Jesuitas en Tucuman al filo de la expulsión - S. Peña de Bascary 1993

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1 Jesuitas en Tucumán al filo de la expulsión por Sara Peña de Bascary (Publicado en Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucuman nº 6. Diciembre de1994). Introducción En el vasto espectro del accionar de la Compañía de Jesús en Tucumán, desde su arribo en 1585 hasta la expulsión ordenada por Carlos III en 1767, las actividades económico comerciales de los jesuitas, a pocos años de ejecutarse el extrañamiento de la Orden, es uno de las aspectos más interesantes que vimos durante la investigación de su trayectoria en esta Provincia. Cuando iniciamos nuestra tarea investigativa y a medida que avanzábamos en la misma, los datos obtenidos de numerosas fuentes, llevaban a la misma conclusión: la Compañía de Jesús en Tucumán no habría logrado un desarrollo destacable. Mientras, en otras provincias, desde su llegada en el Siglo XVI comenzaron a expandirse vertiginosamente, con misiones, reducciones, estancias, Templos, y Colegios. En cambio, el accionar jesuítico en Tucumán, parecía no haber tenido especial gravitancia. La Reducción de Los Lules, ampliamente estudiada por el Padre Guillermo Furlong S. J., sería lo único importante que los jesuitas hicieron en Tucumán. Y esto, no sin grandes aflicciones. La misma se vio obligada a trasladarse continuamente, por diversas causas, de lo que da cuenta con preciosismo, este gran historiador en su obra "Entre los Lules de Tucumán"(1). A tal punto fueron los problemas de los misioneros en esta Reducción, que en un momento dado, La Consulta en Córdoba consideró la

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Las ruinas jesuitas de Tucumán + por Sara Peña de Bascary - REv- nº 12 junta de estudios históricos de Tucuman

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Jesuitas en Tucumán al filo de la expulsión

por Sara Peña de Bascary (Publicado en Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucuman nº 6. Diciembre de1994).

Introducción En el vasto espectro del accionar de la Compañía de Jesús en

Tucumán, desde su arribo en 1585 hasta la expulsión ordenada por Carlos III

en 1767, las actividades económico comerciales de los jesuitas, a pocos años

de ejecutarse el extrañamiento de la Orden, es uno de las aspectos más

interesantes que vimos durante la investigación de su trayectoria en esta

Provincia.

Cuando iniciamos nuestra tarea investigativa y a medida que

avanzábamos en la misma, los datos obtenidos de numerosas fuentes,

llevaban a la misma conclusión: la Compañía de Jesús en Tucumán no

habría logrado un desarrollo destacable. Mientras, en otras provincias, desde

su llegada en el Siglo XVI comenzaron a expandirse vertiginosamente, con

misiones, reducciones, estancias, Templos, y Colegios. En cambio, el

accionar jesuítico en Tucumán, parecía no haber tenido especial gravitancia.

La Reducción de Los Lules, ampliamente estudiada por el Padre

Guillermo Furlong S. J., sería lo único importante que los jesuitas hicieron

en Tucumán. Y esto, no sin grandes aflicciones. La misma se vio obligada a

trasladarse continuamente, por diversas causas, de lo que da cuenta con

preciosismo, este gran historiador en su obra "Entre los Lules de

Tucumán"(1). A tal punto fueron los problemas de los misioneros en esta

Reducción, que en un momento dado, La Consulta en Córdoba consideró la

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posibilidad de suprimirla. Pero los Padres Consultores "juzgaron de

parecer se conservase, sin desistirnos de ella por nuestro buen nombre"

(2) Decisión que se ajustaba a la modalidad jesuítica de acuerdo a sus

reglamentaciones, antes que nada "el prestigio de la Compañía".

En uno de nuestros estudios sobre los jesuitas, nos ocupamos de lo

que para ellos era -recientemente instalados en Tucumán- el objetivo

prioritario: contar con propiedades y acrecentarlas (3). A esto se abocaron, y

como en todo el Virreinato tuvieron éxito. Entre las muchas donaciones, la

más destacable por su espectacularidad, fue la del Deán francisco de Salcedo

en 1613, a la que le siguieron muchas otras.

Pero durante los Siglos XVII y muy avanzado el Siglo XVIII, no

encontramos - en las investigaciones realizadas- que hubiesen dado utilidad

de envergadura a sus propiedades. Sobre todo si tenemos en cuenta que para

ellos el trabajo de la tierra era fundamental como unidad de producción, lo

cual les abriría el camino para el logro total de sus objetivos. Contaban, sí,

con un Templo y Colegio -gracias a la donación de Salcedo y con la

inestable reducción de Los Lules.

Al realizar un exhaustivo análisis del "Libro de Consultas de la

Compañía de Jesús" (4) vimos que en las mismas a Tucumán no se le tenía

muy en cuenta. Únicamente se referían y trataban los problemas de la

Reducción luleña, a la que consideraban -insistentemente- no encontrarse en

lugar adecuado y alguna que otra cuestión interna de la Orden, más bien

doméstica y de poca importancia. Para los padres Consultores los temas

prioritarios eran: asuntos económicos, producción y comercialización de los

mismos. Y, Tucumán no producía.

Apuntamos en un estudio, que la Orden en Tucumán, recién se

consolida a partir de obtener la donación del Potrero de Aconquija,

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realizada por Don Pedro Bazán en 1742.(5) Sobre esta donación, y la no

menos importante que le sucedió, realizada por el General Díaz de la Peña

de Tierras de Huasán -Catamarca- para el Colegio Tucumano, en las

consultas se trató con inusitado entusiasmo y beneplácito.

No era para menos, en esa época estaban los jesuitas, instalados con

sus indios Lules en propiedad prestada por el propio Bazán, plagada de

indios rebeldes -que continuamente les hostigaban - e inadecuada para la

expansión de tareas agrícolas y ganaderas. Los padres siempre ambicionaron

ese potrero, sabían que era ideal para sus propósitos. Se trata de esa ancha

franja, al oeste de Tucumán, de valles, cumbres, montes, laderas, ríos y

tierra fértil. Donde se encuentran, entre otras, las de Tafí del Valle, Potrero

de las Tablas, Ciénega, San Javier, Siambón, Raco y Vipos.

Sus propiedades se extendían hasta Catamarca, estancia de Santa

Rita de Huasán, a las que ya nos referimos. Resulta obvio decir que los

padres persiguieron hasta el cansancio a estos terratenientes para que les

donasen sus tierras.

Es, insistimos, a partir de esta "generosidad" que comienza un

vertiginoso crecimiento de las actividades de los jesuitas en Tucumán.

Trabajo de la tierra, plantaciones, cultivos, ganadería y hasta explotación de

los bosques, con cuya madera realizaron carretas y mobiliario,

convirtiéndose ésta, - la maderera- en una de sus grandes industrias. Se decía

que sus derivados abastecían el Virreinato (6).

En Huasán, explotaron minerales, además de ganado y agricultura y

de sus viñedos obtenían excelente vino y aguardiente. Cuando realizamos un

análisis de la situación económica de la Orden, al ejecutarse el

extrañamiento, en el Inventario y Tasación de 1768, dimos a conocer datos

cuánticos de la producción jesuita en las propiedades donadas por Bazán y

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Díaz de la Peña. Sorprendió la magnitud de lo realizado en tan solo 25

años.(7)

También llamó nuestra atención, en el inventario mencionado, que

los esclavos negros -en Tucumán- eran puros. No hubo mixturación como

en otras propiedades de la Compañía (8). La razón muy simple: eran nuevos,

no los habían necesitado hasta entonces. A partir de las donaciones de

Aconquija y Huasán recién requirieron de esa mano de obra.

Es innegable que la obra misionera de los primeros jesuitas en

Tucumano es digna de encomio. Más aún teniendo en cuenta las enormes

dificultades que afrontaron.

Dedicación evangélica, sin medios y sin apoyo. Muchos murieron

mártires en su empeño. Pero con su silenciosa y abnegada tarea,

mantuvieron con esfuerzo y tesón la desprotegida Reducción de Lules..Y, el

Templo Tucumano y su Colegio fueron dignos de grandes elogios. Supieron

esperar con paciencia jesuítica el momento y lugar adecuado para iniciar la

organización de la gran empresa agro-industrial-comercial, que con el

tiempo se afianzó transformándose en una unidad regional de transacciones

comerciales de suma importancia.

