Jesús de NAzareth.docx
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INTRODUCCIÓN
Roma era un imperio conquistador, impuso tributos a los pueblos conquistados y
convirtió en esclavos a miles de personas tomadas como prisioneros de guerra. Durante el
siglo I dc. surgieron ambiciosa gobernantes políticos que habían obtenido grandes triunfos
militares y que ya no reconocían el mando del senado; estos dirigentes lucharon entre sí
provocando sangrientas guerras de romanos contra romanos. Finalmente uno de ellos,
Octavio derrotó a todos sus rivales, adoptó el nombre de César Augusto y se convirtió en el
primer emperador.
Jesús había nacido durante el reinado de Augusto en Belén (Palestina), cuando este
país se encontraba bajo la dominación romana. A los 30 años comenzó a predicar su
doctrina resumida en el amor a un solo Dios, en el amor al prójimo y en la promesa de un
premio o un castigo eterno. Ante esta doctrina se manifiesta la contradicción de la religión
pagana de los romanos caracterizada por el naturalismo (dioses que controlan las fuerzas de
la naturaleza) y la pluralidad divina (varios dioses), y de la religión de los judíos. En ese
momento los apóstoles empezaron a predicar.
Ante la difusión del cristianismo, Roma comenzó las persecuciones dirigidas por el
emperador Nerón en el año 64, acusándolos del incendio de Roma. Estas persecuciones se
continuaron por espacio de 250 años. En distintas ocasiones y regiones las autoridades
romanas decretaron cárcel, destierro, flagelaciones y muerte para el clero y los fieles. A
partir del siglo III las persecuciones fueron más violentas con el propósito de exterminar el
cristianismo; sus fieles fueron considerados enemigos del imperio porque se negaban a
honrar los dioses del Estado Romano.
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Jesucristo rondaba la treintena cuando empezó su vida pública. Con unos cuantos
discípulos recorrió Palestina, repartiendo su tiempo entre la oración, la revelación de su
doctrina a los apóstoles y la predicación a las multitudes.
Hablaba con sencillez y ensalzaba la pobreza de espíritu, la pureza de corazón y el
amor al prójimo. Pero también afirmaba que era el Mesías esperado por Israel, el Hijo de
Dios. Las autoridades religiosas judías se inquietaron, y cuando fue a predicar a Jerusalén le
detuvieron y le llevaron ante el Sanedrín. Los sacerdotes le entregaron a los romanos para
que fuera crucificado.
Según la tradición, Jesucristo fue crucificado un viernes, probablemente hacia el año
30 de nuestra era, en el Gólgota, una colina cercana a Jerusalén.
Murió pidiendo a Dios que perdonara a sus verdugos: 'Padre, perdónalos, porque no
saben lo que hacen." Según los Evangelios, fue enterrado aquella misma tarde, pero cuando
las mujeres que iban a embalsamar el cadáver volvieron a la tumba por la mañana del
segundo día después de su muerte, la encontraron vacía.
Jesús, resucitado, se apareció en los días siguientes a muchos de sus discípulos: "Y
permaneceré junto a vosotros todos los días hasta el fin del mundo."
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1.- Jesús, el opositor del pueblo Romano
(Jesús o Cristo; Belén, h. 6 a. C. - Jerusalén, h. 30 d. C.) Predicador judío fundador de
la religión cristiana, a quien sus seguidores consideran el hijo de Dios. El nombre de Cristo
significa en griego “el ungido” y viene a ser un título equivalente al de Mesías.
La vida de Jesús está narrada en los Evangelios redactados por algunos de los
primeros cristianos. Jesús nació en una familia pobre de Nazaret, hijo de José y de María.
Aunque la civilización cristiana ha impuesto la cuenta de los años a partir del supuesto
momento de su nacimiento (con el que daría comienzo el año primero de nuestra era), se
sabe que en realidad nació un poco antes, pues fue en tiempos del rey Herodes, que murió
en el año 4 a.C.
Fueron precisamente las persecuciones de Herodes las que llevaron a la familia,
después de la circuncisión de Jesús, a refugiarse temporalmente en Egipto. El relato
evangélico rodea el nacimiento de Jesús de una serie de prodigios que forman parte de la fe
cristiana, como la genealogía que le hace descender del rey David, la virginidad de María,
la anunciación del acontecimiento por un ángel y la adoración del recién nacido por los
pastores y por unos astrónomos de Oriente. Por lo demás, la infancia de Jesucristo
transcurrió con normalidad en Nazaret, donde su padre trabajaba de carpintero.
Hacia los treinta años inició Jesucristo su breve actividad pública incorporándose a
las predicaciones de su primo, Juan el Bautista. Tras escuchar sus sermones, Jesús se hizo
bautizar en el río Jordán, momento en que Juan le señaló como encarnación del Mesías
prometido por Dios a Abraham. Juan fue pronto detenido y ejecutado por Herodes Antipas,
lanzándose Jesucristo a continuar su predicación.
