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Procesos Políticos Económicos y el Mundo del Trabajo Actual Prof. Lidia Romero Las instituciones de cooperación financiera y comercial creadas en la posguerra con miras a alcanzar el desarrollo e integración de los países, se desintegran a inicios de la década del ‘70 a la par del agotamiento del modelo de producción fordista. El nuevo escenario que surge tiene una serie de implicaciones en los procesos productivos, en la tecnología, en el ámbito financiero, en el marco institucional, etc., que van a ejercer una notable influencia en las relaciones del sistema capitalista mundial. A partir del último cuarto del siglo XX se acentuó el proceso de globalización, cuyas características fundamentales se pueden sintetizar en: auge, fortalecimiento y liderazgo de las corporaciones transnacionales como resultado de su control y dominio sobre las tecnologías y su capacidad de investigación en sus empresas; la generalización del libre comercio y el surgimiento del regionalismo abierto, en el marco de la apertura económica y la internacionalización de la economía. La tendencia a la homogeneización de los modelos de desarrollo y el surgimiento del regionalismo abierto. En otras palabras, se va a ir configurando lo que muchos autores han denominado “la aldea global”. Esto se traduce en el progresivo abandono del modelo de desarrollo nacional y una redefinición del papel del Estado en la economía. En América Latina y Argentina, en particular, este proceso de transformación puede ser analizado desde varias perspectivas. Se pasó de un modelo de acumulación y crecimiento basado en la

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Procesos Políticos Económicos y el Mundo del Trabajo Actual

Prof. Lidia Romero

Las instituciones de cooperación financiera y comercial creadas en la posguerra con miras a alcanzar el desarrollo e integración de los países, se desintegran a inicios de la década del ‘70 a la par del agotamiento del modelo de producción fordista. El nuevo escenario que surge tiene una serie de implicaciones en los procesos productivos, en la tecnología, en el ámbito financiero, en el marco institucional, etc., que van a ejercer una notable influencia en las relaciones del sistema capitalista mundial.

A partir del último cuarto del siglo XX se acentuó el proceso de globalización, cuyas características fundamentales se pueden sintetizar en: auge, fortalecimiento y liderazgo de las corporaciones transnacionales como resultado de su control y dominio sobre las tecnologías y su capacidad de investigación en sus empresas; la generalización del libre comercio y el surgimiento del regionalismo abierto, en el marco de la apertura económica y la internacionalización de la economía. La tendencia a la homogeneización de los modelos de desarrollo y el surgimiento del regionalismo abierto. En otras palabras, se va a ir configurando lo que muchos autores han denominado “la aldea global”. Esto se traduce en el progresivo abandono del modelo de desarrollo nacional y una redefinición del papel del Estado en la economía.

En América Latina y Argentina, en particular, este proceso de transformación puede ser analizado desde varias perspectivas. Se pasó de un modelo de acumulación y crecimiento basado en la industrialización por sustitución de importaciones, que enfatizaba la expansión del mercado interno como condición básica para la inserción internacional, a un modelo que perseguía la desregulación de la economía doméstica, la apertura del mercado interno a los flujos de comercio y la inversión extranjera, la desregulación y flexibilización del mercado de trabajo, donde el alto desempleo y los bajos salarios son una de las bases de la competitividad internacional de los países.

Esta transformación tuvo importantes consecuencias en los mercados laborales. El mercado de trabajo dejó de ser un instrumento para ampliar la

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demanda de los consumidores para desarrollar el mercado interno, con derechos de acceso a la seguridad social durante y después del ciclo laboral para los trabajadores, y pasó a ser un instrumento para la disminución de costos y por este camino ser más competitivos en el mercado internacional, en función del nuevo patrón de acumulación transnacional.

A partir de los ‘90 se pueden observar los niveles más bajos de contratación colectiva, el empeoramiento de la seguridad de los trabajadores, la privatización de los fondos de seguro. En consecuencia, paralelamente, aumentan la precariedad e informalidad laboral de muchos trabajadores que habían sido expulsados de fuentes de empleo formal y estructurado. La informalidad y la precariedad se constituyeron en válvulas de escape por medio de las cuales se evacuan las presiones derivadas del alto desempleo imperante en toda América Latina.

2. Temas de la clase

2.1 Transformaciones de la economía mundial a partir de la disolución del Estado de Bienestar.

2.2 La situación económica y social de Argentina en el último cuarto del siglo XX y la primera década del XXI.

2.3 Cambios en las formas de organización del trabajo y modificaciones en el mercado de trabajo. Las nuevas formas de la demanda y de la oferta laboral: trabajadores especializados y polivalentes.

2.4 Inserción de los jóvenes en el mercado laboral: proyecto de vida, relación de pertenencia. Trabajo informal y precario.

3. Bibliografía recomendada

DE LA GARZA TOLEDO, E. (2001) “Problemas clásicos y actuales de la crisis del trabajo”, en el libro “El futuro del trabajo. El trabajo del futuro”, CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, disponible en http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/gt/20101102085819/1garza.pdf

MIOTTI, L.E. (2012) “La gran crisis del 2008…o la instabilidad intrínseca de la globalización financiera”, en el libro Tramas Agroalimentarias: evolución y problemas en un contexto de crisis global, de Néstor Alfredo Domínguez y Germán Andrés Orsini. Dictumediciones, 2014. ISBN 978-987-3618-07-9.

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NEFFA, J. C. (2001) “Presentación del debate reciente sobre el fin del trabajo” en el libro “El futuro del trabajo. El trabajo del futuro”, CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, disponible en http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/gt/20101102090415/3neffa.pdf NEFFA, J.C. (2005) “Las principales reformas de la relación salarial operadas durante el período 1989 – 2001 con impactos directos o indirectos sobre el empleo”, CEIL – PIETTE- CONICET, Materiales de Investigación Nº 4, Octubre. Disponible en http://eco.mdp.edu.ar/cendocu/repositorio/00772.pdf

NOVICK, M. y PEREZ SOSTO, G. (2008); “El estado y la reconfiguración de la protección social. Asuntos pendientes”, Parte V: Jóvenes Precariedad e Inseguridad Social; 1º ed. Siglo XXI Editora Iberoamericana, Buenos Aires. ISBN 978-987-1013-69-2

ROMERO, L. A. (2009) “Tema I: Los procesos de trabajo” y “Tema II: El mercado de trabajo, sus instituciones y su funcionamiento”, mimeo.

TANGELSON, O. (2008) “Argentina frente al siglo XXI. Dimensiones económicas y sociales” en el libro “El estado y la reconfiguración de la protección social. Asuntos pendientes”, adaptado por Novick, M. y Perez Sosto, G.; 1º ed. Siglo XXI Editora Iberoamericana, Buenos Aires. ISBN 978-987-1013-69-2

WELLER, J. (2007) “La inserción laboral de los jóvenes: características, tensiones y desafíos”, en Revista de la CEPAL Nº 92, Agosto. Disponible en: http://www.cepal.org/cgi-bin/getProd.asp?xml=/revista/noticias/articuloCEPAL/7/29587/P29587.xml&xsl=/revista/tpl/p39f.xsl&base=/revista/tpl/top-bottom.xsl

ZAPATA, F. (2001) “El trabajo en la vieja y en la nueva economía” en el libro “El futuro del trabajo. El trabajo del futuro”, CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, disponible en http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/gt/20101102090632/4zap.pdf

3.1 Bibliografía por tema

Transformaciones de la economía mundial a partir de la disolución del Estado de Bienestar.

MIOTTI, L.E. (2012) “La gran crisis del 2008…o la instabilidad intrínseca de la globalización financiera”, en el libro Tramas Agroalimentarias: evolución y problemas en un contexto de crisis global, de Néstor Alfredo Domínguez y Germán Andrés Orsini. Dictumediciones, 2014. ISBN 978-987-3618-07-9.

La situación económica y social de Argentina en el último cuarto del siglo XX y la primera década del XXI.

DE LA GARZA TOLEDO, E. (2001) “Problemas clásicos y actuales de la crisis del trabajo”, en el libro “El futuro del trabajo. El trabajo del futuro”, CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, disponible en http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/gt/20101102085819/1garza.pdf

NEFFA, J. C. (2001) “Presentación del debate reciente sobre el fin del trabajo” en el libro “El futuro del trabajo. El trabajo del futuro”, CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, disponible en http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/gt/20101102090415/3neffa.pdf

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TANGELSON, O. (2008) “Argentina frente al siglo XXI. Dimensiones económicas y sociales” en el libro “El estado y la reconfiguración de la protección social. Asuntos pendientes”, adaptado por Novick, M. y Perez Sosto, G.; 1º ed. Siglo XXI Editora Iberoamericana, Buenos Aires. ISBN 978-987-1013-69-2

Cambios en las formas de organización del trabajo y modificaciones en el mercado de trabajo. Las nuevas formas de la demanda y de la oferta laboral: trabajadores especializados y polivalentes.

NEFFA, J.C. (2005) “Las principales reformas de la relación salarial operadas durante el período 1989 – 2001 con impactos directos o indirectos sobre el empleo”, CEIL – PIETTE- CONICET, Materiales de Investigación Nº 4, Octubre. Disponible en http://eco.mdp.edu.ar/cendocu/repositorio/00772.pdf

ROMERO, L. A. (2009) “Tema I: Los procesos de trabajo” y “Tema II: El mercado de trabajo, sus instituciones y su funcionamiento”, mimeo.

ZAPATA, F. (2001) “El trabajo en la vieja y en la nueva economía” en el libro “El futuro del trabajo. El trabajo del futuro”, CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, disponible en http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/gt/20101102090632/4zap.pdf

Inserción de los jóvenes en el mercado laboral: proyecto de vida, relación de pertenencia. Trabajo informal y precario.

NOVICK, M. y PEREZ SOSTO, G. (2008); “El estado y la reconfiguración de la protección social. Asuntos pendientes”, Parte V: Jóvenes Precariedad e Inseguridad Social; 1º ed. Siglo XXI Editora Iberoamericana, Buenos Aires. ISBN 978-987-1013-69-2

WELLER, J. (2007) “La inserción laboral de los jóvenes: características, tensiones y desafíos”, en Revista de la CEPAL Nº 92, Agosto. Disponible en: http://www.cepal.org/cgi-bin/getProd.asp?xml=/revista/noticias/articuloCEPAL/7/29587/P29587.xml&xsl=/revista/tpl/p39f.xsl&base=/revista/tpl/top-bottom.xsl

Procesos Políticos Económicos y el Mundo del Trabajo Actual

2.1 Transformaciones de la economía mundial a partir de la disolución del Estado de Bienestar.

“La gran crisis del 2008…o la instabilidad intrínseca de la globalización financiera” – Egidio Luis Miotti, en el libro Tramas Agroalimentarias: evolución y problemas en un contexto de crisis global, de Néstor Alfredo Domínguez y Germán Andrés Orsini. Dictumediciones, 2014. ISBN 978-987-3618-07-9.

¿Qué tienen en común, para la economía internacional, las crisis de 1929 y la de 1974? ¿Qué tienen de común, para la economía argentina, las crisis de 1975, 1989 y 2001? Por otro lado ¿qué tienen de diferente, para la economía mundial, la crisis del 2001 y la del 2008? ¿Y para la economía argentina, las crisis de 1995 y la del 2001?

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La teoría neoclásica no otorga ningún estatus teórico a la noción de crisis, en el mejor de los casos se la caracteriza como algún tipo de corrección a una fase de boom anterior, en donde la duración responderá a la imperfección de los mecanismos de ajuste a un equilibrio temporariamente estable. Además, la interpretación incorpora algún tipo de alteración de origen aleatorio que inicia el boom o precipita la crisis.

En el otro extremo, para el marxismo, el capitalismo tiene una tendencia ineluctable a una crisis final, portadora de la desaparición del modo de producción capitalista.

Entre estas dos concepciones extremas hay espacios para definir distintos niveles que puede tomar una crisis y que se puede hacer desde el punto de vista de la teoría de la regulación.

Teoría de la regulación

La teoría de la regulación representa una teoría de economía política modernizada, crítica y perfeccionada. Surgió en Francia en los años 1970 y experimentó desde entonces un significativo perfeccionamiento. Michel Aglietta y Robert Boyer son sus connotados representantes. En la teoría de la regulación se intenta llegar a analizar cada forma específica de funcionamiento histórico-geográfico del capitalismo. La acumulación y la regulación son dos conceptos centrales de esta corriente teórica.

La teoría de la regulación analiza cómo el desarrollo capitalista, a pesar de sus contradicciones puede llegar a estabilizarse. La regulación del desarrollo es un proceso complejo. Es necesario contar con ideas y conceptos para tener una mirada abarcativa del conjunto. En el capitalismo se pueden construir relaciones sociales sobre una lógica social propia, bajo la forma de mercancías en la modalidad de comprar y vender o con formas estatales en el modo de organización de los derechos y deberes ciudadanos. Ambas formas ejercen una permanente presión sobre las instituciones y organizaciones sociales capitalistas. Las estructuras familiares y de las aldeas permanecen. La dificultad para construir redes sociales alternativas duraderas muestran el peso de las formas estatales y mercantiles. Así se pudo verificar que las propuestas de modo de vida alternativo impulsadas por el movimiento del ‘68 fueron en gran medida abandonadas a poco de andar. Frente al modelo de familia reducida burguesa no existe a la vista un modelo alternativo y tampoco pude oponerse a la familia ampliada, su fragmentación. La fuerza de trabajo, la competencia, el dinero y la naturaleza son válidas como formas estructurales fundamentales.

