SIGNIFICADO Y CIUDAD JAIME BARRERO

PRESENTACIÓN Cuando me presenté al concurso de meritos para aspirar al cargo de Curador Urbano, lo hice motivado por la gran sensibilidad y aprecio que siempre he tenido por Bogotá y con la esperanza de tener una oportunidad para continuar trabajando por ella. El termino “Curador” es realmente muy bello, pues significa textualmente “cuidador” y en consecuencia, que mejor oportunidad que esta para contribuir con el buen desarrollo de la ciudad. En el desempeño del cargo pude apreciar cientos de proyectos y pese a que tras de ellos he visto mucho profesionalismo y oficio, siempre me pregunte ¿qué tipo de ciudad estamos construyendo?. “La ciudad la construimos todos” y sobre ella estamos escribiendo nuestra propia historia. Los rasgos que hoy dejamos son un legado que perdurara en el tiempo. Pero, ¿qué es lo que significa lo que estamos escribiendo con nuestras obras?. Esa es la pregunta que hoy planteo en un breve texto sobre el significado en la ciudad, en parte porque con ella, de alguna manera quiero cumplir mi cometido de generar reflexión sobre el compromiso que tenemos todos los que intervenimos en la ciudad. El texto busca ser fácilmente legible, por lo que es deliberadamente corto y esquemático pues no pretende agotar el tema ni ser el vademécum sobre el significado, simplemente busca hacer uso de la capacidad de convocatoria que inherentemente tiene el haber participado como Curador al poder llegar directamente a quienes en mayor medida deciden sobre el desarrollo de la ciudad y a quienes quisiera invitar a que sus proyectos vayan mas allá de la aplicación de unas normas y de unas condiciones de mercado. Jaime Eduardo Barrero Fandiño ARQUITECTO

INTRODUCCIÓN

Cuando comencé mi carrera profesional, una amiga de mi familia, me solicitó que le hiciera un “mono” para la “casita” que iba a construir en la Calera. Traduciendo su lenguaje coloquial, queria que le hiciera el diseño de su casa, lo que a juzgar por su lenguaje, le parecia muy facil y de poco valor. Por mi lado, era “un cliente” que me estaba solicitando un trabajo profesional, hice todo lo posible por demostrarle la importancia que tenia el hecho de que su casa fuera un poco mas que el tradicional “mono”, que usualmente nos piden a los arquitectos para no pagarnos, por algo que les parece muy fácil de hacer. Pero el cuento va a que, en ese proceso le mostré un libro de historia de la arquitectura, en donde estaban algunas de las obras más importantes de la arquitectura moderna y que hasta ese momento me parecían incuestionablemente bellas; pero al parecer no logré trasmitirle mi entusiasmo por el buen diseño pues, al terminar, mi amiga, disimulando su preocupación me dijo, que si.... “no sería mejor que su casa se la hiciera algún otro arquitecto?, pues de pronto yo estaba muy ocupado”. Aunque inicialmente me molesté mucho, y luego de que no pude conciliar lo que yo entendía por profesionalismo, con lo que mi amiga demandaba, terminé no haciéndole ni el diseño ni el mono, pero muy agradecido por la implacable lección que me propició esta anécdota. Parecía que para los neófitos en la materia, las obras paradigmáticas de la historia de la arquitectura, les parecían además de irrelevantes, "muy feas", pues lo que finalmente le preocupaba a mi cliente, era que su casa se llegara a parecer a alguna de esas obras; pero el trasfondo de esto, está en que las

cosas “significan” y que significan en forma diferente para casi todas las personas. Finalmente mi afición por el tema del significado, surgió como aliciente a mi incapacidad para manejar adecuadamente a un cliente y solo pude recuperar mi autoestima tratando de explicarme, ¿por qué las cosas significan en forma diferente para todos?. De esto ha pasado ya un buen tiempo y tuve que cambiar de actividad para atreverme a escribir tanto esta anécdota como lo que de ella se deriva. Puede que algunos de los planteamientos aquí expresados no coincidan con las apreciaciones mas convencionales, pues el tema tiene mucho de subjetivo, pero algunas veces generar controversia puede resultar también constructivo. Por otro lado, debo aceptarlo, la mayoría de los textos sobre el tema me parecieron tan inútilmente complicados que me propuse escribir prosaicamente lo que he logrado entender al respecto, buscando contextualizar las ideas y referenciándolas a toda esa riqueza expresiva que vivimos en nuestro medio. Debo decir también, que formalmente, el estudio del tema se concretó en la cátedra de diseño que dicté hace un tiempo en la Universidad Nacional, en la cual el tema era justamente el significado y luego de trabajar un semestre con estudiantes, tan desubicados como yo lo estuve, decidí entonces hacer una guía para obstrusos, que nos permitiera, por lo menos, hablar un mismo lenguaje. Gratamente encontré que poner el tema a un nivel casi elemental, resultó de gran utilidad y aprecio para quienes han trabajado el significado. No obstante, la versión definitiva se ha enriquecido significativamente con mi experiencia como Curador Urbano, pues a través de ella pude apreciar toda la diversidad e ingenio con que se resuelven algunos proyectos arquitectónicos en donde hay un esfuerzo conciente por trascender los imperativos básicos que imponen las condiciones del lote, la norma y el presupuesto.. Es mas fácil hablar sobre el significado estado al margen del oficio de diseñador, pues cuando se diseña necesariamente hay que

tomar partido. Plantear tema del significado implica referirse de una manera critica hacia la actitud de los arquitectos frente a la concepción de sus obras, sin hacer referencia a la calidad de las mismas. Lo bueno y lo malo, lo feo y lo bonito, son apreciaciones que se excluyen en este texto , y las referencias a obras especificas responden mas a la pertinencia que pueden tener éstas para ilustrar los conceptos. Finalmente creo que el tema del significado hay que retomarlo cíclicamente, pues es muy fácil imbuirse en el oficio de arquitecto y perder ese faro que constituye comprender el sentido comunicativo de la arquitectura. En este caso me tomo el atrevimiento de traerlo a discusión, sin perjuicio de que muchos de los planteamientos ya se hayan formulado con anterioridad y quizás con mayor profundidad. El valor que puede tener este texto, puede estar mas asociado al mensaje que puede trasmitir el hecho de haber actuado como juez de los verdaderos artífices de la ciudad.

UNA DISCUSIÓN RECIENTE

Hace algún tiempo, vi en una revista de farándula una semblanza de los que, allí denominaban, “Vedettes de la Arquitectura en el ocaso del siglo”. Entre ellos estaba Aldo Rossi, acompañado de una flamante foto del Teatro del Mundo y un texto breve que decía textualmente, “... Arquitecto nacido en Milán en 1931, cuya obra cumbre (en la foto), fue la construcción realizada para la Bienal de Venecia en 1980. Su importancia radicó en ser una estructura tubular liviana forrada en madera, que le permitía flotar por el bello mar de Venecia”. Evidentemente al editor de la revista le debió costar mucho trabajo encontrar alguna justificación para presentar como relevante, una construcción que parecía tan anónima, simple y que no se sabia muy bien cual era. Obvio, era un logro tecnológico,... hacer flotar un edificio!. Pero para los conocedores del tema el Teatro del Mundo es sencillamente el paradigma del significado, pues a través de él, Aldo Rossi, pudo establecer la discusión profunda sobre las tipologías y el significado en la arquitectura. Y es que pretender que un tema que tradicionalmente ha sido tan confuso, incluso para los arquitectos, sea descifrado con facilidad por las personas ajenas a los temas de la cultura arquitectónica, es poco menos que optimista. Con algo de sensibilidad hacia el contexto construido, alguien podía advertir que la construcción de Aldo Rossi tenia una extraña capacidad para mimetizarse en cualquier paisaje Veneciano. Pero de allí a entender lo que implicó tal ejercicio para la historia de la arquitectura reciente, hay un gran paso, que creo, vale la pena traer a cuento. El teatro del mundo sintetiza todo un planteamiento teórico con relación al significado. Si bien es cierto que Rossi parte de los planteamientos esbozados por Quatremére de Quincy, en relación con la identificación de la condición tipológica que inherentemente posee la arquitectura, este plantea la discusión de fondo sobre la implicación que tiene la dicotomía tipo-modelo, una discusión retomada con mayor fuerza a partir de los ochenta, tras la

