Jameson, Fredric - Una modernidad singular. Ensayo sobre la ontología del presente

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Otras obras de Editorial GedisaGEORGE STEINER Lenguaje y silencioAntigonasHANNA ARENDT Hombres en tiemposde oscuridadTiempos presentesJACQUESDERRIDA Memorias para Paul de ManFRANKKERMODE El sentido de un finalALAINBADIOD Breve tratadode ontologa transitoriaHALBERTALMOSHE IdolatraAVISHAIMARGALlTGIANNI VATTlMO Filosofa y poesaWALTERBENJAMIN Dos ensayossobre GoetheAGNESHELLER Una filosofa de la historiaen fragmentosHANS-GEORGGADAMER Poema y dilogoUNA MODERNIDADSINGULAREnsayo sobrela ontologa del presenteFredric JamesonTraduccin deHoracio PonsTtulo del original en ingls:A Singular Modernity. Essay on theOntologyo{the Present 2002 VersoTraduccin: HoracioPonsIlustracin de cubierta: Juan SantanaPrimera edicin, agosto de 2004, Barcelonacultura LibreDerechos reservados para todas las ediciones encastellanoEditorial Gedisa, S.A.Paseo Bonanova, 9 r_1R08022 Barcelona (Espaa)Te!. 93 25309 04Fax 93 25309 05Correo electrnico: [email protected]://www.gedisa.comISBN: 8497840178Impreso por Indugraf S.A.Snchez deLoria 2251/57 . (1241)Buenos Aires, ArgentinaImpreso en ArgentinaPrinted in ArgentinaPara Wayne BoothEl presente libro constituye laseccinteoncadel antepenltimovolumen deTlrePoeticsof Social Forras, ytuvo su origen en unaseriede conferencias preparadas parael Iustitutc[or AdvancedStudyinHumanities, WissenschaftszentrumdeRenaniadel Norte-Westfalia,porinvitacin desu director, el doctor JoernRuesen, a quien expresoaqu mi agradecimiento.,IndicePrefacioRegresiones de la era actualPrimera parteLas cuatro mximas de la modernidadModostransicionalcs132387Segunda parteEl modernismo como ideologa........... 121Conclusin"Il Jaut treabsolument modernel" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177Notas 181ndice analtico 195PrefacioRegresiones de la era actualEn plena posmodernidad, y hasta hace muypoco, pareca existir ciertoacuerdo general, cierto consenso tcito, acerca delos rasgos delomo-derno queyanoerandeseables. Su ascetismo,por ejemplo, o su falo-centrismo (noestoy tanseguro de quehaya sido alguna vez completa-mentelogocntrico); el autoritarismoeinclusoel ocasional carcterrepresivo de lo moderno; la teleologa de la esttica modernista cuandoproceda con triunfalismo de loms nuevo a lo ulrimsimo; el minima-lismode gran partedeloque tambin eramodernista; el cultodelgeniooel profeta, y las pocoplacenterasexigencias planteadasalaaudiencia o el pblico: los comentaristas mencionaron de manera siste-mticayreiteradatodasestas cosas, queestndesdeluegointerrela-cionadas y a menudo son merosaspectos oversionesdiferentes delomismo.Noobstante, enmediodetodosestos saludablesmovimientosderepugnancia y revulsin que nos llevan, en verdad, al extremo de escu-char el ruido de ventanas rotas y viejos muebles arrojadosa lacalle, enlos ltimos aoshemos comenzado a presenciar fenmenos de un tipomuy diferente, que sugieren el retorno y restablecimiento de toda cla-se de cosas del pasado, y no su liquidacin al por mayor. As, uno de losgrandes logros de la pos modernidad -de la "teora" o el discurso teri-co por unlado, de La filosofa y el espejo de la naturaleza de Rorty porotro(juntoconla crtica delas disciplinasplanteada porBourdieu)-consistisindudaenhaberdesacreditadola filosofaen el sentido13 tradicional y la proliferacin de nuevos tiposde pensamiento ynuevostIpOS deescritura conceptual. Sin embargo,ahora comenzamos a ser testigos del retorno de la filosofa tradicionalen todo el mundo, empezando por sus ms venerables subcampos co-mo latica;' puede lametafsicaestarmuy lejos, nospreguntarnos(hayespeculacionesdela NuevaErasobrelafsicaque losugieren),cuando nola teologa misma (cuya erosin haba prometido la teologanegativa)?Sucedeentonces quetambinresurgealgoparecidoalafilosofapoltica, trayendo a la rastra todaslas antiguas cuestiones de constitu-cionessociedad civil y representacin parlamentaria, res-ponsabilidad yvirtudcvica, queas comoeran lostpicosmscan-dentes de finesdel sigloXV]]], con seguridad ya no son los nuestros.' Escomo si nose hubiera aprendidonadadelos desafos de! siglorevolu- recintcrminado, que enfrentabanel pensamientoburgustradlcl?nalel Estado a las enconadas antinomiasdela claseyelser SOCial colectivo. Puesto que todas esas conceptualizaciones ms an-tiguasconstituanens mismas otros tantos reflejosde unasituacinhistrica muydiferentedela nuestra -a saber, la transicinde! feuda-parecera abusivo asimilar a alguna presuntatransicin del cornurusrno a la democracia (de la cual, en todo caso, ca-bra pensar que noes tanto una transicin como un deslizamiento con-ceptual, de un pensamiento econmico a un pensamiento poltico).Juntocontodos estos aspectos, una economa poltica anterior hacesucomo una sombra ynos ofreceunnuevo y a saber, la reinvencindel mercado, algocasi tan emocionante cama la reinvencin de la rueda: sobre gustos, sinduda,nohay escrit.o, peronadie me convencer de que el pensa-mientodeunMilton Fnedman, un Hayeko un Popper tienealgodeglamoroso enel da y la poca actuales.::tenemosel renacimiento de la esttica, una disciplina que,seguncre.lamos, el modernismohabainventadoydeconstruidoa lavez: las diversasformasmodernistasdelosublime borraban las cues-tiones estticas tan pronto como estas empezaban a surgir. No obstan-te, la gcnte empieza hoya plantear otra vez e! problema de la belleza, e!tema central de una estticacuya motivacin burguesa puede advertir-seensus dos puntos finales mellizos: lastrivializacionesdelopura-mente decorativo y disfrutable por unlado, y e! idealismo sentimentaldelas varias ideologas dela justificacin esttica por otro.Loque Seidentifica (de manera igualmente tradicional) como la his-toriade las ideas est mal preparado para enfrentarsea regresiones in-telectuales de estetipo, que Con frecuencia pueden explicarseconrna-14yor certezaen funcin de coyunturas polticas y dinmicasinstitucio-nales. La derrota del marxismo (si realmente fuederrotado) contuvo e!flujodegran parte dela teora contempornea ensu fuente, queera laproblemtica marxista en s (aun cuando seencauzara a travs delro-deodel existencialismosartrcanoyla fenomenologa). Entretanto, laprofesionalizacin (y, cada vez ms, la privatizacin) de lapuede explicar el refrenamientosistemtico de la energa tenca pro-piamentedicha, tanaberranteensusefectoscomoanarquistaensusmetas. Perojustamente por eso, cuesta pensar que esas reinstituciona-lizaciones ysus regresiones puedan incluirse entre las consecuencias delapos modernidad, consuconocidaretricade lodescentradoyloaleatorio, lorizorntico, loheterogneo ylomltiple. Tampococabeimaginar que esto era exactamente lo que jean-Francois Lyotardtenapresente cuando celebraba el desplazamiento delosgrandesrelatosdela historia por losmltiples juegos delenguaje delo posmoderno,'que con seguridad implicaba la invencin denuevos juegos y nola re-sucitacin artificial de loscorrespondientes al anterior ao acadmico.Peroeserrneosuponer que lapos modernidaddeLyotard -unarealidad no sistemtica agitada por una coexistencia aleatoria de pre-sentes nietzscheanos irreconciliables- o, en sustancia, cualquiera de lasotras, seala unrepudio de! pasado, su abandono generalizado en el ol-vido. Antes bien, lorepudiado,junto con losllamados grandes rela-tos, sontambin las narrativas ms minsculas de las formasde histo-riografa: filosficas, literarias yotras. Puestoqueestas,comoocurrecon las novelas histricas de la pos modernidad: deben reinventarse enforma de cnones provisorios y descartables, constelaciones de relacio-nes textuales sujetas a ladisolucin y el reemplazo en un solo y