Inglaterra victoriana: atmósfera clave en la... (con imágenes)

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Inglaterra victoriana: atmósfera clave en la conformación y asimilación de la figura vampírica Gabriela CÓRDOBA [email protected] Resumen Sucinto análisis sobre la constitución de noción del personaje vampírico en la Inglaterra Victoriana, elaborado a partir de una tarea comparativa entre diversas disciplinas (Religión, Sociedad, Política) que describen los inconvenientes que debieron afrontar los trabajadores de la Revolución Industrial, los cuales condicionan un marco perfecto para que coexista la creencia. Palabras clave: Vampiro, Vampirismo, Vampirología, Era Victoriana, Revolución Industrial, Muerte. Sumario 1.Introducción. 2. Desarrollo social bajo el auge de la Revolución Industrial. 2.2 Enfermedades industrializadas. 2.3 Muertes por envenenamiento. 2.4 Preciado tesoro: el souvenir de los fallecidos. 2.5 Los periódicos muestran a la muerte como un hecho frecuente. 3. Desarrollo del ideario mortuorio occidental. 4. Aspectos religiosos que confluyen en la estructuración de la imaginería vampírica victoriana. 4.1 El encuentro de la fe inglesa con las creencias celtas de Irlanda. 5. Leyes frente al acontecimiento de la muerte. 6. Conclusión. 7. Referencias Bibliográficas 1

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Inglaterra victoriana: atmósfera clave en la conformación y asimilación de

la figura vampírica

Gabriela CÓRDOBA

[email protected]

Resumen

Sucinto análisis sobre la constitución de noción del personaje vampírico en

la Inglaterra Victoriana, elaborado a partir de una tarea comparativa entre

diversas disciplinas (Religión, Sociedad, Política) que describen los

inconvenientes que debieron afrontar los trabajadores de la Revolución

Industrial, los cuales condicionan un marco perfecto para que coexista la

creencia.

Palabras clave: Vampiro, Vampirismo, Vampirología, Era Victoriana,

Revolución Industrial, Muerte.

Sumario 1.Introducción. 2. Desarrollo social bajo el auge de la Revolución

Industrial. 2.2 Enfermedades industrializadas. 2.3 Muertes por

envenenamiento. 2.4 Preciado tesoro: el souvenir de los fallecidos. 2.5 Los

periódicos muestran a la muerte como un hecho frecuente. 3. Desarrollo del

ideario mortuorio occidental. 4. Aspectos religiosos que confluyen en la

estructuración de la imaginería vampírica victoriana. 4.1 El encuentro de la

fe inglesa con las creencias celtas de Irlanda. 5. Leyes frente al

acontecimiento de la muerte. 6. Conclusión. 7. Referencias Bibliográficas

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1. Introducción

El plan que motiva este análisis consiste específicamente en abordar el

marco real sobre el cual la figura del vampiro toma significativa relevancia

durante el transcurso de finales del siglo XVIII y al avanzar el siglo XIX en

Inglaterra, en el periodo que comúnmente se ha denominado Era

Victoriana. Planteamos así someras enumeraciones del desempeño social,

político y religioso, además de algunos procedimientos (con probabilidad de

tasación) éticos que

coadyuvaron para

constituir los

basamentos de la

fiebre vampírica

desatada en la

sociedad victoriana.

Habiendo cotejado

los anteriores,

podemos arriesgar

que bajo tal

atmósfera

predispuesta, donde

la idea y el

sentimiento de muerte están adheridos al quehacer cotidiano, la aparición

redentora de un símbolo con la primordial característica de inmortalidad es

el resultado evidente de un afán casi innato por la perduración. De esto

también se desprende el por qué la imagen del vampiro continúa siendo, ya

instalados en el siglo XXI, próspera materia para elaboración y

cuestionamiento artístico, histórico y científico, inquebrantable (como

Una familia hacinada del East End londinense, recluida en una pieza de

diez metros cuadrados, siglo XIX. © Carmen Cortés.

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insustituible) exponente ficcional de la discusión que se plantea entre

supervivencia y desaparición humanas.

2. Desarrollo social bajo el auge de la Revolución Industrial

Los trabajadores del campo migraban voluntariamente a la Gran Ciudad,

donde –pensaban–, sus condiciones de vida mejorarían a través de la

obtención de un mejor poder adquisitivo. El auge de las nuevas industrias

textiles (lana, lino, algodón) y metalúrgicas (hierro), urgidas de mano de

obra económica y cercana, ofrecería aquello que el medio rural del

Medioevo afanosamente les negaba: vivienda, salarios dignos, educación

sistematizada y la opción de asequibles divertimentos urbanos.

Trabajadores en una fabrica de algodón esperan su turno para recibir un plato de sopa de pollo. Imagen de

dominio público.

El Parlamento inglés fomentaría este movimiento repulsivo del campo,

estableciendo la Ley de Cercado, la cual obligaba a los yeomen (los antiguos

pequeños propietarios del suelo agrícola) a rodear -cercar- las áreas

3

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cultivables, prados y pastos, para determinar en concreto, altos gravámenes

por el trabajo rural que en éstos acontecía.

Indudablemente, con esta ley gran cantidad de propietarios y trabajadores

campesinos se vieron sumidos en la pobreza. La oposición política no tardó

en pugnar su descontento, apelando a un principio ético de larga data en el

ánimo inglés: todos los hombres, sin ninguna distinción, tenían el derecho a

trabajar, siendo la misma sociedad la que garantizara gratuitamente las

necesidades

fundamentales: alimento,

vestido, educación y

entierro (demostración

evidente de la defensa de

lo que la Sociología ha

denominando universales

culturales).