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Se dirigió fundamentalmente a las masas populares, entre las cuales reclutó un grupo
de fieles adeptos (los doce apóstoles), con los que recorrió Palestina. Predicaba una revisión
de la religión judía basada en el amor al prójimo, el desprendimiento de los bienes
materiales, el perdón y la esperanza de vida eterna.
Su enseñanza sencilla y poética, salpicada de parábolas y anunciando un futuro de
salvación para los humildes, halló un cierto eco entre los pobres. Su popularidad se
acrecentó cuando corrieron noticias sobre los milagros que le atribuían sus seguidores,
considerados como prueba de los poderes sobrenaturales de Jesucristo. Esta popularidad,
unida a sus acusaciones directas contra la hipocresía moral de los fariseos, acabaron por
preocupar a los poderosos del momento.
En el tiempo de Jesús, como en los días de hoy, la ley del puro y del impuro y la pax
romana –la ley de la seguridad nacional– excluían las personas pobres e inocentes. Jesús
asumió el servicio de la justicia en defensa de las personas más pobres y enflaquecidas. Su
gesto de obrar, desautorizaba el sistema judaico legalista y el sistema implantado por el
templo. Esto causó conflictos con el partido de los fariseos, con los escribas, con los
saduceos, con los herodianos.
El mensaje de Jesús reunía a grandes multitudes. En todo el canto, se oían los
rumores sobre curaciones, exorcismos y milagros que él realizaba, así como su postura
radical contra el cobro de los impuestos romanos, el templo de Jerusalén y Herodes
Antipas. Poco a poco, su popularidad se volvió una amenaza para los poderosos.
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Jesús fue crucificado por ser considerado como enemigo de los romanos y de la élite
sacerdotal de Jerusalén. Jesús no era un Mesías conforme a la mentalidad tradicional de un
rey. Su práctica de estar junto a las personas, de tocar y dejarse tocar por ellas, les devolvió
la certeza de la llegada del Reino de Dios. Jesús tuvo el coraje de denunciar los abusos de
las autoridades religiosas y políticas de su tiempo. El resultado no podía ser otro. Él fue
juzgado y condenado a muerte de cruz. La crucifixión pública era una forma de amedrentar
y desarticular el movimiento popular.
La crucifixión tuvo su origen en Persia. Era una penalidad cruel y horrible. En el
tiempo del imperio romano era una forma romana de ejecución, destinada a los esclavos y a
los habitantes de las provincias, por rebelión o por un robo grande. Por su crueldad, la
muerte en cruz era vista por los judíos como escándalo y maldición de Dios (Dt 20,22-23).
Jesús muerto en la cruz era un verdadero escándalo y un duro golpe para sus
seguidores y seguidoras (1Co 1,23; Gal 5,11). Jesús murió como criminal y subversivo. Su
muerte es un hecho.
2.- El mensaje de Jesús.
Tal como lo presentan los Evangelios, el mensaje consistía básicamente en proclamar
a todas las gentes la Buena Noticia de la llegada del Reino de Dios, lo que significaba que
Jesús venía a instaurar y promover un nuevo modelo de sociedad en el mundo, en que la
actitud básica consiste en amar a Dios y al prójimo. Aceptar, como estilo de vida, unos
valores vividos y anunciados por él mismo. Jesús empezó a construir el Reino de Dios con
sus obras y palabras. Las principales acciones de Jesús consistían en sanar a personas
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enfermas, liberar del mal a las personas que lo padecían, "obraba milagros". También
destaca su actitud hacia los pobres y hacia la gente sencilla y los marginados.
En la Biblia el término "milagro" designa siempre una acción salvadora de Dios a
favor de las personas. Y en este sentido se han de entender "los milagros de Jesús": como
signos de la presencia salvadora de Dios, señales que indicaban que el Reino de Dios había
empezado.
Jesús no utilizó nunca los "milagros" en beneficio propio, ni para llamar la atención o
para ofrecer un espectáculo a los curiosos (Jn 4, 48), ni para salvarse de la cruz (Mt 27, 42);
siempre los llevaba a cabo para manifestar su misión y su gloria.
En cuanto a su forma de predicar era diferente de los letrados o maestros de la Ley de
su tiempo. En la predicación de Jesús se pueden apreciar unas constantes muy
características, Siempre estaba en contacto con la gente. Lo que más impresionaba a la
gente era la autoridad y libertad con que hablaba, la gente humilde entendía lo que decía y
explicaba, porque utilizaba un lenguaje sencillo y llano, con imágenes sacadas de la vida de
cada día. También utilizaba parábolas, ejemplos tomados de la vida real, para que la gente
pudiera comprenderlo mejor. Jesús se sirve de ellas para explicar cómo es Dios y cómo es
su Reino.
