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IQUIQUEÑOS ARRIBA LA FRENTE... O POR QUÉ LOS IQUIQUEÑOS VOTARON POR EL NO

Autor:Bernardo Guerrero Jimenez

Diseño y Diagramación:Marco A. Chía Yugo

Impresión:Impresos Publicitarios

© Centro de Investigación de la Realidad del Norte - CREAR© Casilla 823 - Iquique

Iquiqueños arriba la frente... O por qué los

iquiqueños votaron por el NO

BERNARDO GUERRERO JIMENEZ

IndiceA MODO DE INTRODUCCIÓN ...................................................................5

IQUIQUEÑOS ARRIBA LA FRENTE... .....................................................10

EL GOLPE DE ESTADO. ..........................................................................13

Y LLEGÓ LA ZOFRI. ................................................................................14

Y TAMBIÉN EL “DEPORTES IQUIQUE” .................................................15

EL ENTIERRO DEL CARNAVAL. .............................................................16

DE LA CALIFORNIA A LA DEMOCRACIA VÍA PLAZA CONDELL. .......18

CARDOEN Y SUS BOMBAS. ...................................................................22

DEL PRIMERO DE MAYO AL 4 DE OCTUBRE .......................................23

EL 5 DE OCTUBRE HASTA HOY. ............................................................24

A CELEBRAR EN LA PLAYA POR ORDEN DEL GOBERNADOR. ........26

A MODO DE INTRODUCCIÓN

REFLEXIONES ACERCA DE LA NOBLEZA DE LOS

IQUIQUEÑOS.

De una manera más o menos pública y con variado rigor, los políticos locales ligados al gobierno han abordado el problema de los resultados que el plebiscito del 5 de octubre arrojó en la ciudad, llegando en definitiva a una conclusión, que por lo demás, es la que en diversos tonos han esperado algunas autoridades y otros partidarios de la opción SI en dicha justa electoral. Esta conclusión señala que la mayoría de los iquiqueños, no han sabido valorar el notable progreso material alcanzado en nuestra región como consecuencia de la acción personal del Presidente Pinochet. En suma, que estos iquiqueños merecemos con largueza el calificativo de “desagradecidos”, pues desconocimos deliberadamente el esfuerzo, la entrega y el empeño especial con que el Capitán General se ha manifestado respecto a nuestra tierra, distinguiéndola con obras de envergadura, en términos de transformar a la ciudad, de una aldea que era hace 15 años, en una pequeña urbe dinámica y moderna, con abundancia de automóviles, equipos electrónicos, sólidas viviendas, agua potable y otras muestras de adelanto, propias del mundo desarrollado contemporáneo.

Es comprensible que en el análisis se ponga el acento exclusivamente en aspectos de orden material como los mencionados. Toda la campaña plebiscitaria del gobierno se planteó en ese terreno y por ello, en los meses previos a octubre, se desarrolló una impresionante avalancha de inversiones públicas que se tradujeron en la construcción de viviendas, caminos, puentes, plazas, etc., los que fueron entregados, todos con el correspondiente despliegue propagandístico y la fanfarria destinada a exaltar

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supuestos o reales avances económicos logrados por el gobierno en su administración.

A pesar de todo lo dicho y, para sorpresa y desaliento de quienes confiaban ciegamente en que Iquique aprobaría la proyección del gobierno por ocho años más, la mayoría rechazó al candidato único. ¿Cómo explicarlo?

La campaña electoral es ya parte de la historia. Ni siquiera vale la pena repetir los argumentos que se usaron a favor o en contra de una u otra opción aunque, como es natural, cobrarán nueva vigencia en pocos meses más, cuando corresponda elegir Presidente de la República y parlamentarios. De este modo, tratar de entender las razones por las que la opción NO se impuso a la del SI en nuestra tierra, es un intento por valorizar objetivamente las características del pueblo iquiqueño, tarea fundamental para quienes tenemos interés en contribuir al establecimiento de formas más justas de convivencia social y material.

Pienso que el fenómeno tiene múltiples facetas y no todas la misma importancia como es natural. Sin embargo, si quisiéramos señalar la causa fundamental que motivó a la mayoría a manifestar su rechazo a Pinochet, diríamos que esa razón no es política, ni económica sino más bien de orden moral. El pueblo iquiqueño rechazó al General Pinochet por razones que tienen que ver más con la consciencia que con los sentidos, más con las personas que con las cosas. En suma, podemos afirmar que el voto mayoritario del NO, es en gran medida una muestra de descontento por la falta de libertad y las injusticias sufridas u observadas en estos 15 años, y por consiguiente, es un acto de confianza en la dignidad humana que reivindica valores que están más allá de los equipos de videos o las computadoras personales que se exhiben en los módulos de la Zofri.

Por cierto que a nadie le gustaría volver a la época de las banderas negras y del racionamiento de agua potable. Pero a muchos iquiqueños no nos importaría volver al paleolítico si con ello se pudiera evitar el dolor de esa madre a quien le fusilaron a su hĳo en Pisagua y ni siquiera le han dicho dónde está sepultado.

Iquiqueños arriba la frente... 7

En una de las tantas encuestas realizadas previo al plebiscito se preguntaba a la gente sobre la imagen que mejor caracterizaba al actual gobierno. La mayoría contestó con una palabra: ABUSO. Es decir, el gobierno autoritario es, para muchos, sinónimo de abuso. En Iquique los abusos fueron un diluvio desde el mismo 11 de septiembre. Hubo abusos de mayor o menor categoría en Pisagua, en los regimientos, en los cuarteles, en la cárcel, en los servicios públicos, en las calles, en las casas y en todo lugar. Es abuso que los trabajadores hayan perdido gran parte de sus derechos. También lo es, que una dependiente de Zofri gane $15.000 al mes. Abuso es que los funcionarios públicos sean obligados a desfilar frente al General cuando visita la ciudad. Abusos fueron las relegaciones, también que se hayan usado los recursos del Estado en la propaganda del candidato, que se reprima a los partidarios del NO y se proteja a los del SI, que se apalee a los comerciantes ambulantes, que se despida en forma arbitraria a los empleados municipales, que se amenace, que se prohiba celebrar el triunfo, etc.

