Introducción al latín. LINGUISTICA LENGUAJE LEXICO HISTORIA MORFOLOGIA SINTAXIS SEMANTICA

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introducción al latín L. R. Palmer Ariel

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introducción al latín

L. R. Palmer

Ariel

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La presente obra es una de las más sugestivas y pedagógicas historias del latín e imagen ideal del manual universitario de la disciplina. È1 própósito del autor, profesor de filología compara­da en la Universidad de Oxfod, ha sido «compendiar para los estudiantes de lenguas clásicas, para los colegas que trabajan otros campos de estudio y para todos a quienes puedan interesar, los resultados alcanzados por la investigación en torno a la histo­ria de la lengua latina desde la Edad del Bronce hasta la caída del Imperio Romano. N o se ha dado por supuesto conocimiento alguno previo de los principios y métodos de la filología compa­rada, reservándose, tales cuestiones al examen de los varios pro­blemas a los que afectan. Mi intención ha sido exponer la com­munis opinio en los casos en que existe, y, en caso contrario, plantear con la mayor claridad posible los datos y los diversos puntos de vista que se han formulado; con todo, no he sido siempre capaz de ö tultar el hecho de que tengo opiniones pro­pias». Para mantener el volumen del libro y su coste dentro de unos límites razonables, ha sido necesaria una estricta selección de temas, y, en este sentido, el autor, manteniendo la clásica división, de fonética, morfología y sintaxis, ha preparado una síntesis de gramática histórico-comparada particularmente ágil y eficaz. La obra se completa con una antología de textos latinos arcaicos y con exhaustivos índices de materias y palabras.

Letras e Ideas

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L. R. Pa l m e r

INTRODUCCIÓNAL LATÍN

EDITORIAL ARIEL, S. A.BARCELONA

Armauirumque
Armauirumque
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T ítu lo original: The Latin language

Presentación, traducción y notas deJ u a n J o s é M o r á l e jo y J o s é L u is M o r a l e jo

1.a edición 1974: Editorial Planeta, S. A. 1.a edición en Editorial Ariel

(Col. Letras e Ideas): octubre 1984

2 .a edición: m arzo 1988

© Faber & Faber, Londres

Derechos exclusivos de edición en castellano reservados para todo el m undo y propiedad de la traducción:

© 1984 y 1988: Editorial Ariel, S. A. Córcega, 270 - 08008 Barcelona

ISBN: 84-344-8378-5

D epósito legal·. B. 6.629 - 1988

Im preso en España

N inguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transm itida en m anera alguna ni p o r n ingún m edio, ya sea eléctrico, quím ico,

m ecánico, óptico , de grabación o de fotocopia, sin perm iso previo del editor.

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NOTA A LA 2.* EDICIÓN

Aunque en las Notas de los Traductores y en la Bibliografía se han introducido algunas modificaciones puntuales — especialmente en lo que se refiere a obras que han tenido ulteriores ediciones actualizadas— , se ha dejado para mejor ocasión la revisión de uno y otro apartado a la luz de la abundante bibliografía reciente.

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PRESENTACIÓN

El libro The Latin language ha sido la m ás personal contribua ción de L. R. Palm er, profesor de filología com parada en la Univer­sidad de Oxford, a la colección “The G reat Languages” por él d iri­gida y editada en Londres por Paber & Faber. Recordemos que en la m ism a serie publicó W. J. Entwistle su volumen dedicado a las actuales lenguas hispánicas.

La idea prim era de esta traducción —que aparece por circuns­tancias varias con m ás retraso del razonable—· descansaba sobre la im presión especialm ente grata que la prim era parte de la obra nos había causado. Nos parecía una de las m ás sugestivas y pedagógicas historias del latín jam ás escritas, e imagen ideal del m anual un iver­sitario de la disciplina. Al térm ino de su trab a jo perm anece esa idea en la m ente de los traductores, que, por o tra parte, no niegan la excesiva concisión y convencionalidad de los capítulos que Palm er consagra a la gram ática del la tín propiam ente dicha.

Nos hemos tropezado a lo largo del traba jo con no pocas dificul­tades. La m ayoría de ellas derivaban de un carác ter de la obra que el lector advertirá desde sus prim eras páginas: se tra ta , en grado extremo, de un libro inglés escrito p ara ingleses. Este m arcado eso- terism o, que lingüísticam ente se acercaba a m enudo a los confines del slang, nos ha obligado en no pocos pasajes a traducciones de carác ter amplio, preferibles siem pre a literalism os que exigen una cadena interm inable de escolios y aclaraciones. Por lo que se refiere a los símiles e ilustraciones, que, como es natural, tom a el au to r de su lengua m aterna, hemos adoptado una praxis ecléctica, realizando la correspondiente traslación al castellano en los casos en que p are­cía necesario y posible. Para la traducción de la terminología hemos procurado tener muy en cuenta la establecida ya por estudiosos es­pañoles. En cuanto a las abreviaturas de carác ter técnico, tam bién hem os procurado ceñirnos a la ya considerable tradición de los es­tudios lingüísticos escritos en castellano; no creemos haber, em plea-

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do ninguna desconocida para las personas relacionadas con el m un­do de la filología.

El profesor Antonio Prieto, codirector de la colección que acoge esta versión española, quería que los traductores añadieran a este texto algo de su propia cosecha. Aunque vendim iando a m anos lle­nas en ajena viña, lo han intentado en las N o t a s de l o s t r a d u c t o r e s que lo acompañan, y que situam os al final del texto (pp. 337 y ss .) , dada la extensión de algunas de ellas. Tales anotaciones no están proyectadas ni elaboradas según un criterio uniform e. Responden, en gran medida, a las particulares aficiones o experiencias de sus autores dentro del campo de los estudios clásicos, y, desde luego, a la idea de dejar constancia del m ucho y buen trabajo realizado por investigadores españoles en estas parcelas del saber.

Parecidas tendencias nos han guiado en la tarea de actualizar y com plem entar la B ib l io g r a f ía —muy sum aria— aducida por Pal­mer. Tampoco nuestra contribución pretende, ni mucho menos, ex- haustividad alguna. Nos ha parecido útil m antener el A p é n d ic e de t e x t o s l a t in o s a r c a ic o s que incluye la edición inglesa del libro; puede, en efecto, ahorrar eventuales peregrinaciones a los rep erto ­rios usuales.

Y pasemos al capítulo de gratitudes. Nada tiene de simbólico, y se corresponde en gran m edida con el de las dificultades reg istra­das a lo largo del trabajo de esta versión.

P ara el esclarecimiento de ciertos puntos oscuros ha sido funda­m ental la inform ación y el consejo prestado por los profesores J. C. White, Pujáis y Lorenzo, de la Universidad Com plutense de Madrid, y por la señorita J. Benton, de la Universidad Vanderbilt en Madrid.

El profesor Mariner, de la Universidad Complutense, ha tenido la am abilidad de leer el original de las N o t a s de l o s t r a d u c t o r e s , y de m ejorarlas con su crítica y orientación.

Queremos dejar tam bién constancia del apoyo y buena acogida prestados por Editorial Planeta y, concretam ente, por el profesor Prieto.

Reconocidas estas deudas, sólo nos queda reivindicar p ara no­sotros, de modo exclusivo y solidario, la responsabilidad de esta ver­sión.

J u a n J o s é M o r a l e j o

1 J o s é L u i s M o r a l e j o

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PREFACIO

En este libro, uno m ás en una serie que no está dirigida en prin­cipio a los especialistas, he intentado compendiar para los estudian­tes de lenguas clásicas, para los colegas que trabajan otros campos de estudio y para todos a quienes puedan interesar, los resultados alcanzados por la investigación en torno a la historia de la lengua latina desde la Edad del Bronce hasta la caída del Im perio Romano. No se ha dado por supuesto conocimiento alguno previo de los p rin ­cipios y m étodos de la filología comparada, reservándose tales cues­tiones al examen de los varios problemas a los que afectan. Mi in ­tención ha sido exponer la com m unis opinio en los casos en que existe, y, en caso contrario, plantear con la m ayor claridad posible los datos y los diversos puntos de vista que se han formulado; con todo, no he sido siempre capaz de ocultar el hecho de que tengo opi­niones propias.

Para m antener el volum en del libro y su coste dentro de unos lím ites razonables ha sido necesaria una estricta selección de temas. Esta exigencia ha sido especialmente imperiosa en él capitulo de sintaxis, que ha tenido que estructurarse como un comentario com ­pendioso de las gramáticas escolares de serie. Las circunstancias han dado lugar a ciertas infracciones de la ortodoxia, que espero harán m ás cómodo el empleo del libro. Así, por lo que mira a los textos latinos arcaicos, he preferido referirm e a los Remains of Old Latín de E. H. W armington que a repertorios menos accesibles. No he logrado concillarme la aprobación de todos m is amables críti­cos con relación al empleo del signo v para la u consonantica, pero se trata de una distinción ú til desde el punto de vista, filológico> y no he tenido reparo en seguir el ejem plo del manual de Leumann- Hofmann. Las cantidades vocálicas sólo se han notado en los casos en que resultaban relevantes para el problema en cuestión.

Me he beneficiado del saber y consejo de m uchos amigos y colegas inmediatos. Debo estar particularm ente agradecido a Mr. J. Crow, al Prof. W. D. Elcoclc, al Prof. D. M. Jones, a Mr. S. A. Handforth,

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al Prof. W. S. Maguiness, a Mr. A. F. Wells y al Prof. E. C. Wood­cock, que han leído parcial o totalm ente las pruebas, y que han corregido num erosos defectos de fondo y de forma. Debo además un reconocimiento al estam ento de los estudiosos en general. El dejar constancia detallada de m is deudas no resultaba practicable en una obra de esta naturaleza. He intentado remediar un poco la laguna en la bibliografía, pero ésta tiene la finalidad específica de ayudar a dar con el camino a quienes deseen proseguir sus estudios en este campo. Como relación de m is dependencias resulta del todo insufi­ciente, y de manera general m e veo obligado a aplicar al autor de esta obra las famosas palabras de Livio: si in tan ta scrip torum tu rba mea fam a in obscuro sit, nobilitate ac m agnitudine eorum qui no­mini officient meo consoler.

L. R. PALMER

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PRIMERA PARTE

Esbozo de una historia de la lengua latina

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C a p ít u l o p r im e r o

EL LATIN Y LAS DEMAS LENGUAS INDOEUROPEAS

H is c o n s t itu t is reb u s, n a c tu s id o n e a m ad n a v ig a n d u m te m p e s ta ­te m II I fere v ig ilia so lv it e q u ite sq u e in u lte r io r e m p o r tu m p ro g red i e t n a v is c o n sc e n d e r e e t se se q u i iu s s it . a q u ib u s cu m p a u lo ta r d iu s e s s e t a d m in is tra tu m , ip se h o ra d ie i c irc iter I I I I cu m p r im is n a v i­b u s B r ita n n ia m a ttig it a tq u e ib i in o m n ib u s co llib u s e x p o s ita s h o s ­tiu m c o p ia s a r m a ta s cox ispex it. (C ésar , D e b e llo g a llico , 4, 23, 1-2.)

Este pasaje, en el que el gran político y estilista Julio César des­cribe el prim er asalto del poder arm ado de Rom a a nuestra isla, ha representado para m uchas generaciones de ingleses el prim er golpe e im pacto de la auténtica lengua latina. Un británico letrado y pa­trio ta que se encontrara en tre los expectantes guerreros sobre las colinas del K ent se hubiera preguntado con asom bro lógico qué clase de gente eran aquellos invasores y de dónde venían. Menos de cien años después un rey británico fue llevado a la capital de los invasores, y allí Tácito certificó en él un hablar de tal dignidad, una retórica tan acabada y un latín tan impecable como para ganarle estim ación y un cautiverio honorable. En la ciudad de sus vence­dores pudo haber leído en Livio el orgulloso relato de los orígenes legendarios de Roma y de su ascenso a la grandeza del Im perio. Su actual descendiente, bien que anim ado por el pensam iento de que estudia en el país de Carataco, tiene que acercarse con hum ildad a te- em presa de rastrear, aunque sea de modo esquem ático, la h istoria de la lengua que aquellos rom anos dieron a una tan gran parte del m undo occidental.

Recibe el nom bre de latín porque en un principio es sim plem en­te uno de los dialectos hablados por los latinos, un grupo de tribus em parentadas que ocupaban el territo rio del Lacio, y en el que Rom a m antenía una posición predom inante (véase capítulo I I I ) . El historiador de la lengua latina tend rá que ocuparse en prim er

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lugar de las sucesivas form as de la lengua ta l como se nos aparece en una serie de textos que —para lo que nos interesa— alcanzan desde la caída del Im perio hasta los m ás antiguos docum entos con­servados. Hay que añadir inm ediatam ente que la lengua latina con­cebida así tiene poca historia : ciertos cambios fonéticos, m orfoló­gicos, sintácticos y sem ánticos que han sido fiel y diligentem ente registrados. Pero hay una casi absoluta ausencia de textos anterio­res al s. m a. C. En Plauto, cuyas comedias nos obsequian con el prim er volumen considerable de latinidad, la lengua de los rom anos aparece en una form a que difiere m uy poco del la tín de la Edad de Oro. No hay una documentación que tenga para el h istoriador del la tín la significación que tiene el Beowulf para el estudioso del in ­glés. Dado, pues, que el estudio histórico de los m onum entos de la lengua latina se nos acaba en un punto muy alejado incluso de la legendaria fundación de la ciudad en el 753 a. C., se hace preciso recu rrir a o tro método, el m étodo com parativo, acerca del cual se im ponen unas palabras previas.

Las lenguas son en esencia sistem as de signos vocales que los seres hum anos em plean para comunicarse unos con otros. Esas ex­presiones o com plejos fónicos producidos po r el hablante provocan en el oyente ciertas respuestas; a esto lo llam am os comprensión. Pero no cualquier oyente puede com prender; porque la com prensión de una lengua requiere un largo y trabajoso adiestram iento en el uso de ese sistem a concreto de signos. Este adiestram iento, el “aprender a hab lar”, viene exigido por un hecho que es de im portancia funda­m ental para la ciencia del lenguaje: no existe conexión natu ra l o necesaria en tre los signos fónicos y los significados que com portan. El carác ter arb itrario de la atribución de significados a los signos fónicos tiene una im portante consecuencia teórica. Si dos —o m ás— grupos de hom bres em plean signos fónicos idénticos o sem ejantes, debemos tener por muy poco probable que esta sim ilitud se deba al azar o a invención independiente. Cuanto m ás arb itraria es la conexión entre sonido y significado y m ayor la trascendencia de las sem ejanzas entre los sistem as com parados, m enor es el grado de probabilidad de que el parecido sea accidental. En el caso de siste­m as de signos tan arb itrarios y complejos como las lenguas, toda sem ejanza significativa debe llevarnos a la conclusión de que los dos sistem as están unidos históricam ente, es decir, a afirm ar o bien que uno ha nacido del otro, o bien que am bos descienden de un an­tepasado común. En alemán, por ejemplo, signos como Mann, Gras, Hand, etc., aparecen casi con el m ism o significado que en inglés man, grass, hand, etc., y la hipótesis de creación independiente es infinitam ente m enos probable que la de una conexión histórica. Las sem ejanzas de vocabulario y estructu ra gram atical son tales que so­

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lam ente pueden explicarse postulando u n com ún antepasado del que am bos derivan. Ahora nos proponem os aplicar este m étodo com ­parativo a descubrir posibles parientes de la lengua latina, con la esperanza de que ello nos capacitará para seguir su historia re ­m ontando la época del m ás antiguo testim onio escrito existente.

Los DIALECTOS ITÁLICOS: OSCO-UMBRO

E ntre las inscripciones de la antigua Ita lia se encuentran las es­critas en la llam ada lengua osea. Osci, antiguo *Opsci, fue el nom ­b re que los rom anos dieron a los habitantes de Campania que los griegos llam aron O tukoí. Pero la lengua hablada por las tribus sam nitas con las que m ás tarde Rom a entró en conflicto evolucio­nó hasta ser m ás o menos igual a la de los oscos. Así llegaron los rom anos a designar este grupo de dialectos con el nom bre de la tr ib u en que lo encontraron por vez prim era, al igual que los fran ­ceses usan el nom bre triba l Alem anni para designar la lengua que los ingleses llamamos German: por ejemplo, Livio en su relato de la guerra contra los sam nitas (10, 20, 8) escribe : “gnaros Oscae lin­guae exploratum quid agatur m ittit”.

Las inscripciones escritas en oseo se encuentran en aquellas p a r­tes de Ita lia que estuvieron ocupadas po r tribus sam nitas : Samnium, Campania, Apulia, Lucania y B ruttium . La lengua osea fue introduci­da tam bién en Messana cuando ésta fue tom ada por los “m am erti- nos”, los m ercenarios cam panos reclutados por Agatocles. Las ins­cripciones, que cubren un período de unos cinco siglos desde las m ás antiguas leyendas de monedas hasta los graffiti de Pompeya escritos después del p rim er terrem oto en el año 63, e s tán redactadas en varios alfabetos. La m ayoría m uestran el alfabeto oseo, derivado del griego calcidico a través del etrusco. Pero el texto m ás extenso, la Tabula Bantina, una plancha de bronce encontrada en Bantia en 1793 y que contiene reglam entos municipales, está escrita en alfa­beto latino, m ientras que en inscripciones de Italia m eridional se utiliza un alfabeto griego. El oseo fue la lengua principal de la Italia central hasta su som etim iento por los rom anos, y se m antuvo en uso en docum entos oficiales hasta la G uerra Social de 90-89 a. C. El hecho de que las inscripciones m uestren pocas variantes dialec­tales a pesar de lo amplio del área en que se utilizó sugiere que en este oseo oficial tenem os una lengua com ún regularizada.

Estrecham ente relacionada con la osea está la lengua llam ada um bra. Su único documento extenso son las famosas Tabulae Igu- vinae. Descubiertas en 1444 en Gubbio (antigua Iguvium ), en Um­bría, estas nueve tablas de bronce —dos de las cuales se han p e r­

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dido después de su descubrim iento— contienen las actas de una fra tría religiosa sem ejante a la rom ana de los Arvales Fratres (véanse pp. 72 s.). Escritos parte en alfabeto latino y p arte en el um bro nativo —derivado como el oseo de un alfabeto griego occi­dental a través del etrusco—, los textos se alinean desde aproxi­m adam ente el 400 al 90 a. C. Además de por estas tablas, la lengua um bra nos es conocida por o tras pocas y m agras inscripciones, pero hay testim onios de que los um bros en alguna época ocuparon un área que se extendía hasta la costa occidental. Al oseo y al um bro podemos añadir algún pequeño testim onio de los dialectos de tribus menores de Ita lia central que han sido algunas veces agrupados có­m odam ente bajo la denom inación de “sabélicos”. Se incluyen aquí los dialectos de los Paeligni, los Marrucini y los Vestini, todos los cuales se asem ejan estrecham ente al oseo. El dialecto de los Volsci, conocido solamente por una corta inscripción de la ciudad de Veli­trae, parece ocupar una posición interm edia entre oseo y um bro.

Los llamados “dialectos itálicos” indudablem ente m uestran m u­chas semejanzas con el latín, pero es difícil precisar el grado exacto de parentesco. Los estudiosos no han decidido si se los debe consi­derar como dialectos diferentes de una y la m ism a lengua, la “itá ­lica”, o como dos lenguas separadas. Ésta es en gran m edida una discusión sobre térm inos que carecen de precisión científica alguna. Una lengua es un sistem a de signos vocales usado po r una com uni­dad dada de seres humanos. Cualquier persona que hace un uso inteligible de este sistem a se convierte ipso facto, al m enos por el tiem po en que lo usa, en m iem bro de esta com unidad lingüística. Este factor de inteligibilidad puede ser utilizado p ara alcanzar una definición aproxim ada de dialecto. D entro de un sistem a dado pue­den presentarse variantes locales y personales, pero en la m edida en que la inteligibilidad no se vea seriam ente afectada se entiende que tales variantes no im plican la desaparición de la calidad de m iembro de la com unidad lingüística. Esas form as locales e indivi­duales de expresión son consideradas solam ente como subvariantes del sistem a usado en toda el área. El térm ino “dialecto” im plica así a la vez diferencia y semejanza, sentido de exclusividad y, sin em ­bargo, de solidaridad. Allí donde el sentido de solidaridad lingüís­tica es roto por la organización en estados políticam ente separados, los hablantes tienden a dignificar su propia variedad de habla con el nom bre de “lengua”. Así, noruegos, suecos y daneses son absolu­tam ente capaces de conversar entre ellos usando cada uno su “len­gua”, aunque por la prueba de la inteligibilidad todas ellas podían ser consideradas como dialectos de la lengua “escandinava” . Queda por añadir que la inteligibilidad constituye solam ente un medio tos­co aunque eficaz de distinguir entre lengua y dialecto. El lím ite

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puede variar con el tem po del habla y de una frase a otra. Por o tra parte , en una serie de dialectos hablados sobre un área dada pueden ser m utuam ente inteligibles los geográficamente contiguos, m ientras que no superan esta prueba los que ocupan las posiciones extrem as. La diferencia real entre los dos térm inos es que “lengua” es un té r ­m ino absoluto, m ientras que “dialecto” p lantea el problem a de la relación : dialecto = variante de x.

Si ahora aplicamos esta prueba al latín y los dialectos itálicos, y com param os un texto um bro con su traducción latina, p. ej.:

I Λ 7 ss .: p u sv e r e s T r e p la n e s tr e f s i f k u m ia f fe itu T reb e lu v ie u k rip er F is iu , tu ta p er Ik u v in a = p o s t p o r ta m T re b u la n a m t r i s su e s g ra v id a s fa c ito T re b o lu v io p r o a rc e F is ia p ro c iv i ta te Ig u v in a ,

a la prim era ojeada resu ltará evidente que las dos lenguas son m u ­tuam ente ininteligibles. Se ha calculado que de un sesenta a un se­ten ta por ciento de las palabras contenidas en las Tablas Iguvinas son extrañas al latín, m ientras que p ara el griego sólo del diez al quince por ciento de las palabras que aparecen en las Leyes gorti- tin ias cretenses no se encuentran en ático. A estas diferencias de vocabulario decisivas debemos añadir divergencias significativas de fonética y morfología.

Fonética

1. Las consonantes labiovelares (véanse pp. 227 s.) reciben t r a ­tam iento diferente : así, al latín quis y vivus corresponde el oseo con pis y bivus.

2. Las oclusivas aspiradas ides. 1 (véanse pp. 228 s.) aparecen en la tín como b y d en posición medial, en “itálico” como f: tibí, m e­dia = u. tefe, o. méfiai.

3. k t y p t del latín aparecen en osco-um bro como h t y ft: Oc­tavius, scriptae = o. Uhtavius, o. scriftas.

4. La síncopa de vocales breves en sílabas mediales (véase p. 213) es m ás pronunciada que en latín : agito = o. actud, hortus =o. húrz.

5. ä final > ö en “itálico” : via = o. v iú , a t r ä = u. a tr u .

Morfología

En la prim era y segunda declinaciones el osco-um bro tiene las desinencias originarias de nom. pl. -äs, -ös (véase p. 243), que el latín

1. ide(s). = indoeuropeo(s) o indoeuropea(s).

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ha sustituido por las form as pronom inales -di (-ae) y -oi (-Ï). En los temas en consonante el oseo presen ta la declinación originaria -ës, que el latín ha sustituido por -ës (véanse pp. 245 s.). En el gen. sg. de los tem as en -o- y en consonante el latín tiene -I e -Is respecti­vamente, m ientras que el osco-um bro tiene -eis en ambas declina­ciones. Tam bién la conjugación del verbo presen ta divergencias de consideración. El fut. -bo característico del latín es desconocido del osco-umbro, que ha form ado su tiem po de fu turo a p a rtir de una antigua form ación de subjuntivo: p. ej. deivast = iurabit, ferest = feret. El inf. pres. act. del itálico term ina en -om : o. ezum, u. erom = esse. El fut. perf. p resen ta el form ante -us: u. benust = venerit.

A la vista de estas grandes diferencias en tre el latín por un lado y el osco-um bro por el otro, es indudable que deberíam os recono­cerlos como lenguas separadas. El grado de ininteligibilidad es m u­cho mayor, por ejemplo, que el que hay en tre italiano y español. Pero, como hem os dicho, el uso de los térm inos “dialecto” y “len­gua” es asunto de precisión, y estudiosos como A. Meillet, que con­sidera al latín y al osco-um bro como dialectos diferentes del “itá ­lico”, basan sus conclusiones sobre ciertas sem ejanzas im portan­tes que hemos de exam inar ahora.

Fonética (véanse pp. 211 s.)

En ambos grupos: (1) ide. s se convierte en a, (2) eu > ou, (3) r y I > or, ol, (4) ψ y i} > em, en, (5) las aspiradas sonoras bh, dh, gh, pasan a fricativas sordas, (6) s intervocálica se sonoriza, (7) t - t > ss, (8) palabras del tipo silábico p—g» > qv— qu (p. ej. * penque > quinque), y (9) - t se convierte en -d.

Al valorar estos testim onios debemos recordar una vez m ás el principio fundam ental de la lingüística com parada: que p ara es­tablecer un parentesco se necesita la existencia de sem ejanzas de ta l naturaleza que excluyan la posibilidad de desarrollo independiente. En apariencia, el postulado de una “unidad itálica” exclusiva a p a r­tir de la cual se habrían desarrollado el latín y el osco-um bro ven­dría exigido po r el establecim iento de sem ejanzas sorprendentes, que estas lenguas com parten con exclusión de o tras lenguas em pa­rentadas de m anera m ás distante. Ahora bien: (1) representa un desarrollo com partido por todas las lenguas ides. excepto el sán s­crito, (5) ha ocurrido separadam ente en griego helenístico, (6) es un fenómeno m uy corriente sin significación para la cuestión del parentesco, (7) se ha dado en germ ánico y céltico, (8) es tam bién un rasgo del céltico. Una vez elim inados estos rasgos, queda el te s­timonio fonético como base poco segura p ara una hipótesis de pa­

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rentesco, porque se ha observado con frecuencia que lenguas en proxim idad geográfica m uestran sem ejanzas de estructu ra fonética y fonológica aunque no estén em parentadas. Así, Sapir ha señalado que cierto núm ero de lenguas indias no em parentadas de la costa del Pacífico, en América del Norte, desde California hasta el sur de Alaska, “tienen en com ún muchos rasgos im portantes y d is tin ­tivos”. En la anterior enum eración el cambio de eu a ou se da no sólo en latín y osco-um bro, sino tam bién en véneto y mesápico. El cambio r, l > or, ol es tam bién un rasgo del véneto y del ilirio. Tales sem ejanzas pueden, por tanto , ser producto de la contigüidad m ás que del parentesco y no tener entonces fuerza lógica p ara la cuestión de u n a unidad itálica.

De m ayor im portancia son las sem ejanzas de morfología, p o r­que es infrecuente que una lengua im porte de o tra m ecanism os de declinación y conjugación. Pues bien, tanto en latín como en osco- um bro el abl. en -d, que en ide. quedó lim itado a los tem as en -o- (“segunda declinación”), fue extendido a otros tipos, p. ej. lat. prai- dad, o. toutad, lat. loucarid, o. slaagid (= fin e ) , lat. castud, etc. La m ism a desinencia tam bién aparece en los adverbios que por su fo r­m a son antiguos instrum entales en -ë; por ej. lat. facilumed, o. am - prufid ( = im probe). La form ación del dat. sg. de los pronom bres personales es tam bién sorprendentem ente sim ilar en am bos grupos: lat. arc. mihei, u. mehe, lat. are. tibei, u. tefe, lat. are. sibei, o. sífel. Pasando ahora al sistem a verbal, nos encontram os con que los tipos de conjugación son los m ism os en am bos grupos: es decir, que los verbos se organizan en las cuatro conjugaciones que nos son fam i­liares por las gram áticas latinas. Además, el o. fufans = erant sugie­re que el osco-um bro había creado un imperf. ind. del tipo rep re ­sentado por el lat. amabam (véase p. 270). La form ación del im perf. subj. es tam bién idéntica: foret = o. fusíd (*fu -së -d ) . En este m is­m o sentido se creó un sistem a de pasiva característico (véanse pp. 264 s.) a p a rtir de elem entos presentes en el m ás antiguo ide.: así sacratur = o. sakarater. Se observan tam bién semejanzas en la form ación del supino (u. anzeriatu = observatum ) y del gerundivo (sacrandae = o. sakrannas). F inalm ente podemos mencionar la fu ­sión del aor. y del perf. ides. en u n único “perfecto”, y la fusión de los m odos originarios subj. y opt. en las form as de subjuntivo del latín y del osco-um bro.

Sem ejanzas de ta l alcance en la reorganización de los sistem as nom inal y verbal ponen al latín en relación m ás estrecha con los •dialectos itálicos que con cualesquiera otras lenguas ides., aunque en un artículo reciente D. M. Jones ha argum entado que los hechos encajan m ejor “dentro de u n esquem a de relaciones del ide. occi­dental (véase infra) que en el desarrollo de u n itálico común uni-

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form e”. La interpretación de esta relación m ás estrecha en té r ­m inos históricos es, sin embargo, discutida.

La hipótesis m ás simple que podría dar cuenta de los hechos ob­servados es suponer que en algún m om ento en el pasado existió una com unidad “itálica” en cuyo seno se desarrollaron los rasgos com u­nes que hem os observado en el latín y los dialectos itálicos, y que las muy im portantes diferencias son producto del desarrollo inde­pendiente tras la ru p tu ra de esta com unidad lingüística. Pero un profesor alem án, A. Walde, en un trabajo sobre la relación en tre itálico y céltico que tendrem os ocasión de discutir m ás adelante, m antiene que las semejanzas en tre latín y osco-um bro son un fe­nóm eno de convergencia, el reflejo lingüístico de contactos en tre los dos grupos en un período com parativam ente reciente en Ita lia m is­ma. La escuela italiana de lingüistas apoya esta hipótesis con va­riaciones secundarias de énfasis. Así, Devoto sostiene que las diver­gencias en tre latín y osco-um bro son antiguas y que las sem ejanzas se desarro llaron en fecha relativam ente tard ía, cuando los pro to - latinos se habían establecido ya en el Latium. Del siglo v m en ade­lante —fundación de Roma y presencia de una tribu sabina sobre una de las colinas— se establecieron relaciones que desem bocaron en un intercam bio de elementos lingüísticos en tre los proto latinos y los osco-um bros; es esta etapa de aproxim ación progresiva la que debería ser llam ada “período itálico”. Devoto sostiene que esto no debe entenderse en un sentido genealógico que im plique la identidad en época an terio r de los dos sistem as lingüísticos. A todo ello pue­de objetarse que la contigüidad geográfica y los contactos sociales y culturales en tre pueblos que hablan lenguas diferentes pueden desem bocar en semejanzas del sistem a fonológico y en intercam bio de préstam os de palabras, pero que las peculiaridades estructurales fundam entales, tales como los tipos de tiem po, m odo y form ación de los casos, no son fácilm ente transferibles. Las evoluciones lin­güísticas deben ser reconducidas en últim a instancia a actos de ha­bla, que son esencialmente hábitos sociales, y hábitos sociales tales como los testim oniados en los subjuntivos y sim ilares son transferi­bles de un grupo de seres hum anos a otro solam ente bajo condi­ciones tales de intim idad lingüística que com porten u n a “com unidad lingüística”. Una institución osea como el “figón” puede llegar a ser algo arraigado en la vida rom ana, y llevar consigo la palabra osea popina; pero ¿bajo qué condiciones de habla podem os im aginarnos el intercam bio de un gerundivo, un supino o un im perfecto de sub­juntivo en tre hablantes que, en esta hipótesis de convergencia, se entendían m utuam ente todavía m enos que los del la tín y osco-um ­b ro docum entados históricam ente? Los conceptos de “intercam bio lingüístico”, “esquemas m entales com unes”, “convergencia” y sim i­

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lares, con los que opera Devoto, están demasiado alejados de los hechos del habla real. Los hechos lingüísticos exigen la suposición en una época y en un lugar de una form a de sociedad que abarque a representantes de am bos grupos itálicos mayores, esto es, a los antepasados lingüísticos de los hablantes del latín y de los del osco- umbro. Pero esta necesidad no im plica una “unidad itálica” que abarque a todos los proto latinos y protoitálicos. Como hipótesis m í­nim a podría bastar con suponer que u n grupo de invasores osco- um bros se fusionó con los protola,tinos, y que fue este in jerto de una población extraña en el tronco latino el que produjo las sem e­janzas entre latín y osco-um bro que han sido punto de partida de esta discusión. Las leyendas sobre los orígenes de Roma —Tito Tacio y el rap to de las m ujeres sabinas— parecen im plicar algunos hechos históricos como los que hemos postulado (los elementos sa­binos en latín serán discutidos en pp. 47 s.), y el testim onio de los dialectos no rom anos del Lacio apunta en la m ism a dirección (véase capítulo III ) . Queda por decir que esta conclusión concuerda en lo principal con la de Devoto, porque excluye una comunidad “itá lica” existente antes de la invasión de la península apenina por los an te ­pasados de los dos grupos de tribus. Las semejanzas m ás estrechas reunidas bajo el rótulo de “itálico”, estam os de acuerdo en que se desarrollaron sobre suelo italiano. Todo lo que hem os sugerido es que el concepto de convergencia exige traducción a los hechos del habla real y a los condicionamien tos de la sociedad hum ana que éstos implican.

La TEORÍA ÍTALO-CÉLTICA Y LA “ CIVILIZACIÓN DEL NOROESTE”

Llevando ahora nuestra atención mucho m ás lejos, podemos de­cir en pocas palabras que el m étodo com parativo lia determ inado que el latín pertenece a un grupo de lenguas que se extiende desde la India, en el este, hasta las lenguas céltica y germánica, en el oeste. En estas lenguas se han detectado semejanzas de estructura y de vocabulario fundam ental tan notables que excluyen toda otra explicación que la de que descienden de un antepasado común, que es conocido como indoeuropeo. Esta suposición de una lengua madre m ás o menos uniform e para dar cuenta de las semejanzas detecta ­das en el grupo de lenguas em parentadas debe im plicar además la existencia en una época dada de u n grupo de hablantes de la mis­m a: el pueblo indoeuropeo. Por o tra parte, el análisis del fondo de palabras comunes ha perm itido a los estudiosos trazar una im a­gen de algunos rasgos de su civilización. Así, parecen, haber tenido fam iliaridad con el cobre y su laboreo; practicaron una agricultura

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al menos prim itiva, y dom esticaron algunos animales, como la vaca y la oveja; adoraron a un dios del cielo luminoso y tuvieron una sociedad organizada patriarcalm ente. Sin embargo, no hemos de im aginarlos como una com unidad política estrecham ente coheren­te con una lengua uniform e; m ás probablem ente fueron un agre­gado indefinido de tribus sem inóm adas, asentadas por algún tiem po p ara cultivar el suelo y puestas de nuevo en movimiento cuando el suelo quedaba agotado por sus prim itivos m étodos de cultivo, y que tal vez se reunían de cuando en cuando para celebrar los ritos religiosos comunes. Una “sociedad” tal m ostraría inevitablem ente diferencias dialectales. Además, durante el largo período de m igra­ciones que con el tiem po los llevaron a los muy disem inados asen­tam ientos en que aparecen en tiem pos históricos, algunas tribus pueden haber establecido relaciones m ás estrechas por períodos lim itados, o bien con m iem bros de diferentes tribus pueden haberse form ado bandas de nóm adas. Por ello hem os de contar con la po­sibilidad de que entre la época originaria ide. y la aparición de los pueblos separados en sus hábita ts históricos m ediaran o tras “uni­dades” de duración e intensidad variables. Estas com unidades po­d rían haberse reflejado en la lengua, y el cometido del lingüista es tra ta r de detectar por medio del análisis tales afinidades dialecta­les m ás estrechas dentro del grupo m ás grande. Tal análisis ha revelado cierto núm ero de peculiaridades que “itálico” y céltico com parten con exclusión de las o tras lenguas em parentadas. Enu­m erarem os los hechos antes de discutir su significación, porque su in terpretación es todavía muy disputada.

Fonética

1. Las labiovelares ides. 2 (q*, gr«, g*h) m uestran igual tra tam ien­to en itálico y céltico, convirtiéndose en labiales en británico y osco- um bro , y en velares en latín y gaélico (por ejemplo el interrogativo ide. qHs, etc., aparece en irl. como cia, en lat. como quis, en gal. como pwy, en o. como pis). Se ha sugerido que estos hechos son reflejos de un pasado parentesco dialectal en un grupo italo-céltico; que en una época prehistórica los antepasados lingüísticos de celtas e itálicos vivieron en estrecha proxim idad, y que, así agrupados, el pueblo prebritánico com partió con los presabélicos este cambio qn > p. Más tarde el grupo entero se dividiría y “re-haría”, para fo rm ar el prebritánico y el pregaélico el céltico común, y el “p re- latino” y el presabélico el itálico común, siguiendo caminos sepa­

2. V éanse pp. 227 s. Las lenguas célticas difieren solam ente en el tra ta ­m iento de qv.

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rados desde entonces en adelante céltico e itálico. E sta hipótesis queda invalidada por un simple hecho: en todas las lenguas celtas la p - ide. originaria ha desaparecido (p. ej. irl. én “pájaro” , gal. edn < *pet~n, cf. lat. penna, etc.) : esto significa que el cambio ç» > p en brit. debe de haber tenido lugar después del período co­m ún céltico y por ello ocurrido independientem ente del cambio si­m ilar en osco-um bro. En cualquier caso, un cambio similar se ha dado en eólico, en el que las labiovelares tam bién aparecen como labiales (p. ej. *penque > πέμπε). Por tanto, el fenómeno no es p ru e ­ba concluyente de parentesco m ás estrecho.

2. Más peculiar, y consecuentem ente de mayor significación como prueba de relación, es el cambio ocurrido en palabras cuya prim era sílaba comienza con una labial y la segunda con una labio- velar: en esas palabras la asimilación se ha dado tan to en itálico como en céltico , 3 p— qv > q»—q«: p. ej. ide. * penque “cinco” > ital.- célt. *q'-‘enque, airl. cóic, agal. pimp, lat. quinque, o.-u. * pompe (cf. púmperiais “quincuriis”) .

Morfología

1. El gen. sg. de los tem as en -o - acaba en -i: irl. maqi “del h ijo”, galo Segomari, lat. domini. Aunque en sánscrito (véanse pp. 243 s.) se han encontrado huellas de un caso adverbial en ~l, ello no disminuye la significación de este fenómeno. Su incorpo­ración a la declinación regular en sustitución del gen. originario en -osyo es una innovación com ún a céltico y latín (el osco-um bro ha hecho la sustitución con -eis procedente de los tem as en -i- d e la te rcera declinación), pero com partida tam bién por el véneto y el mesápico, dialecto ilirio (véanse pp. 49 s .) .

2. Las form as im personales del verbo en osco-um bro y céltico están caracterizadas por -r: p. ej. u. ferar “llévese”, gal. gweler “ve”, irl. herir “lleva”. Esta - r es tam bién m arca del deponente y de la pasiva en ambos grupos: p. ej. lat. sequor, sequitur, irl. sechur, sechithir. Se han encontrado estas desinencias -r en o tras lenguas ides., por ejemplo tocario, hetita y frigio, y el testim onio de dichas lenguas sugiere que la desinencia - r aparecía originariam ente sólo en el sg. y en la 3.a p. pl. del presente. Tam bién aquí encontram os un significativo desarrollo com ún de un rasgo heredado.

3. Los verbos del tipo ama-re, m ané-re en latín form an su fu tu ro con un elemento -b - (amabo, m onebo), derivado de la raíz ide. bhu “ser” (véase p. 271) ; la form ación es en realidad un tiem ­

3. Véase p. 226.

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po perifrástico con el significado de “he de am ar”, etc. El mismo tipo se encuentra en céltico, p. ej. irl. léicfea “dejaré” . Aun cuando es difícil reducir las form as atestiguadas a un único prototipo, pa­rece ineludible concluir que el germen del fu turo en -b - existía en los dialectos de los que se derivaron la tín e irlandés. Innovación no­table, es testim onio significativo de una relación estrecha o tro ra de itálico y céltico.

4. En ide. el subjuntivo [ N o t a 1 ] 4 se form ó a p artir de varios tem as tem porales por adición o alargam iento de la vocal tem ática e/o : p. ej. en griego homérico ind. ΐμεν subj. ΐομεν, o ind. λύομεν sutaj. λύωμεν. Pero en céltico el m odo subjuntivo es independiente del tem a tem poral y se form a añadiendo -ä o -s a la raíz: p. ej. irl. bera (her “llevar” ), tiasu (tiag “ir ”) . Los m ism os tipos aparecen en itálico (véase p. 277) : p. ej. lat. are. advenat con el subjuntivo fo r­m ado sobre la raíz ven- y no sobre el tem a de presente veni-, y faxo, capso con -s- añadida a las raíces fac- y cap-, d istin tas de los tem as de presente fací- y capí-. Este rasgo morfológico, que se en­cuentra solam ente en itálico y céltico entre las lenguas ides., podría resu ltar p rueba concluyente de parentesco íntim o. Pero el hecho de que el subjuntivo sea independiente de los tem as tem porales y pueda incluso form arse de una raíz diferente (p. ej. fuarn como subj. de sum ) concuerda con los rasgos m ás arcaicos del sistem a verbal ide., en el que no había conjugación propiam ente hablando, sino que cada tiem po existía independientem ente de los otros. Es posible por ello que los subjuntivos en ä sean arcaísm os, elim ina­dos en las o tras lenguas ides. y conservados solam ente en itálico y céltico. Si adoptam os este punto de vista, estos subjuntivos tienen m enor fuerza probatoria de parentesco, porque, como se apuntó m ás arriba, los arcaísm os pueden sobrevivir independientem ente en las diversas lenguas.

5. En la comparación de adjetivos, itálico y céltico m uestran tam bién concordancias que los vinculan estrecham ente. En ide . 5 el com parativo se form aba (1) añadiendo el sufijo -ios a la raíz, p. ej. ser. nava- “nuevo”, náv-yas “m ás nuevo”; (2) con el sufijo -tero, que tenía función “de contraste” o “separativa”, así en laevus : dexter, magister: minister, etc. Tanto el latín com o el irlandés han desarrollado y regularizado el p rim er procedim iento (p. ej. lat. se­nior, irl. siniu). También en el superlativo podemos distinguir dos

4. La indicación N o ta , seguida de un número y entre corchetes, rem ite a las N o ta s d e l o s t r a d u c t o r e s (pp. 337 ss.). (N. de los t.)

5, Es probable que el indoeuropeo no poseyera un verdadero “com parativo”, sino que los derivados en -ios, - isδη, tuvieran u n valor m uy aproxim ado al del inglés biggish, sizish , que tienen función “rela tiva” en cuanto opuestos al s ig ­nificado “absoluto” del llam ado positivo (véanse pp. 253 s.).

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tipos: (1) sufijo -t°mo (lat. ultim us, in tim us), cuya función origina­ria fue quizá señalar el “punto extrem o de un continuo espacial” 6, y (2) el tipo en -is-to (ing. sweetest, gr. ηδιστος), que como los n ú ­m eros ordinales (p. ej. ing. first, al. zwanzigste, gr. -πρώτος, etc.) indicaba el m iem bro que culm ina o com pleta una totalidad. Este segundo tipo no se encuentra en italo-céltico, que sin embargo tie ­ne, adem ás del tipo (1 ), una form a com pleja en -s°mo, que no se da en ninguna o tra p arte : lat. m axim us, o. nessimas (= proxim ae), airL nessam, gal. nesaf.

Vocabulario

El análisis del vocabulario revela que hay tam bién cierto n ú ­m ero de palabras exclusivas del itálico y del céltico. Por ejemplo,, los verbos cano y loquor tienen correspondientes exactos en irl.: canim y -tluchur. E ntre los térm inos de agricultura, la raíz que en­contram os en lat. m etere “segar” aparece en o tro lado con este sig­nificado solam ente en céltico, p. ej. gal. medi; asim ism o seges “m ies” corresponde al gal. heu “sem brar” . P a ra las partes del cuerpo po ­dem os anotar las ecuaciones cülus = irl. cúl, dorsum = irl. druim , pectus = irl. hucht, tülus = irl. sál. Podem os añadir los nom bres pulvis = gal. ulw, haréna = irl. ganem, terra = irl. tir, avunculus = gal. ewythr, saeculum = gal. hoedl; y los adjetivos vastus = irl. fota, trux = irl. trú, grossus = irl. bras, m itis = irl. móith, vätes “bardo, vate”, aunque relacionado con palabras germ ánicas como aing. wóp “canto, poem a”, encuentra correspondencia exacta en irl. fá ith “poe­ta ” . Este acervo de testim onios podría parecer capaz de establecer un argum ento fuerte y suficiente en favor de la existencia en un tiem po de una com unidad que abarcara a los antepasados lingüís­ticos de los pueblos latino (itálico) y celta. Pero antes de adm itir ta l cosa hemos de advertir que hay elem entos (1) comunes a cél­tico y germánico, (2) comunes a itálico y germánico, (3) com unes a los tres, y (4) que las palabras pertenecientes a este últim o grupo se encuentran con frecuencia tam bién en balto-eslavo. ■ Esto ha llevado a los teóricos a hablar de u n grupo “occidental” de lenguas indoeuropeas que incluye céltico, germánico, itálico y balto-eslavo,. pero excluye el griego. Ordenemos estos testim onios antes de p ro ­ceder a valorarlos.

6. V éase p. 254.

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Céltico y germánico

airl. oeth = gót. aips (ing. oath), airl. orbe = gót. arbi (al. Erbe), gal. rhydd = gót. freís (ing. free ), airl. rün “secreto” = gót. runa, airl. luaide = aing. lead (ing. lead), etc. A éstos hem os de añadir un am plio núm ero de préstam os que se han hecho estos dos grupos de lenguas, como gót. reiks de la palabra célt. ñ x .

Itálico y germánico

Se han aducido los testim onios siguientes:1. La evolución t - t > -s-s; pero tam bién se encuentra en céltico

(véase in fra).2. La sonorización de fricativas sordas intervocálicas (p. ej. lat.

aedes de una raíz ide. *aidh- que aparece tam bién en gr. αΐθω) se da en los dos grupos; pero es una evolución fonética que fácilm ente pudo tener lugar de m anera independiente, y que esto fue así lo sugiere el hecho de que en itálico el cam bio esté lim itado al latín. P o r consiguiente, de esta sem ejanza no puede ex traerse conclusión alguna sobre parentesco.

3. El aoristo y el perfecto ides. se han unido para fo rm ar un único tiem po p re térito (véanse pp. 272 s .) .

4. En am bos grupos (y en céltico) el paradigm a del verbo “se r” está form ado por dos raíces, es- y bhu-: lat. est, fu it, ing. is, be, etc., irl. is, biuu, etc.

5. El perf. növi se corresponde por su form ación con el aing. cneow. Pero esta -u aparece en germ ánico tam bién en el près, cnä- wan, y el origen del perf. en -u - en latín es cuestión tan ardua (véan­se pp. 273 s.) que esta ecuación es u n a base dem asiado insegura p a ra la construcción de teorías sobre parentesco.

6. Las form as de perfecto con vocal radical alargada del tipo de sëdim us se encuentran tam bién en germ ánico, cf. gót. sëtum . Debe advertirse, sin embargo, que en gótico la vocal larga se lim ita a l plural, de modo que las form as de singular sëdi, etc., del latín podrían ser consideradas igualaciones analógicas (véanse pp. 272 s.) .

7. El dem ostrativo lat. is, ea, id = gót. is, ija, ita.8. A todo esto podemos añadir num erosas correspondencias en

el vocabulario. Por ejemplo, m uchas ecuaciones de verbos están lim itadas a itálico y germ ánico: dücere = gót. tiuhan (ing. tug); clämäre = a a a .7 hlamön; tacëre = gót. pahan; silëre = gót. ana-silan.

7. Antiguo alto alem án.

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Además, ambos grupos com parten en exclusiva térm inos de agricul­tu ra como far = anor. barr (ing. barley), sulcus “surco” = aing. sulh “arado”; y adem ás haedus = gót. gaits (ing. goat), u lm us = ing. elm, annus = gót. apns, “año”.

Vocabulario occidental

Se ha señalado con frecuencia que céltico, itálico, germ ánico —y a veces balto-eslavo— tienen en com ún palabras que no aparecen en griego, arm enio e indo-iranio. Estas palabras son ta n num erosas y p a rte tan fundam ental del vocabulario que las coincidencias, así se argum enta, no pueden deberse al azar, sino que reflejan un perío ­do com ún de civilización, llam ado “la civilización del Noroeste” .

E ntre estas palabras encontram os los adjetivos p a ra “verdadero” (vérus, irl. fir, aaa. w ar = aesl. vëra “fe, confianza”), “ciego” (cae- cus), “liso” (glaber)·, los nom bres de vegetales corilus “avellano”, flös “flor”, salix “sauce”, ulm us, irl. lem “olmo”; los térm inos zooló­gicos porcus “lechón, cebón” (no “cerdo dom éstico” po r oposición a sus “cerdo salvaje, jabalí”, como se ha dicho a m enudo), m erula “m irlo”, natrix “culebra de agua”, piscis “pez” ; térm inos de agricul­tu ra (objetos y trabajos) : granum, faba, sero “sem brar” , scabo “ras­car”, seco “cortar, segar”, sügo “chupar, m am ar”, molo “m oler” (ide. com ún en el sentido de “m achacar, ap lastar”) , lira “su rco”; térm inos sociológicos: civis, hostis, homo (que contiene la raíz *ghem /ghom especializada para significar “ser hum ano”, como en gót. guma, irl. duine, lit. zm uö), vas “fianza, garantía”; palabras varias : verbum “palabra” (gót. y ap ru s .) , nidus, en el significado especializado de “nido”, mare, vinco, ferio, cüdo “golpear, fo rja r”, emo “tom ar, com prar”.

Los hechos, seleccionados y dispuestos así, parecerían sostener firm em ente las conclusiones que en ellos suelen basarse: que los pueblos que m ás tarde hablaron las lenguas itálicas después de la ru p tu ra de la com unidad indoeuropea se asentaron o perm anecie­ron en Europa y por algún tiempo com partieron una civilización com ún con los antepasados lingüísticos de los celtas, germanos y balto-eslavos. Pero existen otros hechos que podrían haeernos du­dar. E ntre esas palabras occidentales encontram os, por ejemplo, la m uy im portante teutá “pueblo” (o. touto = lat. civitas, u. tota, irl. tuath, gót. piuda “nación”) ; y esta palabra falta en latín. Otro tanto ocurre con la palabra occidental p ara “casa” ejemplificada en irl. treb, lit. trobà, ing. thorp, que aparece en itálico en o. trííbúrn, u. trem nu, pero está ausente del latín, porque es muy dudoso que trabs “viga” esté relacionada con estas palabras. Por otfo lado,

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en dom us el latín ha conservado un nom bre ide. general que no se encuentra en céltico, germ ánico o báltico. Tales ejem plos subrayan lo peligroso que es el basar conclusiones sobre parentesco en se­m ejanzas o diferencias de vocabulario. En cada lengua la desapari­ción de palabras depende de una variedad de factores cuya in terac­ción es tan com pleja que la ausencia de una palabra concreta o palabras en una lengua puede muy bien ser accidental. P or ejemplo, ignis “fuego” tiene parientes en scr. agnís y tam bién en balto-eslavo; pero la palabra falta en osco-um bro, donde, sin embargo, u. pir en ­cu en tra sus parientes en gr. ττϋρ, ing. fire, y tam bién en hetita , a r ­m enio y tocario. También en este caso el la tín ha perdido una an ti­gua palabra ide. y roto así un vínculo incluso con sus m ás próxim os parientes en tre los dialectos itálicos. Igual sucede con la palabra p a ra “agua”, que el latín designa con aqua, y que tiene parientes solam ente en germ ánico (gót. ahwa “río”) y posiblem ente en céltico. Solam ente en un sentido d istin to de “ola” conserva el la tín en la pa lab ra unda la antigua palabra ide. am pliam ente atestiguada en to ­das partes, p. ej. u. utur, ing. water, gr. ϋδωρ, etc. De las dos pala­b ra s ides. p ara “hom bre, varón” (1) *uiro, (2) *ner, el la tín no ha conservado la segunda (excepto en los nom bres propios sabinos Ñero, 8 N erio), que, sin embargo, está represen tada en o. níír,u. nerf (acus. pl.). airl. nert, gr. άνήρ, scr. nár-, etc. Estos ejem plos podrían m ultiplicarse, pero lo dicho será suficiente p ara ilu stra r el peligro de los argum entos ex silentio en m ateria de vocabulario. Cada palabra tiene su propia historia, y el tipo de sem ejanzas entre lenguas cam bia de una palabra a otra. Así, terra se encuentra en céltico e itálico, pero el germ ánico earth tiene u n pariente en gr. ερ«ς y célfc. ert. Sería fácil, en realidad, com poner una lista de p a ­labras latinas que el griego com parte con exclusión de u n a u o tra lengua del llam ado “grupo occidental”, p o r ejem plo, entre las p a r­tes del cuerpo cutis tiene correspondencias en gr. κύτος, en germ á­nico (ing. hide) y en báltico (aprus. keuto); inguen “ingle” tiene correspondencia exacta en gr. άδήν, con parientes tam bién en ger­m ánico (anor. 0 kkr); nefrundinés, asimismo, tiene parientes sola­m ente en gr. νεφρός y germ ánico (al. Niere) ; con pellis podemos igualar πέλλα y aisl. e ing. fell; pénis se relaciona con el gr. πέος y scr. pásas; p ara pUgnus “puño” se citan gr. πύξ, πυγμή; iecur, una palabra de un tipo morfológico muy antiguo, se encuentra en griego (fjmxp), lituano (jäknos) e indo-iranio, pero falta en las lenguas oc­cidentales céltica y germ ánica; germ ánico y báltico carecen asimismo de la palabra p ara “hueso”, lat. os, gr. όστέον, scr. dsthi, het. hastäi, ■etc. Algunos térm inos agrícolas y zoológicos revelan un patrón común:

8 . Según Suetonio, Tiberius, I, 2, N ero — fo rtis ac strenuus.

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agnus encuentra un correspondiente exacto solam ente en gr. άμνός (ambos < * ágenos), presuponiendo las form as célticas una o- ori­ginaria (irl. uan, gal. oen) y las eslavas ö- o â- (jagnç); pullus está relacionado con gr. πώλος, con las palabras germ ánicas representa­das por ing. foal y con el arm . ul; la palabra para “huevo”, ovum, tiene un elemento -u - que aparece solam ente en dór. ώΓεον (y en iran io ), m ientras germ ánico y eslavó no presentan huellas de esa -u - in terior (p. ej. al. Ei < *aiya); gláns tiene congéneres en griego (βάλανος), balto-eslavo y arm enio (kalin); virus “zumo venenoso de una p lan ta” está em parentado con airl. fi, gr. Fiôç y ser. visám; en este grupo podemos incluir los nom bres ier men, term inus “m o­jó n ”, em parentado con gr. τέρμα, y vallus “estaca”, del que se aduce un único pariente, el gr. ήλος (eól. Γάλλοι) , Podemos añadir a éstos los verbos carpo “coger, a rran car”, em parentado con gr. καρπός; con palabras germánicas, de las que escogemos ing. harvest, y con pala­bras balto-eslavas, como lit. kerpû; lego “coger, reun ir”, del que solam ente en griego (λέγω, etc.) y en albanés se citan parientes; o tro verbo técnico sem ejante, glubo “yo pelo”, tiene su correspon­dencia exacta en gr. γλύφος y en palabras germ ánicas tales como ing. cleave (aing. cléofan, aaa. klioban, anor. kljü fa); sarpo “podar” tiene una raíz serp que aparece en gr. ορπηξ “brote, renuevo”, en aesl. srüpü “podadera” y let. sirpis. Tam bién creo puede ser incluido con razón aquí como un térm ino de labores agrícolas: em parenta­do con crësco, se lo ha relacionado con arm . serem “yo procreo”, serm n “sem entera” y adem ás con lit. seriù “alim entar” y gr. έκόρεσα, κόρος “saciar”, “saciedad”. Finalm ente, la palabra para “oso”, ursus, puede reforzar la cautela en to rno a los argumenta ex silentio en m ateria de vocabulario : em parentada con gr. άρκτος, ser. rksas, arm. arj y airl. art, se encuentra ausente del germ ánico y del balto-eslavo, en los que ha sido reem plazada por nuevas palabras, quizá p o r ra ­zones de tabú.

D entro del vocabulario sociológico podemos advertir que la pa­labra viens puede invocar parientes en germánico (p. ej. gót. weihs “pueblo”), gr. FoIkoç, ser. vësàs, y en balto-eslavo (p. ej. abúlg. vlsl “pueblo”) , m ientras que en céltico no existe salvo en préstam os latinos como irl. fich. El griego es tam bién m iem bro del grupo que tiene parientes de nurus “nuera” (ser. snusá, arm . nu, abúlg. snücha, aaa. snur, gr. νυός). ian itñces “esposas de herm anos” está igualmen­te representada en gr. είνάτερες, jun to con ser. yätar-, arm . ner, alit. jéntè, aesl. jçtry; pero los m iem bros im portantes del grupo occi­dental carecen de dicha palabra, como les ocurre con la palabra para “herm ana del esposo”, glös, que tam bién tiene u n pariente en gr. γαλόως y esl. zülüva, ruso zólva). Im porta señalar, aderbás, en

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conexión con esto, que líber “libre” tiene su única correspondencia exacta en gr. ελεύθερος, aunque es posible una relación m ás rem ota con aaa. liuti “gente” (al. Leute), etc.

El latín tam bién com parte con el griego —a veces en régim en de exclusividad— im portantes térm inos religiosos y rituales. Por ejem ­plo, libare encuentra parientes inm ediatos sólo en el im portan te grupo gr. λείβω, λοιβή, etc., aunque puede rastrearse una conexión m ás d istan te con el lit. lletl “derram ar”; lat. spondeo “hacer u n a prom esa solemne”, que probablem ente hacía referencia en otro tiem ­po a la cerem onia religiosa que acom pañaba a la prom esa, es la fo r­m a causativo-iterativa de la raíz que aparece en gr. σπένδω “hacer una libación” ; la antigüedad de esta palabra puede juzgarse por el hecho de que tam bién aparece en het. Sipanti “él hace una libación”. O tro térm ino del vocabulario religioso es voveo, vötum : como pue­de verse po r el u. vufetes (lat. “votis”), la palabra puede ser recon- ducida a la form a radical *uog*h, a la que pertenecen véd. vâghât “sacrificio, realización de una prom esa” y adem ás gr. εύχομαι “yo suplico”, tem plum “el espacio delim itado por el augur” no tiene parien te m ás íntim o que gr. τέμενος “recinto sagrado”, de la raíz *tem “co rta r”, nem us “bosque sagrado” se asem eja m ás estrecha­m ente en form a y en significado a gr. νέμος, aunque el carácter re ­ligioso de la palabra está señalado m ás fuertem ente en los rep re­sentantes célticos, irl. nem ed “santuario”, galo νεμητον9. Por o tra parte , el céltico no form a p arte del grupo que presen ta térm inos religiosos que se corresponden con el lat. daps “com ida sacrificial” ; el grupo incluye al germ ánico (aisl. tafn “anim al destinado al sacri­ficio”), arm . tawn, y posiblem ente gr. δεΐπνον.

Podem os redondear la p rueba con un variado grupo de palabras en que coinciden latín y griego con exclusión de una o m ás lenguas del grupo occidental, fam a (tam bién itálico) tiene correspondencia exacta solam ente en gr. φήμη (dór. φαμα); el único pariente seguro de fñ g u s es el gr. ρίγος. E ntre los verbos, ango = gr. αγχω; la raíz el “ir” aparece en am b-ul-are, ex-ul, en gr. έλθειν y en airl. lod “yo fu i” ; el tem a de presente eo, Ire se encuentra en griego, lituano e indo-iranio, pero no en germ ánico ni en céltico; fugiß, fugäre tienen parientes en griego y lituano; lubeo, en griego, balto-eslavo e indo- iranio; mereo está em parentado con gr. μέρος, μείρομοα, etc., y la raíz se encuentra en el galo Ro-Sm erta, nom bre de una diosa, así

9. E. Laroche, H istoire de la racine NEM en grec ancien, p. 259: “Le celto- germ anique n em eto - form e en face du grec-la tin n em es- un groupe en apparen­ce hom ogène.” S in embargo, señala que el estudio de la onom ástica proporciona datos a favor de la existencia de un tem a en -s en céltico, hecho que subraya los rasgos de la argum entación ex silentio.

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como en el het. mar-lc “p a r tir” (una víctima) ; los parientes m ás pró­xim os de periculum, peritus < (ex) perior se encuentran en gr. πείρα, etc., aunque tam bién el germ ánico presenta derivados como aaa. jara “peligro”; el im portante verbo dö, da, existente en griego, balto- eslavo, arm enio e indo-iranio, falta en céltico y en germánico; para iacio sólo encontram os un pariente en gr. ϊημι, ?)κα; salio tampoco tiene correspondencia exacta m ás que en gr. αλλομαι.

Pasando a los adjetivos, el pariente m ás próxim o del lat. brems es el gr. βραχύς, si bien en gótico y en avéstico hallam os derivados; cavus suele ponerse en ecuación con gr. κοίλος ( * k o F i X o ç ) y con irl. cm a ( * Icouio ) ; sólo en gr. δεξιτερός hallam os el sufijo que indica “un m iem bro de un p ar en contraste” unido a la raíz que significa “de­recho” y que aparece en dexter; tam bién p ara scaevus proporciona el griego con σ κάρος el único paralelo perfecto, m ientras que laevus se corresponde exactam ente con gr. XaiFôç y aesl. lëvü; paucus, al igual que paulius y pauper, contiene la raíz *pau que encontram os en gr. παυρος y en gót. fawai “poco” ; lëvis “suave” se iguala con gr. λείος. Podemos term inar la lista con el pronom bre ambo, que se corresponde exactam ente con gr. αμφω.

El testim onio presentado en los párrafos precedentes tiene como finalidad im pugnar las tesis de la participación del la tín en u n a ci­vilización del noroeste de Europa de la que habría que excluir al griego. N uestra posición es que tales tesis pueden no ser m ás que rebuscados argumenta ex silentio que se apoyan en la pérdida for­tu ita por el griego de m uchas de esas· palabras “occidentales” des­pués de la entrada en la península balcánica de los pueblos greco- parlantes. Como contraargum ento hemos aducido un núm ero im portan te de palabras que el griego com parte con el latín con ex­clusión de algunas o todas las dem ás lenguas occidentales. Es p re­ciso insistir en que, al obrar así, nuestra intención ha sido puram ente destructiva. Las coincidencias greco-latinas se deben probablem en­te a la conservación independiente de elementos del más antiguo vocabulario ide. No implican necesariam ente un parentesco especial en tre griego y latín que lleve a postular una unidad “italo-greca” prehistórica. ’

A f in id a d e s ít a l o - g recas

Una unidad de esta clase ha sido defendida por cierto núm ero de estudiosos que llaman la atención sobre las semejanzas siguientes:

1. En am bas lenguas el acento de palabra no puede ir m ás allá de la tercera sílaba a contar desde la final —la antepenúltim a—, m ientras que en indoeuropeo el acento era absolutam ente libre.

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Ahora bien, las condiciones varían de una a o tra lengua, y en todo caso el sistem a de acentuación del latín clásico es u n fenómeno re ­lativamente reciente, ya que en el latín prehistórico había un fuerte acento de intensidad sobre la prim era sílaba de la palabra (véanse pp. 212 s.). [N ota 2.]

2. En ambas lenguas las oclusivas sonoras aspiradas se hacen sordas (p. ej. bh > ph). Ahora bien, este fenómeno, aun adm itiendo que esté verdaderamente comprobado —es hipotético para el itálico prim itivo—, es tan común en fonética que podría haberse producido independientemente, al igual que en griego postclásico las aspiradas sordas se hacen fricativas, llegando a ser así φέρω y /ero (<*bherö) m ás o menos idénticos en su pronunciación.

3. Dignos de mayor crédito son ciertos rasgos com unes en el terreno de la morfología. Así, el nom. pl. de los tem as en -o - te rm i­naba originariamente en -ös, form a que todavía m antenían indo- iranio, germánico y osco-umbro. Sin embargo, tanto el latín como el griego la sustituyeron por -oi, que caracterizaba a los dem ostra­tivos (véase p. 244).

En ambas lenguas, asimismo, el nom. pl. originario de los tem as en -a-, que era en -äs (p. ej. o. aasas = arae) , fue reem plazado por -ai según el -oi de la segunda declinación. Este contagio por contac­to de los nombres por los demostrativos que los preceden es, sin embargo, un fenómeno corriente, y la coincidencia de latín y griego descansa probablemente sobre desarrollos independientes. Volve­mos a encontrarlo en la desinencia del gen. pl. de los tem as en -a^. En indoeuropeo la desinencia era öm < ä-öm. En cambio, la form a correspondiente del demostrativo femenino era *täsöm (cf. lat. is-tarum , gr. τά(σ)ων), y esta desinencia fue llevada a los nom bres femeninos correspondientes (regin-arum, θεδ(σ) ω ν).

En ambas lenguas encontramos una interacción sem ejante entre los nom bres en -ä- y los en -o- en el ac. pl. En ide. aparecía como -ä -ns y -o-ns, pero en el primero probablem ente desapareció la -re- produciendo la desigualdad -äs, -ons. Tanto el latín como el griego restablecieron la simetría reintroduciendo -ans en la p rim era decli­nación; luego, en latín y en la mayoría de los dialectos griegos (ad­viértase, sin embargo, cret. τονς έλευθερονς, etc.), -n - desapareció con alargamiento compensatorio de la vocal precedente, de modo que la desinencia de vi-äs, etc., pasó a ser idéntica con la de τιμάς, etc.

Tam bién en el verbo encontramos un ejemplo de desarrollo in ­dependiente que produce una coincidencia engañosa. El “imperativo fu turo” se form aba por adición del ablativo del dem ostrativo -töd al tem a del imperativo —p. ej. datód, gr. δότω(δ)—. Estas form as servían para cualquier persona y número, pero tanto el griego como

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el latín han creado form as para la 3.a p. pl., de modo que ferunto se asem eja estrecham ente a φερόντω (véase p. 276).

4. De las sem ejanzas de los vocabularios heredados hemos tra ­tado ya, pero adem ás entre am bas lenguas se han originado “isoglo­sas” (véase p. 40) por préstam os culturales de la civilización m edi­te rránea con la que una y o tra en traron en contacto (véanse pp. 64 ss. sobre cornus, porrum, malva, vaccinium, ervum, etc.). Estas iso­glosas no tienen, por supuesto, relación alguna con la cuestión de una unidad prehistórica italo-greca.

P ara resum ir podem os decir que las diferencias entre griego y latín pesan m ás que las semejanzas, debidas en buena m edida a desarrollos paralelos y a préstam os independientes de lenguas m e­d iterráneas desconocidas. 10

Las coincidencias entre latín y griego debidas a la conservación de elementos antiguos de la lengua m adre ide. no pueden, po r des­contado, utilizarse como prueba de un parentesco particu lar en el período que siguió a la desm em bración de la unidad ide. Si su n ú ­m ero parece relativam ente amplio, hay que atribuirlo a los hechos accidentales que nos han proporcionado una cantidad apreciable de textos francam ente antiguos tanto para el latín como para el griego. Si tuviéram os textos de fecha sim ilar para el céltico y el germ ánico , 11 el esquem a de relaciones presentaría, sin lugar a dudas, un aspecto m uy diferente.

F e n ó m e n o s m a r g in a l e s

En los párrafos inm ediatam ente precedentes hem os venido con­siderando algunas características com partidas con una o m ás len­guas occidentales, grupo de dialectos del que cabe razonablem ente suponer que habría quedado en estrecha proxim idad geográfica des­pués de la ru p tu ra de la unidad ide., desarrollando así rasgos com u­nes. Pero, aparte de éstos, los estudiosos han detectado en itálico y céltico otros rasgos que son com partidos por lenguas del otro extrem o del mundo ide., y que faltan en cambio en las lenguas in~

10. La influencia directa del griego sobre el la tin será tratada en el p ró ­xim o capítulo.

11. El galo o céltico continental nos es conocido solam ente por algunas breves inscripciones y por palabras citadas por autores latinos y griegos. El testim onio m ás antiguo para el gaélico son las inscripciones ogám icas, que datan del siglo v d. C. El germ ánico h ace su prim era aparición en las in scrip ­ciones rúnicas del siglo in d. C., y su primer tex to im portante es la traducción gótica de la Biblia por Ulfilas, obispo del siglo iv d. C. En cuanto al báltico, los docum entos m ás antiguos —la traducción del catecism o de Lutero— d atan so­lam en te del siglo XVI.

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term edias. En o tras palabras : tenem os que in troducir una clasifi­cación nueva, la de caracteres “periféricos” como opuesta a la de “centrales” . Tam bién en este caso será lo m ejor enum erar los he­chos antes de proceder a d iscu tir su significación y las conclusiones que legítim am ente puedan extraerse de ellos.

1. El latín p resen ta una form a de tercera persona del plural del perfecto de indicativo, tipo dix-ëre, que carece de la característica -n t que observam os en dicunt, dicebant, dixerunt, dixerant, etc. Pues bien, desinencias sem ejantes con -r se encuentran en hetita (-ir) y en tocario (-ar, -are), en tan to que en indo-iranio el p e r­fecto y el optativo tienen su tercera persona de p lural carac teri­zada tam bién po r -r (para detalles véase p. 275). Tales desinencias no se encuentran en las “lenguas centrales” como el griego, ger­m ánico, báltico o eslavo, que, po r consiguiente, deben haberlas elim inado en época prehistórica.

El latín conserva o tras dos peculiaridades del perfecto que pue­den rem ontarse al período m ás arcaico del indoeuropeo.

2. El tipo corriente de perfecto [N ota 3] en -v-, como amávit, docuit, etc., se considera como desarrollado a p a rtir de form as como ηδυϊ, que tiene una característica -υ - que aparece tam bién en scr. jajñau “él ha conocido”, así como en el arm . cnaw “él ha nacido” . Lo notable es que esta -v - aparecía originariamente sólo en la p r i­m era y tercera personas del singular: así toe. prakw ä = * precaví, m ientras que el he tita p resen ta form as de p re térito en -un para la prim era persona del singular, donde aparece la desinencia -n unida a la característica Tam bién en este caso se ha llegado a la con­clusión de que se tra ta de u n tipo antiguo del que sólo quedan res­tos en lenguas “m arginales” , como indo-iranio, tocario, hetita , a r­m enio y quizá céltico, habiendo form ado con él el la tín su tipo m ás característico de perfecto. Debemos advertir, sin embargo, que en sánscrito la desinencia -u aparece sólo en perfectos reduplicados como papräu “yo he llenado” (ide. *plé “llenar”), m ientras que en la tín ningún perfecto en -v - aparece caracterizado tam bién por re ­duplicación (véanse pp. 273 s .) .

3. La o tra peculiaridad flexional del perfecto latino que presen­ta paralelo en o tras lenguas es el elemento -is- [N ota 4] que apare­ce precediendo a las desinencias de segunda persona: dixisti, d ixis­tis. Tam bién en hetita el p retérito m uestra a veces una -s- ante las desinencias que comienzan con - t- , pero no ante las que empiezan p o r vocal; en tocario y védico se han observado hechos similares. La conclusión es que tam bién aquí ha conservado el latín un rasgo arcaico del sistem a de conjugación ide. que aparece, adem ás, sola­m ente en lenguas periféricas. Este elem ento -is-, sin embargo, apa­rece tam bién en todos los dem ás tiem pos y m odos del perfecto

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latino (dixero, dixeram, d ixisse), asi como, indirectam ente en la nueva desinencia de la tercera persona del plural dïxërunt, que ha sustituido a dixëre (para detalles véanse pp. 274 s.), y m uchos es­tudiosos hacen rem ontar estas formaciones del perfecto latino a un originario aoristo en -s- (véase p. 275).

■4. Se ha detectado todavía otro rasgo “periférico” en el hecho de que m ientras otras lenguas ide. tienen una form a específica de femenino para los participios de presente y de perfecto, el la tín tie­ne una única form a común, p. ej. ferëns. Dado que tam poco el he- tita hace distinción en tre m asculino y femenino y lo mismo ocurre en arm enio, o tra lengua “periférica” , se ha concluido que el indo­europeo no completó el proceso de distinción form al de género en tales palabras hasta después de la separación de las gentes que fue­ron los antepasados lingüísticos de los hablantes de lenguas peri­féricas. Sin embargo, esto sólo se puede defender olvidando o re­chazando la explicación alternativa de que en este caso el desarrollo form al del latín ha borrado una distinción de género originariam ente indoeuropea. P ara el hetita, la m ás reciente gram ática digna de ver­dadero c ré d ito 12 afirma: “El hetita distingue dos géneros, el genus com m une (masculino-femenino, género personal), que comprende los antiguos masculino y femenino, y el genus neutrum .” Además, en este caso se olvida el testim onio de otras lenguas periféricas: por ejemplo, formaciones de femenino como sati, participio de presente sánscrito de es “ser”, llevan en sí todas las señales de una verdade­ra antigüedad. Con todo, la form a correspondiente m ás cercana que encontram os en ’έασσα « .* e sn tis ) del griego, una de las len­guas llam adas “centrales” . Resulta difícil conciliar este tipo de he­chos con el postulado de la separación m ás antigua del indo-iranio —como lengua periférica— del cuerpo principal de la lengua m adre ide. (para otros rasgos com unes del griego y el indo-iranio, tales como el aum ento y la partícu la prohibitiva, véase p. 41).

5. Los estudiosos han pretendido detectar tam bién en el voca­bulario latino elementos m arginales sem ejantes, com partidos sola­m ente con el céltico y las lenguas del extrem o oriental del m undo ide. En particu lar se ha prestado atención a palabras de las esferas de la religión y el derecho. La palabra rëx “rey” aparece en céltico, p. ej. irl. rí, fem. rígain, galo D u m n o -ñ x (tam bién como préstam o céltico en germánico, p. ej. ing. bishop-ric) , en el occidente y, ade­m ás, solam ente en indo-iranio: ser. rajan-, fem. r&jñi. Muchos po­nen en ecuación fläm en “sacerdote” con ser. brahmán, si bien la - ä - del latín presenta dificultades; otros derivan la palabra latina de *bhläd-(s)m en y citan como parientes el gót. blötan “ado rar” y

12, J. F r i e d r i c h , H eth itisch es E lem entarbuch , I, 14.

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el anor. blöt “ofrenda, víctim a”. Tam bién se ha puesto en relación iüs con scr. y öh “ ¡salve!” y avést. yaoz-dadäiti “purifica”. A la fo r­m a originaria reconstruible *yevos o *yovos se le da el significado prim itivo de “fórm ula religiosa que tiene fuerza de ley”. Por ello iüdex significa “el que pronuncia la fórm ula sagrada”, y ius turare “pronunciar la fórm ula sagrada”. El térm ino ha sido secularizado, naturalm ente, en latín, de m odo que Servio com enta a propósito de Virgilio (Georg., I, 269) : “ad religionem fas, ad hom ines iu ra pertinent”. P alabra de la m ism a esfera es lëx “ley”, térm ino que de­signa las disposiciones particulares cuyo conjunto constituye el iüs. Quienes defienden la teoría “m arginal” igualan lëx con el véd. rájani (locativo) “bajo la ley” y el avést. razan- “ley religiosa”. Ahora bien, estas palabras indo-iranias tienen m ejor conexión con la raíz reg “estirar, enderezar, regir”, y lëx se relaciona o bien con el verbo lego “coger, escoger”, que, sin embargo, deja sin explicar el desarrollo semántico, o bien con la raíz *legh “yacer, tender”, que aparece en el ing. law “ley, derecho” (aing. lagu). De m ayor probabilidad goza la ecuación de o tra palabra religioso-legal, crëdo, con el scr. srád- dadháti, com puesto de u n nom bre radical *kred y el verbo *dhë “poner, hacer”, com puesto que vuelve a aparecer en el avést. zrazdä “creer”. El nom bre *kred, argum entan los defensores de esta teoría, indicaba en otro tiem po el poder mágico de un objeto, y la expresión verbal com puesta *kred-dhé significaría po r consiguiente “poner poder mágico dentro de una persona o cosa”, operación de la que resultaría el sentim iento de fe o confianza. Pero en este caso, como en el de ius, el empleo es profano y m aterial, al igual que el del nom bre correspondiente fidës. Catón, por ejemplo, aconseja vilicus credat nemini “que el casero no preste a nadie”. Decir que el sig­nificado religioso que aparece en indo-iranio es el originario es, por tanto, una presunción, y se podría sugerir con no m enos probabili­dad que *kred en un prim er m om ento significara algo así como “prenda” depositada en m anos de o tra persona, creando y sim bo­lizando así la relación de fe y confianza, una acción que puede apli­carse tam bién a las transacciones con los dioses, quizá sobre la base del do u t des. O tro térm ino legal que m uestra una distribución “marginal” sem ejante es res. Encontram os una correspondencia exacta en el véd. rám (acus.), que significa “riqueza” . Tam bién en galés medio rai tiene el significado de “riqueza”, “propiedad”. En latín el significado originario de “propiedad” aparece todavía cla­ro en expresiones como res familiaris.

Parece evidente que tales concordancias en tre lenguas situadas en polos opuestos del m undo ide. excluyen la posibilidad de que se tra ­te de innovaciones com unes de esas lenguas. Las sem ejanzas sólo pueden explicarse suponiendo que las lenguas en cuestión han con­

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servado rasgos antiguos de la lengua m adre. Que ta l conservación se deba a la posición “m arginal” de estas lenguas es una tesis más dudosa y que implica una cuestión de metodología digna de discu­sión, sobre todo porque se ha hecho un uso acrítico del principio de marginalitá, especialm ente por la escuela italiana de la “neo- lingüistica” . El principio en cuestión procede de los estudios de geo­grafía dialectal. En un m apa dialectal, po r ejemplo el de los térm inos galorrom ánicos para designar a la “yegua”, vemos que la form a estándar francesa jum en t se extiende sobre la mayor p arte de la Francia central y septentrional; cavalla, form a in trusa proceden­te de Italia, ocupa una región com pacta en el sur, m ientras que la antigua palabra, equa, se encuentra sólo en el Macizo Central y en unos pocos lugares aislados de los Pirineos y los Alpes. Se ha con­servado, po r tanto, en áreas m arginales y aisladas. Son tales m apas los que han llevado a los lingüistas a form ular el principio de que las áreas m arginales tienden a ser arcaicas. Pero hemos de tener presen te que en la m ayoría de los países en que se han llevado a cabo estudios de geografía lingüística del tipo referido encontram os u n cúmulo de com unidades locales organizadas en u n estado na­cional en el que los dialectos están expuestos al influjo de una len­gua uniform ada que penetra en todas partes, irradiándose desde un centro cultural y adm inistrativo. Es esencial com prender que el im pacto de la lengua uniform ada sobre el hablante de un dialecto produce un fenómeno de bilingüismo: el que habla dialecto entien­de, por lo menos, la lengua uniform ada. Si su comunidad está ais­lada, el hablante en cuestión tiene menos contacto con los de la lengua uniform ada y está por ello menos expuesto a innovaciones procedentes de esa fuente. Tam bién es verdad, naturalm ente, que se ve privado de la influencia pro tecto ra y conservadora de la lengua uniform ada. Pero lo fundam ental en geografía lingüística es que un área lingüística dada es el campo donde actúan fuerzas lingüísticas sociales, que operan porque el habla es un proceso mimético. Así, pueden operar (a) donde hay inteligibilidad m utua, y (b) donde la contigüidad geográfica y los medios de comunicación aseguran el necesario contacto entre hablante y oyente. Si ahora volvemos a las interrelaciones de las lenguas indoeuropeas, nos encontram os con que desde su base caen fuera, de los principios de la geografía dia­lectal. ¿Con referencia a qué centro de innovación puede ser lla­m ado el sánscrito área m arginal o área central? Podemos pregun­ta r: central ¿respecto de cuál?, m arginal ¿respecto de cuál? En el segundo milenio antes de Cristo, indo-iranio, hetita, griego, latín, cél­tico, etc., existían en regiones geográficamente muy distantes. Pues bien: ¿dónde estaba el estado organizado? ¿Dónde estaba la lengua uniform ada basada en la solidaridad de una clase dominante?· ¿Dón­

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de la carrera política abierta al hom bre que poseía el don de la palabra? ¿Dónde, luego, el bilingüismo en continua expansión, el contacto de hom bre con hom bre, que es el único que hace posible la cadena in interrum pida de procesos miméticos subyacentes a la difusión de determ inadas form as lingüísticas a p a rtir de un centro de innovación? Algunos ejemplos escogidos de entre las palabras ya estudiadas dejará bien claro lo inadm isible que resu lta la aplicación de los conceptos de la geografía dialectal a una serie to talm ente dis­tin ta de hechos lingüísticos. (1) aqua se ha dicho que es m ás arcaico que (2) ϋδωρ porque el segundo se encuentra en el área central, es decir, innovadora, según se m uestra en el cuadro siguiente:

germ . lat. o.-u. gr. h et. indo-iran .

(1)(2)

gót. ah va , e tc . gót. w a to ,

w a tin s

a q u a(u n da) u tu r Οδωρ m a ta r udnaíj,

(gen .)

Según esta teoría, el latín es m ás m arginal que el um bro. Pero la concordancia de germánico, hetita e indo-iranio, jun to con el muy arcaico tipo de declinación docum entado en gót. watins, het. wete- nas, ser. udnas, dem uestra por encim a de toda duda razonable que esta palabra pertenece al m ás antiguo fondo indoeuropeo. Queda por añadir que el céltico, en la periferia occidental extrem a, ha in ­troducido en su lugar una palabra nueva: irl. dobur, gal. dwfr, bret. dour, que aparece tam bién en el topónim o germ ánico Uerno-dubrum “agua de aliso”. Tam bién se dice que ignis es m ás antiguo que pur porque el segundo se encuentra en un área central, es decir, inno­vadora, con la siguiente distribución:

germ . lat. o.-u. b a lto -es l. gr. in d o-iran .

(1)(2) j ir e

ig n isp ir

lit. u grñ s■πυρ

a g n ih

Esta vez el germánico es menos “m arginal” que el latín, y, al igual que en el caso anterior, el um bro form a grupo con el griego para com partir una palabra cuya presencia en tocario (puwar “fue­go”) dem uestra que pertenece al fondo m ás antiguo. Una vez m ás el céltico —¡ marginal y arcaico !— sigue un cam ino propio : irl. ten “fuego”, gal. tán, bret. tan, palabra que se ha puesto en relación con avést. tafnah “calor”. La cuestión no precisa m ás discusión.

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Quedará ahora claro que los conceptos fundam entales de la “lin­güistica de las áreas” ■—centro de innovación, marginalidad y simi­lares—, derivados como son en buena m edida del estudio del com ­portam iento de dialectos en estados organizados centralm ente y en los que un conjunto dado de fuerzas sociales gobierna la difusión im itativa de los datos lingüísticos, no tienen validez si se los aplica a una serie totalm ente diferente de hechos lingüísticos, a saber, las interrelaciones de lenguas m utuam ente ininteligibles diseminadas p o r inmensas extensiones geográficas.

Los m étodos y principios de la geografía lingüística son aplica­bles en sentido estricto solam ente a m aterial sincrónico reunido dentro de un sistem a de dialectos dotado de estrecha coherencia. P a ra perm itir la aplicación de tales principios a los dialectos ide. tendríam os prim eram ente que reducir el m aterial disponible, ates­tiguado en fechas muy divergentes y bajo diferentes circunstancias, a una base sincrónica. Tendríam os, por ejemplo, que reconstruir prim ero el céltico de hacia el 2000 a. C. y situarlo en la posición geográfica que ocupaba po r esa fecha, y hacer lo mismo con todos los dem ás-grandes grupos ide. Ya hemos apuntado lo difíciles y dis­cutibles que serían tales reconstrucciones, p o r lo fragm entario del m aterial disponible. En particu lar deben tra ta rse con la m ayor pre­caución las concordancias y discordancias de vocabulario en tre las lenguas ides. Las lenguas renuevan fácilm ente, por m últiples inci­dentes lingüísticos e históricos, su vocabulario heredado. Tanto es así que sólo para una pequeña parte del léxico de las lenguas ides. se han establecido conexiones etimológicas razonablem ente seguras, y, en la realidad, muy pocas palabras están representadas en todas las ram as de la familia ide. Los casos de supervivencia de palabras p ar­ticulares podrían registrarse por medio de fichas perforadas que podrían entonces ser clasificadas por una m áquina com putadora — ¡aunque el diám etro de las perforaciones tendría que ser variable p ara representar los diferentes grados de credibilidad de la etim o­logía!—. De este modo se obtendrían estadísticas de las diferentes interrelaciones, de las cuales hemos discutido ya algunas, y u n a vez que quedara aclarada satisfactoriam ente la cuestión de la significa­ción de las estadísticas, serla posible una interpretación m ás con­vincente de los hechos de vocabulario. E ntretanto puede dudarse de que en el caso de rëx, léx y sim ilares tengamos elementos de u n vo­cabulario arcaico conservado solam ente por grupos desgajados en época tem prana de la m asa principal de la nación ide. y desapare­cido en la parte “central” del dominio. Tenemos que preguntarnos, po r ejemplo: ¿en qué fecha apareció en griego la palabra extraña βασιλεύς, y a qué palabra reemplazó? Si reemplazó a rëx en el se­gundo milenio antes de Cristo, después de que los griegos en traran

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en Grecia, la innovación no tiene nada que ver con la posición “cen­tra l” del griego entre las lenguas ide. Es un hecho to talm ente p a ra ­lelo con el de la sustitución de los nom bres del “agua” y el “fuego” en el “marginal” céltico y la sustitución del nom bre antiguo del “caballo” equus, etc., por u n derivado *hrossan “el saltador, co rre­dor” en germánico occidental (la palabra antigua sobrevive en aing. eoh, gót. aíhwa, aaa. ehu). La pérdida de réx en griego pudo muy bien ser un simple accidente de vocabulario acaecido en época ta rd ía y no m ás significativo que la supervivencia de los no menos im por­tantes términos religiosos σπένδω, λείβω, τέμενος, etc. (véase supra).

La m isma crítica puede aplicarse a otros intentos de determ i­nar las afinidades dialectales del latín. Se ha señalado, por ejemplo que ciertos grupos de lenguas ide. tienden a confundir o y a: ide. *októ(u) “ocho”, gót. ahtau, lit. aStuoni, scr. astäu. Esta tendencia, que aparece en indo-iranio, balto-eslavo, albanés y germánico, no se encuentra en céltico, itálico y griego, y se la considera como una “isoglosa” im portante para dividir en grupos los dialectos ide. El térm ino “isoglosa”, tomado a los geógrafos lingüísticos, es em ­pleado habitualm ente por los lingüistas para indicar un rasgo com ún com partido por cierto núm ero de lenguas o dialectos. También en este caso será conveniente considerar las implicaciones del térm ino antes de aplicarlo sin sentido crítico a un cuerpo de m aterial to ta l­m ente diferente. Sobre el mapa lingüístico que señala las varian­tes dialectales de un rasgo lingüístico dado se traza una línea que une las localidades que presentan un rasgo común. Ac­tuam os así porque la contigüidad geográfica y los hechos conocidos de la historia política y social nos autorizan a concluir que los fe­nómenos separados están enlazados por cadenas de procesos m i- méticos. La línea, la isoglosa, es una expresión de tal conexión. Pero el aplicar el término “isoglosa” a semejanzas detectadas en lenguas ampliamente dispersas y m utuam ente ininteligibles pretende ignorar uno de los escalones de la argumentación, a saber: que las sem e­janzas en cuestión sean de tal categoría que excluyan la posibilidad de desarrollo independiente y exijan la suposición de una com unica­ción e imitación lingüísticas en algún período de la historia. Una breve reconsideración del cambio o > a es suficiente para hacer saltar el engaño que subyace al empleo del térm ino “isoglosa” en este caso. Es un cambio fonético relativam ente secundario, que ha vuelto a producirse en época más reciente en algunos dialectos del inglés (strop y strap son dobletes dialectales), así como en algunas variedades del inglés americano moderno. El proceso es, por tanto, de tal naturaleza que tenemos que dar una respuesta afirm ativa a la pregunta que el comparatista debe form ular constantem ente : ¿puede tra tarse de algo accidental? Siendo esto así, hay que des­

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p o jar al paso de o a a de la im portancia que se le había dado en la discusión de las relaciones dialectales indoeuropeas, y sería más p rudente evitar en absoluto el empleo del térm ino “isoglosa” con ■sus implicaciones de “conexión por cadenas de procesos m im éticos”.

Quizá de m ayor im portancia como criterio de interrelación sea el cambio provocado por la yuxtaposición de dos oclusivas dentales en palabras como *vid-tos, donde el tratam iento latino vïsus (< víssus) recuerda el del germ, wissan (< ide. w id-lan), en con­tra ste con el gr. (F) ιστός. Este resultado -ss- se encuenta en itáli­co, céltico y germánico, -s í- en griego, eslavo e iranio. Es este últim o hecho el que debilita la signiñcación del fenómeno, porque el ind. sa ttá difiere del íntim am ente em parentado irán, hastö (ambos < ide. *sed-to-, cf. lat. sessus), y ello sugiere que el desarrollo es relativa­m ente reciente en iranio e independiente del cambio sim ilar regis­trado en griego y en eslavo. Se ha supuesto que en ide. prim itivo - t - t - habría dado - ts t- , combinación fonética que se habría sim pli­ficado según un núm ero lim itado de posibilidades, pero de modo independiente, en las lenguas particulares. Esto no resulta irrazo­nable, y, si es verdad, tam poco este fenóm eno puede ser contem ­plado como una “isoglosa” que im plique “conexión por cadenas de procesos m im éticos” y, en consecuencia, como índice de relación dialectal.

Más firm em ente establecida está la isoglosa relativa al tra ta ­m iento de las oclusivas guturales indoeuropeas, que en una serie de lenguas aparecen como fricativas. El ejem plo que se suele citar habitualm ente es el nom bre del núm ero “cien”. La gutural aparece inalterada en lat. centum, irl. cet, gr. έκατόν (gót. hund ha quedado oscurecido por la acción de la ley de G rim m ), en tan to que irán. satam, ind. çatam, aesl. süto, lit. Siñitas, presentan todos ellos una fricativa sorda. El fenómeno del que esta palabra sirve como ejem ­plo típico suele em plearse p a ra dividir las lenguas indoeuropeas en dos grandes grupos: el grupo centum , que com prende el céltico, germánico, itálico, griego, he tita y tocario, y el grupo saísm , in te­grado por albanés, balto-eslavo, arm enio e indo-iranio. Es legítimo preguntarse si el hecho tiene una im portancia tan cardinal, dado que esta división está cruzada por o tras isoglosas. Por ejemplo, el empleo del aum ento para caracterizar tiem pos pasados se encuentra en griego, arm enio e indo-iranio (ε-φερε, arm . e-ber, ind. á^bharat), grupo que tam bién coincide en su uso de la partícula prohibitiva rae: gr. μή, arm . mi, indo-ir an. mä.

Podem os resum ir ahora las conclusiones sugeridas por el p re ­cedente examen de los datos por lo que m ira a las afinidades del latín. Poco queda del “dogm a” de que el latín desciende de uno de los dialectos centum que form ó grupo con el germánico, el.céltico y

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el “itálico”, y con el balto-eslavo, del grupo satam, en un período de civilización común de la que no participó el griego, entró en una comunidad lingüística prehistórica con el céltico, y form ó m ás ta r ­de con los “dialectos itálicos” un “itálico com ún”, del que salió el latín por diferenciación . 13 Lo que hemos establecido es que el latín es una lengua indoeuropea con un com plejo esquem a de relaciones, que m uestra puntos de semejanza, variables de un detalle a otro, con la mayoría de las o tras lenguas indo-europeas. Hemos im pug­nado pocos de los hechos de sem ejanza com únm ente aceptados. Lo que sí nos hemos arriesgado a postu lar es el relativo peso de tales hechos en el cálculo de las “interrelaciones”, así como a denunciar la conversión de esos puntos de coincidencia lingüística observados en hipótesis acerca de com unidades prehistóricas o “naciones”. Lo complicados que pueden ser los hechos históricos que dejan su huella en la lengua podem os percibirlo a través del ejem plo del in ­glés, que desde cierto punto de vista es la lengua de los “norm an­dos afrancesados re-germ anizados” . No postulam os una unidad germ ano-rom ánica para explicar las considerables sem ejanzas que existen entre el inglés y el francés. Por lo mismo, los rasgos com u­nes del latín y el “itálico” no im plican necesariam ente que existiera en un tiempo un “itálico com ún” del que surgieran po r diferencia­ción latín y osco-um bro. Como se ha indicado ya, la hipótesis m í­nim a exigida para explicar las sem ejanzas observadas en tre los dos grupos es ¡a fusión de un grupo hablante del “itálico” con los p ro ­tolatinos. Los datos no lingüísticos que sostienen este m ínim o de hipótesis serán exam inados en el capítulo siguiente. Por últim o, he­mos afirmado que la marginalitá es una Sondergöttin que no puede exigir culto fuera del campo de sus funciones peculiares en la geo­grafía lingüística de los estados con organización central, e incluso ahí no está totalm ente libre de la sospecha de ser una falsa diosa . 14

13. La últim a edición [ N o ta 5] de la E squisse de M eillet (1948) todavía contiene la afirm ación de que “le vieil ita lo-celtique et l ’italique constituent des paliers entre l ’indo-européen com m un et le la tin ” (p. 127).

14. Este punto será discutido en la segunda edición de m i An in trodu ction to m o d em linguistics (Faber & Faber).

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C a p ít u l o I I

LOS PROTOLATINOS EN ITALIA

En el capítulo precedente nos hem os ocupado de los rasgos de la lengua latina para los que podem os detectar semejanzas en o tras lenguas ides. Tales sem ejanzas sugerían ciertas conclusiones acerca de los orígenes rem otos del latín en un dialecto ide. Pero el latín tal como aparece en los textos, aun en los m ás antiguos, tiene una individualidad tan acusada que debe ser contem plado como una len­gua aparte incluso con relación a sus m ás inm ediatos vecinos, los dialectos “itálicos” oseo y um bro. E sta transform ación tan radical de un dialecto ide. occidental debió tener lugar, sin duda alguna, después de la en trada de los “protolatinos” en la península apeni- na. El latín es, en realidad, el resultado lingüístico de las m últiples experiencias históricas de esos protolatinos en su nuevo am biente m editerráneo. Por eso nuestra ta rea inm ediata ha de ser la de ra s ­trea r tan lejos como sea posible el curso y etapas de la ru ta que llevó a este pueblo indoeuropeo a sus asentam ientos de época h is­tórica en el Lacio y luego separar los varios ingredientes que se m ezclaron con los elementos indoeuropeos heredados para form ar esa am algam a que es el latín.

El fondo léxico com ún a latinos, celtas y germanos que hemos exam inado en el capítulo anterior debe reflejar la participación en una com ún unidad cultural. Ello im plica que los antepasados lin­güísticos de estos tre s grupos vivieran en otro tiem po en una p ro ­xim idad geográfica m ás o m enos estrecha. Así los datos sugieren al com paratista que la lengua latina fue llevada a Italia po r invasores procedentes de la Europa central u occidental. El lingüista, sin más ayudas, no puede dar m ayor precisión al cuadro. Pero un movimien­to de pueblos de tal im portancia h istórica es susceptible de refle jar­se en los restos de cu ltura m aterial que es cometido de la arqueolo­gía el examinar. Es po r tan to al arqueólogo a quien hem os de dirigir prim ariam ente nuestras preguntas acerca de las etapas de la

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ru ta seguida por los proto latinos hacia el sur, en busca del Lacio, dónela los hallamos al iniciarse la época histórica. Al m enos pode­mos proporcionar al arqueólogo una precisión im portante: el nom ­bre latino del “bronce”, aes, es indoeuropeo común, en tan to que ferrum “hierro” no tiene correspondencias, ni siquiera en tre las lenguas occidentales m ás estrecham ente em parentadas con el latín. Esto significa, ante todo, que podem os desechar los asentam ientos neolíticos de Italia como posibles pretendientes al títu lo de p ro to ­latinos.

El uso del bronce fue introducido en Italia, según modelos m e­diterráneos orientales, en una fecha relativam ente tardía, proce­dente de culturas de la Europa central. El proceso parece haber co­menzado con la infiltración de gentes lacustres llegadas de Suiza que, poco antes del año 2000 a. C., crearon poblados edificados sobre pilotes en la región de los lagos del noroeste de Italia. Sin embargo, este desarrollo no fue de gran significación 1 en la h istoria de la península como conjunto, y es en los poblados llam ados de terra- mara hallados a ambos lados del Po donde m uchos estudiosos han buscado los orígenes de la indoeuropeización de Italia. La terramara —“tierra negra”, nom bre local dado a los agregados de restos p ro ­cedentes de esos asentam ientos— ha sido descrita como “una espe­cie de vivienda lacustre sin lago” . El poblado característico ha sido definido como trapezoidal por su form a y cerrado por un terrap lén y un foso. El ritual fúnebre representa una divergencia con relación a la inhumación practicada en la Ita lia neolítica. Los cadáveres eran quemados y las cenizas puestas en u rnas que eran luego deposi­tadas en cem enterios alzados tam bién sobre pilotes, fuera del pobla­do. El uso del caballo está atestiguado po r la presencia de bocados perforados, invención que aparece por vez prim era en Europa en la cultura de Tószeg, de H ungría occidental. Una au toridad ha decla­rado recientem ente que “la cerám ica, el rito de incineración y el caballo, factor fundam ental, pueden considerarse m ás significativos en esta región que en cualquier o tra ” . 2 La peculiaridad de la cons­trucción sobre pilotes se explica por la hipótesis de que las terre- mare sean obra de invasores procedentes de H ungría occidental, practicantes del rito funerario de los “campos de u rn as”, quienes se habrían fusionado con habitantes de chozas y poblaciones lacus­tres en torno al 1500 a. C. O tra particu laridad a la que tenem os que aludir ahora es que en la terramara de Castellazzo di Fontanellato el poblado está dispuesto de m anera que las dos calles principales

1. Algunos estudiosos atribuyen las habitaciones sobre p ilotes a una pobla­ción indígena mediterránea.

2. C. P. C. H aw kes, The preh istoric foun dation s o f Europe, p. 342, obra de la que soy am pliam ente deudor.

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se entrecruzan en ángulo recto, y las secundarias, paralelas a ellas, subdividen el poblado en secciones rectangulares. No ta rdaron los estudiosos en darse cuenta de las sorprendentes sem ejanzas que ello presentaba con la disposición de un cam pam ento legionario rom ano, con su fossa y su vallum y la intersección regular de sus calles principales, el cardo y el decumanus. Se han encontrado o tras analogías con prácticas rom anas en el tem plum rodeado por una zanja apoyada en el costado este de la terramara, así como en el pe­queño foso que se encuentra a veces al pie del terrap lén que rodea el asentam iento. También los rom anos señalaban con un surco los lím ites del tem plo —el empleo de un arado de bronce es índice de lo antiguo de la ceremonia—, y tam bién se señalaban así los lím ites de la propia ciudad. Además es esta cu ltura “que hab ita sobre p i­lotes” la que parece dar una explicación verosímil de un nom bre latino de sacerdote. El puente sobre el foso que daba paso a un poblado de este tipo era un lugar vulnerable que requería una p ro ­tección mágica no menos que la p u erta de en trada del tipo m ás usual de vivienda hum ana. Así fue como la expresión “constructor de puentes”, pontifex, se especializó para designar al sacerdote que dirigía las ceremonias m ágicas que eran acom pañam iento esencial de la construcción del puente.

Esta seductora hipótesis que pod ría hacer rem ontar a los p ro ­tolatinos, a través de las terremare, a la cu ltu ra de los campos de urnas de la Europa central, está, por desgracia, abierta a una serie de objeciones. Según la teo ría de Pigorini, el pueblo de las terre­mare se puso en m archa hacia el sur al final de la Edad del Bronce y posteriorm ente ocupó toda Italia; serían, de hecho, los antepasa­dos de las tribus hablantes de lenguas itálicas. Pero si esto fuese verdad, esperaríam os que apareciesen las terremare características al su r del valle del Po en una serie cronológicam ente escalonada. Ahora bien, no existen en Ita lia terremare fuera del valle del Po. Todavía peor ; la terramara “típica” con su sem ejanza al cam pa­m ento legionario es una generalización de la p rim era que se descu­brió, y que ha resultado caso único, pues las descubiertas m ás ta r ­de presentan variaciones tan to de disposición como de form a. El llam ado vallum no puede ser m ás que una solución local y ocasio­nal del problem a de las inundaciones.

O tra objeción se presen ta si nos volvemos a la h istoria arqueoló­gica del Lacio. El Lacio y el solar de Roma estuvieron ocupados en tiem pos neolíticos sólo esporádicam ente, si es que realm ente lo estuvieron, y los prim eros testim onios de u n asentam iento consi­derable datan de la Edad del H ierro. Esta cu ltu ra de la Edad del H ierro está estrecham ente relacionada con la de E tru ria y con la de la Ita lia septentrional llam ada de Vilanova. Lo que resulta en­

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tonces vital p a ra la teo ría que hace proceder a los latinos de los te rram aríco las es que los datos arqueológicos acrediten una relación en tre las cu ltu ra s de las terremare de la Edad del Bronce y de Vi- lanova de la E dad del Hierro. Ahora bien, no se ha aducido prueba convincente de ta l vinculación, y algunos estudiosos dignos de cré ­dito consideran actualm ente a los vilanovianos como bandas de in­vasores recien tes procedentes de los Sudetes y Hungría, algunos de los cuales se habrían asentado en la región de Bolonia 'm ientras o tros h ab rían avanzado hasta E tru ria y el Lacio, llegando hasta los M ontes Albanos. Al igual que sus predecesores de las terremare quem aban a su s m uertos; y éste es tam bién el rito fúnebre que sé encuentra en los m ás antiguos cem enterios de la Edad del H ierro hallados en el Foro Romano. Sin embargo, este sencillo cuadro se oscurece p o r el hecho de que en tal lugar se han hallado tam bién tum bas en que el cuerpo aparece inhum ado. E stas tum bas son de fecha m ás reciente, si bien parece que un intervalo de tiem po no largo h ab ría separado la llegada de estos dos grupos d istintos al solar de Rom a. El cuadro se repite en los poblados de los Montes Albanos, donde las tum bas de cremación son incluso m ás antiguas que las del Poro , lo que concuerda con la leyenda de la fundación de R om a p o r pobladores procedentes de Alba Longa. Pero si igua­lam os a los vilanovianos, que practicaban la incineración, con los proto latinos, ¿cuál era el pueblo que practicaba la inhum ación v se unió a ellos tem pranam ente en el territo rio del Lacio? Se ha seña­lado que tam bién en la Grecia “geom étrica” se observa esta in ­novación del rito de inhumación, así como en el área danubiano- balcánica, donde se ha atribuido a la influencia de los pueblos jinetes traco-cim erios. Así, la aparición en Ita lia de un pueblo aue p rac tica la inhum ación encontraría lugar en un movimiento m ás am plio que recibiría su empuje del este. E ntre los resultados de esta influencia oriental que se ha sugerido figurarían la intensifica­ción de la cría del caballo, de la práctica de la equitación y la introducción del hierro. Que estas innovaciones fueron relativam en­te ta rd ías parece indicarlo la prohibición ritual rom ana del hierro y del uso del caballo. La relación con el oriente está tam bién apun­tada por la etimología m ás probable sugerida p ara la palabra latina ferrum . Se la ha hecho derivar de *bhersom o *fersom y puesto en relación con las palabras semíticas barzel (hebreo-fenicio) parzlá (siríaco), parsüla (asirio), que posiblem ente fueron a su vez tom a­das de alguna lengua asiática desconocida. Volviendo a Italia pode­m os ahora advertir en prim er lugar que las tum bas de incineración (pozzi) se encuentran en la Italia septentrional y central, pero no en el sur; m ientras que las de inhum ación (fo sse), en el sur hasta Ca­labria, pero no más al norte de Populonia. Si ahora añadim os el

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testim onio de la lingüística, observamos que los dialectos osco- um bros rodean al grupo latino-falisco y lo separan de la Ita lia del norte. Así, resu lta difícil resistir a la tentación de concluir que los hablantes del osco-um bro representan una oleada algo m ás re ­ciente de invasores, inhum antes, cuya ausencia del norte de Italia apunta a una invasión a través del Adriático m ás que por la ru ta continental del norte. Y puede ocurrir muy bien que las leyendas acerca de la fusión de las trib u s latinas y sabinas en los prim eros años de la ciudad sean una supervivencia en la m em oria popular de los acontecimientos que se reflejan en los testim onios arqueológicos.

No falta testim onio de la contribución de los dialectos itálicos y del “sabino” en particu lar a la form ación de la lengua latina. Te­nem os en prim er lugar el de los propios escritores rom anos de que curís (= hasta, Ovidio, Fasti, 2, 477), dirus (= malus, Servio, Aen.,3, 235), cascus ( = vetus, Varrón, L. L., 7, 28), februum (ibid., 6, 13) eran palabras sabinas. A éstas podem os añadir, basándonos en cri­terios fonéticos, palabras que presentan una - /- medial fren te a la -b - netam ente rom ana: 3 bufa, büfó, forfex, inferus, rüfus, scröfa, vafer. El origen dialectal de la últim a palabra citada está indicado tam bién por su supervivencia solam ente en algunos dialectos de la Ita lia m oderna. Igualm ente el ital. bifolco debe rem ontarse a una antigua form a dialectal *bufulcus con la m ism a divergencia foné­tica con respecto al rom ano puro bubulcus. Por o tra parte, ide. 9# daba v inicial en latín, pero b en los dem ás dialectos itálicos (véan­se pp. 227 s.). Así, bös « *g»öus) y botulus se revelan como in tru ­sos dialectales que han desplazado a los resultados esperados *vös, *votulus. ide. qu da en latín qu- pero p - en “itálico”, dato que señala a lupus, popa, poplna (rom. coquina) y nefrundines (Festo, 342, 35) como elementos dialectales no latinos del vocabulario. Pasando a las consonantes aspiradas, gh > h en la tín (véase p. 229), pero cierto núm ero de dialectos del Lacio presentan f en lugar de h: fircus, fêdus (haedus), fasëna (harëna). (La consideración de fel y fënum como restos sabinos descansa sobre etimologías dudosas.)

El sabino se caracterizaba, adem ás, por la conservación de -s- intervocálica, que en latín pasó a -r - (ausum = aurum, fasëna = harëna). P o r ello hay al m enos una presunción de origen sabino p ara palabras latinas como caesar, caseus, etc. El diferente tra ta ­m iento de los diptongos descubre o tra serie de palabras de posible origen sabino. Así, de ou, au y ai originarios, los resultados latinos ü, au, ae con trastan con los sabinos ο, 5, ë, respectivamente. Según esto, hemos podido registrar como sabinas palabras como robus, röblgö, lötus (form a opuesta a la netam ente rom ana lautus), ölla

3. V éanse pp. 229 ss.

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48 i n t r o d u c c i ó n a l l a t í n

(= aul(l)a), levir (< *daivër, cf. δαήρ, “herm ano del m arido”). Esta ú ltim a palabra proporciona, adem ás, otro criterio fonético: la l- en lugar de la d- que sería de esperar en latín. Este fenómeno se ob­serva tam bién en lingua po r dingua, lacrima po r dacruma, en oleo fren te a odor y solium frente a sedëre.

Queda po r añadir que para la m ayor p a rte de los casos exam ina­dos en el párrafo precedente no podemos alcanzar m ás que “una presunción de origen sabino”. Las palabras catalogadas pueden ha­ber entrado en el latín en fechas muy distintas; y muchas de las características que hemos empleado como criterios eran com parti­das por los dialectos rurales del Lacio, de modo que las palabras exam inadas pueden igualmente ser muy bien de origen latino rú s ti­co (véase infra). Además, tenemos un conocimiento lim itado de las peculiaridades del dialecto sabino que puedan diferenciarlo del g ru­po osco-um bro. De hecho, los pocos restos conservados de este dialecto m uestran que llegó a estar tan influido por el latín desde fecha muy tem prana que su m ism a clasificación con el grupo osco- um bro es objeto de dudas. Sin embargo, que tal es la clasificación correcta parece probable al exam inar nom bres sabinos como Pom ­pilius (que presenta la p - propia del osco-um bro en lugar de la ge­latina) y Clausus (por Claudius, con asibilación no latina de -di- ejemplificada tam bién en basus = badius “castaño-pardo”). El nom ­b re Sabini resum e todo el problem a. Al igual que Sabellus (*Safno- los) y Sam nium (*Safniom ) contiene la raíz Saf; se supone que ellos se llam aban a sí m ismos Safini, m ientras que la form a de su nom ­bre que nos es fam iliar por los autores latinos incluye la variante fonética -b - típicam ente rom ana que ya hemos examinado. A pesar de lo menguado de los testim onios, se han hecho intentos de ra s­trea r en latín no sólo una m oda “sabinizante”, sino incluso una “reacción antisabina”. Ello no pasa de ser una sugestiva especu­lación.

Podemos in ten tar ahora establecer un balance provisional. P a­rece que la lengua indoeuropea que conocemos en época histórica como latín ,es una amalgama de dos lenguas ide. introducidas en el Lacio hacia el año 1000 a. C. por grupos de invasores que se habrían abierto camino desde la Europa central por diferentes rutas. Estos grupos hablaban, sin duda, lenguas muy diferenciadas antes de en­tra r separadam ente en Italia, pero se produjo una aproximación como consecuencia de su contigüidad y fusión en su asentam iento en el Lacio y en Roma en particular. Es esta complicada serie de acontecim ientos que subyacen a las afinidades lingüísticas lo que los com paratistas han proyectado hacia un pasado m ás o menos rem oto como período del “itálico com ún” .

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Xl i r io

Hemos de com pletar ahora nuestro cuadro con u n a breve rese­ña de otros invasores indoeuropeos de Italia y exam inar las con tri­buciones que han hecho a la lengua latina. Además de la que pode­mos definir como la invasión protolatina de incineradores a través de la región septentrional y de la invasión un poco m ás tard ía de osco-um bros inhum antes a través del Adriático, los arqueólogos registran la en trada de un tercer pueblo que m uestra influencias orientales claras y cuya llegada tra jo consigo un conocimiento de la equitación propiam ente dicha —como opuesta al empleo del ca­ballo como animal de tiro— y la intensificación de la cria caballar. 4 El punto máxim o de esta “orientalización” se produce en la segunda m itad del siglo v in a. C. La contrapartida lingüística de este te s ti­m onio arqueológico viene dada por los restos, localizados en la costa oriental de Italia, de los dialectos que se clasifican como “ilirios” . La base de las afinidades ilíricas de estos dialectos consiste en un amplio núm ero de nom bres de lugar y de personas o tribus. Así, a los Iapyges se los equipara con los Iapydes de la Iliria septentrional; a los Calabri, con la tribu iliria de los Γαλάβριοι. A los Poediculi se los pone en conexión con ΠοΙδικον, en el Nórico; a los Apuli, con Apulum , en Dacia. Es en las antiguas Apulia y Calabria donde encon­tram os la m ás densa aglomeración de tales nom bres ilirios, hab ién­dose atribuido a ta l fuente m ás de la m itad de los nom bres de an i­males, lugares, ríos, m ontes y trib u s de la región. Tenemos como ejemplos B rundisium ,5 cuyo puerto es descrito por Estrabón como sem ejante a la cornam enta de un ciervo. De ahí el nom bre de la ciudad, pues en Hesiquio y en otros textos encontram os la glosa βρένδονΐλαφον, y una form a de la palabra parece sobrevivir en el aibanés bri-ni “cuerno” ; Salapia y Salapitani se ponen en relación con los ilirios Selepitani y contienen las palabras sal “sal” y ap “agua” ; O druntum (O tranto) contiene la palabra mesápica odra “agua” (cf. ϋδωρ, e tc .). Partiendo de este foco de Apulia y Calabria, los ilirios parecen haber alcanzado Lucania y el ager Bruttius, en cuya onom ástica se han detectado im portantes elementos ilirios : por ejemplo Amantia y el hidrónim o Apsias (de gran semejanza con el ilir. apsus). Además, Crotona fue fundada en territorio del que se decía que había estado antes en posesión de los Iapyges. Testim o­nios sim ilares no faltan tam poco en Sicilia, donde, por ejemplo, Se-

4. V éase J. W ie s n e r , D ie W e lt a ls G esch ich te, V III, 1942, pp. 197 ss.5. Otros nom bres de ciudades derivados por un sufijo sim ilar de nombres

de anim ales son Ulcisia (Panonia) < ule “lobo” y T arvisium (Treviso) .< tarvo “toro” . V éase B e r t o l d i , C olonizzazioni, p. 167.

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gesta y Egesta contienen el característico sufijo ilirio en -e st- (cf. Τ ε ν ε σ τ - ΐ ν ο ι y Iadest-inî en los Balcanes). Por o tra parte, parece no haber huellas ilirias en el Sam nio ni en Campania. Así pues, el te s ti­m onio lingüístico apoya el de los autores antiguos sobre el origen ilirio de algunas tribus de la antigua Ita lia (por ejem plo los daunos, los peucetios, los pelignos y los liburnos). El testim onio directo de la lengua “m esápica” o “yapigia” consiste en unas doscientas ins­cripciones, la m ayoría de las cuales son epitafios que contienen so­lam ente nom bres propios, de en tre los que muchos se encuentran tam bién en la región véneta (véase in fra ) . Entre sus rasgos gram a­ticales podemos señalar p ara los nom bres el genitivo de singular en -ih i y el dativo de plural en -bas (logetibas) ; el sistem a verbal p re ­sen ta form as de voz m edia pero no aum ento, y se conservan los m odos subjuntivo y optativo. Puntos im portantes de fonética son el cambio ide. o > a, como en germánico, y los resultados b y d de bh y dh. Es objeto de cierta controversia si el ilirio fue una lengua centum o satem, aunque la balanza de posibilidades parece incli­narse del lado de centum. Lo apoya, adem ás, el hecho de que en ili­rio las labiovelares dan labiales como resultado.

Se ha localizado en latín un pequeño grupo de palabras ilirias (es decir, m esápicas); son: blatea “pantano” (ilir. balta), deda “no­driza” (cf· gr. τήθη), paró “pequeño barco” (procedente del m esapio a través del griego del su r de Ita lia παρώ ν), gandeia (con el sufijo ilirio -eia, palabra relacionada con la gondola veneciana, que des­ciende en últim a instancia del véneto, a través del lat. vulgar *gon- dula), y höreia “barquilla de pesca” . La im portancia del caballo está atestiguada por el préstam o m annus “caballejo” (ilir. m anda-), palabra que está tam bién en el nom bre del dios m esapio Menzana, identificado con Júpiter, y al que se sacrificaban caballos vivos (cf. además Virgilio, Aen., 7, 691: Messapus equum dom itor). P are­ce verosímil que los ilirios actuaran como interm ediarios en la tran s­misión a Italia de ciertos elementos léxicos y culturales griegos. El mismo nombre de Graeci, se ha pensado, podría haber sido el nom ­bre ilirio para designar a una tribu griega con la que habrían tenido contacto en el norte del Epiro. La confusa form a latina del nom bre de Odiseo, Ulixes, puede tam bién encontrar aquí su explicación. (En relación con esto podemos recordar que se ha sostenido que las leyendas relativas a Eneas llegaron a Ita lia y a Rom a por m ediación de los ilirios.) Igualm ente lancea “lanza d isparada con una correa” , palabra de origen céltico en últim a instancia, no puede en tra r en ecuación directa con gr. λόγχη, y su sem ejanza difícilm ente podría ser accidental. El paso de o a a sería explicable si la palabra hubiera pasado al latín a través del ilirio. De este modo tam bién se puede establecer una relación etimológica entre gr. θώραξ y lat. lóríca, si

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bien esta últim a tiene m ayor probabilidad de conexión con lörum. La diferencia fonética en tre lat. ballaena y gr. ψάλλοανα ha sido tam bién explicada postulando un interm ediario mesápico. Finalm en­te, tenemos que recordar que de las regiones ilirias de la Italia oriental llegaron a Rom a los poetas Ennio, su sobrino Pacuvio y Ho­racio. Teniendo esto presente vale la pena señalar que lama, “pan­tano” , palabra atestiguada solam ente en Ennio y Horacio, aparece como com ponente de nom bres de lugar en las áreas ilíricas de Italia.

VÉNETO

En la cabecera del Adriático encontram os testim onios de otro pueblo, los vénetos, cuya lengua y cu ltu ra m uestran estrechas sem e­janzas con las de las tribus ilirias que acabam os de estudiar. Fam o­sos en la cría caballar, sacrificaban a su diosa Reitia imágenes de caballos. Al igual que los tracios, rendían culto al héroe Diomedes, al que sacrificaban caballos blancos. Las botas altas que usaban se atribuyen tam bién a influencia tracia. La incineración con subsi­guiente enterram iento en u rnas está atestiguado en esta cu ltu ra a p a rtir del siglo rx, y se ha form ulado la hipótesis de que este pue­blo llegara del nordeste bajo la presión de los traco-cim erios. Los estudios onom ásticos han revelado huellas de los vénetos en una zona que alcanza hasta Liguria (ladatinus, Crixia, Segesta) e incluso el Lacio, donde los Venetulani (Plinio, N. H., 3, 69) son los habitantes de *Venetulum, topónim o que significa “lugar de los vénetos” , como Tusculum es “lugar de los túseos (etruscos)” . De m odo paralelo Carventum, ha sido puesto en conexión con el ilirio caravantis (*kar- van t- "rocoso”) , en tanto que Praeneste m uestra el bien conocido sufijo -est-.

Las afinidades de la lengua véneta son objeto de cierta polémica. Los nom bres propios son una base insegura p a ra el establecimiento de parentescos lingüísticos, y, de hecho, el véneto im portó elem en­tos de su onom ástica del céltico (p. ej. Verkonzara), del ilirio ((pohiios) y del latín (Appioi). Las m onografías recientes concuer- dan en que el véneto presen ta muchos puntos de coincidencia con el latín. Las oclusivas aspiradas bh y dh se convierten en / en posi­ción inicial y en b, d, respectivam ente, en posición intervocálica, exactam ente como en latín. Por o tra parte, en el tratam iento de la gu tural aspirada gh el véneto coincide con el ilirio, y lo mismo ocu­rre con las sonantes nasales m, n (> am, an, m ientras que en latín están representadas po r em, en). Las sonantes líquidas r y l, en cam ­bio, p resen tan los m ism os resultados en véneto, ilirio y latín· O or,

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ol). No conocemos gran cosa del sistem a morfológico. En el nom bre presen ta el véneto el dativo plural en -φοβ, -bos, que aparece tam ­bién en céltico, itálico, ilirio e indo-iranio. Los tem as en -o tienen el genitivo de singular en ~í, característica com partida con latino - falisco, céltico e ilirio. En el sistem a verbal encontram os u n aoris­to en -to (zonasto = donavit) que recuerda al del indo-iranio y del griego (εδοτο) . 6 En el vocabulario es m ás sorprendente la afinidad con el latín. Así, el nom bre de la diosa Louzera corresponde al lat. Libera, y el térm ino que significa “libre” ha adquirido en ambas lenguas el sentido especial de “hijos” (louzerotpos — liberis). Los verbos latinos donare y faxo están exactam ente construidos como vén. zonasto y υ/ιαχβθο, m ientras que la diosa antes mencionada, Reitia, tiene un epíteto ¿ahnate-i que, in terpretado como “sana­dora”, encuentra su única explicación etimológica en el lat. sanare. Pero o tra serie de “isoglosas” une al véneto con el germánico. Qui­zá lo m ás llamativo es que en am bas lenguas el acusativo singular del pronom bre personal de prim era persona haya tom ado del no­minativo una consonante gutural: así eyo, m eyp — gót. ik, m ik, (tam ­bién het. uk, am m uk). El pronom bre de identidad tam bién presen­ta un estrecho parecido en am bas lenguas: vén. sselboi sselboi = sibi ipsi; cf. aaa. der selb seibo. Tam bién en el vocabulario hay un punto im portante de semejanza: si a-hsu está correctam ente in te r­pretado como “H erm es”, puede entonces ser parien te del germ. ansu- “divinidad”. Que los vénetos estuvieron en o tro tiem po en estrecha proxim idad geográfica de los germanos parece sugerirlo la mención de unos Venedi en la región del V ístula por autores antiguos. El conflicto de testim onios aconseja entonces adm itir p ro ­visionalmente el veredicto de una reciente autoridad que sostiene que el véneto es una ram a independiente del indoeuropeo estrecha­m ente relacionada con el latín y el ilirio y con puntos de contacto con germánico, céltico e incluso balto-eslavo.

S íc u l o e " it á l ic o o c c id e n t a l ”

El examen del ilirio nos lleva ahora a la consideración de la len­gua sicula, cuyos testim onios consisten en algunas inscripciones y un número considerable de glosas, así como nom bres personales y de lugar. Si bien es cierto que los estudiosos están de acuerdo en que esta lengua era indoeuropea —la form a verbal esti excluye cualquier duda a este respecto—, sus afinidades próxim as son objeto de cier-

6. En zon as-to se h a añadido ia desinencia personal a una form a de preté­rito caracterizada por -s. E l profesor T. Buí'iow llam a m i atención sobre form as sim ilares del hetita : n a-iS -ta “él d irigió”.

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ta polémica. Las conexiones con el ilirio que sugieren los testim o­nios onom ásticos (p. ej. -n t- en Agrigentum, Σεργέντιον) están apo­yadas por las referencias de Hesiquio a la existencia de sículos en Dalmacia (cf. Plinio, 3, 141). Sin embargo, el necesario movimien­to de pueblos desde los Balcanes hasta Sicilia a través de Ita lia se ve contradicho por el testim onio de la arqueología, pues si bien se han descubierto restos sículos en el B ruttium , es claro que ta l cul­tu ra llegó de Sicilia a través de los estrechos. M ás peso tiene el testim onio de una m ás estrecha afinidad del siculo con el itálico. Según algunos autores antiguos (Varrón y Favorino), los sículos es­tuvieron en un tiem po asentados po r toda la península hasta la Ga- lia Cisalpina, y tal afirmación está apoyada p o r la am plia difusión de ciertos nom bres personales y de lugar (p. ej. Sicilinum ). Algunos de­talles del testim onio lingüístico parecen apun tar en la m ism a direc­ción. Así, el propio nom bre de Siculi tiene el m ism o form ante que o tros gentilicios prim itivos de tribus indoeuropeas de Italia (cf. R u­tuli). Las glosas —por no en tra r en las inscripciones, cuya in ter­pretación es cuestión de conjetura en la que los estudiosos discre­pan am pliam ente— sugieren una conexión particularm ente estrecha con el latín: άρβίννη “carne” cf. lat. arvina; κάμπος “hipódrom o” cf. campus; κάτινος cf. catinus, catillus; dös “don” cf. dös; Δουκέτιος, un rey de los sículos, cf. dux; γέλα (= πάχνη) cf. gelu; πατάνιον, πατάνα, cf. patina. Un grupo sem ánticam ente bien definido es el form ado por las palabras referentes a monedas y pesos: μοΐτον = m utuum , νοΰμμος = num m us, λίτρα cf. libra (ambos procedentes de *liQra), όγκία = uncia. El siculo λέπορις, aunque tiene origen ibérico, fue relacionado por Varrón con el lat. lepas, con un comen­tario que tiene cierta relación con el presente problema.

le p u s q u od S ic u li q u id a m G ra ec i d icu n t λέπ ο ρ ιν . A R o m a q u o d ortiS icu li, u t a n n a les v e te r e s n o s tr i d icu n t, fo r ta s s e h in c illu c tu le ru n te t h ic re liq u eru n t id n o m e n . (L. L., 5, 101).

Esta afirmación de que los sículos estuvieron en un tiempo asenta­dos en el Lacio está apoyada por el hecho de que los sicanos figura­ban entre las tre in ta tribus que se reunían anualm ente para el cul­to de Júpiter Latiaris en el Monte Albano.

Pues bien, si un pueblo originario del Lacio hubiera emigrado a Sicilia, deberíam os razonablem ente esperar encontrar algunas hue­llas de su paso por, y quizá asentam iento en, el territorio in term e­dio. De hecho algunos estud iosos7 han tra tado de establecer la existencia de un grupo “itálico occidental” de dialectos que abar-

1. D e v o to , Storia , pp. 56 ss.

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caria al latín, ausonio, enotrio y sí culo. Antes de la invasión de los sam nitas a mediados del siglo v, Cam pania estaba habitada por los Opici, de cuya lengua se afirma que difería de la osea en puntos im ­portantes. Así, el topónim o Liternum,, en gr. Λευτερνο-, parece ser u n derivado de la raíz *leudh, y en oseo daría Louferno. El “ópico” presenta, adem ás, la form a sum como el latín, m ientras que el oseo tiene sim. Un im portante criterio fonético vuelve a alinear al “ópi­co” con el latín frente al oseo: en posición intervocálica presen ta oclusivas sonoras donde el osco-um bro presen ta fricativas sordas. Así, los nom bres Stabiae y Allibae aparecen en las form as Stafia y Allifae en el período sam nita. De modo paralelo la palabra m edi­te rrán ea teba “colina” se encuentra m ás tarde en la Campania sam nita en la form a tifa. Por o tra parte, el “ópico” se une al sículo al represen tar una antigua dh po r í en contraste con el resultado latino d /b : Liternum . Los ausonios, situados al n o rte de los ópicos, son incluidos tam bién en este grupo “itálico occidental”, pero sin o tro apoyo que el nom bre de tr ib u Rutuli, que explicado etimológi­cam ente como “los ro jos” vendría a revelar la m ism a particu lari­dad fonética (dh > t) que el “ópico”. Por lo que se refiere a los eno- trio s de Lucania, el único testim onio lingüístico aducido es tam bién u n nom bre, en este caso de lugar, Ager Teuranus, que según pare­ce conserva el antiguo diptongo eu, distinguiéndose así del “itálico” general en que pasó a ou.

Por consiguiente, las bases sobre las que se ha erigido la h i­pótesis del “itálico occidental” son de lo m ás endeble, y su in te r­pretación no ha estado al m argen de la polémica. Algunos estudio­sos consideran Rutuli ilirio y Λεύτερνοι egeo. Es desde luego una hipótesis plausible el que el sículo Αΐτην signifique “m ontaña ardien­te” y contenga la raíz ide. aidh, pero la m orfología de la form a re ­construida, *aidhena, perm anece confusa. Y no pueden bastar topó­nim os preindoeuropeos como Tebae p a ra hacer surgir nuevos dialectos itálicos. El sículo está relativam ente m ucho m ejor docu­m entado, y sin embargo incluso en su caso los testim onios resultan equívocos. De hecho se ha afirmado que “la sem ejanza (entre sículo y latín) es dem asiado pronunciada, hasta el punto que sería difícil rechazar la pretensión de contem plar como m eros préstam os todas las palabras siculas que tan fácilm ente pueden ponerse en conexión con form as griegas o latinas”. Nos encontram os aquí o tra vez con u na ya conocida cuestión de método; la com ún posesión de elem en­tos de vocabulario, especialm ente de los referentes a realidades de cultura, intercam bio y comercio, no implica necesariam ente relación genética. Las sem ejanzas y diferencias en tre libra y λίτρα pueden, de hecho, explicarse por hipótesis varias de contactos culturales d irectos o indirectos. Igualm ente, los térm inos com unes p ara pesos

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y m edidas (por ejemplo quincunx aparece como “calco” en el grie­go siciliota πεντώγκιον, en tanto que τετράς se explica como trans­form ación de τετράς bajo la influencia de quadrans) pueden ser simples reflejos de tem pranas relaciones comerciales entre Boma, Italia, m eridional y Sicilia. Se ha apuntado, por cierto, que bajo la dom inación etrusca de Rom a habría tenido lugar una sistem atiza­ción de los pesos y m edidas, con influencia sobre los otros esta­dos de Ita lia como consecuencia del prestigio de la Roma etrusca, según parece indicar, po r ejemplo, el uso de letras y abreviaturas latinas en las m onedas de la Ita lia central y meridional. Podemos recordar al respecto el empleo en inglés de la abreviatura Ib. para “libra de peso” y del signo £ para “libra esterlina”, con todo lo que significan en relación con las influencias italianas en la vida com er­cial y financiera de G ran Bretaña. Tampoco el testim onio de las glosas sículas corre m ejor suerte en m anos de los críticos de la teoría “itálica occidental”, άρβίννη es declarado “hiperlatino” ; κό­τινος, préstam o latino, m ientras que lat. latex y patina resultan prés­tam os del griego al latín. Pasando a otras palabras citadas a m enu­do como prueba de la vinculación sículo-latina, κάρκαρον y κύβιτον no están directam ente atribuidos al siculo, y en cualquier caso pue­den igualmente bien ser préstam os latinos. Una crítica de ta l efica­cia puede aplicarse a todos los argum entos aducidos en favor del “itálico occidental”, de m odo que nada queda sino el simple hecho de que el siculo era una lengua indoeuropea.