Esta vez la resolución

parlamentaria ofreció la

Ley de Pobres para esa

creciente disconformidad

social. Las parroquias

serían las encargadas de

recaudar las subvenciones

que les aseguraban a los

más desprotegidos una

ayuda básica de subsistencia. Un mendrugo de pan les quedaba asegurado

de por vida tanto a desempleados como a asalariados con cobros mínimos.

Dispensario de la muerte, caricatura (1866), abierto a los pobres

gratis con permiso de la Parroqia. Imagen de dominio público.

Aunque, este paño de agua fría para los resentimientos de los trabajadores

de la agricultura, no tardó en viciarse. La corrupción surgió de la mano de

4

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aquellos propietarios contribuyentes que no cumplían con la subvención por

pobreza frente a los que sí realizaban sus aportes.

Luego de un tiempo, la implementación de la Segunda Ley de Pobres quitó

a las parroquias el control sobre estas recaudaciones para traspasarlas a las

casas de trabajo (Workhouses). Carlyle nos las describe:

Es un invento simple como todos los grandes inventos... Si los

pobres son reducidos a la miseria, su número disminuirá. Es un

secreto conocido por todos los que se dedican a exterminar

ratas.1

Un mendrugo de pan, el hacinamiento en estos nuevos asilos filantrópicos y

la desmesurada reorganización e implantación de tazas al trabajo agrícola,

contribuyeron a los grandes desplazamientos humanos que atestarían

Londres y las ciudades vecinas con entusiasta mano de obra.

2.1 Los conflictos del establecimiento en las urbes

La clase trabajadora, ahora aglomerada en las reducidas superficies urbanas

(formaban núcleos de hasta dos mil personas), estaba obteniendo derechos,

pero que de ningún modo mejorarían las precarias condiciones logradas en

las áreas rurales. Esta recién emergida proletarización inglesa tiene a su

alcance el trabajo y el hogar, aunque los costes por este progreso equivalgan

al menoscabo significativo de su dignidad humana.

Conocemos, a través de los registros históricos, los graves problemas que

han surgido a partir de la aglutinación humana en espacios reducidos.

Tanto en Europa occidental como central, al desarrollarse la Revolución

Industrial, las ciudades cambian sus dimensiones demográficas y espaciales,

1 SALINAS, Carmen, La Inglaterra victoriana, Madrid, Akal, 1994, p. 21.

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las formas y los paisajes. Es probable que convivieran, de este modo, en

verídica cercanía aspectos tan disímiles como un descontrol generalizado en

los ciclos de reproducción (elevada tasa de nacimientos) como una alta

mortandad durante los primeros años de vida.

Las máquinas de vapor, por un lado, embellecían y tornaban próspera a la

urbe y tan meritorios eran los resultados de la industrialización que se

ofrecían fastuosos balances mediante la organización de la Exposición

Universal.

No obstante, quienes hacían posible el Progreso, la clase trabajadora,

permanecía excluida y relegada a un tránsito mínimo sólo bajo el perímetro

de los barrios que ocupaban.

2.2 Enfermedades de

la industrialización

La vecindad de estos

barrios con las nuevas

industrias contribuía

a rápidos

colapsamientos en la

emergente

urbanización. Los

desechos sólidos y

líquidos, provenientes

del combustible

básico victoriano,

obtenido por la minería (el carbón), eran arrojados hacia la atmósfera como

también en los desagües.

El Padre Támesis introduce su descendencia (difteria, escrófula y cólera)

en los canales de Londres. Punch, julio 1858.

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Además, podemos pensar que en este medio en el que surgía la ciudad

industrial, la ineludible proximidad humana, los largos tiempos de

exposición al arduo trabajo y la ausencia total de reglamentaciones que

velaran por el saneamiento básico e higiene de los habitantes, llevarían a

importantes brotes de enfermedades. Leonardo J. Mata nos refiere:

El cólera hizo estragos en Inglaterra y otros países europeos a partir

de 1854. Con motivo de las epidemias en Londres, John Snow logra

vincular al cólera con el consumo de agua y alimentos contaminados

con excretas fecales. […]Las deplorables condiciones de salubridad

prevalecientes en la mayoría de las ciudades del mundo durante el

siglo XIX se deducen de varias narraciones de la época. La

convivencia íntima del ser humano con sus propias excretas era la

regla. Las ciudades (1850-1860) venían siendo azotadas por la

tifoidea, la disentería, el cólera y otras formas de diarrea, sobre las

cuales se intuía su origen "hídrico", esto es, del agua contaminada con

materia fecal.2

Mata añade que uno de los grandes causantes de las enfermedades

intestinales durante el siglo XIX, con consecuencias muchas veces

terminales, era el agua, ya que los bacilos provenían de las haces o los

vómitos de las personas infectadas que despedían sus deposiciones en los

desagües comunes a toda la ciudad, los mismos que se usaban para el aseo

cotidiano o la preparación de alimentos.

