Iván Íllich. El Mensaje de La Choza de Gandhi. Traducción Marcel Arvea.

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Reflexiones del teólogo Iván Íllich durante su estancia en la vivienda del Mahatma Gandhi. Estas palabras fueron leídas en la inauguración del Congreso de Savegram, India, enero de 1978.

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El Mensaje de la choza de Gandhi

Iván Íllich. Traducción libre del inglés

realizada por Marcel Arvea Damián.

En enero de 1978, Iván Íllich, uno de los más grandes y revolucionarios pensadores contemporáneos, fue invitado a inaugurar una Conferencia en Savegram, India. Durante su estancia decidió pasar el máximo tiempo posible en la choza del Mahatma. Allí logró absorber el espíritu de paz que expresó en estas palabras ―en este Mensaje― que sirvieron para inaugurar la Conferencia.

Amigos:

HOY, POR LA MAÑANA, mientras descansaba en la choza donde Mahatma Gandhi vivió, intenté absorber el espíritu de su pensamiento y la profundidad de su mensaje. Dos aspectos me impresionaron profundamente. Uno se refiere a lo espiritual y el otro a sus enseres. Intenté comprender el punto de vista que Gandhi tuvo al construir la choza. Me agradó sobremanera su simplicidad, belleza y orden. La choza proclama el mensaje de amor e igualdad de todos los seres humanos. Debido a que mi casa en México es muy parecida a esta, pude absorber su espíritu.

Descubrí que la choza tiene siete tipos de lugares. En la entrada existe un sitio para quitarse los zapatos y prepararse física y mentalmente previo a entrar. Luego viene el cuarto central que es lo suficientemente amplio como para albergar una familia numerosa. Hoy, a las cuatro de la mañana, mientras me disponía para la oración, otras cuatro personas estaban sentadas conmigo recargadas en la pared y, del otro lado, había suficiente espacio para albergar a otras cuatro personas más. Este cuarto es el destinado a la reunión con los demás. El tercer espacio fue utilizado por Gandhi para descansar y trabajar. Existen otros dos cuartos ―uno para visitas y otro para enfermos―. Hay también una terraza abierta y un baño grande. Todos estos espacios mantienen una íntima relación orgánica.

Considero que si gente rica viniera a la choza de Gandhi se burlaría de ella. Cuando observo las cosas desde el punto de vista de un Hindú común, no veo por qué una casa debe ser más grande que ésta. La casa está hecha de madera y adobe. En su edificación no fueron máquinas sino manos humanas quienes realizaron el trabajo. La he denominado choza pero se trata en realidad de un hogar. Hay una diferencia entre casa y hogar. La casa es donde el hombre guarda su

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equipaje y sus muebles; sirve más para la seguridad y conveniencia del mobiliario que para beneficio del hombre mismo.

En Delhi, me alojaron en una casa con muchas comodidades. El edificio se construyó con cemento y ladrillo a partir de la comodidad y es semejante a una caja donde caben muebles y otros enseres. Debemos entender que los muebles y artículos diversos que hemos coleccionado en nuestras vidas nunca nos darán fuerza interior. Son, por llamarlos de alguna manera, las muletas de un lisiado.

Mientras más objetos cómodos poseamos mayor será nuestra dependencia hacia ellos y mayores restricciones tendrán nuestras vidas. Por el contrario, el tipo de muebles y enseres que descubrí en la choza de Gandhi es de un orden distinto y hay pocas razones para depender de ellos. Una casa habilitada con todo tipo de comodidades demuestra que nos hemos hecho débiles. En la medida que perdemos la capacidad de vivir dependemos más de las mercancías adquiridas. Es como depender de los hospitales para conservar nuestra salud y de las escuelas para la educación de nuestros hijos. Por desgracia, los hospitales y las escuelas no indican ni la salud ni la inteligencia de una nación. En realidad, el número de hospitales y escuelas es indicativo de la ignorancia y de la mala salud de las personas. De igual manera, la cantidad de enseres para vivir cómodamente minimiza la expresión de la creatividad humana.

