Jesús Delgado Valhondo. El año cero

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26. PERFIL

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Texto: Luís Sáez Delgado Fotografía: Fundación Jesús Delgado Valhondo/ Fondo Bibliográfico y Documental JDV

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26. PERFIL

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“Yo sé que en cada esquina / alguien me espera y me detiene: / mi corazón le da su bolsa / llena de sangre, casi siempre.” Ahora que se cumplen cien años del nacimiento del poeta que escribiera estos versos, resulta aún más evidente que una línea paralela une a Jesús Delgado Valhondo con buena parte del siglo XX y, de su mano, a Extremadura con las corrientes y los nombres que marcaron lo más esencial de la poesía de su tiempo.

TEXTO: Jesús Sánchez Adalid FOTOS: Cedidas por la Fundación Jesús Delgado Valhondo

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Delgado Valhondo atraviesa el siglo y entrega esa tradición en la que ha crecido y madurado -de calidad, constancia, cercanía- a los más jóvenes autores, la generación de los setenta y ochenta, los que renovarán el panorama literario extremeño: ese trato no tan frecuente, entre el poeta mayor, reconocido, y aquellos que ocupan ya el espacio público de la literatura es casi una excepción: en la inquietud hasta el final de Delgado Valhondo, como en la de Fernando Pérez Marqués o de Bernardo Víctor Carande se encuentran aquellas viejas “condiciones objetivas” que hicieron posible nuestra literatura contemporánea, tanto en sus textos como en las iniciativas que promueven. Y todo esto en Extremadura, convencido de que cualquier sitio es una Babilonia de voces, encuentros y libros: el eje de mucho de lo que ocu-rrirá en las letras de la región será Delgado Valhondo, y aun es posible que la generosidad de su memoria pueda haber perjudicado la consideración del poeta.

Esa humanidad tan recordada de Jesús Delgado Valhondo comienza en Mérida, donde nace en 1909 y pasa sus primeros años, y donde las secuelas de una poliomielitis despertarán su sensibilidad radical de niño para siempre: “dentro del alma vivo al hombre / cantando y padeciendo: / pobre de mí que he madu-rado / en soledades y silencios”. Vive en Cáceres, allí estudia y pronto ejerce el magisterio en el norte de la provincia. Tras la guerra sufre una de las muchas de-puraciones y es trasladado. Más tarde, vuelve a Mérida y, ya hasta su muerte en 1993, Badajoz; como corres-ponde a la vocación de tantos maestros en la Extremadura de posguerra, en cada una de estos lugares interviene y deja una estela de recuerdo y trabajo, desde la fundación de la revista Alcántara a la constitución de la Asociación de Escrito-res Extremeños. En 1988 recibió la Medalla de Extremadura, como reconocimiento a una vida y una obra tan intensa, que en la evocación de quienes le trataron tiene algo de triunfo del poder de la palabra poéti-ca, que reacciona a la amargura de lo real con su vitalidad y bonhomía.

“La Fundación Jesús Delgado Valhondo mantiene el recuerdo de su vida y obra, una memoria que está viva en las tareas que desempeña gracias al compromiso de su familia, amigos e instituciones”

Retrato de Jesús Delgado Valhondo a la edad de 3 años.

Sus padres Sofía Valhondo y José María Delgado. En esta foto

su madre está embarazada delfuturo escritor.

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Jesús con 4 años en traje de marinero.

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Jesús en su juventud. Cáceres.

En Badajoz, conversa con el periodista Santander de la Croix.

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En este sentido, la obra literaria de Delgado Valhondo se puede leer de forma lineal, con el apoyo de su biografía, como un die-tario que muestra esa intimidad; sin embargo, resultará mucho más provechoso hacerlo al contrario y seguir la vida del poeta que queda por los libros, de modo que su trayectoria gana en complejidad y la experiencia del lector gana en, por usar una palabra muy del poeta, asombro. Una vida que transcurre en Extremadura, abierta a las relaciones culturales dentro y fuera de la comunidad: el trato o la correspondencia con otros auto-res, constante -desde los extremeños Eugenio Frutos, Pedro Caba o Enrique Segura, hasta Juan Ramón Jiménez o Vicente Aleixandre-, es un síntoma del aprecio que el poeta despierta, pero también de las dificultades para encontrar un interlocutor cercano o para publicar en la región.

