Gerónimo, y ‘los inicios’

A Gerónimo siempre le ha llamado la atención los inicios y como hoy estamos en el inicio del 2011, sus escasas neuronas se revuelven y le hacen transportarse hasta ese 1942, a los inicios del Descubrimiento de América y la Conquista de Tenochtitlán; particularmente le llaman la atención los antecedentes, las circunstancias históricas que dieron lugar a las expediciones españolas a estas tierras.

La historia tradicional nos cuenta que en 1492 un navegante genovés, al ‘servicio’ de los Reyes españoles -buscando una nueva ruta a ‘las Indias’-, ‘descubre’ el nuevo mundo.

Gerónimo no puede menos que considerar que hoy se le llama servicio pero en realidad, en aquel momento y aquellos tiempos era una aventura hacia lo desconocido financiada (un tanto en secreto) por la Reina Isabel (la denominada La Católica) quien empeño algunas joyas para completar el dinero necesario para la expedición de tres frágiles bergantines o carabelas que salieron del puerto de Palos y aproximadamente 33 días después llegan a las costas de lo que hoy es la isla en donde está al Este la República Dominicana y al Oeste Haití.

A partir de ese momento, a partir del 12 de octubre de 1492, las situación mundial cambiaría, pero es a partir de Abril de 1493, fecha en que Colón regresa a España y es recibido por los Reyes en la ciudad de Barcelona, que en el Viejo Continente se inician rumores, mitos y leyendas acerca del nuevo mundo descubierto por Colón.

Las conversaciones giraban en torno a la ‘gran riqueza’ de las tierras descubiertas y como resultado de todas esas ‘habladurías’ se alimentaban sueños de aventura y gran fortuna.

Esas ‘riquezas’ míticas y legendarias se centraban en bienes materiales, principalmente en especias y por supuesto, en los metales preciosos y joyas que se decían había en gran abundancia en estos territorios.

Leyendas que tenían más de expectativas que de realidad, poco se mencionaba sobre otras riquezas como tierras y las posibilidades de un mejor futuro para la ‘gente trabajadora’.

El ‘sabor’ de lo desconocido era proporcionado con tintes de abundancia y fortuna sin paralelo para los ‘afortunados’, para los viajeros, para los arriesgados. .

Todo un mundo de posibilidades y fabulosas expectativas se abrían para los ‘aventureros’.

Sin embargo, como podemos suponer, el desconocimiento del Nuevo Mundo era enorme.

Quizá el mismo Cristóbal Colón sabría que muchos años antes, los vikingos (comandados por Leif Erickson) ya habían llegado hasta lo que hoy se conoce como la Península de Labrador, la isla de Terranova, y la Nueva Escocia a las que denominaron respectivamente, Hellulandia, Marklandia y Vinlandia, incluso tal vez estaba enterado que Thorfinn Karlsefne junto con 160 hombres llegó hasta Vinlandia en el año 986, donde se aposentó por tres años.

Igual y no lo sabía, pero es un hecho que Colón buscaba una ruta alternativa hacia el Oriente (hacia Las Indias) y creyó que la había encontrado, sin saber que era un Nuevo Continente y no Cipango (Japón) que era su objetivo.

Todo este rollo tiene como origen que el Imperio Otomano, es decir, los turcos, cuando cerraron al mundo occidental las rutas comerciales de los europeos por el Mar Mediterráneo.

Los avances científicos de la época que podríamos considerar más importantes en este caso, fueron la introducción de la brújula y del astrolabio en la navegación . Suponemos que todo mundo sabe que es la brújula, mas no todos sabrán lo que es el astrolabio, por lo que Gerónimo se los explicará con mucho gusto: el astrolabio es un instrumento que se supone inventó Hiparco de Nicea unos 150 años antes del nacimiento de Cristo y es utilizado para ‘ver’ la posición de las estrellas sobre la bóveda celeste; fue sustituido como instrumento de navegación por el sextante, que es otro instrumento diseñado para medir ángulos entre dos objetos, como por ejemplo entre la costa y el horizonte, o el Sol y el horizonte.

Como decíamos antes de esta cápsula de información marítima, el uso de la brújula y el astrolabio permitían a los marineros salir con mayor seguridad a la ‘alta mar’ calculando la latitud en la que se encuentra quien lo utiliza.

Colón conocía estos instrumentos y los sabía utilizar con gran precisión.

Aunado a estos conocimientos, Colón fue uno de los que había rescatado del olvido la teoría de Ptolomeo en relación a la redondez de la tierra afirmando además, que el mundo conocido hasta ese entonces correspondía únicamente a la mitad de la esfera terrestre.

El florentino Paolo del Pozzo Toscanelli elaboró en 1474 su Tabla Oceánica, (que fue conocida y utilizada por Colón como apoyo a sus argumentaciones) pero en la que había una exageración en las dimensiones de los continentes conocidos y de las distancias que los separaba.

Mientras los continentes se presentaban con superficies mayores de las reales, las distancias eran con mucho menores a las existentes dando como resultado el doble concepto de que se podría navegar en línea recta y de que las famosas y buscadas Indias no estaban tan lejos como se podría imaginar.

Aunque muchas de estas apreciaciones eran erróneas, los marineros tenían más confianza en atreverse a realizar viajes largos por rutas fuera de las conocidas, aventurándose, valga la redundancia, rumbo a lo desconocido.

Los portugueses fueron los primeros en iniciar viajes de exploración por rutas nuevas, apoyándose en esos instrumentos y teorías de navegación.

Es en este contexto que Cristóbal Colón, estudioso y conocedor de las matemáticas y la geografía, conocedor asimismo de la Tabla Oceánica de Toscanelli, lector de los Viajes de Marco Polo, y de otras obras geográficas relevantes en su tiempo que son las que le conducen a madurar un proyecto de llegar a Las Indias atravesando el océano Atlántico en vez de seguir las antiguas rutas conocidas ahora bloqueadas por los turcos.

Su proyecto fue ofrecido a Génova y a Portugal en 1483 y a Inglaterra en 1484 en donde por una u otra razón es rechazado. Decide entonces entregarlo en España a las Universidades de Córdoba y Salamanca para su estudio y recomendación, pero aquí también su proyecto es rechazado por considerarse con poco fundamento y débil argumentación.

Colón no se da por vencido y programa viajar a Francia en el año 1485 para ofrecer sus servicios y el proyecto al Rey francés.

Mientras estos eventos ocurrían, en una alborotada provincia española, en Extremadura, concretamente, en Medellín, una pareja de ‘hidalgos’ tuvieron el que sería su único hijo, destinado a grandes aventuras y logros en el Nuevo Mundo en proceso de descubrirse.

El futuro Conquistador del Imperio Mexica, hijo de Martín Cortés y de Catalina Pizarro Altamirano, recibió por nombre el de Hernán (o Hernando como se usaba en esa época), resultado primo segundo del futuro Conquistador del Imperio Inca Francisco Pizarro quien por aquellas fechas contaba con 9 años.

Un año antes, en 1484 en Sevilla nacía un varón que andando el tiempo abrazaría la vida religiosa en la orden de los dominicos con el nombre de Bartolomé de las Casas y llegaría a Cuba en 1512 como Capellán de Pánfilo de Narváez.

Y en Segovia, un joven de 20 años, nacido en Cuellar en 1465, de nombre Diego Velázquez estaba realizando una brillante carrera militar que andando el tiempo le conduciría ser el conquistador y primer Gobernador de Cuba.

Todos ellos independientes de los demás, iniciarían un recorrido por la vida que los llevaría al Nuevo Mundo en donde sus destinos se unirían inexorablemente.

Al llegar a Huelva, Andalucía, Colón se detiene a pasar la noche en el Monasterio de la Rábida, en donde se encuentra con los frailes franciscanos Juan Pérez y Antonio de Marchena quienes le ofrecen presentar su proyecto directamente a la Reina Isabel a través de su confesor Fray Hernando de Talavera y solicitar su ayuda.

No muy convencido, Colón accede; Talavera presenta el proyecto a la Reina y se le dice que espere a la terminación de otras venturas prioritarias para el reino; Colón se desespera.

La razón de su poco entusiasmo, además de las negativas recibidas por otros reyes, era la situación del Reino de Castilla y Aragón, cuya economía estaba severamente comprometida por la guerra morisca, la inminente expulsión de los judíos y los jesuitas y otras empresas en la que los Reyes Católicos habían gastado gran parte de sus recursos económicos, en su intento de consolidar su reino y crear una España unificada, bajo su reinado, por supuesto.

Además poco después, se agregaría el hecho de que la Reina consideraba muy exageradas las peticiones de Colón a las que se calificaron de ‘desmedidas’ por lo que la mera presentación del proyecto toma varios años.

Las fechas que consigna la historia de esos tiempo turbulentos nos indican que el 2 de Enero de 1492, se recaptura Granada del dominio de los moros, la reina había indicado a Talavera la necesidad de esperar a que terminara la guerra contra los moros antes de poder considerar el

proyecto; el 30 de marzo, se firma el decreto que expulsa a los judíos de España, y no es sino hasta el 17 de Abril en que Fray Juan Pérez en representación de Colón y Juan de Coloma, Secretario de la Reina firman el convenio para el que sería primer viaje hacia Las Indias.

Este convenio es conocido como las Capitulaciones de Santa Fe a favor de Cristóforo Colombo.

Como decíamos, este convenio fue perseguido por Colón durante largo tiempo y gracias a la intervención del fraile Antonio de Marchena (que era gran amigo del confesor de la Reina Fray Hernando de Talavera) se logra llegar al acuerdo 8 años después.