Desafortunadamente, la paradoja de esta situación es que quienes tienen más enseres son percibidos como criaturas superiores ¿Debemos considerar inmoral una sociedad donde la enfermedad sea más importante y donde el uso de piernas artificiales sea considerado superior? Sentado en la choza de Gandhi entristecí sólo de pensar esta perversión. He concluido que es un error pensar que la civilización industrial es el camino que conducirá al desarrollo de la humanidad. Se ha probado que para nuestro desarrollo económico no es necesario tener más y mayores máquinas para la producción, ni tampoco más y más ingenieros, médicos y profesores. Estoy convencido de la pobreza mental, corporal y vital de todas aquellas personas que desean un espacio más grande que la choza donde Gandhi vivió. Tengo compasión por ellos. De esta manera se rinden ellos mismos a su propia estructura inanimada. Durante el proceso pierden la elasticidad de su cuerpo y la vitalidad de su existencia, tienen una pobre relación con la naturaleza y una escasa proximidad con sus semejantes.

Cuando pregunto a los planificadores por qué no comprenden este simple enfoque que Gandhi nos enseñó, dicen que su realización es muy difícil y que las personas no serían capaces de seguirlo. Sin embargo, lo cierto es que los principios de Gandhi no admiten la presencia de ningún intermediario ni de ningún sistema centralizado; los planificadores, gerentes y políticos sienten poca atracción por dichos principios ¿Cómo es que no comprendemos? ¿Será porque la

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gente cree que la mentira y la violencia los llevará al objetivo deseado? No, no es así. El hombre común comprende perfectamente que los medios correctos llevan a un final correcto. Únicamente aquellos con intereses en juego se rehúsan a entenderlo. Los ricos no quieren comprenderlo. Cuando digo ricos me refiero a todas aquellas personas propietarias de artículos domésticos que no están al alcance de la comunidad. Personas que sólo viven, comen y se mueven. Su consumo es de tal naturaleza que han quedado privados de la facultad de comprender la verdad. Es a ellos a quienes Gandhi les parece un asunto de difícil comprensión y asimilación. La simplicidad carece de sentido para ellos. Desgraciadamente, sus circunstancias les impiden considerar la verdad. Sus vidas han llegado a ser demasiado complicadas como para permitirles salir de la trampa en que cayeron. Por fortuna, para la gran mayoría de las personas, no hay ni tanta riqueza que les haga inmunes a la sencillez de la verdad ni viven en tal penuria que carezcan de la capacidad de comprenderla. Si los ricos al ver la verdad se rehúsan a comprenderla es porque han perdido contacto con el alma de esta realidad.

Debe quedar muy claro que la dignidad del hombre sólo será posible en una sociedad autosuficiente que disminuya su desplazamiento hacia la industrialización progresiva. Esta choza denota los placeres que son posibles cuando se vive al par de la sociedad. Aquí, la autosuficiencia es la regla. Debemos comprender que los artículos y bienes innecesarios que posee una persona reducen su capacidad para absorber felicidad del entorno. Por eso Gandhi dijo en repetidas ocasiones que la productividad debe mantenerse en los límites del deseo. El modo de producción actual carece de límites y aumenta indefinidamente. Todo esto ha sido tolerado hasta ahora pero ha llegado el momento en que el hombre debe aceptar que al depender más y más de las máquinas se dirige hacia su propio suicidio. El mundo civilizado, sea China o América, ha empezado a comprender que si deseamos progreso no lo obtendremos por esa vía. El hombre debe percatarse que para el bien individual y social, es preferible que la gente conserve únicamente aquello que le es suficiente para sus necesidades inmediatas. Tenemos que encontrar un método por medio del cual este pensamiento pueda ser expresado para cambiar los valores del mundo actual. Este cambio no podrá producirse por la presión de los gobiernos o por las instituciones centralizadas. Debe crearse una atmósfera de opinión pública que permita a la gente comprender aquello que constituye lo básico de la sociedad. En la actualidad, el propietario de un automóvil se concibe superior al hombre que tiene una bicicleta sólo porque la bicicleta es considerada un vehículo de masas. En consecuencia, es importante que toda la planeación de carreteras y transportes se haga en razón a la bicicleta para que el automóvil ocupe un lugar secundario. Sin embargo, la situación actual es inversa y todos

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los planes benefician al automóvil por encima de la bicicleta. De esta manera se ignoran los requerimientos del hombre común en favor de quienes están arriba.

La choza de Gandhi demuestra al mundo cómo la dignidad del hombre común puede salir inmune. Representa también un símbolo de la felicidad que podemos lograr si practicamos los principios de sencillez, servicio y veracidad.

Espero que la participación de Ustedes en esta Conferencia sobre

técnicas para solucionar la pobreza del Tercer Mundo sea fiel a estos principios.

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