consolidación de lo que fuera la interpretación postmoderna de la arquitectura . Para algunos teóricos, la gran escisión que existió entre la arquitectura tradicional y la arquitectura moderna, partió del hecho, de que, esta ultima se erigió a partir de la negación de las tipologías edilicias decantadas por siglos, asumiendo el reto de formular su repertorio a partir de modelos no referenciables. Este tema lo retomaremos mas adelante. Pero de esta manera se abrió la discusión sobre el significado, por lo menos en los términos que hoy lo planteamos. La famosa caricatura americana de los años 80, en la cual, frente a un edificio altamente decorado, diseñado por Michael Graves para el Ayuntamiento de Pórtland, un individuo corriente le pregunta enfáticamente a otro: “ que, ¿ que significa?, ¿acaso nos preguntamos algún día, qué significaba el Empire State?”, expresa claramente como la discusión sobre el significado no existió hasta que se le quiso atribuir un estado critico a la modernidad, justamente como resultado de la presunta pérdida de significación que tenían los edificios que dejo el llamado “estilo internacional”. Hoy se asume, casi sin discusión, que la significación de los productos antropológicos, como la arquitectura, es inherente a su propia existencia, pero indudablemente fue necesario el discurso postmoderno para llegar a plantear la reconsideración de los significados, como algo que, al responder mas al espíritu que a la razón, constituía la principal reacción contra la modernidad. Se ha entendido que el paradigma moderno buscaba ante todo la racionalidad y ésta implicaba colateralmente dejar a un lado lo significacional, por lo menos como método de concepción de los productos culturales. En el movimiento moderno de la arquitectura, que constituye la cúspide de la modernidad, resulta palpable que todo planteamiento estético refleja, antes que nada, la mayor abstracción posible, buscando justamente desadjetivar al máximo su expresión. Cualquier referencia a lo histórico o a lo que pudiera significar algo, sencillamente era improbable. Aunque la semiología es una ciencia esencialmente moderna, en la práctica la postmodernidad nos abrió los ojos en materia de los símbolos y los significados. Y aunque hoy por hoy para todos

resulta obvio que toda edificación esta cargada de símbolos y significados, esto no era para nada claro dentro del contexto de la arquitectura moderna, entre otras cosas por que ésta se desarrollo con un discurso progresista, poco proclive a la reflexión teórica persé. Los primeros edificios llamados postmodernos sobresalían por sus referencias, algunas veces desmedidas, hacia cualquier aspecto de la cultura, pretendiendo únicamente connotar que significaban algo y con ello, de alguna manera trascender lo racional. Pero más allá de los “postmodernos conscientes”, fue a través de toda la reflexión historicista que principalmente se comenzó a denotar un cambio en la intención hacia los significados. La discusión sobre si la arquitectura moderna era auto-referencial y por lo tanto, respondía justamente a sus propios referentes cognoscitivos de una forma dialéctica, deja ver implícitamente que el movimiento moderno también tuvo una razón de ser significacional; pero esto se vino a entender cuando los teóricos del discurso postmoderno hacían un esfuerzo por sacar del limbo, el limite entre lo moderno y lo postmoderno. Desde luego, en este orden de ideas, el mismo historicismo también se encuentra en el dilema de lo moderno o postmoderno y no me refiero a que los primeros modernos mantenían los repertorios históricos mientras exploraban en los materiales y métodos que darían luz al movimiento moderno de la arquitectura, sino a que no siempre el historicismo pretendía en sí mismo “significar”, y a que también el historicismo fue un “método” de la modernidad. Para algunos teóricos, como Lyotard, la postmodernidad es ante todo la crisis del conocimiento, que a partir del siglo XIX pone en cuestión toda la estructura de valores traída a cuento por la modernidad y que ubicaba al individuo en una relación directa con el mundo. La modernidad es el proceso del cabal conocimiento del mundo a partir de la ciencia y cuando este entra en crisis como resultado de la hoy innegable relatividad de los valores, que en un estadio positivista parecían incuestionables, surge dialécticamente un pensamiento construido a partir, justamente, de anti-valores. El pensamiento postmoderno cambia de punto de referencia la relación del hombre con el mundo y se ubica tras de sí para verle a través del tamiz, que corresponde a lo más esencial de sí mismo,

como es el espíritu. Y es que el espíritu, es quien da lugar a las posibilidades más ambiguas y contradictorias del hombre. El juego de los anti-valores no es propiamente de la razón. Nosotros cotidianamente vivimos esa contradicción de valores y ya dudamos en cual es el limite entre lo estético y lo antiestético o lo funcional y lo antifuncional. La condición espiritual del hombre le hace diletante y por ello cobra tanta importancia lo significacional, porque talvez es la forma de descifrar el trasfondo de las cosas.

LO COMUNICACIONAL EN LA CIUDAD

La frase, ya de cajón, por la cual se define la ciudad desde el punto de vista de la semiología, es tan sencilla como profunda y se constituye en un buen punto de partida: "La ciudad es el reflejo de la sociedad que la produce"; Este punto de vista evidencia la existencia de un sentido esencialmente comunicativo en la conformación de la ciudad, pero a la vez evidencia una autoría antropológica derivada de concebir al hombre como su único creador posible. . En este sentido la ciudad se entendería como un producto social, lo que implica que es necesario conocer la sociedad para poder explicarla. La interpretación de lo que expresa la sociedad y por defecto el hombre en cada gesto urbano es el verdadero sentido de estudiar sus significados y lo que comunican las civilizaciones. En el sentido más general se entiende el significado como la interpretación posible que un agente emisor genera sobre un receptor, a través de una codificación y decodificación, de un texto determinado, en lo que se presupone la utilización de un lenguaje. Noam Chomski en su libro “Lenguaje y Entendimiento”, planteo que la existencia de un lenguaje implica la utilización de un sistema de reglas que en cualquier caso se asimila a lo que puede ser un sistema gramatical. Este concepto tiene validez a nivel del lenguaje urbano, solo que en el, él sistema de reglas no tiene una legitimación absoluta ya que no se puede pretender que se establezca una interpretación exegetica de los símbolos. La arquitectura implica una comunicación mucho mas compleja y no se le puede atribuir una equivalencia interpretativa a cada uno de los sintagmas que se generan en la arquitectura, ni mucho menos se puede considerar que siempre que presentan algunos de ellos en un orden determinado constituya un mensaje único y especifico que todos leen de la misma manera. Aunque la arquitectura no aguanta una estigmatización basada en reglas absolutas, en las cuales se pueda plantear que la simetría siempre implica esto o lo otro o que una columnata esto y aquello, si está inevitablemente inmersa en

un sistema de reglas cuya legitimidad varia y se construye en cada contexto de una manera diferente. Por su parte la noción de comunicación implica la participación de al menos dos actores: un agente emisor que con una "intención" específica emite un mensaje, utilizando un sistema de códigos de aceptación colectiva y un agente receptor que trata de interpretarlo a partir de la lectura de los códigos utilizados en el texto. Mientras que la emisión del mensaje es de carácter "Objetivo" por ser el resultado de un proceso conciente, su interpretación es de carácter "Subjetivo" ya que, ésta, depende en gran medida de los valores que maneja el receptor y que lo singularizan como intérprete. No se puede esperar que quienes habitan la ciudad entiendan que quisieron significar quienes construyen las obras, mas aun, cuando rara vez los generadores de símbolos son concientes de su condición comunicativa. Cuando hablamos de comunicación convencional (verbal o escrita), el lenguaje utilizado es muy específico y preciso y en principio solo se tiene una interpretación básica, pero cuando hablamos de la comunicación generada por otras manifestaciones de la cultura, como la "Arquitectura" o a la misma ciudad, la reflexión anterior cobra gran importancia porque los códigos utilizados tienen diferentes valoraciones y tienden a transformarse en el tiempo. Así el mensaje que puede generar una edificación sobre un individuo varía dependiendo de la condición cultural de éste. Puede tener una significación de tipo utilitario o sentimental si se trata de un hombre común o una interpretación más técnica si se trata de un especialista. Por ejemplo la edificación de la Estación de la Sabana de la Calle 13, para un joven común, significa un edificio viejo, desocupado y peligroso; para una persona mayor tendría significados de tipo sentimental ya que probablemente lo utilizó o vivió algún episodio allí, pero para un arquitecto posiblemente será una construcción republicana diseñada por Mariano Sanz de Santamaría en 1917 y que es considerada una obra paradigmática de su periodo histórico. Un templo antiguo puede connotar un significado histórico inherente, pero también puede tener un significado cultural como hecho religioso, o también puede tener un significado estético para quien lo mira en términos de sus proporciones ó sus elementos.