E t r u s c o

De mucho m ayor im portancia para el h istoriador del la tín que los pobladores del suelo italiano a que acabamos de referirnos fue un pueblo nuevo que hizo su aparición en Ita lia duran te el siglo vm a. C. T raspasaría los lím ites de este libro el en trar en la discusión de los orígenes de los etruscos. Baste con decir que las dos tesis principales m antenidas en la antigüedad al respecto, a saber: (1) que habían llegado de Lidia bajo el m ando de Tirreno (Herodo­to ) , y (2) que eran autóctonos a pesar de d iferir de todos los dem ás pueblos de Ita lia en lengua y costum bres (Dionisio de H alicarnaso), encuentran aún hoy defensores. Cierto es que la prim era tesis está apoyada por hechos como el de que los propios etruscos creían ser lidios llegados por m ar a Italia; que la cronología de los testim onios arqueológicos indica la aparición en Toscana duran te el siglo vin de una nueva civilización que gradualm ente se fue expandiendo de norte a su r y desde la costa hacia el interior, sin llegar a Bolonia h asta u n p a r de siglos después de su aparición prim era; que sus

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costum bres m atriarcales —evidentes, por ejemplo, en la de escribir los m atroním ícos sobre las lápidas sepulcrales— encuentran co­rrespondencia en Lidia, y qué la im portancia y la técnica de su arte adivinatoria recuerdan las de Babilonia. Lo que está fuera de duda es que hacia el último cuarto del siglo vx el imperio etrusco se ex­tendía desde las colinas de las faldas de los Alpes hasta Campania ■—donde fracasaron en su intento de som eter a Cumas— y desde Córcega al Adriático. De un interés m ás inm ediato p ara el tem a que nos ocupa es que estaban establecidos en Falerii ya en la segunda m itad del siglo vn, y que a continuación se hicieron dueños de una buena parte del Lacio, incluida Roma, donde su dominación duró un siglo y medio, estando docum entada su presencia, por ejemplo, p o r el topónimo Tusculum y el vicus Tuscus en la propia Roma.

De decisiva im portancia en m ateria de planificación urbanística, de organización política, religión y vida cultural superior, la dom i­nación etrusca dejó en la lengua latina una huella sorprendentem en­te escasa, 8 aun en las esferas donde su influencia sobre las institu ­ciones y usos romanos es m ás visible, pues los m ás im portantes funcionarios religiosos y políticos son designados con térm inos la­tinos. Sin embargo, la íntim a fusión a que se llegó entre las aristo ­cracias etrusca y rom ana se revela en la onom ástica personal. En el lado romano el sistema indoeuropeo de un nom bre com puesto único (tipo Hipparchus) fue sustituido por la costum bre etrusca de usar praenomen, nomen (gentile) y cognomen, siendo m uchos de los nom ­bres mismos de origen etrusco. Entre ellos podemos citar en particu ­lar los en -na, -erna, -enna, -inna, como Vibenna, Caecina, Mastar- na, Perperna, Velina; cf. los etruscos Porsenna, Porsina. O tro grupo im portante está representado por los nom bres en -o correspon­dientes a formas etruscas en -u; entre ellos están los apodos fam i­liares Cato, Cicero, Piso y Varro. Muchos nom bres gentilicios lati­nos en -a tienen un origen similar. El etrusco em pleaba ese sufijo p ara derivar cognomina y gentilicia de praenomina, como νβίχα del praenomen υβΐχβ; cf. lat. Casca: Cascus. Si ahora recordam os el hecho de que muchas localidades reciben su nom bre del de familias (Tarquinii, Falerii, Vei, Corioli, etc.) y que m uchos nom bres en -a son empleados como gentilicia, cognomina y topónim os (Atella, Sora, Acenna, etc.), y que, además, muchos paralelos etruscos nos capa­citan para extraer de la serie Romaeus Rom atius rum ate rumaQe el nom bre básico de familia ruma, es difícil resistir a la conclusión de que también la ciudad de Roma, como Acenna y demás, derive

8. CI. H. H. S c ü l l a r d : “Rom a nunca fue en sentido real una ciudad etrus­ca; sim plem ente tuvo que soportar la dom inación de un pequeño núm ero de poderosas fam ilias” (A h istory of th e R om an w orld 753-146 B. C., p. 37).

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su nom bre del de una antigua fam ilia etrusca. Esta conclusión re­cibe m ayor vigor del examen del nom bre de uno de los m íticos fundadores de Roma: Rém us. Recordemos an te todo que la trad i­ción da a la habitatio R em i el nom bre de Remana; y el lugar “ubi Remus de urbe condenda fuerat auspicatus” se llam aba Remora (cf. Ennio: “certabant, u rbem Romam Remoramve vocarent”) . Aho­ra bien, Remona (gr. 'Ρεμώνιον) es el “asentam iento” de los *remu o rgmne, como Ταρχώνιον es la ciudad de los taryu o taryna, y Remora m uestra u n sufijo en -r frecuente en etrusco. Así, Remo, el antepasado epónimo de los rem ne etruscos, acaba revelándose etrusco no menos que el nom bre de la ciudad a la que la historia negó su nom bre. Conviene subrayar que no hay paralelos lingüísti­cos que pudieran apoyar la hipótesis de que Rém us se hubiera for­m ado a p a rtir de Rom a por “falsa analogía”. Es posible tam bién que al menos tres de las siete colinas de Roma recibieran sus nom bres de los de familias etruscas. P ara el m ons Palatinus tenemos la serie de nom bres etruscos Palla, Palanius, Palinius, etc. (cf. Sulla, Sullanius, Sullatius; Volca, Volcanius, Volcatius; Bulla, Bullanius, Bullatius). El origen etrusco del nom bre del m ons Velius es claro por el grupo vel, velni, velus, velie, Velenius, Vellenius, Velianius. Para el mons Caelius tenemos el nom bre etrusco caile vipinas (cf. el nom bre M. Caelius Tuscus). Aparte de estos casos, tam bién es posible que el nom bre del valle situado entre las colinas Viminal y Esquilina, la Subura, esté relacionado con los nom bres etruscos Zupre, supri.

La im portancia de la contribución etrusca a la organización po­lítica de Roma está atestiguada por el hecho de que las tres más antiguas centurias de equites llevan nom bres etruscos: Ramnes, Tities, Luceres (“om nia haec vocabula Tusca” , Varrón, L. L., 5, 55), siendo, además, probable el origen etrusco de tres de las tribus “rústicas” : Lemonia, Pupinia y Voltinia. Tam bién se ha atribuido, y con motivos de credibilidad, origen etrusco a los nom bres dados a los equites en la época m onárquica: flexuntes (tam bién flexuntae), celeres (para cuya form ación cf. Luceres) y trossuli. Criterios m or­fológicos y sem ánticos sugieren tam bién que satelles “guardaespal­das” es un préstam o etrusco : la institución de la guardia de corps fue introducida en Roma por nobles etruscos, asociándola la tra d i­ción con Tarquinio el Soberbio en particular. Otros dos térm inos m i­litares sin etimología ide. m uestran sim ilares características m or­fológicas : miles, m ilitis y vêles, vëlïtis, el segundo atribuido ya a los etruscos por autores antiguos. Aparte estos casos, el etrusco hizo una contribución notablem ente escasa al vocabulario latino. La lista que sigue está fundam entalm ente constituida po r palabras que indi­can cosas sin gran im portancia; entre ellas son de no ta r los té rm i­nos de teatro y de o tras diversiones : cacula “sirviente de un m ilitar”

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(etr. *cace, *cacla) ; caerimonia (posiblem ente de un *caerimo, pala­b ra que en su form ación recuerda a lucumo; ta l vez tuvieran razón los autores antiguos que la hacían derivar del nom bre de la ciudad etrusca de Caere) ; crumina (cf. gr. γρυμέα, véase infra) ; cupencus “sacerdote de Hércules” (etr. cepen “sacerdote” ; pero palabra sabi­n a según Servio) ; fala “andam iaje”; fenestra (etr. *fnestra) ; genista “h iniesta”; hister, histrio (“h ister Tusco verbo ludio vocabatur”, Li­vio, 7, 2, 1); lanista “entrenador de gladiadores”; laniéna “puesto de carnicero”; lepista “vaso para beber”; rabula “abogado picapleitos” (etr. rapli); satura “serm o” < satir “hablar, decir” ; servus (cf. los nom bres etruscos Serui, Serué); spurius (cf. spurcus “im puro” y el nom bre Spurinna); sübula (“subulo dictus, quod ita dicunt tibicines Tusci”, Varrón, L. L., 7, 35). A estos ejem plos podem os añadir los nom bres de divinidades Angerona (del etr. ancaru “diosa de la m uer­te”) y Libitina “diosa de los m uertos” , “pom pa fúnebre”, “fére tro” , etc. (cf. etr. lupuce = m ortuus est [? ]) , y dos derivados de nom bres de ese tipo: aprilis (etr. apru(n) del gr. Άφρώ, form a abreviada de ’Αφροδίτη) y autum nus (del etr. autu, cf. lat. A u tiu s) , con un ex­tendido sufijo egeo-anatolio que vemos tam bién en Picumnus, Ver­tum nus, así como en topónim os prehelénicos como Αϊσυμνος, Λάρυμ- να, etc. Queda añadir que estos préstam os contenían elementos form ales tales como sufijos que fueron adaptados a su nuevo am ­biente y añadidos tam bién a palabras puram ente latinas. E ntre tales liíbridos etrusco-latinos podemos m encionar lev-enna, soci-ennus, doss-ennus (personaje de la farsa atelana; nom bre basado en dos- sus, form a vulgar de dorsum ), fav-issa (favea + el conocido sufijo etrusco que vemos, por ejemplo, en mantissa “contrapeso”, “pico”) .

A parte de estas contribuciones procedentes de su propia lengua, la influencia de los etruscos puede verse tam bién en las transfo rm a­ciones que hicieron experim entar a préstam os griegos entrados en el latín. Estos casos será m ejor exam inarlos en el m arco general de la contribución griega a la prim itiva civilización itálica.

G r ie g o

Todo a lo largo de su h istoria la civilización y la lengua de los rom anos estuvieron profundam ente influidas por los griegos. Ten­drem os ocasión en los capítulos siguientes de exam inar las suce­sivas etapas. Por el m om ento vamos a ocuparnos del m ás arcaico sustra to de elementos griegos en el latín. Fue en el siglo v in cuando los griegos comenzaron su colonización de la Ita lia m eridional y Si­cilia. Es curioso que el prim er asentam iento, sin duda precedido po r relaciones comerciales, fue el m ás alejado de la tie rra patria :

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Cumas, fundada hacia el 750 a. C. por colonos procedentes de Calcis, ciudad de Eubea. P ronto siguieron otras colonias calcidias, como Naxos, Zancle y Rhegion. Estos colonos llevaban consigo un dialecto del grupo jónico-ático. Siracusa, en cambio, fue fundada p o r co­rintios; Gela, por cretenses y rodios, hablantes todos ellos de dia­lectos dóricos. En la costa oriental de Ita lia la colonización empezó p or obra de las ciudades de la Acaya, en la costa no rte del Pelopo- neso, siendo Sibaris la p rim era colonia, seguida m ás tarde por Cro­tona. Tarento, por su parte , fue el único esfuerzo colonial de E spar­ta en estas zonas, y según la tradición los colonos eran elementos predorios de la población de Laconia, expulsados de ella. Estas ciu­dades griegas, con su energía sin lím ites y superior cultura, tenían m ucho que ofrecer a los restan tes pobladores de Italia, y su influen­cia es patente no sólo en las artes de la civilización m aterial, sino tam bién en la religión, el m ito y la lengua. En particular, el testim o­nio del a rte etrusco revela que m uchas figuras del panteón y la m i­tología griegas resultaban fam iliares a los etruscos ya por el año 600 a. C. Por o tra parte, se ha afirmado que “en ningún caso se pue­de dem ostrar que se haya producido un contacto inm ediato entre Rom a y Grecia o una colonia griega” . 9 Fue, por tanto , a través de interm ediarios no rom anos como los elementos de la cultura grie­ga y sus correspondientes nom bres llegaron a los rom anos en esta época prim itiva.

La aplicación de ciertos criterios filológicos a las palabras de re ­ferencia nos capacitará p ara esbozar —aunque sea rudim entaria­m ente— distinciones de cronología y dialectos. En prim er lugar, el grupo jónico-ático se distingue de los otros dialectos griegos po r el paso de δ a η (μάτηρ > μήτηρ). Esto quiere decir que los préstam os que en latín presenten ä (p. ej. mácina < μάχανα) tienen que proce­der de los dialectos dóricos de Italia. Otro índice muy útil de carác­ter cronológico es el proporcionado por el tratam ien to de la digam ­m a (F, pronunciada como la w inglesa). Este sonido desapareció en jónico-ático en una época an terior a las prim eras inscripciones; en ciertos dialectos dóricos resistió m ás tiempo, pero aun en ese gru­po se perdió el sonido empezando por la posición intervocálica. En consecuencia hay que asignar una fecha tem prana a la en trada de palabras como Achivl (< Ά χ α ρ ο ι) y oliva (< éXocíFa).

El tratam iento de las vocales y diptongos interiores en los p rés­tam os nos proporciona m ás datos de tipo cronológico, dado que ta ­les sonidos se vieron som etidos en latín a un proceso de debilita­m iento, según parece, lo m ás tem prano, en el siglo iv (aunque sobre este punto véanse pp. 220 ss.). Según esto, préstam os como caviera

9. A l t h e i m , H istory of R om an religion, p. 149.

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(καμάρα), phalerae (φαλάρα), trutina (τρυτάνα), m ácina (μδχάνα), balineum , balneum (βαλανεΐον), talentum (τάλαντον), Tarentum (Τά- ραντα), etc., tienen que haber entrado en la lengua antes de que los cambios fonéticos indicados dejaran de operarse, y resultan por ello claram ente distinguibles de los préstam os de época posterior com o cerasus (introducido por Lúculo en el 76 a. C.), que no p re ­sen tan el fenómeno indicado. Podem os suponer tam bién que las palabras griegas cuya form a latina denuncia influencia etrusca p er­tenecen al período de la dominación etrusca sobre el Lacio. Esta m ediación es denunciada po r una incertidum bre en la adaptación de las consonantes oclusivas, patente, por ejemplo, en amurca (άμόργα, con un cambio en la vocal in terior com parable al de alum nus < *alomnos), gubernare (κυβερνάν), Agrigentum ("Ακρα- γα ς); o tam bién por alteraciones de la cantidad, como en crëpîda (κρηπίδα). Aquí, como en los préstam os directos del etrusco, el úni­co testim onio de la intervención etrusca es a m enudo circunstan­cial. Así, sporta es obvio que represen ta gr. σπυρίδα. La p rueba de la m ediación etrusca está en la sustitución de d po r t y de u po r o, que volvemos a encontrar en cotoneum < κυδώνιον. De m odo sim i­lar se deriva gruma de γνώμα (cf. M emrun < Μέμνων), trium pus [ N o t a 6] de θρίαμβος y catamitus de Γανυμήδης. En el caso de cisterna (κίστη) y lanterna (λαμπτήρ) nos encontram os con adición de un sufijo etrusco bien conocido que denuncia el camino por el que estas palabras llegaron al latín. Con éstas podem os com parar crëterra = κρητηρα. En el caso de gutturnium o cuturnium “vas quo in sacrificiis vinum fundebatur”, tanto la fonética como la m or­fología indican que el gr. κωθώνιον sufrió una prim era distorsión po r obra de hablantes etruscos antes de llegar a Roma. En el caso de esta palabra conviene adem ás fijarse en su esfera sem ántica, puesto que muchos térm inos referentes a cerám ica y u tilla je les llegaron a los rom anos de los etruscos. En esta línea es tam bién po­sible que tan to urna como urceus tengan una lejana conexión con el gr. ΰρχη. O tro grupo sem ántico que podemos reseñar aquí es el constituido por palabras referentes a las representaciones teatrales. Hemos visto ya que hister e histrio derivan del etrusco, y es p ro ­bable que persóna sea una palabra etrusca en la que se ha añadido el sufijo -öna a la palabra cpersu, probable deform ación etrusca del gr. πρόσωττον. Tam bién la palabra scëna puede haber llegado por el m ism o camino, pues solemos encontrarla escrita scaena, y que el etrusco transcrib ía a veces ä po r ae se ve en Calaina (por Γαλδνα) y laena, p renda de vestir, si es que es un préstam o del lat. lana. O tros ejem plos confirm atorios de este fenómeno son Saeturnus, Aescula­pius (Αίσκλαταός) (ejemplo de la sustitución inversa tenemos en era-

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pula por κραιπάλα). paelex por παλλακή resulta m ás complicado, dado que la palabra puede pertenecer al fondo m editerráneo. Lo m ism o puede ocurrir con caupo, cuyo significado corresponde exac­tam ente al del gr. καπηλός, y en el que la sustitución de a po r au su ­geriría mediación etrusca. La diferencia de sufijo, sin embargo, ex­cluye al griego como lengua prestam ista, y pudo ocurrir m uy bien que tanto griego como etrusco tom aran la palabra del vocabulario m editerráneo autóctono, habiéndola recibido del segundo el latín. Una interesante cuestión se ha suscitado en torno al posible origen de elementum, en un gr. *elepanta “letra de m arfil”, caso en el que el cambio de p en m sería una contribución etrusca, de la que tene­m os un paralelo, al menos parcial, en el prenestino Melerpanta por Βελλεροφόντης. Hay todavía o tra palabra la tina que m uestra una si­m ilar afinidad con el griego: se ha hecho derivar form a de μορφή por medio de un etr. *morma, con sustitución de φ por m (la disi­milación de m -m en f-m tiene paralelo en formica: μύρμηξ, y for­m ido: μορμώ). Por último, veamos un índice lingüístico del papel representado por E tru ria incluso en la form ación de las leyendas rom anas: el cognomen del Horacio defensor del puente, Cocles “el tu e rto ”, no es m ás que la form a etrusquizada de Κύκλωψ, o tra vez con o por u.

C é l t ic o

El imperio etrusco, debilitado en su centro por disensiones in ter­nas, recibió su golpe de m uerte a m anos de un nuevo grupo de inva­sores indoeuropeos. Los celtas, partiendo de su asentam iento en torno al curso alto del Rin y del Danubio, habían atravesado el p ri­m ero de dichos ríos en una fecha no an terior al 900 a. C. en direc­ción a lo que m ás tarde se llam aría la Galia. La invasión céltica de Italia, sin embargo, no tuvo lugar a través de los Alpes occidentales (así, Livio, 5, 33 ss.), sino por el Brennero y partiendo del Alto Rin hacia fines del siglo v a. C. En Italia se apoderaron de la llanura sep­tentrional com prendida entre los Apeninos y los Alpes, donde los restos por ellos dejados se superponen a los de la civilización etrus­ca. Hicieron retroceder a etruscos y um bros y enviaron expediciones de pillaje por toda la península, llegando a saquear la propia Roma en el 390 a. C. No parecen haber establecido asentam ientos perm a­nentes en parte alguna de Italia, excepto en la región conocida como Galia Cisalpina, y aun en ella fueron fácilm ente absorbidos po r las poblaciones circundantes, de modo que el galo dejó de hablarse en Ita lia hacia el 150 a. C. (Polibio, 2, 35, 4). E sta inestabilidad lingüís­tica, unida a su ignorancia del a rte de escribir, puede explicar el

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hecho de que únicam ente tres inscripciones escritas en galo se hayan encontrado en Italia, y sólo una en la Galia Cisalpina. Los galos, hablantes de la variedad del céltico conocida como céltico continen­tal, que se distingue inter alia por presen tar p como resultado de ide. q», aportaron al latín cierto núm ero de palabras procedentes de los siguientes principales cam pos sem ánticos :

Equitación y m anejo de carros: benna “carro de dos ruedas con caja de m im bre”, carpentum “coche de dos ruedas cubierto”, carrus “carro de cuatro ruedas”, cisium “vehículo ligero de dos ruedas”, covinnus “carro de guerra con guadañas en las ruedas”, essedum “carro de guerra”, petorritum “carruaje de cuatro ruedas”, reda “coche de viaje”, verëdus “caballo” (del híbrido bajo latino para­veredus derivan el al. Pferd y esp. palafrén) . m annus está atestigua­do po r Consencio como préstam o galo, pero es m ás probablem ente ilirio (véase supra, p. 50, y Ernout-M eillet, s. v.).

Milicia: cateia “(especie de) boom erang”, gaesum “jabalina”, lan­cea (véase supra), parm a “escudo ligero”, sparus “venablo” , cater­va = legio aparece citado a m enudo como préstam o galo al latín (Isidoro, Or., 9, 3, 46), pero puede ser palabra originariam ente latina perteneciente a la m ism a familia que cassis y catena.

Vestido: birrus “capa con capucha”, bracae “bragas, calzones” (palabra tom ada por los celtas al germ ánico), sagus, sagum “túnica, sayo”.

Varios: alauda “alondra”, betulla “abedul”, bulga “zurrón” (em­parentado con la palabra germ ánica de la que procede en inglés belly). De particu lar interés es ambactus “siervo”, palabra em plea­da por Ennio. Em parentada con el galés am aeth “siervo”, la palabra se abrió cam ino en el germánico, y es del gót. andbahti ( = al. Am t) de donde derivan fr. ambassade, etc.

L e p ó n t ic o

En el territo rio galo de la Ita lia septentrional, cerca de Bellinzo­na, se han descubierto huellas de un pueblo m isterioso que p rac ti­caba el rito de inhumación; los yacimientos han proporcionado ins­cripciones escritas en la lengua llam ada “lepóntica” . Esta lengua, indoeuropea sin duda alguna, pertenece al grupo centum y al igual que el galo hizo pasar ide. f a p (si es que la enclítica -pe es real­m ente equivalente a lat. que). Como el céltico y el latín, form a el genitivo de singular de los tem as en -o- en -i. O tra sorprendente peculiaridad es que el nom inativo de singular de los tem as en -n - term ina en -u, lo mismo que en galo. Se ha afirmado adem ás que de unos setenta nom bres propios conocidos, al m enos cincuenta

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tienen correspondencia en galo. Por o tra parte, muchos topónimos de la región presentan el sufijo -asco, -asea. Esto sugiere, p o r lo menos, un sustra to lígur (véase in fra), pero por la época de estas inscripciones (siglo xx a. C. en adelante) toda esa parte de Italia había sido invadida por los galos, de modo que algunos estudiosos autorizados m antienen que el “lepóntico” debe considerarse como dialecto céltico. Otros ponen mayor énfasis en los caracteres no- célticos (por ejemplo, la pretendida conservación de p- inicial en pala “lauda fúnebre” (?) y las diferencias en el sistem a de nom bres personales), clasificando esta lengua como celto-lígur. Mas esta diferencia entre las dos concepciones parece ser de simple én­fasis, dado que am bas están de acuerdo en atribu ir las inscripcio­nes lepónticas a un pueblo céltico asentado en lo que originalm en­te sería territo rio “lígur”.

L íg u r

E ntre los antiguos pueblos del M editerráneo occidental encon­tram os al de los lígures. Si eran autóctonos o una tribu m ás de invasores ide., es un debatido problem a que debemos considerar brevemente. Ein época histórica aparecen como un típico pueblo “re­liquia”, habitando tierras pobres e inaccesibles, a las que se habían visto confinados por la presión de pueblos m ás poderosos. Pero es seguro, por el testim onio combinado de los autores antiguos y de los topónim os, que en un tiem po se extendieron por un área mucho m a­yor de la Europa occidental, llegando haáta la llanura del Po y por el su r hasta E truria y, según algunos autores, incluso hasta Roma y el Lacio. E sta área se corresponde a grandes rasgos con la d is tri­bución de los topónimos form ados con el sufijo -se- (por ejemplo los hidrónim os Vinelasca, Tulelasca, Neviasca, etc.). También tene­m os noticias de lígures en Córcega; incluso de los sículos se ha afir­m ado que eran lígures em pujados a Sicilia po r um bros y pelasgos. Tanto en Sicilia como en Liguria encontram os los topónimos Entel­la,, Eryx y Segesta. La lengua de los lígures ha sido descrita como indoeuropea “por encima de toda duda” , 10 con base en que las pa­labras lígures como asía, λεβηρίς “gazapo, conejo”, saliunca “vale­riana” son todas indoeuropeas, y en que muchos de los topónimos tam bién lo son: por ejemplo el río Porco-bera “que lleva salm ones”, el m onte Berigiema “que lleva nieve”, la ciudad de Bormiae “fuen­tes calientes”, todos los cuales son restos de un dialecto ide. que po r el testim onio fonético no puede ser considerado ni itálico ni

10. W h a t m o u g h , F oundations, p. 129.

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céltico. Esta tesis de que el lígur sea una lengua indoeuropea choca con el testim onio de la arqueología, pues implica una invasión, se­gún puede presum irse, procedente de la zona de los lagos de Italia, de la que no hay huellas en las culturas prehistóricas de la región. Esto nos hace volvernos a la hipótesis de que el lígur fuera hablado por los descendientes de los habitantes neolíticos de la región. Que de hecho los lígures fueron los ocupantes prim itivos de su háb ita t histórico parecen indicarlo las relaciones lingüísticas con el sículo que ya hemos examinado. Así las cosas, se ha afirmado con no m enor seguridad que el lígur es no-indoeuropeo (H. K rahe), y que el ca­rác te r ide. de algunos de los topónim os ha de explicarse po r la h i­pótesis de que un pueblo ide. se hubiera superpuesto en un m om en­to dado a la población neolítica. La polém ica parece resolverse en una discusión de definición y cronología. Quienes defienden el carác­ter indoeuropeo del lígur adm itirían seguram ente que ello implica una invasión y sometimiento de la población preexistente, de la que, por o tra parte, se supone que habría emigrado desde África del norte a Ita lia a través de España y Francia (OCD,11 “Ligurians”) . La cuestión ahora es a quiénes hay que asignar el nom bre de “lí­gures”, y luego en qué fecha llegó el pueblo al que tenemos que a tribu ir las palabras y topónim os indoeuropeos adm itidos por am ­bos bandos. Dejarem os la cuestión de lado con unas palabras de prudencia. La interpretación de los^ topónim os prehistóricos es en gran medida un dominio de la conjetura. Lo incierta que resulta podemos verlo por un ejemplo clave. El orónim o Berigiema m encio­nado en la Sententia M inuciorum ha sido analizado, según hemos visto, como Beri-giema “que lleva nieve” (bher + *gheiem). Esto im ­plicaría que el pueblo que hubiera puesto este nom bre hablara una lengua centum, pero quedando su pertenencia al grupo itálico ex­cluida por su tratam iento de la oclusiva aspirada (bh > b). Ahora bien, toda esta construcción cae por su base si, como ha sugerido un estudioso digno de crédito, tenemos que analizar la palabra como Berig-iema.

E l SUSTRATO MEDITERRÁNEO

Desde los lígures dirigimos ahora nuestra atención a las contri­buciones lingüísticas debidas a los pueblos m editerráneos autócto­nos en cuya tie rra se establecieron los protolatinos. Aquí nos encon­tram os en seguida con una dificultad metodológica, dado que tenemos poco o ningún conocimiento directo de las lenguas p re ­

ll. O xford Classical D ictionary.

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indoeuropeas de Italia. No es suficiente m irar a todas las palabras latinas sin etimología ide. como preindoeuropeas. Las corresponden­cias en o tras lenguas pueden haberse perdido, o haberse tran sfo r­m ado la palabra latina por las incontables fuerzas innovadoras que actúan en toda lengua, sin que podam os ignorar tampoco la posi­bilidad del préstam o de lenguas desconocidas con anterioridad a la invasión de Ita lia por los protolatinos, ni la de la creación inde­pendiente. Es posible, sin embargo, alcanzar una aceptable certeza en algunas clases de palabras. Se ha observado que las palabras de sustra to que significan rasgos topográficos y anim ales y p lantas indígenas son particularm ente resistentes en todas partes. Además, tales palabras trascienden las fronteras lingüísticas, y su carácter no ide. se descubre a m enudo por el hecho de que, a pesar de apare­cer en form as sem ejantes, no se las puede reducir a una form a origi­naria común. Un ejemplo bastante elemental lo ofrece la palabra que designa al m etal “plom o”. Las variantes que presen ta en las fo r­m as dialectales griegas (μόλυβδος, μόλιβδος, μόλιβος, βόλιμος) son de por sí indicio de préstam o cultural. En lat. plum bum el pareci­do, aunque vago, es inequívoco12. En los casos m ás favorables las palabras indígenas presentan tam bién rasgos morfológicos peculia­res que dejan fuera de toda duda razonable su procedencia. Esto es verdad, por ejemplo, de la palabra vaccinium. La palabra griega correspondiente es ύάκινθος. Nos encontram os ante un parecido ge­neral en la parte radical de la palabra, pero las diferencias son tales que excluyen el préstam o en cualquiera de las dos direcciones. Ade­m ás, la palabra griega tiene el sufijo -ινθο- que aparece en m uchos topónim os y nom bres de objetos de cu ltura (p. ej. Κόρινθος, άσά- μινθος “bañera”) atribuidos a la población prehelénica del Egeo. Por tanto , vaccinium puede atribuirse con u n grado claro de cer­teza al sustrato m editerráneo. En esta categoría de nom bres b o tán i­cos podem os incluir m enta (gr. μίνθη), viola (FÍov), lilium (λείριον), cupressus (κυπάρισσος con el sufijo egeo -σσο- que se encuentra tam bién en topónim os), laurus (las variantes griegas m uestran la señal de la procedencia foránea: δάφνη, δαυκον, δαύχνα, λάφνη), ficus (σΰκος, τυκον, arm . thus), citrus (κέδρος).

Si bien es indudable que estas palabras resultan en últim a ins­tancia réductibles a una fuente m editerránea común, queda tam bién en claro que no hay justificación p a ra postu lar una uniform idad lingüística en la form a de una “lengua m editerránea” antes de la

12. plum bum ha sido razonablem ente atribuido a l ibérico y puesto en re­lación con el vascuence berun. U na palabra “colonial” como ésta puede tom ar aspectos diferentes en las lenguas que la im portan.

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llegada de las diversas tribus indoeuropeas . 13 En el nom bre de la “rosa” , por ejemplo, hay una aceptable sem ejanza entre gr. Fρόδον y el irán, wrdi (persa gul) que aparece como préstam o en el arm . vard. En lat. rosa la consonante in terior resu lta desconcertante e im plica una fuente interm edia en la que -d - se hubiera asibilado . 14 Otro rasgo singular es que la -s- intervocálica se haya m antenido al m argen del rotacism o norm al en las palabras latinas (véase p. 231).

Ha habido tentativas, especialmente por p arte de estudiosos ita ­lianos, de aislar los caracteres de las lenguas m editerráneas. Así, partiendo de la alternancia de consonantes que aparece, por e jem ­plo, en Padus : Patavium : Bodincus o Bergom um : Pergamum, se han hecho deducciones acerca de la naturaleza de las consonantes oclusivas m editerráneas. Pero la frecuente aparición en otros luga­res de tales alternancias (por ejemplo, en los dialectos germ ánicos: Beet/bed, D ing/thing/ting) debe im poner precaución a tales vuelos de la fantasía. Por lo que se refiere al vocabulario, los dialectos m o­dernos, especialmente los de las regiones alpinas, han sido tam iza­dos en busca de palabras preide., y los estudiosos han llegado a ais­lar una serie com pleta referente a particulares del terreno que re­sultan de una semejanza sorprendente en su estruc tu ra fonética. Así, ganda “escom bro”, alba “roca”, balsa “pantano” , gava “arroyo”, etc. Se las ha com parado con palabras etruscas como lada “m u jer” y se ha sacado la conclusión de que las form aciones de este tipo eran predom inantes en las lenguas m editerráneas. Éste es un ori­gen aceptable p ara palabras latinas como baca “baya”, “uva” pues, como hemos visto m ás arriba, las palabras relacionadas con la viti­cultura suelen ser de origen m editerráneo. V arrón (£,. L., 7, 87) nos dice “vinum in Hispania baca”, y es ten tador recordar aquí el nom ­bre del dios del vino Βάκχος.

Métodos similares se han empleado en los in tentos de dar m a­yor precisión a la noción de las áreas dialectales m editerráneas. Así se ha aislado un sufijo m editerráneo occidental - it- partiendo de determ inativos de lugar como Gaditanus, Iliberritanus, Panorm ita­nus, etc. Sufijos sardos en -arr-, -err-, -u rr- se han encontrado en “form as ligeramente divergentes” en topónim os de Sicilia como

13. Según K r a h e (Indogerm anisierung, pp. 32 ss .), se deben distinguir dos áreas lingüísticas preindoeuropeas en Italia . Ita lia central y m eridional, y S ici­lia, sobre la base de los topónim os característicos en -ss - ( Tylessos en el B rut­tium, K rim issa en la Ita lia m eridional, Telm essos en S icilia ), en -νθ- (K o k y n - thus en el Bruttium ), etc., pertenecen al área egeo-anatolia . K rahe pone esto en conexión con las afirm aciones de los autores antiguos (como D ionisio de H alicarnaso, I, 23) acerca de la presencia de “p elasgos” en varias partes de la Italia central y m eridional. U n pueblo preindoeuropeo del M editerráneo oc­cidental eran los “lígures” (véase supra).

14. Asibilación de d tuvo lugar en oseo y m esapio.

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"Υκκαρα, ’Ίνδαρα, Λιπάρα, y tras habérselos puesto en relación con el lat. suburra han sugerido la adscripción de las palabras la­tinas arcaicas acerra “naveta para incienso” y vacerra “pilar, poste” a una fuente m editerránea occidental.

Partiendo de los confusos y fragm entarios testim onios que he­m os examinado en las páginas precedentes, podemos in tentar aho­ra el esbozo de los movimientos masivos de pueblos que llevaron a la indoeuropeización de la península apenina y com pendiar las m úl­tiples influencias que conform aron la historia prim itiva de los la ti­nos y su lengua en su nuevo asentam iento. Los prim eros invasores hablantes de una lengua indoeuropea y procedentes de la Europa central fueron los antepasados de los sículos. Los segundos en llegar fueron los protolatinos, seguidos por los hablantes de los “dialectos itálicos”. Sobre estos pueblos cayeron las varias tribus de invaso­res ilirios, quienes tal vez produjeron el em puje que arrojó a los protolatinos de su asentam iento en el valle del Po hacia su solar histórico en el Lacio. Una vez que se mezclaron en su nuevo em pla­zamiento con un pueblo del grupo osco-um bro, tuvieron que sopor­ta r una nueva fuerza organizativa y civilizadora en form a de dom i­nación etrusca. H asta dónde llegó duran te el período de suprem acía e trusca este amalgam am iento de pueblos en el camino conjunto ha­cia una nueva unidad puede adivinarse, según vimos ya, por el e s tu ­dio de los nom bres de persona. Sobre esto ha escrito K rahe (Indo- germanisierung, pp. 58 ss.) :

d en tr o d e l s is te m a d e lo s tr e s n o m b r e s u n e tr u sc o p u e d e llevar n o m ­b r e s la t in o s o u m b r o s o il ir io s , o b ie n u n la t in o p u e d e ten er un n o m b r e e tr u sc o o ilir io , u n ilir io u n n o m b r e o s e o o c é lt ic o o e tr u sc o , e tc . P u e d e o cu rr ir ta m b ién , a u n q u e ra ra m en te , que c a d a u n o d e lo s tr e s n o m b r e s , p ra e n o m e n , n o m e n y c o g n o m e n , p e r te n e z c a a u n a le n ­gu a d is t in ta . E s to d e ja ver m u y c la r a m e n te q u e e s ta b a co m en za n d o u n p r o c e so d e fu s ió n a la m a y o r e sc a la , q u e a ca b ó a la p o str e p o r co m p le ta rse .

Por último, fue bajo la tutela etrusca como los rom anos com en­zaron el aprendizaje de las “artes y disciplinas” dé la Grecia que iba a du rar todo a lo largo de su h istoria cultural.

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C a p ít u l o III

LOS DIALECTOS LATINOS Y LOS PRIMEROS TEXTOS

Hemos examinado hasta aquí los testim onios que se refieren a la prehistoria de la lengua latina y llegado a la conclusión provisio­nal de que los protolatinos eran una tribu indoeuropea con origen en la Europa central que penetró en Ita lia hacia el final del segundo milenio antes de Cristo. Llegados al Lacio hacia el siglo x a. C., los latinos se asentaron form ando comunidades rurales dispersas o populi que se unieron en confederaciones de vinculación poco es­tricta. La propia Roma tuvo origen en un synoecismus de pueblos latinos incinerantes y sabinos inhumantes. En el terreno político es­tos diversos populi latinos se aliaron en térm inos de igualdad, esta­do de cosas que se prolongó, con excepción del período de dom ina­ción etrusca, hasta el siglo iv, en que Roma se impuso gradualm ente sobre sus herm anos m ás débiles, acabando por reducirlos en el 338 a la condición de aliados sometidos. Fue esta supremacía política de Rom a la que llevó gradualmente al desplazamiento de los dialectos del Lacio por obra del latín de Roma. Sin embargo, que el rom ano era en un principio simplemente uno m ás de los num erosos patois latinos resulta evidente por el testimonio de las prim eras inscrip­ciones en lengua latina.

Por ejemplo, entre las inscripciones encontradas en el te rrito rio de Falerii (Cività Castellana) hay una en la que se lee foied vino pipafo era carefo — hodie vinum bibam eras carebo. Tenemos ejem ­plificada aquí una peculiaridad fonética que distinguía al latín de Roma de los dialectos rurales y también de los demás dialectos itá li­cos, a saber, el paso de - bh- a -b- entre vocales, frente a la - /- rústica. Un desarrollo paralelo afectó a la -dh- originaria, -d - en Roma fren ­te a - /- falisca, si es que efiles está correctamente interpretado como aedilis. A pesar de su coincidencia en este punto con el osco-umbro, el falisco era un dialecto de tipo latino, pues en él aparece qu como resultado de *q», que en osco-umbro se convirtió en p (véase supra).

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O tros puntos de fonética que distinguen al falisco del latin son su tratam iento de los diptongos (ai > ë, como en pretod = praetor; ou > ö, como en lo fe rta 1 = liberta) ; y la caída de consonantes fina­les: cra(s), zenatuo(s), s ta (t) , m a te(r). En la morfología podemos destacar el dativo singular de la segunda declinación en -oi (zextoi), la desinencia secundaria de tercera persona de singular -d (douiad = det), el fu turo en (carefo, pipafo) y el perfecto reduplicado fifi- ked = finxit (?). Se ha hablado mucho de un supuesto genitivo en -o sio de la segunda declinación. Pero el único ejemplo aducido es u n kaisiosio 2 que está abierto a la sospecha de ser una ditografía, m ientras que hay muchos ejem plos seguros del genitivo latino n o r­m al en -i. Hemos reservado p ara el final un punto interesante de fonética: la oscilación entre / y ft en inicial de palabra: hileo y filea, haba = lat. jaba, pero foied = hodie. Este fenómeno se encuentra tam bién en sabino y en etrusco, lo cual sugiere que en el falisco podem os tener una lingua latina in bocca toscana. En todo caso el mism o fenómeno aparece tam bién en el dialecto latino de Preneste (Palestrina), donde se han detectado o tras influencias etruscas.

De Preneste procede el m ás antiguo texto latino conocido. En una fíbula que data del siglo vx a. C. están escritas en caracteres griegos las palabras: Manios : m ed : vhe : vhaked : numasioi = Ma­nius m e fecit Numerio. Volvemos a encontrar aquí el dativo en -oi y o tro perfecto reduplicado, fefaced, en lugar del heredado fëcit conservado en el latín de Roma. Reaparece en las form as oseas fefaeust, fefakid, hecho que quizá puede explicarse por la posición geográfica de Preneste en la fron tera lingüística entre latín y oseo. Tanto fefaced como Numasioi presentan plenam ente conservadas sus vocales interiores. Mas es posible que en una época tan tem pra­na tam poco el latín de Rom a hubiera experim entado su caracterís­tico debilitam iento de vocales átonas (véanse pp. 220 s .) . Otro rasgo del prenestino es el paso d e i a e ante vocal (conea, fileai) y en síla­ba in terio r abierta (Orcevia = Orcivius; cf. Varrón, R. R., 1, 2, 14: “rustici etiam quoque viam veham appellant et vellam non villam”) . P o r o tra parte, en sílaba cerrada ante r, e pasó a i (Mirqurios, cf. stir cus en Lucania y tam bién oseo amiricatud = im m er cato). Así, el lat. firm us frente a ferm e puede ser form a dialectal, y un sim ilar origen dialectal puede atribu irse razonablem ente a hircus.

En el tratam iento de los diptongos el prenestino, como otros dialectos rústicos, d iferia del rom ano. En posición final -äi > à (dat. Fortuna, primocenia); ai y ë (Esculapio); et > e (Hercole); oi > δ (coraveron ~ curaverunt) ; eu > ou > ö (Poloces < Πολυδεύ­

1. Sobre esta palabra, véase p. 220.2. Cf., sin embargo, eco quto levo ten osio , “yo soy el κώ θω ν de I .” ( V e t t e r

en “G lotta”, 1939, 163 ss.).

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κης) ; au > ó (Plotía). AI igual que en falisco, s se pierde en final de palabra (nationu = nationis), pero se conserva ante consonantes na­sales, posición en la que se perdía en rom ano (losna ~ lüna < *louks- nä). En cuanto a morfología, podemos m encionar los nom inativos de plural en -es de la segunda declinación (m agistere(s)), form ación que se encuentra tam bién en otros lugares, como Tibur, capua y Falerii. O tro fenómeno general en latín no rom ano es el genitivo singular en -us (-os) ejemplificado en nationu(s ) . Tam bién en el vocabulario tenemos algún testim onio de que los dialectos rurales diferían del de Boma. Así, sobre la palabra nefrendes escribe Festo: “sun t qui ne- frendes testículos dici putent, quos Lanuvini appellant nebrundines, Graeci νεφρούς, Praenestini nefrones”. Tenemos aquí un térm ino dia­lectal para “riñones” em parentado con el alem án Niere, en tan to que el latín romano empleaba rênes. Las variantes fonéticas nefrones, ne- frundines, nebrundines, que presentan - /- y -b - respectivam ente, son dignas de mención. O tra palabra antigua conservada en latín rústico pero perdida en el dialecto de Rom a es la prenestina tongitio, nom bre verbal del verbo tongeo, em parentado con el inglés think. Sobre ella escribe Festo: “tongere nosse est, nam Praenestini tongitionem d i­cunt notionem ”. También el oseo presenta una palabra de esa raíz en tanginom “sententiam ” .

Aparte de las prenestinas y faliscas, las inscripciones latinas “a r ­caicas” de o tras localidades presen tan o tras acusadas diferencias respecto al latín de Roma, adem ás de las ya m encionadas incidental­mente. Será conveniente un resum en de las m ás im portantes.

Entre las cuestiones de fonética podem os m encionar el paso de d a r ante labial, como en arvorsum y arfuísse (cf. volseo arpatitu = affundito y m arso apur finem ). Por ello arbiter puede ser palabra dialectal. La violenta síncopa de vocales átonas ejemplificada en form as como lubs por lubë(n)s, dedront por dederunt y cedre por caedere es sólo aparente, porque en m uchos casos los signos conso­nánticos pueden tener valor silábico: b = be, d — de y c = ce. El tratam iento dialectal de los diptongos se refleja en la declinación de los nombres, por ejemplo en los dativos de singular Locina y Diane (ambos < äi), Marte (é < ei), etc.

En la prim era declinación el nom inativo de p lural m antiene con frecuencia la antigua desinencia -äs (matronas, quas), m ientras el dativo de plural aparece una vez en la form a -as (< äis: devas Cor- ñiscas). Sobre el genitivo de singular en -aes (Aquiliaes) véase p. 242. Entre las particularidades dialectales de la segunda declina­ción, el pretendido plural en -ös aparece solam ente en nom bres gentilicios precedido de dos praenomina y que indican hijos del m is­mo padre. Por eso las form as en -o(s) pueden in terp re tarse como de singular. En el verbo, como desinencia m edia de la segunda p er­

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sona de singular, aparece frecuentem ente -us en lugar de la del latín clásico -is: spatiarus. En el deda{nt) de CIL F 379 tenemos una fo r­m a reduplicada de do como en umbro. Puede verse la influencia de! oseo en las form as de im perfecto fundatid, proiecitad, parentatid de Luceria (Apulia), acerca de las cuales véase p. 276.

Del latín de la propia Rom a no tenemos m ás que algunos vis­lum bres desesperantem ente insuficientes hasta fines del siglo n i, en que los textos se hacen m ás abundantes. [Nota 7.] La inscripción m ás antigua es la escrita sobre un cipo m utilado encontrado en 1899 bajo una piedra negra que era considerada como indicadora de la tum ba de Rómulo. Sobre este cipo, que data del siglo v aproxim ada­mente, está escrito verticalm ente en bustrófedon un. texto (n.° 3) cuya evidente antigüedad e im portancia para la h istoria del latín ha excitado el ingenio de los estudiosos. Ha recibido in terpretacio­nes varias, como la de reglam entación referente a los privilegios del rex sacrörum, ley de Tarquinio Prisco com puesta en saturnios, ley de Tarquinio el Soberbio concerniente al botín de guerra, etc. De las palabras de la parte conservada del texto parece haber acuerdo en que quoi = qui, sacros — sacer, recei = regí, iouxm enta = iümenta, iouestod = iüstö. Esto añade poco al conocimiento del latín que no habíam os adquirido todavía por la reconstrucción. No menos des­concertante resu lta la inscripción escrita sobre una vasija de tres com partim ientos encontrada en 1880 en el valle situado en tre el Q uirinal y el Viminal (n.° 2). En la prim era línea es posible desci­fra r las palabras deiuos, qoi, med, m itat, cosmis, virco, siet, pero el sentido del conjunto todavía se nos escapa. En la segunda línea nada es seguro. Las tres prim eras palabras de la tercera línea due­ños m ed feced significan evidentem ente Bonus me fecit. En fin, si bien los testim onios prim itivos añaden pocos datos positivos a nues­tro conocimiento del prim itivo latín, sí perm iten concluir que entre los siglos v y i n a. C. el latín cambió tan drásticam ente que los estudiosos ya no pueden com prender los textos de época anterior. Es probable que los propios rom anos se vieran en la m ism a dificul­tad, 3 a juzgar por el Carmen Arvale incluido en las actas de los r i­tos de los Fratres Arvales correspondientes al año 218 d. C. Nos encontram os ante un texto ritual con origen en un período muy

3. Esto está expresam ente atestiguado por Polibio (3, 22, 3) al hablar del tratado hecho entre Rom a y Cartago al año siguiente de la expulsión de los reyes: “M ás adelante doy una traducción tan precisa como puedo. Pues hay una diferencia ta n grande entre el dialecto hablado por los rom anos de hoy y la lengua antigua, que algunas partes a duras penas pueden elucidarse aun d es­pués de un cuidadoso estudio por las personas m ás in te ligen tes” (véase T e n n e y P r a n k , An econom ic survey o f an cien t R om e, I, pp. 6-7. [ N o t a 8.]

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rem oto que, transm itido a través de generaciones sucesivas de fun­cionarios religiosos, se había convertido en puro galimatías para quienes lo recitaban. Este texto (n.° 4) ha recibido reciente in te r­pretación de manos de E. Norden, quien lo traduce así:

(1) S a lu d , a y u d ad n os, L ares (tres v e c e s ) .(2) N o p e r m itá is que la p e s te o la c a tá s tr o fe ca ig a n so b re e l p u eb lo .(3) S a c ía te , fiero M arte; sa lta so b r e e l u m b ra l y q u éd a te a h í en p ie .(4) lla m a d p o r turno a to d o s lo s S e m o n e s.(5) S a lu d , ayú d an os, M arte.(6) tr iu m p e. [N ota 9.]

El himno se cantaba en una cerem onia que tenía lugar en el lí­m ite (limen empleado en sentido m etafórico, cf. postlim inium ) del ager Romanus. Se im plora en prim er lugar la ayuda de los Lares (que son los agri custodes, cf. Tibulo, 1, 1, 9). Luego M arte, que no es sólo el fiero dios de la guerra, sino tam bién el p ro tector de las co­sechas, la casa y las instalaciones rurales, es requerido para que ocupe su lugar sobre el “um bral” y p ro te ja a la tie rra de las cala­midades. Los Semones son un grupo de divinidades del que poco se sabe, pero Norden sugiere que se tra ta de potencias divinas, agentes ejecutores, por decirlo así, de los dioses suprem os: “Los Semones, manifestaciones de los poderes que protegen al pueblo, p restarán su colaboración.” P untos de interés lingüís­tico son la interpretación de enos como ë (partícula aseverativa como gr. íj) m ás nös; el retrúecano lue(m) rue(m) {rúes en lugar del posterior ruina; del mismo grupo sem ántico podemos citar labes, strâgës, tâbës); sins aparece probablem ente por sinäs; fu es un imperativo de la raíz *bhu, de la que salió una parte tan consi­derable de la conjugación del verbo “ser” ; berber es una form a re­duplicada de un tema dem ostrativo que aparece tam bién en la fórm ula augural ullaber arbos (Varrón, L. L., 7, 8; véase p. 73), alter- nei parece ser una form a de locativo em pleada adverbialm ente con el sentido de “por turno, alternativam ente”, advocapit es una form a apocopada de advocapite, futuro empleado como imperativo. Es evi­dente que en este documento tenemos un texto latino de extrem a antigüedad, si bien con algunas modernizaciones superficiales (así, pleoris por pleoses) y posibles corrupciones. Pertenece a una an ti­quísima ceremonia situada en el corazón de la religiosidad oficial romana. Con todo, Norden ha aducido pruebas de peso que indican que incluso un documento tan antiguo de la latinidad rom ana debe mucho en contenido, estructura y form ulación a modelos griegos.

La influencia griega se deja ver tam bién en o tro docum ento fe- chable en el siglo v a. C.: las X II Tablas. Con ellas pasam os a una fuente de información sobre la latinidad prim itiva aún m ás turbia:

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para nuestro examen de las X II Tablas no tenemos testim onio ep i­gráfico de prim era mano. Hayan sido o no destruidas las tablas de bronce originales en el saqueo de Roma del 390 a. C., desde luego “al final de la República no existía ningún texto autorizado” 4. Nuestro conocimiento del texto de las Tablas procede de citas o paráfrasis de autores a p a rtir del siglo i a. C., especialm ente Cicerón y los ju ­ristas. Los propios rom anos creían que cuando los patricios fueron obligados por la presión de los plebeyos a consentir en redactar un código jurídico, se había enviado una em bajada a Atenas para es­tu d ia r la legislación de Solón, y que después de su regreso los de­cem viri habían redactado el código, que habría sido inscrito sobre diez tablas de bronce y fijado en la plaza del m ercado (450 a. C.). Las sem ejanzas de contexto y form ulación con los prim itivos códi­gos legales griegos, por ejem plo el de G ortina (Creta), hace vero­sím il que este origen legendario contenga un núcleo de verdad. El origen griego de este docum ento fundam ental del derecho rom ano explicaría por qué una palabra tan central del vocabulario legal como lat. poena es u n préstam o griego (ποινή). La enorm e im portancia de las X II Tablas con relación al desarrollo de la lengua literaria de los rom anos puede valorarse por la observación de Cicerón (De leg., 2, 4, 9) : “a parvis enim, Quinte, didicim us si in ius vocat atque eius- m odi alias leges nom inare”. La significación del hecho de que un texto que los escolares rom anos se aprendían de m em oria estuviera basado en modelos griegos será estudiada m ás a fondo en nuestro capítulo acerca del desarrollo de la lengua literaria. Los rasgos lingüísticos arcaicos de los textos que los accidentes de la tradición nos han conservado serán examinados en la segunda parte de este volumen. Para ejem plos véase el Apéndice.

E ntre los textos prim itivos conservados en los escritos de au to ­res rom anos posteriores hay otros cuya evidente antigüedad los hace particularm ente valiosos para nuestro conocimiento del latín p re ­li terario. Entre ellos está la fórm ula augural conservada en Varrón, L. L., 7, 8. Tales fórm ulas se habían hecho en gran m edida in inteli­gibles a los rom anos de siglos posteriores y fueron objeto de in te r­pretación y controversia por p arte de gram áticos y lexicógrafos, se­gún se ve por el com entario de Varrón: “quod addit tem pla u t sint tesca, aiunt sancta esse qui glossas scripserunt. Id est falsum nam .. Damos un texto de la form ula esencialm ente acorde con la restau ra­ción e interpretación de Norden (véase, sin embargo, la crítica de K. Latte, “Philologus”, XCVII, 1948, pp. 143 ss.) :

4. J o l o w i c z , H istorical in trodu ction to R om an law, p. 106.

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tem p la te sc a q u e m (e a e ) ñ n e s ita su n to q u oad eg o e a s te lin g u a n u n cu p a u er o o lla n e r a rb o s q u irq u ir e s t q u am m e se n t io d ix is s e tem p lu m te sc u m q u e m (e a ) f ( in is ) e s to in s in is tr u m o lla b er a rb o s q u irq u ir e s t q u o d m e s e n t io d ix is s e tem p lu m te sc u m q u e m (e a ) f ( in is ) e s to <in> d e x tr a m in te r ea c o n r e g io n e c o n sp ic io n e c o r tu m io n e u tiq u e ea s r e c t is s im e se n s i.

El augur está ocupado en señalar el tem plum den tro del que se han de observar las señales. Ante él está una porción de suelo consi­derada de carácter sobrenatural (cf. Accio, 557 W.: “quis tu es m or­talis qui in deserta et tesca te apportes loca”, y Varrón, L. L., 7, 10: “loca quaedam agrestia, quod alicuius dei sun t”) . En la prim era p a r­te de la form ula el augur escoge dos árboles, a derecha e izquierda, y proclam a que cada uno de ellos es tem plum tescumque. tem plum tiene aquí el significado de “lím ite”, en tan to que tescum subraya que se tra ta de terreno sagrado. Virgilio parece hacerse eco de esta frase augurai en su lim ina laurusque (Aen., 3, 91). Las dos últim as líneas están m utiladas y oscuras. Varrón parafraseó su sentido en los térm inos “dentro de ellos están delim itadas las regiones en las que los ojos han de observar”. Los tres nom bres abstractos en -io pue­den ser activos como obsidio o pasivos como regio, dicto, etc. El p re ­fijo con- en compuestos verbales tiene valor perfectivo (p. ej. confi­cere). Al mismo grupo sem ántico pertenece condicio de la extendida raíz ide. *deik/d ik que significa “señalar, indicar” . Así, condicio significaba en un principio “la acción de señalar” o bien “al terreno señalado”. Aparecía originariam ente en contextos referentes al a rre ­glo de disputas territoriales (cf. aequae condiciones), de m odo que en ciertos contextos condiciones es sinónimo de pax, o tra palabra re ­ferente al señalamiento de lin d es5 (*pag "clavar”, cf. päla “estaca'”). Así, conregio, etc., pueden significar el espacio com prendido en tre ciertos límites trazados por el acto físico de trazar líneas (conregio), utilizando la vista (conspicio), y po r una operación m ental (cortu­m io). inter tiene aquí su m ás antiguo significado. Es la form a sepa­rativa de in caracterizada por el sufijo -ter (véase p. 254). Como in, podía en origen ir con ablativo locativo. La fórm ula ta l como se nos aparece está incompleta y sin duda term inaba con una invocación a la divinidad en la línea de la fórm ula citada po r Livio, 1, 18, 9: “u ti tu (luppiter) signa nobis certa adclarassis in ter eos fines quos feci”. Puntos lingüísticos de interés, aparte el arcaísm o técnico tes- quom, son los dem ostrativos easte — istas, ollaner y ollaber (para

5. Para la sem ántica de las palabras que designan a l “h ito ” véase m i T he Indó-european origins of G reek ju stice (“Trans. Philol. Soc.”, 1950).

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-ner cf. osco-um bro ner = sinister y gr. νέρ-τεροι = inferi, sinistri; p a ra -ber cf. el reduplicado berber visto m ás a rr ib a ), quirquir = ubicum que con una form ación adverbial con -r sim ilar a la del ing. where, there, lit. kur, y lat. quör, cür (véase p. 281).

E ntre o tras fórm ulas religiosas conservadas por autores poste­riores podemos citar las plegarias incluidas en las instrucciones que Catón da a los agricultores (De agr. cult., 132, 1, y 134, 3). Los ritos descritos pertenecen al estra to m ás antiguo de la religión rom ana, y entre las plegarias las m ás llam ativas por su fraseología son las dirigidas a Juppiter Dapalis y a Jano al hacer la ofrenda de una strues, de un fertum o de vino. Por ejemplo “postea laño vinum dato sic: «lañe pater u ti te strue ommovenda bonas preces precatus sum , eiusdem rei ergo m acte vino inferio esto.» postea Iovi sic: «Iuppiter, m acte isto ferto esto, m acte vino inferio esto.»”. No puede dudarse de que tenem os aquí “antiguas plegarias rom anas in ­discutiblem ente genuinas, sacadas de los libros de los pontifices y conservadas en su estado original palabra por palabra” 6. Un té rm i­no técnico que recurre constantem ente en estas oraciones es la m isteriosa palabra macte. El significado del térm ino, sin duda de gran antigüedad, era sólo vagamente com prendido incluso en la épo­ca republicana y degeneró en una simple exclamación de congratu­lación: m acte virtu te “ ¡bravo!” . La etimología popular conectó m ac­te, m actus con magnus y se lo explicó como magis auctus. E sta explicación goza todavía hoy de cierto predicam ento, considerándose m actus como participio de un verbo *mago. Sin embargo, la serie mactus, mactare, m agm entum puesta en paralelo con aptus, aptare, am m entum de apio sugiere un verbo básico *macio. O tros para le­los morfológicos como lacio de lax, opio de ops hacen verosímil que *macio se encuentre conectado de modo sim ilar con un nom bre *max cuyo dim inutivo sería macula “m ancha” . El significado de “rociar, a sp erja r” que así se elucidaría para macio, m actus, mactare, como verbos aplicados a un acto ritual concreto está confirmado por los contextos en que estas palabras están atestiguadas. P o r ejemplo Servio escribe sobre Aen., 9, 641:

M a cte , m a g is a u c te , a d fe c te g loria . E t e s t se r m o tr a c tu s a sacris: q u o tie n s en im a u t tu s a u t v in u m su p er v ic t im a m fundebatur, di­c eb a n t “m a c tu s e s t ta u r u s v in o v e l tu r e ”.

No hay nada de sorprendente en la evolución sem ántica de una pa la ­b ra que denotaba originariam ente un acto ritual especial hacia los sentidos m ás generales de “sacrificar” , “dar culto” , “consagrar” . De los m uchos ejem plos disponibles de num erosas lenguas baste con m encionar uno latino: immolare, originariam ente “espolvorear ha-

6. W ard F ow ler, R eligious expérience of th e R om an people, p. 182.

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riña sobre la víctima”. Pero tal vez el paralelo m ás sorprendente lo proporciona la palabra ing. bless “consagrar”, “bendecir”, que pue­de emplearse en algunos contextos para traducir maete y mactare, bless se rem onta al germ. *blôdisôjan (véase OED, 7 s. v.), derivado de *bl6do “sangre”. Significando en origen “rociar con sangre del sacrificio”, evolucionó tanto su sentido que en la época de la con­versión inglesa fue escogido para traducir el lat. benedicere con todas sus asociaciones de “venerar, alabar a Dios, invocar bendicio­nes, bendecir a una divinidad”, etc. A la vista del uso de macte en ritos dirigidos a Jano, las observaciones del OED sobre el significado original del aing. bloedsian son de particu lar interés :

S ig n ifica d o o r ig in a l (p rob .) h a cer “sa g r a d o ” o “sa n to ” oon san gre; con sa g ra r p o r m e d io d e a lg ú n r ito sa c r ifica l q u e s e ce leb ra b a p a ra h a cer u n a c o s a in v io la b le p o r e l u so p r o fa n o d e lo s h o m b r e s y la in flu en c ia p e r n ic io sa d e h o m b r e s o d e m o n io s ( la a sp e r s ió n co n sa n ­gre d e l d in te l y la s ja m b a s d e la p u er ta , E xod., X I I , 23, p a r a h a c e r ­lo s sa n to s p ara e l S eñ o r e in v io la b le s p a r a e l Á n g el E x term in a d o r , era a l p a recer e l t ip o d e id e a ex p resa d o p o r b lo e d s ia n en lo s t ie m ­p o s p r e c r is t ia n o s ) .

Hay pues acuerdo general en que la aspersión cerem onial descrita como mactare era algo así como un rito que transfería a la víctim a de la esfera de lo profano a la de lo sagrado. Así, V arrón describe a un cerdo que recibe tal tratam iento como mola m actatus (Men., 2, Bue.) “rociado con harina (que consagra)” .

Es ahora el momento de pasar de estos escasos restos del latín arcaico a averiguar cómo el latín de Roma fue reem plazando gra­dualmente a los demás patois de Lacio. Este proceso lingüístico fue, como todos, reflejo y consecuencia de hechos políticos y sociales. Hacia mediados del siglo v a. C. el pueblo sabélico de las m ontañas comenzó a descender a las llanuras. La tradición sostiene que el Capitolio fue ocupado po r los sabinos y Tusculum por los ecuos. A la vista de este peligro el pueblo de Roma y las dem ás comunidades latinas se vieron forzadas a una cooperación político-m ilitar en la que Roma fue asumiendo gradualm ente el papel preponderante. Las amenazas de los diversos enemigos provocaron la alianza con los latinos de 358-354, con los ecuos de T íbur y Preneste en 354-350 y con los faliscos en 343-339. A la postre estalló el conflicto entre Roma y sus aliados, y hacia el 335 los latinos se encontraban ya bajo con­tro l romano; sus ciudades quedaron reducidas a la condición de municipia; su territorio , bajo la supervisión de colonias rom anas. Ahora bien, la consolidación rom ana no se produjo por la vía de la

7. Oxford English D ictionary.

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supresión, sino de la absorción. D urante este período vemos a fam i­lias de origen no rom ano desem peñando papeles prom inentes en los asuntos de Roma. La anexión del Lacio abrió el consulado a las fa­milias nobles de las com unidades conquistadas, y Cayo Marcio R ú­tilo, el prim er d ictador plebeyo, era de origen volsco. Fue sin duda este aflujo y absorción de elementos no rom anos por el Estado ro ­m ano el que transform ó el dialecto de Rom a en un la tín m etropo­litano, algo asi como el inglés estándar, que, si bien es básicam ente el dialecto de las clases educadas y com erciantes de Londres, surgió de la fusión de elementos procedentes de muchos dialectos d istin ­tos. Típicas consecuencias de este proceso son los dobletes dialec­tales como whole y hale, sk irt y shirt, fo x pero vixen, raid y road, etc.; en la morfología, la desinencia de la tercera persona de singu­lar -s, que reemplazó a -th sólo a p a rtir de lös siglos xvi-xvii, es de origen septentrional, como lo son los pronom bres they, them, their. Del mismo modo el latín m etropolitano tomó palabras y form as de las zonas rurales. Éstas se revelan como in trusas por sus divergen­cias fonéticas. El diptongo ou evolucionó a ü en rom ano, a ö en c ier­tos dialectos rurales. Por tan to röbus y röbigo (< *reudh~) h an de considerarse intrusos rústicos en la m etrópoli. A estas palabras po­demos añadir, por el m ism o rasgo, ôpilio (en lugar del urbano upi­lio < *ovi-pilio). Se dice que domos e ra una form a rústica del ge­nitivo de singular de dom us em pleada por Augusto en lugar de dom üs (< *domous). El desarrollo dialectal au > ö señala como rústicas a palabras como clödus, cöda, cödex, lötus, lötium, lom en­tum., olla, ollula, plöstrarius, plôstellum (urbano plaustrum ), etc. En relación con el paso rústico de ae a ë podemos citar a Varrón, L. L., 5, 97 : “in Latino rure edus qui in urbe u t in m ultis A addito haedus”. Ciertos dialectos rurales se distinguían del rom ano por la ausencia del rotacism o, que hacia pasar la -s- intervocálica a - r - (/Zôs, flóris). A tales dialectos tenem os tal vez que atribu ir palabras latinas como adasia (“ovis vetula recentis p a rtu s”) , caseus, y nom bres propios como Caesar, Valesius, etc. casa, si realm ente deriva de *qatia, tiene que provenir de u n dialecto que asibilara la t ante i, cf. "o. Bansae = Bantiae, m arso Martses “M artiis”. En todo caso la -s- intervocálica no es rom ana. De m odo sim ilar, la - /- intervocálica frente a b o d u rbanas denuncia com o in trusos dialectales a las siguientes palabras; rüfus (< *reudhos, form a dialectal correspon­diente al rom . rüber < *rudhros), scrofa, vafer (tam bién vaber). Por últim o, la form a fonética de furnus (cf. fornax) y ursus (esperaría­m os * or sus, véase p. 224) sugiere que estas palabras vienen de d ia­lectos en que o pasó a u an te - r - en sílaba cerrada.

Que la Roma prim itiva era esencialmente una com unidad de ag ri­cultores resu lta evidente por el testim onio de la religiosidad bflcial

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rom ana, que, como se h a dicho, es la adaptación de un culto agríco­la, así como del prim itivo derecho rom ano, que refleja los intereses y conflictos propios de ios labradores. En un sugestivo trabajo J. Marouzeau ha señalado que la visión del mundo propia del labra­dor persiste en muchas palabras, m etáforas y proverbios rom anos. Así, pecunia refleja la valoración de la riqueza en térm inos gana­deros, según observó ya Cicerón, “tum erat res in pecore... ex quo pecuniosi... vocabantur” . De ahí que el locuples sea el que tiene “su parcela (locus) llena” . Tam bién em olum entum es probablem en­te en origen un térm ino agrícola, el que designaba la cantidad de harina procedente de m oler (molere) una cantidad dada de grano, (Sin embargo, la conexión que se ha supuesto entre el térm ino a r ­caico adoria “gloria m ilitar en cuanto recom pensa” y ador, adoris “una especie de grano, espelta” debe ser rechazada.) Tam bién laetus era una palabra ru ral que significaba “lozano, rico, productivo”, empleada para referirse a tierras y mieses (“quid faciat laetas sege­tes” , Virg., G., 1 ,1; “ager laetus”, Catón, Agr., 61, 2), así como a ani­males (“glande sues laeti redeunt”, Virg., G., 2, 520). Este sentido tan concreto se ve claramente en los derivados laetare “abonar” y lae­tam en “estiércol, abono” . En la lengua de los augurios un laetum augurium era el que presagiaba abundancia y prosperidad; de ahí el significado de “alegre, gozoso”. De modo paralelo, fëlix significa­ba originariam ente “lo que produce mieses” (los derivados en -le-, -äc-, -üc-, etc., son especialmente característicos del vocabulario rústico) y pasó luego a emplearse m etafóricam ente con el valor de “feliz, favorecido por los dioses, propicio”, almus, derivado de alere, m uestra una evolución semántica similar : se emplea con ager, terra, vitis, etc., y también con referencia a diosas conectadas con la fe rti­lidad, Ceres, Maya, Venus, probus deriva de *pro-bhuos y significa­ba “lo que crece en debida form a”, por ejemplo “probae... fruges suapte natura enitent” (Accio, Trag., 199 s. W.) Luego se empleó con un sentido metafórico moral. Una evolución sim ilar se observa en frugl, dativo de frux, que se empleaba en expresiones del tipo esse frugi bonae “ser capaz de dar buen fru to”. Se aplicó luego la ex­presión a personas con sentido moral, y en cierto m om ento bonae frugi se abrevió en frugi, que pasó a funcionar como adjetivo indecli­nable. luxus y luxuria parecen haberse referido en un principio al crecimiento incontrolado y desordenado de la vegetación; “luxuriem segetum tenera depascit in herba” (Virg., G., 1, 112). Se ha estable­cido una plausible conexión de estas palabras con el adjetivo luxus “dislocado, desplazado” (para el cambio de significado véase gr. λελογισμένος “afeminado”), pero otros autores consideran luxus como derivado de un desiderativo que contenía la form a alargada de la raíz que se ve en luo (cf. fluxus, laxus). Tam bién pauper era

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un térm ino agrícola que se aplicaba tan to p ara animales como p ara tie rras con el significado de “poco productivo” . De las faenas ag rí­colas provienen delirare, literalm ente “apartarse del surco” (lira), de donde “salirse del camino”, “esta r loco”, y praevaricari, form a de­rivada de varus “patizam bo”. En las faenas de labranza significaba “hacer un surco torcido” (“ara to r p raevaricatur”, Plinio, N. H., 18, 179) y pasó a em plearse en la lengua del foro para referirse al abo­gado que actúa en connivencia con la parte contraria. El m undo de intereses del ganadero resu lta evidente en el térm ino subigere “poner a la hem bra bajo el m acho” o “poner al buey bajo el yugo” , fënus “in terés” fue derivado por los antiguos de la m ism a raíz que fëlix. Se contem plaba al capital com o productor de fru tos: “fenus... a fetu quasi a fe tu ra quadam pecuniae parientis atque increscentis” (Varrón, ap. Gelio, 16, 12, 7); cf. gr. τόκος. Del a ta r a los animales proceden los térm inos impedire y expedire. Un animal cojo era pec- cus, de donde el derivado peccare (“solve senescentem m ature sanus equum , ne peccet ad extrem um ridendus et ilia ducat”, Hor., Ep. 1, 1 , 8·). incohare es literalm ente “unir al cohum ”, una p arte del yugo. stim ulare e instigare significan “espolear con el aguijón” , egregius y exim ius significan ambos “una res escogida del rebaño, selecta” (“eximium inde dici coeptum quod in sacrificiis optim um pecus e grege exim ebatur”, P. F., 72, 3). Por o tra parte, contum ax se aplica­ba en principio a los animales indomables, díscolos. Una noción si­m ilar subyace en calcitro (“equum m ordacem , calcitronem ”, Varrón, Men., 479). En la lengua del derecho encontram os el térm ino rivalis, derivado de rivus “arroyo”, que adquirió significación m etafórica en las disputas sobre derechos de aguas, según se ve por Digesto, 43, 20, 1: “si in ter rivales, i. e. qui per eundem rivum aquam ducunt, sit contentio de u su ...”. El térm ino legal stipulari tiene su origen en la ro tu ra simbólica de una p a ja (stipula) que se hacía al concluir u n contrato. El forum, la plaza del m ercado rom ana, el centro de la vida pública, tiene un nom bre que designaba en un principio al vallado que rodeaba la granja. Tam bién cohors era u n térm ino ru ­ra l que designaba en origen el patio, corral o cercado donde se guar­daban ganados, aves, aperos, etc, [ N ota 10] (“cohortes sun t villarum in tra m aceriam spatia”, Non., 83, 11). La palabra fue luego aplicada p o r este pueblo de labradores-soldados a una p a rte del cam pam ento y después a la unidad acam pada en ella, de modo que vino a signifi­car técnicam ente una subdivisión de una legión. Una cohorte com ­prendía tres manipuli. Estas unidades tam bién derivaban sus nom ­bres del vocabulario rústico. L iteralm ente “puñado, m anojo”, m a ­nipulus, designaba técnicam ente los haces que el segador tom aba en su m ano y ataba luego juntos por medio de algunos tallos entrelaza­dos (manipulos obligare, vincire, etc.). El m anipulus llevaba corno

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enseña un haz de heno, y así llegó la palabra a ser el nom bre de la unidad m ism a (cf. el calco sem ántico griego σπείρα “algo a lo que se da vueltas, que se a ta”)· Por últim o podemos m encionar el térm ino m ilitar agmen, que era “algo que se llevaba hacia adelante: un rebaño o m anada”. Una figura tan drástica como podría ocurrír- sele a un campesino es la ejemplificada por tribulare tribulatio, de­rivados de tribulum , trillo provisto de afilados dientes. Que tam bién aerumna debe haber tenido alguna vez un significado m aterial es evidente por la observación de Festo sobre el dim inutivo aerum nu­la : “aerumnulas P lautus refert furcillas quibus religatas sarcinas viatores gerebant..., itaque aerum nae labores onerosos significant”, P. F., 22, 13. La palabra es ta l vez de origen etrusco, según sugiere el sufijo -u m n - (véase p. 58). La noción subyacente de “carga” se ve todavía en los ejemplos m ás antiguos: aerumnas ferre, gerere (Ennio). Tam bién promulgare es un pintoresco térm ino ru ra l em ­pleado originariam ente para la operación de “sacar la leche de la ub re”. Tam bién verbos comunes como cernere y putare eran térm i­nos agrícolas que designaban, respectivam ente, las labores de la “criba” y la “poda” (putare es en realidad un derivado de putus “limpio, pu ro ”), propagare es “plan tar un esqueje o vástago” (pro­pago).

M arouzeau llam a tam bién la atención sobre el gran núm ero de ex­presiones proverbiales latinas que se refieren a la vida del campo en sus diversos aspectos. Pero la significación del hecho es proble­m ática, ya que lo mismo ocurre en cási todas las lenguas. Expresio­nes como “recoger el heno m ientras hay sol” (“aprovechar la opor­tun idad”) salen fácilm ente de los labios del inglés m ás hecho a la vida de ciudad. Además, dado que el desarrollo de la industria es relativam ente reciente y que la m ayoría del género hum ano se ha sustentado desde la época neolítica por medio de la agricultura y actividades afines, es inevitable que todas las lenguas sean em inen­tem ente langues de paysans.

Tal era, pues, la lengua de la Roma prim itiva, una lengua llevada a Ita lia p o r ,u n pueblo indoeuropeo que tras largo e rra r acabó por asentarse en el Lacio. Allí se mezcló con la lengua de un pueblo indoeuropeo distinto, y empezó su lenta m archa hacia una posición de significación m undial bajo la tu to ría de E tru ria y de Grecia. Con el increm ento del poder de Roma y su acceso a la suprem acía polí­tica de Ita lia recibió y absorbió a em igrantes procedentes del Lacio y luego de toda la península, incluida Magna Grecia. No fue sim ­plem ente la aristocracia dom inante la que se vio así increm entada. Por lo m enos desde el siglo vi Rom a se había convertido en “la m ás rica ciudad de Ita lia al norte de la Magna Grecia”, atrayendo y reci­biendo a inm igrantes, en tre ellos a “un num eroso grupo de artesanos,

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artistas y constructores griegos” 8. Recientem ente un estudioso dig­no de crédito ha defendido con razones de peso que la finalidad de las reform as servianas era la de aprovechar esta m asa de resi­dentes no ciudadanos p ara las necesidades m ilitares del Estado ro ­m ano (H. Last, J. R. S., XXXV, 1945, 33 s.). El influjo de estos ele­m entos nuevos no podía po r m enos que dejar consecuencias lin­güísticas. En los barrios populares de la gran m etrópoli, la lengua, sin la disciplina de una norm a literaria, experim entó un desarrollo exuberante y desenfrenado. N uestra tarea ahora debe ser la de in­ten ta r form arnos un juicio de esta lengua hablada de los prim eros tiem pos de la República.

8. Cf. C ic e r ó n , D e rep., 2, 19, 34: “non tenuis quidam e G raecia rivulus i n hanc urbem sed abundantissim us am nis illarum disciplinarum et artiu m ”. Cicerón cita como ejem plo a D em arato de Corinto (segunda m itad del si­glo v u a. C.).

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C a p it u l o IV

EL LATÍN COLOQUIAL: PLAUTO Y TERENCIO

E stá en la naturaleza de las cosas el que, en la carencia de apa­ra tos de grabación fonográfica, no pueda darse conocimiento d irec­to alguno de la form a hablada de cualquier lengua no contem porá­nea. A lo m ás que podemos asp irar es a ex traer rasgos coloquiales de los documentos escritos accesibles a nosotros. Este análisis re ­quiere un conjunto de criterios que nos capaciten p a ra señalar como “c o lo q u ia l e s ” determ inados fenómenos. La lengua hablada se dife­rencia de la escrita, an te todo, po r la m ayor intim idad del contacto en tre hablante y oyente. El “tom a y daca” del diálogo aum enta la tensión emocional, que se manifiesta en interjecciones, exclamacio­nes, energía, exageración, insistencia y constante interrupción. La rapidez y espontaneidad de la conversación reduce el elemento de reflexión. Las frases no se organizan en estructu ras lógicas consis­tentes por sí mismas, sino que el contenido significativo se com uni­ca a saltos, con paréntesis, reflexiones secundarias y los cambios de c o n s t r u c c ió n que los g r a m á t ic o s catalogan como anacolutos, conta­m in a c io n e s , etc. Lo m ás im portante quizá es el hecho de que la con­versación se desarrolla en un contexto situacional ya dado que fre­c u e n t e m e n t e hace innecesaria y redundante la referencia lingüística p o r m e n o r iz a d a y explícita. De ahí que la lengua coloquial se carac- terice por su capacidad de alusión directa, por sus elem entos deíc- ticos, abreviación, elipsis y aposiopesis. J. B. H ofm ann ha aplicado estos criterios al estudio de la lengua de los comediógrafos rom a­nos y de las cartas de Cicerón y ha reafirm ado la opinión general de que tales documentos reflejan el latín hablado de su tiempo. Vamos ahora a analizar esta tesis.

A prim era vista la abundancia de interjecciones apoya la opinión expresada: vae tergo meo!, heu m e m iserum !, heus tu!, hem!, etc.; muchas de ellas proceden del griego : attatae, babae, eugepae. Una in ­terjección puede incluso aparecer introduciendo una pregunta: “eho

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an dorm it Sceledrus in tu s?” {Mil., 822), Son frecuentes los acusa­tivos exclamativos: lepidum senem, facetum puerum, bono sub- prom o et prom o cellam creditam; estos acusativos aparecen a menu­do unidos a interjecciones: en ecastor hom inem periurium; edepol senem Demaenetum lepidum fuisse nobis, etc. En relación con esto podem os m encionar los ruegos e imprecaciones abreviadas como ita m e Hercules (iuvet), el infinitivus indignantis del tipo perii, hoc ser­vum m eum facere esse ausum (“ ¡estoy perdido; que m i propio esclavo se haya atrevido a hacer esto!”); así como frases exclamativas en general: “u t adsim ulabat Sauream med esse quam facete!” (Asín., 581).

La tensión emocional del habla popular aparece tam bién clara en repeticiones del tipo abi abi aperite aperite; u t voles ut tibi lube- bit; así como en la constante insistencia sobre la atención del oyen­te: tu, frater ubi ubi est; tun, Sceledre, hic, scelerum caput. Este em­pleo “prostáctico” del pronom bre personal de segunda persona lleva en ocasiones a claros desajustes sintácticos : “tu, si te di amant, agere tuam rem occasiost” (Poen., 659); “sed tu , qui pro tam corrup­to dicis caussam filio, eademne erat haec disciplina tibi? (Bacch., 420 s.); tenemos casos aún m ás notables, como “eamus, tu, in ius” (Truc., 840), que se ha tra tado de explicar, u n poco retorcidam ente, como contam inación de eamus am bo in ius e i tu m ecum in ius. El lenguaje coloquial hace un uso m ucho m ás libre de los pronom bres personales y dem ostrativos que el latín escrito. Ejemplos típicos son: “quia si illa inventa est quam ille am at, recte valet” (Bacch., 192) ; “pallam illam quam tibi dudum dedit, m ihi eam redde”. E ste is “anafórico” puede incluso referirse a la persona a quien se dirige el hablante : “tu autem quae pro capite argentum m ihi iam iamque sem per num eras, ea pacisci modo scis” (Pseud., 225 s.) ; “quid illum fe rre vis, qui tib i quoi divitiae dom i m axum ae sunt, is num m um nullum habes?” (Ep., 329 s.). Tai redundancia expresiva, producto de la ansiedad del hablante por rem achar lo que quiere decir, es p a rti­cularm ente frecuente en los superlativos: prim um dum om nium “an­tes de todo”; hom inem om nium m inim i pretii; perditissim us ego sum om nium in terra; quantum est hom inum optum orum opium e, etc. Los com parativos dobles son en no m enor m edida rasgos del habla popular : “nihil invenies magis hoc certo certius” (Capt., 644) ; “ini­m iciorem nunc u trum credam m agis” (Bacch., 500); “magis maiores nugas” (Men., 55). Plauto abunda, adem ás, en ejem plos de la ten- dencia general a reforzar las expresiones negativas: “neque ego hau com m ittam ” (Bacch., 1037); “nec te aleator nullus est sapientior” (Rud., 359); “neque id haud im m erito tuo” (Men., 371). A m enudo se da a la negación una form a m ás plena: así, nullus aparece empleado por non en expresiones del tipo “is nullus venit” (Asin., 408) ; p o r ne

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en “tu nullus adfueris” (Bacch., 90) ; haud quisquam sustituye al m ás incoloro nemo. ín tim am ente relacionado con estos fenóm enos está el uso pleonástico de los pronom bres que significan “alguien, algo” en expresiones negativas: “ne quid significem quippiam m ulierculis” (Bud., 896); “ne dum quispiam... im prudentis aliquis im m utaverit” (M il, 431); “nisi quid ego mei simile aliquid contra consilium paro” (Vid., 67). En realidad el pleonasmo es u n recurso tan connatural a la retórica popular que podemos contentarnos con unos pocos ejem ­plos tom ados al azar: ambo... duo; idem unum ; par idem; repente... subito; continuo... protinam; omnibus universis; rursum recipimus; exire foras.

Es en el vocabulario donde el afán de im presionar, convencer y dom inar al oyente produce m ás fuertes efectos, y es en él donde resu lta m ás evidente el tono coloquial de Plauto. Palabras incoloras como dico encuentran sustitutos m ás evocadores como narro, fa ­bulor, memoro, o, en el imperativo, cedo “ ¡desem bucha!”. En lugar de miser sum encontram os vivo miser, por benevolens est, benevo­lens vivit. Los usuales bonus, bene ceden paso a bellus, pulchre, lepidus, lautus; m inutus y grandis suenan m ejor que parvus y mag­nus. Una rica variedad de expresiones se pone al servicio de la no­ción de “muy, m ucho” : admodum, nimis, oppido, solide, probe, stre­nue, etc. Resulta m ás claro el sabor coloquial de expresiones como “verum, si frugist, usque admutilabit probe” (“pero si sabe su oficio lo esquilará hasta desollarlo”, Capt., 269); “epityra estu r insanum bene” (Mil., 24). Abundan en Plauto pintorescos giros de jerga como “m e... decet curam que adhibere u t praeolat m ihi quod tu velis” (“me conviene estar atento para olerm e de antem ano lo que tú quieres”, Mil., 40); “ea dem oritur te” (“ella se m uere po r ti”, Mil., 970) ; “m ulierem nim i’ lepida form a ducit” (“se lleva una m ujer francam ente guapa”, M il, 870); “sed ecqua ancillast illi? est prim e ca ta” (“pero ¿tiene ella criada? Sí, y es una astu ta de prim era”, Mil., 794; cf. “fabula prim e proba”, Nevio, Com., 1) ; “tum igitur ego deruncinatus, deartuatus sum miser” (“entonces, pobre de mí, me veo desollado y descoyuntado”, Capt., 641).

El últim o de los ejemplos propuestos presenta u n recurso pred i­lecto del lenguaje popular: la sustitución de los verbos simples por compuestos, dotados de mayor fuerza expresiva. Ejem plos con el prefijo de- son deascio, deamo, delacero, deludifico, derogito, deluc­to, etc. Este prefijo sirve también para dar intensidad a o tras partes de la oración: derepente, desubito, etc. Tal vez el grupo m ás nu ­m eroso de compuestos expresivos es el de los form ados con el p re ­fijo con-, de los que comedo, que acabó por desplazar al verbo sim ­ple edo, puede servir como ejemplo típico; otros son condeceo, consilesco, commereo, commisceo, commonstro, comperco. com pre-

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cor, concaleo, condolesco, confodio, confulgeo, etc. Los compuestos con ad- son menos frecuentes: adcredo, adformido, adlaudo, adm o­deror. Tam bién aparece este preñjo reforzando otras partes de la oración: apprime, approbe, adaeque.

Tam bién la sufijación desem peña un papel en la tarea de dar m ayor volumen y fuerza a los verbos simples. Así, fodico, frico y vellico hacen las veces de fodio, frió y vello. Mas lo específicamen­te característico del habla popular es la sustitución de los verbos simples por sus correspondientes form as frecuentativas, proceso que se perpetuó todo a lo largo de la h istoria del latín hasta la época de las lenguas rom ánicas. P lauto abunda en verbos como essito, fugito, sciscito, ducto, m initor, quaerito, negito, dormito, loquitor. Sin embargo, son los dim inutivos la clase m ás im portante de pala­b ras con carga emocional. Tales form aciones no indican sim plem en­te pequeñez como en catillus, un catinus pequeño, naturalm ente, sino que, con las connotaciones añadidas de “querido”, “pobrecillo” y similares, expresan toda una serie de actitudes emocionales: te r­nu ra y espíritu juguetón, jocosidad, fam iliaridad y desprecio. Una muliercula no es una m ujer pequeña, sino una m ujerzuela, y se em ­plea generalm ente con referencia a una cortesana. Cuando Hegión en los Captivi dice: “ibo in tro atque intus subducam ratiunculam ” (v. 192), el sabor de la expresión viene a ser como el de la m oderna “una m iaja de cuenta”. En el Miles gloriosus el tono astuto e insi­nuante de Lurción cuando es som etido a in terrogatorio por Pales- trión resu lta evidente en el dim inutivo que emplea: “sed in cella e ra t paullum nim i’ loculi lubrici” (“un lugarcillo un poquito dem a­siado resbaladizo”, v. 852).

La fam iliaridad no sin mezcla de desprecio es clara en “quis haec est m uliercula e t ille gravastellus qui venit?” (“¿quién es esta m u­jerzuela y aquel vejete que allí viene?”, Epid., 620). La escena de la subasta burlesca del Stichus proporciona algunos ejemplos del uso eufem ístico de los diminutivos, ya que algunos de los artículos que se ofrecen a la venta son “cavillationes adsentatiunculas ac peiiera- tiunculas parasiticas” (w . 228 s.). Mas es, naturalm ente, en la len­gua del am or donde los dim inutivos encuentran un empleo m ás sim ­pático y profuso como expresiones de cariño: m i animule, mea melilla, m eus ocellus, m eum corculum, m elculum, verculum, o cor­pusculum malacum, mea uxorcula, edepol papillam bellulam, belle belliatula. Un ejemplo francam ente exagerado es el que nos ofrece la tan citada carta de am or del Pseudolus (64 ss.) :

n u n c n o s tr i a m o res , m o r e s , c o n su e tu d in e s , io e u ’, lu d u s, se r m o , su a v isa v ia tio , c o m p r e ss io n e s a r ta e a m a n tu m co rp o ru m ,

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te n er is la b e llis m o lle s m o rsiu n cu la e , n o str o r u m o r g io r u m ... — iu n cu la e , p a p illa r u m h o rr id u la ru m o p p r e s s iu n c u la e ...

El mismo estilo de parodia aparece en Asinaria, 666 ss.:d ic m e ig itu r tu o m p a sse r c u lu m , g a llin a m , co tu r n ic e m , agn ellu m , h a ed illu m m e tu o m d ic e s s e v e l v ite llu m , p reh en d e a u r icu lis , co m p a ra la b e lla cu m la b e llis .

Debe notarse que las formaciones de dim inutivo no se encuentran solamente en los nom bres, sino tam bién en los adjetivos (vetulus, dicaculus, primulo diluculo, m inutulus, etc.), adverbios (pausillatim , pauxillisper, etc.), y especialmente com parativos (plusculum, am ­pliuscule, liquidiusculus, maiusculus, nitidiuscule, tardiuscula). In ­cluso encontramos el derivado verbal missiculare (Epid., 132), con el que podemos com parar pensiculo (Gelio y Apuleyo).

Vamos a cerrar esta ráp ida ojeada a los caracteres coloquiales del latín plautino con la consideración de algunos fenómenos que reflejan la rapidez y espontaneidad del diálogo. Se requiere la aten­ción del oyente por medio de frases introductorias como quid ais?, quid vis?, viden?, scin?, quid tu? El discurso continúa luego en frases cortas desconectadas, sin m arcas explícitas de subordinación: nunc quid vis? id volo noscere; dic mihi, quid lubet; cf. “sed volo scire, eodem consilio quod intus m editati sum us gerimus rem ?” (Mil., 612). Tales yuxtaposiciones son las que han dado origen al empleo no clási­co del indicativo en interrogaciones indirectas : “scio iam quid vis d i­cere” (Mil., 36). Estas construcciones paratácticas abundan en P lau­to (véase Sintaxis, p. 324); “sed taceam, optum um est” (“me callaré, es lo m ejor”, Epid., 59); “iam faxo hic erit” (Mil., 463); “adeamus appellemus” (Mil., 420); “ibo... visam” (“iré y veré”, Bacch., 235); “hoccine si miles sciat, credo hercle has susto llat aedis to tas” (Mil., 309) ; “hercle opinor, ea v idetur” (“pardiez que me parece que es ella”, Mil., 417). Cualquier tipo de subordinación lógica puede estar implicado en tales yuxtaposiciones : consecutiva como en “tan ­tas divitias habet, nescit quid faciat auro” (“tiene tan tas riquezas que no sabe qué hacer con su oro”, Bacch., 333); “nam nim i’ calebat, am burebat gutturem ” (Mil., 835) ; “sed me excepit : nihili facio quid illis faciat ceteris” (Mil., 168). En el ejemplo que sigue la interroga­ción equivale a una oración condicional, expresándose la apódosis por medio de una frase deíctica yuxtapuesta: “opu’ne erit tib i ad­vocato tristi, iracundo? ecce m e!” (Mil., 663).

La expresión coloquial está a m enudo in terrum pida por parén­tesis: “nam vigilante Venere si veniant eae, ita sun t turpes, credo ecastor Venerem ipsam e fano fugent” (“pues si vinieran estando

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Venus despierta, tan feas son, por Cástor, que serían capaces, creo, de hacer escapar del templo a la m ism a Venus” Poen., 322 s .) . Tales paréntesis son especialm ente frecuentes con expresiones de corte­sía (“sed, amabo, advortite anim um ”, Mil., 382) o m odestia (opinor, credo, etc.). El paréntesis plenam ente explicativo parece m ás raro en Plauto que en Terencio, de quien tom a Hofmann la m ayoría de sus ejemplos: “dictum hoc ín ter nos fuit (ex te adeo ortum st) ne tu curares m eum neve ego tuom ?” (Ad., 796 ss.); “minis viginti tu illam em isti (quae res tibi vortat male) : argenti tan tum dab itu r” (Ad., 191); “nim ium in ter vos, Demea, ac (non quia adens praesens dico hoc) pernim ium in terest” (Ad., 392). Tam bién es un hecho fre­cuente en el habla coloquial el que el hablante complete el esquema de una frase y desarrolle luego una serie de ideas secundarias. Te­nemos este tipo de adiciones en “ait... sese illum amare, meum erum, Athenis qui fu it” (“dice que está enam orada de él, de mi amo, el que estuvo en Atenas”, Plauto, Mil., 127); “dedi m ercatori quoidam qui ad illum deferat, m eum erum, qui Athenis fuerat, qui hanc am a­verat” (“se la di (la carta) a un m ercader p ara que se la entregase a él, a m i amo, el que había estado en Atenas, que se había enam o­rado de ésta”, Mil., 131 ss.). Los dos ejem plos propuestos pertene­cen, desde luego, al cuasi-prólogo de la comedia en cuestión (Acto II, Escena 1.a) , pero pueden servir como m uestra de u n procedimiento típico de la exposición oral. Estas adiciones de consideraciones sub­siguientes dan lugar a un coloquialismo sintáctico especialmente fre­cuente: el acusativo proléptico. Frases como “viden tu hunc quam inimico vultu in tu itu r?” (Capt., 557) llevan de modo natural a cons­trucciones del tipo “qui noverit me quis ego sum ” (M il, 925) ; “dic m odo hom inem qui sit” (Bacch., 555).

La espontaneidad del habla conversacional, al dejar poco tiem ­po a la reflexión o corrección, lleva, como hem os visto, a las ilogici- dades y dislocaciones sintácticas que los gram áticos llam an anaco­lutos. Una lengua puede ofrecer varias alternativas para la expre­sión de una significación dada. En el curso de la frase el hablante puede olvidar la construcción con la que ha comenzado y pasar a o tra distinta. Por este camino aparece la contaminación, fenómeno m uy com ún en el habla cotidiana. Por ejemplo, en “triduom non in terest aetatis u te r m aior siet” (Bacch., 461) el hablante ha mezcla­do dos modos de expresión: “no hay ni una diferencia de tres días en tre sus edades” y “no se podría decir cuál de los dos es el m ayor”. De modo sim ilar “u t edorm iscam hanc crapulam quam potavi praeter anim i quam libuit sententiam ” (“para poder dorm ir esta borrachera que cogí bebiendo contra m i voluntad”, Rud., 586) resulta ser una fusión de praeter animi sententiam y praeter quam libuit. Un tipo especialmente frecuente de anacoluto sintáctico es el ocasionado por

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el afán del hablante por fijar desde el comienzo la atención sobre lo que en el m om ento le interesa. Y lo logra aludiéndolo al princi­pio de la frase, a la que luego hace derivar hacia o tra construcción. De ahí derivan anacolutos del tipo denominado nom inativus pen­dens: “nam unum conclave, concubinae quod dedit m iles... in eo conclavi ego perfodi parietem ” {M il, 140); “plerique homines, quos quom nil refert pudet, ubi pudendum est, ibi eos deserit pudor” (Epid., 166). A veces una oración sustantiva in troducida por quod se encuentra en la m ism a posición de neutralidad sintáctica: “istuc quod das consilium mihi, te cum illa verba facere de ista re volo” (Mil., 1114), que podemos traducir por una expresión coloquial que comience por “en cuanto al consejo que me das ...”; cf. “quod apud nos fallaciarum sex situm st, certo scio, oppidum quodvis videtur posse expugnari dolis” (“con lo que hay de tram pas en nosotros seis, estoy seguro de que cualquier ciudad puede ser tom ada con engaño”, Mil., 1156 s.). En ambos ejemplos el tem a central de la o ra­ción pendens es recogido luego en la construcción: de ista re, dolis.

Queda, pues, claro que a prim era vista hay pruebas de peso para concluir provisionalm ente que las comedias de P lauto representan una lengua efectivam ente hablada, y parece razonable suponer que ésa e ra la lengua coloquial de su tiempo. Podemos ahora pasar re ­vista a sus principales características. La prim era im presión es la de la abrum adora fecundidad de su vocabulario, la ubertas sermonis Plautini que hizo famoso al au to r en la antigüedad y llevó a opinar a Varrón que “in argum entis Caecilius poscit palm am , in ethesin Te­rentius, in serm onibus P lautus” (Sat. Men., 399 B.). Derecho, reli­gión, milicia, in triga y am or, vicio y virtud, lujo y relajo, adulación y denuesto: en todos estos tem as se explaya P lauto con estruendosa alegría y agresiva vitalidad. Según se ve, un inagotable flujo de p a ­labras griegas siguió prestando su colaboración. Entre los térm inos náuticos observamos prora, nauta, nautea, nauclerus, celox (κήλης transform ado po r asociación con velox), carina (si es que realm ente procede de καρύϊνος), lembus, stega “cubierta”, exanclare (άντλεΐν). Conviene añadir aquí algunas otras palabras del léxico náutico no atestiguadas de hecho en Plauto : aplustra (pl.), palabra que se en­cuentra en poesía a p a rtir de Ennio (= αφλαστον), campsare “do­blar, rodear (un cabo, etc.) ” (κάμψαι) y pausarius “patron (de rem e­ros”) , es decir, el que da la señal de para r (παύσοα). Los negocios y finanzas están representados en P lauto por danista, logista, trapes- sita, symbolum, syngraphus, exagoga “exportación” , etc.; la m edici­na, por glaucuma; la educación y enseñanza, por paedagogus, sylla­ba, etc.; la técnica, por architectus, ballista, machaera, pessulus (πάσ­σαλος). La palabra contus (κόντος) no aparece en P lauto, pero su existencia está garantizada por el verbo coloquial percontor, que

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probablem ente tuvo en o tro tiem po el sentido de “sondear o p robar con una vara”. La influencia griega sobre la organización de la vida ciudadana es evidente en préstam os como platea, del que proceden esp. plaza, fr. e ingl. place, etc., y macellum “mercado de abastos”. Tam bién en el dominio de la zoología aportó el griego muchos té r ­m inos : “edepol haec quidem bellulast. : : pithecium haec est prae illa e t ■ spinturnicium ” (Mil., 989). Otros son cantherius, balanus —un m arisco—, ballaena, concha, narita (νηρίιης), scomber. P articu lar­m ente num erosas son las palabras que designan a recipientes de vino y objetos del a juar doméstico: ampulla, batioca (βοσιάκη), cadus, cantharus, cyathus, gaulus, lagona (λάγυνος), patina, scyphus, cista, culleus (κολεός), m arsuppium , etc. De particu lar interés es la pa la ­b ra clatri “enrejado” (Catón), que puede rem ontarse a un dórico κλδθρα y es probablem ente u n préstam o muy antiguo. Plauto p re ­sen ta un derivado en “neque fenstra nisi c la tra ta” (“ni ventana si no es enrejada”, Mil., 379). Pero es en la esfera del placer, lujo, d is i­pación y libertinaje donde m ás especialmente Grecia prestó su con­tribución a la vida y la lengua de Roma. Que las m ujeres rom anas m iraban a las griegas como las nuestras a las francesas en m ateria de m odas es evidente por pasajes como:

q u id is ta e q u a e v e s te i q u o ta n n is n o m in a in v e n iu n t n ova? tu n ica m ra lla m , tu n ic a m sp is sa m , l in te o lu m c a es ic iu m , in d u s ia ta m , p a ta g ia ta m , c a ltu la m a u t c r o c o tu la m , su b p a ru m a u t su b n im iu m , r ica m , b a s ilic u m a u t ex o ticu m , c u m a tile a u t p lu m a tile , ea r in u m a u t cer in u m . (E pid ., 229 s s .) .

De cumatile com enta Nonio: “cum atilis au t m arinus aut caeru­leus; a graeco tractum , quasi fluctuum similis; fluctus enim graece κύματα d icuntur”. Podemos citar tam bién los nom bres de artesanos del lujo registrados en Aulularia, 508 ss.: phyrgio, patagiarii, m uro­batharii, diabathrarii, molocinarii, strophiarii, zonarii, thylacistae, corcotarii. Tam bién los adornos y cosméticos tom an sus nom bres del griego : spinter (σφιγκτήρ “brazalete”), fucus “rouge” , cincinnus “bucle” y schoenus, “perfum e bara to” (cf. Varrón, L. L., 7, 64: “schoenicolae ab schoeno, nugatorio unguento”) . Por últim o podemos dar ejem plos de los adjetivos y adverbios de buen tono equivalentes a nuestros chic, soigné, etc.:

eu g a e , eu g a e! ex o rn a tu 's b a silic e , t ia r a o r n a tu m le p id a c o n d e c o r a t sc h e m a .tu m h a n c h o sp ita m a u te m crep id u la u t g ra p h ice d ecet! (P ers., 462 s s .)

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La influencia griega se deja ver tam bién en el campo del depor­te (palaestra, discus, athletice, pancratice) y en el del teatro (scaena, choragium; en lugar de ¡bis! los rom anos gritaban πάλιν), y hasta la palabra que significa “alegre” es griega: hilarus. Pero una influen­cia menos inocente del griego es la que se observa en sycophanta, parasitus, moechus, moechisso, comissor (κωμάζω); y hasta qué punto los rom anos m iraban a los griegos como a sus m aestros en el libertinaje puede verse en el sentido atribuido a las palabras graecor, pergraecor, congraeco, bien ilustrado en el pasaje siguien­te: “aurum ... quod dem scortis quodque in lustris comedim con­graecem ” (“dinero para gastárm elo en cortesanas y en com ilonas y juergas en lugares de m ala no ta”, Bacch., 743).

Algunos de estos préstam os pueden deberse, por supuesto, a los originales griegos que P lauto seguía. Así exenterare aparece cuatro veces en el Epidicus, pero en ningún o tro lugar ni en P lauto ni en Terencio. Ahora bien, aun siendo correcta la hipótesis de que esta palabra es un calco de έξεντερίζειν, ningún au to r cómico em plearía una palabra totalm ente incom prensible p ara su auditorio. Pudo muy bien ocurrir que los públicos rom anos encontraran el griego irre ­sistiblem ente cómico, como el francés en general o la palabra ale­m ana que designa al núm ero cinco se lo parecen a los asiduos de los m usic-halls ingleses. Sin embargo, no puede dudarse de la ca­pacidad del auditorio rom ano p ara com prender algo de griego, aun­que fuera superficialmente. Esto está im plícito en los juegos de p a ­labras griegas en que Plauto se complace con frecuencia: “quis istic est? :: Charinus :: euge iam χάριν τούτω ποιώ” (Pseud., 712); “quis igitur vocare? : : Diceae nom en est : : in iuria’s, falsum nom en possi­dere, Philocomasium, postulas; άδικος es tu , non δικαία, et meo ero facis iniuriam ” (Mil., 436 ss .) . Debe tenerse por cierto que la m ayo­ría de los num erosos préstam os griegos que encontram os en el latín de esta época no fueron introducidos por las clases cultas. Sin duda m uchos de ellos fueron recogidos por la plebe rom ana en su estre­cho contacto con los griegos que se habían asentado en la urbe, y pasaron a form ar parte integrante del habla cotidiana de los es tra ­tos m ás bajos de la población. Esto está firm em ente apoyado por el hecho de que en las comedias de P lauto las palabras y expresio­nes griegas aparecen predom inantem ente en los parlam entos p ro ­nunciados por esclavos y personajes de condición popular.

Otro indicio en este sentido es el uso frecuente del griego en térm inos y expresiones de jerga: morus, bardus (βραδύς), blennus, logi (equivalente a fabulae), graphicus servus “esclavo agudo, in te­ligente”; “benene usque valuit? : : pancratice atque athletice” (“¿se h a mantenido bien de salud? : : como un cam peón de lucha libre, atléticam ente”, Bacch., 248). massa (gr. μαζα, “pastel de cebada”

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luego (LXX) “bulto, m asa”) aparece usado en una frase so rpren­dentem ente m oderna: “argenti m ontes, non m assas” (“m ontañas de dinero, no m ontones”, Mil., 1065). harpago, adaptación de άρπάγη, designa en argot al “robalotodo”. En “aeternum tibi dapinabo vic­tum , si vera autum as” (“te proporcionaré eterno banquete, si dices la verdad”, Capt., 897), dapino = δαπανάω, si bien su significado la­tino puede haber sido influido por una falsa asociación con daps. La palabra vulgar κόλαφος “golpe en la cara” , “bofetada”, que está atestiguada desde Epicarmo, el cómico siciliano, como nom bre p ro ­pio, entró tam bién en el latín, p lauto presen ta la form a transcrita colaphus, pero por el verbo derivado percolopare de Petronio es evi­dente que la lengua hablada poseía una form a *colopus. Esta form a vulgar es el origen del esp. golpe, it. colpo, fr. coup. P or últim o, y como una prueba m ás de la capacidad del bajo pueblo de Roma para recoger incluso las palabras griegas m ás curiosas, podemos citar a Livio, 27, 11: “quos androgynos vulgus u t pleraque faciliore ad duplicanda verba Graeco serm one appellat”. Incluso un sufijo verbal de uso muy común en griego fue trasplantado al latín y se hizo p ro ­ductivo : malacissare, cyathissare, purpurissare, etc., están modelados sobre préstam os griegos en -ίζω, adaptándose ζ al sistem a fonem á- tico latino en la form a -ss- (cf. massa < μ άζα ). A través de patris­sare “im itar al padre” (si bien es cierto que un πατριάζω con este sentido está atestiguado por Pólux), graecissare, drachumissare, co­missari (κωμάζειν), etc., puede verse con qué independencia se de­sarrolló en latín el sufijo.

En la estructu ra gram atical hay pocas diferencias entre la lengua de P lauto y el latín clásico. Algunos de sus usos sintácticos fueron evitados en época posterior: el acusativo con utor, las preposicio­nes ex e in con nom bres de ciudades, el indicativo en interrogativas indirectas, el infinitivo con valor final; todos ellos provocarían de­sazón pero no radical incom patibilidad en un purista. Por lo que m ira a la morfología, destacan algunas divergencias con respecto a lo que será la norm a clásica: encontram os un vocativo puere, el ge­nitivo de singular de la cuarta declinación es po r lo regular del tipo senati, el locativo de la quinta declinación aparece en la form a die (die crastini), y no hace P lauto la distinción clásica entre el ab la ti­vo singular en -e para participios y en -i para adjetivos (malevolen­te). Los pronom bres presentan form as como ipsus, eumpse, eampse, eapse, nom inativos de plural como hisce, illisce, el ablativo singular aliqui, qui (interrogativo, relativo e indefinido). En el verbo pode­mos destacar los im perativos face, dice, el perfecto tetuli, sub jun ­tivos y optativos de aoristo [Nota 11] como faxo, capso, faxim, dixis, induxis, así como el infinitivo pasivo en -ier (adducier). Pertenecen a la tercera conjugación algunos verbos que luego pasan a la se­

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gunda: olere, fervere, Intuor. Los verbos im personales tienen un p e r­fecto pasivo: puditum est, m iseritum est, pertaesum e s t .1 Algunos verbos deponentes clásicos aparecen en activa: arbitro. Se encuentran algunas form as perifrásticas: carens fui, sis sciens, audiens sum , etc. E ntre los adverbios tam bién se dan arcaísm os: antid hac, antehoc (Plauto no usa antea), interdius. Podem os añadir el prefijo verbal indo: indaudio, indo-tueri, indupedio.

En la pronunciación vor- todavía no había pasado a ver- [ N o ta 12] (la form a vert- en lugar de vort- se decía introducida po r Esci- pión Africano, cf. Quintiliano, I, 7, 25); las vocales largas en sílaba ñnal se m antenían tales: dicät, dicêt, audit, dicär, mater, oratör; la -s final tras vocal breve se pronunciaba débilm ente y carecía de va­lor prosódico (sabemos por Cicerón, Or., 48, 161, que tal tipo de pronunciación era m irado como subrusticum en sus tiem pos); la -d final se pronunciaba todavía en mëd, tëd, y la » intervocálica se elim inaba en palabras como obliscor, dinus, controrsia, aunculus.

Algunas de estas divergencias con respecto a la norm a clásica pueden ejemplificarse por inscripciones de la m ism a época. Así, el Senatus Consultum de Bacchanalibus de 186 a. C. (Apéndice, n.° 8) presenta arvorsum, sëd, figier, gnoscier, y la construcción perifrástica scientes esetis (cf. sis sciens ya visto). Podría considerarse esto como una confirmación de que Plauto utilizó en sus comedias la len­gua hablada de su época. Pero la observación m ás atenta de los arcaísm os usados por Plauto debe detenernos: muchos de ellos es­tá n relegados al final del verso. Por ejemplo, los infinitivos en -1er aparecen de modo casi invariable en tal posición (unos 168 ejem ­plos) o en final del hemistiquio (6). Una mayor libertad se observa en los cantica. Más o menos lo mismo puede decirse de los sub jun­tivos fuam y fuas y de los optativos duim y duis, que aparecen sólo al final de los senarios, interduim y creduis, por su parte, figuran solam ente al final de los m etros m ás largos, antidhac aparece un to ta l de nueve veces en Plauto y siem pre en final de verso. Tales res­tricciones en los rasgos arcaicos podrían apuntar a que la lengua de la comedia sea, al menos en cierta medida, algo estilizado y a r ti­ficial; esto desm entiría nuestra conclusión provisional de que es un reflejo de la lengua hablada de la época.

H. Haffter, en un detenido estudio de una pequeña selección de fenómenos, ha dem ostrado que hay, en efecto, una clara diferencia entre la lengua de los senarios y la de los m etros m ás largos. Así, la figura etymologica, que aun en la correspondencia de Cicerón aparece empleada en pasajes de especial intensidad emocional (“cura

I. puditum est ta m b ié n en Ció., Pro Flaco., 22, 52; pertaesum en Ció., Ep. ad Q. fr. 1, 2, 4.

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 93u t valeas m eque ames am ore illo tuo singulari”, Ad fam., 15, 20, 3), aparece con mayor frecuencia en los m etros largos que en los sena­rios yámbicos. Y en los casos en que se reg istra en senarios se re ­vela claram ente como recurso estilístico estudiado, indicador de una especial emotividad; de denuesto en “pulm oneum ... velim vomitum vom as” (Bud., 511), de burla en “calidum prandisti prandium ” (Poen., 759), de alegría en “opsonabo opsonium ” (Stich., 440), de pathos en “aequo mendicus atque ille opulentissim us censetur censu ad Acche- run tem m ortuos” (Trin., 493 s.). EI recurso coadyuva, naturalm en­te, al proposito fundam ental de los m ultiples efectos cómicos p lau- tinos y por ello aparece casi invariablem ente en los parlam entos de los principales caracteres cómicos: el esclavo, el parásito y figuras similares. Los senarios difieren tam bién de los dem ás m etros en su empleo de otros recursos de estilo característicos de la literatura latina prim itiva. De ellos se hablará a lo largo del capítulo siguien­te. P a ra nuestros fines actuales b astará con unos pocos ejemplos ilustrativos.

De p rim aria im portancia es el estilo hinchado o rim bom bante [ N o t a 13] que se logra por la sum a de varios recursos. El más ele­m ental de ellos es la acum ulación de sinónim os: “spes opes auxilia- que a m e segregant spernuntque se” (Capt., 517); “u t celem patrem , Pistoclere, tu a flagítia aut dam na au t desidiabula?” (Bacch., 375); “vos amo, vos volo, vos peto atque obsecro” (Cure., 148);2 “stu lti stolidi, fatui fungi, bard i blenni, buccones” (Bacch., 1088). Igual d i­ferencia de estilos entre senarios y m etros largos se da en Terencio. En Phormio, 458, aparece utilizada en una despedida la fórm ula con­vencional “num quid nos vis?”. En cambio, en el septenario trocaico v. 563 encontram os una form a “hinchada” : “num quid est quod ope­ra m ea vobis opu’ s it?”. Tam bién Plauto es rico en tales expresiones rim bom bantes. Por ejemplo, una variante del sencillo opportune advenis es “optum a opportun ita te am bo advenistis” (Merc., 964), con la que podemos com parar “te expecto: oppido opportune te obtulisti m i obviam” (Ter., Ad., 322). La form ula de cortesía di dent quae velis se hincha p ara dar “di tibi omnes om nia optata offerant” (Capt., 355). Estos ejemplos ilustran adem ás otro recurso estilís­tico m uy socorrido: las asonancias de diversos tipos. Las frases aliteradas eran, desde luego, un rasgo de la m ás antigua latinidad, según puede verse por frases de carácter proverbial (plaustrum per- culi “he hecho volcar el carro”, “estoy perdido”, Ep., 592; iam ipse cautor captust, Ep., 359), así como por ejem plos provenientes de las

2. A ún m ás rebuscado re su lta e l “p ro deum p o p u la riu m om nium ad u lescen ­t iu m p o stu lo obsecro oro p loro a tq u e im p lo ro fidem ” de Cecilio, Com., 21.

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otras lenguas itálicas (véase el capítulo siguiente). Ejem plos de estos fenómenos pueden recogerse a manos llenas de casi todas las páginas de Plauto. Particularm ente frecuentes son los pares de palabras aliterados, a m enudo en asíndeton: “cibatus com m eatusque”, “vic­tu et vita”, “nec vola nec vestigium”, “oleum et operam perdere”, “vivus videns”, “im petritum inauguratum st”, “vivit valet”, “obliga obsigna”, “se adplicant adglutinant”, “complicandis componendis” , “labitur liquitur”, etc. Es muy corriente tam bién la aparición de tricola con aliteración (tipo ven iv id i v id ) : “exitium, excidium, exle­cebra” (Bacch., 944); “screanti, siccae, semisomnae” (Cure., 115); “retines, revocas, rogitas” (Men., 114); “compellare et complecti et contrectare” (Mil., 1052); “supersit, suppetat, superstitet” (Pers., 331). Como ejemplo de tricolon que m uestra la “ley de los miembros crecientes” (véase el capítulo siguiente) podemos citar “fac fidele, sis fidelis, cave fidem fluxam geras” (Capt., 439). No son infrecuentes los efectos de rim a:

ñeque ut hinc abeam, ñeque ut hunc adeam scio, timore torpeo.(Truc., 824.)

pol magi’ metuo ne defuerit mihi in monendo oratio. : : pol quoque metuo lusciniolae ne defuerit cantio. (Bacch., 37 s.)

teneris labellis molles morsiunculae, nostrorum orgiorum... —iunculae,papillarum horridularum oppressiunculae. (Pseud., 67 ss.)

nemo illum quaerit qui optumus et carissumust: illum conducunt potius qui vilissumust. (Pseud., 805 s.)

La rebuscada estilización de la lengua de plauto se manifiesta claram ente en la lectura de una página cualquiera elegida al azar:

liber captivos avi’ ferae consimilis est:semel fugiendi si data est occasiosatis est, numquam postilla possis prendere. : :omnes profecto liberi lubentiussumu’ quam servimus. (Capt., 116 ss.)

nunc ego omnino occidi, nunc ego inter sacrum saxumque sto. (Capt., 616 s.)

inicite huic manicas* mastigiae. : :quid hoc est negoti? quid ego deliqui? :: rogas,sator sartorque scelerum et messor maxume? (Capt., 659 ss.)

Como ejemplo de la rebuscada estilización de los m etros largos y los cantica podemos citar:

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 95haec est. estne ita ut tibi dixi? aspecta et contempla Epidice: usque ab unguiculo ad capillum summumst festivissuma. estne consimilis quasi quom signum pictum pulchre aspexeris? e tuis verbis meum futurum corium pulchrum praedicas, quem Apelles ac Zeuxis duo pingent pigmentis ulmeis. (Ep., 622 ss.)

illic hinc abiit, mihi rem summam credidit cibariam, di immortales, iam ut ego collos praetruncabo tegoribus! quanta pernis pestis veniet, quanta labes larido, quanta sumini apsumedo, quanta callo calamitas, quanta laniis lassitudo, quanta porcinariis. (Capt., 901 ss.)

Vemos ahora cuán profundam ente tenemos que modificar nues­tra prim era conclusión. La lengua de P lauto contiene indudablem en­te num erosos elementos coloquiales, pero no constituyen sino uno de los muchos ingredientes con los que Plauto modeló una lengua rebuscada y artificial en alto grado. Calando con igual libertad en la lengua del derecho, de la religión y de la tragedia de su tiempo y, adem ás, con los rasgos coloquiales que hemos registrado, logró el tono picante adecuado al género cómico. La lengua de Plauto, aun la de los senarios, está muy lejos del habla cotidiana de la época de Aníbal. A través de unos pocos ejem plos finales podemos obser­var cuán inextricablem ente mezcló lo coloquial y lo estilizado. En la expresión lepida m em oratui (Bacch., 62) el adjetivo coloquial lepi­dus aparece usado con el dativo de un supino, construcción franca­m ente ra ra y arcaica. En “m agistron quem quam discipulum m inita­rie r” (“ ¡que un discípulo se atreva a ’ am enazar a su m aestro!” Bacch., 152), la construcción y el empleo del verbo frecuentativo son coloquiales; la desinencia del infinitivo pasivo, arcaica. En Poen., 308: “eho tu, vin tu facinus facere lepidum et festivom ?”, el tono coloquial es inequívoco (obsérvese la exclamación, el tu repetido, los adjetivos lepidus y fe s tivu s) , y sin em bargo el verso contiene una figura etymologica. Como ilustración final podemos aducir el diver­tido pasaje de la escena in ic ia l3 de la Casina en que Olimpión incre­pa a Calino:

quid facies? : : concludere in fenstram firmiter, unde auscultare possis quom ego illam ausculer : quom mihi illa dicet “mi animule, mi Olympio,

3. S e ñ a la H a ff te r que en la s escenas in ic ia les la len g u a es tá con f re c u e n ­c ia m ás estilizad a que en o tros p asa je s , siem pre d en tro de los senario s y á m ­bicos. P o r ejem plo :

saep e ego res m u lta s tib i m an d av i, M ilphio,dubias, egenas, inop iosas consili,quas tu sa p ie n te r docte e t co rd a te e t ca tem ih i red d id is ti o p ip aras opera tu a . (Poen., 123 ss.)

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mea vita, mea mellilla, mea festivitas, sine tuos oculos deosculer, voluptas mea, sine amabo ted amari, meu’ festus dies, meu’ pullus passer, mea columba, mi lepus”, quom mihi haec dicentur dicta, tum tu, furcifer, quasi mus in medio parieti vorsabere. nunc ne tu te mihi respondere postules abeo intro, taedet tui sermonis. (Cas., 132 ss.)

Las comedias de Terencio, cuya vida literaria comienza unas dos generaciones después de Plauto, nos introducen en un m undo lin­güístico m ás tranquilo y reposado. Han desaparecido la exuberancia, la vis cómica y el vigor de las bulliciosas y picarescas comedias de Plauto. Los efectos de Terencio son m ás sutiles: reserva, reticencia y autocontrol caracterizan su estilo. A estas diferencias se les ha dado una interpretación social. Según algunos estudiosos correspon­den a diferencias de clase. Plauto refleja el habla de los estratos m ás bajos de la población, m ientras que Terencio emplea el lenguaje de la sociedad refinada: el círculo ilustrado de los Escipiones. P o r lo que se refiere a Plauto, hemos visto ya cuán lejos de la verdad está esta tesis. Nos queda por descubrir ahora el resultado de la aplica­ción de los mismos criterios y métodos de análisis a la lengua de Terencio.

En pronunciación y gramática, como era de esperar, la lengua ha realizado ciertos progresos hacia la norm a clásica. Se ha consum a­do el cambio fonético ejemplificado -en votare > vetare, vortere > vertere (véase supra). [N ota 14.] Terencio evita,.o emplea m ás ra ­ram ente, ciertas form as gramaticales que aparecen librem ente en Plauto: las form as m etaplásticas como fervere, olere, etc., son m ás raras; nunca usa dice o duce; tetuli, que es norm al en Plauto, apa­rece sólo dos veces en Terencio. Las form as de optativo en -ssim , tan frecuentes en Plauto, son empleadas por Terencio como recurso deliberadam ente arcaizante en pasajes con reminiscencias de la len­gua del derecho, faxim y faxo sobreviven, pero en frases estereoti­padas. Terencio es m ás arcaico que Plauto en un aspecto: en la segunda persona del singular pasiva usa norm alm ente las form as m ás breves en -re, en tanto que Plauto presenta nueve ejem plos de -ris, que Cicerón prefiere en el presente de indicativo para evitar la confusión con el imperativo. Entre las formas no clásicas de la len­gua de Terencio podemos anotar, resumiendo, ipsus (tam bién ipse), hisce (tam bién hi), el dativo de singular femenino solae, algunas fo r­mas activas como luctare, altercare, imperfectos del tipo insanibat, y, po r último, ciertos arcaísmos confinados al final de las unidades m étricas (verso o hemistiquio) : -ier, siem, attigo, face, duint, etc.

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 97Que Terencio utilizó un lenguaje m ás restringido y refinado re ­

sulta evidente de la consideración de ciertas categorías de palabras que hemos señalado antes com o típicas del habla coloquial. Son utilizados con mayor economía y como indicadores de carácter los térm inos de denuesto o invectiva. Hay menos verbos frecuentativos, merlos diminutivos, menos com puestos con ad-, con-, de- (véase su p ra ) , y la m ayoría de los que él in trodujo fueron luego incorpora­dos a la lengua literaria. Tam bién en sus pasajes dialogados se es­fuerza Terencio por lograr una m ás estrecha aproxim ación al habla natural. Se ha hecho ver por H affter, po r ejemplo, que Terencio p re ­fiere las interjecciones prim arias como hem, au, vah, etc., a las se­cundarias hercle, age, etc., y que con m ás frecuencia que en Plauto constituyen de por sí una expresión completa:

ecquid spei porrost? : : nescio : : ah! (Phorm., 474.)

Geta! : : hem! : : quid egisti! (Ibid., 682.)

una omnis nos aut scire aut nescire hoc volo : : ah! : : quid est?(Ibid., 809.)

di obsecro vos, estne hic Stilpo? : : non : : negas? concede hinc a foribus paulum istorsum, sodes, Sophrona. ne me istoc posthac nomine appellassis : : Quid, non, obsecro, es quem semper te esse dictitasti? :: st! (Ibid., 740 ss.)

Esta últim a exclamación en P lauto aparece invariablem ente seguida de un im perativo : st! tace; st! abi. El pasaje ilustra, además, o tra peculiaridad de la fidelidad de Terencio al uso coloquial : con m u ­cho m ayor frecuencia que Plauto perm ite Terencio que aparezcaun non aislado en una respuesta negativa, supliéndose por la p re ­gunta precedente el verbo que lo apoya. Éste es tan sólo un ejemplo de la realidad de que en Terencio hay u n m ás estrecho ensam blaje en tre los parlam entos de las partes dialogadas; los personajes se bastan, como en el habla norm al, con el m ínim o de palabras, ya que el sentido se com pleta por el contexto situacional. La agilidad que así se logra puede apreciarse por unos pocos ejemplos :

quid ago? d ic , Hegio : : ego? Cratinum c e n s e o si tibi videtur : : dic, Cratine : : mene vis? : : te. (Ibid., 447 ss.)

salve, Geta ! : : venire salvom volup est : : credo : : quid agitur? multa advenienti, ut fit, nova hic? : : compluria. : : ita. De Antiphone audistin quae facta? : : o m n ia (Ibid., 609 ss.)

quid istuc negotist? : : iamne operuit ostium? : : iam. (Phorm., 8 1 6 .)

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Por últim o:quaeso quid narras? : : quin tu mi argentum cedo.: : imrao vero uxorem tu cedo : : in ius ambula.: : enim vero si porrö esse odiosi pergitis...: : quid facies? : : egone? vos me indotatis modopatrocinari fortasse arbitramini:etiam dotatis soleo : : quid id nostra? : : nihil.hic quandam noram quoius vir uxorem... :: hem :: quid est?Lemni habuit aliam, : : nullu’ sum : : ex qua filiamsuscepit. (Ibid., 935 ss.)

Tam bién encontram os aquí ejemplificado el uso natu ra l de la in te­rrupción que distingue, una vez m ás, a Terencio de Plauto, quien hace de ella un uso sorprendentem ente reducido. P lauto tiende, en efecto, a hacer de cada locución una entidad independiente. Tam ­bién en este aspecto Terencio reproduce con m ayor fidelidad las condiciones del habla real:

si quis me quaeret rufu’... : : praestost, desine. (Ibid., 51.) cedo, quid portas, obsecro? atque id, si potes, verbo expedí.: : faciam : : eloquere : : modo apud portum... : : meumne? : :

[intellexti :: occidi : : hem! (Ibid., 197 ss.)

P or último, Terencio, aunque menos vulgar y vigoroso que Plauto, todavía hace uso abundante de palabras y giros expresivos de ca­rác te r coloquial. Por ejemplo, de una sola comedia, el Phormio, re ­cogemos conraditur (40), ibi continuo (101), non sum apud m e (204), garris (210), deputare (246); las respuestas afirmativas adm odum , sic, oppido (315 ss.); tennitur (330), atque adeo quid mea? “Y, ade­m ás, ¿qué me im porta?” (389), cedo “dime” (398), dicam... im p in­gam (439), num quid patri subolet? “¿Es que m i padre se huele algo?” (474); los sinónimos para “ ¡tonterías!” hariolare, fabulae, logi (492 s.); com m odum “ahora mismo” (614), facessat “ ¡que se largue!” (635), effu ttiretis “charlataneaseis” (746), dilapidat “echa a perder (nuestro d inero)” (897), quid id nostra? “ ¿qué nos im porta eso a nosotros?” (940), ogganniat “que (le) m achaque (los o ídos)” (1030). No hay duda, pues, de que Terencio emplea un notable cau­dal coloquial que, podemos suponer, refleja el uso de su tiempo. Por supuesto, no es susceptible de prueba el que tal fuera el m odo co­rrien te de hablar en el “Círculo de los Escipiones”. En cualquier caso, el m ayor refinamiento y reticencia de Terencio puede considerarse como característico del habla de la clase elevada. Pero las diferencias en tre Plauto y Terencio pueden reflejar en igual m edida diferencias de técnica literaria. Porque la lengua de Terencio, aunque menos pródiga y descomedida en su empleo de elementos ornam entales,

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 99está m uy alejada del habla cotidiana, incluso de la m ás educada y culta. El análisis de unos cuantos pasajes lo h a rá evidente.

La aliteración aparece incluso en pasajes yám bicos de colorido coloquial:

abi sis, insciens: quoius tu fidem in pecunia perspexeris, verere verba ei credere? (Phorm ., 59 ss.)persuasumst homini: factumst: ventumst: vincimur : duxit. : : quid narras? : : hoc quod audis : : o Geta! quid te futurumst? : : nescio hercle : : unum hoc scio, quod fors feret feremus aequo animo. (Ibid., 135 ss.)

(Adviértanse el asíndeton y el hom oioteleuton de la prim era línea.)

quin quod est ferundum fers? tuis dignum factis feceris, ut amici inter nos simus? (Ibid., 429 ss.)neque mi in conspectum prodit ut saltem sciam quid de ea re dicat quidve sit sententiae. (Ibid., 443 s.)

tum plusculasupellectile opus est; opus est sumptu ad nuptias. (Ibid., 665 s.)

Este últim o pasaje, cuidadosam ente adornado con aliteración, anáfora y quiasmo, podemos com pararlo con este otro:

qui saepe propter invidiam adimunt divitiaut propter misericordiam addunt pauperi? (Ibid., 276 s.)

que contiene paralelismo de cláusulas, asonancia y homoioteleuton. Los pasajes en versos largos m uestran , como era de esperar, una m ayor profusión de ornam entación estilística. B astarán unos breves ejem plos:

at non cotidiana cura haec angeret animum : : audio.: : dum expecto quam mox veniat qui adimat hanc mihi consuetu-

[dinem.: : aliis quia defit quod amant aegrest; tibi quia su p e r e st d o le t:

amore abundas, Antipho, nam tua quidem hercle certo vita haec expetenda optandaque es t.

(Ibid., 160 ss.)

En este pasaje advertimos, al lado de la cuidada aliteración, la “con­geries” del final con homoioteleuton.

“retinere am are am ittere” (175), “deserta egens ignota” (751), “o ra t confitetur pu rgat” (1035) pueden servir como ejemplos de

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tricolon en asíndeton. El tricolon con anáfora, aliteración y “m iem ­bros crecientes” lo tenemos ejemplificado en “eius me m iseret, ei nunc timeo, is nunc me retinet” (188). Como ilustración final de o r­nam entación estudiada y rebuscada podemos citar :

di tibi omnes id quod es dignus ,duint!: : ego te compluris advorsum ingenium meum mensis tuli pollicitantem et nil ferentem, flentem; nunc contra omnia haec repperi qui det neque lacrumet: da locum melioribus. (Ibid., 519 ss.)