e! mis-mo tiempo. Para Lyotard, como para Deleuze, era preciso reinventar yreescribira losfilsofosdel pasado enel lenguajeposcontemporneo(comoe! propioDeleuze hizocon tanta brillantez en los casos deNietzsche y Kant, Hume y Leibniz); la consigna operativa era la famo-sa evocacin de unHegel barbudo y un Marx bien afeitado".'Dehecho, como Deleuze, el mismoLyotard eraenmuchosaspec-tos la quintaesenciadel modernista, conuncompromisoapasionadocon la eclosin de lo genuina, radical y -atrevmonos a decirlo- autn-ticamenteNuevo:uncompromisoque, en ltima instancia, marca lapoltica deambos hombres (por diferentes que puedan serentre s) co-moesttica. Por eso el gran golpe preventivo de Lyotard contra los lla-mados grandes relatos (apuntado tamo al comunismo como al republi-canismofrancs) resultsertanpocodefinitivocomola GuerradelGolfo(quel tambinapoy). Enefecto, para mantenerse fielal mo-dernismo esttico oculto dentro de su ostensible pos modernidad pol-15rica (como la acartonada teologa de Walter Benjamin dentro de su au-tmata activista)," Lyotard se vio obligado a reinventar uno de losmo-delos de la temporalidad de mayor antigedad documentada, a saber, elmodelocclico, el nicoque podra autorizar lapostura conveniente-mente escandalosa de que el posmodernismo nosigue sino, antes bien,precede al verdadero modernismo, cuyo retorno prepara." En todo ca-so, Lyotard nopuede haber tenido en mente el tipo de retornos queheenumerado aqu.De todasmaneras, suturbacinsugiere dos conclusiones tiles. Laprimera tiene que vercon una dependencia de lo posmoderno con res-pectoa loquesiguen siendolascategorasesencialmentemodernistasdelonuevo, imposiblesdeerradicarsedel tododel nuevoreparto,cualquieraseasuretrica. Yesta noes, porcierto, unacontradiccinpequeaoinsignificanteparalapos modernidad, que esincapaz deapartarse delvalor supremo de la innovacin (pese al findel estilo ylamuerte delsujeto), aunque solo sea porque los museos y las galerasdearteapenas pueden funcionar sinella. As,el nuevo fetiche de la Dife-rencia sigue superponindoseal anterior deloNuevo, pesea que am-bos noson del todo coextensos.La segunda consecuencia que debe extraerse es que resulta msfcildenunciar losrelatos histricos (y suenano giboso, la teleologa) queprescindir de ellos. Ya dijeen orro lugar que la propia teora lyotardia-na del fin de los grandes relatos es Otro gran relato.' En un mbito total-mente diferente, la elevacin del lenguaje potico de los nuevos crticos(en apariencia no narrativo en su esencia misma) por encima de las otrasformas de discurso, por lo comn narrativas, queda convalidada por ungran relato histrico que es algo as como unafilosofa dela historiaconservadora, la unidad de sensibilidad del viejo ordenhidalgo agrcolaingls (Eliot, Leavis) tal como fue destrozada por el romanticismo revo-lucionario (hoyreidentificadocon laIlustracinyencarnadoenunpoetacomoShclley). Tampocoesesta narrativasecundariaunmerocomplementoideolgicosecundario. Megustarainsistir enunacon-clusin formal ms slida, a saber, que el rechazo y el repudio delrela-toconvocan una especie deretorno narrativo de loreprimido y tiendena pesar des mismos a justificar suposicin antinarrativa por conductode otro relato que el argumento tiene mucho inters en ocultar decente-mente." Pero en vez de tratar de dar a este principio alguna formulacinontolgica, preferirareplantearloenunaformametodolgica, comouna recomendacin de buscar losrelatos ideolgicos ocultos que actanentodoslosconceptos aparentemente nonarrativos, sobre todo cuan-do se dirigen contra la narrativa misma. Y si esta recomendacin es andemasiadogeneraly abstracta, enlo que siguepropondr unaespecifi-16cacinms concreta dentro denuestro presente contexto (una primeramxima de las cuatro que vendrn).Peroesteesel momentode regresar aese contextoyconsiderarcierto retornooreinvencinfinal delopasado demoda enplena pos-modernidad,unareiteracinquees sin dudalams paradjicadeto-das, pues demuestra ser la del concepto mismo demodernidad propia-mentedicha, que coningenuidad supusimossuperadomuchotiempoatrs. Sinembargo, de hechoest otravezenel candeleroentodoelmundoyes virtualmente ineludibleenlas discusionespolticas desdeAmricalatina hasta China, parano hablar del propioexSegundoMundo. Noobstante,el presunto triunfo deOccidente se celebr conpersistencia entrminos explcitamente posmodernos, como la supera-cinde los viejosvaloresutpicosyproductivistasdel modernismo,como el fin tanto dela ideologa como dela historia, y la doxanomi-nalista deloespecfico y la Diferencia, ya se enunciaran todas estas co-sasenlenguajes izquierdistas o derechistas (enrigor, la renuncia a todadistincinentre izquierda y derecha esa menudo unelemento centralde esa retrica posmodema). Qu finalidad puede tener an el rena-cimiento del eslogan dela modernidad, luego dela exhaustiva elimi-nacindelomoderno detodoslosestantes yescaparates, suretirodelos medios decomunicacinyla obediente desmodernizacindecasitodos losintelectuales, con la excepcin dealgunos pendencieros y au-toconfesosdinosaurios? Unoempiezaa sospechar que este recrudeci-mientodel lenguajede una modernidadanterior debeser enciertomodo una cosa posmoderna puestoquenose trata, por cierto, del re-sultado deningn honesto inters filolgico e historiogrfico ennues-tro pasado reciente. Loque tenemos aqu es, antes bien, la reacuacinde lomoderno, su nuevoembalaje, su produccinen grandescanti-dadespararenovarlas ventasenel mercado, desdelosgrandesnom-bres de la sociologa hasta las discusiones comunes y corrientes ento-daslas ciencias sociales (y tambin en algunas de las artes).Existen, enrealidad, muchasrazonesqueexplicanpor qusucedeesto, aunque bastante pocas que lo justifican. La posmodernidad llega parecer una idea relativamente desdorosa enlas disciplinas estableci-dascuando algunas desus consecuencias msmolestas -una reteoriza-cindel capitalismotardo, el feminismo, laaceptacindel llamadorelativismo y el carcter construido dela realidad social- se hicieronms evidentes. Aun cuandodesconfiramos dela periodizacin comotal, el concepto demodernidad, queremonta su linaje a los padres fun-dadores de la sociologa -y con el cual, a decir verdad, la propia socio-loga es coextensa como campo deestudio-, parece bastante respetableyacadmico.17Pero hay motivaciones y ventajas ms profundas que en su mayoraradican, si puedo expresarme de este modo, en el nuevo mercado global,y sobre todo en el mercado global de las ideas. Puesto que una de las di-mensiones ineludibles del concepto de modernidad fue la de la moder-nizacin (por su parte, una acuacinmucho ms tarda, posterior a laSegunda Guerra Mundial). Lamodernidadsiempre tuvoalgo queverconla tecnologa (al menosen lostiempos modernos) ypor eso, endefinitiva, conel progreso. Pero la Primera Guerra Mundial aplicungolpe muy severo a las ideologas del progreso, en especial a las relacio-nadas con la tecnologa; y, en todo caso, los propios pensadores burgue-ses haban tenido desde fines del siglo XIX serias dudas y reflexiones au-tocrticas acerca de aquel. La invencin de la teora de la modernizacinluegodelaSegundaGuerraMundial permitia la ideaburguesa delprogreso gozar de cierta vida residual, mientras que la modernidad y lamodernizacin conocieron, en los pases socialistas, una versin bastan-te diferente en la promesa estalinista de ponerse a la par de Occidente ysu industria. Sin embargo, lavociferante denuncia de las versiones esta-linistas de lamodernizacin, que tena una asociacin estratgica con laproposicin general de que el marxismo y el socialismo eran, en su na-turaleza misma, malas ideologas prometeicas, no debera oscurecer eldescrdito paralelo de las variantes