[…] El excremento se depositaba en los patios de todas las casas pues

no había cloacas; tampoco se disponía de lavamanos, y las letrinas, en

número de dos o tres [para toda la ciudad] estaban todas en las

2 MATA, Leonardo J., El cólera: historia, prevención y control, Costa Rica, EUNED, 1992, p. 7.

7

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mejores zonas de la ciudad. Era costumbre almacenar los

excrementos en grandes potes o bacines dentro de las casas [cuando

el frío dificultaba el defecar a campo abierto]; el contenido de los

recipientes era lanzado a la calle desde las ventanas de los pisos

superiores, junto con el grito preventivo "gardez l'eau" (¡cuidado con

el agua!). […]3

En un principio comercializada como remedio para la tuberculosis, laringitis y tos, la heroína luego

sustituyó a la morfina. Muchas veces fue usada sin discriminación. Imagen de dominio público.

Asimismo, otra enfermedad fulminante se esparcía entre las clases menos

favorecidas inglesas, la viruela; resultado quizás también derivado de la falta

de aseo personal. Como citan los estudios sobre su sintomatología, hasta la

total manifestación de las postulas, la enfermedad pasa desapercibida, sin

que el contexto por el cual deambula el enfermo note el alto grado de

contagio que conlleva. E Inglaterra también se infectó:

3 Op. Cit. p. 8.

8

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Ninguna otra enfermedad causó tantos desastres como la plaga. La

alta mortalidad de este periodo se debió a una combinación de

desórdenes incluyendo tuberculosis, disentería y tifus. Pero, después

de la desaparición de la plaga, la más temida y la más contagiosa de

todas las enfermedades de la época fue la viruela. Durante su

desarrollo las postulas despedían un olor desagradable y una vez que

cicatrizaban dejaban cicatrices permanentes, que desfiguraban

cualquier cara bonita. 4

2.3 Muertes por envenenamiento

En otro orden, el uso no reglado de químicos en las manufacturas proveyó

otro factor preponderante como causante de muerte. Tal es el caso del

antimonio y el arsénico (amén del uso en los famosos envenenamientos

infantiles para la obtención de seguros). Éste último utilizado

indiscriminadamente en la elaboración de empapelados. James C. Whorton

lo documenta, e indica que, siendo frecuentes los casos de difteria dados en

Londres, un médico fue llamado para que determinara los causales del

deceso de dos niños en una vivienda. Examinó la comida por la

probabilidad de haber sido adulterada, el lugar de trabajo de los tutores, en

caso de desempeñarse en sitios peligrosos como mataderos o plantas

químicas y el aspecto general del hogar, ya que hasta el pleno desarrollo de

la teoría de los gérmenes se suponía que enfermedades infecciosas como la

difteria se producían por la inhalación de tóxicos, aquellas atmósferas

"miasmáticas" eran generadas por basura, aguas residuales y otros materiales

orgánicos en descomposición (teoría a esta fecha obsoleta). De esta manera,

el funcionario público indagó el desagüe, la ventilación y la situación

4 HOULBROOKE, Ralph, "The age of decency: 1660-1760", En Death in England: an illustrated

history, Manchester, Manchester University Press, 1999, pp. 174 - 182.

9

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higiénica general de la vivienda. Sorprendido, no halló respuestas, ya que

las condiciones eran óptimas para la residencia y no había presencia de

indicativos de difteria. Abandonó la investigación, pero en un lapso corto

nuevas muertes de pequeños se produjeron en el mismo barrio. Agotando

todas las posibilidades, concluyó que el origen se encontraba en el

empapelado Scheele's green. 5

Fotografía de un niño muerto (lo indica el rosario que se ubica entre sus manos). Circa 1865.

Copyright desconocido.

Estos papeles verdes para paredes eran elaborados con pigmentos

entremezclados con arsénico. La utilización era generalizada, puesto que las

clases media y la menos pudiente lo utilizaban para adornar las habitaciones

de los infantes. La Revolución Industrial había permitido la fabricación

ilimitada de un elemento que en anteriores épocas significaba un lujo. A

finales del siglo XIX el uso de estos papeles fue prohibido en toda

5 WHORTON, James C., The arsenic century: how Victorian Britain was poisoned at home, work, and

play, New York, Oxford University Press, 2010. pp. 153 - 160.

10

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Inglaterra aunque sin poder resarcir los incontables decesos infantiles que

había provocado.

2.4 Preciado tesoro: el souvenir de los fallecidos

Lo antedicho nos sitúa frente a la imagen ineludible de la mortalidad

infanto-juvenil que atravesara los años intermedios de la Era Victoriana. La

familia del trabajador industrial era numerosa: cuatro o cinco hijos. Si la

enfermedad arribaba y se producía la muerte de uno (aunque posiblemente

más) de los integrantes menores, poco era el tiempo de convivencia con el

infante. Los daguerrotipos contribuían al recuerdo de esa conformación

familiar.

Desde la década de 1840, los retratos post mortem se volvieron frecuentes

entre parientes que habían sufrido la pérdida de algún niño o adulto. Estas

fotos no solamente son importantes hoy debido a su valor histórico como

registros de época, sino por el esmero que conllevaba realizarlas, ya que

luego de uno o dos días de transcurrida la muerte, la cara del fallecido

modificaba su apariencia totalmente.