Estos ejemplos bastan para m ostrar claram ente que Terencio empleó los mismos recursos estilísticos convencionales de la lengua literaria arcaica (véase el capítulo siguiente) que hem os observado en Plauto. Aunque sus efectos son m ás sutiles, su a rte m ás recatado, la lengua de Terencio está muy lejos del habla natural, aun de la de cualquier círculo refinado. En realidad, incluso se han planteado dudas a la afirmación de la vita de que Terencio fue amigo íntim o de Escipión el Africano y de Lelio, en tanto que Jachm ann ha exte­riorizado la sospecha de que el correcto y puro hablar atribuido por Cicerón a Escipión y Lelio puede ser sim plem ente una inferencia a p a rtir de los usos lingüísticos de Terencio, quien —según suele apun­tarse— habría creado personalm ente esta latinidad u rbana en un esfuerzo por desarrollar un equivalente latino de la insinuante y re ­catada άστειότης de Menandro, con sus variados y sutiles efectos de carácter. En Plauto, en cambio, tenemos la lengua de la comedia musical o de la ópera bufa. Sobre las excelencias del estilo de Te­rencio y su éxito al captar los efectos de la Comedia Nueva griega, un crítico de o tra lengua, muy alejado de él en el tiem po y el es­pacio, no puede hacer cosa m ejor que reproducir los testim onios antiguos atribuidos por Suetonio [Vita Ter.) a dos grandes m aestros del latín: Cicerón y César:

Cicero in Limone hactenus laudat :“tu quoque, qui solus lecto sermone, Terenti, conversum expressumque Latina voce Menandrum in medium nobis sedatis vocibus effers quiddam come loquens atque omnia dulcia dicens”.

item C. Caesar:“tu quoque, tu in summis, o dimidiate Menander, poneris, et merito, puri sermonis amator, lenibus atque utinam scriptis adiuncta foret vis comica ut aequato virtus polleret honore

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cum Graecis neve hac despectus parte laceres, unum hoc maceror ac doleo tibi deesse, Terenti”.

Que tam bién algunos de sus contem poráneos le censuraron esta fal­ta de fuerza y vigor aparece claro en el prólogo del Phormio (4 s.) :

ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 101

qui ita dictitat, quas antehac fecit fabulas, tenui esse oratione et scriptura levi.

Armauirumque
Armauirumque
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C a p ít u l o V

EL DESARROLLO DE LA LENGUA LITERARIA

A. P o e s ía

La lengua, instrum ento de comunicación del hom bre con sus sem ejantes, se crea, transform a y perfecciona en respuesta a las m últiples y siem pre cambiantes exigencias de la sociedad y del contorno en que se encuentra situada. Así, la historia de una lengua es, ni m ás ni menos, la historia de una cultura. De la significación de lo griego en el desarrollo de la prim itiva civilización rom ana m ucho se ha dicho ya en los capítulos precedentes. Al pasar ahora al estudio del desarrollo del latín literario esta influencia resulta abrum adora. [N o ta 15.] Del crisol de la historia había surgido una nación de soldados-agricultores, recios y disciplinados, hom bres des­tinados a ser los señores de Italia y del mundo m editerráneo. Las ciudades y estados helenísticos y helenizados fueron cayendo uno a uno ante un poder cuya energía no residía en el núm ero ni en la fuerza corporal, ni en la riqueza o la astucia, sino en una disciplinada unidad y en la práctica del ius armorum. Pero el propio Vegecio, que así diagnosticaba las causas de la grandeza de Roma, reconocía la suprem acía griega en las artes de la civilización: “G raecorum a r­tibus prudentiaque nos vinci nemo dubitavit” (De re militari, I, 1).

Y no era m ás que la pura verdad: en la época del triunfo de Rom a sobre las florecientes ciudades de la Magna Grecia en la p r i­m era m itad del siglo m a. C., a pesar del grado de riqueza y poder po r ella alcanzado, no había todavía una literatura nacional rom ana digna de tal nombre. La revelación de los tesoros culturales acum u­lados por el pueblo m ás dotado del orbe a lo largo de una dilatada y fecunda historia tuvo un efecto abrumador. El conquistador ro ­m ano se sometió al derrotado. Ansiosos de que Roma pudiera parangonarse en cultura con los griegos, los generales victoriosos, juntam ente con estatuas y pinturas, trajeron de sus cam pañas filó-

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 103sofos y profesores de retórica para educar a sus hijos. Ejemplo típico del celo filohelénico en el seno de la aristocracia rom ana es Emilio Paulo, quien en 168 a. C. aplastó a Perseo de Macedonia en Pidna: como botín por su victoria no exigió sino la biblioteca del rey. Y es que la literatura rom ana es justam ente, al menos en sus inicios, la h istoria de un expolio; el m ayor motivo de orgullo de un au to r era el ser el prim ero en poner m ano al pillaje. Cierto que el fuego central del genio esencial rom ano ardió invariablemente bajo esta m asa superpuesta de m aterial ajeno, y con el correr del tiempo había de estallar en una llam a que igualó en esplendor a la m ás brillante de los griegos. Mas el h istoriador de la lengua, aunque sea tam bién un am ante de Virgilio, tiene que dar el debido énfasis al hecho de que todos los géneros literarios latinos, con la excepción de la sá tira (“satira to ta nostra est” es todo lo que puede proclam ar Quintiliano), debieron su form a y m ucho de su contenido a la p ra ­xis y la teoría griegas. Así, debemos volvernos ante todo a la lite­ra tu ra griega para alcanzar a com prender el progreso del latín li­terario.

El estudiante de lite ra tu ra griega descubre en seguida que tiene que aprender no una lengua, sino varios dialectos. Esto es conse­cuencia del form alism o de la lite ra tu ra griega, de la indiscutida con­vención que establecía como apropiada para cada género una form a particu lar de lengua. Así, la épica hom érica fue el producto de una tradición poética que, surgida entre hablantes del dialecto eólico, había pasado, en el transcurso del tiempo, a m anos de bardos cuyo dialecto nativo era el jónico. Así, en la dicción poética de los poe­m as homéricos se halla integrado un caudal de palabras y giros de períodos cronológicamente diversos y de distintos dialectos. El d ia­lecto épico es un producto artificial alejado del habla norm al de sus creadores. Pero la convención dejó establecido de una vez p ara siem pre que todo au tor épico hasta el final del mundo griego em ­pleara ese dialecto. Por su parte , la lírica coral se desarrolló en tre los dorios, y así el dorio se convirtió en el dialecto propio de este género con independencia del dialecto nativo del escritor. Por esto el d ram a ateniense cam bia bruscam ente de dialecto cuando pasa del diálogo en yambos a la lírica coral. El mismo principio es váli­do en cierta m edida para la prosa. Fueron los jonios los prim eros en escribir historia, ciencia y m edicina : por ello el jonio es la lengua aceptada de la p rosa científica, como por ejemplo el Corpus hipo- crático, y el ateniense Tucídides procura dar a la lengua de su h is­to ria cierto colorido jonio.

En resumen, tales eran las convenciones lingüísticas de la lite ra ­tu ra griega. Mas antes de entregarnos al estudio de los autores ro ­m anos y su emulación de los modelos griegos tenemos que recordar

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otro hecho. En la época en que los rom anos iniciaron su aprendizaje literario , la lite ra tu ra griega había traspuesto ya su cénit. Los ro ­m anos se toparon con el mundo helenístico, el de los sucesores de Alejandro, y la poesía helenística era creación de círculos de poetas- estudiosos altam ente cultivados, con un excesivo interés por las técnicas literarias, y que tenían a. gala la oscuridad y la alusión e ru ­dita; que embellecían sus obras con palabras extrañas, las “glos­sae”, raras gemas arrancadas de antiguos aderezos. El doctus poeta se m antiene ñrm e, incansable en sus tentativas por desenterrar nue­vo m aterial p ara su poesía. En lo lingüístico siente debilidad por las antigüedades raras.

Fue durante este período de la h istoria de la lite ra tu ra griega cuando Roma comenzó su aprendizaje en el arte de escribir.

initium quoque eius (scii, grammaticae) mediocre extitit, siquidem antiquissimi doctorum, qui idem et poetae et semigraeci erant (Li­vium et Ennium dico, quos utraque lingua domi forisque docuisse adnotatum est) nihil amplius quam Graecos interpretabantur, aut siquid ipsi Latine composuissent praelegebant. (Suet., Gram., I.)

La sensibilidad griega con respecto a la lengua de los diversos géneros literarios se transparen ta en la m ás antigua lite ra tu ra ro ­mana, que se inicia con la traducción de la Odisea en versos sa tu r­nios por Livio Andrónico, un nativo de Tarento que fue llevado como esclavo a Rom a en 242 a. C. y allí adoptado por la gens Livia. Subsisten pocos fragm entos de su obra, pero un agudo análisis de E, Fraenkel (R .-E ., Suppi., V, 603 s.) ha dejado en claro que las convenciones de la poesía helenística con su distinción de géneros prevalecieron en ella. Así, la frase diva Monetas filia (fr. 30) “la M usa” contiene el genitivo arcaico en -as que en la tín clásico so­brevivió sólo en pater familias. E ra ya un arcaísm o en tiem po de Andrónico, pues en otros lugares usa -ai, como hace tam bién el arcaizante Senatus Consultum de Bacchanalibus. Lo que es signifi­cativo es que de los genitivos en -as citados por Prisciano (I, 198 s.), tres proceden de la Odisea de Andrónico, dos del Bellum Poenicum de Nevio y uno de los Annales de Ennio, es decir, todos pertenecen al género épico; Prisciano no cita ninguno como procedente de las tragedias de estos poetas, a pesar de estar fam iliarizado con ellas. O tros rasgos extraños a la dicción trágica que pueden detectarse en los fragm entos de Andrónico son filie (vocativo), dextrabus, dusm o (= dum o), homónem, fitum est, plurales de tercera persona del tipo nequinont, y el adverbio quamde. F raenkel concluye:

una y otra vez puede verse cómo Livio se esfuerza, valiéndose de formas altamente arcaicas, por conferir dignidad y carácter distan­

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 105t e a su épica, distante n o sólo de la lengua c o tid ia n a , s in o ta m b ié n del estilo de los géneros poéticos menos augustos... Todos su s sucesores se adhirieron al mismo principio. A la lengua d e la épica romana le estuvo reservado desde el principio el privilegio d e una solemnidad más elevada incluso que la de la tragedia, por n o men­cionar los otros géneros poéticos.

Debe advertirse, sin embargo, que todos los géneros poéticos ro­m anos, tragedia e incluso sá tira , hacen uso de arcaísm os como in ­grediente de su dicción. La épica es diferente en grado, no en es­pecie.

En su búsqueda de colorido arcaico los poetas se sirvieron de form as desusadas de la declinación y la conjugación, así como de palabras periclitadas, procedentes de sus am plias calas en la lengua de la religión y en la del derecho. El m aterial puede clasificarse ade­cuadam ente bajo las rúbricas de m orfología y vocabulario. Al es­tablecer tales inventarios debemos tener en cuenta, naturalm ente, que “arcaísm o” es un térm ino relativo. Muchas de las form as de la poesía prim itiva que parecían arcaicas a los autores del perío ­do clásico eran form as contem poráneas p a ra los poetas que las em plearon. E ntre éstas están diferencias de género como caelus (m.) o lapides (f.), particularidades referentes a la declinación como exer­citi, speres, o a la conjugación, como fodantes, horitur, resonunt, etc., que fueron elim inadas en el proceso de norm alización que d iscu ti­rem os m ás adelante. Y no debemos olvidar la im itación de los p re ­decesores que la antigua teoría recom endaba al poeta. Así, los poetas posteriores a Ennio pueden usar una form a o una palabra no qua arcaísm o, sino sim plem ente porque aparecía en Ennio. Esta cues­tión de los “ennianism os” nos ocupará m ás adelante en el estudio de la lengua de Virgilio. Hechas estas aclaraciones previas podemos reg istrar entre los m ás im portantes arcaísm os morfológicos de la prim itiva dicción poética latina: en la declinación de los nom bres, el genitivo singular en -di, genitivos plurales en -um (p. ej. fa c tu m ) ; en los pronom bres y dem ostrativos, ipsus, olli, y el dativo-ablativo quis; adverbios del tipo superbiter, aequiter, rarenter, concorditer y contem ptim , iuxtim , visceratim, etc. En el sistem a verbal los fenó­m enos m ás im portantes son los infinitivos pasivos en -ier, los im ­perfectos de la cuarta conjugación en -ibat, tem as desiderativos en -ss- como en prohibessis, los perfectos en -ërunt (form a que persis­tía en la lengua coloquial, pero que resu ltaba arcaísm o en poesía ') y -ere en lugar de -ërunt. Finalm ente podem os m encionar form as como fuas y superescit. Pero no era sólo por medio de sonidos y form as como se lograba el colorido apropiado. Los géneros poéticos

1, S obre los té rm in o s “a rca ico ” , “p oético” y “co loqu ia l” véase cap itu lo VI.

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se distinguían tam bién por el vocabulario que se les perm itía. La praxis griega en este pun to había sido analizada y form ulada por Aristóteles. Haciendo una distinción fundam ental en tre palabras de uso corriente (κύρια ονόματα) y las que resultaban extrañas al m is­m o (τά ξενικά), había establecido que el tono superior de la expre­sión literaria depende de un uso m oderado de las tales ξενικά, que elevan la dicción por encima del lugar com ún (ταπεινόν). E ntre los m odos de expresión poco comunes había señalado él las “glossae” (palabras extrañas o raras) como particularm ente indicadas para el género épico, aunque le perm itía tam bién hacer uso de palabras com puestas, prim ariam ente dominio del ditiram bo, y de la m etáfora, que es un carác ter específicamente distintivo del verso yámbico. De hecho la “glosa” fue un rasgo específico de la épica griega en la fo r­m a m adura en que aparece en los poemas, homéricos. Esto fue, como hem os visto, una consecuencia de la h istoria de la poesía épica, p o r­que Homero es la culm inación de una tradición poética de siglos que había preservado form as y palabras que ya no e ran habituales en la lengua hablada contem poránea del poeta. Homero im puso su au toridad sobre toda la poesía griega subsiguiente y proporcionó una cantera inagotable de m ateriales poéticos. Ninguna fuente de r i­queza com parable se ofrecía a los pioneros de la lite ra tu ra rom ana; en cualquier caso, pocas huellas quedan de las fuentes en que los poetas arcaicos calaron buscando palabras de sabor antiguo. El h is­to riador del la tín tiene que lam entar no m enos que Cicerón la p é r­dida de los antiguos carmina:

atque utinam exstarent illa carmina, quae multis saeculis ante suam aetatem in epulis esse cantitata a singulis convivis de clarorum virorum laudibus in Originibus scriptum reliquit Cato. (Brutus, 75.)

Ennio se refiere tam bién a sus predecesores que escribieron en m e­tro saturnio. Fue sin duda esa poesía tradicional la que proveyó a Andrónico y a sus sucesores de num erosas palabras características de la dicción poética, tales como Camena, celsus, am nis (una an ti­gua palabra “ítalo-céltica” relacionada con el ing. “Avon”), aerumna (posiblem ente de origen e tru sco ), anguis (= serpens), artus (= m em ­brum ), letum (= m ors), tellus (= terra), um eo y um or y verbos arcaicos tales como defit, infit, claret, clueo; adem ás, num erosos térm inos religiosos como los verbos adolere, parentare, mactare, opi­tulare, libare; los nom bres nemus, flamen, vates, epulo, polubrum, eclutrum, sagmen, lituus, libum, tesca, y los adjetivos almus, castus, dirus (posiblem ente de origen sabino), augustus, obscenus, tu tu la­tus, solerhnis. Las m ajestuosas fórm ulas del derecho fueron, no m enos que las de la religion, fuente de palabras inusitadas. Un pa-

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 107saje de Varrón (L. L., 7, 42) resu lta esclarecedor en este punto. Co­m entando el “Olli respondit suavis sonus Egeriai” de Ennio escribe:

“Olli” valet dictum “illi” ab “olla” et “ollo”, quod alterum comitiis cum recitatur a praecone dicitur “olla centuria” non “illa”; alterum apparet in funeribus indictivis quo dicitur : “Ollus leto datus est.”

Tenemos aquí una clara indicación de las fórm ulas legales y religio­sas como fuentes paralelas de la dicción poética.

Tam bién las palabras dialectales fueron aceptadas en la dicción poética de acuerdo con la teo ría y práctica griegas. A propósito del vei’so veteres Casmenas cascam rem volo profarier, Varrón (7, 28) com enta: “prim um cascum significat vetus; secundo eius origo Sa­bina, quae usque radices in Oscam linguam egit” . Sem ejante es su com entario a catus en el pasaje de Ennio iam cata signa ferae soni­tu m dare voce parabant: “cata acuta: hoc enim verbo dicunt Sabini”. Es posible tam bién que cohum, del que se nos dice que los poetas lo usaron por caelum, sea un doblete dialectal de cavum. Otras “glo­sas” ex tran jeras son m eddix y fam ul (ambos oscos) ambactus (galo), sibyna (ilirio) y rum pia (tracio).

Como no podía ser menos, el contingente m ayor en este pun to lo proporcionó el griego, aunque la poesía latina elevada fue mucho m ás reservada que la comedia y la lengua popular en la admisión de palabras griegas. Así, incluso a Musa le fue negada la en trada por Livio Andrónico, que puso en su lugar Camena, la palabra ind í­gena para designar a una “diosa de los m anantiales y las aguas” —aunque en últim o térm ino era de origen etrusco, si hem os de creer a M acrobio—. Nevio, po r su parte , echó m ano de una perífra ­sis para traducir Μούσα i: “novem Iovis concordes filiae sorores” (B. P., fr. 1). Sólo Ennio tiene la osadía de perm itir a las ex tran je­ras m usas p isar el suelo del Olimpo latino: “Musae quae pedibus m agnum pulsatis Olympum” {A., 1 W.). Ennio dio entrada a otras palabras griegas como bradys, charta, coma, lychnus, pero su sen ti­m iento de incomodidad en relación con tal proceder resulta eviden­te en su empleo de aer: “vento quem perhibent G raium genus aera lingua” (A., 152 W.); sus sucesores se m ostraron parcos en el uso del griego, como en el de toda clase de “glosas” foráneas. En esto tam bién fueron discípulos dóciles de los griegos, quienes sabían que el empleo desmedido de este recurso estilístico acabarla p a ran ­do en βαρβαρίσμός.

La devoción de Ennio a sus modelos griegos le llevó a com eter algunos errores de prueba que, sin embargo, no tuvieron efecto algu­no en la poesía subsiguiente. Aristóteles incluyó entre las “glossae” ciertas distorsiones de palabras, en tre ellas las form as apocopadas. En p arte esta teoría descansaba sobre un defecto de comprensión

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Homero había conservado una antigua form a δώ, que a los ojos de las generaciones posteriores parecía una form a abreviada de δώμα. Sobre la aparente autoridad de Homero, Euforión había aventurado ?)λ por ήλος. Con tales modelos a la vista, Ennio se atrevió a escribir cael por caelum (Spur., 34 W.), do p o r dom us (ibid., 35) y gau por gaudium (ibid., 33). Sem ejante es su falso uso de la tmesis. Éste era también un rasgo arcaico de la dicción hom érica del que Ennio pudo hacerse legítimo eco eon su de m e hortatur. Pero m onstruos como cere... brum (“saxo cere-com m inuit-brum ”, Spur., 13 W.) h a ­cían violencia a la lengua. Con todo, em inentes abogados han defen­dido la inocencia de Ennio con respecto a esta culpa. O tra aberración que conoció corta vida fue el uso enniano de la term inación casual épica en -oeo en M ettoeoque Fufetioeo (A., 139 W .). En este punto advierte Quintiliano (I, 5, 12) : “Ennius poetico iu re defenditur”. Como hemos visto ya, hay ciertos indicios de que esta term inación casual puede haber existido en latín dialectal.

No fue sólo en cuestiones generales de teoría y convenciones literarias donde los griegos ejercieron su influencia en la form ación de la lengua literaria latina. El hecho de que una p a rte tan grande de la poesía arcaica latina sea no sólo im itación, sino incluso t r a ­ducción literal del griego, significa que de m odo constante el griego permaneció al lado de su pupilo. Esto puede ejemplificarse con el verso con el que puede decirse que comenzó la lite ra tu ra latina,

viimm mihi, Camena, insece versutum (Od., 1),

traducción de ανδρα μοι £ννεπε, Μούσα, πολύτροπον, Od., 1, 1, donde Andrónico ha traducido el arcaico εννεπε por una “glosa” equivalente sacada de no sabemos qué fuente (difícilm ente podría haberse él anticipado a los hallazgos de la m oderna filología que ve en estas dos palabras una identidad etimológica (< *en-seque)). La últim a palabra del original griego tipifica un problem a que puso a p rueba los recursos del traductor e im itador latino. El griego conservaba aún en pleno vigor su poder de crear palabras com puestas que usa­ba libremente en poesía, especialmente epítetos ornam entales. El latín, sin embargo, había perdido en gran m edida esta posibilidad heredada. Así, el versutus de Andrónico representa un m odo idio- m ático de traducir el com puesto griego πολύτροπος. En ocasiones un tipo derivacional indígena se m ostraba adecuado p ara sostener la carga impuesta por el griego. Esto puede decirse, por ejemplo, de los adjetivos en -ösus, que proporcionaban equivalentes adecua­dos para, los numerosos epítetos ornam entales griegos en πολυ- y -όεις. Valgan como ejemplos frondosus (Ennio), fragosus, labeosus (Lucr.), piscosus, lacrimosus, squamosus, spum osus, etc. La equiva-

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 109lencia de tales palabras a com puestos está puesta de relieve p o r la acuñación ciceroniana de squamiger y spum ifer frente a los dos ú lti­m os ejemplos, igual que encontró en aestifer un equivalente del m é­tricam ente im posible aestuosus, aestifer es aceptado po r Lucrecio y Virgilio. Al lado de squamosus, Virgilio acuñó otro sustituto, squa­meus, que puede adem ás servir para tipificar o tro sufijo latino esti­m ulado por la presión del griego y especialm ente favorecido p o r los poetas del hexám etro a causa de su conveniente conformación m é­trica (véase in fra ). Pero en conjunto los recursos del latín resu lta ­ban inadecuados para recoger la inm ensa variedad de los com ­puestos griegos. El propio Andrónico, cuando no consigue a tinar plenam ente, se contenta con los sucedáneos m ás aproximados : así, χαλκήρει (δουρί) aparece sim plem ente como celeris (hasta), que im i­ta el sonido sin recoger el significado. Pero los poetas posteriores, conscientes de que los com puestos ornam entales eran un rasgo esen­cial del estilo épico, se vieron em pujados al empleo de un procedi­m iento ajeno al genio de su lengua. El quinquertio de Andrónico p or πένταθλος habla nacido m uerto, pero los poetas trágicos hicie­ron gala de la m ás desabrida audacia. Nada en la épica puede rivalizar con el bien conocido “Nerei repandirostrum incurvicervi­cum pecus” de Pacuvio (fr. 352 W.) (cf. άγκυλοχείλης κυρταύχην). Andrónico se había contentado con sim um pecus. En general, las palabras com puestas estaban lim itadas a unos cuantos tipos bien definidos. P ara el silvicola de Nevio había am plio precedente en pa­labras como agricola. Pero su creación arquitenens fue el prototipo de una clase destinada a jugar un im portan te papel en la dicción de la épica rom ana: suaviloquens, altitonans, omnipotens, sapientipo­tens, velivolans, etc. Similar a éste es el tipo ejemplificado por sua­visonus, que aparece en un fragm ento trágico de Nevio, aunque quizá Livio puede reclam ar la prioridad en esta clase con el odori­sequus que se le atribuye. En la poesía subsiguiente hay una cantidad abundante de tales com puestos con u n tem a verbal como segunda parte : altisonus (Ennio, e tc .), laetificus (Ennio, etc.), largificus (Lucr.), velivolus (Ennio, etc.), horrisonus (Lucr., e tc .), montivagus (Lucr.), frugiparus (Lucr.), etc. En las obras de Nevio encontram os otros tres proto tipos que tuvieron gran im portancia en la posterior creación de compuestos poéticos:

1. frondifer: cf. dulcifer, frugifer, flammifer, e tc . (Ennio), aestifer, florifer, glandifer, e tc . (L u c r .) .

2. tyrsiger: c f. armiger (A c c io ) , barbiger, corniger (L u c r .) , laniger, naviger, saetiger, squamiger (L u c r .) , e tc .

3. bicorpor: cf. bipes (N ev io , Trag.), bilinguis (E n n io ) , trifax (E n ­n io ) , biiugus (L u c r .) , tripectorus (L u c r .) , e tc .

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A parte éstos, hay pocos tipos productivos. Los com puestos fo r­m ados por dos tem as nom inales como dentefabres, levisomnus, m u lt­angulus, om nim odus, etc., son m ucho m ás raros. E ntre ellos cabe destacar los com puestos en -pes, alipes (Lucr.), sonipes (Accio), ca- prires (Lucr.), levijes (Cic.), mollipes (Cic.). E ntre los que encontra­ron aceptación general podemos m encionar magnanimus, grandaevus y primaevus.

Así, si bien los poetas rom anos lucharon pacientem ente con una lengua recalcitrante p ara producir los com puestos poéticos exigidos p o r las leyes del género, en m uchos casos tuvieron que aceptar la derro ta y, o bien ignoraron los com puestos griegos, o bien los tr a ­du jeron po r m edio de perífrasis: τανύφυλλος aparece como (cupres­si stant) rectis foliis (Ennio), πολύμοχθος como magni (formica) laboris (Hor.), εϋρροος como late fusa (Cic.), θεοπροπέων como f i ­denti voce (Cic.).

El griego ejerció adem ás o tra influencia decisiva en la form a de la lengua literaria latina cuando Ennio rom pió con el hábito de sus antecesores, y en lugar del m etro indígena, el saturnio, empleó para sus Annales un m etro griego, el hexám etro. El la tín es pobre en palabras dactilicas, que vienen exigidas por este m etro, y Ennio echó m ano de recursos varios para evitar palabras de conform ación r í t ­

m ica im practicable. Así, po r imperare, intuetur, Involans empleó

induperare, indotuetur, induvolans, con un prefijo indo que aparece en las X II Tablas, pero que resultaba ya desusado en la época de Plauto. Este recurso pareció demasiado extravagante a los poetas posteriores, que resolvieron el problem a planteado por palabras como imperare empleando la form a frecuentativa: împërltâre. Esta im posición m étrica explica tam bién el uso de plurales poéticos como gaudia, otia y de dobletes fonéticos del tipo vincula frente a vinclis. En otros casos se echó m ano de recursos morfológicos como los genitivos plurales “arcaicos” parentum , cadentum, agrestum, etc., o el infinitivo de perfecto en lugar del de presente (continuisse por continere), si bien este uso tenía tam bién raíces en la sintaxis m ás arcaica. La búsqueda de series dactilicas es tam bién evidente en la preferencia dada a ciertos tipos de derivación: Lucrecio sustituyó m agnitudo y differentia po r m axim itas y differitas. Los neutros en -m en dan en el plural un dáctilo muy práctico (fragm ina), y ello puede explicar la preferencia de los poetas por este tipo de fo rm a­ción, que era un rasgo de la lengua arcaica (Ps.-Servio, A., 10, 306: fragmina: antique dictum ). Sin embargo, aun haciendo justicia a G re­cia como nodriza de la lite ra tu ra rom ana, la sim ple lectura de algunas líneas de su período de vigorosa adolescencia proclam a la

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esencial latinidad de su lengua. No es solam ente el vocabulario el que es predom inantem ente latino, excepción hecha del pequeño p o r­centaje de “glossae” adm itidas en obsequio a las leyes de la poesía. Los recursos de estilo son palm ariam ente no-griegos. Esto aparece claro de m odo inm ediato si contrastam os un pasaje de Ennio con el correspondiente griego que traduce:

ώ μοι πίμ δή τοι φρένες οΐχονθ’ ΐμς τό πάρος περ εκλε’ έπ’ άνθρώπους;Quo vobis mentes rectae quae stare solebant ante hac dementes sese flexere viai? (A., 194-5 W.)

Vemos aquí ejemplificada esa afición al juego de palabras (m entes- -dem entes) y a la asonancia, especialmente a la aliteración, que es­tab a profundam ente arraigada en el solar latino, a juzgar por p ro ­verbios como m ense Malo malae nubun t y por carmina religiosos como “utique tu fruges frum enta vineta virgultaque grandire bene- que evenire siris pastores pecuaque salva servaseis” (véase in fra). De hecho, la aparición de pares de palabras aliterados de carácter sim ilar en textos itálicos (por ejemplo, en la plegaria um bra: “iovie hosta tu anhostatu tu rsitu trem itu hondu holtu ninctu nepitu sonitu savitu preplotatu previlatu”) m uestra que la aliteración y la asonan­cia eran recursos endémicos en tre los pueblos de la península. E jem ­plos de esta clase abundan en Ennio:

Haec ecfatus pater, germana, repente recessit nec sese dedit in conspectum corde cupitus quamquam multa manus ad caeli caerula templa tendebam lacrumans et blanda voce vocabam. (A 44-7 W.),

pasaje en el que debe notarse, adem ás, la figura etymologica. En ocasiones la aliteración es llevada hasta el exceso, como en el bien conocido

O Tite tute Tati tibi tanta, tyranne, tulisti! (A., 108 W.)

Tam bién vemos plenam ente desarrollados en Ennio los recursos re ­tóricos del hom oioteleuton (Rom ani... Campani), la paronom asia (explebant... replebant), la antítesis y la isocolia (véase el apartado dedicado a la p rosa), que p ara lo sucesivo dejaron su im pronta en la lengua poética de los rom anos. Los pasajes siguientes se com entan por sí solos:

nec mi aurum poseo nec mi pretium dederitis nec cauponantes bellum sed belligerantes ferro non auro, vitam cernamus utrique; vosne velit an me regnare era, quidve ferat Fors

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virtute experiamur, et hoc simul accipe dictum: quorum virtuti belli fortuna pepercit, eorundem libertati me parcere certum est.dono, ducite, doque volentibus cum magnis dis. (A., 186 ss. W.)

pellitur e medio sapientia, vi geritur res,spernitur orator bonus, horridus miles amatur;haud doctis dictis certantes, sed maledictismiscent inter sese inimicitiam agitantes;non ex iure manum consertum, sed magis ferrorem repetunt regnumque petunt, vadunt solida vi. (A., 263 ss. W.)

Pasajes como éstos revelan a Ennio como el creador de la lengua de la épica rom ana. De lo que Virgilio debe a Ennio hablarem os m ás adelante. La influencia de Ennio sobre Lucrecio fue tan grande que P. Skutsch ha llegado a escribir: “Podemos decir que, aparte divergencias en la construcción de los períodos y diferencias de tema, nada puede dar una idea m ejor del estilo enniano que un cuidadoso análisis lingüístico de Lucrecio.”

En su lengua, el De rerum natura se nos aparece en gran m edida inm une al movimiento de reform a de los “urbanizadores”, cuya obra de puriñcación y uniform ación se revela en los rígidos cánones gra­maticales de los autores clásicos. En la im precisión de su gram ática, y a pesar de la distancia tem poral, Lucrecio está m ás cerca de En­nio y Plauto que de los puristas augústeos. En él hallam os en gran m edida las m ism as variaciones de género (finis m. y f.), declina­ción (sanguen, sanguis, etc.), conjugación (sonere), sintaxis (p. ej. cum causal con indicativo), que son características de la lite ra tu ra latina arcaica. Ahora bien, esta incertidum bre gram atical difícilm en­te podríam os etiquetarla como “arcaísm o”. Lucrecio no era un poeta alejandrino afanosam ente em peñado en la búsqueda de efectos ver­bales con que lograr los aplausos de los preciosistas de salón. F a­nático racionalista que ard ía en deseos de salvar a los espíritus de la religión, usó la lengua de su tiem po como el instrum ento m ás eficaz y claro de exposición, sin desdeñar ocasionalm ente el colo- quialismo (p. ej. belle, lepidus). Pero el poeta latino tiene que someterse a las leyes del género. N aturalm ente tiene que crear fo r­mas aptas para el hexám etro (p. ej. indugredi, discrepitant, inopi, disposta, disque supatis, seque gregari). Incluso en sus neologismos (y su tem a le obligaba a abundantes innovaciones —“nec m e animi fallit G-raiorum obscura reperta difficile in lustrare Latinis versibus esse, m ulta novis verbis praesertim cum sit agendum p rop ter eges­tatem linguae e t rerum novitatem ”, I, 136 ss .) , Lucrecio usa los m ol­des tradicionales : p. ej; adverbios como m oderatim y com puestos como falcifer. Tam bién en sus recursos de estilo Lucrecio se alinea

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 113con los poetas arcaicos. De la “congeries”, acumulación de sinónimos que Ennio había llevado al absurdo con su “m aerentes flentes la- crum antes com m iserantes” (Spur., 40 W.), Lucrecio ofrece innum e­rables ejemplos: “inane vacansque” (I, 334), “officere atque obsta­re” (337), “saepta e t clausa” (354), “seiunctum secretum que” (431), “levis exiguusque” (435), “seiungi seque gregari” (452), “speciem ac form am ” (4, 52), “duplici geminoque” (274), “m onstra ac po rten ta” (590). Aliteración sostenida la tenem os en I, 250-64, un pasaje que ejemplifica tam bién el uso del epíteto ornam ental fijo, cláusulas equilibradas m arcadas por el hom oioteleuton y la anáfora. El verbo virescunt, que está atestiguado aquí por vez prim era, puede servir para ilustrar la afición de los poetas a los verbos en -esco.

Fue en su empleo de los arcaísm os y “glossae” donde Lucrecio, aun conform ándose a la convención y a lo que era peculiar del gé­nero, reveló lo que podía lograr un poeta de genio. Una simple lista de estos elementos de su dicción colocaría a Lucrecio al lado del dotado poeta am ateur que fue Cicerón, su contem poráneo: geniti­vos en -äl y en -um , infinitivos en -ier, verbo simple por el com­puesto, etc. Pero es especialmente en su uso de los recursos trad i­cionales de la dicción poética donde Lucrecio revela al poeta de genio. Cuando su fuego se abre paso a través del m aterial de la filo­sofía na tu ra l que sobre él se acumula, el arcaísm o y la glosa b ri­llan con una luz supraterrenal. De en tre sus muchos pasajes de in­superable valor poético tendrem os que contentarnos con considerar aquel (I, 80 ss.) en que Lucrecio recoge el exquisito pathos d e uno de los textos m ás conmovedores de la poesía griega: el coro de Ifigenia del Agamenón. El análisis lo dañará menos si lo hacemos antes de leerlo, scelerosa es una form ación arcaica en -osus (cf. su­pra) en lugar del m ás usual sceleratus, y está combinado en “con­geries” con impía. O tros arcaísm os son los genitivos en -ai, la anás­tro fe de propter, el adjetivo trem ibundus. Como “glosas” podemos considerar las form as Iphianassai, Danaum, Hymenaeo. El tema m ism o hace inevitable la presencia de antiguos térm inos rituales : injula, m inistros, casta, hostia, m actatu, felix fautusque. Por último, podemos no ta r un grecismo sintáctico, el “calco” prim a virorum. Sin embargo, la presencia de estos ornam entos de género en u n pa­saje que debe mucho de sus magníficas cualidades pictóricas a la inspiración griega no daña a su esencial latinidad. Puede servir para ejemplificar en todas sus fases el progreso realizado por los rom a­nos en el camino de creación de una lengua poética eficaz.

Illud in his rebus vereor, ne forte rearis impia te rationis inire elementa viamque indugredi sceleris, quod contra saepius illa religio peperit scelerosa atque impia facta.

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114 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Aulide quo pacto Trivial virginis aram Iphianassai turparunt sanguine foede ductores Danaum delecti, prima virorum, cui simul infula virgineos circumdata comptus ex utraque pari malarum parte profusast, et maestum simul ante aras adstare parentem sensit, et hunc propter ferrum celare ministros, aspectuque suo lacrimas effundere civis, muta metu terram genibus summisa petebat: nec miserae prodesse in tali tempore quibatquod patrio princeps donarat nomine regem:nam sublata virum manibus tremibundaque ad aras deductast, non ut sollemni more sacrorum perfecto posset claro comitari Hymenaeo, sed casta inceste, nubendi tempore in ipso, hostia concideret mactatu maesta parentis, exitus ut classi felix faustusque daretur, tantum relligio potuit suadere malorum.

Hemos rastreado hasta aquí algunas de las líneas principales de desarrollo de la lengua de la épica rom ana. Antes de ocuparnos delm ás grande m aestro del género hemos de pasar brevem ente revista a los esfuerzos realizados para crear un estilo apropiado p ara la tragedia. Hemos visto ya que Andrónico y Nevio habían dado en­trad a en la épica a ciertos arcaísm os dem asiado alejados de la len­gua ordinaria para poder em plearse en la tragedia. En general puede decirse, sin embargo, que las diferencias lingüísticas y estilísticas en­tre la épica y la tragedia son m eram ente graduales y no cualitativas, y que se desarrolló una lengua estilizada uniform e de la poesía eleva­da en oposición a las de la comedia y la prosa. Los arcaísm os, las pa­labras “poéticas” y com puestas distinguen a la lengua de la tragedia no menos que a la de la épica. La tragedia hizo tal vez un uso m ás parco de tales recursos, pero lo fragm entario de la tradición d ra ­m ática y épica arcaica hace imposible establecer estadísticas segu­ras. Con todo, los compuestos m ás audaces están atestiguados en la tragedia (cf. sup ra). También los trágicos proporcionan rico m ate­rial ejemplificador de los recursos de estilo que abundan en la épica: aliteración, asonancia, asíndeton, tricola y, finalmente, la “congeries”, la acumulación de sinónimos, rasgo tan típico de los antiguos car­mina y fórmulas legales de los romanos. B astarán algunos ejem plos:

1. Aliteración (a menudo con juego de palabras y figura etym o­logica) :

quin ut quisque est meritus praesens pretium pro factis ferat.(Nevio, Trag., 13 W.)

laetus sum laudari me abs te, pater, a laudato viro. (Ibid., 17 W.)

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 115

Salmacida spolia sine sudore et sanguine. (Ennio, Trag., 22 W.) constitit credo Scamander, arbores vento vacant. (Ibid., 197 W.)

(En el últim o ejemplo nótese el lugar prom inente dado a los verbos, un recurso favorito de Virgilio);

Interea lociflucti flacciscunt, silescunt venti, mollitur mare. (Pacuvio, 82-3 W.)

cui manus materno sordet sparsa sanguine. (Accio, 12 W.)

2. Tricolon en asíndeton:Podemos com parar con

Urit populatur vastat. (Nevio, Carm., 32 W.)ibid quid agat secum cogitat curat putat. (Ennio, Trag., 349 W.)constitit cognovit sensit, conlocat sese in locumcelsum; hinc manibus rapere raudus saxeum grande et grave.

(Accio, Trag., 424-5 W.)miseret lacrimarum luctuum orbitudinis. (Ibid., 54 W.)

3. El "estilo rim bom bante” :

ne illa mei feri ingeni atque animi acrem acrimoniam.(Nevio, Trag., 49 W.)

more antiquo audibo atque auris tibi contra utendas dabo.(Ennio, Trag., 324 W.)

id ego aecum ac ius fecisse expedibo atque eloquar. (Ibid., 154 W.) pacem inter se conciliant, conferunt concordiam. (Ibid., 372 W.)

... ne horum dividae et discordiae dissipent et disturbent tantas et tam opimas civium divitias. (Accio, 590-2 W.)

Tales son las características generales de la lengua poética pre- augústea. Pero antes de que Virgilio pusiera m ano a la tarea de ele­var la poesía rom ana a sus m ás altas cimas, una reacción se alzó contra los hábitos e ideales arcaizantes profesados por la escuela enniana. La “escuela m oderna”, la de los poetae novi, trasplantó a Rom a la polémica de los antiguos y los m odernos que en un tiem po dividiera a los literatos de A lejandría cuando Calimaco rechazó el poem a épico largo, tal como lo practicaba Apolonio Rodio, y p ro ­clamó que un libro grande era un μέγα κακόν. De esta nueva escue-

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116 INTRODUCCIÓN AL LATIN

la, capitaneada po r el gram ático y crítico P. Valerio Catón, fue Catulo el m ás dotado representante. Tampoco estos poetas querían oír hablar de épica larga —Cicerón escribe acerca de Ennio : “O poe­tam egregium ! quam quam ab his cantoribus Euphorionis contem ­n itu r”—, y se consagraron a géneros de m enor alcance que daban ocasión a los m ás exquisitos refinamientos de form a, lengua y m e­tro. Fue en este últim o aspecto, que cae fuera de la finalidad del presente libro, donde sus reform as resultaron m ás palpables. Hay un punto de prosodia que m erece mención por su interés lingüístico. Los novi prohibieron la anulación de -s final, que la poesía an terio r había adm itido (Cic·., Or., 161: “eorum verborum quorum eaedem erant postrem ae duae litterae quae sunt in optim us, postrem am lit­teram detrahebant, nisi vocalis insequebatur, ita non era t ea offen­sio in versibus quam nunc fugiunt poetae novi”). Esto no era m ás que un ejemplo de su aversion general por los arcaísm os que, iden­tificados con la rusticitas, antítesis de la elegancia m oderna y de la urbanitas, querían elim inar los novi de la lengua de la poesía, pero este empeño estuvo en buena p arte contrarrestado po r las leyes que un poeta alejandrino profeso tenía que adm itir. La obligada m im e­sis de los predecesores vino a significar que m ucho de lo que podrían rechazar como arcaísm o fue adm itido como tradición poética. Así, tampoco Catulo rehúye arcaísm os morfológicos como alis, alid, Troiu- genum, am antum , tetuli, face, citarier, deposivit, lavit, recepso, quis, qulcum, ubertim , m iseritus, o palabras arcaicas com o autum ant, grates ago, oppido, nasse, illa tem pestate = illo tempore, cupiens = cupidus, apisci, auctare (en un plegaria, 67, 2), postilla. Tam bién en el uso de com puestos Catulo es fiel a la práctica de sus predece­sores. En el poem a Peleo y Tetis, que pertenece al género épico, hallamos, por ejemplo, letifer, corniger, caelicola, y raucisonus, ve­ridicus etc. Pero en los dem ás poem as acuña com puestos que van m ás allá de estos tipos bien establecidos y rivaliza con sus modelos alejandrinos aventurándose a crear pinnipes, plum ipes y silvicultrix. Tam bién los ornam entos de estilo son de tipo tradicional, si bien observa un m ayor discernim iento en el empleo de la aliteración, que, en general, reserva para efectos especiales:

Thesea cedentem celeri cum classe tuetur. (64, 53.)

plangebant aliae proceris tympana palmisaut tereti tenuis tinnitus aere ciebant. (Ibid., 261-2.)

Otros ejem plos (“frigoraque e t fam en”, 28, 5; libenter... laetus”, 31, 4; “satur supinus” —nótese el asíndeton—, 32, 10) son probable­m ente pares de palabras establecidos ya de antiguo en la conversa­ción ordinaria. Encontram os tam bién un recurso de estilo digno de

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 117

particu lar mención en vista de su im portancia en la praxis de Virgi­lio: si en un verso aparecen dos nom bres y uno de ellos ha de ser calificado por un adjetivo, p ara lograr un equilibrio se dota al otro nom bre de un epíteto. Además, en tales grupos de palabras se adop­ta un orden altam ente artificial, en el que los adjetivos se disponen en paralelo o form an un quiasmo :

a l A Binrita ventosae linquens promissa procellae. (64, 59.)

pero

non flavo retinens subtilem vertice mitram,non contecta levi velatum pectus amictunon tereti strophio lactentis vincta papillas. (Ibid., 63 ss.),

donde la disposición es diferente en las tres líneas sucesivas : (1) abÁB, (2) abBA, (3) aAbB. Finalm ente, veamos u n ejemplo de la disposición quiástica: “ausi sun t vada salsa cita decurrere pupp i” (64, 6) = AabB.

Ahora que hemos esbozado las líneas m aestras del desarrollo gradual del instrum ento de expresión poética que los rom anos for­ja ron con m ateriales indígenas bajo la guia de los griegos, es el m o­m ento de pasar a Virgilio. Poeta rom ano form ado en la tradición alejandrina, pagó a sus predecesores el trib u to de la imitación. La m ajestad de su tem a y las leyes del género prescrib ían una lengua de colorido y ornam entación ennianos. El fondo virgiliano de pala­bras “poéticas” básicas es el de sus predecesores (ales, almus, aequor, amnis, arbusta, caelestes, coma, ensis, genetrix, letum, mortales, pro­les, etc.), con su m arcada preferencia po r los verbos simples (linquo, temno, sido, suesco). Las innovaciones de Virgilio están tam bién fun­didas en el molde tradicional: adjetivos en -eus (arboreus, frondeus, fum eus, funereus); en -alis, -ilis (armentalis, crinalis, flexilis, glacia­lis, sutilis); en -bilis (enarrabilis, immedicabilis, ineluctabilis); en -osus (onerosus, nimbosus, undosus, m ontosus) ; verbos incoativos en -esco (abolesco, crebresco, inardesco) ; frecuentativos (convecto, domito, hebeto, inserto); nombres de agente en -tor, -ir ix (funda­tor, latrator, pugnator); neutros en -m en (gestamen, libamen, luc­tam en). Pero la exquisita sensibilidad de Virgilio no pudo ignorar lo que se había logrado a través de la investigación y experimenta­ción de los novi. Por o tra parte, como poeta cuidadoso en extremo, se veía obligado a rechazar una erudición que resu ltara opresiva y pedante y destruyera el efecto m oral y emocional. Por eso Virgilio, aun perm aneciendo fiel a la lengua de sus predecesores en la épica, no se aleja demasiado de las form as del habla contem poránea. Por

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118 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ejemplo, no usa arcaísmos como duona, sos, endo, danunt, escit, ni antiguas form as m etaplásticas como caelus, sanguen, flucti, lavere, si bien algunas de ellas fueron rechazadas m ás por “vulgares” que por arcaicas (véase capítulo VI); no emplea tam poco adverbios del tipo rarenter, disertim y contemptim . Quedan tam bién eliminadas las “glossae” dialectales como cascus, baeto, perbito, que tal vez con­sideraba como “ex ultim is tenebris repetita” (cf. Quintiliano, 8, 3, 27). Es cierto que tenemos ejemplos de genitivo en -äl, de olle y quis, de form as verbales en -ier, faxo, fuat, de las partículas ast, ceu, y de pone, Pero estos arcaísmos no están introducidos indiscrim inada­m ente como tendentes a dar un vago colorido poético. Algunos, n a ­turalm ente, estaban impuestos por las exigencias (lenibat, nutribant, maererítum) o conveniencias (infinitivos en -ier en el quinto pie: aecingier artes) de orden métrico. Otros com parecen en evocaciones deliberadas de los predecesores, como, por ejemplo, en el pasaje de tono lucreciano Aen., 6, 724 ss. con su cuidadosa notación de la es­tru c tu ra lógica por medio de las partículas principio... hinc... ergo, el arcaísmo ollis (usado solamente en esta form a por Lucrecio), la aliteración elaborada (p. ej. “mens agitat molem et magno se co r­po re m iscet”), que es especialmente frecuente en final de verso (p. ej. “vitaeque volantum, m oribundaque m em bra, carcere caeco”). Podemos no tar además el pleonasmo revisant rursus y los num ero­sos ecos de la fraseología lucreciana (enniana) : globum lunae, m odis miris, volantum pt>r avium.

Ahora bien, imitatio aparte, los arcaísmos de Virgilio aparecen usados con delicado y deliberado artificio. Como en el caso de Lu­crecio, están dictados por el tema. Es digno de notarse, por ejemplo, que la form a fua t aparece en Virgilio solam ente en un discurso de Jú p ite r (A., 10, 108), pasaje que será de interés exam inar aquí. Las palabras del pater omnipotens están introducidas p o r el arcaísm o infit. La escena está caracterizada por una aliteración de intensidad enniana:

... eo dicente deum domus alta silescitet tremefacta solo tellus, silet arduus aether,tum Zephyri posuere, premit placida aequora pontus.

El parlam ento se abre con un grandioso “dicolon abundans” :

accipite ergo animis atque haec mea figite dicta.

El veredicto, que comienza con el m ajestuoso polisílabo quando­quidem “como quiera que” —nunca usado por Cicerón en sus dis­cursos ni por César—, tiene una estructura binaria equilibrada en­raizada en la lengua de la religión y el derecho:

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 119

quandoquidem Ausonios coniungi foedere Teucrishaud licitum, nec vestra capit discordia finem :quae cuique est fortuna hodie, quam quisque secat spem,Tros Rutulusne fuat, nullo discrimine habebo, seu fatis Italum castra obsidione tenentur sive errore malo Troiae monitisque sinistris.

En la últim a línea recordam os el dolo malo de las leges sacrae y el sinister de la lengua augural. El arcaísm o fua t encuentra, pues, su lugar en un contexto m ayestático en que el padre de los dioses y los hom bres aparece sentado en el trono desde el que d icta su justicia. M arouzeau ha llamado la atención sobre una serie de casos en que tales arcaísm os dan color a la lengua hablada por los dioses: quia- nam es usado por Júp iter (10, 6), m oerorum por Venus (10, 24), ast por Juno (1, 46). No podría hallarse una ilustración m ejor de la afirmación de Quintiliano “verba a vetustate repe tita ... adferunt o ra ­tioni m aiestatem aliquam ” (I, 6, 39).

También la Sibila habla en una lengua que no es de este m undo:

olli sic breviter fata est longaeva sacerdos:Anchisa generate, deum certissima proles.

Todo este pasaje (6, 317-36), que describe la llegada de Eneas a la Éstige, es particularm ente rico en colorido arcaico: enim “en ver­dad”, la asonancia inops inhumataque, la anástrofe haec litora cir­cum , la significación arcaica de putans, el locativo animi, y finalmen­te la expresión ductorem classis, que, como una antigua gema en una m ontura m oderna de “glossae”, form a el espléndido verso

Leucaspim et Lyciae ductorem classis Orontem. (334.)

En este pasaje podemos notar, adem ás, las reminiscencias ennianas vada verrunt y vestigia pressit; las expresiones patroním icas Anchi­sa generate y Anchisa satus, propias del estilo épico latino desde Li­vio Andrónico; el grecismo sintáctico (es una “glosa)” iurare nu ­men, y finalmente la construcción no latina -que... -que, “calco” acuñado por Ennio como práctico final de hexám etro en la línea de expresiones hom éricas como ολίγον τε φίλον τε, πόλεμοί τε μάχοα τε, etcétera.

Virgilio recurre tam bién al arcaísm o cuando tiene que evocar la solemnidad de la plegaria (p. ej. alma, nequiquam) :

alma, precor, miserere, potes namque omnia nec te nequiquam lucis Hecate praefecit Avernis. (6, 117-8.)

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120 INTRODUCCIÓN AL LATIN

La m ism a base tiene la significación de un detalle aparentem ente in ­significante: el arcaico atque introduciendo un pasaje que evoca el pathos del cadáver insepulto:

atque illi Misenum in litore sicco ut venere vident indigna morte peremptum. (162 s.)

Estas líneas, con su repetición de M isenum y la “glosa” Aeoliden, m arcan el clímax de un pasaje rico en colorido y fraseología ennia- nos (p. ej. “caecosque volutat eventus animo secum; vestigia figit; m ulta ín ter sese vario serm one sereban t”), en que Virgilio ha p ro ­digado todos los recursos de su magia verbal:

quo non praestantior alter aere ciere viros Martemque accendere cantu. (164 s.)

sed tum forte cava dum personat aequora concha, demens, et cantu vocat in certamina divos, aemulus exceptum Triton, si credere dignumst, inter saxa virum spumosa immerserat unda. (171 ss.)

Finalm ente,

tum iussa Sibyllae, haud mora, festinant flentes aramque sepulcro congerere arboribus caeloque educere certant, itur in antiquam silvam, stabula alta ferarum: procumbunt piceae, sonat icta securibus ilex, fraxineaeque trabes cuneis et fissile robur scinditur, advolvunt ingentis montibus ornos. (176 ss.)

El resto del episodio de Miseno servirá para ejemplificar o tro recurso del a rte virgiliano. La “glosa”, según hemos visto, era uno de los recursos tradicionales del género épico, y como ta l lo em plea­ron los predecesores de Virgilio al m odo de los griegos, si bien Lu­crecio habla sido notablem ente m ás m oderado en el uso de este ornam ento que Ennio, Cicerón o Catulo. Tam bién Virgilio se au to­lim ita en el empleo de este recurso, cuyo uso excesivo habría llevado al barbarism o (véase p. 107). Al igual que los arcaísm os, la “glosa” queda reservada para efectos especiales, s i, como debe hacerse, ex­cluimos de la definición de “glosa” las palabras que pertenecen al fondo común de la dicción poética (letum , amnis, e tc .), podemos no­ta r en el pasaje en cuestión los térm inos augurales (o b )servare, ag­noscere, optare, laetus, y las rebuscadas expresiones rituales de la escena funeraria con sus “glossae” pyra, en lugar del térm ino indi-

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gena, rogus, y cadus po r situla, y finalmente la escansión griega de crateres.

Sería vano in ten tar una espectrografía de la m úsica verbal de Virgilio con sus com plejas arm onías y sus cam biantes esquemas de asonancia. Sin embargo, la estructu ra y ornam entación retóricas son un capítulo de gran im portancia en la poesía postaugústea y exigen al menos una breve referencia. D urante el últim o siglo de la República, un completo aprendizaje de la retórica griega había llegado a ser una parte norm al de la educación de un rom ano. En esta escuela aprendieron los rom anos la técnica de la prosa artística y la construcción de períodos com plejos equilibrados (véase el apar­tado siguiente). La adaptación del período artístico a la poesía del hexám etro no fue el m enor de los logros de Virgilio; es un pun to en el que dejó muy a trás a sus predecesores. El poeta “arcaico” Lucre­cio y el “neotérico” Catulo habían fracasado ambos en su intento de resolver este problem a; sus largos períodos (véase Skutsch, Aus Vergils Frühzeit, p. 65) carecían de arm onía y equilibrio internos y consistían en su mayor p arte en simples sartas de oraciones subor­dinadas. Ahora bien, Virgilio había aprendido de sus m aestros de retórica que la prosa de tensión emocional elevada no exige largos períodos elaborados con las partes subordinadas cuidadosam ente conectadas con la idea central, hipotaxis, sino parataxis, con supre­sión de las partículas de conexión lógica. Preguntas retóricas, excla­maciones, oraciones ráp idas y breves m utuam ente equilibradas, con sim etría m arcada por recursos como la antítesis, la anáfora, el ho- m oioteleuton, el quiasm o..., tales eran los recursos prescritos para la consecución de fuerza, energía e intensidad (δεινότης) en la p ro­sa. 2 Fue este estilo el que Virgilio in trodujo en la épica rom ana.

En prim er lugar su período raram ente excede la longitud de cua­tro hexám etros, el óptimo prescrito por Cicerón (véase el apartado siguiente y cf. Cicerón, Orator, 222). Así, la narración que ab re el libro VI de la Eneida empieza con dos períodos, cada uno de los cuales consiste en tres “cola” coordinados (véase el apartado si­guiente) :

sic fatur lacrimans, classique immittit habenas, et tandem Euboicis Cumarum adlabitur oris, obvertunt pelago proras; tum dente tenaci ancora fundabat navis et litora curvae praetexunt puppes.

Esta sencillez es característica constante del estilo narrativo de Vir­gilio. Pero en el estilo “asiánico” de la prosa patética, la sencillez de

2, Véase W. K roll, “N eue Jahrb.”, 1903, pp. 23 s.

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1 2 2 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

la estructu ra sintáctica está compensada por los elaborados artifi­cios retóricos de la “concinnitas” (véase el apartado siguiente), la antítesis, el orden de palabras y la asonancia. Tam bién en Virgilio incluso las oraciones simples presentan esa clase de estilización re ­tórica. Podemos notar, por ejemplo, el tricolon “de m agnitud cre­ciente” :

bella, horrida bella et Thybrim multo spumantem sanguine. (6, 86 s.)

El tricolon con anáfora:

ante fores subito non voltus, non color unus, non comptae mansere comae. (Ibid., 47 s.)

El κύκλος encessas in vota precesque

Tros, ait, Aenea, cessas? (Ibid., 51 s.)

C om páresesocer arma Latinus habeto

imperium sollemne socer. (12, 192 s.)

El “dicolon abundans” en

errantisque deos agitataque numina Troiae (6, 68),

y com párese

omnia praecepi atque animo mecum ante peregi. (Ibid., 105.)

Tales estructuras binarias equilibradas son particularm ente carac­terísticas de nuestro autor:

fataque fortunasque virum moresque manusque. (Ibid., 683.)

quos dulcis vitae exsortis et ab ubere raptos abstulit atra dies et funere mersit acerbo. (Ibid., 428 s.)

Compáresequi sibi letum

insontes peperere manu lucemque perosi proiecere animas. (Ibid., 434-6.)

sed revocare gradum superasque evadere ad auras, hoc opus, hic labor est. (Ibid., 128 s.)

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 123

nunc animis opus, Aenea, nunc pectore firmo. (Ibid., 261.)(Aeneas) maesto defixus lumina voltu

ingreditur | linquens antrum | caecosque volutat eventus animo secum. (Ibid., 156-8),

donde las dos oraciones principales coordinadas, de catorce silabas cada una, dan escolta a la frase participial central. A m enudo la si­m etría está, subrayada por asonancias cuidadosam ente dispuestas. Los pasajes que siguen ejemplifican uno de los recursos favoritos de Virgilio: hom oioteleuton de palabras colocadas en las posiciones inicial y final de verso :

talibus Aeneas ardentem et torva tuentem lenibat dictis animum lacrimasque ciebat. illa solo fixos oculos aversa tenebat. (6, 467-9.)at regina, nova pugnae conterrita sorteflebat, et ardentem generum moritura tenebat. (12, 54 s.)nec minus interea Misenum in litore Teucri flebant et cineri ingrato suprema ferebant. (6, 212-3.)pars calidos latices et aëna undantia flammisexpediunt corpusque lavant frigentis et unguunt. (Ibid., 218-9.)

it tristis ad aethera clamor bellantum iuvenum et duro sub Marte cadentum. (12, 409-10.)

Es, naturalm ente, en los discursos donde encontram os los esque­m as estructurales m ás complejos. El discurso de Palinuro (6, 347 ss.) puede servir como ejemplo. Empieza con un par coordinado de “cola” de igual longitud (“parison”), con el equilibrio m arcado po r hom oio­teleuton:

...ñeque te Phoebi cortina fefellit,dux Anchisiade, nec me deus aequore mersit.

La m ism a “isocolia” se m antiene y subraya cuidadosam ente a lo la r ­go del pasaje: p. ej.:

cui datus haerebam custos cursusque regebam. (6, 350.) paulatim adnabam terrae, iam tuta tenebam. (35'8.) ferro invasisset praedamque ignara putasset. (361.)

En spoliata armis, excussa magistro (por excusso magistro) la cons­trucción está forzada para m antener el paralelismo. Notamos de paso la disposición de adjetivos y nom bres (abBA) en:

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124 INTRODUCCIÓN AL LATIN

tris Notus hibernas immensa per aequora noctes. (355.)

Finalm ente, como ha subrayado Norden, todo el discurso tiene una disposición ordenadam ente retórica con un breve “prooem ium ” (... m ersit), una “narratio” (nam que... in litore venti) y un epílogo, que tom a la form a de una “com m iseratio” que culm ina en dos ver­sos de estudiada aliteración:

da dextram misero et tecum me tolle per undas, sedibus ut saltem placidis in morte quiescam. (370 s.)

En m anos de Virgilio el largo proceso de perfeccionam iento de los recursos indígenas bajo la supervisión de la técnica griega alcanzó su cima, y la lengua latina quedó por ñn m odelada como poderoso y sensible instrum ento de poesía elevada.

Si bien no form a parte de nuestra tarea el ras trear la influencia de Virgilio como poeta y pensador —y la poesía rom ana no iba a m antenerse largo tiempo en estas alturas—, podem os decir que su influencia en la historia subsiguiente de la lengua lite raria fue in ­mensa. Sufriendo la suerte de los m ás grandes autores, pasó a con­vertirse en texto escolar, se le aprendió de m em oria, se le recitó, se le hizo víctima de la “explication des textes” , se le analizó y, final­m ente, se le descuartizó para sacar de él ejem plos de las reglas gramaticales. De este modo todo estudioso y todo copista se con­virtió en un virgiliano. Pero nos estamos anticipando, y es el m om en­to de rastrear el desarrollo paralelo de la prosa latina artística.

B. La LENGUA DE LA PROSA LITERARIA

La fuente esencial de toda lengua literaria es la lengua hablada en sus varias form as y modalidades. A p a rtir de ese m aterial bruto , la m ayor parte de las sociedades hum anas, especialm ente tra s la in ­vención de la escritura, han desarrollado form as particu lares de expresión lingüística que, aunque difíciles de definir, podem os cla­sificar como “literarias”. Al rastrear las líneas m aestras del desarro ­llo de la prosa literaria latina hemos de tener en cuenta algunas consideraciones de importancia. Es norm alm ente en 1a, esfera de la religión y en la del derecho donde se dan los prim eros pasos que distinguen la expresión literaria form al de la lengua coloquial. Para orien tar al hom bre en su conducta con respecto a los dioses y a sus sem ejantes se form ulan reglamentaciones. Tales fórm ulas religiosas y legales que recogen el mos maiorum, transm itidas de generación en generación, conservan formas arcaicas de expresión. De ahí que

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 125una lengua literaria que se desarrolle a partir de ellas sea una mez­cla de lo coloquial y lo arcaico. Considerarem os luego las form as de la expresión persuasiva e impresiva, la retórica natural que la expe­riencia creciente y la autocrítica transfo rm arán en un cuerpo cohe­ren te de doctrina. En este punto los rom anos son especialmente deudores de los griegos, si bien algunos de sus recursos estilísticos estaban bien enraizados en el suelo itálico. En particular, la insis­tencia en la “claridad” (σαφήνεια) como principal virtud del discurso eficaz significa que las interrelaciones de las partes de un pensa­m iento complejo deben hallar explícita expresión lingüística. De acuerdo con ello, la ingenua yuxtaposición de oraciones simples es gradualm ente desarrollada p ara fo rm ar el período complejo con cuidada subordinación de sus partes constituyentes. F inalm ente nos enfrentarem os con o tro problem a constantem ente planteado: la cen­tralización del gobierno en los estados organizados, el dominio de una cierta clase, el prestigio de que disfru tan sus hábitos sociales, de los que no es el m enos im portan te el m odo de hablar, vienen a d ar como resultado el desarrollo e imposición de una lengua estándar. En latín este prejuicio de clase está resum ido en la palabra urba­nitas.

Con relación a las prim eras etapas del desarrollo de la prosa la ­tina estam os aún peor inform ados que al respecto de la poesía, por lo escaso de la docum entación conservada. Tenemos, desde luego, los fragm entos de las X II Tablas citados por los autores posterio­res. Ahora bien, en su m ayor parte consisten en ordenanzas desnu­das, sucintas, de la m ás simple estructura: p. ej. si in ius vocat ito. ni it, antestamino. igitur era capito. Lo m ás característico de este estilo es que no hay expresión explícita del sujeto del verbo, ' que tiene que ser sobreentendido a p a rtir del contexto : “si (un dem an­dante) emplaza (a un dem andado) ante el tribunal, (el dem andado) ha de com parecer. Si no comparece, (el dem andante) debe llam ar a un testigo. Luego hágalo detener”. Esta peculiaridad sintáctica, como otros muchos puntos de las X II Tablas, tiene su correspondencia en las leyes griegas arcaicas. Así, la ubicua influencia griega se reve­la incluso en los m ás prim itivos y aparentem ente m ás rom anos docum entos de la lengua latina (véase su p ra ) .

Al igual que la poesía, la prosa literaria comienza con traduc­ciones del griego; como testim onio m ás antiguo conservado de la lite ra tu ra latina en prosa tenem os los pasajes citados p o r Lactan- cio de la traducción enniana de la Ι ε ρ ά αναγραφή de Evémero. Que Lactancio conservó la lengua de Ennio (en los frags. I, III, IV, VI-V III, XI) sin alteraciones verdaderam ente im portantes ha sido recientem ente reafirmado de modo irrebatible. Sus principales ca­racterísticas aparecen en el pasaje siguiente :

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126 INTRODUCCIÓN AL LATIN

exim Saturnus uxorem duxit Opem. Titan, qui maior natu erat, postulat ut ipse regnaret, ibi Vesta mater eorum et sorores Ceres atque Ops suadent Saturno, uti de regno ne concedat fratri, ibi Titan, qui facie deterior esset quam Saturnus, idcirco et quod vide­bat matrem atque sorores suas operam dare uti Saturnus regnaret, concessit ei ut is regnaret, itaque pactus est cum Saturno, uti si quid liberum virile secus ei natum esset, ne quid educaret, id eius rei causa fecit, uti ad suos gnatos regnum rediret, tum Satumo filius qui primus natus est, eum necaverunt, deinde posterius nati sunt gemini, Iuppiter atque luiio. tum Iunonem Saturno in con­spectum dedere atque lovem clam abscondunt dantque eum Vestae educandum celantes Saturnum, item Neptunum clam Saturno Ops parit eumque clanculum abscondit, ad eundem modum tertio partu Ops parit geminos, Plutonem et Glaucam. Pluto Latine est Dis pater, alii Orcum vocant, ibi filiam Glaucam Saturno ostendunt, at filium Plutonem celant atque abscondunt. (Frag. III (Vahlen, p. 223) = Warmington, R. O. L., I, 418, s.)

Puntos particularm ente notables en este pasaje son la sencillez de su estructura sintáctica, la naïveté de las conexiones de frase (exim, ibi, tum., deinde posterius, etc.) y el uso redundante del pronom bre anafórico i s 3.

Si es probable que Ennio recoja fielmente el estilo de los pasa­jes correspondientes de Evémero, quien habría afectado intencio- nalm ente el estilo de la prim itiva narrativa populär griega, hay que no tar tam bién que tales naïvetés son característica universal de la narrativa popular, desprovista de ornato. Las hallam os en igual m e­dida en el ejemplo del sermo inliberalis citado por el au tor de la Rhetorica ad Herennium (4, 11, 16) :

“hic tuus servus me pulsavit”, postea dicit hic illi: “considerabo”, post ille convicium fecit et magis magisque praesente multis cla­mavit!

Podemos com parar también un pasaje del analista Calpurnio pisón (citado por Gelio, 7, 9) :

Cn. Flavius, patre libertino natus, scriptum faciebat, isque in eo tempore aedili curuli apparebat quo tempore aediles subrogantur, eumque pro tribu aedilem curulem renuntiaverunt;

o el pasaje de un discurso de G. Graco citado por Aulo Gelio, con el com entario de que está en el tono propio de la conversación or­dinaria (10, 3, 5) :

3. Véase E. L a tjg hton , “Eranos”, XLIX, 1951, pp. 35 ss.; E. F r a e n k e l , ibid., pp. 50 ss.

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 127

his annis paucis ex Asia missus est, qui per id tempus magistratum non ceperat, homo adulescens pro legato, is in lectica ferebatur. ei obviam bubulcus de plebe Venusina advenit...;

y finalmente un pasaje del m anual práctico de agricultura debido a Catón:

alvom si voles deicere superiorem, sumito brassicae quae levissima erit P. IIII. inde facito manipulos aequales tres conligatoque. postea ollam statuito cum aqua, ubi occipiet fervere, paulisper demittito unum manipulum, fervere desistet, postea ubi occipiet fervere, pau­lisper demittito ad modum dum quinque numeres; eximito, item facito alterum manipulum, item tertium. Postea conicito, contundi­to... (De <agr., 156, 2.)

N uestro estudio del progreso de la p rosa a p a rtir de formas tan sim ples de expresión puede em pezar p o r Catón, que se sitúa al final del período arcaico. Pese a todo su fervor antihelénico y a su afirm a­ción de que todos los que se dedicaban al estudio de la poesía y asistían a convivia no eran m ás que unos tim antes (grassatores), y a su receta para escritores rem teñe verba sequentur, él mismo no estaba del todo incontam inado de las artes de los aborrecidos grie­gos. La base coloquial de su lengua es evidente en ejemplos carac­terísticos como nemo homo, los dim inutivos pauculos homines, m e ­diocriculum exercitum, los adverbios derepente, desubito, nim is = “m uy”; futare = saepius fuisse, en is e ibi superfluos, y en los n u ­m erosos anacolutos de su sintaxis. Debemos contar tam bién aquí los num erosos com puestos verbales, especialmente los en con-, que ya vimos que eran característicos de la lengua coloquial. En un pasaje de Catón (De agr., 129) encontram os confodere, conspargere, com bi­bere, comminuere, coaequare. Nótense tam bién los “hipercaracte- rizados” coaddo y dishiasco. Entre sus arcaísm os podemos mencio­nar el pronom bre quis (abl. p lur.), las form as verbales imposivi, experirus, los infinitivos en -ier. Es posible, desde luego, que algu­nas de éstas fueran form as contem poráneas; pero que Catón usó arcaísm os como un recurso deliberado para proporcionar dignidad y solem nidad a su estilo es evidente; por citar sólo un ejemplo, véase el fragm ento del De sum ptu que term ina: “vide sis quo loco res publica siet u ti quod rei publicae bene fecissem, unde gratiam ca ­piebam , nunc idem illud m em orare non audeo, ne invidiae siet. ita inductum est m ale facere impoene, bene facere non impoene licere” . Aquí, jun to con el coloquialismo vide sis encontram os la form a siet que Plauto reserva para final de verso, depósito de arcaísmos. Pero al em plear impoene es aún m ás arcaizante que Plauto, quien usa la form a impune.

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128 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Entre los recursos de estilo de Catón están los que ya nos resu l­tan familiares tras nuestro estudio de P lauto y de la lengua poética. El estilo “rim bom bante” prim itivo quedará suficientemente ejem pli­ficado por un pasaje del discurso En defensa de los r odios :

sc io so le r e p ler isq u e h o m in ib u s r e b u s se c u n d is a tq u e p r o lix is a tq u e p r o sp e r is an im u m ex ce lle r e a tq u e su p e r b ia m a tq u e fe r o c ia m a u g e s­cere a tq u e crescere . (21, 8 s., J .)

Los tradicionales dicola aliterativos en asíndeton aparecen en el d is­curso contra Galba: “m ulta me dehortata huc prodire: anni aetas vox vires senectus”. Y no faltan ejemplos de aliteración (“asperri­m o atque arduissim o”) y de o tras form as de asonancia como el ho- moioteleuton, para cuya consecución no dudó en acuñar palabras nuevas: p. ej. “aestate frigido, hieme form ido” (87, 10 J.), y optio­natus en “maiores seorsum atque divorsum pretium paravere bonis atque strenuis: decurionatus, optionatus, hastas donaticas aliosque honores” (39, 3 J .). También fugella en la figura etymologica “fugit... fugella” (45, 6 J.) es un ejemplo del juego de palabras frecuente en este estilo un tanto prim itivo: cf. “cognobilior cognitio” (26, 10 J .), “honorem emptitavere, m alefacta benefactis non redem ptita­vere” (69, 7 J.). Tales recursos de estilo, como hem os visto, eran endémicos en Italia. A éstos tenemos que añadir 3a influencia de la poesía de Ennio en la prosa prim itiva. Encontram os en gran m edida los mismos procedimientos de form ación de palabras: p. ej. los abs­tractos en -tudo, como en el duritudo de Catón; adjetivos en -bun- dus (“neque enim tuburchinabundum et lurchinabundum iam in nobis quisquam ferat, licet Cato sit auctor”, Quintiliano, 1, 6, 42); -osus (disciplinosus, consiliosus, victoriosus son atribuidos a Catón por Gelio, 4, 9, 12); adverbios en -im y -ter (p. ej. pedetem ptim , arenter) y verbos frecuentativos en -tare, -itare (em ptitare). Sin duda muchas de estas palabras fueron resultado de los procedi­m ientos analógicos normales; tales coincidencias de lengua no tie­nen, pues, por qué ser prueba de una deuda de Catón con la lengua de la poesía. Ahora bien, la influencia de Ennio es particularm ente clara en “deinde postquam Massiliam praeterim us, inde omnem classem ventus auster lenis fert, m are velis florere videres” (34, 4 ss. J .), y en frases tales como dum se intem pesta nox praecipitat, sub tela volantia y el m ulti mortales del pasaje que sigue, proceden­te del discurso contra Quinto Minucio; en él se verá a qué cimas de pathos y fuerza logró llegar esta prosa arcaica:

d ix it a d e c e m v ir is paru m b en e sib i c ib a r ia cu ra ta e s se , iu s s i t v e s t i­m e n ta d etra h i a tqu e flagro caed i, d e c e m v ir o s B r u tt ia m v erb era ­vere . v id ere m u lti m o rta les , a u is h a n c c o n tu m e lia m , q u is h o c im pe-

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 129

rium, quis hanc servitutem ferre potest? nemo hoc rex ausus est facere: eane fleri bonis, bono genere gnatis, boni consulitis? ubi societas, ubi fides maiorum? insignitas iniurias, plagas, verbera, vi­bices, eos dolores atque carnificinas per dedecus atque maximam contumeliam inspectantibus popularibus suis atque multis m orta­libus te facere ausum esse! set quantum luctum, quantum gemitum, quid lacrimarum, quantum fletum factum audivi? servi iniurias nimis aegre ferunt, quid illos bono genere natos, magna virtute prae­ditos opinamini animi habuisse atque habituros, dum viverent? (41 J.)

Eran, sin duda, pasajes como éste los que Cicerón tenía en el pensam iento cuando escribía (Brutus , 294) : “orationes autem eius u t illis tem poribus valde laudo : significant enim form am quandam ingeni, sed adm odum im politam et plane rudem ”. Tal era la lengua de la prosa elevada latina hacia mediados del siglo n a. C.: una mezcla de la lengua coloquial con las form as arcaicas de los car­mina religiosos y de las fórm ulas legales, embellecida con cosm éti­cos indígenas, con los lumina de la retórica griega y con las flores de la dicción poética contem poránea. Fue esta curiosa amalgama la que en el curso del siglo siguiente se fue refinando p ara dar lugar a la lengua de la prosa clásica. El proceso fue esencialmente de selección y exclusión, la persecución de la latinitas bajo la bandera de la urbanitas. El modo en que esta actitud excluyente y puntillosa se desarrolló entre los rom anos es difícil de rastrear. Sin duda el ráp ido crecim iento del proletariado urbano, con la inm igración de gentes que hablaban un latín dialectal o mal asimilado, estim uló el esp íritu de superioridad y la conciencia de clase de la aristocra­cia dom inante. Desde luego Cicerón, al lam entar la decadencia de la latinidad pura a p a rtir de la época de Escipión, la achaca a la inco r­poración de elementos nuevos a la población de la ciudad:

sed omnes tum fere, qui nec extra urbem hanc vixerant ñeque eos aliqua barbaries domestica infuscaverat, recte loquebantur, sed hanc certe rem deteriorem vetustas fecit et Romae en in Graecia, con­fluxerunt enim et Athenas et in hanc urbem multi inquinate lo- quentes ex diversis locis, quo magis expurgandus est sermo...(Brutus, 258.)

La mención del mismo fenómeno en Grecia, donde el movimiento aticista había empezado hacia el 60 a. C., suscita necesariam ente la sospecha de que la urbanitas es un ejemplo m ás del dominio de Grecia sobre la vida y la teoría literarias de Roma, donde los efectos de la purga fueron, po r cierto, poderosos y saludables. La “intelli­gentsia” rom ana, que se m antenía en una posición de consciente

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130 INTRODUCCIÓN AL LATIN

superioridad sobre la bullente vida de la capital, inició un proceso de ξενηλασία lingüística: la eliminación de lo rústico, lo provincial y lo ex tranjero (“neque solum rusticam asperitatem sed etiam pere­grinam insolentiam fugere discam us”, De or., 3, 44). De las m uchas declaraciones program áticas podemos escoger una debida a Cice­rón. Confiesa en un pasaje la dificultad que experim enta para definir la urbanitas, particularm ente en cuestiones de pronunciación:

qui est, inquit, iste tandem urbanitatis color? nescio, inquam; tan­tum esse quendam scio, id tu, Brute, iam intelleges cum in Galliam veneris; audies tum quidem etiam verba quaedam non trita Romae,

, sed haec mutari dediscique possunt, illud est maius, quod in voci­bus nostrorum oratorum retinnit quiddam et resonat urbanius. (Bru­tus, 171.)

En otros lugares da algunas orientaciones en m ateria de pronuncia­ción, por ejemplo de la -s final.

quin etiam, quod iam subrusticum videtur, olim autem politius, eorum verborum, quorum eaedem erant postremae duae litterae quae sunt in optimus, postremam litteram detrahebant, nisi vocalis insequebatur. (Orator, 161.)

En otro punto, la aspiración de consonantes, confiesa que su quis­quillosa obstinación acabó por ceder ante el uso popular:

quin ego ipse, cum scirem ita maiores locutos ut nusquam nisi in vocali aspiratione uterentur, loquebar sic ut pulcros, Cetegos, trium­pos, Cartaginem dicerem; aliquando, idque sero, convicio aurium cum extorta mihi veritas esset, usum loquendi populo concessi, scientiam mihi reservavi. (Orator, 160.)

Pero es en el De oratore donde delinea los capítulos fundam entales de la pu ra latinidad: corrección léxica y morfológica, con la debida atención al núm ero y al género:

ut Latine loquamur non solum videndum est ut et verba efferamus ea quae nemo iure reprehendat, et ea sic. et casibus et temporibus et genere et numero conservemus ut ne quid perturbatum ac dis­crepans aut praeposterum sit, sed etiam lingua et spiritus et vocis sonus est ipse moderandus. (De or., 3, 40.)

Será conveniente seguir el desarrollo de la purga pu ris ta y el su r­gir del canon clásico ateniéndonos a las rúbricas indicadas.

Hemos tenido ya ocasión de m encionar algunas de las vacilacio­nes morfológicas del latín arcaico, la confusión de género, las fo r­mas fluctuantes de declinación, conjugación y form ación de palabras. Catón podía todavía perm itirse em plear los genitivos illi, allí, solí,

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 131nulli y los dativos femeninos unae, eae, illae. Encontram os, adem ás, clivum por clivus, sagus po r sagum. O tras form as no clásicas son los locativos die proxim i y el excepcional genitivo plural analógico bovërum (aparecen en otros lugares las form as regerum, lapiderum, nucerum, naverum ). E ntre las form as verbales, solui y ausi apare­cen en lugar de los “sem ideponentes” clásicos, en tan to que sus fitu r y fiebantur a duras penas pueden citarse sin repugnancia en un libro que pueda caer en las m anos de un joven estudiante. Al igual que p ara iussitur y possitur, puede alegarse como circunstancia atenuante que potestur fue usado po r Ennio y Pacuvio.

Tam bién en la sintaxis los puristas restringieron la mucho m a­yor libertad de los escritores arcaicos, quienes, por ejemplo, tenían a su disposición en la oratio obliqua no sólo el acusativo con infi­nitivo, sino tam bién quod y u t (p. ej. “narra t u t virgo ab se integra etiam nunc siet”, Terencio, Hec., 145). El indicativo en las in terroga­tivas indirectas había sido desde siem pre algo usual. En este punto César y Cicerón m uestran una curiosa divergencia, pues el prim ero evita el indicativo absolutam ente, m ientras que el segundo presenta nada menos que cincuenta y cuatro ejemplos, la m itad de los cua­les aparecen en sus cartas. En el uso de los casos podemos señalar la neutralización tem poral por p arte de los autores clásicos de la tendencia a reem plazar simples casos por giros preposicionales; p. ej. ad con acusativo en lugar del dativo: ad praetores... honora­rium dabant (Catón, 64, 1 J.) ; de con ablativo en lugar del genitivo (“si posset auctio fieri de artibus tu is”, 60, 1 J.) ; ab con ablativo apa­rece tam bién como sustitu to del genitivo.

En todo este proceso de poda y escardado, los puristas rom anos debieron de guiarse, en prim er lugar, por el sano sentido común lin­güístico. Los oradores y abogados del tipo de Craso, a quien alababa Cicerón por su “Latine loquendi accurata et sine m olestia diligens elegantia” (Brutus, 143), rechazaron, sin duda, los arcaísmos y arti- ficiosidades de dicción por la sencilla razón práctica de que resu lta­ban ineficaces. No menos im portante fue la influencia de la teo ría retórica griega basada en la sana práctica que insistía en la claridad (σαφήνεια), en la logicidad y en la evitación de la ambigüedad como principales virtudes retóricas. Fue, sin lugar a dudas, para conse­guir claridad por lo que los autores rom anos tam izaron los m ú lti­ples recursos de la lengua preclásica en un esfuerzo por alcanzar el ideal del m ot juste para cada noción y el de una construcción para expresar cada relación sintáctica. Así, el simple ablativo de tiem po es el único usado por Cicerón y César, en tan to que los autores anteriores se habían perm itido em plear in tempore, etc. También clásica es la im presión de refinamiento que puede producir el abla­tivo instrum ental en expresiones como m axim o clamore con el apo-

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132 INTRODUCCIÓN AL LATIN

yo de cum, si bien la preposición aparece ya en autores anteriores. De modo similar, el uso de cum con un sim ple ablativo modal (cum salute) se convierte en canónico sólo en la prosa clásica. Dos ejemplos m ás bastarán p ara ilustrar la tendencia general a elim inar los do­bletes sintácticos. El uso de si en el sentido del ing. whether, in tro ­duciendo interrogativas indirectas, que es frecuente en latín arcaico y lo fue tam bién sin duda en la lengua coloquial de la época clásica —aparece en las cartas de Cicerón—, es evitado en la prosa clásica, probablem ente sobre la base de que a esta conjunción le quedaba reservado el valor del ing. if. De modo sim ilar, la conjunción m ulti- funcional u t en Cicerón abandona los siguientes valores: “desde que”, “donde”, “cómo” (excepto en la exclamación vides ut, etc.), “como si” = quasi quidem; tampoco em plea Cicerón un simple u t para in troducir exclamaciones independientes.4

Es, sin embargo, en el vocabulario donde la elegantia, la puntillo­sa selectividad del clasicismo, resulta m ás evidente. Cicerón, ala­bando el buen gusto ateniense, había escrito:

quorum semper fuit prudens sincerumque iudicium, nihil ut pos- sent nisi incorruptum audire et elegans, eorum religioni cum servi­ret orator, nullum verbum insolens, nullum odiosum ponere aude­bat. (Orator, 25.)

Una palabra insolita y chocante del tipo indicado era, por ejemplo, la preposición af: “insuavissima praepositio est af, quae nunc tan ­tum in accepti tabulis m anet ac ne his quidem om nium ” (Or., 158), o tam bién las palabras compuestas de factura no latina, que Cicerón rechaza: “asperitatem que fugiamus: habeo ego istam perterricrepam. item que versutiloquas malitias” (Or., 164). César, según Gelio (1, 10, 4), había hecho una declaración de principios sim ilar: “u t tam quam scopulum sic fugias inauditum atque insolens verbum ”. Cicerón escribió, alabando el exquisito sentido de la lengua que Cé­sar poseía: “sed tamen, Brute, inquit Atticus, de Caesare et ipse ita iudico... illum om nium fere oratorum Latine loqui elegantissim e” (Brutus, 232), una sensibilidad que no era m ero producto de una domestica consuetudo, sino que estaba basado en la lectura intensiva y el estudio diligente de obras incluso recónditas. Con tales p rinci­pios los autores clásicos pusieron mano a la tarea de clarificar el enm arañado desarrollo de su lengua literaria heredada. Los au to­res de los textos religiosos y legales, en sus denodados esfuerzos por abarcar toda posible manifestación de la actividad divina y de la inventiva e iniquidad humanas, habían desarrollado fórm ulas como:

4. Véase W. K r o l l , “G lotta”, X X II, 1933, p p . 1 ss.

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 133n e v e p o s t h a c in te r se d c o n io u r a se n ev e c o m v o v ise n e v e c o n sp o n d ise n ev e c o n p r o m e s is e v e le t n e v e quisquam fid em in te r se d d ed ise vele t. (S e n a tu s C o n su ltu ra d e B a c ch a n a lib u s , 12 s .)

Tales acumulaciones de sinónimos, cuyo nom bre técnico es “conge­ries”, habían llegado a ser, como hemos visto, una característica del estilo elevado, y fueron muy empleadas incluso por Cicerón en sus prim eras obras hasta que Molón de Rodas puso diques a su juvenil redundancia (“is dedit operam , si modo id consequi potuit, ut nim is redundantis nos et supra fluentis iuvenili quadam dicendi im ­punitate et licentia reprim eret e t quasi ex tra ripas diffluentis coerce­re t”, Brutus, 316). De hecho la prosa clásica eliminó, de los com pues­tos verbales vistos m ás arriba que significaban “conspirar”, todos excepto coniurare, si bien añadió conspirare, no incluido en el texto que examinamos. Ahora bien, m ientras que los principios teóricos concernientes a la elegantia representaban un cuerpo de doctrina común, sus aplicaciones prácticas dieron resultados que provocan la perplejidad del lector m oderno. La evitación de arcaísmos tales com o topper, oppido, aerumna, autum o no presenta problemas. Todos ellos fueron rechazados por Virgilio como inadecuados inclu­so para la arcaizante lengua de la poesía, probablem ente como ex ultim is tenebris repetita. Por o tra parte, la aversión de Cicerón —con posterioridad a los prim eros discursos— y César por doñee y su preferencia por dum se debieron tal vez al hecho de que la prim era de dichas conjunciones resultaba demasiado ruda y novedosa y no estaba aún libre de la sospecha de vulgarismo. En gran m edida po­dría decirse lo mismo de guia frente al preferido quod. Arcaísmo y vulgarismo fueron las Escila y Caribdis en tre las que los puristas clásicos pasaron en su penosa navegación.

Una sim ilar sensibilidad frente a los valores de una palabra pue­de explicar por qué César prefiere non modo, non solum, al non tan tum favorecido por los que com pletaron su obra, al ser tantum ambiguo. Se ha señalado tam bién que quomodo y quam quam son evitados por César, y en cambio el segundo aparece cuatro veces en el libro VIII del De bello gallico, debido a Hircio. También m ues­tra César una preferencia po r priusquam frente a antequam y por posteaquam frente a postquam. Diferencias de valor y factores de vulgarismo y urbanidad pueden dar cuenta de muchas de estas su ti­lezas; pero, como sugiere M arouzeau en su examen de estos hechos, no debemos ignorar el factor de la elección personal y de los meros hábitos verbales. ¿Por qué César no emplea nunca quando o mox, y om ite casi del todo igitur en favor de quare e itaque? ¿Por qué su preferencia por timeo frente a vereor y metuo? La tendencia de una palabra a reaparecer como por hábito una vez activada puede

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observarse en el empleo en César del raro giro e regione no m enos de siete veces en el libro VII de la Guerra de las Galias, m ientras que sólo aparece una en todo el resto del corpus.

A pesar de su insistencia teórica en la evitación de inauditum verbum, los escritores latinos no cesan nunca de lam entar la patrii sermonis egestas en comparación con el griego. Realmente m ucho quedaba por hacer antes de que el latín pudiera funcionar como ins­trum ento adecuado para las actividades intelectuales superiores. Quizá la m ás grande contribución de Cicerón a la lengua latina lle­gara con su forzado retiro de la política, cuando se dedicó a la tra ­ducción de obras filosóficas griegas. Al hacerlo creó en gran m edida el vocabulario del pensamiento filosófico abstracto. Veremos m ás adelante un ejemplo de su actividad en sus varias tentativas po r hallar un equivalente latino del tecnicismo retórico griego περίοδος. Una carta a Ático (13, 21, 3) nos perm ite echar o tra apasionante ojea­da al taller de Cicerón. El problem a planteado era cómo traducir las palabras επέχειν y εποχή en su sentido filosófico de “suspensión del juicio”. Cicerón se había decidido por sustinere (Ac., 2, 94), pero Atico le sugería inhibere, que Cicerón aceptó para luego volverse a trás :

volvamos ahora a lo que nos ocupa; tu sugerencia de inhïbere, que yo había encontrado muy atrayente, me parece ahora del todo ina­decuada. El término es típicamente náutico. Yo estaba enterado de ello, naturalmente, pero pensaba que los remeros detenían los remos cuando se les ordenaba inhïbere. Mas de que esto no es así me enteré ayer cuando una nave se acercaba a mi villa. Porque no detienen los remos (s«sí¿neBí),,sinp que reman de modo distinto. Esto está muy lejos de εποχή. Así/Rúes, procura ponerlo en mi libro tal como estaba al principio. Díseío a Varrón por si también él lo ha cambiado. Lo más adecuado es seguir a Lucilio cuando es­cribe :

sustineas currum ut bonus saepe agitator equosque.Y Carnéades siempre compara la guardia de un púgil (προβολή) y el frenar del cochero a la εποχή. En cambio la inhibitio de los re­meros implica movimiento, y bien potente, por cierto, pues se trata de hacer girar la nave sobre sí misma.

A través de una prolongada experimentación en la traducción de té r ­minos griegos, Cicerón introdujo en el latín muchas palabras nuevas cinctutis non exaudita Cethegis, y al hacerlo forjó el vocabulario fundam ental del pensamiento abstracto que se ha convertido en p a ­trim onio común de los pueblos del Occidente europeo: p. ej. qua­litas (ποιότης), quantitas (ποσότης), essentia (ουσία), etc.

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Si bien la cuidadosa selección de las palabras representó un fac­to r decisivo para asegurar la claridad de expresión en que los pu ris­tas clásicos insistían como prim era exigencia, fue en su lograda construcción de períodos complejos donde m ostraron mayor v irtuo­sism o e hicieron mayor contribución al desarrollo de la prosa euro­pea. Se trataba, ante todo, de la superación de las inconsecuencias de construcción, de los inevitables anacolutos, de las “contam ina­ciones”, de las “construcciones según el sentido” y faltas de concor­dancia, del nominativus pendens...·, en una palabra, de todas las ilogicidades inherentes a la ligereza de la expresión coloquial que ya hem os examinado m ás arriba. En un segundo plano estaba la orga­nización de las frases coordinadas inconexas en unidades mayores, con cuidada y explícita subordinación de las varias partes consti­tuyentes al pensam iento principal (la sustitución de la parataxis po r la hipotaxis será exam inada en detalle en el capítulo X ). El m ás im portante descubrim iento en la búsqueda de la claridad y equili­brio en el período complejo fue el de que el sujeto debía m antenerse inm utado a lo largo de todo él. La pesadez e inseguridad de u n pe­ríodo que ignoraba este recurso es evidente en el siguiente pasaje de las Origines de Catón:

nam ita evenit, cum saucius multifariam ibi factus esset, tamen vul­nus capiti nullum evenit, eumque inter mortuos defetigatum vulne­ribus atque quod sanguen eius defluxerat cognovere, eum sustulere, isque convaluit, saepeque postilla operam rei publicae fortem atque strenuam perhibuit illoque facto quod illos milites subduxit exerci­tum servavit. (19, 9 ss. J.)

En este pasaje el constante cambio de sujeto exige la tediosa repe­tición del anafórico is, eum. Nótese tam bién que el ita evenit in tro ­ductorio no tiene influencia alguna en las construcciones, y m ejor sería que fuera seguido en nuestra puntuación por una coma. Ahora bien, la unidad de sujeto no se podía lograr m ientras no se desa­rro llaran las construcciones participiales concertada y absoluta. El adjetivo verbal en -raí- que nosotros conocemos como participio de presente era ya característico de la lengua “com ún” indoeuropea. En los textos latinos m ás antiguos se usa casi exclusivamente en funciones nominales. En Catón y en los prim itivos analistas, por ejemplo, el participio de presente no tiene la función específicamen­te verbal de regir un objeto en acusativo, y en buena parte puede decirse lo mismo del uso de Plauto. Terencio adm ite un com ple­m ento directo, pero, con dos excepciones, sólo cuando el participio está en nominativo. Éste es el empleo predom inante en Varrón, si bien presen ta ejemplos en que el participio está en acusativo y uno en que está en dativo. G radualm ente el uso se hizo más .flexible

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con variaciones de autor a autor —Salustio es notablem ente m ás libre que César·—, hasta que Cicerón con su gran virtuosism o usa el participio transitivo en todos los casos posibles. Tam bién en abla­tivo absoluto aparecen pocos ejemplos del participio de presente en P lauto y Terencio, aparte aquellos en que tiene función adjetival (p. ej. m e praesente, sciente), y hasta Salustio y César no se usa librem ente la construcción. Fue este nuevo recurso sintáctico el que hizo posible los períodos tan complejos y, sin embargo, tan coheren­tes y lúcidos que abundan en las páginas de Cicerón.

El período complejo extenso exigía no solam ente una disposi­ción lógica que facilitase la comprensión. Hay que tener siem pre presente que el estilo de la prosa romana estaba basado en la lengua hablada y que evolucionó con la práctica de la oratoria. Según Ci­cerón, habría sido Marco Emilio Lépido el prim er orador latino que logró alcanzar la esbeltez de los griegos en el período artístico:

hoc in oratore Latino primum mihi videtur et levitas apparuisse illa Graecorum et verborum comprensio et iam artifex, ut ita di­cam, stilus. (Brutus, 96.)

Es evidente que las condiciones de la disertación en público imponen inter alia ciertas limitaciones a la longitud de las partes constitu­yentes de un período : hay un máximo de unidad expiratoria. Fueron sin duda consideraciones prácticas de tal índole las que habían lle­vado en Grecia al desarrollo de un estilo en el que el período se fraccionaba en “m iem bros” (κώλα) y “porciones” (κόμματα), té rm i­nos que Cicerón tradujo por membra e incisa (Or., 211). En térm i­nos ideales el periodo complejo estaba formado por cuatro membra, cada uno de la extensión aproximada de un hexám etro (Or., 222). Ahora bien, el estilo de períodos largos resulta m ás adecuado al gé­nero histórico y a la oratoria epideíctica (Or., 207) : ante los tr ib u ­nales y en el foro debía usárselo sólo de modo restringido, pues de lo contrario resultaría ineficaz, por producir impresión de inautenti- cidad. En la práctica norm al de los tribunales la mayor parte del discurso consistirá en períodos organizados en m embra e incisa. Cicerón cita (Or., 222 s.) un ejemplo de este estilo tomado de Craso (“quin etiam comprehensio et am bitus ille verborum, si sic περίοδον appellari placet, era t apud illum contractus et brevis, e t in m em bra quaedam, quae κώλα Graeci vocant, dispertiebat orationem liben­tius”, Brutus, 162) :

missos faciant patronos, ipsi prodeant...; cur clandestinis consiliis nos oppugnant? cur de perfugis nostris copias comparant contra nos?

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Acerca de este pasaje com enta: “los dos prim eros elementos son de los que los griegos llam an κόμματα y nosotros incisa; el tercero es un κώλον o, como nosotros decimos, m em brum , y finalmente sigue un periodo, no largo, sino consistente solam ente en «dos versos», es decir, m em bra”. Tal estilo resulta particularm ente eficaz, escribe Ci­cerón, en pasajes dedicados a probar o refu tar, y c ita un ejemplo de su Pro C. Cornelio: “o callidos homines, o rem excogitatam, o ingenia m etuenda” (hasta aquí por m em bra) ; luego con un incisum : “dixim us”. Luego nuevam ente un m em brum : “testis dare volum us” . Finalm ente sigue la comprehensio (período) m ás breve posible, con­sistente en dos m em bra: “quem, quaeso, nostrum fefellit ita vos esse facturos?” (Or., 225).

Los oradores antiguos em plearon com plejos recursos para po­ner de relieve las partes de un parlam ento construido incisim y m em bratim . Tam bién en este punto podemos sacar provecho de la lectura del análisis del m aestro (Or., 164 ss.) acerca de su propia práctica, cuando da a un período una “definición” de este tipo:

et finiuntur aut compositione ipsa et quasi sua sponte aut quodam genere verborum in quibus ipsis concinnitas inest; quae sive casus habent in exitu similis, sive paribus paria redduntur, sive opponun­tur contraria, suapte natura numerosa sunt, etiamsi nihil est factum de industria.

Continua Cicerón señalando que Gorgias había sido el prim ero en buscar la concinnitas por medio de tales recursos, y cita como ejem ­plo de su propia obra un pasaje del Pro Milone, 10:

est enim, iudices, haec non scripta sed nata lex, quam non didici­mus, accepimus, legimus, verum ex natura ipsa arripuimus, hausi­mus, expressimus, ad quam non docti sed facti, non instituti sed imbuti sumus.

Otro recurso generador de concinnitas, favorecido por Gorgias y sus sucesores, es la antítesis. Tam bién de ella, según él mismo advierte, hizo Cicerón frecuente uso:

nos etiam in hoc genere frequentes, ut illa sunt in quarto Accusatio­nis (= in Verrem, 2, 4, 115) : “conferte hanc pacem cum illo bello, huius praetoris adventum cum illius imperatoris victoria, huius co­hortem impuram cum illius exercitu invicto, huius libidines cum illius continentia : ab illo qui cepit conditas, ab hoc qui constitutas accepit captas dicetis Syracusas”. (Or., 167.)

Si bien la estudiada teoría que subyace a la elaboración de una p rosa latina arm ónicam ente equilibrada es uno de los muchos· dones

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de Grecia a la Roma literaria, los recursos empleados tenían raigam ­bre itá lica .5 También en este punto podemos ver la influencia de los carmina y de la lengua del derecho. En las plegarias, im precacio­nes y fórm ulas mágicas los concepta verba asum ían naturalm ente una form a equilibrada en la que la longitud de las unidades estaba lim i­tada por la exigencia de claridad, tono m ayestático y pausas resp i­ratorias. De los muchos ejemplos de plegarias he escogido uno con­servado por Livio, 1, 10, 6 ss. (cf. la fórm ula augural exam inada en el capítulo III) .

Iuppiter Feretrihaec tibi victor Romulus 8 sílabasrex regia arma fero 8 ”templumque his regionibus 9 ”quas modo animo metatus sum 10 ”dedico sedem opimis spoliis 11 ”quae regibus ducibusque hostium caesis 13 ’’me auctorem sequentes posteri ferent 12 ”

Es este estilo el que se remeda, por ejemplo, en Plauto, Asín., 259 ss.

impetratum inauguratumst quovis admittunt aves picus et cornix ab laeva corvos parra ab dextera consiiadent.

El período construido lógicamente con arm onía in terna y equi­librio de sus partes constituyentes (concinnitas) recibió su perfec­ción últim a cuando la disposición de las palabras se hizo conform e a un esquema rítmico. Cicerón había establecido (Or., 201) que en la collocatio verborum había que atender a tres cosas: compositio, concinnitas y numerus. En nuestro examen del num erus podemos tom ar una vez m ás como guía a Cicerón, si bien es claro que no da cuenta completa ni siquiera de su propia praxis en cuanto al ritm o. El discurso —m antiene Cicerón (Or., 228)— no debe fluir sin pausa (infinite) como un río, ni detenerse por falta de caudal expiratorio. Al igual que el golpe dado por un púgil diestro, un período rítm ica­m ente equilibrado tiene mayor impacto. Esto se dem uestra quebran­tando el orden de las palabras en un período de buena estructu ra rítm ica:

5. Es conveniente recordar aquí que el “parallelism us m em brorum ” se con­sidera un rasgo distintivo de la m ás antigua poesía sem ítica. J. D. Y oung, (“Jb. f. K leinas. Forsch.”, 1953, pp. 231 ss.) escribe: “Cuando hallam os e l p a­ralelism o como rasgo regular de un texto sem ítico, nos encontram os an te una com posición poética.”

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se estropeará todo, como en este pasaje .de mi discurso Pro Corne­lio: ñeque me divitiae movent, quibus omnis Africanos et Laeliosmulti venalicii mercatoresque superarunt”; cámbialo un poco demodo que tengamos: “multi superarunt mercatores vënalicüque”, y todo se habrá echado a perder... Y si se toma una frase informe de algún orador descuidado, y cambiando un poco el orden de las palabras se la reduce a una forma bien encajada, se convertirá en ajustado (aptura) lo que antes era flojo y suelto. Pues bien, tómese del discurso de Graco ante los censores de este pasaje: “abesse nonpotest quin eiusdem hominis sit probos improbare qui” improbosprobet”; cuánto mejor si hubiera dicho así: “quin eiusdem hominissit qui improbos probet probos improbare. (Or. 232 s.; cf. la tra­ducción de A. Tovar, Barcelona, Alma Mater, 1967.)

Tenem os aquí un ejemplo de cláusula trocaica, una de las preferidas por Cicerón p ara la cadencia de período. Se tra ta del ditroqueo, una de las cadencias predilectas de la escuela asiánica. “ ¡Qué exclam a­ciones de adm iración dejó escapar el auditorio cuando Gayo Carbón

term inó con patris d ictum sapiens tem eritas fili com probavit” (Or., 214). Ahora bien, es un e rro r recu rrir demasiado continuam ente a u n determ inado ritm o. Hay o tras cadencias agradables: el crético ( _ ^ _ ) y su equivalente al peón, en sus form as —v, ^ y apropiada la prim era para los comienzos; la segunda, cadencia fa­vorita de los antiguos. “Yo no la rechazo de modo absoluto pero prefiero o tras” (Or., 215). De hecho, el análisis m oderno ha dem os­trado que esta preferencia se inclinó en favor del crético m ás tro ­queo (—^ — / — v.), con sus varias resoluciones posibles, y del do­ble crético, en tan to que el ditroqueo, la cláusula asiánica, perdió p ara Cicerón parte de su atractivo a m edida que su a rte y experien­cia se desarrollaron.

El estilo artístico plenam ente desarrollado, con sus rasgos típ i­cos de concinnitas y ritm o, no era, por supuesto, apropiado para em plearse en cualquier ocasión. Había que tener presentes los usos propios del género:

nam nec semper nec apud omnis nec contra omnis nec pro omni­bus nec cum omnibus eodem modo .dicendum arbitror, is erit ergo eloquens qui ad id quodoumque decebit poterit accommodare ora­tionem. (Cicerón, Or., 123.)

El proem io, por ejemplo, debía ser de tono modesto; la narratio, sencilla, y de una claridad que recordara la de la conversación cotí-

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diana. También César, a quien Cicerón alaba como ejem plo p re ­claro de pura latinidad (“illum om nium fere orato rum Latine loqui elegantissime” , Brutus, 252), adopta estilos diversos. Sus Com enta­rios están escritos en un estilo austero, objetivo, con ciertas pecu­liaridades que recuerdan la lengua oñcial de la cancillería (“nudi enim sunt, recti et venusti, omni ornatu orationis tam quam veste detracta”, Brutus, 262). En cambio, en sus discursos “ad hanc ele­gantiam verborum Latinorum ... adiungit illa o ratoria ornam enta d i­cendi” (Brutus, 261). Así ha señalado Norden los recursos retóricos de un fragm ento del Anticato de César (p. ej. “pu tares non ab illis Catonem sed illos a Catone deprehensos”, citado por Plinio, Ep., 3, 12, 3), m ientras que Löfstedt ha detectado cláusulas rítm icas en uno del De analogia (Cic., Brutus, 253) : “ac si, u t cogitata p rae­clare eloqui possent ( - -------), nonnulli studio et usu elaborave­ru n t ( --------- ), cuius te paene principem copiae ( — v, — ^ - ) atqueinventorem ( -------^ ) bene de nom ine ac dignitate populi Rom anim eritum esse existum are debemus (— «-> — ) : hunc facilem et co­tidianum novisse sermonem ( - >-> — ^) num pro relicto est haben­dum ?” ( - ^ — ^ - ^ ) ; tam bién en la cita “tam quam scopulum sic fugias inauditum atque Insolens verbum ” ( —^ -------). Nótese tam ­bién la “congeries” inauditum atque insolens.

Aun con estas limitaciones y concesiones a la distinción de géne­ros, los ideales estilísticos (elegantia, concinnitas, num erus) de los que Cicerón fue el práctico por excelencia no fueron universalm en­te aceptados. Estaban, por una parte, los descarriados aticistas que creían que un tono tosco y rudo representaba de m odo exclusivo el auténtico estilo ático (Or., 28). Todavía peores eran los seguido­res de Tucídides, novum quoddam im peritorum et inauditum genus, que se creían auténticos “Tucídides” tra s haber pronunciado unas frases fragm entarias e inconexas: , “sed cum m utila quaedam et hiantia locuti sunt, quae vel sine m agistro facere potuerunt, germ a­nos se pu tan t esse Thucydidas” (Or., 32). La concisión y la oscuri­dad del historiador ateniense resultaban inapropiadas para la o ra­toria. Si bien Cicerón no niega la excelencia de Tucídides como historiador, los discursos de Alcibiades tal como aparecen en Tucí­dides los considera “grandes... verbis, crebri sententiis, com pressione rerum breves et ob eam ipsam causam in terdum subobscuri” (Bru­tus, 29). Un estilo de esta clase, el polo opuesto del ciceroniano, que buscaba palabras arcaicas y poéticas, com prim ido en vez de pleno, que cultivaba deliberadamente la inconcinnitas y rechazaba el num e­rus, fue el acuñado por el historiador Salustio. Los arcaísm os que utiliza son los que ya nos resultan familiares por las páginas prece­dentes : parataxis, períodos torpem ente construidos con cambio de sujeto y uso superfluo del anafórico is, combinaciones aliterativas de

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palabras (laetitia atque lascivia, m ansuetudine atque misericordia, clades atque calamitas), “tricola” asindéticos con frecuente a lite ra­ción (“anim us aetas virtus vostra me h o rtan tu r”, Cat., 58, 19; “pro pudore pro abstinentia pro v irtu te audacia largitio avaritia vigebant”, Cat., 3, 3), escasa utilización del participio concertado, supino con complemento directo, etc. En el vocabulario, su profuso empleo de viejas palabras dio lugar al reproche de “priscorum Catonis verborum ineptissim um furem ”. Típica de él es la palabra -prosapia (usada en la expresión homo veteris prosapiae), que aparece en Catón, es califi­cada por Cicerón como vetus verbum y condenada por Quintiliano (I, 6, 40), quien la coloca entre las palabras “iam oblitteratis repetita tem poribus... e t Saliorum carm ina vix sacerdotibus suis satis in te l­lecta”. A todo esto añadió Salustio los recursos retóricos establecidos que ya hemos examinado : isocolia, hom oioteleutón, aliteración, quias- mo, antítesis, etc. Ahora bien, el género histórico im ponía o tras exi­gencias. Cicerón (Or., 65) lo había clasificado dentro de la o ratoria epideíctica, cuya finalidad es el deleitar m ás que el convencer, con lo que podía perm itirse m etáforas m ás libres y disponer las palabras como hacen los pintores con sus varios colores. Quintiliano (10, 1, 31) va m ás lejos: “est enim proxim a poetis et quodam modo carm en solutum ; ad m em oriam posteritatis e t ingenii fam am com ponitur; ideoque et verbis rem otioribus et liberioribus figuris narrandi tae­dium evitat”. Para tales efectos propios del género, Celio A ntipatro, predecesor de Salustio como au tor de m onografías históricas a la m anera helenística, se había nutrido de Ennio. Tam bién la lengua de Salustio sufrió notable influencia de la poesía rom ana arcaica y en particu lar de los Annales de Ennio. Esta influencia es evidente en su sintaxis (p. ej. los genitivos aevi brevis, nuda gignentium, frugum laetus ager), en sus m étodos de form ación de palabras (necessitudo, vitabundus, harenosus, imperitare, insolescere), en el uso de verbos simples por com puestos y, sobre todo, en su vocabula­rio, que se nu tre abundantem ente del ya típico “gradus ad P arn as­sum ” (aequor, proles, suescere, e tc .) . Podem os tam bién detectar expresiones aliterativas ennianas como mare m agnum ("mar encres­pado”), m ulti mortales y fortuna fatigat, e incluso cláusulas de he­xám etro, como, por ejemplo, fortia facta canebat. Hemos de añadir, por últim o, la concisión tucidídea y la estudiada variedad en las fo r­m as de expresión: “pars... alii”; “spes am plior quippe victoribus et advorsum eos quos saepe vicerant” ; “in suppliciis deorum m agni­fici, domi parci, in amicos fideles e ran t” (C., 9, 2); “audacia in bello, ubi pax evenerat aequitate” (C., 9, 3); “quippe quas honeste habere licebat abuti per turpitudinem properabant” (C., 13, 2).

En este estilo rebuscado y altam ente artificial, una de las m ás originales creaciones de la literatura latina, creyeron duran te largo

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tiem po los estudiosos —y la creencia persiste aún— poder detectar abundantes vulgarismos, y se inclinaron así a m irarlo como una es­pecie de “latín dem ocrático” afectado por Salustio, m ás o menos con el mismo espíritu que indujo a un demagogo de la gens Claudia a hacerse llam ar Clodio. Este error de com prensión con respecto a un estilo descrito por los antiguos como seria et severa oratio (Gelio, 17, 18), en el que la nota dom inante es la σεμνότης tucidídea (es decir, alejamiento, m ajestad), fue producto de un empleo indiscri­minado de los térm inos “vulgar”, “arcaico” y “poético” (archaïsmes conserves par le peuple), cuya discusión se hará en el capítulo si­guiente. Con relación a la im portancia de Salustio en la h istoria de la lengua literaria será suficiente recordar las palabras de adm ira­ción que le dedica Tácito, quizá el m ás .original de los estilistas latinos: “Sallustius... rerum Rom anarum florentissim us auctor” (Ann., 3, 30).

Totalmente diferente es el estilo de otro gran m aestro de la h is­toriografía latina. Livio rechazó explícitam ente los principios y p rác ­ticas del estilo de Salustio y se adhirió a la escuela ciceroniana. Co­pioso y abundante en su expresión (Quintiliano, 10, 1, 32, habla de la Livi ladea ubertas), evita illa Sallustiana brevitas y da a sus perío­dos un máximo de elaboración. Pero la h istoria no es oratoria, y los períodos de Livio no son del tipo que pretende convencer al oyente en la asamblea o en el tribunal, y que m ira a la credibilidad y no a la species expositionis (Quintiliano, loe. cit.). Y así la lucidez de los complejos períodos de Livio se ve m enoscabada por su afición a las construcciones participiales donde Cicerón hubiera preferido o ra ­ciones subordinadas con su relación lógica claram ente m arcada por las conjunciones. En general los períodos de Livio son m ás lentos en su ritm o y m ás enmarañados en su construcción que los del gran m aestro de la prosa clásica. Esto no supone negar su genio como estilista original. La diferencia entre los dos autores no reside tal vez en una mayor o m enor capacidad artística, sino que es m ás bien de función y género: los períodos de Cicerón están dirigidos a ilustrar al oyente; Livio está componiendo un poem a en prosa (car­m en solutum ) para el deleite de un lector.

El género histórico, según hemos visto ya, exige colorido poético. En Livio, como en Salustio, encontram os fraseología y rem inis­cencias ennianas: “scutis magis quam gladiis geritur re s”, 9, 41, 18, recuerda “vi geritur res”, Ennio, Ann., 263 W. (cf. Salustio, “gladiis res geritur”, Cat., 60, 2) ; el enniano “bellum aequis m anibus nox intempesta, direm it”, Ann., 170 W., se refleja en “aequis m anibus

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hesterno die direm istis pugnam ”, 27, 13, 5; con la frase aliterativa “plenum sudoris ac sanguinis”, 6, 17, 4, com párese “sine sudore et sanguine”, Ennio, Trag., 22 W. Muchos giros “virgilianos” de Livio deben explicarse por la com ún dependencia de Ennio, como por ejem plo “vi viam faciunt”, 4, 38, 4, cf. “fit via vi”, Aen., 2, 494; “ag­m en... rap it”, 3, 23, 3, cf. Aen., 12, 450; “iam in partem praedae suae vocatos deos”, 5, 21, 5, cf. Aen., 3, 222 “ipsum que vocamus in partem praedam que lovem” .

Un origen enniano puede sospecharse tam bién en las semejanzas entre Livio y Lucrecio: “in volnus m oribunda cecidit”, 1, 58, 11, cf. “omnes plerum que cadunt in volnus”, Lucr., 4, 1049. En general el vocabulario de Livio abunda en palabras y formaciones poéticas estereotipadas (proles, pubes, proceres, etc.; lacrimabundus, etc.). Podem os recordar cómo los historiógrafos helenísticos adornaban su prosa con palabras poéticas como κλαυθμός, λαιμός, άδηρίτως, μήνις, λαΐλαψ, etc., afectación que provocó la burla de Luciano en su Cómo se escribe la historia. Podemos tam bién observar algunos poetism os de sintaxis que ya nos son fam iliares (incerti rerum, aeger animi, cetera egregius).

Se ha puesto de relieve hace ya tiempo —por Stacey— que el estilo de Livio no es uniform e a lo largo de toda su obra. La p rim e­ra década presenta num erosos rasgos arcaicos y poéticos, “m ientras que en la tercera y aún m ás en la cuarta Livio tornó a las form as y norm as m ás estrictas del clasicismo”'. Así, la palabra regimen, de un tipo habitual en la lengua arcaica, aparece cinco veces en Livio: cuatro en la prim era década y la quinta en la tercera década y en la expresión aliterativa regimen rerum omnium , con la que podemos com parar el enniano “id meis rebus regimen restita t” (Trag., 231 W.). De modo sim ilar somno revinctus (cf. Ennio, Ann., 4 W. “somno leni placidoque revinctus”) es abandonado por Livio tra s dos ejemplos en la prim era década. El cambio de estilo aparece nítido en la esta­dística de otros dos fenómenos. En la tercera persona de plural del perfecto de indicativo activo la term inación norm al de la prosa, p re ­ferida por César y Cicerón, era -érunt, m ientras que - ère, como ya hem os visto, resultaba arcaico y poético. Pues bien, es la segunda form a la que predom ina en la prim era década, especialmente en los seis prim eros libros (con el 77 % en el III y el 73 % en el I I ) . En los libros siguientes se produce una constante disminución hasta llegar al XLI, en que sólo hay dos ejemplos de -ere frente a cincuen­ta y ocho de -érunt. Significativa es el alza de la curva en el li­bro XXI, en que el 42 % de -ére es un índice del intenso colorido poético de todo el libro. Por lo que se refiere a los verbos frecuen­tativos, la tab la estadística que sigue habla p o r sí misma:

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1." Déc. 3.· Déc. 4.° Déc. 5.a Déc.agito 47 25 17 4clamito 14 1 1 2dictito 15 3 — —

imperito 6 4 — —

Lo que subyace a estas indicaciones de un retorno gradual al uso “m oderno” es, una vez m ás, el sentido del “decorum ” lingüístico que por encima de todo caracteriza a los escritores antiguos. Del mismo modo que Virgilio hace un uso m ás pródigo de arcaísm os cuando pasa a tem as m ajestuosos y solemnes, así tam bién Livio al describir los orígenes legendarios del gran estado rom ano vistió el m anto de la poesía (“mihi vetustas res scribenti nescio quo pacto antiquus fit anim us”, 43, 13, 2).

Ciertos fenómenos que aparecen en Livio, como tam bién en Sa­lustio, han sido etiquetados como “vulgares”. No deja de ser signifi­cativo el hecho de que se los haya detectado especialmente en los prim eros libros (p. ej. los verbos frecuentativos). Vemos que (intro­ducti) ad senatum es reemplazado m ás tarde por el m ás correcto in senatum. La frase participial introducida por sine, p. ej. sine prae­parato commeatu, acaba cediendo el paso a nusquam praeparatis commeatibus, qua... qua en el sentido de partim ... partim —que se encuentra en Plauto y en las cartas de Cicerón, pero nunca en César o Salustio— aparece nueve veces en la prim era década y sólo en ella. Ahora bien, una interpretación diferente de los hechos es sugerida, por ejemplo, por el com entario de Servio “antique dictum est” al virgiliano ne saevi, Aen., 6, 544. También Livio emplea esta form a no clásica de prohibición: “erit copia pugnandi; ne tim ete” (3, 2, 9), y tam bién aquí tenemos que escoger entre “vulgar” y “antique dic­tum ”. Parece poco probable que un autor rom ano de genio, con sensibilidad para las leyes del género y profundo conocimiento de la propiedad de las palabras, hubiera dado paso a vulgarismos p re ­cisamente en las partes de su obra en las que —según es evidente y admitido por φΐ mismo— pretende evocar la atm ósfera de un pasado rem oto y legendario. No es Livio quien yerra —a pesar de la patavi- nitas que Asinio Polión le reprochaba según Quintiliano, 1, 5, 56—, sino nuestras clasificaciones estilísticas del vocabulario (véase el ca­pítulo siguiente acerca del complejo “arcaico-vulgar-poético”) .

C. P o e s ía y p r o s a p o s t c l á s ic a s

Hemos seguido hasta aquí el progreso del latín literario por las sendas de la prosa y de la poesía, sendas que alcanzan sus cimas de

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perfección en la o ratoria m adura de Cicerón y en la épica de Vir­gilio. Cada una de estas especies de la lengua literaria tenía una na­turaleza distinta, producto de una tradición que insistía en la escrupulosa observancia de las particularidades del género. Estas cum bres que dom inan el paisaje literario del latín clásico están un i­das, naturalm ente, por cimas interm edias: la p rosa histórica se ex­tiende hacia el dominio de la poesía, m ientras que la comedia apenas sobresale del nivel del latín cotidiano (“comicorum poetarum , apud quos, nisi quod versiculi sunt, nihil est aliud cotidiani dissimile se r­m onis”, Cicerón, Or., 67). Pero en general puede afirm arse que el ideal clásico ta l como se m anifiesta en la o ra to ria de Cicerón y en la épica virgiliana trazó una fron tera clara en tre la lengua de la p rosa y la de la poesía.

Este nítido contraste se desdibujó en la lite ra tu ra postclásica. La poesía invadió la prosa y la retórica se enseñoreó de la poesía. El estilo de Virgilio, con su sofisticada técnica altam ente retórica, lleva­ba en sí la sem illa de su propia decadencia. En época posterior Ma­crobio alabó a Virgilio por su carácter m arcadam ente retórico (“fa­cundia M antuani m ultiplex et m ultiform is est et dicendi genus omne com plectitur”, Sat., 5, 1, 4), pero esto resultaba peligroso en m anos de hom bres de m enor genio. La poesía no produjo ya una gran figura con posterioridad a Virgilio, cuya influencia perduró indiscu- tida y abrum adora. De Lucano, quizá el m ás dotado de los poetas épicos postclásicos, escribe Quintiliano (10, 1, 90) : “Lucanus ardens et concitatus et sententiis clarissim us et, u t dicam quod sentio, m a­gis oratoribus quam poetis im itandus.” De Estacio se ha dicho (W. Kroll) que “sus Silvae son discursos y εκφράσεις de circunstan­cias en form a poética, m ientras que Juvenal y Persio en algunas de sus sá tiras discuten θέσεις generales a la m anera de las escuelas de re tó rica”. Por lo que m ira al proceso de viciamiento de la prosa, lo m ejor que podemos hacer es resum ir el diagnóstico del único gran genio literario que produjo la época postaugústea. En su Dialogus de oratoribus Tácito discute el problem a de por qué, m ientras las épo­cas anteriores habían sido tan prolíficas en oradores de genio, su propia generación se veía totalm ente falta de elocuencia. Marco Apro, uno de los personajes del diálogo, defendiendo el moderno estilo oratorio, apunta que el público —de los tiem pos de Cicerón—, p o r inexperto y poco sofisticado, toleraba y adm iraba la acción de un hom bre que fuera capaz de hablar duran te un día entero utilizan­do todos los trucos del oficio según habían quedado establecidos en los m ás que áridos tra tados de H erm ágoras y Ápolodoro (Dial., 19). Sin embargo, en su propia generación, dado que prácticam ente to ­dos los oyentes tenían un conocimiento al m enos superficial del a rte en cuestión, el orador tenía que usar de efectos nuevos y cuidarse de

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no provocar la impaciencia de su auditorio. “¿Quién p resta ría a ten ­ción en estos tiem pos a los discursos contra V erres?... En nuestros días el juez se adelanta al abogado que actúa y no le hace caso nisi aut cursu argum entorum aut colore sententiarum aut nitore et cultu descriptionum invitatus et corruptus est. Y tan to el com ún de los presentes como el oyente ocasional que va y viene exigen laetitiam et pulchritudinem orationis.” Estaban, adem ás, los jovenes estudian­tes de oratoria, “puestos en el yunque”, que querían algo que llevarse a casa y sobre lo que escribir a sus pueblos: “referre do­m um aliquid in lustre et dignum m em oria volunt; tradun tque in vicem ac saepe in colonias ac provincias suas scribunt, sive sensus aliquis arguta et brevi sententia effulsit, sive locus exquisito et poe­tico cultu enitu it” (ibid., 20). Cicerón —adm ite— en las obras de sus últim os años se había aproxim ado a tal estilo, pero sus prim eros discursos revelan no pocos defectos de tipo arcaico, lentitud en el comienzo, excesiva extensión en la narración y descuido en la digre­sión. Sobre todo, no había en ellos “nada que sacar p ara llevarse a casa” (“nihil excerpere, nihil referre possis” , ibid., 22).

Colorido poético y frases rápidas rem atadas de m odo detonante por un epigrama: tales fueron los ideales del nuevo estilo. Séneca había sido en su momento su profeta y su prim er gran representan­te. Dando de lado a las puerilidades de los arcaístas que hablaban la lengua de las X II Tablas, afectó una sentenciosa concisión —plus significas quam loqueris— en la que 2a antítesis venía a ser el efec­to fundamental. El ciceroniano Quintiliano lam enta su influencia so­bre los jóvenes (“si rerum pondera m inutissim is sententiis non fre ­gisset”, 10, 1, 130), influjo de lo m ás pernicioso p o r lo altam ente atractivos que resultaban sus vicios de estilo (abundant dulcibus vitiis). También Tácito había puesto en boca de Mésala un elogio de Cicerón: “ex m ulta eruditione et plurim is artibus et om nium rerum scientia exundat e t exuberat illa adm irabilis eloquentia” (Dial., 30), y se había referido con desprecio a los que “in paucissi­m os sensus et angustas sententias detrudun t eloquentiam ” (ibid., 32). Ahora bien, es evidente que este ideal ciceroniano se aplicaba sola­m ente al género oratorio. En sus obras históricas Tácito llevó a su perfección el estilo comprimido, to rturado , epigram ático, enrique­cido con un colorido arcaico y poético, que su adm irado predecesor Salustio había elaborado. La intensidad y tensión de su pensam ien­to encuentran expresión en la deliberada evitación de la concinnitas, en la trabajada “variatio” de expresión de la que todas sus páginas ofrecen ejemplos: minantibus intrepidus, adversus blandientes in ­corruptus; quidam metu, alii per adulationem; crebris crim inationi­bus, aliquando per facetias; Suetonio, cuius adversa pravitati ipsius, prospera ad fortunam referebat; palam laudares, secreta male audie-

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bant; vir facundus et pacis artibus, etc. En interés de la brevedad podó sin m iram ientos toda palabra superflua, logrando una concen­tración de expresión tal vez sólo igualada por Horacio en sus odas. La m ajestad de su objeto y lo austero de su personalidad se reflejan en la σεμνότης que los antiguos veían en el estilo de Tucídides. Se logra ésta por el uso de expresiones arcaicas (perduellis, bellum pa­trare) y poéticas, y de construcciones del m ism o tipo: los genitivos incertus animi, ambiguus consilii, los simples ablativos de “lugar en dónde” (campo aut litore), el instrum ental de agente (desertus suis), etc., y sobre todo po r el empleo de palabras poéticas, entre las que podemos c itar los verbos simples en lugar de sus com ­puestos: apisci, ciere, firmare, flere, piare, quatere, rapere, temnere, y los incoativos ardescere, clarescere, gravescere, notescere, suescere, valescere, etc. Abundan las reminiscencias de los poetas, especial­m ente de Virgilio: “colles paulatim rarescunt” , Germ., 30 (cf. “an ­gusti rarescent claustra Peiori”, Aen., 3, 411); “quibus cruda ac v iri­dis senectus”, Agr., 29 (cf. “sed cruda deo viridisque senectus”, Aen., 6, 304); “vulnera dirigebant”, Hist., 2, 35 (cf. Aen., 10, 140). S in to­m ática resulta la evitación de térm inos cotidianos que atentarían contra la σεμνότης: podemos citar su casi cómico esfuerzo por evi­ta r el llam ar pala a una pala: “per quae egeritur hum us aut excidi­tu r caespes”, Ann., 1, 65; la agricultura, la construcción y el com er­cio son aludidos con “ingemere agris, illaborare dom ibus, suas alie- nasque fortunas spe m etuque versare”, Germ., 46. Löfstedt llam a la atención sobre la estudiada tendencia de Tácito a apartarse de lo com ún en la elección entre adjetivo y genitivo. Así escribe (Ann.,1, 7) “per uxorium am bitum et senili adoptione” en lugar del m ás usual uxoris, senis. En cambio, sustituye los tradicionales bellum ci­vile y virgines Vestales por bellum civium (Hist., 1, 3) y virgines Vestae (Ann., 1, 8 ) . Este uso de form as distantes de las de su época nos recuerda su propio epigram a maior e longinquo reverentia. La cualidad poética de su estilo está bien ejem plificada,en la siguiente descripción del ataque a la isla de Mona y de la destrucción de sus bosques sagrados (Ann., 14, 30) :

stabat pro litore diversa acies, densa armis virisque, intercursan­tibus feminis; in modum Furiarum veste ferali, crinibus deiectis faces praeferebant; Druidae circum, preces diras sublatis ad caelum manibus fundentes, novitate aspectus perculere militem, ut quasi haerentibus membris immobile corpus vulneribus praeberent, dein cohortationibus ducis et se ipsi stimulantes, ne muliebre et fanati­cum agmen pavescerent, inferunt signa sternuntque obvios et igni suo involvunt, praesidium posthac Impositum victis excisique luci saevis superstitionibus sacri; nam cruore captivo adolere aras et hominum fibris consulere deos fas habebant.

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Entre otras muchas cosas podemos no tar en este pasaje la per­sonificación de acies; los térm inos poéticos fundentes, pavescerent, fibris (por extis); el uso de adjetivo por genitivo (muliebre agmen, cruore captivo); el arcaísmo adolere aras, y la elaborada aliteración de la últim a frase.

Hace ya mucho tiempo observó Wölfflin que el estilo m aduro de Tácito era el producto de un desarrollo gradual. Así, la formación arcaica claritudo (cf. supra) no aparece en las obras menores, com ­p arte el terreno con claritas en las Historias (3: 3), y es quince ve­ces m ás abundante en los Annales (30: 2). De modo similar, omnia cede gradualm ente ante cuncta, essem ante forem, non possum y possum ante nequeo y que o, cresco ante glisco, etc. De los verbos simples citados m ás arriba notesco y gravesco se encuentran sólo en los Annales (en otros lugares innotesco, ingravesco). En el cam ­po de la sintaxis vemos que apisci se construye con genitivo sólo en los Annales, donde tam bién hallamos los únicos ejemplos de id aeta­tis, id temporis frente al uso anterior de eo, illo temporis, etc. O tra peculiaridad de los Annales es la creciente inclinación hacia el abla­tivo absoluto sin sujeto: intellecto, quaesito, properato, saepe apud se pensitato, etc. De ello no hay ningún ejemplo en las obras m e­nores y sólo tres en el conjunto de las Historias. Otro dato indicador es la anástrofe de la preposición, de la que sólo hay cinco ejemplos en las Historias frente a cincuenta en los Annales.

Löfstedt ha hecho ver que desde el libro X III de los Annales en adelante Tácito dio m archa atrás en ciertos aspectos y tornó a m o­dos de expresión m ás normales. Esto se desprende claram ente de la estadística de algunos fenómenos seleccionados. (En la tabla, Anna­les A = libros I-V I, XI, X II; Annales B = libros X III-X V I).

Dial. Agr. Germ. Hist. Ann. Ä. Ann. Bforem 0 4 0 51 62 1essem 10 8 2 17 31 29quis 0 1 0 23 '54 7quibus — _ — 71 45 50quamquam — _ — — 44 6quamvis — — — — 4 11

Estas observaciones no implican un cambio im portante en el es­tilo: son m eras modificaciones de detalle. Podemos atribuirlas a una sensibilidad literaria m ás m adura que se daba cuenta de que un ex­cesivo arcaísmo impedía, en vez de producirla, la tan deseada σεμ- νότης.