Creemos que indagando en los años que precedieron a la expulsión

de la Orden, en la abultada documentación de lo actuado por la Junta de

Temporalidades, gran cantidad de investigaciones, indagaciones y juicios

que la misma determinó por diversas causas referidas a los bienes

secuestrados, tendremos una idea de la magnitud de las actividades

comerciales de los jesuitas, de sus vínculos con la sociedad civil del

Tucumán del S. XVIII, estrechamente allegados a la Orden, y de la

modalidad imperante, entre ellos en las transacciones.

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Cabe recordar que "en el Institum de la Compañía de Jesús" -

constituciones compiladas por su fundador- se advierte el interés de los

jesuitas en asuntos económicos. Una de las instrucciones "establece la

necesidad de un sólido conocimiento en esta materia de los Rectores de los

Colegios, cuyos ingresos han de ser suficientes para garantizar la

educación". En cuanto a la asistencia en estos asuntos, cada Rector contará

con un procurador cuyo deber será llevar las cuentas exactas, ocuparse de

los títulos que confirman los diversos derechos desde el aspecto legal y

cuidar que los ingresos del establecimiento aumentaran en lugar de

disminuir, eran los responsables ante el Provincial, quien lo era a su vez con

el Procurador especial que lo secundaba ante el General y su Procurador

General. El Provincial, cuyo rector llegaba a padecer dificultades de índole

económica, corría el riesgo de ser depuesto" tal como lo consigna el

historiador Möerner en su "Actividades Políticas y Económicas de los

Jesuitas en el Río de la Plata, quien consultó el Corpus Institorum

Societatis Iesu II de 1709.(9)

Por otra parte, en libro de Consultas que analizamos y dimos a

conocer, nos referíamos en uno de sus apartados a las cuestiones

económicas: precios ventas productos, mulas, maderas, obras de plata,

lienzo, autorizaciones de compra y venta, prorrateo ganancias a los Oficios

de misiones con dificultades financieras, precio yerba, aguardiente,

campanas, modalidad de transacciones, entre otros temas económicos.

Como vemos de acuerdo con la Reglamentaciones de la Orden. Todo

meticulosamente planificado, nada librado al azar.(10)

Antes de tratar el tema que nos ocupa en este trabajo, creemos

oportuno reiterar nuestra opinión sobre el significado de la llegada de los

Jesuitas a nuestras tierras en 1585.Tanto para el indígena como para el

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español. Una nueva metodología se introdujo en el proceso de colonización,

dejando a un lado la imperante hasta fines del S. XVI. Con el arribo de los

hombres de la Compañía de Jesús comienza otra historia, u otro aspecto de

ella, de suma importancia, lo que se percibe en los resultados obtenidos.

Pudo haber falencias, dada la magnitud de la empresa, pero queda en pié: el

trato al indígena, supresión del Servicio Personal, organización social,

trabajo mancomunado, respeto por las tradiciones de los indios, lo que

preservó gran parte de su cultura. Y, el culto, por así llamarlo, al trabajo de

la tierra.

Es precisamente este aspecto, el del trabajo, el más importante.

"Recordemos que en la literatura anti-jesuita, mucho se habló de las

riquezas de las misiones, la que se hallaba acompañada de detallada

descripción de las minas de oro de la Compañía "- según apunta Juan

Carlos Garavaglia en su trabajo "Las misiones jesuitas Utopía y Realidad" y

considera "que esta concepción está basada en la incapacidad de los

colonos para comprender el tipo de organización que reina en las

reducciones y para entender que el trabajo es la única fuente posible de

riquezas" (11)

La noticia de la expulsión de la Compañía en

Tucumán

A comienzos de 1767, una ola de rumores cundía por el Virreinato:

los jesuitas serían expulsados. Pero como esta cuestión surgía de cuando en

cuando, pareciera ser que no se le dio importancia. La sociedad civil

pensaba que la Orden siempre salía airosa de sus problemas. y, tal vez los

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miembros de la Compañía compartían ese concepto. Por una causa u otra,

desde que llegaron, la posibilidad estuvo siempre latente. Denuncias a la

Corona por supuestas actividades que no correspondían a religiosos,

enviados del Rey a averiguar, envidias, intrigas, la postura jesuítica ante el

traslado de los siete pueblos -lo que no fue bien visto por la realeza- como

tantos otros problemas que afrontó la Orden de Loyola.

Los jesuitas de Tucumán, aparentemente, no hicieron eco de los

rumores. Esto explicaría que no tomasen mayores recaudos para tener las

cuentas claras en el momento de la expulsión. O, quizá, el desorden en

papeles, cuentas y patrimonio que se encontró en el Colegio tucumano, la

aciaga noche del 6 de agosto de 1767, al ejecutarse el extrañamiento, fue un

ordenado desorden. Lo que veremos más adelante.

Por documentación que encontramos en el Archivo General de la

Nación y datos que proporciona en su biografía Don Martín de Learte y

Ladrón de Zegama, sabemos con certeza que los padres fueron advertidos

diez o doce días antes de concretarse la expulsión.(12)

En Tucumán, de inmediato -al extrañamiento de los jesuitas-

comenzaron los rumores y denuncias: que los padres habían sido prevenidos

y que debido a ello ocultaron papeles, libros y hasta los quemaron....

Ante esta situación, Don Adrián Cornejo, ordenó el 9 de agosto, al

Alcalde de 2° voto, Don Fermín Tejerina que recibiera información

"secreta sobre tales denuncias"(13) quien procedió de inmediato.

El primero en declarar fue Don Vicente Escobar, de 35 años.

Manifestó que corrió en Tucumán la noticia del extrañamiento días antes

que el mismo se realizara y "que un niño le dijo que había oído a otro

niño que los padres habían quemado libros y papeles en el patio"

Añadió que se lo contó Francisco Solano Zerda (14).

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Se citó a Zerda, de 16 años, quién contó que cuando llegó a la ciudad

el día 8 -venía de su estancia- hablando con Francisco Xavier Ojeda sobre la

expulsión, este le narró "como antes que cercasen el Colegio, los padres,

al anochecer habían quemado porción de papeles y libros, que le dijo

que eran ocho libros de la vida y milagros de San Ignacio, que no esta

cierto de cual de las cosas eran" y al ser insistentemente indagado "no

supo dar razón de otra cosa que haber sabido antes de lo sucedido con

la expulsión de los padres ya que había de suceder"(15).

Compareció Francisco Xavier Ojeda, de 14 años. Relatando que el

día 6 del corriente estuvo en el colegio y un negro llamado Juan Ignacio,

esclavo, le contó "que la noche antecedente habían quemado los padres

toda su sabiduría, en toda la noche, que duró hasta el amanecer, mucha

porción de cartas, y cosa de 60 a 70 libros grandes y según la señal que

demuestra, al parecer sería libros de a folio o marca mayor, y que las

palabras con que dicho negro explicó, fueron que quemaron toda la

sabiduría de San Ignacio y los jesuitas" y además dijo que le contó dicho

negro "que en aquella misma noche, el Padre Rector repartió plata

entre los sujetos y que quedó la Caja así nomás, dando a entender que

quedaba mucha cantidad", y añadió que el negro le dijo que "para

quemar papeles y cartas hicieron fuego en el patio junto a unos

naranjos y los libros los quemaron en la cocina"(16)

Presto, Don Fermín Tajerina, acompañado por el Juez de Menores,

fue al Colegio a constatar la declaración de Ojeda. Resultado: comprobó y

así lo manifestó que "vio en el patio junto a unos naranjos.....cenizas y

carbones" lo que probaba que se hizo fuego, como también que se

quemaron papeles por "por algunos pedacitos en que se hallaban unas y

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otras letras que se libraron del fuego". Certificó el informe, acotando que

también observó el Alguacil Mayor de esta ciudad. (17).

La verificación de Tejerina, dejaba ya pocas dudas respecto: los

jesuitas fueron advertidos y tomaron sus recaudos, pero la indagación

continuó.

