como otro tipo de oración, en la cual el enfermo se encuentra con Dios en el silencio y le comunica sus propias penas y preocupaciones de manera intima y personal. Una de las actitudes de la oración interior, es el recogimiento y el silencio, donde el enfermo por su situación de gravedad, ve la necesidad del encuentro profundo y a solas con Dios. En muchas ocasiones, esta forma de interiorización permite al enfermo, el desahogo emocional que lo oprimía y le impedía el control de sí mismo. Habitualmente el enfermo terminal que se encuentra en un contexto hospitalario, está rodeado de otras personas como el personal de salud, de aseo, de mantenimiento, entre otros, que no propician una atmosfera de espiritualidad, por ello, es importante respetar los espacios de silencio en medio de la oración, ayudando a que la persona enferma, tenga sanaciones internas, del alma, disponiéndolo al abandono y entrega a la voluntad de Dios. Además, por medio de una oración al interior de la conciencia, le ayudará a tomar decisiones, a controlar sus emociones en un encuentro más sincero, tranquilo, transformante y de amor en relación con Dios; donde los frutos de la oración se reflejan para consigo mismo, la familia y los demás. Una oración al interior del sentir humano como en Mateo 6,6: “Tú en cambio,

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cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”58. Así, la importancia de orar produce frutos de: Humildad: La oración a solas, es indicio de humildad. Cuando el enfermo

ora a solas, su diálogo es sólo con Dios, sin otras personas que escuchen, influyan o interrumpan una actitud sincera de encuentro con Dios. Así, el enfermo puede presentar a Dios, sin miedo alguno, todos sus sentimientos, pensamientos y esperanzas.

Conversión: El encuentro con Dios a solas, dispone al enfermo a una

relación de diálogo sincero y honesto, promoviendo el seguimiento a Jesucristo en una vida de conversión a través de compromisos cristianos. Es dejarse guiar por el Espíritu de Dios, quien no elimina el sufrimiento, sino que a través de la oración nos transforma y nos prepara a afrontar los momentos difíciles.

Misticidad: La oración puede ser un acto público pero aun, más que

público, debe ser un acto privado para el enfermo terminal. Cuando el enfermo ora a solas puede abrir su corazón y su alma delante de Dios, sin temores de rechazo o juicios. A tal punto, que el abandono y la confianza en Dios lo identifica con el sufrimiento de Cristo, en el cual se siente confortado y animado para el encuentro definitivo con Dios.

La oración, para el enfermo terminal, es la fuente que le brinda fortaleza para vivir el misterio del sufrimiento, del dolor y la muerte. Por eso, no se limita a la repetición de rezos sino que es mucho más auténtica en su forma de silencio. La oración interior no necesita de muchas palabras, ya que la propia experiencia de enfermedad habla por sí misma. En efecto, orar en el silencio es adentrarse en la propia historia de vida, poniéndonos en contacto con Dios y con su fuerza sanadora y salvadora. 3.3 La experiencia personal de fe y la esperanza La persona que vive la experiencia de una enfermedad terminal, también se ve enfrentado a sí mismo con muchos interrogantes existenciales: ¿por qué esta enfermedad?, ¿por qué a mí? Se cuestiona desde su fe: ¿Dios existe?, ¿por qué Dios me abandona? ¿Es un castigo de Dios? Es la desesperación ante la situación de enfermedad y es en la debilidad corporal y espiritual que

