Inteligencia Ecológica

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Ecología y educación ambiental Paralelo 6 Ing. Esther Soriano ICQA Integrantes: STEPHANO LEÓN TOALA FERNANDO BAQUE PÉREZ Inteligencia Ecológica: Resumen

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E c o l o g í a y e d u c a c i ó n

a m b i e n t a l

P a r a l e l o 6

I n g . E s t h e r S o r i a n o

I C Q A

Integrantes:

STEPHANO LEÓN TOALA

FERNANDO BAQUE PÉREZ

Inteligencia Ecológica: Resumen

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Índice General

Introducción……………………………………3

Desarrollo………………………………………4

El precio oculto de lo que compramos……….4

Verde, no es más que un espejismo…………5

Lo que no sabemos…………………………….6

Mentiras vitales, simples verdades…………..6

Huella ecológica………………………………..7

Análisis del ciclo de vida………………………8

¿Qué es estamos comprando?......................9

Respuestas a ciertas preguntas……………...10

Conclusión……………………………………..12

Recomendaciones…………………………….13

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Introducción

El autor del libro es el Psicólogo Daniel Goleman, el libro trata sobre la

inteligencia ecológica como la capacidad de vivir tratando de dañar lo menos

posible a la naturaleza. Consiste en comprender qué consecuencias tienen

sobre el medio ambiente las decisiones que tomamos en nuestro día a día e

intentar, en la medida de lo posible, elegir las más beneficiosas para la salud

del planeta. La paradoja reside en que cuanto más coherentes somos con su

bienestar, más invertimos en el nuestro.

La inteligencia ecológica es de alta importancia. Aunque no lo parezca, ahora mismo está cambiando el mundo, junto con otras ideas que no tienen mucho que ver con ecología pero son válidas de todas formas. Debemos tener en cuenta que el reciclaje no es suficiente, así como tampoco lo es el comprar alimentos biológicos ni el cambiar las bombillas comunes por las de bajo consumo. Obviamente lo recién mencionado es necesario, pero no es suficiente, lo necesario es cambiar la forma de pensar, cambiar la mentalidad por una más verde y a favor de la ecología. No debemos negar que todos nuestros actos impactan en el ambiente porque si lo hacen, negar esto es algo propio de un ignorante, y suponemos que nadie quiere serlo, ¿verdad?

Recuerda, tú y el planeta son uno, lo que lo afecta a él te afecta a ti también.

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Se refiere a que la mayoría de productos que compramos ha sido fabricada a

través de procesos químicos. Con llevan a sus vez materiales no renovables

agotando esas fuentes y quedándonos con pocos recursos.

Como el titulo nos dice “el precio oculto de lo que compramos”, es muy cierto

que todos estos productos nos ayudan en el vivir diario, pero lo oculto o lo que

no se dieron y damos cuenta que al comprar algo estamos dañando el

ecosistema.

Hay la buena intención en la elaboración de esos productos pero tienen efectos

ocultos, que a esta altura deben estar más que conscientes. Deberían para la

fabricación y buscar otra manera de ayudar tanto al ser humano como al

planeta, pero sin embargo no lo hacen porque le significaría pérdidas.

Deberíamos todos informarnos bien ya que así estaríamos bien conscientes de

lo que adquirimos y así concientizar las empresas para que buscar la manera

de producir algo que no afecte.

A pesar de las limitaciones que nos impone nuestra lenta evolución como

especie, nuestra supervivencia nos enfrenta actualmente al reto de poder

identificar los peligros implícitos en el olor de la pintura fresca o estar alerta

frente al

plomo en los juguetes, los gases en el aire o los químicos tóxicos en nuestra

comida. Y aunque nuestros instintos no vienen programados para ello, quizás

podamos forjar una reacción emocional de defensa si comenzamos por una

comprensión intelectual de los perjuicios que conllevan las formas cotidianas de

producción y consumo.

A medida que el control de la información pase de los vendedores a los

compradores, las empresas harían bien en prepararse con anticipación para

este cambio monumental. La regla básica de los negocios en el siglo pasado, lo

barato es mejor, está empezando a ser complementada, y en ocasiones

sustituida, por un nuevo mantra del éxito: lo sustentable es mejor, lo más

saludable es mejor y lo más humano es mejor. Ahora podemos saber con

mayor precisión cómo poner en práctica dicho mantra.