Las parábolas de Jesús son aquellas breves narraciones dichas por Jesús de Nazaret
que encierran una educación moral y religiosa, revelando una verdad espiritual de forma
comparativa. No son fábulas, pues en estas no intervienen personajes animales con
características humanas, ni alegorías, pues se basan en hechos u observaciones creíbles,
teniendo la mayoría de estos elementos de la vida cotidiana. Las parábolas se encuentran
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contenidas en los evangelios canónicos, aunque se pueden encontrar en los evangelios
apócrifos, como el de Tomás y de Santiago.
La finalidad de las parábolas de Jesús es enseñar como debe actuar una persona para
entrar al Reino de los Cielos y, en su mayoría, revelan también sus misterios. En ocasiones
Jesús usó las parábolas como armas dialécticas contra líderes religiosos y sociales, como
por ejemplo la Parábola del fariseo y el publicano. En la Biblia se encuentran los siguientes
textos titulados Propósito de las parábolas: Mateo 13:10-17, Marcos 4:10-12 y Lucas 8:9-
10.
Jesús dice que enseña usando parábolas para que comprendan su mensaje sólo
aquellos que han aceptado a Dios en su corazón y para que los que tienen "endurecidos sus
corazones" y han "cerrado sus ojos" no puedan entender. Por lo tanto comprender el
mensaje de Jesús significaría ser un verdadero discípulo suyo y no entenderlo supone que
no se está realmente comprometido con Él y por ende no podemos recibir su ayuda ni la de
su mensaje. Existen algunos debates sobre si este es el significado original del uso de las
parábolas o si en realidad fue agregado por Marcos para reforzar la fe de sus lectores, tal
vez cuando se vio perseguido. Esta explicación parece ser esencial para comprender del
todo el mensaje real de las parábolas de Jesús, ya que deja claro que es necesario tener fe en
Él para entenderlas, o de otro modo se ven confusas.
3.- Un Juicio contra Jesús lo sentencia a muerte
Tras su detención, Jesús fue llevado al palacio del sumo sacerdote Caifás (según el
Evangelio de Juan, fue llevado primero a casa de Anás, suegro de Caifás). Allí fue juzgado
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ante el Sanedrín. Se presentaron falsos testigos, pero como sus testimonios no coincidían no
fueron aceptados. Finalmente, Caifás preguntó directamente a Jesús si era el Mesías, y
Jesús dijo: «Tú lo has dicho». El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras ante lo que
consideraba una blasfemia. Los miembros del Sanedrín escarnecieron cruelmente a Jesús.
En el Evangelio de Juan, Jesús fue llevado primero ante Anás y luego ante Caifás. Solo se
detalla el interrogatorio ante Anás, bastante diferente del que aparece en los sinópticos.
Pedro, que había seguido a Jesús en secreto tras su detención, se encontraba oculto entre los
sirvientes del sumo sacerdote. Reconocido como discípulo de Jesús por los sirvientes, le
negó tres veces (dos según el Evangelio de Juan), como Jesús le había profetizado.
A la mañana siguiente, Jesús fue llevado ante Poncio Pilato, el procurador romano.
Tras interrogarle, Pilato no le halló culpable, y pidió a la muchedumbre que eligiera entre
liberar a Jesús o a un conocido bandido, llamado Barrabás. La multitud, persuadida por los
príncipes de los sacerdotes, pidió que se liberase a Barrabás, y que Jesús fuese crucificado.
Pilato se lavó simbólicamente las manos para expresar su inocencia de la muerte de Jesús
Jesús fue azotado, lo vistieron con un manto rojo, le pusieron en la cabeza una corona
de espinas y una caña en su mano derecha. Los soldados romanos se burlaban de él
diciendo: «Salud, rey de los judíos». Fue obligado a cargar la cruz en la que iba a ser
crucificado hasta un lugar llamado Gólgota, que significa, en arameo, ‘lugar del cráneo».
Le ayudó a llevar la cruz un hombre llamado Simón de Cirene.
Dieron de beber a Jesús vino con hiel. Él probó pero no quiso tomarlo. Tras
crucificarlo, los soldados se repartieron sus vestiduras. En la cruz, sobre su cabeza,
pusieron un cartel en arameo, griego y latín con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el
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rey de los judíos», que a menudo en pinturas se abrevia INRI (Iesus Nazarenus Rex
Iudaeorum, literalmente ‘Jesús de Nazaret, rey de los judíos’). Fue crucificado entre dos
ladrones.
Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó: «Elí, Elí, lemá sabactani», que ―según los
Evangelios de Mateo y Marcos― en arameo significa: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has abandonado?’. Las palabras finales de Jesús difieren en los otros dos evangelios.