Por último, el 3 de setiembre se citó al negro Juan Ignacio, Sacristán

del Colegio, de 18 años, quien declaró: "que antes que pusieran guardias

en el Colegio, que no se acuerda que día, pero que fue de noche, vio que

el Hermano Ott estuvo quemando papeles con una vela en todo el patio

y que después le dijo un negrito, de los mismos del Colegio, llamado

Francisco que había visto estar quemando libros en la cocina" (18).

Pero la confirmación definitiva que los jesuitas supieron

anticipadamente de la inminente expulsión , las declaraciones y denuncias

precedentes podrían dejar ciertas dudas, se produce en noviembre de 1767,

al ser indagado el ex-Rector del Colegio Padre Joseph Sánchez, que se

encontraba preso en Buenos Aires. Declaró: "que como diez o doce días

antes de la ejecución del Decreto de Su Majestad el Colegio tuvo

noticias de haberse practicado en otras partes, por infinitos sujetos que

llegaron a la Iglesia en Concurso la víspera de San Ignacio, aunque

estaba público en la ciudad, por avisos que se divulgó haber habido en

Santa Fe, Córdoba y La Rioja por tantos peones que llegaban y lo

decían, corría de unos a otros sin dejar al exponente duda alguna de su

certeza, sin poder determinar al primero que expandió la voz" (19).

La declaración del Padre Sánchez, es lo suficientemente explícita

para aseverar que los jesuitas en Tucumán supieron anticipadamente, gracias

a amigos y allegados del vecindario que serían expulsados inminentemente,

como ya había ocurrido en otras ciudades del Virreinato. Y, muchos días

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antes de lo que denunciaron los primeros indagados. Tiempo, a nuestro

criterio, más que suficiente para arreglar cosas, sobre todo aquellas que no

deseaban que se conocieran.

El Teniente de Gobernador, Don Juan Manuel Fernández Campero,

tuvo especial interés en averiguar quién puso sobre aviso a los jesuitas. Los

sospechosos, eran detenidos y culpables o no fueron severamente castigados.

Cuenta Don Martín de Learte y Martín de Zegama en sus memorias,

interesantísimo manuscrito trascripto y publicado por el Padre Grenón S. J.

como "Las Aventuras de Learte", todas las vicisitudes que pasó ante la

presunción de Campero que él avisó a los jesuitas de Salta que serían

expulsados. Estuvo meses en la cárcel, tratado inhumanamente, se enfermó a

tal punto que gracias a la fianza que dieron Don José Saravia y Don Vicente

Cornejo, le dejaron el libertad condicional.

Pasó años huyendo por el Alto Perú. En la cárcel estuvo a punto de ser

castigado con cepo y garrote, y el Gobernador Campero le amenazó con

ahorcarle si no firmaba una confesión de haber alertado a los jesuitas de

Córdoba, Tucumán y Salta. Learte mantuvo estrecha amistad con los

regulares de estas provincias, especialmente vínculos comerciales. En un

momento de desesperación dijo: "¡Oh, Temporalidades, a cuantos haz

cuarteado al Infierno!!! (20)

El Virrey Vértiz, en 1775, ante la insistencia de Learte, le absolvió,

entregándosele su tienda y la fianza. Este personaje no fue el único que a

causa de las Temporalidades de los jesuitas, de la amistad con ellos y de la

sospecha de complicidad pasó tantas aflicciones. El mismo lo decía. En este

estudio trataremos un caso de gran similitud.

El hecho que los jesuitas fueron puestos sobre aviso, ocasionó a los

administradores de la Temporalidades de los "expulsos" grandes problemas.

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Don Fermín Tejerina, así opinaba sobre esta cuestión: "esto causó tal

desorden, especialmente en la hacienda, que para ponerla en orden,

costó al Intendente Don Francisco Tejerina un enorme trabajo" (21).

Efectivamente, ese desorden, tal vez "ordenado" ocasionó

gravísimos problemas a los administradores de los bienes secuestrados. Los

requerimientos de innumerables acreedores, la falta de documentación y

serias irregularidades derivaron en acciones judiciales. Había que dilucidar

que perteneció a la Compañía y lo que correspondía a quienes se

presentaban a cobrar deudas a la Junta de Temporalidades.

Ese desorden, en que se encontró el Colegio Tucumano, pensábamos

que no les convenía a los jesuitas. Uno de los mayores méritos de la

Compañía, y motivo del éxito obtenido, fue la perfecta organización, todo

planificado meticulosamente, ni el más leve descuido. ¿Acaso, tan grande

fue el impacto recibido al saber la inminencia de la expulsión que no les

preocupó dejar sus cosas en orden....?

Creemos que la cuestión pasaba por otros intereses. A partir de 1760,

sus estancias producían en gran escala, amplísima gama de productos que

comercializaban en la región. Por cuestiones coyunturales -que trataremos

más adelante- debieron recurrir a una intrincada red de comerciantes que

compraban o vendían a los jesuitas ganado y otras especies. Estos productos,

por medio de intermediarios, eran negociados en el Norte del Virreinato y

asiduamente intervenían en estas transacciones comerciantes de Córdoba,

Santiago del Estero, Santa Fe , Buenos Aires, Salta y Jujuy.

Para estas actividades, los jesuitas necesitaron de la colaboración de

vecinos, comerciantes, peones, autoridades civiles y eclesiásticas -con

suficiente influencia y pocos escrúpulos- y de ricos terratenientes en toda la

región noroeste.

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El último Rector del Colegio tucumano, Padre Sánchez, contó con

gran cantidad de allegados, que en estas transacciones tuvieron activa

participación y ganancias. Interesa conocer a sus colaboradores y como se

encontraban insertos en la sociedad tucumana del S. XVIII.

¿Fueron estos "amigos" los más interesados en que el Colegio

tucumano presentara el mentado "desorden" la noche de la expulsión?. La

noticia anticipada, quema de papeles y documentación, bien pudo ser el

modo de borrar todo rastro de negocios en común. Recordemos que los

jesuitas se iban y ellos quedaban. No se comprobó quién dio el alerta. El

mismo Padre Sánchez no quiso decirlo y los acusados, como Learte, lo negó

hasta en sus memorias (22). Probablemente fue un "negocio más".

Convenía a ambas partes. Los padres para no dejar en descubierto sus

actividades -sobre lo cual presumían se les juzgaría- y sus colaboradores,

porqué la mayoría estaba en deuda con la Compañía, además eran

importantes personajes de la sociedad tucumana.

Jesuitas en Tucumán: algunos aspectos

de sus actividades comerciales

Realizado el extrañamiento de los jesuitas en Tucumán, a La junta de

Temporalidades -administradora de los bienes secuestrados- además de las

denuncias sobre quema de documentación que vimos-. Se les presentaron

innumerables acreedores reclamando el pago de supuestas deudas que con

ellos tuvieron los "regulares" Esto dio origen a numerosas indagaciones,

investigaciones y causas judiciales.

Consideramos fundamental investigar exhaustivamente en esas

fuentes documentales, ya que nos permitirá aproximarnos al conocimiento

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de la verdadera situación económica de los jesuitas en Tucumán. Es

vastísima la documentación existente en Archivos sobre las Temporalidades

de los jesuitas y las causas judiciales que se originaron.

Entre los documentos que consultamos, seleccionamos dos, para

analizarlos y darlos a conocer en este trabajo. Con la certeza que en estos

expedientes judiciales que en sus sumarios obligan a volver la mirada años

atrás del extrañamiento, encontraremos excelentes datos para conocer la

ingerencia de la Compañía de Jesús en la economía regional.

Cabe aclarar, que el historiador Möerner -en el trabajo citado- sobre

este tema acotaba:" Está aún por hacerse un estudio detenido de las

cuentas y otras fuentes primarias que se relacionan a los jesuitas en el

Río de la Plata en el S. XVIII, incluso en la vasta documentación que se

refiere a la administración de las Temporalidades", agregaba que él las

había consultado muy fragmentariamente (23). Por otra parte, este

investigador considera "de vital importancia el estudio de esta

documentación ya que el destino de las temporalidades, al parecer

representó un cambio profundo en la estructura agraria, con

repercusiones importantes en la esfera social y aún política"(24). De

acuerdo a lo visto en la documentación que consultamos, lo expresado por

Möerner es una realidad.