58 Ibíd., p. 1431.

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el enfermo tiende a revelarse contra todo y contra todos; por ello, es importante que se acompañe respetando sus creencias religiosas y su fe. La experiencia personal de fe, es creer en Jesucristo, en su práctica del Reino, es creer en los valores humanos y cristianos del evangelio que posibilitan a todo cristiano encontrar el sentido a la vida, al dolor, a la enfermedad y a la muerte desde la perspectiva de la cruz como lugar de esperanza, por ello, la fe, es asumida por el enfermo terminal desde su enfermedad; donde frecuentemente manifiesta el grito del dolor y se cuestiona por el sentido de su sufrimiento frente a Dios, pero que, partiendo de la experiencia del propio sufrimiento, va renovando la confianza en Dios, quien lo ayuda a madurar su fe. Esta confianza en Dios, es la aceptación de que se haga su voluntad, está es la parte más difícil de la experiencia cristiana ante el dolor y la muerte. La fe, está acompañada de la esperanza cristiana en la promesa de la nueva vida, de la resurrección ofrecida por Cristo para la salvación de la humanidad, porque lo que esperamos es la salvación. Como nos dice el apóstol san Pablo59 al referirse a la fe y a la esperanza en medio de las tribulaciones: “Pero teniendo aquel espíritu de fe conforme a lo que está escrito: “creí, por eso hablé”, también nosotros creemos, y por eso hablamos, sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará con Jesús y nos presentará ante él juntamente con vosotros” (2Cor 4,13-14). Es la esperanza en la resurrección de Jesús, la que nos motiva a sobrellevar las situaciones dolorosas de nuestra vida a través de actitudes cristianas como el animar, consolar, fortalecer y ayudar a los que viven una enfermedad grave. La fe y la esperanza cristianas, son experiencias de: la confianza sin límites en la misericordia y el amor de Dios, la espera de la salvación como promesa de Cristo, la actitud perseverante en los sufrimientos y en las situaciones difíciles como las enfermedades terminales. Es una experiencia de amor tomada de la cruz, como el símbolo de la esperanza y la señal inconfundible de la cercanía del mismo Dios que se hizo hombre, sufrió, murió y resucito venciendo a la muerte dando sentido a todas las cruces de quien padece una enfermedad terminal, porque para quien no cree, la cruz tiene un sentido absurdo y contradictorio, pero para quien cree es la respuesta de amor más elocuente al dolor, porque cree en la resurrección. Para José Carlos Bermejo, la esperanza cristiana, surge de la

59 Ibíd., p. 1700.

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experiencia de ese amor: “la esperanza en la resurrección debe encarnarse para el enfermo terminal en un contexto de vivencia del amor. Poner en el contexto del enfermo terminal el amor significa aumentar su esperanza, aumentar su calidad de vida, aumentar su salud”60. Porque es en la cruz que Dios Padre nos muestra su amor, porque es en la cruz que Cristo nos da la fuerza y se solidariza con todos los que sufren. Además, quien acompaña pastoralmente al enfermo terminal, debe ser portador de la esperanza a través del mensaje de la Buena Nueva de Jesucristo, pueden ser pocos los aportes, pero el sólo hecho del contacto con el sufrimiento, ya es una actitud humana y cristiana donde se revela el amor fraterno expresado en acciones concretas como las obras de misericordia espirituales y corporales. Ya que la fe, sino va acompañada de las obras, es una fe muerta, sin sentido (cf. St. 2,17). Es ayudarle al enfermo a encontrar en medio de la miseria, la confianza total en Dios, quien le extiende su mano, sacándolo del fango de la incertidumbre, sintiéndose amado por Dios quien desea que todo ser humano encuentre el camino hacia la vida en plenitud. También existen otros tipos de esperanza para el enfermo terminal; por ejemplo, la esperanza de no ser abandonado, de morir sin mucho dolor, de morir rodeado de sus familiares y amigos cercanos. Sin embargo, la esperanza a nivel espiritual puede traducirse en hechos como: disponer de un sacerdote, dentro de sus creencias, que le ayude a encontrarle un sentido al sufrimiento y a la muerte, de aprovechar el tiempo para la reconciliación, de una mano amiga que lo conforté en sus momentos de miedo y angustia para crecer espiritualmente, para pensar, sentir y prepararse para vivir la muerte de una manera más confiada y tranquila, es llegar a vivir con Cristo, como nos dice el apóstol san Pablo61: “Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él” (Rom 6,8). Este es el reto de toda la Iglesia; ser portador de la esperanza, mediante el acercamiento solidario y cristiano a los enfermos terminales, mediante un mensaje de comprensión, de luz, de salvación, de amor, de victoria sobre todo tipo de muerte. 3.4 Los sacramentos en la Enfermedad Los sacramentos en un sentido cristiano, son gestos y palabras que contienen un gran significado bíblico que mediante la celebración litúrgica y la vivencia de los sacramentos nos encaminan hacia la santidad y al encuentro con Dios. Los sacramentos manifiestan y disponen al encuentro