La historia tradicional ha hecho mucho énfasis en que la Reina ‘empeñó’ algunas joyas secretamente para ayudar a Colón, lo cual es hasta cierto punto cierto y meritorio, pero poco dice sobre el hecho de que el mismo Colón recurrió a préstamos con mercaderes de dinero italianos y alemanes ya que en su planteamiento original solicitaba el financiamiento total de la expedición, habiendo sido esa postulación la que hizo que se consideraran desmedidas sus pretensiones.

Colón accedió a reducir sus requerimientos comprometiéndose a financiar parte del proyecto, con lo cual ya fue considerado y con esa participación –olvidada por los historiadores- finalmente aprobado.

La Reina obtuvo los fondos recurriendo a Luis de Santángel y a Francisco Pinello garantizándolas con algunas joyas de su propiedad; Colón, que no tenía más capital que su fe y determinación, por su parte recurrió a los genoveses Jacobo de Negro, Donato Capatel, Luis Dorio y al florentino Gianetto Berardi (socio, amigo y protector de Américo Vespucio).

(hoy se diría que fue una empresa hispano-italiana).

Convenio que fue ratificado el 30 de abril con el documento conocido como “Privilegios y prerrogativas concedidas por sus Majestades Católicas a Cristóbal Colón: 1492”.

En resumen, nos indica Gerónimo, Colón obtuvo las siguientes prebendas:

.- El título de Almirante de todas las tierras que descubriese o ganase en la Mar Oceana, con carácter hereditario y con el mismo rango que el Almirante de Castilla.

.- El título de Virrey y Gobernador General en todas las islas o tierra firme que descubriera o ganara en dichos mares, recibiendo el derecho de proponer ternas para el gobierno de cada una de ellas.

.- el diezmo (o diez por ciento) del producto neto de la mercancía comprada, ganada, hallada o trocada dentro de los límites del Almirantazgo, quedando un quinto (el quinto real) para la corona.

.- La jurisdicción comercial de los pleitos derivados del comercio en la zona de su Almirantazgo, según correspondiese a tal oficio.

.- El derecho a contribuir con un octavo de la expedición y participar de las ganancias en la misma proporción.

Se determinó el Puerto de Palos de Moguer como punto de partida y la fecha fue fijada para el 3 de agosto de 1492.

Una vez revisadas y firmadas esas Capitulaciones, concediéndole de inmediato a Colón el título de Don y haciendo hereditario el titulo de Virrey, se despacharon diversas cédulas reales para la organización del viaje. Colón sería Capitán Mayor de la Armada, constituida por tres navíos.

Al mismo tiempo, se emitieron otras cédulas relativas, de las que se desprende la obligación a ciertos habitantes del Puerto de Palos de proporcionar dos carabelas equipadas y tripuladas para la expedición. (Estos ‘ciertos habitantes’ recibieron la cédula redactada en estos términos: …..” A vos, Diego Rodríguez Prieto, e a todas las otras personas vuestros compañeros e otros vecinos de la Villa de Palos,e a cada uno de vos, salud y gracia. Vien sabedes como por algunas fechas e cometidas por vosotros en desserbicio nuesto, por los del nuestro Consejo fuiste condenados a que fuésedes obligados a nos servir dos meses con dos carabelas armadas a vuestras propias costas e espensas cada e queando e doquier que por nos vos fuese mandado so ciertas penas, segundo que todo mas largamente en la dicha sentencia que contra vos fue dada se contiene…..”).

Esta cédula fue leída -como se usaba en esos tiempos- frente al pueblo reunido a la puerta de la iglesia de San Jorge, en la plaza pública del Puerto.

Cuando llega Colón a la Villa de Palos, la recepción que se le otorga es agresiva, para nada cordial, los porteños desconfiaban del extranjero y estaban muy molestos por la obligación impuesta por la Cédula real. El pueblo y en particular los involucrados rehusaban cooperar principalmente en el reclutamiento de marineros.

Fue entonces en donde los religiosos del Monasterio de la Rábida pusieron a Colón en contacto con Martín Alonso Pinzón, destacado navegante de la localidad quien entusiastamente apoya el proyecto, llegando incluso a participar con la tercera parte de los costos de la empresa. Con la participación de Martín Alonso

Pinzón y sus hermanos, otros navegantes como los Quintero, los De la Cosa y los Niño se unieron al proyecto y se reunieron las tres naves que compondrían la Armada.

De inmediato, se procedió a reclutar los 90 hombres que se requerían para equipar las tres carabelas:

La Santa María era una nave perteneciente a Juan de la Cosa, quien oficiaba como Capitán.

La Pinta, comandada por Martín Alonso Pinzón era propiedad de los hermanos Pinzón.

La Santa Clara propiedad de Juan Niño, terminó llamándose La Niña y es entregada al mando de Vicente Yáñez Pinzón.

Reunir 90 españoles para ir a una aventura no resultó tan difícil, con el acicate de ‘los lugareños’ y las promesas de riqueza del extranjero.

Para el carácter de los españoles de esa época, era como un ‘juego’, se percibía como una gran aventura sin calcular o sin reparar en los riesgos, les entusiasmaba la desproporción en el riesgo y el interrogante del resultado.

Según las fuentes que Gerónimo consulta, la travesía sigue el siguiente itinerario:

Agosto 3: Salida desde el puerto de Palos en dirección a las Islas Canarias.

Septiembre 6: Después de equiparse y abastecerse de víveres y municiones, las tres carabelas salen de La Gomera, una de las Islas Canarias rumbo a las Indias, y a la inmortalidad.

Septiembre 9: Cambian rumbo hacia el Oeste.

Septiembre 25: El vigía da el grito de Tierra, Tierra; resulta falso, solo un espejismo.

Octubre 7: Colón cambia el curso (ese cambio le hace alejarse de La Florida,

sin llegar a ‘descubrirla’).

Octubre 8: Las tres carabelas se encuentran a 400 millas marinas de la costa, pero eso no lo saben, las provisiones y el agua se agotan y la tripulación está ‘muy molesta’.

Octubre 9: La tripulación está a punto de amotinarse, las provisiones y el agua dulce empiezan a ser racionadas.

Octubre 11: Durante el atardecer se avistan restos de maderas y hierbas flotando cerca de la nave. Bien entrada la noche se divisa Tierra en el horizonte (es una Isla del grupo denominado como de Las Lucayas llamada Guanahani).

Octubre 12: (Viernes) Aproximadamente a las 2 de la mañana, Rodrigo de Triana confirma la presencias de tierra firme.

Colón y sus tres carabelas llegan a la más oriental de las 22 islas que constituyen lo que hoy conocemos como Las Bahamas, islita a las que Colón personalmente bautiza como San Salvador, sin saberlo han llegado a las costas de las Islas del Caribe.

Octubre 14: Colon zarpa de San Salvador llegando hasta otra isla larga a la que bautizan como Fernandina.

Octubre 17: Regresan a San Salvador y salen hacia la que hoy es Fortune Island a la que nombran Isabela.

Octubre 25: A bordo de la Santa María, Colón desembarca en lo que hoy, políticamente es la República Dominicana (antes Santo Domingo) y Haití, isla a la que denominan La Española.

Octubre 27: Colón descubre Cuba y la reclama en nombre de los Reyes de España.

Noviembre 5: Los españoles descubren el maíz.

Noviembre 15: Colón anota la primera referencia conocida acerca del tabaco.

Noviembre 21: La Pinta, comandada por Martín Alonso Pinzón se separa de las otras dos carabelas, aparentemente se trata de una ‘deserción’.

Diciembre 5: Colón recorre La Española bordeando por la costa llegando al otro extremo de la isla, lo que hoy sería Haití.

Diciembre 25: Colón, regresa sobre sus pasos, desembarca en La Española y al día siguiente, con los restos de la Santa María (que había naufragado frente a la costa) se construye un ‘fuerte’ en donde se funda el primer asentamiento español, la primera ‘colonia’ española en el Nuevo Continente que recibe el nombre de Fuerte de La Navidad.

Enero 6/ 1493: Martín Alonso Pinzón con la Pinta regresa a La Española.

Enero 15: Colón decide regresar a España.

El mismo Almirante de la Mar Océano Don Cristóbal Colón describe ese primer viaje y aunque el documento original estuvo perdido por mucho tiempo, Fray Bartolomé de las Casas en 1530 hace una biografía de Colón y en ella describe esa primera expedición tomando como base el diario o bitácora del Almirante:

…….” Jueves 11 de Octubre. Navegó al Ouesudueste. Tuvieron mucha mar y mas que en toso el viaje habían tenido. Vieron pardelas y un junco verde junto a la nao. Vieron los de la Pinta una caña y un palo, y tomaron otro palillo labrado a lo que parecía con hierro, y un pedazo de caña y otra hierba que nace en tierra, y una tablilla. Los de la carabela Niña también vieron otras señales de tierra y un palillo cargado de escaramojos. Con estas señales respiraron y alegráronse todos. Anduvieron en este día, hasta puesto el sol, veintisiete leguas”. (cada legua equivale aproximadamente a 2.67 millas naúticas).

