INTRODUCCIÓN GENERAL AL PRIMER LIBRO DE SAMUEL

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IBRA – OCTUBRE DE 2020 Pr. Javier Martínez INTRODUCCIÓN GENERAL AL PRIMER LIBRO DE SAMUEL 1. Nombre del libro Los libros de Samuel deben ser considerados como uno solo. De la misma forma que el Pentateuco fue dividido en cinco partes, Samuel fue dividido en dos tomos por causa de su extensión. Es más, si consideramos tradiciones tan antiguas como la de la LXX, muy probablemente Samuel y Reyes conformaban una única obra. En la tradición hebrea recogida en el Texto Masorético (por ejemplo, el famoso Códice Leningrado) el resumen que acompaña cada libro de la Tanaj aparece al final de 2 Samuel y no se hace división alguna entre los dos tomos (como los tenemos divididos ahora, siguiendo la LXX), la lectura allí es continua. El nombre del libro en hebreo es לֵ א מ ש, como el del protagonista de la primera parte (cf. 1S 1.20), que incorpora las palabras “nombre” (heb. םֵ ש) y “Dios” (heb. לֵ א), entonces probablemente “Nombre de Dios”. De acuerdo con la propia historia del libro (cf. 1S 3.9-10) su nombre podría significar “el que oye a Dios” de la raíz hebrea שמע, “oír” y la partícula teofórica לֵ א, “Dios”. En las ediciones modernas de la Biblia Hebrea, este libro aparece dividido en dos (como en nuestras Biblias en español): ל אֵ א מ ש, lit. Samuel A, y ל בֵ א מ ש, lit. Samuel B; correspondiendo exactamente con nuestros 1 Samuel y 2 Samuel. El nombre hebreo del libro evidentemente señala hacia la importancia histórica de Samuel en la transición de la anfictionía donde Israel era gobernado por jueces locales, hacia la monarquía donde Israel pasó a ser una nación unificada bajo el gobierno de un solo rey. Samuel fue el último de los jueces (cf. Hch 13.20) y quien ungió a los dos primeros reyes de Israel: Saúl (1S 10.1) y David (1S 16.13). Además, en la tradición hebrea Samuel es considerado como el primero hombre en ejercer el oficio profético 1 y quien formó las famosas “escuelas de los profetas” (cf. 1S 10.5, 10; 19.20; Hch 3.24). Así que Samuel es quien inaugura oficialmente la “época de los profetas” en Israel. También hay que considerar, como dijimos en la introducción a Josué, que muy probablemente Samuel escribió los primeros libros de los “profetas anteriores” (Josué y Jueces), con el propósito de proveer una visión profética, esto es, divina, de la historia de Israel, tradición que siguen los libros de Samuel y Reyes. Recordemos que estos cuatro libros (Josué, Jueces, Samuel y Reyes) conforman la sección de la Biblia Hebrea llamada נביאים רשונים(Nebiím Rishoním), “Los Profetas Anteriores”, en contraste con los נביאים אחרונים(Nebiím Ajaroním), “Profetas Posteriores”, que son los profetas clásicos o literarios, llamados así porque dejaron sus propias profecías escritas. En cuanto a la tradición recogida por la Septuaginta (seguida por mayoría de las versiones modernas de la Biblia), debemos saber que allí el libro fue dividido en dos tomos y unido al libro de Reyes que también aparece en dos tomos. A estos cuatro libros resultantes se les llama respectivamente: Βασιλειων Α, Βασιλειων Β, Βασιλειων Γ, Βασιλειων Δ; o sea: Acerca de los Reyes A, Acerca de los Reyes B, Acerca de los Reyes C, Acerca de los Reyes D. De esta forma la LXX nos presenta una historia unificada de los reyes de Israel que abarca desde sus mismos inicios con Saúl y David hasta su casi extinción en la época de 1 Como un oficio reconocido, es decir, “oficialmente”. Antes de Samuel, tanto Abraham (Gn 20.7) como Moisés (Dt 18.15) fueron considerados profetas.