En la ciudad los agentes receptores comunes parecen tener cierto desinterés (consciente), en entender el sentido comunicacional de la ciudad, porque existe una barrera lingüística que impide entender el lenguaje urbano a pesar de que, en efecto, si se percibe. Es algo similar a cuando se ve un canal de televisión en un idioma desconocido; se sabe que están diciendo algo, pero no se entiende, aunque las imágenes sugieren significados. Esto implica la determinación de una actitud pasiva o activa de los sujetos ante los mensajes. En general todos tenemos alguna sensibilidad hacia los rasgos expresivos de la ciudad, pero coyunturalmente podemos tener una, mayor o menor aprensión hacia ellos, en la mediad que nos impacten por su singularidad o porque en efecto nos sugieran explícitamente algún significado. Por su parte la generación de símbolos urbanos, bien por la construcción de obras, por la instalación de avisos o la pintura de fachadas, implica necesariamente una participación activa en la comunicación. Otra situación se presenta cuando se entiende el lenguaje pero el texto connota otro significado diferente al que tiene. Esto es lo que puede llamarse una “Barrera Cultural”. En el lenguaje verbal es muy frecuente que esto suceda entre culturas que hablan un mismo idioma, pero que han desarrollado significados distintos para ciertas cosas; pedir un “pintado” cuando se quiere un “perico” no da el mismo resultado en muchos sitios. En mayor medida, la ciudad está llena de símbolos, que bien por barreras lingüísticas o culturales no podemos descifrar. Dada esta gran relatividad de los aspectos "Subjetivos" propios de la interpretación y que el texto esta dirigido únicamente a los arquitectos, nos vamos a centrar en el estudio de las "Intenciones" y por defecto de los "Códigos" que se utilizan para comunicar algo. De hecho, la reflexión que se quiere plantear en este texto ésta mas asociada al proceso de concientización sobre lo que implica la generación de símbolos. En este sentido, hay que considerar que tradicionalmente ha existido una negación voluntaria por parte de los "constructores" (formales o informales) de la ciudad, por mirar el tema en torno del significado, ya que esto implica en la mayoría de los casos cuestionar los estilos vigentes (modas) o las formas empíricas de construir. Normalmente cuando se inicia un proceso de

concepción, no se tiene presente el sentido estrictamente comunicativo que poseen las construcciones y por su puesto la importancia que puede tener la utilización de tal o cual lenguaje, sino que sencillamente se recurre a las expresiones formales o funcionales que simplemente resultan atractivas o útiles. Sin embargo, en el mundo construido las obras terminan teniendo cierta coherencia lingüística y las ciudades en el tiempo cobran una homogeneidad expresiva dentro de unos rangos generales. Esto se explica a través de lo que Hegel denominó Zeitgeist (Espíritu del Momento), por el cual, en forma inconsciente, el creador, (arquitecto, artista, etc.), es llevado por una fuerza intangible de tipo colectivo que lo conduce a utilizar tal o cual expresión vigente culturalmente. Las personas y acontecimientos individuales son materializaciones parciales e imperfectas de las fuerzas sociales, pues las causas efectivas de la historia son fuerzas impersonales y generales. No es claro como ni porque se da el consenso colectivo sobre lo vigente, pero las personas, unas mas que otras lo perciben en el ambiente. El continuo efecto renovador del cual esta cargado el espíritu del momento, conduce a la inevitable perdida de vigencia de las tendencias, no obstante algunas de ellas pueden perdurar o incluso cobrar una condición “clásica”. Aunque en la arquitectura, dicho adjetivo se le atribuye a construcciones que se han perpetuado en el tiempo, lo que implica trascender su momento, en algunos casos las construcciones cobran este carácter en forma temprana, como en las construcciones institucionales de Rogelio Salmona. Así las cosas en el lenguaje urbano se presentan ciclos en los que la mayoría de las obras responden a una misma expresión hasta tanto el devenir de la cultura revele una nueva tendencia. Dentro de estos ciclos existe una posible clasificación en cuanto al grado de aceptación de las tendencias: La “innovación de lenguaje”, que como es obvio, es muy poco frecuente pero ha dejado casos sobresalientes como Herbert Baresch, Aníbal Moreno, Fernando Martínez y el propio Rogelio Salmona. En todos estos ejemplos se puede hablar de un lenguaje propio, pese a que todos utilizan la estética del ladrillo en sus obras. De alguna manera en esta clasificación se incluyen los generadores de lenguaje, que son aun mas excepcionales. También existe la tendencia hacia la

“aceptación de lenguajes”, en la cual los arquitectos simplemente utilizan con conciencia algún lenguaje vigente con todas sus implicaciones expresivas, sin pretender innovar. De esta tendencia, entre otros ejemplos, gratamente ha quedado en Bogota toda la arquitectura del ladrillo. En esta clasificación también se incluyen los que utilizan lenguajes vigentes internacionalmente, dentro de los cuales se resaltan los “pioneros”, que traen las tendencias de primera mano, pero que en la practica no están innovando en ninguna medida. Bogota, como otras tantas ciudades esta llena de edificaciones que son las versiones locales de las grandes obras de la arquitectura. También se incluyen en este grupo los que concientemente utilizan lenguajes no formales de la arquitectura popular Finalmente están los “inconscientes de lenguaje”, para los cuales el tema de la expresión no es mas que un problema constructivo o económico. Como lo planteamos en el párrafo anterior, la arquitectura “conciente”, mayoritariamente es imitativa, sin que esto sea negativo. Resulta propio de la conducta humana utilizar modelos vigentes para enfrentar cualquier reto creativo por sencillo que parezca. Esto no riñe con helecho de que a su vez existe una incansable necesidad de renovación, que a unos mas que a otros, los conduce a mirar que hay de nuevo. La innovación persé en la arquitectura es además de difícil muy peligrosa. La generación de lenguajes es el resultado de la expresión de la colectividad y si bien es cierto que se materializan con las obras de alguien en particular, no es por su voluntad manifiesta. Pocos son los casos en los cuales alguien se puede autodeterminar como innovador. Esto es eventual, inconsciente y no se comprende en el momento. ( Participar en la construcción de la ciudad sin intentar innovar es una postura muy valida, pues ser buen arquitecto no necesariamente implica ser innovador.). La historia de la arquitectura en particular evidencia esto al inmortalizar principalmente las obras que rompen las tendencias y se constituyen como prototipos, que en algunos casos y con el tiempo, se convierten en modelos repetibles como resultado de la validez que puedan tener como solución. Cuando alguien decide utilizar la estética del ladrillo con sus respectivos códigos menores (trabas, remates, modulaciones, etc.)

lo hace con cierta ignorancia de la implicación lingüística que tendría en el tiempo, o dentro de un contexto más amplio. Quiere decir que la intención lograra coherencia cultural por razones mas bien coyunturales que por conciencia del manejo de las "Intenciones”. Esto, en los casos afortunados de quienes poseen sensibilidad hacia lo cultural. Pero existe un gran volumen de construcciones cuyo resultado lingüístico es totalmente inconsciente y obedece a razones de tipo puramente pragmático como las implicaciones constructivas o económicas Sin embargo en cualquier caso las obras siempre comunican algo, pues como ya lo habíamos sugerido, la inexistencia de expresión de un objeto cultural es antropológicamente improbable. Así, en cualquier edificación están involucrados implícitamente códigos comunicativos: Si el edificio es alto o bajo, si el emplazamiento es de tal o cual manera, o si ejerce o no presencia sobre el espacio urbano, si es simétrico o no, si tiene tal o cual textura, etc., en cualquier caso será por una "Intención" específica, quizás por encima de una razón funcional. Sobre estas posibilidades lingüísticas se podría ahondar en el tema con las siguientes clasificaciones, que no por arbitrarias, pierden su valides.