Polarm ente opuesto al estilo comprimido de Séneca y de la es­cuela m oderna es el que Tácito ataca en el Dialogus (26) : “neque

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enim oratorius iste, immo hercle ne virilis quidem cultus est, quo plerique tem porum nostrorum auctores ita u tun tu r, lascivia verbo­rum et levitate sententiarum et licentia compositionis histrionales m odos exprim ant”. Tam bién Quintiliano censura la m oderna lascivia: “alios recens haec lascivia deliciaeque et om nia ad voluptatem m ul­titud in is im peritae com posita delectant” (10, 1, 43). Estos estilistas continuaban, naturalm ente, la larga tradición del asianismo, que iba a verse reforzada en Rom a por la llam ada “Segunda Sofística” . De este estilo florido lleno de exuberancia (laetitia) y poeticus cultus, de elaborada sim etría y efectos de asonancia, podemos elegir a Apu- leyo como al m ás distinguido representante. G ran virtuoso de la lengua, que, de acuerdo con la antigua doctrina, adaptaba su estilo al género, Apuleyo pasa de la relativa sencillez y sobriedad de la Apologia a la sofocante frondosidad de las Metamorphoses. En esta obra utiliza todos los recursos que la lengua le ofrece, arcaicos y m odernos, coloquiales y solemnes. Un tono de artiflciosidad o rn a ­m ental en exceso queda establecido desde el principio, en el que nos describe su tie rra natal como “glebae felices aeternum libris felicio­ribus conditae, m ea vetus p ro sap ia6 est” . La narración de los p o r­m enores de su viaje suena a parodia de la construcción poética stra ­ta viarum : “postquam ardua m ontium et lubrica vallium et roscida cespitum et glebosa cam porum < em ensus) em ersi” (1, 2). Su añción a los tipos abstractos de expresión, tedioso rasgo del “gran estilo”, está ejemplificada en “simul iugi quod insurgim us aspritudinem fa­bularum lepida iucunditas levigabit” (1, 2); o com binada en un tr i- colon “abundante” : “A ristom ene... ne tu fortunarum lubricas am ba­ges et instabiles incursiones et reciprocas vicissitudines ignoras” (1, 6). Estos artificios resultan especialmente sabrosos en la descrip­ción de escenas triviales. Así, “vi con m is propios ojos a un m alaba­rista tragarse de pun ta un afiladísimo sable de caballería” se dice “isto gemino obtutu circulatorem aspexi equestrem spatham p raea­cutam m ucrone infesto devorasse” (1, 4). Sócrates empieza (1, 7) a contar sus penas “imo de pectore cruciabilem suspiritum ducens”, frase de corte virgiliano con u n arcaico suspiritus combinado con un adjetivo cruciabilis acuñado, según parece, p o r Apuleyo. Sus p a ­labras están introducidas por el arcaico-poético in fit; en la frase “dum voluptatem gladiatorii spectaculi satis fam igerabilis consector in has aerum nas incidi”, aerumnas es una palabra convencional a r- caico-poética, m ientras que famigerabilis, que usa frecuentem ente (es muy típica su conjunción con el desenfadado y coloquial uxorcula, 9, 5), se conoce antes de Apuleyo sólo por una cita del De lingua latina de Varrón. Sócrates da cuenta a la anus scitula de su dom ui-

6. Sobre prosapia véase p. 141.

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tionis, palabra empleada anteriorm ente por Accio y Pacuvio. Su m odestísim o grabattulus queda pone cardinem, (preposición arcaica), y cuando es sacudido por el temblor de su dueño, o tra palabra pa- cuviana, succussus, surge de entre los m uertos: “grabattu lus etiam succussu meo inquietus” (1, 13). Este grabattulus se revela como un poderoso incitador del “tum or” trágico: “iam iam grabattule, in ­quam, animo meo carissime, qui mecum to t aerum nas exanclasti, conscius et arb iter quae nocte gesta sunt” (1, 16), donde exanclare es una de las palabras condenadas por Quintiliano como oblitteratis repetita temporibus. La lengua de las picantes y provocativas esce­nas de am or (p. ej. “ipsa linea tunica m undule am icta et russea fas- ceola praenitente altiuscule sub ipsas papillas succinctula illud ciba­rium .vasculum floridis palmulis ro tabat in circulum ” 2, 7), salpica­da de diminutivos, recuerda el plautino papillarum horridularum oppressiunculae (véase p. 86). Pero lo que m ejor caracteriza al esti­lo asiánico es la vaporosa m araña en que mezcla una verbosidad fétida con toda clase de flores retóricas, tum ida et pusilla et prae­dulcia, por citar las palabras de la famosa condena de Quintiliano. B astará un ejemplo: el consejo de la herm ana envidiosa (5, 20) :

novaculam praeacutam, adpulsu etiam palmulae lenientis exaspe­ratam, tori qua parte cubare consuesti, latenter absconde lucernam- que concinnem, completam oleo, claro lumine praemicantem, subde aliquo claudentis aululae tegmine, omnique isto apparatu tenacis­sime dissimulato, postquam sulcatos intrahens gressus cubile soli­tum conscenderit iamque porrectus et exordio somni prementis implicitus altum soporem flare coeperit, toro delapsa nudoque ves­tigio pensilem gradum pullulatim minuens, caecae tenebrae custo­dia liberata lucerna, praeclari tui facinoris opportunitatem de lumi­nis consilio mutuare et ancipiti telo illo audaciter, prius dextra sur­sum elata, nisu quam valido noxii serpentis nodum cervicis et ca­pitis abscide.

Este grado de lascivia, levitas y licentia no gozó de universal ap ro ­bación. Frente a los hombres que, echando mano de unos atavíos es­tilísticos variopintos y propios de cortesanas, hacían de sus escritos danza y canto (Tácito, Dial., 26), se colocaron los que preferían in ­cluso una “toga de paño burdo” (hirta toga). Rechazando los “rizado- res de Mecenas” (calamistros Maecenatis), como Mésala, no cesa­ron de “vetera tantum et antiqua m irari” {Dial., 15). Colocando a Lucilio por encima de Horacio y a Lucrecio por encima de Virgilio, tom aron estos hom bres el partido de las palabras velut rubigine in ­fecta. Entre los arcaístas podemos citar como ejemplo típico a F ron­tón, quien se queja al respecto de Cicerón de que “in omnibus eius orationibus paucissima admodum reperias insperata atque inopinata

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verba, quae non nisi cum studio atque vigilia atque m ulta veterum carm inum m em oria indagantur”. Tal era el espíritu del tiempo, es­clavo una vez m ás de una m oda literaria griega introducida p o r el em perador Adriano, quien prefería a Catón antes que a Cicerón y a Ennio antes que a Virgilio.

En esta guerra de las escuelas estilísticas rivales que dominó toda la h istoria de la prosa postclásica hubo tam bién los inevitables hom ­bres de compromiso como Plinio el Joven, quien se contaba en tre los adm iradores de los antiguos y em ulaba a Cicerón, pero no por ello despreció a los talentos de su propia generación. Al tiempo que confiesa su adm iración por los verba quaesita et exculta, es capaz de m odelar una sententia llena de agudeza.

Con el paso de los siglos el mundo se fue haciendo viejo y em ­pezó a soñar con su pasado; la prosa se convirtió en obra de epígonos que exageraban ora las peculiaridades de un modelo, ora las de otro. El empleo de Virgilio como libro de texto y base de la enseñanza gram atical acabó tam bién en la prosa en una dislocación del orden norm al de las palabras. La m irada que se volvía hacia el pasado con nostalgia confundió los géneros y los estilos. Todos los arm arios y guardarropas de la lite ra tu ra rom ana fueron saqueados para vestir estos m anierism os literarios, y la envejecida Musa no encontraba nada de incongruente en una cosm ética que autorizaba la aplicación sim ultánea del lápiz de labios y el rimmel. Típico ejemplo de esta com pleta corrupción del gusto es Sidonio Apolinar, un hom bre fo r­mado en la gram ática y retórica tradicionales, que en la Galia de godos y burgundios del siglo v pagó un patético tributo de tra b a ja ­da im itación al esplendor de la Roma m oribunda. Con relación al estilo de sus cartas ha señalado W. B. Anderson “la pom posa com ­binación de rebuscam iento estilístico con verbosidad «sesquipedal», arcaísm os frontonianos, fantásticos neologismos y cascabeleos ver­bales que hace de su correspondencia un conglomerado irritan te p ara los nervios... El resultado es una reductio ad absurdum de to ­dos los recursos de la retórica y una parodia del latín”.

Esta mies llena de cizaña necesitaba una limpieza; el rastro jo ardió en el fuego bárbaro antes de que el cam po pudiera volver a fructificar.

Entretanto, la lengua cotidiana, su je ta a las leyes universales del cambio lingüístico, adaptándose a las m últiples exigencias de las situaciones nuevas y las experiencias inéditas, se había ido apartan ­do progresivam ente de la lengua artificial de la literatura, distorsio­nada desde sus principios por la atracción de una cu ltura superior y de una lengua distinta. Al estudio de esta corriente subterránea de la lengua viva vamos a dirigir ahora nuestra atención.

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Capítulo V I

EL LATIN VULGAR [Nota 16]

Al intentar continuar con la historia del latín hablado a p a rtir del punto en que la abandonamos en el capítulo III, nos hallamos ante las mismas dificultades de método. El clasicismo, en su pun­tillosa búsqueda de la urbanitas y la elegantia, había im puesto a la lengua nacional severas restricciones de forma, sintaxis y vocabula­rio. Aún más lejos de los modos ordinarios de expresión estaban el estilo “m oderno” de Séneca y sus imitadores y el asianismo de Apuleyo, adornados con arcaísmos y poetismos. Cuando el filólogo aguza su oído intentando captar el habla llana de la vida corriente se encuentra encerrado, por así decirlo, en un perpetuo teatro don­de la lengua está congelada en “poses” estatuarias, o se mueve con los estilizados gestos de un ballet sobre un ornado telón de fondo. Tal es la naturaleza de la gran m asa de datos que se ofrece al h isto­riador de la lengua latina. Mas fuera de este teatro, en casa, en el “club” y en la calle, la lengua hablada, el más delicado y adaptable instrum ento de colaboración del hom bre con sus semejantes, cam ­bió constantemente, hasta que en el transcurso de los siglos emergió en la multiplicidad de form as de las lenguas romances. De este “latín vulgar”, la lengua que se postula como origen de las m odernas ver­náculas, que a su vez han desarrollado formas literarias, sólo pode­mos tener un conocimiento indirecto. Pero antes de proceder al exa­m en de las fuentes de las que puede recabarse tal inform ación es preciso esclarecer el concepto mismo de “latín vulgar”.

Toda lengua hablada asume una variedad de formas, aun en los labios de un mismo hablante. El lenguaje, según hemos dicho, es una parcela del comportamiento humano. Nuestros gestos y ac titu ­des lingüísticas tom an form as apropiadas a la ocasión dada: con­vencionales, graves y envaradas en una conferencia; espontáneas, cordiales y llanas en la compañía de nuestros íntimos. Añádanse a esto las diferencias lingüísticas entre las clases sociales, las ilu stra ­

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das, las semicultas y las totalm ente incultas. Y aun aquí la fron tera cam bia constantem ente. Incluso dentro de una clase social dada las diferentes generaciones tienen sus particularidades idiomáticas. Los vulgarism os de la calle recogidos por los chicos y adoptados por abuelas joviales dan con el camino que los llevará a los salones refinados. Los vulgarismos de hoy se convertirán en los “fam ilia- rism os” de mañana. Los demagogos Clodios se granjean popularidad, y la evangelización cristiana gana adeptos utilizando para ello la lengua del pueblo. Pero de la lengua no se puede decir que “om nia fatis in peius ruere”. El esnobismo es un factor tan co­rrien te en el lenguaje como en las o tras facetas del com portam ien­to social, y las personas de prestigio se convierten en objeto de im i­tación para sus inferiores. El progreso de la vida política, por su parte, hace cam biar la estructu ra de la sociedad; una nueva clase dom inante surge sin estar lo bastan te asim ilada como para adoptar las form as del hablar refinado. Éstas son algunas de las m últiples fuerzas universales que actuaron en la gradual transform ación del latín. No podemos pretender dotar a u n fenómeno tan proteico de un asidero terminológico rígido. Muchos han sido los intentos de definirlo, y sin embargo el “latín vulgar” sigue siendo un pálido espe­jismo. Podemos fijar nuestra atención en puntos particulares de fo­nética, morfología, sintaxis y vocabulario, y detectar en los docu­m entos de que disponemos desviaciones respecto al uso clásico. Luego, rem ontándonos a p a rtir de las m odernas lenguas rom ánicas, postularem os form as prim itivas que darán cuenta de los puntos de semejanza. Las coincidencias entre las reconstrucciones y los rasgos no clásicos de los docum entos nos capacitará p ara identificar a los segundos como reflejos del latín hablado. Por este m étodo podemos constru ir una imagen sintética del “la tín vulgar” . Ahora bien, este método es esencialm ente atom ista, tra ta separadam ente puntos p a r­ticulares cada uno de los cuales sale a la luz en los docum entos en m edidas diversas de accidentalidad (cf. in fra ) . No tenem os ningún texto que sea testim onio fiel ni de uno solo siquiera de los estratos lingüísticos sim ultáneos. El cincel del cantero, la plum a de la m onja locuaz, el trozo de yeso que garrapatea en la pared, se apartan de la lengua real y procuran m overse dentro de modelos tradicionales. Sólo a través de sus inadvertencias ocasionales, como sin quererlo, los escritores nos dan indicios de que su lengua usual se desvía de la de la escuela, que emplean a base de esfuerzo. Podríam os decir que hay, en el paisaje m uerto del latín literario, áreas sísmicas don­de erupciones ocasionales revelan la intensa actividad subterránea que un día h ará surgir un m undo lingüístico nuevo.

Vamos ahora a pasar brevem ente revista a algunas de estas áreas. Para el período republicano citarem os en prim er lugar el in teresan­

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te pasaje del tra tado retórico Ad Herennium, 4, 14, en que el autor, al distinguir los niveles de estilo, cita un ejem plo del adtenuatum genus, “id quod ad infimum et cottidianum serm onem dem issum e s t” :

nam ut forte hio in balneas venit, coepit, postquam perfusus est, defricari, deinde ubi visum est ut in alveum descenderet, ecce tibi iste de traverso “heus”, inquit, “adolescens, pueri tui modo me pul­sarunt, satis facias oportet”, hic qui id aetatis ab ignoto praeter consuetudinem appellatus esset, erubuit, iste clarius eadem et alia dicere coepit, hic “vix tamen”, inquit, “sine me considerare”, tum vero iste clamare voce quae perfacile cuivis rubores eioere potest... conturbatus est adolescens: nec mirum, cui etiam nunc paedagogi lites ad oriculas versarentur imperito huiusmodi conviciorum.

Merece notarse la expresión “ecce tibi de traverso”, que podemos com parar con el “ecce autem de traverso” de Cicerón (Ad Att., 15, 4 A 1), en tanto que el vivaz dativo “sim patético” recurre en “ecce tibí e transverso” (Acad., 2, 121). id aetatis nos resulta ya conocido como rasgo de la lengua popular, m ientras que el perifrástico dicere coe­p it estaba en camino de convertirse en frecuente sustitu to del p er­fecto aorístico en latín tardío. Finalmente, oricula es la form a origi­naria que presuponen el Ir. oreille, el it. orecchio y el esp. oreja, en tan to que eicere en el sentido relajado de “sacar” anticipa usos pos­teriores (véase p. 175).

Las farsas atelanas de Pomponio y Novio nos proporcionan otros m ateriales. Varrón (L. L., 7, 84) advierte: “in Atellanis licet anim ad­vertere rusticos dicere se adduxisse pro scorto pelliculam ”. De los fragm entos conservados podemos citar, además, los fu turos vivebo y dicebo, los nom bres parüculo, manduco “glotón” (acerca de m an­ducare en el sentido de “comer”, véase in fra), y en tre los verbos los incoativos gallulascere (de un diminutivo *gallulus) con el sen­tido de pubescere, roborascere, y los denominativos sublabrare, prae- lumbare, incoxare “acurrucarse”. Entre las palabras griegas notam os rhetorissare, m ientras que dicteria “puyas” es uno de los num erosos híbridos greco-latinos de la lengua vulgar (véase in fra ) . Finalmente, las Atellanae nos proporcionan el que parece ser el m ás antiguo ejem ­plo de sustitución del nominativo por el acusativo en el plural de la prim era declinación (véase infra) : quot laetitias insperatas modo mi inrepsere in sinum. Löfstedt lo explica como influencia de los dia­lectos itálicos, pero el caso no está totalm ente libre de la sospecha de ser una construcción contaminada en la que el p rim er elemento sea un acusativo de exclamación.

Las cartas de Cicerón, especialmente las dirigidas a sus amigos íntim os como Atico, reflejan la latinidad de la conversación urbana

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en la época final de la República, si bien en una carta a Peto Cicerón se propone usar el “serm o plebeius; verum tam en quid tibi ego vi­deor in epistulis? nonne plebeio serm one agere tecum ?” (Ep., 9, 21, 1). Sus m ás pronunciadas características son la elipsis y la concision. Los lazos que unen a am bos amigos son tan estrechos que una m í­nim a señal puede b asta r para indicar el sentido deseado. Esto es lo que a veces hace la correspondencia tan difícil de com prender como una parte de una conversación telefónica: p. ej. “itane? nuntia t B ru ­tus illum ad bonos viros? ευαγγέλια! sed ubi eos? nisi fortë se su s­pendit” “¿De verdad? ¿Dice Bruto que él (César) (se va unir) a los patrio tas? ¡Albricias! Pero ¿dónde los (hallará)? (En ninguna p a r ­te) a no ser que se cuelgue” (Ad Att., 13, 40, 1). La sintaxis m uestra en abundancia parataxis y paréntesis, con la usual intercalación de fórm ulas de cortesía como amabo te. Conviene no tar adem ás el em ­pleo coloquial de adjetivos en lugar de adverbios: “ad M. Aelium nullus tu. quidem dom um sed sicubi inciderit” “Bajo ningún con­cepto debes acudir tú a él (tocar el asunto), a no ser que te lo en ­cuentres por casualidad” . El vocabulario está salpicado de palabras p intorescas y llenas de fuerza: dim inutivos (aedificatiuncula, am bu­latiuncula, diecula, vulticulus, bellus, integellus), form as frecuenta­tivas de verbos e híbridos (tocullio “avaro”, de τόκος “interes”). Un tono de festivo afecto y chispeante argot irrad ia de pasajes como “hoc litteru larum exaravi egrediens e villa... de Atticae febricula scilicet valde dolui... sed quod scribis «igniculum m atutinum γερον­τικόν» γεροντικώτερον est m em oriola vacillare... quid ergo opus era t epistula? quid cum coram sum us et garrim us quicquid in buccam ?” (Ad Att., 12, 1), en el que podemos advertir inter alia la form a p r i­m itiva de la palabra rom ance boca (bouche, bocca, e tc .).

M ientras que Cicerón refleja el sermo cottidianus de los rom anos cultivados, en la conversación del anfitrión y huéspedes de la Cena Trimalchionis de Petronio captam os una vaharada que procede de la cloaca. Hay vulgarismos de pronunciación (copones), los géneros se confunden (fatus, vinus, caelus, librum ). Hallamos num erosas faltas de declinación (stips, Iovis, bovis, lacte, schemam, diibus). Abunda la confusión de verbos activos y deponentes (exhortamt, lo- quis, loquere, ridentur, som niatur), así como la “regularización” de form as verbales (fefellitus sum , vetuo, mavoluit, plovebat, faciatur).

En sintaxis las construcciones “en donde” y “a donde” se confun­den (videbo in publicum ), fruniscor se construye con acusativo, el acusativo con infinitivo se ve reemplazado por oraciones com pleti­vas introducidas por quia (dixi quia mustella comedit, “dije que el gato lo había comido”). El vocabulario es enérgico, basto, a menudo torpe, y está salpicado de palabras griegas e híbridos greco-rom anos. El pasaje que sigue servirá como ilustración:

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uxor, inquit, Trimalchionis, Fortunata appellatur, quae nummos mo­dio metitur, et modo modo quid fuit? ignoscet mihi genius tuus, noluisses de manu illius panem accipere, nunc, nec quid nec quare, in caelum abiit et Trimalchionis tapanta est. ad summam, mero meridie si dixerit illi tenebras esse, credet, ipse nescit quid habeat, adeo saplutus est. sed haec lupatria providet omnia et ubi non pu­tes... familia vero, babae babae, non mehercules puto decumam partem esse quae dominum suum noverit, ad summam quemvis ex istis babaecalis in rutae lolium coniciet. (37, 2-10).

“La señora de Trimalción —me repuso—■ se llama Fortunata, y mide' su dinero por arrobas. Y hace nada nada ¿qué era? Con per­dón de tu cara, no habrías cogido de su mano ni un cacho de pan.Y ahora, sin cómo ni por qué, se subió a las nubes y es el factótum de Trimalción. O séase, en pleno mediodía si le dijera que era no­che cerrada, él se lo creería. Él no sabe lo que tiene, de tan riquísi­mo como es; pero esa zorra tiene los ojos en todas partes, y hasta donde no te figurarías... De sus esclavos, ¡caray!, no creo por Hér­cules que haya ni un diez por ciento que conozca a su amo. O séa­se, a cualquiera de estos cobistas lo podría meter en una hojita de ruda”. (Trad. Díaz y Díaz, ed. Alma Mater, Barcelona, 1968.)

Son de no tar: tapanta = τά πάντα, saplutus = ζάπλουτος. lupatria es un híbrido de lupus y la term inación que encontram os en πορνεύτρια, etc., y babaecalus “el que dice siem pre que sí” es u n nom bre acu­ñado sobre la exclamación griega βαβαί καλώς “ ¡estupendo!” .

Se ha sugerido que la conversación de Trim alción y sus hués­pedes en la m esa no refleja el sermo plebeius de latinoparlantes nativos. Salonius ha llamado la atención sobre el hecho de que la cena tiene lugar en una ciudad griega, probablem ente de la Italia central o m eridional, y que la m ayoría de los personajes son de ex­tracción griega. Además, las observaciones que hace un hom bre educado como Eumolpo no contienen los errores de pronunciación, m orfología o sintaxis de los dem ás hablantes. En consecuencia se inclina Salonius a creer que Petronio satiriza el la tín chapurreado de los griegos residentes en la Ita lia central y m eridional. Heraeus, sin embargo, ha m ostrado cómo muchos de los vulgarismos de la Cena reaparecen en glosas y o tras fuentes del latín vulgar : p. ej. ipsim us “el am o”, “superlativo” de ipse, es la base del italiano m e- desim o < *met ipsimus; expudoratus aparece en glosas y es el an te­pasado del italiano spudorato; la form a vetua se corresponde con presentes analógicos similares, vacuo, consuo, conticuo, etc. Si bien no es imposible que solecismos como loquis no sean auténticos vul­garism os —pero cf. sequis, en o tro pasaje— , Petronio nos revela efectivam ente en la conversación de Trim alción y sus huéspedes algo del sermo plebeius del siglo i d. C.

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Menos variopintos pero no menos valiosos como fuentes del latín vulgar son los escritores de tem as técnicos, cuya principal preocupa­ción es transm itir inform ación con pocas pretensiones estilísticas. Tales son las obras de Catón el Viejo, Vitruvio, y en época tard ía la Mulomedicina Chironis, traducción del siglo iv de un manual grie­go de veterinaria, el De observatione ciborum de Antimo (siglo vi), el Oribasius Latinus en sus dos versiones (siglo vi) y la obra de Pa- ladio, dedicada a la agricultura (siglo v ) . Estas obras, aparte de sus num erosos vulgarismos fonéticos y gram aticales, nos inform an acer­ca de un vocabulario que de hecho quedaba al m argen de la clase de tem as tratados por la lite ra tu ra de nivel superior. Una gran p a r ­te de los contenidos son, naturalm ente, de interés m uy limitado p or su grado de especialización, pero a m enudo nos dan testim onio de palabras de la lengua cotidiana que sobreviven en las m odernas lenguas rom ánicas. Así, el francés poulain y sus equivalentes rom an­ces se derivan de pullamen, que está atestiguado tres veces en la M u­lomedicina Chironis. 1

Ya hemos dicho que ninguno de estos textos, a pesar de su falta de pretensiones, puede postularse como verdadero y fiel espejo de la lengua hablada. Lo mismo cabe decir de la encantadora Peregri­natio Aetheriae, relato de una peregrinación a los Santos Lugares em prendida hacia 400 d. C. por una m onja —su nom bre está en discusión, aduciéndose los de Aetheria y Egeria con ciertas garan­tías de autenticidad—, oriunda de Galicia o de Aquitania. M ujer de elevado rango social, a la que gentes im portantes dispensan grandes atenciones, escribe, sin embargo, en un estilo sencillo y llano, pero no sin ciertas solicitas concesiones a los gramáticos. Se ha señalado, po r ejemplo, que nunca usa las form as analíticas del comparativo con magis y plus, que sin duda eran habituales en su tiempo, en tan to que en o tra ocasión incurre en un lapsus de expresión de carácter hipercorrecto al em plear equivocadamente el m oribundo dativo en lugar del correcto ad con acusativo; ingressus est discipu­lis (por ad discipulos). He aquí un ejemplo típico de su estilo :

nos ergo sabbato sera ingressi sumus montem... ibi ergo mansimus in ea nocte et inde maturius die dominica cum ipso presbytero et monachis, qui ibi commorabantur, coepimus ascendere montes sin­gulos. qui montes cum infinito labore ascenduntur quoniam non eos subis lente et lente per girum, ut dicimus in cochleas, sed to­tum ad directum subis ac si per parietem... verum autem in ipsa summitate nullus commanet; nichil enim est ibi aliud nisi sola ec­clesia et spelunca, ubi fuit sanctus Moyses (3, 1 ss.).

1. N i e d e r m a n n , “ N e u e Jahrb.”, X V , 1912, p p . 313 S.

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Tam bién im portantes como reflejo de los cambios en el latín hablado son las num erosas inscripciones debidas a personas sin cul­tu ra; entre ellas podemos señalar especialmente: (1) las llam adas defixiones, textos im precatorios escritos en lám inas de plomo, obje­tos punzantes de uso mágico y similares, por medio de los cuales los autores esperaban provocar la ru ina de sus enemigos; (2) los graffiti de Pompeya, y (3) los epitafios de las tum bas de las gentes humildes. Como ejemplo citarem os el grito que b ro ta del corazón de uno que quiere “dar el pucherazo” en las carreras:

adiuro te demon quicunque es et demando tibi ex anc ora ex anc die ex oc momento ut equos prasini et albi crucies occidas, et agi­tatore Clarum et Felice et Primulum et Romanum ocidas collida neque spiritum illis lerinquas. (= De 8753, DV 861.)

“Yo te conjuro, demonio, quienquiera que seas, y te pido que a par­tir de esta hora, de este día, de este momento, atormentes y mates a los caballos del (bando) verde y del blanco, y a los conductores Claro y Félix y Prímulo y Romano que los mates y los estrelles y no les dejes aliento vital.”

Dignos de notarse son el cambio de ae en e (dem on), el acusativo con ex, en tanto que la últim a palabra, lerinquas (por relinquas) se ha enredado malam ente los p ies .2

Por último podemos mencionar los testim onios explícitos sobre el latín “vulgar” e “incorrecto” debidos a los gram áticos y autores de glosarios: p. ej. en la Appendix Probi, así llam ada por hallarse unida a un m anuscrito de los Institu ta Artium , atribuidos al gra­m ático Probo. Estas notas acerca de errores corrientes de p ronun­ciación fueron redactadas probablem ente en el p rim er tercio del siglo XV d. C. Muy posteriores son las glosas de Reichenau (siglo viii o ix ), que explican palabras latinas de época an terior en la lengua usual (p. ej. binas = duas et duas; pulcra = bella; oppidis = castellis vel civitatibus; semel = una vice). El enciclopédico Isidoro de Sevi­lla (siglo vu) cita tam bién térm inos a los que pone la etiqueta vulgo: p. ej. “fimus, id est stercus quod vulgo laetam en vocatur” (17, 2, 3); “caulis... qui vulgo thyrsus d icitur” (cf. tursus “trocho”, préstam o griego del latín vulgar, que ha dejado restos en rom ance). Ocasional­mente la pronunciación contem poránea es denunciada por una falsa etimología: p. ej. “tónica” (= tunica) vestis antiquissim a appellata quia in m otu incedentis sonum facit, tonus enim sonus est” (19, 22, 16).

2. E s t a s m e t á t e s i s s o n u n f e n ó m e n o f r e c u e n t e e n e l l a t í n v u l g a r : p . e j . i t . padule < palude, sudicio < sucidus, e t c .

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Partiendo de estas fuentes los estudiosos han podido catalogar algunos de los cambios experim entados por el latín durante el p e ­ríodo de transición que precedió al surgir de las lenguas romances.

F o n é t ic a

Acentuación

Hay acuerdo general respecto a la naturaleza intensiva del acen­to en latín vulgar, acento que en la m ayor parte de los casos inci­d ía en la m ism a sílaba que en el latín clásico. Excepciones son los casos que encierran hiatos periclitados como -te- en palabras del tipo parlètem. La semivocal se consonantizó y el acento se tra n s ­firió a la vocal siguiente, paryétem. Las vocales en silaba penúltim a ante grupos consonánticos term inados en - r - a tra jeron el acento, de m odo que el clásico ténebrae se pronunció tenébrae en latín vul­gar; de modo sim ilar integrum pasó a in tégru(m ).

Vocales

La m ás im portante modificación que experimentó el sistem a vo­cálico en latín vulgar fue la eliminación de las distinciones fonológi­cas basadas en la cantidad, que eran un rasgo fundam ental del latín clásico (p. ej. m iser am /m iser am ). En el latín vulgar todas las vo­cales acentuadas pasaron a ser largas y todas las átonas breves. Que las vocales tónicas originariam ente breves se alargaron aparece claro inter alia por el examen de su tratam iento en romance: así, el resultado francés, español e italiano de focum m uestra diptongación (feu, fuego, fuoco, lat. vulg. focum ). De modo sim ilar péde(m ) ap a ­rece como pied, piede. La prim era quiebra del antiguo sistema de distinciones basadas esencialmente en la cantidad se produjo cuan­do las vocales largas recibieron una pronunciación m ás cerrada que sus equivalentes breves: fldus [fidus] pero fides [fides]. En con­secuencia, cuando el sistem a evolucionó de modo que todas las vo­cales acentuadas pasaron a largas y todas las no acentuadas a b re ­ves, las diferencias de cualidad vocálica pasaron a ser la base de las distinciones fonológicas. El nuevo sistem a com prendía nueve voca­les de tim bre diferente, [e], [ ç ] , [i], [ j ] , [o], [ρ], [u ], [ y ] y [a], no habiendo distinción de tim bre entre ä y á. Todo este sistema se conservó, al menos en las sílabas acentuadas, en partes aisladas del territo rio rom ánico (Dacia y algunas zonas dialectales de Cerdeña). En el resto del mismo se introdujo una simplificación consistente en

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la convergencia de [o] y [y] y de [e] e [j] (véase in f ra ) . Este sis­tem a m ás sencillo fue la base del rom ance continental occidental Los tres estadios pueden representarse así:

lat. clás. ä ê ë i i Ö Ö Ü ii

lat. vulg. primit. a e e Í\ /

? <? o y,■ \ /

u

rom. cont. occ. a e e i Q 0 u

Es difícil dar una fecha precisa de la aparición del nuevo sistema. Sucede, en efecto, que las fechas de los prim eros testim onios docu­mentales de los cambios particulares de la cantidad vocálica varían de caso a caso. Ahora bien, es verosímil que el sistem a haya cam ­biado como un todo y que el proceso gradual haya ido afectando sim ultáneam ente a todos los com ponentes del sistem a fonológico. Los cambios expuestos se reflejan en los textos e inscripciones que poseemos a través de las confusiones ortográficas que interpretam os con arreglo aÎ principio de que los símbolos de los sonidos no son intercambiables si no tienen un valor igual o muy sem ejante. Al hacerlo así debemos tener en cuenta que el alfabeto latino no dis­tinguía de modo general entre vocales largas y breves. En conse­cuencia, un único signo e tenía, en la época que nos interesa, dos valores: [e] de ë y [ç] de I. De modo sim ilar, i podía representar[i] de í y [e] de i. Esto significa que cuando una persona deficiente­mente instruida se veía frente a la tarea de no tar gráficamente su propia pronunciación [e] podía em plear e o i. Encontram os así gra­fías como sebe por sïbï, y ficit por fécit. Los ejem plos que siguen de grafía no tradicional en los que se reflejan cambios de pronunciación van agrupados bajo rúbricas que representan los sonidos clásicos (p. ej. e X i) a partir de los que se inició el proceso.

ë X iposuiru (= posuerunt), minsibus (= mënsibus), filix, crudilitas; sene (= sine), menus (= minus), frecare, elud, elo, semul, enitio, trebuni.

é X ae

La pronunciación abierta de é está atestiguada por la grafía ae, diptongo que había dado [ç] (véase infra) : baene, maerenti, daeder (= deder(unt)).

ö X üannus = annos, cognusco, nubis, tonecas = tunicas.norus = nurus, con — cum, alonnus — alumnus; cf. “coluber noncolober", Appendix Probi.

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Una form a como frun te por fronte no puede explicarse en pu ra fonética. Es seguram ente analógica, basada en el nominativo frö (n )s > früs.

Tam bién los diptongos experim entaron im portantes alteraciones. Ya hem os visto m ás arriba que en ciertas áreas dialectales rurales ae se había monoptongado en e. Este proceso de m onoptongación se hizo general en latin a p a rtir de las sílabas no acentuadas en épo­ca republicana y se extendió a las tónicas en el siglo x d. C. El cam ­bio está atestiguado por grafías que intercam bian äe y e: baene, daeder(unt), braevis, etc.; que = quae, precepto, etc. Tam bién oe pasó a e: penam por poenam, amenus por amoenus. Por su parte au, a pesar de que ya habla monoptongado en o en ciertas áreas dialectales rurales latinas y en los dialectos itálicos de la Italia sep­ten trional y central, se conservó en el latín vulgar; aún hoy sobre­vive en rum ano (aur < aurum ). En italiano la diferencia entre luogo y oro m uestra que el paso de ö a uo tuvo que haberse completado antes del cambio au > ó. El testim onio del español y del francés apoya la conclusión de que en latín vulgar au se conservó y de que su m onoptongación tuvo lugar separadam ente en las diversas len­guas romances.

En sílaba no acentuada las vocales tendieron a ser inestables o a desaparecer por completo. La síncopa fue especialm ente frecuente en las sílabas que seguían al acento. Muchos de los lemas de la A ppendix Probi atestiguan ta l fenómeno: speculum non speclpm, vetulus non veclus, tabula non tabla, cf. los ejem plos epigráficos dulcisma, vetrani, Caesri. En sílaba final, si bien habla incertidum - bres en el tim bre (o X u y e X i), las vocales se conservaron hasta una época muy posterior a la fragm entación del rom ance común. Queda aludir a los cambios experim entados p o r i y u e n hiato tra s consonante. Que tales sonidos tenían ocasionalmente valor conso- nántico aun en latín arcaico es evidente a la vista de la escansión de palabras como dormio, facias, abiete, etc. Esta pronunciación se hizo general en época imperial. El alfabeto no tenía ningún sig­no especial para no ta r esta [ j] , pero el cambio está atestiguado por grafías como abalenare, quetus. En posición inicial e intervocálica la [j] consonántica se convirtió prim ero en u n a espirante con valor de j y luego dio una africada [d j] o [dg], sonido que recibe n o ta ­ciones varias como z (Zanuarius, Zoviano), s (Sustus = lu stu s), di (codiugi = coniugi), gi (congiugi) o sim plem ente g (Troge = Troiae). Este m ism o sonido vino a ser el resultado final de los grupos de, di, ge, gi (véase in fra ) . La u postconsonántica tenía tam bién un valor no silábico en el latín de la poesía (p. ej. quattuor disilábico en En­nio), y esta pronunciación esporádica anticipó su generalización en el latín vulgar. Tam bién en este caso el valor consonántico está im -

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plícito en form as de la Appendix Probi (jebrarius) y de las ins­cripciones (quattor, lanarius, etc.).

Consonantes

En la modificación del sistema consonántico son de no tar como puntos principales:

1. El paso de b intervocálica a una bilabial fricativa [ß], idén­tica en su pronunciación a la v consonantica (de ahí grafías como cuuiculo por cubiculo, y las grafías inversas de b p o r v: unibersis, cibitatis, b ixit).

2. La palatalización (yodización). Ante vocal el grupo ti pasó a ty, que a p a rtir del siglo n d. C. se convirtió en ts, según testim onian grafías como Vincentza, sapiensie, tersiu, e tc .3 La palatalización de c tuvo lugar mucho m ás tarde, no habiendo testim onios inequívocos hasta el siglo vx. En el latín clásico este sonido era pronunciado como [k ] oclusiva en todas las posiciones. Ante i, y algo m ás tarde tam ­bién ante i y e, la consonante se palatalizó, y un sonido de transi­ción dio lugar a [k j]. El siguiente estadio que se postu la es [ tj] , que —ál igual que ya vimos antes— pasó a ts, m anifestándose la convergencia de ci y ti en las confusiones ortográficas: nuncius, amicicia, tercium, nacione y conditio, solatium, intcitam ento parece im plicar una pronunciación africada [ts] o [ t / ] , pero el tratam iento varía en las distintas partes del territorio rom ánico. Merece notarse que los dialectos m ás arcaicos del sardo han perm anecido inm unes a esta palatalización.

g tam bién se palatalizó ante una vocal anterior, produciendo un sonido que se hizo igual al de i; de ahí las grafías inversas como gi, etc., ya reseñadas. En posición intervocálica, precediendo al acen­to, la fricativa palatal (evidente en septuazinta) fue elim inada: M en ­ta, Agrientum, quarranta (= quadraginta). Ante -m este sonido se labializó: fraumenta, sauma, cf. “pegma non peum a” (App. Probi).

3. Las oclusivas sordas intervocálicas se sonorizaron en rom an­ce occidental: logus, tridicum, fegit, quodannis. El fenómeno se data a p a rtir del siglo v.

4. La b intervocálica pasó a fricativa bilabial, según se ve por la frecuente confusión de & y v: “plebes non plevis, tabes non tavis” (App. Probi).

3. Un fenómeno paralelo es el desarrollo di > dy > dz, sonido representado por la grafía z (cf. Isidoro: “solent Itali dicere oze pro hodie”): zes = dies, oze = hodie, Ziomedes, etc.

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5. La m final se pronunciaba débilm ente ya desde época arcai­ca, y hay num erosos ejem plos epigráficos de su omisión. Según el testim onio rom ánico se perdió en todas las palabras excepto en los m onosílabos (de ahí el fr. rien < rem ). La n final resistió más, y su desaparición, que las lenguas rom ances atestiguan en todas las pa­labras exceptuados los monosílabos, fue seguram ente resultado de desarrollos independientes posteriores a la fragm entación del latín vulgar común. La t final había caído tam bién en época tem prana en algunas áreas dialectales latinas (capítulo II I ) . El latín vulgar m uestra la m ism a tendencia con diferencias regionales. Ejemplos epigráficos son ama, valia, fecerum.

6. De los fenómenos de grupo m erecen m encionarse los que si­guen. Entre los m uchos casos de asimilación podemos notar el de -nd - > -nn- (“grundio non grunnio”), que es atribuido por algu­nos a influencia osea, x (es decir es) se asim ila en s(s) (visit = vixit). La equivalencia fonética de x y s(s) puede verse en grafías inversas (“miles non milex”, App. Probi). La asimilación paralela de ps se encuentra por vez prim era en Pom peya en el siglo i (isse por ipse). Tam bién esto tiene su paralelo en oseo y um bro. El paso de - rs - a -s (s) se manifiesta tem pranam ente en latín dialectal y vulgar (susum, rusum , dossum ). En otros grupos consonanticos en que el segundo elemento era una líquida o nasal, la pronunciación se facilitaba por la inserción de una vocal anaptíctica: ineritia, frater es, omines, nu- tirices, etc. Podem os incluir tam bién en este apartado el desarrollo de una vocal protética ante s seguida de oclusiva sorda: ispose = sponsae, iscola = schola, ispeculator, istatuam.

M o r fo l o g ía

Género

El hipotético rom ance prim itivo reconstruido por el análisis y com paración de las lenguas rom ánicas m uestra un sistem a nom inal con sólo dos géneros. El proceso de eliminación del neu tro se inició en fecha tem prana. Casos de confusión de género han sido exam ina­dos ya m ás arriba. En época im perial el proceso se aceleró p o r la eliminación de la m ayoría de las distinciones fonéticas entre m as­culinos y neutros de la segunda declinación. Hallamos asi fatus, cae­lus, m onim entus, etc. Ahora bien, como suele ocurrir en los perío ­dos de transición, la categoría que estaba destinada a desaparecer experim entó ganancias tem porales: p. ej. titulum . Sin embargo, la evolución fonética había dejado in tacta la m ás llam ativa de las dife­rencias en tre los masculinos y los neutros de la segunda declinación:

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m asculino -i, -ös, y neutro -a en el nominativo y acusativo de plural. En general en las lenguas romances han prevalecido -i, -ös, pero ha habido en el plural extensiones de -a que conocieron el éxito: dígita (digitus), caso en el que servía de apoyo la coherencia de un grupo de nom bres que denotaba partes del cuerpo: bracchia, cubita, ge­mía, etc. Ein o tros casos el plural en -a fue tratado como un singu- gular colectivo y se convirtió en la base de nuevos nom bres fem e­ninos de la p rim era declinación: castra, gaudia, ligna, bracchia, ar­menta.

Declinación

La pérdida de -m final, la débil pronunciación de -s en algunas regiones, así como la confusión de u y o y de i y e en sílaba final destruyó en gran medida la base fonética del sistema flexional clá­sico, según puede verse en la tab la que sigue:

L. C. t . V. L. C. L. V. L. C. L. V.

Nom. “ä -a -US -o(s) -ÏS -e(s)

Ac. -am -a(m) -um -ofm) -em -e(m)

Gen. -ae -e -ï -i -Is -e(s)

Dat. -ae -e -ö -0 -Î -i

Abi. -ä -a -Ô -0 -e -e

A estas fuerzas perturbadoras podemos añadir la evolución de lo sintáctico, que desde época tem prana había creado giros prepo­sicionales como sustitutivos de las simples formas casuales (p. ej. ad con acusativo en lugar del dativo; véase infra). La consecuencia de estos cambios fue que a mediados del siglo viii las declinaciones latinas se habían quedado reducidas a un sistema de dos casos.

Primera declinación

Estos nom bres se vieron incrementados por una tendencia ge­neral hacia una caracterización m ás clara del género. Así, los feme­ninos en -us depusieron su engañoso atuendo: nura, socra. Hubo incorporaciones similares procedentes de otros tipos: coniuga, sacerda (por sacerdos), nepta, tempesta. Los préstam os neutros griegos en -m a fueron tam bién adscritos a esta clase, como lo fue­

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ron asimismo ciertos nom bres griegos de la tercera declinación que los rom anos adaptaron a través de la form a del acusativo: hebdo­mada, lampada.

Por lo que m ira a la flexión, cabe señalar que el genitivo sin­gular presenta una variedad de form as: -ae o -e, -as, y -aes o -es (villaes, Quintiliaes, Prisces, sues, secundes, liberates), en las que la -s puede deberse sea a la influencia de la tercera declinación, sea a la de la term inación itálica -as (conservada tam bién en paterfam i­lias). Los dativos y ablativos como feminabus, filiabus siguen el ejemplo de deabus, pero han sido eliminados en romance. Un curio ­so desarrollo, según parece basado en nom bres propios griegos como Psyche, Psychenis, fue el de la declinación Anna: Annanis, m am m a: m ammanis. Algunos m asculinos en -a recibieron la m ism a declina­ción: scriba: *scribanis (> fr. écrivain, esp. escribano).

Segunda declinación

Tam bién aquí encontram os una tendencia a una caracterización distintiva del género en los neutros: vas > vasum, os > ossum. A pesar de la eliminación del neutro (véase supra), el plural en -a so­brevivió en la Ita lia m eridional y central y en la Dacia, e incluso fue adoptado por algunos nom bres m asculinos: fructa, dígita. En la flexión encontram os aberraciones circunstanciales en las form as de dativo y ablativo: diibus, f ilibus, alumnibus, amicibus.

Tercera declinación

La evolución fonética borró la distinción en tre -es e -is. De ahí las frecuentes confusiones que los gram áticos se esfuerzan en corre­gir: “tabes non tavis”, “suboles non subolis”, “lues non luis”, “fa­mes non fam is” etc. (App. Probi).

EI nominativo de singular experim entó frecuentes alteraciones por causas analógicas: ejemplos tem pranos son lovis, bovis, lacle. Encontram os luego carnis y stirpis. La Appendix Probi corrige una form a gruis, y suis es utilizado por Prudencio. Tales nominativos establecían un sistem a parisilábico. El proceso inverso se ve en las form as orbs y nubs proscritas por la Appendix.

Tam bién en esta declinación los neutros pasaron a masculinos (frigorem, pedorem , roborem). Ahora bien, tam bién surgieron nue­vos neutros : cinus por cinis, cineris, y un *pulvus que viene exigido por form as rom ances como esp. polvo. La nivelación analógica ha­bía afectado ya en época tem prana al tipo flexional sanguis, san-

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guinis y había creado un nominativo sanguen. En época posterior vemos el proceso inverso en el nom inativo poliis por pollen. Un nuevo nominativo glandis sustituyó a glans (véase supra) y en­tonces se creó un nuevo tem a (glandinis) com parable a lendis, len- dinis.

En el resto de la flexión podemos no tar que en el ablativo singu­lar -ë prevalece sobre -i, y en él acusativo plural -ës sobre -ts. Los genitivos de plural del tipo omniorum, parentaliorum están basados sobre el nom. y ac. omnia, parentalia, en tan to que m ensis se m ues­tra voluble presentando mensorum o m enserum según sufra la a trac­ción de annorum o la de dierum.

Las declinaciones cuarta y quinta fueron absorbidas respectiva­m ente por la segunda y la prim era. Tam bién este proceso había te ­nido un tem prano origen (senati); en época m ás tard ía las inscrip­ciones presentan frecuentemente form as como portico, mano, in­troito, sumptis, spirito, etc. En la quinta declinación los dobletes ya existentes como materies, materia facilitaron la transform ación de palabras como glacia, facia, * rabia, spes y res pasaron a la tercera declinación, si bien para spes había tam bién un tem a con -n - en los casos oblicuos: spes, spenem (cf. supra, p rim era declinación).

Adjetivos

También en este apartado hallamos una tendencia a la caracteri­zación distintiva de los géneros. La Appendix Probi, por ejemplo, condena las form as paupera, acrum, tristus, tetrus (= taeter). For­mas del mismo tipo son gracilus, sublimus, praecoca.

Para la expresión de los grados de com paración el rom ance u ti­liza las formas analíticas con magis o plus según las regiones (véase in fra ). Los inicios del proceso de sustitución pueden rastrearse has­ta épocas muy antiguas del latín, al estar com parativos y superlati­vos particularm ente sujetos a la tendencia popular a la hipercarac- terización: p. ej. magis maiores (Plauto). Tal clase de pleonasmos se hizo crecientemente frecuente en la lengua vulgar de la época tardía, en la que podemos observar form as con doble sufijo como proximior, extremior, pessimissimus, m inim issim us, e incluso las combinaciones plus magis y magis plus, magis magisque amplius.

El tipo miserrima se regulariza con la form a miserissima, cf. in - tegrissima. Nótense también iuvenior y pientissimus.

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Pronombres

Merecen subrayarse el uso indiscrim inado de hic, ille e iste, el empleo de ipse como pronom bre anafórico en lugar de is, y la re­ducción de Ule a la condición de artículo definido y la de unus a la de indefinido, cuius y cui continúan influyendo en la declinación de los dem ás pronom bres: ipsuius, illui (para las form as anteriores véanse pp. 255 s.). Para el dativo singular femenino se encuentran form as como illae e illaei. Los dem ostrativos se refuerzan con el p re ­fijo ecce; de ahí el francés cet < ecce istum . Sobre ipsimus, form a enfática de ipse, véase p. 156.

Los pronom bres proporcionan un interesante ejemplo de la cons­tan te renovación de los elementos de la lengua. Ya en época p re ­histórica el latín había reforzado los dem ostrativos uniendo dos tem as distintos: *ol-se, is-te (véanse pp. 255 s.). Esta tendencia sub­siste en el uso de los escritores tardíos, que com binan los dem ostra­tivo: is ipse, ipse ille.

Los adverbios y preposiciones participan tam bién de esta tenden­cia hacia form as m ás plenas. Abundan los com puestos como abante, ab intus, de contra, in ante, etc., y a m enudo se los emplea como preposiciones. Preposiciones com puestas son de post, de super, de inter. Tam bién giros preposicionales funcionan como preposiciones: “per girum ipsius colliculi”, “in giro parietes ecclesiae”, “de latus m ontem ”, “de latus casa” (Per. Aeth.).

Verbos

La confusion de deponente y activo continúa: sequis (cf. loquis, Petronio), conarit, deprecebat, miraret; pero doleatur, dubitamur, vetor, obitus sum, iuvantur (modelado sobre auxilior, opitulor). Las form as de pasiva con -r han desaparecido en romance, en el que han sido sustituidas por perífrasis del participio de perfecto con el verbo “se r” (am atur y am atus est), o por expresiones reflexivas. Ambos procedim ientos de sustitución están presentes en el latín vulgar. Los giros reflexivos son particularm ente frecuentes en la te r­cera persona cuando el su jeto es una cosa, estando la raíz del p ro ­ceso en personificaciones como “Myrina quae Sebastopolis se vocat” (Plinio, N. H., 5, 121). En ocasiones las construcciones reflexiva y pasiva se contam inan: se extinguitur.

La tendencia a la confusión entre las clases de conjugación del tem a de presente continúa actuando (véase supra sobre sonëre, to-

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nére, fulgére, fen ere , e tc .). Ahora bien, m ientras que antes la tercera conjugación había experimentado pérdidas en favor de la segunda, ahora el proceso se invierte y los cambios ejemplificados por lugunt,;pendunt, miscère y ridère vinieron a desem bocar en la eliminación del tipo en -ëre en algunas ram as del romance, si bien fue el tr iu n ­fante en Hispania. Adviértase, sin embargo, que la lingüística com pa­rativa rom ánica exige postular *sapëre (basado en el perfecto sapui) y *cadëre. El segundo puede ser debido a la influencia de iacëre, pero para este verbo las inscripciones atestiguan iacio y iacis. Éstas podrían, naturalm ente, ser variantes fonéticas debidas a la confusión de e e i como en iubis, pero el paso a la cuarta conjugación es evi­dente en doliens, libiens y en florivit, florire, m ientras que doleunt parece ser una grafía de doliunt. La cuarta conjugación recibe tam ­bién nuevos miembros procedentes de la tercera: disciunt, serpio , *lucire, gemire.

Originariamente las desinencias eran suficientes p ara indicar la persona, y los pronom bres ego, tu, etc., se utilizaban con finalidad enfática. En la lengua popular su empleo se hizo habitual y su fuer­za se debilitó, de modo que acabaron reducidos a la condición de prefijos: j ’aime, tu aimes, il aime.

En las desinencias personales la evolución fonética produjo la pérdida de i en hiato (-io > -o, -iun t > -u n t) y la eliminación de diferencias en la pronunciación entre -ës e -is o -et e -it en posi­ción átona. La Peregrinatio Aetheriae m uestra preferencia por la grafía contiget, benedicet, colliget, prendet. Las correspondientes form as del plural ponent, tendent, vadent, tollent, reponent no pue­den, naturalm ente, ser equivalentes fonéticos del correcto -unt. A la vista del hecho de que la segunda conjugación estaba m uriendo en el latín vulgar podría pensarse que la preferencia de Eteria era la reacción de la ignorancia solícita ante el tronar del m aestro de escuela: “pendent non pendunt”; sin embargo, -ent ha prevalecido en Hispania, y hay notables indicios de que Eteria procedía de Ga­licia.

Pasando a los tiempos, el im perfecto sufrió pocos cambios y ha sobrevivido casi intacto en romance, si bien -iebam > -ebam. Sin em ­bargo, las formas en -ibam se m antuvieron tam bién a lo largo de toda, la latinidad.

Los futuros de indicativo latinos fueron en su origen o bien fo r­mas de subjuntivo (legam), o bien form as com puestas con el verbo “ser” (-bo) (véanse pp. 271 s.). A través de toda la h istoria del latín este tiempo se mantuvo fiel a su origen modal (“volitivo”) : por una parte, el futuro de indicativo se usó con valor de im perativo; p o r otra, el subjuntivo expresaba idea de futuro. Tam bién en romance, en el que las antiguas form as de fu turo han desaparecido, su lugar

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ha sido ocupado por perífrasis de valor modal: (1) facere volo,(2) facere debeo, (3) facere habeo. En el latín tardío encontram os am plios testim onios de estos desarrollos: (1) se conserva en ru m a­no, (2) aparece en sardo, y (3) en las dem ás lenguas rom ánicas. Esta ú ltim a construcción tenía en origen el valor de “tener que” (“vallem nos traversare habebam us”, Per. Aeth., 2, 1), pero los ejemplos de significación simplemente fu tu r al son bastan te frecuentes en latín tardío. Los tipos clásicos de las d istin tas conjugaciones se confun­den en ocasiones: con form as de la Atellana como dicebo, vivebo (véase supra) podemos com parar, por ejemplo, inferevit ( = infere- bit), en tanto que la segunda declinación hace a m enudo su fu turo en -am : habeam, lugea(t).

En el perfecto las form as irregulares (“fuertes”) tienden a ser reem plazadas por form as regulares (“débiles”) : así praestavi apa­rece en lugar de praestiti y salwi por salui. En el perfecto en -v - las form as contractas [ N o t a 17] -asti, -astis, -arunt habían sido siem pre las preferidas por la lengua popular. O riginadas por la pérdida p u ­ram ente fonética de -« --en tre vocales iguales (delevero > delero), el proceso se vio ampliado po r influencias analógicas. Así encontra­m os -ái (probai, calcai) sobre el modelo de -ii. En la tercera p e r­sona del singular las inscripciones vulgares atestiguan la form a la- borait (conservada tam bién en antiguo sa rd o ). Pero m ás num erosos son los ejem plos de -aut (pedicaut, trium phant, donaut, etc.), form a de la que proceden las term inaciones rom ánicas (itáfl. amó, amao; p ara ei desarrollo fonético cf. auca < avica).

De entre los perfectos “fuertes” el tipo reduplicado m uestra aún poder expansivo: impendidi, edidit, prandiderit. Estas form as ana­lógicas quedaron circunscritas a tem as en dental (modelo credo, credidi); en los dem ás casos las form as reduplicadas fueron eli­m inadas, quedando dedi y ste ti como únicos supervivientes en ro ­mance. El tipo con vocal larga tam bién cede terreno: lexerit aparece p o r lëgerit, capui por cëpi, etc. Más vigoroso se m ostró el tipo en -si, que ganó considerable terreno en el latín tardío y en rom ance (“en latín vulgar hubo tal vez unas tre in ta o m ás formaciones nue­vas”, G randgent). El tipo en -ui, aunque perdió apoyo en la prim era y cuarta conjugaciones, en las que e ra anómalo, se extendió en la segunda y tercera; este proceso puede detectarse en época tem prana (parcuit, Nevio; serui, Ennio). Ejemplos epigráficos son reguit, co- guit, convertuit e incluso fecuit, en tan to que la filología rom ánica postula *bibui, lëgui, vidui, etc.

P or lo que m ira a las inflexiones del perfecto, no hay restos en rom ance del arcaico -ëre, ni de la form a -érunt que predom ina en

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la literatura clásica. Así pues, la form a con vocal breve -ërunt que se encuentra en los autores cómicos tiene que haberse m antenido en la lengua popular.

S i n t a x i s

Examinaremos solamente algunos de los rasgos m ás im por­tantes.

Uso de los casos

Sobre la evolución hacia un sistem a de dos casos véase lo ya di­cho m ás arriba.

La tendencia que se observa ya desde Plauto a u sa r giros p re ­posicionales en lugar de simples casos recibe nuevo estím ulo de la ruina fonética de las formas flexivas (véase p. 164) : así, ad con acu­sativo suplantó al dativo (ad eum dicit, ad febricitantes prosunt, etc.). T ras la confusión de las expresiones que significaban “donde” y “a donde” (véase infra p. 180), ad con acusativo hace tam bién ofi­cio de expresión locativa (“fui ad ecclesiam”, Per. Aeth.), si bien ejemplos con nom bres de ciudades y países se encuentran ya desde Livio (véase Sintaxis).

De modo similar el simple ablativo es reem plazado por p erífra­sis con ex, ab y de, dándose preferencia en la lengua popular a la últim a de ellas (de navibus egredi, de palatio exit, de m arm ore fac­ta). Indluso se sustituye de este modo al ablativo instrum ental y causal: fatigati de vigiliis, de oculis tangentes crucem, ungeatur... de Mo oleo (Per. Aeth.). in con ablativo de lugar aparece en expre­siones, contrariam ente al uso clásico (véase Sintaxis).

De de con ablativo en lugar del genitivo se encuentran ejemplos desde Plauto (dimidium de praeda); en época posterior este uso adquirió tal desarrollo que podía incluso aparecer sin un nom bre regente: “ampullam in qua de oleo... continebatur” (Vita Aridii).

En los giros preposicionales había gran confusión en tre áblativo y acusativo (ab hortu(m ), con quen, cum libertos, ex donationem, pro salutem, pro hoc ipsud, sine lesionem, a monazontes, de hoc ipsud, de carnem; contra ipso loco, venit in civitate sua). Ahora bien, m uchos de estos ejemplos tienen una significación m eram ente o rto ­gráfica a la vista de la pérdida de -m final.

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El verbo

El perfecto latino clásico tenía dos valores : aoristo (“dije”) y perfecto (“he dicho”) . 4 La creación de una form a perifrástica p ara expresar el “estado presente” comenzó tem pranam ente —“m ulta hona bene p a rta habem us”, P lauto—, pero su pleno desarrollo no se alcanzó hasta época tard ía : “haec om nia probatum habem us”, Oribasio; “episcopum invitatum habes”, Gregorio de Tours. De las form as no personales del verbo sólo el infinitivo de presente activo y los participios de presente y perfecto quedaron intactos. El supino fue generalm ente reemplazado po r el infinitivo, si bien ha sobre­vivido en rum ano. Se m ostró m ás resistente en ciertos giros com o dorm itum ire, en lugar del cual los autores ta rd íos utilizaron a m e­nudo la variante dorm ito vadit (cf. “reponent se dorm ito”, Aeth.). Tam bién el gerundio fue reem plazado por el infinitivo, aunque en el ablativo de modo sirvió como sustitu to del participio de presente (“red ire ... dicendo psalm os”, Per. Aeth.), uso cuyo principio puede rastrearse ya en P lauto (véanse pp. 320 s.). El gerundivo aparece en latin tardío como sustitu to del participio de fu turo pasivo. En un principio era indiferente a la noción de voz (secundus = “el que si­gue” ), y P lauto lo emplea en un sentido que se aproxim a al de un participio de fu turo activo (“haecine ubi scibit senex, puppis pereun- dast probe”, Epid., 73-4). Tam bién en latín de época m ás tardía hay ejem plos en que u n gerundivo como moriendi es equivalente a m ori­turi. Una vez m ás nos hallam os ante un rasgo típico de una época de transición en la que una form a m oribunda da una postrera se­ñal de vida; así, recepturus es usado por recipiendus, y scripturas por scribendas. Finalm ente, el gerundivo en nominativo aparece tam bién como sustitu to del participio de presente: iubandi sunt “son provechosos” = iuvant, Oribasio. El participio de fu turo activo es raro en latín vulgar, pero se usa en giros perifrásticos que su sti­tuyen al fu turo : redditurus sit (Per. Aeth.). Tam bién el participio de presen te aparece en perífrasis. En rom ance sobrevive como adjetivo, usurpada su función participial por el gerundio. El infinitivo de p re ­sente pasivo y el infinitivo de perfecto han desaparecido en rom an­ce. Que el infinitivo de perfecto era una form a m oribunda aparece diaro en el hecho de que los escritores tardíos lo usen a menudo como sustitu to del presente.

Siguen ahora algunos puntos notables de sintaxis de los modos. El subjuntivo es reemplazado po r el indicativo en m uchas construc­ciones. Desde época prim itiva se encontraba el indicativo en in te rro ­

4. Sobre este punto véase N o t a s d e l o s t r a d u c t o r e s , Nota 45.

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gaciones indirectas. Posteriorm ente se extiende a o tras m uchas cons­trucciones: en oraciones consecutivas (“ecclesia valde pu lch ra ... u t vere digna est esse domus Dei”, Per. Aeth.); tras cum causal (“cum his omnes tam excelsi sun t”) ; tras expresiones de duda (“procul dubium est quod... perm ansit”, Greg. T.). Sin embargo, el sub jun­tivo se encuentra a su vez en lugar del indicativo clásico en varios tipos de oración subordinada, y tiende a transform arse en una m era señal de subordinación. Lo hallamos, por ejemplo, tras quod causal (“lulia... fecit quod Ambibolus frater negligendus facere noluerit”, DV 1481); en oraciones temporales introducidas por priusquam, dum, etc. (“tu dum esses ad superos nemo m ihi form onsior ulla”, DV 1373). Particularm ente característico del latín tardío es el sub­juntivo —si bien hay también ejemplos del indicativo—, en oracio­nes completivas introducidas por quod, quoniam, y quia tras verbos de decir, etc., en lugar del clásico infinitivo con acusativo.

V o c a b u l a r io

Antes de considerar las relaciones del vocabulario del latín h a ­blado por el pueblo con el de la literatura será conveniente recor­dar una vez m ás que en latín no había un vocabulario literario un i­forme. El diccionario era como un guardarropa cuyos diversos estan­tes contenían atuendos verbales apropiados para cada ocasión. Löfs- tedt ha señalado que la distinción que se halla en los m anuales de sinónimos al antiguo estilo entre portare “llevar una carga pesadao fastidiosa” y el m ás descolorido ferre no es válida. La distinción es m ás bien de estilo. El autor del Bellum Africanum, por ejemplo, emplea sarcinas in acervum comportare (69, 2), en tan to que el es­tricto clasicista que es César usa conferre. La m ism a relación existe entre deportare y devehere, se reportare y se ferre. Así, las lenguas rom ánicas con sus portare, porter, etc., han conservado la palabra que podemos adscribir al genus demissum. Lo mismo ocurre con los sinónimos magnus y granáis: el Bellum Africanum em plea gran­de praesidium, etc., m ientras que César prefería magnus, y las len­guas rom ánicas confirman esta distinción (fr. grand, it. grande). No menos ilum inadora resulta la relación entre occidere e interficere. El prim ero de estos verbos, por su obvia conexión etimológica con caedo, tiene un sentido más drástico, “golpear, m atar de un golpe”, frente al descolorido y eufemístico interficere, “elim inar”. Es occi­dere e4 que predom ina en Plauto y Terencio, en Petronio, Eteria, la Mulomedicina, Oribasio y las Defixiones, en las que hallam os tam ­bién el compuesto reforzado peroccidere (véase in fra ) . Resta añadir

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que el rom ance ha conservado occidere (it. uccidere), poro no inter­ficere.

Teniendo presente esta distinción esencial de estilo y géneros, podemos afirm ar que el fondo básico del vocabulario popular de co­mienzos del Im perio apenas diferia del del latín literario. La lengua coloquial se caracteriza, desde luego, por su preferencia por las expresiones drásticas y de colores vivos, que con el cambio de ge­neraciones fueron perdiendo su fuerza y poder enfático. Un niño que prim aria y constantem ente oiga la expresión “je ta” la u sa rá con toda inocencia como norm al. Por este proceso universal de desgas­te lingüístico los verbos incoativos y frecuentativos latinos perdie­ron gradualm ente su fuerza original y acabaron sustituyendo a los verbos simples de los que habían derivado. Así, cantare, adiutare, iactare, pensare, saltare son los únicos que sobreviven en romance: fr. chanter, aider, jeter, penser, sauter.

Tam bién de gran im portancia con vistas al rom ance son los in­coativos en -éscere e -iscere (canescere, virlscere, florescere, dor- m iscere). Una m anifestación m ás de la constante búsqueda de fuerza expresiva que caracteriza a la lengua popular es su prefe­rencia por las palabras de form a m ás plena. Según puso de relieve W ackernagel, el im perativo de scire es scito, no sci. Del mismo modo en la Biblia latina esto se usa en lugar de es, y vade asume las fun­ciones de i, m ientras que sí hallam os el plural ite y nunca vadite. Tam bién en el indicativo vadis, vadit desplazan a is, it, en tan to que en el plural una gram ática que reg istrara solam ente las form as de m ayor frecuencia conjugaría vadam, vadas, vadat, eamus, eatis, va­dant. Muy parecidas observaciones se han hecho acerca del uso del verbo “ir” en o tros autores “vulgares” : las form as monosilábicas son evitadas, apareciendo en su lugar las correspondientes de vade- re y ambulare. Del m ism o modo diu cede ante expresiones como longo tempore, to t y quot ante tanti y quanti, vir ante homo, etc. EI grado de esta aversión hacia las palabras de escaso cuerpo lo revela una interesante observación que ha hecho Löfstedt: el escri­to r médico Teodoro Prisciano al describir el tratam iento que se ha de aplicar a los pacientes usa norm alm ente el presente (nutrió, concedo, etc.), pero cuando ha de em plear el verbo “dar” usa el fu tu ro dabo para evitar el monosilábico do. Una im portante con­secuencia de esta preferencia por las palabras de mayor volumen fue el predom inio que adquirieron los verbos compuestos sobre sus correspondientes simples. Un ejemplo típico es la eliminación de edo (que en cualquier caso sufría el handicap de su conjugación anó­m ala edo, ës, ëst) en favor de comedo, al que originariam ente su prefijo daba un valor perfectivo “com er to talm ente”. Los que siguen son unos pocos de los num erosos ejem plos de la preferencia por los

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verbos compuestos que se da en el latín vulgar: pertransire, perexi- re, perconfirmare, disseparare, perdiscoperire, conducere, expandere. En los nom bres y adjetivos la preferencia de la lengua popular por las m ás plenas y expresivas form as dim inutivas y sus reflejos en el vocabulario de las lenguas romances han sido ya examinadas. Al­gunos ejemplos son: avicellus (oiseau), soliculus (soleil), genucu- lum (genou), agnellus (agneau), cultellus (couteau), vetulus, redu­cido a vetius y pronunciado veclus (it. vecchio, fr. vieux, esp. viejo).

El vocabulario del latín vulgar y de las lenguas rom ánicas ofrece otros muchos ejemplos de eliminación de palabras usuales que eran lugares comunes de la lengua refinada en favor de equivalentes de m arcados colores procedentes de las jergas. La palabra testa, por ejemplo, “cántaro de barro” se usó en sentido traslaticio por Varrón y Cicerón con el significado de “concha”. M ás tarde aparece con el de “calavera” y acabó por convertirse en el térm ino norm al para significar “cabeza” (fr. tête, etc.). Un pasaje del escritor de atelanas Pomponio (179) da una pista sobre la clase de contexto (“te voy a p a rtir la m ollera”) en que este cambio de significado se produjo: “iam istam calvam colapis comminuissem testatim tib i”, donde tes­ta tim = “en pedazos”. De modo sim ilar bucca “m ejilla (hinchada) ” (cf. “puls in buccam veniet”, Pomponio) se usa eventualm ente con el sentido de “boca” (cf. “quod in buccam venerit scrib ito”, Cic., Ad Att., 1, 12, 4); en varios dialectos rom ánicos encontram os descen­dientes de otros equivalentes dotados de sim ilar fuerza: gula, gur­ges, gurga. spatula “pala” se empleó para designar la paletilla del cerdo y de ahí pasó a hacerse habitual para designar la espalda (cf. épaule, e tc .). Como casos paralólos de este tipo de generalización de significado en palabras que se referían estrictam ente a animales (cf. el empleo en argot alemán de fressen por essen) podemos citar gamba (del gr. καμπή), que era el térm ino técnico para designar la articulación de la pata trasera del caballo. El significado rom áni­co de “pierna” (jambe) aparece en una glosa: crura: gambe, tibie (CGIL, V, 495). También perna, en sentido estricto “pierna de cerdo”, aparece en el esp. pierna, port, perna. Expresiones llenas de fuerza se encuentran tam bién en los verbos que se refieren a actividades comunes; p. ej. “hablar” (garrire, garrulare, fabulari, parabolare); o tra palabra llena de expresividad perteneciente a este grupo, m u tti­re, se basa en m uttum (usado en la expresión m u ttu m nullum “ ¡ni un gruñido ! ”), que es el antepasado del fr. mot; “buscar” (circare, chercher); “com er” (manducare, pappare, cf. CGL, V, 525, 15; “u t dicamus infantibus papa” , i. e. manduca); “m archar”, “p a r tir” (sa­lire); “llegar, acercarse” (se plicare, cf. esp. llegar); “apu rar” (ad­densare). m ittere y conicere desempeñan las funciones de ponere y

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locare, en tanto que eicere5 llega a significar sim plem ente “sacar”. Una com adrona instru ida en el latín clásico se quedaría sorprendida ante el consejo que le da Sorano; m as su foras eiciat significa sim ­plem ente “que saque al niño” y no “que lo arro je fuera” .

La búsqueda de fuerza expresiva se refleja tam bién en las expre­siones pleonásticas (véase supra p. 83) : par idem, omnes universi ceteri alii, omne totum , am bo duo, singulis diebus cottidie, sursum ascendere, intus penetrare, ante praeparatus, amplius augmentare, e incluso muliebria fem inarum . La m ism a tendencia produce adver­bios, conjunciones y preposiciones dobles: tum deinde, itaque ergo, ergo igitur, deinde postea, paene vix, ita sic, sic taliter, u t quia, nec non etiam et.

Ciertos rasgos característicos del latín tardío mencionados en el análisis que precede, algunos de los cuales sobreviven en rom an­ce, están tam bién atestiguados en el latín arcaico, pero están ausen­tes de la lengua de los autores clásicos. Este fenómeno de la “laguna clásica” fue examinado hace ya largo tiem po po r F. Marx, fabulari, por ejemplo, según vimos en el capítulo IV, fue usado de m odo constante por los autores de la comedia como térm ino coloquial por dicere. Fue evitado por César y Cicerón, pero que permaneció de m odo constante en la lengua coloquial parece evidente po r el hecho de sobrevivir actualm ente en el esp. hablar. O tra palabra española, m ozo (port, moço), deriva de m usteus, siendo m ustus una palabra rústica que significaba “nuevo, fresco”; Catón la aplica a un joven cordero y Nevio a una m uchacha (virgo). Sin embargo, la lengua clásica conoce sólo el m ustum sustantivado, “m osto”. E ntre las p r i­m eras palabras griegas que en traron en la lengua popular estaba campsare, térm ino náutico que significaba “doblar u n cabo”, etc. (véase p. 88). Aparece en Ennio, pero se pierde de vista hasta re ­aparecer muchos siglos después en la Peregrinatio Aetheriae, con un ligero cambio de significado, “cam biar de rum bo”; la evolución sem ántica es evidentem ente “doblar (un cabo, e tc .)” > “cam biar de rum bo” (cf. CGL, IV, 227, 38: “deverticulum, ubi cam satur”) . La palabra sobrevive en el it. cansare. Löfstedt, que ha examinado öl tem a m ás recientem ente, hace no tar que el adjetivo canutus se halla en un fragm ento de P lauto para reaparecer en el latín tard ío en los Acta Andreae et Matthiae y sobrevive en el it. canuto, etc. Minaciae, que es plautino, reaparece en el Liber ad Gregoriam (siglo v) y es el antepasado de fr. menace e it. minacci. La ausencia de tales palabras de los textos clásicos —excepto en la m edida en que pueda explicar­se po r lo reducido de la gama objetiva cubierta por la literatura c lá ­sica, que no habría hallado ocasión de em plear ciertas palabras—

5. Véase supra p. 154.

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puede achacarse a su puntillosidad purista en m aterias lingüísticas, a esa elegantia y evitación de rusticitas que hemos exam inado en el capítulo precedente. Y así una pantalla selectiva se interpone entre el observador moderno y la lengua viva. Más tarde se abrieron vanos en esta pantalla, pero nunca fue removida del todo, de modo que gran parte del latín hablado quedó oculto de vistas hasta em erger en las lenguas románicas.

Más difícil de explicar es la aparente parado ja de que muchos “vulgarismos” aparezcan en la lengua de los poetas. El pleonástico nec non et, por ejemplo, es frecuente, especialm ente en la lengua vulgar tardía. Hay ejemplos en Varrón, pero es significativo que la expresión aparezca mucho m ás frecuentem ente en el De re rustica que en el De lingua latina, de más elevadas pretensiones estilísticas. Pero hay ejemplos también en Virgilio, Lucano, Estacio y en otros poetas. Por o tra parte, los singulares colectivos como miles son un giro frecuente en los poetas augústeos y posteriores y en la prosa de colorido poético de Livio y Tácito. En el o tro platillo de la balanza podemos poner ejemplos de la Mulomedicina Chironis y de la Pere­grinatio Aetheriae, por citar sólo dos fuentes de la latinidad vulgar. En el uso del dativo podemos observar coincidencias sim ilares de las dos esferas. Dativos adnominales del tipo del m iseris velamina nau­tis de Virgilio y del ministros bello, seditioni duces de Tácito son paralelos al satui semen de Catón, y los datos del rom ance m ues­tra n que este uso pervivió en la lengua popular. El llam ado “dativo sim patético” es también un rasgo característico del latín popular que puede observarse en Plauto, en las partes dialogadas de Petronio y en las fuentes tard ías del latín vulgar. Y, sin embargo, es tam bién un giro favorito de los poetas augústeos. Del empleo adverbial del adjetivo predicativo hemos citado ya un ejemplo coloquial de las cartas de Cicerón (nullus tu quidem dom um ) y está atestiguado todo a lo largo de la historia del latín coloquial desde P lauto (is nullus venit, citus e cuneis exsilit, etc.), hasta ejem plos tardíos como festinus v e n it . (Vitae Patrum). Pero los poetas proporcionan una serie de ejemplos no menos llamativa: citi... venim us (Livio A ndro­nico) ; solvite vela citi (Virgilio).

La explicación del fenómeno está apuntada por la observación de que el “dativo simpatético” tiene un m ayor calor y un carácter m ás íntim o que la correspondiente construcción con genitivo; la explicación es, en resumen, que las coincidencias de uso en polos estilísticos opuestos tienen raíces psicológicas comunes. Bajo el estí­m ulo de la situación personal, el hablante, liberándose de la lógica, moviéndose m ás en el terreno de la alusión y de la elipsis que en el de la precisión explícita, echa mano de estos m odos de expresión llenos de vida y de calor, de colorido y emotividad, que no resultan

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m enos apropiados a la poesía. Las expresiones populares fueron sin lugar a duda un artificio consciente en ciertos géneros poéticos (p. ej. uni, culus, verpa, futuere, num m i = pecunia en Catulo, y fe­nóm enos similares en las Sátiras de H oracio), pero a u n a poesía tan estudiada en sus técnicas como la de los augústeos no pueden acha­cársele “vulgarismos” , al igual que a la p rosa de Tácito con su perm anente búsqueda de la σεμνότης. En nuestros análisis estilísti­cos hemos de prescindir de la oposición “arcaico-poético”. Lo m is­m o cabe decir acerca de la “vulgar-arcaico” . Con frecuencia los dialectos rústicos conservan en el uso com ún m uchos térm inos de­saparecidos m ucho tiem po antes de la lengua estándar. Un jardinero del Cheshire me advirtió una vez que m i tie rra exhausta necesitaba “trench-delving” (“ser cavada en surcos”) , utilizando una palabra que yo conocía antes soflámente por textos poéticos (“the deep- delved ea rth ”). Eran sin duda ejem plos de esta clase los que p ro ­vocaban la observación de Cicerón: “rustica vox e t agrestis quosdam delectat, quo magis antiquitatem si ita sonet, eorum serm o retinere v ideatur” (De or., 3, 11, 42). Tales rasgos deben su inclusion en la poesía elevada y en la prosa solemne a esta cualidad de la antiqui­tas. Las leyes de los géneros exigirían la rígida exclusión de todo lo que fuera “rústico” o “vulgar”.

El latín vulgar que hem os som eram ente caracterizado en el a n á ­lisis que precede fue llevado po r los soldados, adm inistradores, co­lonos y com erciantes rom anos a las diversas partes de su creciente Im perio. Sicilia, Cerdeña, Córcega, Dalmacia y las costas orientales y meridionalles de España estaban ya som etidas al dominio rom ano hacia fines del siglo n i a. C., y la expansión continuó hasta que con la conquista de la Dacia por T rajano el Im perio Romano alcanzó su extensión m áxim a, incluyendo B ritannia en el confín de Occidente y los reinos helenísticos en el oriental, con el Rin y el Danubio como fron tera norte. El im pacto del latín sobre los pueblos indígenas de esta vasta área varió según el grado de civilización por ellos alcan­zado. Hablando en térm inos generales puede decirse que en las re ­giones en que la lengua y civilización griegas habían echado raíces firmes el latín tuvo escasa penetración (véase in fra ) . En el occidente, en cambio, los nativos sucum bieron ante la cu ltura y genio orga­nizador de sus nuevos señores no en m enor grado que ante su supe­rio r técnica m ilitar. La consecuencia fue el desarrollo de una civi­lización que variaba poco de país a país. El latín, la lengua del nuevo pueblo dom inador, fue adoptado por las aristocracias nativas y a la postre por todos los elementos de la población, hasta que las len­guas indígenas, excepto en algunos enclaves aislados, acabaron por extinguirse. Este proceso fue sin duda gradual y afectó en prim er lugar a las ciudades rom anizadas, para extenderse luego a las .zonas

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rurales. P or o tra parte, a pesar de lo ráp ida que fue la expansión del Im perio, m ás de trescientos años transcurrieron entre la incor­poración de Cerdeña y la conquista de la Dacia. D urante este período el latín, como todas las lenguas, evolucionó sin detenerse, y es claro que el latín de los colonos del siglo m a. C. difería del de los legiona­rios de César del siglo i a. C. y del de los de T rajano del ix d. C. Si añadim os a esto la enorm e variedad de razas, lenguas y culturas de los pueblos sojuzgados y las notables diferencias de la política ro ­m ana con relación a ellos, el filólogo podría confiadamente esperar toparse con considerables diferencias dialectales en una lengua ex­tendida sobre un área tan vasta y adquirida como lengua ex tran je­ra por pueblos de sustratos tan diferentes. Pues bien, a pesar de esforzados análisis de los docum entos disponibles procedentes de las diversas partes del Im perio, las peculiaridades regionales que se ha logrado establecer no son sino unas pocas y triviales. [ N o t a 18.] Así, H. F. Muller (A chronology of Vulgar Latin) observa que aun en el período merovingio los barbarism os que de m odo creciente desfiguran los docum entos escritos son “prácticam ente los m ism os en toda la Romania occidental”. Por su p arte hace no ta r Entwistle que “los vulgarismos que aparecen en las inscripciones de España son los típicam ente generales de toda la Rom ania m ás que p articu ­lares de España, y no raram ente resultan contrarios a los posteriores hábitos lingüísticos peninsulares” (Spanish language, 51). En el vo­cabulario, es cierto, los pueblos prerrom anos hicieron ciertas apor­taciones lim itadas al latín hablado en su respectivo territo rio . En su m ayor parte se refieren, como cabía esperar, a objetos y actividades peculiares de las regiones particulares. Así, ciertas palabras de la religión gálica sobreviven en los dialectos galo-rom ánicos: el valón dúhin “gnomo” se rem onta a dusius “una especie de dem onio”, en tan to que el nom bre del bosque sagrado de los druidas, cassanus, sobrevive en el francés chêne. A estos ejem plos pueden añadirse ciertos térm inos de carpintería como charpente, copeau, tonneau; térm inos topográficos como arpent y borne; las “palabras de m uje­res” pièce y bercer. Von W artburg (Les origines des peuples romains, 50) hace no tar también, acerca de los térm inos rurales, que “la p a r­te de la terminología que es com ún a la ciudad y al campo es latina; en cambio, la parte que pertenece exclusivamente al agricultor es gala” . Cita como ejemplos champ, pré, pierre, sable, por una parte, y raie, sillon, caillou, grève, boue, por la o tra. Sobre las escasas pa­labras prerrom anas conservadas en español, que incluyen térm inos de m inería y de accidentes topográficos como nava (vase, naba), vega (vasc. ibaiko), véase Entwistle, Spanish language, 33 ss. La con tri­bución germánica fue m ás considerable, cosa natu ral dado el im por­tan te papel representado por los pueblos germ ánicos en la historia

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del tardo Im perio. La com ún posesión de m uchas de estas palabras po r varias lenguas rom ánicas indica que tuvieron que ser tom adas en préstam o duran te el período del “latín vulgar”. No sorprende encon­tra rse con que m uchas de ellas son palabras referentes a la m ilicia —werra, helm, wardan (= observare), sporo “espuela”—■, y nom bres del color de los caballos : blank, brun, grisi, falwa. Pero si bien se ha calculado que alrededor de unas cien palabras germ ánicas habían en ­trado en el latín vulgar antes del 400 a. C., sorprendentem ente sólo unas pocas están atestiguadas en los autores rom anos : burgus (defi­nido como castellum parvulum por Vegecio), bandum “bandera”, uar- gus “vagabundo”, un latinizado deraubare “ro b ar” , algunos térm inos zoológicos como ganta “ganso blanco”, bison, carpa, urus, taxo (adj. taxinus > fr. taisson), y un grupo m isceláneo en el que se hallan brado “pem il”, canna “especie de vasija”, flasca “recipiente de cuero p a ra beber, bo ta”, harpa “a rpa”, hosa “calzones”, etc.

H. F. Muller afirma que los textos escritos reflejan una real u n i­form idad de lengua en la Rom ania occidental, y atribuye esta ausen­cia de dialectalización a la “colosal obra de colonización y transfo r­m ación social” llevada a cabo por la Iglesia cristiana entre los siglos v y vm . “Nunca hubo una m ás com pleta interpenetración en tre los pueblos de estas regiones.” En este punto debemos apostillar que los hechos garantizan la conclusión solam ente en lo que se refie­re a las gentes letradas. De hecho es difícil reconciliar la unidad de lengua evidenciada por los textos todo a lo ancho de u n área tan vasta con la diferenciación dialectal de las lenguas vivas que el t r a ­bajo sobre el terreno ha dem ostrado para todos los casos incluso en los estados m ás altam ente organizados y centralizados. Nos ve­m os así forzados a concluir que la lengua de los documentos latinos vulgares de que disponemos es una κοινή escrita, una lingua franca em pleada con fines adm inistrativos y de comunicación y escrita en todas partes, aunque con concesiones m enores al uso popular, por to ­das las personas letradas. Así, las únicas fuentes directas que posee­m os para el latín vulgar del ta rdo Im perio im piden la efectiva obser­vación de las diferencias dialectales que tienen que haber existido siem pre y continuarán existiendo. Es sintom ático el hecho de que los datos epigráficos de España contradigan los posteriores desarro ­llos peninsulares. Tam bién es significativo el hecho de que hallemos un fenómeno análogo en la m itad griega del Im perio Romano, d o n ­de tam bién se ha revelado imposible detectar diferencias dialectales en la κοινή que en los testim onios escritos había suplantado a los num erosos dialectos locales (con una excepción).

En los capítulos precedentes hemos visto amplios testim onios de la poderosa influencia griega en la lengua y la lite ra tu ra de los ro ­m anos. Desde la época m ás antigua los griegos habían penetrado

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y moldeado la civilización itálica. Artesanos griegos y griegos p o rta ­dores de cultura, de alta y baja condición, se habían asentado en Roma y sum inistraban palabras propias de sus variadas profesiones. Los rom anos nobles habían traído pedagogos griegos para form ar a sus hijos, que en los años posteriores hacían su gran viaje a Grecia para ser educados como hom bres de mundo. Las clases superiores habían llegado a ser bilingües, recibiendo instrucción regular en griego incluso antes que en su propia lengua. Con la expansión y consolidación del Im perio los lazos se hicieron m ás estrechos, y llegamos a un período de plena simbiosis en que Rom a tanto dio como recibió. El resultado es una im presionante serie de desarrollos paralelos en el latín y el griego de este período. Tal vez debam os excluir los fenómenos que son producto de las fuerzas lingüísticas universales, tales como las nivelaciones analógicas en la morfología; la sustitución de las simples form as causales por construcciones preposicionales; la hipercaracterización y el pleonasm o como pos­tremissimus, extremior, y la constante renovación del vocabulario por la preferencia concedida a los modos de expresión provistos de fuerza y de color. Más dudoso es el uso intransitivo de los verbos transitivos que puede observarse en ambas lenguas (avertere y άιτοσ­τρέφω), m ientras que tanto en latín como en griego los m oribundos deponentes afectan tener la salud de los activos (véase p. 167 y com ­párese έλτΓίζεσθαι). También en griego encontram os borrada la d is­tinción entre las expresiones “donde” y “a donde” (ubi, quo, που y ποί). También resulta paralela la creciente preferencia por las fo r­mas com puestas de los adverbios y preposiciones (έκπαλαι, ύπεράνω, απέναντι, κατέναντι, Ινεκεν χάριν; para el latín véase p. 167). Pode­m os mencionar tam bién aquí la preferencia creciente por los m odos de expresión abstractos y nominales frente a los concretos y ver­bales. Entre los desarrollos sintácticos comunes están la creación de u n fu turo perifrástico y el uso de ab y από tra s el com parativo. Hay comunicación incluso a nivel de sufijos: el gr. -ισσα, de origen macedonio, aparece en abbatissa, prophetissa, dueissa, y llegó a ser altam ente productivo en las lenguas romances. La preposición grie­ga κατά, usada en frases distributivas (“cata singulos ym nos... o ra ­tiones dicunt”, Per. Aeth.), aparece tam bién en catunus, calco del gr. καθείς (tardío por έκαστος), y se funde con la expresión original latina quisque unus para form ar caseunus, antepasado del it. ciascu- no y fr. chacun. Por su parte παρά se combinó con la palabra céltica veredus para form ar el tardo latino antecedente del al. Pferd. En el vocabulario se observan fenómenos similares. La lite ra tu ra latina continuaba dependiendo en gran m edida de la traducción e im ita­ción de la griega. Sin embargo, las palabras difieren de lengua a len­gua en la extensión de su campo semántico. Así, la palabra inglesa

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way, aunque etimológicamente idéntica a al. Weg, tiene aplicaciones que no se dan en la palabra alemana: en inglés puede decirse “a Way of life” (“un modo de vida” ), pero no Lebensweg en alemán. Ahora bien, en una literatura de traducción la palabra de la lengua reci­piente puede adquirir p arte del campo sem ántico de la palabra ex­tran je ra traducida. Ejemplos a m enudo citados son los térm inos técnicos de los gramáticos. Así, πτωσις “caída” a p a rtir del sentido particu lar de “la caída del dado” había llegado a significar en griego un “caso” gramatical. La palabra latina casus, que es una traducción literal, adquirió el mismo significado técnico en la term inología gra­m atical romana. De modo sem ejante punctum adquirió un nuevo significado de στιγμή, conquirere “d iscu tir” de συζητεΐν, idoneus “ju sto y propio” de χρηστός, advocare “consolar” de παρακαλεΐν, crepare “m orir” de ψοφίζειν, en tan to que sera “atardecer” co rres­ponde a όψία. En la sintaxis ciertas traducciones demasiado lite ra­les llevan al uso de construcciones que no tenian nada de latinas; p. ej. si percutim us in gladio? (22, 49) por εί ιτατάξομεν έν μαχαίρη; en san Lucas. Que este uso instrum ental de in con dativo no es latino está expresam ente afirmado por san Agustín en su com entario a la versión del Éxodo de la “Ita la” (XVII, 5) : “«in qua percussisti» d ix it p ro eo quod dicimus «de qua percussisti»”. Este último giro es un interesante testim onio del uso corriente en latín vulgar que es continuado por el empleo instrum ental de de en francés. R esta añadir que la popularidad de la construcción en griego tardío debe algo a la influencia hebrea.

La uniform idad del latín tardío tal como aparece en las fuentes accesibles, ya lo hemos dicho, difícilmente podría reflejar las varie­dades de la realidad lingüística actual de las diversas partes de la Romania. Con todo, la postulación por los estudiosos de un m ás o menos uniform e rom ance prim itivo, lengua m adre de las m odernas lenguas rom ánicas, plantea necesariam ente el interrogante de la fecha en que ocurrió la “quiebra” . Antes de in tentar una respuesta será conveniente reflexionar sobre los m étodos utilizados en lin­güística histórica. P ara establecer un límite cronológico del tipo que nos interesa debemos en prim er lugar determ inar las características que im prim en a una form a de lengua dada el carácter de “francés” y no de “latín”. Tal clase de definición sólo puede tom ar la form a de una lista de puntos concretos de fonética, morfología, sintaxis y vocabulario. En la práctica es difícil definir u n dialecto o una lengua salvo in extenso como la sum a de sus características. IJna vez de­term inados esos rasgos genéricos, se explora una serie cronológica de textos a fin de establecer el m om ento en que por vez prim era aparecen los fenómenos en cuestión, lo cual nos proporcionará una serie de term ini post quos. De hecho nuestro m étodo es atom ista, y

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las fechas de prim era aparición varían de punto a punto. Esto apa­rece evidente en una reciente discusión de la fecha del protorrom ance debida a R. A. Hall:

Es perfectamente cierto que sin el latín es imposible fechar el pro­torromance. Pero, tal como se presentan las cosas, debemos colo­carlo en época lo bastante temprana como para incluir la simplifi­cación de ei en i (ca. 150 a. C.), de ae en ë (siglo i d. C.) y de la nasalización procedente de n ante s (siglo i a. C.) y la pérdida de h (Catulo o antes). Por otra parte debemos colocarlo en una época lo bastante tardía como para que preceda a la confusión de ë e i y de ö y u (siglos i-ii d. C.) y al establecimiento de una nueva serie de fonemas palatales por la confusión de los alófonos palatales de k y g ante vocales anteriores con los resultados de la evolución de ki y gi respectivamente. En conjunto, el período final de la República y de comienzos del Imperio (época augústea) es la época más indicada para situar el protorromance. Ciertas probables supervivencias de rasgos documentados en el latín anterior (p. ej. el plautino cuius, -a, -um, adjetivo en ibero-romance; el plautino -nunt de 3.“ pl. de los verbos en el it. -no) indicaría que el co­mienzo de nuestro período debería situarse, como muy pronto, en 250-200 a. C. (“Language”, XXVI, 1950, 19.)

Al tiem po que algunos de los hechos enum erados pueden conside­rarse abiertos a la duda —es totalm ente im probable que las form as arcaicas latinas como danunt tengan algo que ver con la term inación italiana de la 3.a p. pl.—, las afirmaciones de Hall pueden servir para ejemplificar la clase de conclusiones a las que el m étodo de investi­gación lingüística esencialmente atom ista lleva inevitablemente. El no com prender esto ha acarreado tan tas discusiones estériles acerca, por ejemplo, de los grados de relación entre lenguas, acerca de la existencia y posición de las fronteras lingüísticas, y, lo que ahora nos im porta, acerca de la fecha de la “quiebra” del protorrom ance en las diversas lenguas rom ánicas. No resu lta sorprendente que los cálculos estimativos varíen entre el siglo v y el ix d. C., desde el m om ento en que los diversos fenómenos escogidos como definidores del “francés” como opuesto al latín tienen distintas fechas de prim e­ra aparición. El problem a no es diferente del de la distinción entre dialecto y lengua. Una solución de tipo ta jan te es la que se logra utilizando el criterio de la inteligibilidad (véanse pp. 16 s.). Si echamos mano del mismo criterio para trazar una línea entre el “la tín” y las “lenguas rom ánicas”, la respuesta a la pregunta “¿Cuán­do dejó el latín de ser inteligible para las m asas iletradas?” nos la da tal vez la experiencia de Carlomagno. En la convicción de que Dios no se sentiría menos complacido por un correcto hablar que por u n a recta conducta y de que el estudio de la lite ra tu ra capacitarla al

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clero para penetrar m ás profundam ente en los m isterios de los libros sagrados, Carlomagno ordenó una restauración de los estudios. Pronto tuvo que adm itir que no se puede comunicar con el pueblo en una lengua que ha dejado de entender hace ya tiempo, ni, por tanto, salvar sus almas. En 813 la legitimación del sermo rusticus dio reconocimiento form al al hecho de la ininteligibilidad. Esta fecha puede servir como lím ite cronológico adecuado entre el latín y los dialectos galo-rom ánicos. El estudiante no precisará, sin duda, que se le recuerde que el proceso de cambio que fue constantem ente ampliando el vacío que separaba la lengua hablada de la escrita duró muchos siglos. Por últim o, la afirmación de que el “latín vulgar y el medieval son una excrecencia del latin clásico desarrollada por con­diciones sociales diferentes” 6 es cierta sólo si entendem os por “latín vulgar” la κοινή escrita vulgarizada que aparece con escasas varia­ciones en las fuentes ya mencionadas. Debe tenerse presente que desde sus comienzos hasta su fin el latín escrito en todas sus fo r­m as es una lengua artificial.

6. M u l l e r a n d T a y l o r , C h restom ath y of Vulgar L atin , Preface, p. m .

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C a pítulo V II

LENGUAS ESPECIALES. EL LATIN CRISTIANO

El lenguaje —ya lo hemos dicho— es una actividad social, y la lengua, un instrum ento por cuya mediación el hablante coordina su com portam iento con el de sus semejantes. Este instrum ento y su empleo los conoce el hablante por im itación de la sociedad en que ha nacido: prim eram ente, como es natural, en el circulo de su p ro ­p ia familia; luego, en el de sus compañeros de juego y escuela, y Analmente, en el de los que com parten su vida adulta. Si bien los hábitos fundam entales del lenguaje se establecen en una época tem ­prana de la vida, el proceso de adaptación a las m últiples y cam­biantes exigencias de las relaciones sociales no cesa nunca. Por ello los hábitos lingüísticos de un hom bre, su lengua, reflejan fielmente las influencias a que ha estado expuesto a lo largo de su vida. Es un producto de la actividad de un grupo. El com portam iento lingüístico varía, naturalm ente, de individuo a individuo. Es, en parte, un reflejo de la personalidad singular de cada hablante y, en parte, el resultado de un fracaso en la consecución de una perfección im itativa, porque debemos recordar que el lenguaje es fundam entalm ente un proceso mimético. Tales particularidades personales no im piden el funcio­nam iento del lenguaje como medio de comunicación. Simplemente se superponen a una fundam ental identidad de hábitos que es el requisito indispensable del entendimiento m utuo. Este constituyen­te común de los hábitos lingüísticos de los individuos de una comu­nidad es la lengua de esa comunidad. Una “lengua” es, pues, una abstracción, una especie de fotografía m últiple elaborada por la superposición de innumerables tom as individuales. La imagen va­ria rá de acuerdo con los individuos escogidos para representar a los “com pañeros” del hablante a que antes nos referíam os. Porque cada persona interviene en relaciones sociales de com plejidad infinita, que varían desde la intim idad de su propia familia al tra to m ás formal y distante. Su com portam iento social se adapta a esas circuns­

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tancias, y en consecuencia sus actos lingüísticos individuales form an p a rte de una serie de “lenguas d istin tas que reflejan diferencias en grado de intim idad, diferencias locales, dialectos, diferencias de po ­sición social, etc. Mas, a pesar de todas estas diferencias, podemos reun ir u n fondo de palabras y expresiones que, junto con la nece­saria m aquinaria gram atical, son de uso general entre la m ayoría de los m iem bros de una com unidad dada. Es lo que podemos llam ar la “lengua común” . Sin embargo, aun en las m ás prim itivas socie­dades los individuos form an parte de círculos m ás estrechos y ex- cluyentes : así los sacerdotes, adivinos, magos, médicos, herreros, etc. Tales grupos tienen sus propios intereses esotéricos, un mundo es­pecial de objetos y nociones, y desarro llan la necesaria m aquinaria lingüística para com unicarse y coordinar sus actividades peculiares. A una lengua de este tipo, la de una com unidad dentro de una com u­nidad, es a la que llamamos “lengua especial” . En su mayor parte consistirá en un vocabulario especial, pero a veces se hallan tam bién peculiaridades de pronunciación, de form a de las palabras y de sin ­taxis (véase infra sobre el latín cristiano). En tanto que especiali­zada y técnica, una lengua de este tipo está caracterizada por una m ayor precisión y exclusividad, que pueden llegar a ser estudiadas y deliberadas. No existe, naturalm ente, una línea ta jan te de separa­ción entre la lengua especial y la general de la que es u n a ram a. Un abogado puede ser padre de familia y pasar sus tardes en el café. Allí no se despojará totalm ente de sus hábitos lingüísticos peculia­res de cuño legal, y convertido en litigante no profesional entre sus amigos experim entará la tentación de airear su conocimiento del derecho y de su lenguaje. De este m odo se produce un constante intercam bio entre la lengua general y las especiales, con el consi­guiente enriquecim iento de ambas.

P ara designar sus objetos, procesos y nociones peculiares un g ru ­po de especialistas puede acuñar palabras y expresiones nuevas (neo­logismos) o, lo que es m ás frecuente, d ar un giro a palabras ya exis­tentes en la lengua general (cambio sem ántico). Así el soldado ro m an o 1 designaba los diversos tipos de form ación de batalla con las palabras cuneus “cuña”, globus “tropel”, fo rfex “tenazas”, serra “sierra”, turris “to rre”, caput porci “cabeza de cerdo”. Diversos nom ­bres de animales se aplicaban a operaciones de asedio: testudo “to rtuga”, m usculus “m antelete”, aries “arie te”, scorpius “especie de catapulta”, cuniculus, etc. Podemos citar tam bién papilio “tienda de cam paña”. El tono colorista y pintoresco que es característica universal de la lengua de los soldados aparece en noverca “m adras­tr a ”, “terreno áspero en un cam pam ento”, m uli Mariani “pértigas

1. Véase W. H e r a e u s , A L L , 12, 255 ss.

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en form a de horca para transportar bagajes”, turturilla “dicitur locus in castris extra vallum in quo scorta p rostan t” (CGL, V, 524, 30), tenebrio “gandul”, litterio “chupatin tas”, muger “tram poso”, “is qui talis male lud it”, murcus “el que se corta el pulgar para li­b rarse del servicio m ilitar”, focaria “m ujer del soldado”. El espe­cialista en m atar necesita variedad de expresiones para distinguir los diferentes modos de hacerlo. Asi, Servio, comentando Aen., 10, 314, nos dice que haurire aliquem es “herir por el costado” : “cum a latere quis aliquem adortus gladio occidit”. El eufemismo allevare es expresam ente citado por san Agustín como palabra soldadesca (véase infra, pp. 194 s.). Los ejercicios m ilitares o gladiatorios eran llam ados battualia, del verbo vulgar battuere, ya examinado. De la fo rm a vulgar de esta palabra, battalia, vienen el fr. bataille, ing. battle, esp. batalla.

De mucho mayor im portancia para la h istoria del latín y tam bién de la civilización occidental fue la lengua desarrollada por otro gru­po excluyente. Las prim itivas com unidades cristianas vivieron su vida en condiciones em inentem ente indicadas para la creación de una lengua especial. Con una visión nueva que penetró y transform ó todo su mundo, viviendo una intensa y altam ente organizada vida de com unidad con sus ágapes rituales y com unitarios, repudiando el paganism o tradicional y todas sus obras, replegados sobre sí mismos p o r las persecuciones, los prim eros cristianos se transform aron casi en una sociedad secreta, dando origen a una especie de latín que resultaba en gran medida incomprensible a los extraños. Puesto que con el triunfo del cristianism o ese latín especial llegó a dar su color a la lengua de todo el mundo occidental, debemos indagar las con­diciones en que se desarrolló. La vida de las prim eras comunidades cristianas está, sin embargo, envuelta en la oscuridad, y todo lo que podemos hacer es analizar las peculiaridades de la lengua tal como aparecen en los m ás antiguos documentos del latín cristiano e in ten tar reconstru ir la condiciones sociales que podrían dar cuenta de ellas.

Se ha dicho que el latín se extendió dos veces po r el m undo oc­cidental, y en ambas ocasiones transm itiendo un m ensaje proceden­te de Grecia. Cicerón había absorbido y dado una expresión latina al helenismo hum anístico pagano que es aún hoy en gran medida el arm azón de nuestro m undo mental. El latín se impuso en la Euro­pa occidental por obra de las legiones conquistadoras y de los go­bernadores m ilitares, adm inistradores y com erciantes que llegaron con y tras ellas. Tiene no menos vital im portancia el saber que tam ­bién el latín cristiano es, y aún en mayor medida, una lengua de traducción del griego. Fue el griego la lengua en la que el m ensaje cristiano llegó a los gentiles desde su cuna de palestina. La infinita

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flexibilidad del griego no sólo se m ostró adecuada para contar en lenguaje llano la conmovedora h istoria del Salvador y su Pasión, sino que tam bién proporcionó en poco tiem po un rico lenguaje téc­nico a la organización y form ulación doctrinal de la Iglesia. El ca­rác te r del griego bíblico cae m ás allá de los fines de este volumen. Baste decir que sustancialm ente se tra taba del griego “vulgar”, de la lengua com ún desarrollada duran te el Im perio de Alejandro y sus sucesores, no sin las peculiaridades de vocabulario inevitables en una lengua especial que conservaba, adem ás, algunas huellas de sus orígenes hebraicos. En su nueva form a helenizada el cristianism o penetró gradualm ente en el m undo occidental, haciendo sus prim eros conversos entre los pobladores grecoparlantes de las grandes ciu­dades. Así, Marcos escribió en griego para la com unidad de Roma, y tam bién Pablo compuso en griego su epístola a los romanos. Sobre el carácter de la población griega de Roma ya hemos hablado en los capítulos precedentes. “La κοινή griega era la lengua usual de todos los déracinés, prisioneros de guerra, libertos, pequeños com ercian­tes, m arinos, y muchos otros hom bres que, de origen oriental pero arrancados de sus casas por las guerras o por causas económicas o sociales, se habían establecido en las grandes ciudades y especial­m ente en los grandes puertos de Occidente.” 2 Entre estas gentes hum ildes ganó el cristianism o sus prim eros adeptos. El Reino de los cielos había sido prom etido a los pobres. Dos hechos son de fun­dam ental im portancia para com prender el latín cristiano : la nueva religión llegó con atuendo griego y a las gentes humildes de los ba­rrios bajos. Naturalm ente, se daba un alto grado de bilingüismo en la Rom a de este período. La Buena Nueva tuvo que haberse transm i­tido p ronto a los latinoparlantes. Sin duda se dieron entre amigos que tenían lenguas m aternas diferentes num erosos titubeos y con­fusiones de traducción y exposición. La lengua sería vulgar, salpica­da de tecnicismos griegos y d istorsionada por la fuerza del original; porque una traducción adecuada e idiom ática es una tarea que re­quiere pericia. Este proceso se refleja en las prim itivas versiones la­tinas de la Biblia, exigidas sin duda por el creciente núm ero de conversos que no conocían el griego. Estas versiones se hicieron probablem ente de modo fragm entario y sin una dirección u orga­nización central; san Agustín escribe (De doctrina C h ristian a , 2, 11, 16) : “u t enim cuique prim is fldei tem poribus in m anus venit codex graecus, et aliquantulum facultatis sibi utriusque linguae habere vi­debatur, ausus est in terp re tari”. Algunos ejemplos entresacados de las partes supervivientes de estas versiones prim itivas —la así lla­m ada Itala o m ejor Vetus Latina— nos m ostrarán sus caracteres

2. Ch. M o h r m a n n , “Vigiliae C hristianae”, III, 1949, pp. 67 s.

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fundam entales : vulgarismos, literalidad y empleo de préstam os o calcos griegos. Lo pequeño que era ese aliquantulum de griego salta a la vista en una traducción de ιδού el καλη “m ira que eres bella” como vide si speciosa, en la que un traductor, de palabra por pala­b ra ha confundido εί “si” con εΐ “eres”, 3 La versión latina de la Epístola de Bernabé hace una cita del Antiguo Testam ento (Is., 58, 8 a), vestim enta tua cito orientur, que resulta incomprensible has­ta que una ojeada al gr. τά ΐάματά σου ταχύ άνατελεΐ resuelve el enig­m a: ιάματα “rem edios” ha sido tom ado como tμάτια “vestidos”. El m ism o au tor traduce χειροτονία como suadela malorum, sin duda po r haber puesto en relación falsam ente la palabra griega con χεΐρων “peor”. Esta extrem a literalidad debe atribuirse sin duda a un sen­tido de reverencia hacia las inspiradas sagradas escrituras, de las que no se podía perder ni una sílaba. Un ejemplo de ello es la t r a ­ducción de ύπεράνω por super sum m um . Sin embargo, las prepo­siciones y adverbios compuestos son característicos tanto del latín como del griego de esta época (véase el capítulo precedente); así όπεράνω era sim plem ente una form a reforzada de άνω. Se p lan­tea el problem a de buscar un equivalente latino para la partícula interrogativa griega <3pa; se la traduce como putas, en tanto que δράγε aparece como putasne: putasne intelligis? (Act., 8, 30). S tum m er cita tam bién ejem plos de defectuoso empleo de los géneros gramaticales. En Amos, 6, 2, τάς κρατιστας έκ πασών των βασιλείων τούτων aparece en una versión prim itiva como “quae sunt optim ae ex om nibus regnis eorum ”, donde optimae aparece en femenino como en griego a pesar de referirse a un nom bre neutro, regnum. O tros ejemplos de literalism o extrem o en las versiones latinas prim itivas están recogidos por Ch. M ohrmann en un reciente artículo acerca •de los orígenes del latín cristiano en R om a.4 La versión latina de la epístola de san Clemente a los corintios se atiene fielmente al orden de las palabras, y la sumisión al texto griego provoca incluso construcciones ajenas a la sintaxis latina en lo que se refiere a la elección de form as casuales. Asi μάλλον άνθρώποις αφροσι... προσ- κόψωμεν ή τω θεω aparece traducido como “magis hom inibus de­m entibus... offendam us quam Deum”. También en lo sintáctico son num erosos los helenismos : dignari se construye con genitivo como καταξιοϋσθαι; u t con infinitivo establece un paralelismo con ώστε; qualiter hace un oficio de conjunción correspondiendo a σπως (“ob­secrationem facientes qualiter... custodiat” = όπως... διαψυλάξη); ni siquiera el uso sustantivado del participio griego, que en latín se traduce norm alm ente con una oración de relativo, acobarda al autor

3. Véase P. S tu m m e r , E inführung in d ie latein ische Bibel, obra de la que me considero p lenam ente deudor en este párrafo.

4. “Vigiliae C hristianae”, III, 1949, pp. 67 ss.

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del Clemens Latinus: por τούς... δουλεύοντας se atreve a escribir “eos qui... servientes”.

Muchos de los térm inos técnicos griegos que denotaban cosas y nociones extrañas al m undo pagano no tenían, naturalm ente, correspondientes latinos. En consecuencia fueron simplemente tran s- literados y se afincaron de m odo definitivo en la lengua de la c ris­tiandad latina: anathema, anathematizo, angelus, apostata, aposto-' lus, baptisma (baptism um ), baptizo, catechumenus, charisma, clerus, diaconus, ecclesia, episcopus, presbyter, etc. Incluso en los casos en que hubiera sido posible encontrar equivalentes, resultaron elim ina­dos a causa de asociaciones paganas poco deseables, vates o fa ti­dicus no podían desem peñar las funciones de propheta, ni tem plumo fanum las de ecclesia. Mas no fueron estas palabras técnicas las únicas incorporadas por los autores de las prim eras versiones b íb li­cas. Ya fuera po r solícita devoción, ya por simple incompetencia, m uchas palabras griegas como ακηδία fueron sim plem ente transli- teradas (acedia), llegándose a acuñar denominativos como acediari, equivalente de άκηδειν. άγγαρεύειν aparece como angariare. A algu­nas de estas form as transliteradas se les da a veces el sentido no técnico de sus equivalentes griegos. Así, presbyter se encuentra en lugar de senior, paradisus por hortus, diabolus por accusator. Sin em bargo se tra ta de aberraciones. Hemos visto cómo el griego in u n ­daba la lengua de la vida diaria, tan to en su form a cultivada como en la vulgar. Ahora bien, el orgullo nacional expulsó en gran m edi­da a los in trusos griegos de la lengua oficial y de la de la prosa lite­raria. Ch. M ohrmann, en un reciente estudio sobre las palabras grie­gas en el latín cristiano, ha señalado que en los préstam os que tom aron los cristianos se m antuvieron fieles a esta tradición del latín literario: “La m ayoría de los préstam os léxicos griegos en el latín cristiano son muy antiguos y casi siem pre resultado de préstam os vulgares o m ás bien «preliterarios»... Son residuos del bilingüismo de las prim itivas com unidades cristianas, y la mayoría de ellos han sido, por decirlo así, santificados por la m em oria de la predicación oral.” Tan firmemente arraigados en el afecto popular, estos tecni­cismos griegos resistieron todos los em bates del purism o y fueron a la larga aceptados como patrim onio de la p rosa latina artística de los cristianos. Los poetas perm anecieron largo tiempo sujetos a las norm as excluyentes de la poesía tradicional pagana (véase M ohr­m ann, R. E. L., XXV, 1947, pp. 285 s.) : martyr, angelus, apostolus, episcopus, propheta, etc., hubieran producido ese exceso de “glos­sae” que, en opinión de Aristóteles, lleva al barbarism o. Los p rim e­ros poetas cristianos utilizan a m enudo, en lugar de las palabras citadas, testis, nuntius o m inister, m issus, antistes y vates (o praeco) dei. Pero gradualm ente tam bién la resistencia de los poetas se que-

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bró, y Prudencio ofrece ya ejemplos de la m ayoría de los préstam os cristianos del griego.

Aparte de estas palabras técnicas el latín cristiano descartó las trasliteraciones de algunas de las versiones prim itivas y recurrió a los mucho m ás sutiles procedim ientos que ya hem os estudiado en la creación del vocabulario filosófico por Cicerón : el fenómeno de la traducción-préstam o o calco, por el que una palabra nativa ad ­quiere ciertos significados que corresponden a su equivalente literal en la lengua que proporciona el préstam o. Así, virtu tes como equi­valente de άρεταί significa a veces “m ilagros” ; cogitans, cogitatus t r a ­duciendo μερίμνων, μέριμνα, y φροντίς llegan a significar “pensa­m iento solícito, preocupación”; conspersio tom a de φύραμα el sentido de “m asa”; dom inicum como κυριακόν significa “(la Casa) del Señor”; magnalia “grandes obras” = μεγαλεία; m ediator “Cris­to como mediador entre Dios y el hom bre” = μεσίτης; m undus ad ­quiere el doble sentido de κόσμος; verbum o serm o la fuerza del intraducibie λόγος con sus dos facetas de “razón” y “palabra” .

Si tales fenómenos característicos del latín cristiano b asta­rían en ausencia de otros datos para dejar sentado el hecho de que el m ensaje cristiano llegó a Ita lia en griego, no es menos evidente que fue comunicado ante todo a los pobres y humildes. Los prim e­ros misioneros que predicaron el Evangelio en el Occidente latino como los profetas de tiem pos antiguos hablaron a sus oyentes en lengua del pueblo (cf. “prophetae com m uni ac simplici serm one u t ad populum sunt locuti”, Lactancio, Div. inst., 5, 1, 15). La lengua literaria, con su carácter artificial, instrum ento de declamaciones de salón que exigía largo entrenam iento y estudio p ara su correcto m anejo, anulaba la sinceridad. P ara infundir esperanza y consuelo, para desterrar el mal y disipar las tinieblas, los m isioneros usaron la lengua casera de la vida cotidiana. La consecuencia es que una revisión gramatical de la Vetus Latina y la Vulgata supondría en esencia una repetición de lo dicho en el capítulo precedente. En el campo de la formación de palabras hallam os la ya vista preferencia por las palabras de mayor cuerpo (aeramentum, coronamentum, factitam entum , gaudimonium, aegrim onium ), abstractos en -tudo (grossitudo, rectitudo, poenitudo), dim inutivos (oviculus, agniculus, umerulus, leunculus, auricula, domuncula — (traduciendo οικος!—, iuvencula), etc. Entre los adjetivos hallam os las formaciones de ca­rác te r popular en -bilis (acceptabilis, odibilis, reprehensibilis), -osus (linguosus, meticulosus, staturosus) y -bundus (biliabundus, fam ulabundus). Encontram os tam bién los adverbios en -im y -ter (com m ixtim , particulatim, duriter, granditer, sinceriter), los verbos denominativos de palabras de la p rim era declinación (aeruginare, cibare, custodiare, potionare, nutricare, minorare, amaricare, m ani-

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core = όρθρίζειν), form aciones intensivo-frecuentativas (applotare, febricitare). En m orfología reaparecen los fenómenos que ya nos son fam iliares: nom. sg. lampada, retía por rete, ossum, ossuum por os, ossis, tendencia a la eliminación de los neutros (signus, verbus, vinus, etc.); famis, nubis por fames, nubes, etc. “Hipercaracteriza- ción” en los grados de com paración (pluriora), y empleo del super­lativo por el positivo (de ahí los com parativos infim ior, proxim ior). El sistem a verbal está sujeto a los m ism os procesos de nivelación analógica (odio, odibo, odibam, odivi; adviértanse tam bién las fo r­m as de perfecto accédi, collexi, avertui, sinui, salivi, silevi). Los ver­bos cam bian de conjugación (exercëre, lugêre, florire, fuglre, ser- pire). Se m anifiesta tam bién la incertidum bre vulgar en torno a las form as de fu turo (augeam, doceam, díligebit, m etuebitis, sepelibo). Las form as activas y deponentes se intercam bian (admirare, exhor­tare, certari, paeniteri, taederi, e, inevitablemente, antiguo y m oderno, el horrible fieretur). En sintaxis se confunden las expresiones de “donde” y “a donde”, ad y apud se intercam bian, el instrum ental aparece con de e in, el dem ostrativo se aproxim a al artículo d e te r­minado y unus al indeterm inado. Oraciones completivas in troduci­das por quod, guia y quoniam hacen el oficio del infinitivo con acu­sativo clásico, el indicativo se emplea en interrogaciones indirectas, y el ablativo del gerundio desem peña las funciones del participio de presente. En una palabra: tenemos reproducida aquí de modo com ­pleto la fisonomía de latín vulgar.

El tono vulgar del latín bíblico reflejaba, ya lo hem os dicho, los hábitos lingüísticos de los prim eros conversos latinoparlantes a los que el Evangelio fue predicado. Mas el uso constante de esta lengua en el servicio divino dio una dignidad y santidad nuevas a estas hum ildes form as lingüísticas, de modo que la lengua de la Bi­blia y la liturgia acabaría por ejercer una profunda influencia inclu­so en la de los cristianos rom anos de elevada educación y cultura a lo largo de los siglos. Lo atestigua expresam ente san Agustín en el De doctrina Christiana, 2, 14, 21:

q u a m q u a m t a n t a e s t v is c o n s u e tu d in is e t ia m a d d is c e n d u m , u t q u i in S c r ip tu r i s s a n c t i s q u o d a m m o d o n u t r i t i e d u c a t iq u e su n t , m a g is a l ia s lo c u t io n e s m i r e n tu r , e a s q u e m in u s l a t in a s p u t e n t q u a m illas q u a s in S c r ip tu r i s d id ic e r u n t n e q u e in L a t in a e l in g u a e a u c to r ib u s r e p e r iu n tu r .

Los usos vulgares se arraigaron firmemente por su constante repe­tición en la comunicación hablada y, naturalm ente, en el canto. Así, san Agustín, a propósito de la form a vulgar de futuro floriet, escribe (De doctr. christ., 2, 13, 20) :

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i l lu d e t i a m q u o d ia m a u f e r r e n o n p o s s u m u s d e o r e c a n ta n t iu m p o p u lo r u m : “s u p e r ip s u m a u te m f lo r ie t s a n c t i f ic a t io m e a ” n ih il p r o ­fe c to s e n te n t ia e d e t r a h i t , a u d i to r t a m e n p e r i t io r m a l le t h o c c o r r ig i , u t n o n “f lo r ie t" s e d “f lo r e b i t” d ic e r e tu r , n e c q u id q u a m im p e d i t c o r ­r e c t io n e m n is i c o n s u e tu d o c a n ta n t iu m .

La m ism a reverencia por la lengua de las Sagradas Escrituras se observa en todos los escritores latinocristianos. Ch. M ohrmann hace no tar que ni siquiera autores cultos o instruidos como Cipriano rechazan los “vulgarismos” tradicionales —mereciendo así el es­carnio de los paganos, que le pusieron por m ote “Coprianus”—. Mi- nució Félix, que intentaba influir en los círculos cultivados, se esforzó por evitar el choque con su sensibilidad lingüística, y eludió por ello las palabras y giros específicamente cristianos, a excepción de unos pocos térm inos indispensables como carnalis, vivificare y resurrectio. Más significativa es la actitud de Lactancio, “el Cicerón cristiano”. Incluso él, a pesar de que presum ía del clasicismo de su lengua y estilo, no evitó las peculiaridades ya tradicionales del latín cristiano. P or lo que se refiere a san Agustín, escribe la doctora M ohrmann, es preciso hacer una distinción clara entre sus diferen­tes estilos. En su Ciudad de Dios pretendía defender a los cristianos contra las acusaciones paganas de que la nueva religión era respon­sable de las catástrofes que habían afligido al Imperio. Dirigida a círculos paganos obsesionados por el antiguo humanismo, esta obra m uestra un grado de perfección y refinamiento literarios superior al de sus sermones, de carácter m ás popular. Sin embargo, lo que se ha dicho de Lactancio vale tam bién para el De civitate Dei. Agus­tín echa mano librem ente del léxico especial cristiano, e incluso en su sintaxis, en la que m uestra un m ás solícito respeto por el correc­to uso literario, no faltan los típicos cristianism os. Podemos recor­dar po r últim o el procedimiento seguido por san Jerónim o en su revisión de las versiones latinas de la Biblia ya existentes, en la que procuró hacer el mínimo de alteraciones. Al disponerse a em pren­der su obra no quiso ignorar la tem pestad de protestas que era p re­sum ible se levantase contra el hom bre que osara in terferir en el bien conocido y venerado texto:

q u is e n im d o c tu s p a r i t e r v e l in d o c tu s , c u m in m a n u s v o lu m e n a s ­s u m p s e r i t e t a s a l iv a q u a m se m e l im b ib i t v id e r i t d is c r e p a r e q u o d le c t i ta t , n o n s t a t im e r u m p a t in v o c e m m e f a l s a r iu m m e c la m a n s e s s e s a c r i le g u m , q u i a u d e a m a l iq u id in v e te r ib u s l ib r i s a d d e re , m u ta r e , c o r r ig e r e ? (P raefatio in evangelistas ad D am asu m .)

En general san Jerónim o se m antuvo fiel a los principios estableci­dos, y, a pesar de todos sus esfuerzos por lograr un mayor refina­

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m iento lingüístico, su piedad y buen juicio dejaron intactos muchos de los “vulgarismos” de los antiguos textos. Consagrados por siglos de uso en la Iglesia, habían quedado libres de toda sospecha de “avul- garam iento” incluso para los m ás refinados y cultivados autores cristianos. Fue este sentim iento el que inspiró la orgullosa respues­ta de un Agustín frente al escarnio pagano de los solecismos y b ar­barism os de la Sagrada Escritura y de la lengua de los fieles. “Un hom bre que pide a Dios que perdone (ut ignoscat) sus pecados no se cuida m ucho de si la tercera sílaba de ignoscere se pronuncia larga o breve... ¿Qué es pues el correcto hablar sino observar el uso de los dem ás confirmado por la autoridad de los hablantes de an ta­ño?” (De doctr. christ., 2, 13, 19); “melius in barbarism o nostro vos intellegitis quam in nostra d isertitudine vos deserti e ritis”, exclama en o tro lugar (Serm., 3, 6). Una postu ra m uy parecida de acepta­ción y defensa de los barbarism os había sido ya exteriorizada por Arnobio (Adv. gent., 1. 59) e incluso por el ciceroniano Lactancio; y este encomio de lo vulgar se convirtió en una especie de topos en tre los autores cristianos (cf. Gregorio Magno, Ep., 5, 53 a, p . 357, 33 E .-H .). P ara lo que ahora nos interesa lo im portante es no ta r que ciertos vulgarismos habían llegado a ser constituyentes casi obliga­torios de una lengua especial cristiana. La conversión de Agustín llevó consigo una conversión lingüística.

La tesis de que el latín de los cristianos constituía una lengua es­pecial (Sondersprache) fue expuesta po r vez prim era po r m onseñor J. Schrijnen y m antenida vigorosam ente en una serie de estudios po r sus discípulos, especialmente po r la doctora M ohrmann. Esta escuela pone gran énfasis en el hecho sociológico de que los p rim e­ros cristianos constituían un grupo social altam ente compacto con intereses especiales y una estric ta disciplina que afectaba a todos los aspectos de su vida, colocándolos al m argen del cuerpo de la sociedad pagana. El resultado fue un sistem a coherente de d iferen­cias lingüísticas que afectaba no sólo al vocabulario, sino tam bién a la m orfología y a la sintaxis e incluso a ciertos fenómenos m é tri­cos. Que se acuñaran nuevos tecnicismos a m edida p ara ideas, obje­tos e instituciones cristianas era algo que podía esperarse. A los de esta clase los denom ina Schrijnen “cristianism os directos”, pero lo que resulta m ás llamativo es que tam bién se crearon térm inos especiales cristianos para designar cosas que no eran específica­m ente cristianas (“cristianism os indirectos”) . Schrijnen y sus discí­pulos han catalogado una serie de usos de esta clase que aparecen exclusivamente en autores cristianos: veraciter, subsequenter, trans­gressor, exspoliatio, aporiari, indeficiens, confortare, supplantatio, honorificare, subintrare, degradare, cohabitare, mortificare, retri­butio, fornicari, prostitutio, operator, negator, etc. El propio Agustín

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se refiere a una ecclesiastica loquendi consuetudo distintiva que se va im plantando entre los cristianos: “hos —se refiere a los m á rti­res—· multo elegantius, si ecclesiastica loquendi consuetudo p atere­tu r, nostros «heroas» vocaremus” (De civ. Dei, 10, 21). En otro pa­saje se refiere a la lengua especial de las Escrituras a propósito del significado de “astu to” que sapiens tiene en Gen., 3, 1, y con orgullo enfrenta el uso cristiano al de la lengua secular: “nam quem adm o­dum loquantur auctores m undi quid ad nos?” . Que palabras espe­ciales de este tipo aparecían en la lengua cotidiana de los cristianos parece deducirse de otro pasaje de san Agustín. Agustín com enta (Quaest. fiept., 7, 56) el uso de occurrere en el sentido de “m ata r” en Jueces y Reyes (p. ej. vade, occurre illi):

q u o d id e o n o n in te l le g i tu r , q u ia n o n e s t c o n s u e tu d in is a p u d n o s i t a d ic i, s ic e n im q u o d m i l i ta r e s p o te s ta te s d ic u n t : v a d e , a l le v a i l lu m , e t s ig n if ic a t “o c c id e i l lu m ”, q u is in te l le g a t , n is i q u i i l l iu s lo c u t io n is c o n s u e tu d in e m n o v it?

EI contexto, en este caso, se refiere a los significados peculiares que las palabras pueden tener en círculos especializados —aquí la lengua de los soldados—, que resultan ininteligibles p a ra los que no están familiarizados con el uso (consuetudo). Continúa luego con otro ejemplo. “Solet vulgo apud nos dici: «compendiavit illi», quod est «occidit illum»; et hoc nemo intellegit, nisi qui audire consuevit”, Si vulgo apud nos significa “corrientem ente entre nosotros los cris­tianos” —y es difícil interpretarlo de otro modo—, tenem os en este pasaje un testim onio directo de la existencia de una palabra especial cristiana referente a una cosa no específicamente cristiana, en la term inología de Schrijnen un “cristianism o indirecto”. Los principa­les procedim ientos seguidos en la creación de estos nuevos térm inos específicamente cristianos han sido ya apuntados m ás arriba: p rés­tam os (apostatas, etc.), calcos semánticos (lavacrum “bautism o”), neologismos (trinitas, incarnatio, tribulatio, salvatio, univira), y, el m ás im portante, uso de palabras latinas ya existentes con sentidos cristianos nuevos. En estos casos los traductores y expositores m os­tra ro n a menudo gran sensibilidad ante los sutiles m atices sem án­ticos de las palabras latinas. Ha señalado Löfstedt que de los num e­rosos sinónimos latinos de “rogar” orare fue gradualm ente eliminado por rogare, petere, precari, etc., para sobrevivir solam ente en unas cuantas frases estereotipadas. Así, orare adquirió un aire rem oto y arcaico, una calidad de “glossa” que lo hizo apropiado p ara designar el acto de rogar humildemente a Dios. De ahí el significado cristiano de orare “rogar”. El sentido peyorativo de saeculum “el m undo pa­gano” tuvo tam bién sus raíces en el latín “secular” : en latín arcaico

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encontram os contextos en que la palabra es usada en un sentido que denota m ás bien desconfianza y censura como “el mundo m o­derno”, “esta generación” ; así, “novi hoc saeculum m oribus quibus siet” (Plauto, Trin., 284) y el famoso pasaje de Tácito “nemo illic vitia ridet, nec corrum pere et corrum pi saeculum —“m oderno”— voca­tu r” (Germania, 19, 1). Los rom anos experim entaron cierta dificul­tad en la traducción de la im portante palabra σωτήρ “salvador”. 5 Cicerón había definido el térm ino (In Verrem, 2, 2, 154) ; “is est nim irum «soter» qui salutem dedit”. En otro lugar acuñó la palabra servator, m ientras que en la época im perial encontram os el com ­puesto conservator como uno de los títulos de Júpiter. Fue sin duda este olor a pagano lo que movió a los prim eros traductores de la Biblia a prescindir de conservator. Usaron en ocasiones el raro salu­taris que en Cicerón (De fin., 3, 20, 66) se aplica a Júpiter, pero acabó por acuñarse u n nuevo térm ino a p a rtir de salvare (que ya era un. neologismo) : salvator. Tertuliano se atrevió a crear salutifi­cator, que nació m uerto, salvator no consiguió aprobación inm edia­ta. Arnobio habla de Cristo como sospitator. San Agustín dio de lado a los escrúpulos puristas con su característico sentido com ún :

Christus, inquit, Jesus, id est Christus Salvator, hoc est enim Latine Jesus, nec quaerant grammatici quam sit Latinum, sed C h ristian i quam verum, salus enim Latmum nomen est. salvare et salvator non fuerunt haec Latina antequam veniret salvator: quando ad La­tinos venit et haec Latina fecit. (Serm ., 299, 6.)

Tam bién χάρισμα dio lugar a experiencias encam inadas a recoger los m últiples sentidos de esta palabra central del cristianism o : do­num , donatio, m unus fueron objeto de prueba; pero a la postre la elección recayó en gratia. Se dio u n giro a algunas lenguas especia­les y se rellenaron sus térm inos con contenido cristiano. Concreta­m ente los cristianos, que se consideraban soldados de Cristo, hicie­ron abundante uso de la term inología m ilita r,6 “vocati sumus ad m i­litiam dei vivi iam tunc cum in sacram enti verba respondem us” (Tertuliano, Mart., 30, 1, 9). El sacram entum es el juram ento del soldado; los catechumeni son los reclutas ( tirocinium, novicioli). Los clérigos son los duces, y su rebaño, el gregarius numerus. 11 m ártir, tra s haberse ejercitado en la prisión, cuando ya se ha despo­jado de los animae impedimenta, m uere como un valeroso y au tén­tico soldado: “huic sacram ento m ilitans ab hostibus provocor, par sum illis, nisi illis m anus dedero, hoc defendendo depugno in acie,

5. Véase Ch. M o h r m a n n , “Vigiliae C hristianae”, IV, 1950, pp. 193 ss.6. Sobre este punto véase W. J. T e e u w e n , Sprachlicher B edeutungsw andel

bei T ertu llian , 1926.

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vulneror, concidor, occidor” (Scorp., 4: EW. p. 153, 14). El galardón que recibe del Im perator Christus es el donativum vitae aeternae. Podemos recordar, en fin, que paganus era u n térm ino despectiva­m ente aplicado por el soldado al “paisano”. Usado po r los cristia ­nos p a ra designar a cuantos no estaban enrolados en el ejército de Cristo, adquirió su sentido moderno de pagano.

