Jardin de extremidad crista smith

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Reivindico a Crista como una escritora de culto. Una mujer a descubrir. Una poeta susceptible de embriagarnos con perfumes de penumbra, más allá de la soporífera y artificial protección de la cordura, de la que tanto ansiamos desprendernos. Gracias, jefa Dark, por abrirnos las puertas oxidadas, a la par que bellas, de tu particular jardín de extremidad, que riegas cada noche con la marea silenciosa de tus lágrimas. J.M.Vara (editor)

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Crista Smith/ Jardín de extremidad

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JARDÍN DE EXTREMIDAD

de Crista Smith, la jefa Dark.

Crista Smith/ Jardín de extremidad

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Yo, cronopia

Tengo que escribir sobre Julio Cortázar y no sé bien qué decir que suene diferente a todo lo dicho ya. Podría mencionar

Rayuela y la importancia que este libro tuvo sobre mí o Todos los fuegos el fuego, Un tal Lucas, 62 Modelo para armar y así.

Sin embargo, no es acerca de estas obras muy bellas e inspiradoras sobre las cuáles voy a referirme. No.Es sobre

Historias de cronopios y de famas sobre la cuál haré hincapié, liberando mis sentimientos y sincerándome al

reconocerme como cronopia. Pero antes, debo citar a Julio haciendo una marcada distinción entre lo que significa ser

cronopio y qué fama:

“No es fácil ser cronopio. Lo sé por razones profundas, por haber tratado de serlo a lo largo de mi vida; conozco los

fracasos, las renuncias y las traiciones. Ser fama o esperanza es simple, basta con dejarse ir y la vida hace el resto. Ser

cronopio es contrapelo, contraluz, contranovela, contradanza, contratodo, contrabajo, contrafagote, contra y recontra cada

día contra cada cosa que los demás aceptan y que tiene fuerza de ley.”

Así veo yo el costado de la vida. Encuentro su parte más salvaje y poética llevándome algunos tropezones en el

camino. Significa hacer las cosas con pasión, espontáneamente sin pensar. Dejarse fluir. Leer, escribir,

incluso amar. Un contratodo que no puede desprenderse de mí: cuando tomo nota de una dirección de teléfono, agarro así al descuido un papel en blanco que descansa sobre la mesa, sin prestar atención al desesperado intento de mi hija por decirme que, en realidad aquella hoja se trata de la prueba

del colegio y que yo no supe ver la cara que sí estaba escrita; o ir caminando por la calle en pantuflas y pijamas; o ponerle

sal al té en lugar de azúcar.

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Cuando el común de la gente se dedica a hacer lo correcto, así como los famas, con situaciones bien pensadas y

analizadas, sin permitirse margen para el ridículo, incluso al momento de buscar pareja, por ejemplo; llego yo y me animo

a vivir un amor con un marinero fanático de la obra de Cortázar que no tenía empleo fijo y poco podía ofrecerme más

que unos buenos besos y el sonido de su trompeta que escupía jazz sin parar algunas noches de lluvia, recitando

justamente, los poemas de Julio.

Está la corriente, los que van a contracorriente, y los que están fuera de toda corriente. Yo soy de éstos últimos. Soy cronopia. Sí:Un contra dulce, tirar para arriba cuando la

gravedad hace lo contrario y sentir que nada cae sino que se resigna.

Eleanor Smith: Poeta y ¿¿prosista?? Alma sin medias tintas. Donde se puede apreciar el negro más oscuro o la paleta de un pintor, pero en todo lo suyo se puede

oír el latido de su noble corazón.

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A forest- The Cure.

Come closer and see

see into the trees

find the girl

while you can

Come closer and see

see into the dark

just follow your eyes

just follow your eyes

I hear her voice

calling my name

the sound is deep

in the dark

I hear her voice

and start to run

into the trees

into the trees

into the trees

Suddenly I stop

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but i know it's too late

I'm lost in a forest

all alone

The girl was never there

it's always the same

I'm running towards nothing

again and again and again

Acércate y mira.

Mira entre los árboles.

Encuentra a la chica

mientras puedas.

Acércate y mira.

mira en la oscuridad.

Sigue a tus ojos.

Sigue a tus ojos.

Escuché su voz

llamándome.

El sonido es profundo

en la oscuridad.

Escuché su voz

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y empecé a correr

hacia los árboles.

Hacia los árboles.

Hacia los árboles.

De repente, me paro.

Pero sé que es demasiado tarde.

Estoy perdido en el bosque.

Solitario.

La chica nunca estuvo allí.

Siempre lo mismo.

Corriendo detrás de nada.

Una y otra y otra vez.

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Ella atravesó los campos de flores amarillas en cuestión de segundos.

Sus alas abiertas imitaban el vuelo de un cóndor sombrío y fugaz, y sus

ojos negros y enormes advertían el final de su próxima víctima.

A la distancia, yo presentía todo aquello. Mi piel se erizaba

provocándome temblores, mientras un sudor frio afloraba en mi espalda.

Ella apareció desde las sombras. Y sin decirme nada, comprendí todo. La

próxima víctima era yo. ¡Al fin nos vemos a los ojos, amor mío! Quise

decirle estoicamente, pero fue más rápida y dulce que lo que siempre

supuse de ella.