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El autor y el contenido nos ilustran que ya porque se dice que es ecológico no

quiere decir que es verdad, a veces es igual a lo anterior o mucho peor. En

ciertas empresas se está implementando el reciclaje para así no consumir

tantos recursos. Ahorra más o menos la misma producción en peso de

materias primas, procesadas u transportadas.

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Pero hay que procesar y procesar el vidrio reutilizable, sin embargo a pesar del

reciclaje, todos los demás efectos permanecen, lo cual transforma nuestro

concepto de “verde” en un ámbito mucho más complejo de finas distinciones,

cada una de las cuales conlleva efectos relativamente mejores o peores en una

multitud de dimensiones.

Desde otro tipo de vista las bolsas eco-chic de Hindmarch sugiere una manera

como ciertos productos o hábitos atractivos pueden hacer que cambiemos

nuestra manera de hacer las cosas, y es indudable que tenemos que cambiar.

Esas bolsas de plástico en las que transportamos nuestras compras a casa son

un verdadero desastre ecológico.

Tan sólo en Estados Unidos se utilizan 88 mil millones de ellas cada año; sus

numerosos parientes flotan en la brisa y se hallan atrapadas en los arbustos,

bloqueando las alcantarillas y matando a los animales que las ingieren o

quedan atrapadas en ellas. Lo peor de todo es que tardan entre 500 y 1000

años en degradarse.

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La mayoría de la gente va de compras sin tener la ms remota idea de los

efectos de sus compras u hábitos. El principal obstáculo consiste en una

carencia de información vital, una brecha que nos deja a oscuras. El antiguo

refrán nos dice “Lo que no sabes no te afecta”, pero la verdad hoy en día es

precisamente al revés: lo que no sabemos acerca de lo que sucede entre

bambalinas, fuera de nuestra vista, nos afecta a nosotros, a los demás y al

planeta.

Así, en lugar de evitar la compra de los productos de una

compañía irresponsable, y decantarse por otra igual o peor, procuran limitar

sus compras a lo imprescindible; por eso, su estrategia más notoria es la

llamada recolección urbana o “dumpster diving”, que consiste en rebuscar entre

la basura para obtener comida, bebidas, libros y todo tipo de artículos

desechados por otros pero que siguen siendo útiles.

No hay que llegar, necesariamente, a ese extremo, pero sí, al menos, hay que

reconocer que los impactos negativos de nuestras acciones en el medio

ambiente rebasan con creces los impactos positivos que generamos al reciclar

papel o sustituir un detergente convencional por uno “ecológico”.

Somos incapaces de reconocer las consecuencias indirectas de nuestras

acciones, aunque queramos hacerlo, pues estamos sumidos en las tinieblas en

que nos deja la falta de información. Y si queremos expresar nuestras

preferencias por un producto que se ajuste a nuestros valores, no tendremos

para ello mucha más información que una etiqueta “bio” o “eco” que no da

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mayores detalles sobre los procesos implicados en la producción.

Desde hace varios años, los neurólogos se esfuerzan por dilucidar los procesos

que tienen lugar en el cerebro de una persona que acude a un supermercado a

realizar sus compras cotidianas o simplemente encargos, gastar.

Lo que han encontrado, hasta el momento, es que las impresiones sensoriales

inmediatas y los impulsos emocionales prevalecen sobre el análisis racional de

los beneficios a largo plazo de un producto. Basta, por ejemplo, con que el

almacén de recuerdos emocionales, que se ubica en la zona interna del

cerebro –en una región llamada amígdala–, active una señal de peligro para

que inmediatamente rechacemos un producto, sin requerir ninguna

consideración adicional.

Los comerciantes saben, desde hace muchos años, que nuestra psicología nos

inclina a buscar caminos cortos y sencillos para aligerar la pesada carga de

tener que tomar decisiones continuamente.

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Aquí aparece una frase “mentiras vitales” para referirse a historias

consoladoras que nos contamos para escapar de una verdad más dolorosa.

Cuando se trata del verdadero precio de la ignorancia ecológica en el mundo

del comercio, endosamos la mentira vital de que lo que no sabemos o no

podemos ver carece de importancia.

De hecho el ritmo de vida que llevamos es la causa primordial de un gran

número de amenazas al medio ambiente y a la salud. Todas las mentiras

vitales requieren una historia que recubra la simple verdad.