Un últim o ejemplo tom ado del repertorio de Teeuwen bastará para ilu strar el fascinante surgir de este m undo m ental y esp iritual­m ente nuevo. D urante las dificultades de los prim eros siglos pax sig­nifica p ara los cristianos no tanto el final de una guerra cuanto la “cesación de la persecución”. Pero tenía o tro sentido m ás profundo, la pax que Cristo dio a sus seguidores, la paz entre el hom bre y su Dios que Cristo m ediador había establecido. Los fieles eran filii pacis, Cristo m ism o es la pax, y los que m ueren en la fe in pace dorm iunt, expresión que dio lugar a una división sem ántica de pax: (1) “estado del alm a después de la m uerte”, (2) “lugar de la paz eterna” . Esta paz sólo se otorgaba a los que m orían “en la fe” . Así, pax implica tam bién “fe en Cristo”, pero esta fe se confirma en el bautism o que da la pax e inscribe al que lo recibe en la com uni­dad de la Iglesia, en la familia Christi. Así, pax llega a significar “la com unidad de la Iglesia”. La pertenencia a la Iglesia im plica la aceptación de la fe ortodoxa, de modo que litterae pacis podía sig­nificar “certificado de ortodoxia”. La pertenencia a la Iglesia implica tam bién participación en el culto comunitario, y en la Iglesia prim i­tiva duran te la m isa los m iem bros de la congregación se daban unos a otros un osculum sanctum en prenda de su fraternidad. Se le co­noció tam bién como osculum pacis y finalmente como pax. El té rm i­no llegó a usarse tam bién fuera del ritual para designar el “beso” intercam biado po r cristianos parientes o amigos. Este uso ha sobre­vivido en el airl. póc “beso” y en gaélico esc. pög.

La existencia de un vocabulario especial cristiano queda así de­m ostrada sin lugar a duda razonable. Los intentos de aislar hechos correlativos de morfología y sintaxis han resultado menos convin­centes; fenómenos particulares que se han aducido, tales como las construcciones con quia y quod en lugar de infinitivo con acusativo, el indicativo en interrogativas indirectas, el infinitivo de finalidad, el nominativus pendens, etc., tienen todos ellos correspondencia en los textos profanos contem poráneos (véase el capítulo an te rio r). La aparición de un grupo limitado de vulgarismos, de una constelación de construcciones sintácticas “subestándar”, en otras palabras: de una Gestalt que sólo comparece en esta form a precisa en los docu­m entos cristianos, puede ser aceptada como testim onio positivo en favor de una lengua especial cristiana. Sin embargo, no se ha llegado a ta l constatación, y no parece que puedan detectarse diferencias

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im portantes de carácter sintáctico entre la p rosa latina secular y la cristiana.

El “latín cristiano” no m enos que el “latín vulgar” ha dado lugar a discusiones terminológicas. Nos encontram os ante una adaptación particu lar de la lengua latina a la expresión de “cosas” nuevas —ob­jetos, actos, nociones, form as de organización—, y particularm ente a la traducción de los térm inos griegos ya habilitados para designar estas cosas. No parece necesario decir que el interés de los cris­tianos por estas cosas específicamente cristianas y sus referencias lingüísticas a ellas varía en intensidad y extensión. Los “cristianis­m os” alcanzarán lógicamente su m ayor densidad en las Sagradas Escrituras y en los textos litúrgicos. Convertidos en fam iliares por su constante uso en el servicio divino, lecturas bíblicas, serm ones y epístolas pastorales, m uchos de estos térm inos y giros especiales pasaron a la lengua habitual de las com unidades cristianas. Sería vano in ten tar fijar los diversos grados de concentración y d isper­sión, y aún m ás el fijar etiquetas distintivas. Sin embargo, Schrijnen se ha esforzado en insistir en una distinción entre: (1) la lengua vernácula de los prim eros cristianos; (2) el la tín eclesiástico (el usa­do en la Itala y en la Vulgata, en los acta m artyrum , decretos concilia­res, epístolas pastorales), y (3) el latín litúrgico. Es difícil alcanzar a ver qué finalidad p ráctica se persigue con estas minuciosidades terminológicas. Tampoco es preciso dem orarse en el problem a de si los “cristianism os” establecidos form an sim plem ente un “aglome­rado” o bien constituyen u n sistem a “sensiblem ente unitario” . Éste es uno m ás de los seudoproblem as creados p o r la fatal dicotom ía saussureana entre “langue” y “parole”. La investigación establece p o r el estudio particu lar de detalles individuales que tales y tales hechos son o no peculiares del latín de los cristianos. La suma total de esos hechos constituye el latín cristiano; su presentación s iste ­m ática por obra de los gram áticos es la “lengua” latina cristiana. Que térm inos referentes a organización aparezcan en los docum en­tos adm inistrativos es de esperar, n i debe tam poco producir so r­presa el que térm inos litúrgicos aparezcan en la liturgia, ni que la frecuencia de térm inos cristianos sea m enor en la lengua cotidiana de los prim eros cristianos. Mas esto últim o, naturalm ente, no tenem os posibilidad de estudiarlo.

La existencia de una lengua especial de los cristianos, aun cuando la lim item os provisionalm ente a hechos manifiestos de vocabulario, p lan tea la cuestión de cómo y cuándo llegó a form arse. Basándose en el predom inio de los africanos entre los prim eros grandes au to ­res cristianos y en el hecho de que las m ás antiguas actas oficiales de los m ártires, los acta sanctorum Scillitanorum (a. 180 d. C.), relativas a los cristianos de la ciudad de Scilli, recibieran ya su p r i­

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m era redacción en latín, se ha mantenido durante largo tiem po la opinión de que la cuna del latín cristiano habla sido la provincia rom ana de África y de que desde allí se había extendido a Ita lia y al resto de las provincias latinoparlantes. Esta opinión fue im pug­nada por Schrijnen y ha sido recientem ente objeto de un artículo inform ativo de la doctora M ohrmann, quien se plantea la cuestión del desarrollo del latín cristiano ere Roma. Su prim era fase, la apa­rición de una lengua especial cristiana hablada, está oculta a nuestra vista, pero es la que condicionó la evolución subsiguiente. Se habría producido —según las líneas esbozadas m ás arriba (véanse pp. 187 s.)— por im crecimiento gradual de los latinoparlantes en el seno de lo que en un principio había sido una com unidad de cristianos greçoparlantes bilingües. Su núm ero creciente p lantearía una exi­gencia perentoria de versiones latinas de las Sagradas Escrituras y obras pastorales. Esto habría ocurrido duran te el siglo n . La se­gunda fase de la latinización de la Iglesia rom ana, el uso del latín en la correspondencia oficial de la Iglesia, puede datarse a p a rtir de mediados del siglo n i, en tanto que la fase tercera y final se habría alcanzado cuando el latín invadió la ciudadela conservadora de la liturgia, acontecimiento que tuvo lugar duran te el pontificado del papa Dámaso entre el 360 y el 382.7 De la fase prim era y decisiva, como hemos dicho ya, no tenemos datos de prim era mano, pero hay algunos textos entre las versiones latinas escritas en Rom a que arro jan luz sobre la segunda. La traducción de la epístola de san Clemente a los de Corinto puede datarse con certeza en el siglo ix d. C.; esto la hace probablem ente m ás antigua aún que el m ás an ti­guo documento datado de la cristiandad latina, la passio m artyrum Scillitanorum. En el Clemens Latinus hay num erosas citas del an ti­guo Testam ento en un latín que difiere notablem ente del de la propia epístola. Estos especímenes de una Biblia latina m uestran el extre­m o literalism o y “avulgaramiento” de las m ás antiguas versiones. Lo que es m ás im portante es que esta versión difiere considerable­m ente del Antiguo Testamento usado por el africano Cipriano. La versión de la epístola m uestra los vulgarismos ya conocidos. Pero, aunque literal en grado extremo, es sensible a las sutilezas del grie­go y en conjunto atestigua la existencia de una m adura y rica lengua especial cristiana con muchos de los “cristianism os directos” a los que hemos pasado lista m ás arriba: apostolus, angelus, baptizare, ecclesia, episcopus, etc.; caritas, confiteri en el doble sentido de “ala­b a r” y “confesar”, gratia, orare, passio, pax, saeculum, etc. Hay cier­tas experiencias que no fueron acogidas por la lengua de los cristia­nos; m inister “diácono”, honorati “jerarcas, clérigos”, scissura

7. T h . K l a t j s e r , Miscellanea Mercati, I , 467 ss.

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“cism a”. Tampoco se im plantó definitivamente scripturae para de­signar “las Sagradas E scrituras”. La doctora M ohrmann concluye que en este documento de la com unidad rom ana del siglo n encontra­m os el mismo proceso de diferenciación lingüística que se ha obser­vado en los documentos cristianos de procedencia africana. Las diferencias entre una y o tra lengua carecen de im portancia. La “Sondersprache” de la que es espécimen rudim entario tiene ya ca­rác ter ecuménico. Tam bién el Pastor Hermae, cuyo au tor fue p ro ­bablem ente un latinoparlante que vivía en Roma, proporciona datos en favor de la existencia en Roma de térm inos técnicos latinos relativos a la vida cristiana. Por ejemplo, emplea la expresión στατίωνα εχω, y él mismo la explica por medio del griego νησ­τεύω “ayunar”. Ahora bien, statio como térm ino técnico por ieiunium es conocido a p a rtir de Tertuliano y designa un tipo p a r­ticular de ayuno en miércoles y viernes. Así, el Pastor Hermae a tes­tigua la existencia de un térm ino altam ente técnico relativo a la organización de la vida cristiana, un “cristianism o directo” p u ra ­m ente latino cincuenta años antes de Tertuliano y tal vez tre in ta antes de la composición de la passio m artyrum Scillitanorum. El que hubiera escrito en griego no es menos significativo: una lengua es­pecial latina cristiana estaba surgiendo cuando aún la lengua oficial de la Iglesia seguía siendo el griego.

Sólo hacia la m itad del siglo i i i empezamos a encontrar textos cristianos rom anos que no son traducciones, sino originalmente com puestos en latín. Las obras del cism ático Novaciano, escritor de considerables dotes literarias e inclinado al purism o, m uestran los elementos norm ales del latín cristiano. En una com paración de Novaciano con Tertuliano la doctora M ohrm ann señala la indepen­dencia del prim ero con relación a su predecesor. Prefiere así el más popular incorruptio al incorruptibilitas de Tertuliano. En la trad u c­ción de una palabra tan im portante como λόγος en la Biblia afri­cana se prefirió sermo, m ientras que las antiguas versiones europeas em pleaban verbum. Esta ú ltim a palabra aparece en las citas b íb li­cas de Novaciano, si bien en su texto emplea por igual las dos. Cier­tas contribuciones al vocabulario teológico pueden, según parece, deberse a Novaciano; praedestinatio, por ejemplo, se encuentra por vez prim era en sus obras.

Las cartas del papa Cornelio, contem poráneo de Novaciano, a Cipriano son m ás conservadoras en su estructu ra sintáctica, pero tam bién en ellas —escribe la doctora M ohrmann— “hallamos todo el vocabulario técnico relativo a la organización y la vida de las co­m unidades cristianas”; valgan como ejemplos populus y plebs, fra­ternitas, pax (en el sentido de arm onía y unidad dentro de la Igle-

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sia), schisma (que reemplaza al prim itivo scissura), catholicus, y la serie com pleta de térm inos que designan a lá jerarquía eclesiástica.

Tenemos finalmente algunas m uestras de un tipo m ás popular de lengua especial cristiana. La Epístola 8 de la correspondencia de Cipriano em ana de la comunidad cristiana de Roma y subraya la necesidad de ayudar y redim ir a los que han resultado vencidos en ese enfrentam iento con el Adversario que es la persecución. Los vulgarismos son de tipo extremo (“discere poteritis a plures a nobis... quoniam ea om nia... et fecimus et facimus; excubat pro omnes; omnis periculus” , etc.) y tam bién su sintaxis es torpe y descuidada en grado extremo. Podemos por ello suponer que el texto se ciñe de cerca a la lengua corrientem ente hablada entre los m iembros m e­nos cultivados de la com unidad romana. Es interesante notar los térm inos técnicos papas (acus. papatem), títu lo aplicado a todos los obispos en esta época, subdiaconus, ecclesia, fraternitas, caticu- m eni (vulgar po r catechumeni), presbyter, communio, saeculum, saecularis. La persecución dio lugar a una term inología propia: es un agon, un certamen, concebido como lucha con el adversarius, uno de los eufemismos populares para designar al Demonio. Los que vencen (vincere, stare in fid e (m )) reciben la corona de los m árti­res. Otros, sin embargo, son víctimas de su debilidad (adprehendi infirm itate) y caen (cadere, ruere), y hacen el sacrificio pagano (ascendere). Mas pueden arrepentirse y volver al buen camino y desear ser de nuevo adm itidos en el seno de la Iglesia (communio­nem desiderare). Hemos señalado ya en los capítulos precedentes que la lengua popular de los rom anos estaba salpicada de palabras griegas. Resulta de interés no tar que en este texto rom ano-cristiano de carácter vulgar encontram os un préstam o griego que no aparece en otro lugar -thlibom eni “los afligidos” y adem ás la expresión zelus dei. A pesar de su brevedad, el texto nos perm ite echar una ojeada fascinante a la lengua usual entre los cristianos no culti­vados de la Roma del siglo m , lengua rica en térm inos técnicos y en gran m edida incomprensible para los no iniciados; en una pala­bra: una lengua especial.

Podemos ahora resum ir brevemente las conclusiones a las que la doctora M ohrm ann ha llegado tras su estudio de los textos de la Roma cristiana. El Clemens Latinus, con una lengua ya característi­camente cx’istiana, im pugna la creencia en la prioridad del latín cris­tiano del norte de Africa. Cien años m ás tarde, las obras de Novacia- no, las epístolas de Cornelio y la epístola del clero rom ano revelan una lengua especial altam ente desarrollada, bastante avanzada en el camino de la m adurez que alcanza en san Agustín y san Jerónimo. Lo interesante es la estabilidad de esta lengua especial. A pesar de sus bien distintos niveles estilísticos, los tres grupos de textos de

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la Rom a del siglo n i tienen un núcleo com ún: por ejemplo, es sin ­tom ático que incluso Novaciano con toda su cu ltura lite raria use la construcción quoniam para introducir oraciones completivas. Por o tra parte , esta lengua es ecuménica, porque las diferencias en tre Africa y Rom a son insignificantes. Una m ism a lengua, que m ás tarde aparecería tam bién en España y la Galia, fue forjándose gradual­m ente —podemos suponerlo sin miedo a e rra r—, conform e la h isto ­ria del Evangelio y los fundam entos de la fe cristiana fueron siendo com unicados por hablantes bilingües a conversos latinos monóglo- tas. Fue sin duda el resultado de un largo proceso, en gran parte oculto a nuestros ojos, de gran com plejidad, en el que estuvieron im plicadas m uchas gentes de distin ta capacidad y grado de educa­ción; avanzando po r el camino del ensayo y el error, cada palabra y cada giro hubieron de ganarse la aceptación popular. En este sen­tido puede decirse que la nueva lengua cristiana fue creación del pueblo (M ohrm ann). Su carácter ecuménico, la relativa uniform i­dad que subyace a las insignificantes diferencias observables en las versiones y escritos procedentes de las diversas provincias, se o ri­ginó —como toda uniform idad lingüística— por una intensa in te r­comunicación. No debemos ignorar, naturalm ente, la fundam ental unidad de cultura y lengua que abarcaba a la parte latinoparlante del Im perio Romano. Este medio favoreció la uniform idad en la reacción del latín ante las nuevas ideas cristianas. Sin embargo, el desarrollo y m antenim iento de un latín cristiano universal se debió en gran m edida al constante ir y venir de representantes de las d i­ferentes Iglesias y al intercam bio de ideas a través de los contactos personales y —factor que no es el m enos im portante— de la co­rrespondencia. La epístola, se ha dicho, es una form a característica de la lite ra tu ra cristiana.

Queda ahora bastan te claro que el latín hablado po r la com uni­dad cristiana de Roma no fue recibido como u n don del norte de Africa. Esta tesis tenía en cualquier caso escasas posibilidades a priori. Cuesta traba jo creer que los cristianos latinoparlantes de Roma se hubieran visto privados del norm al mecanismo hum ano del intercam bio lingüístico, con su adaptabilidad a las nuevas ideas y situaciones, y se hubieran quedado en una m uda impotencia para aprender, discutir y transm itir la Buena nueva en latín hasta que Africa del norte les qu itara el sello de los labios. Tertuliano, en p a r ­ticular, ha sido destronado por Schrijnen y sus discípulos y despo­jado de su título honorífico de “padre del latín cristiano” : “T ertu ­liano no fue ni el padre del latín eclesiástico ni del prim itivo latín cristiano” (Schrijnen).

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El juicio de Norden sobre Tertuliano es bien conocido.8 Fue un hijo de su tiem po, un representante del movimiento asiánico, que duraba ya entonces m ás de medio milenio. Su espíritu apasionado e im petuoso hizo violencia al latín. En concreto, este au tor bilin­güe im portó tantos helenismos de vocabulario y de construcción que a duras penas se le puede com prender sin conocer el griego. Un es­tudio m ás detenido de la obra de Tertuliano ha m ostrado que este juicio estaba distorsionado por el hecho de haberse ceñido Norden a una dem asiado estrecha selección de textos. Especialmente se ha exagerado la densidad de los grecismos. En cambio, la caracteriza­ción de su estilo como estigm a del asianismo sigue siendo válida. Encontram os en Tertuliano todos los recursos del estilo “m oderno” que analizamos en el capítulo V: concisión, agudeza, antítesis, asín­deton, sim etría y, sobre todo, los efectos de asonancia que asum irán gran im portancia en la p rosa cristiana ilustrada. Algunos ejemplos se com entan por sí mismos: “sordent silent stupent cuncta” ; “m u­lorum et m ilvorum carnes et corpora”; “corrupti tam vitio valetu­dinis quam senio sepulturae”; “iustitia rarescit, iniquitas increbres­cit, bonarum om nium disciplinarum cura torpescit” (tricolon de “m agnitud creciente” y hom oioteleuton), y, finalmente, un magnífico ejemplo de la estructu ra del período asiánico con parison, anáfora, hom oioteleuton, etc. (véase H oppe,9 p. 141):

o m n ia ia m p e rv ia o m n ia n o ta o m n ia n e g o t io s a

s o l i tu d in e s f a m o s a s r e t r o f u n d i a m o e n is s im i o b l i t te r a v e ru n t ,s i lv a s a r v a d o m u e r u n t f e r a s p e c o r a fu g a v e ru n t

h a r e n a e s e r u n tu r s a x a p a n d u n tu r

p a lu d e s e l iq u a n tu r t a n t a e u r b e s q u a n ta e n o n c a s a e q u o n d a m .

ia m n e c in s u la e h o r r e n t n e c s c o p u l i t e r r e n t u b iq u e d o m u s u b iq u e p o p u lu s u b iq u e r e s p u b l ic a u b iq u e v ita .

(De An., 30: p . 350, 2 R .)

Fue en el m anejo del vocabulario donde Tertuliano m ostró m a­yor genio y tam bién capricho. “Es y seguirá siendo un enigma de

8. D ie an tike K u n stprosa , II, 608 s.9. S yn ta x und S til des T ertu llian (Leipzig, 1903).

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difícil solución —escribe Hoppe— la form a en que Tertuliano llegó a a lterar com pletam ente el significado ordinario y común de m uchas palabras.” Schrijnen impugnó la prim acía de Tertuliano y m antuvo que su lengua presupone la existencia de una considerable actividad lingüística que habría forjado ya el vocabulario distintivo del latín cristiano. Que algunas palabras aparezcan por vez prim era en T er­tuliano no prueba que las creara él. Sin embargo, no se puede negar el audaz virtuosism o de Tertuliano al dom ar y distorsionar las p a ­labras para expresar la tem pestuosa y casi dem oníaca intensidad de su voluntad de dominio. Si, con Schrijnen, le negamos toda p a r ­ticipación en la creación de la lengua vernácula cristiana, seguirá todavía siendo cierto que Tertuliano fue el prim ero en utilizar el la tín cristianizado en obras literarias de altos vuelos. Su decisiva contribución a la polémica y teología cristianas cae fuera del alcan­ce de esta obra. Mas no se puede negar su influencia decisiva en el la tín cristiano como lengua de literatura. P ara los historiadores de la lengua es y seguirá siendo la prim era y principal fuente de cono­cim iento del latín cristiano (Teeuwen). El “padre del latín cristiano”, en el sentido de Schrijnen, no puede haberlo sido. ¿Diremos m ás bien que tomó entre sus m anos a un niño que prom etía, lo crió y lo dotó de unos recursos que hicieron de él el dueño de un m undo m ental y espiritual nuevo?

Con el correr de los siglos la organización de la Iglesia y la vida cristiana progresaron rápidam ente. El pensam iento cristiano se hizo m ás m aduro y profundo. Su instrum ento de expresión se hizo m ás sutil y sensible por obra de una serie de escritores bien dotados (Ci­priano, Arnobio, Lactancio, Am brosio). En Jerónim o y Agustín la lengua de la cristiandad latina alcanzó su más alto florecimiento. De la obra de san Jerónim o como revisor y traductor hemos hablado ya. Al tra ta r de “la lengua” de san Agustín nos enfrentam os con una situación m ás com pleja que en el caso de Cicerón. Porque no sólo escribió en géneros de niveles estilísticos diferentes; hay que añadir la complicación que supone el que, tra s un completo aprendizaje de la retórica tradicional de las escuelas paganas, se viera obligado, después de su conversión, a aprender el nuevo latín que era p rec i­so em plear con los cristianos: “nec illa sane praetereo quae ca te­chum enus iam, licet relicta spe quam terrenam gerebam, sed adhuc saecularium litterarum inflatus consuetudine scripsi” (Retract, pro L, 3). Esta consuetudo secular dom ina todavía en sus prim eros d iálo­gos, que son com pletam ente ciceronianos en su estructu ra de perío ­do, vocabulario e incluso en las cláusulas. Pero después de su con­versión y bautism o tuvo lugar un cambio. No deja de tener im portancia para el desarrollo de su estilo el que en Ep., 24, tras su ordenación, pidiera al obispo Valerio licencia para dedicarse a

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estudiar la Biblia. Este acontecim iento señala ta/1 vez el punto de inflexión de su evolución, o, por m ejor decirlo, conversión, estilística. A p a r tir de entonces Agustín abandonó la inlecebra suaviloquentiae y adquirió gradualm ente la ecclesiastica consuetudo —esto se ve ya en lo muy diferente de la lengua y estilo del De vera religione, escri­to en 389—, hasta alcanzar la plena m aestría en las obras escritas después de su entronización. Pero incluso en estas obras podem os hablar en cierto m odo de una “ley de los géneros”, porque Agustín adaptó su estilo a la condición de sus destinatarios. El carácter m ás literario y pagano del De civitate Dei ya lo hem os explicado. Sus Confesiones, aunque estilizadas, son de un tono m ás llano en su estructu ra y difieren de aquella obra de m odo notable en los re ­cursos utilizados p ara m arcar las cadencias de los períodos (véase in fra ) . Sin embargo, es en sus sermones donde m ás se acerca a la lengua popular, porque son en esencia conversaciones am istosas. Los serm ones populares de san Agustín resp iran u n a estrecha in ti­m idad entre la congregación y el predicador sensible a cada reac­ción y ansioso de hacerse entender incluso por los m ás torpes (tar­diores) de los fieles. Sobre las características generales de este tipo de lengua podem os decir, resum iendo, que encarna y ejemplifica todos los signos distintivos del latín cristiano con sus cristianism os directos e indirectos. Las contribuciones nuevas que san Agustín hizo se conform aron a las tendencias generales del latín cristiano y tardío.

Hay, sin embargo, aspectos lingüísticos de su conversión que m e­recen com entario. Hemos advertido ya m ás arriba que las prim eras obras, de carác ter ciceroniano, se m antuvieron fieles, en cuanto a las cadencias, a los recursos de la retórica pagana. El nuevo estilo de Agustín, el cristiano, está caracterizado no sólo por el abandono de los cánones clásicos en el vocabulario, en la sintaxis y en la estruc­tu ra del período, sino que tam bién evita las cláusulas ciceronianas y en su lugar hace uso de los recursos estilísticos de carácter m ás popular que hem os observado como endémicos en Ita lia y que h a ­bían estado presentes en la infancia de la p rosa latina: frases co r­tas equilibradas, en paralelo o en antítesis, con los ornatos prim i­tivos de la sonancia, la aliteración y la rima. Tales son los que halla­m os en las m ás populares de las obras de san Agustín, sus cartas y sus serm ones (Glaser, “Wiener S tudien”, XLVI, 193 ss.), y en m enor m edida en el De civitate Dei. De las epistulae cita G laser, inter alia (137, 10):

“ q u id a u te m n o n m i r u m D e u s f a c i t in o m n ib u s c r e a t u r a e m o t ib u s , n i s i c o n s u e tu d in e c o t id ia n a v i lu is s e n t? d e n iq u e q u a m m u l t a u s i t a t a c a lc a n tu r , q u a e c o n s id e ra ta s tu p e n tu r ! s i c u t i p s a v is s e m in u m , q u o s n u m e r o s h a b e t , q u a m v iv a c e s q u a m e ffic a c e s , q u a m la te n -

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t e r p o te n te s , q u a m in p a r v o m a g n a m o l ie n te s , q u is a d e a t a n im o , q u is p r o m a t e lo q u io ? ”

Cf. 173, 2, 3, lin. 5 ss.:

“n a m s i e a in m e r e p r e h e n d e r i s , q u a e r e p r e h e n d e n d a n o n s u n t , te l a e d is m a g is q u a m m e , q u o d a b s i t a m o r ib u s e t s a n c to p r o p o s i to tu o , u t h o c f a c ia s v o lu n ta te la e d e n d i , c u lp a n s in m e a l iq u id d e n te m a le d ic o , q u o d m e n te v e r id ic a s c is n o n e s s e c u lp a n d u m , a c p e r h o c a u t b e n iv o lo c o r d e a rg u e s , e t i a m s i c a r e t d e l ic to q u o d a r g u e n ­d u m p u ta s , a u t p a t e r n o a f f e c tu m u lc e a s q u e m a d ic e r e n e q u e a s , p o t e s t e n im f le r i u t t i b i a l iu d v id e a tu r q u a m v e r i t a s h a b e t , d u m ta m e n a b s t e a l iu d n o n f ia t q u a m c a r i t a s h a b e t ” .

Abundan los ejemplos en los sermones, p. ej., 316, 1, 1:

“q u id q u id v id e t is q u ia f i t p e r m e m o r ia m S te p h a n i , in n o m in e C h r is t i f it, u t C h r is tu s c o m m e n d e tu r ,

C h r is tu s a d o r e tu r C h r is tu s e x p e c te tu r ,

iu d e x v iv o ru m e t m o r tu o r u m , e t a b e is q u i i l lu m d i l ig u n t a d d e x te r a m s t e tu r , q u a n d o e n im v e n e r i t , s t a b u n t a d d e x te r a m , s t a b u n t a d s in is t r a m , b e a t i q u i a d d e x te r a m , m is e r i q u i a d s in i s t r a m ” .

Pero es en los serm ones m ás formales, dedicados a las grandes oca­siones del año cristiano, donde estos recursos de la retórica popular están elevados a la categoría de una nueva form a artística. Como ejemplo podem os citar un pasaje del Serm o 199 ira epiphania dom ini:

“ip s e e n im n a tu s e x m a tr e ,d e co e lo t e r r a e n o v u m s id u s o s te n d i t ,q u i n a tu s e x P a t r ec o e lu m t e r r a m q u e f o rm a v i t .e o n a s c e n te lu x n o v a e s t in s te l la r e v e la ta ,q u o m o r ie n te lu x a n t iq u a e s t in s o le v e la ta .e o n a s c e n te s u p e r i n o v o h o n o r e c la r u e r u n t ,q u o m o r ie n te in f e r i n o v o t im o r e t r e m u e r u n t ,q u o r e s u r g e n te d is c ip u l i n o v o a m o r e e x a r s e r u n t ,q u o a s c e n d e n te c o e li n o v o o b s e q u io p a tu e r u n t .c e le b re m u s e rg o d e v o ta s o le m n i ta te e t h u n c d ie m ,q u o c o g n i tu m C h r is tu m M a g i e x g e n t ib u s a d o r a v e r u n t ,s i c u t c e le b ra v im u s i l lu m d ie m ,q u o n a tu m C h r is tu m p a s to r e s ex I u d a e a v id e r u n t .

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206 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ip s e e n im D o m in u s D e u s n o s te r e le g it A p o s to lo s e x l u d a e a p a s to r e s , p e r q u o s c o n g re g a re t s a lv a n d o s e t i a m ex g e n t ib u s p e c c a to r e s ” .

Cuán profundam ente estaban arraigados en la antigua tradición rom ana esta clase de efectos estilísticos puede verse po r una sim ­ple cita de Ennio: 10

h a e c o m n ia v id i in f la m m a r i P r ia m o v i v i ta m e v i ta r ilo v is a r a m s a n g u in e t u r p a r i . (T rag., 106-8 W .)

Hemos seguido hasta aquí la adaptación y “conversión” del latín popular en instrum ento de expresión de ese m undo nuevo que es el cristianism o. Fue prim ero la lengua especial de-pequeños grupos estrictam ente organizados y apartados del resto de la sociedad. Tales grupos, sin embargo, tienen contactos con el m undo exterior, y a través de tales contactos las palabras pasan de la lengua especial al uso común. Los cristianos, a pesar de su espíritu excluyente, no lograron separarse totalm ente del mundo pagano. Tertuliano escri­bió en su Apología:

n o n s in e fo ro , n o n s in e m a c e llo , n o n s in e b a ln e is , t a b e r n i s , o f fic in is , s ta b u li s , n u n d in is v e s t r i s c e te r is q u e c o m m e rc i is c o h a b i ta m u s h o c s a e c u lu m , n a v ig a m u s e t n o s v o b is c u m e t m i l i ta m u s e t r u s t i c a m u r e t m e r c a tu s p r o in d e m is c e m u s , a r te s , o p e r a s n o s t r a s p u b l ic a m u s u s u i v e s tro . (C ap . 42.)

Por via de este tra to , de estos contactos con el m undo pagano, pue­de esperarse encontrar palabras y giros que se convierten en p a tr i­monio común de toda la com unidad lingüística. Agustín exagera ta l vez cuando dice que todo el mundo emplea la palabra natales en su sentido cristiano de “pretiosae m artyrum m ortes” :

q u is e n im h o d ie , n o n d ic a m in h a c n o s t r a c iv i ta te , s e d p la n e p e r A f r ic a m to t a m t r a n s m a r in a s q u e re g io n e s , n o n C h r is t ia n u s so lu m , s e d p a g a n u s a u t I u d a e u s a u t e t i a m h a e r e t ic u s p o t e r i t in v e n ir i q u i n o n n o b is c u m d ic a t n a ta le m m a r ty r i s C y p r ia n i? (S erm ., 310, 1, 2.)

Sin embargo, tales préstam os son muy raros. El estudio de la lengua de un au tor no cristiano como Ammiano Marcelino ha m ostrado que,

10. Cf. tam bién el conjuro para m ales de los pies citado por Varrón, R . B „ 1, 2, 27:

ego tui m em ini m edere m eis pedibus terra pestem teneto salus h ic m aneto in m eis pedibus.

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ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 207

si bien conoce expresiones cristianas, sólo unas pocas, por no decir ninguna, pertenecen a su vocabulario normal. Cuando tiene ocasión de em plear tales térm inos al tra ta r tem as cristianos añade habitual­m ente un com entario del tipo ut Christiani appellant. No fue por es­tos caminos por los que el latín com ún se cristianizó. Lo que ocurrió no fue que un grupo altam ente compacto con intereses especiales h i­ciera pasar su m oneda lingüística a la circulación general. El grupo fue adm itiendo de modo constante nuevos adeptos, y los conversos fueron instruidos en la lengua especial. El grano de m ostaza creció hasta form ar un árbol poderoso. Tertuliano puede ya proclam ar con orgullo (Apol., 37, 4) “hesterni sum us et orbem iam et vestra om nia implevimus, urbes, insulas, castella, m unicipia, conciliabula, cas­tra ipsa, tribus, decurias, palatium , senatum , forum , sola vobis reliquim us tem pla” . Al final ni siquiera los tem plos se les dejaron. El grupo absorbió a la entera comunidad, y su lengua especial se convirtió en la κοινή del m undo occidental. Es el latín medieval.

Armauirumque
Armauirumque
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SEGUNDA PARTE

Gramática histórico-comparada

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C a p í t u l o V III

F O N É T I C A

En los capítulos siguientes harem os uso constante de fórm ulas como “*p indoeuropea pasa a / en germ ánico”. Será bueno em pezar explicando qué significan tales fórm ulas.

Al rastrear la h istoria de los sonidos de una lengua el filólogo emplea dos m étodos. En prim er lugar estudia las variantes que adopta una palabra registradas en una serie de textos dispuestos en orden cronológico. Por ejemplo, podemos rem ontar el fr. père al lat. patrem. Pero cuando ha llegado a los textos m ás antiguos disponibles, el m étodo histórico cede el paso al comparativo. El m é­todo com parativo se basa sobre el axioma prim ario lingüístico de que la relación entre sonido y significado es arb itraria . Con esto querem os decir que no hay en la naturaleza psicofísica del hom bre nada que provoque, por ejemplo, la pronunciación instintiva del complejo fónico “hierba” ante la observación de esa realidad b o tá ­nica. Usamos ese signo fónico con esa referencia porque hemos im i­tado a los m iem bros m ás viejos de la com unidad de hablantes en que hemos nacido, porque hablar es un proceso esencialmente mi- mético. Si luego observamos que en o tra com unidad de hablantes, digamos la francesa, el signo fónico herbe es usado con el mismo significado, concluimos que es altam ente im probable que tal asig­nación arb itra ria de sentido al sonido ocurriera por vía independiente en am bas comunidades. Cuanto m ayor es el núm ero de tales coin­cidencias, m ayor se hace la im probabilidad. Cuando observamos que esp. hierba, vaca, leche, buey, campo, etc., se corresponden con fr. herbe, vache lait, boeuf, champ, etc., hemos de concluir que debe haber alguna conexión histórica entre los dos sistem as. Con o tras palabras: si podemos seguir los eslabones del proceso mimético a través de sucesivas generaciones, llegamos finalmente a alguna fo r­m a de com unidad de lengua entre los antepasados lingüísticos de los franceses y españoles que explica las sem ejanzas observadas en tre estas dos lenguas. Del mismo modo, lat. pater se iguala con

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2 1 2 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

una serie de palabras en las lenguas em parentadas, o. patír, gr. πατήρ, ser. pitar-, gót. fadar. En una serie com pleta de tales ecua­ciones evidentes por sí m ismas se observará que p en latín corres­ponde a p en m uchas otras lenguas, p. ej. en griego, sánscrito, balto- eslavo, etc., m ientras en las palabras correspondientes de lenguas germ ánicas aparece una /. Dado que tal paralelism o en la estructu ­ra fónica de palabras con significado sim ilar no podría ser fortu ita en m ayor m edida que lo sería la identidad absoluta, concluiremos que esas palabras germánicas tam bién descienden, a través de diver­sos procesos miméticos, de la m ism a lengua m adre común. La re ­construcción de las palabras y form as de esta lengua m adre es tam ­bién asunto de probabilidad. Las consonantes de la palabra para “p ad re” aparecen en la m ayoría de las lenguas como p -t-r , y así podem os atribuirlas con cierto grado de probabilidad a la lengua m adre. Las vocales son m ás difíciles de fijar, pero los estudiosos coinciden en represen tar la form a ide. como *p9tër. Debe tenerse presente que esto no es m ás que una fórm ula útil p ara expresar la incóm oda ecuación

lat. pater = gr. πατήρ = ser. pitár- = gót. fadar = airl. athir, etc.

Igualm ente el paralelism o observado en los sonidos integrantes de la serie de correspondencias puede ser resum ido cóm odam ente po r el h istoriador de la lengua latina con fórm ulas como “ide. *p > lat. p ”, m ejor que con el engorroso lat. p = gr. p = ser. p = germ. / = célt. cero. Debe insistirse en que las form as reconstru i­das ides. no tienen existencia m ás que como fórm ulas convenientes a los paralelism os observados. Son meros sum arios de parentescos. Por ello no será objeción válida a una form a reconstruida tal como *stVuH ró- el decir que jam ás órgano vocal hum ano alguno p ro ­nunció ta l serie de sonidos. No se pretende tal existencia fonética p ara la fórm ula. No obstante, hay sonidos que, con distin tos grados de probabilidad, podemos asignar a la lengua m adre ide., y es útil a efectos de exposición y referencia usar una fórm ula tipo ide. *p > lat. p en vez de em plear en cada ocasión la ecuación com pleta de la que la fórm ula es un compendio.

V o c a l e s

Acento

El tra tam iento de las vocales ides. en latín varía según el tipo de sílaba en que se encuentran. Están muy influidas po r el acento.

Acento es la prom inencia dada por diversos medios a una sílaba de una palabra sobre o tras de la m isma palabra o expresión. Dicha

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 213

prom inencia puede conseguirse pronunciándola con un tono m ás elevado (tono o acento musical) o por una expulsión m ás fuerte del aire (acento de intensidad o exp ira to rio ). En unas lenguas el acento puede recaer sobre cualquier sílaba de la palabra, y el acento se llam a “libre”. En otras recae regularm ente sobre una determ inada sílaba, y recibe entonces el nom bre de “fijo”. El acento prim itivo ide. era musical libre, pero ese sistem a no existía ya en latín clásico, en el que el acento carga sobre la penúltim a sílaba si ésta es larga y sobre la antepenúltim a si la penúltim a es breve. P or ello debemos pronunciar dúclm us pero ducám us (para las excepciones véase p. 222). Sin embargo, los estudiosos están divididos en lo que res­pecta a sus opiniones sobre la naturaleza del acento latino, y hem os de revisar brevem ente los datos. Tenemos en prim er lugar el te s ti­monio directo de los gram áticos latinos, que, al describir el acento de su lengua, utilizan una term inología que sugiere distinciones de tono m ás que de intensidad. Así, Varrón contrasta el tono d e un sonido, su altitudo, con su cantidad, longitudo: p. ej. “cum pars ver­bi au t in grave deprim itur au t sublim atur in acutum ” (L. L., 210, 10-16, GS.). Sem ejante testim onio podría parecer poner fuera de duda que el latín clásico tenía un acento musical. La práctica de los poetas clásicos, que basaban su versificación en la cantidad de las sílabas olvidando el acento, se considera como una p rueba indirec­ta. Ésta es la opinión m antenida p o r la m ayoría de los lingüistas franceses, que creen que el acento tonal o m usical se m antuvo hasta el siglo IV d. C.

Pero fuera de Francia los estudiosos se inclinan a poner en tela de juicio la credibilidad de los gram áticos rom anos. En los estudios gram aticales, como en otros muchos campos, los rom anos fueron im itadores serviles de los griegos. Las m ism as palabras accentus, gravis y acutus son “calcos” de los térm inos griegos προσωδία, βαρεία y οξεία. Por ello, se advierte, deberíam os cuidarnos de aceptar des­cripciones del acento latino que están m etidas a la .fuerza en una term inología científica proyectada para describir una lengua de tipo diferente. In teresa advertir, adem ás, que los gram áticos griegos si­guieron hablando de οξεία y βαρεία m ucho después de que el acento griego hubiese pasado de ser musical a ser de intensidad. Por tanto puede resu ltar m ás seguro ignorar tan sospechoso testim onio y con­fiar en deducciones sacadas de hechos que podam os observar por nosotros mismos. De la m ayor im portancia es el fenómeno de la síncopa, la eliminación de vocales átonas, ya que es generalmente un acom pañante de un fuerte acento de intensidad. Topónimos ingleses como Gódmanchester y Wávendon, que se pronuncian [gAmsta] y [w sndgn], proporcionan ejem plos clarísim os. En irlan ­dés antiguo, tam bién, préstam os latinos como philosophus y aposto-

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214 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

lus aparecen en la form a sincopada felsub y apsta l.1 Síncopas sem e­jan tes se dieron en todos los períodos del latín (véase infra) : p. ej. auceps < *avicaps, officina < * opificina (cf. opifex), undecim < *unodecem, etc. Cuando las vocales de las sílabas no iniciales no se perdieron absolutam ente por síncopa, sufrieron debilitam iento de varios tipos: p. ej. afficio < *ad-facio. Más abajo se hablará con detalle de estos cambios. Por el m om ento baste con advertir que la síncopa o debilitam iento nunca afectan a la vocal de la prim era sílaba en palabras tónicas. Estos hechos sugieren la conclusión de que el latín tuvo en algún m om ento un acento de intensidad sobre la sílaba inicial y que fue éste el que produjo síncopas como aetas <

) *aevitas y debilitam ientos como occido < *obcado. La ley de la pe­núltim a sílaba del latín clásico refleja un cambio posterior de hábitos que restringió el acento según las condiciones arriba fijadas. Adviér­tase que en las palabras de cuatro o m ás sílabas había un acento secundario: aèdificâvit, tém pesthtem . P rueban esto: (1) el hecho de que en italiano se produzca^ la geminación de la consonante siguien­te (p. ej. scellerato = sceleratus), y (2) el hecho de que ta l acento se ­cundario cuente como pleno en versificación (p. ej. en el sa tu rn io 2 dédet tem pestatibus || aide m éretod y en cuarto pie de un p en tá ­m etro dïl&ni I antür <5|pés; véase in fra). Una enclítica adelanta el acento a la últim a sílaba de la palabra a la que está unida: vidés-ne, egó-ne. Con síncopa de la vocal final tenemos la pronunciación vidén, egón. Que el acento del latín prim itivo caía sobre la p rim era sílaba está confirmado por el testim onio del osco-um bro, donde la síncopa es m ás violenta que en latín y afecta a todas las sílabas excepto a la prim era. La m étrica plautina tam bién im plica que la p rim itiva acen­tuación persistiera todavía en algunas palabras: las que tenían laestructu ra rítm ica ^ ^ ^ a (p. ej. fâcîlîüs, mülïêrëm, seqm nüní) se acentuaban en la prim era sílaba. En otros aspectos la prosodia p lau­tina m uestra que la ley de la penúltim a estaba operando ya en su época. Que el acento era todavía de intensidad viene sugerido por la persistencia de la síncopa en la sílaba inm ediata siguiente al acento, p. ej. audäcter < audáciter, sinistra < *sinístera. P rueba tam bién la existencia del acento de intensidad la ley de abreviación yám bica (brevis brevians) según la cual la sílaba larga en una sucesión yám ­bica se abrevia si el acento la sigue o precede inm ediatam ente: p. ej. modo > modo, m ihï > mïhï, benë > bènë, etc.

Que el acento latino difería en el período clásico del acento m u­sical del griego clásico viene indicado por las diferentes prácticas

1. L i n d s a y , L a tin language, p . 170.2 . S i n e m b a r g o h a y m u c h a i n s e g u r i d a d e n c u a n t o a l a b a s e m é t r i c a d e

l a m e d i d a s a t u r n i a . [ N o t a 19.1

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 215m étricas introducidas por los poetas rom anos en los m etros que im itaron de modelos griegos. Plauto y Terencio tienden a arm oni­zar el ictus del verso con el acento de la palabra, m ientras en griego el acento de palabra no desem peña papel alguno. Lo mismo ocurre en el hexám etro com puesto por Ennio, contem poráneo de Plauto. Aquí hemos de in troducir una advertencia sobre el ritm o en general. El ritm o surge de la recurrencia regular de im presiones sensoriales. Una rigidez demasiado grande en el tipo recurrente, sin embargo, produce pronto cansancio, y agrado las variaciones en el ritm o b á ­sico. Pero la peculiar tensión entre variaciones y tipo básico queda destru ida si tales variaciones son tan frecuentes o tan complicadas que .el sentido del ritm o fundam ental se pierde.

Por consiguiente, al oyente ha de recordársele a intervalos este ritm o básico, y tales recordatorios son muy oportunos en el final de las estructuras rítm icas complejas, en las cadencias. Por ejemplo, el hexám etro siem pre term inaba en - w | - - , Pues bien, se ha hecho ver que m ientras los poetas rom anos no aseguraban la coin­cidencia de ictus y acento en los prim eros cuatro pies del hexám e­tro , dicha arm onía aparece en los dos últim os pies, elevándose la proporción de casos positivos desde un 92,8 % en Ennio a m ás del 99 % en Virgilio. [N o t a 20.] P ara el pentám etro se han observado hechos similares, po r lo cual se ha sostenido recientem ente que “el ritm o buscado por Tibulo, Propercio, Ovidio y Marcial para la se­gunda m itad del pentám etro contiene una m arcada concordancia ic tu s-acento en el cuarto pie y un conflicto ¿cíws-acento en la según-

4 S · 5 «da p arte del quinto pie” : 3 p. ej. unde m o\vetur á]mor, donde la intención obvia es sentar firm em ente el ritm o dactilico al comienzo de la segunda m itad del pentám etro, pero evitar el ritm o pobre d is­poniendo un choque en el siguiente pie. De todo ello resulta que al m enos u n principio de variación rítm ica usado por los poetas rom a­nos fue la interacción del ictus de verso y acento de palabra, con vuelta a la coincidencia en la parte cadencial del verso donde era deseable m arcar claram ente el ritm o básico. En griego no encontra­m os nada sim ilar hasta los coliambos de Babrio ■—que siem pre pone un acento sobre la penúltim a sílaba—, y por entonces el acento grie­go había pasado de musical a de intensidad. Es difícil, pues, resistir a la conclusión de que esta diferencia de p ráctica m étrica implica un acento latino diferente del griego musical, a despecho del uso com ún de térm inos técnicos que implican acento musical. Esto no excluye la posibilidad de que la sílaba acentuada latina fuese p ro ­nunciada con un tono m ás elevado que la átona, pero éste es un ra s ­go secundario del acento intensivo al igual que en inglés.

. 3. G. A. W i l k i n s o n , “Class. Qu.”, XLII, 1948, p. 74.

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216 INTRODUCCIÓN AL LATIN

P ara el período posterior al 300 d. C. hay acuerdo general entre los estudiosos en que el latín se caracterizaba por tener acento de intensidad. Para ello contam os con el testim onio de gram áticos como Pompeyo (siglo v d. C.) : “ergo illa syllaba quae accentum habet plus sonat” (V, 126 Κ .). También la síncopa es u n dato m ás que nos p ro ­porciona testim onio inequívoco: domina > dom na (de aquí it. donna y esp. dueña), oculum > oclu (it. occhio, esp. ojo).

V o c a l e s

El sistem a fonológico ide. com prendía las vocales a, e, o, i, u, que podían ser largas o breves, y las combinaciones en diptongo de las tres prim eras con las semivocales o sonantes i, u, r, l, m , n. El t r a ­tam iento de estos sonidos heredados en latín varía según el tipo de sílaba en que aparecen. Los examinaremos bajo los tres epígrafes (1) sílaba inicial, (2) sílaba medial, (3) sílaba final.

Sílabas iniciales

En el latín m ás antiguo, como hemos visto, estas vocales esta­b a n acentuadas, y por ello se m antienen con regular constancia.a aciés = gr. άκρός.4

ago = gr. αγω.ager = gr. αγρός, ser. ájras, ing. acre, alius = gr. άλλος.

ä m äter = gr. dór. μάτηρ, ser. m atar-, frä ter = gr. φρόΐηρ. fäm a = gr. dór. φάμα.

e ego = gr. έγώ. genus = gr. γένος. est = gr. έστί.

1. Ante una nasal velar [η] e > i: Unguo — τέγγω, quinque < * penque (con vocal alargada por analogía con quintus). Obsérvese que gn se pronunciaba [qn] : por ello dignus de *dec-nos, cf. dec-et.

2. La proximidad del sonido u producía el cambio de e a o: p. ej. novos = vá(F)oq, novem = (év)véFa; socer = (σ)Ρεκυρός, cf. ser. çvâçuras, soror < *suesör, cf. al. Schwester; somnus < *suepnos,cf. ser. svápnas, anor. svefn; coquo < *quequo (véase p. 226), bonus <

4. El griego conserva las vocales ides, con un a lto grado de fidelidad; por e llo n o s b astará con c ita r las palabras griegas correspondientes. A dviértase que e l signo = significa “em parentado con” y no “idéntico a ”.

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GRAMÁTICA HISTÓRICO “COMP AR ADA 217

lat. arc. dueños. Esta tendencia debe haber persistido hasta la época de los primeros contactos de Roma con Grecia si, como parece pro­bable, ovare deriva del grito ritual griego de las bacantes.

3. e pasa a o ante velar [1] (véase infra). Esto explica la vocalde volo, etc., en cuanto opuesto a velim, velle: además téngase encuenta solvo < *se-luo, oliva < *elaiuä. E ste cambio fu e fren a d o por una consonante palatal precedente: así tenemos scelus, gelu, e tc ., pero holus < más antiguo helus.

jëm ina = gr. θη-λή, etc.fëcit = gr. ë-θη-κε.plënus = gr. πλή-ρης.octö = gr. όκτώ.ovis = gr. ö(F) ις.potis = gr. πόσις, ser. pâtis.

1. o > u ante nasal velar [η] y ante [m] : uncus = ογκος; un­guis, cf. βνυξ; umbo, cf. όμψαλός; hunc, lat. arc. hone < *hom-ce(pero repárese en longus, gót. laggs).

2. o > u ante [H + consonante: sulcus = δλκος, vult, pero volo (véase infra), culpa, lat. are. colpa, multa, lat. arc. molta.

3. ou > au en sílaba que precede al acento: cavere, cf. k o ( F ) é k >,

favissae, pero fóvea, lavare, cf. λό(Ρ)ω.4. uo- > ue- ante r, s y t, cambio que tuvo lugar hacia mediados

del siglo i i a. C.: vor sus, voster, vortex, voto > versus, vester, vertex, veto. [N o ta 21.]

5. En algunas palabras de posible origen dialectal aparece u en lugar de o ante r en sílaba cerrada (cf. i en lugar de e, p. 69) : ursus por *orsos (cf. άρκτος, ser. flesas); furnus pero fornax.

dönum = gr. δώ-ρον. öcior = gr. ώκύς.(g)nötus = gr. γνωτός.

1. También aquí encontramos la vocal cerrada en ü ante una r, en fur cf. gr. φώρ y cur, lat. arc. quör. Esto puede deberse al influjo de la consonante labial o labiovelar precedente, pero se ha apuntado que für es un préstamo antiguo del griego a través del etrusco (véa­se p. 60).

2. öu > äu en oetävus, paralelo al cambio öu > äu; pero se trata de un ejemplo aislado incluido aquí por comodidad.

Este sonido ide. viene exigido por la necesidad de d ar razón de ecuaciones como päter = gr. πατήρ = ser. pitá; status = gr. στα- τός = ser. sthitás. Resulta de esto que la representación latina

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218 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

es á, como en todas las lenguas ides. excepto el indo-iranio. [N o ta 2 2 .]

i > i video = gr. (F)iôeîv, ing. wit, ser. vidm á “sabem os” .*dix, dlcis, dlcare = gr. δίκ-η.

1. i > e a n te la r p ro c e d e n te de s in te rv o c á lic a (véase p. 2 3 1) :*si-sö > sero; cinis, cineris < *cinises.

I > i vis = gr. (F)iq.vivus = ser. jïvâs < *g»iu- (véase p . 2 2 8 ) . virus = gr. (F)Tóq < (*ulsos).

u > u iuvenis = ser. yúvan-,iugum = gr. ζυγόν, ser. yugám, got. ju k (ing. yoke), ruber = gr. έ-ρυθρός, ser. rudhiräs.

1. E n tre l y u n a la b ia l u p a s ó a i, p re su m ib le m e n te a t ra v é sde [ü ] : lubet > libet (cf. m á s a d e la n te so b re oi). [N o ta 23.]

ü > ü m us = gr. μϋς, aaa. mus, “ra tón”. süs = gr. 6ς, aaa. sü, “cerda” . füm us = gr. θυμός, ser. dhümás.

Diptongos

ai > ai en lat. arc. > ae a principios del siglo π a. C. aedes (lat. are. aidilis) ~ gr. αιθω, ser. édhas. laevus = gr. Xoci(F)óq; scaevus = gr. aKoci(F)óq.

ei En las inscripciones de fecha tem prana este sonido está dife­renciado claram ente de l heredada, pero pasó a l hacia m ediados del siglo i i a. C. El estadio interm edio de ë cerrada aparece en grafías tales como devos, vecos, y esta pronunciación al parecer se m antuvo en ciertos dialectos rústicos. Por ejemplo vella por villa es atribuido a los ru s tid por Varrón, R. R., 1, 2, 14. lat. are. deico = gr. δείκνυμι, etc.

fido = gr. πείθω (*φε[θω), etc.It = gr. εΐ-σι, ser. éti, lit. eïti.

■oi Se conservó en latín arcaico, pero por la época de Plauto, si hemos de juzgar por su juego de palabras con Lydus y ludus (< loidos), se había m onoptongado en ü. Hubo evidentemente un estadio interm edio oe que se continuó en grafías arcaicas como las que encontram os, por ejemplo, en las Leyes de Cicerón (coerari, etc.).

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 219

lat. are. oino, lat. clás. ünus = gr. οίνή “el as (en los d ad o s)” gót. ains, etc.

lat. are. comoinem, lat. clás. com m ünis = airl. m&in, m öin < *moinl~.

lat. are. coiravit, pelig. coisatens = cüràvërunt.lat. are. sudor = ser. svédas, aaa. sweiz “sudor” < * swoid.

1. En sílabas iniciales, detrás de u, oi pasó a ei en latín arcaico por disimilación, y ei luego se convirtió en z (véase ei) :

vidi = ( F ) οΐδα, ser. véda, etc.vïeus — (F)οίκος, etc.; vinum = (F)οίνος, etc.2. El mismo cambio se da después de I ante una consonante labial

en liquit, si esta forma procede de *leloiq'‘et, lo que es inseguro. l a ï podría ser importada del compuesto reliquit, donde î es resultado normal de oi en sílaba medial (véase infra).

3. La grafía antigua se conservó en ciertas palabras pertenecientes a las esferas conservadoras del derecho y la religión: poena (gr. ποι­νή) pero pünio, foedus (lat. are. foidere), moenia (pero mñrus, lat. are. moiros, moerus —emparentado con ing. mere en mere-stone, “mo­jón”—); Poeni pero Pünicus (gr. Φοίνικες).

au Se m antiene sin cambio.auris, aus-culto = lit. ausis, gót. ausö. augeo, augur, etc. = gr. ,αυξω, gót. aukan. paucus = gr. ιταϋρος.

1. au en latin representa también avi- sincopado: auceps < *avi- caps; naufragus < *navifragos.

2. En el habla dialectal y popular au > ö: p. ej. olla, plostrum, etc. Publio Clodio por razones políticas adoptó la pronunciación vulgar de su nombre gentilicio Claudius. La reacción contra ö como signo de vulgaridad produjo el hiperurbanismo plaudo, como se deduce del compuesto explödo, porque expiando hubiera dado explüdo (véa­se p. 222). Se cuenta de Vespasiano que, censurado por su pronuncia­ción vulgar piastra, se dirigió a su corrector llamándole Flaurus en vez de Flörus.

eu > ou en m uchas lenguas de Ita lia antigua incluyendo el latín (p. 18). ou se m antuvo en latín arcaico pero pasó a ü en el clá­sico (el ejem plo m ás antiguo en el siglo m a. C . ) . lat. are. abdoucit, lat. clás. düeit — gót. tiuhan < *deuk. lat. are. Loucilios, lat. clás. Lücius, lücem = gr. λευκός, gót,.

liuhap < *leuk. uro = gr. εϋω < *euso.

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2 2 0 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

1. En la tin o -fa lisc o e n tre l y c o n so n a n te la b ia l ou se d is im iló en oi. P o r e je m p lo *leudhro- “l ib r e ” (of. g r. έ -λ ε υ θ -ε ρ ό ς ) > *loufro- (p. 229 s o b re -dh > f) e n la t ín a rc a ic o . É ste lu eg o se d is im iló en *loifro- (cf. fa l . loifirtato). En la t . a rc . e s te so n id o p a s ó a ei (leiber) y d e a q u í a l (líber, vé a se p . 2 18 ) . E ste c a m b io e s u n t ip o d e d is im i­la c ió n an á lo g o a l de u e n tre l y u n a c o n so n a n te la b ia l (véase s u p ra , p . 2 18 ) .

ou > ou en latín arcaico, de donde > ü.lat. are. loucom, lücus = aaa. löh “claro de bosque”, ing. lea,

lit. laükas.noutrïx, nû trlx < antiguo femenino *noutrï < raíz *sneu.

En general podemos decir que la tendencia del la tín es a asi­m ilar el p rim er elemento de los diptongos al segundo, si bien en condiciones específicas domina el p rim er elem ento (p. ej.oi > ei).

Además de los diptongos breves el indoeuropeo tenía una serie de diptongos largos, que se conservaron m ejor que en n in ­guna o tra lengua en indo-iranio. Ya en indoeuropeo prim itivo, sin embargo, se perdió el segundo elemento en ciertas posicio­nes: p. ej. ante una -m (*g^óus pero acusativo *guöm). En la tín estos sonidos son distinguibles de los correspondientes diptongos breves solam ente en posición final: ante consonantes se han abre­viado, pero ante vocales la serie con i dejó caer este sonido, de m odo que äi > ä, öl > δ.

ëi rës = ser. ras, gen. sg. rayás < *rëis. öu duö = ser. dvä, dväu < *d(u)uöu.

octö = ser. as tau, gót. ahtau < *oktöu.

Sílabas no iniciales [N o t a 24]

En sílabas no iniciales, como hemos visto m ás arriba, las voca­les breves y diptongos breves experim entaron alteraciones que dife­rían según la sílaba term inase en vocal o consonante: *ád-fa-cio, *ád-fac-tos > af-fi-cio, af-fec-tus. En virtud de esto, los hechos pue­den resum irse bajo los epígrafes de (1) sílabas abiertas y (2) ce­rradas.

Sílabas abiertas. Todas las vocales breves pasaron a ,i. a fació: con/icio; cado: occido; ratus: irritus; m âcina < *mäcänä

(gr. dór. τταχανδ). ;e sedeo: obsideo; medius: dimidius; lego: colligo, etc.o (st)locus: ilico < in stlocö (véase p. 233); novitäs, cf. gr.

νε(Γ) ότάς; hospitem < *hostipotem.

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 2 2 1

i video: Invideo; cito: incito; rigo: irrigo,u caput: capitis; cornu: corniger; m anus: manica.

1. Ante I el tratamiento varía según que dicho sonido tenga un timbre palatal (l exilis) o velar (l pinguis). Ante l palatal (es decir, seguida por i) la vocal breve aparece como ¿’ ante l velar (es decir, seguida por e, a, o, u) como u: p. ej. sédulo < sedólo; exilium: exu- lans; familia: famulus; similis: simulare. Lo mismo los préstamos griegos; scutula < σκυτάλδ; crápula < κραιπάλδ; paenula < φαι­νόλης.'Obsérvese que o aparece tras υ o una vocal: parvolus, filiolus, viola.

2. La evolución progresiva hacia i se detuvo en el estadio inter: medio e ante r, consonante que en muchas lenguas tiene el efecto de atraer a las vocales vecina^: cinis: cineris; genus: generis; Falis­ci: Falerii; dare: reddere; camera < καμάρα. Ante r se conservó la o: memoria, pectoris, temporis, etc.

3. Ante labiales la vocal aparece diversamente como i o w, siendo al parecer [y] la pronunciación real: “medius est quidam u et i lit­terae sonus, non enim optimum dicimus aut optumum" (Quintiliano, I, 4, 8). [Nota 25.] Es difícil ignorar este testimonio de un gramático experto, pero es posible que grafías persistentes como incipio pero occubo, regimentum pero documentum, reflejen diferencias reales de pronunciación,' *és decir, i tras i, e y a, pero u tras o y u en la sílaba precedente.

Sílabas cerradas a > e, y o > u; e, i y u perm anecen inalteradas. a aptus; ineptus; castus: incestus; annus: biennis; arma: inermis;

parco: peperci; damno: condemno; gr. τάλαντον: talentum.

1. Ante [η] esta e, al igual que e acentuada, pasa a i: frango: confringo; tango: contingo.

2. Ante [1] velar (véase supra) esta *e > u: calco: inculco; salsus: insulsus.

e sessus: obsessus.1. Ante l velar, e > u: percello: perculsus < *per-celsos.

o onustus < *onostos; euntis < *eiontes; alum nus < *alomnos; secundus < *seq*ondos; industrius < *endostruos; gr. άμόργη > amurca (este préstam o en tró a través del e tru sco ).

1. Después de u, o se mantuvo hasta el siglo i d. C. Por ello las grafías clásicas fueron fruontur, sequontur, etc.

u *düctos: adductus, etc.

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2 2 2 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Diptongos

ei y ou experim entaron los mismos cam'bios que en sílaba inicial, es decir, se m antuvieron en latín arcaico y luego > i y ü: p. ej. feido: confído; douco: addüco.ai > ei en latín arcaico y luego > l: inceideretis < *encaid-; aestimo:

existimo·; aequos: iniquos; gr. èÀaiFa: oliva, au > ü, posiblemente via ou: fraudo: lat. arc. defrüdo; claudo: in­

cludo. audio: oboedio no ha sido explicado satisfactoriam ente. Puede ser simplemente una pronunciación arcaizante de *obüdio en la lengua jurídica.

oi El único ejemplo es pôm ërium < *postmoiriovi.

Vocales y diptongos en sílabas finales

Sílabas abiertasa se ha conservado claram ente en ita, aliuta (cf. itidem ). En opi­

nión de algunos estudiosos, estas form as se produjeron por abre­viación yám bica de *itä, *utä (véase sin em bargo p. 281).

e se mantiene: age, domine.0 > e: sequere < *sequeso, cf. gr. εττεο. Respecto a Ule véase “P ro ­

nom bres”, p. 255.1 > e: mare, mari-a; *anti (gr. αντί) > ante. Los ablativos pede,

etc., son en su origen locativos correspondientes a ποδί, etc., en griego.

En ciertas partículas y form as de pronunciación ráp ida la vocal breve se ha perdido en algún caso : quin < qui-ne, sin < sine, vidén < vidësne, ain < ais-ne. Esto es lo que ha originadç excepciones apa­rentes a las leyes de acentuación: m dés-ne > vidén.

La i final se perdió en las desinencias prim arias del verbo: tre- m onti > trem unt, * sonti > sunt, *es-ti > est (pero véase p. 263 so­b re ess).

Sílabas cerradasa > e: artifex < *-fax, rémex < *-ags, cornicen < *-can, princeps,

auceps < *~caps.e se mantiene: auspex, senex, nöm en (con e n < n ) , decem (con

em < m ).

1. Ante -s y -t, e > i en el siglo in a. C.: por ello agis < *ages(i), agit < *aget(i); cf. los genitivos de lat. are., Cereres, etc., y el per­fecto dedet.

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 223i se ha m antenido en ovis, lapis < *lapid-s, salix, etc. El diferente

tratam iento que vemos en iüdex < *iouz-diks, comes < *com it-s se debe probablem ente a la analogía de form as como auspicem: auspex; artificem : artifex,

u no cambio: manus, manum , etc.o > i i e n aliud, Istud. Ante -s y -m se m antuvo en lat. are. : m a­

ntos, Luciom, etc., pero > u en época clásica, excepto cuando iba precedida de v, u: por ello dom inus pero parvos, exiguos, etc.

1. E l d e s a r r o llo d ife re n te , d e hospes < *hostipots, se d eb e ta m ­b ién a a n a lo g ía d e artificem : artifex, e tc .

Diptongos

P ara los diptongos largos véase p. 220. Los diptongos breves ex­perim entaron los mismos cambios que en sílabas mediales.

-ai, -et y -oi todos > lat. arc. -ei > lat. clás. -I. P ara ejemplos véanse las desinencias casuales en “M orfología”. Las vocales largas en sílabas finales se conservaron por lo general, pero en latín clásico se produjo la abreviación ante -m , - t y -nt, y en las palabras po li­sílabas tam bién ante - r y -l. Por ello tenem os dücds, dücës, etc., pero dücäm, düeär, dücät, dücëm, dûcënt, dücët. A éstos hemos de aña­d ir los num erosos ejemplos de abreviación yám bica como ëquâ, bönä, ego, etc. Pero este fenómeno fue tanto extendido como res­tringido por influencias analógicas. Así, P lauto tiene los esperados röga, cave, aunque m ás tarde encontram os rögä, cüvë. En mödö, bënê se ven abreviaciones regulares, pero ergo y contra no pueden, desde luego, deberse a la acción de esa ley. Sobre el alargamiento de vocales ante ciertos grupos consonánticos véase p. 232.

L a s so n a n t e s

Ciertos tipos de sonidos, según el contexto fonético en que se hallen, funcionan como vocales o consonantes, es decir, como centro silábico o no. Tales eran en ide. las sonantes i(i), u (u ) , r(r), 1(1), m (m ), n (n ).¿ (sobre i véase supra) en posición inicial se conservó en latín:

p. ej. iugum: gr. ζυγόν, ser. yugám, ing. yoke; iecur: gr. fjmxp, ser. yakrt. Entre vocales i se perdió: p. ej. très < *treies, cf. ser. tráyas; moneo < *mone-iö.Tras consonantes i vocalizó en i.m edius = o. méfiai, gr. μέσ(σ)ος, ser. m ádhyas < *medhios.

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224 INTRODUCCIÓN AL LATIN

alius = o. alio-, gr. άλλος < *a,líos. venio < (véase p. 228).

1. -di-, -gi-, -si- > -ii- que se escribió i, p. ej. maius (pronuncia­do maiius) < * mag-ios; peius (pronunciado peiius) < *pedios. Para quoius < *quosio-s véase p. 256. Se dice que Cicerón prefería las gra­fías con ii en tales palabras (Quintiliano, I, 4, 11).

2. lovis < *dieues todavía se escribe Diovis en lat. are.

u se conservó en posición inicial ante vocales y entre vocales: mdi = gr. ( F ) olóoc, ser. véda, etc. vlcus = gr. (F ) οίκος, etc. novem = ser. nava, etc. novos = gr. v é (F )o ç , ser. navas, ing. nem ovis = gr. ó (F ) ις, etc.

1. Entre vocales iguales u desapareció y las vocales se contra­jeron: sis ,'< slvls, latrina < lavatrina, ditias < divitias. Pero -vi- fue restaurado con frecuencia por la analogía.

2. u se conservó tras k, s: equos = ser. divas, etc. < * ekuos; suavis — ser. svádús, ing. sweet, etc. < *suadui-s.

3. u se vocalizó tras í medial: quattuor = ser. catvaras, gal. pedwar < *q«etuöres (véase p. 260).

4. u se perdió tras las labiales p y f: aperio < *ap-ueriô; fores = aesl. dvtri, ing. door < *dhuer-/ dhuor-,

5. u entraba en combinación con d (p. 227), gh (p. 230) y gvh (p. 230).

6. u se perdió ante u y, excepto en posición inicial, ante o: somnus < *suopnos *suepnos (p. 232); parum < parvom; deorsum < devorsum; soror < *suesó¡· (véase infra).

Sobre colo, cum, cur, véase p. 228.

r r consonántica se mantiene.ruber = gr. έ-ρυθρός, ing. red (p. 229). fero = gr. φέρω, ing. bear (p. 229).

1. C uando la v o ca l que le se g u ía se p e r d ía p o r s ín c o p a , la r se h a c ía silá b ica , y e s tá rep resen ta d a en la tín p o r -er: p. e j . ter = xρίς (tris > ífs > ters > ter); cf. certus < *kritos, testis < *terstis < “tristis (cf. o . tristaamentud = testamento); ager < *agros (gr. άγρός); âcer < *âcris; agellus < *agflos < '*agrolos.

r La sonante ide. r (para distinguirla de la r que deviene sonante secundariam ente en latín) está representada en la tín como or: fors = ser. bhrtis < *bhrtis. mors = ser. m rtis < *mrtis.

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 225

posco = ser. prcchämi “yo pregunto”, al. forschen < *porc-scö < *prk-skö.En una sílaba final -o r > -Mr: iecur: ser. î/afcri < *iequr-t (p. 228).

Z se m antiene en latin.linquo = gr. λείπω, ing. Zeawe < *leiqv (p. 228).lego = gr. λέγω, etc. < *leg.in-clutus = gr. κλυτός, ser. érutás, < *klutós.

I en latín aparece como ol:m ollis = gr. ά-μαλδ-ύνω, ser. m rdús < *molduis < *mldu-,

m se mantiene.m ater = gr. ματηρ, ing. mother, etc. nóm en = gr. ονομα, ser. ñama, ing. name, dom us = gr. δόμος, etc.

ψ > lat. em.decem = gr. δέκα, ser. dása < *dekm. septem = gr. έπτά, ser. saptá < *septm.centum (en po r em por asimilación a la í siguiente) = gr. έ-κατόν, ser. satdm < * (d)km tom .

La m final tenía una pronunciación relajada y era poco más que una nasalización de la vocal precedente: de aquí las grafías oino, aide, duonoro, etc., en latín arcaico.

n se mantiene:novem, novus (p. 216). genus = gr. γένος, ing. Mn, etc. < *genos.

n > lat. en:tentus = gr. τατός, ser. tatás < *tntós.Sobre novem po r *noven < *neun, véase p. 260.

Ante s, n latina desaparecida en sílabas finales con alargam ien­to de la vocal precedente: p. ej. servös, mensas, rêgês < * servons, *mensäns, *reg~ns. En las sílabas mediales la n se m antuvo m ás tiem po (mënsis, änser, etc.), pero la m isma tendencia a su pérdida se m antuvo a lo ¡largo de la h istoria del latín, de tal m anera que las lenguas rom ánicas no presentan ejemplos de n ante s. G rafías como cosol, cesor, etc., aparecen en fecha tem pra­na, y esa “n m uda” fue introducida erróneam ente con frecuen­cia, por ejemplo en thensaurus, form onsus, etc.

Cuando se perdía por síncopa la vocal siguiente, al igual que r se hacía silábica la n, y esa # está representada por en o in: p. ej. Sabellus < *Safn(o)los; sigillum (< sigxßom < *signolom); cf. pugil­lus < *pugno-los, pastillus < *pastnilos (pañis deriva de *pastnis).

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226 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

L a s c o n s o n a n t e s

Los fonemas consonánticos ides. com prendían una rica variedad de oclusivas, sordas (p, t, k, q y q»), sonoras (b, d, g, g y g»), con los correspondientes sonidos aspirados (ph, etc., y bh, etc,). La ún i­ca fricativa era la s (sonora z en ciertos contextos fónicos). [ N o t a 26.]

El latín no distingue entre la serie palatal y la velar ni entre as­piradas sordas y sonoras. Del sistem a mencionado, el latín conservó generalmente p, t, k, (q), q», y b, d, g, (g), afectando los cambios im portantes a las labiovelares sonoras y a las oclusivas aspiradas.

Sordas SonorasSordas

aspiradasSonoras

aspiradas

Labiales P b ph bh

Dentales t d th dh

Palatales k 9 kh gh

Velares q g qh gft

Labiovelares qu g» quh g uh

Fricativas s z — —

p pater = gr. ιτατηρ, etc.potis = gr. πόσις, ser. pátis. septem = gr. έπτά, etc. clepere = gr. κλέπτω, etc.

1. En p o s ic ió n in ic ia l la p se a s im ila cu a n d o la s íla b a s ig u ie n te oom ien za co n u n a la b io v e la r: *peqvö > *quequö > *quoqnö > coquö; *penqve > *quenque > quinqué (i larga se g ú n quintus).

b Se han fijado pocas ecuaciones que presenten este sonido.trabs = o. trííbúm “dom um ”, lit. trobà “casa”, ing. thorp. dë-bi-lis = ser. balám “fuerza”.

t Véase tres, pater, est, septem, tego, etc.

1. ti > cl: p . ej. pöclom < *pôtlom; saeclom < *saitlom; ex­ondare < άντλεΐν . T a m b ién a p a recen fo r m a s se c u n d a r ia s co n u n a v o ca l a n a p tíc tica : poculum, saeculum, etc .

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GRAMÁTICA HISTORICO-COMPAR ADA 227

2. Tras consonante la t final se perdió: lac < *lact.3. Tras vocal -í final > -d: p. ej. feced, etc. (véase p. 263).

d dom us = gr. δόμος, etc.dönum, dare = gr. δώρον, etc. edo = gr. εδω, ing. eat, etc.cord-is = gr. καρδία, κραδίη, ing. heart < *kerd/krd.

1. En algunas formas dialectales se observa alternancia de d y l: lingua x dingua; lacruma X dacruma; oleo x odor; sedeo X solium (véase p. 48).

2. du > b-: p. ej. bonus, bellum, lat. arc. dueños, duellum.3. Tras vocales largas la d final se perdió: sé por sêd, ablativo

en -ó por -öd (p. 244).4. Tras consonante la d final se perdió: p. ej. cor < *cord.

k Véase centum, decem, vicus, dico (lat. arc. deico = gr. δείκ-νυμι), etcétera.

q E sta oclusiva velar ide. viene exigida por la necesidad de darcuenta de ecuaciones en las que las lenguas satem (p. 41) p re ­sentan una gutural oclusiva k, no la fricativa s, etc., y que en o tras ecuaciones corresponde a la Te no satem : p. ej. crúor = gr. κρέας, ser. kravís < *qreu9s. Las lenguas no satem no d istin ­guen entre la serie palatal (k, etc.) y la velar (q, etc.).

g (g)nösco = gr. γι-γνώσκω, ser. jüä-, etc., < *gnö.genus = gr. γένος, ing. kin, ser. jánas < *genos. ago — gr. άγω, ser. djäm i < *agö.augeo = gr. αϋξω, gót. auka, ser. ójas- “fuerza” < *aug.

g Esta oclusiva velar viene exigida al igual que q po r ecuacionescomo la siguiente, donde g satem se corresponde con g no satem : tego = gr. στέγος, lit. stógas, “techo” < *steg.

Las oclusivas labiovelares

Estos sonidos que se postulan para el indoeuropeo eran p ro b a­blem ente oclusivas velares articuladas con un avance sim ultáneo de los labios (“redondeam iento labial”). En griego aparecen, según el contexto, como dentales (τ, δ, Θ), labiales (π, β, φ) y palatales (κ, γ, χ). En las lenguas satem no se las distingue de las velares sen­cillas. En los “dialectos itálicos” estos sonidos están representados por labiales (para intrusiones en el latín véase p. 47). ç» se m antiene en latín:

quis = o. pis, gr. ΐίς, ser. M s < *qH-,quod = o. po, gr. itoö, πόθεν, ττοδ-απός, etc. < *q»o~.

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228 INTRODUCCIÓN AL LATIN

quattuor = o. petora, gr. dór. τέτορες, ser. catväras (véase p. 260). sequor = gr. έπομαι, ser. sácate < *seç». linquo, llqui, gr. λείπω, ser. r i-n á -k ti < *leiqu.

1. El elemento labial se pierde:a) Ante u y o: secundus < *sequon<Xos; iecur < *iequor <

*ieq*£-t (p. 225); colo < *quolo < *quelo (p. 216) < *qvel. Obsérve­se el contraste de incola con inquilinus.

b) Ante i ide.: socius < *soquios; lacio < *laquiö (cf. laqueus).c) Ante otra consonante: coctus (cf. coquo); relictus (cf. lin­

quo); cf. nec y ac, que son las formas de neque y atque ante con­sonante.

d) Ante s: vöx < *uôqus (cf. gr. (Πέπος).2. En ciertos grupos de consonantes complejos -qu- se perdió:

quintus < *quinqutos (con alargamiento de la vocal ante -rjfcí como en sanctus, iünctus, etc.), tormentum < *torqumentum.

g» En inicial ante vocal y en posición intervocálica > v;venio = u. benust “venerit”, o. kum bened = “convenit”, gr. βαίνω,

ser. gam-, gót. qiman < *gvmiö-. vivus = o. bivus “vivi”, ser. jivás < *gyiuo-. veru = u. berus “veribus”, gót. qairu, airl. bir < *g#erw. flvo (lat. are. por figo) = lit. dygti < *dhlg*. lat. clás. figo ha

sido rehecho a partir del perfecto fixi. nüdus = gót. naqaps, ing. naked, 'iri. nocht. La palabra latina

tiene la raíz nog« con un sufijo "edo.· *nogv-edos > * nove- dos > nüdus.

1. Después de una nasal velar [ή] g» se mantiene: inguen = gr. άδήν < *pgvën; unguen, unguo = u. umtu, “unguito”, ser. anákti, airl. imi}, “manteca < *e/ongv-.

2. Ante r y Z, g« perdio el elemento labial: gravis = gr. βαρύς, gót. kaurus, “pesado”, ser. gurús, ser. < *g»ρκ-.

Cf. grätus = o. brateis “gratiae”, ser. gürtás, lit. gïrtas < ’"gvfgtós. glans, glandis y gr. βάλανος son de la misma raíz con un sufijo dife­rente; la d de la palabra latina se encuentra en eslavo zelqdl: < *g»eZa/guies.

Las oclusivas aspiradas

En la época prehistórica en latín y en los “dialectos itálicos” las oclusivas sonoras aspiradas se hicieron sordas y luego pasaron a espirantes sordas, excepto tras s, posición en la que perdieron la aspiración y se hicieron oclusivas sordas: bh > /, d h > *Q> f,

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 229

gh > * χ > h. Estos sonidos se conservaron en lo esencial en los dia­lectos itálicos, pero en latín urbano el tratam iento varió según el contexto fónico.bh En posición inicial > f:

fero = gr. φέρω, ser. bhárdmi, ing. bear < *bher.flös = sabino Flusare “F lorali”, ing. blossom < *bhlö-s.fäm a : gr. dór. φδμα < *bhä.fu l = gr. φϋ-voci, ser. a-bhú t “él fue”, gal. bum i “yo fui” < *bhu. frá ter = gr. φρατηρ, ser. bhrátar-, ing. brother < *bhrâtër.

1. Se encuentran formas dialectales con h por f: haba (faba), horda “vaca preñada” (cf. fordus < fero).

En posición medial la espirante se sonorizó y luego pasó a b oclusiva sonora:nebula = gr. νέφος, νεφέλη, ser. nábhas, al. Nebel < *nebh. orbus = gr. ορφανός < *orbh. am bo = gr. &μφω.

dh (> *θ) > / que se m antiene en posición inicial: fëcl = gr. ε-θη-κα, ser. adhät < *dhë.fë m im , fëcundus = gr. τιθήνη, θήλυς, ser. dhätrl “nodriza” <

*dhë “am am antar”. fúm u s = gr. θυμός, ser. dhüm ds < *dhümos. fingo, figulus = o. feihúss “m uros”, gr. τείχος, ser. dehas <

*dheigh (cf. p. 230).

Obsérvese que en griego y en sánscrito la primera de dos aspi­radas que comienzan sílabas adyacentes pierde la aspiración (ley de Grassmann).

En posición medial esta espirante se sonorizó tam bién y pasó a d oclusiva sonora: aedes = gr. αϊθω, ser. edhas < *aidh.m edius = o. m éfiai “mediae” , gr. μέσ(σ)ος (por *μεθζος), ser.

m ádhyas < *medhios. fldo = gr. πείθω (por *φείθω, otro ejemplo de la ley de G rass-

m ann) < *bheidh.1. p interior procedente de dh pasó a b en determinadas con

diciones.a) Ante y tras r: p. ej. glaber = ing. glad, al. glatt, “liso”, pero

originariamente “claro, brillante”, lit. glodiis “liso” < *ghladh-ro-. verbum = u. verfale, ing. word < *uerdh-. barba — ing. beard, aesl, brada < *bhardhä, que normalmente debía dar lat. farba, pero la primera consonante ha sido asimilada a la b siguiente. Para líber véase p. 220.

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230 INTRODUCCIÓN AL LATIN

b) Ante -I-, Así el sufijo de instrumento -dhlo (gr. -θλο-) apare­ce como -blo- (-bulo-) en latín: stabulum < *stg-dhlom, cf. al. Stadel; fábula < *bhâ-âhlâ.

c) Tras u: über = gr. οδθαρ, ser. udhar, ing. udder < *üdh. rüber — gr. έ-ρυθρός, ser. rudhirás, ing. red < *rudhro-.

(Adviértase que el dialectal rüfus procede de *roudho-: cf. al. roí, gót. raups, lit. raudas, robus es otra variante dialectal).

iubeo: = gr. ύσ-μίνη, ser. yudh-, “lucha” < *ieudh/iudh, El sig­nificado originario de la raíz parece haber sido “mover, sacudir, tem­blar”, etc. iubeo es un causativo = “poner en movimiento”.

gh > *χ, y luego ante y entre vocales > h:(h)anser: < gr. χήν, ser. hamsás, ing. gander, goose < *ghans-, hiems: (h im - en bimus < *dui-him o-s) = gr. χίμαρος, χιών, ser.

himás < *ghi-em, *ghi-m. Otro grado de alternancia apare­ce en hibernus < *gheimrinos, cf. gr χειμερινός.

humus, homo = gr. χοέμαί, gót. guma < *ghem-, *ghom~. hostis = ing. guest, al. Gast, aesl. gosti < *ghosti-, veho = gr. (Ρ)οχέομαι, ser. váhati, ing. wagon < *uegh-.

1. gh inicial ante u > / (cf. guh):fundo — gr. xéFco, χύ-το, gót. giutan < *gheu-, ghu-; ferus = gv. θήρ, aesl. zvërï < *ghuer-,

2. En interior el grupo -ghu- > -gu- > -υ- (cf. el tratamiento de la labiovelar g»): brevis = gr. βραχύς < *mreghu-i (la m viene exi­gida por otros miembros de la ecuación no citados aquí).

3. Tras una nasal velar [q] gh > g:fingo = gr. τείχος, ing. dike < *dheigh, *dhi-n-gh; lingo = gr. λείχω, ing. lick < *leigh, li-n-gh; ango, angustus = gr. αγχω, gót. aggwus, al. eng < *angh-.

g»h En inicial > f:form us = gr. θερμός, ser. gharmás < * g^he/orm -, de-fendo = gr. θείνω, φόνος, ser. han-ti “él golpea”, < *g'*hen-.En interior:

a) entre vocales > υ: nix, nivem = gr. νίφα, νειφει, aesl. snëgü, ing. s now < *sneigvh- snig*h~; voveo = u. vufetes “vo­tis”, gr. εύχομαι < *uog»h-eiö; levis < *leg*hu-i-s.

b) tras [η] > g: ninguit “nieva” <*sni-n-g»h; anguis = lit. angis (cf. gr. δφις, ser. áhis).

c) Ante r encontramos una huella del tra tam ien to f en el “arcaico” nefrundines (Festo), prenestino nefroñes, que en lanu- vino aparece como b, nebrundines : cf. gr. νεφρός, al. Niere < *negvhro-.

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 231

La aspirada glotal [h] del latín era un sonido inestable y fue eliminado progresivam ente. En posición intervocálica había desaparecido po r el siglo i i i a. C . (p. ej. nëm o < *nehemo, bimus < * dui-h im os). En consecuencia esta letra se utilizó como un m ero recurso ortográfico para m arcar la silabación, por ejemplo en la grafía ahënus, donde estaba injustificada e ti­mológicamente (< *aies-nos). La aspirada se perdió en ciertos dialectos rurales (p. ej. arena, edus, ircus, olus, etc.). La reacción ignorante contra esa nota de rusticitas produjo hiperurbanism os que inspiraron la burla de Catulo por las hinsidias de Arrio; cf. el com entario de Nigidio (Aulo Gelio, 13, 6, 3) “rusticus fit sermo si aspires perperam ”. Una h no etimológica aparece tam bién en humerus, hüm or y haurio (gr. αΰω, etc.).

s Este sonido se m antuvo sin cambios en inicial y en final (véase septem, sus, genus, etc.) y tam bién en in terior ante y tra s oclu­sivas sordas (sisto, est, vesper, axis) y tras n (mënsis, änser). En posición intervocálica s se sonorizó en 2 y luego pasó a r: generis < *genes-es, arborem < *arbos~em, maiörem < *magiös-em, flörem < *flös-em (cf. flös, flös-culus). Este cam­bio se completó hacia mediados del siglo iv a. C., pero están atestiguadas form as arcaicas como arbosem, pignosa, lasibus. La s que aparece en palabras puram ente latinas (sobre p résta­mos y térm inos dialectales como rosa, casa, véanse pp. 43, 66) es resultado de la reducción de ss tra s vocales largas o dip­tongos: p. ej. visus < *vissos < *vid-tos, causa < caussa, quae­so < quaesso.

Ante las sonoras^, u, l, m, n, d, g y tras r y l, s se sonorizó en z, que se convirtió en r ante g (p. ej. mergo, cf. lit. mazgóti), pero ante los otros sonidos citados la z desapareció con alarga­miento com pensatorio de la vocal precedente: nldus < *nizdos (ing. nest), quidam < quis-dam, prim us < *pris-mos, aënus < *aies-nos, prëlum < *pres-lom.

sr- inicial > fr - (frigus, cf. gr. ρίγος < *srigos); y en inte­rior > -br- (fünebris < *dhoines-ris, (con)sobrinus < *~suesr~ inos; sobre soror < *suesör, véase p. 216).

Fenómenos de grupo

El latín presenta fenómenos fonéticos generales tales como asi­milación, disimilación, sonidos de transición y simplificación de gru­pos complejos, que contribuyen a la economía de esfuerzo articula­torio y a la facilidad de pronunciación. B astará con citar unos

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232 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

pocos ejemplos en los que dichos procesos han nublado la claridad etimológica.

Asimilación. Las consonantes yuxtapuestas se asim ilan con fre ­cuencia. Lo m ás frecuente es que la prim era se asimile a la segunda (“asimilación regresiva”), hecho que se observa especialmente bien en el com portam iento de los prefijos verbales: occido < *ob-caedo, attineo < ad-teneo, sufficio < *sub-faeio, differo < dis-fero, etc. Obsérvense adem ás quippe < *quid-pe, topper < *tod-per, annus < *at-nos (gót. apn); somnus < *suep-nos, sum m us < *sup-mos, sella < *sed~lá, grallae < *grad-s-lae, corölla < *corön-la. En los participios de perfecto, cuando la consonante sonora final de la raíz se hace sorda por asimilación a la - t- del sufijo, la vocal precedente se-alarga: âctus < *ag-tos, lêctus < *leg-tos, rëctus < *reg-tos. P ara la “asimilación progresiva” , en la que prevalece la prim era con­sonante del grupo, podemos citar velle < *vel-se, collum < *col- som (cf. al. Hals), torreo < *torseo, ferre < *fer-se, tollo < *tol-no. La asimilación puede afectar tam bién a vocales en sílabas contiguas. Así homo procede de hemô (cf. nêm o < *ne-hem o). Obsérvese, tam bién, la vocal de la reduplicación en pupugi (lat. are. pepugi), m om ordi (lat. are. memordi).

Disimilación. La dificultad de pronunciar dos sonidos sim ilares en sucesión ráp ida puede ser suavizada con el cambio de uno de ellos. Esto es especialmente frecuente en latín con las com binacio­nes r-r, l-l: p. ej. peregrinus pasó en lat. vulg. a pelegrinas (fr. pèle­rin), m ientras caeruleus < *caeluleus es un adjetivo form ado sobre caelum. El efecto de tal disimilación puede verse en el cambio del sufijo ordinario de adjetivos -älis (navalis, m ortalis) en -a n s cuan­do se añade a nom bres que contienen una l: m ilitaris, consularis, lunaris. Igualm ente el sufijo de instrum ento -lo- aparece como -ro-: speculum, pero fulcrum, flagrum. O tros ejemplos de disimilación son carmen < *can-men, germen < *gen-men, m erîdië < m edí- dië (form a que todavía se conservaba sobre un reloj de sol en P re- neste según Varrón, L. L., 6, 4). En algunos casos la disimilación puede conducir a la pérdida de uno de los sonidos en conflicto: agrestis < *agrestris (cf. silvestris). A veces puede perderse una sílaba entera: p. ej. nu triz < *nütrï-trîx.

Sonidos de transición. La pronunciación puede facilitarse por la inclusión de sonidos entre los m iembros de ciertos grupos. Tal ocurre con la vocal anaptíctica en dracuma < *dracmá, poculum < poclom, m ina < mna (gr. μνδ). En otros casos puede aparecer una consonante, como en ing. Thom -p-son: cf. sum -p-si, dem -p-si, sum -p-tus, exem plum < *exem-lom. Nótese adem ás la pronuncia­ción vulgar autum -p-nus, som -p-nus, etc. Ya en indoeuropeo p are­ce haberse desarrollado una consonante de transición entre dos

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-OOMPARADA 233oclusivas dentales contiguas: *t-t, *d-t > - t st-, -dst-, etc., com bi­nación de sonidos que aparece en latín (y germánico) como ss: p. ej. messis < *metHis (cf. m eto), passus < *pat‘tos (patior), quas­sus < *quat’tos (quatio). Esta ss se simplificó tras vocal larga o diptongo: visus < *vissos < * vid-tos, cäsus < cässus < c äd-tus. Entre ss y una r siguiente se desarrolló una - t- de transición (cf. ing. sister) en rästrum < *râssrom < *räd-trom.

Por últim o podemos citar algunos ejemplos de simplificación de grupos complejos, arsi < *ard-si; fu lsi < *fulg-si; testis < *ters- tis < tristis (p. 224); tostus < *tors-tos; ultus < *ulctos (ulciscor); torm entum < *torq^mentum; iüm entum < lat. are. iouxm entum ; sévir i < *sexviri; luna < *loucsna; cëna (lat. arc. ces na) < *cersna (cf. o. kerssnais “cenis”) ; ilico < in stloco; posco < *porc-scö < *prk-skö; pruina < *prusuina (cf. scr. prusvä “escarcha”, aaa. fr to­san, ing. freeze). [ N o t a 2 7 J

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Ca pítu lo I X

M O R F O L O G Í A

N o c io n e s p r e l im in a r e s

Desinencia, tema, raíz

El análisis de una palabra latina como dediticius revela la exis­tencia en ella de los componentes que siguen. Podem os no tar ante todo que el ñnal de la palabra aparece con form as diferentes (-m , -i, -ó, etc.) según el papel que la m ism a desem peña en la cons­trucción de la frase. Estas partes de la palabra dotadas de función sintáctica se llam an desinencias; el sistem a com pleto de las desi­nencias de un nom bre constituye su declinación. Lo que queda de la palabra tras separar la desinencia se llam a tem a: dediticio-. La comparación con o tras palabras como empticius, missicius, etc., revela la existencia de o tro componente, que se ha añadido a los tem as de participio pasivo dédit-, em pt-, m iss-, A este elemento -icio se le llama sufijo. Mas el análisis puede aún continuar. Si com ­param os lo que nos queda, dëdit-, con dëdo, dëdere, po r una parte, y con la serie dict-, duct-, por la otra, aparece otro elemento signifi­cativo, -t-, sufijo que caracteriza al participio pasivo latino. Si lo separamos nos queda dëdi-, elemento constante de un grupo de form as que se refieren de modos diversos al hecho de “en tregar”. Pero nuestro análisis no ha term inado todavía: el verbo dëdo, se­gún el testimonio de dë-pono, dë-duco, dë-doceo, etc., lleva un p re ­fijo dë-. Nos quedamos así con dö, que es el elemento constante de una constelación de palabras todas conectadas con el hecho de “d a r” : dö-no-m, donare, dönatus, donativos, dos, daré, datos, etc. Este ele­mento, unidad funcional elemental de la palabra latina e indoeuro­pea, se llama raíz. ií(sí,jjmes, la palabra latina puede contener tre s clases de unidades morfológicas o “m orfem as” : la raíz, uno o va­rios afijos (prefijos y sufijos), que se unen a la raíz para form ar el

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 235

tema, y, por último, la desinencia, que indica la función sintáctica del todo que form a la palabra.

Alternancias vocálicas (ablaut)

Sin duda no ha escapado a la atención del lector el hecho de qué la raíz m ism a experim enta modificaciones : dö frente a dä. Es­tam os ante un ejemplo complejo de un fenómeno m uy extendido conocido con el nom bre de alternancia vocálica o ablaut (apofonía), es decir, la variación de la vocal de la raíz —sobre el fenómeno en sufijos y desinencias véase infra—, em pleada como recurso m orfo­lógico. Ejemplos de este m ecanismo son los llam ados verbos fu e r­tes del inglés o el alem án: sing, sang, sung; singen sang, gesungen. El griego, que atestigua con gran nitidez el sistem a original indo­europeo representado por los ejemplos citados, nos indica que de­bemos distinguir tres grados de alternancia: (1) con la vocal e,(2) con la vocal o, (3) sin vocal. Se les conoce con los nom bres de “grado e”, “grado o” y “grado cero”, respectivam ente. Un ejemplo típico en el que aparecen los tres grados es (1) γένος, (2) γόνος,(3) γί-γν-ομαι. Si la raíz contiene un diptongo, es decir, si la e va seguida de una de las sonantes i, u, r, l, m, n, en el grado cero, al desaparecer la vocal, la sonante asum e función silábica si la sigue una consonante: (1) λείπω, (2) λέλοιττα, (3) λιπ-ειν; (1) μένος, (2) μέ-μον-α-, (3) μέ-μα-μεν (* m e-m n -m en ). dö: dä ejemplifica una serie m ás com pleja de alternancias, en la que la raíz en grado pleno no contiene una vocal breve ni un diptongo, sino una vocal larga, que en el grado cero no desaparece, sino que m uestra una form a reducida. Esto, en principio, no difiere del com portam iento de los diptongos, que dejan tam bién su sonante como resto en el grado cero. Hemos advertido hace un m om ento que el diptongo en en la raíz m en deja como resto -n - (sobre el resultado de este sonido indoeuropeo en latín y en las demás lenguas véase p. 225). Si ahora dirigim os nuestra atención a una raíz con vocal larga, por ejemplo stä (“estar en pie”), encontram os en el adjetivo verbal en -to, que norm alm ente presenta el grado cero (véase in fra), la siguiente serie de form as en latín, griego y sánscrito, respectivam ente: státus, στατός, sthitás. Observamos aquí la ecuación a = a = i que se re ­m onta a un *s indoeuropeo (véase p. 217). [ N ota 28.] Así, la al­ternancia de la raíz puede representarse como *stá: *st3. De modo paralelo el lat. dö: dä nos lleva a postular *dö: *ds y fëci: fäcio nos lleva a postu lar *dhë: *dhs.

Mas todo esto no es sino un elemental esquem a simbólico. Su­pongam os que el a del grado cero es el residuo de un diptongo, del

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236 INTRODUCCIÓN AL LATIN

mism o modo que i, u, r, l, m, n son, respectivam ente, los residuos de ei, eu, er, el, em, en. En otras palabras: representem os el sonido indoeuropeo desconocido que aparece como ê en latín y en o tras lenguas em parentadas no como *ë, sino como *ea. Entonces, el grado cero con pérdida del elemento principal será 3 y la relación de fëci con jacio podrá rem ontarse al indoeuropeo *dhes: *dhd. Del mismo modo, para stá: sta podemos postu lar *stas: *sta, y para dö: da, *dod: *da. Ahora bien, si buscam os un completo paralelis­mo con λείπω, λιπείν, etc., y que aparezca e en el p rim er grado, todo lo que tenemos que hacer es sustitu ir *ea, *as, *oa por *es¡, *e3¡¡, *ea3, respectivamente. Estos tres diptongos indoeuropeos quedan defini­dos como los sonidos desconocidos que dan cuenta, respectivam en­te, de la presencia de ë, ä, ö en las palabras exam inadas. Este aná­lisis puram ente teórico, que lleva a la postulación de una nueva serie de sonantes, a¡¡, (“laringales”), se ha visto parcialm ente confirmado por el testim onio del hetita, lengua en la que un fonema que se transcribe como h corresponde a veces a las laringales indo­europeas postuladas. Nótese tam bién que la de s ts 2tos, grado cero de síeas (= sta), proporciona una explicación de la aspirada que aparece en el sánscrito sthitas. Este ejem plo sugiere que la la­ringal indoeuropea a2 que se postula tenía una naturaleza fonética capaz de provocar la aspiración de una oclusiva dental sorda p re ­cedente en sánscrito.

Gracias a este análisis de las aparentem ente aberrantes raíces con vocal larga como resultado de diptongos podem os ahora resu­m ir de modo sencillo y con validez general el fenómeno de las a lte r­nancias vocálicas de la raíz indoeuropea. La raíz puede presen tar tres grados: un grado e, un grado o y un grado cero. En las raíces que contienen un diptongo el segundo elemento (la sonante) queda como residuo en el grado cero.

En latín las alternancias originales han quedado m uy oscureci­das por los cambios fonéticos y analógicos. Como ejem plos pueden servir pendo: pondus; tego: toga (grados e y o); es-t: sunt; ed-o: d-ens; genus: gi-gn-o (grado e y grado cero). Veremos otros en el análisis de los nom bres y los verbos.

Tras haber establecido los principales m ecanism os morfológicos del indoeuropeo podemos estudiar los procesos de sufijación por medio de los cuales se construyen tem as nominales a p artir de ra í­ces o de otros temas. Adoptaremos en este punto la acertada clasi­ficación funcional propuesta por M. L eum ann.1

1. “Museum H elveticum ”, 1, 1944, pp. 129 ss.

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 237

F o r m a c ió n de l o s n o m b r e s

El sufijo puede ser “cero” : son los llamados “nom bres raíces”, como dux (dúc-s), lux, päx (pâc-s), pës, vöx, ôs, etc. Los nom bres raíces o radicales constituyen a m enudo el segundo elemento de nom bres com puestos: iüdex < *ious-dic-s, opifex < *opi-fac-s, auceps < *avi-cap-s, etc.

A. Sustantivos derivados de sustantivos

1. Diminutivos en -lo, -la (-ulus, -culus, -ellus, -cellus, etc.) : filiolus, foculus, homunculus, diecula; asellus, gemellus; ocellus, agellus, puella; corölla, etc.

2. Peyorativos en -astro-: filiaster.

3. Femeninos:a) - ( tr )- ic -: genetrix, victrix.b) -inâ-: regina, gallina, libertina.

4. Colectivos;a) -to -: arbustum, arboretum.b) -ëlà-: clientela, parentela.c) -â tu -: senatus, equitatus.

5. Nombres abstractos:a) -ia: militia.b) -Ina: medicina, doctrina.c) - tü t-: virtus, inventus.d) -&tu-: principatus.

6. Nombres de personas derivados de nom bres de cosas:a) -δ y -iö: praedo, restio (tam bién de abstractos: ludio,

lucrio).b) -no-: dominus.c) -ärio-: balnearius.d) -tör-: vinitor.

7. Nombres de lugares:a) -ïnà: figlina.b) -ärio-; granarium.

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238 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

B. Nombres derivados de verbos

1. A bstractos verbales:a) - ti-: m orti-s (para la form a del nominativo singular,

véase in fra ) .b) -ti-ö n -: actio.c) - tu -: cantus.d) -türä: cultura, pictura.e) -io-: imperium.f) -ië -: species.g) -ör-: timor.

2. Instrum entos:a) -tro -: aratrum, feretrum .b) -culo-: gubernaculum.c) -e ro -; sepulcrum.d) -bu lo-: stabulum.e) -bro-, -brä-: lavabrum; dolabra, latebra.

3. Producto o resultado de la acción:a) -m en, -m en to-: semen, carmen; fundam entum , vesti­

m entum .b) -no-: donum, lignum, signum.

4. Agente: -tôr-: victor (sobre los derivados femeninos en -trie-, véase supra).

5. Lugares: -torio-: dorm itorium , conditorium.

O. Nombres derivados de adjetivos

1. Abstractos:a) -i&: superbia, audacia.b) - ta l- : dignitas.c) -itiâ, -itiës: laetitia, malitia; planities.d) - tü d in -: magnitudo, turpitudo.e) -mönia: acrimonia.

D. Adjetivos derivados de adjetivos

1. Diminutivos (véase supra) : aureolus; tenellus; minusculus.2. Peyorativos (véase supra) : calvaster, surdaster.

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GRAMATICA HISTÓRICO-COMPARADA 239

3. Elativos (comparativos y superlativos, véase infra).

4. Derivados del participio en -to -:a) -ívo-: captivus, emptivus.b) -icio-: dediticius, empticius.c) -ili-: textilis, fictilis.

Adjetivos derivados de sustantivos

1. De nom bres referentes a personas y animales:a) -io-: patrius.b) -icio-: patricius, aedilicius, tribunicius.c) -Ino-: divinus, bovinus, equinus.d) -ico-: civicus, hosticus, poplicus.

2. De nom bres referentes a cosas:a) -ali-: annalis, navalis (pero tam bién regalis).b) -ärio-: argentarius, ferrarius.

3. Adjetivos de lugar:a) -äno-: urbanus, paganus, oppidanus.b) -tico-: rusticus, aquaticus.c) -tili-: aquatilis.d) -s tri-: campestris, palustris; agrestis (con disimilación

de -r -).e) -ênsi-: forensis, atriensis.f) -tim o-: m aritim us, finitim us.g) -â ti-: cuias (cf. optimates, nostrates).

4. Adjetivos de tiempo:a) -tlvo-: tem pestivus, prim itivus.b) Podemos incluir en este apartado los adjetivos deriva­

dos de adverbios de tiem po: cras-tinus, hodie-rnus, noctu-rnus.

5. Adjetivos que indican m ateria:a) e-yo-: aureus, argenteus, aëneus.b) -icio-: caementicius.c) -no-: salignus, ilignus.d) sufijo griego -ino-: prasinus.

6. Adjetivos que significan “provisto de”, “en posesión de” :a) -ôso-: aquosus, herbosus, morbosus.b) -ulento-: lutulentus, virulentus.

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240 IN TR O D U C C IÓ N AL LATIN

c) -to -: barbatus, hastatus.d) -ido-: herbidus, fumidus.

F. Adjetivos derivados de verbos

1. Participios y adjetivos verbales activos :a) -n t-: amant-, regent-, etc.b) -turo-: amaturus, etc.c) -äa-: edax, bibax, rapax.d) -u lo-: credulus, pendulus, bibulus.e) -bundo-: ridibundus, vagabundus.f) -ido-: de verbos en -ère: calidus, aridus, nitidus, tim idus.

2. Participios y adjetivos verbales pasivos:a) -to -: amatus, etc.b) -ndo-: amandus, etc.c) -bili-, -lis: amabilis; facilis, habilis.d) - U 0 -: arvos, pascuus caeduud, praecipuus, exiguus, ir­

riguus.e) -no-: plenus.f) -âneo-: praeliganeus, supervacaneus, consentaneus.

3. Adjetivos instrum entales y locales en -törio-: deversorius,cubitorius, sudatorius.

Esta descripción sistem ática funcional nada dice acerca del ori­gen e historia de los sufijos. Muchos de ellos son heredados del indo­europeo: así, el de los diminutivos en -lo-; el de agente en -tör-; los de abstractos verbales - ti- y -tu -; el de los deverbativos m ascu­linos en -ös (~ör~); *-tro-, *-tlo-, *-dhro- y *-dhlo~, de valor ins­trum ental; el tan extendido de los adjetivos en -yo-, el de los p a rti­cipios verbales en -to-, -no-, -n t-, etc. Otros, en cambio, son combinaciones o formas reforzadas de sufijos heredados: -tör-io-, -tü -d in-, -tü~t-, - tä -t-, -tü-ra-, -ti-ön-; -culo- com bina un antiguo sufijo de diminituvo *-qo- con -lo-.

O tras form as alargadas de los sufijos heredados se han creado por un falso análisis que separó una parte del tem a nom inal para unirla al sufijo : así, farrägin-eus ( < farrägo) se divide erróneam ente en farr-ägineus, y en tal form a aparece el sufijo en ole-ägineus. De modo similar -no- aparece tam bién como -âno-, -îno-, y -uno-, fo r­mas que llevan una vocal perteneciente en origen a los tem as nom i­nales. Un caso parecido tenemos en nocturnus, derivado de u n tem a en r/n *noctur (cf. gr. νύκτωρ, νύκτερος) por medio del sufijo -no-.

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMP AR AD A 241La palabra se analizó erróneam ente como noctu-rnus, y de ahí se extrajo un sufijo -rno- que vemos émpleado en otros adjetivos que indican tiempo, como diurnus, hodiernus, y m odernus (Casiodoro) de m odo “ahora m ism o” . Otro proceso bastante frecuente que m e­rece consideración es el que podemos llam ar de desplazamiento relacional en un grupo de palabras. Así, a p a rtir de iudex se crea el nom bre iudicium, que es una sustantivación de un adjetivo en -ius. Tam bién a p a rtir de iudex se crea el verbo denominativo ind i­care. H istóricam ente no hay conexión directa en tre iudicium y ind i­care, pero el hablante no conoce la h istoria y en su m ente establece una relación en tre el nom bre y el verbo. De este modo -ium se con­virtió en sufijo deverbativo: desiderium, delirium, imperium.

Por último, conviene advertir que los sufijos ganan terreno a causa de la infección entre palabras estrecham ente asociadas en contextos estereotipados. P ara ilu strar este proceso podemos to r­nar al p rim er ejemplo citado, dediticius. El sufijo -icio- se originó probablem ente en la palabra novicius, que puede in terpretarse como derivado en -io- de una form a *novix. Aparece luego en empticius y se extendió en la lengua del derecho para designar a personas allegadas por conductos diversos: adoptaticius, adscripticius, con­ducticius, dediticius. Se aplicaron tam bién estos adjetivos a cosas adquiridas y en la lengua del comercio llegaron a em plearse en la descripción adjetival de diversos tipos de bienes, por ejemplo pañis depsticius. En últim a instancia, pues, la h istoria de un sufijo es la sum a de las historias form ales de todas las palabras en que aparece, m ateria que excedería con mucho los estrechos lím ites de este capítulo.

L a s c ia s e s de d e c l in a c ió n y l a s d e s in e n c ia s c a su a l e s

El indoeuropeo distinguía ocho casos: nominativo, vocativo, acu­sativo, genitivo, dativo, ablativo, locativo e instrum ental-sociativo (sobre sus valores véase el capitulo siguiente). Este sistem a se sim ­plificó en las diversas lenguas descendientes por diferentes procesos de fusión que se conocen con el nom bre de “sincretism o”. Así, el griego fundió genitivo y ablativo y, p o r o tra parte, dativo, locativo e instrum ental. El ablativo latino reúne las funciones del ablativo origina], las del instrum ental-sociativo y las del locativo, si bien sobreviven algunas form as de locativo con su valor originario. La discusión de los detalles queda reservada para el examen del esquem a de las clases flexivas.

P or “clase de declinación” o sim plem ente “declinación” en ten­dem os un grupo de nom bres que tienen una flexión similar.. El tipo

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242 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

de flexión en indoeuropeo variaba según el tipo de tema; podemos constatar la existencia de tem as en á, -o (alternante con e) -el/i, -eu /u , -i, -ü, -ëu, äu, y en consonantes diversas. E sta m ultiplicidad de clases flexionales fue reorganizada por el latín en las cinco “de­clinaciones” de las gram áticas tradicionales.

Los temas en -a

Singular:Nominativo * -á :2 gr. χώρα, etc. En latín la vocal se abrevió a

p a rtir de las palabras yám bicas: rötä, tögä > rota, tögä (brevis brevians), generalizándose luego a toda esta clase flexiva.

Acusativo *-m ; gr. χώρ«ν, ser. aevám. En latín las vocales largas se abreviaron de modo regular an te -m final (p. 222), de donde réginam, etc.

Vocativo *-ä: gr. νόμφοί, probablem ente ide. a.Genitivo *-äs: gr. χωράς, u. tutos, etc. E sta term inación se con­

serva en lat. arc. ëscâs, viäs, etc., y en la form ula estereotipada (pater) familiâs. Fue reemplazada, sin embargo, por ~äi (pictai, Virgilio) m odelada sobre el genitivo en -i de los tem as en -o (véase infra). Es probable que el proceso se iniciara en contextos en que un adjetivo en -o estuviera combinado con un nom bre m asculino de tem a en -ä: *boni agricolas > boni agricoläi. -aes (Aquiliaes, etc.) es una combinación de -ae y -äs.

Dativo *-ä + -ei > *-äi: gr. χώρδι. Esta form a se conserva en lat. are. Menervai, Fortunai, etc. En itálico la -i final caía ante vocal inicial, de donde lat. are. matuta. La term inación usual -ae (para el desarrollo fonético véase p. 222) se rem onta a la form a anteconso- nántica generalizada. Nótense las form as dialectales como Fortune, etc. (véase p. 68).

Ablativo. En indoeuropeo era idéntico al genitivo, al igual que en el gr. χώρας. En itálico se creó una desinencia -cid analógica de -öd (véase in fra ). La -d final se perdió en torno al 200 a. C., de don­de la term inación clásica -á. En latín arcaico tenemos sententiad, praidad, etc.

Locativo. *-% añadida al tem a dio lugar al lat. are. Romdi, etc., que evolucionó de m anera regular a Romae. Nótese que las te rm i­naciones de genitivo, dativo y locativo de esta declinación, idénticas en la época clásica, eran distintas en origen: *-äs, *-äei, *-àï.

2. Las formas con asterisco representan las term inaciones indoeuropeas.

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 243Plural :

Nominativo *-äs < *-á + es: ser. açvâs, o. scriftas, aasas “a rae”. Es ta l vez esta term inación la que se conserva en el laetitias inspe­ratas de Pomponio (pero véase p. 154). La form a matrona, de Pisau­rum (Pesaro), m uestra la pérdida “rústica” de -s final (véase p. 130). Sin embargo, ya en el latin arcaico encontram os -ai (tabelai), form a debida a la influencia del -oi de los tem as en -o (véase in fra ).

Acusativo *-äs < *ä + ns: scr. açvâs. En itálico -ns fue re stau ­rado por analogía y -äns en latín pasó regularm ente a -äs. Con el solo testim onio del latín no podría haberse detectado el estadio interm edio, pero -ss del oseo (víass) y - / del um bro (vitlaf) a tes ti­guan -ns. El griego m uestra un desarrollo sim ilar: cret. τιμανς.

Genitivo *-5m < *ä-öm. Tanto el griego como el latín reem pla­zaron esta term inación por -söm, procedente del pronom bre dem os­trativo (scr. täsäm, gr. τδων, lat. is-tärum , con rotacism o de la -s- intervocálica; cf. o. egm azum ); de ahí dearum, etc.

Dativo y ablativo. Las desinencias originarias -bhos (galo Ναμαυ- σικαβο) o -bhyos (scr. açvâbhyas) fueron reem plazadas en itálico p o r una term inación nueva: -äis (o. kerssnais) basada en el -ois de los tem as en -o (véase in fra). P ara el desarrollo fonético latino -ais > -eis > -ïs véase p. 223. Ejem plos latinos arcaicos de los g ra­dos interm edios son soveis = suis y nuges = nugls. En ciertos nom ­bres se reconstruyó la oposición m asculino-fem enino utilizando ¡a term inación -bus de las o tras declinaciones: deabus, filiabus. Estas form as tuvieron cierto éxito en la lengua vulgar; feminabus, etc.

Los masculinos de la flexión en -ä se declinan igual que los fe­m eninos, pero aparece una -s en ciertos nom bres com puestos: hos- ticapas, paricidas.

Los temas en -o

Singular :Nominativo *-s. Sobre -os > -us véase p. 223: dominus.Vocativo. M uestra el tem a puro con el grado e de alternancia:

domine; cf. gr. άδελφε.Acusativo *-m. Sobre -om > -u m véase p. 223; dom inum ; cf.

gr. δοΟλον.Genitivo *-o-syo: gr. ΐπιτοιο, scr. açvasya. En céltico y en itálico

esta term inación fue reem plazada p o r una -l de origen oscuro. Ad­viértase que ésta no está unida a la vocal tem ática -o-, pues el latín arcaico distingue perfectam ente en tre una -i originaria y el d ip ­tongo -ei: Latinl (genitivo singular), pero virei (nominativo de p lu ­ra l). Por tanto, la - i no procede de -oi; es u n sufijo de derivación

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244 INTRODUCCIÓN AL LATIN

que tiene la m ism a entidad que el elemento -o form ador del tema. Se lo ha puesto en conexión con u n sufijo adverbial -i que tiene el sánscrito (véase p. 292) y tam bién con la -l em pleada para form ar femeninos (rëg-ï-na). [ N o t a 29.] En su origen puede haber sido un sufijo form ador de adjetivos dotado de un significado general de “perteneciente a, conectado con”. Ello concordaría con el uso sin­táctico del genitivo como caso adjetival. Los denominativos m ascu­linos del tipo rathi “conductor de carro” y los femeninos como rájñí, lat. regl-na, representan o tras especializaciones del mismo sufijo .3

Dativo *-öi < **o + ei: gr. ΐτπτωι. La o se abrevió en itálico cuando la palabra siguiente empezaba por consonante. Un ejemplo latino arcaico es Numasioi = Numeriö. Ante vocal la -i se perdió, y fue -ö la term inación que se generalizó en latín.

Ablativo *-5d: ser. açvâd. Se conserva todavía en lat. are. Gnai- vod, poplicod, etc. Para la pérdida de la -d véase p. 227.

Locativo *-o + í. Cf. gr. οϊκοι. El oseo, sin embargo, presenta -ei: lúvkei “en el bosque”. Lat. -ei (Delei) e -ϊ (domi, belli) pueden rem ontarse tanto a -oi como a -ei. Esta form a casual sobrevive en latín sólo de m odo esporádico, habiendo sido suplantada por la del ablativo.

P lural :Nominativo *-ös < **o + es: ser. açvâs, o. Núvlanús = “Nolani”.

En latín esta term inación fue reem plazada por -oi bajo el influjo de los dem ostrativos, desarrollo paralelo al del griego. Sobre el desarrollo fonético oí > oe (poploe, canto de los salios) > ei (ser­vez, etc.) > e (ploirume) > l (servi, etc.) véase p. 223. En textos dialectales aparecen form as alargadas -eis, -es, -is, con -s tom ada de la tercera declinación: leibereis, magistres, duomvires, ministris.

Acusativo *-o-ns: cret. έλεύθερονς. Sobre el desarrollo fonético latino -ores > -os véase p. 225.

Genitivo *-öm < **o 4- óm. Se conserva en latín arcaico con la regular abreviación de ö ante m, Romanom, etc. Este tipo de form as eran aún frecuentes en la época arcaica (verbum, inimicum, P lauto), y se m antienen en la fraseología conservadora de la reli­gión y el derecho : deum, trium virum , num m um , etc. La term ina­ción norm al -örum se creó analógicamente sobre -ärum de los tem as en -á (véase supra).

Dativo y ablativo. La term inación latina se rem onta a la del ins­trum ental indoeuropeo en -öis: gr. ϊπττοις, ser. açvâis, etc. El dip­

3. V é ase T . B u r r o w , The Sanskrit language.

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 245tongo original se ve todavía en el pelígno suois cnatoís. Pesto cita una form a arcaica privicloes. G rados del mismo proceso fonético son -eis (castréis), -ês (prenestino sueque = suisque) y finalmente el -is del latín clásico.

Los nom bres neutros de tem a en -o presentan la antigua desi­nencia -m de nominativo y acusativo de singular. En el p lural la term inación -a se rem onta a un colectivo singular femenino en -á (de ahí la construcción griega con verbo en singular). En las pala­bras yámbicas como iügd se produjo la regular abreviación en iügä y acabó por generalizarse esta form a de la desinencia.

Los nom bres en -io- (-ius) tienen un nom inativo de singular dialectal en -is: Caecilis, etc. El vocativo de singular es en i: fili (adviértase que m i rem onta a un genitivo enclítico *mei o *moi). Form as posteriores del tipo filie son innovaciones analógicas. En el genitivo -il se contrajo en -i, pero tam bién en este caso la analo­gía restauró la unidad de la declinación (el prim er ejemplo de -il en un nom bre aparece en Propercio). La contracción en el locativo de singular y en el nom inativo y dativo de plural no se produjo hasta que -ei hubo pasado a -i. De ahí que en latín arcaico el loca­tivo -iei se distinga claram ente del genitivo -l. Lo mismo puede decirse del nominativo de plural -iei y del dativo y ablativo de p lu­ral -ieis, en los que la contracción no podía tener lugar m ientras no se p rodujera el paso de ei a l.

La evolución fonética fue responsable de la creación de u n a se­rie de dobletes en la declinación de la palabra *deiwos. *deiwos y *deiwom daban regularm ente *deios, *deiom > deus, deum; pero donde no seguía -o se conservaba la w: deiitñ > dim. A p a r tir de cada una de estas variantes se creó un paradigm a completo : deus y divus.

Los nom bres en -ro-s perdieron por síncopa la -o - y subsiguien­tem ente -rs > ers > err > er, de donge ager < * agros, sacer < * sa­cros. El vocativo *-ere perdió la vocal final, pero se la restauró en el habla vulgar; de ahí las form as p lautinas como puere, etc.

La tercera declinación

Las term inaciones de la tercera declinación latina son el resu l­tado de la fusión de las de los tem as en consonante, por una parte, y de los tem as en -i, por otra. La tabla que sigue m uestra la situa­ción original en indoeuropeo:

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246 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Singular: Nom.Voc.Acus.Gen.Abl.Dat.

Plural : Nom.Acus.Gen.Dat.Abl.

temas en -i

*owi-s

*owi-m*owei-s o *owi-os *owei-ei o *owi-ei

*owei-es*owi-n$*owi-öm*owi-bhos

temas en consonante duc-s

dúc-rfi düc-es o -os düc-ei

duc-ësduc-xtsduc-ömduc-bhos

En los tem as en -i hay que distinguir en tre la declinación de los sustantivos, con acento en la raíz (*ów-i-os) y la propia de los ad je­tivos, de sufijo tónico y en grado pleno (*ow-eí-s). El esquem a ex­puesto incorpora form as procedentes de am bas series. Los nom bres con -i sufijal juegan un im portante papel en el sistem a derivacional del indoeuropeo.4

Temas en consonante (para particularidades de los tem as en líqui­da véase infra).

Singular:Nominativo *-s: vôx, rëx, iudex, etc. Adviértase que la oclusiva

dental final del tem a se asimila: pës < *pëd-s, ferëns < *ferent-s.Acusativo *-m > -em : rëg-em, iüdicem, etc.; cf. gr. φύλακα.Genitivo *-es: lat. are. Apolones, Veneres, -es > -is (p. 222). El

grado de alternancia *-os (gr. φύλακος, etc.) se encuentra en textos dialectales, especialmente de Preneste y de la Ita lia meridional, has­ta la época del Im perio: nominus, regus, Veneras, Diovos.

Dativo: *-ei: lat. are. Apolonei, salutei, virtutei; > clás. -i, cf. p. 223: régi, etc.

Ablativo. El indoeuropeo no poseía una desinencia, específica para este caso (salvo en los tem as en -o). La -e del la tín puede rem on­tarse al locativo en -Ï (se conserva en el dativo griego : φύλακι). En los tem as en -i se desarrolló una form a en -id sobre el modelo de -öd (de donde tam bién -ad, véase supra). Esta terminación -id se encuentra tam bién ocasionalmente en tem as consonánticos : opid, coventionid.

Locativo. Algunos nom bres tienen form as específicas de locativo caracterizadas por una term inación -i sacada de los tem as en -o: rüri, Carthagini, temperi.

4. V éase T . B u r r o w , The Sanskrit language.

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GRAMÁTICA HIST ÓBICO-COMP AR ADA 247

Plural :Nominativo. La desinencia originaria *-ës, conservada todavía

en oseo (hum uns, con caída de ë por síncopa, = hom inés), fue reem ­plazada en latín por -ës, que correspondía en propiedad a los tem as en -i (véase in fra): rêgès, etc.

Acusativo *-ns (gr. φύλακας con a < n) en itálico > ens, de donde -ës de acuerdo con p. 225: vôcës, rëgês, etc.

Genitivo *-öm (gr. φυλάκων) evoluciona regularm ente a -öm > um : rëgum, etc.

Dativo y ablativo *-bhos se añadía en origen directam ente a la consonante del tema, como m uestra el ser. väg-bhyas, de väc = vöx. Esperaríam os, por tanto, *rëgbus. La -i- de rëg-i-bus, etc., es un préstam o de los tem as en -i.

El nominativo singular de los nom bres neutros era el tema puro: tac < *lact. El testim onio del gr. φέροντα y el ser. bharanti sugiere que en el p lural la desinencia originaria era -9 (p. 217).5 El latín presenta, como era de esperar, -ä (nom ina), pero este testim onio no puede igualarse directam ente con ser. näm än-i, dado que conser­vamos restos de un estadio anterior diferente. En efecto, la palabra que significa “trein ta” , tñg in tü “tres series de diez”, presenta una -à, cf. u. trioper “tres veces” y o. petiro-pert “quater”, donde -o se rem onta a una *-ä itálica. Debemos concluir, por tanto, que la de­sinencia indoeuropea de neutro plural -a, que habría dado -á en latín, fue sustitu ida en un prim er m om ento por la -á de los neutros de tem a en -o, la cual se habría abreviado luego según hemos vis­to ya.

Alternancias en la declinación

Los temas consonanticos del indoeuropeo m uestran a m enudo alternancias vocálicas en la sílaba final del tema. Podemos d istin ­guir varios tipos. Algunos tem as en oclusiva presentan una vocal larga en el nom inativo singular y el grado norm al en los dem ás casos. Ejemplos latinos son pës: pëdis, abiës: abiëtis, pariés: parie­tis. En general, sin embargo, el latín ha igualado analógicamente los paradigm as: vöx: vöcis (pero nótese el verbo denominativo vacare).

Los tem as polisilábicos en -s de nom bres masculinos y fem eni­nos presentan una alternancia sim ilar: Cerës: Cerëris, pubës, pubë-

5. Esta ecuación h a sido im pugnada por T. Burrow (“Trans. Phil. Soc.”, 1949, p. 46). Los plurales neutros varían considerablem ente y pueden ser re la ­tivam ente recientes. En védico y en h etita aparecen formas con vocal larga (het. w idar “aguas”) y a veces alargadas con - i Ga que se ve en het. k u ru ri, ser. nam ani). M uy bien pudiera ser que esta - i sea sufljal y paralela al sufijo laringal -H que subyace en la -a de colectivo ( < *aH). Si este análisis es co­rrecto, debe desaparecer de los m anuales.

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248 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ris, arbos: arböris. Tam bién en este caso es habitual la igualación analógica: honös, honorem, etc. Adviértase que la -s- intervocálica experimentó rotacism o y la - r - resultante se in trodujo tam bién en el nominativo : honor, arbor, con la regular abreviación de o en síla­ba final (p. 223). Tam bién mulier parece proceder de *mulies, dado que el adjetivo derivado muliebris debe rem ontarse a *mulies-ris (p. 231). El tem a original en -s de estos nom bres aparece claro en sus derivados: honestus (con grado e), arbus-tum .

Los temas en -s neutros presentan grado o en el nominativo de singular y grado e en los dem ás casos; de ahí el tipo * genos: *genes-es > genus: generis. También aquí se produce nivelación analógica: robur, pero aún robus en Catón, y el derivado robus-tus; cf. -fulgur, pero lat. are. fulgus (Festo).

Los temas en -n masculinos y femeninos tam bién experim enta­ban alargamiento de la vocal del tem a en el nom inativo de singular, desapareciendo la nasal ya en indoeuropeo. Los dem ás casos presen­tan grado norm al (gr. φρήν, φρενός) o grado cero (gr. άρήν, άρνός). Έ1 latín ofrece un solo ejemplo de este últim o caso: caro: carn-is. Típicos ejemplos del grado norm al son hom o: hom inis y ordo: ordinis. Pero tam bién en este tipo la nivelación analógica ha anula­do las alternancias vocálicas: sermö: sermönis, lien: liënis. Por lo que m ira a los neutros, el ser. ñama, nämnas apunta a una declina­ción original *nöm-n, *nöm n-e/os que daría en latín *nömen, *nómnis. nömin-is, etc., suponen *nömenis, con extensión de -en- a toda la declinación.

En los tem as en - r el nominativo singular se form a alargando la vocal del tema: gr. πατήρ, pero lat. patër con abreviación regular de la vocal. El grado norm al aparecía originariam ente en el vocativo y acusativo de singular y en el nominativo de plural (gr. πάτερ, πατέρα, άνέρες). En los dem ás casos era de regla el grado cero (gr. πατρός, etc.). En latín, sin embargo, se generalizó el grado cero ex­cepto en el nominativo : pater, patrem, patris, etc. Los nom bres en -tôr presentaban tam bién en origen alternancia vocálica, pero la vo­cal larga acabó por generalizarse a todo el paradigm a, produciéndo­se además, naturalm ente, la regular abreviación en la sílaba final del nominativo de singular.

Temas en -i

Las alternancias vocálicas de la sílaba final del tem a (ei: i) pue­den verse en el esquema con que iniciamos el estudio de la tercera declinación.

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 249

Singular :

Nominativo *-s. La form a esperada aparece en hostis, ovis, etc. En ciertos temas, sin embargo, como m onti-, partí-, m orti-, ponti-, etc., el nominativo tiene la form a mons, pars, mors, pons, etc. Siello se debe a causas fonéticas (síncopa) o bien a la influencia delos tem as consonánticos, es difícil precisarlo. La sincopa es, desde luego, responsable del paso de los adjetivos en -ri-s como äcris al tipo Acer, form a que en origen servía tanto para el masculino como para el femenino; luego se reconstruyó äcris como form a específica del femenino, púgil, vigil y mugil suelen considerarse temas en -i a pesar de sus genitivos de p lural pugilum, vigilum y mugilum. La pérdida de su sílaba final suele explicarse como hecho de analogía según el genitivo pugil-is, etc., o bien como fenómeno dialectal (cf.o. aidil = aidilis). Algunos tem as en -i tienen el nominativo de sin ­gular en -ës (caedès, aedës, famés, etc.) que puede provenir de ungrado alargado -éi-s. [N ota 30.]

Acusativo. La antigua form a -im se conserva todavía en ciertos nom bres de carácter técnico ; sitim , tussim , puppim , restim , así como en adverbios del tipo sta tim y partim . De modo general, sin em ­bargo, los tem as en -i han adoptado la term inación -em de los te ­m as consonánticos.

Genitivo. *-eis daría en latín -is. -is se ha introducido por in­fluencia de los tem as consonánticos ; partis, etc.

Dativo. *-eiei evolucionó regularm ente a -eei > ei, cuya form a anteconsonántica, -ei, constituye la base de la term inación clásica -i: parti, ovl, etc.

Ablativo. También en este caso el latín creó una form a especial en -id sobre la analogía de -öd, -äd: lat. arc. loucarïd, clás. parti, etc. Sin embargo, acabó por generalizarse la -é de los tem as conso­nánticos. Sobre la introducción de la term inación -id en los tem as consonánticos véase supra. Adviértase que en el participio de p re ­sente se emplea -ë cuando es predom inante el valor verbal, e -% cuan­do lo es el adjetival.

Plural :Nominativo. *-ei-ës evolucionó regularm ente hacia -ës: pariés,

ovés, etc.Acusativo *-i-ns > is, que es la form a regular clásica; partis,

civis, etc. La introducción de la term inación -ës, propia de los te ­m as consonánticos, comenzó en época tem prana, pero el proceso no· se completó hasta la época imperial.

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250 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Genitivo *-i-öm > -ium : civium, partium , etc.Dativo-ablativo *-i~bhos > -ibus: civibus, partibus.El nom inativo-acusativo de los neutros de tem a en -i era el tema

puro, pasando a -e la -i final (p. 222) : *mari > mare; *dulci > dulce; *levi > leve. Ciertos adjetivos sustantivados en -ri y en -li presen­ta n pérdida de la vocal final: animal, tribunal, exemplar, calcar. El nom inativo-acusativo de plural term ina en -ia, pero en indoeuropeo este caso se form aba por alargam iento de la vocal del tema, ta l vez por contracción de *-ia. Esta term inación sobrevive en tri-gintd. Así pues, la -a del latín (y del griego) puede considerarse tom ada de la -ä de los tem as en -o (véase supra). Que este préstam o se produjo en época muy tem prana lo m uestra la form a aislada quia, que es en su origen el acusativo plural neutro del tem a interrogativo qui-s.

Temas en -u (cuarta declinación)

Las alternancias vocálicas de esta declinación recuerdan las de los tem as en -i: *-u-s, *-u-m , *-u-os o *-eu-s, * -(u)u-ei, [*-üd], *-eu-es, *-u-ns, *-u(u)óm , *-u-bhos. Algunos puntos merecen co­m entario especial. El genitivo singular -eu-s evolucionó de m anera regular en itálico a -ous y de ahí a lat. -ús: manus, etc. Se regis­tra n ciertas innovaciones analógicas esporádicas: dom u-is, senatu-is tienen la term inación correspondiente a los tem as consonánticos, en tan to que lat. are. senatuos m uestra la desinencia -os ya exam i­nada. Encontram os, además, en la lengua vulgar las form as tipo senat-i, etc., con la term inación propia de los tem as en -o. El dativo en -u l (lat. are. senatuei) se rem onta a *-(u)u-ei, que es la term ina­ción indoeuropea, o bien a *-eu-ei, form a del dativo que tiene p ara­lelos en o tras lenguas. El dativo en -ü era en origen un locativo que en indoeuropeo presentaba el tem a puro en -eu (o tal vez -éu). El latín creó una form a especial para el ablativo, -ü -d (véase supra) : castüd, manü, etc.