EL CARÁCTER DE LO PUBLICO Y LO PRIVADO

En la discusión sobre lo público, que también ha tomado tanta importancia recientemente, se ha revalorado su dimensión, recobrando el sentido urbano que tradicionalmente tuvo hasta antes de la modernidad. El concepto de lo público no se refiere necesariamente a una realidad constitutiva de lo social, pero podría decirse que lo social no tiene lugar sin lo público. Desde el punto de vista sociológico, no sería concebible una sociedad que carezca por completo de lo público, pero su institucionalización o su reconocimiento es mayor o menor en las diversas civilizaciones. Para algunos autores la idea de lo público proviene de la ciudad occidental, en la cual, el ámbito de organización de la comunidad requería de un espacio neutro en términos de propiedad. Así, lo público existe en la medida que existe la propiedad. La ciudad en oriente tiene un ancestro diferente, pues correspondía mas a un asentamiento de etnias que compartían un lugar común, sobre el cual no existían los limites de la propiedad, sino únicamente los de la privacidad. Mientras que en Occidente el “otro” era un “ciudadano”, en Oriente el “otro” era un “miembro” y la ciudad estaba atada a unos lazos de sangre e historia. La ciudad en occidente tiene orígenes mas corporativos. En efecto nuestras ciudades fueron fundadas con una estructura de gobierno, en donde el principio regulador de la organización espacial consistía en la determinación de los limites entre lo público y lo privado. También es importante aclarar que lo público no es lo mismo que lo colectivo. Todo lo público puede ser colectivo, pero no necesariamente todo lo colectivo puede ser público. Aunque ambos conceptos hacen referencia a los valores de convivencia social, lo colectivo refiere mas a un pacto de acuerdo suscrito a conveniencia, mientras que lo público aduce mas a lo obligatorio y a lo primordial. En nuestro medio existe explícitamente el concepto de lo colectivo se asocia a lo comunal y en la legislación sobre la propiedad se exige su determinación expresa. Así lo colectivo tiene un mayor grado de pertenencia que lo público, pues siendo la

estancia intermedia entre los dos conceptos, se considera como propio. Hoy para nosotros, lo público es gratamente incuestionable, pero al parecer, su significado se ha recuperado mas por el sentimiento de amenaza que ha experimentado lo privado al depender de lo público. Los argumento esgrimidos por quienes se oponen a la restitución de áreas publicas, en todos los casos se refieren a la “inseguridad” a la cual quedan sometidas sus “propiedades”. El argumento es tan fuerte que colectivamente se asume que existe una desvalorización de los bienes que intempestivamente se ven directamente relacionados con el espacio público. La evidente mezquindad que implica querer para sí una área que incuestionablemente es de todos, parece no causar ninguna reacción entre los Bogotanos y por el contrario las manifestaciones públicas de ciudadanos atados a las rejas evitando su retiro, generan una generalizada solidaridad. Para bien o para mal, la discusión se ha abierto y lo que hagamos en adelante tendrá que contemplar desde su concepción la verdadera dimensión de lo publico, lo privado y lo comunal.. A nivel de las intenciones, el origen de una obra surge de una necesidad, a la que se responde con un programa arquitectónico. Pocos son los casos en los cuales se realizan por una necesidad expresiva, antes que por una necesidad pragmática. El Pabellón de Barcelona de Mies Van Der Rohe, a pesar de que tenia un programa especifico, este en cierta medida era una disculpa, pues su “expresión” era el verdadero propósito de la edificación. El pabellón mostraba ante el mundo el liderazgo cultural del estado Alemán. De igual forma el Pabellón de Bellas Artes realizado en Bogota en la Exposición del Centenario encargado a Arturo Jaramillo y Carlos Camargo, era un baluarte de la cultura que tenia como propósito, abanderar a la ciudad como la Atenas Suramericana. Pero normalmente hay un precedente programático que resulta determinante en el manejo de las intenciones o por decirlo de otra manera, las intenciones propiamente arquitectónicas están predeterminadas por la naturaleza del programa.

Así las cosas, la naturaleza del programa en términos generales se puede subdividir en dos grandes grupos, los "Programas Públicos" y los "Programas Privados”, de igual manera se podría clasificar su "uso". Estas dos condiciones, propiedad y uso, interactúan dando lugar a que existan edificaciones de propiedad pública que pueden tener uso público, como las plazas y las calles o tener usos privados como la Casa de Nariño. Por su parte las edificaciones de propiedad privada pueden tener usos públicos como los cinemas o los centros comerciales o usos privados como las viviendas, oficinas, etc. Obviamente en algunas edificaciones tanto de propiedad pública como privada, existen ambas modalidades de uso simultáneamente, incluso en un solo recinto, como en caso de un local bancario o una oficina de pagos. Estas relaciones se pueden visualizar con claridad en el cuadro que el arquitecto José Ignacio Roca planteo a raíz de una de nuestras charlas sobre el tema(ver cuadro). Este carácter básico que puede poseer un programa da origen a la posible utilización de una dirección lingüística definida, por ejemplo, los palacios de gobierno en la mayoría de los países del mundo recurren a lenguajes neoclásicos con códigos menores como las columnatas que evidencian el carácter democrático y público de la edificación y que de alguna manera contrarrestan el hecho de que su uso en la practica es especialmente privado. En nuestro caso no se escapan de ello las grandes edificaciones públicas recientemente construidas como el Palacio de Justicia, que resuelve este dilema con un baldaquino con referencias neoclásicas y con grandes espejos que duplican el espacio publico, como queriendo ocultar su impenetrabilidad.

CONTEXTO RECEPTOR:

Otro aspecto relacionado directamente con el anterior surge del interrogante, "A quien estoy dirigiendo el mensaje?. Lorenzo Fonseca y Alberto Saldarriaga plantean que cuando un estado decide hacer una construcción se dirige a toda la nación, si es una corporación tal vez a toda la ciudad, pero si es un vecino se dirige a su grupo inmediato de vecinos, conocidos, a su barrio y en último lugar a su ciudad. Esto genera una actitud diferente en la concepción del edificio. El primero no necesitará de una gran altura porque su presencia es incontrovertible, mas bien tendrá que manejar su imagen de edificio público y democrático y necesitará de amplios espacios públicos adyacentes para evidenciar su carácter icónico. Un ejemplo de ello son los palacios de gobierno municipales, el Centro de Convenciones en Cartagena, la Gobernación de Cundinamarca, etc. Por otro lado la corporación se dirige a la ciudad y requiere de una gran escala, un lenguaje progresista y una ocupación agresiva del espacio público, por ejemplo la sede de Colpatria, de Bavaria, de Avianca, etc. Una vivienda por su parte, dependiendo de su nivel socio-económico recurrirá al manejo de recursos expresivos en los materiales, volúmenes y decoraciones aplicadas, así como en su relación con el espacio público: La casa popular está ubicada sobre la vía en una relación estrecha con el espacio público, la casa de clase media establece un distanciamiento parcial a través del antejardín y finalmente la vivienda de clase alta busca aislarse totalmente. En cierta manera en las clases altas existe mayor aprecio hacia la interioridad, mientras que en las clases bajas hacia la exterioridad, lo que implica un grado de elaboración diferente entre lo interno y lo externo. El caso mas extremo esta en las viviendas populares del litoral en las que el grado de elaboración de la espacialidad interior es casi nulo. En el concurso arquitectónico para la sede del edificio de Avianca se puso en evidencia, que independientemente de los parámetros que tenía establecido el concurso, pesaba más en la selección del proyecto ganador, el interés de la corporación promotora del

concurso, en perpetuarse con la edificación de mayor altura en la ciudad. Evidentemente, aunque otros diseños le apostaron al dilema de la identidad corporativa con propuestas de gran singularidad arquitectónica acudiendo a lenguajes, en ese momento vanguardistas, como la propuesta de Fernando Martínez, resultó más atractiva para los promotores la gran escala, sin importar la sencillez de la propuesta ganadora. Es de recordar que la propuesta ganadora fue la única que planteó una altura por fuera de las normas urbanísticas vigentes.

TEMPORALIDAD DE LAS OBRAS

Aunque la naturaleza “concreta” de la arquitectura la condena a una cierta perennidad en el tiempo, existe cierta relatividad en la noción de su "Temporalidad". Se puede pensar en una construcción para un presente inmediato, como el caso de los locales comerciales o las sucursales bancarias, en donde la vigencia de la “imagen corporativa” siempre es de corto plazo, o para un presente mas duradero como el caso de una vivienda, en que se calcula su vida útil dentro de las expectativas de vida que se tengan o para una "Eternidad" como en el caso de una iglesia o un mausoleo El tiempo calculado para tener utilidad una estructura ejerce una predisposición en el manejo de las intenciones, de hecho la sucursal bancaria utiliza materiales y expresiones de moda, mientras tanto en una vivienda de clase media se optará por una imagen de aceptación cultural consolidada, pues la idea no es estar renovando su imagen. En las obras de mayor perennidad se buscará lenguajes decantados con simbologías de tipo universal. La iglesia de Jesucristo en la 127 fue planeada para durar dos mil años y a pesar de utilizar un lenguaje actual en su expresión, es una edificación simétrica, de gran escala, de planos limpios y con sutiles referencias a los ordenes clásicos. En mayor escala, la ciudad es un “producto” que se consolida gradualmente en el tiempo y tiene una dimensión espacio-temporal que tradicionalmente venía superando varias generaciones. Las ciudades antiguas se construyeron durante cientos de años manteniendo una misma unidad lingüística, pero a partir del renacimiento el devenir del pensamiento del hombre cobró mayor dinamismo, reflejándose en un devenir de estilos y tendencias cada vez de menor plazo, llegando a cobrar una dimensión uni-generacional en las ciudades modernas. Parte de la problemática de la planificación contemporánea está en como reutilizar estructuras urbanas despojadas por generaciones inmediatas y que como resultado de ello cobran una obsolescencia