También hay diferencia entre los evangelios en cuanto a qué discípulos de Jesús estuvieron
presentes en su crucifixión: en Mateo y Marcos, son varias de las mujeres seguidoras de
Jesús; en el Evangelio de Juan se menciona también a la madre de Jesús y al «discípulo a
quien amaba» (según la tradición cristiana, se trataría del apóstol Juan, aunque en el texto
del evangelio no se menciona su nombre).
4.- De la tolerancia a Religión Oficial.
Aunque Jerusalén fue el primer centro del cristianismo, su destrucción por los
romanos en el año 70 de nuestra era dejó a las iglesias cristianas con una considerable
independencia. Alrededor del año 100 se habían fundado iglesias cristianas en muchas de
las ciudades principales del oriente, así como en algunos lugares de la parte occidental del
imperio.
Muchos de los primeros cristianos provenían de las filas de los judíos helenizados y
de las poblaciones del oriente de habla griega. Pero en los siglos III y IV, un creciente
número de seguidores hablaban latín. Una traducción latina del Nuevo Testamento, escrito
originalmente en griego, aparecida poco después del año 200, ayudó a este proceso.
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Los grupos de primeros cristianos se reunían al atardecer en casas privadas para
compartir una comida comunal, llamada ágape, o banquete de amor, y para celebrar lo que
llegó a conocerse como el sacramento de la eucaristía, o cena del Señor, celebración
comunal de la última cena de Cristo:
Al formarse las primeras comunidades cristianas tenían una organización flexible, en
la que hombres y mujeres desempeñaban funciones importantes. Algunas mujeres ejercían
posiciones relevantes y, a menudo, como predicadoras.
Las iglesias locales se congregaban bajo el gobierno de consejos de ancianos (o
presbíteros), pero, a principios del segundo siglo, ciertos funcionarios conocidos como
obispos llegaron a ejercer considerable autoridad sobre los presbíteros. Estos obispos
basaban su posición de superioridad en la sucesión apostólica: como sucesores de los doce
primigenios apóstoles de Jesús, eran los delegados vivientes del poder de Cristo.
A pesar de que algunos de los valores fundamentales del cristianismo diferían
marcadamente de los del mundo greco-romano, al principio los romanos no prestaron
mucha atención a los cristianos, a quienes consideraban simplemente una secta más del
judaísmo.
La propia estructura del Imperio Romano ayudó al crecimiento del cristianismo. Los
misioneros cristianos —incluyendo algunos de los doce apóstoles o discípulos originales de
Cristo— utilizaron los caminos romanos para trasladarse por todo el imperio difundiendo la
“buena nueva”.
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Sin embargo, conforme transcurrió el tiempo, la actitud de los romanos hacia el
cristianismo comenzó a cambiar. Como es sabido, los romanos fueron tolerantes con otras
religiones, salvo cuando amenazaban el orden o la moral públicos.
Muchos romanos llegaron a considerar el cristianismo peligroso para el orden del
estado romano. Estas opiniones a menudo se basaron en interpretaciones erróneas. Por
ejemplo, la práctica de la cena del Señor dio origen a rumores de que los cristianos
practicaban crímenes horrendos, como el asesinato ritual de niños. Si bien sabemos que
esos rumores eran falsos, ciertos romanos los creyeron y los manipularon en tiempos de
crisis para incitar al pueblo contra los cristianos. Es más, como los cristianos llevaban a
cabo sus reuniones en secreto y parecían estar en comunicación con cristianos localizados
en otras áreas, el gobierno podía juzgarlos potencialmente peligrosos para el estado.
Algunos romanos pensaron que los cristianos eran excluyentes en exceso y, por lo
tanto, nocivos para la comunidad y el orden público. Los cristianos no aceptaban a otros
dioses y, en consecuencia, se abstenían de asistir a los festivales públicos que honraban a
esas deidades.
Por último, los cristianos se rehusaban a participar en la adoración de los dioses del
estado y en el culto imperial. Dado que los romanos consideraban estas ceremonias
importantes para el estado, el rechazo de los cristianos ponía en peligro la seguridad del
estado y en consecuencia, constituía un acto de traición, punible con la muerte.
También constituía una prueba de ateísmo (no creer en los dioses) y estaba sujeto a
castigo bajo estos cargos. Sin embargo, para los cristianos —quienes creían que únicamente
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había un solo y verdadero dios— la adoración de los dioses del estado y de los emperadores
era idolatría, lo cual pondría en peligro su propia salvación.
La persecución romana de los cristianos durante el primer y segundo siglos de nuestra
era nunca fue sistemática, sino sólo esporádica y local. La persecución comenzó durante el
reinado de Nerón. Habiendo destruido el fuego gran parte de Roma, el emperador utilizó a
los cristianos como chivos expiatorios, los acusó de incendio premeditado y de odio a la
raza humana, y los sometió a atroces muertes en Roma.