Esta teoría, a muy grandes rasgos, considera dos tipos de crisis: coyuntural y estructural. En una crisis tanto los mecanismos de funcionamiento de la economía como las modalidades que toman las formas institucionales que pilotean la acumulación y la distribución (la moneda, el papel del Estado, la relación salarial, la inserción internacional) pueden o no ser capaces de desbloquear el sistema y permitirle retomar un sendero de crecimiento, en principio, estabilizado.

Si el sistema es capaz de retomar el crecimiento y la acumulación, en razón de las modalidades de regulación en vigor, se estaría en presencia de una crisis de tipo coyuntural, y si por el contrario,

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el sistema institucional resulta ineficaz o que el modelo de desarrollo se encuentre agotado, se está en presencia de una crisis de tipo estructural.

Para muchos autores, la crisis de 2008 está fundada en la incapacidad del sistema institucional de hacer frente a un nuevo tipo de perturbación, en un mundo donde el régimen de acumulación de capital en vigor es, en principio viable. En cambio para otros analistas, se trataría de una crisis del régimen de acumulación fundado en las finanzas y en la acumulación patrimonial es intrínsecamente inestable.

Círculo virtuoso de crecimiento de la posguerra: el fordismo (1945/75)

En el centro del régimen se encuentra el aumento de productividad. El mundo de la posguerra era particular en cuanto a la apropiación del aumento de la productividad. En los llamados gloriosos 30, tanto en EEUU como en Europa se acordó una relación particular entre el crecimiento de la productividad y el de los salarios entre los sindicatos, los empresarios y el Estado, de manera tal que dicho aumento no iba a ser únicamente parte de los beneficios.

Los salarios reales se aumentaban validando ex post los aumentos de producción. Este compromiso capital-trabajo arbitrado por el Estado, se basaba en la aceptación de los ritmos de trabajo exigidos por la organización científica del trabajo (taylorismo) y la línea de montaje destinada a obtener ganancias de productividad (fordismo). Como contrapartida esas ganancias se repartían entre los asalariados como forma de incitación a mayor producción. Durante los 30 años en cuestión, los acuerdos se fueron respetando, más productividad, más ganancia, más salarios reales.

Básicamente el sistema funcionaba así: el aumento del consumo, empujado por los salarios, tira la inversión productiva, este aumento de la inversión determina un aumento de la productividad por dos vías, por un lado la mayor inversión en capital vuelve más productivo al factor trabajo, y segundo, por medio de las economías de escala.

En microeconomía, se entiende por economía de escala las ventajas en términos de costos que una empresa obtiene gracias a la expansión. Existen factores que hacen que el coste medio de un producto por unidad caiga a medida que la escala de la producción aumenta. El concepto de "economías de escala" sirve para el largo plazo y hace referencia a las reducciones en el coste unitario a medida que el tamaño de una instalación y los niveles de utilización de inputs aumentan. Las fuentes habituales de economías de escala son el inventario (compra a gran escala de materiales a través de contratos a largo plazo), de gestión (aumentando la especialización de los gestores), financiera (obteniendo costes de interés menores en la financiación de los bancos), márketing y tecnológicas (beneficiándose de los rendimientos de escala en la función de producción).

El régimen monetario era acomodaticio, es decir, la oferta monetaria se ajusta validando los aumentos del salario y de la inversión. El sistema bancario está bajo restricción reglamentaria

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extrema –la tasa de interés estaba regulada por el Estado-, el mercado de capitales también lo estaba y el mercado financiero internacional era inexistente, éste había desaparecido en razón de tres hechos fundamentales: la Glass Steagall Act (separación de actividades bancarias de intermediación de aquellas ligadas a la gestión de fondos especulativos y la fijación de la tasa de interés), los acuerdos de Bretton Woods que fijaron normas internacionales de financiamiento mundial, para el corto plazo el FMI y para el largo plazo el Banco Mundial.

La crisis estructural del régimen de acumulación fordista

Una serie de factores impactaron en la tasa de ganancia a los que se agrega el shock petrolero de 1973, que desestabiliza los equilibrios de las balanzas de pago. Esos desequilibrios empujan al abandono definitivo de los acuerdos de Bretton Woods en materia de régimen de cambios, se pasa del fijo al flexible.

- Madurez de la demanda de bienes durables y aparición de demandas de productos diferenciados (saturación de los mercados).

- Aparición de métodos de producción flexibles (modelo japonés –toyotismo-) en franca competencia con la rigidez del modelo americano (fordismo).

- Conflictos ligados a la contestación creciente en relación con la organización científica del trabajo (creciente ausentismo en los puestos de la cadena de producción).

- Reivindicaciones salariales no compensadas por un aumento de la productividad.- Aumentos de los costos del estado de bienestar (salarios indirectos).

Con todo esto, ninguno de los mecanismos que hacían funcionar a la economía puede relanzar la acumulación de capital, las políticas keynesianas no obtienen resultados, apareciendo el fenómeno de la estanflación.

Se comienzan a producir dos tipos de crisis: en Europa hay una crisis de regulación pero se sigue sosteniendo el régimen de acumulación, se trata mediante distintas leyes, acuerdos, instituciones, seguir sosteniendo el sistema, mientras que en EEUU se produce una crisis de regulación y de acumulación. Aquí el posfordismo dada la baja de la tasa de ganancia, toma la forma de una acumulación extensiva a partir de la búsqueda de costos bajos, es decir, se acelera un fuerte proceso de deslocalizaciones que se acompaña por presiones a las aperturas comerciales como mecanismo de disciplina de los asalariados.

Ya no hay una alianza o acuerdo de la relación capital-trabajo, ahora el compromiso es entre el capital y los consumidores: ganancias para estos últimos derivadas de la baja de precios inducida por el comercio exterior y aumentos en los beneficios para las empresas al presionar a la moderación salarial, erosionando fuertemente el viejo compromiso distributivo.

Del renacimiento de las finanzas internacionales

Hay una enorme masa de capitales disponibles en los bancos occidentales, resultado del reciclaje de petrodólares (en 1973 el precio del barril de petróleo se multiplica por cuatro y en 1980 por tres), como el norte desarrollado estaba en plena crisis –estanflación-, los capitales buscan la

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manera de rentabilizar los pasivos resultados de los depósitos, en consecuencia reaparece el crédito privado internacional, que encuentra fácil colocación en el mundo en desarrollo que estaba ávido de financiamiento. Nace una primera regulación privada de las finanzas internacionales: los bancos internacionales ocupan el lugar dejado vacante por la desaparición del sistema financiero internacional decidido en Bretton Woods.

La inexistencia de una regulación supranacional, los bancos se muestran incapaces de administrar el sistema así definido, además del cambio de la política monetaria de EEUU para combatir la estanflación, precipitaron la crisis de la deuda de los años ’80 que obliga a los países en desarrollo a reformar su sector bancario.

Volcker consiguió combatir la estanflación –crecimiento económico cero e inflación por las nubes- que se había apoderado de la economía de los Estados Unidos a finales de los 70. Limitó el suministro de dinero a los mercados y llevó a cabo una agresiva política de subidas de tipos de interés elevando las tasas hasta niveles históricamente altos. Su mano dura le permitió rebajar la inflación al 3,2% en 1983. El efecto inicial de ese movimiento fue el estrangulamiento económico. Arrastró al país a una recesión, disparó la tasa de desempleo y condenó al fracaso el intento de reelección de Carter.Fue vilipendiado por haber causado una de las peores recesiones desde la Gran Depresión y posteriormente fue laureado por su espectacular asalto a la escalada de precios. Al mismo tiempo que la economía se requebrajaba, Volcker allanó allanó el terreno para un amplio periodo alcista en los mercados, convirtiéndose en un auténtico icono para los bancos centrales de todo el plañera, desde Nueva Zelanda hasta Suráfrica.

La desregulación ha permitido a los bancos expandirse a nuevas áreas geográficas y ampliar su gama de servicios, el mundo de las instituciones financieras líderes se ha convertido en uno caracterizado por grandes conglomerados que integran diferentes tipos de servicios, instrumentos y mercados. A la par de la liberalización financiera aparecen rápidamente y se generalizan los mercados de valores de los países emergentes, con segmentos en divisas. Este desarrollo está correlacionado con la ola de privatizaciones que se efectúan a través de esos segmentos de mercado. Estos mercados interactúan con los mercados centrales –las grandes bolsas americanas y europeas- consolidando la globalización financiera.

Crecimiento inestable bajo la regulación de las finanzas

Queda claro que hay una preeminencia de las finanzas por sobre el papel del Estado y la relación salarial. Cómo funciona el régimen de acumulación y distribución de ese mundo globalizado y financializado.

Partimos de ver cómo se distribuye el crecimiento de la productividad entre ganancias y salarios:

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- El crecimiento de la productividad de la mano de obra produce el aumento de los beneficios de los empresarios y por lo tanto aumenta la inversión. (Anteriormente la inversión era más dependiente de la tasa de ganancias).

- Desaparece entonces, el aumento del salario ligado a los avances de la productividad (cambio sustancial con el régimen de acumulación fordista).

- ¿De qué manera se financia el consumo en el nuevo modelo? Ahora los salarios reales no se ajustan por crecimiento de la productividad, entonces el consumo que dinamiza el modelo se financia por endeudamiento y aquí tienen un papel clave las instituciones financieras. Lo que no se logra vía aumento de salarios, ahora se consigue con salarios estancados y más endeudamiento.

El financiamiento del consumo permite el aumento de la producción, del empleo y de la masa salarial y la generación de más consumo, pero en este modelo es central el endeudamiento y la capacidad de amortización de las deudas, ya que los riesgos del sistema son elevados si sobreviene una crisis de solvencia (la economía se encuentra con asalariados con ingresos congelados y endeudados, trasladándose la crisis al conjunto de los actores del sistema –bancos, hogares, Estados y mercado de capitales-.

Cabe preguntarse: si los empresarios no reparten con los asalariados el aumento de la productividad ¿por qué los asalariados van a seguir trabajando? La respuesta es porque el mercado le va a indicar a las empresas que, si la rentabilidad se ve afectada tiene que despedir a los asalariados (para poder hacerlo se debe flexibilizar el mercado de trabajo, degradando aún más el compromiso de posguerra), de esa manera el mercado financiero determina el aumento de la productividad.

La forma de administrar es un cambio profundo de la gobernanza: antes era un acuerdo producción-asalariado, hoy es mercado financiero-producción y los salarios se encuentran sometidos a ese acuerdo. El mercado financiero determina tanto la productividad de las empresas como el nivel de salario, utilizando para este último dos herramientas bien distintas: una incitación negativa, el desempleo, y una incitación positiva, distribuyendo entre una cierta clase de asalariados, generalmente cuadros de dirección, acciones y bonos.

Es llamativo el caso de cómo Argentina entró en la globalización con ciertas dinámicas relativamente similares, ya que desde los años ’90 no hubo, en términos reales, aumento del salario, mientras la productividad lo hacía significativamente, habiendo más que duplicado en esos años. Ese diferencial de productividad ingresa en el circuito financiero, sobre todo del exterior.

En resumen, en esta etapa de la globalización los acuerdos de formación de salarios se efectúan con los dirigentes, y no con los asalariados. Estos últimos no son más indexados (ni por el costo de vida, ni por la productividad). El Estado no arbitra más el conflicto capital-trabajo y el ideal monetario es que el BCRA sea independiente.

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2.2 La situación económica y social de Argentina en el último cuarto del siglo XX y la primera década del XXI.

Argentina frente al siglo XXI. Dimensiones económicas y sociales”, de Oscar Tangelson, en el libro “El Estado y la reconfiguración de la protección social”, Marta Novick y Guillermo Perez Sosto (Coordinadores) – 1º edición – Siglo XXI Editora Iberoamericana, 2008. ISBN 978-987-1013-69-2.

La ruptura de la producción a gran escala por la automatización flexible, significa pasar del consumo masivo al consumo personalizado. Significa la introducción en el mercado mundial de los productos con identidad de origen, con identidad cultural.

Es el reflejo de la lógica con que se está transformando el comercio mundial. Y es ahí donde se están dando tres fenómenos que tienen que ser parte del debate respecto de una visión estratégica de cómo se inserta la Argentina.

El primero es la globalización financiera, que ya hablamos. El segundo, es un continente con moneda única, esto no ocurre desde el Imperio Romano. Esto es un cambio de naturaleza política y económica, la desaparición del marco, el franco, la lira, etc., no es un hecho monetario, es un hecho geopolítico. Es una modificación notable de la definición de los espacios en que se determina la política económica, social y tecnológica en el mundo. Se asocia a esto otro gran hecho del 2002 que fue la incorporación de China la Asean lo que supone un mundo configurado de un modo diferente. En primer lugar 25% PBI mundial en Europa, 32% en América del Norte, 30% en Asia que alberga el 50% de la población mundial. Entre la costa oeste de EEUU, más Japón, Corea, Tailandia, Vietnam, Malasia, Australia, Nueva Zelanda, China e India representan el 60% del producto bruto mundial.