Es la suma de todos esos abusos, grandes o pequeños, tolerados, amparados u ordenados por la autoridad lo que se transforma en un gran NO el día 5 de octubre.

¿Responde lo anterior, enteramente la pregunta de por qué ganó el No en Iquique?

Creemos que hay también otras razones para explicar este fenómeno y es justo mencionarlas.

a) Existe lo que se llama “memoria histórica” y la tienen los pueblos. La antigua provincia de Tarapacá fue la cuna del movimiento obrero y los partidos populares tuvieron gran influencia en la pampa y la ciudad. Líderes de la talla de Alessandri, Recabarren, Frei, Tomic, Neruda o Allende hicieron política en la región en el pasado. Las votaciones de la izquierda y la Democracia Cristiana siempre fueron importantes mientras hubo elecciones. Esos viejos iquiqueños y pampinos siguen ahí, fieles al pensamiento de avanzada que anhela justicia social y pregona libertad. Como se ve, los esfuerzos para borrarlos del mapa no sirvieron sino para reafirmar sus convicciones y así lo lamenta la señorita alcaldesa y sus adláteres.


b) Nuestra ciudad es un polo de atracción para numerosos chilenos que desde otras regiones del país, miran esperanzados hacia Iquique, pensando que pueden encontrar trabajo y remuneraciones dignas al amparo de la Zofri. Entre 1970 y la actualidad, nuestro puerto casi ha duplicado la población. Lamentablemente no todos los que vienen a buscar trabajo lo encuentran, por lo que el nivel de cesantía es bastante mayor que el que señala la estadística. Por lo mismo, los trabajadores del sector informal (comerciantes ambulantes, limpiadores y cuidadores de autos, etc.) constituyen un sector social en permanente crecimiento que no están nada de felices con los problemas económicos que afrontan, más aún cuando por estos días han sido brutalmente apaleados y expoliados.

c) El crecimiento explosivo de la población iquiqueña ha originado graves problemas habitacionales. El déficit de vivienda no puede ni podrá ser superado porque el ritmo de la construcción no es más que el porcentaje de aumento poblacional. Hay en Iquique 11 campamentos en que se vive en condiciones miserables y los allegados son una realidad espantosa. El sector antiguo de la ciudad oculta en sus entrañas una promiscuidad hiriente. Pequeñas casas o cités desvencĳados, casi clandestinos, se encuentran en los lugares más increíbles. En ellos moran iquiqueños con sus hĳos, su esperanza y su rebeldía.

Es cierto que se han construido y entregado muchas casas en estos años. Sin embargo, quienes en ellas habitan, piensan que vivir en su casa como la gente, es un derecho de la persona humana y no un regalo que deba ser pagado con apoyo político.

En fin, hay muchos otros factores que juegan su papel en el problema que nos ocupa. Ni siquiera vamos a hablar de las angustias de los sectores medios en la escala social, de las deudas, hipotecarias o no, del valor de los arriendos, de la atención hospitalaria, del costo de la educación superior, etc.

Como vemos, hay también poderosas razones políticas, sociales y económicas que sirven para explicar el triunfo del NO en Iquique, y decirlas ahora cuando la campaña ha terminado, nos ayudará a conocer mejor nuestra ciudad y a nosotros mismos.


Hemos sostenido con esperanza, que este plebiscito y sobre todo su resultado tiene que servir para provocar un reencuentro de los chilenos que queremos la democracia. No importa que hayamos estado por el SI o por el NO o que seamos de derecha, de izquierda o de centro. Lo que realmente importa es que aprendamos a respetarnos y a convivir como en el pasado y mejor que en el pasado.

Con este espíritu, hallaremos nobleza tanto en los que se sientan agradecidos de Pinochet y sus obras, como en quienes rechazan los atropellos a la dignidad de las personas. Al final somos todos iquiqueños.

Vayan estas palabras iniciales para el trabajo que a continuación, el lector tiene la oportunidad de leer. Iquiqueño incorregible, Bernardo Guerrero Jiménez es un cronista de la ciudad, lúcido y profundo. Siempre atento al personaje y a la anécdota. Claro que él mismo se encarga de precisar: no basta con comer chumbeque o conocer al Chiricaco para saber lo que es Iquique. La personalidad de nuestro viejo puerto es por fortuna, más profunda que eso.

El General Pinochet vivió algún tiempo con nosotros y no conoció la ciudad y sus habitantes. De otro modo, habría sabido que aquí iba a perder.

Este “Iquiqueños arriba la frente...” es un buen intento por explicar lo que algunos no se explican: ¿Por qué Iquique repudió al General cuando ha sido un benefactor que ha llenado al puerto de videos, computadoras, casse�es, pop corns y so�wares?.

Bernardo Guerrero lo dice. Y Ud., ¿qué piensa?

Germán Valenzuela Olivares.Abogado

Comisión de Derechos Humanos. Iquique.


Iquiqueños arriba la frente...Eres puerto y no caleta

escribistes una historia, siempre estás en mi memoria

mi viejo puerto de Iquique.

(De la canción “A mi puerto” de Jorge Iturra)

Nadie se lo imaginó, salvo los políticos de siempre que abundan en eso de tenerse confianza. Pero, en la corte del régimen el optimismo era de temer. Se ganaba lejos se decía, por lo menos 60 a 40 por ciento. Es que Iquique es la tierra regalona del General. Este la había privilegiado con adelantos. Uno de ellos era la Zona Franca de Iquique, llamada familiarmente por todos como “Zofri”.

Como si lo anterior fuera poco, el régimen había empezado a actuar políticamente con eso de las entregas de casas, de casetas sanitarias, de hermosear la ciudad, de querer transformar en balneario tropical a Cavancha, y así súmele y súmele. La ciudad, para qué vamos a estar con cosas, está más linda que nunca, es más, siempre ha sido linda, pero ahora está mejor.