En el segundo siglo, en gran medida los cristianos fueron ignorados y considerados
inofensivos. Al final de los reinados de los cinco buenos emperadores, los cristianos
todavía representaban una pequeña minoría, pero con una fe considerable. Esta fuerza se
basaba en la certeza de la moralidad de su conducta convicción reforzada por la
disponibilidad de los primeros cristianos a convertirse en mártires en aras de su fe.
Una vez que la iglesia cristiana estuvo mejor organizada, dos emperadores del siglo
tercero respondieron con más persecuciones sistemáticas. El emperador Decio (249-251)
culpó a los cristianos de los desastres que asolaron a Roma en el aciago siglo III: fueron
ellos quienes no reconocieron a los dioses del estado y, en consecuencia, éstos se vengaron
contra los romanos. Es más, conforme la organización administrativa de la iglesia crecía,
Decio juzgaba que el cristianismo se asemejaba más y más a un estado dentro del estado
que iba socavando el imperio. En consecuencia, inició la primera persecución sistemática
de cristianos.
Se requirió a todos los ciudadanos presentarse ante sus magistrados locales y ofrecer
sacrificios a los dioses romanos. Por supuesto, los cristianos se negaron. Sin embargo, los
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planes de Decio fallaron. Los funcionarios locales no cooperaron y además, el reinado de
Decio no fue tan largo.
La última gran persecución la ordenó Diocleciano, al comienzo del siglo cuarto, pero
era ya demasiado tarde. El cristianismo se había fortalecido mucho, como para ser
erradicado por la fuerza. La mayoría de los paganos había aceptado la existencia del
cristianismo.
En el siglo IV, el cristianismo prosperó como nunca antes. El emperador Constantino
desempeño una función importante en el cristianismo, al que apoyo aparentemente desde el
312, cuando su ejército debía librar una batalla crucial contra Majencio en el puente Milvio,
que cruzaba el río Tiber al norte de Roma.
De acuerdo con una historia tradicional, al entrar en una batalla decisiva tuvo la
visión de una cruz cristiana con la leyenda: “Con este signo, vencerás”. La tradición
prosigue que habiendo ganado la batalla, Constantino se convenció del poder del dios
cristiano. A pesar de que no fue bautizado sino hasta el final de su vida, en el año 313
promulgó el famoso Edicto de Milán, por el que oficialmente se toleraba la existencia del
cristianismo.
Después de Constantino, los emperadores fueron cristianos, con excepción de Juliano
(360-363), quien trató brevemente de restaurar la religión politeísta greco-romana
tradicional. Sin embargo, él murió en una batalla y su gobierno fue demasiado corto como
para causar algún efecto.
Bajo Teodosio, “el Grande” (378-395), el cristianismo fue declarado la religión
oficial del Imperio Romano. Una vez en poder del control, los líderes cristianos utilizaron
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su influencia para proscribir las prácticas religiosas paganas. El cristianismo había
triunfado.
5.- Difusión del Cristianismo
El cristianismo comenzó como un movimiento religioso dentro del judaísmo, y así lo
consideraron las autoridades romanas durante muchas décadas. Aunque la tradición afirma
que uno de los discípulos de Cristo, Pedro, fundó la iglesia cristiana en Roma, el personaje
más importante de los primeros tiempos del cristianismo —después de Jesús— fue Pablo
de Tarso. Pablo se acercó a los no judíos y transformó el cristianismo de una secta judía en
un movimiento religioso más amplio.
Llamado el “segundo fundador del cristianismo”, Pablo fue un judío, ciudadano
romano, muy influido por la cultura griega helenística. Creía que el mensaje de Cristo
debería ser predicado no sólo a los judíos, sino a los gentiles (los no judíos). Pablo fue
pionero en la fundación de comunidades cristianas a todo lo largo de Asia Menor y en las
costas del mar Egeo.
Fue Pablo quien proveyó un fundamento universal para la difusión de las ideas de
Cristo. Enseñó que Cristo era, en efecto, un Dios redentor, el hijo de Dios, que había venido
a la Tierra para salvar a todos los seres humanos, pecadores, de hecho, a causa del pecado
original cometido por Adán al desobedecer a Dios. Con su muerte, Cristo había expiado los
pecados de la humanidad y había hecho posible que todos los hombres y mujeres
experimentaran un nuevo comienzo con la posibilidad de la salvación personal. Aceptando
a Cristo como salvador, ellos también podrían ser salvados.
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Al principio, el cristianismo se diseminó con lentitud. Aunque las enseñanzas del
primitivo cristianismo se difundían mayormente por la prédica de los cristianos
proselitistas, también hicieron su aparición materiales escritos. Pablo escribió una serie de
cartas, o epístolas, que delineaban las creencias cristianas en diferentes comunidades.