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INTRODUCCIÓN GENERAL AL PRIMER LIBRO DE SAMUEL

1. Nombre del libro Los libros de Samuel deben ser considerados como uno solo. De la misma forma que el Pentateuco fue dividido en cinco partes, Samuel fue dividido en dos tomos por causa de su extensión. Es más, si consideramos tradiciones tan antiguas como la de la LXX, muy probablemente Samuel y Reyes conformaban una única obra. En la tradición hebrea recogida en el Texto Masorético (por ejemplo, el famoso Códice Leningrado) el resumen que acompaña cada libro de la Tanaj aparece al final de 2 Samuel y no se hace división alguna entre los dos tomos (como los tenemos divididos ahora, siguiendo la LXX), la lectura allí es continua. El nombre del libro en hebreo es מואל como el del protagonista de la primera parte (cf. 1S 1.20), que ,שincorpora las palabras “nombre” (heb. שם) y “Dios” (heb. אל), entonces probablemente “Nombre de Dios”. De acuerdo con la propia historia del libro (cf. 1S 3.9-10) su nombre podría significar “el que oye a Dios” de la raíz hebrea שמע, “oír” y la partícula teofórica אל, “Dios”. En las ediciones modernas de la Biblia Hebrea, este libro aparece dividido en dos (como en nuestras Biblias en español): מואל א מואל ב lit. Samuel A, y ,ש lit. Samuel B; correspondiendo exactamente con ,שnuestros 1 Samuel y 2 Samuel. El nombre hebreo del libro evidentemente señala hacia la importancia histórica de Samuel en la transición de la anfictionía donde Israel era gobernado por jueces locales, hacia la monarquía donde Israel pasó a ser una nación unificada bajo el gobierno de un solo rey. Samuel fue el último de los jueces (cf. Hch 13.20) y quien ungió a los dos primeros reyes de Israel: Saúl (1S 10.1) y David (1S 16.13). Además, en la tradición hebrea Samuel es considerado como el primero hombre en ejercer el oficio profético1 y quien formó las famosas “escuelas de los profetas” (cf. 1S 10.5, 10; 19.20; Hch 3.24). Así que Samuel es quien inaugura oficialmente la “época de los profetas” en Israel. También hay que considerar, como dijimos en la introducción a Josué, que muy probablemente Samuel escribió los primeros libros de los “profetas anteriores” (Josué y Jueces), con el propósito de proveer una visión profética, esto es, divina, de la historia de Israel, tradición que siguen los libros de Samuel y Reyes. Recordemos que estos cuatro libros (Josué, Jueces, Samuel y Reyes) conforman la sección de la Biblia Hebrea llamada נביאים רשונים (Nebiím Rishoním), “Los Profetas Anteriores”, en contraste con los נביאים Profetas Posteriores”, que son los profetas clásicos o literarios, llamados“ ,(Nebiím Ajaroním) אחרונים así porque dejaron sus propias profecías escritas. En cuanto a la tradición recogida por la Septuaginta (seguida por mayoría de las versiones modernas de la Biblia), debemos saber que allí el libro fue dividido en dos tomos y unido al libro de Reyes que también aparece en dos tomos. A estos cuatro libros resultantes se les llama respectivamente: Βασιλειων Α, Βασιλειων Β, Βασιλειων Γ, Βασιλειων Δ; o sea: Acerca de los Reyes A, Acerca de los Reyes B, Acerca de los Reyes C, Acerca de los Reyes D. De esta forma la LXX nos presenta una historia unificada de los reyes de Israel que abarca desde sus mismos inicios con Saúl y David hasta su casi extinción en la época de

1 Como un oficio reconocido, es decir, “oficialmente”. Antes de Samuel, tanto Abraham (Gn 20.7) como Moisés (Dt 18.15)

fueron considerados profetas.

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los grandes cautiverios bajo Joaquín y Sedequías. El nombre de estos libros y su unificación quedan totalmente justificados y ayudan mucho a una mejor percepción de la relación entre estos y de la historia de Israel bajo la perspectiva profética.

2. Quién lo escribió Considerando lo dicho anteriormente, para responder esta pregunta debemos pensar en la unidad literaria de los libros de Samuel y Reyes, que muy probablemente sean la obra de un solo autor. Esto se deja ver no solo por la distribución de los libros tanto en la Biblia Hebrea como en la LXX, sino también porque una lectura corrida de toda la obra muestra un mismo estilo. En cuanto a lo primero, es claro que estamos frente a una historia continua. El lector fácilmente pasa de un libro al otro sin percibir si quiera una ruptura en el hilo de pensamiento. De hecho, a veces más bien puede quedar la impresión que la división ha sido arbitraria como sucede, por ejemplo, entre 2 Samuel y 1 Reyes. Algunos estudiosos modernos, incluso, han llegado a sugerir una obra completa que va desde Josué hasta Reyes, o tal vez desde Deuteronomio, llamada la “Historia Deuteronomista”, por su fuerte énfasis en la teología del Deuteronomio que insiste en la importancia de que Israel cumpla la ley para su permanencia en la tierra prometida (cf. Dt 27-28). Esto no está muy lejos de la realidad, aunque no compartamos la idea de estos autores en cuanto a que tal obra fue el resultado del desarrollo religioso de Israel. En segundo lugar, la unidad literaria de Samuel-Reyes es visible por la unidad teológica que acabamos de mencionar, pero también por el estilo del autor. La unidad teológica implica la repetición de ideas e incluso frases que proveen la visión profética-divina de la historia de Israel a la luz del Pacto Mosaico como es expresado en el Deuteronomio. Israel disfrutará de las bendiciones divinas en una posesión permanente de la tierra prometida si guarda la ley. Esta obligación queda en cabeza del rey, quien es el primero que debe obedecer fielmente a Jehová, conforme de vaya al rey así será con el pueblo (1S 10.25; 12.14, 25). El fracaso de Elí y Samuel, llevan a la instauración de la monarquía con la siguiente demanda: “Ahora, pues, he aquí el rey que habéis elegido, el cual pedisteis; ya veis que Jehová ha puesto rey sobre vosotros. Si temiereis a Jehová y le sirviereis, y oyereis su voz, y no fuereis rebeldes a la palabra de Jehová, y si tanto vosotros como el rey que reina sobre vosotros servís a Jehová vuestro Dios, haréis bien. Mas si no oyereis la voz de Jehová, y si fuereis rebeldes a las palabras de Jehová, la mano de Jehová estará contra vosotros como estuvo contra vuestros padres” (1S 12.13-15) Algunas de las ideas y frases repetidas, que luego ahondaremos, son:

1) El rey como el ungido de Jehová 2) El lugar único de adoración que se centraliza en Jerusalén 3) El linaje davídico como el único a quien pertenece legítimamente el reino de Israel 4) La calificación ética que acompaña cada reinado: “hizo lo malo ante los ojos de Jehová”, “hizo

lo recto ante los ojos de Jehová” Todo esto nos lleva a pensar en un solo escritor o recopilador de la obra, más seguramente la segunda idea pues al interior de Samuel y Reyes aparece la mención de documentos que consultó el autor:

1) El libro de Jaser (2S 1.18) 2) El libro de los hechos de Salomón (1R 11.41)

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3) El libro de la historia de los reyes de Israel (1R 14.19) 4) El libro de las crónicas de los reyes de Judá (1R 15.7, 23; 8.23; 12.19; etc.) 5) El libro de las crónicas de los reyes de Israel (1R 15.31; 16.5, 14, 20, 27; etc.)