occidentales planteado por el movi-mientoecologista, ciertosfeminismosyuna diversidaddecrticasiz-quierdistas del progreso y la industrializacin. No obstante, cuesta ima-ginar cmo puede forjarse un programa poltico atractivo si uno cree enel fin de la historia y ha excluido la dimensin del futuro y de un cam-bio radical(y ni hablar del progreso) de su pensamiento poltico.. El resurgimiento delconcepto demodernidad es unintento dere-solver ese problema:en una situacin en lacual han cado en el descr-dito la modernizacin, el socialismo, la industrializacin (en particularla modalidad anterior de la industria pesada, previaa la computacin),el prometesmo y la violacin de la naturaleza en general, puedesu-gerirseanque los llamadospasessubdesarrolladosquerrantalvezaspirar simplemente a la modernidadmisma. Poco importaqueto-dos los Estados nacionesviables del mundodenuestrosdas hayansido desde hace mucho modernos en todos los aspectos imaginables,desde lotecnolgico en adelante: lo quese alientaes la ilusin dequeOccidente tiene algo que nadie ms posee, pero que el resto debera de-sear para s. Quienes estn destinados a vender el producto en cuestinpueden entonces bautizar modernidad ese algo misterioso, y descri-birlo con grandetalle.Quiero dar una ilustracin local del renovado uso polmico del tr-minomodernoylas confusionesa las quenosconduce. Enlas re-18cientesmemoriasdeOskar Lafontaine sobresu suertebajola nuevaadministracin de Schroeder en Alemania, el autor se queja de la difun-dida caracterizacin de susadversarios defensores del mercadoen esegobierno como modernizadores:Las palabras modernizacinymodernidadhan sido degradadashasta convertirlas en conceptos de moda con los cuales es posible pensarcualq uier cosa. Siunotrata deimaginar quentiendenconel trminomodernidadlas personas hoyllamadas modernizadoras, comproba-r que es poco ms quela adaptacin econmica y social a las supuestascoacciones del mercado global. El concepto de modernidad queda limita-doa categoraspuramenteeconmicasytcnicas. As, losanglosajonesno tienen protecciones jurdicas contra los despidos, de modo que si que-remossermodernosdebemosdesprendernos denuestras proteccionestambin en ese mbito. En muchos pases la red de seguridad social ha si-do seriamente reducida, de modoque si queremos ser modernos tambindebemosreducirla drsticamente. En muchospases losimpuestos a lasempresas han disminuido, para que los empresarios no dejen el pas y sevayana otra parte, de modoque debemos ser modernos yrebajar tam-bin nuestros impuestos. La modernidad se ha transformado simplemen-te en una palabraparaexpresar la aceptacin de esas coacciones econmi-cas. La cuestin de cmoqueremosvivir juntosy qu tipode sociedaddeseamos es hoycompletamente antimoderna y ya no se plantea en abso-luto."En estecontexto)la introduccin del trmino modernoes partede una lucha poltica discursiva fundamental (como, en otro contexto,el xito en imponer la distincin entrereformadoresyduros). Silas posturas favorables al libremercado pueden identificarse de mane-ra sistemtica con la modernidad y se las comprende habitualmente co-mo representativasde loquees moderno, estosignifica que losparti-darios del libremercadohan obtenidouna victoriadecisiva que vabastante ms all deanteriores triunfos ideolgicos. Calificarla de vic-toria de losmedios es subestimar el desplazamiento de la lucha polti-ca denuestros dashaciael lenguajey la terminologa. El quid es quelos defensores de la posicin opuesta notienen dnde ir desde el pun-to de vista terminolgico. Los adversarios del libre mercado, como lossocialistas) solo pueden ser clasificados en la categora negativa o priva-tiva de lo antimoderno, lo tradicionalista e incluso, en ltima instancia-puespresentanunaoposicinmanifiestaal progresoylamoderni-dad-, de los partidarios de la lnea dura. Los acentos quejumbrosos deLafontaineenel prraforecincitado dejanver conclaridadnosoloqueha perdido esa luchadiscursiva fundamental, sinoque, antetodo,nunca fue consciente de su naturaleza y apuestas decisivas.19Hasta aqu la dinmica poltica dela palabra modernidad,resur-gida en todo el mundo y sistemticamente utilizada de este modo espe-cfico. Quiero, empero, sealar tambin una incoherencia conceptual yfilosficaeneserenacimiento. Engeneral, loque se pretende decirenla polmica contra el socialismoyel marxismo(sino, incluso, contratodas las formasde unliberalismo de cenrroizquierda) es que esas po-siciones sonanticuadasporque an estn comprometidas conel para-digma bsico del modernismo. Pero este se entiende aqu como un m-bito pasado de moda de planificacin de arriba hacia abajo, ya sea en elarte degobernar, la economa o la esttica, unlugar depoder centrali-zado enabsoluta discrepancia conlosvalores de la descentralizacin yloaleatorio que caracterizan todo nuevo reparto posmoderno. De mo-doquelaspersonas comoLafontaine son antimodernas porquetoda-va son modernistas; lo antimoderno es el propio modernismo; la mo-dernidad, sin embargo -enel nuevosentidopositivoaprobado-, esbuena porque es posmoderna. Entonces, por qu no usar directamen-te esta palabra?Las respuestas obvias -que es demasiado terica, que carece desu-ficiente popularidad o deunaacepracinms amplia, y quee! prefijopos"provoca automticamente malestar, burla o indagacin irnica-ocultan, creo,razones ms profundas, y la mejor manera deexplorar-las consiste en examinar la obra del idelogocontemporneo msinfluyentedelamodernidad", AnthonyGiddens: una obraque seinici justamente como una crtica dela misma modernidad que el au-torhaterminadopor defender. EnConsecuenciasde la modernidad,Giddens pone fin a su flirt conlo posmoderno y explica por qu con-s i d ~ r a oportuno hacerlo (debera entenderse que, como muchos otros,piensaenlaposmodcmidadcomountiponihilista yrelativista defilosofa, adoptada sobre todopor personas comoLyotard). El si-gUiente es sucomcntarro:Nobastameramente coninventar nuevos trminos, comoposmodcr-nidad y el resto. Debemos, en cambio, examinar la naturaleza de la propiamodernidad que, por razones bastante especficas, lascienciassocialescomprendieron hasta la fecha de manera deficiente. En vez de ingresarenun perodo de posmodernidad. nos movernos hacia una etapa en la cual lasconsecuenciasde la modernidad se radicalizan y universalizanms que an-tes. Ms all de la modernidad, he de sostener, podemos percibir los con-tornos de unnuevo y diferenteorden, que es posmoderno; peroesto esmuydistinto de lo que hoy muchosllaman posrncdcmidadv.I'Su proposicin se rebautizar luego como modernidad radicaliza-da", expresinquesin dudanopareceenormementediferentedela20brillante frmuladeHabermassobre unamodernidadincompleta, lamodernidad como unproyecto inconcluso.Pero la frmuladeHa-bermas sigue siendo provechosamente ambigua y nos permite acariciarla posibilidad de que la modernidad sea incompleta porque la clase me-diaysusistema econmiconunca podrancompletarla. Sinembargo,estoes precisamenteloqueGiddensquerra quetratramosdehacer:el compromiso de la tercera va con el libre mercado se mofa de las fra-ses socialistas que el autor se complace en usar de vez en cuando. Deboagregar que coincido con l por lo menos en una cuestin, a saber, quemientras la modernidad fueuna serie de preguntas y respuestas que ca-racterizabanunasituacinde modernizacininconclusaoparcial, laposmodernidades loqueexistebajounamodernizacintendencial-mentemuchoms completa, quepuedesintetizarseendoslogros: laindustrializacindela agricultura,esto es, ladestruccindetodosloscampesinadostradicionales, ylacolonizaciny comercializacindelinconsciente o, enotras palabras, la cultura demasas yla industria cul-tural.Cmopuedenentonceslos idelogosde