60 BERMEJO, Op., cit. P. 144. 61 BIBLIA DE JERUSALÉN, Op., cit. P. 1661.

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entre el creyente y Dios quien nos comunica la acción salvadora del Cristo resucitado. Los sacramentos se nos ofrece en los momentos más significativos de nuestra vida como salvación, pero no sólo de manera espiritual, también se ofrecen en el sufrimiento, el dolor, la enfermedad y la muerte como realidades humanas, por ello, con relación al enfermo terminal hare mención a los sacramentos de sanación como la Reconciliación, la Unción de los enfermos y la Comunión. 3.4.1 El Sacramento de la Reconciliación El sacramento de la Reconciliación, es la manifestación del amor de Dios, quien es misericordioso al conceder el perdón. Ante un momento critico, como lo es la enfermedad, puede ser la ocasión propicia para oír la llamada de Dios a la conversión; por ello, se hace necesario, que en lo posible, el enfermo terminal pueda participar de este sacramento, para que reconciliado experimente el perdón y el amor de Dios, ayudándole a recuperar la serenidad y el equilibrio interior de su vida espiritual, pero también, con repercusiones terapéuticas para afrontar la situación de enfermedad. En los momentos difíciles de una enfermedad, puede aparecer de modo particular el sentimiento de culpa, de angustia y autocondena. Como la relación existente entre la propia responsabilidad y la enfermedad propiciando la revisión de vida, pero que a la vez surgen las heridas del propio espíritu que piden ser sanadas. Se trata de esos recuerdos hirientes de nuestra historia de vida, que con ocasión de la enfermedad vuelven a aparecer. Son los errores, las malas experiencias, los rencores, entre otros recuerdos. Asimismo, Jesús Salvador quien expone acerca de este sacramento nos dice que: “La enfermedad lleva a un replanteamiento de los valores en los que vive el enfermo, le lleva a revisar su conducta y a reorientar si vida. La celebración de este sacramento es signo del encuentro del enfermo, débil y pecador con Cristo” 62, quien perdona los pecados reconciliándolo con Dios, con los demás y consigo mismo. Porque la salud que busca el cristiano no es sólo el buen funcionamiento del cuerpo, sino la experiencia de Reconciliación de todas sus dimensiones humanas. De esta manera, si el enfermo terminal, lleva un acompañamiento pastoral, puede comprender que a través de la

62 MONCADA, Jesús S. El Sufrimiento espacio privilegiado de encuentro con Dios. Bogotá: Secretariado Latinoamericano para la renovación-SELARE. 1990.