¿Qué significa para la Argentina? Está mirando al Atlántico.

En la gráfica (escanearla) donde se presenta el comportamiento de la economía argentina en los últimos 30 – 40 años, se puede observar la profunda oscilación –los profundos ciclos económicos-, el stop and go constante que señala una fuerte volatilidad del proceso de crecimiento económico y algunas de las condiciones en que este proceso se dio. Otro aspecto destacable es el estancamiento, como puede verse, desde 1975 al 2001, el inicio de la crisis, el crecimiento económico de Argentina fue, en promedio, del 1% anual.

Este estancamiento no es sólo en términos absolutos, pensemos en cuanto ha crecido la población desde el año 1975 al 2001, este hecho implica no sólo un estancamiento en términos absolutos, sino que implica una declinación en términos relativos frente al crecimiento experimentado por otras economías del mundo (caso España, Australia y Noruega).

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A lo largo de estos años también se observa un proceso de continuos déficits fiscales y un importantísimo crecimiento de la deuda pública (interna y externa), pasamos de deber 3.000 millones de U$S en 1975 a 200.000 millones en 2002 y actualmente está en alrededor de 137.000 millones la deuda externa bruta total (la deuda del sector público no financiero y el BCRA alcanzaba a fines de marzo a 69.423 millones de U$S y la deuda del sector privado no financiero en alrededor de 65.6963 millones de U$S).

Modificar la relación de cambio con el costo traumático que implicó para Argentina significó, también, modificar las condiciones de competitividad y la recuperación de la importancia de la industria y el trabajo como ejes estructurantes del comportamiento económico de Argentina.

Debemos tender, pensando en un proyecto sustentable en el largo plazo, a un crecimiento no menor del 4% por año en los próximos treinta años, lo cual significa cuadruplicar el desempeño de los veinticinco anteriores. Un objetivo de esa naturaleza, estabilizar como en cualquier país razonable y hacer previsible el proceso, es lo que da continuidad, lo que da certidumbre para las decisiones de inversión, lo que permite pensar en un incremento sostenido de la demanda y mantener la orientación de un proceso que no permita también continuar disminuyendo los niveles y los efectos de la desocupación.

El otro elemento importante que refleja lo que ocurrió en estos veinticinco años, es la profunda concentración del ingreso que se derivó de la política económica de Argentina. En 1974 la relación del 10% con mayores ingresos con respecto al 10% con menores ingresos era de 9 veces, llegó a fines de 2001, a 46 veces. Este proceso si bien tiende a revertirse, continua siendo importante. En 1974 teníamos un Gini de 0.32 y llegamos a uno de 0.52 en 2002.

La concentración del ingreso tiene tres manifestaciones y tres efectos: la primera, la más difundida, es la que mide la concentración personal del ingreso, con los valores arriba mencionados. La segunda, es la concentración funcional del ingreso, la misma ha disminuido la proporción que le cabe en el ingreso nacional a la retribución al trabajo profesional, salarios, sueldos y otros honorarios en los últimos veinticinco años. Y la tercera es la concentración regional del ingreso: es muy importante incluir esta dimensión porque, por ejemplo, Buenos Aires se dio el lujo de decir en los ’90 que tenía el ingreso per cápita como Bélgica mientras Formosa tenía el de Camerún.

Cuando se habla de distribución del ingreso se debe tener en cuenta que uno de los fenómenos más importantes de la Argentina son las profundas asimetrías en el nivel de desarrollo económico y social entre las provincias del país. Estas asimetrías se expresan también en el fuerte proceso histórico de concentración de las inversiones públicas en el ámbito próximo al área metropolitana, al litoral y por lo tanto la desatención de los fenómenos que tienen que ver con desarrollo de infraestructura en el resto del país. La reconstrucción de infraestructura es una forma de hacer viable la actividad económica en otras regiones del país.

Esta concentración tiene varios efectos: el primero es el incremento de las condiciones de pobreza, pasó desde un 3% en los años ’70 a más del 50% en 2001. El nivel de conflictividad social

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que se deriva de esta pérdida es muy intenso: la sensación de los jóvenes de la pérdida de la posibilidad de mantener las condiciones de vida que habían alcanzado sus padres.

El segundo es que condujo a un desaliento de la demanda producida a las Pymes nacionales. Una concentración del ingreso privilegia generalmente el consumo de bienes suntuarios con un alto contenido de importación y en ese momento, las condiciones de la relación de cambio pero dólar uno a uno, favorecían ese proceso, por lo cual se profundizó la magnitud de la crisis por vía de la desaparición de la demanda a las pymes y el cierre de las mismas, la desaparición de empleos y por lo tanto la profundización de este círculo vicioso de atraso productivo y social.

Una tercera manifestación es el desaliento y la exclusión del proceso educativo. Porque no se garantiza con la gratuidad de la enseñanza el acceso a la enseñanza. El tema fundamental es si es socialmente posible acceder a la educación; no si es presupuestariamente sostenible. El debate que tenemos sobre distribución del ingreso es mucho más profundo, y nos permite entender cómo la exclusión del proceso educativo es un fenómeno que tiene que ver con las condiciones sociales y económicas del conjunto de la población argentina.

Esta situación compromete de algún modo la competitividad futura de la Argentina. No es sólo un tema de justicia, sino el tema es en qué grado el dejar fuera del proceso de educación a una parte importante de la población del país implica disminuir la potencialidad futura que esa propia población tiene en términos de creación del desarrollo científico y tecnológico.

Condicionantes macroeconómicos e institucionales de las políticas de empleo. Políticas activas y pasivas.

Tanto el modelo en 1976 como el de convertibilidad que hizo crisis en 2001, tuvieron no sólo un fuerte impacto sobre el mercado de trabajo sino sobre toda la economía argentina. Ambos modelos compartían algunos elementos tales como apertura indiscriminada de bienes y servicios y también del flujo de capitales financieros, minimización del estado en beneficio del mercado, de esta forma el primero conservó muy pocas facultades reguladoras, y una serie de reformas de leyes laborales tendientes a reducir los costos salariales.

La tasa de desempleo fue elevándose a lo largo de los años ’80 y fundamentalmente en la década siguiente, llegando en Mayo de 2002 a su máximo histórico, a la vez que también se verifica el crecimiento del subempleo y de las actividades informales. La precariedad del empleo y el trabajo “en negro” fueron otras de las categorías que asentaron su presencia durante los años de convertibilidad –y que aún tienen plena vigencia-. Por otro lado, una parte importante de la PEA se caracterizaba por circular cíclicamente entre desempleo, subempleo, trabajos precarios o no registrados y períodos de inactividad.

Todos estos factores fueron los determinantes de los desequilibrios del mercado de trabajo, dando lugar a histéresis –desempleo elevado y persistente aún cuando hubieran desaparecido las causas que dieron origen al mismo-, y a una distribución regresiva del ingreso a pesar del fuerte crecimiento de la productividad.

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La situación descripta fue posible por los cambios introducidos en las instituciones y en las normas laborales (Neffa, J.C., 2006, pág. 139) que debilitaron el principio protectorio de la legislación y el desplazamiento desde el ámbito laboral hacia el derecho civil y comercial de la regulación salarial –a título de ejemplo, en varias instituciones educativas de carácter privado, muchos docentes están “contratados” en carácter de monotributistas, debiendo otorgar facturas por los servicios prestados a su “empleador”-, además de la descentralización de la negociación colectiva a nivel de empresa.

La introducción del régimen jubilatorio de capitalización ligada a la exigencia de más años de aportes, tuvo el efecto de aumentar la PEA y conjuntamente con el impulso de las empresas de medicina prepaga, implicaron una fuerte privatización del sistema de seguridad social y de cobertura médica de los trabajadores, mientras que los “no registrados” debían acudir al sistema público de salud.

Si bien a partir de 2003 se verifican reducciones en la tasa de desempleo y un progresivo aumento en los salarios, es decir, hay una mejora en general de la situación en el mercado de trabajo producto del crecimiento de la demanda efectiva, el problema no ha sido resuelto integralmente. Desde la década pasada se han aplicado una serie de políticas denominadas “de empleo” –focalizadas y descentralizadas- para hacer frente al problema social, pero existen toda una serie de cuestiones macroeconómicas que impactan en el mercado de trabajo, por lo tanto deben ser solucionados de manera sistémica. Es necesario coordinar las políticas macroeconómicas e institucionales con la asistencia a través de planes de ayuda social, y plantear políticas de empleo que “contribuyan a generar nuevos puestos de trabajo –genuinos y decentes- a la vez que aumenten los ingresos de los trabajadores que viven de su trabajo y fortalecer la cohesión social” (Neffa, J.C., 2006, pág.141).

Una “política de empleo designa el conjunto de intervenciones del estado que actúan de manera cuantitativa y cualitativa sobre el mercado de trabajo y agrupa al conjunto de acciones que apuntan a corregir los desequilibrio del mercado de trabajo, a mejorar los procesos de adaptación dinámica entre la oferta y la demanda y a favorecer la formación profesional y la adaptación de los recursos de mano de obra” (Freyssinet, J. citado por Neffa, J.C. 2006, pág. 142). Este tipo de políticas para lograr sus objetivos deben articularse con los de desarrollo económico del país, es así que, las estrategias macroeconómicas e institucionales representan las condiciones necesarias para que las políticas de empleo sean sustentables y eficaces. Se tienen entonces, tres bloques de medidas, macroeconómicas, institucionales y específicas.

Evolución del problema del empleo en Argentina

La cantidad de años de vigencia de la EPH puntual, provee un número suficiente de observaciones que permiten caracterizar la problemática del empleo en el país. Durante –prácticamente- esas tres décadas ocurrieron una serie de transformaciones que modificaron sensiblemente las instituciones del mercado de trabajo, un reflejo de las cuales se pueden observar en la evolución de las principales tasas que provee la EPH, actividad, empleo y desempleo.

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A partir de la crisis de los años setenta, el capitalismo padece una crisis estructural, el mismo se autorregula, se reconvierte, aumenta la tasa de inflación y la productividad marginal del trabajo y cae el salario real. Deja de tener vigencia el paradigma dominante desde la finalización de la Segunda Guerra que prescribía, para los asalariados, empleo a tiempo completo y con un contrato por un lapso indeterminado, con remuneración preestablecida y sujeta a contribuciones sociales y protegido por normas legales o por los CCT, y el trabajo de los cuentapropistas era una actividad con oportunidades de desarrollo profesional y cierta capacidad de acumulación.

Durante el período, el empleo típico -o la relación salarial fordista- se erosiona y aparecen los contratos por tiempo determinado, la subcontratación en las empresas y tercerización y el trabajo a domicilio. La misma legislación a principios del período de vigencia de la convertibilidad facilitó esta situación1, en consecuencia crece la informalidad y la precariedad en el empleo2, es decir, contratación por tiempo determinado sin garantía de estabilidad.

En 1974, los valores de la EPH mostraban una tasa de actividad del 40,6%, un 38,6% de empleo, en tanto que el desempleo alcanzaba al 5% y 5,4% de subocupación. En 1983 la tasa de actividad era del 37,3% y la de empleo el 35,8% (esto es difícil de explicar, cambió el sistema de registración), mientras que el desempleo mantiene valores similares pero la subocupación aumenta a casi 6%. En los años 80 crece el desempleo y, al final de la década, llega al 8%. Una situación similar se observa con la subocupación. A partir de la convertibilidad, sube la tasa de actividad –su máximo histórico se registró en octubre de 2002 y mayo de 2003- pero también sube el desempleo hasta el 2002 en que llega al 21,5% (onda mayo).

Parte de la explicación se debe al incremento de la PEA femenina, que en un cuarto de siglo aumenta un 50%. Cambia la dimensión de la familia, se tienen menos hijos, hay mayores tecnologías en el hogar. Esta situación puede ser interpretada como producto de una mayor educación; también podría justificarse a través del efecto llamado, debido a que en condiciones de crecimiento económico se generan expectativas positivas de nuevos y mejores empleos, entonces se activan muchas personas que estaban en la PEI. Otra posibilidad es el efecto trabajador adicional, que –al contrario del anterior- en los períodos de caída de la producción y del empleo, otros miembros de la familia ingresan al mercado para compensar la pérdida de ingresos.

Por otra parte, las disminuciones de la PEA pueden ser producto de jubilaciones anticipadas y retiros voluntarios en momentos de reforma del Estado y de privatizaciones, o bien, las leyes de prescindibilidad aplicadas durante la dictadura iniciada en 1976, así como también el efecto del trabajador desalentado.

