Instrumentos musicales en la Antigua Grecia por Joel Torres.

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Arte griego Joel Torres Trejo 1º Historia del Arte, A-3 01/01/2013 Los instrumentos de la Antigua Grecia

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Estudio sobre los instrumentos musicales que utilizaban los griegos antiguos y su representación en las artes figurativas.

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Arte griego

Joel Torres Trejo

1º Historia del Arte, A-3

01/01/2013

Los instrumentos de la Antigua Grecia

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Los instrumentos de la Antigua Grecia

Introducción. La voz y la música coral………………………………………………2

Las familias de instrumentos……………………………………………………………3

Los cordófonos. ………………………………………………………………………………..3

Liras……………………………………………………………………………………………………………………..3

Arpas……………………………………………………………………………………………………………………5

Cordófonos por punteo………………………………………………………………………………………...6

Los areófonos……………………………………………………………………………………6

Aulós…………………………………………………………………………………………………………………….6

Flautas………………………………………………………………………………………………………………….8

Instrumentos de boquilla……………………………………………………………………………………..10

Idiófonos y membranófonos, Los instrumentos de percusión………….11

Membranófonos…………………………………………………………………………………………………..11

Idiófonos……………………………………………………………………………………………………………..12

Más allá de la música. Los instrumentos de uso extramusical………….12

Bibliografía………………………………………………………………………………………13

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LOS INSTRUMENTOS DE LA ANTIGUA GRECIA

Introducción. La voz y la música coral.

La música griega fue esencialmente vocal y, aunque se sirvió de instrumentos, éstos siempre se sirvieron de una concepción “cantable” incluso en las partes exclusivamente instrumentales, por lo que estos instrumentos aparecerán ligados a la voz (ausencia de polifonías, escasa atención por las voces extremas, etc.), y cuando se aparten de ella será para reproducir melodías vocales. Esta concepción de la música (instrumental) como afín a la música vocal se deberá a la estrecha relación que se estableció entre poesía y música, la cual asumió siempre una posición de subordinación ante aquella. Este principio se mantendrá hasta la Roma Imperial, en la que el virtuosismo alejará la música instrumental de la vocal. Así, la voz (phoné) y el canto (odé) tuvieron siempre prioridad sobre la práctica meramente instrumental, pero ello no significa que los griegos prestaran una atención particular a la educación del órgano vocal, sino más bien al contrario. Fue la concepción del canto como una actividad espontánea para todos lo que, precisamente, propició un marco en el que esta actividad preponderaría sobre la práctica instrumental. La técnica del canto no contó con la atención de los griegos hasta la época helenística, pues hasta entonces no encontramos nada que pueda compararse a una escuela o método de canto. Es entonces cuando encontramos los primeros términos que refieren características concretas de la voz; como por ejemplo la flexibilidad (eukampsía) o la potencia (ischýs), aunque precisamente éstas (como muchas otras) fueron concebidas como dones naturales y no como resultado de una experiencia técnica. Cada tipo de voz distinguía entre tres registros (tópoi phonés): agudo, medio y grave. El registro que con más frecuencia se utilizaba era el registro medio, pues era su interpretación la más asequible para una población no especialmente educada en dicho arte. Por lo general, el canto coral (chordía) era interpretado bien por hombres adultos, bien por mujeres o bien por niños, y siempre al unísono (homophonía), sin mostrar interés alguno por el desarrollo de las voces extremas. No obstante, en las pocas ocasiones en las que hombres y mujeres cantaban juntos lo hacían con una diferencia de octava entre una voz y otra, produciéndose la llamada antiphonía.

Todo lo referido respecto a la música coral griega no resulta algo azaroso ni irrelevante, sino que nos permite conocer algunos de los aspectos que de la música apreciaban los griegos. Serán todas estas pautas las que dominarán la vida y el gusto musical, quedando el aspecto instrumental claramente subyugado a ellas.

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Las familias de instrumentos.

Si bien en la Antigua Grecia existió un número importante de instrumentos, dos fueron las familias de instrumentos consideradas como “nacionales”, incluso a pesar del origen oriental de muchos de éstos. Estos instrumentos formaban parte de la cotidianidad de la vida en Grecia, entrando en casi todas las casas y convivían en un marco compuesto, además, por un gran número de instrumentos procedentes todos ellos del extranjero.

Grecia conoció las familias de instrumentos de los cordófonos por punteo, aerófonos, idiófonos y membranófonos, que, en términos más coloquiales, podemos denominar de cuerda, de viento y de percusión. Habría que señalar la ausencia de algunas de las familias, como la de los instrumentos de cuerda percutida o los de cuerda frotada. Los predecesores más antiguos de algunos de estos instrumentos datan su difusión ya en el segundo milenio a.C. A pesar de ello, la artesanía y realización de instrumentos nunca alcanzó la precisión e importancia que más tarde exigirían los romanos. El artesano (aulopoiós) se limitaba a reproducir viejos modelos sin demasiada fantasía por su parte. En este sentido, parece que los instrumentos griegos quedaran obsoletos desde un plano técnico si los comparamos con instrumentos mucho más complejos e ingeniosos que se dieron en otras civilizaciones de la Antigüedad, como la de Egipto o China, sobretodo.

Los cordófonos. Liras y arpas

La familia de los instrumentos de cuerda (entatá órgana) podía dividirse, a su vez, en la familia de las liras, de las arpas y otros cordófonos por punteo que se conocerían en época helenística.

El primer grupo, el de las liras, fue sin duda el más difundido e importante. De entre todos ellos destaca el más antiguo de todos que, en contraposición a todos los demás instrumentos de la familia, característicos de los pueblos bárbaros, éste se incluía en los llamados instrumentos “nacionales”. Se trata de la phórminx, de la que tenemos testimonios desde el siglo VIII a.C (vasos geométricos tardíos). Es por eso que se la conoce como la lira homérica. Estaba compuesto por entre 2 y 6 cuerdas, aunque generalmente eran 4, dispuesta en una caja armónica de forma redondeada hasta un tavesaño horizontal que unía sendos brazos que salían del cuerpo del instrumento. Algunos autores consideran el término homérico kítharis como el nombre de otro instrumento similar a este phórminx. Es muy similar a la lira siria, muy difundida en Asia Menor.

Phórminx primitivo

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En el siglo siguiente, se le atribuyen tanto a Terpandro de Antisa como a su discípulo Capión algunos de los cambios introducidos a este phórminx primitivo. Cambios que desembocaron en el instrumento clásico por excelencia de la música griega: la kithára. Éste fue de todos los instrumentos de cuerda conocidos en Grecia el más grande, con una amplia y pesada caja de resonancia, con un fondo plano (a diferencia del phórminx), dos robustos brazos, en general embellecidos con adornos, y un travesaño que se

fijaba a los brazos mediante dos tornillos. El número de cuerdas experimentó un aumento con el paso de

los años, pasando de las 7 cuerdas hasta un máximo de 18. Todas ellas de la misma longitud pero diferente tensión y espesor. En la ejecución, el instrumento se disponía contra la parte izquierda del tórax, de lado y suspendido mediante una cinta fijada en la caja armónica, en la que se ponía la mano izquierda. El dominio de este instrumento exigía una técnica considerable y consumada, frente otros instrumentos del panorama cuya ejecución se tornaba más ligera. La kithára era el instrumento del dios Apolo, por lo que se le reservaban las ocasiones más importantes y quedaba restringido para las interpretaciones más solemnes. Una variante de esta kithára, algo más pequeña y con el fondo arqueado (más similar al phórminx) es la kithára de cuna, utilizada sobre todo por las mujeres (como se observa en numerosas pinturas domésticas). Las cuerdas de ésta parecen ser algo más cortas que las de la kithára normal, por lo que el registro era más agudo, lo que se conformaba con el uso prevalente femenino.

Junto con éste, otro instrumento se difundió durante el siglo VII a.C, la propia lyra, que da nombre a todo este grupo de cordófonos. Se trata de un instrumento más pequeño, acompañado de un carácter más ligero y un uso corriente, sobre todo entre escolares. Era éste un instrumento que podía ser tocado por todo el mundo, debido a la sencillez de la técnica, que era enseñada en las escuelas. La caja de resonancia la formaba un caparazón de tortuga (por lo que se le denominaba también chelys) o por

Representación de una kithára de cuna en la pintura de vasos

Escultura de Apolo con su “kithára”, museo de Pérgamo

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Lyra o chelys

Representación de una mujer tocando el trígonon o el psaltérion

una estructura de madera ligera estriada recubierta de piel bovina tendida sobre la parte abierta. La principal diferencia respecto a los instrumentos anteriores era la estructura que hacía de éste un instrumento mucho más ligero. Los brazos, que en principio eran cuernos de animal y más tarde de madera estriada, eran más finos que los de la kithára, por lo que la sonoridad debía ser menor. Durante la mayor parte de su vida, mantuvo las 7 cuerdas reglamentarias,

por lo que éstas son conocidas como lyra hetátonos. Sabemos que fue en el s. V cuando estos instrumentos se

construían ya en madera gracias a las diferencias de las pinturas y relieves de la época arcaica y clásica, además de la curvatura de los brazos. Las distintas formas que este instrumento podía presentar no afectaban a la identidad sustancial del mismo, sino que se relacionaban directamente con el uso. De esta forma algunas de las variantes (meramente estéticas) de este instrumento podrían referirse términos como spadix o klepsíambos. En época helenística sí que se conoció un instrumento que, a pesar de pertenecer a la misma familia, era esencialmente distinto. Se trata de la kínyra o lira hebrea, la cual podía tener entre 3 y 10 cuerdas.

El último de los instrumentos del grupo de las liras es el bárbitos o bárbiton, de orden frigio. Su caja de resonancia era más bien pequeñas, similar a la de la lyra, pero sus brazos era bastante más largos (por lo que su registro debería ser más grave), con forma de “J” invertida. Para su ejecución, que no se realizaba con los dedos, se utilizaba el pelctro. Lo que más caracterizaba al bárbiton es su uso, pues se trataba de un instrumento dionisíaco cuyo uso se reservaba para banquetes y festines. Su uso perduró hasta época bizantina. Todos estos instrumentos podían tocarse con el pelctro, pieza de madera, hueso o marfil con la que se “rasgueaban” las cuerdas, consiguiendo una sonoridad más rítmica y seca.

El segundo gran grupo de cordófonos, el de las arpas, comienza a aparecer en época pre-helénica aunque de forma esporádica. Será a partir del clasicismo

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Monóchordon o kanón

(siglo V) cuando su expansión llegue hasta la Magna Grecia y colonia del Asia Menor. Se trata de arpas de origen oriental o, en menor número, egipcio. La principal diferencia con las liras es su forma angulada. Además, a diferencia de ésta, la estructura de madera abarcaba solamente los dos lados del ángulo, quedando abierta más allá de la última cuerda. El lado más grande era rico en decorados y estaba vacío por el interior para hacer las veces de caja de resonancia. Durante la ejecución, era este lado el que se apoyaba en el hombro del ejecutante, mientras que el lado opuesto se mantenía sobre sus piernas. Aunque, bien es verdad, podían darse otras posiciones atendiendo al tipo de arpa. Todas las arpas se tocaban pinzando las cuerdas con los dedos, nunca se utilizaba el pelctro, y eran instrumentos propios de las muchachas y mujeres de elevada condición social. Encontramos, en primer lugar, la mágadis, instrumento de origen ligio de veinte cuerdas. Con la mano derecha se tañían las cuerdas graves y con la izquierda las agudas. Otro instrumento de este grupo es el psaltérion de origen babilónico y con gran número de cuerdas. Muy similar a éste es el trígonon, que recibía este nombre por su estructura cerrada y se desconoce si su origen es fenicio, sirio o egipcio.

En el grupo de las arpas podríamos incluir los laúdes, que nunca tuvieron gran importancia en el mundo griego, al menos hasta el s. IV a.C. Eran importados de Oriente y allí si disfrutaban de una mayor difusión. Su caja armónica era más bien pequeña, tenía un mango largo y tres cuerdas.

Finalmente, a la familia de las liras y las arpas, habría que añadir un último grupo de cordófonos por punteo que comprendería instrumentos no tan conocidos. Estos corresponderían a las modernas cítaras de mesa. Algunos de éstos son el simímkeion de 35 cuerdas, el epigóneion de 40 y el kanón o monóchordon. De las dos primeras, lamentablemente, no se conserva ningún tipo de representación, pero no así del kanón. Éste consistía en una pequeña caja de resonancia sobre la que se hallaba en tensión una cuerda entre dos puentes fijo, mientras que un tercero, móvil, podía desplazarse de un extremo de la cuerda al otro, dividiendo esta en dos secciones. Este instrumento, aunque careció de importancia desde un punto de vista interpretativo, es relevante en el campo científico, pues a partir de él se pudieron determinar las relaciones entre dos sonidos, los intervalos.

Los areófonos. Aulós, flautas e instrumentos de boquilla

También entre los instrumentos de viento una familia destaca por encima del resto: los aulói. Este término, usado de manera genérica, podía llegar a servir para cualquier

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Pintura de un auleta

Relieve de Dionisos con un aulós

instrumento de viento, pero de forma específica se utiliza para referir una especie de pífano u oboe doble. Los pocos aulói encontrados no conservan la boquilla lo imposibilita conocer si el instrumento era de lengüeta doble o simple. Probablemente, se trate de un sucesor del antiguo halilu mesopotámico, al que habría que añadirle las modificaciones experimentadas por los pueblos del Asia Menor. Podía ser de madera, huerso, marfil o incluso metal, aunque los más primitivos debieron de ser de caña. El aulós era casi siempre doble, constando cada uno de los pífanos de un tubo delgado, de forma cilíndrica, con una parte más gruesa en el extremo superior, el holmos. En él se aplicaba una boquilla en forma de pico provista de lengüetas. Los instrumentos más sonoros tenían las lengüetas más grandes o bien era de un material distinto. En su ejecución, el intérprete se ayudaba de la phorbeiá para obtener una mayor energía en el soplo. La phorbeiá era una correa de cuero que daba la vuelta desde la boca del ejecutante alrededor de la nuca, recubriendo las mejillas. El timbre de este instrumento debía ser más bien estridente, utilizado durante marchas y cantos militares. Los más importantes solían ser los lidios, seguidos por los frigios o élymoi, con una caña recta y más corta y la otra más larga. Los aulói podían ser de diferentes medidas atendiendo a las voces a las que debían acompañar.

Hasta época clásica el aulós tuvo cuatro agujeros por cada caña, de forma que a cada agujero le correspondía un dedo y los pulgares quedaban para sostener el instrumento. Más tarde, el número de agujeros aumentó hasta 15 por caña. Además, el aulós permitía alcanzar sonidos más agudos (armónicos) a través de la impostación y mediante saltos de quintas (debido a su pequeño tamaño, los mayores y de caña más ancha podían realizar saltos de octavas). Respecto a este instrumento, destaca el nombre de Prónomo de Tebas, así como el de sus discípulos, encargados todos de la aplicación de unos anillos metálicos colocados en torno al tubo sonoro, correspondiendo con los agujeros; sobre dichos anillos se practicaba un agujero el cuál se podía cerrar

totalmente o solamente en parte, obteniendo así el intervalo deseado.

Este instrumento se oponía a la kithára, pues si bien éste era el instrumento de Apolo

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Representación de dos photinx

Escultura de Pan persiguiendo a Siringe

por excelencia, el aulós era el de Dionisos, de carácter festivo y orgiástico, lo que revela la conciencia griega respecto al dualismo entre “ate apolíneo” y “arte dionisíaco”. De esta forma, los citaristas gozaban de una mayor consideración entre los ciudadanos que los aulistas, presentes en el mundo de los más humildes trabajadores y la vida cotidiana (fiestas, danzas, etc.). Esto fue así hasta que en el s. VII a.C aparece la figura del auleta frigio Olimpo, símbolo de unión entre la música griega y la asiática. Así, poco a poco los auletas empezaron asumiendo una importante función como acompañante de cantores de poesía elegíaca y yámbica, hasta extender su utilización a las competiciones píticas y el gran drama clásico. Todo ello propició el desarrollo de distintos tipos de aulói, atendiendo a la finalidad. Así, tenemos testimonios del pythaulós y el choraulós que, como puede deducirse de sus nombres, estaban destinados a los Juego píticos y al acompañamiento de un coro, respectivamente. Similar a este último era el physálli, que era empleado en la danza coral. Junto a éstos, encontramos muchos otros como el mónaulos o monokálamos, de una sola coña y muy común entre los egipcios; el gingras o ginglárion, pequeño aulós de origen fenicio y sonido quejumbroso; el níglaros, de sonidos agudos y utilizado para marcar el ritmo a los remeros y el tonario, que servía para dar el tono a los cantantes y también a los oradores, por lo que tuvo gran aceptación en las escuelas de retórica. Cualquier tipo de composición que requiera el uso de alguno de estos instrumentos recibe el nombre de áulema.

Más allá del aulós, encontramos entre los aerófonos la familia de las flautas. Ignoramos si los griegos conocían o no la flauta travesera, aunque la existencia de una auténtica flauta travesera entre romanos y etruscos argumentaba a favor de la presencia de dicho instrumento en el mundo helénico, que recibiría el nombre de photinx.

Sí que conocemos la existencia de flautas verticales, de entre las que destaca la syrinx, el más típico de los instrumentos de este grupo. Este instrumento antiquísimo es el instrumento de los pastores por excelencia, por lo que nunca tuvo gran relevancia en la música artística y que por aquel entonces podríamos considerar “culta”. Estaba compuesto por una serie de cañas, generalmente siete, de diferente longitud, por lo que cada una de ellas producía un

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Syrinx polykalamós

Representación de un hydráulis en un mosaico romano

sonido único. Se disponían sólidamente unidas entre ellas, adquiriendo el instrumento una forma trapezoidal, con los extremos inferiores tapados con cera, esto último solo cuando todas la cañas medían lo mismo y era necesario alterar las medidas de las mismas para obtener diferentes sonidos. Eran muchos los materiales que podían utilizarse en su realización; desde madera hasta arcilla, pasando por el hueso y el metal, incluso podían ser de una sustancia resinosa y translúcida. Su timbre era vibrante pero dulce y su registro, sin duda, muy agudo (debido sobre todo a que las cañas eran más bien cerradas). Este instrumento procede de Siria, lo que no impide que la formación de un mito en Grecia que atribuya su invención a Hermes y su utilización a Pan. Más tarde, Ovidio hará de Siringe una ninfa transformada en caña

para huir del amor de Pan.

Este instrumento despertó la curiosidad de muchos de los estudiosos y, posteriormente, nacerá de él el órgano. Estos estudiosos, además, separaron las cañas del syrinx, dando lugar a un nuevo instrumento, la syrinx monokalamós, que comprende de tan solo una de las cañas del syrinx común, siendo la auténtica flauta vertical de la antigüedad. Con el tiempo este syrinx monokalamós era tan común pasó a denominarse syrinx a secas, mientras que el original pasaba a llamarse syrinx polykalamós.

El syrinx monokalamós, como ya ocurría con el monochórdon o kanón, funcionaba más como objeto y

herramienta de estudio que como verdadero instrumento musical, quedando su utilización limitada a los gabinetes. Tanto fue así, que durante la época imperial monochórdon y kanón eran términos igualmente válidos para designar el syrinx monokalamós.

Más tarde aparecerán testimonios de la existencia del antepasado de la antigua cornamusa, el askaulós, que debió de existir en el límite cronológico del mundo helénico. Muy similar a la gaita, este instrumento consistía en un odre de piel en el que se disponían dos aulói y un tubo corto para posibilitar la entrada de aire. El intérprete se colocaría el odre bajo el brazo inquierdo comprimiéndolo con el codo, logrando conseguir una gran continuidad en el sonido. El odre podía ser de piel (los más grandes) o de vejiga de buey (los más pequeños). El

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Pintura de un hoplita con un sálpinx

efecto sonoro sería muy similar al de la gaita moderna, utilizando un aulós para el canto y el otro para sostener una nota o bordón.

Con el tiempo, y como evolución final del askaulós y el syrinx, Ctesibio de Alejandría desarrolla el órgano a mitad del siglo III a.C, momento de máximo auge de la ingeniería helenística. Encontró una forma de hacer vibrar el aire a través de grandes tubos sonoros sin intervención alguna de los pulmones del ejecutante, que se limitaba a accionar un sistema de palancas, pronto transformado en teclado. Estas teclas eran pulsadas con el puño y con cierta energía, debido a su gran tamaño. Además, el instrumento contaba con una serie de dispositivos, similares a los registros modernos, que accionaban o excluían una serie entera de tubos. En griego recibía el nombre de hydráulis o hydráulos, pues el sistema cuyo desarrollo se le atribuye a Ctesibio consistía en obtener la presión necesaria para hacer vibrar los tubos por medio de un compresor hidráulico y una serie de pistones. Esta estructura estaba contenida en una caja alta y estrecha a cuyos lados se colocaban dos bombas. Encima de esta caja se levantaban los tubos en dos o más filas, los cuales eran de distinta longitud unos de otros. Los tubos podían ser de madera, bronce o cualquier otro metal y, además de por su longitud, también se diferenciaban entre ellos por el diámetro, por la presencia o ausencia de la lengüeta y por la extremidad abierta o cerrada. Su timbre debía ser sonoro y penetrante, y de una considerable potencia si se compara con el resto de instrumentos con lo que convivía. Estas series de tubos permitían obtener sonidos variados por su altura, perteneciendo a escalas diferentes. Considerado como el instrumento hedonista por excelencia, se utilizaría más tarde por todo el Imperio Romano, tanto en el ámbito privado como público (teatro y circo).

Los últimos aerófonos lo forman los instrumentos de boquilla. De entre todos ellos, destaca el sálpinx, trompa recta que podía ser de bronce, mafil, o hierro, principalmente. Estaba constituido por un largo tubo rigurosamente cilíndrico, dividido en secciones unidas por anillos metálicos, que terminaba en forma abierta de campana (kódon). La boquilla (glotta ostíne) formaba una pieza única con el tubo y era originalmente de bronce, aunque más tarde se realizase en marfil o materia córnea. Su finalidad respondía a ocasiones de índole militar o civil (tocado por heraldos en las guerras, en los juegos y en ciertas ceremonias religiosas y políticas). En su ejecución se empleaba la phorbeiá y su timbre debía de ser áspero y estridente.

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Pintura de un tritón con una caracola kóchlos

Týmpanon visto desde atrás

Otro de los instrumentos de boquilla era el keras, mucho menos difundido, el cual se corresponde con un cuerno bastante primitivo. No fue común en Oriente Medio, salvo quizás en el mundo hitita. Si bien en su origen se obtuvo directamente de cuernos de buey; más tarde fue de bronce o de algún otro metal, aunque a veces podía ir recubierto de un cuerno auténtico. El tubo tenía una forma semicircular sin una campana claramente diferenciada, su diámetro, más bien pequeño, crecía gradualmente dando lugar a un cono alargado. Su sonido sería más dulce y opaco que el del sálpinx y su registro más agudo.

La chnoué era un instrumento de origen egipcio similar a la trompa pero que respondía a una concepción musical más cantable gracias a sus mayores posibilidades musicales. Este instrumento exótico, que jamás llegó a sustituir al sálpinx, lo formaba un tubo sonoro considerablemente más largo.

Por último, podríamos incluir en esta familia de instrumentos de boquilla el kóchlos, instrumento hecho con una caracola que a menudo se representaba en manos de los tritones que imitaban los sonidos de los delfines y otros animales marinos.