En cuanto a la defunción temprana de niños, podemos observar claros

registros en las cartes-de-visite de la época. Sobre éstas nos acota Carol

Richard:

A veces, los niños sucumbieron a la enfermedad, incluso antes de su

primera visita al estudio del fotógrafo. Para preservar su recuerdo, en

los retratos post mortem se tomaban el cuerpo del niño haciéndolo

pasar por dormido. En raras ocasiones, el niño muerto se fotografiaba

en los brazos de su madre. Aunque este tipo de imágenes pueda

parecer hoy macabro, en el siglo XIX ofrecían un recordatorio

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tangible y reconfortante de un niño perdido, que merecía aparecer

junto a sus hermanos y otros familiares en el álbum familiar. 6

2.5 Los periódicos muestran a la muerte como un hecho frecuente

Similarmente, puede rastrearse la presencia de la muerte en el entorno

victoriano si cotejamos alguna publicación de ese siglo. La crítica

periodística se centraba sobre la vergüenza que producía el descuido en los

enterramientos de indigentes. Una madre había perdido a sus dos hijos en el

mes de julio de 1866. Una vez que obtuvo la orden reglamentaria para

sepultarlos, el servicio

mortuorio que la mujer

recibió fue deplorable.

Habían trasladado los

cuerpos de sus hijos junto a

otros siete cadáveres, todos

con excepción de uno,

muertos por cólera, en el

mismo carruaje fúnebre. Al

llegar al cementerio,

arrojaron los cuerpos

tapándolos con tierra, sin

ninguna lápida que indicara sus nombres. Tampoco se les ofreció algún

servicio religioso. Finalmente, los sepultureros tuvieron que admitir a la

madre que habían mezclado los cadáveres sin ningún cuidado y fueron

reprendidos, obligándoles a enviar una explicación a las autoridades del

Recorte de un periódico londinense, 1866. © Penny Illustrated

Paper.

6 WICHARD, Carol, Victorian cartes-de-visite, CIT Printing Services Press, Buckinghamshire, 1999,

pp. 49 - 52.

12

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cementerio mencionando la causa de por qué no habían ofrecido servicios

fúnebres a los cuerpos.7

Debido a esta permanencia forzada de la muerte en la conciencia popular

mientras sucedía el quehacer diario, las demostraciones en el ánimo

comenzaron a evidenciarse. Fueron necesarias medidas que controlaran (o

así lo parecía) esta idea tan latente del rito de paso. Las acciones del gobierno

parlamentario no tardaron en aparecer, junto al férreo predominio religioso

inglés.

3. Desarrollo del ideario mortuorio occidental

Si nos remontamos en la historia de los países de Occidente, percibimos

claramente el modo en que las personas fueron asimilando y modificando la

percepción que poseían sobre la muerte. A partir del siglo XV, luego de

enfrentar Europa la más terrible pandemia conocida como Peste Negra, la

“muerte del yo” se instala en las conciencias, añadiendo el creciente

individualismo que comenzaba a prosperar. Los seres humanos veían

identificaban su propio ser durante el proceso de la llegada de la muerte. El

hecho continuaba siendo presidido por la Iglesia Católica por el fuerte

predominio que aún detentaba sobre los eventos comunales. Los artistas que

decoraban frontones de iglesias o la vidriería sacra (arte vitraux) en algunos

mausoleos familiares, se valían de una iconografía macabra que

representaba cuerpos en avanzado estado de descomposición con huéspedes

tan sobrecogedores como gusanos y serpientes entrelazados. Al aparecer las

primeras investigaciones científicas y con el predominio de la nueva era del

raciocinio, la Ilustración (s. XVIII) la influencia religiosa se vio mermada

sobre la mente humana, adoptando una importante primacía la idea del

7 Penny Illustrated Paper; London, Issue 264. October 20, 1866, pg. 212.

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individuo, uno que veía a la muerte como muestra infranqueable de la

ruptura con la vida, y no, al igual que en siglos anteriores, como parte de

ella.

El siglo XIX portó en sí la idea de la extinción del otro, desplazando la

imagen del propio fallecimiento sobre la de seres cercanos o personas

públicas. La literatura se encarga de embellecer a sus personajes

moribundos, entonces la idea de muerte se idealiza. La Pintura contribuye

otro tanto, retratando a los enfermos tuberculosos como seres lánguidos y

demacrados, consumidos en su afectación, con un atractivo producido por

la palidez que los mostraba casi etéreos.

Durante estas décadas, las creencias en la vida futura y en un posible

reencuentro con el ser perdido se instalaron en el inconsciente colectivo.

Lorraine Green hace referencia a que, los muertos que observamos gracias a

las fotografías post mortem de la era victoriana, fenecen en completa soledad

y aislamiento (rasgo común de las sociedades occidentales es esta muerte

invisible).8 Las agonías sufridas en hospitales adjudican al moribundo la

característica de invisibilidad Otros mueren cerca suyo, aunque aislados del

resto de los enfermos para así evitar más propagación del contagio. La

condición incurable los torna imperceptibles

4. Aspectos religiosos que confluyen en la estructuración de la imaginería

vampírica victoriana

Una vez que avanzamos sobre la línea temporal de la idea de muerte,

llegamos hasta el siglo XIX. El aspecto religioso en Inglaterra durante esta

época fue guiado por iglesias disidentes (cuáqueros y metodistas), esenciales

oponentes al arbitrio del Estado en cuestiones de índole netamente

8 GREEN, Lorraine, Understanding the Life Course. Sociological and psychological perspectives, Polity

Press, Cambridge, 2010, p. 74.

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doctrinaria, rivales también de la antigua iglesia anglicana. Los primeros,

sucesores de antiguos grupos asentados en el país desde el siglo XVII,

instruían a sus creyentes con un marcado rechazo por el clero, la doctrina y

los libros, indicándoles que cada ser poseía “una luz interior” que conectaba

directamente con la divinidad, sin ser necesaria la intervención de ningún

intermediario.