La tasa de empleo tuvo una evolución irregular y su tendencia fue descendente hasta 2003. Alcanzó su mínimo histórico en mayo de 2002 -32,8%- y su máximo en octubre de 1974 -38,7%-. El modo de desarrollo instaurado en 1976 y el régimen de convertibilidad de los noventa tuvieron

1 En Argentina había trabajadores y había empleos que estaban sometidos a una legislación y cambia la figura jurídica: trabajadores autónomos y monotributistas. 2 En Argentina hay 2 ó 3 cálculos y todos dan alrededor del 48%, si se suma el trabajo doméstico se tiene alrededor de un 52% de la PEA.

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una influencia decisiva en el comportamiento de este indicador. Ambos implican un cambio en la estructura productiva –desindustrialización y terciarización- que provoca una disminución del empleo en los sectores productores de bienes y en la construcción a la vez que aumenta en las actividades terciarias.

A título de ejemplo, en el Aglomerado Gran Rosario (AGR) el empleo industrial se redujo sistemáticamente al paso de una reestructuración que eliminó el perfil industrial que había resultado de la sustitución de importaciones (ISI), la elevada transabilidad de sus productos hizo que este sector fuera el primero en experimentar el impacto de la apertura de la economía. Es importante destacar que la proporción de los ocupados en el sector terciario de la economía regional sube desde valores cercanos al 34% a mediados de los años ’70 hasta cerca del 70% a mediados de los ’90, mientras que los ocupados en la industria manufacturera disminuyen desde poco más del 35% hasta cerca del 20% durante el mismo período (Pellegrini, J.L., 1997).

Otro aspecto substancial, es la pérdida de importancia relativa de la categoría personal ocupado en calidad de asalariados -antes era el empleo típico-, pero sobre todo el número y la tasa de asalariados sobre el total disminuyeron más fuertemente en el caso de los varones. Respecto de las edades, la tasa de ocupación de los jóvenes de 15 a 19 años se contrae fuertemente no estableciéndose grandes diferencias por sexo.

Con relación al desempleo, el mínimo histórico se produce en octubre de 1978 cuando alcanza al 2,3%, mientras que el máximo se registra en mayo de 2002 con el 21,5%. La desocupación comienza a crecer en los años ochenta y, en mayo de 1994 ya superan los dos dígitos, llegando al año siguiente al 18,4% para luego descender de manera paulatina, pero, en el período de caída de la convertibilidad –octubre 2001 a mayo 2002- la tasa salta poco más de 3 p.p. para llegar al valor ya mencionado.

En todos los aglomerados urbanos y en todas las ramas y sectores de actividad se manifestó este gran aumento del desempleo –a excepción de los servicios comunales y sociales-.

Más allá del impacto en la tasa de desempleo por el cambio del régimen de acumulación, durante la década pasada el incremento de la desocupación puede explicarse por el aumento en la tasa de actividad y paralelamente por la destrucción de puestos de trabajo debido al cierre de empresas, fundamentalmente PyMEs3, que no pudieron reconvertirse y adaptarse al nuevo modelo, y también a la acelerada apertura de la economía que posibilitó la rápida incorporación de tecnologías que permitieron un notable incremento de la productividad y funcionaron como sustitutivas de mano de obra.

El modelo de “dólar alto” a partir de la maxi devaluación de enero de 2002, en cierta forma restauró la ISI, los grandes ingresos por exportaciones de granos y aceites –entre otras- tuvieron su efecto multiplicador sobre la demanda interna la cual junto a políticas compensatorias como el Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados (PJyJHD), una parte de cuyos beneficiarios se incluyeron en los registros estadísticos como ocupados, permitieron una reducción de la tasa de desempleo4. 3 Las micro, pequeñas y medianas empresas proporcionan trabajo a más del 90% de la PEA. 4 Desde Mayo de 2001 en la EPH se incluye una pregunta que permite identificar a aquellos cuya “ocupación” es un “plan de empleo”, los cuales alcanzaron una elevada proporción en octubre de 2002,

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El estudio de la población con problemas de empleo debe completarse con la tasa de subocupación. En las casi tres décadas de vigencia de la EPH puntual, esta tasa crece sostenidamente del 5,4% en 1974 al 18,9% en 2003. El mínimo fue de 3,6% -mayo de 1979- y el máximo de 19,9% en octubre de 2002.

Si se analiza por sexo, la tasa de subocupados demandantes se duplica para las mujeres, mientras que para los varones, se incrementan las dos formas de subocupación, especialmente la de los demandantes que se triplica.

Ambas tasas, desocupación y subocupación implican una subutilización de la fuerza de trabajo, pero a lo largo de todo el período se observa que las mismas se mantienen en valores por debajo de un dígito en los años setenta y, a partir de los ochenta sube a los dos dígitos para situarse desde mayo de 1994 en valores superiores al 20% y llegar al 40% en 2002, con una reducción de casi 6 p.p. al año siguiente.

Como ya se mencionara, la terciarización de la estructura económica implicó un aumento del autoempleo. La mayor parte de los cuentapropistas y trabajadores sin salarios se ocuparon en los servicios tradicionales –comercio minorista, servicios personales, servicios a los hogares, etc.- cuya capacidad empleadora se sustenta en una bajísima productividad del trabajo. Según la EPH, los patrones representan menos del 10%, los cuentapropistas del 20% y los asalariados el 70% -aunque este último valor parece sobreestimado-.

Se produce también un proceso de concentración económica, donde se incrementa el peso relativo de las medianas y grandes empresas, en las cuales predomina el factor capital, con incorporación de innovaciones tecnológicas y organizacionales, que a la par de lograr una mayor productividad de la mano de obra, significan una sustitución de la fuerza de trabajo, especialmente de los que tienen menores calificaciones profesionales. La variable educación –medida por los años de escolaridad formal- cobra cada vez mayor importancia, especialmente durante la pasada década. “La desocupación tiene mayor incidencia entre los trabajadores con menores niveles de instrucción y formación profesional, demostrando la existencia de un sesgo tecnológico” (Neffa, J.C., 2007, pág. 34) y, es precisamente en estos sectores donde tuvo más impacto el desempleo elevado, persistente y de larga duración.

La relación salarial se complejizó así como también la duración y configuración del tiempo de trabajo, las cuales se flexibilizan, verificándose los fenómenos de sobreocupación y de subocupación a la vez que la jornada comprendida entre 35 y 44 horas semanales pierde participación en el total.

Las reformas a las leyes laborales, funcionaron en el sentido de aumentar la precariedad de los empleos, dado que sin violar ninguna norma legal, la mayor parte de los nuevos empleos son contratos por tiempo determinado o son cubiertos por medio de agencias de trabajo temporario, modificándose la relación salarial –quien paga no es la empresa donde se lleva a cabo el proceso de trabajo-, de esta manera había asalariados con contrato por tiempo indeterminado y con

aproximadamente 6,1%, de acuerdo a informe de INDEC. La tasa de desocupación de Mayo de 2003, si no se incluyen los PJyJHD no sería muy distinta de la correspondiente a la misma onda del año anterior.

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protección social, que eran despedidos o se acogían a los planes de retiro voluntario que eran reemplazados por trabajadores precarios, contratados de manera eventual o por tiempo de prueba, pasantía o tiempo determinado. El resultado es que, mientras hay un proceso de concentración económica, la relación salarial tiende a la individualización.

Con posterioridad a 2003, se reemplaza la EPH puntual por la EPH continua, en la cual se reformula el cuestionario tradicional y se incorporan preguntas auxiliares que garantizan mayor homogeneidad de los resultados y permite recuperar formas ocultas de ocupación y de desempleo, a la vez que, a través de preguntas especiales se tratan de captar las modalidades promovidas de empleo. La muestra se distribuye a lo largo de cada uno de los cuatro trimestres del año y se aplica una encuesta continua que se releva semanalmente y permite dar estimaciones trimestrales, semestrales y anuales.

Producida la aplicación de la nueva EPH, se observa que entre 2003 y 2006 muestra que la tasa de actividad está en 45% (46,1 en 2006), la tasa de empleo crece, en el 74 era el 38%, baja al 36% y sube al 42,1 en 2006 (en 2002 era el 32%). En la tasa de desempleo está escondido el efecto de los planes sociales, pero baja del 20 al 8,7%.

La población sintió los efectos de la devaluación y la pobreza en los hogares entre 2001 y 2006, del 28% pasó al 41% y llegó al 45%, y a mediados de 2002 la situación mejora. El máximo de indigencia fue del 20%. En la actualidad hay menos pobres que en 2001 pero más que en 1994 y muchos más que en los setenta.

2.3 Cambios en las formas de organización del trabajo y modificaciones en el mercado de trabajo. Las nuevas formas de la demanda y de la oferta laboral: trabajadores especializados y polivalentes.

La evolución de los procesos de trabajo en el largo plazo

El proceso de trabajo se puede definir, siguiendo a Coriat (1976) y a Neffa (1989) como “el acto específico donde la actividad humana efectúa, con la ayuda de los medios de trabajo una modificación deliberada de los objetos de trabajo, de acuerdo con una finalidad, para generar bienes de uso que tienen un valor social” (Neffa, J.C., 1998, pág. 15).

En el proceso de trabajo se ponen en relación la fuerza de trabajo humana con los objetos -materias primas- y los medios de trabajo –insumos y planta y equipo-, a partir del cual se obtienen bienes que se utilizarán para satisfacer las necesidades, es decir, estos bienes tienen un valor de uso.

A grandes rasgos, los procesos del trabajo pueden caracterizarse según diferentes etapas, que no necesariamente son cronológicas y secuenciales en todos los países5, las mismas pueden coexistir, superponerse o incluso, saltearse. Las más conocidas son: Trabajo manual destinado a la

5 Es posible encontrar en un mismo país, o incluso en un mismo sector económico, empresas que usan la robótica junto a otras que utilizan maquinarias que deben ser operadas manualmente.

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fabricación de bienes para el propio consumo y vender el saldo en el mercado local; Multiplicación de la fuerza de trabajo a través de máquinas movidas por energía humana, animal o generada por la naturaleza, para fabricar bienes de consumo y bienes durables, simples, destinados al mercado local; Producción del mismo tipo de bienes que en el ítem anterior, mediante el uso de maquinarias con dispositivos automáticos pero dirigidos y controlados por la fuerza de trabajo humana; Utilización de maquinarias electrónicas y dispositivos automáticos que sustituyen el trabajo manual que antes se realizaba y la Introducción de sistemas de automatización microelectrónica, que otorgan un relativo grado de autonomía a las máquinas respecto de la fuerza de trabajo. La penetración de las nuevas TIC’s, a través de la informatización de los medios de producción, a la vez que los transforman reducen la cantidad de tiempo de trabajo necesaria por unidad de producto, aumentando la producción masiva de bienes –no necesariamente homogéneos-.

La evolución de los procesos de trabajo debe ser analizada teniendo en cuenta las condiciones históricas y sociales de cada período. Cada formación social tiene una particular forma de organizar el proceso de trabajo según vaya modificándose el régimen de acumulación, el tipo de tecnología utilizada y las instituciones que vayan surgiendo en cada período.

El capitalismo se constituye y aparece la lógica de la acumulación mediante el logro de un excedente económico que posibilita el aumento del capital constante, y se asienta la relación salarial, se “alquila” la fuerza de trabajo. El modo de producción capitalista acelera la evolución del proceso de trabajo. En el nuevo sistema, el tiempo tiene un valor económico importante, sobre todo el tiempo de trabajo.

La consolidación del régimen de acumulación del capital depende de la gestión del tiempo de trabajo socialmente necesario incorporado en cada unidad de producto, pero dado que la jornada de trabajo tiene porosidades, es decir, el trabajo no se aplica de forma continua sino que hay pausas que originan tiempos muertos, entonces se trata de avanzar en una mayor economía de tiempo y la una reducción de costos, porque de ello depende la tasa de ganancia y la posibilidad de incrementar el capital.

De allí que la localización del tiempo muerto y su eliminación fueron la preocupación primordial de Taylor y de Ford.

Las innovaciones que introdujo el capitalismo al crear la relación salarial.

El proceso de trabajo en el sector industrial ha ido variando considerablemente a lo largo del tiempo. La construcción de edificios (fábricas) y los capitalistas tratan que los trabajadores con sus herramientas de trabajo vayan a ese lugar, empieza el incremento del plusvalor absoluto6, porque se incrementa el uso de la fuerza de trabajo y no hay restricciones de salarios y horas. Aumentan

6 Cuando se incrementa la cantidad de horas trabajadas por encima del tiempo necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo, se obtiene un plusvalor absoluto. La prolongación de la duración de la vida activa, la realización de horas extras, la reducción de los tiempos destinados a merienda durante la jornada laboral, son todos elementos que contribuyen a aumentar el plusvalor absoluto.

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la duración de la jornada y días de trabajo. Se comienza con el establecimiento de normas internas al lugar de trabajo, es decir, de un reglamento interno de la fábrica.

Paulatinamente se va pasando al sistema de manufactura. Las empresas invierten en medios de producción y la mayor cantidad de bienes de capital permite una mayor cantidad de productos en menor cantidad de tiempo, desvalorizándose la mercancía y el trabajo aplicado a su obtención. Ahora el trabajador asiste a la máquina.

