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Inercia Polar L’inertie polaire (1990). Este ensayo continúa el desarrollo de las líneas de trabajo propuestas en esta segunda etapa. Por una parte, ahonda en las consecuencias de la tiranía de las imágenes sobre la actividad humana, y no sólo desde el punto de vista perceptual. Por otra parte, como avanzábamos ya, reintroduce el elemento arquitectónico en sus reflexiones. Un elemento, definidor y partícipe tradicional en/de la actividad humana y que también se ve transformado por lo audiovisual. Por todos estos hechos, podríamos afirmar que L’inertie polaire es una de las obras más importantes de nuestro autor. Por un lado constituye la culminación narrativa de sus principales teorías y, por otro, nos parece un punto de inflexión en las mismas por su complejidad y densidad. Esta afirmación, sin embargo, carece de la trascendencia que podría aparentar en primer momento. Decimos esto a causa de un argumento que hemos defendido en muchas ocasiones: los trabajos de Virilio deben entenderse desde la perspectiva del continuum narrativo, en el que todos sus elementos forman parte de un vasto puzzle de conceptos. En cualquier caso, la afirmación que hemos efectuado sigue teniendo un grado importante de validez. Basándonos en estos preceptos, y antes de entrar en los detalles, avanzaremos que Virilio construye una particular concepción del término “inercia”. La inercia queda convertida en el horizonte prioritario de la actividad humana. La ordenación del territorio, es decir, del espacio y del tiempo, es sustituida por el control del entorno; donde el tiempo real de la “tele-acción” prevalece sobre el espacio real de la acción inmediata: la “tele- presencia” a distancia domina la presencia efectiva y afectiva de las personas. A pesar de la aparente complejidad de los términos empleados en la definición de inercia, su comprensión se vuelve más sencilla cuando los analizamos a la luz de las teorías estudiadas hasta el momento: “El vídeo participará en la creación de una localización instantánea e interactiva, de un nuevo espacio-tiempo que no tiene que ver con la topografía ni las distancias geográficas” (Virilio, 1999c: 11). Esto quiere decir, que la lógica del tiempo “en directo” del dispositivo audiovisual facilita que las personas podamos “vivir como reales” experiencias que suceden más o menos alejadas de nosotros. Vivimos como “ahora” eventos que no tienen una “tiempo definido”, que no son ni presente, ni pasado, ni futuro; puesto que la televisión destruye la posibilidad de fijarlo. La telerrealidad presente transforma la naturaleza del objeto y del sujeto de la representación tradicional. La imagen de los lugares sustituye a partir de ahora los lugares de imágenes: salas de cine, de espectáculo etc. (Virilio, 1999c: 13): “Se establece un telepuente entre la vista y aquellos lugares [desde los más grandes el planeta a través del satélite a los más pequeños las moléculas a través del microscopio] sometidos a la iluminación intensa de la videoscopia” (1999c: 15). Como se puede comprobar

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Inercia Polar

L’inertie polaire (1990). Este ensayo continúa el desarrollo de las líneas de trabajo propuestas en esta segunda etapa. Por una parte, ahonda en las consecuencias de la tiranía de las imágenes sobre la actividad humana, y no sólo desde el punto de vista perceptual. Por otra parte, como avanzábamos ya, reintroduce el elemento arquitectónico en sus reflexiones. Un elemento, definidor y partícipe tradicional en/de la actividad humana y que también se ve transformado por lo audiovisual. Por todos estos hechos, podríamos afirmar que L’inertie polaire es una de las obras más importantes de nuestro autor. Por un lado constituye la culminación narrativa de sus principales teorías y, por otro, nos parece un punto de inflexión en las mismas por su complejidad y densidad. Esta afirmación, sin embargo, carece de la trascendencia que podría aparentar en primer momento. Decimos esto a causa de un argumento que hemos defendido en muchas ocasiones: los trabajos de Virilio deben entenderse desde la perspectiva del continuum narrativo, en el que todos sus elementos forman parte de un vasto puzzle de conceptos. En cualquier caso, la afirmación que hemos efectuado sigue teniendo un grado importante de validez. Basándonos en estos preceptos, y antes de entrar en los detalles, avanzaremos que Virilio construye una particular concepción del término “inercia”. La inercia queda convertida en el horizonte prioritario de la actividad humana. La ordenación del territorio, es decir, del espacio y del tiempo, es sustituida por el control del entorno; donde el tiempo real de la “tele-acción” prevalece sobre el espacio real de la acción inmediata: la “tele- presencia” a distancia domina la presencia efectiva y afectiva de las personas.