En el expediente caratulado "Autos obrados por el Gdr. Campero

y documentos que se conoce que los de Santa Fe dieron abajo a los de

Tucumán y de la expulsión de los jesuitas que resultó ocultasen bienes y

papeles"(25) se trató de averiguar la situación patrimonial de los jesuitas. El

Gobernador Campero puso en duda la veracidad de lo declarado por el Padre

Rector Joseph Sánchez, cuando unos comerciantes presentaron documentos

para cobrar deudas y manifestó: "siendo contradictorios estos hechos,

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manifiestan claramente el "fraude" de dicho Padre Joseph

Sánchez"(26). Y, como también se denunció que los padres compraron más

ganado que el declarado, ordenó una completa indagación.

La cuestión comenzó, cuando dos comerciantes de Santa Fe enviaron

apoderados a cobrar deudas contraídas con los jesuitas a los administradores

de los bienes secuestrados. El presbítero Joseph Ignacio Villafañe dijo tener

poder de Don Manuel Gaviola para cobrar por unas mulas que vendió al

Padre Sánchez. Don Gabriel Quiroga envió a su cajero a cobrar lo adeudado

por el mismo concepto. Sobre esto se investigaría.

Se quería conocer el precio pactado, plazos y pagos a cuenta y si Don

Manuel Gaviola vino a Tucumán en Julio y agosto a cobrar por el ganado.

Se requería también información sobre unas mulas que trajeron de la

reducción de Abipones -2.000- para el Padre Rector en el mes de junio,

quien las condujo y donde se invernaron. Y, por último, si Don Juan

Silvestre Helguero vendió a los padres 200 mulas: precio "conformidad" y

cuanto se dio a cuenta.

Muchas personas fueron citadas. El sumario se inició con Don Pedro

Gartiel -vecino de Tucumán- Respecto a Abipones y a Don Juan Silvestre

Helguero, dijo que fueron 1.200 y no 2.200 las mulas que trajo para el Padre

Rector. Que se invernaron en Tapia, potrero del Dr. Miguel Sánchez de

Lamadrid -sacerdote, Capellán del Gobernador Campero-. Agregó que el

Padre Sánchez debía pagar 12 pesos por cabeza, 8 por la invernada y

conducción a Salta en la "saca" de 1768. Y, sobre Helguero, declaró que el

Rector le compró otras 200 vacas más en la misma época a 6 pesos y que se

le "pagaría en carretas y plata y que a cuenta recibió 550 pesos" (27)

Don Miguel Angel Vaxon aportó nuevos datos, dijo: que Gaviola

trajo 700 mulas y que de ellas 200 eran para un portugués. Que constaba en

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nota que el santafecino le escribió solicitándole un potrero para invernarlas.

Que fue allí donde las vendió al Rector a 6 pesos y medio y a un año de

plazo. Agregó que a fines de julio, llegó el cajero de Gabriel Quiroga a

cobrar lo que debían los jesuitas. Sobre Helguero, ratificó lo dicho por

Gartiel. Por último dijo que las mulas del portugués Gaviola las vendió a

Don Juan Joseph Paz.(28)

Luego declaró Don Miguel Viaña. respecto a Helguero coincidió con

los otros informes -ganado de Abipones y el suyo- Manifestó que lo de las

carretas lo supo por el Padre Francisco Xavier Miranda (jesuita de gran

prestigio trasladado a Tucumán) y sobre la plata, se lo dijo el mismo

Helguero (29).

Se citó, como era lógico a Juan Silvestre Helguero, quién entregó un

documento, manifestando que era una "contrata" con el Padre Sánchez:

"Digo yo, don Juan Silvestre Helguero, vecino de S. M. de Tucumán,

que he recibido 1224 mulas y las llevo a entregar en Las Tabladas de

Salta para el tiempo de la saca. Era el fiado lo que me deben dar con la

Invernada y flete 12 reales cada mula y más 4 pesos 6 R., de las que

mandé dar a dicha cuenta 83 pesos, 4 R. que tengo debidos y para el

cumplimiento de esta contrata, obligo a mi persona y bienes habidos y

por venir, llevando a la Justicia de S. M. para que así se cumpla mi

comisión y apremiar con todo rigor y derecho y para que conste lo

firmo en este paraje del Oratorio con testigos. 19 de mayo de 1967

(30)Lo curioso de esta "contrata" es que no figura el nombre del Padre

Sánchez, supuesto deudor.

Además, presentó una nota del Padre Sánchez dirigida a él, mediante

la cual le instruía entregar al apoderado de Quiroga 447 mulas, que estaban

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herradas con la marca de Abipones y que éste ya había pagado invernada y

traslado a Salta. Fechada 7 de julio de 1967.

El Dr. Miguel Sánchez de Lamadrid, respondió a la requisitoria en

un escrito. Sintetizando los conceptos vertidos en su repuesta fueron: A

pedido de Helguero, en junio invernó en su potrero de Tapia las mulas que

se trajeron de Abipones, 1224 cabezas que todavía estaban en su propiedad.

Manifestó que Helguero trajo otras mulas, unas 300, que no sabía si eran

suyas o del Padre Sánchez y este su intermediario. Por último agregó un

dato de suma importancia:" que recibió constancia de la mujer de

Helguero, que el padre Sánchez había saldado cuentas con su

marido"(31).

Cuando ya parecía aclararse la cuestión, Gabriel Quiroga mandó a su

cajero a cobrar lo que le debían los jesuitas. A esto Campero manifestó

"que ya se tenía presunción verosímil que se le devolvieron las mulas y

que la deuda fue cancelada, según libranza del P. Sánchez y constancia

de Helguero.(32) El cajero, Amenabar, regresó a Santa Fe, pero dejó la

obligación de pago a Don Joseph de Vera Mujica para que intentase cobrar.

Vera Mujica fue citado, conminándosele a presentar la

documentación, lo que hizo. Ante tantas contradicciones, Helguero tuvo que

declarar nuevamente. Dijo tener las mulas, que las tenía que entregar en

Salta en 1768 y que estaban el potrero de su tío el Dr. Miguel Sánchez de

Lamadrid. Como vemos, entre estos comerciantes había también

parentescos. Todo en familia.

A esta altura de la indagatoria, se agregó una obligación de pago del

Padre Sánchez a Gaviola -que resultó ser Alcalde Provincial en Santa Fe -

El plazo de pago vencía también en 1768. La deuda era de 3.027 pesos.

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17

Estos comerciantes intentaban cobrar deudas comprometidas para el año

siguiente.

Gaviola tenía muchas relaciones en Tucumán. a través de ellas,

tenazmente intentó cobrar la supuesta deuda. Pero lo más interesante de la

cuestión se presentó cuando el Presbítero Joseph Ignacio de Villafañe,

aduciendo tener "carta poder" de Gaviola, se apersonó a cobrar lo

adeudado.

En un escrito, manifestó que le pidió al Padre Sánchez saldara la

deuda, pero que le contestó no estar en condiciones, que le devolvería las

mulas. Villafañe aceptó "para evitar apuros a su dueño" y las puso a

invernar en la Candelaria. Aprovechó la circunstancia para solicitar al

gobernador le pagasen el costo del flete. Campero algo intuyó sobre la

"carta poder" y solicitó a Villafañe se la enseñara. Con gran sorpresa este

manifestó no tenerla. Unicamente mostró una carta sin firma. Es más, el

papel estaba cortado...(33)

Lógicamente la carta trunca originó otra serie de averiguaciones para

dilucidar si la misma era o no de Gaviola. Comparecieron Don Joseph

Fermín Poyo, Don Joseph de Molina, Don Joseph Deheza y Helguero y Don

Juan Basaldúa.

Ruiz Poyo dijo que la carta era de un sobrino de Gaviola, llamado

Pedro. Pero que hubo otra carta que el vio y tenía firma de Manuel Gaviola.

Molina manifestó que vio la carta completa con firma, pero que no podía

asegurar que fuera de Gaviola, ya que no conocía su letra. Deheza y

Helguero coincidió con Molina y Basaldúa dijo: que sabía que Villafañe

recibió carta de Gaviola, que no la vio, ni reconocería su letra. Pero agregó,

que le Presbítero le indicó enviara a su hermano Bernardo de Villafañe,

autorizado por el Rector, a sacar las mulas del Potrero.