Asimismo, algunos de los discípulos de Cristo bien pudieron conservar algunos dé los
dichos del maestro en forma escrita, y los transmitieron como memorias personales, que
más tarde llegaron a constituir las bases de los evangelios escritos —la “buena nueva”
respecto a Cristo— los cuales trataron de formular un registro de la vida y de las
enseñanzas de Cristo, y establecieron el núcleo del Nuevo Testamento.
La propagación de la nueva religión cristiana en el seno del Imperio Romano,
expansión que se vio propiciada por las carreteras que comunicaban todas las provincias del
Imperio, supuso una conmoción social, política e ideológica a gran escala.
El Cristianismo no es una filosofía; el mensaje cristiano o buena nueva, que es lo que
significa Evangelio, no tenía como finalidad resolver los problemas planteados por la
filosofía, en torno a la verdad, al cosmos o a la felicidad humana; su finalidad era enseñar el
camino de la salvación partiendo de la fe o aceptación de la verdad revelada. Sin embargo,
ante los ojos de los griegos y romanos paganos, las primitivas comunidades cristianas, se
parecían más a las escuelas filosóficas que buscaban la felicidad, que a lo que para ellos
significaba la religión.
En el siglo I d.C., la provincia romana de Judea fue el lugar de origen de una nueva
religión, el Cristianismo, el cual constituye uno de los fundamentos de nuestra cultura
occidental. El Cristianismo hunde sus raíces en el Judaísmo. Los judíos adoraban a un dios
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único Yahvé y esperaban la llegada de un Mesías (salvador) que vendría a liberar a su
pueblo. En tiempos de Augusto nació Jesús de Nazaret, quien a los 30 años inició su
prédica anunciando que él era el Mesías, que era hijo de Dios y que traía un Evangelio
(Buena Noticia), un mensaje de amor y de salvación para toda la humanidad, sin distinción
de pueblos ni condición social. Las autoridades religiosas judías no lo reconocieron como
tal, lo consideraron una amenaza y fue condenado a morir en la cruz. Tras su muerte, sus
más cercanos discípulos anunciaron que Jesús había resucitado y que, siguiendo sus
enseñanzas de amor, los seres humanos también podrían alcanzar la vida eterna. En
Jerusalén se reunió la primera comunidad de judíos que creían en el Mesías. Más tarde se
formó otra comunidad en Antioquía, donde se incorporaron también gentiles. Allí surgió la
denominación de cristianos para referirse a los creyentes en Jesús, el Cristo. El
Cristianismo se separó del Judaísmo y se constituyó la Iglesia cristiana que se definió como
católica, es decir, universal. Sus dos figuras principales fueron Pedro, apóstol de Jesús que
fue el primer líder de la Iglesia y predicó el Cristianismo en Roma, y Pablo, quien viajó por
las provincias orientales del imperio predicando entre los gentiles. El libro sagrado del
Cristianismo es la Biblia. Consta del Antiguo Testamento, que narra la historia del pueblo
de Israel y su alianza con Jehová (Dios) y del Nuevo Testamento, que establece la alianza
de Dios con toda la humanidad y presenta las enseñanzas de Jesús y la vida de las primeras
comunidades cristianas.
El Cristianismo se fue propagando por las ciudades del imperio, difusión que se vio
favorecida por la facilidad de comunicaciones y la unidad lingüística del mundo romano.
Sin embargo, los primeros tiempos fueron muy difíciles. Los romanos, tan tolerantes con
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otras religiones, vieron con recelo a los cristianos que postulaban la igualdad entre los seres
humanos y se negaban a rendir culto religioso al emperador. En ciertos períodos, los
cristianos sufrieron persecuciones que significaron la cárcel, el destierro y hasta la muerte si
no aceptaban renunciar a su fe.
Las persecuciones más violentas tuvieron lugar en el siglo III, pero el Cristianismo
seguía expandiéndose.
Un edicto del emperador Constantino, en el año 313, permitió a los cristianos
practicar su religión libremente. Con ello aumentó aún más el número de fieles.
En el año 380 el emperador Teodosio ordenó a todos los pueblos adherir al
Cristianismo, que desde entonces sería la religión oficial del Imperio. La Iglesia Católica
emergió con gran fuerza y fue adquiriendo posiciones de privilegio y de enorme influencia
en la sociedad.
6.- El imperio de Occidente llega a su final
El imperio que restauraron Diocleciano y Constantino (imagen) se tambaleó por más
de un siglo. Después de Constantino, el imperio continuó dividido en oriente y occidente,
una división que se completó en 395 cuando las partes oriental y occidental del imperio se
convirtieron en dos estados independientes.
El occidente estuvo bajo una creciente presión por parte de las fuerzas invasoras
bárbaras. La mayor ruptura hacia el interior del Imperio Romano aconteció en la segunda
mitad del siglo cuarto.