A pesar de la aparente complejidad de los términos empleados en la definición de

inercia, su comprensión se vuelve más sencilla cuando los analizamos a la luz de

las teorías estudiadas hasta el momento: “El vídeo participará en la creación de

una localización instantánea e interactiva, de un nuevo espacio-tiempo que no

tiene que ver con la topografía ni las distancias geográficas” (Virilio, 1999c: 11).

Esto quiere decir, que la lógica del tiempo “en directo” del dispositivo audiovisual

facilita que las personas podamos “vivir como reales” experiencias que suceden

más o menos alejadas de nosotros. Vivimos como “ahora” eventos que no tienen

una “tiempo definido”, que no son ni presente, ni pasado, ni futuro; puesto que la

televisión destruye la posibilidad de fijarlo. La telerrealidad presente transforma la

naturaleza del objeto y del sujeto de la representación tradicional. La imagen de

los lugares sustituye a partir de ahora los lugares de imágenes: salas de cine, de

espectáculo etc. (Virilio, 1999c: 13): “Se establece un telepuente entre la vista y

aquellos lugares [desde los más grandes – el planeta a través del satélite – a los

más pequeños – las moléculas a través del microscopio] sometidos a la

iluminación intensa de la videoscopia” (1999c: 15). Como se puede comprobar

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aquí, Virilio está desarrollando una idea presente ya en sus otros trabajos. Todos

los inventos tecnológicos que en un momento de la historia han ejercido de

mediadores entre la visión humana y la realidad han participado en la

modificación de su percepción: “La Telescopia y la Microscopia transformaron el

siglo XVII la percepción del mundo. Hoy contamos con los efectos inducidos de

esta videoscopia” (1999c: 11).

Las mejoras en la fidelidad y definición de las imágenes obtenidas, contribuyen a modificar ampliamente la naturaleza del relieve visual-sonoro. Esta poderosa fuente de iluminación suprime la tradicional distinción entre luz natural y luz artificial. Ahora sólo cabe hablar de luz directa, natural o artificial, y luz indirecta; puesto que la iluminación “electro-óptica” reemplaza ahora a la iluminación eléctrica como antes ésta sustituyó al amanecer del día. El siguiente paso será la sustitución de la óptica analógica por la óptica numérica (Virilio, 1999c: 23 y ss.). Estas apreciaciones suponen un paso más en el concepto de iluminación desarrollado en trabajos anteriores. Los eventos que pasan a tener una sola presencia televisual descansan en la realización de la telecopia: “La continuidad en tiempo real supliendo la contigüidad del espacio real” (Virilio, 1999c: 27). Con el fin de ilustrar estos últimos ejemplos, Virilio recurre a la narración de los acontecimientos vividos en la plaza de Tiananmen en 1989. Durante aquellos días, millones de personas pudieron participar en tiempo real de los acontecimientos que sucedían a miles de kilómetros de sus hogares. Asimismo, esta vivencia en tiempo real a distancia es la que destruye la contigüidad espacial. A decir de nuestro autor, es como si la televisión se hubiera convertido en una especie de nueva ágora griega en la que, sin embargo, no se puede representar seriamente la profundidad de campo de los hechos (Virilio, 1999c: 26).

Llegados a esta encrucijada, debemos hacernos eco de las afirmaciones de Virilio respecto al “último vehículo”. Éstas constituyen uno de las aportaciones más importantes en Inertie polaire, puesto que confirman rotundamente las afirmaciones respecto a los medios de comunicación audiovisuales, que ya habían sido tratadas por Virilio. En este sentido, nuestro autor parte de una sencilla pregunta: “¿Cuánto tiempo tardaremos aún en aceptar las molestias ocasionadas por recorrer las autopistas? ¿Cómo desplazarse sin moverse? ¿Cómo vibrar al unísono?” (1999c: 30). La respuesta es fácil, si atendemos a los indicios que ya nos ha facilitado hasta este punto. Los hombres y las mujeres renunciarán a la velocidad física del automóvil, cuando acabe imponiéndose la profundidad de la imagen electrónica: “La máquina para rebajar el tiempo ya no es el automóvil: ahora son las tecnologías del Tiempo

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Real” (1999c: 32): El final del siglo XIX y el comienzo del XX asistieron al advenimiento de un vehículo automóvil, vehículo dinámico, ferroviario, de carretera y luego aéreo. Parece evidente que el final de siglo anuncia una última mutación con la próxima llegada del vehículo audiovisual, vehículo estático, sustituto de nuestros desplazamientos físicos y prolongación de la inercia domiciliaria, que verá el fin del triunfo de la sedentariedad, pero esta vez la sedentariedad definitiva (1999c: 35).