El Conde

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viernes

inicio

Escribir pese a todo, pese a la desesperación; decía una tal Marguerite

Duras y sin embargo, ha llegado el momento de reconocer que no soy

ella y jamás lo seré. Me rindo.

El sueño ha terminado y así, los Beatles se separaban a principios de

los setenta. Eleanor, como Rigby, fue enterrada en la vieja iglesia del

pueblo y su nombre olvidado por todos.

Crista alza los brazos al cielo y reza.

He resucitado, con un manojo de flores -calas, quizás tulipanes- bajo

los labios.

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lunes

alumbramiento

mariana copello + crista smith

Cordón umbilical de plata alimentaba

con poesía

en el vientre

(gestación)

Apartada de luces

caía

a la oscuridad temprana

(sin soles ni estrellas)

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Piedras en lugar de algodones.

Alumbramiento marginal

y silencioso

(grises constantes, muros

sin tragaluces)

Creo ser el ombligo del mundo

y no soy ombligo

de nada

(nadie, nunca, sola siempre)

Noche.

Todo es

y será

noche.

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miércoles

el infierno es el cielo

No habrá flores en la tumba del pasado.

Andrés Calamaro

I

Tuvo un ángel

el día de su muerte.

La tierra

floreció de noche.

II

Y ya no quiere ser inocente.

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III

El ángel se enciende en días noches

floreciendo su luz

sobre el cuerpo demacrado

para alimentarlo.

IV

Resumen de belleza:

Eyacular el poema perfecto que derrumbe y destroce

al paraíso oscuro de la pérdida.

V

Gran naufragio perfumado del infierno

volviéndose jardín en la cópula del cielo.

VI

Resurrección.

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jueves

caminos hacia Rimbaud y no

Mute

Soy el silencio.

El silencio mismo

de la noche

hecha grito.

Alucinación

La noche se evapora en gemidos.

No eran los cuerpos,

sólo el dolor

provocado por el delirio.

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El opio de Rimbaud

Yo es otra.

Rimbaud quebró la voz

floreciéndose en las estrellas negras

de la mañana.

Azul

Mi vida se deshace en partículas azules de amor que a su vez, me

atrapan y envuelven para hacerme estallar en el grito más puro del

orgasmo más perfecto que nadie pudo haber experimentado jamás. Y el

amor dicen, es rojo. Sin embargo, esta belleza extrema de los cuerpos

enrollándose al punto casi de evaporarse el uno en el otro: es azul. Azul

y blanco. Azul noble, blanco mártir, que se mezclan para ser verdes.

Como una joya esmeralda sin precio. O tal vez un rubí. Ahí va

queriendo: el rubí es rojo. O como ir a Roma -donde mora el amor- en

un soplo.

Pequeños resúmenes de belleza que no tienen explicación y a la vez,

significan todo.

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sábado

sábado de

Caminé bajo el intenso sol del mediodía rodeada de muros color arcilla

y palmeras de hojas de un verde incandescente. Color seguramente

acentuado por los rayos del sol.

Iba tras una pista segura. Algo que me ayude a esclarecer todo.

Malbernak me seguía dificultosamente apoyado en su bastón, mientras

el profesor Samid consultaba unas anotaciones.

Atravesamos una enorme entrada con dos pilones inmensos a ambos

lados, luego las gigantescas columnas parecían caerse encima de

nosotros. Casi que pedíamos a gritos un techo inexistente para hacerle

frente al calor del sol.

Sentí que me zumbaban los oídos y apenas alcanzaba a percibir las

voces del doctor y de Samid.

Caminando por un suelo de arenilla y diminutas piedritas, doblamos a

la izquierda, ingresamos por otra entrada y llegamos al pie de un muro

gigantesco.

Mil formas talladas lo decoraban de forma uniforme y total. Cientos de

batallas y ofrendas mostraban la vida del Antiguo Egipto, aquel Egipto

de los faraones y las misteriosas construcciones.

Rituales después de la muerte de un faraón representados

fantásticamente en esos bloques de piedra, subsistentes al paso del

tiempo, pero heridos cobarde y lastimosamente por las balas de

Napoleón y sus muchachos en la fallida conquista de Egipto.

El profesor Samid indicó el lugar. Yo me arrodillé allí mismo, apoyando

mi mano derecha sobre el relieve del muro. Lloré. No sé si de dolor o

felicidad suprema, pero lloré.

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Sentí una mano paternal sobre mi hombro y las imágenes comenzaron

a sucederse una tras otra. Khaled con su tierna sonrisa me miraba

desde un costado, oía al doctor y al profesor susurrar algo detrás mío, y

había algo más. Algo que me indicaba ir más allá. Me puse mal. Quise

gritar y mi garganta parecía estar llena de arena del desierto. Me levanté

y comencé a correr. Corrí hasta el próximo muro y miré detrás.

-No. No puede ser. -Dije.

Nancy yacía colgada de una de las vigas que atravesaban las columnas

del templo, con sus ojos desorbitados y el cuello morado a causa de la

cuerda.

Un montón de voces comenzaron a sonar en mi cabeza. Era como un

lamento que llegaba del más allá, mientras veía el cuerpo de Nancy allí

bamboleante.