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celebración de este sacramento, al ser sanado espiritualmente, se restablecen todas las relaciones en una vivencia más sana de la enfermedad y, no por miedo a la gravedad de la enfermedad. Por tanto, el cristiano ante la enfermedad grave o proximidad de la muerte, estaría llamado a: reconciliarse con la vida; es decir, con Dios, con los demás y consigo mismo, a reafirmar los propios valores optando por el bien, a vivir sanamente la enfermedad; es decir, superando las culpas y todo aquello que nos quite la paz. 3.4.2 El Sacramento de la Unción de los Enfermos La Unción de los enfermos es un símbolo de la presencia del Espíritu Santo que penetra en él, lo purifica, lo consagra; es un signo de amistad y de la sobreabundancia de la gracia divina. Los hebreos utilizaban el óleo para curar las heridas como en la parábola del Buen Samaritano, cuya finalidad en los enfermos es ayudarlos mediante la gracia divina a aliviar los sufrimientos y comunicar una fuerza de fe. En la carta del apóstol Santiago, se habla de este sacramento y nos dice: “¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y se hubiera cometido pecados, le serán perdonados” 63 (St. 5,14-15). Este orar por los enfermos, es una actitud de la comunidad cristiana, quien está íntimamente unida al prójimo enfermo. A través del sacramento de la Unción, el enfermo recibe la ayuda para la salvación, siendo confortado con la esperanza de Dios y fortalecido contra las angustias de la muerte, tolerando el lecho de la enfermedad e inclusive vencerla y, además, le concede el perdón de los pecados como camino hacia la salvación ofrecida por Dios. Así, lo afirma Guido Davanzo quien nos dice que: “Dios ofrece la salvación a la persona en su realidad humana, concreta, considerando todas las exigencias que experimenta y las dificultades que sufre”64. Es así, que ha este sacramento ya no se le denomina como la Extremaunción, entendida como el último sacramento para el moribundo; por el contrario, todo aquel que por enfermedad o ancianidad se encuentre en peligro de muerte puede recibir este sacramento, ya que, por esta Unción el enfermo puede recobrar la salud corporal y, si es el caso, la sanación espiritual de su alma en preparación para la vida eterna. 63 Ibíd., p. 1791. 64 DAVANZO, Guido. El Sufrimiento. Dimensión Teológica y Pastoral. Op. cit., P. 92.

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Esto no quiere decir, que el sacramento de la Unción es algo mágico o una medicina más eficaz, es un sacramento que se realiza en nombre de Cristo y que exige al cristiano adhesión a la fe. Es la fe del cristiano, quien confía, en que la gracia de Dios actúa por medio de este sacramento en su situación de gravedad, reanimando sus fuerzas de recuperación, facilitando que el sacramento influya en la persona enferma con el fin de fortalecer su vida cristiana. Las palabras de esta formula recuerdan las palabras del apóstol Santiago, quien nos dice que a través de la oración con fe, se nos concede el perdón y la curación como salvación: “Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos a los otros, para que seáis curados” 65 (St. 5,16). Se trata de la gracia que concede Jesucristo a través de este sacramento, cuyo significado comprende la sanación integral a favor de toda la persona enferma. En efecto, sería conveniente tener en cuenta las siguientes dimensiones66 para una correcta actitud pastoral con relación al enfermo terminal: Dimensión sacramental: es el sacramento de los enfermos de gravedad o

ancianos y no es exclusivamente para moribundos; sólo cuando las condiciones físicas del enfermo no le permitan recibir el viático, se le administrará la Unción de los enfermos.

Dimensión antropológica: es el sacramento de la salvación total y no

solamente del cuerpo o sólo del alma; ya que puede ser terapéutico para las condiciones psicofísicas del enfermo. No es instituido para desaparecer las dificultades.

Dimensión dialógica: es sacramento de fe y no de magia. La fe supone la

creencia de la gracia de Dios en la efusión de su Espíritu Santo para fortalecer al enfermo. En cambio la magia supone efectos particulares, inmediatos y a veces maléficos.

Dimensión eclesial: es sacramento de toda la comunidad y no sólo del

individuo. Por ello, es favorable que en la celebración del sacramento participen los familiares y aquellos que lo asisten, como signo de

65 BIBLIA DE JERUSALÉN, Op., cit. P. 1791. 66 Cfr. VENDRAME, Calisto. A Unçao dos enfermos, Sao Paulo: Ed. Paulinas, 1974, P. 35.

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solidaridad y fraternidad por medio de la oración para reforzar la fe en el enfermo, el cuidado y el cariño en quienes le acompañan.

Dimensión litúrgica: es sacramento de esperanza y no de desesperación;

suscitando la esperanza cristiana, al avivar la fe y la confianza de la presencia de Dios quien le reanima en las situaciones más angustiosas. La participación de la Unción con la familia o quienes le acompañan como de las celebraciones litúrgicas con varios enfermos ayudan a superar los prejuicios y los temores frente a este sacramento.