A partir de este punto, podremos comprender mejor en qué consiste la inercia que Virilio ha convertido en eje principal de su ensayo. La distancia espacial ha cedido súbitamente su lugar a la distancia temporal. La mutación vehicular no está finalizada, puesto que conducirá del nomadismo desenfrenado a la inercia definitiva de las sociedades. Una inercia corporal que será domiciliaria, fijando los cuerpos en el reducido espacio del domicilio. Seremos teleactores, sentencia nuestro autor: “De ahí esa secreta correspondencia que se establece entre la estática arquitectónica del edificio y la inercia mediática del vehículo audiovisual, con la aparición de la residencia inteligente, qué digo, de la ciudad inteligente, del telepuerto sucesor del puerto, tanto de la estación como del aeropuerto internacional (Virilio, 1999c: 41 y ss.). Si nos detenemos un instante, podremos advertir la similitud del fondo de estas afirmaciones con lo defendido por Virilio en Architecture principe 20 años antes. La arquitectura se convierte en la artífice de una suerte de acomodamiento mental, que recuerda claramente la tiranía de la arquitectura moderna descrita nuestro autor. Aquí, sin embargo, en la nueva definición de inercia, cobran una función esencial los medios de comunicación audiovisual. Asimismo, el concepto de “comodidad mental” es reinterpretado en términos de “fijación espacial”. Las personas quedan atrapadas en una especie de “asiento-trampa” (Virilio, 1999c: 44), desarrollándose, simultáneamente, una energía cinemática: “la que resulta del movimiento y de su mayor o menor rapidez, sobre las percepciones oculares, óptica y optoelectrónica” (Virilio, 1999c: 44). Este nuevo tipo energía es la que pondrá en práctica la industria de la simulación.

En el discurso viriliano, se dan cita un número prácticamente ilimitado de ejemplos que, según nuestro autor, corroborarían esta sustitución paulatina de la experiencia humana por una experiencia audiovisual: “La Segunda Revolución del Transporte nos conduce de la era del vehículo dinámico automovilístico a la era el vehículo dinámico audiovisual” (Virilio, 1999c: 53). En este sentido, el progreso desde la primera revolución del transporte ha sido paulatino. En un primer momento, la puesta en marcha de las velocidades “físicas” estuvo desligada de las tecnologías de la imagen. Virilio nos da la clave para comprender que, en el momento en que dichas tecnologías entran en

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contacto con las tecnologías del desplazamiento, comienza a fraguarse el origen de la inercia domiciliaria impuesta por los medios de comunicación audiovisuales en nuestros días. En este sentido, el cine y la aeronáutica permanecieron más o menos separados hasta 1914; cuando surge la necesidad de una observación/estratégica a raíz del estallido de la Primera Guerra Mundial. La cámara y el avión formarán un híbrido que es la primera forma de explotación intensiva de una energía nueva; cuyo desarrollo aseguró luego la televisión y la telemática hasta la percepción orbital instantánea que hoy conocemos (Virilio, 1999c: 49). Si la pantalla del televisor se convierte en el único punto de entrada y de salida de nuestro domicilio, esto implica que la necesidad arquitectónica de dentro/fuera-entrada/salida pierde todo su sentido (Virilio, 1999c: 57). Esta circunstancia conducirá, al mismo tiempo, a la destrucción del sentido; porque los elementos que dotan de sentido la experiencia humana quedarán borrados en la nueva situación: “Cuando se llega al límite, a la frontera de las cosas, todo se derrumba o se disuelve instantáneamente en la mayor de las confusiones” (Virilio, 1999c: 56):

Con la Revolución del Transporte sin moverse del sitio, vemos aparecer, junto a las habitaciones especiales [cocina, cuarto de baño, arcón de privación sensorial...], un puesto de control destinado a administrar la llegada de la base de datos, dotándose el apartamento de un [...] puesto de pilotaje de las imágenes, que reúne los mandos y telemandos que gobiernan, gracias a los órganos motores, el viaje del inmueble (Virilio, 1999c: 62).