temprana y hoy se encuentran en franco deterioro, Tal es el caso de barrios como Santa Inés y San Bernardo en el centro de Bogota. Existe un continuo proceso de consumo de las estructuras urbanas que para ciertos sectores estratégicos redunda en una continua reedificación de los predios, construyendo una ciudad sobre otra y de paso borrando la tan añorada memoria urbana. Cada generación maneja sus repertorios y símbolos y justamente busca ubicarse dentro de sus propias referencias, lo que produce necesariamente una lectura obsoleta de lo que no corresponde a su generación. En el mundo de la cultura cada vez se aprecia una mayor prontitud en la obsolescencia de las cosas, siendo esto aplicable a las construcciones de la ciudad. En nuestro medio, las obras civiles se construyen con un permanente retrazo y son concebidas para durar muy poco. En muchos casos incluso son el resultado de contingencias. Nadie piensa que en nuestro medio algo pueda perdurar lo suficiente, pues de alguna manera todos somos concientes de que existe una gran dinámica en el desarrollo urbano y que la ciudad cambia muy rápido. Pero es muy contradictorio que en una ciudad en donde el presupuesto nunca es suficiente, continuamente estamos demoliendo puentes, rehaciendo vías, desmontando paraderos, etc. Cuando esto ocurre tan reiteradamente, se vislumbra un problema estructural de la sociedad y del sistema político. La ciudad es una construcción permanente de largo plazo y lo que se espera es que los equipamientos y obras civiles se planteen para perdurar por varias generaciones. A diferencia de muchas ciudades, en Bogotá no existe memoria urbana del espacio publico. Los mobiliarios siempre tienen un carácter casi desechable lo que refleja nuestra visión cortoplacista de mundo. .

LO SOCIOCULTURAL:

En los países subdesarrollados los niveles socioculturales están fuertemente marcados, lo cual en términos expresivos es bastante evidente. En Colombia sobresalen tres clases sociales básicas, cada una con un repertorio específico: La clase baja que se caracteriza por su total autonomía en términos culturales y por una latente necesidad de expresión individual; cada vivienda popular dentro de un esquema general de composición tiene una búsqueda expresiva particular en el uso de decoraciones, texturas, colores, etc. La clase media que se caracteriza especialmente por una actitud consumista y con una autonomía cultural muy baja, ya que los valores que maneja son los que incansablemente trata de copiar de las clases superiores a las cuales aspira a alcanzar. En los años sesenta, el vernaculismo mal llamado Guatavitismo (en referencia al proyecto de la firma Llorente y Ponce de León, quienes construyeron la nueva Guatavita con referencias al estilo “colonial” en su aspecto puramente formal), una vez convertido en un estilo que identificaba a la burguesía fue imitado de manera irreflexiva y sistemática por la clase media. De igual manera la llamada “Arquitectura del ladrillo” que surge con los magníficos ejemplos de Fernando Martínez Sanabria, Dicken Castro y Guillermo Bermúdez, terminó siendo aceptada y asimilada, pese a que tradicionalmente era rechazada por su connotación popular. Fue necesario que la estética del ladrillo connotara cierto status para que comenzara a ser considerada por la clase media dentro de su repertorio. Hoy, hasta las viviendas de interés social tienen mayor acogida en este material. Finalmente existe una “auto-determinada” clase alta cuya principal característica en términos de representación cultural radica en su interés permanente por mantener una autonomía en sus repertorios expresivos. Justamente su pretendida autodeterminación implica una constante necesidad de encontrar nuevas posturas para establecer su relación con el mundo. Pero esta postura implica

cierta superficialidad frente a la cultura lo que no le permite encontrar los paradigmas que requiere por si misma. Debe entonces recurrir al medio intelectual (elite cultural), sensible al devenir de la cultura local e internacional. Esta "elite" conformada por intelectuales, artistas, diseñadores, publicistas y en general todos los que poseen cierta sensibilidad hacia la cultura, filtra las corrientes culturales las traduce e interpreta, de acuerdo a las condiciones del medio. A la clase alta este mecanismo de decodificación, le resulta muy atractivo y útil, pues lo que va entrando a la cultura través de este proceso, lo asume como nuevo paradigma social. Así se distancia nuevamente de los repertorios ya utilizados, ante el riesgo de su popularización, Se establece así la eterna relación mesiánica entre los intelectuales y los grupos destacados socialmente. Cuando en el contexto internacional cobró vigencia el Regionalismo Crítico, en nuestro medio se tradujo en el uso de materiales y manifestaciones vernáculas, como la arquitectura de ladrillo, que luego de ello se consolidó como nuevo paradigma de la expresión arquitectónica, especialmente en Bogotá.

EL EFECTO DE LA HISTORIA

Como ya lo hemos afirmado, ningún rasgo que se encuentre dentro de un contexto, está ajeno a una condición comunicativa, todo está expresando algo y se debe poder interpretar. Quizás cuando estamos involucrados en un medio cultural perdemos sensibilidad para identificar sus códigos ya que su uso está en un plano inconsciente; pero cuando se supera un periodo histórico los códigos que eran utilizados inconscientemente quedan en las manifestaciones culturales y principalmente en la arquitectura. Para su comprensión en el tiempo es necesaria la visualización de la historia y de la condición cultural del contexto, ya que lo que prevalece no son las intenciones individuales sino las colectivas. Al respecto hay que considerar que las ciudades están conformadas por el tejido urbano y los monumentos y que las intenciones colectivas tienen una lectura mas clara a través del tejido urbano, mientras que los monumentos son construcciones “eventuales”, que si bien, en muchos casos también reflejan el sentido de los pueblos, primordialmente reflejan intención particulares de los gobernantes o los promotores. Los desarrollos no planificados incuestionablemente tienen un contenido urbano que se deriva de la estructura social del grupo humano que lo construye. En la lectura del urbanismo de los pueblos milenarios del medio oriente se puede apreciar que la estructura arquitectónica se entremezcla con el espacio público, quedando en el limbo los límites entre lo uno y lo otro, reflejando claramente lo que sucede en la estructura sociocultural. En nuestro medio, el tejido urbano de origen popular tiene una coherencia extrema con la idiosincrasia de sus constructores. Fácilmente se refleja una sociedad individualista, capitalista y con un muy poco aprecio hacia lo colectivo. En el ámbito de la arquitectura son innumerables los ejemplos que se pueden traer para ilustrar las múltiples lecturas que se pueden derivar de la contextualización histórica. Un buen ejemplo puede estar en las edificaciones del renacimiento, en las cuales

encontramos que "Tipológicamente" las viviendas eran de organización tripartita, patio central y con marcadas referencias neoclásicas. Estos rasgos hoy los podemos interpretar con gran claridad: Esta arquitectura simboliza la consolidación de la burguesía Italiana, ya que la emergencia social propia de los banqueros y comerciantes recientemente acaudalados requería de un lenguaje propio. Mesiánicamente recurrieron a los intelectuales que volcaban los ojos hacia los modelos Grecolatinos. Si miramos los códigos menores también encontramos intenciones específicas, por ejemplo la organización "Tripartita" pone en evidencia una gran segregación social y una relevancia de la propiedad privada, ya que la organización planteaba un primer nivel para caballerizas y servicio, un segundo nivel para los huéspedes y un tercer nivel para los propietarios, alejados del mundanal espacio urbano. Este superficial ejercicio de interpretación de significados a partir de códigos expresivos se podría realizar para cualquier construcción y su resultado sería igualmente revelador; toda acción del hombre comunica algo incluso cuando no se tiene una intención consciente. De esta reflexión también se deduce que las obras tienen un valor primario dentro del contexto que se producen y unos valores secundarios que se revelan en el tiempo. El valor primario tiene una coherencia propia que inevitablemente responde a lo que culturalmente este sucediendo con la sociedad que lo produce, mientras que los valores secundarios son diversos y responden a como se está entendiendo el mundo en el momento en que se aprecia la obra. Para las tribus musulmanas que invadieron Egipto las pirámides de los faraones resultaron muy atractivas pues constituían una reserva de material de construcción muy cómoda de utilizar para construir sus nuevas ciudades; sobra decir lo que han significado las milenarias pirámides para otras tantas culturas. LO TIPOLÓGICO