3.4.3 El sacramento de la Comunión El sacramento de la Comunión y las celebraciones eucarísticas darán al enfermo, el sentido de apertura total a la comunión con Dios por medio de la oración personal y comunitaria y, de la participación de los hermanos como una sola comunidad eclesial a través del sentido de vida que Jesucristo ofrece para el enfermo terminal. No olvidemos las palabras de Jesucristo: “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”67 (Jn 6,53). Por todo ello, es importante que la comunidad cristiana ofrezca, lleve y celebre el sacramento de la Comunión disponiéndose a aceptar a Jesús como el médico del cuerpo y del alma, animándolos a ejercer mejor su profesión en el conjunto de las acciones terapéuticas para con el enfermo terminal. Necesariamente, el sacramento de Comunión es la fuente de fe, oración, consuelo y el sostén de la esperanza para el cristiano en el mundo de la salud; ayudando a tantos hermanos que sufren, testimoniando mediante el consuelo, la misericordia de Dios como lo hizo la primera comunidad cristiana, como el apóstol san Pablo quien saluda a los cristianos de Corintios y los conforta diciéndoles: “¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordioso y Dios de toda consolación, que nos consuela en la tribulación nuestra para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios!” (2Cor 1,3-4). Del mismo modo, en las situaciones críticas al final de la vida, cuando el moribundo participa de este sacramento, llamado Viático, lo reciba como acompañamiento o fuerza para el tránsito hacia la vida eterna y de la esperanza en la resurrección gloriosa. Es la experiencia de la Comunión con Cristo como lo recuerda San Pablo a la comunidad cristiana en los momentos

67 BIBLIA DE JERUSALÉN, Op., cit. P. 1559.

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de debilidad: “Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya vivamos ya muramos, del Señor somos” 68 (Rom 14,8). Es la identificación del moribundo con Cristo precisamente en el momento en que se experimenta la muerte de manera muy cercana. El Viático es la preparación inmediata al encuentro definitivo con Cristo resucitado y una despedida en la fe de los familiares y amigos cercanos. Por consiguiente, no se le puede negar a ningún enfermo, el uso de este sacramento, cuando su fe es sincera.

3.5 El amor sanador El amor, es el valor de la caridad cristiana que anima y da sentido a todo sufrimiento humano; se basa en el espíritu de la fraternidad evangélica como el mandamiento del amor, según el evangelista san Juan : “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros” 69 (Jn 13, 34). Es Jesús, quien lleva a la plenitud y se identifica con el amor fraterno a través de obras efectivas y concretas de caridad para con el que sufre. El amor es sanador si realmente el amor a Dios va unido al amor al prójimo70, comprometiéndonos con los más pobres y enfermos de nuestra sociedad (cf. Ga 5,14). Es la misma vida de Jesucristo, su amor, que es transmitido a los apóstoles quienes dan testimonio de ello, a través de los carismas o dones espirituales, entre ellos las curaciones (cfr. 1 Cor. 12, 9.28.30). Para el enfermo terminal, la palabra amor, debe traducirse en obras o actitudes de aceptación, de afecto, de solidaridad71, de fraternidad, de escucha, de caridad y todo esto lo encierra la presencia de Dios en la vida del enfermo (cf. Flp 2, 26-30). Son actitudes, que son satisfechas por los familiares y amigos, pero que, en muchas situaciones de enfermedad y hospitalización, el enfermo es aislado, abandonado y rechazado por su propia familia y su contexto social; por ello el enfermo es un ser humano que “necesita amor, expresiones de afecto, contacto humano; necesita reconciliarse y ser perdonado; necesita saber que lo aman y lo valoran y, finalmente, necesita saber que su vida tiene un significado y un designio”72. El sólo hecho de que la persona enferma sea hospitalizada, las relaciones interpersonales, de cariño y de atención pueden versen afectadas, ya que

68 Ibíd., p. 1672. 69 BIBLIA DE JERUSALÉN, Op., cit. P. 1574. 70 Ibíd., p. 1714. 71 Ibíd., p. 1727. 72 BRUSCO, Op. cit., P. 140.