Como era de esperar, el Anglicanismo se vio amenazado con la

implementación de este nuevo dogma. La jerarquía religiosa que había

ostentado la iglesia oficial anteriormente, resultaba eclipsada frente a esta

nueva auto-suficiencia secular predicada por cuáqueros y metodistas.

En cuanto a los últimos, integrantes de la Nueva Disidencia, bregaban no

sólo la no existencia de elegidos ni predestinados, sino que sostenían que

mediante la búsqueda comprometida de la perfección interior, era posible

resultar salvo.

Las actividades filantrópicas de ambos grupos, abocados en exclusivo a los

sectores marginales de la sociedad (pobres, enfermos) y a la clase

trabajadora habían sido el eje clave para expandir tal individualismo religioso.

Los predicadores ambulantes y la participación laica en tareas apostólicas

entre sectores de clase media baja, artesanos y trabajadores cualificados,

aumentaron la participación de estos conjuntos.

Observemos una definición más perceptible del planteamiento metodista:

son fundamentales la experiencia personal de la salvación y la

búsqueda de la nueva santificación, en la que el cristiano encuentra y

experimenta alegría, sintiéndose feliz con Dios”. El alma del

metodista se renueva si asemeja su imagen a la del Señor; una vez que

ha adquirido “el mismo pensamiento que Cristo, camina como él

caminó.9

9 Metodismo. En el Diccionario Akal de las religiones, Madrid 2001, p.370.

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Cuando finalizó el periodo victoriano, la iglesia anglicana continuaba

brindando la religión oficial para gran parte de los estados en Inglaterra y

Gales. Asimismo, este grupo y el de los disidentes, debían resguardarse de

una amenaza mayor que la aparición de nuevos grupos practicantes de la fe:

el alto grado de secularización por el que atravesaba la clase trabajadora. El

siguiente gráfico circular demuestra los porcentajes de asistencia de la

población de las nombradas ciudades a los oficios religiosos:

Práctica religiosa en Inglaterra y Gales. Datos establecidos sobre la población

total en 1851 -urbana y rural- 10

DISIDENTES 19,4%

CATÓLICOS 1,4%

ANGLICANOS 19,7%

NO ASISTENTES 59,5%

Aunque los intentos de los grupos protestantes y del Anglicanismo

resultaron innumerables para atraer más adeptos hacia la doctrina cristiana

10 EVANS, E. J. The forging of the modern state: early industrial England, 1783-1871, Longman,

Londres 1983, p. 426.

16

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(influencia decisiva en el estricto cumplimiento del integrismo evangélico:

la no apertura de exhibiciones, museos y el acatamiento al descanso laboral,

el día domingo en Londres; construcción de más edificios religiosos en las

ciudades más pobladas), no consiguieron el objetivo que se habían

propuesto que consistía en evangelizar a las clases populares.

A esto debe agregársele el hecho de una creciente revisión del evangelio

cristiano, el cual dejaba de entenderse como una extensa seguidilla de

castigos para el creyente, para innovar con la implementación de directrices

cercanas a la exploración del amor por el prójimo. Al surgir nuevos

descubrimientos científicos y una crítica sostenida para la interpretación

literal de la Biblia, el cristianismo y sus vertientes cayeron en una crisis que

venía previéndose. Darwin aportó su teoría en El origen de las especies y,

como sostiene Esteban Canales:

la religión recibió el mayor desafío, pues la teoría de la evolución

parecía atentar al corazón de la doctrina cristiana al desacralizar el

acto de la creación y relativizar la especie humana.11

De este modo, el manantial de conocimientos que había significado la

iglesia hasta esos siglos con sus ortodoxos representantes, nunca dispuestos

al diálogo con los nuevos librepensantes, comenzó a verse desestimado por

gran parte de los pobladores. Ideas comprobables y posibles incluso de ser

experimentadas, nacían de la mano de hombres de ciencia e intelectuales.

Esa pugna religiosa de la que hablábamos, sumada al florecimiento de la

ciencia como nueva doctrina creíble, arrojaron menos adeptos religiosos,

instalándose un ánimo laico mejor predispuesto al emplazamiento de otros

folclores de países vecinos o el rescate de creencias locales, añadido el hecho

de la próspera literatura vampírica. Para el inglés victoriano se planteó una

11 CANALES, Esteban, La Inglaterra victoriana, Ed. Akal, Madrid, 2008, p. 179.

17

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fina línea que separaba la realidad de la ficción. Su discernimiento racional,

frente a los desórdenes laborales, sociales, políticos y religiosos tambaleaba.

Tal vez el contrapeso ideal a aquella inestabilidad podría llegar a través de

un examen de la tradición y una consciente propensión a la aculturación

creciente, producida por los choques religiosos, y alimentada por el gran

flujo de inmigrantes de países aledaños, que llegaban a la gran ciudad por

empleo. La siguiente tabla nos demuestra aquella gran afluencia hacia el

Londres victoriano industrial:

Lugar de

nacimiento

Nº de

inmigrantes

Irlanda 601.634

Francia 12.989

Grecia 574

Italia 4.489

Alemania 28.644

Rusia 1.633

Polonia 3.616

China 146

Estados

Unidos

7.686

Total de

inmigrantes

686.724

Datos establecidos para el año 1861.12

4.1 El encuentro de la fe inglesa con las creencias celtas de Irlanda

12 Censo de Inglaterra y Gales para el año 1861, Tabla de población, Londres, 1863.

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Como atestiguan los datos, gran parte de los inmigrantes llegaba desde

Irlanda, país que durante el siglo XIX expulsaba a sus habitantes debido a

las guerras independentistas, los conflictos civiles y el terrorismo. Con un

gran bagaje de leyendas y supersticiones heredadas desde su origen celta

(pueblo integrante del conjunto indoeuropeo), los irlandeses recién

afincados en una –a primera instancia– inflexible Inglaterra etnocéntrica,

además de los otros grupos de inmigrantes de países aledaños, provocaron

un importante suceso multicultural tardío. A pesar de haber sido el espíritu

irlandés subyugado por el catolicismo liberal, mantenía todavía resabios del

antiguo credo, el cual se trasladó también con los inmigrantes a Inglaterra.