Guerreros feroces procedentes de Asia, conocidos como los hunos, penetraron en
Europa oriental y ejercieron presión sobre los visigodos germánicos quienes, a su vez, se
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dirigieron hacia el sur y el oeste cruzando el Danubio hacia territorio romano, donde se
establecieron como aliados romanos. Pero pronto los visigodos se rebelaron, y el intento
romano por detenerlos en Adrianópolis, en el 378 provocó una derrota aplastante y la
muerte del emperador Valente(364-378).
A partir de entonces un creciente número de bárbaros cruzó las fronteras. En el año
410, los visigodos, bajo el mando de Alarico, saquearon Roma. Los vándalos inundaron el
sur de España y África, y los visigodos invadieron España y la Galia. Los vándalos
cruzaron hacia Italia desde el norte de África y saquearon Roma en el año 455.
En 455, los vándalos ocuparon y saquearon Roma durante varios días. El Imperio
romano de Occidente se desintegró en una rápida sucesión de emperadores y generales:
Avito, el senador Petronio Máximo, Mayoriano, Livio Severo, el general Anternio, Anicio
Olibrio y Julio Nepote, nombrados por los jefes germánicos, principalmente el suevo
Ricimero.
Nepote fue eliminado por el general Orestes, quien entronizó a su hijo Rómulo
Augústulo, último emperador de Occidente. Odoacro, príncipe hérulo, conquistó Ravena,
depuso a Rómulo y se proclamó virrey.
A diferencia de lo que ocurrió en Occidente, en Oriente surgió el Imperio bizantino,
que sobrevivió casi mil años más
El emperador de occidente, Rómulo Augústulo (475-476) fue depuesto y, en la parte
occidental, una serie de reinos germánicos remplazaron al Imperio Romano; en tanto que el
Imperio Romano de Oriente continuó existiendo el cual tenía su centro en Constantinopla.
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El fin del Imperio Romano ha dado margen a numerosas teorías que intentan dar una
sola razón globalizadora para explicar “la decadencia y caída del Imperio Romano”. estas
incluyen las siguientes: el énfasis del cristianismo en un reino espiritual debilitó las virtudes
militares y el patriotismo romanos; los valores tradicionales romanos declinaron a medida
que los no italianos ganaron más prominencia en el imperio; el envenenamiento por plomo,
debido a que las tuberías de plomo para el agua y las copas causaron decadencia mental; la
peste causó la muerte de una de cada diez personas de la población; Roma no logró un
avance tecnológico debido al sistema de esclavitud; más aun, ni siquiera pudo lograr un
sistema político que funcionara.
Podría haber un punto de verdad en cada una de estas teorías pero también todas han
sido cuestionadas.
Una cosa resulta clara: debilitado por la escasez de hombres, el ejército romano del
oeste no fue capaz de repeler las hordas de pueblos que invadieron la Galia e Italia. En
cambio, el Imperio Romano de Oriente, que sobreviviría otros mil años, pudo librarse en
gran medida de las invasiones.
7.- Crisis y desintegración del impero Romano.
El Imperio Romano alcanzó su mayor extensión al comienzo del siglo II d. C y duró
2.000 años. Estaba dividido en provincias, directamente sometidas al control del Emperador
y del Senado
A pesar de que en esta época alcanzó su máximo esplendor, existían algunos
problemas graves que se fueron ahondando a partir del siglo III d. C. Éstos fueron:
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Enemigos externos: Aparecen pueblos que amenazan las fronteras romanas,
especialmente los persas en la zona de Mesopotamia y los germanos en el Rin.
Excesivo poder de los soldados: El peligro inminente de los pueblos germanos en la
frontera noreste obligó a Roma a mantener en armas un ejército de medio millón de
legionarios quienes comenzaron a usar la fuerza para nombrar a los emperadores que les
prometían favorecerlos. Esto provocó una gran inestabilidad política.
Gran crisis social: Esta crisis se manifestó principalmente en las provincias más
atrasadas del Imperio, cuyos habitantes le exigieron al gobierno la totalidad de los derechos
políticos y sociales.
Ruptura del equilibrio económico: El sector de Oriente del Imperio se enriqueció
más que el sector Occidental, lo cual provocó problemas dentro del Imperio.
Gran crisis económica: Se elevaron los impuestos y contribuciones. Se ensayó la
planificación central y rigurosa de la producción pero sólo provocó el estancamiento
generalizado. Aparecen la inflación y el desempleo, el desabastecimiento, el mercado negro
y la especulación.
Gran concentración urbana y éxodo rural: Los habitantes del Imperio dejan las
zonas rurales y se dirigen hacia las ciudades.
CRISIS DEL IMPERIO
A partir del siglo III d.C., cesaron las conquistas y el Imperio tuvo que enfrentarse a
una serie de problemas. En primer lugar, las fronteras se volvieron inseguras por los
ataques de los pueblos germánicos (bárbaros), que habitaban más allá de los límites.