Para muchos, como lo del régimen, gente venida de afuera, la partida de nacimiento de Iquique estaba escrita cuando se echó a andar el Decreto Ley que creaba la Zofri. Y éste fue un error mayúsculo. Con ello se entraba -al crear la Zofri- al mundo de la modernidad capitalista. Al menos muchos pensaban así.

Pero Iquique no había nacido con la Zofri, su historia tiene que ver con un pasado más remoto, que algún día los historiadores tendrán que descifrar y desmenuzar con las pinzas de la arqueología y de la historia, de la leyenda y del mito.

Pero Iquique tiene raíces más antiguas, más hondas que aquéllas que la ligan al imperio taiwanés. Más profundas que aquéllas que tienen que ver con las computadoras, los personal estéreos y todas esas cosas electrónicas. Más profundas que las tarjetas de crédito.


Pero Iquique tiene un idioma más antiguo que aquel idioma conformado con los préstamos del lenguaje del imperio: los “cash” los “so�”, los etc. Un idioma que tiene que ver con nuestra común forma de ser. Un idioma de piquichuquis y de chumbeques, de chalequinas y de paltós.

Una historia que tiene que ver con changos y aymaras, con tráficos verticales de arriba a abajo, de oriente a occidente, entre puna alta y valles, entre cerros y mares. Una historia de expansión de los incas. En fin, una historia tradicional que tuvo como fin, al menos eso dice la historia oficial, un 12 de octubre de 1492.

Antes de los taiwaneses estuvieron los españoles, en Pica, Camiña y Sibaya. Allá amasaron fortuna, se negaron a ser campesinos, y es que para hacerse la América, lo mejor era extraer la plata de Potosí y de Huantajaya que arar la tierra. Una historia que no fue el dulce encuentro entre el viejo mundo y el mundo de acá, fue un encuentro violento, de guerras y de epidemias, de sobresaltos y también de fe.

También fue un desencuentro de culturas y de formas de mirar la vida. Allí se fue forjando la rebelión de los andinos. El español convencido de que traía la buena nueva, la nueva y mejor religión, jamás pensó en la destrucción y en los abusos que cometía. Y así fue que la rebelión surgió. En Atacama, en Codpa, en Chiapa. Ya en ese entonces, para los españoles, sin duda alguna, los aymaras eran unos malagradecidos.

Como no hay imperios eternos, los españoles fueron derrotados por los criollos, y éstos formaron los Estados nacionales. Nace el país con sus fronteras y con su independencia. Pero las fronteras no son eternas: se corren, se alteran por el simple expediente de la guerra. La llamada Guerra del Pacífico enfrenta a tres hermanos y uno de ellos, el más poderoso, se queda como botín de guerra con Tarapacá y Antofagasta, y con ello a una buena porción de aymaras.

La pampa, el escenario de la guerra y de la gesta heroica de tantas batallas, era también el escenario donde la riqueza minera se ocultaba. El salitre vino a vincular a estas zonas a la economía mundial. Prosperidad dicen algunos; miseria y explotación dicen


los otros. Unos con nostalgia dudosa celebran semanas del salitre como si todo pasado fuera mejor. Nace el pampino, mezcla de chileno con boliviano y peruano, y con andino también.

El legado de la rebelión andina de Atacama, Codpa y Chiapa toma carne en los pampinos. Tupac Amaru aparece reencarnado, en forma secular, en Luis Emilio Recabarren y en otros de rostros y nombres desconocidos. Un vasto movimiento popular emerge contra una explotación que tiene cara y nombre de cepo, que tiene como moneda una ficha de la deshonra. Nace el movimiento popular, unos de los primeros de América Latina. Banderas rojas se agitan al viento helado de la pampa. Consignas son encendidas por el fuerte sol de la pampa. Pero se incubaba lentamente, gracias al tesón y al caliche una consciencia que jamás moriría.

Las grandes manifestaciones obreras de principio de siglo son acalladas a fuerza de balas y de represión. La escuela Santa María recibe sobre sí las muertes pedagógicas de aquéllos que nos siguen enseñando con su ejemplo, que no hay nada superior a la demanda de una vida digna, y si el precio es la muerte hay que pagarlo. Y se pagó con la muerte. Los obreros de entonces nos daban, sin saberlo, el arsenal histórico de esperanza y de lucha, con la cual hemos sobrevivido más de quince años de dictadura.

La pampa vuelve a su estado natural, es decir, queda desierta. La muda presencia del hombre deja su testimonio en latas oxidadas, en puertas que quedan entreabiertas esperando quizás una nueva oportunidad. En madera de pino oregón que expuesta al sol y al viento demuestran su fortaleza. En las chimeneas que se elevan al cielo como pidiendo una explicación que nunca van a tener. Sus habitantes todos migran a la ciudad: van en busca de algo que nadie les prometió.

Las calles de Iquique no estaban acostumbradas a tanta gente, sus veredas de maderas no daban abasto a tantas pisadas. El mar empezó a guiñar sus ojos coquetos a tantos hombres y mujeres, que parecían que habían perdido todo, incluso su esperanza.

El mar produjo entonces el milagro. De su vientre certero emergió el pez para alimentar a los hombres. El milagro de Jesús parecía revivirse ahora, en las costas del norte. Una vez más esta


tierra se convirtió en el imán para el país. La riqueza llamaba con su boca llena de olores y de dólares. Un nuevo perfume inundó la ciudad, nada de agradable por cierto, era mal olor, sin duda alguna, pero era también olor de esperanza.

Los barcos inundaron el mar, las gaviotas y pelícanos se acostumbraron a convivir con los hombres. En tierra firme, el pampino hubo de convertirse en tripulante. De la piedra blanca transitó a la fina piedra de agua desde donde, con la ayuda de las redes, empezaron a extraer los intestinos del mar.

Las calles de Iquique supieron de otro color. Se crecía hacia el norte, nacían nuevas poblaciones. Los bares se llenaban de nuevos rostros, mientras las cervezas danzaban alegres de manos en manos, de boca en boca.