Quien escribe, entonces, conoce ampliamente la historia de Israel, pero también conoce profundamente la ley de Jehová. El autor lee la historia a la luz de la Ley. En otras palabras, no es un historiador imparcial que simplemente cuenta los hechos; más bien, es un redactor que, mientras cuenta los eventos, va proveyendo la opinión divina a la luz del pacto. Podemos presentar esta idea gráficamente así:

El autor, finalmente, conoce la historia de Israel hasta el momento en que Joaquín es puesto en libertad en Babilonia (2R 25.27-30), aproximadamente el año 560 a.C. Por tanto, debe ser alguien que vivió en la época del cautiverio babilónico. Un nombre que cumple todos estos requisitos, y que la tradición ha señalado como el posible autor, es Jeremías. Creemos que esta idea está muy cerca de la verdad. Así que, considerando la unidad literaria de Samuel-Reyes, asumimos un mismo autor para toda la obra. Los siguientes dos puntos también serán considerados bajo esta perspectiva, es decir, Samuel-Reyes como un solo libro. A partir del punto 5 comenzaremos a considerar cada parte (1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes) independientemente, comenzando en este documento con 1 Samuel y analizando los siguientes tres (2 Samuel, 1 y Reyes) en sus respectivas introducciones.

3. Cuando fue escrito Quedó claro en el punto anterior que el escritor conoce la historia de Israel hasta el momento del cautiverio (2R 17.23). El autor nada sabe del retorno de los cautivos a Jerusalén como sí lo sabe, por ejemplo, el autor de Crónicas (2Cr 36.22-23). También dijimos que el autor conoce que el rey babilónico Evil-merodac liberó al rey Joaquín de Judá (2R 25.27-30), quien permaneció en Babilonia; es decir, de nuevo notamos que aún no ha comenzado la repatriación de los judíos (que sucedería a partir del año 539 a.C., cuando Persia derrotaría a Babilonia y comenzaría a gobernar Ciro). Además, precisamente por esto último, es claro que la potencia mundial sigue siendo Babilonia. De manera que la obra Samuel-Reyes debió ser escrita durante el cautiverio, entre los años 586 a.C. y 540 a.C.

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4. Por qué fue escrito Dando una mirada panorámica a la historia completa que narran Samuel y Reyes, podemos desglosarla brevemente así:

1) El fin del periodo de los jueces (Elí y Samuel, 1 Samuel 1-8) 2) El comienzo de la monarquía de Israel (Saúl y David, 1 Samuel 9-31) 3) El reino unido (David y Salomón, 2 Samuel – 1 Reyes 11) 4) El reino dividido – Judá e Israel (de Roboam a Sedequías, 1 Reyes 12 – 2 Reyes 24) 5) El fin de reino de Israel (El cautiverio babilónico, 2 Reyes 25)

Es decir, el autor nos informa que ha llegado el final de la monarquía con un gran fracaso, incluso peor que el de la época de los jueces. La tierra que Israel llegara a poseer por medio de Josué, ahora no le pertenece (2R 25.8-12). El lugar de adoración que había construido Salomón, en este momento está en ruinas (2R 25.13-17). Pero, peor aún, la monarquía en que la nación había puesto su esperanza (1S 8), ahora los había sumido en el más grande de sus fracasos, el mismo rey davídico en persona terminó en una mazmorra en Babilonia (2R 25.6-7). ¿Cuál fue la razón de todo esto? El mismo narrador nos lo dice en el siguiente párrafo: “Jehová amonestó entonces a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y de todos los videntes, diciendo: Volveos de vuestros malos caminos, y guardad mis mandamientos y mis ordenanzas, conforme a todas las leyes que yo prescribí a vuestros padres, y que os he enviado por medio de mis siervos los profetas. Mas ellos no obedecieron, antes endurecieron su cerviz, como la cerviz de sus padres, los cuales no creyeron en Jehová su Dios. Y desecharon sus estatutos, y el pacto que él había hecho con sus padres, y los testimonios que él había prescrito a ellos; y siguieron la vanidad, y se hicieron vanos, y fueron en pos de las naciones que estaban alrededor de ellos, de las cuales Jehová les había mandado que no hiciesen a la manera de ellas. Dejaron todos los mandamientos de Jehová su Dios, y se hicieron imágenes fundidas de dos becerros, y también imágenes de Asera, y adoraron a todo el ejército de los cielos, y sirvieron a Baal; e hicieron pasar a sus hijos y a sus hijas por fuego; y se dieron a adivinaciones y agüeros, y se entregaron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová, provocándole a ira. Jehová, por tanto, se airó en gran manera contra Israel, y los quitó de delante de su rostro; y no quedó sino sólo la tribu de Judá. Mas ni aun Judá guardó los mandamientos de Jehová su Dios, sino que anduvieron en los estatutos de Israel, los cuales habían ellos hecho. Y desechó Jehová a toda la descendencia de Israel, y los afligió, y los entregó en manos de saqueadores, hasta echarlos de su presencia” (2R 17.13-20) Por tanto, el autor está haciendo un fuerte llamado a los cautivos para que se arrepientan de los pecados que los llevaron al cautiverio, con la esperanza que Dios escuche ese clamor (como en la época de los jueces) y los vuelva a llevar a su tierra (como en la época del Éxodo y Josué). La esperanza ya no puede estar puesta en un rey humano, sino en Jehová quien es el verdadero Rey de su nación (cf. 1S 8.7; 12.12). Esta es la época en que precisamente, a través de la boca de los profetas posteriores, crece la esperanza mesiánica, es decir, de un Rey Ungido descendiente de David que será justo y llevará al pueblo de Dios a someterse gustosamente a Jehová (cf. Is 11; Jer 23.6; Jer 33.16; etc.). La forma como termina el libro de Reyes también es una invitación a la esperanza en la restauración, pues el rey davídico cautivo, finalmente es sacado de la cárcel: “Aconteció a los treinta y siete años del cautiverio de Joaquín rey de Judá, en el mes duodécimo, a los veintisiete días del mes, que Evil-merodac rey de Babilonia, en el primer año de su reinado, libertó a