Por ejemplo: el caso del reciclaje. Nos decimos a nosotros mismos: “Bueno, yo

reciclo el periódico y las botellas. Además, llevo mis propias bolsas a la tienda”

y nos sentimos mejor por haber hecho nuestra parte. Por mas virtuoso que sea

el reciclaje, y sin duda es mejor que nada, dista mucho de ser suficiente para

remediar la situación, pero el reciclaje puede alimentar vuestro autoengaño

creando una burbuja verde momentánea que ofrece la ilusión de que nuestros

esfuerzos individuales están resolviendo el planeta”.

Pero en realidad estamos reciclando nuestras toxinas según William

McDonough. Cuando colocamos nuestros desechos en el bote de basura,

contribuimos a que nuestro tiradero se convierta en un sitio tóxico de las ligas

menores. “Cuando tiras algo nunca te deshaces por completo de ello”. Todo lo

que tiramos permanece aquí, en el planeta Tierra.

Desde puntos de vista, las etiquetas “verdes” y los programas de reciclaje

pueden ser buenos y malos al mismo tiempo porque nos permiten hacernos la

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ilusión de que estamos haciendo lo necesario al mismo tiempo que seguimos

ignorando por completo todos los demás efectos adversos de lo que

compramos y hacemos. La humanidad ya no puede darse el lujo de seguir

contándose estas historias consoladoras.

También en los países en vías de desarrollo, este término “desarrollo” oculta la

destrucción de enormes extensiones de la naturaleza con presas gigantescas o

inmensos proyectos de construcción.

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El autor del libro menciona en otro de los capítulos acerca de la huella de

carbono de las diferentes cosas, haciendo un cálculo de cómo y cuánto

carbono se emite a la atmósfera cada vez que se lo fabrica y se lo transporta

de un lugar a otro. Menciona que de nada vale que empecemos a cambiar la

manera de tratar a nuestro planeta desde casa si las industrias que emiten

grandes cantidades de carbono tampoco buscan una alternativa renovable para

que ahí si surta un gran y positivo efecto.

Se menciona otra cosa que hay que recordar es que cualquier intervención en

un sistema complejo tiene efectos secundarios involuntarios. Las soluciones de

acá pueden afectar y generar problemas por allá. Un caso clásico de

consecuencias no deseadas puede ser el auge del cultivo de maíz como una

fuente subsidiada de etanol convertido en biocombustible. Pero esto podría

provocar que se eleven los precios de los productos que dependen del maíz,

desafortunadamente siempre hay consecuencias pero estas lo valen.

Cuando se ejerce presión sobre los terrenos de cultivo aumentan los precios de

los alimentos, pero es posible que ese efecto ocasione una pequeña parte de

dicho aumento, no se puede culpar solo a los biocombustibles de estos

aumentos también hay que tener en cuenta el aumento del precio del petróleo y

la manera como los gobiernos manejan el presupuesto que poseen para sacar

a su país adelante.

He aquí se menciona la ecología industrial, la cual tiene como misión y

obligación analizar las causas y efectos de la fabricación de cierto producto,

una disciplina que domine estos cálculos matemáticos y se apliquen

debidamente para lograr los objetivos propuestos en Inteligencia Ecológica. Un

ejemplo que cita el autor es el siguiente:

Las objeciones planteadas por la huella del carbono del agua embotellada

condujeron a que muchos restaurantes dejaran de ofrecerla, y a que algunas

personas rellenaran las botellas de plástico donde viene el agua. Pero esta

respuesta ecológicamente correcta ante los efectos de las botellas en el

ambiente pasa por alto otra desventaja: el uso del plástico en botellas acarrea

posibles efectos adversos en las salud por las sustancias químicas que filtran al

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agua embotellada, del cual se sospecha ataca al sistema endocrino, se

distribuye en los líquidos a una velocidad cincuenta veces mayor de lo normal

si el líquido esta hirviendo.

Es importante mejorar nuestra inteligencia ecológica debido a todos estos

efectos que causan los diferentes productos que consumimos, para esto se

citan tres campos interrelacionados:

**La geosfera (suelo, aire, agua y clima): Calentamiento global es el ejemplo

más conocido al daño de la geosfera y es provocado por las emisiones de

CO2.

**La biosfera (organismos): Alteración de la “capacidad de tolerancia”, afectada

por el propio ser humano que no deja a merced de la naturaleza que realice los

cambios sino que hacemos lo que nos da en gana sin tener en cuenta la

biodegradación de lo que desechamos y si el planeta puede asimilar todo

aquello que no necesitamos.