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quizás, no vuelvan a suscitarse momentos de contacto físico y, en algunos casos, ni siquiera una compañía. En situaciones tan difíciles, como una enfermedad terminal, teniendo en cuenta las etapas que vive la persona enferma, se tiende a buscar el valor del amor en la imagen del médico como padre que lo sabe todo o en la enfermera, la figura de la madre que tiene que hacerle compañía y preocuparse por él. Quizás el personal de salud, actué con profesionalismo y humanización, pero por el amplio trabajo, no siempre están dispuestos a ofrecer un acompañamiento personalizado. En cambio, la ayuda de un agente de pastoral puede ser apropiada, si está preparado y cumple con las condiciones para poder hacer un acompañamiento humano y cristiano reflejando el consuelo, la comprensión y el amor de Jesucristo ya que “nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Cf. Jn 15,13), a través de actitudes humanas como la escucha, la confrontación, la solidaridad, el acompañamiento y, respetando sus espacios religiosos y espirituales, que lo acerquen al encuentro sanador y salvador de Dios. Desde el punto de vista médico, el enfermo tiene necesidades físicas para curarse o de estrategias técnicas como los cuidados paliativos, como el último recurso que se le puede brindar. Pero también, para una sanación integral, se necesita del cuidado tierno y amoroso. Sin olvidar que el enfermo es una persona que es capaz de amar, sea cual sea su situación de enfermedad. Precisamente, Arnaldo Pangrazzi73 nos habla del amor como la respuesta al dolor y al sufrimiento:

Quien sabe vivir su enfermedad y su sufrimiento en relación con los demás como signo de solidaridad, quien comparte sus reflexiones y testimonia su fe en la adversidad, quien se deja transformar interiormente por situaciones de crisis, quien se abre al apoyo del otro porque está plasmado por una sabiduría madura a la sombra de sus heridas, ha encontrado una medicina que cura el dolor: ¡el amor!

Es Dios quien manifiesta el amor a sus hijos, a través del mismo Jesucristo que dona su vida al servicio a la humanidad sufriente; siempre y cuando el ser humano abra su corazón, se disponga a aceptar ese amor porque “Dios es amor: y el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1Jn 4, 16). Así que, Dios no ama el dolor, pero se sirve del dolor para expresar su amor al mundo. El enfermo terminal puede experimentar que 73 PANGRAZZI, Arnaldo. Creatividad Pastoral al servicio del Enfermo. Santander: Editorial Sal Terrae, 1986. p. 114.

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Dios sigue siendo fiel y que en Él puede confiar y, que ni la misma muerte puede ponerle limites a la misericordia y al amor de Dios porque “quien ama y es amado sabe realmente morir, porque lo que más asusta de la muerte es la falta de amor, la soledad y el dolor, la incomprensión, el darse cuenta de no haber vivido centrado en el amor”74.