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Joaquín rey de Judá, sacándolo de la cárcel; y le habló con benevolencia, y puso su trono más alto que los tronos de los reyes que estaban con él en Babilonia. Y le cambió los vestidos de prisionero, y comió siempre delante de él todos los días de su vida. Y diariamente le fue dada su comida de parte del rey, de continuo, todos los días de su vida” (2R 25.27-30) En otras palabras, los cautivos deben verse en su rey ahora liberado. Así como Dios actuó a favor del perverso Joaquín moviendo el corazón del rey pagano Evil-merodac, también lo hará con su pueblo escogido. Los cautivos deben clamar por esa misericordia confesando sus pecados, como lo hiciera el propio Daniel: “En el año primero de Darío hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos, en el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años. Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra. Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro, como en el día de hoy lleva todo hombre de Judá, los moradores de Jerusalén, y todo Israel, los de cerca y los de lejos, en todas las tierras adonde los has echado a causa de su rebelión con que se rebelaron contra ti. Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos. De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado, y no obedecimos a la voz de Jehová nuestro Dios, para andar en sus leyes que él puso delante de nosotros por medio de sus siervos los profetas. Todo Israel traspasó tu ley apartándose para no obedecer tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés, siervo de Dios; porque contra él pecamos. Y él ha cumplido la palabra que habló contra nosotros y contra nuestros jefes que nos gobernaron, trayendo sobre nosotros tan grande mal; pues nunca fue hecho debajo del cielo nada semejante a lo que se ha hecho contra Jerusalén. Conforme está escrito en la ley de Moisés, todo este mal vino sobre nosotros; y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y entender tu verdad. Por tanto, Jehová veló sobre el mal y lo trajo sobre nosotros; porque justo es Jehová nuestro Dios en todas sus obras que ha hecho, porque no obedecimos a su voz. Ahora pues, Señor Dios nuestro, que sacaste tu pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa, y te hiciste renombre cual lo tienes hoy; hemos pecado, hemos hecho impíamente. Oh Señor, conforme a todos tus actos de justicia, apártese ahora tu ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén, tu santo monte; porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos en derredor nuestro. Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos; y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor. Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo” (Dn 9.1-19; cf. 2Cr 36.22-23; Esd 1.1-4)

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5. Tema general del libro y temas secundarios Ahora sí nos centraremos únicamente en el primer libro de Samuel, cuyo propósito dentro de toda la obra es mostrar el fracaso de Saúl y el ascenso de David, alrededor de quien la nación se unificará. El autor nos muestra esto a través de una escalera de “doble vía” como aquellas escaleras eléctricas que vemos en los centros comerciales donde unos van subiendo y otros, al lado, van bajando. Hay tres personajes principales en 1 de Samuel: Samuel, Saúl y David. En cuanto a Samuel, ya indicamos en el punto 1 su papel en el libro y en la historia de Israel: guiar la transición de la época de los jueces (anfictionía) a la época de la monarquía. Con respecto a Saúl y David, podemos ver que son historias que se entrecruzan desde casi el inicio. Saúl es presentado al comienzo como el rey elegido y David como el hijo menor de Isaí que sirve en la corte del rey, situación que va a ir cambiando poco a poco hasta llegar al último capítulo donde Saúl muere, quedando así despejado el camino para que finalmente David sea coronado rey (evento que sucede en 2 Samuel 5). En el interín, hay una constante interacción entre los dos personajes, mostrando a un Saúl que cada vez iba más en picada, llegando al punto donde Jehová ya no le respondía (1S 28.6), y a un David que iba en ascenso constante, ganando el favor del pueblo, incluso la familia de Saúl, y siendo respaldado por Jehová. Gráficamente podemos representar la historia de 1 Samuel así:

Saúl, entonces, es el rey desobediente (1S 13.10-14 y 15.22-26) que llevó al pueblo de Dios a ser derrotado contundentemente por sus enemigos (1S 31). En el último capítulo del libro leemos las siguientes palabras lapidarias: “Así murió Saúl en aquel día, juntamente con sus tres hijos, y su escudero, y todos sus varones. Y los de Israel que eran del otro lado del valle, y del otro lado del Jordán, viendo que Israel había huido y que Saúl y sus hijos habían sido muertos, dejaron las ciudades y huyeron; y los filisteos vinieron y habitaron en ellas” (1S 31.6-7)