-¡Nooooo! -Grité, y ahora sí pude lograr que mi voz se oyera como yo lo

deseaba, y me desperté. Sudorosa y agitada.

Mientras la angustia repercutía en mi estómago, mis sentidos

asimilaban el llamado a la oración que llegaba desde el exterior.

Me senté en el borde de la cama y miré la hora. Las cuatro.

Herencia, capítulo 15 (fragmento)

El Conde

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martes

quizás hiroshima

Quizás Hiroshima explote una noche en la cual mis manos estarán

azules de la nostalgia para volverse amarillas ámbar perfumando el

cielo raso de una habitación con sábanas blancas que, se mancharan y

un suelo amaderado donde arrojaremos las ropas con calma pero

también, plagados de deseo.

Yo leeré a Sbarra mientras él acariciará mis labios con la yema de sus

dedos incendiando los besos y así perecer los mismos entre las páginas.

La luna atravesará la ventana sin cristales bendiciendo a los cuerpos

que, mutaran a terciopelo o quizás poemas o lápidas de un cementerio

inundado de orquídeas y mariposas negras que, quedarán tatuadas

para siempre en la eternidad de los sentimientos amables pero ante

todo: ciertos.

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viernes

viernes

¿puede alguien decirme?: "¡me voy a comer tu dolor!" y repetirme:"¡te voy a salvar esta noche!"

que el infierno está encantador.

Patricio Rey y sus redonditos de ricota

Las muñecas dan tranquilidad, regalan sonrisas

sin gemidos de viernes

lo mismo que las cicatrices dispersas acá, allá

incluso las maquinitas de afeitar.

Es como si en cada marca arrancase no sólo

un trozo de piel, sino

uno

dos

tres

pedazos de mentiras.

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Liberar al pájaro azul del pecho enfermo,

que vuele lejos, sea feliz en otros cielos.

Hay quiénes hablan de la belleza:

La hermosura de bocas calientes besándose

en la noche de falsa música

mientras en otra calle cae la luna

negra, no roja

y el frío aumenta a pesar

de la primavera.

Y no, no se puede hablar de amor

cuando las estrellas se pulverizan

en angustia

cuando el vestido blanco

se vuelve oscuro muerte a la ilusión

o por ejemplo,

cuando se fuman calas

en lugar de amapolas en una cópula

frígida y solitaria

de un barrio perdido

en el Triángulo de las Bermudas.

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martes

frágil

I

Crista

como el cristal.

II

De cuerpo frágil

sin posibilidad de

cambiar verdades.

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III

A veces la lluvia que cae del cielo

es la única lluvia que cae y

se hace de noche

en el día, sin partículas azules

al viento.

IV

La sangre no derramada

es la que hierve:

con ella tiño flores mustias.

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jueves

cuando

Cuando desde el fondo del estanque, las fijas estrellas

gobiernan una vida.

Sylvia Plath

Cuando

tan sólo soy una flor

que se deshace

frente a la ausencia

del rocío.

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sábado

sábado de

Y ella dice -se dice-: te daré mi aliento. Y el cuerpo empaña a su

creadora, el aliento la toca y nace, nace gimiendo cuando su otra mano

toca, nace ciega y jadeante hasta la humedad que empapa su

entrepierna y el vidrio que la separa de la verdadera existencia. Ella

nace y se sabe reflejo.

Javier Noya

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jueves

las flores del mal

Me gustan aquellas que florecen de noche

las más oscuras y tiernas flores.

Las flores del mal provocan mi bienestar.

Ni azules, ni fuxias, ni amarillas -flores de discoteca-

flores pálidas que destiñan el tiempo

flores asesinas, flores suicidas

flores reconvertidas a ninguna religión.

Donde arrancar un sí de un pétalo vale no,

negativo/positivo,

la fragancia despierta siempre en una espina.

Y así se deduce que

del amor

siempre algo del dolor

escondido en forma de flor nos acecha,

tierna, oscura, melancólica y nocturna.

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sábado

fragancias

En un mundo que ha muerto hace rato y sin embargo, aún cree oler

a geranios, a manos salpicadas de esperma luego de intentar limpiar las

manchas sobre el vestido floreado,

a vasos de vino tinto rotos sobre el mantel blanco -ése aroma

alcoholizado fijo en la tela-

o a cabellos revueltos cubiertos de polvo luego de caerse

violentamente del caballo.

Cierro los párpados y rezo por el descanso de esos cuerpos amantes sin

haberse amado,

enterrados en un cementerio de

Barcelona quizás,

mientras bebo café instantáneo en esta mañana ausente de fragancias.

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jueves

brevedad

I

La luz,

aquélla blanca y pura

sólo es un mero espejismo

en éste y aquél desierto

que nos pertenece

que nos invade

que nos inunda.

II

Debajo de las uñas me sangra un mundo.

III

Sentir revueltos cabellos y caballos.

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lunes

un poema y medio

1

Sin voz. Sin pájaros. Atrapada en la oscuridad de la vida que

pende de un hilo corro entre tinieblas.

No hay sitio donde nacer.

Todos los caminos conducen a la putrefacción negra, en palabras de

Georg Trakl.

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2

Escucho una voz lejana que dice:

“No dejen que se mate”

Yo me pregunto si acaso leerá mi mente.