Page 18: Jesuitas en Tucuman al filo de la expulsión - S. Peña de Bascary 1993

18

Cabe acotar, que Don Joseph Ignacio de Villafañe, estudió en el

Colegio de Montserrat en Córdoba. En 1757 se le expidió certificado de

estudios y en 1766 el Obispo del Tucumán le autorizó a ejercer los Sagrados

Ministerios(34) Además de pertenecer a una de las familias tradicionales del

Tucumán del S. XVIII. Las relaciones de Gaviola con Tucumanos eran

importantes.

El Gobernador Campero, previo análisis del sumario, arribó a las

siguientes conclusiones: "a los santafecinos no se les debía nada".

Consideró una "maniobra dolosa la carta sin firma -con la cual Villafañe

pretendió cobrar" Manifestó que condenaría estos procedimientos por

perjuicio al Rey, que el hecho significaba "mala fe y falta de lealtad y

legalidad de Gabriel Quiroga y su cajero". Ordenó se "embargasen las

mulas que tenia Helguero" para inventariarlas y enviar a Salta como

correspondía. Asimismo ordenó "embargo de las mulas de Gaviola " las

que Villafañe como "apoderado" llevó a la Candelaria en virtud de la

trunca "carta poder" y que "le embargasen todo lo que había retirado

como su "apoderado".(35)

Muchas otras personas intentaron cobrar deudas por cualquier medio

y sin escrúpulos de los bienes secuestrados a los jesuitas. La falta de

pruebas, documentación falsa e incompleta y testimonios de personas

honorables y de predicamento, impidió que lograran su propósito, en la

mayoría de los casos que se presentaron.

Para finalizar esta actuación, se indagó al Padre Gandón, a cargo de

la Reducción de Abipones, quien ratificó lo de las mulas traídas a Tucumán.

Agregó datos y entregó una carta del Padre Pedro Juan Andreu, ex -

misionero de los Lules y Provincial de la Orden en 1761 que le escribió en

mayo de 1767 por asuntos exclusivamente económicos.(36)

Page 19: Jesuitas en Tucuman al filo de la expulsión - S. Peña de Bascary 1993

19

Nos sorprendió la carta de Andreu -aunque nunca se debe hacerlo

con los jesuitas- porque la figura de este sacerdote -por crónicas y Anuas-

fue únicamente la del gran evangelizador y la nota prueba fehacientemente

sus dotes de economista.

El Padre Andreu, no recibió con beneplácito esta designación, era un

evangelizador nato, hizo por la Reducción de los Lules y entre los indios de

la región una obra encomiable. Se destacó por ese apostolado. Pero los

jesuitas estaban pasando un momento, diríamos de peligro, esos en los

cuales primaba actuar por "el bien de la Compañía".

El Gobernador Cevallos los protegió y ayudó siendo retribuido de la

misma forma por los regulares. Hacia 1760, la animosidad del Obispo de

Buenos Aires Manuel Antonio Latorre, hacia los jesuitas y el Gobernador le

impulsaron a insinuar al Secretario de Indias que "los jesuitas eran

depósitos de su corazón, siendo depositarios de su dinero" Lo cual se

constata en las cuentas del Oficio de Buenos Aires: Cevallos tenía allí

depositados 160.000 pesos antes de su partida.(37) Los oficios de la

Compañía solían funcionar como bancos para sus amigos.

Los consultores, ante esta situación, decidieron recurrir al Misionero

Andreu, ya que sobre su prestigiosa figura no podía recaer sospecha alguna.

Confiaban que su predicamento podría suplir su inexperiencia

administrativa. Contaban además con el apoyo que les brindaría el Visitador

- enviado al Río de la Plata en 1760- Nicolás Contucci. (38)

Lo cierto es que Andreu impuso austeridad y orden y consiguió un

estado económico más que satisfactorio, a pesar que fue muy resistido por

su política puritana y llena de celo misionero. Por ese período los jesuitas

comenzaron a desprenderse de la participación directa en el comercio de sus

productos en favor de comerciantes seculares, esto de acuerdo a lo

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20

investigado por Möerner, quién además menciona por esta cuestión a Martín

de Learte sobre su vinculación en negocios con los jesuitas manifestando

que era necesario constatar -lo que hicimos en este trabajo- . Finaliza este

historiador consignando que este aspecto era un estudio muy preliminar, que

se necesitaría una investigación sistemática y un análisis crítico de todas las

fuentes antes de sacar conclusiones más seguras (se refiere a su post-

scriptum: La era Borbónica, publicada en una reedición de su obra -citada- a

modo de epílogo).(39)

Consideramos oportuno referirnos a Andreu y su gestión. A la

opinión de un historiador de fuste como Möerner, sobre el período y las

causas en que le tocó actuar a este jesuita, ya que son la consecuencia de los

hechos que tratamos en este trabajo: Las actividades y los vínculos

comerciales de los jesuitas a pocos años de la expulsión.

El alférez real don Simon Domínguez

y sus negocios con los jesuitas de Tucumán

Las averiguaciones realizadas por el caso de los santafecinos puso en

descubierto otras transacciones entre jesuitas y comerciantes, y hasta con

funcionarios, como el Alferez Real Simón Domínguez. Campero ordenó

continuar con las indagatorias sobre los bienes de los expulsos, en un

expediente caratulado: "....siguénse contra Don Simón Dominguez (40)

Del cuestionario, veremos únicamente las últimas preguntas, ya que

las primeras reiteran el tema de los santafecinos. Es decir trataremos lo de

Simón Dominguez.

Se indagó el Hno. Juan de Amilaga, prisionero en el Convento de

San Francisco. Don Simón Aguilar fue designado a este fin. En nuestro

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trabajo sobre el acrecentamiento de propiedades de los jesuitas, dimos datos

de Amilaga "sobre sus negocios con Potosí desde 1753. De diversa índole

y con distintas personas. De la lectura de cartas intercambiadas

deducimos que el trato era asiduo. En el Archivo Histórico de

Tucumano encontramos cinco misivas, pero se hace referencia a otras

que no se conservan"(41)

Amilaga informó, previamente, que fue Procurador del Colegio

desde 1736 a 1743, que estuvo en Buenos aires, regresando a la

Procuraduría tucumana en 1746 y que a partir de 1757 fue destinado a la

cocina del Colegio. Ratificó las declaraciones sobre los santafecinos y

Helguero. Sobre este dijo que se le pagó el 50% en plata, 4 carretas y

una carretilla. Y por otra deuda de 50 pesos, encomiendas que trajo de

Buenos aires para el Padre Luis Toledo de Salta y para este Colegio un

cajón de clavos, petaca de ropa, cuchillos, frenos y espuelas, lo que se le

pagó en Lules con rayos de carretas, camas y mazas y que esto fué

despues de saber la noticia de la expulsión (42) Es importante la

declaración de Amilaga por los datos que brinda.

Se le requirió informes sobre mulas que llevó el Capitán Nuñez a

vender a las Provincias del Perú, que dinero trajo, obligaciones de lo fiado y

datos de los deudores. A esto informó: "que oyó decir que Nuñez llevó 500

vacas y que otras 16 lo supo por el Hno Lleaguno y el Rector." "que a

cuenta de la venta trajo 4.000 pesos en plata y dos papeles uno de

Miguel Castro por 680 pesos, vecino de Oruro y otro de 16 pesos de

Valentín López del Castillo, de la misma ciudad, y que les había pagado

a todos los peones que arrearon ganado en el Perú" (43)

Cuando se le preguntó que había que recaudar en las Provincias del

Perú. Amilaga contestó "que de las mulas no había nada que recaudar,

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ya que nunca se fiaron. Las ventas fueron de contado." Pero que el

Gobernador de Santa Cruz debía 900 pesos. Informó que el Padre Sánchez

entregó al Alferez Real Simón Dominguez 690 vacas y 47 caballos para

entregar en Jujuy. Que con el traslado costó 1976 pesos y que se le dió a

cuenta 500 pesos que mandó el Procurador de Salta Padre Toledo. Agregó

que este jesuita, escribió al Padre Rector solicitándole para el Conde

Oploca 1000 vacas de matanza, para esto le envió 800 pesos más,

comprometiéndose a pagar el saldo en Salta. Por entonces "el Conde había

recibido otras 500 vacas y a Dominguez le dieron otras 700 para que se

las llevara" (44).