“Despues del Sol puesto, nevegó a su primer camino al Oueste: andarían doce millas cada hora; y hasta dos horas después de media noche andarían noventa millas, que son veintidós leguas y media”. “Y porque la carabela Pinta era mas velera e iba delante del Almirante, halló tierra e hizo las señas al Almirante había mandado”. “ Esta tierra vido primero un marinero que se decía Rodrigo de Triana; puesto que el Almirante, a las diez de la noche, estando en el castillo de popa, vido lumbre, aunque fue cosa tan cerrada que no quiso afirmar que fuese tierra; pero llamó a Pedro Gutiérrez, repostero de estrados del Rey, e díjole que parecía lumbre, que mirase él, y así lo hizo y vídola; díjole también a Rodrigo Sánchez de Segovia, que el Rey y la Reina enviaban en el armada por veedor, el cual no vido nada porque no estaba en lugar do la pudiera ver”. “Después que el Almirante lo dijo, se vido una vez o dos, y era como una candelilla de cera que se alzaba y levantaba, lo cual a pocos parecíera ser indicio de tierra”. “Pero el Almirante tuvo por cierto estar junto a la tierra”. “Por lo cual, cuando dijeron la Salve, que la acostumbraban decir e cantar a su manera todos los marineros y se hallan todos, rogó y amonestólos el Almirante que hiciesen buena guardi al castillo de proa, y mirasen bien por la tierra, y que al que le dijese primero que vía tierra le daría luego un jubón de seda, sin las otras mercedes que los Reyes habían prometido, que eran 10, 000 maravedíes de juro a quien primero la viese”. “A las dos horas después de media noche pareció la tierra, de la cual estarían como a dos leguas”. “Amañaron todas las velas, y quedándose con el treo, que es la vela grande sin bonetas, y pusiéronse a la curda, temporizando hasta el día viernes, que llegaron a una isleta de los Lucayos, que se llamaba en lengua de indios Guanahani”. “Luego vinieron gente desnuda, y el Almirante salió a tierra en la barca armada, y Martín Alonso Pinzón y Vicente Anés, su hermano, que era capitán de la Niña”. “Sacó el Almirante la bandera real y los capitanes con dos banderas de la Cruz Verde, que llevaba el Almirante en todos los navíos por seña con una F y una Y; encima de cada letra de su corona, una de un cabo de la cruz y otra de otro”. “Puestos en tierra vieron árboles muy verdes y aguas muchas y frutas de diversas maneras”. “El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escovedo, Escribano de toda la armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio como él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha isla por el Rey e por la Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían, como mas largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron por escripto”. “Luego se ayuntó allí mucha gente de la isla”. “Esto que se sigue son palabras formales del Almirante, en su libro de su primera navegación y descubrimiento de éstas Indias”.

“Yo (dice él), porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra Santa Fe con amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con que hobieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era

maravilla”. “Los cuales después venían a las barcas de los navíos a donde nos estábamos, nadando y nos traían papagayos y hilo de algodón en ovillos y azagayas y otras cosas muchas, y nos las trocaban por otras cosas que nos les dábamos, como cuentecillas de vidrio y cascabeles”. “En fin, todo tomaban y daban de aquello que tenían de buena voluntad”. “Más me pareció que era gente muy pobre de todo”. “Ellos andaban desnudos como su madre los parió, aunque no vide más de una farto moza”. “Y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de más de treinta años: muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos y muy buenas caras: los cabellos gruesos cuasi como sedas de colas de caballos, e cortos: los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos de tras que traen largos, que jamás cortan”. “Dellos se pintan de prieto, y ellos de la color de los canarios, ni negros ni blancos, y dellos se pintan de blanco, y dellos de colorado, y dellos de lo que fallan, y dellos se pintan las caras, y dellos todo el cuerpo, y dellos, solos los ojos, y dellos solo el nariz”. “Ellos no traen armas ni las conocen, porque les amostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia”. “No tienen algún fierro: sus azagayas son unas varas sin fierro, y algunas de ellas tienen al cabo un diente de pece, y otras de otras cosas”. “Ellos todos a una mano son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos”. “Yo vide algunos que tenían señales de feridas en sus cuerpos, y les hice señas que que era aquello y ellos me amostraron como allí venían gente de otras islas que estaban cerca y les querían tomar y se defendían”. “Y yo creí e creo que aquí vienen de tierra firme a tomarlos por cautivos”. “Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto dicen todo lo que les decía, y creo que ligeramente se harían buenos cristianos, que me pareció que ninguna secta tenían”. “Yo, placiendo a nuestro Señor llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a V.A. para que deprendan fablar”. “Ninguna bestia de ninguna manera vide, salvo papagayos en estas islas”. (Todas son palabras del Almirante)

Después de leer y releer cuidadosamente la descripción de Colón de su ‘descubrimiento’ y primer encuentro con los indígenas de estas tierras a Gerónimo le queda en el ambiente un aura de suspenso, de un encanto especial avivado por la imaginación de concebir mentalmente como fueron esos primeros descubrimientos mutuos de gente de mundos tan diferentes con culturas y concepciones tan separadas.

Como corolario lógico a estas palabras atribuidas al mismo Descubridor, a Gerónimo se le ocurre averiguar si hay alguna versión original de lo que el propio Cristóbal Colón comunica a los Reyes a su regreso.

Sabemos que se entrevista con los Reyes en Barcelona en Abril de1493 y que de palabra y con su comitiva informa del descubrimiento, empero, Fray Bartolomé de las Casas asevera haber visto el documento escrito por Colón durante su travesía de regreso; lo que se ignora es si ese echo es cierto y si los reyes la reciben o si solamente se enteran del descubrimiento de propio testimonio hablado por el mismo Almirante.

Sabemos ahora que Colón era un ávido escritor, su diario a bordo era una necesidad que cubría con gusto, la obligada espera, el nerviosismo y el tiempo libre propiciaba la ocupación de escribir.

En su viaje de regreso encontró fuertes tormentas y llego incluso a pensar que naufragarían y entre una cosa y otra, a bordo de La Niña, Colón teme por su vida, sufre gran pena por los hijos que dejaría huérfanos y le desasosiega pensar que los reyes de España no conocieran las tierras que había descubierto y los servicios que había realizado.

En medio de esa depresión y con la tormenta azotando la carabela, según el testimonio de Fray Bartolomé de las Casas, se dirige a los Reyes, y a algunas otras personas, de la siguiente forma:

Señor, porque sé que habréis placer de la gran victoria que Nuestro Señor me ha dado en mi viaje, vos escribo ésta, por la cual sabréis como en 33 días pasé de las islas de Canaria a las Indias con la armada que los ilustrísimos rey y reina nuestros señores me dieron, donde yo hallé muy muchas islas pobladas con gente sin número; y de ellas todas he tomado posesión por Sus Altezas con pregón y bandera real extendida, y no me fue contradicho.

A la primera que yo hallé puse nombre San Salvador [isla Watling] a comemoración de Su Alta Majestad, el cual maravillosamente todo esto ha dado; los Indios la llaman Guanahaní; a la segunda puse nombre la isla de Santa María de Concepción [Cayo Rum]; a la tercera Fernandina [Isla Long]; a la cuarta la Isabela [Isla Crooked]; a la quinta la isla Juana [Cuba], y así a cada una nombre nuevo.

Cuando yo llegué a la Juana, seguí yo la costa de ella al poniente, y la hallé tan grande que pensé que sería tierra firme, la provincia de Catayo [Japón].

Y como no hallé así villas y lugares en la costa de la mar, salvo pequeñas poblaciones, con la gente de las cuales no podía haber habla, porque luego huían todos, andaba yo adelante por el dicho camino, pensando de no errar grandes ciudades o villas; y, al cabo de muchas leguas, visto que no había innovación, y que la costa me llevaba al setentrión, de adonde mi voluntad era contraria, porque el invierno era ya encarnado, y yo tenía propósito de hacer de él al austro, y también el viento me dio adelante, determiné de no aguardar otro tiempo, y volví atrás hasta un señalado puerto, de adonde envié dos hombres por la tierra, para saber si había rey o grandes ciudades. Anduvieron tres jornadas, y hallaron infinitas poblaciones pequeñas y gente sin número, mas no cosa de regimiento; por lo cual se volvieron.

Yo entendía harto de otros Indios, que ya tenía tomados, como continuamente esta tierra era isla, y así seguí la costa de ella al oriente ciento y siete leguas hasta donde hacía fin. Del cual cabo vi otra isla al oriente, distante de esta diez y ocho leguas, a la cual luego puse nombre la Española y fui allí, y seguí la parte del setentrión, así como de la Juana al oriente, 188 grandes leguas por línea recta; la cual y todas las otras son fertilísimas en demasiado grado, y ésta en extremo. En ella hay muchos puertos en la costa de la mar, sin comparación de otros que yo sepa en

cristianos, y hartos ríos y buenos y grandes, que es maravilla. Las tierras de ella son altas, y en ella muy muchas sierras y montañas altísimas, sin comparación de la isla de Tenerife; todas hermosísimas, de mil fechuras, y todas andables, y llenas de árboles de mil maneras y altas, y parece que llegan al cielo; y tengo por dicho que jamás pierden la hoja, según lo puedo comprehender, que los vi tan verdes y tan hermosos como son por mayo en España, y de ellos estaban floridos, de ellos con fruto, y de ellos en otro término, según es su calidad; y cantaba el ruiseñor y otros pajaricos de mil maneras en el mes de noviembre por allí donde yo andaba. Hay palmas de seis o ocho maneras, que es admiración verlas, por la deformidad hermosa de ellas, mas así como los otros árboles y frutos e hierbas. En ella hay pinares a maravilla y hay campiñas grandísimas, y hay miel, y de muchas maneras de aves, y frutas muy diversas. En las tierras hay muchas minas de metales, y hay gente en estimable número. La Española es maravilla; las sierras y las montañas y las vegas y las campiñas, y las tierras tan hermosas y gruesas para plantar y sembrar, para criar ganados de todas suertes, para edificios de villas y lugares. Los puertos de la mar aquí no habría creencia sin vista, y de los ríos muchos y grandes, y buenas aguas, los más de los cuales traen oro. En los árboles y frutos e hierbas hay grandes diferencias de aquellas de la Juana. En ésta hay muchas especierías, y grandes minas de oro y de otros metales.