Pero no. No se refiere a mí.

Y si supiera.

Las flores amarillas sobre los jarrones de mi habitación se extinguen

con apenas el soplido del viento sin llegar a perfumar la tarde,

el amplio jardín lleno de ausencia sin insectos que lo habiten,

o la cama

prolijamente tendida sin señales de presenciar batallas que quiten

el aire.

Y cuánta belleza alrededor:

Los pájaros azules,

los pies descalzos respirando el césped,

las manos hermosas con uñas rojas

esperando besar alguna espalda.

Sin embargo,

nada, nadie, nunca.

Pienso en alguna que otra frase que suele decirse en esos casos, como:

“Qué pena tan bonita y joven con toda la vida por delante”

Y no puedo evitar la tentación de rezar por un cadáver fresco y suave

que libere del inmenso blanco.

Los poemas rondan siempre a otras y otros, así como los viajes.

Yo de mientras, fumo las estrellas de un cielo que no existe

pero a su vez, me cae.

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miércoles

bala

A mí sí me toca la bala de plata que se dispara

para perforarme el pecho y alojarse adentro, bien adentro

mientras la fuerte lluvia en la noche cae y los pájaros negros vuelan su

duelo.

Barcelona de mientras,

sigue lejos.

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domingo

mundo hermoso

Un día el disparo fue certero:

la bala hizo nido dentro

de mi pecho.

El mundo es demasiado hermoso para soportar la inmundicia que

desprendo. La decadencia de mis manos que no saben obrar más que

batallas perdidas. El silencio: soy la furia contenida, incapaz de

expresar amor o dolor, por partes iguales.

Las noches azules, carentes de perfumes o mugre, por ejemplo.

Suciedad de cuerpos que se destrozan y arman de nuevo, bajo techos

húmedos y suelos polvorientos.

Ventanas abiertas en los cielos de otros, bendiciendo esa entrega

arrojando estrellas a sus ojos. Y qué vacío mi firmamento de este lado,

por comparar apenas.

No queda otra opción más que la muerte dulce. Tal vez una canción que

arañe el recuerdo distante a la belleza que nunca tuve o que

tímidamente, insinué en breves ocasiones. Quizás cerrar los párpados y

rezar por un poco de luces entre tanto mar y horas.

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miércoles

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ignacio rivas

Un jardín de inciensos

me perfuma incendiándome a la vez

el rostro cubierto de atardeceres de sábados sin lloviznas pero además,

carentes de flores amarillas o incluso colillas de cigarrillos aplastadas

en el suelo.

Sobre el cielo lavanda donde la noche se anuncia lentamente

mis ojos se pierden en la crueldad de la geografía reconociendo el color

morado del cuello y

los pájaros negros que vuelan distantes

me arrojan un poco de ésas -sus- cenizas,

envolviéndome las piernas evitando así que florezcan árboles frutales,

quizás

ciruelos.

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Y reconozco a las almas secas atravesarse los mares:

la mía y la suya que no saben si los lunes son azules o los martes grises

así como el resto de la semana y

donde poco importan las horas, los días y los años

en un mundo que ha muerto hace rato y sin embargo, aún cree oler

a geranios, a manos salpicadas de esperma luego de intentar limpiar las

manchas sobre el vestido floreado,

a vasos de vino tinto rotos sobre el mantel blanco -ése aroma

alcoholizado fijo en la tela-

o a cabellos revueltos cubiertos de polvo luego de caerse

violentamente del caballo.

Cierro los párpados y rezo por el descanso de esos cuerpos amantes sin

haberse amado,

enterrados en un cementerio de

Barcelona quizás,

mientras bebo café instantáneo en esta mañana ausente de

fragancias.

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martes

la hora

¿Es que ha llegado mi hora al fin? ¿Se trata de eso?

¿Me muero aquí y ahora; rodeada de flores, poco sol -como a mí me

gusta- con frío y viento que despeina el cabello, lejos de la noche y

apartada de sentimientos?

Extracto de cristales rotos me llueve sobre el cuerpo

que trago sin cortarme los labios.

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miércoles

mapa

Te beso en tu hermosura inmensa

-de rodillas-

con mi esencia triste y solitaria

con pastillas de menta

que calman,

con aroma a tarde mojada

de caminata,

con risas que llenan mi rostro

algunas veces por las mañanas.

Cuando estás cerca

me enciendo

niego toda posibilidad de regreso a mi interior sombrío,

a mi sur bastante triste por instantes.

Prefiero permanecer a tu lado

perdida

en ese

universo revuelto

de caos, música, poesía y

amor;

aunque haga lo contrario y

escape

hasta evaporarme

en el silencio

del viento.

Crista Smith/ Jardín de extremidad

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En mis sueños amanecí a mil kilómetros de casa, con el cabello suelto y

la ropa blanca. Sólo dios sabe lo mucho que esperé por ese momento.

Una bandera azul y roja flameando.

Hablando de mapas, podría decir que me siento como si fuera un alfiler

inamovible, clavado en la geografía de una ciudad. Una extraña

parálisis me invade petrificando mi cuerpo como si estuviera a punto de

ser convertida en estatua después de que alguien le echara cemento

encima. Las manos me sudan flores marchitas. El pecho me escupe

cuervos. Ansiedad. Se trata de eso.