A esta altura de la investigación, vamos conociendo el "modus

operandi" de esta empresa económico-comercial. Lo analizaremos

oportunamente.

Retomando los interesantes informes del Hno Amilaga, que destino

dieron al dinero recibido, el que debió estar en el Colegio y no se encontró.

Detalló: que de los 4.000 pesos que trajo Nuñez se saldaron deudas: A Juan

Silvestre Helguero 500 pesos; a Juan Joseph Paz (difunto) 1.222 pesos por

cargas de ropa; a Antonio Sosa 300 pesos; por un peón 4 pesos; al albacea

de Martín Saravia 289 pesos; A Da. María de Medina y Arce 99 pesos, saldo

compra de una esclava; a Da. Petrona de Bazán (esposa de Juan Antonio

Bazán) dinero que entregó para su hermano que estaba en el Convictorio

100 pesos; a Fermín Ruiz Poyo por bienes del Hno Dominguez que dejó

para su madre y hermana en Cádiz; a Joseph Gareca 250 pesos y otros tantos

por géneros para el Rector."Y, como ya se dijo estos pagos se hicieron ya

conocida la noticia del extrañamiento".(45).Amilaga agregó que después

de saber de la inminente expulsión "vendieron alguna cosilla y algún

menaje" " que se gastó unas libras de oro para arreglar el altar de San Javier

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y pagar al dorador". Saldaron otras deudas, compraron "algún polvillo para

el vicio de los padres", se pagó sastres y zapateros. Y adquirieron

menesteres para el viaje de los expulsos.(46)

Campero, ante estas declaraciones opinó que el Alferez Real Simón

Dominguez era deudor del Colegio y que además hubo denuncias que

también lo era de la Procuraduría de Salta que administraba su cuñado el

Padre Toledo. Ordenó que compareciera. Campero se ocupó personalmente

de esta indagación.

Dominguez debía informar sobre ¿que vacas recibió en 1766 del

Rector de este Colegio, a que precios y plazos las compró y cuanto dió a

cuenta? El alférez contestó: -"en 1766 compró 690 vacas al Rector de este

Colegio a 18 reales cada una a un año de plazo a igual pago"(47)Sobre

la misma cuestión en el año 1767 dijo "que no tenía presente el número

que le dió el Padre Rector, que estuvo ausente de la ciudad en esa época,

que las vacas se encontraban en su potrero de Río Blanco y que las

compró a 12 reales a pagar en mayo de 1768, por lo que no dió nada de

contado"(48) Agregó "que recibió del Padre Luis de Toledo, Procurador

del Colegio de Salta, el importe de 690 vacas" (49).

Sobre su parentesco con el Procurador de Salta, aclaró que "el Padre

Luis de Toledo era su cuñado, ya que estaba casado con su hermana Da,

María Ignacia de Toledo" Sobre la carta que envió su cuñado al Padre

Sánchez solicitándole vacas para el Conde de Oploca dijo:" que en mayo

del año pasado escribió al Padre Sánchez comunicándole que vendió al

Conde 581 vacas a a 4 pesos y medio cada una para que su valor lo

recibiera el Padre Toledo a cuenta de las 690 que compró el año

anterior" Se le señaló ¿Como decía que adquirió el ganado a 18 reales por

cabeza, cuando constaba en autos que las 270 debían ser vendidas a 4 pesos

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y medio por cabeza, en Jujuy, previo descuento del traslado y peones,

quedando el resto a 18 reales y unas pocas a 14? Contestó: "que vendió 200

de ese modo y las 70 y pico por cuenta de la invernada y que se le debía

el traslado". Campero preguntó: ¿donde tenía el contrato en que

constare el precio de 12 reales?. Respondió tranquilamente "que no tiene

contrata alguna, ni hubo testigos que supiesen del trato...." la pregunta se

extendió. Respecto a cuanto le debía al Padre Sánchez dijo "que nada, y

que era a él a quien le debía su cuñado Toledo". Campero le recordó que

el lo dijo a la segunda pregunta. Dominguez respondió que "juzgaba

pagársela con lo que le debía su cuñado, manifestando que la deuda era

11.326 pesos y 3 reales."(50).

Respecto a los efectos de Castilla del Padre Toledo que tuvo en su

poder desde 1763 dijo: "que no tenía efectos de Castilla, más que 2.060

pesos y de ellos entregó, por orden de Toledo a Don Martín de Learte

1088 pesos" y sobre el destino de lo devengado por esos productos

manifestó que "que lo consumió en su casa". En cuanto a como recibió ese

envío, despachos y ante que ministro del Rey los declaró, el sorprendente

indagado contestó: "que los envió Don Luis de Toledo sin despacho

alguno" (51).

La siguiente pregunta versó sobre a que otras personas compró

efectos de Castilla desde 1763, a quién las declaró y quien se encargaba de

la venta y cuentas de entrada y salida. A esto el Alférez respondió: " que

desde 1763 no compró efectos de Castilla, salvo algunas telas, bretaña y

paño para vestir a su gente. Que compró a Don Miguel Solá, Don

Joseph Guerrero y a Don Fermín Ruiz Poyo y que no se acordaba de

otros....y que de la ventas se encargaba Baltazar Sánchez, un mozo que

tenía" (52).

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La indagatoria se suspendió hasta considerarlo oportuno.

En Octubre continuó la ardua tarea de tomar declaraciones a este

singular personaje. Por el tenor de las preguntas, evidentemente Campero,

hizo algunas averiguaciones o se presentaron más denuncias contra el

Alferez Real.

Campero, reanudó la indagación diciéndole "que falta a la verdad

manifestando que el Padre Toledo le envió efectos de Castilla sin

despacho". Haciendo gala de gran cinismo Dominguez replicó: "que no

fueron librados a su nombre, que los envió en una carreta que no era

suya, sino de Antonio Gutiérrez, pero que en carta, Toledo le daba

instrucciones que debía hacer con esos efectos y que la carta venía a su

nombre". A todo esto, Campero sabía que un oficial le quiso embargar la

petaca y que el Alferez mostró la carta de su cuñado como si fuera un

despacho. Además intercedió en la cuestión el Tesorero de Jujuy. Corolario:

no se efectuó el embargo.(53)

El Gobernador le preguntó porqué no se presentó a cobrar del ganado

recibido en mayo y lo que le adeudaba su cuñado cuando se publicaron los

Bandos. Dijo: "porque no sabía que había que hacerlo". Campero

insistió sobre el monto de la deuda de Toledo y Dominguez ratificó que "era

de 11.000 y más pesos y que aún le debía más por otros gastos, que

constaba en un libramiento que se comprometía a exhibir" (54).

Llama poderosamente la atención, que el Alferez no se preocupara de

cobrar tan abultada suma. Fue conminado a presentar la documentación.

Pero las sorpresas con Dominguez no terminaban. Presentó el

mentado libramiento, pero increíblemente, " en el mismo no se consignaba

el monto!!!" Manifestó: que "Toledo le dijo que importaba 600 pesos y

que no le envió otros libramientos, efectos o dinero". Y, en cuanto a las

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libranzas: eran al portador, no tenían nombre alguno!!!. A esto explicó

que "se debía entender que era a él a quien se las otorgaban". Cada vez

más irregularidades y contradicciones. Se le acotó como podía asegurar que

las libranzas era para él, si había declarado que en esa fecha estaba en Perú.

Rápido contestó: "que posiblemente se las dejaron a otra persona que se

las daría después". Fue intimado a indicar fehacientemente quién se las

entregó. Flemáticamente dijo "que se las envió su cuñado en carta cerada

en Jujuy a fines de agosto".

Su respuesta provocó la ira del Gobernador Campero quién le hizo un

severo llamado de atención: "Porque no lo había dicho antes, al comienzo

de la pregunta y que no era creíble ni verosímil que una carta con

libranzas al portador se enviasen tan ligeramente y que además esto se

había realizado después del extrañamiento de lo regulares y que

consideraba al declarante cómplice en la sustracción que se había

echado de menos" (55).