Los libros de Jesús Delgado Valhondo componen un obra extensa, que en círculos concéntricos convoca algunos temas persistentes -la soledad, el paisaje o la búsqueda de Dios- desde los primeros poemas y que, para muchos, alcanza su vértice en Un árbol solo, con la coda del póstumo Huir: se trata de una poesía que interpela y crea un aura de complicidad con el lector, para el que muestra, con formas clásicas, un catálogo de la incertidumbre que, tan frecuente en sus versos, vuelve a Delgado Valhondo mucho más contemporáneo en su ausencia de certezas. Esa obra se inicia con la edición de Hojas húme-das y verdes, en 1944, y encuentra sus momentos esenciales con, entre otras, El año cero, de 1950, ¿Dónde ponemos los asombros? de 1969 y La vara de avellano, de 1974, hasta llegar a Un árbol solo en 1979, que Antonio Salguero Carvajal -sin duda, quien más ha estudiado al poeta- entiende “como la traducción del dramático destino del ser humano y de su trágica inmutabilidad”. A estos poemarios sigue un ciclo de extrema

Acompañado de sus padres en Mérida. 1914.

Jesús Delgado Valhondo, José Canal y Fernando Bravo.

Sus amigos poetas en Cáceres.

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madurez -casi de senectute- con Inefable domingo de noviembre de 1982 y Huir, en 1994, tan transparente como su título: “Huyo para librarme / de este largo cansancio. / Todos juntos, en mí mismo / vencidos, a mi lado”. Toda su poesía fue publicada en el año 2003 por la Editora Regional de Extremadura como Poesía Completa, en tres volúmenes y al cuidado del mismo Antonio Salguero.

Desde los primeros títulos queda definido el tono del poeta, la devoción juanramoniana y la decisión de escribir una poesía como obliga la época: humana, incómoda con-sigo y con su tiempo, amarga en lo que se contempla y bondadosa con todo lo que se sabe perdido, abierta a lo trascendente -cercana a esa corriente del momento que se ha venido llamando existencialismo cristiano-, una versión hispana, de posguerra y periférica del silencio después de Auschwitz. Ese dolor por el sentido de las cosas, que en los versos se refleja con modos muy diferentes, hasta llegar al humor, puede leerse a la luz de la prosa de Delgado Valhondo con mayor franqueza. Por eso la ingenuidad de los relatos breves infantiles -por ejemplo, los de Cuentos, publicado en 1986- tienen mucho de la visión del poeta y de la intransigencia dolorida con la verdad del niño, que pierde su condición a medida que acepta esa realidad tan poco sincera, tan compleja, del adulto; la sentimentalidad de libros de relatos como Yo soy el otoño, de 1963, Cuentos y narraciones, de 1975, o Ayer y ahora en 1979, parece, desde la tristeza de tantas narraciones, una suerte de posguerra infinita, la escritura de los perdedores de todas las guerras.

En la “Taberna del señor José”, Mérida.

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Dando el pregón de los Juegos Florales en el Teatro López de Ayala. Badajoz.

Elecciones Municipales del ‘79. Se presentó en las listas de UCD y fue elegido teniente alcalde de Badajoz. Con

motivo de la ausencia del por entonces alcalde, Luis Movilla, comenzó a desempeñar las funciones de alcalde siendo, por

tanto, el primer alcalde de la democracia en Badajoz.

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Hoy, y desde hace algunos años, la Fundación Jesús Del-gado Valhondo mantiene el recuerdo de su vida y obra, una memoria que está viva en las tareas que desempeña gra-cias al compromiso de su familia, amigos e instituciones, y en la facilidad con que es leído y aceptado por los lectores de nuestro tiempo, que descubren la poesía de quien es, para la literatura en Extremadura, un símbolo de su historia reciente, aquel que escribió de sí mismo: “A solas peno, a solas voy / con bagaje de cuentos y poemas /intentando en-contrarme, / tener mi ser extraño, / sentimental, / conmigo”

“En 1988 recibió la Medalla de Extremadura, como reconocimiento a una vida y una obra tan intensa, que en la evocación de quienes le trataron tiene algo de triunfo del poder de la palabra poética, que reacciona a la amargura de lo real con su vitalidad y bonhomía”

En un recital poético. Finales de los ‘80.

Con sus amigos y poetas Jaime Álvarez Buiza, Juan José Poblador

y José Miguel Santiago Castelo.

Fumando en pipa en una cena con amigos..

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Retrato del artista escribiendo.

Una excursión a Évora durante un congreso de estudios extremeños.