El tripulante animó la vida social, tal cual lo hace en la actualidad.

Pero el mar es una fuente inagotable de movilidad y, de pronto, el recurso pesquero emigró y la ciudad de nuevo cayó en el más descarado de los sonambulismos. El fantasma de la cesantía se hizo de nuevo realidad. Las pesqueras, al igual que las oficinas salitreras, se fueron quedando solas. Muchas de ellas se desmantelaron, aún quedan muelles huérfanos esperando a una fantasmal goleta que nunca ha de llegar. Los bares quedaron vacíos, y el esforzado hombre de mar tuvo que cambiar de oficio. Pero el pez es como la vida, viene y se va, y llegó de nuevo, y todo empezó a girar en torno a él. Hoy, ser tripulante equivale a ser privilegiado, son los obreros mejores pagados, pero el trabajo tiene límites muy cercanos con la muerte.

EL GOLPE DE ESTADO.Pero la vida cotidiana alterada sólo por la posibilidad de construir

una sociedad más justa e igualitaria, donde los trabajadores no sólo construyan lo que su oficio mande, sino también construyan el futuro, fue modificada una mañana del martes 11 del mes de la patria del año 1973.


Iquique amaneció cansado esa mañana. Era como una señal de alerta. Los militares se tomaron las principales arterias de la ciudad. La radio Lynch empezó a pronunciar nombres y apellidos de autoridades que debían presentarse ante los militares. Muchos lo hicieron. Muchos no volvieron nunca más a casa. Los fantasmas del Nino Lamas, del Chico Marín y del Willie Miller transitan por la ciudad. El Nino Lamas, albañil, quizás trabaja secretamente echando las bases para la esperanza, el Chico Jorge Marín, juguetón, entre sonriente y serio, planifica la próxima reunión en el más allá. El Miller sigue recitando de Víctor Domingo Silva “Al pie de la Bandera” en la Maestranza de los Ferrocarriles cuando eran del Estado. Ellos tres no tienen tumba conocida, por lo tanto hay que declarar a Iquique entero como su lugar de descanso.

Otros como el Freddy Taberna, el Chico Lizardi, los dos chicos Lizardi mejor dicho, y tantos otros, muerden el agua de la fatal Pisagua. Quedaron para siempre en el puerto heroico, pagando las culpas de querer lo mejor para todos.

Desde el día que fusilaron al Freddy y a los otros, el sol sale a medias en Iquique. Las nubes se han apoderado de los hombres. El otoño sacó carta de residencia. El verano ahora es corto.

Y LLEGÓ LA ZOFRI.La zona franca fue la nube que trató de cubrir los cuerpos de

todos los que murieron en Pisagua. Sus baratĳas pretenden cubrir el rostro del dolor. Sus modernidades auguran la posibilidad del olvido. De sepultar todo lo que huela a tradicionalidad, porque en ella se almacena la memoria colectiva de un pueblo con dolor que quiere olvidar, pero no puede. De un pueblo que pudo haber olvidado, pero que en el fondo sabe que eso no es legítimo. De un pueblo que aprovechó todo lo que venía de la Zofri. Que escucha a Lucho Barrios en un super equipo, que se convirtió al casse�e y a todo lo que viene de Taiwán. Pero, fue una conversión aparente, superficial.

Iquique vivió la más espectacular de las bonanzas. El aluminio cubrió las polillas. Los autos japoneses reemplazaron a los coches Victoria. El mundo del consumo estaba al alcance de todos. Negarse


a ello era casi negarse a la vida. Había que ser muy marginal, muy desadaptado para no caer en la trampa de la Zofri.

Al igual que con el auge del salitre y de la industria pesquera, empezaron a llegar los afuerinos. Iquique era la California, y llegaron muchos Joaquín Murieta. El puerto ya no era el lugar de castigo para los empleados públicos. Ahora era una especie de premio. La ciudad creció al sur y al nororiente. Pero fue un crecimiento desigual. Al sur creció la alta y media sociedad. Los favorecidos con el régimen. Mientras que al oriente el esforzado poblador construía con lo que tenía a mano. Otros se tomaron sitios. En todo caso, empezaron a notarse dos ciudades en una misma: la pudiente y la paupérrima.

Y TAMBIÉN EL “DEPORTES IQUIQUE”A la bonanza de la Zofri le vino simultáneamente la bonanza

del deporte. Nacía con una estrella en la frente el “Deportes Iquique”.

Se dice que en el deporte los pueblos se pierden o se encuentran, en el fútbol, deportes de multitudes, este enunciado cobra su plena vigencia. Con el auge del “Deportes Iquique” asistimos a un intento de despertar de la cultura iquiqueña que lucha para no perderse, que intenta estar vigente ante tanta invasión cultural vía Zofri. Creo que “Deportes Iquique” se inspira y recoge lo mejor que tuvo nuestra ciudad cuando fue con justicia “tierra de campeones”.

La garra y la fuerza combinadas con una incipiente técnica futbolística son los intentos de repetir los viejos triunfos que se quedaron grabados en solitarias estrellas y en recuerdos sentidos. El “Deportes Iquique”, el de las grandes satisfacciones, más que una institución deportiva, es el cobĳo de una ciudad que quiere vivir inspirada en su pasado glorioso para hacerle frente al futuro. Esto es así, ya que “Deportes Iquique” no se importó por la Zona Franca, su presencia no nos viene del océano, ese mar que nos trajo al extraño Colón y que ahora nos invade con los exóticos productos de Taiwán.


Por el contrario, “Deportes Iquique” es un invento nuestro y encarna las mejores esperanzas de un pueblo que se busca a sí mismo.

El agitar las banderas celestes, los bocinazos de los autos, y el categórico grito de la barra “Cuántos somos, cuántos estamos...” más que avivar a once futbolistas, es el grito destinado a cerrar filas en torno a la identidad cultural que se pierde y a despertar a una ciudad soñolienta que ya está en el hall del consumismo.