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Además, la autoridad imperial se debilitó y fueron frecuentes las revueltas. Entre los
años 235 y 368 se sucedieron 30 emperadores legítimos y más de 70 ilegítimos. Ante esta
situación, los jefes militares fueron aumentando su poder y el ejército se convirtió en la
única autoridad de las provincias.
A estos problemas se sumaron los económicos. La falta de esclavos, al acabarse las
conquistas, provocó un descenso de la producción agrícola y minera; además, los ataques
bárbaros cortaron las vías de comunicación. El comercio y la artesanía se estancaron y la
población se empobreció.
LA DIVISIÓN DEL IMPERIO
El emperador Teodosio dividió el Imperio entre sus hijos, Arcadio y Honorio. A
partir de este momento quedaron separados el Imperio romano de Occidente y el Imperio
romano de Oriente.
El quiebre definitivo se produjo cuando Teodosio, emperador de origen español al
morir en el año 395, legó el Imperio Romano para facilitar su defensa, a sus dos hijos. A
Honorio le correspondió el Imperio de Occidente, cuya capital era Roma, y a su segundo
hijo, Arcadio, el Imperio de Oriente, cuya capital era Constantinopla, siguiendo destinos
muy diferentes.
En el año 476 después de Cristo, el Imperio Romano de Occidente sucumbía bajo la
presión de los germanos, mientras que el Imperio Romano de Oriente sobrevivió hasta el
año 1453 después de Cristo, año en que cayó en poder de los turcos.
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El Imperio de Oriente, también conocido como bizantino, era más rico y poblado.
Allí, el emperador supo mantener su autoridad y defender las fronteras contra los bárbaros;
así pues, el Imperio sobrevivió. En Occidente, en cambio, la decisión de Teodosio era
insuficiente para salvar el Imperio.
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Conclusiones:
De este trabajo podemos concluir lo siguiente:
Jesús no era un Mesías conforme a la mentalidad tradicional de un rey. Su práctica
de estar junto a las personas, de tocar y dejarse tocar por ellas, les devolvió la certeza de la
llegada del Reino de Dios.
Su gesto de obrar, desautorizaba el sistema judaico legalista y el sistema implantado
por el templo. Esto causó conflictos con el partido de los fariseos, con los escribas, con los
saduceos, con los herodianos.
Jesús tuvo el coraje de denunciar los abusos de las autoridades religiosas y políticas
de su tiempo. El resultado no podía ser otro.
Él fue juzgado y condenado a muerte de cruz. La crucifixión pública era una forma
de amedrentar y desarticular el movimiento popular.
Jesús fue crucificado por ser considerado como enemigo de los romanos y de la élite
sacerdotal de Jerusalén.
La crucifixión tuvo su origen en Persia. Era una penalidad cruel y horrible.
Jesús muerto en la cruz era un verdadero escándalo y un duro golpe para sus
seguidores y seguidoras (1Co 1,23; Gal 5,11). Jesús murió como criminal y subversivo.
El imperio romano comenzó su lenta decadencia en el 3 o siglo, una de las
principales causas de su caída fue una serie de plagas, especialmente la peste de Cipriano,
que diezmó la población del imperio, haciéndolo más difícil recaudar impuestos suficientes
y reclutar ejércitos.
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Bibliografía
Libros
Iglesia de Dios Unida, 2011, La Verdadera Historia de Jesucristo
Historia Universal de 8º grado, editorial Santillana.
Aureo Yepez Castillo, Historia Universal 8º Grado
Referencias de internet
http://explorethemed.com/FallRomeEs.asp
http://es.wikipedia.org/wiki/Decadencia_del_Imperio_romano
http://www.perugg.com/paranormal-y-religion/falsa-concepcion-de-jesus-opositor-
al-imperio-romano-9423.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Jesus_de_Nazaret
http://es.wikipedia.org/wiki/Historia_del_cristianismo
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Republica Bolivariana de Venezuela
Ministerio del Poder Popular Para la Educación
E.T.A.R.Z Agropecuario “Simón Bolivar”
HISTORIA UNIVERSALJesús, El opositor de Imperio Romano.
Realizado por:
Bárbara Lamanna. #11
2º año sección A.
Guatacaral, Marzo de 2013
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INDICEINTRODUCCIÓN..................................................................................................................1
1.- Jesús, el opositor del pueblo Romano............................................................................3
2.- El mensaje de Jesús.......................................................................................................5
3.- Un Juicio contra Jesús lo sentencia a muerte.................................................................7
4.- De la tolerancia a Religión Oficial................................................................................9
5.- Difusión del Cristianismo............................................................................................13
6.- El imperio de Occidente llega a su final.....................................................................16
7.- Crisis y desintegración del impero Romano................................................................18
Conclusiones:........................................................................................................................22
Bibliografía...........................................................................................................................23
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