Todos estos factores dan origen a la organización científica del trabajo. F. W. Taylor pensaba que había un gran derroche de mano de obra, mucho tiempo muerto, además, que los trabajadores fingían que trabajaban, lo cual implicaba un aumento del tiempo muerto. Justificaba sus afirmaciones en tres causas, la primera era la solidaridad entre la clase trabajadora en la obtención de un ingreso, entonces, si todos trabajaban al máximo de sus posibilidades, sobraría fuerza de trabajo y algunos de ellos serían despedidos; la segunda razón para Taylor, se debía al desconocimiento por parte del empresario (patrón) de la organización del trabajo, porque unos operarios trabajaban más rápido que otros y a todos se les pagaba por igual; y tercera, ese mismo desconocimiento llevaba a los patrones a tomar intuitivamente decisiones sin una organización racional del trabajo.

El taylorismo y Organización Científica del Trabajo (OCT)

El taylorismo va más allá de una simple forma de organizar el trabajo en la fábrica, es una concepción económica y social de la vida de las empresas. “Los métodos y las técnicas formuladas de manera explícita o implícita por F.W.Taylor, referidas a la empresa en sus dimensiones microeconómicas, la organización del proceso de trabajo, el sistema de remuneraciones y las relaciones sociales de producción”, en su conjunto constituyen el taylorismo. Este autor fue uno de los que más contribuyó a formular una concepción operacional para racionalizar el trabajo humano aplicable a la organización y gestión de las empresas orientadas hacia la búsqueda de beneficios. (Neffa, J.C., 1998, pág. 31).

El mercado de trabajo funcionaba en condiciones de casi pleno empleo y escaseaban los trabajadores calificados y con experiencia, que demandaban las grandes empresas industriales.

Por todo esto, Taylor piensa que el trabajo debe estar organizado de manera científica, para lo cual comienza por hacer estudios de tiempos y movimientos, hecho que posibilita a los empresarios apropiarse del saber de los trabajadores. Organizar científicamente el trabajo era hacer el mismo trabajo en menos tiempo, la mejor forma de hacer el trabajo era aquella que lleva menos tiempo.

Propone la estandarización de las máquinas y herramientas y también de los insumos y materias primas a utilizar7, previamente observa cómo los trabajadores hacían su tarea, con qué herramientas y cómo las usaban.

Programa el establecimiento de un estricto control, disciplinamiento y racionalización para un uso más intensivo de la fuerza de trabajo para aumentar la producción. Es así que, propone la

7 Es el origen de las normas ISO.

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estandarización de los trabajadores y plantea seleccionarlos en función de la tarea que se les asignará8, a los cuales se les remunerará según su rendimiento en función del valor monetario adjudicado a cada tarea. Para esto el estudio de tiempos es el elemento más importante, porque sin él no se pueden dar a los obreros instrucciones claras y definidas, ni asignarles ninguna tarea.

Otro objetivo que se planteó Taylor, fue el de debilitar la organización sindical de los trabajadores, prefería una relación de trabajo individual, desconfiaba de los colectivos de trabajo, a los que quería limitar en su accionar.

La difusión del taylorismo como sistema de organización científica del trabajo fue muy lenta. No sólo implicó un nuevo modo de organización del trabajo en las fábricas, sino que posibilitó la emergencia de una tecnocracia dentro del Estado y de las grandes empresas, y aquí cobran suma importancia los estudios y trabajos de Henry Fayol, que desplazan la atención desde el taller hasta los problemas administrativos de las empresa y de las organizaciones públicas.

Entre los principios de Fayol se pueden citar, la división del trabajo expresada en términos taylorianos; el de autoridad-responsabilidad, el ejercicio de autoridad debe ir acompañado de recompensa y sanción; el respeto de las convenciones, indispensable para el mantenimiento de la disciplina; unidad de mando y de dirección, de esta forma la autoridad no sufre menoscabo y no se compromete la disciplina; respeto por la jerarquía vertical, las órdenes deben ser transmitidas desde arriba, escalonadamente por medio de rangos jerárquicos; entre los más importantes.

El paradigma fordista

El fordismo o sistema americano de manufactura pone el acento en el aumento del plusvalor relativo9 y acentúa la división social y técnica del trabajo.

La OCT fue una innovación organizacional que posibilitó alcanzar mayor eficiencia en la actividad de los talleres industriales, produjo disminuciones de costos y aumento del rendimiento de los operarios; pero era un trabajo manual realizado con el apoyo de herramientas y así se limitaba la producción masiva de bienes homogéneos y estandarizados con bajos costos unitarios.

En este contexto, Henry Ford cambia el sistema productivo que venía empleando el llamado sistema americano de manufacturas10 (ASM), introduce la producción masiva y en 1913 instala la cadena de montaje. Contrata a ingenieros que habían trabajado en las fábricas de armas, de máquinas de coser, de maquinaria agrícola, cuya experiencia pudo incorporar en su fábrica, adaptando las cintas transportadoras –que ya se utilizaban- y los sistemas de desplazamientos de

8 Los “racionalizadores” prescribían el perfil del puesto de trabajo y aquellos individuos que no reunían las características antropométricas y aptitudes para el mismo, eran descartados. Los reclutados debían hacer un permanente esfuerzo para adaptarse a la forma de los medios de trabajo y a las condiciones de trabajo imperantes en el establecimiento (Freyssenet, citado por Neffa, J.C., 1998, pág. 101)9 El plusvalor relativo (salario / excedente) aumenta cuando el costo de reproducción de la fuerza de trabajo disminuye. Cuando más pequeña es la parte de la jornada de trabajo en que se genera el valor del salario, más tiempo queda para el excedente. 10 Este sistema se había generado a fines del siglo XVIII en las fábricas de armas, buscando hacer manualmente el montaje de productos estandarizados en base a piezas idénticas e intercambiables, realizadas con la ayuda de máquinas especializadas.

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objetos de trabajo movidos mecánicamente. La cinta transportadora es un bien de capital e implica un incremento de la productividad y simplifica el trabajo del obrero.

En el fordismo el ritmo de trabajo está impuesto por la velocidad de circulación del objeto de trabajo, y esta velocidad está fijada por alguien externo. El objetivo que animó a Ford fue aumentar la tasa de ganancia mediante el rápido incremento de la producción en serie de bienes uniformes y homogéneos de consumo masivo11, mediante la mecanización del trabajo y el incremento del rendimiento de las máquinas. La división del trabajo de ensamblaje, simplificándolo para facilitar la sustitución de trabajadores calificados por otros con menor grado de calificación, haciendo un uso intensivo de la fuerza de trabajo aplicada para obtener economías de escala, permitiría la reducción de los costos unitarios. La cadena de montaje elimina el tiempo muerto.

Con este nuevo modelo el ritmo de trabajo se intensifica y ya no tiene sentido la remuneración por rendimiento, entonces se vuelve al sistema de pago según el tiempo de trabajo, tomando la jornada de ocho horas como unidad de medida.

El salario superior al promedio de la industria que percibían los obreros de Ford, estaba condicionado al cumplimiento de determinadas normas que implicaban una rígida disciplina de respeto al reglamento interno que debía ser aceptado en el momento del reclutamiento. Para incentivar la producción se intensifican la fiscalización y el control de los trabajadores por medio de los supervisores, recurrió a motivaciones económicas tales como gratificaciones por puntualidad, presentismo y antigüedad en la empresa, pagadas siempre y cuando se aceptaran las nuevas pautas productivas.

El paradigma productivo fordista puede caracterizarse a través de:

La producción masiva de productos homogéneos, hecho que aumenta el producto total y disminuye el costo marginal. Recién cuando se agote el ciclo de vida del producto y baje la demanda, se buscará cambiar el diseño o ampliar la gama de los mismos.

Integración vertical de la producción sin recurrir a la subcontratación, porque en las empresas con gran dotación de capital por trabajador ocupado, se busca minimizar los costos de transacción que implican la tercerización de piezas.

La gran dotación de capital requiere de un funcionamiento continuo para aumentar la producción de bienes y amortizar más rápidamente los costosos bienes de producción.

El gran tamaño de las empresas fordianas conduce a formar estructuras oligopólicas de mercado y hace que, en general, estén concentradas en muy pocos lugares.

La estructura oligopólica del mercado posibilitaba que la empresa fabricara las cantidades que deseara y pudiera, e intentara imponer su producto a un consumidor pasivo -el modelo Ford T color negro que se ofreció durante más de 20 años-, es decir, la relaciones entre las empresas y los clientes eran asimétricas.

Predominio de innovaciones de tipo incremental. Cuando había crisis y se perdía mercado se buscaban introducir innovaciones menores en cuanto a los procesos productivos para obtener economías de escala y reducir los costos unitarios.

11 La competencia entre los productos ahora es por precio.

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La centralización de las decisiones y la información en las instancias de dirección y un reducido número de personas, si bien en los inicios del fordismo fue una medida eficaz, no debe dejarse de lado que una mayor centralización implica mayores posibilidades de errores.

La empresa estaba organizada por medio de divisiones funcionales relativamente autónomas, pero que respondían a una estructura jerárquica en la cual la autoridad bajaba en cascada, dejando muy poco espacio para la iniciativa en los niveles menores.

Como correlato de la división técnica del trabajo existía una división territorial del mismo, en efecto, la dirección y la gerencia financiera no estaban en la planta, sino que se encontraban en los centros financieros de las grandes ciudades y conformaban la sede central, allí se adoptaban las decisiones que se ejecutaban en los establecimientos fabriles.

Secuencia de las funciones empresariales a partir de la oferta. Lo primero era idear y diseñar el producto y el proceso para fabricarlo y luego, organizar y realizar masivamente su producción para luego venderlo a bajos precios aprovechando la existencia de una demanda no muy exigente en calidad.

El mercado de trabajo funcionaba en condiciones de pleno empleo relativo –por lo menos hasta principios de la década de 1970-. La fuerza de trabajo era mayoritariamente masculina y las grandes empresas necesitaban mano de obra disponible que encontraban en la inmigración –o en la localización de estas grandes empresas en países del denominado tercer mundo, donde el costo laboral era relativamente más barato que en los países industriales-.

Legislación laboral positiva, que implica un progreso en cuanto al contrato de trabajo y la relación salarial. Las negociaciones entre sindicatos y empresas toman luego la forma de Convenios Colectivos de Trabajo, que garantizaban estabilidad en el empleo, salarios relativos elevados e indexables12 en función de la inflación pasada y ajustables según los incrementos de productividad. En Argentina en 1963, durante la presidencia del Dr. U. Illia, se instala el salario mínimo.

Las concesiones anteriores respecto de las remuneraciones y la estabilidad en el empleo exigían como contrapartida por parte de los trabajadores, la aceptación de las directivas organizacionales de la producción, además de las normas de producción, de consumo y de vida que establecía la empresa, junto a la disciplina del trabajo industrial. Lo cual requería, como ya se mencionó, de un fuerte sistema de supervisión y control.

Cuando se consolida la relación salarial fordista, las empresas disminuyen los fondos asignados a la provisión de servicios de salud, alfabetización y formación profesional, préstamos, etc. y se universaliza la seguridad social a cargo del Estado Providencia, quien también se responsabiliza por el sistema jubilatorio.

Este paradigma productivo tuvo importantísimas repercusiones macroeconómicas. La producción masiva y su comercialización en un mercado competitivo, posibilitó el crecimiento económico de los países industriales, al aumentar la producción y la productividad aparente del trabajo, la tasa de ganancia, la inversión, el empleo y los salarios reales. Era un mecanismo que se retroalimentaba con el aumento de la productividad.

12 El mecanismo de indexación salarial contribuyó a contener los conflictos sociales, al ajustar la demanda social a la producción disponible.

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El crecimiento se va produciendo con una intervención reguladora del Estado, quien va adoptando medidas de política económica destinadas a facilitar la producción y promoción de las actividades de las empresas, a la vez que fortalecía el papel de la aduana para evitar las importaciones competitivas de la producción nacional y promocionaba las exportaciones. Esta intervención reguladora del Estado fue fundamental para sistematizar, organizar y legitimar las nuevas instituciones como los CCT, el sistema de jubilaciones y pensiones y el de salud y educación públicos.

El sistema de producción fordista era ideal para la producción industrial. Se consolidó primero en la industria automotriz, pero superada la crisis del año ’30, el fordismo se transfirió hacia otras ramas de actividad y también hacia otros países, donde fue adoptando formas específicas. Los países que conformaban la Unión Soviética y los de Europa del Este, también lo reprodujeron.

El fordismo para mantenerse en el tiempo necesitó de un sistema de comercio internacional coherente con sus principios. En sus inicios el mayor crecimiento se verifica en Estados Unidos y desde allí hacia los otros países industrializados –europeos, mayoritariamente- en tanto, los países subdesarrollados mantenían el rol de proveedores de materias primas.

Al disminuir la tasa de crecimiento de la productividad –que implica un menor excedente-, el sistema entra en crisis. La menor tasa de ganancia induce a las empresas a actuar sobre los costos, los salarios no se pueden indexar y este hecho implica una menor capacidad de compra, menor demanda y estancamiento en la economía. Se verifican conjuntamente los fenómenos de inflación y desempleo y, en consecuencia, cambia la distribución del ingreso.