En el fútbol somos capaces de mostrar nuestra superioridad (a la vez que somos lo suficientemente hábiles como para esconder nuestra más profundas frustraciones) frente a las ciudades que tradicionalmente nos quieren “empobrecer”, aprovechándose de nosotros. El jugar con Arica o Antofagasta es más que un simple partido de fútbol, es el encuentro de dos ciudades hermanas y rivales. Todas ellas sufrientes del centralismo. Ganarle al Colo-Colo en el Estadio Nacional y ser campeones de la “Copa Polla Gol” es ganarla al Estado centralista causante de muchas nuestras frustraciones.

En el estadio municipal, domingo por medio, vamos lanzando al viento nuestros deseos de no perder nuestras raíces. Y demostrar también que el fútbol no es de ningún modo el “opio del pueblo”. Antes del 5 de octubre, frente al “ce hache i”, la multitud gritaba “NO”, “ele e”, de nuevo el “NO”. Se pasaba de la protesta simbólica a la protesta manifiesta.

EL ENTIERRO DEL CARNAVAL.Pero detengámonos un poco más en la llamada protesta

simbólica y vayamos a un barrio tradicional: El Morro. Barrio de Freddy Taberna, del Chico Lizardi, y del mitológico núcleo del Partido Socialista: El “Coco Peredo”, que aún persiste a pesar de las múltiples divisiones del partido de Salvador Allende.

El entierro del carnaval es una de las pocas manifestaciones populares que es posible advertir en el bullicioso Iquique de hoy. La quema de Judas, por ejemplo, pasó a un buen recuerdo. La


pureza del entierro del carnaval es dudosa, pero la adaptación que ha tenido en el momento actual es más que sorprendente.

Creo que la supervivencia del entierro del carnaval es un indicador del espíritu revitalizador que se tiene sobre la tradición, es una señal de valoración positiva sobre ésta. Es un grito de alerta que nos advierte del peligro que implica que se pierda el carácter cultural del iquiqueño. Pero lo más importante es el hecho de que surge como una protesta a la sociedad de consumo que día a día nos aprisiona más y más. La tentadora publicidad nos obliga a hacer “malabares” con nuestros escuálidos presupuestos, y que nos induce a comprar el artículo que más que llenarnos una necesidad sentida, nos da el “añorado status” que es el Dios de los publicistas.

¿En qué hechos se puede advertir el elemento de protesta contra el consumismo en esta manifestación popular?. Un examen atento del símbolo central del carnaval, el “mono”, el santo de la procesión carnavalesca, nos da una pista. El “mono” es el símbolo de la sociedad de consumo. Es el “cuesco” Cabrera provisto de un terno oscuro (?), en el bolsillo de éste una tarjeta de crédito Visa, colgado del hombro un bolso deportivo “Diadora” y en los pies un televisor de marca dudosa, tan dudosa como el bienestar que pretende el vivir colgado a la sociedad de consumo.

A esta altura se podría pensar que todo esto es un acto de fe en la sociedad de consumo. Sin embargo, cuando se observa el destino del “mono” quemado y lanzado al agua, se cambia de punto de vista.

El símbolo es claro: es la sociedad consumista, sin identidad cultural, que muere a manos de las fuerzas naturales y de un valor mítico innegable tal como el agua y el fuego. Aquí el agua y el fuego operan como elementos purificadores y regeneradores del Iquique consumista. De ser así, se demuestra que este Iquique no es tan bueno como se piensa, que está en descrédito y que precisa de sustanciales modificaciones.

El iquiqueño parece advertir el oscuro futuro consumista (el traje del “mono”) y lucha por cambiarlo. De lo popular emerge un esbozo de consciencia crítica y de acciones destinadas a enmendar


el camino que se transita. El acto popular del entierro del carnaval es la advertencia de gente que es capaz de quemar el cielo por vivir en la tradición que los enaltece como personas.

DE LA CALIFORNIA A LA DEMOCRACIA VÍA PLAZA CONDELL.

Entre la primera y tercera protesta nacional del año 1983, hubo de todas las ciudades del país un gran ausente: Iquique. Gran ausente, porque, de una u otra manera, el puerto ha sido la cuna del movimiento obrero; por lo mismo, ha dado origen a los primeros partidos políticos de corte popular y a las primeras manifestaciones de la prensa obrera, por sólo nombrar algunos de los hitos más importantes.

El golpe militar de 1973 desarticula las organizaciones populares; sus dirigentes son encarcelados, torturados, fusilados, desaparecidos y relegados. Iquique empieza a convertirse en un fuerte militar, debido a su ubicación geográfica -derivado de su posición geopolítica-.

Es una de las ciudades más militarizadas del país. Se dice que por cada cinco civiles hay un militar. El pelo corto -símbolo de los militares- aparece como una constante dentro del paisaje urbano. La ciudad se sume en un ambiente de tensidad absoluta; los bandos emitidos por las radios locales pronuncian a diario el nombre del vecino, del pariente o del amigo, para que se entregue a la justicia militar. Otros bandos hablan de ejecuciones en Pisagua o de fugas, todas por supuestos abortadas. La dominación militar de la ciudad es total.

De la dominación militar abierta, absoluta, se pasa a otra forma de dominación más sutil, pero más peligrosa: la dominación a través del consumo, la dominación ideológica. Las instauración de la Zona Franca (Zofri) como hipotético “polo de desarrollo” (el tiempo demostró que no es tal), gatilló tal cantidad de apetitos de consumo que los iquiqueños se confrontaron por primera vez con la posibilidad de acceder a bienes que jamás, ni en sueños, se lo plantearon. La fantasía del auto propio se hizo realidad. Iquique se convirtió en un gran supermercado. Todo lo que brillaba era


oro. El auto pronto reemplazó, sin ninguna consideración hacia la historia, a los tradicionales coches Victoria. La ciudad creó un lazo de hermandad con Taiwán que cualquier diplomático se la hubiera querido anotar como un éxito de su gestión. El iquiqueño empezó a soñar el sueño que nunca imaginó, y lo peor, lo hizo realidad. La fiebre de la “automovilmanía” se apoderó de todos. El auto Suzuki o el furgón utilitario Subaru se convirtieron en los vehículos preferidos del pueblo. Hoy, sin embargo, es posible ver por las calles, cual museo, a muchos de estos autos vivir su muerte natural. Oxidados, recibiendo de vez en cuando una ofrenda líquida de un perro o de un borracho sin casa. Las maravillas de la sociedad de consumo -equipos electrónicos, radios, televisores, whisky- estaban al alcance de todos.