Dominguez no perdió la calma y continuó con sus desconcertantes

respuestas, manifestó "no tener presente lo que había declarado", "que

habló con su cuñado en el camino para consolarle se sus penas, no de

negocios" y por último "que no fue cómplice en la sustracción de bienes"

(56)

Se le pidió informes sobre cuatro docenas de taburetes torneados.

Dijo que los talló el maestro carpintero Correa de esta ciudad y que el

mismo los llevó a Jujuy entregándolos a su cuñado, "que una docena le

enviaron al Conde de Oploca, otra docena remitió el año anterior al

Padre Toledo y la otra docena que llevó a Jujuy la recibió don Joseph

Antonio Zomalloa"(57).

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Las denuncias contra Dominguez se acumulaban y se le continuó

indagando. Por ejemplo, en la cuenta con Toledo figuraban 300 tablas para

Santa Catalina y 437 pesos en flete, cuando constaba que su cuñado le envió

dinero a tal fin. A lo cual respondió "que no había obtenido dinero para

dicha compra y que del flete se le debía a Don Prudencio

Zavaleta"(58).Además se le averiguó sobre un carretoncito y cuatro

docenas de cujas torneadas que cobraba a su cuñado. Explicó "que el

carretoncito fue para el Padre Provincial Manuel Vergara y las cujas

las hicieron sus hombres en la estancia y que él mismo, en sus carretas,

las envió a Salta a Don Antonio Figueroa"(59)

Nuevamente se le indagó e informó sobre ganado. Partida que envió

para el conde de Oploca. Dijo: "que llevó 1800 vacas de matanza y que

todas se vendieron por Orden de Toledo al Conde de Oploca, a Don

Felipe Durán, a Don Joseph Antonio Blanco y al General Dávalos"

Aclaró que "los libramientos eran a nombre de su cuñado, pero que los

endosó a su favor"(60) la cuestión cada vez más engorrosa por las

contradictorias declaraciones de Dominguez . Campero le conminó a

presentar pruebas. Conclusión: dijo "que no tenía más documentos que

presentar, que comprueban la que tiene presentada" (61). Sus pruebas

no probaban nada a su favor. Un detalle realizado por él de lo que

supuestamente le adeudaba Toledo - síntesis de lo que vimos en este

sumario- y los libramientos sin nombre o sin monto consignado. Otra

contradicción más. Hemos trascripto de este sumario, sumamente extenso,

los aspectos más significativos que ilustran sobre la personalidad de este

Alferez Real y de los negocios que con los jesuitas y sus allegados . No tenía

pruebas, no podía tenerlas. Estas transacciones se hacían "de palabra" rara

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vez los jesuitas se comprometían por escrito en cuestiones que les podrían

perjudicar.

Antes de finiquitar este asunto, Campero citó a declarar al carpintero

Correa y a Baltazar Sánchez -administrador de Dominguez- Y se presentó

un nuevo problema. En los autos se agregó una carta de Toledo a B.

Sánchez, de julio de 1767, en la cual le hablaba de negocios, "de las 300

tablas, que su hermano le debía plata, que esperaba su regreso, que

trate de arreglar con Zavaleta," entre otros temas, pero al referirse a

"unas vacas que su hermano vendió por él, pagó al Padre Sánchez lo

que a este le adeudaba de las "700" y parte de la paga fueron los 500

pesos que llevó Plácido Herrera" (62)

Por de pronto, vemos que era Dominguez quien adeudaba a su

cuñado y que en la carta se había enmendado una cifra. Se le pregunto al

Cajero si conocía la carta, dijo que sí porque estaba dirigida a él, que no

recordaba quién se la entregó, si Juan Silvestre Helguero o Don Miguel

Laguna y respecto al número enmendado "que a su entender era 7 y que él

no lo tocó ni lo enmendó" Y sobre el significado de la cifra 700 (del

número 7 enmendado) dijo "que probablemente a vacas que su patrón

sacó de Río Blanco suyas o de los jesuitas y que no sabía cuantas vacas

tenía Dominguez de los expulsos" le dijeron que mentía ya que era él

quien llevaba los negocios, a lo que replicó que de la estancia no se ocupaba

por no ser inteligente. Agregó "que el libro de cuentas entre Dominguez y

Toledo lo tenía su patrón"(63)

Sobre Baltazar Aguirre Campero resolvió: "que por la malicia en

que había sido enmendado el número 2 por un 7, teniendo en cuenta la

declaración del Hno Amilaga, que dijo que las vacas eran 200 y que se

deducía que había complicidad entre el patrón y el cajero para

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defraudar al Rey en los bienes secuestrados, y que para hacer justicia,

mando sea puesto en la cárcel pública Don Baltazar Sánchez, con

centinela a la vista, sin comunicación con persona alguna."(64)

Quedaba aun por indagar a Juan Martín Correa, maestro carpintero,

quién declaró "que únicamente hizo tres docenas de taburetes para

Dominguez" No cuatro como este dijo, y que antes no le construyó

ninguno. Tampoco construyó una Galera para el Alferez , este compró una a

Don Joseph Cainzo "y le mando la compusiese"(65). Con Correa finalizó

la investigación sobre Don Simón Dominguez y el 16 de octubre el Teniente

de Gobernador Campero Decretó:

"En atención a estos autos, líbrese mandamiento de prisión y

embargo contra la persona de Don Simón Dominguez y puesto en cárcel

pública se despachará con la escolta necesaria a la ciudad de Salta,

donde con reconocimiento de los papeles que se hallaren al Padre Luis

de Toledo, se reconsiderará la diligencia de su declaración y la de su

cajero, don Baltazar Sánchez , que también será remitido a dicha

cárcel, sacándose testimonio de estas diligencias para remitirlo con su

correspondiente informe al Excmo. Sr. Don Francisco Bucarelli, a fin

que determine su excelencia lo que fuese a su superior arbitrio"(66)

En noviembre de 1767, Bucarelli ordenó se tomara declaración al

Rector Joseph Sánchez, prisionero en la Casa de Ejercicios en Buenos Aires.

El ex- Rector dijo no recordar cuanto le adeudaba Dominguez.

Coincidió con el Hno Amilaga sobre el ganado, precio convenido, dinero

que envió Toledo. En síntesis, detalla y ratifica lo declarado por Amilaga.

Dijo que no había más deudas a favor del Colegio. Que no hubo tratos por

escrito, salvo la primera partida de vacas, cuyos datos estaban en los

apuntes de la Procuraduría del Colegio. Esta sería, precisamente, la

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documentación desaparecida. ¿quemada?¿sustraída? Queda el interrogante

si algún día se podrá aclarar o en el mejor de los casos encontrarla. Además

aseguró el Padre Sánchez que no había caudales en oro y plata en el Colegio

en el momento de la expulsión, salvo 60 o 70 pesos que trajo para el viaje.

Reiteró que supieron de la expulsión 10 o 12 días antes. Y por eso cuando

recibieron los 4000 pesos procedió a saldar cuentas. Coincidiendo con el

Hno Amilaga en su informe, salvo datos insignificantes. Ratificó y firmó

ante el Escribano Joseph Zenzano.(67)

Mientras, Don Simón Dominguez continuaba preso. En 1769 solicitó

vistas a las actuaciones, para iniciar acciones correspondientes. Bucarelli se

limitó a dar pase a la solicitud al Defensor de Temporalidades, quién hizo un

extenso informe resolviendo que primero había que dar testimonio a la

declaración de Toledo, por lo que "por ahora no se le debe dar la vista

que solicita"(67).

Con esto finalizan los autos. Es de suponer que el pleito continuó por

muchos años, como otros de estas características, entre ellos el mentado

caso Learte, que tiene una asombrosa similitud con el del Alferez Simón

Domínguez. El pleito nunca terminó, hasta la muerte de Dominguez a fines

del S. XVIII aun no se había resuelto.

Conclusión

En este trabajo, a través de la documentación analizada,

vislumbramos la modalidad imperante en esta empresa comercial,

integrada por jesuitas y miembros de la sociedad civil. Los grandes

compradores estaban en el Alto Perú. Los padres de la Compañía en

Tucumán compraban ganado a comerciantes, lo invernaban y lo vendían en

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las provincias del Norte a personas influyentes y de sólidas fortunas. A este

fin necesitaron de muchos intermediarios.