Ideófonos y membranófonos. Los instrumentos de percusión

Los instrumentos de percusión, a pesar de su gran difusión por todo el territorio, nunca gozaron de gran importancia. El único de todos ellos que puede considerarse membranófono es el týmpanon, construido con una membrana como cuerpo vibrante.

Se trataba de un tambor con un diámetro de medio metro aproximadamente, sin cascabeles ni ningún

otro accesorio y con dos pieles muy cerca la una de la otra. Este instrumento, de posible origen mesopotámico, se tocaba sujetándolo con la mano izquierda manteniendo las pieles en posición vertical al tiempo que la mano derecha lo percutía. Era utilizado en los cultos orgiásticos de Dionisos y Cibeles y su uso estaba reservado casi de forma exclusiva a las mujeres, de forma que permaneció ignorado en el mabiente militar.

Más importantes fueron, por su parte, instrumentos

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Relieve cuya figura central calza sobre su pie izquierdo un kroúpalon

Séistron

del grupo de los idiófonos, como los llamados krótala, especie de castañuelas, procedentes de Egipto, cuyo tamaño podía variar ente 10 y 30 centímetros. Se sujetaban con una sola mano y son muchas las veces que aparecen representadas en manos de bailarinas, pues eran parte esencial de su equipo profesional, por lo que no solo fueron utilizados en ámbitos dionisíacos, sino en todo tipo de danzas.

Un extraño instrumento surge de la aplicación de los krótala al calzado, el kroúpalon o kroupézion (scabellum en época

romana), del que se servían bailarinas, cantantes y coreutas para marcar el pulso de la música. Tuvo gran difusión en el teatro. No se conoce nada parecido en otras culturas de la Antigüedad, por lo que se cree que este instrumento responde a la necesidad de disponer de un instrumento que marcara los tiempos fuertes (théseis), ya que la lengua

griega, al no poseer acento intensivo, no podía ofrecer ninguna indicación coral en este sentido.

Los kýmbala, por su parte, eran unos pequeños platos metálicos utilizados a pares y percutidos el uno contra el otro con las manos. Muy común entre los hititas y los asirios, fueron empleado en el culto a Dionisos y a la Gran Madre de los Dioses. De la misa forma, cuando se difundió el culto a Isis en época helenística empezaron a utilizarse distintos tipos de sistros (séistron), algunos capaces incluso de producir los diferentes sonidos de la escala.

Más allá de la música. Los instrumentos de uso extramusical.

Se puede, además, recordar algunos otros idiófonos de uso extramusical, como el kodon, un cencerro grande y sonoro que llevaban las patrullas de ronda, utilizado igualmente en la ganadería. También el rhopton, una campana con un mazo que se colocaba ante las puertas de las casas, el diskos, gran plato cirular de metal empleado para señalizaciones varias y, por último, el echéion, amplio caldero de bronce que se utilizaba en los teatros para hacer resonar las voces.

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Las nociones que de historia de la música en Grecia se tiene son insuficientes para llegar a conclusiones seguras, por lo que cualquier certeza resulta aún prematura. Así, nos encontramos en una casi total ignorancia a cerca de sus orígenes, que nacen de mitos fascinantes pero de difícil interpretación. Asimismo, la falta de noticias sobre las relaciones musicales de los griegos con los demás pueblos antiguos dificulta mucho esta labor. Habría que señalar también como los manuales teóricos han prescindido por completo de la práctica musical. No obstante, conocemos bastante bien los instrumentos de los que se servían en esta experiencia musical, expuestos todos ellos con anterioridad y agrupados en “familias” atendiendo a su funcionamiento.

Bibliografía.

HISTORIA Y CIVILIZACIÓN DE LOS GRIEGOS, Arte, religión y música (Volúmen VI), ICARIA, Barcelona, 1982

TRANCHEFORT, F. Los instrumentos musicales en el mundo. ALIANZA, Madrid, 1985

RANDEL, D. Diccionario Harvard de Música. ALIANZA, Madrid, 1986