La “Nueva California” olvidaba la pesadilla del once de septiembre y, con ello, a sus muertos de Pisagua, a sus exiliados y desaparecidos. Iquique, por obra y gracia de la Zofri, se radicalizaba hacia el orden establecido; los espejismos y las baratĳas eran demasiado atractivas; no acceder a ellas era casi una herejía.

Pero las bonanzas decretadas por la ley duran lo que dura la caída del meteorito. Del espejismo se pasó a la realidad. Nos dimos cuenta que no todo lo que brilla es oro. Zofri no había logrado crear las tan ansiadas industrias. Algunos “empresarios” empezaron a emigrar. De campeones de la Polla Gol, pasamos a disputar liguillas, pero del descenso.

Creíamos haber vivido en una isla, o como nos gusta decir en la República Independiente de Iquique; creíamos que Chile estaba más allá, que era una idea ajena a nosotros. Pero las crisis económicas no respetan fronteras, menos aún si son de papel. La crisis moral, que sólo conocíamos a través de los diarios, y que nunca pensamos llegaría, llegó con una puntualidad abismante. Connotadas figuras públicas caen presos por el escándalo de los dólares. Un equipo de baby-fútbol lleva el nombre de un agente de aduanas declarado reo por el caso de los dólares.

Hasta que un día, y para ser más preciso, el jueves 11 de agosto de 1983, la Catedral se llena; seiscientas personas van a orar por Chile. Termina el acto litúrgico, se reúnen en las afueras, sacan


un lienzo que dice categóricamente: “Libertad Ahora”. Entonan la canción nacional de antes del 11 de septiembre, y piden lo que para unos meses atrás hubiese sido una barbaridad: “Pan, trabajo, justicia y libertad”.

Durante quince minutos hubo una comunión con el pasado y un compromiso con el futuro; durante quince minutos se articuló el tejido social descompuesto por la represión y el consumismo. Fue una liturgia popular y política realizada en el templo del pueblo: la calle. Se expió el miedo y el temor. El pueblo, expulsado de La California iniciaba su éxodo a la tierra prometida... Si Chile ha cambiado después del 14 de mayo de 1983, Iquique empieza a cambiar después del 11 de agosto. Los autos japoneses tocaron bocinas, las sirenas se habrán escuchado en el viejo campo de concentración de Pisagua... los muertos de Pisagua pueden empezar a dormir en paz.

Se había expiado el temor en el umbral de la Catedral; era necesario ahora recuperar las calles y las consignas; las primeras, a tantas farándulas que las circulan, y las segundas, al olvido. Los pasos requerían pisar el asfalto privativo -hasta ese entonces- de los autos japoneses.

Las calles iquiqueñas habían estado huérfanas de pueblo, de pasos libertarios; la vieja y nueva consigna: “las calles son del pueblo” había estado en receso. Del 11 de agosto al 8 de septiembre la protesta tuvo su continuidad, no sólo la dada por las demandas del pueblo, sino en su modo operandi; del si�ing de la Catedral se fue a la marcha, lo que faltó en agosto se hizo en septiembre. El temor existía, pero se tenía consciencia de su vanalidad y de su razón de ser. Había que marchar y al hacerlo el miedo que “lo carga el demonio” (Marco Antonio de la Parra) se iba tirando al aire a través de las consignas.

Nadie lo creía. Como si estos diez años hubieran sido sólo diez minutos y diez años a la vez. El asombro lentamente se iba apoderando de los rostros. Se había perdido la costumbre de desfilar de ese modo: Como lo hace el pueblo, con su lógica y sus necesidades, saludar a la autoridad en el pueblo, es saludar a la democracia, a la libertad.


Las consignas salían de las gargantas que al exteriorizarlas miraban a todos los lados, como buscando al “sapo” que lo estaba fotografiando o filmando o tan sólo reteniéndolo en la retina o en una odiosa agenda. Los “consigna-autores”, variante de los cantautores, se lucieron creando nuevas consignas, el folklore político está más vivo que nunca. Las “viejas” del pueblo, inconfundibles con su andar y voces agudas y chillonas hacían repetir sus consignas a los que, a su alrededor, estábamos para que allá en Santiago, la Primera Dama escuchara: “Doña Lucía, las ollas están vacías”.

Otro de los contenidos claramente profético tanto para el pasado como para el futuro: “El pueblo unido jamás será vencido”, verdadera utopía que olvidamos a diario, y que la muerte y la persecución nos las recuerda. Un verdadero llamado a la consciencia que comenzaba su vigilia.

Si una forma tuvo la marcha, fue la de una gelatina, sin la lógica de lo compacto, casi hombro a hombro, como buscando el calor para hacer huir el frío que es una forma del miedo. Comunión de personas que quizás nunca se habían visto juntos; que ni siquiera imaginaban que el prójimo -en quien quizás muchas veces se desconfió- también estaba allí. Algunos marcharon por las veredas, entre ésta y la calle había un corto trecho, pero ancho también, no en vano habían pasado diez años.

“De todo hay en el pueblo del Señor”, podríamos parafrasear. Lo que más llamó la atención fue la presencia de los jóvenes, que para el golpe tenían entre 10 y 13 años.

Esa juventud que a menudo criticamos como “insustancial” estaba presente con su sustancia más preciada: la esperanza. Fue una lección a los adultos que por mucho tiempo se han quejado de su apatía e indiferencia y de su falta de solidaridad. La miopía de los adultos que razonaban del siguiente modo: “Como no conocieron la democracia, no pueden, por lo tanto, comprometerse con ella”. Juicios demasiados anti-dialécticos y deterministas que sólo han provocado inmovilismo.