lamodernidadensusentidoactual arreglrselasparadistinguir suproducto -la revolucindela informacinyla modernidadglobalizada delibremercado- de!detestabletipoanterior, sin verseobligadosaplantear lasseriaspre-guntassistmicaspolticasyeconmicas queelconceptodeuna pos-modernidadhaceinevitables?La respuesta es simple: se hablademo-dernidadesalternasoalternativas."Aestaalturatodoel mundoconoce la frmula: esto significa que puede haber una modernidad pa-ra todos que sea diferente del modelo anglosajn convencional o hege-mnico. Todo lo que nos disguste de este, incluida la posicin subordi-nada enque nosdeja, puede borrarse gracias a la idea tranquilizante ycultural de quepodemos configurar nuestramodernidadde otromodo, razn por la cual es posible la existencia de un tipo latinoameri-cano, un tipo indio, un tipo africano y as sucesivamente. Obien pode-mos seguir el ejemplo de Samuel Huntington y reformular todo esto enfuncindevariedadesesencialmentereligiosas decultura: una moder-nidadgriegauortodoxarusa, unamodernidadconfuciana, ctc., hastallegar a unnmero toynbeeano.:'Pero deeste modo pasamos por altoel otro significado fundamental de la modernidad, que es e! de un capi-talismomundial. La estandarizacinproyectadaporlaglobalizacincapitalistaenesta terceraetapa ofasetarda del sistema siembra dudasconsiderables sobre todas esas piadosas esperanzas de variedad culturalenunmundo futurocolonizado por unorden universaldel mercado.Noobstante, aunquecreoqueel nicosignificado semnticosa-tisfactoriodelamodernidadestensuasociacin con el capitalismo21(destacar, empero, otro modo de usar el trmino queme parece tilytandramticocomo, enltima instancia, inobjetable), el siguienteextenso ensayo abordarla cuestin de una manera bastante diferen-te y nosustantiva. Digamos, para ser breves, queser un anlisisfor-mal delos usos delapalabramodernidad" que rechazademodoexplcito cualquier supuesto previo sobre la existencia de unusocorrecto de la palabra quees preciso descubrir, conceptualizar y pro-poner. Este camino nos llevara un concepto conexo en la esferaes-ttica, el demodernismo, enel cual puedenencontrarseyse encon-trarnambigedadesanlogas. Pero a suturno, el modernismonosconducir, demanerainesperada, a su propia historia ysuerte inme-diatas, de modo queel ensayo concluir, no con una notaposmoder-na emergente, como podra suponerse. sino ms biencon el conceptoperidico especficamente histrico quequiero denominar tardomo-dernismo. El proyecto, enconsecuencia, consiste en el anlisis ideo-lgico, no tanto de un concepto como de unapalabra. Loconstituti-vamente frustrantede tal anlisises que, como la hoja de cristal enlaque tratamos de fijar la mirada aunque esta la atraviese, debemos afir-mar la existencia del objeto y negar al mismo tiempo la relevancia deltrminoque designa esaexistencia. Oacasosera mejor admitir quelas nociones agrupadas en torno de lapalabra moderno son tan ine-vitables como inaceptables.22PRIMERA PARTELAS CUATRO MXIMASDE LA MODERNIDAD1Como concepto, modernidad se asoci tantas veces a la modernidadque sufrimos algoparecido a unaconmocin al encontrar el uso de lapalabramodernoyaenel sigloV d.C. 1Tal comoloutilizae! papaGelasio I (494-495), el trmino simplemente distingue a sus contempo-rneos de! perodo anterior de los Padres de la Iglesia y no implica nin-gn privilegio especfico (salvo e! cronolgico) para e! presente. En es-te caso, el presente y el pasado inmediato estn en continuidad y ambossedistinguenmarcadamentedeesetiempohistriconicoen el cuallos testigos vieron vivo aJess. Hasta aqu, entonces, el modernus lat-nosignifica sencillamente ahoraoel tiempo delahora y es porlotanto una rplica del griego, que no tiene un equivalente para e! moder-nus propiamente dicho.' Sin embargo, en la obra de Casiodoro, que es-cribemso menos en la misma poca, luego de la conquista de Romaporpartedelosgodos, e! trminohaadquiridounnuevomatiz. Enefecto, enel pensamiento deeste eruditoesencialmente literario, mo-dernus conoce ahora unaanttesis sustantiva en loqueCasiodoro de-nomina antiquas. Desde el punto devistadelpapa, e! nuevoimperiogtico apenassignificaba unaruptura enla tradicin teolgica cristia-na; para el hombre deletras, representa una lnea divisoria fundamen-tal entre una cultura en lo sucesivo clsica y Un presente cuya tarea his-tricaconsisteenreinventarla. Locrucial enla atribucinal trminomoderno del significado especfico que se ha transmitido hasta nues-tros das es esa ruptura. Tampoco importa que para Casiodoro elvoca-25blo est cargado con lamelancola del Epigonentum[epigonismo],mientras quelos diversos renacimientos (tanto el carolingio y el del si-glo XII como el de la Italia de Burckhardt) asumen con alborozo la nue-va misin histrica.Aqu est en juegola distincinentre novus ymodernus, nuevo ymoderno. Podemos resolverla diciendo que todo lo moderno es nece-sariamentenuevo, mientrasquenotodo lonuevoes necesariamentemoderno? De este modo diferenciamos, a mi juicio, entre una cronolo-ga personal y una cronologa colectiva (o histrica); entre los aconte-cimientos de la experienciaindividual y el reconocimiento implcito oexplcitode momentosenloscualestodauna temporalidadcolectivasufreunamodificacin tangible.En el caso de lo nuevo, el sujeto as predicado se distingue de sus pre-decesorescomo un individuo(aislado) sin referencia o consecuenciaespe-cfica; en el caso de lo moderno, se lo aprehende en relacin conuna seriede fenmenos anlogosy se lo contrasta conun tipo diferente de mundofenomnico cerrado y desaparecido.JQupapel desempea la existenciadela nuevapalabra enla con-ciencia de esta distincin?Para los lexiclogos estructurales de esta tra-dicin,' la disponibilidadde distintos trminos y variantes es sin dudauna precondicin fundamental: cuando no existe una diferenciacin es-pecfica de un campo, tampocopuede limitarse un espacio temporal ra-dicalmente diferente." Sin embargo, con ello no se atribuye ni debe atri-buirse una causalidad: podemos imaginarla proliferacin de trminos enun espacio y su apropiacin por alguna concienciaemergente en otro.No obstante, en esta etapa es crucial no subestimar la dinmica an-mala de unapalabra como modernus. Tenemos al menosdos modelosantagnicos para la comprensin de ese trmino. El primero se propo-neabordarloen el marcodelas categorastemporales, queterminanpor resolverse en las de los tiempos propiamente dichos (futuro, futu-ro anterior, pasado perfectivo, pasado imperfectivo, etc.). Podemos en-tonces, conReinhart Koselleck," generar una historia de las ideas en lacual el surgimientode nuevas palabras temporales seutiliza comoprueba para una narracin sobrela evolucin de la conciencia histri-ca. Desde el punto de vista filosfico) sin embargo, este enfoque zozo-braen las antinomias de la propia temporalidad, sobre la cual se ha di-choconautoridadque siempreesdemasiadotardepara hablardel 7tIempo.El otro modelo obvio, quenose ocupa del problema desde la pers-pectiva del significado y la conciencia sino de los signos materiales mis-26mas, es el de lalingstica. Puede sostenerse que moderno exigeincluirse en la categora de lo que Jespersen yJakobson llamaronshifters:8a saber, los vehculosvacosdela deixisoreferencia alcontexto de la enunciacin, cuyo significado y contenido varande ha-blante en hablante a lo largo del tiempo. Tales son los pronombres (yoy t), las palabras que indican posicin (aqu y all) y, desde luego, tam-binlas palabras temporales (ahora y entonces). Dehecho, mucho an-tes de la lingstica moderna, la Fenomenologa del espritu de Hegel seinicia justamente, como es bien sabido, con un anlisis de esosshiftersque, segnsealael filsofo, podran parecer a primera vista las pala-bras ms concretasde todas, hasta que comprendemos su variabilidadmvil." No obstante, los shifters existen, por incoherentes que sean des-deunpuntodevistafilosfico; yelconocidoejemplodelasmodasmodernas de ayer sugiri que el trminomodernobien podra in-cluirse entre ellos. En ese caso, empero, las paradojas de lo moderno sereducen a las de lo meramente nuevo; y la existencia de shifters en todaslas lenguas conocidas tiende a despojar a nuestro objeto actual de inves-tigacin aun de ese carcter histrico que el modelo precedente tuvoelmrito de destacar.Sinembargo, lascontradiccionesinternasdeambos enfoques, sibien los descalifican en trminosabsolutos, tambin tiendena mostrarcierta ambigcdad fundamental en el propio objeto (lo cual bien puedeimponer, por lo tanto, una serie de medidas y precauciones de procedi-miento). Lamagistral visindeconjuntodeJauss sugiereotrasdostransformaciones en la historia del concepto de modernidad que forta-lecen an ms esa sospecha y exigcn ser tomadas en cuenta antes de ha-cer cualquier evaluacin final.Una de ellas es la distincin emergente entre lo que Jauss llama ver-sionescclicaytipolgicadelomoderno. 