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Por otro lado, la figura de David comienza a emerger como el gran líder que llevará a Israel al momento más glorioso de toda su historia. Vale la pena recordar las palabras que al respecto dice el propio Dios: “Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó” (1S 13.14; cf. Hch 13.22) “Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1S 16.7) Pero hasta aquí llega la historia de David en 1 Samuel, tendremos que leer 2 Samuel para ver la gloria que ya prevemos. El autor ocupa suficiente espacio para enfatizar la elección divina de David y su simiente para gobernar a Israel, en contraste con elección de Saúl que fue por pedido del pueblo (1S 8.5; cf. 16.1-3). Expresiones como las siguientes son comunes en el libro: “Entonces uno de los criados respondió diciendo: He aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén, que sabe tocar, y es valiente y vigoroso y hombre de guerra, prudente en sus palabras, y hermoso, y Jehová está con él” (1S 16.18) “Mas Saúl estaba temeroso de David, por cuanto Jehová estaba con él, y se había apartado de Saúl” (1S 18.12) “Mas todo Israel y Judá amaba a David, porque él salía y entraba delante de ellos” (1S 18.16) “Pero Saúl, viendo y considerando que Jehová estaba con David, y que su hija Mical lo amaba, tuvo más temor de David; y fue Saúl enemigo de David todos los días. Y salieron a campaña los príncipes de los filisteos; y cada vez que salían, David tenía más éxito que todos los siervos de Saúl, por lo cual se hizo de mucha estima su nombre” (1S 18.28-30) “Y si yo viviere, harás conmigo misericordia de Jehová, para que no muera, y no apartarás tu misericordia de mi casa para siempre. Cuando Jehová haya cortado uno por uno los enemigos de David de la tierra, no dejes que el nombre de Jonatán sea quitado de la casa de David. Así hizo Jonatán pacto con la casa de David, diciendo: Requiéralo Jehová de la mano de los enemigos de David. Y Jonatán hizo jurar a David otra vez, porque le amaba, pues le amaba como a sí mismo” (1S 20.14-17; cf. 23.16-18) “Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como cuatrocientos hombres” (1S 22.2) “Y ahora, como yo entiendo que tú has de reinar, y que el reino de Israel ha de ser en tu mano firme y estable, júrame, pues, ahora por Jehová, que no destruirás mi descendencia después de mí, ni borrarás mi nombre de la casa de mi padre. Entonces David juró a Saúl. Y se fue Saúl a su casa, y David y sus hombres subieron al lugar fuerte” (1S 24.20-22; cf. 26.25) “Y yo te ruego que perdones a tu sierva esta ofensa; pues Jehová de cierto hará casa estable a mi señor, por cuanto mi señor pelea las batallas de Jehová, y mal no se ha hallado en ti en tus días. Aunque alguien se haya levantado para perseguirte y atentar contra tu vida, con todo, la vida de mi señor será ligada en el haz de los que viven delante de Jehová tu Dios, y él arrojará la vida de tus enemigos como de en medio de la palma de una honda. Y acontecerá que cuando Jehová haga con mi señor conforme a todo el bien que ha hablado de ti, y te establezca por príncipe sobre Israel, entonces, señor mío, no tendrás motivo de pena ni remordimientos por haber derramado sangre sin causa, o por haberte vengado por ti mismo. Guárdese, pues, mi señor, y cuando Jehová haga bien a mi señor, acuérdate de tu sierva” (1S 25.28-31)

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“Jehová te ha hecho como dijo por medio de mí; pues Jehová ha quitado el reino de tu mano, y lo ha dado a tu compañero, David. Como tú no obedeciste a la voz de Jehová, ni cumpliste el ardor de su ira contra Amalec, por eso Jehová te ha hecho esto hoy. Y Jehová entregará a Israel también contigo en manos de los filisteos; y mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos; y Jehová entregará también al ejército de Israel en mano de los filisteos” (1S 28.17-19) Quizá el texto que resume el tema central del libro es 1 Samuel 15.28: “Jehová ha rasgado hoy de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo mejor que tú”. Aparejado a esto está la inclusión que encontramos al interior del libro comparando los primeros dos capítulos con el último. La historia de Ana juega un papel importante en el libro más allá de simplemente ser la progenitora de Samuel. Su cántico (1S 2.1-10) menciona los grandes temas que son desarrollados en el libro2: el ungido de Jehová y el ascenso de los débiles (Ana y David) a expensas del derrumbe de los poderosos (Penina y Saúl):

Mi corazón se regocija en Jehová, Mi poder se exalta en Jehová;

Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, Por cuanto me alegré en tu salvación.

No hay santo como Jehová; Porque no hay ninguno fuera de ti,

Y no hay refugio como el Dios nuestro. No multipliquéis palabras de grandeza y altanería;

Cesen las palabras arrogantes de vuestra boca; Porque el Dios de todo saber es Jehová,

Y a él toca el pesar las acciones. Los arcos de los fuertes fueron quebrados,

Y los débiles se ciñeron de poder. Los saciados se alquilaron por pan,

Y los hambrientos dejaron de tener hambre; Hasta la estéril ha dado a luz siete,

Y la que tenía muchos hijos languidece. Jehová mata, y él da vida;

El hace descender al Seol, y hace subir. Jehová empobrece, y él enriquece;

Abate, y enaltece. El levanta del polvo al pobre,

Y del muladar exalta al menesteroso, Para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor.

Porque de Jehová son las columnas de la tierra, Y él afirmó sobre ellas el mundo. El guarda los pies de sus santos,

Mas los impíos perecen en tinieblas; Porque nadie será fuerte por su propia fuerza.

2 Incluso es interesante notar los paralelos entre el cántico de Ana con el cántico final de David de 2 Samuel 22 como una

gran inclusión de los dos libros.