Por su parte, los trabajadores rechazan fuertemente esta nueva situación –hay una disminución relativa de los salarios pero no disminuyen las exigencias de las empresas (aceptación de las directrices de las gerencias, normas de producción y la disciplina del trabajo)-, dando lugar durante en los años ‘60 y ‘70 a las más grandes huelgas, hay accidentes y enfermedades profesionales, sabotajes como forma de lucha.

Cuando cae la tasa de ganancia, el sistema capitalista crea nuevas regulaciones y cambia el régimen de acumulación para que esta tasa vuelva a incrementarse. Es el fin del fordismo.

Reformas institucionales y cambios regulatorios

Las instituciones de una economía dan lugar, orientan y fortalecen el régimen de acumulación de capital, según la teoría de la regulación. Éstas son un elemento necesario para el logro de los objetivos que se persiguen con la aplicación de las políticas macroeconómicas.

La creación de instituciones con el acuerdo tripartito entre todas las centrales sindicales, todas las entidades empresariales o patronales y el gobierno, para elaborar de forma consensuada un plan nacional de empleo, productividad e ingresos, cuyo objetivo sea la creación de empleos genuinos, estables, con protección social, con remuneración adecuada y por tiempo indeterminado.

La mayoría de los países desarrollados tienen una agencia que brinda asistencia técnica y recursos a las empresas que quieran mejorar las condiciones de trabajo, de las que participan no solamente

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el sector público sino que involucran a representantes de asociaciones empresariales y de trabajadores, que tienen como objetivo lograr que el contenido y la organización del trabajo sea fuente de desarrollo y satisfacción personal, es decir, tenga utilidad social.

El fortalecimiento de la administración del trabajo –con equipamiento, recursos y capacitación adecuada a los funcionarios- es otra de las medidas a formalizar que coadyuvan a la obtención de los propósitos planteados. El efectivo control del cumplimiento de las leyes laborales, especialmente sobre el trabajo no registrado y la evasión al sistema de seguridad social, son puntos esenciales para el logro de creación de empleo genuino y de calidad.

Ya se mencionó que en nuestro país se reformaron las leyes del trabajo con el declarado objetivo de flexibilizar el uso de la fuerza laboral invocando la diversidad y heterogeneidad estructural de la economía. Este hecho es consistente con la flexibilización negativa, pero existe también la flexibilización positiva, interna a la empresa, dado que, por la incorporación de innovaciones tecnológicas cambia la organización y el proceso de trabajo, entonces esa flexibilización puede hacerse por medio de la polivalencia, rotación de puestos, ampliación y enriquecimiento de tareas, entre otras.

Como consecuencia del surgimiento de las TIC’s y su aplicación por parte de las firmas, hay puestos de trabajo que han desaparecido y dado que, los convenios colectivos no han seguido una actualización acorde aún siguen presentes, por lo tanto se hace imprescindible una actualización de los mismos, saliendo del trabajador especializado para pasar a uno polivalente, que cuente con la formación que le brinde la propia empresa y con el reconocimiento salarial.

El mercado de trabajo, sus instituciones y funcionamiento. Conceptos y definiciones

El trabajo es una actividad humana, “orientada hacia una finalidad, la producción de un bien o la prestación de un servicio, que da lugar a una realidad objetiva, exterior e independiente del sujeto, y socialmente útil para la satisfacción de una necesidad” (Neffa y otros, 2000, pág. 11). Comprende las dimensiones fisiológicas, biológicas, psíquicas y mentales de las personas, hasta la creatividad, la capacidad para resolver problemas y hacer frente a los incidentes que ocurren en las empresas y las organizaciones.

Cuando el trabajo se hace para obtener un ingreso, sea en calidad de asalariado, empleador o por cuenta propia, se está en presencia del empleo.

De lo expuesto se deduce que todas las personas que desarrollan una actividad de trabajo, están ocupadas, aunque no signifique necesariamente que tengan un empleo. (Neffa y otros, 2000)

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha establecido una serie de normas internacionales, referidas a conceptos y mediciones, métodos de recolección de información y su clasificación y análisis. Las mismas han sido adoptadas por nuestro país desde hace más de veinte años, aunque es necesario hacer notar que si bien la medición del desempleo –la falta de empleo- es quizá la categoría más difundida, éste es sólo un aspecto del conjunto de la problemática ocupacional. Su medición debe completarse con categorías estadísticas que muestren otras situaciones tales como, la subutilización de calificaciones, la baja productividad, los bajos ingresos.

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Para examinar el mercado de trabajo de un país, se puede partir caracterizando a su población de acuerdo a su inserción en el mercado laboral.

Así se puede distinguir entre población económicamente activa (PEA) y población económicamente inactiva (PEI). La PEA está constituida por los ocupados más los desocupados, y según la OIT, “abarca a todas las personas de uno y otro sexo que aportan su trabajo para producir bienes y servicios económicos, definidos según los sistemas de cuentas nacionales y balances de Naciones Unidas, durante un período especificado”. Mientras que la PEI comprende a todas las personas que por su edad, su situación o su decisión están fuera del mercado de trabajo –jubilados, estudiantes, equipos de voluntarios no remunerados, etc.-. No tienen un empleo y tampoco lo buscan, por tanto, no son consideradas activas en el período de referencia13.

Una segunda diferenciación parte de observar a los que tienen un empleo –ocupados o subocupados- y a los desocupados –aquellos que no tienen un empleo y lo buscan activamente-14. No obstante, esta clasificación no toma en cuenta algunos problemas ocupacionales, como por ejemplo a los subocupados demandantes, los desocupados desalentados, los trabajadores familiares sin remuneración y el trabajo no registrado, entre otros.

Respecto de los ocupados o empleados, una persona tiene la categoría de tal si cumple con una cierta edad especificada y durante una semana o un día –período de referencia- posee un empleo asalariado o trabaja de forma independiente.

Para ser empleado asalariado se debe trabajar durante el período de referencia a cambio de un salario en metálico o en especies. Si no trabaja en ese período, para ser considerado empleado es necesario que se mantenga el vínculo formal –por pago ininterrumpido de salario, garantía de reintegración al finalizar la enfermedad o contingencia, vacaciones o diversos tipos de licencias-. Del mismo modo, los aprendices que reciban una retribución y el personal permanente o temporario de las fuerzas armadas, se consideran como empleados.

Las personas que trabajan en forma independiente, serán consideradas con “empleo” si han trabajado durante el período de referencia para obtener algún beneficio o ganancia, o bien que sean propietarios de una empresa, aunque no estén produciendo en el mencionado período. También se incluyen a los familiares no remunerados, los empleadores y miembros de cooperativas, y las personas ocupadas en la producción de bienes y servicios económicos para consumo del hogar, si dicha producción es una parte importante de ese consumo.

Dentro de la categoría de empleo, se debe reconocer al subempleo que involucra tanto al tradicional subempleo horario, como diversas formas de empleo parcial –en general precario- que se fueron originando desde mediados de los años ’70. Pueden mencionarse dos tipos de subempleo, visible e invisible.

“El subempleo visible abarca a todas las personas con empleo asalariado o empleo independiente, trabajando, o con empleo pero sin trabajar, que durante el período de referencia trabajan

13 El período de referencia se refiere a la época para la cual se relevan los datos.14 Esta concepción supone que la población en edad de trabajar está dividida en empleados, desempleados e inactivos y que cualquier persona puede clasificarse sin equívocos en una sola de estas tres categorías.

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involuntariamente menos que la duración normal del trabajo para la actividad correspondiente, y que buscan o estaban disponibles para un trabajo adicional”. Mientras que el invisible es un concepto que refleja “una mala distribución de la mano de obra o un desequilibrio entre la mano de obra y otros factores de producción. Sus síntomas característicos podrían ser el bajo nivel de ingresos, el insuficiente aprovechamiento de las calificaciones y la baja productividad” (OIT: 1988, citado por Neffa y otros, 2000, pág.17)15.

Con relación a los desocupados o desempleados –categoría de análisis de mediados del siglo pasado16- se puede decir que son aquellos trabajadores que durante el período de referencia no tengan un empleo asalariado o uno independiente, que están disponibles para trabajar en una de las dos modalidades y que están buscando activamente trabajo remunerado sea por medio de agencias de empleo –públicas o privadas-, respondiendo a avisos que aparecen en periódicos -o poniéndolos- o bien haciendo gestiones para solicitar créditos, licencias o permisos y buscando terrenos, edificios y equipos de producción para montar la propia empresa.

Es necesario distinguir el desempleo abierto –conceptualizado en el párrafo anterior- del desempleo oculto, “personas que se retiran de la PEA por razones vinculadas al estado del mercado laboral, expresando un potencial de fuerza de trabajo susceptible de regresar cuando aquél cambie” (MTySS 1992, citado por Neffa y otros, 2000, pág.48). Se trata de trabajadores desocupados de hecho que han desistido de la búsqueda de empleo y por lo tanto están clasificados como integrantes de la PEI.

Un grupo importante queda fuera de estas clasificaciones de la población, es el llamado sector informal que “agrupa a todas las actividades de bajo nivel de productividad, a los trabajadores independientes (con excepción de los profesionales), a las empresas muy pequeñas o no organizadas” (PREALC: 1978, citado por Neffa y otros, 2000, pág.20), es decir que en este sector se incluyen tanto a empleados no registrados como a empleados no asalariados. Esta noción comenzó a utilizarse en los años ’70 para explicar la realidad de economías subdesarrolladas, con inmigraciones internas y rural-urbanas, en las que predominaba el trabajo no asalariado.

Concretamente está compuesto por unidades de producción muy heterogéneas, donde predomina la utilización de factores y recursos locales, en general no pueden acceder al canal institucional de crédito, la producción se realiza en pequeña escala, se usan tecnologías intensivas en mano de obra y poco productivas, prevalecen las formas de empleo no asalariado y el trabajo familiar no remunerado. Características todas que hacen pensar en microemprendimientos familiares, una forma bastante extendida durante los últimos años en Argentina y alentada desde algunos niveles de gobierno como una forma de amortiguar el impacto del desempleo.

La heterogeneidad del sector no implica que los salarios que se abonen sean más bajos que los del sector formal, ni tampoco que las calificaciones de sus integrantes sean escasas. Muchas veces los

15 En general los países no miden este último tipo de subempleo y, cuando se realizan ambas mediciones, se observa que el subempleo invisible supera al visible.16 En los años ’50 el desempleo aparecía como un fenómeno coyuntural y se pensaba que con aplicación de políticas activas de demanda podría solucionarse, por lo tanto, era considerado como algo residual que dependía de la dinámica poblacional y de las necesidades de los demandantes de mano de obra.

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trabajadores informales se desempeñan en varios empleos a la vez, condición que dificulta su clasificación por rama de actividad.

De acuerdo a V. Tokman (Neffa y otros, 2000, pág. 21) las actividades informales pueden ser vistas como una estrategia de sobrevivencia de las personas que han sido desplazadas del mercado de trabajo (o que no han podido ingresar al mismo) por un excedente de oferta de trabajo y en el país no se cuenta con un adecuado seguro de desempleo; aunque también puede ser consecuencia de una descentralización productiva –una suerte de tercerización de actividades- con el objetivo de reducir costos operativos o evadir el pago de impuestos y contribuciones al sistema de seguridad social.

Cualquiera sea la perspectiva que se adopte, en general el sector informal podría esconder tanto al subempleo como al desempleo disfrazado.

Interdependencia y flujos de la fuerza de trabajo

La oferta de trabajo –aquella que realizan los trabajadores a cambio de un salario- y la demanda por trabajo de las empresas, por el que están dispuestas a pagar, están interrelacionadas.

La interdependencia entre oferta y demanda laboral puede ser explicada por las variaciones que se produzcan en el nivel de producción o en la productividad de la mano de obra. Cuando las empresas aumentan su producción para responder a una mayor demanda, este aumento primeramente se satisface mediante el recurso a horas extras –que redunda en un incremento de productividad- y posteriormente, si ese crecimiento de la demanda se sostiene en el tiempo, se contratan nuevos trabajadores. Al caer el nivel de demanda, las empresas actúan de la misma manera, esperan un tiempo antes de despedir el personal excedente, hecho que redunda en una baja de productividad.

Esa dinámica que da como resultado un desequilibrio entre los puestos de trabajo demandados y ofrecidos, ocasiona el desempleo.

La tasa de desempleo definida como la cantidad de desocupados con relación a la PEA, influye en la oferta provocando el efecto del trabajador adicional, es decir, cuando uno de los miembros del hogar es víctima de la desocupación, otros miembros de la familia –además del desocupado- salen a buscar empleo, generando de esta forma un aumento de la tasa de actividad17 (que representa a la oferta de trabajo). Así también cuando reingresan al mercado de trabajo las madres de familia –que estaban consideradas como PEI-, o los jóvenes comienzan a buscar su primer empleo, significan un aumento de la tasa de actividad, que puede resultar en un aumento de la tasa de desempleo cuando ésta es elevada. La activación de la fuerza de trabajo que estaba inactiva puede ocasionar un aumento en la tasa de desempleo –una ampliación de la brecha entre demanda y oferta de trabajo- aún en situaciones en que la tasa de desempleo es relativamente baja.