10 Estamos familiariza-dos con el pensamiento cclico, sin duda, cuando se trata de momentoshistricos como el Renacimiento(( Maintenant toutesdisciplines sontrestuues, les langues instaures);11 resulta menos evidente que la cate-goradelageneracin siempreestacompaadaporciertomovi-mientocclico, peroal mismotiemporequiere unaintensaautocon-ciencia colectiva de la identidad y singularidad del perodo en cuestin(en general, como en la dcada de 1960, considerado revolucionario enun aspecto especfico que identifica el contenido del retornocclico).Entretanto, al hablar de versintipolgica, Jauss no solo se refie-re a la ideadequeunperodo dado cree cumplir o completar unmo-mento del pasado (como sucede cuando el Nuevo Testamento comple-ta las anticipaciones figurativas del Antiguo Testamento). Estarelacines ciertamentevlida para el Renacimiento o las posiciones de losl1a-27mados modernistasen la Querelle des ancienset des modernos; perotiene una pertinencia menos evidente enlas situaciones de simple emu-lacin o imitacin, como en la reverencia deCasiodoro por la literatu-ra del paganismo o el respeto por el pasado de los moderni del siglo XII,quesegnlaclebreimagenseveancomoenanosparadossobreloshombros de gigantes. No obstante, segnlo demuestra la historia mis-ma dela Querelle, la inferioridad o superioridad sentidas del presentecon respecto al pasado pueden ser menos importantes que el estableci-miento de una identificacin entre dos momentos histricos, una iden-tificacin que puede evaluarse de una u otra manera.Hayaqu, empero, otra incoherencia: a saber, que cuandoobserva-mos la oposicin conmsdetenimiento, cada uno desuspolosparecedesaparecerenel otro; y,enestesentido, locclicodemuestraser tanplenamentetipolgico comolotipolgicoescclico. Ladistincin, enconsecuencia, debe reformularse de otro modo, menos evidente: en rea-lidad, implica una especie de alternancia guestltica entredos formasdepercepcin del mismo objeto, el mismo momento en el tiempo histri-co. Ami criterio, es muyapropiadodescribir la primeraorganizacinperceptiva(laidentificadacomociclica) comounaconcienciade lahistoria investida enla sensacin de una ruptura radical; la forma tipo-lgicaconsiste,encambio,enla atencina todo un perodo yla ideade que nuestro perodo( no ay mas que un paso, y Lacan nos hace el favorderecordarnosque, luegode! abandono de! Entwurf,Freudnovacilponer e! problema de la conciencia como tal y la de-JO de manera sistemanca al margen de su problemtica."_Tambinpodem.os volver a la cuestin desde otro punto devistaysealar que, cualquiera sea la fuerzade estos argumentos, el cogito, detodas maneras, se toma las ms delas vecescomo unarepresentacin,46casi siempre descripta, a su vez, como un punto, en cuantocare.cede dimensin y extensin." En rigor, en esa descripcin podra incluir-se adems e! lugar, porque e! lugar desencarnado de! punto ene! espa-ciotambin parece captar algodel carcter situado de laconciencia enel mundo, a la vez quese niega todareificacin -aunsirnblica-,tipo desustancialidad dela cualpueda afirmarse estao aquellapr,ople-dad o caracterstica. Peroesto nosenfrenta con un resultado dialcticoen el queel sujeto emergente es generado, en ciertomodo, a partir delespaciode!mundoobjetal ysoloes descriptible(purolugar)cuandoese espacio se ha reorganizado como pura extensin homognea. 0,SIel lectorloprefiere, la conciencia yel sujetoslosonrepresentablespor medio de la falta de direccin de! mundo objetal y, adems, de! mo-mento deunmundoobjeta] histricamente producido, Ahora bien, e!aspecto modernodel cogito resultser, nola subjetividad, sinola ex-tensin; y si hay alguna causalidad en este intento de comienzo absolu-to,el objeto es entonces el queconstituye al sujeto frentea s mismo,junto con su distancia respecto de ese sujeto y viceversa (laes-cisin entre sujeto y objeto):pero dicho objeto es en cualqUle: casoelresultado de unprocesohistricoespecfico (e! dela produccin uni-versal de unespacio homogneo). De dnde viene, empero, este lti-mo?Y cmo imaginarun comienzo absoluto, una especie de rupturaprimordial, en la cualsujeto y objeto tengan iguales derechos de. causa-lidad?Las mitologasdelosfilsofos idealistasalemanes(FichteySchelling) trataron de reconceptualizar esos comienzos," de los cuales,por supuesto, solo losmitos primordiales proponen alguna alusin re-presentacional. Peromythosengriegonarracin relato; enconsecuencia, preferira concluir queestaversin del comienzoabso-luto de lamodernidad es tambin un relato y no volver a caer en la fr-mula escptica e improductiva de que es simplemente U? mito. . Acasoseaeste, sinembargo, el momentodeexammar laversronheideggeriana deestecomienzo especfico, enel cualnos costara, enverdad, conceder prioridad al sujeto oal objeto;y enel que cadaladoproduce al otro al producirse a s mismonico ym.omen-to: sujetoyobjetoresultandeesteactoinicial deatravsdela separacinydeseparacina travsdelDe hecho tocamos aqu e! problema narrativo planteado por cualquierforma derelacin, a cuyo respecto y virtualmente por definicin ydeantemano estamos obligados a hacer igual justicia a ladiferencia entredoscosasal mismo tiempo queafirmamos su unidaddentro de la rela-cin, por momentnea y efmera que esta sea.La solucin de Heidegger" -enormemente influyente, y de la quepuede decirse quetuvo ascendiente sobre todas las teorasposteriores47dela ideologa enla dcada de1960 (o ene! llamado postestrucruralis-mol,desdeTel Quel hasta lateora cinematogrfica- gira entornodeunjuegodepalabrascaracterstico(relacionadoconsusnotoriaseti-mologaspopulares),a saber, una segmentacin dela palabraalemanaquesignificarepresentacin(Vorstellung). Enefecto, paraanticipar-nos)el concepto mismo derepresentacin es la solucin deHeidegger:l significaexactamentelomismoquelaescisinentresujetoyobjeto; conla salvedaddequela palabrarepresentacinsubrayalainteraccin mutua deestos dos polos, mientras que la otra frmula lossepara al asignar un nombre diferente a cada uno, esto es, sujeto por unlado y objeto por otro.Pero cmo llega la representacin a servir de clave de la interpreta-cin de! cogito cartesiano? Esmuy sencillo: Heidegger aplica e! inmen-so peso desueducacin clsica -tan palpable en susasombrosas lectu-ras de los textos filosficos de latradicin- aunpuntolxico. Deacuerdoconpruebascontextuales,"quierequeconcordemosenquepensar es una lectura demasiado estrecha y restringida de cogitare,yqueesteverbocrucial debetraducirsejustamente porrepresenta-cin. Peroahoraes precisodesplegarlarepresentacin. -elalemnVorsullung- ydarle