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Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios, Y sobre ellos tronará desde los cielos;

Jehová juzgará los confines de la tierra, Dará poder a su Rey,

Y exaltará el poderío de su Ungido. Algunos de los temas secundarios que encontramos en 1 Samuel son:

1) El rechazo del reinado divino por parte del pueblo al pedir un rey humano (1S 8.4-9, 19-21; 10.19; 12.12)

2) El conocimiento que Jehová tiene del corazón humano; los hombres engañan y son engañados, pero es imposible engañar a Dios (1S 10.24; 16.7)

3) La importancia de una obediencia perfecta y completa de las instrucciones divinas, ante todo por parte del rey (1S 13.13; 15.22-26; 28.18)

4) El rey como el ungido de Jehová, es decir, alguien que gobierna el pueblo de Dios en nombre y a favor de Dios (el sustantivo יח ungir” 7“ ,משח ungido” aparece 12 veces y el verbo“ ,משveces)

5) La necesidad de la paciencia ejercitada a través de la prueba para obtener la promesa divina, lo cual se ve en las huidas de David (caps. 19-28) y en la forma como Dios fue formando su carácter. En dos ocasiones David perdonó la vida de Saúl porque, en sus propias palabras: “es (Saúl) el ungido de Jehová” (1S 24.10) y “Juzgue Jehová entre tú y yo, y véngueme de ti Jehová; pero mi mano no será contra ti” (v. 12). Se necesitaron aproximadamente 15 años para formar a un rey “conforme al corazón de Dios”.

6) El ascenso de David y el descenso de Saúl ilustran claramente el principio bíblico de Santiago 4.6: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (cf. 1S 2.7; Pr 3.34; 1P 5.5).

6. Principales doctrinas que enseña el libro

Con base en el tema general y los temas secundarios, podemos enumerar las siguientes doctrinas enseñadas en 1 Samuel:

- El reino de Dios manifestado en el Israel antiguo a través de sus representantes. El pedido de rey por parte de Israel fue un rechazo al gobierno de Dios; sin embargo, era parte del plan divino según podemos ver en Deuteronomio 17.14-20. A través del rey que ellos mismos escogieron, Saúl, Dios les mostró su fracaso al no seguir las prescripciones del Deuteronomio; y, por medio del rey que Él escogió, David, Dios les prometió un Rey obediente que establecería eternamente el reino de Dios. Ese descendiente, por supuesto, es Jesús (cf. Lc 1.32-33). El único que tiene derecho a reinar sobre su pueblo es Dios mismo en la persona de su Hijo Eterno.

- La omnisciencia divina es resaltada a lo largo y ancho del libro mostrando las evidencias del dictamen de Dios con relación a Saúl y a David. Saúl fue desechado casi desde sus inicios por causa de su corazón desobediente. David fue escogido tempranamente porque, en palabras de Dios, era conforme a Su corazón. Dios dijo a Samuel que no mirara lo externo, sino que siguiera Su orientación pues solo Él conoce los corazones. Tanto la vida de Saúl como la de David, darían respaldo a esta afirmación.

- A la luz de lo anterior, podemos mencionar la doctrina del juicio imparcial de Dios, que Pablo explica en Romanos 2.11-16.

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- La demanda divina de obediencia a su pueblo es ilustrada a través del contraste entre la vida de Saúl y David, pero también por medio del contraste entre Elí y Samuel. Las célebres palabras de Samuel a Saúl son pertinentes: “Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey” (1S 15.22-23).

- Un liderazgo divinamente designado para el pueblo de Dios es el mensaje claro de la elección de David por encima de Saúl y sus subsecuentes finales (cf. 1Tim 3.1-7; Tit 1.5-9).

7. Importancia teológica y lugar que ocupa el libro en toda la revelación bíblica

El nuevo periodo de la historia de Israel que comienza en 1 de Samuel, la monarquía, es parte del plan redentor de Dios, como afirmamos en el punto anterior. En este sentido es importante ver que la monarquía en Israel difería grandemente de la forma en que estaba establecida en las naciones paganas. El problema con el pedido de los israelitas no estuvo en demandar un rey, sino en solicitarlo para ser “como las demás naciones” (1S 8.4-5). Dios corrige esta idea dándoles primero un rey conforme al corazón del pueblo que los llevó directo al fracaso, y luego levantando un rey alineado con el propósito divino. El rey en Israel era el representante de Dios, por tanto, no era un gobernante autónomo sino un vicerregente, gobernaba en nombre y a favor de Dios. En el plan divino, la monarquía en Israel bajo la dinastía davídica volvía en cierto sentido a la figura del Adán en Edén. Ahora Israel tiene sacerdotes, profetas y reyes; son una nación y están plantados en su heredad, la tierra prometida; pero, al igual que Adán, deben obedecer la ley de Dios, que para su caso es el pacto Moisaico, con el fin de permanecer bajo la bendición divina. La figura del rey emerge como el representante de Dios para el pueblo, y también como el cabeza del pueblo delante de Dios. La historia posterior, el reino unido y el reino dividido, se desarrollará bajo esta figura que podemos resumir en la expresión: Según el rey, así le va al pueblo. Si el rey obedecía a Jehová, entonces el pueblo vivía en victoria y paz; si el rey desobedecía a Jehová, el pueblo sufría bajo la opresión de sus enemigos y, eventualmente, perderían su heredad. Es, por tanto, el principio teológico de la representación federal. Así que el rey davídico representaba a Dios delante del pueblo, y a su vez obraba como representante del pueblo delante de Dios. El fracaso de la dinastía davídica, como tendremos ocasión de aprender en la historia del libro de Reyes, mostrará que estos reyes humanos eran solo sombras del verdadero y único Rey del pueblo de Dios. Incluso David mismo, que por ahora emerge como el rey conforme al corazón de Dios, dejará mucho que desear en la historia que leeremos en 2 Samuel. Él, junto con sus descendientes, son pecadores e imperfectos. A través de su figura el pueblo debería anhelar por el gobierno de Dios en persona (cf. Hch 13.35-37), anhelo que irá tomando la forma de la esperanza mesiánica de la que tanto hablaron los profetas posteriores. Recordemos: según el rey, así le va al pueblo. Isaías, con su acostumbrada visión aguda, escribiría: “Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y