Los Padres Joseph Sánchez de Tucumán y el Procurador del Colegio

de Salta. Luis de Toledo formalizaron una sociedad. Ellos eran quienes

dirigían la empresa. Organizaban los negocios, compras, ventas,

transacciones, cobro y pago deudas. Además de ganado vendían otros

productos, propios o adquiridos, como los derivados de la industria

maderera y agricultura. Lo destacable de esta actividad fue el afianzamiento

del noroeste argentino como "unidad Regional de Producción y

desarrollo comercial" fue una empresa meticulosamente organizada. No

era para menos, la integraron a nivel gerencial miembros de la Compañía de

Jesús.

Advertimos, además, que una de las "leyendas negras" anti-jesuitas:

hermetismo, poco trato con la sociedad civil y otras órdenes religiosas, es

falsa. Los jesuitas de Tucumán, contaron en ese período, con el apoyo de

mucha gente, de todos los estamentos sociales, para el logro de sus

objetivos. Para estas actividades no cabía el aislamiento. Por otra parte sus

"asociados" sacaban buena tajada con su colaboración.

Creemos oportuno recalcar, que todo lo devengado de estos

negocios, los padres jesuitas lo invertían en sus establecimientos. La

Compañía de Jesús no era una Orden mendicante. Necesitaba

imperiosamente autofinanciarse. Producir, comercializar, para que el estado

jesuítico no solo se conservara, sino que creciera expandiéndose y

consolidándose.

A nuestro criterio, totalmente válido. Precisamente con esta

modalidad empresarial se afianzó la Compañía de Jesús, en el marco de una

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perfecta organización, como era habitual en la Orden, de acuerdo sus

constituciones y uno de sus grandes méritos.

Por todo lo visto, creemos de vital importancia ahondar la

investigación sobre la ingerencia de los jesuitas en la economía y en el

comercio regional. Los juicios de la Temporalidades -lo analizado es un

claro ejemplo- brindan datos sumamente valiosos para tratar este aspecto.

Como así también sobre la sociedad tucumana del S. XVIII, sus valores

éticos, sus costumbres y el rol que jugaron sus miembros en esa época..

La documentación existente es infinita, y abarca un largo período.

Aún a comienzos del siglo XIX se continuaba indagando sobre el destino de

los bienes de la Compañía de Jesús en Tucumán. Largo y arduo es el camino

a transitar, pero creemos que bien vale la pena el esfuerzo.

Sara Peña de Bascary 20 de Octubre de 1993 S. M. de Tucumán. __________________________________ Nota: La investigación sobre el accionar jesuítico se realiza gracias a Subsidio del CONICET - Años 1984- 1988. Este trabajo fue publicado en 1994 en la Rev. de la Junta de Estudios Históricos. La edición tenía algunos errores, mínimos, de composición de imprenta .

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NOTAS 1) FURLONG, GUILLERMO ,S.J., "Entre Los Lules de Tucumán" Buenos Aires 1941. 2) PEÑA DE BASCARY, SARA, "El Libro de Consultas de la Compañía de Jesús". En Investigaciones II. Ed. Museo Casa Histórica de la Independencia., Tucumán 1987. pág. 133. 3) ---------"Compañía de Jesús -Aporte para un estudio del acrecentamiento de propiedades en la Provincia de Tucumán" En: Investigaciones I. Ed. Museo Casa Histórica de la Independencia. Tucumán, 1986. 4) --------Cfr. op. cit. "El libro de Consultas de......... 5) ----------Op.cit. "Compañía de Jesús......pág. 94. 6) ----------Op. cit."El Libro de Consultas de....págs 126-128. 7) ---------Op. cit. "Compañía de Jesús....pág.100. 8) ---------Op. cit. "Compañía de Jesús....pág. 96-102. 9) MÖRNER, MAGNUS, "Actividades políticas y económicas de los Jesuitas en el Río de La Plata" Bs. As. 1968. pág. 20. 10) PEÑA DE BASCARY, SARA; op. cit. "El Libro de Consultas de...pag. 119-122 11) GARAVAGLIA, JUAN CARLOS; "Economía, Sociedad y regiones - [Las Misiones Jesuitas: utopía y realidad] Ed. La Flor, Bs. As. 1987. pág. 161 12) ARCHIVO GENERAL DE LA NACION - Colonia- Tribunales - 22 -2- 1 Leg. 2 - 28 fojas. 13) ---------Ibidem, fs. 28 y 28 v. 14) ---------Ibidem, fs. 28v y 29. 15) ---------Ibidem, fs. 29 y 29 v. 16) ---------Ibidem, fs. 29v y 30. 17) ---------Ibidem, fs. 30 y 30 v. 18) ---------Ibidem, fs. 30 v. 19) ARCHIVO GENERAL DE LA NACION - Colonia - Tribunales - 22 - 2 - 1- Exte. 9 fs 20 a 24. 20) GRENON, PEDRO, S.J.; "Las Aventuras de Learte" En: Documentos Historia - sección Literaria, T. IV - Córdoba, 1927, págs. 207 a 223. 21) ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN - Colonia- Tribunales- Expte. 12, fs. 77.1768. 22) GRENON, op. cit., pág 236. 23) MORNER, MAGNUS, op. cit. pág. 127. 24) ---------Ibidem, pág. 44. 25) ARCHIVO GENERAL DE LA NACION; Colonia - Tribunales - Expediente 9 - 29 fojas. 26) ---------Ibidem, fs. 1.

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27) ---------Ibidem, fs. 2. 28)---------Ibidem, fs. 2v y 3. 29) ---------Ibidem, fs. 3. 30) ---------Ibidem, fs. 5. 31) ---------Ibidem, fs. 7. 32)---------Ibidem, fs. 9. 33) ---------Ibidem, fs. 33. 34) MUSEO HISTORICO PROVINCIAL DE TUCUMÁN; Manuscritos N° 10 y N° 12- Donación Nougués. 35) ARCHIVO GENERAL DE LA NACION; - Colonia - Tribunales - 22 - 2 - 1 - Leg. 2 - Fs. 20 a 23. 36) ---------Ibidem, fs. 26. 37) MORNER, MAGNUS; op. cit. Cfr. pags. 99, 142 y 230. 38) ---------Ibidem, pág. 143. 39) ---------Ibidem, pág. 121. 40) ARCHIVO GENERAL DE LA NACION; "Declaraciones tomadas en Tucumán sobre ocultación y sustracción de bienes de los regulares en aquella provincia - siguése contra Simón Dominguez. Colonia - Tribunales - Expte. 9 - 29 fojas. 41) PEÑA DE BASCARY, SARA; op. cit. "Compañía de Jesús..... pág. 106. 42) ARCHIVO GENERAL DE LA NACION - Colonia - Tribunales - Expte. 9 fs. 3 v. 43) ---------Ibidem, fs. 3 v. 44) ---------Ibidem, fs. 4. 45) ---------Ibidem, fs. 4. 46) ---------Ibidem, fs. 4v y 5. 47) ---------Ibidem, fs. 5 v. 48) ---------Ibidem, fs. 6. 49) ---------Ibidem, fs. 6 v. 50) ---------Ibidem, fs. 6v. a 7 v. 51) ---------Ibidem, fs. 7v a 8. 52) ---------Ibidem, fs. 8. 53) ---------Ibidem, fs. 8v. 54) ---------Ibidem, fs. 9. 55) ---------Ibidem, fs. 9v. 56) ---------Ibidem, fs. 10. 57) ---------Ibidem, fs. 11. 58) ---------Ibidem, fs. 11. 59) ---------Ibidem, fs. 11v. 60) ---------Ibidem, fs. 12. 61) ---------Ibidem, fs. 12v. 62) ---------Ibidem, fs. 16 a 17. 63) ---------Ibidem fs. 17. 64) ---------Ibidem, fs. 17v. a 18. 65) ---------Ibidem, fs. 18 v. a 19. 66) ---------Ibidem, fs. 19 v. 67) ---------Ibidem, fs. 21 a 24. 68) ---------Ibidem, fs. 27 a 27 v.

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