Infancia

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Infancia por Germán S. M. Torres (UNQ) El concepto y la experiencia de la infancia son productos sociales e históricos. La infancia puede ser analizada, por tanto, según dos dimensiones principales, distintas aunque articuladas entre sí: por un lado, en su dimensión histórica y, por el otro, en su dimensión epistemológica. Históricamente , la infancia se muestra como una construcción vinculada a contextos sociales específicos. El trabajo pionero de Philippe Ariès sobre la vida privada en el Antiguo Régimen ubica el surgimiento del sentimiento de infancia entre los siglos XVI y XVII de la Europa en transición hacia la Modernidad. El autor demuestra que el sentimiento moderno de amor y cuidado por parte de los adultos hacia los niños y niñas no fue una constante del devenir histórico, sino una novedosa práctica social. A partir de allí, numerosos trabajos en historia han dado cuenta del fenómeno social y cultural de la infancia. Cruzando abruptamente tiempos y espacios, el desarrollo de la noción de infancia en Argentina ha estado articulada con el desarrollo y consolidación del Estado y del sistema educativo nacional. Distintas concepciones de la infancia han recorrido las mutaciones históricas y políticas de la escolarización formal, así como de otras propuestas educativas alternativas al sistema estatal. Esto pretende señalar que toda concepción sobre la infancia guarda una indudable correspondencia con proyectos educativos de construcción de identidades, así como con proyectos políticos y concepciones acerca de la sociedad en general. Epistemológicamente , la infancia se encuentra en un punto donde convergen, fundamental aunque no exclusivamente, la Pedagogía, la Psicología y el Derecho. La infancia ha sido construida como objeto de saber a ser descrito y analizado, a la vez que normalizado, por estas prácticas discursivas asociadas a

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Infanciapor Germán S. M. Torres (UNQ)

El concepto y la experiencia de la infancia son productos sociales e históricos. La infancia puede ser analizada, por tanto, según dos dimensiones principales, distintas aunque articuladas entre sí: por un lado, en su dimensión histórica y, por el otro, en su dimensión epistemológica.

Históricamente, la infancia se muestra como una construcción vinculada a contextos sociales específicos. El trabajo pionero de Philippe Ariès sobre la vida privada en el Antiguo Régimen ubica el surgimiento del sentimiento de infancia entre los siglos XVI y XVII de la Europa en transición hacia la Modernidad. El autor demuestra que el sentimiento moderno de amor y cuidado por parte de los adultos hacia los niños y niñas no fue una constante del devenir histórico, sino una novedosa práctica social. A partir de allí, numerosos trabajos en historia han dado cuenta del fenómeno social y cultural de la infancia. Cruzando abruptamente tiempos y espacios, el desarrollo de la noción de infancia en Argentina ha estado articulada con el desarrollo y consolidación del Estado y del sistema educativo nacional. Distintas concepciones de la infancia han recorrido las mutaciones históricas y políticas de la escolarización formal, así como de otras propuestas educativas alternativas al sistema estatal. Esto pretende señalar que toda concepción sobre la infancia guarda una indudable correspondencia con proyectos educativos de construcción de identidades, así como con proyectos políticos y concepciones acerca de la sociedad en general.

Epistemológicamente, la infancia se encuentra en un punto donde convergen, fundamental aunque no exclusivamente, la Pedagogía, la Psicología y el Derecho. La infancia ha sido construida como objeto de saber a ser descrito y analizado, a la vez que normalizado, por estas prácticas discursivas asociadas a instituciones y actores sociales particulares. Este espacio epistemológico de la infancia puede ser concebido como una serie de carencias. Así, la Pedagogía, en sus versiones primarias y tradicionales, lo mismo que la Psicología, en su vertiente experimental y positivista, han supuesto como objeto de sus descripciones e intervenciones normalizantes a un/a niño/a incompleto/a e ignorante, heterónomo/a y dependiente de los adultos, a la vez que inocente y asexuado/a. En concordancia con ello, el Derecho ha supuesto a una infancia –homologada con la noción de minoridad– carente de edad y de razón suficientes y, por tanto, de capacidad de decisión autónoma sobre sus propias acciones y destinos. En base a este paradigma de minoridad y de tutelaje, niños y niñas han sido concebidos no como sujetos sino como objetos jurídicos. La idea fundante de incompletitud, concretamente, ha implicado una concepción de los niños y niñas como seres en devenir, en estado latente, a la espera de la completitud adulta, educada, responsable y autónoma. Sin dudas, esta concepción ha sido contestada, en parte, por el psicoanálisis y por las pedagogías escolanovistas y las psicologías constructivistas, surgidas entre finales del siglo XIX y principios del XX, con efectos concretos sobre experiencias educativas en gran parte del mundo occidental, incluida Argentina.

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En esta construcción de la infancia como objeto de saber e intervención cabe destacar también la intervención influyente, particularmente en las últimas décadas, tanto de los medios masivos de comunicación como del mercado. Los primeros se han erigido como una voz autorizada que señala la experiencia cambiante de la infancia, a la vez que la inviste de nuevos sentidos. Es así que resuenan repetidamente en la prensa, de acuerdo a la fluctuante agenda mediática, las cuestiones de la delincuencia juvenil y las discusiones en torno a la edad de imputabilidad. Pero también los medios instituyen como noticia los cambios en las pautas de consumo de niños y niñas. En este sentido, el mercado se ha convertido también, en las últimas décadas de predominio neoliberal, en uno de los focos preeminentes de delimitación de una noción particular de infancia. Esta infancia mercantilizada ya no es la infancia ignorante, heterónoma e incompleta de los clásicos discursos y prácticas científicas y jurídicas, sino una infancia definida como sujeto activo, conocedor y consumidor. Todo un nicho de mercado dirigido al público infantil (programas televisivos, vestimenta, juguetes, videojuegos, sitios de internet, etc.) delimita un tipo distinto de infancia, que no reemplaza sino que se solapa con otras definiciones de lo infantil. Y se solapa, asimismo, con las experiencias de niños y niñas que no están insertos en esta red privilegiada de consumo, sino que transcurren parte de sus días detenidos en institutos de menores, desescolarizados, o bien deambulando o viviendo en las calles de la ciudad, mendigando, recolectando cartones o prostituyéndose.

Esta situación paradójica –exacerbada por la lógica neoliberal– del niño/a consumidor autónomo y del niño/a de la calle, en la que ambos pasan de ser objetos pasivos a ser sujetos activos de consumo o bien de su propia supervivencia, ha llevado a algunos autores a cuestionar la pervivencia de la infancia tal y como fue históricamente definida. En este sentido, se ha señalado la necesidad de abandonar la suposición de una experiencia única de la infancia, y pasar a una concepción de múltiples infancias, atravesadas por los condicionantes de la clase social, el género, la nacionalidad, la religión, etc.

También dentro del ámbito jurídico ha mutado la noción de infancia. A partir de la Convención sobre los Derechos del Niño, organizada en 1989 en el seno de la ONU, la concepción y tratamiento de niños, niñas y adolescentes ha dado un giro paradigmático. Allí, son definidos como sujetos de derecho, decisores ciudadanos de sus acciones y destinos, aunque sin quitar responsabilidad a las familias y al Estado. Sin embargo, ello se contradice aún con gran parte de las políticas e intervenciones estatales, en las que prima una concepción paternalista y de tutelaje sobre niños y niñas.

En definitiva, tanto la conceptualización como las experiencias de niños y niñas están insertas en una trama histórica, económica, cultural y política, en la que una diversidad de significados y vivencias se superponen, haciendo de la infancia un concepto multifacético y esquivo a definiciones categóricas y unívocas. A través de ella, sin embargo, se ponen en juego identidades, proyectos educativos y porvenires sociales.

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Fuentes: P. Ariès, El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, Madrid, Taurus, 1993 [1960]. – R. Baquero y M. Narodowski, “¿Existe la infancia?”, Revista del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación, Nº4, pp. 61-66, 1994. – S. Carli, Niñez, pedagogía y política. Transformaciones de los discursos acerca de la infancia en la historia de la educación argentina (1880 y 1955), Buenos Aires, Miño y Dávila, 2002. – S. Carli, (comp.) La cuestión de la infancia: entre la escuela, la calle y el shopping, Buenos Aires, Paidós, 2006. – C. Corea, e I. Lewkowicz, ¿Se acabó la infancia? Ensayo sobre la destitución de la niñez, Buenos Aires, Lumen-Humanitas, 1999. – I. Dussel, “Hay una multiplicidad de infancias. Entrevista a Valerie Walkerdine”, El Monitor de la Educación, Nº 10, pp. 38-40, 2007. – M. Narodowski, Infancia y poder. La conformación de la pedagogía moderna, Buenos Aires, Aique, 1994.