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de temor de Jehová. Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura. Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar” (Is 1.1-9) El águila de Patmos captaría bien el mensaje del profeta y vería claramente su implicación teológica y cumplimiento cristológico: “Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos. Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos” (Ap 5.5-14; cf. 22.16) Jesús es el verdadero Rey del pueblo de Dios, uno que es descendiente de David (en cuanto a su humanidad, Ro 1.3) y Dios (Ro 1.4); pero, además, un Rey que fue totalmente obediente a la voluntad de Jehová (Jn 5.30), por eso él es “Jehová justicia nuestra” (Jer 23.6; 33.16). Solo por medio de Jesucristo somos aceptados por Dios, pues él obtuvo todos los méritos para nuestra salvación, recordemos: según el rey, así le va al pueblo.

8. Bosquejo general I. La historia de Samuel (1 Samuel 1.1-8.22)

A. Nacimiento y dedicación de Samuel (1.1-2.11) B. Dios rechaza a Elí y llama a Samuel (2.12-3.21) C. El arca y los filisteos (4.1-7.1) D. Fracaso de Samuel con sus hijos – Israel pide rey (7.2-8.22)

II. La historia de Saul (1 Samuel 9.1-31.13) A. Ascenso de Saúl a la monarquía (9.1-12.25) B. Descenso de Saúl y pérdida de la monarquía (13.1-15.35)

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C. Saúl mengua y David crece (16.1-19.17) D. Saúl persigue a David – huidas de David (19.18-28.2) E. Descenso definitivo y muerte de Saúl (28.3-31.13)

III. La historia de David (2 Samuel 1.1-24.25) A. David y la muerte de Saúl y Jonatán (1.1-27) B. Establecimiento del reino de David (2.1-5.5) C. Fortalecimiento y confirmación del reino de David (5.6-10.19) D. Los pecados de David y sus terribles consecuencias (11.1-20.26) E. Últimos eventos de la vida de David (21.1-24.25)

9. Bosquejo detallado

I. La historia de Samuel (1 Samuel 1.1-8.22)

A. Nacimiento y dedicación de Samuel (1.1-2.11) 1. La aflicción de Ana y la respuesta de Jehová (1.1-19) 2. Dedicación de Samuel (1.20-28) 3. La oración de Ana (2.1-11)

B. Dios rechaza a Elí y llama a Samuel (2.12-3.21) 1. El pecado de los hijos de Elí (2.12-26) 2. Profecía contra la casa de Elí (2.27-36) 3. Llamamiento de Samuel (3.1-21)

C. El arca y los filisteos (4.1-7.1) 1. Los filisteos capturan el arca – muerte de Elí y sus hijos (4.1-22) 2. El arca en tierra de los filisteos (5.1-12) 3. Los filisteos devuelven el arca a Israel (6.1-7.1)

D. Fracaso de Samuel con sus hijos – Israel pide rey (7.2-8.22) 1. Samuel juzga a Israel (7.2-17) 2. Israel pide rey (8.1-22)

II. La historia de Saul (1 Samuel 9.1-31.13) A. Ascenso de Saúl a la monarquía (9.1-12.25)

1. Samuel unge a Saúl como rey (9.1-10.16) 2. Saúl es proclamado rey (10.17-27) 3. Primera victoria militar de Saúl (11.1-13) 4. Samuel cede el gobierno a Saúl (11.14-12.25)

B. Descenso de Saúl y pérdida de la monarquía (13.1-15.35) 1. Saúl desobedece las instrucciones de Samuel (13.1-14) 2. Jonatán derrota a los filisteos en Micmas (13.15-14.23) 3. El pueblo libra a Jonatán de ser muerto por causa del juramento insensato de Saúl

(14.24-46) 4. Saúl se consolida en el reino (14.47-52) 5. Saúl desobedece el mandato de Jehová (15.1-9) 6. Jehová desecha a Saúl para ser rey sobre Israel (15.10-35)

C. Saúl mengua y David crece (16.1-19.17) 1. Samuel unge a David como rey sobre Israel (16.1-12) 2. El Espíritu de Jehová se aparta de Saúl – David toca para el rey (16.13-23) 3. David y Goliat (17.1-58)

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a) Goliat desafía a los ejércitos de Israel (17.1-11) b) David se ofrece para pelear contra Goliat (17.12-30) c) David derrota a Goliat (17.31-58)

4. Pacto entre Jonatán y David (18.1-5) 5. Saúl siente celos de David porque tenía el favor del pueblo (18.6-9) 6. Saúl trata de matar a David por primera vez (18.10-16) 7. David llega a ser yerno del rey Saúl (18.17-29) 8. Jonatán intercede ante Saúl para que no mate a David (18.30-19.7) 9. Saúl intenta matar a David por segunda vez y Mical ayuda a David (19.8-17)

D. Saúl persigue a David – huidas de David (19.18-28.2) 1. David va donde Samuel para escapar de Saúl (19.18-24) 2. Ratificación del pacto entre Jonatán y David (20.1-23) 3. Jonatán ayuda a David para que huya de Saúl (20.24-42) 4. David va al sacerdote Ahimelec, luego huye a Aquis, rey de Gat, y finalmente al

rey de Moab (213.1-22.5) 5. Saúl mata a Ahimelec y los sacerdotes de Nob (22.6-23) 6. David libera a Keila del asedio de los filisteos (23.1-5) 7. Saúl persigue a David (23.6-294) 8. David perdona la vida de Saúl por primera vez (24.15-22) 9. David perdona la vida de Nabal gracias a la intervención de Abigail (25.1-44) 10. David perdona la vida de Saúl por segunda vez (26.1-25) 11. David huye a tierra de los filisteos y Saúl deja de perseguirlo (27.1-28.2)