El trabajador que luego de infructuosas búsquedas de un empleo decide no continuar en la misma –el trabajador desalentado- se mueve hacia la PEI, disminuye la tasa de actividad y la tasa de

17 La Tasa de actividad se define como la suma de los ocupados más los desocupados en relación a la población total.

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desempleo, cuando en realidad se trata de un desocupado disfrazado. En general esta situación se produce cuando una tasa de desempleo elevada se mantiene durante un tiempo prolongado.

El riesgo de desocupación si bien afecta a todas las personas que integran la PEA, la incidencia del mismo no es similar para todos, algunos grupos son más vulnerables que otros -en general, los trabajadores con menos educación formal y menores niveles de calificación son más vulnerables en relación a quienes han completado niveles educativos superiores-. También las condiciones de ingreso y salida del desempleo son diferentes; siendo el caso más preocupante el del desempleo de larga duración (DLD) por las consecuencias sobre la salud psíquica y mental de las personas aparte de la pérdida de ingresos que supone.

La empleabilidad muestra las posibilidades que tienen las personas de insertarse en el mercado de trabajo y está muy relacionada con el concepto de vulnerabilidad. El grado de empleabilidad depende de factores tales como el tiempo de permanencia en la categoría de desocupado (las empresas tienden a no contratar personal que ha estado mucho tiempo en esta situación), la edad del desocupado (a mayor edad aumenta su inempleabilidad), el nivel de calificación (las firmas prefieren trabajadores más capacitados para disminuir los costos de capacitación inicial). La historia laboral del desocupado y su relación salarial anterior también son factores que influyen en la empleabilidad de cierta persona.

Los movimientos de los trabajadores desde la PEA a la PEI y viceversa permiten afirmar la existencia de una reserva de mano de obra que puede entrar y salir del mercado según si el nivel de actividad económica se encuentra atravesando una fase expansiva o recesiva. Estos movimientos permiten caracterizar el desempleo desde el punto de vista de la trayectoria individual de los trabajadores, así se tiene el desempleo repetitivo –personas que han pasado en muchas oportunidades por el mercado de trabajo, tales como jóvenes recién egresados, ocupantes de trabajos precarios18, entre otros-; desempleo de reconversión –este tipo afecta más a los trabajadores con ciertas calificaciones de empresas que han cerrado o se han fusionado por razones tecnológicas y/o económicas- y por último, desempleo estructural (o de exclusión) –las personas tienen una débil empleabilidad debida a dificultades de aprendizaje o bien con pocas capacidades para formarse profesionalmente y adultos poco calificados próximos a la edad de retiro-. Este último tipo es el más grave de todos porque tiende a perpetuarse intergeneracionalmente.

Los continuos flujos de trabajadores entre actividad (empleo y desempleo) e inactividad da origen a su vez a nuevas caracterizaciones de la situación de trabajo, que no son contempladas por las estadísticas laborales. Algunas personas pueden tener un puesto de trabajo de tiempo completo pero temporal y aceptan otro trabajo con una jornada inferior a la considerada normal; también puede darse el caso que personas con empleo completo deban aceptar una reducción horaria para seguir conservando su fuente de ingresos. El ya mencionado trabajador desalentado, que no tiene empleo pero que tampoco busca, o bien aquellos desempleados que aprovechan el tiempo para capacitarse y poder volver reinsertarse en mejores condiciones en el mercado.

18 Empleo precario es aquel que no tiene garantía de permanencia, es un contrato por tiempo determinado, y puede tener o no cobertura del sistema de seguridad social.

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Un párrafo aparte merece el trabajo clandestino y el empleo no registrado. El primero serían actividades no autorizadas que escapan a la reglamentación o personas que operan en la economía subterránea. En este caso, si el trabajador en oportunidad de ser encuestado, no declara que tiene un empleo será calificado como desempleado o inactivo. El empleo no registrado o no declarado antes las autoridades, se sustrae a la reglamentación o a los impuestos, e incluye a trabajadores que no han sido declarados como tales por razones de costos laborales y lleva implícita una reducción de las prestaciones de la seguridad social.

La Encuesta Permanente de Hogares (EPH)

En Argentina a principios de la década de 1960 se comenzó a llevar a cabo encuestas con el objetivo de relevar la situación de empleo y desempleo de la población. Desde esa fecha se han realizado la Encuesta de Empleo y Desempleo, durante la presidencia del Dr. U. Illia a raíz de la crisis que se vivió por esos años una de cuyas manifestaciones fue el aumento del desempleo, la que tuvo el mérito de comenzar a recoger la información. La misma se aplicó en la Capital Federal y 19 partidos del cornurbano hasta 1972.

Posteriormente, entre 1974 y 2003 se realizó la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), la cual muestra un cambio estructural y es técnicamente más avanzada que la anterior, su objetivo es estudiar la estructura social y del mercado de trabajo además de las estrategias de vida implementadas por las familias para la satisfacción de sus necesidades. Se encuestan unas 35.000 viviendas, que representaban alrededor del 75 a 80% de la población total, distribuida en 28 aglomerados. La información se relevaba en dos etapas, Mayo y Octubre de cada año.19

Desde 2003 se reemplaza la EPH puntual por la continua, la cual al recabar la información en 4 trimestres permite seguir más de cerca la evolución de los datos. En este caso, se hace una muestra más pequeña que se aplica en 32 ó 33 aglomerados.

La encuesta primordialmente caracteriza a la población en términos demográficos y mide las características ocupacionales, habitacionales, de educación y de ingresos. Atento a ello, para caracterizar a la PEA, se demanda la cantidad de ocupaciones, el tiempo de trabajo, la categoría ocupacional, la rama y el tamaño del establecimiento, el carácter y la calificación de la tarea, el ingreso, la antigüedad en la ocupación, la estabilidad del empleo y la búsqueda de otra ocupación. Respecto de la PEA desocupada trata de captar la duración del desempleo, la rama de actividad donde se desempeñaba, el carácter individual o colectivo del despido y su grado de formalización, además de las causas por las cuales no encuentra trabajo o no busca. (Neffa y otros, 2000, pág. 58).

De acuerdo a la EPH, en la definición de la PEA no se fijan límites máximos o mínimos de edad permitiendo de esta manera identificar el trabajo de los niños y de quienes han superado la edad jubilatoria. Asimismo en la PEI se incluyen a los desocupados que por una causa u otra no buscan activamente trabajo –trabajadores desalentados- pero también puede ser por falta de iniciativa o tienen otras fuentes de recursos.

19 A partir de 1998 y durante algunos años se realizó un tercer relevamiento durante el mes de agosto de cada año.

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Dentro de la población ocupada que forma parte de la PEA, la EPH distingue a los ocupados plenos –trabajan entre 35 y 45 horas semanales-, los sobreocupados –trabajan 45 o más horas- y los subocupados visibles u horarios –involuntariamente trabajan menos de 35 horas por semana y desean hacerlo por más horas-, dentro de este último grupo diferencia a los demandantes –que están en búsqueda de otra ocupación- de los no demandantes –quienes no buscan ampliar su jornada y tampoco otro empleo-.

Con relación a la población desocupada, la definición de la EPH se corresponde con la desocupación abierta, pero no incluye a personas que realizan trabajos transitorios mientras buscan otra ocupación, entre otros, como tampoco a los que se consideran subocupados porque están en puestos de trabajo con requerimientos por debajo de su calificación.

La EPH brinda mucha información sobre las condiciones de empleo, ingresos y estrategias de vida de la población, no obstante presenta algunas falencias que ponen en duda la confiabilidad de la misma. Las críticas se refieren a su grado de cobertura –releva sólo el empleo urbano -la población de los aglomerados urbanos donde se administra la EPH representan más del 70% de la población urbana total-, la captación de ingresos –porque el encuestado se niegue a responder o no se incluyan como ingreso a los vales alimentarios-, y también la sustitución de respondentes –ante la ausencia de un trabajador, la encuesta permite que sea un miembro del grupo familiar el que responda y éste quizá no conozca muy bien la condición laboral del ausente-.

Pese a estos cuestionamientos es indudable la importancia de la Encuesta para conocer la evolución de los indicadores representivos del mercado laboral y también de condiciones de vida de la población.

2.4 Inserción de los jóvenes en el mercado laboral: proyecto de vida, relación de pertenencia. Trabajo informal y precario.

WELLER JÜRGEN – “La inserción laboral de los jóvenes: características, tensiones y desafíos”. Revista de la CEPAL – Nº 92 – Agosto 2007

Desde el inicio de la era moderna, la inserción laboral de los jóvenes es el elemento clave para pasar a la vida adulta, dado que los propios ingresos generan la base material para disminuir y luego eliminar la dependencia económica respecto de los padres y establecer un hogar propio.

El trabajo se puede interpretar como un eje de la integración social, fuente de sentido para la vida personal, espacio para la participación ciudadana y motor del progreso material. Aunque, desde la perspectiva de muchos jóvenes el papel del trabajo en relación con otras actividades y aspectos de la vida, producto de los cambios económicos, sociales y culturales, ha sido relativizado.

Recientemente, las condiciones económicas y laborales no han favorecido la inserción de los jóvenes de América Latina en el mundo del trabajo. Muchas encuestas señalan que el desempleo y otras deficiencias laborales se hallan entre los problemas que inquietan a la sociedad latinoamericana.

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Objetivo: examinar las características, tensiones y desafíos de la inserción laboral de la juventud latinoamericana.

Circunstancias, orígenes y consecuencias de los problemas de inserción laboral de los jóvenes.

Entre 1990 y 2003 el crecimiento económico fue modesto y volátil, la generación de empleo asalariado –sobre todo formal- fue débil y la tasa de desempleo regional aumentó del 7.5 al 11% entre esos años. La reactivación económica de los años posteriores permitió que bajara hasta un dígito pero sin llegar al nivel de 1990. Se extendió el sector informal y se incrementó la precariedad laboral.

Entre los procesos estructurales cabe resaltar las recientes dinámicas de la oferta y la demanda laboral, los cambios en el funcionamiento de los mercados de trabajo, así como las transformaciones socioeconómicas más allá de estos mercados.

Por el lado de la oferta laboral, se destacan la reducción del crecimiento demográfico, el aumento del nivel educativo de las nuevas generaciones y la progresiva integración laboral de las mujeres jóvenes.

Por el lado de la demanda laboral, la reciente integración comercial y financiera que fomenta la competencia entre los mercados. Hay una mayor presión sobre las empresas para mayor competitividad, que muchas veces resuelven con la incorporación de nuevas tecnologías y nuevos procesos organizativos, tendiendo a acrecentar una demanda de mano de obra calificada y flexible, lo que favorece la inserción laboral juvenil en desmedro de la de los adultos.

El mercado de trabajo se ve afectos, muchas veces facilitada por reformas legales, la inestabilidad laboral tendió a aumentar. Mientras en el sector formal sigue predominando el contrato de plazo indeterminado, las nuevas contrataciones se caracterizan con mayor frecuencia por ser más inestables y ofrecer condiciones laborales deterioradas, que afecta sobre todo a los jóvenes.

Otro elemento que complica la inserción laboral juvenil es la marcada y creciente segmentación socioeconómica, reflejo y origen de la elevada desigualdad en América Latina. El trasfondo familiar determina en gran medida, las perspectivas laborales, pues influye en las oportunidades de acumular capital humano (acceso a la educación y capacitación de buena calidad), capital social (relaciones sociales basadas en la confianza, la cooperación y la reciprocidad) y capital cultural (manejo de los códigos establecidos por la cultura dominante). La situación, los problemas y las perspectivas de los jóvenes son, por lo tanto, heterogéneas.

Muchos de estos fenómenos no son específicamente latinoamericanos, son muchos los organismos internacionales que en los últimos años han examinado los problemas de inserción laboral de los jóvenes buscando la manera de mejorarla.

Tanto en el ámbito académico como en el político, se ha debatido y se debate mucho esta problemática.

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Oferta laboral: En cuanto a la oferta, se destaca la hipótesis de que los sistemas educativos y de capacitación no preparan adecuadamente a los jóvenes para el mundo laboral. Las empresas hacen frente a los acelerados cambios económicos y tecnológicos, modificando y elevando los requisitos de calificación de su fuerza laboral, tanto en las habilidades y conocimientos como de las competencias sociales, sobre todo, capacidades de comunicación, trabajo en equipo, etc.

Frente a esta demanda, los sistemas de educación y capacitación tienen escasez de recursos, están desconectados del mundo del trabajo y, por ende, ignoran las características de la demanda. Esto da como resultado que los jóvenes que salen de esos sistemas no tienen la preparación adecuada y desconocen las características del mundo del trabajo y, a su vez, las empresas tienen reticencias a contratarlos.