la oportunidadde. mostrar loque vale:suspartescombmadastransmitene! significadodeunponer algofrentea noso-tros, un posicionamiento del objeto putativo detalmanera que estesereorganizaentornodel hecho deserpercibido. Vorstellen, e! equiva-lentede! per-ciperecartesiano, designaparaHeideggere! procesodetraer unacosaanteunomismo, yporlotantoimaginarla(lapalabraalemana es la misma), percibirla, pensarla o intuirla o, como dice Hei-degger, etu/as inBesitz nelomen, tomar posesin de ella." Segn estalectura deVorstellung, el esse del objeto es su percipi, con la condicinde aadir queen esecasoel objetonotieneabsolutamenteningunaexistencia previa con esa forma;pero tambinser preciso sealar queno se trata deuna formulacin idealista y el objeto no se reduce aqu amiidea del objeto, dado que por e! momento no existe ningn suje-to percipiente (enseguida volveremos al surgimiento de un polo subje-tivo enla representacin).La consigna ms contempornea y posmoderna dela construccinpermitir aclarar ms toda esta concepcin: lo que Heidegger llama re-es un modo de construir el objeto de una manera espec-fica. Podemosrastrear lainfluenciaheideggeriana hastanuestrosdasparaidentificar unejemplo privilegiado dela construccin deun ob-jeto enla representacin:la perspectiva, antes enla pintura y luego enel anlisis ideolgico relacionadode lateoracinematogrfica." Laperspectiva reconstruye claramente el objeto como un fenmeno enel48sentidokantiano, unobjetoquepodemospercibiryconceptualizar.Sostener, como a veceshaceHeidegger, que la era dela representacines tambin el reinodel subjetivismometafsico occidental, nosignifi-ca que el objeto enperspectiva sea una mera ficcin, una idea para m,una proyeccino un producto demi subjetividad. Simplemente pro-pone cierta construccindeloreal entre otrasconcebibles (yel obje-toreprcsentacionaldela perspectiva enla pintura tambines engranmedida para Heidegger el objeto de la experimentacin cientfica mo-derna).Sinembargo, cul esla finalidaddeestaconstruccin? Nadame-nos, nos diceHeidegger, quelaconstruccindelacerteza;38ycomosabe cualquier lector deDescartes, estasolo puede alcanzarse por me-dio de una construccin preliminar dela duda. La indubitabilidad de lacerteza cartesiana-fundamentumabsolutuminconcussumveritatis-solopuedemanifestarsegraciasa la desestimacinsistemtica deunaduda que uno, en consecuencia, debe producir por anticipa.doSloatravsde esacertezarecinalcanzadapuedesurgir histrica-mente una nueva concepcin dela verdad como correccin; o, en otraspalabras, puede hacer suaparicin algoas como laNoobstante, dnde debenencontrarseelsujetoylasubjetitica-cin [subjectification] eneste proceso? La lectura propone otros dospasos textuales: el primero es la frmula cartesiana alternativa deco-gito me cagitare,3') que parece introducir una idea bastante convencionaldeautoconciencia(untrminoque el propioHeidegger usaconapro-bacin). Pero enel contexto deuna construccin de! objeto por repre-sentacin,eseyoque parece acompaar automticamente el cogitoy laconcentracin en el objeto representado tambin debe aprehenderse co-mo unaconstruccin. Lamejormanera deplantearesteargumentoesdestacar lasilusionesgeneradas por unsustantivo comoyo,quesu-gierealgoas como una persona o una identidad situaday de-trs de todo el proceso depercepcin. El modelo deHeidegger, sm em-bargo, sugiere ms bien una descripcin puramente formal de .esaemergenciadel sujeto: la construccindel objetodelarepresentaciricon un carcter perceptible abre formalmente un lugar desdeel cual sesupone que esa percepcin se produce; el sujeto es ese lugar estructuralo formal, y noalguna especie de sustancia oesencia. En verdad, las cr-ticas ulteriores dela representacin denuncian en ese sentido la perspec-tiva y las estructuras conexas como ideolgicas en y por s, sinla inter-vencinde opinionessubjetivasylasposicionesideolgicasdeunindividuo. Pero tambin puede decirse enese mismo sentido que, enelrelatodeHeidegger, el objetoproduceal sujeto(ynoal revs, comoocurre con elfiat de un Fichte o un Schelling).49 luego la cuestin del fastidioso ergo,a cuyo respecto ya elpropIO haba insistido enque no tena nada que ver con unaC??clUSIOn lgicaoel movimiento deunsilogismo enla lgica aristo-tlica, Enefecto, comosealaHeidegger, la afirmacin del ser ya estde.. con.el proceso derepresentacin, dado que esta nueva me-tafsica reorgaIlIza nuestras categoras del ser, identificado ahora cornorepresentacin: Seinist Vorgestelltheit.+oEn esecaso, ergo no significapor lotanto, como en una conclusinlgica, sino ms bien algo pa-recido a es decir. descripcin de la emergencia de la modernidad como represen-tacron parece ofrecernos efectivamente una historia sin sujeto nitelos:"yenesesentid?bienpuedeser preferida a losinspidos y or- relatoshumanistas. (La presunta convergencia delrelatohei- -VarstellungcomoHerrschaft- con laconcepcindelarazon instrumental de la Escuela de Francfort tiende a disminuir esaspautas y engendrar una crtica dela cultura ms convencional.) Peroantes deextraer leccionesms especficas para cualquier doctrina delamodernidad, debemos examinar la descripcincomoun relato. Enotraspalabras, eslaautocreacin unrelato?Es este acontecimientonicoyen ciertomodoautocreador -laproduccin del sujeto por elobjeto y, recprocamente, del objeto por el sujeto- una historia genui-na., unaespecie .de histrica o, encambio, pocomsqueunmitoenelprIVatIvode unacontecimientoincreadoysin uncontexto narrativo?De hecho,sin embargo,hemosretenidoesecontexto hasta ahora.yslo l garantiza la modernidad esencial del cagita cartesiano, dadoqueslol nospermiteleerese actoaparentementeabsolutocomoungesto. deliberacin y, ms precisamente, como unaemancipacindeesemismo contexto. Se alude aqu a la referencia convencional queve el momentocartesianocomounarupturaconel escolasticismoy, enrigor, con un mundo teolgicoengeneral(que, comonosindicael artculoepnimo, seraerrneo caracterizar como una del mundo o unavisindel mundo, dado queestasex-presIonesseculares soloseaplican, enrealidad, a la propia moderni-dad)."Pero el relato dela ruptura permite a Heidegger introducir, por asdecirlo, la prehistoria del motivo de la certeza y especificar sus usosenDescartes como una funcindel papel que cumpli enel sistema ante-rior, dondesignificabala certezadela salvacin. Esesto, entonces, loque nos autoriza a leer el gesto cartesiano deliberacin deuna maneranarrativa:50... esta liberacin se libera -sin saberlo- una vez ms de la vinculacin porla verdadde la revelacin, en la cual se asegura y cercioraal hombre de lasalvacin de su alma. La liberacin de la certidumbre de la redencin reve-lada debera ser, pues, en s una liberacin para una certidumbre, en la cualel hombre se asegura lo verdadero como10 sabidode su propio saber. Esosolofue posiblea base de que el hombre que se liberaba se garantizara lacertidumbre de lo mismoquese podasaber. Pero eso solo podasucedersi el hombre decida por s y para s mismo 10 que segn l podasaberse ycul haba de ser el significadode saber y seguridadde lo sabido, es decir,dela certidumbre. El problemametafsicodeDescartes pasa ser este:proporcionar el fundamentometafsico a la liberacin del hombre para lalibertad como autodeterminacin segura de s misma. Pero este fundamen-to, no solo tena que ser cierto, sino que, estndole negada todamedida deotros dominios, debaser al mismo tiempo de tal ndole que gracias a l sepusiera comoautocertidumbre la esencia de la libertad pretendida. Sin em-bargo, todo lo cierto a base de s mismo tiene que asegurar al mismo tiem-pocornociertoaquelexistente parael cual hadeserciertoese saber ymedianteel cual se pretende asegurar todolo que puede saberse. El funda-menturn, el fundamentode esta libertad, 10 queesta tieneen el fondo, elsubjeetum, tiene que ser algo cierto que satisfaga a las mencionadas exigen-cias de esencia. Unsujetoquese distingaen todos estosaspectosse hacenecesario.