La gente de esta isla y de todas las otras que he hallado y he habido noticia, andan todos desnudos, hombres y mujeres, así como sus madres los paren, aunque algunas mujeres se cobijan un solo lugar con una hoja de hierba o una cofia de algodón que para ellos hacen. Ellos no tienen hierro, ni acero, ni armas, ni son para ello, no porque no sea gente bien dispuesta y de hermosa estatura, salvo que son muy temeroso a maravilla. No tienen otras armas salvo las armas de las cañas, cuando están con la simiente, a la cual ponen al cabo un palillo agudo; y no osan usar de aquellas; que muchas veces me ha acaecido enviar a tierra dos o tres hombres a alguna villa, para haber habla, y salir a ellos de ellos sin número; y después que los veían llegar huían, a no aguardar padre a hijo; y esto no porque a ninguno se haya hecho mal, antes, a todo cabo adonde yo haya estado y podido haber fabla, les he dado de todo lo que tenía, así paño como otras cosas muchas, sin recibir por ello cosa alguna; mas son así temerosos sin remedio. Verdad es que, después que se aseguran y pierden este miedo, ellos son tanto sin engaño y tan liberales de lo que tienen, que no lo creería sino el que lo viese. Ellos de cosa que tengan, pidiéndosela, jamás dicen de no; antes, convidan la persona con ello, y muestran tanto amor que darían los corazones, y, quieren sea cosa de valor, quien sea de poco precio, luego por cualquiera cosica, de cualquiera manera que sea que se le dé, por ello se van contentos. Yo defendí que no se les diesen cosas tan civiles como pedazos de escudillas rotas, y pedazos de vidrio roto, y cabos de agujetas aunque, cuando ellos esto podían llegar, les parecía haber la mejor joya del mundo; que se acertó haber un marinero, por una agujeta, de oro peso de dos castellanos y medio; y otros, de otras cosas que muy menos valían, mucho más; ya por blancas nuevas daban por ellas todo cuanto tenían, aunque fuesen dos ni tres castellanos de oro, o una arroba o

dos de algodón filado. Hasta los pedazos de los arcos rotos, de las pipas tomaban, y daban lo que tenían como bestias; así que me pareció mal, y yo lo defendí, y daba yo graciosas mil cosas buenas, que yo llevaba, porque tomen amor, y allende de esto se hagan cristianos, y se inclinen al amor y servicio de Sus Altezas y de toda la nación castellana, y procuren de ayuntar y nos dar de las cosas que tienen en abundancia, que nos son necesarias. Y no conocían ninguna seta ni idolatría salvo que todos creen que las fuerzas y el bien es en el cielo, y creían muy firme que yo con estos navíos y gente venía del cielo, y en tal catamiento me recibían en todo cabo, después de haber perdido el miedo. Y esto no procede porque sean ignorantes, y salvo de muy sutil ingenio y hombres que navegan todas aquellas mares, que es maravilla la buena cuenta que ellos dan que de todo; salvo porque nunca vieron gente vestida ni semejantes navíos.

Y luego que llegué a Indias, en la primera isla que hallé tomé por fuerza algunos de ellos, para que deprendiesen y me diesen noticia de lo que había en aquellas partes, así fue que luego entendieron, y nos a ellos, cuando por lengua o señas; y estos han aprovechado mucho. Hoy en día los traigo que siempre están de propósito que vengo del cielo, por mucha conversación que hayan habido conmigo; y éstos eran los primeros a pronunciarlo adonde yo llegaba, y los otros andaban corriendo de casa en casa y a las villas cercanas con voces altas: venid, venid a ver la gente del cielo; así, todos, hombres como mujeres, después de haber el corazón seguro de nos, venían que no quedaban grande ni pequeño, y todos traían algo de comer y de beber, que daban con un amor maravilloso. Ellos tienen en todas las islas muy muchas canoas, a manera de fustas de remo, de ellas mayores, de ellas menores; y algunas son mayores que una fusta de diez y ocho bancos. No son tan anchas, porque son de un solo madero; mas una fusta no terná con ellas al remo, porque van que no es cosa de creer. Y con éstas navegan todas aquellas islas que son innumerables, y tratan sus mercaderías. Alguna de estas canoas he visto con 70 y 80 hombres en ella, y cada uno con su remo.

En todas estas islas no vi mucha diversidad de la hechura de la gente, ni en las costumbres ni en la lengua; salvo que todos se entienden, que es cosa muy singular para lo que espero que determinaran Sus Altezas para la conversión de ellos a nuestra santa fe, a la cual son muy dispuestos.

Ya dije como yo había andado 107 leguas por la costa de la mar por la derecha línea de occidente a oriente por la isla de Juana, según el cual camino puedo decir que esta isla es mayor que Inglaterra y Escocia juntas; porque, allende de estas 107 leguas, me quedan de la parte de poniente dos provincias que yo no he andado, la una de las cuales llaman Avan, adonde nace la gente con cola; las cuales provincias no pueden tener en longura menos de 50 o 60 leguas, según pude entender de estos Indios que yo tengo, los cuales saben todas las islas.

Esta otra Española en cierco tiene más que la España toda, desde Colibre, por costa de mar, hasta Fuenterrabía en Viscaya, pues en una cuadra

anduve 188 grandes leguas por recta línea de occidente a oriente. Esta es para desear, y vista, para nunca dejar; en la cual, puesto que de todas tenga tomada posesión por Sus Altezas, y todas sean más abastadas de lo que yo sé y puedo decir, y todas las tengo por de Sus Altezas, cual de ellas pueden disponer como y tan cumplidamente como de los reinos de Castilla, en esta Española, en el lugar más convenible y mejor comarca para las minas del oro y de todo trato así de la tierra firme de aquí como de aquella de allá del Gran Can, adonde habrá gran trato y ganancia, he tomado posesión de una villa grande, a la cual puse nombre la villa de Navidad; y en ella he hecho fuerza y fortaleza, que ya a estas horas estará del todo acabada, y he dejado en ella gente que abasta para semejante hecho, con armas y artellarías y vituallas por más de un ano, y fusta, y maestro de la mar en todas artes para hacer otras, y grande amistad con el rey de aquella tierra, en tanto grado, que se preciaba de me llamar y tener por hermano, y, aunque le mudase la voluntad a ofender esta gente, él ni los suyos no saben que sean armas, y andan desnudos, como ya he dicho, y son los más temerosos que hay en el mundo; así que solamente la gente que allá queda es para destruir toda aquella tierra; y es isla sin peligros de sus personas, sabiéndose regir.

En todas estas islas me parece que todos los hombres sean contentos con una mujer, y a su mayoral o rey dan hasta veinte. Las mujeres me parece que trabajan más que los hombres. Ni he podido entender si tienen bienes propios; que me pareció ver que aquello que uno tenía todos hacían parte, en especial de las cosas comederas.

En estas islas hasta aquí no he hallado hombres mostrudos, como muchos pensaban, mas antes es toda gente de muy lindo acatamiento, ni son negros como en Guinea, salvo con sus cabellos correndíos, y no se crían adonde hay ímpeto demasiado de los rayos solares; es verdad que el sol tiene allí gran fuerza, puesto que es distante de la línea equinoccial veinte y seis grados. En estas islas, adonde hay montañas grandes, allí tenía fuerza el frío este invierno; mas ellos lo sufren por la costumbre, y con la ayuda de las viandas que comen con especias muchas y muy calientes en demasía. Así que mostruos no he hallado, ni noticia, salvo de una isla Quaris, la segunda a la entrada de las Indias, que es poblada de una gente que tienen en todas las islas por muy feroces, los cuales comen carne humana. Estos tienen muchas canoas, con las cuales corren todas las islas de India, y roban y toman cuanto pueden; ellos no son más disformes que los otros, salvo que tienen costumbre de traer los cabellos largos como mujeres, y usan arcos y flechas de las mismas armas de cañas, con un palillo al cabo, por defecto de hierro que no tienen. Son feroces entre estos otros pueblos que son en demasiado grado cobardes, mas yo no los tengo en nada más que a los otros. Estos son aquéllos que tratan con las mujeres de Matinino, que es la primera isla, partiendo de España para las Indias, que se halla en la cual no hay hombre ninguno. Ellas no usan ejercicio femenil, salvo arcos y flechas, como los sobredichos, de cañas, y se arman y cobijan con launes de arambre, de que tienen mucho.

Otra isla hay, me aseguran mayor que la Española, en que las personas no tienen

ningún cabello. En ésta hay oro sin cuento, y de ésta y de las otras traigo conmigo Indios para testimonio.

En conclusión, a hablar de esto solamente que se ha hecho este viaje, que fue así de corrida, pueden ver Sus Altezas que yo les daré oro cuanto hubieren menester, con muy poquita ayuda que Sus Altezas me darán; ahora, especiería y algodón cuanto Sus Altezas mandarán, y almástiga cuanta mandarán cargar, y de la cual hasta hoy no se ha hallado salvo en Grecia en la isla de Xío, y el Señorío la vende como quiere, y ligunáloe cuanto mandarán cargar, y esclavos cuantos mandarán cargar, y serán de los idólatras; y creo haber hallado ruibarbo y canela, y otras mil cosas de sustancia hallaré, que habrán hallado la gente que yo allá dejo; porque yo no me he detenido ningún cabo, en cuanto el viento me haya dado lugar de navegar; solamente en la villa de Navidad, en cuanto dejé asegurado y bien asentado. Y a la verdad, mucho más hiciera, si los navíos me sirvieran como razón demandaba.