Atendiendo a estos planteamientos, Virilio anuncia la llegada de un nuevo orden de visibilidad, en el que la importancia radica no tanto en la antigua distinción como en la velocidad a la que percibimos las imágenes. Asimismo, atribuirá a Einstein la demostración científica de esta nueva perspectiva, dejándole la responsabilidad de ser el teórico, sin saberlo, de esta mutación. A partir de las teorías de la relatividad, en el sistema de representación del mundo físico, cobrará una importancia decisiva el “orden de exposición” de los acontecimientos. Futuro/presente/pasado se convierten en figuras conjuntas de subexposición/exposición/superexposición a la luz del flujo audiovisual (Virilio, 1999c: 65). Virilio parece sugerir que después de la teoría de la relatividad y del desarrollo de la física cuántica, el hombre pasa ahabitar una suerte de “nada cuántico”. La Expansión del Universo conduce a una ilusión óptica cosmológica (Virilio, 1999c: 74). Asimismo, para demostrar que lo importante a partir de este momento será “el punto de vista desde el que se mira”, al igual que describe la teoría de la relatividad, Virilio revelará que Einstein estuvo a punto de llamar a su teoría Standpunktlehr Theorie [Teoría del punto de vista] (Virilio,

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1999c: 65). El nuevo orden de visibilidad será cronoscópico o, para ser más exactos, dromoscópico: “El patrón de la duración ya no es realmente la duración, sino, paradójicamente, la profundización infinita y constante del ‘instante’” (Virilio, 1999c: 67 y ss.). Se produce un desdoblamiento de lo infinito donde está prohibida la representación y donde se hace necesaria la ceguera cosmológica:

De un lado, lo infinitamente “grande” del espacio-tiempo relativista es, parece ser, accesible a nuestros instrumentos de medida [radiotelescopio, espectroscopio…]; del otro, lo infinitamente “pequeño” del espacio-velocidad ultra-relativista resulta por siempre jamás inaccesible, puesto que sería necesario […] construir un acelerador de partículas del volumen de nuestra galaxia […] para poder contemplar el más allá del tiempo. […] De un lado, observamos, por tanto, un tiempo extensivo, el de lo infinitamente grande de la duración [espacio-tiempo], que se calcula en miles de millones de años. De otro, un tiempo intensivo, el de lo infinitamente pequeño del tiempo [espacio-velocidad], que se cuenta en milmillonésimas de segundo (Virilio, 1999c: 71 y ss.).

Así, todo deviene una ilusión, porque lo que vemos no existe respecto de ninguna fijación física: “Salvar los fenómenos es salvar su velocidad de percepción; que ahora es el límite cosmológico que reemplaza al tiempo y al espacio absolutos; en beneficio de una especie de eterno presente dromológico” (Virilio, 1999c: 77). A partir de este nuevo punto de vista, Virilio afirma que la velocidad de la luz que recorre el vacío del universo será lo absoluto y ello sucederá a la extensión y duración de la materia. La relatividad es absoluta y necesaria y la verdad es contingente y limitada (1999c: 82). En este sentido, si hemos llegado a la conclusión de que la verdad es muy limitada y la relatividad absoluta y necesaria, para nosotros la cuestión crucial será la de reconocer esta frontera, la limitación de lo verdadero (Virilio, 1999c: 83). Sin embargo, ocurrirá todo lo contrario. El despego de la realidad motivado por la capacidad de los medios sumirá al hombre en una ceguera paradójica, a causa del exceso de luz. La dromosfera substituye a la atmósfera del espacio y del tiempo. La dromosfera será el resultado de la puesta en práctica del eje de tiempo intensivo en el que la velocidad de la luz es el horizonte cosmológico infranqueable: Esfera de la percepción de la misma realidad de los fenómenos, de todos los fenómenos, comenzando por el efecto de realidad puramente relativista de los intervalos de espacio y de tiempo que han contribuido no obstante a la constitución de nuestra Historia y de nuestra Geometría (Virilio, 1999c: 88).

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En la esfera dromológica, todo está inundado por una suerte de transparencia que desregula las apariencias sensibles (Virilio, 1999c: 91). La digitalización de las imágenes de vídeo asegura una mejor definición de las apariencias (1999c: 93). Debemos hacer notar la preponderancia que a partir de este momento tendrá el componente digital dentro del imaginario viriliano. A finales de la década de 1980, la profusión de imágenes generadas en entornos informáticos comienza a tener una presencia destacable en las sociedades occidentales. A este respecto, en el razonamiento de nuestro autor, su popularización corrobora la sustitución de la realidad sensible practicada por la transmisión analógica de imágenes audiovisuales. En esta ocasión la substitución estará perpetrada por una tecnología de simulación de la imagen. Sin embargo, las consideraciones auténticamente importantes acerca de este hito se trasladarán a futuros ensayos. Aquí Virilio hace referencia en mayor medida a la popularización de la televisión vía satélite, en la que la señal es digital. No obstante, no debemos perder de vista, el hecho de que nos encontramos en una primera fase de la digitalización. En cualquier caso, nosparece indispensable apuntar en este momento cuál será el horizonte en las preocupaciones de nuestro autor. Nos hallamos en el desarrollo del concepto de transparencia ejecutado por la luz indirecta de los media: “Allá donde laLuz de los rayos luminosos de lámpara o de sol provoquen una transparencia ordinaria, la Luz indirecta provocará transparencia extraordinaria” (Virilio, 1999c: 96).