+3Podemos especificar ahora los dosmodos del relato de la moderni-dad de Heidegger. En el primero, unrasgoque tena una funcin espe-cfica en el primer sistema histrico -en este caso, la certeza dela sal-vacin- se abstrae de ese contexto, nico en el cual posea un contenidofuncional, para transferirlo a unnuevo sistema, dondese le asigna unafuncin completamente diferente. Se trata de unmodelo que volvere-mosa encontrar (enFoucault y Althusser) como un intento ms fran-co de explicar la transicin de unmodo de produccin a otro. Heideg-ger quiere insistir asimismo en la insuficiencia de los relatos quepostulan continuidades simples (seala demanera expresa la insatisfac-toria nocin desecularizacin),44as como enloque hemos llamadosegundo mododel relatoencuestin,a saber, el de lasupervivencia ypersistencia deelementosresiduales pertenecientes al sistema anterior:enestecaso, los conocidosrasgosmedievalesanpresentesen el len-guaje de Descartes:Aqu tenemos el ejemploms palpablede los obstculos puestos por unametafsicaanterior a unnuevocomienzo del pensamiento metafsico.Uninforme hisroriolgico sobre el significado y la naturalezade la doctrina deDescartes est obligadoa establecer esos resultados. Sin embargo, una me-ditacinhistricasobrela indagacinpropiamentedichadebeesforzarse51por pensar los principios yconceptos de Descartes en el mismo sentidoque l quera darles, aun cuando al hacerlo se demuestre la necesidad detraducir sus afirmaciones en un lenguaje diferente."Estainsistenciaenla ndolesistmica del pensamientoencuestin-la diferencia radical entre Descartes y sus predecesoresteolgicos, larelativa continuidad entre el nuevo sistema cartesiano y la aparente rup-tura de Nietzsche con l- marca a Heidegger como unpensador de laperiodizacin. Pronto abordaremos los problemas estructurales de esosrelatos periodizantes.En estemomento, sinembargo, es necesario sacar algunasconclu-sionesdeesainvestigacindel cogitoysumodernidad. Pero aqu ellenguaje caracterstico de Heidegger noscausar algunos problemas yconfusiones iniciales: con la palabra tradicionalmente traducidaen in-gls comorepresentation[representacin](Vorstellung)se refiere, co-mohemos visto, a todo un proceso (metafsico) de reorganizacin delmundoy produccin de unanueva categora del ser bajoel signode laepistemologa. El cogito de Descartes es entonces el primer sntoma deestatransformacinglobal queconstituyela esencia dela teorahei-deggeriana de la modernidad: es la palabra empleada para referirse a unnuevo reordenamienro de sujeto y objeto en una relacinespecfica deconocimiento(e incluso dominacin) entre uno y otro;el objeto slollega a seral serconocidoorepresentado,y el sujeto, solo cuando seconvierte en el lugar y el vehculo de esa representacin.Sinembargo, la lectura tradicional del cogitolo ve como la quin-taesencia dela propia conciencia y, en rigor, comosurepresentacinen el sentido de unapalabra alemana bastante diferente, Darstellung,quetiene matices del mbito teatral y escnico. Mi argumento ha si-do que, en ese sentido, el cogito es un fracaso, porque la conciencia nopuede representarse en modo alguno; y las descripciones del cogito entrminos depuntosluminosos sinextensin contribuyen enmucho,con su empobrecimiento figurativo, a apoyar ese planteo. Cualquierasea su significado como operacin y construccin, por lo tanto, el co-gitodebe leersecomo unprimer intento, todava inigualado, de ver-ter laconcienciacomotal (parautilizar el trmino empleadoporHenry Jamespara la representacin artstica) y transmitir este objetonico en su pureza. Si es as, tambin tiene por necesidad el significa-do del fracasodetodosesos intentos, ascomosuimposibilidad; ydebemos extraer otra leccin de ello, a saber, quela conciencia -en elsentido de Darstellung-, como experiencia, como lo quesomos todoel tiempo, nopuede representarse; no puede ser unobjetoderepre-sentacin. La concienciaesirrepresentable,juntoconla experiencia52vividadela subjetividad (lo cual nosignifica queel yoo la identidadpersonal nopuedanrepresentarse: encualquiercaso, estos sonyaun objetoy una representacin, comolo es tambinlaestructuradel inconsciente que Freud y sus seguidores cartografiaron alegrica-mente).Pero detodoesto se deduce una consecuencia degran trascenden-cia en el mbito delas teoras de la modernidad: a saber, queen lo su-cesivonopuede aceptarseninguna teoradela modernidadentrmi-nos desubjetividad. Pues si lasrepresentacionesdela conciencia nosonposibles, resulta evidente quelas teorasqueintenten situar y des-cribir la modernidad desde el punto de vista de cambios y mutacionesenla concienciaestnigualmenteviciadas de nulidad. Ensumayorparte, desde luego, las teoras se denuncian a s mismas:yes bastantefcil identificarlas descripcionesdel cambiocultural entrminosdepsicologa popular (narcisismo, debilitamiento del complejo de Edipo,mamismo, muerte de Dios o de la autoridad paternal, etc.) como pastodelas ideologas. Sin embargo, tresdelas ms augustas concepcionesdel modernismo ysusubjetividad parecenmantenerse firmementeensu lugar, y resulta til, entonces, destacarlas y denunciarlas. En particu-lar, uno tienela impresin de que la idea de que la modernidad equiva-le a algntipo nico delibertadoccidental todava conserva vigencia.No obstante, conesta idea de libertad se alude, sin duda, a algo subje-tivo y a una modificacin fundamental de la conciencia como tal. No sedice con tanta frecuencia lo que aquella era antes, aunque podemos su-poner quela otrcdad delo premoderno debeir por fuerza dela manoconla faltade libertad, la obediencia y el sometimiento de unamenta-lidad esclava yuna posturadevidairremediablementesubordinada.(As, librese modulademanera imperceptiblehasta convertirse enburgusv.)En este punto de la celebracin clsica de la modernidad, sin embar-go, apareceengeneral unasegunda caracterizacin, la ideadeindivi-dualidad. Losmodernos son individuos, y lo que en los otros es mues-tra deausencia delibertad es, como nodeja de parecer obvio, su faltade individualidad. Pero debera ser claroquela individualidad es tam-binunarepresentacinilegtima dela conciencia como tal: pretendecaracterizar el clima interno del individuo liberado y su[his] V'sic!) re-lacin con su ser y su muerte, as como con otras personas. Cuando es-ta segunda caracterizacin comienza a derrumbarse -no es tan fcil in-ventar descripciones plausibles de la atmsfera interna de algo tan pocofigurativo como la conciencia-, se recurre a la tercera alternativa.Esta opcin implica la evocacin de la modernidad en trminos deautoconciencia o reflexividad: aqu, entonces, hemos alcanzado de im-53proviso, al parecer, un concepto filosficamente ms viable sobre cuyabase pueden sostenerse los atributos de la libertad y la individualidad.Enefecto, esmsfcil decirqueunapersonapremodernaes cons-cienteperonoautoconsciente enelsentidofilosficooccidental queafirmar quenoes unindividuo: en cuanto a la libertad, el deslizamien-tode suaceptacinde atributo metafsicoa atributosocial opolticohace de su despliegue no ideolgico una operacin particularmente de-licada.Noobstante, si la conciencianopuede representarse, cuntomsdebe suceder otro tantoen el caso de la autoconciencia, que por lo co-mnse concibe como una especie de duplicacin de la primera (perolas figuraspara esta nuevaentidad -espejos, ecuaciones, luzreflejada,etc.