Esto es harto y eterno Dios Nuestro Señor, el cual da a todos aquellos que andan su camino victoria de cosas que parecen imposibles; y ésta señaladamente fue la una; porque, aunque de estas tierras hayan hablado o escrito, todo va por conjectura sin allegar de vista, salvo comprendiendo a tanto, los oyentes los más escuchaban y juzgaban más por habla que por poca cosa de ello. Así que, pues Nuestro Redentor dio esta victoria a nuestros ilustrísimos rey e reina y a sus reinos famosos de tan alta cosa, adonde toda la cristiandad debe tomar alegría y hacer grandes fiestas, y dar gracias solemnes a la Santa Trinidad con muchas oraciones solemnes por el tanto ensalzamiento que habrán, en tornándose tantos pueblos a nuestra santa fe, y después por los bienes temporales; que no solamente la España, mas todos los cristianos ternán aquí refrigerio y ganancia.

Esto, según el hecho, así en breve.Fecha en la carabela, sobre las islas de Canaria, a 15 de febrero, año 1493.

Hará lo que mandaréisEl almirante.

Después de ésta escrita, y estando en mar de Castilla, salió tanto viento conmigo sul y sueste, que me ha hecho descargar los navíos. Pero corrí aquí en este puerto de Lisboa hoy, que fue la mayor maravilla del mundo, adonde acordé escribir a Sus Altezas . En todas las Indias he siempre hallado los temporales como en mayo; adonde yo fui en 33 días, y volví en 28, salvo que estas tormentas me han detenido 13 días corriendo por este mar.

Dicen acá todos los hombres de la mar que jamás hubo tan mal invierno ni tantas pérdidas de naves.

Fecha a 4 días de marzo.

Gerónimo no se podía quedar con la duda, averiguando aquí y allá supo que en New York había un facsímil de dicha carta y escribió a la Biblioteca Pública de New York de donde aprovechando las maravillas de las comunicaciones electrónicas de hoy día, recibió la siguiente respuesta:

Dear Gerónimo:

Thank you for your inquiry. A staff member from the Manuscripts & Archives Division passed your query to me.

Below are the links to two catalog records from CATNYP, the online catalogof the New York Public Library, that show two different letters that Christopher Columbus wrote during his first voyage to the new world. They are the originals; one is to Luis de Santangel (in Spanish), financeminister to Ferdinand II. It was printed in Barcelona to be distributed throughout Spain. The second original letter was to Raphael (Gabriel)Sanchez, treasurer of the Kingdom of Aragon. It was translated into Latin and printed and distributed throughout Rome. As you may already know, a third letter from Columbus' first voyage said to be addressed to King Ferdinand and Queen Isabella has never been recovered. Click on the links to view the catalog records for each letter:http://catnyp.nypl.org/record=b5986443http://catnyp.nypl.org/record=b6084063

Both letters are held in the Rare Books Division of the Humanities and Social Sciences Library (also known as the Central Library Building) at Fifth Avenue and 42nd Street in Manhattan. Given the materials' age, fragility and great value, neither is paged for researchers or visitors ofthe Library. Several facsimile copies of both letters exist within the Library's collection and can be consulted upon request. Please feel free to e-mail with any additional questions related to yourresearch.

Best regards, Gina Halkias-Seugling Librarian General Research Division Humanities and Social Sciences Library The New York Public Library New York, NY 10018-2788212.930.0033

En esencia lo que se le dice es que en la Biblioteca tienen dos copias de la mencionada carta, pero no contento con esta respuesta, Jerónimo siguió insistiendo

hasta que obtuvo una copia de las 4 páginas que componen la mencionada carta manuscrita que por su redacción supuestamente es la dirigida a Rafael o Gabriel Sánchez, Tesorero del reino de Aragón; la copia de la primera hoja se anexa simplemente como curiosidad histórica:

Resulta conmovedor el estilo de escribir, utilizado por Colón, mecido por la tormenta a la tenue luz de velas y con el ánimo caído. Gerónimo tuvo que leer y releer varias veces esta carta para poder entenderla con los criterios de ese Siglo XVI y se queda con la duda si lo relatado no sería ‘embellecido por el mismo Cristóbal Colón, que en esos momentos tenía angustia y desesperación de no llegar con vida a España.

Es importante destacar que en este relato se menciona en repetidas ocasiones la presencia de minas y de oro en abundancia en las tierras descubiertas.

Particularmente, ya casi al final de su relación Cristóbal Colón nos dice: “….otra isla hay, me aseguran mayor que la Española, en que las personas no tienen ningún cabello….En esta hay oro sin cuento, y de esta y de las otras traigo conmigo indios para testimonio”…….

A Gerónimo le queda la duda de cómo es que Colón y los españoles que le acompañan ‘entienden’ a esos indígenas ya que en ninguna parte se hace mención de traductores o interpretes aunque se dice en un párrafo al inicio “Yo entendía harto de otros indios, que ya tenía tomados,” y duda mucho que a señas se hubieran podido

comunicar con tanta precisión como se deduce de esta carta, también Gerónimo pone en duda las habilidades lingüísticas del Almirante.

Se supone que Colón envió copia de esa carta a Luís de Santángel (uno de los financieros de la Reina), otra copia a Gabriel Sánchez (Tesorero General de Aragón y consejero real (ferviente defensor del Almirante) y hay quien opina que también la envía al Papa (Rodrigo Borgia que asume el nombre de Alexandro VI).

Como quiera que haya sido, el 4 de abril de 1483 se hace del conocimiento público el contenido de esa carta, lo que causó en toda España un revuelo sensacional.

Las únicas copias conocidas de ese escrito fueron descubiertas a mediados del Siglo XIX, una de ellas publicada en Barcelona en 1483 por Pedro Posa, editor del que no hay huella alguna y se encuentra en la Biblioteca Pública de Nueva York, Colección Lenox, (cuya primera hoja reproducimos) junto con otra cuya procedencia impresa se ignora.

Resulta interesante consignar que al regreso de su primer viaje, Colón llega a Lisboa en donde el 8 de marzo se entrevista con el Rey Juan de Portugal y en donde le informa del descubrimiento a lo que el Rey responde que en virtud del tratado celebrado con Castilla, esas tierras pertenecían a Portugal. Colón, no estaba enterado de ningún convenio entre Castilla y Portugal, no tenía por que estar enterado, pero la información le produce desasosiego y escribe a los frailes del Monasterio de la Rábida comunicándole la respuesta del Rey Juan.

Posteriormente El Vaticano intervendría en este asunto y se emitiría la Bula Inter Caetera que determinaba la asignación territorial entre España y Portugal respecto a las tierras ‘descubiertas’.

Y es de este episodio que algunos historiadores derivan la posibilidad de que se le hubiera enviado copia del manuscrito de referencia al Papa Borgia, Alejandro VI.

Martín Alonso Pinzón quien en medio de la tormenta se había separado de la Niña llegó con La Pinta a Bayona, en la provincia de Galicia desde donde se dirige a los Reyes Católicos comunicándoles el descubrimiento y solicitando una entrevista.

Los reyes le niegan la entrevista y le ordenan proseguir hacia el puerto de Palos; Martín Alonso venía muy enfermo, llega a Palos unas horas después que Colón, con el que no llega a entrevistarse y muere a los pocos días siendo enterrado en el Monasterio de La Rábida.

Colón permanece quince días en el Puerto de Palos en donde descansa y prepara su entrevista con los Reyes a celebrarse en Barcelona.

Su comitiva podría decirse que fue un autentico y exótico espectáculo, con los 7 indígenas, pájaros exóticos (loros y papagayos), plumas de colores, primitivas armas extrañas para los españoles y muestras de diversos productos.

A su paso, la comitiva de Colón despertaba gran curiosidad y la gente se acercaba lo mas que podía para ver a los indígenas, sus atuendos, sus armas, las aves (papagayos y loros) y demás implementos que llevaban.

Entre estos curiosos, unos ojos seguían con avidez y asombro el paso de estos indígenas, eran los del joven Bartolomé de Las Casas que en ese 31 de marzo de 1493, apostado junto al arco “que se dice de las imágenes” en la Iglesia de San Nicolás en Sevilla, los ve pasar.

Colón hizo una breve relación de su travesía y aventuras y presentó a los Reyes Católicos algunas muestras de lo que había en sus nuevos dominios. Los Reyes confirmaron a Colón, sus títulos y honores e incluso añadieron otros para sus parientes.

Se propone un segundo viaje en las mismas condiciones del anterior, esto es, Colón participaría en el financiamiento del mismo y tendría la participación en las ganancias en la misma proporción de su aportación.

El segundo viaje se inicia con 17 barcos desde el puerto de Cádiz en forma escalonada durante el mes de septiembre de 1483 con destino a las Islas Canarias en donde la ‘flota’ se reúne en Del Hierro, saliendo hacia el Nuevo Mundo o Nueva España el 13 de octubre.

Ya para este viaje se había difundido ampliamente la quimera del oro y riquezas sin límites y fueron muchos los que se aventuraron en este viaje.

Entre los componentes de este viaje Colón busca y encuentra hombres ‘conocedores’ de los procesos mineros para ‘explotar’ las enormes riquezas que se esperaba encontrar.

Hasta aquí dejaremos la narración de los viajes de Colón por no ser el objeto de esta relato y porque según Gerónimo ya se mencionó que el 27 de octubre de 1492 la isla de Cuba fue descubierta por Colón acompañado por diez nativos de Guanahaní.

Sin embargo Gerónimo insiste en hacer mención porque en ese segundo viaje vino hacia el Nuevo Mundo otro personaje que resultaría importante para la Conquista del Imperio Mexica, Diego Velázquez de Cuellar, primer Gobernador de la isla de Cuba y fundador de Baracóa, la primera ciudad española en la isla y para el caso del Continente Americano.