E. Descenso definitivo y muerte de Saúl (28.3-31.13) 1. Saúl consulta a la adivina de Endor, pues Jehová ya no le respondía (28.3-25) 2. Los príncipes filisteos impiden que David pelee con ellos contra Israel (29.1-11) 3. David derrota a los amalecitas (30.1-31) 4. Muerte de Saúl y Jonatán (31.1-13)

III. La historia de David (2 Samuel 1.1-24.25) A. David y la muerte de Saúl y Jonatán (1.1-27)

1. David recibe el informe de la muerte de Saúl y Jonatán (1.1-16) 2. David endecha a Saúl y Jonatán (1.17-27)

B. Establecimiento del reino de David (2.1-5.5) 1. David reina en Judá (2.1-11) 2. Guerra entre David y la casa de Saúl (2.12-3.1) 3. David se fortalece en el reinado (3.2-11) 4. Abner promete entregar el reino de Israel a David (3.12-21) 5. Joab mata a Abner (3.22-39) 6. David se entera de la muerte de Is-boset (4.1-12) 7. David es proclamado rey de Israel (5.1-5)

C. Fortalecimiento y confirmación del reino de David (5.6-10.19) 1. David toma la fortaleza de Sion y fortalece su reino (5.6-16)

3 La última parte de 20.42, “Y él se levantó y se fue; y Jonatán entró en la ciudad” (heb. יר א הע ן ב ך ויהונת es el verso (ויקם ויל

1 del capítulo 21 en la Biblia Hebrea, de manera que este capítulo tiene 16 versículos allí, mientras que en las versiones en

idiomas modernos tiene 15. 4 En la Biblia Hebrea este capítulo tiene 28 versículos; allí el verso 29 corresponde a 24.1. 5 24.2 en la Biblia Hebrea. Allí este capítulo tiene 23 versículos (ver nota anterior).

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2. David derrota a los filisteos (5.16-25) 3. David y el Arca del pacto (6.1-19)

a) David fracasa en su intento de llevar el Arca del pacto a Jerusalén (6.1-11) b) David finalmente lleva el Arca del pacto a Jerusalén (6.12-19)

4. Mical, hija de Saul, menosprecia a David (6.20-23) 5. Pacto de Jehová con David (7.1-29) 6. David derrota a todos sus enemigos y establece firmemente su reino (8.1-18) 7. David muestra misericordia a Mefi-boset, hijo de Jonatán (9.1-13) 8. David derrota a los amonitas y los sirios (10.1-19)

D. Los pecados de David y sus terribles consecuencias (11.1-20.26) 1. El caso de Betsabé (11.1-12.31)

a) David adultera con Betsabé y manda a matar a su esposo Urías (11.1-27) b) Jehová envía a Natán para amonestar a David (12.1-15a) c) Jehová hiere al hijo de Betsabé – Nacimiento de Salomón (12.15b-25) d) Israel derrota a los amonitas (12.26-31)

2. El caso de Amnón (13.1-14.33) a) Amnón, hijo de David, viola a su medio hermana Tamar (13.1-22) b) Absalón mata a Amnón por haber violado a su hermana Tamar y huye

donde Talmai, rey de Gesur (13.23-39) 3. El caso de Absalón (15.1-20.26)

a) Retorno de Absalón (14.1-33) (1) Joab obtiene el permiso de David para que Absalón vuelva a

Jerusalén (14.1-27) (2) Absalón vuelve a la casa de su padre David (14.28-33)

b) Sublevación y muerte de Absalón (15.1-18.18) (1) Absalón usurpa el trono de su padre David (15.1-37) (2) David huye de Absalón (16.1-14) (3) El plan de Absalón para derrotar definitivamente a su padre David

aconsejado por Ahitofel y Husai (16.15-17.14) (4) David recibe el informe acerca del plan de Absalón (17.15-23) (5) David prepara la batalla contra Absalón (17.24-18.5) (6) Derrota y muerte de Absalón (18.6-18)

c) David vuelve a ocupar el trono de Israel (18.19-20.26) (1) David recibe el informe de la derrota y muerte de su hijo Absalón

(18.19-336) (2) Joab reprende a David por su actitud frente a la victoria de su

ejército (19.1-77) (3) David retorna a Jerusalén (19.8-398) (4) Seba comanda la sublevación de Israel contra David (199.40-20.2) (5) Derrota de Seba y reunificación del reino bajo David (20.1-26)

E. Últimos eventos de la vida de David (21.1-24.25)

6 El capítulo 18 tiene 32 versículos en la Biblia Hebrea. El versículo 18.33 allí corresponde a 19.1. 7 Esta sección en la Biblia Hebrea corresponde a 19.2-8 (ver nota anterior). 8 Esta sección en la Biblia Hebrea corresponde a 19.9-40 (ver notas anteriores). 9 El capítulo 19 tiene 44 versículos en la Biblia Hebrea (en las versiones en idiomas modernos tiene 43) (ver notas

anteriores).

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1. David propicia que los gabaonitas cobren venganza de la casa de Saúl (21.1-14) 2. Últimas batallas de David (21.15-22) 3. Salmo de alabanza de David porque Jehová derrotó a todos sus enemigos (22.1-51) 4. Últimas palabras de David (23.1-7) 5. Hazañas de los principales soldados de David (23.8-39) 6. David peca censando al pueblo (24.1-25)