Así, las tempranas creencias arraigadas no pudieron verse fácilmente

absorbidas por las disidencias religiosas británicas. Como lo ha señalado

Montague Summers, un importante rastro supersticioso pendía sobre el

ánimo irlandés:

Nunca he estado en algún lugar de Irlanda donde los habitantes, en

términos generales, parezcan tan conscientes de la interpenetración

en todo momento entre las cosas que no se ven con aquellas que

parecen ser. Uno sentía que estaba en contacto con un ámbito de

creencias que no conocía acerca de otro mundo. Ellos (los irlandeses)

son toscos, valientes y, podríamos decir, supersticiosos. 13

Cabe destacar un hecho fundamental en el traspaso de la tradición celta en

Irlanda, y es que con el advenimiento del cristianismo, no fueron borradas

por completo las tradiciones antiguas, sino que, al reclutar sacerdotes del

grupo druídico para un mejor acercamiento en la evangelización, las

prácticas no se perdieron. El pueblo aceptaba las nuevas normas espirituales

13 SUMMERS, Montague, Vampire in Europe, University Books, New York, 1968. p. 119.

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emanadas desde su ya conocido guía espiritual, pero también esta situación

perpetuaba la preexistencia de sus creencias.

De este modo, aquellos monjes-druidas modificaron la historia cristiana,

fusionándola con la cosmovisión celta. Cuando el latín llega a sus manos,

transcriben su historia registrada en idioma gaélico, entremezclándola a la

cristiana. Más cercano a la época que nos ocupa, siglo XIX, el fuerte

predominio inglés sobre Eriu (Irlanda en gaélico antiguo), hace prohibir la

utilización de esta lengua, lo que concluye, prácticamente en su

desaparición. Más

tarde, de manos de

jóvenes intelectuales

interesados en

rescatar las

costumbres del

pueblo primitivo

mediante la

revaloración del

idioma gaélico, se

traducen antiguos

textos y crean

epopeyas con

personajes olvidados.

Yeats, Hyde o Lady

Gregory (entre o

son los encarga

instaurar el imp

clave para alcanzar la

estimación de esa identidad nacional perdida.

Escaneo de las ilustraciones para los comentarios de Bello

Gallino. © Gallica, bibliothéque numérique.

tros),

dos de

ulso

20

Page 21: Inglaterra victoriana: atmósfera clave en la... (con imágenes)

Recordemos en este repaso, que al extenderse el poderío del Imperio

Romano sobre los territorios europeos, se desplazó también su religión. De

este modo, el folclore de aquellas zonas, sustrato inapelable de la herencia

indoeuropea, fusionó su arraigo sobre la mentalidad de los moradores,

valiéndose de los nuevos cánones latinos y obteniendo conservación y

uniformidad para los credos ancestrales. Es entonces que, la vuelta del

aprecio por la tradición céltica muda junto a los inmigrantes. Ellos

transportan estas creencias con su traslado hacia las principales ciudades

británicas.

Es necesario, a estos fines que revisemos grosso modo el conjunto de

costumbres y doctrinas, que podrían orientarnos más acertadamente sobre

la correlación entre la situación habida en la Inglaterra del siglo XIX y los

influjos extranjeros, los cuales propiciaron una conformación arraigada del

vampiro en el ánimo victoriano.

No existe un informe escrito de mitos e historias de los celtas primitivos,

durante los tiempos de su asentamiento en la Europa central. Los registros

que se conservan son tal vez producto de los pueblos que los sojuzgaron, en

primera instancia griegos y más tarde, romanos. Heródoto los menciona en

sus relatos (keltoi es el vocablo usado) adicionando una característica

geográfica, como los pueblos asentados hacia el norte del río Danubio. Más

tarde, durante la ocupación de las tribus celtas desde la antigua Galacia

(Turquía) hasta las tierras europeas, atravesando (los hoy conformados

países) Irlanda, Alemania e Italia, y con la abrupta irrupción de los ataques

romanos sobre dichos avances, los rituales, tradiciones y la religión céltica

toda (guardada con celosa reserva por los sacerdotes druidas durante años)

atrapó la atención de los comentaristas romanos, quienes se ocuparon de

elaborar una crónica -aunque extranjera y desentendida- de la fe celta.

Julio César nos transmite su parecer: podría aseverarse que el pueblo celta

no fue inmune a la Metempsicosis pitagórica. En su avistaje sobre los

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métodos de enterramiento celta, transcribe que éstos colocaban en las

sepulturas comidas, armas, adornos, carros y amuletos. Lo cual atestigua

que en la doctrina espiritual celta la idea de la trasmigración de las almas

era, sino posible, por lo menos meditada. Un pasaje de La guerra de las

Galias nos lo ratifica:

In primis hoc volunt persuadere, non interire

animas, sed ab aliis post mortem transire ad

alios, atque hoc maxime ad virtutem excitari

putant metu mortis neglecto.