Las pupilas dilatadas, extracto de un mundo negro que me habita

quizás más oscuro que los mismos ojos que poseo, aúllan desesperadas

en silencio. El cielo deja de ser ese lienzo donde suelo ver aviones o

pájaros que lo cruzan, para transformarse en una calesita de luces que

marean. Respiro. Miro el suelo. Las piernas me tiemblan. Siento que

caigo sobre la acera.

Una escena de angustia dolorosa me penetra por los poros,

recordándome lo inútil que soy frente a algunas cosas. O la invalidez a

decir verdad, de mí como persona. Y sé que no cabe más belleza que la

de cierta masculinidad adentro muy adentro ardiendo entre mis

piernas, haciendo caer del firmamento estrellas que iluminen mi rostro

pálido. Sin embargo. Siempre hay un sin embargo.

No es que no quiera gozar. Al contrario. No hay nada que desee más en

este universo que el soplido de vientos orgásmicos coronando mi ser

hembra para desterrar de mi sangre con tendencia a coagularse, la

mutilación infinita que me embarga desde hace años. Por opuesto, todo

se resume a unas manos que callan y unas bocas que no tocan.

Descubro un espejo roto que me muestra la blancura y pureza del

vestido que llevo puesto y me recuerda a su vez, que quizás ese harapo

no se manche nunca o no deje de ser inmaculado. Como arena, como

agua, como nube, el sueño va diluyéndose hasta hundirse en una

máscara de niña que me pongo para seguir habitando dentro de un

planeta infantil y a resguardo de los miedos que produce dejar la

inocencia para sumergirse en el camino del pecado.

Crista Smith/ Jardín de extremidad

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miércoles

su - real

Amor real: invisible.

Siempre me resigno al silencio en medio del ruido.

A veces me canso de ser instantes o reconocer

que el ramo de fresias representa

un manojo de flores mustias perdido entre las hojas

de "Rayuela".

Y cómo la noche me aplasta las manos

sin que cicatricen sus cruces.

Amor surreal: el que siempre es.

Una gota en medio del océano.

El ángel a lo lejos abrazando.

A pesar de la distancia del hogar

sentirlo más cerca que la casa del vecino.

Estrellas muertas que resucitan,

el miedo transformándose en perfume de cuerpos vivos.

La casualidad golpea la puerta, entonces,

la pasajera en trance que soy, saca su boleto

para pasear por el Universo.

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martes

evaporarse como el incienso

Todas las flores se evaporan como el incienso y entonces recuerdo que

los héroes también mueren.

La noche me envuelve aún en pleno día marchitando mis esperanzas

bañadas de sol. Un grito desesperado de estrellas que no dejan de ser

negras perforando mi pecho, llenando de cruces mi rostro.

Rezo en vano a una virgen sorda que sólo escucha las plegarias de los

necesitados de turno que nunca llevan fresias a su altar en

agradecimiento. Como el cristal, mi alma se quiebra frente al estallido

de la tormenta. Una lluvia furiosa que mancha de barro las botas

nuevas que llevo puestas.

Escribo inútilmente intentando redimir el dolor de la ausencia, como

quien quiere resucitar mariposas disecadas de colección. El engaño de

un posible abrazo de cosmos brillante en un cuerpo opaco - el mío - que

nació mustio, sin probabilidad de transformarse en amatista o siquiera

oler a sándalo.

¿De qué vale gozar por instantes cuando se roza la pérdida de las

manos unidas de forma infinita? Inmundicia de mujer rota. Sangre

coagulada. Pájaro ónix abandonado al filo de la jaula.

Julio y enero. Fechas trazadas en mi calendario de ilusión, números

amorosos que riegan sueños. La realidad es un espanto - mi realidad -

de manera que cierro los ojos y ofrezco mi cielo a cambio, apenas, de un

poema.

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sábado

zona de promesas

Una joven espera que alguien la ame o, tal vez, lo que es igual, que le ponga en las manos su propio nombre.

María Negroni

Soy noche, vacío, incertidumbre, mugre, Plaza Constitución pasadas las

doce a.m, ojos mirando a todos los costados, inseguridad, ruido y

también a veces, luces. Muchas luces. Las de los árboles que cuelgan de

todos colores intentando embellecer un paisaje mezquino de hermosura,

de esta ciudad de la furia. La gente esperando por un colectivo que

siempre tarda -y mucho- para volver a casa después de tanto trabajo.

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El deseo de regresar a un hogar -que no poseo- tranquilo y con alguien

que pregunte -me pregunte, sí a mí- “¿Qué tal tu día?” “¿Mucho

laburo?” y yo responder: “Sí, hoy estuvo movidita la cosa” o “No, hoy

estuvo todo tranquilo.” Por el contrario, nadie. Ni un alma suelta que se

preocupe si demoré o si estoy algo miedosa o qué sé yo. Ausencia de

manos que señalen flores o perfumen cielos plenos de azules. Carencia

de un cigarrito apurado que suelta su humo al techo luego de un

instante amoroso. El mar es un latido ansioso que se hace rogar.