Plural :El nominativo *-eues tendría que haber evolucionado a *-uis a

través de *-oues (p. 216). La form a clásica -üs procedería, según algunos estudiosos, de una form a sincopada *-ou-s, que no tiene paralelo en o tras clases flexionales. Es m ás verosímil que en Ios- tem as en -u tengamos una interacción de las term inaciones de no­minativo y acusativo de plural basada en la sim ilitud accidental del nom inativo en -ês y el acusativo en -es de los tem as consonánticos (véase su p ra ) . -üs debe rem ontarse, pues, a la term inación del acu­sativo de plural, caso en el que era producto regular de -u-ns. El

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPAR ADA 251

genitivo de plural *m anu-öm > m anu-öm > m anöm > m anum : passum, exercitum. La form a disilábica -uum se debe a la analogía con los tem as en -i: civis : civium : : manüs : m anuum . En el dativo- ablativo de plural se encuentra en ocasiones la form a esperada en -u-bus (arcubus, quercubus, e tc .), pero en general ha triunfado la -i- procedente de los tem as en -i: manibus, etc.

En los neutros el nom inativo-acusativo de singular -ü (genü) en lugar del esperado *genü puede rem ontarse a antiguas form as del plural o del dual. En el p lural la form a indoeuropea en *-ü ha sido sustitu ida por -ua, con la -a de los tem as en -o que se había con­vertido en term inación característica del neutro plural para el nom i­nativo y el acusativo.

La quinta declinación [ N o t a 3 1 ]

Esta clase flexional latina se form ó a base de un grupo hetero ­géneo de nom bres. Algunos eran abstractos verbales en -ië (a lter­nando con -i) : acië-s, facië-s, macië-s, etc.; o tros eran abstractos denom inativos con dobletes en -ia (luxuries, etc.). Otros, en cambio, surgieron de tem as en diptongo largo, *diëu-m (véase infra sobre lupp iter), *rëi-m (ser. râ-m , e tc .). spës era un antiguo tema en -s (cf. lat. arc. spëres y el verbo denominativo spërare). quiës es un antiguo tem a en -i *qui-ei~. Hay, adem ás, algunos nom bres hete- róclitos: famés, lâbës. De hecho, pocos nom bres de esta declinación tienen el paradigm a completo que figura en las gram áticas escola­res. Vemos a la lengua em peñada en la ta rea de crear una nueva clase flexiva de tem as con vocal larga, pero sólo diës y rës p resen­tan paradigm a completo.

El punto de partida fue el acusativo *diëm < *diëu-m (véase in­fra ), del cual se form a el nominativo caracterizado por la -s hab i­tual: diës.

El genitivo de singular de los tem as en -ië- eran originariam ente -ië-s, form a conservada ocasionalm ente en latín arcaico : rabiës, dië-s. Esta term inación fue reem plazada por la -i de los tem as en -o: dië-l (nótense los diversos desarrollos fonéticos, diei, dië, dii). En el dativo de singular *rëi-ei > *rëi > rël > rei > re (todas las form as que no llevan asterisco están atestiguadas). En el ■ ablativo encontram os la -d itálica en la form a falisca foied “hodie-’. Ha de­saparecido de modo regular.

P lural :rës, nominativo y acusativo, procede regularm ente de *rëies y

*rei-ns respectivam ente. El genitivo tiene la term inación -rum que

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252 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ya hemos estudiado : dié-rum . En el dativo y ablativo -bus se une directam ente al tem a en -ë: dië-bus.

Tem as en -ï y en -ü

Todos los nom bres con tem a originario en -i pasaron a tem as en - ï en latín, con la excepción de vl-s, que tiene como acusativo y ablativo regulares υϊ-τη y vi, respectivam ente (en V arrón aparece el genitivo v l-s). En el plural tiene flexión de tem a en -s, vires, por analogía con otros m onosílabos como m ös: môres; spës: spëres.

sus tiene un genitivo de singular suis, que es el resultado regu­lar de *suues. El resto de su declinación se ha reconstruido sobre un tem a consonántico suv-: su-em (en lugar de *sü-m ), etc. Por su-ibus encontram os tam bién sü-bus. La form a sü-bus es probable que no descienda directam ente del indoeuropeo *sü-bhos, sino que se deba m ás bien a la influencia de bü-bus (véase in fra ) .

Temas en diptongo

El indoeuropeo *näus “nave” pasó en latín a tem a en -i: nävis.La palabra que designaba al buey, *g*öus (ser. gäus, gr. dór.

βώς), había perdido en indoeuropeo el segundo elemento del d ip ­tongo en el acusativo de singular *g*ö-m: gr. dór. βων, ser. gä-m. A p a rtir de esta form a se creó un nuevo nom inativo bös en osco- um bro, pasando al latín por préstam o (véase p. 47). En los demás casos el tem a aparecía así: *gvow-es, *g«ow-ei, etc., de donde bonis, bovï, etc. La declinación latina se reconstruyó sobre esta form a del tem a: bovem, bovés, etc. En el dativo y ablativo de plural bübus continúa *g«ou-bhos; böbus ha tom ado su vocal de los otros casos o bien se tra ta de una form a dialectal con paso de ou a Ö.

*dyëus tiene una historia similar. El segundo elemento del dip­tongo se perdió en el acusativo de singular: *dyë-m (gr. Ζην, ser. dyäm ). A p a rtir de él se creó un nuevo nominativo diës (véase su ­p ra). Iu-p iter es un antiguo vocativo de * dyeu-pater = gr. Ζεϋ w - τερ. En los casos oblicuos *dyew-es, etc. > Iovis (p. 216 sobre eu > ou). Éste fue el tem a que se generalizó, de modo que lovem reem pla­zó al original diem, que se había especializado en el significado de “día”.

Algunos nom bres irregulares

Existe un grupo muy antiguo de nom bres neutros caracterizados por una -r en el nom inativo-acusativo de singular y por una -n en

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMP ARAD A 253

los dem ás casos. Así, el nom bre del “agua” m uestra una -r genera­lizada en inglés (water) y en alem án (W asser), en tan to que apare­ce una -n en el sueco vatn. En gótico la declinación es wato, watins (gen. sg.). El griego tiene υδωρ como el um bro utur, en tanto que el sánscrito presenta -n (gen. sg. ud-nás). Este tipo de flexión apa­rece am pliam ente docum entado en hetita, pero las dem ás lenguas sólo m uestran fragm entos dispersos. El ejem plo latino m ás claro es fém ur, fem inis “m uslo”, iecur debe haber tenido un genitivo *iecines (cf. scr. yaknás), pero se le creó uno analógico iecoris, que se entrecruzó con la form a antigua p ara dar la clásica iecinoris. Lo mism o ocurre con iter, en el que el antiguo *itinis y el analógico *iteris se com binaron para form ar itineris, que a su vez dio lugar a un nuevo nominativo itiner.

invents, a pesar de su apariencia, no es un tem a en -i, según pue­de verse por su genitivo de plural iuven-um y su derivado iuven-cus. Se tra ta , en realidad, de un tem a en -n: cf. scr. yúvd, yúvánam, yünás. El nom inativo latino está rehecho sobre la base del genitivo iuven-is. Lo mismo puede decirse de canis,6 pero en este caso los hechos de flexión son m ás complicados. Partiendo del gr. κόων, scr. çvâ, lit. Suö podemos reconstruir el nominativo indoeuropeo * ku (u )ö (n ), cuyo genitivo sería *kun-os (gr. κυνός, scr. çunâs). P or el testim onio del latín se puede suponer u n tem a con grado re ­ducido *Jcu3n. La evolución fonética habría producido en latín un paradigm a"enorm em ente irregular: *cö, *eonem, quanis, etc. Se n i­veló en canem, canis, etc., y se creó un nuevo nominativo, canis, como en el caso de iuvenis. Que no es un tem a en -i se ve bien claro por su genitivo de plural can-um.

Los ADJETIVOS

Los grados de comparación

Comparativo. Dos son los sufijos empleados por las lenguas indo­europeas para form ar el grado com parativo de los adjetivos. Uno es -ios (con un grado alargado -iös y un grado cero -is-), al que puede añadirse otro sufijo e /o n (gr. -ιων < *-is-ön-). El adjetivo así modificado no significaba en un principio “m ás...”, sino que el sufijo indicaba que la cualidad designada por la raíz estaba presen­te en un grado indefinido : *mag-ios significaba “grandote”, y a p a r­tir del contexto surgieron los significados “m ás bien grande”, “de­m asiado grande”, etc. Con el caso propio de la comparación (véase

6. canes en latín arcaico (Varrón, L. L., 7, 32).

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254 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Sintaxis, p. 293), el significado “m ás bien grande examinado con relación a un determ inado modelo” evolucionó a “m ás grande que”. El sufijo no se unía al tem a del positivo, que tenía un valor “abso­lu to” : mag-nus “grande” como opuesto a mag-ios “grandote” ; cf. nequam: nequior; senex: senior. En otras palabras: el com parativo se form a con una raíz diferente: bonus: mel-ios. m inus no es, p ro ­piam ente hablando, un comparativo, sino un sustantivo neutro *m m uos del que deriva el verbo denominativo minuere.

El nominativo presenta grado alargado que, como en el caso de honós, etc., se generalizó a toda la flexión. Como era de esperar, la -s- intervocálica pasó a -r-, extendiéndose analógicamente la inno­vación al nom inativo de singular: * maiös, *maiösem, etc. > maior, maiôrem. El neutro singular maíus es el resultado norm al de* mazos < *mag-ios (p. 224).

El otro sufijo de comparativo, -tero, estaba en origen adscrito al segundo elemento de pares opuestos: gr. δεξιός: άρισ-τερός. Su valor era contrastativo y separativo. Ello puede verse todavía en el adverbio inter, que es la form a contrastatívo-separativa de in: inter-ficio “poner aparte, echar de lado”, inter-dico “señalar como excluido”, inter-eo, etc. Este sufijo, que aparece en ing. other, fu r­ther, etc., se empleó en latin para caracterizar pares contrastantes: dexter, alter, uter, m ater-tera (como opuesto a am ita). En algunas palabras aparece combinado con el -is- que acabam os de estudiar: sin-is-ter, m ag-is-ter, m in-is-ter.

Tam bién en el superlativo encontram os dos sufijos de funciones originales distintas, -to - aparece en los num erales ordinales (véase in fra), en los que servía para indicar el m iem bro que com pleta un grupo dado; tenía una función “completiva” (Benveniste). s e com ­binó con -is- p ara dar el sufijo -isto - que aparece, por ejemplo, en ing. sweetest (gr. ήδιστος). El latín, sin embargo, prefirió el sufijo -mo ( - c m o - en ciertos contornos fónicos), cuyo valor originario —en opinión de Benveniste— era la designación del m iem bro extrem o de un grupo, es decir, tenía en un principio valor de referencia espacial como en sum m us (*sup-m o-s) “el que está en el tope”, dëmus, in fi­mus, prim us (* p ñ s-m o -s) . En suprem us, extrëm us el sufijo se ha añadido a antiguas form as de instrum ental (véase infra, adverbios). El sufijo -m o- se combinó con -to - en intim us, ultim us, extim us, optimus.

O tra form a alargada del sufijo es -sim us, en la que la s tiene orígenes varios: (1) - t - t em o- > -ssim o- (pessimos < *ped-tem o-); (2) probables form as sincopadas del sufijo -is-. La form a m ás ca­racterística del sufijo superlativo latino, -is-sim o-, surgió de la com ­binación de -is- con -scm o-. Unido à tem as nom inales term inados en -r y -l, este sufijo quedó deform ado por cambios fonéticos":

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GRAMATICA HISTORICO-COMPARADA 255*facil-s.m o-s > facillimus (p. 232 sobre -ls~), *acri-s,mo-s > *acrs-samos > *acers-samos (p. 224) > acerrimus; de modo sim i­lar pulcherrim us < *pulchro-semos.

Todavía no se ha dado una explicación totalm ente satisfactoria de plüs, plürimus. Es evidente que son form as em parentadas con los adjetivos que significan “m ucho” en otras lenguas (cf. gr. πολύς), los cuales están form ados sobre la raíz *pel “llenar” (lat. plë-nus). El tem a com parativo pié-yes-, plé-is que aparece en el gr. πλεΐν (acusativo) y en el superlativo πλειστος, proporciona una buena basé *pleis-¿mo- al lat. are. piísim a conservado por Festo. P o r otra parte, tenem os un sustantivo neutro de la m ism a raíz, *plewes (gr. hom ér. πλέος), que puede ser la base del lat. are. plous, de m odo que el lat. clás. plüs no sería en origen m ás com parativo que su contrario mi- nus. El verdadero com parativo *plë-yôs puede éstar en el origen del pleores del Carmen Arvale, si bien la presencia del rotacism o indica que la form a transm itida ha sido parcialm ente m odernizada.7 Podemos, pues, restau rar el siguiente hipotético estado de cosas: *plëyôs- *plë-is-em o- que habría dado en latín pleör- plirimo-. Luego, el sustantivo neutro plous (frecuentem ente em parejado con m inus) reemplazó al com parativo afectando entonces a la form a del superlativo: de ahí plüs, plürimus. El ploirum e de CIL, I2, 9, pué- de considerarse sim plem ente como un ejemplo m ás del socorrido m étodo de afectar arcaísm o sustituyendo la ü clásica por oi (véase p. 218).

LOS PRONOMBRES

Hay que distinguir dos grupos: (1) los tem as dem ostrativos y el relativo-interrogativo-indefinido, y (2) los pronom bres personales.

(1) presentan tem as en e /o y en ά para masculino y femenino, respectivam ente, m ientras que el neutro singular, nominativo y acu­sativo, term ina en -od (> ud) : is-te, is-ta, is-tud. En el genitivo y dativo de singular tienen form as comunes a todos los géneros: -lus e -i, respectivam ente.8

En m uchas lenguas los dem ostrativos tienden a asum ir form as reforzadas, sea por la combinación de temas diferentes, sea po r la adición de partículas deícticas (fenómeno que podemos llam ar del “este-de-aquí” , “ese-de-ahí”) . El latín presenta ejemplos de am bos procedim ientos, is-tud está com puesto del tem a anafórico i- y del dem ostrativo *tod. ille ha sustituido a un antiguo olle que unía ol

7. Tam bién Festo modernizó *pleisima en piísima.8. Sobre la form a vulgar del fem enino illae, etc., véase p. 167.

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256 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

(cf. ul-tra, öl-im ) y el tem a -se (véase in fra). Las principales p a r­tículas deícticas que se unen a los tem as pronom inales son -ce e -i (sobre hic, istuc, etc., véase infra).

La term inación del genitivo singular, -ius [Nota 32] (en P lauto es frecuente la escansión éius, lo cual im plica una pronunciación eiius confirm ada por la grafía eiivs de las inscripciones, etc.), no tiene paralelo en o tras lenguas. En indoeuropeo era e-syo (ser. asya), y se ha pensado que el latin añadió a esta form a la -s habitual en el genitivo (cf. supra), evolucionando *esyos de m anera regular a eiius. Del m ism o modo, huius < *gho-syo-s, cuius < *quo-syo-s (cf. ser. kásya). O tros estudiosos pretenden explicar la term inación p o r cuius, adjetivo en -ios que sobrevive aún en el quoius de Plauto, y que acabaría incorporándose a la flexión (sobre el genitivo como caso adjetival véase infra pp. 289 ss .) . Los otros genitivos pronom i­nales serían simples imitaciones de quoius. De quoius analizado como quoi-us se extrajo un tem a quoi- que, con la adición de la desinencia típica del dativo, dio lugar a quoiei (así en latín arcaico), que en Plauto aparece como quoll y quoi. Esta ú ltim a es la form a clásica, no apareciendo cui hasta la época augústea. De los restan ­tes casos sólo el genitivo plural exige com entario, -rum debe rem on­tarse a las form as femeninas que en indoeuropeo tenían la te rm i­nación *-ä-söm (ser. täsäm ). El masculino -órum es una innovación analógica, puesto que el indoeuropeo tenía *-oi-sóm (ser. tësàm, kësâm = (is)-törum , quorum.

hicEl tem a es *ghe/o, ghä- (p. 230), al que se añade la partícula -ce.

El masculino singular presenta -ï- en P lauto (hic), form a que se rehízo en hice po r analogía con el neutro hocc < *hod-ce. El tem a en -i aparece tam bién en form as del plural de procedencia epigrá- flica: heis, heisce, hisce (Plauto). Aparte de estos casos, el tem a apa­rece como ho-, hä-, que con la adición de la partícula -ce (frecuen­tem ente en su form a plena en latín arcaico) da lugar a la bien conocida declinación clásica de este pronom bre: *hom-ce, *häm-ce, *hod-ce > hunc, hanc, hoc(c). Adviértase que el latín arcaico no había introducido todavía la distinción artificiosa entre hae (feme­nino plural < há-l) y haec (neutro p lural < *ha-l-ce). Sobre el genitivo y dativo de singular, véase supra. El ablativo singular es höc, häc < *höd-ce, *häd-ce.

illeille resulta de una alteración del lat. arc. olle (cf. ul-trä, öl-im)

bajo la influencia de is, iste, ipse, olle es una com binación de ol y

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g r a m á t ic a HISTÓRICO-COMPARADA 257

se /o (véase in fra ). Tam bién están atestiguadas form as con desinen­cias adjetivales: ollus, olla. Ocasionalmente se le unen partículas deícticas: illaec, illuc, illunc, etc. El nom inativo de p lural aparece en P lauto en la form a íllisce (cf. heisce, etc., su p ra ) . Sobre el geni­tivo y dativo de singular véase lo ya dicho m ás arriba.

isteEs otro dem ostrativo compuesto, del que sólo se declina el segun­

do m iem bro. Tam bién puede llevar partículas deícticas : nominativo singular masculino istic, femenino istaec, neu tro istuc, etc. El geni­tivo tiene norm alm ente la term inación - ius (véase supra), pero hay una form a istl (con la term inación propia de los tem as en -o) que aparece en istimodi. El lat. are. istis (Plauto) es probablem ente no una form a sincopada de istíus, sino isti + -s de genitivo.

isEste tema, que en indoeuropeo se emplea en correlación con el

pronom bre relativo, aparece con alternancia i/ei. El grado cero apa­rece en el nominativo m asculino y en el neutro (i-s, i-d ), y el acu­sativo que era de esperar, im, está atestiguado en las X II Tablas. A una form a secundaria del nominativo —grado pleno— se le añadió una partícu la -om : *ei-om (cf. ser. ay am ), form a que el latín utilizó como acusativo singular masculino, *eiom > eum, y a partir de la cual se creó un nuevo tem a *eio-, con u n , correspondiente femenino *eiá~. En el nominativo plural masculino, por un proceso regular, *eioi > *eiei > ei > l. El disilábico el es una refección analógica sobre eum, etc. Tam bién en este pronom bre encontram os nom ina­tivos de plural en -s: is, eis, eeis e ieis. Las form as de dativo y ab la­tivo de plural atestiguadas son los resultados esperados de *eiois, *eiais: eis, is, con las restauraciones disilábicas eeis, ieis, etc. El lat. are. Ibus parece el resultado esperable de *ei-bhos (ser. ebhyás). Sobre el genitivo y dativo de singular véase lo ya dicho m ás arriba.

A este tem a se añadió una partícula -em. Un falso análisis del nominativo singular neutro id -em dio lugar a una partícula dem. Añadióse ésta a is, eä, etc., resultando ídem, eâdem, etc. Sobre los adverbios ibi, etc., véase infra.

so-, to-E1 indoeuropeo poseía un pronom bre dem ostrativo *so, *sá, *tod,

que dio, inter alia, el gr. 6, ή, τό(δ). Ennio atestigua las formas de acusativo som, sam, sös, sás, que pueden atribuirse a este tema, en tanto que to - aparece en turn, topper (< *tod-per), etc. También si(c) pertenece a este tem a: es una form a de locativo, *sei(cej.

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258 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ipseEn las form as arcaicas eum psum , eampsam tenem os una com bi­

nación del tem a eio- con som, sam (la p es una consonante de tra n ­sición, como en sum psi < sum -si. Es probable que este som, sam sea d istin to del que acabamos de estudiar y se rem onte al reflexivo *suos. Del acusativo se extrajo un tem a -pso -psä que aparece en el "nominativo femenino eapsa, m asculino ipsus, etc. Este últim o sufrió la influencia de iste e Ule, y así surgió la flexión norm al ipse, ipsa, ipsum. Nótese que la asimilación del neutro ipsud a illud, etc., no se produce hasta época tardía. Sobre las form as vulgares isse, issa, etc., véase p. 163.

Interrogativo. Indefinido. Relativo

El tem a interrogativo-indefinido del indoeuropeo tenía la form a qui- quei, com ún a los tres géneros: quis, quid. El acusativo que cabía esperar, *quim, tom ó la term inación -em de los tem as conso­nánticos (véase supra). El instrum ental qui se conserva como ad­verbio, en tanto que el nom inativo de p lural *quei-es dio lugar al qués del Senatus Consultum de Bacchanalibus. El plural neutro quia se conservó como conjunción. El dativo-ablativo de plural quibus se m antuvo como resto de la flexión regular.

En itálico se form ó un tem a relativo correspondiente quo- qua-. El m asculino (quoi > quei > qui) y el femenino (quae) m uestran la partícula deíctica -i. quod lleva la -d característica de los neutros. El acusativo quom se conserva sólo como conjunción, habiendo sido reemplazado por quem (cf. supra). Sobre el genitivo (quoius, etc.) y el dativo singular véase lo ya dicho m ás arriba. Las form as del p lural son resultado regular de *quoi, *quai, *quäi, etc. El nom i­nativo de plural quäs es dialectal por quae (véase p. 243). Una fo r­m a secundaria quis en dativo-ablativo de plural continúa *quois,* quais.

LOS PRONOMBRES PERSONALES

ego y tu son form as heredadas del indoeuropeo (cf. gr. έγώ, τύ, σύ). Una form a alargada con -om aparece en gr. έγών, ser. ahám , 9 y ésta es la base del lat. egom-et, del que, por un falso análisis, se extrajo un sufijo -m et: m ihi-m et, etc. En el acusativo me y té con­tinúan form as tónicas indoeuropeas (el gr. tiene με, σε átonos). En indoeuropeo las form as enclíticas *moi, *mei, *toi, *tei se emplea-

9. La consonante aspirada sugiere el análisis *egH-om.

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 259

ban para el genitivo y locativo. Alargadas po r adición de la -s de genitivo, *mei-s, *tei-s form aron la base del lat. are. mis, tís. Las form as clásicas m el y tu l están tom adas de los posesivos, mihî y tibí se rem ontan a *meghei, *tebhei (u. mehe, tefe). El sánscrito p resen ­ta las m ism as consonantes en las form as m ahyam, tubhyam, pero éstas presuponen ide. *meghi, *tubhi, con adición de una partícula posiblem ente em parentada con el -om de *eg-om. El ablativo indo­europeo tenía las form as *mëd, átona, y *mëd, tónica. El sánscrito conserva la prim era (m ât); la segunda aparece en lat. arc. m ëd (cf. tëd < *tuëd). No hay que confundir estas form as con las arcaicas del acusativo m ëd, tëd, que llevan una partícu la -d de origen oscu­ro. Es difícil creer que se produ jera una confusión en tre acusativo y ablativo, o que la -d provenga de los pronom bres neutros.

Las form as del pronom bre reflexivo tienen gran sem ejanza con las que acabamos de estudiar. së(d) < *suë (el gr. ε continúa la form a breve átona). El genitivo sui está tom ado del adjetivo pose­sivo. sïb ï < *sebhei con asimilación de e a i y abreviación yámbica, al igual que mïhî, ñbl. El ablativo sé-d es paralelo a m ëd y tëd.

nös y vós son form as tónicas heredadas que se corresponden con las átonas del sánscrito nas y vas. nostrum y vestrum son genitivos de p lural de noster y vester, nostri y vestri, las form as correspon­dientes del singular, se em pleaban específicamente como genitivos “objetivos”, y aparecieron por vez prim era en Terencio. El latín rehízo el dativo y ablativo añadiendo la desinencia -bhei a los tem as nö-, vö- extraídos de nos y vôs. A *nôbhei y *vóbhei se añadió una -s po r analogía con la desinencia norm al -bus.

Los adjetivos posesivos se form aron por adición de la vocal te ­m ática -o- a los tem as pronom inales: *m ei-o-s > m eus; *teu-o-s (gr. τεΡός) > lat. are. tovos > tuus; *seu-os (gr. áFóq) > sovos (lat. are. dat.-abl. pl. soveis) > suus. En el p lu ra l el suñjo contras- tativo - te r (o) se añadió a las form as breves nös, vos. El lat. are. vos­ter pasó a vester (p. 217). [N ota 33.] El vocativo singular m asculi­no m i puede rem ontarse al genitivo enclícito *mei, ya examinado.

LOS NUMERALES

Cardinales

Sobre üñus < *oino- véase p. 219. La raíz *sem (gr. εις, μία, εν) aparece en sem-el, sim-plex, sin-guli y sem-per.

dúo (dúo por abreviación yámbica) es una form a heredada < ide. *duuö(u). Este num eral ten ía en origen las desinencias del dual, según m uestran las form as latinas de acusativo plural masculino duo (P lau to), neu tro dúo. Las form as con desinencias de plural-duös,

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260 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

dwom y duórum, dativo-ablativo duôbus y, adem ás, la serie com ­pleta de form as fem eninas duae, etc., son innovaciones, pues en o ri­gen duó valía tanto para el masculino como para el femenino, ambo es tam bién form a heredada (gr. α:μφω).

très (mase, y í'em.) es el resultado regular de *treies (gr. τρεις, ser. trapas).

La palabra que significa “cuatro” presen ta alternancia vocálica con generalización de form as diferentes en los d istintos dialectos indoeuropeos. El lat. quattuor se rem onta a *quetuores, con una vor- cal reducida en la prim era sílaba y el grado -o- característico del nom inativo en la segunda sílaba (cf. gr. dór. τέτορες). El latín ha eliminado la flexión convirtiendo a este num eral en indeclinable. No se ha dado una explicación convincente de la form a quadru- em plea­da en compuestos.

Sobre quinqué < itál. quenq^e < ide. *penq»e, véase p. 226.sex puede ser resultado tan to de *seks como de *sweks, cf. gr.

ε ς , F é Ç .Sobre septem < *septm (gr. έπτά), véase p. 225.octö < *oktö(u) es una form a de dual de una palabra que signi­

ficaba “conjunto de cuatro dedos” (conservado en el avéstico aSti “ancho de cuatro dedos” ).

novem procede de *new-n (cf. nönus, ing. nine). La form a que cabría esperar, *noven, se ha transform ado bajo la influencia de septem y decem.

Los num erales de 20 a 90 se derivan de u n tem a nom inal *(d)Jcmti- que significaba “conjunto de diez”. El dual aparece en vi-gintï, donde vi- (cf. gr. dór. FI-κατι) puede estar em parentado con el adverbio sánscrito vi, que significa “aparte”. El resto de los nu ­m erales del grupo conservan el p lural neu tro en -á (véanse pp. 245 s .) . trî- y quadrä- 10 son plurales neutros cuya ä se extendió ana­lógicamente a quinquägintä, sexägintä, septuaginta, nonaginta, oc­toginta está probablem ente en el lugar de un *octuägintä (cf. gr. όγδο(Γ)ήκοντα), que influyó en la form a de septuägintä.

Sobre centum < * (d)Icmtom, véase p. 225.Los num erales de 200 a 900 son simples com puestos de los nu ­

m erales cardinales de 2 a 9 y centum. Indeclinables en origen, el latin hizo de ellos adjetivos num erales, ducenti, trecenti, sescenti conservaron la c, que se sonorizó en nöngenti, (* novem -g enti), quin­genti, de donde tam bién el -ingenti de quadringenti, septingenti, octingenti.

El indoeuropeo no parece haber poseído una palabra que signifi­cara “m il”; el lat. mille no tiene correspondencias.

10. La - d n o h a recibido explicación.

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 2 6 1

Ordinales

Los ordinales presentan los sufijos -to - y -m o - que hemos exa­m inado en la com paración de adjetivos.

prim us < *pñs-m o-s, superlativo de prius.secundus es un adjetivo verbal (véase gerundivo), del verbo

sequor: < *seqi>ondo-s.tertius < *trityos, a través de *trtyos (p. 224). quartus. La form a original parece haber sido *qHru-tós, con el

grado cero del num eral (cf. o. tru tum = quartum ). La form a latina puede estar basada en *q^atwor-tos, con restauración de la form a plena del num eral cardinal y pérd ida po r haplología de la prim era dental. El dialecto prenestino conserva la esperada contracción quorta, que el latín transform ó luego en quartus por influencia del cardinal.

quintus (< *quinqHos) y sextus p resen tan el sufijo -to-, septim us y octavus (sobre óv > äv véase p. 217) y decimus son

adjetivos form ados por adición de la -o- tem ática al cardinal. El m ism o tipo de form ación lo tenem os en * novenos, que debería haber dado regularm ente *nünus, pero la ö se conservó por influencia de novem.

El ordinal “vigésimo” se form a por la adición del sufijo - t emo (véase superlativos) : *vî-km t-U m o > *iñcenssimos (para el cambio t - t > ss véase p. 232) > vicesimus.

Los adjetivos num erales m ultiplicativos son com puestos cuyo se­gundo elemento es o bien (1) pío- de la raíz p ié- “llenar” (duplus, triplus, e tc .), ο bien (2) p lek- de la raíz que significaba “plegar” (s im ­plex, duplex, etc.). De los adverbios correspondientes, semel contie­ne el num eral sem-, pero su sufijo no ha sido explicado, bis (*duis), ter (*tris), quater (*q»atrus) llevan una -s adverbial. La term ina­ción -iëns que aparece en los dem ás adverbios de esta clase se ori­ginó probablem ente en los derivados pronom inales quotiens, totiens, en los que, basándonos en el testim onio del sánscrito, podemos iden­tificar un sufijo *-in t- > lat. *-ient~. Esta form a, combinada con la -s adverbial que acabamos de exam inar, daría lugar a -iëns-.

Los adjetivos num erales distributivos, aparte del aislado singulus (< *sem-gelo), están form ados con el sufijo -n - y los adverbios multiplicativos: *duis-noi > bini, *tris-noi > tem í (con ter re s­taurado en lugar del resultado fonético esperado * tñni).

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262 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

El verbo [Nota 34]

Desinencias

Activas. Las desinencias del verbo indoeuropeo se referían p r i­m ariam ente a la persona gram atical, incluyendo en sí la categoría del núm ero (singular y p lural). Así, -m , -s, - t representaban la p ri­m era, segunda y tercera personas del singular, y -m e/o , -te y ~(e/o)n t, las form as correspondientes del plural. En un m om ento dado de la h istoria del indoeuropeo se añadió una partícula -i que significaba “aquí y ahora” . De ahí surgió la oposición entre desi­nencias prim arias y secundarias con referencia tem poral al p re ­sente y al pasado, respectivam ente: -m i: -m , -ti: -t, -n ti: -nt. La partícu la -i, según puede presum irse, sería en origen de empleo potestativo: de hecho no aparece en la prim era y segunda personas del plural, y no es seguro que el -si de segunda persona del singu­lar pueda atribu irse al indoeuropeo.

O tra distinción necesaria es la que separa form as verbales te ­m áticas y atem áticas. En paradigm as como *bhero-mes, *bhere-te, *bhero-nti, etc., el tem a que queda tras la supresión de la desinencia term ina en vocal -e/o . Es la llam ada vocal tem ática. Otros verbos como *ei-mi, *i-mes, cuyo tem a carece de tal vocal, se llam an ate- m áticos. Esta distinción aparentem ente trivial es de fundam ental im portancia en la m orfología verbal indoeuropea, dado que los dos tipos de verbos se distinguen inter alia en sus procedim ientos de form ación de los modos (véase in fra ) . P or lo que m ira a las desi­nencias, sin embargo, sólo se distinguen en la prim era persona de singular activa : -o es prim ario tem ático y -m i prim ario atem ático.

Medias. El indoeuropeo distinguía dos “voces” . En la “activa” la acción verbal estaba dirigida hacia fuera del sujeto “ergativo” (véase Sintaxis, p. 284). En la “m edia” la acción se concebía como actuando en o sobre el sujeto: la acción tiene lugar en la persona del sujeto, en interés del sujeto, etc. Así, verto “yo vuelvo” (algo) se opone a vertor “la acción de volver tiene lugar en mí, m e vuel­vo” ; πορίζω “proporciono”, πορίζομαι “proporciono a mí mismo,, m e procuro” . Así, las form as medias del verbo, en cuanto que de­notaban inter alia las acciones que tenían lugar en la persona del sujeto, se em plearon tam bién para la expresión de la pasiva, que no tenía form as propias en indoeuropeo. Las desinencias de la m e­dia se crearon por adición de diversas partículas a las prim itivas desinencias personales, y tam bién es probable en este caso que la oposición tem poral entre prim arias y secundarias fuera un desa­

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 263

rrollo tai’dío en la historia del indoeuropeo. Las únicas desinencias m edias indoeuropeas relevantes para el estudio de las latinas son -so, -to, -nto, que aparecen en griego como desinencias medias se­cundarias de la segunda y tercera personas de singular y de la te r ­cera de plural, respectivam ente, opuestas a las prim arias -sai, -tai, -ntai. El perfecto tenía en el singular una serie de desinencias distintas de las que hemos visto : -a, -tha, -e. Y ahora podemos proceder al estudio de las desinencias verbales del latín.

Primera persona singular. Primaria. La atem ática -m i sólo se conserva en sum, donde ha perdido la -i. Con esta excepción, se ha generalizado la -δ tem ática: eo, fero, amo, moneo. La m isma desi­nencia la encontram os en el fu turo en *-bhô (p. 271). El lat. eró procede de un antiguo subjuntivo *esó (p. 271).

Secundaria. El latín conserva -m : amabam, ferebam, amaveram, etc. Aparece tam bién en las form as de subjuntivo y optativo: amem, regam, siem, etc.

Segunda persona singular. A causa de la caída de -i final no que­da en latín resto de la oposición entre form as prim arias y secunda­rias: ducis, amas, eras, amabas, sies, etc. La form a plautina ess suele ponerse en ecuación con el homérico έσσί. Pero hay testim onio de u na form a hom érica m ás antigua, εις, grafía que pretende solam en­te indicar la cantidad larga de la sílaba εσ-ς. Esta form a más an ti­gua recibió una -i por influencia de έστί: έσσί. El ess plautino pue­de, po r tanto , considerarse equivalente de la form a hom érica m ás arcaica. De hecho es dudoso que el indoeuropeo llegara a desarro­llar una form a prim aria independiente para la segunda persona de singular, dado que falta en el plural.

Tercera persona singular. El latín arcaico distinguía la -t (< *-ti) p rim aria de la -d (< *-t, p. 227) : esed, feced, sied. La m ism a d istin ­ción aparece en osco-um bro : fu st “e rit”, fusíd “foret” . En el latín clásico se había generalizado la - t prim aria: dedit, fecit, siet, es­set, etc.

Primera persona plural. No hay restos de la desinencia secun­daria *-m o en latín, que ha generalizado *-m os > -m u s: ducimus, ducebamus, duxim us, etc. Un grado distinto de alternancia, *-me, aparece en el gr. dór. φέρομες, etc.

Segunda persona plural. El latín -tis deriva de -*tes, form a en la que se ha añadido la -s de la form a correspondiente del singular al *-íe que vemos en gr. φέρετε, etc.

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264 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Tercera persona plural. El oseo y el um bro distinguían entre la desinencia prim aria -n t < *-nti (sent = sunt) y la secundaría -ns < *-nt (deicans = dicant, sins = sin t). El latín tiene solam ente -nt, que deriva de la prim aria *-nti generalizada, y de la que el único testim onio directo es el dudoso trem onti del Carmen Saliare (N.° 53). La term inación -nont, m uy extendida en la época arcaica (danunt, explënunt, redïnunt, nequînunt), no ha sido explicada. Si la -n es un sufijo form ador d s tem as (p. 267), es difícil explicar por qué aparece sólo en esta persona. Es posible que esta desinencia haya surgido de form as dialectales en las que se hubiera perdido la - t final (dedron = dederont). Luego, *dan, * expíen, etc., que no tenían la característica -nt, habrían sido alargados por medio del usual -ont.

Voz medio-pasiva

En itálico y en céltico las desinencias de la voz m edio-pasiva es­tá n caracterizadas por una -r que falta en sánscrito, griego, ger­mánico, etc. Esta -r puede igualarse, en p rim er lugar, con la term i­nación que en osco-um bro distingue a la pasiva im personal: fera-r “debe llevarse”, tipo que se encuentra tam bién en antiguo irlandés. Corresponde en latín a los usos pasivos im personales como pugna- tu r “se lucha”. Así pues, lat. -tur, -ntur, etc., pueden explicarse como combinación de las desinencias m edias con la - r de im personal. La relación de este form ante con la -r que en diversidad de funciones aparece en los paradigm as verbales de o tras lenguas indoeuropeas (indo-iranio, frigio y armenio, tocario, hetita) no está clara. Es po­sible que las prim itivas form as con -r del itálico y del céltico sean en origen simples nom bres verbales que designan la acción.

Primera persona singular. En -or (lat. are. -ör) sim plem ente se ha añadido la - r a la desinencia prim aria tem ática -ó. En los dem áscasos se añade directam ente al tem a verbal: amer, regar, amabar, etcétera.

Segunda persona singular. La term inación latina m ás antigua del latín es -re, desarrollo regular de la desinencia secundaria m e­dia -so (p. 222); por tanto , sequere = gr. επεο (* seq^e-so), según todas las apariencias. Salvo en el imperativo, se le añadió - s por analogía de la activa * -e s : *sequere-s > sequeris. En las form as dialectales del tipo spatiarus, utarus, la - s tiene que haberse aña­dido antes de que -o final pasara a -e.

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPAHADA 265

Tercera persona singular, -tu r surgió por la adición de - r a la desinencia secundaria m edia -to.

Primera persona plural, -m ur < secundaria -m o + r.

Segunda persona plural. Las form as en -m ini suelen explicarse como nominativos del participio de presente medio empleados en perífrasis como *feromenoi (este) (gr. φερόμενοί έστε). De ahí se habría extraído u n sufijo -m in i y se lo habría aplicado a los diver­sos tem as verbales: regebamini, etc. Esto resulta muy poco p roba­ble, y otros estudiosos relacionan la desinencia con los infinitivos en -menai usados con valor de imperativo. Dado que la form a es idén­tica a la del imperativo, será m ás oportuno estudiarla en el ap a r­tado correspondiente al mismo.

Tercera persona plural, -n tur surgió de la adición de - r a la desinencia secundaria m edia -nto.

. Sobre las desinencias del perfecto véanse pp. 274 s. Para el im ­perativo véanse pp. 276 s.

F o r m a c ió n de l o s t e m a s v e r b a l e s

Los temas temporales

El estudiante de griego advierte pronto la necesidad de d istin ­guir tres tem as tem porales: presente λειπ-, aoristo λιπ- y perfecto λε-λοιπ-, (correspondientes al mg. drive, drove, driven, véanse pp. 234 ss.). Aprende luego que estos temas, salvo el indicativo, no tienen valor tem poral, sino que se refieren al tipo de acción (aspec­to) ; el así llamado tem a de presente significa acción continuada (te­m a durativo), el terna ele aoristo (Xtn-) significa acción m om entánea, y el perfecto (λε-λοιπ-), el estado resultante de una acción. Así, el tem a de, presente θνήσκειν significa “estar en el proceso de m o rir” θανεΐν “expirar” y τεθνάναι “estar m uerto”. E sta doctrina, la pre- valente en las gram áticas escolares, necesita modificarse sólo en un punto: el tem a no tiene valor tem poral ni siquiera en el indicati­vo, en el que la única referencia al pasado es la contenida en el aum ento y en las desinencias secundarias. Así, de uno y el mismo tem a durativo λεγε/ο podemos form ar un presente λέγω y un pasado ε-λεγο-ν. Estas diferentes representaciones de la acción verbal, du- rativa, aorística y perfecta, p o r medio de diferentes tem as “tem po­rales”, son lo que se conoce con el nom bre de aspectos del verbo. La situación del griego refleja la del indoeuropeo. Sin embargo, la

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266 INTRODUCCIÓN AL LATIN

descripción del valor del tem a de “presente” como durativo, opuesto al de aoristo, “m om entáneo”, no cubre todos los hechos. En el Fedón de Platón, por ejemplo, los amigos de Sócrates están esperando a la puerta de la cárcel después de ser pronunciada la sentencia de m uerte. El guardián les invita a en trar, y “encontram os a Sócrates que acababa de ser liberado de sus grillos”. El verbo que hemos traducido po r “encontram os” es καταλαμβάνει, que significa p ro ­piam ente “coger”, “sorprender”. La acción a la que se refiere es cla­ram ente m om entánea, y sin embargo P latón emplea la form a dura- tiva κατελαμβάνομεν. Éste no es sino uno de los m uchos ejem plos que sugieren que la diferencia esencial entre los aspectos del “p re­sente” y el “aoristo” no es la de continuidad-m om entaneidad, sino m ás bien la de que el tem a durativo tiene un sentido m ás directo y lleno de vida: pone el acontecimiento ante los ojos, en pleno de­sarrollo, como un docum ental cinematográfico. Podem os llam arlo “aspecto del testim onio ocular” o “aspecto de la presentación”. El aoristo, por su parte, supone una referencia menos viva al aconte­cimiento como a una unidad de la historia,. Uno y el mismo aconte­cimiento, aunque sea m om entáneo, puede ser presentado como teniendo lugar ante nuestros ojos, κατελαμβάνομεν “estábam os so r­prendiendo a, Sócrates”, o bien κατελάβομεν “encontram os a Sócra­tes”. Del mismo modo, θνήσκειν nos lleva a ía presencia de la agonía, θανεΐν da cuenta del hecho de la m uerte, y τεθνάναι, del estado de m uerte.

Ein latín los tres aspectos del verbo indoeuropeo se redujeron a dos [ N o ta 3 5 ] , pues el sistem a verbal presenta solam ente una opo­sición entre el infectum y el perfectum, reuniendo el segundo los valores originarios del aoristo y del perfecto. P ara cada uno de estos dos aspectos se desarrolló un sistem a completo de tiem pos (presente, pasado, futuro) : dico, dicam, dicebam: dixi, dixeró, dixeram. En consecuencia, nuestra exposición del sistem a latino de tiempos debe constar de dos partes : la form ación de los tem as (1) del infectum y (2) del perfectum.

Temas del infectum

Parece oportuno comenzar ejemplificando algunos de los p rin ­cipales mecanismos m orfológicos u tilizados por el indoeuropeo para la form ación del tem a propio del aspecto progresivo (“del testim o­nio ocular”) . Hemos escogido los m ás relevantes p a ra el estudio del latín.

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I. Temas radicales, que pueden ser: a) atem áticos: *ei-mi; b) te ­m áticos: *deik-ö. El tipo tem ático presenta alternancias vocá­licas, apareciendo el grado pleno en el singular y el grado cero en el p lural; *eí-mi, * i-m e/ós.

El latín conserva todavía algunos restos del tipo atem ático: í-s, í- t (< *ei-s, *ei-ti); volt, vult < *uel-ti; m -s, de la raíz *uei “desear”; es, est < *ed-s, *ed-ti “com er”; fer-s, fe r - t < *bher-s, *bher-ti, sobre es “eres” véase p. 269. S in embargo, la m ayor p arte de los tem as radicales latinos son del tipo te ­m ático: düco, dlco, etc.

II. Temas con reduplicación. Tam bién éstos se dividen en a) a te ­m áticos y b) tem áticos. El tipo a) p resen ta alternancias como en griego τί-θη-μι: τί-θε-μεν, δί-δω-μι: δί-δο-μεν. En el tipo tem ático reduplicado la raíz aparece norm alm ente en el grado cercj: gi-gn-o (raíz *gen), sido < ~si-sd-ö (raíz *sed). sero < *si-s-ö (raíz *se/ss, cf. së-vl, sâ-tus).

III. Temas con nasal infija: iu-n-go (raíz *yeug/yug), li-n-quo (raíz *leiqu/liqu), scindo, rumpo.

IV. Temas con sufijo nasal: gr. κάμ-ν-ω, δάκ-ν-ω, lat. cer-n-o (*krinc¡), ster-no, si-no (perf. sí-ví), pello < *pel-nö, tollo < *tl-nô (cf. perf. tuli).

V. Verbos incoativos en -skó: gr. βάσκω, lat. poseo (< prk, grado cero de prek-sko). Este tipo lo encontram os tam bién con re ­duplicación : γι-γνώ-σκω. El lat. gnösco puede proceder ta m ­bién de una form a reduplicada. La evolución fonética ha en­m ascarado disco < *di-dk-sko, con el grado cero de la m ism a raíz que tenemos en dec-et, doc-eo, etc.

VI. De gran im portancia es el sufijo -ye/yo. (1) Puede unirse a una raíz verbal : spec-io (raíz en grado n o rm al), venio (raíz en gra­do cero: *g«m-yö, cf. gr. βαίνω). El sufijo puede tam bién aña­dirse a tem as de presente ya caracterizados: vinc-io. (2) Con la ayuda de este sufijo se form an verbos a p a rtir de nom bres (verbos “denom inativos”). En contacto con un tem a vocálico la -y - intervocálica se pierde. Según esto podemos distinguir los tipos siguientes :

a) de tem as en -ä: fugo, fugäre < *fugä-yö; b) de tem as en e /o : albeo, audeo (de avidus); c) de tem as en· i: finio;d) de tem as en -u: m etuo; e) de tem as en consonante : custo­dio. Del tipo denominativo albeo, etc., hay que distinguir(1) los verbos causativos en -éyó con grado -o- de la raíz, como son moneo, doceo, torreo, etc., y (2) los presentes estáticos form ados por adición de un sufijo -é (el mismo que se em plea

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en aoristos pasivos griegos como έ-μάνη-ν) a la raíz verbal: videre, tacëre, iacëre (opuesto al transitivo iac-io), etc.

Estos tipos diversos de form ación de tem as fueron organizados por el latín en las cuatro conjugaciones bien conocidas por las gra­m áticas escolares.

La prim era conjugación está form ada en buena p arte por deno­minativos en -yo del tipo fuga, fugare. Encontram os adem ás algu­nos verbos atem áticos de raíces term inadas en -a (larga) : färi (cf. fä tum , gr. dór. φδ-μί). Tam bién stâre puede pertenecer a esta clase. Los verbos irregulares de esta conjugación, como domare, sonare, con perfectos dojnui, sonui, están form ados sobre raíces disilábícas, *domä, *sonä, con el sufijo -ye/yo. Los grados cero de estas raíces *doms, *sona aparecen en el participio en -to (p. 280) : dom itus, sonitus.

La segunda conjugación com prende (1) verbos atem áticos de raíces term inadas en ë: plëre, flëre; (2) los denom inativos en -ye /yo de temas en e/o; (3) los causativos del tipo moneo, y (4) las fo r­maciones en -ë, en origen intransitivas, del tipo vïdë-re.

La cuarta conjugación integra (1) tem as radicales (scio, fío);(2) denominativos de tem as en -i (finio, vestio), y (3) u n grupo de yerbos en que la raíz ha sido alargada por medio del sufijo -i-, que alterna con -i- según u n curioso principio rítm ico. [N ota 36.] Los tem as form ados por una sílaba larga o dos breves llevan -i: audlre, sâgïre, vagire, farcire, sarcire, sëpëllre, ôpërîre, âpërlre. Tenemos en cambio iäcio, iacëre, cäpio, capëre, fació, facëre, fügio, fügëre, quätio, quätere (todos con ë de î an te -r según p. 221). Nótese que en ferire, salire, venire la vocal breve va seguida de una sonante. pario, parere, morior, m ori son excepciones. La repartición confor­m e à un principio rítm ico claro parece sugerir que la - i de capis, etc., se debe a la abreviación yám bica de capis. Sin em bargo es un fenó­m eno indoeuropeo: gót. hafja "yo levanto”, ser. kupyati (lat. cupió). Debemos postular, por tanto , dos form as de este sufijo prim ario: -î e -i (ésta posiblem ente resultado de í + laringal).

En estas tres conjugaciones las vocales á, ë, i, tra s la caída de la -y - intervocálica, se contrajeron con la vocal que seguía. Así, *amäye-s, *am äye-t > amas, am ät (abreviado en am ät en latín c lá­sico), y esta form a am ä- del tem a se generalizó excepto para amo < *amäy-ö. Lo m ism o ocurrió con los denominativos y causativos dé la segunda conjugación: *moneye-sJ etc. > m onis, etc. La generali­zación de esta form a m onë- del tem a a las dem ás personas (excep­to m oneo < *m oney-ô) se vio ayudada por las form as como vidë-s, vidë-m usj vident, etc., en las que las desinencias se un ían directam ente al tem a vidé-. En la cuarta conjugación audio y audiunt son resul-

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tado norm al de audl-ö, audl-ont. En las dem ás personas audís, etc., tenem os form as de desarrollo paralelo a las de la prim era y segunda conjugaciones.

La tercera conjugación engloba el resto de los tipos inventaria­dos en las pp. 267 ss.: (1) verbos radicales tem áticos, como dico, ago, etc.; (2) los tem as reduplicados: gigno, etc.; (3) tem as con na­sal infija: rumpo, etc.; ('i) tem as con sufijo nasal; (ti) incoativos en -seo; (6) formaciones con sufijos menos frecuentes y que no he­mos incluido en nuestro inventario: -to (necto), -do (tendo), -so (sufljo desiderativo que tenem os en quaesso, viso; de quaesso se ex­tra jo un sufijo -sse /o que podem os ver en petesso, lacesso, capesso).

En esta conjugación la vocal tem ática e /o aparece con el de­bilitam iento en -i- que era de esperar en las sílabas átonas (pá­gina 220) : *-esi, *-eti, *-ete-s > -is, -it, -itis, *-om os > -im us, ’■■onti > -unt.

Algunos verbos anómalos

sum. La raíz es “ser” aparecía en origen, como e ra habitual en los verbos atem áticos, en grado pleno en el singular *es~mi, *es-s, *es-ü, y en grado cero en el plural *s-mos, *s~te, *s-enti. es y est son resultado regular de este sistem a. En la segunda persona del plural, estis, aparece un grado pleno debido a la analogía del sin­gular. A s-enti se le dio la term inación tem ática: s-on ti > sun t, y esta* form a influyó sobre la de prim era persona del p lural: * som os > sumus; a p a rtir de ésta se creó una nueva form a p ara la primera- persona del singular, sum, que acabó reemplazando a * es-mi.

possum procede del adjetivo pote o potis + sum : lat. arc. potisit, potis est. potest procede de la contracción de la form a neutra pote con est.

volo es un antiguo verbo atem ático de raíz *wel. La tercera per ­sona de singular volt es resultado regular de uel-ti (véase p. 217 sobre el > ol). En el plural, *vl-te-s, con el grado cero, dio voltis. La adopción de la term inación tem ática -ont en la tercera persona del p lural constituyó el punto de p artida p ara el desarrollo de las form as tem áticas volumus, volo. vis, podem os recordarlo, está fo r­m ado sobre una raíz diferente, *wei, que vemos tam bién en in -vi-tus. nölo y m alo son contracciones d e n e -v o lo y m ag(i)s-volo, respecti­vamente. En latín arcaico se encuentran las form as no contractas ne vis, ne volt, m ä-volo, m ä-velim .

Tam bién fero p resen ta form as atem áticas : fers, fert, fertis (cf. gr. φέρτε). Podría presum irse que la fuente de las form as tem áticas está en la tercera persona del plural ferunt, pero en griego y en

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sánscrito este verbo, aparte algunas form as aisladas, pertenece al tipo tem ático.

edo tiene form as atem áticas: ës, ëst, ësse, etc., pero fue pasando progresivam ente a la clase tem ática: edunt, edimus, edo, y en oca­siones edis, edit, edere.

fio. El tem a fi se form ó añadiendo el sufljo -i ■ al grado cero de la raíz “se r” : *bh»-l-. E ra atem ático en origen, pero acabó siguien­do en gran m edida la cuarta conjugación. Nótese, sin embargo, el infinitivo arcaico fiere (véase infra).

Los tiem pos del in fectum

Imperfecto. En indoeuropeo p ara la form ación de un tiempo pasado bastaba con añadir a un tem a durativo las desinencias se­cundarias y (en algunos dialectos) prefijarle una partícula adverbial, el aum ento, si bien éste podía om itirse. El latín eliminó este recurso y utilizó un nuevo sufijo de pretérito , -a (que se encuentra tam bién en céltico y en lituano), el cual se añadía a la raíz: *es-ü-m > eräm (eräm con abreviación de acuerdo con pp. 223 s.). Este sufijo se aña­dió a la raíz bhu, y es este pre térito *bhuäm el que aparece en el nuevo p re térito durativo latino (“im perfecto”), amä-bä-m, monê- bä-m, regë-bâ-m, audië-bâ-m. El origen del prim er elemento de esta perífrasis h a dado lugar a discusiones. Es admisible que se tra te dé un participio, pues *amans-bhmâm, etc., daría por evolución fonética regular las form as atestiguadas del singular, a partir de las que se habría extendido ama-, etc., al plural. Otros estudiosos veri en ama-, regë-, etc., form as casuales (tal vez de locativo) de un sustantivo verbal en -ä o en -ë, legë-bâm = “yo estaba en la ac­ción de leer”. n. Se ha apuntado tam bién que estas form as pueden derivarse de la term inación regular del infinitivo, -si (p. 2'78) : *regesi-bäm > *regezbäm (con síncopa de la vocal átona) > re~ gëbam.

En. la cuarta conjugación la form a m ás frecuente del imperfecto es audiebam, pero el tipo audibam, aunque menos común, aparece todo a lo largo de la h istoria del latín. Probablem ente se tra ta de una form a analógica creada sobre el modelo amäre: amäbam, m o­nere: m onëbam : : audi-re: audibam. Adviértase que se creó una form a paralela de fu turo , audibq, que no es menos frecuente que el im perfecto audibam.

11. N ótese que la m ism a form a verbal aparece en los com puestos arë-facio, putrë-facio, etc.

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 271

Futuro. El indoeuropeo no poseía ningún futuro de indica­tivo; las lenguas descendientes han desarrollado independientem en­te form as especiales con este valor a p a rtir de expresiones de volun­tad, deseo, probabilidad, etc. E ntre ellas estaba el subjuntivo indo ­europeo con su doble función de expresar voluntad y posibilidad (subjuntivo volitivo y prospectivo, véase Sintaxis, pp. 306 ss.). La morfología del subjuntivo será exam inada m ás adelante. Baste por ahora con decir que el latín había desarrollado dos form antes de subjuntivo; (1) -a, (2) -ë. El p rim ero siguió em pleándose para ex­presar los valores heredados del subjuntivo (pp. 306 ss.) y el segun­do se especializó en la expresión del futuro. De ahí la partición de funciones entre las dos series de form as en la tercera y cuarta con­jugaciones: regäs, regät, etc., subjuntivo; regës, reget, etc., futuro. En la prim era persona del singular el regó de-la segunda serie re su l­taba idéntico al presente de indicativo, Jo que dio lugar a que el regam de la o tra serie asum iera una duplicidad de funciones.

En la prim era y segunda conjugaciones, sin embargo, la evolu­ción fonética neutralizaba uno u o tro de los subjuntivos indicados. Así, am äy-äs se confundía con el indicativo amäs, en tanto que en la segunda declinación ocurría lo mismo con el tipo en -ë: m oney-ës. Así, pues, en estas dos conjugaciones sólo los tipos amës y mone-ás, respectivam ente, quedaban disponibles para asum ir funciones de subjuntivo. El vacío producido se llenó con la creación de un fu turo perifrástico en la m ism a línea que el im perfecto: es una com bina­ción de los tem as verbales am á-, m oné-, con un subjuntivo con vocal breve (p. 277) de la raíz *bhu: *bhwô, *bhwës, etc., que dio lugar a las form as históricas am â-bis, m onë-bis. Acerca de la inno­vación analógica audíbo por audiam véase lo dicho en el apartado precedente.

ero, eris, etc., tiene su origen en un subjuntivo con vocal breve de la raíz *es: *esö, e s e s , ese-ti.

En ciertas lenguas el fu turo se ha form ado a p a rtir de form as desiderativas con el sufijo -s- (cf. quaes-so y los fu turos griegos tipo λύ-σ-ω, etc.). Éste puede ser tam bién el origen de form as la ti­nas como capso, faxo, dixo. En latín arcaico aparecen ocasionalmen­te fu turos en -s- tam bién en verbos de tem a en -â y en -ë. La -s-no experim entó rotacism o y se la notó por medio de .ss-: amässo,enicässo, commonsträsso. Podem os com parar con estas form as los verbos desiderativos del tipo quaesso, capesso, lacesso, y los “op ta ti­vos” servassint, etc. (p. 277). Adviértase que P lauto emplea a menudo infinitivos en -assere en lugar de las form as de fu turo en -turum : “illum confido dom um in his diebus m e reconciliassere) (Capt,., 168).

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272 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

El perfectum [ N o ta 3 7 ]

Esta parte del verbo latino, con su doble valor que corresponde a los del aoristo y perfecto indoeuropeos, com prende tem as proce­dentes de ambos campos. Los antiguos tem as de perfecto aparecen especialmente claros en el tipo con reduplicación (gr. Χέ-λοιπ-α, etc.) : ce-cin-l, pe-pul-i, pe-per-l, etc. En estos ejem plos hem os vis­to que la vocal de la reduplicación es e como en indoeuropeo. En algunos verbos, sin embargo, la vocal se ha asimilado a la de la raíz: mom ordi {lat. are. m em ordl), poposci (lat. are. peposci), cucurri (lat. are. cecurri), tu tudi (< tundo). En los verbos com puestos en que el acento caía sobre la sílaba inicial la reduplicación podía p erder­se por síncopa: cecidi, pero occidi (< ^ob-ce-caidi); tetigl, pero contigi; spopondi, pero respondi, rettu li corresponde al arcaico te- tulï, que acabó siendo desplazado por tuli, sacado de las form as compuestas. Distinto del perfecto reduplicado es el tipo latino con vocal alargada en la raíz. El origen de estas form as es vario. Algunas como liqui y fúgl suelen considerarse sim plem ente como perfectos del prim er tipo que han perdido la reduplicación. O tros, como vënï, sëdi, lëgi, ëdi, tienen correspondencia en p re téritos germ ánicos: 12 qëm um “vinimos” , sëtum “nos sentam os” . O tros descienden de aoristos fuertes originarios: fëcl (gr. ε-θηκ-α), iëci (ηκα), jun to con los que podemos poner pegi (pango), cêpï (capio) y frëgi (frango), formados sobre la analogía de los dos prim eros. En raíces que co­mienzan con vocal la vocal larga puede deberse a la acción de una sonante laringal perdida, con lo que tal clase de form as quedan r educidas al tipo reduplicado: así, por ejemplo, si em < *9 tem el perfecto reduplicado *dte s ^ m -a i daría en latín ëmï. Sin embargo, dentro de la estructura del sistem a latino el grado largo del perfecto en todos los casos que hemos visto se corresponde con el grado n o r­mal del presente. La relación sim ilar scäbi: scäbo, födi : födio pue­de también ser heredada y haberse extendido a otros verbos como cävt: caveo, mövi: moveo, etc. Nótese que, si bien ödi no tiene n in ­gún presente que se corresponda con él, la vocal breve aparece en ödium; el perfecto ödi puede rem ontarse a una form a reduplicada de la raíz *dsed > *od.

Por último, vldi constituye un caso aparte con correspondencia en gr. FoTboc, ser. véda; es un perfecto sin reduplicación de la raíz *weid. vidi: video puede haber sido el modelo de las extensiones analógicas del tipo cävi: caveo que acabamos de señalar.

12. Nótese, sin embargo, que en germ ánico la vocal larga caracteriza sola- m ente al plural : sa t (sg.) : së tum Tpl.)'.‘~ ----------- ------'---........................... —....

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 273

El tipo sigmático dlxl se corresponde con los aoristos sigmáticos de o tras lenguas, como gr. Ιδειξα < *e-dëik-s-m . Estos aoristos te ­nían en indoeuropeo grado largo de la raíz en el singular activo del indicativo y el grado cero en el resto de las form as del indicativo, pero el latín generalizó las form as con vocal larga. Así tenemos vëxl (raíz *wegh), réxl (regó), scñpsl (scrlbo), tëxï (tego), β χ ϊ (figo,lat. arc. flvo), düxl (düco), etc.

Estos tem as ^pertenecían propiam ente a raíces term inadas en oclusiva o en -s: cédo: cessi, claudo·: clausi, rädo: räsl, clëpo:clëpsi, repo: rëpsi. El tipo de form ación se extendió^ luego a otrasclases de raíces : maneo, mänsi. Nótese que la -p - de sümpsl, dëmpsï es un sonido de transición. Se produjeron algunas extensiones ana­lógicas. Así, la raíz de vivo no term ina en oclusiva (< *gHv), de­biéndose su perfecto vlxl al ejemplo del lat. are. flvo: /m ; flvo es el resultado norm al de la raíz *dhlgv (véase p. 228). La form a del tem a de perfecto sufrió en ocasiones influencias del de presente; así, iunxí lleva el infijo nasal que con propiedad sólo correspondía al tem a 'd e presente iungo (cf. pingo: pinxi, vincio: vinxi, etc.).

Las form as reducidas del perfecto en -s i (dixtl, dïxem, dïxe, m isti, accestis, etc.) se deben a la pérdida de una sílaba por haplo- Î S Ë f e . ............... ......' ...... ......... ....................... ............ .............. ;.............................. *

El tipo de perfecto m ás característicam ente latino es el perfecto en -vi, que no se encuentra en ninguna o tra lengua. [ N o t a 3 8 .] Que, sin embargo, es de origen antiguo parece deducirse del hecho de que a m enudo presenta un grado de alternancia distinto del del pre­sente : sëvi frente a sero (*si-s-p). La m ás aceptable de las teorías sobre su origen es la que supone que al aoristo radical atem ático *bhü (cf. gr. ε-φϋν) se le añadió la desinencia -ai del perfecto (véa­se supra) : *bhü-ai > fu (v )-e i. E sta form a habría sido analizada como fu-vei, con lo que -vei sé extendería a otros aoristos radica­les como *gnô, *plë-: gnövl, plëvl. Subsecuentem ente se habría unido a otros tem as ’verbales term inados en vocal larga p a ra dar lugar al tipo regular de perfecto amävi, finïvî, etc. En los tem as te r­m inados en vocal breve -e-uei, -a-uei, -o-uei > -ut (cf. denuo < *denovo, etc.), de donde el tipo moneó, monui. De modo sim ilar en raíces dísilábicas dom a/dom a, etc., *dom d/uei > domui.

Otros estudiosos buscan el origen del perfecto en -v en la -u que aparece en perfectos sánscritos del tipo jajñüu “gnovi”, papräu “plevi”. Esta explicación resulta m enos satisfactoria que la prece­dente, dado que en sánscrito la -u aparece solam ente en perfectos reduplicados, m ientras que en latín son tipos que se excluyen m u­tuam ente; adem ás, no consigue explicar la vocal larga de la raíz de gnövl, plëvl. ‘ ■ .

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274 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Entre vocales iguales -v- desaparecía con subsiguiente con­tracción de las vocales en contacto [ N ota 39]; así, consueveram > consueram, audivisti > audisti. Las formas abreviadas del tem a se extendieron a los casos en que la caída de -v- no estaba fonética­m ente justificada: amâsti, amasse, etc., dëlësti, delësse, nôram, nôrunt.

Los perfectos en -ïvi son un caso especial, pues las form as con­tractas suponen siem pre ~iví (audistis) y, en cambio, no encontra­m os nunca *audlro, *audirunt, *audiram, correspondientes a am a­ro, am ärunt, amáram. Por otra parte, la v se pierde especialmente ante -e a p a rtir de la época de Terencio: audieram, etc., pero no encontram os las form as correspondientes del tipo *amaero, etc. Por tanto , es preciso buscar una explicación distinta. Puede suponerse que estas form as tuvieron su origen en audii, audiit, que representan un estadio interm edio en el que la -v- se había perdido ya, pero las vocales no se habían contraído todavía. Ahora bien, en Plauto estas form as son escasas, y las que se encuentran (perierunt, sierint) son paralelas a las form as del perfecto del verbo eo: ii, 1er am, etc. Y este ii es la form a regular en Plauto, en tanto que ivl es una crea­ción posterior. Por o tra parte, la -v- se conserva de m anera regu­lar en scivl,' sivl, etc. Estos hechos apuntan a il, ieram, etc., como fuente de los perfectos en -ii. Sobre el modelo de una serie como perit, periit, perieram se habría creado la serie audit, audiit, audieram. ** '

Las desinencias del perfecto [N o ta 4 0 ]

El perfecto indoeuropeo era un “tiempo intransitivo” que ex­presaba un estado persistente en la persona del sujeto (véase su p ra ) . Las desinencias del perfecto latino pueden tam bién hacerse rem on­ta r a las desinencias intransitivas tal como aparecen reflejadas en la voz m edia del griego y del indo-iranio, así como en la conjuga­ción en h i- del hetita.

Primera persona singular. En indoeuropeo la term inación era -a (gr. Foîôa, ser. veda). Lat. -i (are. -ei) se corresponde con la term inación m edia - ë que se encuentra en sánscrito y en eslavo. Supone ide. -ai o -Hai.

Segunda persona singular. La desinencia ide. era -tha (gr. Foía- θα), con una posible form a alternante *-thai debida a la influencia de la p rim era persona singular. Esta form a evolucionó regularm ente a -ti: vld is-tl (sobre -is- véase infra).

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPAR AD A 275

Tercera persona singular. Ide. -e (gr. Foîôs, etc.). En itálico reci­bió como alargam iento la desinencia secundaria -t, que pasó a -d: lat. are. feced. Luego -d fue sustitu ida por la desinencia p rim a­ria -t.

Sin embargo, form as arcaicas como fuveit, redieit (Plauto vîxît, etc.) se rem ontan a la antigua desinencia in transitiva *-ai, alargada por la desinencia - t norm al en la tercera persona singular *-ai-t > -e i-t > -lt.

Las desinencias de la p rim era y segunda personas del plural no precisan comentario.

Tercera persona plural. Aparecen tres term inaciones (1) -ërun t < *-is-ont, en la que -ont es la desinencia tem ática prim aria (sobre -is- véase in fra ) . (2) -ere conserva restos de la desinencia con -r que se encuentra en riada menos que seis de las fam ilias lingüísticas indo­europeas (véanse pp. 23 s .) . Para lo que ahora nos interesa conviene advertir que - r era la desinencia activa secundaria correspondiente a la prim aria -ri que cabía esperar. ~n habría dado en latín -re, fo r­m a que parece haberse añadido al tem a verbal en - ë que significa­ba estado (p. 267). (3) -ërunt, que puede considerarse contam inación de -ërunt y -ëre.

En la segunda persona de singular y en u de plural, así como en la tercera persona de plural, aparece un elemento -is-, [N ota 4L] Se lo encuentra tam bién en o tras form as del perfecto: amäms-se, amävero (*amäviso), amäveram (*am ävisam ), etc. Se cree que este elemento -is- se originó en aoristos sigm áticos de raíces disilábi- cas: p. ej. *weidi-s-, a p a rtir de los que se habría extendido analó­gicamente a verbos de tipos diferentes.

Los tiem pos del perfecto

El fu turo es en su origen un subjuntivo con vocal breve de ao ris­tos del tipo que acabam os de exam inar: *weidi-s-o, *weidi-s-es > videro, vlderis, etc. En la tercera persona del plural se adoptó la desinencia del perfecto de subjuntivo (véase infra) para evitar la confusión con el indicativo mdërunt.

En el p retérito del perfecto (pluscuam perfecto) encontram os el m ism o m orfem a -à - que en el imperfecto. Parece que se añadió al tem a alargado con -is-, *w eidis-ä-m > vlderäm, o bien puede ser el pluscuam perfecto una creación analógica form ada para co rres­ponderse con el fu turo en ero sobre el modelo de ero: er&m, -

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276 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Los modos

Imperativo. En latín se form a el imperativo sólo a p artir del tem a de presente, con la excepción de m em ento (< *memntod, cf. gr. μεμάτω; sobre -töd véase infra). Consiste en el tem a puro: es, dä, pie (atem áticos), age, lege, rege, etc. (tem áticos). Nótese que algunos im perativos de muy frecuente uso han perdido su vocal final: fac, die, duc. En el plural la desinencia es -te.

Las form as pasivas amare, monëre, sequere presentan el re ­sultado de la desinencia -so (véase supra p. 264). La desinencia co­rrespondiente del plural, -mini, puede considerarse equivalente al -μενοι de los participios medios griegos, o bien a la term inación -μεναι (δό-μενοα) de infinitivo. No parece haber duda respecto a que -m in- sea idéntico al extendido sufijo -m en- que form a nom bres y adjetivos verbales (p. ej. los infinitivos griegos como δό-μεν; véanse tam bién pp. 278 s .) . Una form a tem ática con el grado reducido -m no- caracteriza a los participios medios del tipo alumnus (véase in fra). Parecería así que el sufijo tenía ciertos valores medio-pasivos. Aho­ra bien, una partícula -i/í, posiblemente idéntica a la deíctica, apa­rece en o tras lenguas indoeuropeas en form as de im perativo e infi­nitivo. En consecuencia, un imperativo del tipo agimini puede ana­lizarse de m odo aceptable como un nom bre verbal *age-men re fo r­zado con la partícula -i (véase infra, sobre el infinitivo pasivo).

El im perativo en -tö (agito, etc.) está en latín arcaico claram ente diferenciado del presente: hanc a m e accipe atque illi dato (Plauto). Se encuentran form as correspondientes en o tras lenguas indoeuro­peas (p. ej. gr. άγέ-τω), y parece claro que el indoeuropeo tenía una sola form a de este imperativo que se empleaba para la segunda y tercera personas, tanto del singular como del plural. El latín creó una form a distin ta para el plural añadiéndole la desinencia típica -te: agito-te, etc., quedando agito reservado a la segunda y tercera p er­sonas del singular, -töd (lat. arc. statod, licetod, datod, etc.) e ra en origen el ablativo del demostrativo to-; significaba “a p a rtir de este (momento, e tc .)”.

Sobre la base de es-to analizado como est-o se crearon nuevas formas de tercera persona de plural : sunt-od, ferunto, etc. Sobre las form as dialectales fundatid, parentatid, proiecitad que aparecen en una inscripción de Luceria, véase m ás abajo el apartado referente al subjuntivo. Las form as pasivas del im perativo de fu turo están form adas por adición de la -r característica a -to. La extraña form a en -m ino (lat. are. progredimino) tiene, evidentemente, el m ism o origen que la en -mini, con una -δ tom ada de las form as en -tö.

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 277

Subjuntivo. [ N o t a 4 2 .] E l subjuntivo latino recoge los valores del subjuntivo y optativo indoeuropeos, (véase Sintaxis) y, m orfo­lógicamente considerado, agrupa form as procedentes de ambos. En indoeuropeo existían tres procedim ientos de form ación del sub jun ­tivo. En verbos atem áticos se form aba un subjuntivo añadiendo la vocal e /o : gr. ΐ-μεν (indicativo), ΐ-ο-μεν (subjuntivo). Este tipo con vocal breve subyace en los fu turos ero, videro, etc. (véase su p ra ) .

El subjuntivo de tem as tem áticos se form aba por alargamiento de la vocal tem ática : ê/ô. En latín se generalizó la -ë -: am ë-m , amës, amet, amëmus, amëtis, ament. Según hem os visto ya, este tipo de subjuntivo fue empleado como fu turo de indicativo en la tercera y cuarta conjugaciones. La -ë - se añadió tam bién al aoristo en -s, dando lugar al m orfem a -sé - característico del llam ado imperfecto de subjuntivo (Sintaxis, p. 307). e s-s i-m , am a-ré-m , etc. Nótese forent < *bhu-së-m . -sé- aparece tam bién en el pluscuam perfecto de subjuntivo vidis-së-m , etc.

El tercer tipo de subjuntivo indoeuropeo afecta a los temas ate­m áticos term inados en vocal; en éstos se form aba por alargamiento de la vocal (gr. δύναται: δύναται). Tal vez se pueda hacer rem ontar a este tipo los subjuntivos en -à - que son típicos del itálico. Algunos estudiosos igualan este sufijo con la -a - de pre térito que ya hem os estudiado. Sin embargo, es difícil com prender cómo un m orfem a m odal, que en esencia expresa una actitud de cara al futuro, puede haber adquirido valor de pretérito . Es interesante observar que en latín arcaico aparecen ejem plos en que la -a - se añadía a la ra íz y no al tem a de presente: fuat, attigas (de tag-, no tang-), abstulas, advenat, duas.

El optativo indoeuropeo se form aba añadiendo - l a los tem as te ­m áticos (gr. φέρο-ι-μι, e tc .) . El m orfem a de optativo de los tem as atem áticos presentaba alternancia vocálica: -yé- en el singular e -l- en el dual y en el plural. El único resto latino de este tipo es el subjuntivo arcaico de esse: *s-ië- en siem, siés, siet, y *s-l- en simus, sitis, sient. Sin embargo, el paradigm a se regularizó por ge­neralización del tem a si-; sim, sis, sit. La - î aparece tam bién en las form as de subjuntivo velim, edim, duim , 13 creduls, así como en optativos form ados sobre aoristos en -s: faxim , faoñs, faxit, ausim; curassls, celassls, prohibessls (pp. 271 s.). En este tipo de form a­ciones está el origen del perfecto de subjuntivo: viderim < *wei~ dis-l-m . De viderim se sacó u n sufijo -e n - que se añadió a todos los tipos de perfecto de subjuntivo : egerim, dixerim , amaverim, etc. El latín no conserva restos del tipo tem ático en -oi-,

13. Esta form a tien e como base *dou, form a alargada de la raíz dö que en ­contram os tam bién en griego.

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278 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

R esta exam inar las curiosas form as de im perativo fundatid, pa- rentatid, proiecitad que se encuentran en una inscripción de Lu­ceria. Es evidente que la lengua de esta inscripción refleja una form a dialectal influida por el oseo. En oseo el subjuntivo de los te ­m as en -ä aparece en la form a -äld (â-è-d) y el del tipo iacio como -iäd. parentatid y proiecitad pueden explicarse así aceptablem ente como interferencias del imperativo en -töd con los correspondientes subjuntivos yusivos *parentäid, *proieciäd.

Las form as nominales del verbo

El infinitivo. El llamado modo infinitivo no es, estrictam ente ha­blando, un modo; en todas las lenguas indoeuropeas procede de fo r­m as casuales aisladas (principalmente dativo y locativo) de nom bres verbales. Estos nombres verbales pueden consistir en la pura raíz (*ag), o bien en la raíz con sufijos y alargamientos, particu lar im ­portancia tienen los nom bres verbales neutros en -i, -s, -r, -n y las form as complejas -wer/wen, -m er/m en, en las que los sufijos er/e n se añaden a las raíces alargadas por medio de -w y -m .

El infinitivo de presente latino en -se (es-se, *vel-se > velle, *fer-se > ferre) puede in terpretarse como locativo singular de un tem a en -s; la -i final pasaría regularm ente a -e (p. 222). Precedida por la vocal tem ática, la -s experim entaba rotacism o: *age-se > agere. El latín arcaico ofrece algunos ejemplos de caída de la vocal final; biber, tanger.

" -se se añadió tam bién al tem a de perfecto en -is- p ara dar lugar ai infinitivo de perfecto en -isse: amavisse, dixisse, etc.

El infinitivo pasivo term ina en -1. Algunos estudiosos suponen que procede de -ei, que puede ser la desinencia de dativo de un nom bre radical *ag-ei, o bien el locativo de un nom bre tem ático 'ago-, cuyo acusativo aparecería en el infinitivo oseo acum < *ago-m. Contra esta interpretación está el testim onio de la inscripción de Dueños, cuya form a pacari sugiere que la -i latina es una vocal originaria­m ente larga y no el producto de un diptongo. Además, la hipótesis expuesta no explica satisfactoriam ente la especialización de este caso de un nom bre verbal para la expresión de la pasiva. Debemos tener en cuenta, m ás bien, que una - l larga, como hem os visto ya, caracteriza tam bién a la pasiva de la segunda persona de plural ■■mini. Parecería, pues, m ás convincente establecer una correspon ­dencia entre am bas partículas y su valor medio-pasivo. En los im pe­rativos se añadió la -l a un nom bre verbal en men; en los infiniti­vos se habría añadido a los nom bres raíces ag~, áüc-, dlc··, etc.

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GRAMÁTICA HISTÓKICO-COMPARADA 279

La i puede hacerse provenir de *iH; cf. la alternancia de i e i en la form ación de los tem as verbales fací- y audi-.

En las form as arcaicas del infinitivo de presente pasivo agier, vortier, etc., que proporcionaban una “glossa” de gran utilidad m é­trica a los poetas, la term inación -ier suele explicarse corriente­m ente como -í m ás la term inación del infinitivo activo con p ér.dida de la vocal final, como en biber y tanger. H. Pedersen sugiere, sin embargo, que nos hallam os ante un sufijo com puesto -i-er queform a un nom bre verbal com parable a los abstractos verbales heti.tas en -S-ar, -tar, -mar, -war (cf. i-ter).

El infinitivo de futuro. Al exam inar la m orfología de este infi­nitivo hemos de tener muy presente que en la tín arcaico puede apa­recer como una form a invariable -tü rum sin consideración del gé­nero, caso o núm ero del nom bre al que se refiere (“illi polliciti sese facturum om nia”, Catón apud Prisciano; cf. “hanc sibi rem praesi­dio speran t fu tu rum ”, Cic., In Verr., 2, 5, 65, 167). En consecuencia, afirm an algunos estudiosos, este infinitivo no es idéntico al p artic i­pio de fu turo activo (véase infra), sino que es el producto de la fusión del supino con un infinitivo del verbo “ser” , *esom, que apa­rece en el oseo ezum : *factu-esom > facturum . A p a r tir de su em ­pleo con un nom bre masculino o neutro en acusativo acabó sin tién­dose esta form a invariable como un adjetivo concertado con el nom ­bre, dotándosela en consecuencia de la apropiada flexión adjetival. El punto débil de esta explicación reside en el hecho de que en latín no aparece testim onio alguno del tipo de infinitivo oseo de referen­cia. Podría, desde luego, atribuirse al período “itálico”, pero debe recordarse que en el capítulo I nos hemos atrevido a dudar de la existencia de un “itálico com ún”, fore, que funciona como infinitivo de fu turo , es el infinitivo norm al latino de la raíz bhu: *bhu-s-i. Sobre los infinitivos de los verbos desiderativos en -ässo véase p. 272.

Sobre la base de los infinitivos de fu turo perifrásticos activos como cubitum ire, el latín creó un infinitivo de fu tu ro pasivo del tipo factum irí.

El supino. Los supinos en -tum y -tü son los acusativos y dati­vos (o locativos o ablativos), respectivam ente, de los nom bres ver­bales en -tus (p. 238). En alguna ocasión se encuentran tam bién for­m as del dativo en -ul: p. ej. m em oratui (Plauto).

Los participios. El participio de presente es un adjetivo verbal form ado con el sufijo -n t-. Combinado con la vocal tem ática -o- aparece este sufijo en la form a -ont-. El único ejem plo latino de

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280 INTRODUCCIÓN AL LATIN

esta últim a se encuentra en la flexión de iens: euntem , etc. < *eiontem y en sons, insons, en el que tenemos el participio de presente del verbo “ser” : s-ont-. En el resto de los casos el latín presenta -ent-, que puede proceder tanto de *-ent- como de * -n t-, grado cero este últim o que aparece en indoeuropeo en la flexión de los temas atem áticos term inados en consonante. Nótese que dens es el participio de presente, con grado cero, de la raíz edo: d-ens.

El participio de perfecto pasivo latino es en su origen un ad je­tivo en -to - indiferente a la noción de voz. En indoeuropeo el acen­to iba sobre el sufijo, y la raíz aparecía en grado cero: díc-tós, düc-tós, üs-tós (raíz *eus, como en uro), statós (de sta-tós, raíz stä), sätus (*së). En los adjetivos verbales term inados en -itus la -i- representa el grado cero de las raíces disilábicas del tipo d o m ä f dom s, tacé/tacs: domitus, tacitus. Cuando la raíz term inaba en oclusiva dental, - t - t - y -d - t- pasaban a -ss- (p. 232), simplificado tras vocal larga o diptongo: *claud-tos > claussus > clausus, *fid-tos > fissus, *fod-tos > fossus, sed-tos > sessus.

Si bien -to - se añadía en origen directam ente a la raíz, y el ad­jetivo era independiente de los tem as tem porales, su incorporación a la flexión verbal dio lugar a num erosas interferencias analógicas: así, mansus (perf. mansi), flexus (flexi), sparsus (sparsi), fluxus (fluxi). En combinación con el verbo “ser” form ó la conjugación perifrástica del perfecto pasivo: amatus est.

El participio de futuro activo es un adjetivo con el conocido su ­fijo -ro- unido al tem a del nom bre verbal en -tú : fu tü -ro -s.

El gerundivo. No se ha dado todavía una explicación satisfacto­ria del adjetivo verbal latino en -ndus. El sufijo -do- aparece, sin embargo, en otros adjetivos verbales como tim idus, en el que se ha añadido a u n nom bre verbal en -i-. El significado del gerundivo era el de “implicado en el hecho de...” . En verbos intransitivos tenía valor intransitivo: oriundus, secundus. En verbos transitivos (agnus caedundus) el significado de “implicado en el sacrificio” podía dar lugar fácilmente a los varios sentidos apropiados a los diferentes contextos: “listo para ser sacrificado” , “que va a ser sacrificado” , “destinado a ser sacrificado”, etc. En la tercera y cuarta conjugacio­nes el sufijo aparece en época arcaica con la form a -undus. Que el paso a -endus se debió a la influencia del participio de presente resulta evidente a p a rtir del hecho de que eundum, que no presenta jam ás la form a en -endus, tiene en el participio de presente euntem.

El gerundio consiste en una serie de casos del gerundivo neutro sustantivado (pero véanse pp. 317 s. y p. 336).

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 281

Escasos son los restos que el latín conserva del participio medio en -m eno-: fémina, de la raíz *dhé “m am ar”, alumnus de *al “nu­tr i r ”. Ya hemos visto las razones que hay para poner en d uda la teoría que iguala la desinencia de im perativo medio -m ini con la form a plural del participio medio.

I n d e c l in a b l e s

Incluim os en este apartado los adverbios, preposiciones, prefijos y partículas que sirven para señalar o concretar las relaciones sin­tácticas en tre las palabras y dan indicaciones de orden local, tem ­poral y, eventualmente, lógico. Algunas de éstas son muy antiguas y se resisten al análisis: *en (in), *anti (ante), *op(i) (ob, obs), *apo (ap, ab, abs), *pro (pro), *eks (ex, ë), etc. En otros casos es posible la identificación (1) de tem as dem ostrativos: to- en turn,

. tam, tan-dem, topper, etc.; i- en ita, item, iam, etc.; no- en nam, dô-ni-cum , dô-ni-que; y (2) del tem a interrogativo-relativo q u i/quo: quid-em , quip-pe, quom, quôr, etc.

Muchos de los form antes son específicos de las formaciones adver­biales. ut, por ejemplo, según el testim onio de aliuta, uti-nam , y del correlativo ita, lleva un sufijo -ta que puede proceder de ide. *-ts (cf. ser. iti). Este sufijo se añadió a la raíz A uta se añadió ladesinencia de locativo o bien la partícula deíctica -i: de ahí utei, u tl < * uta-i. * q m t- podía alargarse por medio de una -s adverbial (o. puz < *quut-s), form a que da cuenta de uspiam, usquam, usque. La m ism a raíz *q»u- subyace en (c)ub i (ali-cubi, në-cubi). El testi­monio del osco-um bro (u, puje) y de o tras lenguas indoeuropeas m uestra que la form a prim itiva era *q*u-dhe, que fue alargada por medio de la desinencia de locativo, *qvudhe-i, que daría regularm ente (c)ubi (p. 228). ubi ha influido sobre la form a de su correlativo ibi dado que, según el testim onio del ser. iha, cabía esperar *idi < *i-dhe-i. cür, lat. are. quör, contiene un form ante adverbial r que aparece tam bién en el ing. where, lit. ku-r.

La gran mayoría de los adverbios son form as casuales nominales fosilizadas. Nominativos son versus y secundus. Acusativos son (1) parum, prim um , m ultum , nim ium, magis, minus, plus, etc. (neu­tros) ; (2) quom, tum , dum, nunc < *num-ce, partim , statim , olim (mase, y fern.). Los adverbios del tipo iam, nam, tam, quam, clara, palam, característicam ente latinos, pueden ser acusativos femeninos de i-, no-, to-, etc. Genitivos de tiem po son nox y dius. Ablativos son los de los tipos com unes en -ö(d), -ë (d ) y -ä (d ): primo, m érito (d), intrö, retrö; bene, facilumëd; exträd, infrä. El «rtos de

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282 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

intus (gr. εντός), penitus, funditus, subtus, etc., es tam bién una antigua term inación de ablativo. Locativos son Me, noctü, temere (“en la oscuridad”), tem peri y penes. Estas form as casuales pueden estar combinadas con afijos como -per: parumper, semper, topper (*tod-per), y -em : quidem (cf. idem, p. 257). El dö- de donec (lat. arc. donicum, donique) es idéntico al ing. to. Hay tam bién adverbios que proceden de grupos de palabras fosilizados: quârë, inter ea, häctenus, interim , adfatim, scilicet (= scire licet), dum taxat (taxat es subjuntivo de un aoristo en -s o de una form a desiderativa de la raíz *tag, ta-n-go). El extendido form ante adverbial -ter parece ser idéntico al sufijo contrastativo -ter (p. 254). El punto de partida sería aliter, y desde él se habría extendido a palabras de sentido próximo, como pariter, similiter, y luego a o tras m ás alejadas.

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Ca pítu lo X

S I N T A X I S

La sintaxis de una lengua como el latín ha de ocuparse del as­pecto funcional de la m orfología (véase el capítulo precedente). Con­tem pla, en prim er lugar, las relaciones entre las palabras en la fra ­se tal como están expresadas por las desinencias, es decir, ante todo las funciones de los casos, tiem pos, modos, etc. Sin embargo, el estudiante de latín se da cuenta p ronto de que no hay una d is tri­bución clara y ta jan te de funciones, por ejemplo, en tre las varias term inaciones casuales. Al contrario, se encuentra con una m ulti­plicidad un tanto desconcertante; por ejemplo, dativos de interés, provecho y daño, ético, sim patético y final. Esto se debe a un sen­cillo hecho lingüístico que es esencial tener en cuenta en el estudio analítico e histórico de la sintaxis. Las palabras no existen aislada­m ente en la m ente del hablante, sino integradas en grupos asociati­vos. Todos los m iem bros de tales grupos tenderán a una uniform i­dad de com portam iento sintáctico. Así, si impero lleva dativo, tam bién es de suponer que lo lleve su sinónim o iubeo. De hecho, iubeo aparece así construido por Catulo e incluso po r Cicerón en una de sus cartas (Ad Att., 9, 13, 2). De modo sim ilar, laedere sigue el ejemplo de nocere y sinere; pati, el de perm itto, e impedire (¡en el gram ático V arrón!), el de obstare. Así, el desarrollo sintáctico puede com pararse al crecim iento gradual del circulo que se va fo r­m ando por el agrupam iento de hongos en torno a un “hongo padre” originario. Estos círculos sintácticos pueden interferirse, es decir, una palabra puede pertenecer a varios grupos asociativos y p a r­ticipar en construcciones diferentes. El cam po sintáctico de una lengua presenta así ante los ojos del investigador un complejo es­quem a de tales círculos. Su cometido es establecer y definir su área e in ten tar luego seguir m archa a trás su desarrollo hasta el foco original del proceso. En la práctica descubrirá que el “hongo originario” era a su vez m iem bro de otro círculo, porque el agrupa-

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284 INTRODUCCIÓN AL LATIN

m iento asociativo de las palabras es un fenómeno com ún a todas las lenguas. Quiere esto decir que el investigador nunca llega, por ejem plo, a dar con la función prim itiva de un caso. Lo que encuen­t r a es u n sistem a organizado de círculos. A los efectos de descrip­ción y clasificación el estudioso de la sintaxis a rb itra rá fórm ulas generales que com prendan los usos observados; por ejemplo, “el nom bre en dativo designa a la persona (o cosa) im plicada en el acontecim iento a que se refiere el verbo” . Esta fórm ula no debe confundirse con la “función específica prim itiva”, que probable­m ente no ha existido nunca. En todas sus épocas una lengua, consi­derada desde el punto de vista sintáctico, consta de grupos asociati­vos (círculos) de uso concreto. En el transcurso de las generaciones los círculos crecen y disminuyen y los esquemas cambian. D elim itar esos círculos y rastrear la historia de su desarrollo son los cometidos fundam entales de la sintaxis descriptiva, histórica y com parativa.

E l n o m b r e

N om inativo [ N o t a 4 3 ]

El nom inativo es el caso que sirve para “nom brar”; en él la pala­bra es una m era etiqueta, tal como aparece en listas, inventarios, etc. En esta función puede usarse predicativam ente “se llam aba «Corvi­no»”, cognomen habuit “Corvinus”·, cf. “per valle illa quam dixi ingens” (Per. Aeth.). El nominativo como caso de la designación hace u n anuncio previo que concentra la atención sobre el polo tem poral de interés, el “sujeto” de la frase. Así, dos nom inativos form an un tipo prim itivo de frase: uno es el “sujeto”; el otro, el “predicado” : ille servus. Ciertos verbos se emplean para expresar la relación entre el su jeto y el predicado: est, jactus est, creatus est, adest (tu m i accusatrix ades), etc. Cuando el centro del interés está ya estable­cido y no necesita referencia explícita, estos nom inativos predica­tivos funcionan como exclamaciones: nugae!, fabulae!; con una ex­presión deíctica introductoria: “em tibi anus lepida” (Plauto, Cure., 120).

Muchas veces en la referencia a un acontecimiento la persona o cosa “nom brada” como centro de interés es concebida como inicia­dora de la acción; de ahí la así llam ada función “ergativa” del nom i­nativo, que puede representarse así 4 ,

En las expresiones “designativas”, el p rim er tipo, encontram os a veces dos nominativos en aposición: homo adulescens, homo ser­vus, m ulier meretrix. En tales casos podría decirse que se da p re ­

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 285

cisión a un térm ino general vago por medio de una reflexión poste­rio r: cf. “nos libertinae sum us, et ego et tu a m ater”.

En la lengua coloquial, negligente po r naturaleza, una vez nom ­brado el tem a de la conversación a m enudo la frase pasa a una cons­trucción diferente. Sobre este nom inativus pendens véase p. 88.

Vocativo

El vocativo es el caso de la apelación que tra ta de llam ar la a ten ­ción del oyente. Asemeja en su función al im perativo del verbo, con el que tiene tam bién un paralelism o morfológico : am bos consisten en el tem a puro. En latín tiene una caracterización morfológica p ro ­p ia solam ente en la segunda declinación (véase el capítulo preceden­te ), y aun en este caso se encuentra con frecuencia el nominativo usado como vocativo, especialm ente en poesía. El nom bre en voca­tivo está sintácticam ente aislado del resto de la frase, e incluso en un principio un adjetivo que lo calificara tom aba la form a del nom i­nativo: “salve, prim us om nium ” (Plinio, N. H., 7, 117). Pero ya en latín arcaico encontram os un ejem plo de atracción al vocativo, si macte, como parece probable, es el vocativo de m actus (véanse pp. 75 s .) . De todos modos este fenómeno es un grecismo de los poe­tas augústeos : “p rim a dicte mihi, sum m a dicende Cam ena... Maece­nas” (Hör., Ep., 1, 1, 1-3). Esta clase de ejem plos son generalmente poéticos, prefiriendo la prosa las expresiones del tipo o tu qui... A trac­ciones del mismo tipo se dan con el adjetivo predicativo : “quo m o­ritu re ru is” (Virg., Aen., 10, 811); “tu quoque... m iserande iaceres” (ibid., 10, 324 ss.).

Acusativo

El acusativo presen ta una gama de usos que puede definirse de m anera general como el fin o térm ino al que tiende o se dirige la acción. La relación se concibe así: —>|. Esto se ve m ás claram ente con verbos de movimiento, dado que el latín conserva el simple acusativo para expresar esta relación en dom um , rus, con nom bres de ciudades e islas m enores, y en algunos otros giros como exse­quias, infitias ire, venum ducere, etc. Más frecuentem ente, sin em ­bargo, el adverbio auxiliar se ha convertido en la indispensable “preposición” que “rige” al caso. El perfecto de estos verbos de movimiento expresa el estado resultante de la acción, pero la frase preposicional apropiada a los otros “aspectos” (véanse pp. 265 s.) persiste: ad urbem venire > ad urbem venisse, y de ahí po r una

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fácil conexión etimológica ad urbem adesse. De este modo la p re ­posición ad con acusativo llega a asum ir u n a variedad de funciones locativas : “ubi summus im perator non adest ad exercitum ” (Plauto, Am ph; 504) ; “esse ad sororem -’ (Ter., H. T., 979); “to tam hiemem ipse ad exercitum m anere decrevit” (César, B. G., 5, 53, 3); “habes hortos ad Tiberim ” (Cic., Pro Cael., 36); “m ihi... est ad portum ne­gotium” (Plauto, Mere., 328); “ego ad forum illum conveniam ” (id., M il, 930). Así, ad llega a ser equivalente a apud.

Los verbos compuestos surgieron de la fusión de verbos simples con adverbios que en cierta época habían sido unidades indepen­dientes en la frase. Una vez que esta fusión tuvo lugar, m antenién­dose el acusativo de término, el verbo com puesto apareció como regente de un complemento directo (véase infra) : aliquem ad + ire > aliquem adire. Es el fenómeno llamado función transitivizante de los prefijos verbales: accedere, advenire, aggredi, antecedere, circu­mire, incurrere, irrumpere., introire, percurrere, subire, transm ittere, oppugnare, etc. El grupo se agrandó por influendas analógicas de varios tipos: así, tra s egredi, exire esperaríam os ablativo. El acu­sativo puede deberse a la relación con el contrario inire o con expre­siones de sentido similar, como relinquere.

Con ciertos verbos el acusativo de térm ino o fin a que se dirige la acción es una cosa o persona externa: “h erir a un ciervo” , “co­m er pan”, “sem brar maíz”. Son acusativos “externos”, que expre­san el objeto directo del verbo. Los estudiosos se inclinan a separar esta clase de empleos del “lativo” de “térm ino” o “finalidad” , pero no hay una gran diferencia entre ellos. El repertorio de los verbos que regían esta clase de acusativos creció en latín de modo cons­tan te por las influencias analógicas. Así, amare a trae a su ó rb ita a toda una serie de expresiones sinónim as: “hic te ... deperit, ea de­m oritur te” (Plauto, Mil., 970), e incluso “am are eum haec perdi- ta s t” (Cist., 132). A través de procesos similares, cierto núm ero de verbos que expresaban estados emocionales llegaron a ser tran s i­tivos: temor (timeo, metuo, abhorrere), esperanza y expectación (sperare, desperare, manere, expectore, m o ra ri),1 alegría y tristeza (laetari, ridere, gaudere, flere, lugere, gemere, dolere, maerere, plorare, fremere, tremere, etc. Los verbos im personales que de­notan estados emocionales se construyen así: m e miseret, pae- nitet, pudet, taedet, piget. Muchos verbos que se construían ori­ginariamente con otros casos (genitivo, dativo o ab lativo), a través de interferencias analógicas llegaron a usarse con acusativo : abutor, careo, fungor, supero, indulgeo, servio, curo, studeo, ausculto, etc.

1. El acusativo con m orari debe clasificarse aquí al lado de su sinónim o manere·, “id m odo m oratus u t consulem percontaretur” (Livio, 23, 47, 1) es c la ­sificado por Ernout y Thom as como acusativo adverbial “in terno” (véase in fra).

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P or m últiples procesos de este tipo el acusativo extendió su campo de m odo gradual hasta que, tras haber tenido en su origen un signi­ficado espacial concreto de “térm ino o fin”, se convirtió en la expre­sión gram atical del complemento del verbo.

. Acusativos externos los hallam os en la tín arcaico tam bién con nom bres verbales: “quid ibi hanc aditio est” (Plauto, Truc., 622); “quid tibi hanc curatiost rem ?” (id., Amph., 519). Tam bién es an ti­guo el acusativo con verbos medios que signifiquen “vestirse” o “des­vestirse” : “quid era t induta ?; aspexit virginem ibi stantem in capi­te ostrinum indutam riculam ” (Turp., 73); cf. loricam induitur. La parte del cuerpo a que se hace referencia podía aparecer en ac u sa­tivo (caput velati) con la prenda, etc., o bien en ablativo instrum en­tal: “togae parte velati” (Catón), cf. “succincti corda m achaeris” (Ennio). De aquí se tomó un molde originariam ente latino p a ra las expresiones poéticas helenizantes del tipo “exuta pedem ” (Virg., Aen., 4, 518), “suspensi loculos” (Hör., Sat., 1, 6, 74), “concussa m etu m entem ” (Virg., Aen., 12, 468), y del tan discutido “saepes Hyblaeis apibus florem depasta salicti” (id., Buc., 1, 53-54). La construcción acabó extendiéndose tam bién a los adjetivos, dado que exuta pedem llevaba de m anera natural a nuda pedem. Con esto llegamos al acu ­sativo de relación, categoría en la que convergen o tras líneas de de­sarrollo que ahora hemos de rastrear.

En ciertas expresiones el acusativo-objeto no se refiere a algo externo, sino al contenido del verbo, al resultado hacia el que avan­za la acción verbal. Tales usos son clasificados por los gram áticos bajo la rúbrica de acusativo interno, como opuestos a los usos ex­ternos examinados en el párrafo anterior. Como es frecuente en los fenómenos sintácticos, las dos esferas de empleo se in terpenetran: “constru ir una casa”, “encender una lum bre” , “fo rja r una espada”, “decir una m entira”, “dar un golpe”, etc. Ejemplos latinos son: fa­cinus audere, m endacium dicere, foedus ferire, verbum m uttire, la­pides loqui, propino tibi salutem (éste ligado tam bién con el acusati­vo externo con volo, etc.). Un tipo antiguo que se rem onta a época indoeuropea es el acusativo de contenido que designa la acción sig­nificada por el verbo: aetatem vivere. U na subvariedad estilís tica es el “acusativo de figura etimológica”, sacado de la m ism a raíz que el verbo: vota vovere, donum dare, cenam cenare, dicta dicere, auspicium auspicare. Este tipo de acusativo heredado conoció cier­to desarrollo por influencia griega: el prototipo es el “vicit O lym pia” de Ennio.

Ciertos casos de acusativo interno fructificaron y p ro d u je ro n círculos de empleo lo bastan te im portantes como p a ra exigir rú­bricas especiales. A p artir de expresiones como longam viam ire y noctem pernoctare se desarrollaron los acusativos de ex tensión re ­

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feridos a espacio y a tiempo. A p a rtir del “espacio recorrido” de expresiones como non pedem discedat es fácil la transición a “dis­tancia” con abest, distat, etc. Expresiones tem porales paralelas son: “abhinc ducentos annos m ortuus est”; y aún con m ayor libertad “iam m ultos annos est quom possideo” (P lau to ). Tam bién se en­cuentran este tipo de acusativos con adjetivos de m edida: panem tris pedes latum, cf. annos octingentos natus. Sobre la introm isión del ablativo de tiempo, tota vita, etc., véase infra.

El neutro singular de los pronom bres se usaba con especial liber­tad como acusativo interno: istuc pessum e consulis; istuc crucior; si quid erro; si id fallo; “advorte u t quod ego ad te advenio («el fin para el que estoy aquí») intelligas” (Plauto, Epid., 456). Ejemplos como id maeret dan lugar a “id m isera m aesta est” (id., Rud., 397),* en que el acusativo es de “relación” (véase supra). En expresiones puram ente latinas tales acusativos de relación están lim itados a los pronom bres neutros: nescio quid tristis est. Este uso se desarrolló con mayor libertad sólo a p a rtir de los poetas augústeos po r im ita­ción del griego: “qui genus?” (Virg., Aen., 8, 114); “m aculosus alvum ”, (id., G., 3, 427); “nigra pedes” (Ον., M., 7, 468). Tácito fue el p rim e­ro que se atrevió a utilizar la expresión en prosa: “clari genus’* (Ann., 6, 9); “m anum aeger” (Hist., 4, 81).

En latín arcaico tam bién los neutros de ciertos adjetivos funció-, nan como acusativos internos. Plauto, de m anera general, se limita; a los adjetivos de cantidad: m ultum , nim ium , magnum, m axum uní.' También en este caso el griego dio impulso a un uso originariam ente latino; abrió el camino Catulo con su dulce ridentem, que traduce., el γελαίσας ίμέ^οεν de Safo. La prosa se abstiene de esta licencia hasta la época posterior a Livio.

Los diferentes tipos de acusativo pueden aparecer en una misma frase; así, “quid nunc te litteras doceam” (Cic.). Con los verbos de “enseñar” podem os agrupar sus contrarios, los de “ocultar’’, que! tam bién llevan dos acusativos: “u t celem patrem tua ñagitia” (Plau­to, Bacch., 375). Los verbos de “hacer”, “pensar” y “llam ar” llevan un acusativo complemento directo y un acusativo predicativo: “i s : me heredem fecit” (id., Poen., 1070). También aquí en muchos casos el acusativo predicativo expresa el resultado de la acción. En otros los dos acusativos están en aposición : “m alam fortunam in aedis te adduxi m eas” (id., Bud., 501). Del mismo tipo son los acusativos “del todo y de la p arte” : “m eretrices... m aiorem partem videas valgis saviis” (id., Mil., 93), donde el segundo acusativo es sim plem ente una reflexión posterior de carácter correctivo: “es decir, la mayor parte de ellas”.

Los acusativos internos y aposicionales quedan a m enudo pe tri­ficados como adverbios. Valgan como ejemplos nim ium , plus, m uí-

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turn; los adverbios del tipo partim , statim , etc. (véase capítulo an ­terior); antiguas aposiciones son id genus, om ne genus: “corona- m enta —omne genus— facito u t seran tu r” (Catón) ; “aliquid id genus solitum scribere” (Cic., Ad Att., 13, 12, 3); “in hoc genus praediis” (Varrón, R. R., 1, 16, 4). En este apartado podemos colocar tam bién expresiones tem porales del tipo id aetatis: “ego istuc aetatis non am ori operam dabam ” (Ter., H. T., 110). Finalm ente, tenemos los acusativos de exclamación, que dependen de un verbo elíptico [ N o t a 44] : nugas! hercle rem gestam bene! artificem probum !

Genitivo

Es difícil encontrar una fórm ula que abarque todos los usos del genitivo. Por ello comenzaremos con algunos de los grupos de em ­pleo m ejor establecidos, y cuya antigüedad parece fuera de duda.

El genitivo posesivo. Su propio nom bre da razón del concepto: aedes eri, filius eri, patris amicus, etc. Los adjetivos derivados concu­rren en cierta m edida con este tipo de genitivo (erilis filius, Campus Martius, virgo Vestalis, etc.), y algunos estudiosos han m antenido que éste es el uso m ás antiguo. Sin embargo, el genitivo con sentido p u ra ­m ente posesivo es regular incluso en los m ás antiguos textos latinos, teniendo el adjetivo un sentido m ás amplio y difuso: “conectado con”. Su esfera de referencia incluye así la del genitivo. Como su s ti­tu to del genitivo pertenece a un nivel estilístico superior (por ejemplo los “m etros largos” plautinos). Los genitivos posesivos pueden usarse predicativam ente : “fra tris ig itur Thais tota est” (P lau to); “agrum num quam siris fleri gnati tu i” (id.). La elipsis de un nom bre fácilm ente sobreentendido explica expresiones como ad Dianae (fanum ).

El genitivo partitivo. A p a rtir de “perteneciente a” se da una fácil transición a “parte de”. En este caso el genitivo está con respecto al nom bre determ inado en una relación del todo a su(s) p a rte (s). Esto resulta m ás claro en expresiones de cantidad : granum salis, vini gutta, panis pondo quattuor, cadus vini, etc. EI genitivo partitivo es especialmente frecuente tras pronom bres y adjetivos singulares neutros: aliquid, quid, m ultum , plus (negoti, rei, aetatis, animi, etc.). Comúnmente se tra ta de genitivos de nom bres, pero se encuentran tam bién algunos adjetivos neutros sustantivados : mali y boni p re ­dom inan en el la tín arcaico, pero Cicerón increm entó considerable­m ente el núm ero de adjetivos neutros sustantivados empleados en genitivo partitivo. Este uso del genitivo se encuentra tam bién en

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cierta m edida en expresiones no cuantitativas. C arácter coloquial tienen los que siguen a adverbios de lugar y tiem po: ubi terrarum, nusquam gentium (de donde también m inum e gentium ). Otros ejem ­plos con adjetivos neutros no cuantitativos pertenecen sobre todo a la poesía o prosa poética: “incerto noctis” (Salustio), “sub obscu­rum noctis” (Virg.). EI genitivo partitivo es raro tra s plurales neu­tros sustantivados; Cicerón escribe “summa pectoris” e “in teriora aedium ”, pero el uso se extendió por influencia griega: “in infera noctis” (Ennio), “per cava terrae” (Salustio), “s tra ta viarum ” (Virg.), “angusta viarum ” (Tác.).

Originariam ente el partitivo podía funcionar como sujeto, obje­to, etc., de la oración (“algunos de los enemigos” fueron muertos; he bebido “algo de vino”) . Hay en el latín arcaico algunos restos de esta clase de usos (“aquae... addito”, Catón), pero acabaron siendo suprim idos por el purism o clásico. Reaparecen en el latín vulgar, donde, reemplazados por de + ablativo, se convirtieron en antece­dente de expresiones rom ánicas como de l’eau.

El partitivo se usa con verbos que significan “llenar” o conceptos sim ilares: complere, abundare, etc.; egere, indigere, carere, levare (“me om nium iam laborum levas”, Plauto, Rud., 247), etc. Los ad je­tivos correspondientes tienen la m isma construcción: plenus, largus, refertus, onustus, particeps, expers, ieiunus, etc. Desde la firme base latina del genitivo partitivo con expresiones de carencia, privación, etc., Horacio dio el salto al grecismo: “desine m ollium tandem que­rellarum ” (Carm., 2, 9, 17-18). En origen tam bién potiri (“apode­rarse de”) y los adjetivos correspondientes, compos, impos, llevaban este genitivo, impos animi, compos animi, expers consili y expresio­nes sim ilares llevaron fácilmente a otras expresiones que indicaban azoram iento e incertidum bre : incertus consili e incluso falsus animi (Ter.). Los genitivos adverbiales como desipiebam m entís (Plauto), anim i excruciari, animi pendere y similares se integran tam bién n a ­turalm ente en este círculo semántico, y no parece necesario colocar­los aparte como “locativos”. La construcción puram ente latina de potiri con genitivo hizo posible a Horacio aventurar regnavit popu­lorum im itando al griego (Carm., 3, 30, 12).

El partitivo se usó en origen tam bién con verbos de com er y beber. Esto llevó de modo natural al “tener ham bre de”, “tener sed de”. De este modo podemos tal vez clasificar como partitivos los genitivos con verbos de deseo y sus opuestos (dom i cupio, mein fastidis?, studeat tui), e incluso los genitivos con verbos dë recordar y olvidar. Véase, sin embargo, lo que luego direm os sobre el “ge­nitivo de esfera”.

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El genitivo de determinación (genitivo de cualidad). El genitivo posesivo no estaba confinado a la expresión de la posesión física. En nom bres de lugar los genitivos posesivos del nom bre de la deidad soberana, etc. (lacus Averni, urbs Patavi), dan lugar a los así llam a- dos genitivos epexegéticos o aposicionales, entre los que está urbs Romae, ese “coco” de los profesores que aparece a finales de la República. Pero los posesivos se extendieron tam bién a otras re la­ciones en que la noción de posesión se fue debilitando progresiva­m ente: corporis candor, adventus hostium , fides clientum, in iusti- tiam lenonum, hasta que en supplicium virgarum las “varas” en ge­nitivo indican sim plem ente la clase de castigo. Del mismo modo Poenorum bellum es una “guerra de los cartagineses” ; si se hace por o contra los cartagineses, hay que deducirlo del contexto. Mas no parece necesario establecer las categorías gram aticales especiales de genitivo “subjetivo” y “objetivo” . De modo sim ilar los partitivos ensancharon su campo: virga lauri puede llevar al “aposicionaí” arbor fici (Livio, etc.).

En ciertas expresiones el partitivo se interfirió con el posesivo p ara form ar un im portante círculo, el genitivo de cualidad. La re­lación del todo a la parte se extiende fácilm ente a la del género a la especie, la clase al individuo, etc. De modo similar, posesivos como patris filius llevaron a Graeci generis homo. Tal fue el origen del genitivo de cualidad, categoría que en latín arcaico se concentra en gran m edida en torno a expresiones de origen y pertenencia, así como de precio , 2 m edida y sim ilares: “talentum rem ... decem ”, “vir minimi p re ti”, “trium litterarum homo” (P lau to). Los únicos ejemplos que en latín arcaico están fuera de este estrecho m arco sem ántico son “homo iracundus, animi perd iti” (Plauto, Men., 269) y “tam iners, tam nulli consili sum ” (Ter., And., 608). Todavía en Cicerón y en César los genitivos de cualidad están prácticam ente lim itados a nom bres calificados por los adjetivos magnus, tantus, sum m us, m axim us. Más tarde, sin embargo, esta construcción acabó por im ponerse a su com petidor, el ablativo sociativo (véase in fra).

Los genitivos determ inativos pueden usarse predicativam en­te: “magni sunt oneris” (P lau to). En ese punto nos topam os con una im portante derivación, el genitivo “característico” : “est m iserorum u t... invideant bonis” (P lauto); “ea exquirere iniqui pa­tris est” (T er.). Aquí la contribución del posesivo resulta particu ­larm ente visible.

El “genitivo de esfera” (genitivo de respecto, referencia). La p a r­titiva y la posesiva son sim plem ente dos de un conjunto entrelazado

2. Véase in íra acerca del genitivo de rúbrica.

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de funciones del genitivo que se reúnen bajo el epígrafe de “genitivo de esfera”. Hemos visto cómo el partitivo podía expresar una clase (iuniorum est, “es uno de, pertenece a, los iuniores) y tam bién cómo el posesivo se extendió hasta convertirse en el caso por el que un nom bre define a otro. En una frase como ei non fidem habui ar­genti, el genitivo es adnominal y determ ina a fidem. Pero si la cone­xión adnominal se debilita, es posible, por un “desplazamiento re ­lacionar’, in terpretar la frase en el sentido de “no tuve confianza en él en lo referente al dinero”. Tal vez el genitivo de referencia n a ­ció de este modo. Lo que es claro es que está ya firmemente esta­blecido en el latín arcaico, especialmente en contextos legales y ju ­diciales, con verbos de acusar, ordenar, condenar; “in iu riarum ... induci”; “quem mendaci prendit m anifesto”; “p robri accusare”; “quarum rerum , litium, causarum condixit pater p a tra tu s” (Livio, I, 32, 11), etc. El círculo de estos verbos se amplió gradualm ente (in­terrogare, postulare, arcessere, urgere, etc.). Una especie de satélite aislado de este grupo es el genitivo, que a veces se encuentra con credo', "quoii omnium rerum ipsus sem per credit” (Plauto, Asin., 459). Otro grupo bien conocido que debe clasificarse en este apar­tado comprende los genitivos con verbos im personales como paeni- tet, pudet, piget, etc.: facti piget; taedet tui sermonis. Los genitivos exclamativos como mercimoni lepidi! o mercis malae! deben colo­carse tam bién aquí.

El genitivo de rúbrica

Los gramáticos ponen esta etiqueta a un pequeño grupo de ge­nitivos que se encuentran en lo que podemos llam ar contextos de “teneduría de libros” : lucri facere, poner algo en el capítulo de “ga­nancias”, “considerar como beneficio” (cf. compendi, dispendi, sum pti facere; aequi bonique facere). Hay que considerar tam bién en este apartado los bien conocidos genitivos en expresiones de evalua­ción: flocci, nauci, nihili, tanti, quanti, pluris, minoris. La m ayor p a r­te de éstos son genitivos en -i, y W ackernagel supuso que este caso en -l era un caso especial de carácter adverbial, conservado en usos similares tam bién en sánscrito, y que en origen nada tenía que ver con el genitivo. Esta teoría ha sido impugnada, y parece m ás verosí­m il que estos genitivos se hayan desarrollado a p a r tir de los usos que ya hemos examinado, dotis dare “dar en concepto de dote”, difí­cilmente podría separarse de expresiones partitivas del tipo “et dotis quid prom iseris” (Plauto, Poen., 1279). Tam bién habrían contribuido los genitivos de cualidad como vir m inim i preti, que ha de conside­rarse en estrecha relación con homo trium litterarum , dado que el

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así llamado genitivo de precio no es sino una subvariedad léxica especial del genitivo de cualidad. Así pues, el genitivo de rúbrica —“en concepto de”— ha de incluirse dentro del “genitivo de esfera”.

Podemos in ten tar ahora una form ulación general de la función del genitivo: un nom bre en genitivo define y delim ita el campo de referencia de otro nom bre o de un verbo. En sus empleos adnom i­nales puede representarse así: © ; en sus usos adverbiales, así: @. En época tard ía el genitivo empezó a verse reemplazado por nexos preposicionales (ex, de). En su función posesiva sufrió la peligrosa competencia del dativo posesivo, m ás cálido, lleno de color e íntim o (véase infra). Su mayor pervivencia se dio en las funciones posesi­va, partitiva y cualitativa.

El dativo

El dativo indica que la persona designada está implicada o afec­tada por el acontecimiento o estado de cosas al que el verbo o la expresión verbal se refieren. Esta función se transfirió secundaria­m ente a nom bres no personales, pero se ha advertido que en latín arcaico sólo una doceava p arte de los nom bres (y pronom bres) en dativo registrados se refieren a cosas. La función del dativo puede representarse así: -1».

Las relaciones así indicadas de m odo general por el dativo, en las que una persona (o cosa) puede estar fren te a un acontecimien­to o situación, son innum erables. Las que ahora examinaremos son solam ente algunos· de los círculos sem ánticos considerados por los gram áticos lo suficientemente definidos como para exigir rúbricas especiales. Debe tenerse en cuenta que, estrictam ente hablando, no son divisiones gramaticales, sino léxicas.

La persona está interesada como beneficiaria o perjudicada (da­tivo de provecho o daño) : ‘‘tibi aras, tibi occas, tibi seris” (Plauto) ; “si quid peccat, m ihi peccat” (Ter.) ; “mihi ego video, mihi ego sa­pio” (Plauto) ; “ego tibi com m inuam caput” (Plauto) ; “saluti ves­trae providere” (Cic.); “pacem exposcere Teucris” (Virg.) ; “vobis a rab itu r ager” (Livio). E ntre los verbos afectados fo rm an grupos característicos los de dar (do, mando, praebeo, largiri, solvo, sacri­fico (r), fero, etc.) y quitar (demo, adimo, eripio, defendo, deest). Precisam ente a este im portante campo sem ántico debe el caso su nom bre : dativus, “el caso de d ar” (gr. δοτική). Estos dativos de p ro ­vecho y daño se encuentran a veces en latín con verbos algunos de cuyos equivalentes m odernos son transitivos : parco, indulgeo, invi­deo, medicor (éstos tam bién transitivos en latin arcaico), faveo, ignosco, servio, noceo, obsum, consulo, studeo, nubo, etc. El campo

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de estos dativos fue notablemente ampliado por los poetas: “hunc.;, arcebis gravido pecori” (Virg., G., 3, 154-5).

El latín combina a menudo un dativo de provecho con el verbo “ser” para expresar el hecho de la posesión. En la mayor parte de los ejemplos arcaicos y ciceronianos el sujeto es u n nom bre abs­tracto. Dado que éste es el caso norm al en germánico, es po­sible que este uso restringido constituya una herencia antigua. Sin embargo, ya en el latín arcaico los dativos posesivos se habían extendido a cosas concretas: “est ager... nobis”; “quot digiti tib i sun t?” ; “illi... duae fuere filiae”, etc. Por un “desplazam iento rela­ciona!” el valor posesivo pasó a atribuirse a los nom bres. El proceso puede verse claram ente en el siguiente ejemplo: “quis est homo? : : amicus vobis” (Plauto, Poen., 1213); cf. “quis erat igitur? :: Philo- comasio am ator” (id., Mil., 1431). (Sobre los dativos adnominales de finalidad como pabulum ovibus, véase infra.)

El dativo de los pronom bres personales se usaba frecuentem en­te en la lengua coloquial para expresar implicación física o em o­cional en la acción: “animus mihi dolet”; “ego tibi com m inuam ca­p u t” ; “m inatur mihi oculos exurere” ; “oculi splendent m ihi” ; “quoi auro dentes iuncti escunt” (XII Tablas). Es el “dativo sim patético”, uso heredado del indoeuropeo. Desde el punto de vista del significa­do no está lejos del genitivo posesivo, de m odo que en latín se pue­de decir “nostris animus augetur” (César), o bien “ea anim um eius non augebant” (Cic.). La diferencia entre estos dos m odos de expre­sión es solam ente de tono. El dativo lleva mayor carga emocional y es preferido por la lengua popular. Así, en petronio la mayor parte de estos dativos aparecen en los pasajes dialogados de carácter “vul­gar”, y se tra ta de un uso que sobrevive en rom ance. El tono m ás cálido del dativo lo hizo tam bién m ás idóneo para la expresión poé­tica. La prosa clásica evita esta construcción del dativo con nom ­bres, pero César la admite para los pronom bres, en lo cual se m ues­tra menos puntilloso que Cicerón. La idea de posesión en la lengua popular se expresa tam bién por medio del adjetivo posesivo: “meas m ihi ancillas invito me eripis” (Plauto). Estas combinaciones habi­tuales de adjetivo posesivo y dativo sim patético en la tercera perso­na dieron como resultado la construcción suus sibi, em pleada inclu­so cuando el pronom bre reflexivo resultaba incorrecto: “reddam suom sibi” (Plauto, Trin., 156) ; “cum suo sibi gnato” (id., Asín, 825) ; “priusquam tu suum sibi venderes” (Cic., Philipp., 2, 96).

La persona (o cosa) puede estar im plicada sin que ello signifique ventaja ni daño materiales; la relación indicada puede ser del tipo m ás débil. Con el uso del dativo, especialmente el de la segunda persona de los pronom bres, el hablante echa un lazo, por decirlo así, al oyente y lo atrae a la órbita de la acción, se cap ta su interés y

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sim patía, y le asegura que el acontecimiento le concierne, como en la expresión española “ ¡vaya lío para t i!”. Es el llamado dativo ético, que es predom inantem ente un rasgo de la lengua coloquial, cálida e íntim a: “em ergo hoc tib i” (P lauto); “atque eccum tibi lupum in serm one” (id.). m ihi tiene los m ism os usos: “quid mihi Celsus agit?” (“¿qué hace Celso que me concierna a m í?”, H or.). El in te­rés indicado puede ser sim plem ente el de un observador del acon­tecimiento de referencia. Es el dativus iudicantis: “quasi piscis est am ator lenae” (“un am ante para una lena es como un pez”, Plauto) ; “u t me purgarem tibi” (“cómo podría yo justificarm e ante ti”, id.); “erit ille m ihi sem per deus” (Virg.). Este tipo de dativo conoció en época posterior un especial desarrollo en los participios de referen­cia no definida en expresiones de orientación local. E sta construc­ción, tan frecuente en griego, no se encuentra en el latín arcaico ni en Cicerón; el prim er ejemplo conocido es “quod est oppidum p r i­m um Thessaliae venientibus ab Epiro” (César, B. C., 3, 80). Conviene no tar que el latín prefiere la form a del plural, en tanto que el griego la del singular. Esta construcción, a p a rtir de Horacio y especial­m ente de Livio, llegó a abarcar tam bién la expresión del punto de vista: “vere aestim anti Aetolium magis bellum fu it” (Livio).

En expresiones que denotan obligación la persona afectada es considerada como agente: “faciendum est tib i” (“algo debe hacerse, y es cometido tuyo” , P lauto). Esta clase de dativos se encuentran, sobre todo, con form as del gerundivo (abeundum est mihi; tibi ca­vendum censeo; virtus nobis est colenda). El uso se extendió luego al participio de perfecto pasivo —“argenti quinquaginta m ihi illa em ptast m inis” (id.), donde la conexión con el dativo de provecho es aún clara; “m ihi decretum st rem unerare omne aurum ” (id.)— , y finalmente a las form as personales del verbo incluido el infectum (“dissimillimis bestiis com m uniter cibus quaeritu r”, Cic., N. D., 2, 123). En latín arcaico los dativos construidos con abstractos verba­les (p. ej. “quid tibi hanc digito tactio est?”, y “quid tibi... hic... clam itatiost?”, Plauto) pueden in terpretarse como agentes, pero m uestran clara afinidad con la categoría de la “posesión” : “¿qué es ese gritar tuyo aquí?”. Dativos agentes los encontram os tam bién con los adjetivos verbales en -bilis: amico exoptabilem (Lucilio), pero puede tam bién considerarse dativus iudicantis “deseable a los ojos de”, o bien desarrollo analógico del dativo de provecho con utilis, etc. Estas dificultades que aparecen al in ten tar trazar distinciones claras pueden servir para recordar la esencial unidad funcional del dativo latino.

Estrecham ente ligados a los verbos de dar y quitar están los gru­pos sem ánticos que com prenden las expresiones de llevar y enviar: “hom inem alicui adducere” (Plauto); “iussit Euclioni haec m ittere”

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(Ter.), etc., así como las de aproxim arse y re tirarse (occurro, ap­propinquo, cedo). En oraciones con este tipo de verbos el dativo de la persona tiene habitualm ente la función de expresar daño o p ro ­vecho. Sin embargo, cuando este uso se extendió a nom bres que indicaban cosas tuvo lugar un desarrollo u lterior: la intervención de la cosa en la acción vino a considerarse como el ñn de la acción. Tal es el origen del dativo de finalidad. Entre los usos m ás antiguos de esta clase están los de los dativos de nom bres abstractos en -tus: “receptui canere” ; “cibatui offas positas”, tipo de expresión especialmente característico de las lenguas especiales m ilitar y agrícola. Otros ejemplos son: “ager oppositust pignori” (Ter.), “a rra ­boni dare”, “pecuniam doti dare”, “auxilio venire”, “succurrere”, “m ittere”, etc. EI dativo de cosa puede com binarse con un dativo personal de provecho: de ahí la construcción castizam ente latina “dare alicui pecuniam faenori” (Cic.) ; cf. “em it eam dono m ihi” (Ter.); “Sabinis eunt subsidio” ; “res et fortunae tuae mihi m aximae curae sun t” (Cic.), etc. P or un desplazamiento relacional en frases como satui sem en dare, receptui signum dare, el dativo de finalidad llegó a em plearse adnom inalm ente: “pabulum ovibus, bubus m e­dicam entum ” (Catón), “trium viri agris dandis adsignandis”, etc.

EI dativo com m odi con verbos de movimiento dio lugar a otro círculo: el dativo de dirección. Surgió con dativos personales del tipo “tun m ihi huc hostis venis” (Plauto, Stich., 326). Tam bién en este caso la extension de la construcción a nom bres no personales proporcionó la base para una nueva in terpretación que fue el ger­m en del desarrollo ulterior. El ejemplo m ás antiguo conocido es la vieja fórm ula Quiris leto datus, cf. “me m orti dabo” (Plauto, Merc., 476). Desde dare se tendió fácilm ente una conexión sem ántica hasta mittere; de ahí “m orti m ittere” (Plauto). Ennio se perm ite escribir “conveniunt... tela tribuno”. Un ejemplo esclarecedor del desarrollo lo proporciona la construcción de dativo con la expresión manus tendere. Los prosistas clásicos se lim itan a em plear dativo perso­nal: “Romanis de m uro m anus tendebant” (César, B. G., 7, 48, 3) ; cf. “m anus diis im m ortalibus tendere” (Cic.). En el lugar de dits introduce Virgilio cáelo: “cáelo palm as tetendit”. Una vez estable­cida en latín esta posibilidad sintáctica, fue estim ulada por la m a­yor libertad del griego en el empleo locativo del dativo final; de ahí el virgiliano “it clam or caelo”; cf. “facilis descensus Averno”, “pe- lago dona praecipitare”, etc.

Hemos considerado hasta aquí el dativo como expresión del in ­terés o implicación en una acción verbal. Los usos examinados se extendieron a los correspondientes adjetivos verbales, que actuaron como focos en torno a los que se fueron agrupando una gran can­tidad de adjetivos latinos que pasaron así a regir dativo. G rupo des­

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tacado lo constituyen los adjetivos que denotan proxim idad (pro­pinquus , adfinis, vicinus, etc.), así como los de semejanza (similis, par, aequalis, congruens, aptus, etc.), am istad (amicus, carus, be­nevolus, fidus, etc.), y sus opuestos.

El ablativo

El ablativo latino, según hemos visto ya en el capítulo preceden­te, es un caso sincrético que ha asumido las funciones del antiguo ablativo, las del instrum ental y las del locativo, p o r ello nuestro análisis de los usos latinos debe a justarse a esa m ism a tripartición.

El ablativo propio. Este caso indica el punto de partida de una acción. Puede representarse así: |->. El simple ablativo se conser­va en nom bres de ciudades y de ciertas islas, en las expresiones dom o y rure, así como en algunas fórm ulas estereotipadas como m anum ittere, cedere loco, etc. De m anera general, en cambio, se tendió a reforzar el sentido local por medio de preposiciones tales como ab, ex, de, etc. Si éstas se funden con el verbo para form ar verbos compuestos, el simple ablativo puede m antenerse: “patria hac ecfugiam”, “oppido eicere”, “portu exire”, “castris producit exercitum ”. Por el contrario, es difícil encontrarlo con verbos sim ­ples: “prim us cubitu surgat” (Catón); la poesía, naturalm ente, lo usó con profusión por su tendencia a librarse de las palabras innece­sarias, que por su propia naturaleza llevan escasa carga emocional

El ablativo se emplea tam bién en expresiones que indican p ro ­cedencia u origen: “genere quo sim natu s”, “sanguen dis oriundum ”, “hum ana m atre natus”, etc. Tam bién aquí se m antiene el simple ablativo en poesía y en la época arcaica, si bien ya en ésta encontra­m os las preposiciones (“quo de genere natus es t”, Plauto) que más tarde serán habituales. El desplazamiento relacional dio lugar a ab la­tivos adnominales de origen: “Periphanes Rhodo m ercator dives” (id.), “Philocratem ex Alide” (id.); “video ibi hospitem Zacyntho” (id.).

El así llamado ablativo de separación es sim plem ente un a su b - variedad léxica del ablativo propio. Se encuentra con verbos de m a n ­tener lejos, alejar, etc.: “u t te ara arceam ” (Pac.); “interdicere igni et aqua”; “abstinere nupta, vidua, virgine”; “anim a privabo v irum ”, etc. Esta clase de ablativos se encuentran tam bién con adjetivos de significado paralelo: “expers m etu”; “virginem dote cassam ” (P lau­to ); “arce et urbe orba sum ” (Ennio); “Rom a... recentes” (Cic.). cf. “recentem caede locum” (Virg.).