(Esméranse sobre todo en persuadir la inmortalidad

de las almas y su trasmigración de unos cuerpos

en otros, cuya creencia juzgan (Galos) ser grandísimo

incentivo para el valor, poniendo aparte el temor

de la muerte.)14

Así es como tal percepción de traspaso del alma debe sustentarse junto a

otras creencias que confirmen un posible lugar en El Otro Lado

(Otherworld) irlandés. La noción de la sangre (cual elemento que participa

tanto en la muerte como durante el renacimiento) y la cacería divina,

presente en gran parte del cúmulo de mitos, presta sus figuras para esta

idea. Desde el momento que el acto de cazar precisa derramamiento de este

fluido para encontrar alimento, emerge un dualismo que ineludiblemente

atañe a la interdependencia entre vida y muerte. Más tarde, el cristianismo

medieval heredará para su dogma un ave simbólica, que representará al

espíritu liberado del cuerpo cuando el suceso de la muerte se presenta.

14 Cesar, De bel. gal, VI, cap. XVI

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Para la idiosincrasia celta, El Otro Lado resultababa un mundo idílico

semejante al de los vivos, eso sí, con algunas particularidades. Bajo la

cosmovisión irlandesa, la tierra de Tir na n'Og (La tierra de la eterna

juventud) fue un lugar mágico, fuente de armonía, sabiduría y paz, donde

cada día se celebraba el banquete del que se obtendría el sustento para

alimentar con carne la fuente principal. Este ciclo se repetía todos los

amaneceres y era presidido por el dios tutelar que correspondiese. Los vivos

podían acceder a este mundo sobrenatural, allí se mantendrían jóvenes,

aunque, si retornaban a proseguir su vida terrena, horrorizarían a sus

semejantes y todos los achaques de la senectud, ésos que habían sido

absueltos en el Otherworld, caerían sobre sus huesos.

Asimismo, las sombras que llegaban desde la Tierra Joven no siempre

resultaban bienhechoras. Durante los días de Samhain (a principios de

noviembre) las barreras espirituales que separaban ambos mundos (el

sobrenatural y el verdadero) eran disueltas; entonces, sombras (espíritus) y

hombres podían entremezclarse, generando un trastorno en el equilibrio

normal.

Un texto que podría ilustrarnos lo antedicho es el escrito por Adolphe

Assier. A tal punto el sistema de creencias céltico había influido en la

mentalidad victoriana, que al cotejar las publicaciones de la época, no

sabríamos distinguir la tradición inherente a cada país:

He dicho que la existencia de la sombra es muy breve. Su tejido se

desintegra fácilmente bajo la acción de las fuerzas físicas, químicas y

atmosféricas que, de modo constante, la asaltan, volviendo a entrar,

molécula por molécula al medio planetario universal. Sin embargo,

en ocasiones, resiste estas causas destructivas, continuando su

existencia más allá de la tumba. Tratamos aquí la fase más curiosa de

su historia, lo que nos lleva hasta el vampiro póstumo.

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La primera vez que leí esta palabra (vampiro), aplicada por Gorrës a

los fantasmas que salían de sus tumbas y drenaban la sangre de un

pariente o amigo, como una comadreja desangra a un conejo, volví la

página por no tener el más mínimo deseo de ser el títere de una

mistificación. Pero, como esta palabra es utilizada por la mayoría de

los autores que he consultado, me vi obligado, a pesar de mí, a leer lo

que se había escrito sobre el asunto y pronto me convencí de que el

vampirismo póstumo es mucho más que una realidad. Muchas de

estas historias no pueden ser rechazadas por dudosas, ya que se

relacionan con hechos de los que pueblos enteros han sido testigos.15

Los habitantes de las tierras altas escocesas creían que un fallecido podía

regresar para cobrar venganza sobre su asesino. Mucho antes del cambio del

alma a otro cuerpo, las personas que habían muerto volvían a residir entre

sus familiares con vida, no importaba el motivo que los hubiese traído de

regreso (una madre joven que retornaba para cuidar a sus infantes, los

amantes que habían visto frustrado su idilio, etc.).

Claramente, el

predominio de la idea

de transubstanciación

puede visualizarse en la

caracterología del

buggane (demonio

menor celta que

participa del conjunto

de los mitos de la Isla

de Man; es una criatura Trabajadores enfermos recluidos en una habitación. Imagen de

dominio público.

15 D’ ASSIER, Adolphe; Posthumous humanity: A study of phantoms, Cornell University Library,

London, 1887.

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mitológica común en Irlanda, Gales y Escocia). Encargado de ocasionar

tempestades y devastar iglesias durante las horas nocturnas, el buganne

vampiro queda inutilizado al llegar la mañana, ya que el sol puede hacerlo

arder. Otro ciclo, entre los muchos de la mitología celta primitiva, que se

repite y se traslada junto a los inmigrantes hasta Britania: nacimiento y

muerte.

5. Leyes frente al acontecimiento de la muerte

Durante los siglos de conformación del parlamento británico, las prácticas

de entierro eran regladas y administradas por la misma Iglesia Anglicana,

costumbre que fue adquirida del entorno judío. El ámbito clerical ejercía

pleno control sobre la disposición y el establecimiento de las zonas en

donde los cadáveres descansarían. La simbiosis que comenzaba a

establecerse entre creencias dispares, resultaba en el uso de métodos

judeocristianos cuando los fallecimientos ocurrían.