**La sociósfera (preocupaciones humanas)

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Ahora topemos el tema del análisis del ciclo de vida el cual es detallado en el

libro de una manera más compleja:

1. Impacto en cuanto al cáncer: Valora un proceso industrial o sustancia

química en términos de las vías que tomarían los carcinógenos vertidos

en el ambiente, su persistencia una vez que están allí, la probabilidad de

que los seres humanos se expongan a ellos, el potencial carcinógeno de

cada sustancia química y de qué lugar en la cadena de suministros

provienen todos estos impactos relacionados con el cáncer.

2. Años de vida ajustados por discapacidad: Mide la cantidad de vida

sana que se pierde debido a los efectos de las emisiones de partículas,

toxinas, carcinógenos, riesgos en el trabajo…Esto puede calcularse

incluso para cantidades ínfimas de una sustancia y traducirse en su

contribución para convertirse en incremento de carcinógenos.

3. Pérdida de biodiversidad: Se refiere al grado de extinción de las

especies ocasionada por un proceso determinado. La medición técnica

en términos de una “fracción potencialmente dañada”, en qué medida la

emisión de una sustancia puede degradar al ambiente al acelerar la

reducción de plantas o animales.

4. Toxicidad incorporada: Calcula la manera en que muchas sustancias

químicas problemáticas son lanzadas a la naturaleza durante el ciclo de

vida de un producto.

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Estos cuatro puntos son los que resaltan al momento de realizar un análisis del

ciclo de un producto, se tiene que ver la manera de cómo reducir todas las

consecuencias que ocasiona al ambiente y las empresas deberían unirse para

poder reducir todos estos efectos en vez de ser ambiciosas y querer solo hacer

dinero sin ver el futuro que nos espera a nosotros los jóvenes y a nuestros hijos

y nietos.

**********

Siempre estamos tratando de encontrar nuevos recursos y está bien, pero casa

vez que encontramos uno queremos explotarlo y la naturaleza no funciona así

todo tiene su proceso y su stand by por lo que hay que saber cuándo usar algo

y cuando no tocarlo y dejar que la naturaleza lo siga produciendo.

También existe mucha falta de información en cuanto a lo que estamos

comprando y consumiendo, incluso como se hablo anteriormente se tachan

algunos productos como ecológicos cuando de ecológico no tienen nada. Es

así como nacen las distintas preguntas que debemos hacernos cuando

compramos algo a un precio muy bajo (cosa que siempre busca la gente ya

que nos ahorramos mucho dinero que podemos racionar para otros gastos

personales):

¿De qué está hecho lo que estoy adquiriendo? ¿Cuál ha sido su proceso de

fabricación? ¿Cómo hicieron la fabricación de materiales para que el producto

no sea tan caro? ¿Dónde desecharon los residuos de su fabricación? ¿Fue

correcta esta forma de desechar los residuos?

Y muchos otros interrogantes que deberían de surgir cada vez que adquirimos

algo, y una de esas respuestas puede ser que no se paguen salarios justos a

los empleados se reducen las normas de seguridad para el personal ya que

son gastos grandes, se ponen a trabajar a niños a los que se les paga menos

que a los adultos, etc.…

Una máxima de la economía sostiene que los mercados sanos den a conocer

la información de una manera franca. Sin embargo, cuando el hecho de

mantener la información oculta significa más dinero para un producto, no hay

ningún incentivo para divulgarla. Es probable que fabricantes y proveedores

conozcan los efectos que tiene un producto en el medio ambiente o en la salud,

pero muy pocas veces se tomaran la molestia de dar a conocer dicha

información a menos que les obligue una orden gubernamental.

Esa falta de información sobre las consecuencias ocultas de lo que compramos

aparta a las empresas de esa parte de las presiones en cuanto a oferta y

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demanda se refiere, que son los dos factores que identifican a una empresa de

la otra en el mercado donde hay mucha competencia por vender y ganar más

dinero. Pero es importante que nosotros como consumidores indaguemos y

preguntemos, lo cual no sucede, al contrario carecemos de una manera

acertada de conocer el daño o el bien de un producto y dejamos que eso no

influya en nuestras preferencias. Por otro lado, se hacen productos más

baratos y así ciertas empresas evitan gastar en virtudes y ventajas que

favorezcan al medio ambiente o de alguna otra clase.

Para que esto no suceda, insisto debemos informarnos nosotros mismo y no

esperar a que otros nos comuniquen (aunque así debería de ser), por algo

tenemos la herramienta más grande del mundo el internet y google que

combinados nos pueden ayudar mucho a saber qué contiene cada producto

que usamos y cuál es la consecuencia para nuestro organismo y nuestro

hogar, la Tierra.