Estrellas perdidas en Barcelona y el anhelo fuerte de observar su brillo

con la camiseta puesta. Una hoja en blanco que se escribe a medida

que mi angustia aumenta y el sueño con ser alguien de culto en un

mundo desinteresado de poesía. Café instantáneo servido en una tacita

de porcelana que bebo ilusionada con que mi suerte cambie algún día.

El Universo es precioso, sin embargo. Mi palidez se enciende

imaginando pájaros que liberan de crueldad y entonces, cae una lluvia

que limpia las cenizas del dolor acumulado. Tarde o temprano, en la

zona de promesas, los milagros ocurren.

Crista Smith/ Jardín de extremidad

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miércoles

suspendida sin hilo de una lágrima oscura

La misma boca más frutal

se marchita

mientras la noche cae

apenas silenciosa.

El recuerdo del trueno

que bendice los cuerpos o la luz del relámpago

que enciende el suelo.

Estrellas apagadas en un jardín nocturno

y solitario:

la carencia del delirio -de la cual no se acostumbra-

invade sus marcas y entonces, llora.

Resignada a la ausencia

de la furia en Roma, -París siempre se lleva todos los aplausos-

reza por sueños ámbar que quiebren

su suerte de cristal.

Suspendida sin hilo de una lágrima oscura

su destino se reduce

al murmullo de las flores tranquilas.

Crista Smith/ Jardín de extremidad

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(ilustración Erika Kuhn)

Crista Smith/ Jardín de extremidad

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Sangre y vida

Tus piernas

viven

al compás de una

música etérea.

Tu sonrisa

muere

sólo cuando el éxtasis

la borra de tus labios.

Crines de un azabache

arremolinan el encanto.

Y después de tanta vida

paradójicamente,

tu cuerpo

yace

ensangrentado

sobre un manto.

El Conde

Crista Smith/ Jardín de extremidad

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(fondo tomado del blog de Crista Smith)

Crista Smith/ Jardín de extremidad

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jueves

uno

Alguna vez voy a estallarme el cuerpo de

tantos golpes prodigados a tu nariz para

quitarle la fragancia del perfume de mi vestido

que te llevaste una tarde mientras reíamos bajo

un cielo naranja y unos pájaros

perdían sus alas en pleno vuelo.

La sangre que escupas voy a untarla

en un pañuelo blanco de encaje que,

sabré remojar en ocasiones para paliar la fiebre

que a veces me invade.

Fiebre maldita ante la ausencia de tu falta de respeto

o en el peor de los casos, el silencio constante de tus manos.

María Magdalena debías de llamarme y sin embargo,

María a secas pronunciabas en noches hemorrágicas, las cuales

vendabas.

Santo y puta, evidentemente,

es una mezcla que nunca funciona.

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domingo

dos

Abro las piernas con el único fin

de que me brindes una muerte

decente, arrojes soles a mi noche o

grites fuerte, fuerte, fuerte,

para quebrar mi autismo de años.

Separo las manos hacia los

costados, alabando el pecado y

el dolor.

Son tus dedos los que alimentan

mis entrañas hambrientas y tus cabellos los

que rozan mis labios secos.

Rezo y gozo sin aire casi, susurrando con mi

lengua antes, la forma del pájaro y la flor.

Muero finalmente como deseaba, sabiendo

que el fracaso narcotizado ya no es,

sólo existe el amor.

Crista Smith/ Jardín de extremidad

48

martes

tres

La sonrisa vertical al aire

a pesar de las manchas de sangre

del cielo cristalizado, hecho añicos sobre el

pecho.

Los pájaros azules de antaño vueltos cuervos

o las flores blancas sepultando el

cuerpo.

Sé que está lleno de chicas listas y bellas

pero sobretodo, rápidas y baratas

cuando yo nunca he sabido tener precio.

Me aferro al

árbol-cópula,

entregando los restos

barnizados -apenas- con el semen

que desangra su yo muerto.

Crista Smith/ Jardín de extremidad

49

jueves

cuatro

La chica ojos tristes rostro actriz de cine,

opiácea, soporífera, sangrante

envuelta en tres, sólo tres palabras:

amapola/ suicidio/ Rimbaud pero también

en una frase:

“Tarde. La palabra tarde siempre: tarde rosada,

tarde de cenizas de cigarrillos en las manos y tarde de llegar

tarde a todos lados”

derrama la blancura de las cosas tan blancas

por aire, cuello, tierra, mesa.

Cocaína. Semen. Estrella.

Amor, odio,

violencia, muerte y

por qué no,

la vida

envolviéndola con furia cuando ya está

de vuelta.

Crista Smith/ Jardín de extremidad

50

martes

cinco

Intoxicada de sexo

rompo cristales en la oscuridad

sin sangrar.

Grupos de gente, dragones y flores

me sepultan, alucinada y sin perfume.

Las manos extiendo para rozar la furia y

la noche cae apenas silenciosa.

Amor y dolor es todo lo que encuentro,

un aullido azul clavándose en mi pecho

muerto.

Crista Smith/ Jardín de extremidad

51

jueves

seis

La fuerza suicida motiva la belleza de mi paranoia

entonces, la sigo.

Sé que no pertenezco.

A nada. A nadie. Nunca.

Ni a él

-vivo-

ni a mí

-muerta-

o a la muerte misma, en definitiva.

Solitaria enciendo luces, busco mi ropa

mientras observo como él se pierde

en el fondo de los minutos ya pasados.