- son an ms endebles que el punto inicial del cogito). De hecho,deberaserobvioque si tradicionalmenteseasignaba el carcterdeproblema filosfico fundamentala la posibilidad de decir si otras per-sonas eran conscientesono-basta pensaren elautmatadeDesear-res-," ser aunmsdifcil resolver si el atributode la autoconcienciapuede otorgrselessin vacilaciones. En consecuencia, me parece justi-ficadoformular una nueva mxima, la tercera, segn la cual afirmamoslo siguiente:3. El relato de la modernidad no puede organizarse en torno de lascategoras de la subjetividad (la conciencia y la subjetividad sonirrepresentables).Esta proposicin preservagran parte delespritudelantihumanis-mode la dcada de1960 y de la crtica postestructuralista del sujeto(o del sujeto centrado, conlo cual no se haca referencia a otra cosa quea nuestroviejoamigo, el (agitooconciencia). Noobstante, aundes-pusde este girolingstico, como a vecesse lo denomina, y las diver-sas propuestas tericas yfilosficas afavor deundescentramientoradicalde la subjetividad y la conciencia, parecehaber quedado demos-trada la dificultad de deshacerse delos antiguoshbitos y renunciar aesas categoras. As, es necesario desenmascarar la nocin omnipresen-te de reflexividad y sealar queno es mucho ms que un nombre en c-digode la autoconciencia (por muy poco antropomrfico queparezcasersu contexto): en rigor, el temadela autorreferencia oauroseala-miento tiene, como veremos, un lugar central en una de las obras filo-sficas ysociolgicasms ambiciosasdenuestrosdas, ladeNiklasLuhmann. Entretanto, las multitudinarias teoras del lenguaje y la co-municacin tienden hoy, en su mayor parte, a perpetuar esas anterioresfilosofas de la subjetividad bajosus disfracescientficos: cadavez que54surge el eslogan de la intersubjetividad, podemos tener la seguridad deencontrarnosanenunmundodiscursivoesencialmentehumanista.Noobstante, el estatus de la mxima en cuestin exigeuna aclara-cin especfica:no debe entendrsela como una proposicin ontolgi-ca, estoes, noafirma la inexistencia de la subjetividad. Se trata, antesbien, de una proposicinsobreloslmites de la representacincomotal, e implicasencillamente afirmar quenohaymododehablar delasubjetividad que, de inmediato yde alguna manera, nosea figurativo:enefecto, esaspalabrassonprincipalmentefiguraciones ymetforasenterradas u olvidadas si, como Nietzsche exhortaba a hacerlo, nosre-montamos en la historia lo suficiente para seguirlas." Peroquiendicefiguracin evoca un fracaso de la representacin: una figura siempre es,necesariamente, unsustituto, una segundaopcin, la admisin de unaderrota lingstica yexpresiva(dela cual surge, sinduda, el lenguajepotico). No querra, empero, que se interpretara que este diagnsticode fracasoentraa la consecuencia adicional de quetodasesas figura-ciones de la subjetividad son imperiosamente falsas, y menos an inco-rrectas (y ni siquierainexactas). No s conseguridad qu podra signi-ficaresoen unasituacin en la cual nohay unlenguajeliteraly todaslas posibilidades, para empezar, fueron siempre figurativas.De hecho, no obstante, nuestra pesimista tercera mxima no nosde-ja en medio de ningn impenetrable silencio wittgensteiniano en el cualya no pueda decirse nada ms. Al contrario, no hace sino invalidar cier-ta cantidad (bastante considerable!) de crticas de la cultura que de-muestranser ideolgicas hasta lostutanos y cuyasintenciones, cuan-do se las examina conmayor detenimiento, son casi siempre muydudosas. Pero estonosignifica queno tengamos posibilidad alguna dehacerel relato de la modernidad.Enrealidad, el mismorelatoheideggeriano del proceso -por ideo-lgicoquc resulteporderecho propio- nosimparteciertasleccionesmetodolgicas. En especial, es preciso sealar en l la coexistenciadedostemporalidades: la temporalidad interna de la representacin, de laescisin entre sujeto y objeto (o diferencia e identidad), cuando cobravida como acontecimiento autocreado, y una temporalidad externa (ladeltema dela certeza) en la cual unaconcepcin teolgica o medievalde la certidumbre de la salvacin se superpone a la emergencia del nue-vosistema durante un ltimo momento y coexiste conl lo suficientepara que la funcin de la certeza pase de la estructura salientea la nue-va, en alguna forma completamente diferente. Lo que ha sucedido aques que un relatobastantemtico del acontecimiento quees causa de smismo se ha fundado en una situacin narrativa o un conjunto de pre-condiciones sobre cuya base puede hacerse unrelato creble de aquella55emergencia en forma narrativa. Ya no se trata de la causalidad pasada demoda, a la usanza dela queinfestaba la anticuada historia intelectualcuando esta intentaba decidir entre antecedentes y genealogas, prede-cesoresysemejanzas familiares. Tal vezel conceptoalthusserianodecausalidadestructural sea ms adecuado(volveremos al ms ade-lante). El movimientoes, antes bien, el proyectadopor Hegel ensuLgica desde una dialcticade oposiciones hasta el surgimientodeun fundamentooGrund(que tambinsignificacausaoraznde ).411 Tendremos oportunidad deexaminar otras versiones deesta pe-culiar estructura, a cuyo respecto basta decir,por el momento, que nin-gunateora dela modernidad debe afirmar su absoluta novedad comounarupturay, al mismotiempo, suintegracina uncontextocon elcual pueda postularse querompe.Lapalabra para referirse a esta estructura -cuya incorporacin a undiscurso propiamente filosficopromovieron primero Jaspers y luegoSartre- essituacin, un trminonarrativoque intentala cuadraturadeeste crculoenparticular para mantener unidas dentro des susca-ractersticascontradictorias depertenencia e innovacin. Serprecisoentonces afirmar, para modificar otra vez nuestra mxima, que uno s-lo puede haccr unrelato determinado dc la modernidad desdeel puntodevista de susituacin o, mejor an y para completar la frmula:3. El relato de la modernidad nopuede organizarse en torno de lascategoras de la subjetividad; la conciencia yla subjetividad sonirrepresentables; solopuedencontarselassituacionesdela mo-dernidad.565Por desdicha, noes tan fcilliberarse de Heidegger; adems, en un exa-men msprofundo descubrimos una confusin. conceptual oenla que no reparamos durante la discusin antenor. Lase de-be a queHeidegger tieneal menos dos teoras de la modernidad. En.:a-sonecesario, la situacinpodraresolversehablandodesu:voluclOn,sus diversos giros, los mltiples modelos de su etc.Prefiero hacerlo deotro modoydecir, entonces, que en Heidegger nohay una sola ruptura moderna, sino al menos dos. " .En efecto, junto a la ruptura cartesiana de lay elmiento de la imagendelmundo epistemolgica, consu tajanteOPOSI-cinentre sujeto yobjeto, persiste una ruptura anterior, quedenominar romana o imperial. Eneste caso nos vemos antela perdida dela experiencia griega del ser, tal como se refleja en la reificacin del pensa-miento griego cuando la mentalidad romana sede l sutraduccin al latn (y debera recordarse que para Heidegger el gnegoy elalemn son comparables en su autenticidad: ambosdel,a raminacindeotraslenguasymuestranunaproximidadenmologlcaauna experienciaoriginal del ser). Lareific.acin (aunque comotrminosea tal vezel ejemplomismode lo que deSIgna) no es entoncespala-brainapropiadooanacrnicapara aludir alprocesodeencuanto la primera ilustracin deHeidegger explora la la presencia delos entes enlo quenodemasiado antojadizo descn-bir como las cosasreificadasdel Impeno Romano (res, ens):57Estas denominacionesnosonnombrescaprichosos. Enellashablaloque aqu ya no podemos mostrar: la experiencia griega fundamental del serde lo existente. Pero graciasa estasdeterminaciones se funda la interpreta-cinenlosucesivodecisiva de la cosidaddelacosayse fijala interpre-tacinoccidental del serde loexistente. Empieza conla incorporacin delas palabras griegas al pensamientoromano-latino: