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Alexia MassholderMarcelo F. Rodríguez

Coordinadores

CENTRO DE ESTUDIOSY FORMACIÓN MARXISTA

HÉCTOR P. AGOSTI

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Sin la autorización previa de esta editorial, queda terminantemente prohibida lareproducción parcial o total de esta obra, incluido el diseño de cubierta, o sutransmisión de cualquier forma o por cualquier medio.

©2016, Bitácora Ediciones©2016, CEFMA: Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor P. Agostiwww.elcefma.com.ar

Hecho el despósito Ley 11.723ISBN 978-987-46248-1-9Impreso en la Argentina

Edición: Ivana BrighentiDiseño de cubierta y diagramación: Patricia Chapitel

Massholder, Alexia Guillermina. Integración en Nuestra América: Reflexiones yperspectivas / Alexia Guillermina Massholder; Marcelo Fabián Rodrígue; compila-do por Alexia Guillermina Massholde; Marcelo Fabián Rodríguez. - 1a ed. CiudadAutónoma de Buenos Aires: Bitácora Ediciones, 2016. 156 p.; 23x16 cm. ISBN978-987-46248-1-91. Integración Regional. 2. Geopolítica. I. Rodríguez, Marcelo Fabián II. Masshol-der, Alexia Guillermina, comp. III. Rodríguez, Marcelo Fabián, comp. IV. Título.CDD 327.1

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ÍNDICE

Prólogo: Desafíos de los procesos de integración...........................................7Alexia Massholder/Marcelo F. Rodríguez

Las dificultades que encuentra el proceso de integración..............................13Jorge A. Kreyness

Venezuela, Brasil y Argentina. Apuntes sobre hegemonía, acumulación eintegración en la fase de ascenso del proceso popular...................................21Gastón Ángel Varesi

Cultura estratégica, patrimonio público e integración en América Latina.....59Paola Gallo Peláez y Marcelo F. Rodríguez

Las cosas por su nombre: imperialismo versus integración latinoamericana....79Alexia Massholder y Hernán Randi

Empresas controladas por trabajadores/as: ¿Una potencia emancipatoria paraNuestra América? Capitalismo, modo de producción social y socialismo....95José G. Giavedoni

La batalla por la información: la experiencia de Telesur..............................123Zaida Chmaruk

El Consejo de Defensa Suramericano. Intentos por construiruna doctrina común al calor de los procesos argentino, brasilero yvenezolano (2005-2015).......................................................................131Emiliano Gabriel Aguirre Guevara

La integración y las perspectivas de clase en América Latina..................147Ricardo Aronskind

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Desafíos de los procesos de integración1

Alexia Massholder y Marcelo F. Rodríguez

La cuestión de la integración no es nueva. Antes de nuestra consolidacióncomo naciones, los debates sobre los vínculos entre nuestros territorios fue

tema central en las discusiones de muchos pensadores de los siglos pasados.Más cerca en el tiempo, hacia finales de la década del 70, un complejo perío-

do de cambios regresivos se desencadenó a escala global, impulsado por larespuesta conservadora que las principales potencias capitalistas ofrecieron antela crisis del keynesianismo.

El resultado de estas políticas enmarcadas en el “neoliberalismo” es eviden-te: el crecimiento económico, cuando lo hubo, no distribuyó sino que concen-tró riquezas e ingresos; la legitimidad de las democracias fue considerable-mente debilitada; nuestro planeta fue perdiendo velozmente sus equilibriosecológicos poniendo en riesgo las condiciones aptas para la vida; los derechosciudadanos adquiridos en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundialfueron implacablemente recortados y la pobreza y la exclusión económica ysocial crecieron sin pausa.

Enfrentando esta situación, en las últimas décadas se han desarrollado en Amé-rica Latina una serie de procesos políticos que le pusieron un límite a este proce-so de deterioro y, buscando salir de la lógica neoliberal, avanzaron en la cons-trucción de alternativas políticas y sociales antineoliberales, orientadas en unsentido emancipatorio y teniendo como marco de referencia la necesidad de fo-mentar un proceso de integración latinoamericana como condición de éxito de

PRÓLOGO

1 Los artículos que presentamos en el presente libro son producto del Proyecto “Inclusiónsocial y expansión de los derechos ciudadanos: una mirada desde la perspectiva de los procesosde integración latinoamericana”, presentado en el año 2013 por el Centro de Estudios y Forma-ción Marxista Héctor P. Agosti (CEFMA) del Partido Comunista de la Argentina, en el marcodel Programa “Hacia un Consenso del Sur para el desarrollo nacional con inclusión social”,desarrollado en el ámbito de la Subsecretaría de Gestión y Coordinación de Políticas Universi-tarias del Ministerio de Educación de la República Argentina.

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tales políticas. Es por esto que estos procesos no sólo se han dado a escala nacional,sino que el paradigma de la integración latinoamericana y caribeña ha ocupadoun espacio central en la perspectiva asumida por los mismos. No se puede enten-der al MERCOSUR, la UNASUR, el ALBA y la CELAC al margen de estas determinaciones.

Estas experiencias han logrado avances significativos en la vida políticainterna de algunos países de la región, por un lado, con la acelerada expansiónde los derechos económicos y sociales de la ciudadanía y sus consecuentesprocesos de inclusión social; por el otro, en la concreción de espacios de inte-gración regional como los arriba mencionados. Tan importante como estos pro-cesos han sido los intentos de imperialismo de poner freno a los mismos por lavía de ofensivas destituyentes en varios países.

De lo anterior se desprende la necesidad de analizar y reflexionar sobre estastentativas de arrojar por la borda los últimos lastres del neoliberalismo, tenien-do a su vez en cuenta la incidencia de los factores externos, y muy principal-mente, la forma en que los Estados Unidos obstaculiza los procesos de integra-ción actualmente en curso en la región.

A 10 años de que un grupo de presidentes latinoamericanos lograran imponerel rechazo a la propuesta del ALCA por parte los Estados Unidos, llevar adelantediversas iniciativas para reflexionar sobre la nueva época que se abrió en losprocesos de integración regional a partir de las jornadas de Mar del Plata tieneuna importancia que excede lo conmemorativo y se proyecta en el terreno po-lítico cotidiano.

Para esto se debe destacar, y no dejar de tener en cuenta en ningún momento,la particularidad que ha marcado a fuego este proceso y funciona como partea-guas a la hora de posicionarse frente al mismo. El rechazo a la propuesta de losEstados Unidos de implementar el ALCA, el famoso “ALCA al carajo” que enun-ció Hugo Chávez en Mar del Plata en 2005, dejó en claro el nivel de autono-mía, autodeterminación y antiimperialismo con el cual se libra la batalla poruna integración de espíritu nuestroamericano, como sostenía José Martí.

En este sentido, resulta más que pertinente analizar estos procesos entendien-do a la integración como un instrumento para la unidad, como parte de unideario liberador y emancipatorio, teniendo en cuenta que no todo proyectointegracionista va en ese sentido y que tanto ese proyecto como el cumplimien-to de ese ideario es lo que está en disputa en nuestra América.

Podríamos citar muchos ejemplos de los planes que los Estados Unidos desa-rrollaron en diferentes épocas para consolidar una integración americana, claroestá, imponiendo sus criterios políticos, económicos, culturales y sociales. Paraimponer dichos planes, el poder imperial ha alternado la intervención directa,

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ha promovido y respaldado golpes militares en nuestra región y, actualmente,se ha lanzado a una lucha frenética contra toda posible “desviación” de losgobiernos latinoamericanos de sus apetencias de dominación. Es así que llevaadelante una operación permanente sobre la opinión pública internacional através de fuerte campañas de desinformación, que buscan generar las condicio-nes para la desarticulación de todo movimiento contestatario y la aceptación,más o menos explícita, de toda serie de atropellos.

Los trabajos presentados en este libro buscan reflexionar sobre la importan-cia y los avances del proceso de integración sin por ello dejar de analizar ybuscar las causas de la desaceleración que los mismos están experimentandoen este momento, buscando incorporar en estos análisis una perspectiva geopo-lítica que ayude a entender los mismos.

En ese sentido, es importante destacar la continuidad del sistema imperialis-ta, hoy hegemonizado claramente por los Estados Unidos, teniendo en cuentaque los rasgos esenciales del imperialismo siguen existiendo y tienen una fuer-te penetración en nuestro continente y que a pesar de las insistentes e interesadasposiciones que buscan establecer la idea de que América Latina es una regiónque no tiene mayor relevancia en la política norteamericana, es en realidad laregión más importante para los Estados Unidos, lo cual se demuestra rastreandolas políticas tomadas hacia la región a partir de la Doctrina Monroe, “Américapara los americanos”, de 1823, primera doctrina internacional que el imperioestablece en su historia demostrando la importancia cardinal de la región.

Reafirmando esta idea, bajo el gobierno de Andrew Jackson (1829-1837), uncolaborador suyo, John O’Sullivan, señalaba: “El cumplimiento de nuestro des-tino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha asignado laProvidencia para el desarrollo de un gran experimento de libertad y autogobiernofederado […]. Esta tierra enérgica y recién tocada por la mano de Dios” tiene una“misión sagrada para con las naciones del mundo”, dicho esto, nadie podría du-dar que “el vasto e iluminado futuro sería la era de la grandeza norteamericana”.

Poco tiempo después, en la llamada Guerra con México, los Estados Unidosanexaron la mitad del entonces territorio mexicano.

En tiempos cercanos, estas pretensiones, se repitieron en diversos discursosde mandatarios estadounidenses como Bill Clinton o George W. Bush, quienllegó a afirmar: “Nuestra nación es la elegida de Dios y designada por la histo-ria para ser el modelo del mundo”. Esta pretensión de “sheriff mundial” de losEstados Unidos ha tenido a sus principales asesores en política internacionaltrabajando para articular políticas, discursos, y por supuesto lobbies, para afian-zar su dominio en el mundo, empezando por América Latina, históricamente

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considerada por ellos como su “patio trasero”.Esto plantea la recurrencia histórica y la actualidad e importancia de la lucha

antimperialista en América Latina.Es que más allá de los discursos aún en boga sobre la desaparición del impe-

rialismo, el mismo continúa siendo la fase superior del capitalismo, como lohabía planteado Lenin, y en su insaciable necesidad de acrecentar el saqueo delos bienes comunes y las riquezas de todo el mundo adquiere rasgos cada vezmás predatorios, agresivos y violentos.

Los cinco rasgos fundamentales del imperialismo identificados por Lenin: laconcentración de la producción y el capital, la fusión del capital bancario conel industrial, el predominio de la exportación de capitales sobre la exportaciónde mercancías, la puja por el reparto de los mercados a escala planetaria entre losgrandes oligopolios respaldados por sus Estados y el reparto territorial del mun-do entre las grandes potencias, “conservan su validez, aunque su morfología nonecesariamente repita la que los caracterizaba un siglo atrás”, tal como destacaAtilio Boron en su libro América Latina en la geopolítica del imperialismo.

Entendemos que es importante tener esto en cuenta al analizar los procesosde cambio en América Latina en el marco del gran diseño geopolítico del im-perio norteamericano para dar respuesta a los grandes desafíos a los que seenfrenta la región ante las transformaciones que está experimentando el siste-ma imperialista a nivel internacional. Transformaciones que se manifiestan enuna creciente agresividad y beligerancia del imperio tendiente a volver a en-cauzar a la región en un patrón de subordinación como el que predominó engran parte de la segunda mitad del siglo XX.

Ese siglo se inicia con la célebre declaración del presidente norteamericanoTheodore Roosevelt en 1904:

Si una nación demuestra que sabe actuar con eficiencia y decencia razona-bles en asuntos políticos y sociales, y si mantiene el orden y cumple con susobligaciones, no tiene por qué temer una interferencia de los Estados Uni-dos. Sin embargo, un crónico mal proceder, o una impotencia que conduceal debilitamiento de los lazos de una sociedad civilizada pueden, en Améri-ca, o donde sea, exigir la intervención de algún país civilizado; y en el He-misferio Occidental en casos flagrantes de mal proceder o impotencia, laadhesión de Estados Unidos a la Doctrina Monroe puede forzar a EstadosUnidos, a pesar de su reluctancia, a ejercer un poder de policía internacional[…]. En la medida en que nuestros vecinos del Sur obedezcan las leyesprimarias de una sociedad civilizada pueden estar seguros de que serántratados por nosotros con un espíritu de cordial y colaborativa simpatía.

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Poco que agregar…Esa preocupación del imperialismo y la importancia estratégica de América

Latina para los Estados Unidos tiene mucho que ver con la carrera desenfrena-da por el control de los recursos naturales no renovables que son indispensa-bles para el sostenimiento de la civilización del capital. Obviamente, el prime-ro y más importante de ellos es el petróleo, y un dato muy significativo a teneren cuenta es que, según los más recientes estudios de la OPEP publicados ofi-cialmente, las mayores reservas de petróleo confirmadas ya no son las de Ara-bia Saudita sino las de Venezuela.

En ese contexto, Venezuela y Brasil, como segunda potencia petrolera sud-americana, adquieren un renovado interés, a lo que hay que agregarle las reser-vas de agua, de minerales estratégicos y la biodiversidad entre los factores desta-cados que hacen que América Latina sea una región de una importancia extraor-dinaria y ocupe el primer lugar en la escala de prioridades de los Estados Unidos.

A pesar de que reiteradamente tanto desde los Estados Unidos, como desdealgunos sectores que son afectos a sus intereses en la región, se busca disimularla importancia de la misma, la atención que le dedica a América Latina no se leotorga a ninguna otra región del mundo, sólo que es una atención que se con-centra cuando los países del continente se desvían de las expectativas de laCasa Blanca. Cuando esto se produce, la respuesta es fulminante, no en vano seha reactivado la IV Flota y ya son más de 70 las bases militares presentes en elcontinente.nEn este esquema, los procesos de integración encarados desde unideario liberador y emancipatorio resultan un claro desafío a los intereses delos Estados Unidos.

Partiendo de tales presupuestos, las preguntas que orientaron los trabajos quepresentamos buscaron indagar sobre las debilidades que pueden manifestar cier-tas formas de pensar la integración, si no se tiene en cuenta un análisis queincluyera un correcto enfoque sobre el tema del imperialismo, los elementosculturales involucrados en la disputa y las contradicciones entre los avances delproceso de integración operadas desde Estados sometidos a un juego de correla-ción de fuerzas que hostigó permanentemente la posibilidad de profundizar losprocesos al interior de nuestros países, más allá de los avances logrados.

Al momento de celebrarse el Seminario en el cual se presentaron estos traba-jos, en diciembre de 2015, las intervenciones realizadas comenzaban ya a des-lizar toda una nueva serie de preguntas desatadas por una creciente avanzadade la derecha en nuestros países.

Lejos de buscar explicaciones simplistas y autocomplacientes, los trabajos in-cluidos en esta compilación buscan aportar algunos elementos para el debate,

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como punto de partida para pensar nuestra necesaria acción política en lostiempos venideros. Entendemos que no alcanza con la necesaria defensa de loconquistado, sino de realizar una seria autocrítica que nos permita desentrañarlos factores de este “retroceso” para, desde ahí, seguir construyendo una alter-nativa verdaderamente emancipadora.

Sin duda hemos atravesado prometedoras transformaciones culturales quepueden ser parte de la construcción de esta alternativa. Deberemos, sin embar-go, meditar detenidamente sobre los motivos que permitieron, en el momentoactual, el “estancamiento”, en algunos casos, o el “retroceso”, en otros, quecomienza a manifestarse en los procesos de nuestro continente. Cierto es queen la historia nunca se retrocede, por más que las apariencias hayan llevado aalgunos a plantear un temido “regreso a los 90”. Tenemos algo más de unadécada transcurrida en la que, las sociedades de nuestros países aquilataronexperiencias que nos ubican, cualitativamente, en un lugar distinto al de haceveinte años.

Ahora bien, estas experiencias no implicaron solamente a los sectores de lasociedad que manifestaron su apoyo a los gobiernos que plantearon políticasantineoliberales e integracionistas. También las clases dominantes y los sec-tores de la sociedad identificados con sus intereses aprendieron mucho y su-pieron acumular, sin prisa, pero sin pausa, un conjunto de estrategias políti-cas que les permitieron, por lo menos en Argentina, iniciar una “contraofen-siva” antipopular legitimada por el voto en elecciones. Y más preocupanteaún, parte de este voto vino de sectores populares incluso beneficiados porlas políticas sociales del kirchnerismo. Esto pareciera ser una demostraciónmás de que la conciencia política debe superar los momentos que Gramscicalificaba como “económico” y “corporativo” y que reducen su horizonte almejoramiento de las condiciones materiales individuales o, en el mejor delos casos, de su ámbito inmediato. Sin duda que el mejoramiento de las con-diciones materiales es una expectativa que una transformación social profun-da debe contemplar. Pero no superar este estadio inicial de conciencia imponeun claro límite al abandono de la “individualidad” y la “fragmentación social”que la reacción necesita para poder desplegar sus estrategias políticas. Sola-mente con un salto cualitativo profundo en las formas de concebir colectiva-mente la transformación social, que no se reduce a la sumatoria de los progre-sos individuales, y una ampliación del horizonte político de los procesos deintegración, permitirán el fortalecimiento del tejido político necesario para avan-zar en una verdadera emancipación.

A ese desafío político intentamos contribuir con estos trabajos.

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El actual proceso latinoamericano y caribeño de integración regional tienesu momento de impulso determinante con la asunción de Hugo Chávez a

la Presidencia de Venezuela el 2 de febrero de 1999.Hasta ese momento, sólo Cuba tenía una política autónoma de la idea de

«interamericanismo» que proponían los Estados Unidos como potencia domi-nante de la región.

El rescate por el Palacio de Miraflores caraqueño del ideario de Simón Bolí-var afirmó el rol venezolano en la lucha por construir la «Patria Grande».

Es que Venezuela, por su posición central en el continente, próxima a Meso-américa, con costas en el Caribe y pertenencia a la América del Sur; por susgrandes reservas energéticas certificadas y por su historia, que incluye, ademásde la de Bolívar, el pensamiento y la acción de Francisco de Miranda, SimónRodríguez y Ezequiel Zamora, tiene las condiciones geográficas, económicas,histórico-políticas y culturales para jugar un papel determinante en el procesoemancipador e integrador de la región.

Ello hace que hoy sea tan intenso el accionar de Washington, en complicidadcon las derechas locales y mundiales, por terminar con el curso actual de ese país.

Algunos estudiosos han diferenciado el plan emancipador bolivariano (y san-martiniano, agregamos nosotros), que incluía la liberación de las clases subal-ternas de la época –como los pueblos originarios, afrodescendientes y otrosque continuaron sufriendo la esclavitud y otras formas de explotación al nocompletarse los planes liberadores– del mero independentismo de la metrópoliespañola en el que continuara el dominio de las oligarquías y de las incipientesburguesías locales en cada uno de los que hoy son nuestros países.

En la bisagra de los siglos XX y XXI, el chavismo fue, justamente, la expresióndel descontento de las masas venezolanas sometidas a la exclusión neoliberal,

Las dificultades que encuentra elproceso de integración

Jorge A. Kreyness∗

* Secretario de Relaciones Internacionales del Partido Comunista. Coordinador de la Cátedra dePolítica Internacional del Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor P. Agosti (CEFMA).

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que se expresara en el Caracazo, continuado con la rebelión de una juventudmilitar que rechazaba la dependencia de los Estados Unidos, se identificaba conlos luchadores sociales y se daba a la tarea de construir una nueva fuerza política.No se trataba de un proceso surgido de una crisis entre sectores de las mismasclases dominantes, sino de una particular unidad pueblo-fuerzas armadas que seconstituyó en una alternativa de gobierno y de poder.

Establecida ya la República Bolivariana de Venezuela, esta se transforma enimpulsora central del proceso integracionista.

Hay que destacar que lo hace mientras reinstala el debate sobre el socialismoen el siglo XXI, no sólo en su territorio y en Nuestra América, sino en todo elmundo, a lo cual debe otorgarse un alto valor, especialmente después de los gol-pes recibidos por el proyecto internacional alternativo que se referenciaba princi-palmente en la hoy desarticulada URSS que resultara, en su momento y su región,también un proyecto integracionista de sociedades periféricas, autónomo de lahegemonía mundial de su tiempo.

En aquel momento, la derrota soviética y la desaparición del Consejo de AyudaMutua Económica (CAME) y del Pacto de Varsovia obstruían la mirada de muchossobre el curso de otra crisis de dimensiones, la del sistema capitalista globaliza-do, que no contaba con otro programa para los países del entonces llamado Ter-cer Mundo que no fuera la expoliación de los recursos naturales y demás lacrasde la dependencia, ya sea impuestas por la vía de la guerra como en Irak y Afga-nistán, o por la instauración de modelos de consenso/represión, neoliberales, lla-mados también democracias restringidas, como las que imperaron en AméricaLatina en la década del 90.

Así como los primeros impulsos independentistas nuestroamericanos surgie-ron en gran medida valiéndose de la crisis y los conflictos internos de las poten-cias coloniales en los albores del siglo XIX, el surgimiento del nuevo proceso deunidad regional encabezado por Hugo Chávez también brotaba, y ponía a lavista, las resquebrajaduras que deja la crisis del capitalismo, especialmente en superiferia rica en recursos, pero absolutamente desigual en su estructura económi-ca y social. La unidad latinoamericana, el sueño de la Patria Grande, aparecía en-tonces como una gran herramienta para impulsar un desenganche de la dependen-cia de Washington. La primera acción integradora impulsada por Venezuela fue-ron los acuerdos con Cuba (octubre de 2000), que favorecieron ampliamente lasposibilidades de la mayor de las Antillas para resquebrajar el bloqueo y salir de loque denominaban «período especial», tras la pérdida de los acuerdos con Moscú.

Ello tiñó políticamente el fenómeno integrador que se iniciaba y que luego seexpresaría en la creación de UNASUR, de la CELAC y de la ampliación del MERCOSUR,

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que fueron acompañados por el nacimiento del ALBA y Petrocaribe, adoptando unsesgo de autonomía de la metrópoli yanqui a pesar de la diversidad de hegemoníasideológicas y de las realidades concretas de los distintos gobiernos de la región1.

El camino en favor de la unidad regional emprendido por Chávez fue seguidopor otros gobiernos que surgieron, contrapuestos al Consenso de Washington enun vasto abanico, como fueron los de Lula (2003), Néstor Kirchner (2003), Taba-ré Vázquez (2005), Evo Morales (2006), Rafael Correa (2006), Manuel Zelaya(2006) y Fernando Lugo (2008).

Un momento crucial de este proceso fue la Cumbre Interamericana de Mar delPlata (2005), donde los gobiernos de la región, encabezados por Néstor Kirch-ner, el anfitrión, Chávez y Lula dijeron NO AL ALCA, que era el proyecto de integra-ción subordinada que proponían los Estados Unidos. Estos gobiernos, en su di-versidad, fueron avanzando en acuerdos y progresaron en la construcción de losorganismos regionales, como aquellos con los que hoy contamos.

Una de sus realizaciones concretas es Telesur, una importante herramienta paralibrar la batalla comunicacional, que hoy sufre los ataques de la derecha regresa-da al gobierno en Argentina. Pero la mayoría de los proyectos anunciados noalcanzaron a concretarse. Incluso el Banco del Sur quedó en la línea de largada,pero finalmente no arrancó.

Podemos decir que hoy el proceso de integración está por lo menos ralentizadopor diversas razones, a las que podemos agrupar en tres grandes rubros: las quesurgen de la situación económica global producto de la crisis capitalista, las queprovienen de una contraofensiva política del imperialismo y las que nacen de lasdificultades y los límites de este proceso regional y de cada uno de los procesosde cambio nacionales. Estamos, evidentemente, en un punto de reflujo del cicloprogresista integracionista. Lo atestiguan la pérdida del gobierno en Argentina,de la Asamblea Nacional en Venezuela, del referéndum reeleccionista en Boliviay de los municipios de Quito, Guayaquil y Cuenca en Ecuador. También la ofen-siva de las derechas judicial y parlamentaria en Brasil.

Las consecuencias de la crisis capitalista global

La economía mundial arrastra hoy una aguda crisis que es energética, alimen-taria, financiera, de la deuda externa, de estanflación y una tendencia menguante

1 MERCOSUR: Mercado Común del Sur; ALBA: Alianza Bolivariana para los Pueblos deNuestra América; UNASUR: Unión de Naciones Suramericanas; CELAC: Comunidad de Esta-dos Latinoamericanos y Caribeños.

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en el crecimiento de los grandes países con efectos negativos sobre el empleo,los salarios y el bienestar social y una caída del comercio internacional condevastadoras consecuencias, especialmente en el Sur.

De modo que las dificultades que devienen de la crisis capitalista unifican losintereses de los asalariados del mundo con los impulsos integradores de nues-tros países.

Estos pujos son afectados visiblemente, entre otros fenómenos, por la caídade los precios de los productos primarios, la volatilidad de los mercados finan-cieros, la desaceleración china y el debilitamiento de la demanda interna.

Al respecto cabe señalar que no resultaron suficientes las medidas contrací-clicas adoptadas en muchos casos, porque si bien mejoraron la calidad de vidade la población y ciudadanizaron a millones de personas, no llegaron a alterarlas fuentes de la desigualdad o, dicho de otro modo, no afectaron el poder delas grandes corporaciones capitalistas locales y foráneas que, con graduacio-nes según los casos, siempre actúan en asociación.

De ese modo, el poder económico del gran capital, que permanece incólume,se transforma inexorablemente en fuerza reaccionaria que, actuando desde fue-ra y dentro de los entramados del Estado, frena la profundización de los cam-bios en un sentido liberador y se manifiesta en acciones desprestigiadoras, des-estabilizadoras y/o golpistas de tracto sucesivo, las cuales logran su cometidocomo ocurriera en Honduras, Paraguay y Argentina en la compleja diversidadde cada una de las situaciones concretas.

Hoy asistimos en Brasil a las maniobras de la gran burguesía asociada alimperialismo, cuyos intereses no fueron afectados en la etapa iniciada en2003, realizadas desde las posiciones con que cuenta en el Parlamento, en elPoder Judicial, en los partidos de centro, en los medios de comunicación yotros espacios para quitar del gobierno federal a Dilma y Lula y así poderdesplegar sin límites, como lo exige la defensa de la tasa de ganancia en lacrisis capitalista global, la expoliación de los recursos naturales y una mayorexplotación de los trabajadores.

Se hace evidente pues que el factor externo en nuestras economías, asenta-das aun en las exportaciones de productos primarios como el petróleo, el gas,o la soja, con sus precios a la baja, es un fuerte condicionante que pone lími-tes a las capacidades de autonomía para impulsar un proceso de unión regional.Lo mismo podemos decir de las industrias locales dependientes de las importa-ciones de insumos. Y ni que hablar del peso del sector financiero dominadopor la banca internacional. En verdad, tal situación demanda más y no me-nos integración regional, dado que esta es una de las herramientas con que se

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cuenta para afrontar la situación. Por ello, si son nuevas las condiciones, debe-rían impulsarse nuevas reflexiones y estrategias del proyecto de integracionis-ta emancipador.

La contraofensiva política del imperio

A fin de abrir nuevos mercados con facilidades y seguridad para la expansiónde los monopolios yanquis, desde Washington se dio impulso a la Alianza delPacífico (AdP), de la cual participan los países que tienen Tratados de LibreComercio con los Estados Unidos y bases o «nenúfares» de fuerzas militaresdel Pentágono. Ellos son principalmente México, Colombia, Perú y Chile.

La AdP, además, se relaciona con el Tratado Transpacífico (TPP), integradopor varios países costeros de esa cuenca en América y Asia. Estos últimostienen, entre sus características, la de ofrecer los salarios más bajos del mun-do, lo cual empujará a la baja los ingresos de los trabajadores de los Estadosque se asocien.

En estos días se desarrolla una fuerte presión sobre el MERCOSUR para queestablezca una relación más estrecha con la AdP, así como para que terminefirmando el acuerdo con la Unión Europea, nacido con la misma filosofía de«libre comercio» del ALCA y cuya negociación ya dura años. El «cambio» enla Argentina favorece esta tendencia, y la acelera peligrosamente.

Por otra parte, diversos institutos de inteligencia política de los Estados Uni-dos fueron diseñando nuevas estrategias para minar a los gobiernos desafectos,impulsando las políticas de «golpes suaves» que comienzan con la búsquedade los puntos débiles de nuestros procesos, para agigantarlos mediáticamente,golpear desde allí e ir creando las condiciones para desestabilizarlos primero yderrocarlos o derrotarlos después.

Registremos que el desplazamiento golpista de los mencionados FernandoLugo en Paraguay y Manuel Zelaya en Honduras, con formatos bastante pare-cidos, contó con el respaldo de fuerzas de derecha de los mismos partidos oalianzas que los llevaron al gobierno. Y que hoy el gobierno reaccionario deArgentina cuenta con el respaldo institucional de elementos que formaron par-te del riñón de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kir-chner. Esta debilidad tiene que ver con las carencias en la construcción defuerzas políticas alternativas, las que tienden a ser promovidas tardíamente,una vez producidas las derrotas.

Debemos reconocer que un logro de esos intentos imperialistas fue haberfrenado el avance integrador con base en la introversión de cada uno de los

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procesos nacionales en sus dificultades internas, en una parte creadas artificial-mente y en otra generadas por las propias carencias o limitaciones de los mismos.

Así avanzaron sobre la estratégica Venezuela con el golpismo directo y, fra-casado este, con uno más sofisticado que está en desarrollo, pero que quitó alintegracionismo liberador el impulso proveniente desde su punto originario.

Y del mismo modo lo hacen hoy en Ecuador, Bolivia, El Salvador y en todaspartes en la medida de sus necesidades y posibilidades.

En toda la región, pues, se desarrolla una gigantesca batalla económica, polí-tica, social y cultural, es decir, una confrontación de carácter integral que sólopuede ser enfrentada igualmente de un modo integral.

Y un aspecto imprescindible de esa complejidad, a contrasentido de la ten-dencia dominante, reclama no una introversión, sino por lo contrario, un audazy mayor esfuerzo de unidad regional latinoamericana y caribeña, porque deeste momento de reflujo de los cambios y contraofensiva del gran capital sólopodremos salir enfrentándolo unidos, tanto en las reflexiones, como en las po-líticas y en las realizaciones concretas. No hay otro camino.

Las limitaciones propias

Decía Fidel:Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo quedebe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar alos demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos ycon nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominan-tes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores enlos que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés,altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligenciay realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convic-ción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar lafuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independen-cia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mun-do, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestrointernacionalismo2.

Por eso debemos preguntarnos:¿Hemos actuado con sentido del momento histórico?

2 Ver «Cumple hoy 10 años el concepto de ‘Revolución’ de Fidel»en <http://www.cubadebate.cu/> 01/05/2010.

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¿Hemos aprovechado suficientemente las fases de auge de nuestros procesosy de la integración regional?

¿Cambiamos todo lo que pudo ser cambiado?¿Hemos desafiado hasta el límite de nuestras fuerzas a las poderosas fuerzas

dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional?El proceso que hemos vivido en el gozne de los siglos ha sido de importantes

tendencias positivas, que hemos señalado.Sin embargo, los avances se han desacelerado o se han frenado.Es necesario pues impulsar, al calor de las luchas cotidianas, un proceso de

reflexión profunda para descubrir o develar las debilidades y limitaciones denuestros procesos. Ellos están siendo sofrenados hoy por la acción de sus ene-migos y por lo visto no hemos dado del todo en el clavo para confrontarla.

Las oligarquías y los monopolios de varios de nuestros países han sido «avi-sados» desde los gobiernos progresistas de los cambios que necesariamenteafectarían sus intereses. Pero como a las fieras salvajes, si se las ataca y no selas mata, contraatacan ferozmente con todos los recursos a su alcance.

No siempre hubo desde nuestros liderazgos suficiente correlación entre ladureza del discurso y una práctica concreta, apuntada a abatir la capacidad dereacción del poder económico y comunicacional con que cuentan las corpora-ciones, que estuvieron siempre, están y estarán agazapadas, esperando su oca-sión para dar el zarpazo.

No siempre ha quedado claro en la batalla cultural que los monopolios loca-les y extranjeros son los enemigos del pueblo trabajador y que, más tempranoque tarde, este debe aislarlos y reducirlos, e incluso expropiarlos, uniendo de-trás de sí a todas las capas subordinadas de la sociedad, integrando un sujetosocial revolucionario, para poder avanzar en un proyecto de liberación nacio-nal y social.

La «batalla de ideas» a que convocara Fidel Castro es, aún, en su necesariadimensión, una cuenta pendiente de los revolucionarios latinoamericanos. To-davía las fuerzas conservadoras se imponen en la confrontación cultural a tra-vés del perfeccionamiento de los contenidos y formas que dan a su propagan-da, y ese es un terreno donde es necesario profundizar para avanzar.

Por otra parte, es necesario desarrollar la organización popular, el poder popular.Esta es otra materia no del todo saldada, lo cual nos lleva a pensar en el tipo

de fuerzas políticas que sustentan a los gobiernos populares y a través de ellosal proceso integrador.

En casi todos los casos, en estas fuerzas, los liderazgos no fueron acompa-ñados por desarrollos de un modelo organizacional que otorgue verdadero

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protagonismo a los trabajadores y el pueblo. Los comités de base o los conse-jos populares o como se los llame, son un componente central de todo planrevolucionario, porque sólo con un asentamiento profundamente organizadoen el pie de la sociedad puede consolidarse y hacerse indestructible una pro-fundización de los cambios y una verdadera transformación social. Nuestrasrevoluciones serán de poder popular o no serán.

Nuestras fuerzas políticas deben existir en el esfuerzo constante por hegemoni-zar a la mayoría de la sociedad, en una confrontación permanente y sistemáticacon la cultura dominante del egoísmo, del individualismo y del «libre mercado».

Esto es lo que da fuerza a los gobiernos, a las organizaciones y a los países. Yallí está Cuba, una revolución sustancialmente sostenida a fuerza de pura con-ciencia y organización de la sociedad, cuya persistencia en la dignidad nacio-nal, contra todo bloqueo y toda agresión, es un ejemplo para todos.

Cada vez más se reafirma la idea de que el modelo organizativo de una fuerzapolítica anticipa el tipo de sociedad que esa fuerza pretende construir.

Sólidas estructuras gobernando nuestros países constituirán un aporte a lasolidez de nuestros procesos y a la unidad e integración regional, algo dema-siado importante para dejárselo a los diplomáticos.

Mucho trabajo hace falta todavía en esa dirección.

Conclusiones

En la lucha por construir un nuevo momento de la integración regional espreciso librar una batalla sistemática, paciente y organizada integrándonos enla disputa cultural y construyendo líneas de acción y estrategias cada vez másconsensuadas a nivel regional.

Si el imperio nos presenta una batalla continua y planificada, que involucra atoda la región, no son suficientes las respuestas meramente nacionales.

Las fuerzas políticas del campo democrático, popular y revolucionario estánllamadas a jugar un papel decisivo, porque ellas son las que están en mejorescondiciones para ser los ámbitos donde se debatan, estudien y profundicen lassalidas y los mejores caminos para integrarnos aun en la diversidad. Y pararealizar esa tarea junto al movimiento obrero, los movimientos sociales, lasuniversidades, los intelectuales y el conjunto de los actores progresistas de lasociedad.

Necesitamos no sólo coordinar nuestras acciones, sino formar parte de unproyecto común.

Y en la elaboración de ese proyecto común está planteado el desafío.

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Introducción

América Latina viene atravesando el proceso de integración regional más vi-goroso desde las gestas independentistas. Escenarios que antaño se caracteri-zaban por la fragmentación, la desconfianza y la confrontación, dieron lugar aun creciente entrelazamiento político y económico que permite ver en la inte-gración una base indispensable para el propio despliegue de los proyectos degobierno a nivel nacional. Múltiples iniciativas e instancias institucionales,como MERCOSUR, ALBA, UNASUR y CELAC1, se promueven y articulan de formacompleja, presentando complementariedades pero también tensiones, contra-dicciones y solapamientos, con alcances potentes pero también difusos. Vene-zuela, Brasil y Argentina comenzaron a encabezar este proceso de integracióncomo parte de un mismo bloque regional, bajo los gobiernos de Hugo Chávez,Lula da Silva y Néstor Kirchner y que tuvo un hito clave en el rechazo al ALCA

en 2005. Sin embargo, las distintas realidades nacionales, atravesadas por losproyectos de gobierno que se despliegan en el marco de singulares relacionesde fuerzas sociales y políticas, expresaron convergencias y divergencias queluego incidieron en el escenario regional, tanto en las estrategias de integracióncomo en los dispositivos institucionales que se impulsaron. El presente trabajose propone como objetivo aportar a la comprensión de la dinámica complejadel proceso de integración regional en su fase de ascenso popular partiendo de

Venezuela, Brasil y Argentina. Apuntes sobrehegemonía, acumulación e integración en lafase de ascenso del proceso popular

Gastón Ángel Varesi*

* Sociólogo, Magíster y Doctor en Ciencias Sociales. Profesor en el Doctorado en Cien-cias Sociales y la Maestría en Políticas de Desarrollo en la Universidad Nacional de la Plata(UNLP). Coordinador de la sede platense del Centro de Estudios y Formación Marxista H.Agosti (CEFMA).

1 MERCOSUR: Mercado Común del Sur; ALBA: Alianza Bolivariana para los Pueblos deNuestra América; UNASUR: Unión de Naciones Suramericanas; CELAC: Comunidad de Esta-dos Latinoamericanos y Caribeños; ALCA: Área de Libre Comercio de las Américas.

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un análisis comparativo de tres casos nacionales de Venezuela, Brasil y Argen-tina en materia de política pública y construcción de sujetos colectivos, toman-do los ejes de hegemonía y acumulación.

El concepto de hegemonía remite (ya en su antecedente leninista) a la direc-ción política, que en Gramsci es también dirección ideológico-cultural de ungrupo social sobre otros. La hegemonía es una relación social que atraviesadistintas dimensiones: parte de una base material ligada a la posición de lasclases en la estructura, y se realiza en las superestructuras, a través de unaconcepción del mundo que encarna la visión general y expresa los interesesdel grupo dirigente y, en su momento más desarrollado, funda un tipo parti-cular de Estado (Gramsci, 2003; 2008). En los procesos de construcción he-gemónica, «el Estado es concebido como organismo propio de un grupo,destinado a crear las condiciones favorables para la máxima expansión delmismo grupo; pero este desarrollo y esta expansión son concebidos y presen-tados como la fuerza motriz de una expansión universal, de un desarrollo detodas las energías ‘nacionales’» (Gramsci, 2003: 58). Así, el Estado, comoseñala Poulantzas (1981), sin dejar de representar de manera predominantelos intereses de la clase o fracción hegemónica, reviste una autonomía relati-va, en tanto asegura el interés político general del conjunto del bloque en elpoder, organizando el «equilibrio inestable de compromisos» (Gramsci) en-tre las distintas fracciones al tiempo que organiza esta hegemonía igualmenterespecto de las clases subalternas.

A su vez, la política pública incide en la dinámica del proceso de acumula-ción de capital, en tanto el Estado cumple un rol importante en la orientacióneconómica global, estableciendo «reglas de juego» y gestionando parte delexcedente, aportando a la configuración de un modelo de acumulación. Anali-zamos al modelo de acumulación2 a partir de tres núcleos fundamentales: lasvariables económicas, las políticas económicas y las fracciones de clase, ob-servando relaciones de regularidad y orden de prelación (de jerarquía explica-tiva) y viendo cómo la interacción de estos tres núcleos definen los rasgos quecobra el modelo. Entendemos que un modelo de acumulación es la forma queadquiere el proceso de reproducción ampliada del capital (Marx, 2007) en unespacio y tiempo determinado en el cual se observan relaciones de regularidad

2 Para la definición conceptual del modelo de acumulación, tomamos como antecedentes lapropuesta de Torrado (1992) y la definición que da Basualdo (2007) sobre el régimen de acumu-lación. Ver Varesi (2010).

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y prelación tanto de las variables económicas como en las relaciones principa-les que se expresan también en las políticas y entre las clases sociales.

Como señala Poulantzas, «las clases sociales no existen sino en la lucha declases, con dimensión histórica y dinámica. La constitución de las clases, delas fracciones, de las capas, de las categorías, no puede hacerse más que toman-do en cuenta esta perspectiva histórica de la lucha de clases» (1981: 27). Es poresto que realizar un análisis de clases implica, siguiendo a Gramsci (2003),estudiar las distintas dimensiones de las relaciones de fuerzas. Una primeradimensión remite a las relaciones de fuerzas sociales, estrechamente ligada ala estructura, objetiva, independiente de la voluntad de los hombres, analizan-do los grupos sociales en relación con el desarrollo de las fuerzas materiales deproducción, viendo la función y posición que ocupan en la producción misma.El segundo nivel señalado por Gramsci refiere a las relaciones de fuerzas polí-ticas, percibidas a través de su grado de homogeneidad, conciencia políticacolectiva y organización, y poseen distintas gradaciones: un grado económico-corporativo, basado en una solidaridad que se limita al grupo profesional; ungrado más avanzado de conciencia y solidaridad que se extiende a todo el gru-po social, pero aún en el plano netamente económico; y un grado superior,estrictamente político ligado a la construcción de hegemonía y la fundación delEstado. Asimismo, Gramsci señala la importancia de las relaciones de fuerzasmilitares, que suelen tener un carácter decisivo cuando se ponen en juego3.Estas dimensiones de las relaciones de fuerzas se encuentran enmarcadas yatravesadas por las relaciones de fuerzas internacionales, convocándonos apensar las grandes potencias, los agrupamientos de Estados en distintos blo-ques o sistemas hegemónicos y a indagar las relaciones de independencia osoberanía en lo que respecta a las potencias menores. Estas relaciones interna-cionales están vinculadas orgánicamente a las variaciones en las relacionessociales fundamentales de un modo de producción y se articulan de modo sin-gular con la escala nacional.

El análisis de relaciones de fuerzas gramsciano también aporta las clavesfundamentales para pensar la conformación de sujetos colectivos. Los mismos

3 Las relaciones de fuerzas militares poseen dos momentos: uno técnico-militar ligado a lascondiciones objetivas de las fuerzas, su tamaño, organización, armamento, etc., y un momentopolítico-militar, es decir, formas de acción política que sean eficientes para disgregar «íntima-mente» la eficacia militar del enemigo (por ejemplo, desmoralizándolo), o acciones de masas alo largo de todo el territorio que lleven a diluir y dispersar buena parte de su capacidad bélica.

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poseen anclajes estructurales, convocando a indagar las posiciones y la fun-ción que ocupan en la producción, pero su ámbito específico de constitución esen la dimensión política. Las distintas gradaciones que Gramsci distingue endicha dimensión, nos permite vislumbrar el accionar de los diferentes actoresen su nivel económico para luego situarse en el ámbito donde se gestan lossujetos políticos: justamente en el grado hegemónico de la dimensión política,en el marco del antagonismo que marca la disputa por distintos proyectos so-cietarios. En este punto podemos comprender la articulación de los ejes dehegemonía y acumulación con el proceso de integración: los proyectos hege-mónicos a escala nacional contienen una concepción del mundo que se movi-liza a través de la conformación de sujetos colectivos que encarnan dichosproyectos y van alterando las distintas relaciones de fuerzas, con un compo-nente de universalidad que se expande hacia la escala internacional, la cuales, a su vez, marco de reproducción de relaciones sociales globales según elmodo de producción dominante y escenario de disputas a partir de la confor-mación de distintos bloques en los que se juegan las relaciones de soberaníao dependencia.

En este sentido, procuraremos indagar los rasgos centrales que articulanlos ejes de hegemonía y acumulación en los casos nacionales de Venezuela,Brasil y Argentina realizando un ejercicio sintético de periodización y caracte-rización de cada uno de ellos. Asimismo, abordaremos las problemáticas de laconstrucción de sujeto identificando aspectos nodales ligados tanto a la diná-mica política como a la estructura de clases. También indagaremos los rasgoscentrales de la política exterior, analizando la confluencia en el proceso deintegración latinoamericano de los distintos casos, tomando en cuenta las par-ticularidades de la articulación entre la escala nacional y regional. De este modo,podremos comprender más cabalmente la inserción de Venezuela, Brasil y Ar-gentina en las distintas construcciones puestas en escena a nivel latinoamerica-no, viendo sus complementariedades y diferencias.

La Venezuela bolivariana

Entendemos que las principales transformaciones en la sociedad venezolanaactual estuvieron signadas a partir de tres puntos de inflexión:

1. Un primer punto de ruptura tuvo lugar en 1998 con el triunfo de una nuevay heterogénea coalición liderada por el Movimiento V República (MVR), quepuso fin al bipartidismo imperante y llevó a Hugo Chávez Frías a la presiden-cia, dando origen luego a una nueva Constitución.

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2. Un segundo momento crítico se instituyó con la radicalización de la oposición,enrolada en la Coordinadora Democrática, y las ofensivas desestabilizadoras ygolpistas desde fines de 2001.

3. La dinamización del conflicto dio lugar al tercer punto de inflexión rela-cionado con la profundización de políticas rupturistas que comenzaron a serarticuladas bajo una orientación definida como Socialismo del siglo XXI.

El contexto político estaba caracterizado por la crisis del bipartidismo punto-fijista4 y una fuerte convulsión social en rechazo a las reformas estructurales decorte neoliberal, que derivaron en el «Caracazo» de 1989 y los levantamientosmilitares que pusieron a Chávez en la primera plana del escenario nacional5.La formación del Polo Patriótico6 permitió al chavismo la conquista de lapresidencia en 1998. En esa primera etapa, las fuerzas oficiales centraron suesfuerzo en la realización de una reforma constitucional. La nueva Constitu-ción, que establece el nombre de República Bolivariana de Venezuela mar-cando su vocación fundacional, se constituyó en una herramienta que habili-ta cursos de acción para sentar las bases de una nueva hegemonía. En estesentido, promueve una profundización de la democracia enfatizando su carácter

4 El Pacto de Punto Fijo fue el acuerdo firmado en 1958, tras el derrocamiento del dictadorPérez Giménez, por los líderes de las principales fuerzas políticas (Acción Democrática, copei yUnión Republicana Democrática-urd) con el fin de subordinar la autoridad militar y reconocer alos partidos como los canales legítimos de representación de intereses. Contó con el respaldo desectores de las Fuerzas Armadas, la Iglesia Católica, Fedecámaras y parte de la Confederaciónde Trabajadores de Venezuela. Sin embargo, en este acuerdo se excluyó expresamente al PartidoComunista, que venía teniendo una participación destacada en la lucha contra la dictadura. Laurd se retiró del pacto en 1962 por diferencias con la política fuertemente pronorteamericana deAcción Democrática, y fue perdiendo gravitación en el escenario político, consolidando el bi-partidismo puntofijista. Este funcionó como la forma legítima de organizar el poder político,sustentado en una estrategia de pacto social instituido a través de la redistribución de la rentapetrolera entre los principales factores de poder.

5 El Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR200) dirigido por Chávez impulsó ellevantamiento militar de 1992 que, aun siendo derrotado, tuvo una importante difusión públicaa nivel nacional. Con la amnistía brindada por el gobierno de Rafael Caldera, Chávez se metióde lleno en la arena política, iniciando un recorrido por el país con el fin de constituir su propiafuerza, que dio lugar en 1997 a la conformación del MVR.

6 En 2006 Chávez llamó a los partidos del Polo Patriótico a fusionarse en el Partido SocialistaUnido de Venezuela. Si bien los partidos más grandes del Polo (PCV, PPTy Podemos) no ingre-saron al PSUV, este fue compuesto por el mayoritario MVR y varios partidos menores y alcanzógrandes éxitos en su primer campaña de afiliación a comienzos de 2007, con más de cincomillones y medio de incorporaciones.

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participativo, definiendo en su art. 62 que «la participación del pueblo en laformación, ejecución y control de la gestión pública es el medio necesario paralograr el protagonismo que garantice su completo desarrollo, tanto individualcomo colectivo». También se determinan, en el art. 70, dos dimensiones funda-mentales para la democracia participativa: una político-institucional que in-cluye desde la elección y el referendo hasta la organización asamblearia, y otraeconómico-social, caracterizada por la autogestión y la cogestión (Estado-trabajadores). Se promueve, así, una visión integral de la democracia y almismo tiempo define el rol económico del Estado, tomando a una perspecti-va intervencionista y nacionalista que marca una ruptura con el paradigmaneoliberal. En dicho sentido, plantea el derecho de control estatal sobre losservicios y recursos estratégicos de la nación, el monopolio estatal sobre Pe-tróleos de Venezuela (PDVSA) y la preeminencia de las actividades privadasnacionales sobre las extranjeras.

El planteo inicial del proyecto político-económico de gobierno delinea laconformación de un modelo de acumulación mixto, recuperando el rol del Es-tado al tiempo que se garantiza la propiedad privada y se reservan a esta distin-tas áreas de la estructura económica7. En 2001, se definen las «Líneas Genera-les del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación, 2001-2007» conel fin de avanzar de forma interrelacionada sobre cinco campos, buscando salirde la crisis que había dejado el neoliberalismo y alcanzar un conjunto de equi-librios que serían sintetizados luego por Chávez:

1. El equilibrio político que garantice la democracia participativa y protagó-nica. 2. El equilibrio económico para garantizar una economía solidaria, pro-ductiva y autosostenida. 3. El equilibrio social mediante la educación, la cultu-ra y la justicia, fundamentalmente. 4. El equilibrio territorial para la ocupaciónproporcionada del territorio nacional. 5. El equilibrio internacional para forta-lecer la soberanía, desarrollar la integración no sólo de América Latina sinotambién con el resto del tercer mundo (Rodríguez Rojas, 2010: 196).

Para esto, a través de la Ley Habilitante, que la Asamblea Nacional sanciona-ra otorgando facultades al Poder Ejecutivo de establecer decretos con valor deley, el oficialismo aprobó un paquete de 49 leyes buscando alterar las relacionesde fuerzas sociales a partir de incidir sobre el modelo de acumulación. Dentro deestas, la Ley de Hidrocarburos se articuló con una vigorosa política petroleraglobal pensada tanto para el desarrollo nacional, así como un instrumento de

7 Esto puede verse, por ejemplo, en la Agenda Alternativa Bolivariana presentada en 1996.

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política exterior. En este camino, se comenzó a tomar acciones internacionalesrevitalizando la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), pro-moviendo una política de restricción de la oferta con el fin de recuperar elprecio internacional del petróleo. También se suspendió el proceso de aperturapetrolera, que había sido una política de tendencia privatizadora defendida porla gerencia de PDVSA. Así se avanzó sobre la regulación del sector y se limitó laindependencia con la que venía actuando PDVSA al punto de que era considera-da como un Estado adentro del Estado (Tomé y Sánchez Iglesias, 2010). Ade-más, se aumentaron las regalías sobre las empresas extranjeras del 16% al 30%y se fijó en 51% la participación mínima del Estado en las sociedades mixtas.Por otra parte, la Ley de Tierras dio lugar a un proceso de reforma agraria queapunta a la desconcentración del latifundio, la entrega de pequeñas parcelas alos campesinos y trabajadores agrarios y la regularización de propiedades, tan-to en el campo como en las ciudades. Estos procesos, según López Maya (2004),han desencadenado una intensa dinámica de organización en el campo y losbarrios, en tanto las normas exigen la conformación de Comités Rurales deTierras (CRT) y Comités Urbanos de Tierras (CUT), con la finalidad de gestionarel relevamiento de la información sobre población y viviendas, requerida paraacceder a la propiedad.

Estas reformas desataron una fuerte reacción en la oposición gestando unsegundo punto de inflexión marcado por la polarización y la confrontaciónabierta. Del paro patronal en 2001 contra el paquete de leyes se derivó luego enel golpe de Estado de 2002 perpetrado por los partidos de oposición, la cúpulamilitar y FEDECÁMARAS, que puso a su líder como presidente de facto, con apoyomanifiesto de Estados Unidos. Derrotado el golpe por la movilización populary las fuerzas militares leales a Chávez, la oposición convocó un nuevo paropatronal el 2 de diciembre de 2002, que se extendió hasta principios de 2003,y cobró su mayor magnitud cuando fue afectada la actividad de PDVSA. Esteparo-sabotaje petrolero, secundado por la alta nómina de PDVSA, fue un ge-nuino acto de guerra económica de los grupos dominantes sobre el procesobolivariano conllevando una contracción del PBI en -8,9 en 2002 y -7,8 en2003, con efectos sociales devastadores8. Aun así, el gobierno logró recupe-

8 Hubo fuertes incrementos en la desocupación, que venía en retroceso desde la asunción deChávez, aumentando del 12,8% en 2001 al 16,8% en 2003, con saltos en el mismo período delos índices de pobreza del 45,4% al 62,1% y de la pobreza extrema del 16,9% al 29,8%, debidoal fuertísimo incremento en los precios, producto de las estrategias inflacionarias y de desabas-tecimiento empresarial de alimentos.

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rar el control de PDVSA, derrotar la desestabilización económica y lograr unmasivo apoyo popular que le permitió salir airoso del referendo revocatorioimpulsado por la oposición en 2004.

El propio movimiento del conflicto fue habilitando la radicalización del pro-ceso bolivariano. Si en una primera versión confiaba en el despliegue de polí-ticas orientadas al capital de origen local en la conformación de una economíamixta, la notoria participación de los burgueses «nacionales» en los intentosgolpistas llevaron a rever esta posición y a enfatizar la necesidad de conforma-ción de un potente bloque popular que lograra sostener las conquistas y encar-nar colectivamente el proyecto. Es en este marco que comenzaron a desarro-llarse las políticas sociales conocidas como «misiones». Dentro de ellas, sedestacaron la Misión Barrio Adentro: dar asistencia médica, atención domici-liaria y suministro de medicinas de modo gratuito a los sectores populares,revirtiendo la lógica centro-periferia de las ciudades, llevando la salud a los«cerros», con un rotundo éxito que llevó a que en 2009 el 54% de la poblaciónrecibiera atención sanitaria mediante esta misión. También se desplegaron nu-merosas misiones educativas que llevaron a Venezuela a ser el segundo país dela región libre de analfabetismo y a democratizar todas las instancias formati-vas, incluyendo la educación superior, con una matriculación universitaria sólosuperada por Cuba. La Misión Alimentación permitió ofrecer alimentos de lacanasta básica con precios un 42% más bajo que el promedio en los comerciosprivados, buscando incentivar la producción auto y cogestionada, dándoles causea la comercialización de sus productos.

Las misiones comenzaron a confrontar al gobierno bolivariano con la necesi-dad de transformar el propio Estado para poder garantizar sus objetivos socia-les: las misiones iban a ser la alternativa para sortear los obstáculos puestos porla burocracia estatal con el fin de garantizar los derechos populares. Así, estascomenzaron a constituir una especie de by-pass (según la expresión de Lander,2007) sorteando las trabas de las viejas estructuras, dando origen a un nuevoEstado, «una suerte de Estado paralelo participado popularmente» (Monedero,2009: 7), que pueda llegar directamente a la población necesitada y que almismo tiempo la haga partícipe. Las misiones implican políticas que aseguranderechos, y de este modo recuperan la universalidad. Abarcando distintas de-mandas, se constituyen en una genuina herramienta de construcción hegemó-nica, donde cada necesidad popular se convierte en una trinchera desde dondegestar la nueva sociedad. Además, se basan en procesos organizativos en lacomunidad como parte de su diseño y ejecución. En este sentido, entendemosque las misiones desarrollan una estrategia de construcción de poder popular

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con base en la democracia participativa: la propia aplicación de la política con-voca a profundizar la autoorganización popular, en tanto estas comienzan a serarticuladas muchas veces en instancias de decisión de los ciudadanos, con baseen la democracia protagónica en el doble andarivel de lo político y lo económi-co, alterando las relaciones de fuerzas sociales y políticas.

Las fuerzas bolivarianas entendieron que para avanzar con mayores rupturascon el neoliberalismo debían afectar intereses poderosos y que la realizaciónde los principios de soberanía, democracia y justicia social sólo podían reali-zarse profundizando la organización de un sujeto popular con un proyecto quetrascendiera las lógicas predominantes de la sociedad capitalista. Es así quellegamos al tercer punto de inflexión, el cual se cristaliza en 2005 cuando Chávezproclama en el Foro Social Mundial de Porto Alegre la opción por el socialis-mo. En 2007 se aprobó el Proyecto Nacional Simón Bolívar: Primer Plan So-cialista de la Nación (2007-2013) que contiene los lineamientos generales paracambiar todos los niveles de las relaciones de fuerzas. Según el proyecto, Ve-nezuela se orienta hacia la construcción del socialismo del siglo XXI, a través dedistintas directrices planteando la conformación de una nueva ética socialista;desarrollando los principios de democracia protagónica revolucionaria, expre-sando que la soberanía reside en el pueblo y este puede por sí mismo dirigir elEstado a través de las instancias de democracia participativa. Propone la crea-ción de un modelo productivo socialista, centrado en formas de propiedad so-cial, colectiva, aunque permaneciendo formas de propiedad individual y públi-ca; promoviendo una nueva geopolítica nacional ligada a una nueva geopolíti-ca internacional, que concibe la construcción de un mundo multipolar impli-cando el quiebre de la hegemonía unipolar, en la búsqueda de la justicia social,la solidaridad y la paz, bajo la profundización del diálogo fraterno entre lospueblos, su autodeterminación y respeto. Estas geopolíticas tienen un hilo arti-culador en la directriz de Venezuela: potencia energética mundial, que sostieneque el acervo energético del país posibilita combinar el uso soberano del recur-so con la integración regional y mundial.

Vemos que los ejes de hegemonía y acumulación anudan las escalas nacionale internacional. En términos de hegemonía, el proyecto aparece caracterizadopor los principios de democracia y socialismo, unidos en la construcción depoder popular, como estrategia de construcción de sujeto colectivo que logredesarrollar los cambios societarios. El poder popular es definido como «el ejer-cicio pleno de la soberanía por parte del pueblo en lo político, económico, so-cial, cultural, ambiental, internacional, y en todo ámbito del desenvolvimientoy desarrollo de la sociedad, a través de sus diversas y disímiles formas de

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organización, que edifican el Estado Comunal» (Ley Orgánica de Poder Popu-lar, art. 2). Este nuevo Estado se va erigiendo en las múltiples instancias dondese gesta la participación, desde los Consejos Locales de Planificación Pública,las mesas del agua hasta los Consejos Comunales.

A su vez, el eje de acumulación es repensado desde la dimensión económico-social del proyecto promoviendo las experiencias de producción autogestivasy cogestivas como vía de cambio de las relaciones de fuerzas sociales. El éxitode las políticas públicas en este sentido puede verse en que «el número decooperativas activas en Venezuela, en el año 2008, era superior al de cualquierpaís en Latinoamérica. Más aún, la suma de las cooperativas activas de Argen-tina, Brasil y Colombia, en el año 2008, era inferior al total de cooperativasactivas de Venezuela» (Cooperativa Gestión Participativa, 2009: 7). Este pro-ceso fue acompañado por una masificación de estatizaciones y expropiaciones,que constatan el perfil rupturista del proceso venezolano, procurando fortale-cer al Estado, recuperando los recursos estratégicos en manos del gran capital,y la organizando empresas dirigidas por sus trabajadores9.

La conformación de sujeto popular puede verse también en la mejora en lascondiciones de vida y la percepción de ingresos por parte de los trabajadores.Como señala Rodríguez Rojas:

La fuerza de trabajo ha visto mejorar su capacidad adquisitiva entre elperíodo 2004-2007; especialmente los sectores de menores ingresos, quese han beneficiado del incremento sucesivo del salario mínimo y por lastransferencias directas en servicios gratuitos de salud, educación y lasmisiones sociales. Al comparar el índice de remuneraciones del cierre de2003 con el de 2007 se refleja una mejoría del salario promedio real(18,33%), así como un incremento real del salario mínimo, el mayor deAmérica Latina –con 636 dólares mensuales está por encima del de Ar-gentina, que se ubica en el segundo lugar de la región– (2010: 198).

Así, la distribución del ingreso mejoró de manera continua, lo cual se visua-liza en que el coeficiente de Gini en 1999 se ubicaba en 0,47, pasando a 0,42 en2009, alcanzando a 0,39 en 2012 (Instituto Nacional de Estadística de Vene-zuela, INE). Esto también puede percibirse en la estrategia de inclusión previ-sional. Venezuela pasó de 387 mil personas jubiladas en 1998, a extender la

9 El alcance de las estatizaciones, nacionalizaciones y expropiaciones entre 2007 y 2010 pue-de verse en Caraballo y Pastrana (2010).

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cobertura previsional a 1.289.320 en 2008, superando la triplicación del siste-ma jubilatorio, y aumentó los haberes jubilatorios, teniendo como hito inicialsu cuadruplicación en el año 2003. También se aplicaron algunas reformasimpositivas de carácter progresivo, ampliando impuestos sobre las regalíaspetroleras, transacciones financieras, el consumo suntuario, mientras se dismi-nuyó de 16% a 9% el IVA, eliminándose sobre un conjunto de alimentos. Estaspolíticas generaron un fuerte descenso de la pobreza y la indigencia, las cualestuvieron una coyuntura crítica producto de la ofensiva patronal en 2002 y 2003,que había llevado al 55,1% de los hogares venezolanos a la pobreza y al 25% ala pobreza extrema (año 2003), logrando revertir este cuadro, quedando res-pectivamente en 21,2% y 7,1% en 2012 (INE). Este proceso de mejoras fuesustentado tanto por las misiones como por el conjunto amplio de políticaseconómicas y sociales, incluyendo también reformas legales. Un caso impor-tante fue la modificación de la Ley Orgánica del Trabajo en 2012, que implicamejoras notables en las condiciones de los trabajadores10.

Por otro lado, la opción socialista fue precedida y ahora acompañada por unavocación de desarrollo soberano antiimperialista, en tanto busca en el planointernacional confrontar el peso de Estados Unidos desde una perspectiva demundo multipolar, que tuvo como hito el No al ALCA en la IV Cumbre de lasAméricas (2005). Se impulsa una propuesta de integración alternativa, opuestaa la estrategia norteamericana y al neoliberalismo. Según Morales Fajardo, «setrata de una integración sin bases capitalistas, con una democracia participati-va (de movimientos sociales), con una promoción económica que combina lapropiedad estatal, con la social, comunal y cooperativa» (2013: 50-51). Ade-más, se promueve una diplomacia social en tanto Venezuela lleva a cabo unaestrategia de programas sociales y uso de recursos para financiamiento y ayudaal exterior, dirigida especialmente a los sectores menos favorecidos, para pro-mover el desarrollo social y disminuir la pobreza en la región (Morales Fajar-do, 2013). Así, Venezuela gesta una propuesta latinoamericanista de integra-ción, a través de iniciativas regionales como el ALBA, el MERCOSUR, la UNASUR yla CELAC. En la perspectiva socialista, se destaca el ALBA11, firmado inicialmenteen 2004 por Cuba y Venezuela. El ALBA es una propuesta que centra su atención

10 Como ser, reducción de la jornada, eliminación de la tercerización, protección frente adespidos, etc.

11 El ALBA fue primeramente conocido como Alternativa Bolivariana de las Américas, pero,a partir de la VI Cumbre cambió su nombre a Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra-América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP).

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en la lucha contra la pobreza, la exclusión social y el analfabetismo, al tiempoque otorga una importancia crucial a los derechos humanos, laborales y de lamujer. Procura combatir las reformas neoliberales instaladas en las décadaspasadas e impulsa un intercambio económico igualitario orientado al desarro-llo social, en tanto es concebido como Tratado de Comercio de los Pueblos. Eneste sentido, se promovió la creación del Banco del ALBA para financiar losproyectos. El 20 de abril del 2010, durante la IX Cumbre del ALBA, celebrada enCaracas, los presidentes de Antigua y Barbuda, Bolivia, Cuba, Dominica, Ecua-dor, Nicaragua, San Vicente y las Granadinas y Venezuela firmaron el «Mani-fiesto de Caracas Consolidando la Nueva Independencia» donde afirmabanbuscar liberarse del intervencionismo extranjero, la sumisión a los mandatosimperialistas y construir una base económica socialista. Honduras ingresó alALBA en 2008 pero, a partir del golpe de Estado que derrocó al presidente Zela-ya, salió del mismo.

Asimismo, Venezuela utiliza sus recursos para proyectar su perspectiva re-gional: «los recursos petroleros sirven para la integración regional con Suda-mérica, Centroamérica y el Caribe a través de la suscripción de acuerdos conlas empresas estatales de aquellos países. De esta forma, PDVSA es la herramien-ta que permite el despliegue de la diplomacia social» (Morales Fajardo, 2013:51). En este punto, es necesario recordar que el triunfo del gobierno en contro-lar efectivamente PDVSA tras el paro-sabotaje petrolero, posibilitó desplegar di-cha diplomacia con base petrolera. Esto aparece plasmado en distintos planes,como el Simón Bolívar, donde Venezuela se plantea como potencia energéticamundial y visualiza este eje no sólo para el desarrollo endógeno socialista sinocomo parte de su política de integración internacional.

Previamente, en 2006, Venezuela anunció que dejaba la Comunidad Andinade Naciones, debido a la decisión de Perú y Colombia, dos miembros del bloque,de suscribir acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, reforzando la ideade ingresar al MERCOSUR, lo cual recién se realizó plenamente en 2012. Venezuelatambién es miembro activo de la UNASUR, que articula a los gobiernos sudameri-canos y que ha tenido un importante rol para frenar las ofensivas desestabilizado-ras que se generaron en la región, y derrotar a los distintos intentos de golpe deEstado (con excepción del golpe institucional que en 2012 derribó al gobierno deLugo en Paraguay). Además, Venezuela fue sede de la cumbre fundacional de laCELAC, una experiencia que busca gestar articulaciones político-económicas enAmérica Latina por fuera de la injerencia de Estados Unidos

El proceso bolivariano recibió un fuerte golpe con la muerte de Hugo Chávezen 2013, tanto por su peso como líder regional como porque internamente

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volvió a alentar a la oposición a generar nuevas y crecientemente violentasoperaciones de desestabilización al gobierno de su sucesor, Nicolás Maduro,confrontado desde las clases dominantes a través de una estrategia definidacomo de «guerra económica». Asimismo, el apoyo que Chávez le había dado aMaduro, quien posee extracción trabajadora y era el canciller venezolano, per-mitió remarcar la continuidad del carácter popular del proceso bolivariano y suproyección internacional.

El Brasil del Partido de los Trabajadores (PT)

Lula da Silva, máximo dirigente del PT, alcanzó en 2003 la presidencia luegode ser el principal referente de la oposición desde el retorno de la democracia.En términos globales, podemos distinguir el proceso abierto por el gobiernodel PT en dos períodos:

1. 2003-2006: caracterizado por la predominante continuidad neoliberal anivel económico, pero con reformas relevantes en las políticas sociales.

2. 2007-2013: comienzan a implementarse modificaciones en las políticaseconómicas ejerciendo transformaciones de carácter neodesarrollista en elmodelo de acumulación.

Lula alcanza su primera presidencia llegando a aglutinar en un mismo frenteelectoral fuerzas heterogéneas, incluyendo desde el Partido Comunista (PCdoB)hasta el Partido Liberal. Este último partido que ocupó la vicepresidencia conJosé Alencar, importante empresario textil y ex presidente de una corporaciónpatronal paulista, y sería parte de un proceso de creciente moderación del PT

con el fin de enfrentar la crisis desatada en los meses previos a las elecciones,dando señales favorables a los sectores más poderosos del capital y a los orga-nismos financieros internacionales. La crisis preelectoral constó de la duplica-ción del «riesgo país», incremento de fuga de capitales, devaluación de la mo-neda y aumento de la inflación, aunque se dio en un contexto donde el PlanReal tenía una fuerte adhesión y legitimidad. Para afrontar esta crisis, el PT

publicó la Carta al Pueblo Brasileño, en la que se comprometía a respetar elacuerdo firmado por Fernando Henrique Cardoso con el FMI. Esto implicabaadoptar el régimen de metas de inflación, obtener superávits fiscales elevadosy altas tasas de interés y mantener las reformas estructurales (Dias Carcanholo,2008). Pese a ganar la confianza del empresariado a partir de la Carta, el PT

llegó con un número relativamente escaso de senadores y diputados, con locual estaba obligado a tejer mayores alianzas. En este camino, el gobierno de

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Lula comenzó a afrontar las tensiones propias de un proyecto que intentabahacer confluir continuidad con las políticas económicas de corte neoliberal, perointentando mantener el apoyo histórico de las clases subalternas, dentro de lascuales se destacaban organizaciones de masas como la Central Única de Trabaja-dores (CUT) y el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST)12.

Estas tensiones se visualizaron en la cuestión agraria. Si por un lado el Mi-nisterio de Agricultura fue entregado a empresarios de los agronegocios, elMinisterio de Desarrollo Agrario quedó en manos de sectores ligados al MST.Sin embargo, Mançano Fernandes (en Zibechi, 2005) sostiene que este minis-terio percibe tan sólo el 10% de los recursos, mientras que el 90% queda enmanos de los grandes propietarios. Además, hizo una concesión histórica a losempresarios de agronegocios legalizando la introducción de cultivos transgé-nicos. Asimismo, el gobierno profundizó la ofensiva de estos sectores del capi-tal aprobando la privatización de una amplia extensión del Amazonas, a pesarde la fuerte oposición de movimientos campesinos, indígenas y parte de lasFuerzas Armadas. Por otro lado, dentro de los programas que conforman elPlan Hambre Cero, se desarrolló el Plan Nacional de Reforma Agraria. Sinembargo, esta política fue vista como insuficiente, en tanto alcanzaba sólo cer-ca del 10% de las familias agrarias. En este contexto, el MST retomó distintasiniciativas de presión y acción colectiva incluyendo la ocupación de tierras.

Por otra parte, según Cano y Gonçalves da Silva, ya en el primer gobierno deLula se suspendió el veto a la política industrial existente durante los añosanteriores, pero esto se dio en un contexto donde se «mantém a política ma-croeconômica que vinha sendo executada desde 1999, apoiada na combinaçãodo regime de metas de inflação com o câmbio flutuante e a política de geraçãode superávit fiscal primário, visando a continuidade do controle inflacionário»(2010: 6), con tasas de alto interés. En este sentido, comenzó a desarrollarse laPolítica Industrial, Tecnológica y de Comercio Exterior (PITCE), recuperando

12 A las alianzas preelectorales se le sumaron otras posteriores, como la establecida con elPartido de Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). El intento de convergencia entre sec-tores progresistas y conservadores puede observarse en la conformación del gabinete de suprimer gobierno, en el cual el Ministerio de Economía quedaba para el ala más conservadora delPT, la presidencia del Banco Central era ocupado por un ex presidente mundial del Bank ofBoston (la segunda mayor institución acreedora de Brasil), y el de Agricultura más el de Desa-rrollo, Industria y Comercio Exterior fueron entregados a dos importantes empresarios del sec-tor de agronegocios. Por otro lado, el área social (Educación, Asistencia Social, Medio Ambien-te, Salud, Deportes, Cultura) fue confiada al ala izquierda del partido y a sus aliados.

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una instancia de planeamiento estatal sobre la industria, aunque la misma tuvoinicialmente una aplicación errática.

Asimismo, se votó una reforma tributaria, cuyos principales cambios impli-caron una reducción del Impuesto a la Producción Industrial (IPI), la extensióndel impuesto a la importación, el aumento del Impuesto a los Combustibles, unaquita del impuesto a las exportaciones y la prórroga del impuesto de la Contribu-ción Provisoria sobre Movimientos Financieros, entre otros (García, 2009).

En las relaciones entre el gobierno y las clases subalternas también se expre-só una política ambivalente. El gobierno de Lula aplicó, en consonancia con elFMI, la reforma previsional, a la cual se había opuesto cuando era oposición.Esta se enfocó en modificar el régimen jubilatorio de los trabajadores del Esta-do, equiparándolo con el del sector privado13. La reforma previsional implicóuna fuerte reducción de los beneficios hasta entonces recibidos por los seg-mentos más elevados del Ejecutivo, Legislativo y Judicial y logró una reduc-ción del gasto fiscal en dicha área del orden del 14%. Por otra parte, Antía yProvasi Lanzara, señalan que contuvo también «estrategias de inclusión previ-sional en el Régimen General. Se privilegió, para ello, la reducción de las alí-cuotas contributivas como forma de incentivo a la afiliación previsional detrabajadores del sector informal urbano» (2009: 16).

Además, el gobierno estableció el retorno del cobro sindical obligatorio, cuyomentor había sido Vargas. Esta medida generó, por un lado, el fortalecimientode las estructuras sindicales, pero al mismo tiempo dio una mayor independen-cia de las cúpulas sindicales respecto de las bases en tanto ya no dependen desu aporte voluntario. Por otra parte, algunos investigadores como Campello yZucco (2008) observan que la principal base de apoyo popular del gobierno haido cambiando, comenzándose a apartar de los movimientos organizados, comoel movimiento obrero, para asentarse en los sectores más pobres. Esto encon-traría su razón en las políticas sociales aplicadas por el gobierno, entre lasque destaca el Plan Hambre Cero cuyo principal componente es la BolsaFamilia, que reparte hasta 95 reales a familias con renta inferior a 120 reales.

13 La reforma aumenta la edad mínima para jubilarse de los funcionarios públicos (de 53 a 60años en los hombres y de 48 a 55 años en las mujeres), recortando los haberes de los ya jubila-dos y reduciendo en casi un tercio las jubilaciones más altas y poniendo un límite máximo(equivalente a 5.825 dólares) para los beneficios pagados. Además, facilita al capital financieroprivado la administración de los fondos que aportan los funcionarios públicos a través de mejo-rar las condiciones para la opción por las jubilaciones privadas, manteniéndose ambos sistemas.

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Este programa ha ido creciendo en magnitud hasta alcanzar a más de 45 millo-nes de personas, por lo que se aleja de perspectiva de asistencia focalizadapropia de la óptica neoliberal14. Un aspecto clave de Bolsa Familia son lascondicionalidades exigidas en materia de salud (examen de rutina y vacuna-ción) y educación (asistencia del 85% de clases en niños de 6 a 15 años); estas«condicionalidades representam contrapartidas com vistas a certificar o com-promisso e a responsabilidade das famílias atendidas e representam o exercíciode direitos para que as famílias possam alcançar autonomia e, consequenteinclusão social sustentável» (Da Silva e Silva, 2007: 9).

La política social en manos del ala progresista del oficialismo ha arrojadobuenos resultados también en materia educacional, consiguiendo altos nivelesde escolarización en todos los ámbitos, tanto universitarios como primarios.También ha impulsado la creación del Fondo de Manutención y Desenvolvi-miento de Educación Básica (FUNDEB), con el objetivo de atender 47 millonesde estudiantes brasileños, con inversiones anuales de más de 7 mil millones dereales. Mientras que, en el área de educación superior, el Programa Universi-dad Para Todos (PROUNI) es considerado el mayor programa de becas de estu-dio de la historia de la educación brasileña. Por otra parte, en materia desalud se han alcanzado resultados satisfactorios en la reducción de la tasa demortalidad infantil.

De este modo, el reparto de los ministerios públicos entre el ala conservadoray el ala progresista del marco de alianza del gobierno es un ejemplo ilustrativode las tensiones de un proyecto que intentaba conjugar el sostenimiento depolíticas estructurales de corte neoliberal junto a una estrategia que busca ali-viar el malestar de los sectores más pobres de la sociedad reformando su polí-tica social.

Durante el primer gobierno de Lula da Silva, en el campo de las políticaseconómicas primó la continuidad neoliberal, bajo supervisión del FMI: mante-nimiento de altas tasas de interés en beneficio del capital financiero, superávitcomercial aprovechando la coyuntura internacional favorable a las exportacio-nes brasileñas y altos superávit fiscales primarios orientados principalmente al

14 «O Bolsa Família, o maior Programa de Transferência de Renda na atualidade brasileira,encontra-se em implementação nos 5.561 municípios e atendia até julho de 2006 a 11.118.072das 11.206.212 famílias estimadas pelo ibge como pobres, o que representa 99,2% dessas famí-lias, com um orçamento de 8,3 bilhões de reais em 2006. O valor médio da transferência mone-tária recebida por essas famílias era de R$ 61,43" (Da Silva e Silva, 2007: 11).

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pago de deuda. Como resultado, en este primer momento se mantuvo contraídala participación del salario en el producto mientras se seguían ampliando lasrentabilidades del capital financiero, mostrando escasa variación en las rela-ciones de fuerzas sociales15. Esto fue generando crisis al interior de PT, pre-sentando escisiones en su ala izquierda.

Sin embargo, junto a las continuidades económicas, también comenzaron aperfilarse algunas rupturas. En 2005 el gobierno de Lula dio lugar a un impor-tante cambio en materia político-económica, que se liga a la posibilidad deaumentar mayores grados de autonomía relativa de la acción estatal:

El gobierno decidió no renovar el acuerdo con el Fondo Monetario Interna-cional y, a fines de ese mismo año, anunció el pago del total de la deuda con elorganismo (15.500 millones de dólares) que vencía en 2007. […] Esta medidafue concertada con Argentina (que a los pocos días también anunció el pagototal de su deuda con el Fondo) y permitió el ahorro de 900 millones de dóla-res, además de ser muy bien recibida por los mercados financieros internacio-nales (García, 2009: 6).

Por otra parte, si bien no revirtió las privatizaciones ya realizada, cortó elproceso privatizador, dando lugar a la conformación de asociaciones público-privadas para las obras de infraestructuras.

Con el segundo gobierno de Lula da Silva se llegó a un punto de inflexión,donde comienza a conformarse un modelo de acumulación que articula ele-mentos de continuidad neoliberal con otros novedosos de carácter neodesarro-llista, que se fueron profundizando durante el gobierno de Dilma Rousseff.

Según Barbosa e Souza, la construcción del viraje neodesarrollista se originóa partir del establecimiento de tres líneas de acción:

[1] Adoção de medidas temporárias de estímulo fiscal e monetário para ace-lerar o crescimento e elevar o potencial produtivo da economia; [2] a acele-ração do desenvolvimento social por intermédio do aumento nas transferên-cias de renda e elevação do salário mínimo; e [3] o aumento no investimento

15 «Os indicadores analisados apontam uma tendência persistente de perda relativa de rendi-mentos do trabalho para o capital ao longo dos mandatos de fhce Lula: a participação do saláriona renda nacional caiu de 32% (2000) para 31% (2004), a proporção entre a massa salarial eexcedente operacional bruto caiu de 94,3% para 86% mesmo período e o salário médio cresceu3,9% menos que o pib durante o governo Lula, segundo dados do ibge. Em contrapartida, osrendimentos do setor financeiro não pararam de crescer, absoluta e relativamente. A partici-pação dos ativos dos grandes bancos no pib saltou de 11,6% no primeiro mandato de fhc para17,2% no segundo mandato e 19,3% no primeiro mandato de Lula» (Coelho, 2008:217).

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público e a recuperação do papel do Estado no planejamento de longo prazo(2010: 69-70).

En términos de estímulo fiscal a la producción, el gobierno desplegó impor-tantes inversiones públicas a través del Plan de Aceleración del Crecimiento(PAC), con grandes obras de infraestructura, y promovió líneas de crédito indus-trial a largo plazo y bajo interés a través del Banco Nacional de Desarrollo(BNDES). Se impulsó una mejora de las empresas estatales y se profundizaronlas políticas hacia la industria, avanzando en la formulación de una nueva fasedel PITCE, ampliando el número de sectores e instrumentos, bajo la denominaciónde «Política de Desenvolvimento Produtivo» e implicando una exención imposi-tiva de 21,4 billones de reales para la industria entre 2008 y 2011. Esto favorecióel fortalecimiento del capital brasilero y estatal, dando lugar a una retracciónmoderada del proceso de desnacionalización de la cúpula empresaria16.

Siguiendo a Schutte (2013), el nuevo enfoque neodesarrollista habilitó lagestación de cambios en la política energética, modificando en 2010 el marcoregulatorio. Así se avanzó a una ampliación de la renta capturada por el Estadoy un aumento del control estatal sobre Petrobras, aunque más del 50% sigueestando en manos privadas. Se impulsó un crecimiento del control de Petrobrassobre la producción, ya sea asegurándole un 30% en las explotaciones licita-das, o adjudicándoselas directamente en un 100%. Además, «el nuevo marcoregulatorio creó una nueva empresa 100% estatal, la Empresa Brasileña deAdministración de Petróleo y Gas Natural-Pré-Sal Petróleo SA (PPSA), respon-sable por la gestión de los contratos de distribución de producción y la comer-cialización del petróleo y gas natural en el Estado federal. También asumirá elcontrol de los costos de la operación en defensa del interés del Estado, inclusi-ve frente a la propia Petrobras» (Schutte, 2013: 128).

Por otra parte, en materia de distribución del ingreso, se avanzó a partir de la

16 «Ainda como indicador da desnacionalização da economia brasileira pode-se usar a distri-buição das vendas das 500 maiores empresas segundo a origem da propriedade. Os dados mos-tram que a participação das empresas estrangeiras cai de 44,9% em 2002 para 41,6% em 2010,enquanto a participação das empresas privadas nacionais aumenta de 36,3% em 2002 para 37,4%em 2010 e a das empresas estatais sobe de 18,8% em 2002 para 21,0% em 2010. Estes númerosindicam, aparentemente, a redução do elevado grau de desnacionalização da economia brasilei-ra» (Gonçalves, 2011:7). Según el autor, esto se explica porque las tres mayores empresas delpaís (Petrobrás, BR Distribuidora y Vale) tienen un peso elevado en la economía brasilera,representando el 13,3% y el 16,1% de las ventas de las 500 mayores empresas en 2002 y 2010respectivamente. Excluyendo a estas tres empresas, se evidencia un aumento del capital extran-jero en la distribución de la renta de las 497 empresas más grandes.

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expansión de la Bolsa Familia, la creación de empleos y la elevación del sala-rio mínimo y las jubilaciones públicas. Como sostiene Rocha (2013), el salariomínimo aumento en término reales un 53,6% permitiendo pasar de una partici-pación del salario en el PBI del 40% al 43,6% entre 2003 y 2009. En este perío-do se crearon 14 millones de empleos. Esto se dio, por un lado, con un descen-so de la desigualdad, en tanto, entre 2003 y 2010, el ingreso del 10% más pobrecreció al 8% anual, mucho más intensamente que el conjunto de la economía yque el 10% más rico, que lo hizo al 1,5%. Por otra parte, conllevó una expan-sión de los sectores medios (con ingresos entre 550 y 2.400 dólares) del 38%en 2002 al 53% en 2010. Así, la pobreza bajó del 35,8% de las familias en 2003al 21,4% en 2009.

Aun con las marcadas rupturas, el escenario político-económico brasileño nodeja de evidenciar algunas tensiones relevantes. La sobrevaluación del real hareducido la competitividad internacional, deteriorando el despegue exportadory limitando el saldo comercial (Morais y Saad-Filho, 2011). Si bien hubo recu-peración de políticas industriales, la inserción de la economía brasilera en elmercado mundial profundizó la tendencia a la reprimarización de las exporta-ciones, ya que los productos manufacturados pasaron de explicar el 56,8% en2002 al 45,6% en 2010, tendencia opuesta a la exportación de productos bási-cos que pasó del 25,5% al 38,5% en el mismo período17 (Gonçalves, 2011).Pero la principal continuidad se da en el bloque de poder, según Gonçalves,«verifica-se a dominação financeira. Esta pode ser entendida como a ascendên-cia do setor financeiro, inclusive sobre os outros setores dominantes. A domi-nação financeira tem expressão concreta na apropriação do excedente econô-mico. No Governo Lula a taxa média de rentabilidade (lucro/patrimônio líqui-do) dos 50 maiores bancos é sempre superior à das 500 maiores empresas emtodos os anos do período 2003-10 […]. Neste período a taxa média de rentabi-lidade das maiores empresas é 11,0% enquanto a taxa dos bancos é 17,5%»(2011: 11-12).

Finalmente, un aspecto destacado en el Brasil del PT es su política exterior.Por un lado, Brasil ha impulsado la integración de los países del Tercer Mundoy ha adoptado posiciones críticas de Estados Unidos en distintas coyunturas,como la invasión a Irak. En América Latina ha buscado fortalecer el MERCOSUR y

17 Este aspecto se evidencia también al interior de las exportaciones industriales, donde sereduce la participación de los productos de alta tecnología (13,1% a 8,1%) frente a la expan-sión de los de media-baja tecnología (21,7% a 25,1%)

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ha sido parte del rechazo al ALCA en 2005. Si bien ha habilitado el acercamientode Venezuela al MERCOSUR, según Zibechi (2007), Brasil demoró su aprobaciónal ingreso definitivo a raíz del rechazo de la centroderecha, parte de la cual seencuentra dentro de la alianza oficialista (el cuál se terminó realizando en 2012ayudado por la presión de Argentina tras el triunfo del golpe de Estado enParaguay). Según Morales Fajardo (2013), ya desde el gobierno de Lula, laactiva presencia del canciller Celso Amorim le permitió a Brasil desplegar suproyecto de liderazgo regional y proyectarlo en diversos foros mundiales, talescomo el G-20 comercial y la oposición al ALCA. Además de la relevancia delMERCOSUR, buscó articular toda Sudamérica, impulsando en 2004 la conforma-ción de la Comunidad Sudamericana de Naciones, que en 2008 se relanzó comoUNASUR, como plataforma continental esencial en su desarrollo como protago-nista global. En este camino, Morales Fajardo sostiene:

El interés hegemónico de Brasil representa el mayor incentivo pararespaldar a UNASUR. La creación de este proyecto le ofrece una plata-forma institucional para crear la infraestructura necesaria para su co-nexión con otros países, lo cual incentiva el intercambio comercial y eldesarrollo de inversiones. Además, geopolíticamente, le garantiza unespacio de seguridad y sustenta el liderazgo que le es necesario para sutrascendencia global (2013: 56).

A la par, Brasil promovió alianzas estratégicas con potencias emergentes fue-ra del continente, como el BRICS, para proyectarse como potencia mundial.

De este modo, los aspectos progresivos y regresivos de la política exteriorbrasilera son recuperados por Gaudichaud (2010), señalando que, por un lado,Lula siempre ha apoyado a Chávez (por ejemplo, durante el golpe de Estado en2002), mantiene también buenas relaciones con el gobierno cubano y fue muyclaro sobre la situación en Honduras tras el golpe contra Zelaya. Asimismo,favorece las relaciones Sur-Sur siguiendo un principio de multipolaridad ybuscando tener más espacio en el escenario mundial, rechazando las injeren-cias de las grandes potencias del Norte, lo que explica su apoyo a Irán frente aEstados Unidos o la denuncia de nuevas bases militares estadounidenses enColombia, así como el fuerte crecimiento del intercambio comercial con Chi-na. Además, apuesta por el desarrollo de la UNASUR. Pero, por otro lado, elmismo autor señala:

Aunque Brasil propugne la autonomía, no defiende un modelo de desa-rrollo alternativo, sino todo lo contrario. En el terreno económico actúasiguiendo una orientación capitalista desarrollista, e incluso en algunos

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aspectos neoliberal. En sus relaciones con los países de la región, sedetecta una clara voluntad de hegemonía de proximidad. Algunos auto-res hablan de «semiimperialismo» o de «imperialismo periférico». Va-rias empresas brasileñas son multinacionales que practican una políticaeconómica agresiva hacia sus vecinos: Petrobras con el petróleo u Ode-brecht en el ámbito de la construcción, que han provocado conflictosimportantes con países cercanos como Bolivia o Ecuador […]. La mis-ma relación desigual se da con Paraguay en cuanto a la gestión de recur-sos hidroeléctricos comunes en Itaipú, donde Paraguay ha sido literal-mente privado de su soberanía en ese sector. Y es que la burguesía finan-ciera e industrial brasileña (en especial la de São Paulo) defiende así susprerrogativas en el mercado mundial, lo que, por otra parte, no impidelos acuerdos estratégicos entre Brasil y Estados Unidos, por lo que res-pecta, por ejemplo, a los agrocombustibles (Gaudichaud, 2010: 1).

Esto puede constatarse en la ejecución de políticas que promueven la fusiónempresarial, fortaleciendo al gran capital, y en el avance de las transnacionalesbrasileñas sobre las economías nacionales de la región, como se evidencia en elcaso de Argentina, donde los capitales brasileños compraron numerosas em-presas características de dicho país, como Quilmes, Acindar, Pérez Companc,Loma Negra, Topper, Paty, entre otras. Aparece un juego ambivalente entre eldestacado peso de Brasil en el proceso de integración regional apoyando inclu-so a las experiencias más radicalizadas, pero al mismo tiempo una proyecciónteñida de rasgos «semiimperialistas» hacia la región como terreno ampliadopara la acumulación del capital brasileño y como plataforma para pararse comopotencia capitalista mundial.

La Argentina del kirchnerismo

La historia político-económica de la Argentina reciente encuentra en el kir-chnerismo a su principal fuerza política. Poniendo el foco sobre su llegada algobierno, podemos definir la siguiente periodización:

1. El doble preludio 2001-2002: desde la crisis de 2001 al cambio de mo-delo de acumulación bajo el gobierno de Duhalde en 2002.

2. La fase de ascenso hegemónico del kirchnerismo 2003-2007.3. Nueva crisis y recomposición desde 2008-2011.El primer punto de inflexión se inició con la crisis de 2001, la cual atravesó

una multiplicidad de dimensiones, evidenciando a nivel ideológico-cultural

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el fin de la hegemonía del pensamiento único neoliberal, con su perspectivade Estado mínimo y dominio indiscutido y naturalizado de los grandes gru-pos económicos. También se manifestó una crisis política que implicaba ladeslegitimación de los partidos como canales de representación, del biparti-dismo reinante, y una crisis de autoridad estatal en general en tanto el Estadono lograba dar respuestas a los crecientes reclamos populares. Finalmente,había una crisis económica proveniente del colapso visible del modelo de laconvertibilidad, que constituía la expresión más acabada del neoliberalismoargentino. Este contexto se expresaba por abajo en un auge de la lucha popu-lar y por arriba en distintas disputas al interior de la clase dominante paraintentar definir el modo de salida de la crisis.

Tras la caída de varios presidentes en pocos días, y habiendo sancionado eldefault de la deuda externa pública, es elegido presidente por el ParlamentoEduardo Duhalde. Este presentó un discurso productivista, que buscaba rear-ticular componentes del peronismo clásico, y una estrategia dual frente alconflicto social, de contención, a través de la masificación de los planes so-ciales, y de coerción, con una ofensiva represiva y criminalizadora contra losmovimientos sociales. A su vez, estableció un conjunto de medidas que dioorigen a un nuevo modelo de acumulación tales como la devaluación, el con-gelamiento y rediscusión de tarifas de los servicios públicos, las retenciones,la pesificación de deudas, entre otras. Pero estas se aplicaron con un fuertesesgo regresivo descargando el costo de cambio de modelo sobre los trabaja-dores, ya que mientras se licuaron las deudas del gran capital con la bancalocal y se compensaron a los bancos, la inflación arrasó con un tercio delsalario real, la desocupación superó el 23% y la pobreza el 57%. Esta brutaltransferencia de recursos de asalariados a capitalistas que profundizó la con-centración económica fue la marca de origen del neodesarrollismo argentino.Pero al mismo tiempo mostró en política exterior algunas decisiones queempalmaban con el cambio de época que comenzaba a vivirse en la región:Duhalde condenó el golpe de Estado a Venezuela y no dio apoyo a la inva-sión norteamericana a Irak (Brieger, 2009).

En este contexto, con sólo el 22% de los votos, Kirchner llega a la presi-dencia en 2003 y enfrenta la aún inconclusa crisis de 2001, en sus distintasdimensiones, planteándose a sí mismo como momento de sutura. En estecamino podemos señalar dos elementos fundamentales: (a) la construccióndel neoliberalismo como adversario en el discurso, profundizando una recu-peración y resignifación del peronismo como identidad mayoritaria; y (b) larecuperación del Estado como mediación, con un rol destacado en el proceso

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de «armonización» de intereses bajo una estrategia de pacto social entre ca-pital y trabajo, y un rol de intervención económica contrastante con los añosneoliberales.

El gobierno de Kirchner dio lugar a un conjunto de rupturas significativascon el orden precedente. Entre ellas se destacan distintas acciones estatalespara detener la caída del salario real e impulsar distintos grados de recompo-sición del ingreso. El aumento del salario mínimo, que se dio a partir de laconvocatoria al «Consejo Nacional del Empleo, la Productividad y el SalarioMínimo Vital y Móvil», revalorizando las mediaciones sindicales y patrona-les, y que sería incrementado anualmente. Los convenios colectivos de traba-jo superaron en 2007 la cuadruplicación del promedio de la década anterior,permitiendo importantes recuperaciones del salario real a los trabajadoresformales, principalmente en la industria. Además, se aumentó y extendió lajubilación mínima, incorporando 1.800.000 nuevos jubilados, alcanzandoprácticamente su universalización. Asimismo, el gobierno impulsó acuerdosde precios para intentar contener la inflación. Las retenciones a las exporta-ciones actuaron también en el mismo sentido. Aun así desde 2007 volvió adesatarse una fuerte presión inflacionaria que comenzó a atentar contra larecuperación del salario real. Estas políticas generaron un efecto redistributi-vo sustentado, a su vez, en el descenso de la desocupación que pasó desde el23,3% en 2002 al 7,2% en su mejor momento en 2007, con fuerte incidenciaen la baja de la pobreza, que pasó del 57,5% en octubre de 2002 al 26,9% enel segundo semestre de 2006, y de la indigencia, que pasó del 27,5% al 8,7%,reduciéndose cerca de un 70%, en el mismo período. También disminuyó ladesigualdad, en tanto el coeficiente de Gini pasó del 0,537 en 2003 al 0,485en 2006; pero se incrementó la heterogeneización en las remuneraciones sa-lariales entre trabajadores formales o informales y estatales o privados.

En este camino, el kirchnerismo fue conformando su propio proyecto degobierno, caracterizado en un comienzo como un «capitalismo nacional» quehabilitara la movilidad social ascendente, volviendo a la senda del desarrollocon inclusión social. El proyecto es planteado como la construcción de unpacto social dirigido desde el Estado, manteniendo la centralidad de la «bur-guesía nacional», aunque se la comienza a ver como un sujeto que no estáplenamente constituido, sino que debe ser apuntalado, y va cobrando mayorjerarquía el lugar del trabajo. Esto se liga a un cambio en las relaciones defuerzas entre las fracciones de clases, tanto en la recomposición de las condi-ciones de vida de las clases subalternas en el escenario post-crisis como acambio al interior del bloque de poder donde cobró centralidad del capital

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productivo. Esto se explicita en un doble sentido: por un lado, en la centralidadde grandes empresas productivo-exportadoras ligadas principalmente a la ex-plotación y exportación de recursos naturales (agroindustrias, hidrocarburos,minería), incluyendo otros núcleos destacados como la industria automotriz ysegmentos de las industrias químicas y siderúrgicas; y por el otro, la recupera-ción de un amplio espectro de pequeñas y medianas empresas (pymes), impli-cando la formación de 87.000 unidades productivas que tuvieron un desempe-ño destacado en la creación de empleo (que explica el 85% del nuevo empleoindustrial) pero con salarios un 48% más bajos que los de las grandes empresasy una alta informalidad, del 60%. La industria tuvo un fuerte crecimiento, del7% anual entre 2003 y 200718. Asimismo, se manifestó como ruptura frente alas décadas neoliberales el importante incremento del empleo industrial, pre-sentando una tasa anual media del 5,8% entre 2003 y 2008, contrastante con el-4,2% del período 1991-2001 (Tavosnanska y Herrera, 2009).

Por otra parte, las empresas de servicios privatizadas, que tenían las rentabi-lidades más altas de la economía argentina en los años 90, fueron afectadas porla regulación de tarifas e incluso estatizaciones, como las del Correo Argenti-no, Aguas Argentinas convertida ahora en AySA, el control del espacio radio-eléctrico, entre otras. De conjunto, estas acciones generaron un esquema deprecios relativos favorables a la producción de bienes, estableciendo asimismouna estrategia de subsidio al consumo de los principales servicios por parte dela población.

En este trayecto, el kirchnerismo comenzó conformarse como una construc-ción ambivalente, conteniendo en su interior, como el peronismo clásico, com-ponentes normalizadores y sistémicos, que se articulan de forma conflictivacon componentes populares y rupturistas. Así, avanzó a recomponer las condi-ciones de empleo e ingresos de las clases subalternas, pero limitado al horizon-te de un «capitalismo nacional» de carácter neodesarrollista. Y este va a ser un«corcet» por las propias características estructurales de la burguesía argentina.El modelo de acumulación post-convertibilidad dio impulso a los grupos pro-ductivo-exportadores sin lograr grandes cambios en la cúpula económica lo-cal, la cual se mantuvo fuertemente concentrada y extranjerizada. El fantasma

18 Hasta 2007 «fue particularmente importante en manufacturas que habían sido muy castigadaspor la reestructuración sectorial regresiva del período 1976-2001 y que suelen caracterizarse poruna presencia significativa de Pymes y elevados requerimientos de empleo: maquinaria y equipo,diversas metalmecánicas, textil e indumentaria, calzado y marroquinería, etc. (Schorr, 2012: 117).

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de la «burguesía nacional» aporta complicaciones al proyecto, porque no seexpresan agentes económicos que puedan aportar ese rol deseado en el mar-co del pacto social, que lidere un desarrollo soberano compatible con la dis-tribución del ingreso, porque de un lado, la cúpula está extranjerizada y con-centrada y realiza buena parte de su ganancia en el exterior; y del otro, laspymes no tienen capacidad productiva para hacerlo y su variable de ajustetermina siendo el trabajo. Aparecen entonces dos almas que conviven disrup-tivamente en el kirchnerismo: una nacional-popular que confronta con la he-rencia del neoliberalismo y puja por rupturas que mejoren las condiciones devida del pueblo, que lo vuelvan protagonista desde la recuperación de la po-lítica como herramienta de cambio, y que aboga por el desarrollo de la na-ción, rompiendo las «relaciones carnales» con Estados Unidos para articular-se con el proceso latinoamericano; y otra alma neodesarrollista, que recuperaciertos roles económicos del Estado pero que se articula en una lógica pro-ductivo-exportadora que no logra resolver el problema de la concentración yla extranjerización, a pesar de las numerosas conquistas sociales.

En materia de política exterior, 2005 fue un año clave. Por un lado, serealizó el canje de deuda, que le permitió sacar a la Argentina del default,con una importante quita. En noviembre, el gobierno jugó un papel audaz alser anfitrión de la IV Cumbre de las Américas, donde Estados Unidos busca-ba aprobar el ALCA, y auspició, informalmente, la contra-cumbre que criti-caba la llegada de Bush y, tuvo como principal orador a Hugo Chávez,quien sentenció que se estaba enterrando al ALCA, acción luego coordinadaen la cumbre desde el acuerdo de Chávez, Lula y Kirchner. A su vez, encoordinación con Brasil, se anunció a fines de dicho año que se pondría final tratado con el FMI, y los condicionantes en materia de política pública queel organismo imponía, y se pagó por adelantado la deuda en su conjunto porunos US$ 9.810 millones.

Distintos autores han remarcan el peso importante de la relación entre lapolítica exterior y el modelo de acumulación (Simonoff, 2008; Zelicovich, 2011).La inserción internacional es definida a través de objetivos de política econó-mica, dándole al MERCOSUR un lugar estratégico:

El bloque aparecerá como vía para la inserción internacional, en térmi-nos fundamentalmente de comercio e inversiones; como sustento parala generación de autonomía; como herramienta para la expansión ha-cia la región; como estrategia en las negociaciones con terceros; ycomo herramienta para la realización del modelo de desarrollo propues-to (Zelicovich, 2011: 185).

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Asimismo, la lógica de construcción hegemónica también tiene claras inci-dencias en el perfil de inserción regional propuesto: desde la asunción de Kir-chner, con la participación de Fidel Castro y Hugo Chávez, no podía sino evo-car el espíritu setentista, recordando la participación de Dorticós y Allende enla asunción de Cámpora en 1973 (Simonoff, 2008). Este perfil se vio profundi-zado al posicionarse el gobierno en creciente crítica al neoliberalismo y al rolde los organismos financieros internacional, así su activa política de derechoshumanos contra los crímenes de la última dictadura (1976-1983).

El inicial momento de ascenso hegemónico del kirchnerismo y consolida-ción del modelo de acumulación tuvo su primer revés en 2008. A pocos mesesde asumir Cristina Fernández de Kirchner, estalló el conflicto agrario a raíz dela «resolución 125», que establecía un aumento en las retenciones a determina-dos productos del agro, cuyo precio había alcanzado un record histórico, y unrégimen móvil de las mismas ligado al precio internacional. Esto marcó unpunto de inflexión en diversas dimensiones. A nivel de las fracciones de clase,se produjo la particularidad de que los agentes económicos y las representacio-nes corporativas ligados al circuito productivo sojero que salieron a enfrentaral gobierno constituían parte de la principal fracción beneficiaria del modelo,la fracción productivo-exportadora del capital, pero que a raíz de largos proce-sos de concentración y de transformación productiva ligadas al agronegocio19,acumularon suficiente poder social como para salir a la confrontación abierta yponer en jaque al gobierno20.

19 Esto se vincula con las transformaciones de largo plazo relacionadas con la «revoluciónverde» y el proceso de agriculturización (devenido en creciente sojización), y el impacto quedichos procesos tuvieron sobre los agentes económicos. A nivel estructural venía gestándose enel agro un triple proceso de concentración: (a) concentración estructural de la tierra, donde sóloel 4,2% de las explotaciones agropecuarias poseen el 62,8% de las hectáreas totales, con des-aparición del 21% de los establecimientos productivos entre 1988 y 2002; (b) concentración delcapital presente tanto en el desdoblamiento creciente entre propietarios (devenidos en rentistas)y contratistas (propietarios de tierra o no), a la que se suma la concentración del capital en loseslabones finales del proceso productivo, en tanto sólo seis empresas controlan el 80% de laindustrialización de la soja; y (c) concentración de la organización y gestión del proceso pro-ductivo mediante grandes empresas agropecuarias-financieras que utilizan la estrategia de ar-mar pools de siembra (Varesi, 2010).

20 A pesar de multiplicar su rentabilidad (en términos globales) incluso con el nuevo esquemade retenciones, los agentes ligados al circuito sojero se lanzaron para disputar mayores márge-nes de ganancias y rentas extraordinarias. El conflicto estuvo también signado por elementosestrictamente políticos que incluyen desde los déficits en la estrategia oficial, el rol opositor y

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Es en este enfrentamiento donde comenzó a visualizarse la articulación de unalineamiento que, desde el interior de la clase dominante, se conformó comoadversario del oficialismo. Cada vez de forma más clara comenzaron a apare-cer articulados un espectro que abarca a agentes y corporaciones del agro, laderecha y centroderecha política y los principales medios de comunicación.Este alineamiento gestó una ofensiva que no sólo logró derrotar en el Congresola medida de retenciones móviles, sino que también se mostró triunfal en laselecciones legislativas de 2009.

A los embates políticos se le sumaron las dificultades económicas. La crisismundial comenzó a manifestarse localmente a través de dos mecanismos depropagación principales: el impacto en materia de comercio exterior, con fuer-te caída en los volúmenes y precios de las exportaciones (cortando un crecimien-to consecutivo de cinco años)21, y en el ajuste en los planes de producción de lasempresas, que llevaron a la desaceleración del crecimiento, la retracción del pro-ducto industrial, el aumento del desempleo y a un pico de fuga de capitales22.

En este contexto, el gobierno comenzó a desarrollar un extenso plan anticri-sis que remarca el perfil neodesarrollista del proyecto oficial con sus inciden-cias a nivel del modelo de acumulación. Para financiar parte del plan, el go-bierno definió la estatización de las AFJP, administradoras privadas de fondosde jubilaciones y pensiones, ligadas a los conglomerados financieros, que ve-nían realizando millonarios negocios con los mismos desde los años 90. Estaacción estatal fue cardinal también para fortalecer las cuentas públicas y soste-ner el superávit fiscal23. En este camino, se lanzó un amplio abanico de medi-das encaminadas a mantener los superávit comercial y fiscal y suavizar el im-pacto de la crisis mundial sobre el PBI y el empleo. El plan se basó en medidas de

organizador de los medios de comunicación hasta retraducciones particulares de enfrentamien-tos históricos como centralismo/federalismo y peronismo/antiperonismo, entre otros.

21 Se evidenció una fuerte subordinación de la estructura exportadora a los vaivenes de losprecios de los commodities, en tanto la balanza comercial volvió a mejorar su desempaño alritmo de la recuperación del precio internacional de los mismos.

22 La Inversión Bruta Interna Fija (IBIF) se contrajo, llegando en el I trimestre de 2009 al picomás fuerte de reducción de la variación anual desde 2002: un -14,2%. Asimismo, la fuga decapitales que se triplicó en 2008. Esto acarreó una creciente desaceleración económica plasma-da en la variación anual del pbi, que, ubicándose en el III trimestre de 2008 al 6,9%, cayó hastael 2% en el I trimestre de 2009, con fuerte impacto negativo en la industria. Así, comenzó acrecer el desempleo, del 7,2% en 2007 el 8,8% en 2009.

23 Con esta acción, el Estado transfirió fondos acumulados por $97 mil millones y comenzó arecibir aportes anuales calculados entre $ 12 y $ 15 mil millones.

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política cambiaria, incrementando la devaluación para mejorar la capacidad ex-portadora y aumentar la protección frente a los importados, para lo cual tambiénse implementaron una serie de medidas comerciales24, tendientes a proteger laproducción local en áreas sensibles intensivas en trabajo. También se realiza-ron transferencias indirectas hacia el capital, basadas en exenciones y rebajasimpositivas como las involucradas en la Ley de Promoción de Inversiones ($1.200 millones anuales) y una amplia moratoria impositiva. Así como transfe-rencias directas como la profundización del Programa de Recuperación Pro-ductiva que otorga a empresas en crisis un subsidio por trabajador hasta $ 600mensuales para completar salario, y cuadruplicó sus fondos a inicios de 2009,alcanzando los $ 197 mil millones. También se realizaron medidas de incentivoal consumo y blanqueo de capital, para enfrentar la creciente fuga de los mis-mos. Una acción clave fue un masivo Plan de Obra Pública (de $ 111 mil millo-nes) para infraestructura vial, mejoramiento del hábitat social, energía, mineríay transporte público a ejecutarse entre 2009 y 2011. Además, se realizaron unconjunto de medidas orientadas a las clases subalternas, como el aumento delsalario mínimo, un plan de creación de mil cooperativas y un paquete de medi-das sociales cuyo componente más importante, la Asignación Universal porHijo, que brinda cobertura a los menores de 18 años cuyos padres estén des-ocupados o trabajen en el sector informal y posean un ingreso menor al salariomínimo. También, se sancionó la Ley de Movilidad Jubilatoria para incremen-tar dichos haberes dos veces al año.

El plan anticrisis mostró buenos resultados en la limitación del impacto de lacrisis mundial a través de políticas que contrastaron con las de carácter neoli-beral aplicadas en décadas previas en Argentina y en el presente en Europa:lejos de recortar el gasto público y social, este se amplió en defensa del empleoy como estimulador de la demanda; y en vez de realizar salvatajes al capitalfinanciero, se les reestatizaron las AFJP y sus recursos se pusieron al servicio delos sectores productivos y populares.

Por otra parte, las fuerzas ligadas al gobierno comenzaron a enfrentar a sec-tores del capital que iban corriéndose de la coalición oficialista, dando origen aun proceso de radicalización progresista (Varesi, 2011). Esto ocurrió con lasanción de la Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual, cuyocontenido antimonopólico favorece una mayor pluralidad de perspectivas ya

24 Tales como derechos antidumping, licencias no automáticas e incremento de los valores dereferencia a la importación.

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que prevé la regulación de licencias y su repartición en tres tercios: uno paraprivados, otro estatal y un tercero para organizaciones sin fines de lucro. Estoagudizó el enfrentamiento con los principales grupos económicos de la comu-nicación, entre el que destaca el Grupo Clarín, principal concentrador de me-dios a nivel nacional que ya había sido afectado por la estatización de la emi-sión de fútbol, cuyo monopolio detentaba. Además, el proceso de radicaliza-ción contuvo otros hitos de estatizaciones como el 51% de las acciones deYPF, la empresa más importante de la estructura argentina, privatizada en los90, y la aerolínea de bandera. También se lanzó el PRO.CRE.AR, el plan decréditos para vivienda más importante de las últimas décadas. A su vez seavanzaron en la conquista de derechos civiles como el matrimonio igualitario,entre parejas del mismo sexo, y la Ley de Identidad de Género que permite atoda persona la rectificación registral del género y el cambio de nombre, cuandoestos no coincidan con la identidad de género autopercibida. En materia deeducación se pasó de una inversión del 3,64% del PBI a 6,50% en 2012 (de unPBI sustancialmente más grande), y se desarrolló el plan Conectar Igualdadque distribuyó más de 2.200.000 computadoras a los estudiantes secundariosde escuelas públicas.

En este contexto de avance, fallece Néstor Kirchner y su funeral en casa degobierno se convirtió en un masivo evento de apoyo popular, instituyéndolocomo un mito en la política argentina. Con la efectividad demostrada de laspolíticas anticrisis, el gobierno fue recuperando adhesiones y Cristina Fernán-dez logró su reelección en 2011 con el 54% de los votos, dando lugar a unnuevo mandato caracterizado por los vaivenes de la economía, con políticasactivas pero cuentas públicas en deterioro y fuertes estrategias desestabilizado-ras por parte de la oposición política y patronal.

En el plano de la política exterior, el gobierno de Fernández tuvo un rolactivo en distintos planos. Llevó firmemente ante los foros y organismos inter-nacionales el reclamo por Malvinas. Además, apostó fuertemente a la UNASUR,tomando un rol protagónico, por ejemplo, en el apoyo a Evo Morales en 2008frente a los intentos de desestabilización. Fernández también tuvo un rol desta-cado en la Cumbre del Grupo de Río que trató la intervención militar de Co-lombia en territorio ecuatoriano, así como en la cumbre de UNASUR para anali-zar la situación de las bases militares en Colombia (Brieger, 2009). Tambiénenfrentó el golpe de Estado en Honduras, buscando el restablecimiento de Ze-laya en la presidencia, y el golpe institucional en Pararguay a Lugo, dondemotivó la suspensión del gobierno de facto de participar en el MERCOSUR yaprovechó la coyuntura para impulsar que se sancionara la incorporación

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definitiva de Venezuela al bloque. Además, recientemente Argentina fue invi-tada a participar de la cumbre del BRICS, con lo cual profundiza su acercamientoa Brasil en el marco de gestar un orden mundial multipolar que, sin dejar dehacer foco en la integración latinoamericana, impulse la articulación de laseconomías emergentes a nivel internacional y contrapese el poderío de EstadosUnidos y sus aliados europeos.

Conclusiones integradas

El análisis de los casos nacionales de Venezuela, Brasil y Argentina nos per-mite ver cómo las particularidades de las dinámicas de hegemonía y acumula-ción a escala nacional se interrelacionan de forma compleja en el proceso deintegración que vive actualmente América Latina. Los distintos proyectos he-gemónicos puestos en juego, al tiempo que inciden en el modelo de acumula-ción de cada formación social nacional y altera las relaciones de fuerzas socia-les y políticas, también se enmarca y atraviesa la escala internacional a travésde la conformación de estrategias diversas que constituyen el devenir del blo-que regional latinoamericano.

El caso de Brasil es de gran relevancia en tanto es la principal economíalatinoamericana y la sexta a nivel mundial, por lo que su desempeño a nivelnacional repercute rápidamente en el escenario regional. Distinguimos dos pe-ríodos de su historia reciente. Durante el primer mandato de Lula da Silva, seevidenciaron elementos de continuidad neoliberal a nivel económico, siguien-do el tratado con el FMI y fijando una macro basada en metas de control deinflación a través de altas tasas de interés y sobrevaluación cambiaria, juntocon políticas favorables al agronegocio en materia agraria, aunque se exhibie-ron cambios positivos en las políticas sociales, como aquellas englobadas en elPlan Hambre Cero, y en materia educativa. Esta dinámica se ligó al amplioespectro de alianzas tejido por el PT, visualizado en el reparto de ministerios yfunciones, quedando las carteras económicas generalmente en manos de lossectores más conservadores y las áreas sociales en su ala progresista. En estaprimera etapa se expresaron escasas modificaciones en las relaciones de fuer-zas sociales, favorables al capital financiero, permaneciendo contraído el sala-rio. Este escenario comenzó a modificarse parcialmente a partir del segundogobierno de Lula y luego en el mandato de Dilma Rousseff, con el denominadogiro neodesarrollista. En esta segunda etapa, a partir de la no renovación delacuerdo y pago de la deuda al FMI, se amplió la autonomía relativa estatal,adoptando, por un lado, medidas de estímulo fiscal a la producción industrial y

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a la empresas públicas, con grandes planes de obra pública, y, por otro, unamejora importante en la distribución del ingreso, a través de políticas como elaumento del salario mínimo y la expansión de la Bolsa Familia, que incidieronen descenso de la pobreza y la desigualdad y la expansión de los sectores me-dios a partir de una mejora en los ingresos populares. Aun así, distintos traba-jos señalan la continuidad de la dominación financiera en el bloque de poderjunto a la burguesía industrial, lo cual tiene también su correlato en materia depolítica exterior e inserción internacional. En primer lugar, Brasil ha impulsa-do la consolidación de distintos espacios regionales, como el MERCOSUR y pro-movido la conformación de la UNASUR, como instancias regionales que sirvanpara convalidar su liderazgo regional y constituir un mercado interno ampliadopara la acumulación del capital brasileño. En este punto se visualiza una conti-nuidad de estrategias «semiimperialistas» del capital brasileño hacia la región,profundizando su transnacionalización y penetración en los distintos espaciosnacional latinoamericanos. Esto se relaciona con que el gobierno del PT haabrazado la proyección de Brasil como potencia capitalista mundial, utilizandoal espacio regional como base de fortalecimiento para ampliar su peso en losforos e instituciones internacionales, y proyectar junto a las potencias emer-gentes del BRICS, un nuevo orden multipolar. De este modo, vemos cómo searticulan las relaciones de fuerzas locales, las relaciones hegemónicas que in-volucran, con su proyección a nivel internacional. Y es en la complejidad pro-pia de la estrategia del oficialismo, que busca ampliar también el desarrollosocial, conteniendo, por su propia cultura política, en su interior un ala izquier-da que busca impulsar (en condiciones minoritarias) la conformación de sujetopopular, que Brasil ha podido empalmar y defender procesos crecientementeradicalizados como el de Venezuela, cuyas proyecciones regionales se articu-lan, solapan y, en parte, difieren, pero cuyo acuerdo ha sido clave para la con-formación del proceso de integración actual, formando parte de un mismo blo-que regional que ha instituido un cambio de época a nivel continental.

En el caso de Venezuela, la proliferación de estrategias rupturistas productode la potencia del proyecto chavista y la propia dinámica local del conflicto,llevó a la radicalización del mismo hasta el punto de encontrar en la superaciónsistémica del capitalismo el horizonte necesario para poder seguir avanzandoen las conquistas sociales que fueron conformando al sujeto popular que se vaempoderando en la Venezuela bolivariana. Algunos rasgos de esta genuina re-volución ya se insinuaban, desde la primera etapa, en la Constitución de 1999:una propuesta de democracia participativa, profundizada en lo político institu-cional a través del impulso de consejos comunales y los referendos, con una

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dimensión económico-social que se expande a partir del apoyo a experienciasde producción autogestivas y cogestivas. En este sentido, la gestión popular deprocesos productivos y de asuntos públicos implica la apuesta por la construc-ción de una democracia integral, donde democracia y socialismo aparecen vin-culados, y tienen su nudo en la construcción de poder popular. Este poder esestimulado a partir de políticas públicas, como las de reforma agraria y urbanay promoción del cooperativismo, donde la orientación a modificar las condi-ciones estructurales de las clases subalternas se articula con la modificación delas relaciones de fuerzas políticas en tanto se convocan a la autoorganizaciónde los actores beneficiarios de las mismas para demandarlas y ponerlas en fun-cionamiento. Esta misma lógica de construcción de sujeto colectivo se mani-fiesta en las políticas sociales, en las «misiones», y en otras instancias que vanenglobando la gestión popular de las políticas y del territorio como en los con-sejos comunales. Así fue cobrando forma el socialismo del siglo XXI, definidocomo orientación estratégica del proceso bolivariano una vez que se hizo pa-tente que no alcanzaba una articulación entre capital y trabajo de carácter na-cionalista para sustentar el proyecto, y que la burguesía «nacional», a pesar deser beneficiaria de varias políticas económicas en un comienzo, tendía a aliarsecon la oposición golpista. Así, para avanzar en mayores conquistas socialespareció necesario trascender el propio sistema de dominación y proyectar unasociedad alternativa que va cobrando forma a medida que se configura el suje-to popular colectivo y avanza a alterar todas las dimensiones de las relacionesde fuerzas. Es desde este trayecto donde puede comprenderse que Venezuelano sólo aporte a las instancias regionales del MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC,sino que también impulse un proyecto de integración socialista como el ALBA,donde la orientación económica no aparece escindida de su preocupación so-cial, en tanto es concebido como un tratado de comercio de los pueblos, dirigi-do a su desarrollo integral. Es sólo desde esta referencia que puede entenderse,por ejemplo, el intercambio de petróleo venezolano por médicos cubanos o lapriorización de la erradicación del analfabetismo como condición indispensa-ble para la conformación de sujeto popular. Además, Venezuela proyecta suvisión hacia la escala global, combinando diplomacia social con diplomaciapetrolera, rearticulando a la OPEP y estrechando lazos con los países que desa-fían a Estados Unidos, buscando recrear un escenario multipolar a través delenfrentamiento al imperialismo norteamericano.

Finalmente, el caso de Argentina presenta sus propias particularidades. LaArgentina kirchnerista tiene un doble preludio en la crisis de 2001, con sulevantamiento popular, y el gobierno de Duhalde que en 2002 estableció las

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bases del neodesarrollismo argentino, pero cuyo costo de transición recargósobre las espaldas de los trabajadores generando una masiva transferencia derecursos de estos al capital. El kirchnerismo se posiciona entonces como unaconstrucción ambivalente, con un ala sistémica que procura el restablecimien-to del orden mediante la conformación de un capitalismo «nacional», de carác-ter industrialista y con inclusión social, y un ala popular, que impulsa crecien-tes rupturas, atendiendo a los reclamos de 2001, promoviendo potentes políti-cas sociales y recuperando la política como herramienta de cambio social. Trasun primer período, entre 2003 y 2007, de ascenso hegemónico, donde el kir-chnerismo pudo, desde la política pública, construir equilibrios inestables en-tre las distintas fracciones de clases dominantes y subalternas, arribamos a unpunto de inflexión en 2008, con el conflicto agrario que infringió la primeraderrota al oficialismo, que se prolongaría sobre las elecciones legislativas de2009, en el marco de la crisis mundial. Pero desde esta coyuntura crítica, elkirchnerismo, bajo la presidencia de Cristina Fernández, impulsó una etapa deradicalización, donde proliferó el enfrentamiento con los sectores del capitalque se iban apartando de la coalición oficialista y promovió un empoderamien-to de los sectores populares a través de políticas redistributivas y conquista dederechos civiles, acompañados, asimismo, por una creciente intervención esta-tal en la economía, con mayores estatizaciones y la puesta en marcha de unplan anticrisis de corte neodesarrollista basado en el estímulo de la demanda através de la expansión del gasto público y la transferencia de recursos hacia laindustria y los trabajadores, buscando proteger el nivel de empleo y actividadeconómica. La ambivalencia del kirchnerismo parte de su propio proyecto depacto social, entre trabajo y capital, ligado a su tradición peronista, pero queencuentra fuertes tensiones en las características actuales de la estructura declases a nivel nacional. La confianza en que la burguesía nacional pueda llevara un desarrollo soberano e inclusivo encuentra límites en las propias caracterís-ticas del capital productivo, cuyos principales grupos en la cúpula empresariase encuentran altamente extranjerizados y concentrados, orientados además almercado externo, y, por otro lado, con un tejido de pymes, de capital nacionaly ligadas al mercado interno, pero cuyas limitaciones de productividad y esca-la hacen que vean en el trabajo la principal variable de ajuste para garantizar sureproducción ampliada. Esta ambivalencia contradictoria también se expresa aescala internacional. Por un lado, Argentina aparece como el principal socio deBrasil, aunque posee una balanza comercial altamente deficitaria con este y laburguesía brasilera haya comprado importantes empresas argentinas, y ha to-mado el proyecto de UNASUR como propio, imprimiéndole una gran dinámica

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para defender a las democracias en la región y avanzar en la conformación deun bloque sudamericano. Por otro lado, Argentina ha sido un fuerte aliado deVenezuela, apoyando a los gobiernos bolivarianos contra las intenciones des-estabilizadoras y golpistas de la oposición, estrechando vínculos comerciales ypolíticos, e impulsando su incorporación al MERCOSUR. Sin embargo, no ha acom-pañado a Venezuela en el ALBA; esto se debe al propio carácter del proyectokirchnerista, cuya ala izquierda no ha conseguido hegemonizar ni conformarun sujeto popular consolidado de modo de impulsar su inclusión en dicho es-pacio y radicalizar el proceso argentino lo suficiente como para reinstalar elhorizonte socialista (como ocurriera durante los años 70).

Para concluir, debemos remarcar la relevancia de este proceso de integraciónlatinoamericana, que pretende dejar de ser el «patio trasero» de Estados Uni-dos, para constituirse en un actor relevante a nivel mundial, procurando el res-tablecimiento de la multipolaridad a partir de su unificación como bloque. Tan-to Brasil como Argentina y Venezuela, venían formando parte de un mismoespacio progresista en la región, que logró derrotar la estrategia de subordina-ción norteamericana del ALCA, y procuró sostener los procesos de cambio alinterior de la región, enfrentando los intentos golpistas (de forma exitosa, salvoen los casos de Honduras y Paraguay) y han dado bríos al proceso de unidad eintegración más importante desde las gestas independentistas. A su vez, dentrodel espacio progresista latinoamericano, se expresaron distintos subespaciosligados al distinto carácter de los proyectos hegemónicos, en su vinculacióncon el cambio en las relaciones de fuerzas entre las fracciones de clases y laconstitución de sujetos colectivos. Observamos un subespacio configurado porlos casos que impulsaron la conformación de alianzas policlasistas mantenien-do la predominancia del capital (con diversos niveles de subordinación o em-poderamiento de las clases subalternas) como los casos de Brasil y Argentina.En ellos se expresan modelos de acumulación con una impronta neodesarro-llista, que volvieron a darle fuerza a la industria, confiando en la capacidad delas burguesías nacionales de dirigir el bloque de poder, buscando desde el Es-tado ampliar márgenes de autonomía relativa para garantizar procesos redistri-butivos de inclusión social, a través de la creación de empleos, aumento delsalario mínimo y potentes políticas sociales, de modo de recomponer las con-diciones de vidas de las clases subalternas devastadas por las décadas neolibe-rales. Por otra parte, observamos otro subespacio conducido por Venezuela, alcual se integran el conjunto de países que conforman el ALBA (como Bolivia yEcuador, entre otros), reivindicando el legado de la experiencia cubana, a partirde la conformación de un bloque popular que logre alterar el conjunto de las

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relaciones de fuerzas y proyectar nuevas formas de construcción del socialismo.En la actualidad, debemos recalcar que este proceso enfrenta una revitaliza-

ción de la estrategia norteamericana sobre la región en alianza con los sectoresmás concentrados del bloque de poder a nivel local, que vienen modificandolas relaciones de fuerzas en todas las dimensiones. El triunfo de la coaliciónopositora en Argentina y las acciones tomadas durante los primeros meses porel gobierno de Macri marcan la proliferación de una estrategia de regresiónneoliberal que apunta a desmontar en un brevísimo plazo las principales con-quistas y mejoras conseguidas por los sectores populares en la última década,cobrando una forma de revancha clasista y conservadora, con persecución ideo-lógica y criminalización de la protesta social. Asimismo, el triunfo de la oposi-ción en las elecciones legislativas de fines de 2015 también marca la pauta delavance de la estrategia imperialista y sus socios locales amenazando con clau-surar el proceso de avance popular e integración regional. En este sentido, hayque evidenciar la necesidad de mayores niveles de articulación política y eco-nómica de los bloques alternativos que fueron surgiendo y la necesidad deestablecer rupturas más profundas de modo de erosionar las bases del poder delgran capital y poder fortalecer las bases de un poder alternativo, popular, quepermita garantizar las conquistas alcanzadas y sobreponerse a la derrota co-yuntural que los procesos posneoliberales están sufriendo en el presente.

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En los últimos años, los procesos de integración en América Latina hanganado cada vez mayor importancia. Sin dudas, un punto de inflexión en

el carácter de estos procesos fue la derrota del Área de Libre Comercio para lasAméricas (ALCA), impulsado por los Estados Unidos, en noviembre del 2005 enla ciudad de Mar del Plata, Argentina.

El ALCA, presentado como un acuerdo beneficioso para los pueblos en el mar-co de la libertad de mercado, no era, en realidad, más que una forma de reafir-mar la dominación norteamericana sobre la región, enfatizando la dimensióneconómica de esta sujeción y buscando ocultar, al poner énfasis en lo económi-co, un nuevo momento en el intento de recolonización política norteamericanaa través de una creciente apertura comercial y de privatizaciones al servicio delas corporaciones estadounidenses (Katz, 2006).

Es a partir de este importante revés de las intenciones de los Estados Unidos,que los proyectos de integración regional como el MERCOSUR, el ALBA, la UNASUR

y la CELAC, ganaron impulso y han significado importantes avances para nues-tros países1.

Cultura Estratégica, Patrimonio Público eintegración en América Latina

Paola Gallo Peláez∗ y Marcelo F. Rodríguez∗∗

Estoy seguro de que sólo con la paz para todos los pueblos de la Tierra y elderecho a convertir en propiedad común los recursos naturales del planeta,

así como las ciencias y tecnologías creadas por el ser humano para beneficiode todos sus habitantes, se podrá preservar la vida humana en la Tierra.

Carta a Nicolás Maduro, 11 de diciembre de 2015Fidel Castro

* Abogada. Integrante del Movimiento por la Paz, la Soberanía y la Solidaridad entre losPueblos (MOPASSOL).

** Sociólogo. Diplomado en Geopolítica y Defensa Latinoamericanas. Director Adjunto delCentro de Estudios y Formación Marxista Héctor P. Agosti (CEFMA).

1 MERCOSUR: Mercado Común del Sur; ALBA: Alianza Bolivariana para los Pueblos deNuestra América; UNASUR: Unión de Naciones Suramericanas; CELAc: Comunidad de Esta-dos Latinoamericanos y Caribeños; ALCA: Área de Libre Comercio de las Américas.

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Como señala Mónica Brukman:Nunca antes en la historia, la región tuvo una densidad diplomática tandinámica y un conjunto tan amplio y diverso de mecanismos de inter-cambio y acción política conjunta. A la dinámica compleja de integra-ción de las naciones, acompaña también la integración de los pueblos yde los movimientos populares, con un creciente poder de presión socialy participación en la elaboración de políticas públicas que reflejan laafirmación del movimiento democrático. En este contexto, un principioque adquiere cada vez mayor centralidad es el de la soberanía, como lacapacidad de autodeterminación de los Estados, de las naciones, de lospueblos y de las comunidades (Brukman, 2014).

Es indudable que los procesos de integración en desarrollo en América La-tina alteraron de manera significativa los intereses geopolíticos de los Esta-dos Unidos en una región a la que siempre consideró su «patio trasero» y queun punto fundamental de estos intereses se encuentra en la necesidad delimperio norteamericano de controlar y apropiarse de los recursos naturalesde la región.

Siguiendo el planteo de Brukman:El fortalecimiento de la integración regional exige una nueva visiónestratégica elaborada a partir de una amplia discusión sobre la dinámi-ca y las tendencias del sistema mundial, la emergencia de nuevas po-tencias a nivel global, el desarrollo de una visión geopolítica que arti-cule los intereses en juego y la conformación de nuevas territorialida-des a partir de un amplio movimiento social de «abajo hacia arriba».Este momento de elaboración del pensamiento regional tiene comodesafíos la construcción de una estrategia de reapropiación social delos recursos naturales y de su gestión económica y científica, lo queexige una rediscusión profunda de la propia noción de desarrollo, delconcepto mismo de soberanía y de la posición de América Latina en lageopolítica mundial (Brukman, 2014).

A partir del segundo semestre de 2014, la contraofensiva lanzada por el im-perialismo sobre la región logró el triunfo electoral de la derecha en Argentinay la obtención por parte de la oposición de la mayoría parlamentaria en Vene-zuela. Esto, sumado a la fuerte crisis que atraviesa Brasil y a las dificultadesque los procesos más avanzados enfrentan en América del Sur, han amesetadola dinámica de los procesos de integración y se verifica un renacer de planes

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que son claros herederos de la propuesta del ALCA: la Alianza del Pacifico, elAcuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) y el Acuerdo de LibreComercio con Europa.

La defensa de los avances logrados en la región en los últimos años, de losprocesos de integración de los pueblos, de la lucha por su soberanía, su autode-terminación e independencia plantea la necesidad de redoblar la lucha contratoda forma de opresión, como la que pretende ejercer Estados Unidos sobreotros pueblos del mundo, basándose en una supuesta superioridad racial o so-cial, en un «destino manifiesto» o en una orden divina. El tipo de dominaciónbuscada por el imperialismo norteamericano es una dominación total en tantoincluye todas las demás, y desde el punto de vista antropológico, histórico ypolítico constituye un desvarío que debe ser combatido por toda la humanidadcon todas sus fuerzas.

Esta pretendida hegemonía de Estados Unidos se sostiene en la dictadura deldólar, en el complejo industrial-militar y en el control total de los mediosde comunicación que, como nunca, se han convertido en el arma culturalmás poderosa para la manipulación de las conciencias y la domesticaciónde los pueblos.

Reconociendo esta problemática, en el presente trabajo realizaremos unaaproximación al programa de Cultura Estratégica impulsado por los EstadosUnidos para establecer su hegemonía cultural sobre nuestros pueblos y al por-qué entendemos que los recursos naturales, entendidos como un PatrimonioPúblico, deben ser asumidos como un derecho humano de los pueblos, la im-portancia que tiene la defensa estratégica de los mismos y, por lo tanto, el papelcentral que debe jugar esta problemática en la defensa de los procesos de inte-gración regional, con el objetivo de que nuestra América alcance su segunda ydefinitiva independencia y se fortalezca como zona de paz en el mundo.

Cultura Estratégica

En primer lugar, citaremos la definición de Cultura Estratégica propuestopor el Centro de Investigaciones Aplicadas de la Universidad Internacionalde Florida:

El Centro de Investigaciones Aplicadas de la Universidad Internacio-nal de Florida (FIU-ARC), en colaboración con el Comando Sur de losEstados Unidos (SOUTHCOM) y el Centro Latinoamericano del Caribede FIU (LACC), ha formado recientemente la Asociación Académica deFIU-Comando Sur (FIU-SOUTHCOM Academic Partnership). La Asociación

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implica para la FIU proporcionar la más alta calidad de conocimiento basa-do en la investigación para una mejor comprensión, explicativa de lasdimensiones políticas, estratégicas y culturales de la conducta del Estadoy su política exterior. Este objetivo se logrará mediante el empleo de unenfoque estratégico de la cultura. La fase inicial de la evaluación de laCultura Estratégica consiste en un programa de investigación de un añode duración que se centra en el desarrollo de un marco analítico estándarpara identificar y evaluar la cultura estratégica de diez países de Latino-américa. FIU facilitará presentaciones profesionales de los siguientes diezpaíses en el transcurso de un año: Venezuela, Cuba, Haití, Brasil, Co-lombia, Ecuador, Nicaragua, Bolivia, Chile y Argentina. Además, se pro-ducirá un informe de los resultados de la investigación sobre el impactodel Islam y los musulmanes en América Latina.El objetivo general del proyecto es doble: generar una base rica y diná-mica de conocimientos relativos a los factores políticos, sociales y estra-tégicos que influyen en el comportamiento del Estado y contribuir aldesarrollo del Programa Socio-Cultura-Dynamics (SCD) del ComandoSur (SOUTHCOM’s Socio-Cultural Dynamics Program). Utilizando el con-cepto de Cultura Estratégica, el Comando Sur ha encargado a la FIU-ARC

realizar estudios de países para explicar cómo los Estados comprenden,interpretan y aplican la política de seguridad nacional en relación con elsistema internacional2.

El Comando Sur define el concepto de Cultura Estratégica de la siguientemanera:

La combinación de influencias y experiencias internas y externas geo-gráficas, históricas, culturales, económicas, políticas y militares, que danforma, influyen en la manera en que un país entiende su relación con elresto del mundo y cómo un Estado se comportará ante la comunidadinternacional. FIU identificará y expondrá sobre los factores estratégicosy culturales que informan la razón detrás de la percepción y el compor-tamiento de ciertos Estados en el clima político y de seguridad actual,mediante el análisis de la demografía, la historia, las costumbres regio-nales, las tradiciones, los sistemas de creencias y otras influencias cultu-

2 Ver <http://www.arc.fiu.edu/research/security-defense/projects/>.

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rales e históricas que han contribuido al desarrollo de la seguridad actualy la interpretación de la seguridad nacional de un determinado país (Tul-chin y Fonseca, 2010).

No son pocos los trabajos antropológicos y sociológicos en los cuales pode-mos rastrear lo que podríamos denominar el ADN de estas ideas. La problemáti-ca de la construcción del «otro» por la cultura hegemónica en determinadoperíodo histórico, la forma en que esta construcción se centra en la estigmatiza-ción de ese «otro» como lo «inferior», lo «marginal», buscando establecer una«naturalización» de su lugar relegado en el sistema mundo y, en muchas oca-siones, como una «amenaza» al orden occidental establecido y hegemónico.Esto ha sido objeto de varias interpretaciones, abordajes y debates en el terrenode las ciencias sociales.

Conjuntamente con esto, en las últimas décadas se han incrementado los es-tudios sobre las diversas formas y estrategias de conformación de una identi-dad propia, por parte de los llamados grupos subalternos, que confrontan conesta estigmatización.

En gran medida, estos estudios han tomado como punto de partida la deno-minada crisis de los grandes relatos, de la idea de buscar interpretar la totalidad–entendiendo la misma en el sentido de la cita que Immanuel Wallerstein tomade T.J.G. Locher: «no se debe confundir totalidad con completitud. El todo esmás que la suma de las partes, pero también es sin duda menos» (Wallerstein,2003: 14)–, de la problemática del sistema político-social.

En general, han basado su análisis en una crítica a las concepciones prove-nientes del marxismo. A nuestro entender, esto surge principalmente de dosrealidades: por un lado, la caída de la URSS, lo cual levantó una ola de reper-cusiones que dictaminaban la muerte del marxismo; y, por otro, una concep-ción dogmatica de este que redujo el cuerpo teórico del marxismo a una in-terpretación que resaltó arbitrariamente los aspectos mecanicistas y econo-micistas de esta teoría, momificándola y alejándola a la vez de todo su conte-nido crítico y dinámico como herramienta de interpretación y de análisis dela sociedad.

Por otra parte, con la tendencia a centrar las investigaciones en los diversosparticularismos, la consolidación analítica de la fragmentación del sujeto so-cial ha traído aparejada una serie de problemas. Debemos aclarar que no esta-mos criticando la búsqueda de reafirmación de identidad de los diferentes gru-pos sociales como estrategia de lucha política frente a la opresión y margina-ción de la que son objeto, pero entendemos, junto con Edward Said:

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La fetichización y la celebración inexorable de la «diferencia» y la «otre-dad» es, por lo tanto, un camino peligroso. Sugiere no solamente lo queJonathan Friedman ha llamado «la espectacularización de la antropolo-gía», por medio de la cual la «textualización» y «culturalización» desociedades parece ocurrir a pesar de la política y de la historia, sinotambién la apropiación descuidada y la traducción del mundo por unproceso que aun con todas sus declaraciones de relativismo, desplieguede rigor epistemológico y experticia técnica, no puede diferenciarse fá-cilmente de los procesos del imperialismo (Said, 1996: 38).

La construcción del «otro», más allá de las diferencias que podemos en-contrar en distintas épocas y que consignan diversos autores, tiene a nuestroentender un hilo conductor que se mantiene desde la colonización de Améri-ca hasta nuestros días: la justificación y «naturalización» ideológica de laexplotación y dominación de amplias regiones del planeta por el sistema do-minante, el capitalismo.

Como plantea Aníbal Quijano, la globalización en curso es la culminación deun proceso que se inició con la conquista de América y la del capitalismo colo-nial moderno, donde tales procesos de conquista y colonización se dieron ins-criptos en el contexto del surgimiento, la expansión y la consolidación del sis-tema capitalista mundial.

La explotación y el sojuzgamiento de amplias masas humanas, de sus recur-sos naturales y de su territorio fueron el objetivo de estos procesos. Los discur-sos justificatorios de esta situación, con su correspondiente escala de valoreshegemónica y la violencia, tanto física como psicológica para imponerlos, hansido moneda corriente y, como señalábamos, forman parte de nuestra cotidia-nidad, aunque muchas veces la «naturalización» de que han sido objeto talesconcepciones impida una rápida identificación de las mismas.

Basta recordar las formulaciones en boga en los últimos años sobre el «cho-que de civilizaciones» y cómo después del 11 de septiembre de 2001 GeorgeW. Bush declaró la «guerra infinita» contra el terrorismo, una guerra sin fin,que si bien ponía centro en Iraq y Afganistán, dejaba en claro, y ha quedadodemostrado en estos años, que no se vería constreñida por limitación alguna detiempo o geografía.

A partir de esta premisa, intentaremos un recorrido por algunos de los diver-sos abordajes que esta problemática ha tenido en la construcción de esta «otre-dad» que, aunque no homogénea y contradictoria en muchos aspectos, siguefuncionando como un elemento simplificador en el discurso hegemónico, para

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la justificación de la explotación, la intervención y la dominación de ampliasregiones del planeta y que toma un carácter cada vez más violento en el contex-to de la crisis capitalista a medida que el imperialismo norteamericano ve hora-darse su sueño de «unipolaridad» por la aparición de actores y bloques regio-nales cada vez más fuertes.

Desde que el colonialismo se instaló como un nuevo patrón de poder mun-dial, tuvo como uno de sus ejes fundamentales la clasificación social de lapoblación bajo la idea de raza, según la interpretación de Aníbal Quijano: «Di-cho eje tiene, pues, origen y carácter colonial, pero ha probado ser más durade-ro y estable que el colonialismo en cuya matriz fue establecido. Implica, enconsecuencia, un elemento de colonialidad en el patrón de poder hoy mundial-mente hegemónico» (2000: 201).

En otro texto, Quijano profundiza sobre este concepto:El nuevo sistema de dominación social tuvo como elemento fundacio-nal la idea de raza. Esta es la primera categoría social de la moderni-dad. Puesto que no existía previamente –no hay rastros fehacientes deesa existencia–, no tenía entonces, como tampoco tiene ahora, nada encomún con la materialidad del universo conocido. Fue un productomental y social específico de aquel proceso de destrucción de un mun-do histórico y de establecimiento de un nuevo orden, de un nuevo pa-trón de poder; y emergió como un modo de naturalización de las nue-vas relaciones de poder impuestas a los sobrevivientes de ese mundoen destrucción: la idea de que los dominados son lo que son, no comovíctimas de un conflicto de poder, sino en cuanto inferiores en su natu-raleza material y, por eso, en su capacidad de producción histórico-cultural. Esa idea de raza fue tan profunda y continuamente impuestaen los siglos siguientes sobre el conjunto de la especie que, para mu-chos, desafortunadamente demasiados, ha quedado asociada no sólo ala materialidad de las relaciones sociales, sino a la materialidad de laspersonas mismas (Quijano, 2010: 25).

Esta conceptualización de Quijano sobre la idea de raza resulta sumamente útilpara comenzar a desarrollar el eje propuesto: la construcción del «otro» comojustificación de la opresión y la dominación, como instrumento del sistema capi-talista para establecer una hegemonía cultural donde la diferencia es un disvalor.

Etienne Balibar se pregunta en el prefacio a Raza, nación y clase: «¿Cuál es laespecificidad del racismo contemporáneo? ¿Cómo pude relacionarse con la divi-sión de clases en el capitalismo y con las contradicciones del Estado-nación? A

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la inversa, ¿en qué nos conduce el fenómeno del racismo a reconsiderar laarticulación del nacionalismo y de la lucha de clases?» (Wallerstein y Balibar,1988: 11).

En este sentido, recordamos lo planteado por Karl Marx y Friedrich Engelsen La ideología alemana:

Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada épo-ca; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder materialdominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual do-minante. La clase que tiene a su disposición los medios para la produc-ción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para laproducción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo,por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesa-rios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otracosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes,las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas;por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clasedominante, son también las que confieren el papel dominante a susideas (Marx y Engels, 1985: 50-51).

Estas ideas dominantes, con sus «sistemas» de pensamiento, símbolos yrepresentación, son constitutivos de la hegemonía según el concepto deRaymond Williams:

Hegemonía» es un concepto que, a la vez, incluye –y vas más allá de–los dos poderosos conceptos anteriores: el de «cultura» como «procesosocial total» en que los hombres definen y configuran sus vidas, y el de«ideología», en cualquiera de sus sentidos marxistas, en la que un siste-ma de significados y valores constituye la expresión o proyección de unparticular interés de clase (Williams, 1980: 129).

Partiendo de la conceptualización de Antonio Gramsci, Williams entiende lahegemonía como una expresión de la dominación desde un complejo entrecru-zamiento de fuerzas políticas, sociales y culturales o las fuerzas activas socia-les y culturales que constituyen sus elementos necesarios.

Así entendido, el concepto de hegemonía tiene un alcance mayor al de cultu-ra, comprendido como «proceso social total», relacionando este con las distri-buciones especificas del poder y la influencia.

Decir que los hombres definen y configuran por completo sus vidas sólo escierto de forma abstracta. En toda sociedad existen desigualdades específicas

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en los medios y, por lo tanto, en la capacidad para realizar este proceso; en elcapitalismo, desigualdades de clase. Por esto, Gramsci introdujo el necesarioreconocimiento entre la dominación y la subordinación en lo que no obstantedebe ser reconocido como un proceso total.

Es en este reconocimiento de la totalidad del proceso donde el concepto dehegemonía va más allá que del concepto de ideología; lo que resulta decisivono es solamente el sistema consciente de ideas y creencias, sino todo el procesosocial vivido, organizado prácticamente por significados y valores específicosy dominantes, donde la hegemonía dada es siempre un proceso, un complejoefectivo de experiencias, relaciones y actividades que tiene límites y presionesespecíficas y cambiantes.

La cultura dominante produce y limita a la vez sus propias formas de contra-cultura, todas las iniciativas, aunque sean manifiestamente alternativas se en-cuentran, en la práctica, vinculadas con lo hegemónico.

La verdadera condición de la hegemonía es la efectiva autoidentificación conlas formas hegemónicas, una socialización específica e internalizada de la quese espera que resulte positiva pero que, si ello es posible, se apoyará en unresignado reconocimiento de lo inevitable y lo necesario.

A reforzar esta hegemonía y esta dominación apunta claramente el programade Cultura Estratégica. Como señalamos al inicio, desde la conquista de Amé-rica hasta la declaración de la «guerra infinita» al «terrorismo» por parte deGeorge W. Bush y en la política de Cultura Estratégica, la construcción de este«otro» constituye un discurso justificador de la opresión y explotación en elmarco del sistema capitalista.

Un discurso que abarca desde las políticas públicas de los Estados hasta larelación cotidiana de los sujetos en el ámbito de la privacidad, instalando unacosmovisión hegemónica basada en los valores necesarios para lograr una «natu-ralización» de las desigualdades cada vez más acentuadas y que ya no sólo sos-tiene a grandes masas de la humanidad en la marginalidad, sino que las condenaa la más absoluta «invisibilidad» excluyéndolas definitivamente del sistema.

En este marco, el desafío es múltiple, y como plantea Edward Said, el cami-no es peligroso. Aportar al respeto y reconocimiento de las diferencias a travésde los procesos de integración, a desmantelar la noción discriminatoria del«otro» requiere un esfuerzo para que los particularismos sean un elemento y noun límite para comprender el funcionamiento del sistema que los utiliza y mu-chas veces los fomenta maliciosamente para garantizar la fragmentación polí-tica y la perpetuación de su dominio que garantice, por ejemplo, el continuosaqueo del Patrimonio.

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Patrimonio Público: una visión historicista de los derechosde los pueblos

En primer lugar, sostener una noción amplia, capaz de dar cuenta de las dife-rentes demandas de derechos y libertades fundamentales, no es posible sin es-tudiar la genealogía y el desarrollo histórico de las reivindicaciones de derechos.Al fin y al cabo, los derechos humanos en su configuración específica son unproducto de la historia y de la modernidad, de manera que la construcción delproceso a través del cual el sujeto de la modernidad va elaborando, ampliandoy exigiendo sus reivindicaciones, constituye el camino más apropiado paratratar de comprender el sentido y alcance de esta noción.

Mirabeau afirmaba que la declaración de derechos era al mismo tiempo unadeclaración de guerra contra el antiguo régimen y contra los tiranos. Los dere-chos humanos son un producto de la historia, siempre que esta sea entendidacomo la acción humana, el esfuerzo y la lucha que han desarrollado en pos delos mismos tanto individuos como grupos, clases y pueblos.

Los derechos de tercera generación, también llamados colectivos o derechosde los pueblos, sobre los cuales es fundamental que se constituyan los procesosde integración, nacen en las luchas de liberación de los pueblos colonizados oneocolonizados por alcanzar la autonomía política y defenderse ante la expo-liación de sus recursos naturales. Toman fuerza entonces a partir de mediadosdel siglo XX, al calor de los procesos de descolonización e independencia enÁfrica, y alcanzaron su desarrollo doctrinal y teórico dentro del grupo de Paí-ses No Alineados.

Por esta razón se sostiene que estos derechos están inspirados en la defensade una clase de libertad, entendida como la liberación de la «resignación» alcolonialismo y la dependencia. Cuando se habla de resignación, se la entiendecomo un «no ser» de los pueblos y, a su vez, como una aceptación, una natura-lización de la imposibilidad de alcanzar una autonomía soberana, como se bus-ca con el programa de Cultura Estratégica.

Estos tipos de derechos reclaman una forma de existencia determinada: la co-lectiva, capaz de ir plasmando en el contenido de estos derechos sus imaginarioscolectivos. Se originan entonces como una denuncia contra el poder de los impe-rios constituidos y sus formas de dominación política y explotación económicafrente a los demás países a los que se les impide el ejercicio pleno de derechos,como ser: la libre autodeterminación de los pueblos, el derecho al desarrollo, aun ambiente sano, a la identidad, el derecho a la paz, a disponer libremente de susriquezas y bienes naturales o también llamado derecho al Patrimonio Público.

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El Patrimonio Público como un derecho humano

Al ocuparse de los derechos humanos se tematiza la existencia humana. Losderechos humanos son, hoy en día, el tema por excelencia en el que se debate latragedia del hombre contemporáneo. En torno a ellos se define, se configura ose desdibuja, según el caso, en el marco actual, el ethos humano (Maldonado,1994). Los conceptos a partir de lo Humano, denotan un sentido antroposóficodado por el hombre o grupo de hombres que adquieren conciencia de sí mis-mos, como algo distinto al entorno. Y de otro lado, los conceptos construidoscomo Derecho, implican un reconocimiento y una defensa. En otras palabras,cuando se habla de derechos humanos se hace referencia al reconocimiento ydefensa de la «conciencia de ser» adquirida por el hombre, que en el caso delos derechos humanos colectivos, se hace un reconocimiento y una defensa dela «conciencia de ser colectiva».

Los derechos humanos, que denotan la «conciencia de ser colectiva» tienencomo fundamento la vida colectiva, y el principio bajo el cual esta se rige es ladignidad humana. Pre-ocuparse acerca de lo que sea la vida y cómo se la hagaposible es ya adentrarse en el terreno propio de la razón filosófica. El problemafilosófico es el de la existencia de los individuos y de las comunidades y gru-pos en los que viven y se hacen posibles y reales como tal. Es un problemaético fundamentalmente, ya que hablamos de la existencia humana aquí y aho-ra sobre este planeta con estas o aquellas condiciones concretas, en tal o cualsituación humana, en el marco de una sociedad de clases.

Podemos definir a la vida humana en términos temporales (Maldonado, 1994).La expresión «definición» significa en este contexto «comprensión» o «deter-minación», y en manera alguna debe entendérselo en términos deductivos, sim-plistas. Sin embargo, más específicamente, la vida humana se define en térmi-nos de una dimensión muy determinada por el tiempo, que es el de sus posibi-lidades, el de sus horizontes, de manera que, desde esta perspectiva, es posibleafirmar sin ambages que una vida es tanto más digna cuantas más posibilidadescontenga y cuantas más posibilidades actualice, algo que resulta incompatibleen una sociedad capitalista.

Como sostenía Marx:En una fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido lasubordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y conella, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando eltrabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital;cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan

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también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales dela riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrechohorizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus bande-ras: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesida-des! (Marx, 1946).

En el Diccionario de la Lengua Española, patrimonio deriva de la palabralatina pater-tris, padre y perpetuidad. Podemos decir que el patrimonio es elreferente del origen y del futuro de un pueblo, de su riqueza colectiva. El patri-monio es la representación de la vida colectiva, tanto pasada como presente yante todo de su futuro posible.

El patrimonio ha sido una línea, un ligamen, una deuda que tiene que ver conla memoria colectiva y el tiempo que se acumula en su historia, determinandosus posibilidades. Un pueblo sin patrimonio es un pueblo sin origen y sin futu-ro; en otras palabras, un pueblo sin vida. Así, en torno al patrimonio se constru-yen el ser y sus posibilidades, le garantiza la permanencia como pueblos entérminos de existencia; es algo así como la función de la reproducción en elproceso no solo evolutivo de los seres, sino de existencia de estos; un pueblosin patrimonio es un pueblo en vías de extinción.

La defensa del patrimonio ante la política de saqueo

El despertar revolucionario de los pueblos ha abierto un horizonte deposibilidades mucho más profundo, mucho más democrático,

mucho más comunitario, es decir socialista, al que no podemos renunciar,sino es a riesgo de una restauración conservadora en la que ni siquiera la

memoria de los muertos estará a salvo.

Socialismo Comunitario. Un horizonte de épocaÁlvaro García Linera

Ocurrió que no sólo se buscó hacernos dóciles y eficaces consumidores através de la educación, la ofensiva cultural, el terror y la desaparición de perso-nas en forma sistemática, sino que también buscaron desaparecernos quitándo-nos nuestro patrimonio también en forma sistemática, supeditando nuestra viday condiciones de existencia. El nuevo siglo nos encontró resistiendo en mediode la llamada crisis financiera internacional, que en realidad tiene alcances

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civilizatorios, ya que lo que está en profunda crisis son las pautas de consumode la sociedad capitalista, y ello nos permitió comprender rápidamente que laestrategia para «existir» como pueblos dignos debía ser construida con nuevosparadigmas. Que en realidad no eran tan nuevos, son herederos de los paradig-mas de los pueblos originarios, y de aquellos que propiciaron los procesosindependentistas en la región hace 200 años.

Es en este sentido que la integración Suramericana y sus instituciones pue-den ser vistas como herederas geopolíticas del Congreso Anfictiónico de Pana-má, de 1826, convocado por Simón Bolívar para proponer una Confederaciónde los Estados Americanos (Barrios, 2011).

Son dos acontecimientos históricos recientes los que marcan nuestro presen-te y seguramente nuestro futuro: las exitosas resistencias construidas en tornoal ALCA y la lucha contra la militarización imperial en nuestra América.

¿Qué relación tiene esto con el derecho al Patrimonio Público como dere-cho humano de los pueblos? Que entendimos como «pueblo suramericano»que tanto el tratado de libre comercio con Estados Unidos era una amenaza anuestro Patrimonio Público, como la instalación de bases militares a lo lar-go y ancho de nuestros territorios eran la amenaza actual al ejercicio comopueblos de nuestros derechos humanos, claramente expresado en la Declara-ción Final de la Cumbre Presidencial de UNASUR, ocurrida en Bariloche, enagosto de 2009:

Fortalecer a Sudamérica como zona de paz, comprometiéndonos a esta-blecer un mecanismo de confianza mutua en materia de defensa y segu-ridad, sosteniendo nuestra decisión de abstenernos de recurrir a la ame-naza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial de otro Estadode la UNASUR.

Esto significa reafirmar que la presencia de fuerzas militares extranjeras nopuede, con sus medios y recursos vinculados, con sus objetivos propios, ame-nazar la soberanía e integridad de cualquier nación sudamericana y, en conse-cuencia, la paz de la región.

Por tanto, ratificar la disposición de consolidar en Sudamérica una zona depaz, para lo cual los procesos de integración y la soberanía sobre nuestro Patri-monio resultan esenciales, es fundamental para el desarrollo integral de nues-tros pueblos y la preservación de nuestros recursos naturales.

En este sentido, las nuevas constituciones de Bolivia y Ecuador han dadopasos muy importantes para considerar a los recursos naturales como Patrimo-nio Público, común de los pueblos.

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Es así que en la Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia se establece:Artículo 349. I. Los recursos naturales son de propiedad y dominio di-recto, indivisible e imprescriptible del pueblo boliviano, y corresponde-rá al Estado su administración en función del interés colectivo. II. ElEstado reconocerá, respetará y otorgará derechos propietarios indivi-duales y colectivos sobre la tierra, así como derechos de uso y aprove-chamiento sobre otros recursos naturales.[…]Artículo 352. La explotación de recursos naturales en determinado terri-torio estará sujeta a un proceso de consulta a la población afectada, con-vocada por el Estado, que será libre, previa e informada. Se garantiza laparticipación ciudadana en el proceso de gestión ambiental y se promo-verá la conservación de los ecosistemas, de acuerdo con la Constitucióny la ley. En las naciones y pueblos indígena originario campesinos, laconsulta tendrá lugar respetando sus normas y procedimientos propios.[…]Artículo 354. El Estado desarrollará y promoverá la investigación relati-va al manejo, conservación y aprovechamiento de los recursos naturalesy la biodiversidad.[…]Artículo 357. Por ser propiedad social del pueblo boliviano, ningunapersona ni empresa extranjera, ni ninguna persona o empresa privadaboliviana podrá inscribir la propiedad de los recursos naturales bolivia-nos en mercados de valores, ni los podrá utilizar como medios para ope-raciones financieras de titularización o seguridad. La anotación y regis-tro de reservas es una atribución exclusiva del Estado3.

A su vez, la Constitución de la República del Ecuador, reconoce en su Capí-tulo Séptimo los derechos de la naturaleza:

Derechos de la naturalezaArt. 71. La naturaleza o Pacha Mama, donde se reproduce y realiza lavida, tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el man-tenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones yprocesos evolutivos.

3 Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia, <http://www.consuladoboliviano.com.arportal/node/119>.

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Toda persona, comunidad, pueblo o nacionalidad podrá exigir a la auto-ridad pública el cumplimiento de los derechos de la naturaleza. Paraaplicar e interpretar estos derechos se observarán los principios estable-cidos en la Constitución, en lo que proceda.El Estado incentivará a las personas naturales y jurídicas, y a los colec-tivos, para que protejan la naturaleza, y promoverá el respeto a todos loselementos que forman un ecosistema.Art. 72. La naturaleza tiene derecho a la restauración. Esta restauraciónserá independiente de la obligación que tienen el Estado y las personasnaturales o jurídicas de indemnizar a los individuos y colectivos quedependan de los sistemas naturales afectados.En los casos de impacto ambiental grave o permanente, incluidos losocasionados por la explotación de los recursos naturales no renovables,el Estado establecerá los mecanismos más eficaces para alcanzar la res-tauración, y adoptará las medidas adecuadas para eliminar o mitigar lasconsecuencias ambientales nocivas.Art. 73. El Estado aplicará medidas de precaución y restricción para lasactividades que puedan conducir a la extinción de especies, la destruc-ción de ecosistemas o la alteración permanente de los ciclos naturales.Se prohíbe la introducción de organismos y material orgánico e inor-gánico que puedan alterar de manera definitiva el patrimonio genéticonacional.Art. 74. Las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades tendránderecho a beneficiarse del ambiente y de las riquezas naturales que lespermitan el buen vivir.Los servicios ambientales no serán susceptibles de apropiación; suproducción, prestación, uso y aprovechamiento serán regulados porel Estado4.

El haber incorporado estas definiciones en un texto constitucional resulta deenorme importancia, como plantea Raúl Zaffaroni:

Es clarísimo que en ambas constituciones la Tierra asume la condición desujeto de derechos […]. De este modo, el constitucionalismo andino dio elgran salto del ambientalismo a la ecología profunda, es decir, a un verda-dero ecologismo constitucional. La invocación de la Pachamama va

4 Constitución de la República de Ecuador <http://www.asambleanacional.gob.ec/sites/de-fault/files/documents/old/constitucion_de_bolsillo.pdf>.

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acompañada de la exigencia de su respeto, que se traduce en la reglabásica ética del sumak kawsay, que es una expresión quechua que sig-nifica buen vivir o pleno vivir y cuyo contenido no es otra cosa que laética –no la moral individual– que debe regir la acción del Estado yconforme a la que también deben relacionarse las personas entre sí y enespecial con la naturaleza (Zaffaroni, 2012).

Patrimonio e identidades estratégicas

La abundancia de recursos naturales estratégicoses lo que define a Sudamérica en el mundo. Nuestra extensión territorial,como unidad geopolítica, nos posicionaría como el país más grande del

mundo, con la tercera economía del orbe,aunque con la población de apenas cuatrocientos millones

de habitantes.

Consejo Suramericano de DefensaMiguel Ángel Barrios

Una mirada geopolítica nos marca la identidad y al mismo tiempo nos impli-ca un desafío para la existencia en las condiciones dignas que deseamos a tra-vés de la integración. Construir el puente que nos permita cruzar el abismoentre las hipótesis de conflicto con nuestros vecinos a las hipótesis de con-fluencia; de las fronteras-separación a las fronteras-cooperación, es una cons-trucción de identidad que no se logra por decreto.

Una vez más volvemos al terreno de los derechos de los pueblos, el derechoa la identidad. Así, reivindicar la existencia de un Pueblo Suramericano impli-ca reivindicar la cultura en torno de la cual ella se reproduce y transforma, setransforma y reproduce, proceso dialéctico luego del cual se construye la iden-tidad. En otras palabras, Identidad es aquello que queda luego de ese procesocomplejo de la cultura por el cual se reproduce y trasforma, se transforma y sereproduce. Como sostuvo Abel Prieto:

La integración de Nuestra América es cultural o no es integración. Pue-de haber acuerdos comerciales, alianzas políticas, tratados de mucha tras-

5 «La cultura en la Cuba de hoy», conferencia de Abel Prieto en el Centro Cultural de laCooperación, Buenos Aires, junio de 2013.

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cendencia; pero todo eso termina siendo coyuntural, reversible, sin elrespaldo de una plataforma de integración cultural. Sin ese respaldo, laintegración es frágil y, quizá, ficticia5.

Un común denominador en la identidad suramericana, el cual podría ser elpatrimonio cultural más preciado como pueblo, es la paz. Suramérica es ellugar en la Tierra donde la paz ha reinado por más tiempo, donde los conflictosinternacionales han sido tratados en instancias institucionales, como el arbitra-je o tribunales internacionales, sin recurrir al uso de la fuerza.

Pensar en cómo se construye identidad-paz, nos implica conocer los meca-nismos en que esa paz habita. En primer lugar, la enorme interdependencia delas economías de nuestros países. Que cada vez más nuestras economías seconstruyan interdependientes, nos hará en paz. El encontrarnos buscando cami-nos para la integración, resolviendo los desafíos de nuevas formas de acumula-ción de riqueza, para enfrentar la necesidad de desarrollo de las condiciones devida de nuestros pueblos, determinará la identidad para la paz. Hablar de inte-gración como estrategia es ya una política de defensa nacional y supranacionalfrente a los embates del imperialismo. Así, la batalla cultural y la tríada Defen-sa-Patrimonio Público-Integración pueden ser el mecanismo que articule lasgarantías necesarias para la paz en el continente.

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«Avanzar en nuestra integración es atacar al imperialismo», dijo RodolfoPuiggrós en 19651. Los «colegas norteamericanos […] no conciben otras liber-tades, otra democracia, otras relaciones sociales y otra civilización que las pro-pias» (Puiggrós, 1965: 27).

Tras haber sido duramente criticado por referirse a nuestra región como el«patrio trasero» de los Estados Unidos, John Kerry declaró en el año 2013 que«la era de la Doctrina Monroe ha terminado». Destacó en aquella oportunidad:

La relación que buscamos, y para cuyo impulso hemos trabajado duro,no se trata de una declaración de Estados Unidos acerca de cómo y cuándova a intervenir en los asuntos de otros Estados americanos. Se trata deque los países se perciban unos a otros como iguales, de compartir res-ponsabilidades, de cooperar en cuestiones de seguridad y de adherirseno a la Doctrina, sino a las decisiones que tomamos como socios parapromover los valores y los intereses que compartimos2.

En el año 2015, el actual presidente de ese mismo país, Barack Obama, emi-tió una «orden ejecutiva» en la que se expresaba:

Yo, Barack Obama, Presidente de los Estados Unidos de América, queentiendo que la situación en Venezuela, incluida la situación del Gobiernoen cuanto a la erosión de las garantías de derechos humanos, la persecu-

Vuelve el cóndor del Alto Perú, esta vueltano habrá Guayaquil, hay que unir todo el sur

en un grito: libertad, tierra y pan.

Armando Tejada Gómez

Las cosas por su nombre: imperialismoversus integración latinoamericana

Alexia Massholder y Hernán Randi∗

* Directores Adjuntos del Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor P. Agosti (CEFMA).1 Rodolfo Puiggrós fue historiador, periodista y escritor formado en el marxismo. Fue Rector

de la Universidad de Buenos Aires en la década de 1970.2 Ver <http://actualidad.rt.com/actualidad/view/111766-kerry-fin-doctrina-monroe>.

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ción de opositores políticos, la restricción de la libertad de prensa, el usode la violencia y violaciones y abusos de los derechos humanos en res-puesta a las protestas contra el gobierno y el arresto arbitrario y la deten-ción de manifestantes que están en contra del gobierno, así como la pre-sencia exacerbada de corrupción pública significativa, constituye unaamenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y la políticaexterior de los Estados Unidos, declaro por medio de la presente unaemergencia nacional a los fines de hacer frente a dicha amenaza3.

¿Qué media entre las declaraciones de Kerry y las de Obama? ¿Se trata deargumentaciones contradictorias? De ninguna manera. Las decisiones tomadaspor los Estados Unidos respecto de Venezuela no son más que la muestra másreciente de un desarrollo histórico en las concepciones de dominación emana-das de aquel país: destino manifiesto, Doctrina Monroe, el gran garrote, diplo-macia del dólar, política de «buena vecindad», Doctrina Kennedy (Alianza parael progreso y Doctrina de Seguridad Nacional), Documentos de Santa Fe (y sudoctrina de Conflicto de Baja Intensidad), guerras de quinta generación, poderblando, poder inteligente.

O como Karl Marx escribía en 1859: «Lo que se denomina desarrollo histó-rico descansa, en definitiva, sobre el hecho de que la última forma consideralas formas anteriores como etapas que llevan a su propio grado de desarrollo, ycomo raras veces es capaz […] de hacer su propia crítica […] las concibe siem-pre bajo un aspecto unilateral» (Marx, 1975: 219).

Las palabras utilizadas pueden cambiar, mientras que el trasfondo ideológicoes el mismo. Todos estos artilugios corresponden a un mismo origen: el impe-rialismo norteamericano.

En los tiempos que corren, de intensificación de las luchas de nuestros pue-blos, de furibunda agresión del imperialismo, resulta imperioso ser claros yprecisos en nuestras definiciones. Parafraseando a Atilio Boron, las «nebulosasconceptuales» en poco contribuyen a la batalla de ideas y a la lucha por elpoder. Porque de eso se trata, de una lucha por el poder, en la que EstadosUnidos no dudará, como nunca lo hizo, en desplegar toda su fuerza para frenary, si le fuera posible, destruir los procesos en curso en muchos de los países deNuestra América. ¿Y esto por qué? Porque con mayor o menor profundidad,nuestros pueblos han dicho «basta» a largas décadas de sumisión, saqueo y

3 Ver <http://www.aporrea.org/tiburon/a204504.html>.

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violación de nuestros derechos de autodeterminación. Pero también porque,con particularidades y redefiniciones que deben tenerse en cuenta, la «guerrafría» no ha terminado4. Y esto, como bien subraya Jorge Hernández Martí-nez, se debe en parte a que la cultura política que Estados Unidos desplegódurante aquel conflicto había surgido con anterioridad, es decir, la necesi-dad de un «otro» de un «enemigo» para justificar la política exterior imperialestadounidense pueden remitirse incluso al siglo XIX. Su autoproclamación como«sheriff» mundial (su «destino manifiesto»), su lucha contra el «comunismo»,el «narcotráfico», o el «terrorismo» más recientemente, trazan un continuumen la forma en que Estados Unidos se inserta en el plano internacional. Enpalabras del autor:

Si la agresividad e intolerancia norteamericana hubiera dependido dela existencia del comunismo internacional, de aquella percepción de laamenaza, habrían desaparecido entonces al concluir la llamada guerrafría. Pero no ha sido así. Los Estados Unidos no sólo han mantenido laidentidad y la cosmovisión a ella asociada, en términos de aspiracio-nes de hegemonía, prepotencia y disposición al uso de la fuerza entodas sus expresiones; sino que han profundizado su discurso glorifi-cador y sus prácticas políticas, hacia dentro y hacia fuera del Estadonacional, retomando esquemas que, con sus particularidades, reeditanformulaciones emblemáticas de la cultura política de la guerra fría(Hernández Martínez, 2013: 15)5.

Sabido es que el Complejo Militar-Industrial (CMI) tiene un peso fundamen-tal tanto en la economía norteamericana como en las decisiones sobre la políti-ca exterior del Estado. Desde mediados del siglo XIX cuando arrebataron aMéxico más del 50% de su territorio, pasando por la guerra civil en la décadade 1860 y con un fuerte impulso en los inicios de la llamada «primera guerra

4 Más allá de los matices, hubo un consenso en definir a la Guerra Fría como «una forma deconflicto peculiar que se desarrolla bajo agudas tensiones que excluyen verdaderas relacionespacíficas. En suma, una situación de ni paz ni guerra». Ver González Gómez (2003: 17).

5 En el texto de Jorge Hernández Martínez se enfatiza la dimensión cultural de la hegemonía.Podemos leer allí que el ejercicio de la hegemonía «se completa precisamente en la esfera de lacultura» destacando, además, «la importancia de la legitimación ideológica del consenso, comoelemento imprescindible para entender que la hegemonía conlleva una dominación cultural querefuerza al resto de las dimensiones o esferas, como la económica, la política o la militar (Her-nández Martínez, 2013: 17).

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imperialista» en la que participó Estados Unidos, nos referimos a la guerra«hispano-cubano-norteamericana», se fue trazando el camino para que la granpotencia del norte creciera apoyándose en el gasto y la producción militar. Yaen la década de 1930, dicha producción fue determinante para la salida de lacrisis económica de 1929, aunque fue recién a partir de la llamada «guerrafría» que el CMI se consolidó6. Durante las décadas del 50 y 60, entre uno y dostercios de la investigación científica se orientaron al terreno militar7, afianzan-do una matriz productiva que orientará una gran parte de la producción delcapitalismo estadounidense, y que definirá la política exterior del Estado enpos de garantizar el sostenimiento de la producción y las ganancias del CMI8.Para este grupo de oligopolios, base material de la burguesía imperial estado-unidense, «la paz equivale a la bancarrota: sin guerras no hay ganancias y singanancias no se puede financiar a la clase política de Estados Unidos»9. Por esono llaman la atención aquellas teorías consideradas «conspirativas» que vieronun «autoatentado» el 11-S. Más allá de la verdad o falsedad de estos enfoques,lo cierto es que las ventas de armas del CMI han aumentado en un 60% entre2002 y 201210. Se genera así «un círculo vicioso entre la necesidad de venderarmas y que, a su vez, haya guerras o conflictos. Si no las hay, la demanda dearmas se contrae y baja la oferta. Por tanto, a los ofertantes les conviene gene-rar y mantener el conflicto»11, generalmente con el beneplácito y la ayuda delos medios hegemónicos de comunicación que en muchos casos constituyenpiezas fundamentales en la «preparación ideológica» de la población para na-

6 Según los datos publicados en Cubadebate, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta2008, Estados Unidos intentó derrocar a 50 gobiernos, muchos de ellos democráticos, y aplastóa 30 movimientos populares que luchaban contra regímenes tiránicos. Al hacerlo, bombardeó25 países, causando la pérdida de millones de vidas y la desesperación de millones más.

7 Ver «Gasto militar y crisis económica», de Sergio Rodríguez Gelfenstein, en<www.rebelion.org>.

8 Aunque pareciera redundante, no podemos dejar de recordar que cuando hablamos del cmi-nos referimos a una industria que produce y reproduce la destrucción y la muerte en los másdiversos puntos del planeta.

9 Ver «América Latina: temas urgentes de coyuntura geopolítica», de Atilio Boron, en <http:/www.atilioboron.com.ar>.

10 Según el anuario del Instituto de Investigación de la Paz de Estocolmo, sólo las guerras deAfganistán e Iraq incrementaron en un 60% las ventas de la industria militar. Ver <www.sipri.org>.Según ese mismo instituto, de las diez corporaciones que más ganaron con la guerra, siete son deEstados Unidos: Lockheed Martin, Boeing, General Dynamics, Raytheon, Northrop Grumman,L-3 Communications y United Technologies.

11 Ver Sergio Rodríguez Gelfenstein, op. cit.

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turalizar o justificar las más aberrantes acciones militares. Y, como veremosmás adelante, apoyándose en las herramientas de la «legalidad» estatal como laUSA Patriot Act, impulsada luego de los atentados de 2001 para recrudecer el«combate al terrorismo».

La otra cara de esta misma moneda es el presupuesto destinado por el propioEstado a los asuntos militares, en desmedro del gasto en sectores clave para losocial, como la salud y la educación. Y en este punto el acuerdo entre los dosgrandes partidos del sistema político de Estados Unidos es total, con el matizde que mientras los demócratas apelan a un aumento de impuestos para lossectores más pudientes, los republicanos quieren sostener el gasto militar redu-ciendo el gasto social. Esto tiene estrecha conexión con el vínculo entre elllamado «poder formal» y el «poder real», que en los Estados Unidos apela alsistema conocido como revolving door, mediante el cual destacados ejecutivosde las grandes empresas del sector privado ocupan cargos en el gobierno esta-dounidense para luego volver a sus puestos gerenciales. Un ejemplo más queilustrativo: el general de cuatro estrellas, James Jones, primer asesor de Segu-ridad Nacional de la Administración Obama, se desempeñó desde junio de 2007hasta diciembre de 2008 como miembro de la Junta de Directores de la Boeingy, paralelamente, pertenecía al Consejo de Administración de la Cross MatchTechnologies, empresa dedicada a la tecnología biométrica. Además, entre mayoy diciembre de 2008 fue miembro de la Junta de Directores de la ChevronCorporation (González Santamaría, 2013).

Dentro de los crecientes cuestionamientos al poder imperial, aparecen en elsiglo XXI grupos de países que, aunque no sistemáticamente, tienen la tenden-cia a actuar en bloque en franca oposición a los Estados Unidos. Países quepara algunos de los principales asesores en política internacional de Obama,como Joseph Nye o Zbigniew Brzezinski, no presentaban ningún rasgo comúnque permitiera pensar en una posible alianza, como China, Rusia e Irán, termi-naron convergiendo no tanto por sus puntos en común, sino por la necesidad dedesarrollar sus economías e integrarse regionalmente en bloques más podero-sos para enfrentar al enemigo común apelando a la existencia en sus pueblos deun creciente sentimiento antinorteamericano desatado por la soberbia y la pre-potencia de los Estados Unidos. Pero la agresividad imperial ha calado tam-bién en los pueblos de América Latina, generando procesos impensables du-rante las décadas de auge neoliberal. Así, en lugar de un MERCOSUR, que inicial-mente siguió un modelo de mera integración a nivel de los mercados, contamoshoy con un MERCOSUR que incluya la dimensión social de la integración desde elaño 2004 a través de planes que contemplan la economía social, la educación,

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la seguridad alimentaria y, definitivamente, un nuevo posicionamiento a nivelhemisférico y mundial. Esto último reflejado en el histórico «NO AL ALCA» de2005 y a la incorporación de Bolivia y Venezuela como miembros plenos. Peroeste «cambio de época» se observa también en la creación de UNASUR en 2008con renovadas propuestas de integración regional en materia de educación,cultura, defensa y recursos, entre otras, y de la CELAC en 2010 con la incorpora-ción de la región caribeña, y principalmente de Cuba, luego de tantos años deexclusión por parte de los países de su propio continente12.

En este contexto, en donde las «amenazas a la seguridad nacional» de losEstados Unidos siguen siendo, desde la llamada «doctrina Bush», para aplicarsu fuerza de gendarme sobre cualquier país, debemos abandonar las tibiezas,los titubeos y llamar a las cosas por su nombre.

Y la política exterior de los Estados Unidos nos afecta mucho más de cercade lo que creemos, no sólo por la abrumadora cantidad de bases militares ennuestra región, sino por las presiones que el Estado norteamericano ha ejercidopara la firma de leyes antiterroristas a lo largo de nuestro continente, no sólopor los gobernantes tradicionalmente «alineados» con la Casa Blanca sino porsectores del llamado progresismo o populismo que en otros tiempos supieronhacer de sus principios antimperialistas uno de sus pilares identitarios.

En el caso particular de la Argentina, contamos con dos antecedentes claros yrecientes: las leyes antiterroristas firmadas en 2007 y 2011. Si bien nos deten-dremos en estas dos leyes, por estar promulgadas en un período que valoramospor los avances que se han dado en otros terrenos, es importante recordar laspalabras de Carlos Zamorano cuando nos advierte que «ya en 1995, al asumirel ministerio [del Interior] el Dr. Corach, se puso en la tarea de advertir sobrelas supuestas células de Al Qaeda en la Triple Frontera. En 1999 la ONU adoptóel temible Convenio para reprimir la financiación del terrorismo (que el Con-greso argentino ratificó en 2005). En cuanto a la Convención Interamericanacontra el Terrorismo, aunque fuera adoptada por la OEA en 2002 (Barbados), sevenía elaborando ya en las Conferencias de Lima (1996) y Mar del Plata (1998);Argentina la ratificó por ley en 2005» (Zamorano, 2013: 2).

En nuestro país, aunque no sólo, el Grupo de Acción Financiera Internacio-nal (GAFI), creado en 1989 para evaluar acciones de posible lavado de dinero yaccionar terrorista, presionó abiertamente a sus integrantes argentinos para que

12 MERCOSUR: Mercado Común del Sur; ALCA: Área de Libre Comercio para las Améri-cas; UNASUR: Unión de Naciones Suramericanas; CELAC: Comunidad de Estados Latinoa-mericanos y Caribeños.

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aprobaran la ley antes de mediados de 2007 so pena de sanciones. Más allá delinnegable costo político que tienen las sanciones financieras en general paracualquier gobierno, lo cierto es que la firma de las leyes antiterroristas ha deja-do a disposición de los gobiernos una serie de herramientas plausibles de serutilizadas contra el movimiento popular. ¿Por qué? Porque ni en las más avan-zadas regulaciones internacionales se ha logrado sistematizar una definicióncertera de «terrorista». Y esto no es más que una prolongación en tiempos actua-les de la lucha contrainsurgente impulsada por Estados Unidos en el mundo13.

Frente a este despliegue de poder del imperialismo norteamericano, frente al«cambio de época» que parece estar signando nuevos destinos para AméricaLatina y el Caribe, ¿cómo pensar la integración de Nuestra América? ¿Quécategorías nos permiten pensar nuevas herramientas para profundizar los pro-cesos de integración?

En este escrito, nos apoyamos en dos hipótesis centrales. Primero, que losconceptos de «dialéctica», «contradicción» y «relaciones de fuerza» propor-cionadas por el pensamiento marxista son imprescindibles para una correctalectura de nuestra realidad y, por supuesto, poder operar sobre ella. Segundo, yen relación con lo anterior, que el proceso de integración de América Latinasólo puede profundizarse y consolidarse con la profundización y la consolida-ción de los procesos al interior de nuestros países.

Partimos de reconocer que (a) el imperialismo no es un fenómeno «externo»sino también «interno», en los que agentes locales ligados al centro imperialaccionan incesantemente para garantizar los intereses del imperialismo (cuyoepicentro son los Estados Unidos) en nuestros países, a pesar de, en algunoscasos, reivindicar discursivamente «lo nacional»14; (b) la integración no defi-ne, en sí, ningún proyecto político que implique autonomía o emancipación.La realidad mundial en el siglo XXI ha reforzado la tendencia de los países a

13 En nuestro continente, los únicos países que no prestan colaboración a esta «lucha antiterro-rista» liderada por Estados Unidos son Cuba y Venezuela. En el otro extremo, están los paísesmás vinculados con la estrategia militar norteamericana: México, Colombia, Guatemala, Hon-duras y Perú. En Argentina aún no ha sido utilizada cabalmente, pero cualquier juez está habili-tado a aplicarla sobre el o los sujetos que considere necesario, algo que es posible debido a la yamencionada «vaguedad» del término «terrorista».

14 Escribió Gramsci: «Se puede llegar a la conclusión de que con frecuencia el llamado ‘par-tido del extranjero’ no es precisamente aquel que es vulgarmente indicado como tal (pc), sino elpartido más nacionalista que, en realidad, más que a las fuerzas vitales del propio país, represen-ta la subordinación y el sometimiento económico a las naciones o a un grupo de naciones hege-mónicas» (1998: 52).

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actuar en bloques para optimizar los resultados como actores internacionales.En este sentido, puede pensarse también en una «integración» de la derecha, nosólo entre Estados sino también en la llamada «sociedad civil»15. Así lo mostra-ron las articulaciones del Plan Cóndor, por citar sólo un triste y célebre ejem-plo. Y por eso también cuando el orden económico mundial es cuestionado,aunque sea tibiamente, por el régimen político imperante en un Estado nacio-nal, se producen rápidos reagrupamientos y alianzas para recuperar el controlabsoluto de todos los dispositivos existentes16.

Algunas definiciones

Para avanzar en los objetivos del presente trabajo, nos parece importanterealizar algunas precisiones sobre ciertos conceptos comúnmente utilizados enestos últimos años para referirse a la realidad lationamericana. En lo que atañea la idea de «unidad» podemos leer, por ejemplo, la necesidad de entenderla«en su concepción emancipatoria, de decir, vinculada a los objetivos más no-bles de la tradición del pensamiento latinoamericano: autonomía, desarrollo y,en esta nueva etapa, inclusión, convertidos en los ejes de los procesos de inte-gración soberana e independiente en marcha, que tienen sus orígenes, enton-ces, en raíces profundas de nuestra historia latinoamericana»17.

Ahora bien, considerando el concepto de «autonomía» debemos hacer algu-nas aclaraciones. En primer lugar, autonomía respecto de quién. Es cada vezmás evidente que cuando se habla de países poderosos y de su injerencia enlos nuestros, se hace alusión –aunque desgraciadamente no de forma sufi-cientemente explícita– a los Estados Unidos. Pero esto es insuficiente si noanalizamos además las implicancias de la existencia del imperialismo, cuyo

15 Cuando hablamos de la derecha nos referimos específicamente a las clases y fracciones declases que operan ligadas a la política del imperialismo y el poder financiero internacional, yque bregan por el mantenimiento del «orden» (status quo).

16 Por eso a pesar de no haber realizado reformas estructurales, gobiernos como los de Lugoen Paraguay y Zelaya en Honduras fueron derribados a través de «golpes blandos», eliminandotodo cuestionamiento posible. En esa misma línea deben leerse los intentos desestabilizadores,manipulación de la opinión pública mediante, en otros países de nuestro continente.

17 Del cuadernillo para el Seminario «Construyendo nuestra integración en el Cambio deÉpoca. Del NO al ALCA a la CELAC», realizado en la Casa Patria Grande Presidente NéstorKirchner en el año 2015. Disponible en <http://www.casapatriagrandepnk.gob.ar/web/attach-ments/arti cle/384/CuadernilloCNI2015.pdf>.

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epicentro de poder son los Estados Unidos, sólo podremos enfocar el proble-ma de la «autonomía» de manera limitada. ¿Por qué? Porque el imperialismono es un fenómeno externo, sino también interno. Las directivas emanadasdel centro imperial tienen siempre una base concreta en los países domina-dos. Esta base está compuesta por grupos económicos y actores políticos,que incluyen también productores de cultura. Grupos económicos que bus-can siempre maximizar sus ganancias, conquistando mercados financierospara apropiarse de los capitales producidos dentro de un Estado nacional, yexigiendo un precio bajo de la fuerza de trabajo, junto a actores políticosencargados de garantizar la «gobernabilidad», y proporcionar no sólo un marcojurídico adecuado para el despliegue de los grupos económicos, sino tambiénsistemas de representaciones, ideas y sentidos, para construir una opiniónfavorable a sus políticas. Por eso, la autonomía, como parte de los motoresque inspiran la integración en un sentido emancipador, no puede avanzar sino avanzan al mismo tiempo los procesos de «profundización» en cada unode nuestros países.

La dialéctica como doctrina del desarrollo

La dialéctica es la ciencia de las leyes generales del movimiento y del cam-bio, tanto de lo material como de lo espiritual, de las relaciones sociales y delpensamiento humano. Lenin explica que, a diferencia de la evolución, que esun proceso lineal, el movimiento dialéctico se produce en espiral, con saltos,avances, revoluciones, cataclismos, retrocesos, que de ninguna forma implicanvolver a un punto anterior, con cambios cuantitativos que llegados a un puntoconllevan un cambio cualitativo18. Este movimiento se origina en la contradic-ción, en el choque de las diversas fuerzas y tendencias que actúan en el seno deuna sociedad dada.

La dialéctica nos sirve para pensar las transformaciones sociales y políticasen América Latina. Engels nos dice:

En la historia moderna todas las luchas políticas son luchas de clases, yque todas las luchas de emancipación de clases, pese a su inevitableforma política, giran en último término en torno a la emancipación eco-nómica. Por consiguiente, el Estado (el régimen político) es el elemento

18 Si bien no lo trataremos en este trabajo, esta reflexión es central para abordar la dialécticaentre reforma y revolución.

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subordinado y la sociedad civil el reino de las relaciones económicas, elelemento decisivo (Engels, 1975: 74).

Dentro de este movimiento es fundamental estudiar las contradicciones y lasrelaciones de fuerza, en sus dimensiones políticas, económicas y culturales.

La contradicción implica una relación de conflicto, de tensión entre dos par-tes. Cada una de esas partes tiene un interés particular o contrapuesto y buscaresolver el conflicto según aquel interés. En América Latina podemos identificaral menos tres contradicciones. En primer lugar, el imperialismo (y las naciones aél alineadas) versus aquellos que buscan enfrentar esa dominación. En segundotérmino, las contradicciones entre las naciones que de alguna u otra forma bus-can mayores grados de autonomía frente al imperialismo en nuestro continente.Aquí podemos poner como ejemplo las contradicciones entre Brasil, Venezuelao Argentina, países que jugaron un papel central en bloque en el «NO AL ALCA»pero que luego, producto de las disputas al interior de cada uno de esos países, ytras las muertes de Chávez y Kirchner, comienzan a tomar medidas de forma«individual» respecto de aquella acción inicial. Pensemos los intentos de algu-nos sectores de Brasil jugando a favor de la firma de Tratados de Libre Comercio(TCL), por ejemplo. Finalmente, las contradicciones al interior de cada naciónentre las clases sociales o fracciones de clases, a través de su representaciónpolítica, principalmente entre quienes buscan enfrentar al imperialismo y quie-nes quieren mantener el status quo. Indudablemente, la contradicción fundamen-tal es la que nos enfrenta al imperialismo. Ahora bien, esta contradicción funda-mental se define en íntima relación con la tercera contradicción mencionada ¿Porqué? Porque como bien apuntara Mao Tse Tung:

Las contradicciones entre nosotros y el enemigo son antagónicas. Encuanto a las contradicciones en el seno del pueblo, las que existen dentrode las masas trabajadoras, no son antagónicas, mientras que las existen-tes entre la clase explotada y la explotadora tienen, además del aspectoantagónico, otro no antagónico. Las contradicciones en el seno del pue-blo no datan de hoy, pero tienen distintos contenidos en diferentes perío-dos (Mao, 2012: 70).

Tomemos por ejemplo a Brasil. Allí, sectores de la burguesía representadospor el Partido de Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) en alianza con elPartido de los Trabajadores (PT) de Lula enfrentaron al imperialismo y sus TLC

en favor de maximizar sus ganancias con políticas de inclusión social y para lareducción de la pobreza, al mismo tiempo que buscaron frenar permanente-

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mente la concreción del Banco del Sur, cuya importancia para nuestra autono-mía regional no hace falta explicar. Actualmente, accionan para imponer al PT

la implementación de medidas de ajuste claramente antipopulares medianteleyes de flexibilización laboral y tratados de liberalización comercial que aten-tan contra el marco de integración regional19. Aquí vemos un claro ejemplo decómo el imperialismo actúa a través de fuerzas locales, no sólo atacando losintereses de la nación desde el exterior.

Estas contradicciones están íntimamente vinculadas con las correlaciones defuerzas, esto es, la fuerza que cada una de las partes puede hacer para reducir ala otra. Es importante en este punto aclarar que las relaciones de fuerza nodependen únicamente de lo cuantitativo. Hay elementos de lo cualitativo, comograduaciones, proyectos estratégicos, los grados de acumulación, que se vanconstituyendo como herramientas políticas que inciden en ellas. Si las mayo-rías oprimidas y explotadas no poseen expresiones políticas que luchen por suemancipación, estarán siempre supeditadas a los sectores de la burguesía localque con mayor o menor grado pueden jugar para elevar los niveles de «autono-mía» pero no modificar las bases materiales y las relaciones sociales que deter-minan aquella condición.

Cada parte juega, a su vez, en varias contradicciones al mismo tiempo (laprincipal, la secundaria), por lo que en algunos casos una correlación defuerza dada en un plano de la contradicción puede no ser suficiente parajugar exitosamente en otra contradicción. Para poner un ejemplo en lo quehace a nuestros países, durante los gobiernos kirchneristas necesitábamosavanzar en la profundización en lo que concernía a cambios estructuralespara el beneficio popular, y debimos, como parte del campo popular, recla-mar por aquellos cambios sin erosionar el papel del gobierno que en ese sen-tido no avanzaba, pero sí lo hacía en el posicionamiento internacional. En todocaso, fueron las contradicciones propias de un bloque compuesto por trabaja-dores y por burgueses, pero que comandado por la burguesía mostró rápida-mente sus limitaciones.

Claramente, la integración de América Latina es un proceso dialéctico yque está atravesado por las contradicciones y correlaciones de fuerza quedescribimos. Sabemos que la idea de una «Patria Latinoamericana», «Nues-tra América», «Patria Grande» y proyectos similares fueron ya formulados en

19 Recordemos que, además, Brasil, como todos los países, juega en «varios tableros en simul-táneo» y que no participa del proceso de integración latinoamericana solamente sino tam biénen el que lo implica en los Brics.

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el siglo XIX por muchos de nuestros patriotas, entre los que podemos mencionaral venezolano Francisco de Miranda, al chileno Juan Egaña, al guatemaltecoJosé Cecilio del Valle, al mexicano José María Morelos, al rioplatense MarianoMoreno y, por supuesto, a San Martín, Bolívar y Monteagudo.

Sin embargo, los procesos de integración no son ajenos a las fuerzas queoperan desde el exterior, cuyos intereses, como los de Estados Unidos, chocancon nuestros proyectos de unidad, como fue el caso del Congreso Anfictiónico,por citar uno de los más célebres ejemplos20. En el análisis dialéctico que pro-ponemos, los proyectos del siglo XIX, así como los del siglo XX y los actuales enel siglo XXI, no son hechos separados, sino que son parte de un proceso deavances y retrocesos, en los que, por citar dos ejemplos, el ideario bolivarianodel siglo XIX y el de Sandino en el XX son «recreados» (no «descubiertos») en elsiglo XXI para plantear puntos de acción concretos. Las relaciones de fuerza, lossujetos participantes y las contradicciones pueden haber cambiado, haciendoque el proceso fuera «demorado» o «interrumpido» porque las correlacionesde fuerzas así lo determinaron. En otras palabras, en el momento de avancedel imperialismo sobre nuestros países con el plan Cóndor, y digitando dicta-duras cívico-militares con la colaboración y el beneplácito de actores locales(recordemos que el imperialismo no es un fenómeno «externo»), la correla-ción de fuerzas perjudicó al movimiento popular, que en muchos casos se viodiezmado. Pero los efectos de esas dictaduras también operan sobre el pre-sente, sobre la subjetividad de las nuevas generaciones, que han dicho «nun-ca más», y hoy respaldan a gobiernos que han dado importantes pasos enmateria de derechos humanos21.

Según Gastón Varesi:Toda relación de fuerzas es dinámica y lo que parecía como el imperioindiscutido del gran capital y la hegemonía unipolar de Estados Uni-dos, con la Unión Europea como aliado, comenzó a deteriorarse y pocomás de una década después de la caída del socialismo [del este] europeo yla disolución de la Unión Soviética, el «fin de la historia» proclamado

20 Recomendamos al respecto el trabajo de Horacio López (2004). Un fragmento del libropuede consultarse en <http://www.elcefma.com.ar/wp-content/uploads/2014/10/MODULO3.pdf>.

21 Es importante aclarar, sin embargo, que las luchas de los 60 y 70 y contra las dictaduras ennuestro continente fueron luchas por cambios en las estructuras económicas, y las dictaduras,contraofensivas lanzadas para diezmar y liquidar aquellos intentos y avanzar en las modificaciones requeridas por el gran capital (endeudamiento, privatizaciones, destrucción de las cen-trales sindicales clasistas, etcétera).

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22 Ver su texto «Gramsci aplicado: el análisis de situaciones y relaciones de fuerzas comoinstrumento analítico para interpelar nuestro presente», disponible en <http://www.elcefma.com.ar/wp-content/uploads/2014/10/MODULO-2.pdf>.

comenzó a ser puesto en cuestión. La última década ha visto forjarse uncambio en las relaciones de fuerzas a nivel internacional. Por un lado, lacomandancia unilateral de los Estados Unidos comenzó a ser contrape-sada por la conformación de un eje que articula a China, Rusia y susaliados. Por otro lado, en el propio «patio trasero» de la potencia impe-rial surgieron procesos populares que avanzaron a convertirse en go-bierno, pusieron freno a la estrategia de subordinación económica queimplicaba el ALCA y dieron paso al proceso de integración latinoamerica-na más vigoroso desde la gesta independentista22.

La integración es un proceso dinámico, con avances y retrocesos permanen-tes, que responde además a necesidades que también cambian de manera cons-tante. Una de las grandes diferencias con el tipo de integración que vemosdesplegarse en la actualidad es que no responde a modelos de integración «su-geridos» desde afuera, sino como producto de nuestros propios procesos, paralo cual debemos preguntarnos siempre a qué objetivos e intereses responde undeterminado modelo de integración. Porque, sabido es, los Estados Unidospensaron también modelos de integración para América Latina basados en eldominio de nuestros recursos y en la explotación de nuestra fuerza de trabajo(Panamericanismo, Tratados de Libre Comercio, Alianza para el Progreso, elALCA, etc.). Así observó oportunamente Rodolfo Puiggrós:

La Alianza para el Progreso comenzó con un desafío al marxismo y seextingue sin pena ni gloria, al reducir sus funciones a las de una sociedadde beneficencia. […] Ningún latinoamericano progresista se opone a laintegración de nuestras naciones en una unidad continental. Pero hablarde cambios en el régimen de propiedad de la tierra y del mejor reparto delas riquezas y al mismo tiempo defender a las instituciones y a los intere-ses que sostienen el poder político-social de los terratenientes, de los espe-culadores y de los consorcios extranjeros, y plantear la integración escalo-nada de América Latina con el objeto de evitar la lucha de los puebloscontra el colonialismo y el imperialismo que es el fundamento de la autén-tica unidad continental, es no querer en la práctica lo que se dice desear enteoría (Puiggrós, 1965: 24).

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Fidel Castro ha resaltado la importancia de comprender la existencia de lacrisis civilizatoria causada por el dominio del capital financiero internacional ylos monopolios imperialistas. Para enfrentar esta situación, nos propone pensarla unidad y la integración de Nuestra América desde una perspectiva culturalcon centralidad en la batalla de ideas. Debemos preguntarnos: ¿Existe una ideo-logía detrás de los procesos integracionistas? «Por supuesto que sí», dirá Pui-ggrós. «Ideología y economía no sólo forman parte del mismo proceso, sinoque se condicionan entre sí» (Puiggrós, 1965: 29). Por eso, la unidad «no esintegral si sólo propone cambios y acercamientos cuantitativos en determina-dos sectores de la economía y defiende el inmovilismo en otros, así como laideología y la política» (Puiggrós, 1965: 56).

Advertimos con preocupación que esto es lo que está sucediendo. La integra-ción desde una perspectiva de desarrollo de oportunidades relativas a cada unade las economías de nuestros países sin entender los grados de síntesis ideoló-gicas y políticas necesarias para la derrota del imperialismo, ha sido un frenoen una integración en sentido emancipatorio. Estamos viendo que cuando losagentes locales del imperialismo llegan al Estado, enseguida se pronuncian yoperan para erosionar los avances de nuestra integración en el sentido antesmencionado. Debemos entonces recuperar sin demoras, frente a los intentos de«desideologizar» la región, una visión y una política que llame a las cosas porsu nombre como primer paso en la lucha por superar definitivamente la opre-sión imperialista sobre nuestros pueblos.

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Introducción

Pregunta extremadamente ambiciosa la sugerida en el título. Afortunada-mente, mucho se ha escrito sobre las empresas recuperadas en Argentina y lasempresas de producción social en Venezuela. Nuestro interés se encuentra enpensar las empresas recuperas por los trabajadores/as (ERT), la experiencia queemerge en momentos de crisis pero que se despliega y amplía en momentos,incluso, de expansión del capital.

En una abundante literatura sobre las mismas, suelen asignarles capacidad opotencialidad de constituirse en una alternativa a las relaciones mercantilesque impone el capital. Lo cierto es que, mientras afortunadamente abundantrabajos, análisis y reflexiones sobre la naturaleza de las ERT, sobre los meca-nismos que despliegan en la producción y gestión de la misma, no hay dema-

Empresas controladas por trabajadores/as:¿Una potencia emancipatoria para Nuestra América?Capitalismo, modo de producción social y socialismo

José G. Giavedoni*

La transformación de la propiedad privada fragmentaria, fundada sobre eltrabajo personal de los individuos, en propiedad privada capitalista es,

naturalmente, un proceso incomparablemente más prolongado, más duro ydificultoso, que la transformación de la propiedad capitalista, de hecho

fundada ya sobre el manejo social de la producción, en propiedad social. Enaquel caso se trataba de la expropiación de la masa del pueblo por unos

pocos usurpadores; aquí se trata de la expropiación de unos pocosusurpadores por la masa del pueblo.

El capitalKarl Marx

* Doctor en Ciencia Política y Profesor de Teoría Política en la Facultad de Ciencia Política yRelaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Investigador asisten-te del CONICET. Responsable provincial Santa Fe del CEFMA (Centro de Estudios y Forma-ción Marxista Héctor P. Agosti). Coordinador del PEGUES (Programa de Estudios sobre Gu-bernamentalidad y Estado) radicado en la UNR.

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siados trabajos sobre su inscripción en las dinámicas globales del modo deproducción capitalista y, por lo tanto, siempre aquella afirmación sobre laspotencialidades emancipatorias no queda mayormente explicada. Por ende, secarece, a nuestro modo de ver, de trabajos sobre las condiciones que harían deestas experiencias modos alternativos de producción social, más allá de la res-ponsabilidad ética y política que nos debemos como militantes de reconocer lalucha de las y los compañeros que le han puesto el cuerpo a la recuperación yhan sacado adelante las empresas. La pregunta de por qué razón estas experien-cias tendrían potencialidad emancipatoria debería ser respondida, cuestión quenos proponemos emprender modestamente en este trabajo.

En primer lugar, trataremos de pensar las implicancias que tiene reflexionarsobre la relación entre las ERT y las nuevas dinámicas de acumulación del capital.

Por otro lado, si bien el correlato venezolano de las empresas recuperadas ygestionadas por sus propios trabajadores y trabajadoras son las empresas deproducción social (EPS), Venezuela se encuentra en un proceso político diferen-te al argentino. Por lo tanto, nos obliga a seguir el precepto marxiano que obli-ga a indagar en las relaciones sociales donde se montan las experiencias pro-ductivas para dar cuenta de su naturaleza y sus potencialidades. Así, «un negroes un negro. Sólo en determinadas condiciones se convierte en esclavo. Unamáquina de hilar algodón es una máquina para hilar algodón. Sólo en determi-nadas condiciones se convierte en capital. Arrancada de estas condiciones, notiene nada de capital» (Marx, 1973: 36). Una empresa autogestionada o coges-tionada es eso, sólo en determinadas condiciones puede ser un engranaje en losprocesos de acumulación de capital o una pieza en la construcción de una nue-va organización social.

Crisis del capital y emergencia de la producción social en manosde trabajadores

La economía social y solidaria ha reaparecido en las últimas décadas, mayor-mente producto de las crisis sociales que han azotado a las sociedades. Lastransformaciones socio-productivas que se han dado a partir de la década del70 del siglo pasado, tuvieron como efecto una creciente marginalidad social.En el marco de la desestructuración del modelo taylorista-fordista, se ha pro-ducido un permanente proceso de expulsión de mano de obra, con una marcadaprecarización e informalidad en el trabajo. Este proceso dio lugar al desplieguede un conjunto de estrategias, entre las cuales se encuentran las experiencias deeconomía social y solidaria: asociativismo, cooperativas de trabajadores, true-

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que, moneda social, economías comunitarias y familiares, microcréditos, em-presas recuperadas, etcétera.

Las ERT son un producto de la crisis, de la avanzada del neoliberalismo y, porlo tanto, se presentan en un primer momento como una acción defensiva de lospuestos de trabajo. Los finales del siglo XX alumbraron la emergencia de unfenómeno social que cautivó el interés de académicos y militantes. Los efectosmás drásticos del neoliberalismo se hacían sentir en las tasas de desocupación,la destrucción de puestos de trabajo asalariado, los niveles de pobreza e indi-gencia. Al mismo tiempo, estos efectos tienen como causa la desestructuraciónde un modelo productivo, y el rol del Estado como dinamizador y agente eco-nómico. En este marco es donde proliferan las quiebras de empresas o el aban-dono de las mismas por parte de los empresarios. Estas quiebras, vaciamientosy abandonos dan lugar, muchas veces, a la ocupación de las empresas por partede sus trabajadores, con el fin de mantener sus fuentes de trabajo, de aquí ladesobediencia al desempleo como una marca que acompañará los inicios deestas experiencias (Rebón, 2004). Lo que resulta necesario comprender es quela toma, recuperación y posterior puesta en funcionamiento de la producciónde la empresa por parte de sus trabajadores/as no se da en momentos de avan-zada del movimiento obrero y de las luchas populares, sino en momentos dedefensiva contra los efectos más dramáticos de las políticas neoliberales

Sin embargo, que sigan creciendo aun en momentos de expansión del capital,habla de que se trata no sólo de respuestas a una situación de crisis, sino derespuestas a una dinámica del capital mismo que se expresa de dos maneras:precarización del trabajo y concentración del capital.

La quiebra, el vaciamiento y el abandono de la empresa no sólo debe serpensada como la condición que permite la recuperación, como el escenario quehabilita la reacción de los trabajadores con su posterior ocupación, una suertede telón de fondo delante del cual se despliega la obra de los trabajadores ytrabajadoras o, en otras palabras, entender la crisis como la condición de posi-bilidad de la recuperación. La quiebra, el vaciamiento o abandono es, al mismotiempo, mucho más que eso, porque ofrece las señales, nos muestra la morfolo-gía que va adquiriendo y los mecanismos a través de los cuales van actuandolos procesos de acumulación y reproducción del capital.

De esta manera, la quiebra, vaciamiento o abandono de la empresa no impli-ca la caída en el desempleo per se, sino el ingreso a esas múltiples formas detrabajo precario, fragmentado y parcializado con que se reconfigura la nuevamorfología del mundo del trabajo en las últimas décadas. Por ello, aquellamasa marginal que en los 60 se pensaba como afuncional para el capital, se

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reconfigura en esta nueva morfología. Cleaver (2009) plantea que el nivel dedesempleo engaña en la medida en que no estamos ante situaciones de ausen-cia de trabajo, sino de una fuerte heterogeneidad del mismo. Por tal motivo,con las ERT no estamos estrictamente ante una desobediencia al desempleo,sino ante una lucha por no seguir engordando las nuevas modalidades de traba-jo precarizado. Por otro lado, la quiebra, vaciamiento o abandono de la empre-sa no implica la desaparición del capital, destrucción del capital, sino su reab-sorción en capitales mayores, en el marco de la integración mundial, la des-trucción de sectores intermedios y la centralización de grandes capitales. Comoseñalan Basualdo y Esponda (2014), los procesos de quiebra deben ser enten-didos como modos de eliminar competidores en el marco de la recuperación decompetitividad frente a la reducción de la tasa de ganancia. Es en este sentidoque desde ambos ángulos se la sustrae al capital.

Siguiendo a Ricardo Antunes (2005), el modo de producción se ha vueltoheterogéneo, fragmentado y parcializado y, en ese sentido, requiere de unafuerza de trabajo también heterogénea, fragmentada y parcializada. Por lo tan-to, ya no asistiríamos con claridad a un sector monopólico y formal de la eco-nomía, frente a un sector competitivo y crecientemente informal, como el quese pensaba en los 60 en el marco de la discusión sobre la marginalidad. Si la masamarginal (Nun, 2003) se pensaba como afuncional para el predominante sectormonopólico de la economía, en la actualidad, en función de las vinculaciones y lainterrelación entre formalidad e informalidad, debemos repensar los efectos quetiene sobre el modo de producción capitalista esta nueva morfología del mundodel trabajo. Al parecer, aquella fuerza de trabajo, que era marginal para el sectormonopólico de la economía, hoy forma parte y alimenta esta nueva forma queadquiere la fuerza de trabajo, precarizada, tercerizada, en negro, etc. En estalínea, Basualdo y Esponda señalan que «la tercerización pasó de ser una formade relación laboral subordinada y de alguna manera marginal dentro de un mode-lo de relaciones industriales que estaba fuertemente regulado por los derechoslaborales y de seguridad social, y donde las relaciones entre patrones y trabajado-res estaban mediadas por los convenios colectivos, a ocupar un rol central en lasnuevas formas de contratación y regulación de las relaciones entre capital y traba-jo» (2014: 35). La tercerización como una de las formas que asumen los proce-sos de precarización del trabajo se inscribe dentro de una dinámica global dedesvalorización de la fuerza de trabajo. En tal sentido, si esto es correcto, la

1 Entendemos que esta afirmación entraña una fuerte polémica. Pensar la plusvalía como la

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recuperación de la empresa, si bien continúa con la producción de plusvalía1,tienen la capacidad de sustraerle al capital la conversión de la fuerza de trabajoen precarizada, es decir, en una de las formas predominantes que adquiere eltrabajo en la actualidad.

La hipótesis que sostiene Marticorena (2005) cuando analiza el comporta-miento del mercado de trabajo en la posconvertibilidad, señalando que la recu-peración económica que impacta en el nivel de ocupación no hace sino ponerde manifiesto que el aumento del empleo viene acompañado de un aumento dela precariedad de la fuerza de trabajo o, en otras palabras, el deterioro de lascondiciones laborales de las y los trabajadores ocupados es la condición para elaumento de la actividad económica. El crecimiento económico aumenta la in-tensidad en la explotación de la mano de obra, aumentan las horas de trabajo y,en menor medida, la incorporación de nuevos trabajadores2. En la misma línea,la autora señala que «la difusión del empleo no registrado parece indicarnosque se trata de una característica estructural del mercado de trabajo, y uno delos fenómenos centrales para comprender el aumento en el nivel de ocupaciónen el período analizado».

¿Solidarismo utópico?

En la literatura sobre economía social en general, y sobre ERT en particular, setrata de experiencias con la potencialidad de constituirse en alternativas al ca-pitalismo. Recorriendo esos escritos, esto parece ser más un anhelo que el re-sultado de un análisis preciso. Si la lógica de la acumulación de capital implicauna concentración y centralización creciente del capital, a una creciente preca-rización de la fuerza de trabajo, deben ser consideradas estas dimensiones paraanalizar las condiciones de posibilidad en las que se desenvuelve la economía

explotación de fuerza de trabajo asalariada que produce un excedente, un tiempo de trabajo noretribuido (plustrabajo), un tiempo de trabajo excedente que es apropiado gratuitamente por elcapitalista, supone reconocer que en las ERT no se produce plusvalía. En este sentido, la plusva-lía recaería en la producción de un excedente y en su apropiación. Sin embargo, conduciéndo-nos por la lectura de Postone (2006), entendemos la plusvalía como una relación social sobre laley del valor y, por lo tanto, remite a la valorización del capital a través del tiempo de trabajocomo medida del valor de las mercancías.

2 «Así, la extensión de la jornada laboral, que en el año 2003 se situaba en un promedio de 9,5horas diaria, manifiesta altos niveles de sobre empleo o sobre explotación de la fuerza de trabajoocupada, tasa que representa para el primer trimestre del 2005 al 31,5% de los ocupados» (Mar-ticorena, 2005).

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solidaria y las empresas recuperadas. Como sostiene acertadamente Gaiger:No es suficiente con que queramos tener la suerte de ser protagonistaso testigos oculares de ese gran momento [el cambio histórico de unmodo de producción a otro], tampoco repetirnos vaticinios pesimistaso catastróficos acerca del orden presente, esperando apurar su ruina.Lo que importa es saber si, en el horizonte, está sellada la caída delcapitalismo, que sería sesgado por fuerzas endógenas autodestructi-vas, o expuesto a shocks externos, con suficiente capacidad para desor-denarlo y sustituirlo (2007: 94).

En este sentido, que un anhelo político no obnubile una rigurosa lectura teó-rica sobre el cómo de esa transformación que se plantea. Reconocer que de-terminados fenómenos sociales se inscriben en las condiciones estructuralesde dinámica del sistema y, por ello, tienen capacidad para erosionar el modode producción capitalista, no significa ni admitir la indefectibilidad de esteproceso, ni la determinación, sino la posibilidad de emergencia de condicio-nes que admitirían pensar en escenarios de disputas sobre la preeminenciadel modo de organizar la producción, de configurar relaciones sociales y deconstruir hegemonía.

Estas experiencias han pasado a ocupar un lugar central en la producciónde las ciencias sociales, caracterizándolas no sólo como respuestas residualesa las crisis sociales, sino como formas de organización del trabajo, el intercam-bio y el consumo que poseen la potencialidad de alumbrar una alternativa deorganización social, forma social de organización del trabajo alternativa y con-traria al capitalismo. Si bien reconocen que dichas experiencias se encuentranen emergencia, poseen la capacidad de disputar la racionalidad mercantil delcapitalismo, produciendo relaciones sociales no mercantilizadas, formas deorganización socioeconómica que se emancipen tanto del Estado como de lasanárquicas fuerzas del capital.

Las potencialidades de transformación que la literatura le asigna a las expe-riencias de economía social y solidaria, radican fundamentalmente en los obje-tivos que plantean, las prácticas que llevan a cabo y los valores que sostienen.Es común la enunciación de objetivos sociales, frente a los fines económicosque predominan en el modo de producción capitalista. En otras palabras, lasexperiencias de economía social no sólo producen bienes, valores de uso, sinoque producen sociedad, producen relaciones sociales. Al mismo tiempo, pro-ducen valores de uso al conducir la producción por las necesidades sociales yno por las exigencias de reproducción ampliada del capital, aun cuando no

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dejan de señalar los inconvenientes de sustentabilidad económica y desarrollo.Las prácticas que realizan son aquellas vinculadas a los procesos de autoges-tión, participación democrática en las decisiones económicas de los emprendi-mientos, «socialización» de los medios de producción y un trabajo no aliena-do. Se señala la importancia de estas mismas prácticas en la medida que no setrata de una mera retórica democrática y socializante, sino que efectivamentese lleva a cabo. Aquellas prácticas conducen a eliminar la separación entre laproducción social y la apropiación privada, es decir, entre el trabajo y elcapital. Finalmente, los valores que predominan son sostenes insustituiblesde estas experiencias, tal es el caso de la solidaridad, la cooperación, la fra-ternidad, el compromiso. Paul Singer entiende que la economía social puedeser comprendida como un medio de producción y de distribución (2007). Eneste sentido, concibe a determinadas experiencias de economía social comoformas conducentes al socialismo. Ante el fracaso de los socialismos reales,el camino al socialismo se da por vía de la autogestión generalizada en elcampo de la economía solidaria, demostrando que la misma es una modali-dad de producción no necesariamente inferior al modo de producción capita-lista. Por su parte, sin dejar de contextualizar el surgimiento de estas expe-riencias, Rofman reconoce la capacidad o potencialidad de constituirse enalternativa: «Había que dar respuesta a contingencias específicas, pero seaspiraba a que las experiencias en marcha […] se constituyesen en instru-mentos dirigidos hacia la implantación de otro modelo de sociedad» (2010:164). Se tratan de experiencias surgidas al calor de las crisis de 1989 o 2001-2002, con un fuerte contenido solidario, en torno a prácticas de gestión conalta participación democrática. A pesar de esta diferencia, el autor resalta lamemoria de lucha que implica tener presente en el imaginario y en la prácticael antecedente de esas formas de disputa con el capital en el siglo XIX. Al mis-mo tiempo, se trata de fenómenos que impugnan el orden social existente nocomo un mero ejercicio retórico, sino sindicándolo como responsable de lascondiciones en las que esos mismos fenómenos se desenvuelven. Por su par-te, Vázquez tiene como objetivo sentar posición respecto a la caracterizaciónde la economía social y solidaria, entendiéndola como una propuesta de eco-nomía alternativa. Para ello se ve obligado a señalar qué se entiende por«propuesta», por «economía», más allá de lo que suele entender la escuelaneoclásica, y qué entiende por «alternativa». En síntesis, siguiendo a Corag-gio, el autor señala que «la economía social y solidaria puede ser comprendi-da como una propuesta transicional de otra racionalidad, para orientar prácti-cas transformadoras desde la economía mixta existente hacia otro sistema

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socioeconómico organizado por el principio de la reproducción ampliada dela vida de todos y no por la acumulación de capital» (Vázquez, 2008: 5). Elautor admite que una economía alternativa implica una sociedad alternativa3.

Como acabamos de señalar, inscribiendo las experiencias de recuperación deempresas por sus trabajadores/as en el amplio y heterogéneo campo de la eco-nomía social y solidaria, una parte de las producciones académicas suele seña-lar las potencialidades de erigirse como una «otra economía» (Cattani, 2004),una «economía alternativa» (Vázquez, 2008), un modo de producción propio(Singer, 2007). En otras palabras, reconocen en estas experiencias y emprendi-mientos grandes expectativas de constituirse en un nuevo modo de organiza-ción de la producción y organización social, la emergencia de una nueva for-mación social. Sin adherir ni desestimar de inmediato estas perspectivas, obli-ga preguntar con base en qué elementos y argumentos se enuncia esta proyec-ción, si lo hacen sobre la base de un análisis teórico que reconoce elementos ycontradicciones conducentes hacia ese escenario alternativo o, por el contrario,se encuentra sostenida sobre un anhelo, un deseo, una esperanza. En otras pa-labras, si la economía social y solidaria en general y las empresas recuperadasen particular se presentan como alternativas al capital, de lo que se trata es dereplantear el problema que esto genera en el horizonte de una perspectiva de latransición (Gaiger, 2007). De esta manera y retomando la preocupación antesplanteada, se exige la necesidad de un anclaje estructural y de clase que permi-ta inscribir el fenómeno de las empresas recuperadas en el proceso general dela nueva etapa de mundialización y concentración del capital, y su repercusiónen las formas de trabajo, es decir, en el marco de los procesos de acumulaciónde capital. Este análisis estructural y de clase debe ofrecernos las claves parapensar las condiciones de posibilidad de causar heridas en la dinámica mismade reproducción del capital y, consecuentemente, la emergencia de formas pro-ductivas con capacidad de disputar la preeminencia al capital, de pasar de serrelaciones de producción a relaciones sociales de producción, claves que seencuentran más allá de la apelación a la «justicia» o la «ética» que suponendeterminadas formas de organización de la producción.

Si la caracterización de la economía social y solidaria, de las empre-sas recuperadas, como una economía alternativa o un nuevo modo de pro-

3 Frente a este optimismo se alzan voces críticas que señalan la coexistencia y la funcionalidad de estas experiencias en cuanto parte del modo de acumulación de capital, como es elcaso de Quijano (2011), Antunes (2005), Salvia (2005), Presta y Landabaru (2008) y PuelloSocarrás (2010).

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ducción viene acompañada de la remisión a criterios de justicia: relacionessociales más igualitarias, una producción sustentable y cuidadosa de la natura-leza, sin explotados ni explotadores, sin trabajo alienado, etc., se requiere deuna perspectiva de la transición donde evitemos convertir aquella caracteriza-ción en un anhelo y una legitimación académica del mismo. Que esa forma deproducción sea más justa, igualitaria, democrática y sustentable no la transfor-ma en factible, ni nos conduce a un análisis social más certero. En este sentido,la crítica al socialismo utópico que realizara Marx (1973) resulta muy atinadapara traerla a las discusiones actuales sobre la economía social y solidaria y lasempresas recuperadas, porque si algo debemos evitar en el análisis es caer enun ejercicio antidialéctico donde nos quedamos con los elementos buenos quetienen estas experiencias y desechamos los elementos nocivos como modo depresentar la perspectiva y su deseo4.

En esta línea, el trabajo de Luiz Inácio Gaiger, de sugerente título, puedeofrecernos algunas claves, porque nos invita a pensar el deseo de la «aternati-vidad» de la economía solidaria en un marco que dé cuenta de las condicionesfactibles para pensar esa transición. El autor se propone inscribir la pretendida«alternatividad» de la economía solidaria en el modo de producción capitalis-ta, discutiendo las potencialidades de constituirse en un nuevo modo de pro-ducción. Esta propuesta la realiza sobre dos ejes: el primero, diferenciandomodo material de producción y formación social, en donde todo nuevo modode producción implica reconocer las transformaciones en ambas dimensiones.El segundo, centrándose en la cuestión de la transición de un modo de produc-ción a otro, lo que permitiría reconocer las condiciones y potencialidades parauna transición del capitalismo a otro modo de producción, más allá del deseo(tal vez genuino, pero no por ello más certero o factible) volcado por protago-

4 «Como señala Marx en una de sus críticas a Proudhon: ‘para el señor Proudhon, cada cate-goría económica tiene dos lados, uno bueno y otro malo. Considera las categorías como elpequeño burgués considera a las grandes figuras históricas: Napoleón es un gran hombre; hahecho mucho bien, pero también ha hecho mucho mal. El lado bueno y el lado malo, la ventajay el inconveniente, tomados en conjunto, forman, según Proudhon, la contradicción inherentea cada categoría económica. Problema a resolver: conservar el lado bueno, eliminando elmalo´ (Marx, 1973: 75). De esta manera, podríamos deshacernos de la forma mala represen-tada en el trabajo abstracto o, por el contrario, podríamos pensarla como una dualidad encontradicción, pero cuyas formas son inseparables. El trabajo concreto se presenta de estamanera como superficie de inscripción del trabajo abstracto o el soporte sobre el que se montaeste último. En este sentido, se trata de dos dimensiones separables analíticamente pero no dehecho» (Giavedoni, 2015: 203).

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nistas o académicos sobre el carácter alternativo de la economía solidaria. Eneste sentido, Gaiger señala que si «el advenimiento de un nuevo modo de pro-ducción […] representa in limine la superación del modo de producción capita-lista y de las formaciones sociales que le corresponden, el establecimiento dealgún tipo de sociedad poscapitalista, cuyas características se volverían histó-ricamente predominantes» (Gaiger, 2007: 81), entonces se requiere nuevosmodos de producir materialmente la vida y, al mismo tiempo, las relacionessociales específicas donde ese modo adquiere sentido.

No basta con presentar un nuevo modo material de producción, es decir, unanueva manera de producir y reproducir materialmente la vida de las sociedadeso, más bien de comunidades locales, ya que se requiere dar cuenta de lo queGaiger denomina los «acuerdos sociales», en otras palabras, las formacionessociales que expresan y sostienen esos modos materiales de producción, lasrelaciones sociales que condensan y materializan aquellos modos. Si bien tieneuna importancia mayor la dimensión de la producción, la manera en que hom-bres y mujeres producen materialmente su vida, la relación entre el modo ma-terial y la forma social se produce de manera dialéctica, es decir, esta última noes un mero reflejo de la primera, sino que la expresa y, al mismo tiempo, ofrecelos márgenes dentro de los cuales se dan sus condiciones de posibilidad, ergo,también las condiciones para agrietarse5. Como señalara Marx (2012a), la acu-mulación ampliada de capital requiere de la capacidad, no sólo de producir,sino de reproducir las condiciones mismas que hacen posible la producción,reproducir sus condiciones de producción, reproducir su realidad misma. Alrespecto, señalamos, que el capitalismo a través de la expropiación continuadade trabajo ajeno, la separación entre forma social y forma material de la rique-za, la acumulación de capital garantiza aquellas condiciones para su reproduc-ción. Estas mismas condiciones debe poder garantizar la economía solidariapara lograr erigirse como nuevo modo de producción.

La economía solidaria, en el mejor de los casos, como expresión de espaciosde producción no capitalistas o anticapitalistas, tiene la capacidad de sustraerseal control del capital, ampliando su campo y lógica interna, pero ello no lacoloca en una camino ascendente e indeclinable hacia su alzamiento como

5 En el gran debate cubano, surgió la discusión sobre si se modifican las relaciones sociales deproducción pero sin contar con el suficiente desarrollo de las fuerzas productivas se puedeconstruir socialismo. Evidentemente no, responde el Che, pero ocurre que si en Cuba hubouna revolución es porque las condiciones objetivas estaban dadas para una revolución y decarácter socialista.

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nuevo modo de producción. Lo interesante del trabajo de Gaiger es que nocaracteriza a la economía solidaria ni como alternativa al modo de produccióncapitalista, ni como subsumido y funcional a este, sino que advierte sobre lanecesidad de reconocer los rasgos presentes a partir de los cuales nos podría-mos permitir reconocer las potencialidades de transición hacia una sociedadposcapitalista. Para reconocer estos rasgos, el autor expresa que «la defensa deuna alternativa económica debe sostenerse en evidencias de que en el modeloalternativo propuesto dichas relaciones adquieren otro carácter y tienen posibi-lidad real de vigencia histórica, es decir, reflejan intereses subjetivos de lostrabajadores y responden a condiciones objetivas de viabilidad y perpetuación»(2007: 92). En este sentido, la economía solidaria no reproduce las relacionessociales capitalistas en el interior, es capaz de generar lazos diferentes y hastacontradictorios de la lógica del capital, pero no por ello se constituye en unaamenaza a las condiciones estructurales de reproducción de aquel y, desde lue-go, puede reproducir materialmente la vida de sus integrantes, en el mejor delos casos, de su comunidad, pero no es capaz de hacerlo a toda la sociedad, almenos hasta el momento.

Como corolario, nos atrevemos a enunciar algunas inferencias, reconocien-do la existencia de dos dimensiones al momento de pensar la transición. Unade estas dimensiones refiere a las condiciones estructurales dentro de las cualesse encuentran las contradicciones que se generan cuando el viejo modo deproducción no puede garantizar sus propias condiciones de reproducción y, almismo tiempo, un nuevo modo material se va erigiendo demostrando su viabi-lidad y su capacidad de perpetuación y reproducción. Entre estos dos elemen-tos es necesario reconocer una relación dialéctica, una relación de tensión queinvita, en primer lugar, a no caracterizar cada elemento por separado y, ensegundo lugar, a comprender que, de estos encuentros, de estas contradiccio-nes, se generan las condiciones de posibilidad para la emergencia de otro modode producción. Así, ni se trata de contradicciones estructurales del capital quelo conducirían indefectiblemente hacia su ruina, ni tampoco se trata de unosemprendimientos que gozan esencialmente de potencia emancipatoria o, por elcontrario, de inscripción funcional al capital. Aquella relación dialéctica refie-re a la emergencia de nuevas lógicas de desarrollo y producción material que segestan en el capitalismo, en la medida que estos nuevos modos de producciónhacen su aparición en la vieja sociedad, y que su caldo de cultivo se encuentraen las contradicciones que el mismo capitalismo alberga.

Lo que estas contradicciones ofrecen son condiciones de posibilidad, de nin-gún modo un resultado predicho, una determinación maciza. Sobre estas con-

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tradicciones es que debe operar la otra dimensión referida al comienzo delpárrafo, las dimensiones políticas que expresan las condiciones subjetivas delas y los trabajadores, en otros términos, la modificación de las relaciones so-ciales, de las formas de propiedad y de los modos de producir relativamenteautónomos del desarrollo de las fuerzas productivas.

Es decir, si la emergencia de la recuperación de empresas como fenómenosocial llama la atención, lo hace por las contradicciones que encierra, por lacomplejidad del fenómeno, por ser la expresión paroxística de la dinámica his-tórica que no expone formas puras y maniqueas, sino que marca la emergenciade un fenómeno que encierra tanto lo disruptivo como lo reproductor y, en estesentido, lejos están de ser los reductos donde emerja la revolución social, comotan lejos de ser un mero apéndice para la reproducción del capital. Es en estesentido que, si nos atrevemos a plantear el carácter alternativo de la economíasolidaria en general y de las empresas recuperadas en particular, ello respondea las dos dimensiones antes desarrolladas. Particularmente, a la primera di-mensión haremos referencia en los próximos apartados.

La sustracción a ciertas dinámicas destructivas del capital

A partir de esta constatación, proponemos analizar las condiciones que po-drían, o no, hacer pensar a las ERT como experiencias de carácter emancipato-rias. Para ello es necesario abordar una dimensión que creemos sustancial deestas experiencias y que denominamos «empresas sustraídas a la dinámica des-tructiva del capital».

En este marco de pensar los procesos de acumulación y reproducción delcapital, nos preguntarán en dónde radica la diferencia que planteamos entre«empresas recuperadas por sus trabajadores» y «empresas sustraídas a la diná-mica del capital» (ESC). Esta diferencia no refiere a lecturas disímiles, sinoanálisis que se complementan, observando el fenómeno de la recuperación desdeángulos diferentes. Por un lado, nuestra pretensión es mostrar cómo la quiebra,vaciamiento o abandono de la empresa no implica la caída en el desempleo perse, sino el ingreso a esas múltiples formas de trabajo precario, fragmentado yparcializado con que se reconfigura la nueva morfología del mundo del trabajoen las últimas décadas.

Reiteramos, no estamos ante una desobediencia al desempleo, sino una luchapor no seguir engordando las nuevas modalidades de trabajo precarizado. Porotro lado, «recuperación» y «sustracción» indican dos maneras diferentespero complementarias de analizar un mismo fenómeno. Mientras que la «re-

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cuperación» apunta a la dimensión activa de las empresas, con trabajadoras ytrabajadores innovando muchas veces formas de gestión y organización deltrabajo, la «sustracción» apunta a los rasgos estructurales y repercusiones en elmarcado de trabajo, es decir, pretende inscribir este fenómeno en los procesosglobales de acumulación ampliada del capital. Es en este marco donde se debeanalizar la emergencia de la recuperación en tanto sustracción de empresas alcapital, considerando la modesta dimensión del fenómeno, pero sin perder devista su posición estratégica y el efecto multiplicador.

Respecto de la dimensión, un Informe del Programa de Trabajo Autogestio-nado del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación de2013, señala que «de los aproximadamente 28.000 trabajadores que involucranlas 786 unidades productivas autogestionadas relevadas, el 48% corresponde aempresas recuperadas y el 52% a empresas que no son recuperadas». Si, segúndatos del Ministerio de Trabajo de la Nación, contamos para 2013 con un em-pleo registrado en el sector privado de 6.397.140, los trabajadores autogestio-nados representan al 0,43% y los recuperados llegan al 0,21%, por lo que noparecen ser una suma representativa en el total.

Sin embargo, el efecto contagio o multiplicador, la ola expansiva o el co-rrerse de la perspectiva que hace ver la recuperación sólo en momentos deextrema crisis social, permite reconocer los procesos que emergen en mo-mentos aparentemente más calmos. Como señala el relevamiento de 2014 deFacultad Abierta para las ERT, la recuperación de empresas no sólo opera paraevitar la destrucción de puestos de trabajo, sino que tiene la capacidad decrear nuevos puestos, es decir, se trata de un movimiento que se consolida y,en muchos casos, crece. La recuperación de empresas se ha dado tanto en losmomentos álgidos de la crisis, como antes y posteriormente, de manera quese debe abandonar la perspectiva que las ve como respuestas desesperadas aldesempleo. El informe señala:

Si entendemos a las empresas recuperadas como una respuesta delos trabajadores al cierre de establecimientos económicos en losque reportaban como asalariados, hay que ampliar este enfoque ha-cia una variedad de circunstancias críticas que no necesariamentedeben contextualizarse en situaciones de grandes crisis de carácterestructural. A nivel micro, cada caso es una crisis en un espacio re-ducido con un enorme impacto en las vidas de los trabajadores impli-cados y sus familias, y como tal es vivido, pero esto no necesaria-mente se da en el marco de una crisis de características macroeconó-micas» (Ruggeri, 2014: 7).

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Se trata del reconocimiento de que la dinámica del capital se manifiesta enalgunos momentos de crisis profunda, pero que continúa operando soterrada-mente. Esto último precisamente se expresa en estas recuperaciones que, sibien no se enmarcan en esa crisis macroeconómica profunda, lleva inscripta enel cuerpo la dinámica del capital. Las «nuevas empresas recuperadas» cuyoconflicto comienza a partir de 2010 suman un total de 63 casos, ejemplo preci-samente de lo que acabamos de sostener, como indica el cuarto informe (Rug-geri, 2014).

En el tercer relevamiento de la Facultad Abierta se pone de manifiesto que elcrecimiento de las ERT y la cantidad de trabajadoras y trabajadores en ellasdesde comienzos de 2000 a esta parte es sustancial, lo que permite pensar en unfenómeno con cierto nivel de multiplicación, no sólo responde a un momentoespecífico. Si en 2004 se habían relevado 161 ERT con 6.900 trabajadores, en2010 superaban las 200 ERT con 9.362 trabajadores, para llegar a 2013 a 311 ERT

con 13.462 trabajadores.Al mismo tiempo que señalamos este crecimiento paulatino del fenómeno,

también se reconoce que la recuperación de empresas, si bien tuvo su puntoálgido los primeros años de 2000, se ha dado tanto previamente a 2001 comocon posterioridad al mismo durante toda la década. Del total de empresas rele-vadas para 2010 por el tercer informe, el 14,6% se sustraen antes de 2001, el12,2% durante 2001, el 49,75% de 2002 a 2004, el 10,7% de 2005 a 2007 y el10,2% después de 2007 (Ruggeri, 2011). Evidentemente, se pone de manifies-to el punto álgido de la recuperación entre 2002 y 2004, pero existe un piso derecuperaciones previas y con posterioridad a esa fecha que permite pensar enun proceso regular, con cierta constancia en el tiempo y que se explica por ladinámica misma del capital.

En el siguiente cuadro, a partir de la información construida por FacultadAbierta, se observa la cantidad de ERT en tres años diferentes, la cantidad detrabajadores/as que ocupan, la PEA (Población Económicamente Activa) nacio-nal y, finalmente, la participación que aquellos trabajadores/as tienen en la PEA.Esta manera de presentación de la información nos permite resaltar claramenteel proceso de crecimiento que han tenido las ERT, al mismo tiempo, el creci-miento de la cantidad de trabajadores/as ocupados en las mismas y, sobretodo,el crecimiento porcentual de estos en la PEA, es decir, la creciente participaciónde las y los trabajadores de las «recuperadas» en la población económicamenteactiva. Mientras la PEA marca su inclinación al crecimiento a lo largo de estosaños, la participación porcentual de las y los trabajadores de las recuperadascrece más rápidamente, por lo que demuestra una tendencia expansiva.

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Fuente: Elaboración propia según informes del Programa Facultad Abiertade la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

* Información del Banco Mundial <http://datos.bancomundial.org/indicador/SL.TLF.TOTL.IN?page=2> acceso 16/6/2015.

** Corresponde a 2013, último año computado por el Banco Mundial.

Por lo tanto, el análisis sobre la recuperación de empresas, ni siquiera supunto de partida, no debería ser el de una mera respuesta coyuntural a la situa-ción de crisis. Efectivamente, si tomamos el punto de vista del capitalista o elpunto de vista de las y los trabajadores, lo que aflora es la pérdida de gananciaspor un lado y la pérdida del trabajo por el otro, sin embargo, a nivel global, delorden social capitalista, estas respuestas sólo en parte dejan ver la dinámicasocial en la que se inscriben las recuperaciones de empresas.

Como acabamos de señalar, tanto en momentos de crisis como en momentosde expansión del capital, se producen fenómenos de recuperación de empresasque alumbran la posibilidad de sustraer al capital la dinámica precarizadora dela fuerza de trabajo, al menos en parte.

Sin embargo, esta sustracción o esta interrupción de la dinámica propia delcapital nos puede hablar de Quijotes peleando contra molinos de viento, esdecir, de experiencias de recuperación que batallan contra una dinámica es-tructural y que, muchas veces, se trata de una dinámica que termina impreg-nando las propias prácticas de las empresas recuperadas, más por necesidadque por voluntad. En este sentido, nos vemos obligados a hurgar en otros com-ponentes para poder dar cuenta de la capacidad emancipatoria de dichas expe-riencias. A ello nos dedicaremos a continuación.

Karl Marx, teórico de las empresas recuperadas

Las fábricas cooperativas de los trabajadores son, dentro de las viejasformas, la primera fractura de estas, aunque es natural que por doquierreproduzcan y deban reproducir, en su organización real, todos los de-fectos del sistema imperante. Pero en su seno está suprimido el antago-nismo entre capital y trabajo, aunque por ahora sólo lo esté en la forma

ERT Trabajadores/ras PEA N* %2004 161 6.900 17.450.419 0,042010 205 9.362 18.350.012 0,052014 311 13.500 19.092.526** 0,07

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de que los trabajadores, en cuanto asociación, constituyen su propio ca-pitalista, es decir, que emplean los medios de producción para valorizarsu propio trabajo. Las mismas demuestras cómo, alcanzada cierta faseen el desarrollo de las fuerzas productivas materiales y de las formassociales de producción que les corresponden, se desarrolla y forma, demanera natural, un nuevo modo de producción a partir de otro modo deproducción. Sin el sistema fabril emanado del modo capitalista de produc-ción no podría desarrollarse la fábrica cooperativa, y tampoco podría ha-cerlo sin el sistema crediticio que surge del mismo modo de producción.Este último, así como constituye la base principal para la paulatina trans-formación de las empresas capitalistas privadas en sociedades capitalis-tas por acciones, ofrece asimismo para la paulatina expansión de las em-presas cooperativas en una escala más o menos nacional. Las empresascapitalistas por acciones deben considerarse, al igual que las fábricas coo-perativas, como formas de transición del modo capitalista de producciónhacia el modo de producción asociado, sólo que en uno de ellos el anta-gonismo se ha suprimido de una manera negativa, mientras que en elotro se lo ha hecho positivamente.

El capitalKarl Marx

Nos permitimos transcribir esta extensa cita de Marx por varios motivos. Enprimer lugar, las apreciaciones de Marx sobre las cooperativas están atravesa-das por cierta controversia, en el sentido que es posible encontrar lecturas quelas condenan como formas propias del capitalismo hasta lecturas, como la cita-da, que señalan otra apreciación. La lectura que privilegiamos es la de un Marxdialéctico, histórico, no esencialista y cuya virtud se encuentra en reconocer lanaturaleza de los fenómenos que analiza no por atributos propios, transhistóri-cos que poseerían, sino por el contexto histórico en el que se inscriben, desplie-gan, y las relaciones sociales que sostienen y reproducen. En segundo lugar,porque nos permite analizar las cooperativas de trabajadores en el marco de losprocesos de concentración del capital y la mutación del mismo hacia formas decarácter más social, como son las sociedades por acciones. Como se mencionaen el encabezado del presente trabajo, el capitalismo se constituye paulatina-mente en un modo de producción social, pero con apropiación privada de lariqueza. Esta característica social de la producción llega a su punto cúlminecon las sociedades por acciones, empresas que dejan de tener un dueño, y que

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pasan a estar constituidas por múltiples capitales que participan en el paqueteaccionario de la misma. Como muy atinadamente expresan Baran y Sweezy enuna clásica obra: «el verdadero capitalista actual no es el hombre de negociosindividual, sino la empresa […]. La sustitución del capitalista individual por laempresa capitalista constituye una institucionalización de la función capitalis-ta (2006: 40). Así, cuando Marx hacía referencia al capitalista como mera per-sonificación del capital, Baran y Sweezy advierten que esa personalización yano es necesaria, el capital se encuentra despersonalizado en la empresa, en lassociedades por acciones, en el capital concentrado y en la envergadura queadquiere el capitalismo como modo de producción social.

Marx entiende que el acrecentamiento de la producción viene de la mano dela concentración en una sola gran sociedad por acciones de la producción totalde un ramo determinado de actividad. Esto forma parte de la dinámica misma delcapital, del desarrollo de las fuerzas productivas y, de esta manera, se socializacada vez más la producción. En sus propias palabras, se trata de una produc-ción privada pero sin el control de la propiedad privada, la abolición del modocapitalista de producción pero dentro del mismo modo capitalista, ya que enlas empresas por acciones «ya existe el antagonismo con la antigua forma en lacual el medio social de producción se manifiesta como propiedad individual;pero la trasmutación en la forma de la acción aún queda prisionera, ella misma,dentro de las barreras capitalistas; por ello, en lugar de superar el antagonismoentre el carácter de la riqueza en cuanto riqueza social y en cuanto riquezaprivada, sólo lo perfecciona en una figura nueva» (Marx, 2010: 567).

Quien aporta a esta discusión desde la acción y la práctica misma es el Checon sus intervenciones en el gran debate sobre la economía cubana. La dinámi-ca del capital tiende a la concentración, el Sistema Presupuestario de Financia-miento (SPF) que proclamaba el Che como la manera más óptima de construir elsocialismo en el período de transición, se monta, y es necesario que así lo haga,sobre el proceso de concentración de capital previo y, por lo tanto, existente enla economía cubana, el capital monopólico. En este sentido, no es una comuni-dad de productores libres y autónomos el esquema de organización del socia-lismo, sino que este deviene del análisis del desarrollo de las fuerzas producti-vas existentes. Esto no implica admitir nuevamente la tesis del etapismo, noentendemos que este proceso de concentración del capital deba ser una etapaindefectible por la que se deba pasar, sino que, por el contrario, admitimos quese trata de un momento por el que atraviesa el desarrollo del capitalismo, loqueramos o no, por lo tanto, es sobre el despliegue de este desarrollo que so-brevendrán las contradicciones.

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La crítica que le cae al SPF que defiende el Che, refiere a la relación entrefuerzas productivas y relaciones sociales de producción, es decir, no se puedeavanzar en modificar las relaciones sociales de producción, en transformar deun golpe toda forma de propiedad privada en propiedad social, si las fuerzasproductivas no están lo suficientemente desarrolladas. Esto significa que elcapitalismo es un modo de producción que por su desarrollo y dinámica tiendehacia un proceso de producción de carácter cada vez más social, cada vez másinterrelacionado e interconectado, pero sus relaciones sociales de producciónde apropiación privada van constituyéndose cada vez con mayor fuerza enobstáculos a aquella tendencia y, por tal motivo, la tendencia es hacia la so-cialización de los medios de producción como necesidad objetiva. El Cheseñala esto citando a Lenin, quien advirtió sobre esta situación y tuvieronque dar un paso atrás con la NEP (Guevara, 2006a: 73).

En este punto, el Che debate con el intelectual francés Charles Bettelheim,ya que este considera que los procesos de producción elementales en Cubarecién están comenzando y, por lo tanto, se les debe asegurar un desarrollorelativamente autónomo, cierta libertad, es decir, asegurar cierto juego de laley del valor. Admitiendo esto, transforma en evidencia lo que no es más queel resultado de aquella autonomía, es decir, la existencia de múltiples proce-sos, fragmentados, divididos en diferentes centros de actividades y que, porello, requiere de los intercambios entre todos ellos a través de la monedacomo medio de cambio. No se trata de un proceso dominado por la sociedadsino de la existencia de múltiples formas de propiedad, de actividades diver-sas y dispersas y que requieren de cierto margen de la ley del valor parahacerlas funcionar. De aquí se desprende la necesidad del Sistema de CálculoEconómico como modo opuesto de organizar la producción.

Es sobre este marco que el Che señala que se encuentran dadas las condicio-nes en Cuba para la centralización: «Las condiciones de la sociedad cubana deaquella época permitían el control centralizado de algunas empresas, cuyassedes eran La Habana o Nueva York» (2006a: 74), ello por una enriquecedoralectura marxista de las condiciones cubanas. Mientras en la Rusia inmediata-mente posrevolución existían diversos elementos económicos (agricultura pa-triarcal primitiva, pequeña producción mercantil, capitalismo privado, capita-lismo de Estado y socialismo), en Cuba predominaba el monopolio imperialis-ta de la mano de las grandes y conocidas firmas como, por ejemplo, Esso,Texaco y Shell en el petróleo. De esta manera, el Che señala:

Un análisis de las técnicas contables utilizadas hoy habitualmente enlos países socialistas, nos muestra que entre ellas y las nuestras media

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un concepto diferencial, que podría equivaler al que existe en el cam-po capitalista, entre capitalismo de competencia y monopolio. Al fin,las técnicas anteriores sirvieron de base para el desarrollo de ambossistemas, puestas sobre los pies, de ahí en adelante se separan los ca-minos, ya que el socialismo tiene sus propias relaciones de produccióny, por ende, sus propias exigencias (2006a: 75).

Lo que quiere decir que el SCE se desprendería de las condiciones que ofreceuna organización social donde ha predominado el capitalismo competitivo y seinscribe en esa perspectiva etapista donde se deben pasar y resolver determina-das etapas; el SPF se inscribe en una organización social donde existe las condi-ciones creadas por el capitalismo monopólico. Es decir, existen condicionespara llevar adelante esta forma de organización económica y, al mismo tiempo,reconocer que esas condiciones son, en conjunto con otras, las que dieron lugara una revolución y de carácter socialista en Cuba.

En todo caso, las particularidades históricas de Cuba, como país del capita-lismo periférico y semicolonial, supone la posibilidad de «quemar etapas»,como dice el propio Che. Quemar etapas en términos de reconocer las particu-laridades e intervenir sobre las mismas. El Che indica:

Si se produce el hecho concreto del nacimiento del socialismo en estasnuevas condiciones, es que el desarrollo de las fuerzas productivas hachocado con las relaciones de producción antes de lo racionalmenteesperado para un país capitalista aislado. ¿Qué sucede? Que la van-guardia de los movimientos revolucionarios, influidos cada vez máspor la ideología marxista-leninista, es capaz de prever en su concien-cia toda una serie de pasos que se han de realizar y forzar la marcha delos acontecimientos, pero forzarlos dentro de lo objetivamente posible(2006b:100).

Lo objetivamente posible es el reconocimiento de la socialización crecientedel trabajo que el capitalismo monopólico produce, por lo tanto, no hay resa-bios de feudalismo en la economía cubana, sino creciente socialización deltrabajo en un país inscripto en el esquema global del capital. Si se tratara deun país capitalista aislado, sería racional esperar el pleno desarrollo de lacontradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción, pero Cubano se encuentra en esta situación, se encuentra inscripto en el sistema-mundocapitalista desde la subalternidad. Por ello, «el desarrollo de las contradic-ciones entre dos sistemas mundiales permitió el establecimiento del carácter

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socialista de la Revolución» (Guevara 2006a: 80) en Cuba, la contradicciónentre imperialismo y colonia.

De esta manera se hace posible pensar la potencialidad emancipatoria delas experiencias de recuperación de empresas en clave marxiana, no ha-ciendo recaer la misma en anhelos y en lo que hemos denominado solida-rismo utópico, sino en las condiciones en las que se desenvuelven, en lascondiciones que materialmente producen y crean, y las relaciones socialesque van alumbrando.

Algunas líneas sobre las empresas deproducción social en Venezuela

Las empresas de producción social (EPS) se asemejan a las ERT aunque ras-gos sustantivos no permiten equipararlas del todo. Nacen como pilar en laconstrucción del socialismo del siglo XXI. Se inscriben en conglomerados deempresas, no son pequeñas empresas autónomas. Reconocen el carácter so-cial de la producción y, por ello, dirigen parte de su riqueza producida a lacomunidad y la sociedad, como el propio Marx mencionara en la Crítica delPrograma de Gotha. Estos rasgos son los que obligan a poner en diálogo lasEPS con las empresas recuperadas porque más allá de las diferencias de expe-riencias, contextos, desarrollo económico en donde se encuentran insertas ymodos de surgimiento, guardan elementos que permiten alumbrar, discutir oponer sobre la mesa el modo de organización social poscapitalista, socialista.Cuidado, como adelante diremos, estamos en momentos de transición, por lotanto, no estamos frente a un micromodelo de organización social, perma-nentemente debemos corregir e inventar.

Al mismo tiempo, nos encontramos en una sociedad que guarda im-portantes rasgos del capitalismo en lo económico, moral e intelectual o,como expresa Marx (1977), guarda el sello de la vieja sociedad de cuyaentraña procede.

En Venezuela existen diferentes formas de propiedad; lo que caracteriza alsocialismo del siglo XXI como momento de transición y construcción es queel Estado protege y defiende la propiedad social y las relaciones de produc-ción que de ella devienen. De aquí la importancia del fortalecimiento de lacogestión, la autogestión y el control obrero, fomentando las empresas deproducción social.

En el Aló Presidente 241 del 27 de noviembre de 2005, Chávez definía lasEPS de la siguiente manera:

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Son aquellas entidades económicas dedicadas a la producción de bie-nes o servicios, en las cuales el trabajo tiene significado propio, noalienado, auténtico; en las cuales no existe discriminación social en eltrabajo y de ningún tipo de trabajo, no existen privilegios en el trabajoasociados a la posición jerárquica. Aquellas entidades económicas conigualdad sustantiva entre sus integrantes, basada en una planificaciónparticipativa y protagónica, y bajo régimen de propiedad estatal, pro-piedad colectiva o la combinación de ambas.

Ahora bien, las EPS nacen como bastión en la construcción del socialismo,como su pilar fundamental, pero lo hacen en el marco de una economía quesigue siendo capitalista. Es en este sentido que no deben ser pensadas comoesquemas pre-establecidos, fijos sino como modos (en plural) de organiza-ción, de formas de propiedad, etc. Se trata de la expresión más cabal delprincipio robinsoniano de inventar o errar, lo que resulta bastante sensata.Sin embargo, esta invención se debe realizar considerando, además de lascondiciones subjetivas, también las condiciones objetivas. No se debe soste-ner una transformación de ese calibre en la sola voluntad de los participantes.Sin embargo, El Troudi y Monedero señalan que «si una empresa (del tipoque sea, incluida una cooperativa) no tiene voluntad de avanzar hacia formassocialistas, no puede considerarse una EPS» (2006: 95). Este elemento volun-tarista y subjetivo debe ir acompañado de las condiciones objetivas, reiteran-do al Che, la conciencia revolucionaria puede prever los pasos a seguir, perosiempre dentro de lo objetivamente posible para evitar caer en el solidarismoutópico que antes mencionamos.

El Troudi y Monedero plantean también un asunto complejo, como el de lanecesidad de contar con nuevos inversionistas privados, es decir, empresa-rios pero sin mentalidad de empresarios ni conciencia de clase de propieta-rios: «La revolución bolivariana, en su locomoción socialista, requiere crearun nuevo inversionista privado, un nuevo contingente de empresarios, refe-renciados en el ámbito comunitario, independientes del Estado y del merca-do, consustanciados y comprometidos con la emancipación» (2006: 97). Uninconveniente tiene que ver con lo que el Che había identificado respecto delos incentivos materiales y de cómo estos erosionan la posibilidad de cons-truir una conciencia comunista y un hombre nuevo.

Si los incentivos materiales hacen esto, imagínense el comportamientoempresarial en una revolución socialista. Pero, además, la pregunta es porqué se requiere de esa figura. Si bien la respuesta no es clara por parte de los

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autores, más que referir a la necesidad de repensar la relación Estado-merca-do-sociedad, entendemos que proviene de la necesidad de producir rápida-mente riqueza, de la forma que mejor se conoce (forma empresarial privada)pero, ahora, con una conciencia diferente.

Además de la ingenuidad de pensar en la posibilidad de construir este tipode sujeto social, en el marco de la crítica que le cabe a Proudhon por Marx deser antidialéctico al plantear quedarse con los elementos positivos que ofreceel capitalismo y desechar los negativos, además, es importante situar esteasunto en la discusión que tuvo lugar en la década del 20 en la URSS y luegorecuperada en el gran debate cubano, el asunto sobre la acumulación socia-lista primitiva6. Traer a colación esta discusión en el marco de la recupera-ción de la figura del empresario que se hace en el trabajo de El Troudi y Mone-dero, nos permite volver a discutir de qué manera y bajo qué condiciones seforjan los mecanismos para la construcción de socialismo. Incorporar la figuradel empresario puede resultar problemático, pensar en esquemas de transferen-cia de recursos de sectores de la economía más dinámicos hacia las EPS puederesultar más alentador, en cierto sentido sería similar a la adopción de la pro-puesta de Preobrazhenski por sobre la de Bujarin. El Registro de EPS puede serpensado en esta línea, a ello nos referiremos a continuación.

Un primer elemento tiene que ver con la organización de las EPS en redes,reconociendo la necesidad de articular los esfuerzos, mancomunar. Las prime-ras EPS se encuentran en el Ministerio de Industrias Básicas y Minería (MIBAM),vinculadas a la Compañía Nacional de Industrias Básicas (CONIBA) como a laCorporación Venezolana de Guyana (CVG). También en otras reparticiones delEstado de desarrollan experiencias de EPS como es el caso del Ministerio deEnergía y Petróleo, Ministerio de Economía Popular y Ministerio de IndustriasLigeras y Comercio; en la empresa de aluminios ALCASA y en la compañía hi-

6 Hernández (2013) refiere a estos debates. En la URSS participaron principalmente EugenPreobrazhenski y Nikolai Bujarin. El primero entendía que debía desarrollarse la industrializarcon base en intercambios no equivalente entre el sector agrario y el sector industrial, sostenidospor el Estado. Los precios de los productos del agro deberían plancharse en desmedro de losprecios de los bienes industriales que deberían incrementarse, de manera de transferir ingresoshacia el sector industrial y así lograr su rápida capitalización. Por el contrario, Bujarin sosteníaque debían abaratarse los productos industriales con el fin de incentivar el consumo del sectoragrario y, así, incentivar la producción agraria. Para ello, era consciente de la necesaria desace-leración del sector industrial con el fin de aumentar la productividad y rendimiento del campo,quien estaría luego de un tiempo en condiciones de proporcionar materias primas, alimentos yfuerza de trabajo de manera suficiente.

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droeléctrica de los Andes CADELA. Es importante señalar que se tiene claro lanecesidad de inscribir estas experiencias en redes de empresas y en núcleos dedesarrollo endógeno para la generación de sinergias productivas y sociales(Alonso, 2007: 9). En 2005 se crea el Registro de Empresas de ProducciónSocial con el fin de diversificar la economía, ampliar y nutrir el tejido produc-tivo nacional para el autoabastecimiento, sustituir las importaciones de pro-ductos y posible exportación de productos manufacturados en el país. Como loseñala Colina Arenas (2008), este Registro adopta una forma de red sociopro-ductiva en la que la empresa Petróleos de Venezuela SA (PDVSA) como empresaestratégica del Estado, asume un rol motorizador de estas iniciativas producti-vas en torno a las EPS, las alienta, las financia, las acompaña, las incorporaparticipando en licitaciones y contratos con PDVSA. Formar parte de esta redotorga un trato preferencial para las contrataciones con PDVSA, reciben transfe-rencias financieras a través del Fondo de Financiamiento de la empresa petro-lera y, también, reciben transferencia tecnológica. Como se ve, PDVSA se pone ala cabeza del desarrollo de las EPS en clave de sector de la economía, economíasocial, motorizando el mismo a través de la transferencia de recursos en situa-ciones ventajosas para estas últimas.

Por otro lado, señalan El Troudi y Monedero:[En el socialismo] no todo lo que se produce ha de pertenecer al trabaja-dor que lo origina. Parte del excedente tiene un destino social que, de serconculcado por particulares, también estarían produciendo un tipo pe-culiar de explotación. […] y un protagonismo participativo de los tra-bajadores en la gestión de tales empresas de producción o serviciosasociados a diversos medios de producción, así como la relación obli-gatoria entre las empresas y el entorno social en el que se desarrollan.Si la riqueza es social, si sólo es disfrutable porque participan en ellatodos los miembros de una sociedad […], el disfrute de las ventajas devivir en sociedad debe estar también repartido. Las EPS son empresasrepartidoras de bienestar social» (2006: 52 y 54).

Que la riqueza sea social, que los excedentes regresen a la sociedad implicala posibilidad de desmercantilizar ámbitos que estuvieron sujetos a la ley de laoferta y la demanda, pero que, por su centralidad, la sociedad no requiera ir almercado a comprarlos, tales como salud, educación, vivienda, etc. Este es unrasgo que permite señalar un escalón de avanzada en la concepción y rol socialde este tipo de experiencia productiva. Como señala Tenorio (2011), las EPS gene-ran valor, pero uno diferente al generado por el capital, sino como el efecto de

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una sociedad reconociendo y produciendo para satisfacer sus propias necesida-des sociales.

En otros términos, si se caracteriza como un modo de producción social perode apropiación privada, socialmente se produce una riqueza que es apropiadade manera privada por unos pocos, las EPS vienen a encarnar el ideario socialis-ta reconociendo esa producción social, expandiéndola (aunque el capitalismo,como hemos visto, se encarga de expandirla suficientemente) y, fundamental-mente, haciendo extensivo el disfrute a la sociedad como parte en la produc-ción de esa riqueza. Por tanto, no se trata de interrumpir una dinámica constitu-yendo una sociedad de productores libres, autónomos e independientes comoparadigma de organización, sino de reconocer el carácter social de las formasde organización y de constituir subjetividades, cultura e ideología en torno aeste carácter social. En otras palabras, la razón o finalidad de las EPS no seencuentra dentro de la empresa misma, no redunda en un beneficio de la em-presa, sino en un beneficio colectivo que trascienda los límites de la empresapero que sea más fiel al carácter social de la misma.

Reflexiones finales abiertas e inconclusas

Mencionamos las diferentes condiciones de emergencia de dos tipos de orga-nización económica que resultan similares. Lo hicimos con ánimo de discutircómo las diferentes condiciones, es decir, las diferentes relaciones socialesen las que se encuentran inscriptas condicionan el carácter de las mismas.Evidentemente, hay un punto de encuentra sustancial que es posible recono-cerlo en su diferencia con la forma de gestión y producción propia de unaempresa capitalista. Desde luego que se trata de formas productivas que sedespliegan en un escenario donde priman las relaciones de producción capi-talista y ello hace que alberguen en su seno modos, formas y relaciones deese tipo. Sin embargo, entendemos que es vital, por lo expuesto, no desestimarla potencialidad emancipatoria de estas experiencias por las contradicciones queguardan en su seno, cuando son estas mismas contradicciones expresión deldesarrollo histórico y motor para la emergencia de nuevas formas de organiza-ción económica y social.

Las empresas recuperadas en Argentina surgidas al calor de la crisis capita-lista y desplegadas en toda la década siguiente, ofrecen un escenario propiciopara pensarlas mucho más que como meras respuestas coyunturales y circuns-tanciales a la crisis. Son el efecto de una dinámica propia del capital, tantopor la creciente socialización de la producción en manos del capital, como

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por las quiebras y abandonos de empresas que esa misma dinámica plantea.Al mismo tiempo que son una propuesta creativa, se inscriben en los proce-sos estructurales de desarrollo, por tanto, alumbran un horizonte posible a lahora de pensar en su carácter emancipatorio. Por ello, si bien hay un compo-nente político insoslayable, la organización de trabajadores y trabajadoras paraocupar, resistir y producir, también hay condiciones estructurales en la dinámi-ca del capital que, para decirlo de una manera coloquial, dan la razón a la tomade fábricas.

Por su parte, Venezuela corre con cierta ventaja: se propuso metas a través delo que se conoce como socialismo del siglo XXI y bajo el principio robinsonianode inventar o errar, son conscientes de la importancia de la autocrítica y larectificación. Las EPS no están exentas de estos modos de construcción y,por ello, se encuentran siempre sujetas a reajustes. Sin embargo, lo queresulta claro en el horizonte de las mismas es la necesaria transformación de laproducción, de los productores y de las relaciones sociales entre ellos. Comodijera Marx:

Si las condiciones materiales de producción fuesen propiedad colecti-va de los propios obreros, esto determinaría por sí solo una distribu-ción de los medios de consumo distinta de la actual. El socialismovulgar (y por intermedio suyo, una parte de la democracia) ha aprendi-do de los economistas burgueses a considerar y tratar la distribucióncomo algo independiente del modo de producción y, por tanto, a expo-ner el socialismo como una doctrina que gira principalmente en torno ala distribución (1977: 19).

No basta con distribuir más equitativamente la riqueza, el desafío es plantearla transformación estructural en la base, en las modalidades de producción.

Aún, frente a las lecturas que desestiman estas experiencias como formascapitalistas en manos de trabajadores, reivindicamos los procesos históricos ylas contradicciones en donde estas experiencias se desenvuelven. Por esta ra-zón, de lo que se trata es de la expropiación a los usurpadores por parte de lostrabajadores de aquello que le fue usurpado violentamente y que con el pasodel tiempo se naturalizó como propiedad privada (propiedad privada basada enla expropiación violenta), de aquello que le es permanentemente usurpado sinretribución alguna y que con el paso del tiempo se legitimó bajo la forma desalario (propiedad privada basada en el trabajo ajeno). El gran desafío es hacerde estas formas de producción social, genuinas expresiones de relaciones so-cialistas de producción.

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Crisis norteamericana y avance de los pueblos

Los primeros años del nuevo siglo estuvieron marcados por el debilitamien-to de las políticas imperialistas en América Latina. Los Estados Unidos esta-ban sumergiéndose en una profunda crisis económica, al tiempo que se estan-caban en distintos conflictos bélicos en otras regiones del planeta. No estabaprevisto que las avanzadas militares sobre los países petroleros se extendierantanto. Recordemos que George W. Bush invadió Irak en marzo de 2003 procla-mando que la guerra duraría apenas unas semanas. Salir de Irak le costaríasiete años, más de 4.500 soldados muertos y más de 30.000 heridos. Sólo estaguerra tuvo un costo de más de 800.000 millones de dólares, veinte veces másde lo que tenían previsto, convirtiéndose en el segundo conflicto bélico máscaro de la historia de Estados Unidos. Esto le provocaría un gran desgaste algobierno de Bush.

La crisis de dominación norteamericana tendría como contracara el avancede los proyectos populares en toda América Latina, encontrando su forma másconcreta en la aparición de gobiernos populares en varios países de la región.Los denominadores comunes de todos estos gobiernos fueron, entre otros, larecuperación del Estado como orientador de la economía, la revalorización dela política como vía de transformación social, la ampliación de derechos, laconcreción de demandas populares largamente postergadas y la recuperaciónde la soberanía nacional.

La integración regional sería un elemento estratégico para apuntalar los proce-sos populares en cada uno de los países. Los años 2004 y 2005 son de una fuerteofensiva en este sentido. Con Hugo Chávez y Fidel Castro a la cabeza, son

La batalla por la información: la experienciade Telesur

Zaida Chmaruk∗

* Graduada del Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA). Agradezco a Javier Marín sucolaboración en el presente artículo.

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tiempos de grandes iniciativas regionales destinadas a profundizar la integracióny a ensanchar la autonomía con respecto a las políticas norteamericanas.

En diciembre de 2004 se crea la Alianza Bolivariana para los Pueblos deNuestra América (ALBA), proyecto de colaboración y complementación, po-lítica, social y económica que propone generar mecanismos para aprove-char las ventajas cooperativas entre los distintos países de Latinoamérica y elCaribe. Se hizo especial foco en políticas que permitieran compensar las asi-metrías entre los miembros. La creación del ALBA es una respuesta y contrapro-puesta al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que estaba en plenoapogeo y negociación.

El año 2005 estuvo marcado por una gran campaña continental para frenar lacreación del ALCA. A través de este proyecto, los Estados Unidos trataban desolucionar su crisis económica asegurándose todo el territorio americano comomercado exclusivo para sus productos. Con los acuerdos de libre comercio sebeneficiarían las empresas norteamericanas en detrimento del resto de las eco-nomías nacionales involucradas. La resistencia de cientos de partidos y organi-zaciones populares en todo el continente fue acompañada por la apuesta a lasoberanía regional de los gobiernos latinoamericanos.

Los Estados Unidos esperaban dejar firmada la conformación del ALCA en laCumbre de las Américas desarrollada en Mar del Plata en el mes de noviembrede aquel año. En vez de eso, en una extraordinaria jugada de equipo, HugoChávez, Néstor Kirchner y Lula Da Silva concretarían la estocada final alALCA. Es un momento en el que el reclamo político de los pueblos, expresadoa través de sus diversas organizaciones políticas, sociales, gremiales, estu-diantiles, obreras, confluye después de décadas con la postura de un grupo depresidentes, que las hacen políticas de Estado. Algo inédito para generacionesde latinoamericanos.

El corolario de estos doce meses cargados de iniciativas y avances denuestros pueblos son los triunfos de Evo Morales en las elecciones presi-denciales de diciembre de 2005 en Bolivia y de Rafael Correa en febrero de2006 en Ecuador.

Todo este intenso proceso permitió que surgiera con más fuerza el acumu-lado histórico de lucha y resistencia al neoliberalismo en nuestra región y secanalizará el gran sentir antiimperialista de nuestros pueblos. Si bien las con-diciones materiales para el cambio estaban más que maduradas, las condicio-nes subjetivas fructificaron en estos años. La figura del Comandante HugoChávez ocupó un lugar preponderante. Fue sin duda el líder de la recomposi-ción de la subjetividad de nuestros pueblos.

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Chávez supo interpretar el sentir de los pobres y excluidos, pudo ponerle voza los sin voz, consiguió comunicarse con el pueblo y comunicar lo que lospueblos pensábamos y sentíamos. Pero sobre todo enlazó la realidad de nuestrospueblos a su historia, rescatando del olvido a los libertadores y su pensamien-to, dándole correlato al proceso histórico de lucha. Ubicó al enemigo principal,el imperialismo norteamericano, y lo enfrentó. Así dejaba sepultados definiti-vamente los cantos de sirena que habían proclamado el fin de la Historia. Que-daba nuevamente planteado el horizonte de la lucha contra el capitalismo y dela construcción del socialismo.

Lucha política y batalla de ideas

En 1999, Fidel Castro convocaba a los pueblos a focalizar sus esfuerzos en labatalla de ideas, basado en el legado martiano que proclamaba «trincheras deideas valen más que trincheras de piedras». Fidel nos planteaba que, ante unmundo globalizado, dominado por la ideología, las normas y los principios dela globalización neoliberal, sumados al inmenso poderío militar de los dueñosdel planeta, la guerra, hoy, es ideológica. También Hugo Chávez tenía una granclaridad sobre la importancia de la lucha ideológica, sobre la imposibilidad deavanzar en los procesos políticos transformadores sin romper la hegemoníacultural del dominador sobre los dominados. En esta guerra ideológica losmedios de comunicación juegan un papel preponderante.

En las últimas décadas se ha profundizado el proceso de acumulación y con-centración de medios en muy pocas manos, convirtiendo a los medios de co-municación en verdaderos monopolios transnacionales. Esto les da a sus due-ños (que son además los dueños de todas las otras cosas) un gran poder deextorsión y la posibilidad de actuar sin ningún tipo de control democrático, elcual rehúsan escudados tras el discurso de la defensa de la propiedad privada,la libertad de expresión y de prensa. En nuestra región, los casos de O Globo enBrasil, el grupo Clarín en Argentina o Televisa de México son una clara mues-tra de este panorama. Nunca es transparentada la vinculación entre los gruposmediáticos y los sectores políticos a los que responden. Son justamente losmonopolios mediáticos los que con mayor fuerza han logrado socavar los pro-cesos populares en cada país.

El presidente Hugo Chávez tuvo siempre muy claro el peligro que corríanuestra región y los intentos independentistas que se venían desarrollando, sino se contraatacaba la hegemonía de los medios controlados por el poder con-centrado que se había declarado abiertamente enemigo del proceso regional.

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Chávez lo sabía mejor que nadie: él mismo tuvo que enfrentar un golpe deEstado en su país, una gigantesca maniobra orquestada desde Estados Unidosy que tuvo a los medios monopólicos como principales protagonistas. Aquelintento de destitución sería abortado gracias a la enérgica acción del pueblovenezolano, que, luego de esta experiencia, se pondría a la vanguardia de lasluchas por una comunicación al servicio de los pueblos.

Desde los movimientos populares, a lo largo y ancho de todo el continente,se habían construido medios alternativos para contrarrestar los monopoliosmediáticos. Sin embargo, estas experiencias no tuvieron la potencia suficientepara poner en cuestión el dominio de las elites mediáticas. Tampoco lograronenlazar los movimientos sociales y los pueblos de nuestro continente.

En diciembre del año 2004 se realiza en Caracas el encuentro Mundial deIntelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. En ese marco nace ofi-cialmente la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad y se constituyeuna mesa de trabajo llamada «En defensa de la veracidad y la pluralidad infor-mativa». Allí se acuerda «apoyar la constitución de una televisora del Sur y demedios televisivos y radiofónicos independientes y al servicio de los interesesde nuestros pueblos».

Nace Telesur

Todo este repaso del contexto regional era necesario para entender el espírituy los objetivos con los que se crea Telesur. El 24 de julio de 2005, coincidiendocon el 222º aniversario del natalicio del Libertador Simón Bolívar, desde laciudad de Caracas, el canal emite su primera señal.

La creación de Telesur debe ser entendida a partir de la necesidad de crearherramientas a la altura de los desafíos actuales que impone una dura batallapor la información y las ideas. En un contexto de hiperconcentración mediá-tica, frente a la hegemonía de las grandes transnacionales de la información,Telesur viene a plantearse como la alternativa audiovisual que suma al proce-so de integración regional. El objetivo no es menor, ser la voz de los pueblosoprimidos de América Latina y el mundo. El canal es sólo el inicio de unproyecto tan ambicioso como estimulante: desarrollar un nuevo paradigmacomunicacional latinoamericano, que promueva la información como un de-recho; que estimule la producción, promoción y difusión de contenidos pro-pios de nuestra región, fomentando el imaginario latinoamericano. Una señalde vocación social, que se constituya a un tiempo en memoria histórica yexpresión cultural; un canal de encuentro y debate de ideas, compuesto por

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una programación tan diversa y plural como diversa y plural es la poblaciónlatinoamericana.

Telesur se constituyó como una empresa multiestatal, en la que participa-ron originalmente Venezuela, Cuba, Argentina y Uruguay. Luego se sumaronNicaragua, Bolivia y Ecuador.

Se conformó un consejo asesor integrado por intelectuales de izquierda entrelos que se encontraban el premio nobel de la paz Adolfo Pérez Esquivel; elpoeta nicaragüense Ernesto Cardenal; los escritores Eduardo Galeano, TariqAli y Saul Landau; el editor de Le Monde diplomatique, Ignacio Ramonet; elpionero del software libre, Richard Stallman; el director de cine peruano, Ja-vier Corcuera; y el actor estadounidense Danny Glover, buscando la vincula-ción del canal con los movimientos sociales activos del momento. Desde aquel24 de julio, Telesur emite su señal ininterrumpidamente hasta hoy, con presen-cia en 26 países, a través de 15 corresponsalías y 21 colaboradurías. Teniendoun público potencial de 376 millones de telespectadores en América Latina,Europa, Oriente Medio y el norte de África, debido a su posicionamiento en losprincipales satélites del mundo. También un 24 de julio, pero de 2014, se lanzaTelesur en inglés, buscando ampliar la audiencia hacia el público anglosajón.

Desafío al poder concentrado

Como en todo proyecto que asume una actitud de vitalidad y escapa a lasdefiniciones formales, varias han sido las discusiones que han atravesado aTelesur: la forma de concebir su estética audiovisual, vinculada con los deba-tes, de mirarnos a nosotros mismos y poder reflejar lo que vemos construyen-do una identidad visual propia. La construcción de la agenda informativa:encontrar el equilibrio entre las agendas de los movimientos sociales, lospartidos políticos y los gobiernos. Cómo contrarrestar la influencia de lasgrandes cadenas sin transformase en un mero anti-grande cadenas y otrastantas. Lo importante es que ninguna de estas discusiones fueron motivosparalizantes, por el contrario, todas han sido dinamizadoras en la construc-ción de este proyecto.

Desde su creación, Telesur ha logrado sostener el principio de que su agendainformativa sea la agenda de nuestros pueblos: son los diálogos de Paz conjusticia social en Colombia; es la lucha contra el Bloqueo de Cuba; es la recupe-ración de la soberanía de las Islas Malvinas; es el fin a los enclaves colonialescomo Puerto Rico; es el mar para Bolivia; es la defensa contra las agresionesimperialistas en Palestina, Siria, etcétera.

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Por esto no es de extrañar que la mayor dificultad que ha enfrentado Telesuren estos años haya sido lograr que los teleoperadores locales, parte constitutivade los monopolios mediáticos, la pusieran al aire. Una señal de que estabahaciendo bien su trabajo.

El trabajo de Telesur ha sido destacado en acontecimientos muy relevantes,que las grandes cadenas taparon.

En 2009, Telesur fue el canal que permitió al mundo escuchar la voz de Ma-nuel Zelaya, presidente derrocado por un golpe y expulsado de su país en lamitad de la noche. En julio de ese año, Telesur acompañó a Zelaya y transmitióla caravana que partió de Managua, capital de Nicaragua, hacia Honduras parapedir que se lo restableciera en la Presidencia.

En septiembre de 2010, bajo una presunta demanda salarial, la policía ecua-toriana y grupos militares golpearon, atacaron con gases y secuestraron al pre-sidente Rafael Correa. Los medios masivos de comunicación hablaban de pro-testas policiales por demandas salariales. Ocultaban las escenas de violencia yel secuestro del Presidente en un hospital. No hablaban de los miles de hom-bres y mujeres que salían a las calles para enfrentar el golpe. Telesur fue quienle contó al mundo que en Ecuador se estaba gestando un golpe de Estado. Hizovisible las manifestaciones populares contra el golpe y desenmascaró a lossectores que estaban tras la maniobra. Muchos canales locales transmitierondurante horas la señal de Telesur, porque era la única que estaba en el lugarcontando la verdad.

En agosto de 2011, Telesur se convirtió en trending topic en las redes socialesde España tras ser de los pocos medios que le dieron cobertura a la represiónpolicial contra el Movimiento de los Indignados en la Puerta del Sol de Madrid.

Otro hito en la todavía joven historia de Telesur fue la transmisión, en vivo y endirecto desde la selva, de la liberación de rehenes de las FARC. Es el canal de losdiálogos de paz y es por eso que Timochenko, líder de la organización guerri-llera, le dio a Telesur un reportaje en exclusiva sobre la construcción de la pazen Colombia.

Más necesario que nunca

Hoy, una década después de la creación de Telesur, vivimos en una AméricaLatina bastante diferente a la que la vio nacer. El proceso histórico sufre unimportante reflujo y la restauración conservadora avanza a pasos gigantes. Laofensiva del imperialismo en nuestra región se ha endurecido y ha logrado dargolpes muy eficaces.

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Hay un claro ralentamiento de la integración, los organismos como el MER-COSUR, el ALBA, la CELAC, la UNASUR funcionan con dificultad y poca eficacia.Hay un empoderamiento de la Alianza del Pacífico y proliferan los tratadosde Libre Comercio.

Hoy el panorama para los proyectos populares no es para nada alentador:ausencia física de Chávez; triunfo de la derecha neoliberal en la Argentina;gobierno de Dilma en Brasil acorralado y cediendo ante las presiones del esta-blishment local y trasnacional.

En Venezuela se vive una furiosa ofensiva de la derecha: presiones y violen-cia organizadas por la oposición, asamblea en contra del gobierno y una guerraeconómica, donde el acuerdo de los Estados Unidos con potencias petrolerasde Medio Oriente para bajar el precio barril del petróleo viene afectando muyagudamente la economía venezolana.

Podemos decir que la restauración avanza y últimamente viene ganando im-portantes batallas. En este contexto, Telesur toma un vuelo de gran importan-cia. La ofensiva de la derecha tiene en los medios un arma fundamental. Fue-ron los principales actores del desgaste de los gobiernos posneoliberales, lo-grando socavar el apoyo popular con la capacidad de generar opinión incluso acostas de mentiras. Editorializan sin ningún tipo de escrúpulos la realidad queconstruyen como objetiva. Satirizaron las investiduras presidenciales sin nin-gún tipo de tapujos: han llamado «mono» a Chávez, «bipolar» a Cristina Fer-nández, «indio analfabeto» a Evo, por citar sólo algunos ejemplos de la enormecarga de odio y racismo que propagan. En tiempos de disputa y defensa de loslogros populares de los últimos años, el poder mediático criminaliza cualquiertipo de protesta social, preparando el terreno para represiones cada vez másviolentas e, incluso, avalando el regreso de formas de terrorismo de Estado queparecían enterradas en nuestro trágico pasado.

La hegemonía del capitalismo es profundizada y vanguardizada por el terro-rismo mediático. Cada día es más imperioso contar con una herramienta infor-mativa y generadora de opinión como Telesur, que pueda respaldar la luchasocial y política de los pueblos que se agudiza, en primer término, haciéndolavisible. Defendiendo la verdad, sin neutralidad.

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Introducción

Creado a instancias de Brasil en el marco de la fundación de la UNASUR a finesde 2008, el Consejo de Defensa Suramericano (CDS) plantea quizás uno de losproyectos más ambiciosos en términos de integración regional, que es en mate-ria de Defensa. Nuestra hipótesis preliminar es que en el marco del decenio2005-2015 (que ha tenido una fuerte impronta integracionista en la región), losplanteos y las acciones que ha llevado adelante el CDS se alinean con la políticade defensa de los países que han marcado el pulso de la integración regional yhan sido sus sostenedores: Argentina, Brasil y Venezuela. El corte cronológicodel análisis responde más al declive de las fuerzas políticas, que en estos trespaíses han sostenido este tipo de integración, y que se ha hecho evidente en lapérdida de impulso de la misma desde el año 20131. Aun planteando los inte-rrogantes sobre el devenir de la UNASUR y del CDS, consideramos que los pasosdados con respecto a la integración regional en materia de defensa son muysignificativos, fundamentalmente por lo inédito de los mismos; lo que expon-dremos entonces, es una primera aproximación al tema, circunscribiéndonos alos elementos de Doctrina que este organismo regional ha propuesto.

El Consejo de Defensa SuramericanoIntentos por construir una doctrina común al calor de los procesosargentino, brasilero y venezolano (2005-2015)

Emiliano Gabriel Aguirre Guevara∗

* Estudiante avanzado de Historia, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Adscripto en Historiade América 3, Cátedra Schneider (2013-2015), uba.

1 A saber: en Venezuela, con la muerte de Chávez en marzo de 2013, el no reconocimiento porparte de la oposición de la victoria electoral de Nicolás Maduro al mes siguiente, el Guarimbazode 2014 y la guerra económica en ciernes; en Argentina, con la derrota electoral del Frente parala Victoria (FpV) en noviembre último y la victoria de Cambiemos, que impulsa un viraje haciala Alianza del Pacífico; en Brasil, desde la crisis política desatada con la negativa a la organiza-ción del Mundial 2014, la ajustada victoria en balotaje de Dilma Rouseff en octubre de ese mismoaño y el ajuste económico llevado adelante por el propio Partido de los Trabajadores (PT). Losconflictos políticos internos esmerilaron la capacidad de estos tres países de continuar con el fuerteimpulso hacia la integración regional con el que venían desde el NO al ALCA en 2005.

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La integración regional suramericana desde el NO AL ALCA a laconformación de la UNASUR

La IV Cumbre de las Américas desarrollada en Mar del Plata en noviembrede 2005 mostró la imposibilidad de los Estados Unidos de conformar el Áreade Libre Comercio de las Américas (ALCA). Presentada en Miami en 1994 comoel «Gran Acuerdo de las Américas» y denominado habitualmente como laspolíticas del Consenso de Washington, el tratado hemisférico versaba funda-mentalmente sobre protección a la inversión extranjera, protección de patentesy el eje arancelario. Las subsiguientes Cumbres de Santiago de Chile en 2008y Quebec en 2001 fueron las preparatorias para lanzar en la ciudad atlánticaargentina el acuerdo regional. Pero la negativa a firmarlo por parte de Argenti-na, Brasil y Venezuela, acompañados por los otros países miembros del MERCO-SUR (Paraguay y Uruguay), mostró tanto la incapacidad de Estados Unidos dealinear tras de sí al hemisferio, como sí lo había logrado durante el siglo XX,como la fuerza que de los nuevos gobiernos posneoliberales2. El NO AL ALCA

ilustró y potenció la crisis de hegemonía del neoliberalismo en América Latina,y marcó la coyuntura de los siguientes diez años, que en términos de EmirSader se caracteriza por «la pérdida de legitimidad de los gobiernos y de losmodelos neoliberales, pero también por las dificultades para construir proyec-tos alternativos» (2009: 72). En el ámbito suramericano, con posterioridad a laCumbre de Mar del Plata, ganaron las elecciones en Bolivia en 2005 y Ecuadoren 2006 fuerzas políticas que aumentan la cantidad de gobiernos posneolibera-les, y que en 2008 van a firmar, junto a la totalidad de los países del subcontinen-te, el Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR).

La UNASUR es un organismo fundamentalmente político que ha demostradoaltos grados de eficacia para el fortalecimiento de la democracia y el sosteni-miento de la paz en la región, como fueron los casos de Bolivia en 2008, en elque los prefectos de la medialuna se sublevaron frente al gobierno nacional yque fue desactivado a tiempo; la escalada entre Colombia y Venezuela en 2009que amenazó con trasladarse al terreno bélico mediando para evitarla y el in-tento de golpe policial en Ecuador en 2010. En estos tres eventos, el bloqueregional actuó con rapidez y de forma tajante, apoyando a los gobiernos demo-

2 Para este concepto nos basamos en Emir Sader, que considera a la categoría meramentedescriptiva «que designa diferentes grados de negación del modelo [neoliberal], pero todavía noun nuevo modelo» (Sader, 2009:74)

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cráticos, obturando la salida golpista (en los casos boliviano y ecuatoriano) y lasalida bélica (en el conflicto colombo-venezolano).

El proceso de integración regional suramericano en el período señalado esindisociable de la impronta que le han dado los tres países mencionados: Bra-sil, Argentina (las dos economías más grandes del subcontinente) y Venezuela.La articulación en la IV Cumbre de las Américas entre los presidentes Lula DaSilva, Kirchner y Chávez selló una alianza política constituida como el ejeCaracas-Brasilia-Buenos Aires3. Brasil es quien ha liderado el proceso de inte-gración regional en los términos de fortalecer el bloque suramericano para ins-talarse como un país de peso en la geopolítica mundial. Argentina ha virado ensus relaciones internacionales a partir de la crisis del neoliberalismo en diciem-bre de 2001. Desde la Presidencia interina de Duhalde en 2002, que con elgolpe de Estado en Venezuela apoyara primero en el Grupo Río y luego en laOEA al gobierno de Chávez y contradiciendo el reconocimiento que EstadosUnidos hiciera a los golpistas hasta el destrato que el presidente Bush sufrieraen Mar del Plata, erosionaron completamente las relaciones entre Argentina ylos Estados Unidos, que recién pudieron recomponerse con la salida de lossucesivos gobiernos kirchneristas. En tanto, la búsqueda de un mundo multi-polar y de nuevos mecanismos financieros internacionales son elementos co-munes que han unido la política exterior argentina con la venezolana en elúltimo decenio. Con matices, ambos han planteado la necesidad de una nuevaarquitectura financiera mundial, fundamentalmente desde la crisis global de2008. Desde su llegada al poder, el gobierno de Hugo Chávez recompuso rápi-damente la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y ha logra-do un alto perfil diplomático oponiéndose a la política exterior estadounidensehaciendo valer su posición como uno de los principales países productores depetróleo a nivel mundial.

Este ha sido el eje que marcó el pulso al nuevo regionalismo suramericanodurante el decenio 2005-2015. En 2005, Chávez expresó: «Es conveniente queinsistamos en esto. Vamos a mirar hacia el Sur sin perder la vista hacia el Norte.Pero la mirada primera nuestra debe ser hacia el Sur. Caracas-Buenos Aires, el

3 «Se ha retomado ‘el proceso de conformación de una alianza de tres o la conformación de loque nosotros desde hace varios años llamamos el eje central de Sudamérica: Caracas-Brasilia-Buenos Aires’». Ver <http:/ www.perfil.com/politica/El-sueno-que-motivo-la-visita-de-Chavez-construir-el-eje-Caracas-Brasilia-Buenos-Aires-para-ser-potencia-mundial-20080804-0022.html>.

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eje; Caracas-Brasilia; Brasilia-Buenos Aires, y cuando digo Buenos Aireshay que hablar de Buenos Aires-Montevideo»4. El devenir del bloque re-gional se vio íntimamente ligado a los alcances y limitaciones de sus trespilares fundamentales.

Consejo de Defensa Suramericano

El Consejo de Defensa Suramericano se configura formalmente en Santia-go de Chile en diciembre de 2008, apenas seis meses después de la constitu-ción de la UNASUR. En cierta manera, este nuevo organismo se reconoce here-dero de los intentos de acercar posiciones en lo que respecta a la Defensa porparte del MERCOSUR y la Comunidad Andina (CAN)5 además de los esfuerzosbilaterales y las reuniones de Ministros de Defensa de la inmediata anteceso-ra de la UNASUR, la Comunidad Suramericana de Naciones. Quien toma lainiciativa de su creación es Brasil, en la figura de su Ministro de Defensa,Nelson Jobim, quien en 2008, y previo a la reunión de Brasilia que da lugar ala fundación de la UNASUR, establece los consensos necesarios para la crea-ción del CDS. La principal dificultad fue planteada por Colombia, que si bienno se opuso a la creación del Consejo, en un primer momento no iba a serpartícipe del mismo. El mecanismo de la aprobación por consenso y no porvotación con el que procede la UNASUR y lo extiende a todos sus organismos eslo que destrabó las negociaciones6.

Este organismo estableció como objetivos generales:a) Consolidar Suramérica como una zona de paz, base para la estabilidad

4 Ver <http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-59503-2005-11-21.html>.5 «La ‘Declaración de Ushuaia de 1998’, que crea la ‘Zona de Paz del MERCOSUR’; el

‘Compromiso de Lima: Carta Andina para la Paz, la Seguridad, Limitación y Control de losGastos destinados a la Defensa Externa’, junio de 2002; a «Declaración de Guayaquil sobre laZona de Paz y Cooperación Sudamerica na», suscrita durante la II Reunión de Presidentes deAmérica del Sur el 26 de julio de 2002; y la Declaración de San Francisco de Quito sobreEstablecimien to y Desarrollo de la Zona de Paz Andina «(El Consejo de Defensa Sudamericano de la UNASUR. Crónica de su gestación, Ministerio de Defensa Nacional de Chile, San-tiago de Chile, julio de 2009).

6 Cabe señalar que Colombia había atacado un campamento de las FARC violando el territo-rio soberano del Ecuador en marzo de 2008, que mantuvo una fuerte escalada diplomática conmovimiento de tropas en la frontera con Venezuela en 2009 y que en ese mismo año fue objetode cuestionamiento por parte de los países de la UNASUR en la Cumbre Extraordinaria deBariloche, por motivo de la instalación de las bases militares estadounidenses en su territorio.

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democrática y el desarrollo integral de nuestros pueblos, y como contribucióna la paz mundial.

b) Construir una identidad suramericana en materia de defensa, que tome encuenta las características subregionales y nacionales y que contribuya al forta-lecimiento de la unidad de América Latina y el Caribe.

c) Generar consensos para fortalecer la cooperación regional en materia dedefensa (Estatuto del Consejo de Defensa Suramericano).

Y como algunos de sus objetivos específicos:a) Avanzar gradualmente en el análisis y discusión de los elementos comunes

de una visión conjunta en materia de defensa.b) Promover el intercambio de información y análisis sobre la situación re-

gional e internacional, con el propósito de identificar los factores de riesgos yamenazas que puedan afectar la paz regional y mundial.

[…]d) Avanzar en la construcción de una visión compartida respecto de las tareas

de la defensa y promover el diálogo y la cooperación preferente con otros paí-ses de América Latina y el Caribe.

[…]g) Fomentar el intercambio en materia de formación y capacitación militar,

facilitar procesos de entrenamiento entre las Fuerzas Armadas y promover lacooperación académica de los centros de estudios de defensa (Estatuto delConsejo de Defensa Suramericano).

El CDS es definido por Claudia Guevara como una instancia «con la finalidadde constituirse en un foro de consultas y la posibilidad de lograr la integraciónen materia de Defensa, aunque no como una alianza militar clásica al estilo dela OTAN»7. Y más adelante agrega que es un espacio «de consulta, cooperacióny coordinación». Por lo menos desde un principio no pretende constituir un

7 Ver «¿Camino a una Comunidad de Seguridad Integrada?», de Claudia Guevara, en Minis-terio de Defensa (2009: 62).

8 Entendemos por un sistema de seguridad cooperativa lo siguiente: «Se constituye a partir dela decisión de sus miembros de profundizar la cooperación como una acción estratégica tendien-te a aumentar su seguridad; no se orienta a la disuasión de una amenaza militar, si no a laconsolidación de las relaciones pacíficas entre sus miembros. Es decir, es un esquema que «mirahacia adentro»; tiene carácter proactivo: la cooperación debe ser habitual e incremental, con elobjetivo de alcanzar cada vez mayores coincidencias; incentiva la coordinación de políticashacia el resto del mundo, a partir de una similar inserción en el sistema internacional. En la

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sistema de seguridad colectiva como fue el Tratado Interamericano de Asisten-cia Recíproca (TIAR). Se inscribe, entonces, como un sistema de seguridad coo-perativa8 que busca el fortalecimiento de posiciones conjuntas en materia depolíticas de Defensa, el fomento del diálogo y la confianza y el intercambio deexperiencias vinculadas a acciones humanitarias, operaciones de mantenimientode la paz y procesos de modernización del área9.

En términos institucionales, dos de los hitos del CDS fueron la creación delCentro de Estudios Estratégicos de Defensa (CEED) y de la Escuela Suramerica-na de Defensa (ESUDE). El primero de estos se crea en 2010 como «instancia deproducción de estudios estratégicos a efectos del asesoramiento al Consejo deDefensa Suramericano» con el objeto de generar «un pensamiento estratégicoa nivel regional, que coadyuve a la coordinación y la armonización en materiade políticas de Defensa en Suramérica»10 La ESUDE es presentada como pro-puesta dentro del CDS en 2013 por Ecuador, Argentina y Brasil y no es hastaabril de 2015 que se realiza su inauguración. Se conforma entonces como uncentro de altos estudios con la finalidad de brindar formación y capacitacióntanto a civiles como a militares en temáticas comunes a la región para contri-buir a la generación de una visión compartida en materia de defensa y seguri-dad regional, a funcionar en la sede de la UNASUR en Quito, pretende constituir-se como una red entre los institutos nacionales de los países miembros que yaposeen sus respectivas escuelas de defensa nacional.

La doctrina

Los objetivos arriba citados, tanto los generales como los específicos, soninseparables del elemento doctrinario. Y la creación del CEED como de la ESUDE

van en consonancia con el abordaje de una doctrina suramericana de defensa11.El CEED-CDS termina siendo, entonces, una suerte de think tank de la integraciónregional en materia de Defensa. En el momento de su fundación, la presidenta

práctica, su aplicación desincentiva las tendencias militaristas de los Estados nacionales inte-grantes del sistema» (Codianni et al., 2015b: 12-13).

9 Ver «La construcción de una Agenda Regional de Defensa», de Florencia Ditonno y JoséSersale, en Ministerio de Defensa (2009: 31).

10 Según se consigna en el Estatuto del CEED.11 «La función del Centro recae más en los aspectos doctrinarios. La futura función de la

Escuela deberá ser en la impartición de la doctrina para la forma ción de los cuadros militares yciviles de nuestros sistemas nacionales de defensa» (Forti, 2013).

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de Argentina Cristina Fernández de Kirchner planteó que debía ser «el punta-pié inicial para crear un sistema de defensa que tenga como objetivos estratégi-cos la caracterización de lo que va a ser exigible, durante el siglo XXI. Y estámuy claro […] que la cuestión de los recursos naturales se va a convertir en unacuestión –ya lo es– estratégica en toda nuestra región» (citado en Forti, 2014).En consonancia, el ex Director del CEED, Alfredo Forti, asocia el concepto deInterés Estratégico Regional a la defensa de los recursos naturales estratégicosque el subcontinente suramericano posee, ante un escenario de escasez de losmismos para otros países y regiones en donde esta misma escasez extra-regio-nal pueda ser la desencadenante de conflictos. Esta abundancia, además, la ligaa la necesidad estratégica de garantizar el control, el acceso, la soberanía y laexplotación sostenible de los recursos naturales estratégicos, en un proyecto dedesarrollo integral (Forti, 2013).

La identificación del concepto de Interés Estratégico Regional con la defensa delos recursos naturales estratégicos es una de las ideas más trabajadas dentro del CDS.Se llega a ella producto de sucesivas reuniones y seminarios para ahondar en lacaracterización de los factores de riesgo y amenazas que puedan afectar la pazregional y mundial, que fue uno de los puntos en el Eje de Políticas de Defensa queestuvo siempre presente en los Planes de Acción del CDS desde su creación. En esemarco se realizó el IV Seminario «Enfoques conceptuales de Defensa, Riesgos yAmenazas a la Región» en el marco del Foro de Políticas y Estrategias de Defen-sa Regional, en noviembre de 2013 en Caracas, en donde se aprobaron las orien-tadores para la construcción de los «Lineamientos Estratégicos del CDS-UNASUR

para la Construcción Progresiva y Flexible de una Visión Compartida de Defen-sa Regional»12, en consonancia con la Declaración de Paramaribo de la VII Re-unión Ordinaria del Consejo de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno de laUNASUR de agosto de 201313 y fuera aprobado por el CDS en agosto de 201414.

12 Según el Plan de Acción 201413 «16. Destaca que UNASUR ha sido el espacio propicio para avanzar en el desarrollo de

temas estratégicos, como el posible desarrollo de una visión compartida en materia de defensaregional, que se expresa en el conjunto de logros alcanzados en el Consejo de Defensa Surame-ricano. En este sentido, instan a las Ministras y Ministros de Defensa a elaborar y presentar unapropuesta de lineamientos estratégicos de UNASUR, para la construcción progresiva y flexiblede una visión compartida de defensa regional, la cual deberá exponerse en la próxima ReuniónOrdinaria de este Consejo» (Declaración de Paramaribo).

14 Reunión de Ministras y Ministros del Consejo de Defensa Suramericano: I Declaración deCartagena.

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Continuando con la misma línea, en otro documento posterior, Forti desarro-lla esta idea. Suramérica es depositaria de una cuantiosa cantidad de recursosnaturales estratégicos (y más aún en la relación recursos naturales/población):el 28,9% del total del agua dulce del mundo, el 19,5% de las reservas probadasde petróleo, minerales como el litio, niobio, plata y cobre, y concentra la mayorcantidad de biodiversidad del planeta (Forti, 2014: 6-7). A esto le agrega lasproyecciones a 2030 del Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Uni-dos, en las que el crecimiento demográfico mundial redundará en una mayordemanda de alimentos, agua y energía15. En este sentido, que la UNASUR em-prenda en su agenda una estrategia continental para el uso y aprovechamientode los recursos naturales muestra la centralidad del tema. El Interés Regionales definido como «el conjunto de los factores comunes, compatibles y/o com-plementarios del interés nacional de cada uno de los países miembros de UNA-SUR» donde esos factores comunes son los referidos a «la consolidación deSuramérica como Zona de Paz; la defensa de la soberanía; la integridad territo-rial; y la democracia en nuestras naciones» (Forti, 2014: 14). Por lo tanto, setorna necesario abordar la cuestión desde la perspectiva de la defensa, contan-do con la necesidad de lograr el control y aprovechamiento sostenible de losrecursos naturales frente a la escasez de estos por parte de Estados extra-regio-nales que necesiten hacerse del control de los mismos. Para dichos fines, el exfuncionario expone la necesidad de constituir «un esquema regional cooperati-vo fundado en una doble categoría: ‘cooperación hacia dentro’ y ‘disuasiónhacia afuera’» (Forti, 2014: 18), pensando siempre la delimitación del afuera yadentro en clave regional.

En lo expuesto hasta aquí sobre el CDS, encontramos que los puntos sobresa-lientes en materia de doctrina van en sintonía con los objetivos estratégicostrazados por la política de defensa de Argentina, Brasil y Venezuela durante elperíodo delimitado. Los tres países se han planteado en la primera década delsiglo XXI una nueva política de defensa en comparación a la que habían tenidoaños atrás. Y en los tres casos incluyen el control y defensa de sus recursosnaturales entre sus intereses y objetivos.

Argentina ha dado un salto cualitativo en términos de política de Defensa y

15 «Un crecimiento sustancial en la demanda de alimentos en un 35%, del agua en un 40% y dela energía en un 50%, debido al aumento de la población global y de sus niveles de consumo.Esto, sumado a más sequías, consecuencias del cambio climático, producirá incremento y ma-yor volatilidad en los precios y tensiones por el acceso al alimento y al agua» («Global Trends2030: Alternative Worlds», citado en Forti, 2014: 6).

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de modernización de su Ministerio de Defensa. En este sentido, en 2010 sepublicó el Libro Blanco de la Defensa, donde se explicita su política en lamateria, tanto en la descripción del análisis geoestratégico que el país hace,como del Sistema de Defensa Nacional, sus componentes y estructura. El Po-der Ejecutivo Nacional reglamenta en el año 2006 la Ley 23554 de DefensaNacional de 1988 (con el Decreto 727/06), abandonando así la Doctrina deSeguridad Nacional y la perspectiva de las fronteras ideológicas en lo doctrina-rio, y circunscribiendo la defensa nacional (atada a un proyecto de desarrollonacional) a «la preparación y respuesta ante agresiones militares estatales ex-ternas» (Ministerio de Defensa, 2010: 66), separándola de las cuestiones deseguridad interior y fortaleciendo la autoridad política en la conducción de ladefensa nacional y de las Fuerzas Armadas en el Presidente de la Nación y delMinisterio de Defensa. De esta forma, adopta un modelo en el que la misión dela defensa nacional es la de conjurar y repeler toda agresión militar estatalexterna para garantizar la soberanía, la independencia y la integridad territorialdel país. Asimismo, abandona la planificación a partir de hipótesis de conflictocon países limítrofes, trocándola por el planeamiento según capacidades, quebusca aportarle una mayor flexibilidad en cómo pensar las amenazas y losescenarios de empleo de las Fuerzas Armadas.

En lo que respecta al espacio regional, se plantea la profundización de lacooperación regional, a fin de lograr la construcción de un sistema de defensasubregional y la adhesión de los demás países de la región. Resalta como obje-tivo central la promoción y consolidación de Suramérica como una Zona dePaz, pensando este concepto como «el bien estratégico a defender para la polí-tica exterior y de defensa» (Ministerio de Defensa, 2010: 43). A tono con estaidea, y advirtiendo las posibilidades de conflictos que vinieran de la mano deuna mayor escasez relativa de acceso a recursos naturales estratégicos, como elagua, las tierras cultivables y los hidrocarburos, ya desde la presentación ad-vierte que «cualquier agresión externa contra un país de la región en búsquedade sus recursos afecta también los intereses estratégicos de nuestro país» (Mi-nisterio de Defensa, 2010: 4). Se advierte, entonces, la centralidad que la de-fensa de los recursos naturales tiene en la visión estratégica de la defensa delinterés soberano.

La declaración de Zona de Paz no es únicamente un objetivo estratégico quese plantee la Argentina, sino que también es compartido por Venezuela. Estepaís toma como tal su territorio y sus demás espacios geográficos. El cuerpoarmado debe garantizar la independencia y la soberanía de la Nación asegurandosu integridad territorial, colaborar con el mantenimiento del orden interno y par-

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ticipar en el desarrollo nacional, tal como lo plantea el Artículo 328 (De la FuerzaArmada Nacional) de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuelade 1999. Adopta, entonces, una noción de la soberanía en términos de espacio,tanto continental e insular, el mar territorial, el suelo, subsuelo y aéreo.

A diferencia de Argentina, Venezuela no abandona el planeamiento de acuer-do a hipótesis de conflicto, donde prevé una guerra de IV Generación con elpropósito de desestabilizar al país como paso previo a la conducción de opera-ciones destinadas a desorganizar y finalmente destruir el Estado-nación; el golpede Estado, la subversión y las acciones de grupos separatistas; un conflictoregional y una intervención militar de coalición16. Venezuela en los últimosaños logró abortar dos conflictos que se enmarcan dentro de este esquema, quefueron los intentos autonómicos del Estado de Zulia (donde se encuentra elLago Maracaibo, de cuantiosas reservas de petróleo y gas) en 2006 y el Golpede Estado en 2002. Mantiene también un litigio fronterizo con Guayana por lasoberanía de la zona de la Guayana Esequiba.

Cualquier estrategia de desarrollo nacional en Venezuela es indisociable dela importancia estratégica que posee dicho país como uno de los principalesproductores de petróleo en el mundo. De esta manera, la defensa de este recur-so natural estratégico es primordial para la defensa de la soberanía. A dichosefectos es que Venezuela adopta la posibilidad de un enfrentamiento armadocontra un país o coalición militarmente superiores en unidades y equipo, paralo que toma el esquema de guerra asimétrica, donde la garantía de triunfo es launión cívico-militar para repeler la amenaza. En 2008, la Fuerza Armada Na-cional incorpora a la Milicia como elemento componente de la Fuerza, quetiene como misión «entrenar, preparar y organizar al pueblo para la defensaintegral con el fin de complementar el nivel de apresto operacional de la FuerzaArmada Nacional Bolivariana»17.

En cuanto a la cooperación regional en materia de defensa, Venezuela pre-sentó como proyecto de conformación del CDS un esquema de alianza de segu-ridad cooperativa. Una suerte de OTAN de Suramérica, que actuara frente a laamenaza de un agresor extra-regional (Codianni et al., 2015a: 10), pero el pro-yecto no prosiguió. La propuesta que da lugar a su creación es la de Brasil,como vimos anteriormente.

16 Ver «Nace la doctrina militar de la revolución venezolana«, de Heinz Dieterich, en<http://www.aporrea.org/actualidad/a11176.html>.17 Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, art. 44, 2009.

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Brasil aprobó en 2008 la Estrategia Nacional de Defensa, estableciendo unanueva orientación de la defensa nacional, organizando a sus Fuerzas Armadasen torno al desarrollo de capacidades de respuesta según las nuevas hipótesisde empleo, donde la directriz principal es la de «disuadir la concentración defuerzas hostiles en sus fronteras y en los límites de las aguas jurisdiccionalesbrasileras e impedirles el uso del espacio aéreo nacional»18. En este sentido,señala el Ministerio de Defensa de Brasil, las hipótesis de empleo deberándesarrollarse considerando los siguientes aspectos: «El monitoreo y control delespacio aéreo, de las fronteras terrestres, del territorio y de las aguas jurisdic-cionales brasileras en circunstancias de paz; la amenaza de penetración en lasfronteras terrestres o abordaje en las aguas jurisdiccionales brasileras; la ame-naza de fuerzas militares muy superiores en la región amazónica; […] la ame-naza de guerra en el Atlántico Sur». De esta manera, reposiciona sus efectivosy jerarquiza la importancia de la región amazónica como uno de los focos demayor interés para la defensa, donde asume la importancia de desarrollar elconcepto de flexibilidad en el combate, por lo que hace necesario incorporarelementos propios de las fuerzas no convencionales. Las Fuerzas Armadas tie-nen que resguardar el territorio, las líneas de comercio marítimo y las platafor-mas de petróleo y el espacio aéreo nacional en caso de una «degeneración delcuadro internacional». Así, Brasil estructura sus Fuerzas Armadas a partir de ladisuasión, donde el eventual combate está previsto para defender su espaciosoberano y sus recursos naturales estratégicos, preparándose para un esquemade guerra asimétrica contra una potencia militar de mayor tamaño.

En lo que respecta a la integración y cooperación regional, es Brasil, comoya dijimos, quien propone y realiza los consensos para la constitución del Con-sejo de Defensa Suramericano. Y si bien se termina aprobando como un espa-cio de consulta, cooperación y coordinación, no es menos cierto que Brasil, aligual que Argentina y Venezuela, pretende construir un sistema de seguridadcolectiva, en los términos que lo plantearon dentro de los Núcleos de AsuntosEstratégicos: «O aperfeiçoamento da política de defesa poderá fazer com que oBrasil fortaleça sua capacidade de defesa, isoladamente ou como parte de umsistema coletivo de defesa com os países vizinhos, para enfrentar novas ameaçase desafios, garantir a proteção de seu território e respaldar negociações de âm-bito internacional» (citado en Rizzo, 2009: 31).

18 Ver República Federativa do Brasil. Ministério da Defesa, Estratégia Nacional de Defesa,2008 (traducción propia).

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Las limitaciones

Encontramos entonces que los elementos doctrinarios llevados adelante porel CDS, en su mayor parte, están íntimamente ligados a la política de defensa deArgentina, Brasil y Venezuela, que han sido la base de sustentación del procesode integración regional en el decenio delimitado. Empero, no podemos dejarde observar límites objetivos a sus intentos. En primer lugar, que, si bien losconsensos alcanzados en el seno del CDS son inéditos (y que 30 años atrás eranimpensados), la elaboración de una política integral de defensa regional chocacon que no existe una única manera en Suramérica de entender qué es la defen-sa, qué es la seguridad y si estas son competencias distintas (como por ejemploen Argentina, Uruguay o Chile, donde los problemas de seguridad interior noson de incumbencia de las Fuerzas Armadas) o un todo orgánico, donde el instru-mento militar participa en la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo, el crimenorganizado o hasta la protesta social (como los países del área andina, en sumayoría). En segundo lugar, el poco tiempo de trabajo dificulta que pueda versela encarnadura real de políticas que en general toman años en cristalizarse.

Otro elemento fundamental es la cuestión de las bases militares estadouni-denses en la región y la reactivación de la IV Flota Las bases se extiendenfuertemente cubriendo posiciones estratégicas en el Golfo de México y el MarCaribe, pero además con una importante presencia en Colombia, Perú, Para-guay, Guyana y Surinam, que junto con la base de la OTAN en la Isla Ascenciónen el Océano Atlántico, a la altura de Recife, marcan un cordón sanitario sobreVenezuela y Brasil. Si bien la UNASUR convocó a una reunión extraordinaria deJefes y Jefas de Estado y de Gobierno en Bariloche, Argentina, cuando se hizopública la noticia de que Colombia cedería instalaciones militares en su territo-rio para uso militar estadounidense, con posterioridad el CDS consideró la cues-tión de las bases militares de una potencia extra-regional como una amenaza alInterés Regional19. Pero esto no significó que Chile, Colombia, Guyana, Para-guay y Perú, países con bases militares estadounidenses en su territorio sobera-no, siquiera manifestaran la voluntad de desmantelarlas.

19 Si bien el Secretario General de la UNASUR, Ernesto Samper, en el contexto de la Cumbrede las Américas de Panamá en 2015, planteó que «un buen punto de la nueva agenda de relacio-nes (entre Estados Unidos y América Latina) sería que no haya bases militares norteamericanasen Suramérica», el pedido de retiro y desmantelamiento de las bases militares estadounidensesno fue ratificado en ninguna declaración por el organismo.Ver <http:/www.nodal.am/2015/03/samper-propone-el-retiro-de-las-bases-militares-de-eeuu-de-latinoamerica>.

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La Declaración de Cartagena, que aprobó los Lineamientos Estratégicos delCDS-UNASUR para la Construcción Progresiva y Flexible de una Visión Compar-tida de Defensa Regional, aún aguarda por la aprobación del Consejo de Jefasy Jefes de Estado y de Gobierno, que desde 2013 no ha tenido una ReuniónOrdinaria. Si bien son puntos muy generales y no son vinculantes para ningunode los países miembro, aún no fue aprobado por el máximo órgano de la enti-dad. Esta situación encuadra perfectamente con lo que enunciamos más arriba.Que en el período que abordamos, desde 2013 se observa una pérdida del im-pulso que la UNASUR venía teniendo, al ritmo de las contramarchas que los trespaíses mencionados sufrieron desde ese año.

Conclusión

La conformación de la UNASUR y del CDS se inscribe en una especie de dece-nio dorado de la integración regional, a raíz de la emergencia de gobiernosposneoliberales en Suramérica en la coyuntura de principios de siglo, dondeaparece como «hito fundacional» el NO AL ALCA en noviembre de 2005. ElConsejo de Defensa Suramericano expresa fundamentalmente los alcancesllegados en materia de políticas de defensa de los tres países que fueron laprimera línea de batalla en la derrota del proyecto del ALCA. Que el CDS seconformara como un sistema de seguridad cooperativo expresa más la corre-lación de fuerzas hacia el interior de la región, y aún así logró avances signi-ficativos. En última instancia, la UNASUR contuvo la escalada bélica en dosocasiones y brindó mecanismos concretos para la superación de diferencias,constituyendo mecanismos de confianza mutua y construyendo a Suraméricacomo una Zona de Paz.

Queda pendiente observar en lo sucesivo si los consensos alcanzados inclu-yen o no la idea de Interés Estratégico Regional, vinculado con la defensa delos recursos naturales estratégicos. En lo que viene, queda por registrar cómoinfluye el cambio político en la Argentina con el triunfo de la Alianza Cambie-mos, que hasta el momento no ha tenido pronunciamientos sobre la UNASUR,manifestando que el alcance de su política de integración se vincula con elespacio MERCOSUR y conectarlo con los Acuerdos Transpacífico. Y si a las trans-formaciones políticas en curso en la Argentina se le suman las crisis políticasen Brasil y Venezuela y logran torcer definitivamente el curso de la integraciónregional suramericana en los términos en que se desarrollaron en estos 10 añosúltimos, y con ello, si la UNASUR logra construir una política conjunta de defen-sa suramericana y autónoma.

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Es imprescindible poner en contexto global el panorama de nuestraregión.Cuando observamos las evoluciones recientes de mediano plazo en la econo-mía mundial, surge un panorama de enormes transformaciones. Aparece in-mediatamente un protagonista descomunal en el proceso de desarrollo de lasfuerzas productivas a nivel planetario, que es Asia, con China, con el sudesteasiático, con la India. Ahí hay un hecho económico-político de magnitudeshistóricas que está ocurriendo en este tiempo. Por otra parte, Estados Unidosestá en un proceso de transformación productiva también descomunal con undespliegue científico y tecnológico muy impresionante que impacta en lasmás diversas esferas de la vida productiva y social. Es decir, regiones conunas dinámicas notables de cambios y de desarrollo de potencialidades.

Cuando uno mira hacia América Latina, observa que, en su momento, no-sotros fuimos capaces de pensar el proceso de integración regional como unaestrategia para estar en el mundo de una forma menos débil que ser simple-mente un conjunto desarticulado de realidades nacionales más o menos sub-desarrolladas que se conforman con ocupar algún lugar menor en la divisióninternacional del trabajo.

La idea de la integración consistió en tratar de armar un espacio más impor-tante para participar de otra forma en el sistema mundial. Sin embargo, en laactualidad, frente a la dinámica impresionante de Asia, cuando uno ve Amé-rica Latina, y ve específicamente la velocidad de tortuga del proceso de inte-gración, por supuesto, que uno se vuelve pesimista en el sentido de que es un

La integración y las perspectivasde clase en América Latina∗∗∗∗∗

Ricardo Aronskind∗∗

* Trascripción de la ponencia en el Seminario «Nuevos desafíos para la inte-gración latinoamericana».

** Lic. en Economía, magíster en Relaciones Internacionales, docente de laUNGS/UBA.

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proceso de integración que no está a la altura de los objetivos históricos porlos cuales fue formulada. Ya la CEPAL a fines de los años cincuenta advertíaque no alcanzaba con intentos desarrollistas nacionales para salir del atraso,y que se debía avanzar hacia un proceso de integración latinoamericano. Rei-tero: a fines de los años 50 del siglo pasado.

Recién en 1991 arrancamos formalmente con el MERCOSUR. Empezamos tar-díamente el proceso de integración, un proceso de integración sin fuertesconvicciones, sin grandes liderazgos, y a un ritmo sumamente lento. Se lopodría comparar con lo que sucede con la destrucción de la biosfera y losacuerdos que se van firmando o los que se está negociando: la dirección escorrecta, pero el ritmo de los logros no tiene nada que ver con las necesidadesde la humanidad.

Es decir: en relación con nuestra necesidad estratégica de insertarnos inte-ligentemente en la división internacional del trabajo, los avances son muypobres. Es cierto que, si se observa la construcción institucional, en el MER-COSUR se puede percatar un conjunto de avances que están sucediendo, y quecontribuyen a mantener la expectativa de la integración. Pero en el terrenoespecíficamente económico, en la construcción de un espacio productivo,tecnológico, en un amplio mercado regional para nuestras producciones, esteproceso de integración requiere de otra dinámica, otra velocidad, otro entu-siasmo para que pueda ser verdaderamente fecundo, para estar a la altura dela dinámica acelerada de transformaciones en el entorno global.

Pareciera que al proceso de integración le falta arraigo popular, arraigomasivo. Da la impresión, en ciertos momentos, que ir hacia una convergenciade nuestros países latinoamericanos en un horizonte común es una idea deintelectuales latinoamericanos pero que no termina de encontrar un actor enserio, un protagonista resuelto y con capacidad de conducir ese proceso.

Cuando pensamos en la integración europea, encontramos un motor muyimportante y muy sólido. La burguesía francesa y la burguesía alemana –por razones históricas que no desarrollaremos aquí– llegaron a la conclu-sión de que les convenía estratégicamente integrarse. Y fueron capaces,con pugnas, avances y retrocesos, de producir un quiebre en relación conlos sucesivos choques sangrientos y brutales que protagonizaron en las dé-cadas previas que llevaron a verdaderas catástrofes a la sociedad europea.Ciertamente, las circunstancias históricas son irrepetibles. Contaron con elmiedo a la «amenaza soviética» y con el visto bueno norteamericano. Peropodían no haber hecho nada, como nos tienen acostumbrados las clases do-minantes latinoamericanas.

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Los franceses y alemanes llegaron a convencerse de la conveniencia delproceso de integración, y siendo las burguesías relativamente más poderosasde su continente, pudieron generar una dinámica regional más o menos inte-resante, con avances significativos en numerosos campos y con evidentesatrasos en otros. Pero es indudable que la presencia «europea» se reforzó enel mundo, y numerosas naciones intentan asociarse de alguna forma a eseespecio, percibido con «próspero».

Cuando uno piensa en las respectivas burguesías latinoamericanas, el pa-norama es bastante desolador, porque son burguesías fracasadas en cuantoparticipantes activas y autónomas del proceso de acumulación mundial. Sonburguesías que logran mantener el dominio, el control sobre sus sociedades,pero que desde el punto de vista de su lugar en la división internacional deltrabajo son fracasadas: no han sido capaces de construir un capitalismo localque se relacione en términos simétricos con el resto del mundo. A pesar decontar con importantes excedentes que podrían ser la base de una acumula-ción capitalista significativa, han adoptado sistemáticamente estrategias «fá-ciles» de acomodamiento pasivo al orden productivo y tecnológico global, yde colocación de una parte de sus ahorros, en el propio centro.

No han sido capaces de liderar un proceso económico que las ubicara en unlugar más o menos aceptable en la división internacional del trabajo. Ellodetermina la carencia de conducciones nacionales, es decir que como socie-dades somos una especie de ejército que no tiene generales, no tiene coman-dantes, no tiene estrategia, flotando en la división internacional del trabajosin una orientación. Es fundamental, como elemento analítico, la estruendo-sa ausencia de las burguesías latinoamericanas en el proceso de integraciónregional. Es claro que no pasan por ahí sus intereses, ni sus prioridades.

Ahí está una de las explicaciones de por qué no encontramos al actor de laintegración. Cuando no aparecen esos actores con poder y visión para unliderazgo de progreso, la integración parece quedar librada a que tengamos labuena suerte de que surja un conjunto de líderes regionales más o menosinteligentes, más o menos inspirados, con cierta noción de su papel en lahistoria, como para avanzar en esa misma dirección.

Hay una serie de factores estructurales de nuestra región, que constituyentrabas materiales a la integración, que debemos señalar brevemente. Es im-prescindible aclarar que estas trabas son modificables, pero a condición detener una enorme constancia en la aplicación de políticas públicas adecuadas.

Somos una región subdesarrollada, con un nivel de industrialización re-lativo pobre, con un nivel de desarrollo científico y tecnológico bajo en

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relación con los estándares deseables para países que quieren mantener suautonomía nacional.

Hay una serie de cuestiones que deben ser encaradas, porque son clavespara el desarrollo. En primer lugar, cuando se hace un «catálogo» del poten-cial latinoamericano, surge rápidamente que somos una región con una bio-diversidad fantástica, que tenemos una de las principales reservas de aguadel planeta, lo que tenemos en materia de energía y minería, en capacidad deproducción alimentaria… Pero resulta que esos recursos «tan preciados» sonprecisamente los recursos que requiere el resto del sistema productivo mun-dial para desarrollar sus propias manufacturas y bienestar, es decir, se repro-duce internamente la mirada que tiene el resto del planeta sobre lo que puedeofrecer nuestra región en materia de intercambio. No es otra cosa que el tra-dicional lugar de América Latina en la división internacional de trabajo.

Tenemos incorporadas como «fortalezas» regionales lo que son los recur-sos que poseemos para venderle al resto del mundo. Así cuando menciona-mos en Argentina la zona de Vaca Muerta, en Brasil el PRESAL, en Venezuelala Cuenca del Orinoco, ¿qué estamos diciendo? ¿A quién le vamos a venderenergía? ¿A nosotros mismos para nuestra producción y nuestro consumo?No. Tenemos profundamente incorporada la idea de la división internacionaldel trabajo, nuestra propia autopercepción está impregnada de esta visiónsubdesarrollada. ¿Van a ser estos recursos una herramienta para la transfor-mación regional, o es simplemente todo lo que tenemos para intercambiarcon el mundo? Debemos decir que la respuesta que surge mayoritariamenteen nuestra región es la segunda parte de la pregunta.

Cuando leemos las publicaciones que reflejan la mirada de las grandes mul-tinacionales, surge clara la imagen de nuestra región como gran proveedorade recursos naturales para sus cadenas de valor. Es todo lo que necesitan denuestra región, y parece que esos mismos bienes son para nosotros lo únicoque constituye nuestra «riqueza». Es así que tenemos un problema profundode identidad, de ubicación, de pensamiento en nuestra región.

Segunda cuestión: el tema de la autonomía estatal. En todos nuestros paí-ses, la autonomía estatal es muy relativa. El aparato estatal está muy sujeto alas demandas y presiones de un sector privado, que a su vez no tiene unproyecto serio de desarrollo, sino de negocios particulares.

El reciente período kirchnerista mostró sus mejores momentos de cons-trucción de un modelo de salida del subdesarrollo, cuando fue capaz de cons-truir autonomía estatal, cuando el Estado nacional fue capaz de asumir algúntipo de choque con alguna fracción empresarial parasitaria, e impulsar autó-

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nomamente algunos avances científicos, tecnológicos, y de defensa del mer-cado nacional.

La construcción de autonomía estatal, en nuestro contexto periférico y de-pendiente, parece fundamental. Esa construcción tiene mucho que ver conque haya procesos sociales y movimientos sociales significativos. La auto-nomización del aparato estatal en nuestra región, posibilitado por el debilita-miento de los lobbies del subdesarrollo, gracias a la irrupción de las deman-das de los sectores populares, es una condición necesaria para avanzar haciala integración y el desarrollo.

Pero no es sólo la autonomía. El Estado debe dejar de ser un Estado débil,un Estado que no tiene capacidad de regulación, que no tiene capacidad dedisciplinamiento de actores económicos relevantes. Un Estado que es impo-tente para cobrar impuestos, para evitar el contrabando, para impedir la fugade capitales, para combatir todas las prácticas habituales de la burguesía lati-noamericana, no puede conducir la integración.

En un sentido más general, es una tarea fundamental canalizar los recursosque producimos en la región en forma prioritaria hacia la construcción deuna economía moderna. Los recursos existen, pero los Estados son impoten-tes para canalizarlos eficazmente. Y los «mercados» se ocupan de los nego-cios particulares de corto plazo.

Ahí tenemos un problema histórico con el Estado latinoamericano.Al mismo tiempo, un verdadero proceso de integración requiere de la cons-

trucción de instituciones supraestatales con poder. No simplemente para ha-cer declaraciones formales, o actos protocolares. Tiene que tener poder, in-cluso poder de policía, con capacidad de implementar decisiones a nivel re-gional. Eso hoy no está sucediendo, y nos hace inevitablemente mirar haciaBrasil para entender por qué no avanzamos en esa dirección.

El largamente esperado Banco del Sur, que tanta expectativa generó haceunos años, sigue sin concretarse debido a la falta de voluntad política delprincipal país de la región. Es necesario señalar que sería una herramientafundamental para cimentar la autonomía financiera regional, y alejar la per-versa influencia de los bancos privados de los países centrales, y su principal«guardaespaldas», el FMI.

Debemos señalarlo con claridad: no se puede tardar tanto tiempo para im-plementar cuestiones fundamentales para avanzar. La morosidad extraordi-naria es en sí misma un mensaje, en relación con el verdadero sistema deprioridades que rige en nuestra región, y en Brasil específicamente. El avan-ce ínfimo hacia la integración es la condena absoluta al subdesarrollo y a un

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lugar periférico en el escenario internacional. También, desde el escenariodel capitalismo global, nos miran como una fuente de colocación de capitalfinanciero. Ahora mismo, en este nuevo ciclo político argentino, la Argentinase oferta para recibir capital financiero internacional. Es básicamente la res-puesta local a la necesidad de los mercados centrales, semiparalizados desdeel punto de vista productivo, que necesitan colocar fondos, vista la tasa nulade interés predominante en el centro.

Una novedad, producto del estancamiento de los mercados en el centro, esque las multinacionales también empiezan a ver a América Latina como unlugar de generación de demanda para consumo: hay que seguir ampliandolos mercados, en el centro esto ha llegado a un límite, pero en la periferiacapitalista hay muchos consumidores nuevos que se pueden generar. La pre-gunta es si esos consumidores surgirán apoyados en ingresos que provengande fuentes de trabajo y producción estables, o de préstamos generosamenteotorgados desde los centros, para comprar también bienes producidos en loscentros. Esta segunda vía ya se ha mostrado insostenible en nuestra región.

Por el lado de la producción ha habido un triunfo histórico de las corpora-ciones globales en los procesos de acumulación capitalista mundial desde losaños 80. Lograron recomponer la tasa de ganancia en forma extraordinariaen el proceso de producción a costa de una sensible desmejora en la distribu-ción global de la riqueza. La discrepancia entre la enorme capacidad de pro-ducción de riqueza del sistema, y el bajo crecimiento del ingreso del mercadode consumidores, lo empezaron a resolver creando ocasionalmente mercadosde consumo en distintos lugares del mundo. En algunos casos, estos fenóme-nos de consumo exacerbado son ficticios, porque están sostenidos con crédi-tos que luego no pueden ser devueltos. Esto es un problema permanente quese refleja en la reiteración de burbujas financieras en el capitalismo central.

La base de esta volatilidad financiera permanente, entre otros factores, esque se está sosteniendo el consumo con un consumidor de pies de barro, queen realidad no tiene ingresos genuinos para solventar sus gastos, sino quebásicamente se los inventa –transitoriamente– a través del crédito. Digo estoporque nosotros, nuestra región, aparece en ese panorama también cumplien-do una función complementaria de las necesidades del capitalismo central.Exactamente eso ocurrió en la Argentina de los 90; recibimos abundante cré-dito para consumir bienes de los países centrales. Por qué se produce eseefecto: por la apreciación cambiaria, combinada con políticas desregulato-rias de las importaciones. ¿Hasta dónde continúan esos procesos? Hasta quela economía estalla. Como nuestros Estados son débiles, están penetrados

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por los lobbies privados, y no tienen capacidad de previsión, y nuestras bur-guesías están adaptadas a las necesidades de los capitalismos centrales; elresultado es en que se desemboca en crisis como la ocurrida en la Argentinaen 2001. No hay capacidad estatal, ni hay interés privado en regular ese pro-ceso que es básicamente la necesidad del capital central de continuar su ciclode acumulación a costa de la periferia. Si bien la inconsistencia macroeconó-mica es global, estalla en la periferia, y por lo tanto contribuye a perpetuar lapostración de las economías atrasadas. También en relación con estas ace-chanzas globales, no hemos sido capaces de forjar una unidad «defensiva»latinoamericana o al menos mercosuriana. Nos cuesta enormemente coor-dinar acciones en el escenario global en relación con cuestiones acuciantes,como por ejemplo las relaciones de intercambio con China, los tratados delibre comercio que nos propones la UE, etcétera.

¿Cuál era la defensa que teníamos los países latinoamericanos frente a unaeconomía como la China, que trabaja con costos bajísimos para los estánda-res de América Latina?

Una herramienta protectiva que nos permite el actual sistema económicointernacional es sostener que China no es una economía de mercado, quetiene los precios muy «distorsionados» por la acción del Estado y que, por lotanto, tenemos derecho a aplicarles altos aranceles, porque los precios de losproductos chinos no son «normales».

¿Qué hizo América Latina y específicamente el MERCOSUR frente al desafíocomercial y productivo chino?

China ha solicitado que le reconozcamos el carácter de «economía de mer-cado», para quedar a salvo de las restricciones comerciales que legalmente sele pueden aplicar. Sin embargo, el MERCOSUR, sus integrantes, uno tras uno,aceptaron por separado los requerimientos chinos. Ciertamente, China es ungran comprador, casi fundamental, de productos primarios para América La-tina. Pero nos desarmamos desde el punto de vista industrial, permitiendo elingreso sin grandes limitaciones de productos chinos arriesgando los logrosde décadas de dificultosa industrialización. Las evidentes y positivas afini-dades entre varios de los líderes regionales no alcanzaron para construir me-canismos institucionales que vayan consolidando una auténtica integración,no sólo económica, sino también política.

El MERCOSUR no tuvo ni tiene una política unificada. Nos paramos frente atemas relevantes de la agenda económica internacional como países sueltos,apenas vinculados por una cuestión geográfica. Seguimos careciendo de al-gún tipo de estrategia colectiva en relación con el resto del mundo, en el

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sentido de estar parados de una forma más inteligente y sofisticada.Finalmente, una cuestión decisiva: si algo sintetiza y expresa las prioridades

políticas de las dirigencias económicas, pero también a las dirigencias políticaslatinoamericanas, es lo que nuestra región invierte en ciencia y tecnología.

El campeón latinoamericano, Brasil, supera apenas el 1% del PBI en gasto eninvestigación y desarrollo. Argentina, con un esfuerzo exclusivamente estatal,se acerca al 0,8% del PBI. El resto de los países muestra porcentajes ínfimos derecursos dedicados a esta cuestión clave para el desarrollo. El panorama esfrancamente desolador, porque revela que, indirectamente, está aceptada comoun dato de la realidad la ausencia latinoamericana del campo de la producciónde conocimiento, con lo cual nos condenamos en forma permanente a una rela-ción de dependencia y subordinación tecnológica al resto del mundo.

El 0,8% del PBI en el caso argentino, el 1% en el caso de Brasil no alcanzan nosólo a cerrar la brecha, sino a mantener un ritmo mínimo de progreso técnicopara que no se acreciente.

Para avanzar en serio, deberíamos estar arriba del 3% del PBI en ambos países,y coordinando los esfuerzos para no duplicar tareas e investigaciones. La idea dela creación de sinergias, de potenciarse mutuamente, debería ser natural en unaregión que declama, hace ya 25 años, su voluntad política de integrarse.

Si bien es poco lo logrado por gobiernos posneoliberales en materia de inte-gración, mucho peor es lo esperable por parte de gobiernos neoliberales. Por loque observamos en cuanto a su orden de preferencias, la idea de integrarse enforma separada, pasiva y subordinada al orden global es el centro de su visiónestratégica. No casualmente desde los centros hegemónicos se ha insistido tan-to en el modelo chileno, que es la cristalización del subdesarrollo periférico,con estabilidad macroeconómica y hegemonía indisputada del capital local yextranjero, expresada en un sistema bipartidista sin opciones alternativas reales.

En ese sentido, es evidente que las clases dominantes latinoamericanas estánasumiendo cada vez con mayor claridad un papel de portadores locales de laglobalización. Son los responsables de ejecutar en el plano local la conexióncon el sistema económico mundial, liderado por las grandes corporaciones y elcapital financiero internacional.

Uno de los tópicos característicos de estos sectores sociales es una desactua-lizada mirada del orden global, que consiste en concebir como «las mecas» delprogreso material y cultural a Estados Unidos y la Unión Europea.

Sin embargo, en las actuales condiciones del capitalismo global, EstadosUnidos y la Unión Europea tienen muy poco para ofrecer a América Latina.

Pensemos, por ejemplo, cuando se produjo el rechazo al acuerdo del ALCA

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hace diez años. Lo que nos podemos preguntar es por qué Estados Unidos «nose compró» a América Latina, por qué Estados Unidos no desplegó un «fondopanamericano de ayuda» por 300.000 millones de dólares, que para EstadosUnidos no es un esfuerzo significativo (básicamente, imprimen los billetes). Elpresidente Bush podía haber venido a la región y proclamar: «proponemos una‘alianza para el progreso plus’, nosotros los ayudamos con obras públicas, coninfraestructura». Sin embargo, dejaron ese espacio para el avance de China, ysólo piden que abramos nuestros mercados a sus productos y capitales.

¿Por qué no avanzó el tratado de libre comercio que se viene negociandohace ya varios años con la Unión Europea? Porque no ofrecen nada relevante,y piden un importante sacrificio productivo para nuestra región. Lo lamentablees que, a pesar de lo inequitativo del acuerdo propuesto por los europeos, esposible que el MERCOSUR lo termine firmando igual, si logran la hegemonía go-biernos neoliberales, con fuerte presencia de las burguesías latinoamericanas.

Un punto crucial es la gran liviandad de las ilusiones que tienen los sectoresdominantes latinoamericanos sobre con qué potencias se van a ir a integrar y lopoco que tienen para ofrecerles a las amplias mayorías latinoamericanas.

Si a eso se le suma la condición de extrema fragilidad del sistema financierointernacional –cualquier noticia económica, militar y hasta alguna catástrofeecológica puede llevar a un nuevo derrumbe financiero internacional– todo eldiscurso profusamente difundido por think tanks, universidades y medios decomunicación globales, no alcanzará para tapar las evidentes dificultades porlas que atraviesa esta etapa del capitalismo.

El orden internacional no es tan sólido como para aceptar como irreversibleuna situación de permanente subordinación de la región latinoamericana. Loscentros tradicionales a los que Latinoamérica se asoció pasivamente tienenpoco para ofrecer y están en una situación precaria.

Es decir, a pesar de la ausencia de un liderazgo claro hacia la integración ennuestra región, el proyecto alternativo, el de la conexión desintegrada en la«globalización», tiene muy poco para ofrecer a las grandes mayorías latinoa-mericanas. Las recientes experiencias populares de gobierno, con sus logrosy limitaciones, fortalecieron política, económica y socialmente la región ysuperaron en parte la postración que generaron los ciclos neoliberales pre-vios. Un eventual nuevo ciclo neoliberal nos encuentra en mejores condicio-nes para entrar en disputas con las retrógradas recetas neoliberales.

Será necesario recuperar esas experiencias, estudiarlas, criticarlas y pro-fundizarlas, para construir los nuevos liderazgos sociales y políticos que re-clama el desarrollo de América Latina.

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