¿Qué sería del pueblo si no existiese la plaza?. Punto de encuentro social, la plaza Condell volvió a recibir a sus antiguos y nuevos hĳos. La plaza Prat es un lugar consagrado para que el


régimen militar se auto-apoye todos los domingos con sus típicos desfiles.

Carlos Condell, monumento silencioso de la plaza, una vez más fue el cómplice de las demandas del pueblo, con su silencio quizás esté otorgando. “Si�ing” y canción nacional sin la última estrofa. Consignas que anuncian que algo nuevo se va gestando. Consignas que señalan también que hay que actuar con prudencia.

CARDOEN Y SUS BOMBAS.Una mañana de enero de 1986, cuando el sol ya se había

levantado, un fuerte ruido sacudió las ventanas de Iquique. En Alto Hospicio, en las industrias Cardoen había estallado un número indeterminado de bombas de racimos. Veintisiete personas mueren y sus cuerpos quedan viviendo en las arenas del desierto. Fue tanto el impacto que los cuerpos quedaron desintegrados.

La tragedia de Cardoen, más bien dicho, la tragedia de los que murieron en el arsenal, vuelve a poner en el tapete la cuestión de los armamentos. Un “pecado social” declaró con preclaridad el Obispo de Iquique, Javier Prado Aránguiz. Agregando que son las mismas armas que matan a iraníes e iraquíes. Verdadera ironía la nuestra, las armas que las manos jóvenes construían para sobrevivir terminan con sus vidas. Se reactualiza con ello la discusión sobre la ética de la fabricación de la muerte.

Lo paradojal es que se discute algo que no se debe discutir, y para que las cosas no se discutan, éstas no deben existir.

Desde ese mes de enero, Iquique empezó a asumirse como los habitantes de Hiroshima y de Nagasaki. Alto Hospicio nos recuerda la precariedad de nuestra existencia. Cardoen, al limitar con la Zofri, hacía coincidir de manera trágica la alegría de vivir que anuncia el gran supermercado con la posibilidad cierta de la muerte puesta en vigencia por el industrial de la muerte.

Los muertos de Cardoen tienen su sepultura en el cementerio local, mas ellos siguen en vigilia en Alto Hospicio.


DEL PRIMERO DE MAYO AL 4 DE OCTUBRE Mayo del ‘88 sorprendió a Iquique con un acarreo sin límites.

Al General, con su sonrisa triunfante, se le ocurrió celebrar el primero de mayo en la tierra de Prat y Recabarren. Todo se puso en movimiento para tan magno acontecimiento. Autobuses y camiones se fletaron en busca de la gente que necesitaba el General para demostrar a la Junta que lo iba a nominar, que era él, el mismísimo Pinochet, el mejor candidato.

Por los pueblos del interior se repartieron “invitaciones”. Los aymaras debieron bajar a aplaudir a quien les quita el agua. Con sus trajes típicos y con caras de agradecidos, los andinos de esta parte de Chile, se alojaron y comieron en los regimientos. No era por cordialidad, sino para evitar que éstos se fueran a comprar mercaderías para la feria de Colchane, o se fugaran para ver a sus parientes de la ciudad. Dicen que una conocida línea de buses se hizo la América con sus acarreos.

La cosa es que Pinochet celebró el Día del Trabajo en la Casa del Deportista.

Mientras tanto la oposición acudía a la Catedral a escuchar al Obispo Javier Prado A., quien ya se había ganado el cariño de los iquiqueños, sobre todo, por su actitud frente a la tragedia de Alto Hospicio. Era también una de sus últimas actividades públicas, porque había sido trasladado a Valparaíso.

Luego de la misa, en una marcha, se dirigieron al Colegio de Profesores. Fue al parecer la primera manifestación contra el dictador, estando él presente. Sin duda alguna, Pinochet escuchó las consignas de los malagradecidos. Los carabineros celosos de su función, lanzaron bombas al interior del recinto gremial, quebraron vidrios y provocaron histeria generalizada.

Sin embargo, el régimen siguió sacando sus alegres cuentas. Iquique seguía siendo el misterio. La gente de Santiago daba por ganador a Pinochet en Iquique. El caso es que fue sintomática la realización de la primera caravana en automóvil por el NO en Iquique.


Sus organizadores esperaban para el día sábado 3 de septiembre que concurrieran no más de 60 vehículos. La cuestión es que fueron más de 250.

Fue en ese instante que el oficialismo empezó a entender que su triunfo no era tan evidente. El día de la caravana las banderas del NO con el arcoiris, del NO con la figura de Allende, las azules de DC y las verdes y rojas de los tantos partidos que hay, comulgaron con el cielo azul del puerto. Las banderas negras cedieron su paso a las banderas del NO. La juventud jugó un rol de importancia.

Con esta caravana, la suerte estuvo echada para el SI. El régimen acusó el golpe, pero aún guardaba bajo su manga sus típicas cartas. Empezó a dar títulos de dominio que ya había entregado. Cerró su campaña en la Casa del Deportista, donde no caben más de 3.500 personas. Pero lo que selló la suerte del SI fue la última caravana del NO, realizada el domingo 2 de octubre. Esta superó todas las expectativas. Fueron cuadras y cuadras. Se calcula que fueron más de mil automóviles, bicicletas –incluso con subsidios-, motos y gente a pie. El miedo era cosa del pasado, incluso, una autoridad de la Intendencia y profesores municipalizados dĳeron NO en alta voz. El régimen, a través del gobernador, prohibió que los automóviles pasaran por el centro.

El gobernador quiso meterle pleito a los organizadores por no haber respetado el tráfico designado. El juez se declaró incompetente y la causa fue a dar al juzgado de policía local como un simple problema de tránsito.