Dentro del mismo orden de ideas en cada momento de la historia se consolidan rasgos expresivos "Tipológicamente" clasificables. Las tipologías sin embargo han estado asociadas convencionalmente con problemas de uso y función. Para nuestro caso son de gran importancia como elementos expresivos, ya que son la síntesis de grandes períodos en la historia. Es obvio que al descifrar un texto complejo, como es un paisaje urbano construido en el tiempo, lo que en mayor medida nos comunica algo, no son los modelos particulares de las construcciones, sino los tipos. La naturaleza propia del tipo está en que posee las características esenciales que le permiten una clasificación genérica, por tal razón su interpretación es de una mayor importancia, cuando hablamos del entendimiento de textos urbanos. Hablando en términos comunicacionales hablando los tipos son una especie de silogismos decantados en el tiempo, mientras que los modelos son neologismos, que de tener alguna validez como solución, podrían llegar a constituirse en tipos. De alguna manera la casa de patio en algún momento fue simplemente un modelo que cobró su condición tipológica, justamente, gracias a su validez como solución arquitectónica. Al margen de los lenguajes históricos, se presenta una clasificación posible para los lenguajes de tipo genérico que enfatizan algunas expresiones particulares, por ejemplo una construcción puede enfatizar su carácter cultural, si utiliza en forma abstracta las tipologías históricas, como las construcciones de Aldo Rossi las cuales no hacen referencia directa a los lenguajes históricos, pero parten de una abstracción de los mismos; o el carácter estructural y tecnológico si enfatiza la naturaleza propia de los elementos constructivos, a la manera del High Tech; o el carácter puramente escultórico o formal, como en las obras de los arquitectos que en los anos ochenta participaron en la exposición "Five Architecs” en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (Meier, Gwathmey, Graves, Hejduk y Eisenman) cuya interpretación d los códigos formales del racionalismo temprano resulto tremendamente influyente en esa década; o el carácter funcional, como en la mayoría de

construcciones de vivienda comercial. En nuestro medio sobran las versiones de estas tendencias. También podrían señalarse los "Lenguajes" históricos, elaborados a partir de intenciones lingüísticas "Genéricas" como el "Neoplasticismo" Holandés cuyo carácter es totalmente "Escultórico". Esta clasificación es especialmente aplicable para la arquitectura posterior al movimiento moderno, ya que, a partir de este, se abre paso a la contextualización de los lenguajes, dejando a un lado el sentido puramente formal de la expresión arquitectónica. La casa Schroeder Utrech construida por G. Rietveld en 1914 es la respuesta tridimensional a la búsqueda de Mondrían hacia una nueva plasticidad. El Palacio de cristal de Joseph Paxton construido para la exposición Universal de Londres en 1851, se construye como consecuencia de todo un proceso de asimilación tecnológica de la arquitectura y la ingeniería, sin embargo a mi manera de ver no representa propiamente el paradigma tecnológico, pese a incorporar innovaciones en materia de prefabricación y estandarización, pues mantiene el repertorio formal neoclásico ejecutado con los nuevos materiales. El vidrio y acero en particular vienen a cobrar su propia expresión en los bosquejos de Mies Van Der Rohe para edificios de cristal en 1921 y 1922. Aquí la tecnología prevalece como concepto expresivo dejando muy lejos la referencia a cualquier otra estética. En nuestro medio las tipologías mas frecuentemente utilizadas han estado asociadas a determinantes de tipo económico y utilitario. Una de las tipologías edilicias mas frecuentes es la construcción medianera. Entre varias de las versiones que existen de este tipo urbano, uno de los mas frecuentes es el que involucra en un primer piso el área comercial, sin prever parqueaderos y con una puerta desde el espacio publico que accede por una escalera de un solo tramo a la mayor cantidad posible de unidades de vivienda, sin tener mucha calidad ambiental por las limitaciones de iluminación y ventilación, que implica la excesiva especulación que se le da al terreno. Estas edificaciones plantean el máximo voladizo posible, la máxima altura posible, la máxima ocupación posible, pero a la vez el menor espacio público y comunal posible y la menor cantidad de parqueaderos posibles. En muchos casos estos ni siquiera se

construyen, solo se plantean en los, tristemente llamados “planos de licencia”. Las normas urbanísticas son igualmente determinantes en las tipologías existentes. Casi se podría hablar de la arquitectura del acuerdo 6 y de la arquitectura del acuerdo 7. Justamente, a un decreto del acuerdo 6 le debemos el carácter afrancesado que estaba tomando Bogota con los remates de cubierta a cuarenta y cinco grados. Igualmente los famosos “mantos virtuales” del acuerdo 7 son claramente identificables. De hecho las normas hacen referencia explicita a las tipologías “aisladas” y “continuas”, en lo que tiene que ver con la conformación del perfil urbano. José Ignacio Roca haciendo referencia a Solá Morales habla de tres instancias en la conformación de la ciudad: Planificación, Urbanización y Edificación. La primera la determinan los urbanistas, aunque a veces la ciudad surge sin planeación alguna; la segunda la determinan quienes hacen la norma y los desarrolladores de los predios. Es apenas en la tercera instancia en que los arquitectos intervienen. A veces las combinaciones entre Planificación (P), Urbanización U) y edificación (E) no se dan en ese orden; un desarrollo como Ciudad Salitre es así: P+U+E; hay un plan maestro, que define el carácter urbano del sector: vías, espacios públicos (P); hay unas normas de alturas y de usos del suelo (U), que determinan un aspecto urbano preciso, y luego hay arquitectos (E), que a pesar de construir con referentes completamente diferentes, dan un producto urbano de una cierta coherencia. En el caso de un barrio “inglés”, como por ejemplo La Merced, el proceso es diferente: P+UE. La planeación surge de alguien (la labor de Brunner en Planeación), y luego un solo arquitecto desarrolla toda la arquitectura. La invasiones son usualmente E+U, sin planeación; las normas urbanísticas vienen a posteriori. Un proceso como el de Palermo es interesante: P+U+E hasta los cincuenta, lo que dio un perfil urbano bajo, de dos pisos con antejardín; luego, a mediados de los ochenta cambia la norma, y se comienzan a hacer edificios de cinco pisos : U+E; lo que es claro es que en la instancia de la Edificación, el cambio no es radical para la ciudad: es en la urbanización y en particular en la Planeación en donde se define la imagen de la ciudad.

Quizás por ello es que la conformación de los tipos urbanos en Bogota esta fuertemente relacionada con la configuración predial. Bogotá es una ciudad de “loteos”. El desarrollo urbano de la gran mayoría de la ciudad se ha dado por la constitución de urbanizaciones que segregan conjuntos de lotes medianeros de baja escala y que incidentalmente han dejado “algo” de espacio publico. En realidad la racionalidad con que se han diseñado históricamente las urbanizaciones, responde a la premisa, “como dejar la menor cantidad de vías posible”. Es obvio que este planteamiento tiene su coherencia con respecto a la realidad comercial e incluso socio-cultural con que se ha desarrollado la producción de ciudad en un contexto capitalista, relativamente poco regulado por el estado. En el fondo las normas han sido paternalistas con los urbanizadores, lo digo sin temor a herir susceptibilidades de mis propios clientes, pues a la hora de la verdad los urbanizadores formales juegan con las reglas que les pongan y en ello han demostrado gran prestancia empresarial. Desde luego que siempre existirá la competencia desleal de los promotores informales, quienes tienes sus propias reglas y sus tipologías urbanísticas siempre son las mismas, al margen de lo que suceda con las normas. El modelo de ocupación planteado en todos los desarrollos subnormales es prácticamente idéntico y responde a una racionalidad extrema en la generación de lotes. En todos los casos se plantean manzanas alargadas que posibilitan un mayor numero de predios, con una configuración ortogonal de todo el trazado, que se altera única y abruptamente por los limites de la urbanización. La relación con la ciudad supeditada solamente a la necesidad de continuidad vial. Los perfiles viales terminan definiéndose por la vocación que incidentalmente le atribuyen las condiciones urbanas: los ejes por donde pasan los buses se desarrollan con mayor altura y con mayor intensidad del uso comercial. En la mayoría de los casos estos desarrollos están completamente desarticulados del contexto urbano y presentan grandes problemas de movilidad y de calidad ambiental. Los urbanismos formales, como los realizados por Karl Brunner para sectores populares como el barrio Modelo, teniendo en esencia los mismos elementos constitutivos, han mantenido su calidad urbana, en parte porque la disposición de su trazado le da una relación mucho mas contextual con la ciudad.