También se hace referencia de Cuba porque Hernán Cortés partiría de ahí en su aventura hacia el imperio azteca.

Y eso es lo que Gerónimo ha querido revisar dentro de lo que ha denominado ‘los inicios’ que tanto le intrigan, ya que en las fechas del Descubrimiento, Hernán Cortés contaba solamente con 7 años de edad, ignorante por completo de su destino.

En medio de una tarde lluviosa, la expedición de Colón, el sábado 27 avista la isla permaneciendo en espera del amanecer para proseguir por el curso de un río descrito como “muy hermoso y sin peligro de bajas no otros inconvenientes, con una boca de doce brazas y bien ancha para barloventear”, según lo expresó el propio Almirante.

En el Diario de a Bordo del Cristóbal Colón está la siguiente entrada:

” Que nunca tan hermosa cosa vido, lleno de árboles todo cercado el río, hermosos y verdes y diversos de los nuestros, con flores y con su fruto cada uno de su manera. Aves muchas y pajaritos que cantaban muy dulcemente; había gran cantidad de palmas de otra manera que las de Guinea y de las nuestras, de una estatura mediana y los pies sin aquella camisa y las hojas muy grandes, con las cuales cobijan las casas; la tierra muy llana”……

Bajaron a tierra y encontraron dos casas que creyeron de pescadores, por las redes de hilos de palma, cordeles y anzuelos así como aparejos de pesca. Se cree que el lugar es actualmente la Bahía de Baray, a la que Colón bautizó como el “río y puerto de San Salvador”.

“ ….al desembarcar el genovés, puesta la rodilla en tierra, la mano en el corazón y en el cielo la mirada, al incorporarse un Nuevo Mundo a la vida civilizada, bautizó con el nombre de San Salvador a aquel territorio como exponente de su fe, sello de su triunfo y testimonio de su agradecimiento por haber llegado felizmente a la consumación de sus anhelos”. “Luego rumbo hacia el sur ya que los nativos del mundo nuevo que surgía le habían dado a entender que en aquella dirección le esperaban nuevas sorpresas”……

Navegando hacia el poniente encontró un pequeño río al que bautizó como Río de la Luna; poco después llegó a uno más grande al que se le puso nombre de Río de

los Mares, en donde se detuvieron por espacio de dos semanas manteniendo contacto con los nativos.

Comunicándose con ellos, se mal entendió que Cuba era una ciudad en tierra firme, y que más al norte había un rey que tenía guerra con el gran Khan, aunque en realidad lo que se intentaba comunicar era que al norte existía una provincia llamada Cubanacán.

Colón bautizó la isla con el nombre de Juana en honor de Juan de Aragón y Castilla (heredero a la corona de los Reyes Católicos, patrocinadores del viaje).

Años más tarde se le trasladó el nombre de Fernandina y hasta se pretendió denominarla Santiago, sin embargo, esos nombres no permanecieron y la isla fue referida al nombre de Cuba por derivación de Cubanacán.

Colón creía que había llegado a tierra firme ya que por su extensión la isla no semejaba una isla sino más bien un continente, y Colón estaba obsesionado con encontrar ‘Las Indias’ creyendo que era Cipayo o Cipango (Japón) o alguna parte de esta población perteneciente a esta. La insularidad de Cuba se estableció entre 1509 y 1510 por Sebastián de Ocampo.

Desde Juana, desde el puerto y río bautizado como San Salvador, Colón envía hombres hacia el interior a explorar y recoger noticias. Siguiendo por la costa, llega hasta lo que hoy es Camagüey y luego hasta Baracoa. De ahí, cruza el estrecho y llega a la costa de Santo Domingo.

La isla de Santo Domingo (bautizada como La Española) le atrajo mucho más que Cuba porque habían entendido que en ella había mucho oro: habían ‘encontrado’ con que los indígenas tenían ‘muchas’ pepitas de oro que recogían con facilidad el las orillas de algunos ríos y eso fue interpretado como una fuente inagotable de riqueza.

Llegando a las costas de Santo Domingo/Haití, la carabela Santa María se fue a pique en la costa y con sus restos se construye el Fuerte de la Navidad como ya se mencionó anteriormente, en donde dejó 36 hombres y emprendió el viaje de regreso a España.

En estos aspectos Gerónimo tiene serias dudas de cómo fue que Colón y sus hombres ‘entendían’ lo que los nativos les comunicaban o querían comunicarles ya que hasta ese momento, habíanse mostrados amigables y cooperativos muy deseosos de los obsequios y presentes que los españoles les entregaban a cambio de productos y orfebrería nativa en los que había algunas incrustaciones en oro, y como ya se dijo y se insiste, ‘algunos’ indígenas tenían pepitas de oro sin trabajar.

Numerosos libros de historia nos han relatado como los primeros españoles que pisaron el suelo del Nuevo Mundo tenían una excedida expectativa de riquezas en forma de oro, producto sin duda de las exageraciones del propio Cristóbal Colón y de los exploradores del primer viaje.

Recordemos que en aquellos días, el oro era la expresión suprema de la riqueza.

Esta creencia en una abundancia desmedida de tesoros hizo que el segundo viaje estuviera ‘lleno’ de aventureros con sed de oro y riquezas, falsamente informados, pero que literalmente abarrotaron las 17 naves que salieron de Cadiz, más algunos hombres que se unieron en las Islas Canarias y entre estos venían algunos hombres ‘conocedores’ de las técnicas de explotación y beneficio de metales reclutados específicamente por el mismo Almirante.

En esa segunda expedición alrededor de 600 hombres zarparon el 13 de octubre de 1493, del puerto Del Hierro -casi un año después del Descubrimiento- expedición que arribó el 21 de noviembre de 1493 a la Isla de La Española.

Las primeras minas en la Nueva España se descubren en 1532, en Taxco y Colima, 40 años después del Descubrimiento, 13 años después de la Conquista del Imperio Mexica.

Los antiguos mexicanos, erróneamente denominados aztecas, constituían un domino al que erróneamente se denomina Imperio, sin embargo, siguiendo con esa denominación propiamente debería llamársele como Imperio Mexica y no Imperio Azteca, ya que en realidad, se trataba de un conjunto de dominios de tres Estados (Texcoco, Tlacopan y México/Tenochtitlán) y eran los mexicas de Tenochtitlán quienes encabezaban esta confederación política, siendo el Estado mas expansionista de los tres mencionados y a esos mexicas se les conocía como aztecas.

Sin embargo, Gerónimo desea hacer notar que los mexicas no establecieron un dominio directo sobre los pueblos conquistados o sometidos, sino más bien, la elite de la ‘confederación’ se apropiaba de la producción mediante la imposición de tributos y solamente en algunos casos se estableció un cierto control militar en puntos considerados como estratégicos.

El dominio de los mexicas se ejercía de diversas maneras, independientemente del carácter militar por el que se ejercía control directo en algunos pueblos; con los demás, se establecieron alianzas matrimoniales, pago de fuertes tributos y la obligación de tener ‘rehenes’ en la ciudad de Tenochtitlán buscando asegurar lealtad hacia el poder mexica.

Varios pueblos fueron capaces de resistir y desafiar el poderío mexica, entre ellos, se pueden mencionar los popolocas de Teotitlán del Camino, los tlapanecos de Yopitzinco, el señorío tarasco de Michoacán y Jalisco, los mixtecos de Tututepec, y la confederación tlaxcalteca.

Es de todos conocido que los tlaxcaltecas y su confederación -además de ser enemigos declarados de los mexica- fueron aliados de los españoles en la conquista de Tenochtitlán y la consecuente caída del Imperio mexica.

También debe mencionarse que el señorío tarasco de Michoacán y Jalisco nunca fue vencido por los mexicas y esto impidió su expansión hacia el occidente del país.

En el Código Mendocino se señalan 18 provincias tributarias de productos minerales a los mexicas, Fray Bernardino de Sahagún en su Historia menciona vocablos referentes a las actividades mineras lo que niega el concepto de que los indígenas no sabían extraer y beneficiar los metales, que solamente lo ‘encontraban’ en los ríos y su consecuencia lógica que fueron los españoles quienes aportan técnicas mineras.

En estudios realizados en restos de yacimientos y minas indígenas existentes en el territorio desde antes de la Conquista española, se encontró que los indios realizaban trabajos mineros utilizando el sistema denominado torrefacción, esto es, calentando la pared rocosa y fracturándola por medio de enfriamiento súbito con agua.

Resulta interesante destacar que este sistema fue utilizado en todo el mundo antes de la introducción de la pólvora, la que, dicho sea de paso, se introdujo a México hacia el año 1560.

Igualmente Gerónimo rechaza la concepción de que al no conocer el hierro y únicamente disponer de instrumentos de piedra o de madera, los indígenas no podrían ‘trabajar’ los metales,.entonces, ¿porque se acepta que con esos instrumentos primitivos si pudieron realizar monumentales edificaciones y tallar monumentales esculturas en sus Templos y lugares de culto?

El término Tliltic Tepuztli significa ‘cosa negra’ y según algunos cronistas se refería a cierto tipo de metal, y no a la obsidiana como otros lo han interpretado; además, se ha reconocido que los indígenas utilizaban un primitivo sistema de fundición con otros metales como por ejemplo el cobre. De nuevo, ¿porqué no se acepta que tenían técnicas equiparables a las conocidas y desarrolladas en otros lugares?

Tampoco podemos dejar de considerar que los ‘descubrimientos’ mineros se llevan a cabo casi en su totalidad con la presencia de indígenas que conducen a los exploradores a los depósitos minerales conocidos, y que estos indios anónimos permanecen en el anonimato del tiempo después de mostrar la riqueza, casi del mismo

modo que permanecen en el anonimato los siete indios que Colón llevó a España en su primer viaje.