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El ablativo de comparación se desarrolló a p a r tir del ablativo propio expresando el punto con relación al que se juzgaba a otro objeto. En latín arcaico la construcción con ablativo es mucho m e­nos frecuente que la de quam, lim itándose en la generalidad de los casos a: (1) expresiones negativas o virtualm ente negativas de los tipos nihil hoc homine audacius y quis hom o est m e hom inum m i­serior; (2) expresiones del tipo melle dulcior; y (3) expresiones n u ­méricas tras plus, minus, etc. En la com paración ordinaria del tipo “Cicerón es m ás elocuente que César” el ablativo com parativo no se usa en la época arcaica. Aun en los prosistas clásicos la mayor parte de los ejemplos corresponden a expresiones negativas o cuasi- negativas. Los poetas m uestran cierta preferencia por el ablativo ,frente a la un tanto pesada construcción con quam, si bien tam poco en este caso se puede excluir la influencia de los modelos griegos. De todos modos, persiste a todo lo largo de la latinidad la tenden­cia a expresar las comparaciones reales por medio de la construc­ción de quam y a reservar el ablativo de com paración para las expre­siones felativas"’ del tipo nive candidior, que en realidad debemos traducir, en un plano de igualdad, por “tan blanco como la nieve” . En la época tard ía, cuando ya la evolución fonética había borrado las distinciones casuales, el ablativo de com paración fue desplazado por nexos.preposicionales, ab aparece tem pranam ente: se encuentra tras secundus en Horacio y tra s alter en Virgilio. Un ejemplo tem ­prano de empleo tras un com parativo es “nec Priam ost a te dignior ulla nurus” (Ον., Her., 15, 98). En época posterior, cuando ab se confundió con ad, se la reemplazó por de en los empleos com para­tivos. El p rim er ejemplo de esta construcción, origen de expresiones romances como plus de, aparece en las Vitae Patrum (siglos iv-v) : “plus facitis de nobis” .

El instrumental-sociativo. Este caso expresa “asociación” : “estar con, llevar con” , etc. Puede simbolizarse así: — Est a función resulta m ás visible en los verbos de jun ta r y mezclar (“tignum iunc- tum aedibus”, X II Tablas; “vinum miscere aqua”). De “llevar en com­pañía” es fácil la transición a “com parar”, “coincidir” y “discordar” : “oratio verbis discrepat sententiis congruens” (Cic.). “Jun to con” lleva naturalm ente a “com partiendo con” : “quin serm one suo ali­quem participaverit” (Plauto, Mil., 263); “communicabo sem per te m ensa m ea” (ibid., 51). El ablativo sociativo se emplea tam bién p ara referirse a la persona o personas en cuya com pañía se realiza una acción. El simple ablativo se usa todavía en expresiones m ilita­res del tipo om nibus copiis (“exitum est m axum a copia”, P lauto). Desde la época m ás antigua, sin embargo, se reforzó el ablativo so-

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d ativo con la preposición cum, y ello era de regla en el caso de sus­tantivos personales no acompañados de un adjetivo.

Un caso especial es el ablativo de circunstancia concom itante: Caesare duce, magno comitatu, clamore magno, luna silenti, inimico omine, etc. Tam bién aquí tiende a instalarse cum : “magno cum pe­riculo optum a opportunitate advenis” (Plauto). Por medio de un desplazamiento de relaciones, el ablativo de circunstancia acom pa­ñante queda ligado a un nom bre. De ahí surge el ablativo de cuali­dad: “sum m a virtu te adulescens”; “cano capite atque alba barba m iserum m e” (id.). Puede usarse predicativam ente: “u t tu es g ra­dibus grandibus” (id.), “form a lepida et liberali est” (id.). Tam bién en este caso encontram os cum ya en el latín arcaico: “quis hic est hom o cum conlativo ventre atque oculis herbeis” (id); “probo et fideli et fido et cum m agna fide” (id.).

Los usos instrum entales del ablativo están estrecham ente conec­tados con los sociativos; así, “nostro servire nos sibi censet cibo” (Plauto, Poen., 810) puede in terp re tarse “cree que somos sus escla­vos, jun to con nuestra com ida”. Intrínsecam ente el instrum ental era posible con nom bres personales. El latín, sin embargo, tendió a reservar el simple ablativo instrum ental para cosas y a expresar los instrum entos personales con per y acusativo: virgis caedere, oculis cernere, senio confectus, maledictis deterrere, etc. C iertas subvarie- dades léxicas exigen mención particular. Encontram os ablativos ins­trum entales con verbos de llenar, abundar en y similares (amore abundas, frum ento affluere, vino scatere, etc.) y con los adjetivos correspondientes (plenus, refertus, fecundus, etc.). El instrum ental se encuentra tam bién con verbos de nu trirse y gozar de, como ves- cor; sin embargo, no puede precisarse si esta construcción es here­dada en el caso de los verbos fruor y utor (los más antiguos ejem ­plos de acusativo aparecen en C atón). usus est a trajo a su órb ita al sem ánticam ente próxim o opus est, que estrictam ente requeriría un genitivo, potiri se construía en época arcaica con un instrum ento, “apoderarse por medio de”. En latín arcaico lleva tam bién acusati­vo (sobre el genitivo véase supra). El instrum ental indoeuropeo con fungor no está atestiguado en latín arcaico, en el que este verbo lleva acusativo. La influencia de utor y fruor parece ser la responsa­ble de la reintroducción (por vez prim era en ad Herennium) del instrum ental con fungor. Tam bién al simple ablativo instrum ental se fueron añadiendo gradualm ente en la latinidad tard ía preposicio­nes reforzantes: ab, ex, cum, in, y, sobre todo, de.

Deben clasificarse tam bién como usos instrum entales los ab la ­tivos locales del “camino po r donde” (recta porta invadam, ire p u ­blica via, y con elipsis de via, ea, liac, recta, etc.) y los ablativos del precio por el que se adquiere una propiedad (“quantillo argenti te

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conduxit” (Plauto); “tribus num m is locavi”, e tc .). Esta zona de uso sufrió cierta mengua por obra de las expresiones genitivales de va­lor (véase supra) ; tanti, quanti, pluris y m inoris se encuentran en expresiones de precio. Por o tra parte, un ablativo de valor aparece en latín tardío con el verbo valeo.

Aparece el instrum ental con expresiones que significan “superar” (“por medio de”, “en”) ; “divitiis superare” ; “cave sis te superare siris faciendo bene” (P lauto); “vincere cervom cursu” (id.). A p a r­tir del instrum ental en esta clase de expresiones se desarrolló el ablativo de referencia; “num quam victus est v irtu tei” (“nunca fue vencido en cuanto a virtus”, CE, 9, 4); “sicut... p raestitim us pul­chritudine” (Plauto, Poen., 1193), etc. Este tipo de instrum ental se encuentra tam bién con adjetivos com parativos en giros como maior natu, que lleva de modo natu ral a natu grandis, etc. Una cierta con­tribución a la form ación de esta categoría puede deberse a los ab la­tivos de cualidad: “nescio u t m oribus sient vostrae” (“cómo son de carácter vuestras m ujeres”, id., Most., 708) difícilm ente podría se­pararse de “antiquis adulescens m oribus” (id., Capt., 105). E ntre los verbos que indican superioridad e inferioridad y los que indican distancia hay una relación asociativa obvia: “alio intervallo d ista­re” (Cic.). Así se formó la base del empleo del ablativo en las ex­presiones de distancia: “m ilibus passuum sex a Caesaris castris sub monte consedit” (César, B. G., 48, 1) ; carácter sim ilar tiene el abla­tivo empleado con consisto en B. G., 2, 23, 4. Más tarde este uso se extendió a verbos de movimiento (y alejam iento) : “x v n m ilibus passuum ab urbe secessit” (Plinio, Ep., 2, 17, 2).

EI ablativo de modo es una variedad léxica del sociativo de c ir­cunstancia acom pañante o del instrum ental: dolo “con un engaño”, arte, astu, audacia, iniuria, vitio, silentio; “adire blandis verbis”; “cum ea serm onem nec ioco, nec serio habeas” (Plauto), cum se añade frecuentem ente al ablativo de m odo: “cum clamore, cum in ­vidia sum m a” (id.). En el latín clásico se estableció como norm a obligatoria el uso de cum con nom bres aislados, en tanto que el nom bre calificado por un adjetivo podía prescindir de la preposi­ción. Las transgresiones aparentes de esta regla se deben al hecho de que algunos de los m ás comunes ablativos de m odo se habían petrificado en cuasi-adverbios: arte, modo, casu, etc. Un antiguo recurso estilístico era la determ inación de un verbo por u n nom bre etimológicamente relacionado con él en ablativo de modo: “aequo... censetur censu” (id.) ; “fugit m axum a fugella” (Catón) ; “curro cu r­riculo” (P lau to), cf. “curriculo sequi” . Estas form ulas hechas se conservaron en las lenguas especiales, en la lengua popular y en los autores arcaizantes.

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El ablativo de causa puede rem ontarse tan to a los usos in s tru ­m entales como al puro ablativo de origen: “is aegritudine em or- tu o st” (id.); “am ore perire” ; “lacrum are gaudio”; “nim is serm one huius ira incendor” (id.). EI ablativo de “m ateria” puede tam bién tener un origen doble. Ejemplos como “cupam m ateria u lm ea... facito” (Catón) y “nescit quid faciat auro” (Plauto) sugieren un origen instrum ental. Estos simples instrum entales resultaban com ­parativam ente raros, y la tendencia clásica a in troducir la preposi­ción ex (“sta tua ex aere facta”) sugiere que, al menos p a ra el Sprachgefühl rom ano, se tra tab a de ablativos de origen. El empleo con nom bres no m ateriales, como en “quid eo fecisti puero?” (Plau­to ), “de fra tre quid flet?” (Ter.), es coloquial.

El ablativo locativo. Este caso expresa “lugar en donde” y “tiem ­po cuando”. Los antiguos ablativos locativos fueron reemplazados en gran m edida en el período preliterario po r construcciones p re­posicionales con ablativo, m anteniéndose el simple ablativo p rinci­palm ente con los nom bres de ciudades y algunos o tros de significa­do local. Los únicos ejem plos seguros que se encuentran en latín arcaico están limitados a la palabra locus: “homo idem duobus locis u t simul s it” (P lau to). Más tarde parte (Rhet. ad Her.) y regione (César) siguen el ejemplo de loco. Estos y otros nom bres calificados po r medius, im us y sum m us agotan el uso clásico en este punto, pero en la p rosa postclásica se amplió notablem ente el dominio del ablativo local sin acom pañam iento alguno. La poesía y la p rosa poética se perm itieron m ayor libertad; así, “densantur cam pis horren tia tela virorum ” (Ennio), cf. “nebula campo quam m ontibus densior sederat” (Livio). EI ablativo acompañado po r to­tus se usa p ara indicar “lugar dentro del que” : “to to me oppido exanim atum quaerere” (Ter.); “omnes festinant intus to tis aedibus” (Plauto, Cas., 793). Este uso toca de cerca a los instrum entales del “camino por el que” (véase supra).

El simple ablativo locativo de tiem po es frecuente con nom bres de significación tem poral: aestate, hieme, primulo, crepusculo, mane, nocte, tertiis nundinis, etc. El locativo puede indicar tam bién “tiem ­po dentro del cual”, si bien ha de notarse que casi todos los ejem ­plos se refieren a expresiones negativas o v irtualm ente negativas : “ñeque edes quicquam ñeque bibes his decem diebus” (Plauto) ; “anno vix possum eloqui” (id.). Al em plearse la construcción en sentido afirmativo se hacía posible una nueva interpretación : me hoc triduo expecta “espéram e tres días a p a r tir de ahora”; hoc tri­duo venit “ha venido en tres días a contar desde hoy”, es decir, “hace tres días”. Ejemplos antiguos son “emi istanc anno uxori m eae” (id.) ; “his annis paucis ex Asia m issus est” (Gayo G raco).

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En expresiones negativas como “ . . .u t triduo hoc perpetuo e lecto nequeat surgere” (Ter.) el ablativo puede ser in terpretado como si significara extensión de tiem po: “no puede levantarse del lecho du­ran te estos tres días” . Al igual que su correspondiente espacial, esta construcción se originó en casos en que el nom bre estaba apoyado por el adjetivo to tus: “quoi bini custodes sem per to tis horis occu­ban t” (Plauto); “to ta perducere vita... foedus am icitiae” (Catulo); cf. “ . . .u t eo tem pore omni Neapoli fuerit” (Cic.); “to ta nocte con­tinenter ierunt” (César). La construcción fue ganando terreno gra­dualm ente hasta que vixit annis... se convirtió en la fórm ula p redo ­m inante en los epitafios. Incluso César ofrece ejem plos como “hoc cum esset m odo pugnatum continenter horis quinque” (B. C., 1, 46, 1). Nótese que en este caso el valor durativo está subrayado por continenter (cf. perpetuo en los ejemplos de Terencio citados m ás a rr ib a ) .

Los nom bres que no tenían significación tem poral requerían no r­malmente, incluso en latín arcaico, el apoyo de la preposición in, si bien en P lauto se encuentra tanto nuptiis como in nuptiis. La construcción se propagó gradualm ente en la lengua popular a los nom bres de significación tem poral (in tempore, Ter.) hasta que en latín tardío in nocte, etc., se convirtió en el tipo norm al de expre­sión. La preposición aparece tam bién en las expresiones de “tiem po dentro del cual” : “illum confido domum in his diebus m e reconci- liassere” (Plauto) ; cf. “in diebus paucis” (T er.). La preposición es de regla en el uso clásico para las expresiones distributivas: “ter in anno” (Plauto); “bis in die” (Cic.). Sin embargo, en los autores no clásicos y especialmente en los postclásicos aparece tam bién el tipo bis die, septiens die, etc.

El ablativo absoluto. Esta construcción se originó en frases en las que un nom bre en ablativo estaba determ inado po r un adjetivo, y en particular por un adjetivo verbal. El ablativo podía tener cual­quiera de las funciones ya examinadas. La m ayor contribución fue sin duda la del instrum ental-sociativo de persona o circunstancia acom pañante: “me quidem praesente num quam factum st” (Plau­to ); “tu te istic (d ix isti), etiam astante hoc Sosia” (id.) ; “Atticus quidam olim navi fracta ad Andrum eiectus est” (T er.). Sin em bar­go, tam bién los ablativos de instrum ento, modo, causa, tiempo, cua­lidad, etc., desem peñaron un papel. El nom bre puede estar deter­m inado por un adjetivo (me vivo) o por otro nom bre (m e auctore, Caesare duce). De los participios predom ina el de perfecto, siendo el de presente relativam ente raro en latín arcaico, excepto en fó r­m ulas fijas, como m e praesente y me absente. En ocasiones encon­tram os construcciones absolutas en las que se ha suprim ido el

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPAR AD A 303sujeto. Tienen éstas cierta afinidad con los ablativos de m odo de participios de perfecto sustantivados, tales como merito, consulto, sortito, etc. auspicato, en Plauto, Pers., 607, es un ablativo de modo: “con (buenos) auspicios”. En Ter., Andr., 807, sin embargo, haud auspicato puede in terpretarse como “sin haber tom ado los auspi­cios” . El prim er ejemplo que no ofrece duda es Cl. Quadr., fr. 12: “im petrato prius a consulibus u t in Gallum pugnare se perm itteren t”. La construcción es infrecuente en la prosa clásica (nunca se da en César), pero gana terreno con Livio y los autores subsiguientes.

E l v e r b o

Los tiempos

El indoeuropeo, como hemos visto en el capítulo anterior, no ha­bía desarrollado la categoría gram atical de tiempo; los llamados “tem as tem porales” indicaban diferentes “aspectos” de la acción verbal. El latín, en cambio, desarrolló un sistem a gram atical com ­pleto de referencias al presente, pasado y fu turo en cada uno de sus dos tem as aspectuales, indicando tam bién cuidadosam ente las relaciones cronológicas en tre los acontecim ientos escalonados en el tiempo. Tam bién ésta fue una innovación latina que el griego no conoce. [ N o t a 45.]

El tem a durativo

El presente. El tem a de presente indica lo que está producién­dose en el m om ento en que se habla, aunque la acción haya co­menzado con anterioridad: “iam dudum tacitus te sequor” (Plauto); “triennium iam hinc abest” (id.). Los acontecim ientos pretéritos pueden presentarse como si tuvieran lugar an te los ojos del oyente, supliéndose la referencia tem poral por el contexto. Se tra ta del “p re ­sente histórico”, funcionalm ente equivalente al perfecto aorístico (véase in fra), y que muy raram ente ocupa el lugar de u n im perfec­to. En época tardía, sin embargo —a partir de Petronio—, se hace un uso m ás indiscrim inado del presente histórico. Es un rasgo ya antiguo de la lengua coloquial muy utilizado por los analistas. Su vivacidad y sencillez lo hicieron tam bién apropiado p ara la lengua poética, y es particularm ente corriente en la lengua del drama, fiján­dose la estructu ra tem poral por medio de perfectos introductorios o a modo de conclusión. El futuro, de modo similar, puede ser no­tado por medio de un presente, especialmente con verbos dç movi-

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304 INTRODUCCIÓN AL LATIN

miento : “ego hos conveniam; post huc redeo” (Ter.) ; “m ane istic : iam exeo” (Plauto) ; “in ius voco te : : non eo” (id.) ; cf. “tuemini, inquit, castra...; ego reliquas portas circumeo et castrorum prae­sidia confirmo” (César, B. C., 3, 94, 5). Tenemos, po r último, el asi llamado uso “acrónico” del presente (“ahora y siem pre”) : “facile omnes quom valemus recta consilia aegrotis dam us” (Ter.) ; “dulce et decorum est pro patria m ori” (H ör.).

El imperfecto. El pretérito del durativo —el im perfecto— no tenia, estrictam ente hablando, nada que ver con la duración actual del acontecimiento de referencia, del m ism o modo que en caste­llano uno y el mismo acontecimiento puede ser objeto de referen­cia como retazo de la h istoria (“¿Qué plantaste ayer en el ja rd ín?’.’) o representado como en su desarrollo ante' los ojos del oyente (“¿Qué estabas plantando ayer en el jard ín?”). Así, el imperfecto, pretérito del aspecto del “testim onio ocular”, se usa prim ariam en­te en descripciones a las que se quiere infundir vida: “lacrimas ta ­citus auscultabat” (Plauto); “u t trepidabat, u t festinabat!” (id.). A p artir de esta función básica se desarrolló el uso como expresión de la acción habitual (“optum i quique expectabant a me doctrinam sibi”, id.), y de la acción repetida (“cottidie accusabam ”, Ter.; pero nótese el habitual saepe dixi). El uso del im perfecto para expresar tiempo relativo, es decir, acción contem poránea de o tra acción, es tam bién un fenómeno secundario. Por o tra parte, resulta dudosa la oportunidad de establecer las subcategorías de im perfecto ingre­sivo y conativo. Tienen éstas su origen en las dificultades que p re­senta la traducción a lenguas que no tienen, o han desarrollado de modo distinto, las categorías gram aticales del aspecto. Así, tune dentes m ihi cadebant prim ulum significa propiam ente “yo estaba con los dientes cayéndome” (aspecto del “testim onio ocular”). En español traducim os “los dientes empezaban a caérsem e” y los gra­máticos catalogan este uso como “ingresivo”. De m odo sim ilar, eos captabant significa “estaban en el proceso de cogerlos”. En cas­tellano traducim os “estaban intentando cogerlos” , y los gram áti­cos establecen el apartado titulado “im perfectum de conatu”.

El futuro. El tem a empleado para referirse fácticam ente a acon­tecimientos fu turos se desarrolló, como hemos visto, a p a rtir de antiguos subjuntivos y desiderativos. Podemos todavía observar numerosos restos del antiguo valor modal. El valor prospectivo (véase infra) es evidente en ejemplos como “haec e rit bono genere nata” ; “dicet aliquis” (Cic.) ; “si viderit, gnatam non dab it”. Estos futuros prospectivos se emplean en expresiones gnómicas: “virgo atque mulier nulla erit quin sit m ala” (P lau to ). Abundan tam bién

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 305

los usos voluntativos, especialmente en la lengua coloquial : “tu, miles, apud me cenabis” (id .); “tu cavebis ne me attingas” (id.); “num quam edepol viva me inridebit” (id.) ; “quae opus sunt dom i­nus praebebit” (Catón). A veces este fu turo voluntativo alterna con el im perativo: “depsito bene... postea magis depset” (id.).

El tema de perfecto

EI perfecto latino [ N o t a 46] asum e las funciones del aoristo y del perfecto indoeuropeos. En cuanto aoristo, el perfecto de indi­cativo se reflere a un acontecim iento como a un retazo de la his­to ria sin m ás calificación, prescindiendo de su duración actual (“hae perm anserunt aquae dies com plures”, César). Puede usarse tam ­bién con referencia a cualidades duraderas (“qui proxim i Oceano fuerunt hi insulis sese occultaverunt”, (id.) y a acciones repetidas (saepe dixi, etc.).

El empleo gnómico aparece ya en Plauto (saepe is cautor captus est), pero este desarrollo original fue estim ulado en gran medida p or el ejemplo del griego. En la prosa son sus principales expo­nentes Salustio, Séneca y Tácito (“avaritia pecuniae studium habet quam nemo sapiens concupivit”, Salustio).

El “perfecto-presente” indica el estado resultante de una acción. Esto resulta claro en form as antiguas como m em ini y odi, que tienen exclusivamente significado presente (cf. perii, “soy hom bre m uer­to ”, e tc .). A m enudo el perfecto indica que la acción ha pasado ya y está cumplida: “actum est, viximus, floruim us”, cf. “vixerunt!” (anunciando la ejecución de los cómplices de la conspiración de Ca­tilina) (Cic.), “fuim us Troes, fuit Ilium ” (Virg.). El imaginar como presente un estado fu turo confiere viveza a la expresión: “si offen­dero, periisti” (Ter.). Sobre las perífrasis de perfecto véase p. 171.

El pluscuam perfecto, como pretérito del perfecto [ N o t a 4 7 ] , indi­ca el estado pasado. En latín, sin embargo, este valor se observa so­lam ente en las form as p re téritas de “perfectos-presentes” del tipo odi, memini. En la mayor parte de los casos la función de este tiem ­po es expresar la prioridad de un acontecim iento pasado con re la ­ción a otro acontecimiento pasado : “alium me fecisti, alius vene­ram ” (Plauto). Este escalonamiento en el tiempo no tenía expresión form al en indoeuropeo, e incluso en latín se descuida a m enudo : “quam duxit uxorem ex ea natast haec” (id.). El uso del perfecto, incluso con referencia a acontecim ientos anteriores, es de regla en la época clásica en oraciones tem porales introducidas por postquam, ubi, u t (p. 328). La elipsis de la expresión del term inus ante quem en frases como “fugitivos ille, u t dixeram ante, vendidit” (id.) “non te

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306 INTRODUCCIÓN AL LATIN

provideram ” (id.) fue el punto de partida de un proceso gradual de interferencia en el perfecto por parte del pluscuam perfecto: “earn osculantem hic videras” (id.); “quanti hosce em eras” (id.). Que este uso tenía un tin te coloquial resulta evidente del hecho de que Ci­cerón raram ente lo usa a no ser en su correspondencia. Su frecuen­cia creciente en el latín posterior se vio estim ulada por la ambigüe­dad fonética de form as como vidit, etc. (recuérdese la pérdida de - t final, véase p. 163).

El futuro perfecto raram ente expresa el estado futuro, salvo como futuro de los perfectos de significación presente: meminero, novero, odero. Se usaba norm alm ente para indicar prioridad de un acontecimiento fu turo con relación a otro acontecimiento futuro, empleo que no precisa ejemplificación. La distinción entre los dos fu turos resulta borrosa ya en Plauto, cuyo uso aparece a menudo gobernado po r consideraciones m étricas; en efecto, las term inacio­nes del futuro perfecto proporcionan una cláusula apropiada al t r í ­m etro y al septenario: “vos tam en cenabitis, / cena ubi erit cocta; ego ru ri cenavero” (Plauto, Cas., 780). Como futuro de un tem a de aoristo el fu tu rum exactum se opone a veces claram ente al fu turo del in fectum desde un punto de vista aspectual: “hanc m iserrim am vitam vel sustentabo vel, quod m ulto est melius, abiecero” (Cic.). Este uso es coloquial y arcaico. En el período postclásico observa­mos, además, el desarrollo de un empleo deliberativo: “occidi ius- sero?” (“¿m andaré que lo m aten?”, Séneca).

Los m o d o s [ N o t a 4 8 ]

El subjuntivo

El verbo indoeuropeo, según hemos visto en el capítulo anterior, tenía una serie de recursos morfológicos para expresar diferentes modos de referencia a los acontecimientos. Usando el modo indica­tivo el hablante hacía una referencia objetiva a los hechos, afirm an­do que la situación era ésta o esta otra. Los otros m odos expresaban diversas actitudes en relación con los acontecimientos o estado de cosas de referencia; el subjuntivo expresaba de modo general (a) vo­luntad (subjuntivo volitivo) y (b) probabilidad o expectación (sub­juntivo prospectivo); el optativo indicaba (a) deseo y (b) contin­gencia (optativo potencial). Según hemos visto ya, estos dos m odos se fundieron en latín, p o r un proceso de sincretismo, en uno solo, el subjuntivo, con características morfológicas derivadas del sub­juntivo y optativo de la lengua m adre y num erosas innovaciones particulares. Esta variedad morfológica podría de por sí llevarnos a

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 307

esperar una m ultiplicidad funcional, y esto es lo que de hecho re ­velan los textos m ás antiguos. Por ello, el in ten tar establecer la “unidad del subjuntivo latino” y el delinear, po r medio de una elec­ción plausible pero arb itraria de ejemplos, una cadena de desarrollo a p a rtir de la “función prim itiva”, viene a quedarse en un puro ejercicio de ingenio. Es éste un tipo de investigación propio de los etimólogos, quienes derivan los significados concretos de las pa la ­b ras en los contextos observados de una “U rbedeutung” un tanto vaga de la raíz. Dado el hecho del parentesco con o tras lenguas, ta ­les como el griego, y las supervivencias morfológicas evidentes del subjuntivo y optativo indoeuropeos, lo m ás seguro será dar por sentado que algunas de las funciones de estos modos sobrevivieron en el prim itivo latín y hacer de estas funciones antiguas la base de nuestro breve y sum ario análisis y clasificación, del mismo m odo que ordenam os las m últiples funciones del ablativo según el esque­m a de ablativo, locativo e instrum ental. La distinción funcional en­tre voluntad y deseo y entre prospectivo y potencial es, desde luego, delicada, y muchos de los ejemplos adm iten interpretaciones diver­sas. Conviene recordar que los tem as “tem porales” no expresaban en origen relaciones de tiempo. Ahora bien, resulta especialmente característico del latín su continuo avance hacia una precisa dife­renciación de las relaciones tem porales dentro de los modos.

1. Volitivo (orden, consejo, etc.). La prim era persona del p lu ­ral (eamus, “vayamos”, “tenemos que ir”) es m ás frecuente que la del singular: ostende: inspiciam “m uéstram elo : quiero verlo”, “que lo vea” (Plauto, Poen., 1075); cf. “videam modo m ercim onium ” (id., Pers., 542); “quod perdundum st properem perdere” (id., Bacch., 1049).

En la segunda persona del singular el subjuntivo es frecuente en latín arcaico como equivalente —¿tal vez atem perado?— del imperativo. Más tarde este tipo (facias) es coloquial y poético. En Cicerón está prácticam ente lim itado a la correspondencia (nótese tam bién “isto bono u tare dum adsit, cum absit ne requiras”, De sen., 33). La tercera persona es de uso común en todas las épocas. Mucho m ás ra ra es la segunda persona del p lural: velitis iubeatis Quirites. El tiempo empleado es norm alm ente el presente; perierint {Plauto, Stich., 385) es el im perativo del “perfecto-presente” perii “estoy perdido”. El perfecto es algo m ás corriente en la pasiva: “hoc s it nobis dictum ” (Cic., De invent., 2, 50). En el latín arcaico estos subjuntivos yusivos están frecuentem ente introducidos por u t(i) , que en origen significaba “de algún m odo” : “proin tu ab eo u t ca­veas tib i” (Plauto, Bacch., 739); “sed uti adserventur) (id., Capt., 115). En esta esfera de empleo encontram os ejemplos del desarrolló s is­

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308 INTRODUCCIÓN AL LATIN

temático latino de gradaciones temporales. Así, el im perfecto se usa como volitivo del pasado: “si volebas participari, auferres dim i­dium domum” (“debías haber tom ado”, id., Truc., 748); cf. Cic., Pro. Rab. Post., 29. El pluscuamperfecto es m ás frecuente en latín clásico que el imperfecto: “quid facere debuisti?... re ttu lisses”, etc. (id., ln Verr., 2, 3, 195). Una vez que quedó establecido este uso del pluscuamperfecto, el imperfecto, por oposición, pasó a emplearse para designar la obligación presente.

Para las “prohibiciones” el latín arcaico disponía de los siguien­tes modos de expresión:

I) ne time. Conservó carácter coloquial y poético.II) ne facias (cave facias). Tam bién típico de la lengua colo­

quial. El único ejemplo seguro en la prosa clásica es el pasaje del De senectute citado m ás arriba, caso que ha de explicarse por la cuidadosa concinnitas y el equilibrio quiástico del período. El fre ­cuente empleo de este giro en Frontón y Apuleyo puede considerar­se uno más de sus manierismos arcaizantes.

III) ne feceris. Es un tipo raro en la tercera persona del singu­lar, si bien hay un cierto núm ero de ejem plos con nemo: “satui semen... m utuum dederit nem ini”. (Catón, Agr., 5, 3). La distinción entre el presente y el perfecto de subjuntivo en prohibiciones puede haber sido en origen de “aspecto” : ne facias “deja de hacer”, ne feceris “que no se te ocurra hacer”; sin embargo, la distinción se habría borrado en gran m edida ya en el latín arcaico. El perfecto no conoce un uso amplio en el latín clásico. César lo evita y hay un solo ejemplo en los discursos de Cicerón, si bien es m ás abundante en las cartas y en las obras filosóficas y retóricas.

IV) El giro característico de la “urbanidad” clásica, noli facere, estaba ya ampliamente desarrollado en latín arcaico.

El subjuntivo en interrogaciones es a m enudo difícil de clasifi­car. Asi, Ernout y Thomas in terp retan “an ego occasionem... am it­terem?” (Ter., Eun., 604-6) como subjuntivo de posibilidad y tra d u ­cen “pouvais-je laisser échapper l’occasion?”. Sin embargo, las interrogaciones asum en generalmente, po r una especie de asim ila­ción anticipatoria, la form a de la respuesta esperada, o bien expe­rim entan la influencia de la frase que provoca la interrogación. Esta consideración puede servir de guía a nuestro análisis. Así, eloquar an sileam? espera una respuesta del tipo sile (sileas), es decir, una forma de orden o m andato, no una predicción de acontecimientos. Estos subjuntivos, deliberativos, tienen, por tanto, u n carácter cla­ram ente volitivo. Lo mismo puede decirse de los subjuntivos sus­citados por una orden: “sequere : : quo sequar?” (Plauto, Bacch., 406). La fuerza volitiva inherente al subjuntivo puede ponerse en

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g r a m á t ic a HISTÓRICO-COMPa r a d a 309

relieve por un vis intercalado : “redde hue sis : : quid tibi vis red­dam ?” . Tam bién en esta construcción se usa el im perfecto para tra s ­poner la acción al pasado: “quid agerem? : : adulescenti morem ges­tum oportu it” (Ter., Adel., 214); “an tu tetigisti has aedis? :: cur non tangerem ?” (Plauto, Most., 454). Es m uy raro el empleo del pluscuam perfecto con este sentido: “egone u t beneficium accepis­sem contum eliam ” “¿debía yo recibir este insulto como un favor?” (Cic., Ad Att., 15, 11, 1). El fu turo de indicativo con valor volitivo aparece a m enudo en lugar del presente de subjuntivo : “salta sic : : ego saltabo?” (Plauto, Men., 198). La respuesta deliberativa a una orden puede tener un tono de indignación y protesta. Ejemplos típicos son: “intus serva : : ego intus servem !” (id., Aul., 81); “meum collum circum plecte : : ten com plectatur!” (id., Asin., 696). Encon­tram os este uso tam bién proyectado hacia el pasado; así, con el im perfecto: “ille daret illi!” (Ter., Phorm., 120); con el perfecto: “ille aedis em erit!” (Plauto, Most., 1026 d).

El m atiz de indignación y p ro testa se desprende del contexto y del tono de la voz y no es inherente al subjuntivo, que, según hemos visto, tiene carácter volitivo. Sin embargo, dado que este tipo de expresión llegó a usarse p ara hacer frente no sólo a órdenes, sino tam bién a afirmaciones, hay cierta justificación para establecer una subcategoxía que podem os designar “subjuntivo de repudio” : “vir ego tuos sim !” (id., Amph., 813); “egon haec patiar au t taceam !” (id., Asin., 810); “tecum fui : : tun mecum fueris!” (id., Amph., 818). De este m odo este uso va derivando gradualm ente hacia el sub jun ­tivo de “cita”, el subjuntivo “oblicuo” : “quid fecit? :: quid ille fe­cerit...” “ ¡preguntas qué ha hecho!” (Ter., Ad., 84).

Algunos de los ejem plos citados en este apartado resultan am ­biguos. Así “egone u t haec conclusa gestem clanculum? ut celem patrem ... tua flagitia” (Plauto, Bacch., 375) tendría como traducción m ás lógica “cómo podría yo ocultar tus desaguisados”, es decir, con valor potencial. Del mismo modo “somnium! utine haec ignoraret suom p atrem ?” (Ter., Phor., 874) podría traducirse “ ¡sueños! ¿cómo podría ella desconocer a su propio padre?” (potencial), o tal vez “a buena hora iba ella a desconocer a su padre!” (repudio).

O tra derivación del subjuntivo volitivo es el empleo con valor perm isivo : “ubi illum quaeram gentium? : : dum sine me quaeras, quaeras mea causa vel medio in m ari” (“puedes buscarlo en m itad del m ar”, P lauto, Epid., 678). El uso concesivo, estrecham ente liga­do al precedente (“aunque...”), no se desarrolla plenam ente hasta el latín clásico. El ejemplo m ás antiguo es “sane sint superbi: quid id ad nos a ttine t” (Catón, p. 25, 4; Jordan). El empleo correlativo del perfecto de subjuntivo con referencia al pasado no se encuentra has­ta Cicerón: “fuerint cupidi, fuerint ira ti” (“admito que se dëjaron

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310 INTRODUCCIÓN AL LATIN

llevar por la avidez, por la ira ...”, Pro Q. Lig., 18). El subjuntivo con­cesivo lleva en su form a negativa rae, señal clara de su carácter vo­litivo.

2. Optativo (deseo). El simple subjuntivo se conserva en algu­nas fórmulas: di te ament, di bene vortant, valeas, salvos sis, etc.; sin embargo, en la mayor parte de los casos las expresiones de de­seo están introducidas por la partícula ut (en latín arcaico) o bien por su form a reforzada uti-nam , qué en origen significaban “de algún m odo”. Tal es tam bién el valor de la poco usada form a qui, instrum ental del pronom bre indefinido: “qui illum di omnes deaeque perdant” (Plauto, Cas., 279). El único ejemplo en latin clásico es “qui illi di ira ti [s in t]” (Cic., Ad Att., 4, 7, 1). si y sic (“de este m odo”) se encuentran de modo ocasional, especialmente en poesía, pero la aparición de la segunda de dichas partículas en Petronio y en las lenguas romances hace sospechar que se tra tab a de un uso popular. El tiempo empleado es, en la generalidad de los casos, el presente de subjuntivo. En la prim era persona raram ente aparece sin utinam, si bien es m ás frecuente su omisión en imprecaciones: m o­riar, peream. La segunda persona aparece raram ente en la prosa clásica. Poco frecuente es el perfecto de subjuntivo, siendo la mayor parte de los ejemplos arcaicos aoristos sigmáticos [ N o t a 49]: “ita di faxint”, “di te servassint”. Las form as en -r del perfecto de sub­juntivo son, en Plauto, m ucho menos frecuentes (“ne di siverint”, Merc., 323). En ocasiones el perfecto es un verdadero “perfecto- presente” : “u t satis contem plata sis” (Ter., H. T., 617). La negación es norm alm ente ne, utinam ne; se da tam bién non, pero no en latín arcaico. Tam bién en la expresión de deseos encontram os a veces el futuro de indicativo con valor volitivo en lugar del subjuntivo: “dabunt di quae velitis vobis” (Plauto, Asin., 623); “di fortunabunt vostra consilia” (id., Trin., 576). La construcción clásica por la que deseos “irreales” o imposibles se expresan por medio del im perfecto de subjuntivo y, con referencia al pasado, del pluscuam perfecto está ya firmemente establecida en el latín arcaico. Sin embargo, se en­cuentran ejemplos de presente de subjuntivo expresando deseos p re ­sentes (“utinam nunc stim ulus in m anu m ihi s it”, Plauto, Asin., 418) y de imperfecto referido a deseos pasados (“utinam te di prius p er­derent quam periisti e p a tria tua” , id., Capt., 537). La expresión de deseos irreales está casi siem pre introducida por utinam, siendo la única excepción Catulo, 2, 9.

3. Prospectivo. Este antiguo valor del subjuntivo indoeuropeo ha dejado pocos restos, y algunos estudiosos han negado su existen­cia en latin. La distinción entre “yo creo que va a suceder tal cosa”

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GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 311

y el potencial “tal cosa podría suceder en circunstancias dadas” es, desde luego, delicada. En la prim era persona (“quid ego cesso hos conloqui? sed m aneam etiam opinor” (Plauto, Trin. 1135) el modo puede in terpretarse sea como volitivo (“prefiero esperar”) o como prospectivo (“creo que voy a esperar”) . Un empleo claram ente p ro s­pectivo es “ubi senex senserit sibi data esse verba, virgis dorsum dispoliet m eum ” (Plauto, Epid., 92). Sin embargo, en la mayor p a r­te de los casos el empleo del subjuntivo latino para la afirmación con reservas de u n acontecimiento fu turo es derivable del antiguo optativo potencial indoeuropeo. Un ejemplo ambiguo es “nec me m iserior fem ina est ñeque u lla videatur magis” (id., Amph., 1060).

4. Potencial (Optativo). Es el modo de la expresión de los acon­tecim ientos contingentes: tal cosa ocurriría o podría ocurrir en ta ­les circunstancias. En el latín arcaico resulta sorprendente el escaso núm ero de ejemplos que se encuentran sin ir acompañados de una cláusula condicional, siendo en una gran m ayoría de los casos la form a velim o sus com puestos nolim y malim. Esta restricción en el uso, com parada con la m ucho mayor libertad observada en el grie­go y el sánscrito, ha llevado a algunos estudiosos (entre ellos Kroll) a derivar los usos potenciales latinos de expresiones de voluntad, deseo y “fu tu ridad”. velim, según esta posición, no es m ás que una fórm ula de cortesía. Y p ara ser una “fórm ula de cortesía” el modo tiene que expresar un m atiz significativo distinto al del indicativo como afirmación ta jan te de un hecho; se tra ta de la diferencia entre “me gustaría” y “quiero”. La explicación basada en la “fórm ula de cortesía” hace realm ente adm isible en su conjunto la tesis. El que un antiguo uso indoeuropeo haya sobrevivido sólo en algunas fó r­m ulas m ás resistentes no supone dificultad teórica alguna. Pode­m os recordar que en griego tard ío el optativo sobrevió fundam ental­m ente en fórm ulas como χαίροις, μή γένοιτο. N uestra exposición, pues, debe tom ar la form a de un catálogo del efectivamente redu­cido núm ero de tipos de empleo. No tiene demasiado sentido dis­tinguir entre un potencial del tipo inglés “should/w ould” y uno del tipo “can”. La distinción no es inherente al modo; viene provocada, simplemente, po r la traducción a lenguas que no tienen esas piezas en su m aquinaria gramatical. Conviene term inar con las lam enta­ciones tradicionales y con la tiranía de las gram áticas de las dis­tin tas lenguas m odernas sobre la latina. El potencial, pues, se da:

a) En las form as velim, malim, nolim; ejem plos passim.b) En la segunda persona im personal, especialmente con verbos

de conocimiento y percepción: videas, audias, cernas, scias, invenias, censeas, possis, etc.

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312 INTRODUCCIÓN a l l a t ín

c) La tercera persona de singular es ra ra en latín arcaico; “id flagitium meum sit” (Plauto, Bacch., 97) va seguido de una oración, de infinitivo que equivale a una prótasis; “quid sit hoc hom inis?” (“¿qué clase de hom bre puede ser éste?”, id., Amph., 576) es un desa­rrollo del subjuntivo de repudio (cf. “bonus est hic vir ; ; hic vir sit bonus?”, Ter., And., 915). Con verbos de decir y creer se citan como los m ás antiguos algunos ejemplos de Terencio: “roget quis” 3 (i'¡un., 511); “quis non credat? (And., 489). Sin embargo, en la p ro ­sa clásica es m ás frecuente con este sentido el perfecto de sub jun ti­vo. El prim er ejemplo, dixerit aliquis, aparece en Catón, pero fue Cicerón quien desarrolló este empleo, especialm ente en sus obras filosóficas y retóricas y en sus cartas, como equivalente latino del optativo griego —conviene no tar que César los evita—, prim ero en expresiones de decir y pensar y luego con otros verbos: “quis eum iure reprehenderit” (De fin., 1, 32). Este uso se extendió a las oraciones subordinadas en la latinidad postclásica (véase in fra).

También en el caso del potencial arb itró el latín un medio de expresión del pretérito . El uso del im perfecto de subjuntivo con este valor es raro en Plauto, excepto en oraciones plenam ente con­dicionales “scires” (“podías haber sabido”, Plauto, Cure., 331), “quo nunc ibas? : : exsulatum : : quid ibi faceres?” (id., Merc., 884) ; “m are velis florere videres” (Catón, 34, 4, J.). Este empleo de la segunda persona de singular im personal es todavía m uy escaso en P lauto y sólo a partir de Terencio se hace frecuente. La prim era y tercera p er­sonas fueron raras en todas las épocas en oraciones independientes; el tipo quis crederet se encuentra por vez prim era en Cicerón. T am ­bién fue siem pre infrecuente el perfecto con significado de pasado: “non illam vir p rior attigerit” (Catón, 67, 20); “hoc dixerit potius Ennius” (Cic., De fin., 2, 41). “Themistocles nihil d ixerit...” (Id., De off., 1, 75); “qui ambo saltus eum ... deduxerint” (Livio, 21, 38, 7). ;

Las gradaciones de tiempo se desarrollaron de m odo m ás sis­tem ático en las oraciones potenciales “irreales” (es decir, que ex­presan algo contrario a los hechos). El indoeuropeo no poseía m e­dios específicos para la expresión de la “irrealidad”; el uso del presente, imperfecto y pluscuam perfecto de subjuntivo con los va­lores respectivos de futuro, presente y pasado es una innovación latina que se corresponde con la serie establecida p ara la expresión

3. Dado que en este caso el sentido es “supongam os que alguien pregunta”, podría considerarse el ejem plo como yusivo. E xactam ente igual es “atqui a li­quis d icat” (“y supongam os que alguno d ice”, Ter., And., 640), con el que po­demos comparar “vendat aedes vir bonus” (“supongam os que un hombre h on ­rado vende una casa”, Cic., D e of]., 3, 54). No deja de ser significativo con vistas a la interpretación yusiva el que el im perativo aparezca con valores sim ilares (véase in fra). El em pleo que consideram os puede trasponerse tam bién al pasa­do: “diceret «quid feci»” (“supongam os que hubiera d ich o ...”, Ter., A nd. 138).

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GRAMÁTICA HISTORIOO-OOMPARADA 313

de los deseos. En un prim er m om ento, según hemos visto, el im per­fecto se usó como pretérito . Su acceso al valor de presente se p ro ­dujo por un proceso de reorganización en el que sirvió de con tra­peso al pluscuam perfecto de subjuntivo, raro en latín arcaico especialmente fuera de oraciones plenam ente condicionales (véase in fra). Bennet cita sólo dos ejemplos independientes en P lauto y seis en Terencio.

El indicativo “irreal”

En ciertos giros el indicativo aparece usado con valor irreal. Te­nem os en prim er lugar los modos retóricos de expresión que p re ten ­den dar vida a la descripción de un acontecimiento presentándolo como presente o como cumplido, previniendo lo aparentem ente ine­vitable por medio de circunstancias inesperadas: “praeclare vicera­m us, nisi spoliatum , inermem, fugientem Lepidus recepisset Anto­n ium ” (Cic., Ad fam., 12, 10, 3); “a t ille... ferrum ... deferebat in pectus, ni proxim i prensam dextram vi attinuissent” (Tác., Ann., 1, 35). Cabe considerar tam bién aquí el “solus eram, si non saevus adesset Amor” de Ovidio (Am., 1, 6, 34).

En otros casos la aparente contradicción inherente al indicativo irreal se explica por el alto grado de precisión del latín, porque cuando existe o ha existido una posibilidad, probabilidad, obliga­ción o conveniencia, la afirmación que a ella se refiera va, con toda lógica, en indicativo: possum “soy capaz”, potui “fui capaz”, “pude”, etc. De ahí el empleo “irreal” del indicativo con verbos como pos­sum, debeo, oportet, en frases como par, satius, melius est y con el gerundivo y el perifrástico fu turus fu it “estuvo en condiciones de”. Por o tra parte, si la posibilidad depende o ha dependido de una condición incumplida, resulta adecuado que la expresión asum a el colorido “irreal” del subjuntivo. No es preciso decir que esta sutil distinción lógica no se observaba con fidelidad. En la práctica, potui, etc., y potuissem, etc., se intercam biaban, siendo el subjuntivo m ás frecuente en la prosa clásica: “quid facere potuissem nisi consul fuissem ?... consul esse qui potui nisi eum vitae cursum tenuissem ” (Cic.). En el latín arcaico el uso de los tiem pos es el lógico: satius est “sería m ejor”; satius erat, fu it “habría sido m ejor” . Sin em bar­go, en la época clásica ya se había producido el mismo desplaza­miento de referencia tem poral que hemos observado en el sub ju n ­tivo “irreal” , satius erat pasó a significar “sería m ejor”. Para el pasado, sin embargo, se prefirió el perfecto al pluscuamperfecto, par fuerat, aequum fuerat aparece en Plauto, y potuerat en Terencio, pero aun en la prosa ciceroniana potueram, debueram, oportuerat continuaron siendo raros.

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El imperativo

Para la distinción entre el imperativo de presente y el de futuro véase “Morfología” (pp. 276 s .) .

El imperativo tiene un amplio campo significativo; se emplea para expresar órdenes, mandatos, deseos (bene ambula, “que te vaya bien”), ruegos, etc. Particular interés tiene su empleo para expresar una previsión o suposición: “ausculta, scies” (“escucha y sabrás”, Plauto, Asín., 350); “verbum etiam adde unum : iam in cerebro co­laphos apstrudam tuo” (“di una palabra m ás y te rom peré la ca­beza”, id., Rud., 388); “modo sis veni huc: invenies infortunium ” ("ven aquí y lo pasarás mal”, id., Amph., 286); cf. “lacesse: iam vi­debis furentem ” (Cic., Tuse., 4, 54). Este empleo del im perativo para expresar una suposición apoya la interpretación de los subjuntivos del tipo aliquis dicat (“supongamos que alguien dice”) como yusivos en lugar de como potenciales (véase su p ra ).

L a s f o r m a s n o m in a l e s d e l v e r b o

El infinitivo

Morfológicamente los infinitivos latinos son innovaciones que nada tienen en común con los infinitivos del griego, ni siquiera con los del osco-um bro y el céltico. Por tanto, los num erosos paralelis­mos de uso existentes entre el latín y el griego tienen que deberse a desarrollos independientes. Los infinitivos latinos fueron en origen form as casuales de nom bres verbales que se fueron despojando gra^ dualmente de algunas de sus funciones nominales p ara ligarse m ás estrecham ente al sistem a verbal, adquiriendo en este proceso d istin ­ciones morfológicas de tiempo y voz. En ciertos empleos latinos resulta todavía claro el carácter nom inal: el infinitivo designa sim ­plemente la acción significada por la raíz verbal. Esto resulta espe­cialmente claro en el llamado infinitivo histórico, que aparece cuan­do una narración se delinea con pinceladas rápidas y am plias que dejan los detalles de persona y tiempo a merced del contexto. Estas frases nominales son un tipo prim itivo de expresión del que ya Plauto hace escaso uso. No deja de ser significativo el hecho de que el infinitivo histórico sea frecuente en los h istoriadores arcaizantes, Salustio y Tácito, m ientras que César tiende a evitarlo. La mayor parte de los ejemplos ciceronianos aparecen en los discursos de la prim era época. Entre los m ás antiguos están: “consonat terra, cla­m orem utrim que eeferunt, im perator u trim que lovi vota suscipere, ho rtari exercitum” (Plauto, Amph, 229) ; “circum stabant navem ven-

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GRAMÁTICA HISTÓHICO-COMPARADA 315

ti, im bres atque procellae frangere m alum , ruere antennas, scindere vela” (id., Trin., 836). Este últim o ejemplo bastaría para refu tar la tan repetida afirmación de que el infinitivo histórico nunca tuvo valor aoristico, sino siem pre el de im perfecto. De hecho tiene un valor neutro, y el tipo de acción (aspecto) queda determ inado por el significado del verbo.

El infinitivo, designando un acontecimiento, puede aparecer como exclamativo o im perativo según el contexto y el tono de la voz: “vae m isero mihi: p rop ter m eum caput labores hom ini evenisse” (Plauto, Capt., 945) ; “huncine hominem te am plexari” (id., Truc., 953). EI in­finitivo se usa con valor de im perativo en bastantes lenguas indo­europeas, pero en latín este empleo surgió de m anera independien­te a p a rtir de la designación de la acción en tono de m andato. Es un rasgo esencialmente coloquial que no aparece en textos literarios hasta Valerio Flaco: “tu socios adhibere sacris” (3, 412). Abundan los ejemplos en la prosa de los autores vulgares, y el rom ance ha conservado este uso en prohibiciones. La presencia de esta construc­ción en los escritores eclesiásticos puede ser considerada como uno m ás de los rasgos vulgares del latín cristiano, si bien no puede ex­cluirse la influencia griega.

La naturaleza sustantiva del infinitivo está puesta claram ente de relieve por el uso de pronom bres a él referidos: “tuom conferto am are” (Plauto, Cure., 28) ; “istuc nihil dolere” (Cic., Tuse., 3, 6, 12) ; “me hoc ipsum nihil agere et plane cessare delectat” (id., De or.,2, 24). Este tipo de infinitivo, que resultaba apropiado para traducir el infinitivo griego precedido del artículo, conoció cierta boga en los textos filosóficos. Que tenía un tono coloquial se desprende del hecho de que Cicerón lo emplea —por lo que m ira a o tra clase de escritos— fundam entalm ente en sus cartas; es tam bién frecuente en Petronio. El infinitivo sustantivado puede tam bién ir regido por una preposición. El prim er ejemplo se registra en Cicerón: “inter op ti­me valere et gravissime aegrotare nihil interesse” (De /¿re., 2, 43). En el la tín clásico sus funciones nominales se am pliaron de tal m anera que el infinitivo puede incluso aparecer determ inado por un geni­tivo (“cuius non dim icare vincere fu it”, Val. Max., 7, 3, 7) y p o r un adjetivo en lugar de un adverbio (“illud iners quidem, iucundum tam en nihil agere”, Plinio, Ep., 8, 9, 1).

EI infinitivo como nom bre verbal puede funcionar como sujeto, predicado u objeto (complemento directo) de un verbo.

Sujeto. “Petere honorem pro flagitio m ore fit” (Plauto, Trin., 1035); “quos omnes eadem cupere, eadem odisse, eadem m etuere in unum coegit” (Salustio, J., 31, 14). En esta función de nominativo el infinitivo aparece las m ás de las veces como sujeto o complemen­

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to de los verbos im personales decet, libet, licet, oportet, piget, pu ­det, etc., y en giros como bonum est, aequom est, difficile est, etc.

Complemento. “Hic vereri perd id it” (“éste ha perdido la ver­güenza”, Plauto, Bacch., 158) ; “Gallia duas res persequitur, rem m ili­tarem et argute loqui” (Catón, 9, 12 J.) ; “hoc volo, m eam rem agere” (Plauto, Cure., 670). Esta clase de infinitivos aparecían con especial frecuencia como complemento directo de volo, y las influencias analó­gicas extendieron esta construcción a un núm ero creciente de verbos que significaban deseo y esfuerzo —y a sus contrarios—·: cupio, s tu ­deo, cogito, experior, intendo, enitor, quaero, ardeo, etc.; nolo, du­bito, cesso, vereor, om itto, etc. Tam bién possum resultó un núcleo im portante que extendió su construcción a seto, calleo, valeo, etc. En estas construcciones el infinitivo va norm alm ente en presente. En la fraseología jurídica se encuentra a veces el perfecto: “neiquis eorum Bacanal habuise velet” (Sen. Cons. de Bacch.).

El infinitivo con verbos de esfuerzo puede rem ontarse a las fun­ciones casuales originarias del infinitivo. Éste es form alm ente, según hemos visto, resultado de la evolución de antiguos dativos o locati­vos, y ambos casos podían expresar finalidad. Este valor aparece claro en la expresión dare bibere, que es frecuente en todos los pe­ríodos, si bien —hecho curioso— la correlativa dare edere, m andu­care no aparece hasta el latín tardío. Los infinitivos con valor de finalidad son especialmente frecuentes en los textos coloquiales y poéticos con verbos de movimiento: “tu rbare qui huc i t” (Plauto, Bacch., 354); “eamus visere” (Ter., Phorm., 102); “venerat au ram petere” (Plauto, Bacch., 631). La prosa clásica evita esta construc­ción, si bien los poetas, a p a rtir de Lucrecio, y los prosistas arcai­zantes la emplean afectadam ente como arcaísmo. Sobrevivió en la lengua coloquial y se conserva en romance.

El infinitivo de finalidad se em plea tam bién con los verbos cau­sativos iubeo, cogo, moneo, subigo y otros verbos que signifiquen urgir, persuadir u obligar, si bien la prosa clásica prefirió u sar con la mayoría de ellos el subjuntivo yusivo. Es de expresiones como iussit eum manere, en las que originariam ente eum era el comple­m ento directo de iussit, de donde se cree que surgió la construc­ción de infinitivo con acusativo, a través de un “desplazamiento relacional” : iussit: eum manere, in terpretación en la que se consi­dera eum como sujeto del infinitivo. La construcción se extendió paulatinam ente al form arse cadenas o “circuios” analógicos (véanse pp. 283 s.) (postulo, dehortor, decerno, etc.). Alguna contribución se debió tam bién a los verbos que llevan doble acusativo: “quanti istuc unum me coquinare perdoces?” (Plauto, Pseud., 874).

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El nominativo con infinitivo tras verbos de lengua y entendi­m iento no aparece en latín arcaico. Su introducción en el latín se debe enteram ente a la influencia griega. El p rim er ejemplo cono­cido aparece en Catulo: “phaselus ille... ait fuisse navium celerri­m us” (4, 1-2). En griego el infinitivo puede determ inar tam bién el sentido de un adjetivo (θέειν άριστος). Esta construcción no aparece en Plauto excepto tras participios conectados con el verbo “se r”. Así, “anim atust facere” (Truc., 966) es claram ente sinónimo de vult, cupit facere, etc. Del mismo m odo potens está estrecham ente ligado a potest, y consuetus, insolitus, peritus a solet. Así, a través de estos procesos analógicos se proporcionaron unos cimientos in d í­genas a un giro m ás audaz que afectaron especialm ente los poetas augústeos im itando al griego. El p rim er ejemplo helenizante p u ra ­m ente adjetival es el “solvere nulli lentus” de Lucilio, en el que pue­de sentirse todavía la influencia de piget.

El infinitivo puede construirse tam bién con nom bres. En frases como “nünc adest occasio bene facta cum ulare” (Plauto, Capt., 423) el infinitivo com plem enta a la expresión adest occasio (= licet). Sin embargo, por un “desplazamiento relacional” llegó a estar regido por el nom bre occasio; de ahí ejem plos como “u t haberent facultatem ... pugnare” (César, Bell. Afr., 78, 4).

El gerundio y el gerundivo

Como el latín no tenía artículo no podía hacer un uso tan flexi­ble del infinitivo sustantivado como el griego. En su lugar empleó o tra form a nom inal del verbo que sirvió de caso oblicuo al infiniti­vo: el gerundio. Así, m ittere: m ittendum , m ittendi, m ittendo. Todo a lo largo de la latinidad existieron severas restricciones al uso de este nom bre verbal, y su empleo ha de ser considerado conjunta­m ente con el del morfológicamente sim ilar adjetivo en -ndus. Sig­nificaba éste “capaz de, propenso a, susceptible de, listo para” (m a­tar, m orir, surgir, rodar, e tc .). En ciertos sentidos es difícilmente d is­tinguible del participio de presente: secundus, oriundus, volvendus. E ra en origen un adjetivo indiferente a la noción de voz, y, así, se daba tanto en verbos transitivos como en los intransitivos: pereun­dus, placendus, caedendus. Sin embargo es, en su significación, p re ­dom inantem ente pasivo, si bien existen algunos ejemplos en que el adjetivo verbal tiene un valor muy próximo al del participio de fu turo activo: “puppis pereunda est probe” (Plauto, Epid., 74). El significado de necesidad y obligación fue un desarrollo secundario surgido en ciertos contextos. Asi, agnus caedundus significaba “co r­dero apropiado para el sacrificio”, ahora bien, en el empleo p red i­

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cativo —agnus est caedundus—, del valor de “es ap to para el sacri­ficio” se pasó fácilmente al de “va a ser sacrificado, tiene que ser sacrificado”. En combinación con esse el gerundivo form a tiem pos perifrásticos. El neutro se usa frecuentem ente con valor im personal (agendum est) y eventualmente puede llevar un complemento direc­to en acusativo : “agitandum st vigilias” (Plauto, Trin., 859), cons­trucción que se encuentra como arcaísmo en los autores posteriores (Lucrecio, Catulo, Virgilio; una vez en C icerón). Sobre el gerundivo como participio de futuro pasivo véase supra p. 171.

Por su carácter verbal el gerundio ten ía capacidad intrínseca para llevar un complemento directo en acusativo, pero esta posibi­lidad se ejercitó poco en la práctica. César sólo perm ite al gerundio regir un nom bre en acusativo cuando va en genitivo. Cicerón adm i­te esta construcción tam bién con gerundio en ablativo. Pero inclu­so en estos casos se daba preferencia a la construcción de gerun­divo, empleándose el gerundio por razones especiales (claridad, énfasis sobre la noción verbal y, ta l vez, eufonía). En el latín arcai­co el gerundio se empleaba con m ayor profusión que el gerundivo, al que cedió gradualm ente el terreno con el correr del tiem po. Hay, sin embargo, restos de una construcción m ás antigua en la que el nom bre no está regido por el gerundio, sino que aparece en apo­sición a él: “lucis das tuendi copiam ” (Plauto, Ca.pt,, 1008), donde el nom bre copia (“oportunidad”) está determ inado por dos geniti­vos, lucis y tuendi, siendo el segundo una especie de epexegético, que da mayor precisión a la expresión: “oportunidad de luz, de ver- la”. Si el nom bre fuera masculino o neutro (como en operis fruendi causa), cabría in terp retar el gerundio como adjetivo verbal concer­tado con el nom bre. Algunos estudiosos han sugerido que la cons­trucción de gerundivo se originó de este modo. Puede aducirse en apoyo de esta teoría (1) que el “gerundivo” aparece en latín arcai­co como invariable frente a los pronom bres personales, aun cuando éstos se refieran a personas del género femenino: “tu i (fern.) viden­di copiast” (Plauto, Truc., 370); (2) que el genitivo del gerundivo tiene en el latín arcaico un campo sem ántico reducido, encontrán­doselo sobre todo con verbos de percepción y conocimiento, de buscar y obtener. Sin embargo, no puede haber duda respecto a la antigüedad del adjetivo verbal, secundus es tan antiguo que ha quedado totalm ente aislado del verbo del que se formó; la cons­trucción de gerundivo es frecuente en las antiguas plegarias que nos ha conservado Catón en su De agri cultura: “te hoc ferto om- movendo bonas preces precor” (134, 2), etc. Debe advertirse, sin embargo, que el uso atributivo del gerundivo está prácticam ente limitado a los verbos que expresan aprobación o desaprobación: mirandus, expetendus, pudendus, miserandus, amandus, contem nen-

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dus, etc. El uso predicativo tras verbos de dar y tom ar, pedir y o fre­cer, y sim ilares está todavía en sus comienzos en Plauto (“quos u ten ­dos dedi”, Asín., 444), en tan to que la bien conocida construcción clásica con curo aparece por vez prim era en Terencio.

El acusativo del gerundio se emplea solam ente con ciertas p re ­posiciones: sólo con ad en Plauto, aunque el latín clásico adm ite tam bién in (no César), en tanto que Cicerón presenta ejemplos con ob en textos jurídicos, giro que aparece por vez prim era en Catón. Hay ejemplos esporádicos de otras preposiciones: ante (Virg.), inter (Ennio), propter (por vez prim era en V arrón), circa (postclásico, po r vez prim era en Q uintiliano). La construcción de gerundio se da con nom bres (“canes ad venandum ”, Ter., And., 57), con adjetivos (“doctus... ad male faciendum ”, P lauto, Epid., 378), y tam bién con verbos (“quo conductus venio : : ad furandum quidem ”, id., Pseud., 850). En latín arcaico no hay ningún ejemplo seguro de acusativo del gerundio rigiendo complemento directo. V arrón es el prim ero en aventurar esta construcción (“ad discernendum vocis verbi figu­ras”, L. L., 9, 42), que en la lite ra tu ra latina tard ía de las traduccio­nes resultó muy indicada p ara recoger la construcción griega de εις con infinitivo sustantivado por el artículo (ad sanandum eos = εις τό ίδσθαι αύτούς, san Lucas, 5, 17). El latín clásico, como el arcaico, empleó en este tipo de construcciones el gerundivo (“ad aquam p rae ­bendam ”, Plauto, Amph., 669).

El genitivo del gerundio en latín arcaico es siem pre adnominal, y suele depender de un pequeño grupo de nom bres abstractos: occasio, tempus, copia, causa, gratia, etc. (“non enim nunc tibi d o r­m itandi neque cunctandi copia es t”, plauto, Epid., 162). El latín clásico emplea el genitivo tam bién con algunos nom bres que desig­nan agentes personales, tales como auctor, dux, artifex, etc. Tam bién ciertos adjetivos rigen el genitivo de estas form as nominales. Co­mienza este uso con cupidus en Terencio —Plauto no ofrece ejem ­plo alguno—; el repertorio se fue extendiendo gradualmente, au n ­que no en gran m edida hasta la época postclásica.

El genitivo del gerundio y del gerundivo puede indicar tam bién finalidad. El ejemplo que se suele citar como m ás antiguo es “ne id adsentandi mage quam quo habeam gratum facere existum es” (Ter., Ad., 270), y a la vista de construcciones sim ilares existentes en oseo y um bro suele atribuirse el giro al período “itálico”. Sin embargo, el ejemplo de Terencio no está libre de la sospecha de ser un anacoluto, y dado que la construcción aparece usada con am plitud sólo a p a rtir de Salustio, es m ás probable que se tra te de un desarrollo latino independiente. En res evertendae reipublicae, “cosas que im plican la subversión de la república”, el genitivo tiene la función determ inante que es norm al en él. Usado predicativa­

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m ente (res evertendae reipublicae sunt) se aproxim a mucho a un valor final como en el “quae res evertendae reipublicae sun t” de Cicerón (In Verr., 2, 132). Una vez establecidas las bases de un geni­tivo de finalidad indigena, se m ostró éste equivalente adecuado del genitivo griego del infinitivo sustantivado por el artículo con senti­do final. Salustio lo introdujo en su prosa h istórica —adviértase que no lo usan César ni Cicerón—, y fue im itado por Livio, Tácito y otros (“Aegyptum proficiscitur cognoscendae an tiqu ita tis”, Tác., Ann., 2, 59).

El dativo se emplea con valor final con ciertos verbos como stu ­deo, operam do (“auscultando operam dare”, P lauto, Amph., 1006) y ciertos adjetivos como natus, optim us, firm us, etc. En este caso el gerundivo predom ina sobre el gerundio, que raram ente se en­cuentra. P lauto emplea el gerundio con un complemento directo (“hominem investigando operam ... dabo”, Mil., 260), pero en Cice­rón aparece solamente en la fraseología juríd ica tradicional (scri­bendo adesse, solvendo non esse); César no presenta ejemplo algu­no. Incluso el gerundivo continuó siendo 'relativam ente escaso hasta que Livio y Tácito, im itando a los poetas, am pliaron grandem ente el número de adjetivos que llevaban esta construcción (intentus, promptus, exiguus, levis, etc.).

El empleo del ablativo en el latín arcaico está prácticam ente li­mitado al instrum ental, siendo m ás frecuente el gerundio que el ge­rundivo (“legiones... vi pugnando cepim us”, Plauto, Amph., 414). Con verbos que indican superioridad el instrum ental se interfiere con el ablativo de referencia (“m endicum ... mendicando vincere”, id,. Bacch., 514, de donde ejemplos m ás libres como “astu e t fallendo callet”, Accio, fr. 475 W ). El valor instrum ental es en ocasiones tan leve que el gerundio puede expresar sim plem ente acción concomi­tante. Ejemplos claros hay pocos en el latín arcaico (“hic expec- tando obdurui” , Plauto, Truc., 916) e incluso en Cicerón. Este empleo no se asentó firmemente hasta Salustio y los escritores del Im perio, y acabó por funcionar como equivalente del participio de presente: “novi consules populando usque ad m oenia pervenerunt” (Livio, 8, 17, 1); “exturbabant agris, captivos servos appellando” (Tác., Ann., 14, 31, 2). En la lengua coloquial ganó terreno este uso, y funcionan­do como participio es el único modo en que el gerundio ha sobre­vivido en las lenguas romances.

El ablativo del gerundio y del gerundivo puede ir regido po r p re­posiciones. Las m ás frecuentes son in y de, empleadas por P lauto y adm itidas por César. Cicerón usa tam bién ex, pro (éstas tam bién en Plauto) y ab, que aparece por prim era vez en Catón. El gerun­dio en este caso lleva frecuentem ente un complemento directo en el latín arcaico, pero el latín clásico m uestra m ayor reserva. Los

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poetas, Salustio y Tácito son menos estrictos y en el latín tard ío se llega a la plena libertad. Es muy poco frecuente que un ablativo de gerundio con preposición lleve complem ento directo. El prim er ejemplo es el “in supponendo ova” de Varrón (R. R., 3, 9, 12).

Los supinos

Los supinos son restos de abstractos verbales en -tus (véase p. 279). El supino “activo” (prim ero) es el acusativo empleado para expresar fln o intención de la acción, especialmente tra s verbos de movimiento: “com issatum ibo” (Plauto, Most., 317); “abiit am bu­latum ” (id., Mil., 251). A p a rtir de los verbos que significaban “en­viar” y sim ilares se tendió fácilm ente una conexión analógica con el grupo “d a r”, “tom ar”, que form ó así un segundo foco de empleo: “nuptum ... d are t” (id., Aul., 27); “nuptum conlocet” (id., Trin., 735); “coctum ego, non vapulatum , dudum conductus fui” (id., Aul., 457). Estos usos persisten en los autores arcaizantes, pero los puristas clásicos se m uestran m ás reservados; Cicerón apenas se aventura m ás allá de expresiones comunes como cubitum ire, que se conservó tam bién en la lengua hablada hasta la tarda latinidad. Este supino en el latín arcaico puede llevar un complem ento directo (“it p e ti­tum ... gratiam ”, Plauto, Aul., 247), y no faltan ejemplos en los autores posteriores, incluidos César y Cicerón. Con el verbo eo el supino form a una conjugación perifrástica que proporciona el infi­nitivo de fu turo pasivo en -tu m iri, rellenando así una laguna del sis­tem a verbal latino; era, sin embargo, una form a relativam ente rara.

La morfología del llamado supino segundo (“pasivo”) es am bi­gua (véase p. 279). Ciertos empleos corresponden claram ente al ab la­tivo: “prim us cubitu surgat” (Catón, Agr., 5, 5); “ita dictu opus est” (Ter., H. T., 941). Otros, en cambio, se explican m ejor como dativos : “hoc m ihi factust optum um ” (Plauto, Aul., 582) ; “dictu fa­cilius” (Ter., Phor., 300). No deja de ser significativa la forma -tu i que aparece una vez en Plauto : “istaec lepida sunt m em oratui” (Bacch., 62). De todos m odos es posible in terpretar la form a en -tu como ablativo de referencia.

Los participios

Los participios son partes de la oración que “participan” a un tiem po de la naturaleza del verbo y de la del nom bre. La denom ina­ción, por tanto, sería estrictam ente aplicable tam bién a las form as nominales ya examinadas. Sin embargo, se la emplea específicamen­

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te con referencia a una serie de adjetivos verbales m ás estrecha­mente ligados al sistem a verbal de la conjugación. De los partic i­pios indoeuropeos sólo el de presente activo sobrevivió en latín, y aun éste con escasas funciones verbales en la época arcaica. Para el perfecto el latín, como el oseo y el um bro, utilizó como participio el adjetivo verbal en -to-, pero no llegó a poseer una form a activa correlativa. El participio de fu turo en -turus es una creación latina (véase p. 280).

El participio de presente. En el latín arcaico estaba p ráctica­m ente lim itado a funciones adjetivales, apareciendo sobre todo en nominativo: vigilans “despierto”, maerens “dolido”, sedens “sen ta­do”, sapiens, intellegens, cupiens, etc. E sta situación se m antiene todo a lo largo de la latinidad coloquial, y en rom ance los partic i­pios de presente sobreviven sólo como adjetivos. Sobre el desarro­llo gradual de las construcciones participiales en la lengua literaria véase p. 135.

Estos adjetivos pueden em plearse sustantivalm ente, pero este uso es raro en el nominativo singular hasta la época de Séneca. Ejem ­plos tem pranos son: “quot amans (“un am ante”) exemplis ludifice­tu r” (Plauto, Truc., 26) ; “stulto intellegens quid in ter est” (Ter., Eun., 232). Como adjetivos se emplean tam bién predicativam ente con esse en una especie de conjugación perifrástica que pone el acento sobre el aspecto durativo: “tu u t sis sciens” (Plauto, Poen., 1038); cf. “utei scientes esetis” (Sen. Cons. de Bacch.); “te carens dum hic fui” (Plauto, Capt., 925).

Como adjetivo, el “participio de presente” en un principio des­cribía sim plem ente las circunstancias en que el sujeto —y menos frecuentem ente el complemento— del verbo principal se hallaba. Como tal no hacía referencia explícita al tiempo ni a relación lógica alguna, que debía deducirse del contexto. En la m ayor parte de los casos se refiere a un acontecimiento o estado sim ultáneo, aunque ocasionalmente, especialmente con verbos de llegar y p artir, el p a r­ticipio hace referencia al pasado: “puerum servos surpuit eumque hinc profugiens vendidit” (Plauto, Capt., 8 s.). Ejemplos de este tipo se encuentran tam bién en Cicerón y Salustio, si bien el partic i­pio de presente no se uso librem ente en este sentido hasta Livio y, ya m ás, desde Tácito. En el latín tardío se reveló como un buen sustitu to del participio de perfecto activo que el latín no poseía. En ciertos contextos se hace necesario suponer una referencia de tipo futuro-final: “dicto me em it audientem, haud im peratorem sibi” (Plauto, Men., 444) ; “m issitare supplicantis legatos” (Salustio, Jug., 31, 1). O tras relaciones lógicas (causal, modal, concesiva, con­dicional, etc.) quedaron sin expresión en el latín arcaico. H asta la

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época clásica no encontram os el participio de presente acom paña­do de partículas como quamquam, etsi, ut, etc., desarrollo del que no se puede excluir la influencia de modelos griegos como καίπερ, ώς, ίίτε, etc.

El participio de fu turo se desarrolló a p a rtir de un adjetivo que significaba “apto para, que va a, que está a punto de” . En latín a r ­caico sólo se lo encuentra con esse, form ando un futuro perifrástico: “quid nunc es facturus” (Plauto, Bacch., 716); “im m ortalis est, vivit victuraque est” (id., Trin., 55). La liberación del participio de fu­tu ro de esta estrecha asociación con esse y su empleo atributivo como adjetivo fueron el resultado de un largo y lento proceso. To­davía Cicerón emplea en ese modo solam ente fu turus y venturus (una vez); la emancipación fue en gran m edida obra de Virgilio y Ovidio, por lo que m ira a la poesía, y de Livio, para la prosa. El ejemplo m ás antiguo de empleo predicativo es de Gayo Graco (“qui p rodeunt dissuasuri”), si bien el texto no está libre de sospecha. Si­gue luego Cicerón con “Servilius adest de te sententiam la tu rus” (In Verr., 2, 1, 56). La libertad de uso aum enta con Virgilio y Livio.

El participio de perfecto. Los adjetivos verbales en -to - denotan cualidades o estados duraderos: tacitus, doctus, scitus. P or ello fue­ron atraídos a la órbita del perfecto. En origen eran indiferentes a la noción de voz y ello puede verse todavía en form as “activas” como potus, pransus, cenatus, adultus, nupta, iuratus, lautus, etc. Este ad­jetivo verbal tampoco se refería en origen a acontecimientos p asa ­dos. La referencia al presente es frecuente en el caso de los verbos deponentes: “qui complexus cum Alcumena cubat” (Plauto, Amph., 290). Ahora bien, el estado presente implica acontecimientos pasa­dos, y el sistem a latino del perfecto tenía este doble valor de refe­rencia. Fue así como el participio de perfecto llegó a usarse prefe­rentem ente para referirse a acontecimientos que habían tenido lugar con anterioridad al significado por el verbo principal: “acceptae bene... eximus” (Plauto, Cas., 855). Ciertos ejemplos tienen un valor tem poral ambiguo debido a la naturaleza de la acción verbal; así, en “coactus legibus eam uxorem ducet” (Ter., And., 780) la coerción legal es una circunstancia concom itante con la acción principal. A p a rtir de ejemplos de este tipo conoció el valor indicado un cierto desarrollo en el latín del Im perio, de modo que el participio de p e r­fecto llegó a convertirse en sustituto del participio de presente pa­sivo que el latín no tenia: “quo saepe modo obsessi in obsidentes eruperun t” (Livio, 9, 4, 9); “servum sub furca caesum medio egerat circo” (id., 2, 36, 1); “prae se actam praedam ostentantes” (id., 23, 1, 6).

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Al igual que los participios de presente y de fu turo , el adjetivo en -to - se com bina con esse para form ar un tiem po perifrástico: el perfecto pasivo del tipo ille est oneratus. En acusativo se lo em ­plea predicativam ente con verbos de carácter vario, especialmente causativos : “m issum facio Teresiam senem ” (Plauto, Amph., 1145); “tam frictum ego illum reddam ” (id., Bacch., 767) ; “factum e t cura­tum dabo” (id., Cas., 439). habere aparece frecuentem ente acom pa­ñado del participio en una expresión que supone toda su plenitud sem ántica: “abstrusam habebam ” (“la m antenía escondida” , p lau­to, Merc., 360); “domitos habere... oculos” (id., Mil., 564). En otras ocasiones estos giros resultan prácticam ente equivalentes al perfec­to-presen te: “hasce aedis conductas habet” (id., Cist., 319). Sobre la sustitución del perfecto-presente por esta perífrasis en romance, véanse pp. 171 s.

La o r a c ió n c o m p l e ja

La oración com pleja es un desarrollo relativam ente reciente en la h istoria lingüística. En un estadio prim itivo no había sino m era yuxtaposición de frases independientes, sin indicación explícita de su relación lógica. Esta simple yuxtaposición es conocida por los gram áticos con el nom bre de parataxis: Está bien; que venga. En un período de este tipo la ausencia de pausa entre las dos partes es sufi­ciente para hacer del com plejo un todo fundido e indicar la subor­dinación de la segunda p arte a la prim era. Será conveniente, sin embargo, em plear el térm ino parataxis tam bién para referirse a las frases en que no existe conjunción como indicador explícito de su ­bordinación. Quedan en latín num erosos restos de este mecanismo prim itivo de la parataxis sintáctica. En velim facias, por ejemplo, sim plem ente se yuxtaponen un subjuntivo potencial, velim, y un facias yusivo; cf. fac fidelis sis; sine amet; taceas oportet; licet abeas; servos iube hunc ad m e ferant. Ahora bien, los yusivos y optativos iban frecuentem ente acom pañados por un u t(i) adverbial, que en origen significaba “de algún m odo” (en ocasiones tam bién por qui, instrum ental “por algún m edio” : efficite qui detur tibi “haced que se te dé por algún medio”). Esta partícu la uti, al convertirse en habitual, perdió su pleno sentido y se redujo a la conjunción ut, que acabó por “regir” al subjuntivo. Este caso puede servir como ejem plo que resum e el desarrollo de las oraciones subordinadas en latín. Se sigue de esto que en un tiem po los modos de tales oraciones tuvieron las m ism as funciones que hemos examinado al tra ta r de las oraciones independientes. [ N o t a 50.] Así, en las interrogaciones indirectas el latin arcaico m antiene aún en gran m edida la distin­

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ción entre el subjuntivo deliberativo y el indicativo (real). En m u­chas situaciones, sin embargo, ambos modos de expresión resultaban posibles, y se fue así a una gradual neutralización de la distinción. La asociación de la interrogación subordinante con el subjuntivo —originalm ente deliberativo— se hizo habitual, de modo que el p ro ­nom bre interrogativo introductorio pasó a “regir” el subjuntivo, proceso análogo al de la evolución de los adverbios originariam ente independientes hacia preposiciones “regentes” de casos. A este fe­nóm eno lo llam arem os “habituación” . Con el transcurso del tiempo estas habituaciones dieron lugar a series de conjunciones sem ánti­cam ente equivalentes con construcciones diferentes: quamquam con indicativo y quamvis con el subjuntivo “concesivo” . Sin em bar­go, las expresiones sem ánticam ente equivalentes tienden a asim ilar­se, y asi quam quam cedió en ocasiones a la influencia de quamvis y de o tras conjunciones concesivas y llegó a “regir” subjuntivo. Las m ism as tendencias actuaron en los dem ás tipos de oraciones subordinadas hasta que los valores originalm ente distintivos del subjuntivo se neutralizaron y se convirtió en simple modo de la subordinación; de ahí sus nom bres latinos de subiunctivus y coniun- ctivus. Al seguir las líneas m aestras de esta evolución empezaremos con algunos casos claros (1) de subjuntivo volitivo-optativo, y (2) de subjuntivo prospectivo-potencial. Luego, teniendo en cuenta los fe­nóm enos de habituación y rección, será conveniente estudiar los valores de las diversas conjugaciones y exam inar sus interacciones bajo la rúbrica de “equivalencia funcional” .

Subjuntivo volitivo

El subjuntivo yusivo se observa con la m ayor claridad, n a tu ra l­m ente, en las órdenes indirectas. Se lo encuentra no sólo con verbos de ordenar, sino tam bién con los de aconsejar, rogar, perm itir, p ro ­yectar, y o tras expresiones verbales relacionadas: “lex est u t orbae nuban t” (Ter.); “optum um est u t loces” (Plauto); “opus est u t la­vem ” (id .); “fac Am phitruonem u t abigas” (id.); “feci ut flerent” (Ter.) ; “venit in m entem m ihi argentum u t petam ” (P lau to). La ne­gación es ne, como en las correspondientes construcciones indepen­dientes (en ocasiones tam bién ut ne).

Muy próxim o al subjuntivo yusivo con verbos de proyectar y procu rar (efficio ut, curo ut, etc.) está el subjuntivo de las expre­siones de finalidad. Suelen ir éstas introducidas por u t (ne): “me praem isit u t haec nuntiem ” (P lau to ); “servate istum ... ne quoquam pedem refera t” (Id .).

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El subjuntivo de las oraciones consecutivas tiene orígenes diver­sos. Así, en “u t m entiar nullius patrim onium tan ti facio” (Petronio) se ve todavía el que hemos llamado subjuntivo de repudio: “ ¡decir yo una m entira!” . Por o tra parte, un yusivo con efficio u t se exten­dió de modo natural al perfecto ita effectum est u t..., expresión equivalente a varias otras, como evenit ut, accidit u t: “evenit u t praeda onustus cederem ” (Plauto). Con verbos de querer y procu­rar, especialmente si van acom pañados de un correlativo, es difícil distinguir entre finalidad y consecuencia: “sic in tim orem dabo u t teneat”, donde el subjuntivo puede ser volitivo o tal vez prospectivo. En “ita te o rnatum am ittam u t te non noveris” (Plauto) el sub jun­tivo es potencial. Fue en contextos como éste en los que se estable­ció el hábito de constru ir u t con subjuntivo para extenderse luego incluso a la expresión de una consecuencia actual. E sta habituación se produjo en latín en época anterior a la de los prim eros textos, de modo que el latín histórico ya no podía hacer la distinción, posi­ble en griego, en tre consecuencia actual y potencial.

El subjuntivo yusivo podía em plearse en sentido estipulativo : “veniat quando volt atque ita: ne m ihi sit m ora” (“que venga cuan­do quiera con esta condición: que no me haga esperar”, P lauto); cf. “duae condiciones sunt: vel u t aurum perdas vel u t am ator pe­rie rit” (id.). Estrecham ente relacionados con los usos estipulativos (“con tal que”) están los concesivos (“aunque”) del subjuntivo vo- litivo-optativo. Este tipo se encuentra aún con poca frecuencia en latín arcaico en oraciones subordinadas (“licet laudem Fortunam : tam en u t ne Salutem culpem”, Plauto, y “sin t sane superbi: quid id ad nos a ttine t”, Catón, son aún claram ente paratácticos) ; la conjun­ción “factotum ” u t no introduce oraciones concesivas hasta Teren- cio: “iam in hac re, u t taceam, quoivis facile scitu es t” .

El subjuntivo optativo

Este valor se percibe claram ente en frases como las que siguen: “eveniant volo tib i quae optas”; “u t ille te videat volo” ; “quaeso u t tua sors effugerit” (P lau to ). Es tam bién éste el origen de la cons­trucción con verbos de tem or, dado que m etuo ne redeat se anali­za fácilm ente como “tengo miedo; ¡qué no venga!” cf. “m etuo ne techinae perierin t” (Plauto). Se sigue de ahí que el equivalente la­tino de “temo que no vuelva el m aestro” tom a la form a “tengo m ie­do; ¡que vuelva el m aestro!” : m etuo u t erus redeat. Ésta es la fo r­m a norm al en latín arcaico: “vereor u t placari possit” (T er.).; cf. “id paves ne ducas: tu autem u t ducas” (“tú tienes miedo de casar­

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te; tú , en cambio, de no casarte”, id .) . Cicerón, sin embargo, prefiere ne non a ut.

El subjuntivo en ciertas prótasis de períodos condicionales es tam bién optativo en su origen. Ello puede verse en ejemplos para- tácticos como el siguiente: “virum me natam vellem: ego ostende­rem ” (“hubiera yo nacido hom bre: ya les enseñaría ...”, Ter.). Otros casos pueden rem ontarse al empleo del yusivo en hipótesis (véase p. 312) : “p rosit obsit, nil vident nisi quod lubet”. A estas suposicio­nes y deseos servia de partícula in troductoria el locativo del dem os­trativo so-, es decir, sl(c) : “sic: gladium quis apud te sana mente deposuerit, repetat insaniens, reddere peccatum sit” (“tomemos este caso : supongamos que un hom bre ha depositado... supongamos que lo reclam a... sería un e rro r ...”, Cíe.); cf. “meam rem non cures: sic recte facias” (Plauto), y la antigua form ula citada por Livio (10, 19, 17) : “Bellona, si hodie nobis victoriam duis, as t ego tem plum tibi voveo”. O tras prótasis son derivables de subjuntivos prospec- tivo-potenciales; así, “si sapias, eas ac decumbas dom i” (Plauto) se resuelve sencillam ente en “así obrarás con prudencia: vete a casa y acuéstate”.

En el latín arcaico, según hemos visto ya, el presente de sub jun­tivo podía referirse tanto al fu turo como al presente: (futuro) si neget, am ittat; si sciat, suscenseat; (presente) si sit domi, dicam tibi; si habeat aurum, faciat; si nunc habeas quod des (Plauto). EI im perfecto, por su parte, podía referirse al pasado: “si esset unde fieret, facerem us” (Ter.); “ni vellent, non fieret” (“si no hubieran querido no se hubiera hecho”, P lauto). Hay supervivencias de este estado de cosas incluso en el latín clásico. Sin embargo, la reorga­nización por la que el presente de subjuntivo queda destinado a la referencia al fu turo , el im perfecto al presente y el pluscuam perfec­to al pasado había comenzado ya en la época arcaica: “si equos esses, esses indom abilis” (Plauto); “si appellasses, respondisset” (id.).

Fue como consecuencia de esta reorganización de las referencias tem porales de los diversos tiempos del subjuntivo como este modo adquirió su nuevo valor “irreal” apto para la expresión de supo­siciones “contrarias a la realidad”. Una serie tan sutil de distincio­nes establecida en el disciplinado m arco de la lengua literaria a du­ras penas podía m antenerse viva en el habla popular. Plauto vacila incluso en el seno de una m ism a frase (“com pellarem ni m etuam ”) , y el m ismo uso clásico no es tan consistente como indican las gra­m áticas escolares, pues el presente de subjuntivo hace a menudo referencia al presente y el im perfecto al pasado: “si ego cuperem ille vel plures [dies] fu isset” (“si yo hubiera querido ...”, C ic.). En latín tardío, según ya se ha señalado, el pluscuam perfecto de sub jun­tivo suplantó paulatinam ente al imperfecto.

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Del empleo del indicativo en ciertos tipos de expresiones “poten­ciales” hemos hablado ya (p. 313). Tenemos, adem ás, los num erosos cambios de m odo de presentación dentro de una y la m ism a frase como resultado de las llam adas condicionales m ixtas: “ni hebes m achaera foret, uno ictu occideras” (P lauto); “praeclare viceram us nisi... fugientem Lepidus recepisset” (Cic.), “perieram us si m agis­tra tu s esset” (Sén.). Esta clase de expresiones se hicieron habitua­les en el latín tardío, con el resultado de que el im perfecto y el pluscuam perfecto de indicativo tendieron a suplantar al subjuntivo en las apódosis irreales.

L a s - c o n j u n c io n e s

El prim er paso en la evolución de las conjunciones se había dado ya en época indoeuropea. En frases como he visto a los pastores: ellos estaban apacentando sus rebaños, este ellos “reasuntivo” se ex­presaba por medio del pronom bre “anafórico” *z- (lat. is), a p a rtir del cual se había form ado un tem a relativo *yo- (gr. δς). En latín, sin embargo, había abandonado esta form a del relativo y, como el germánico, form ó una serie nueva a p a rtir del tem a interrogativo- indefinido qui-, quo-, etc. (véanse pp. 258 s.). A p a rtir de este tem a in ter rogativo - relati vo se form aron la mayor parte de las conjuncio­nes latinas: quod, quia, quam, quando, quoniam, quom (cum ), quam ­vis, quamquam, ubi, u t (para la morfología de las dos últim as véase p. 281). La oración de relativo representaba dentro de las subordi­nadas el tipo m ás libre de conexión, siendo poco m ás que el tipo coordinado “y éstos...”. Consecuentemente los modos y tiem pos de estas subordinadas tenían en origen los mismos valores que en fra ­ses plenam ente independientes. De ahí que encontrem os oraciones de relativo consecutivas, adversativas, causales y condicionales. F i­nales, con un subjuntivo volitivo, son las que corresponden al bien conocido modelo legatos m iserunt qui pacem peterent: “gubernato­rem arcessat qui nobiscum prandeat” (P lauto); “perfodi parietem qua com m eatus esset” (id.); “eme lanam unde pallium conficiatur” (id .). Debe notarse, sin embargo, que muchos de los ejem plos que a m enudo se colocan en este apartado son susceptibles de una in te r­pretación diferente: “eam [rem ] narrabo und’ tu pergrande lucrum facias” es una oración “genérica” (véase infra) en la que el m odo m ejor de traducir el subjuntivo sería “puedes sacar” (potencial), m ás bien que “procura sacar” (yusivo).

El subjuntivo de las llam adas oraciones de relativo “genéricas”, que se suele clasificar entre los usos “consecutivos”, es claram ente

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potencial en su origen: “consilium dederim quod laudetis”; “ecquis est qui possit” ; “quid est quod me velis”; “pauci sunt qui certi sient”; “m ihi adsunt testes qui adsentiant” ; “conclave dedit quo nemo infer­re t pedem ”; “num quam hominem conveni unde abierim lubentius”; “nihil est quo me recipiam ” (todos de P lau to ).

El subjuntivo de las oraciones causales de relativo puede haberse desarrollado a p a rtir de los usos descriptivos (genéricos) : “ego in­scitus [sum ] qui postulem ”; “sanus tu non es qui furem me voces”; “ego stu ltior qui credam ”; “ebriast quae compellet m e”, etc. (Plau­to). Sin embargo, en muchos de estos ejemplos podemos cap tar un tono de p ro testa que recuerda al subjuntivo “de repudio” (véase p. 309): “ ¡estás loco: llam arm e a m í ladrón!” . En este tipo de ex­presiones el uso fluctúa tan to en el latín arcaico como en el clásico: “sed sum ne ego stu ltus qui rem curo publicam ” (Plauto) ; “nos qui­dem contem nendi qui actorem odim us” (Cic.). Estas oraciones de relativo pueden estar precedidas por quippe, que fue en origen una interrogación de tipo interjectivo *quid pe? “¿por qué?”, según se ve todavía en: “a te quidem apte, quippe? habes enim a rheto ri­b u s” (Cic., De fin., 4, 7). En latín arcaico quippe qui se construye con indicativo en la m ayor parte de los casos, pero el subjuntivo es de regla en el latín clásico. Un ejemplo que m uestra todavía con claridad el carácter interjeccional de quippe es “«Convivia cum pa­tre non inibat» : quippe qui ne in oppidum quidem nisi perraro ve­n ire t” (“... ¿cómo podría él que...”, Cic., Rose. Am., 18, 52).

Nos quedan ahora por estudiar las conjunciones surgidas del tem a del relativo-interrogativo.

quod, quia

Las diversas funciones asum idas por quod en la sintaxis latina provienen de frases relativas en las que el neutro singular del p ro ­nom bre relativo funcionaba como sujeto o complemento directo. Así, en “quod male feci, crucior” (Plauto), aunque quod es clara­m ente el objeto interno de feci y un id correlativo podía suplirse fácilm ente con crucior, la frase se desliza sin esfuerzo hacia una in­terpretación causal, “porque he hecho m al”. Lo mismo ocurre con el genérico “quid sit id quod sollicitere ad hunc m odum ?” (Ter.), “¿cuál es la razón por la que...”. Tal fue el origen de quod, como conjunción causal. La distinción de modos, que ha de explicarse como en las dem ás oraciones de relativo (véase supra), se neu trali­zó en época tardía.

A p a rtir de otros contextos en que el valor relativo de quod está todavía claro (“gnatus quod se assim ulat laetum, id dicis”, Plauto; “adde huc quod caelestum pater prodigium m isit”, Accio; “m itte id

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quod scio”, Ter.; “istuc tim es quod ille operam amico da t”, id.), llegó a em plearse quod para in troducir oraciones completivas con verbos de entendim iento, lengua, sentido, etc.: “scio iam filius quod am et”, Plauto, Asin., 52. En “id iam lucrum est quod vivis” la o ra­ción de relativo es equivalente a “el hecho de que estés vivo”. En “ego quod m ala sum, m atris opera m ala sum ” (P lauto), “en cuanto al hecho de que ...” pasa im perceptiblem ente a “si yo soy m ala ...”. El sim ilar “quod dicat allatam epistulam ” “en cuanto a lo que dice...” (id., Asin., 761) equivale en su contexto a “aunque”. Por medio de m últiples procesos de este tipo quod acabó por convertirse con el paso del tiem po en conjunción universal, en un signo desvaído de subordinación como nuestro que.

quia es en origen el plural neutro del interrogativo: cf. quianam “¿por qué?”. Adquirió valor de conjunción causal a p a rtir de su empleo en interrogaciones interjeccionales : “discrucior animi, quia? abeundum st” “m i ánim o está atorm entado. ¿Por qué? Tengo que p a r tir” (cf. el origen del fr. car a p a rtir de un quare in terjeccional). En el latín arcaico quia es m ás frecuente como conjunción causal que quod, que, sin embargo, es preferido por los autores clásicos. De todos m odos quia volvió a ganar popularidad en el latín tardío. quia es paralelo a quod tam bién en otras funciones: “at nos pudet quia cum catenis sum us” (Plauto), “nos da vergüenza estar con cadenas”, cf. “istuc acerbum st quia ero carendum st” (id.), “id doles quia non colunt” (id .). El empleo de quia como in troductor de o ra­ciones completivas con verbos de entendim iento, lengua y sentido surge en época mucho m ás tard ía que el correspondiente de quod: no se lo encuentra hasta la época de Petronio.

cum (quom)

Esta conjunción era en su origen el acusativo de singular m ascu­lino del tem a del relativo, según puede verse todavía en expresiones correlativas como turn... cum, eo tempore cum. Tam bién desarrolló una serie de valores (causal, concesivo) al margen del originario, que era el tem poral; pero en Plauto lleva siem pre indicativo sea cual sea su valor. La construcción con indicativo se m antuvo hasta la época clásica con cum tem poral cuando éste era claram ente rela­tivo (ya con un antecedente expreso como tum , etc., ya sin é l) , in ­cluidas oraciones de conexión relativa tan laxa como las llam adas de cum inversum y las del tipo cum interea: “plus trig in ta annis natus sum quom interea loci num quam quicquam facinus feci peius” (Plauto, Men., 446-7). El subjuntivo empezó a usarse en contextos causales y concesivos. El origen de su irrupción en las oraciones cir­cunstanciales del tipo “cuando” está sumido en la oscuridad, si bien

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merece cierto crédito la teoría de que el subjuntivo de estas ora­ciones es análogo al de las oraciones genéricas de relativo: “en un tiem po en que ...” como opuesto a “en el tiem po en que...”. El p ri­m er ejemplo aparece en Terencio : “m agistratus quom ibi adesset, occeptast agi” (“una vez que apareció el m ag istrado ...”, Eun., 22), y hacia el final de la República ya estaba establecido el canon clásico según el cual el cum “cuando” lleva im perfecto o pluscuam perfecto de subjuntivo, salvo cuando es claram ente relativo. Sin embargo, se encuentran excepciones a esta regla aun en los principales autores: “accepit agrum tem poribus eis cum iacerent p retia” (Cic., Q. Rose., 33); “ñeque enim, si tibi tum cum peteres consulatum studui, nunc cum M urenam ipsum petas adiutor eodem pacto esse debeo” (id., Mur., 3, 8); “fu it antea tem pus cum G erm anos Galli virtute supera­ren t” (C ésar). El análisis puede entrever aquí un sentido genérico; el hecho es que en las construcciones de cum, como en todas las de­m ás, el subjuntivo de subordinación fue invadiendo el terreno del indicativo real y que incluso en la época clásica el uso es fluctuante.

dum

Aunque la etimología de esta conjunción es oscura, su sentido ori­ginal parece haber sido el de “un m om ento” (posiblemente conecta­do con durare); así, m anedum “espera un m om ento”, interdum , “a veces”, “entre dos m om entos”, nondum “aún no, no es el m om ento”. A p a rtir de este valor amplió su campo para significar “m ientras” y “hasta que”. No deja de ser curioso que el ing. till (“hasta que”) derive tam bién de una palabra que, en germánico, significaba “tiem ­po”. El “m ientras”, “duran te el tiem po que” puram ente tem poral no precisa de amplio com entario. Puede suponerse que se originó en usos correlativos como “sic virgo, dum intacta m anet, dum cara suis est” (Catulo). En expresiones del tipo “duran te el tiem po en que tal acontecim iento estaba teniendo lugar ocurrió tal cosa” se em pleaba un presente durativo atem poral en la oración de dum, aunque ésta se refiriera al pasado. Sin embargo, el imperfecto, que es m ás lógico, aparece una vez en un discurso de la p rim era época de Cicerón (Rose. Am., 32, 91), y se hace m ás frecuente en los autores posteriores. La equivalencia funcional de dum con el cum histori­cum acabó por llevarlo a la construcción con subjuntivo, especial­m ente en Livio y prosistas posteriores.

También encontram os oraciones finales introducidas po r dum. Este valor puede haberse originado en yuxtaposiciones como mane dum : scribam “espera un m omento, voy a escribir”, desde donde era fácil el tránsito al sentido final: “espera a (para) que ..escriba”.

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332 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Este valor se encuentra ya a p a rtir de la época arcaica: “observavit dum dorm itarent canes” (Plauto) : “opperiar erum dum veniat” (id .).

Finalmente, encontram os dum con subjuntivo estipulativo en el sentido de “con tal que, m ien tras” : oderint dum m etuant “que me odien con tal que me tem an”. Tenemos ejem plos desde el latín a r­caico: “me etiam vende dum saturum vendas” (Plauto); “quid m ea refert dum m ihi recte serviant” (id .). Una conjunción de valor sim i­lar, es modo = “con la condición de que” : “scies m odo u t tacere possis” (Ter.). Ambas conjunciones pueden aparecer com binadas: “absit dum modo laude p arta dom um recipiat se” (Plauto).

El sentido “term inativo” de dum, “hasta que”, correspondía m ás propiam ente a doñee. En latín arcaico esta conjunción se em plea raram ente con subjuntivo, y los puristas clásicos tienden a evitarla totalmente. Los prosistas augústeos y los posteriores, sin embargo, m uestran preferencia por doñee frente a dum y lo em plean con sub­juntivo. La parcial equivalencia funcional con dum llevó al empleo de doñee con el sentido de “en la m edida en que” (Lucrecio, augús­teos y poesía y prosa posterio res). El modo empleado para la signi­ficación de este valor fue el indicativo. Sobre el subjuntivo iterativo véase infra.

quam (tamquam, quasi, priusquam, antequam)

quam es un caso del tem a interrogativo-relativo que significa “de qué m odo”, “hasta qué grado”. Como relativo se le em pleaba jun to con su correlativo tam, sacado de un tem a dem ostrativo: “tam ille apud nos servit quam ego apud te servio” (Plauto). Luego llegó a om itirse el tam antecedente: “non pisces expeto quam tu i serm onis sum indigens” (Plauto). Estando coordinados los dos m iem bros de la comparación, quam “regía”, como era natural, el m ismo modo que su antecedente: “tam duim quam perduim ” .

tam ... quam acabó form ando una única conjunción: tamquam, especializada en la introducción de com paraciones supuestas, “como s i...”. En los ejemplos m ás antiguos el subjuntivo es claram ente yu­sivo: “inde tam quam restim tractes facito”; “facito tam quam faex fiat” (Catón). Con este valor, tam quam com petía con quasi (= quam si), siendo usado el p rim ero por Cicerón, pero no por César. A p a r­tir del significado “como si” tam quam (y menos frecuentem ente quasi) desarrolló u n valor causal en la expresión del pretexto con verbos de acusar, sostener y tem er. El prim er ejem plo aparece en Livio : “plus ira ... valebat quia non u t hostibus m odo sed tam quam indom itae et insociabili genti suscensebat” (37, 1, 4).

En una frase como hic tam beatus est quam ille el sentido de tam beatus podia igualm ente expresarse por medio de non beatior.

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Puede presum irse que fue por medio de la sustitución por expresio­nes equivalentes (“contam inación”) —a p artir de expresiones nega­tivas—· como llegó a em plearse con com parativos el quarn (“com o”) ilógico. Sea cual sea su origen, se tra ta de un uso bien establecido en el latín arcaico con com parativos tanto de adjetivos como de adverbios: “hau magis cupis quam ego te cupio” ; “citius abeunt quam in cursu ro tu la circum vortitur” (P lau to ). Tam bién aquí apa­rece el mismo modo en los dos m iem bros de la comparación. E jem ­plos de subjuntivo son: “plus viderem quam deceret”; “hercle au fu ­gerim potius quam redeam ”; “dem potius aurum quam illum corrum pi sinam ” (Plauto). Sin embargo, podemos identificar un “círculo de empleo” : el grupo sem ántico que incluye al verbo malo (< magis volo), en el que en tran los verbos calificados por el ad­verbio potius. Eii dependencia de un verbo de voluntad como malo resultaba justo y apropiado el empleo de un subjuntivo volitivo : “ta ­ceas malo quam tacere dicas” (Plauto, Pseud., 209). Este tipo de construcción se extendió luego a los dem ás m iem bros del “círculo” : “quid m ihi melius est quam opperiar erum ?” ; “m ussitabo potius quam inteream ”; “inopem optavit potius eum relinquere quam com - m ostrare” (P lau to). En otros ejemplos es fácil identificar el sub ju n ­tivo de “repudio” : “nam hercle ego quam illam anum inridere me u t sinam : satius m ihi quovis exitio in terire” (id., Cist., 662-3).

Una vez que quam hubo adquirido por su asociación con los com parativos el significado de “que”, llegó a em plearse tam bién sin com parativo; así, por ejemplo, con statuo, certum est y expresiones equivalentes. Un ejemplo extremo es “ ... quin vidua vivam quam tuos m ores perferam ” , “ .. .p o r qué no vivir viuda (antes que) sopor­ta r tu modo de proceder” (Plauto, Men., 726), que equivale a “p re ­fiero ser viuda que ...”. Fue a p a rtir de oraciones de este tipo, en las que el subjuntivo estaba plenam ente motivado, como por “h ab i­tuación” penetró dicho modo en las oraciones com parativas con quam , en las que no estaba justificado.

priusquam es sim plem ente un caso de construcción de quam tras un adverbio com parativo (antequam aparece por vez prim era en Catón y Terencio, y Cicerón lo prefiere a priusquam, que, sin em bar­go, obtiene el favor de C ésar). En consecuencia, el empleo de los m o­dos se som ete a los principios ya examinados en el apartado prece­dente. Que el subjuntivo, en los casos en que se registra, tiene o ri­gen volitivo se desprende del hecho de que en latín arcaico, aparte ejem plos de atracción y “oblicuos”, se lo encuentra solam ente tra s expresiones de voluntad : “dicamus censeo priusquam abeam us” (Plauto) ; “haec facito antequam incipias” (Catón) ; “p rius resicato quam ad arborem ponas” (id.). Una excepción aparente, “anim am

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om ittun t priusquam loco demigrent” (P lauto), está estrecham ente ligada a las construcciones de potius quam, que hemos examinado hace un momento. Así pues, no parece haber base para considerar estos subjuntivos como eventuales o prospectivos. La “habituación” comenzó en época tem prana (frecuentemente e incluso en el latín clásico se encuentra ya el subjuntivo con un valor puram ente tem ­poral); el subjuntivo se convirtió en la construcción regular en el la tín tardío.

quamquam, quamvis

Hemos examinado ya el empleo de subjuntivo con sentido con­cesivo. En el latín arcaico, sin embargo, la conjunción concesiva m ás frecuente es quamquam (= “sin embargo”, “del modo que sea”, “en la m edida que sea”, en su origen) y se construye con indicativo como en el latín clásico; “inde observabo... quam quam hic m anere me erus sese iusserat” (Platon), quamvis en época arcaica está todavía estrecham ente ligado a algún adjetivo o adverbio: “audacter quam ­vis dicito” (id.); “locus hic... quamvis subito venias, sem per liber es t” (id., Bacch., 82). El prim er ejemplo sin relación con adjetivo ni adverbio aparece en Cicerón: “quamvis res mihi non placeat tam en... pugnare non po tero” (In Verr., 2, 3, 209), pero la conjunción es aún evitada por César y Livio. También licet es poco frecuente como conjunción concesiva hasta la época de Marcial y Juvenal y los p ro ­sistas posteriores. La equivalencia funcional de quamvis y quamquam dio lugar a fluctuaciones en el empleo de los modos, construyéndose a veces quam vis con indicativo (postclásico) y quamquam con sub­juntivo (por prim era vez en Nepote).

quom inus y quin

En el la tín arcaico los verbos de prevenir iban com plementados por un subjuntivo voluntativo introducido por ne. La conjunción típicam ente clásica, quominus, es empleada muy raram ente por P lau­to. La preferencia clásica por quominus complementando a verbos de prevenir fue tal vez un recurso conscientemente empleado en interés de la σαφήνεια para evitar el recargam iento producido por la repetición de ne (véase p. 131 sobre este aspecto del purism o). Se tra ta de un caso especial de empleo del instrum ental quo con com ­parativos en oraciones relativas de valor final: “id ea faciam gratia quo ille eam facilius ducat” (Plauto); “si sensero hodie quicquam in h is te nu p tiis fallaciae conari quo flant m inus...” (Ter.). Tras expresiones negativas de prevención el latín clásico solía em plear la conjunción quin. Se originó a partir del instrum ental del in te rro ­

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gativo: qui ne, “¿cómo no?”. Podía in troducir interrogaciones inde­pendientes de tono impaciente que tenían valor de imperativo (quin tu taces? “¿por qué no te callas?”) ; podía in troducir tam bién im pe­rativos (quin audi) y subjuntivos deliberativos (quin rogem?). Que el empleo de quin con expresiones de prevención se originó en o ra ­ciones deliberativas dependientes se ve claro en ejemplos como: “quin loquar, num quam me potes deterrere” (Plauto) ; “quid causae est quin proficiscar” (Ter.); cf. “quid obstat quor non fiant” (id.). Las oraciones de quin resultaban apropiadas tam bién para o tras ex­presiones distintas de las de prevención, especialmente negativas de duda (haud dubium est qu in ...). El dominio de estas expresiones negativas se fue extendiendo por procesos analógicos hasta perderse el sentido original de quin: “num quam egredior quin conspicer” “nunca salgo sin ser visto” (P lauto); cf. “nec recedit loco quin sta- tim rem gerat” (id.); “nullum adhuc interm isi diem quin aliquid ad te litterarum darem ” (“no he dejado pasar ni un día sin ponerte unas le tras”, Cic.). En época posterior se abandonó el canon clásico y quin pasó a em plearse tam bién con expresiones positivas de p re ­vención y similares.

El subjuntivo en la oratio obliqua

En las páginas precedentes hemos examinado los empleos y o rí­genes del subjuntivo en oraciones subordinadas de m andato, in te ­rrogación, pretexto, etc. A p a rtir de esas bases, por procesos de ana­logía y atracción, el subjuntivo llegó a em plearse en todas las oraciones subordinadas que referían palabras ajenas introducidas por verbos de decir, preguntar, ordenar, etc. Se tra ta de un uso regular en latín clásico, siendo su principal excepción lo que pue­de considerarse como anotación aclaratoria del autor que no esta ­ba presente cuando las palabras referidas fueron pronunciadas: “per exploratores certior factus est ex ea parte vici quam Gallis con­cesserat omnes noctu discessisse” (César).

El subjuntivo iterativo

El latín no tenía en origen procedim iento modal alguno para ex­presar la repetición. En saepe dixit el hecho de la repetición es sig­nificado por el adverbio, no por el m odo ni el tiempo del verbo. Del mismo modo, en frases como “u t quisque acciderat eum necabam ” (Plauto) el pluscuam perfecto, como expresión del estado pasado, indica la p rioridad del p rim er acontecimiento sobre el segundo, in-

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336 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Aleándose la repetición por medio de quisque. G ram aticalm ente el pluscuamperfecto en cuestión no es distinto del que tenem os en “iam u t me conlocaverat, ventus exoritu r” (P lau to ), que se refiere a una acción singular. En el latín clásico, sin embargo, el pluscuam ­perfecto de indicativo con cum, ubi y ut, probablem ente a p a r tir de expresiones que contuvieran alguna indicación explícita de iteración, como, por ejemplo, quisque, poseía la función especifica de significar acontecimientos repetidos: “Messanam u t quisque nostrum venerat, haec visere solebat” (Cic.) ; “hostes ubi... conspexerant, adoriebantur” (C ésar).

En la prosa augústea observamos una especialización sim ilar del pluscuam perfecto de subjuntivo. Es difícil rem ontarse a los orígenes de este uso. El pluscuamperfecto de subjuntivo con cum hace refe­rencia en ciertos contextos a acontecimientos repetidos, incluso en la prosa clásica: “cum cohortes ex acie procucurrissent, Numidae ef­fugiebant” (César). Ahora bien, en este caso, como en el de los p lus­cuam perfectos de indicativo que acabamos de exam inar, el signifi­cado iterativo no es un valor inherente al pluscuam perfecto de subjuntivo, sino que m ás bien se desprende del contexto. Sin em ­bargo, una vez que ubi fue atraído a la órbita de cum y llegó a em ­plearse con subjuntivo (el prim er ejemplo en el vulgar Bell. Afr., 78, 4), el latín llegó a poseer dos construcciones : ubi vidit y ubi vidisset. La segunda se especializó de Livio en adelante en la función iterativa. No resulta descabellado suponer que este uso fuera en sus orígenes un artificio literario consciente de autores que echaron m ano de lo que era un doblete sintáctico de carác ter vulgar para a rb itra r un equivalente latino del optativo griego en oraciones ite­rativas de pasado. No existió en latín un doblete de esta clase para los tiempos prim arios, y ésta puede ser la razón por la que en tales tiem pos no encontramos un subjuntivo iterativo.

A d d e n d u m

Gerundio y gerundivo

En hetita el genitivo del gerundio desem peña el papel de gerun­divo, y en ocasiones ese genitivo aparece tra tado como adjetivo, dotado de las correspondientes form as del plural (H. Pedersen, Hit- titisch, p. 149). Pedersen encuentra un desarrollo sim ilar en balto- eslavo. A la vista de este gerundivo “invariable” (pp. 317 s.) es probable que el gerundivo latino deba su origen a una re in terp re­tación del genitivo adnom inal del gerundio.

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NOTAS D E LOS TR A D U C TO R ES

1. Este tipo de subjuntivos, común a latín, osco-umbro y céltico, tiene una notable significación para el establecimiento de afinidades, pues se trata de una innovación común dentro del grupo “extremo occi­dental” (véase R , A drados, Evolución, pp. 506 ss, 517 ss, 560 ss, 589 ss , 872).

2. Acerca de este hipotético “acento de intensidad inicial” y sus efec­tos véase la Nota 24.

3. Para el origen de estos perfectos véase la Nota 38.4. Sobre el elemento -is- en el perfecto latino véase la Nota 41.

5. De la Esquisse de Meillet hay edición posterior (6.“, 1952), con bi­bliografía reunida por J. Perrot.

6. Que lat. triump(h)us proceda del gr. θρίαμβος ha sido puesto en duda, entro otros, por Richter, seguido, con matices, por García Calvo (véase el artículo de este último en “Emerita”, XXV, 1957, esp. pp. 445 ss.). Según estos autores, triumpus habría surgido de la reinterpretación como vocativo de un imperativo triumpe, perteneciente a un verbo *tri-umpereo ¡>tri-iumpere, “saltar tres veces”, cf. ing. up, jump. La hipótesis resul­ta especialmente atrayente en el contexto de la interpretación del Car­men Anale, que García Calvo intenta en el artículo de referencia.

7. Para intentos recientes de la interpretación de estos documentos del latín protohistórico véase G. B. P ighi, La lingua latina nei mezzi délia sua espressione, I: Storia della lingua latina, Enciclopedia Classica, Turin, S.E.I., 1968, esp. pp. 39 ss.

8. En este sentido tenemos el expreso testimonio de Quintiliano (I, 6, 40) : “Saliorum carmina vix sacerdotibus suis satis intellecta.”

9. Una original interpretación del Carmen Arvale ha sido intentada por A. García Calvo en “Emerita”, XXV, 1957, pp. 386448.

10. No se olvide que el gallego actual sigue conservando “corte” y “cortello” (cf. “cortijo”) = “cuadra”, con ese sentido primitivo de “lan­gue de paysans”.

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11. En general se ha tendido a etiquetar estas formas arcaicas del verbo latino con excesiva rigidez. El que en ellas aparezca un elemento -s- no basta para clasificarlas, sin más, como “de aoristo”. Los mor­femas, en especial los más elementales por su masa, no tuvieron una “Urbedeutung” per se; es por oposición, dentro de un sistema, como adquieren un valor. Ténganse en cuenta, además, los drásticos reajustes experimentados por el sistema. Acerca de estas formas sigmáticas en concreto véase R. Adrados, Evolución, pp. 517 ss.

12. Sobre este supuesto “cambio” vor- / ver- véase la Nota 21.

13. Traducimos por “estilo rimbombante” el inglés “padded style”, caracterización que el autor emplea con profusión, especialmente en el capítulo siguiente. Literalmente, “padded” significa “guateado”; traslati­ciamente, aplicado al modo de expresarse, “hinchado”. Opinamos que la traducción “rimbombante” es la más procedente en la mayoría de los contextos donde Palmer emplea “padded”, especialmente en considera­ción al papel que en tal estilo primitivo desempeñan los elementos exter­nos de la expresión, como son la rima, asonancias, aliteraciones, etc.

14. Acerca del supuesto cambio vo- / ve-, véase la Nota 21.

15. A los trabajos sobre la formación del latín literario que cita Pal­mer en su acotación bibliográfica a este capítulo es preciso añadir uno muy importante del ruso J. M. Tronskij, fácilmente accesible ahora en su traducción italiana La formasione della lingua letteraria latina, pro­cedente de su Esbogo de historia de la lengua latina, Moscú-Leningrado, 1953, cap. V, pp. 180-222, publicado como apéndice a la traducción ita­liana del Stolz-Debrunner-Schmid (P. S t o l z , A. D e b r u n n e r , W. P. S c h m i d , Storia della lingua latina, trad. C. Benedikter, introd. y notas A. Traína, Bolonia, Patron, 1968, pp. 145-194).

16. Al inicio mismo de este capítulo, admirable por tantos conceptos, se hace necesaria la referencia a la obra de uno de los más importantes especialistas actuales en latín vulgar, el finés Veikko Väänänen, y más concretamente a su Introduction au latin vulgaire, París, Klincksieck, 1963, lógicamente ignorado en este libro. Se trata de un manual que viene a sustituir con notable ventaja al antes clásico manual de Grandgent. Hay versión española de M . C a r r i ó n , Introducción al latín vulgar, Madrid, Gredos, 1968.

17. Sobre la verdadera naturaleza de estas formas “contractas” véase la Nota 39.

18. Acerca de los esfuerzos realizados hasta la fecha por detectar auténticas diversidades geográficas en el latín tardío, a decir verdad fa­llidos, véase E. L ö f s t e d t , Local variation in Latín, en Late Latin, Oslo, 1959, pp. 39 ss.

19. En efecto, y más que de base métrica conviene hablar de base rítmica, dado que el saturnio, según los enfoques más recientes y fiables,

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NOTAS DE LOS TRADUCTORES 339

no es un verso “métrico”. Intentos como los recogidos aún recientemen­te por Nougaret (Traité de métrique latine classique, 3.a ed., París, Klinck- sieck, 1963, pp. 18 ss.) de “medir” cuantitativamente saturnios, nos pare­cen tan condenados al fracaso como lo estuvieron los de los gramáticos antiguos de los que derivan. Es, a nuestro entender, G. B. Pighi quien ha puesto las cosas en su punto. Para Pighi, que considera la versifica­ción saturnia “verbal no acentuativa de lengua cuantitativa”, “el saturnio está formado por dos hemistiquios, en cada uno de los cuales hay una palabra con función de tesis; la función de arsis está desempeñada en el segundo hemistiquio por una palabra, en el primero más corriente­mente por dos que por una”. De entre los abundantes trabajos de Pighi sobre el tema citaremos solamente su “rapport” Lineamenti di metrica storica delle lingue indoeuropee, en Atti della Accademia delle Scienze dell’Istituto di Bologna. Rendiconti, L ili, 1964-1965, Bolonia, Composi­tori, 1965, esp. pp. 20 ss.; y el apartado correspondiente de su manual La metrica latina,, en La lingua latina net messi della sua espresione, II, Enciclopedia Classica, Turin, S.E.I., 1968, esp. pp. 257 ss.

20. Según puede verse, Palmer se adhiere a la llamada “escuela alemana” —postura adoptada ya también por Lindsay, (cf. Leumann-Hof- mann, I, p. 185)—, que postula la naturaleza intensiva del acento clásico latino. Los argumentos métricos que el autor esgrime en este punto se basan, fundamentalmente, en las investigaciones de su compatriota Wil­kinson, a quien cita a pie de página. Son, en resumen, una interpretación de ciertas “coincidencias” y “discoincidencias” observadas entre ictus, o acento de verso, y acento de palabra, en el sentido de considerarlas algo buscado per se. Ahora bien, conviene advertir al lector no avezado que tales “coincidencias” pueden, en buena parte, ser resultado automático de dos factores de necesidad. Tenemos, por una parte, las rígidas nor­mas lingüísticas que vinculan la colocación del acento clásico a la canti­dad de la penúltima sílaba (“ley de la penúltima”); por otra, las precep­tivas literarias que aconsejaban o vedaban ciertas tipologías verbales (el monosílabo ante pausa rompe la unidad del verso) e imponían deter­minadas pausas. Teniendo en cuenta todo esto, se comprendará fácilmen­te la relatividad de estos argumentos en favor de la naturaleza intensiva del acento clásico latino. Un censo muy completo de la bibliografía exis­tente sobre el tema puede verse en la Metrica latina de Pighi (cf. Nota 19), pp. 679 ss.

21. Este supuesto cambio fonético de vo- a ve- aparece planteado por Palmer en términos demasiado tajantes —desgraciadamente tan habitua­les— para no hacerlo por principio inadmisible. De modo semejante lo plantean, entre otros, Niedermann (Phonétique, pp. 56 s.) y Bassols (Fo­nética,Tp?j 113). El censo de palabras que suele aducirse como campo y testimonio del pretendido cambio se reduce en esencia a las siguientes : vorto/verto y sus derivados y compuestos (vorsus/versus, advorsus/ad- versus, vortex/vertex, etc.); Vortumnus/Vertumnus; vorro/verro; vos­ter/vester; voto/veto. Según la casi “communis doctrina”, que parece arrancar de Solmsen, vö- habría pasado a ve- a mediados del siglo n a. C.;

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340 in t r o d u c c ió n a l l a t ín

pero un análisis más detallado de los hechos nos va obligar, al menos» a un gesto de escepticismo ante este “cambio fonético”.

En primer lugar, es claro que la explicación que sirva para dar cuen­ta de la oscilación-tránsito vorto/verto la dará también de toda su fami­lia (advorsus, vorsus, etc.). Pues bien, como iian entrevisto ya no pocos estudiosos —cf. Leumann-Hofmann, I, p 47; Ernout, Morphologie, p. 125—, pudo ocurrir muy bien que en el caso de verto lo que en realidad afloró al latín histórico fueran las ruinas de una antigua y regular alternancia vocálica, según el siguiente esquema: pres. verto, perf. vorti (de vorti antiguo, o del grado cero *utti), partie, perf. vorsus de *vorssus (< *uort· tos, procedente, a su vez,~ del grado cero normal en estas formas, cf. domitus). Esta serie tiene un paralelo perfecto en el alemán loerden, wurde (de grado cero), (ge)worden, así como claras correspondencias itálicas: umbro kuvertu “convertito”, pero trahvorfi “transvorse” (Ernout, op. cit., p. 125). La aparición de “formas inversas” como vorto y verti de­nunciaría, simplemente, el empleo asistemático de los restos de un sis­tema morfológico anterior. En la época clásica se habría generalizado el vocalismo del presente (é) de manera analógica (aversum ya en CIL, F, 583, 3, años 133-118 a. C.). En dos palabras: en el caso de vorto/verto y su familia parece que nos hallamos ante hechos de morfología y analogía, no de fonética. A la familia de verto hay que adscribir, además, Vortum- nus/Vertumnus, nombre de un dios relacionado con el cambio de las es­taciones (véase Ernout-Meillet, Dictionnaire). Posiblemente es en su ori­gen el Voltumna o Veltumne etrusco (cf. Varrón, L. L., V, 46); se habría visto atraído a la órbita etimológica de verto por su ya indicada relación con el vertere del año. Acerca del arcaísmo técnico divortium véase Nie- dermann, Phonétique, p. 56.

Respecto a vorro/verro diremos, ante todo, que es en esencia falso el aserto simplista de Niedermann (véase loe. cit.) de que aparece vorre- re, etc., en Plauto, Ennio y Terencio (véanse los correspondientes índices léxicos). Conviene advertir, además, que a través de formas como su par­ticipio versus —discrepan los gramáticos sobre algunas formas de este verbo—, es fácil que entrara en la órbita analógica de verto (véase Ernout- Meillet), si es que no tenía, como él, alternancias antiguas.

Acerca de voster/vester se puede afirmar que son formas sin relación genética .directa entre sí, en ninguno de los dos sentidos posibles, vester es forma heredada, según muestra claramente la comparación con umbro vestra, etc. (véase Leumann-Hofmann, I, p. 284). De ahí que haya que considerar a voster como forma analógica surgida de la proporción nos-noster/vos-vester. No puede afirmarse —como hacen, por ejemplo, Ernout-Meillet—, que voster haya pasado a vester, dado que los testimo­nios romances como esp. vuestro, fr. vôtre, it. vostro, acreditan sin lugar a dudas la forma voster (vostrum) como la verdaderamente viva en época tardía. La desaparición de la forma, en los albores del clasicismo, de la lengua escrita debe interpretarse simplemente como acto de urbanitas purista frente a una forma, sin duda, popular; un caso más de convergen­cia arcaico-vulgar.

Respecto a voto/veto, hay que reconocerlo, no se ha arbitrado hoy por hoy una crítica consistente de la communis doctrina del cambio fo-

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NOTAS DE LOS TRADUCTORES 341

nético, ni parece haber bases sólidas para ello. Sí cabe recordar la im­portancia que como condicionantes de los cambios fonéticos tienen, en latín las estructuras silábicas (abierta o cerrada). Por esto nos parece en principio arriesgado colocar voto/veto (sílaba abierta) al lado de todos los demás casos examinados (sílaba cerrada).

Otros supuestos testimonios que se han aducido a favor de este “cam­bio fonético” (véase Leumann-Hofmann, I, p. 47) no tienen, en general, vocalismo o a no ser en formas reconstruidas por la comparación, más que sospechosas para quien sepa de las libérrimas reorganizaciones del vocalismo indoeuropeo llevadas a cabo por muchos de los dialectos he­rederos. Valga como ejemplo ·—en el terreno de las alternancias— el de las desinencias griegas -σο y -ος, de 2.a pers. singular media secundaria y genitivo singular, respectivamente, frente a las latinas *-se(s) > -re / -ris y -es > -is.

Por último, el testimonio de Quintiliano (I, 7, 25), a más de dos siglos de distancia, acerca del supuesto cambio que habría sido reconocido en la escritura por iniciativa de Escipión Africano el Menor (?, 185-129 a. C.), no es de excesiva confianza para un espíritu crítico moderno dotado de sentido histórico, y que conozca en cuántas otras ocasiones los gramá­ticos latinos han inducido a error a filólogos demasiado literalistas.

Con todo lo dicho sólo queremos dejar en claro que para postular el paso de no- a ve- hacen falta más convincentes testimonios que los hasta ahora aducidos. Tampoco nos atrevemos, desde luego, a negarlo de modo tajante.

22. Acerca de la laringal 3 (H) véase la nota 28.

23. El cambio lubet > lïbet (u > i entre l y labial), es, al menos por lo que mira a su causa y contexto, otro de los numerosos “cambios fan­tasma” que solemos hallar en nuestros manuales de fonética histórica latina. En realidad se trata de un caso más de medius sonus (cf. Nota 25), es decir, de timbre vacilante, con tendencia a paso de κ a i, de vocal breve en sílaba interior abierta ante consonante labial (optumus/opti­mus). Hemos subrayado interior porque debe recordarse que las formas del impersonal lïbet se dan casi siempre en palabras fonéticas del tipo quodlibet; ello llevó a que lu- no fuera en realidad una silaba inicial y no gozara, en consecuencia, de la estabilidad de timbre’ propia de tales sílabas en latín, produciéndose ante la labial b la normal inseguridad de tim bre del medius sonus, así como el casi general paso al timbre i. lubido/libido por su evidente relación etimológica con lïbet lo habría seguido por analogía en sus vicisitudes fonéticas. En cuanto a clupeus/ clipeus, hay que decir que es palabra altamente técnica y de oscuro ori­gen (véase Ernout-Meillet). Así las cosas, no tiene sentido hablar de la l como contexto condicionante ni de “silaba inicial” (así, entre otros, B as­sois, Fonética, p. 84).

24. Mucho se podría decir acerca de estas alteraciones de las vocales breves interiores latinas y del modo en que Palmer las presenta. Nos li­mitaremos a un par de aclaraciones fundamentales. Ante todo una ver­

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342 INTRODUCCIÓN AL LATIN

dadera “nota de traductor”: Palmer, al hablar de estos procesos (p. 219 del texto original inglés) los denomina de “raising”, es decir de “eleva­ción”. Al hablar, en cambio, de los efectos de -r- sobre vocal breve pre­cedente (cf. cinis/cineris) constata de manera general para esta conso­nante un efecto de “lowering” sobre las vocales, es decir, de “abajamien­to” o “abatimiento”. Uno y otro término nos parecen altamente impro­pios, teniendo en cuenta el esquema de localización de las vocales latinas y la naturaleza de los fenómenos a que aquí nos referimos. Por ello, aun a sabiendas de traicionar en cierta medida el pensamiento del autor, hemos preferido una traducción neutra de “raising” o “lowering”, un simple enunciado de los hechos sin enjuiciarlos (en el caso de la -r- es claro que se trata de la atracción al timbre vocálico más cercano a la localización de una -r- latina, apical).

Puede verse, por lo demás, que Palmer acepta la hipótesis tradicional del “acento prehistórico de intensidad inicial” como explicativa de estas importantes alteraciones de las vocales breves latinas en sílaba no ini­cial, localizadas en las vísperas de su período histórico. Esta hipótesis, excogitada por Dietrich y ampliamente explotada por Vendryes, ha ve­nido siendo aceptada hasta la fecha en la mayoría de los manuales al uso. Las más serias críticas a la “intensidad inicial’’ arrancan ya de Ju­ret y fueron continuadas por Graur y Mariner, entre otros. Del último autor citado nos reconocemos directa y personalmente deudores en lo referente a las notas que siguen. Entre los manuales recientes en los que se intenta una explicación nueva puede verse el de P. M o n t e i l (Éléments de phonétique et morphologie du latin, Paris, Nathan, 1970, pp. 91 ss.), quien habla de una “dynamique du mot”. Véase también J. A. E n r î q u s z , Apunte sobre el problema de la apofonía vocálica en latín, en Actas del III Congreso Español de Estudios Clásicos, Madrid, 1968, pp. 85-91.

Sin abordar cuestiones que excederían con mucho los límites de esta nota, sí conviene advertir que, sea cual sea la causa de los fenómenos en cuestión, no puede ser única, por ser éstos diversos e incluso contra­dictorios (abertura en *cinisis > cineris; cerramiento en *ad-facio > af­ficio; “adelantamiento” en *caputis > capitis.

De entre las críticas que a la hipótesis tradicional se han dirigido, nos permitimos entresacar las consideraciones siguientes:

1) Si los resultados del cambio difieren tanto según se trate de sílaba medial o final, habrá que atribuir a tal diferencia de condiciones la im­portancia adecuada.

2) Lo mismo cabe decir de las diferencias sílaba abierta-sílaba ce­rrada.

3) En latín, lengua pobre en compuestos, a diferencia del griego, la sílaba inicial posee un “privilegio lexemático”; la final, un “privilegio morfemático” (ideas repetidamente expuestas por Mariner).

4) Lo verdaderamente relevante en el sistema de las vocales latinas no son las aberturas, sino las localizaciones (véase el esquema lineal propuesto por Mariner en su Apéndice de fonemática latina a la Foné­tica de Bassols, pp. 255 ss., frente al tradicional triángulo de Hellwag). Si no se tiene en cuenta esta realidad, no se valorarán debidamente los

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NOTAS DE LOS TRADUCTORES 343fenómenos, corriéndose el riesgo de tomar por principal io que es se­cundario; de ahí que se hable con tanta facilidad de "aberturas” y “cierres”.