Iquique entraba en la onda nacional. Se revivían los recuerdos más preciados: que las calles se pavimenten o que el balneario tenga una cara tropical son sólo sutilezas ante los deseos de parar el abuso y las ganas de hacer algo sin tener que pedir permiso. El NO venía incubándose. A la par, la oposición trabajó sin descanso en la preparación de los apoderados.

EL 5 DE OCTUBRE HASTA HOY. El miércoles 5 de octubre, Iquique amaneció temprano. A

las ocho de la mañana aún no salía el sol. Las nubes aún no se


retiraban a dormir. Los locales de votación funcionaron como un reloj suizo en eso de la precisión.

Las primeras mesas escrutadas fueron a favor del SI. Y eso era lo que se esperaba, ya que los adictos al régimen se habían inscrito primero. Por ejemplo, en la ya histórica escuela “Santa María”, de la mesa 16 a la 26 la opción NO ganó por solamente dos mesas. En varones, de la mesa 59 a la 86, el NO ganó por 2.413 votos.

Y se dio el caso en que en una mesa hubo empate. Se dice que en esa mesa votaron muchos militares. A la hora del escrutinio y al terminar éste, se escuchaba un aplauso cerrado. Había ganado el NO.

Los apoderados del SI no se veían por ninguna parte. Un señor de porte y vestimenta humilde, de rasgos humildes como el moreno de la piel, sentado y con su personal estéreo chillaba de contento al escuchar que su opción había ganado. El NO sacó dos votos. Cuando todos le preguntaron dónde había ganado el SI, el señor lleno de orgullo dĳo en la Antártida. La risa fue generalizada. El señor era apoderado de Avanzada Nacional.

Este local de votación fue el antiguo Liceo de Hombres de Iquique, un liceo lleno de historias de luchas y cuna de los mejores profesionales de la ciudad. Con la votación este liceo se puso con el destino de la ciudad y del país. En este liceo estudió el Freddy Taberna, hizo clases el chico Lizardi –el hĳo de doña Baldra- y otros que ahora están en el exilio.

Fue un día intenso y cansador, pero lleno de optimismo. A la hora de la colación, llegaron dos tipos entregando las bebidas y los panes a los apoderados del candidato y de los partidos afines. Eran tipos humildes, mandados para eso. No tenían nada que ver con el régimen y seguro que votaron por el NO. Al saber que nosotros éramos apoderados del NO, nos regalaron también colación. El régimen hacía agua por todos lados.

Después todo fue esperar. Primero fue Jarpa y, tarde en la noche, Cardemil. Habíamos ganado. Iquique estaba tranquilo.


A CELEBRAR EN LA PLAYA POR ORDEN DEL GOBERNADOR. Costó celebrar el triunfo. Sobre todo porque los triunfos hay

que celebrarlos en el momento mismo del evento, sobre calentito. El gobernador, sin duda alguna, estaba “picota”. No quiso caravanas. Nos mandó a la playa y el día 9 de octubre nos fuimos a la playa, en concreto a Playa Brava. Un camión sirvió de escenario. Una banda de laquitas nos hizo bailar con su música nortina. El cielo estaba lleno de banderas, parecía un arcoiris. A eso de las doce, al mediodía, un arcoiris surcó el cielo. Todos aplaudían el milagro de la naturaleza. Una vieja sabia dĳo: “Es que Dios está por el NO”.

Hubo juegos de gente que tiraba la cuerda. Los niños pintaban en las veredas. Los más con sus quitasoles comían y bebían cervezas. Algunos se bañaban. La avenida que da por el lado de la playa se llama Avenida 11 de Septiembre, los lúcidos de siempre, llevaron cartel y la rebautizaron como Avenida 5 de Octubre.

El régimen por su parte, lloraba a mares. Del llanto pasaron al análisis. Primera conclusión: los iquiqueños son malagradecidos. El juez Bonilla sustenta esta original tesis, creyendo que el llanto de un niño se detiene con regalos. El cree que lo material puede reemplazar los valores. Y sigue con el viejo truco de creer que este gobierno no es una dictadura y que sí lo es el régimen de la Unión Soviética. Segunda conclusión: No hubo coordinación entre los partidarios del SI. Dime que te diré entre Avanzada Nacional y los Frentes Cívicos. Don Luis Díaz Salinas anduvo con el rostro desencajado, esperaba que las huestes del NO tomaran por asalto su casa. Nada de eso sucedió.

Lo cierto es que hicieron una pésima campaña, a pesar de tener todo a su alcance. Radios, prensa y televisión. Los 15 años de monopolio de la información se les quebraban cada día con la franja televisiva del NO y con el Diario de Cooperativa que radio Iquique transmitía con una puntualidad religiosa.

Pero lo más importante es que el régimen jamás entendió ni conoció esta ciudad. No basta con comer chumbeque ni con ir al Wagón para conocer el puerto. Hacerlo de ese modo es sólo es sólo quedarse con las apariencias. Una ciudad es mucho más que


un eslogan, es más que “La tierra de campeones” o el gastado y turisteado “Una ciudad para querer”. Una ciudad es su historia y lo que su gente quiere hacer de ella.

Pero de esa historia que los textos le han negado cabida. Es su memoria colectiva e histórica que almacena sus gestas heroicas, pero también sus pesadillas y que, al gatillarlas por el abuso y la prepotencia, se disparan y el día 5 se disparó con una puntualidad vertical sobre la opción NO. Los iquiqueños quieren hacer su futuro. No quieren que les marquen el paso.

Siguiendo el viejo procedimiento matemático de la suma y de la resta, a la hora del balance, hay un solo resultado: los iquiqueños respondieron con su historia y su leyenda. Ahora sólo queda que los partidos políticos pongan lo suyo. Por ahora, un temor se ha hecho realidad: el inmovilismo político.

El viejo himno de la ciudad que se escucha cada domingo en el estadio cuando “los dragones celestes” juegan como local, vuelve a tener su vigencia sobre todo en aquella estrofa que dice: “Evitemos que en estos instantes el progreso nos pueda cegar...”

Iquique, 3 de noviembre de 1988.

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