Demanda laboral: un segundo grupo de problemas de inserción surge desde la demanda laboral. Relativo a la magnitud de la demanda, ante un enfriamiento de la actividad económica, las empresas dejan de contratar, lo que afecta en mayor medida a los más jóvenes (representados en exceso entre los buscadores de empleo), cuando la crisis se profundiza, los primeros desempleados suelen ser los más jóvenes, por su menor antigüedad y debido a razones sociales –protección a los jefes de hogar- y económicas –menores costos de despido-. Por lo tanto, en situaciones de gran volatilidad económica, el entorno se hace muy desfavorable para los jóvenes.

Problema de información incompleta: entre los jóvenes, respecto del mundo laboral en general y a determinadas empresas en particular; y entre las empresas, respecto de la juventud en general y a ciertos jóvenes en particular. La falta de transparencia de los procesos de intermediación, los prejuicios por ambas partes y las prácticas discriminatorias, pueden hacer aún más ineficiente y prolongado el proceso de ajuste entre los requisitos de las empresas y las aspiraciones de los jóvenes, así como profundizar desigualdades.

Regulaciones: tales como un alto salario mínimo, que imponen un mayor costo a la contratación de jóvenes cuya productividad relativa es menor al estar limitada por su falta de experiencia. Otras destinadas a proteger a los trabajadores que tienen empleo pueden tender a bloquear el acceso a los sin empleo, entre ellos, los jóvenes.

Estructura productiva: una economía caracterizada por una baja productividad, bajos niveles tecnológicos y el incumplimiento de muchas regulaciones laborales, hace que un empleo en este segmento no solo implica condiciones laborales precarias, sino que además, la experiencia adquirida en él, no es reconocida por el mercado.

La literatura especializada señala que hay alguna influencia de todos estos factores, muchos por cierto, relacionados entre sí, pero con importantes disparidades en su grado de incidencia.

El hecho de que los indicadores laborales registren peores niveles para los jóvenes que para los adultos, no es por sí solo preocupante. Sin embargo, un desempleo juvenil alto y prolongado, así como una inserción de mala calidad e inferior a los niveles de educación y las habilidades adquiridas, tienen efectos negativos tanto económicos como sociales:

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- El mal aprovechamiento del capital humano generado mediante la inversión social, limita el crecimiento económico y por consiguiente, el bienestar de las sociedades en su conjunto.

- Una débil acumulación de experiencia laboral incide negativamente en los ingresos laborales futuros de los jóvenes, así como en su jubilación, sobre todo en sistemas de capitalización individual.

- Una precaria inserción laboral dificulta y posterga la formación de los hogares propios de los jóvenes, prologándose la dependencia con los padres y la carga financiera que implica, por lo tanto, también se reduce el ingreso neto presente y futuro de los padres.

- La inserción laboral precaria, relacionada frecuentemente con altos niveles de deserción del sistema escolar, afecta especialmente a los jóvenes de los hogares pobres, reforzando la transmisión intergeneracional de la pobreza.

- El desfase entre las características de la educación y la demanda laboral tiende a obstaculizar la movilidad social, lo que agrava los problemas estructurales de la mala distribución del ingreso, perpetuando estos problemas.

- La precariedad de la inserción laboral obstaculiza la integración social de los jóvenes, quienes no se ven reconocidos en sus derechos ciudadanos, esto desalienta su participación en otros ámbitos de la institucionalidad y tiende a fomentar en ellos, actitudes de confrontación.

- Los jóvenes con inserción laboral precaria son una parte importante de la población en riesgo y enfrentan problemas de adaptación y marginación social.

La evolución reciente de la inserción laboral de los jóvenes en América Latina.

Evolución de la actividad y la inactividad juvenil: cae la tasa de participación de los hombres y aumenta marcadamente la tasa de participación de las mujeres, la cual no condujo a caída alguna de su asistencia al sistema escolar: en todos los grupos etáreos aumentó la proporción de estudiantes mujeres y en todos ellos la asistencia escolar de las mujeres superó la de los hombres de la misma edad. Es de suponer que a ello contribuyó la consciencia de que para las mujeres con bajo nivel educativo hay menos posibilidades de empleo que para los hombres en igual condición.

Existe también una clara distinción entre hombre y mujeres jóvenes con respecto a su participación laboral según el ingreso del hogar al que pertenecen. Los jóvenes hombres tienen las tasas más bajas de participación en el primer y quinto quintil de ingresos, en contraste, en el casos de las jóvenes hay una clara correlación positiva entre el nivel de ingreso del hogar y la participación laboral, las pertenecientes a hogares del primer quintil tienen una tasa de participación inferior a las jóvenes de su misma edad en el quintil más rico.

Tendencias del empleo juvenil: durante el período más reciente, el peso de los sectores de baja productividad se incrementó también en los grupos educativos medios y altos, lo que indicaría que en el contexto de un bajo dinamismo de las economías de la región y con el aumento del nivel educativo de los jóvenes que entran al mercado de trabajo, un número creciente de estos jóvenes con nivel de educación bueno no encuentra un empleo acorde a su formación.

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Tendencias del desempleo juvenil: Existe una marcad correlación negativa entre el nivel de desempleo de los jóvenes y los ingresos del hogar. A inicios de la década de 2000, en el primer quintil la tasa de desempleo juvenil alcanzó casi al 30%, más del triple de la que registró el quintil quinto. En el período siguiente, sin embargo, este último quintil experimentó el mayor aumento proporcional de la tasa de desempleo, en parte posiblemente como consecuencia del mayor desempleo académico.

En consecuencia, el hecho de que la tasa de desempleo de los jóvenes sea mayor que la de los adultos se debe principalmente a la concentración en los jóvenes de las personas que buscan empleo por primera vez, a los problemas de acceso de estos buscadores primerizos y a la mayor rotación entre el empleo y el desempleo o la inactividad laboral que caracteriza a los jóvenes en comparación con los adultos.

Tensiones en la inserción laboral de los jóvenes

La brecha entre las expectativas de mejoramiento de la inserción laboral a causa de aspectos educativos, demográficos, tecnológicos, entre otros, y la evolución reciente de esta inserción es el marco para una serie de tensiones, muchas de ellas vinculadas entre sí.

Primera tensión: alto nivel de educación formal pero también enfrentan mayores problemas de acceso al empleo. Su causa radica en la debilidad de la demanda agregada, el origen de esta tensión no es que las nuevas generaciones son demasiado educadas (ha aumentado la brecha salarial en favor de los más educados y esto significa que la demanda laboral ha estado más bien sesgada hacia el personal más calificado), sino que los avances de la cobertura educacional y de formación para el trabajo han sido débiles en abordar los cambios productivos y socioculturales recientes, de manera que no facilitan la transición al mundo laboral.

Segunda tensión: los jóvenes otorgan una alta valoración al trabajo en si, pero sus experiencias con empleos concretos suelen ser frustrantes. Muchas experiencias de trabajo iniciales no cumplen con las expectativas cifradas en ellas, ya que son muchos los jóvenes que informan de ingresos bajos, poca acumulación de conocimientos y habilidades, amenazas de despido, relaciones personales desagradables, en fin, condiciones que no estimulan a aprovechar el potencial que promete el trabajo para el desarrollo individual y social de los jóvenes.

Tercera tensión: fuertes contradicciones entre las expectativas de los jóvenes sobre los beneficios de la inserción en el mercado laboral y la realidad que viven en él. Las expectativas se centran en la mejoría del bienestar material individual y de la familia paterna, la creación de una base para formar el hogar propio, el reconocimiento social, la posibilidad de contribuir al desarrollo de su país y otras. Un elemento clave de las frustraciones que esto crea son los bajos ingresos laborales, que se reflejan en los elevados porcentajes de “trabajadores pobres”.

Cuarta tensión: contraposición de las necesidades y preferencias de estabilidad y una realidad laboral donde prevalece la inestabilidad y precariedad. Los jóvenes actuales han hecho sus primeras experiencias con esta nueva normalidad laboral, la cual obstaculiza las trayectorias ascendentes y las relaciones laborales estables, lo que unido al debilitamiento de los sistemas de

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protección social en muchos países, genera una profunda incertidumbre que afecta al desarrollo de la personalidad de los jóvenes y su inclusión social.

Quinta tensión: el cumplimiento de las aspiraciones relacionadas con el mercado de trabajo requiere generalmente un largo plazo, en particular para alcanzar altos niveles educativos. Sin embargo, muchos jóvenes enfrentan urgencias de corto plazo que los empujan a desertar tempranamente del sistema escolar, les impiden retomar sus estudios y los obligan a aceptar cualquier empleo disponible. En muchos casos, la tensión entre las aspiraciones y la realidad laboral se resuelve traspasando aquellas a la generación siguiente, de manera que los sacrificios del corto plazo deben facilitar que estas aspiraciones se cumplan para los hijos.

Octava tensión. Los jóvenes viven la tensión entre un discurso meritocrático –al que responden con la disposición de hacer grandes esfuerzos personales para avanzar en su educación e inserción laboral- y una realidad del mercado de trabajo en que los contactos personales y las recomendaciones desempeñan con frecuencia un importante papel en el acceso a empleos atractivos. La exclusión laboral de quienes no cuentan con este capital social refleja una marcada segmentación intrageneracional que se está profundizando debido a crecientes distancias entre la educación a la que tienen acceso jóvenes de diferente status socioeconómico.

Novena tensión: el mercado exige experiencia laboral y a la vez no reconoce la experiencia adquirida en ocupaciones a las que pueden acceder los jóvenes de bajo nivel educativo, a este grupo, por lo tanto, le resulta imposible emprender una trayectoria laboral ascendente.

Undécima tensión: los jóvenes enfrentan la tensión entre sus preferencias culturales y las pautas exigidas por un mercado de trabajo marcado por la cultura dominante. El mercado valora la experiencia laboral más de lo que a los jóvenes les parece justo, y no acepta ciertas expresiones subculturales que podrían afectar la imagen de las empresas ante sus clientes y por ende, sus resultados económicos.

Las tensiones señaladas inciden en los procesos de integración laboral y social. Muchas de ellas se relacionan con una contradicción más profunda entre los sueños y las aspiraciones individuales y colectivas y una realidad social y económica que no facilita su cumplimiento. Esta contraposición puede generar conflictos que se expresarían, con mayor o menor fuerza, tanto a nivel individual como bajo la forma de conflictos sociales con componentes generacionales.

Desafíos para mejorar la inserción laboral de los jóvenes:

Ningún programa que mejore la empleabilidad de los jóvenes –es decir, el desarrollo de conocimientos, habilidades y competencias para el empleo-, aumente la eficiencia en la intermediación laboral o intervenga en otros aspectos de la inserción en el trabajo puede tener resultados satisfactorios sin una demanda laboral dinámica, producto de tasas de crecimiento económico altas y estables y de expectativas que induzcan a las empresas a contratar más personal.

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Otro reto pendiente es el de establecer una nueva regulación del mercado ocupacional, que fomente relaciones laborales en las que se promuevan entre otros, mecanismos de protección acordes con las nuevas realidades económicas.

Empleabilidad:

Capital humano (educación y capacitación de buena calidad): una buena educación y formación para el trabajo son elementos clave en el desarrollo del capital humano y la empleabilidad de los jóvenes.

Existe una presión de arriba hacia abajo: los jóvenes con un título no consiguen un trabajo en ocupaciones para las que están capacitados, por lo que ocupan un espacio laboral inferior, desplazando a los jóvenes que se han preparado para estas ocupaciones. Además los jóvenes enfrentan la segmentación del sistema educativo, que favorece a los graduados de colegios y universidades reconocidos por la calidad de su enseñanza pero cuyo acceso está restringido por obstáculos financieros.

Hay una falta de vínculo entre el currículo escolar y el mundo del trabajo.

Cuando el trabajo afecta el rendimiento escolar, debido a jornadas laborales extensas o extenuantes que restringen la capacidad de aprendizaje, este aumento representa una tendencia adversa que hipoteca el futuro de los jóvenes.

Capital social (relaciones sociales basadas en la confianza, la cooperación y la reciprocidad): el acceso al capital social a la vez contribuye a causar –por su distribución desigual- y resolver –al mejorar su acumulación por grupos desaventajados- los problemas de inequidad de las sociedades latinoamericanas.

La distribución desigual de capital social predetermina poderosamente las oportunidades de acceso a empleos productivos y, por lo tanto, las futuras trayectorias laborales de muchos jóvenes. Esto genera grandes frustraciones, ya que en la realidad del mercado de trabajo se menosprecian los esfuerzos de educación y capacitación de quienes no cuentan con los contactos sociales requeridos.

Capital cultural (manejo de los códigos establecidos por la cultura dominante): para las empresas, las actitudes y valores de los postulantes desempeñan un papel clave en la contratación de sus trabajadores, y en muchos de estos aspectos los jóvenes son habitualmente mal evaluados. En efecto, un importante obstáculo para la inserción laboral es su falta de manejo de los códigos culturales vigentes y requeridos en el mundo laboral. Recientemente, algunos cambios en la estructura productiva y laboral, como el surgimiento y la expansión de múltiples actividades en el sector de los servicios, el trabajo a tiempo parcial y estructuras laborales menos jerárquicas, ofrecen a ciertos jóvenes nuevas oportunidades más compatibles con sus intereses y preferencias, entre ellas, el trabajo en equipo y la flexibilidad horaria.

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