25. La cuestión del medius sonus está hoy situada, tras haber pro­vocado abundante bibliografía, en los confines del bizantmismo. Acerca de la cuestión en sí puede verse, por ejemplo, A. T r a í n a , Uulfabeto e la pronunsia del latino, 2.“ ed., Bolonia, Patrón, 1963, pp. 43 ss. (al final reúne amplia bibliografía). Respecto a la posición de Palmer queremos hacer las precisiones siguientes:

El texto de Quintiliano, I, 4, 8, tal como lo presenta Palmer, es sim­plemente trivial y ha sido profundamente transformado por una genial intuición crítica debida, que sepamos, a Niedermann (véanse sus M. Fabii Quintiliani Institutionis Oratoriae lïbri primi Capita de Grammatica (I, 4-8), Neuchâtel, Griffon, 1947, p. 2). La corrección de Niedermann ha sido apoyada, entre otros, por P. G. Goidanich (Del cosidetto ‘sonus qui­dam medius u et i’ di Quintiliano, en Atti della Accademia dei Lineet. Rendiconti. Scienze Moral. Stor. Philol., s. VIII, v. V, 1950, pp. 284-296). El texto rectamente enmendado queda así: “non enim sic optimum dici­mus ut opimum", es decir, trata de dejar bien sentada la diferencia en­tre el timbre oscuro o vacilante de la i breve (optimum ) y el claro de lai larga; Quintiliano escoge un término adecuado de comparación: a la vocal larga sigue también una labial.

En el manual del propio Niedermann (p. 21), sin embargo, no se llegó a introducir, que sepamos, esta importante corrección del texto.

26. Para una exposición reciente, sintética y clara del consonantismo indoeuropeo véase el trabajo de J. M a n e s s y -G ü i t t o n en Le langage (En­cyclopédie de la Pléiade, dir. A. Martinet, Paris, Gallimard, 1968, esp. pp. 1242 ss.).

27. Al término del capítulo que Palmer dedica a la fonética histórica del latín, conviene llamar la atención del lector sobre la ausencia en su estudio de toda referencia a los sonidos latinos desde el punto de vista de la fonología o fonemática. Para suplir esta laguna, realmente importan­te por tratarse del estudio más propiamente lingüístico del sonido, según advertía ya Trubetzkoy, puede verse el Apéndice de fonemática latina d e S. Mariner a la Fonética latina de Bassols (Madrid, CSIC, 1962, p p . 249-271).

28. En su Mémoire sur le système primitif des voyelles indo-européen­nes (Leipzig, 1879), F. de Saussure puso las bases de la teoría lar in g a l: del estudio de las alternancias vocálicas tipo τίθημι / τιθεμεν d ed u jo la e x is ­tencia en cierto estadio del indoeuropeo de tres “coeficientes sonánticos” cuya naturaleza renunció deliberadamente a describir, atento sólo a la función que tales coeficientes desempeñaban. Al postular estos coefic ien ­tes, de timbre e, a, o —notados posteriormente como 3i, 32, 93, o b ie n Hi, He, Hj—, Saussure suscitó la cuestión que tal vez haya levantado más agrias polémicas en la lingüística indoeuropea y, desde luego, la q u e más puntos oscuros iluminó y más hizo avanzar la reconstrucción, d e l

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344 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

llamado Indoeuropeo común: todo el vocalismo —sistema originario, pró­tesis vocálica, vocales de apoyo, alternancias—, ciertos hechos del conso­nantismo —oclusivas sordas aspiradas en primer plano— y hechos mor­fológicos clave —teoría de la raíz y los sufijos, ciertas formaciones nominales y verbales— son hoy incomprensibles o sólo parcialmente estudiables, si no se admite la existencia de unos coeficientes o fonemas que se han llamado laringales desde Meller, quien los comparó con las laringales de las lenguas semíticas.

Para ciertos laringalistas —Saussure, Kurilowicz y Benveniste princi­palmente— la descripción fonética de las laringales es innecesaria y su intento incluso perjudicial; interesa de ellas solamente su función, su rendimiento dentro de los modelos de reconstrucción. Para muchos no laringalistas el primer reparo a sus contrarios es precisamente esta ma­nera mecanicista de ver el lenguaje, ese reducirlo a ecuaciones. Otros, en cambio, se han ocupado de conjeturar la naturaleza fonética de las larin­gales, pero escaso ha sido el fruto: se trataba, al parecer, de sonidos continuos o fricativos, posteriores —pero sin que se precise si velares, glotales o faringales—, tal vez sordos o tal vez sonoros según el contexto fónico; se admite por todos que debían ser sonidos muy abiertos, como prueba el que, según contexto, pudieran desempeñar función vocálica; en una palabra: eran sonantes.

Tampoco hay unanimidad en cuanto al número de laringales: desde una para Zgusta hasta nueve para Cuny hay un amplio repertorio de teorías. Para Adrados son seis: cada uno de los timbres, e, a, o aparece con un apéndice palatal o labial, es decir, y ff~, íT~, ·En cuanto a la evolución y efectos de las laringales hemos de advertir que, consecuencia de lo que ya llevamos dicho, no hay acuerdo entre los laringalistas, salvo en lo fundamental: la laringal que precede a la vocal le da su timbre pero no la alarga, la laringal que sigue a la vocal le da su timbre y la alarga, todo ello siempre que vocal y laringal pertenezcan a la misma sílaba. En otros puntos el desacuerdo es grande: vocal de apoyo de la laringal interconsonántica, prótesis vocálica, laringal inicial ante consonante, geminación de laringales, etc.

Ninguna lengua indoeuropea ha conservado las laringales, excepto el hetita, cuya h identificó con 9, Kurilowicz en 1927; y este resto mínimo —y además con incongruencias notables—, unido al enorme rendimiento funcional de lo que puede llamarse “coeficiente”, “laringal” o cualquier otra cosa, es más que suficiente para que resulte incomprensible que se niegue —como se sigue aún haciendo por lingüistas de prestigio— la “teo­ría laringal”; desde luego muchos de los datos y resultados observados y obtenidos por los laringalistas no encajan en el concepto tradicional (neogramático) de “ley fonética”, pero defender a ultranza tal “ley” —-que no es sino mera “tendencia”— equivale a renunciar a una suma grande de esclarecimientos a cambio de la “seguridad” de la doctrina aceptada e indiscutida. A los no laringalistas podría decírseles lo de Vendryes (BSL,37, 3) a propósito de Benveniste (Origines..., uno de los frutos geniales de la teoría laringal): “Le désastre est moins grand qu’une première impression ne ferait croire”.

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NOTAS DE LOS TRADUCTORES 345

Pueden consultarse: F . R . A d r a d o s , Estudios sobre las sonantes y la­ringales indoeuropeas, Madrid, CSIC, 1973a; Evolución y estructura del verbo indoeuropeo, Madrid, CSIC, 1963. W . W i n t e r (editor), Evidence for laryngeals, La Haya, 1965 (especialmente los capítulos The laryngeal theo­ry so far, de E. P o l o m é , y Evidence in Italie, de C. W a t k i n s ) . E. B e n v e n i s t e , Origines de la formation des noms en indo-européen, Paris, 1935. Le Langa­ge (dir. A . M a r t i n e t , Encyclopédie de la Pléiade, Paris, Gallimard, 1968), esp. pp. 1255 ss., de L’indo-européen, de J . M a n e s s y - G u i t t o n . J . G i l , La apofonía en indoeuropeo, en “Estudios Clásicos”, XIV (59), 1970, p. 1 ss. Para aplicaciones serias de la teoría laringal al estudio del latín véanse, como ejemplo, el artículo de J . G i l , L o s temas nominales en laringal, en “Emerita”, XXXVII, 1969, pp. 371-409; y P. M o n t e i l , Éléments de phoné­tique et morphologie du latin, Paris, Nathan, 1970, esp. pp. 61 ss.

29. Para un status quaestionis del origen del genitivo en -ï véanse el artículo de J . G i l , El genitivo en -î y los orígenes de la declinación temá­tica, en “Emerita”, XXXVI, 1968, esp. pp. 25 ss., y A. M. D e v i n e , The Latin thematic genitive singular, Stanford University, 1970.

30. Afirmar que “algunos temas en -i tienen el nominativo de singu­lar en -és” resulta desacertado tanto desde un punto de vista histórico (pues son nombres de origen distinto) como sincrónico (pues algunos funcionan en la órbita de los temas consonanticos) ; en todo caso es una “simplificación pedagógica”. El grupo extraño y en recesión de los nom­bres tipo caedës, famés, felês, etc., si bien en época clásica aparece, en su gran mayoría, intensamente integrado por analogía en la flexión de los temas en -i- (de donde nominativos como canis), tienen origen dis­tinto de aquéllos, y seguramente no unitario. La labor de inventario filo­lógico de estos nombres —muchos de ellos relegados en las hablas téc­nicas o rústicas— ha sido objeto de un importante trabajo de A. E r n o u t en sus Philologica III (París, Klincksieck, 1965, pp. 7-28). Desde un punto de vista más propiamente lingüístico y con horizonte indoeuropeo han sido estudiados, entre otros, por H. Pedersen y Sommer, y muy reciente­mente por J . Gil (Los temas nominales en laringal, “Emerita”, XXXVII,1969, pp. 371 ss.).

La explicación que de estos nombres da Palmer es marcadamente tra­dicional: sei’ian temas en -i- con un grado largo -éi- en el nomi­nativo (véase Sommer, p. 371). Pue Pedersen quien abrió el camino a la verdadera explicación histórica de estos nombres en su libro La cinquiè­me déclinaison latine (Copenhague, 1926). Comparó Pedersen estos nom ­bres latinos del tipo vates con los del antiguo indio del tipo pánthás (“camino” = pons), concluyendo que en su nominativo tenemos simple­mente un grado pleno é, procedente de *-ea (véase la Nota 28), del ele­mento predesinencial. Del grado cero procederían las formas latinas tipo caedis (gen.), caedibus, etc., que acabaron arrastrando a estos nombres a la órbita flexional de los temas en -i-.

J. Gil ha modernizado el análisis de Pedersen según el correspondiente desarrollo de la teoría laringal: nom. -es *< -éH^s) (su “tipo B I ”, véase art. cit., pp. 371, 393), pero postula también la contribución a la forma­

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346 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ción de este grupo de temas en -ëi < *-eH\, al lado de los en -ë(s). Tal contribución vendría probada por la antigüedad de formas tipo aedium, felium, nubium, etc. Estos temas en -ëi son los mismos que, en parte, han formado la quinta declinación.

31. Para estudiar los orígenes de la quinta declinación latina es indis­pensable el manejo de los trabajos de Pedersen y J. Gil citados en la Nota precedente.

32. Para este punto es fundamental el trabajo de A. T o v a r , L os g e n i­t iv o s en -ïus y la h ip e rc a ra c te r iza c ió n en la m o r fo lo g ía la tin a , Coimbra, Fac. de Letras, 1947.

33. Sobre voster véase la Nota 21.34. Al iniciar el estudio de la morfología verbal latina es absoluta

mente necesario que llamemos la atención del lector sobre una obra ca­pital, a la que se ha hecho ya referencia en estas Notas. Se trata del libro de F. R o d r íg u e z A d r a d o s , Evolución y estructura del verbo indoeuropeo, Madrid, CSIC, 1983; a la morfosintaxis histórica del verbo latino están especialmente dedicadas las pp. 475-578.

35. Véase en la Nota 45 la crítica de este esquema tiempo-aspecto del verbo latino, hoy inadmisible.

36. La diferencia entre capio (fació, etc.; infinitivo -ere < *-¿-se, tipo integrado en la tercera conjugación) y audio (cuarta conjugación, infini­tivo audire i reside, como es evidente, en la cantidad de la -i-. Palmer expone aquí la doctrina que, en esencia, se denomina corrientemente “ley de Sievers”, basada en* paralelos góticos, y que hace depender la cantidad de la -i- de la de la sílaba o sílabas precedentes. R. Adrados cree hallar una solución al problema suponiendo que la diferencia de cantidades es fruto simplemente de la diversidad de posibilidades de vocalización de la laringal H\ por él postulada como radical y luego elemento derivador en esta clase de temas, a saber “H1“ > i o bien H‘° > i. Tal variedad de so­luciones se da, según ha hecho notar el propio Adrados con anterioridad, en la mayoría de las sonantes indoeuropeas (f > ar, ra, ara, etc.). Véase R. Adrados, Evolución..., pp. 480 ss.

37. Sobre los orígenes del perfecto latino véase R. Adrados, Evolu­ción..., pp. 486 ss.

38. Su explicación del origen de los perfectos latinos en -v- es, sin duda, una de las más brillantes aportaciones de la teoría laringal. La base sobre la que descansa es mencionada por Palmer, aunque con el escaso entusiasmo que puede verse: la comparación con perfectos sáns­critos del tipo ja jñ ü ú = gn óvi, sin desinencia. De ahí se concluye sin lugar a duda el origen radical àe la -v- (-U-), “arrancada” a ciertos temas y convertida (gramaticalizada) en morfema de pretérito.

Como es sabido por los iniciados, A. Martinet postuló que la laringal(timbre o) tenía un apéndice labial semejante al existente en el sonido

representado por el dígrafo latino QV (q’~l o k“), es decir, ff“3, que expli-

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NOTAS DE LOS TRADUCTORES 347

caria la v de octavos frente a octö, o la de gnóvi (< *gneHva-) frente a gnosti (véase Nota 39). La extensión por Adrados del apéndice labial a las tres laringales permite explicar la -v- de todos los perfectos latinos como procedente de temas en laringal (flavi, sevi, gnóvi, etc.), gramat’í- calizada luego. Véase Adrados, Evolución..., pp. 489 ss.

39. La explicación fonético-analógica que admite Palmer para estas supuestas formas contractas de tipo amasti había sido ob.jeto de crítica dentro de la lingüística tradicional; en efecto, parecía a algunos estudio­sos que el supuesto “foco de irradiación” del cambio (deleveram, audir visti) no era lo bastante amplio como para provocar un tan enérgico “movimiento analógico”.

También en este caso parece que la teoría laringal puede dar una respuesta adecuada. Las formas “contractas” como gnosti serían tan antiguas, al menos, como las “extensas” del tipo gnovisti. La diferencia entre unas y otras estribaría, simplemente, en el diverso tratamiento ex­perimentado por la sonante laringal de la que -v- de gnovisti procede (véase Nota precedente), según el contexto fónico y las posibilidades de realización (véase R. Adrados, Evolución..., pp. 492 ss.).

40. Para una reconstrucción moderna y laringalista de las desinencias del perfecto indoeuropeo véase R. Adrados, Evolución..., pp. 487 ss.

41. Este elemento -is- del perfecto latino tiene documentadas co­rrespondencias en otras lenguas indoeuropeas: het. is, aind. is, gr. *es- / is-, o.-u. -us. Para R. Adrados es el resultado del encuentro de una larin­gal —radical o gramaticalizada— con el formante -s- de aoristos, fu­turos, subjuntivos y perfectos latinos, etc., es decir, un doblete fonéticode la simple -s-. Para R. Adrados este hallazgo representa, despuésde la explicación de los perfectos en -v-, la más importante contribu­ción de la teoría laringal a la reconstrucción y explicación del verbo indo­europeo. Véase R. Adrados, Evolución..., p. 523.

42. Para la formación de los subjuntivos latinos véase R. Adrados, Evolución..., pp. 506 ss. (temas con vocal larga) y 517 ss. (temas con s o r < s).

43. Aceren de las diversas teorías sobre el nominativo y su crítica trata L. R u b io , Introducción a la sintaxis estructural del latín, Barcelona, Ariel, 1982, pp. 130 s.

44. La consideración “elíptica” del acusativo exclamativo, es decir, corno dependiente de un “verbo sobreentendido”, está hoy superado.. En tales situaciones es el objeto —no propiamente gramatical— de algo extra- lingüístico: la atención que sobre él se quiere llamar. Esto es fácilmente comprensible al nivel relajado de la sintaxis impresivo-expresiva. Véase Rubio (op. cit., Nota 43), pp. 130 s.

45. Como es bien sabido, fue G. Curtius quien a mediados del pasado siglo “descubrió” en el verbo griego y latino la categoría del “aspecto”, entendida como grado de desarrollo en que la acción verbal se contem­pla (iniciación, duración, terminación, indeterminación), y representada

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348 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

por los morfemas, que hasta entonces eran considerados como portado­res de nociones de “tiempo”. En el “descubrimiento”, que realmente lo íue para el verbo griego, tuvo gran importancia la comparación con las categorías del verbo eslavo.

Por lo que mira al latín, puede decirse que la búsqueda de un sime- trismo con el griego y con lo que se suponía “estadio primitivo común” (en su primera parte presente ya en las equívocas disquisiciones de los antiguos gramáticos romanos), llevó a consecuencias nefastas para la verdad científica. A ello contribuyó no poco la tentadora simetría mor­fológica que nos presenta al verbo latino tajantemente reorganizado en dos temas: infectum y perfectum. Se pretendió ver en esta oposición for­mal el reflejo de un paralelo sistema de significaciones: la oposición as­pectual “acción no terminada”/ “acción terminada” (Meillet), o bien “va­lor aorístico” (terminativo)/“valor continuativo” (presente) (autores ale­manes). Dentro de cada tema aspectual se habría establecido la triple gradación temporal pasado/presente/futuro. A esquemas de este tipo se refiere Palmer, según puede verse. El más característico es el de Mei­llet (véase Esquisse, p. 21), del que podemos presentar un espécimen reducido según el modelo siguiente (indicativo) :

Naturalmente, los restos individuales de estadios anteriores y los he­lenismos de imitación contribuían notablemente a mantener en pie el edificio: vixerunt, “han terminado de vivir” ■= “han muerto”.

Pero el “sistema” no ha podido resistir a la larga la prueba de fuego del empirismo sobre los textos, al menos sin formar un capítulo de “ex­cepciones” mayor que el de “casos normales”. Véase, por ejemplo, el modo más que prudente en que manejan esquemas de esta clase segui­dores de Meillet como Ernout y Thomas (Syntaxe latine, 2.“ ed., París, Klincksieck, pp. 215 ss.).

Era necesaria una afirmación tan tajante como la reciente de R. Adra­dos: “No hay aspecto en el verbo latino, en la oposición presente/preté­rito, que se refiere exclusivamente al tiempo; lo hay únicamente entre el pretérito perfecto y el imperfecto” (Evolución..., p. 534).

La oposición amavi/amabam es una oposición no durativo/durativo, siendo amabam el término marcado de la oposición. Ésta es la única oposi­ción sistemática de aspecto que se da en el verbo latino (oposiciones no sistemáticas pueden establecerse por otros procedimientos, como la prefi­jación: facio/perficio; pero caen fuera del dominio morfosintáctico, preci­samente por su asistematismo ). En cuanto a las oposiciones amavi, ama- bam/amaveram y amabo/amavero (esta última bastante diluida en latín histórico), hay que decir que responden a la noción de “tiempo relativo”, es decir de anterioridad dentro de los campos generales del pasado y fu­turo, respectivamente; no son en modo alguno aspectuales, amaveram y

presentepasadofuturo

infectumamoamabamamabo

perfectumamaviamaveramamavero

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NOTAS DE LOS TRADUCTORES 349

amavero, por decirlo así, dividen en dos los campos del pasado y del futu­ro globalmente abarcados por las formas que se les oponen respectivamen­te; no son “perfectos de pasado y de futuro”. Terminaremos insistiendo en nuestra deuda al magisterio público de R. Adrados (Evolución..., pp. 533 ss.) y al personal de S. Mariner.

46. Sobre el verdadero valor del “perfecto” latino véase la Nota 45; en realidad es simplemente un pasado o un anterior a presente.

47. Sobre el verdadero valor del “pluscuamperfecto” latino, en rea­lidad un pretérito anterior, véase la Nota 45.

48. Como era de esperar teniendo en cuenta las fuentes que el autor emplea, nos encontramos aquí con un tratamiento confuso y poco satis­factorio del problema de los modos latinos. Este tipo de descripciones, según ha hecho notar L. Rubio, suelen adolecer de un desenfoque espe­cialmente patente en dos síntomas; en primer lugar, confusión de térmi­nos; luego, un confesado pesimismo respecto a la posibilidad de llegar a una comprensión verdaderamente científica de la cuestión de los modos, y especialmente de ese “bugbear” de los estudiosos —por emplear términos que el propio Palmer aduce en otro lugar— que es el llamado modo sub­juntivo latino. El atomismo, la falta de sentido del sistema y la sincro­nía han venido siendo el vicio radical del enfoque puramente historicista de este y de tantos otros problemas lingüísticos.

Entendemos que sólo el enfoque estructural —más concretamente funcional según la vertiente martinetiana de la Escuela de Praga— ha dado una respuesta coherente al interrogante planteado por la categoría “modo” en latín. Y han sido tres españoles, Mariner, García Calvo y L. Rubio, quienes, en orden cronológico, -han contribuido en mayor me­dida a la elaboración de esta respuesta. Las líneas que siguen pretenden una apurada síntesis de su doctrina, sobre la base de los trabajos que reseñamos al final de esta Nota, y a los que no haremos referencias con­cretas, en la medida de lo posible, a lo largo de la misma. El lector in­teresado en el tema deberá, desde luego, acudir directamente a esas fuentes.

Como ha señalado muy acertadamente L. Rubio, los intentos realiza­dos hasta la fecha para un estudio científico de los modos latinos han seguido un método “que pretende describir todas las posibles bazas del juego, desentendiéndose de las reglas del juego en sí”. Este desquicia­miento se manifiesta, verbigracia, en la confusión de términos a que al principio nos referíamos. Tomando como ejemplo la exposición del p ro ­pio Palmer, vemos que “divide” el subjuntivo en “volitivo” ("yusivo”, “deliberativo”, “de repudio” —indignantis—), “optativo”, “potencial” (“op­tativo”), etc. Una “clasificación” de este tipo —sabemos muy bien que el autor no pretende establecer departamentos estancos— no difiere m u­cho, con todo, de una que dividiera a los hombres en altos, sanos y es­pañoles; o bien, volviendo al símil del juego, de una baraja española en la que se hubieran mezclado naipes franceses. Es, preciso, pues, dividir lo menos posible, en términos verdaderamente opuestos morfológica y se­mánticamente, y según los niveles de comunicación.

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350 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

El estudio de los modos latinos ha de tener en cuenta, entre otros, los siguientes principios básicos:

1) “La no identidad de las oposiciones morfológicas que se interfie­ren” (Ruipérez-Mariner ), es decir, que si dentro del llamado modo sub­juntivo se llega a detectar dos verdaderos modos (potencial e irreal), deja de tener sentido hablar de “modo subjuntivo”. Este principio tiene, naturalmente, un alcance mucho más amplio que el ejemplo propuesto.

2) La base filológica para el estudio del problema han de ser los textos en que los modos y, concretamente, las formas del subjuntivo son fruto de empleo deliberado, libres de toda sospecha de automatismo. De ahí que se deba partir de empleos no subordinados (lo que no excluye que en usos subordinados se den auténticos valores modales).

3) Es preciso distinguir entre “nivel ,de forma verbal” y “nivel de frase” (Rubio, sobre una idea “bühleriana” de García Calvo). A saber, amarem es una forma que va modalmente marcada por un morfema que indica irrealidad, sin necesidad de aditamentos; ahora bien, según el contexto en que vaya y el valor modal de tal contexto, indicado por una determinada curva melódica —de afirmación, interrogación, exclamación, orden, etc.—, recibe, o, mejor, contribuye a formar, una significación “suprasegmental” o “modalidad”. Adelantemos, a título de ejemplo, que realidad/irrealidad/posibilidad son conceptos significados al nivel de la forma verbal (modos), y se significan por ciertos morfemas (lego, “cero”; legam, legerem, -rë-); en cambio, conceptos como afirmación, interroga­ción, duda, orden, deseo, etc., se mueven en el ámbito de la modalidad de frase y forman signo lingüístico con el correspondiente “prosodema supra­segmental”. Son categorías, las de una y otra serie, que se interfieren; no son, pues, idénticas. Se ha comparado con acierto esta interferencia a la de las redes de meridianos y paralelos.

Pasemos ahora a la consideración concreta del “nivel de la forma ver­bal” o nivel de los “modos” propiamente dichos. A este nivel nos move­mos entre significados del tipo realidad/posibilidad/irrealidad, y unos morfemas verbales que indican sistemáticamente tales valores: amo/ amem/amarem. Ha sido S. Mariner quien en su luminoso artículo de “Emerita”, XXV (1957), ha esclarecido esta zona del problema, al nivel sincrónico del latín clásico. Desmonta Mariner como modo el “subjun­tivo” —su propio nombre es una invitación a descalificarlo como tal—■ en dos modos: potencial (amen, amaverim) e irreal (amarem, amavis­sem), dentro de los cuales se tiende a establecer una oposición temporal presente/pasado (en el potencial parecen menos sitemáticos los hechos en este punto). En realidad la gramática tradicional de las oraciones con­dicionales habían entrevisto de lejos el quid de la cuestión. El bloque irreal/potencial, sobre la nota básica de la subjetividad, se opondría como término marcado al indicativo, modo de la objetividad. Dentro del bloque, el irreal sería el término marcado de la oposición. El “superblo­que” de estos tres modos se opondría, como término no marcado, al imperativo, modo exclusivo de la actuación (orden, mandato). El es­

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NOTAS DE LOS TRADUCTORES 351

quema básico de Mariner, que precisa, como se verá, de ciertos retoques es, pues, el siguiente:

IMPERATIVO

IRREAL / POTENCIAL

INDICATIVO

En el cual los términos no marcados —los que pueden también “apare­cer por el otro”— ocupan los lugares inferiores y de la derecha del lector.

A nivel sintáctico, el de las modalidades de frase, el estudio debe par­tir del importante artículo publicado por A. García Calvo en “Emerita”, XXVII (1960), quien sienta las bases teóricas a las que ya hemos hecho referencia marginal. Es mérito de García Calvo la introducción del con­cepto de “modalidad de frase”, significación suprasegmental notada pol­la entonación o curva melódica. Con base última en el esquema funcional de Bühler, distingue García Calvo dos niveles distintos de modalidad: a) impresiva (órdenes, deseos, exclamaciones, etc.); b) lógica o declara­tiva, que se subdivide en afirmativa e interrogativa. Se ve ahora claro, según ya insinuamos al principio, a dónde tienen que ir a parar ciertos “naipes” que nada hacen, sino confundir, en el nivel de los verdaderos “modos”; nos referimos a “optativo”, “yusivo”, “deliberativo”, y concep­tos por el estilo. Cierto es que García Calvo creía agotar el problema global con su solución, que no es sino la mitad de la verdadera, aunque tan importante, desde luego, como la otra mitad, la “invención” de Mari­ner. El problema global de los modos se presenta, pues, como un juego de dos barajas combinadas, no confundidas.

La necesaria síntesis de uno y otro hallazgo ha sido obra de L. Rubio, quien tuvo el mérito de observar la perpendicularidad existente entre uno y otro eje, es decir, la “no identidad” de oposiciones tipo afirmación/de­seo con las del tipo real-irreal. Quiere esto decir, claro está, que empleos de carácter yusivo los puede haber —como de hecho los hay— también en indicativo; como los hay afirmativos en el irreal o interrogativos en el potencial; y sígase la combinación hasta el limite de lo posible.

Rubio ha perfeccionado, además, el esquema de Mariner, teniendo en cuenta la autocrítica de aquél y las acotaciones de R. Adrados al artículo de “Emerita” XXV. El imperativo quedaría aún más al margen, como “modo” exclusivo de la impresividad y, por tanto, como un “modo en sentido amplio”. Rubio insiste en su elementalidad morfológica —com­parable sólo a la del caso vocativo—·, que cuadra muy bien a un nivel “no lógico” de la comunicación lingüistica. El infinitivo, excluido en un principio del esquema de Mariner, representa un extremo de no carac­terización, pues puede aparecer por todos los demás modos y con todas las modalidades. Debe colocarse, por tanto, en la base misma del es­quema.

En resumen, pues, los modos del latín clásico son: infinitivo (valor neutro), indicativo (realidad), potencial e irreal, cada uno de los cuales puede emplearse en modalidad impresiva (órdenes, deseos, etc.) o bien

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352 INTRODUCCIÓN AL LATIN

lógica (afirmación o interrogación). Queda aparte el imperativo, “modo exclusivamente impresivo”.

Ni que decirse tiene que el estudio de los modos en la subordinación ha de basarse en el de los usos libres. Los valores modales están todavía muy claros en ciertas subordinadas. El subjuntivo de subordinación no es, claro está, modo, sino pura marca externa de subalternación lógica, sin conexión con la verdadera significación.

La doctrina que hemos intentado resumir aquí procede, fundamental­mente, de las siguientes fuentes: S. Mariner, “Emerita” XXV, 1957, pp. 449- 486, y XXXIII, 1965, pp. 47 ss.: A. García Calvo, “Emerita”, XXVII, 1960, pp. 1-47; F. R . A d r a d o s , Evolución..., pp. 542 ss.; L. R u b i o , op. cit. en nota 43, pp. 234 ss. (sobre el cual hay una crítica reciente de Ch. T o u r a t i e h en Revue des Études Latines, LV, 1977, pp. 394 ss., quien atribuye al sub­juntivo valor potencial y volitivo, actualizables según contexto, y niega valor modal al “irreal”, quizá no sin razón).

Sobre el estudio de los modos en griego y latín en el período 1903- 1966 ha publicado un densísimo “rapport” en el periódico “Lustrum” (11/1966, pp. 173-349; 13/1968, pp. 404-511) el profesor de la Universidad de Bolonia G. Calboli. Se trata de un trabajo clave que recoge exhausti­vamente lo realizado en ese período, con importantes sugerencias crí­ticas.

49. Sobre estos “aoristos sigmátioos” véase la Nota 11 y la bibliogra­fía allí reseñada.

50. El estudio de los modos en la oración compleja es problema pen­diente del esclarecimiento de los modos de empleo independiente. Véase la Nota 48.

Armauirumque
Armauirumque
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BIBLIOGRAFÍA

(N. T.: Hemos procurado actualizar y ampliar la Bibliografía confec­cionada por el autor, sin afán alguno de exhaustividad, desde luego. Nuestra atención se ha dirigido particularmente a la obra de estudio­sos españoles. Nuestras adiciones van entre paréntesis.)

Como bibliografía general de obras sobre la lengua latina puede uti­lizarse :

J. Cousin, Bibliographie de la langue latine. 1880-1948, Paris, 1951. (De las publicaciones referentes al mundo clásico da cuenta anualmente “L’Année Philologique”; véase también V. J. Herrero, Introducción al estudio de la filología latina, Madrid, Gredos, 1965.)

H i s t o r i a d e l a l e n g u a

A. Meillet, Esquisse d’une histoire de la langue latine (6.* ed., 1952).P. Kretschmer, “Die Sprache” en Gercke y Norden, Einleitung in die

Altertumswissenschaft, 3.“ ed., 1923 (véase también Introducción a la lingüística griega y latina, trad. M. F. Galiano y S. F. Ramírez, Madrid, CSIC, 1946).

(F. Stolz - A. Debrunner - W. P. Schmid, Storia della lingua latina, trad. Be- nedikter-Traina, Bolonia, Pàtron, 1968.)

G. Devoto, Storia della lingua di Roma, 2.a ed., 1944.J. Cousin, Evolution et structure de la langue latine, 1944.(G. B. Pighi, Storia della lingua latina, en La lingua latina net mezzi della

sua espressione, t. I, Enciclopedia Classica, Turin, S.E.I., 1968.)

CAPITULO PRIMERO

Un interesante examen de las afinidades del latín es el artículo deD. M. Jones The relation of Latin to Osco-Vmbrian, “Transactions of the Philological Society”, 1950. Puede remitirse al estudioso a este artículo para las más importantes referencias bibliográficas. Véase también el trabajo de síntesis de M. Lejeune, La position du latin sur le domaine indo-européen, en Memorial des études latines, 1943, pp. 7 ss.

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354 in t r o d u c c ió n a l l a t ín

OSCO-UM BRO

C. D. Buck, A grammar of Osean and Umbrian, Boston, 2.a ed., 1928. (A. Montenegro, Oseo y umbro, Madrid, CSIC, 1949.)(A. Ernout, Le dialecte ombrien, París, Klincksieck, 1961.)

CAPÍTULO II

Una guía útil para la arqueología prehistórica de Italia y sus rela­ciones con los datos lingüísticos es:J. Whatmough, The foundation of Roman Italy (Manuales de Arqueología

de Methuen), 1937 (con amplia bibliografía).Más moderno:

Handbuch der Archäologie, 4." parte, 1950 (en el Handbuch der Alter­tumswissenschaft, VI, 2, 1).Para trabajos más recientes véanse los artículos de F. Matz en “Neue

Jahrbücher für Antike und deutsche Bildung”, 1938, pp. 285 ss., y 1939, pp. 32 ss., y en “Klio”, XXXIII, 1940, pp. 140 ss., y de J. Wiesner en “Die Welt als Geschichte”, VIII, 1942, pp. 197 ss.

L a s i n v a s i o n e s i n d o e u r o p e a s d e I t a l ia

H. Krähe, Die Indogermanisierung Griechenlands und Italiens, Heidelberg, 1949.

L e n g u a s n o i t á l i c a s d e l a I t a l ia a n t ig u a (aparte el griego)

R. S. Conway, S. E. Johnson, J. Whatmough, The Prae-Italic dialects of Italy, Harvard U. P., 1933.

H. Krähe, Das Venetische, Heidelberg, 1950.M. S. Beeler, The Venetic language, Univ. of California, 1949.

E t r u s c o

E. Fiesel, Etruskisch (= Geschichte der Indogermanischen Sprachwissen­schaft, v. 4), Berlin, 1931.

M. Renard, Initiation à l’etruscologie, 2." ed., Bruselas, 1943 (con breve bibliografía).

A. Ernout, Les éléments étrusques du vocabulaire latin, en BSL, 1929, pp. 82 ss.

W. Schulze, Zur Geschichte der lateinischen Eigennamen, Berlin, 1904.

Page 351: Introducción al latín. LINGUISTICA LENGUAJE LEXICO HISTORIA MORFOLOGIA SINTAXIS SEMANTICA

BIBLIOGRAFÍA 355

Corpus inscriptionum etruscarum, Leipzig, 1893.(Véanse además:

M. Pallottino, Etruscologia, 5." ed., Milán, Hoepli, 1963.— Testimonia linguae Etruscae, Florencia, 1954.

A. J. Püffig, Die etruskische Sprache, Graz, 1969.)

G r i e g o

B. Friedmann, Die ionischen und attischen Wörter im Altlatein, Helsinki, 1937.

O. Weise, Die griechischen Wörter in der lateinischen Sprache, Leipzig, 1882.

G. Pasquali, Preistoria della poesía romana, Florencia, 1936.(J. Marouzeau, Grec et latin, deux fois parents, en Anales dei Instituto

de Literaturas Clásicas, t. I, Buenos Aires, 1939.)

CAPÍTULO III

A. Ernout, Les éléments dialectaux de vocabulaire latin, Paris, 1909.— Le parler de Préneste d’après les inscriptions, en MSL, XIII, pp. 283 ss.

— Recueil de textes latins archaïques, nueva edición, Paris, 1966.E. Stolte, Der faliskische Dialekt, Munich, 1926.(G. Giacomelli, La lingua falisca, Florencia, Olschki, 1963.)E. Norden, Aus altrömischen Priesterbüchern, Lund, 1939.

CAPITULO IV

J. B. Hofmann, El latín familiar, trad. J. Corominas, Madrid, CSIC, 1958. H. Haffter, Untersuchungen zur altlateinischen Dichtersprache, Berlín, 1934. E. Fraenkel, Plautinisches im Plautus, Berlin, 1922.W. Jachmann, Artículo sobre Terencio en Pauly-Wissowa, Realenzyclopä-

die, ser. II, v. A. 1, pp. 643 ss.

CAPITULO V

M. Leumann, Die lateinische Dichtersprache, “Museum Helveticum”, IV,1947, pp. 116 ss. (= Kleine Schriften, pp. 131-156).

A. Cordier, Études sur le vocabulaire épique dans l’Énéide, Paris, 1939.E. Norden, Die antike Kunstprosa, 3.* ed., Leipzig, 1915-1918.

— Comentario a Virgilio, Eneida VI, 3.“ ed., 1934.

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356 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

W. Kroll, Die Entwicklung der lateinischen Schriftsaprache, “Glotta”,XXII, 1933, pp. 1 ss.

— Artículo sobre la lengua de Salustio, “Glotta”, XV, 1927, pp. 280 ss. J. Marouzeau, Quelques aspects de la formation du latin littéraire, Paris,

1948.— Traité de stylistique latine, 2.“ ed., Paris, 1946.— Pour mieux comprendre les textes latins, “Revue de Philologie”, XLV, 1921, pp. 149 ss.

R. Till, Die Sprache Catos (— “Philologus” Suppl. Band XXVIII, 2), 1935. (J. M. Tronskij; trabajo citado en N o t a s d e l o s t r a d u c t o r e s , Nota 15.)S. P. Bonner, Roman declamation, Liverpool, 1949 (especialmente el ca­

pítulo VIII, acerca de la influencia declamatoria en la literatura de inicios del Imperio).

A. W. de Groot, La prose métrique des anciens, París, 1937.

CAPITULO VI

C. H. Grandgent, Latín vulgar, reimpr., Madrid, CSIC, 1953.W. A. Baehrens, Skizze der lateinischen Volkssprache (= Neue Wege zur

Antike, II, 45-66).(M. C. Díaz y Díaz, Antología del latín vulgar, 2.“ ed., Madrid, Gredos, 1962.)(Ch. Mohrmann, Latin vulgaire, Latin des chrétiens, Latin médiéval, París,

Klincksieck, 1955.)M. Niedermann, über einige Quellen unserer Kenntniss des späteren Vul­

gärlateinischen, “Neue Jahrb. f. d. klass. Altertumswissenschaft”, XV, 1912, pp. 313 ss.

E. Löfstedt, Spätlateinische und romanische Sprachentwicklung, “Syntac- tica”, II, pp. 373 ss. (con una lista de las obras más importantes sobre latín vulgar).

— Philologischer Kommentar zur Peregrinatio Aetheriae, Uppsala, 1911.( — Late Latín, Oslo, 1959.)P. Marx, Die Beziehungen des Altlateins zum Spätlatein, “Neue Jahrb.”,

XXIII, 1909, pp. 434 ss.H. F. Muller-P. Taylor, A chrestomathy of Vulgar Latin, Boston, 1932.G. Rohlfs, Sermo vulgaris latinus, Halle, 1951.(V. Väänänen, Introduction au latin vulgaire, Paris, Klincksieck, 1963;

trad. esp. M. Carrion, Introducción al latín vulgar, Madrid, Gredos, 1968.)

CAPITULO VII

J. Schrijnen, Charakteristik des altchristlichen Lateins, Nimega, 1932.Para una revisión crítica de la obra de Schrijnen y su escuela:

J. de Ghellinck, Latin chrétien ou langue latine des chrétiens, “Les Études • Classiques”, VIII, 1939, 449 ss.

Page 353: Introducción al latín. LINGUISTICA LENGUAJE LEXICO HISTORIA MORFOLOGIA SINTAXIS SEMANTICA

BIBLIOGRAFÍA 357

Oh. Mohrmann: artículos en “Vigiliae Christianae”, X, 1947, pp. 1 ss.;II, 1948, pp. 89 ss., 163 ss.; III, 1949, pp. 67 ss.; IV, 1950, pp. 193 ss. (Véanse sus Études sur le latin des chrétiens, vols. i-III, Roma, 1961- 1965, que recopilan trabajos anteriores.)

( — Véase el trabajo citado para el capítulo anterior.)(E. Löfstedt: Véase el trabajo citado para el capítulo anterior.)

T r a d u c c i o n e s l a t i n a s d e l a B i b l i a

F. Stummer, Einführung in die lateinische Bibel, 1928.H. F. D. Sparks, The Latin Bible, en H. W. Robinson, The Bible in its

Ancient and English versions, Oxford, 1940.H. Rönsch, Itala und Vulgata, 1875.W. E. Platen-H. J. White, A grammar of the Vulgate, Oxford, 1926.

SEGUNDA PARTE

La obra clásica de referencia para la gramática histórico-comparativa del latín es:Leumann-Hofmann-Szantyr, Lateinische Grammatik, vol. I: Lat. Laut- und

Formenlehre (Leumann), edición renovada, Munich, Beck, 1977; vol. II: Syntax und Stilistik (Hofmann-Szantyr), nueva edición, Munich, Beck, 1965.

W. Lindsay, The latin language, Oxford, 1894.Gramática descriptiva:

R. Kühner, Ausführliche Grammatik der lateinischen Sprache, 2.* ed. de la Syntax por C. Stegmann, Hannover, 1912-1914.

D i c c i o n a r i o s e t i m o l ó g i c o s

A. Ernout-A. Meillet, Dictionnaire étymologique de la langue latine, 4.* ed.,2.* reimpr. aum. y corr., Paris, Klincksieck, 1967.

Walde-Hofmann, 'Lateinisches etymologisches Wörterbuch, 3.“ ed., Heidel­berg, 1930-1956.

M a n u a l e s

A. Meillet-J. Vendryes, Traité de grammaire comparée des langues clas­siques, 2.* ed., 1948.

C. D. Buck, Comparative grammar of Greek, and Latin, Chicago, 1948.E. Kieckers, Historische lateinische Grammatik, I-II, 1930-1931.W. Lindsay, A short historical Latin grammar, 2." ed., Oxford, 1915.

F o n é t ic a

R. G. Kent, The sounds of Latin, 3.a ed., Baltimore, 1945.M. Niedermann, Phonétique historique du latin, 4.* e,d., París, 1959.

Page 354: Introducción al latín. LINGUISTICA LENGUAJE LEXICO HISTORIA MORFOLOGIA SINTAXIS SEMANTICA

358 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

(M. Bassols de Climent, Fonética latina, con un Apéndice sobre fonemá- tica latina por S. Mariner Bigorra, Madrid, CSIC, 1962.)

(P. Monteil, Éléments de phonétique et morphologie du latin, Paris, Nathan,1970.)

(F. Sommer, Handbuch der lateinischen Laut- und Formenlehre, 2." y 3." ed., Heidelberg, 1914; reimpr. 1948. Nueva ed. en curso a cargo de R. Pfister, de la que ya ha aparecido el vol. I [Einleitung und Lautlehre] en 1977.)

M o r f o l o g í a

R. G. Kent, The forms of Latin, Baltimore, 1946.A. Ernout, Morphologie historique du latin, 3.* ed., Paris, 1953. (Véanse,

además, los manuales de Monteil y Sommer citados en el apartado precedente, así como las obras indicadas en las N o t a s b e l o s t r a d u c ­t o r e s .)

(P. Monteil, op( cit. en Fonética.)

S i n t a x i s

A. Ernout-F. Thomas, Syntaxe latine, 2.a ed., París, 1959.W. Kroll, La sintaxis científica y la enseñanza del latín, trad. A. Pariente,

Madrid, 1935.C. E. Bennet, Syntax of Early Latin, I-II, Boston, 1910-1914.E. Löfstedt, Syntactica, I, 2.a ed., Lund, 1942; XI, 1933.J. Wackernagel, Vorlesungen über Syntax, I-II, Basilea, 1926-1928.(M. Bassols de Climent, Sintaxis histórica de la lengua latina, t. I y Π, 1;

Barcelona, CSIC, 1945-1948.)( — Sintaxis latina, I-II, Madrid, CSIC, 1956, reimpr. 1963.)(L. Rubio, Introducción a la sintaxis estructural del latín, Barcelona, Ariel,

1982.)(A. Tovar, Gramática histórica latina: Sintaxis, Madrid, 1946. Ténganse

muy en cuenta, además, los trabajos citados en las correspondientes N o t a s d e l o s t r a d u c t o r e s .)

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A P É N D I C E

TEXTOS LATINOS ARCAICOS

A. EPIGRÁFICOS

1. CIL I .2 3. E 1. Fíbula de Preñes te, c. 600 a. C.Manios med vhe vhaked Numasioi

2. CIL I .3 4. E 3. Escrita sobre un vaso de tres compartimientos encon­trado en el Quirinal. Siglo vi (?).

iouesat deiuos qoi med mitat, nei ted endo cosmis uirco sied | asted noisi ope toitesiai pacari uois. |dueños med feced en manom einom dze noine med maao statod

3. CIL I .2 1. E 2. Cipo hallado en el Foro Romano, c. 500 a. C.quoi hoit...]

sakros ; es- ed sorlC...][...]ia[.]ias regei : ig[..J [...] eiiam quos; re[...][...]m ; kalato- rem ; hai[...][...]iód ; iouxmen- ta ; kapia ; dotauC...] m : ite ; ri[...][..jm : quoi ha uelod : nequ[...][...] od: iouestod loiuquiod [...]

4. CIL I.* 2. E 146. Himno de los Fratres Arvales según Isis Actas del año 218 d. C. Véanse pp. 71 s.

Page 356: Introducción al latín. LINGUISTICA LENGUAJE LEXICO HISTORIA MORFOLOGIA SINTAXIS SEMANTICA

360 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

enos Lases iuuate,[e]nos Lases iuuate, enos Lases iuuate.neue luae ru e M arm a sins incurrere in pleores, neue lue ru e M arm ar [si]ns incurrere in pleoris, neue lue ru e M arm ar sers in cu rrere in pleoris. sa tu r fu rere M ars, lim en [sal]i, sta berber, satu r fu, fe re M ars, lim en sali, sta berber, sa tu r fu, fe re M ars, lim en sa[l]i, s [t]a berber.[sem ]unis alternei aduocapit conotos, semunis a lte rn e i aduocapit conotos, sim unis a lte rn ie i] aduocapit [conctlos. enos M arm or iuuato, enos M arm or iuuato, enos M arm or iuuato.

-trium pe trium pe trium pe trium üpe triiu m p e

5. CIL 1? 366. E 64. Spoleto.honce louoom | ne qu(i)s uiolatod | ñeque exuehito neque | ex fe rto

quod louci || siet, neque cedito, | nesei quo die res deina I anua flet, eod die, I quod re i d inai cau(s)a | [ f]ia t, sine dolo cedre |¡ [l]icetod. sei quis I uiolasit, lou e bouid ¡ piaclum datod. | sei quis scies | uio lasit dolo m alo, || Iouei bouid piaclum | datod et a. CCC ¡ m oltai suntod. | eius p iacli | m oltaique d icatoriei] || exactio est[od]

6. CIL I.2 401. E 91. Luceria.in hoce loucarid stircus | ne [qu]is fu ndatid neue cadauer | proiecitad

neue parentatid . | sei quis aruorsu hac fax it, [in] ium || quis uolet pro ioudicatod n. [L] | m anum iniect[i]o estod. seiue j m ac[i]ste ra tu s uolet m oltare, | [li]cetod

7. CIL I .2 361. Roma.Iunone Loucinai | Diouis castud facitud

8. CIL I .2 581. E 126. Placa rie bronce del 186 a. C. que contiene una copia del Senatus Consultum, de Bacchanalibus.

[Q.] M arcius L. f., S. Postum ius L. f. cos. senatum consoluerunt n. Octob. apud eadem | Duelonai. sc. a rf. M. Claudi. M. f., L. Valeri. P. f., Q. M inuci. C. f.

de Bacanalibus quei fo ideratei J esent, ita exdeicendum censuere: ‘neiquis eorum <B>acanal habuise uelet. sei ques | esent, quei sibe,

deicerent necesus ese B acanal habere, eeis u tei ad pr. urbanum || Rom am uenirent, deque eeis rebus, ubei eorum u<e>r<b>a aud ita esent utei senatus | noster decerneret, dum ne m inus senatoribus C adesent, [quom e]a res cosoleretur. | Bacas u ir nequis adiese uelet ceiuis R om a­nus neue nom inus L atin i neue socium | quisquam, nisei pr. urbanum adiesent, isque [d]e senatuos sententiad, dum ne | m inus senatoribus C adesent, quom ea res cosoleretur, iousisent. ce[n]suere. ||

sacerdos nequis u ir eset. m agister neque u ir neque m ulier quisquam, eset. I neue pecuniam quisquam eorum com oineim hlabuise u e[l]et.

Page 357: Introducción al latín. LINGUISTICA LENGUAJE LEXICO HISTORIA MORFOLOGIA SINTAXIS SEMANTICA

TEXTOS LATINOS ARCAICOS 361

neue m agistratum , | neue pro magistratu<d>, ñeque uirum [neque m ul]ierem quiquam fecise uelet. ¡ neue posthac in te r sed conioura[se neu]e comuouise neue conspondise ¡ neue conpromesise uelet, neue quisquam fidem ín te r sed dedise uelet. j¡ sacra in <o>quoltod ne quis- quam fecise uelet. neue in poplicod neue in j preiuatod neue exstrad urbem sacra quisquam fecise uelet, nisei | pr. urbanum adieset, isque de senatus sententiad, dum ne m inus ¡ senatoribus C adesent, quom ea res cosoleretur, iousisent. censuere. j

hom ines pious V oinuorsei u irei atque m ulieres sacra ne quisquam |j fecise uelet, neue in te r ibei u irei plous duobus, m ulieribus plous tribus arfu ise uelent, nisei de pr. urbani senatuosque sententiad, utei suprad | .scriptum est.’

haice utei in couentionid exdeicatis ne m inus trin um | noundinum , senatuosque sententiam utei scientes esetis, — eorum | sententia ita fu it : ‘sei ques esent, quei aruorsum ead fecisent, quam suprad ¡¡ scriptum est, eeis rem caputalem faciendam censuere’ —atque u tei | hoce in tabolam ahenam inceideretis, ita senatus aiquom censuit, | uteique eam figier ioubeatis, ubei facilum ed gnoscier potisit. atque ¡ utei ea B acanalia, sei qua sunt, exstrad quam sei quid ibei sacri est, | ita u tei suprad scriptum est, in diebus X , quibus uobeis tabelai data i ¡¡ erunt, fac iatis u tei dism ota sient. in agro Teurano

9. CIL I.“ 614. E 125. Alcalá de los Gazules (Cádiz), 189 a. C.L. Aim ilius L. f. in p eirato r decreiuit, | utei quei Hastensium seruei |

in tu rr i L ascutana hab itarent, | leiberei essent, agrum oppidumqu., | quod ea tem pestate posedisent, | item possidere habereque | iousit, dum poplus senatusque | R om anus uellet, act. in castréis j a. d. X II k. Febr.

10. CIL I .2 586. E 127.L. Cornelius Cn. f. pr. sen. cons. a. d. III nonas M aias sub aede

K astorus. I ser. adf. A. M anlius A. f., Sex. Iu lius [...I , L. Postum iusS. f. i

quod Teiburtes u(erba) f(ecistis) quibusque de rebus uos purgauistis, ea senatus | anim um ad u ortit ita u tei aequom fu it— nosque ea ita audiueram us, || u t uos deixsistis uobeis n on tia ta esse— : ea nos anim um nostrum | non indoucebam us ita fac ta esse, p rop terea quod scibamus, | eo uos m erito nostro facere non potuisse, neque uos dignos esse, | quei ea faceretis, neque id uobeis neque re i poplicae uostrae | oitile esse facere, et postquam uostra uerba senatus audiuit, |j tanto m agis anim um nostrum indoucim us (ita utei ante | a rb itrab am u r), de eieis reb u s ai' uobeis peccatum n o n esse. [ quonque de eieis reb u s se n a tu e i purgati estis, credimus, uosque | anim um uostrum indoucere o p o rte t, item uos populo j Rom ano purgatos fo re

11. CIL I.! 25. E 147. Inscripción de la columna rostrata de C. Duilius, restaurada o compuesta en época de Augusto o de Claudio.

... [Secest]ano[sque ........................ op-][sid ione]d exem et lecione[sque Cartaciniensis om nis] [m alxim osque m acistr la lto s l[uci palam post dies] £n]ouem castréis exfociont, M acel[am que opidom]

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362 INTRODUCCIÓN AL LATIN

[plucnandod cepet. enque eodem m ac fis tra tu d bene][r]em nauebos m arid consol prim os e[eset copiasque][cllasesque nauales prim os ornau et patrau etqu e], cumque eis nauebos ciaseis Poenicas om n[is, item m a-][x lum as copias Cartaciniensis praesentefd H anibaledl dictatored o lio rlo m in a ltod m arid pucnCandod uicet][u]ique n au etis cep elt cum socieis septer[esm om I q uin-] [queresm josque triresm osque ñauéis X IX X , m erset X III ],[au ro lm captom : numei Φ Φ Φ Β Ο Ι Ο Γ arcén J tom captom praeda : numei Φ ΐ [...][omne] captom a e s C © © © © ( í © © ' © © [ . . . ]Γ...1 (uT̂ { ^ 7 ) (u 17' ) (TXT)(vT7/)(v (úí̂ ) [... p r i- i[mos qu]oque naualed praedad poplom [donauet p ri-1 [m osquel C artacin i[en s]is [incelnuos d[u xit in][trium pod...] eis cap t[...]

12. CIL I .3 6. 7. E 13. Sarcófago de L. Cornelio Escipión Barbado, cónsul en el 298 a. C.

IX. C o rn e lilo Cn. f. Scipio |C ornelius Lucius Scipio B arbatus G naiuod p atre | prognatus, fo rtis u ir sapiensque, quoius fo rm a u irtu te i parisum a | fu it, consol, censor, aid ilis quei fu it apud uos,T aurasia, C isauna | Sam nio cepit,subigit om ne Loucanam opsidesque abdoucit

13. CIL 1,- 8 y 9. E 14. Sarcófago del cónsul del 259 a. C.L. Cornelio L. f. Scipio | aidiles, cosol, cesor

hone oino ploirum e cosentiont R iom an e] duonoro optum o fu ise uiro,Luciom Scipione, filios B arbati consol, censor, aidilis hie fu et a[pud uos]. hec cepit Corsica A leriaque urbe, dedet Tem pestatebus aide m ereto id]

14. CIL I .2 10. E 15. Sarcófago de un augur del 180 a. C.quei apice insigne D ia ltis fllam in is gesistei, | m ors perfe[c it] tu a u t essent om nia j breuia, honos, fam a uirtusque, | gloria atque ingenium , quibus sei | in longa lic u tils e t tibe u tier u ita, | facile facteis superases gloriam | m aiorum , qua re lubens te in grem iu, | Scipio, re c ip t ilt T erra, Publi, | prognatum Publio, Corneli

15. CIL I .2 11. E 16. Posiblemente del sarcófago del hermano de Cneo Escipión Hispano (véase n.° 16).

L. Cornelius Cn. f. Cn. n. Scipio.m agna sap ientia | m ultasque uirtutes aetate quom p aru a | posidet hoc saxsum . quoiei u ita defecit, non | honos, honore,

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TEXTOS LATINOS ARCAICOS 363

is hic situs, quei nunquam | uictus est u irtutei. annos gnatus (uiginti) is ¡ l[oc]eis m andatus, ne qu airatis honore | quei m inus sit m an datuts]

16. CIL I .2 15. E 18. Sarcófago de Cneo Escipión, pretor peregrino en 139 a. C.

Cn. Cornelius Cn. f. Seipio H ispanus | pr., aid. cur., q., tr. m il. I I , X u ir sl. iudik., | X u ir sacr. fac. j

u irtu tes generis m iéis m oribus accum ulaui, progeniem genui, fa c ta p a tris petiei.

m aiorum optenui laudem , u t sibei me esse creatum lae ten tu r: stirpem nob ilitau it honor

17. CIL 1: 1861. E 134. Amiterno.Protogenes Cloul(i) j suauei heicei situ st J mimus, plourum a que ¡ fecit populo soueis |j gaudia nuges

18. CIL 1,- 1211. E 133. Roma.hospes quod deico, pau llum est, asta ac pellege. heic est sepulcrum hau pulcrum pu lcrai fem inae, nom en parentes nom in aru n t C laudiam , suom m areitum corde deilexit souo. gnatos duos creauit. horunc alterum in te rra linquit, alium sub te rra locat, serm one lepido, tum autem incessu commodo, domum seruauit. lan am fecit, dixi, abei

19. CIL I .2 1202. E 135. Roma.hoc est factum m onum entum I M aarco Caicilio. | hospes, gratum est, quom apud j m eas restitis te i seedes: bene rem geras et ualeas, j dorm ias sine qura

20. CIL I .2 1600. E 92. Capua.Pesceniaes | C. 1. Laudicaes | ossa heic sita sunt

21. CIL I.' 1249. E 93. Roma.Aquilliaes C. 1. T ertiae j C. Aquillius | Sosander 1.

22. CIL I .2 37. E 24. Roma.M. M indios L. fi., j P. Condetios Va. fi. j aidiles uicesma p a r ti ¡

Apolones dederi

23. CIL I.' 59. E 22. Preneste.ApolonCe C. Q.?] | M etilio [C. f.? ] j m agistere | coraueron. j C. Anicio

l.(?) st|riando | [...]

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364 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

24. CIL 1.a 975. E 12 1 . T ra s te v e re .

deuas | C om iscas | sacrum

25. CIL V 376. E 73. P is a u ru m (P e s a ro ) .

Cesula | A tilia | donu j da Diane

26. CIL I.2 42. E 29. N em i.

Poublilia T urpilia Cn. uxor | hoce seignum pro Cn. filiod j D ianai donum dedit

27. CIL I.2 610 . N em i, 202-200 a. C.

C. A uriiius C. f. I p ra ito r | iterum didit, | eisdim consl jj probauit

28. CIL V 48. E 31. T u scu lu m .

M. Fourio C. f. tribunos | [m ilita ire de pra idad F ortun e dedet

29. CIL I,- 60. E 34. P re n e ste .

O rceuia Num eri (uxor) j nation u cra tia | F ortun a, Diouo file ia | prim ocenia, || donom dedi

30. CIL I.2 980. E 123. T ra s te v e re .

F orte FoErtunai] j uiolaries, | rosaries, | coronaries. || [m ]ac[istres] coe[rauere]

31. CIL V 394. E 86.

T. Vetio I duno | didet ¡ Herclo ¡¡ lou io | bra t. | d ata

32. CIL I.2 30. E 21. R o m a.

M. C. Pomplio No(ui) f(ilii) | dedron | Hercole

33. CIL I.2 62. E 37. P re n e s te .

L. G em enio L. f. P elt[.] | H ercole dono | d at lubs m erto | pro sed sueq. ¡I ede leigibus | a ra Sa lu tus

34. CIL I.= 15 31. E 128. S o r a , c. 150 a. C.

M. P. V ertuleieis C. f.quod re sua di[f]eidens asper | afleictaparens tim ens | héic uouit, uoto hoc | solut[o][de]cum a fa c ta j poloucta leibereis lubejtes donu dan unt | Hercolei m axsum e | m ereto, semol te | orant, se [u]oti crebro | condemnes

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TEXTOS LATINOS ARCAICOS 365

35. CIL I .2 626. E 129. Roma.L. Mummi L. f. eos.duct(u) ¡ auspicio imperioque | eius Achaia capt(a),Corinto I deleto Romam redieit | triumphans, ob hasce | res bene, gestas quod | in bello uouerat, | hanc aedem et signu | Herculis Victoris |

imperator dedicat

36. CIL 1.a 632. E 130. Reate (Rieti).sancte,de decuma, Victor, tibei Lucius Munius donum moribus antiqueis pro usura hoc dare sese uisum animo suo perfecit, tua pace rogans te cogendei dissoluendei tu ut facilia faxseis, perficias decumam ut faciat uerae rationis, proque hoc atque aliéis donis des digna merent.

37. CIL V 360. E 61. Norba.P. Rutilius M. f. I Iunonei Loucina | dedit meretod | Diouos castud

38. CIL I .3 378. E 75. Pisaurum (Pesaro).Iunone rec(inai) | matrona j Pisaurese | dono dedrot

39. CIL I.J 364. E. 62. Falerii.Iouei Iunonei Mineruai | Falesce, quei in Sardinia sunt, | donum

dederunt, magistreis | L. Latrius K. f., C. Salu[e]na Voltai f. coiraue- rontgonlegium quod est aciptum aetatei aged[ai],

opiparum a[d] ueitam quolundam festosque dies, quei soueis aastutieis opidque Volgani

gondecorant sai[pi]sume comuiuia loidosque, ququei huc dederu[nt i]nperatoribus summeis,

utei sesed lubenttes be]ne iouent optantis

40. CIL I.2 49. E 32. Tusculum.M. Pourio C. f. tribunos | militare de praidad Maurte dedet

41. CIL V 379. E 76.Matre | Matuta | dono dedro | matrona ¡| M’. Curia, ¡ Pola Liuia

deda

42. CIL 1.a 365. E 63. Falerii.

Menerua sacru. | [L]a(rs) Cotena, La(rtis) f., pretod de | zenatuo sententiad uootum | dedet, cuando datu rected || cuncaptum

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INTRODUCCIÓN AL LATÍN

CIL I .2 675. E 94. Capua, 108 a. C.M. Raecius Q. f.N. Aitíu s M. 1 L. Heioleius P. f.C. Tuceius C. f.Q. Vibius M. f.M. Valerius L. f.

heisce magistreis Venerus louíae murum | aedificandum coirauerunt ped. CC I XX et I loidos fecerunt Ser. Sulpicio M. Aurelio co[s.]

N. Pumidius Q. f. M. Cottius M. f.M. Eppilius M. f.C. Antracius C. f. L. Sempronius L. f. P. Cicereius C. f.

CIL I .2 383. E 78. Firmum Picenum.L. Terentio L. f., j C. Aprufenio C. f., | L. Turpilio C. f., | M. Albani

L. f., ¡I T. Munatio T. f. | quaistores | aire moltaticod | dederont

CIL I,- 1511. Cora.M. Mf.ltlius M. f., L. Turpilius L. f. duomuires de senatus | sentetn]-

tia aedem faciendam coerauerunt eisdemque probauere

CIL V 1529. E. 132. Aletri. Entre el 130 y el 90 a. C.L. Betilienus L. f. Vaarus | haec quae infera scripta | sont de senatu

sententia | facienda coirauit: semitas || in oppido omnis, porticum qua | in arcem eitur, campum ubei | ludunt, horologium, macelum, | basili­cam calecandam, seedes, | [llacum balinearium, lacum ad || [plortam, aquam in opidum adqu. | arduom pedes CCCX 4 . fornicesq. | fecit, fistulas soledas fecit. | ob hasce res censorem fecere bis, | senatus filio stipendia mereta || ese iousit, populusque statuam | donauit Censorino

CIL I .a 1722. Aeclanum. Época de Cicerón.C. Quinctius C. f. Valg. patron, munie., | M. Magi. Min. f. Surus, A .

Patlacius Q. f., | Illluir., d(e) s(enatus) s(ententia) portas, turréis moiros I turreisque aequas qum moiro || faciundum coerauerunt

CIL V- 1471. E 58. Preneste.M, Saufeius M. f. Rutilus, | C. Saufeius C. f. Flacus | q. | culinam

f(aciendam) d(e) s(enatus) s(ententia) c(uraverunt), eisdem|q. locum emerunt de | L . Tondeio L . f. publicum. | est longu p. CX I VIIIS, | latum af muro ad | L. Tondei uorsu p. X V I

CIL I.'-' 638. E 131. Forum Popillii (Lucania), 132 a. C.uiam fecei ab Regio ad Capuam, et | in ea uia ponteis omneis, milia­

rios I tabelariosque poseiuei. hince sunt | Nouceriam meilia <-I, Capuam XXCIIII, 11 Mmanum J, XIIII, Cosentiam CXXIII, | Valentiam C I XXXt.l, I ad fretum ad | statuam CCXXXII.], | Regium CCXXXVII. I suma af Capua Regium meilia CCCXXIU. | et eidem praetor in j Sicilia fugiteiuos Italicorum | conquaeisiuei redideique I homines BCCCCXVII. eidemque | primus fecei, ut de agro poplico | aratoribus cederent paastores. | forum aedisque poplicas heic fecei

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TEXTOS LATINOS ARCAICOS 367

CIL X.2 584. E 138. Cercanías de Génova, 117 a. C.Q. M. Minucieis Q. f. Rufeis de controuorsieis ínter | Genuateis et

Veiturios in re praesente cognouerunt et coram inter eos controuosias oomposeiuerunt, | et, qua lege agrum possiderent et qua finéis fierent, dlxsei'unt. eos finéis facere terminosque statui luserunt; ¡ ubei ea facta essent, Romam coram uenire iouserunt. Romae coram sententiam ex senati consulto dixerunt eldib. || Decemb. L. Caecilio Q. f. Q. Muucio Q. f. cos.—qua ager priuatus castell Vituriorum est, quem agrum eos uendere heredemque ¡ sequi licet, is ager uectigal. nei siet.—Langatlum finéis agri priuati: ab riuo infimo, qui oritur ab fontei in Mannicelo ad floulum ¡ Edem; ibi terminus stat, inde flouio suso uorsum in flouium Lemurim. inde flouio Lemurl susum usque ad riuom Comberane(am). j inde riuo Comberanea susum usque ad comualem Caeptiemam; ibi termina duo stant circum uiam Postumiam, ex eis terminis recta | regione in riuo Vendupale. ex riuo Vindupale in flouium Neuiascam. inde dorsum fluio Neuiasca in flouium Prócoberam. inde || flouio Proco- beram deorsum usque ad riuom Vinelascam infumum; ibei terminus stat, inde sursum riuo recto Vinelesca; | Ibel terminus stat propter ulam Postumiam, inde alter trans uiam Postumiam terminus stat, ex eo termino, quei stat I trans uiam Postumiam, recta regione in fontem in Manicelum. inde deorsum riuo, quei oritur ab fonte en Manicelo | ad terminum, quei stat ad flouium Edem.—agri poplici quod Langenses posident, hisce finis uidentur esse: ubi comfluont | Edus et Procobera, ibei terminus stat, inde Ede flouio sursuorsum in montem Lemurino infumo; ibei terminus || stat, inde sursumuorsum iugo recto monte Lemurino; ibei termin(u)s stat, inde susum iugo recto Lemurino; ibi terminus ¡ stat in monte pro cauo. inde sursum iugo recto in montem Lemurinum summum; ibi terminus stat, inde sursum iugo | recto in castelum, quei uocitatust Alianus; ibei terminus stat, inde sursum iugo recto in m ontem Iouentionem; ibi terminus | stat, inde sursum iugo recto in montem Apeninum, quei uocatur Boplo; ibei terminus stat, inde Apeninum iugo recto | in montem Tuledonem; ibei terminus stat, inde deorsum iugo recto in flouium Veraglascam in montem Berigie- mam || infumo; ibi terminus stat, inde sursum iugo recto in montem Prenicum; ibi terminus stat, inde dorsum iugo recto in | flouium Tulelascam; ibi terminus stat, inde sursum iugo recto Blustiemelo in montem Claxelum; ibi terminus stat, inde | deorsum in fontem Lebrie- melum; ibi terminus stat, inde recto riuo Eniseca in flouium Porco- beram; ibi terminus stat. | inde deorsum in flouiom Porcoberam, ubei conflouont floui Edus et Porcobera; ibi terminus stat.—quem agrum poplicum J iudicamus esse, eum agrum castelanos Langenses Veiturios po[si]dere fruique uidetur oportere, pro eo agro uectigal Langenses |j Veituris in poplicum Genuam dent in anos singulos u ic(to ria to s) n(umos) CCCC. sei Langenses eam pequniam non dabunt neque satis | facient arbitratuu Genuatium, quod per Genuenses motrla n o n fiat, quo setius eam pequniam acipiant: tum quod in eo agro | natum e rit frumenti partem uicensumam, uini partem sextam Langenses in p o p li­cum Genuam dare debento ¡ in annos singolos.—quei intra eos finéis agrum posedet Genuas aut Viturius, quei eorum posedeit k. Sextii. Li Caicilio I Q. Muucio cos., eos ita posidere colereque liceat. e<i>s que. posidebunt, uectigal Langensibus pro portione dent ita, uti ceteri j| Langenses, qui eorum in eo agro agrum posidebunt fruenfcurque. praeter ea in eo agro ni quis posideto nisi de maiore parte | Langensium

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368 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Veituriorum sententia, dum ne alium intro mitat nisi Genuatem aut Veiturium colendi causa, quei eorum de maiore parte | Langensium Veiturium sententia ita non parebit, is eum agrum nei habeto niue fruimino.—quei | ager compascuos erit, in eo agro quo minus pecus [p]ascere Genuates Veituriosque liceat ita, utei in cetero agro | Genuati compascuo, niquis prohibeto, niue quis uim facito, neiue prohibeto, quomin s ex eo agro ligna materiamque || sumant utanturque,— uectigal anni primi k. Ianuaris secundis Veturis Langenses in poplicum Genuam dare | debento, quod ante k. lanuar. primas Langenses fructi sunt eruntque, uectigal inuitei dare nei debento.— | prata quae fuerunt proxuma faenisicei L. Caecilio Q. Muucio cos. in agro poplico, quem Vituries Langenses | posident et quem Odiates et quem Dectunines et quem Cauaturineis et quem Mentouines posident, ea prata | inuitis Langensibus et Odiatibus et Dectuninebus et Cauaturines et Men­touines, quem quisque eorum agrum |j posidebit, inuiteis eis niquis sicet niue pascat niue fruatur. sei Langenses aut Odiates aut Dectunines aut Cauaturines | aut Mentouines malent.in eo agro alia prata inmit- tere, defendere, sicare, id uti facere liceat, dum ne ampliorem | modum pratorum habeant, quam proxuma aestate habuerunt fructique sunt.

Vituries, que controuorsias | Genuensium ob iniourias iudicati aut damnati sunt, sei quis in uinculeis ob eas res est, eos omneis | soluei, mittei leiber(are)ique Genuenses uidetur oportere ante eidus Sextilis primas.—sei quoi de ea re || iniquom uidebitur esse, ad nos adeant primo quoque die et ab omnibus controuersis et hono. pubi, li. | — leg(ati) Moco Meticanio Meticoni f., Plaucus Peliani. Pelioni f.

51. CIL I.” 1831. E 81. Cliternia.uia inferior | priuatast | T. Vmbreni C. f., | precario itur. || pecus

plostru I niquis agat

B. PROCEDENTES DE FUENTES LITERARIAS

52. Del De lingua latina de Varrón.(i) 5. 97. Hircus, quod Sabini fircus; quod illic fedus, in Latio rure hedus,

qui in urbe ut in multis A addito haedus.(ii) 5. 101. Lepus, quod Siculi, ut Aeolis quidam Graeci, dicunt λέποριν:

a Roma quod orti Siculi, ut annales veteres nostri dicunt, fortassehinc illuc tulerunt et hic reliquerunt id nomen.

(iii) 5. 159. Vicus Cyprius a cypro, quod ibi Sabini cives additi consederunt, qui a bono omine id appelarunt: nam cyprum Sabine bonum.

(iv) 5. 173. In argento nummi, id ab Siculis.(V) 6. 2. Sic, inquam, consuetudo nostra multa decimavit a vetere, ut ab

solu solum, ab Loebeso Liberum, ab Lasibus hares.(vi) 6. 4. Meridies ab eo quod medius dies. D antiqui, non R in hoc dicebant,

ut Praeneste incisum in solario vidi.(vii) S. 13. Februm Sa,bini purgamentum, et id in sacris nostris verbum non

ignotum.Cviii) 6. 28. Idus ab eo quod Tusci Itus, vel potius quod Sabini Idus dicunt.

(ix) 6. 68. Vicina horum quiritare, iubilare. Quiritare dicitur is qui Quiritum fidem clamans inplorat. Quirites a Curensibus; ab his cum Tatio rege

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TEXTOS LATINOS ARCAICOS 369

in societatem venerunt civitatis. Ut quiritare urbanorum, sic iubilare rusticorum: Itaque hos imitans Aprissius ait:

Io bucco!—Quis me iubilat?Vicinus tuus antiquus.

(x) 6. 86. Nunc primum ponam de Censoriis Tabulis:Ubi noctu in templum censor auspicaverit atque de caelo nuntium

erit, praeconi sic imperato ut viros vocet: ‘Quod bonum fortunatum felix salutareque siet populo Romano Quiritibus reique publicae populi Romani Quiritium mihique collegaeque meo, fidei magistratuique nostro: omnes Quirites pedites armatos, privatosque, curatores omnium tribuum, si quis pro se sive pro altero rationem dari volet, voca inlicium huc ad me.’

87. Praeco in templo primum vocat, postea de moeris item vocat. Ubi lucet, censores scribae magistratus murra unguentisque unguentur. Ubi praetores tribunique plebei quique inlicium vocati sunt venerunt, censores inter se sortiuntur, uter lustrum faciat. Ubi templum factum est, post tum conventionem habet qui lustrum conditurus est.

88. In Commentariis Consularibus scriptum sic inveni:Qui exercitum imperaturus erit, accenso dicito: ‘C. Calpurni, voca

inlicium omnes Quirites huc ad me.’ Accensus dicit sic: Omnes Qui­rites, inlicium vos ite huc ad iudices.’ ‘C. Calpurni’, cos. dicit, ‘voca ad conventionem omnes Quirites huc ad me.’ Accensus dicit sic: ‘Omnes Quirites, ite ad conventionem huc ad iudices.’ Dein consul eloquitur ad exercitum: ‘Impero qua convenit ad comitia centuriata.’

(xi) 7. 29. Idem ostendit quod oppidum vocatur Casinum (hoc enim ab Sabinis orti Samnites tenuerunt) et nostri etiam nunc Porum Vetus appellant. Item significat in Atellanis aliquot Pappum, senem quod Osci casnar appellant.

(xii) 7. 42. Olli valet dictum illi ab olla et ollo, quod alterum comitiis cum recitatur a praecone dicitur olla centuria, non illa; alterum apparet in funeribus indictivis, quo dicitur

Ollus leto datiis est.

53. EI Carmen Saliare.a divum empta cante! divum deo supplicate! b quome tonas, Leucesie prae tet tremonti

quot ibe tet e nubi deiscunt tonare c cozeulodorieso. omnia vero adpatula coemisse, ian cusianes duonus

ceruses, dunus Ianusve vet pom melios eum recum a = Varrón, L. L., 7, 27. Para empta propuso Bergk em pa = “in

patrem”.b = T’erencio Scauro, G. L., vil, 28. c = Varrón, L. L., 7, 26.

54. Catón, Agr., 141.Mars pater, te precor quaesoque uti sies volens propitius mihi domo familiaeque nostrae, quoius rei ergo agrum terram fundumque meum suovitaurilia circumagi iussi, uti tu morbos visos invisosque, viduer­tatem vastitudinemque, calamitates intemperiasque prohibessis defen­das averruncesque. utique tu fruges, frumenta, vineta virgultaque grandire beneque evenire siris, pastores pecuaque salva servassis duis- que bonam salutem valetudinemque mihi domo familiaeque nostrae: harumce rerum ergo, fundi terrae agrique mei lustrandi lustrique

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370 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

faciendi ergo, sicuti dixi, macte hisce suovitaurilibus lactentibus inmo- landis esto: Mars pater, eiusdem rei ergo macte hisce suovitaurilibus lactentibus esto!

55. Fragmentos de las leges regiae,(i) Pellex aram Iunonis ne tangito. Si tagit, Iunoni crinibus demissis agnum

feminam caedito.(ii) (a) Si hominem fulmen lovis occisit, ne supra genua tollito.

(b) Homo si fulmine occisus est, ei iusta nulla fleri oportet.(iii) Si qui(s) hominem liberum dolo sciens morti duit, paricidas esto.(iv) Si quisquam aliuta faxit, ipsos Iovi sacer esto.(v) Si parentem puer verberit ast olle plorassit paren<s>, puer divis paren­

tum sacer esto.

56. Fragmentos de las XII Tablas. E 114 ss.(i) 1. Si in ius vocat, ito. Ni it, antestamino: igitur em capito. 2. Si calvi­

tur pedemve struit, manum endo iacito. 3. Si morbus aevitasve vitium escit, [qui in ius vocabit] iumentum dato: si nolet, arceram ne sternito.

(ii) Adsiduo vindex adsiduos esto; proletario [iam civi] quis volet vindex esto.

(iii) Rem ubi pacunt orato. 2. Ni pacunt, in comitio aut in foro ante meridiem caussam coiciunto, cum peroranto ambo praesentes. 3. Post meridiem praesenti litem addicito. 4. Si ambo praesentes, sol occasus suprema tempestas esto.

(iv) Morbus sonticus... aut status dies cum hoste... quid horum fuit vi­tium iudici arbitrove reove, eo dies diffensus esto.

(v) Cui testimonium defuerit, is tertiis diebus ob portum obvagulatum ito.(vi) Aeris confessi rebusque iure iudicatis triginta dies iusti sunto.

2. Post deinde manus iniectio esto. In ius ducito. 3. Ni iudicatum facit aut quis endo eo in iure vindicit, secum ducito. Vincito aut nervo autcompedibus. XV pondo ne minore aut si volet maiore vincito. 4. Si volet,suo vivito. Ni suo vivit, [qui eum vinctum habebit,] libras farris endo dies dato. Si volet, plus dato.

(vii) Tertiis nundinis partis secanto, si plus minusve secuerunt, se fraude esto.

(viii) Adversus hostem aeterna auctoritas esto.(ix) Si pater filium ter venumdavit (?) filius a patre liber esto.(x) uti legassit super pecunia tutelave suae rei, ita ius esto.

(xi) si intestato moritur, cui heres nec escit, adgnatus proximus familiam habeto, si adgnatus nec escit, gentiles familiam habento.

(xii) vias muniunto: ni sam delapidassint, qua volet, iumenta agito.(xiii) qui malum carmen incantassit. occentassit.(xiv) si membrum rupsit, ni cum eo pacit, talio esto.

si iniuriam alteri faxsit, viginti quinque aeris poenae sunto.(XV) si nox furtum faxsit, si im occisit, iure caesus esto.

(xvi) si adorat to to quod nec manifestum erit, duplione damnum decidito.(xvii) patronus si clienti fraudem fecerit, sacer esto.(xviii) qui se sierit testarier libripensve fuerit, ni testimonium fariatur, inpro-

bus intestabilisque esto.(xix) si telum manu fugit magis quam iecit, caries subicitur>.(xx) neve aurum addito, at cui auro dentes iuncti escunt, ast im cum illo

sepeliet uretve, se fraude esto.(xxi) si servus to tum faxit noxiamve noxit.

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INDICE DE MATERIAS

-a , tem as en, 242 ablativo, 299 ss.— absoluto, 302— causa, 301— com parativo, 298— circunstancia concom itante, 299— cualidad, 299— expresiones distributivas, 302— instrum ental, 299— instrum ental-sociativo, 298— locativo, 301— m odo, 300— precio, 299— procedencia u origen, 297— propio, 297— referencia, 300— separación, 297— tiem po, 301ablativos de origen (adnom inales),

297abreviación yám bica, 214, 222 absoluto, valor del positivo en la

com paración de adjetivos, 253 abstractos, 238 abstractos, nombres, 237 abstractos verbales, 238 —en - t i- y - tu - , 240 acento, 212 ss.— expiratorio, 213— intensidad, 213— m usical, 213— secundario, 214 acentuación, 159 acrónico, presente, 304 activa, 262activos y deponentes, verbos, 155 acusativo, 285— doble, 288— exclam ativo, 289— extensión, 287

— externo, 286— figura etim ológica, 287— con infinitivo, 316— interno, 287, 288— local, 285— predicativo, 288— relación, 287, 288— del todo y de la parte, 288 acusativos exclam ativos, 83 adición, 87adjetivos de lugar, 239 adnom inales, dativos, 176 adverbios, 288 agentes en -tö r, 238 Agustín, san, 203aliteración, 94, 99, 111, 113, 114, 116,

118, 124, 128 aliterativos, pares, 128 alternancias (ablaut), 235— declinación, 247— grados, 267 Am m iano M arcelino, 206 anacoluto, 87 anáfora, 99, 113anafórico, pronombre, 83, 328 anafórico, tem a, 256 antítesis, 111, 137 aoristo, 265, 272— tem a, 266 apódosis irreales, 332 A ppendix Probi, 158, 161, 166 apud , a lternando con ad, 286 Apuleyo, 149arcaísmos, 105, 116, 118, 127 arcaístas, 146 asiánico, estilo, 121 asianism o, 149, 202 asim ilación, 231 asíndeton, 99 asonancia, 111

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372 INTRODUCCIÓN AL LA TIN

aspecto, “testim onio ocular”, 266 aspecto verbal, 303— durativo, 303 aspectos del verbo, 265 A tellan a , 154 atem áticos, verbos, 262 aticistas, 140 aum ento, 270 augural, fórm ula, 73

Bernabé, Epístola de, 188 Bíblico, griego, 187 bilingüismo, 187, 189 binaria, estructura, 118 bronce, uso del, 44

caballo, 44 calco, 188, 190— sem ántico, 190 Calpurnio Pisón, 126 Carlomagno, 182 C arm en A rvale, 71 carm ina, 106, 111, 138 Catón, 127— P. Valerio, 116 causal, relativo, 329 causativos, verbos, 267 Celio Antipatro, 141 céltico, 20, 61 ss.— y germ ánico, 26 César, 133, 140 Cicerón, cartas, 154 científica, prosa, 103 civilización del Noroeste, 27 claridad (σ α φ ή νε ια ) , 125 clasicism o, 152cláusula, 139 cola, 121 colectivos, 237 colectivos, singulares, 176 coloquial, 82 coloquialism o, 112 collocatio , 138 com paración, 253 •— de adjetivos, 24 com parativo, m étodo, 14, 211 com parativos dobles, 75 com pleja, oración, 324 com positio , 138com puestas, preposiciones, 188 com puesto, 108 com puestos, 97, 109, 114 com puestos, verbos, 172 con cep ta verba, 138 concesivas, 334

concinn itas, 122, 138, 139, 140 condicionales m ixtas, 328 congeries, 99, 133 conjunciones, 328 consecutivas, 326 consonante, tem as en, 246, 247 contam inación, 333 contam inaciones, 87 convergencia, 20 crem ación, 46 cristianism os, 192 cuarta conjugación, 268 cum, 330 s.— con indicativo en P lauto, 330— inversum , 330— tem poral, 330— dactilicas, form as, 110— dactilicas, palabras, 110

dativo, 283, 293— adnom inal, 294, 296— agente, 295— dirección, 296— ético, 294 s.— finalidad, 296— posesivo, 294— de provecho o daño, 293 ■— sim patético, 294 dativus indicantis, 295 daunos, 50declinaciones, 241 ss. deícticas, partículas, 256 δεινότης, 121 dem ocrático”, “latín , 142 dem ostrativos, 255 denom inativos, verbos, 267 desiderativo, sufijo, 269 desiderativos en -asso, 271 desinencia, 234 desinencias, 262— casuales, 241 s.— prim arias, 262— secundarias, 262, 270— verbales, 262 ss. desplazam iento relaclonal, 241, 317 deverbativo, sufijo, 241 deverbativos en -os, 240 dialecto, 16dialectales, palabras, 107 “dicolon abundans”, 118 dim inutivos, 85, 97, 155, 174, 237, 238— en -lo, 240 diptongo, tem as en, 252 disim ilación, 232 dobletes fonéticos, 110

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ÍN D ICE DE M ATERIAS 373

D oce Tablas, 73, 125 dum , 331 ss.— en oraciones finales, 331— con subjuntivo estipulativo, 332— sentido term inativo, 332 durativo, tem a, 265

elativos, 239elegantia , 132, 133, 152, 176 Em ilio Paulo, 103 ennianism os, 105 Ennio, 111, 125, 128, 141— fraseología, 142— rem iniscencias, 119 épico, dialecto, 103 ergativo, 262 esnobism o, 153 especial, lengua, 185 Estacio, 145 estándar, lengua, 125estilo “rim bom bante”, 93, 115 etrusco, 55 ss.etsi, con participio de presente, 322 s. Euforión, 108expresivos, com puestos, 84

falisco, 68 s. fa lso análisis, 240 fem eninos, 237 figura etym ologica , 92 filohelenísm o, 103 finales, oraciones, 325 finalidad y consecuencia, 325 s. F ratres A n a le s , 16 frecuentativos, 173— verbos, 85, 97 Frontón, 150 fuerza expresiva, 175 futuro, 271— en -b , 23— en -bo, 271— en expresiones gnóm icas, 304— indicativo, 303— participio, 323--------em pleo predicativo, 323— perfecto, 275, 306— prospectivo, 304— em pleos volitivos, 305, 308 en deseos, 310

gaélico, 33 galas, palabras, 178 galo, 33genéricas, oraciones de relativo, 329 géneros poéticos, 105 s.

genitivo, 289— cualidad, 291— determ inación, 291— esfera, 291— epexegético, 291— finalidad, 319— función del, 293— objetivo, 291— partitivo, 289— posesivo, 289— de precio, 292 s.— respecto, referencia, 291— rúbrica, 292— subjetivo, 291— plurales arcaicos, 110 geografía lingüística, 37, 38 germ ánicas, palabras, 179 gerundio:— ablativo, 320— acusativo, 319— dativo, 320— genitivo, 319— sintaxis, 320 gerundivo, 280— antigüedad, 318— uso atributivo, 318— origen, 317— com o partie, fut. act., 318 glosas de R eichenau, 158 glossae, 104, 106, 107, 113, 118, 120 G ortina, leyes de, 17G ortina, tablas de, 73 Graco, Gayo, 126 grecismo, 284, 290 grecismos, 188 griega, influencia, 179, 317 griegas, palabras, 88, 107 griego, en jerga, 90 griego y la tín , desarrollos paralelos,

180griegos, préstam os léxicos, 90, 188

habituación, 325, 326, 334 helen ística, poesía, 104 helen izantes, expresiones poéticas,

287hexám etro, 110, 215 hipercaracterización, 166, 180, 191 histórico, infinitivo, 314 histórico, m étodo, 211 H ofm ann, 82hom oioteleuton, 99, 111, 113, 123, 128

-i, tem as en, 245, 248 ictus y acento, 215

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374 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ilirio, 49 SS. im itación, 105 im ita tio , 118 im perativo:— en hipótesis, 314— sintaxis, 314 —■ en -to , 276 im perfecto, 270, 304— de acción habitual, 304— de conato, 304— en descripciones vivas, 304— ingresivo, 304— de subjuntivo, 277 im personales, form as del verbo, 23 im personales, verbos con dativo, 286 incoativos, 173, 269incoativos, verbos, 267 indeclinables, 281 indefinido, pronombre, 258 indicativo, en interrogativas indirec­

tas, 86 ind icativo irreal, 313 indoeuropea, civilización, 21 indoeuropeo, 21 in fec tum , 266— tem as del, 266 infinitivo, 278—· com plem ento, 316— exclam ativo, 315— de finalidad, 316— futuro, 279— futuro pasivo, 280— griego con el articulo, 315— naturaleza nom inal, 315— con nombres, 317— sintaxis, 314— sujeto, 315 in fin itivos en -assere, 271 in fin itivu s in d ign an tis , 83 inhum ación, 46 instrum entos, 238 interjecciones, 82, 97 interrogativas indirectas, 324 interrogativo, pronombre, 258 interrupción, 98Isidoro de Sevilla , san, 158isocolia, 111, 123isoglosa, 40Itala , 187 s.itálico, 16Itálico común, 48— y germ ánico, 26— occidental, 52 ss. itálico, período, 20

íta lo-céltica , teoría, 22 ss. ítalo-griegas, afinidades, 31 ss.

Jerónim o, san, 192 juegos de palabras, 111

lafoiovelares, 22 Lactancio, 192 “langues de paysan s”, 80 laringales, 236 “lascivia”, 150 lativo, 287 lengua, 16, 184 lenguaje, 184Lépido, Marco Em ilio, 136 lepóntico, 62 s.ley de los m iem bros crecientes, 94,

100liburnos, 50 ligur, 63 ss. lírica coral, 103literalism o de las prim eras traduc­

ciones latinas, 188 Livio, 142Livio Andrónico, 104 locativo, ablativo, 301 s.— ablativo de tiem po, 302 Lucano, 145Lucrecio, 112 lugar, nombre de, 237

m arginales, fenóm enos, 33 ss. “m arginalitá”, 37m aterial, adjetivos de significación,

239m edia, voz, 262 m edio-pasiva, voz, 264 m editerráneo, sustrato, 64 ss. m esápico, 49m ilitar, term inología, 195 M inucio Félix, 192 m oderna”, “escuela, 115 modos, 276, 306 ss.M ulom edicina C hironis, 157, 176

n asal infija, 267, 269 nasal, sufijo, 267, 269 negativas, expresiones, 83 nombres, form ación, 236 ss. nombres de personas derivados de

nom bres de cosas, 237 nom inativo, función ergativa, 284— en exclam aciones, 284— con infinitivo, 317— sintaxis, 284

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ÍN D ICE DE M ATERIAS 375

nom inativos en aposición, 284nom inativus pendens, 285N ovaciano, 201“n ovi”, 115, 117Novio, 154num erales, 259num erus, 138

-o, tem as en, 243 ogám icas, inscripciones, 33 onom ástica personal, 56 optativo indoeuropeo, 277 órdenes indirectas, 325 ordinales, 261 oseo, 15osco-um bro, 15 ss.

Paladio, 157 paralelism o, 99paratácticas, construcciones, 86 parataxis, 324, 327 paréntesis, 87 “parison”, 123 paronom asia, 111 participio :— futuro activo, 280— perfecto pasivo, 280 —· transitivo, 135 participios, 279, 321 partitivos, 289 pasiva en -r, 167 pa ta v in ita s, 144 patroním icas, expresiones, 119 pelignos, 50pentám etro, 215 penúltim a, ley de la, 213 P eregrinatio A etheriae, 157, 168, 176 perfecto, 265, 305— desinencias, 274 •— gnómico, 305— indoeuropeo, 274— infinitivo por el de presente, 110— en -v i- , 273 s.— participio, 323 perfec tu m , 266, 272— tiem pos del, 275 periférico, 34perifrástica, conjugación, 323 perifrástico, futuro, 180, 323— perfecto, 171, 324 período, 121personales, pronombres, 258 Petronio, 155 peucetios, 50 peyorativos, 236, 237

Plauto, 14 pleonasm o, 84, 180 pleonásticas, expresiones, 175 pleonástico, uso de los pronombres,

84plurales poéticos, 110 pluscuam perfecto, 275, 305— indicativo, 228— subjuntivo por im perfecto de sub­

juntivo, 327p o etae novi, 115 Pomponio, 154 potencial, 326— optativo, 311prefijos verbales, efecto transit!vi-

zante, 286 Preneste, 69 presente histórico, 303— participio, 135, 279------- com o partie, perf. activo, 322--------referencia al pasado, 322--------sintaxis, 322— tem a de, 265— tiempo, 303 prim era conjugación, 268 proléptieo, acusativo, 87 pronombres, 255 ss.“prostáctico”, em pleo del pronombre,

83protorromance, fragm entación, 182 Prudencio, 190

quam , 281— tras com parativos, 333 quam quam , con indicativo, 325— con participio presente, 323 quam vis, con subjuntivo concesivo,

325quinta declinación, 251

-r, desinencias en, 275 raíz, 234— verbos tem áticos, 269 reconstruidas, form as, 211 redundancia, 83 reduplicación, 267, 272 reduplicados, tem as, 269 regionales, particularidades, 177 relación (genética), 19 relativo, oración de, 328— pronombre, 258 religión, 106 repetición, 83repudio, subjuntivo de, 309, 329

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376 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

rim a, efectos de, 94 rom ances, dialectos, 182

sabélicos, dialectos, 16 Salustio, 140 s. sátira, 103 saturnio, 214 Schrijnen, J., 193 segunda conjugación, 268 Segunda Sofística, 149 Séneca, 146 síeulo, 52 ss.Sidonio Apolinar, 151 sigm ático, aoristo, 273 sim etría, 123 síncopa, 70, 213, 249 sincretism o, 241 sintaxis, 283 ss. soldados, lengua de los, 185 subjuntivo, 24, 277 ss., 306— concesivo, 326— oraciones condicionales, 327— deliberativo, 308— en deseos, 306, 310— estipulativo, 326— indoeuropeo, 271— im perfecto, 308— — deliberativo del pasado, 308--------potencial del pasado, 312--------referido al pasado, 327--------deseos irreales o imposibles,

310— interrogativas, 308— irreal, 312, 327— iterativo, 335— oblicuo, 309— optativo, 306, 326 ss.— en oratio obliqua, 335— perfecto, 309--------prohibiciones, 308--------em pleo perm isivo del volitivo,

309— pluscuam perfecto, 308, 310— — deliberativo del pasado, 308— potencial, 324--------optativo, 306—■ presente, 327— prohibiciones, 308— prospectivo, 271, 307, 310 potencial, 327— referencia a l pasado, 310— de repudio, 310, 312, 326— tiem pos, 327— con vocal breve, 277— volitivo, 271, 306 ss.

--------del pasado, 308— yusivo, 307, 325 subjuntivos en -ä, 277 sufijo, 234Suiza, habitantes de los lagos de, 44 superlativo, 254 supinos, 279, 321

Tabula B an tina , 15 Tabulae Iguvinae, 15 Tácito, 146 tem a, 234tem as en - i y -ü, 252— radicales, 267— verbales, 265 tem áticos, verbos, 262 temor, verbos de, 326 tem porales, adjetivos, 239— tem as, 265 tiempos, 303— del in fectum , 270 tercera conjugación, 269— declinación, 245 Terencio, 96— palabras coloquiales, 98 terram ara, 44 Tertuliano, 201 ss. tm esis, 108Tószeg, cultura de, 44 trágico, estilo, 114 transición, sonidos de, 231 tricola, 141— con aliteración, 94 tricolon, 100, 122— en asíndeton, 115 Tucídides, 103

-u, tem as en, 250 umbro, 15, 17uniform idad del la tín tardío, 181 unidad del sujeto, 135 “unidades”, 22urbanitas, 117, 125, 129, 130, 152 urnas, cam pos de, 44— cultura de, 45ut, con participio presente, 323— con subjuntivo, 326

variatio , 146 vascuence, 178 Vegecio, 102 véneto, 51 ss.V enetulani, 51V illanova, cultura de, 45, 46 Virgilio, 117 ss., 151

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ÍN D IC E DE M ATERIAS

V ita Aridii, 170 vocales, 212 ss., 216 ss.— alternancias, 235 vocativo, 285— atracción al, 285 volitivo, subjuntivo, 325 ss. voz, 262vulgar, latín , 152 ss.--------adjetivos, 166------- adverbios, 167------- casos, 170------- consonantes, 162--------declinación, 164■------- diferencias dialectales, 179------- futuro, 168— — género, 163--------gerundio, 171------- gerundivo, 171

--------m odos, 171--------preposiciones, 167------- pronombres, 167--------sintaxis, 170------- supino, 171------- vocabulario, 172-------- vocales, 159vulgar-arcaico, 177 vulgar-poético, 177 vulgarism os, 144, 176, 193— en la tín cristiano, 190

W alde, A., 20 W arm ington, E. H., 126

yusivo, 324, 325— en hipótesis, 327

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INDICE DE PALABRAS

abbatissa, 180 abdoucit, 219 abies, abietis, 247 abstulas, 277ac, 228 -ac-, 240 acediari, 189 acer, 224, 249 acerra, 67 acerrimus, 255 Achivi, 59 acies, 216, 251 actus, 232ad, 286 adasia, 77 adfatim, 282 adolere, 106 adoptaticius, 241 adoria, 78 adscripticius, 241 advenat, 277 advocapit, 72 advocare, 181 aedes, 218, 229, 249 aediles, 218 aenus, 231aer, 107aerumna, 80, 106 aes, 44Aesculapius, 60 aestifer, 109 aetas, 214 agellus, 224 ager, 216, 224, 245 Ager Teuranus, 54 agier, 279 agimini, 276 agito, 276

agmen, 80 agnus, 29 ago, 216, 227 agrestis, 232 Agrigentum, 53, 60 ahenus, 231 aide, 225 ain, 222 Αΐτνη, 54 alauda, 62 alba, 66 albeo, 267 -ali-, 239 alicubi, 281 aliter, 282 aliud, 221 alius, 216, 224 aliuta, 222, 281 Allibae, 54 almus, 78, 106 alter, 254 alternei, 72 alumnus, 221, 276,

281amabam, 270 Amantia, 49 amaram, 274 amaro, 274 amarunt, 274 amasso, 271 amaverim, 277 ambactus, 62, 107 ambo, 229 ambulare, 30 amnis, 106 ampulla, 89 amurca, 60, 221 androgynos, 91

-aneo-, 240 angariare, 189 Angerona, 58 ango, 30, 230 anguis, 106, 230 angustus, 230 animal, 250 annus, 27, 232 -ano, 239 -ano-, 240 anser, 225, 231 ante, 222, 281 antidhac, 92 ap, ab, abs, 281 aperio, 224 aperire, 268 aplustra, 88 Apolonei, 246 Apolones, 246 aprilis, 58 Apsias, 49 aqua, 28, 38 Aquiliaes, 70 arbiter, 70 arbor, 248 arborem, 231 arbos, 248 arbosem, 231 arbustum, 248 architectus, 88 arfuisse, 70 -ario-, 237, 239 arsi, 233 artifex, -222 artus, 106 arvina, 53 arvorsum, 70, 92 asia, 63

-astro-, 237 athletice, 90 -ati-, 239 atque, 228 attigas, 277 -atu-, 237 auceps, 214, 219,

222 audeo, 267 audibam, 270 audibo, 271 audiebam, 270 audieram, 274 audire, 268 augeo, 219, 227 augur, 219 augustus, 106 auris, 219 aus-culto, 219 ausim, 277 auspex, 222 ausum, 47 autumnus, 58 autumpnus, 232 avunculus, 25

babaecalus, 156 baca, 66 balanus, 89 balineum, 60 ballaena, 51, 89 ballista, 88 balneum, 60 balsa, 66 barba, 229 bardus, 90 basilice, 89 basus, 48

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380 INTRODUCCIÓN AL LA TÍN

batioca, 90 calcar, 250bene, 223, 281 calcitro, 79benna, 62 Camena, 106berber, 72 Cam ena, 107Berigiema, 63, 64 camera, 59, 221betulla, 62 campsare, 88biber, 278, 279 campus, 53biennis, 221 canis, 253bifolco, 47 canna, 179-b ili- , 240 cano, 25bimus, 231 cantharus, 89bini, 261 cantherius, 89birrus, 62 capere, 268bis, 261 capesso, 269, 271bison, 179 capso, 271blatea, 50 cardo, 45blennus, 90 carefo, 69bobus, 252 carmen, 232bonus, 216, 227 caro, carnis, 248Bormiae, 63 carpa, 179bos, 47, 252 carpentum, 62botulus, 47 carpo, 29-bra, 238 carrus, 62bracae, 62 Carthagini, 246brado, 179 Carventum, 51bradys, 107 casa, 77, 230brevis, 31, 230 cascunus, 180‘brevis brevians’, cascus, 47

214, 242 caseus, 47, 77-bro-, 238 cassis, 62Brundisium , 49 castud, 250bubulcus, 47 castus, 106bubus, 252 casus, 181, 233bucca, 155 catam itus, 60bufa, 47 catechum eni, 195bufo, 47 cateia, 62bulga, 62 catena, 62-bulo-, 238 caterva, 62-bundo-, 240 catillus, 53burgus, 179 catinus, 53

catunus, 180cacula, 57 caupo, 61cadus, 89 causa, 234Caecilis, 245 cave, 223caecus, 27 cávere, 217caedes, 249 cavi, 272caedundus, 280 cavus, 31cael, 108 cecidi, 272caelus, 163 cecurri, 272caerim onia, 58 cedre, 70caeruleus, 232 celassis, 277caesar, 47 eelox, 88Caesar, 77 celsus, 106Calaina, 60 cena, 233

centum , 225, 260 com oinem, 219cepi, 272 com pendiare, 194cerasus, 60 concha, 89Cereres, 222 condem no, 221Ceres, Cereris, 247 condicio, 74cernere, 80 conducticius, 241cerno, 267 conea, 69certus, 224 conficio, 220cesor, 225 confringo, 221cessi, 273 congraeco, 90charta, 107 conquirere, 181chiasm us, 92 conregio, 74choragium , 90 consobrinus, 231cincinnus, 89 conspersio, 190cin is, 218 conspicio, 74cisium , 62 consularis, 232cista, 89 contigi, 272cisterna, 60 contingo, 221citrus, 65 contum ax, 79civis, 27 contus, 88clam, 281 copones, 155clamare, 26 coquo, 216, 226claret, 106 cor, 227clatrata, 89 coraveron, 69clatri, 89 corcotarii, 89claudo, 222 cordis, 227clausi, 273 corilus, 27Clausus, 48 cornicen, 222clausus, 280 corniger, 221clepere, 226 cornus, 33clepsi, 273 corolla, 232clodus, 77 cortum io, 74clueo, 106 cosol, 225cnatois, 245 cotoneum, 60Cocles, 61 coventionid, 246coctus, 228 covinnus, 62coda, 77 crapula, 61, 221codex, 77 crastinus, 239coerari, 218 credo, 36cogitatus, 190 creduis, 92, 277cohors, 79 creo, 29cohum, 107 crepare, 181coiravit, 219 crepida, 60coisatens, 219 creterra, 60colaphus, 91 Crixia, 51colligo, 220 -ero-, 238collum , 232 crumina, 58colo, 228 eruor, 227com a, 107 cubi, 281comissari, 91 cubitum ire, 279comissor, 90 cucurri, 272com m onstrasso, cudo, 27

271 cuius, 256com munis, 219 culleus, 89

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ÍN D IC E DE PALABRAS 381

-cu lo-, 238 culpa, 217 culus, 25 cum atile, 89 cupencus, 58 cupio, 268 cupressus, 65 cur, 217 curaseis, 277 curis, 47 custodio, 267 cutis, 28 cuturnium, 60 cyathissare, 91 cyathus, 89

da, 276dacruma, 48, 227 danista, 88 danunt, 264 dapino, 91 daps, 30 datod, 276 deabus, 243 debilis, 226 decem, 225 decet, 267 decim us, 261 decumanus, 45 deda. 50 dedant, 71 dedet, 222 dediticius, 241 dedron, 264 dedront, 70 defendo, 230 defit, 106 defrudo, 222 deico, 218 delirare, 79 dem psi, 232, 273 demus, 254 dens, 236, 280 detnuo, 273 deorsum, 224 depsticius, 241 deraubare, 179 deus, 245 devas, 70 devos, 218 dexter, 31, 254

. dextrabus, 104 diabathrarii, 89 Diane, 70

dic, 276 dicare, 218 dicis, 218 dicteria, 154 dictus, 280 dies, 251 dignus, 216 dimidius, 220 dingua, 48, 227 Diovos, 246 dirus, 47, 106 disco, 267 discus, 90 ditias, 224 dius, 281 divus, 245 dixe, 273 dixem, 273 dixerim, 277 dixi, 273 dixo, 271 dixti, 273 do, dare, 31 doceo, 267 documentum , 221 domare, 268 dominicum , 190 dom itus, 268, 280 domos, 77 domui, 273 domuis, 250 domum, 285 domus, 28, 225 donare, 52 donativum, 196 donec, 282 donicum, 281 donique, 281 donum, 217 dorsum, 25 dos, 53dossennus, 58 douco, 222 douiad, 69 drachumissare, 91 dracuma, 232 duas, 277 duc, 276 ducenti, 260 ducere, 26 duces, 195 ducissa, 180 ductus, 280 dueños, 71, 227

duim, 92, 277 duis, 92 dulce, 250 dum, 281 dumtaxat, 282 duo, 220, 260 duomvires, 244 duonoro, 225 duplex, 261 duplus, 261 dusmo, 104 dux, 53 duxi, 273

eampsam, 258 eapsa, 258 easte, 74 eclutrum, 106 edi, 272 edim, 277 edo, 227 eeis, 257 egerim , 277 Egesta, 50 ego, 216 egom et, 258 egregius, 79 eicere, 154, 175 eis, 257 eius, 256 -eia, 237 elem entum , 61 em i, 272 em o, 27em olum entum , 78 em pticius, 241 enicasso, 271 enos, 72 -en si-, 239 epulo, 106 equos, 224 eram, 270 -ere, 275 ergo, 223 ero, 263 ero, eris, 271 ervum, 33 es, 276 es, est, 267 escas, 242 Esculapio, 69 esed, 263 ess, 222, 263 essedum , 62

est, 216 eum , 257 eumpsum, 258 euntem, 280 euntis, 221 exagoga, 88 exanclare, 88 exemplar, 250 exemplum, 232 exenterare, 90 exilium, 221 eximius, 79 existim o, 222 expedire, 79 experior, 31 explenunt, 264 expudoratus, 156 exsequias, 285 extim us, 254 extrad, 281 extremus, 254 exui, 30 exulans, 221 e-yo, 239

faba, 27 fahula, 230 fac, 276 facere, 268 facies, 251 facillim us, 255 facilum ed, 281 facturum, 279 fala, 58 Falerii, 221 Falisci, 221 fam a, 30, 216, 229 fam es, 249 fam ilia, 221 fam ul, 107 fam ulus, 221 far, 27 farcire, 268 farragineus, 240 fasena, 47 fatus, 163 fav-issa, 58 favissae, 217 faxim , 277 faxis, 277 faxit, 277 faxo, 52, 271 feced, 263, 275 feci, 229, 'S72

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382 INTRODUCCIÓN AL LATIN

íec it, 217 fecundus, 229 fedus, 47 fefaced, 69 feido, 222 fel, 47 fpliv 7Qfem ina, 217, 229,

281Eeminabus, 243 femur, feminis,

253fenestra, 58 fenum , 47 fenus, 79 ferens, 35 ferio, 27 ferire, 268 fero, 224, 229, 269 ferre, 232, 278 ferrum, 44, 46 fers, fert, 267 ferunto, 276 ferus, 230 ficus, 65 fldes, 36 fido, 218, 229 fifiked, 69 figier, 92 figo, 228 figulus, 229 fili, 245 filiabus, 243 filie, 245 filiolus, 221 fingo, 229, 230 finio, 267, 268 fio, 268 fircus, 47 firmus, 69 fissus, 280 fitum est, 104 fivo, 228, 273 fixi, 273 flagrum, 232 flamen, 35, 106 flasca, 179 flere, 268 flexuntes, 57 flexus, 280 florem, 231 .flos, 27, 229 fluxus, 280 fodi, 272

foedus, 219 foied, 69 fore, 279 forem, 277 fores, 224 forfex, 47 forma, 61 form ica, 61 form ido, 61 formonsus, 225 form us, 230 fors, 224 Fortuna, 69 Fortune, 242 forum, 79 fossa, 45 fosse, 46 fossus, 280 fovea, 217 frater, 216, 229 fregi, 272 frigus, 30, 231 frugi, 78 fruniscor, 155 fu , 72 luam , 92 fuas, 92 fuat, 118, 277 fucus, 89 fugare, 30 fugere, 268 fugi, 272 fugio, 30fugo, fugare, 267 fui, 229 fulcrum, 232 fulgur, 248 fulgus, 248 fulsi, 233 fum us, 218, 229 fundatid, 71, 276,

278funditus, 282 fundo, 230 funebris, 231 fur, 217 furnus, 77, 217 futuros, 280 fuvei, 273 fuveit, 275

gaesum, 62 gallulascere, 154 ganda, 66

gandeia, 50 ganta, 179 gau, 108 gaulus, 89 gava, 66 gelu, 53, 217 genista, 58 genu, 251 genus, 216, 225, 227 germ anos, 140 germen, 232 gigno, 236, 267 glaber, 27, 229 glans, 29, 228 glaucuma, 88 glos, 29 glubo, 29 gnaivod, 244 gnoscier, 92 gnosco, 227, 267 (g) notus, 217 gnovi, 273 Graeci, 50 graecissare, 91 graecor, 90 grallae, 232 granum, 27 graphicus servus,

90gratia, 195 gratus, 228 gravis, 228 gregarius num e­

rus, 195 grossus, 25 gruma, 60 gubernare, 60 gutturnium, 60

haba, 69, 229 hactenus, 282 hae, 256 haec, 256 haedus, 27 harena, 25 harpa, 179 harpago, 91 haurio, 231 heis, 256 heisce, 256 Hercole, 69 hibernus, 230 hic, 256, 282 hice, 256

hiem s, 230 hileo, 69 hinsidias, 231 hircus, 69 hisce, 256 hister, 60 hister, h istrio, 58 histrio, 60 hocc, 256 hodiernus, 239, 241 hom o, 27, 230, 248 homonem, 104 honestus, 248 honor, 248 honos, 254 horda, 229 horeia, 50 hosa, 179 hospes, 223 hospitem , 220 hosticapas, 243 hostis, 27, 230 huius, 256 humerus, 231 humor, 231 humus, 230 hunc, 217

-ia, 237, 238 iacere, 268 iacio, 31 Iadatinus, 51 iam, 281 ianitrices, 29 ibus, 257 - ic io -, 239 - ic io -, 239 -ico -, 239 idem, 257, 282 -ido-, 240 idoneus, 181 ieci, 272 iecinoris, 253 iecoris, 253 iecur, 28, 223, 225,

228 ieis, 257 -ies, 238 ignis, 28 ilico, 220, 233 -ilis, 239 illaec, 257 ille, 256 illisce, 257

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ÍN D ICE DE PALABRAS 383

illuc, 257 illune, 257 im , 257 im pedire, 79 ln, 281 -ina, 237 inceideretis, 222 incestus, 221 incipio, 221 incisa, 136 includo, 222 in -clutus, 225 incohare, 79 Incola, 228 incoxare, 154 inculco, 221 indo, 110 induperare, 110 industrius, 221 ineptus,. 221 inerm is, 221 inferus, 47 infim us, 254 infit, 106, 118 infitias ire, 285 infra, 281 inguen, 28, 228 iniquos, 222 -ino-, 239, 240 inquilinus, 228 insons, 280 instigare, 79 insulsus, 221 inter, 74, 254 interdico, 254 interduim, 92 interea, 282 intereo, 254 interficio, 254 interim , 282 intim us, 254 intro, 281 intus, 282 invictus, 269 -io -, 237, 238 iouxm enta, 71 iouestod, 71 Iovis, 224, 252 ipse, 256, 258 ipsim us, 156 ipsud, 258 ipsus, 258 ire, 30 irritus, 220

is, 257 is, 267 issa, 258 isse, 258 -issim o-, 254 istarum, 243 iste, 257 istim odi, 257 istorum , 256 istud, 223 it, 218ita, 222, 281 item, 281 iter, 253 iteris, 253 -itia , 238 itineris, 253 itin is, 253 iubeo, 30, 230, 283 iudex, 36, 223 iugum, 218, 223 ium entum , 233 iunctus, 228 iungo, 267 iunxi, 273 ius, 36iuvenis, 218, 253 -ivus, 239

Kaisiosio, 69 κοινή, 187 “κ ύ κ λ ο ς”, 122

-ia, 237 lac, 247lacesso, 269, 271 lacio, 75, 228 lacrima, 48 lada, 66 laedere, 283 laena, 60 laetam en, 78 laetare, 78 laetus, 78 laevus, 31, 218 lagona, 89 lama, 51 lancea, 50, 62 laniena, 58 lanista, 58 lanterna, 60 lapis, 223 laqueus, 228 lasibus, 231

latex, 55 latrina, 224 lavare, 217 lectus, 232 legi, 272 lego, 29, 225 leiber, 220 leibereis, 244 lem bus, 88 Lemonia, 57 lepista, 58 lepus, 53 letum , 106 lev-enna, 58 levir, 48 levis, 230 lex, 36libare, 30, 106 liber, 229 libet, 218 Libitina, 58 libra, 53 libum, 106 licetod, 276 lien , 248 lilium , 65 lingo, 230 lingua, 48 linquo, 225, 228,

267 liqui, 272 liquit, 219 lira, 27 -lis , 240 Liternum, 54 lituus, 106 -lo -, 237 Locina, 70 locuples, 78 loferta, 69 logi, 90 logista, 88 loifirtato, 220 lom entum , 77 longus, 217 loquor, 25 lorica, 50 losna, 70 lotium , 77 lotus, 47, 77 loucarid, 249 Loucilios, 219 loucom , 220 Louzera, 52

lubet, 218 lubs, 70 Luceres, 57 lue(m ), 72 luna, 233 lunaris, 232 lupatria, 156 lupus, 47 luxuria, 78 luxuries, 251 luxus, 78 lychnus, 107

m acellum, 89 machaera, 88 macies, 251 macina, 60, 220 mactare, 106 m acte, 75, 285 macula, 75 m agis, 281 magister, 254 m agistere(s), 70 magistres, 244 magnalia, 190 magnus, 254 maiorem, 231 maius, 224 malacissare, 91 m alo, 269 malva, 33 manducare, 154 manduco, 154 manica, 221 m anipulus, 79 mannus, 50, 62 mansi, 273 mansus, 280 m antissa, 58 mare, 27, 222, 250 m arsuppium, 89 m assa, 90 mater, 216, 225 matertera, 254 m atrona, 243 matronas, 70 matuta, 242 mavelim, 269 mavolo, 269 med, 259 meddix, 107 mediator, 190 medius, 223, 229 mei, 259

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384 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

M elerpanta, 61 membra, 136 m em ento, 276 m em ini, 305 m em oratui, 279 memordi, 272 -mein, 238 m ensis, 225 m enta, 65 -m en tó -, 238 m ereo, 30 mergo, 231 meridie, 232 m erito, 281 merula, 27 m essis, 233 m etere, 25 m etuo, 267 meus, 259 mi, 259 m ihi, 259 m iles, 57 m ilitaris, 232 m ille, 260 mina, 232 m inister, 254 m inistris, 244 m inuere, 254 minus, 254, 281 M irqurios, 69 mis, 259 m isti, 273 m itis, 25 m odernus, 241 modo, 223 m oechisso, 90 m oechus, 90 m oenia, 219 m oiros, 219 m ollis, 225 m olo, 27 m olocinarii, 89 m omordi, 232, 272 m onebam , 270 m oneo, 2'23, 267,

268-m onia, 238 m onim entus, 163 m ons, 249 m ons Caelius, 57 mons Palatinus, 57 m ons Velius, 57 mori, 268 m ors, 224, 249

morus, 90 movi, 272 m ugil, 249 m ulier, 248 m ulta, 217 m ultum, 281 mundus, 190 murobatharii, 89 m urus, 219 m us, 218 m utuum, 53

nam, 281 narita, 89 natrix, 27 nauclerus, 88 naufragus, 219 nautea, 88 nauta, 88 navis, 252 -ndo-, 240 nebrundines, 70,

230 nebula, 229 nec, 228nec non et..., 176 necubi, 281 nefrendes, 70 nefrones, 230 nefrundines, 28,

47, 230 nem o, 231, 232 nem us, 30, 106 nequam, 254 neque, 228 nequinont, 104, 264 ne vis, 269 ne volt, 269 nidus, 27, 231 nim ium , 281 ninguit, 230 nivem , 230 nix, 230-n o -, 237, 238, 239,

240 noctu, 282 nocturnus, 2 3 9,

240, 241 nolo, 269 nomen, 225, 248 nom inus, 246 nonaginta, 260 nongenti, 260 nonus, 261

nos, 259 nostri, 259 nostrum , 259 noutrix, 220 novem , 216, 224,

225, 260 novicioli, 195 novicius, 241 novitas, 220 novos, 216, 224 novus, 225 nox, 281 -n t- , 240 nudus, 228 nuges, 243 N um asioi, 69 numm us, 53 nunc, 281 nurus, 29 nutrix, 232

-o, 237 ob, obs, 281 oboedio, 222 obscenus, 106 obsideo, 220 occidi, 272 occido, 220 occupo, 221 occurrere, 194 ocior, 217 octavus, 217, 261 octingenti, 260 octo, 217, 220. 260 octoginta, 260 odi, 272, 305 odium, 272 odor, 48, 227 Odruntum, 49 officina, 214 oino, 219, 225 ole-agineus, 240 o l e o , 48, 2 27 o l i m , 256, 281 oliva, 59, 217, 222 O lla , 47, 77, 219 ollaber, 74 ollaner, 74 olle, 256 ollula, 77 ollus, olla, 257 onustus, 221 operire, 268 opid, 246

opilio, 77 opio, 75 opitulare, 106 optim us, 254 -o r-, 238 orare, 194 orbus, 229 ordo, 248 oricula, 154 oriundus, 280 os, 28 -o so -, 239 -osus, 108 ovare, 217 ovis, 217, 223, 224 ovum, 29

pacari, 278 paedagogus, 88 paelex, 61 paenula, 221 paganus, 195 pala, 63 palaestra, 90 palam, 281 pancratice, 90 panis, 225 parasitus, 90 parentare, 106 parentatid, 71, 276,

278parere, 268 paricidas, 243 paries, parietis,

247 parma, 62 paro, 50 pars, 249 particulo, 154 partim , 249, 281 parum, 224, 281 parumper, 282 parvolus, 221 passus, 233 pastillus, 225 patagiarii, 89 pater, 226, 248 paterfam ilias, 242 patina, 53, 55, 89 paucus, 31, 219 pauper, 78 pausarius, 88 pax, 74, 195 peccare, 79

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ÍN D ICE DE PALABRAS 385

peoous, 79 pectus, 25 pecunia, 78 pegi, 272 peius, 224 pelegrinus, 232 pelliculam , 154 p ellis, 28 pello, 267 penes, 282 penis, 28 penitus, 282 peperci, 221 peposci, 272 percolopare, 91 percontor, 88 perculsus, 221 pergraecor, 90 periculum, 31 perierunt, 274 perii, 305 peritus, 31 persona, 60 pessim os, 254 pessulus, 88 petesso, 269 petorritum , 62 phalerae, 60 phyrgio, 89 pictai, 242 pignosa, 231 pinxi, 273 pipafo, 69 piscis, 27 platea, 89 plaudo, 219 ple, 276 plenus, 217 pleores, 255 pleoris, 72 plere, 268 plevi, 273 plisim a, 255 ploirume, 244, 255 plostellum , 77 plostrarius, 77 plostrum , 219 plous, 255 plumbum, 65 Dlurimus, 255 plus, 255, 281 poculum, 232 poena, 73, 219 Poani, 219

Poloces, 69 polubrum, 106 pomerium, 222 Pompilius, 48 pondus, 236 pons, 249 pontifex, 45 popa, 47 popina, 47 poplicod, 244 poploe, 244 poposci, 272 Porco-bera, 63 porcus, 27 porrum, 33 posco, 225, 233, 267 possum, 269 potis, 217, 226 pozzi, 46praelum bare, 154 Praeneste, 51 praevaricari, 79 praidad, 242 prelum, 231 pretod, 69 primo, 281 prim ocenia, 69 primum, 281 primus, 231, 254,

261priusquam, 333 privlcloes, 245 pro, 281 probus, 78 progredim ino, 276 prohibessis, 277 proiecitad, 71, 276,

278promulgare, 80 propagare, 80 prophetissa, 180 prora, 88 prosapia, 141 pruina, 233 pubescere, 154 pugil, 249 pugillus, 225 pugnatur, 264 pugnus, 28 pulcherrim us, 255 pullamen, 157 pullus, 29 pulvis, 25 punctum , 181

Punicus, 219 punio, 219 Pupinia, 57 puppim, 249 pupugi, 232 purpurissare, 91 putare, 80

-qo-, 240 quadra-, 260 quadrans, 55 quadringenti, 260 quaeso, 231 quaesso, 269, 271 quam (tamquam,

q u a s i , prius­quam, a n t e ­quam ), 332 ss.

quamde, 104 quamquam, quam­

vis, 334 quare, 282 quartus, 261 quas, 258 quasi, 332 quassus, 233 quater, 261 quatere, 268 quattuor, 224, 228,

260 ques, 258 qui, quo, 281 qui (instrum en­

ta!), 310 quia, 155, 250, 258 quianam, 330 quibus, 258 quidam, 231 quidem, 281 quies, 251 quin, 222, 334 quincunx, 55 quingenti, 260 quinquaginta, 260 quinque, 216, 226,

260quinquertio, 109 quintus, 228, 261 quippe, 232, 281,

329"quippe qui, 329 quirquir, 75 quis, 227,7 258 quod, 227

quod, quia, 329 ss. quoi, 71 quoiei, 256 quoius, 224, 256 quom, 258, 281 quominus, 334 quor, 217, 281 quorta, 261 quorum, 256 quotiens, 261

rabula, 58 Ramnes, 57 rasi, 273 rastrum, 233 recei, 71 rectus, 232 reda, 62 redieit, 275 redinunt, 264 regebam, 270 regim entum , 221 regina, 244 regus, 246 relictus, 228 remex, 222 Remus, 57 renes, 70 repsi, 273 res, 36, 220, 251 restim , 249 retro, 281 rettuli, 272 rex, 35 rexi, 273 rhetorissare, 154 rivalis, 79 robigo, 47, 77 roborascere, 154 robur, 248 robus, 47, 77, 248 robustus, 248 roga, 223 Roma, 56 Romai, 242 rosa, 66, 231 ruber, 218, 224, 230 m e ta ) , 72 rufus, 47, 77, 230 rumpia, 107 rumpo, 267 ruri, 246 rus, 285 Rutuli, 54'

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386 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Sabellus, 225 Sabini, 48 sacer, 245 sacramentum, 195 sacros, 71 saeculum , 25, 194 Saeturnus, 60 sagire, 268 sagm en, 106 sagus, sagum, 62 Salapia, 49 Salapitani, 49 salio, 31 salire, 268 saliunca, 63 salix, 47, 223 salutei, 246 salvator, 195 sam, 257 sanctus, 228 sapiens, 194 saplutus, 156 sarcire, 268 sarpo, 29 sas, 257 satelles, 57 satura, 58 satus, 267, 280 scabi, 272 scabo, 27 scaena, 90 scaevus, 31, 218 scelus, 217 scena, 60 schoenus, 89 scientes esetis, 92 scilicet, 282 scindo, 267 scio, 268 scomber, 89 scripsi, 273 scrofa, 47 scutula, 221 scyphus, 89 se, 227 seco, 27secundus, 221, 228,

261, 280, 281 sed, 92, 259 sedeo, 227 sedere, 48 sedi, 272 sedulo, 221 seges, 25

Segesta, 50, 51 sella, 232 semel, 259, 261 semper, 259, 282 senati, 250 senatuei, 250 senatuis, 250 senatuos, 250 senex, 254 sententiad, 242 sepelire, 268 septem , 225, 226,

260septim us, 261 septingenti, 260 septuaginta, 260 sequere, 222, 264,

276sequor, 228 sera, 181 sermo, 199, 248 sero, 27, 218, 267 sescenti, 260 sessus, 280 sevi, 273 seviri, 233 sex, 260 sexaginta, 260 si, 327 sibi, 259 sibyna, 107 sic, 257 Sicilinum , 53 Siculi, 53 sido, 267 sied, 263 siem, 277 sierint, 274 sies, 277 siet, 277 sigillum . 225 sim ilis, 221 sim iliter, 282 sim plex, 259, 261 simulare, 221 -sim us, 254 sin, 222 singuli, 259 singulus, 261 sinister, 254 sino, 267 sins, 72 sis, 224 sitim , 249

socer, 21G sociennus. 58 socius, 228 soiem nis, 106 solium , 48, 227 solvo, 217 som , 257somnus, 216, 224,

232sompnus, 232 sonare, 268 sonitus, 268 sons, 280 soror, 216, 224 sos, 257 soveis, 243 sovos, 259 sparus, 62 sparsus, 280 spatiarus, 71, 264 specio, 267 speculum , 232 speres, 251 spes, 251 spinter, 89 spondeo, 30 spopondi, 272 sporta, 60 spum ifer, 109 spurcus, 58 spurius, 58 squamiger, 109 Stabiae, 54 stabulum , 230 stare, 268 statim , 249, 281 statio, 199 statod, 276 statos, 280 status, 235 stega, 88 sterno, 267 stim ulare, 79 stipulari, 79 stircus, 69 -str i-, 239 strophiarii, 89 suavis, 224 subigere, 79 sublabrare, 154 subtus, 282 subula, 58 Subura, 57 sudor, 219

sueque, 245 sugo, 27 sulcus, 27, 217 sum, 263, 269 summus, 232, 254 sum psi, 232, 273 sum ptos, 232 suntod, 276 supremus, 254 SUS, 27, 218, 252 suus, 259 suus sibi. 294 sycophanta, 90 syllaba, 88 sym bolum, 88 syngraphus, 88

tacere, 26, 268 tacitus, 280 talentum , 60, 22; talus, 25 tam, 281 tamquam , 332 tandem , 281 tanger, 278. 279 tapanta. 156 - ta t-, 238 taxo, 179 teba, 54 ted, 259 tego, 227 tellus, 106 temere, 282 tempere, 282 temperi, 246 templum , 30 tentus, 225 ter, 261term en, terminus,

29terni, 261 terra, 25, 28 tertius, 261 tesca, 106 tescum , 74 testis, 224, 233 tetu li, 272 texi, 273 thensaurus, 225 thylacistae, 89 - t i- , 238 tibi, 259 -tico-, 239 - tili- , 239

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ÍN D ICE DE PALABRAS 387

tim idus, 280 -tura, 238 uter, 254-tim o-, 239 -turo-, 240 utinam , 281, 310tinguo, 216 tursus, 158-ti-o n -, 238 Tusculum, 51 vaccinium , 33, 65tirocinium , 195 tussim , 249 vacerra, 67tis, 259 -tu t-, 237 vafer, 47T ities, 57 tutudi, 272 vagire, 268-tivo -, 239 tutulatus, 106 Valesius, 77-to - , 237, 240 tuus, 259 vallum, 45tocullio, 155 vallus, 29toga, 236 uargus, 179 vas, 27tollo , 232, 267 uber, 230 vastus, 25tongitio , 70 ubi, 281 vates, 25, 106topper, 232, 257, -u lento-, 239 vecos, 218

281, 282 Ulixes, 50 veho, 230-to r-, 237, 238 ullaber, 72 veles, 57-torio-, 238 ulmus, 27 velim , 277torm entum , 228, -u lo-, 240 vella, 218

233 ultim us, 254 velle, 232, 278torreo, 232, 267 ultra, 256 Veneres, 246tostus, 233 ultus, 233 Venerus, 246totiens, 261 umbo, 217 veni, 272trabs, 27, 226 umeo, 106 venio, 224, 228, 267trapessita, 88 uncia, 53 venire, 268trecenti, 260 uncus, 217 venum ducere, 285trem onti, 222, 264 unda, 28 ver-, 92tres, 223, 260 undecim, 214 verbum, 27. 199,tri-, 261 unguen, 228 229tribulum , 79 unguis, 217 veredus, 62tribunal, 250 unus, 219, 259 versus, 281-tr ie-, 238 -UO-, 240 versutus, 108triginta, 247, 250 urceus, 60 vert-, 92triplus, 261 urna, 60 veru, 228trium pus, 60 uro, 219 verus, 27-tro-, 238 ursus, 29, 217 vester, 259trossuli, 57 urus, 179 vestio, 268trutina, 60 uspiam, 281 vestri, 259trux, 25 usquam, 281 vestrum , 259-tu -, 238 usque, 281 vetuo, 156-tud in -, 238 ustus, 280 vexi, 273tui, 259 uta, 281 vias, 242tuli, 272 utarus, 264 vicesimus, 261tum , 257, 281 litei, 281 vicus, 29, 219, 224

viden, 222 video, 218 videram, 275 videre, 268 viderim, 277 Vidi, 219, 224, 272 vidissem, 277 vidisti, 274 vigil, 249 viginti, 260 vincio, 267 vinco, 27 vinxi, 273 viola, 65, 221 vires, 252 virtutei, 246 virtutes, 190 virus, 29, 218 vis, 218, 252, 267,

269 viso, 269 visus, 231, 233 vivus, 218, 228 vixi, 273 volo, 217, 269 volt, 267 Voltinia, 57 vor-, 92 vorsus, 217 vort-, 92 vortex, 217 vortier, 279 vos, 259 voster, 217, 259 voto, 217 voveo, 30, 230 vox, 228 vult, 267

zextoi, 69 zonarii, 89

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ÍNDICE

Nota a la 2.* ed ic ión ................................................................................. 5Presentación................................................................................................. 7Prefacio.......................................................................................................... 9

P r im e r a p a r t e

Esbozo de una historia de la lengua latina

Capítulo I. El latín y las demás lenguas indoeuropeas . . 13Capítulo II. Los protolatinos en I t a l i a ........................................ 43Capítulo III. Los dialectos latinos y los primeros textos . . 68Capítulo IV. El latín coloquial; Plauto y Terencio . . . 82Capítulo V. El desarrollo de la lengua literaria . . . . 102Capítulo VI. El latín v u l g a r .........................................................152Capítulo VII. Lenguas especiales. El latín cristiano . . . 184

S e g u n d a p a r t e

Gramática histórico-comparada

Capítulo VIII. Fonética........................................................................ 211Capítulo IX. Morfología........................................................................234Capítulo X. S i n t a x i s .........................................................................283

Notas de los traductores.........................................................................337

Bibliografía..................................................................................................353

A p é n d ic e : Textos latinos arcaicos.........................................................359

Indice de m a te r ia s ................................................ ........ 371

Indice de p a la b r a s .................................................................................379

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Im preso en el m es de m arzo d e 1988

en Talleres G ráficos HUROPE, S. A.

R ecaredo, 2

08005 B arcelona

Armauirumque
Armauirumque