Se da por un hecho que los indígenas no conocían técnicas de prospección, lo cual también es falso, pues el mismo Fray Bernardino de Sahagún en 1567 nos dice que “…entre los nahoas, hay gente que conocen donde se crían las piedras preciosas, y es que cualquier piedra preciosa, donde quiera que esté, está echando de sí vapor o exhalación como un humo delicado, y reste humo se aparece cuando quiere el sol salir”….

Y en otra parte escribe que tal y como le contaron sus informantes indígenas que …..”el oro se encuentra en la tierra; descansa en la tierra, se le ve de esta manera: en donde está, esa es la madre…..en donde aparece esta madre, cuando llueve su agua, su orina, mancha profundamente….. en donde está amarillo en la superficie, en donde está descolorido como si fuera verde brillante, ella mancha profundamente y así se aparece”…..

Un metalurgista italiano de apellido Biringuccio en 1540 afincado en México, estableciendo una comparación entre las vetas mineras y las ramas de los árboles, nos dice: “…..ellas crecen y se aumentan continuamente, y se dirigen hacia el cielo, siempre convirtiendo en su propia naturaleza a los mejores dispuestos de los materiales adyacentes hasta que, finalmente, las puntas llegan a la cúspide de la montaña y emergen como clara señal, despidiendo, en lugar de hojas y capullos, fumosidades azules o verdes”……

En estas citas, Gerónimo encuentra coincidencias que no pueden atribuirse a comunicación entre ellos, principalmente por la diferencia en fechas y lo notable de estas citas es que aún hoy a varios siglos de distancia esas ‘observaciones’ siguen siendo una de las técnicas de prospección empleadas para localizar depósitos minerales, con la salvedad de que hoy se conocen como Geoquímica, pero el hecho es que esos indicios coloridos que ambos señalan, se siguen utilizando.

Otra consideración que resulta importante hacer es que en el Siglo XVI tanto en Europa como en el Nuevo Mundo la plata era un metal sumamente escaso y poco ‘popular’…..el oro era la fuente de atención y el objeto de los deseos de riqueza.

Como es de suponerse, ni Colón, ni Cortés, Bernal Díaz o Gomara describen como se obtenían las riquezas y los objetos de oro o plata, joyas o piedras preciosas con los que se ‘encontraban’, solamente se limitan a destacar la ‘riqueza’ de lo conseguido.

España obtenía plata de sus yacimientos en minas de poca profundidad en algunas provincias ibéricas y en Grecia, en México había muchas minas y se extraía por fundición en forma primitiva si se quiere, pero como lo indica el padre Acosta: “….el modo de labrar y beneficiar la plata que los indios usaron fue por fundición, que es derritiendo aquella masa de metal al fuego, el cual echa la escoria por una parte y aparta la plata del plomo, y del estaño, y del cobre, y de las demás mezclas que tiene”….

En otras palabras, tanto en Europa como en la Nueva España no existen diferencias técnicas en el proceso, las diferencias las establece la cantidad que podría fundirse, y según los enterados en minería, en Europa se utilizaba el horno castellano con capacidad de hasta 150 kilos por carga, mientras los indígenas utilizaban un ‘horno’ común con capacidad de hasta 30 kilos por carga.

Ambos operaban en forma intermitente y se tenían los mismos problemas para la separación del metal de la escoria y según estos mismos expertos, esto era causado por las bajas temperaturas que se pueden obtener usando leña o carbón de madera y esta situación permaneció hasta fines del período colonial.

Estaba reservado a Bartolomé de Medina descubrir en 1552 la forma de aplicar el mercurio para la separación y ‘beneficio’ de la plata. Este descubrimiento lo realiza en la Hacienda de la Purísima Grande en Pachuca, Hidalgo, México y el procedimiento fue utilizado en forma exclusiva en la Nueva España hasta 1784.

El obstáculo más importante con el que tenía que enfrentarse la minería en el Nuevo Mundo consistió en el sistema monopolístico impuesto por España.

El estanco del azogue causó innumerables problemas a la industria minera, tanto en México como en el Caribe, como en Centro y Sudamérica; acá, la producción de mercurio era muy exigua y no satisfacía las crecientes necesidades de la platería mexicana, y como no se permitía traer azogue del Perú porque este se destinaba en su totalidad para la producción local y los excedentes se enviaban a España, la producción platera mexicana tuvo altas y bajas muy importantes en los tiempos primeros de la colonia.

Es importante destacar que la producción minera en esa época estaba centrada básicamente en la explotación y beneficio del oro y la plata, o más propiamente dicho de los metales preciosos.

Por otra parte, la plata encontrada en las vetas era de ‘baja ley’ lo que se compensaba con la enorme abundancia de las minas, y se puede afirmar que hasta la fecha, no se han descubierto minas de plata más productivas que las mexicanas y al irse profundizando las excavaciones, la ‘ley’ de la plata extraída iba mejorando.

Gerónimo cita como ejemplo que la mina Valenciana en Guanajuato produjo ella sola, en muchas ocasiones, mas plata que la obtenida en todas las minas del Perú junta, lo cual, aparentemente ocurrió a la inversa con el oro..

En Cuba se siguieron los mismos patrones indicados en los párrafos anteriores, la extracción de metales preciosos fue priorizada, aunque también se extraía cobre y hierro a partir de métodos semi artesanales. Los taínos extraían oro del cauce de los ríos utilizándolo en forma de cuentas con incrustaciones.

Al llegar los españoles la búsqueda de oro se intensifica localizándose vetas de oro y plata en las rocas cercanas a Cubanacán.

En los párrafos precedentes hemos visto como el mito del oro fue indudablemente un ‘motor’ que atrajo europeos al Nuevo Mundo, y si bien las expectativas superaban con mucho a la realidad, el mito siguió y siguió siendo alimentado principalmente por la enorme extensión territorial del Continente en el que constantemente se descubrían o encontraban depósitos minerales.

La búsqueda de oro nunca cesó y de hecho la minería y principalmente la explotación de vetas de metales preciosos fue un gran motor del desarrollo de la sociedad hispanoamericana.

De repente, a Gerónimo se le ocurre que no ha hecho seguimiento a otro florentino que se ha mencionado brevemente: Amérigo Vespucci.

Este florentino nació el 9 de marzo de 1454 y con el tiempo cambiaría su nacionalidad y nombre a Américo Vespucio, y además tuvo la fortuna de que un error de imprenta diera su nombre al Continente descubierto por Cristóbal Colón y más suerte aún que prevaleciera hasta nuestros días.

Como ya se mencionó anteriormente, su socio, amigo y protector fue Gianetto Berardi rico comerciante florentino radicado en Sevilla a quien Colón recurrió para el financiamiento del primer viaje. A la muerte de su protector, ocurrida en 1495 Vespucio se convirtió en se ejecutor testamentario y tomó las riendas de los negocios de Berardi.

A mediados de 1496 Colón regresa de su segundo viaje y se reúne con Vespucio a quien pone al tanto de sus descubrimientos.

Se afirma que Américo Vespucio no compartía con Colón la seguridad de haber llegado a ‘Las Indias’ y que inclusive a espaldas de Colón propuso al Rey Fernando el Católico dos expediciones para verificar las afirmaciones de Colón.

La primera en 1497 no se lleva a cabo por razones que se ignoran, aunque es muy probable que haya habido dudas respecto a la veracidad o la exactitud de las informaciones de Colón lo que posteriormente se descubriría ya que no eran Las Indias sino parte de un Nuevo Continente desconocido para los europeos.

La historia tampoco confirma que en 1500 haya realizado el segundo viaje propuesto con dicho propósito, sin embargo, se hace énfasis en que el rey católico le confía junto con Vicente Yañez Pinzón los planes de expansión ultramarina del reino, lo que lo convierte en uno de los marinos mas ‘reconocidos’ de su tiempo, y por lo mismo, se le imponen obligaciones diversas que le impiden hacer ese viaje de comprobación; el mismo Rey lo nombra en 1508 “Piloto Mayor de Castilla” encargado de enseñar las habilidades de navegación y evaluar el progreso de los aprendices.

Desde que Colón anuncia el hallazgo del Nuevo Mundo, este recibe varios nombres. Unos le denominan Indias, otros La Gran Tierra del Sur, para los portugueses era la Tierra Santa Cruz, o Vera Cruz, hay quien le denomina Tierra de Loros, Nueva India, Indias Occidentales o simplemente Nuevo Mundo.

Américo Vespucio decide publicar un resumen de sus viajes y envía la información a la imprenta de la Abadía de Saint-Dié-des-Vosges, en Lorena, Francia.

La publicación llevaría por título Cosmographie Introductio en la que se incluía una traducción al latín de la relación de los cuatro viajes del navegante florentino con el nombre “Quattuor Americi navigationes”.

El 25 de abril de 1507 salieron del taller las dos primeras ediciones: en el capítulo IX del texto se sugería que el nombre del Nuevo Mundo debería ser América, (femenino por analogía a Europa, Asia y África) en honor a quien la reconociera como Continente. Martin Waldseemüller profesor de cartografía que se desempeñaba

como dibujante en la casa editorial inscribió el nombre aplicado sobre Sudamérica en el planisferio que se incluyó en el panfleto.

Y así, como producto de un error, se nombró América al Continente Americano para que después, los Estados Unidos, (país que nunca ha tenido nombre propio), se lo adjudicara como lo ha hecho con muchas otras cosas.

Volviendo a nuestro tema, después de esta digresión ‘americana’ Gerónimo nos recuerda que de una forma u otra los incentivos representados por el oro y posteriormente por la plata fueron la principal motivación para la mayoría de los europeos que marcharon hacia el Nuevo Mundo.