Prendo un cigarrillo y respiro.

Sí:

respiro la ausencia del blanco.

miércoles

Crista Smith/ Jardín de extremidad

53

diego vidal

“Nadie dijo adiós dije amor eterno.”

Los siete delfines

Un puñado de carbón en las manos a punto de descubrírsele sus

diamantes interiores. O flores blancas frescas sobre una tumba reciente

que se niega a serlo. Como las mañanas llenas de smog en una ciudad

de la furia que intenta sobrevivir a pesar de todo, a la desesperación;

entonces pasan los autos a miles de kilómetros de velocidad y se

pierden las esperanzas a la distancia con el último bocinazo.

Las estrellas que caen de los árboles en Constitución de noche -ésa es

la imagen más nueva que me invade por estos días- una película muda,

plagada de ausencia y sin embargo, el vuelo del amor. ¿Es posible que

exista un cielo lleno de cometas esperándome en alguna parte mientras

enciendo mi cigarrito francés y sueño con cabellos despeinados al

viento?

Nadie dijo adiós dije amor eterno: como en la canción. Se encienden mis

labios y los ojos recitan palabras silenciosas a los gritos. ¿Será que el

perfume de mi alma al fin pueda abarcar el mar? “Tenes que mantener

tus sentimientos bajo control” -suelo repetirme contadas veces- aunque

sin éxito. El Universo es sabio: no se puede luchar contra Venus bajo la

luna.

sábado

Crista Smith/ Jardín de extremidad

56

sábado

Autorretrato

Eleanor -

"Siempre tuve una especie de mochila, nada más que una

pieza de tela o piel atada con un nudo. Mi bolso, valioso

compañero, produce, al ser abierto, un mundo definido por su

contenido: un fluir único, amado.

Este bulto fuera de lo común ha sido siempre mi consuelo, mi

carga feliz. Sin embargo considero imprudente apegarme a los

recuerdos de su interior. Porque tan pronto como me focalizo en

un objeto determinado lo pierdo o sencillamente desaparece..."

Patti Smith -

Crista Smith/ Jardín de extremidad

60

Encuentro FotoPoético

Mariana Copello y quién escribe (Eleanor Smith), llevaron a cabo en el

día de ayer, Viernes 22 de junio de 2012, un encuentro FotoPoético

basado en un texto de Smith "Alumbramiento"

El resultado fue una serie de imágenes preciosas de las cuales se

comparten algunas en este post.

.........

Alumbramiento

Cordón umbilical de plata alimentaba

con poesía

en el vientre

(gestación)

Crista Smith/ Jardín de extremidad

61 Apartada de luces

caía

a la oscuridad temprana

(sin soles ni estrellas)

Piedras en lugar de algodones. Alumbramiento

marginal

y silencioso

(grises constantes, muros

sin tragaluces)

Cree ser el ombligo del mundo

y no es ombligo

de nada

(nadie, nunca, sola siempre)

Noche.

Todo es

y será

noche.

Crista Smith/ Jardín de extremidad

64

obra: Erika Kuhn *

Invítame a vivir en lo profundo de tu ocaso y estallare.

Un cielo de papel.

Crista Smith/ Jardín de extremidad

65

Sabemos disfrutar…

Crista Smith/ Jardín de extremidad

66

bajo el cielo rojo del perfume de la noche.

y de repente la tipita, una tal "Crista Smith", es leída por

muchas personas...

Crista Smith/ Jardín de extremidad

67

Crista Smith/ Jardín de extremidad

68

Crista Smith/ Jardín de extremidad

69 un beso a todas/os las/os seguidoras/es de Quizás

Hiroshima

Crista Smith/ Jardín de extremidad

70 el más alto teatro del mundo, soy yo.

María Negroni

hiroshima azul

Crista Smith/ Jardín de extremidad

71 ese cigarrito antes de…

Necesito creer

Necesito creer. Necesito creer que como decía un tal Shakespeare “usted

tiene la brujería en sus labios”, los míos con forma de corazón expresen

lo que siento y deseo sólo con pestañear alguna puta vez en la vida; que

las flores raras de la cuales me han dicho soy su reina, me perfumen

invitándome a expandirme en fragmentos por el cielo y caer así hecha

cenizas sobre el alma de las personas que suavizan mi mundo. Necesito

creer que el destino no siempre es cruel y aunque la oscuridad haya

sido mi ámbito por días, meses, incluso años; me ilumine y eyacule su

negro sólo para provocarme seguridad y estima.

Que la palabra beautiful sea común en mi cuerpo pero también en los

poemas o las cópulas doradas tan magníficas y únicas que suelo

experimentar para así, elevarme a un estado absoluto de dharma.

Mantenerme unida a una naturaleza que me envuelva y asfixie sólo

para respirar mejor.

Quizás Hiroshima explote en mí y con su fuerza suicida de pirotecnia

destroce el decadentismo desdichado que por momentos me invade para

así poder sobrevivir al absurdo sin sangrar las manos.

Necesito creer. Sí.

Crista Smith/ Jardín de extremidad

72

Ir y volver es un gesto que recuerda

demasiado a la masturbación. Boris Vian

mariposa antílope con sombrero, descansa las manos sobre sábanas

blancas. sabe que la noche además de oscura, puede ser roja o incluso

azul como las pestañas que tanto deseo le provoca cuando pierde en

ellas, la mirada.