A medida que el tiempo para captar y percibir imágenes decrece, la

trascendencia física del cuerpo humano se ve reducida a una arquitectura que lo

atrapa e impide moverse: “El centro del tiempo intensivo del ser se convierte así

en el centro de organización de la vivienda – La sucesión de las habitaciones,

cede ante el control de la simultaneidad – El control del entorno de la residencia

inteligente [el auto-referente] prevalece sobre todas las referencias exteriores”

(Virilio, 1999c: 102). El hombre pasa de habitar la energía a ser habitado por ella:

“Allí donde la profundidad del espacio contribuyó a organizar racionalmente la

vivienda, la profundidad de tiempo la disuelve” (1999c: 103). Esta reclusión en el

espacio domiciliario obedece a la capacidad de “verlo todo” que, como una

ilusión incontestable, invade a las personas. La televisión es la encargada de

perpetrar esta mentira, que desliga al hombre del conocimiento de su entorno.

La casa-motor, que permite el desplazamiento sin límites, instantáneo, es el

reducto último del minusválido-motor, el ser humano que ha perdido la capacidad

del movimiento físico y del contacto con su entorno y que ya no puede conocer

por sus propios medios (Virilio, 1999c: 104 y ss.). La progresiva pérdida del

contacto con el exterior conducirá al hombre a una especie de coma o estado

vegetativo. El hombre se hundirá en la inercia domiciliaria de la domótica (1999c:

113). El poder de verlo todo, de desplazarse a cualquier sitio instantáneamente,

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de experimentar sin moverse sumirá al hombre en una parálisis total: “¿Qué ha

sido hoy en día de aquel punto de vista fenomenológico sobre la fijación

fundamental: el mundo como proto-fundación del sentido?” (Virilio, 1999c: 118).

Llegados a este punto, nos parece de suma importancia hacer notar el trasfondo fenomenológico de las teorías de Virilio. Asimismo, en este estadio de sus argumentos, nuestro autor recurre a la explicación fenomenológica para hacernos comprender la profundidad del cambio acaecido. Un cambio que ha traído consigo la presencia de un hombre “que se cree” todopoderoso: “La centralidad fenomenológica recae de nuevo en ‘el propio cuerpo’” (Virilio, 1999c: 120). Pero no es sólo la consolidación de este hombre la que viene a constatar la hondura del cambio de perspectiva, sino que también tiene un papel fundamental la disolución del entorno. La Ciencia se vuelve tan técnica que se produce una ruptura entre Ciencia/Filosofía y Ciencia/Teología (1999c: 120). Este punto de vista nos resulta familiar: “Cuanto más crece la velocidad, tiende el control a suceder al entorno mismo; el tiempo real se la interactividad reemplaza definitivamente al espacio real de la actividad corporal” (1999c: 125). En otras palabras, la existencia del propio cuerpo pasará a un segundo o tercer plano: “La mirada absoluta de lo divino [Creador] y la mirada relativa de lo humano [Observador], ambas han sido arrastradas al ocaso, a la ceguera definitiva” (1999c: 130).

Vistos los argumentos desgranados en L’Inertie polaire, nos es fácil intuir en qué línea se desarrollarán las propuestas posteriores de Virilio. Por un lado, nuestro autor ha descrito a la perfección en qué consistiría su modelo de desrealización del mundo. Por otro lado, ha dejado la puerta abierta a la interpretación, en el sentido de los usos perversos que, de esta situación, se podrían deducir. Nos parece importante señalar también que L’Inertie polaire cierra la segunda etapa en la que hemos repartido los ensayos de nuestro autor. A partir de este momento, los trabajos de Virilio cobrarán una perspectiva más demostrativa. En otras palabras, es como si a partir de este momento, los trabajos de Virilio apostaran por describir con un mayor grado de profundidad y detalle la constelación de ideas, argumentos y teorías desarrollados hasta 1990. Un ejemplo de esta (re)tematización, lo constituye su renovado interés por la política o por la creación artística. No quiere esto decir, en absoluto, que los ensayos de Virilio vayan a perder su originalidad. Si bien es cierto que, a partir de este momento, será más difícil encontrar textos genuinamente diferentes respecto de las que ya conocíamos con anterioridad.