Una característica muy importante, al menos para las consideraciones de Gerónimo fue el respaldo oficial o la implantación del control público en la Nueva España a través de la Iglesia.

La Corona española, más que cualquier otra monarquía europea sujetó de una manera estricta a la Iglesia, ya que bajo el Patronato Real de hecho la convirtió en una rama del gobierno, otro medio de control político sobre los gobernados.

En esa época, la Iglesia hispanoamericana tenía un muy tenue contacto con la jerarquía romana, funcionaba dentro de la órbita del Consejo de Indias y no del papado romano, más no por eso dejó de ser una institución poderosa en la Nueva y en la Vieja España.

Aquí, en el Méjico de los primeros años, la Iglesia gozó de fuero especial y llegó a conformar un sector ‘conservador’ de gran influencia en el devenir económico, político y social del país, y su esfera de acción comprendía muchos aspectos del ámbito material.

Por acuerdo real, la Iglesia recibía una gran parte del diezmo tributario, -en adición al diezmo eclesiástico que no cesaba de obtener- con lo que la Iglesia mexicana amasa una gran fortuna y es propietaria de innumerables bienes inmuebles y obtiene una enorme influencia en el desarrollo de la sociedad.

Íntimamente atada a esta institución eclesiástica está el Tribunal de la Santa Inquisición que de suyo merece análisis por separado……

…….y la Encomienda, institución que estuvo inexorablemente ligada a la evangelización, a la tierra, al trabajo indígena y a la procuración de justicia y en último término a la esclavitud.

La política esclavista de la corona es uno de los capítulos más negros en la historia de la Nueva España y aunque originalmente estuvo confinada a los africanos poco a poco se fue extendiendo hacia los indígenas.

Contribuye a toda esta situación, que los españoles no tuvieron tendencia alguna a colonizar el campo, simplemente siguieron con los sistemas tradicionales del campesinado indígena y buscaron en la minería la riqueza que los había traído acá apremiados también por la escasez de fondos de la misma corona española y la creciente importación de bienes suntuarios procedentes de Europa. En tiempos de la Colonia, la minería representaba más del 80 % de las exportaciones totales de la Nueva España.

Junto con las minas, crecían las haciendas y poblaciones que facilitaran la alimentación y abasto de las explotaciones mineras: madera, cueros, textiles, alimento y toda clase de materia prima requerida para las minas crecieron al parejo que la industria.

En estas minas y haciendas circundantes encontraban trabajo criollos, mestizos, los mismos españoles e indígenas y se incrementaba el intercambio comercial con la metrópoli que poco a poco crecía y crecía, sin ningún plan o propósito definido, rescatándose tierras al fangoso Lago de Texcoco que día a día disminuía.

Necesariamente el crecimiento minero y de las haciendas trajo consigo la construcción de veredas y caminos, y la mayor explotación de tierras de cultivo y labranza.

Ahora bien, debemos considerar que durante los primeros años del Siglo XVI la exploración y colonización española se centraba en el área del Caribe.

Desde las islas caribeñas se hacían viajes por la costa hacia el sur, hacia la actual Venezuela, hacia el oeste a la Centro América actual y hacia el norte La Florida.

Por lo mismo, el Caribe con Cuba y La Española se constituyeron en los primeros centros europeos en el Nuevo Mundo a pesar de que un gran número de esos primero inmigrantes no fueron europeos sino esclavos africanos.

Diego Velázquez (de Cuellar) estuvo una temporada en La Española en donde Diego Colón (hermano menor del Almirante) fungía como Gobernador

Estando en La Española colaborando con el gobernador Nicolás de Ovando en la pacificación y colonización de la Isla, recibe en 1502 a Fray Bartolomé de las Casas, acompañado de su padre y su tío.

Velázquez recibió el encargo de conquistar y poblar Cuba en 1511, mientras Las Casas fue minero y encomendero llegando a poseer hacienda e indios en las orillas del Río Janique hasta 1514 en que viaja a Roma en donde recibe las órdenes sacerdotales, regresa a en 1512 a La Española, en donde es nombrado Capellán de la excursión de Conquista a Cuba.

Diego Velázquez fundó la primera ciudad española en Cuba denominada Baracoa en 1512 y fue confirmado por Diego Colón como Gobernador de la isla quien además le concedió el título de Adelantado, Las Casas, tras vender su hacienda, le acompaña ya como Capellán.

Velázquez patrocinó la primera expedición española a lo que hoy es Yucatán a principios del año 1517 a cargo de Francisco Hernández de Córdoba. Al año siguiente envió a Juan de Grijalva y Pedro de Alvarado a las costas de México.

Mientras tanto, Fray Bartolomé de Las Casas de regreso en La Española establece contacto con los frailes dominicos Fray Pedro de Córdoba y Antonio de Montesinos quienes le envían a España a denunciar la encomienda y sus abusos en perjuicio de los indígenas.

Se entrevista con un muy enfermo Fernando el Católico el 23 de diciembre de 1515, quien le recibe junto con el Obispo Rodríguez de Fonseca quien poco caso le hace.

Dado el poco éxito de esa entrevista procura una cita con el Cardenal Jiménez de Cisneros y Adriano de Utrecht (futuro Papa Adriano VI) con quienes se discuten algunos remedios y se decide enviar a La Española tres frailes en calidad de gobernadores. Las Casas les acompañará como asesor y con el nombramiento de “Procurador (o Protector) universal de todos los indios de Las Indias”.

Antes de regresar a La Española, Las Casas se entera que en el año 1500 la misma Reina Isabel había ordenado regresar a los indios traídos por Colón a su lugar de origen, lo que no sabemos so ocurrió, pero de cualquier manera el destino de esos primeros visitante americanos a España ha quedado perdido en el anonimato.

La expedición de Juan de Grijalva regreso con oro y noticias exageradas acerca de las culturas maya y mexica, que aceleraron la motivación de riquezas, y avivaron la codicia de los aventureros avecindados en Cuba en espera de su ‘oportunidad’.

Entre ellos estaba el hidalgo de Medellín, Hernán Cortés, llegado a La Española en 1504; participó con Diego Velázquez en la expedición de conquista a Cuba; como recompensa por sus servicios recibe tierras y esclavos en la isla.

Los primeros años de Cortés en Cuba son inciertos aunque llegó a ser nombrado alcalde de Santiago de Baracóa para ser encarcelado poco después acusado de haber conspirado en contra del Gobernador (Diego Velázquez). Liberado poco después, se casa con la cuñada del propio Velázquez, conocida como ‘la Marcaida’ (Catalina Juárez o Suárez Marcaida).

Para fines de 1518 Diego Velázquez estaba preparando una tercera expedición hacia las costas de México siguiendo la trayectoria señalada por Juan de Grijalva y encomienda esta expedición a Hernán Cortés.

En este punto los cronistas e historiadores no se han puesto de acuerdo en los motivos o razones, pero está comprobado que habían surgido desavenencias entre Cortés y Velázquez y este está decidido a relevar del mando a Cortés, por lo que Hernán Cortés apresura los preparativos y sale precipitadamente de Santiago de Cuba el 18 de noviembre de 1518.

Tiene que parar en el puerto de Trinidad y otros lugares para terminar de abastecerse y ‘escabullirse’ de Diego Velázquez, hasta que finalmente, el 10 de febrero de 1519 abandona las costas de Cuba.

La armada o expedición comandada por Hernán Cortés consistía de 11 naves, con 518 infantes, 16 jinetes, 13 arcabuzeros, 32 ballesteros, 110 marineros y unos 200 indios y negros como auxiliares de tropa.

Llevaban 32 caballos, 12 perros, 10 cañones de bronce y 4 falconetes.

Como Capitanes iban Alonso Hernández de Portocarrero, Alonso Dávila, Diego de Ordáz, Francisco de Montejo, Francisco de Morla, Francisco de Saucedo, Juan de Escalante, Juan Velázquez de León, Cristóbal de Olid, Gonzalo de Sandoval y Pedro de Alvarado.

Por piloto principal estaba Antón de Alaminos con experiencia en las dos expediciones anteriores.

El primer contacto con los habitantes indígenas lo tienen en la Isla de Cozumel, importante centro naviero, religioso y comercial maya que formaba parte del cacicazgo de Ecab.

Cabe señalar que contrario a lo mencionado con Colón, Hernán Cortés llevaba como intérprete y traductor a un joven de origen maya al que le apodaban Merchorejo.

A través de este se entera que en un cacicazgo cercano hay unos hombres blancos y barbudos que estaban prisioneros; inmediatamente envía emisarios en son de paz para rescatarlos. Uno de ellos, de nombre Jerónimo de Aguilar accede a volver con los españoles; el otro, de nombre Gonzalo Guerrero no quiere regresar pues se ha casado con una princesa maya, tiene varios hijos y está ya habituado a la vida entre los indígenas en donde es reverenciado.

Poco mas adelante, Jerónimo de Aguilar junto con Malinztin se transformarían en los principales traductores e interpretes de Cortes.

La expedición continuó bordeando la costa hasta llegar a la desembocadura del río Grijalva, antes río Taabscoob, en las cercanías de Putunchan en donde se produce la primera batalla entre españoles e indígenas y en la que a su triunfo, Hernán Cortés recibe los primeros obsequios: víveres, algunas joyas, tejidos y veinte esclavas, (entre ellas Malintzin).

El resto ya es conocido, la épica epopeya de la Conquista se había puesto en marcha con los resultados que conocemos, pero para Gerónimo esos fueron los inicios poco conocidos y algunos muy mal interpretados de este México tan Lindo y tan Querido.