Pero lo interesante de esto, esta en que con normas o sin normas, existe una tendencia hacia el “micro-fundió”, y la generación de ciudad continuara siendo el resultado de la segmentación de la propiedad. En general se percibe un mayor aprecio hacia la tierra, quizás porque de ella se puede esperar mayor lucro y porque la construcción individual permite mayores posibilidades expresivas. Otras tipologías muy desarrolladas en nuestro medio, como el conjunto cerrado, han sido adoptadas por grupos sociales que han visto tras de ella un reducto de seguridad y de aislamiento a las condiciones hostiles de la ciudad. Aunque la tipología de lote individual ha sido la forma preferida por los sectores populares y la tipología de conjunto cerrado la preferida por las clases media y alta, la evolución de las condiciones de mercado ha llevado a que la relación idiosincrásica que existía entre suelo y propiedad se rompa y las soluciones populares también se desarrollen en propiedad horizontal y conjunto cerrado, lo que genera grandes conflictos de habitabilidad, pues pasar de una tradición rural individualista sin conciencia de lo colectivo a la máxima expresión de lo urbano, es definitivamente un gran choque cultural. Las clases populares, en general tienen una alta necesidad expresiva que se manifiesta en las mutaciones a las que someten a las viviendas. Algunas soluciones como Candelaria la Nueva y ciudad Bachué, buscaron responder a esta necesidad expresiva y aunque hoy presentan serios problemas de estabilidad, tuvieron una apropiaron de las viviendas como si fueran lotes en altura. En proyectos recientes como en Metrovivienda, la administración de la ciudad logro diseñar un mecanismo altamente ingenioso para ofertar en forma sostenible vivienda a precios muy bajos para las clases menos favorecidas. La acogida ha sido multitudinaria y sin duda este tipo de proyectos serán una verdadera alternativa para muchos, que de otra forma no podrían acceder a una propiedad. Pero lo que resulta sorprendente es que el costo de los lotes vacíos que aun ofrecen en inmediaciones del proyecto tiene un precio mayor que el de una vivienda terminada dentro del proyecto, teniendo este, la mayor calidad urbanísima conocida en ese segmento económico. El precio de los bienes responde inevitablemente a las leyes de mercado, luego la preferencia por la

libre explotación de la propiedad tiene un gran aprecio en nuestra sociedad, pues hay que ver las condiciones ambientales de estos desarrollos. Parecería que en nuestra sociedad el caos es atractivo, talvez, porque genera la oportunidad de usufructuar los bienes con libertad. También hay que considerar que los estereotipos formales que tenemos nosotros no son necesariamente los mismos para todas las personas. Por el contrario lo que implican estos ejemplos, es que la idea de orden y organización es muy relativa.

EL ESPACIO PUBLICO:

Capítulo aparte requiere el tema del espacio público, pues en el se dan por excelencia las situaciones vivénciales a nivel urbano. El espacio público curiosamente, y tal vez por ser un poco "el todo" o el contenedor de las personas y las edificaciones, pasa más bien desapercibido. En nuestro medio, tristemente la ciudad es un poco de calles y plazas que no importa mucho de que forma se organizan, pues son sencillamente “el espacio que no es de uno”. Peor aun para los burócratas del gobierno local, que en principio construyen y controlan la ciudad, para quienes el espacio público no es mas que "donde se puede gastar”. La poca tradición urbana que tenemos nos ha llevado a que el espacio publico es la parte residual de un proceso irremediable de desarrollo, siendo de alguna manera, “lo que queda” luego de satisfacer, las que se han considerado, necesidades básicas. De esta manera el espacio público termina connotando para los ciudadanos, una contribución forzada del proceso de ocupación, cuya razón de ser no va mas allá de resolver exigencias de accesibilidad y de infraestructura de servicios públicos. Esto explica en gran medida la naturalidad con que los diferentes actores de la ciudad invaden el espacio publico. No solo la invasión se tipifica con las casetas de vendedores. Mayoritariamente los invasores son los innumerables propietarios de predios individuales para los cuales el antejardín no significa otra cosa que la posibilidad de ampliar su propiedad. Nuestras ciudades son fenómenos urbanos recientes, Bogotá en particular es una ciudad de 50 años. En ese periodo paso de tener un poco mas de 350 mil habitantes a sobrepasar los 6 millones. Su crecimiento primordialmente es el resultado de un proceso migratorio, lo que redunda en una compleja heterogeneidad cultural que representa toda la diversidad nacional. De esta forma es fácil entender el desarraigo latente de la mayoría de sus habitantes pues en la practica solo tenemos un par de generaciones como individuos urbanos

Para muchos de los que llegan a la ciudad no es claro que es ser Bogotano y tampoco significa mucho si lo son en efecto. Es fácil no querer una ciudad que, además de no ser nuestra, nos agrede. La ciudad connota, para la mayoría de las personas, inseguridad, desorganización, impersonalidad... y cuantas otras cosas malas. Es también fácil de entender que en la mayor parte de la ciudad no prospere ninguna forma arraigada de convivencia o cualquier nexo comunitario con algún sentido de pertenencia hacia lo público. Por el contrario, cuando surge algún interés al respecto, este tiene por objeto “privatizar” las áreas publicas en aras de lograr mayor “seguridad”. Hablar de orden y cumplimiento en un contexto marginal es como sembrar en arena. ¿cómo pensar en el cumplimiento de unas normas, si primero hay que sobrevivir?. El espacio público guarda una estrecha relación con el nivel de desarrollo sociocultural de los pueblos. En este sentido no se puede ser maniqueo y presuponer que tener alto nivel de desarrollo sea simplemente mejor que no tenerlo. Para el tema que nos ocupa la visión pertinente es más antropológica y en tal sentido no hay ni bueno ni malo, sino diferente. La idea neoclásica de que el espacio publico es un bien inalienable y debe estar enmarcada dentro de unos parámetros de orden y organización, no necesariamente es más válida que otras concepciones en donde el espacio publico constituye la continuidad funcional del espacio privado y en consecuencia es donde se comercia, se socializa y hasta se habita, como en el caso de los pueblos hindúes. En nuestro medio el espacio público representa un gran reino de diversidad, que refleja toda la riqueza de nuestra cultura, cobrando gran riqueza y significado gracias en parte a la apropiación que los habitantes hacen de él. La apropiación informal y muchas veces indebida del espacio público tiene gran peso en el significado que este tiene para las personas. El espacio publico es en estos casos el medio de producción, por lo que cobra un significado económico. Entre mas se le exprime, mas sentido de propiedad se genera sobre él. Flagrantemente las diferentes formas de comercio informal roban y malgastan los servicios públicos, generan reductos de insalubridad y basura, promueven la delincuencia y le dan una utilización in

equitativa a lo público, pues limitan su disfrute, y esto es considerado “el derecho al trabajo”. Por su parte las diversas formas de expresión del comercio formal a través de su lenguaje, necesariamente agresivo, le dan un carácter de fácil y atractiva lectura a ciertos sectores de la ciudad. En el libro Aprendiendo de las Vegas de Robert Venturi, se plantean dos categorías de significación a nivel urbano; El “Tinglado Decorado”, que es un poco a lo que nos referimos en el párrafo anterior, la decoración aplicada, y “El Pato”, que corresponde a los significados explícitos de los objetos. El termino Pato que en este caso tiene una acepción sustantiva, hace referencia a un expendio de patos cuya edificación tiene forma de pato y pretende significar, justamente, que es una venta de patos; En este caso el significado es explicito. Estas categorías en nuestro medio mantienen su validez, pese a que en Bogotá no se tipifican modalidades comerciales como las de las Vegas. El Tinglado se da especialmente en los sectores populares, de una forma espontánea. Sin embargo, no, por no ser un lenguaje propiamente arquitectónico, pierde su validez como fenómeno comunicacional dentro de la ciudad. Por el contrario, nuestras ciudades son muy álgidas en este tipo de manifestaciones, en parte por la gran prevalencia de formas de comercio individual, resultado del rebusque económico. En nuestro medio cualquier sector cuya planificación responda a desarrollos de estructura predial individual esta destinado irremediablemente a convertirse, en segundos ciclos de desarrollo, en “strips“ de comercio espontáneo; También irremediablemente esta tipología comercial tiende a absorber la imagen arquitectónica de origen; A este nivel, el comercio compite mayoritariamente con la presencia que puede lograr sobre el espacio publico la arquitectura y para ello cualquier medio tiene validez;... tamaño, color, originalidad, etc. Por su parte el comercio tipo “mall” requiere en menor medida de expresiones comerciales agresivas que desvirtúen su carácter arquitectónico, pues su presencia urbana es normalmente incontrovertible. Más bien terminan siendo hitos referenciales en la ciudad. Normalmente los grandes centros comerciales recurren a lenguajes vanguardistas con gran cantidad de aspavientos formales.