Posteriormente, con el transcurso del siglo XIV y XV, al fundarse Gremios,

la tarea de las parroquias fue delegada.

Con el arribo de la Revolución Industrial, los Gremios se vieron

desplazados y quienes se encargaron de brindar los servicios fúnebres a los

ciudadanos fueron los Clubes de Entierro (Burial Clubs) y las Sociedades

Amistosas (Friendly Societies). Éstos, brindaban los servicios de transporte,

entierro y una digna lápida al muerto (además de seguros por enfermedad,

viudedad o emigración), a cambio de recibir un ínfimo abono semanal de

manos de los familiares que quisiesen contratar un seguro de vida.

Resultó tan fácil para el proletario inglés obtener un contrato de estas

características (previamente habiéndose inscripto en diferentes sociedades),

que la tasa de mortalidad infantil sufrió un incremento desmesurado a causa

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de aquellos padres responsables. Observemos el comentario de un físico

victoriano, en 1843, a este respecto:

Chadwick habló de un hombre que había registrado a su hijo en por

lo menos 19 de estas organizaciones, obteniendo un seguro por cada

una de 5 £ *, lo cual implicaba beneficios importantes.16

La fiebre por el infanticidio requirió atención gubernamental. Así fue como

se previó la implantación de un sistema nacional de certificación y registro

de defunciones. La sospecha para determinar tal decisión recaía en los

innumerables casos de muerte por envenenamiento de menores (arsénico,

antimonio, heroína) y la venta no legislada de tales tóxicos empleados.

Al promediar 1888, el parlamento motivó la creación de la Sociedad de

Londres para la Prevención de la Crueldad hacia los Niños. La ley que

dicho organismo defendía se dedicaba a denunciar negligencia, abandono o

la exposición de un menor que le provocara sufrimiento o daños innecesarios a

su salud. Dicha ley exigía una multa de £ 100 para todo tutor que se había

encontrado implicado en la muerte de su hijo.

6. Conclusión

Así, en este escenario de florecimiento industrial, también fluctúa uno de

los temores más arraigados del ser humano, que es la muerte. Como

acontecer que no puede desligarse de la vida, tampoco evadirse, morir es un

* Deberíase tener en cuenta que el salario promedio de la clase obrera (mineros, albañiles, carpinteros,

artesanos, herreros, marineros, telegrafistas, etc.), por año -1860- no excedía £110.

16 GREEN, Jennifer, Dealing with death: a handbook of practices, procedures and law, Athenaeum Press,

Great Britain, 2006, p.26.

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tema del cual el ser victoriano habla sin miramientos. Habla, lo trabaja, le

recrea… es decir convive latente a su proximidad. Y le teme, por no ansiarlo

para sí ni para los suyos. Es un hecho que debe enfrentar de modo

cotidiano y no tiene mejor idea que erigir un adalid (monstruoso, sí, al igual

que el día a día en que se mueve) que posea la singularidad de lo

imperecedero. Religión, superstición, creación artística, leyendas trasladadas

de lugares por el boca en boca coexisten junto al hombre de trabajo. Llevan

muerte también. Comprensible es admitir el predominio de tales y su efecto

expiable cuando acaece la desaparición física, entronizando un icono con

persistencia más extendida.

La miseria de los pobres y la mala salud de sus hijos se yuxtaponen a la riqueza y a los privilegios de

una minoría. Punch, Julio, 1843.

El vampiro que hereda el inconsciente victoriano es una mixtura de los

muertos vivos griegos, eslavos, célticos y escandinavos. Se caracteriza por

ejercer pleno predominio mental sobre sus acciones (aunque muchas veces

tal labor le acarree la pérdida de su condición vívida), es un ferviente

detractor de la religión y deambula entre los vivos ingleses del siglo XIX,

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aunque clarificando su cronología a través de los relatos mitológicos de

comunidades tribales.

Todo el conjunto de arbitrariedades que sufre la clase proletaria influye

decisivamente sobre su entronización como símbolo certero de

inmortalidad. Un vampiro escapa de la muerte, pero no se conforma con

eludirla, además es representante de la clase terrateniente victoriana (un

estrato social significativamente digno ante el de los obreros) y resarce

cualquier ignominia (puesto que carece de moralidad humana) que sobre sí

se cometa, con la única arma que no puede esquivar la vida y de la cual él se

mofa: muerte.

La importancia de este carácter ficcional radica, si se realiza una

comparativa con el hombre común, en los diversos atractivos que adopta.

Un vampiro siempre fue física e intelectualmente más fascinante que un

pobre y desahuciado jornalero industrial. Esa es la imagen sobre la que se

narra, la figura que visita un camposanto durante la nocturnidad y del cual

se elabora un sesgado poema…

Un antihéroe valiente que conceptualiza y encarna la dicotomía implícita en

el Equilibrio. Representar el par muerte-vida bien le vale el pormenorizado

tratamiento en divergentes ámbitos que históricamente ha recibido.

7. Referencias Bibliográficas

. TARLOW, Sarah, Ritual, Belief and the Dead Body in Early Modern

Britain and Ireland, Cambridge University Press, New York, 2011.

. PANAYI, Panikos, Immigration, ethnicity, and racism in Britain, 1815-

1945, Manchester University Press, New York, 1994.

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. ROLLESTON, Thomas William, Myths & legends of the Celtic race,

Thomas Y. Crowell Company, New York, 1911.

. ROSE, Lionel, The massacre of the innocents: infanticide in Britain,

1800-1939, St Edmundsbury Press, 1986.

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