74 BERMEJO, Op., cit. P. 144.

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CONCLUSIONES En la existencia del ser humano, el sufrimiento, la enfermedad y el dolor han sido realidades que no se pueden eludir y que ocasionan profundas heridas a las diversas dimensiones humanas. Aún más, aquellos que viven una enfermedad en fase terminal, sin una cura, sufren heridas no sólo en el cuerpo, también en el alma; por ello, surge la necesidad de brindar una asistencia integral al enfermo, sin descuidar, ni abandonar los diversos factores que fortalecen las dimensiones que integran la vida de la persona, la dimensión biológica cuidando de la higiene y el alivio del dolor ante el deterioro del cuerpo, en la dimensión emotiva comprendiendo que la alteración del estado del ánimo se debe a la experiencia de la enfermedad, en la dimensión social: la familia, los amigos y el personal de salud deben propiciar un ambiente adecuado y agradable donde el enfermo se sienta escuchado, acompañado y comprendido y por último, en la dimensión espiritual donde la experiencia con Jesucristo lo lleve a confiar en la esperanza de una nueva vida libre de todo pecado, enfermedad y sufrimiento. Atender a las necesidades del enfermo terminal en sus dimensiones humanas es un elemento indispensable para que el enfermo pueda vivir sus sufrimientos con dignidad y sentido cristiano. Quien vive una enfermedad terminal, puede encontrar en Dios la fortaleza y la confianza para sobrellevar los momentos más críticos y difíciles a través de la reflexión en la Sagrada Escritura como fuente que ilumina el camino de aquel, que se encuentra abatido y agotado por su situación. La experiencia de enfermedad se ve reflejada en la espiritualidad y religiosidad de algunos autores bíblicos, quienes a partir de su vivencia particular, plasmaron en sus escritos las pautas necesarias para afrontar la enfermedad y el sufrimiento desde el abandono en Dios. El amor de Dios tiene su máxima expresión en su Hijo Jesucristo, quien viene al mundo anunciando la Buena Nueva como fuente inagotable de amor, de sanación y de salvación ofrecida a los más necesitados, los pobres y los enfermos. Estas son las actitudes de Jesús que encontramos en los evangelios, en la experiencia de la primera comunidad cristiana, quienes ponen en práctica la caridad. Es a través de la experiencia en el Jesús Crucificado, que el enfermo terminal encuentra al mismo Dios sufriente, en Quien refleja sus propias dolencias, pero luchando junto a Él contra todo mal y enfermedad, con la fe y esperanza de resucitar con Jesucristo a una vida en plenitud donde no exista el sufrimiento, el dolor ni la muerte.

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Es así, que el enfermo terminal, caminando en el sufrimiento al lado de Jesucristo encuentra sentido al dolor, la enfermedad y la muerte; ya que, en su experiencia cristiana halla los medios que lo fortalecen y lo animan para afrontar la situación de enfermedad a través de la reflexión del Evangelio, de la celebración de los Sacramentos como la Eucaristía, la Reconciliación, la Unción, el Viático, también la práctica de la oración, quizás algunas muy piadosas o tradicionales como los rezos, pero que lo disponen al encuentro íntimo y personal con Dios. Toda acción de Jesucristo frente al sufrimiento, de manera particular con los enfermos, fue de escucha, sanación, reconciliación, oración, misericordia y amor. Es así, que la labor de toda la iglesia como comunidad cristiana, es actuar con fraternidad y solidaridad ante todo sufrimiento humano. En efecto, todo cristiano debe estar movido por el Espíritu de Jesús a obrar en caridad para con el prójimo, a ejemplo del Buen Samaritano, velando por una asistencia sanitaria, humana y cristiana mediante hechos concretos. La satisfacción de las necesidades relacionadas con la dimensión estrictamente espiritual no es tarea exclusiva de los así llamados "agentes de pastoral" (sacerdotes, capellanes, religiosos, voluntarios), sino que también, es tarea de todo profesional de la salud estar atento a la dimensión espiritual de los enfermos, de modo especial en la última fase de la vida, cuando esta dimensión cobra una especial relevancia. Si obráramos a ejemplo de Jesucristo, de manera oportuna y conjunta, quizás, muchos enfermos no morirían tristes y abandonados sin tener con quien haber compartido sus pensamientos, sin dejar sus asuntos en orden, sin la posibilidad de haberse reconciliado y preparado para el encuentro definitivo con Dios. Es así, que dentro de las acciones pastorales en beneficio del enfermo terminal, existan las ayudas necesarias, para una atención humana a las necesidades psicobiológicas del enfermo, pero también, se ve muy oportuno seguir reflexionando teológicamente y pastoralmente para ofrecerle los medios espirituales de una manera eficaz, que satisfagan y sean verdadero reflejo de la misericordia y del amor de Dios para que el enfermo acepte y viva de una manera más tranquila y sana la situación de enfermedad con un sentido cristiano.