LA PROPIEDAD

Según la constitución, en Colombia la propiedad tiene una función primordialmente social y en consecuencia no existiría en el estricto sentido de la palabra. Únicamente existe una especie de derecho al uso. Pero al mismo tiempo, en ninguna otra sociedad esta tan arraigada la noción de propiedad. Tanto las personas como las mismas instituciones desconocen esta ordenanza constitucional, pues el pacto colectivo de la sociedad esta muy arraigado y en él, las cosas sí tienen dueño y hay que respetarlo. Una cosa es la que dicen las leyes y otra lo que aceptan las personas, pues, salvo los casos que terminan en los tribunales, existe un desconocimiento manifiesto hacia la socialización de la propiedad. Aquí me paso de coloquial pero, dígale a cualquier Colombiano que su casa no es de él, sino que tiene un derecho a su uso que está por debajo del interés colectivo de la sociedad, a ver que tanto lo acepta. Las verdaderas leyes son construcciones culturales que colectivamente se aceptan y se decantan en el tiempo. El orden social es menormente vulnerado que el orden jurídico. Esta es la razón por la cual el urbanismo informal mantiene cierta homogeneidad y se realiza con ciertos parámetros que se cumplen. Las normas para invadir no están escritas, pero siempre funcionan. En nuestro medio los valores fundamentales están trastocados, pues lo privado prevalece sobre lo publico y la propiedad cobra una expresión de poder. En consecuencia, demarcarla tiene toda la importancia del caso. Tal vez contribuya a entender la trascendencia del tema, recordar que en otras culturas, la noción de propiedad no existe para todas las personas. Sin ir muy lejos algunas comunidades indígenas de nuestro país tienen una estructura de valores basada en lo comunal como principal componente de lo social. En consecuencia la propiedad esta socializada y los bienes son de todos. Es palpable que al no existir propiedad, tampoco existen limites por demarcar.

Así las cosas la noción de propiedad es una predeterminación fundamental en materia de ordenamiento, ya que hace parte de la tradición capitalista de nuestra cultura. En gran medida los rasgos tan determinantes que han desarrollado las construcciones populares tienen que ver con la importancia que se le da a la propiedad. Podría decirse que en ningún caso las construcciones populares ceden un centímetro de su propiedad al espacio publico y por el contrario el voladizo no es mas que una expresión de la apropiación de lo publico. El “como aumentar mi propiedad” esta por encima de del como tener una mejor calidad ambiental por lo que es muy frecuente la construcción de los aislamientos reglamentarios o el doble voladizo sin importar que los espacios habitables no tengan iluminación alguna o que las redes públicas no se puedan instalar. Lo que puedan hacer las normas por controlar esta tendencia es poco menos que inocuo, pues la construcción popular es una manifestación cultural muy arraigada. A nadie le interesa conservar unas normas que no reflejan sus necesidades ni su idiosincrasia. Solo se acercan a consultar las normas institucionales, por acción de los mecanismos de control, en cuyo caso entra en juego la cultura del engaño, en donde todo el sistema le apuesta a impedir que lo que alguien ya construyó por fuera de norma, lo tenga que demoler. Los casos de restitución del espacio publico por construcción del antejardín se pueden contar con los dedos de una mano, en un medio en el cual la construcción de los mismos esta en toda la ciudad. Las normas al respecto son ambiguas, y en muchos casos dan la salida para que la invasión del espacio público se legalice, partiendo del “desarrollo del sector”. Por nuestra parte, quienes damos la licencia tenemos que actuar bajo el principio de la buena fe y terminamos aprobando unos proyectos llenos de buenas intenciones que el titular no tiene la mas remota intención de respetar. Finalmente quien hace el control no tiene herramientas para ejercerlo eficazmente, a menos que algún vecino lo denuncie y persevere en el tiempo. Al respecto surge una discusión de fondo sobre la pertinencia o no de que exista una estructura normativa que en aras de preservar unos presuntos parámetros de habitabilidad, vaya contra la

identidad y el imaginario de una sociedad. La historia reciente de la ciudad ha demostrado que las normas no han estado lo suficientemente contextual izadas, pues en la practica se ha construido mayoritariamente al margen de ellas, sin que sus habitantes se hayan visto dramáticamente afectados. Aquí vuelve a jugar el pacto colectivo, pues lo que se permite llega hasta donde, en efecto, perjudique a los demás. Tampoco se puede pensar que quienes construyen sus casas van atentar contra sus propias costumbres, su salubridad y forma de vida. Si no dejan el aislamiento posterior, es por que sencillamente no lo requieren. En las clases populares es muy frecuente que no se plantee, porque sencillamente es un desperdicio del lote. Pero curiosamente el control social sobre esta tendencia no se da, pues a quienes les podría afectar, que es a los vecinos colindantes, no les genera ninguna incomodidad y por el contrario ven en la construcción de los aislamientos una oportunidad para empatar. En muchas ciudades del mundo, las normas únicamente buscan reglamentar lo público. Los parámetros de construcción solamente establecen hasta donde puede llegar el derecho de edificación de lo privado. En él se incluye la legislación de usos, ya que esté es uno de los factores de mayor impacto sobre lo público, pero lo que ocurre en la esfera de lo privado esta en el libre albedrío de la personas y no se legisla al respecto. Nuestra cultura es mucho más intervensionista, en parte por que el grado de civilidad es mas bajo que en otros contextos y se considera que de no regularse podrían vulnerarse el cumplimiento de unos mínimos estándares de habitabilidad. En cualquier caso a donde debemos apuntar es a construir un proceso de inversión de los valores fundamentales, en donde lo público se respete y se cuide como el principal patrimonio que podamos tener.

A MANERA DE EPILOGO

Tradicionalmente se ha entendido que las expresiones de carácter informal logran un grado mayor de coherencia que las formales, en lo que tiene que ver con la construcción de símbolos a nivel colectivo. Parecería que el sentido común es el que prevalece en el tiempo y resultara incuestionablemente válido en términos del desarrollo de las tipologías, que como ya lo mencionamos, son las que guardan el sentido colectivo de las ciudades. Y es que en gran medida nuestras ciudades no han sido construidas por arquitectos, sino por la sapiencia colectiva del "como se hacen las cosas”, sin importar muchas veces su coherencia estética y técnica, que entre otras cosas son valores muy relativos. Desde luego que esto hace ver a los arquitectos un poco aislados del "sentido común" pues en general, parecemos un poco excéntricos en materia estética y por consiguiente lo que queremos significar normalmente no identifica un sentimiento colectivo. Necesariamente el tema del significado involucra a las personas, a " todas las personas" y necesariamente en menor medida a los arquitectos por simple relación numérica. Alguien decía que detrás de cada Colombiano siempre habrá un técnico de la selección Colombia y un urbanista. Un taxista muy molesto con Peñalosa cuando me dejo en la Curaduría, me dijo que el problema de Bogota era...”que todo estaba muy apeñuscado” y que por favor no diéramos mas licencias pues lo que había que hacer, era...”trasladar la capital y hacerla mas moderna”. Debo decir que cundo no era arquitecto, pensaba que lo mejor para la ciudad era que no dieran mas licencias de construcción Lo significacional implica una relación vivencial con el medio construido, por lo que, las decisiones racionales de quienes hacen las edificaciones en la ciudad no son necesariamente las que perciben las personas.

La discusión sobre el significado es conveniente retomarla continuamente, por que es a través de ella que realmente entendemos el compromiso que tenemos con la ciudad. De todo lo dicho en este texto se puede advertir que realmente somos una cultura compleja y que todas las referencias que surgen al respecto no son mas que el reflejo de lo que somos. Esto solamente lo entendemos cuando cambiamos de contexto o cuando, periódicamente, alguien lo recuerda. En este caso me correspondió a mí, en parte por la función que tengo en este momento dentro del gremio y por la misión que colateralmente he asumido al plantear una reflexión sobre el tema.

BIBLIOGRAFÍA Fonseca Lorenzo y Saldarriaga Alberto. Arquitectura Colombiana. Editorial Proa, Bogota, 1984. Fonseca Lorenzo y Saldarriaga Alberto. Lenguaje y métodos en la arquitectura. Editorial Proa, Bogota, 1983. Lyotard Jean-Francois. La condición Postmoderna. Ediciones Cátedra, S.A., 1998. Robert Venturi. Aprendiendo de las vegas. Editorial Gustavo Gili, S.A. Robert Venturi. Complejidad y contradicción en la arquitectura. Editorial Gustavo Gili, S.A. Leonardo Benévolo. Historia de la arquitectura moderna. Editorial Gustavo Gili, S.A., 1982. Pergolis Juan Carlos. El significado del orden clásico. Revista Hito 5-6. A.C.F.A. Zevi Bruno. Historia de la Arquitectura Moderna. Emecé Buenos Aires, 1954. Eco Humberto. Tratado de Semiótica General. Ediciones Lumen, 1978. Chomsky Noam. Lenguaje y Entendimiento. Editorial Seix Barral, Barcelona, 1971.