- ¿y qué es el cielo? - suele preguntarse. tal vez no exista, tal vez sí; pero

para ella el cielo, además de flores lilas (que casi nadie le regala) y ella

adora; es él, durmiendo a su lado sin necesidad de hacer el amor

siempre, sino tan sólo acurrucarse a su lado y abrazarlo mientras

exhalan el humo de ése último cigarrillo.

Crista Smith/ Jardín de extremidad

73 manos

Casi 5 a.m

Frío. Fumo un último cigarrillo a pesar de esa extraña

molestia en los pulmones desde hace días. El vidrio del baño

se empaña con el vapor del agua con la cual mojo mis manos,

intentando apagar en vano sus incendios: cuando me

sumerja bajo las frazadas, otra vez van a encenderse frente al

mundo que en ese instante me nace.

Crista Smith/ Jardín de extremidad

74 Vórtice

Vórtice s. m.

1 Viento muy fuerte, centro de un ciclón.

2 Remolino en un fluido.

Rose garden sobre

el vórtice de mí y

el dedo que señala hacia tu

costado desparramado que

escupe blancuras

en la noche amarga para

endulzarla.

Y los opiáceos que fumamos

lejos de

adormecernos nos sacuden,

vibrando y estrellando

nuestros rostros y miembros

sobre cristales

de un cielo negro.

¿Y qué es el sexo entonces?

Tal vez la representación más perfecta

de tu alma clara esfumándose a través de mi clítoris

cuando copulamos en jardines detenidos en el tiempo.

Rose garden: jardín rosado en inglés.

Crista Smith/ Jardín de extremidad

75 obra: Erika Kuhn *

la tarde está increíble y quiero embellecerte más aún,

tal vez con mis palabras

o la decadencia de mi furia

una flor roja quizás

que en mis manos se deshace

sólo para atravesarte el pecho

y hacer raíz en tu mirada.

Epílogo

Crista Smith/ Jardín de extremidad

76 El 1 de enero de 2013 escribía estas palabras sobre el libro

“Alicia Dark”, de la entonces llamada Eleanor Smith:

A veces uno descubre diamantes en bruto, joyas en mitad

de un manto de flores raras.

Experimentar emociones intensas leyendo poemas de

Eleanor Smith es una experiencia personal que he descubierto

en los últimos meses y que me apetece compartir a través de

esta editorial tan alternativa, tan “del otro lado”.

Alicia Dark es un libro frágil como el grito imperceptible de un

alma al morir envenenada de amor, un amor tan fiero como

una tormenta de dentelladas de besos en noche vacía de

estrellas.

Me ha encantado viajar con Eleanor Smith a ese bosque

secreto que todos albergamos en la más furiosa intimidad de

nuestros traumas olvidados, allí donde protegemos con la vida

el niño que algún día fuimos o creímos ser.

Y, como no podía ser de otra manera, de fondo sonando

omnipresente el High de The Cure, entre helechos, susurros de

hojas caídas en otoño decandente, mientras la Alicia Dark de

nuestros sueños más oscuros, pasea etérea sobre el reverso

del tapiz de la lócura de nuestros pensamientos más secretos.

Gracias a Eleanor Smith por hacerme partícipe de la textura

de la epidermis de los infiernos delicados de su cerebro.

Por devorarme con su ilusión poética y con la fragilidad

dolorosa y hermosa de su particular universo.

Gracias por tu generosidad, jefa dark.

Hoy, 19 de diciembre del 2013, vuelvo a estar sentado

frente al ordenador escribiendo este epílogo para el nuevo

Crista Smith/ Jardín de extremidad

77 libro de la “jefa Dark”, que ahora ha mutado en Crista Smith.

No sólo me reafirmo en lo que dije a raíz de su primera

publicación con Neurótika Books, sino que me reafirmo en el

placer y el honor que supone sumergirme en su particular

mundo de sueños frágiles, mecidos por el suave viento del

trauma. Su peculiar universo de cromatismos de emoción nos

permite asumir la fragancia etérea de su jardín de

extremidad, un jardín extraño como los pensamientos

desordenados de un adicto a los sentimientos puros. Un

jardín extraño y desmesuradamente hermoso como un canto

de sirena herida en su corazón por cientos de miles de vidas

arrebatadas por un abismo de aguas ennegrecidas por el

abandono. Tal es la textura emocional del universo de Crista

Smith.

Reivindico a Crista como una escritora de culto. Una mujer

a descubrir. Una poeta susceptible de embriagarnos con

perfumes de penumbra, más allá de la soporífera y artificial

protección de la cordura, de la que tanto ansiamos

desprendernos. Gracias, jefa Dark, por abrirnos las puertas

oxidadas, a la par que bellas, de tu particular jardín de

extremidad, que riegas cada noche con la marea silenciosa de

tus lágrimas.

Beso emocionado y gracias por permitirme publicarte y

compartirte.

José Manuel Vara

Crista Smith/ Jardín de extremidad

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un libro de neurótika books

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diciembre 2013

underground book for underground people

Crista Smith/ Jardín de extremidad

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