No debemos olvidar que la información en si misma tiene un valor; el

conocimiento se traduce en poder de mercado. La esencia de la transparencia

radica en que las personas informadas transmitan información a las personas

no informadas. Poner a disposición de todos la información que alguna vez

estuvo oculta corrige la injusta ventaja que tienen los vendedores sobre los

compradores. Los economistas han considerado esto sobre todo en términos

de precio, pero si amplia el concepto de un articulo más allá del precio y la

calidad para abarcar sus consecuencias dañinas o beneficiosas, los efectos

ecológicos que antes estaban ocultos se convierten en una fuerza de mercado,

es así como se concluye un capitulo mas del libro llamado Falta de

Comunicación.

**********

Hasta ahora hemos hablado de las empresas que deberían cambiar sus

estatutos y su manera de producir, pero no hemos tocado a fondo el tema de

¿qué hacemos nosotros? acaso ¿nos importa?

Estas preguntas son fundamentales en cuanto a valores, prioridades y ética se

refiere. Los ejecutivos que consideran la responsabilidad social y la defensa del

medio ambiente como imperativos en los negocios, responden a estas

preguntas con un rotundo SI. No siendo así con la mayoría de nosotros, pero

¿por qué no nos importa?, la razón es simple, siempre estamos pendientes a lo

que los demás hacen sin que nos importe lo que hacemos nosotros, estamos

esperando a que alguien nos hale las orejas o que algo terrible suceda para ahí

si poner en práctica todas las cosas que se nos han venido advirtiendo.

Pero es que acaso no ponemos atención a las advertencias que se nos hacen,

no ese no es el problema, el problema radica en la poca o casinada

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importancia que le dan los gobiernos, si los gobiernos, porque si ellos ponen el

ejemplo, las leyes y sanciones entonces los demás ciudadanos respetaremos

esas leyes y trataremos de no caer en esas sanciones.

En cuanto a empresas otras preguntas que deben hacerse son :

¿Qué podría perder si se ignoran estas consecuencias? La respuesta es la

pérdida de la reputación de la compañía, o quizás la pérdida de participación

en el mercado. Lo más probable es que esta respuesta reavive la discusión

incluso entre aquellos que respondieron las preguntas anteriores.

¿En qué forma tendría que cambiar la manera de pensar? Para que una

compañía aprovechara esta oportunidad, su equipo de dirección, es decir, las

personas de mayor influencia a cargo de tomar las decisiones tendría que estar

de acuerdo. El peligro en este caso es el pensamiento grupal, la negación

colectiva de que los productos de la empresa tienen fallas o constituyen un

riesgo. El ejemplo clásico es la lucha de la industria tabacalera contra la

información referida al cáncer: la industria ganó una serie de batallas legales

durante décadas, pero perdió la guerra.

¿Qué daño puede hacer? En el caso de las tabacaleras, menciona el autor del

libro, alimentar la duda de que si en realidad el humo del tabaco provoca

cáncer fue la estrategia, estas maneras de distorcionar los hechos satisfacen a

quienes prefieren no hacer ningún cambio. Pero no se dan cuenta de que por

hacer dinero, hacen daño a miles de personas. Sin embargo, las personas

sabemos las consecuencias y aún así preferimos asumirlas para poder

satisfacer nuestras necesidades, y nuestra salud y la de la naturaleza donde

queda…

¿Qué información existe de la que debo estar enterado? Las respuestas a esta

clase de preguntas pueden provenir, en otras fuentes, de lo que se habló

anteriormente el Análisis del Ciclo de Vida.

Con esto terminamos no el libro porque aun

quedan capitulos por examinar pero hemos

sacado lo más importante y aquello que nos ha

llamado la atención.

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Conclusiones

El psicólogo Daniel Goleman define la inteligencia ecológica como la capacidad

de vivir tratando de dañar lo menos posible a la naturaleza. Consiste en

comprender qué consecuencias tienen sobre el medio ambiente las decisiones

que tomamos en nuestro día a día e intentar, en la medida de lo posible, elegir

las más beneficiosas para la salud del planeta.

La inteligencia ecológica es una inteligencia colectiva, extensión de la

inteligencia social, ya que supone empatía con las personas, con los demás

seres vivos y con los ecosistemas.