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BIBLIOGRAFÍA

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LISTA DE ANEXOS

ANEXO A Derechos del Enfermo Terminal75 Derecho a mantener hasta el final de sus días la misma dignidad y

autovalor a los que ha tenido derecho en la vida. Derecho a obtener información veraz, franca y completa acerca de su

diagnóstico, opciones de tratamiento y pronóstico. Esta debe ser suministrada en forma considerada, en términos comprensibles y con tiempo suficiente para asimilarla.

Derecho a participar en las decisiones referentes a su cuidado y a aceptar

o rehusar drogas, tratamientos o procedimientos. Derecho a expresar sus deseos en lo referente a las circunstancias que

rodearán su muerte, y a que estos sean respetados por familiares y médicos.

Derecho a elegir entre las opciones disponibles para morir y, conforme a

ello, a que ni se le acelere ni se le posponga la muerte, lo cual incluye el derecho a no ser resucitado.

Derecho a conservar un sentimiento de esperanza, lo cual no equivale a

que se le creen falsas expectativas. Derecho a beneficiarse de las alternativas humanitarias existentes para su

cuidado y a evitar la frialdad que con frecuencia acompaña la aplicación de la creciente tecnología en los lugares diseñados para casos agudos o críticos, y el hacinamiento que se da en algunos albergues para ancianos o enfermos crónicos.

Derecho a obtener alivio efectivo de su dolor y de sus síntomas, aun si

los medicamentos o medidas requeridas para ello le redujeran el tiempo de vida restante.

75 FONNEGRA DE JARAMILLO, Isa. De cara a la muerte. Santafé de Bogotá: Intermedio Editores, 1999. p. 134-136.

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Derecho a que le sean satisfechas integralmente sus necesidades, sin olvidar nunca que detrás de ese enfermo, hasta el último instante, hay un ser humano.

Derecho a recibir apoyo psicológico para facilitar su adaptación a la

fase terminal de su vida y a la inminencia de su muerte. Este puede provenir de sus familiares, de las enfermeras, del médico o de un profesional de la salud mental, cuando ello sea necesario y factible.

Derecho a elegir que su familia, como parte directamente afectada por

su muerte, sea atendida, respetada y cuidada. Derecho a su individualidad, privacidad y pudor. Derecho a ser acompañado en el momento de la muerte. Derecho a recibir asistencia espiritual siempre que lo solicite y a que le

sean respetadas sus creencias religiosas, cualesquiera que sean. Derecho a ser cuidado por personas sensibles, preparadas y

conscientes del difícil momento que atraviesa y de su obligación de ayudarlo en lo posible.

Derecho a disfrutar hasta el final de una vida con buena calidad, criterio

este que debe prevalecer sobre la cantidad de vida. Derecho a morir con dignidad.

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ANEXO B Gracias, Señor76 Gracias, Señor por haberme enseñado, durante mi enfermedad, a reflexionar y a ensanchar mis horizontes. Me has dado tiempo para reflexionar sobre mí mismo y mi pasado, sobre mis posibilidades y mis expectativas. Muchas cosas que hasta hace poco me parecían importantes me resultaban ahora secundarias. Estoy aprendiendo a apreciar las pequeñas realidades cotidianas y a valorar los gestos más sencillos y humanos. Puedo advertir cómo nace en mí una nueva espiritualidad; es como si reconociera los signos de una nueva primavera. Gracias, Señor, por quienes han dado claridad y serenidad a mi vida, por quienes me valoran y me alientan, por quienes me comprenden y me hacen madurar, por quienes me recuerdan y vienen a verme. Gracias, Señor, por las miradas que comprenden, por los corazones que sienten y por las palabras que confortan.

76 PANGRAZZI, Arnaldo y BAUTISTA, Mateo. Sana el corazón enfermo. Buenos Aires: Editorial San Pablo, 1993. P. 18.

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