Esta inteligencia es compartida ya que afronta numerosos y complejos

desafíos, de ahí que requiera de la voluntad de trabajar juntos con un objetivo

común. Independientemente de que seamos un simple consumidor, el jefe de

compras de una empresa o un director de producto, el conocimiento del

impacto ecológico de lo que adquirimos, fabricamos o vendemos es

fundamental para tomar decisiones más acordes con nuestros valores y, así,

influir positivamente en nuestro futuro y en el del planeta.

Tres son los pasos a seguir para lograr estos objetivos:

1. Conocer los impactos ecológicos de tus acciones.

2. Promover las mejoras que se proponen para reducir los impactos

ecológicos.

3. Compartir lo que vas descubriendo sobre estas cuestiones.

El objetivo de estos principios es ir desarrollando actitudes, hábitos, modos de

sentir y de pensar que vayan construyendo la conciencia de ser parte

integrante y activa de un gran ecosistema.

Para los consumidores, la inteligencia ecológica es la llave que nos permite

inclinar la balanza del mercado hacia ingredientes, tecnologías y diseños que

respeten nuestros valores y los de la naturaleza. Para las empresas, la

inteligencia ecológica significa modificar los proceso industriales teniendo en

cuenta sus consecuencias para con el medio ambiente.

La revelación ecológica nos abre un horizonte económico hasta ahora inédito

que consiste en implantar una regulación que aporte transparencia al mercado

y nos permita conocer el impacto oculto de nuestras compras. De ese modo,

los consumidores tendremos una detallada información sobre el impacto de

nuestras decisiones, muy parecida a la que emplean los analistas de mercado

para ponderar los beneficios y las pérdidas de las empresas.

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Recomendaciones

Desarrollando conciencia ecológica:

Informarse a través de medios de comunicación de los componentes con los

que se elabora cada producto que consumimos, si bien es cierto esto sería algo

difícil de lograr porque estamos más interesados en el facebook y otras redes

sociales y además la gente se aburriría buscando este tipo de información.

Asimismo como se hace publicidad con los supuestos productos ecológicos,

hacer publicidad de las sustancias que involucran su proceso de elaboración,

esto se lograría informando a través de la herramienta más grande el internet

sobre los efectos y las ventajas, además de la cantidad de sustancia que

contiene ya que así la gente sabría lo que le hace bien y mal.

Tomar conciencia en el hogar e ir transmitiendo a los demás, enseñar desde el

hogar a cuidar nuestra casa, la tierra.

Implementar en escuelas, colegios, universidades y en los puestos de trabajo

educación ecológica desde cosas sencillas que surtan efectos grandes. Esto se

puede lograr haciendo énfasis en la gente a clasificar los desechos y a borrar la

palabra basura con su significado de nuestra cabeza, inculcando en nuestros

hábitos el ahorro y reciclaje de la mayoría de los productos.

Capturar la realidad del mundo acerca de la contaminación en imágenes y

mostrarla a las personas con mensaje que lleguen y puedan cambiar nuestra

manera de pensar, y así empezar a darle otro sentido a nuestras vidas

sabiendo lo que sucede y lo más importante sabiendo que es todo por culpa

nuestra.

Buscar sacarle todo el provecho que se pueda a los objetos. Hay que recordar

que si nos deshacemos de ellos se irán directo a la “basura” y, por tanto,

estarán contaminando. Por ejemplo, podemos sustituir el uso de pilas

desechables por recargables, utilizar las hojas de papel por los dos lados y

evitar imprimir textos innecesarios; preferir las bebidas en botellas retornables

de vidrio y donar la ropa, juguetes, libros, o muebles que ya no ocupemos.

Finalmente, tener conciencia ecológica es entender que somos dependientes de la naturaleza y responsables por su estado de conservación. Ignorar esta verdad equivale a autodestruirnos, porque al degradar el medio ambiente estamos empeorando nuestra calidad de vida y poniendo en peligro el futuro de nuestros descendientes.

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Al contrario de lo que se podría pensar, desarrollo económico y conciencia ecológica no tienen por qué ser antónimos. Se puede producir de manera sustentable, fomentar la generación de energías limpias, reducir y reciclar la basura y reutilizar un gran número de materiales que producirán nuevos productos útiles para el día a día del hombre moderno.

Es cierto que la conciencia ecológica debe comenzar en el seno del hogar, pero debe extenderse a todos los ámbitos de nuestra existencia: simplemente porque todas nuestras acciones inciden -de manera positiva o negativa- sobre la naturaleza.